El Poder Del Pasado La Memoria de La Conquista y Los Primeros Historiadores de Guatemala, 1550-1700...

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EL PODER DEL PASADO STEPHEN WEBRE CAP. 1 -- 1 I El poder del pasado: La memoria de la conquista y los primeros historiadores de Guatemala, 1550-1700 * Entendida para fines del presente capítulo como la conservación en forma escrita de la memoria colectiva de una comunidad, desde la invención de las letras la historiografía ha sido uno de los rasgos más fundamentales de la vida civilizada. 1 Porque exige formación literaria, tiempo ocioso y cierto nivel de apoyo material, la función especializada de historiador se ha reservado a los miembros de los grupos élites, quienes con no poca frecuencia han procurado apropiarse del pasado para imponer sobre la comunidad entera la autodefinición y valores de las capas privilegiadas a que ellos pertenecen. En la provincia centroamericana de Guatemala * Otras versiones de este capítulo fueron presentadas ante el XVIII Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Montreal, Canadá, 27 de agosto al 3 de septiembre de 1995 y ante el III Congreso Centroamericano de Historia, San José, Costa Rica, 15 al 18 de julio de 1996. 1 Para un breve vistazo sobre la historiografía primitiva de Guatemala colonial, véanse de Antonio Batres Jáuregui, Bibliografía histórica guatemalteca (Guatemala, 1908); Franklin Dallas Parker, ―The Histories and Historians of Central America to 1850‖ (tesis de doctorado, Universidad de Illinois, 1951); y Francisco Esteve Barba, Historiografía indiana, 2 a ed. (Madrid, 1992), 316-342.

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EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 1

I

El poder del pasado: La memoria de la conquista y los primeros

historiadores de Guatemala, 1550-1700*

Entendida para fines del presente capítulo como la conservación en forma escrita de la

memoria colectiva de una comunidad, desde la invención de las letras la historiografía ha sido

uno de los rasgos más fundamentales de la vida civilizada. 1 Porque exige formación literaria,

tiempo ocioso y cierto nivel de apoyo material, la función especializada de historiador se ha

reservado a los miembros de los grupos élites, quienes con no poca frecuencia han procurado

apropiarse del pasado para imponer sobre la comunidad entera la autodefinición y valores de las

capas privilegiadas a que ellos pertenecen. En la provincia centroamericana de Guatemala

* Otras versiones de este capítulo fueron presentadas ante el XVIII Congreso Internacional de Ciencias

Históricas, Montreal, Canadá, 27 de agosto al 3 de septiembre de 1995 y ante el III Congreso Centroamericano de

Historia, San José, Costa Rica, 15 al 18 de julio de 1996.

1 Para un breve vistazo sobre la historiografía primitiva de Guatemala colonial, véanse de Antonio Batres

Jáuregui, Bibliografía histórica guatemalteca (Guatemala, 1908); Franklin Dallas Parker, ―The Histories and

Historians of Central America to 1850‖ (tesis de doctorado, Universidad de Illinois, 1951); y Francisco Esteve

Barba, Historiografía indiana, 2a ed. (Madrid, 1992), 316-342.

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durante los siglos XVI y XVII, el elemento central de la autodefinición de los pobladores

europeos y sus descendientes, era la memoria de la conquista y el subsecuente poblamiento del

territorio por los españoles, proceso que duraba desde 1524 hasta aproximadamente 1550. Para

la minoría blanca que vivía de la explotación del trabajo de las masas indígenas, la conquista

representaba el momento fundador de la sociedad colonial y de las relaciones de poder de que

ellos se beneficiaban. No es extraño pues que para ellos, la expectativa respecto a los trabajos de

historia fuera que las narrativas que construyeran en torno a los citados acontecimientos,

sirvieran para enaltecer y justificar la empresa española en Indias, así como también a los

personajes quienes desempeñaron en ella.

Visto que en la Guatemala de la época colonial fueron sólo los integrantes de este mismo

grupo dominante quienes contaban con los requisitos sociales y materiales para dedicarse a la

investigación y redacción de las obras históricas—o, dicho sea de paso, para la lectura de las

mismas—el discurso sobre el significado y legado de la conquista era actividad privativa de los

españoles, fueran éstos peninsulares (españoles nacidos en España) o criollos (españoles nacidos

en las provincias americanas).2 En el presente capítulo, nos limitamos a un examen de las

principales contribuciones historiográficas de fray Bartolomé de Las Casas, Bernal Díaz del

Castillo, fray Antonio de Remesal, don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán y fray Francisco

2 Existen desde luego importantes ejemplos de la historiografía maya, pero antes del siglo XVIII estaban

poco conocidos fuera de las comunidades donde se conservaban en forma manuscrita. Obras indígenas, tales como

el llamado Memorial de Sololá, o Anales de los kaqchikeles, quedan más allá del alcance del presente capítulo. Sin

embargo, al lector quien quiera indagar más en esta materia, se le recomienda consultar entre otras, las obras de

Robert M. Carmack, Quichean Civilization: The Ethnohistoric, Ethnographic, and Archaeological Sources

(Berkeley y Los Angeles, 1973) y de J. Daniel Contreras R. y Jorge Luján Muñoz, El Memorial de Sololá y los

inicios de la colonización española en Guatemala (Guatemala, 2004).

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de Asís Vázquez de Herrera. En las obras de estos cinco escritores, quienes bien merecen ser

reconocidos como los fundadores en Guatemala de la historiografía de tradición occidental, se

encuentran juicios fuertes sobre la conquista y sobre el sistema social que ésta produjo. Además

de los puntos de vista representados por estas primitivas historias, se examinan los fines a que

sus autores las destinaban, y también su recepción a manos de sus contemporáneos.

Desafíos de los primitivos historiadores

En la época temprano moderna, tal como en la nuestra, las obras históricas de mayor

influencia eran las que salían publicadas en forma de libros impresos. La importancia de la

impresión se debía en parte a que ésta facilitaba la difusión, aun considerando la tasa

relativamente baja de alfabetismo en la citada época. Otro factor tal vez más importante, era el

que al ser impresa una obra literaria cualquiera, asumía desde ese momento la aperiencia de

mayor permanencia y mayor autoridad, gracias a la asociación de su contenido con el prestigio

de una nueva tecnología, que se caracterizaba por una presentación física formalizada y por un

gasto conspicuo de recursos. A semejanza de otras expresiones materiales del orgullo

comunal—entre ellas las catedrales, los conventos, las casas de ayuntamiento y las fuentes

públicas—una historia impresa podía funcionar como monumento a la importancia y poder del

grupo cuya versión del pasado consagraba.

Para llevar a la estampa un trabajo cualquiera, hacía falta sobrepasar varios obstáculos,

entre ellos los aparatos de la censura, fueran éstos del estado o del establecimiento eclesiástico.

A pesar del deseo manifiesto de evitar la difusión de obras consideradas ofensivas a las llamadas

buenas costumbres, o que no se conformaran con la ideología oficialmente establecida, las

primeras leyes españolas para el reglamento de la impresión de libros, que databan de 1502, eran

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poco severas y no se ejecutaban con mucha regularidad. Durante el reinado de Felipe II (1556-

1598), sin embargo, fueron aprobadas unas medidas más estrictas, en particular un decreto de

1556 que mandaba que cualquier libro tocante al Nuevo Mundo, antes de imprimirse fuera visto

y aprobado por el Consejo de Indias. Bajo esta ley, para sacar la debida licencia estaban

forzados los autores residentes en Indias a enviar sus manuscritos a España, un procedimiento

costoso e incómodo que bien puede haber resultado en la pérdida de algunas obras debido a la

negligencia burocrática o a las incertidumbres del transporte marítimo.3

Otro factor desalentador era la escasez en Indias de los equipos y materiales necesarios.

En 1500, sólo medio siglo después de la invención en Alemania de la imprenta de tipos

movibles, se contaba ya en España con prensas tipográficas en no menos de treintaitrés ciudades

y villas. Sin embargo, era mucho más lenta la difusión en Indias de la nueva tecnología. En

1660, cuando Juan de Pineda Ibarra estableció la primera imprenta en Santiago de Guatemala,

dicha ciudad se convirtió en solamente el cuarto centro urbano en toda la América hispana a

contar con una prensa.4 Aun en esos lugares donde existían imprenta, podía salir menos costoso

sacar libros de algún tamaño en España que en Indias, debido a la necesidad de importar los

materiales, y en particular el papel que, siempre escaso se venía a precios muy elevados. Dado

que las obras históricas, de todos modos tenían que ser aprobadas en España, salía más

3 Stephen C. Mohler, ―Publishing in Colonial Spanish America: An Overview‖, Revista Interamericana de

Bibliografía, XXVIII, núm. 3 (1978), 262-264. Para la cédula de Felipe II, fechada en Valladolid el 21 de

septiembre de 1556 y reiterada en Toledo el 14 de agosto de 1560, véase el Lib. I, tít. 24, ley 1, de la Recopilación

de leyes de los reynos de las Indias, ed. facsimilar, 3 tomos (Madrid, 1943), I, 213.

