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    'El Pirata Negro', cuyo nombre era CarlosLezama, viajaba a bordo del Aquiln combatiendoa los buques ingleses y holandeses que se oponanal dominio hispano de los ocanos, sobretodo enPanam, donde el Pirata Negro tena su moradahabitual. Su ropaje consista en un traje de pirata, pauelorojo en la cabeza y un enorme medalln colgadodel cuello.

    El Pirata Negro se public en 85 nmeros, desde1946 hasta 1949. N 18 de la coleccin

  • ARNALDO VISCONTI Montbar el exterminador Coleccin El Pirata Negro n. 18 Impreso en GRAFICAS BRUGUERA BARCELONA 1946

  • CAPTULO PRIMERO El caballero ejemplar Una soleada maana de abril del ao de graciadel 1704, en el poco frecuentado puerto deThornhope, situado al extremo occidental de laisla de Jamaica, vino a recalar una goleta deescaso tonelaje y velamen corcusido. Era el barco ingls que cada tres meses anclabaen Thornhope en una de las escalas de su periplode corrello entre las islas britnicas de lasAntillas. La poblacin civil que en escaso nmerohabitaba el puerto y ciudad de Thornhope,consideraba como una de sus principalesdiversiones el apiarse en el muelle, en las rarasocasiones en que un buque inmovilizaba su quillaen el pequeo puerto. La flema britnica de los naturales de Thornhope

  • no les permiti exteriorizar su sorpresa cuandovieron descender a un apuesto caballero que en subrazo derecho sostena amorosamente unacriaturita que no contara ms all de unos meses. Pero la llegada de aquel viajero que manifestabasu intencin de permanecer en Thornhope, porcuanto entr en la sala residencial del comandantemilitar del puerto donde an segua cuando elcorrello zarp de nuevo, sirvi aquel da decomentario en las conversaciones rutinarias. Quin sera el distinguido viajero de ricaprestancia y extraos ojos fascinantes, tachonadosde toques violetas en el verde intenso de laspupilas? Quin sera la nia que con tanto mimo sostenacontra su pecho? Ambas preguntas las contest cumplidamente porla noche el teniente de las Fuerzas Reales, PercyHarrows, saciando con abundancia de detalles lacuriosidad de cuantos le preguntaron. Y el probo funcionario militar no tuvoinconveniente en aadir que se considerabahonrado con la naciente amistad que el caballero

  • ejemplar le haba inspirado. Su relato minucioso permiti a todos los oyentesrememorar lo ocurrido como si lo hubieranpresenciado.... Percy Harrows no esperaba aquella maana msvisita procedente de la nave corrello que lasempiterna entrega por un factor de la valija,conteniendo algunas cartas, instrucciones selladas,y la importante relacin, redactada por unpendolista, de las novedades y hechos acaecidosen las tierras britnicas de Ultramar. Por eso, Percy Harrows sintise gratamentesorprendido, cuando un distinguido caballero, connaturales ademanes de cortesano y hombre biennacido, entr al marcharse el factor, ydescubrindose se present. Tengo el honor de saludaros, seor teniente.Soy Liam Montbar, irlands por nacimiento yfrancs por madre. Dignaos sentaros, caballero. Me llamo PercyHarrows y Su Graciosa Majestad Britnica pordelegacin en el Excelentsimo Seor Residente,ha tenido la benevolencia de designarme como

  • comandante militar de la ciudad y puerto deThornhope. En qu puedo serviros? Yo he de ser vuestro servidor, ya que convuestro beneplcito tengo intencin de permanecercierto tiempo en Thornhope. Es no slo mi deberante vuestro rango militar, sino una atencin quegustoso cumplir, el poneros en antecedentes delos hechos que me han trado a esta ciudad. Por mimatrimonio con una dama francesa, emparentadacon la nobleza, resida yo en Pars, viviendoplenamente dichoso y sin la menor incidencia enmi montona existencia, ya que por misericordiosodesignio de la Providencia, nac en familiapudiente y a la muerte de mis padres, hered unafortuna que me permiti el ocioso disfrutecomedido de los honestos placeres de una buenamesa compartida con excelentes relacionessociales. De vez en cuando emprenda con miesposa algunos viajes artsticos por Inglaterra eItalia. Era yo un hombre feliz. Si vos queris, eraun ocioso haragn insulso, ya que para vos,hombre de armas, la vida sin peligros esconsiderada casi como despreciable.

  • Cada uno de nosotros, caballero replicHarrows amablemente cumple con su deber,desde la escala social en que se halle. Si lo tenisa bien, proseguid vuestro relato, caballero. Percy Harrows estaba intrigadsimo desde laentrada de Liam Montbar por la visin del hatillode ropas blancas y sonrosadas carnes que yacaadormilado en el regazo del irlands. Pero habra sido una gravsima falta al decoro,el que manifestara, con preguntas la intensacuriosidad que le dominaba. Como os deca, seor teniente, era yo unhombre dichoso, libre de toda preocupacin yacog con el gran alborozo que fcilmentesupondris la noticia de que por fin iba a serpadre. Hace cuatro meses naci mi hija... y lainocente criatura, al dar su primer vagido, borr enparte el triste estertor de muerte de su madre. Liam Montbar acarici lentamente la pequeacabecita envuelta en un gorrito de encajes. Sabaostentar el aspecto del hombre que valerosamentedomina la exteriorizacin de su hondo dolor, yesto le granje una mirada de simpata del militar

  • ingls. Creedme si os digo, que entonces todos losrincones por donde con mi esposa haba paseado,todas las comarcas que antao recorrimos felices,se me antojaron a la muerte de ella vivasexpresiones grficas de la buena esposa que habaperdido para siempre. Realic la venta de mispropiedades, y decid embarcar partiendo lejos delas tierras donde, sin ella, siempre hallara motivode renovarse mi dolor. Y tengo un deberineludible, que es el de no dejarme avasallar porla desdicha, y velar por el futuro bienestar de estatierna criaturilla. Elegir un lugar como ste,apacible y alejado de deberes sociales, vivir slopara educar a mi hijita, rodendola de todas lascomodidades que mi posicin afortunadamente mepermita darle. Sabis, seor teniente, de algunacasa en venta, con servidumbre honrada y apta? Percy Harrows tard un instante en replicar,porque si su buena fe y su rectitud eran suspreclaras virtudes, en cambio no se distingua porla holgura de su agilidad cerebral. He estado pensando unos segundos en vuestro

  • caso especial, caballero Montbar. Mientrasadquirs la casa, la mandis acondicionar ycontratis la servidumbre, deberais alojaros en unmesn, y con vuestra hijita, no os lo recomiendo.He pensado en la viuda Plump, una excelenteseora intachable, que vive con su sobrina en lamejor mansin de todo Thornhope. Desde quemurieron sucesivamente su esposo, un bizarromarino, y su hermano, la viuda Plump no empleapara nada las vastas habitaciones del piso alto desu casa. Naturalmente, es riqusima, y no necesitani querra vender la propiedad de la porcindeshabitada de su casa. Pero creo que habra unarreglo. Vos, no conocis a la viuda Plump? Llam Montbar replic que no tena ese honor, yen parte era cierto, puesto que no conocapersonalmente a la dama en cuestin. Pero siestaba en aquellos momentos ante el tenienteHarrows, y en la ciudad de Thornhope era por dosmotivos; porque saba que era una ciudad pocotransitada, donde las nuevas del continentellegaban con mucha tardanza, y la segunda razn,era que a bordo haba odo hablar abundantemente

  • de la gran riqueza de la viuda Plump y de susdeseos de casarse de nuevo, cosa que si no habahecho ya, no era por falta de pretendientes, sinoporque declaraba que no encontraba a ningnhabitante masculino de Thornhope losuficientemente arrogante para suceder en eltlamo nupcial al guapo y elegante Theodor Plump. Tambin saba Liam Montbar que la casa estabadeshabitada a medias, pero si se hubiera referido aello, habra podido, quizs, despertar sospechas enel nimo del teniente. Y mentalmente lo bendijocon irona por haber sido l mismo quien, con eltalismn de la criaturilla que dorma en susbrazos, iba a abrirle las puertas de la mansinPlump. La viuda Plump tiene un coraznbondadossimo y la nica sombra que hubo en sumatrimonio fu que Dios no le concedi hijos. Yoestoy seguro de que en tanto que usted halle casa asu gusto, la viuda Plump no tendr inconvenienteen concederos hospitalidad, a vos y a la niita. No puedo aceptar, seor teniente. Bajo ningnconcepto. Aunque os doy mi palabra que os lo

  • agradezco con toda el alma. No puedo imponer ala seora viuda esa molestia y... Molestia? interrumpi el teniente consincera vehemencia. Precisamente por eso osdije que no conocais a la viuda. Es la virtud y labondad personificadas. No os neguis a ello,caballero. Vuestra paternidad bien merece que seos ayude. Tuvo an que insistir mucho el teniente, y al finlogr que Liam Montbar accediera a esperarle allmismo, mientras l iba a hablar con la viudaPlump. * * * Horacia Joy, viuda de Theodor Plump, acogicon agrado la visita del teniente Harrows, quiencon prolija meticulosidad, fu repitiendo las frasesde la historia de Liam Montbar. Sin ser presuntuosa, la viuda de Plump admitacomo cierto que era ella la mujer ms bonita y msrica de Thornhope. Slo consenta endeterminados instantes sinceros en admitir,

  • tambin mentalmente, que Pamela Joy, la hija de suhermano difunto, era la nica que podacompararse con ella, no en riqueza, porque noposea ni un ochavo, sino en tersa blancura delcutis, en el azulado romntico de los ojos y en larubia sedosidad de los cabellos. ...y ha sido pensando en la nia, cmo mepermits sugerir la idea de que vos, seora, eraisla nica persona de Thornhope que poda resolverla momentnea tribulacin de un padre ejemplar,afectado por su reciente viudez. Habis hecho bien, Percy. No ya por elcaballero Montbar, sino por la nia, y porque vossois quien os interesis en ello, pongo mi casa adisposicin del caballero Montbar, mientras hallasu propia casa. Media hora despus, Liam Montbar inclinabacon exquisita galantera su alta talla para besar latibia y regordeta mano de la viuda Plump. Vedme, seora, cohibido por mi intrusin yemocionado por la grandeza de vuestra almagenerosa. Procurar seros gravoso el menortiempo posible, y siempre tendris en m un

  • servidor agradecido. Horacia Joy reconoci en su fuero interno que laprestancia del caballero irlands igualaba, si noaventajaba, a la del varonil Theodor. Pero pens absurdamente que si no hubiera sidopor la nia habra denegado hospitalidad alviajero. Haba en aquellos ojos extraos algo quela escalofriaba, como si una encubierta maldadanidara tras las pupilas, sonriente al mirar a lachiquilla, atendida ya por una doncella; tristes alevocar su desgraciada viudez. Grinby el mayordomo, os atender, caballeroexplic la viuda, rehuyendo mirar el rostro deMontbar. Y Lucy se har cargo de vuestra hija.Habis tomado posesin de vuestra casa. Tras repetir su profundo saludo, Liam Montbaratraves varios salones precedido por un viejolacayo. Tuvo tiempo de ver en los vastos jardinesla marcial figura del teniente Harrows paseando encompaa de una muchacha muy parecida a laviuda Plump, con diez aos menos. Los primeros das, Liam Montbar, con suinteligente experiencia, no apareci para nada en

  • el camino de la viuda y su sobrina. Las vea pasearpor el jardn, y recibir visitas de todoThornhope, pero l segua inmutable, encerrado ensu despacho, cuyo ventanal daba al jardn, absortoal parecer en el estudio de viejos manuscritos. Fu tan generosa la ddiva que entreg al viejomayordomo Grinby intruso, encomindolo comoa caballero ejemplar y estudioso. Efectuaba sus comidas solo y frugalmente. Bebamoderadamente y su mtodo diario de vida era tanasctico, que la propia viuda Plump reprochse suprimera desfavorable impresin. Montbar sala hacia el atardecer tan slo aefectuar un corto paseo, para examinar las casas enventa que pudieran convenirle. Saba ya que Pamela Joy viva a expensas de laviuda, y que era la prometida del teniente PercyHarrows. Y fu la propia viuda la que una noche envi unainvitacin al caballero Montbar para que tuviera abien compartir sus comidas, porque tanta soledadno era conveniente para un hombre entristecidopor su desgracia.

