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    Nelson Rodrguez Leyva

    EL REGALO(Cuentos)

    Introduccin de Felipe LzaroPrlogo de Rafael E. Saumell

    Eplogo: Textos de Reinaldo Arenas

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    Nelson Rodrguez Leyva

    EL REGALO(Cuentos)

    Introduccin de Felipe LzaroPrlogo de Rafael E. Saumell

    Eplogo: Textos de Reinaldo Arenas

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    Coleccin NARRATIVA

    Portada: Cubierta original de la 1 edicin de El regalo (La Habana:Ediciones R, 1964).

    Del libro El regalo: Herederos de Nelson Rodrguez Leyva De esta edicin: editorial Betania, 2015.

    Editorial BETANIAApartado de Correos 50.76728080 Madrid. Espaa

    I.S.B.N.: 978-84-8017-361-2Depsito Legal: M-19069-2015

    Imprime Publidisa.Impreso en Espaa Printed in Spain

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    INTRODUCCIN

    Nelson Rodrguez Leyva, joven narrador fusilado en La Habana

    Un libro es una pequea batalla contra el olvido.Gastn Baquero

    Reinaldo Arenas dedic uno de sus mejores libros Arturo,la estrella ms brillante (Barcelona: Montesinos, 1984) conun escueto: A Nelson, en el aire. Esa enigmtica dedica-toria, aclarada en una nota al nal del libro, signi caba quededicaba el libro a su amigo y colega de escritura NelsonRodrguez Leyva. Los dos amigos nacieron en 1943 y en provincia o tierraadentro. Ambos, habaneros de adopcin, apoyaron entu-siasmados, como otros tantos miles de jvenes, los prime-ros aos del proceso revolucionario desatado en la Isla. Rodrguez Leyva era de la provincia de Las Villas y habaestudiado con los Maristas. En 1960 fue maestro voluntarioen la Sierra Maestra y particip en toda la Campaa de Al-fabetizacin (1961) que recorri la Isla. Desde muy jovenescriba poesa y, sobre todo, narraciones breves. Con vein-tin aos le publicaron su primer y nico libro El regalo (La

    Habana: Ediciones R, 1964) en una editorial estatal (dirigi-da en ese momento por Virgilio Piera) que perteneca al peridico Revolucin,rgano del Movimiento 26 de Julio. En la contraportada de esa edicin se pueden leer los esca-sos datos biobibliogr cos del jovencsimo escritor: Nel-son Rodrguez naci el 19 de julio de 1943 en Las Villas.

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    Realiz sus estudios en los Maristas. Maestro voluntario enla Sierra en 1960. Trabaja en el aeropuerto Jos Mart. Pre- para un libro de poemas.

    En 1965, Nelson fue internado en uno de los campos deconcentracin en la provincia de Camagey- llamadosUMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Produccin). Pa-sado tres largos aos en uno de esos campamentos de traba- jo forzado, Rodrguez Leyva fue liberado por enfermedadmental al clausurarse dichos centros de reclusin. Ya en lacalle se dedic a sobrevivir en La Habana de la Ofensiva Re-volucionaria, de la microfraccin y del lamentable apoyo deFidel Castro a la invasin de Checoslovaquia por los tanquessoviticos. O sea, el fatdico 1968. La trayectoria vital de este joven narrador, desde ese de-cisivo ao cubano hasta 1971, que es cuando se topa con sudestino, es un misterio. Reinaldo lo cuenta en la nota aclara-toria de la mencionada dedicatoria: Desesperado, en 1971,intent, provisto de una granada de mano, desviar de su rutaun avin de Cubana de Aviacin, rumbo a la Florida. Reduci-do y en trance de ser asesinado por las escoltas militares delavin, Nelson tir la granada que hizo explosin. El aparatoaterriz en el aeropuerto Jos Mart en La Habana. Nelson

    Rodrguez y su amigo y acompaante, el poeta ngel LpezRab de 16 aos de edad- fueron fusilados. Ms adelante precisa Arenas: Una tercera persona, el escritor Jess Cas-tro Villalonga, quien no iba en el avin pero conoca el plan,fue condenado a treinta aos de prisin. Nelson fue fusilado, con 28 aos de edad, el mismo aoque eran detenidos en La Habana Heberto Padilla y su espo-sa Belkis Cuza Mal y la posterior autocrtica del autor de Fuera del Juego;la expulsin de Cuba del escritor chilenoJorge Edwards, declarado persona non gratay la condena a10 aos de prisin del periodista francs Pierre Golendorff.Tambin es el ao del represor Primer Congreso Nacional

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    de Educacin y Cultura donde Fidel Castro anuncia la nuevaconsigna cultural: El arte es un arma de la Revolucin. Tras su muerte, Rodrguez Leyva dej indito un libro de

    relatos sobre su experiencia de los tres largos aos pasadosen las UMAP. Manuscrito que fue con scado durante sudetencin por las autoridades castristas. Dnde estar esemanuscrito? Existir an? Por suerte, ha quedado la oportuna edicin de 1964 de sulibro de cuentos El regalo (que con toda seguridad se podrconsultar en alguna biblioteca universitaria norteamerica-na) , aunque, por supuesto, tras su ejecucin, Nelson Rodr-guez Leyva fue borrado, eliminado del panorama literariocubano y, por ello, no aparece en el discutido Dicciona-rio de la Literatura Cubana(La Habana: I tomo,1980 y IItomo, 1984), aunque, curiosamente, sus relatos s aparecenen el libro Cuba: una revolucin en marcha (Pars, RuedoIbrico, 1967) de los espaoles Francisco Fernndez-San-tos y Jos Martnez; 512 pp. Antologa de temtica histri-ca y socio-econmica, pero donde tambin hay una ampliaseleccin potica y donde adems se antologa a diez narra-dores cubanos de ese momento: Alejo Carpentier, Jos Le-zama Lima, Virgilio Piera, Onelio Jorge Cardoso, David

    Camps, Guillermo Cabrera Infante, Antonio Bentez Rojo,Jaime Sarusky, Jess Daz y Nelson Rodrguez Leyva.

    Poema de Reinaldo Arenas

    En 1981, Reinaldo Arenas, ya exiliado en Nueva York, es-cribe un largo poema dedicado a su amigo Nelson Rodr-guez Leyva, que aparecer, con posterioridad, en su poe-mario Voluntad de vivir manifestndose (Madrid: Betania,1989):

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    Si te llamaras Nelson (A un joven norteamericano)

    Los que te tienen, oh libertad, no te conocen.

    Jos Mart.

    Si te llamaras Nelsonestaras ahora des lando marcialmente(mano levantada, paso rme, pelo al rape)frente a la tribuna donde el Jefeconceda quizs la gracias de un saludo.

    Si te llamaras Nelsongrabaras en la memoria esta escenay luego clandestinamenteen el breve descanso o el pase reglamentario(veinticuatro horas)

    escribiras.Si te llamaras Nelson pasaras das enteros (los mejores) en la coladel helado pasaras toda tu vida esperando un par de zapatosque una ta bondadosa prometi enviarte de El Norte.Si te llamaras Nelsonestaras ahora siendo interrogadono porque hayas protestado pblicamenteno porque hayas salido a la calle con tus hermosos cabellos

    /sueltosno porque hayas criticado abiertamentecomo haces aquel sistema (all nadie se atrevera a tanto)sino porque alguien descubri que eras poetao algo por el estiloy por lo tanto ya esgrimen contra ti

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    el cuerpo del delito.Si te llamaras Nelsonde la misma plaza donde gritas o te diviertes

    seras conducido a un campo de trabajo forzadote levantaras al alba y contaras las horassolo por la llegada del camin custodiadoque te llevar al barracn.

    Si te llamaras Nelson por lo que haces por lo que no hacesllevaras siempre un mono azul, una cabeza rapadaunas botas rusas molestsimas y un nmero junto al pecho.

    Si te llamaras Nelsonconoceras el verdadero signi cado

    de esa libertad que desprecias y atacas porque nunca la habras disfrutado.

    Si te llamaras Nelsonestaras ahora intentando salir de tu pasestaras ahora lanzndote al mar

    estaras ahora siendo capturado en pleno vueloestaras siendo capturado antes de que iniciases la/estampida

    (el mejor delator es all siempre tu mejor amigo)estaras ahora otra vez incomunicado y esperando la

    /sentenciaestaras ahora caminando con las manos atadashacia el pelotn de fusilamiento.

    Si te llamaras Nelsontendras como nica recompensa a toda tu vidala visin de tus propios hermanos apuntndote.

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    Pero si te llamaras Nelsonni siquiera en el momento en que la metralla entra en tu

    /cuerpo

    podrs gritar como gritas aqu defendiendo impunemente a los verdugos porque ellos hombres previsoreste llevarn amordazado al paredn.

    Si te llamaras Nelsonestaras ahora pudrindote en una fosa comnestaras ahora enterrado en un lugar annimoque nadie ir a fotogra ar estaras ahora bien sepultado en un huecodonde nadie ir a descubrirte ni sabr qu hicisteni quin fuisteni si realmente has existido.

    Si te llamaras Nelsoncomprenderas lo que signi ca esa libertadgracias a la cual ( y contra la cual) gritas ycomenzaras a conocerte y a despreciarte.

    Pero te llamas Jimmy, Tom, Eddy y ya recoges la pancarta,impresa en tinta impecable. Tomas el tren o el auto y regresasa casa pues esta noche has de estarready para asistir al con-cierto de los Rolling Stone (ya tienes el pulver lumnico) enel Madison Square Garden o ver el Festival de Cine sovitico(qu progresistas) en el Carneige Hall Cinema. Y luego, conun grupo de amigos (o de amigas), riendo, bebiendo, fuman-do, aullando de vida, Village abajo, rumbo al ro.

    Si te llamaras Nelson

    Nueva York, 14 de agosto de 1981.

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    * * *Coda

    Este sentido poema de Reinaldo Arenas sobre su amigo ycolega Nelson Rodrguez Leya, demuestra el cario y ad-miracin que el autor de Antes que anochezca le profesaba.Un par de aos antes de suicidarse, Reinaldo me propusoeditar pstumamente El regalo en una recin fundada Be-tania (cuando nuestra casa editora le public dos poema-rios: Voluntad de vivir manifesndose(1989) y Leprosorio.Triloga potica(1990) que reuna por primera vez- casitoda su obra potica), sobre todo para recordar a Nelson, pero como no logramos publicarlo entonces, solo ahora noscomplace cumplimentar un deseo compartido con el siem-

    pre recordado amigo Arenas y as rescatar la gura de un joven narrador cubano fusilado en 1971. En la difcil y traumtica relacin entre los escritores yartistas (intelectuales) cubanos y el rgimen del 59, el fusi-lamiento de Nelson Rodrguez Leyva no fue ms que otroeslabn en la gran cadena que impuso a Cuba la represincastrista: desde la creacin (copia del modelo sovitico) dela UNEAC (1961) a las UMAP (1964) o desde la recogida

    de rmas en documentos o cialistas a los canallescos actosde repudio. Sin olvidar, la con scacin y clausura de todoslos medios de comunicacin (revistas, peridicos, emisorasde radios y canales de televisin) al inicio de la Revolucin,a los poetas que sufrieron presidio poltico en los aos 60,como: Jorge Valls Arango, ngel Cuadra. Miguel Sales,Ernesto Daz Rodrguez, entre otros, hasta el cierre de lasEdiciones El Puente (1965) y el internacionalmente ms co-nocido caso Padilla (1971). Represin gubernamental que ya dura 56 aos (pensemosen los primeros exiliados, como: Lydia Cabrera, Gastn Ba-quero o Lino Novs Calvo) y que se resume -como un hilo

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    conductor- en la trayectoria de sus vctimas: Jos Mario,Heberto Padilla, Reinaldo Bragado Bretaa, Mara ElenaCruz Varela, Ral Rivero, hasta nuestros das, donde desta-

    can nuevos nombres, como: ngel Santiesteban Prats, Da-nilo Maldonado (El Sexto), Vctor Moreno, Gorki guila yTania Bruguera. Agradecemos al profesor y escritor cubano Rafael E. Sau-mell ( Sam Houston State University) por haberse sumado aeste proyecto con su excelente y documentado Prlogo queenriquece esta edicin.