4 La imprenta se introdujo con anterioridad únicamente en las ciudades de México, Lima y Puebla,

trasladándose Pineda Ibarra de esta última para establecerse en Guatemala. José Toribio Medina, La imprenta en

Guatemala, 1660-1821, 2a ed., 2 tomos (Guatemala, 1960), I, xv, xxvii-xxix.

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económico contratar ahí también el trabajo de la impresión. Dondequiera que se realizara dicho

trabajo, el autor tendría necesidad de capitales para financiarlo, con la esperanza de recuperar

dicha inversión mediante las ventas. Los clérigos y especialmente los miembros de las órdenes

religiosas gozaban en algunos casos de apoyo institucional, pero los autores seculares, si no

contaban con suficientes recursos personales tenían que depender del patrocinio de algún

individuo acaudalado. Algunos escritores solicitaban apoyo financiero a la Corona, pero por lo

general sin resultado.5

Dos puntos de partida: Fray Bartolomé de Las Casas y Bernal Díaz del Castillo

No es pensable hablar de los orígenes de la historiografía en Guatemala sin hacer

referencia a las obras de dos de las figuras literarias más importantes del siglo XVI, fray

Bartolomé de Las Casas (1484-1566) y Bernal Díaz del Castillo (1496-1584).6 Ninguno de los

dos escribía principalmente sobre Guatemala, pero tanto el uno como el otro tenía fuertes

asociaciones con dicha provincia. Además, sus obras más conocidas en aquella época

representaban visiones directamente opuestas de la conquista. Natural de Sevilla, el fraile

dominicano Las Casas era conocido por sus esfuerzos por defender a la población indígena del

Nuevo Mundo contra la violencia y explotación de parte de los españoles.7 Durante el primero

5 Mohler, ―Publishing in Spanish America‖, 259-260.

6 Existe cierto desacuerdo respecto a las fechas de nacimiento, tanto de Las Casas como de Bernal Díaz.

Sobre esta cuestión, aceptamos los argumentos convincentes presentados por Helen Rand Parish y Harold E.

Weidman, ―The Correct Birthdate of Bartolomé de Las Casas‖, Hispanic American Historical Review, LVI (agosto

de 1976), 385-403; y por Herbert Cerwin, Bernal Díaz, Historian of the Conquest (Norman, 1963), 16.

7 Para una introducción a la literatura extensiva sobre Las Casas, véase de Lewis U. Hanke, Bartolomé de

Las Casas: Bookman, Scholar and Propagandist (Filadelfia, 1952).

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de sus dos períodos de residencia en Centroamérica (1534-1539), Las Casas dirigió la

subyugación por métodos pacíficos de la provincia fronteriza de la Verapaz. Más tarde (1544-

1549), sirvió de obispo de Chiapas, donde peleaba frecuentemente con los pobladores españoles

sobre su tratamiento de los indígenas. De sus muchas obras escritas, en su propio tiempo era Las

Casas más conocido por la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, impresa en Sevilla

en 1552, como uno de nueve opúsculos polémicos.8 Como el título sugiere, constituye la

Brevísima relación un resumen abreviado de las consecuencias catastróficas del encuentro de los

europeos con los indígenas. Incluye la primera relación impresa de la conquista de Guatemala,

un inventario gráfico de atrocidades de las cuales Las Casas culpaba personalmente al líder de la

expedición, Pedro de Alvarado.9

Estudioso serio y escritor prolífico, Las Casas dedicó su vida a la recolección de fuentes

manuscritas para la historia de los indígenas y de las actividades de los españoles en el Nuevo

Mundo. Sin embargo, también era activista destinando gran parte de su producción literaria a los

ojos de los personajes más influyentes de la corte. Los nueve opúsculos que incluían la

Brevísima relación fueron las únicas obras publicadas durante su vida, y esto cuando el autor ya

tenía sesentaiocho años de edad. No aparece en estos folletos seña alguna de revisión o

aprobación oficial, de manera que la capacidad de Las Casas de mandarlos libremente a imprimir

y distribuir constituye evidencia de lo poco eficaz que eran los reglamentos contemporáneos

tocantes a la producción de impresos. Sin embargo, es probable que la controversia provocada

8 Breuissima relacion de la destruycion de las Indias: colegida por el Obispo dõ fray Bartolome de las

Casas o Casaus de la orden de Sãcto Domingo (Sevilla, 1552). Una edición moderna accesible se encuentra en

Obras escogidas de fray Bartolomé de Las Casas, ed. de Juan Pérez de Tudela Bueso, 5 tomos (Madrid, 1957-

1958), V, 134-177.

9 Las Casas, Obras escogidas, V, 151.

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tanto en España como en el exterior por la Brevísima relación, fuera la causa que ocasionara la

expedición de la cédula de 1556 de que no se imprimieran libros sobre el Nuevo Mundo sin

previa aprobación del Consejo de Indias. Tres años más tarde, en 1559 depositó Las Casas en el

convento dominicano de Valladolid todas sus obras inéditas, entre ellas algunos trabajos

históricos importantes, bajo la condición de que no se publicaran al menos por cuarenta años.10

Es posible que el autor temía que dichas obras no pudieran ser aprobadas bajo el nuevo

reglamento, o que corrieran riesgo de decomiso o hasta de destrucción.

Si Las Casas defendía a los pueblos conquistados de Guatemala, Bernal Díaz del Castillo

era el portavoz de los conquistadores, y en particular de los soldados ordinarios, quienes según él

no habían sido jamás adecuadamente premiados por sus servicios. Nacido en Medina del

Campo, Bernal Díaz luchó bajo Fernando Cortés en la conquista de México (1519-1522) y en la

expedición que dicho capitán hizo a Honduras (1525). Alrededor de 1541 se asentó en Santiago

de Guatemala donde ocupó posiciones de importancia, llegando a ser regidor del cabildo de

dicha ciudad y viajando en dos ocasiones a España para defender ante la corte los intereses de los

pobladores contra medidas reformistas abogadas por el propio Las Casas. En búsqueda del favor

real, Bernal Díaz se puso a redactar una narrativa de primera mano de la conquista de México.

En estilo directo y de poca afectación, su Verdadera y notable relación de la conquista de la

Nueva España celebraba la conquista, así como también el heroísmo y los sacrificios de los

españoles que en ella lucharon.

A diferencia de Las Casas—quien habiéndose retirado a España, podía pasar un año

entero en Sevilla superentendiendo personalmente en la impresión de su Brevísima relación—

Bernal Díaz se quedó en Guatemala. En 1568, cuando a la edad de setentaidós años ponía los

10

Hanke, Las Casas: Bookman, 27-29, 40-49; Mohler, ―Publishing in Spanish America‖, 262.

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últimos toques a su historia de la conquista, el único taller tipográfico en todas las provincias

americanas se encontraba en la ciudad de México. De todos modos, bajo el decreto de 1556 le

era forzoso mandar copia del manuscrito a España para ser revisada en el Consejo de Indias, por

cuyo motivo sería más factible imprimirlo también en la madre patria, si se podía dar con

suficiente apoyo financiero. Aparentemente, Bernal Díaz esperaba que la Corona pusiera la

inversión necesaria, pero en 1575 cuando por fin envió a España el borrador en limpio, no se le

despachó sino un acuse de recibo. No estando presente en la corte el anciano conquistador, no

estaba en condiciones de hacer cabildeo a su propio favor, o para defenderse personalmente

contra objeciones poco justas, inclusive la de ser él impostor sin servicio alguno en la

conquista.11

Murió Bernal Díaz del Castillo en 1584 sin lograr que se imprimiera la Verdadera

relación. Casi sesenta años más tarde, en 1632 sacó en Madrid el fraile mercedario Alonso de

Remón una edición basada en el manuscrito que el conquistador había enviado al consejo.

Parece que esta versión impresa no se conoció en Guatemala sino hasta cuarenta años más tarde,

pero en el ínterin quedó en manos de los descendientes del autor otro borrador que regularmente

sería consultado por ellos y por otros lectores criollos.12

Fray Antonio de Remesal

A pesar de sus cercanas asociaciones personales con la provincia, ni Las Casas ni Bernal

Díaz del Castillo escribía principalmente sobre asuntos de Guatemala. Tan tarde como 1600,

11

Cerwin, Bernal Díaz, 195-200.

