El kerygma misionero

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Biblioteca Digital DIBRI -UCSH por Universidad Católica Silva Henríquez UCSH -DIBRI . Esta obra está bajo una licencia Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/ CIENCIAS RELIGIOSAS N 15 El Kerygma misionero Enrique García Ahumada*, F.S.C. Resumen: La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se propuso formar discípulos misioneros, lo cual urge la Nueva Evangelización definida y caracterizada en la IV Conferencia, en Santo Domingo, dentro de la cual se reflexiona sobre el puesto del kerygma cristiano y su preparación. Se examina la práctica de Jesús, de los Apóstoles y la importancia del prekerygma en la Biblia, que es el Antiguo Testamento. Se estudian las condiciones comunicativas de la palabra para concluir con la dinámica del kerygma misionero significativo para hoy, su espiritualidad y pedagogía. Palabras clave: kerygma, evangelización, acción misionera, catequesis, iniciación, discípulos. Abstract: The V General Conference of the Latin American Episcopate proposed to train missionary disciples, which is an urgent need in the New Evangelization defined and characterized in the IV in Santo Domingo, within which the position of Christian kerugma and its preparation are reflected upon. They examine the practice of Jesus, the Apostles and the importance of pre-kerygma in the Bible, the Old Testament. They also read about the communicative conditions of God's word to conclude with the dynamics of the significant missionary kerugma for the present times, its spirituality and pedagogy. Key words: kerygma, evangelization, missionary action, catechesis, initiation, disciples. *Teólogo. Director del Magíster en Educación Religiosa, UCSH, Instituto de Ciencias Religiosas. [email protected]

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Biblioteca Digital DIBRI -UCSH por Universidad Católica Silva Henríquez UCSH -DIBRI.

Esta obra está bajo una licencia Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported de Creative Commons.

Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/

CIENCIAS RELIGIOSAS N 15

El Kerygma misionero

Enrique García Ahumada*, F.S.C.

Resumen:

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se propuso formar discípulos misioneros, lo cual urge la Nueva Evangelización definida y caracterizada en la IV Conferencia, en Santo Domingo, dentro de la cual se reflexiona sobre el puesto del kerygma cristiano y su preparación. Se examina la práctica de Jesús, de los Apóstoles y la importancia del prekerygma en la Biblia, que es el Antiguo Testamento. Se estudian las condiciones comunicativas de la palabra para concluir con la dinámica del kerygma misionero significativo para hoy, su espiritualidad y pedagogía.

Palabras clave: kerygma, evangelización, acción misionera, catequesis, iniciación, discípulos.

Abstract:

The V General Conference of the Latin American Episcopate proposed to train missionary disciples, which is an urgent need in the New Evangelization defined and characterized in the IV in Santo Domingo, within which the position of Christian kerugma and its preparation are reflected upon. They examine the practice of Jesus, the Apostles and the importance of pre-kerygma in the Bible, the Old Testament. They also read about the communicative conditions of God's word to conclude with the dynamics of the significant missionary kerugma for the present times, its spirituality and pedagogy.

Key words: kerygma, evangelization, missionary action, catechesis, initiation, disciples.

*Teólogo. Director del Magíster en Educación Religiosa, UCSH, Instituto de Ciencias Religiosas. [email protected]

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La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en mayo de 2007 en la basílica de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Aparecida del Norte, Brasil, ha querido promover discípulos misioneros. La III Semana Latinoamericana de Catequesis realizada del 1 al 6 de mayo de 2006 en Santafé de Bogotá propuso, en un aporte que hicimos a dicha Conferencia, "renovar la pastoral con el kerygma y la iniciación cristiana para el discipulado, ante la gran cantidad de bautizados no convertidos y no cristianos" (García, 2006. p. 131). Este mal ya fue denunciado en 1563 en Perú por el Pbro. Pedro de Quiroga atribuyendo la causa a la poca formación de los catequistas (Quiroga, 1563). El presente estudio se propone explicar, con base en la Sagrada Escritura y en la reflexión catequética latinoamericana de las recientes décadas, la importancia del kerygma misionero en la evangelización, de su preparación cuidadosa y de la consiguiente iniciación cristiana para formar discípulos misioneros.

1. Necesidad actual de una Nueva Evangelización

América Latina es la región con mayor número de católicos de nombre en el mundo, pero es también una región de fe débil, en peligro de extinción ante la pérdida de importancia de la religión en la vida de muchos. Una cultura que durante cinco siglos mantuvo un sustrato cristiano, al menos en sus manifestaciones externas, puede verlo desaparecer si la Iglesia no realiza una Nueva Evangelización.

En el reciente cuatrienio, el CELAM ha desarrollado un programa para impulsar el kerygma cristiano en toda la acción eclesial. La palabra kerygma es griega, desconocida por los catequistas de base, y se usa en teología pastoral porque el Nuevo Testamento se escribió originalmente en griego, la lengua del mundo mediterráneo en tiempos de Jesús como consecuencia de las conquistas del macedonio Alejandro Magno. En el idioma de esa época, que ha evolucionado mucho hasta el griego actual, kelygma es un bando o proclama hecho por un heraldo, el keryx (Pabón & Echauri, 1959), vocación que San Pablo dos veces agradece haber recibido (1 Tim 2, 7; 2 Tim 1, 11).

Todo bautizado está llamado a ser heraldo del Evangelio, tarea que hoy la mayoría no ejerce, porque nunca pasó por un proceso de evangelización. Quien ha sido evangelizado se distingue porque a su vez evangeliza por gratitud (Pablo VI, 1975). El kerygma cristiano es el anuncio básico de Jesús muerto y resucitado para salvarnos, por amor, del pecado y de la muerte. ¿Cuántos católicos, incluso de los que colaboran en parroquias, escuelas católicas u otras instituciones de la Iglesia, son entusiastas del kerygma cristiano?

Para corregir esta deficiencia general de los católicos latinoamericanos, Juan Pablo II promovió una Nueva Evangelización. La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1992; se abrevia DSD) realizada en Santo Domingo, República Dominicana, al celebrar los 500 años de la llegada del Evangelio a América, entre otros méritos tuvo el de definir la Nueva Evangelización con siete características.

2. Características de la Nueva Evangelización

La Nueva Evangelización se caracteriza por:

1) La situación crítica que la motiva, "la realidad de un continente en el cual se da un divorcio entre fe y vida hasta producir clamorosas situaciones de injusticia, desigualdad social y violencia" (DSD 24c);

2) Su propósito misionero, "ante todo una llamada a la conversión y a la esperanza, que se apoya en las promesas de Dios y que tiene como certeza inquebrantable la Resurrección de Jesucristo" (DSD 24d);

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3) Su modo dialogal, pues la Nueva Evangelización "es el conjunto de medios, acciones y actitudes aptos para colocar el Evangelio en diálogo activo con la modernidad y lo postmoderno, sea para interpelarlos, sea dejarse interpelar por ellos" (DSD 24e);

4) Su finalidad pastoral y social, "formar hombres y comunidades maduras en la fe" (DSD 25b) y "un pueblo renovado constituido por hombres libres conscientes de su dignidad y capaces de forjar una historia verdaderamente humana" (DSD 24e);

5) Sus destinatarios especiales: "tantos hombres y mujeres bautizados que viven sin energía el cristianismo, 'han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio' (RMi 33)" (DSD 25e) y "también las clases medias, los grupos, las poblaciones, los ambientes de vida y de trabajo marcados por la ciencia, la técnica y los medios de comunicación social" (DSD 25d);

6) Su contenido: "Jesucristo, Evangelio del Padre, que anunció con gestos y palabras que Dios es misericordioso con todas sus criaturas, que ama al hombre con un amor sin límites y que ha querido entrar en su historia por medio de Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros para liberarnos del pecado y de todas sus consecuencias y para hacernos partícipes de su vida divina" (DSD 27a); 7) Sus novedades en:

a) ardor que "supone una fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu, genere una mística, un entusiasmo incontenible en la tarea de anunciar el Evangelio" (DSD 28b);

b) métodos, como "el testimonio y el encuentro personal, la presencia del cristiano en todo lo humano, así como la confianza en el anuncio salvador de Jesús (kerygma) y en la actividad del Espíritu Santo", empleando "...bajo la acción del Espíritu creador, la imaginación y la creatividad para que, de manera pedagógica y convincente, el Evangelio llegue a todos" (DSD 29);

c) expresión, "con un lenguaje que haga más cercano el mismo Evangelio de siempre a las nuevas realidades culturales de hoy" (DSD 30).