    Finalmente, la intencin de Betania con la publicacin deeste libro de cuentos del escritor cubano Nelson RodrguezLeyva es no solo rescatar a este autor del olvido, sino querepresenta una condena de la pena de muerte, contra eseparedn que comenz en Cuba, incluso aos antes deltriunfo revolucionario en la Sierra Maestra, y que no debevolver a repetirse jams.

    Felipe LzaroEscalona, 2015.

    Felipe Lzaro (Gines, 1948). Poeta y editor cubano. Dirige la editorial Be-tania desde su fundacin (1987). Sus ultimos libros publicados son:Tiempode exilio. Antologa potica, 1974-2014(Editions Hoy no he visto el paraso,2014) yConversaciones con Gastn Baquero(Betania, 2014).

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    PRLOGO

    Nelson Rodrguez, alguien recuerda ese nombre?Recoge la Historia ese nombre?

    Reinaldo Arenas

    Lector: Nelson Rodrguez Leyva (Villa Clara, 19 de juliode 1943), autor de la coleccin de cuentos titulada El regalo (Ediciones R: La Habana, 1964), muri fusilado en los fososde La Cabaa (1971 o 1972?)1 junto a su amigo y cmplicengel Lpez Rab (La Habana, 1957), por haber intentadodesviar una nave area y lanzado una granada en pleno vue-lo, con la intencin de ir, no a Cienfuegos, sino a los EstadosUnidos. Ambos fueron neutralizados por los custodios y lanave regres al aeropuerto Jos Mart. Nelson trat de esca- par del avin pero sufri heridas serias. As lo cuenta Reinal-do Arenas en Antes que anochezca(1992): las hlices delavin lo atraparon y durante un ao estuvo hospitalizado en

    estado de gravedad (175). Hubo un tercer implicado, JessCastro Villalonga, quien desisti de sumarse al plan a ltimahora: fue condenado a treinta aos de crcel (175).

    1 Casi todas las referencias bibliogr cas sobre el fusilamiento de NelsonRodrguez Leyva y su amigo, el joven poeta ngel Lpez Rab, sealan lafecha de 1971 como el ao en que se produjo. Es decir, en el mismo ao enque los detuvieron tras su frustrado secuestro del avin. Sin embargo, ReinaldoArenas (que en sus libros Arturo, la estrella ms brillante(1984) y Necesidadde Libertad(1986) apunta 1971 como fecha de la muerte de estos dos escritorescubanos) en su libro autobiogr co Antes que anochezca(1992) nos dice: Encuanto el avin logr aterrizar, Nelson aprovech la confusin y se lanz porel hueco del avin; las hlices lo atraparon y durante un ao estuvo hospita-lizado en estado de gravedad. Cuando los mdicos de la Seguridad del Estadolograron curarlo, fue sentenciado a muerte y fusilado, junto a su amigo ngel Lpez Rab, de slo diecisis aos de edad . (Nota y subrayado del Editor).

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    En su ensayo sobre Arenas, Rafael Ocasio se re ere aellos y al fracasado secuestro de la aeronave. Cita a PierreGolendorf (1977), fotgrafo y periodista francs que cum-

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    Sin embargo, en el documento Agresiones de EstadosUnidos a Cuba, que incluye datos sobre secuestro de avio-nes, se lee lo siguiente: 71/07/11 Muerto el jefe de la uni-dad de Cubana de Aviacin en Cienfuegos y herida otra persona cuando se enfrentaron a ungrupo terrorista cuyosintegrantes, armados con granadas de mano, intentaron se-cuestrar, en pleno vuelo, un avin AN-24 CUT-878. Du-rante el forcejeo hizo explosin una de las granadas, oca-sionando las vctimas citadas. El intento de secuestro fuefrustrado. [Mi nfasis]

    El informeSecuestro de aviones relata el mismo hecho y proporciona los nombres de los dos militares:

    1971, julio 11. Resulta muerto Reynaldo Naranjo

    Leyva [sic]2

    , jefe de la unidad de Cubana de Aviacinen Cienfuegos, y herido el teniente Jos FernndezSantos, cuando se enfrentaron a ungrupo de contra-rrevolucionarios, quienes armados con granadas demano intentaron secuestrar, en pleno vuelo, un avinAN-24 CUT-878. Durante el forcejeo hizo explosinuna de las granadas [Mi nfasis]

    Justamente en la entrada de EcuRed que lleva el nombrede Naranjo Leyva hallamos una declaracin formulada por2 Su nombre y dos apellidos aparecen escritos de dos maneras: a) Reynaldo Naranjo Leyva y b) Reinaldo Naranjo Leiva.

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    Miriam Almaguer Sabina, uno de los cuarenta y seis pasa- jeros en ese vuelo. Por cierto, los editores de esa pgina lecambian el apellido a Nelson, de Rodrguez a Lpez. Segn

    ella todo comenz cuando la aeromoza, Dania Valds Mar-tnez, haba terminado de repartir la merienda y empezabaa recoger las tazas y los vasos. Cuando se par al lado delasiento donde iban ngel y Nelson, ste trata de agarrarla por el cuello:

    ella se de ende con la bandeja, lo golpea y force - jea, no se deja conducir hacia la cabina de los pilotos,como pretenda el atacante. El agresor, siempre tra-tando de sujetar a la azafata, le [sic] grita a los pasa- jeros:

    -Trense todos al suelo, esto va para Miami... Saleentonces el teniente Fernndez desde la parte poste-rior de la nave area, preguntando qu pasa, y cuandose percata de lo sucedido extrae su arma y conmina alsecuestrador a soltar a la aeromoza, y en un momen-to en que sta logra desprenderse un tanto, el militardispara y hiere al hombre en un brazo.

    - Que nadie salga al pasillo -grita ahora Fernn-

    dez- al que salga le disparo, porque yo no s quinesson los cmplices. Los pasajeros se reclinan en susasientos, pero yo me mantengo alerta por si puedoayudar en algo. Entonces el bandido que agarra a Da-nia le grita al otro [ngel] que estaba sentado a sulado y que ha permanecido como indeciso: - Tira lagranada! Trala, que estamos perdidos...!

    Y aquel obedece. Lanza con fuerza el artefac-to explosivo hacia la cola del avin. Con un sonidosordo rueda por el pasillo hacia el compartimientode carga. En ese momento se le interpone Reinaldo Naranjo, que est de pie al fondo, toma la granada

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    entre sus manos, y se tira al piso con ella, apretadafuertemente sobre su estmago

    Hasta aqu y, en general, el testimonio de Almaguer Sa- bina coincide con el publicado por Arenas. Ntese, sin em- bargo, que ella seala a Fernndez como el militar que ledispara y hiere a ngel, un hecho no destacado por Arenas, para quien las lesiones sufridas por su amigo fueron causa-das por una de las hlices mientras trataba de alejarse delavin tan pronto regresaron al aeropuerto Jos Mart. En surelato, ella ofrece una versin diferente:

    Hubo una explosin terrible, hubo olor a plvoraEl teniente Fernndez tambin est herido. Esquirlasde la granada penetran en su cuerpo causndole lesio-nes internas, particularmente en el hgado, y la ondaexpansiva lo lanza y se le fractura una pierna.

    Los daos en el hgado determinarn su muer-te aos despus Al n comienzan a descender enLa Habana. Antes de detenerse completamente en la pista, bajo un aguacero fortsimo, an durante el ta-xeo del avin, los fallidos secuestradores se lanzan

    por la puerta trasera que han abierto. Con sus ltimasfuerzas, y creyendo que estn en Miami,el tenienteFernndez dispara sobre los agresores que van enfuga y acierta a uno. [Mi nfasis]

    Por ella no logramos saber quin fue ese uno aunque puede especularse que Nelson haya sido el impactado, eneste caso por segunda vez, pues Arenas, como se ha expresa-do antes, sostiene que durante un ao estuvo hospitalizadode gravedad (175). Del correspondiente juicio contra Nel-son, ngel y Jess slo se conoce lo manifestado por Eulogio Naranjo, primo de Reynaldo, quien por cierto menciona a un

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    cuarto implicado del cual no se haba hablado nunca, asuntodel cual nadie haba hecho referencias con anterioridad.

    Asist al juicio por esos hechos, en La Habana. Sedetermin la culpabilidad de los dos autores directos,que recibieron la pena capital; eran dos reclutas de laUnidad Militar de Ayuda a la Produccin (UMAP), ho-mosexuales; yde otros dos implicados [?], un reclu-ta de una unidad de tanques, que les dio las granadas, yun empresario que tena relaciones con ellos. El reclutafue sancionado a 30 aos de prisin, y a veinte aos elotro... [Mi nfasis]

    Histricamente, el terrorismo y la piratera area cons-tituyen delitos severamente castigados en Cuba, medianteel fusilamiento de los sentenciados. Esta pena se ha aplica-do con bastante frecuencia desde 1959. En este momentohay una moratoria iniciada en 2003 luego de la ejecucin,

    por actos cali cados de terrorismo, de tres personas (Enri -que Copello Castillo, Brbaro Leodn Sevilla Garca y Jor-ge Luis Martnez Isaac), quienes junto a otros implicadostrataron de apoderarse, con pasajeros y todo, de una de las

    lanchas (Baragu) que hacen sus recorridos diarios en la ba-ha de La Habana. En este caso no hubo un solo lesionadoni fallecido (Causa 17 de 2003 Sala de los Delitos contra laSeguridad del Estado).

    Segn Alfonso Serrano Gmez, desde el mismo 1959 elCdigo de Defensa Social fue agravando la previsin de la pena de muerte a travs de diversas leyes: Ley 425, de 7 de julio de 1959; Ley 923 de 4 de enero de 1961; Ley 988 de 29de noviembre de 1961; Ley 1098 de 26 de marzo de 1963 yLey 1248 de 23 de junio de 1973 (1992). Los cdigos pe-nales de 1979 y 1987 (ste con modi caciones ulteriores), lamantienen.

