El tacto pedagogico

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ESCUELA NORMAL SUPERIOR OFICIAL DE GUANAJUATO TELESECUNDARIA III B OBSERVACIÓN Y PRÁCTICA DOCENTE IV PEDRO CHAGOYÁN GARCÍA LA REFLEXIÓN COMO VÍA DE MEJORA EL TACTO PEDAGÓGICO MARÍA ISABEL TELLEZ RAMÍREZ

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ESCUELA NORMAL SUPERIOR OFICIAL DE GUANAJUATO

TELESECUNDARIA III B

OBSERVACIÓN Y PRÁCTICA DOCENTE IV

PEDRO CHAGOYÁN GARCÍA

LA REFLEXIÓN COMO VÍA DE MEJORA

EL TACTO PEDAGÓGICO

MARÍA ISABEL TELLEZ RAMÍREZ

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LA REFLEXIÓN COMO UNA VÍA DE MEJORA

La reflexión es una acción que hacemos de manera consciente ya que generalmente se asocia este hecho con los

deberes académicos, pero también de forma inconsciente, en nuestra vida personal, es nuestras decisiones, conductas,

relaciones etc. En realidad lo hacemos todo el tiempo porque valoramos lo que hay a nuestro alrededor así como

nuestras acciones ya que antes de hacer algo pensamos en hacerlo o no hacerlo y porqué.

De acuerdo a Manen existen tres momentos de la reflexión, antes, durante y después de la acción, cada momento tiene

sus implicaciones, objetivos y resultados. Así como hay momentos para la reflexión también hay niveles de reflexión que

va de una reflexión de sentido común hasta una reflexión de la forma en que se reflexiona. Ahora quiero hablar de forma

personal para referirme a cómo es que pienso acerca de las acciones que dan sentido a lo que hago. Considero que soy

una persona que piensa mucho las cosas antes de hacerlas, puede ser porque no soy una persona precavida o bien por

la inseguridad que vive conmigo. Siempre pienso en lo que voy a hacer procurando que todo salga bien porque de lo

contrario me enojo mucho conmigo misma, por ejemplo siempre pienso qué ropa voy a usar el siguiente día, la plancho y

la dejo lista, esto para ahorrar tiempo en la mañana y que no se me haga tarde. También me acostumbre en casa a

pensar qué vamos a comer al día siguiente para saber si hay todo lo que se necesita. Cuando voy a salir con la familia lo

planeamos desde antes para saber qué hace falta comprar o preparar. Me he acostumbrado a pensar las cosas antes

porque así me enseñó mi papá y fue un hábito hasta ahora tengo arraigado.

Otro ejemplo es cuando voy a subirme a un camión, necesito tener listo el pasaje en la mano porque cuando no es así se

me hace difícil buscar las monedas y prefiero no tomar el camión y caminar. En cuanto las relaciones interpersonales

procuro cuidar y pensar lo que digo porque siento que es muy fácil herir a las personas con las palabras y como

comúnmente decimos, me remuerde mucho la conciencia cuando pienso que he hecho sentir mal a alguien.

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Reflexionar en la acción como dice Manen quizás resulte difícil y tal vez sean decisiones tomadas sin pensarse o son

consciencia, siento que actuar en el momento de manera asertiva no es precisamente lo que mejor hago porque por lo

regular pienso anticipadamente lo que voy a hacer pero no pienso lo que puede salir mal de forma que si hay que

resolver un problema al instante en ocasiones me bloquea y no me deja pensar, por ejemplo siguiendo lo de buscar la

ropa desde un día antes, por lo general no pienso en una segunda opción, pues puede ser que al día siguiente amanezca

haciendo mucho frio y había preparado un suéter sencillo o lo contrario, que este haciendo calor y haya pensado en una

chamarra grande.

En realidad para reflexionar en el momento requiere que uno se detenga, se retire de la situación y se ponga a pensar,

pero muchas veces esto no es posible por las circunstancias no lo permite ya que necesita decisiones rápidas y con

buenos resultados. Cuando esto pasa no es precisamente una reflexión la que se hace sino como lo menciona Manen, es

una acción solícita, ésta hace referencia a las ocasiones en que uno actúa de manera consciente considerando las

posibles consecuencias de la acción.

