El Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL): Una guerra dentro de otra guerra

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    El MoviMiEnto ArMAdoQuintn lAME (MAQl):unA guErrA dEntro dE otrA guErrA

    Actores Armados y Poblacin Civil

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    Daniel RicaRDo PeaRanDa SuPelano

    El MoviMiEnto ArMAdoQuintn lAME (MAQl):

    unA guErrA dEntro dE otrA guErrA

    Actores Armados y Poblacin Civil

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    ISBN: 978-958-99293-5-3

    Corporacin Nuevo Arco Iris -CNAI-2010

    Investigacin y textosDaniel Ricardo Pearanda Supelano

    HistoriadorInvestigador del Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacionales -IEPRI- de laUniversidad Nacional de Colombia

    El presente documento ha sido elaborado como insumo para la lnea de investigacin Actoresarmados y poblacin civil del Grupo de Memoria Histrica -GMH- de la Comisin Nacional deReparacin y Reconciliacin -CNRR-.

    Esta publicacin es posible gracias al apoyo de la Agencia Sueca de Cooperacin Internacionalpara el Desarrollo (ASDI), y la Organizacin Internacional Para las Migraciones (OIM). Los con-tenidos son responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reejan las opiniones de

    ASDI, ni de la OIM ni del Grupo de Memoria Histrica de la CNRR, ni de la CNAI.

    Este material podr ser reproducido, siempre y cuando la fuente sea citada.

    FotografasVolviendo armados: Quintn Lame, relato de un proceso de paz. Trabajo de grado de Libia TattayBolaos. Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Antropologa. Bogot, 2005.

    Bogot D.C., octubre de 2010Primera Edicin

    Diagramacin e impresin:ARFO Editores e Impresores Ltda.Carrera 15 No. 54-32

    [email protected], D. C.

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    ndiCE

    Prlogo ........................................................................................................ 7

    Presentacin ................................................................................................ 9

    1. Movimientos sociales y organizaciones armadas.Dos marcos interpretativos ................................................................. 13

    2. La primera accin y los interrogantes ................................................. 15

    3. La poblacin civil frente a los actores armados.................................. 21

    4. De dnde surge el MAQL? ............................................................... 274.1. El contexto regional ................................................................... 274.2. El contexto nacional .................................................................. 29

    5. RasgosqueidenticaronalQL........................................................... 375.1. La convivencia con la poblacin ............................................... 375.2. La organizacin ......................................................................... 39

    6. El itinerario ......................................................................................... 55

    7. Disputando su propio territorio ........................................................... 61

    8. Entre la guerra propia y la guerra ajena ....................................... 69

    9. La guerra impacta a las organizaciones sociales ................................ 87

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    10. Conclusin. La desmovilizacin: de regreso a las comunidades ........ 99

    Bibliografa ................................................................................................. 109

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    Prlogo

    Para entender la trgica relacinentre actores armados y poblacin civil

    En el marco del convenio Corporacin Nuevo Arco Iris CNAI y laOrganizacin Internacional para las Migraciones OIM, se desarroll elproyecto Memoria histrica de las relaciones entre actores armados y po-blacin civil: dinmicas y procesos, el cual cont con el apoyo tcnico ynancierodelaAgenciaSuecadeCooperacinInternacionalparaelDe -sarrollo ASDI. Nos propusimos caracterizar las formas, los mecanismosde accin y las transformaciones de las relaciones entre poblacin civil yactores armados, poniendo el foco en la victimizacin.

    Para ello se elaboraron monografas de cada actor armado, recreando suhistoria y las caractersticas regionales que tuvo esta relacin, la cual hasignicadounasingulartragediahumanitariaenlaquesehandadolas

    manifestaciones ms impresionantes de crueldad y en la que las muertes,desapariciones y secuestros han superado con creces las ocurridas en lasdictaduras del sur del continente en los aos 70 y 80 del siglo pasado.

    Queramos comprender por qu y cmo los actores armados colombianosconvirtieron la agresin a la poblacin en su principal arma de guerra.

    Queramos saber cmo se abolieron las diferencias entre combatientes yno combatientes y cmo se empez a elegir como blancos de ataque a per-

    sonas indefensas de modo sistemtico y generalizado.

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    Cmosejusticanysedeendenestasaccionesenlosactoresilegales?

    Cmo se explican de parte de la Fuerza Pblica?

    La elaboracin de las monografas estuvo a cargo de investigadores ex-pertos en cada uno de los actores armados: Mario Aguilera y Ariel vilainvestigaron a las FARC, lvaro Villarraga al EPL; Luis Eduardo Celis yCarlos Medina Gallego al ELN; Laura Bonilla a los paramilitares; Arman-do Borrero a la Fuerza Pblica; Ricardo Pearanda al Quintn Lame.

    En esta oportunidad damos a conocer los trabajos sobre las FARC y elQuintn Lame, monografas elaboradas por los investigadores Mario Agui-

    lera Pea y Daniel Ricardo Pearanda Supelano, respectivamente.

    El destino de estas dos monografas ahora publicadas, y de las dems mo-nografas mencionadas, es el de insumos para el trabajo que desarrolla elGrupo de Memoria Histrica GMH de la Comisin Nacional de Repara-cin y Reconciliacin CNRR en torno a la elaboracin y divulgacin deunanarrativasobreelconictoarmadoenColombiaqueidentiquelas

    razones para el surgimiento y la evolucin de los grupos armados ilegales

    (Ley 975 de 2005, Art. 51). De esta manera, estos trabajos acadmicosaportarn puntos de anlisis en el marco de las discusiones de la lnea deinvestigacin: Actores armados y poblacin civil, del Grupo de MemoriaHistrica.

    Agradecemos de manera especial a la Agencia Sueca de Cooperacin In-ternacional para el Desarrollo ASDI por su aporte econmico y a laOrganizacin Internacional para las Migraciones OIM por su idneaasistencia tcnica durante la ejecucin del proyecto. As mismo, a Gonza-lo Snchez, director del Grupo de Memoria Histrica, quien acompa yorient las discusiones suscitadas frente a los resultados de las investiga-ciones. Por ltimo, al grupo de investigadores expertos que se sumaron ehicieron posible la tarea.

    LenVaLenciaDirector Ejecutivo

    Corporacin Nuevo Arco Iris

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    PrESEntACin

    Pese a la larga trayectoria de los grupos armados en Colombia, no exis-te sin embargo una extensa produccin sobre la sociologa de los actoresarmados. Probablemente debido a la profunda polarizacin de la sociedadcolombiana,quebloquea el debate sobre el conicto armado yqueha

    conducido incluso a negar su existencia y a desconocer el estatus de losactores armados como actores polticos.

    Existe una extensa bibliografa que reconstruye en buena parte elcursodelconictoarmadoylosexitososofrustradosprocesosdenegocia-cin. Ms escasa es, sin embargo, la produccin sobre los actores armadosmismos, sus lgicas, su relacin con la poblacin civil y el impacto de laviolencia poltica sobre la sociedad colombiana. An as se destacan, eneste segundo grupo, trabajos de gran importancia comoInsurgencia sin re-volucin de Eduardo Pizarro, Guerra contra la sociedad, de Daniel Pecaut,

    El orden de la guerra, de Juan Guillermo Ferro y Graciela Uribe,Justiciainsurgente, de Mario Aguilera o, en una perspectiva de ms larga duracin,Guerra y poltica en la sociedad colombiana, de Gonzalo Snchez. Contodo, es muy posible que sea en este terreno en donde se produzcan losmayores avances en la investigacin durante los prximos aos. Resultaparadjico,aunqueentendible,queenlamedidaenqueelconictoentre

    en su fase terminal, se profundizar ms en el anlisis de los actores.

    Por invitacin del grupo de Memoria Histrica de la CNRR, parti-cip durante varios meses en el equipo a cargo del proyecto Los actores

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    armados y la poblacin civil. Fue esta una oportunidad para discutir condestacados colegas las conclusiones a las que he llegado en el proceso deinvestigacin sobre el Movimiento Armado Quintn Lame. En particular

    sobre las relaciones de este grupo con la poblacin local que constituy lared social que soport su accin y determin, en buena medida, los lmitesde su accin armada.

    Este trabajo se basa en lo fundamental sobre el material emprico reco-lectado para el desarrollo de mi tesis doctoral Resistencia y reconstruccinidentitaria en los Andes Colombianos, que desarroll en la Universidad deParis III bajo la direccin de Christian Gros. Igualmente fue de enorme uti-

    lidad la compilacin de entrevistas a antiguos militantes del Quintn Lame ydirigentes comunitarios, que constituye la base del trabajo an indito Me-moria del Movimiento Armado Quintn Lame y que reposa en la FundacinSol y Tierra, cuyo acceso me facilitara su actual Director Alveiro Dagua. Asmismo fueron de gran utilidad los materiales sobre los debates alrededor dela presencia de los actores armados en las comunidades indgenas del Cau-ca, que conserva la Fundacin Colombia Nuestra, a los que acced graciasa la colaboracin de Vctor Daniel Bonilla. Por ltimo debo mencionar que

    fue de gran utilidad el texto de Libia Tattay Volviendo armados: relato deun proceso de paz, que me permiti una nueva aproximacin a la fase deltrnsito a la vida poltica del Quintn Lame.

    Durante estos meses tuve oportunidad de regresar nuevamente alCauca y reencontrarme con antiguos militantes del Quintn Lame, al igualque con dirigentes comunitarios locales. Tuve tambin la posibilidad departicipar en el encuentro conmemorativo de la desmovilizacin 19 aosdespus, que se realiz en junio del presente ao en el Resguardo de LaMara (Piendam), paralelamente con el Congreso Extraordinario delCRIC, lo que me permiti aproximarme a la visin que hoy tienen quieneshicieron parte de este movimiento dos dcadas despus.

    Estos reencuentros me permitieron percibir cmo han evolucionadolas distintas memorias sobre el Quintn Lame, las cuales a mi juicio hanpasado hasta ahora por tres momentos: El primero, el de la memoria nos-tlgica que sigui a la desmovilizacin, y que valoraba a veces de manera

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    exagerada la etapa de accin armada. El segundo, el de una memoria dis-creta que corri paralela a los desarrollos polticos posteriores a la Consti-tucin de 1991, que disminuy la importancia a la experiencia armada para

    favorecer los desarrollos polticos. Finalmente, un tercero, el de la memo-ria oculta de los ltimos aos, que corresponde a una etapa de surgimientode nuevos liderazgos en las organizaciones indgenas del Cauca, y que co-incide con la generalizacin a nivel nacional de una actitud beligerante derechazo a la movilizacin armada y a lo que ella representa.