3. Quiénes necesitan el kerygma hoy

En nuestras sociedades, en proceso de rápida secularización de la cultura, no corresponde hacer catequesis sin previa acción misionera. Muchas personas de las nuevas generaciones no conocen a Cristo ni su Evangelio, no han oído hablar de él en forma convincente, o sólo en contra suya. Dan por descontado que el cristianismo es una ingenuidad precientífica o un engaño. Hay militantes de ideologías contrarias al cristianismo, especialmente a la Iglesia Católica, que difunden ese modo de pensar.

Hay también bautizados no convertidos, que recibieron el bautismo en la infancia pero jamás tuvieron verdadera iniciación a la vida cristiana. No han hecho el descubrimiento de Jesucristo como salvador personal, no han tenido un verdadero encuentro con Jesús como su Señor y Mesías. Tal vez comenzaron su proceso de iniciación cristiana, pero no han vivido el itinerario gradual y completo hacia la fe y, menos, de crecimiento en la fe.

Multitudes sufren marginación, deshumanización, carencia del sentido de la propia dignidad humana. Viven en la miseria, sin familia estable, sumidos en ambiente de vicio y delincuencia. Entre ellos hay encarcelados y reincidentes en el delito, que no van a cambiar con una acción pastoral superficial y rápida. Necesitan recuperar la dignidad, tener esperanza de cambio alentador para encontrarle sentido a la vida y abrirse a la redención.

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Hay migrantes dentro del país, sin arraigo social, acosados por la inseguridad en un lugar tras otro. Otros proceden de otros países y buscan mejor vida, padecen a veces grave desajuste o pérdida de identidad, están desprovistos de valores fundamentales que orienten su vida para ganar estabilidad en alguna situación grata y aceptable.

Hay indígenas de culturas originarias del país, también habitantes de remoto o cercano origen africano o asiático, con sus culturas ancestrales, algunos con valores cristianos asimilados a lo largo del tiempo. Para llamarlos a la fe católica, es preciso inculturar el Evangelio en su lenguaje, valores, costumbres, expresiones e instituciones. No es asunto breve.

Todos ellos necesitan el kerygma, es decir, el anuncio gozoso de Dios vivo que por amor se acerca en Jesús a salvar a toda persona mediante un cambio de vida y la inserción en la comunidad creyente. Sin embargo, no hay que apresurar las cosas, para que este anuncio sea captado en su profundidad.

El cristianismo es una religión iniciática en que las personas se introducen por etapas. Hay quienes creen estar dentro y se autocalifican de cristianos porque conocen cierto vocabulario o participan en algunos ritos, pero no han tenido una experiencia transformadora del conjunto de la vida. Carecen de alegría por el Evangelio, por pertenecer a la Iglesia y por servir al mundo en homenaje a Dios. Se han saltado la iniciación o la han visto interrumpida antes de hacer una opción fundamental. Tal vez ni siquiera les ha impresionado en forma personal lo que llamamos la buena noticia inicial.

El kerygma o primer anuncio de la salvación por el Cristo o Mesías no impacta sino a personas con cierta preparación previa. En nuestra época esa preparación mínima debe ser la inquietud por al menos uno de cuatro grandes asuntos: 1) El sentido de la vida y del mundo, La necesidad de amor estable y definitivo (muy escaso cuando ni el matrimonio parece ofrecer seguridad afectiva, y muchos crecen en constante situación de violencia),

2) Encontrar una pertenencia permanente (mientras niños y adolescentes viven en enorme soledad y muchos adultos sufren constante inestabilidad), y

3) La necesidad de perdón.

El problema no admite soluciones rápidas. En esto nos da ejemplo el testimonio bíblico.

4. El progresivo anuncio salvador por Jesús

En el Nuevo Testamento, aunque "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), el kerygma cristiano no se ofrece a cualquiera.

Jesús, después de pasar unos treinta años compartiendo la vida corriente en una aldea hasta entonces desconocida, va introduciendo al misterio de su ser y misión por etapas, a partir de la buena noticia global de la llegada del reino de Dios a quien lo acepta y cambia de vida. Cuando apresan a su precursor, Juan, poco después de su bautismo, deja la Judea hostil y comienza su anuncio en Galilea (Mc 1, 14s; Mt 4, 12-17.23-25). Predica en las sinagogas, donde la gente se dedica a comprender

las Escrituras (Mc 1, 21s). También enseña a quienes acuden a él (Mc 2, 1-3.13).

Nunca aparece Jesús en los Evangelios conversando con niños. Sólo impide que se los alejen,, los bendice (Mt 19, 13-15) y los toma en brazos (Mc 10, 13-16). Los confía a sus padres y pide recibirlos bien (Mc 9, 35-37).

Lo escuchan personas abiertas y también otras en actitud crítica (Mc 15-17.23-28; 3, 1-2.20-24). Entonces Jesús, en vez de anunciar claramente el reinado de Dios, los interpela a todos

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mediante la parábola introductoria que habla sobre un sembrador (Mc 4, 1-20; Mt 13, 1-9). Hace pensar acerca del reino de Dios mediante parábolas enigmáticas que sólo los bien dispuestos entienden (Mc 4, 21-34; Mt 13, lOss). Se aleja cuando no lo reciben bien (Mc 5, 14-20), cuando le tienen mala voluntad (Mt 12, 14-16) y cuando asesinan a Juan el Bautista (Mt 14, 12-14).

En un comienzo, Jesús desaconseja a los Apóstoles predicar en tierras de paganos o a samaritanos (Mt 10, 5-6; 11, 1), hasta que una insistente mujer sirio-fenicia le hace ampliar sus destinatarios (Mc 7, 24-30; Mt 15, 21-28). Entonces sale a Sidón en la costa fenicia, a la Decápolis (Mc 7, 31s) y se aleja hasta Cesarea de Filipo (Mc 8, 27-30; Mt 16, 13-20).

Sólo después de un tiempo empieza a confidenciar a sus discípulos más cercanos y a otros del círculo más amplio el misterio de la cruz, de su muerte y resurrección (Mc 8, 34-38; 9, 30-32; 10, 32-34; Mt 16, 21-28; 17, 9-12; 20, 17-19). Se transfigura en presencia exclusiva de sus íntimos Pedro, Santiago y Juan (Mc 9, 1-4; Mt 17, 1-3). Con los Doce celebra la cena pascual, que será el centro de la vida de su Iglesia (Mc 14, 12-17; Mt 26, 17-20; Lc 22, 7-14). Lucas agrega que allí instituye el presbiterado (Lc 22, 19b-20). Juan incluye en ese marco confidencial la profundidad espiritual de la inhabitación trinitaria (Jn 14, 15-24) y el anuncio de la venida del Espíritu Santo (Jn 15, 26 a 16, 15).

Jesús en la cruz sólo promete el paraíso al ladrón que mostró humildad y fe, no perdona a los burlones que lo rodean, por no tener disposición alguna para recibir tal don, aunque ruega por ellos al Padre (Lc 23, 32-43).

En el camino a Emaús resume el proceso de la evangelización: se interesa por las preocupaciones de dos discípulos desanimados, les explica con la Biblia el sentido de su muerte y resurrección salvadora, comparte con ellos la eucaristía, los reintegra a la comunidad y los convierte en misioneros espontáneos (Mc 16, 12; Lc 24, 13-35).

5. El anuncio kerygmático por los apóstoles y primeros discípulos

En Pentecostés, una vez completada la vida pública de Jesús, Pedro anuncia a israelitas educados en la Biblia el contraste entre la cruz y la resurrección para el perdón (Hch 2, 32-41).

El diácono Felipe atrae a los vecinos samaritanos con prodigios y les anuncia la buena noticia (Hch 8, 4-8). Bautiza a un etíope adorador del único Dios cuando volvía a su país leyendo las Escrituras después de explicarle el acontecimiento pascual (Hch 8, 26-39). Ese hombre era uno de los no judíos adoradores o temerosos de Dios, como también el centurión romano Cornelio a quien bautizó Pedro en Cesarea Marítima (Hch 10, 1-2.21-23), tal como era Lidia de Tiatira a quien bautizó Pablo en Filipos (Hch 16, 14), como los griegos que siguieron a Pablo y Silas en Tesalónica (Hch 17, 1-4) y como otros griegos con quienes conversaba Pablo en las sinagogas de Atenas (Hch 17, 15-17).