12 Véase más abajo, el caso de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. La edición de Remón

apareció bajo el título de Historia verdadera de la conquista de la Nueva-España (Madrid, 1632). Existen varias

ediciones modernas.

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todavía no existía ninguna historia general de la conquista y poblamiento de dicho territorio.

Durante la segunda década del siglo XVII intentó llenar ese vacío un estudioso energético de

nombre de fray Antonio de Remesal (1570?-1627?). A diferencia de Bernal Díaz, Remesal no

encontró ninguna dificultad en publicar su obra en España, pero cuando ésta apareció en

Guatemala fue tan hostil la reacción que el propio autor quedó envilecido, encarcelado y para

colmo expulsado de la provincia.

Natural de Allariz en Galicia, Antonio de Remesal hizo sus estudios en Salamanca, donde

en 1592 se incorporó en la orden de Santo Domingo. En el convento de dicha orden en

Valladolid, tuvo la fortuna de descubrir el gran depósito de manuscritos dejado allí antes de su

muerte por fray Bartolomé de Las Casas, cuyos correligionarios lo recordaban por el papel

notable que había desempeñado en la evangelización del Nuevo Mundo. Habiendo decidido

escribir una biografía de Las Casas y queriendo por ese motivo examinar los documentos que

todavía se encontraran en las tierras donde había vivido y trabajado el autor de la Brevísima

relación, Remesal se aprovechó de la primera oportunidad para viajar a Guatemala.13

Llegado a

Centroamérica en 1613, Remesal se asentó en el convento dominicano de Santiago de Guatemala

donde pronto hizo la amistad del gobernador de la provincia, don Antonio de Peraza Ayala

Castilla y Rojas, conde de la Gomera (presidente de la audiencia de Guatemala, 1611-1627).

Mediante nombramiento como capellán personal del conde de la Gomera, Remesal no

sólo ganó acceso a los archivos gubernamentales, sino también se hizo objeto de celos de parte

de los clérigos criollos y en particular del deán del cabildo eclesiástico, don Felipe Ruiz de

13

Para datos biográficos, véase de Carmelo Sáenz de Santamaría, ―Estudio preliminar: Fray Antonio de

Remesal, O.P., y su obra‖, I, 7-68, en su edición de Remesal, Historia general de las Indias occidentales y

particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, 2 tomos (Madrid, 1964-1966).

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Corral (m. 1636). Descendiente él mismo de conquistadores y pariente de los Díaz del Castillo,

Ruiz de Corral servía también de comisario del tribunal mexicano del Santo Oficio de la

Inquisición.14

A raíz de la enemistad implacable del deán, rápidamente se esparció por todo el

grupo criollo un sentimiento de hostilidad en contra de Remesal, alentado por la noticia que el

dominico trabajaba en una historia de la conquista y primer poblamiento, proyecto mucho más

ambicioso que la vida de Las Casas que originalmente tenía propuesta. Corrían rumores—poco

fundados pero que Ruiz de Corral desde luego no hizo nada por frenar—de que suponiéndose

discípulo del odiado Las Casas, era el diseño de Remesal de desprestigiar a los conquistadores en

general y aun de consignar a la imprenta cosas escandalosas hasta el momento calladas, tocantes

a ciertos individuos específicos.

Hacia los últimos meses de 1615 se había hecho tan insoportable la situación en

Guatemala que Remesal se vio forzado a abandonar la provincia. Llevando sus borradores y

fichas de investigación se trasladó a la casa de su orden en Oaxaca, donde se quedó hasta

septiembre de 1617 cuando terminó el trabajo de redacción. De nuevo en Guatemala para una

visita abreviada, Remesal encontró aparentemente mejorado el clima de opinión respecto a él y

su obra, y tuvo la fortuna de conseguir la ayuda financiera de su antiguo patrón, el conde de la

Gomera. En febrero de 1618, salió el dominico para España cargando en su equipaje tanto el

manuscrito como varios cajones de tinte añil para pagar los gastos del viaje y de la impresión.

La experiencia de Remesal en España muestra la ventaja para un autor de contar con

apoyo financiero y político, y de estar él presente para tramitar personalmente ante la burocracia

14

Los comisarios de la Inquisición tenían la autoridad en sus distritos de detener a los acusados, efectuar

decomisos de bienes, levantar cargos y remitirlos al tribunal de México para juicio y sentencia. Ernesto Chinchilla

Aguilar, La Inquisición en Guatemala (Guatemala, 1953), 33-36, 58-59. Sobre Ruiz de Corral, véase también de

Jorge García Granados, El deán turbulento (Guatemala, 1962).

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oficial.15

Ya en marzo de 1619 había sacado la licencia exigida por sus superiores de la orden

dominicana. El censor del Consejo de Indias leyó el manuscrito dando rápida aprobación, y para

finales de mayo estaba el autor en Madrid firmando contrato para el trabajo de impresión. Nueve

meses más tarde, en febrero de 1620, estaba el libro listo para la distribución. Dedicada al conde

de la Gomera, cuyo patrocinio la había hecho posible, la primera edición apareció en un tiraje de

1.500 ejemplares, de los cuales Remesal hizo entrega inmediata de cuatrocientos, junto con dos

cajones de tinte, para garantizar un préstamo que había sacado para cancelar su obligación con el

dueño de la imprenta. En junio, tomó el autor pasaje en Sevilla abordo de la flota de la Nueva

España, llevando en este viaje de regreso doce cajones de libros que esperaba vender tanto a los

conventos dominicanos como a otros compradores particulares.16

Mejor conocida hoy como la Historia general de las Indias occidentales y particular de

la gobernación de Chiapa y Guatemala, en su primera edición apareció la obra de Remesal bajo

dos títulos distintos, reflejando su doble propósito, siendo tanto una historia general de la

conquista y poblamiento de las provincias centroamericanas, como una crónica de las primeras

15

Siendo bien conocedor de las dificultades a que los autores se enfrentaban, fue probablemente en este

momento que Remesal creó el fondo mencionado en algunas fuentes, de aproximadamente 1.000 pesos para ayudar

en la publicación de obras escritas por los frailes de su antiguo convento de Salamanca. Han reclamado varios

autores, entre ellos el propio Sáenz de Santamaría, ―Estudio preliminar: Remesal‖, 29, que esta donación

representara un legado testamentario, pero, como más adelante se verá, hay motivo para pensar que en el momento

de su muerte Remesal hubiera quedado arruinado. De todos modos, su testamento, si es que existe, todavía no se ha

descubierto. Por contraste, en 1619 el autor habría contado con fondos suficientes para el efecto, procedentes de la

venta del colorante que había traído desde Guatemala.

16 Sáenz de Santamaría, ―Estudio preliminar: Remesal‖, 23-26.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 12

actividades en ellas de la orden dominicana.17

Manteniendo la intención original de Remesal, la

obra incluye la primera biografía de fray Bartolomé de Las Casas, a quien el autor elogiaba por

su trabajo entre los indígenas. Sin embargo, Remesal resistió la tentación de hacer santos a los

frailes o, a pesar de los recelos de parte de los criollos guatemaltecos, demonios a los

conquistadores. Al contrario, insistió el dominico en que la tarea del historiador se limitaba a la

redacción de los hechos de los seres mortales y falibles solamente, por cuyo motivo se permitía

confiar en que la oposición en su contra en Guatemala desaparecería una vez que los criollos

tuvieran oportunidad de leer el trabajo, que según Remesal ―no trata de hacer mal a nadie, sino

de honrar y autorizar a todos‖.18

Al final de las cuentas, no resultó justificado el optimismo que el fraile expresó.19

Al

llegar a Veracruz en septiembre de 1620, Remesal consignó cinco de sus cajones con 198

17

El empleo de dos títulos distintos, con diferentes años de publicación, suele ocasionar alguna confusión

en las descripciones bibliográficas, pero el contenido de las dos versiones es idéntico y parecen proceder del mismo

tiraje, con la única excepción de que en algunos ejemplares se hizo sustitución de portada. Algunos ejemplares, por

lo tanto, son conocidos como Historia de la provincia de S. Vicente de Chyapa y Guatemala de la orden de nro.

Glorioso padre Sancto Domingo (Madrid, 1619), mientras que otros llevan por título Historia general de las Indias

occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala (Madrid, 1620). Las autoridades modernas

prefieren este último título, que siendo más amplio describe más adecuadamente el alcance de la obra. Véanse, por

ejemplo, Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, 2

tomos (Guatemala, 1932) y otra edición en 4 tomos del mismo título (Guatemala, 1966), así como también la

anteriormente citada edición de Sáenz de Santamaría, que para la consulta seria es preferible a las otras versiones

modernas.

