El Tatuaje y La Experiencia Del Dolor.

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I I 104 SILVIA REISFELD gratitud que ella conserva para con el maestro y Harutsune. Por otra parte, finalizado su tatuaje y a petición de Kyogoro, elige un lugar particularmente doloroso -la axila- para que Harutsune fir- me su participación con un pequeño tatuaje. Esto sugeriría que ha hecho suya la experiencia de otorgarse placer a través del dolor. En síntesis: la película muestra muy bien las distintas expresio- nes que puede adoptar el masoquismo erógeno, sea en un plano meramente representacional (fantasías) o a través de una puesta en acto (el descubrimiento de Kyogoro de que el dolor físico puede transformarse si se lo combina con un placer sexual, o en el caso de Akane, de cuan significativa puede ser la experiencia del dolor, e incluso, cómo esto puede plasmarse en una vivencia de enriqueci- miento de su self). No quiero terminar sin hacer alguna mención respecto a los personajes que conforman el grupo familiar. Haruna le niega du- rante años a Harutsune el develamiento de su identidad y lo envía a descubrirla en el marco de una formación como tatuador, a sa- biendas de en qué consistiría. Tras ser tatuada por Kyogoro, ella misma deviene en tatuadora. Así, la única vez que Harutsune aparece con el torso enteramente desnudo -cuando se entera de que Kyogoro es su padre y ocurre una fuerte confrontación de trá- gicas consecuencias- exhibe un tatuaje en la espalda, lo que signi- ficaría que también Haruna consumó un incesto simbólico con su hijo. ¿Qué lugar ocupa este hijo en la mente de ambos padres, concebido en el transcurso de un tatuaje? Kyogoro lo explica: «Tu destino es el tatuaje. Eres mi hijo. Mi sangre corre por tus venas. Deberás continuar con mi estilo personal». Se puede pensar que el \nino que nace, más que advenir como hijo, es dado a luz como un tatuaje-hijo. Cualquier creación o trabajo reviste para el psiquismo la equivalencia de un «hijo simbólico». Pero aquí, tatuaje e hijo aparecen confundidos, de tal suerte que el nacimiento de ambos simboliza una vida que se gesta en una piel-lienzo. La identidad de Harutsune lleva la marca de los tatuajes que cada progenitor efectuó en él. Ese «deberás continuar con mi estilo personal» muestra un imperativo paterno que se autoafirma desde la per- versidad. No es al hijo al que Kyogoro intenta preservar, sirio a su propia creación, a su «estilo», siendo eso lo que adquiere sentido de trascendencia para él. El tatuaje y la experiencia del dolor 6. Modificación y marcas en el cuerpo Reisfeld, S. (2004) El tatuaje y la experiencia del dolor En: Tatúales: Un; mirada psicoanalítíca. Buenos Aires: Paidós, pp. 105-116 Bajo la consigna «Ponele color y dolor a tu piel», difundida en Inter- net durante los días 25, 26 y 27 de octubre de 2002, se llevó a cabo en Buenos Aires la primera Convención Internacional de Tatuajes y Body Piercing. De características singulares, el encuentro fue una ocasión para interiorizarse sobre las distintas prácticas de body mvdifieati<M7t~I:~o interesante es que todas estas prácticas pre^" suponen, en grados variables, la experimentación de dolor. En 1. Movimiento que incluye no sólo los tatuajes y las perforaciones, sino tam- bién las escarificaciones (trazado de la piel con bisturí), el brcmding (delineado de un dibujo raspando trozos de piel) y los implantes (introducción de bolas de tita- nio o acero quirúrgico dentro de la piel). También comprende el procedimiento de «suspensión", que, sin que se trate de una alteración corporal permanente, consiste en ser atravesado por ganchos en distintos puntos del cuerpo -ganchos de acero quirúrgico similares, aunque de menor tamaño y grosor, a los utilizados en las carnicerías- a fin de pasar por la experiencia de ser colgado. En una ver- tiente extrema, hay quienes llegan a la mutilación de ciertas partes del cuerpo _Xlos.dedQS_CLÍnclusoJQS-gfinitales)_Sobreiodas-es-tas-pxácticasrse-pueden4eer-las— revistas Piel, 4 (noviembre de 2002) y Addiction Tattoo, 4 (noviembre de 2002), ambas publicadas en,la Argentina.