    Ahora, al acercarse la conmemoracin de veinte aos de la desmovi-lizacin, parecera estar emergiendo un cuarto momento, el de la memo-

    ria reivindicadora que propone un reencuentro positivo con el pasado dela movilizacin armada y aspira a que se reconozca su contribucin a losavances del movimiento indgena de hoy. Al respecto el antiguo coman-dante Luis Eduardo Fiscu comentaba las palabras del dirigente comunita-rio Guillermo Tenorio, a propsito del cambio de nombre del colegio quese fund en el campamento de Pueblo Nuevo, sede de las negociaciones depaz: Al colegio ya le cambiaron el nombre Luis ngel Monroy. Enton-ces nosotros decimos: cmo es que vamos a recuperar eso. Lo que deca

    Guillermo: nosotros s hicimos parte, y somos, hicimos cosas buenas; scometimos errores, pero a nosotros nos tienen que reconocer que hicimoscosas buenas1.

    Bogot, agosto de 2010.

    PReSentacin

    1 Luis Guillermo Fiscu, entrevista, Piendam, julio de 2010.

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    Daniel Pecaut. Violencia y poltica en Colombia, en varios autores Democracia, etnicidad y vio-lencia poltica en los pases andinos. IFEA, Lima, 1991.

    1.1.

    MoviMiEntoS SoCiAlESy orgAnizACionES ArMAdAS.doS MArCoS intErPrEtAtivoS

    Al estudiar la relacin entre la violencia de las organizaciones armadasy las organizaciones sociales, en escenarios de guerra interior, podemosdistinguir dos situaciones clsicas2:unaprimeraenlaquesemaniestanmltiplestensionessocialessinquesehayaestructuradounconictoso-cial,unasegundaenlaquelosactoresyelconictosocialestnyaconsti -tuidos. En el primer caso, la violencia de las organizaciones armadas juegaenprincipiounpapelcomoelementoorganizadorqueponenaldesorden

    existente y alindera polticamente a la poblacin; esta situacin correspon-dera por ejemplo a zonas de desarrollo agrcola acelerado, donde prima ladesorganizacin social. El segundo caso corresponde, por el contrario, asituaciones en las cuales la violencia de las organizaciones armadas vieneasuperponerseaunconictoyaexistente,quetienebienestablecidoslos

    actoresylosejesconictuales.

    La experiencia colombiana ofrece varios ejemplos que correspondenal primer caso, como la zona bananera de Urab o las zonas de coloniza-cin en el Putumayo. El segundo caso, menos familiar y ms problemtico,corresponde a la situacin de los territorios indgenas del norte del Cauca;all la movilizacin de las comunidades para la recuperacin de sus tierras

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    y la revalorizacin de su cultura, se ha desarrollado de manera autnomay al margen de los grupos armados, que han intentado sacar provecho dela situacin existente, pero cuya presencia ha sido por el contrario fuente

    denuevosconictos.Setrata,comosealaPecaut,deuncasoexcepcionaldadalaespecicaddeestencleohumano,pionerodelasluchasindgenas

    en Colombia.

    Con cerca de 250.000 pobladores indgenas, el Cauca constituye elsegundo ncleo de poblacin indgena ms importante del pas, que seconcentra en su mayora en apenas catorce municipios al nor-oriente deldepartamento.Enlabasedelaespecicidaddeestecasoestndoselemen-

    tos: el alcance de la reivindicacin tnica y la fuerza de la organizacincomunitaria, expresin de una larga tradicin de lucha, retomada a partirde los aos setenta por el Consejo Regional Indgena del Cauca (CRIC),organizacin pionera en Amrica Latina, que enarbol como banderas ladefensa de la autonoma, la tierra y la cultura, y cuyos logros representanun caso nico en el escenario de la movilizacin social en Colombia.

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    2.2. lA PriMErA ACCiny loS intErrogAntESEl 5 de enero de 1985 una columna de ochenta hombres armados des-cendi de un campamento ubicado en el sitio conocido como Las Deli-cias en las montaas del municipio de Buenos Aires, al nor-occidente deldepartamento del Cauca, y se dirigi en varios camiones hacia la pobla-cin de Santander de Quilichao, la cual tomaran por asalto en las horas dela tarde. A pesar de sus uniformes de combate y las armas que portaban,

    los rasgos eminentemente indgenas de estos hombres, sus sombreros deeltroylainsigniaquellevabanensusuniformesconlasiglaCQL(Co-mando Quintn Lame), indicaban que se trataba de una columna que noperteneca a ninguna de las organizaciones armadas cuya presencia erahabitual en esta regin.

    En el trayecto hacia su objetivo los Quintines se sumaron a otra co-lumna armada compuesta por hombres y mujeres pertenecientes a una di-

    sidencia de la ms antigua guerrilla colombiana, las FARC. Este segundogrupo armado operaba desde el ao 84 en esta regin y se haba hechoconocer como el Comando Ricardo Franco, organizacin que se harafamosa aos despus por las purgas internas que la liquidaron, en una delas pginas ms oscuras de la guerra en Colombia. Al trmino de la tomaque se prolong por tres horas, quedaron al lado de los muros agujereadosdelcuarteldelaPolica,unascuartillasmimeograadasquellevabanpor

    encabezamiento COMANDO QUINTN LAME. POR LA DEFENSA

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    DE LOS DERECHOS INDIGENAS y en las cuales se anunciaba el sur-gimiento de una nueva organizacin armada.

    El surgimiento de una nueva organizacin armada no representabauna gran novedad en los aos ochenta. Tampoco resultaba novedoso queesta accin se desarrollara en el Cauca que registraba, por entonces, lamayor presencia guerrillera del pas. La verdadera particularidad se deri-vaba del hecho de que justamente en ese momento el Estado colombianoadelantaba dilogos de paz con dos de las organizaciones ms beligerantes(M-19 y EPL), al tiempo que mantena un cese al fuego con la mayor de lasorganizaciones insurgentes (FARC), por lo cual la aparicin del Quintn

    iba entonces en contrava del contexto de las negociaciones.

    El segundo rasgo particular era que el nuevo grupo armado estuvieracompuesto por indgenas y se presentara como el defensor de las comunida-des y sus autoridades tradicionales. Las comunidades que habitan esta reginconstituyen el ncleo de poblacin indgena ms grande del pas3. La listadeagresionesquepodanexhibireratanlargaquejusticabaampliamente

    su ira y poda explicar sin dudas cualquier acto de protesta. Aun as, resulta

    difcil entender la decisin de crear un nuevo grupo armado en momentosen que se adelantaban negociaciones polticas con las mayores guerrillas delpas. Por qu entonces apostarle a la guerra? Estaban, para las comunida-des indgenas, realmente agotadas las vas de la movilizacin social?

    Estas preguntas conducen a un debate ms amplio: el de las relacionesentre los grupos armados y los actores sociales. Problema que fue dejadode lado durante dcadas, pero que ha recuperado su vigor, particularmenteen Amrica Latina, gracias al protagonismo creciente de las comunidadesruralesenlosconictospolticosdehoy,apartirdeeventoscomoellevan-tamiento zapatista en Mxico, la accin de las Rondas campesinas en Pero la movilizacin de las comunidades indgenas en Ecuador y Bolivia, quehan obligado a volver la mirada sobre un actor olvidado4.

    3 En Colombia, despus de la Guajira, la mayor concentracin de poblacin indgena se encuentraen el nor-oriente del departamento del Cauca.4

    Ver por ejemplo, Orin Starn. Reflexiones sobre Rondas Campesinas. IEP, Lima, 1991, y Neil HarveyLa rebelin en Chiapas. Ediciones Era, Mxico, 2000.

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    La articulacin entre insurgencia y movilizacin social constituyeen efecto uno de los temas ms debatidos en escenarios de guerra inte-rior. Amrica Latina ha sido un escenario privilegiado para analizar esta

    superposicin, que al materializarse puso en evidencia que no existe unacorrelacin predeterminada entre un actor y otro, contrariando una premi-sa que por aos la izquierda revolucionaria crey slidamente establecida.En un ensayo pionero publicado a comienzos de los aos ochenta, bajo elttulo Guerrillas y movimientos indgenas-campesinos en los aos 1960,Christhian Gros cuestionaba la relacin entre estos dos actores, que eldiscurso de la izquierda latinoamericana habitualmente haba presentadocomo complementaria y de mutuo inters. Bien al contrario, Gros subraya-

    ba cmo el desencuentro entre las vanguardias armadas y las comunidadesindgenas evidencia la incapacidad de la izquierda para desembarazarse dergidos esquemas que le impiden comprender los particularismos tnicos ylas demandas de las minoras nacionales, que para muchos revolucionariossonelreejodelatrasoy ladominacinideolgicaquejustamentepre-

    tenden superar5.

    Esta superposicin entre actores armados y movimientos sociales

    y comunitarios rurales, es una realidad que ha marcado el curso de buenapartedelosconictosarmadosquesehandesarrolladoenAmricaLatina

    durante las ltimas dcadas. Timothy Wicham6subraya que la segundaola de los movimientos insurgentes latinoamericanos, que se desarrolla apartir de los aos setenta, se caracteriz por la profundizacin de la guerraen las zonas rurales y una poltica enfocada a la acumulacin de fuerzas y laampliacin del control territorial. Esta estrategia involucr necesariamentea campesinos, colonos e indgenas y por tanto dependi en buena medidadel soporte de la poblacin rural. En este sentido la presencia de gruposinsurgentes no se dio de manera aleatoria, sino que por el contrario tendia crecer en regiones que presentaban cierto tipo de caractersticas: a) con-servaban una estructura de tenencia de tierras que promova el desarrollode formas de aparcera o arrendamiento; b) posean un historial reciente de

    laPRimeRaaccinyloSinteRRoganteS

    5 Christian Gros. Guerrillas y movimientos indgenas-campesinos en los aos 1960, en Colombiaindgena. CEREC, Bogot, 1991. En su versin original este artculo fue publicado en Cahiers des

    Amriques Latines, No. 23. Pars, 1982.6

    Timothy Wicham-Crowley. Guerrillas & Revolution in Latin America. Princenton University Press,Princenton, 1992. Chapter 10.

