Cronistas e historiadores

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CRONISTAS E HISTORIADORES

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L U I S G O N Z Á L E Z O B R E G O N

C r o n i s t a s e

H i s t o r i a d o r e s

M É X I C O E D I C I O N E S B O T A S

1 9 3 6

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Es propiedad del Editor hecho el depósito que marca la Ley: Copyright by Botas' Editions.

7fíi

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A la memoria

de mis maestros y amigos,

D. Jacobo María Sánchez de la Barquera,

D. José María de Agreda,

D. Vicente de P. Andrade

D. Francisco Sosa,

quienes con sus libros, consejos y enseñanzas

me guiaron en mis estudios históricos.

El autor.

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El Capitán Bernal Díaz del Castillo.—Conquista­dor y Cronista de Nueva España 11

El Abate Francisco Javier Clavijero.—Noticias Bio-Bibliográíicas 83

Vida y Obras de Don José Fernando Ramírez . . 127

Don Francisco del Paso y Troncoso.—Sabio Ar­queólogo y Lingüista Mexicano 175

Dr. D. José María Marroquí.—Cronista de la Ciu­

dad de México 199

Genaro García.—Su Vida y su Obra 213

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El Capitán Bernal Díaz; del Castillo, Conquistador y Cronista de

Nueva España

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BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO Retrato apócrifo

(Véase pág. 76.)

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EL CABALLERO GUILLERMO DE LAUNOY Grabado de la obra "París y sus Alrededores",

de donde se tomó el retrato apócrifo del viejo cronista

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CAPITULO PRIMERO

NOTICIAS BIOGRÁFICAS

POCAS son las noticias que poseemos acerca de los primeros años de la vida del famoso capitán e inimitable cronista Bernal Díaz del Castillo.

Sabemos quiénes fueron sus padres —Francisco Díaz, de distinguida familia, y María Diez Rejón— y dónde vio la luz primera, la ciudad de Medina del Campo en Castilla la Vieja. Pero ni el año de su nacimiento, ni pormenores relativos a su niñez han llegado hasta nosotros. (1) Muy joven aún se lanzó a la azarosa existencia de aventurero y conquistador, impulsado por el espíritu que animaba a sus coetáneos, por ardor caballeresco o por afán de lograr fortuna, aunque él mismo protesta que ni en sus primeras expediciones ni en las empresas posteriores, le guió otro móvil que servir a Su Majestad y a la Fe Católica. Mas sus quejas repetidas sobre el reparto del botín y sus rei­teradas instancias para asegurar las encomiendas, ha­blan muy elocuentemente en sentido contrario. Dis­culpemos, empero, estas debilidades, comunes a todos sus contemporáneos, y en gracia de la sencillez, del

(1) En el número 4, tomo VIII de la 4a. época de los "Anales del Museo Nacional" publicó nuestro amigo don José de J. Núñez y Domínguez unos documentos encontra­dos en el Archivo de Indias por don Francisco del Paso y ancoso, y entre ellos está una carta dirigida a Felipe II Por Bernal Díaz del Castillo, fechada a 29 de enero de 1667, en la cual asegura que tenía setenta y dos años de €dad, así es que nació en 1495.

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candor y de los servicios que prestó el buen Bernal; y muy principalmente por habernos legado una ines­timable crónica, que a pesar de todos sus deiectos de estilo y de íondo, es el documento más auténtico y ve­raz que tenemos, junto con las "Cartas" de Hernán Cortés, para escribir la historia de la Conquista. Ber­nal Díaz en su obra ruda, pero pintoresca, nos trans­porta a aquellos tiempos; presenciamos con él tocios ios sucesos; conocemos con sus retratos, íaltos üe arte, mas Henos üe vida y colorido, a todos ios héroes, a todos ios conquistadores, desde el último soidado hasta el audaz conquistador jefe de la atrevida empresa, En esta obra que nunca se cansa uno de leer y consultar, su autor nos dejó consignados muchos datos para su biograna: en ena se reiieja ei hombre, rudo y iranco, y ei verdadero cronista: desalmado, pero sincero.

En 1514 salió de España en compañía de .Pedro Arias de Avila, Gooernador de Tierra Eirme, con quien llegó a la ciudad llamada Gracias a Dios. Aquí, atacado de la peste que había entonces, como a ia mayor parte de ios soldados, le salieron llagas en las piernas, y después de naoer presenciado los disturbios entre Arias y vasco rsunez de naiboa, ue común acuer-uo con algunos companeros e hidalgos, y previa licen­cia oei citado Gobernador, paso con eiius a ia isla de Cuba.

Embarcóse en La Habana con la expedición de Francisco nernández de ^oruooa, para uescuorir a Yucatán, ei día 6 de lebrero de i5t7. Estuvo en ei reencuentro de la punta de Catóme; más adelante en ia batana campal de cnampoton, donue los menos en justa deiensa ue su territorio, mataron a la mitad de ios invasores, hiriendo a Hernández de Córdoba, que al un murió. Jbernai Díaz recibió tres iiechazos; uno en ei costado izquierdo, tan grave "que le pasó a lo hue­co." i>e vuelta de tan miortunaua empresa, costeó a la Florida, yendo en el buque del célebre piioto Antón de Alaminos, y tuvo otro reencuentro en el que tam­bién salió herido. Con no pocos trabajos, sufriendo

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muchas penalidades, enfermo y pobre, llegó por fin a Santiago de Cuba "adonde estaba —dice— el Gober­nador Diego Velázquez, el qual andaba dando mucha oriesa en enviar otra armada: y quando le fuí a besar las manos, que éramos deudos, él se holgó conmigo, y de unas pláticas en otras me dixo, que sí estaba bue­no de las heridas para volver a Yucatán, E yo riyendo le respondí, ¿que quién le puso nombre Yucatán? que allí no le llaman así. E dixó, Melchorejo el que truxiste lo dice. E yo dixe: mejor nombre sería la tierra donde nos mataron la mitad de los soldados que fuimos, y todos los demás salimos heridos. E dixo: bien sé que pasastes muchos trabajos, y así es a los que suelen des­cubrir tierras nuevas, y ganar honra, e su Magestad os lo gratificará, e yo así se lo escribiré. E ahora, hijo, id otra vez en la armada que hago, que yo haré que os hagan mucha honra, y diré lo que pasó."

Vino con Juan de Grijalva el año 1518 a otros puntos del nuevo Continente, y durante la exploración de Coatzacoalco, cúpole la fortuna de haber introduci­do por primera vez en Nueva España el cultivo y acli­matación del naranjo. Pero escuchemos cómo refiere él mismo este suceso:

'También quiero decir como yo sembré unas pe­pitas de naranjas junto a otras casas de ídolos; y fué desta manera: que como había muchos mosquitos en aquel río, fuíme a dormir a una casa alta de ídolos, y allí junto a aquella casa sembré siete u ocho pepitas de naranjas que había traído de Cuba, y nacieron muy bien porque parece ser que los Papas de aquellos ídolos les pusieron defensa para que no las comieran las hor­migas, y las regaban y limpiaban, desque vieron que eran plantas diferentes a las suyas. He traído aquí esto a la memoria para que se sepa que estos fueron los primeros naranjos que se plantaron en la Nueva España: porque después de ganado México y pacifi­cados los pueblos sujetos de Guazacualco, túvose por la mejor Provincia, por causa de estar en la mejor conmodación de toda la Nueva España, así por las

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minas que las había, como por el buen puerto, y la tierra de suyo rica de oro, y de pastos para ganados, y a este efecto se pobló de los más principales con­quistadores de México, e yo fui uno, y fui por mis naranjos, y traspáselos, y salieron muy buenos."

De regreso a Cuba, volvió una vez más a embar­carse el año 1519, en la tercera, última y más notable de las expediciones. Vino en el navio San Sebastián, que estaba a cargo de Pedro de Aivarado, quien fué su jefe en toda la campaña, excepción hecha del ata­que y derrota contra Panfilo de Narváez, pues en esta acción militó a las órdenes de Cortés.

Sería largo referir todos y cada uno de los episo­dios en que se halló durante la conquista de México. El mismo los ha consignado en su Historia, y nos bas­tará decir que fué protagonista en los principales. Pre­senció la sangrienta y horrible matanza de Cholula; triunfante muchas veces, salió derrotado, pero con vi­da, de peligros tan tremendos como el de la Noche Triste. Estuvo presente en la atrevida prisión de Mo-tecuhzoma, mandado engrillar por Cortés, y en la repugnante escena del tormento de Cuauhtémoc. En más de una ocasión escapó de milagro y salió herido en la garganta en un ataque a Tetzcoco.

Rendida la ciudad, bajo las órdenes de Gonzalo de Sandoval, fué a pacificar varios puntos del Sur, y se estableció después en Coatzacoalco. Pero de su vida tranquila lo apartó el llamamiento de Cortés para ir a las Hibueras, en donde estaba rebelado Cristóbal de Olid. Nadie mejor que Bernal Díaz ha narrado las fatigas y trabajos de esa marcha sembrada de obs­táculos y peligro;;, y nadie tampoco ha referido con noble imparcialidad, la impresión que produjo en el ejército la ejecución de Cuauhtémoc, que injusta como fué, se la tuvieron todos a mal a Cortés, cuyos remor­dimientos pinta Bernal Díaz con pormenores llenos de interés y colorido.

El cronista nos ha dejado en su obra lo que pu­diéramos llamar su hoja de servicios, que termina con

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el rasgo siguiente de candor, inmodesto si se quiere, pero disculpable por la buena íe que lo caracteriza y la edad a que lo escribía:

"Por manera —dice— que a la quenta que en esta relación hallarán, me he hallado en ciento diez y nueve batallas, y re encuentros de guerra, y no es mu­cho que me alabe dello, pues que es la mera verdad; y estos no son cuentos viejos, ni de muchos años pa­sados de Historias Romanas, ni ficciones de Poetas, que claros y verdaderos están mis muchos, y notables servicios que he hecho a Dios primeramente, y a su Magestad, y a toda la Christiandad, y muchas gracias y loores doy a Nuestro Señor Jesu-Christo, que fme ha escapado, para que agora tan claramente lo escriba: e más digo, e me a^bo dello, que me hallé yo en tan­tas batallas, y reencuentros de guerra, como dicen las Historias en que se halló el Emperador Enrique Quarto."

Posteriormente se avecindó en la Villa del Espíri­tu Santo de Coatzacoalco, de donde fué regidor; pero despojado de las encomiendas que le habían concedido, resolvió trasladarse a México.

El 7 de febrero de 1539 presentó un escrito ante la Real Audiencia de Nueva España, con el objeto de que se levantara información sobre sus servicios. El 9 del mismo mes y año, ante Joan Xaramillo, Alcal­de Ordinario, y en presencia de Joan de, Zaragoza, es­cribano público, compareció con el dicho escrito acom­pañado de un interrogatorio, que constaba de XXI preguntas. Por la XIV sabemos que Cortés le enco­mendó en premio de sus servicios, entre otros, el pue­blo de Tlapa, por cédula que presentó fecha a 20 de septiembre de 1522, y Marcos de Aguilar le donó el de Chamula. Por otra cédula fecha a 3 de abril de 1528 y firmada por el tesorero Alonso de Estrada, sabemos que tenia también encomendadas varias es­encias en dichos puntos. En las preguntas XVI y XVII refiere que Baltasar de Osorio, capitán de Ta­rasco, le tomó y despojó a la fuerza de su encomienda <te Tlapa, y el capitán Mazarinos, poblador de Chia-

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pas, de la de Chamula y las estancias. El día 10 pre­sentó de testigo a Cristóbal Hernández; el 12 a Mar­tín Vázquez, Bartolomé de Villanueva y Miguel Sán­chez Garzón, y el 14 a Luis Marín. Unánimes estuvie­ron en sus respectivas declaraciones. Bernal Díaz pidió, pues, traslado de la información, y una vez provisto de ella y de dos cartas de recomendación escritas por don Hernando Cortés y don Antonio de Mendoza, primer virrey de Nueva España, y fechadas a último de febrero de 1539, emprendió nuestro buen soldado viaje a España, para hacer valer sus derechos y obte­ner premio merecido a sus servicios. (1)

Llegó a la corte, y allí, después de muchos dis­gustos, y de sufrir con no poca paciencia la guerra sorda que le hizo el fiscal, un tal Villanueva, consiguió con sumo trabajo dos reales cédulas, dirigidas a Pedro de Aivarado, Madrid 9 de junio de 1540, al Lie. Ce-rrato, 3 de junio del propio año, y al virrey Mendoza otra con fecha 2 de julio, en la cual se le ordenaba que en caso de que Aivarado no impartiera completa jus­ticia a Bernal, le hiciera gracia a éste de un corregi­miento en Mincapa, Suchetitán o Soconusco.

Volvió a Nueva España a mediados de 1541, y como la suerte le fuera adversa, pues poca cosa había alcanzado en sus pretensiones, sea por su familia que lo esperaba, o aburrido de andar en solicitudes vanas y en pleitos con curiales, se fué a Guatemala. Mas lo poco que había logrado en recompensa de sus trabajos, las encomiendas de Zacatepeque, Joanagacapa y Mis­ten, ni para el sustento le bastaban, y por 1551 le en­contramos otra vez en España pidiendo premios e im­plorando justicia. A pocos meses de permanencia en la corte se le expidió nueva cédula a lo. de diciembre de dicho año, dirigida al Lie. Alonso López de Cerrato, en la que se disponía se le concediese un corregimiento en Guatemala,

Desde entonces vivió allí hasta su muerte. Ya

(1) Véase Apéndice número 1,

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consagrado a sus tabeas concejiles, ya entregado a los dulces goces del hogar. Preñada su mente de recuerdos, sintiendo el dolor de sus heridas, más en el alma que en el cuerpo, por la ingratitud que había olvidado sus hazañas; mas con el objeto de presentar a la posteri­dad los gloriosos hechos de sus compañeros de armas, que los suyos propios, aunque sin callar éstos, y en fin, con el noble deseo de rectificar errores de mal informados cronistas, empuñó la pluma, como antes la espada, para legarnos ese libro inimitable, mezcla de memorias personales con hechos extraños, embrión de historia, pero crónica sincera, verídica, pletórica de datos y episodios, rica en anécdotas, no pobre en re­flexiones atinadas, severa en juicios, y aunque burda y desaliñada en la forma, de amena y deleitosa lectura.

Dio término a su obra el 27 He febrero de 1568* (1) No la 1W6 a ver imnresa, v despnés olvidado, con ht"os y nietos numerosos, vieio y pobre, aún so­brevivió a su obra muchos años, pues unos dicen que murió hacia 1593, y otros, como veremos adelante, le presentan aún en los principios de la décimaséptima centuria. (2)

(1) La casa en que la escribió aún existe en la anti­gua Guatemala, según lo dice don Eduardo Mayora en su brillante prólogo a la edición guatemalense de Bernal Díaz.

(2) Varias son las fechas que se han consignado de la muerte de Bernal Díaz, don Víctor Miguel Díaz dice que fué en 1568, apoyándose en el dicho de Fray Domingo de Reyes; don Agustín Meneos F. señala el año de 1574 en su Literatura Guatemalteca; Batres Jáuregui en vista de la Historia de Guatemala de Juarros, afirma que falleció en 1582.

A nuestro juicio fué en 1583, pues don Jorge García Granados, guatemalteco, asegura que Díaz del Castillo vivía a un en 1582, según consta en un pleito judicial en que fué testigo y posteriormente ya no aparece su nombre en nin-Sun documento, y por consiguiente no puede haber pasado SU muerte después del año de 1583.

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Hemos procurado narrar sucintamente su vida. Reunimos a continuación lo que para completarla he­mos encontrado disperso en libros propios y ajenos. Ofrecemos por último una bibliografía de sus escritos. Que otros en vista de estos apuntamientos, con nuevas investigaciones y con pluma más docta y competente, escriban un libro digno del humilde y valiente conquis­tador, del sencillo y veraz cronista.

A nosotros nos satisface la consideración que nues­tra labor no será estéril Hemos acopiado materiales; que otros levanten el edificio. (1)

(1) Para escribir el presente capítulo hemos consulta­do el Discurso Preliminar y las Adiciones y Aclaraciones incluidas y escritas por D. Justo Zaragoza, en la obra In­titulada:

"Biblioteca de los Americanistas. || Historia de Guate-malaj| o || Recordación Florida || Escrita en el siglo XVII por el capitán || D. Francisco Antonio de Fuentes y Guz-mán |i natural, vecino, y regidor perpetuo de la ciudad || de Guatemala, || Que publica por primera vez || Con notes e ilustraciones || D. Justo Zaragoza || Madrid ]| Luis Nava­rro, Editor || Colegiata núm. 6 [j 1882/'

Dos volúmenes en 4o. elegantemente impresos.

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CAPITULO SEGUNDO

LA FAMILIA DE BERNAL DÍAZ

I

"En su Recordación Florida, el historiador de Gua­temala, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, bis­nieto del conquistador, justamente orgulloso de un tan glorioso parentesco, proporciona numerosos detalles sobre la familia de Bernal Díaz. Las informaciones de los servicios o probanzas de Díaz y de su suegro Bar­tolomé Becerra, nos suministran también algunos pre­ciosos pormenores. Felizmente nosotros las podemos completar con la publicación de otras varias piezas auténticas. Un diligente amigo se consagró a examinar para nuestro intento todos los libros de sacristía sal­vados del desastre de la Antigua Guatemala, en 1774. Después de haber hojeado inútilmente los del Sagrario, San Sebastián y Santa Clara, tuvo la fortuna de en­contrar y copiar de los Libros de Españoles de la ca­tedral de San José, los documentos que reproducimos más abajo. Desgraciadamente el más antiguo no data sino de 1586. Las actas anteriores deben haber sido inscritas en otra parte o en registros perdidos hoy día, y es más que probable que antes de 1577 no hayan tenido libros parroquiales.

"Fué sin duda hacia 1535, antes que se estable­ciera en Guatemala, y que Carlos Quinto, por reales cédulas, le concediese las encomiendas de Chamula, Mincapa y Tlapa, cuando Bernal Díaz se casó con Teresa Becerra, hija única de uno de los conquistado­res. Tuvo en ella muchos hijos. No hemos podido en-

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contrar rastros sino de dos de ellos, Francisco y Pe­dro, y de algunos de sus innumerables nietos.

"En la probanza de Bartolomé Becerra, publica­da por D. Justo Zaragoza y de la cual damos el aná­lisis en las piezas justificativas ,(1) uno de los testi­gos, Joan Rodríguez Cabrillo de Medrano, afirma co­nocer a Francisco Díaz desde recién nacido y haber sido su compañero de infancia y de juventud. Ahora bien, como en esta declaración fechada a 10 de febre­ro de 1579, Medrano asegura tener cuarenta y tres años de edad, podemos inferir que Francisco nació antes de 1540. En 1579, éste ya tenía cinco hijos de Magdalena de Lugo, hija de uno de los conquistadores f y después de haber servido los corregimientos de Tec-pan, Atitlán, Totonicapa, Guayamaque y San Luis, se intitula en el acta precitada Corregidor de Suchite-peques. Fué en seguida Regidor Perpetuo de Guate­mala, sin duda para sustituir a su padre.

"Los registros de San José nos lo presentan a partir de 1586, casado en segundas nupcias con doña Isabel de Cárcamo, y poco dispuesto, a juzgar por las partidas siguientes, a dejar desaparecer, por falta de herederos, el nombre del ilustre conquistador.

"—1586—Lunes 14 de abril del año dicho, bap-tizé a Tomás, hijo de Francisco Díaz del Castillo y de doña Isabel de Cárcamo su mujer. Fueron padrinos Alonzo de Vargas y doña Clara Bezerra su mujer.— Anthonio Despana"

"—1588—Jueves diez días del mes de marzo de 1588 años, yo Bartholomé Granados cura, baptizé a Bernabé, hijo de Francisco Díaz del Castillo, y de su mujer doña Isabel de Cárcamo. Fueron sus padrinos Alonzo de Vargas y doña Clara su mujer.—Bartholo­mé Granados.'9

"Hasta 1602, los registros de San José no mencio­nan el nombre de Francisco Díaz sino una sola vez, en 1599, en el Libro de gente ordinaria, a propósito

(1) Apéndice número 2, párrafo I.

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del bautismo de un adulto llamado Mateo, del cual fueron padrinos Antón y Paula su mujer, esclavos de Francisco Díaz del Castillo.

"—1602—En trece días del mes de febrero de 1602 años, en la santa Iglesia Cathedral desta Ciudad de Guathemala, yo Alonzo Ibáñez cura de la dha Ca­thedral, puse óleo y chrisma a María hija de Feo. Dias del Castillo, y de doña Isabel de Cárcamo su mu­jer, vecinos desta dha Ciudad. Habíala bautizado en caso de necesidad el padre Francisco de Peralta, sa­cristán mayor de dha Cathedral, en ocho días del dho mes de febrero. Fueron sus padrinos don Francisco de Fuentes y Guzmán y doña Teresa del Castillo y Lugo su mujer, vecinos de dha Ciudad y firmelo de mi nom­bren

"Esta acta de bautismo nos hace conocer el nom­bre de uno de los hijos provenidos del primer matri­monio de Francisco Díaz con Magdalena Lugo. El marido de doña Teresa, Francisco de Fuentes, después de haber sido muchas veces Regidor, fué en 1636 se­gundo Alcalde ordinario de Guatemala. Este es el pa­dre del historiador Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, bisnieto de Bernal Díaz.

"En el mismo año 1602, encontramos todavía en los registros de San José el acta de bautismo de un Bernabé Valdés de Cárcamo, hijo de Francisco Díaz del Castillo. ¿Sería otro hijo del mismo nombre Ber­nabé, que no llevaba sino el apellido de la madre, se­gún uso antiguo muy frecuente en España, cuando algún bastardo nacía en la familia?

"—1613—En once días del mes de febrero de 1613 anos murió Francisco Díaz del Castillo, vecino y Re­gidor de esta ciudad de Guatemala. Sepultóse en la santa Iglesia Cathedral de esta ciudad. Dejó por sus albaceas al Contador Pedro del Castillo su hermano, y a Doña Isabel de Cárcamo su mujer, y al padre Am­brosio Díaz del Castillo, presbítero, su hijo.—Fran­cisco Muñoz Garrido, cura."

"En esta acta de defunción de Francisco Díaz apa-

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rece como uno de sus ejecutores testamentarios, su hermano Pedro, hijo segundo del conquistador. Dos meses después de la muerte de Francisco Díaz, el 15 de abril de 1613, Pedro del Castillo Becerra, Contador y Oficial de la Real Hacienda, presentaba a la Au diencia Real un memorial a fin de ser autorizado para hacer sus pruebas de filiación. Analizamos brevemente este documento en las piezas justificativas que damos después. (1)

"Uno de los testigos presentados por el Contador, Cristóbal Azetuno Guzmán, notario y familiar del San­to Oficio, declara que conoce a Pedro Díaz desde su infancia, que ellos fueron educados e iban a la escuela juntos como vecinos de barrio y de casas. El dicho tes­tigo reconoce ser, en 1613, de cincuenta años de edad; por lo que podemos deducir que Pedro debió haber na­cido hacia 1560. Se había casado con doña Jacoba Ruiz del Corral.

"Los otros dos ejecutores testamentarios de Fran­cisco Días fueron su mujer, Isabel de Cárcamo y el sa­cerdote Ambrosio Díaz del Castillo, su hijo. Este pa­dre Ambrosio, después de haber ejercido en 1630, los cargos de Tesorero, Maestrescuela y Arcediano, fué nombrado, en 1638, Deán de la catedral de Guatemala. En la lista, por otra parte equivocada e incompleta, que da de los descendientes de Bernal Díaz, don Justo Zaragoza lo hace —así como a los doctores don Tomás y don Pedro— hijo de doña María del Castillo, de la cual eran los tres hermanos.

"El 12 de febrero de 1615, encontramos en los re­gistros de San José el nombre de la viuda de Francisco Díaz. En esa fecha, doña Isabel de Cárcamo fué madri­na de un José Lyra. El padrino Bernardo Díaz del Cas­tillo y Lugo, beneficiado de Chiquimula, fué a no du­darlo otro de los hijos nacidos del primer matrimonio de Francisco Díaz con Magdalena de Lugo.

"El historiador Fuentes cita además a su tía Clara

(1) Apéndice núm. 2, párrafo IIL

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del Castillo, a un Fray Jacinto, Provincial de los domi­nicos, y a un tal José, cuyos hijos en los últimos, años del siglo XVIII, tenían propiedades en el valle de Jilo-tepeques. En cuanto a la María del Castillo, muerta a la edad de ciento diez años, que don Justo Zaragoza co­loca a la cabeza de la familia del conquistador, la con­funde con la hija de Francisco, bautizada el 13 de fe­brero de 1602; aquélla no formó parte nunca de la fa­milia, y si llevaba el nombre de ésta, fué, como dice el mismo Fuentes, en calidad de antigua sirvienta de su casa. j

"Tales son los descendientes de Bernal Díaz de los que hemos podido reconstruir su personalidad confor­me a los registros de sus parroquias, los relatos del his­toriador de Guatemala y las piezas sacadas del Archi­vo de Indias, De Bernal Díaz no sabemos sino poca cosa. Fué hijo, como él mismo lo manifiesta en el pró­logo de su Verdadera Historia, de Francisco Díaz, por sobrenombre el Galán, Regidor de Medina del Campo, y de María Diez Rejón. Su partida de bautismo, si existió, debe haberse quemado o perdido en el incendio Que arruinó a Medina del Campo, cuando la rebelión de los Comuneros. Su partida de defundón no se ha Podido encontrar. Es extraño que desde 1577, no haya en los registros ninguna huella de un personaje tan importante como el Regidor Perpetuo Bernal Díaz del Castillo, ni en los de matrimonios, ni en los de bautis­mos, ni en los de defunciones. Puede conjeturarse que se haya retirado a alguna encomienda o estancia, deseoso de emplear sus últimos años en evocar con mayor tranquilidad en la soledad y en el reposo, los prodi­giosos recuerdos de su vida, a fin de poner en buen es­tado su conciencia y su libro. Las investigaciones que Practicamos con la esperanza de encontrar su tumba no tem sido más felices. Los nichos de la catedral de la Antigua, donde se cree fué enterrado, durante una de |as últimas revoluciones que agitaron a Guatemala, *Ueron abiertos y profanados, y las losas sepulcrales Perdidas o destruidas. Las bóvedas de otras iglesias Que encerraban antiguas sepulturas se arruinaron en

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1879, así como muchos edificios construidos de adobe, a consecuencia de una terrible inundación del Pensa­tivo, río que limita la ciudad Antigua. Estos subterrá­neos, cuando los visitó un amigo nuestro, estaban casi enteramente obstruidos por la arena arrastrada por las aguas y muy nauseabundos.

"A falta de documentos auténticos, debemos men­cionar una tradición de familia, según la cual el con­quistador-historiador murió en 1602, a la edad de ciento cuatro años. Esta extraordinaria longevidad, después de tantos azares y trabajos guerreros, parece a primera vista un poco fabulosa. Empero, el hecho no es imposible ni aun improbable, y concuerda con lo que sabemos de Bernal. Si nació en 1497 ó 1498, tendría dieciséis o diecisiete años a su salida de Espa­ña, con Pedro Arias de Avila; una veintena de años cuando las primeras expediciones de Francisco Her­nández y de Grijalva, y cerca de veintiuno cuando acompañó al gran Marqués en la conquista de México. Díaz insiste varias veces en que era mucho más joven que Cortés, que entonces tenía treinta y tres años. Ade­más, sabemos por él mismo que en 1568 revisaba el manuscrito de la Verdadera Historia. En febrero del año de 1579 figura todavía en un instrumento público como magistrado en ejercicio, y no es sino hasta 1611 cuando leemos en un acta, a continuación de su nom­bre, la fórmula fatal: Regidor que fué... Así pues, si Bernal Díaz del Castillo nació a fines del siglo XV, vivió en todo el XVI y principios del XVII, habría vi­vido, según la justa metáfora que conviene aplicar a un caballero tan valiente, a caballo sobre tres siglos."

II

A las importantes y curiosas investigaciones del señor don José M. Heredia acerca de la familia de Díaz del Castillo, que íntegras hemos traducido en la sec­ción anterior, vamos a añadir otras que por nuestra parte hemos practicado.

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Don Justo Zaragoza, tantas veces citado, al enu­merar a los hijos varones de nuestro cronista, dice, que dejó ''además, dos hijas mayores que ellos, ya donce­llas en 1540, de las que nada he podido averiguar so­bre su suerte y posteridad/'

Pero ni el señor Zaragoza, ni el señor Heredia tu­vieron conocimiento de los descendientes que Díaz del Castillo tuvo en México, y que encontramos mencio­nados en un curioso manuscrito, propiedad primero de don José Fernando Ramírez, después de don Alfredo Chavero, posteriormente de don Joaquín García Icaz-balceta. (1)

Su autor, Dorantes de Carranza, enumera a la ma­yor parte de los conquistadores de Nueva España, elo­gia sus hazañas y da cuenta minuciosa de su descen­dencia.

Pues bien, al hablar de Bernal Díaz del Castillo, reitere que tuvo un nieto legítimo llamado don Ber­nardo de Estrada y un hijo natural y mestizo, Diego Díaz del Castillo, y que éste tuvo una hija casada con Sanctos del Campo.

Dorantes escribía hacia 1604, y ai citar al dicho Diego Díaz, habla de él como si viviera, pues dice: 'Tiene cédulas de su Majestad para que se le provean."

En efecto, en un libro recientemente publicado, se encuentra una de esas cédulas, en la cual el rey Felipe H concede escudo de armas a la familia de Castillo, elevando con esto a sus miembros de humildes peche­ros a la categoría de hijodalgos.

No hurtaremos al lector el contenido de este do­cumento tan poco conocido, pues acaba de darse a la estampa, tanto más cuanto que nos dice dónde nació

(1) Sumaria Relación de, las cosas de Nueva España con *a noticia individua] de los descendientes legítimos de los Con­quistadores y primeros pobladores, por Baltazar Dorantes de Carranza, MS. En 4o. común. Posteriormente en 1902 *ué impreso este manuscrito en el Museo Nacional de México.

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Diego, le hace un elogio a su padre y describe el escudo con que se les agració. Reza así:

"Don Phelipe, etc. Por cuanto de parte de vos, Diego Diez del Castillo, natural de la ciudad de San­tiago, de la provincia de Guatimala, y vecino de la ciu­dad de México, en las nuestras Indias del mar Océano, me habéis hecho relación que vos sois hijo de Bernal Diez del Castillo, uno de los primeros descubridores y conquistadores de la ciudad de México y Nueva Espa­ña, donde más principalmente nos sirvió, y después en la conquista y pacificación de la provincia de Guaza-qualco, y en la de Honduras y en otras partes de las nuestras Indias, ayudándolas a conquistar y a poblar con gran trabajo y riesgo de su persona, poniendo su vida muchas veces a peligro de perdella, por más se señalar en nuestro servicio, trayendo de ordinario sus armas y caballos a su costa y misión, como bueno y leal vasallo y servidor nuestro, como constaba y pare­cía por informaciones que dello presentastes ante Nos en el nuestro Consejo de las Indias, y vos y vuestros hermanos así mismo nos habíades servido en lo que se había ofrescido y tenéis deseo dé lo continuar. Y me suplicastes que para de los servicios del dicho vues­tro padre y de vuestros hermanos quedase perpetua memoria, y vos y vuestros hijos y descendientes y de los dichos vuestros hermanos fuésedes más honrrados, vos mandásemos dar por armas un escudo que tenga el campo color de cielo, en el cual haya un castillo de oro labrado, y encima del, en la almena más alta, esté un hombre armado de armas blancas, con una espada en la mano derecha y un escudo embrazado en la otra izquierda, y a los lados del dicho castillo, dos leones de su color en salto, que le tienen con las manos y vueltas las cabezas hacia atrás, y encima del dicho castillo, un sol y una luna con cuatro estrellas de oro y dos águilas, de pies sobre unas columnas a los lados del dicho cas­tillo, y encima de las dos torres, dos flores de uses de oro, y por la orla ocho veneras de Santiago azules, re­partidas por toda ella en campo de sangre, y por tim-

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ble un yelmo cerrado con su rollo torcido, y por devisa unos plumages blancos, colorados y amarillos, y sus trascoles y dependencias a follages de colorado y oro o como la nuestra merced fuese, etc.—Dada en Valla-dolid a 6 de mayo de 1565.—Yo el Rey." (1)

Llamamos la atención del lector, subrayándolos, sobre el apelativo que da la cédula tanto al padre co­mo al hijo: en vez de Díaz, Diez. No faltan autores, así antiguos como modernos, que afirmen que el verdade­ro apellido del soldado cronista era Diez del Castillo. Entre los primeros puede consultarse a González Dávi-la, Teatro Eclesiástico de Indias, tomo I, págs. 176 y 177. Entre los últimos a Ph. Valentini, en un artículo que publicó en el American Historical Record, tomo I, núm. 12, correspondiente ai mes de diciembre de 1872. Asegura éste que conoció en la ciudad de Guatemala a doña María Josefa Diez del Castillo y Batres, última descendiente directa del famoso conquistador, quien entre otras noticias que le comunicó, fué una de ellas el asegurarle que por la ignorancia de los autores, el Diez lo habían transformado en Díaz. Valentini publi­ca un facsímile de la firma del célebre historiador, para demostrar su dicho; pero en otros que se han publicado en las Cartas de Indias encontramos escrito Díaz del Castillo. Por otra parte, como ha hecho observar un eru­dito escritor, "el articulista americano, equivocando el Patronímico Diez, con el numeral diez, interpreta se­riamente el apellido Diez del Castillo por the Ten of the Castle...!" (2)

(1) Nobiliario || De || Conquistadores de Indias || Le Publica |¡ La Sociedad de Bibliófilos Españoles || Un escu­do ti Madrid || MDCCCXCIL—Un tomo en 4o. común. Las adulas contenidas en esta obra las compiló don Antonio Paz y Melia. La concedida a Díaz del Castillo se encuentra et* las páginas 69 y 70, y el escudo de armas cromolitogra­fiado en la lámina XXVI, figura 3.

(2) García Icazbalceta, Introducción al Diálogo Segun­do de Cervantes Saiazar, nota a la pág. 75,

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¡Extravagancias de la erudición! i Qué más, Brasseur de Bourbourg nos cuenta que

por los años de 1851 fué puesta en duda la existencia de Bernal Díaz. (1)

Sólo esto faltaba al inmortal cronista para su glo­ria y fama, equipararlo en este sentido a Homero.

(1) RibUothéque Mexico-Cuatemalienne, pág. 58.

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CAPITULO TERCERO

BIBLIOGRAFÍA

Hasta ahora, que nosotros sepamos, no se ha publicado una noticia bibliográfica minuciosa de los escritos de Bernal Díaz del Castillo. No pocos han mencionado erradamente las ediciones de la Historia Verdadera, y un catálogo como el que hoy ofrecemos al lector hacía falta. No nos lisonjeamos de darlo com­pleto; pero el presente servirá para que otros más afor­tunados lo perfeccionen y añadan. Las portadas de las ediciones que hemos tenido a la vista las copiamos lite­ralmente, conservando en las extranjeras el texto del idioma al que ha sido traducida la obra del cronista-conquistador. Respecto de las que no hemos visto, nos contentamos con citar a los autores que las mencionan,

A—HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUIS­TA DE NUEVA ESPAÑA

a.—Ediciones en castellano

Historia 11 Verdadera 11 de la Conquista 11 de la II Nueva España ¡| Escrita || Por el Capitán Ber­zal Díaz del Castillo, || uno de sus Conquistadores. ü Sacada a Lvz 11 Por el P. M. Fr. Alonso Remón, *je- || dicador, y Coronista General del |[ Orden de Nuestra Señora de la || Merced Redempción de II Cautivos. || A La Cathólica Magestad || Del Ma­yor Monarca 11 Don Felipe Qvarto, 11 Rey de las Es-

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pañas, y nuevo || Mundo, N. Señor. || Con Privile­gio. || En Madrid en la Imprenta del Reyno. Año de 1632.

Un volumen en folio impreso a dos columnas, ex­cepto los folios que contienen los preliminares y la ta­bla de los capítulos.

Título, en el primer folio; Suma de la licencia de la Orden, Suma de Privilegio, Suma de Tassa; Apro-vación de la Orden; Aprovación del M. Gil González Dávila, Coronista del Rey N. Señor; Censvra del Coronista de sv Magestad, y mayor de las Indias, Luis Tribaldos de Toledo; dedicatoria a Felipe IV, firmada por Fray Diego de Serrano; Al Letor, en que se da no­ticia de las obras escritas y publicadas por el P. Re­men; dedicatoria a don Lorenzo Ramírez de Prado —que proporcionó copia del manuscrito para hacer es­ta primera edición— firmada por el M. Fr. Alonso de Remón; El Autor, prólogo de Bernal Díaz a su obra: todos estos preliminares contenidos en cinco folios sin numerar. Sigue: Verdadera Historia de los Sucessos de la Conqvista de la Nveva España (Folios 1 a 254); Conclvsión y Epítome, escrito por el P. Remón (Folio 254 vuelta); Tabla de los Capítvlos, etc. (seis folios sin numerar y en blanco la vuelta del último).

Debemos esta primera edición al R. R M. Fr. Alonso de Remón, quien habiendo encontrado copia manuscrita de la obra, en la biblioteca de Lorenzo Ra­mírez de Prado, resolvió darla a luz. Por desgracia, como veremos adelante, no nos reprodujo fielmente el texto en la impresión. Durante ésta murió dicho padre, y la continuó Fr. Gabriel Adarzo de Santander, obispo de Otranto. Contiene esta edición apostillas que fue­ron suprimidas por los editores posteriores, desde Don Benito Cano. El texto sólo comprende CCXI capítulos; el siguiente fué agregado en la edición que siguió a ésta. La que acabamos de describir es bastante rara, y su ti­tulo ha sido citado infielmente por los bibliógrafos mo­dernos. Haremos notar por último que todos los pasajes referentes al P. Olmedo están señaladas con manecillas

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negras en los márgenes. El capítulo CCI esta errado en su numeración, pues aparece con la cifra CC, de lo que resulta que todos los siguientes están también mal nu­merados. Cano corrigió estas erratas en su edición de 1795-1796,

Historia Verdadera || de la Conqvista de la |í Nveva España || Escrita || Por el Capitán Bernal Díaz del Castillo, Vno de sus Conqvistadores* || Saca­da a luz, || Por el P. M. Fr. Alonzo Remón, Pre- || dicador y Coronista General del Orden de 11 N. S. de la Merced, Redención de Cautivos. || A la Cathólica Magestad del || Mayor Monarca D. Felipe | IV. Rey de las Españas y 11 Nuevo Mundo N. S. | Con Priuilegio, En Madrid, en la Emprenta del Reyno,

Este título ocupa el centro de la portada grabada por L de Combes. Representa un frontispicio. En los dos plintos salientes del basamento están los escudos del Marqués del Valle y de la Orden de la Merced, uno a la derecha y otro a la izquierda del grabado. En la Parte entrante del basamento hay otro escudo que re-Presenta a la ciudad de Tenochtitlán, rodeada por las aguas de los lagos. Sobre cada uno de los plintos se ven dos figuras, don Fernando Cortés y el P. Fr. Bartolo-tné de Olmedo. Cortés revestido de férrea armadura, ostenta luenga barba, se apoya con la diestra en un es­cudo que contiene el episodio de Motecuhzoma engri­llado por el conquistador, y con la mano siniestra em­puña un cetro. El P. Olmedo viste el hábito de merce­nario, lleva en la mano derecha una cruz y con la iz­quierda se apoya también en un escudo que reproduce Ur* bautismo de indios. El basamento sostiene además cuatro columnas pareadas y estriadas, que soportan la cornisa con un frontón truncado en medio, lugar que °cupan las Armas Reales y el Toisón. Abajo se en­cuentra un mundo en que se lee: América y más abajo esta leyenda CON-DI-TA. Los extremos superiores del frontón, se hallan rematados por dos ángeles con sen-

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das palmas en las manos. Entre los intercolumnios hay dos tarjas pendientes de clavos. La que está arriba de Cortés dice: Manv y la que se halla encima del Padre Olmedo: Ore.

Siguen a esta curiosa portada los mismos prelimi­nares de la edición princeps, en cuatro folios sin nume­rar; después el texto de CCXI capítulos de la obra, desde el folio 1 al 254; en la vuelta de este último la Conclusión y Epítome firmados por el P. Remón; en seguida se lee: Este capítvlo, Qve es 11 el vltimo del ori­ginal, por parecer escv- |¡ sado, se dexó de imprimir; y oy ape- || tidón de vn cvrioso se 11. añade (folios 255 y 256); Tabla de los Capítulos (seis folios Henos y no numerados),

El capítulo añadido es el CCXI I, erradamente aparece CCXXII y corresponde al CCXIII de las pos­teriores ediciones.

No se hallan de acuerdo los bibliógrafos sobre la fecha en que se publicó la presente edición. Algunos dicen que en 1700, otros, como García Icazbalceta, que antes. Lo probable es que haya sido entre el año 1632, fecha de la primera, y 1665, en que dejó de gobernar Felipe IV, pues aparece dedicada a este monarca.

Historia Verdadera || de la Conquista || de la || Nueva España. || Escrita |] Por el Capitán Bernal Díaz del Castillo, | uno de sus Conquistadores. || En Madrid 11 En la Imprenta de don Benito Cano 11 Año 1795.

Cuatro tomos en 8o. impresos los tres últimos en 1796.

Tomo I: Falso Título y Título; El Autor, dos hojas sin numerar; capítulos Primero al LXXVIII (págs., 1-355); Tabla de los capítulos (356-367).

Tomo II: Falso Tít. y Tít ; El Editor (págs. 5-8); capítulos LXXIX a CXXIX (9-371); Tabla (372-382); Erratas de los tomos primero y segundo (una página sin numeración).

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CRONISTAS E HISTORIADORES 33

Tomo III: Falso Tít. y Tít.; capítulos CXXX a CLIX (págs. 5-356); Tabla (357-364); Erratas (una página sin numerar).

Tomo IV: Falso Tít. y Tít.; capítulos CLX a CCXIII (5-560); Tabla (561-573).

Historia j I verdadera 11 de la Conquista 11 de la 11 Nueva España, 11 Escrita 11 Por el Capitán Bernal Díaz del Castillq, || uno de sus conquistadores. |¡ Nueva Edición Corregida. 11 París. 11 Librería de Ro­sa. || 1837.

Cuatro tomos impresos por A. Everat y Ca. Calle del Cuadrante 16. En 12o.

Tomo I: Falso Título y Título; El Autor (págs. 5-7); capítulos Primero a LXXVUI (9-349); Tabla (351-358).

Tomo II: Falso Tít. y Tít.; El Editor (5-8); ca­pítulos LXXIX a CXXIX (9-360); Tabla (361-367).

Tomo III: Falso Tít. y Tít.; capítulos CXXX a CLXV (5-424); Tabla (425-429).

Tomo IV; Falso Tít. y Tít.; capítulos CLXVI a CCXIII (5-469); Tabla (471-478).

Esta edición está hecha en vista de la de don Be­nito Cano. La distribución de capítulos en los dos pri­meros tomos es la misma, con excepción en los dos úl­timos, para evitar sin duda lo desproporcionado que güó el tomo IV de la edición madrileña (1795-1796). Por lo demás, la de París reproduce la advertencia al Jomo segundo de Cano, y las notas .sacadas de las *~artas de Relación de Hernán Cortés.

p, Biblioteca 11 De 11 Autores Españoles, 11 Desde la formación del Lenguaje Hasta Nuestros Días. Historia­dores Primitivos de Indias—. Colección dirigida e ilus-

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trada || Por don Enrique de Vedia || Madrid. |[ Imprenta y Esteriotipía de M. Rivedaneyra, ¡|Salón del Prado, 3. || 1852-1853.

Dos volúmenes 4o. mayor a dos columnas, excepto los preliminares.

La obra de Bernal Días del Castillo está incluida al principio del tomo II, desde la página 1 a la 317. En la noticia que la precede, escrita por el señor Vedia, se lamenta de las mutilaciones que hizo a la obra el P. Remón, y lo demuestra con citas históricas. ¡Caso sin­gular, la edición presente es una de las más mutiladas! Carece del Prólogo y del último capítulo.

De esta edición se hicieron otras dos en 1877 y en 1906.

Historia Verdadera | De la Conquista || De la Nueva España, || Escrita por el Capitán || Bernal Días del Castillo, | [ Uno de sus Conquistadores 11 Ti­pografía de R. Rafael, Calle de Cadena número 13. | 1854.

Cuatro volúmenes 4o. común. Tomo I. Una hoia sin numerar, El Autor; capítu­

los de I al LXXVIII (págs. 7-217); Tabla (I-VI). Tomo II. Una hoja sin numerar, El Editor; capí­

tulos LXXIX a CXXIX (7-229); Tabla (I-V). Tomo III. Capítulos CXXX a CLXV (1-264);

Tabla (I-IV). Tomo IV. Tipografía de F. Escalante y Comp. Ca­

lle de Cadena núm. 13.--Capítulos CLXVI a CCXIII (2-288); Tabla (I-VI).

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquis­ta de la Nueva España, por Bernal Díaz del Castillo. Madrid.—Tejado.—1862. (Tres volúmenes en 8o.).