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gratitud que ella conserva para con el maestro y Harutsune. Porotra parte, finalizado su tatuaje y a petición de Kyogoro, elige unlugar particularmente doloroso -la axila- para que Harutsune fir-me su participación con un pequeño tatuaje. Esto sugeriría que hahecho suya la experiencia de otorgarse placer a través del dolor.

En síntesis: la película muestra muy bien las distintas expresio-nes que puede adoptar el masoquismo erógeno, sea en un planomeramente representacional (fantasías) o a través de una puesta enacto (el descubrimiento de Kyogoro de que el dolor físico puedetransformarse si se lo combina con un placer sexual, o en el caso deAkane, de cuan significativa puede ser la experiencia del dolor, eincluso, cómo esto puede plasmarse en una vivencia de enriqueci-miento de su self).

No quiero terminar sin hacer alguna mención respecto a lospersonajes que conforman el grupo familiar. Haruna le niega du-rante años a Harutsune el develamiento de su identidad y lo envíaa descubrirla en el marco de una formación como tatuador, a sa-biendas de en qué consistiría. Tras ser tatuada por Kyogoro, ellamisma deviene en tatuadora. Así, la única vez que Harutsuneaparece con el torso enteramente desnudo -cuando se entera deque Kyogoro es su padre y ocurre una fuerte confrontación de trá-gicas consecuencias- exhibe un tatuaje en la espalda, lo que signi-ficaría que también Haruna consumó un incesto simbólico con suhijo. ¿Qué lugar ocupa este hijo en la mente de ambos padres,concebido en el transcurso de un tatuaje? Kyogoro lo explica: «Tudestino es el tatuaje. Eres mi hijo. Mi sangre corre por tus venas.Deberás continuar con mi estilo personal». Se puede pensar que el

\nino que nace, más que advenir como hijo, es dado a luz como untatuaje-hijo. Cualquier creación o trabajo reviste para el psiquismola equivalencia de un «hijo simbólico». Pero aquí, tatuaje e hijoaparecen confundidos, de tal suerte que el nacimiento de ambossimboliza una vida que se gesta en una piel-lienzo. La identidadde Harutsune lleva la marca de los tatuajes que cada progenitorefectuó en él. Ese «deberás continuar con mi estilo personal»muestra un imperativo paterno que se autoafirma desde la per-versidad. No es al hijo al que Kyogoro intenta preservar, sirio a supropia creación, a su «estilo», siendo eso lo que adquiere sentidode trascendencia para él.

El tatuaje y la experienciadel dolor

6. Modificación y marcas en el cuerpo

Reisfeld, S. (2004) El tatuaje y la experiencia del dolor En: Tatúales: Un;mirada psicoanalítíca. Buenos Aires: Paidós, pp. 105-116

Bajo la consigna «Ponele color y dolor a tu piel», difundida en Inter-net durante los días 25, 26 y 27 de octubre de 2002, se llevó a caboen Buenos Aires la primera Convención Internacional de Tatuajesy Body Piercing. De características singulares, el encuentro fueuna ocasión para interiorizarse sobre las distintas prácticas debody mvdifieati<M7t~I:~o interesante es que todas estas prácticas pre^"suponen, en grados variables, la experimentación de dolor. En

1. Movimiento que incluye no sólo los tatuajes y las perforaciones, sino tam-bién las escarificaciones (trazado de la piel con bisturí), el brcmding (delineado deun dibujo raspando trozos de piel) y los implantes (introducción de bolas de tita-nio o acero quirúrgico dentro de la piel). También comprende el procedimientode «suspensión", que, sin que se trate de una alteración corporal permanente,consiste en ser atravesado por ganchos en distintos puntos del cuerpo -ganchosde acero quirúrgico similares, aunque de menor tamaño y grosor, a los utilizadosen las carnicerías- a fin de pasar por la experiencia de ser colgado. En una ver-tiente extrema, hay quienes llegan a la mutilación de ciertas partes del cuerpo

_Xlos.dedQS_CLÍnclusoJQS-gfinitales)_Sobreiodas-es-tas-pxácticasrse-pueden4eer-las—revistas Piel, n° 4 (noviembre de 2002) y Addiction Tattoo, n° 4 (noviembre de2002), ambas publicadas en,la Argentina.