  • Las primeras veces, Liam Montbar hablescasamente de s mismo. Limitse a entretener alas dos mujeres con narraciones de sus viajesartsticos; cit discretamente episodios de laCorte parisina, y su amena conversacin constituyya para Horacia una necesidad. Pero Liam Montbar saba observar y creypercibir de vez en cuando una luz de enojo en lasazules pupilas de Pamela Joy, cuando, sin darsecuenta de ello, la viuda empleaba un tonoautoritario para pedirle un chal porque sentafro o que fuese al dormitorio para recoger unlibro que deseaba que el caballero leyese, paraque le diera despus su opinin. Horacia Joy era buena, rica y bella, perodesconoca esa determinada discrecin llamadatacto, y una noche, durante el transcurso de lacena, ocurri una escena que hizo nacer en LiamMontbar una modificacin de su plan. Haba comprendido que la viuda, por ciertorecelo que a veces transparentaba, no sera fcilpresa. Y empez, a raz del incidente, a examinarla posibilidad de captarse la confianza de Pamela

  • Joy. Citaba instantes antes del incidente, la ancdotahistrica del marqus du Manoir, que se habadesposado con una granjera, cuando Horacia hizosu imprudente comentario: Cuando un caballero ocupa una posicinelevada, es un error malcasarse. Si yo fuera unapobretona, considerara casi un insulto que uncaballero rico me hiciera objeto de su peticinmatrimonial. Observ Montbar que Pamela Joy frunca eldelicado entrecejo, y que sus manos temblabanligeramente mientras cortaba el pescado. La viuda Plump continu, sin maldad y noaludiendo ni remotamente a su sobrina pobre: Siempre pensara que me haban comprado,como... pero qu te ocurre, Pamela? La aludida acababa de rechazar hacia atrs susilln, y ponindose en pie, miraba colricamentea su ta. Percy es rico y es adems un militar apreciadoque llegar a ser Residente. Consideras, pues,que me compra al elegirme por esposa?

  • Y abandon precipitadamente la estancia. Laviuda Plump, sinceramente condolida, contempl aLiam Montbar como tomndole por testigo de suinocencia. Nunca alud a Pamela, ni pensaba en ella alhablar. Es chocante que la muchacha se hayaencolerizado tan inoportunamente. No lo tomis a mal, seora. Una nia ociosacomo vuestra sobrina est propensa ainjustificados ataques de nervios. Y a la maana siguiente, cuando la viudadirigase a su capilla protestante, Liam Montbarhallse como por casualidad frente a Pamela en elrincn del jardn que sta elega para sentarse ybordar unas veces, y otras para dejar en libertadsus pensamientos. Buenos das, seorita. Os molesto si mesiento junto a vos? Muy al contrario. Quera precisamentepediros perdn por mi explosin nerviosa de ayernoche. No pude contenerme. Era lgico. Vuestra respuesta fu la adecuada.No ya un teniente del ejrcito britnico, sino el

  • mismo prncipe real es quien merecis por rendidoservidor. Haba tenido tiempo Montbar de justipreciar elgran orgullo que Pamela Joy ocultaba bajo uncallado exterior. Es amabilidad de vuestra parte, seor. Comodijo bien mi ta, yo soy una pueblerina sin dote, ydebo agradecer al teniente Harrows que se dignarafijarse en m. Suceso que lamento de todo corazn. Qu queris decir? Que la anticipada suerte del teniente alelegiros, me veda hablaros con claridad sinincurrir en felona y el irlands entorn los ojos,mientras ella volva la cabeza. Ninguna mujerme caus ms fuerte impresin que la que vos meprodujisteis al veros por vez primera. No necesitouna madre para mi hijita; necesito la esposa quecomparta mi existencia. Viajar en vuestracompaa; descansar en mi castillo de Francia; notener ms que un deseo, que sera colmar todos losvuestros... Pamela Joy levantse y, andando

  • apresuradamente, desapareci en la casa. LiamMontbar sonri... y sigui sonriendo cuando viante l la figura del teniente Percy Harrows, quecon la espada desenvainada en el puo, acababade surgir ante l. Daos preso! Por flirtear con vuestra novia?preguntirnicamente el irlands, mientras se pona en piereposadamente. Por orden del ResidenteVos sois el cobardefrancs, culpable de sanguinarias e inhumanasacciones, Vos sois Liam Montbar, el pirata!

  • CAPTULO II El velero sin alegra Declinaba la tarde, obscureciendo los contornosde la isleta perdida en el Atlntico a medio caminode las Amricas. Las voces de Cien Chirlos en su pintorescajerga malsonante y el ruido de las cadenasarrollndose al torniquete, indicaban que se estabarecogiendo el ancla del velero Aquiln. Se soltaron las amarras que sujetaban el navopirata, el cual comenz a salir de aquellos parajes. En el castillete de proa, Carlos Lezama, el PirataNegro, daba de vez en cuando una estentreaorden, que la tripulacin apresurbase a cumplir.Junto al jefe pirata, Satn el leopardo, apoyabala cuadrada testa sobre sus patas delanteras. Carlos Lezama permaneci inmvil por espaciode varias millas, con la mirada en un punto lejano.

  • Sus ojos no miraban al mar; vean en las olas, enlas nubes, en el velamen, siempre la misma visin:Un rostro sardnico de ojos verdes tachonados detoques violetas... Descendi cuando ya la noche se habaenseoreado del horizonte. En la camareta de lasala capitana, un manco pelirrojo haca compaaa una mujer de morena belleza desafiante: Karmi,la zngara. Al entrar el hombre y la fiera, Diego Lucientes,el manco pelirrojo, escanci vino en una copa quetendi en silencio al Pirata Negro. Satn se tendi al lado de Lezama, cuando stese sent frente a la pareja. Karmi, cohibida,contemplaba con muda splica al hombre que,desposndola, le haba prometido un edn defelicidad... y desde la salida del Aquiln deaguas francesas, todo era tristeza a bordo. El hombre que antes sonrea con simpticohumorismo, el hombre que deca frases amorosas,pareca haberse convertido en una sombra de smismo, en el hurao pirata que ahora, tras beber lacopa de vino, permaneca en silencio, fija la

  • mirada en un punto vago... Hay un extremo, seor, que yo desearaaclarardijo de pronto Diego Lucientes. Enqu situacin estoy yo a bordo de tu velero? Por la muerte de tu esposa y el rapto de tuhija, eres, como yo, un hombre con ladesesperanza por compaera. Karmi se levant silenciosamente y entr en sucamarote. El camarote donde lloraba a solas desdela partida del velero. Fuiste cruel en tus palabras para con ella,seory el madrileo indic con su brazo vlidola puerta cerrada tras la que estaba la zngara.Es tu esposa, y de nada es responsable. Quiereofrecerte su cario y t... ...y t mismo me dijiste que hay penas para lasque ninguna palabra sirve de alivio. Para ququiero yo el amor de Karmi?y, a medida quehablaba, el Pirata Negro se acalor. Crees,acaso, que puedo siquiera pensar en lo que esamar, mientras siga en vida Liam Montbar? Y,aunque lo torture por espacio de un mes, da ynoche, acaso con ello me devolver a mis

  • padres? Hallaras un blsamo mitigador para tudesesperacin si aceptaras el amoroso afecto de tuesposa. Por qu no me echas en cara que me estoymetiendo en lo que no me importa? Anda, dilo,seor. Antes, aun en los momentos ms graves,sabas ser custico y mordiente... Ahora, eres unfnebre personaje. Alz despaciosamente la frente el Pirata Negro yclav en el madrileo una mirada de fra dureza. Te tolero mucho ms de lo que a ningunotoler nunca, Diego Lucientes. Tengo que pensarque perdiste tu medio brazo por mi velero, y quepor mi esposa perdiste a la tuya. Olvdalo. No quiero tu agradecimiento, seorpirata. Quiero que seas el de siempre. Que tu dolorquede en tu alma, pero que no paguen culpasquienes ningn dao te hicieron. Ella es tu esposay cometes con ella el peor de los crmenes, porquela indiferencia de tu actitud es la peor de lasinjurias que puedes inferir a Karmi. Es unahumillacin que nada justifica. Por eso te preguntantes en qu situacin estoy a tu bordo. Me

  • consideras un pirata ms a tus rdenes? No. No quiero piratas con tus dotes. Te sobracerebro y te falta discrecin. Entonces, en qu concepto comparto tuscomidas? No rob Montbar a tu hija?.. No tengo yoque verme cara a cara con Montbar? Nos une estelazo a ti y a m... Nada ms? y el ex bachiller sonriamargamente. A veces creo, seor pirata, queolvidas que existe una palabra llamada amistad.Yo quisiera verte sonrer, verte inquieto por lassombras violceas que bajo los ojos de Karmihablan de llantos... Slo tengo una inquietud: dar pronta caza aLiam Montbar. Y por eso ya no se atreven tus piratas a rer?Y por eso hieres continuamente a tu esposa con elbaldn de tu indiferencia? Y por eso paseas comofiera rencorosa, encendidos los ojos y torvo elsemblante?.. Me das pena, Carlos Lezama. El Pirata Negro se puso en pie bruscamente,pegando un fuerte puetazo sobre la mesa.

  • Repite esa opinin! No he odo bien tu ltimafrase... Diego Lucientes se puso tambin en pie, y,aunque interiormente senta el peligro a que seexpona, repiti calmosamente: Digo que me das pena. Puedes engarfiar tumano alrededor de tu pistola, que si resuelves algomatndome, mtame. Pero yo aprend a rer en tuescuela brava de desprecio del dolor, o al menosde saberlo ocultar con buen gusto tras unacarcajada, cruel de tono, pero alegre en el fondo.Tambin yo he perdido lo que ms quera. Hay enmi alma una perpetua llama que me muerde; peroarde sola como en un santuario, que yo no soy unalfeique que quiere amargar la existencia de losdems, con su intemperancia de continuahosquedad. Si prefieres la compaa de tuleopardo a mi amistad, all t. Pero antes eras unhombre corts y galante con las mujeres. Karmi estu esposa, y sufre. Ten al menos, si no quieresdarle amor, la cortesa de hablarla de vez encuando, de darte cuenta de que ella existe. El Pirata Negro sali de la estancia sin decir

  • palabra. Tras l, Satn alarg la zancada de suspoderosos remos. Diego Lucientes, ms que sentarse, dejse caeren el escabel. Secse el sudor que perlaba en sufrente. Recrcholis! murmur en voz baja. Otrodiscursillo como se, y vas a servir de pasto a lostiburones, mi buen Dieguito. La puerta del camarote de Karmi se abri, y labellsima zngara, secndose los ojos, sonri entresus lgrimas al madrileo. Gracias, Medio Brazo. Te he odo... Nodebes salir en defensa de mi abandono. Te matar.No has comprendido que la doble prdida de sumadre y de su padre le ha dejado insensible a todaidea que no sea la de vengarse? Acaso yo no he perdido a mi esposa, que erami nica familia?.. Acaso Liam Montbar no rapta... la hija de Gaby? Y por eso debera yomaltratarte a ti o pelear con el que es mi nicoamigo? Es peligrosa su amistad tal como ahoraest. Pero es un hombre que sabr sobreponerse.Ten paciencia, Karmi. Cuando Liam Montbar

