El Racionalismo

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I. El Racionalismo.....................................50 3.1 El Racionalismo como punto de partida...........50 3.2 René Descartes...........................52 3.3 Baruch Espinoza.................................57 3.4 Guillermo Leibniz...............................62 1. EL RACIONALISMO COMO PUNTO DE PARTIDA ANTE UNA NUEVA REALIDAD. Contexto Histórico. Hacia la mitad del siglo XVI comienza en Europa una serie de crisis, que va a cubrir todo el siglo XVII. En el plano social se corresponde con el desarrollo de la burguesía y en el plano ideológico, con la necesidad que se experimenta de una nueva explicación del mundo basada en el concepto de razón. En el plano económico, el desarrollo del capitalismo se verá favorecido especialmente por la expansión del comercio marítimo y colonial en este siglo y la afluencia de metales preciosos de las minas europeas y americanas, que provoca un alza de precios, acelerada en la segunda mitad del siglo XVI y más lenta en la primera mitad del siglo XVII, hasta detenerse hacia 1640-1650. Se trata en un principio de un capitalismo de tipo comercial. Los hombres de negocios son, a la vez, banqueros y fundadores de nuevas industrias. Aparecen las bolsas y las grandes compañías comerciales en forma de sociedades por acciones. El capitalismo industrial surge en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVI como consecuencia de una primera revolución industrial, precursora de la gran revolución del siglo XVIII. Los inventos en las técnicas marítimas, industriales y agrícolas son numerosos. Se perfila el tipo de capitalista emprendedor, enérgico, inteligente y práctico, con pocos escrúpulos, que reclama la libertad individual frente a corporaciones, municipios y señoríos e incluso frente a las concepciones morales y religiosas. Se exalta el

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1. Confianza plena en la razón humana. La razón, única facultad que puede conducir al hombre al conocimiento de la verdad. Razón se opone, entonces, no a fe - revelación, sino a los sentidos, la imaginación y la pasión, que son considerados como engañosos. El poder de la razón radica en la capacidad de sacar de sí misma las verdades primeras y fundamentales (llamadas ideas innatas), a partir de las cuales, y por deducción, es posible obtener todas las demás, y construir el “sistema” del mundo: la razón es una facultad sistemática y coincide con la realidad. Reaparece así el postulado de Parménides: lo mismo es el pensar y el ser. La confianza en la razón es tal que se acepta su valor sin previa crítica; es, como dirá más tarde Kant, una razón dogmática.

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I. El Racionalismo..................................................................................................503.1 El Racionalismo como punto de partida.......................................................50

3.2 René Descartes..............................................................................................523.3 Baruch Espinoza............................................................................................573.4 Guillermo Leibniz.........................................................................................62

1. EL RACIONALISMO COMO PUNTO DE PARTIDA ANTE UNA NUEVA REALIDAD.

Contexto Histórico.

Hacia la mitad del siglo XVI comienza en Europa una serie de crisis, que va a cubrir todo el siglo XVII. En el plano social se corresponde con el desarrollo de la burguesía y en el plano ideológico, con la necesidad que se experimenta de una nueva explicación del mundo basada en el concepto de razón.

En el plano económico, el desarrollo del capitalismo se verá favorecido especialmente por la expansión del comercio marítimo y colonial en este siglo y la afluencia de metales preciosos de las minas europeas y americanas, que provoca un alza de precios, acelerada en la segunda mitad del siglo XVI y más lenta en la primera mitad del siglo XVII, hasta detenerse hacia 1640-1650. Se trata en un principio de un capitalismo de tipo comercial. Los hombres de negocios son, a la vez, banqueros y fundadores de nuevas industrias. Aparecen las bolsas y las grandes compañías comerciales en forma de sociedades por acciones.

El capitalismo industrial surge en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVI como consecuencia de una primera revolución industrial, precursora de la gran revolución del siglo XVIII. Los inventos en las técnicas marítimas, industriales y agrícolas son numerosos. Se perfila el tipo de capitalista emprendedor, enérgico, inteligente y práctico, con pocos escrúpulos, que reclama la libertad individual frente a corporaciones, municipios y señoríos e incluso frente a las concepciones morales y religiosas. Se exalta el valor de la razón frente a la autoridad de libros y maestros y se fomenta así el desarrollo científico.

En el plano político es un período de gran inestabilidad y de crisis que se manifiesta en una serie de guerras y revoluciones. Es la época del expansionismo colonial que lleva a los estados europeos a luchar en todos los mares. Se van consolidando los Estados modernos, independientes y soberanos, que se enfrentan en sus afanes imperialistas. La mayor tentativa de la época, en este sentido es la protagonizada por los Habsburgo de España y Austria que origina la guerra entre los Estados católicos y protestantes del Imperio Alemán: guerra de los Treinta Años (1618-1648).

De entre las muchas revueltas populares de este siglo, se destaca en Francia la de Fronda (1648-53), en tiempos de Luis XIV. También los problemas religiosos entre católicos y protestantes se manifestaron en la guerra de los hugonotes.

Hacia la mitad del siglo XVII va perdiendo fuerza la creencia en hechicerías y ganando terreno la mentalidad racionalista por influencia del desarrollo científico y del

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cartesianismo. Muchos de los representantes del pensamiento racionalista y empiristas son científicos ellos mismos, y algunos como Descartes y Leibniz hicieron grandes aportes a las matemáticas. La física tiene su culminación en Newton, quien formula la ley de la gravitación universal.

Las palabras racionalismo y racionalista datan, al menos del siglo XVII y reciben diversos significados, siendo quizás el más extendido el siguiente: “Doctrina de los que no reconocen como fuente de conocimiento más que la razón, rechazando, por tanto la revelación y la fe”. Sin embargo para historiadores de la filosofía posee un sentido más restringido. Se considera a Descartes como fundador de la corriente racionalista. Los rasgos que definen el racionalismo son:

1. Confianza plena en la razón humana. La razón, única facultad que puede conducir al hombre al conocimiento de la verdad. Razón se opone, entonces, no a fe - revelación, sino a los sentidos, la imaginación y la pasión, que son considerados como engañosos. El poder de la razón radica en la capacidad de sacar de sí misma las verdades primeras y fundamentales (llamadas ideas innatas), a partir de las cuales, y por deducción, es posible obtener todas las demás, y construir el “sistema” del mundo: la razón es una facultad sistemática y coincide con la realidad. Reaparece así el postulado de Parménides: lo mismo es el pensar y el ser. La confianza en la razón es tal que se acepta su valor sin previa crítica; es, como dirá más tarde Kant, una razón dogmática.