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efecto, ya desde la convocatoria nos encontramos ante un fenóme-no nuevo que exalta y otorga un lugar especial al dolor. ¿Cómoexplicar esta propuesta en el marco de una cultura de grupo?¿Cuál es la función que cumple el dolor? Por otra parte, al hablarde dolor entramos en un terreno complejo: hay que considerar eldolor físico, puntual, provocado en determinada parte del cuerpo,y al mismo tiempo aquello que hace a la vivencia en sí. Tambiénes cierto que hay un umbral de tolerancia para cada individuo yque está condicionado por factores emocionales.

MLinterés entonces es ahondar en esta «nueva subjetividad»que rescata la experiencia de dolor como algo inherente a un modode vida y, a partir de cierto material ilustrativo, destacar la inter-vención de algunos aspectos a tomar en cuenta.

ALGUNOS APORTES PSICOANALÍTICOS EN TORNO AL DOLOR

En un trabajo avanzado para la concepción de su época, el«Proyecto de una psicología para neurólogos» (1895), Freud ex-pone un modelo energético del funcionamiento del aparato psí-quico a partir de la clasificación de tres tipos de neuronas. Un as-pecto importante es su descripción acerca de cómo opera unestímulo somático doloroso y su inmediato correlato mental (elafecto de dolor). Apoyándose en dicho texto, Juan D. Nasio(1999) estudia el dolor corporal a la luz de sus distintas conexio-nes con lo psíquico. Plantea que una lesión física comprende trestiempos:

1) La lesión en sí, a partir de la cual el yo imprime en la concien-cia una imagen mental de la parte del cuerpo lesionada. No haydolor corporal que no sea representado psíquicamente. Esto expli-ca por qué se puede experimentar dolor sin que medie un dañoreal: «la sensación dolorosa resulta así reavivada por el surgimien-to de la representación mental de la herida» (p. 86). Además, setrate de una herida externa ocurrida en la superficie del cuerpo o

~dé una proveniente de los órganos internos, la lesión será imagina-riamente sentida por el yo como algo acontecido en la periferia delcuerpo, es decir, como algo ajeno a él.

2) Un estado de conmoción que trastorna al yo. Se produce unaflujo de energía que se concentra en el yo, en particular, sobre larepresentación mental de la herida.

3) La instancia de reacción, donde el yo opera como un órganoque detecta las variaciones que ocurren internamente.

Un cuarto momento hace a la relación del yo con la memoria in-consciente. Es decir, la asociación entre el hecho presente y otrosque pertenecen al pasado olvidado del sujeto. Nasio diferencia larepercusión somática de la vivencia subjetiva. Así, el dolor comoafecto no se origina por la lesión en sí, «está en el cerebro para lasensación dolorosa [vía mecanismos neurobioquímicos] y en lasbases del yo -en el ello- para la emoción dolorosa» (p. 87). Esto es:la lesión produce una ruptura del equilibrio psíquico, quedando elprincipio de placer transitoriamente abolido; el yo percibe esta per-turbación y reacciona con una emoción dolorosa cuyo anclaje esta-ría en el inconsciente. Nasio nos habla de «un cuerpo dotado dememoria» (p.122) que conserva las huellas de sus primerísimas ex-periencias ¿olorosas (sean orgánicas o de separación y pérdida),que son susceptibles de reactivarse y reaparecer en forma transfi-gurada en conexión con diferentes situaciones de la vida cotidiana.Desde esta perspectiva, el sujeto repite un sufrimiento sin saberpor qué lo repite.

Ahora bien, tal como se desprende del título de la convocato-ria, el dolor y el placer como correlato nos conducen ineludible-mente al tema del masoquismo. En «El problema económico delmasoquismo» (1924), Freud postuló tres formas distintas de ex-presión. La primera, que vehiculiza las siguientes, es el «maso-quismo erógeno», cuyo fin es procurarse placer en el dolor. Deorigen primario, nace por un efecto de intrincación (mezela)-de la-pulsión de vida (Eros) y la pulsión de muerte (Tánatos). El ejem-plo más cabal es su inclusión como componente erótico de la vidasexual. La segunda, el «masoquismo femenino», se manifiesta através de fantasías vinculadas a la femineidad, esto es, ser castra-do, tolerar el coito o parir, fantasías que subyacen a la consecu-ción del accionar perverso masoquista. Por último, el «masoquis-mo moral» como rasgo de conducta que va en pos del sufrimientomismo y sin importar de dónde provenga: por caso, quienes se re-sisten a la cura durante un tratamiento aferrándose a sus sínto-mas (la «reacción terapéutica negativa») o quienes no pueden dis-frutar de sus logros («los que fracasan al triunfar»). Freud loexplica en términos de un sentimiento inconsciente de culpa y laconsiguiente necesidad de castigo, resabio de~üha~fáIIidaTe¥ouT-^ción edípica.