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    Captulo III Seccin Primera, artculo 29:

    1. La sancin de muerte es de carcter excepcio-

    nal, y slo se aplica por el tribunal en los casos msgraves de comisin de los delitos para los que se ha-lla establecida. 3.La sancin de muerte no puedeimponerse a los menores de 20 aos de edad ni alas mujeres que cometieron el delito estando encintao que lo estn al momento de dictarse la sentencia. 4. La sancin de muerte se ejecuta por fusilamien-to. [El nfasis es mo y con ello trato de llamar laatencin sobre el hecho de que basado en este punto,Lpez Rab no debi ser pasado por las armas].

    En un artculo en lado contra el libro de Edmundo Des -noes Los dispositivos en la or (1981), Arenas seala loocurrido a Lpez Rab: un sistema que fusila nios dequince aos. Es probable que el delito imputado a Nelsony a sus amigos haya sido radicado como terrorismo y pira-tera segn la de nicin que de ambos hace el Cdigo PenalCubano.

    En una alocucin hecha en la Plaza de la Revolucin el

    seis de octubre de 2001, con motivo del aniversario vein-ticinco de la explosin en el aire de un avin en Barbados,Fidel Castro ofrece detalles sobre el nmero de secuestrosde aeronaves desde 1959:

    La mayor partese produjeron entre 1959 y 1973.Ante el riesgo de que se produjera una catstrofe enEstados Unidos o en Cubael Gobierno de Cubatom la iniciativa de proponer al Gobierno de Esta-dos Unidos presidido entonces por Richard Nixon,con William Rogers como secretario de Estado unacuerdo para el tratamiento de los casos de secuestro

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    de aviones y la piratera martima. La proposicin fueaceptada y se trabaj con premura en la elaboracinde dicho acuerdo, que fue rmado entre los represen -

    tantes de ambos gobiernos el 15 de febrero de 1973 y publicado de inmediato en la prensa de nuestro pas,dndosele amplia divulgacin. En ese acuerdo, racio-nal y bien elaborado, se establecan sanciones fuertescontra los secuestros de aviones y naves martimas.Fue disuasivo. Desde esa fecha, el secuestro de avio-nes cubanos disminuy considerablemente y durantems de 10 aos slo se registraron en nuestro pasintentos baldos. (2001)

    Por qu Nelson, ngel y Jess elaboraron un plan defuga tan peligroso y de gravsimas consecuencias? Culesfueron las razones que los llevaron a querer irse, con riesgode sus vidas y las de los pasajeros que viajaron con ellosen aquel da de 1971? Por qu se sentan desesperados? Nunca tendremos las respuestas que necesitamos. Nelsony ngel estn muertos. Jess, hasta donde se sabe, no hahecho pblica su versin de los acontecimientos.

    Lo poco que conocemos procede de fuentes secunda-

    rias, como Arenas que fue un testigo excepcional de lasltimas horas de esos muchachos en las calles de La Haba-na. Nunca los olvid. Quizs vea en ellos a tres hombresinsumisos y temerarios, capaces de idear un tipo de accin para la cual l quizs no se senta preparado ni fsica niemocionalmente.

    Muchos cubanos se han lanzado y siguen echndose almar en embarcaciones precarias. Los menos han secuestra-do naves pertenecientes al omnipotente estado. Unos hanllegado a los Estados Unidos, otros han sucumbido en elintento, ahogados, devorados por la sed y el sol o por los ti- burones. El Estrecho de la Florida es el cementerio marino

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    de quin sabe cuntos miles. Algunos fueron arrestados an-tes de zarpar, a causa de una delacin o de la mala suerte, avarios los persiguieron y capturaron las naves de la Marina

    de Guerra y de las Tropas Guardafronteras. Todos pagaroncon aos de crcel.Durante mis aos de presidio en los ochenta del siglo

    pasado coincid y trat con hombres muy semejantes a Nel-son, ngel y Jess. Les llamaban lancheros a quienes ha- ban optado por la va martima. Floro, El padrino, Edmun-do, Angelito, Sergito y miles ms cumplan condenas dediversa gravedad por satisfacer el simple deseo de desem- barcar en la Florida. Tambin hubo casos diametralmenteopuestos. Digamos, quienes hicieron el viaje a revs, esdecir desde los Estados Unidos a Cuba. Se haban ido atravs del puerto de Mariel o emigrado antes de 1980.

    La mayora haba dejado atrs a hijos, esposos, padres,hermanos. Queran volver por el temor de que a lo mejornunca se reuniran con ellos. Sin embargo, el gobierno noles permita repatriarse. Entonces se decidieron a secues-trar aviones para aterrizar en La Habana. O se valieron deembarcaciones para llegar a cualquier puerto de mar. Dosejemplos. Un muchacho invitado a emigrar por el Mariel

    en 1980 mientras estaba ingresado en el Hospital Psiquitri-co Mazorra. Nostlgico de su casa y de sus padres comprun boleto de avin y lo desvi a La Habana valindose deun pomo de alcohol y de un encendedor. Lo sentenciarona veinte aos. El segundo viva en Puerto Rico haca una buena cantidad de tiempo. Decidi retornar y para lograrlodesvi un avin comercial. Igual pena, veinte aos. A ellosles colgaban el apodo de pilotos. Estaban de vuelta, pre-sos, pero ms cerca de sus familiares segn alegaban. En esecontexto, los guardias y los presos polticos repudiaban conla misma sorna a quienes cali caban de amigos del muertoy socios del enterrador.

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    En la contraportada de El regalo aparece una mnima -cha biogr ca de Nelson. Aparte de lo ya explicado al iniciode este prlogo, podemos enterarnos de que haba estudiado

    en los Maristas, sin aclarar si se trataba de una sucursal en laantigua provincia de Las Villas o donde an hoy est la sedede los rganos de Instruccin de la Seguridad del Estado enLa Habana. Adems se lee que fue maestro voluntario en laSierra en 1960. Trabaja en el aeropuerto Jos Mart. Preparaun libro de poemas. Qu irona la de su empleo. Qu pues-to ocup all? Le vino de esa experiencia la inspiracin deaduearse de un avin siete aos despus? Qu pas entreaquel perodo de entusiasmo juvenil de 1960 y posteriormen-te el desencanto, la desesperacin, la frustracin y el sucesoterrible de 1971?

    Nelson era homosexual y en el ambiente de la poca esaidentidad resultaba su ciente para que alguien -Un fami -liar? Un compaero de trabajo? El Comit de Defensade la Revolucin (CDR)?, El comit militar de su muni-cipio?- lo sealara como lacra social. El remedio para lasdesviaciones ideolgicas, religiosas y sexuales consistien reclutarlos para el Servicio Militar Obligatorio (SMO) pero con un destino especialmente cruel: las Unidades Mi-

    litares de Ayuda a la Produccin (UMAP).En el ensayo El diversionismo ideolgico del rock, lamoda y los enfermitos, Ernesto Juan Castellanos cita undiscurso de Fidel Castro pronunciado en 1963 donde ste sere ere a la adversa relacin entre la Revolucin y ciertossectores religiosos, sobre todo los Testigos de Jehov, elBando Evanglico de Geden y la Iglesia Pentecostal, a losque consider enemigos de la Revolucin (4-5). Ensegui-da reproduce un fragmento largo de ese texto donde Castrose dedica a expresar sus opiniones sobre otros grupos de jvenes cuya conducta le preocupaba y por eso atacaba:

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    Claro, por ah anda un espcimen, otro subproductoque nosotros debemos de combatir. Es ese joven quetiene 16, 17, 15 aos, y ni estudia, ni trabaja; entonces,

    andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunosteatros, y se toman algunas libertades y realizan algu-nos libertinajes. [] Claro que no chocan contra laRevolucin como sistema, pero chocan contra la ley, yde carambola se vuelven contrarrevolucionarios. []Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses,andan por ah con unos pantaloncitos demasiado estre-chos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudeselvispreslianas, y que han llevado su libertinaje aextremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pblica a organizar sus shows feminoides por la libre.

    Que no confundan la serenidad de la Revoluciny la ecuanimidad de la Revolucin con debilidadesde la Revolucin. Porque nuestra sociedad no puededarles cabida a esas degeneraciones. [] Estoy se-guro de que independientemente de cualquier teoray de las investigaciones de la medicina, entiendo quehay mucho de ambiente, mucho de ambiente y de re- blandecimiento en ese problema. Pero todos son pa-

    rientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, elpitusa [pantaln vaquero: mi explicacin]. (5)

    Cuando vemos el lme Conducta Impropia (1984), oleemos Arturo, la estrella ms brillante (1984) yUn ciervoherido (2002) de Flix L. Viera, entendemos perfectamente porqu Nelson llega a acumular tanta crispacin, agona ysensacin de encierro en una sociedad homofbica capazde estipular leyes y promover exclusiones destinadas a per-seguir y a castigar a miles de gentes como l. Las puertas para huir a otro sitio estaban cerradas a cal y canto. Volar al

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    exterior a cualquier precio fue la nica solucin que le vinoa la mente.

    No debe sorprender que el ingreso y la estada en la

    UMAP hayan cambiado radicalmente su destino personal yliterario. El libro de poemas anunciado en la contraportadadesapareci. El perodo que pas en la UMAP, aadido ala discriminacin homofbica dominante, tiene que habersido insoportable. Castellanos las denomina unidades detrabajo durodonde fueron con nados, sin excusas y enigualdad de condiciones, miles de homosexuales, religiosos sobre todo Testigos de Jehov, y jvenes verdadera-mente antisociales. El objetivo era preciso y claro: reedu-carlos hasta hacerlos hombres de la nueva sociedad, y cu- brir as aquellas convicciones y lagunas sociales, moralese ideolgicas que los haban llevado all (17).

    Por eso Arenas, que padeci la crcel, la censura y elninguneo, que s logr exiliarse, lo recuerda insistentemen-te. De ah que lo evoque en al menos tres obras suyas. Lededica Arturo, la estrella ms brillante (1984): A Nelson,en el aire. En Antes que anochezca escribe sobre Nelsonen dos captulos: Mi generacin (114-117) y NelsonRodrguez (173-176). En ste declara que en el exilio,

    escrib un poema en el que le [sic] peda a los dioses que Nelson permaneciese siempre as, granada en mano, huyen-do de la isla (175). El poema en cuestin se titula Si tellamaras Nelson (A un joven norteamericano) terminadoen Nueva York el 14 de agosto de 1983: Si te llamaras Nel-son/estaras ahora intentando salir de tu pas/estaras ahoralanzndote al mar/estaras ahora siendo capturado en plenovuelo/estaras ahora siendo capturado antes de que inicia-ses/la estampida ( Necesidad de libertad,1986: 204-206).

    En este mismo libro, que rene una serie de conferenciasy artculos posteriores a 1980 y hasta su muerte, lo incluyeen La represin (intelectual) en Cuba: podra comenzar

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    a hablar de cmo, desde 1963, se crearon en Cuba camposde concentracin [UMAP, Unidades Militares de Ayuda ala Produccin]; adonde fueron a parar gentes como Nel-

    son Rodrguez Alguien recuerda ese nombre? Recogela Historia ese nombre?...Nelson Rodrguez era un jovenescritor cubano que ahora [1980] tendra mi edad de nohaber sido porque, luego de haber salido enloquecido deesos campos de concentracin, intent (oh, hereje) abando-nar por cualquier va aquel parasoAverigen, indaguen: Nelson Rodrguezautor de un libro de cuentospublica-do por las Ediciones R, dirigidas entonces (brevemente) porVirgilio Piera (43).