2. Búsqueda de un nuevo método. El paso siguiente al reconocimiento del valor de la razón es encontrar un método adecuado de razonamiento. Se trata de encontrar un método de descubrimiento. Y el modelo de este método se encuentra en la metodología científica del momento: el método matemático. Los racionalistas, quieren proceder del mismo modo que los matemáticos, de tal manera que el sistema filosófico construido posea la misma evidencia y necesidad que un sistema matemático.

3. Subjetividad y realidad. Los racionalistas adoptan también de la ciencia su visión de la realidad: el mecanismo. El mundo es una máquina, para cuya explicación no son necesarias ni las “formas substanciales”, ni las “cualidades ocultas” de Aristóteles. El Universo queda fraccionado en dos mundos: la máquina y el pensamiento. Y el pensamiento queda encerrado en sí mismo. A partir de hoy triunfa un subjetivismo: el hombre es un ser vuelto sobre sí mismo, que no conoce directamente sino su propio pensamiento. Las cosas son sólo conocidas en las ideas (subjetivismo), no directamente en sí mismas (objetivismo). Por esta razón el problema del conocimiento se convierte en el problema fundamental de la filosofía moderna.

La teoría del conocimiento de racionalistas y empiristas es representacionista. Con esto se quiere decir que entienden que el conocimiento es en cierto modo, una representación en la mente humana de lo que se da fuera de ella. Ahora bien, según estos autores, lo que representan a las cosas en la mente son las ideas. De aquí que el tema central del análisis del conocimiento sea el de las ideas. Las principales cuestiones que se plantean en torno a ellas son:

- ¿Qué se entiende por idea?- Clases de ideas.- Origen de las ideas y relación que tienen con las cosas.

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Cada autor resuelve estas cuestiones de manera diferente, aunque los pensadores racionalistas coinciden en la mayoría de las cuestiones planteadas. Sus diferencias sólo son de matices. Lo mismo sucede con los empiristas.

El punto en el que más se acentúan las diferencias entre racionalistas y empiristas es quizás el del origen de las ideas, ya que para los racionalistas las ideas se encuentran en la mente humana desde el principio (innatismo) y el sujeto sólo tiene que extraerlas analizando su propia mente, mientras que para los empiristas la mente humana es una especie de papel en blanco y las ideas proceden de la experiencia y se forman a través de los sentidos.

2. RENÉ DESCARTES.

Vida.De familia acomodada de Bretaña (Francia) estudió en el colegio de los jesuitas de la Fléche, en el que se seguía la filosofía escolástica junto al cultivo de las ciencias y en especial de las matemáticas. Obtiene la licenciatura en Derecho en Potiers. Queda decepcionado de la enseñanza recibida. Había tenido excelentes profesores, no obstante dice en el Discurso del Método “me embargaban tantas dudas y errores que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el de reconocer más y más mi ignorancia”. No le convence la filosofía aprendida de las obras de Aristóteles, por ello juzgaba que “no se podía edificar ningún conocimiento científico nada sólido sobre cimientos tan poco firmes”.

Por ello se dedica a viajar, en ver cortes y ejércitos. En 1618 se alista en el ejército holandés protestante y un año más tarde en el de Baviera, con el que participó en la Guerra de los Treinta Años. El 10 de noviembre, por la noche descubre los fundamentos de una “ciencia admirable”. Sin duda, se trata del descubrimiento de su propio método, con la idea de reconstruir y unificar todas las ciencias. A partir de 1629 vive en Holanda, aunque viaja a Francia e Inglaterra. Católico, sin embargo compartía las ideas de Galileo, condenadas por la Iglesia. La reina Cristina de Suecia, interesado en recibir clases de filosofía, le llamó a Estocolmo, y la dureza del clima le ocasionó la muerte.

Sus obras fundamentales: “El Discurso del Método“, “Tratado del Mundo”, “Meditaciones de Filosofía primera”, “Principios de Filosofía”: obra dividida en cuatro partes. La primera es filosófica, y las otras tres tratan sobre “los principios de las cosas materiales”, sobre “el mundo visible” y “sobre la Tierra”.

En el “Discurso del Método“Descartes propone una significativa comparación: “Los edificios que ha emprendido y acabado un solo arquitecto suelen ser más bellos que aquellos otros que varios han tratado de restaurar, sirviéndose de antiguos muros construidos para otros fines”. Toda la sabiduría de la época es un viejo edificio falto de unidad e inservible. Hay que derribar y construir un nuevo edificio enteramente unitario. Pero Descartes fue algo más modesto en su intento. No se derriba una ciudad entera, pero algunos hombres echan abajo sus viviendas particulares para reedificarles de nuevo: “Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que fuera enteramente mío”.

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El proyecto cartesiano supone la unificación de todas las ciencias en una sola. Ello es posible, ya que según Descartes: Todas las ciencias no son sino la sabiduría humana, que permanece siempre una y la

misma por más que sean diferentes los objetos a los que se aplica. Existe un método universal, único para todas las ciencias. Aunque, por supuesto, existen ciencias distintas, todas ellas forman una unidad

orgánica.

Descartes, identificando las ideas con la imagen que tenemos de las cosas en la mente, distingue entre ideas innatas (nacidas conmigo), adventicias (venidas de fuera) y ficticias (inventadas por mí mismo).

Descartes reserva el término idea para aquellos contenidos de la mente que se refieren a cosas, que son imágenes o representación de las mismas. Ahora bien, esta representación se puede tener de diversos modos: o bien como representación general (lo que la escolástica llamaba conceptos), o como fruto de influencia exterior (imágenes) o fruto de la invención propia (fantasía). Cada una de estas posibles procedencias supone una determinada clase de ideas. Así tenemos respectivamente ideas innatas, adventicias y ficticias.

Por otra parte, Descartes distingue entre ideas claras y oscuras, distintas y confusas, siguiendo en este caso el criterio no de origen sino de la manera como se presentan al sujeto que conoce. Esto determina su valor de verdad: son verdaderas aquellas que se presentan “a un espíritu atento” como claras y distintas:

“Llamo claro al que está presente y manifiesto a un espíritu atento, igualmente que decimos que vemos con claridad los objetos cuando, estando presentes, obran con suficiente intensidad, y nuestros ojos están dispuestos a mirarlos. Y distinto al que siendo claro, es de tal modo preciso y diferente de todos los demás, que no contiene en sí sino lo que aparece manifiesto al que lo considera como se debe”.

Para los racionalistas, particularmente para Descartes, la existencia de ideas innatas, es decir, de ideas cuyo origen está en el mismo entendimiento, independientemente de cualquier experiencia anterior, es el punto central al mismo tiempo que el más discutido y discutible de su teoría. Para Descartes son ideas innatas los primeros principios del entendimiento, como el principio de identidad o el de contradicción, los conceptos matemáticos y algunas ideas metafísicas, como la de Dios, Sustancia.