Historia Verdadera || de la || Conquista de la Nueva España || Escrita por el Capitán || Bernal Díaz del Castillo. 11 Uno de sus conquistadores. 11 Mé-

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xico. Imprenta de I. Escalante y Ca. Bajos de San Agustín núm. 1. |¡ 1870.

Tres volúmenes en 8o., que forman los tomos IV, V y VI de la Biblioteca Histórica de la Iberia publicada por el inolvidable Don Anselmo de la Portilla.

Tomo L Noticias de Bernal Díaz del Castillo, es­critas por Don Joaquín García Icazbalceta para el Dic­cionario Universal de Historia y Geografía (págs. I-X); capítulos I a XCII de la obra (1-494) y el índice (I-IX).

Tomo II. Capítulos XCIII a CLVI de la obra (3-563) y el índice (I-X)1.

Tomo III. Capítulos CLVII a CCXIII de la obra (3-605) y el índice (MX).

Historia Verdadera || de la || Conquista || de la Nueva España ¡| Escrita por el Capitán Bernal Díaz del Castillo || Uno de sus Conquistadores || México ! Tipografía de Ángel Bassols y Hermanos [| Segun­da Calle de Mesones número 22 || 1891-1892.

Tres volúmenes en 4o. común, portadas a dos tin­tas y treinta láminas en madera.

Tomo I. Noticias sobre Bernal Díaz por García Icazbalceta, y Prólogo (págs. I-XII); texto de la obra (13-400) incluso el índice.

Tomo II (págs. 5-440). Tomo III (págs. 5-458). La distribución de los capítulos la misma que en

'a edición anterior.

En la edición de Bernal Díaz hecha en Guatemala (1933-34) se menciona una impresa por Escalante en 1891-92, que no existe.

Biblioteca Económica de Clásicos Castellanos. «ernal Díaz del Castillo. || La Conquista || de ||

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Nueva España. || Sociedad de ediciones Louis Mi-cháud. | 168 boul Saint-Germain 168. || París || 1853 Estados Unidos, 1853. || Buenos Aires. (Sin fe­cha) .

4 vols. en 8o. El tomo I. consta de 312 págs., el II. de 296, el

III. de 300 y el IV. de 269, incluyendo los índices. El tomo I. comprende del capítulo I. al LXXXIV,

el II. del LXXXV, el CXLII, el III. del CXLIII ai CLXXVI y el IV. del CLXXVII al CCXIIL

Esta edición se recomienda por el índice alfabé­tico, que se publicó en el tomo IV. y que es muy útil para encontrar los principales asuntos de que trata el autor en su obra.

HISTORIA VERDADERA || DE LA II CON­QUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA || por || Ber-nal Díaz del Castillo. || Uno de sus conquista­dores. Única edición hecha ¡ | según el códice autó­grafo. La publica |¡ Genaro García. || México. Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento. Callejón de Betlemitas, Núm. 8. || 1904.

2 volúmenes en 4o, El tomo I. consta de la pág IX a la XCVI, conte­

niendo los preliminares, y 506 de texto, incluyendo el índice. El tomo II. consta de 560 págs. de texto, inclu­yendo la tabla de Capítulos y el índice alfabético.

El tomo L comprende del capítulo I. al CXXXIX. y el Tomo II. del CXL. al CCXIV.

Esta edición es notable, por los eruditos prelimi­nares conque la ilustró el Lie. don Genaro García, y por haberse reproducido en ella el manuscrito de Díaz del Castillo, que se conserva en el Ayuntamiento de la Ciudad de Guatemala, con tanta fidelidad que hasta las abreviaturas y toda clase de faltas ortográficas apa­recen en la impresión; y aunque ésta estimable fideli­dad, no exenta de algunos errores, es digna de encomio

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CRONISTAS E HISTORIADORES 37

para los lingüistas e historiadores, no lo es por la difi­cultad que presenta su lectura.

El retrato apócrifo de Bernal Díaz del Castillo, está al frente del tomo L y al frente del II. extractos en facsímil de los capítulos CCV. y CCX. del autó­grafo de La Historia Verdadera.

Biblioteca Histórica || Ibero-Americana || dirigi­da por don Carlos Pereyra, (| Bernal Díaz 11 del Cas­tillo. I| Descubrimiento y || Conquista de México. || Narración íntegra de || esta epopeya formada || con

capítulos del príncipe j | de los Lima 625 | j Bs. Aires.

1 tomo en 8o. de 448 págs. y 3 hojas de índice sin numerar, comprendiendo 57 capítulos.

Es notable el estudio que precede a esta antología, escrito magistralmente por don Carlos Pereyra.

los más brillantes cronistas, "Virtus"

HISTORIA VERDADERA || DE LA || CON­QUISTA DE 11 LA NUEVA ESPAÑA 11 por Bernal Díaz del Castillo ¡ uno de sus conquistadores. 11 Pró­logo de 11 Carlos Pereyra. 11 Un adorno tipográfico. 11 Espasa-Calpe, S. A. 11 Madrid, 1928.

2 Tomos en 8o. Tomo L págs. V al XII del Prólogo y 573 de tex­

to. Tomo II. 629 págs. de texto, inclusos los índices. El tomo L comprende desde el capítulo I al

CXXXIX, y el II. desde el CXL al CCXIV. Esta edición se recomienda, por el interesante pró­

logo de don Carlos Pereyra, y por haberse moderniza­do el texto del original para hacer más fácil su lectura.

Forman los núms. 29 y 30 de "Viajes clásicos" anotados y editados bajo la dirección de J. Gantin Ce­receda.

Reimpresión hecha en 1933, que no conozco.

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BIBLIOTECA "GOATHEMALA" || De la So­ciedad de Geografía e Historia || Dirigida por el Li­cenciado J. Antonio Villacorta C. 11 Volumen X y XI. j | VERDADERA Y || NOTABLE RELACIÓN || Del |1 Descubrimiento y Conquista de || La Nueva España y Guatemala. || Escrita por el Capitán || BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, ||En el siglo XVI. || Edición conforme al manuscrito. |[ Original que se guarda en el Archivo I [ de la Municipalidad de Guatemala. || Prólogo ]| de Eduardo Mayora. || Gua­temala, Centro América. |¡ noviembre de 1933. Enero de 1934.

2 volúmenes en 4o. Tomo I. Págs. III-XX del prólogo y 346 del tex­

to, incluyendo el índice.—Tomo II. Págs. III-XXIII, conteniendo EL LIBRO DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO. Por Bartolomé Mitre. NOTAS BIBLIO­GRÁFICAS, por Antonio Villacorta C. y 331 págs de texto, incluyendo el índice.

El tomo L contiene los capítulos del L al CXLIV, y viene ilustrado con el retrato apócrifo de Díaz del Castillo.—El tomo II. comprende los capítulos CXLV al CCXIV, y viene ilustrado con un facsímil de la por­tada de la primera edición, un escudo a colores, que representa las Armas concedidas por el Rey Felipe II. a Diego Díaz del Castillo, y otro facsímil de la última página del capítulo CCXII del MS. original que se conserva en el Archivo Municipal de Guatemala.

Esta edición se hizo con todo cuidado en vista del códice autógrafo de Bernal Díaz del Castillo, pero su­primiendo las abreviaturas, modernizando la ortogra­fía y puntuando y acentuando las palabras del texto para hacerlo más legible.

El Centro de Estudios Históricos de Madrid viene anunciando una edición de Bernal Díaz del Castillo, la cual no ha salido aun a la luz pública. Entre las obras en preparación que tiene la "Colección Tesoro/' facsi-

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tailares de las ediciones princeps, que actualmente im­prime en Madrid ei laborioso y entendido, don José Ruiz Castillo, se anuncia también, la célebre crónica de Bernal Díaz.

B.—TRADUCCIONES

b.—En Francés

Véridique Histoire |[ de la Conquéte || de la |j Nouvelle-Espagne 11 Par le Capitaine | j Bernal Díaz del Castillo || L'un des Conquérants || Traduite de i'espagnol avec une introduction et des notes 11 Par 11 José-María de Heredia | Una viñeta con el lema "Fac et Spera" || Paris || Alphonse Lemerre, Editeur || 27-31, Passage Choiseul, 27-31. || 1877-1887.

Cuatro tomos en 12o, muy bien impresos por A* Quantin. Tirada especial de 25 ejemplares en papel de china, y el resto de la edición en papel común.

Tomo primero, publicado en 1877. Comprende fal­so título y título en dos hojas; Advertencia del Traduc­tor (págs. I-III); un estudio acerca de España 1513-1514 (IV-XLIX); otro La Juventud de Cortés (LI-LXIII); Nota a la Introducción (LXV-LXVI); Dedi­catorias al rey don Felipe IV y a don Lorenzo Ramírez del Prado (págs. 1-6); capítulos del I al LX de la obra (7-253); Notas y Aclaraciones del traductor (255-293), V dos hojas de índice y colofón sin numerar.

Tomo segundo, publicado en 1879. Comprende los capítulos del LXI al CXXVIII de la obra (págs. 1-396); Notas y Aclaraciones del traductor (397-447), y dos hojas de índice y colofón sin numerar.

Tomo tercero, publicado en 1881. Comprende los capítulos CXXIX ai CLXVÍI (págs. 1-400); Notas y Aclaraciones del traductor (401-418); y dos hojas de ín­dice y colofón sin numerar. Los dos últimos capítulos toai numerados*

Tomo cuarto, publicado en 1887. Comprende los

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capítulos CLXVIII al CCXIII (págs 1-398); Conclu­sión y Epítome escritos por el R. P. Alonso de Remón para la primera edición madrileña de 1632 (págs. 399-400); Apéndice del Traductor don José María de He-redia, que contiene dos interesantes estudios, intitula­dos "El Manuscrito de la Verdadera Historia y la Fa­milia de Bernal Díaz (págs. 401-412); Piezas Justifi­cativas (413-432); Notas y Aclaraciones del traductor (433-451); y dos hojas de índice y colofón sin nume­rar, acompañadas de un facsímil de una página del manuscrito de Bernal Díaz del Castillo. Los tres últi­mos tomos tienen falso título y título.

En la Advertencia refiere el traductor que ya im­preso el primer tomo en 1877, fué obsequiado con la versión francesa de Jourdanet, que describimos en se­guida.

Histoire Védirique de la Conquéte | ¡ de la 11 Nou-velle-Espagne 11 Ecrite par le 11 Capitaine Bernal Díaz del Castillo" 11 L'un des ses conquistadores | ¡ Traduc-tion par 11 D. Jourdanet 11 Deuxiéme edition corrigée 11 Précédée d'une préface nouvelle, accompagnée de no­tes 11 et suivie d'une étude sur les sacrifices humains 11 et la anthropophagie chez les aztéques || París || G. Masson, Editeur 11 Libraire de TAcadémie de Médeci-ne II Boulevard Saint-Germain, en face de TEcole de Médecine || MDCCCLXXVIL

Un volumen en 4o. mayor, impreso en la Tipo-graphie Lame, rué de Fleurus, 9, á Paris.

Ilustrado con cinco cartas a diversos colores. Falso título y título en dos hojas; Prefacio del

Traductor (págs. I-XXVIII); Advertencia al Lector (XXIX-XXX); Prólogo del Autor (XXXI-XXXH) í texto de la obra (1-861); Tabla de las materias (863-879); Reflexiones finales del Traductor (881-884); Notas del Traductor, que comprenden: Los Conquista­dores de Nueva España, lista formada por Don Manuel

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Orozco y Berra (885-891); Consideraciones médicas sobre la campaña de Fernando Cortés (892-902); Los sifilíticos de la campaña de Fernando Cortés (903-916); Los sacrificios humanos y la antropofagia entre los Az­tecas (917-935); Un capítulo del Padre Bernardino de Sahagún (936-942); Tabla general de la obra, con ín­dice analítico formado por Jourdanet y Erratas (943-952). La primera edición de reducido número de ejem­plares, se publicó en la misma imprenta el año de 1876. (Dos volúmenes en 8o.)

c.—En Inglés

THE TRUE HISTORY of the conquest of Méxi­co, written in the year 1568, translated from the ori­ginal spanish, by Maurice Keatinge.—London.—1800.

Un volumen en 4o.

La misma traducción al inglés, reimpresa en Salem (Estado de Massachussetts).—1823.

Dos volúmenes en 12°. Estas dos ediciones, que no hemos podido exami­

nar, las cita Brunet en su Manuel du Libraire, quinta edición, París, tomo segundo, columna 679.

Edición de R. Kerr, Edimburgo. (1)

The Memoirs || of the || Conquistador Bernal Díaz del Castillo || Written by himself || Containing a tnie and full account j | of the 11 Discovery and Con-

(1) Dato de Rafael Heliodoro Valle.

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42 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

quest || of || México and New Spain || Translated from the original spanish by || Jhon Ingram Lockart, F. R- A. S. || Author of "Attica and Athens" || In two volumes II London || J. Hatchard and Son, 187, Pic-cadilly 11 MDCCCXLIV.

Dos volúmenes en 4o, común, impresos por: C. and J,, Printers, Bartolomew Cióse.

VOL. I: Título; Prefacio del Traductor, índice y erratas (págs. III-XVI); texto de la obra desde el prólogo hasta el capítulo CXXXVI (1-386); Notas al primer volumen (387-399).

VOL, II: índice y erratas (págs. III-VIII); tex­to de la obra desde el capítulo CXXXVII hasta el CCXIII (1-410); Notas al segundo volumen (411-416).

La traducción está hecha en vista de la edición princeps; en el prefacio se hace un caluroso elogio del libro de Bernal Díaz, y se dice "que respecto a su ori­ginalidad, puede competir con cualquiera obra de los modernos tiempos, sin exceptuar a Don Quixote".

B. Díaz del Castillo.—True history of the con-quest of México.—Me. Bride 1927.

The True History of the Conquest of New Spain. —By Bernal Díaz del Castillo, one of its conquerors. From The only exact copy made of the Original Ma-nuscript, edited and published in México by Genaro García. Translated into English, with Introduction, and Notes, by, Alfred Pencival Naurslay. With Maps and Plates. Haklayt Society, 1908-1912.—(Cuatro vo­lúmenes en 8o.)

d.—En Alemán

Denkwürdigkeitén || des || Hauptmanns Bernal Díaz del Castillo, ¡j oder || wahrhhafte Geschichte || der || Entdeckung und Croberung von Neu-Spanien,

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II yon einem der Entdecker und Eroberer selbstges-chsieben, ¡| aus dem Epanischen ins Deutsche über-setzt, und mit dem Leben des 11 Verfassers, mit Anmer-fungen und andern zugaben versehen || von || Ph. I. von Rehfues, || Ronigl. Preusz. Geheimen Ober-Regie-^mgsrath und vormaligen Curator der Universi'tá, Bonn. ]| Zweite vermehte Ausgabe. |J Bonn. 11 bei ̂ Adolph Marcus. 11 1843-1844.

Cuatro volúmenes en 8o. común, impresos en la misma Bonn por Cari Georgi.

El traductor divide la obra de Bernai Díaz en ^oce libros y cada libro en capítulos.

Primer volumen: Título, falso título y Prefacio (págs. I-LXIII); texto de la obra del Libro Primero al Tercero (1-254); Suplemento (255-288); índice (289-290).

Segundo volumen: texto de la obra desde el Libro Cuarto hasta Sexto (págs. 1-265); Suplemento (267-295); índice (296-300).

Tercer volumen: texto de la obra desde el Libro Séptimo hasta el Noveno (1-286); Suplemento (287-d l 0) ; índice (311-314).

Cuarto volumen: texto de la obra desde el Libro décimo hasta el Duodécimo (1-290); Suplemento I y 11 (291-347); índice (348-352).

Los tres últimos volúmenes tienen título y dos 'Sitos títulos sin numerar.

. Esta misma Traducción fué reimpresa en Bonn en l0s años de 1843-44. (Cuatro volúmenes en 12o.)

v Die Entdeckung und Eroberung von Mexiko. Mit ¿orwort von Karl Ritter Hamburgo, 1849. (Dos vo-^ e n e s en 8o., es fragmentaria).

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e.—Ediciones en otros idiomas

Ifjusagi iratok Tara. Az orsz. kozepisk. tanáregye-sulet kiad-ványa. Kilián Fr. biz, Franklin Társiüat nyomása. Castillo i Diaz Bernal. México felfedezese es meghoditása. Atdolgozta dr. Brozik Karoly. I ter-képpel. 1878.

1 vol. en 12°. (IV. de la Colección). Cita esta edición D. Genaro García, advirtiendo que debió su noticia al Sr. Cónsul General de México en Budapest, D. Eugenio de Bánó.

Torténelmi Konyvtár. Franklin, társulat. Cortez Hernando, México meghóditoja. Diaz Bernal után el-meséli Gaal Mozes. Budapest, 1899.

1 vol. en 12°. (Núm. 86 de la Colección). Cita también esta edición el Sr. García, noticia

que debió al mencionado Cónsul de México en Buda­pest,

C—ESCRITOS DIVERSOS

I.—Díaz del Castillo (Bernal) Translado de capí­tulos que se hallan en el archivo de la Ciudad de Gua-themala, de Bernal Díaz del Castillo, en contra de los religiosos de Santo Domingo; in fol.

Manuscrito de 22 folios que tiene por autor al cé­lebre conquistador, compañero e historiador de Cortés; fué copiado por completo de puño y letra del padre Francisco Ximénez, de los archivos de las comunidades de Guatemala y comienza con estas palabras: "Este "es un traslado de una provenza e información contra "nosotros, y yo Feo. Ximénez he trasladado para nues­tro depósito". Este documento es una relación de que­jas contra los religiosos de Santo Domingo; está fe­chado a 22 de Noviembre de 1547. (BIBLIOTHEQUE MEXICO-GUATEMALIENNE, por M. Brasseur de

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Bourbourg. — Parig|.— Maisonneuve & Cié, Libraire Editeur.—15 Quai Voltaire.—1871.—(Pág. 56).

II.—Carta de Bernal Díaz del Castillo al Empe­rador Don Carlos, dando cuenta de los abusos que se "cometían en la gobernación de las provincias del Nuevo Mundo. Santiago de Guatimala, 22 de febrero de 1552. —CARTAS DE INDIAS. Publícalas por primera vez el Ministerio de Fomento,—Madrid.—1877.—Imp. de Manuel G. Hernández, págs, 38 a 44, número VI).

III.—Carta de Bernal Díaz del Castillo al Rey &on Felipe II en la que denuncia algunos abusos co­metidos con los indios, y pide se le nombre fiel ejecutor de Guatimala, en atención a los servicios que expone. --Guatimala, 20 de febrero de 1558.—(CARTAS DE INDIAS, págs. 45 a 47, número VII).

IV.—Carta de Bernal Díaz del Castillo a un Ilus­tre y muy Reverendísimo Señor.— (¿Fr. Bartolomé de *?S Casas?) .—Guatimala 20 de febrero de 1558.—(Se 5Ja en la obra CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS.—Madrid, 1891.—Lista de los ob­jetos que comprende la Exposición Americanista.—Ma­drid.—Imprenta de M. Romero, Ventura Rodríguez, • 1881.—Sección segunda B, número 437),

Carta de Bernal Díaz del Castillo dirigida "A la ^tólica Real Magestad del ynbentysimo Rey de las gpañas Don Felipe Nuestro Señor".—De Guathemala S? de Henero de 1567. (Archivo de Indias, Papeles de bancas , Estante 64, caja 1, legajo 10).

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Esta carta fué encontrada y copiada, por el Sr. D. Francisco del Paso y Troncoso, y se publicó en los Anales del Museo Nacional, tomo VIII, Época 4*. Núm. 4. Págs. 608 a 610.

En esta carta es donde su autor asegura tener a la sazón 72 años.

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CAPITULO CUARTO

EL MANUSCRITO DE LA VERDADERA HISTORIA

"El manuscrito original de la Verdadera Historia existe. Es enteramente de la mano del conquistador, de puño y letra, como dicen los españoles. Los borra­dores que Bernal Díaz menciona en el prólogo de su libro, lo completan. Guiados por una intuición apasio­nada, ayudados en nuestras investigaciones por un in­teligente amigo, tuvimos la fortuna de encontrar intac­to, después de trescientos años, este precioso y venera­ble monumento de la gran conquista. ¿Dónde? ¿Cómo? El relato sería singular. El curioso lector nos excu­sará de hacerlo. El manuscrito no estuvo en nuestras manos, y no podemos dar ahora sino una página fo­tográfica reducida a un cuarto del tamaño del original, y la siguiente descripción.

"El volumen es un infolio enorme de 297 hojas d e una escritura cerrada. Mide cerca de 60 centíme­tros de altura, por 38 de ancho y 7 de espesor. Está ^vestido de una fuerte pasta de piel ennegrecida por el tiempo. Algunas páginas, en muy corto número, están destrozadas (no obstante que no han sido arran­adas) o roídas por insectos. Los fragmentos de los borradores permiten reconstruir íntegramente el texto. £ n resumen, el manuscrito original se conserva en tan jjuen estado cuanto es posible. La escritura varía dos 0 tres veces. Primero cerrada y bella, después confusa

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y nerviosa, toma en seguida su limpidez primitiva. El final es precipitado. Pasajes enteros están tachados con grandes rasgos en forma de cruz. Los tachos y en­miendas son numerosos, en parte escritos con una tinta más negra y de difícil lectura. Deben datar de la úl­tima revisión de la obra. El viejo Bernal parece como que se veía obligado a concluir. Sentía que las fuerzas le faltaban después de un siglo de vida. Estaba casi ciego.

"En la última hoja, el cronista-conquistador puso su nombre como un testigo bajo de un acto público. Esta firma es de un negro más pálido que el resto de la escritura, que es de hermosa redondez cancilleresca, e idéntica a la del Memorial publicado en las Cartas de Indias. Desgraciadamente, no se sabe qué mano bár­bara, curiosa de reproducir esta ilustre firma, la des­figuró por una infinidad de piquetes de aguja que si­guen el contorno de las letras y del párrafo. Se sabe, por una nota escrita al pie de la firma, que no se ha hecho del manuscrito sino una sola copia, terminada en 1605. (1). En vista de esta copia, comunicada por el erudito comentador de Marcial, Don Lorenzo Ra­mírez del Prado, fué impresa, bajo el cuidado de Fray Alonso Remón, la edición de Madrid, de 1632.

"Las diferencias entre el texto original y el impre­so son notables, como se puede sin duda juzgar com­parando la página de que damos una reproducción exacta, con el folio 56 de la edición princeps. (2) La ortografía antigua fué rejuvenecida; el texto modifi­cado. La puntuación, muy defectuosa por cierto, per­tenece en propiedad al primer editor. A decir verdad, en el original no existe. El conquistador parece des­conocer todos los signos convenidos, o por lo menos no

(1). Según parece, ya antes se había sacado otra co­pia, que fué remitida al rey de España. Véase el Apéndice número 2, párrafo I.

(2) Puede verse en el tomo 4o, de la traducción fran­cesa hecha por el Sr. J. M. Heredia.

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emplea sino el punto, que siembra con mano pródiga al azar de la pluma, sin ningún cuidado de la suspen­sión o detención del pensamiento. En el manuscrito las abreviaturas son numerosas; las mayúsculas raras. Díaz escribe táscala, tnontezuma, rreal, ora, ovo, ofre­cido, sienpre, yr, cibdad, poblazón. Fray Alonso Re-món transcribe: Tlascala, Montecuma, real, hora, huvo, ofrecido, siempre, ir, ciudad, población. Si el R. P. de la Merced se hubiera contentado con esto, haríamos mal en verdad y no tendría gracia si le reprocháramos el haber querido facilitar la lectura de la crónica, cuya publicación le debemos. Pero hizo más. En cinco o seis lugares de esta página, la única de la que hemos tenido el original a la vista, el editor adulteró a su capricho el texto primitivo. Espantado sin duda de la longitud del adverbio, sustituyó determinadamente por Resueltamente; copió de quien sentía en lugar de en Quien sentía; ayudávamos por ayudamos; acordó por acordamos. En fin, cuando Díaz, comparando a Cho-lula con una de las ciudades de Castilla, escribe nuestro Valladolid, el buen padre, cambiando el sexo de la ciu­dad y adornándolo con un calificativo, imprime: nuestra PSan Valladolid.

"Ciertamente, estos son pecadillos veniales, pero sin embargo suficientes para no dejar sospecha sobre Ios escrúpulos y la conciencia de Fray Alonso Remón, como editor. No cabe duda que en más de un lugar la crónica del viejo conquistador ha sido gravemente adul­z a d a o intercalada. Hacia el año de gracia de 1632, jurante el reinado de la Católica Majestad de Don Felipe, rey de España y del Nuevo Mundo, no era pru­dente escribir ni permitido imprimir sino con la volun-*?u y bajo la corrección de Nuestra Santa Madre Igle­sia. y[fe ^o u n p a s a j e debió ser suprimido en bien de ^religión o la salvaguardia del orgullo familiar de un

**» personaje. Como ejemplo citaremos dos rasgos su-wmidos en la obra, y que nos comunicó el inteligente ^ \ g o que tuvo la dicha de tener en sus manos y hojear ^idamente el manuscrito de la Verdadera Historia, uxzz cuenta que llamado ante el Supremo Tribunal de

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Cuba para responder a algunas acusaciones, y no pu-diendo, a pesar de su ruda franqueza de soldado, llegar a convencer a los oidores, sacó su puñal en un movi­miento desesperado, y se hubiera herido si los presentes no se arrojaran sobre éL El otro rasgo no deja de ser original Cuando la gran derrota de México, en esa noche que los españoles trágicamente han llamado No­che Triste, Bernal, bajo una granizada de piedras y saetas, se abrió valientemente paso a través de las ma­sas de los guerreros aztecas. Uno de sus compañeros había caído herido de un flechazo, Al huir todos, el joven aventurero recogió el matatillo del muerto, es­pecie de bolsa de cáñamo donde los soldados guardaban lo que tenían de más precioso. Después de la batalla, cuando le fué posible examinar el contenido. Díaz en­contró entre otros objetos una naturaleza del hombre en badana.

"En el prólogo de la Recordación Florida, el histo­riador de Guatemala, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, declara que una de las causas que le impul­saron a escribir su libro, fué la edición publicada por Fray Alonso Remón de la Verdadera Historia, la cual, "por descuido o inadvertencia del impresor, o por cui­dado de negociación interesadamente solícita", fué "des­figurada y falsificada en partes". Repite el mismo es­tribillo con notable insistencia, y nada sería mejor para cerrar este brevísimo e incompleto estudio del manus­crito de Bernal Díaz, que el siguiente testimonio irre­futable del bisnieto del conquistador:

"Habiéndome aplicado en mi juvenil edad a leer, no sólo con curiosidad sino con afición, veneración y cariño, el original borrador de el heroico y valeroso ca­pitán Bernal Díaz del Castillo, mi rebisabuelo, cuya ancianidad manuscrita conservamos sus descendientes con aprecio de memoria estimable, y llegado a esta ciu­dad de Goathemala por el año de 1675, el libro impreso que sacó a luz el reverendo padre maestro Fr. Alonso Remón, de el sagrado orden de Nuestra Señora de la Merced, Redención de cautivos, hallo que lo impreso

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no conviene en muchas partes con el venerable ama­nuense suyo, porque en unas partes tiene de más, y en otras de menos de lo que escribió mi rebisabuelo, como lo reconozco adulterado en los capítulos 164 y 17.1, y así en otras partes del progreso de la historia, en que no solamente se oscurece el crédito y fidelidad de mi Castillo, sino que se defraudan muchos verdaderos mé­ritos de verdaderos héroes, a quienes está llamando el premio y el laurel de la fama a inmarcesibles glorias".

II

El interesante artículo que precede, lo hemos to­bado de la traducción francesa de la obra de Bernal tMaz, debida a la correcta y elegante pluma del señor fron José María de Heredia, homónimo y compatriota del inspirado cantor del Niágara.

Para completar sus eruditas noticias y corroborar lo que dice acerca de las adulteraciones y modificacio­nes que hizo Remón en la obra de Bernal Díaz, cuyo Manuscrito original se conserva en el archivo del Ayun­tamiento de la ciudad de Guatemala, nos vamos a per­mitir agregar otras citas tomadas de la Recordación Flo­rida y de la Crónica del P, Vázquez.

"En lo que parece del borrador original —dice el f̂cudo de nuestro inimitable historiador— empieza el

^ttanuense diciendo: "Bernal Díaz del Castillo, vecino V regidor de la muy leal ciudad de Santiago de Goa-/hemala, uno de los descubridores de la Nueva España V sus provincias, y cabo después en lo de Honduras y Higueras que en esta tierra así se nombra, natural de J* wuy noble e insigne villa de Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo, regidor que fué * eUa, que por otro nombre le llamaban el Galán, y

Jte doña María Diez Rejón que hayan santa gloria", « Q/: y comienza el primero capítulo de lo impreso di­ciendo: "El año 1514 salí de Castilla en compañía del gobernador Pedro Arias de Avila, que en aquella sazón l e dieron la gobernación de Tierra firme", etc. En que

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se ve, que si ya no se le defrauda y hace agravio en lo que declara y manifiesta en su original, acerca de su buena y clara nobleza y valerosas hazañas suyas y de sus gloriosos compañeros, por lo menos le alteran las propias voces que usaba en su llano y verdadero senti­do y estilo; y que habiéndose alterado en esto, es prue­ba mayor de lo que se alteró en lo impreso, con más y menos, al arbitrio del impresor, que es una de las ra­zones que más me han estimulado para ilustrar el tra­bajo y la verdad de aquel mi ínclito y generoso pro­genitor",

"Sea conclusión del assumpto deste Capítulo —di­ce el P. Vázquez— el manifestar al mundo (pues es patente a Dios) que Religiosos, hijos de S. Francisco, y no otro alguno de otra Orden, fueron los primeros Evangelizadores, y Ministros del baptismo en estos Reynos, y Región Guatemalica, Porque aunque en el libro impresso de Bernal Díaz del Castillo, intitulado Conquista de Nueva España, se dize al Cap. 164 que el P. Frav Bartholomé de Olmedo del Orden Real Mi­litar de Nra. Sra. de la Merced, vino con D. Pedro de Alvarado ala Conquista de Guatemala, y que predicó a los Indios muy buenas Theologías; se implica con lo que se dize en el mismo libro (Cap. 171.) de auerse hallado el P. Fr. Bartholomé de Olmedo en México a la entrada de los doze Apóstoles Seráphicos; porque regulados con toda puntualidad los tiempos, en el mis­mo año, y mes, con sólo vn día de differencia, fué la llegada de nuestros Frailes ala Vera Cruz, y la Victoria que tuvieron en Quetzaltenango los Españoles; ésta a 14 de Mayo, Víspera de la Pazqua de Pentecostés de 1524. aquella a 13 de Mayo, Víspera de la Vigilia de Pentecostés de 1524. conque si el P, Olmedo se halló en México no es posible sin milagros (como el de S. An­tonio de Padua de hallarse a vn mismo tiempo en dos lugares distintos) el que se hallasse en Guatemala, dis­tante trescientas leguas de México, o que vn día las volasse, o en diez o doze que tardó en llegar a la Corte de Guatemala en Patinatnit, el Exército Castellano, las

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anduviesse el P. Fr. Bartholomé. Si se dixera que salió con el Adelantado de México a fines del año de 1523, y que se volvió del camino, y que se halló al recibi­miento de los Frailes Franciscos; se convence con evi­dencia que no estuvo su Paternidad en Guatemala. Si se respondiere que se halló al recibimiento de los doze Religiosos Franciscos, y que partió sin parar hasta hallarse en Guatemala a fines de Mayo, o prin­cipios de Junio de el mismo año, se concluirá que no salió de México el Padre Olmedo en compañía de Alvarado por ser su amigo, aun disgustado Cortés de Que viniesse. Además que en el Cap. 174, y en el Cap. 185 del mismo libro, se lee, que quando Cortés salió de México para la jornada de Honduras, quedó en aque­lla Imperial Ciudad el R. P. Fr. Bartholomé de Olmedo, y que luego apoco que había salido de México Cortés, ttHirio el buen Religioso: porque Cortés como se dexa entender del mismo libro, y discurso de su trabajosa Jornada, y según afíirman los Escriptores de las mate­ras, salió de México poco después de Junio del año de 1524. y no es dable que el V. Padre Olmedo se hallasse Por Junio en Guatemala, y volviesse corriendo a Méxi­co a hallarse allí quando salió para Honduras Cortés.

"Estas antilogias de vn libro, cuyo Escriptor es de Janta acceptación, quanto celebrado por verídico, me tuvieron perturbado y lleno de perplexidades, hasta tan-Jo, que con diligencia, y empeño, vbe a las manos, por todo el tiempo que vbe menester, el Original del muy Jípble Cavallero, y escritor ingenuo Bernal Díaz del Rastillo, de donde se sacó el traslado, que se remitió a España, y se imprimió después, el año de 1532 (sic) JjUe ya era muerto su Autor; con la aplicación que pe-aía el desseo de averiguar la verdad, fuimos leyendo fcntre tres Religiosos, el original, que es de muy buena j^tra, careándole, y procurándole concertar con el Im-Presso, y hallamos, (como quedó por testimonio, entre *9S papeles del archivo desta Santa Provincia) que en S original, la vltima vez que se haze memoria del Padre *ray Bartholomé de Olmedo, es en el Cap. 157. donde s e dize, que después de ganado México, dixo el Padre

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Olmedo y Pedro de Albarado, y otros Cavalleros, y Ca­pitanes a Cortés, que pues el oro que auía era poco, se repartiesse, y diesse a los mancos, cojos, y ciegos etc. y de hay para adelante en ciento, y cinquenta y quatro Capítulos, que ay hasta fin del libro, no se haze me­moria alguna de este Santo Religioso, ni de otro al­guno de otra Religión, que de la de S. Francisco, y que de éstos se callan en el Impresso (buelto a imprimir de nuevo) las glorias que en el original ingenuamente ex-pressa el Escriptor, de cuyo contexto se infiere que no sólo estos doze Frailes Franciscos, sino otros algunos passaron a Nueva España, y Provincias de Guatema­la". (1)

Ante estos testimonios tan competentes como irre­cusables, un juez justo e impardal, por más indulgen­te que fuera, tendría que condenar al R. R de la Mer­ced, Fray Alonso de Remón.

En resumen: no poseemos una edición correcta que reproduzca fiel y exactamente el texto primitivo de Ber-nal Díaz del Castillo, pues todas están hechas en vista de la primera que contiene la obra mutilada y adulte­rada. (2)

España que fué patria del viejo conquistador, Gua­temala eñ que vivió y floreció, o México que lo cuen-

(1), CHRONICA DE LA PROVINCIA DEL SANTIS-SIMO NOMBRE DE JESÚS DE GVATEMALA DE EL ORDEN DE N. SERAPHICO PADRE SAN FRANCISCO EN EL REYNO DE LA NUEVA ESPAÑA, Compvesta por el R. P. Fr. Francisco Vázquez.—Con privilegio en Gua­temala en la Imprenta de San Francisco.—Año 1714.—Tomo primero, Libro primero, Cap. II, págs. 11 y 12.

(2) En el año de 1904 el Lie. don Genaro García, pu­blicó el texto original de la obra de Díaz del Castillo, en vista de una copia manuscrita que le envió el Gobierno de Guatemala, cotejándola con un ejemplar fotográfico que el mismo Gobierno había obsequiado a nuestra Biblioteca Na­cional. El Lie. García reprodujo en su edición las abrevia­turas y ortografía primitivas.

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ta entre sus primeros y más verídicos cronistas, tienen una deuda que pagar, publicando la lección verdadera del original de la Verdadera Historia.

Ya en México se habían hecho repetidas diligen­cias para hacer una edición que reprodujera fielmente el texto antiguo. Hace años nuestro erudito amigo, el señor don José M. de Agreda y Sánchez, escribió al señor don Francisco Bonilla, entonces residente en Guatemala, con el objeto de que en un ejemplar im­preso se sirviera anotar las variantes del manuscrito. El señor Bonilla contestó que era inútil este trabajo» puesto que el Gobierno de Guatemala poseía una copia que estaba dispuesto a obsequiar a México; pero so­brevinieron vicisitudes políticas que fueron causa de que se echase en olvido la promesa. En 1891, la Junta Colombina de México, intentó de nuevo hacer una co­pia. Se cruzaron cartas llenas de muchas esperanzas para México; se gastó dinero; pero el negocio quedó sin favorable resolución. (1)

Diremos, para concluir, que uno de I03 que más empeño tuvieron en esto, fué el señor don Francisco del Paso y Troncoso, Director del Museo Nacional, Quien tuvo formado un copioso e interesante índice al­fabético para cuando se hiciera la edición correcta.

(1) Relativamente a las últimas instancias que hizo el scñor Agreda, véase el Apéndice número 3.

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CAPITULO QUINTO

LA OBRA DE BERNAL DÍAZ

Antiguos y modernos, nacionales y extranjeros, todos convienen en el mérito indisputable de la obra de Pernal Díaz del Castillo, por haber sido éste testigo Presencial de los sucesos que refiere y por su sinceridad y buena fe.

También se le han señalado los errores, las contra­dicciones y los olvidos en que incurrió; hijos sin duda de los muchos años que contaba cuando escribía y de su ya entonces flaca memoria, frágil, como la de todos *°s humanos, y más en esa edad.

Bernal Díaz se propuso, como dice él mismo en el Prólogo a su obra, hacer una historia "verdadera y clara" del descubrimiento, conquista y pacificación de !a Nueva España, así como de la fundación, que lleva-r°n a cabo después los españoles, de muchas ciudades y pueblos.

Propúsose a la vez rectificar a Francisco López de gomara, que "hizo errar —agrega— a dos famosos jUstoriadores que siguieron su Historia, que se dicen el u°ctor Illescas, y el Obispo Paulo Jobio..." (1)

Parece haber realizado su intento el buen capitán, *l no con lustre literario, sí con gran acopio de datos y ratificaciones.

A pesar de los errores en que incurrió y de que al­gunas veces se contradijo, la obra contiene bastantes n°ticias para hacer la luz en muchos sucesos, y des-

(1) Véase el Apéndice número 4.

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mentir fábulas que corrían como verdades en algunos libros, ya entonces impresos y escritos por autores de reputación.

En efecto, la Verdadera Historia nos suministra testimonios irrecusables para desmentir el legendario salto de Alvarado, la aparición del apóstol Santiago por los aires durante las batallas y la pretendida casti­dad de Jerónimo de Aguilar, quien, según nuestro cro­nista, murió de bubas.

La vanidad pueril que rebosan sus páginas no qui­ta nada a la verdad. Su pretensión de haberse encon­trado en los mayores peligros y en las acciones más no­tables, tampoco. Son achaques comunes a todo vetera­no que ha sido testigo presencial de los hechos que co­munica, j Siempre los soldados se disputan la gloria de haberse hallado en lo más recio de la pelea! ¡Siempre se muestran celosos de sus jefes y quejosos de no estar debidamente recompensados!

Pero en cambio, nos presenta Díaz del Castillo un cuadro redivivo y completo de la conquista. No se ne­cesita esforzar mucho la imaginación, pues basta la lec­tura, para reconstruir todo aquel período, fecundo en hechos y en hombres no comunes.

A pesar de su estilo "rudo y selvático" como lo califica un escritor, (1) todo surge y todo se contempla.

Nada falta. Narraciones de los sucesos; pormeno­res minuciosos; retratos de los personajes; anécdotas; dichos célebres; juicios acertados; críticas punzantes, pero justas; descripciones de lugares; relaciones de pe­ligros y fatigas: todo consignado con tal sencillez, con tanta sinceridad, que se resiste uno a desmentirlo cuan­do se hace necesario.

Los datos minuciosos de Bernal Díaz, a primera vista parecen fuera de lugar, triviales si se quiere; pe­ro forman un conjunto que da más verdad y colorido al cuadro que se propuso diseñan

Son tan curiosos los pormenores, tan exactos, que

(1) El señor don Marcelino Menéndez y Pelayo,

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interesan y proporcionan material suficiente para for­marse cabal idea de las cosas y de los hombres de la conquista.

Las creencias de los conquistadores, sus costum­bres y supersticiones, sus rasgos generosos y sus torpes vicios; las enfermedades que padecían y los apodos con que eran conocidos, nos permiten reconstruir los carac­teres morales de los compañeros de Díaz del Castillo.

En cambio, las señas particulares de cada uno, sus estaturas, color, etc., nos presentan el físico de aquellos hombres de hierro, cuyo fin, heroico o triste, refiere el minucioso cronista.

Hasta el número y color de los caballos que traían los "más famosos capitanes y valerosos soldados," con­signa Bernal; que nada omite, tal vez porque todo aquello le recordaba días de batallar continuo, pero gratos para el veterano que se cubrió de gloria.

Abiertas las páginas de la Historia Verdadera, no ^ leen, se escuchan. Antojase que el autor está cerca de nosotros, que ha venido a relatarnos lo que vio y lo que hizo; y su mismo estilo burdo, semeja al de un veterano a quien perdonamos las incorrecciones de len­guaje para sólo oirle los sucesos Henos de interés en Que ha sido testigo y actor.

El desorden que reina en la obra, más bien en la narración, pues tan presto nos consigna un suceso, co-*üo nos describe una acción, como nos cuenta una anéc­dota, contribuyen mucho a que nos imaginemos estar­lo escuchando. He aquí cómo nos relata sus impresio­nes del día 13 de agosto de 1521, último del tremendo srtio de Tenochtitlán: "Llovió, y tronó, y relampa­gueó aquella noche, y hasta media noche más que otras veces. Y como se hubo preso Guatemuz quedamos tan sordos los soldados, como si de antes estuviera uno Puesto encima de un campanario, y tañesen muchas empanas.. ." . I En tan cortas líneas describe gráficamente aque-

a escena inolvidable para conquistadores y vencidos!

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De súbito, pocas líneas después, cambia de asunto, y nos dice: "Dejemos desto, y digamos como Guate-muz era de muy gentil disposición, así de cuerpo como de facciones, y la cara algo larga y alegre, y los ojos más parecían que cuando miraba, que eran con grave­dad y halagüeños, y no había falta en ellos, y era de edad de veinte y tres o veinte y quatro años, y el color tiraba más a blanco, que al color y matiz de esotros Indios Morenos.

¿No es verdad que esto más bien que leerse parece que se oye de boca del viejo cronista? Por mucho que se diga en su elogio no será exagerado; los defectos se desvanecen; y no se puede menos que reconocer, que por hiperbólica que parezca la alabanza, es justa la que consagra un escritor a Bernal Díaz, "que nos dejó en su Historia —dice— uno de los monumentos más singulares y curiosos de su especie; libro único y cual no le posee literatura alguna/'

Sólo don Antonio de Solís, con estilo afeminado y empalagoso, y en el chocante panegírico de Cortés, se atrevió a sostener que en la obra del sencillo cronista andaban "entre sus renglones muy descubiertas la en­vidia y la ambición...".

Doctos y juiciosos escritores le han refutado, unos lamentándose con razón y otros censurándole con se­veridad, pero con justicia.

Con razón de sobra se dolía nuestro Beristain de que tal cronista "hubiese dado tan crueles estocadas con su pluma a un anciano y benemérito militar que tantas heridas gloriosísimas había recibido en obsequio de la fe y de la madre España. Y bien merecía quien escribió, aunque con estilo poco limado, una sincera y verídica historia, que se le tratase con más indulgen­cia por aquel que, sin embargo de las bellezas del in­genio del arte, nos dio a luz un Poema, y no una His­toria"

Y justa censura hizo a Solís don Joaquín García Icazbalceta, cuando dijo "que la pomposa obra del cro­nista real apenas puede leerse una sola vez, ni goza de

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autoridad alguna, habiendo quedado tan sólo como libro de entretenimiento, mientras que el pobre escrito del rudo soldado se consulta siempre con aprecio y con fruto, y se suelta con dificultad de las manos una vez comenzada la lectura." (1)

Injusto y apasionado estuvo el Cronista Mayor de las Indias, y puede solamente explicarse su inquina contra Díaz del Castillo, por ese amor sin límites ha­cia el héroe Cortés, que concibió como a un ser casi sobrenatural, y que si hubiera vivido entre los griegos, habríale colocado en el rango de los dioses.

No; la pluma que narraba los sucesos vistos en la conauista, la esgrimía la Dror>ia mano leal y valiente que empuñó el acero al lado de Cortés, para colaborar en su famosa empresa.

Díaz del Castillo no abrigaba envidia ni de sus jefes ni de sus compañeros de armas. Lo contrario; procuró impartir justicia a todos, y lo que le decidió a escribir, fué que cronistas mal informados relegaban al olvido las hazañas de los humildes. Señaló las faltas de Cortés así como sus cualidades, porque le conoció de cerca, porque fué su coetáneo; mientras que Solís contemplaba a su héroe al través de fantástica imagi­nación y del tiempo transcurrido.

Que Díaz del Castillo tuviera ambición, nada tiene ^extraño. Fué tan ambicioso como Cortés, Alvarado, Olid y muchos conquistadores. Por ambición ejecutan tos hombres las grandes hazañas; sólo de los santos se **]ce que son desinteresados, y el mismo don Antonio * Solís por ambición de gloria publicó su conocida °bra, tan afeminada como embustera.

