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    El error antropolgico de

    Fukuyama

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    El error antropolgico de Fukuyama.

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    La cosmovisin de Fukuyama esconde graves errores en lo que toca a laconcepcin que tiene del hombre, es decir, a la antropologa quesubtiende sus aseveraciones, lo que en el fondo presupone un graveequvoco metafsico

    El hombre proyectado por Fukuyama, que es un hombre desarraigado, es el

    hombre que proviene de la Revolucin francesa, de Hegel y de Marx, unhombre en parte absolutamente individualista, en parte colectivista -fruto deuna suma aritmtica de individualidades-, pero no un ser "orgnico". Este tipode hombre es un ser mutilado. La filosofa que lo parapeta es una filosofametafsicamente castrada, con todas las compensaciones dialcticas eimaginarias que tal estado supone, de un hombre que buscando su "libertad"plena, es indivisiblemente "esclavo" de sus engranajes. Afirmaba Marcel de

    Corte que la libertad humana es, segn se la ejercite, la mejor y la peor de lascosas: la salud que florece y la enfermedad que diseca, el desarrollo y elagostamiento, la fecundidad y la esterilidad, el arraigo y el desarraigo, JanoBifronte. Pues bien, se puede decir que la libertad comienza su ciclo deevolucin patolgica desde que el hombre se abstrae de su relacin con el sery con el mundo que lo circunda, de esa red de arterias y de venas, de races yde canales que lo religan a los dems y al cosmos(1).

    El hombre de Fukuyama es un hombre que ha perdido sus raices, un hombredes-arraigado, fruto del gran proceso revolucionario del mundo moderno. Laobra esencial de las dos grandes Revoluciones que han tenido a Europa comoescenario -la francesa y la sovitica- ha sido, desde este punto de vista, la dedisociar todas las religaciones que unan concretamente a los hombres entre

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    cosmos y la sociedad, no es uniforme, es sinfnica, pues la vida y susmanifestaciones engendran siempre la diferenciacin(4).

    La suma de tomos desarraigados e igualados crea el hombre-masa. Dicho

    hombre ha roto los vnculos que lo religan por lo bajo a la realidad sensible ypor lo alto a la realidad suprasensible. Es una abstraccin grvida, que sedegrada cada vez ms en su cada, uncido a otros tomos, en aglomeracin.No se puede dejar de advertir la estrecha relacin que media entre la irrupcinde las masas en la historia y el declinar de la familia, de la profesin, de lapequea o grande patria, de la Iglesia, de todos los cuerpos socialesorgnicos que conferan al hombre un carcter, as como determinados

    hbitos y costumbres. En esa aglomeracin de desarraigados, abstracta ydevastada, tiene su sede el hombre-masa. En semejante atmsfera, lapersonalidad se convierte en una pura ficcin gramatical: el yo, el t, elnosotros desaparecen en provecho del ello universal e indiferenciado(5).Mucho se parece la imagen del hombre-masa al "Se", al Man, tal como lodefini Heidegger.

    El hombre desarraigado es un hombre vuelto engranaje, que "sirve" para el

    propsito colectivo. Quizs sea til recordar aqu el anlisis que GabrielMarcel haca de la palabra "servir". Dicho trmino puede querer significarsimplemente ser usado, como se dice de una mquina: me sirve o no mesirve; pero tambin, en el otro extremo, el verbo servir se carga de armnicosque parecen extraos a la idea de pura utilizacin, por ejemplo cuando sedice: es un honor servir... Pues bien, el autntico servidor se distingue porcierto apego, por cierto arraigo. Es todo lo contrario del funcionario que se

    limita a cumplir su parte del contrato, por ejemplo, en un hospital, y cuandotermina su horario se va, aunque lo reclame tal o cual enfermo. La burocraciaes un mal, es el mal propio del hombre que no "sirve", del desarraigado, es unmal metafsico. Enarbolando la bandera de la igualdad, el hombre al estilo delconcebido por Fukuyama intenta rebelarse contra la idea del autnticoservicio(6).