Descartes da importancia, sobre todo y casi exclusivamente, a las ideas innatas en el proceso del conocimiento, pues los sentidos tienen para él escasa fiabilidad. Por otra parte, la idea de Dios pasa a ser para Descartes el fundamento del conocimiento humano, la garantía de que no nos equivocamos. Su postura es intelectualista, valora la función de la inteligencia o del pensamiento en el conocimiento humano por encima del papel que desempeña en el mismo los sentidos.

EL MÉTODO.Descartes se centrará sobre todo en la reconstrucción de la estructura del saber en forma de un proceso deductivo riguroso en que no queden lagunas. Con ello pretenden obtener un

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conocimiento independiente de la experiencia cuya garantía se encontrará en la correcta aplicación de las deducciones. El método permitirá evitar el error (primera ventaja). Además no es un simple método de exposición o demostración de lo que ya se conoce, sino que permite aumentar los conocimientos, descubrir nuevas verdades (segunda ventaja).

Descartes decide buscar su propio método, ya que incluso los que parecen más seguros como el lógico y el matemático, le resulta insatisfactorio. Este método consta de cuatro principios o reglas que permitirán, si se observan bien, verificar los pasos sucesivos que se dan en una deducción y pasar así con seguridad de unas verdades a otras.

A diferencia de los empiristas, que admiten la experiencia como única fuente de conocimiento, dos son para Descartes los modos del conocimiento racional: la intuición y la deducción.

La intuición es una especie de luz natural que permite que la razón capte inmediatamente las ideas simples sin que quede posibilidad de duda o error.

La deducción es el modo de conocimiento por el que la razón descubre las conexiones que se dan entre ideas simples. En el sentido en que se emplea este término en matemáticas significa obtener unas verdades a partir de otras, y este sentido se mantiene en Descartes. La deducción viene a ser una intuición sucesiva en la que se pasa de unas ideas a otras.

Según Descartes, éstos son los dos únicos modos de conocer que tiene el entendimiento. Las reglas cartesianas quieren garantizar el recto uso de los mismos.

La primera regla del método se refiere a la intuición y prescribe que sólo hay que admitir como ciertas las ideas que se presentan con claridad y distinción al espíritu. Este precepto excluye por lo tanto, cualquier fuente de conocimiento distinta de la luz natural de la razón.

Recordemos que por claridad entiende Descartes la presencia de una idea a un espíritu atento. La distinción es un conocimiento tal del contenido de una idea que haga imposible que pueda ser confundida con otra. El método presupone una confianza absoluta en la razón: ésta es, de por sí, infalible. Sin embargo, puede ser desviada por los prejuicios, la precipitación, las pasiones, etc.

Al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo concepto de verdad: ya no consiste en la “adecuación” del pensamiento con la realidad (concepto escolástico de verdad), sino que es una propiedad de las ideas en sí mismas: la verdad es inmanente al espíritu.

Las tres reglas restantes del método se refieren a la deducción.

La segunda regla, en la que se habla de la división o análisis, prescribe reducir un problema a los aspectos más simples; equivale a la búsqueda de las ecuaciones del problema.

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La tercera regla, o de la síntesis, trata del paso de lo simple a lo complejo. Se refiere a la formación de estructuras cada vez más complejas: equivaldría a la composición de las ecuaciones del problema.

La cuarta regla prescribe hacer enumeraciones de los pasos que se van dando. Con ello se trata de no perder la vista ningún paso en la deducción y garantizar que no hay saltos en la misma. Se trata de buscar todo lo que es necesario y suficiente para resolver el problema.

LA METAFÍSICA.Una vez que ha desarrollado su método, Descartes comienza la tarea de construir la Metafísica, que ya había entrevisto como tarea fundamental, ya que es “la raíz del árbol de la ciencia”. En primer lugar deberá establecer una primera verdad absolutamente evidente, de la que se pueda deducir todo lo demás. A partir de ella, y en segundo lugar, construirá un sistema deductivo de explicación de la realidad basada en la idea de sustancia.

1°. El “Cogito”.Para fundar la filosofía hay que basarse únicamente en evidencias absolutas, en ideas “claras y distintas”. ¿Cómo proceder? Descartes escoge el camino de la duda: dudar de todo para ver si queda algo que resiste a toda duda, es decir, un resto indubitable y cierto. Éste es el famoso pasaje del Discurso del método:

“Deseando yo en esta ocasión tan sólo buscar la verdad, pensé que debía rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, para ver si, después de hecho esto, no me quedaba en mis creencias algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan a veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal como ellos nos la hacen imaginar. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, aun acerca de las más sencillas cuestiones de geometría, y comenten paralogismos, juzgué que estaba yo expuesto a errar como cualquier otro, y rechacé como falsos todos los razonamientos que antes había tomado por demostraciones. Finalmente, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden también ocurrírsenos estando dormidos, sin que en tal caso sea verdadero ninguno, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más ciertas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí en seguida que, aun queriendo pensar, de este modo, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuera alguna cosa. Y al advertir que esta verdad –pienso, luego existo (cogito, ergo sum;)- era tan firme y segura que las suposiciones más extravagantes de los escépticos no eran capaces de conmoverla, juzgué que podía aceptarla sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba” (Discurso del método, 4).

Algunas consideraciones sobre el texto anterior:

Descartes utiliza la duda “tan sólo para buscar la verdad”: dudar de todo es sólo un procedimiento metodológico para encontrar una verdad indubitable. Descartes no es un escéptico en ningún momento. La duda no es para él la postura mental definitiva; ni siquiera la postura inicial: parte de la confianza en la posibilidad de alcanzar la verdad. Por eso su duda es sólo una duda metódica.

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El criterio de la duda se aplica entonces a todas las creencias, especialmente a las que parecen más sólidas y evidentes. En primer lugar, es posible dudar de la información dada por los sentidos: si los sentidos nos engañan a veces, se podría suponer que nos engañan siempre. En segundo lugar, también es posible dudar de nuestros razonamientos, puesto que a veces nos equivocamos en razonamientos muy sencillos, pero los tomamos como verdaderos. En tercer lugar, es posible dudar incluso de la realidad del mundo que nos rodea: ¿cómo distinguir la realidad de las ilusiones del sueño?

La duda, parece haber eliminado todas las creencias, y los escépticos tendrían razón. Pero, de pronto, del interior mismo del acto de dudar, surge un resto indubitable, algo que resiste toda duda: estoy dudando. Lo único, que no puede eliminar la duda es la duda misma, el acto de dudar: al dudar “pongo” –no elimino- el dudar. Y Descartes concluye un poco precipitadamente: “Pienso, luego existo”; ése será el primer principio absolutamente evidente de la filosofía.