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    conictosporlatierra;c)presentabanunatrayectoriaderesistenciacontra

    la autoridad central; d) exhiban estructuras sociales y culturales que faci-litaron el contacto entre los revolucionarios y la poblacin campesina.

    La importancia de la relacin entre actores armados y organizacio-nes sociales rurales es tal, que termin determinando en buena medida elcurso de algunas de las ms importantes experiencias revolucionarias delcontinente. En efecto, en Amrica Latina las complejas relaciones entre lasvanguardias revolucionarias y los movimientos sociales o comunitarios,nunca han dejado de ser problemticas y en ocasiones abiertamente explo-sivas.Suimportanciallega,comoloarmaraAlainTouraine,asintetizar

    uno de los mayores problemas del siglo XX: el de las relaciones decomplementariedad o de antagonismo entre las dos fuerzas ms grandesdesencadenadas por nuestro tiempo: las luchas de clase y las luchas na-cionales () las relaciones entre la ideologa y la vanguardia de clase, ylas comunidades o los movimientos comunitarios y nacionales, sociales oreligiosos7.

    Mi hiptesis de trabajo ha sido que el Movimiento Armado Quintn

    Lame se ubica precisamente en esta interseccin: el desarrollo de movi-mientos sociales rurales y el curso de las experiencias revolucionarias ar-madas.Setratadeunasituacinespeccaenlaqueunmovimientosocial

    en proceso de expansin debe hacer frente a una situacin de violencia ge-neralizada, derivada de la presencia simultnea de varios actores armados,que se disputan el territorio y la poblacin. El proceso de investigacin quehe desarrollado8me condujo a concluir que para encarar este reto se alentdesde el movimiento social el desarrollo de un ncleo armado propio, des-tinado a cumplir tres objetivos: a) controlar ellos mismos el monopolio dela violencia que se poda ejercer a nombre de los indgenas, impidiendoque otras organizaciones armadas lo usurparan; b) contener la expansinde los grupos revolucionarios y proteger a las comunidades del desborda-mientodelconictoarmado;c)aplicarunaviolenciasancionatoriapara

    7 Alain Touraine, prlogo al libro de Ivon Le Bot. La guerra en tierras mayas. FCE, Mxico, 1995.8 Esta es la conclusin a la que he llegado en el trabajo que constituy mi Tesis ver Ricardo Pearan-

    da. Resistencia y reconstruccin identitaria en los Andes Colombianos. Tesis Doctoral, Universidad dePars III, 2009, bajo la direccin de Christian Gros.

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    bloquear a su vez la violencia que los propietarios rurales empleaban con-tra los dirigentes comunitarios. El desarrollo de estas tareas implicaba dosgrandesriesgos:primero,queelconictoarmadosedesbordaraacostade

    involucrar a las comunidades indgenas locales y, segundo, que el ncleoarmado adquiriera un grado de autonoma tal que lo llevara a actuar fueradel control de la organizacin social. Estos riesgos constituyeron lmitesprecisos que determinaron hasta dnde poda llegar el ncleo armado yexplican en buena medida su posterior disolucin.

    Esta interpretacin no siempre coincide con la visin de los propiosactores, quienes desde su punto de vista privilegian una aproximacin ms

    clsica, si se quiere, en el sentido de que la represin a la lucha social fueconduciendo, de manera casi natural, a las organizaciones indgenas haciala lucha armada.

    As lo plantea por ejemplo Marcos Avirama, reconocido dirigentedel CRIC de los aos setenta y ochenta:

    El proceso de lucha desde el principio est marcado por una fuerte

    represin. Represin poltica de los partidos tradicionales, represinpoltica tambin de algunas organizaciones de izquierda que queranque se desarrollara un proceso pero bajo su orientacin, bajo susintereses de grupo, y no de un proceso de lucha democrtica a partirde las comunidades indgenas.

    Sin embargo, la mayor represin recibida fue por parte del estado,a travs de la polica, a travs de los servicios de inteligencia, a tra-vs del ejrcito. Los terratenientes empezaron a organizar bandas de

    pjaros por all en los aos 72, 73, y lograron asesinar varios com-paeros dirigentes.

    Ya por all por los aos 75, 76, el sistema de violencia del estadoy el sistema de violencia implantado por los terratenientes obliga alas mismas comunidades a pensar en un sistema de defensa tambinarmado9.

    laPRimeRaaccinyloSinteRRoganteS

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    Marcos Avirama, entrevista en Memoria del Movimiento Armado Quintn Lame, p. 10, Documentoindito.

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    3.3.

    10 Ver Gonzalo Snchez y Donny Meertens. Bandoleros, gamonales y campesinos. El ncora Editores,Bogot, 1983.11 Ricardo Pearanda. Resistencia civil y tradiciones de resistencia en el sur-occidente colombianoen Nuestra guerra sin nombre, Francisco Gutirrez (coordinador). Grupo Editorial Norma, Bogot,2005.12 Theda Skocpol. What makes peasants revolutionary?, en Social Revolutions in the Modern

    World. Cambridge University Press, Cambridge, 1994. Originalmente el ensayo fue publicado enComparative Politics, 14, 3 (1982).

    lA PoblACin Civil frEntEA loS ACtorES ArMAdoS

    La adscripcin de la poblacin civil, en particular la poblacin rural,frente a las demandas de los actores armados es resultado de la oscilacinentreadhesinideolgicaymiedo,ycomoloejemplicalapropiaexpe -riencia colombiana, casi siempre prima la segunda razn10.

    Las posibilidades a que puede dar lugar la combinacin entre ad-

    hesin y miedo han sido estudiadas desde diversas perspectivas, con elnimo de elaborar instrumentos que permitan comprender el tipo de rela-cin que puede establecerse entre un actor armado y el ncleo poblacionalque ocupa un territorio11. Prcticamente todos los autores coinciden en quela posibilidad de una mutua cooperacin entre estos dos actores, slo seconstruye en la medida en que puedan estabilizarse intercambios de be-neciomutuo,talcomoloargumentaralahistoriadoraThedaSkocpolen

    suinuyenteartculoWatmakespeasantsrevolutionary?12, en el cual

    concluye que para obtener el apoyo de las comunidades rurales, las or-ganizaciones revolucionarias deben satisfacer las necesidades campesinas

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    yproveerbenecioscolectivosque,segnestaautora,sedividenendos

    grandes grupos: benefcios de clase, como la distribucin de tierras o depoder poltico local, enfrentando as a las lites locales; o benefcios de

    seguridad, como la defensa de las comunidades frente a la arremetida defuerzas estatales o contrarrevolucionarias. En los dos casos, si logran te-ner xito, las organizaciones revolucionarias pueden llegar a contar con elapoyocampesinoenladefensaconjuntadeestosbenecioscolectivos.

    Desde esta perspectiva Carlos Miguel Ortiz13propone para el casocolombiano la siguiente tipologa, que recoge en buena medida el desarro-llo local de la discusin: a) en primer lugar, est la adhesin poltica por

    razones programticas, en mayor o menor grado, ligada a intereses colec-tivos; b) en segundo lugar, la adhesin poltica por conveniencia o utili-dad, ms ligada a estrategias individuales; c) en tercer lugar, la adhesinpoltica que conjuga las razones programticas con la conveniencia, enlos casos en que se busca obtener el apoyo de un actor armado a accionescolectivasencurso;d)nalmenteencuartolugar,estlaadhesinquese

    obtiene simplemente por el miedo, y que responde a la necesidad que tienela poblacin de garantizar su supervivencia, acomodndose al predominio

    de un actor armado.

    En el caso de las organizaciones sociales indgenas del norte delCauca y su relacin con los grupos armados, podemos leer esta complejainteraccin desde la perspectiva de adaptacin-en-resistencia, empleadaen el trabajo de Steve Stern sobre las revueltas campesinas en los Andes14,que hace referencia a la capacidad de los pobladores rurales para adaptarsea situaciones de dominacin, sin renunciar a la conservacin de un cuerpode derechos cuya supervivencia implica el carcter contingente de laadaptacin. Concepto que ha sido largamente empleado por analistas pe-ruanosdelconictocontemporneoenesepas.Estainterpretacinpermi -te superar los tradicionales supuestos sobre la accin poltica de las comu-nidades rurales tradicionales y particularmente las comunidades indgenas;

    13 Carlos Miguel Ortiz. Actores armados, territorios y poblaciones, en Anlisis Poltico, nmero42.14

    Steve Stern (editor). Resistance, Rebellion and Conciousness in the Andean Peasant World, 18th to20th Centuries. Madison, The University of Wisconsin Press, 1987.

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    supuestos que tienden a encasillarlas como meros reactores defensivos,estrechosdemiras,cuyaconductareejasimplementesuposicinestruc-tural, que lleva a que sus acciones sean consideradas solamente como una

    reaccin ante fuerzas externas econmicas o polticas. De esta manera esposible recuperar el vigor de las iniciativas polticas puestas en marcha porlas propias comunidades y la capacidad de la memoria para estructuraruna conciencia histrica y cultural.

    Tambin podemos aproximarnos a este caso empleando el conceptode economa moral utilizado por James Scott, en sus trabajos sobre elsudeste asitico, para referirse a un complejo entramado de reglas y acuer-dosquerigenlavidadecomunidadesautosucientesyautnomasysusrelaciones con los grupos dominantes. La economa moral correspondea un cuerpo de tradiciones que concentran un sistema de derechos y obli-gaciones que limitan y a la vez protegen las relaciones intracomunitarias ylas relaciones entre las comunidades y las clases dominantes. Este cuerpode tradiciones genera una particular nocin de lo justo, que soporta dosprincipios morales: la reciprocidad y el derecho a la subsistencia. Estosprincipios constituyen un marco que regula las relaciones entre dominan-

    tes y dominados, que al ser comnmente aceptado y practicado, se con-vierte en una norma. Las comunidades rurales, que conservan derechosde propiedad, son para este autor herederas de este conjunto de derechos.En el caso al que haremos referencia, proponemos extender el conceptode economa moral al campo de la autonoma de las comunidades enlaconguracindesuordeninterno,ncleocuyasupervivenciatermina

    siendo vital para la continuidad misma de la comunidad.