Bernal Díaz a lo que aspiraba, lo mismo que la jüayor parte de sus colegas, era a obtener premio por ^ | trabajos y a que la historia siquiera consignara sus f r i t o s y servicios. Envidia la hubiera demostrado, si e n vez de enumerar a todos y cada uno de sus corn­

il) Diccionario Universal de Historia y Geografía, etc"-México.—1853.—Tomo III, pág. 61.

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pañeros, como lo hace en capítulos especiales, callara sus hechos y apocara sus acciones. Si rectificó errores, si señaló faltas a Cortés, fué porque procuró decir siem­pre la verdad, y si mintió algunas veces, fué involunta­riamente.

Un crítico imparcial, de espíritu recto y sano, se necesitaba para hablar del cronista, ya que el mérito del soldado lo confiesa hasta Solís. Sin menoscabar la gloria que tiene adquirida el sagaz y atrevido conquis­tador, se podía Mer el elogio de *u valiente compa­ñero que historiaba sus hazañas. Esto hizo Prescott. Su juicio acerca de Bernal Díaz del Castillo, aunque extenso como debía ser, lo copiamos en el Apéndi­ce, (1) exornando así nuestro acopio de datos y docu­mentos consagrados a la memoria de uno de los más simpáticos cronistas primitivos, autor del "monumento más auténtico de nuestra historia/' como llamó a su obra don José Fernando Ramírez.

Díaz del Castillo, encanecido, marcado el cuerpo de honrosas cicatrices —timbres de su valor— pobre y con numerosa parentela, prefirió consagrarse a útil tarea, resucitando a sus compañeros de armas e infor­tunios de la tumba en que yacían, a vivir encenagado en vicios vergonzosos, o martirizar con crueldad y co­bardía a los vencidos, como algunos de sus orgullosos iefes enaltecidos por la adulación o la fama. Al loar a los suyos como a los defensores de la patria vieja, se inmortalizó en su propia obra, y pudo exclamar con el poeta:

Exegi tnonumenttim aere perennius...

APÉNDICE

NUMERO 1

Las cartas de Cortés y Mendoza que se citan en el capítulo primero son las que copiamos a continuación:

f

(1) Véase el Apéndice, número 5.

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Carta del Marqués del Valle

ílustrísimo reverendísimo señor, muy ilustre señor, muy magníficos señores: Como yo tengo tanta obliga­ción a las personas que conmigo pasaron a ganar estas partes, y conociendo de su Magestad les servido le acuerden aquello que conviene, para descargar su real conciencia, y el llevador desta, que se dice Bernal Díaz, es uno destos, y de los que bien an servido ansí en la conquista desta ciudad como en la ida que hize á Hon­duras, v en Guatimala v en otras muchas provincias; y demás de todo esto fué de los que vinieron con Fran­cisco Hernández de Córdova primero descubridor desta tierra: por manera que en todo a trabajado y serbido irmv Wen como vo soy buen testigo: y qna-^o ^o^er-flaba dfle dos pueblos en la provincia de Quazaqualco, £ después £jue governó el tesorero Alonso Destrada se fcjs tomaron para la población y sustentamiento de dos VlHas que se poblaron v nunca hasta agora le an dado °tros en recompensa; de cuva causa ha oasado y pasa puchos trabajos y necesidades él y sus hijos* Y viéndo­le de tal manera, eme dolido del y acordado hacerlo saver a vuestra señoría y mercedes, no para más de Que sepan lo que sus servicios merecen, y también por cumplir lo que al de su Magestad soy obligado, para Que su real conciencia, como digo, sea descargada; que, ^erto, se lo debe, como allá vuestra señoría y merce­o s verán por la relación que lleva: y demás de hacer­l a en nombre del Emperador, nuestro señor, yo la recibiré, y muy grande, de todo lo que con él se hiciere, Que bien cabe en su persona. Nuestro Señor guarde y ^reciente la vida iiustrísima y reverendísima y muy lustre persona de vuestra señoría y la muy magnífica Jje vuestras mercedes. Desta ciudad de México, último j * Febrero de mili quinientos é treinta é nueve años.— *^uy cierto servidor de vuestra señoría y de vuestras acedes,--El Marqués del Valle.

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II

Carta de Don Antonio de Mendoza, Virrey de México

Ilustrísimo y reverendísimo y muy magníficos y muy reverendos señores,—Bernal Díaz, vecino de la provincia de Guazaqualco, va a suplicar a su Magestad le haga merced de mandar que se le dé con que se pue­da sustentar, en recompensa de lo que en estas partes ha servido en la conquista y pacificación desta tierra y descubrimiento delia; y porque se le quitaron ciertos pueblos que él tenía encomendados, los cuales dizque se le quitaron para población de las villas de Chiapa y Tabasco, Y así por ser buena persona, como por lo que á su Magestad en estas partes ha servido, suplico á vuestra reverendísima señoría y mercedes lo manden favorescer para que su Magestad sea servido de man­darle dar de comer, pues lo ha servido. Nuestro Señor la ilustrísima y reverendísima persona de vuestra se­ñoría y mercedes guarde y estado acreciente. De Mé­xico XXX (1) de Febrero de 539,—Ilustrísimo y re­verendísimo señor:—besa las manos de vuestra ilus­trísima y reverendísima y de vuestras mercedes.—Z>. Antonio de Mendoza.

Sobrescrito.—Al ilustrísimo y reverendísimo y muy magníficos y reverendos señores el Cardenal de Si-güenza, presidente del Consejo de Indias por su Ma­gestad.

NUMERO 2

Las piezas justificativas que se citan en el capítulo segundo, las hemos traducido también del francés y son las siguientes:

(1) Este es un error. Debe decir 28, pues en ese afta fué Febrero común,

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La petición de Francisco Díaz del Castillo Bece­rra, fué presentada el 10 de Febrero de 1579, a la Real Audiencia residente en la ciudad de Santiago de Gua­temala, Los testigos fueron examinados el 12 del mismo mes»

En esta probanza, Francisco Díaz, hijo primogé­nito del conquistador y de Teresa Becerra, atestigua su capacidad y suficiencia para desempeñar los em­pleos que pretendía, en atención a los servicios de su padre Bernal y de su difunto abuelo Bartolomé Bece­rra, uno de los conquistadores de Guatemala. Los tes­tigos declararon que Francisco Díaz es hijo legítimo de Bernal, que ha sido corregidor de Tecpan-Atitlán, Totonicapa, Guamayaque y San Luis, y que lo es al presente de la provincia de Suchitepeques; que casado con Magdalena de Lugo, tuvo cinco hijos; que su casa está provista de domésticos, armas y caballos para el servicio de su Magestad; pero que se halla pobre y ne­cesitado, sin bienes y propiedades conocidos, y no tie-n e para sustentarse él y los suyos, más que las gracias y favores de los cargos y empleos que le han concedi­do y conceden los Gobernadores del país; cargos y em­pleos que siempre ha llenado a su satisfacción y en los Que una vez desempeñados, nunca ha lucrado ilícita­mente, como honesto y buen cristiano que es, por lo Que ha estado y está necesitado.

f Resulta de esta acta, que en la fecha de 12 de febrero de 1579, Bernal Díaz vivía aún y habitaba en p cíudad de Santiago de Guatemala, de la que era Regidor. Uno de los testigos, Joan Rodríguez Cabrillo Qe Medrano, se expresó en estos términos, respecto a i?peritos y servicios del conquistador: "questo es tan Publico y notorio, que otra cosa no hay en contrario W ^ t a ciuc*ac* y provincia, como más largamente este j^tigo dijo constaba por informaciones quel dicho án*1^ ^ í a z ^ Cast*U° h a hecho, de que han resulta-0 cédulas de su Magestad, que este testigo ha visto,

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y por una Coronica quel dicho Berna! Díaz del Cas­tillo ha scrito y compuesto de la conquista de toda la Nueva España, que se envió á su Magestad el rey Don Felipe nuestro señor, la qual este testigo ha visto y leído; y entiende, que según y de la forma y manera quel dicho Bernal Díaz del Castillo ha tratado y trata su persona y casa, que ha sido con mucho esplendor y abundancia de armas y caballos y criados, como muy buen caballero y servidor de su Magestad y de la mis­ma suerte hay noticia lo hizo en las dichas conquistas y dello hay noticia."

II

Petición presentada á la Real Audiencia, el 9 de Diciembre de 1611* por Francisco Díaz del Castillo, habitante y Regidor de la ciudad de Santiago de Gua­temala, para pedir la testificación y legalización de las firmas de los notarios Antonio de Turcios y Joan de Zaragoza, ante los cuales fué hecha en México el 7 de Febrero de 1539, la probanza de Bernal Díaz.

Resulta de esta diligencia que en Diciembre de 1611, Bernal Díaz (muerto, según una tradición de familia, en 1602) había sido sustituido en su cargo de Regidor de Guatemala por su hijo mayor, Francisco Díaz del Castillo Becerra, el cual, según la partida de defunción que insertamos, murió el 11 de Febrero de 1613,

III

Por petición de 15 de Abril de 1613, Pedro del Castillo Becerra, Contador y Oficial de la Real Ha­cienda, solicita que le sean libradas copias certificadas y legalizadas de las informaciones de los servicios de su padre Bernal Díaz, del capitán Bartolomé Becerra, su abuelo materno, y de Francisco del Valle Marroquín, abuelo paterno de doña Jacoba Ruiz del Corral su mujer, cuyos originales están depositados en el ofk?ÍQ

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de García de Escobar, escribano de cámara de la Real Audiencia.

El 6 de mayo del mismo año, el dicho Pedro del Castillo Becerra rindió, ante don Juan de Herrera, Alcalde Ordinario de su Majestad, y para seguridad de sus derechos, sus pruebas de filiación como hijo del conquistador y de Teresa Becerra sú legítima esposa. Presentó por testigos a Alonso Núñez, vecino de Gua­temala, a Cristóbal Azetuno Guzmán, notario público y familiar de la Santa Inquisición, y a Antonio de Sa~ jazar Monzalbe, Alcalde Ordinario de su Majestad. El segundo testigo declara que "conoce al dicho Pe­dro del Castillo Becerra, contador y oficial real de su Majestad en estas provincias que le presenta por tes-"go, desde que eran niños pequeños hasta ahora, por-Que se criaron juntos y anduvieron a la escuela en esta Cludad, e vivían en un barrio, e frontera una casa de ?fra; y conoció a Bernal Díaz del Castillo, vecino y Regidor que fué desta dicha ciudad e uno de los an­tiguos conquistadores e pobladores de esta ciudad e * la Nueva España e sus provincias, porque dello tie-*te este testigo entera noticia, por lo que ha oido decir a les ancianos e por papeles que ha visto. Y ansí mis-^° conoció a Teresa Becerra, mujer que fué del dicho Pernal Díaz del Castillo, e los vio en esta ciudad estar ^sados e vivir juntos e hacer vida maridable, e que jurante su matrimonio, entre otros hijos e hijas que ^nían, criaban, tenían y alimentaban por su hijo le-Suirno del dicho matrimonio al dicho Pedro del Cas­illo Becerra, contador, e le llamaban hijo y él a ellos

Padres, e por tal su hijo legítimo fué y es habido e ^nido, e comunmente reputado entre todas las per­c a s que ios conocieron, sin haber cosa en contrario, ¡jí cual sabe este testigo por las razones que tiene wichas e por el mucho conocimiento que tuvo con los gaures del dicho Pedro del Castillo Becerra, e que ler*e ai presente con el susodicho. Y es la verdad, so

j ^ o del dicho juramento que tiene fecho; e dijo que ' * ^e edad de cinquenta años, e que no le tocan las ferales de la ley, e lo firmó de su nombre/'

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NUMERO 3

Respecto a las últimas agencias que hizo nuestro incansable y erudito amigo, el señor don José María de Agreda y Sánchez, para adquirir copia del manus­crito de la Verdadera Historia, he aquí lo que le con­testaba con fecha 5 de enero de 1891 el ilustrado se­ñor don Francisco de Aycinena, residente en Guate­mala.

"Respecto al encargo de la copia auténtica de la obra de Bernal Díaz del Castillo, desearía yo tener alguna relación de influencia con los señores que aquí mandan, para poder complacer a vd., en esto ya que tantos y tantos beneficios debo a vd. y sobre todo los papeles y documento relativos a mi tía María Teresa, que vd. me mandó; pero desgraciadamente no tengo esas relaciones para poder obtener esto. Me ocurre que, el Gobierno de México le hiciese alguna indicación al señor Diéguez, Ministro de Guatemala allí, o que di­rectamente lo encargasen al Ministro de aquí, porque estoy cierto que con alguna insinuación, aquí el Go­bierno inmediatamente, para complacer al de México» mandaría sacar la copia para enviarla.

"El original de esa obra existe aquí en el Archivo Secreto del Ayuntamiento, y hace como doce o catorce años, en tiempo que estuvo de Ministro de México, no recuerdo si el Sr. La Garza o el Sr. CovarrubiaSf se solicitó una copia, y al efecto, el Gobierno de aquí encargó la copia a un buen pendolista, don Domingo Castillo, y éste la sacó después de mucho tiempo de trabajo. No sé el motivo por qué no se envió ya e#> a México; pero lo cierto es que esa copia, que yo Vi sacar cuando la escribía el señor Castillo, el Ministro de Instrucción Pública, cuando estaba servido por dofl Delfín Sánchez, dispuso enviarla a la Biblioteca Na­cional de esta ciudad, donde existe. Fácil sería hoy sacar copia de esta copia, que está en buena letra, f después volver a confrontar con el original, y entonces podría eso imprimirse en México."

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NUMERO 4

Ofrecemos al lector como una curiosidad, la noti­cia bibliográfica de las obras que tuvo a la vista Ber­zal Díaz del Castillo para rectificarlas en su Verdade-ra Historia, y de las ediciones que pudo haber consul­tado antes de dar cima a su obra, acabada de sacar £n limpio en los últimos días de febrero de 1568. Lo hacemos, porque muchos no saben los títulos de los Jjbros, citados por Bernal Díaz sólo con el nombre M^sus autores, y para que el lector los consulte si quiere convencerse de los errores que les señala el buen ^pitán.

(A). Historia General de las Indias, con todo el ^cubrimiento y cosas notables que han acaecido des-y Que se ganaron hasta el año 1551, con la conquista a¿ México y de la Nueva España.—SARAGOZA.—A. müán.—1552-1553.

En folio con tipos góticos. . Del mismo siglo XVI, hay otras ediciones de la Dfa de Gomara, también góticas:

MEDINA DEL CAMPO, A. Mutis.—1553. SARAGOZA, A. Millón.—1554,

g ANVERS.—En casa de Juan Steelsio.—1554.— j sta última en 8o. con caracteres romanos y con sólo * ^aquista de Nueva España. ^ (B). Historia Pontifical y Católica.., Compves-de y-0rc*enada por el doctor Gonzalo de Illescas, Abad iftiTN n Frontes, y Beneficiado de Dueñas.—Quinta ^presión Año 1652.—Con Privilegio en Madrid Por n S P Í S á n c h ez.—En el Lib. Sexto, Cap. XXIV, pá-Ver >ym s e ocupa el autor De la Conquista y Con-bj¿l?n de la Nueva España, y de la gran ciudad de fj*tco, y parte de los esclarecidos hechos del famoso ci6r^n Cortés, Marqués del Valle.—La primera edi-

u n de esta obra es de 1564. toda i ' Segunda Parte de la Historia General de QUent ^cosas sucedidas en el mundo en estos cin-

ntQ años de nuestro tiempo.—Escrita en latín por

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Paulo Jovio, Obispo de Nocera, y traduzida en cas­tellano por el licenciado Gazpar de Raeza.—En Grana­da, En casa de Antonio de Librixa, MDLXVI — Con privilegio.—Véase folio 109, Lib. XXXIV, título: Ha-zarinas de Hernán Cortés, y de Vasco Núñez de Bal­boa y de Magallanes y su navegación. Sin duda esta traducción fué la leída por Bernal Díaz, pues ignoraba el latín.

NUMERO 5

El juicio de Prescott acerca de la obra de Bernal Díaz del Castillo, es el siguiente:

"El motivo que impulsó a Bernal Díaz a tomar la pluma en una edad tan avanzada —dice— (1) fué el deseo de vindicar para sí mismo y para sus compa­ñeros, la parte de la fama que de derecho les pertene­cía, y que hasta entonces les había sido defraudada pe* ensalzar el mérito del general; principalmente en los escritos de Gomara. Sin embargo, él no tuvo noticia de la crónica de éste, sino después de comenzada la suya; por manera que al ver el contraste que forma­ban su estilo familiar y desaliñado, y el culto y cas­tigado de su predecesor, se disgustó tanto, que se vio tentado de dejar la pluma, Pero cuando leyó la crónica y vio sus groseras equivocaciones y lo que él, Díaz, Ha* maba la injusticia de su rival, continuó sus tareas y de­terminó dar a luz una narración que tuviese por lo me* nos el mérito de la fidelidad. Tal fué el origen de la H& torta Verdadera de la Conquista de la Nueva Espato*

(1) Historia || De La j | Conquista de México, 1! caíl

una ojeada preliminar || sobre la antigua civilización de l°s

mexicanos |¡ y || con la vida de su Conquistador || Fernan­do Cortés, || Escrita en inglés por W. Prescott, |¡ y traduci­da al español [| por Joaquín Navarro. || México. || Imp*®*0

por el Editor. || Calle de los Rebeldes núm. 2 || 1845.—Toi»*-segundo, páginas 128 a 132.

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''Debemos confesar que el historiador logró su objeto. Al recorrer sus páginas se conoce luego, que sean cuales fueren los errores en que incurra, ya por olvido ele cosas tan antiguas, ya por desmesurada va­nidad, "ya por credulidad o por cualquier otro motivo, no hay mala intención de desfigurar la verdad; y aun­que tal intención hubiese tenido, su misma sencillez lo habría vendido. Aun con respecto a Cortés, si bien procuró equilibrar la balanza entre el mérito de él y el de sus compañeros, y si bien condena libremente la codicia y aun la crueldad del general; hace justicia plena a sus grandes y heroicas cualidades, y no obs­tante sus defecto, le considera superior a todos los capitanes de los tiempos antiguos y modernos. Aun cuando se queja de él, protesta su lealtad y su afecto personal hacia el general. Si le calumnian o le insultan indignamente, salta al momento en su defensa. En una palabra, por mucho que él censure a Cortés, no permi­te que nadie haga otro tanto.

"Bernal Díaz, el rudo hijo de la naturaleza, es fiel y exacto copista de ella. Si me es lícito expresarme así, trasladó a las páginas de su historia las escenas de la vida, por medio de procedimientos dagumeotípi-co$; es entre los historiadores lo que De-Foe entre los novelistas. Nos lleva enmedio de los campamentos; nos hace velar con los soldados en el vivac; acompañarlos ?n sus penosas marchas; escuchar sus cuentos, sus que­jas de desaliento, sus planes de conquista; saber sus esperanzas, sus triunfos y sus desengaños: en las pá­ginas de Bernal Díaz se reflejan como en un espejo todas las escenas pintorescas y acontecimientos roman­cescos de la campaña. El transcurso de cincuenta años ^ había hecho mella en las facultades mentales del vteio veterano, pues que a cada línea resalta el fuego de la juventud, y al recordar lo pasado parece que la Memoria de los valientes compañeros que fueron y no Sori> da a sus descripciones un colorido más animado Que si hubiesen sido escritas en una edad más tempra­na de la vida. El tiempo, la reflexión y la tranquili­dad acerca de lo futuro, hacían que sus ideas juveniles

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estuviesen ya consolidadas. No tenía dudas en cuanto a los derechos de la conquista, ni en cuanto a lo me­recido de las penas impuestas a los infieles. El no es más que soldado de la cruz, y los que murieron a su lado, los reputa por mártires de la fe. "¿Dónde están "mis amigos? —pregunta— han caído en el campo de "batalla, o han sido devorados por los caníbales, o "han servido de pasto a fieras encerradas en jaulas. "Sus restos debieron haber sido guardados bajo de mar-"moles donde estuviesen inscritas sus proezas: sus "nombres debieran perpetuarse en letras de oro, por-"que murieron en el servicio de Dios y de su rey, y por "dar luz a los que vivían en las tinieblas de la infide­lidad y también por adquirir las riquezas que la ma-"yor parte de los hombres codician:' Este último mo­tivo, del cual habla rara vez y por incidente, es de pre­sumir que impulsaba a los conquistadores con más fuerza que los dos primeros. Bernal Díaz nos ofrece en su Historia una muestra de ese candor que hace tan encantadoras las crónicas antiguas y que sin conocerlo el historiador, descubre su pecho y lo pone enteramen­te abierto a la vista del lector.

"Parecerá cosa extraordinaria que después de tan­to tiempo, aún haya conservado fresco el recuerdo de los pasados acontecimientos; pero debemos considerar que eran tan romancescos y raros, que debían hacer una impresión muy profunda en una imaginación jo­ven y ardiente. Probablemente los había oído y con­tado mil veces a sus parientes y amigos, por manera que le serían tan familiares como el sitio de Troya al rapsodista griego, o como las interminables aventuras de Sir Lancelot y de Sir Gawain al menestral nor­mando. Disponer esta narración en forma de historia, no era, pues, más que repetirla de una manera nueva.

"El mérito literario de la obra es muy escaso, como es de esperar atendida la clase de escritor. Este no tiene arte ni siquiera para disimular su vanidad, que rebosa de un modo ridículo a cada página de su obra.

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"Sin embargo, se le puede perdonar al ver que en vez de despreciar el mérito ajeno, lo reconoce y ala­ba, y que su vanidad es más bien efecto de su esclavo candor. Por otra parte, él confiesa francamente este defecto, si bien lo excusa: "Cuando acabé de escribir "mi historia —dice— la entregué a dos licenciados que "tenían mucha curiosidad de leerla, y a los cuales res­petaba yo tanto como un hombre rudo e ignorante ]]debe respetar a dos literatos. Al mismo tiempo les ro-"gué que no hiciesen ninguna alteración en el manus­crito, pues todo lo que allí se hallaba estaba escrito *|de buena fe. Luego que leyeron mi historia, pondera­ron lo maravilloso de mi memoria: dijéronme que "estaba escrita en buen castellano antiguo; pero sin "ninguna de las flores ni adornos que tanto acostum­braban nuestros buenos escritores. Al mismo tiempo "me advirtieron que mi obra sería mucho mejor si no '̂ hubiese yo tomado por mi cuenta, sino que hubiese ^dejado a otros el cuidado de alabarme a mí mismo *y de alabar a mis compañeros; a lo que les contesté ^Que era común y corriente que los vecinos y compa­ñeros se alabasen los unos a los otros, y que si no ^hablábamos bien de nosotros ¿quién había de hacer-Jo? Demás que nadie había presenciado nuestras ba­tallas y nuestras proezas, si no eran las nubes del ^ cielo y las aves que volaban por sobre nuestras ca­l z a s . "

"No obstante los elogios de los licenciados en lo tocante al buen estilo, éste es demasiado pedestre, abunda en barbarismos y a veces está sazonado con chistes propios de un cuartel; sin embargo, tiene el perito de expresar muy claramente los pensamientos *W autor, y de ser muy acomodado a la sencillez de su Cárter. La obra está dispuesta con menos cuidado ^ esmero que el ordinario entre las de su género, y «bunda en esas repeticiones y digresiones que acos-Ux^bran los hombres vulgares al contar sus cosas. Pe-

f° es inútil criticar según las reglas del arte a un escri-0 r que las ignoraba completamente, y más atendiendo,

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por otra parte, a que su obra será leída y releída por ios literatos y estudiosos, a pesar de ios defectos de que adolece, mientras que las composiciones de escri­tores más clásicos dormirán tranquilamente.

"¿En qué consiste, entonces, el encanto de la His­toria de Bernal Díaz? En el espíritu de verdad que la anima; en que nos presenta las situaciones tales cuales eran, y los sentimientos tales cuales existían en el co­razón del escritor. Este es el mérito de su Historia; mérito que frecuentemente tienen las obras de los que, siendo ignorantes, se cuidan tan sólo de referir los sucesos, y de que carecen las de esos consumados y fastidiosos literatos que sólo piensan en el modo de expresarse."

NUMERO 6

Otras noticias de Bernal Díaz del Castillo, y de sus retratos

El año de 1894, y bajo el título de El Capitán Bernal Díaz del Castillo, cronista y conquistador de Nueva España, publiqué cuantas noticias biográficas y bibliográficas suyas pude encontrar en libros impre­sos o en manuscritos y habiéndoselas enviado a mi eru­dito y respetable amigo, el señor don Francisco del Paso y Troncoso, tuvo la bondad de favorecerme con la siguiente Nota que ahora imprimo, relativa a unos deudos del célebre soldado y simpático historiador:

"En la Biblioteca Bodleiana de Oxford, sección de MSS., hay uno perteneciente a la colección Rawlin-son, el cual Ms. tiene la signatura Cod. Rawl D. 581-Es un Códice de poco más de 50 folios, con letra de fines del siglo XVII; y todo él queda lleno con una

Información del Capitán D. Antonio de Arango, veci­no de México; la cual se hizo con motivo de solicitud que presentó el dicho sujeto, en 21 febrero 1699, &} señor Lie. D. Femando López Ursino, Alcalde del Cri­men más antiguo, y Juez de Provincia de México*.

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para acreditar los servicios que había prestado en el distrito de la Audiencia de Guatemala. En esa infor­mación aparecen noticias de dos personas que vivie­ron en la provincia de Nicaragua durante la segunda mitad del siglo XVII, y que, por sus nombres, hay vehementes indicios de que fueran descendientes del fa­moso capitán y cronista Bemal Díaz del Castillo.

D. Felipe Díaz del Castillo

Es la primera, y extracto literalmente cuanto le concierne porque da idea de sus ocupaciones, de la modesta retribución que se le daba, y apunta la fecha exacta de su fallecimiento. Está en el folio 12 vuelto del Códice, con motivo de haber sido nombrado el ca­pitán D. Antonio de Arango para los empleos que desempeñó en el Castillo de la Concepción del Río de San Juan, por el Capitán de Caballos Corazas D. An­tonio Coello y Aguilera, Gobernador y Teniente de Capitán General de la Provincia de Nicaragua. El nombramiento lleva la fecha de 16 de julio de 1680, y las cláusulas que hacen al caso van a continuación: "Por quanto estando en el exercicio de Proueedor Ge­neral del Castillo de la Concepción del Río de S. Juan, y Cappitan de la Saia de Armas de esta Ciudad de Granada el Cappitan £>, Phelipe Dias del Castillo, que te obtenía por título despachado por su Señoría el Se­ñor Lizdo. Don Lope de Sierra Ossorio del Consejo de su Magestad Presidente Gouernador y Cappitan General de la Real Audiencia de Guatemala, y a los diez dias de este presente mes y año de la fecha fa­lleció y pasó de esta presente vida por cuya razón se halla dicha Plaza sin persona que la asista, y cuide ^e la prouición del dho. Castillo y tenencia de dicha Sala de Armas. Y porque conuiene que aya Persona que a vno y otro asista y que esta sea tal qual con­tiene para dho. efecto; Porque en la del Cappitan Antonio de Arango concurren las calidades necesarias Para vno y otro exercicio, Por el presente Propongo

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a su Señoría dho. Señor Presidente al suso dho. para que sea seruido ocuparle en dhos. cargos según y en la forma que le obtuvo y exerció el dho. Cappitan Don Phelipe Dias del Castillo con el sueldo de veinte y cin­co pesos al mes por tal Proueedor y quince por el cuidado de la Sala de Armas y Casa en que tener y recoger lo tocante y perteneciente a bastimentos, ar­mas, Munisiones y demás cosas, que huuieren de en­trar en su poder;" etc.

D. Alonso del Castillo y Guzmán

Es el segundo descendiente probable del cronista conquistador. Era Regidor de la Ciudad de Granada por los años 1678 a 1680 y certifica, en unión de los demás Capitulares, la firma del Capitán Mateo Hur­tado de Mendoza en documentos que Arango presen­taba y en los cuales consta que comenzó (Arango) su carrera militar de soldado arcabucero y la siguió de mosquetero (folio 16 bis).—Nueva firma del Regidor don Alonso del Castillo y Guzmán hay en el folio 51, donde, con los demás del Regimiento y Cabildo de Granada, certifica la firma del Capitán Coello, ya nombrado, que acreditaba el arrojo de Arango al que­mar una fragata y otras embarcaciones del rey en la laguna y a vista casi de los filibusteros que habían invadido la ciudad de Granada; impidiendo así que se hicieran dueños de toda la laguna y expugnaran el Castillo de la Concepción. El Cabildo de Granada ex­tendió su certificación con fecha del 14 de noviembre de 1686/'

Y ya que hemos dado las noticias anteriores, aprovechamos la presente oportunidad para consignar algunos datos acerca del retrato de Bernal Díaz del Castillo que se publicó hace algún tiempo en el Amer­ican Historical record, acompañado de las siguientes líneas firmadas por el profesor Valentini:

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"Hemos sacado fiel y cuidadosamente este retrato, dice, de un antiguo grabado que se encontró en un ejemplar de la Historia del Reino de Guatemala, por Juarros, en el cual había sido pegado por la mano del difuntto Dr. Padillo, coleccionador muy ilustrado de curiosidades y libros de Centro América, Después de su muerte fueron comprados todos sus objetos por la Universidad de la capital de Guatemala. No pudi­mos investigar cómo vino el retrato a poder del Dr. Pa­dillo, pero la firma del conquistador es idéntica a la que existen en el manuscrito de su obra, que se con­serva en el Cabildo de la ciudad arriba mencionada. Así, pues, podemos por ahora confiar en su autentici­dad, hasta que se disipe toda duda por el descubri­miento del original que se haya tomado: probablemen­te alguna pintura al óleo.

"En cuanto al escudo de armas de Diez del Cas­tillo que aparece al lado del retrato, nos permitió bon­dadosamente sacar una copia de él la señora doña Ma­rta Josefa Diez del Castillo Batres, vecina de la ciu­dad de Guatemala, y último descendiente directo del famoso conquistador. Esta apreciable señora nos dio muchos datos preciosos concernientes a la genealogía * su antecesor castellano. La casa de los Diez, nos dijo, estaba en las montañas de Burgos; su castillo situado en Hontanares, dominando el valle de Toranzo. ^Igún rey de España les había concedido, como em­perna heráldico de su fidelidad a la corona, dos sa­buesos que pueden distinguirse atadost a la entrada del castillo. Ella también nos manifestó, con plena ^rtidumbre, que Bernai Diez vivió casado con doña Teresa Becerra, hija de otro conquistador: don Bar­tolomé Becerra; y nos refirió también que solamente P°r ignorancia los autores habían corrompido el nom­bre de su familia en "Díaz," siendo el nombre genuino Uíez" del Castillo, esto es, los Diez del Castillo."

t 3} r e t r a t o Que publicó el Prof. Valentini, figura jfmbién .en *a c°pia fotográfica del manuscrito de Díaz a e l Castillo, con que obsequió el Gobierno de Guate-

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mala al de México en 1892 y que se conserva en nues­tra Biblioteca Nacional.

Posterior mente, este mismo retrato, fué reprodu­cido por D. Genaro García en su edición de la obra de Díaz del Castillo y lo propio se hizo por los eru­ditos editores de la impresión guatemaltense de 1933-1934.

El 18 de diciembre de 1910, publicamos en el se­manario "Arte y Letras," una carta humorística e ilus­trada con dos grabados, en la que refutamos la auten­ticidad de ese retrato, pues no es otra cosa que la re­producción de otro del caballero Guillermo de Launoy, que aparejó en la obra intitulada "Los Alrededores de París/' traducida y reimpresa en México por D. Ignacio Cumplido, el año de 1854, en cuya página 491 se puede ver la efigie del citado Launoy.

Años después un amigo mío envió mi carta pu­blicada en "Arte y Letras," al señor don Antonio Ba-tres Jáuregui, descendiente de Bernal Díaz del Casti­llo, quien con fecha 24 de mayo de 1921, y escrita en Guatemala, le elijo entre otras cosas lo siguiente, re­firiéndose al retrato apócrifo de Díaz del Castillo:

"He gozado verdaderamente con la copia de la carta de Bernal Díaz del Castillo, sorprendiéndose del retrato que apareció como de él, en la edición de su Historia, editada por don Genaro García. Ese artículo humorístico, del notable historiador y literato don Luis González Obregón, es primoroso. Yo nunca creí que el tal retrato fuera auténtico, porque Bernal era de hermosa presencia, y el apócrifo resulta un chato feo y cabezón, ni más ni menos que el caballero francés, Guillermo Launoy. Fué el doctor don Mariano Padilla (no Padillo) quien, en un tomo de la historia de Jua-rros, pegó con goma, equivocadamente, la efigie del galo, creyendo que era la del compañero de Cortés. Así se escribe la historia; y así fué engañado Valentiní, y el señor García, Ya yo pegué, en el tomo primero de la Verídica Historia, imprentado por dicho don Gena-

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ro, la carta de mi célebre progenitor, para que conste lo apócrifo del retrato."

En cuanto al que publicó D. Niceto de Zamaco¡s, en su Historia General de México, basta verlo para juzgarlo como dibujado de pura imaginación.

NUMERO 7

Reales cédulas a favor de Berrtál Díaz del Castillo

El señor don Francisco del Paso y Troncoso, en­contró también en el Archivo de Indias, varias cédulas relativas a solicitud de gracias y mercedes, eme h'20 al rey el viejo conquistador Bernal Díaz del Castillo.

Las mencionadas cédulas, las insertó íntegras en el Tomo VIII. Núm. 4 de la 4a. Enoca de Jos Anales f**l- Museo Nacional el erudito escritor D. José de J. Núñez y Domínguez.

En la primera cédula, fechada en Valladolid a 24 tfe enero de 1551, se le concedió a Día:: del Castillo, £e le eximiera del pago de derechos de almojarifazgo hasta por 500 pesos, para todo lo que llevara a Gua­temala, para provecho de su persona y casa. • Con la m^snia fecha, la reina le dio permiso para *per a Guatemala tres asnos garañones, libres de todo brecho.

Con igual fecha, se ordenó al Presidente y oido-¡Js de Ja Audiencia Real de Guatemala, se le hiciera •Jterced de buenos corregimientos a la persona que se

asara con una hija de Díaz del Castillo. Con fecha 20 de abril del propio año. se le dio

J*ueva Ucencia, para introducir en Guatemala otros [res asnos garañones, bajo las mismas exenciones que l 0 s Primeros.

Las cédulas fechadas los días 24 de enero, 31 del pismo mes y 28 de febrero, del citado año de 1551, * Reina Gobernadora, recomendaba a las autoridades

q^ Guatemala, que tanto a los deudos de Díaz del Cas-

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tillo como a él se les ayudara y favoreciera con car­gos, en atención a los servicios que había prestado co­mo conquistador de la Nueva España y visitador de las provincias y villas de Cuazacualcos y Tabasco, de las cuales parece haber hecho descripciones, en tiem­po de la primera Audiencia de México siendo presi­dente de ella don Sebastián Ramírez de Fuenleal.

Por último, la cédula que lleva fecha 28 de fe­brero del tantas veces citado año de 1551, se concedió licencia por seis años, a Bernal Díaz y a dos de sus criados para usar armas en defensa de su persona, pues temía ser atacado por algunos enemigos suyos, lo que prueba que el viejo soldado, que tanto alarde había hecho de hallarse en más de cien batallas, ya por entonces le faltaban bríos, porque su solicitud no se concretaba sólo a portar armas defensivas, sino tam­bién ofensivas y a que lo anduviesen acompañando, como guardias, dos de sus criados.

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El Abate Francisco Javier Clavijero

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NOTICIAS BIO-BIBLIOGRAFICAS

ANTES de la publicación de la Storia Antica del Messico por Clavijero, nuestra literatura histó­rica no contaba sino las crónicas más o menos

extensas escritas por religiosos o seculares, pero que no presentaban el cuadro completo de la civilización me­xicana; y las que más se acercaban a reproducir el cuadro, eran la Monarquía Indiana, de Fray Juan de Torquemada, o el resumen que publicó, con el título de Teatro Mexicano, el P. Fray Agustín de Vetancourt.

Teníamos obras que han sido y serán fuentes va­liosísimas de la historia antigua y de la Conquista; Por ejemplo, las de Motolinía y Sahagún, Duran y Te-zozómoc, Chimalpám e Ixtlilxóchitl, Hernán Cortés y ™ Conquistador Anónimo, López de Gomara y Díaz °kl Castillo y muchísimos fragmentos de otras cróni­cas que, como la de Cervantes de Salazar, reprodujo Antonio ^ e Herrera en las famosas Décadas; pero una °kra que con excelente método, aceptable crítica y electa erudición; limpia de fastidiosos textos bíblicos 9'de citas de autores clásicos y profanos, y que en es­tilo elegante, trazara el cuadro completo de la civili-^ción indígena y de la conquista hispánica, no la tu-Y^os sino hasta la aparición de la Storia Antica del Messico.

t Bien iniciado Clavijero, desde su niñez y juven-ud, en el conocimiento del país y de los habitantes,

J* el de las producciones naturales y en el de los idio-í*ps indígenas, que aprendiera de viva voz en los pue-

ios donde vivió tantos años; bien iniciado con la cortada y diaria observación, del carácter y costum-re§ de los naturales, pudo después perfeccionar los

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estudios prácticos, con la lectura atenta y reflexiva de nuestras crónicas primitivas y de los historiadores mo­dernos, contemporáneos suyos, y con la interpretación, ias más veces feliz;, que hizo también de los misterio­sos códices jeroglíficos, exhumados por él en archivos y bibliotecas de México y de Italia.

Así pret>aró la tela del gran cuadro de su Storia Antica del Messico, pleno de luz y de colorido, como fruto de la ardiente imaginación de un costeño y de la cultura clásica que había adcmirido en el estudio de las humanidades v ñor las aptitudes demostradas en la posesión de lenguas muertas o habladas todavía.

Claviiero enumeró minuciosamente con someros tuicios. previa la atenta lectura de los libros o la in­terpretación de los códices, a cada uno de los autores v pinturas jeroglíficas que pudo estudiar para escribir la historia que tanto renombre le ha dado: describió el Anáhuac en relaaón con la tierra, el clima, la oro­grafía v la hidrooraffa y mencionó una a una las pro­ducciones naturales. No se concretó a la vida externa v política de las tribus primitivas v de los antiguos aztecas o mexicanos: penetró en la vida interna, y tod° lo estudió v analizó, idiomas, religión, gobierno, mili­cia, ciencias, artes y costumbres.

En las Disertaciones croe añadió a la Historia* ocupóse en dilucidar los puntos más obscuros o con­trovertibles: con gran iuicio y erudición desvaneció conseias propaladas de buena o mala fe por autores extranjeros, e intentó resolver problemas escabrosos» con sobra de doctrinas y talento no comunes.

Fué Claviiero el primero en fijar la cronología de los pueblos indígenas de México, de un modo ra­zonable y nuevo, y sus minuciosas y fundadas inves­tigaciones han sido la base para los posteriores estu­dios de nuestros arqueólogos modernos.

Quizá el patriotismo sincero e ingenuo, acrecen­tado por el exilio y la nostalgia, contribuyeron a flPÍ* fl viera con cristales de aumento muchas cosas t&m

núsculas o que no existían; quizá las creencias retí-

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giosas y la influencia de los escritos de Sigüenza y Gongora, que como la mayoría de los autores antiguos trataba de relacionar leyendas bíblicas y tradiciones indígenas, también contribuyeron muchísimo a que fantaseara en sus interpretaciones, como hallar la re­presentación del Diluvio y la dispersión de las lenguas en jeroglíficos que sólo se refieren a la peregrinación de los aztecas por el Valle de México; quizá, traspa­sando los límites del severo y frío criterio del histo­riador, llegó a empuñar la candente pluma del pole­mista, cuando refuta los errores de Robertson, Raynal, Í W y de otros escritores, a fin de vindicar a sus com­patriotas; quizá por este ostensible designio, podría tenerse por sospechosa su imparcialidad, pero como juzga muy bien Prescott: "en el conjunto de la obra Parece haber conducido la discusión con buena fe; y si llevado de su celo nacional ha recargado la pintura con brillantes colores, se le hallará mucho más mo­derado en esta línea que los que le han precedido; al Paso que aplica juiciosos principios de crítica, de que aquéllos eran incapaces."

Que el culto al estudio y la modestia le caracterizó Sl^mpre, es indudable. A millares de leguas de la pa-|ria, privado de manuscritos que aquí había leído, con la$ pocas economías que hiciera a costa de íntimos sa­crificios, y no satisfecho con las obras que poseía, corn­e a y encarga todos los libros que sobre el asunto en 9Ue se ocupaba habíanse publicado; recorre con empe-n° extraordinario cuantas bibliotecas y archivos pudie-^ darle materiales luminosos, y en no pocas ocasio-*̂ s> a pie camina hasta veinte millas para ir a visitar j^mo era su costumbre, las ciudades de Florencia, Mi-*n. Roma, Ñapóles o Venecia, ctín el único fin de ^sultar una obra o resolver una duda. Y no fiándo-j e de sus propias opiniones, estudia, consulta y admite «s correcciones que le hacen; e imposibilitado de pu-

J l*ja r su obra en la lengua nativa, no desmaya; se re-ueiye a traducirla para que no queden infructuosas

s tareas, "y la sujeta previamente a la censura de per-

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sonas ilustradas que corrigiesen los defectos en que por su calidad de extranjero hubiese podido incurrir."

La forma de la historia es amena; no cansa, por ser su lenguaje puro y correcto; al contrario de lo que comúnmente hacían y hacen los historiadores muy eru­ditos o muy literarios, no improvisa arengas a lo Tito Livio, ni sacrifica la precisión y exactitud de lo que escribe para hermosearlo con frases dulzonas o ver­bosas, a lo Solís; lee de antemano, asimílase conoci­mientos, y en estilo propio narra o juzga, pero sin dejar tampoco de apoyar con oportunas autoridades los hechos y los juicios.

Tantos méritos y virtudes, de fondo y forma, de rectitud y modestia, han dado a Clavijero la universal popularidad que es manifiesta en las versiones que se han hecho de su obra y en las repetidas reimpresiones del texto castellano.

Pero es tiempo ya de que digamos algo de su vida, enumeremos sus escritos y ediciones, y consignemos otras noticias que ilustren la presente flamante edición de su Storia Aníica del Messico.

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BIOGRAFÍA

De familia ilustre descendía el abate D, Francisco Javier Clavijero, distinguido patriota, historiador, po­ligloto y naturalista que gozó en su siglo y goza toda­vía de justa fama. Su padre, Blas Clavijero, era na­tural de la ciudad de León en España, se había edu­cado con esmero en París, y cuando residía después en Madrid, fué agraciado para venir a México con el gobierno de las alcaldías mayores de Tetzuitlán y Xicayan en la Mixteca, que le consiguió el Duque de Medinacelli. La madre, María Isabel Echeagaray, era de origen vizcaíno y célebre por haber contado entre sus deudos, a políticos y militares que desempe­ñaron altos empleos públicos, pues nada menos que una sobrina suya, la Excma. señora doña Francisca Javiera Echeagaray de Garibay, llegó a ser virreina de México.

La cuna de nuestro historiador fué el puerto de Veracruz, donde nació el día 9 de septiembre de 1731, y fué el tercer hijo de once que procrearon D. Blas y doña Isabel. Crióse y recibió la primera educación e instrucción en los pueblos sujetos a las alcaldías que gobernaba el señor su padre, recibiendo de éste, al Par que ilustración esmerada, lecciones de exquisita cortesía, logrando señalarse siempre por las finezas V maneras en el trato.

La vida campesina, que desde tierna edad llevó en aquellos lugares, le hizo adquirir conocimientos Prácticos en historia natural El roce cotidiano con los indios de los pueblos en que desempeñaba el padre el

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empleo de subdelegado, con gran afecto de ellos por su acierto en la manera de gobernarlos y la benevo­lencia con que los trataba, proporcionaron a Clavijero facilidades para el aprendizaje de las lenguas indíge­nas, para la observación de las costumbres y para que los propios indios le demostraran la gratitud que te­nían a su padre. Con este fin, le ofrecían las más hermosas flores, le obsequiaban los más raros anima­les y le conducían con frecuencia "a los sitios más amenos de la comarca, para hacerle gozar de sus vistas y paisajes encantadores; despertando en él así desde la infancia, el gusto por las bellezas de la patria, el deseo de conocer su historia antigua y un amor puro y sincero a sus conciudadanos/'

Estudió latín en el Colegio de San Jerónimo y filosofía y teología en el de San Ignacio de la ciudad de la Puebla de los Angeles. Instruido en las obras de los grandes matemáticos, no descuidó la lengua na­tal, y a los diez y siete años recitaba de memoria los trozos más selectos de muchos clásicos castellanos, amenizando además su consagración a las ciencias exactas, físicas y naturales, con el cultivo de la músi­ca, que le enseñó su propia madre. Cuando hacía estos preparativos en su carrera literaria, resolvió entrar de novicio en la Compañía de Jesús y vistió en Tepot-zotlán la sotana el 13 de febrero de 1748.