  • muera, l volver a ser el caballero que conociste. Ella, sintiendo en su alma un profundoagradecimiento hacia el ex lugarteniente del PirataNegro, acercse a l, y le bes en la mejilla congratitud de hermana. Apartse bruscamente al or una secaexclamacin. Albricias! Relampagueantes los ojos, Carlos Lezama estabaen el umbral de la sala capitana. Desenvain suespada y, con la punta de ella, seal a la zngarasu camarote. Vete. No hables! Vete! Obedece, Karmiapremi el madrileo. La zngara, desorbitados los ojos, vacil. Unasonrisa de Diego Lucientes, animndola a irse, lehizo entrar de nuevo en su camarote. El Pirata Negro hizo cimbrear la hoja de suespada, que silb en el aire. Diego Lucientessigui sentado mirndole, con rostro desprovistode su habitual simpata. No vas a hablar t, pirata. Voy a hablar yo, yemplear tu antiguo estilo. Me hartas, estoy de ti

  • hasta el occipucio, y si esto fuera una diligencia,ordenara al cochero que parase, porque alapearme tendra la satisfaccin de perderte devista. Agita, agita tu cortacarnes. Qu aguardaspara perforarme? Conque albricias? Albriciasde qu, torpe de ti? Porque ella me besaba en lasmejillas? Tuve la imprudencia de aconsejarlepaciencia, de decirle que cuando t mataras aLiam Montbar volveras a ser un hombre... Mearrepiento: no es hombre quien como t haentrado en pose sarcstica de marido francs! Desenvaina!dijo secamente el PirataNegro. No me da la gana! Mata, pirata. T eres unasombra, eres un esperpento... No eres el CarlosLezama que yo reverenciaba y al que admiraba.Maldito seas! Tu odio hacia el irlands teextrava y te hace olvidar que eras antes unhombre, y no un loco satnico, que eso es en lo queahora te has convertido. Satn empez a gruir sordamente al ver laaccin del Pirata Negro, que di dos pasos haciadelante y derrib de un manotazo la mesa que le

  • separaba de Lucientes, quien sigui sentado,plido, pero decidido. Ms loco eres t, que si me crees loco,continas provocndome. Un da te advert ya quesomos dos caracteres iguales, y que uno de los dossobraba. Vas a querer que te acuchille como a uncobarde? El cobarde es quien acuchilla a quien le cantalas verdades. Yo no conoc a tu madre, pero estoyseguro de que muri consolada, porque saba quesu hijo era un hombre, y no un asesino. Un hombrecon sus pecadillos, y no un santo; pero tan distintoal que ahora veo, que me cuesta trabajo creer quet seas Carlos Lezama. Y ya estoy harto de ti y dehablarte. Haz lo que ms te apetezca. El brazo armado del Pirata Negro retrocedicomo para tomar impulso en accin de herir... Dimedia vuelta bruscamente y envain. De espaldas al estudiante, murmur: Quiz tengas razn, Medio Brazo. Pero sloel infierno sabe lo que me ha costado noatravesarte de parte a parte. Quitar la tentacin de tu camino. Desde este

  • momento comer, dormir y vivir en la cala.Cuando seas de nuevo el que eras, llmame. De tiaprend la leccin de no guardarle rencor al quesufre un momentneo extravo. Mientras el Pirata Negro, entrando con Satnen su camarote, cerraba la puerta, Diego Lucientessali al exterior de la sala capitana. Poco despus, ya en la cala, entraba en elcuartucho, donde en dos literas descansaban CienChirlos y Piernas Largas, los dos hombres quecompartan el mando subalterno, aunque,efectivamente, el segundo fuera ahora el andaluz. Hall tan slo al pirata de rostro surcado decicatrices. Buenas noches, timonel salud el pelirrojo. Vengo en busca de una hamaca tendida departe a parte que me permita dormir en vuestralinda alcoba. Hay protesta por tu parte? Yo tengo bastante sitio en mi litera. El restodel cuarto es tuyo. Te ech l? Me ech yo. Tiene el seor Lezama muchoodio acumulado en el cuerpo contra el irlands, yes muy quisquilloso. Podra mandarme al otro

  • mundo en un descuido colrico. Naturalmente... aprob Cien Chirlos,encontrando muy lgico que l matase almadrileo en un momento de aburrido enojo.Haces bien, seor, en venir aqu. Cuando l estsin alegra..., le temo yo tambin. No te apenes, buen mozo. Volver a rer, yentonces reiremos todos. Aquello gust al pirata, que, en rasgoextraordinario de amabilidad milagrosa, ayud alestudiante a colocar su hamaca. Son con roncotaido una campana. Mi turno de maniobra. Hasta despus, seor. Buena guardia tengas. Cinco minutos ms tarde de la salida de CienChirlos, entr Curro Montoya, el chiclanero delas esquelticas piernas y el busto de atleta.Llevaba, como siempre, terciada su guitarra alhombro. Hola, compadre. Me cont el carato fea quehas decidido venir a alegrarte en nuestracompaa. Pero desde que salimos de Francia, miguitarra slo templa por malagueas de

  • cementerio. Estamos en un velero que parece elfantasma de lo que fu. Ya no se oye sucarcajada, y el verle pasear me pone la piel degallina. El diablo confunda al tal Montbar! La navegacin hacia las Antillas prosiguidurante tres das su montono surcar. Echamosuna partidiya?, era la nica diversin de DiegoLucientes, que aventajaba al andaluz invitador enel arte de hacer fulleras. Alguna que otra vez, al salir a pasear porcubierta, vea recortada en el castillete de proa lafigura solitaria del Pirata Negro, acompaado desu inseparable leopardo. Finga no verlo, y volva siempre la espalda alcastillete. Un anochecer, al terminar su paseo,Diego Lucientes disponase a entrar en la cala,cuando brot del interior una sarta de insultos,juramentos y golpes, que hasta los sordos podanor. Entr y dise cuenta de que, disputando por unajugada de naipes, tres piratas haban olvidado, enel acaloramiento, su habitual prudencia en estaclase de lances.

  • Cien Chirlos, repartiendo zurriagazos,consigui acallar a los tres que rean, uno de loscuales llevaba ya el cuello surcado por unapualada de refiln. En la escalera se perfil la figura del PirataNegro. Peleando entre vosotros?bisbiseduramente. A mi bordo slo hay ahora una ley:vivir pensando en la caza de Liam Montbar. Subea cubierta a esos tres malandrines, Cien Chirlos.Los dems, subid tambin. Cuando los que iban a presenciar el castigoestuvieron reunidos en crculo alrededor de lostres inculpados de haber infringido la ley de abordo en el Aquiln, el Pirata Negro, desde elcastillete orden: Desnudas las espaldas, atadlos a una verga eizadlos! Los tres hombres quedaron suspendidos por lasmuecas, con la punta de los pies a medio metrodel maderamen de cubierta. T mismo, Cien Chirlos. Cincuentalatigazos a cada uno, alternados.

  • Al or la cifra, gimi uno de los que iban a servapuleados. La cantidad normal era: veinte pararia, treinta para ria con herido... Cien Chirlos qued baado en copioso sudorcuando termin de contar los ciento cincuentalatigazos. Vinagre y saldijo lacnicamente el PirataNegro, cuando los tres desmayados piratas fuerondesatados. Diego Lucientes no mir durante el castigo niuna sola vez hacia donde se hallaba el PirataNegro. Esper a que los dems tripulantesvolvieran de nuevo al interior de la cala. Mientras contemplaba, ausente el pensamiento,la oscilante luz rojiza de los dos faroles que a proay a popa iluminaban tenuemente la cubierta, a susespaldas una voz bien conocida coment: El velero sin alegra se aproxima ya a losparajes donde tarde o temprano hallaremos a tuhija. Es curioso, pirata. Mira hacia la luna. Antescreo que tena una sonrisa divertida. Ahora llevauna nube sombra. Antes yo conoca a un pirata

  • que saba contar, y que, cuando algo vala treinta,no cobraba cincuenta. Tu forma de hablar equivale a lo que elandaluz llamara salirse por peteneras. Hemeditado sobre ti, Lucientes, en estos tres das.Has vuelto a darme una leccin de hombra. Karmiruega que vuelvas a la sala capitana. Creo queestima que tu compaa le hace menos triste suaburrida navegacin. La diestra del Pirata Negro se apoy en elhombro del mutilado. Y al ruego de Karmi aado el mo. Al ruego de una dama no puedo negarme. Altuyo... tampoco. Aunque s que por ello regreso ala zona del temporal. Calma chicha para ti, hermano. Si ya no puedosonrer, al menos he jurado que de ti todo lo oir...porque en todas tus palabras alienta slo un buendeseo: devolverme a mi natural temple. Volvise Diego Lucientes y se encar con elPirata Negro. Licencia para que te diga cuanto piense? Absoluta... Pero procura no abusar, hermano.

  • Si fraternizamos en el dolor, que nuestras vidas seprolonguen lo ms posible sin que en mutua riahallemos muerte impropia de los que, como t yyo, hemos atravesado juntos los peores tragos quea un hombre le ha sido dado beber hasta las heces. Ya renace en ti algo del Carlos Lezama,seor. Escanciamos juntos una buena copa deMalvasa? Es acto obligado, Medio Brazo ymientras se dirigan hacia la sala capitana, elhosco semblante del Pirata Negro se distendilevemente. Has acumulado nuevasimpertinencias contra m? Dilas; casi hallo unestimulante en tu inigualable desfachatez. Perdona. Eso de inigualable no es cierto.Pretendo tan slo igualar al Pirata Negro de losbuenos tiempos. Por el instante, no tengo ningunanueva acusacin que presentarte. Si acaso,recordarte que en tus castigos siempre fuiste justo,y has obsequiado con veinte latigazos de ms atres de tus piratas. Karmi, si bien ensombrecido el rostro por hondatristeza ntima, sonri cuando Diego Lucientes

  • bes su mano. Te echbamos de menos dijo Lezama.Ella, porque consigues hacerla rer con tusocurrencias, y yo, porque necesito alguien como ta quien confiar el plan que he preconcebido parauna vez que arribemos a las Antillas. Me reunir con vosotros a la hora de la cena,Carlosdijo ella, levantndose. Al quedarse solos, el Pirata Negro, tras beber,frunci las cejas en sarcstico gesto. Ya ves. Discreta, callada, buena, paciente..., yyo sin saberlo apreciar. A lo nuestro, madriles:tengo planeado reclutar nuevos elementos. Es cortami tripulacin y hacemos rumbo a las Tortugas,donde enrolar cien bergantes de pelo en pechoque se acuchillen con su sombra. Veinte de elloslos destacar por cada tierra que toquemos, paraque sigan el rastro de un irlands con porte decaballero y ojos de brujo. Cuando obtenga laprimera pista, no dormir hasta hallarme frente afrente de Liam Montbar. T mismo me dijiste un da que el odio,adems de envenenar al que odia, nubla la

  • inteligencia. En circunstancias habituales, estoyseguro de que la piel de Liam Montbar no valdraun maraved. Pero, si no te repones, Liam Montbarhar de tu piel una alfombrilla. Cuidado! Meprometiste licencia absoluta. La tienesdijo el Pirata Negro, dominndose. No s cmo fueron los enemigos que antestuviste. Pero s s que Liam Montbar es el espritudel mal. Y te ha vencido en parte. No interpretesmal mis palabras. Te ha vencido, porque jur queborrara de tus labios la sonrisa y ahogara en tugarganta la carcajada. Y lo ha conseguido. No lo ha conseguido, porque volver a ver yor ambas cosas cuando lo tenga a solas conmigoen un espacio cerrado. La copa que el Pirata Negro sostena entre losdedos se hizo pedazos, ensangrentando con cortesla piel de la mano. Diego Lucientes observ framente los pedazosde cristal, y casi sinti compasin por LiamMontbar.