    A rma que Nelson escribi otro libro donde narrabala situacin de los forzados en un campo de trabajo en laUMAP. Dice que mereci el elogio privado de Jorge Ed-wards (224). En Antes que anochezca seala que Nelsonle haba pedido que se lo recomendara a su editor en Fran-cia, lo cual hizo pues entiende que se trataba de un libroextraordinario constituido por innumerables vietas dondenarraba cosas ocurridas en el campo de concentracin don-de haba estado (173). Ese manuscrito ha desaparecidoaunque podra conjeturarse que est custodiado en los ar-

    chivos de la polica.Edwards contradice a Arenas en cuanto a la valoracinde la obra: en alguna tertulia de escritores cubanos, duran-te mi primer viaje a La Habana de 1968Estaba invitado para participar en el jurado del premio de Casa de las Am-ricas y me haba encontrado con un manuscrito revelador einconveniente: un conjunto de relatos sobre la UMAPeu-femismo para designar campos de concentracin destinadosa homosexuales, drogadictos y otras lacras sociales. Miscompaeros de jurado preferan no referirse al manuscrito,

    pero haba una sensacin otante de incomodidad. Los tex -tos no estaban demasiado bien escritos y eso impidi que

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    fueran considerados en forma seria para el premio, cosa quehabra constituido un escndalo pblico mayor (41-42).

    Dicho libro y la situacin imperante en el pas fueron los

    temas de conversacin entre Arenas, Nelson y Jess CastroVillalonga en el Carmelo de Calzada. All se despidieron.Por supuesto, nunca ms volveran a encontrarse porquedos das despus Reinaldo lee la noticia del malogrado se-cuestro en el peridicoGranma (174-175).

    Han pasado cincuenta y un aos de la publicacin de Elregalo y cuarenta y dos del fusilamiento de Nelson y n-gel. En este lapso el nombre del primero y los textos de suopera prima y nica han aparecido en dos antologas: Elregalo enCuba: una revolucin en marcha. (Seleccin ymontaje de Francisco Fernndez Santos y Jos Martnez.Pars: Cuadernos de Ruedo Ibrico, 1967), y Cauchemar[Pesadilla] enCuba. Nouvelles et contes daujourdhui.Slection, traduction, introduction et notes de Liliane Has-son. Pars: LHarmattan, 1985.

    El regalo est dedicado a Elena Parente, de quien no hayms noticia que su nombre y apellido. El diseo es de San-tiago Chago Armada. Recoge veinticuatro cuentos brevesmuy bien escritos. Por cierto, nada tienen que ver con la

    poltica cultural que ya vena ejecutando el gobierno comose puede comprobar en el libro Polmicas culturales de los60 (2006).

    El narrador lleva a sus lectores a laberintos fantsticos,a relatos propios de la ciencia ccin como el rmado porun tal N. Popiev en el ao 2500 (Anuario), o un viaje alcentro de la tierra emprendido para llegar a China (El via- je); hace predicciones como la del cambio climtico, mo-tivo por el cual el protagonista se ve forzado a convertirseen un hombre an bio en medio de la sexta guerra mundial(Repeticin); o aquel personaje que se niega a envejecer

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    durante decenios y siglos para terminar como ejemplar demuestra en un zoolgico (Almanaques).

    Debido al tono narrativo, la abulia y el desdn del pro-

    tagonista, el relato Da de domingo presenta similitudescon Meursault, el personaje creado por Albert Camus parasu novela El extranjero.Quizs uno de los ms logradoses Pesadilla, donde el personaje descubre que va mu-rindose hasta vaciarse del todo, una especie de variacindel Retrato oval de Edgar Allan Poe. En No leer, porejemplo, el lector es quien resulta absorbido por el librocuyo volumen crece mientras disminuye el del lector re-ducido a pura tinta. En Recuerdos, el protagonista muer-to construye la narracin de su propio funeral, dentro deuna atmsfera al modo de Pedro Pramo de Juan Rulfo.

    En La pelea se invierte el foco narrativo. Son losgallos quienes actan de observadores de las peleas en-tre hombres en una valla. En la escuela tiene lugar unametamorfosis de ndole kafkiana cuando el director de unaescuela se transforma en un animal feroz. En esa lnea sedestaca, igualmente, Siquis donde un len es el dueodel hombre que vive enjaulado. Igual ocurre con La casacuya construccin y disposicin de espacios rompe con los

    moldes de la tradicin lo cual explica por qu el garaje estsituado a treinta metros de altura.Inconformidad y La media son los relatos que me-

    jor pueden describir el destino ulterior de Nelson Rodr-guez Leyva y de su obra literaria. En el primero, el nar-rador asume una actitud irnica de raz platnica dondelos poetas son denunciados porque tuvieron la culpa. Ellocomenz cuando declararon que todo estaba dicho. A ren-gln seguido plantea el dilema de antiguos y nuevos, o sea,el peso de la tradicin en la obra de sus epgonos: Y anteesa a rmacin, slo quedaba el recurso de crear. Pero no

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    existe nada que pueda surgir nada sin que tenga algn an-tecedente.

    Despus de varios experimentos concluyeron que se

    deba abolir el pasado (la tradicin). Por eso quemaron to-dos los libros. Resultado, las personas comenzaron a tratarde comunicarse luego de que les cercenaron sus lenguas. Nadie se entenda. Se acabaron las guerras.

    Obviamente, algunas tesis de este relato ya se han cum- plido en Cuba: se intent eliminar y deformar el pasado pre-revolucionario. Ciertos poetas se dedicaron a inventarnuevas estticas para adaptarla a los nuevos tiempos. En el proceso muchos autores y libros fueron excluidos, censura-dos y desaparecidos. En lugar de ponerles n a las guerras,stas se multiplicaron y en algunas de ellas hubo bajas entrelos poetas.

    En La media, la tejedora haba terminado solamenteuna cuando de repente fallece. Qu hacer con una obraincompleta? Al protagonista se le ocurren varias solucio-nes: cortarse una pierna, intentar usar la nica media como bufanda pero se da cuenta de que en verdad aquello serams bien un cors. Ninguna de esas opciones le parece re-comendable, salvo que tal vez sera conveniente prescindir

    de la pieza y echarla a la basura. Sin embargo, el narradorconserva su prurito de lealtad a la tejedora y admite que botarla sera una ofensa a la memoria de Clara.

    Por todo lo apuntado previamente, debemos, lector,darle otra vez una muy merecida bienvenida a este libro,cuyos mritos literarios son indudables, al margen de lasconsideraciones personales, jurdicas y polticas antesconsideradas. Qu pena que no sepamos nada del libro de poemas anunciado, ni de los relatos sobre la UMAP apun-tados por Arenas y Edwards. A lo mejor alguien los va aencontrar y publicar. Esta esperanza tiene que ver con la

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    actitud del protagonista de Pesadilla. Invito a todos a quela adoptemos como tributo a Nelson. En un instante de su- prema angustia, aquel expresa: Estoy tratando de no morir

    del todo, todava tengo esperanza de que ocurra un milagro.Un milagro? La ltima y ms desesperada oportunidad deun muerto. Que esta reedicin de Betania haga posible elcomienzo de su resurreccin.

    Rafael E. Saumell

    Sam Houston State University, TexasAcademia Norteamericana de la Lengua Espaola

    En Texas, siempre en Texas, junio de 2015

    Rafael E. Saumell.Profesor y escritor cubano. Graduado de la Universidad de LaHabana ( 1978) y de Washington University (1994). En Cuba, trabaj como tra-ductor de mesa, guionista y director de programas de radio y televisin. Acusadoy condenado por haberescrito relatos contrarrevolucionarios, cumpli presidio poltico desde 1981 a 1986. Por este motivo, la edicin de su libro La corte del supremo espectculo. Historia de la radio y la TV en Cuba fue destruida porrdenes de la Direccin de la Seguridad del Estado (DSE). Autor de la novela EnCuba todo el mundo canta(2008) y del libro de ensayo La crcel letrada. Narra-tiva cubana carcelaria(2012). Actualmente ejerce la docencia en Sam HoustonState University.

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    BIBIOGRAFA

    Arenas, Reinaldo. Arturo, la estrella ms brillante. Barcelona: Montesinos Edi-tor, S.A., 1984.

    ---, Antes que anochezca. Barcelona: Tusquets Editores, S.A., 2008.---, Necesidad de libertad. Miami, FL.: Ediciones Universal, 2001.

    Asamblea Nacional del Poder Popular. Ley 62. Cdigo Penal de la Repblicade Cuba. http://www.tsp.cu/ley_62_codigo_penal_cuba

    Castellanos, Ernesto Juan. El diversionismo ideolgico del rock, la moda y losenfermitos. Criterios. Centro Cultural Terico. Conferencia leda porsu autor, el 31 de octubre del 2008, en el Centro Terico- Cultural Crite-rios (La Habana), como parte del ciclo La poltica cultural del perodorevolucionario: Memoria y re exin, organizado por dicho Centro. Al

    nal del ensayo se lee otra fecha: La Habana, 28 de octubre de 2008.http://www.criterios.es/pdf/9castellanosdiversionismo.pdf

    Castro, Fidel. Discurso 6 de octubre de 2001. http://usuaris.tinet.cat/mpgp/amigos905.htm

    EcuRed. Reinaldo Naranjo Leiva. http://www.ecured.cu/index.php/Reinal-do_Naranjo_Leiva

    Edwards, Jorge. Antes que anochezca. Letras Libres (Mayo 2001): 40-42.

    Ministerio de Relaciones Exteriores. Cuba. Sancionados secuestradores deembarcacin de pasajeros Baragu. http://www.cubaminrex.cu/es/sancionados-secuestradores-de-embarcacin-de-pasajeros-baragua

    Ocasio, Rafael. Cubas Political and Sexual Outlaw: Reinaldo Arenas. Gaines-ville, FL: UP Florida, 2003.

    Pogolotti, Graziella, editora. Polmicas culturales de los 60. Letras CubanasEditorial, 2006.

    Portilla, Lucia Estrella, Carlos I. Prez Risquet, Juan Gualberto Machado y

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    Raciel Mapoln Lpez. Agresiones de Estados Unidos a Cuba.http://www.monografias.com/trabajos31/agresiones-a-cuba/agresio-nes-a-cuba.shtml

    Rodrguez Leyva, Nelson. El regalo. La Habana: Ediciones R, 194.---, El regalo. Cuba: una revolucin en marcha. Seleccin y montajede Francisco Fernndez

    Santos y Jos Martnez. Pars: Cuadernos de Ruedo Ibrico, 1967.---, Cauchemar. [Pesadilla] Cuba. Nouvelles et contes daujourdhui.Slection, Traduction,Introduction et Notes de Liliane Hasson. Pars: LHarmattan, 1985.