Ya profeso, en los colegios de la religión que había abrazado, recibió de un jesuíta alemán lecciones de hebreo y griego; perfeccionó el conocimiento que había adquirido de las principales lenguas europeas, y a la vez que hablaba y escribía los idiomas náhuatl, otomí y mixteco; adquirió nociones gramaticales en otros veinte idiomas y dialectos del país, y se ensayaba

Un joven tan culto, tan inteligente y tan sabio, no podía menos que consagrarse con especialidad a la filosofía, para guiarse en los estudios y establecer en ellos componiendo oraciones cristianas y poesías inspiradas, que con feliz memoria, declamaba fácil y elegantemente.

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nuevos métodos de enseñanza, en los colegios en que se le confiaran varias cátedras; pero hubo de leer en lo privado y en secreto a Regís y a Duhamel, a Car-tesio y a Newton, a Purchor y a Gassendi, a Leibnitz y a otros filósofos, porque como dice un escritor, a la mitad del siglo XVIII en México aún se tenía por peligrosa, con el fin de mantener incólumes las creen­cias católicas, apostólicas, romanas, la lectura de las obras de aquellos insignes pensadores.

Empero, convencido de la conveniencia de refor­mar los métodos y de implantar los más racionales, atrevióse a iniciar los proyectos que había concebido, en un escrito o representación, que siendo prefecto de estudios en el Colegio más antiguo de San Ildefonso de México, dirigió al Padre Juan Baltazar, individuo de nacionalidad alemana, que a la sazón era Provin­cial de la Compañía de Jesús, en México, y Rector que había sido del Colegio de Parma, en Italia.

No sin desconocer los talentos del joven catedrá­tico, ni sin dejar de convenir en lo razonable de lo que en su discurso había escrito, con franqueza, mas con el temor que impone toda adopción de lo que se juz­ga peligroso, dijo el medroso Superior al atrevido Pre­fecto:

-Tienes razón en cuanto expones; pero no es tiempo de hacer novedades; yo te relevo del empleo, para que no violentes tus sentimientos, ni atormentes tu conciencia.

No obstante, Clavijero, que no podía contener los audaces intentos suyos de introducir innovaciones en Jos vetustos métodos, cuando fué profesor en los co­legios de Valladolid, hoy Morelia, y de Guadalajara, entonces capital del Reino de la Nueva Galicia, "se arrojó a desmontar la intrincada maleza del peripatis-tyOf dictando a sus discípulos una filosofía escolástica tt&s racional/* mereciendo que todo ello le fuese apro­bado en la visita que hizo a los colegios el Provincial francisco Ceballos, quien, al presentarse en el Cole­r o de la capital de Michoacán, "felicitó al Mabillón

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mexicano por sus sabias innovaciones, y le alentó pa­ra que acabase de ahuyentar los errores sistemados a que antes se daba el honroso nombre de filosofía."

"Del mismo modo —d̂ ee el biógrafo que copia­mos aquí— sacudió las trabas que oprimían la elo­cuencia, principalmente la del pulpito» y rasgó la nie­bla que ofuscaba el estudio de las bellas letras. En ca­si todas las composiciones que se publicaban en la Península y en la América Española» no se hallaba más que una prosa versificada, pensamientos vanos y extravagantes y una impertinente e indigesta erudición; mas Clavijero, tanto en sus primeros opúsculos, como en sus obras posteriores, no quiso ostentar sus varia­das lecturas ni sus profundos conocimientos de los clásicos antiguos; pero probó que sabía pensar,"

En efecto, ya queda referido lo que practicó en el Colegio más antiguo de San Ildefonso: La Exposi­ción que redactó entonces, fué reforzada con firmes argumentos. Sin descuidar el culto por lo bello, com­puso también un sólido discurso con objeto de extir­par el hueco e hinchado estilo de los gerundianos pre­dicadores; "y para más robustecerlo, lo añadió a la traducción que acababa de hacer de una carta de San Francisco de Sales, dirigida al mismo objeto. Poco tiempo después escribió el Diálogo entre Fílateles y Palcófilo, en donde demostró la inutilidad de la filoso­fía antigua y la importancia de la moderna y experi­mental/'

En estas tareas literarias, que enalteció con los ejercicios de sacerdote caritativo y ejemplar, le sor­prendió el decreto de expulsión de los individuos de la Compañía de Jesús, cuando desempeñaba en el Co­legio de Guadalajara la prefectura "de la Buena Muer­te" y el cargo de confesor de los novicios.

Llevado a Veracruz, juntamente con muchos de sus compañeros en religión y en padecimientos, fué embarcado el 25 de octubre de 1767 a bordo del pa­quebot llamado Nuestra Señora del Rosario de Torren-tegui; pero al abandonar la tierra nativa, cayó en-

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ferino de gravedad en el navio que lo conducía a La Habana, y se vio obligado a permanecer allí. Ya fuera de peligro, prosiguió el forzado viaje, sembrado de mu­chas tempestades y penas, que fueron dulcificadas por su pasión a! estudio, pues en medio de los sufrimien­tos de aquel inesperado viaje, mas agravados por los males físicos y morales que padecía, dedicóse con te-zón a la náutica, y perfecciono sus conocimientos en física y astronomía, preguntando unas veces a los prác­ticos de la tripulación o guiándose otras por sus pro­pias observaciones*

Llegó por fin a la capital de Ferrara, donde fué muy bien recibido por el conde Aqueles Crispo y por su hijo Benito, que le franquearon durante su per­manencia en aquella ciudad, casa cómoda y selecta biblioteca en el palacio que habitaban.

Clavijero fué desde entonces muy conocido y aplaudido por su vasta instrucción eclesiástica y cien­tífica y por su erudición en las letras y en la historia. Corrió su fama por todo el reino, y a! fijar por últi­mo su residencia en Bolonia, recibió el consuelo, aun-Que lejos de México, de tener compañeros de infortu­no tan ilustres como Abad y Alegre, como Cavo y Janeiro, como Castro y Márquez, que tanto como él ¡* distinguieron honrando a la patria con sus obras y atendiéndola de injustas calumnias.

Las bibliotecas privadas —refiere uno de los tes-nfhv d e a < lu e U o s triunfos— le abrían sus puertas, las Publicas se honraban con vsu presencia, los jóvenes «prendían sus doctrinas, los sabios ansiaban su con­versación y todos le oían admirados; y Bolonia, tea-r o entonces de la ilustración, gozábase en abrigar bajo

Fundó una Academia literaria, invitando a los us muros hospitalarios al ilustre proscrito, Ríñanos y conterráneos que allí residían por medio

un Plan, que al decir de los que lo conocieron, era igno de Quintiliano, VeruJamio, Mabillón y Rollin; y

sí m^desta casa, donde reunía los académicos, fué de-'gnada comúnmente por Casa de la Sabiduría.

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Allí comenzó a escribir su obra capital, la Historia Antigua de México, que había de ser la base y funda­mento de su universal reputación en el mundo de las letras.

Desde antes de partir a Europa, la íntima amis­tad que tuvo con el P. Campoy, le proporcionó el co­nocimiento del rico tesoro que se conservaba en la bi­blioteca del Colegio de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México, consistente, en la interesante y co­piosa colección de documentos mexicanos, que había reunido el célebre anticuario D. Carlos de Sigüenza y Góngora*

Clavijero estudió uno a uno todos esos documen­tos, se instruyó profundamente en la interpretación de los jeroglíficos indígenas, y con las observaciones per­sonales que había hecho de éstos y el conocimiento que tenía de muchas lenguas desde temprana edad, en los pueblos que regenteó su padre, pudo ya en Italia escribir, como escribió, sobre nuestra historia antigua; decidiéndolo más a ella, cuando pudo leer los errores y calumnias consignados en las obras que en su tiem­po habían publicado el prusiano Paw, el francés Buf-fon, el inglés Robertson y otros extranjeros como Ray-nal y Gage.

Pero el mismo Clavijero, nos ha dejado detalles minuciosos de por qué y cómo escribió su Historia Antigua, en la dedicatoria y prólogo que la preceden y en la carta que dirigió al historiador D. Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, al saber que este distinguido escritor, también había puesto manos en el mismo asunto:

"Bolonia y marzo 25 de 1778. "Muy señor mío: aunque no he tenido la fortuna

de conocer a Ud. sino sus fatigas literarias, me es­timulaba en tan grande distancia a escribirle, el común celo de la patria que me anima, y la uniformidad de ia materia en que ambos trabajamos. Uno y otro en­tendemos en la historia de ese Reino: Ud., según rne

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han informado, en la Historia General de la Nueva España, y yo en la antigua de México, que necesaria­mente estará comprendida en la de Ud. Emprendí es­ta obra por servir en lo que pudiese a mi patria, y por divertir honestamente el ocio desabrido de mi destierro: el trabajo ha sido imponderable, porque primeramente fué menester solicitar los libros necesarios aquí, en Fe­rrara, en Venecia, en Genova, en Roma, en Francia y en España, y sustraer de mis alimentos lo que había de emplear en adquirirlos; pero ha sido tal mi dili­gencia, que apenas se ha publicado libro concernien­te a las antigüedades de México, o por nuestros nacio­nales o por los extranjeros, que yo no haya estudiado. A mAs de las obras impresas, me he aprovechado de noticia*! adquiridas en las historias manuscritas de nues­tros indios, eme se conservaban en la librería del Co­legio Máximo de México, y de sus mismas pinturas, vista* parte en ese Reino v parte anuí. Con el proliio estudio aue he hecho de esos apredahles monumentos de la antidtedqd mexicana, he adnuirido una compe­tente instrucción en el método que tenían en repre­sentar los obiptos y en conservar la memoria de Jos sucesos, y me lisonjeo de haber avanzado más en este punto que los historiadores aue me han precedido. Al trabajo de allegar los materiales se siguió el de.dige-r,rios, combinando las relacione* frecuentemente indi-Restas y muchas veces encontradas en nuestros auto­res, y procurando sacar del pozo de Demócrito la ver­dad. TJd. sabrá por su propia experiencia, mejor que ¡tinjyún otro, la dificultad oue hay en esta parte por ¡J ausencia o infidelidad'de nuestros historiadores. N ? he omitido diligencia alguna para la perfección de m* obra; he procurado la mayor pureza y propiedad ^n el lenguaje, la mayor exactitud en la ortografía, ja mayor concisión, la mavor claridad, y sobre todo, *a mayor imparcialidad y fidelidad en la narración. Si £e incurrido en algunos defectos, como no lo dudo, r? ha sido por falta de diligencia o malicia; sino por ^casez de luces en materia tan obscura y tan difícil

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Me ha sido de mucha importancia el saber la lengua mexicana, el haber andado en buena parte del Reino, y el haber tratado íntimamente a los indios. Tengo ya perfectamente concluida la obra y estaría ya impre­sa buena parte de ella, si mis facultades fueran corres­pondientes a mis deseos; pero la impresión con las láminas de que ya hablaré (sic), costará más de 500 pesos fuertes y yo apenas tengo lo necesario para una vida miserable. No me pesa que no se halla impreso, porque habiendo sabido por lo que me dijo al pasar por aquí el Marqués de Moneada, de que Ud. tenía ya concluido un tomo en folio de su Historia, no me parece conveniente el dar un paso en la impresión de ia mía, sin saber antes si su asunto está prefectamente comprendido,

"A los tres tomos de Historia, se añadirá otro de Disertaciones interesantes, y convenientes en la mayor parte a la misma Historia. Estas Disertaciones, que tengo concluidas, son ocho: la. Sobre el gran proble­ma de la población de América; 2a. Sobre la crono­logía de la Historia antigua, uno de los puntos más embrollados por nuestros historiadores; 3a. Sobre la tierra y clima de México; 4a. Sobre los animales de México; 5a. Sobre la constitución física y moral de los mexicanos; 6a, Sobre el número de poblaciones y habitantes del Imperio Mexicano; 7a. Sobre la poli­cía de los mexicanos; 8a. Sobre la religión de los me­xicanos, comparada con la de las naciones más cultas de Europa. Estas se dirigen especialmente a rebatir los errores de Mr. Buffon, de Mr. Paw, de Mr, Raynal y de otros célebres autores que promueven la degene­ración de las plantas, animales y hombres del Nuevo Mundo. Aun en el caso de no imprimirse mi Historia, creo que será muy provechosa la publicación de estas Disertaciones.

"Espero que no lleve Ud. a mal esta carta, aun­que tan larga y mal escrita, y se complazca en ver a un compatriota también empleado en el servicio de la patria enmedio de las mayores tribulaciones. Suplico

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a lid. me conteste y comunique, si le pareciere útil mi obra, las luces necesarias para perfeccionarla. Me preparo a trabajar otras obras aun más útiles para la misma patria, y entretanto pido al Señor guarde a Ud. muchos años, y me dé vida para gozar de sus preciosas fatigas.—Muy señor mío. B. L. M. su afectísimo ser­vidor y capellán.—Francisco Javier Clavijero"

De intento hemos reproducido la carta anterior, tanto porque es poco conocida, como porque en ella el autor nos da una completa idea de su obra que a poco de publicada fué traducida a los principales idio­mas de Europa, y le mereció justos y entusiastas elogios de los sabios de más reputación y de los principales periodistas de París, Roma y Florencia.

Clavijero escribió su Historia en español, pues así lo consigna él mismo en el prólogo, y aun se me ase­gura existía en México hace poco el original; pero sea que la demasiada suspicacia de la nación española, cu­yas autoridades, según se dice, le negaron las licencias respectivas para darla a la estampa; sea que le exigían, como quieren otros, que borrase y enmendase ciertas apreciaciones y opiniones manifestadas relativamente a te conducta de los españoles en América; sea por las ma­lvólas intrigas de un tal Diosdado, malqueriente y en­vidioso de los méritos del autor y de la Historia; sea en fin, por el pueril pretexto de "que fué introducido por algunos literatos italianos, que se mostraban deseosos ue leerla en su propio idioma"; lo cierto es, que después de haberla escrito en castellano, tomóse el nuevo y la­borioso empeño de traducirla a la lengua toscana, en te que vio la luz por primera vez en el curso de los anos de 1780 a 1781.

No olvidó, sin embargo, a su amada patria, que aun­que lejos de los ojos siempre la tuvo en la memoria, Para honrarla y defenderla, como pueden ser muestras, te dedicatoria a la Universidad de México y la carta Medita que encontró en el archivo de ella, mi amigo e l Sr. D. Nicolás Rangel; y aprovecho la oportunidad

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presente para darla a conocer, por los curiosos por­menores que contiene. Dice así:

"limo. Señor,

"Habiendo yo enmedio de mis tribulaciones em­prendido con gran estudio, y escrito con suma diligen­cia y prolixidad la Historia Antigua de México, me pareció que no debía consagrarla a otro que a V , S, lima., porque quién más. acreedor a una obra de tal naturaleza, que un Cuerpo tan ilustre, a cuyas luces se ha confiado en ese Reino la Dirección de las Cien­cias y la formación de los Sabios? Las circunstancias en que me hallaba cuando tomé tan acertada resolu­ción, no me permitieron el solicitar anticipadamente el beneplácito de V. S. lima., ni creí necesario el esperar su consentimiento para tributarle lo que por tanto le debo. Publicóse finalmente mi Historia dedicada a la Real y Pontificia Universidad de México, llevando en su frente tan respetable nombre, para honra del Autor, y recomendación de su trabajo. Publicóse en Toscano, porque no se pudo más; pero el estar concebida en una lengua extranjera no basta a enagenarla de V. S. lima, ni puede perjudicar su derecho, Consta de tres tomos en quarto, además de otro de Disertaciones, el cual más por efecto de generosidad, que por título de obli­gación u otro motivo, se dedicó a un célebre literato de Italia, que temía algún detrimento en su reputación por la justa crítica que en mi segundo tomo se hizo de una de sus obras. La aceptación que ha tenido mi obra en Italia, y en otros países de Europa, ha sido muy superior a su mérito y a mi expectación. No dudo que a pesar de los aplausos con que le han celebrado los Doctos de Europa, contendrá varios errores, pero tengo el consuelo de que los que descubrieren la pers­picacia de V. S. lima., sabrá disculpar su discreción considerando la dificultad misma de la obra, y la situa­ción poco favorable del autor.

La guerra y otros incidentes han retardado hasta ahora a mi Historia la fortuna de llegar a las manos

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CRONISTAS E HISTORIADORES 97

de V. S. lima. D. Lino Gómez, Cura de Amecameca, y persona de mi mayor estimación y confianza, tendrá el honor de presentar a V. S. lima, cincuenta exemplares, de los cuales, dos van destinados a las dos principales cabezas de ese Cuerpo respetable, dos para la librería pública de essas Escuelas, y los restantes para los seño­res Catedráticos y demás miembros de esse limo. Claus­tro a arbitrio de sus dignas Cabezas. Bien querría yo que este corto obsequio se extendiesse a todos los seño­res Doctores; pero la demasiada distancia, el volumen de la obra* y otras dificultades que no se ocultan a la comprenhensión de V. S. lima, me privan de esa satis­facción.

"Dios N. vS. prospere en todo a V. S. lima, para el aumento de las Ciencias y de la felicidad de esse Reino. Bolonia a 29 de febrero de 1784.

De V. S. lima., Afectísimo Servr. y Capellán,

Francisco Javier Clavijero.—Rúbrica".

En 24 de marzo de 1786, el Rector de la mencio­nada Universidad de México, en nombre de todos los doctores de la misma, después de darle las gracias por Su grande amor a la patria, a quien había erigido con ^Historia Antigua un perdurable monumento, de­sale que la Universidad se gloriaba en ver figurar su jtombre colmado de tanto honor en la dedicatoria que le había hecho de aquella obra, cuya doctrina y vasta ^udición le habían conquistado la admiración de los Yerdaderos sabios; obra nunca bastante bien alabada. lT

e .refería a la vez, que convocados los Doctores de la u diversidad no habían podido contener su entusiasmo ^ su afecto, y que habían decidido manifestarle cuánto ^Preciaban esa gran obra, de la cual habían obsequiado respectivamente ejemplares al Virrey, al Arzobispo, al Regente de la Real Audiencia y a otros conspicuos Ma-serados y que cada uno de ellos deseaba larga vida,

9^e era ornamento y decoro de aquella Escuela.

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98 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

Una persona autorizada de México, en otra carta» le refería que los elogios que se tributaban a la obra eran tantos, y tanto el aprecio en que la tenían las personas más caracterizadas, y tantas las cosas que le elogiaban, que de hacerle un relato minucioso se alar­garía mucho: que entre todas esas personas se distin­guían el Virrey, el Regente y el Superintendente de la Real Aduana sobre todos, porque en un escrito pro­puso entre otras cosas que la Universidad debía ins­cribirle en el catálogo de su Doctores con de recho a la propina si volviese alguna vez a la Nueva España.

Pero cuando llegó esta última carta a su destino, nuestro insigne Clavijero ya había muerto, víctima de tenaz y prolongada dolencia, que le hizo padecer mu­cho.

Los "continuados y violentos viajes y su vida es­tudiosa", le hicieron contraer la enfermedad de que sucumbió.

Volvía a Bolonia de Cesena, donde acababa de imprimir un librito sobre la Virgen de Guadalupe, y donde también había impreso la Historia Antigua, cuan­do comenzó a sentirse bastante enfermo, al grado que tardó dos días en recorrer un corto camino. Refiere el Padre Maneiro que el mal fué agravándose, pues no quiso llamar médicos, de cuyo arte siempre descon­fió y temiendo que le prohibiesen leer sus amados li­bros y le apartasen de sus favoritas ocupaciones.

Al cabo de cuatro años de penosos sufrimientos la enfermedad se agravó tanto, que tuvo que ponerse con­tra sus propósitos en manos de un facultativo hacia el mes de septiembre de 1786; aunque no tomaba nunca las medicinas si previamente no se enteraba de su com­posición y virtudes; y a ese fin estudiaba antes de ver al médico, que fué el famoso Dr. Jacobo Calvio, quien salía admirado, así de la instrucción de su cliente, co­rno de la presencia de espíritu que siempre demostraba en tan críticas circunstancias.

El mal, que comenzó por la orina, resolvióse en

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CRONISTAS E HISTORIADORES 99

"un tumor que en aquellos cuatro años se había for­mado y crecido". Causábanle horribles dolores, tanto el padecimiento, como las curaciones médicas; impe­díale el tumor las funciones vitales, dañábale en el in­terior al infeccionarlo y debilitábanle por las frecuentes efusiones de sangre que le provocaba.

Varón religioso y sabio, recibió todos los auxilios espirituales de la Iglesia Católica, que siempre profesó, "y con extraordinaria piedad y resignación, descansó en el Señor el día 2 de abril de 1787", a la edad de 55 arios, 6 meses y 24 días.

Expúsose su cadáver en el templo de San Cosme y San Damián ele Bolonia; fué en seguida llevado y se­pultado con toda solemnidad al de Santa Lucía, sito en la misma ciudad, y en tan severo acto, se hizo el elogio de sus talentos y virtudes, en hermosas y elo­cuentes composiciones.

Muchos años después, un compatriota nuestro, D-Agustín A. Franco, buscaba en vano los restos del ilus­tre historiador, pero sus pesquisas no dieron más fruto Que informarle haber sido sepultado "en el sepulcro común de los Padres de la Compañía".

Sin embargo, con motivo de estas investigaciones, Pudo hallar un interesante documento en el archivo de *a exparroquia de San Cosme y San Damián, la partida del fallecimiento y entierro, que dice textualmente: . "Die 2 aprilis de 1787.—R. D. Franciscus Xave-

nus filius legitimus Joannis Clavijero, extinta Societate, n*tus in civitate dicta Vera Crux in México, ann 55, °tefts 6., consuetis ómnibus extremis Sacramentis mu-nifus, hora 21 hujus diei, obiit in communione S. M* E. rehquens moestissimum fratem R. D. Ignatium, qui 5>lerrmia numera eidem exhibenda curavit. Corpus ejus ^Quenti vespere e primo Palatio Quagnani in via Cas-Ulonis cum funebri pompa ad Paroeciam hanc delatum,

Postquam sequenti mane, pluribus sacrificiis in ejus jfftunae expationem celebratis, solemnis exequiae habitae Uehunt, sepulchro in eadem Parochili Ecclesia Consig-

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100 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

nan dum statum fuerat, petentibus vero Fratis nomine quibusdam extinctae societatis ad Ecclesiam Sanctae Luciae inter tenebras delatum fuit.—Emilianus Catta-ni.—Parochus",

Nuestro citado compatriota Agustín A. Franco, inició entonces (1858-1860), colocar en la iglesia de Santa Lucía una lápida u otro monumento dedicado a la memoria del esclarecido historiador; y si logró o no tan noble propósito lo ignoramos: sólo hemos podido averiguar "que posteriormente otro distinguido mexica­no, el señor D. José María Lafragua, durante su per­manencia en Italia, movido por un sentimiento patrió­tico, hizo colocar una lápida en el sepulcro de nuestro eminente historiador".

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II

BIBLIOGRAFÍA

A.—ESCRITOS HAGIOGRAFICOS

1.—Memorias |¡ edificantes || del || Br. D. Ma­nuel 11 Joseph Clavigero, 11 sacerdote del obispado 11 de " ~ " el P. Xa-

de Jesusa-la Puebla, 11 recogidas por su 11 Hermano vier Mariano 11 Clavigero, de la Compañía Con las licenc. necessar. 11 En México: en la Oficina nueva de 11 letra Antuerpiana, por Christóval, 11 y Don Phelipe de Zúñiga, y Ontiveros, 11 Año de 1761.

I vol 8o. Nótese que en este opúsculo y en el que sigue, Cla­

vijero se nombra Xavier Mariano; en efecto, así escri­bía su nombre antes de ir a Italia, y hasta entonces comenzó a llamarse siempre Francisco Xavier. En los colegios donde desempeñó cátedras en la Nueva España V en los certificados que expidió a sus alumnos escribió su nombre de dos o tres maneras diferentes. ,, 2.—Compendio 11 de la vida, 11 muerte, y milagros

£e 11 San Juan 11 Nepomuceno, j escrita en lengua Por el P. César Calino, | de la Compañía y traducido a la castellana 11 por| j el P. Xa­

vier Mariano 11 Clavigero, de la misma 11 Compañía. 11 ^Adorno). 11 Con las licencias necessarias. 11 Impreso en México, en la Imprenta del j Real, y más antiguo Cole-810 de || San Ildefonso. Año de 1762.

1 vol. 8o,

galiana. d* Jesús

, Como podrá observarse, ya en 1762 le era conocida l a lengua italiana a Clavijero, lengua que traducía a la

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102 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

sazón, y en la cual, años andando, escribiría la Historia Antigua de México.

3.—Elogio de San Francisco Xavier. Impreso en México, 1762.

1 voL 8o, Este y el siguiente Elogio no los conocemos sino

por referencias de Beristáin en su Biblioteca. 4-Elogio de San Ignacio de Loyola, predicado en

la Real Audiencia de Guadalaxara. Impreso en Mé­xico, 1766.

1 vol. 4o.

B.—OBRAS HISTÓRICAS

5.—HIST0RIA ANTIGUA DE MÉXICO

Edición en italiano

5a.) Storia Antica || Del Messico || Cavata Da' Migliori Storici Spagnuoli, | E Da'Manoscritti, E. Da­lle Pitture Antiche Degl' Indiani: |j Divisa in Dieci Li-bri, 11 E Corredata di Carte Georgrafiche, 11 E di Varié Figure; E || Dissertazioni ¡| Sulla Terra, sugli animali, e sugli abitatori del Messico. 11 Opera | j Dell'Abate 11 D-Francesco Saverio 11 Clavigero. 11 (Viñeta). '

In Cesena MDCCLXXX || (Línea de adorno). [I Per Gregorio Biasini Air Insegna di Pallade || Con Li-cenza de'Superiori,

4 vols, en 4o. mayor: Los tres primeros están impresos en 1780 y el cuar­

to volumen en 178L Al fin del volumen tercero se in­serta un índice General de las cosas notables contenidas en la Historia Antigua de México, que no se ha repro­ducido en las ediciones castellanas.

Mientras no se publique el texto original de esta

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CRONISTAS E HISTORIADORES 103

Historia, que escribió en español Clavijero antes de tra­ducirla al italiano, la mejor edición será ésta, por ser de obra de su autor, por haberla impreso bajo su cuidado, y por contener la lección íntegra, correcta, sin las mo­dificaciones que le han hecho las traductores y editores posteriores.

Ediciones Castellanas

5b.)—Historia Antigua || de || Megico: |¡ Sacada De ¡j Los Mejores Historiadores Españoles, Y De Los Manuscritos, | Y de | Las Pinturas Antiguas de los In­dios; || Dividida en Diez Libros: || Adornada con Ma­pas y Estampas, 11 E ilustrada con | Disertaciones so­bre la Tierra, los Animales, y los Habitantes 11 de Me­gico, || Escrita por || D. Francisco Saverio Clavigero;

Y traducida del Italiano 11 Por José Joaquín de Mo­ra. I] Londres: || Lo publica R, Ackermann, Strand, Y en su Establecimiento en Mégico: 11 Así mismo 11 Eri Colombia, En Buenos Aires, Chile, Perú y Guatemala. 11 1826.

2 vols, 4o, Primera traducción castellana que se dio a la im­

prenta, y en la que el Editor, no omitió gasto ni esmero Para satisfacer dignamente los deseos de sus amigos. En las estampas, no sólo se empleó un buril más fino que el de la edición italiana, sino que se corrigieran muchos errores.

La traducción es bastante fiel y elegante, aunque too exenta de faltas imperdonables en un autor tan dis­tinguido como Mora, que dejó nada menos que en la P°rtada, nombres sin traducir como Saverio en vez de Xavier; y por que falta la paciencia, al leer los nombres indígenas tan bárbaramente escritos por seguir a la Academia, aunque puede decirse en su abono, que él nusmo confesó "haber luchado con grandes dificultades, V no sabe si habrá tenido la dicha de vencerlas".

Discúlpelo también el amor con que demuestra su admiración a la obra y al asunto.

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104 LUIS GONZÁLEZ OBEEGON

"Por lo que hace al asunto en sí mismo, y a la obra —dice— sería inútil cuanto podría decirse acerca de su importancia, y del interés que debe excitar en toda cla­se de lectores. Todo es grande, nuevo y admirable en el cuadro de aquella nación, que en conciencia no debe­rían llamar bárbara los que no pudieron ofrecerle como modelos, la suavidad de sus costumbres, ni la generosi­dad de sus miras".

5c.)— Historia Antigua || de || México y de ai Conquista, 11 Sacada de los mejores historiadores espa­ñoles, y de los manuscritos y pinturas de los indios ' ^ vidida en diez libros: Adornada con Mapas y Estaní-

E ilustrada con Disertaciones 11 Sobre la Tierra,

Di-

pas, Escrita

liano ta de

los Animales y los Habitantes de México Por D. Francisco J. Clavigero, 11 Y traducida del Ita-

por J. Joaquín de Mora. || México: || Impren-ara, calle de la Palma, núm, 4. 11 1844.

2 vols. 4o., mayor. Primera edición mexicana, aunque de traductor ex­

tranjero. El editor Lara hizo algunas modificaciones a la impresión londinense de 1826. Colocó la Noticia de los escritores de la Historia Antigua de México al fin del volumen segundo, cuando en la original italiana y en la de Londres que reproduce, figura al principio de la obra, lo mismo que la Advertencia sobre medidas de longitud, que de nada sirve aquí al lector después de haber leído toda la obra.

En cambio, modificó la pésima ortografía seguida por Mora en muchos nombres mexicanos, pues en el afán de ajustarse el traductor servilmente a la Real Academia Española, sin investigar cuáles voces se ha­bían castellanizado y cuáles no, escribió Jochimilco pot Xochimilco, Ijtliljóchitl por Ixtlilxóchitl y así otras mu­chas por este tenor.

En esta primera edición mexicana se publicó el re­trato de Clavijero y algunas otras estampas y mapas

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CRONISTAS E HISTORIADORES 105

que no se contienen ni en la impresión italiana de Ce-sena, ni en la de Londres. Esta edición es la que sirvió como original a la Dirección General de las Bellas Ar­tes para hacer la reimpresión el año de 1917 que estuvo bajo el exclusivo cuidado del Departamento Editorial tanto en la elección de formato, tipos, papel, etc., como en la corrección de pruebas y en las variaciones orto­gráficas que introdujo.

5d.)—Historia Antigua de Méjico, || sacada de los 11 Mejores Historiadores Españoles, 11 Y de Manus­critos 11 Y Pinturas Antiguas de los Indios. | Dividida en diez libros. Adornada 11 de Cartas Geográficas y Li­tografías; con Disertaciones || sobre || la Tierra, Ani­males y Habitantes de Méjico, j | Obra escrita en italia­no j | Por el abate don Francisco Javier Clavijero. | Tra­ducida 11 Por el Dr. D. Francisco Pablo Vázquez, | Co­legial Antiguo del Eximio de San Pablo de Puebla y Maestre-Escuelas Dignidad 11 de la Santa Iglesia de di­cha Ciudad.

Méjico |¡ Imprenta de Juan R, Navarro, Editor, || Calle de Chiquis Núm. 6 || 1853.

1 vol. 4o. mayor. Segunda edición mexicana de la obra de Clavijero

^aducida por mexicano. "La edición que ofrecemos a nuestros lectores —se

dice en el Prólogo del Editor— tiene además otros mé­ritos: presentamos la traducción que de dicha obra hizo el excelentísimo e ilustrísimo señor Vázquez, obispo de ¡a Puebla, cuyo nombre solo, es una garantía para los uteratos y para los amantes de la Historia. Este pre­cioso manuscrito, que existía en poder del venerable Cabildo de aquella mitra, y que generosamente nos ha cedido y a quien lo cedió el señor traductor, lo hemos corregido gracias a la eficacia del ilustrísimo señor obis-P° actual, y a la del señor doctor canónigo, dignidad a e la misma Santa Iglesia, don Antonio Haro, a quienes

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106 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

tributamos nuestra gratitud por el noble empeño con que han contribuido a secundar nuestras ideas para la publicación de esta obra tan interesante a los mejicanos.

"Hemos dejado la carátula de la obra de que ha­blamos con la misma redacción que tiene el original, y por lo que extrañarán nuestros lectores no encontrar en ella los títulos que honraban últimamente al señor tra­ductor, sino aquellos que tenía en el tiempo en que se dedicó a este trabajo y cuya fecha ignoramos porque no consta en el original".

A pesar de las anteriores, precisas y claras mani­festaciones del Editor, en una Biografía de Clavijero, escrita por el cubano José Miguel Macías (Veracruz, 1883), e incurriendo en el mismo error de don Marcos Arróniz, se niega que el Obispo Vázquez hiciera esta traducción y se le concede sólo el título de anotador; y obcecado el autor por el errror, lo prefiere a la verdad estampada en el Diccionario de Historia y Geografía por un contemporáneo tan competente como lo fué el señor don José Joaquín Pesado, quien en el artículo respectivo consagrado a Clavijero, dice que se conservan entonces manuscritas dos traducciones de la Historia, una hecha por D. Manuel Troncoso y Buenvecino y otra ilustrada con eruditas notas, por el ilustrísimo Sr. don Francisco Pablo Vázquez, Obispo que fué de la Puebla de los Angeles.

Respecto a todo lo que imagina don José Miguel Macías de las notas que aparecen firmadas con la letra C y que atribuye a Vázquez, tanto el Sr. don José Ma­ría de Agreda, como el Sr. don Francisco del Paso y Troncoso, pudieron averiguar que el autor de ellas fué el notable naturalista poblano don Antonio Cal y Bra-cho, y lo confirma el hecho de que esas notas, calzadas con la letra mencionada, sólo aparecen en el libro con­sagrado a la Historia Natural, y no en otros lugares,

Y ya que hemos hecho mención de las traducciones de Buenvecino y de Vázquez, es oportuno citar aquí otra que no menciona ninguno de los que han escrito la vida de nuestro insigne historiador.

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CRONISTAS E HISTORIADORES 107

En la Gaceta Imperial de México, núm. 49, del 8 de enero de 1822, consta que el R. P. don Miguel Frías, Rector del Nacional y muy Ilustre Colegio de San Francisco de Sales de San Miguel el Grande, hoy de Allende en el Estado de Guanajuato, había traducido la Historia Antigua de México de Clavijero, e invitaba a una subscripción para imprimirla a razón de $ 3.50 cvs. el tomo, que llevaría de "fino buril todas las estampas que trae el original y en el primer tomo el retrato y compendio de la vida del autor".

La edición debe de haber quedado en proyecto, pues no hemos logrado nunca encontrar una sola pági­na de ella.

5e).—La tercera edición mexicana, es reproducida de la versión hecha por el señor Obispo Vázquez, y fué publicada en el folletín de "El Constitucional".—Mé­xico 1861-1862.

4 vols. 8o., sin mapas ni ilustraciones.

5f).—La cuarta edición mexicana fué impresa en Jalapa, el año de 1868, por Antonio Ruiz, y contiene ia reproducción del texto traducido en Londres por don José Joaquín de Mora.

2 vols. 4o. mayor.

Kl 5g).—La quinta edición mexicana, impresa por Du­elan en México el año de 1883, como la anterior, es C0Pia de la de Londres.

2 vols. 4o. mayor. ^5h) .—La sexta edición, como ya se dijo se publicó

el año de 1917, por la Dirección General de Bellas Artes. 2 vols. 4o.

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108 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

Ediciones Inglesas

Collected from Ma-

5i) —The || History || of|| México, from || Spanish and Mexicans Historians, ,, „ nuscripts, and Ancient Paintings of the Indians f¡ Ilus-trated by 11 Charts, and other Copper Plates. 11 To which are added, 11 Critical Dissertations 11 on the 11 Lan, 11 the Animáis, and Inhabitants of México By Abbé D. Francesco Saverio Clavigero. || Translated from the Original Italian, 11 By Charles Cullen, Esq. 11 In two Volumes. |¡ Vol I (Vol. II).

London, 11 Printed for G. G. J. and J. Robinson, No. 25, Pater Noster Row 11 MDCCLXXXVII.

2 vols. 4o. mayor.

5j) .—Reimpresa en Richmond, Virginia, by W. Prichard, 1806.

3 vols. narrow 8o. 5k).—2a. edición en London: || printed for J.

Johnson, St. Paul's Shurchyard, 11 by Joyce Gold,.. Shoe Lañe || 1807.

2 vols. 4o. mayor.

51).—Otra reimpresión en Philadelphia: II Publis-hed by Thomas Dobson. at the Stone House, No. 41. South Second Streer. 11 1817.

3 vols. 8 maps.

Edición Alemana

5m).—Geschichte 11 von 11 México 11 aus 11 Spanis-

schreiben, Hands-chen und mexicanischen Geschichte chen and mexicanischen Geschichte chriften und ge- || malden der Indianer \\ zusamenr mengetragen || und durch Karten und Kupferstiche erlautert || nebst einigen cristischen Abhandlungen

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CRONISTAS E HISTORIADORES 109

über die 11 Beschaffenheit des Landes, der Thiere und Ein | wohner von México Ausdem Italienischen des Abts Franz Xaver Clavigero der Ritter Cari Cullen ins Englische, 11 und aus diesen mins Deutsche überstzt.

Leipzig, II im Schwickertschen Verlage. || (1789-1790).

2 vols. 8o. mapas. Como puede verse por el título que copiamos, la

Versión alemana es traducida de la inglesa.

Traducciones en francés y en danés

5n y ñ).—Aluden a ellas, el autor de los prelimi­nares del texto italiano en la Storia della California (1789); el R Juan Luis Maneiro, en la obra que inti­tuló De Vitis Aliquot Mexicanorum (1792), y las dan como impresas, todos los biógrafos de Clavijero.

El Dr. Beristáin, hablando del aprecio con que fué recibida la Storia Antica del Messico, dice que los aplu-sos y elogios que le prodigaron, "prueban tanto su me­ntó como el haberse traducido y publicado en francés, Jnglés, alemán; y no sé si también en lengua dinamar­quesa, —agrega— pues en 1787 la compró para este efecto en Bolonia un literato de aquella nación, contris­tado de haber encontrado ya difunto a nuestro autor", cuando había ido con el propósito de conocerle.

No obstante estos testimonios, no hemos podido encontrar ejemplares ni de la versión francesa, ni de la d*namarquesa en las bibliotecas públicas y privadas en ^ue las hemos buscado, ni en las numerosas bibliogra-uas y catálogos de libros de venta que hemos registrado. Sas* nos atreveríamos a negar que se hubiesen impreso, S1 no nos asaltara el escrúpulo de que pueden ser hoy rarísimas.

6.—HISTORIA DE LA CALIFORNIA

Edición primera en italiano

6a) .—Storia della California || Opera postuma Del Nob. Sig. Abate II D. Francesco Saverio II Cía*

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110 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

vigero || (Adorno) || In Venezia, || MDCCLXXXIX | (Bigote). 11 Appresso Modesto Fenzo. 11 Con ltcenza de'Superiori, e privilegio.

2 vols. en 8o. y mapa. Dos años después de la muerte del autor, la publi­

có su hermano don Ignacio Clavijero, quien le acompa­ñó en su vida religiosa, pues también fué jesuíta, se embarcó con él cuando fueron expatriados, procuró siempre honrarle, le cerró los ojos y le sepultó en Bo­lonia.

Edición segunda en castellano

6b) .--Historia 11 de la 11 Antigua o Baja Califor­nia. 11 Obra Postuma | j Del Padre Francisco Javier Cla­vijero, 11 de la Compañía de Jesús. 11 Traducida del ita­liano 11 Por el presbítero don Nicolás García de San Vi­cente. 11.(Adorno) || Méjico. II Imprenta de Juan R. Navarro, Editor. 11 1852.

1 voL en 4o. mayor. El título de la edición de Venecia está completa­

mente cambiado. Entre otras cosas que dice el Editor en la especie de Advertencia que coloca al principio, es pertinente copiar las que siguen:

"La fama universal que tan distinguido escritor —don Francisco Javier Clavijero— tiene alcanzada por su Historia Antigua de México, nos dispensa de formar el elogio de la que ahora ofrecemos a nuestros suscrito-res. Las dificultades que halló Clavijero para publicar su grande obra en castellano, las que al fin lo obligaron a renunciar a escribirla en aquella lengua, hicieron sin duda que también escribiese en italiano la Historia de te California, y nosotros tenemos la satisfacción de ser los primeros que la presentamos vuelta a su idioma nativo.

"Dos traducciones hemos tenido a la vista para elegir la que había de servir de texto. La una de ellas fué trabajada por el presbítero don Nicolás García de San Vicente, tan conocido entre nosotros por sus di­versas obras elementales: débese la otra a don Diego

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CRONISTAS E HISTORIADORES 111

—otros le llaman Manuel— Troncoso y Buenvecino, autor también de una traducción inédita de la Historia Antigua de México.

''Después de un detenido examen de ambas, hemos preferido la del padre San Vicente por más exacta en lo general, y de mejor estilo. A pesar de eso, una cuida­dosa revisión nos ha hecho descubrir algunos yerros, inevitables en trabajos de esa naturaleza y los hemos hecho desaparecer, valiéndonos a veces de interpreta­ciones más felices del señor Troncoso. Aprovechamos también para insertarlo al fin, un Apéndice que éste añadió a su traducción, en el que refiere brevemente los progresos de la California desde la expulsión de los jesuítas hasta el año de 1796.

"En nota al párrafo IX, del libro II, hemos colo­cado íntegra la licencia o autorización que el virrey conde de Moctezuma concedió en 1679 a los padres Sal­vatierra y Kino para la sujeción de la California".

No reprodujo el editor, en esta publicación, el ma-Pa del original italiano, "porque formado casi de me­moria en Europa y después de la muerte del autor no merece confianza". Prometió en cambio dar otro de los Modernos, pero no lo cumplió.

t Completó Navarro, por otra parte, la obra de Cía-f̂jero, agregándole además del pequeño apéndice de

troncoso, la "Relación Histórica del Venerable padre yQy Junípero Sena", escrita por su compañero el Pa-tfre Fray Francisco Palou, por ser ella, más que la bio­grafía de aquel venerable religioso, la Historia de las Primeras tentativas de colonización en la Alta Cali­fornia".

. 6c).—Historia || de la || Antigua o Baja Califor-**?a 11 obra postuma del Abate 11 Francisco Xavier Cla­vijero | de la Compañía de Jesús 11 Traducida del lía­te !? P o r el P b r a D- I N i c o l á s G a r c í a d e S a n v i c e n~

II México & Imprenta del Museo Nacional de Ar­queología, Historia y Etnografía ¡ | 1933.

1 vol. en 4o,

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112 LUIS GONZÁLEZ OBREGON

Esta edición se hizo para conmemorar el Segundo Centenario del nacimiento de Clavijero, y en el prólogo se dá cuenta minuciosa de las festividades conque se honró dicha conmemoración.

7.—Compendio de la Historia de la Virgen de Gua­dalupe.

7a).—Breve ragguaglio della prodigiosa y riño-mata immagine della Madona de Guadalupe del Mes-sico.—Cecena.—1782.™Por Gregorio. Biasini. ||

1 vol. 8o. con una hermosa lámina. Aunque apareció anónimo este compendio, en el

que se refiere la tradición guadalupana y se hace la descripción de la imagen y del templo, consta que fue escrita por Clavijero, por asegurarlo así el Padre Juan Luis Maneiro en su obra intitulada De Vitis aliquot mexicanorutn.

8.—Edición singular de la HISTORIA ANTIGUA DE MÉXICO.

8 a) .—Historia ¡| de la || Conquista de México || Sacada de los mejores historiadores |¡ Por | F. J. C. || Filadelfia || Impresa por Mac Clure || 1846.

1 vol. 4o. mayor con litografías. Con este título y sin el nombre de nuestro ilustre

historiador, en la ciudad y año que figuran como pie

de imprenta, un editor yanqui, que seguramente tenía existencias del segundo tomo de la traducción de don José Joaquín de Mora, impresa en México por Lara en 1844, hizo aparecerlo como obra nueva trocando el ver­dadero título por la portada que hemos copiado; pero basta comparar el papel y tipos de ella con el papel y caracteres de todo el volumen, para darse cuenta de la superchería de que se valió a fin de engañar a sus com­pradores, ocultando al verdadero autor de la obra bajo de sus iniciales, pensando así que no se descubriría, V°r

lo menos desde luego su embaucamiento, hijo de la más grosera especulación.

9.—Resumen y compendio de la HISTORIA AN­TIGUA DE MÉXICO.

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CRONISTAS E HISTORIADORES 113

9 a).—Resumen Histórico j | de las principales na­ciones 11 que poblaron 11 el país de Anáhuac, 11 o virrey-nato 11 de 11 Nueva España. 11

1 vol. 4o, común. Se publicó ilustrado con láminas al agua fuerte,

tomadas de la edición italiana de 1780, excepción del mapa, en la imprenta de doña María Fernández de Jáuregui, calle de Santo Domingo, año de 1803, como apéndice del Sermón que predicó en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe el Dr. don José Ignacio Heredia y Sarmiento.

Al terminar, el autor del sermón, a quien de segu­ro remordía la conciencia por haber traducido más o nienos literalmente párrafos íntegros del texto de la obra, escribió una Advertencia, en la que asegura lo si­guiente, refiriéndose al Resumen: "aunque en varios Puntos no concuerda con lo que sobre su contenido han escrito muchos Historiadores de mérito, cuya autoridad Veneramos: está acorde en todo con lo que del mismo asunto escribió el sabio Ex-Jesuíta veracrüzano don francisco Javier Clavijero..."

¿No hubiera sido más honrado decir que el Resu­den estaba hecho en vista de la obra de Clavijero y no Que estaba acorde en todo?