  • CAPTULO III La resentida Liam Montbar, al or de labios del tenienteHarrows que su identidad estaba al descubierto,inclinse ligeramente. Vos, el hombre de familia pudiente fudiciendo Harrows, congestionado el rostro porsorda cleray de honestas costumbres, sois elpirata que a los quince aos mat a un taberneroirlands para robarle. Os embarcasteis comogrumete en un barco pirata. Lograsteis ser jefe deuna tripulacin de desalmados, y vuestranombrada de inhumano os hizo temible. Por eso yvuestras dotes de mando pasasteis a ser corsariodel Rey de Francia, hasta que, descubierto vuestrocaudillaje de Los Mendigos del Mar, el propioRey de Francia ha puesto precio a vuestra cabeza,por si no bastara la misma medida tomada tiempo

  • ha por su Graciosa Majestad britnica. Meengaasteis miserablemente. No tal. Os di mi nombre. Si ment, fu por mihija. Slo Dios sabe qu nuevo crimen es se, yaque no tenis esposa. La pobrecilla es ilegtima. Por ella quieroregenerarme... Ser confiada a otros cuidados. Yo osentregar al Residente, que os aguarda. Si nodisparo ahora sobre vos, es porque, en atencin aHoracia, no quiero formar ningn alboroto. Pero,al menor intento de fuga, os matar sin la menorcompasin. Quin os ha informado tan acertadamente? Era mi obligacin, segn la ley inglesa,remitir por mensajero especial al Residentevuestra descripcin fsica y vuestro nombre. Creedme que soy sincero al deciros queignoraba esa ley. De lo contrario, la hubiera tenidomuy en cuenta. Ahorradme vuestras cnicas reflexiones.Echad a andar delante de m, y recordad que al

  • menor intento de resistencia os aplastar como a lasabandija ms daina que mis ojos hayan visto. Os considero imprudente, mi buen amigo.Venir solo a prenderme, es un rasgo de valenta. Soy responsable de haberos presentado a laviuda Plump. Si os traje aqu solo, solo os llevarfuera de aqu. Cuando el mensajero regres con unsobre sellado escrito por la propia mano delResidente, y le la orden de detencin inmediataque acompaaba a vuestro historial sangrientosent la triple ofensa: el engao con que jugasteiscon mi buena fe, el engao con que osintrodujisteis aqu y el peligro que para la viuda...y para Pamela Joy pudisteis ser. Adelante! Teniente Harrows! Percy!la voz dePamela Joy oyse ntida. Fu slo un segundo: Percy Harrows mir haciala ventana de donde proceda la voz femenina. Como una pantera hambrienta, Liam Montbarproyectse hacia delante. Una de sus manos asi elbrazo armado; la otra se hinc en el cuello dePercy Harrows, que, derribado ante el brutalataque, se defendi con todas sus fuerzas.

  • Pero el irlands era un atleta experimentado encien combates cuerpo a cuerpo: su nervudamusculatura inutiliz todo intento del ingls.Montado an a horcajadas sobre el cuerpo dePercy Harrows, mirse las uas sangrientas, que,hundindose en la garganta del militar, acababande estrangularlo. Una voz de mujer y mis uas. Lgico finalpara ti, seor teniente. Eras demasiado sensibleante la aparente debilidad femenina. Arrastr rpidamente el cadver de PercyHarrows hasta ocultarlo entre un matorral querodeaba el tronco de un rbol. Di un paso haciaatrs y comprob que no se vea al muerto,totalmente cubierto por la hojarasca. La voz de Pamela Joy repiti, ya muy cerca dellugar en el que Liam Montbar acababa de matar: Percy! Liam Montbar avanz unos pasos, hastainclinarse ante la mujer. El seor teniente se ha ido, Miss Pamela. Estaba hablando con vos, y... yo le necesitaba. Cunto lo lamento! No le visteis marchar?

  • No. Le vi entrar tras el seto donde estabaisvos. No dijo a qu hora volvera? Me temo que tardar. Perdonad, laindiscrecin. Tan urgente era lo que queraiscomunicarle? Ella dirigise hacia el banco, donde se sent.Desde all, sin mirar a Liam Montbar, quepermaneca de pie ante ella, dijo: Quera devolverle su anillo. He decididoromper mis relaciones con l. Nunca lo amfudiciendo, sin mirar al irlands. Tan humillanteme fu su oferta de matrimonio, como laproteccin de mi ta. Os hablo as porque, desdeque os vi, comprend hallarme ante un carctercomo el mo. Vuestras palabras son interesantes, Pamela.Seguidme honrando con vuestras confidencias. Yo... creo que vos estis dolido contra lahumanidad. Yo estoy resentida contra mi ta ycontra Percy Harrows por la confianza con que dipor segura mi aceptacin. Naturalmentey sonricon acritud, yo una pobre hurfana sin dote, eranatural que seguira aceptando limosnas a ojos

  • cerrados. A veces hubiera querido nacer hombre yllevar espada. Sois bonita, y eso es vuestra mejor arma. Sifuerais hombre... hubieras tenido el valor dematar a la opulenta Horacia? Contestavalientemente. Smurmur en voz baja ella. Tentacionesme han sobrado. Pero una mujer sola... Dame tu anillodijo l, tendiendo la mano.Tu anillo de compromiso con Percy Harrows. Ella le entreg obedientemente un aguamarinamontada en plata. Liam Montbar volte el brazo y tir el anillo trasun matorral que rodeaba el tronco de un rbol asiete pasos de distancia. Qu hacis?pregunt ella, alzando suscndidos ojos azules. Devolverle a Percy Harrows su anillo. A Percy? No lo veo... Lo mat. Est oculto tras el matorral y no te haodo, con lo cual se ha evitado un desengao. Unnuevo desengao. No me preguntas por qu raznlo mat?

  • Vuestra razn tendrais. Sabia respuesta, Pamela. Podemos llegar lejost y yo. Que tus dulces pupilas sigan engaando aHoracia. Sabes casualmente si ella posee algnescondrijo donde conserva su dinero? S. Lo necesito. Tengo dinero, pero no elsuficiente. Quiero armar un bajel. He reinadomucho tiempo en el mar y he posedo castillos ycofres repletos de joyas y oro. Intervino undiablo... Ya te hablar de l en otra ocasin.Necesito la fortuna de Horacia. Lo antes posible.Por el instante, el inocente Harrows me confi queslo el Residente y l saben quin soy. Me gustarapoder marcharme este noche. Hay lanchones devela en el puerto, que nos conduciran, a ti y a m,hacia las Tortugas, donde volvera a ser quien fu. Os puedo aconsejar una visita que redundaraen vuestro beneficio. Si obris rpida yacertadamente esta noche, podramos ir a ver aJacob Byrdham: un viejo avaro, que es la segundafortuna de Thornhope. Quera casarse conmigo. Sillamo a su puerta, abrir... El resto a vos os

  • incumbe. Liam Montbar acarici el cabello sedoso de laperversa muchacha. Llegaremos lejos, Pamela. Esta noche,inmediatamente despus de cenar, djame a solascon la viuda. Y como has dicho muy bien, el restome pertenece. El da transcurri sin otra novedad que unaalusin accidental de Horacia Joy al hecho de queel teniente Percy Harrows haba dicho a susargento que le relevase mientras l efectuaba unviaje a la capital para verse con el Residente. Liam Montbar limitse a desear que la ausenciadel teniente no fuese larga, porque apreciabaenormemente la gran rectitud moral de PercyHarrows, y Horacia Joy aprob calurosamente,extendindose en elogios del que yaca oculto enun matorral. Pamela Joy ostentaba la ms suave de sussonrisas de ingenua cuando, por la noche, trascenar, bes en la frente a su protectora. Al marcharse ella, Liam Montbar adopt unaspecto de hombre contrariado. Fu tan patente su

  • contrariedad, que Horacia Joy se di cuenta. Os ocurre algo, caballero? No s cmo empezar, seora. Habis sido tanamable conmigo, que el revelaros que en vuestroseno anida una vbora me causa dolor. No os comprendodijo ella, alarmada. Tenis la bondad de acompaarme uninstante al jardn? No quisiera que me oyera nadie. Ella acept, intrigada, el chal que galantementecoloc sobre sus hombros el irlands, y, ya en eljardn, acept tambin apoyarse en el brazomasculino. Queris mucho a Pamela, seora?.. Como a la hija que no he tenido. Para ellareservo mi herencia, y la he rodeado de todos losmimos y atenciones posibles. Os gustara que se casase con PercyHarrows? Mucho. No hay en todo Thornhope,exceptuando, claro est, vuestra caballerosidad,hombre ms honrado que el teniente Harrows. Qu lstima! Y Liam Montbar se detuvo a dos pasos de un

  • matorral que rodeaba el tronco de un rbol, tras unseto. No os comprendo. Me tenis inquieta,caballero. Por qu aludais antes a una vbora?Por qu ahora decs...? Pamela no slo no se casar con PercyHarrows, sino que piensa huir. Imposible!... Acept a Harrows comoprometido. Pero Percy Harrows muri, seora. Veis estematorral? Brillaban tan extraamente los fascinantes ojosdel irlands, que Horacia Joy, temblando, quisogritar. Pero de su garganta no sali sonidoalguno... Brace desesperada al sentir en su blanco cuellola opresin de dos manos, las cuales seentrecerraron tan apretadamente, que los estertoresagnicos de la bella viuda fueron escasos. Levantndola en vilo, Liam Montbar la arrojbrutalmente tras el matorral. Al regresar a la mansin, di juego en su vainaal pual. En el vestbulo, Grinby, el mayordomo,

  • hizo una leve reverencia al or las palabras deLiam Montbar: La seora desea que le lleves su esclavina depieles. Siente fro. Se diriga Grinby a cumplir la orden, cuandovacil, dando un traspis, y aplastse contra lamullida alfombra. Liam Montbar se inclin y extrajo de la espaldamortalmente herida su pual, que limpi en lasropas del lacayo. Otros tres criados quedaron exnimes,desangrndose, alcanzados por sendas pualadas. Y Liam Montbar entr sonriente en la habitacindonde Lucy cantaba dulcemente una cancin decuna que mantena dormida a la hija de DiegoLucientes. La criada llevse respetuosamente un ndice alos labios recomendando silencio. Obedeci LiamMontbar, que avanz de puntillas. La expresin de asombro de la criada quedpara siempre plasmada en su faz, cuando caylentamente de rodillas, llevndose las dos manosal seno abierto por atroz y honda pualada.

  • La nia segua durmiendo con un profundo sueoinfantil... Liam Montbar dirigise a la alcoba dondePamela Joy aguardaba. Os vi. Para ganar tiempo, yo misma he llenadoeste maletn con las joyas y el dinero. Es todocuanto posea mi difunta ta. Liam Montbar cogi el pesadsimo maletn y loabri. Volvi a cerrarlo con ntima satisfaccin.Enlaz por los hombros a la mujer. Fuiste creada para ser mi compaera. Hacetiempo que buscaba una mujer de tu serenidad,Pamela. Vmonos: ya nada nos queda por hacer enesta casa. Recoge a la nia. No ser un estorbo? Es el seuelo que necesito para atraer a doshombres. Recgela. Instantes despus, Pamela Joy llevaba en brazosa la nia, y Liam Montbar, pese a su potentemusculatura, tuvo que cambiar de mano variasveces el maletn, antes de llegar ante una casonaapartada que se eriga cerca de un pantano en lasafueras de la ciudad.