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ilustran cómo el sujeto procura configurarse una nueva envolturaque lo sostenga, aun cuando se trate de una signada por el sufri-miento. En particular, la provocación de un dolor físico puntualpermitiría ligar (contener) estados de tensión o angustia difusa.

MATERIAL DE ILUSTRACIÓN

Los fragmentos citados están referidos únicamente al interrogantedel dolor en los tatuajes. En algunos casos transcribo comentariosmás extensos porque permiten una ampliación del tema.

1. Luis (24 años): Lleva nueve tatuajes. En relación con el prime-ro, hecho a los 16 años, refiere:

— Me hice mi inicial, una L... quería saber qué se sentía. Me lo hiceyo. Con tres agujas de coser muy finas, se le pone el hilo de coser y pin-chas, juntas las tres agujas porque se requiere un espesor mínimo. No medolió para nada. Bueno, como es muy finito hay que pincharlo muchas ve-ces. Eso sí dolió. Es como si alguien está preso y se lo hacen ellos mismos.

— ¿No es extraño tatuarse sabiendo que va a doler?

— Si', a veces sí. Porque a veces duele bastante... pero si uno está den-tro es porque está decidido a aguantarse cualquier cosa. Vos entras, pones

-el brazo... Qué puedo decir, ¿me duele? No. Ya estás y te lo bancas.

— Sin embargo, se dice que no duele.

— No. Yo siempre dije que doler, duele... Los pinchazos, la rapidez conque entra la aguja, es como una quemazón, como si uno se cortara. Peroeso es al principio, después por el dolor es como si esa parte se durmiera.Después hay que tener mucho cuidado, tratar de no mojarlo durante 2días para que se seque y se forme la cascara. Esa cascara no hay que tocar-la, no le puede caer sol, tenes que echarte crema, vaselina...

2. Martín (21 años): Tiene cuatro tatuajes (véase el capítulo 6).La realización de uno de ellos, el dibujo de un indio, demandó

horas repartidas en dos sesiones de cinco y seis horasde trabajo.

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Desde estos lineamientos, Benno Rosenberg (1995) plantea unenfoque sumamente original, cuyo eje central es privilegiar el lu-gar del masoquismo en la constitución y posterior evolución delpsiquismo. Es decir, lo novedoso es que presenta una visión delmasoquismo como opuesta al sentido común del término, y no co-mo algo autodestructivo. Hay pues un «masoquismo guardián dela vida», absolutamente necesario, que acompaña todo el espectrode nuestro funcionamiento mental, y que se contrapone a un «ma-soquismo mortífero». Siguiendo la descripción de Freud del maso-quismo erógeno primario, el autor destaca ese momento en que lapulsión de muerte queda anudada a la pulsión de vida a través dela coexcitación libidinal. Esta ligadura posibilita la constitución delaparato psíquico, en tanto que el dolor y el displacer quedan pri-mariamente erotizados al servicio de una tendencia protectora quelos vuelve tolerables. Por tanto, existe un núcleo masoquista eróge-no que participa de la estructuración del yo arcaico y que perduratoda la vida. Más aún, funda la subjetividad en la medida en que«el sujeto se reconoce como sujeto sólo a partir de la vivencia ma-soquista» (p. 96). En esencia, aprender a soportar las tensiones(aplazar la descarga) es básicamente un aprendizaje masoquista.Cuando estas tensiones se tornan excesivas o desbordantes, se pro-ducen maniobras defensivas que buscan restablecer un equilibriomasoquista necesario para la autoconservación. Uno de los tantosejemplos clínicos aportados en su libro es el papel contradepresivode la conducta masoquista. Por lo tai\to, el masoquismo erógeno