    Secuestro de aviones. http://www.liberenalos5ya.com.ar/Secuestro%20de%20aviones.htm

    Serrano Gmez, Alfonso. La pena de muerte en los Cdigos Penales de Cuba.Boletn de la Facultad de Derecho. No. 1 (1992): 229-236.http://espacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:BFD-1992-1-C81EDE5E&dsID=PDF

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    EL REGALO

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    Elena Parente

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    El regalo

    Mi padre ha avisado que traa un juguete que hacetiempo le ped. Creo que trata de darme una sorpre-

    sa. Comienzo a pensar en todos los encargos que lehe hecho desde hace algunos aos. Despus de unarigurosa seleccin, estoy decidido a a rmar queser una bicicleta. Ya la veo ante m. Roja, con elcaballete en blanco; una sirena colocada en la rue-da delantera, para que con el roce suene; un focosobre el manubrio; y por supuesto, que tenga losfrenos donde van colocadas las manos.

    Me siento como si estuviese montado en ella, co-rriendo por calles y avenidas; vigilando las piedraso cualquier vidrio que pudiera ponchar las gomas.Luego, ansiar el atardecer para pasear con el focoencendido. Imitar el ruido de los autos, y hastael cerrar de sus portezuelas. Los amigos del ba-rrio, me la pedirn para dar vueltas alrededor dela manzana, pero se la negar. Quizs haya algunoque otro pleito, y mi padre saldr a ver qu es loque sucede. Con mala cara acceder a prestarla, ymientras duren los recorridos estar preocupado,temiendo que la puedan chocar.

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    De noche harn que la guarde, y entonces ser cuan-do tenga ms deseos de montar.

    Ha entrado mi padre, y trae la bicicleta. l no sabe el porqu, pero no me he puesto contento.

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    Anuario

    Este ha sido un ao normal. Se hicieron 300 viajesa la Luna y otros planetas. Se cosecharon ms de

    20 millones de puds de algodn en las profundida-des ocenicas. Por medio de la inseminacin arti -cial, nacieron 322 millones de nios. Las muertes por ancianidad (no existen enfermedades), fuerondisminuidas en un 78%. Los robots aumentaron elnivel de produccin en un 15% ms del que estabaestipulado. El consumo per cpita del hombre seconsider en 21.000 caloras diarias. La humani-dad ley ms de 134 billones de libros cient cos.El nico poeta que viva se suicid. Caus gran ad-miracin en la ciudad de Ankara, el descubrimien-to de un ave natural. A opinin de sabios interna-cionales, es lo nico puro que sobrevive todava.En noviembre fue sofocada una manifestacin, querecorra las calles de Pars, exigiendo el retornodel amor, y demandando el cese del acto sexual por medios mecnicos.

    Excepto lo de la nieve arti cial en los pases tropi -cales (por medios electrnicos), y la desecacin delmar en un area de 2 millones de kilmetros cua-

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    drados, para albergar la superpoblacin (nuestromal ms grave, ya que por las condiciones atmos-fricas, no podemos residir en los otros planetas por ms de 20 das, y por lo tanto, es imposible laexportacin), no ha ocurrido otra cosa que ocupenuestra atencin.

    Firmado: N. Popiev

    Ao 2500

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    Una orden extraa

    A todos en el palacio haba extraado la singularorden del monarca. Aunque en apariencia no daba

    la impresin de un dspota; en el trato con sus cor-tesanos se notaba su insensibilidad, apata y a ve-ces frustracin; quin sabe por qu, puesto que ob-tena todo lo que deseaba. Con las amantes a vecesera atento, otras cruel; con los nios nunca se le pudo conocer trato brbaro o carioso con algunode ellos, pues simplemente los ignoraba.

    Algunos das iba dos y hasta tres veces a una o ci -na que se hallaba situada en uno de los salones del palacio, y donde se llevaba a efecto un misteriosocenso, el cual tena desconcertada a la corte. Pa-saron dos semanas en las cuales su vida sigui tannormal o anormal como antes. Debido a eso, fue elgesto de asombro de sus ms cercanos colaborado-res, cuando el rostro de Herodes se llen de alegraal conocer las direcciones exactas de todos los ni-os menores de dos aos que residan en la ciudady sus alrededores.

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    Repeticin

    Haca un fro terrible. La nieve tena tres pulgadasde espesor. Era ese fro intenso de febrero. Todoel campo era una visin de un extenso e in nitodesierto.

    Se despidi de su seora, la que antes de dejarlomarchar, le aboton hasta el cuello su abrigo de as-tracn. As y todo senta un fro que le cortaba laespina dorsal, y le corra por todo el cuerpo. Mal-dijo el cielo, la tierra y cuanta otra cosa le vino enmente. Para aliviar un poco el entumecimiento quele invada, apresur el paso. El viento le golpeabaen el rostro, y los pies se hundan cada vez ms enla nieve. Para olvidar el fro, pens en la primave-ra, en el clido sol del verano.

    Y corri. Corra con ms facilidad que antes. Alrato empez a sudar. Le molestaba el abrigo. Conviolencia se lo quit.

    Contempl algo extraado el derretimiento de lanieve. No era el tiempo del deshielo, pens, perono le dio mayor importancia. Senta que se le que-

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    maba la espalda. Era el calor de un sol como nun-ca lo haba sufrido ni aun cuando visit el trpico,Ya no se apuraba, sino que caminaba tan despaciocomo poda, a la vez que se desprenda de la ropa.El calor se hizo ms fuerte.

    A lo lejos divis el ro. Ya no estaba congelado.Ms bien se dira que caliente, debido a las burbu-

    jas que salan a la super cie, como cuando el aguahierve. Antes de penetrar en l se volvi. Ya no sevea la montaa que se hallaba detrs de su hogar;tampoco la casa, y de la nieve ni rastro.

    Un grito sali de su garganta, le pareci que ardala tierra. Con desesperacin se lanz al ro. El aguaestaba algo caliente, pero mucho menos que la tie-rra. En ella pudo refrescarse durante unos segun-dos del calor que iba absorbindolo todo. Sumergitodo su cuerpo, y nad por debajo del agua. Jamsvolvi a la super cie. La tierra se convirti en fue -go, y el agua se evapor. La sexta guerra mundialhaba comenzado.

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    El viaje

    He perdido el avin que debi llevarme a la Chi-na. Pregunt si habra ms vuelos en el da, pero

    me dijeron que ste era el nico que parta para elAsia; que esperara el vuelo del jueves. Pero, es queyo necesito trasladarme a la China cuanto antes.Me dirijo al jardn de mi casa, y con una pala y un pico, comienzo a excavar. Ya me encuentro en laoscuridad de mi hueco.

    Un poco ms adelante empiezo a notar la claridadque se ltra a travs de la dbil capa de tierra queme separa de la super cie. Por n logro salir.

    -Ni Hao.

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    Almanaques

    De nio siempre le tem a la vejez. Era una extraa

    sensacin que me llev a repeler los aos. Luego,se convirti en una obsesin. No haba un solo mo-mento en que pudiera apartar de m la idea de laancianidad. Para olvidar los das, decid no pensaren las fechas. Pas varias semanas encerrado en mihabitacin. Corridas las cortinas, no poda sabercundo era de da o de noche, y por lo tanto, ig-nor el transcurso del tiempo. As descubr que enese espacio, no presentaba huella alguna de habersufrido cambio en mi fsico. Esto seal un hechoimportante para mi ulterior desarrollo. Resolv in-

    vertir el tiempo. Para ello me hice de varios alma-naques. Y comenzando con el de fecha ms lejana,empec a quitar las hojas de atrs hacia delante.Con esta operacin consider que as poda man-tenerme joven con el devenir de los aos. Con en-tusiasmo reconoc que tal mtodo daba resultado.

    Luego, aquello tom un cariz ms serio, ms terri- ble. Pasaron decenios y siglos, y mi fsico perma-neci el a su poca. Mientras, el hombre habaevolucionado. Yo era un ser extrao entre aquellas

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    personas que no tenan brazos, y que para trasla-darse no caminaban, sino que rodaban. En vanotrat de explicar que era como ellos. Primero fuemuy duro, ms tarde me fui acostumbrando. Y aho-ra estoy orgulloso. He llegado a ser el ejemplar msvisitado de este Zoolgico.

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    La montaa

    A mi amigo y a m, siempre nos haba llamado laatencin la montaa de nuestro pueblo. Desde ni-

    os no nos cansbamos de hablar de ella y a la veztratbamos de calcular su altura, ya que ningn al- pinista haba podido llegar hasta la cima. Por esohoy, que hemos crecido, decidimos escalarla. Nosdespidieron con grandes festejos y cariosas mani-festaciones.

    Conforme subamos, las botas se hundan ms yms en la fangosa nieve, que lentamente nos anun-ciaba ( o por lo menos, eso creamos), la proximi-dad de la cspide. Pasaron muchos aguaceros ynevadas, en los cuales se nos curti la piel, adap-tndose al medio spero en el que nos hallbamos,y en el que se multiplicaban las di cultades segnadelantbamos en la marcha. El alimento previs-to para la caminata, se nos haba agotado, y ahoracomo nico sustento contbamos con las races queaparecan al paso.

    Las canas empezaron a cubrir las sienes. Y comen-zamos a observarnos detenidamente, ya que no

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    tuvimos la precaucin de traer espejos. Segn nosmirbamos, aparecan huellas cada vez ms alar-mantes de vejez. Por un momento pensamos en eldescenso, pero luego comprendimos que en la ba- jada transcurrira ms o menos el tiempo que ha- bamos agotado en la subida, corriendo el riesgo deno hallar al regreso ni races para alimentarnos, yaque a nuestro paso en la ascensin hubimos de dar

    buena cuenta de ellas. Por eso, sin ms dilaciones,resolvimos continuar.

    Prescindimos de nitivamente del transcurso de lashoras. El tiempo nos olvid al igual que nuestro pueblo, pero a pesar de eso, continuamos el ascen-so.

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    La media

    Clara me estaba tejiendo un par de medias, pero la pobre muri ayer y slo haba terminado una. Estome ha causado un gran problema, o una serie de problemas, ya que yo deseaba tener un par de me-dias de esa clase. Por supuesto, lo ms fcil seraque tejiera la media que me falta, pero no s tejer.Pudiera tambin mandarla a hacer, pero eso a ellano le hubiera gustado.

    Tampoco me puedo poner una sola media, porquedesgraciadamente no soy cojo. Aunque bien mequeda el recurso de cortarme una pierna, pero me

    encontrara con que me iban a sobrar zapatos. Pen-saba en abrirle un hueco por la parte en que van losdedos, y usarla en el cuello; pero me doy cuentade que es muy estrecha, y que en vez de bufandatendra un cors.

    Puedo botar la media, pero sera una ofensa a lamemoria de Clara.

    Cuntos disgustos acarrea una sola media.

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    La ofcina

    Otra vez solo. Cubierto de papeles y recados. Quesi viene Fulano que si Zutano llama acurdate

    de decirle a No aguanto ms! Pero esta gente pensar que uno es una mquina electrnica? Ah!,y ahora para colmo, el telfono. Por suerte todo lohe resuelto diciendo que llame ms tarde, que nose encuentra aqu. Bueno, espero que ahora nadieme moleste.

    Qu me dijo mi madre al despertarme? No logrorecordarlo, s que fue algo referente a Ta Merce-des. Luego llamar a ver qu era. Qu silencio, nooigo ningn ruido. Menos mal, eso de bueno tienemi o cinita. Djame terminar esta Carta de Cobro.