    Volviendoaltemadelosbenecios,alhablarderesistenciahabla-mos de dominacin, y en una visin de larga duracin tendramos queaceptar que los agentes dominantes han ido cambiando y las estrategiaspolticas de los dominados tambin. El punto es importante dado que eneste caso tendramos que referirnos a la guerrilla, como agente de domi-nacin. El problema est en la suposicin heredada particularmente enAmrica Latina de que todo movimiento revolucionario es popular yque los insurgentes representan las aspiraciones de las comunidades. Estasuposicin, que olvida las brechas ideolgicas entre las organizaciones in-

    laPobllacincivilfRentealoSactoReSaRmaDoS

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    surgentes y las bases populares, intenta obviar el hecho de que en ausenciade una identidad ideolgica, la imposicin de las guerrillas sobre la pobla-cin se obtiene no por adhesin sino por miedo.

    Aqu nos enfrentamos a varios problemas, que no son para nada aje-nos a la situacin que se ha vivido en el Cauca indgena durante las lti-mas dcadas. En efecto, las organizaciones revolucionarias enfrentan elproblemadetenerqueconservarlosbeneciosquehanlogradoconquistar

    paralascomunidadesrurales,conelndegarantizarsuapoyo,yenestas

    circunstancias son numerosos los desafos que deben resolver. Primero, lalealtad de las bases campesinas es inestable y aunque tratan de desplegar

    todos los recursos ideolgicos a su alcance, mediante la presencia de agi-tadores o empresarios polticos, para emplear el trmino acuado porOlson, est claro que la ideologa juega en estos casos un papel subor-dinado. Segundo, deben enfrentar los problemas que se derivan a partirdelaconquistadelosbeneciosselectivosquehanhechoposiblela

    movilizacin de las comunidades. Es el caso de la reparticin de tierraso la expulsin de las lites locales que, una vez cumplidas, dejan de serobjetivos y se convierten en conquistas que se traducen rpidamente en un

    nuevo orden social que debe ser respetado, en primer lugar, por los propiosrevolucionarios que contribuyeron a levantarlo. Tercero, y probablementems importante, para las comunidades rurales las conquistas alcanzadassonmuchasvecesunnensmismasy,comolodemuestraelocuentemen-te el ejemplo de los campesinos de Morelos durante la Revolucin Mexi-cana, es muy improbable que los insurgentes logren convencerlos de quees necesario ir ms all y conquistar el poder para transformar el conjuntode la sociedad. El problema estriba en que para las organizaciones insur-gentes, los objetivos alcanzados por las comunidades rurales son apenasun instrumento, o en el mejor de los casos un objetivo intermedio, en sumisin de producir el derrumbe de la estructura social y poltica y levan-tar una nueva. Hobsbawm nos ha recordado la importancia de la relacinguerrilla-poblacin-territorio15, a partir de la cual se establecen en cadacaso arreglos que permiten un equilibrio temporal. El problema es que la

    15

    Eric Hobsbawm. Historiografa del bandolerismo, en Pasado y presente de la violencia en Colom-bia, Gonzalo Snchez y Ricardo Pearanda (compiladores). CEREC, Bogot, 1986.

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    demanda creciente de los insurgentes de recursos materiales y humanosnecesarios para continuar la guerra, lleva inexorablemente a la ruptura deeste equilibrio.

    Por si fuera poco, todas estas consideraciones no dejan de ser gene-ralidades frente a los desafos que deben enfrentar las organizaciones re-volucionarias en condiciones concretas. El microcosmos poltico y socialque caracteriza la vida local, est conformado por complejas relacionesde parentesco, de familia, de amistad o por viejas rivalidades, y escapamuchas veces al anlisis de los grupos insurgentes como bien lo muestranlos trabajos de Nelson Manrique16sobre la guerra en la regin central de la

    Sierra peruana, para citar dos casos extremos. Por su complejidad o por lapoca importancia que los revolucionarios le otorgan, ste microcosmos seconvierte en una verdadera trampa, a partir del momento en el que las fuer-zas revolucionarias pasan a ser el verdadero poder local, dado que volun-taria o involuntariamente terminan quebrantando los delicados equilibriosque sostienen la vida comunitaria.

    Por otra parte, si bien los insurgentes pueden casi siempre contar

    con que la reaccin armada de las fuerzas estatales sea un factor que con-tribuya a mantener la adhesin de las comunidades campesinas a la causarevolucionaria,estasituacinpuedemodicarsepordosrazones:primero

    cuando el nivel de violencia impuesto por el Ejrcito o los grupos arma-dos paraestatales supera lacapacidaddesacricio que estndispuestas

    a soportar las comunidades, ms an cuando las guerrillas se muestranincapaces de garantizar su defensa o incluso las abandonan a su suerte,como es el caso de Guatemala. Segundo, tambin puede suceder que seproduzcan cambios en los arreglos polticos entre el gobierno central y laslites locales, fruto de los cuales el gobierno decida abandonar su polticarepresiva y aceptar las demandas de las comunidades campesinas, bienporque est convencido de su validez o bien forzado por las circunstancias,como puede ser el caso del suroeste de Mxico durante las ltimas dca-das o en el propio departamento del Cauca. En los dos casos, por razones

    16

    Nelson Manrique. La guerra en la regin central, en Los senderos inslitos del Per, Steve Stern(editor). Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1999.

    laPobllacincivilfRentealoSactoReSaRmaDoS

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    completamentediferentes,losbeneciosquepuedeofrecerlaguerrillase

    devalan rpidamente, frente a los altos costos que las comunidades debenasumir por su presencia.

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    4.4. dE dndE SurgE El MAQl?El Quintn Lame aparece pblicamente el 5 de enero de 1985 con latoma de la poblacin de Santander de Quilichao. El surgimiento de estaorganizacin armada se representa en la memoria de sus antiguos integran-tes casi como el resultado natural de las vejaciones de las que era objetola poblacin indgena. Sin embargo, tanto por sus rasgos como por el mo-mento en que sale a la luz pblica, es necesario detenerse un momento enel contexto en que hace su aparicin, para entender la manera como logra

    establecer un precario equilibrio entre las organizaciones sociales localesy los grupos insurgentes que operaban en el departamento.

    4.1. E cex ea

    En Colombia, al igual que en otros casos en Amrica Latina, gue-rrillas e indgenas han compartido por largo tiempo el mismo escenariogeogrco.Susrelacioneshanpasadoportodoslosestadios,siendoel

    menos corriente el de la mutua cooperacin. Por el contrario, lejos de loque sola creerse, en la mayor parte de los casos sus relaciones han estadomarcadasporladesconanzayenmuchasoportunidadesporlafranca

    adversidad. Los encuentros y desencuentros de indgenas y guerrillerosen las ltimas tres dcadas han sido determinados por la evolucin deunos otros y por su relacin cada vez ms asimtrica con el Estado. Enefecto, durante este perodo la trayectoria de estos dos actores ha segui-do cursos divergentes, disolviendo en la prctica las posibilidades de

    una accin conjunta considerada como natural por los idelogos de

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    la izquierda latinoamericana a comienzos de los aos sesenta, y que nosignicabaotracosaquelasubordinacindelasluchasindgenasalas

    luchas de liberacin nacional17.

    De manera general puede decirse que durante los aos setenta yochenta, guerrillas e indgenas se mueven cada vez ms en tendenciasopuestas. Del lado de los grupos insurgentes se observa un mayor nfasisen el componente militar de la confrontacin, subordinando cada vez mslo poltico a lo militar. Mientras tanto, las organizaciones indgenas quejustamente se consolidan durante el mismo perodo, buscaron cada vezmayor espacio poltico y abandonaron la idea si es que realmente alguna

    vez la tuvieron de hacer parte de las bases de un proyecto revolucionario.En Amrica Latina los casos en los que la lucha armada se superpuso ala movilizacin de las comunidades indgenas, han dejado huellas dif-ciles de borrar. As, por ejemplo, en Per la accin insurgente y la res-puesta contrainsurgente acarrearon consecuencias devastadoras sobre losmovimientos comunitarios y entre ellos particularmente las comunidadesdel altiplano, cuya reaccin a travs de las rondas campesinas terminsiendounfactordecisivoparaeltrminodelconicto 18. En Guatemala,

    el proceso de construccin de un neo-comunitarismo indgena, termindestrozadoporelconictoarmadoylaspropiascomunidadesterminaron

    siendo protagonistas involuntarias del curso de la guerra19. Igualmente, enNicaragua, las comunidades de la Costa Atlntica terminaron siendo arras-tradashaciaelconictoporlosbandosenpugnayenlaprcticaforzadas

    a tomar partido, con lo cual las viejas reivindicaciones autonmicas de lascomunidades terminaron involucradas en la guerra entre revolucionarios ycontrarrevolucionarios20.

    17 En un artculo publicado inicialmente en 1982, Christian Gros llam la atencin sobre la totalincomprensin de los insurgentes latinoamericanos, frente a las demandas de los grupos tnicos ylas minoras nacionales. Como elemento explicativo, adems de los abismos culturales entre unos yotros, este autor destac el peso del nacionalismo criollo, que las guerrillas heredaron de las luchasde independencia y que mantiene a los grupos insurgentes atrapados en un ideario de construccinnacional, que no coincide con las expectativas de grupos minoritarios que quedaron al margen delproyecto de los independentistas. Christian Gros, Guerrillas y movimientos indgenas-campesinosen los aos 1960, en Colombia indgena. CEREC, Bogot, 1991.18 Carlos Ivn Degregori. Las Rondas Campesinas y la derrota de Sendero Luminoso . IEP, Lima,1996.19

    Ivon Le Bot. La guerra en las tierras mayas. FCE, Mxico, 1995.20 Charles Hale. Resistance and contradiction. Stanford, Stanford University Press, 1994.

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    Enelcasocolombiano,podemosarmarquestenoseapartadelas

    tendencias que acabamos de sealar. En efecto, la relacin entre las comu-nidades indgenas colombianas y las organizaciones insurgentes ha estado

    determinada por el curso en sentidos opuestos de estos dos actores; de unaparte, los grupos insurgentes, que luego de acumular enormes recursosblicos y humanos durante estas ltimas dcadas, muestran cada vez msinters en profundizar la guerra; de otra parte, las comunidades indgenas,que paradjicamente favorecidas por su condicin minoritaria, han ganadoun enorme espacio poltico y han pasado, de una condicin marginal, a serprotagonistas de la poltica local y nacional. Y, an ms importante, soncada vez ms autnomas frente a los distintos factores externos grupos

    armados, iglesias o partidos y a travs de sus organizaciones han adquiri-do una expresin propia, que cuenta con una recepcin creciente por fuerade sus propias bases.