-primario da cuenta de los problemas- de la-destruettv-idad-y-ta-au—todestructividad. Rosenberg postula que el sadismo debe ser con-siderado como un masoquismo proyectado (p. 86), vale decir, co-mo resultado de una identificación con el objeto sadizado quepermite gozar de la crueldad o el sufrimiento que en realidad espropio. Si el masoquismo precede al sadismo, también evidenciasu carácter vincular por la misma presencia del objeto sadizado.Si falla la proyección, esta carga masoquista retorna masivamenteen forma de sadismo ^-autosadismo, como dice Rosenberg-, y esentonces cuando adquiere potencialidad mortífera. En suma,«...hay siempre una dimensión masoquista de la existencia huma-na que se sigue de la dimensión masoquista de toda sexualidad»

"ultimo, la nócíórfairyb-piel de Añzieü (1994)yias~pósibles~consecuencias de un déficit en su constitución (véase el capítulo 2)

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—¿Duele tatuarse?

— No. El delineamiento duele un poquito y después, cuando la piel sete endurece, porque los músculos se cansan, pero eso te pasa después delas seis horas, como me pasó con el indio, que ya tenia el brazo cansado.

3. Iván (24 años), quien será presentado en el capítulo 10, res-ponde:

— Duele en el momento que te lo están haciendo, depende del lugary del nivel de concentración que tengas. Te puedo asegurar que si estásbien concentrado y tranquilo, podes llegar a soportarlo con tranquili-dad.

4. Lucas (30 años): Tiene un tatuaje.

— No duele. La aguja entra en la primera y segunda capa de la piel,se siente como un raspón, algo así, no un raspón doloroso. También de-pende dónde, hay zonas que duele más, bajo el brazo, en el estómago,donde hay músculos flaccidos, ahí se siente más. Yo charlaba con miamigo mientras me tatuaba. En general trabajan así con el cliente,-un.trato familiar, para que no piense tanto que duele y se le habla para dis-traerlo.

5. Facundo (24 años): Citado en el capítulo 10. Uno de sus tatua-jes es el nombre de su ex novia hecho en la nuca:

— Lo hice para demostrarle que la quería. Ahí me dolió, pero creo queporque estaba peleado con ella. Si hubiese estado bien con ella, no me hu-biese dolido... Cuando me lo hice estaba mal, triste y me dolió.

—¿El ánimo influye en que se sienta dolor?

— Para mí depende mucho y que estés decidido. Si vos estás decidido,venís, te sentás y te lo bancas.

6. Valeria (24 años): La entrevista ocurre a poco de hacerse suoctavo tatuaje, una especie de rama frondosa que desciende de lamitad de la pierna derecha hasta el pie. Hace una mueca de dolormientras me lo muestra.

— ¿Dolió?

— No, en absoluto. Apenas una pequeña molestia. El tatuaje no duele.Ahora me molesta un poco pero no es algo que no se pueda soportar.

7. Nahuel(25 años): Tiene seis tatuajes.

— Duele pero es un dolor diferente. Me lo banco. Es como... si me pon-go a pensar, es como si fuera un placer del dolor, como si pagaras por unplacer prohibido.

— ¿Y qué es para tí un placer prohibido?

— Bueno, es como si pagaras por un servicio, como cuando vas y pa-gas para estar con una prostituta. Acá sería parecido. Además, ¿qué tienede malo o raro tatuarse?^ una forma de ser como uno quiere. Las muje-res se ponen faldas re-cortas, remeras re-apretadas o tacos altos y... ¿quiénles dice algo?

— ¿Vienes siempre al misino local?

— Sí. Ya les tengo confianza, Es una relación muy especial la que ha-ces con el que te tatúa... es como parte de tu cuerpo.

8. Testimonio obtenido de Internet:

— No siempre me siento aburrido y, por eso, por unos tres años no metatué ni me hice un piercing... Pero ahora planeo hacerme otro tatuajegrande. Extraño el dolor y la anticipación de ser tatuado, la novedad deverme diferente por un rato... Además, me gusta coleccionar cicatrices.

ANÁLISIS

Como se puede observar, el abanico de respuestas es variado. Noobstante, es posible rescatar algún denominador común, como loes el hecho de que-la experiencia de ser tatuado conlleva una sen-saciórtdolorosarquermás o menos intensa^según cada caso, se in-

"rféñta-«soportao>: Es^ectf^^r^cénto esfaxiolocado en qüeT~puestóen la situación/finalmente uno «se lo banca». Éste es un punto im-

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portante porque se admite una repercusión somática objetivamen-te dolorosa.