La interpretación del “Cogito” ha dado lugar a una gran cantidad de discusiones, de las que hay que destacar, al menos:

Es notable que no se diga: “dudo, luego…”, sino: “pienso...” Para Descartes “pensamiento” es todo aquello que ocurre en la mente en nosotros: dudar, entender, afirmar, negar, querer, imaginar, sentir, es decir, todo acto consciente del espíritu. Todo pensamiento goza, del carácter evidente de la duda. Ello implica una postura subjetivista: la evidencia se da sólo en el interior del sujeto; lo que es evidente, es ante todo, el acto de pensar, que “hay pensamiento”, que “hay ideas”. Lo pensado en la idea –el objeto del pensamiento- ya no es inmediatamente evidente.

“Pienso, luego existo” no es una deducción (a pesar de ese “luego” de la fórmula), sino una intuición, es decir, una evidencia inmediata, una idea clara y distinta (no un razonamiento, en el cual podría ocultarse algún error).

El significado del “Cogito” es, quizás el siguiente: Descartes parte de su propia interioridad, de los pensamientos que descubre en sí mismo, y a partir de ahí llega a la existencia: el Yo como un pensamiento que existe. De este modo se echa un puente entre el puro pensamiento, encerrado en sí mismo, y la realidad del mundo de las existencias. En el “pienso, luego soy (existo)” se intuye que el “yo” existe como una sustancia “cuya total esencia o naturaleza es pensar”. De este modo se empieza a construir la filosofía cartesiana a partir de esta primera verdad evidente, y utilizando un concepto fundamental: el concepto de sustancia.

2°. La Sustancia.Descartes emplea como sinónimos las palabras “sustancia” y “cosa” (res), lo cual ya es una indicación importante: la sustancia es lo concreto existente. Lo propio de la sustancia es la existencia, pero no cualquier forma de existencia, sino la existencia completa: no necesita de nada más que de ella misma para existir.

Para Descartes la sustancia es “una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad sino de sí misma para existir”. De esta definición se seguiría que sólo Dios es sustancia, puesto que las criaturas necesitan de Dios para existir. De ahí que Descartes diga que el

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concepto de “sustancia” no se aplique del mismo modo a Dios y a las criaturas, y que, por tanto, hay dos clases de substancias: La sustancia infinita (Dios), a quien conviene absolutamente esta definición; Las substancias finitas (almas y cuerpos), que no necesitan de nada más para existir,

salvo de Dios (por tanto, una sustancia finita no necesita, para existir, de ninguna otra sustancia finita: el alma, por ejemplo, no necesita del cuerpo para existir; de aquí se sigue, inmediatamente, el dualismo cartesiano).

Por otro lado, Descartes dice que a cada sustancia le corresponde un atributo. El “atributo” constituye la esencia de la sustancia y se identifica con ella. Cada tipo de sustancia posee un solo atributo: el alma es pensamiento, y los cuerpos son extensión.

En tercer lugar, las diversas formas como está dispuesta la sustancia se llaman modos. Por ejemplo, un cuerpo (sustancia) es extensión (atributo) que tiene una figura determinada (modo). Sustancia, atributo y modo son, los tres conceptos fundamentales de la metafísica cartesiana y reaparecerán en la metafísica de Espinoza.

3°. La sustancia infinita.El que yo pueda dudar y suspender el asentimiento respecto a lo que a primera vista parece evidente, demuestra que soy libre; pero también demuestra que soy imperfecto: “hay mayor perfección en conocer que en dudar”. Descartes entonces descubre en su alma una idea singular: la idea de perfección. ¿De dónde procede tal idea? No puede haber sido construida por mí mismo (es lo que Descartes llama una idea “ficticia”), ni venir de fuera (idea “adventicia”), ya que ni yo ni las cosas del mundo somos perfectos: tiene que ser una idea innata, puesta en mí por un ser que realmente sea perfecto: Dios. Por tanto, Dios existe.

4°. Las substancias finitas.Para Descartes, el alma no es sino pensamiento: es una sustancia finita cuyo único atributo o esencia es el pensamiento (juzgar, razonar, querer, imaginar, sentir; todos ellos actos conscientes: pensamiento y conciencia tienen la misma extensión; no hay lugar en el cartesianismo para el inconsciente). Por eso Descartes llama al alma “res cogitans” (cosa o sustancia pensante), y el pensamiento es el único atributo del alma. Puedo, en efecto -dice Descartes- fingir mentalmente que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y no por ello dejaría de existir), pero no puedo fingir que no pienso; por tanto lo que constituye mi esencia es pensar.

El cuerpo (cualquier cuerpo) no es sino extensión: la extensión es su único atributo o esencia (res extensa). Los “modos” propios del cuerpo son, fundamentalmente, la figura y el movimiento (y reposo). De este modo, Descartes geometriza el mundo corpóreo.

La concepción del hombre será, en consecuencia, dualista. Si el alma y el cuerpo son substancias, no se necesitan mutuamente para existir. Tampoco se ve cómo puro pensamiento y pura extensión podrían estar unidos y en interrelación. En consecuencia, y en principio el hombre no es sino el alma: “Este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que él”. Sin embargo

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en otros lugares Descartes habla de una unión entre el alma y el cuerpo1, empleando expresiones escolásticas. En cualquier caso, dejó planteado un grave problema: ¿cómo se relacionan alma y cuerpo en el hombre? Este problema recibe, en la historia de la filosofía, el nombre de “problema de la comunicación de las sustancias”.

CONCLUSIÓN.Descartes, es después de Galileo, el creador del “otro” gran sistema científico de la Edad Moderna. Sistema total, deductivo y con fundamentos metafísicos que ejercerá una enorme influencia en su época y que sólo podrá ser desmontado por Newton. Así la ciencia moderna se manejó entre el empirismo de Bacon y Galileo, enemigos de los “sistemas totales”, y el racionalismo sistemático y metafísico de Descartes.

El Universo de Descartes se caracteriza por su dualismo: cuerpo - extensión, alma - pensamiento. De este modo, el Cosmos jerárquico y vertical de Aristóteles se vio substituido por un Universo sin límites divididos horizontalmente en dos mundos paralelos difícilmente interrelacionados.

3. BARUCH ESPINOZA.

Vida.Nace en Amsterdam (Holanda) en una familia de origen judíos - españoles que se habían refugiado en Holanda huyendo de la Inquisición. Por problemas religiosos fue expulsado de la comunidad judía, no sin que antes le ofrecieran cien florines anuales si mantenía ocultas sus dudas religiosas. Se ganó la vida puliendo lentes. El gobierno holandés toleró sus opiniones teológicas, pero fue mal visto políticamente por sus opiniones progresistas. Formado básicamente en la filosofía cartesiana, el racionalismo de Baruch Espinoza tiene influencias de la cultura judía (Maimónides), del estoicismo (Séneca, Cicerón) y de otros autores como Giordano Bruno y Hobbes.