En la persecución de judíos a cristianos, que comenzó con la lapidación del protomártir Esteban, algunos cristianos de Judea salen a evangelizar judíos en Fenicia, Chipre y Antioquía (Hch 11, 19). Movidos por el Espíritu Santo, algunos cristianos chipriotas y cireneos comienzan a

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evangelizar en Antioquía también a griegos, es decir, personas de cultura helenística con poca o ninguna educación judía (Hch 11, 20s).

Pablo y Bernabé comienzan por predicar en sinagogas de Salamina en Chipre (Hch 13, 4-5), de Antioquía en Pisidia (Hch, 13, 13-14) y de Iconio (Hch 14, 1). En Pafos, en el extremo oriental de Chipre, evangelizan excepcionalmente al gobernador romano Sergio Paulo por ser hombre abierto (Hch 13, 6-12). Cuando los licaonios de Listra los quieren adorar por haber sanado a un paralítico, se limitan a anunciar al Dios único y creador hasta lograr que se retiren a sus casas, sin llegar al kerygma cristiano (Hch 14, 8-20).

Al predicar Pablo a los filósofos en Atenas, les habla a partir de sus preocupaciones religiosas: que tienen muchos monumentos religiosos y hasta aceptan la existencia de un Dios desconocido. Comienza por predicar la religión natural: que hay un Creador, un ser espiritual diferente de las esculturas de metal o de piedra que no necesita templos ni servidores, que hay seriales que permiten buscarlo y encontrarlo, y que "en Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28). Sólo después de ese preámbulo da la Buena Noticia de la justicia esperada en el juicio final del salvador resucitado de entre los muertos. No le fue muy bien, con todo (Hch 17, 32-34).

Los Apóstoles sólo evangelizan personas en la medida en que las ven preparadas, o bien, las disponen a acoger el kerygma cristiano mediante la predicación de temas más elementales. El kerygma o pregón inicial sobre el Mesías ya enviado, muerto y resucitado para nuestra salvación eterna se anuncia principalmente a judíos conocedores de las Escrituras, lo cual es una base favorable a la conversión.

6. El preevangelio en la Biblia: el Antiguo Testamento

La historia de la salvación transmitida en la Biblia muestra un gran proceso preparatorio al anuncio de la encarnación y redención. Primero se plantean en el Génesis los grandes temas del origen del mundo y del pecado. Desde el inicio de la revelación a Abraham en el siglo XIX A.C. Dios promete una bendición para toda la humanidad: "Por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo" (Gn 12, 3b). Pero, en medio de acontecimientos esperanzadores como la Alianza del Sinaí, el reino establecido en Jerusalén o el regreso del exilio, aparecen en la Biblia preocupaciones sobre el sufrimiento, sobre la retribución de las buenas obras, sobre la providencia y sobre la inalcanzable sabiduría de Dios.

En el siglo V a.C. termina la redacción del gran poema de Job, referente a un extranjero de la región de Us (Jb 1, 1; ver Gn 22, 20-21), que plantea preguntas sobre el misterio de Dios. "¿Por qué deja Dios ver la luz al que sufre? ¿Por qué le da vida al que está lleno de amargura?" (Jb 3, 20). Frente a la creencia ingenua de que Dios premia o castiga todo en esta vida, Job muestra vigorosamente su decepción al sufrir sabiéndose inocente y al ver morir inocentes ante la indiferencia patente de Dios:

"Todo es lo mismo. Y esto es lo que pienso: que Él destruye lo mismo a culpables que a inocentes. Si en un desastre muere gente inocente, Dios se ríe de su desesperación. Deja el mundo en manos de los malvados y a los jueces les venda los ojos. Y si no ha sido Dios, ¿quién entonces?" (lb 9, 22-24).

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Le parece obvio que todo termina en la muerte:

"El agua del mar podrá evaporarse, y los ríos quedarse secos; pero mientras el cielo exista, el hombre no se levantará de su tumba, no despertará de su sueño" (lb 14, 11s).

Reconoce el contraste entre la pequeñez humana y el saber y poder de Dios creador y gobernador del universo. El autor del libro pone en boca de Dios esta interpelación:

"¿Quién eres tú para dudar de mi providencia y mostrar con tus palabras tu ignorancia? Muéstrame ahora tu valentía y respóndeme a estas preguntas: ¿Dónde estabas cuando yo afirmé la tierra? ¡Dímelo, si de veras sabes tanto! ¿Sabes quién decidió cuánto habría de medir, y quién fue el arquitecto que la hizo? ¿Sobre qué descansan sus cimientos? ¿Quién le puso la piedra principal de apoyo, mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora entre la alegría de mis servidores celestiales?" (Jb 38, 2-7)

Y replica Job: "¿Qué puedo responder yo, que soy tan poca cosa? Prefiero guardar silencio" (Jb 40, 3s). Finalmente reitera su sumisión reconociendo su ignorancia de los caminos de la providencia de Dios:

"Yo sé que Tú lo puedes todo y que no hay nada que no puedas realizar. ¿Quién soy yo para dudar de tu providencia, mostrando así mi ignorancia? Yo estaba hablando de cosas que no entiendo, cosas tan maravillosas que no las puedo comprender" (Jb 42, 1-3).

Sin embargo, el final feliz del drama de Job, que recibe duplicada su prosperidad anterior, no resuelve las preguntas planteadas, porque no corresponde a la experiencia cotidiana. Esta narración no es un hecho histórico sino un relato artificial.

Más tarde, en la segunda mitad del siglo III A.C. el filósofo judío Qohelet extrema sus preguntas, inquiriendo sobre el sentido mismo de la vida. Su primera afirmación que resume el conjunto del libro es: "¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión!" (Ecls 1, 2).

Se pone literariamente en el lugar de Salomón, que había reinado entre el año 970 y el 930 A.C.:

"Yo, el predicador, fui rey de Israel en Jerusalén, y me entregué de lleno a investigar y estudiar con sabiduría todo lo que se hace en este mundo. ¡Vaya carga pesada que ha puesto Dios sobre los hombres para humillarlos con ella! Y pude darme cuenta de que todo lo que se hace en este mundo es vana ilusión, es querer atrapar el viento" (Ecls 1, 12-14).

Falto de la revelación de la resurrección, está desorientado frente a la vida:

"Me di cuenta de que a todos les espera lo mismo, y me dije: 'Lo que le espera al necio también me espera a mí, así que de nada me sirve tanta sabiduría. ¡Hasta eso es vana ilusión! Porque nunca nadie se acordará ni del sabio ni del necio; con el correr del tiempo todo se olvida, y sabios y necios mueren por igual'. Llegué a odiar la vida, pues todo lo que se hace en este mundo resultaba en contra mía. Realmente, todo es vana ilusión, ¡es querer atrapar el viento! Llegué a odiar también todo el trabajo que había realizado en este mundo, pues todo ello tendría que dejárselo a mi sucesor" (Ecls 2, 14-18).

Opta por los placeres cotidianos reconociéndolos como dones de Dios:

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"Me doy cuenta de la carga que Dios ha puesto sobre los hombres para humillarlos con ella. Él, en el momento preciso, todo lo hizo hermoso; puso además en la mente humana la idea de lo infinito, aun cuando el hombre no alcanza a comprender en toda su amplitud lo que Dios ha hecho y lo que hará. Yo sé que lo mejor que puede hacer el hombre es divertirse y disfrutar de la vida, pues si comemos y bebemos y contemplamos los beneficios de nuestro trabajo, es porque Dios nos los ha concedido" (Ecls 3, 10-13; 2, 24; 5, 18; 8, 15; 9, 7-10).

No entiende qué pasará con las injusticias sociales ni cómo Dios hará justicia. Dice:

"He podido ver también que en este mundo hay corrupción y maldad donde debiera haber justicia y rectitud. Por lo tanto, digo que Dios juzgará al hombre honrado y al malvado, porque hay un momento para todo lo que ocurre y para todo lo que se hace" (Ecls 3, 16s).