Veamos algunos comentarios. Para Luis: «A veces duele bastan-te pero si uno está dentro es porque está decidido a aguantarsecualquier cosa»; Iván, que tiene buena parte de su cuerpo tatuado,afirma: «Duele en el momento que te lo están haciendo», pero «po-des llegar a soportarlo con tranquilidad»; Nahuel dice: «Duele pe-ro es un dolor diferente. Me lo banco».

Aun cuando se afirme que no hubo dolor, aparecen otros indi-cadores que expresan lo contrario. Por ejemplo, Martín refiereque no hay dolor pero luego detalla que «el delineamiento dueleun poquito» y que importa la cantidad de horas destinadas al ta-tuaje porque los músculos se entumecen. Valeria responde: «no,en absoluto», o que se trata de «apenas una pequeña molestia».Sin embargo, mientras enseña su reciente tatuaje, lo hace con unamueca ostensible de dolor. Lucas sostiene algo similar, pero en elúltimo tramo menciona que la charla distractiva o el «trato fami-liar» dispensado al cliente posibilitan que «no piense tanto queduele». Además, aporta otro dato, el lugar elegido para tatuarse,porque hay zonas del cuerpo que al ser flaccidas resultan más do-lorosas.

Asimismo, diversos factores inciden en el aumento de dolor: de-penderá de la convicción para hacerlo (Luis), del grado de concen-tración (Iván) o del estado de ánimo (Facundo). Incluso de la signi-ficación que se atribuya a la sesión de tatuaje en sí (Nahuel).

— Otra-euestión-a-tratar-€0ncierne-al-testimanicLtam,adcLde Inter-net, porque plantea una conexión entre la vivencia de aburrimien-to, el dolor y la necesidad de introducir alguna modificación en laapariencia exterior.

Desde esta primera aproximación, veamos algunas hipótesisexplicativas. La primera retoma la concepción de Rosenberg,quien postula una dimensión masoquista inherente al funciona-miento mental que puede revestir distintas modalidades en el cur-so de la vida. Esta idea permite comprender por qué una prácticaalcanza tanta relevancia aun cuando conlleve cierta experimenta-ción de dolor. El tatuaje, hoy en día mayormente aceptado, posibi-lita, a mi entender, la expresión de un masoquismo grupalmentecompartido. El ejemplo más ilustrativo es la propuesta de «ponelecolor yUbTór a"tu piel», ̂ qiíé'sugiérFque'Ia inscripción de~doforenla piel resulta de por sí una experiencia que vale la pena transitar.

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Aquí encontramos otra línea afín a Rosenberg, para quien la sub-jetividad se funda en la vivencia masoquista. Por lo tanto, parecie-ra que estamos en presencia de nuevas formas de subjetivación yde consolidación de la identidad, tema del cual se han ocupadolos autores que hablan del posmodernismo (véase el capítulo 2).Ya hemos visto cómo el tatuaje cumple, entre diversas funciones,la de procurar un sentimiento de autoafirmación. Ligado a ello,este dolor compartido inaugura toda una red de vínculos por lapertenencia al grupo de personas tatuadas. Éste es un punto im-portante durante la adolescencia por tratarse de una etapa en laque se observan crisis de desorganización y de reorganización yse recurre a modelos identificatorios y a conductas imitativas quecontrarresten la vivencia de «difusión de la identidad» (Erickson,1974). Asimismo, vemos cómo el dolor cumple un papel iniciáticoal momento de tatuarse, dado que el poder «soportarlo» adquierela significación de una prueba de virilidad o, en líneas generales,la de una apropiación del cuerpo, que, en el caso de las mujeres,apunta a una fantasía de liberación (como el despertar de un ero-tismo que no necesita ocultarse). Por tanto, cabe pensar la expe-riencia como un rito de castración simbólica -similar al de la cir-cuncisión—, pero sin un sentido mutilatorio (como lo sería en elcaso de una fantasía de castración fálica). También hay que consi-derar que el tatuaje comporta un componente transgresor (a vecesexpresado explícitamente) y que el precio a pagar sea precisamen-te una cuota de dolor.