    4.2. E cex aca

    En Colombia, entre los escenarios en los que permanentemente sesuperponen las organizaciones armadas y la poblacin indgena, se des-

    taca, por la concentracin de poblacin y por el nivel organizativo de lascomunidades, el del sur occidente de la regin andina, cuyo epicentro selocaliza en el nororiente del departamento del Cauca y agrupa catorce mu-nicipios: Corinto, Caloto, Santander de Quilichao, Buenos Aires, Caldono,Morales, Pez, Inz, Toribo, Jambal, Silvia, Piendam, Totor y Coco-nuco. En estos municipios se concentra el 21 % de la poblacin indgenanacional, 248.532, de un total cercano a 1.400.000 segn cifras del censopoblacional del ao 2005.

    Mayoritariamente, esta poblacin pertenece a la etnia Pez o Nasa,presente ya en el momento de la conquista y que fue uno de los pocospueblos indgenas que lograron hacer una resistencia hasta cierto puntoexitosa frente a la invasin de los colonos espaoles a partir del siglo XVI.Luego de la derrota de la expedicin de Benalczar en los Farallones deTlaga en 1543, los espaoles prcticamente abandonaron la idea de unaconquista militar de Tierradentro y la presencia de la corona en este terri-torio qued en manos de los misioneros jesuitas. La importancia de estas

    DeDnDeSuRgeel maQl?

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    tradiciones de resistencia ha sido destacada por varios autores, quienessealan que la situacin de aislamiento en que qued el territorio, faci litprocesosdeunicacinpolticaquepermitieronelfortalecimientodelos

    cacicazgos a lo largo del siglo XVII21.

    A pesar de su cohesin, este ncleo poblacional presenta numerososmatices socioeconmicos, culturales e histricos, que han sido cuidado-samente abordados por diversos autores como Mara Teresa Fidji, ElasSevilla y Jos Mara Rojas, entre otros. Estas diferencias no han impedido,sin embargo, la articulacin en torno a proyectos polticos y gremiales co-munes, con fuerte presencia a nivel regional.

    Dos tradiciones de resistencia alimentan el imaginario de los pae-ces: la de la lucha contra el invasor que tiene como principal referente laguradeLaGaitana,artcedeladerrotadelasprimerasexpediciones

    espaolas, y la del realismo poltico con el que han enfrentado las negocia-ciones con sus enemigos, y que tiene como principal exponente al Caciquede Vitonc don Juan Tama, quien obtuvo de las autoridades espaolas, acomienzos del siglo XVIII, el reconocimiento de la integridad territorial.

    Fundado en esas dos tradiciones de resistencia y en dos institucionescoloniales: el resguardo y el cabildo22, que fueron incorporadas a su culturayconvertidasenvaliososinstrumentosquehicieronposiblelareunica-

    cin territorial a lo largo del siglo XVIII, los paeces lograron sobrevivir ala colonia y propiamente slo vieron amenazada su supervivencia a partirdel siglo XIX, cuando la generosidad del liberalismo republicano losconvirti en ciudadanos, les arrebat parte de sus tierras y casi logra ex-pulsarlos de sus territorios. El ocaso del Cauca, el que fuera el territorioeconmico, poltico y administrativo ms importante durante la colonia yla primera parte de la repblica, marc el curso de los pueblos indgenas deeste territorio. Estos debieron soportar en buena medida el peso del hundi-

    21 Ver Vctor Daniel Bonilla. Historia poltica de los paeces. 1977, copia mecanografiada. AntonyHenman. Mama Coca. Bogot, 1981. Myriam Jimeno. Cauca: Las armas de lo sagrado, en Myriam

    Jimeno y Adolfo Triana. Estado y minoras tnicas en Colombia. Bogot, 1885.22

    Margarita Gonzlez. El resguardo en el Nuevo Reino de Granada. Bogot, 1979. Jos Mara Rojas,La bipolaridad del poder local. Cali, 1993.

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    miento de la aristocracia caucana, que logr sobrevivir a costa de las tie-rras y el trabajo de los indios. Si bien la hacienda logra en el Cauca superarcon xito el perodo de las guerras de independencia, durante la segunda

    mitad del siglo XIX el descenso de la produccin minera, la manumisinde los esclavos y el decaimiento de la produccin, que termin afectadaporlalargasucesindeconictosciviles,llevaronalaeconomaseorial

    del Cauca hacia una profunda crisis.

    La crisis de comienzos del siglo XX llev entonces a incrementarla presin sobre la mano de obra indgena adscrita a las haciendas (terra-jeros), circunstancia que alimenta el levantamiento de Quintn Lame (la

    Quintinada). Entre 1916 y 1919 el oriente del departamento del Cauca fuesacudido por un inesperado levantamiento indgena. El epicentro del le-vantamiento fue la aislada regin de Tierradentro, que en 1907 haba sidosubdividida en la municipalidad de Inz y Belalczar a instancias de losmisioneros de San Vicente de Pal, a quienes el gobierno del General Re-yeshabaconadolaevangelizacindelosPaeces23. Las huellas que dejaeste acontecimiento constituyen una tercera gran tradicin de resistencia.

    La fase contempornea de movilizacin social tiene como punto dearranque el ao 1971 con la fundacin del Consejo Regional Indgena delCauca (CRIC). El inicio de esta fase puede interpretarse como resultadodel impacto de la modernizacin agraria de los aos sesenta, que alterde un golpe las estructuras de propiedad en la regin. Esta circunstanciaimpuls el encuentro entre comunidades despojadas y activistas polticosexternos, dando paso a su vez a una interpretacin consciente del pasadoque permiti la reinvencin de una identidad y una tradicin de lucha,que se encontraba completamente fragmentada para ese momento. Duran-te esta fase se combinan tres elementos: a) una vigorosa movilizacin endefensa de la tierra; b) la lucha por la autonoma en rechazo a la ingerenciagubernamental, a la violencia desatada contra dirigentes comunitarios y alainterferenciadegruposinsurgentes;c)unexitosoprocesodecongu-racin de organizaciones polticas independientes, que aprovecharon lasventanas de oportunidad abiertas a partir de los aos noventa.

    23 David Gonzlez. Los paeces, o genocidio y luchas indgenas en Colombia. Bogot, s. f., p. 331.

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    El Movimiento indgena hizo denuncias, se habl en muchas ocasio-nes de que la clase poltica estaba comprometida en estos asesinatos,los terratenientes comprometidos en estos asesinatos, pero nunca

    realmente se captur a los responsables de estas muertes violentas delderes, es as que la situacin se empez a complicar de tal maneraque hasta el ao 1977 ya eran muchos los lderes muertos de ma-nos de los pjaros. En esa poca donde algunos indgenas empiezancomo a cuestionarse o empiezan a dar algunas respuestas aisladas atoda esa arremetida hacia dirigentes y es hacia el ao 1979 donde larepresinocialesmsfuerte,inclusivedegruposinsurgentes,eneste caso las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC),como fue el sexto frente inici tambin un proceso de asesinatos de

    dirigentes en la zona Norte donde se vive la situacin ms grave y esdonde surgen con mayor fuerza por iniciativa de algunos miembrosde las comunidades los grupos de autodefensa, inclusive se comien-zan a convertir como en un apoyo para las comunidades25.

    Razonesgeogrcas,histricasysocialeshicieronqueelnor-oriente

    del departamento del Cauca terminara siendo uno de los territorios conmayor presencia guerrillera en el pas, al punto que prcticamente todas

    las organizaciones insurgentes que han operado en Colombia han tratadode implantarse en este escenario.

    Las FARC se ubicaron tempranamente en este escenario y de hechosu primera accin pblica, en marzo de 1964, fue la toma de la pobla-cin de Inz, localizada en el corazn del territorio indgena del Cauca,que dej un alto nmero de vctimas entre los pobladores, presagiando losefectos que en el futuro habra de tener la presencia creciente de columnas

    insurgentes en este territorio.Tambin hicieron presencia en distintos momentos el EPL, el M-19

    y el ELN, organizaciones con las cuales las comunidades indgenas man-tuvieron una forzosa convivencia que se tradujo en algunos casos en cooperacin mutua no exenta de tensiones que, en todo caso, no alcanzaronnunca el grado de enfrentamiento que lleg a tenerse con las FARC, parti-cularmente con algunos destacamentos locales como el Sexto Frente.

    25 Marcos Avirama, entrevista, en Memoria del MAQL, op. cit., pp. 10-13.

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    La presencia de distintas organizaciones armadas fue para las co-munidades indgenas del Cauca, un rasgo ms del escenario local. Ob-viamente, muchos jvenes se sintieron atrados por la va armada y las

    organizaciones insurgentes no ocultaron nunca su inters en incluirlos ensuslas.Apesardeellolosactoressocialesnofueronabsorbidosporlas

    organizaciones insurgentes, y en ese sentido el Quintn Lame constituyuna alternativa beligerante que permiti captar a los jvenes que buscabanuna alternativa en la va armada, manteniendo un grado elevado de auto-noma frente a las organizaciones insurgentes presentes en su territorio.Esta funcin que cumple el Quintn Lame se fue dibujando a lo largo de sudesarrollo, pero estaba ya presente desde las primeras etapas de su confor-

    macin, como lo recuerda Marcos Avirama:

    Se analiza pues que nosotros no podemos depender de favores departidos polticos o de organizaciones guerrilleras, pues ellos nosobligan a matricularnos en su movimiento.

    Entonces uno de los trabajos que hicimos fue que la gente tena queser ms independiente, tener mayor autonoma.

    Sedeniquetenamosqueempezaraamarraralgunascosasquela misma gente vena adelantando. Digamos la gente coga su es-copeta, se organizaban dos, tres compaeros y empezaban a prestarvigilancia en la casa del compaero dirigente, o empezaban a prestarvigilancia los compaeros que estaban en una recuperacin. Enton-ces lo que hicimos fue a coger esta actitud, este accionar de la gentey reforzarlo en defensa de la lucha por la tierra, de la vida de losdirigentes.

    Finalmente se vio que el enfrentarse al estado no tena sentido puesno haba condiciones, no haba capacidad ni era el objetivo tampoco,entonces se busc responderle a los pjaros.

    Eramos tres o cuatro personas los que estbamos al frente de estasituacin y esto empezaba a crecerse y a ponerse difcil para uno.