Pero, a pesar de ese acto de fe, está por preferir no haber nacido:

"Dirigí luego mi atención a los actos de opresión que se cometen en este mundo. Y vi que los oprimidos lloran, pero no hay quien los consuele; sus opresores les hacen violencia, pero no hay quien los consuele. Por eso consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven, aunque en mejores condiciones que estos dos están los que aún no han nacido, pues todavía no han visto la maldad que se comete en este mundo" (Ecls 4, 1-3).

En Israel se creía que, después de la muerte, los hombres iban al sheol, sin saber para qué. Esto le trae dudas:

"¿Quién puede asegurar que el espíritu del hombre sube a las alturas de los cielos, y que el espíritu del animal baja a las profundidades de la tierra? (Ecls 3, 21).

Sin entender la vida, Qohelet deja todo en manos de Dios, casi como Job, y dice sentenciosamente:

"Cuando te vaya bien, disfruta de ese bienestar; pero cuando te vaya mal, ponte a pensar que lo uno y lo otro son cosa de Dios, y que el hombre nunca sabe lo que ha de traerle el futuro" (Ecls 7, 14; 9, 1).

Se confía en Dios: "El que honra a Dios saldrá bien de todas estas cosas" (Ecls 7, 18b). Confiesa desconocer el sentido de todo: "¡Fuera de mi alcance está todo lo que existe! ¡Es demasiado profundo y nadie puede comprenderlo!" (Ecls 7, 24). Se expresa como un agnóstico, por lo cual este libro llamado Eclesiastés o Qohelet invita a ser comprensivos con los agnósticos. Protesta contra la misma injusticia vital que atormentó a Job:

"Y así se da en este mundo el caso sin sentido de hombres buenos que sufren como si fueran malos, y de hombres malos que gozan como si fueran buenos. ¡Yo digo que tampoco esto tiene sentido!" (Ecls 8, 14).

Qohelet afirma ignorar especialmente el sentido de las acciones humanas:

"Mientras más me entregué a aprender y a saber y a observar todo lo que se hace en este mundo...más cuenta me di de que el hombre no puede comprender lo que Dios hace ni lo que ocurre en este mundo. Por más que luche buscando la respuesta, no la encontrará; aun cuando el sabio diga conocerla, en realidad no ha podido encontrarla" (Ecls 8, 16s).

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El sufrimiento de los inocentes es la principal objeción de quienes se niegan a creer que exista un Dios bueno y misericordioso. A pesar de la ignorancia de su razón, su fe en el judaísmo tradicional hace a Qohelet recordar la cuenta que se deberá dar a Dios:

"Diviértete, joven, ahora que estás lleno de vida; disfruta de lo bueno ahora que puedes. Déjate llevar por los impulsos de tu corazón y por todo lo que ves, pero recuerda que de todo ello Dios te pedirá cuentas" (Ecls 11, 9).

El sabio israelita termina su libro con una propuesta de moral religiosa que está por encima de lo que alcanza a entender:

"El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto" (Ecls 12, 13s).

7. El preámbulo al kerygma hoy

El kerygma cristiano tiene su puesto en el proceso hacia la fe, pero no es lo primero. Hay una preparación por el despertar de inquietudes acerca del ser humano y su posibilidad de salvación del sufrimiento, del pecado y de la muerte. Jesús hizo su propio enunciado del kerygma de la salvación: "Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquél que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna" (In 3, 16). Este mensaje carece de sentido mientras las personas no se han hecho preguntas tales como: ¿funciona bien el cosmos por casualidad o hay un ser inteligente y poderoso que le ha dado existencia y puso las leyes de la naturaleza? ¿Cómo se puede encontrar sentido al sufrimiento de los inocentes? ¿Las injusticias del mundo son inevitables o superables? ¿De dónde puede venir el perdón a la maldad humana diaria y a la corrupción de la humanidad? ¿Hay más allá de la razón científica y filosófica alguna revelación superior acerca del misterio de la existencia humana y del universo? ¿Vale la pena tener fe en alguien que dé respuesta a las cuestiones centrales de la vida?

El kerygma cristiano interesa cuando las personas encuentran en él una respuesta plausible a sus preguntas más hondas. Antes de evangelizar adultos y jóvenes, es indispensable sembrar la inquietud por esas cuestiones, evitar que las rehuyan, hacer sentir que plantearlas es serial de cierta madurez humana. En cada comunidad cristiana se necesitan misioneros entrenados para suscitar los cuestionamientos básicos que hagan significativa la Buena Noticia a los adultos y a los jóvenes. Así se cumple el "diálogo activo con la modernidad y lo postmoderno" propuesto por nuestros obispos en Santo Domingo. En forma accesible a personas no especializadas, ayuda mucho a pensar en estas cosas Mons. Bernardino Piriera (Piriera, 2006).

Una película, un poema, una novela u otra forma de arte, puede ser ocasión de iniciarse en las cuestiones humanas perennes que han hecho surgir la religión, la filosofía, la buena literatura, que alejan de la trivialidad en que nos sumerge la vida moderna y postmoderna. Las ciencias naturales y matemáticas con sus estudios tan precisos y limitados son incapaces de orientar la vida. En cambio, las ciencias sociales al formular interrogantes sobre la humanidad introducen hacia la filosofía y hacia el sentido de la religión. La cultura artística o en ciencias sociales, la reflexión filosófica y teológica, al menos en sus formas de divulgación seria, sin necesidad de alta especialización, ayudan a despertar las inquietudes previas al anuncio del kerygma de la salvación. No hay que saltarse la preparación al kerygma cristiano.

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Una vez planteadas las grandes preguntas que hacen de la cultura una forma de humanización y no de puro entretenimiento, el kerygma cristiano es una primera respuesta global que llama a un vuelco vital, la conversión, y a un posterior proceso de profundización, que es la iniciación cristiana.

Ahora conviene examinar ciertas condiciones comunicativas para que el kerygma de la salvación llegue a la personas.

8. La palabra decidora y la pura palabra

Muchas veces hemos escuchado la predicación callejera de nuestros hermanos evangélicos, normalmente bien centrada en el kerygma apostólico, mientras los circunstantes en su mayoría quedan indiferentes. Se pueden oír las cosas más maravillosas e importantes en sí, sin encontrarles valor. Esto puede ocurrir también con la homilía, con la enseñanza religiosa escolar, con la catequesis parroquial o familiar.

¿Qué hace a la palabra ser o no significativa para el interlocutor? Ésta es una cuestión crucial para el ejercicio del ministerio de la Palabra y particularmente para poner el kerygma misionero en condiciones de ser escuchado. Su eficacia depende de la gracia de Dios, pero si la palabra ni siquiera se escucha, hay lo que en comunicología se llama ruido de fondo, que impide estructuralmente el contacto intersubjetivo, del interior de una persona al interior de otra.

El principal ruido de fondo en la comunicación entre dos personas es la falta de confianza mutua. Un "te quiero" dicho antes de conquistar la benevolencia de la otra persona, puede dejarla fría aunque el contenido es de lo más grandioso que cada cual anhela escuchar. En la oratoria latina clásica el primer paso de una elocución es la captatio benevolentiae. Los estadounidenses acostumbran comenzar sus discursos con alguna broma para ganarse la simpatía de la audiencia, lo cual facilita la que podemos llamar "venta del producto". Obvia-mente, para un contenido semántico tan sagrado como el llamado a la salvación eterna, no corresponde emplear recursos bufonescos ni de mercadotecnia.

Recordemos algunos ejemplos muy ilustrativos de nuestra historia misionera.

Los quince dominicos de sus primeras tres comunidades en América se reunieron en 1511 para emprender la evangelización en la isla llamada por los indígenas Kiskeya o Haití. Bajo la dirección de Fray Pedro de Córdoba decidieron sabiamente: vivir en pobreza y devoción para que los indígenas reconocieran que no iban tras de su oro, aprender ante todo las lenguas locales, predicar en forma narrativa y hacerlo todos los domingos y fiestas para hacer entender la obra salvadora de Dios en el mundo. Su afán apostólico les hizo practicar la mejor teoría de la comunicación, y hoy la región se denomina en homenaje a estos santos frailes República Dominicana.