9 b) .—Compendio 11 de la 11 Historia Antigua de México 11 Por 11 Felioe Buenrostro 11 México 11 Tipo­grafía Literaria 11 Núm. 5.—Canoa.—Núm. 5. 11 1877.

1 vol. 4o. común. ~ Más censurable es el autor de este Compendio que pimiento. Buenrostro, en lo que él llama, Prólogo del Autor, dice: "Al ponerme a escribir un Compendio de *a Historia Antigua de México, he creído que prestaba un servicio a la juventud, recopilando los pasajes más potables... (!) "La recopilación consistió en compen­sar servilmente, sin hacer ninguna investigación propia, m juicios de su cosecha; pero como Sarmiento, también

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al terminar la tarea, en el epílogo confiesa paladina­mente su pecado, cuando escribe: "Por esto mismo me propuse compendiar la Historia escrita por Clavijero, que en mi concepto es el que con más cordura e impar­cialidad da cuenta de los episodios etc."

¿No hubiera sido más cuerdo decir esto en el Pró­logo o haber titulado el libro, Qompendio de la Historia Antigua de México del Abate Clavijero, escrito por Fe­lipe Buenrostro?

C—ESCRITOS DIVERSOS QUE DEJO ANÓNI­MOS, UNOS PUBLICADOS Y OTROS

MANUSCRITOS

Los anónimos constan en la Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús, por Backer. Los manuscritos los menciona Beristáin, pero hay que advertir que los tres últimos no los concluyó el autor, y, quizá, el titu­lado Colonias Tlaxcaltecas quedó en proyecto, por lo que dice el P. Maneiro.

10.—Certamen poético para la noche de Navidad del año de 1753, presentando al Niño Jesús bajo la alegoría de Pan*

Se conservan en la ex-biblioteca de la Universidad de México.

11.—Cursus philosophicus diu in Americanis gy**1-

nasis desideratus.

12.—Diálogo entre Fílateles y Paieófilo contra el argumento de autoridad en la Física.

13.—Plan de una Academia de Ciencias y Bellas Letras.

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CRONISTAS E HISTORIADORES 115

14.—Ensayo de la Historia de N. E. (Clavijero alude a esta obra en una nota al Libro

VI. de su Storia Antica, y refiriéndose a las cruces, di­ce: "De todos estos monumentos hablaré en la Historia Eclesiástica de México". Beristáin cambió por com­pleto el título, pues Maneiro no habla de ningún Ensa­yo).

15.—De los linajes nobles de la Nueva España.

16.—De las colonias de los Tlaxcaltecas.

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III

ICONOGRAFÍA

De dos retratos al óleo, que representan a Clavi­jero, tenemos noticia. El primero se conserva en el Museo Nacional, y lo describe don Jesús Galindo y Villa en estos términos: "Dimensiones, Om 94 x Om.69. Es obra de pincel italiano hecha en Roma, el año de 1779, según parece, pues está roto el lugar del año y el del nombre del artista. Represéntasele con el traje de la Compañía. En la mano izquierda tiene la figura un papel donde se lee "Retrato del Abate Francisco Javier Clavijero, nació en Veracruz en 1731 y murió en Bolonia a 5 de abril de 1787". Debemos hacer ob­servar que si este retrato se pintó en 1779 no pudo en­tonces haberse puesto en el papel la fecha de la muerte del distinguido historiador, pues éste murió posterior­mente, y no el día 5 de abril, sino el 2, según consta en la partida de defunción que hemos copiado en pa­smas anteriores. El segundo retrato existía aún a me­diados del siglo pasado en el extinguido Colegio de San pregono; y al decir de los que lo vieron, y conocieron *¡m duda a Clavijero: "la fisonomía expresaba bien las facciones, pero en obsequio de la verdad, carecía de al­gunos rasgos que daban a aquel un carácter muy no­table de dignidad y nobleza". Aunque parecen dos re­a t o s distintos, el del Museo y el del Colegio de San ^regorio, es muy posible que sean uno mismo y que el segundo haya pasado al Museo al extinguirse el Co-

Reproducciones más o menos modificadas en el pa-recido del rostro, en la postura y en las dimensiones, se

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encuentran en varias, de las ediciones de la Historia An­tigua de México, en algunas obras biográficas y en pe­riódicos. En el Museo Mexicano de 1843, tomo III, pág. 498, apareció una litografía, y otra, en la Historia de la Conquista de México, por Prescott, edición de Cumplido, año de 1844, tomo I. pág. 35. Copias de grabado en madera y de fotograbado, se publicaron en la obra México a través de los Siglos, tomo í. págs. LVI y CXXV. de la primera y segunda edición, respectiva­mente. Todos estos retratos parecen reproducción del óleo que se conservaba en San Gregorio y representan a Clavijero de medio cuerpo. Variantes de ellos, de medio busto y en litografía aparecieron al frente de la Historia Antigua, editada por Lara en 1844 y en la pág. 33. To­mo I, de la Conquista de Prescott, impresa por Vicente García Torres el mismo año. Otra variante en litografía de H. Triarte, dibujo de S. Hernández, quizá copia del óleo que existe en el Museo Nacional, se publicó en la obra Hombres Ilustres Mexicanos. México. 1874. To­mo III, pág. 59. Tales son los originales que han ser­vido para reproducir el retrato de Clavijero en muchas obras del país y extranjeras que sería prolijo enumerar.

OBRAS DE CONSULTA

Castro Agustín: Elogio del P. Francisco Javier Cla­vijero, jesuíta americano. Ferrara. 1787.—Maneiro Juan Luis: De vitis aliquot mexkanorum. Cecena 1792r-Beristáin de Souza Dr. don José Mariano: Biblioteca Hispano Americana Septentrional México 1816.--Vey-tia Mariano: Historia Antigua de México. México. 1836* (Noticia biográfica del autor por F. Ortega, págs-XXVIII a XXXII),—Almazán Pascual: Ensayo Lite­rario. Puebla. 1838. pág. 33.—Diccionario de Historia y Géograjia. México. 1853. (artículo Clavijero, firmado * * y qUe el Sr. Orosco y Berra dice fué escrito por D. José Fernando Ramírez pero su verdadero autor fué D. José Joaquín Pesado, pues con ese signo calzo los artículos suyos, insertos en dicho Diccionario;.

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Arróniz Marcos; Manual de Biografía Mexicana. Pa­rís 1857.—Boletín de la Sociedad Mexicana de Geogra­fía y Estadística. México. 1862 la. época, tomo IX, pág. 261. (Artículo intitulado: Noticias relativas al ilustre jesuíta mexicano don Francisco Javier Clavijero.—Zelis Rafael: Catálogo de los sujetos de la Compañía de Jesús que formaban la provincia de México el día del arresto, 25 de junio de 1767. México. 1871.—Hombres Ilustres Mexicanos. México. 1874, don Francisco Javier Clavi­jero, por Agustín R* González, tomo III, pág. 59.—José Miguel Maclas: Biografía del egregio historiador, natu­ralista y poligloto, D. Francisco Javier Clavijero. Vera-cruz. 1883.—Sosa Francisco: Mexicanos distinguidos. México. 1884.—Peña y Reyes Antonio de la: Estudios biográficos y bibliográficos, don Francisco Javier Clavi­jero.—Un recuerdo a Clavijero (Artículos publicados en el Liceo Mexicano, Tomo II, núm. 1. pág, 4 (1886) y el mismo tomo, núm. 12, pág. 89 (1887) .-—García Cubas Antonio; Francisco Javier Clavijero (Almanaque de "El Tiempo'9. México. 1887. págs. 86 a 90, con un retrato)i. --Backer: Bibliothéque des scrivains de la Compagnie de Jesús. Nouvelle edition par Charles Sommervogel. Bruxelles. 1890.—Los clásicos de la Historia Nacional —Clavijero.—Fascículo I.—Ediciones de la Secretaría de Educación Pública.—García Granados Ricardo: Es­tudio Bibliográfico (Leído en la celebración del Se­gundo Centenario del nacimiento del historiador Fran­cisco Javier Clavijero, en la Biblioteca Nacional el día 9 de septiembre de 1931).—El mismo autor Noticia Bibliográfica de las obras del Abate Francisco Javier Clavijero y de otras que a él se refieren, con motivo de te Exposición que se llevó a cabo en la Biblioteca Na­cional en dicho centenario.—Debo las copias de estos estudios a la cortesía de su autor, quien después Jps publicó en la revista intitulada: "Universidad".— Sebastián Félix: P. Francisco Javier Clavijero. M. S. Que me proporcionó mi colega D. Mariano Cuevas.— ^alindo y Villa Jesús: Discurso pronunciado en el Segundo Centenario del Nacimiento de Clavijero. 1933.

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García Rubén: Biografía de D. Francisco Javier Clavi­jero. 1933.

A P É N D I C E

Juzgo pertinente reproducir aquí, lo que un escri­tor de la Compañía de Jesús, el P. Félix Sebastián, escribió sobre los últimos años de la vida de Clavijero, manuscrito que se conserva en el Archigimnasio de la ciudad de Bolonia.

"Arrestado con todos los suyos en el Colegio de Guadalaxara, pasó aquí tanto él como todos sus com­pañeros, las mayores vexaciones, y malos tratos, que no tuvieron exemplar en ningún Colegio de la Provin­cia, originado todo de la ninguna inteligencia, que tu­vo de las órdenes .Reales el imprudente Comisario. Sa­lido de esta cruel vexación emprendió su camino para el Puerto de la Veracruz distante ciento sesenta leguas, llegó a su nativo País preso, donde estuvo por algún tiempo rodeado de soldados; de aquí fué a la Habana» a Cádiz, Córcega, últimamente al Estado Pontificio donde le tocó habitar en la Ciudad de Ferrara. En toda esta quanto grande, penosa trasmigración, se observó en el una constancia de ánimo, una extraordinaria ale­gría en los muchos trabajos, que padecía, procurando aliviárselos a todos con su dulce, y amena conversa­ción, y una humildad tan connatural, que fue por ex­plicarme así, el paño de lágrimas de todos los que con­currieron con él, no pudiendo menos de admirar todos, que aquel noble corazón estaba animado de aína bella alma, adornada de muchas virtudes. Llegado a Fe­rrara fue hospedado en un mesón, y de aquí habiendo tomado una inabitada casa pasó con varios compañe­ros a vivir en ella. Luego que llegó procuró tener algu­nos libros, y se vivía estudiando. Padeció mucho con lo rígido del clima, a que no estaba acostumbrada su naturaleza; mas atribuyéndolo todo a singular provi­dencia del Señor, vivía alegre en medio de lo mucho que padecía ,siendo el consuelo de todos sus pacientes

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compañeros. Después de año y medio de este mal hos-pedage passó a la ciudad de Bolonia, donde perseveró hasta el fin, aquí se dedicó todo a los libros, y a la virtud. Pasaba estudiando la mayor parte del día, y noche, y emprendió y pusso por obra el escribir, como lo hizo, la historia antigua de México, que dedicó a la Real Universidad de dicha Ciudad y la dio a la im­prenta en lengua Italiana en 4 tomos en la Ciudad de Cesena. Lo que trabajó para esta noble composición es increíble; pues además de servirse de su feliz memo­ria, en lo mucho que había leydo en México y lo que por los mismos ojos había observado, hizo venir los authores más clásicos Españoles que no pudo hallar en Italia, tanto de España, como de América, coordinó con crítica muy docta lo mucho que halló esparcido en ellos, registró las famosas librerías de Bolonia y Mo-dena, y finalmente dio a la luz su historia, que ha re­cibido todos los aplausos de los Literatos de Europa, y que la han traducido en Francés, Alemán, e Inglés. Sabido en España el aplauso, que la dicha obra tenía en las demás Naciones, se la pidieron de Madrid, a donde la mandó en el primer original, que la había es­crito, que era su nativa lengua Española. Mas aquí encontró alguna oposición, de los que no siendo capaces de dar ninguna producción propia, gozan talento de hablar mal de los otros, y encuentran nubes aun en el ftiás resplandeciente cielo. No obstante esta oposición, he sabido se esta imprimiendo con gran consuelo de los Literatos Españoles. La Universidad de México agra­decida a tan noble compatriota lo regaló generosamen­te, ensalsando su mérito, y haciendo grande estimación de su trabajo. Luego que se imprimió la dicha obra, y fae en manos de los eruditos Italianos, hicieron mucho aprecio del Author, al que lo consultaban cada día en las dudas, que se les originaban, y demostrando la estimación, que hacían de sus talentos. No se ocupó solamente en esto; más al punto que acabó la Historia Antigua del México, escribió también en elocuente Ita-hano la Historia de Californias, que había acabado, y estaba pronto a darla a la imprenta, quando lo arre-

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bato la muerte. Tenía hecha una colección muy eru­dita, y pia de los hombres grandes en virtudes, que han florecido desde el principio de la conquista de Nue­va España; obra que a haber vivido más hubiera sido de grande honor a la Nación Española, la que ha que­dado imperfecta. Deseoso de promover el culto a la Milagrosa Ymagen de Guadalupe de México, que era las delicias de su corazón, dio a la estampa en lengua Ytaliana un librito, en que Historialmente daba razón de la aparición, y prodigios de la Santa Ymagen. Hizo unas doctas, y críticas notas a la vida interior de don Juan de Palaíox, en que muestra la grande compren­sión, y extensión que tenía en la Sagrada Theología, y lo muy versado que estaba en la Ciencia Mística, Otras muchas cosas escribió, tanto en América, como en Eu­ropa, que su pobreza hizo que no vieran la luz pública. Assi se la passó este docto y laborioso Jesuíta en un destierro, en donde siempre estuvo pobre, siempre jo­vial, y siempre muy conforme con la voluntad divina. Su carácter distinctivo fue siempre la humildad, sin reconocérsele engreimiento en cosa alguna. Las horas que daba al descanso las empleaba en barrer su apo­sento en remendar sus pobres vestidos, y en servirse por si solo; avergonzándose cuando alguno lo quería ayudar y servir, aun en su penosa, larga y molesta en­fermedad. Nunca tuvo mas mira que en ser útil, y provechoso a todos, y en athesorar riquezas de méritos para la gloria. Padeció infinito, pues en cuantas cosas ponía las manos hallaba siempre contradicción, y él con gran paz de ánimo la recibía todas siendo su co­mún dicho: Desgracias de Clavijero: mas en todas oca­siones tuvo el consuelo de ver le redundaban en bien. El golpe para él más terrible que fue el de la supresión de la Religión que era todo su amor, y cariño lo llevó con una invicta paciencia, nacida de lo arraigado que estaba en la virtud, y de que miraba todas las cosas como efectos inescrutables de la divina Sabiduría* Se enfermó de la disentería de sangre, cuyo mal soporto por el tiempo de tres años, hecho un Job de dolores* sin dexar sus acostumbradas tareas de leer, y escribir*

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y sin apartar la mira de la eterna Bondad, a quien re­fería todas sus fatigas y penas» Recurría con gran fer­vor a la Santísima Virgen a quien tiernamente venera­ba; a Nuestro Padre San Ignacio, de quien se honraba ser hijo; al Santo de su nombre San Francisco Xavier que amó entrañablemente; y a su protector y abogado San Juan Nepomuceno, cuya devoción procuró promo­ver en quantas partes estuvo. Visitábanlo todos, a quie­nes recibía con singular amor, y agradecimiento su boca era toda dulzura para todos, su proceder amable, sus entrañas tiernas, y sus modos, y maneras dignas de aquella bella alma que lo animaba. Finalmente después de un largo padecer, acrisolado como el oro ,en el fuego de un continuado martirio de cerca de 20 años de des­tierro, entre pobrezas, malos tratos, necesidades y mi­serias; habiendo pasado los tres últimos años de su vi­da, en una penosa, molesta y dolorosa enfermedad, no pudiendo ya estar en pie se redujo a la cama, en donde con suma ternura recibió todos los Santos Sacramen­tos. Estuvo siempre en si, y siempre en Dios, hasta la última hora, haciendo de continuo fervorosísimos actos de contrición, y amor de Dios. Y assí entre dulces colo­quios con la Magestad Divina, y con su Santísima Ma­dre, entregó su espíritu al criador muriendo en santa Paz, y con todas las señales de predestinado en Bolonia a las tres de la tarde del dia dos de abril."

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Vida y obras

de Don José Fernando Ramírez

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VIDA Y OBRAS DE

DON JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ

L A vida y escritos del ilustre mexicano don José Fernando Ramírez merecen un estudio extenso. Hasta hoy nadie ha consagrado su pluma a la­

bor tan interesante cuanto patriótica, sin duda por fal­ta de datos, pues mientras que de muchos que poco o nada valen se encuentran con facilidad, escasean los de personas eminentes como el señor Ramírez.

Mas afortunados que otros, publico a continuación los que he compilado acerca de su vida y obras, no sin abrigar la esperanza de que más tarde estos ligeros apuntamientos informen un libro.

B I O G R A F Í A

I

Don José Fernando Ramírez nació el día 5 de ma-yp de 1804, en la Villa del Parral, hoy ciudad Hidalgo d*l Parral del Estado de Chihuahua, y entonces perte-neciente a la Intendencia de Nueva Vizcaya, una de las *jás extensas provincias internas del Occidente. (1) ral circunstancia, unida a que don José Fernando Ra-¡Jfrez se educó en Durango, vivió y desempeñó allí mu­chos cargos públicos, y representó al Estado del mismo

(1) Estos y otros muchos datos los debo a la bondad dfl señor Lie. don José Hipólito Ramírez, quien me comu-nicó los pápela que poseía del señor su padre.

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nombre cuando fué electo Diputado y Senador al Con­greso de la Unión, contribuyeron a que todos lo repu­taran nacido en Durango, y a que él mismo reconocie­ra esta ciudad como su "patria particular."

Fué su padre don José María Ramírez, Coronel de las fuerzas independientes, hombre rico que se ha­bía consagrado a la minería, de no escasa inteligencia y autor de algunas composiciones poéticas que mere­cieron sinceros elogios de don José Joaquín Pesado.

La madre de don José Fernando, doña Josefa Al-varez, fué también persona recomendable por sus vir­tudes, y a ella debió su hijo la instrucción primaria, que recibió en la ciudad de Durango, capital en aque­llos tiempos de la dicha intendencia de Nueva Vizcaya.

La instrucción superior hasta obtener el título de Abogado, la cursó el señor Ramírez, parte en el Cole­gio de Durango y parte en el de San Luis Gonzga de Zacatecas, siendo sus maestros, en lanitinidad y retóri­ca, don Juan José Orellana, en filosofía, que comenzó a cursar el 19 de octubre de 1819, don José Miguel Al-va, y en jurisprudencia, don Ignacio Sariñana.

Según parece, en 1823 estuvo el señor Ramírezun poco de tiempo en Guadalajara y después en México, estudiando aquí en el más antiguo Colegio de San Il­defonso, pues vino a esta capital bajo el cuidado de su tío don Miguel Ramírez, que había sido Diputado a Cortes y entonces lo era al primer Congreso mexicano; pero habiendo muerto su padre en el mineral de los Dolores, (Chihuahua), por el mes de abril del citado año de 1823, tuvo el joven Ramírez que regresar a Du­rango para atender y hacerse cargo de la familia; pero sin abandonar del todo los estudios, pues en 1827, #fun­dó en Chihuahua, con el nombre de "Escuela Festiva, una sociedad de preceptores para propagar la instruc­ción entre el pueblo.

En 1828 concluyó su pasantía, se casó con doña Úrsula Palacio y fué nombrado Fiscal del Tribunal del Estado de Chihuahua, en razón de que el reglamen-

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to de este Cuerpo no exigía para desempeñar aquel em­pleo el título de Abogado.

Firme el señor Ramírez en el propósito de conti­nuar la carrera de las leyes, sin faltar a las atenciones que su cargo requería, y a las privadas del hogar, con­cluyó los cursos de Jurisprudencia. En 18 de abril de 1831 solicitó de la Legislatura del Estado de Zacatecas, la dispensa del grado de Bachiller, que le fué concedida en atención a la pericia que había demostrado como Fis­cal del Tribunal de Chihuahua y a los estudios que ha­bía hecho. En 3 de julio de 1832 presentó examen profe­sional en Zacatecas, siendo sus sinodales, entre otros, los licenciados don Luis de la Rosa y don José María Bo-canegra. En 2 de agosto del mismo año se le expidió el título, y en 9 de mayo de 1833 se matriculó en el Co­legio de Abogados de la capital de la República.

Puede decirse que desde entonces comenzó a figu­rar don José Fernando Ramírez en el foro, en la tribu­na, en el magisterio y en la política. Difícil sería seguir­lo paso a paso en este largo período de su, vida, ya co­mo abogado postulante produciendo informes luminosos, ya como representante del pueblo desempeñando comi­siones laboriosas, ya como Magistrado pronunciando sentencias juiciosísimas, ya como historiador, arqueó­logo, literato, o como bibliófilo incansable, escribiendo disertaciones y disquisiciones, que hoy día son luz bri­llantísima para iluminar las densas tinieblas que en­vuelven el pasado de la patria historia.

Sólo habrá que enumerar los cargos que desempe­ñó hasta su muerte, (1) sin hacer comentarios difíciles de suyo, porque es tarea escabrosa hablar de sucesos Políticos, cuyo fuego vivísimo, aun mantienen las pa­siones.

(1) Los materiales que he tenido presentes, son los documentos que me comunicó su hijo el señor Lie. don José Hipólito Ramírez, y una relación de los cargos que desem-Pefió en Durango, mandada formar para mí, por el señor ingeniero don Leandro Fernández, cuando fué Gobernador d«l Estado.

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130 LUIS GONZÁLEZ OBEEGON

El 16 de agosto de 1832 había sido nombrado Vo­cal de la Junta que se reunió en Lagos. En 14 de enero de 1833 miembro del Consejo de Gobierno. Por voto popular de sus conciudadanos vino como representante del Estado de Durango al 5o. Congreso Constitucional, y tocóle fungir como secretario en la causa que se les formó a los ministros de don Anastasio Bustamante, con motivo de la muerte del general don Vicente Gue­rrero, y de otros delitos públicos de que se les acusa­ba. Disuelto el Congreso por orden de Santa Anna, volvió el señor Ramírez a Durango donde desempeñó en 1835 el cargo de Secretario de Gobierno.

En 1833 fué nombrado Ministro Fiscal del Tribu­nal de Durango, cargo que renunció repetidas veces, para dedicarse al ejercicio de su profesión, y por en­fermedad adquirida a consecuencia del demasiado es­tudio. Empero, en 1839 aceptó la suplencia del Juz­gado de Distrito y en seguida fué Juez de lo Criminal, sin recibir sueldo y sólo por prestar sus servicios al Es­tado, cuya capital atravesaba entonces por una verda­dera crisis en el ramo de justicia. En 1837 fué electo Rector del Colegio de Abogados de Durango, y en 1839 desempeñó de nuevo el mismo cargo. Eñ 1841 fungió como Presidente del Tribunal Mercantil del Estado.

En 1842, vino nuevamente a México al Con­greso, y en unión de los señores diputados Díaz, Gue­vara y Pedro Ramírez, miembros de la mayoría de los comisionados para presentar el Proyecto de la Consti­tución, redactó el texto respectivo, así como la parte expositiva. Este Congreso llamado Constituyente, fue disuelto por don Nicolás Bravo el día 19 de diciembre del mismo año, y entonces el señor Ramírez regresó a Durango.

En 8 de marzo había recibido el nombramiento de Presidente de la Junta de Educación Pública. Nombra­do el 19 de diciembre miembro de la Junta Legisla­tiva, renunció el 24; pero no le fué admitida la renun­cia y sólo se le concedió una licencia por dos meses.

En 1843, con el carácter de Vocal, de la citada

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Junta Legislativa, llamada de Notables, formó las Ba­ses Orgánicas, en cuya redacción cooperó mucho hasta dejar concluido el proyecto, que no firmó por estar en desacuerdo con sus colegas, al grado que tuvo que ha­cer dimisión de su encargo. En el mismo año, una vez más fué electo Diputado; pero no quiso ocupar su cu-rul, ni tampoco ser Presidente de la Suprema Corte de la Nación, por juzgar incompatibles estos cargos, y su propósito de retirarse a la vida privada.

En el S'guiente de 1844 fué redactor del "Perió­dico Oficiar' de Durango, como en 1831 lo había sido de "El Imperio de la Ley," y Presidente de la Junta Sub-Directiva de Estudios de aquella ciudad, nombra­miento que le confirió la Junta General de México. En el propio año de 1844, las tribus del norte invadieron el territorio del Estado, y como fuera preciso para com­batirías que se ausentara de la capital la guarnición militar de la misma, se convocó a una junta numerosa de vecinos, para organizar dos compañías de patriotas Qe policía, y de la primera fué nombrado Capitán don José Fernando Ramírez. En mayo 22 fué electo Presi­dente de la Junta de Industria y en 9 de diciembre Alcalde lo.

En 1845 fué electo Senador para sustituir al señor don Sebastián ("amacho, en 9 de enero se le nombró comandante Militar de Durango y en 5 de mayo Pre­sidente de Fomento.

En 1846, estando de nuevo en la capital, fué de-agnado para Consejero de Estado y miembro de la comisión encargada de redactar los Códigos Generales *je la República, comisión que no aceptó desconfiando d e la estabilidad del Gobierno. En el mismo año fué asesor en una de las Salas del Tribunal Mercantil, por ^fermedad del licenciado don Bernardo Couto, y a Jjnes de diciembre ocupó por primera vez la Secretaría ^e Relaciones Exteriores, bajo la Vicepresidencia de la ^Pública de don Valentín Gómez Farías; pero no ^nscurrió un mes sin que renunciara la cartera en £^ro de 1847, por la oposición que se le hizo en el ^°ngreso hasta acusarla Durante su breve ministerio

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trabajó empeñosamente para que se admitiese la me­diación de Inglaterra en el conflicto de México con los Estados Unidos, siendo este entre otros el motivo por el cual no llegó a tener mayoría que lo apoyase en el Congreso. En el propio año fué representante al Con­greso Constituyente de Durango.

La relación de los hechos que se consignan en se­guida, la voy a copiar casi literalmente de unos apun­tes inéditos de los servicios que prestó por entonces a su país el señor Ramírez. (1)

Durante la breve mansión del general Santa Anna en la capital de la República, después de la acción de la Angostura, el señor Ramírez fué nombrado Ministro Plenipotenciario en Inglaterra; pero la Cámara no dio la aprobación del nombramiento oportunamente, y los sucesos posteriores desvirtuaron el intento principal de la misión que llevaba, y era la intervención amistosa de S. M. B. en la cuestión entre México y Norte Amé­rica.

Concurrió el señor Ramírez a la famosa conferen­cia de Ayotla, en unión de los señores don Manuel Ba­randa y don Ignacio Trigueros, y él fué quien princi­palmente determinó al general Santa Anna a renun­ciar la Presidencia de la República, el mando en jefe del ejército y a pedir su pasaporte para salir fuera de ella. También redactó este documento, excepto el último párrafo que añadió el señor Baranda de orden del Pre; sidente. No es del caso investigar los motivos por que el citado documento, que salvaba a la capital y a su mismo jefe, apenas fué leído; mas sí debe añadirse, que por los mismos influjos volvió a presentarse la ocasión el 28 de mayo en la renuncia que dirigió el Presidente al Congreso, y que corrió la misma suerte que la ante­rior. Por dimisión del señor Baranda, el señor Ramírez» fué llamado de nuevo a la Secretaría de Relaciones,

• de (1) Manuscrito que me prestó el señar Canónigo

la Colegiata Lie. don Vicente de P. Andrade. Es una a« t 0 -

biografía, pero incompleta.

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pero no estando conforme con la política del presidente rehusó la Cartera.

Durante el ministerio del mencionado señor Ba­randa, ayudó eficazmente en todas las comunicaciones y trabajos que se emprendieron para impedir la mar­cha del enemigo extranjero y su entrada en la capital. Cuando vio que el peligro era inevitable, obtuvo el se­ñor Ramírez las órdenes necesarias para salvar el archi­vo de la Secretaría de Relaciones y los objetos del Mu­seo Nacional, así como los manuscritos del Archivo de la Nación. Los papeles de Relaciones los entregó al señor Parra, oficial de dicha Secretaría, los monumen­tos del Museo los ocultó en las casas de varios amigos, y los tesoros del Archivo, en treinta o treinta y un ca­jones, fueron encerrados en las bodegas de la librería de don José María Andrade.

Cuando el toque de generala resonó en la ciudad de México, anunciando la próxima llegada del invasor, el señor Ramírez se presentó inmediatamente al gene­ral Lombardini ofreciéndole sus servicios, y, comprome­tiéndose a pagar de su peculio tres soldados durante el conflicto.

Ocupada la capital por los norteamericanos, el señor Ramírez, no contento con los servicios ya pres­tados, dio abrigo en su casa a dos oficiales de nuestro ejército, obligados a ocultarse por la persecución de Que eran víctimas los que no se presentaban al jefe in-vasor. Además, participó de las terribles dificultades 9ue hubo entre los miembros del Ayuntamiento y los invasores, asesorando al Presidente de la Corporación, don Manuel Reyes Veramendi ,en los negocios que tu-Vo a bien consultarle, siendo uno de ellos el tan com­prometido que promovió el señor Dean Irrisarri, Vica~ r i° Capitular del Arzobispado, sobre la libertad de nuestros prisioneros, en el cual se le pidió y dio dic'a-men por escrito.

En las elecciones de aquel año fué nombrado el ^ ñ°r Ramírez tercera vez Senador por el Estado de ^urango.

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En 1848 obtuvo el sufragio del Colegio de Aboga­dos de Durango para redactar el Código Penal del Es­tado, fué nombado por tercera vez Ministro del Tri­bunal de Justicia, propuesto en terna por el Gobierno, y por unanimidad de votos del Congreso.

Concurrió, con el carácter de senador a la ciudad de Querétaro, donde se reunió el Congreso; perteneció a la comisión encargada de consultar sobre la aproba­ción del Tratado de Paz con los Estados Unidos, re­dactó el dictamen respectivo, y designado para formar parte del consejo del Gobierno, durante el receso de las Cámaras, renunció el cargo, y para que se le admitiera la renuncia, fué preciso que el gobernador de Durango interpusiese su influencia manifestando que había con­fiado al señor Ramírez la comisión de formar el Código Penal, obra que concluyó en el resto del año. Obtuvo de este Congreso la concesión de 100,000 pesos para auxiliar a los Estados del Norte que habían sido inva­didos por los bárbaros. En fin, electo tercera vez Rec­tor del Colegio de Abogados de su Estado en 1849, y ejerciendo la magistratura, permaneció en Durango hasta 1851. El 15 de mayo del citado año de 1849, fué nombrado por el Ayuntamiento Secretario de la Junta de Caridad.

II

Hasta aquí se ha hecho referencia más a los suce­sos políticos de la vida del señor Ramírez que a su ca rrera de abogado y escritor. Recibido muy joven, com­partió siempre las ocupaciones profesionales con el cultivo de las letras. Desde 1828 a 1832 publicó diver­sos opúsculos que es difícil adquirir ahora. En 183¿ fué redactor de El Fénix y colaborador de La OpirM? de Durango. Escribió muchos artículos en los periódi­cos políticos y literarios de la época, entre otros en m Museo Mexicano. En la reorganización del Ateneo ei año de 1843, fué nombrado socio de número en las sec­ciones de Legislación e Historia, y el mismo honor ie

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dispensó en 1846 la Sociedad de Geografía y Estadís tica. En 1833 había compilado de orden del Congreso los documentos que forman la causa instruida a los ministros de Bustamante; en 1838 redactó el Diaiio de las operaciones militares del general don José Urrea en la campaña de Texas, en vista de los datos oficiales que se le suministraron; en 1846 había escrito las im­portantísimas rectificaciones a la Historia de la Con­quista de México por Prescott, y durante la invasión norteamericana, había trabajado en las Notas y Noti­cias a los procesos de Pedro de Alvarado y Ñuño de Guzmán. El resto de los ocios que tuvo en aquella épo­ca agitada, los empleó —dice él mismo— "en copiar los más interesantes MSS. históricos del Archivo Gene­ral y del Museo, haciendo al mismo tiempo su colación con los otros ejemplares que pudo conseguir, procu­rando expurgar sus copias de las inumerables erratas que presentan los originales por descuido de los copian­tes; en fin, coligió numerosas noticias y extractos saca­dos de las mismas fuentes, de las Actas antiguas y pa­peles del Ayuntamiento y de particulares, hasta formar una colección de 16 gruesos volúmenes en folio con al­gunos más de menor dimensión."

Con este precioso acopio de documentos había re­gresado Ramírez a Durango en diciembre de 1847, don­de alejado de los asuntos políticos, dividía su tiempo entre las investigaciones históricas y el ejercicio de la Magistratura, y ya entonces, a fuerza de constantes economías y activas diligencias, había logrado reunir una selecta biblioteca de más de siete mil volúmenes.

El 4 de febrero de 1850, escribía a su excelente amigo, corresponsal y distinguido bibliófilo mexicano, don José María Andrade:

"Confieso que soy culpable para con usted; mas n» carezco de disculpa. Hacía muchos días que estaba ocupado exclusivamente en la colocación de mis libros, °«Ue creí empresa fácil y se tornó en bien difícil. Obran­do a guisa de presupuesto derribé paredes en la nueva casa que adquirí para preparar habitación a mis pre-

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sentes y futuros libros, imaginándome bastaría un sa­lón de 29 varas con estantes de seis andanas. Pues bien, la mayor parte tiene siete; en mi estudio que mide 10 varas los hay hasta de nueve y me sobran libros... ¡he aquí mis apuros y también mi espanto, pues no creía que mi manía hubiera subido tan alto! ¡Y todavía me vienen otros de Europa, y lo que es peor, no me siento curado! Espero poder enviar a usted una vista de mi Biblioteca, que no ha quedado de lo peor."

Copié de propósito este párrafo, para que se vie­ra el amor que a los libros profesaba el señor Ramírez, pero todavía me voy a permitir trasladar otros párra­fos, de la carta que escribió al mismo señor Andrade con fecha 31 de marzo de 1851, porque en ellos está de cuerpo entero retratado el bibliófilo, y contienen un proyecto que aprobado, habría tal vez impedido que la riquísima biblioteca del señor Ramírez, se hubiera ven­dido y dispersado en el extranjero.

"Verdaderamente afligido de mi Biblioteca —di­ce— que me ha costado tanto dinero y años de fatiga para formarla, acariciaba y abandonaba mil planes sobre los medios de evitar su dispersión después de mí muerte, que ha sido siempre el fin de mis combinacio­nes, cuando el último correo me puso en las manos el número del Siglo XIX, en que se excita al Gobierno a la formación de la desgraciada Biblioteca Nacional proyectada desde el año de 1833.—Yo, por otra de mis manías, no veo nunca una mera casualidad o capricho en los acontecimientos; creo que siempre hay avisos y designios; así es que luego me ocurrió la idea de inten­tar radicar en México aquella mi predilecta mitad, (1) sin detenerme lo atrevido del proyecto, pues que para mí envolvía todo un porvenir y la tranquilidad del res­to de mi vida. Los medios de ejecución son los siguien­tes, en que he procurado remover la suprema dificultad que presenta la falta de dinero.

"Yo poseo aquí (Durango), una casa que es de

(1) Su Biblioteca.

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las mejores de la ciudad en cuanto a construcción, y la «nejor en cuanto a conservación y compostura... La finca es susceptible de recibir altos como lo manifiestan sus paredes, y su avalúo legítimo, no a ojo de buen cu­bero, es de 16,000 pesos, ofrecidos en moneda hace diez 0 doce años, antes de las mejoras que yo le he hecho... Actualmente estoy formando el catálogo de mis libros, V aunque no sé a punto fijo lo que me cuestan, calculo Que no bajará su valor de 20,000 pesos. Tenemos, pues, como total 36,000 pesos, más bien menos que más.

'Por el insinuado artículo del Siglo XIX veo que la idea de su autor es que la proyectada Biblioteca se establezca en el edificio de la Aduana. Yo no conozco 'as localidades, pero recordando que ocupa una grande área, y que uno de sus lados da vuelta a la calle de la Encarnación, me ocurre que si en éste se puede y quie­re separar un departamento suficiente para formar una casa, independiente del resto del edificio, pero contiguo a ' local en que se coloque la Biblioteca, el negocio está incluido, siendo sus condiciones las siguientes: - la. Yo cedo al Gobierno mi casa por su valor de M-6,000 y mis libros por el que les resulte, que como digo no bajará de $20.000. . . "2a. El Gobierno me paga esta suma con una ha-Dltación desmembrada de la Aduana, estimada con la j*Juidad y legalidad que corresponde en un contrato de PJfcna fé. Si el valor de ésta excede al que doy, recono­c e la diferencia ai rédito legal, con libertad para re­dimirlo voluntariamente, y si fuere menor me pagará •a diferencia en abonos anuales tan módicos como us-6(3 Quiera convenirlos. . . '*3a. La conducción de los libros será por cuenta

¡jei Gobierno y por la mía la de su empaque, encargán­dome también de ponerlos en camino, Si la venta cau­care alcabala la pagará el Gobierno. h r "4a. El Gobierno me conferirá el empleo de Bi-Si1(¡ J " " * 0 c o n l a calidad de perpetuo, y con el goce del pélelo señalado a la plaza, teniendo la facultad de po-i e r un sustituto bajo mi responsabilidad. También jerceré la de nombrar un dependiente.

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"5a. Cuando vacare la plaza de Conservador del Museo se incorporará con su dotación a la de Biblio­tecario.

"6a. Durante los tres primeros años cederé las dos terceras partes del sueldo señalado a la plaza de Bibliotecario para compra de libros, con tal que el Go­bierno contribuya para el mismo intento con el duplo de la cantidad que yo ponga. Las compras se harán exclusivamente por mi conducto y dirección ,llevando y dando cuenta de todo.

"7a. Los sueldos de la Biblioteca se harán por alguna oficina y fondo que dieren garantías, aseguran­do la puntualidad de su pago.

"8a. ^ Yo me encargaré gratis de la inspección de los trabaios que se emprendan para arreglar el local de la Biblioteca, y cuanto más fuere necesario hasta ponerla en corriente. El Gobierno contribuirá también a las obras necesarias para habilitar el local destinado a mi habitación, siendo de mi cuenta el costo de mate­riales y por supuesto las obras de ornato.—He aquí en globo mi plan que usted puede modificar según las cir­cunstancias si tuviere acceso/1

Proponía en seguida el señor Ramírez que su casa se destinara para Oficina de Correos o Administración de Tabacos» y después de manifestar las proposiciones que le había hecho el Gobierno del Estado, para ad­quirir su habitación y Biblioteca, terminaba diciendo relativamente a sus libros:

"Juzgando que no estará por demás dar a usted una idea de sus materias, pongo a continuación SU cálculo aproximado, que sólo variará en las especies» mas no en el total de los libros. La nota expresa sola­mente las cinco clases genéricas adoptadas por los bi­bliógrafos.

I. Religión y materias teológicas 410 II. Derecho Público, Legislación, Econo­

mía, etc 800 Derecho Romano, Civil y Canónico . . . 1,498 2,298

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III. Ciencias y Artes, Filosofía 361 IV* Bellas Letras 1,405 V, Historia, Cronología, Geografía y

Viajes 1,554 Historia Eclesiástica 389 Historia y documentos pertenecientes

a la América 820 2,763

Pendientes de clasificación 240

Total 7,477

Pocos meses después de escrito lo anterior, el se­ñor Ramírez tuvo que abandonar a Durango. Graves disgustos le hacían la vida insoportable allá. Se había visto en la necesidad de renunciar el cargo de Magis­trado, por mala conducta de las personas que lo rodea­ban. Posteriormente, postulado por un partido político para Gobernador del Estado, sus enemigos emprendie­ron cruda e injusta campaña contra él, y al fin, apro­vechando la circunstancia de haber sido electo en aquel año Ministro de la Suprema Corte de Justicia, resolvió venir a radicarse a la capital y no volver más a Duran­go; pero antes vendió al Gobierno de este Estado su casa y la mayor parte de sus libros. En carta de 28 de julio de 1851, decía a su inmejorable amigo el señor don José María Andrade, desde la ciudad de Durango:

"Al fin vendí al Gobierno, o sea a la Junta de Instrucción Pública, mi casa y Biblioteca (1) en $31,000, de los cuales he recibido $14,000 en escrituras de censo impuesto al 6% anual, debiéndome pagar el resto en las mismas especies según se vayan causando las pensiones. Además me he reservado y llevo conmigo unos 20 cajones de libros, la mayor parte pertenecien­tes a la Historia de México y sus ramos anexos, inclu­yendo, por supuesto, todos mis Mss.

(1) Los libros que la Junta compró .sirvieron para formar la Biblioteca Pública del Estado.

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"He dejado pues de tener lo que se llama una bi­blioteca y en lo de adelante me limitaré a lo muy pre­ciso para mi profesión, de la que nada me ha quedado, pues, como Camoens, sólo salvé de mi naufragio mis papeles favoritos. Con este motivo doy a usted la mo­lestia de procurarme paulatinamente los libros de la adjunta nota sí es que se presentan baratos mientras liego, y aunque sean viejos." (1)

Empero, los propósitos que se había formado el señor Ramírez fueron vanos. El amor a los libros es incurable. Como se ve, apenas acababa de vender la mayor parte de los suyos, aun no llegaba a la capital y ya hacía el encargo al señor Andrade de la compra de algunos. Una vez en México, a donde llegó por agosto de 1851, de nuevo empezó a coleccionar su se­gunda y última» oero riquísima Biblioteca. Ya en 1858 constaba de, 8178 volúmenes y ocupaba todo los bajos de su casa, calle de la Merced No. 28. Comprendía casi todas las obras de antigüedades y jeroglíficos rela­tivos a América, Asia, Egipto y Nubia, entre otras dos juegos de la monumental obra Antiquites of México publicada por Lord Kingshorough; corregido e ilumi­nado uno de los ejemplares en vista de los códices que se conservan en las bibliotecas de París, Oxford, Berlín, Viena, Dresde, Bolonia y Roma. Este soberbio y único ejemplar lo había arreglado el señor Ramírez, durante el viaje que hizo a Europa de 1855 a 56. La Biblioteca del señor Ramírez comprendía también muchos incu­nables del antiguo Continente, gran número de edicio­nes princeps mexicanas del siglo XVI, crónicas religio­sas, folletos rarísimos, infinidad de códices jeroglíficos de los indios, y una espléndida colección de manuscri­tos, autógrafos o copiados, relativos a nuestra historia, reunidos, anotados y cotejados a costa de grandes tra-

(1) Mi excelente y fino amigo el señor Canónigo de la Colegiata de la Villa de Guadalupe, don Vicente de P. Andrade, me comunicó toda la correspondencia entre el se­ñor Ramírez y el señor Andrade.

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bajos por el señor Ramírez y perdidos para México, cuando muerto don José Fernando, fueron vendidos en Londres por don Manuel Fernández del Castillo, indu­cido este señor por el P. don Agustín Fischer.

III

Engolfado con el bibliófilo, achaque de que ado­lece el que esto escribe, había olvidado hablar del ju­risconsulto, al que consagraré aunque sean breves lí­neas, para concluir a continuación la vida del ilustre historiador mexicano.

Como abogado sobresalió el señor Ramírez por sus conocimientos en la ciencia del derecho, y por la habilidad con que supo siempre defender a sus clientes. La primera causa que le conquistó una gran repu­tación en toda la República, fué la de doña Nepomu-cena Alcalde en 1835, cuya defensa, que corre impresa, fué elogiada por los más reputados profesores de De­recho. Antes, en 1833, había defendido ai ex ministro don Rafael Mangino, acusado en unión de sus colegas, ante la Cámara erigida en Gran Jurado. La defensa era ardua, por las pasiones entonces exaltadas, y la absolución de Mangino le acarreó a Ramírez no pocos acerbos disgustos.

En 1840 fué llamado el señor Ramírez a Zacatecas, para patrocinar el ruidoso pleito de la Mina de San Clemente cuyos autos declarados nulos por la Corte de Justicia, habían hecho desconfiar del éxito en el ne­gocio; pero el hábil abogado logró obtener sentencia fa­vorable para la Compañía, la que entró en posesión pacífica de la mina.

"Graves pesares y prolongados disgustos, —dicen unos apuntes que tengo a la vista (1) le causó la abso­lución de la Corte Marcial por la Cámara de Senado-

(1) Especie de autobiografía del señor Ramírez que comprende desde 1828 hasta 1849. Me la facilitó mi buen amigo el señor Lie. don Vicente de P. Andrade.

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res erigida en gran jurado, porque se quiso atribuir ex­clusivamente al influjo de un discurso que pronunció en su defensa.

"¿Qué influjo podía ejercer un hombre reciente­mente venido al Senado, y que por decirlo así, se per­día entre tantas antiguas notabilidades allí reunidas? En el caso no hubo más influjo que el de la razón, abrazada y defendida con brío por Ramírez, puesto que entonces se dijo que la Corte no podía contar más que con cinco o seis notas favorables, y a la hora de la vo­tación resultó absuelta por una grande mayoría.

"Su llegada a México en 1845 concurrió con la presentación del ministro don Manuel Baranda ante la Suprema Corte para ser juzgado por el famoso decreto de 29 de noviembre del año anterior, que disolvió el Congreso General. El acusado le encomendó su difícil defensa, que desempeñó el señor Ramírez hasta obtener sentencia absolutoria en la misma Corte.