  • Pamela Joy seal al irlands una ventanaobscura, y Liam Montbar apostse en ella,colocando en el suelo, junto al maletn, a la niaenvuelta en pieles. Pamela Joy golpe con los nudillos contra lamadera de la gruesa puerta. Un individuo de bigote y barbilla canosos,encorvado, que portaba en alto una linterna,descorri los cerrojos, entreabri la puerta sujetapor una cadena y mir con desconfianza a lanocturna visita. Quin sois? Pamela Joy... Necesito hablaros. Jacob Byrdham abri la puerta del todo yPamela entr. El viejo avaro contempladmirativamente la bella visin inesperada. Sentaos, Pamela, sentaos. Cunto osagradezco vuestra presencia! Mientras hablaba, encendi un veln, y laventana, tras la que se agazapaba Liam Montbar,qued enmarcada por un rectngulo de luz. Decidme, decidme...apremi lansiosamente, sentndose frente a ella y de

  • espaldas a la ventana. Qu feliz motivo os hatrado a mi pobre hogar, que en palacio seconvierte ahora? He tenido una discusin esta maana conPercy Harrows. Le he devuelto su anillo. Y estanoche mi ta me ha dirigido acerbos reproches. Hepensado en vos...

    Muy bien hechoaprob l, con ojos

  • brillantes. Sabis que hace mucho tiempo que enmi corazn suspira un amor que... Estoy sofocada por la rapidez con que hevenido. Me permits que abra la ventana? Ved que hace fro y os exponis a... Bien, biendijo l al sorprender en los dulces ojos dePamela Joy una mirada de impaciencia. Se dirigi a la ventana, que entreabriescasamente unos centmetros, sujetando tras ellala cadenilla. Felizmente, no hay bandidaje en Thornhope explic al sentarse de nuevo. Pero ya sabis loque de m dicen. Que si soy un avaro, que si soyriqusimo... Mentiras!dijo, con la cautela delavaro. Ella irguise con altivez. Pensis, acaso, que vengo a mendigaros? Perdonad, perdonad. Es la costumbre ya...,quiero decir que, en evitacin de inoportunospedigeos, he preferido tener slo durante el dauna cocinera y fingir cierta frugalidad. Pero a vospuedo deciros que si en casa de la viuda Plump,vuestra ta, vivais como una reina, aqu seris mi

  • reina. Todo cuanto tengo, es vuestro. Ved, seor Byrdham: yo os tengo afecto yvengo dispuesta a amaros y prodigar para vostodos mis cuidados. Pero quiero tener la certeza deque mi vida no carecer de las comodidades queen casa de mi ta he disfrutado. Esclavizado por su senil pasin, el avarolevantse y, acercndose a una pared, descorriuna cortina. Lade un cuadro, que qued inclinadosostenido por un clavo que mantena a otro cuadro,y, hurgando en sus bolsillos, extrajo de ellos unallave que llevaba sujeta a sus gregescos consucio bramante manoseado. Tante en la pared hasta que en una rendija casiinvisible hall un lugar, donde presion. Quedabierto un espacio... Pamela Joy vea de soslayo la mano nervuda delhombre que la haba enamorado deslizarsesilenciosamente por la entreabierta ventana, hastaquitar el garfio de la cadenilla... Jacob Byrdham regres sosteniendoamorosamente un pesado cofre que le haca andaran ms encorvado que de natural. Lo deposit en

  • la mesa, ante Pamela Joy. Mi fortuna, linda muequita. Me permits queos llame as? Vais a ser ma, y... Cuando vi una sombra proyectarse a susespaldas, revolvise con la energa del avaro quedefiende su tesoro. La feroz pualada que le asest Liam Montbarentre los omplatos habra derribado a otrohombre mucho ms fuerte y joven que JacobByrdham. Pero el anciano, con la agnica vitalidadsobrehumana de la desesperacin burlada,aferrse a su asesino, intentando cogerle delcuello. Pamela Joy recoga con tranquilo ademn todo elcontenido del cofre, que iba depositando en unchal abierto. Cuando hubo cerrado las cuatropuntas en apretado nudo, Liam Montbar haba yarematado al anciano. La estancia era un cmulo de derribadosescabeles y revueltas alfombras... En la noche se perdieron la silueta de una mujerllevando en brazos a una criatura, y un hombre de

  • fuerte constitucin, doblado bajo el peso de unmaletn y un bulto que llevaba a hombros. En el puerto, una lancha velera se puso enmovimiento, tripulada por un individuo quedemostraba una pericia sin igual en el arte de orzary manejar la vela simultneamente con el timn. Acurrucada bajo las pieles, Pamela Joy dirigasehacia una nueva vida: la existencia azarosa que sumente perversa de resentida ingrata habaentrevisto, si no con la despiadada crudeza queLiam Montbar haba aportado, s con la totalindependencia de amar a quien quisiera. Y la fiereza del hombre de los ojos verdeshallaba eco amoroso en la mujer que, acurrucadabajo las pieles, contemplaba la arrogante figuradel criminal, tensos los msculos en la penumbra... El sol despert a Pamela Joy y entibi susateridos miembros. No saba que durante unabuena parte de la noche su vida pendi de un hilo.En el combate mental que sostuvo Liam Montbar,vencieron dos consideraciones: sentaseenamorado a su modo de aquella criatura que,como l, no tena el menor escrpulo, y estipulaba

  • que su aspecto candoroso podra servirle de dobleseuelo para atraer a los dos espaolescaballerescos y galantes que, tarde o temprano,hallaran su pista. Y Liam Montbar bes a su nueva compaera,mientras la lancha, hinchada la vela, enfilaba suproa hacia la isla de las Tortugas. La nia empez a llorar, y con cuidadosoademn Pamela coloc un trapito empapado enleche, que verti de una jarra metlica, entre loslabios infantiles. Has pensado en todo admir Montbar. Pens que no poda morir quien te sirve deseuelo para vengarte. Y quiero compartir tusodios con tu amor. Liam Montbar bes de nuevo a Pamela Joy.Haba hallado un alma gemela.

  • CAPTULO IV La fiera sedienta de sangre Como castigo supletorio, los tres hombres delAquiln que haban sido azotados entraron dedoble turno a las dos noches siguientes a la quehaban peleado entre s. Su obligacin consista en sealar a gritos alviga de la cofa las luces que anunciasen a lo lejosnaves en ruta. Ocupaban los tres una posturaincmoda; encaramados a una jarcia, el lugar,expuesto al viento y a una cada al menordescuido, les obligaba a permanecer atentos, sindormirse. Uno de ellos dijo en voz baja algo que prendila primera chispa. Este velero va a la malaestrugancia. Tienemal de ojo. En qu lo notas? pregunt otro, acercando

  • su cabeza. l es una furia posesa. Somos pocos, y vamosa la muerte. Por qu? inquiri el tercero, juntando sucabeza a las otras dos. El irlands tendr una nave ms artillada ycon ms piratas. Nos hundir. l ha perdido elseso, y el velero tiene ya la marca fatal de lamalaestrugancia. Este medioda vi algascolgando del remate de popa. Ya sabis lo que esosignifica. Muerte sin escape. Y qu... qu piensas? Qu podemos hacer? Ser ricos y vivir aos de borrachera yjolgorio. Hay que ahuyentar la malaestrugancia. Cmo? S. Cmo vamos a poder luchar contra elmaleficio? Matndolo. Uno de los oyentes estuvo a punto de aplastarsecontra cubierta. Recuper a tiempo el equilibrio.El otro tembl como un azogado. Matarlo a l supondra que los otros se nos

  • echarn encima y nos descuartizarn, suponiendoque logrramos matarlo. Y, sobre todo, CienChirlos nos hara pedacitos. No seis cobardes, que sta es nuestraocasin. Aprovechando uno de los paseossolitarios que l hace, cercana la madrugada, yen la parte obscura de proa, no habr peligro paranosotros. Y en un santiamn acogotaremos a CienChirlos mientras duerma. Despus, entre los tres,nos ser fcil terminar con el chiclanero. Y elbarco ser nuestro. Estamos cerca de las Tortugas.All lo venderemos, sin contar con el tesoro deljefe... Fu hablando con elocuencia el traidorsupersticioso. A medida que iba empleandonuevos argumentos, los otros dos iban sintindoseconvencidos. * * * Eran las cinco de la madrugada, y la bruma seextenda como un manto hmedo por todo el mar,envolviendo al Aquiln en celajes blanquecinos.

  • Los tres conspiradores, agazapados tras un rollode sogas, vieron aproximarse al Pirata Negroandando meditabundo, con la mirada fija en lalejana invisible. Los tres saltaron simultneamente con lospuales en alto. Con toda su agilidad, que parecaobedecer a un sexto sentido que le avisara de todopeligro, no pudo evitar el Pirata Negro que uno delos aceros, al brincar hacia un costado, le laceraseun hombro. Los tres rebeldes alzaban de nuevo sus puales,mientras Lezama desenvainaba con rapidez,cuando un ronco estertor paraliz de miedo a lostres atacantes. Satn, con las fauces dilatadas, husmeandoruidosamente, distendi sus afelpadas patastraseras y abatise en felino impulso sobre elgrupo de los tres hombres que haban herido al quele alimentaba y saba acariciarle. Sus poderosas zarpas araaron ferozmente adiestro y siniestro, y pese a los esfuerzos titnicosdel Pirata Negro, que intentaba desviar los belfossangrientos, los agudos colmillos desgarraron,

  • mordieron y mataron... Y Satn, la fiera hasta entonces sumisa,relamindose la sangre humana, mir con veladapupila irritada al hombre que pugnaba porapartarle de los restos despedazados de los trespiratas. Carlos Lezama, maldiciendo, evit el primerzarpazo que con las uas extendidas le lanzabaSatn. Furiosamente, azuz a puntarazos deespada al leopardo, que fu retrocediendo congruidos amenazadores, mientras, agachados loscuartos traseros y latigueando su larga cola,preparbase para un nuevo salto... Un recio puntarazo le hizo retroceder lanzandoun ronco rugido, y el sollado ciego abierto tras lle hizo perder el apoyo de sus patas traseras... Otro nuevo puntarazo le hizo desaparecer en lanegra cavidad del sollado sin puertas que servapara depositar en l las velas cuando el Aquilnestaba en reparaciones. El Pirata Negro abati rpidamente sobre lacavidad la cubierta de madera y hierro, queapalanc con la vigueta bien encajada. Oyronse

  • los rugidos de clera y los zarpazos que en sussaltos en busca de la libertad daba el leopardocontra la parte inferior de las tablas. Ests herido, seormurmur la voz deCien Chirlos, apareciendo tras el Pirata Negro. Fueron castigados con creces los que serebelaron. Vigila que nadie abra esta escotilla.Lanza diariamente, por un orificio que abrirs enesta tabla, comida esponjosa para el leopardo.Que beba y coma a la vez. Eso deba ocurrir, seor dijo DiegoLucientes, que habase despertado al or rumor delucha y los fieros rugidos del leopardo. Al fin yal cabo, era una fiera sedienta de sangre. No lo era. Le abri el apetito la traicin detres de mis hombres, que son aquellos restos queCen Chirlos est arrojando al agua. Ellos, consu traicin, hicieron que Satn, al defenderme,sintiera en sus fauces por vez primera el sabor asangre caliente. Y tu hombro sangra. En la sala capitana puedocurarte. Carece de importancia. Un rasguo. Pero s

  • tomar vino. Nunca cre que me traicionaranhombres a mi servicio, ni que Satn olvidaraque comi de mi mano siendo cachorro. Lezama bebi en la sala capitana, mientrasLucientes cauterizaba su herida. Ha probado la sangre. Est perdido...dijo elPirata Negro. Mtaloaconsej el madrileo. No. Volver a probar sangre humana... de loque quede de Liam Montbar cuando yo termine conl. Eso que dices es impropio de ti! Ms queSatn, t eres quien me parece una fiera sedientade sangre. Carlos Lezama extrajo de un bolsillo de su cintoun pergamino que cruji entre sus dedos. Lo tendial madrileo. Lee... y quiz entonces comprenders por quno puedo pensar en otra cesa que en la peor de lasmuertes para Montbar. Examin Diego Lucientes por vez primera laletra afiligranada y bien trazada de Liam Montbaren la sdica carta que haba escrito en dos etapas

  • en el castillo de Kerdal1. Lela en voz alta, Medio Brazo. Necesitoorla, aunque me la s de memoria. Y, en efecto, a medida que el bachiller ibaleyendo, repeta el Pirata Negro las palabras conlos ojos cerrados.