Un fracaso fue la primera acción misionera desde 1596 en la región de Arauco hasta Chiloé, de seis jesuitas bajo la dirección del Padre Luis de Valdivia, rector del colegio fundado en Santiago al llegar tres años antes. Aunque bautizaron unos setenta mil mapuches en su campaña de dos años, esos mismos indígenas, en la sorpresa de Curalaba, en la Navidad de 1598, mataron al gobernador Martín García Oñez de Loyola, familiar de San Ignacio para colmo de su dolor, y después quemaron las siete ciudades del sur, lo cual inició la etapa histórica de la Araucanía independiente de España y de Chile que duró hasta 1881. No podemos pensar que esos religiosos intelectuales hayan hecho una presentación incorrecta del kerygma. La fundación de ciudades

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previa conquista del territorio a fuerza de cañón hizo recapacitar a los caciques de la época pensando que "los padres no hacen maldad, pero son de mal agüero, detrás de ellos vienen los huincas" (Bengoa, 2000, p. 147). No había condiciones para una palabra convincente, aunque los predicadores eran buenos.

En cambio, al fundarse en Chile en 1608 la vasta provincia de la Compañía de Jesús centrada en Asunción del Paraguay, los jesuitas establecieron en sus posesiones en la diócesis de Santiago la primera legislación laboral del país: suprimieron el servicio personal gratuito de los indígenas, que hacía rechazar a los de la diócesis del sur la incorporación a la Iglesia y por tanto a la corona española. En adelante quedaron libres, pudiendo contratarse por un salario, lo cual inició en Chile el inquilinato agrícola. Se pagaba en especies, más cuarenta pesos oro anuales a los oficiales especializados y veinticinco a los demás, se les daba reserva de terrenos, tiempo semanal para sus propios cultivos, una yunta de bueyes, raciones de carne fresca y seca, leña para los hombres y lana para las mujeres, retiro a los cincuenta años de edad con derecho a ropa y alimentación, como también para las viudas e impedidos. Se les acompañaba con evangelización y cuidado de una vida familiar cristiana digna. Tan patente fue el cambio, que al establecer en 1635 la tasa de Lazo de la Vega la libre contratación para todos los mapuches, hubo conflicto en Melipilla con los encomenderos, porque los indígenas preferían acudir a la hacienda de los jesuitas — recordada hasta hoy por los nombres de los pueblos donde estaban sus Linderos, sus Graneros y su Hospital — debido a la "buena paga y agasajo" (Villalobos, 1986, p.122). La nueva situación laboral hizo atrayente y creíble la misma palabra evangélica. Asimismo, el humilde y sacrificado servicio evangelizador de los jesuitas a los guarpes procedentes de Mendoza y a los negros, después de aprender sistemáticamente la lengua de Angola, les atrajo el aprecio de todas las clases sociales y etnias en Chile colonial.

En consecuencia, no basta a la palabra eclesial ser teológicamente correcta. Para surtir efecto apostólico, necesita ser proferida en circunstancias favorables. Esto es una cuestión acuciante para los teólogos pastoralistas, que para resolverla recurrimos a las ciencias humanas y no sólo a la teología sistemática.

La palabra no es un signo de automática eficacia, lo cual sería una concepción mágica a manera de conjuro hechicero o de ensalmo sanante con resultado previsible. La palabra es signo cuya eficacia depende del que actúa, requerido de coherencia entre lo que predica y lo que practica, y de solidaridad con la acción ministerial de la Iglesia que lo envía. Una Iglesia desprestigiada —como ha ocurrido en diversos lugares y épocas— requiere ministros santos para recuperar credibilidad. Todo ministro de la Palabra necesita cuidar su fidelidad a Dios y la de la Iglesia que lo envía. Para eso, dice el escrito a los Hebreos, "Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien" (Heb 10, 24). El Apóstol insiste: "Instrúyanse y amonéstense unos a otros con toda sabiduría" (Col 3, 16b; ver también Rm 1, 12; Gal 6, 1).

9. Las funciones de la palabra

En ayuda de la evangelización podemos acudir a la teoría de la comunicación de Román Jakobson, que ha entrado en los programas escolares chilenos (Jakobson, 1986; García, 1999), de modo que mucha gente hoy puede ser más crítica que antes acerca de los discursos

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eclesiales. En síntesis, considera en todo acto o proceso de comunicación seis factores: el emisor, el destinatario o interlocutor, el entorno o mundo de referencia acerca del cual se habla, el mensaje que se dice, el lenguaje o código en que se expresa el mensaje, el canal o portador material del mensaje (el aire para las ondas sonoras, el campo electromagnético para las ondas luminosas, radiales, telefónicas, televisivas, informáticas).

El resultado de la comunicación se llama contacto, que puede ser físico o también sicológico. Cada cual puede oír muchas cosas pero escuchar sólo algo que selecciona, o no escuchar ninguna de las seriales auditivas. Las perturbaciones de la comunicación, llamadas ruidos, que impiden el contacto, pueden ser menores u ocasionales y se llaman ruidos parásitos, tales como el barullo o la distancia que impide escuchar a un locutor, o los distractores que impiden con centrarse en un mensaje visual o sonoro. Las perturbaciones graves o estructurales se llaman ruidos de fondo. No se puede presenciar un espectáculo audiovisual si se interrumpe la corriente eléctrica o se "cae" el sistema computacional. El ruido de fondo más grave es la desconfianza entre los interlocutores, como se ha dicho. Los ruidos se vencen con la redundancia. Para los ruidos parásitos, la redundancia puede consistir en la repetición, ojalá variada para no aburrir y adormecer, o en el aislamiento del proceso, como se hace en aulas, cines y templos. Para los ruidos de fondo, la redundancia debe ser coherente y proporcional a las causas.

Conviene tener presentes, en esta teoría para el buen uso de la palabra, sus diferentes funciones:

1) La función referencial o denotativa es la más natural, directa e inmediata, por la cual la palabra alude al contexto o mundo de referencia, constituido por objetos externos a los interlocutores. La teoría de la interpretación de textos estudia el dato contenido en las afirmaciones, teniendo en cuenta lo que dicen directamente o denotan las palabras. Sin embargo, el moderno análisis de contenido descubre a veces tras el mensaje patente uno o más mensajes latentes más o menos ocultos o indirectos, legítimos o no: "Fíjese lo bien que hablo", "No deje de comprar o de aceptar lo que le sugiero", "Note que soy persona confiable", "Usted me parece respetable", "Le oigo pero me preocupa otra cosa".

2) La función expresiva o emotiva centra el interés en el emisor, manifestando la actitud de éste hacia lo que está diciendo, sea sincera o fingida y teatral. Los interlocutores se fijan no sólo en lo que alguien dice, sino también en cómo lo dice y lo siente o parece que lo siente.

3) La función conativa centra el interés del discurso en el destinatario o interlocutor, procurando provocar un cambio de actitud en él. El discurso apostólico nunca es fríamente informativo, sino que interpela para provocar alguna reacción libre y convencida.

4) La función fática o de contacto es el recurso de la palabra o del silencio que busca verificar el buen funcionamiento del canal de comunicación para establecer, prolongar o interrumpir el discurso y, en consecuencia, atraer o confirmar la atención continua del interlocutor ("ame escucha?" "funciona bien el amplificador?" "ame doy a entender?"). En el diálogo evangelizador es importante sentir que no se está hablando solo sino que la palabra se escucha y "llega".

5) La función poética es la creatividad que pone selección, ordenamiento o ritmo a las palabras para hacer al mensaje más fácil de captar o de recordar y evitar el aburrimiento. La excelencia oratoria del discurso depende de su composición literaria bien equilibrada, aunque parte de su calidad está en evitar los recursos rebuscados que atraen más atención por la forma sorprendente o extravagante que sobre su contenido. La oratoria no es una capacidad innata, sino adquirida

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por la lectura y la observación. Por ejemplo, se aprende a comenzar un discurso con una afirmación atrayente y a terminar con alguna frase rotunda y memorable.

6) La función metalingüística es la atención al código o lenguaje en que se transmite el mensaje, para verificar si emisor y destinatario están usando un lenguaje comprendido por ambos, o hay palabras que oscurecen o pueden aclarar la comunicación. En la evangelización importa tener presente que la jerga eclesiástica, sobre todo si se usan siglas y abreviaturas, muchas veces es ignorada o mal comprendida por muchos interlocutores.