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    Homo-Faber

    En el pensamiento de Fukuyama subyace la concepcin del homo faber, del

    hombre hecho para producir, o a lo ms, para ser "reconocido" como eficienteen dicho quehacer, un hombre que podr prescindir, como dice, de la filosofa,del arte y de la religin. Tambin en esto es deudor de las ideas de Marx.Para el marxismo, las relaciones econmicas de produccin constituyen labase o infraestructura sobre la cual se conforman fenmenos como la poltica,el derecho, la moral, el arte, la filosofa, la religin, que constituyen lasuperestructura. Este aparato "ideolgico", superestructuras, depende as de

    las formas de propiedad y del desarrollo de las fuerzas productivas.

    De esta manera, el hombre es concebido como un ser esencialmenteeconmico, un ser abocado a la confeccin de bienes, a tal punto que se hapodido decir que mientras las filosofas tradicionales vean en la razn elcarcter especfico del hombre: homo sapiens, para Marx es el trabajo lo quelo define: homo faber. Sin embargo, debemos agregar que semejante ideaintegra tambin la concepcin liberal capitalista, aun cuando con otras

    impostaciones. Ya que la entera civilizacin moderna pareciera encontrar sucomn denominador en un mundo que en ltima instancia no sera sinomateria. Los aspectos ms sublimes de la vida y del hombre, como son labelleza, la grandeza, la nobleza, la profundidad ontolgica, el misterio, losreflejos de Dios, van entrando en un cono de sombra. Actitud trgica, ya quela materia, como lo ha demostrado la filosofa, es por esencia indeterminacin,vacuidad, potencialidad indefinida, aptitud para tomar toda clase de formas. La

    civilizacin moderna, desarraigada de sus religaciones metafsicas, no podadejar de ser atrada por la materia, su "espritu" deba ser materialista (7).

    Y as ha aparecido un nuevo tipo de hombre, desconocido hasta ahora en lahistoria, el homo oeconomicus, ya sea mquina para producir, ya sea mquinapara consumir. Marcel de Corte nos ha dejado un anlisis notable de este tipo

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    de hombre, tan semejante al que presenta Fukuyama. La economa, escribe,es una enorme mquina cuyos engranajes son la naturaleza y el hombre.Para los economistas liberales, hay que "laissez faire" a dicha mquina: quien

    respeta sus leyes inviolables es recompensado, quien las vulnera escastigado. Para los economistas marxistas, hay que construir una nuevasociedad de estilo colectivista que se adapte racionalmente a aquellamquina, y liquidar la antigua sociedad incapaz de llevar a cabo semejanteadaptacin. En ninguno de los dos casos se trata del hombre de carne yhueso. En una perspectiva tan decididamente mecanicista, es claro que todafinalidad queda excluida de manera absoluta. La economa ser divorciada delas exigencias ticas, se le amputar su fin moral. Eso ser lo primero,

    separar la economa de la moral; enseguida, se aislar el inters que elhombre experimenta por los bienes materiales, de todo el contexto humano deque aqullos son instrumentos, y se erigirn esos medios en fin. No slo sedir que la economa es necesaria al hombre, sino que se la har pasar por lonico necesario. La propaganda, la publicidad, el resurgimiento de la viejaesperanza de un paraso terrestre donde los bienes materiales sernproducidos y distribuidos sin esfuerzo, todo ello es lo que hace girar la

    mquina econmica (8).

    El trabajo slo tendr un objetivo posible: producir, siempre producir, nadams que producir. El hombre vale por lo que rinde, su valor ser reductible alrendimiento que es susceptible de dar. El trabajo se convierte, as, en unaactividad puramente transitiva, que desemboca en una obra exterior al agente,provocando una alienacin permanente del hombre. El homo politicustradicional se transforma en el homo oeconomicus actual, con todas las

    consecuencias que Marx se encarg de sacar sin piedad. Producir para vivir, yvivir para producir, tal es el crculo fatal (9). Bien escribi Bernanos: "El mundomoderno no conoce otra regla que la eficiencia".