"Los frecuentes cambios y turbaciones del año de 1846 lo llevaron continuamente al lado de los que en esas luchas pasaban de vencedores a vencidos. El gene­ral Almonte cayó del favor del general Paredes, y no satisfecha su administración con haberlo privado del poder, quiso también enajenarle la estimación pública, desatando la prensa contra él. La exaltación de las pa­siones, la omnipotencia de los acusadores y la prover­bial dureza del temido Jefe del Gobierno hacían peli­grosa la defensa. Ramírez la tomó abierta y franca­mente, y un auto judicial obligó al defensor a dar una satisfacción que publicaron los periódicos.

"Hizo gran ruido a mediados del año la conspira­ción, verdadera o falsa, contra el mismo jefe que llevó al presidio de Santiago Tlaltelolco a don Valentín Gó­mez Farías, don Ignacio Trigueros, don Lázaro Villa-mil, don Francisco Lombardo y a otras muchas per­sonas acusadas de proteger el retorno del general Santa Anna. Entre los presos se hallaba don Juan Nepomuce-no Pereda, íntimo amigo del general Almonte, y como tai doblemente aborrecido y sospechoso para la adtni-

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nistración. Ramírez se encargó de su defensa y ayudó en la de los otros hasta su excarcelación.

"Pocos meses después cambiados enteramente los bastidores, el general Paredes caído del poder y preso en la fortaleza de Perote, otorgaba a Ramírez un am­plio poder para el giro de sus negocios, reducidos todos a la salvación de su individuo, porque no tenía más que salvar. Encomendábale que le obtuviera un pasa­porte para salir fuera de la República, y pedíale que, de no conseguirlo, se encargara de su defensa en el pro­ceso que juzgaba debía seguir necesariamente a aquella negativa. La gracia o el castigo estaban en la mano del ofendido general Almonte, entonces ministro de la Gue­rra, quien otorgó la primera sin restricción ni condi­ciones. El pasaporte no imponía un destierro, sino que concedía una licencia. Nobleza que honra al que conce­dió la gracia, tanto como al defensor que podía haber visto con tibieza la causa del que ahora víctima, había sido acusador de su primer cliente.

"Una contienda diplomática, trabada, con el mi­nistro de España por la ocupación que ordenó el Go­bierno del Estado de México de los bienes que queda­ban del Duque de Monteleone, amenazaba al de la Re-Pública con la fuerte reclamación que era consiguiente, y que sostenía, además, el ministro de Inglaterra por intereses de sus conciudadanos. Aunque hubo todavía Quien recelara alzar la voz en nuestros tribunales para defender los derechos de Hernán Cortés, Ramírez llevó su causa a la Corte de Justicia, a principios del año si­guiente, y las rectas y prudentes providencias de sus ministros, unidas a las gestiones habilísimas del defen­sor, salvaron al Gobierno General y al del Estado de México de las dificultades y graves trascendencias que Pudo acarrear el negocio. Los bienes fueron devueltos a su poseedor.

"La ocupación de México por el ejército america-*° presentó a Ramírez nueva ocasión de ejercer sus unciones de patrono, funciones que, dicho sea de paso, P^tó siempre sin exigir recompensa de ninguna clase, y sin distinción de personas ni calidades. Aprehendido

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por los invasores nuestro oficial don José García Medi­na en el acto, según se dijo, de acaudillar una reunión armada u hostil, solicitaron a Ramírez algunos comer­ciantes españoles, recomendados por el señor don Juan Hierro Maldonado, para que en unión de éste se encar­gara de su defensa, pues sus jueces consentían en per­mitirle la asistencia de dos abogados. Tratábase de re­cabar para el acusado los derechos de prisionero de guerra, que rehusaba otorgarle el vencedor, y debía ha­cerse dentro de 24 horas, término prefijado para el jui­cio y su ejecución. Esto pasaba en los días de la ocu­pación de la capital por el enemigo extranjero, cuando aun corría por las calles de México la sangre de nues­tros compatriotas y de los invasores, en espantosos y privados reencuentros que hicieron tan horrible e inse­gura la situación de la capital. La actividad e inteli­gencia del señor Hierro, que tomó para sí la parte más onerosa y peligrosa del negocio, logró alcanzar una pró­rroga de aquel término fatal, y esto, ayudado por el hábil sistema adoptado para la defensa por Ramírez, dio al fin el resultado apetecido. García Medina fué declarado prisionero de guerra."

Hasta aquí los apuntes inéditos. No me sería di­fícil citar otros muchos casos, tanto de negocios públi­cos, como de particulares, en los que desplegó el señor Ramírez su esclarecido talento, su pericia manifiesta» y su erudición como jurisconsulto. Tampoco tendría dificultad en hacer mención de acuerdos y sentencias que dictó como magistrado; pero es preciso moderar tan grata labor, para poner término a su vida política y literaria.

Radicado en la capital, en 28 de agosto de 1851» fué llamado a la Secretaría de Relaciones por el presi­dente don Mariano Arista, cargo en que duró hasta agosto de 1852, demostrando su actividad de siempre, y luchando con la injusta acusación que presentó ante la Cámara de Diputados don Bernardino Alcalde, de la que fué absuelto el señor Ramírez,

Ya por aquel tiempo (1852) era a la vez Director y Conservador del Museo Nacional, cargo que deseifl-

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peñó con toda eficacia, dadas su dedicación y amor a la arqueología. Al señor Ramírez debe dicho estableci­miento su verdadera organización y el haberse trasla­dado al edificio que hoy ocupa en la época del Imperio de Maximiliano.

Desterrado el señor Ramírez durante la dictadura del general Santa-Anna, a mediados de 1855 empren­dió viaje a Europa, de donde regresó en marzo de 1856, después de haber recorrido entre otros países Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y Suiza, Registró las prin­cipales bibliotecas públicas de las grandes capitales europeas, como la del Colegio de Propaganda Fide de Roma, la de la Universidad de Bolonia, la Imperial de Viena, la Real de Dresde, la de la Universidad de Ox­ford y la de París, y en todas ellas fué recibido con aprecio, concediéndole licencia para estudiar y copiar una multitud de códices y pinturas jeroglíficas, que como valiosísimo tesoro trajo a su patria. Como ejem­plo de estas distinciones bastará citar al señor don Fer­nando José Wolf, bibliotecario de la Imperial de Viena, quien no obstante de estar cerrado el establecimiento para el público, obsequió todas sus demandas, inclusa la de examinar y hojear el Códice mexicano que allí se conserva, y que sólo se permitía ver ai través de una vidriera. Los únicos que no obsequiaron los deseos del señor Ramírez, fueron los encargados de la Biblioteca del Vaticano, "ante cuyas puertas cerradas —fíce­se estrellaron todos los esfuerzos míos y el empeño de mis patronos, no creo que por egoísmo o falta de volun­tad, sino por obra de aquella formulosa y desesperante lentitud que predomina en nuestra raza, a proporción que se aproxima a su tronco."

En cambio tuvo el gusto de visitar en Postdam al sabio Barón Alejandro de Humboldt, quien lo recibió el día 14 tíe junio de 1855, y le obsequió tres meses des­pués un precioso autógrafo contenido al pie de su re­trato; autógrafo que está fechado el día 14 de septiem­bre del mismo año, aniversario del natalicio del ilus­tre viajero que nos visitó en 1803.

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Cuando volvió a su patria el señor Ramírez, con­tinúo consagrado al estudio y al ejercicio de su profe­sión. Era Ministro Jubilado de la Suprema Corte de Justicia, y desempeñaba la dirección del Museo Na­cional, la rectoría del Colegio de Abogados, las cáte­dras de las academias teórico-prácticas de derecho, y la presidencia de la Junta Directiva de la Academia de Bellas Artes, donde continuó con diligencia enrique­ciendo la galena de pinturas de la escuela mexicana» que había comenzado a coleccionar su distinguido pre­decesor el licenciado don José Bernardo Couto, Ade­más, fué por entonces Síndico del Convento de San Francisco, y poco tiempo después interventor de las bibliotecas de los extinguidos conventos de México, lo­grando salvar de la rapiña y de la destrucción muchí­simos libros y multitud de manuscritos antiguos, que de otra manera hubiéramos perdido para siempre.

En 1856 fué vocal de la Junta Directiva del Desagüe, en substitución de don Bernardo Couto, car­go que desempeñó con mucho empeño, redactando un luminoso informe sobre las inundaciones y trabajos del desagüe.

Durante la Intervención y el Imperio el señor Ra­mírez se rehusó a formar parte de la Junta de Notables (1863), y no sin haberlo rechazado tres veces en el curso de menos de un mes, aceptó a instancias de la Emperatriz Carlota el cargo de Ministro de Relacio­nes y Presidente del Consejo, que desempeñó desde julio de 1864 hasta el 3 de marzo de 1866.

Retiradas las fuerzas francesas expedicionarias, el señor Ramírez, previendo el pronto desenlace que iba a tener aquel efímero Imperio se fué a Europa, reco­rrió de nuevo bibliotecas y archivos, tanto públicos co­mo privados; entabló relaciones con distinguidos lite­ratos, principalmente en España, y habiéndose retira­do a Alemania, donde estaban sus deudos y a donde había llevado sus libros, murió en Bonn el 4 de marzo de 1871. Sus restos fueron transladados a México por su familia, y actualmente reposan en el cementerio inglés.

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Los servicios prestados por el señor Ramírez du­rante su vida a las letras y a las ciencias, le valieron justas y honrosas distinciones. Fué miembro de muchas Corporaciones nacionales y extranjeras, como del Ate­neo Mexicano, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la Sociedad Humboldt, Presidente de la Academia Imperial de Ciencias y Literatura estable­cida por Maximiliano; Rector del Muy Ilustre Colegio de Abogados de México; Académico Honorario de la Real Academia Española, de la de Historia de Madrid, Corresponsal de la Pontificia de Arqueología de Roma, de la de Historia y de la de Etnología de Nueva York, y de la Comisión Científica de México.

En la época del Imperio obtuvo las condecoracio­nes de Gran Cruz de la Orden de Guadalupe, Comen­dador de la Orden de la Águila Mexicana, Gran Cruz de la Orden de la Corona de Hierro de Austria y Cruz de la Estrella Polar de Suecia.

Tales diplomas y condecoraciones cuando se obtie­nen por medio de dinero o por favoritismo, nada signi­fican; pero cuando son concedidas sin solicitarlas, en atención sólo a las prendas e inteligencia de individuos del vaíer de D. José Fernando Ramírez, demuestran el aprecio que merecieron de sus contemporáneos, y el justo tributo que éstos rindieron a las virtudes públicas y privadas.

BIBLIOGRAFÍA

Para enumerar metódicamente las obras que escri­bió, publicó y dejó inéditas el señor Ramírez* las he dividido en cinco clases, a saber:

A. Escritos diversos

Reflecciones |] sobre || la conducta y principios || políticos-religiosos 11 del 11 Reverendo Obispo 11 de Mi-choacán |¡ Victoria de Durango: 1833. || Imprenta del Estado a cargo de Manuel González.

En 4o., 71 págs.

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Documentos | Oficiales || relativos al extraña­miento || de R. Obispo de Durango 11 D. José Antonio López de Zubiría 11 a consecuencia 11 de haberse resis­tido a cumplir la parte preceptiva de la ley || general de 22 de abril del presente año sobre provisión de curatos. || (Viñeta.) || Victoria de Durango: 1834. Imprenta del Estado a cargo de Manuel González .

En 4o., 27 págs.

Oración cívica |j que || en el Aniversario del Gri­to de ¡| Independencia 11 se pronunció 11 en el Palacio del Gobierno de Durango, | el 16 de septiembre de 1837 || por [I el Lie. José F. Ramírez, || Rector del Ilustre Colegio de Abo- || gados del Departamento.

En 8o. Apud Aniversario || del memorable 16 de septiembre de Durango

de 1810 || solemnizado || en la Capital en igual día 11 de 1837. (Viñeta.) 11 Vic­

toria de Durango: 1837. || Imprenta del Gobierno a cargo de M. González. 32 págs.

Proyecto i | de |¡ Reforma de las leyes || Consti­tucionales |¡ de la ¡| República Mexicana || Iniciado || Por los individuos || de la Comisión especial || nom­brada 11 por la Cámara de diputados, | para entender en este asunto, | j y leído en la sesión | de 30 de ju­nio del presente año. || México: || Imprenta del Águi­la, 11 dirigida por José Ximeno, calle de Medirías núm-6 j| 1840.

En 4o., 138 págs. El Voto particular que en este asunto redactó el Sr. Ramírez, comprende desde la pág. 109 a la 138 inclusives.

Proyecto || de || Constitución Soberano Congreso Constituyente

que presenta J| *j la mayoría dfe |!

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su comisión especial | y || Voto particular II de || la minoría. 11 México. | Impreso por Ignacio Cumplido. It 1842.

En 8o., 149 págs. y 42 del Voto particular. Con excepción de éste, todo fué redactado por el Sr. Ra­mírez.

Memoria |¡ del Ministro de Relaciones interiores y ¡ | exteriores 11 D. José Fernando Ramírez, 11 leída en la Cámara ae Diputados || en los días 3, 4 y 6

y ¡| en la de Senadores en ¡¡ los días 8 y 11 de mayo de 1852.

En 4o. mayor, 163 págs., más 17 Documentos comprobativos de la Memoria y 6 que se relacionan con ella.

Copia manuscrita toda de puño y letra del Sr. D. José María Andrade, que registré, pues se encontraba en la copiosa biblioteca de su sobrino el Sr. Canónigo de la Colegiata D. Vicente de P. Andrade. De esta Memoria inédita hasta ahora, sólo se han publicado los siguientes documentos.

Memoria Instructiva || de los || derechos y jus­tas causas 11 que tiene 11 el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos |¡ para no reconocer || ni la sub­sistencia del privilegio concedido a D. José Garay pa­ra 11 abrir una vía de comunicación entre los océanos Atlántico y |] Pacífico por el Istmo de Tehuantepec, ni la legitimidad de la || cesión que aquél hizo del mismo privilegio a ciudadanos de || los Estados Uni­dos de la América del Norte. ¡ | La publica j 1 El Mi­nistro de Relaciones || México. || Tipografía de Vi­cente García Torres. | i 1852.

En 4o. mayor, 28 págs. De esta Memoria hay tra­ducción al inglés, impresa en 4o„ 40 págs. México, 1852.

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Documento núm. 4 || de || La Memoria || que el Secretario || de Relaciones interiores || y Exteriores 11 presentó a las Cámaras, en que se da cuenta de los arre- 11 glos hechos para el pago de la deuda garanti­zada || por |j Convenciones diplomáticas. || México. || Imprenta de Vicente García Torres. 11 1852.

En 4o. mayor, 106 págs.

Explicaciones sobre las propuestas hechas por el Sr. James B. Moore para la apertura del camino de Tehuantepec.—México. 1853.

En 8o., 18 págs.

Dictamen j ¡ de varios letrados || sobre las recla­maciones dirigidas || al Supremo Gobierno || por los actuales contratistas || de la Casa || de Moneda y Apartado de esta Capital || con motivo del último arrendamiento )| de dichas casas, celebrado con || D. Alejandro Bellange. | México, 11 Establecimiento tipo­gráfico de Andrés Boix. || Cerca de Santo Domingo núm. 5 11 1856.

En 4o. común, 58 págs. Hicieron suyo el dicta­men los Sres. Lies. D. Gabriel Sagaceta, D. José M. Casasola, D. José Ignacio Pavón y D. José Guada­lupe Covarrubias.

Una visita 11 al 11 Barón de Humboldt. 11 México, mayo 12 de 1857.

Sobretiro del artículo así intitulado, que publicó el Sr. Ramírez en el tomo V de 'Xa Cruz." Consta de 10 págs., que contienen la relación de la visita, 5 de la biografía de Humboldt y un magnífico retrato de éste perfectamente litografiado por Salazar.

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Discurso |! que 11 el Rector del M w Ilustre 11 Colegio de Abogados de México y Presidente |j de su Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia I f le­yó ¡I en la Junta General que celebró el mismo Cole­gio el día 24 de enero del presente año, dándole cuen­ta || de su administración y del estado que guardan ambos institutos. I| Se imprime por acuerdo del Co­legio. || México. || Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, || Calle de Tiburcio núm. 19. || 1864.

En 4o. mayor, 8 págs.

Acta de la Instalación || de || La Academia Im­perial || de ciencias y Literatura de México || (Viñe­ta con el escudo del Imperio) || México. || Imprenta de Andrade y Escalante 11 Bajos de San Agustín núm. 1. || 1866.

En folio menor, muy bien impreso, con 27 págs. Entre las págs. 7 y 21, se inserta el brillantísimo dis­curso que en esa ocasión pronunció D. José Fernando Ramírez.

José Fernando Ramírez. || México || durante su guerra || con los || Estados Unidos || México || Li­brería de la Vda. de Ch. Bouret. || Cinco de Mayo. 11. || 1905.

1 vol. en 8o. de VIII-322, Interesante obra para conocer la vida interna de

la época nefanda de 1846 a 1847, escrita en forma de diario por el Sr. Ramírez, cuyos originales se conser­vaban en la Secretaría de Instrucción Pública. Esta obra fué impresa en el Tomo III, de la colección inti­tulada: "Documentos Inéditos o muy raros para la Historia de México/'

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B. Defensas y alegatos jurídicos

Alegato |¡ presentado a la ecselentísima Sala de Vista || en el artículo formado || por el || Lie. José Fernando Ramírez \\ Defensor || de |j Doña Nepomu-cena Alcalde, || en el artículo (sic) que formó pidien­do restitución contra su confesión y la reposición de la sentencia del inferior. ¡| Victoria de Durango: 1835. 11 Imprenta del Gobierno a cargo de Manuel Gonzá­lez.

En 4o. común, con 29 págs.

Alegato || que ]! El Lie. José F. Ramírez | Pre­sentó || A la Ecselentísima Sala de Vista de | Este Departamento |] En Defensa i| de Doña Nepomucena Alcalde |j Acusada II De || Parricidio. || Victoria de Durango: 1837. || Imprenta Del Gobierno A Cargo de Manuel González.

En 4o. común con 120 págs. Este extenso y lu­minoso Alegato lo hizo el Sr. Ramírez en 12 días, al cabo de los cuales le sobrevino una aguda enferme­dad en el cerebro, a consecuencia del excesivo trabajo. Se reprodujo el Alegato en las columnas del Ateneo Mexicano y como Apéndice a la Práctica Criminal de Gutiérrez, edición mexicana.

Informe en Derecho ! Que pronunció en los Es­trados de la ¡| Exma. 2a. Sala del Supremo Tribunal de Justicia (| de la Nación || El Licenciado || D. José Fernando Ramírez |j por la || Testamentaría de D. Miguel Ajuria |l En el pleito || que le ha promovido D. Anacleto Polídura, sobre la legitimidad de la |j en­trega de las haciendas || denominadas San f| Vicente Chiconcuaque y Dolores ! | México. ] | Imprenta de An-drade y Escalante 11 Calle de Cadena núm. 13. 11 1859.

En 4o. común, 187 págs. y una de Correcciones.

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Apuntamientos 11 que presentó | j A la Exma. Ter­cera Sala del Supremo Tribunal de Justicia 11 de la Na­ción || El Lie. D. José Fernando Ramírez | Amplifi­cando los fundamentos de hecho || y derecho || que expuso verbalmente en sus Estrados, por la Testamen­taría de D. Miguel Ajuria |j en el litis con D. Ana-cleto Polidura, sobre la legalidad de la entrega || de las haciendas denominadas 11 San Vicente, Chiconcuac, y Guadalupe.

Interitus civitati paratur, in qua lex non proest Magistratibus, sed illi legíbus prac-sunt. PLATO, de Leg. Dial 4.

México ] | Imprenta de Andrade y Escalante 11 Ca­lle de Cadena núm. 13. || 1861.

En 4o. común, con 227 págs.

Informe || Que hizo \\ Ante la Exma. Primera Sala del || Tribunal Superior |] del || Distrito Fede­ral, 11 El Lie. 11 D. José Fernando Ramírez, 11 en de­fensa del I! Sr. D. Manuel Diez de Bonilla. || México. II Imprenta de J. M. Lara, Calle de la Palma núm. 4. 1861.

En 4o. común, con 50 págs. Este opúsculo es so-bretiro del Informe que apareció en las págs. 31 a 89, del "Proceso instruido a los ex Ministros de Estado Sres. D. Luis G. Cuevas, D. Manuel Diez de Bonilla, D. Manuel Pina y Cuevas y D. Teófilo Marín, y ex Gobernador del Distrito D. Miguel María Azcárate, acusados de usurpación del Poder Público por las fun­ciones que desempeñaron en la República entre los años de 1858 y 1860."

Muchos escritos jurídicos del Sr. Ramírez perma­necen inéditos, entre los cuales mencionaré su Defensa de D. Manuel Baranda que existe manuscrita en mi poder.

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C. Estudios históricos y biográficos

Proceso instructivo || formado || por la Sección del Gran Jurado | de la 11 Cámara de Diputados 11 del Congreso General, | en averiguación de los delitos de que fueron acusados | j los ex Ministros D. Lucas Ala-man, D. Rafael Mangi- || not D. José Antonio Fació y D. José Ignacio Espinosa. | j Se imprime de orden de la Cámara. || México, jj Impreso por Ignacio Cumpli­do, |j Calle de Zuleta No. 14, || 1833.

En 4o. común, 255 págs.; tres hojas de índice y Erratas sin numerar.

Diario || de las ]| operaciones militares || de la División || que al mando del General || José Urrea || hizo la campaña de Tejas. || Publicóla su autor || con algunas observaciones para vindicarse an- 11 te sus con­ciudadanos. || Victoria de Durango 1838. || Imprenta del Gobierno a cargo de Manuel González.

En 4o. común, 136 págs. El redactor de este Dia­rio fué el Sr. Ramírez, quien lo escribió en vista de los datos y documentos oficiales que se le proporcionaron.

Notas 11 y 11 esclarecimientos 11 a la 11 Historia de la Conquista | i de México j | del Sr. W. Prescott, 11 por !| José F. Ramírez, || Ciudadano Mexicano .

En 4o. XX-124 págs., apud. Historia de la Con-quista de México de Prescott, publicada por I. Cumpli­do, 1844-1845, tomo lio.

Consta este interesantísimo opúsculo de una Jf*-

troducción y diez Notas relativas a las Historias Tolte-cas y Atiples y escrituras jeroglíficas de los aztecas; Sacrificios humanos y antropofagismo de los mexicü* nos; Aritmética mexicana; Calendario; Laborío interior de las minas; Expedición de Hernán Cortés, sus ifR~

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trucciones, espíritu y carácter de la empresa; Pesos de oro; Importe del tesoro de Moctezuma; Destrucción de la flota; Noticias relativas a Cortés; Monedas de los mexicanos y Topografía histórica. Contiene además una Descripción de cuatro lápidas monumentales con-servadas en el Museo Nacional de México, seguida de un ensayo sobre su interpretación, y dos láminas lito-gráficas que ilustran el texto. (1)

Proceso de residencia || contra |j Pedro de Alva-sacadas de los Notas y Noticias

rado || Ilustrado con estampas antiguos Códices Mexicanos, |j y 11 Biográficas, 11 Críticas y Arqueológicas, j! por 11 D. José Fernando Ramírez. 11 Lo publica j | paleografiado del MS. original ]| El Lie. Ignacio L. Rayón. || Mé­xico. || Impreso por Valdés y Redondas, || Calle de las Escalerillas núm. 2. || 1847.

En 4o. XXIII-302 págs. + 1 hoja de índice y 4 litografías.

Los escritos contenidos en este volumen debidos a la pluma del Sr. Ramírez son: Noticias históricas de Ñuño de Guzmán; Retrato de Alvarado; Muerte del mismo; Matanza de la nobleza en el templo mayor; Salto de Alvarado; Aporreamiento o suplicio por me­dio de perros de presa y Edificación de la primera iglesia en México.

Hay sobretiro de estas notas con el siguientes tí­tulo:

Explicación || de || tres antiguas Pinturas Jero­glíficas || de los |j Mexicanos, 11 Con dos Notas Crí­ticas 11 sobre el Salto de Alvarado 11 y edificación de la Primera Iglesia en México 11 Sacadas 11 de la Obra intitulada: i I Procesos de Pedro Alvarado y Ñuño de

(1) Estas Notas y otros opúsculos, impresos e inédi­tos, los coleccionó el Sr. D. Victoriano Agüeros en su Bi­blioteca de Autores Mexicanos.

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Guzmán, 11 Por 11 Don José Fernando Ramírez 11 Edi­ción especial de 20 ejemplares. || Impreso por Valdés y Redondas, |¡ Calle de las Escalerillas, núm. 2. 11 1847,

En 4o., 26 págs., tres láminas de colores y un retrato de Al varado* Mi finado amigo Dr. D. Nicolás León poseía ejemplar de esta edición rarísima.

Noticias Históricas |j y Estadísticas || de Duran-go || (1846-1850) ¡I Por el [| Sr. Lie. D. José Fernan­do Ramírez. | ¡ Va adornada con un plano y dos vistas de la Capital. || Edición de || La Ilustración Mexicana. || México* j! Imprenta de Ignacio Cumplido, calle de los Rebeldes, núm. 2. || 185!.

En 4o, mayor, 87 págs., una de índice sin nume­rar y tres litografías. Nueva edición de esta obra se hizo en el Tomo V del Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Primera Época.

Memorias. 1 Negociaciones y Documentos, || pa­ra servir a la Historia || de las diferencias que han suscitado | entre || México y los Estados Unidos, || los 11 tenedores del antiguo privilegio, concedido para la ¡! comunicación de los Mares Atlántico y Pacífico I! por el Istmo de Tehuantepec. || Por || D. José Fer­nando Ramírez, || Ex Ministro de Relaciones. || Mé­xico. I ¡ Imprenta de Ignacio Cumplido, calle de los Rebeldes, núm. 2. || 1853.

En 4o. mayor, XIII-944 págs., + XV de índice.

Nacional Descripción de Algunos Objetos || del

de ¡| Antigüedades de México Museo

Por D. José F. Ramírez |j Conservador del mismo establecí-

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miento ]| Edición especial de cincuenta ejemplares || México || Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante ! | Calle de Cadena núm. 13 11 1857.

En gran folio, 7 págs., a dos columnas y una her­mosa litografía dibujada por el artista mexicano C. Castro, Hay ejemplares que contienen en vez de la li­tografía, fotografía, pero son muy raros. Esta intere­santísima Explicación de 42 objetos arqueológicos pro­piedad del Museo, con excepción de algunos que tenía en su casa el Sr. Ramírez, se publicó como Apéndice a la obra intitulada México y sus alrededores, editada hacia 1855 y 1856, por Decaen.

Diccionario || Universal |j de Historia y Geogra­fía, etc. 11 México: 1853-1856. || Tipografía de R. Ra­fael, Calle de Cadena núm. 13.—Los últimos tomos es­tán impresos por F. Escalante, quien en unión del Sr. D. José María Andrade, fué editor de la obra, que consta de 10 volúmenes 4o. mayor a dos columnas.

Los artículos publicados en este Diccionario por el Sr. Ramírez, aparecen firmados R-M-Z. Sus títulos son los siguientes:

Aatzin, Ahatl, Academia Teórico-Práctica de Durango. Academia de Jurisprudencia Teórico-Práctica de

México. Acamapic, Acamapich, Acamapitz. Acoloa, Aculua, Aculhua. Acta constitutiva. Acta de Independencia. Agathodemón. Aguilar (Gerónimo). Aguilar (Marcos de). Arizona. Armas de México. Atotonilco. Auitzotl o Ahuizotl. Axayácatl.

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Axolohua. Canatlan. Canelas» Cuencamé. Cuitlahua o Cuitlahuatzin. Chimaipáin. (Domingo de San Antón Muñoz o

Muñón). Chimalpopoca. Durango (Estado de), Ferrería de Durango y cerro del Mercado. Huitzilihuitl o Vitzilivitl. Itzcoatl o Itzcóhuatl. Ixtilxóchitl (Fernando de Alva). Moteczuma, o Motecuhzuma Ilhuicamina. Ñuño de Guzmán (el mismo estudio que se pu­

blicó en el Proceso). Puede haber otros artículos que se hayan escapa­

do al registrar el Diccionario; pero los anteriores son los principales. Los relativos a los reyes de México son muy notables, y es lástima que el Sr. Ramírez no escribiera los correspondientes a Tízoc y a Cuauhté-moc para completar la serie cronológica- El de Mote-cuhzoma Xocoyotzin lo dejó trunco e inédito.

Cuadro Histórico-Geográfico || de la || Peregrina­ción de las Tribus Aztecas que poblaron el Valle de México j | Acompañado de algunas explicaciones para su inteligencia. Por D. José Fernando Ramírez. Con­servador del Museo Nacional. || Apud Atlas Geográ­fico, Estadístico e Histórico de la República Mexicana* formado por Antonio García Cubas. || México || Im­prenta de D. José Mariano Fernández II de Lara, ca­lle de la Palma núm. 4. || 1853.

Son dos grandes láminas litografiadas en folio máximo (Núm. 1 y 2) : la primera en colores repro­duce el Mapa de Sigüenza, códice original importantí­simo; la segunda contiene el Lienzo de la peregrinación azteca cuyos originales existen en el Museo Nacional

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de México. Ambas láminas están acompañadas de un texto explicativo del Sr. Ramírez.

No fueron estos los únicos códices de la antigüe­dad mexicana, que dio a la estampa el docto anticua­rio. Cuando estuvo en París, no sin vencer el carac­terístico egoísmo de Mr. Aubin, poseedor de una ina­preciable colección de pinturas jeroglíficas que llevó de México, el Sr, Ramírez logró hacer litografiar los siguientes códices pertenecientes al mencionado Mr. Aubin.

Tonalámatl, calendario ritual de 260 días: 20 lá­minas con colores. Hay ejemplares sin iluminar.

Historia del reino de Acolhuacán o Texcoco. Ma­pa Tloltzin. tiene lm. 275 de largo por Om. 315 de an­cho.

Mapa Quinántzin. Tiene Om. 77 de largo por Om. 44 de ancho.

Mapa de Tepechpan. Historia sincrónica de los señores de Tepechpan v de México. Mide 39 m. por 0 m. 50.

Códice Aubin. Historia de los mexicanos desde el principio de su peregrinación hasta 1609, seguido de otro códice cronológico desde Tenoch hasta 1607.

Atlas de la Historia del P. Duran. Consta de tres tratados. El lo. contiene 32 láminas, el 2o. 11 láminas V el 3o., 6 láminas.

Códice que forma el Apéndice de la obra ante­rior: 16 láminas.

Todos estos códices fueron impresos en París, en la Litografía de ¡ules Desports. Instituto Imperial de Sordos Mudos. Hay de ellos ejemplares iluminados y en negro: los primeros son muy raros. El Sr. Ramí­rez también hizo copiar en el transcurso de su viaje a Europa más de dos mil jeroglíficos mexicanos en °tras tantas tarjetas.

Noticias de la Vida y Escritos 11 de Fray 11 Toribio de Benavente || o Motolinia || Uno de los primeros

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misioneros católicos ¡| y fundadores de la Provincia Mexicana del Santo Evangelio 11 de México J ¡ Acom­pañadas |¡ de investigaciones sobre el origen y moti­vos de sus disidencias con el IHmo. || D. Fr. Bartolo­mé de las Casas, Obispo de Chiapa ,̂ \\ Por Don José Fernando Ramírez ¡ j Conservador del Museo Nacional de México. || Viñeta ¡| México. . adición para é Autor. || 1859.

En 4o. mayor, 109 págs. limpiamente publicadas en la "Imprenta particular de Joaquín García Icaz-balceta, calle de Manrique núm. 5."

"Este opúsculo se escribió para colocarlo al fren­te de los escritos del Padre Motolinia, incluidos en el tomo I de la Colección de Documentos para la histo­ria de México, que ha publicado el Sr. D. Joaquín García Icazbalceta, y se ha hecho por separado esta edición de CINCUENTA EJEMPLARES, sin otra diferencia que la consiguiente en la foliatura..."

Bautismo de Moteuhzoma II. || Noveno Rey de México. || Disquisición histórico-crítica de esta Tradi­ción, 11 Por D- José Fernando Ramírez. 11 Apud Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Tomo X, págs. 357 a 381.—México. || Imprenta de Vicente García Torres || Calle de San Juan de Le-tránnúm. 3 || 1863.

Opúsculo tan interesante, lo escribió el Sr. Ramí­rez para insertarlo entre las ilustraciones con que pen­saba publicar la edición de la Historia de Tlaxcafa por Diego Muñoz Camargo. Ignoro por qué no 1° incluyó el Sr. Chavero en la impresión que de dicha obra hizo en 1892, con notas del citado Sr. Ramírez y suyas.

La anterior disquisición tengo noticia que se pu* biicó por separado el año de 1864, en un folleto 4o. mayor de 27 págs., a dos columnas.

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Historia || de las j | Indias de Nueva España || Y Islas de Tierra Firme, || Por || El Padre Fray Die­go Duran || Religioso de la Orden de Predicadores !| (Escritor del Siglo XVI) || La Publica con un Atlas de Estampas, Notas e Ilustraciones 11 José F. Ramírez jj Individuo de varias Sociedades Literarias || Nacio­nales y extranjeras || México || Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante. | Bajos de San Agustín núm. 1 ;* 1867.

Sólo publicó el Sr. Ramírez el Tomo I de esta obra, XV-535 págs. El Tomo II se imprimió hasta 1880, 305 págs. texto, y 177 págs. del Apéndice escri­to por D. Alfredo Chavero. No fué la única obra que se propuso reimprimir el Sn Ramírez. Dejó copias manuscritas, precedidas de introducciones y anotadas, de las obras históricas de Sahagún, Tezozómoc, Ix-tlilxóchitl, P. Tovar o Códice Ramírez, y otras, de las cuales algunas ya se han impreso por el Sr. Chavero.

Parece que la edición que preparaba el Sr. Ramí­rez de la obra del P. Sahagún era espléndida. En car­ta dirigida desde Durango el 6 de septiembre de 1850 a D. José María Andrade, le decía: "Me pidió (D. Ignacio Cumplido) algo que imprimir, en que pudiera lucir sus recursos tipográficos y hacer una edición dig­na de la prensa. Yo le propuse le reimpresión del P. Sahagún, que dije a Vd. estaba cotejando con la edi­ción de Londres y que me proponía expurgar de sus innumerables erratas; agregándole los materiales de los códices Telleriano, Vaticano y Mendocino con otras observaciones que me ha inspirado su estudio. La prin­cipal mejora debía consistir en la edición de las es­tampas que faltan a la obra, y que me parece haber reconocido en dichos códices, aumentando las más que demanda hasta el número de ciento. El proyecto le ha gustado (a Cumplido), y yo aseguro a Vd. que si se realizara, México produciría una de las obras más importantes, y que sería indispensable para el estudio

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de sus antigüedades, pues que la edición de Londres está sumamente corrompida."

Desgracidamente el proyecto no se realizó; pero por fortuna en la misma tarea, de hacer una edición completa e ilustrada de la obra del P. Sahagún, se ocu­pó, aunque sin llevarla a cabo, el Sr. D. Francisco del Paso y Troncoso, Director que fué del Museo Nacional

D. Estudios Bibliográficos

Códices Mexicanos de Fr. Bernardino de Saha­gún. Interesantísimo estudio descriptivo de los códi­ces conocidos de esta obra, fechado en Sevilla a 24 de octubre de 1867.

Se publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia de Madrid, tomo VI, cuaderno II, corres­pondiente al mes de febrero de 1885. Comprende des­de la pág. 85 hasta la 124, inclusives.

El Sr, Ramírez estudió además en este opúsculo, las copias y ediciones del texto de la obra de Sahagún.

Biblioteca ¡| Hispano-Americana Septentrional. || Adiciones y correcciones |J que a su fallecimiento dejó manuscritas || el Sr. Lie. || D. José Fernando Ramí­rez, || y son las que cita || con el nombre de "Suple­mento" o " Adición" j | en las apostillas que puso a su ejemplar de la |¡ Biblioteca Hispano-Americana |j del Dr. D. |¡ J. Mariano de Beristáin y Souza. |¡ Publi­carías por vez primera j|el Lie. Victoriano Agüeros y el Dr. N. León. || (Viñeta) || México. | Imprenta de "El Tiempo," Cerca de Sto. Domingo 4. | V. Agüeros, editor || 1898.

En 8o., XLVII págs. de bio-bibliografía sobre el Sr, Ramírez escritas por Luis González Obregón, y 662 págs. texto de la obra, adiciones e índice.

Esta obra inédita y postuma, demuestra una vez más los grandes conocimientos históricos y bibliográ­ficos que acerca de México poseía el Sr. Ramírez.

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E. Escritos inéditos y compilaciones

Opúsculos históricos.—Con este título existen en el Museo Nacional 20 volúmenes manuscritos en 4o. común, que contienen muchos estudios inéditos del Sr. Ramírez, algunos de los originales de los ya pu­blicados y varios documentos colegidos por él. Doy un breve resumen de su contenido a continuación:

Tomo I, 402 págs,—1. Manera de historiar y au­toridades consultadas.—2. Rápida ojeada sobre la his­toria antigua de México. Primer período de 1036 a 1502.—Segundo período de 1502 a 1519.—4. Estudio sobre las ideas políticas y religiosas de los antiguos mexicanos.

Tomo II, 443 págs.—1. Fundación de México — 2. Explicación de la primera estampa del Códice Men-docino.—3. Etimología de México,—4. Cronología de los reyes de México.—5. Confederación mexicana.—6. Antigüedades del Museo (artículo publicado en la obra intitulada México y sus alrededores).—7. Estudio sobre los Comanches.

Tomo III, 339 págs.- Contiene los originales de los artículos publicados por el Sr. Ramírez en el Atlas de García Cubas, y en el Diccionario de Historia y Geo­grafía editado por Andrade y Escalante.

Tomo IV, 369 págs.—1. Vida de Motecuhzoma Xocoyotzin que dejó trunca el Sr. Ramírez.—2. Notas a la Historia Chickimeca de Ixtlilxóchitl sobre el bau­tismo de Motecuhzoma.—3. Otro estudio sobre el mis­mo asunto.—4. Ejecutoria y escudo de Armas de D. Pedro Motecuhzoma, dado en Madrid a 11 de sep­tiembre de 1570.—5. Testamento del mismo, fechado en México a 20 de noviembre de 1579.—6. Cédula so­bre la sucesión de doña Isabel Motecuhzoma, fechada en el Prado a 5 de diciembre de 1590.—7. Testamen­to de D. Cristóbal Becerra y Moctecuhzoma, fechado en México a 2 de enero de 1638*

Tomos V a VII. No los he visto, pues los prestó el Museo Nacional al Sr. Francisco del Paso y Troncoso,

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e ignoro si a su muerte fueron devueltos, y según in­formes contenían estos tomos las explicaciones o in­terpretaciones de códices indígenas conservados en los museos de Europa.

Tomo VIII, 508 págs.—1. Aritmética de los an­tiguos mexicanos.—2. Diversas notas gramaticales que forman un tratado extenso sobre la lengua mexicana, por el Sr. Ramírez.

Tomo IX, 258 págs, sin numerar. Catálogo de libros impresos en México durante el Siglo XVI. To­dos mencionados por el Sr. Icazbalceta en su Biblio-grafía Mexicana.

Tomo X, 241 págs. Contiene 33 documentos re­lativos a Gaspar de Villagrá, autor del poema Conquis­ta de la Nueva México. Se publicaron como apéndice a la edición que de esta obra hizo el Museo Nacional.

Tomo XI, 573 págs.—L Advertencia del Sr. Ra­mírez.—2. De la pronunciación China y de la orto­grafía de las palabras chinas en caracteres europeos por De Halde, fragmento traducido por el Sr. Ramírez. 3, Resumen de la Gramática China por De Halde, arreglado y traducido por el Sr, Ramírez.—4. Carac­teres Chinos.—5. Varios opúsculos sobre China, y comparaciones con el México antiguo por el Sr. Ra­mírez.—6. Extractos de la Gramática China de Remu-sat y notas gramaticales del Sr. Ramírez.—7. Intruc-tio ad systema phoneticum Scripiure Sinice.—8. Pa~ Koa a los ocho signos suspendidos.—9. El I-King.— 10. El Lo-Choa.

Tomo XII, 448 págs.—L Investigaciones sobre el país de Fon-Sang.- 2. Carta del Sr. Ramírez sobre las antiguas relaciones entre China y México.—3. Plei­to sobre tierras (1572),—4. Apeo y deslinde sobre tie­rras de Santa María Asunción (1575).—5. Pueblos del Istmo de Tehuantepec.—6. a 14. Lenguas que se hablan en Aguascalientes, Colima, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Yucatán, y nóminas de los curatos y pueblos de sus obispados.—15. Otra copia de los títulos de la Asunción,—16. Cédulas de la funda-

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ción de Cholula.—17. Títulos de los Mendoza de Tlal-quitenango (Cholula).—18. Traducción de un cuadro histórico de Quauhtlatzinco (Cholula).—19. Comisión científica de México (impreso).

Tomo XIII, 376 págs.—1. Códex Zumárragá, pu­blicado ya por el Sr. Icazbalceta.—2. Noticias del MS. núm. 1588 de la Biblioteca de París por el Sr. Ramí­rez.—3. ídem del núm. 3312 o sea Arte de la lengua othomt por Fr. Alonso Urbano, de la Orden de San Agustín.—4. Carta del Sr. Ramírez a D. Manuel Ra­món Zarco del Valle sobre la pintura en México.—5. Reseña histórica sobre el mismo asunto por el Dr. Lucio (impreso).—6. Análisis etimológico de los nom­bres mexicanos de pueblos, hecho por D. Faustino Galicia Chimalpopoca en 1854.—7. Traducción he­cha por el mismo del texto mexicano que acompaña el Códice de 1576 {Códice Aubin) con anotaciones del Sr. Ramírez.

Tomo XIV, 764 págs.—1. Una causa criminal instruida a D. Lorenzo Boturini Benaduci.—2. Prólo­go latino de Boturini.—3. Prólogo galeatus.—4. Colec­ción de inventarios formados en diversas épocas del Museo de Boturini.—5. Inventario formado por el oi­dor D. Diego de Varcárcel, juez de la causa de Bo­turini en 1743.

Tomo XV, 334 págs.—1. Inventario del Museo de Boturini formado en 1745 por D. Patricio Antonio López.—2. Inventario del mismo Museo formado en 1804 por D. Ignacio Cubas.—3. Reconocimiento del estado que guardaban los Monumentos históricos y pa­peles de Boturini en el año de 1823 formado por D. Ignacio Cubas.

Tomo XVI, 429 págs. Jeroglíficos. Nombres com­puestos. Nombres propios simples. índice. Paramen­tos, utensilios, etc. Números. Templos, aras, penates. Educación de los hijos de los reyes y de los nobles. Lugares de culto. Noticias particulares del Templo Ma­yor. Sacerdotes. El Templo. Atributos y divisas, for­mas, posturas. Divisas, parte 2a. Colores, la. y 2a. parte. Vocabulario Jeroglífico. Libro 12 de Sahagún.

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(Todos estos son apuntes escritos por el Sr. Ramírez, que sin duda iba a aprovechar para algún estudio). Origen de los objetos antiguos encontrados en el Po-pocatépetl. Lista de los retratos que existían en el Colegio de San Ildefonso de México.

Tomo XVII, 533 págs.—1. Derrotero de Cortés a las Hibueras sacado de la obra de Gomara.—2. El mis­mo comparado con el que da Bernal Díaz del Casti­llo.—3. Otros derroteros comparados.—4. Notas varias. 5. Punto de partida de las tribus indígenas emigran­tes y lugares de su peregrinación.—6. Fundación de México.—7. Suplemento, cronología.- 8. Punto de par­tida. Anónimo de 1570.—9. Tlaloc, TI aloca, Tlaloques, Tlaloca Tecuhtli, Talo Tlacacaxqui. -10. Etimología de México. (Apuntes todos del Sr. Ramírez sin con­cluir y confusos.)

Tomos XVIII a XX, con numeración progresiva que alcanza hasta la pág. 1146.—Contienen copia de la Historia de Tlaxcala por Muñoz Camargo, ya impresa, colacionada con varios manuscritos e ilustrada con no­tas y disertaciones por D. José Fernando Ramírez, En­tre las notas y disertaciones que escribió el Sr. Ra­mírez para esta obra, permanecen inéditas las que ver­san sobre Los primeros pobladores de Tlaxcala, Étimo-logia de Tlaxcala y Forma de Gobierno e instituciones de Tlaxcala.

Estos veinte tomos, que existen en el Museo, los encuadernó y les puso índices el Sr. Lie. D. Alfredo Chavero cuando fueron de su propiedad. Después pa­saron a poder del Dr. Lucio, y su viuda los vendió al Museo. Los tomos 21, 23 24 y 25 de esta colección los tuvo el Sr, Chavero en su biblioteca particular.

El 11 Apóstol Santo Tomás j | en el 11 Nuevo Mun­do |¡ Colección de noticias y memorias relativas a la | predicación del Evangelio en América antes de ¡| su descubrimiento por los Españoles, jj Colectadas y or-

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denadas ¡| por || D. José F. Ramírez || Conservador del Museo Nacional.