Uno de los momentos importantes de la reflexión es después de los hechos ya que si no existiera este, uno nunca

cambiaría su actuar porque considero que es aquí donde verdaderamente se hace una reflexión porque se tienen los

elementos para hacerlo, primero se puede pensar en lo que se había pensado hacer (si es que hubo este momento),

también se puede pensar en lo que se hizo y al final hacer una retrospección y ver qué pasó y porqué. Esto sirve para

comprender algunas situaciones y crear nuevas expectativas en ocasiones similares. Por ejemplo cuando salgo con una

persona, pienso anticipadamente en cómo será la cita, cómo se comportará mi acompañante, a donde iremos y si será

divertido. Ya de regreso de la cita siempre pienso en cómo se pasaron las cosas y porqué, si fue aburrido o divertido y

cuáles fueron los motivos para que haya resultado así. Manen también dice que en ocasiones es bueno reflexionar

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conversando la situación con otra persona y a veces si hago esto, continuando con el mismo ejemplo, cuando llego de la

cita comienzo platicarle a mi hermana. Puedo llegar y decirle que no era lo que yo esperaba, ella me pregunta porqué y

no se darle una respuesta concreta del porqué fue aburrida, entonces me pregunta sobre lo que hicimos y mientras le

platico las dos nos vamos dando cuenta qué fue lo que no ayudó a que no me gustara salir con esa persona.

De acuerdo a los niveles de reflexión considero que este tipo de reflexiones pertenecen al primero de ellos ya que son

casos en los que se actúa por sentido común y son situaciones de la vida ordinaria.

Estos son solo casos de la vida diaria en los que pensamos acerca de nuestro actuar y aunque quizá en la vida ordinaria

no decimos voy a reflexionar sobre lo que hice o voy a hacer mañana, si decimos voy a pensar en lo que voy a hacer, y

es prácticamente lo mismo, porque Manen dice que reflexionar es sinónimo de pensar.

En cuanto a mi profesión todo empezó un día pensando con mis hermanas sobre lo que hacíamos de nuestras vidas

(trabajábamos las tres y no queríamos seguir así) decidimos inscribirnos en la normal, no fue una decisión fácil porque

teníamos que pensar en todo lo que esto implicaba, dinero, dedicación, apoyo de la familia (moral y económico), dejar el

trabajo, alejarnos de la familia, etc. lo pensamos tanto que duramos un año en tomar la decisión, porque lo que más nos

detenía era saber cómo le íbamos a hacer si mis padres no apoyaban nuestra idea. Cuando nos decidimos comenzamos

a ahorrar para la ficha, los pasajes de los exámenes y la entrevista, pero todo lo hicimos a escondidas de nuestra familia

porque queríamos decirles hasta que estuviéramos seguras de que nos habían aceptado pues creíamos que así sería

más fácil conseguir su apoyo. Si nos decían que no nos iban a apoyar de todas formas nos íbamos a venir para que ellos

vieran que en realidad eso era lo que queríamos. Pensábamos en rentar juntas, apoyarnos con una beca que tenemos

las tres, no regresar a casa lo fines de semana y ahorrarnos el pasaje, trabajar por las tardes y ser cuidadosas con lo que

gastábamos. Cuando tuvimos los resultados fue entonces cuando les dijimos a nuestros papás qué era lo que íbamos a

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hacer, para darles la noticia buscamos el momento adecuado (que estuvieran contentos, sin preocupaciones), además

decidimos que sería yo quien les iba a decir porque mi papá nunca me dice que no. Al decirle nuestra idea, él escucho

atento y se alegró, primero porque habíamos tenido la confianza de platicar con él y decirle lo que íbamos a hacer y

segundo porque le gustaba que hubiéramos pensado en continuar estudiando y desde luego nos apoyó en todo.

Fue así como llegue a la Normal, desde entonces esta carrera se ha vuelto parte de mi vida, en un principio estaba

temerosa porque creía que iba a ser muy difícil y que no iba a poder con muchas cosas, con el transcurso de los

semestres me fui dando cuenta que sí, que es más difícil de lo que lo me esperaba, pero también descubrí que si puedo.