    El hombre de Fukuyama parece un hombre triunfal, que ha logrado vencer ala naturaleza y prescindir de lo sobrenatural. Pero de hecho ha cado en la

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    trampa que l mismo haba preparado, encontrndose sin defensa ante latcnica que ha suscitado, prisionero de sus propias invenciones que le trazancategricamente el camino que ha de seguir. La nica salida que se ofrece

    entonces al esclavo para ocultar su propia condicin es la idolatra del tiranoque se ha dado. El hombre contemporneo cree en la tcnica todopoderosade la misma manera que sus antepasados lejanos crean en los dioses (10). Acertadamente advirti Bergson que todo progreso tcnico debera estarequilibrado por una especie de conquista interior, orientada hacia un dominiode s mismo cada vez mayor.

    Hombre Consumista

    Sealamos ya cmo Fukuyama piensa que la plenitud de la historia a quehemos llegado implica el saciamiento de todas las apetencias del hombre,gracias a la tcnica y la economa liberal.

    Cada civilizacin ofrece una visin propia del hombre, por la cual aqullapuede ser juzgada. Y as las civilizaciones del pasado tuvieron susaristocracias en quienes se encarnaba un determinado ideal humano. Nossera, por ejemplo, imposible entender la civilizacin griega sin conocer elideal del "kalskagazs", "el bello-bueno", que es su flor; as como nocaptaramos la civilizacin medieval si nada supiramos del santo, delcaballero, del hidalgo; ni la civilizacin anglosajona sin recordar el"gentleman". Todas las grandes civilizaciones han resaltado un cierto tipo de

    hombre, un paradigma humano que quizs nunca o casi nunca se concretdel todo ni existi de hecho siempre, pero cuyo atractivo suscitaba el esfuerzode todos aquellos sobre los cuales se irradiaba, particularmente de losestamentos dirigentes. Se reconocan determinados arquetipos, se trataba deimitarlos, y hasta se sealaban los caminos adecuados para concretar dicha

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    en torno a la pasin, limitada en buena parte a los bienes de consumo. Es lopropio del hombre apasionado: no ver en s ms que su pasin, dejarseencandilar por ella, identificarse con ella. Las propagandas modernas han

    comprendido cabalmente esta funcin mutilante de la pasin.La televisin es, sin duda, el instrumento ms eficaz para llegar a inculcarreflejos condicionados en la mayora de la gente, en orden a la compra dedeterminados productos. Esto lo saben todos, tanto los agentes de publicidadcomo los televidentes. Nadie parece escandalizarse de ello. Y lo que sucedecon la publicidad comercial acontece asimismo en la poltica. Tambin en estecampo el debate se realiza de tal manera que ninguna reflexin individual

    profunda resulta posible. Las elecciones se ganan ahora a fuerza de slogans yde afiches, con la ayuda de las vedettes ms atractivas. Los grandes dueosde la publicidad no hacen sino aplicar a su candidato las reglas del marketingpublicitario. Se "vende" hoy un partido poltico como se vende un jabn o unasalchicha. Y as se va formando una masa sometida al embrutecimientocotidiano de los media, educada a reaccionar pasionalmente, sin el menorespritu crtico, totalmente sumisa a todo tipo de manipulaciones. Se pretendeexpresar y seguir la opinin, cuando en realidad ella ha sido fabricada por losmedia.