10. Contenido y dinámica del kerygma evangélico

El núcleo del discurso de Pedro en Pentecostés ante la multitud congregada es considerado en teología como el pregón o kerygma de la buena noticia central de la fe cristiana:

"Dios ha resucitado a... Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos. Después de haber sido enaltecido y colocado por Dios a su derecha y de haber recibido del Padre el Espíritu Santo que nos había prometido, él a su vez lo derramó sobre nosotros... Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a ese mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hch 2, 32-33.36).

En el contenido semántico de estos versículos del discurso dirigido a conocedores de las Sagradas Escrituras, se destacan la declaración trinitaria, la afirmación de la humanidad de Jesús mortal y de su divinidad por haber enviado él también al Espíritu Santo y por haber sido hecho Señor, y la afirmación pascual de su muerte y resurrección, que dieron la estructura al credo cristiano.

En la retórica o fuerza persuasiva de esa palabra, sobresale la afirmación: "Todos nosotros somos testigos", que se repetirá en los discursos apostólicos (Hch 3, 15; 10, 39-42; 1 Pe 5, 1; 1 Jn 1, 2) y constituye el encargo final y principal de Jesús resucitado: "Ustedes deben dar testimonio de estas cosas" (Lc 24, 48; ver Jn 15, 27; Hch 1, 8).

El sentido, finalidad e intención salvadora del discurso no es una simple exposición doctrinal, sino un llamado a la conversión, hecho patente tanto en la aflicción de los oyentes al sentirse culpables de la muerte de Jesús, que preguntan lo que han de hacer, cuanto en la clara respuesta de Pedro:

"Vuélvanse a Dios y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados, y así él les dará el Espíritu Santo. Porque esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y también para todos los que están lejos; es decir, para todos aquellos que el Señor nuestro Dios quiera llamar" (Hch 2, 38).

El kerygma misionero no se proclama sólo a los curiosos que acudieron al sentir el estruendo que venía del cielo, bastante dóciles, sino también a la Junta Suprema que encarceló a los apóstoles por envidia, con intenciones asesinas. Con valentía acusadora no exenta de misericordia para atraer al arrepentimiento, Pedro y los demás apóstoles les declaran con otras palabras el mismo kerygma:

"Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien ustedes mataron colgándolo en una cruz. Dios lo ha levantado y lo ha puesto a su derecha, y lo ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel se vuelva a Dios y reciba el perdón de sus pecados. De esto somos testigos nosotros, y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen" (Hch 5, 29-32).

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Este mismo Sanedrín se había asombrado por la valentía con que los apóstoles cumplían el servicio de la Palabra:

"Cuando las autoridades vieron la valentía con que hablaban Pedro y Juan, y se dieron cuenta de que eran hombres sin estudios ni cultura, se quedaron sorprendidos, y reconocieron que eran discípulos de Jesús" (Hch 4, 13).

La palabra griega parresía, traducida en este pasaje por valentía, y que significa también libertad para hablar, franqueza, sinceridad, alegría, confianza (Pabón & Echauri, 1959), es frecuente en los Hechos de los Apóstoles, por quienes la comunidad ora para que anuncien el mensaje "sin miedo" (Hch 4, 29), gracias a lo cual "anunciaban abiertamente el mensaje de Dios" (Hch 4, 31). Esa es la cualidad distintiva de Pablo desde su conversión al anunciar a Jesús en Damasco, que Bernabé mencionó al presentarlo a los Apóstoles (Hch 9, 28) y la que reitera Lucas en el último versículo del mismo libro para caracterizar la acción del Apóstol en Roma: "Con toda libertad anunciaba el reino de Dios, y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin que nadie se lo estorbara" (Hch 28, 31).

En este texto, aparece la "parresía" como función emotiva o expresiva no sólo del kerygma misionero, sino también de la enseñanza sucesiva o catequesis.

En la predicación a las comunidades judías dispersas en el imperio romano, se alude como fundamento a las profecías de las Escrituras. Pablo recuerda a los fieles del puerto de Corinto:

"En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos ya han muerto. Después se apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles. Por último se me apareció también a mí" (1 Cor 15, 3-8).

Además de aludir a la Biblia como contenido, se mencionan en este pasaje centrado en la Pascua de Cristo numerosos testigos, terminando con el propio Pablo. El testimonio es parte inherente al contenido de la buena noticia. Si no se atestigua con una vida empeñosa por la fidelidad —aunque como seres humanos tengamos caídas que repudiamos, como Pablo— no hay anuncio válido.

La breve proclamación esencial se va ampliando con explicaciones, como hizo Pedro en casa de Cornelio, "hombre piadoso que con toda su familia adoraba a Dios" (Hch 10, 1s), es decir, un no judío cercano a la fe israelita que eventualmente podía ingresar a ese pueblo:

"Dios habló a los descendientes de Israel, anunciando el mensaje de paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Ustedes bien saben lo que pasó en toda la tierra de los judíos, comenzando en Galilea, después que Juan proclamó que era necesario bautizarse. Saben que Dios llenó de poder y del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y que Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que sufrían bajo el poder del diablo. Esto pudo hacerlo porque Dios estaba con él, y nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús en la región de Judea y en Jerusalén. Después lo mataron, colgándolo en una cruz. Pero Dios lo resucitó al tercer día, e hizo que se nos apareciera a nosotros. No se apareció a todo el pueblo, sino a nosotros, a quienes Dios había escogido de antemano como testigos. Nosotros comimos y bebimos con él después que resucitó. Y él nos envió a anunciarle al pueblo que

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Dios lo ha puesto como Juez de los vivos y de los muertos. Todos los profetas habían hablado ya de Jesús, y habían dicho que quienes creen en él reciben por medio de él el perdón de los pecados" (Hch 10, 36-43).

Este discurso no se limita a proclamar la Pascua de Cristo, sino que rememora antes el bautismo preparatorio de Juan el precursor, el conjunto de la vida pública de Jesús y después introduce el nuevo argumento del juicio final de Dios para llamar al arrepentimiento. A este ya no le recuerda las Escrituras, sino sólo sucesos de años recientes.

Pablo VI resume el proceso de la evangelización en: una etapa inicial que consiste en el testimonio personal y comunitario que despierta inquietudes y preguntas (EN 21), seguida de otra en que se anuncia la buena noticia con un llamado a la conversión a Jesucristo y el Evange-lio, que en lenguaje bíblico es el kerygma (EN 22), tras la cual viene la catequesis para la integración progresiva a la comunidad creyente mediante los sacramentos de iniciación — Bautismo y Confirmación con la Eucaristía como cima — (EN 23) para cerrar el ciclo con una participación en la comunidad eclesial liberadora que sirve al mundo y evangeliza transformando sociedades y culturas (EN 24, 18-20).

11. La espiritualidad del anuncio kerygmático

La espiritualidad es básicamente la fidelidad al Espíritu Santo y la confianza en su gracia. Ya se ha explicado el papel indispensable del testimonio personal de vida para poder anunciar la salvación y llamar a la conversión. También se ha subrayado el papel de la valentía apostólica frente a la indiferencia, las burlas y la incredulidad inicial de los interlocutores.

En su hermoso documento sobre la evangelización dice Pablo VI: "Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia" (EN 24). Cada uno debe preguntarse: ¿He acogido en mi modo de vivir la Palabra salvadora y transformadora del Evangelio? ¿Soy persona entregada a que reine Dios en mí, en los que me rodean y en la sociedad? ¿Doy con mi modo de ser y de actuar testimonio de Jesucristo de modo que a través de eso otros puedan conocerlo y amarlo?

Tampoco hay que esperar considerarse santo para empezar a evangelizar. Lo indispensable es la humildad para aceptar la corrección fraterna (Mt 18, 15-17) y buena voluntad para corregirse ante las faltas comunes en que todos incurrimos (ver 1 Jn 5, 16s), como reconocemos en el Padre Nuestro y en el Ave María al declararnos pecadores.

El evangelizador no promueve devociones secundarias, sino a Jesucristo, centro del plan de salvación de Dios. Por eso, después del Sínodo de América, Juan Pablo II en 1999 escribió la Exhortación Apostólica Ecclesia in America sobre el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América.