    Estn siempre presentes en mi mentelas figuras de tres espadachines que unda llegaron a Villefranche. Por el solohecho de ser amigos tuyos es la raznpor la que me son odiosos.Naturalmente que no existe punto decomparacin en el odio que a ti teprofeso. Jarnac de Lesperruy recibimuerte a mis manos. Uno. T hundiste mi flota en Villefranchey despus eliminaste a Los Mendigosdel Mar. Tuve que huir y supe hacersaltar mi caballo, que, como buen bruto,obedeci a m pual. Fu su corpachnel que recibi el impacto mortal del

  • agua y me resguard. Nadando, alcancplaya lejana. He ido recogiendo aqu yall, matando, varios centenares deluises. Yo era un corsario rico y respetado.Has vuelto a convertirme en unvagabundo, Lezama. Slo escribir tunombre me hace rechinar los dientes.Todo mi afn ha sido encontrar tu pista,y ahora aguardo la llegada de tu amigoel manco pelirrojo. Morir. Dos...

    Lucientes interrumpi su lectura. Sobra ese nmero. Hasta ahora, en parte, en elresto de su carta, dice slo verdades. T hundistesu orgullo con su flota2. Contina leyendo.

    Pero quedas t. Y no ha sidoinventada an la muerte que a tujactancia bravucona y a tu insolencia

  • inaudita corresponde. Volvers al mar.Yo tambin. Partir a las Amricas;rehar mi fortuna, pero slo llevo unaidea: mandar en algn barco queaniquile al tuyo, y cuando ests en mipoder aprenders a gemir, aprenders allorar, aprenders a sufrir. Mientras aguardo tan dichosos das,plceme disfrutar de un lujoso bienestaral amparo de los que me persiguen, eneste castillo de Kerdal. Esta nochedejar sin servidumbre el castillo; memolesta que tengan tanto cario a tusamigos, Lezama...

    La forma de escribir de lo que sigue tiene otrocarcter. Pertenece a la misma mano, pero estescrito con nerviosidad. S. Lo escribi horas despus. Y Carlos Lezama, hundiendo el rostro entre losbrazos, escuch:

  • Mi estrella me ha favorecido, CarlosLezama. Yo no tengo por quaguardarte, exponindome a ser presopor fuerzas del Rey. El mar es ancho ypor todas partes me buscars. Y cuandolas olas se desplomen abiertas por elcasco de tu velero lanzado en mipersecucin, oirs en su susurro ecos demi carcajada. Pago a tu carcajadaburlona. Voy a...

    Y Diego Lucientes se interrumpi en la lectura. Sigue!grit el Pirata Negro.

    Voy a matar a tu madre, CarlosLezama. Ha sido una feliz idea que seme ha ocurrido en estos instantes, trasescuchar en mi papel de concienzudolacayo las frases que un tal Humbert hapronunciado, celebrando que a turegreso, ella, llamada Esperanza, te

  • descubra su verdadera identidad. Yo mecomplazco en revelrtelo, CarlosLezama. Esperanza es tu luz en lastinieblas y voy a apagarla... para quesiempre jams las tinieblas te rodeen. He tenido que detenerme porque larisa muda puso lgrimas en mis ojos.Soy muy sensible, Carlos Lezama. No esperar tampoco al mancopelirrojo. Me llevar a su sietemesinala voz del madrileo tembl, yprosigui leyendo con un esfuerzo:Pienso llamarla Satanela yconvertirla, si vive, en una arpa, en unengendro de insana y maldad. Creo quetendr xito. Mi vida tiene ya slo una finalidad:burlarme de ti por ms que me persigas.Y cada vez que oiga una carcajadaparecida a la tuya, matar al que as sera, pero ser yo quien ms se ra.Porque nunca ms reirs, CarlosLezama.

  • Perdona si me despido de ti. Tengoque ir a matar a tu madre. Tambinquitar de en medio al tal Humbert... Separece mucho a ti. Es bella, Esperanza;tiene nombre de anhelo ntimo. Cuandoella arae las sbanas en los estertoresde la agona, me figurar que arao tualma. Dnde est tu carcajada, CarlosLezama? Liam Montbar.

    Diego Lucientes, estremecindose de hondofuror, entreg la carta al Pirata Negro, que volvia esconderla en su cinto. Lo siento, seor. Lo siento por el leopardo. Seenvenenar cuando degluta al irlands. Y mecortar la lengua antes que reprocharte lo quepienses hacer con l. Todo ser poco. Tengo entendido que el nico miedo deMontbar son las fieras. Cuando era slo un pirataasesino, ya evitaba ir por los interiores de la

  • selva. Quiero que en su muerte sufra mil muertes...Despus, quiz vuelva yo a ser quien fu. Cuatro das despus, surgieron la pequea islade Santo Toms y otros islotes inhabitados. Alanochecer apareci la peascosa configuracin dela isla de las Tortugas, que era, en su costanortea, semillero de piratas y bandidos de todalaya. El Aquiln enfil hacia el extremo meridional,y ancl en una baha poco frecuentada. Los docehombres de que se compona la total tripulacindel velero trabajaron activamente durante toda lanoche en la construccin de un gran barracn, pororden del Pirata Negro. Al amanecer, cuatro paredes de tablas clavadassobre pies derechos y con techumbre de hojas depalmera, con pequeas ventanas para laventilacin y en el suelo montones de hierba secapor camastros, formaron el barracn. Terminada su labor, los doce piratas seagruparon, y Carlos Lezama les mir ceudamente.Al fin, descans su mirada en Cien Chirlos. Vas a ir a la ciudad, guapetn. Te llevars

  • cuatro lanchas con dos hombres en cada una.Piernas Largas mandar en las otras dos. Hayvarias bolsas preparadas para que rellenes lascuatro lanchas con cien perdularios de la ciudad. A media tarde regresaron de nuevo a la baha lascuatro lanchas, repletas de los clsicos tipos demarinos tabernarios y desecho de bandoleros. Algunos slo llevaban como vestido un traposujeto por el cinturn, del que penda un melladocuchillo. Todos ostentaban una ropa destrozadapero en el ceidor de cuero no faltaba machete enunos, espada o pual los ms. Otros lucan entre el cinturn y el cuerpo unhacha muy reluciente y afilada. Pero todos, comosi estuvieran en parte uniformados, ostentabanmelenas en desorden, barbas crecidas y rostrospatibularios, de visible ferocidad. Esa fu la tropa que Cien Chirlos aline acodazos y puntapis ante el barracn en cuyoumbral Carlos Lezama observaba a los recinllegados. Los diez otros tripulantes antiguos del Aquilnse apartaron hasta dividirse en dos grupos a ambos

  • lados del Pirata Negro, y en cada grupo secolocaron al frente Cien Chirlos y PiernasLargas, respectivamente. Di el Pirata Negro varios pasos y empez aandar lentamente por delante de las dos hileras. dereclutados. Al fin regres al umbral del casern. En qu te fijaste para elegirlos, guapetn? El pirata de rostro horrendo arrug sus cicatricesen mueca de contento y orgullo. En los msculos, como t haces, seor, y enque supieran manejar pual. Varios, son artilleros.Todos son bribones de pelea. Servirn, menos unos cuantos que tedesignar. Escuchadme vosotros, que buscabaisbarco. En el mo hay buena pitanzaempez adecir con cara adusta y desdeosa el Pirata Negroy habr grandes botines. Hay tambin ltigo yhorca para los que traicionen. Mis diez hombres osvigilarn, porque formar diez grupos convosotros, que obedeceris ciegamente al quedesigne para mandaros. Mi segundo y lugartenientees Piernas Largas. Mi timonel de confianza esCien Chirlos. En espera de mis rdenes, os

  • alojaris todos en este barracn. El Pirata Negro avanz de nuevo y fu tocandoen el pecho con el ndice a diez individuos, encuyo rostro plasmbase demasiado a lo vivo lams abyecta de las degeneraciones. Los que han dejado su pringosa piel apestandoen mi dedo, que salgan. Bien, vosotros diezy elPirata Negro agit una bolsa entre cuyas mallasluca el oroos podis ganar esos cien ducados.Sern para el primero que obtenga una pistacualquiera de un tal Montbar. Carlos Lezama aguard unos instantes. Cienducados era una fortuna. Si todos los nuevosreclutados guardaban silencio, es que ignoraban elactual paradero de Liam Montbar. En qu te fijaste para elegirlos, otros sabe tanbuena noticia, idos los que he destacado comoespas. Rodad por todos los infiernos donde andenperdularios como vosotros. Escuchad el rumor delas olas del Caribe. Y el primero que me traiganoticias del llamado Montbar, tiene mi palabra dejefe pirata de que ser dueo de esta bolsa.

  • CAPITULO V Los mtodos persuasivos de Liam Montbar Con su habitual cautela, Liam Montbar no enfildirectamente la proa de su lancha velera hacia lanica ciudad habitada del norte de la isla de lasTortugas. Aguard a que anocheciera, y cuando hubierondesembarcado explic brevemente a Pamela Joysu prxima misin. Aqu, en esta espesura, ser difcil que teencuentren. Me llevar slo las joyas ms ricas yel oro ms valioso en monedas. El resto y lasietemesina quedan a tu cuidado durante miausencia, que no durar ms all de horas: lasprecisas para ver si Cornichon sigue viviendo enla ciudad. Fu mi segundo hace aos. Liam Montbar, repletos sus bolsillos, dirigise atravs de la playa hacia el poblado habitado

  • exclusivamente por el hampa de las Antillas. Toine Cornichon envejeca conservndose envino. Libaba continuamente y dilapidaba ahora losrestos en vitalidad y ahorros de su carrera delugarteniente pirata. Viva en una buhardilla instalada en el casern-bodega de la ciudad. Y cuando una medianocheentr en su maloliente cuartucho la arrogante figurade Liam Montbar, el borracho parpade variasveces, antes de creer en lo que vea. T? T, mi jefe?tartaje. Sin blanca?pregunt recelosamente; pero un asomo desensatez le hizo ver que las vestiduras de LiamMontbar, que segua silencioso, eran de buen paoy rico corte. Viniste a visitar a tu antiguolugarteniente? Bebes como un novato, Cornichon. La bebidate perjudicar algn da. No te preocupes si me perjudicar o no meperjudicar. Qu quieres en las Tortugas? Ciento cincuenta hombres y un barco. Cornichon ri a mandbula batiente, y, paracalmar su risa, desde el mismo camastro tendi la

  • mano para succionar vidamente de un gollete defrasco. Aplacada su eterna sed, limpise de un revs demano. Hay precisamente un galen magnficocapturado ha poco a los ingleses. Y aunque ayer unpirata de rostro monstruosamente cicatrizado sellev enrolados a cien hombres, quedan muchoslibres. Pero... comprar el barco y la tripulacin tecostara lo que no creo que puedas pagar. Dndeest tu oro? Ah va una muestra y Liam Montbar tirsobre el camastro una bolsa. Despus de contar las cincuenta libras esterlinasen recio oro ingls, que resisti todas susdentelladas, Toine Cornichon tuvo que beber unnuevo trago para reponerse de la impresin. Para ti son, si maana al amanecer hascomprado a buen precio el galen y tienesreunidos a los ciento cincuenta piratas msresistentes de la ciudad. Volver apenas apunte elalba. Al irse Liam Montbar, Toine Cornichon hizo lo