    Todas son iguales: Mi estimado amigo: y al nal:De Vd. Atentamente y S.S.: y en el medio el cobro,la cuenta, la deuda, el constante suplicio del recuer-do de pagar. Hoy no ha venido el jefe. Extrao laconversacin de siempre. Qu tal, Juan? Cmosigue tu mam? Bien jefe, gracias. Despus seacerca a m y pasndome el brazo por los hombros,depositar sobre el escritorio un fardo de papeles.

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    Esbozar una sonrisa de disculpa o conmiseracin.Tal vez l pas por donde yo estoy. Y si l lleg, yotambin puedo. Esa es mi esperanza. A veces tengomiedo de conversar con una mujer. Temo que slo pueda hablarle de cuentas y cobros. Mi vocabula-rio se ha reducido al saludo y despido comercial.Al texto no, se lo dicta el jefe. Pero quizs un dame decida y entonces haga tambin los textos.

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    Da de domingo

    Hoy es domingo. Hoy no me levantar de la cama.Y cuando mi madre me reclame para las tareas ho-gareas, me har la enferma. Vendr a la cama yme preguntar: Qu te sucede? Yo dir que meduele el estmago, la cabeza o cualquier otra cosa; pero eso s, no me levantar para nada. Y cuan-do quede a solas, en el recuerdo de sucio cuarto,evocar las aventuras creadas por mi satisfaccin.Luego, cuando los recuerdos inventados no logrenentretener mi imaginacin, observar por las per-sianas de la ventana al mundo, ese pequeo mundoque es el pasillo que est al fondo de mi cuarto. All

    ver al viejo Manuel lo bien que camina, cuandosu esposa no lo ve. Y cmo se har el reumticoen cuanto la sienta llegar; para que despus, contono adolorido, le diga en voz queda: Es intil,Migdalia, no puedo sostenerme bien. Ella lo con-solar dicindole: No importa, viejo, usted notiene por qu trabajar, no haga esos esfuerzos. Alrato vendr Gloria con la libreta de apuntaciones,y nunca faltar la sonrisa de esperanza ante la re-novada ilusin de cada lotera. A eso de las once,

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    me vendrn a buscar mis amigas, por si quiero ircon ellas al parque de enfrente a la Iglesia. Desearir, pero tendr que decir que no, pues mi madre la prxima vez no me creera. A la hora del almuer-zo, en presencia del plato dominical, donde quizs predomine un bistec, ceremoniosamente tomar mi plato de sopa y nada ms, pues ha sido el estmagoel que me ha producido este malestar, segn cri-

    terio de mis padres. Durante el medioda, cuandomi madre friegue, mi padre duerma y mi hermanolea, ir a escondidas hacia el estante que est antesde llegar a la cocina, y coger un pedazo de pancon dulce de guayaba y aplacar un poco el ham- bre que tena desde la hora del almuerzo. Al caer latarde, cuando mi hermano se haya marchado paraLa Tropical. o algn cine, mis padres vendrn a my preguntarn si yo creo que me puedo quedar sola;ya que mam desea recorrer las vidrieras. Y antela respuesta a rmativa me besarn en las mejillas,

    dicindome un carioso: Ojal maana ya ests bien. Un momento despus sentir el cierre de la puerta de la calle.

    Ya es hora de dormir, he apagado la luz de mi lam- parita y he pensado: El prximo domingo no meenfermar.

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    La broma

    Todo empez por una broma. A nosotros nos ex-tra aquello, ya que mi padre era una persona se-ria y respetuosa; y aunque nunca lleg a maltratar-me, tampoco supo ganarse el afecto de los hijos.

    Siempre existi entre l y nosotros una distanciainsalvable, crecida an ms debido al trato fro yspero que nos oblig a mantener. Despus, las bro-mas fueron ms atrevidas e indecentes, a la vez quelas repeta con ms frecuencia, hasta tal punto, quenos encontramos con que nadie quera visitarnos.La primera vez nos sonremos temerosos de que no

    hubiese sido un chiste, sino una equivocacin. Peroun momento ms tarde descubrimos en su rostro,una seal de ansiedad, de alegre ansiedad, comoesperando la carcajada que premiara la gracia. Ellano se hizo esperar. Pareci satisfecho, y ese da laefectu alrededor de diez veces. Y as tambin losdas siguientes. Pronto nos cansamos de aquellasridiculeces, que llegaron a hacerse montonas. Te-mamos llamarle la atencin. Fingamos una risaque a la par repudibamos. Pero, no pudimos de-

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    tenernos, las carcajadas brotaban mecnicamente.Y aquel anciano, no cesaba en su empeo; sus ojos buscaban algo en nosotros (su pblico), y aquellosojos me penetraban, y no lograba contener la risa,y deseaba acallarla con un grito. Pero no lo hice, yslo pude rer para siempre, inconteniblemente.

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    Pesadilla

    Segn iba subiendo la escalera, me notaba ms pesado. A cada peldao que deba vencer era una parte de mi esfuerzo que escapaba intilmente. Las piernas se tendan hacia los escalones como plomoscolgados a una soga. Y senta que todo mi cuerpoera atrado por la fuerza de la gravitacin. Con mu-cho trabajo introduje el llavn en la cerradura. Unmomento despus estaba en la habitacin. Los te-mores no se alejaron de m, sino que al contrariocobraron ms mpetu, parecindome que perderala razn si no lograba encontrarme. Las manos ad-heridas a los huesos, como engomadas, me daban

    miedo, y no poda olvidar que yo estaba muerto.Camin fuente al espejo. En vano busqu mi ros-tro. Necesitaba verme. Con las manos recorr mi pecho y mi cabeza. Nada faltaba? Entonces porqu decir que estaba muerto. El clamor de la genteen la calle me sac del ensimismamiento. Lenta-mente me dirig a la ventana, y contempl a aquelmar humano de lejanas voces. Ya no perteneca aellos. Notaba en todos la preocupacin por llegar aun sitio, no importaba cul.

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    Otra vez ese dolor que recorre todos los huesos,como quemndose. Y veo cmo parte de la piel sedesprende y permite ver la carne de las manos aldesnudo: las venas en su constante ujo de sangre,y tambin unos huesos delgados y blancos que pa-recen ser los dedos. Callo, ya el dolor se apaga enm, y con el tiempo siento vivir una esperanza. Sies que sufro, es porque estoy vivo. Y con la vista

    recorro el cuarto. S, si estoy vivo! Seguramentees un sueo! Es mi propio cuarto, mi voz, el mis-mo cuerpo y la misma La cara? Trato de con-templarme y slo veo el re ejo de los muebles, lascortinas

    Dos horas despus

    Ya he perdido gran parte de la piel del pecho; ycon temor contemplo el ori cio de bala en el co -razn. Con ms intensidad que antes siento que mi

    cuerpo arde, o lo que queda del mismo, y ese dolor punzante me crea un vaco en el cual vago, y notoque camino sin moverme. Miro mis manos. Ya noqueda nada excepto los huesos. Estos ya no son tan blancos como hace unas horas. No me acostumbroa la idea de estar muerto, y trato de ver a la gente.

    Me asomo a la ventana. Grito con voz ronca. Esintil, nadie me oye, o juegan a no orme. Me llenode angustia. Y despus de esto qu vendr? Sudo-roso y cansado me tiendo en la cama. Pero si an

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    hablo como si existiera! Que tonto soy. Estoy tra-tando de no morir del todo, todava tengo esperan-za de que ocurra un milagro. Un milagro? La l-tima y ms desesperada oportunidad de un muerto.

    De m no va quedando nada. Silencio. No oigo nin-gn ruido en las calles. Ha empezado a anochecer,y con la noche presiento que me voy yo tambin. Y

    como temo al silencio canto, pero mi voz no rompela quietud. Ya no me escucho.

    Una hora ms tarde.

    Todo el cuerpo excepto la cabeza se halla sin carne.Por eso es que todava puedo pensar. Ya no sientoni siquiera la ms mnima molestia. Y recorro laestancia con ms ligereza.

    Toso. he tosido! No, se no debe ser el nombre

    de mi lamento. Hay que verme, soy un discretoesqueleto!

    Diez minutos.

    Ahora s estoy convencido que me queda poco. Y por tanto deseo dejar un recuerdo. No quiero queme olviden. Siento algo que no logro explicar. Mis piernas empiezan a desaparecer. Se van desinte-grando, caen como arena na en el piso, sin hacer

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    ruido, sin llenar espacio. Y con ella todo el cuerpo.Miro al techo y abro la boca en un vano intento degritar.

    Diez segundos.

    El viento de la media noche, esparce el polvo y laarena de mi habitacin, y lo arrastra afuera, hacia

    la calle.

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    Inconformidad

    L os poetas tuvieron la culpa. Ello comenzcuando declararon que todo estaba dicho. Y

    ante esa afrmacin, slo quedaba el recursode crear. Pero no existe nada que pueda surgirsin que tenga algn antecedente. Y si se to-maba algo de lo viejo, no se haba hecho nadanuevo. Primero se dedicaron a la semntica, yluego de una serie de discusiones, se lleg alacuerdo de suprimir los sinnimos. Con estoresultaba ms fcil la invencin de palabrasque sustituyeran las antiguas. Sin embargo,se dieron cuenta de que en vez de crear, loque hacan era una imitacin al esperanto.

    Entonces vino lo ms grave: se tena que su- primir la escritura y la prosodia. Y aunque ellenguaje de los signos era tan remoto comoel del hombre, lo adoptaron. Los textos acu-mulados en el transcurso de los siglos fue-ron quemados. As el mundo se tomara msempeo en entender el nuevo mtodo de co-municacin artstica. Y en vez de hablar se

    pusieron a emitir extraos sonidos guturales;

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    aunque para que fuera el idioma universaltuvieran que cercenar la lengua a todos loshombres. Parecer extrao, pero trajo unagran ventaja: se acabaron las guerras porquenadie se entenda.

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    La imagen

    De camino a mi casa, siempre tomo por el mismosendero. No s, pero me siento feliz al divisar laventana de mi cuarto, siempre cerrada, pero cons-tantemente acogedora. Por esos hoy, me extrahallarla abierta. He visto una imagen en mi alcoba.Me apresuro. S que nadie ms que yo, tiene llavede la casa. Una vez en la puerta, entre decidido ynervioso, penetro en mi pequeo mundo. La lmpa-ra est encendida. Siento un olor extrao. Un alien-to oculto que golpea a mi espalda. Rpidamente mevuelvo. Detrs de m, la imagen. Trato de apresar-la, y descubro que realiza el mismo movimiento.

    Grito. Pero ella permanece muda. Quiero huir y me persigue. Pegndome a la pared, noto que no se re-eja en ningn lugar. Al separarme un instante la

    percibo de nuevo. Con terror me vuelvo a pegar ala cruda super cie. S que est ah. Me adhiero anms a la pared.

    La cal va llenando la parte perdida de mi cuerpo.Me siento a salvo. Aqu slo hay cemento y ladrillo.

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    No leer

    Sobre los muslos el libro. El inters cobra intensi-dad en cada nueva pgina. La rapidez en la lectura,adelanta el desenlace. Las uas ofrecen el calmanteideal para unos nervios alterados. Los ojos querien-do penetrar en el mundo descrito, se desmesuran,abarcando en las retinas, la blanca super cie dondese deslizan. Rodilla y estmago se van acercandocada vez ms, en un gesto que aproxima el libro alos sentidos.