En 1660 se traslada a Leyden y tres años después se instala en los alrededores de La Haya, manteniendo relaciones con algunos miembros de la Royal Society de Londres y con el matemático y filósofo racionalista, Leibniz. Sin embargo, pese a la enorme influencia de sus escritos, Espinoza renunció a los honores académicos para no mermar su libertad intelectual, rehusando la cátedra de filosofía de Heilderberg que se le ofreció en 1673. En torno a él se hace el silencio o se despiertan los más terribles ataques. Sólo más tarde se empezará a ver en él la más pura imagen del “filósofo”. El entusiasmo por su obra comienza con los ilustrados e idealistas alemanes. En 1677 murió de agotamiento y debilidad.

Entre sus obras sobresalen: “Tratado sobre Dios, el hombre y su felicidad”, “Tratado de la reforma del entendimiento”, “Tratado teológico-político” y “Ética demostrada según el orden geométrico”.

El conjunto de su obra obedece a tres intenciones distintas:

1 Para Descartes la unión entre el alma y el cuerpo se ubica en la glándula pineal.

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- Preocupaciones éticas. “La experiencia me ha enseñado que todos los acontecimientos de la vida son vanos y fútiles…; por ello me he decidido a investigar si existe un Bien verdadero y comunicable…” Así comienza el “Tratado de la reforma del entendimiento”, el equivalente al Discurso del método de Descartes. La respuesta será la siguiente: el supremo bien consiste en el conocimiento de la unión del hombre con la Naturaleza. Y para llegar a ese conocimiento el entendimiento necesita ser “reformado”.

- Preocupaciones religiosas. Perseguido por ateo, autor de una crítica a la religión de Israel, Espinoza es sin embargo, un místico. Rechaza toda forma de religión revelada, pero busca constituir una “religión filosófica” universal.

- Preocupaciones políticas. Su preocupación política desemboca en la filosofía. En su obra política Espinoza critica los peligros de la superstición religiosa, sobre todo si se convierte en arma política. Inspirándose en Hobbes llega, sin embargo, a consecuencias muy distintas: el gobierno democrático es “el más próximo al estado natural”.

El proyecto filosófico de Espinoza parece incluir una triple reforma: reforma del entendimiento, reforma de la religión, reforma política. Para él la “filosofía” tiene un sentido más restringido que para Descartes. Espinoza, prácticamente no se ocupó de temas científicos (igual que Descartes no se interesó por la política).

EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE ESPINOZA.El problema fundamental de su pensamiento gira en torno a la cuestión de la unidad y la multiplicidad: el problema de la identidad y la diferencia y su explicación causal. La generosa heterogeneidad de seres que observamos en el universo ha de ser explicada, como postuló tantos siglos antes Aristóteles, por sus causas. Ahora bien; ¿cómo podemos acceder a esta unicidad? ¿Cómo podremos demostrar verdaderamente cuáles sean las causas de todo lo real y múltiple?

Parece evidente que el conocimiento de los principios determinantes y rectores del mundo no puede adquirirse a través de la experiencia (que nada puede decirnos acerca de las conexiones necesarias entre los hechos), sino por el puro proceder de la mente, según sus propias leyes. En esto consiste la labor filosófica realizada por Espinoza “more geometrico”, según el modo geométrico.

Conozco las cosas cuando conozco su génesis, de la misma manera que las matemáticas y la geometría generan su objeto (génesis) desde el interior del entendimiento mismo, independientemente de lo empírico y de la temporalidad. La filosofía de Espinoza, sobre todo su más importante obra titulada “Ética demostrada según el orden geométrico”, toma como modelo el proceder deductivo y a priori de las matemáticas, basándose en la suposición de que “el orden y la conexión de las ideas es lo mismo que el orden y la conexión de las cosas”. El orden causal que rige los acontecimientos es idéntico al orden que el entendimiento sigue cuando opera con las ideas, es decir, cuando construye a priori o independientemente de la experiencia su objeto, tal y como hacen las matemáticas y la geometría, disciplinas modélicas por su rigurosa certeza.

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El proceder puro de la mente evidencia que no hay una pluralidad de causas de los acontecimientos, sino una única causa eficiente de la totalidad, denominada por Espinoza, Dios o la naturaleza (Deus sive natura), afirmación que puede interpretarse como una naturalización de Dios o como una teologización de la naturaleza. Frente al dualismo cartesiano y el pluralismo metafísico de las mónadas de Leibniz, Espinoza postula un monismo metafísico: únicamente existe una sustancia y sólo una, entendiendo por tal:

“aquello que es en sí y se concibe por sí; esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto de otra cosa, a partir de lo cual deba formarse”.

La sustancia ha de ser autónoma y autárquica tanto ontológicamente (no puede depender de otros para ser) como gnoseológicamente (no puede necesitar del concepto de otra cosa para formarse).

El concepto de sustancia es una idea innata clara y distinta, cuyo núcleo se articula en torno a la existencia: “a la naturaleza de la sustancia le pertenece existir”; “su esencia envuelve necesariamente la existencia” ya que no puede ser producida por otra cosa y tiene que ser causa de sí misma (causa sui). Espinoza elimina el ámbito de lo posible: no hay sustancias “potenciales”. Ahora bien, ¿por qué afirma que sólo puede existir una sustancia? ¿Por qué descarta la pluralidad (monismo sustancial)?

Para Espinoza, siguiendo la línea de Descartes, la sustancia es conocida por su atributo: “entiendo por atributo lo que el entendimiento percibe de la sustancia como constitutivo de su esencia”. Si dos sustancias tuvieran un mismo atributo, no podríamos distinguirlas, es decir, al tener la misma esencia nos sería imposible concebirlas como distintas, por lo tanto, solo hay una única sustancia, poseedora de una infinidad de atributos, de los cuales nosotros, los hombres, sólo conocemos dos: el pensamiento y la extensión. Estos infinitos atributos expresan la esencia de la sustancia o Dios, pero no la determinan; es decir, pertenecen a un plano gnoseológico, no ontológico:

“Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita”.

La infinitud de Dios implica que no puede haber otras substancias: todo es en Dios, y si Él fuera distinto de la naturaleza y de los otros “seres”, entonces no sería infinito.

Los seres finitos, incluidos los hombres, son modos de Dios, entendiendo por tales “las afecciones de la sustancia, o sea, aquello que está en otro, por lo que es también concebida”. Las mentes finitas son modos de Dios bajo el atributo del pensamiento y los cuerpos finitos son modos de Dios bajo el atributo de la extensión. La naturaleza no es ontológicamente distinta de Dios, porque este es infinito y “ha de comprender en sí mismo toda la realidad”. En esto consiste fundamentalmente el panteísmo de Espinoza, en la afirmación de que, fuera de Dios no puede darse ninguna sustancia, siendo este la causa inmanente de todos los seres (modos): “Dios es la causa inmanente y no transeúnte, de todas las cosas”.