Si para alguno la eucaristía no es todavía el centro de su vida, y no concurre con gusto a celebrarla con la comunidad para agradecer al Padre la muerte y resurrección de Jesucristo recibiéndolo con su cuerpo y sangre, entregado a todos por amor para contrarrestar los pecados del mundo, no le mueve el kerygma cristiano. Dice Benedicto XVI: "Los santos... han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos vienen del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero" (Benedicto XVI, 2005).

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Quien se siente en comunión con Dios para transmitir a otros el amor y el perdón recibido de él, puede ejercer su vocación de bautizado o "sumergido" en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y ser discípulo misionero. Ante todo discípulo, que se deja enseñar por la Palabra de Dios, asiduo a escuchar la enseñanza de los apóstoles, como los primeros cristianos. Es persona cuyo gran libro es la Biblia y además sigue con gran interés las enseñanzas pontificias y las orientaciones de sus obispos. El discípulo misionero, "enviado", no habla en su apostolado de lo que se le ocurre, sino de la doctrina del Maestro transmitida por la Iglesia. El misionero no actúa por su cuenta sino como heraldo de Dios que lo inspira y de la Iglesia de Jesucristo que lo prepara y envía.

12. El kerygma de la buena noticia hecho palabra significativa

El kerygma misionero no tiene una fórmula estereotipada. En varios textos se alude a la novedad predicada por los apóstoles simplemente como el "mensaje de Dios" (Hch 8, 14), "la buena noticia" (Hch 8, 25), "proclamar... que Jesús es el Hijo de Dios" (Hch 9, 20), o "la buena noticia acerca de Jesús, el Señor" (Hch 11, 20), "el mensaje... del reino de Dios" (Hch 19, 8; 20, 25), anunciar "todo el plan de Dios" (Hch 20, 27). Hay una flexibilidad en el kerygma cristiano dentro de ciertos márgenes.

Cuando a los cristianos nos piden explicar qué nos mueve a amar a Dios y al prójimo como lo hacemos, tenemos a flor de labios algunos pensamientos basados en textos motivadores relacionados con nuestro Credo esencial, que solemos citar con nuestras propias palabras. Por ejemplo: "Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo único, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna" Un 3, 16).

Esta brevísima formulación kerygmática de Jesús a Nicodemo sintetiza toda la Biblia, centrada en el Salvador enviado para salvar a la humanidad del pecado y de la muerte. Puede ayudar a bien morir a un enfermo sin letras. Otra versión del mensaje cristológico esencial está en el comienzo del mismo Evangelio según San Juan:

"La luz verdadera que ilumina a todo hombre vino al mundo... A cuantos le recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les dio el poder de ser hijos de Dios, los cuales no nacen por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 9.12-14).

Otra manera tiene San Marcos para decir que en Jesucristo ha llegado el reinado de Dios que nos llama a cambiar la vida:

"Se fue Jesús a Galilea proclamando la buena noticia de Dios. Decía: 'El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Cambien de vida y crean la buena noticia— (Mc 1, 14).

Una hermosa síntesis del misterio de la comunicación de Dios con los seres humanos mediante Jesucristo, que llama a la comunión y a la plena felicidad, es el exordio de la Primera Carta de San Juan:

"Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de vida —pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y les anunciamos la vida eterna que

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estaba junto al Padre y se nos manifestó— lo que hemos visto y oído se lo anunciamos para que también estén en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos estas cosas para que su gozo sea completo" (1 Jn 1, 1-4).

Por otra parte, el pregón expresado por San Pablo desde el sufrimiento, atestigua la alegría por la entrega personal y pascual de Jesucristo hasta la unión íntima que cambia todo en esta vida:

"Estoy crucificado con Cristo. Y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí" (Ga 2, 19s).

En otro pasaje vigoroso, San Pablo contrasta la vida sin sentido con la que viene de la fe en la resurrección:

"Si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres. ¡Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos, como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte!" (1 Cor 15, 19s).

A los jóvenes y a mucha gente motiva con fuerza el descubrimiento de que Dios es amor, revelado por Jesucristo liberador del pecado para que vivamos por Él, como anuncia San Juan:

"Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor es de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no sabe nada de Dios, porque Dios es amor. Y el amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por Él. El amor no está en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados" (1 Jn 4, 7-10).

A los pobres les entusiasma saber que Cristo pone el centro de su llamado al cambio, en el servicio a los necesitados por tener hambre, sed, soledad, abandono, según la parábola del juicio final:

"Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria con todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Las ovejas las pondrá a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el rey dirá a los de su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, tomen po-sesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero y me dieron alojamiento; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme'. Entonces le responderán los justos: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento y te dimos de beber? ¿cuándo te vimos forastero y te alojamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?' Y el rey les responderá: les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron— (Mt 25, 31-40).

Este anuncio de la salvación es buena noticia incluso para los no creyentes o quienes tienen razones para rechazar a la Iglesia, si hacen el bien a los demás.

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Esta revisión del kerygma en el Nuevo Testamento ha mostrado variadas maneras de formularlo. Podemos anunciarlo para extender el reinado de Dios, haciendo uso de la palabra en forma no sólo denotativa, sino también expresiva porque nos llena la vida, y conativa porque queremos persuadir respetando la libertad, ojalá en forma también poética si manejamos bien nuestro idioma, y empleando las funciones fática y metalingüística de la palabra cuando haga falta revisar el canal o el código de comunicación. Somos libres de anunciar el mensaje salvador para llamar a ser discípulos misioneros de Jesucristo acudiendo a los textos que más entusiasman a cada uno, pero con ciertas condiciones teológicas y sicológicas.

El kerygma tiene algunas características en su contenido teológico:

1) Implica el testimonio creyente y comprometido de quien lo proclama, 2) es una buena noticia sintética muy relacionada con lo esencial del Credo, 3) tiene su centro en Jesucristo muerto por las injusticias y primer resucitado para la vida eterna, 4) se refiere no a una pura teoría sino a lo que Dios nos ha dado en los hechos, 5) exige gratitud a Dios mediante una vida nueva de amor a Dios y al prójimo.

Es difícil que un solo texto bíblico tenga las cinco características, pero pueden reunirlas dos o tres textos que nos motivan desde el centro de la fe para vivir cristianamente.

La proclamación del kerygma tiene también ciertas características sicológicas y espirituales:

1) Conecta con las inquietudes centrales de la vida del interlocutor que ha tomado conciencia de ellas, haciéndolo significativo para ella, una real Buena Noticia;

2) espera a que la o las personas se muestren dispuestas a recibirlo, evitando hacerlo en forma prematura, lo que arriesgaría una recepción indiferente;

3) es una propuesta serena y feliz basada en el amor, que no se impone por temor ni por un amaneramiento forzado o por un estilo artificial;

4) acude al Espíritu Santo, porque la conversión esperada es obra de Dios con su gracia y no sólo de nuestra capacidad persuasiva, que es un simple instrumento humano;

5) invita a integrarse a una comunidad de creyentes cercana y precisa que servirá de apoyo al crecimiento sucesivo.

Después del primer anuncio misionero o kerygma, viene la iniciación cristiana o catequesis propiamente tal, que, sin su aceptación para convertirse en discípulo, carecerá de base.

13. La pedagogía del kerygma evangélico

Todo verdadero discípulo de Jesucristo es misionero, pero no corresponde serlo de cualquier manera. El anuncio de la Buena Noticia de salvación no se hace "como...dando golpes en el aire" (1 Cor 9, 26) sino en forma sensata y pedagógica. El Nuevo Testamento muestra que la buena proclamación del kerygma de la salvación requiere ciertas condiciones. Primero, el recurso al Espíritu y gracia de Dios por la oración, ya que sólo Dios toca el corazón y salva. En lo pedagógico —en lo cual hay que incluir lo dicho a partir de la teoría de la comunicación, porque sin comunicación no hay educación— se requieren tres etapas: lo que precede al kerygma, la presentación misma del kerygma en forma y contenido, y lo que debe estar preparado para después de aceptado el kerygma.