    Se da entonces un proceso largo de capacitacin, de orientacin y debsqueda de recursos, pues el armamento de los grupos de autode-

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    fensa eran escopetas de dos tiros, escopetas de cpsula, y de prontoun revlver, una pistola. Y todo eso los compaeros lo conseguansin andar haciendo vandalismo sino con el esfuerzo de ellos mismos,

    por ejemplo hacan aportes y podan comprar, una pistola vala di-gamos siete mil pesos o cinco mil pesos, entonces ese el que tena lapistola era como el mando pues era el mejor armado.

    Conseguimos que muchos compaeros que simpatizaban con lasFARC o el partido comunista se pasaran a estar al frente de estosgrupos. Ellos se interesaron muchsimo en eso porque la orientacinfue completamente distinta, nadie vena a dar una orden, aqu se dis-cuta y se vea lo que haba que hacer.

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    Mara Teresa Findji. Tras las huellas de los Paeces, en Encrucijadas de Colombia Amerindia. Fran-cois Correa (Editor). Bogot, 1993.

    5.5. rASgoS QuE idEntifiCAron Al Ql5.1. la ceca c a pac

    Comoyasehasealado, lascaractersticasgeogrcasdeldeparta-mentodelCauca,elaislamientodealgunasdesusregionesyelconicto

    social que se ha desarrollado en su territorio, estimularon desde comienzosde los aos sesenta el asentamiento de grupos insurgentes de distinto corte,los cuales de una u otra manera han tratado de auto-representarse comovoceros de las comunidades indgenas o al menos como sus aliados.

    Esta prolongada presencia insurgente, se vio probablemente forta-lecida por la franca animadversin que caracteriz la actitud del gobiernocentral frente a las comunidades indgenas del departamento, que deriven un relativo abandono por parte de las Fuerzas Armadas de las reasrurales de esta regin del pas. De acuerdo con esta hiptesis que ha sidoplanteada por Mara Teresa Findji26, el Ejrcito opt por dejar el campo li-

    bre a las organizaciones subversivas y mantenerse en la periferia, evitandoque stas extendieran su presencia hacia otras zonas de mayor impor tanciaestratgica, como puede ser el caso del Valle del Cauca.

    Efectivamente, las comunidades indgenas de este departamento tu-vieron que asumir como un hecho la convivencia con los numerosos gru-pos armados que se asentaron en su territorio o transitaban por l. Pese

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    a las mltiples contradicciones entre las comunidades y las guerrillas, lapresencia de estas ltimas termin haciendo parte del horizonte cotidianoen las zonas rurales del Cauca, desarrollando entre los jvenes una cier-

    ta familiaridad con la vida guerrillera e incluso una relativa admiracin,como puede apreciarse en mltiples testimonios. Si bien todos los gruposquesehanasentadoenestazonadelpashanincorporadoensuslasaun

    nmero importante de jvenes indgenas e incluso algunas organizacionescrearon columnas con nombres como La Gaitana, en el caso del M-19, oCacique Calarc en el caso del ELN, slo hasta la aparicin del QuintnLame se dio la circunstancia de que un grupo armado estuviera mayori-tariamente compuesto por indgenas, levantara banderas estrechamente re-

    lacionadas con sus luchas, incorporara sus prcticas y costumbres y, ade-ms, orientara su accin fundamentalmente hacia aquellos consideradoscomo enemigos de las organizaciones indgenas, incluidos otros gruposinsurgentes. En este sentido a pesar sus agudas contradicciones con al-gunas comunidades y a pesar de las mltiples coincidencias en el accionararmado del Quintn con otros grupos insurgentes de corte tradicional elQuintn Lame puede considerarse como el nico grupo armado con unaclara identidad indgena, en el conjunto de la historia de los movimientos

    armados en Colombia.

    ReexionandosobrelasrelacionesdelQuintnLameconotrasor-ganizacionesarmadasqueactuabanenelCauca,PabloTatay,elmsinu-yente de los miembros de la Direccin Poltica, sintetiza as esta complejasituacin:

    Para entender por qu no se logr la alianza del movimiento ind-

    gena con una organizacin armada que lo respaldara, es necesarioremitirse a la lgica interna de las organizaciones poltico-militares,sobre todo a las de inspiracin marxista-leninista.

    Tal vez el concepto ms caracterstico de estas organizaciones hasido el de vanguardia, sea referido al grupo militar directamente, seaal partido poltico del que son su brazo armado.

    Para esta concepcin las organizaciones sociales tienen que estarsiempre subordinadas a la vanguardia poltico-militar, generalmen-

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    te como mera correa de transmisin. Los cuadros dentro de laorganizacin social reciben la lnea y su nica funcin es la deimplementarla.

    Otra consecuencia de la concepcin de vanguardia es la rivalidadextrema entre dos o ms organizaciones que se consideran ejercien-do ese papel. Hemos presenciado a veces enfrentamientos a muerteentre grupos polticos con ideologas muy semejantes, simplementeporque vanguardia no puede haber sino una.

    Otras caractersticas de estas organizaciones eran tambin de difcilasimilacin para los movimientos sociales y especialmente para las

    comunidades indgenas. Una de ellas era su rgido dogmatismo, quellevaba a que sus militantes tenan que familiarizarse ante todo conla experiencia de la China o de la Unin Sovitica y que expresionesde cultura local o regional como la indgena no tuvieran cabida den-tro de su ideologa.Es entonces bastante comprensible que el movimiento indgena, quecuenta con la autonoma como una de sus banderas ms preciadas,

    no lograra establecer una relacin armnica con los grupos armadospresentes en su regin y que tuviera que recurrir a sus propios me-dios de defensa27.

    5.2. la aac

    La estructura orgnica del Quintn Lame se fue construyendo a partirde la experiencia adquirida por las autodefensas y el grupo mvil, durante

    el perodo que va de 1977 a 1984. Cuando se produjo la toma de Santanderde Quilichao (enero de 1985), el Quintn contaba ya con una estructu-rabsicaqueacabaradedenirsealaosiguiente.Enjuniode1986la

    Asamblea General aprob los Estatutos Provisionales que, con algunasmodicaciones posteriores, seconservaronhasta ladesmovilizacin en

    1991 y que constituyen una importante referencia para comprender la or-ganizacin interna, pero que deben sin embargo tomarse con cautela dado

    27 Pablo Tatay. Relaciones con Grupos Armados, en Memoria del MAQL, op. cit.

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    el alto grado de informalidad que caracteriz al Quintn28. Este documentocontemplaba la existencia de dos niveles de organizacin: el ComandoQuintn Lame y las Autodefensas o Grupos de Apoyo29.

    El primero estaba encargado propiamente de las acciones milita-res y del control territorial en las distintas zonas de operacin. Su mxi-ma autoridad era la Direccin Poltica, cuyo nmero de integrantes eravariable y estaba conformada por los dirigentes ms capacitados y conmayor trayectoria30. La Direccin tena dentro de sus responsabilidadesla de disear la estrategia militar y poltica; adelantar acuerdos y mante-ner relaciones con otros grupos insurgentes o con organizaciones polticas

    y sociales que actuaban legalmente; nombrar al Comandante General ya los comandantes de zona, as como al responsable poltico central y alos responsables polticos de zona; refrendar las decisiones operativas departicular importancia adoptadas por el Comandante General; y aprobarlas determinaciones disciplinarias en los casos de extrema gravedad, queimplicaban la aplicacin de la pena mxima.

    ElComandanteGeneralnombradoporunperodoindenidopor

    la Direccin Poltica era el responsable permanente de las columnas ar-madas del Quintn Lame y el encargado de tomar las decisiones operativasque considerara necesarias, en desarrollo de la estrategia poltica y militarpreviamente diseada por la Direccin Poltica. Si bien en la prctica elComandante General dispona de un amplio margen de autonoma para

    28 Comando Quintn Lame. Estatutos provisionales, aprobados en Asamblea General, junio de1986.29 La denominacin de Comando Quintn Lame, se conserv hasta 1986, cuando comenz a em-plearse la de Movimiento Armado Quintn Lame. No se conoce un documento oficial que determineeste cambio, tampoco se conocen las razones del mismo y al parecer slo respondi al deseo de pre-sentarse como una organizacin ms slida y de mayor tamao. Segn palabras de Gildardo: ... lode Comando sonaba como muy chiquito. De todas maneras se siguieron empleando los dos nom-bres e incluso algunos documentos de finales de los aos ochenta emplean papel con el membretedel Movimiento Armado Quintn Lame, pero estn firmados a nombre del Comando Quintn Lame.De todas maneras los acuerdos de paz firmados en 1991 se suscribieron a nombre del Movimiento

    Armado Quintn Lame, lo que signific que esta denominacin cobijaba al Comando propiamentedicho y a las autodefensas.30 En la prctica, como veremos, la Direccin Poltica era el nico cuerpo que tena claridad sobre elhorizonte poltico del Quintn Lame. Esto, sumado a su composicin mayoritariamente no indgena

    y a su separacin de las columnas armadas, cre fuertes tensiones con el Estado Mayor, que amena-zaron la unidad del movimiento sobre todo en la ltima fase.

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    tomar estas decisiones en algunas oportunidades, cuando se trataba porejemplo de acciones militares de gran envergadura, desplazamientos porfuera del territorio bajo el control del Quintn u operaciones conjuntas con

    otros grupos armados tal como fue el caso del Batalln Amrica el Co-mandante General consultaba con la Direccin Poltica y en forma mspermanente, se apoyaba en el Estado Mayor Central. Este cuerpo estabacompuesto por el propio Comandante General, el responsable poltico cen-tral y por los comandantes de zona. Su funcin principal era la de apoyar alComandante General en la toma de decisiones operativas y en la orienta-cin permanente del Quintn y mantener la coordinacin entre los distintosniveles de la organizacin para lo cual deba reunirse por lo menos cada

    dos meses; tambin deba designar a los segun dos comandantes de zona ya los comandantes de escuadra y tomar decisiones disciplinarias en caso defaltas al reglamento que por su gravedad eran consideradas como delitos.