Por otra parte, esta cualidad masoquista que participa del ta-tuaje se constituye en un medio de procesar un amplio espectrode conflictos, así como de ligar estados de tensión o angustia que,al no encontrar expresión verbal, se canalizan a través del cuerpo.Aquí conviene subrayar dos cuestiones: 1) El dolor psíquico estransferido a un dolor somático, lo cual nos habla de un procesode drenaje de la tensión. 2) Se posibilita una descarga dosificada ylimitada al tatuaje, lo cual sirve al propósito de un objetivo estéti-camente valorado. Por tanto, el dolor cumple funciones específi-cas para el equilibrio de una economía libidinal y psíquica en ge-neral.

Desde esta perspectiva, operan distintas fantasías. El procurar-se activamente una experiencia de dolor puede representar una

"~ forma de obtener-dominio sobre el dolor mismo (una reaccióncontrafóbica). Así, frente a lo imprevisiblemente doloroso, sea de

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origen interno o externo, la fantasía es la de controlar el sufrimien-to porque uno mismo se lo administra. Me refiero a una forma deejercitar cierto control sobre posibles desorganizaciones de ordenpsíquico, algo relevante si consideramos que el tatuaje ocurre pre-ferentemente en una población adolescente. Aquí parecen ayudarvarios factores. En primer lugar, el dolor que ocasiona un tatuajees transitorio, tiene un inicio y un final; luego, es esencialmentemanejable e incluso permite una anticipación (el poder hablar deltema con quienes ya se tatuaron). Por último, durante los prime-ros días, el sujeto se ocupa de «curar» su tatuaje (se denomina asíal cuidado de una correcta cicatrización). En suma, se trata de undolor que culmina en una realización concreta y visible, en tantoque imprime en la piel determinados contenidos que se viven au-ténticamente como propios (vale decir, hay un diseño sentido co-mo realidad elegida y no impuesta). En todas estas fantasías cabedestacar un aspecto regularmente observable en la clínica, a saber,el papel contradepresivo del dolor.

Veamos estas ideas en conexión con el material de Luis. Su pri-mer tatuaje, hecho por él mismo a los 16 años, es entendido en tér-minos de una vivencia nueva y diferente («Quería saber qué sesentía»). Los sucesivos pinchazos comportan un dolor que, frag-mentado en pequeñísimas heridas, deviene soportable. La clave es-tá en su comentario: «Es como si alguien está preso y se lo hacenellos mismos»: el propio se/fes representado como una cárcel, im-plicando con ello sentimientos de soledad y aislamiento. A la ma-nera de un preso, Luis se siente condenado a permanecer-dentrode los estrechos muros de su interioridad (la «L» del diseño). Aca-so esté aludiendo a un mundo interno falto de contenidos signifi-cativos (esa «L» no lo singulariza, puesto que se trata de una ini-cial), razón por la cual atraviesa por estados de ansiedad que noadquieren cabal representación. ¿Cuál es la función del dolor endicho tatuaje? En primer lugar, hay un sufrimiento psíquico quederiva en un dolor corporal concreto y asible. Luego, la experienciaes buscada como un modo de capturar una dimensión subjetiva,esto es, la.posibilidad de sentir a través del dolor. Tomando encuenta que ya tiene nueve tatuajes y que como él mismo lo expresa«a veces duele bastante», cabe pensar en una tendencia masoquis-ta que opera como un regulador psíquico. Si, de acuerdo conFreud, no existe lesión corporal sin que el yo séTórmé'uñzFrepre-sentación mental de ella, estas nuevas representaciones parecen

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cumplir una finalidad de ligadura.2 Como correlato externo de es-ta dinámica interna, consideremos el cuidado que requirieron ini-cialmente sus tatuajes, es decir, el proceso de «curarlos». Por otraparte, el uso habitual del término «curar» parece implicar unacreencia (inconsciente) de que algo con relación al acto de tatuarse-en este caso, el dolor- comporta algún efecto curativo. Tambiénhemos visto cómo el mostrarse capaz de tolerar el dolor -y Luisnos habla de ello- contribuye a una vivencia de fortalecimiento delself.