LA NATURALEZA.Espinoza reelabora tres conceptos tomados de Descartes: sustancia, atributo y modo. El concepto “sustancia” es únicamente aplicable a Dios: Dios es la única sustancia.

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Los atributos expresan la esencia de la sustancia y se identifican con ella: Dios –o la sustancia- posee infinitos atributos, de los cuales, sin embargo, sólo conocemos dos, los mismos que señala Descartes: Dios es Pensamiento y es Extensión.

Las sustancias finitas de Descartes –cuerpos y almas- se reducen ahora a ser simples modos de la Sustancia única: ya no son sustancias, sino “partes” del Todo infinito.

Espinoza afirma la existencia de una sola sustancia, despertando así la antigua visión de la realidad como una Totalidad infinita. Pero se trata de una Totalidad que es “Naturaleza”, es decir, que es activa, que es fuente infinita de producción. La Sustancia no es concebida como “substrato” inerte (escolástica), sino como causalidad y fuerza. Espinoza dinamiza totalmente el sistema cartesiano, hasta el punto de identificar la extensión con el movimiento (un cuerpo es un sistema de movimiento y reposo, y nada más que eso), y el pensamiento con el pensar (el alma es un sistema de actos de pensar).

Su concepción de la realidad es monista (unitaria) y es más consecuente que Descartes con la definición de sustancia, pues si se entiende por sustancia “aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir”, como el propio Descartes admite, esta definición sólo correspondería de manera exacta a una sustancia infinita, que no depende de nada. Espinoza llama a esto Dios o Naturaleza.

Pero este Dios no hay que entenderlo como el Dios de la tradición religiosa que conocemos, sino más bien como Naturaleza, la realidad misma, que se despliega en múltiples formas y de la que sólo conocemos dos de entre sus infinitos atributos, la extensión y el pensamiento. Las cosas concretas, individuales, son partes de ese todo. En este sentido se puede decir que Espinoza es panteísta y también que es materialista. Así lo entendieron sus contemporáneos.

Su sistema es monista, puesto que cree que “todos los atributos se identifican entre sí”. De este modo se eliminan los problemas procedentes del dualismo cartesiano: ya no tiene sentido preguntarse cómo actúan las cosas sobre la mente, o a la inversa. No hay más que una sola sustancia, y sus atributos –aunque sean infinitos- vienen a ser como un solo atributo. A cada cosa le corresponde una idea, y esa idea es su “alma”. O mejor: “cada cosa es extensión y es alma” al mismo tiempo.

Así el orden de las ideas refleja el orden de las cosas. Es la máxima exigencia del racionalismo. Se trata, además de un orden necesario: la necesidad rige todo el acontecer de la Naturaleza, y por eso puede ser expuesto en “orden geométrico”. Esta necesidad excluye toda concepción finalista de la Naturaleza: no hay más causalidad que la causalidad eficiente. Quedan excluidas –como en matemáticas- las causas finales del orden del mundo. Pensar que las cosas acontecen para algo no es más que un engañoso juego de la imaginación.

El hombre, del que se ocupa ampliamente, es también un aspecto más de la naturaleza, dejando de ocupar ese lugar central que tenía en el pensamiento anterior, incluido el de Descartes.

EL HOMBRE.

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“Nada hay azaroso en el universo. El hombre sabio ha de asumir que su aparente libertad no es más que una ficción

producto de su ignorancia sobre el orden racional y necesarioque impera en el mundo. Deus sive natura”.

La realidad es una y la misma pero observada desde perspectivas diversas, desde distintos puntos de vista, según nos atengamos al atributo del pensamiento o de la extensión. Lo que cambia no son las “cosas”, sino nuestra mirada sobre ellas. Así, el hombre puede ser considerado como cuerpo (extensión) o como alma (pensamiento), pero ambos son constitutivamente la misma cosa. El problema del dualismo cartesiano y de la interacción entre alma y cuerpo es, por lo tanto, un falso problema.

Si naturaleza y Dios se identifican, es imposible hablar de azar en el mundo. Todo está determinado por la necesidad de la naturaleza divina, incluso el mismo Dios no podría haber “creado” el mundo de otra manera: su libertad es necesaria y obligada. Los seres finitos surgen necesariamente y los hechos son causales pero no casuales. Todo esto supone la eliminación de la libertad humana. Esta no es más que un espejismo producto de la ignorancia:

“Los hombres se engañan al creerse libres; y el motivo de esta opinión es que tienen conciencia de sus acciones, pero ignoran las causas por que son determinadas; por tanto, lo que constituye su idea de libertad, es que no conocen causa alguna de sus acciones”.

Este postulado no anula, sin embargo, la praxis humana, la ética. Pese a que no conocemos el orden total por el que se rige la naturaleza, si podemos asumir “activamente” la necesidad absoluta de nuestras acciones. La voluntad y el entendimiento son una y la misma cosa, y por lo tanto, cuando conocemos la necesidad de los acontecimientos, esto es, a Dios, podemos sentirnos libres (forzada y necesariamente). El amor a Dios coincide con la sabiduría, con el conocimiento del orden racional necesario que impera en el mundo.

Lo que le interesa a Espinoza es el hombre y su felicidad. Pero no puede alcanzarse si el hombre falsea su situación en la Naturaleza. El hombre no es una “sustancia”, sino únicamente una “parte” (un “modo”) de la Naturaleza. No debe seguir los engaños de la imaginación: sólo el pensamiento racional le permite situarse en su verdadero lugar y alcanzar toda la felicidad posible.

El hombre debe, ante todo librarse de la imaginación. Espinoza llama así a toda forma de conocimiento que dependa del propio cuerpo (en cuanto sufre la acción de otros cuerpos exteriores) y que sólo permita conocer la Naturaleza de un modo fraccionario y parcial.

De la imaginación procede toda clase de ilusiones. Por ejemplo, creer que el mundo entero está al servicio del hombre (error teleológico); creer que nociones como “Bien” y “Mal”, “Belleza” y “Fealdad”, “Calor” y “Frío”, y tantas otras, permiten explicar verdaderamente la Naturaleza (error axiológico); o bien pensar que el hombre mismo es una “sustancia” (error antropológico). En realidad, este último error es el más grave y fundamenta los otros: si el hombres es una “sustancia”, se explica que el mundo esté hecho para él, y que, según le convengan o no las cosas, sean éstas en sí mismas buenas o malas, etc.