18 Historia general, I, 72.

19 Basándose en expedientes del Santo Oficio que él descubrió en el Archivo General de la Nación, México,

Francisco Fernández del Castillo, ―Fray Antonio de Remesal‖, Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de

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ejemplares de la Historia general, para traslado inmediato a Guatemala a cargo de un agente del

conde de La Gomera. Sin embargo, cuando echaron anclas en el puerto caribeño de Santo

Tomás de Castilla los dos navíos que llevaban dicha remesa, todos los libros fueron decomisados

a órdenes del comisario Ruiz de Corral, quien los hizo llevar a su propia residencia, donde

rechazaba toda solicitud de desembargarlos, citando como pretexto el que constituían evidencia

en una causa a oírse ante el Santo Oficio.20

Aunque careciera de motivo legítimo para suprimir

en Guatemala el trabajo de Remesal, teniendo bajo su control todos los ejemplares localmente

disponibles, Ruiz de Corral estaba libre a esparcir rumores perjudiciales respecto a su contenido.

Por ejemplo, reclamaba sin fundamento alguno el que el libro contenía declaraciones

escandalosas no solamente sobre familias criollas determinadas, sino también sobre los frailes de

las varias órdenes religiosas, inclusive la dominicana a que pertenecía el mismo autor. Tales

Guatemala, IX, núm. 3 (marzo de 1933), 306-322, describe la rivalidad entre Remesal y Ruiz de Corral, así como

también la persecución que aquél sufrió a manos de éste. Otras perspectivas sobre este caso familiar se ofrecen en

trabajos de Carmelo Sáenz de Santamaría, ―La tradición lascasiana y los cronistas guatemaltecos: el caso del

cronista fray Antonio Remesal, O.P.‖, Revista de Indias, XVI, núm. 64 (1956), 267-285; y Murdo J. MacLeod, ―Las

Casas, Guatemala, and the Sad but Inevitable Case of Antonio de Remesal‖, Topic: A Journal of the Liberal Arts,

núm. 20 (otoño de 1970), 53-64.

20 Las responsabilidades de los comisarios del Santo Oficio incluían la de registrar los navíos en busca de

libros prohibidos. Aunque la obra de Remesal estaba lejos de llenar dicho requisito, no estaba fuera de lo ordinario

que las autoridades locales suprimieran impresos a que no existía ninguna objeción en España. Chinchilla Aguilar,

Inquisición, 44-45, 189-191; Mohler, ―Publishing in Spanish America‖, 267. Como pretexto para embargar los

libros de Remesal, Ruiz de Corral citaba irregularidades menores en el papeleo correspondiente a la remesa, por

cuya causa hasta mandó a encarcelar por varios días a los maestros de los navíos. Fernández del Castillo,

―Remesal‖, 311-313.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 14

mentiras cobraron vigencia rápidamente entre los criollos y pronto surgieron amenazas de que si

Remesal se atreviera regresar a Santiago, sería apedreado o hasta apuñalado.

Cuando fray Antonio de Remesal por fin regresó a Guatemala en abril de 1621, salió a

encontrarlo un agente de Ruiz de Corral ordenándole que abandonase la ciudad dentro de las

veinticuatro horas. Negándose el dominico conformar con la citada demanda, fue detenido,

también por órdenes del comisario, dándole el convento de su orden como cárcel mientras que

Ruiz de Corral levantaba cargos formales contra él. En varias peticiones, entre ellas una firmada

por los principales criollos de la ciudad, demandaba Ruiz de Corral que el historiador fuera

expulsado de la provincia y sus libros quemados. Frente a la superior jurisdicción del Santo

Oficio, fueron inútiles todos los esfuerzos por intervenir a favor de Remesal de parte de amigos

tan poderosos como lo eran el conde de la Gomera y el nuevo obispo de Guatemala fray Juan de

Zapata Sandoval (1621-1630).

Vista la causa en el tribunal de México, dieron los inquisidores fallo inmediato a favor de

Remesal, mandando que sin demora fuera puesto en libertad y que sus libros fueran

desembargados, dejándole al historiador venderlos libremente en Guatemala. Sin embargo, el

comisario no aceptó esta derrota. Se negó a soltar los libros, mientras tanto que él levantaba

varias actas ante el Santo Oficio en que demandaba que los cargos contra Remesal fueran oídos

de nuevo. Cuando el dominico pidió la entrega de los libros decomisados, o en su lugar que Ruiz

de Corral se los pagara al precio de ocho pesos cada uno, el comisario respondió con

encarcelarlo por segunda vez. Regresado al convento de Santo Domingo, Remesal fue encerrado

en una celda donde quedaba incomunicado y por cierto tiempo reducido a un régimen de pan y

agua. Cuando el historiador se enfermó como resultado de este tratamiento abusivo, Ruiz de

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 15

Corral le negó acceso a los sacramentos, diciendo abiertamente que muerto el infeliz detenido, lo

mandaría a enterrar debajo de la caballeriza del convento.

Suelto por fin después de varios meses, Remesal se huyó de Guatemala, llegando a

Oaxaca a finales de 1622 o principios de 1623. Continuando la marcha hacia el norte, se

encontraba en 1624 en Guadalajara y en 1625 en Zacatecas. Durante todo este tiempo no dejó de

solicitar remedio ante los inquisidores, a quienes se les quejaba que pese al veredicto absolutorio

a su favor había sido perjudicado por rumores procedentes de Guatemala. Prohibido por un

tiempo de predicar o administrar los sacramentos, Remesal encontró que los fieles le tenían poca

confianza, aun después de quitarle esa restricción. Además, había sufrido una pérdida financiera

considerable. Según Remesal, tenía invertidos en gastos de impresión y transporte unos 6.000

pesos aproximadamente, los cuales no esperaba recuperar sino mediante ventas de su libro en

Guatemala y Nueva España. Que se sepa, los libros decomisados en Guatemala jamás le fueron

devueltos. Aunque tenía otra cantidad de ejemplares en México, el historiador encontró poco

mercado en dicha provincia para un libro que se decía haber sido embargado por el Santo Oficio.

La última carta conocida de Remesal está fechada en Zacatecas en febrero de 1627, por lo que se

cree que hubiera muerto el pobre exiliado en aquel año o poco después.

Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán

La primera edición de la Historia general de fray Antonio de Remesal corrió la mala

suerte de ser calumniada, huída, esparcida y probablemente en gran parte destruida. Sin

embargo, por más de dos siglos los ejemplares que sobrevivieron la persecución constituían la

única fuente impresa en ofrecer una narrativa sistemática, circunstanciada y documentada de los

orígenes de la sociedad colonial en Centroamérica. Un lector quien consultó el libro de Remesal

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 16

con detenimiento, si no siempre con mucho agrado, fue el primer historiador criollo de

Guatemala, don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (1642-1699). Como natural de la

provincia, Fuentes y Guzmán contribuyó a la historiografía con una perspectiva local, ausente de

las obras de Las Casas, Bernal Díaz y Remesal, todos nacidos en España. Sin embargo, como

una persona secular sin mayor influencia en la madre patria, al final de las cuentas no supo

sobrepasar las dificultades que le impedían sacar a luz sus escritos históricos.

Tataranieto de Bernal Díaz del Castillo, Fuentes y Guzmán contaba entre sus antepasados

también a otros conquistadores y primeros pobladores.21

Cuando todavía joven conoció el

borrador familiar de la Verdadera relación, el que siempre creía ser el manuscrito original en

mano del propio Bernal Díaz.22

Más tarde trazaba su propia vocación de historiador al año de

1675 en que apareció por primera vez en Guatemala la edición de dicho libro hecho en Madrid

por fray Alonso Remón. Según Fuentes y Guzmán, encontró tantas discrepancias entre la

versión de Remón y el manuscrito que paraba en posesión de su familia, que tomó la decisión de

redactar su propia historia con motivo de corregirlas.23

21

Para datos biográficos, véanse de Carmelo Sáenz de Santamaría, ―Estudio preliminar: Don Francisco

Antonio de Fuentes y Guzmán, y su obra histórica y literaria‖, I, iii-lxxxii, en su edición de Obras históricas de don

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, 3 tomos (Madrid, 1969-1972), en adelante Obras históricas; y de Ramiro

Ordóñez Jonama, ―Dos documentos inéditos acerca de Fuentes y Guzmán‖, Revista de la Academia Guatemalteca

de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos, III-IV (1969-1970), 347-365.