Para anunciar a Jesucristo hoy a familiares, amigos, compañeros de estudio o de trabajo es

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preciso, antes, encarnarse en la situación de la gente como hizo Jesús en Nazaret durante treinta años (Lc 3, 23); recorrer como hizo Pedro al visitar a los judíos en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (1 Pe 1, 1); observar como hizo el judío-romano Pablo en Atenas ante esculturas urbanas y templos, para discutir con filósofos epicúreos y estoicos griegos y citar a sus poetas (Hch 17, 16-18.28). A eso se lo llama hoy inculturación, para no dar nuestro mensaje con tono extranjero, ajeno a la vida de la gente.

Esta condición previa al anuncio del kerygma exige, en los misioneros, sobre todo al tratar con adultos o jóvenes, información suficiente sobre la historia cultural y social del país que se comparte con los interlocutores; dominio de su lenguaje verbal y no verbal; conocimiento no sólo empírico sino también crítico de sus hábitos de uso de los medios masivos de difusión; versación acerca de las corrientes filosóficas, políticas, artísticas y religiosas predominantes en la sociedad; capacidad de comentar sensatamente y sin timidez los datos que circulan sobre las ciencias naturales y sobre todo sociales. Esto permite dialogar con naturalidad y cercanía, con sencillez ajena a toda pedantería, sobre los grandes problemas humanos: la trascendencia o intrascendencia e insignificancia de la vida humana, el sentido de la vida y de la muerte, las interrogantes que suscitan la maldad humana y el sufrimiento, el sentido o sin sentido de la historia humana y, por tanto, del compromiso que cada cual puede asumir para mejorarla o corromperla más, y otros semejantes. Para todo esto hay proporción: el apóstol adulto necesita un acervo cultural y experiencial reflexionado más amplio que el joven o el adolescente, pero un niño también puede evangelizar a otros niños desde su propio mundo, como muestra la Beata Laura Vicuña.

Aunque la mayoría al principio rehuye pronunciarse, se disculpa, o se escapa elegantemente en el chiste o groseramente en la burla, el evangelizador muestra su madurez manteniendo y suscitando creativa-mente el interés por estos temas, que sirven de umbral indispensable para la propuesta del kerygma cristiano. Nadie aceptará abordar este asunto tan de fondo si no se ha conquistado su confianza, por lo cual es preciso darse tiempo con paciencia apostólica.

Un error demasiado frecuente es dar catequesis a personas que no han conocido ni aceptado el kerygma misionero, por lo cual asisten a la catequesis con desgano. Cada comunidad debe ofrecer a personas o grupos, a cargo de misioneros especiales, una etapa de preiniciación o de introducción a la fe en que, con recurso a la poesía y literatura clásica, bíblica o actual, o a las ciencias sociales, o a una reflexión sobre las corrientes culturales actuales, a propósito de acontecimientos de la colectividad, promueva una reflexión compartida que despierte el interés por la propuesta del kerygma cristiano. ¿Cómo presentar el kerygma misionero? Es imprescindible la actitud tolerante para escuchar a quienes se declaran agnósticos, escépticos o decepcionados ante una religión o todas, o adoptan una postura agresiva contra la Iglesia por acciones recientes o históricas, o muestran firme adhesión a otra religión. Al menos, se puede hacer aceptar a esas personas tener un conocimiento más directo sobre Jesucristo y nuestra Iglesia a través de nuestra experiencia. Importa mucho presentar el kerygma cristiano a tiempo y no en forma prematura, lo cual ocurre cuando este anuncio no responde a ninguna pregunta o curiosidad del interlocutor.

Al proponer el anuncio salvador, es indispensable mantener sagrado respeto por la libertad del otro, de modo que si se pronuncia por un mejor acercamiento a Jesucristo y su Evangelio, sea por persuasión y no por temor, coacción u obligación. Jesucristo explicó la revelación salvadora a Nicodemo, a la samaritana y a sus demás interlocutores con misericordia, al revés de su precursor Juan el Bautista y otros profetas del Antiguo Testamento, que procedían por amenazas.

El contenido propio del kerygma de salvación está en el Credo. Es la afirmación pascual (muerte y resurrección de Cristo), absolutoria (el perdón de los pecados) y escatológica (la vida eterna) para quien la acepta. No es una frase para repetir de memoria, sino una convicción fundada en la tradición de boca en boca registrada en la Biblia, de la cual el evangelizador puede dar testimonio personal

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apelando a textos que lo motivan, como se ha explicado. Lo importante es que broten del corazón para que impacten por su sinceridad.

¿Y qué viene después del kerygma? Como nos ha enseñado Pablo VI, se requiere, después, una iniciación a la vida cristiana en comunidad mediante la catequesis. En algunos programas llamados de catequesis se comienza con una etapa de precatequesis en que se plantean las grandes inquietudes de la juventud o de la familia o del mundo para llegar a un momento en que se propone la aceptación de Jesucristo como Salvador y Señor. En esos programas, quien no adhiere entonces a Jesucristo y su Evangelio debe quedar libre para retirarse, sin perder la amistad de la comunidad, que puede ofrecerle participar en servicios a los necesitados, como otra manera de acercarse a la salvación.

La persona que ha dado el sí a Jesús como Mesías necesita una comunidad donde le enseñen a vivir como cristiana. Esta comunidad puede ser una familia, ojalá la propia, o una parroquia o comunidad de la parroquia, una escuela cristiana, un movimiento espiritual o apostólico donde haya catequistas preparados para iniciarle en la vida católica.

Si todo cristiano ha de ser evangelizador por el ejemplo y la palabra persuasiva y amistosa, no todo cristiano tiene la vocación particular ni el carisma de catequista. Ya se ha descrito la espiritualidad y la cultura convenientes para ser buen evangelizador, lo cual está abierto a todo bautizado. Para ser catequista, hacen falta dotes particulares y una formación sistemática en Sagrada Escritura, en teología básica y catequética, conocer al menos las orientaciones dadas por los obispos (Comisión Nacional de Catequesis, 2003), en liturgia, en cuestiones pedagógicas diversas según tenga que tratar con adultos (García, 2003), con jóvenes, con adolescentes, con preadolescentes o con niños. Además, el catequista debe encaminar a cada uno hacia las diversas tareas existentes en su comunidad cristiana, en la cual necesita estar muy integrado. Se frustran los evangelizadores y los catequistas si no hay una comunidad acogedora adonde encaminar a los evangelizados y a los iniciados.

En general, no es oportuna ni saludable una incorporación a la misa sin cuidadosa preparación. La iniciación litúrgica puede comenzar con celebraciones de la palabra abiertas a todos en algunos horarios, como se ha hecho en la tradición del rezo de las horas canónicas en algunas parroquias y capillas, que puede actualizarse con breves homilías de variados ministros de la Palabra: presbíteros, diáconos o laicos varones o mujeres, y con las más flexibles celebraciones con cantos a elección en torno a alguna lectura bíblica comentada participativamente y con oración de los fieles, que se usan en las comunidades de fe. El ingreso a la eucaristía vendrá después, cuando haya conocimiento de algunas cuestiones básicas tales como la revelación de Dios en la historia de la salvación transmitida en la Biblia y en la tradición cristiana, la pascua judía como celebración de la liberación de la esclavitud, la intervención de Dios y de la voluntad humana en la eficacia sacramental, el carácter pascual, comunitario, festivo y misionero de la eucaristía.

La comunidad no educa el desarrollo cristiano de los que aceptan el kerygma misionero sólo con la catequesis y la liturgia. Son importantes las visitas a enfermos y presos, la animación de los ancianos, el apoyo escolar a los retrasados y menores en situación familiar irregular, la lectura y grabación de libros para los ciegos, los comedores populares, y otras obras de caridad, por una parte, y por otra la promoción de la justicia mediante la participación como católicos en organizaciones pluralistas en defensa de los indígenas, los pobladores organizados en pro de viviendas dignas, los minusválidos y desempleados en busca de trabajo, los jubilados pensionados y tantos otros postergados de nuestra sociedad, pues "la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como 'caridad social(DCE 29b). Este servicio a la justicia por los laicos bautizados responde a la primera necesidad que dio origen a la Nueva Evangelización.

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Esta iniciación cristiana posterior a la aceptación del kerygma misionero es la que forma discípulos del Señor y miembros activos de la Iglesia que siempre son evangelizadores espontáneos.

Bibliografía

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pueblo mapuche, Siglo XIX y XX. Santiago: Lom

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