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Además de la imaginación surgen las pasiones que esclavizan al hombre. En la medida en que imagina, el hombre se comporta pasivamente, ya que está sometido al curso aparente del mundo: le dominan entonces la tristeza o la falsa alegría, el amor o el odio, la esperanza o el miedo, la envidia o la misericordia, etc. El hombre, en definitiva se convierte en esclavo de sus pasiones y está sometido al curso del Universo.

Pero el hombre puede conocer el mundo de otro modo: por el pensamiento. Es decir, puede producir él mismo sus propias ideas, entonces la mente humana deja de ser pasiva y se convierte en activa. Naturalmente la actividad del alma no será sino parte de la actividad del atributo infinito del Pensamiento. De este modo, el alma humana se une a la Naturaleza, capta la totalidad y ve ampliarse hasta el infinito su propia fuerza. Surge entonces una alegría sin límites. Porque el hombre en lo más profundo de su ser es esfuerzo y deseo, poder y fuerza; y el esfuerzo es, ante todo, esfuerzo de conocer a Dios, con lo que el poder del hombre se acrecienta y nace la alegría por este acrecentamiento del propio ser.

CONCLUSIONES.Dios es la única sustancia, el gran poseedor de todos los atributos, pero su existencia está supeditada a la razón como la gran ordenadora y dictadora, la razón flota en el ambiente que respira Dios. Su existencia es necesaria en la medida de ser el creador, inspirador y causa de todo lo que hay. Todo en Dios.

La conducta humana está sujeta a una serie de afecciones, sentimientos, pasiones y equivocaciones, que son producto de su propia alma y del desconocimiento, su trabajo consiste en conocerlas y saber la forma en cómo actuarán en él. La ética es el estudio de esas afecciones, prediciendo lo que ocurrirá si... y describiendo la forma de actuar de una persona que conciba de igual manera el mundo.

La mejor manera de evitar los errores es actuar con conocimiento de causa, pues nada se escapa de la relación causa-efecto y al conocer la causa por ende se conocerá también el efecto lo que implica predecir y entender el porqué. Es posible afirmar que Espinoza no intenta otra cosa que desvelar la verdadera naturaleza del error.

Espinoza no concibe a un hombre aislado o separado de la naturaleza o del orden, sino a un integrante más de ese conjunto, lo cual significa que está en constante posibilidad de conocer a Dios y, más aún, en Dios. Si Platón decía que conocemos cuando recordamos, Espinoza señala que esto es posible sólo cuando conocemos a Dios.

4. GODOFREDO GUILLERMO LEIBNIZ.

Vida y Obra.Hijo de un profesor de filosofía moral de Leipzig. Estudia filosofía, matemáticas y derecho. Inteligencia precoz y extraordinariamente curiosa. Durante su infancia, su educación se realizó, casi exclusivamente, gracias a la lectura de la biblioteca paterna. A los 12 años, hablaba latín y comprendía griego2. Su primera formación oficial la recibe en Leipzig,

2 Dominaba el latín, griego, francés, inglés y alemán e incluso llegó a interesarse por la escritura china y el I Ching (antiguo libro chino y texto de moral, filosofía y cosmología del Confusionismo),

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donde sentirá gran interés por la lógica aristotélica de influencia escolástica. Leibniz es un autodidacta que poseerá una amplísima información sobre todas las cuestiones posibles. Residió algún tiempo en París y recibió la influencia del cartesianismo y del materialismo de Gassendi3. Inventó el cálculo infinitesimal, ignorando la obra de Newton, aún no publicada, por lo que tuvo una seria polémica con él. Conoció a Espinoza e intentó relacionarse con Locke, sin conseguirlo. El resto de su vida desde 1676 hasta su muerte, permaneció en Hanover.

A lo largo de su vida hizo muchos proyectos de importancia política y cultural, sin éxito en ninguno de ellos, como por ejemplo la unificación de Europa, la reunificación de las religiones cristianas, la invención de un “cálculo universal” para demostrar todas las verdades. Leibniz publicó una enorme cantidad de trabajos de todo tipo, pero sólo escribió dos obras filosóficas importantes: “Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano” y “Ensayos de Teodicea”. Hay que citar, algunos opúsculos importantes: “Discurso de metafísica” y “Monadología”.

Algunas ideas constantes en su filosofía: Leibniz es un irenista que busca la paz: el orden que preconiza se basa sobre la idea de

armonía: los intereses contrapuestos pueden complementarse, y la solidaridad es posible. Su filosofía pretende explicar hasta qué punto el mundo entero tiene un carácter armónico: “ese maravilloso orden resulta del hecho de que la naturaleza es el reloj de Dios”. Leibniz emplea la metáfora del reloj para hablar de la armonía del mundo4.

Es un filósofo racionalista, y su método tiene el mismo carácter deductivo - matemático.

Ambiciona como Descartes y Espinoza, una unificación de todas las ciencias. Pero su intención es también evidente: la unificación de las ciencias permitiría la unificación de los espíritus. El interés de Leibniz es probar, contra Locke, la existencia de ideas innatas: esas ideas son como las semillas que permitirán un acuerdo fundamental entre los hombres.

Su pensamiento es profundamente ecléctico. Si critica a Descartes y a Espinoza es para desechar aquello que le parece extremoso en sus doctrinas, de tal modo que sea posible una síntesis entre escolástica y cartesianismo. Este proyecto de Leibniz encuentra su fundamento metafísico en una teoría de la sustancia: las sustancias son múltiples, pero entre ellas reina una armonía pre-establecida.

Leibniz comparte la noción cartesiana de sustancia como realidad autónoma e independiente de cualquier otra. De Descartes rechaza: - la idea de que la extensión es la esencia de la sustancia material; - sus explicaciones mecanicistas del movimiento.

LA MULTIPLICIDAD.

manteniendo importante correspondencia con jesuitas que misionaron en China.3 Filósofo y matemático francés (1592-1655). Fue enemigo de los aristotélicos y de Descartes. Partidario de Epicuro, Copérnico y Galileo y defendió el sensualismo, Sus teorías prepararon el camino del método empírico moderno, anticipando las ideas de Locke y Condillac.4 Descartes utiliza la metáfora del reloj para resaltar el carácter de máquina que tiene todo cuerpo vivo.

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Leibniz sostiene que la sola consideración de la masa extensa y las matemáticas (como lo pensaba Descartes) no explica el movimiento, sino que es necesario emplear la noción de fuerza, que es un concepto más inteligible o metafísico. Su teoría de las sustancias (o “mónadas”), lo expone en su obra “Monadología”: La mónada, es una sustancia simple que forma parte de las compuestas; simple, es decir

sin partes. Es preciso que existan sustancias simples, puesto que hay sustancias compuestas;

porque lo compuesto no es sino un conglomerado de cosas simples. Pero donde ya no hay partes, no hay extensión, ni figura, ni divisibilidad posible. Y

estas mónadas son los verdaderos átomos de la Naturaleza, en una palabra, los elementos de las cosas.