He puesto sobre esta carrera muchas expectativas al igual que mi familia. Esta carrera se ha convertido en el escalón

para alcanzar muchas de mis metas.

Muchas veces he pensado en que hubiera sido mejor inscribirme en la BECENOG, pero a estas alturas ya no puedo

hacer nada y me convenzo a mí misma de que, esta carrera tiene muchas bondades y que debo aprovechar la

oportunidad. Sinceramente tenía otra imagen de la escuela, que poco a poco se ha ido degradando con experiencias

poco agradables con algunos maestros, que me han decepcionado pero también he aprendido a aprovechar lo bueno de

las personas y aunque ya no tenga la misma imagen, si he cambiado mi forma de pensar y de ver la vida.

Desde que formo parte de la comunidad normalista siempre he procurado ser una alumna “regular”, cuidando ser

responsable, dedicada y seguir los consejos de mis maestros. Retomando los momentos de la reflexión siempre imagino

cómo voy a hacer mis tareas, pues en cuanto dice el maestro dice qué es lo que quiere que hagamos pienso más o

menos cómo le voy a hacer y así compruebo si he entendido qué es lo que vamos a hacer. Al momento de hacer la tarea

buscó mi libreta de notas para recordar el tema. Por lo regular siempre trato de crear una idea de lo voy a hacer porque

de lo contrario no puedo escribir porque no tengo clara la idea. Si un trabajo no me está gustando prefiero comenzar otra

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vez y clarificar mis ideas. Cuando obtengo una calificación que no me satisface siempre me pongo a pensar qué fue lo

que me faltó o qué hice mal. Después me doy cuenta que hubiera sido mejor agregar o quitar tal cosa. Al momento que

hago mi tarea se pueden ver tres momentos de reflexión, antes de hacerla, cuando la estoy haciendo y cuando ya me la

han regresado con una calificación.

Antes de una clase pienso en qué es lo que vamos a hacer y si valdrá la pena el tiempo invertido. En ocasiones me doy

una idea de lo que haremos por la tarea o el material que se ha encargado. Estando ya en clase casi siempre me doy

cuenta si va a estar interesante o si solo hay que permanecer en el salón para ganar una asistencia. Cuando la clase esta

aburrida imagino la forma en que podría hacerse mejor. En clase siempre procuro estar atenta porque considero que si

no lo hago estoy desaprovechado una oportunidad de aprender algo nuevo, aunque cuando en la clase no hay nada que

aprender ignoro al maestro (disimuladamente). Al término de la sesión mis compañeras de a lado y yo siempre

comentamos sobre la clase y en ocasiones terminamos muy contentas por lo que hicimos y aprendimos pero otras solo

contemplamos nuestra cara de aburrimiento y decimos que estuvo de lo peor. Sinceramente nunca me había dado

cuenta de lo que reflexiono sobre mis tareas y las clases hasta ahorita que lo estoy escribiendo.

Considero que un maestro está envuelto de su personalidad y su formación profesional, lo que explica su actuar en las

aulas. Hasta este momento he desarrollado habilidades propias de la profesión y otras son de mi personalidad, las cuales

he ido moldeando mediante diferentes experiencias jugando el rol de alumna y maestra a la vez.

Todo comienza desde la visita previa porque es en este momento que me debo preparar, no para saber en qué grupo voy

a practicar sino para observar en realidad con qué tipo de estudiantes voy a trabajar, cómo va a ser mi maestro titular y el

ambiente de mi escuela. Incluso se podría decir que es un trabajo de los más difíciles para mí porque no soy muy buena

observadora y me he dado cuenta porque cuando salgo con mi hermana a la plaza, no me doy cuenta de muchas cosas

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hasta que llegamos y ella me comienza a preguntar sobre las personas con las que nos topamos y las cosas que había

en la calle pero simplemente le digo que no lo vi. Lo importante es que me he dado cuenta de esta área de oportunidad y

estoy trabajando en ello comenzado por cosas sencillas, de la vida diaria. Estando en la escuela para la observación, me

gusta mucho ver la apariencia física de la maestra y el salón (si está limpio, organizado, ambientado y cómodo), y luego

me imagino cómo serán mis prácticas con ese grupo y en ese salón. Cuando termina la jornada de observación lo

primero que hago es comentar con mi compañero cómo he visto al grupo y cuáles son mis expectativas con él. Aunque

no me dé cuenta de si estoy o no reflexionando sobre lo que vamos a hacer lo estoy haciendo y estoy involucrando a

otras personas que en ocasiones lo enriquecen.