El dolor que acompaña un tatuaje puede devenir en una situa-ción placentera en sí, es decir, como expresión de un masoquismoerógeno. La respuesta de Nahuel ilustra al respecto: «Es como sifuera un placer del dolor, como si pagaras por un placer prohibi-do». Este pagar se vincularía a la consecución de un acto vividocon culpa y la correspondiente necesidad inconsciente de castigo.En particular, por la activación de una fantasía sexual en la que lafigura del tatuador es asociada al servicio ofrecido por una prosti-tuta. No me detendré en otros posibles aspectos, salvo en un pun-to. Si en general se suele decir que un tatuaje pasa a formar partedel -cuerpo, aquí lo incorporado a nivel de piel es su manera de vi-vir toda la experiencia con el tatuador («Es una relación muy espe-cial la que haces con el que te tatúa... es como parte de tu cuerpo»).

El comentario de Facundo aporta otra perspectiva. Me refiero ala inclusión del dolor físico como un medio para expresar senti-mientos de amor. Así, el acto de tatuarse el nombre de la novia en

- un^ugar-particuiarrnente-sensTblerahdrolor,""como lo es la nuca, ad-quiere el significado de una ofrenda; el sentido sería una suerte de«más me duele, más te quiero», prevaleciendo una idealización delsufrimiento. Otra posible lectura es la fantasía de pagar con dolorel hecho de sentirse amado sin ser merecedor de ello.

Por último, el testimonio de Internet introduce un aspecto signi-ficativo, esto es, la mención del aburrimiento como un factor queincide en la realización de un nuevo tatuaje o piercing. La experien-

2. Término que Freud utiliza para referir a una operación del aparato psíqui-co que limita la libre circulación de energía (monto de excitación) al unirla a una

J3_yarias representaciones. AcejcajiejQSjiistintos usos.a lo-largo de su obra, vea- -se Diccionario de Psicoanálisis, }. Laplanche, y J.-B.Pontalis, Buenos Aires, Labor,1974.

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cía clínica indica que este tipo de aburrimiento remite a vivenciasdepresivas y, correlativamente, a un sentimiento de empobrecmiento del mundo interno. Lo impactante es que esta persona manifk'Ntc extrañar «el dolor y la anticipación de ser tatuado», Estaexpectativa masoquista reorganiza al sdf, a la vez que le otorga unobjetivo al cual abocarse, como es el proyecto de un «tatuaje grande». Aquí entra a tallar otro aspecto. Un tatuaje de ese upo imun tiempo considerable y muchas sesiones de trabajo. Por tant.dolor de cada sesión de tatuaje le posibilitaría una forma de cxión con la realidad por la intervención misma del cuerpo. Utrpecto singular es su afirmación de «coleccionar cicatrices». Es poble que con ello esté aludiendo a marcaciones que incluyanprácticos además del tatuaje. Sin embargo, vale la pena retomar IBobservación porque estas cicatrices corporales -que nacen del do-lor- otorgarían al self un sentimiento de continuidad histórica (véa-se el capítulo 10). En este sentido, resulta sugestiva la idea de Na-sio (1999) acerca de «un cuerpo dotado de memoria», com<soporte de la reactivación de primerísimas experiencias dolor<que permanecen en el inconsciente.

10Tatuajes múltiples*

Mi interés en este capítulo es ocuparme de una franja de adoles-centes para quienes el acto de tatuarse, lejos de ser respuesta a unamoda imperante o deberse a conductas imitativas de grupo, se haconvertido en el medio privilegiado para construir una identidaddiferenciada. Mi intención es dar cuenta de ello esbozando algunashipótesis sustentadas en._el_ desarrollo^ temprano. y. eLpapeLque _cumple la piel en la primigenia relación del bebé con la madre.

Se trata de jóvenes que tienen o aspiran a cubrirse casi todo elcuerpo con tatuajes, siendo notable cómo algunos manifiestan ha-ber perdido la cuenta de cuántos tatuajes llevan hechos. Por lo co-mún, empiezan a tatuarse alrededor de los 18 años y este primertatuaje parece convertirse en el disparador de conflictos psíquicosmás severos, toda vez que el acto de tatuarse se transforma en unacompulsión. Esta actitud suele ser asociada a un «vicio» compara-ble al consumo de drogas, predominando en muchos casos la nece-sidad de tatuarse más que la motivación por un diseño elegido y

* Una primera versión de este capítulo se puBIicó enliTKevísia'deTsicoanálisis",t. LVI, n° 2,1999.