MS. en 4o. de 625 págs. y III de índice, que po­seía mi inmejorable amigo el Sr. D. José María de Agreda y Sánchez.

Extractos y Noticias || de manuscritos relaciona­dos con la Historia || de México, |j colegidos por || José F, Ramírez.

Tres vols. manuscritos que se conservan en el Mu­seo Nacional, I, 427 págs.; II, 453, y III, 476.

"Anales antiguos de México y sus contornos." 2 tomos folio con 1022 págs. que contienen 26

copias modernas de antiguos MSS. en mexicano. Sólo se han impreso los Anales de Cuauhtülán.

"Sumaria relación de las cosas de Nueva Espa­ña con la noticia individual de los descendientes legí­timos de los conquistadores y primeros pobladores, por Baltazar Dorantes de Carranza."—Introducción e índice del Sr. Ramírez. MS. en 4o. común, propiedad del Sr. García Icazbalceta, que fué impreso por el Mu­seo Nacional.

"Viaje a Yucatán y descripción de sus ruinas ar-quelógicas."—MS. citado por el Sr. Chavero en su Historia antigua.

"Apuntes para la historia del Imperio de Maximi­liano."—MS. que poseía el Sr, Chavero. Son meros

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apuntes que colectó el Sr. Ramírez para escribir la obra que ordenó Maximiliano se publicara después de su muerte.

En el párrafo 15 del codicilo decía: "Quiero que se haga una relación histórica de los tres años de mi residencia en ¡̂México, y período preparatorio; que se escribirá con ayuda de aquellos documentos que es­tán guardados en Inglaterra y en Miramar.- Deseo que el ex ministro D. Fernando Ramírez y el Prínci­pe de Salm tengan la bondad de emprender esta obra/' Estos apuntes fueron publicados por el Dr. D. Nicolás León, en la Biblioteca de Autores Mexicanos, editada por D. Victoriano Agüenos.

Muchas otras obras manuscritas y compilaciones del Sr. Ramírez se han perdido, o las ocultan avara­mente sus actuales poseedores. Sólo el Sr, Chavero pu­blicó en los Anales del Museo, algunos estudios inédi­tos del Sr. Ramírez, como son los índices de Sahagún y la cronología de Boturini. No se encuentra la in­terpretación del Atlas del P. Duran, los materiales para la edición del P. Sahagún etc., etc., y entre otros, un estudio que escribía del Códice Borgia. * 'Después de largas meditaciones, dice al Sr. Andrade en carta de lo. de julio de 1850,, he descubierto que el Códice Borgiano es quizá el que merece un más profundo es­tudio y del que se pueden sacar datos menos inciertos, aunque solamente para la parte Cronológica y ritual pues no creo que contenga nada de historia. Yo me he devanado los sesos hasta el punto de haber empren­dido estudios astronómicos que juzgo absolutamente necesarios para adelantar algo aquel ramo de nuestras antigüedades. Yo camino todavía a tientas, sin haber alcanzado otra cosa que dudar de la exactitud del sis­tema que hoy forma la regla y que cuenta en su favor la respetable sanción del barón de Humboldt. Hablo de la obra de Gama. Lo que sí tengo perfectamente aclarado es que los mexicanos tuvieron un período &r

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clico mucho más largo y perfecto del que les concedía aquél y todos los otros escritores que han caminado por sus huellas. Estoy construyendo una maquinita con cuya ayuda espero resolver la cuestión debatida por nuestros historiadores sobre la existencia de las fiestas movibles, que Gama impugna, y ella dará, co­mo consecuencia, otra resolución, no menos controver­tida: la correspondencia del año mexicano con el nues­tro. Como un preliminar de esta obra he formado, con inmenso trabajo, un cuadro sinóptico de todas las opiniones y sistemas, del cual mandaré a Vd. muy pronto una copia, pues aun me ocupan sus correc­ciones."

En fin, mencionaré por último, la copiosa corres­pondencia del Sr, Ramírez con personas distinguidas y con sus amigos, toda escrita de su puño y letra. El Sn D. Enrique de Olavarría y Ferrari tenía una gran parte de la que dirigió al Sr. D. Germán Stahlknecht,

. cuñado del Sr. Ramírez, y forma un diario exacto de los sucesos de aquellos tiempos, con juicios acertadí­simos.

*

* *

Tal fué la vida útil y laboriosa del distinguido historiador, que hasta ahora no ha sido honrado co­mo merece. (1) Pasó durante su carrera política y profesional "por todos los escalones y grados interme­dio." Fué abogado, Juez superior, Magistrado y Minis­tro de la Corte de Justicia en el Foro Mexicano. Elec­tor, Concejal, Diputado, Senador y Secretario de Re­laciones en la Política. Soldado. Oficial y Jefe Superior en la Milicia Nacional. Vocal en muchas Juntas de industria e instrucción pública. Tuvo a su cargo co-

(1) Modesto homenaje a su memoria son los bustos <te él que se hallan en la reja exterior de la Biblioteca Na­cional, y en los salones de la Academia y del Museo.

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misiones delicadas y difíciles cuando fué representante del pueblo en las Cámaras. Profesor en la ciencia del derecho, desempeñó con acierto las cátedras que se le confiaron, y fué Presidente de sabias corporaciones literarias. Vivió el Sr. Ramírez en época de lucha, cuando las vías de comunicación eran peligrosas y pe­nosos los viajes: no poco tiempo gastó en ellos, al ve­nir de Durango a México para ocupar su curul en el Congreso, para hacerse cargo de las Secretarías de Es­tado que se le confiaron, y sin embargo de tantas ocu­paciones, de tantas comisiones, de tantos negocios que patrocinó como abogado, aun tuvo alientos y hurtó el descanso a sus ocios, para dedicarse a la arqueología y a la historia. Aun hizo más. Compiló infinidad de documentos, los cotejó con sus originales, los ilustró con luminosas disquisiciones, y no contento de su la­boriosidad, "no hubo libro de su biblioteca» dice el Sr. Chavero, que no anotase."

Después del fallecimiento del Sr. Ramírez en Bonn, Alemania, sus libros fueron traídos a México y vendi­dos en su mayor parte a D. Alfredo Chavero, quien los vendió a su vez al Sr. D. Manuel Fernández del Castillo, bajo la condición expresa de que no los ha­bía de llevar al extranjero, si en alguna ocasión pen­saba ponerlos de nuevo a la venta. El Sr. Castillo, instigado por el P, Fischer, los vendió empero en Lon­dres el año de 1880. Algunos libros que conservan los herederos del Sr. Castillo, y los que he podido ver en poder de otras personas, todos tienen huellas de haber sido leídos, registrados y anotados por el Sr. Ramírez-

El estudio fué la mejor tregua que pudo dar a sus trabajos de jurisconsulto y de político. Registró uno a uno los libros de las bibliotecas públicas, de los con­ventos de México, y de los archivos y bibliotecas de Europa. En sus investigaciones, olvidaba comer, dor­mir, y hubo vez en que siendo Ministro le llevaron un documento para que lo firmase, y no recordando su nombre, tuvo que pedir un expediente, en que cons­taba, para que el empleado no lo tuviese por víctima de una enajenación mental

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Como arqueólogo el Sr. Ramírez estableció los fundamentos de la interpretación jeroglífica de nues­tros códices. Sin ideas preconcebidas, sin dejarse arre­batar por la fantasía, demostró su saber en la ciencia de la interpretación juciosa, tanto en las explicaciones de algunos monumentos del Museo como en las de los códices de la peregrinación azteca.

Como historiador, dejó la trillada senda de los que le habían precedido, que con excepción de Clavi­jero, fueron cronistas y compiladores, más o menos la­boriosos, más o menos imparciales. Pero el Sr. Ramí­rez, sin fanatismo de ninguna clase, puso los cimientos de la crítica histórica nacional, rectificando consejas y tradiciones sostenidas por orgullo castellano; defendien­do personalidades ilustres como el Sr. Las Casas ata­cado por el celo religioso de alguno de los misioneros, y juzgando a hombres como Ñuño de Guzmán, desde un punto de vista original y con criterio especial En resumen, como dijo el Sr. Chavero, "sin haber escrito una historia de México el Sr. Ramírez, es, sin embargo, el primero de nuestros historiadores/'

Comunicó francamente noticias y libros a sus ami­gos y colegas. Nuestro sabio y laborioso Orozco y Be­rra, aprovechó ideas e investigaciones del Sr. Ramírez, gozó de la rica biblioteca de éste, y produjo la mejor historia antigua de nuestro país. No hay bibliógrafo e historiador que no cite al Sr. Ramírez, como lo ci­tan García Icazbalceta y Chavero, y no hay quien se ocupe de nuestras antigüedades en el extranjero que no mencione su nombre, que pasará a la inmortalidad entre los de aquellos que merecen ser llamados bene­méritos de las ciencias y de las letras.

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Don Francisco del Paso y Troncoso

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SABIO ARQUEÓLOGO Y LINGÜISTA MEXICANO

ME propongo en este ensayo romper los viejos moldes en que es costumbre vaciar la vida de los varones distinguidos, porque ya el Sr. Ing.

D. Jesús Galindo y Villa, discípulo predilecto e inte­ligente del Sn del Paso y Troncoso, ha consignado las fechas del nacimiento y muerte de su sabio maestro, los cargos y empleos públicos que desempeñó, los di­plomas y distinciones con que le honraron doctas cor­poraciones e ilustres gobernantes; en resumen: ha es­crito la biografía completa, y también ha formado la bibliografía minuciosa de sus escritos inéditos o impre­sos, con las clásicas menciones de lugar y año de la publicación, nombre del tipógrafo, calle de la oficina y tamaño y número de páginas de cada una de las obras y opúsculos que dio a la estampa-

Más modesta mi tarea, se limitará a delinear un boceto de su persona y de sus trabajos históricos, en vista de las conversaciones que tuvo conmigo, de la correspondencia que sostuvo con los amigos, de los informes que rindiera a la Secretaría de Instrucción Pública y de lo que dejó escrito en los prólogos y en las notas a sus obras; pero todo ello en capítulos bre­ves, que quizá algún día formen extenso estudio, como lo merece el erudito mexicano que tanto se distinguió aQUí y en el extranjero, por sus producciones.

I

. Don Francisco del Paso y Troncoso nació en la cmdad y puerto de Veracruz el día 8 de octubre de 1842, ciudad en que nacieron también los historia­dores D. Francisco Javier Clavijero y D. Miguel Ler-

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do de Tejada y en la casa núm. 33 de la calle que lleva el nombre de este ilustre conterráneo suyo.

Su niñez y juventud fueron plácidas, pero labo­riosas; deslizáronse compartiendo el cariño y el res­peto con sus padres, dividiendo a la vez su atención entre los primeros estudios y las tareas de comerciante, hasta que cumplió veinticinco años de edad, fecha en que vino a México para iniciar sus cursos preparato­rios, en el más Antiguo y Máximo Colegio de San Il­defonso, y continuar después los profesionales en la Escuela Nacional de Medicina.

Troncoso fué estudiante modelo, de irreprochable conducta, de asidua consagración al estudio. Sustentó brillantes exámenes, distinguiéndose desde entonces por los profundos conocimientos que adquirió en las cien­cias naturales, en la historia y en las lenguas.

¿Por qué no llegó a recibirse? Uno de sus mejo­res amigos, el Sr. D. José María de Agreda y Sánchez, refería que un mozo de Troncoso le había inutilizado los líquidos que en una serie de probetas tenía en ob­servación para ensayar diversas reacciones químicas; experimento que esperaba utilizar, como tema de la tesis que pensaba escribir y presentar en el examen de doctor en medicina.

Troncoso, aunque fué siempre incansable y cons­tante en el estudio, a veces, cuando sufría una contra­riedad, cambiaba violentamente de propósito. Resolvió, pues, abandonar aquellos experimentos, como en otra ocasión había abandonado la música, sólo porque uno de sus deudos le hiciera observar que no la tomase con tanto tesón; reconvención inocente, que, aunque hecha con cariño, produjo el efecto de que Troncoso cerrase para siempre la caja del piano en que tocaba. Cosas son estas en apariencia pueriles, mas no extraordina­rias en individuos de la tenacidad y paciencia de Tron­coso, porque en ellos, un contratiempo sin importan­cia, una broma sin trascendencia, un consejo sano, son causas de que prescindan en un instante de lo que se habían propuesto llevar a cabo, aun venciendo mayo' res obstáculos; y es que los sabios son caprichosos

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como los niños, y nerviosos como los histéricos* Ade­más, en Troncoso, era rasgo propio de su carácter no concluir casi nada de lo que empezaba* Abandonó el tema de la tesis primeramente proyectada, como abandonó después su segunda tesis, que pensó dedicar a la historia de la medicina, entre los antiguos me­xicanos.

Por eso no se recibió de médico, no obstante las instancias de maestros y amigos, como el Dr. Fran­cisco Ortega, quien dijo un día al Sr. Agreda:

"Búsqueme usted a Troncoso; dígale que en el archivo de nuestra Escuela hay importantes documen­tos inéditos que le servirán mucho para escribir la nueva tesis, que, según me han dicho, tiene en pre­paración ahora. Así lograremos, mientras él se engolfe entre sus papeles favoritos, improvisarle un jurado que lo examine, lo llamamos a la sala, y sale doctor recibido en un instante, pues es lástima que un alumno tan aventajado, que ha hecho completos sus estudios, no concluya su carrera profesional."

Pero ni los buenos propósitos del Dr. Ortega, ni los repetidos consejos del Sr. de Agreda, ni las cari­ñosas instancias de condiscípulos, tuvieron éxito algu­no. Bien sabía Troncoso qué clase de documentos se conservaban en el archivo de la Escuda, para dejarse engañar por el bien intencionado maestro; bien sabía él que en las bibliotecas de sus ya entonces queridos y bondadosos amigos, los señores de Agreda, Andrade y García Icazbalceta, existían manuscritos de mayor estimación que en el polvoso y vetusto archivo de los hijos de Galeno.

Y al preparar su nueva tesis, original y documen­tada, relativa a la historia de la medicina entre los aztecas, y de las ciencias naturales y astronómicas, tan ligadas con la medicina en los pueblos primitivos, de manuscrito en manuscrito, y de libro en libro, fué entrando poco a poco en esa encantada y obscura gruta de la erudición; y de cuando en cuando nos sor­prendía con nuevos descubrimientos, pero en su insa­ciable anhelo de explorar todos los misterios, no acabó

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nunca sus investigaciones, que esperan mano amiga y meritísima que las lleve a feliz término.

II

Desde que Troncoso dejó los estudios de medicina» consagróse por completo a la historia patria, vivién­dose en archivos y bibliotecas, principalmente en las de amigos suyos, cuando residió en México.

Comprendió que para hacer con fruto el estudio de nuestra historia antigua, era indispensable cono­cer, por lo menos, uno de los idiomas indígenas, y, al efecto, tomó lecciones de lengua náhuatl, con D. Mi­guel Trinidad Palma, que vivía en Puebla; lecciones que perfeccionó al ser nombrado profesor de dicha lengua en la Escuela Nacional Preparatoria; y antes de ponerse a desempeñar su cátedra, se trasladó a aque­lla ciudad, para recibir nuevas enseñanzas de su viejo maestro, y practicar la lengua de viva voz, con los indios de la Sierra de Puebla, hasta lograr hablar y escribirla correctamente.

Insinuó por ese tiempo la publicación de artes, gramáticas y vocabularios que habían escrito los mi­sioneros, proyecto que comenzó a realizar en los Ana­les del Museo Nacional de México; e insistió en ini­ciar lo propio en una carta que publicó el diario La República, con fecha 7 de septiembre de 1883, pro­poniendo también la reimpresión de las crónicas re­ligiosas de la Nueva España.

Nombrado Visitador del Museo Nacional, el 13 de diciembre de 1888, y sucesivamente Director inte­rino, el 9 de enero de 1889, y en propiedad el 20 de junio de este año, tuvo allí amplio campo y despejado horizonte para proseguir en el estudio de las lenguas, de la arqueología y de la historia.

Las mejoras introducidas en el Museo, por Tron­coso, fueron tantas y tan importantes, que no puedo enumerarlas aquí una a una. Transformó por compte* to el instituto, enriqueció la biblioteca, estableció tós

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bases del primer taller tipográfico que tuvo, el cual años después, creció en importancia; dirigió, personal­mente, expediciones que no se han vuelto a practicar con el éxito y ciencia con que se hizo la de Zempoala; y en 1891, al preparar el contingente que había de enviarse a Madrid, con motivo de la Exposición Co­lombina del 4o. Centenario del Descubrimiento de la América, dio a la estampa, en edición monumental, códices desconocidos e inéditos; adquirió, por dona­ción o compra, colecciones arqueológicas, objetos de cerámica, monedas, medallas, cudros, escudos, armas y otras antigüedades, en tal cantidad y de tal calidad que, fuera de los grandes monolitos que existían en el Museo y algunas colecciones de objetos de barro, casi la mayoría de los de verdadera importancia que se conservan allí, se deben a la iniciativa y gestiones del Sr, Troncoso. Fué también el primero que ensayó una clasificación razonada de ellos, metódica, por épocas, civilizaciones, procedencias y usos; clasificación que dio a conocer en el Catálogo de la Exposición Colom­bina, Sección de México, redactado por él, durante su permanencia en Madrid (1892-1893)- Consta el catá­logo de tres volúmenes, impresos los dos primeros e inédito el tercero, pero concluido por fortuna.

Troncoso había escrito en México, antes de partir a Europa, muchas e interesantes monografías históri­cas y arqueológicas, que aparecieron en los Anales del Museo Nacional; había impreso obras que eran ya niuy raras o que habían permanecido inéditas; ha­bía traducido del italiano opúsculos que escribieron los jesuítas Márquez y Fabregat, relativamente, a la arquitectura antigua indígena y a la interpretación del Códice Borgia; y el texto y versión castellana de uno de los autos en mexicano que más tarde había de in­cluir en la Biblioteca Náhuatl

Había emprendido otros trabajos que aun per­manecen manuscritos, como una Historia del Comercio en México; eruditas notas y comentarios a los Memo­riales del F. Motolinía; índices razonados para las obras de Tezozómoc y Bernal Díaz del Castillo, y otros

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trabajos que dejó sin terminar, pero que ocultaba a las miradas de sus amigos, quizá por la excesiva mo­destia que le era característica, como puede compro­barse por lo que se va a referir.

Le había yo escrito, cuando se fué a Europa, pi­diéndole un retrato suyo y algunas noticias biográfi­cas, y le preguntaba, a la vez, cuál había sido su pri­mer artículo. Me contestó desde Florencia, con fecha 6 de junio de 1900, lo siguiente:

*'Querido amigo Luis: "Mucho gusto me dio usted con sus letras, y no

se las había correspondido, por exceso de ocupaciones. Estando próximo a partir para Londres, y sospechando que por allá se me ha de enredar la madeja, quiero antes mandarle unos cuantos renglones para probarle mi verdadero afecto.

4'Vamos al asunto más espinoso: el de mi retrato y datos biográficos y bibliográficos, que me pide usted, para publicarlos. Con el objeto mismo han solicitado de mí todo eso, ya en dos ocasiones: estando en Ma­drid, me los pidió, de una manera oficial, la Delega­ción General de la Exposición Histórico-Americana, y no le di gusto: últimamente ha insistido en lo mismo la "Société de Geographie de París," a la cual tampo­co he querido dar nada. Ya ve usted que hay antece­dentes para negarlo; pero a usted se lo daré, para que lo conserve como un recuerdo mío: cuando yo me haya muerto, puede hacer de mi estampa y de mis fechos el uso que le plazca. Si está usted conforme, cuando visite a mi hermana para darle las fotografías —unas fotografías que le mandaba por mi conducto—, pídale mi retrato, mande sacar una copia y consérvela con esta carta, para que se vea que se lo he dado con buena voluntad; pero sub conditione.

"Decir a usted lo que yo he publicado y pienso publicar, es materia larga. Sostenga correspondencia conmigo, y poco a poco me irá sacando las palabras

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con gancho. Ahora ya le digo algo que usted ignoraba; y si quiere saber cuál fué mi primer obra (que acome­tí a la edad de 16 años y se publicó anónima en un diario de México, 20 años después), le ha de costar el trabajo de volverme a escribir y de dar cumplimien­to a mis encargos. Un proverbio de la tierra en que vi­vo, dice: Chi va piano, va sano e va lontano: aplique-selo y revístase de paciencia, que para escribir bio­grafías y bibliografías preciso es tener provisión de tal virtud en las alforjas/'

Pero no poco a poco, ni con gancho, ni tomando por divisa el proloquio florentino, ni revistiéndome de la virtud que me recomendaba, logré que me diese noticias expresas sobre su vida y obras, pues cuando insistí de nuevo años después, ai pedirme copia de un autógrafo de cierto historiador a quien él estimaba mucho, me contestó desde Roma, con fecha 20 de abril de 1903:

"Agreda me remitió el autógrafo de Clavijero proporcionado por usted, y le quedo muy reconocido por este servicio: Quisiera correspondérselo con el re­trato que usted me pide; pero dudo que la persona de guien me habla se quiera volver a retratar, y ya la vi­da se le va concluyendo. En todo caso, usted sabe per­fectamente con qué persona puede conseguir por allá lo que desea —alude a su hermana, a quien yo no ha­bía querido pedir copia del retrato, porque yo lo quería directo—. Tengo entre manos algunas cosillas que le iré mandando conforme vayan saliendo, y ya que no nos vemos en efigie, le llegarán, por lo me­nos, mis manuscritos que, con la mejor voluntad, he dedicado siempre a quien reputo sincero, leal y buen amigo mío, tanto como lo soy yo suyo, invariable y verdadero."

Si fué modesto, en cambio era muy celoso cuan­do se le disputaba algún descubrimiento, como suce­dió con la Crónica de la Nueva España, escrita por Cervantes de Salazar, y que él había encontrado desde 1908» en la Biblioteca Nacional de Madrid,

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He aquí cómo anunció su hallazgo a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, velándolo con cierto misterio, quizá en previsión de lo que había de sucederle:

'Tara no permanecer inactivo —escribe en el In­forme de 31 de agosto de 1909— determiné continuar la impresión de los Papeles de Nueva España, por la tercera serie, que comprendía el ramo de Historia; y me dediqué a solicitar y compilar originales de tal gé­nero, habiendo tenido la fortuna de hallar en las biblio­tecas de Madrid materiales interesantísimos que, dis­puestos rigurosamente por orden cronológico, darán asunto para siete u ocho tomos, por lo pronto, pues el material es inagotable, y se puede seguir explotando por largo tiempo. En el primer semestre del año actual (1909), ha quedado copiada la primera pieza, que lle­nará tres volúmenes de 400 a 500 páginas, de los cua­les tengo ya cotejados dos, y está ya el primero en la imprenta, pues ha quedado concertado con otro tipó­grafo que se compromete a trabajar activamente, y cuyo trabajo es tan lucido como el de Rivadeneira. Es um"Crónica de Nueva España" que aparece anónima, pero cuyo autor tengo ya determinado, y dará gusto su edición a nuestros estudiosos, porque se debe a la pluma de un escritor muy castizo del siglo XVI, y que puede reputarse como uno de los fundadores de nuestra literatura colonial. Para no levantar la mano de tal em­peño, he tenido que suspender este año mi viaje a Se­villa, pues los copistas requieren vigilancia constante, y el cotejo, que debo hacer yo mismo, es muy laborioso."

No obstante estas precauciones, otra persona muy erudita —por cierto del sexo débil—, que no gusta de ocultar lo que halla, sino que lo pregona por todas par­tes, consciente o inconscientemente intentó disputar la primicia del descubrimiento al señor Troncoso, aunque por poco tiempo; pero sí logró anticipársele en la pu­blicación de la Crónica, por medio de manos extrañas.

Y ya que estas minucias caracterizan mejor a los biografiados, que no la acumulación de fechas y otros detalles que a todos son comunes, diré que Troncoso •*

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tal grado perdió la serenidad que le era peculiar, que los extensos preliminares que escribió al tomo primero, de los tres que habían de constituir su edición de la Cró­nica, sólo están consagrados a enumerar una a una las diversas personas que podían atestiguar en asunto tan enojoso, y a expresar cada una de las razones que le asistían sobre la prioridad del hallazgo, haciendo hin­capié en los errores con que había anunciado el preten­dido descubrimiento la por otros muchos motivos dis­tinguida mexicanista, la señora Zelia Nuttal.

Pudo tanto al señor Troncoso este suceso, que en carta que me dirigió desde Florencia, con fecha 31 de agosto de 1912, escribía: " . . .es de interés para mí, así como de decoro para la Nación, que se dilucide tal pun­to,'* esto es, que la señora aludida no había hallado por primera vez la perdida Crónica del Doctor y Maestro don Francisco Cervantes de Salazar.

En cambio, nunca quiso hacer misterio con las obras ya conocidas y de las cuales sacaba copias por primera vez para imprimirlas, ni ocultaba los títulos ni los nombres de los autores.

Así, desde Madrid, y con fecha 17 de abril de 1905, informaba que tenía ya casi por terminar la copia de la Historia de los descubrimientos en las tierras nuevas (Sinaloa, Durango, Chihuahua, etc.), por Baltasar de Obregón; concluidas la De antiquitatibus Novae Hispaniae, por el doctor Francisco Hernández, y los Memoriales del Obispo de Tlaxcala don Alonso de la Mota. El propio informe rindió al hacer las copias de índice General de los Papeles del Consejo de Indias, for­mado de puño y letra, por el célebre bibliógrafo don An­tonio de León Pinelo; de la Historia de Puebla, por don Mariano Veytia, que sólo se conocía aquí el tomo segun­do, y de la Historia General de la América Septentrional por el infortunado caballero don Lorenzo Boturini Be-naducá

Pero ya que menciono estas copias, hechas por Troncoso, o bajo su dirección, no debo omitir los epis­tolarios que había reproducido en facsímile, y de los

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cuales, como muestra, envió a la Secretaría de Instruc­ción Pública y Bellas Artes una carta escrita por Ruy González, al Emperador Carlos V, fecha 24 de abril de 1553, en la que el verídico autor, a semejanza de Ber-nal Díaz del Castillo, rectifica los errores de las falsas relaciones que se enviaban a la metrópoli, sobre com­bates fingidos y conducta de los conquistadores; y res­pecto a la batalla famosa de Otumba, Ruy González la reduce a un hecho de armas de poca importancia, qui­tándole, con justicia, el carácter de hazaña homérica con que la han revestido los cronistas apasionados o serviles. "Asienta, además, estas tres verdades —habla un escritor que vio la epístola—: que los indios favore­cieron la conquesta, aliándose a los que la emprendie­ron y dejando a los mexicanos solos en la defensa de su territorio e independencia política; que los mexicanos no salieron al paso de los conquistadores en Otumba, y que faltó a la verdad el que escribió al Emperador la relación fantástica de este hecho de armas/'

Envió, también, el señor Troncoso, un plano de la ciudad de México, en negro, porque su copia en colo­res era muy costosa, levantado por Juan Gómez, un año antes de la gran inundación de 1629; y posterior­mente, otros dos planos del puerto y ciudad de Vera-cruz a principios del siglo XVII, y del puerto de Aca-pulco; este último, de Andrés Boot, célebre ingeniero que floreció en el reinado de Felipe III, y que había ve­nido a la Nueva España con motivo de las obras del desagüe del Valle de México.

III

Durante la permanencia del señor del Paso y Tron­coso en Europa, emprendió a la vez que las citadas co­pias, cuatro obras capitales, que es de sentirse no haya concluido, a saber: la edición monumental de la His­toria de las cosas de la Nueva España, por Fr. Berna*' diño de Sahagún; la copilación de Papeles de Nueva España; el estudio original Los Libros de Anáhuac, Jf

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las versiones del mexicano que había de incluir en la Biblioteca Náhuatl

La ilusión constante que tuvo desde joven, de pu­blicar la obra del venerable franciscano Sahagún, la acarició desde que colaboró en la Bibliografía Mexica­na del Siglo XVI> escrita por don Joaquín García Icaz-balceta.

Ya en el extranjero, copió de su mano o hizo co­piar los textos inéditos que se conservan en la Bibliotc ca Laurenciana, de Florencia; los comparó con los Có­dices que se custodian en Madrid, y aunque en un prin­cipio pensó publicar únicamente el texto del Códice Florentino, al fin se resolvió a imprimir también gran parte de los Códices matritenses, incluyendo los textos escritos en castellano y en náhuatl escritos por Sahagún, y la traducción del texto náhuatl, pues pudo observar que había diferencias entre el español y el indígena.

El original de la Historia de la Nueva España bien merece que se describa: está repartido entre Flo­rencia y Madrid. 'Hay en Florencia —dice el señor Troncoso— un solo códice bilingüe (castellano-mexica­no) , en tres volúmenes, que harán cuatro cuerpos de texto, con pinturas; y en Madrid hay tres Códices, en sendos volúmenes: dos de ellos escritos en mexicano, con pinturas, y el tercero en castellano, con pinturas también. El Códice Florentino tiene sobre los matri­tenses, la ventaja de la profusión de pinturas, aunque los de Madrid son más originales, y muy pocas de ellas hay en el Códice de Florencia, de suerte que, para tener completo el álbum pictográfico... conviene re­producir unas y otras... En cambio, el Códice Floren­tino, es. . , filológicamente inferior en mucho a los ma­tritenses, porque su lenguaje mexicano es rudo, y el castellano grotesco, a veces, lo cual se explica recordan­do que todo lo escrito en el Códice de Florencia fué desempeñado por indios de la tribu mexicana, que ha­blaba su lengua rudamente y la castellana con los vi­cios de lenguaje que hasta el día usan; mientras que lo escrito en los Códices de Madrid, es obra, en la parte náhuatl, de indios de la tribu tezcocana (que hablaba el

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mexicano con mayor elegancia), y en la parte castella­na de copistas españoles; así es que, si conviene conser­var del Códice Florentino la parte mexicana, bien que ruda y de pronunciación más difícil, es absolutamente necesario desechar lo escrito en castellano por los indios de México, a causa de los barbarismos y faltas de sin­taxis en que abunda; vicios que sería indigno conser­var en una edición monumental como la nuestra. Para la Historia del Códice, además, el Ms. de Florencia ningún aliciente ofrece, ya que del puño del autor sólo tiene una firma y dos o tres correcciones, mientras que los Códices matritenses, casi en cada hoja tienen títu­los, notas, aclaraciones o apostillas escritas de mano de Sahagún.

"Resumiendo: para la edición del álbum cromoli­tográfico, conviene utilizar todas las pinturas conserva­das en los Códices de Florencia y de Madrid; para la edición de los textos en la parte mexicana, debe darse a los de Madrid toda preferencia, conservando los tex­tos mexicanos de Florencia, como simple variante ins­tructiva; por último, para los textos castellanos, hay que desechar absolutamente los del Florentino y hacer la edición según el texto del Códice castellano de Ma­drid/' (Informe de 31 de agosto).

La edición que se proponía hacer Troncoso, según el plan anterior, que fué el último que adoptó, consta­ría de ocho volúmenes. Los volúmenes I, II, III y IV contendrían el texto bilingüe (mexicano-castellano) del Códice Florentino; la parte castellana tomada de un Códice matritense, y la parte mexicana con un ma­nuscrito de la propiedad de Troncoso, cotejado con el de Florencia. El volumen V lo formaría el álbum cro­molitográfico, con todos los dibujos de los Códices Flo­rentino y madrileños, conteniendo, además, la explica­ción de las estampas. Los volúmenes VI, VII y VIH» comprenderían los textos mexicanos de los Códices de Madrid, que son realmente los borradores de toda la obra.

La copia del Códice de Florencia, que hizo con to­da escrupulosidad Troncoso, consta de cuatro volunte-

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nes en folio, de cerca de 500 a 800 páginas cada uno, y el álbum cromolitográfico, consta de 350 láminas. (Informe de mayo de 1898).

Para la explicación científica de las láminas que se relacionan con la historia natural, no se fió de los profundos conocimientos que poseía en la materia; buscó la colaboración de un botánico, el Dr. don Ma­nuel Urbina; de un zoólogo, el Prof. don Alfonso He­rrera, y de un mineralogista, el Dr. don Manuel M. Villada.

"En mis explicaciones escribe Troncoso— de las figuras del Sahagún, que se relacionan con la Historia Natural, me limito a poner en cada especie los apun­tes que llamo sociológicos, es decir: las ideas que se habían formado los indios de aquellas especies» las creencias supersticiosas que acerca de ellas tenían, el uso a que las dedicaban, etc.; formando con todo ello un pequeño cuerpo de doctrina, que sería deficiente si no le dieran ustedes el toque maestro, comunicándome los datos técnicos de clasificación.

'Xa obra de Sahagún no siempre trae las figuras en su lugar propio, por lo cual tengo duda en cuanto al nombre de algunas de las especies que figuran en la lista... Otras veces no corresponde la descripción de los colores con el aspecto de la figura colorida; pero es­to lo atribuyo, en general, a descuido del colorista: na­turalmente, mi reproducción es exactísima.'*

Para efecto de las dudas expresadas, envió el se­ñor Troncoso a los citados señores Urbina, Villada y Herrera, listas minuciosas de las plantas y animales, en Jas que constaba el nombre mexicano de unas u otros V el nombre español: todo ello escrito con tinta y con lápiz, a fin de que en las clasificaciones erradas que encontraren aquellos señores, borrasen lo escrito con tápiz y lo escribiesen con tinta roja; y en donde no hallasen nombre con lápiz, ellos habían de poner la cla­rificación si en ella atinaban, pues comprendía muy bien que las figuras ,en muchas ocasiones, no les ha­bían de ayudar, porque eran a veces fantásticas y sim­bólicas.

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Todos estos detalles prueban la conciencia con que estaba preparando su edición el señor Troncoso, y to­davía van en seguida otros que es bueno se conozcan.

Las labores eran complicadas. Iba de Sevilla a Florencia; y de aquí a Madrid, para cotejar una veces las copias, para redactar otras los comentarios o los preliminares, o para vigilar las impresiones de los tex­tos o las tiradas de las láminas; y a veces sufría contra­riedades imprevistas. Volviendo a Madrid en fines de octubre de 1908, "hice gestiones —dice— con mis im­presores para continuar la tirada, y no he podido avan­zar en ella ni una sola página, por causa de fuerza ma­yor, porque poco después, los obreros de la casa Riva-deneyra, como es público y notorio en toda España, se declararon en huelga".,.

No descansó, empero, durante estas interrupcio­nes tipográficas. Dedicóse a escribir los preliminares y a formar los índices de las obras que tenía emprendi­das; trabajo laborioso y delicado, que no se podía ha­cer en poco tiempo, ya que sólo el índice del tomo pri­mero (de los Papeles de Nueva España) comprende más de seis mil nombres de lugar, y muchos de ellos homónimos, que deben clasificarse y distinguirse con­venientemente, como base para formar la nomenclatu­ra geográfica del siglo XVI. "Expongo todo esto con minuciosidad —escribe en uno de sus informes,— para que conste que yo no he tenido la culpa en el retardo sufrido en la edición de la segunda serie de los Papeles de la Nueva España"

Respecto a las ilustraciones, tuvo que luchar con otra cíase de tropiezos, relacionados con las rotulacto nes impresas que llevarían las explicaciones a la cabeza y al pie de las estampas fototípicas.

"Estas rotulaciones —decía— las tengo que dirige yo mismo, por ser cada una síntesis de lo que contiene la página respectiva, escrita en lengua náhuatl, aquí desconocida; de modo que me quita buena parte de nv tiempo ese trabajo, pues para que la rotulación salga

correcta, me tengo que instalar e»n el taller fototipia^ donde sólo disponen de una pequeña prensa tipógrafo

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ca, y ño me pueden mandar las pruebas a casa» paran­do sus tareas, así es que (sólo) la rotulación del tomo VII (del Sahagún)... me ocupó más de un mes; y en­tro en estos pormenores, para que conste que la edición de esta obra monumental, se hace con sacrificios de tiempo y de trabajo para quien la dirige, por lo cual no es posible que avance con la velocidad que desea-ran los aficionados al deporte americanistas, impacien­tes por verla concluida en un momento/' (Informe de 31 agosto de 19090

La segunda obra capital que compiló e imprimía desde el año de 1905, fué la que ya se ha citado con el título de Papeles de la Nueva España. La dividió en varias series. La primera, que pensaba editar en Flo­rencia, sería el aparato bibliográfico, "respondiendo al plan de purificación y enriquecimiento," ideado por el señor D. Justo Sierra- La segunda encerraría toda clase de documentos geográficos y estadísticos, planos, cartas, itinerarios y otras materias análogas. La ter­cera, en fin, estaría consagrada a la historia; reservan­do las series posteriores a documentación jurídica, ad­ministrativa, económica, etc., y como complemento a todas, un copioso epistolario de interés histórico, digno de la mayor ponderación.

Por desgracia, Troncoso sólo dejó concluidos, fal­tando, sin embargo, los preliminares e índices, los to­mos I, IV, V y VI, de la segunda serie de tan vasta compilación. Del III y del VII, cerca de un centenar de páginas; y del II, tuvo que suspender la impresión, por la mala copia que había hecho de los materiales un pésimo paleógrafo de los archivos de Sevilla; y a fin de no hacer una edición mendaz, fué él mismo a practicar el cotejo.

Era Troncoso tan fidelísimo y escrupuloso en las copias y cotejo de los manuscritos, que muchas veces sacrificaba la rapidez de la impresión en gracia de la ^actitud; y como ocupaba, con el fin de que saliesen tas ediciones correctas, los establecimientos tipográfi­cos que gozaban de más buena fama en la ejecución de los trabajos, la clientela numerosa que tenían les

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impedía cumplir sus compromisos con el Sr. Troncóse, dando margen aquí en México, en donde todo esto se desconoce, a censurarlo por su morosidad en no con­cluir las obras que había emprendido.

Otra labor que no menos tiempo y fatigas de­mandó al Sr. Troncoso, fué la de coleccionar, meto­dizar y ordenar todos los materiales que había hecho copiar o había copiado de su mano, juntamente con las glosas y anotaciones.

Estimaba que no debían omitirse las ilustraciones literarias en las ediciones de documentos, pues para que pudiesen utilizarse en disquisiciones ulteriores, "he aclarado con notas —escribía— todas aquellas cuestio­nes esenciales que lo han requerido, porque, según mi especial criterio, juzgo que quien posea un pequeño caudal de erudición, debe ponerlo a disposición de los demás, favoreciendo así los estudios ajenos, como ali­ciente para investigación de la verdad, que a todos nos interesa por igual, y en esto me separo de los que opinan que los documentos históricos deben darse a lá luz des­provistos de aclaraciones y comentarios de quienes así los publican reservando sus opiniones."

De la tercera serie de Papeles de la Nueva España, sólo puso en circulación el tomo I de la Crónica, es­crita por el doctor y maestro D. Francisco Cervantes de Salazar, aunque tengo noticias de que ya estaba concluido el segundo y quizá muy avanzado el ter­cero. La extensa introducción que figura al frente de la obra, los comentarios finales, las notas y la suma fidelidad con que se reproduce el texto, harían esta edición, si estuviera terminada, superior a la que hizo la Sociedad Hispánica de Nueva York.

La tercera obra a que se dedicó también Tron­coso, durante su residencia en Roma, fué una obra suya: Los Libros de Anáhuac, y a mediados del año de 1898, "por ser una publicación modesta/' había ha­llado editor que sufragase el costo de las ilustraciones, y él dedicaba para los gastos de imprenta sus cortas economías, que le fueron suficientes para llevar ade-

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iante, aunque con lentitud, el trabajo, en el Cü&l estu­diaba y comparaba siete códices náhuatls* No había querido pedir subsidio, por ser obra de carácter par­ticular; "y tener entendido -—decía— que no deben los autores pretender sean costeadas nuestras obras por el Gobierno, si de ellas contamos tener honra y provecho, siendo justo entonces que hagamos también algún sacrificio pecuniario."

Muestra elocuente de lo que hubiera sido esta obra, es la parte que de ella desglosó el Sr, Troncoso, y que imprimió con el título de Descripción, Historia y Exposición del Códice Pictórico que se conserva en la Biblioteca de la Cámara de Diputados de París (antiguo Palais Bombón); extenso y erudito comenta­rio, que a su originalidad reúne la maestría y método con que está escrito; y muestras elocuentes son tam­bién los comentarios que acompañan a las clásicas edi­ciones de los códices editados por el Duque de Loubat, en algunas de las cuales el Sr, Troncoso tomó parti­cipación literaria y material, dirigiendo las impresio­nes, a fin de que se reprodujesen los códices, hasta con los menores detalles de la encuademación y tamaño.

Finalmente, la cuarta obra a que se consagró fué la Biblioteca Náhuatl, de la que publicó Troncoso cuatro cuadernos del volumen primero y dos del se­gundo, obra que por sí sola daría reputación a cual­quiera, dado el interés del contenido y la excelencia de las versiones y de los comentos. Proyectó en ella coleccionar textos originales de escritos en lengua ná­huatl, traducidos al castellano, formando sendos tomos relativos al teatro, a la poesía, al apólogo, a las tra­diciones, a los anales, a la historia, a las instituciones, a la retórica, a la mitología, a los himnos de los dio-¡tes. a las leyendas populares y a la historia natural de los antiguos mexicanos, que, de haberse llevado a cabo, sería el verdadero monumento que contuviese los restos de la literatura indígena.

"La lingüística —decía con motivo de esta obra e* Sr, Troncoso—, que está prestando tan buenos ser­ados a la prehistoria, ofrece riquísimo material a la

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explotación literaria. Las lenguas indígenas, o no $£ han explotado, o lo han sido de modo insignificante. Su literatura casi no se conoce, y difícilmente podrá la ciencia pronunciar su fallo acerca de la cultura de nuestros aborígenes, si desconoce su lengua, sus insti­tuciones, sus costumbres, y todo aquello que pueda dar idea de la índole del pueblo. No tenían ellos letras en el sentido estrecho de la palabra durante su gen­tilismo, pero tenían conocimientos, y si les era difícil transmitirlos con su escritura imperfecta, cuando ad­quirieron la de los europeos, de ella se sirvieron para revelarnos en su propia lengua el antiguo caudal que poseían. Y lo que a las claras no nos dijeron, a la lengua misma se lo podemos preguntar, que, con faci­lidad y analizándola, nos la revelará.

"Por eso no se debe desechar de la publicación ningún escrito en lenguas indígenas, aunque parezca que su asunto no se aviene con el objeto indicado, porque la lengua simplemente es venero inagotable de concimientos."

IV

D. Francisco del Paso y Troncoso fué quizá el mexicano que más ha viajado en Europa al través de archivos, bibliotecas y museos; y no con la única mira de satisfacer curiosidades pueriles ai examinar manus­critos, hojear libros y recrearse ante cuadros u objetos arqueológicos, sino llevando por único norte el inqui­rir cuáles estaban relacionados con la historia patria, para copiarlos y publicarlos.

Sólo en Italia visitó con fruto quince de aquellas instituciones, a saber: la Biblioteca Víctor Manuel y;• Museo Prehistórico Kircheriano de Roma; las Biblia tecas Nacional Central y la Laurenziana, de Florenc#;

el Museo Nacional y la Biblioteca de la Universidad» de Ñapóles; la Biblioteca Nacional, de Turín; la I»" blioteca Bresa, de Milán; la Biblioteca de San Marcos, de Ventcia; la Biblioteca Extense, de Módena, y l a s

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Bibliotecas de los Universidades de Padua, de Polonia» de Pisa, de Palermo y de la Universidad de Catania.

En España, iba y venía de Madrid a Simancas o a Sevilla, para registrar, copiar y cotejar los documen­tos que existen en los espléndidos archivos de esos lugares. En Madrid, sobre todo, permaneció meses y años en las Bibliotecas Nacional, del Rey, de la Aca­demia de la Historia y del Archivo Histórico, encor­vado sobre arrugados pergaminos o sobre amarillentos papeles, que leía, o de donde sacaba apuntes, para guiarse y guiar a los escribientes que ocupaba en los traslados. Escapánbase, a veces, al Monasterio del Es­corial, en busca de los restos de la obra del célebre na­turalista Dr. D. Francisco Hernández, que vino a la Nueva España en el siglo XVL

En París llevaba, para no perder tiempo, su co­mida a las bibliotecas, y así lo vieron varios amigos míos en la Biblioteca Nacional y en la del Palacio de Borbón, o sea la de la Cámara de Diputados actual.

Visitó casi todas las ciudades de Europa, y su corespondencia, sus informes y aun algunos de sus escritos, están fechados, con intervalos de tiempo más o menos largos, en Oxford, Manchester y Liverpool, Londres, Viena, Berlín y Hamburgo, Moscou, Copen­hague, Estocolmo, y hasta en alguna de las colonias europeas en África, como Argel. Pero donde residía más era en Florencia y Madrid.

Otras muchas ciudades visitó, quizá algunas asiá­ticas, aunque en las mencionadas fué donde halló có­dices, viejos manuscritos, impresos y objetos arqueo­lógicos que estudiar.