Cuando tengo los temas para mis planeaciones imagino qué actividades podré realizar con estos temas y si el grupo es

flexible. Cuando me pongo a planear siempre me tardo mucho tiempo en cada una porque siempre me tardo mucho en

realizar cualquier cosa, incluso una tarea sencilla, porque siento que si hago las cosas rápido no me salen bien y eso me

frustra. Preparar los temas y los materiales para mí es algo fundamental porque si llevo todo bien listo, documentada,

material hecho, los propósitos claros, etc. me da seguridad, me siento tranquila y a gusto conmigo misma. La planeación

requiere de trabajo, conocimiento, habilidades, etc. esto para que las actividades diseñadas puedan dar resultados

fructíferos, pero me he dado cuenta que siempre me enfoco más sobre los temas y las actividades pero pocas veces

pienso en las interacciones con los alumnos, sin embargo considero que las interacciones planeadas resultarían huecas,

incluso robotizadas, aunque también creo que si sería necesario pensar en las posibles respuestas de los alumnos en

relación a las actitudes y las relaciones conmigo y los compañeros.

Estando en la clase pongo en acción lo que llevo preparado para los alumnos cuidando seguir las actividades y las

interacciones con los alumnos, Manen dice que es difícil reflexionar en la acción, y que en realidad los maestros lo que

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hacemos es actuar de forma solícita, ya que solucionamos apuros pensando de manera consciente sobre las posibles

alternativas para la situación y buscando una solución momentánea, pero solucionar un problema pedagógico es difícil en

el momento, esto requiere de una estrategia bien pensada y aplicada a un periodo a mediano o largo plazo. Cuando algo

no sale como yo esperaba o como lo había planeado me es difícil cambiar la secuencia, improvisar, porque no sé cómo

actuar, tal vez se debe a que quizá mis planeaciones no son tan flexibles, aunque también influye que no piense en lo

que puede suceder diferente a lo que tengo en mis planeaciones pues me imagino que todo va a salir bien.

Después de las jornadas tengo que hacer una revisión de lo que tenía planeado, lo que pasó en el salón y porque

sucedieron así las cosas. Esto me sirve para poder identificar lo que hice bien, lo que debo de cambiar y de mejorar. Por

ejemplo algo que he intentado mejorar a raíz de estas revisiones es la forma en cómo atiendo a las participaciones de los

alumnos porque en un video me di cuenta que había algunos alumnos que querían participar y yo no les hacía caso,

entonces en las próximas jornadas intente tener una visión más amplia y así atender a varias situaciones a la vez de

manera que a los alumnos no les diera la impresión de que los estaba ignorando.

Esta reflexión ya lleva un poco más de análisis por lo que la centro en el nivel en donde se relaciona la teoría con la

práctica porque aunque no lo hagamos de forma explícita en nuestras prácticas, si ponemos en juego conocimientos

propios de la teoría.

La práctica de los maestro se puede mejorar por la revisión que se hace de ella, si todos los maestros solo fuéramos,

diéramos clases y ahí termináramos nuestra labor nunca mejoraríamos porque no nos daríamos cuenta de los errores

que cometemos en clase. Aunque no basta con darnos cuenta sino pensar en qué vamos a hacer para cambiar dicha

situación.

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El último nivel de la reflexión es cuando reflexionamos acerca de cómo reflexionamos, creo que raras veces pongo en

práctica esto, pero en esta ocasión al hacer este ejercicio he pensado en cómo reflexiono incluso de forma inconsciente.

Es algo parecido a la meta cognición, ya que está relacionado con las estructuras mentales que se transforman conforme

las experiencias de aprendizaje que vivenciamos en las aulas y con los diferentes roles que jugamos.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Manen, Max van (1998). “La relación entre la reflexión y la acción”, en El tacto en la enseñanza. El significado de la

sensibilidad pedagógica, Elisa Sanz Aisa (trad.), Barcelona, Paidós Educador (135), pp. 111-135.

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