    El hombre de Fukuyama, que es el hombre de la televisin, hombreconsumista e inmanente, se muestra como el polo opuesto del que describieraErnst Cassirer cuando define el hombre como un animal simblico. Estacaracterizacin destaca una tendencia tpica del ser humano, la creacin desmbolos, lo cual remite a las nociones de "significacin" y "sentido". Para

    Cassirer, el idioma, el arte y la religin forman parte del entramado simblicopropio de toda cultura que merezca el nombre de tal. El hombre es como unpuente entre lo visible y lo invisible, segn la noble frmula medieval.Recurdese que el vocablo griego "symbolon" designaba, etimolgicamente,la tableta que se divida en dos, una de cuyas mitades era entregada alhusped a fin de que, luego de su partida, resultara factible un fcil

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    conquista del mundo de las cosas a costa de su propia cosificacin. Lamasificacin suprimi los deseos individuales porque el super Estado -capitalista o comunista- necesita hombres idnticos. En el mejor de los casos

    colectiviza los deseos, masifica los instintos, embota la sensibilidad mediantela televisin, unifica los gustos mediante la propaganda y sus slgans,favorece una especie de panonirisrno, la realizacin de un suelo multnime ymecanizado: al salir de sus fbricas y oficinas, los hombres y mujeres, queson esclavos de maquinarias y computadoras, entran en los deportesmasificados, en el reino ilusorio de los folletines y series televisivas fabricadaspor otras maquinarias. Son tiempos, stos, en que el hombre se siente a laintemperie metafsica. Aquella ciencia que los candorosos crean que iba a dar

    solucin a todos los problemas fsicos y espirituales del hombre acarre, encambio, estos estados gigantescos, con su deshumanizacin. El siglo XXesperaba agazapado en la oscuridad como un asaltante sdico o una parejade enamorados" (12).

    No se equivocaba Marcel de Corte al afirmar que las civilizaciones no muerenpor el impacto de los brbaros de afuera, sino por el influjo de esadescomposicin interna que se llama la barbarie del alma, y como brbarosignifica extrao, por la introduccin en nosotros de un elemento inhumanoque hace estallar las fronteras de lo humano" (13).

    La crisis actual es esencialmente una crisis antropolgica, y en ltimo anlisis,una crisis metafsica, por lo que Marcel aseguraba que posiblemente no existapeor ilusin que la que consiste en imaginarse que tal o cual retoque social oinstitucional sera suficiente para apaciguar una inquietud que viene de los

    subsuelos mismos del ser (14).

    Bien lo dijo de Lubac: "No es verdad que el hombre no pueda organizar latierra sin Dios. Lo que es verdad es que, sin Dios, a fin de cuentas no puedeorganizarla sino contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismoantihumano".

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    El hombre de Fukuyama es, l mismo lo dice, un hombre aburrido,metafsicamente aburrido. Thibon, en una magnfica obra de teatro llamada"Vous serez cormme des dieux", describe una sociedad feliz, al estilo de la

    descrita por Fukuyama, que ha desterrado todos los dolores y miserias, queha logrado saciar las apetencias del hombre, que ha desterrado incluso lamuerte.. Mas he aqu que un da, ante la extraeza de todos, una joven quieremorir.. La inmanencia no la haba satisfecho. Quiso dar el salto a latrascendencia...

    Notas:

    1.Cf. Marcel de Corte, L' homme contre lui-meme, Nouvelles EditionsLatines, pars, 1962, pp.41-48.

    2.Cf.Marcel de Corte,Ensayo sobre sobre el fin de nuestra civilizacin.Fomento de Cultura Ed., Valencia, sin ao, p.103.

    3.Cf. Gabriel Marcel, Los hombres contra lo humano, Hachette, BuenosAires, -1955, p.126.

    4.Cf. Ensayo sobre el fin de nuestra civilizacin..., pp.23-245.Cf. ibid., pp.79-81.6.Cf. Los hombres contra lo humano..., pp.151-163.7.Cf. Marcel de Corte, Ensayo sobre el fin de nuestra civilizacin...,p.42..8.Cf. L'homme contre lui mme..., pp.276-280.9.Cf. Marcel de Corte, Ensayo sobre el fin de nuestra civilizacin ., pp.149-

    150.10. Cf. ibid., pp.193-194.11. Cf. Los hombres contra lo humano..., p.141.12. En el diario La Nacin, 24 de, junio 1991.13. Cf. L'homme contre lui mme..., p.38.14. Cf. Los hombres contra lo humano..., p.34.

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