    El aliento choca contra las letras, como resultadode una excitada respiracin. Los dedos y luego las

    manos, comienzan a suplir la funcin que antes lecorresponda a las uas.

    Nota que su cuerpo decrece. El libro aumenta suvolumen. El viento bate a las hojas. Se siente apri-sionado entre la ltima hoja y la contraportada.

    Entonces con asombro descubre que se ha conver-tido en algo lquido y acuoso. Y en un vano intentode acabar con todo, se plasma en la palabra Fin.

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    El telfono

    Tengo que cerrar la llave de la baadera, si no, co-rro el riesgo de ahogarme. S, claro, yo no tengo piernas. Soy un desecho humano. Primera vez queme bao solo, pues Marta ha salido a comprar lacarne, y ella es la que se encarga de m. Ah, suenael telfono. Clamo por Andrea, pero me doy cuentaque tampoco est en la casa. En cuanto d unos tim- brazos colgarn. De seguro que no es una llamadaimportante. Lleva ms de cinco minutos sonando.Quizs es algo grave. Debo contestar. Es muy dif-cil salir de la baadera, su lisa super cie me haceresbalar. Pienso. Hay que salir de todas maneras

    y contestar. Afuera siento ese timbre constante ymontono que se me clava en las sienes. Vuelvoa abrir la llave, y el agua uye en un gran chorro.Comienza a subir el nivel. Dentro de unos minutosrebasar el borde de la baadera, y si consigo o -tar saldr fuera. He podido hacerlo. Ahora escuchocon ms fuerza el timbre. Tendr que ir arrastrn-dome hasta el telfono. Le habr pasado algo aMarta? Por suerte no hay ninguna puerta cerrada.Me arrastro trabajosamente, Ya me falta poco para

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    llegar. Est sobre la mesa de noche. Hago todo lo posible por alcanzarlo. Y ese timbre me enerva,acrecienta las dudas y la desesperacin. Observo elhilo que sale de la pared y va a la mesa de noche.Lo agarro y tiro de l. El telfono cae y al mismotiempo se descuelga. Me muevo ms rpido queantes. Oigo una dbil voz en el auricular. Tal vezsea ella. Al n lo tomo. Mi cuerpo tiembla.

    - Es la farmacia?

    - No.

    - Perdone.

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    Lo que le sucedi al autor de libros demisterio

    El escritor de novelas de misterio, encara una se-rie de problemas en su elaboracin. Tiene que ircreando el ambiente para introducir a los lectores,en el enigma sobre el cual se fundamentar la obra.Sacar sospechosos del crimen a simples criadoso cautelosos diplomticos. Tejer una serie de ma-niobras y enredos ocasionales, que hagan alejar losindicios del asesino, hacia personas no comprome-tidas.

    Luego de la intervencin policial, donde se desta-car un joven investigador de agradable presencia

    y mente sagaz, que ser el dolo de la jovencita ala que le mataron el to millonario; se descubrir alcriminal, que seguramente caer en la persona dealgn familiar aduln.

    El autor ha terminado el libro, y despus de variascorrecciones y tachaduras, lo presenta a la casa edi-tora.

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    El libro se publica, y al leerlo de nuevo, el escritorse da cuenta de lo aburrida que es una novela demisterio, cuando se sabe quin es el asesino.

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    Recuerdos

    Es un poco difcil rehacer en la mente un momen-to cualquiera del pasado. Primero se presentanlos objetos aislados, carentes de sentido en unmundo imaginario. Luego van tomando los tama-os a escala y repartindose ordenadamente en ellugar que le corresponde a cada uno. Poco a poco,van apareciendo personas, se les conoce, algunasvivas y otras muertas; lentamente desaparecen lasltimas, y entonces comienza a tener un sentidolgico el recuerdo. Al rato hablan, y as nos aden-tramos en una conversacin que nos revelar algoimportante de nuestra vida. Veamos.

    Un saln, sobre la pared que se encuentra al ladoderecho de donde me hallo reposando, predominauna tela blanca. Al pie de las paredes laterales,hay una ordenada la de sillones, color oscuro.Sobre ellos unas personas, en actitudes diversas,aunque siempre coordinadas. No existe una solavoz que rompa la monotona establecida. El co-lor negro parece llenar el espacio, me impresio-na, y hasta me produce un cierto temor; pero nada

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    puedo hacer, ello ira en contra de las leyes yajadas. Los adornos son pocos y excesivamente

    sobrios. Estn compuestos por algunas lmparassin mamparas, de formas ovaladas y largas. Tam-

    bin algunas ores, que me recuerdan las bodasen el campo.

    De tiempo en tiempo, una mujer cualquiera rom-

    pe a llorar y si no es atendida rpidamente con unchocolate, se correo el riesgo de ver el espectculo,siempre molesto, que ocasiona un ataque de histe-ria.

    Noto que soy el eje, sobre el cual estn concen-tradas todas aquellas gentes. Me siento incmodoen mi lugar, pero estimo que cualquier gesto, por pequeo que fuese llamara ms la atencin. Todosse empiezan a reunir en la puerta principal. Hayalgunos gritos y lamentos en voz alta, que terminan

    en un llanto acompasado de una escala de menora mayor, lo que me hace parecer como si estuvie-se ante un gran coro. Hacia m se dirigen cuatrofornidos caballeros. No, eso no, por favor. Excla-mo airado, pero no me hacen el ms mnimo caso.Y encolerizado contemplo cmo sobre mi peque-a cubierta de cristal, que me permita observarlotodo, cae la pesada tapa de madera.

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    Me doy cuenta de que soy levantado en peso. Ya nooigo nada. Debe ser por lo hermtico de mi encie-rro. S que dentro de un rato todo habr pasado, yacabar con una paletadas de tierra.

    Era bueno, dirn.

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    La pelea

    Canelo clava sus espuelas en Pinto. En la valla sur-ge un grito de triunfo de los que apostaron por Ca-nelo, mientras que de la parte del Pinto, slo se oyeun leve murmullo.

    Otra vez la pelea se empareja. Ahora todo llega en-vuelto en un mar de cifras y malas palabras, quese confunden con el batir de las alas y los grazni-dos de dolor. Los hombres comienzan a dar gritos,y a saltar en los asientos como enloquecidos. Elmovimiento ondulante de los brazos, y el continuocabeceo de aquella multitud, se va convirtiendo en

    una contagiosa enfermedad. Ya no gritan, sino quegraznan. Se despojan de zapatos y medias, y ento-nando el Qui-qui-ri-qui de los gallos, se enfrascanen una multitudinaria pelea a espuelas y picota-zos. Abajo, unos gallos humanos, contemplan lasgraderas, donde se desarrolla la lucha entre unoshombres gallos.

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    En la escuela

    Estoy delante del director. Como siempre, me he puesto muy nervioso, y por lo tanto no me atrevo ahablar. Ha empezado a discutirme unos exmenesque segn l, yo no he hecho. S que los hice alre-dedor de dos meses atrs, y es lo que trato de expli-carle, pero no me presta atencin. Para intimidar-me, levanta an ms la voz, a la par que restriegafrente a la cara mi expediente, donde no aparecenlos exmenes realizados. Mi voz se hace ms dbil;casi es un susurro, y en vano intento que me escu-che. Grita, y su rostro se congestiona.

    - Ahora s te tengo en mis manos. Ni en el expe-diente, ni en el archivo.

    - Dnde estn, pues?

    - Csar, clmese que le puede hacer dao. Le acon-seja la secretaria.

    Pero no hace caso. Los gritos han ido en aumento,y habla a una velocidad tal, que apenas se le entien-

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    de. Apoya las manos en la mesa, y mientras conti-na su exposicin, me mira jo, muy jo.

    Tiemblo, ya no puedo disimular el miedo. De pron-to se encarama en la mesa. Parece como si fuera agatear. Se calla, y su mirada se vuelve ms intensa. No logra coordinar las palabras y emite un ladrido.

    Asustado abro la puerta, y corro por el pasillo.Mientras huyo, llegan hasta m los gritos de la se-cretaria pidiendo un bozal.

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    El retorno

    La Tata se lo haba dicho. Hoy llega tu hermanodel frente. Y dijo an ms. Tienes que estar or-gullosa, regresa siendo hroe. Sinti una alegramuy profunda, que no tard en exteriorizar, pesea las caras hoscas de los padres. Toda la maanala pas imaginando el retorno de Frank. Los abra-zos y besos, las ancdotas, y quin sabe si tambinalgn regalo. Ese da nadie tuvo que mandarla a baar. Se perfum con la esencia ms costosa dela madre. Revolc el escaparate, hasta encontrarsu batica roja de terciopelo. Haca calor, pero no pareci darle importancia. Por la tarde no ces de

    preguntar la hora de la llegada.Como respuesta, todo se limitaba a un lacnico nos. A eso de las seis tocaron. Corri a la puerta.Un soldado pregunt si sa era la casa de Frank.Dijo que s. Un momento despus le entregaronuna cajita gris a los padres. Luego le explicaronmuchas cosas. As y todo sigui sin entender cmoen aquella cajita condecorada caba Frank.

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    Guerra paleoltica

    La humanidad despert angustiada. Las potenciasA y B estaban al borde de la con agracin. Dadoal adelanto tcnico en el armamento con que conta- ban las dos naciones, los hombres del mundo esta- ban convencidos que ste sera su n.

    Como precede a toda contienda, la prensa de losdos pases se dedic a ensalzar sus respectivas ar-mas.

    Entonces comenzaron a salir cohetes, cohetes anti-cohetes, cohetes anti-cohetes de anti-cohetes. Lue-

    go de una lista casi in nita de cohetes anti-cohetesy cohetes para cohetes anti-cohetes, la potencia Bcallaba al enemigo con su nueva arma. Era la bom- ba desarmadora: en caso de una guerra, dicha bom- ba hara explosin, y las tropas agresoras, verandesaparecer, como por arte de magia sus armas,desde los cohetes hasta el ms miserable al ler. Porsupuesto, igual suerte correra el ejrcito invadido, pero para triunfar contaban con la fuerza numrica.

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    La potencia A guard un discreto silencio ante taldeclaracin. No era ningnbluf,las agencias de es-

    pionaje haban veri cado la noticia.

    Durante cerca de dos meses la situacin parecicalmarse. Un da se supo que A invada a B. La bomba pronosticada hizo acto de presencia en lacontienda. Y ese fue el mayor error de B, ya que se

    haban quedado desarmados ante un ejrcito equi- pado con arcos y echas, espadas y lanzas de ma -dera.

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    Siquis

    Poseo un len que me tiene miedo. Parecer difcilde creer, pero es verdad. Cuando me lo regalaron,apenas tena un mes de nacido, y desde entonces loense a temerme.

    Fue muy sencillo. Le di plena libertad. Andaba portoda la casa como si nada. Nunca lo rega cuandose suba en los muebles y les rompa el tapizado.Poco a poco, tom conciencia de amo.

    Cuando cumpli los dos aos, y consider que yatena uso de razn, puse en marcha la segunda par-

    te del plan. Compr una jaula enorme, en la queinstal todas las comodidades de una casa moder-na. Le di la llave de la misma, y me encerr.