    Territorialmente el Quintn Lame operaba en cuatro zonas31. La zonanorte: Corinto, Caloto, Santander de Quilichao, Buenos Aires, Caldono yMorales; la zona de Tierradentro: Paez, Inz, Toribo y Jambal; la zonacentro: Silvia, Piendam, Totor, Coconuco, Popayn y Paispamba, y la

    zona urbana conformada por una pequea red de activistas que operabanprincipalmente en la ciudad de Popayn, pero que extenda sus activida-des a otras localidades e incluso hasta Cali. Los estatutos contemplabanque cada una de estas zonas deba estar a cargo de un primer y segundocomandante, y en cada una de ellas operaban al menos dos escuadras, in-tegradas por doce combatientes, las cuales tenan un primer y segundoresponsable en cada caso. Los comandantes de zona y los responsablesde escuadra, junto con el responsable poltico de zona, conformaban elEstado Mayor de cada una de las cuatro zonas, encargado de la orientacinpoltica y militar, de las decisiones disciplinarias relacionadas con faltasgraves y del nombramiento de los segundos responsables de escuadra32.

    31 Esta divisin, tal como aqu se presenta ofrece solamente una idea de la distribucin real adoptadapor el Quintn, ya que en la prctica los lmites de una zona a otra no coincidan exactamente conlos lmites municipales.32 El reglamento no seala nada respecto a las labores de financiamiento de la organizacin, cuyasnecesidades econmicas llegaban a los 30 millones de pesos por ao. Este es uno de los temas que

    se trata con mayor reserva. Adems de los asaltos a las empresas transportadoras de valores y a es-tablecimientos bancarios, el Quintn recurri a contribuciones voluntarias de algunos propietarios

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    En loquese reerea lasAutodefensasoGruposdeApoyo,estas

    eran concebidas como el mecanismo permanente de contacto entre las co-munidades y el ncleo militar del Quintn Lame, y podan considerarse

    como un cuerpo mixto, ya que su conformacin y sus acciones tenan quecontar al menos tericamente con el respaldo del respectivo Cabildo.El reglamento sealaba que cada grupo de autodefensa debera tener unmximo de ocho miembros y un primer y segundo responsable nombra-dos por el mando correspondiente del Quintn Lame, y que la pertenenciaa estos grupos deba mantenerse en reserva. Igualmente, sealaba comotareas principales la defensa de las comunidades y el apoyo logstico a lacolumna que actuaba en cada zona.

    Un documento posterior haca nfasis en que no se deban confor-mar autodefensas sin contar con la autorizacin del respectivo cabildo,igualmente subrayaba el carcter mixto de estos grupos que quedaban su-jetos al control de los co mandantes de zona y del cabildo respectivo y quedeberan estar compuestos por personas de reconocida honestidad, que notuvieran problemas con otros miembros de la comunidad y que observaranrespeto y apoyo a las decisiones de las autoridades tradicionales. Adems

    de ser los intermediarios entre los cabildos y el Comando Militar, estosgrupos deban brindar el apoyo logstico necesario a las unidades armadas,garantizar la proteccin de los dirigentes, promover el contacto entre lasorganizaciones indgenas y campesinas, fortalecer la autoridad del cabildoy de las comunidades, realizar labores de inteligencia, garantizar el controlde la zona en ausencia de las unidades armadas y realizar labores de lim-pieza en sus zonas mediante llamados de atencin a los delincuentes33.

    Las autodefensas se mantuvieron activas entre 1984 y 1991 cuandose produjo la desmovilizacin del Quintn Lame, el nmero de sus efecti-vos es imposible de calcular dada la permanente renovacin de sus miem-bros. Adems del papel que desempearon en la ampliacin de las basespolticas del Quintn, cabe destacar que permitieron la vinculacin progre-siva de futuros miembros de las unidades armadas, as como el retorno a

    rurales, casi siempre en especie. Aunque tradicionalmente el Quintn ha negado haber practicado el

    secuestro, en privado se reconoce la participacin en tres secuestros.33 Sobre los Grupos de Apoyo, documento interno, s.f.

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    las comunidades de aquellos combatientes que abandonaban de maneratemporalodenitivalaluchaarmadapropiamentedicha.

    El rgimen disciplinario del Quintn Lame determin una diferenciaimportante con relacin a otros grupos armados que opera ban en el Cauca.Al contrario del drstico tratamiento que aplicaban organizaciones comolas FARC o el Ricardo Franco, que llegaron a imponer un rgimen de te-rror a sus propios miembros, la reglamentacin interna del Quintn Lameofrecauna relativaexibilidad,que atrajo las simpatasdelos jvenes

    indgenas interesados en integrarse al grupo, reacios como eran a los exce-sos militaristas de otros movimientos. El reglamento contemplaba cuatro

    niveles de faltas, cuya sancin era impuesta en cada caso por un nivel dis-tinto de la organizacin34.

    Qes cmaa e Q lame?

    De acuerdo con el reglamento del Quintn Lame, estaba prevista laconsulta a los cabildos en el proceso de seleccin de sus miembros35. Estaconsultapodasignicarquelasautoridadesindgenasavalabanelinters

    de un cabildante por pertenecer al grupo armado o bien que las mismasautoridades recomendaban la incorporacin de algn joven cuya mala con-ductaeranecesariosancionar,conelndequeprestaraunaespeciede

    servicio militar obligatorio36. Sin embargo, en este como en otros puntosel reglamento constituye una referencia no siempre observada. Por el con-trario, si alguna caracterstica distingui a los mecanismos de reclutamien-to y de pertenencia al Quintn fue justamente la informalidad.

    Casitodoslosentrevistadosmaniestanquedesdemuyjvenesha-ban sentido inclinacin de pertenecer a la guerrilla, bien por un sentimien-to de rebelda contra la injusta situacin social a que estaban sometidos,bien por admiracin o simplemente por curiosidad. Igualmente casi todoscoincidieron en sealar que tuvieron la opcin de unirse a alguno de los

    34 Comando Quintn Lame, Estatutos provisionales, op. cit.35

    Comando Quintn Lame, Estatutos provisionales, op. cit.36 Romir, entrevista mayo de 1993, Popayn.

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    distintos grupos insurgentes que transitaban por su territorio, principal-mentealM-19yalRicardoFranco,peroquenalmentesesintieronms

    atrados por el Quintn Lame debido a su claro compromiso con las luchas

    indgenas,almoderadoperlmilitardelaorganizacinyprincipalmentea la facilidad para entrar y salir del grupo armado manteniendo el contactocon sus familias, a diferencia por ejemplo de las FARC, en cuyo caso, se-gn ellos: si entra no sale37.

    Otra razn que explica la pertenencia al Quintn, puede hallarse en elelevado nmero de combatientes que tenan familiares muy cercanos en elmovimiento, principalmente hermanos o primos, o que establecieron rela-

    ciones estables con su compa ero o compaera permanente al interior dela organizacin. En este sentido puede decirse que muchos de ellos consi-deraron al Quintn como una extensin de la familia, fenmeno que sereprodujo en sus propios ncleos familiares cuyos miembros en general seconsideraban Quintines, por el hecho de que uno de los suyos pertenecie-ra al movimiento. Esta relacin con sus familias se vio reforzada por laprctica permanente de otorgar permisos para que los combatientes lasvisitaran. Igualmente era frecuente que las propias familias casi siempre

    madres, esposas e hijos se desplazaran hacia los lugares en donde se lo-calizaba temporalmente una columna del Quintn, para visitar a los com-batientes a veces hasta por varias semanas.

    De acuerdo con el reglamento, el tiempo mnimo de permanencia deun combatiente era de seis meses, pero incluso este trmino, que era ex-tremadamente reducido en comparacin con otros grupos insurgentes, nolleg en muchos casos siquiera a cumplirse, lo cual no ocasion sin embar-go mayores tensiones. De hecho, salvo en el caso de los comandantes dezonaydelosresponsablesdeescuadra,loqueseapreciaesunujoconti-

    nuo entre las distintas unidades guerrilleras y las comunidades, en el cualjugaron un importante papel las autodefensas. La permanente rotacin delpersonal, ocasion inconvenientes sobre todo en lo que tiene que ver conla formacin de los combatientes. Como lo recuerda Mauricio, stos in-

    37

    Taller con excombatientes del Quintn Lame sobre su experiencia cotidiana en la guerrilla, Popa-yn mayo de 1993.

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    gresabanalQuintnconunbajsimoniveldeinstruccin,loquedicultaba

    la capacitacin, que generalmente deba comenzar por ensearles a leer yescribir, y muchos de ellos regresaban rpidamente a sus comunidades en

    ocasiones apenas trascurridos dos meses, lo que haca necesario estar pre-parando permanentemente nuevos combatientes38. Adicionalmente, estasituacin impidi que el Quintn hubiera contado con un elevado nmerode combatientes experimentados, por lo cual en muchas de las accio nesparticiparon personas que apenas haban recibido dos o tres semanas deinstruccin39. A la postre, sin embargo, esta permanente rotacin permitivincular un elevado nmero de jvenes que, aunque no permanecieron enel movimiento, permitieron construir una tupida red de colaboradores y

    simpatizantes, muchos de ellos articulados en las autodefensas, que facili-taron los desplazamientos y las acciones del Quintn40.

    Quines eran estos combatientes indgenas?41.Una encuesta aplica-daporlaOcinadeReinsercinenelCampamentodePuebloNuevo,das

    antes de la desmovilizacin, permite aproximarse a lo que podra ser elperldelcombatientedelQuintn42.Mereero,claro,alcombatienteraso

    perteneciente a alguna de las escuadras o a las autodefensas, distinguin-

    dolo de los miembros de la Direccin Poltica, que estaba conformada porlos cuadros con mayor experiencia, en su mayora con formacin universi-taria.

    El promedio de edad era inferior a los 23 aos y cabe destacar que30 de los 82 encuestados eran menores de edad, lo cual no resulta sorpren-dente dado que en las reas rurales del Cauca los jvenes asumen desdetemprana edad responsabilidades econmicas y familiares. De hecho, mu-

    38 Mauricio, entrevista octubre de 1992, Popayn.39 Blanca, entrevista mayo de 1993, Popayn.40 Adems del ncleo permanente conformado por unos sesenta a ochenta guerrilleros, el Quintncont con un grupo flotante cercano a los cien combatientes. Considerando que el tiempo promediode permanencia no superaba los seis meses, no resulta exagerado pensar que entre 1984 y 1990,un nmero verdaderamente apreciable de jvenes indgenas pudieron incorporarse temporalmenteal movimiento.41 Ver Ricardo Pearanda. El caso del MAQL en De las armas a la poltica (op. cit.).42 Oficina de Reinsercin, Cuadro resumen de los primeros 84 encuestados del MQL, Pueblo Nuevo,

    Mayo de 1991. No todos los encuestados respondieron el formulario completo, de manera que labase de la encuesta vara de una pregunta a otra.