En una carta fechada en Florencia el 31 de mayo de 1898, dirigida al Sr. licenciado D. Joaquín Baranda, escribía lo que sigue: . "Estoy haciendo mis preparativos para pasar, en fines de junio, a Viena, donde tengo muchísimo que trabajar, pues aquellos museos son riquísimos en ob­jetos de nuestro país, existen allí desde hace dos o tres siglos. Además, el actual Emperador, que da mucho *nero para los museos, ha hecho comprar últimamente,

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muy buenas colecciones de antigüedades mexicanas, ge-nuinas, que había en Alemania, entre otras la del difun­to Becker (antiguo comerciante de Puebla); la cual co­lección visité yo en Darvestadt, muy de paso, vimendo de Rusia, y en ella vi que había verdaderas preciosida­des- En Viena tienen ahora cuatro códices mexicanos, y conviene verlos en los originales, y aun reproducirlos fotográficamente, por lo cual tendré que detenerme allí lo menos un mes, y ya el Prof. Heger, Director de aquel museo, que me conoce de nombre, me ha invita­do a ir y ofrecídome toda clase de facilidades para mis estudios,

"De Viena iré a Berlín, pues Austria y Alemania son las dos únicas naciones europeas que no conozco aún (1898) y cuyos museos y bibliotecas no he visita­do, de consiguiente; habiéndolas dejado para lo último, con toda intención, para recibir así las impresiones gradualmente. No iré de una capital a otra, directa­mente, que hay en Munich, Stuttgar, Gotha, Leipzig, Dresde y Gottingen, excelentes colecciones mexicanas; como quiera que los alemanes son los que han hecho por allí mejores cosechas. Conozco el personal de to­dos aquellos puntos, y aquella gente me conoce tam­bién: tengo así la seguridad de ser bien recibido p?r

todas partes. En Berlín, cuyo museo etnográfico, sin disputa, es el primero del mundo, por su organización, cuento con Seler, excelente amigo mío, y que, coxap sabe usted muy bien, es en Europa el primer ameri­canista. Invertiré en esta vuelta por Alemania un mes o más; regresaré a Italia, donde dejo ya muy avanza­dos los trabajos de la obra que publico en Roma, so­bre los Libros de Anáhuac..."

Troncoso interrumpía los viajes cuando nuestro Gobierno lo nombraba representante de México en lps

congresos internacionales de americanistas, orientalis­tas, ciencias históricas o geográficas, a fin de preparar los trabajos que habría de leer en ellos; pero una v̂ z concluidos, volvía a emprender sus viajes para asistir personalmente a aquellos congresos. Dejaba también

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de viajar cuando, encerrado en archivos o bibliotecas, hacía buscas, copiaba o cotejaba originales, o cuando en su modesto retiro de la ciudad florentina se consa­graba a escribir o a estudiar sus libros favoritos.

Allí en esa ciudad, donde residió más durante su permanencia en Europa, murió el 30 de abril de 1916, en el Hospital de Santa María Nova, atendido con decencia en un departamento de primera clase, y ro­deado de algunos amigos leales y sinceros que tenía» Sus exequias fueron bastante decorosas, dándosele se­pultura al cadáver en el cementero o "Portesante a San Miniato al Monte," el preferido por la aristo­cracia de Florencia.

V

Troncoso habló y escribió varias lenguas a la perfección. No gustaba de aliños retóricos, pero fué castizo y correcto. Minucioso hasta la exageración para fijar fechas y depurar los hechos, como debe serlo todo escritor concienzudo, adolecía, sin embargo, de un defecto: el de ser tan afanoso y diligente para empren­der con brío y tenacidad un trabajo, como flaco y desalentado para concluirlo.

Coqueteaba —valga la frase— con sus escritos, y esta es la razón principal de haber dejado truncas casi todas las publicaciones que emprendió.

Así y todo, perdurará su labor arqueológica, lin­güística e histórica —como ha perdurado la de D. Jo­sé Fernando Ramírez, con quien tiene muchos puntos de semejanza, hasta en lo de no terminar los escritos—, porque Troncoso, con su saber y talento, nos legó jo­yas históricas desconocidas, por él descubiertas, y dis­quisiciones de tanto valer, que su nombre figurará siempre al lado de los primeros eruditos.

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Dr. Dn, José María Marroquí

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CRONISTA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

I

EL Dr. D. José María Marroquí nació en la ciudad de México el viernes 6 de febrero del año de 1824, y en la casa núm. 3 de la calle de San Fernando.

Al día siguiente fué bautizado en la Parroquia de la Santa Veracruz, por el P. D. Manuel Miranda, ex prepósito del Oratorio de San Felipe Neri, y pusié­ronle José María de Jesús, Miguel, Doroteo, Teófilo, Juan Nepomuceno, Mucio y Luis Gonzaga, como es costumbre entre personas devotas, quienes desean, en tales casos, que los recién nacidos lleven los nombres de sus santos predilectos, o de los que han tenido sus ascendientes o deudos próximos. Lleváronle, como pa­drinos, a la pila bautismal, D. Juan Nepomuceno Gui­josa y doña María Josefa Quintana.

Fueron sus abuelos paternos D. José María Ma­rroquí y doña María Gertrudis Sánchez, y maternos D. José Antonio Trejo y doña María Felipa Morales. Su padre, D. Ramón Marroqui, fué corredor de nú­mero; dueño de la hacienda llamada Debodé y de tres casas en Ixmiquilpan; originario también de México, y murió el año de 1848. Había casado con doña Inés Antonia Trejo, de la cual tuvo, además del doctor, los hijos siguientes: Dolores, Guadalupe, Teresa, Manuel, Loreto, Vicente, Josefa y otro que murió al nacer. De estos hijos, sólo tomaron estado el doctor y su her­mana doña Josefa, que casó con D. Antonio Aguilar, V del que tuvo dos hijos, Rafael y Trinidad.

El Dr. Marroqui estudió primeras letras con el P. £>• José María Abarca, que tenía a su cargo una es-

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cuela en el Hospicio de Pobres, y después de concluida su instrucción primaria, se inscribió en el Seminario Conciliar de México, en clase de externo un año y de interno los restantes, hasta concluir sus estudios.

Ingresó al Seminario en 1836, y era tan consa­grado al estudio, que sólo lo interrumpía en las va­caciones que acostumbraba pasar en la hacienda de su padre. En los cursos de minimista, menorista y media-nista (1836 a 1837), en que estudió latín, se opuso con lucimiento, obteniendo en los tres la calificación de "muy bien con particularidad/' La misma nota me­reció en 1838 en que presentó examen en el Acto de primer año de Filosofía; lo mismo que en 1839 y 1840, en que cursó y se examinó, respectivamente, de se­gundo y tercer año de Filosofía, presentando en el segundo el Calórico por Várela y la Cosmografía de Letronne y en el tercero todo el Jacquier, mereciendo én este último curso, además de la citada calificación, el primer premio.

Había sido su maestro D. Juan Bautista Orma-chea, entonces catedrático y posteriormente Obispo de Tulancingo. El Dr. Marroquí recibió el grado de Ba­chiller de Filosofía en la Universidad de México el 11 de agosto de 1840, el cual grado se lo dio el Doctor y Maestro D. Manuel Gómez Marín, Presbítero del Ora­torio de San Felipe Neri y literato religioso muy apre-ciable, autorizando el acto el Secretario D. Miguel Velázquez de León.

Sin duda pensó entonces seguir la carrera de abo­gado el joven Marroqui, pues durante el año de 1841, y en el mismo Seminario, estudió y presentó examen de lo perteneciente a legista primianista, y mereció la calificación de excelente.

Pero por motivos que ignoramos, abandonó el derecho, y en el mismo año de 1841, el día 8 de diciem­bre, se inscribió para cursar Medicina en el plantel que a la sazón existía en México, consagrado a esta materia. En 11 de agosto de 1842 presentó examen áe primer curso y fué aprobado con la calificación <te

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muy bien. En 7 de agosto de 1843 fué aprobado de segundo año, y de tercero el 22 de octubre de 1844, en el cual obtuvo el primer premio, (1) y el propio premio mereció en los exámenes de cuarto y quinto año, que presentó, sucesivamente, el 27 de octubre de 1845 y el 10 de septiembre de 1846. Por fin, sus cons­tantes desvelos para conquistar un puesto entre los profesionales, tuvieron feliz término en los días 29 y 30 de enero de 1847, en que sustentó su examen gene­ral de Medicina, siendo aprobado por unanimidad, y obteniendo el título de médico en el último día.

Durante la invasión norteamericana se filió entre los Polkos, combatió al enemigo y prestó importantes servicios ejerciendo su profesión.

En el hospital de San Andrés había obtenido, des­de que era estudiante, varios empleos de los que se lla­maban de la plana menor, y el 20 de noviembre de 1849 se le concedió uno de la plana mayor, nombrán­dole Practicante del Departamento de Cirugía de Mu­jeres, y en 24 de agosto de 1850 fué nombrado Direc­tor Supernumerario. Muchos años prestó en ese hos­pital sus servicios como cirujano, y en 1857, en que el citado hospital pasó por una crisis que pudo haber dado al traste con él, la Mitra, de quien dependía, dio las más expresivas gracias a D, José María Medina y al Dr. Marroqui "por su generosidad de servir gra­tuitamente y sin estipendio de ningún género," mien­tras durasen las escaseces*

Más antes, en 1851, había sido elegido Regidor, e inclinado desde muy joven al matrimonio, había contraído nupcias, el 12 de mayo de 1852, con doña Úrsula González, en la capilla de la Santa Escuela del extinguido hospital del Espíritu Santo, a cuya esposa tuvo la pena de perder el 16 de noviembre de 1886, después de haber sido su fiel y constante compañera en infortunios y en sinsabores.

(1) El Dr. D. Manuel Andrade, padre del Sr. Canó­nigo Andrade, fué profesor de Anatomía del señor Marroqui.

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En los años que siguieron al en que se casó el Dr. Marroquí, prestó grandes servicios en diversos car­gos que obtuvo, ya como fundador del Tecpan de Santiago, en donde vivió algún tiempo, ya como Ins­pector de Sanidad, que ejerció en la Callejuela, de­biéndosele a él la reglamentación de las mujeres ex­traviadas, y el positivo empeño que tomó para dictar medidas encaminadas a evitar el contagio de asquero­sas y graves enfermedades.

Amigo íntimo del General Comonfort, cuando és­te ocupó la Presidencia de la República, le nombró su Secretario particular. En 1861 fué electo Diputado al Congreso de la Unión, y durante el sitio de Puebla, en 1862, prestó sus servicios profesionales con el ca­rácter de Comandante del Cuerpo Médico Militar.

Fué uno de los que acompañaron al Sr. Juárez en su peregrinación hacia el Norte de la República en 1863, pero el Di. Marroquí hubo de radicarse en di Fresnillo durante un año, donde ejerció su profesión, y vuelto a la capital, después de la caída del Imperio» fué nombrado Juez del Registro Civil, estableciendo la oficina algún tiempo en una accesoria de su casa, situada en la tercera calle de Vanegas núm. 6, que había adquirido en la cantidad de $4,000; casa que habitó mucho tiempo, pues hasta el año de 1880 com­pró la del callejón de Cuajomulco núm. 8, en donde murió.

En 1874 se le nombró Cónsul de México en Bar­celona, y embarcóse inmediatamente hacia este puerto, donde desempeñó dicho cargo hasta el año de 1878. Fué esta la época más difícil y azarosa de su vida, pues no recibía los sueldos con puntualidad, a consecuencia de los trastornos políticos de aquella época, y las pe­nurias le obligaron a vivir de maestro de escuela en aquella hermosa ciudad catalana.

De regreso a su patria, después del triunfo del plan de Tuxtepec, fué Secretario del General Cruz el año de 1882 en el Estado de Morelos, y radicado de nuevo en la capital, consagróse a sus investigaciones históricas y a desempeñar las cátedras de lengua cas-

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teüana y de literatura en la Escuela Nacional Pre­paratoria.

Su obra La Ciudad de México, le ocupó más de veinte años, de los últimos que vivió. Alternaba sus diarios paseos matutinos y vespertinos por la Calza­da de la Reforma y por la Alameda, su sitio predilecto, charlando con amigos bajo los árboles o en los billares del Hotel de Iturbide, a donde gustaba ir en las noches para ver jugar. El resto de su tiempo le consagraba a inquisiciones históricas, recorriendo, fatigado y sudo­roso, casas y calles en busca de noticias, y sentándose, incómodo por su obesidad, ante las mesas de biblio­tecas y archivos, para hojear uno a uno polvorientos manuscritos, de caracteres ininteligibles muchos de ellos.

Así vivió varios años, enseñando a sus discípulos ad pedetn literae el Hermosilla en la cátedra de Retó­rica; renunciando con verdadera modestia el nombra­miento de Académico mexicano, correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, y luchando en sus postreros días con la espantosa enfermedad del cáncer que le atacó en la boca, y la que lo llevó al sepulcro el 24 de abril de 1898, habiendo hecho antes todas sus últimas disposiciones y ordenando se le diese sepultura en una fosa de tercera clasedel Cementerio de Dolores, y no se le pusiese inscripción ninguna.

No dejó sucesión de su difunta esposa, pero adop­tó legalmente por hija a una huérfana, la Srita. Ma­ría Marroquí, a quien dejó sus bienes y una pensión a su hermana viuda, doña Josefa, única que le sobre­vivió, pues en 1894 había fallecido el último de sus hermanos, D. Manuel, en Zitácuaro.

Pocos libros tuvo siempre el Dr. Marroqui. Pre­fería consultarlos en las bibliotecas públicas y en las de sus amigos íntimos, como en la del Sr. Canónigo D. Vicente de R Andrade, de quien mereció le abriera de par en par las puertas de su selecta librería, y le Prestase para llevarlas a su casa y tenerlas el tiempo que quisiese, toda clase de obras. ¡Conducta extraña entre bibliófilos, pero no rara en el P. Andrade, quien

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para todos sus amigos fué liberal y pródigo en sumi­nistrar libros, noticias y documentos! Pero el Dr. Ma­rroquí tenía a su muerte muchos folletos políticos y administrativos, Memorias municipales y de los Mi­nisterios, que cedió generosamente al Museo Nacional, quizá porque en otras épocas de su vida le había com­prado dos curiosos monetarios.

Antes de morir, en febrero de 1896, obsequió su obra La Ciudad de México a la Municipalidad, y soli­citó únicamente se le proporcionase una señorita, pen­sionada por la Corporación, para que sacase copia en máquina del manuscrito. Accedió el Cabildo agradeci­do, y desde esa fecha hasta la víspera de su muerte, se consagró a dictar la copia, que recibió el Ayunta­miento el 22 de abril de 1898, dos días antes de morir el Dr. Marroquí, quien dejó el encargo de hacer la entrega y de corregir las pruebas, cuando se efectuara la impresión, al mencionado Sr. Canónigo Andrade. El Ayuntamiento, al aceptar el obsequio del Dr. Ma­rroquí, había acordado cederle la mitad de los ejem­plares de la obra impresa, y tal disposición dio origen a que el autor dispusiese, a su vez, que los productos de la venta de esa mitad que le correspondía, se re­partiesen entre los pobres. ¡Acción digna de elogio, característica en él, pues fué siempre pródigo en dá­divas y en obras!

II

El Dr. Marroquí publicó varios escritos políticos, didácticos, novelescos e históricos. En 1ÍB61 un Discurso en la reunión popular, verificada en el Teatro Nacional el 24 de noviembre, fundando el proyecto que presento para la organización del Distrito Federal, opúsculo de 16 páginas en cuarto. Del mismo carácter político pu­blicó en Barcelona, el 15 de diciembre de 1876, con el título de José M. Marroquí a sus conciudadanos, una

especie de manifiesto acompañado de un programa con motivo del triunfo del Plan de Tuxtepec, que forma u*1

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CRONISTAS E HISTORIADORES 206

opúsculo de ocho páginas en folio. Son dignos de re­comendarse sus trataditos impresos en México can los siguientes títulos: Estudio sobre los verbos irregulares (1872), 48 páginas en octavo; Epítome de la Gramá­

tica de la lengua castellana (1873), 75 páginas en oc­tavo; Prosodia y Ortografía (1879), 30 páginas en oc­tavo; Lecciones de Ortología castellana (1883), 28 pá­ginas en octavo; y su Catecismo Democrático Consti­tucional (1873), 29 páginas en dieciseisavo, que se re­imprimió en 1883 con el título de Cartilla Democráti­ca Constitucional, 31 páginas en dieciseisavo. Del gé­nero novelesco publicó La Llorona, cuento histórico mexicano (1887), 143 páginas en deciseisavo, y de otro género, un cuaderno con ilustraciones que lleva el tí­tulo de Jubileo Sacerdotal del lllmo. Sr. Arzobispo de México, Dr. D. Pelagio de Labastida y Dávalos, cele­brado el día 8 de diciembre de 1889. Recuerdo Histó­rico (1889), 50 páginas en cuarto. También publicó, escrita en colaboración del Sr. Berganzo, una biografía del Dr, D. Manuel Carpió, que corre impresa en la Corona Fúnebre consagrada a este popular poeta. El Epítome de la Gramática de la lengua castellana, tuvo mucho éxito, tanto aquí como en el extranjero, y fué reimpreso en Barcelona en 1874, y en México en 1878.

Pero su obra capital y postuma fué la que inti­tuló modestamente La Ciudad de México. Contiene: el origen de muchas de sus calles y plazas, el de va­rios establecimientos públicos y privados, y no pocas noticias curiosas y entretenidas (1900), 3 volúmenes de 636, 652 y 744 páginas en cuarto. Tardó en escri­birla más de veinte años* y no perdonó investigación ni diligencia para rectificar errores o acopiar datos. Registró minuciosamente los documentos del Archivo General de la Nación, los de la Biblioteca Nacional V los del Museo, y una a una todas las Actas de ca­bildo del Archivo Municipal No se conformó con esto, sino que recorría calle por calle, casa por casa, las que te parecían más vetustas, para solicitar de los vecinos "tés antiguos o de los propietarios más ilustrados, bien noticias relativas al origen tradicional o histórico de

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las calles, bien licencias para registrar los títulos pri­mordiales de las casas, y poder inquirir cuál había si­do el nombre primitivo de las calles, cuántos cambios habían tenido en el transcurso de los siglos y qué su­cesos notables, qué fundaciones piadosas o filantrópi­cas se habían hecho en los diversos edificios de una a otra acera.

No escribió una historia metódica, cronológica, de la ciudad de México y de las diversas transformacio­nes o ensanches que ha tenido desde que la fundó Tenoch hasta nuestros días, ni de todos y cada uno de los acontecimientos históricos que en ella se han verificado al través de los tiempos. Su tarea fué más limitada, aunque más laboriosa. En forma alfabética historió una a una las calles y callejas, las plazas y paseos, los templos y edificios. La vida no le alcanzó para hablar de todos, ni de muchos pudo adquirir da­tos, a pesar de sus inquisiciones minuciosas. Algunos artículos dejó apenas comenzados; otros, por el pruri­to de no repetir lo que se había dicho ya en libros impresos, los dejó de propósito incompletos, sacrifi­cando el material completo por el material original. Sólo una que otra ocasión vulneró su regla.

La extensión que dio a los artículos varió también según las noticias acopiadas y según la novedad del asunto. Hay muchos interesantísimos por ambas cosas, como los que consagró a la Catedral, a San Hipólito, a San Andrés, a Bethlén: verdaderas monografías que podía haber publicado separadamente, y que contienen infinidad de datos desconocidos e ignorados, aún de nuestros más eruditos historiógrafos.

Si la obra carece de método, es, en cambio, fuente abundante de informaciones, que en vano se buscarán en obras impresas. Y no sólo sobre la historia local de la ciudad de México, también sobre la historia general de la Colonia hispánica. Costumbres, creencias popu­lares, tradiciones, fiestas religiosas y civiles; noticias administrativas e históricas sobre los diversos Y33®^ de la hacienda pública: cédulas, reales órdenes y otros documentos legislativos acerca de encomiendas y fle

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la esclavitud de los negros o de los indios, contiene la obra en copiosa cantidad, pues las proporciona el au­tor a cada paso, precisamente por el carácter difuso y divagado que dio a cada uno de sus estudios histó­ricos.

En cuanto al estilo, no es elegante, ni ameno, ni mucho menos florido. Parco en metáforas y en epítetos, no es tampoco pintoresco, pero cautiva por su senci­llez, por su corrección, aunque sin degenerar en pujos o purismos académicos, de los que gustaba hacer alar­de el autor en sus conversaciones.

El Dr. Marroqui fué minucioso cronista, pero en las narraciones de sucesos y en los bocetos biográfi­cos no escasean reflexiones atinadas, justas y severas críticas y sentenciosos epi fonemas.

Pero sobre todo, el mérito principal de su obra estriba en la información. Exhumador incansable, vivió empolvándose en los archivos, registrando paciente­mente expedientes olvidados, copiosos cedularios, cau­sas voluminosas, informaciones cansadas, libros de ac­tas numerosos, y el fruto de tantas y largas investi­gaciones fué su obra.

Muchas veces en vida se le proporcionó publi­carla, ya por editores particulares, ya en imprentas del Gobierno, a instancias de D. Francisco Sosa. Su amigo el Sr. D. José María de Agreda y el que esto escribe, hicieron no pocas diligencias. Empero, avaro de sus no­ticias, temeroso que se las hurtasen, o tal vez, conven­cido que podía aún espigar mucho en otras nuevas y minuciosas investigaciones, no quiso darla a la estam­pa. Tuvo, pues, la pena de no verla impresa, y no parece sino que estaba destinada a no aparecer ni aún después de muerto el autor, pero cedida al Ayunta­miento, la comenzó a publicar el mes de octubre de 1898, en la impjenta de "La Europea," propiedad de ios señores J. Aguilar Vera y Comp., situada en la calle de Santa Isabel número 9, quienes se compro­metieron a entregar cinco pliegos semanarios. Ya im­presas 636 páginas del tomo primero y 644 del se-

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gundo, "La Europea'' sufrió tremendo incendio el 2 de septiembre de 1899. Quemóse allí toda la edición de la obra» las ilustraciones y el manuscrito original, pero por fortuna ios borradores existían en poder del P. Andrade, quien como ya se dijo, se había encar­gado de la corrección de las pruebas, y también por fortuna se habían salvado tres ejemplares impresos de los dos primeros volúmenes, que se entregaban en plie­gos por la imprenta a la Secretaría del Ayuntamiento, al Sr. Lie- D. Miguel Macedo, entonces Presidente de la Corporación Municipal y al citado P. Andrade. En vista del que poseía este último, se comenzó a ha­cer la nueva edición , y sólo el tercer volumen hubo que publicarlo teniendo como originales los borradores, en muchas partes incompletos. Además, estos borrado­res dictados en máquina por su autor en vista de otros primeros manuscritos de su puño y letra, cuando ya estaba muy enfermo y próximo a morir, no pudieron ser revisados definitivamente por él ni llenadas mu­chas lagunas de fechas y nombres que había dejado en blanco, y aún de sucesos que no había podido com­probar o de los que no tenía noticias.

Hemos consignado minuciosamente los anteriores pormenores para que no se le juzgue con severidad» ni en el fondo ni en la forma. La crítica tiene que ser indulgente. El autor puso la mano en su obra por vez última, ya víctima del cáncer. Páginas enteras dictó en medio de dolorosos sufrimientos. La copista fué una apreciable señorita, pero indocta en materias históri­cas. El volumen tercero se quemó original, como ya hemos dicho, y el P. Andrade tuvo no poco trabajo para hacer uso de los borradores, corregirlos algunas veces, anotarlos otras, e hijas de tales correcciones y notas, son algunas variantes de estilo que aparecen en la obra impresa.

iQue haya indulgencia para incorrecciones y para errores! Bien lo merece un autor que consagró más de dos décadas en compilar y escribir su obra, y que en­fermo, casi moribundo, la dictó para que se diera a la estampa, y cuyas pruebas corrigió una mano amiga»

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cariñosa, pero mano extraña al fin, que en las impre­siones nunca puede substituir a la del autor.

III

El Dr. José María Marroquí, como profesional, como político, como escritor y como erudito, merecía un estudio especial y minucioso que, por desgracia, no se puede hacer en las pocas páginas de estos apuntes bio-bibliográficos.

Fué un hombre de mérito por sus conocimientos y un hombre raro, excepcional, nada común, por su carácter. Como tenía conciencia de su saber, gustábale hablar de muchas materias, con tono mesurado y sen­tencioso; pero siempre oposicionista. Era un espíritu de contradicción por excelencia, aunque a la postre viniera a convenir con los contrincantes en las tesis que pretendía refutar a toda costa. Y tal espíritu de contradicción se manifestaba lo mismo en pláticas baladíes con los amigos, que en reuniones políticas, que en serias discusiones habladas o por escrito. Poco aplaudía, mucho censuraba, y mereció por ello que D. Joaquín García Icazbalceta, autoridad nada sospe­chosa, le llamase D. Severo Pesado.

Pero tal intransigencia con las opiniones contra­rias, el gesto desdeñoso manifestado aún en su propia fisonomía, cuando quería censurar o refutar lo que él juzgaba malo, venía a estar compensado con un pro­fundo respeto que le merecían los superiores, con un trato amable y franco con los amigos predilectos y con un cariño entrañable para con los suyos, para sus padres, para sus hermanos, para su esposa, para su hija adoptiva, a quien legó un nombre honrado y una fortuna para vivir con honestidad y sin privaciones.

Como catedrático de literatura, fué un retórico de antaño, apegado minucioso al Hermosilla, poco comu­nicativo con sus discípulos, pero sin la severidad cruel de los antiguos dómines. Gustaba, empero, que se de-

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signasen las personas o las cosas con los substantivos que él creía apropiados, y así llamaba caballeritos a los jóvenes, mancebos a los criados, ¡y qué capaz que consintiese en llamar timbres a las estampillas del co­rreo! Como médico ejerció poco, pero practicó cons­tantemente como cirujano, y demostró grande abne­gación para curar a las mujeres de mala nota en los hospitales, y ansiduidad continua en suministrar con sus propias manos la vacuna. Como político fué li­beral moderado, republicano, partidario acérrimo de la Constitución de 57, y amantísimo patriota, como lo demostró en las épocaá de la invación norteamericana y en las guerras de la Reforma, la Intervención y el Imperio; pero sincero creyente, hijo de cristianos pa­dres, fué piadoso, sufrido, y a pesar de la cruel en­fermedad que acibaró los últimos años de su existen­cia, murió tranquilo en el seno de la religión de sus antepasados. En resumen, fué estudiante aprovechado, médico filantrópico, profesor instruido, escritor erudito; muy recto en costumbres, acciones y palabras.

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Genaro García, su Vida y su Obra

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I

LAMENTO y me felicito a la vez de trazar este boceto de la vida y obra de Genaro García, uno de los más fervorosos cultivadores de la literatura

histórica mexicana. Lo lamento, porque el mal estado de mi vista me impide escribir un estudio minucioso y analítico como él merecía; y me felicito, porque se me presenta la oportunidad de consignar un debido homenaje de gratitud» al amigo cariñoso que en vida me llenó de toda clase de atenciones y de obsequios valiosos.

Genaro García fué uno de los últimos represen­tantes de aquellos insignes y preclaros bibliófilos y eru­ditos, que como García Icazbalceta, del Paso y Tronco-so, Hernández y Dávalos, Agreda y Andrade, han des­aparecido sin dejar hasta ahora, sino uno u otro su­cesor distinguido por su ciencia en la historia y su amor a los libros.

La vida de Genaro García puede resumirse, como la de los mencionados, en el estudio constante y en el trabajo infatigable.

Nació en el Fresnillo, Estado de Zacatecas, el 17 de agosto de 1867, hijo de don Trinidad García, que desempeñó altos e importante empleos y cargos pú­blicos, y de doña Luz Valdés, amantísima de comprar infinidad de plantas y aves de toda especie, de quien quizá heredó Genaro sus aficiones de coleccionista.

Hasta la edad de doce años fué muy enfermo. Sin embargo de su delicada salud, hizo los estudios pri­marios con buen éxito en San Luis Potosí; los se­cundarios en la ciudad de México, en los colegios par­ticulares de Zambrano y de don Emilio Baz, y una vez concluidos, ingresó en la Escuela Nacional Pre-

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paratoria, después en la de Jurisprudencia, donde do­bló los cursos» hasta recibirse de abogado.

La profesión la ejerció poco, y él mismo dejó escrito que no le agradaba, por lo convencional que es la llamada Justicia* No obstante obtuvo un triunfo jurídico, como apoderado de la viuda de Verástegui, pues logró sentencia enteramente favorable, cuando ella se constituyó parte civil, en contra del que había ma­tado a su esposo en un duelo.

Con motivo del cual, Genaro García comenzó a figurar como escritor y polemista. Sostuvo en los pe­riódicos, discusiones bastante enojosas con don Anto­nio Tovar, autor de uno de los que se dicen Códigos del duelo, y logró que por mucho tiempo no se veri­ficaran nuevos desafíos en esta capital.

Por aquellos años, Genaro García inició su incli­nación a las letras con dos pequeños volúmenes de novelas que intituló Inelda y Pobre Belem, esta últi­ma publicada bajo el seudónimo de Franco Leal Pu­blicó, también, unos Apuntes sobre la condición de la mujer, y varios artículos en los diarios políticos y en los periódicos literarios de entonces.

Su amor al estudio y la buena posición que go­zaba en la política el señor su padre, pronto llevaron a Genaro a ocupar una curul en la Cámara de Dipu­tados, para la que fué reelecto como representante, las más veces, de su Estado natal, en sucesivas legislaturas; desempeñó después una defensoría de oficio, en la que no duró mucho, y los empleos, en diversas épocas, de profesor de literatura y de indumentaria en el Con­servatorio Nacional de Música, de historia en el Mu­seo, de jefe de profesores de la misma materia en la Escuela Preparatoria. Además, fué Director del Mu­seo de Historia, Arqueología y Etnología y de la men­cionada Escuela. En una y otra instituciones reveló su espíritu organizador, renovador, desplegando estric­to método y disciplina severísima, si bien es cierto que sus predecesores en el Museo nunca contaron, co­mo él contó, con amplia y cuantiosa dotación por

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parte del Presidente de la República; empero, Genaro correspondió con todo su saber y toda su labor, convir­tiendo el Museo en un riquísimo arsenal de reliquias arqueológicas e históricas, dotándole de un cuerpo de selectos profesores en las materias de su facultad y es­tableciendo un taller artístico y tipográfico, de cuyo mérito son muestras elocuentes las bellísimas ediciones de sus Anales y de las obras allí impresas, entre otras, La Arquitectura en México.

Todavía más. Si el Museo progresó material e intelectualmente bajo la acertada dirección de Genaro, supo también como profesor de historia, del mismo es­tablecimiento, formar una pléyade de aprovechados discípulos, entre los cuales están bien reputados los nombres de Nemesio García Naranjo, Luis Castillo Le-dón, Manuel Gamio, Juan B. Iguíniz, Ignacio B. del Castillo, Alfonso Teja Zabre y el extinto joven Agustín Agüeros. Todos ellos, aparte de haberse distinguido por sus propias obras, colaboraron con su maestro en las co­lecciones de éste, tanto oficiales como privadas.

La gestión de Genaro García en la Preparatoria no puede juzgarse, porque caída la administración huerttsta que lo puso en la dirección, tuvo que de­jarla antes de que se pudiera apreciar el resultado de las reformas que había introducido.

No se contentó con ejercer la profesión de abo­gado, con enseñar con provecho en las cátedras, con publicar folletos sobre el problema educativo, como el que lleva por título. La educación nacional en México; imprimió también obras suyas o ajenas, pero adap­tadas a nuestras escuelas, tales como las Nociones de Derecho Constitucional las de Derecho Usual las de Economía Política y las de Instrucción Cívica, ajusta­da esta última a la flamante Constitución de 1917; entre las obras adaptadas figuran Una vuelta a la Re-Pública Mexicana por dos niños y el Frascuelo.

Pero no solamente ocupaban su tiempo los asi­duos trabajos intelectuales a que se consagraba. En temporadas ausentábase de la Capital, a fin de visitar

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los minerales de donde era accionista y en alguna oca­sión él mismo dirigió las tareas y aún trabajó como minero.

II

Si el ejercicio de su profesión de abogado no fué del todo estéril, sí fué amplia y fructuosa su labor en el profesorado, como autor de libros escolares, en la dirección del Museo y en otros planteles de enseñan­za. En el campo de la historia sus trabajos fueron vastísimos y fecundos.

No discutiré si sus obras originales, tan eruditas» adolecen de cierto criterio apasionado, en tal o cual sentido, como la intitulada Carácter de la Conquista Española en América y en México, a la que censuran de proyectar sólo las sombras de la gloriosa epopeya hispánica, o como la de don Juan de Palafox y Men­doza, Obispo de Osma y de Puebla, Arzobispo, Visi­tador y Virrey de la Nueva España, que tildan de ser acusación sin defensa de la Compañía de Jesús; pero sf pregonaré en alta voz, que estos libros y los de compilación que dio a la estampa, son materiales co­piosos para el verdadero y futuro historiador que es­criba los pretéritos sucesos patrios.

Es ciertamente positiva y fecunda su obra como traductor, editor, compilador y anotador de libros y documentos.

Inició sus aficiones históricas con traducir al cas­tellano, en unión de su hermano Daniel, dos obras del filósofo inglés Herbert Spencer, Los antiguos mexica­nos y El antiguo Yucatán; no conformándose con co­rregir los textos citados, y adulterados en las versio­nes extrañas, de que se valió el autor, en la segunda de las obras mencionadas restituyó las citas, tomán­dolas directamente de los cronistas primitivos y en vista de las primeras ediciones.

Como editor, nos legó obras muy estimables: tos Dos Relaciones de la Florida, documentos preciosfsi-

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mos y de un gran interés dramático uno de ellos, y la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva Es­paña por Bernal Díaz del Castillo.

Como es sabido, ei texto impreso de la pintoresca crónica del ameno escritor y conquistador, lo había impreso adulterado el P. Remón, en el siglo XVII, y tal texto había servido para hacer las sucesivas edi­ciones castellanas y las traducciones al inglés, al ale­mán y al francés. Genaro García logró que el Presi­dente de la República de Guatemala le enviase una copia del manuscrito original que se conserva en la capital de dicha nación, y con ayuda de una mala pero íntegra reproducción fotográfica, que existe en nuestra Biblioteca Nacional, reprodujo el prístino texto, tal como le escribió la nervuda mano del viejo Bernal, con todo su selvático lenguaje, enmarañado de abreviaturas y de letras mayúsculas o minúsculas* que salpicaba al azar, como ingualmente los signos de puntuación.

De las compilaciones publicadas por Genaro Gar­cía, son monumentos de su incansable y prolífica la­bor, los siete gruesos volúmenes en 4o. mayor, intitu­lados Documentos históricos mexicanos, y los treinta y siete volúmenes en 8o., intitulados Documentos iné­ditos o muy raros para la historia de México.

La primera de estas compilaciones fué publicada bajo su dirección por el Museo Nacional, como obra conmemorativa del primer Centenario de la Indepen­dencia en 1910, en edición que es modelo tipográfico de las prensas mexicanas, y que honra a los artistas que la ilustraron. El contenido es de suma importan­cia, pues aparecieron en ella, por primera vez, docu­mentos desconocidos referentes al movimiento inicial de nuestra emancipación en 1808; procesos inéditos de los caudillos de 1810 y posteriores, como los de Allende y Leona Vicario; noticias contemporáneas e ignoradas de las heroínas de aquella lucha sangrienta; facsímiles de los periódicos insurgentes; autógrafos impresos de la época; partes oficiales, etc., etc. En resumen, que sin

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esta compilación y la de Hernández Dávalos, no se podría escribir a conciencia la verdadera historia de México desde 1808 hasta 1821.

Más extensa por el período secular que compren­den, es la compilación de los Documentos inéditos o muy raros.

En los 37 volúmenes pueden hallarse autos de fe, descripciones de fiestas, motines, memorias y relatos, autobiografías, pero principalmente las corresponden­cias de cada uno de los hombres más notables que fi­guran en la historia nacional, sobre las principales épocas, como son la dominación española, la indepen­dencia., el Imperio de Iturbide, las guerras fratricidas precursoras a la invasión norteamericana y sobre esta misma invasión; la dictadura del general Santa-Anna, el Plan y la Revolución de Ayutla, la intervención y el segundo Imperio. De las últimas épocas mencio­nadas se encontrarán muchísimos documentos ignora­dos, pues el compilador tuvo la suerte de que le fran­quearan de continuo, el Gobierno y ios particulares, los archivos casi íntegros y hasta entonces no regis­trados de los generales Paredes, Santa-Anna, Comon-fort, Degollado, Doblado, Riva Palacio, Bazaine y de muchos intervencionistas, civiles y militares.

Genaro García perdurará por estas dos compila­ciones, más que muchos escritores que han intentado hacer historia original, porque sin tan vasta documen­tación, a pesar de lo mucho que aún quede inédito en archivos nacionales y extranjeros, los anales patrios escritos sólo con talento y arte, se derrumbarán por falta de cimientos sólidos.

Apuntaré aquí los títulos de otras obras y opúscu­los de Genaro García, a saber: Juárez, refutación a don Francisco Bulnes; Porfirio Díaz, sus padres, niñez y juventud; Bemol Díaz del Castillo, noticias biobiblio-gráficas; los Calendarios Mexicanos de don Mariano Fernández de Echeverría y Veytia; Leona Vicario 9 he­roína insurgente, dos ediciones, de las cuales la se­gunda es una refundición de la primera; El Conde,

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CRONISTAS E HISTOEIAIK)RES 81»

Raousset-Boublon en Sonora; índice Alfabético de los "Documentos para la historia de México," cuatro se­ries que aparecieron anónimas, pero que se sabe fue­ron formadas por Orozco y Berra; índice Alfabético de la "Colección de Documentos para la historia de la guerra de Independencia" de Hernández y Dávalos; Crónica Oficial de las fiestas del Centenario en 1910, obra que publicó en colaboración de distinguidos li­teratos, y que es una de las más hermosas ediciones que hizo el Museo Nacional, por su impresión e ilus­traciones. Imprimió, en fin, su Discurso leído en la solemnidad fúnebre consagrada a don Benito Juárez el 18 de julio de 1906 y La Constitución de 1857, con sus reformas y leyes reglamentarias.

Muchas corporaciones del país y extranjeras, que apreciaron el mérito de sus obras y de sus labores, le nombraron individuo honario o de número. Citaré las siguientes:

Nacionales

Academia Mexicana de la Historia. Sociedad Científica Antonio Álzate. Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Sociedad para el cultivo de las Ciencias y de las Artes. Sociedad Manuel María Contreras, Sociedad Indianista Mexicana. Sociedad de Geografía y Estadística en Michoacán. Sociedad Antialcohólica Nacional. Círculo de Obreros Victoriano Cepeda, del Saltillo. Ateneo Mexicano Literario y Artístico. Liceo Mexicano.

Extranjeras

Hakluyt Society y Royal Society of Arts, de Londres.

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Société Académique de Historie Internationale de París, que le concedió medalla de oro.

Société de Americanistes, de Francia. American Antiquarian Society, de Filadelfia. American Historical Asociation, de Texas. Real Academia de Bellas Letras, de Barcelona. También se le distinguió con nombramiento de

delegado a diversos Congresos científicos y representó a su país en fiestas conmemorativas, como se verá por la lista que copio a continuación.

Delegado en México de la Unión Ibero-Ameri­cana.

Delegado del Primer Congreso Universal de Ra­zas celebrado en Londres.

Delegado del Primer Congreso Pan-Americano de Santiago de Chile.

Delegado de México al XIV Congreso Internacio­nal de Antropología y Arqueología Prehistóricas en Ginebra, en 1912.

Delegado de México al VIII Congreso Prehistó­rico de Francia. (Renunció.)

Delegado de México en las fiestas celebradas en Cádiz para conmemorar el Centenario de las Cortes de 1812.

Secretario General del Comité Mexicano de Or­ganización del XIV Congreso de Americanistas que había de celebrarse en México.

Comisionado para hacer Estudios de la Instruc­ción Rudimentaria en México.

Debo advertir también, en su honor, que de al­gunas de las sociedades extranjeras mencionadas fué el único individuo mexicano que a ellas perteneció; y que fué uno de los pocos miembros que forman la Society for National Resarch of London.

III

No quiero resistir a la tentación de consagrar las últimas líneas de este boceto, al coleccionista y al bi-

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CRONISTAS B HISTORIADORES 221

bliófilo, que ha legado a sus hijos una copiosa colec­ción de objetos y una riquísima biblioteca que cuenta alrededor de 25,000 títulos, incluyendo los folletos.

Genaro García tuvo el gusto costoso, pero inocente, de estos placeres entretenidos. Coleccionó pinturas, acuarelas, estampas, fotografías, medallas, bronces, mármoles, azulejos, tibores, ídolos y, en general, toda clase de antiguallas artísticas o de reproducciones mo­dernas exactísimas.

Su pasión dominante, sin embargo, fué la de los libros y manuscritos. Poseía obras de todas materias, de bibliografía, de geografía, de religión, de ciencias, de jurisprudencia, de literatura, de historia universal, y sobre todo de historia de México.

Su colección de libros relativos a asuntos naciona­les, contiene aproximadamente 18,000 títulos. Abraza desde los códices prehispánicos hasta los libros más modernos; y sólo sobre la última revolución tenía ya pletórico un estante de su biblioteca. Esta colección mexicana es quizá ahora la única en su género exis­tente en nuestro país, porque comprende innumerables obras, folletos, hojas sueltas y periódicos. (1)

Genaro era un enamorado de los libros. Los es­timaba por su contenido, por su rareza, por el precio, por la belleza de las ilustraciones, por la hermosura de su impresión y por lo artístico de las encuadema­ciones.

Olvidaba todo por los libros. Los buscaba en los mercados de objetos viejos y en las librerías. Viajaba en busca de ellos y regresaba feliz con sus conquistas.

Tenía fondos especiales situados en el extranjero, para que en un momento dado sus corresponsales, a un pedido suyo, le enviasen luego, las obras que deseaba.

(1) Desgraciadamente fué vendida par su familia a la Universidad de Texas, en donde se conserva ahora; pero después de haberla ofrecido a nuestro Gobierno qu* no pudo adquirirla.

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Y en las testamentarías estaba alerta cuando se re­mataban las bibliotecas de los difuntos.

Y lo que he dicho de su amor a los libros lo ex­tiendo a su afición por los manuscritos, colección que en su género es única.

Este gusto, este placer que no pueden compren­der sino los que lo han sentido, le costó a Genaro una fortuna; y su pasión extremada por los viejos libros, no le abandonó ni en los últimos días, pues todavía una o dos semanas antes de su muerte, le ofreció al heredero de un bibliófilo amigo mío, la su­ma de 700 pesos por una Doctrina de Zumárraga y una Crónica de Cogolludo, y accediendo a su oferta, el trato quedó cerrado en 800 pesos.

Su afán de coleccionista no se limitó a las clási­cas ediciones de los grandes impresores; coleccionaba diversas ediciones, a fin de agotar un asunto o de for­mar una bibliografía completa, o por lo menos copio­sísima.

Retirado desde el triunfo de la última Revolución a la vida privada, se consagró en los postreros años de su existir, a los cuidados de su numerosa familia, ai fomento de sus negocios particulares, a acrecentar el fondo numeroso de su rica biblioteca, a preparar una edición de la correspondencia de Morelos, y otra de documentos referentes a la Junta Secreta de los gua-dalupes, y a escribir su obra sobre don Juan de Pa-lafox y Mendoza.

Entregado por completo a tan distintas tareas, quizá agotado física e inteiectualmente por el estudio continuado, a la postre de larga y penosa enfermedad, que a ciencia cierta no pudieron determinar cuál fuese los más expertos facultativos, expiró mansa y cristia­namente en su casa de la 5a. calle del Carmen núm. 75, a las 10 de la mañana del día 26 de noviembre de 1920; con la tranquilidad y resignación de uno de aquellos justos varones, cuyas vidas él había leído en los vetustos incunables y en los viejos pergaminos de su amada biblioteca; después de haber estado va­rios meses yacente en el hecho, ayuno por completo de

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sus lecturas favoritas, privado de consagrarse a sus investigaciones predilectas, atormentado mentalmente por penas morales; pero confortado con la virtud y la abnegación de su esposa, con los cuidados cariñosos de sus hijos y los consuelos continuos de sus amigos.

Al día siguiente de su muerte fué sepultado en el Panteón del Tepeyac. El oficio de la sepultura estuvo a cargo del R. P. Mariano Cuevas S. Jo Correspon­diente de la Real Academia de la Historia de Madrid, e hizo su elogio fúnebre el Académico mexicano, señor profesor Alberto María Carreño.

Genaro García será juzgado por su buena fe. Fué ingenuo como Bernal Díaz del Castillo; sentimental como Fr. Bartolomé de las Casas; activo, fecundo y pasional como don Juan de Palafox y Mendoza, a quien consagró el úlimo y el más erudito de sus libros»

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Í N D I C E

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El Capitán Bernal Díaz del Castillo.—Conquista­dor y Cronista de Nueva España 11

El Abate Francisco Javier Clavijero.—Noticias Bio-Bibliográíicas 83

Vida y Obras de Don José Fernando Ramírez . . 127

Don Francisco del Paso y Troncoso.—Sabio Ar­queólogo y Lingüista Mexicano 175

Dr. D. José María Marroquí.—Cronista de la Ciu­

dad de México 199

Genaro García.—Su Vida y su Obra 213