    Desde entonces, cada vez que deseo algo, slo ne-cesito rugir, que enseguida el len me complace.

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    La casa

    Vivo en una casa grande, a la vez que extraa. Estan enorme que nunca la hemos podido caminarcompleta. A veces pensamos que es in nita. Cadahabitacin en s, es de forma rectangular, pero en-cerrada dentro de un crculo. De aqu se deduce, por supuesto, que siempre sobrara un arco. Paraaprovechar este arco, se instal una escalera, queconduca a una explanada superior, donde por unarara coincidencia, convergan todas las dems.Como era antiesttico que el piso superior de unacasa terminara en una serie de escaleras sin obje-tivo alguno, se decidi continuar la misma edi ca -

    cin, la cual, despus de muchos pisos de altura,muri en un minsculo aposento, que tena ms detorre que de cuarto. Como se imaginarn, aquelloera un laberinto indescifrable. Por lo tanto, deci-dimos construir una escalera, que desde la calle,estuviera directamente conectada a la torre, nerviocentral de la casa. Debido a eso, la casa estaba dis-tribuida al revs. Los amigos que no conocan lanueva disposicin, y entraban por la puerta de los bajos, se extraaban de encontrar un cuarto donde

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    se suponan hubiera una sala. Y segn ascendan,su asombro iba en aumento, llegando al clmax,cuando tropezaban con un garaje, a unos 30 metrosde altura, hacindoles pensar, no sin razn, que ra-mos unos locos; pero luego que les explicbamosque era por ah donde comenzaba la casa, parecanentendernos, aunque lo cierto es que nunca nos vi-sitaban de nuevo.

    Como a veces nos perdamos entre aquellos crcu-los, arcos, escaleras y rectngulos, acordamos nu-merarlos, como las avenidas de cualquier ciudad.

    Se corri el rumor de que muchas personas que noshaban visitado sin avisarnos, se perdieron parasiempre dentro de las casa. Nadie ms se atrevia venir. Debido a eso nos encontramos libres decobradores.

    Surgieron muchas imitaciones, y pronto toda laciudad se convirti en un rompecabezas.

    Para que la idea no se propagara al resto del pas,nos cercaron con un muro, y hasta prohibieron laentrada de alimentos.

    Sabemos que un da se nos acabar la comida ymoriremos; no obstante, el pueblo contina fabri-cando.

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    EPLOGO

    Textos de Reinaldo ArenasPrimera nota:

    Nelson Rodrguez naci el 19 de junio de 1943 en la pro-vincia de Las Villas, Cuba. Realiz estudios en el colegio

    de los Maristas. Maestro voluntario en la Sierra Maestra en1960. En 1964 public su libro de cuentos El regalo porlas Ediciones R, dirigidas entonces por Virgilio Piera. En1965 fue con nado en un campo de concentracin en la provincia de Camagey .

    En 1971, luego de salir del campo, intenta desviar unavin cubano hacia la Florida. El avin, escoltado por nu-merosos militares, aterriz en La Habana y Nelson Rodr-guez fue condenado a la pena de muerte por fusilamiento.

    Dej un libro indito sobre sus experiencias como for-zado, que ha desaparecido a manos de las autoridades cu- banas.

    Reinaldo Arenas, Necesidad de libertad(Mxico: Cos-mos-Editorial S.A., 1986).

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    Segunda nota:

    La dedicatoria: A Nelson, en el aire,signi ca a mi ami -

    go Nelson Rodrguez Leyva, autor del libro de cuentos Elregalo, Ediciones R, 1964. En 1965, Nelson fue internadoen uno de los campos de concentracin para homosexuales -en la provincia de Camagey-, estos campos eran conoci-dos o cialmente con el nombre de UMAP (Unidad Militarde Ayuda a la Produccin). Luego de tres aos en el campode trabajo forzado, Nelson obtuvo la baja por enfermedadmental. Desesperado, en 1971, intent, provisto de unagranada de mano, desviar de su ruta a un avin de Cubanade Aviacin, rumbo a la Florida. Reducido y en trance deser asesinado por los escoltas militares del avin, Nelsontir la granada que hizo explosin. El aparato aterriz enel aeropuerto JOS MART, en La Habana. Nelson Rodr-guez y su amigo y acompaante, el poeta ngel Lpez Rabi de 16 aos de edad- fueron fusilados.

    Nelson dej indito un libro de relatos sobre su expe-riencia en el campo de concentracin. Este libro, al parecer,ha desaparecido a manos de las autoridades cubanas. Algu-nas universidades de los Estados Unidos tienen ejemplares

    de El regalo, un hermoso libro juvenil.Una tercera persona, el escritor Jess Castro Villalonga,quien no iba en el avin pero conoca el plan, fue condena-do a treinta aos de prisin, condena que an cumple en la prisin de La Cabaa, en La Habana.

    Pienso en ese momento en que, granada en mano, sobre-volando la Isla con sus campos de trabajo y sus crceles, Nelson se sinti libre, en el aire, quizs por nica vez du-rante toda su vida. De ah la dedicatoria del libro.

    Reinaldo Arenas, Arturo, la estrella ms brillante (Bar-

    celona: Montesinos, 1984)

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    Tercera nota:

    La inquietud de Guillermo Rosales aquella tarde en mi casa

    era por leernos un captulo de una novela que estaba escribien-do inspirado en la personalidad de Stalin. Lo ley torrencial-mente y se march. Nelson y Jess me invitaron a dar un paseo por la playa. Nelson haba estado en uno de los campos de con-centracin en 1964 y ahora, con la nueva persecucin, estabaaterrorizado; no se encontraba con fuerzas para volver a pasar por aquel horror. Me dijo que necesitaba mi ayuda porque loque quera era abandonar el pas, pero no me dijo de qu ma-nera pensaba hacerlo. La ayuda que Nelson quera era de tipointelectual; quera que yo le hiciese una carta recomendandoun libro suyo de cuentos que haba escrito; era un libro ex-traordinario constituido por innumerables vietas donde narra- ba cosas ocurridas en el campo de concentracin donde habaestado.

    Fue a mi casa, le hice la carta y despus fuimos a la UNEACdonde yo tena que rmar un libro para poder cobrar mi suel -do. Yo ya no poda, desde luego, escribir para la UNEAC; nisiquiera me dejaban revisar los textos que publicaba La Gace-ta de Cuba, pero, como todava no me haban echado del tra-

    bajo, era obligatorio que rmara aquel libro. Al terminar en laUNEAC, Nelson y Jess me invitaron a tomarme un helado enel Carmelo de la calle Calzada; hicimos una larga cola y, nal -mente, nos sentamos. Haba poco que hablar en un restauranteen Cuba, donde uno no sabe quin est al lado y puede or lasconversaciones, pero yo notaba que Nelson trataba de prolon-gar su estancia all. Hubo un momento en que me dijo: Elnico que nos hubiera podido salvar de esta situacin era sanHeberto. Cali caba as a Heberto Padilla cuando ste estaba preso, pero ya Padilla no era un santo; se haba convertido antetoda aquella gente en un traidor. Ahora slo queda escaparsedel pas. Eso es lo que pienso hacer, me dijo cuando salimos

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    Caminbamos por las calles del Vedado criticndolotodo, hasta el sol, el calor; todo nos molestaba. Nelson es-taba muy agradecido por la carta que yo le haba hecho; era

    una recomendacin para mi editor en Francia. Finalmente,tarde en la noche, nos abrazamos y nos despedimos. Tuvetoda la noche la impresin de que Nelson quera decirmealgo ms, pero no se atrevi a decrmelo. Nos despedimoscon un abrazo.

    A los dos das, en la primera pgina del peridicoGran-ma, vena la siguiente noticia: Dos contrarrevolucionarioshomosexuales, Nelson Rodrguez y ngel Lpez Rab in-tentaron desviar un avin de Cubana de Aviacin rumboa Estados Unidos. La nota deca que todo el pblico delavin haba reaccionado contra aquellos antisociales y loshaba reducido rpidamente. Deca adems que uno de loscontrarrevolucionarios haba lanzado una granada, pero que por suerte el avin haba aterrizado forzosamente en el ae-ropuerto Jos Mart, y que los contrarrevolucionarios serancondenados por un tribunal militar. Eso era todo cuanto de-ca elGranma; evidentemente, no queran darle ningn tipode publicidad al hecho de que fueran escritores.

    Yo estaba aterrorizado. Nelson tena que haber montado

    en el avin con mi carta de recomendacin para su manus-crito sobre los cuentos de la UMAP. Despus supimos cmosucedieron las cosas. Nelson, su amigo ngel Lpez Rab, poeta de diecisis aos, y Jess Castro haban sacado bole-tos para un avin de vuelos nacionales que volara rumboa Cienfuegos. Tomaran el avin con todas sus maletas ysus viejos libros, con la idea de partir hacia Estados Unidos.Jess y Nelson, durante su servicio militar, se haban apode-rado de unas granadas que tenan escondidas en el patio y su plan consista en amenazar a los pilotos de avin con tirar lasgranadas si no desviaban el avin. Pero a ltima hora JessCastro tuvo miedo, se arrepinti y no tomo el avin. Cuando

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    el avin despeg, Nelson sac la granada y le dijo al pblicoque si no desviaban el avin la tirara. Inmediatamente, va-rios agentes de la Seguridad y la escolta o cial provista de

    armas largas, que viaja en todo avin cubano, se lanzaronsobre Nelson para matarlo. Alguien que iba en el avin, ycuyo nombre pre ero no decir porque an vive en Cuba, mecont toda la historia. Nelson corra por todo el avin conla granada y la meta detrs de los pasajeros aterrorizadosen forma de amenaza, mientras sus perseguidores tratabande darle un tiro certero. Nelson le grit a ngel que lanzarasu granada, pero ste no se atrevi y Nelson lanz la suya.Uno de los Jefes de la Seguridad se lanz sobre la granada para que sta no hiciese explosin, pero estall y le hizo unhueco enorme al avin que ya se encontraba a gran altu-ra. En cuanto el avin logr aterrizar, Nelson aprovech laconfusin y se lanz por el hueco del avin; las hlices delavin lo atraparon y durante un ao estuvo hospitalizado enestado de gravedad. Cuando los mdicos de la Seguridad delEstado lograron curarlo, fue sentenciado a muerte y fusila-do, junto con su amigo ngel Lpez Rab, de slo diecisisaos de edad.

    Jess Castro Villalonga, que no haba tomado el avin

    pero saba lo que se planeaba, fue condenado a treinta aosde crcel.El resto de los pasajeros que permanecieron sentados

    en sus asientos, sin colaborar con la polica castrista, fue-ron arrestados por sospechosos y sometidos a investigacin.Creo que ellos tambin deseaban que el avin fuese secues-trado.

    En cuanto a mi carta, supongo que desapareci en mediode la explosin de la granada y del incendio que se produjoo, quiz, la Seguridad del Estado la guard para acumularms pruebas contra m. Ellos saban que me tenan en susmanos.

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    An en Cuba, escrib un relato sobre las experiencias de Nelson en los campos de concentracin, Arturo, la estrellams brillante, y se lo dediqu desde luego a l. Deca as:

    A Nelson, en el aire. Despus, en el exilio, escrib un poe-ma en e