  • que desde aos no sola: vertise en la nuca y enel rostro todo el agua de un jarro, ya mohoso porel desuso. Resopl animadamente. Y al alba, Liam Montbar contemplabacomplacido el galen Invict, de seorial yartstica silueta, que se meca suavemente en elpuerto de la ciudad pirata. Era una magnfica nave. Los castillos de proa ypopa terminaban en balaustradas de tallaselegantes; en el de popa sobresala un voladizobalcn, al que daba el camarote capitana. Popa y proa, en un alarde de britnico orgullo,estaban decoradas con pinturas azules y rojas condiscretos toques dorados. Un monumental farol de hierro repujado sebalanceaba a proa, bajo el bauprs, a impulsos delbandeo de la nave. Y, bajo cubierta, por cada banda asomaban lasbocas de doce caones. Yo, en nombre de la ciudaddijo Cornichon, he tratado el precio a bajo precio y de amigo,por tratarse de ti. Treinta mil onzas de oro. El peso de veinte mil dar en joyas y libras

  • esterlinas. Ni una onza ms. Nadie os lo pagarmejor, y recuerda, Cornichon, que si t eres viejoborracho, yo soy navegante desde mis quince aos. No aceptarn. Adems, dnde tienes tu oro? Te lo dir cuando haya enrolado a mitripulacin. Veinte mil onzas es mi precio por elgalen. Mir Liam Montbar al centenar y medio dehombres que, alineados en cuatro filas, oan laconversacin. Si vosotros buscis oro, oro tendris amontones, porque yo soy Liam Montbar, elExterminador No hay mejor navegante en todo elCaribe, que he surcado desde mis quince aos.Como prima de enrolamiento, os dar a cada unodiez libras esterlinas, cuando estis a bordo. Hay plaza para m como segundo tuyo, mijefe? Quiero volver a navegar. Yo s que t eresinteligente y que sabes dnde conseguir ricostesoros. Soy tu segundo? Lo eres. Y t pagars el precio del galen atus representados. Sabes ya la costumbre, verdad? T, solo a

  • bordo, recibirs la visita del pesador y de diezhombres. La tripulacin aguardar abajo. Cuandohayas pagado, abandonarn tu bordo, y entoncessubiremos todos tus hombres. As no cabe engaopor parte ninguna. Cierto. Y ya que eres mi segundo, venconmigo t solo. Vamos en busca de mi esposa.Vosotros, hombres de mi tripulacin, aguardadaqu. Mientras atravesaban la playa hacia la espesuradonde se ocultaban Pamela Joy y el fruto de losasesinatos de Horacia Joy y Jacob Byrdham, LiamMontbar dijo, con acento persuasivo: Como segundo mo que eres ya, Cornichon,ves algn medio de evitar el pago del galen? No, mi jefe. Dispararan sobre nosotros siintentramos zarpar sin el pago. No hay msremedio. Quin me asegura que no dispararnigualmente? Te has maleado, mi jefe. Bien sabes que lospiratas cumplimos nuestros convenios. Somoshermanos de profesin.

  • Pamela Joy sali al encuentro de Liam Montbary Cornichon. El irlands seal su lancha velera. En ella abordaremos el galen por estribor.Por tierra quiz no llegase a bordo con el oro. Qu desconfiado eres, mi jefe! protestCornichon. Pero sea como dices. T mandas.Es tu hija ese paquete de ropas? Tengo la certeza que eso es algo que en nadate incumbe. Sube en la lancha y maniobra la vela. Instantes despus la lancha atracaba a estribordel galen. Por la escalera de cuerda futransportando Cornichon los pesados fardos quePamela le entregaba desde la lancha y que arribareciba Liam Montbar. Cuando Pamela Joy y la hija de Diego Lucientesestuvieron ya en la sala capitana, Liam Montbartendi por babor la escalera. Cornichon hizovarias seales con los brazos abiertos. Once piratas, uno de los cuales portaba una granbalanza, subieron. La valorizacin de las joyas yel peso de las libras esterlinas fueronmeticulosamente discutidos, y al final el pesador ylos diez piratas abandonaron la cubierta.

  • El galen Invict perteneca ya a Liam Montbar,el Exterminador. Trepando como monos por todoslos asideros posibles, fueron encaramndose losciento cincuenta seleccionados por Cornichon.Cada uno recibi diez libras esterlinas. Levad ancla!orden inmediatamente LiamMontbar. Los artilleros, a sus puestos. Losdems libres de maniobra, repartidos en orden decombate. El Invict maniobr gilmente, demostrando suexcelente estructura. Fu alejndose la configuracin peascosa delas Tortugas, y Liam Montbar permaneci encubierta durante toda la maana, estudiando losmovimientos de su tripulacin. Toine Cornichon vena de vez en cuando arecoger rdenes de nuevas maniobrasexperimentales. A cada llegada al puesto demando, volva con ms titubeos.

  • Liam Montbar, al medioda, mir sonriente aCornichon, que, tambalendose, le salud a usanzapirata. Bu...buen galen..., eh, mi... jefe?.. Excelente. T, en cambio, tienes mala cara.Ests enfermo? Borracho perdido, Toine Cornichon intentenderezarse. Yo... no estoy... borracho. Liam Montbar ech mano a la cintura y vaci elplomo de su pistola en el vientre de ToineCornichon. Mientras el beodo se tambaleaba, heridomortalmente, Liam Montbar le dijo en tonopersuasivo: Ya te advert que el vino te perjudicara. Y, empujando vigorosamente al agonizante, loarroj por encima de la borda al mar. Rumbo al islote de Fenstown, timonel!orden. En su ltima excursin corsaria, Liam Montbarsupo que Roque Miller, el ingls mestizo,excelente marino que haba servido a sus rdenes,

  • habase casado, retirndose de la navegacin pararesidir en un poblado del islote de Fenstown. Sera un excelente segundo... El galen Invict ancl al atardecer ante elpoblado de Fenstown, y Liam Montbar consiguiaveriguar pronto la residencia de Roque Miller. Lo hall en un bien cuidado jardn que rodeabauna casita florida con madreselvas y lianas. Los ojos grises de Roque Miller se alegraron alver al hombre que, mandndole, le haba hechocometer muchos crmenes, pero tambin le habaenriquecido. Feliz da este en que te veo tras tantos aos,seor. Lo mismo digo, Miller. Ves aquel galen? Magnfica estampa! Gran nave!... Est vacante el puesto de segundo. Es tuyo. Roque Miller quedse unos instantes pensativo. Mira, seor, yo, ira contigo... Empieza aaburrirme la vida de cultivador. Pero no puedo. Miedo del mar, donde nos espera la fortuna? Roque Miller se irgui, ofendido. Cierto que no! Aoro la cancin de las olas y

  • los gritos de los moribundos. Pero... no puedo! Conmigo fuiste el primero en la lucha. Qu tehace vacilar? Ira de buen grado, seor. Pero tengo mujer ehija. Y a tu bordo no puedo llevarlas, porque sque es un infierno defenderlas contra latripulacin, que slo respeta a la mujer del jefe. Yno puedo dejarlas aqu. Si se quedan solas,cualquiera de los que anclen las raptar o abusarde ellas. No puedo dejarlas solas... Debiste empezar por explicarme tu justo temordijo Liam Montbar con su voz ms persuasiva. Presntamelas. Tendrs inconveniente? Ninguno, seor! Vers que son bellas y nopuedo dejarlas solas. Roque Miller y Liam Montbar entraron en lacasita. Madre e hija saludaron recelosas al sonrienteirlands. Liam Montbar se inclinceremoniosamente, mientras deca: Comprendo tu desazn, Miller. Es natural quesientas miedo por tus mujeres. Pero yo te respondode que nadie abusar de ellas... Y cuando yo lo

  • digo!... Sin que ninguno de los tres oyentes tuvieratiempo de adivinar sus intenciones, Liam Montbarsac con rpido ademn sus dos pistolas, quevomitaron sus plomos sobre las dos mujeres. Ni ungrito pudieron dar. Cayeron al suelo alcanzadas enplena frente. Roque Miller, con los ojos perdidos encontradictorios impulsos, pareca una estatua. Sele humedecieron los prpados... Ya podrs pensar en ellas sin el temor de queles pase algo malo. Vmonos, Miller. Eres ya misegundo. Liam Montbar aguard unos instantes, sonriendo,pero vigilantes los msculos. Al fin, Roque Miller irgui la cabeza. Era la mejor solucin, seor. Liam Montbar le di una leve palmadita en laespalda. Hombres como t no abundan, Miller. Por esovine a buscarte. Mirando rectamente frente a s, Miller abandonla casita.

  • Y l mismo, cuando estuvo a bordo, reuni a latripulacin y, llameantes los ojos, cont losucedido, mientras Liam Montbar escuchabaatentamente. ...y con ello quiero deciros que con tal jefenada nos detendr. Tambin os digo que nada medetendr a m cuando alguno de vosotros nocumpla como es debido. Y el Invict sembrar elterror en los mares porque nos manda LiamMontbar, el Exterminador. El irlands asinti con lenta cabezada a laspalabras de su lugarteniente. Seal a RoqueMiller el castillete de mando. Ocupa tu lugar. Estoy algo fatigado. Da lasrdenes de regreso a las Tortugas. Necesitoaveriguar noticias de un pirata espaol, y lasaguardar en las Tortugas. Al entrar en el camarote, Liam Montbarcontempl la ciudadosa atencin con que,mecindola, Pamela Joy adormilaba a la criatura. He odo las palabras de Roque Miller dijoella admirativa. Ahora no dudo de que tienes unpoder de brujera. Lo s por dos razones: porque

  • un hombre al cual acabas de quitar el cuidado depreocuparse por su esposa y su hija, y que hablade ti con veneracin, tiene forzosamente que estarembrujado. No. Es un obtuso sujeto que no saba si estabao no enamorado de la vida hogarea. Yo le saqude dudas. Y la segunda razn? Transformaste mi vida con slo aparecer enella. Halago, Pamela. En tu interior haba ya elsedimento de lo que eres. Yo fu, simplemente, elque despert tus fibras. Ella coloc a la criatura en un lechoconfeccionado con varias pieles. Levantse y seacerc al pirata irlands. Ha habido muchas mujeres en tu existencia? Bastantes. Pero a ninguna am, porque tenandebilidades y escrpulos.Y de pronto, con lamutabilidad propia de su carcter, el irlandsabandon su tono reposado para murmurarroncamente: Siento que a ti te amarinfernalmente. Te temo, por el gran amor que yame inspiras.

  • Y en tu amor hallo, tambin, temor, porques... s que el da que te canses de m, me matars. Ambos, como dos furias sin alma, se abrazaronestrechamente... En su improvisada cuna, la hija de DiegoLucientes dorma apaciblemente. Cuando Liam Montbar explic la historia de suvenganza y todo lo referente a Carlos Lezama y elmanco pelirrojo, ella mordise los labios. Ser feliz, si yo misma consigo atraer al PirataNegro. Y en cuanto a la sietemesina, har de ellalo que deseas. La convertir en un engendroinfernal. Bastar que tenga la candidez de tus ojos y tucerebro. Y Liam Montbar abraz de nuevo a la mujer a lacual, por similitud de maldades, quera con toda laperversa complicacin de su temperamento, quehallaba eco en el de Pamela Joy. A la maana siguiente un repentino temporaloblig a todos los tripulantes del Invict a acudira cubierta para maniobrar bajo las expertasrdenes de Roque Miller.