22 Este manuscrito se encuentra hoy en el Archivo General de Centroamérica, Guatemala. Cerwin, Bernal

Díaz, 203-208, sostiene de manera convincente el que representa en realidad obra de tres distintos copistas

desconocidos. Sin embargo, desde que las notas marginales e inserciones todas conforman a ejemplos conocidos de

la letra de Bernal Díaz, no cabe duda de que el borrador hubiera sido de su propiedad y uso, si no de su propia mano.

23 Obras históricas, I, 65.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 17

Debe considerarse engañada esta explicación de los propósitos del historiador criollo. En

realidad, el proyecto ambicioso a que Fuentes y Guzmán se metió alrededor de 1680 y al que

luego daría el título típicamente barroco de Recordación florida, discurso historial, y

demostración natural, material, militar y política del reino de Guatemala, representaba nada

menos que una historia general de Centroamérica, materia a que Bernal Díaz no dedicó sino unos

pocos folios. Motivo más importante parece haber sido el patriotismo, es decir el afán de dar

más amplia noticia de las ―maravillas‖ de su provincia natal, así como también de las hazañas de

―aquellos excelentes y admirables españoles‖ que la habían conquistado en nombre de los reyes

de España.24

Castellano sin jamás pisar suelo de Castilla, compartía Fuentes y Guzmán con los

otros criollos la creencia de que la posición privilegiada de que ellos gozaban dentro de la

sociedad colonial se justificaba en base de los hechos de sus antepasados. De cualquier

cuestionamiento de tales hechos se agraviaban los criollos, así como también de cualquier

percepción de que ellos no hubieran recibido justo premio y reconocimiento de parte de la

corona y de sus agentes en Indias. En gran parte se destinaba la Recordación florida a expresar

los resentimientos colectivos de este grupo.25

Se puede dar por asentado el que entre los motivos de Fuentes y Guzmán se contaba él de

refutar la versión de la historia de Guatemala ofrecida por fray Antonio de Remesal, a quien

inculpaba el historiador criollo de partidarismo, de falta de cuidado en la investigación y de

24

Obras históricas, I, 58.

25 Sobre la ideología criollista en general y la visión del mundo de Fuentes y Guzmán en particular, véanse

de André Saint-Lu, Condition coloniale et conscience créole au Guatemala, 1524-1821 (París, 1970); de Severo

Martínez Peláez, La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca (Guatemala,

1971); y de David A. Brading, The First America: The Spanish Monarchy, Creole Patriots, and the Liberal State,

1492-1867 (Cambridge, 1991), especialmente 306-310.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 18

haber sostenido ciertas tesis ―sin otra prueba que su antojo‖.26

Hacía seis décadas

aproximadamente, parientes de Fuentes y Guzmán habían colaborado en la persecución de

Remesal. En la Recordación florida se vuelve a la materia denunciando en lo especial el

tratamiento favorable que en la historia del dominico se da a su correligionario, fray Bartolomé

de Las Casas. De los frailes de la orden de Santo Domingo, dijo Fuentes y Guzmán que ―con su

predicación desacreditaban y ofendían a los conquistadores, llamándolos injustos, ladrones, y

tiranos, usurpadores del oro, plata, perlas, joyas, y libertad de los indios‖.27

Con el motivo de

desmentir la tesis lascasista de que a manos de los españoles los indígenas hubieran sufrido

abuso, crueldad y explotación, el tataranieto de Bernal Díaz repetía la queja de su renombrado

antepasado de que si en la sociedad guatemalteca de la época había una injusticia digna de

reparo, se hallaba ésta en la ―pobreza‖ en que muchos criollos y sus familias se encontraban

forzados a existir. Según Fuentes y Guzmán, tampoco era necesario buscar muy lejos para

encontrar el remedio más apropiado, es decir, en el cumplimiento de parte de las autoridades

coloniales de los muchos decretos reales sobre que la distribución de oficios remunerativos y

otros beneficios se efectuara prefiriendo a los descendientes de conquistadores.

Con abogar efectivamente por los intereses de Guatemala y de su minoría criolla

dominante, don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán esperaba también que la Recordación

florida ganara para su propio autor algún premio o reconocimiento personal. Al informar a la

corona en abril de 1687 de que la primera parte de la obra estaba lista para enviar a revisar en el

Consejo de Indias, el autor se aprovechó de esa oportunidad para solicitar nombramiento como

cronista mayor de la provincia de Guatemala. Según Fuentes y Guzmán tal nombramiento

26

Obras históricas, I, 138; II, 181 (cita); III, 317, 320.

27 Obras históricas, II, 192.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 19

facilitaría la terminación del resto del trabajo, garantizándole al autor el acceso a los documentos

de interés histórico que quedaban en manos de las autoridades locales, tanto seculares como

eclesiásticas. Sin embargo, cuando el gobierno de Madrid por fin respondió el 26 de marzo de

1689, lo hizo solamente para ordenar al historiador criollo que enviara la primera parte del

manuscrito, advirtiéndole que sólo después de finalizar el proceso de aprobación sería examinada

la cuestión del oficio de cronista mayor.28

Dada la tardanza acostumbrada de la época, tanto en el transporte marítimo como en el

proceso burocrático, no sorprende el que la corona hubiera tomado dos años para responder a una

solicitud tan sencilla. En todo caso, Fuentes y Guzmán al parecer no se sintió decepcionado.

Aun cuando las autoridades locales no cumplieron con su promesa de financiar la preparación de

un borrador en limpio, el historiador criollo aceptó la necesidad de pagar al copista de sus

propios fondos. Listo el manuscrito, lo remitió abordo del primer navío disponible, llegando en

España en enero de 1691.29

Durante los próximos cuatro años, mientras esperaba la decisión del

consejo, el historiador criollo se preocupaba de la redacción de la segunda parte y correcciones

de la primera. En 1694 por fin le notificaron que su manuscrito había sido aprobado por uno de

los consejeros, pero hasta el momento no se había tomado ninguna resolución respecto a la

pretensión de ser nombrado cronista mayor. De todos modos, ya parecía que el Consejo de

Indias no mostraba interés en considerar dicha solicitud sino hasta después de revisar la segunda

28

Fuentes y Guzmán a la corona, Guatemala, 23 de abril de 1687, en Medina, Imprenta en Guatemala, I,

28; Barrios Leal y otros a la corona, Guatemala, 8 de mayo de 1690, en ibid.

29 Ortiz de Otálora al marqués de los Vélez, Madrid, 15 de enero de 1691, en Medina, Imprenta en

Guatemala, I, 29.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 20

parte, que todavía no se encontraba en condiciones de ser sometida al juicio de las autoridades

metropolitanas.30

No se dejaron esperar las peores noticias. El próximo año se le notificó a Fuentes y

Guzmán que en el secretariado del Consejo de Indias se había traspapelado su manuscrito.

Según don Juan González Calderón, a quien el autor había escrito para averiguar el estado de su

petición, no existía en el archivo indicio alguno del paradero de la Recordación. Nadie

recordaba a quién se la había encomendado, y ninguno de los consejeros admitía haberla tenido

en su posesión. Sin embargo, aconsejaba González Calderón que no se había de preocupar

mucho, puesto que tarde o temprano seguramente iba a reaparecer. Tras ocho años sin

resolución, Fuentes y Guzmán quedó amargado, permitiéndose incluir en las revisiones que hacía

a la primera parte de su trabajo un relato del episodio del manuscrito perdido. Comentando la

posibilidad de que alguna persona desconocida hubiera sustraído el manuscrito con intento de

sacar la Recordación bajo su propio nombre, el historiador criollo advirtió que no podía tener

éxito tal fraude, dado que ningún escritor residente en Madrid podía ―dar a entender ha visto el

original borrador de mi venerable progenitor Bernal Díaz del Castillo, ni que pudo ver los

papeles originales del archivo secreto del Cabildo de la ciudad de Goathemala‖.31

Aunque el borrador de la primera parte de la Recordación permaneció perdido durante el

resto de su vida, ya en 1694 Fuentes y Guzmán empezaba a llamarse cronista de Guatemala.

Dado que no consta evidencia alguna de que el Consejo de Indias hubiera aprobado dicho título,

30

Obras históricas, I, 144-145.