Se podría dar el nombre de entelequias a todas las sustancias simples o Mónadas creadas, ya que tienen en sí una cierta perfección y poseen una cierta suficiencia que las hace fuente de sus acciones internas.

“Si queremos llamar alma a todo lo que posee percepciones y apetitos, todas las sustancias simples o mónadas creadas podrían llamarse almas…”

Puesto que las mónadas no son extensión, ni materia, Leibniz busca su esencia en los conceptos aristotélicos de “entelequia” y “forma”; en resumidas cuentas son acto, fuerza, alma.

Las características principales de las mónadas son las siguientes:- Son fuerzas primitivas.- Son simples e inextensas (no pueden perecer por corrupción ni aparecer por unión;

necesariamente son creadas por Dios).- Son impenetrables: una mónada no puede ser alterada desde afuera; “las mónadas

carecen de ventanas por las que algo pueda entrar o salir”.- Podría decirse, que toda mónada es un “alma”, pero según Leibniz en la mayoría de las

mónadas la percepción no es consciente.

La doctrina de la mónada anula, la distinción cartesiana entre extensión y pensamiento. Pero crea, por otro lado una multiplicidad infinita en el universo. Hay múltiples sustancias compuestas, y, a su vez, cada una de ellas se compone de otras sustancias.

LA ARMONÍA.Este mundo de la multiplicidad ha sido creado por Dios. No es un mundo necesario –contra Espinoza-, sino uno de los mundos posibles que la mente divina concibe. ¿Por qué existe precisamente este mundo y no otro? Por el principio de conveniencia o de elección de lo mejor. Entre todos los mundos posibles, Dios elige “el mejor”, de tal manera que ni siquiera la presencia del mal puede ser una verdadera objeción contra la bondad del Creador de “lo mejor posible”.

En un mundo así, debe reinar la armonía más perfecta5. En primer lugar todas las cosas están ligadas las unas a las otras en la medida, en que cada mónada es como “un espejo viviente y perpetuo del universo”. En efecto, cada mónada posee como actividad propia la

5 El optimismo de Leibniz es absoluto y no escapó a la crítica mordaz de Voltaire.

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percepción: lo que cada mónada percibe es el universo entero, y cada mónada es una “perspectiva” distinta de la totalidad. Hay, según Leibniz una “armonía universal que hace que cada sustancia exprese exactamente a todas las demás”. Naturalmente, esa percepción o representación es sólo confusa e inconsciente, siendo consciente sólo para una pequeña parte del Universo. Pero no importa: de un modo u otro todo está ligado, cada movimiento repercute en todos los cuerpos.

Por otro lado, aunque las diversas mónadas no puedan influenciarse directamente, todo sucede en un orden perfecto, puesto que Dios –como perfecto relojero- ha sincronizado todos los movimientos y pensamientos del mundo en una armonía pre-establecida.

TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.Este filósofo racionalista, admite las ideas innatas, como punto de partida del conocimiento humano. Leibniz insiste en el escaso valor de la experiencia sensible en el conocimiento y en el importante papel que juega la razón. Pero a diferencia de Descartes, Leibniz busca el fundamento de la verdad no en la evidencia, es decir en la claridad y distinción con que ésta se impone a la conciencia, sino en la estructura lógica de las propias proposiciones.

Distingue así dos tipos de verdades, que corresponden a dos tipos de proposiciones:

Las verdades necesarias o verdades de razón, que son tautologías, es decir, proposiciones en las que el predicado no añade nada que no esté contenido en el sujeto6. Por ejemplo en “el todo es mayor que las partes” basta analizar el concepto de “todo”, que es el sujeto de la proposición, para comprender que “todo” es algo compuesto de partes y que por tanto ha de ser necesariamente “mayor que las partes”, que es lo que dice el predicado. Las proposiciones opuestas serían imposibles al ser contradictorias. Son características de la lógica y las matemáticas.

Las verdades de hecho son proposiciones de las ciencias naturales. Se captan por experiencia, estudio o investigación; ej. El agua hierve a 100oC. Son contingentes, es decir, su opuesto no es absurdo, pues es también posible.

Esta distinción le sirve a Leibniz para dar un fundamento racional a todo lo que sucede, pues las cosas o hechos que pueden darse o no darse (suceder o no) dependen también de un principio racional, el de razón suficiente, que dice que “todo lo que existe o sucede tiene una razón para existir o suceder”.

Así las verdades de razón o verdades necesarias se apoyan en el principio de contradicción7, las verdades de hecho se apoyan en el principio de razón suficiente.

Apoyándose así en el principio de razón suficiente, Leibniz, sin renunciar al ideal deductivo del racionalismo, salva la libertad de los actos humanos. Los actos humanos son libres para Leibniz pero no irracionales, tienen una razón suficiente de ser, razón que en último 6 Verdades de razón: Se captan por mero análisis de los términos de una proposición: “La recta es la línea más corta entre dos puntos”. Respetan siempre el principio de no-contradicción: “El conjunto ocupa más espacio que las partes”. 7 Ninguna proposición puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo.

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término depende de la voluntad divina que creó este mundo aun habiendo podido crear otro.

Leibniz defendió siempre la libertad del ser humano para actuar conforme a su voluntad, y eso explica su recurso a la distinción entre verdades de hecho y de razón. Se le criticó a Leibniz que las verdades de hecho se reducen prácticamente a las de razón o analíticas. La razón suficiente del agua está en cada una de sus características, luego analizando bien el carácter y propiedades del agua, descubriríamos que “hervirá a 100oC”. Leibniz intentó defenderse de estas objeciones argumentando que:

El entendimiento humano tendría que realizar un análisis casi infinito de un término (por ejemplo “agua”), y esto es imposible. Sólo por experiencia terminaremos sabiendo que el agua hervirá a “100oC”, no deductivamente.

Pero existe otra diferencia: las verdades de razón se refieren a esencias -son verdaderas independientemente de que existan o no los objetos a los que refieren: los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos, existan o no triángulos-, mientras que las verdades de hecho se refieren a existencias -sólo son verdaderas si existen los objetos referidos por ellas-.

Según Leibniz, las verdades de razón se fundamentan en el entendimiento divino, y las verdades de hecho en la voluntad divina, que ha decidido crear un mundo con objetos tales como “agua” y “termómetros con escala de 100oC”. La razón para que Dios creara este mundo y no otro diferente es que este es el mejor de todos los mundos posibles, y eso explica su creación. Luego ni el mismo Dios sería libre para crear un mundo distinto de éste.