  • En el puente de mando, Liam Montbar observabalos manejos de la tripulacin. Eran hombres bienelegidos y duchos en su oficio. Vi que un muchacho cetrino se dejaba caer enun rollo de calabrotes, soltando el cabo de unadriza que otro recogi. Liam Montbar por unos instantes contempl alque en medio del temporal segua sentado. Baj del puente de mando, y, asindose a lospasamanos, fu acercndose al muchacho, que notendra ms all de veinte aos. Mareado, amigo?inquiri suavementeMontbar. No, seor. Estoy cansado. Esta noche me heren una pierna y la herida se me abre pormomentos. Me caigo... No soy de los quegandulean. Descansar y luego trabajar doble. Haz un esfuerzo y trabaja ahora dijoamablemente el irlands. El muchacho ostentaba en su rostro los estragosde la incipiente fiebre que le invada. Tena loslabios hinchados y la cabeza se le doblaba haciadelante. Repeta montonamente:

  • Estoy cansado! No puedo ms! Liam Montbar le di un golpecito en la espalda. Necesitas descansar. Es cierto. No ser yoquien me oponga. Descansa. Descansa tranquilo. La bala de la pistola de Liam Montbar entr porla nuca del herido, y de un puntapi lo derrib alsuelo. El temporal amain media hora despus. RoqueMiller orden tocar la campana que mandabareunirse a la tripulacin. Liam Montbar, desde el castillete de proa,seal al cadver que Roque Miller mantena enpie. No quiero haraganes ni intiles a bordo. En elInvict slo hay oro y sangre de enemigos paralos que cumplan. Arroja a ese desgraciado al mar,Miller. Cuando el chapuzn indic que la tumba lquidahabase cerrado sobre el intil haragn, LiamMontbar seal la silueta de las Tortugas. Por turnos de diez iris a tierra. Detestopeleas a bordo. Si os queris ejercer, matad entierra. No lo repetir dos veces. Y mientras

  • termino de preparar los planes para una excursinprovechosa, recordad que siempre fueronpersuasivos mis mtodos.

  • CAPITULO VI La encrucijada Diez horas despus de que los recin reclutadosque haban sido enviados a inquirir por Montbar, yveinticuatro antes de que Liam Montbar visitasepor vez primera a Toine Cornichon, una sombraacercse por el exterior del barracn. Detvose un instante, y al fin vi la hamacadonde el Pirata Negro dorma. Dirigase la sombrahacia all, cuando un corpulento individuo seinterpuso, asiendo brutalmente por el cuello al quese deslizaba. Qu buscas por aqu, desconocido?gruCien Chirlos zarandeando al visitante. Sulta... me. Soy de los que envi tu jefe pornoticias de Montbar. Y vengo a por los ducados. A regaadientes solt Cien Chirlos al portadorde noticias. Le condujo a empellones hasta la

  • hamaca. Despertse instantneamente el PirataNegro. Hola, guapetn. Qu me traes? Un bergante bribn que dice que sabe deMontbar, seor. Salt en pie el Pirata Negro y de nuevo elportador de noticias vise zarandeadopeligrosamente. Son cien ducados o cien pualadasmasculltorvamente Carlos Lezama. El dinero, si adivinoque dices verdad. El pual, si hay trampa traidoraen tu informe. Y puedes an callrtelo, si trampaes. Tengo olfato para los traidores. Habla si no loeres. Y el Pirata Negro solt al asustado mensajero,que con sinceridad expuso lo que habaaveriguado. No hay mentira en lo que voy a decirte, seor.Fu de taberna en taberna y encontr a uncompaero mo. Hace solamente tres das vinoprocedente de la ciudad de Crecelle, en la islafrancesa de la Guadalupe. Y me ha afirmado queen la ra Mulatresse vive Montbar. Lo oy muy

  • claramente... Montbar... Dale los cien ducados, guapetn. Y rene atodos. Zarparemos inmediatamente. No hay ms que tres casas en aquella ra,seorampli agradecido el informante. Es laltima segn se entra del arrabal del puerto. Cuando Carlos Lezama atraves la pasarela queuna la cubierta del Aquiln con la playa, oylos rugidos del leopardo preso. Calma, Satnmurmur roncamente.Pronto saciars tu hambre. Diego Lucientes, con afectada indiferencia, vinoa colocarse junto al Pirata Negro en el puente demando, mientras la tripulacin entera se dedicabaa los preparativos de salida. Llevaba ya un cuarto de hora navegando elAquiln, cuando Carlos Lezama sali de suensimismamiento y pareci fijarse por vez primeraen el madrileo. Liam Montbar reside en la Crecelle, unpoblacho de la isla francesa de la Guadalupe. Recuerda que el poblacho no tiene la culpa.Piensas asolarlo y desembarcar a toda tu jaura

  • de nuevos lobos? Yo y t bajaremos. Slo a ambos nos interesaMontbar. Si est rodeado de vigilancia,hallaremos el medio ms seguro de cogerlo envida. Recuerda t tambin que por nada del mundodebes tocarlo, mientras yo respire. Es mayor miagravio que el tuyo. Cierto. Y hablando de agravios, sabrs queKarmi, al crepsculo, me hizo una confidencia. Nosaldr para nada de su camarote. No quiere verte.Dice que ha soportado ya el mximo de lo que sucapacidad de amor poda sobrellevar. El Pirata Negro contempl por unos instantes elrostro de Lucientes. Sin sonrer coment: Apostara que es consejo tuyo, estudiante.Cmo he de decirte que mientras no termine conMontbar ella no existe para m? Cmo he de decirte que cuando termines conMontbar, puedes encontrarte con la desagradablenovedad de que Karmi, irreparablemente heridapor tu desvo, no quiera ni siquiera orte? Tmalo a orgullo, Medio Brazo, pero sque ella me quiere, y necesito su cario... despus.

  • Y ella me lo dar. Tanta seguridad es ofensiva.Desgraciadamentey el madrileo se encogi dehombroscreo que tienes razn. Ella te quiere, yslo anhela que tu primera sonrisa sea para ella. El Aquiln con todas sus velas desplegadas,alcanzaba el mximo de su velocidad rumbo a laisla de la Guadalupe, y qued al pairo cuandovease muy lejana la silueta de la isla francesa. Y en un paraje desierto, desembarcaron solos enplena noche Carlos Lezama y Diego Lucientes. Un impaciente furor ciego haca andarapresuradamente al Pirata Negro hacia las escasasluces del poblado de la Crecelle. Citar de nuevo tus frases, seor pirata. Laclera anubla la inteligencia. El odio restaaptitudes. Para vencer al enemigo hay queaventajarle en serenidad. Muere siempre el que sedeja dominar por la pasin... Bien est, dmine pedante. Acalla tu saco devaciedades. No hago ms que repetir tus frasesaleccionadoras.

  • El poblado de la Crecelle dorma. La ltimacasa de la calle Mulatresse, era un vetusto edificiode bajo techo y cerradas ventanas. El Pirata Negro trep gilmente por el muroposterior... Diego Lucientes imposibilitado por subrazo invlido, acercse a la puerta cerrada, conla zozobra inundando su estmago, rgano dondese reflejaban sus temores. Daba por descontado que en la callada mansinhaba celada. Un hombre como Liam Montbar noiba a dormir solitario en una casa sin vigilancia. El Pirata Negro, llegado al tejadillo, hall unalucarna que, de da, tena por misin dar luz a unagalera. Levant despacio la cristalera, que abatitan silenciosamente como la abri sobre su cabeza. En la diestra su espada, y en la zurda la pistola,camin a lo largo de la galera, prestando odo almenor rumor. Todo era silencio en la obscura casa. Habitacinpor habitacin, slo revelaron un vaco completo... De pronto el Pirata Negro tens todos losmsculos. En la ltima habitacin, la ms cercanaa la puerta, una rendija de luz se filtraba bajo una

  • puerta. Un bufido y un roce entre sus piernas, hizo miraral suelo al Pirata Negro. Sus ojos habituados a lapenumbra vieron un gato gris corriendo hacia lapuerta, que empuj con prudente cabezazo. Acercse Carlos Lezama y, pegado al muro,pudo atisbar el interior de la reducida habitaciniluminada. Una anciana, alta y de majestuosa presencia,vestida de severo ropaje de terciopelo grisobscuro, lea sentada en un silln. La llama de unavela reflejbase en sus verdes ojos... Prorrumpi en un leve grito al ver entrar alPirata Negro. El gato gris que se haba ovillado ensu regazo, arque el lomo bufando... Perdonad, seora dijo Lezama en excelentefrancs. No os alarmis si allan vuestramorada llevado a error por un falso informe. Vuestro lenguaje no se acomoda a vuestramanera de presentaros dijo con dignidad laanciana. A quin buscabais? Quin sois? Y de pronto fijse la anciana en los aretes de oroque horadaban los lbulos de Lezama.

  • Un pirata!y sonri con desdn. No esaqu donde hallaris a Liam Montbar. Hace aos,muchos aos, que se olvid de m. De vos, seora?y repentinamente,contemplando los verdes ojos de la anciana y susrasgos an hermosos, palideci Lezamaintensamente. Avanz varios pasos. Yo soy quin pregunta, seora. Quin sois? La madre del que no dudo que ser uno devuestros compaeros de crmenes. Os habisequivocado. Liam Montbar hace ms de diez aosque no ha aparecido por aqu. Y Liam me amaba,al menos, como l puede amar. El Pirata Negro dobl el brazo, presentando sucodo. Os ruego que me acompais, seora. No veo razn por la cual haya yo deacompaar de buen grado a ningn piratarechaz ella con altivez. Yo os puedo llevar donde Liam est. Si vinisteis aqu, es que no sabis dnde sehalla. Pero pronto dar con su paradero. Y quizs se

  • alegre de veros. El, no s. Yo, s. Y por qu tenis inters enque yo me entreviste con l? El Pirata Negro se acarici el fino bigote. Sentasus mejillas encenderse de un extrao calorcuando dijo: Liam me habl a veces de vos. S que no seatreve a veros, pero, por la amistad que le profeso,quiero reservarle esa sorpresa. Antes estabais plido como un cadver yahora vuestras mejillas ostentan rubicundez. Antes, al or que vos erais su madre... pensen la ma. Y ahora, en el fondo, me reprocho esesentimentalismo. La explicacin convenci a la anciana. Selevant. Pensaba morir aqu sola y abandonada. Diosquiera que logre conducir de nuevo a Liam porotros caminos, que nunca debi abandonar. Ytambin slo Dios sabe que por nada en el mundohubiera consentido en acompaaros. Pero habiscitado la amistad que profesis a mi hijo. Diego Lucientes, al ver que la puerta se abra,

  • amartill su pistola, dispuesto a todo.Sorprendido, poco falt para que su ndicedisparase bajo la intensa estupefaccin que leprodujo ver apoyada en el brazo de Carlos Lezamaa una anciana de arrogante presencia. Mi lugarteniente, seora. Ella inclin levemente la blanca cabeza, y DiegoLucientes destocse el tricornio. Ech a andar trasla pareja que inesperadamente le haba sumido enel ms hondo estupor. En la lancha remada por tres piratas, DiegoLucientes esperaba con impaciencia subir a bordo,y saber qu misterio haba en la digna apostura conla que la anciana, manteniendo erguida la cabeza,no manifestaba el menor recelo de viajar conaquella compaa, poco apropiada para escolta. Cuando la anciana entr voluntariamente en elpropio camarote de Carlos Lezama, y ste regresa la sala capitana, Diego Lucientes tamborileimpacientemente con los dedos sobre la mesa. Habla, seor. Repmpanos! Fuimos en buscade Liam Montbar, y regresamos con una ancianaque parece una estampa de marquesa francesa.

  • Es la madre de Liam Montbar dijoroncamente el Pirata Negro. Diego Lucientes levantse a medias, crispado elrostro en mueca de febril incredulidad. No... puedo creerlo! Ella misma lo afirm. No has visto sus ojosverdes? Si tuvieras, como yo, el menor de losrasgos faciales de Montbar grabado al hierrocandente en tus fibras enteras, veras que es lamadre de Liam Montbar. No lo creo! T no puedes siquiera pensar...!y Diego Lucientes abatido volvi a sentarse,murmurando: No puedes, seor hidalgoLezama! Qu monstruosa idea ha germinado en tuloco cerebro? No mat l a mi madre? Tiene ella la culpa de eso? La tuvo la ma de ser mi madre? Pero t eres de diferente calaa que LiamMontbar. T ansiabas querer a una madre. LiamMontbar no. Ella misma confes que su hijo la quiere. Ycuanto yo he sufrido, lo va