31 Obras históricas, I, 145. Según Cerwin, Bernal Díaz, 207, parece que semejante inquietud había

motivado a la viuda de Bernal Díaz solicitar ante la corte la devolución del manuscrito original de la Verdadera

relación. Sin embargo, jamás se efectuó dicha entrega, sirviendo luego el borrador en cuestión como base para la

edición de Remón.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 21

sale más probable el que tal aprobación fuera concedida localmente por el gobernador en

funciones, don Jacinto de Barrios Leal (presidente de la audiencia de Guatemala, 1688-1695), un

oficial controvertido quien gozaba del beneplácito del grupo criollo.32

En las revisiones hechas

posteriormente, Fuentes y Guzmán abandonó la dedicatoria original al rey Carlos II, colocando

en su lugar otra dirigida al propio Barrios Leal, quien además de ocupar el puesto gubernativo

más alto de la provincia, pertenecía a una familia influyente de comerciantes de Cádiz. La

descripción del presidente como ―acreedor a el título de Mecenas de esta obra‖ indica que el

autor había obtenido, o al menos así lo creía, un compromiso de parte de Barrios Leal de ayudar

con el financiamiento de la impresión.33

Si así fuera, el historiador criollo está destinado a

experimentar otro desengaño más en noviembre de 1695, cuando súbitamente murió don Jacinto

de Barrios Leal sin cumplir con el patrocinio esperado.

En el momento de su propio fallecimiento en 1699, Fuentes y Guzmán había terminado la

segunda parte de la Recordación florida, más revisiones extensivas a la primera. Sin embargo,

debido a la pérdida en España de su borrador original y a la muerte en Guatemala de su patrón, la

posibilidad de publicación quedaba tan distante como cuando hizo su primera solicitud ante la

corona. No fue sino hasta la década del 1880 que apareció la primera parte, y el trabajo entero

salió por primera vez sólo cincuenta años más tarde.34

32

Sáenz de Santamaríá, ―Estudio preliminar: Fuentes y Guzmán‖, xxxiv. Sobre la vida política de la época,

véase el capítulo 5, de bajo.

33 Borrador de dedicatoria, reproducido en Sáenz de Santamaría, ―Estudio preliminar: Fuentes y Guzmán‖,

xli.

34 Durante los siglos XVIII y XIX consultaron la Recordación en manuscrito algunos escritores

guatemaltecos, entre ellos el padre Domingo Juarros, quien la explotó sobrepasadamente como base del segundo

tomo de su Compendio de la historia de la ciudad de Guatemala, 2 tomos (Guatemala, 1809-1818). En la década

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 22

La historiografía y el patriotismo

A finales del siglo XVII el grupo criollo se mostraba cada vez más confidente de su

posición de poder e influencia dentro de la jerarquía social de la provincia, tanto como de la

creciente importancia y prosperidad de su ciudad capital de Santiago de Guatemala. Desde

cierto punto de vista el proyecto historiográfico de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán

puede interpretarse como una manifestación más del orgullo municipal, semejante a otras que

incluían la introducción de la imprenta (1660), el establecimiento de la universidad (1676) y la

erección de la nueva catedral (1680). Durante la década del noventa la ciudad podía reclamar

inclusive su propio ―santo‖, y el cabildo secular, del cual Fuentes y Guzmán era regidor

perpetuo, aceptó contribuir al financiamiento de la causa de santidad del Hermano Pedro de San

José Betancourt (1626-1667), padre espiritual de la orden hospitalaria de Belén.35

Al mismo

del 1880 el historiador español Justo de Zaragoza hizo una edición de la primera parte solamente, bajo el título de

Historia de Guatemala, ó Recordación florida, escrita en el siglo XVII por el capitán D. Francisco Antonio de

Fuentes y Guzmán, natural, vecino y regidor perpetuo de la ciudad de Guatemala, 2 tomos (Madrid, 1882-1883).

La edición de Zaragoza fue basada en el manuscrito que hacía casi dos siglos el autor habíá enviado a España, que

fue perdido y que, como había pronosticado el optimista González Calderón, eventualmente había reaparecido. La

pimera edición del trabajo entero fue la Recordación florida, discurso historial, y demostración natural, material,

militar y política del reino de Guatemala, 3 tomos (Guatemala, 1932-1933), basada en los borradores de la primera

y segunda parte que habían quedado en Guatemala. La primera edición crítica basada en los dos borradores

conocidos, es la de Sáenz de Santamaría en Obras históricas, que empezó a salir en 1969 y para la consulta debe ser

preferida a las versiones previas.

35 Libro 23 de cabildos, 1695-1700, AGCA, A.1, leg. 1785, fol. 147, 170-170v. Para apoyar la causa del

Hermano Pedro, Fuentes y Guzmán colaboró en las investigaciones necesarias para la preparación del relato de

―vida y virtudes‖. Natural de Canarias, Betancourt pasó la mayor parte de la vida en Guatemala, donde sufrió una

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 23

tiempo, se registraban en otras partes de Centroamérica acontecimientos que parecían dignos de

la atención del historiador. Como respuesta al declive relativo del poder español en la cuenca del

Caribe, acompañado de la creciente amenaza de depredaciones piráticas y otras intromisiones

extranjeras, las autoridades coloniales se esforzaban por establecer el dominio efectivo sobre las

regiones fronterizas que anteriormente habían sido contentas de dejar sin conquistar. Entre

dichas zonas no subyugadas se contaban la de Talamanca en Costa Rica, la de Mosquitia en la

costa caribeña de Honduras y Nicaragua y muy en particular el área del Petén en el norte de

Guatemala, donde el reino maya de los itzáes constituía la única supervivencia de la resistencia

contra el imperio español de parte de un pueblo civilizado.36

Tal como en la época de la conquista del altiplano, en la campaña por reducir las

fronteras centroamericanas figuraban tanto actividades misioneras como operaciones militares,

creando a la vez nuevas oportunidades para historiadores de celebrar el heroísmo y sacrificio de

los españoles y reabriendo también el debate sobre las mismas cuestiones morales

fundamentales. Bien conocedor de los paralelos entre su propio tiempo y el de la conquista,

experiencia de conversión religiosa y donde hizo las obras caritativas por las cuales se lo recordaba con tanto cariño,

y donde a su muerte quedó sepultado en la iglesia de San Francisco. El valor para la ciudad de Santiago de poseer

los restos mortales del Hermano Pedro como objetos de devoción y de peregrinaje era tanto simbólico como

económico. En la tradición local ya se consideraba ―santo‖ a Betancourt, pero la canonización formal agregaría el

sello de aprobación del papado, confirmando el prestigio de Santiago en el mundo católico más amplio. No obstante

los esfuerzos de los criollos de la época de Fuentes y Guzmán, no fue sino hasta el año de 2002, que Betancourt fue

por fin declarado santo por el papa Juan Pablo II durante una visita que dicho pontífice hizo a Guatemala. Sobre la

naturaleza social y política del proceso de canonización en la América hispana colonial, véase de Victoria H.

Cummins, ―Blessed Connections: Sociological Aspects of Sainthood in Colonial Mexico and Peru‖, Colonial Latin

American Historical Review, III (invierno de 1994), 1-18.

36 Sobre los esfuerzos por reducir las zonas fronterizas durante el siglo XVII, véase el capítulo 6, de bajo.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 24

Fuentes y Guzmán culpaba a Las Casas y a los dominicos por haber puesto en el siglo XVI un

cese prematuro al proceso de la consolidación del control español, mientras que elogiaba a su

patrón don Jacinto de Barrios Leal por sus esfuerzos por organizar una expedición armada para

la subyugación de los itzáes.37

Si murió Barrios Leal sin completar esta nueva conquista,

tampoco vivió Fuentes y Guzmán para terminar la proyectada tercera parte de su historia en que

pensaba tratar del siglo XVII y en particular de la reducción de la frontera del norte.38

Cuando

no más de cuatro años después del rendimiento de los itzáes en 1697 apareciera la primera

historia impresa de estos acontecimientos, sería obra no de un historiador guatemalteco sino de

don Juan de Villagutierre Sotomayor, burócrata peninsular quien jamás estuvo en el Nuevo

Mundo. Como empleado del Consejo de Indias, Villagutierre gozaba de acceso fácil a los

archivos pertinentes, y muy importante, también al patrocinio real.39

37

Obras histórias, I, 162; II, 226-229; III, 338-339.

38 Al parecer preocupado por su reputación histórica, Barrios Leal nombró al escribano Nicolás de

Valenzuela (m. 1724?) para acompañar la entrada de 1695 en calidad de cronista oficial de la expedición. En base a

esa experiencia, Valenzuela produjo una narración detallada, pero desafortunadamente con la muerte del capitán

general perdió tanto su nombramiento como su acceso a los documentos. Sólo en el siglo XX tardío fue publicado

el relato de Valenzuela, bajo el título de Conquista del Lacandón y conquista del Chol: relación sobre la expedición

de 1695 contra los lacandones e itzá según el “Manuscrito de Berlín”, edición de Götz, barón von Houwald, 2

tomos (Berlín, 1979).