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    chos de los entrevistados manifestaron haber ingresado al Quintn antes decumplir los 14 aos de edad.

    Cuadro No. 1. Distribucin por edades de los combatientes del QL.

    Edades Nmero %

    De 14 a 17 aos 30 36.60

    De 18 a 22 aos 28 34.14

    De 23 a 27 aos 16 19.51

    De 28 a 32 aos 3 3.65

    De 33 o ms aos 5 6.10

    TOTAL 82 100.00

    El nivel de escolaridad de los combatientes era extremadamentebajo, lo cual se explica por el hecho de que casi en su totalidad procedande marginadas zonas rurales. Un porcentaje cercano al 85% solamente ha-ba cursado total o parcialmente la primaria y, dado el nfasis que se otorgen las escuelas de formacin a la instruccin bsica, es muy probableque aun aquellos que hubieran cursado la primaria presentaran serias li-mitaciones en ese nivel de instruccin. Lo que explica la insistencia de loscapacitadores en la necesidad de empezar, en la mayora de los casos, porensearles a leer y escribir.

    Cuadro No. 2. Nivel de escolaridad de los combatientes del QL.

    Escolaridad Nmero %

    Sin primaria 7 7.14

    De 1 a 3 aos de primaria 32 32.65De 4 a 5 aos de primaria 45 45.91

    De 1 a 3 aos de secundaria 7 7.14

    De 4 a 5 aos de secundaria 3 3.06

    Bachilleres 4 4.10

    TOTAL 98 100.00

    De 66 encuestados que respondieron por su procedencia, 59 mani-festaron pertenecer a una comunidad indgena del Cauca y slo 7 provenan

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    de otros departamentos, 1 del valle y 6 del Tolima. Entre 84 encuestados8 manifestaron haber ocupado algn cargo anterior en uno de sus Cabil-dos y 6 dijeron haber estado vinculados a empresas comunitarias, los 70

    restantes manifestaron no haber ocupado ningn cargo en la comunidad.De otra parte, es importante destacar que slo un 26% de los entrevista-dos manifestaron tener dominio de la lengua paez. Este ltimo elemen-to, sumado al alto porcentaje de menores de edad y al escaso nmero decombatientes que con anterioridad haban ocupado cargos en sus cabildos,denota probablemente la prdida en algunos de ellos de importantes ele-mentos identitarios que, como veremos, muchos creen haber recuperadocomo resultado de su participacin en el Quintn.

    Cuadro No. 3. Combatientes del QL dominio de la lengua Paez.

    Dominio deLengua Paez

    Nmero %

    Hablan y entienden 22 26.20

    Entienden pero no hablan 5 5.95

    No entienden ni hablan 57 67.85

    TOTAL 84 100.00

    En general todos los excombatientes entrevistados, dan ms impor-tancia a la capacitacin poltica y comunitaria que al adiestramiento militar.El contacto con otras personas, la circulacin por otras zonas del departa-mento y el conocimiento que adquirieron de los problemas que afectabana otras comunidades, junto con el nfasis de los encargados de la capaci-tacin en formar en los combatientes el espritu de liderazgo, constituyen

    para la mayor parte de los entrevistados la herencia ms valiosa de su pasopor el Quintn, que para ellos constituy un valioso aporte para sus vidas.Ahora nos sabemos desenvolver con las personas y las comunidades. Depronto si yo me quedo en la comunidad qu sera de mi vida?, de prontoun jornalero ms o una persona ms all en la comunidad, dedicado a miproblema personal, agachado en el azadn, sin mirar realmente qu pro-blemas haba o qu hacer para resolverlos43.

    43 Taller con excombatientes del Quintn, Benjamn, mayo de 1993, Popayn.

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    Aunque no hay una cifra disponible, de las entrevis tas se desprendeque un porcentaje no inferior al 25% del total de combatientes, estabacompuesto por mujeres, algunas de las cuales alcanzaron mando militar

    como responsables de escuadra. El cambio para ellas fue probablementemayor y en las entrevistas las muje res destacan cmo, adems de adquiriruna visin ms amplia de la situacin de las comunidades y del pas engeneral, disfrutaron de una posicin de igualdad con relacin a los hom-bres. Al referirse al tratamiento que se daba al interior del Quintn a lasmujeres, Blanca hace nfasis sobre este punto: Iguales, o sea, ah no haycorona para nadie. Todo mundo, si hay que ir a traer lea hay que ir, pagarguardias, avanzar el rancho, inteligencia militar, todo o sea es muy bueno

    porque ah nadie es ms que nadie. Todo mundo es igual, igual, igual. Haymucha disciplina, no hay discriminacin44.

    Otra de las entrevistadas, Dalila, destaca adems el valor que se otor-gaba a la opinin de las mujeres y la posibilidad, seguramente mayor encomparacinconotrasmujeresdesucomunidad,deinuirsobredecisio-nes de importancia: Cuando uno est, le dicen: a ver compaera, ustedqu nos dice. Y le plantean a uno los problemas que hay, que salida le da.

    Es muy bueno porque cuando a uno le toca trabajar ya directamente en lascomunidades uno est en los cabildos, comparte con ellos y se prepara mstodava, est intercambiando experiencias. No es que uno sepa ms y porelhechodequeunocogiunerroquiereserelquemande.Yomeconsi-

    dero igual que cualquier compaero y cuando me retir de all yo empeca trabajar con las comunidades45.

    Por ltimo, es importante destacar que si para un nmero importantedecombatientes elhaber pertenecidoalQuintn les signic abrirse al

    mundo, otros consideran que su paso por esta organizacin les permiti,por el contrario, reconocerse como indgenas y recuperar elementos desu identidad que en muchos casos se haban perdido. ste al menos fueel caso de Gildardo, el tercer Comandante General que tuvo el Quintn,y muy probablemente de otros combatientes cuyas familias, igualmen-

    44

    Blanca, entrevista mayo de 1993, Popayn.45 Dalila, entrevista mayo de 1993, Popayn.

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    te, se haban desplazado a otros departamentos perdiendo el vnculo consus comunidades. Hablando sobre sus limitaciones para participar en lasdiscusiones sobre los problemas de las comuni dades, durante sus prime-

    ros contactos con las Autodefensas a comienzos de los ochenta, Gildardorecuerda: ... yo como indio desconoca sobre los derechos, como de lasautoridades, lo peor haba perdido la cultura como las costumbres porquedesde nio perdimos la identidad y nos reconocamos era como campesi-nos, por tal razn me senta incapaz de participar en las charlas46.

    las aces caes

    Entre los muchos elementos culturales propios de los paeces queel Quintn incorpor a su actividad armada se destaca la presencia de losmdicos tradicionales. Su asistencia fue para el Quintn Lame un valiosoinstrumento de fortalecimiento espiritual, as como de legitimacin antelas comunidades. El mdico tradicional, Th Wala o viejo grande, espara los paeces un especialista mgico-religioso que tiene caractersticasde shamn y posee un elevado grado de respetabilidad entre las comunida-des, a las cuales asesora a travs de varias prcticas.

    Entre estas prcticas se destacan el reconocimiento de las seas ylosritualesdelimpieza.Elprimeropuedeidenticarsecomounsistemade

    adivinacin en el que intervienen las hierbas, los movimientos del cuerpoylacapacidaddeinterpretacindelmdico,andetratarderestablecer

    elujodeenergadeunorganismo.Losritualesdelimpiezasonproce -dimientos mediante los cuales, a travs del uso de la coca y del tabaco,elmdicoeliminalasuciedad,contrarrestandolainuenciamalcade

    adversarios naturales o sociales, lo que permite aclarar el ambiente en mo-mentos crticos47.

    Las prcticas de los mdicos tradicionales fueron impulsadas tem-pranamentepor elCRIC,comounmecanismode rearmacincultural

    y se emplearon de manera generalizada en la preparacin de las tomas

    46

    Gildardo. Biografa del Quintn Lame, op. cit., p. 12.47 Anthony Henman. Mama Coca, op. cit., captulo VII.

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    de tierras o como parte de ceremonias colectivas como la posesin de losgobernadores de los cabildos. La importancia de esta actividad llev a queincluso se presentaran atentados contra los mdicos, por parte de enemi-

    gos de las comunidades, en un intento por debilitarlas o dividirlas. En sutrabajo sobre el sistema jurdico Paez, Perafn registra el asesinato de 15The Walas en San Francisco a comienzos de los aos 80, a quienes lasFARC acusaban de prcticas de brujera. Segn este autor en 1982 las au-todefensas del entonces naciente Quintn Lame dieron muerte a GuillermoMsicue acusado de promover estos asesinatos48. En efecto, contrariandosu orientacin que respetaba las prcticas tradicionales, el Quintn tambinfue protagonista de este oscuro episodio, como lo recuerda Cristbal Se-

    cue: De pronto empezaron a matar a los brujos, y se sabe que los llamadosbrujos eran los mismos mdicos tradicionales, y que tenan problemas po-lticos, problemas de competencia. Entonces cuando el Quintn se meti eneso de eliminar mdicos tradicionales, la gente que acuda a esos mdicoscomenz a tenerle odio al Quintn49.

    Entre los combatientes del Quintn era habitual recurrir a los servi-cios del mdico tradicional, como un recurso para su proteccin y muchoscreenrmementequealgunasdelasbajasquesepresentaronfueronel

    resultado del desconocimiento de las advertencias de los mdicos. Cons-tantemente estaban haciendo voltiados a la gente para en caso de algnencuentro con el enemigo, pues al menos uno tiene la proteccin de algu-nas plantas que lo pueden defender a uno. Uno cree que esas plantas sonplantas que lo pueden defender a uno50.

    El acompaamiento de los mdicos est registrado en varias de lasacciones militares del Quintn, como es el caso de la toma de Santanderde Quilichao. En esa oportunidad Dalila recuerda que los combatientesno haban dormido las noches anteriores, debido a que estaban realizandoprcticas de limpieza con los mdicos, y atribuye a esta proteccin el he-cho de que el Quintn no hubiera sufrido bajas en esta accin, a diferencia

    48 Ibidem, p. 112.49 Cristbal Secu, entrevista, octubre de 1996, en Memoria del Movimiento Armado Quintn Lame,

    op. cit., p. 87.50 Taller con excombatientes del Quintn, mayo de 1993, Popayn.

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    de lo que ocurri con el Ricardo F