39 Según Grant D. Jones, Maya Resistance to Spanish Rule: Time and History on a Colonial Frontier

(Albuquerque, 1989), 270, la llamada conquista de Itzá, efectuada desde Yucatán en 1697 por tropas bajo el mando

del gobernador de aquella provincia, no constituyó en realidad el gran triunfo militar que en la propaganda oficial se

reclamaba, siendo por consiguiente el objetivo principal de la obra de Villagutierre ―echar una luz más favorable

sobre una empresa catastrófica‖. Cabe mencionar que los documentos de que dependía Villagutierre incluían el

relato de Nicolás de Valenzuela. La historia de Villagutierre apareció como Historia de la conquista de la provincia

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 25

Fray Francisco de Asís Vázquez de Herrera

Si entre los factores que motivaban a don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán y a

don Juan de Villagutierre Sotomayor se contaban el patriotismo y el afán de ganarse el favor del

monarca, en el caso del cronista franciscano fray Francisco de Asís Vázquez de Herrera (1647-

1714?) jugaba un papel de importancia otra suerte de orgullo de grupo. A diferencia de la vecina

provincia de la Nueva España en donde la orden de San Francisco había predominado entre las

varias que se dedicaban a la llamada ―conquista espiritual‖, en Centroamérica su presencia

quedaba oscurecida por la de los frailes de Santo Domingo, a cuya religión había pertenecido el

mismo fray Bartolomé de Las Casas y quienes gozaban de la gran ventaja de que la única

historia impresa de la primera evangelización de Guatemala, la de fray Antonio de Remesal,

había sido contada desde el punto de vista dominicano. En los últimos años del siglo XVII, los

franciscanos parecían resueltos a producir una crónica comparable al relato extensivo de

Remesal, no solamente para dar a conocer su propia versión de la época de la conquista, sino

también para rendir cuenta del papel importante jugado por los frailes de la citada orden—

notablemente fray Fernando Espino (m. ca. 1676), fray Antonio Margil de Jesús (1657-1726) y

de el Itzá, reducción, y progressos de la de el Lacandon y otras naciones de indios barbaros de la mediación de el

reyno de Guatimala a las provincias de Yucatán en América septentrional (primera parte) (Madrid, 1701). A pesar

de que el título describe la obra como ―primera parte‖, queda completa; que se sepa no hubo ―segunda‖. Durante el

presente siglo han aparecido dos ediciones modernas, Historia de la conquista de la provincia de el Itzá, reducción y

progresos de la de el Lacandon (Guatemala, 1933); e Historia de la conquista de Itzá, ed. de Jesús María García

Añoveros (Madrid, 1985). Además existe una traducción al inglés de Robert D. Wood, con notas de Frank E.

Comparato, History of the Conquest of the Province of the Itzá (Culver City, Calif., 1983), la cual es extensivamente

anotada y es particularmente útil por su índice alfabético.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 26

fray Melchor López (m. 1698)—en la nueva ola de evangelización que en ese momento se estaba

realizando en las zonas no subyugadas.40

Si la historiografía franciscana puede entenderse como una manifestación más del orgullo

de grupo, también puede decirse que representa una historiografía patriótica en el sentido más

común de la palabra. Entre los integrantes de la orden de San Francisco se contaban frailes

nacidos tanto en España como en Indias, pero en Guatemala durante el siglo XVII se percibía

una afinidad entre ella y el grupo criollo, que no se sentía tan fuertemente presente en el caso de

los dominicos. Criollo él mismo, Francisco Vázquez era natural de Santiago de Guatemala y

también amigo de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, con quien compartía el mismo

interés en los antepasados y los documentos antiguos. Tal y como su compañero de

investigaciones, Vázquez trazaba su ascendencia a conquistadores y primeros pobladores, en

particular a su rebisabuelo, Antonio de Paredes, acompañante de Pedro de Alvarado quien, según

el autor franciscano, tenía el mérito de haber introducido en Guatemala el cultivo del trigo.41

Vázquez vistió el hábito franciscano en 1662 y durante su larga carrera ocupó en la orden varios

cargos de responsabilidad. En 1683, fue nombrado cronista oficial de los franciscanos en

Guatemala, pero al parecer sus primeros esfuerzos de historiador databan de 1680 a más tardar,

40

Sobre el personaje de fray Antonio Margil de Jesús y su gestión en la frontera centroamericana, véase el

capítulo 7, de bajo.

41 Para datos biográficos, véase de Lázaro Lamadrid, ―Prólogo‖, I, iii-xx, en su edición de Francisco

Vázquez, Crónica de la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala de la Orden de N. Seráfica Padre

San Francisco en el Reino de la Nueva España, 4 tomos (Guatemala, 1937-1944). Todas las citas a la Crónica

refieren a la edición de Lamadrid. Para la supuesta contribución agrícola de Paredes, véase Crónica, I, 159.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 27

es decir, de más o menos el mismo tiempo en que se metió Fuentes y Guzmán a la redacción de

la Recordación florida.42

Como sugiere el título que le puso su autor, la Crónica de la Provincia del Santísimo

Nombre de Jesús de la Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco constituía casi en la

totalidad una narración de los hechos de los franciscanos en Centroamérica durante y después de

la conquista. A diferencia del cronista dominicano Remesal, Vázquez no prestó mucha atención

a las actividades de las otras órdenes y, también a diferencia de Remesal, sólo raramente entraba

en el ramo de la historia secular. Admirador de los conquistadores, con quienes él se

identificaba, se esforzaba por distanciar a los franciscanos de las teorías y acciones del

controvertido dominico fray Bartolomé de Las Casas, cuyo nombre apenas menciona. Sin

embargo, aunque parezca ponerse al lado del partido criollista, Vázquez se muestra más

respetuoso que Fuentes y Guzmán de la credibilidad de la historia de Remesal.43

El texto del padre Vázquez comienza con una narración extensiva de la conquista y de los

primeros esfuerzos de evangelización, en que se acentúan las contribuciones de los franciscanos.

42

Eleanor B. Adams, ―A Bio-Bibliography of Franciscan Authors in Colonial Central America‖ (segunda

parte), The Americas: A Quarterly Review of Inter-American Cultural History, IX, núm. 1 (julio de 1952), 80-81.

43 Vázquez menciona a Las Casas con tan poca frecuencia (sólo dos veces durante todo su relato de la

primitiva evangelización) que fácilmente llega uno a sospechar que la omisión es deliberada, motivada tal vez por

un deseo de parte del franciscano de no contribuir a la notoriedad del héroe de la otra orden. Por contraste, en la

Crónica de Vázquez se resalta el papel del renombrado franciscano fray Toribio de Benavente, llamado Motolinía,

en colocar la base de la acción misionera de su religión en Centroamérica. A diferencia de Fuentes y Guzmán,

Vázquez aceptaba a Remesal como fuente creíble. Sin embargo, lo cita por nombre sólo en esos casos en que la

historia del dominico tiende a confirmar el punto de vista franciscano. Véase, p.ej., Crónica, I, 31, 68, 129-130,

siendo todas instancias en que los datos sacados de Remesal son utilizados para apoyar afirmaciones de Vázquez

sobre que los franciscanos se hayan establecido en algún lugar u otro con anterioridad a los dominicos.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 28

La Crónica ofrece también bosquejos hagiográficos, tanto de frailes ejemplares como de otros

personajes asociados con la orden. Para el siglo XVII, además de otros tales bosquejos, Vázquez

concentra sobre la participación franciscana en la nueva campaña misionera que en aquel

momento se efectúa en las fronteras de Guatemala, Honduras y Nicaragua. También describe la

fundación y desenvolvimiento de la Tercera Orden, sociedad franciscana de penitentes legos a

que pertenecían muchos vecinos eminentes, entre ellos el Hermano Pedro Betancourt en el

fomento de cuya causa de santidad colabora Vázquez como investigador y autor de un libro de

―vida y virtudes‖.

El manuscrito de Vázquez debe de haber quedado substancialmente completo antes de

1688, porque en aquel año lo presentó para ser revisado ante el tribunal mexicano del Santo

Oficio. En 1694, la obra ya contaba en Centroamérica con la debida aprobación tanto de las

autoridades eclesiásticas como de las civiles, pero debido probablemente a la escasez de fondos,

no sería sino veinte años más tarde que se llevara por fin a la estampa.44

Muerto Vázquez

inoportunamente, tomó cargo de la edición otro franciscano de nombre de fray José González, el

cual para evitar las demoras e incertidumbres que pudieran atender el envío del manuscrito a

imprimirse en España, acordó con las autoridades de su orden sacarlo en Guatemala.45

Para este

44

Varias aprobaciones hechas entre 1688 y 1714—inclusive una fechada en 1694 por don Francisco

Antonio de Fuentes y Guzmán en su capacidad de cronista mayor de Guatemala—aparecen en Crónica, I, 1-9.

45 Al parecer los franciscanos evitaron tratar con España en otro respecto también. Según el obispo

Francisco de Paula García Peláez, Memorias para la historia del antiguo reino de Guatemala, ed. de Francis Gall, 3

tomos (Guatemala, 1968-1973), II, 218, quien escribía a mediados del siglo XIX, con motivo de tratar solamente de

cuestiones eclesiásticas la Crónica de Vázquez no fue presentada para aprobación ante el Consejo de Indias.

Sostiene García Peláez que el decreto de 1556 de Felipe II se aplicaba únicamente a libros sobre materia militar y

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 29

efecto, encontrándose en malas condiciones el único equipo tipográfico con que se contaba la

provincia—el mismo que había introducido Juan de Pineda Ibarra medio siglo antes—los

franciscanos importaron su propia prensa, instalándola en su convento de Santiago. Tal vez el

trabajo de impresión más ambicioso efectuado en Guatemala hasta aquel momento, la Crónica

de Vázquez apareció en dos tomos, que se fechaban en 1714 y 1716 respectivamente, aunque

existe la posibilidad de que los dos hubieran salido de la prensa en un momento más tardío que lo

indicado por los años que aparecen en las portadas.46

Que se sepa, fue la única obra de

importancia producida en la imprenta de San Francisco.

Si el manuscrito de fray Francisco Vázquez no terminó olvidado en el archivo del

convento, eso se debió en toda probabilidad a una combinación del orgullo cívico de los criollos

guatemaltecos con los fines propagandísticos de la propia orden franciscana. La aparición de

una historia impresa serviría para aumentar el prestigio tanto de la ciudad, como de la orden

religiosa más cercanamente asociadas con el proceso de canonización del Hermano Pedro, dando

al mismo tiempo más publicidad al papel importante jugado por los franciscanos en el

despertamiento espiritual que se experimentaba generalmente en el mundo católico del siglo

política, a pesar de que en la Recopilación de leyes de Indias no aparece tal excepción. Que se sepa, la historia de

Vázquez jamás fue vista en la corte, bastando para su publicación las licencias emitidas localmente.

46 Chronica de la Provincia del Santissimo Nõbre de Jesvs de Gvatemala de el Orden de N. Seraphico

Padre San Francisco en el Reyno de la Nueva España (Guatemala, 1714); Segvnda Parte de la Chronica de la

Provincia del Santissimo Nombre de Jesvs de Gvatemala del Orden de N.S.P.S. Francisco en el Reyno de Nveva-

España (Guatemala, 1718). Sobre la imprenta de los franciscanos, véase de Medina, Imprenta en Guatemala, I,

xxxii-xxxiv.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 30

XVII tardío.47

Otro factor importante podría haber sido el nombramiento en 1713 como obispo

de Guatemala de fray Juan Bautista Alvarez de Toledo (1655-1726). Antiguo compañero de

Vázquez, Alvarez de Toledo no fue solamente el primer franciscano, sino también el primer

criollo de Guatemala en suceder a la citada sede. Para la orden franciscana, para el grupo criollo

y al parecer para el mismo prelado, hacía falta algún reconocimiento material para conmemorar

ese momento histórico en el desenvolvimiento de la autoimagen cada vez más confidente de la

élite colonial.48

Entre las muchas consideraciones que contribuían a asegurar la oportuna

publicación de la Crónica de Vázquez, el patrocinio del obispo Alvarez de Toledo debe de haber

sido la decisiva.

Conclusión

En el presente estudio el enfoque ha sido sobre esos historiadores cuyos trabajos han

sobrevivido hasta nuestros días, dejando al lado a un número importante de escritores cuyos

esfuerzos conocemos únicamente a través de menciones esporádicas en la documentación. Sin

embargo, las experiencias de estos individuos pueden tomarse como representativas de las

47

Sobre este particular, véase de A. C. Van Oss, ―Vázquez’s Chronicle as a Source for the History of

Religion and Architecture in Colonial Guatemala‖, en su Church and Society in Spanish America (Amsterdam,

2003), 25-44; y de Stephen Webre, ―La geografía sagrada y otras reflexiones sobre la historia urbana de Guatemala

en la época colonial‖, trabajo de ingreso como académico correspondiente de la Academia de Geografía e Historia

de Guatemala, Guatemala, 14 de julio de 2004.

48 En Crónica, IV, 73-76, aparecen reproducidas tanto la dedicatoria algo extravagante hecha por fray José

González, como la respuesta más humilde del propio obispo. Sobre Alvarez de Toledo y sus nexos familiares con el

grupo criollo, véase de Edgar Juan Aparicio y Aparicio, marqués de Vistabella, ―El ilustrísimo doctor y maestro fray

Juan Bautista Alvarez de Toledo, XIV obispo de Guatemala, y sus parientes los Alvarez de Vega‖, Revista de la

Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos, VII (1979), 499-519.

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 31

condiciones que afectaban la producción y divulgación de obras históricas en el mundo

hispanoamericano durante los siglos XVI y XVII.

Los impedimentos más importantes parecen haber sido los de tipo económico. Antes de

la aparición de la Crónica de fray Francisco Vázquez, los pocos trabajos que salieron impresos

se publicaron por primera vez en España, debido tanto a la mayor accesibilidad de las facilidades

tipográficas como al requisito bajo el decreto de 1556 de presentar los manuscritos para

aprobación ante el Consejo de Indias. Bajo dichas circunstancias, estaban favorecidos los

autores tales como Bartolomé de Las Casas o don Juan de Villagutierre Sotomayor, quienes

vivían en la madre patria, o Antonio de Remesal quien contaba con los medios para viajar allí.

Por contraste, los historiadores que no tenían posibilidad de hacer un viaje tan largo, peligroso y

costoso—por ejemplo Bernal Díaz del Castillo o su tataranieto don Francisco Antonio de

Fuentes y Guzmán—quedaban dependientes de los servicios de agentes, por cuyo motivo sus

manuscritos se manejaban con menos cuidado, en el caso de éste último quedando el borrador

perdido por casi dos siglos.

A no ser que el autor contara con recursos personales, le hacía falta el patrocinio de un

individuo o institución para financiar la preparación a mano de borradores en limpio, la

adquisición de licencias, el trabajo de composición e impresión y los gastos de distribución.

Como empleado de la corona, Villagutierre no experimentaba mayor dificultad en asegurar el

patrocinio real, pero tanto Bernal Díaz como Fuentes y Guzmán solicitaron en vano el apoyo del

rey. Más tarde, Fuentes y Guzmán al parecer persuadió al acaudalado presidente de la audiencia

don Jacinto de Barrios Leal que colaborase en la publicación de la Recordación florida, pero la

muerte inoportuna de dicho mandatario puso fin al proyecto. Más afortunado fue fray Antonio

de Remesal quien también ganó el patrocinio de un alto funcionario colonial, recibiendo en su

EL PODER DEL PASADO – STEPHEN WEBRE – CAP. 1 -- 32

caso los fondos por adelante en forma de cajones de tinte. Tal como Remesal, el padre Vázquez

podía contar con algún apoyo material de parte de su orden religiosa, gozando además de la

buena fortuna de ver elevado al obispado local, a un antiguo colega suyo.

En cambio, la censura y la represión parecen haber tenido poco efecto sobre los primeros

historiadores de Guatemala, cuyos trabajos en su mayoría tendían a reforzar la orden política e

ideológica establecida, así como también los valores de los grupos dirigentes. Las exigencias

administrativas de la censura estatal podían mostrarse incómodas y costosas para los escritores

que residían en Indias, pero como sugieren los ejemplos de Las Casas y Remesal no por eso dejó

de ser posible publicar y distribuir legalmente obras en algún aspecto críticas de la empresa

española en el Nuevo Mundo. Sin embargo, como supo Remesal la mera posesión de las

licencias expedidas en España no le garantizaba a un historiador la libertad de expresión. Una

obra histórica que ofendiera los intereses poderosos de la provincia—o en el caso del dominico,

fuera solamente objeto de rumores malintencionados—podía exponer a su creador a la

persecución al nivel local. Remesal gozaba del apoyo político del presidente conde de la

Gomera cuyo capellán era y ganó además un fallo absolutorio ante la Inquisición mexicana,

institución que tradicionalmente no se ha considerado amiga a la libertad de pensamiento. Sin

embargo, quedó encarcelado y su libro decomisado, arruinándose al fin la carrera de un

historiador de promesa.