EL ENSAYO PUNEÑO- JOSÉ LUIS VELASQUEZ GARAMBEL

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ENSAYO LITERARIO

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El ensayo es un gnero naturalizado por la cultura de la modernidad progresivamente desde sus orgenes y sujeto, por tanto, al decurso de la sucesiva implantacin revolucionaria anticlasicista de sta, al extenso conjunto de accidentes y resoluciones del arte literario y de los pensamientos nacidos de la formacin prerromntica, sobre todo empirista inglesa e ilustrada alemana del siglo XVIII. El ensayo es el gnero y es el discurso ms eminente de la crtica y de la interpretacin, de la exegtica y la hermenetica, formas todas ellas que en buena medida se presuponen y delnean modos operativamente similares, por lo comn anlogos y hasta identificables, del principio que determina la reflexin discursiva. El discurso reflexivo, y remitmoslo a la realidad de los textos, es el discurso dominante de la hermenetica y sus posibles derivaciones disciplinarias; es que ms justamente contiene en su ser y en su interior, sin la cual perece. A diferencia de otros discursos dialogsticos (Gadamer, ed 1977). En relacin especfica con la literatura se trata de instalar principios de intromisin de contrarios, explicaciones libres de desarrollos particulares. Por eso Bense, manifiesta que ensayo significa en Alemn intento (Versuch). La cuestin reside en si esa expresin se utiliza en el sentido de que un hombre decidi intenta escribir literariamente sobre algo, o bien si el escribir sobre un objeto determinado o indeterminado es propio del carcter del intento, del experimento en relacin con cualquier objeto. El ensayo es expresin de un mtodo de experimentacin, en el se trata de un escribir experimental y de hablarse de l en el mismo sentido en que se hace de la fsica experimental, delimitable con bastante claridad de la fsica terica. En Puno se ha logrado formar una tradicin en torno a los ensayos (en sus diversas tipologas) as por ejemplo en el ensayo social destacan Juan Bustamante Dueas, Santiago Giraldo, Mariano H. Cornejo. En el ensayo histrico se tiene a Eduardo Pineda Arce, Gilberto Salas Perea, Augusto Ramos Sambrano, Felix Palacios Ros, Hernan Amat Olazbal, Mariano Cceres Olazo Monroy y Ren Calsin. En ensayo pedaggico destacan Jos Antonio Encinas, Jos Portugal Catacora, Emilio Vsquez y en lo que concierne al ensayo literario el esquema cronolgico es el siguiente (cabe hacer mencin que este esquema fue trabajado junto a Omar Aramayo y que en base al mismo Bladimiro Centeno public un artculo explicativo sobre los procesos y las caractersticas propias de acuerdo a los perodos mencionados, sin duda se trata de un buen trabajo), en primera instancia destaca Federico More (quien posee un libro sobre literatura peruana publicado en Bolivia y cuyas reseas aparecen en LA TEA N 02 y 03, as como sus artculos lacerantes en colnida, y tambin en diarios de la Habana), posteriormente Gamaliel Cuarta publica varios artculos sobre literatura y la lengua americana (en revistas como amauta, la sierra,

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kosko, aparte del Boletn Titikaka), Emilio Armaza (quien public libros orgnicos como Shekespeare el Inmortal, Mi Amigo Baudelaire, Egurn, Ritmo Interior), Fermn Arbul Vargas (con bellas estampas y valoraciones publicadas en diarios importantes del Per, as como en los Boletines del la Biblioteca Naciona, Biblioteca de la que fuera director), Ernesto More (de una prosa bella y tierna, quiz el mejor acercamiento a Vallejo en Vallejo en la Encrucijada del Drama Peruano), Omar Aramayo (con su tesis sobre Oquendo y Dante Nava correspondientemente, adems de sus varios artculos publicados en revistas y perodicos del Per), Juan Luis Cceres Monroy (que tiene en su haber uno de los libros fundamentales de la decada del 70: Tres representantes de la poesa indigenista), posteriormente Jorge Flrez-ybar (con sus libros La novela punea en el siglo XX y Literatura y Violencia en los andes), Dorian Espeza Salmn (con Entre lo real y lo imaginario y toda una gama de artculos publicados en revistasespecializadas), Bladimiro Centeno Herrera (con el Imaginario de la palabra y otros tantos artculos). Existe tambinel ensayo filosfico en donde se cuentan a Gamaliel Churata, Fernando Manrique Enriquez, Teobaldo Loayza Obando y Jos Luis Velsquez Garambel.

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LA HORA UNDCIMA DEL SEOR DON VENTURA GARCA CALDERN ENSAYO LITERARIOFederico More Barrionuevo(*)

Alrededor del ao mil novecientos siete, public don Ventura Garca Caldern un libro, i qued de modo oficial incorporando a la literatura. Frvolamente, ese primer libro, aunque no siempre llega al plaji siempre se queda en la imitacin. Ya es el Cementerio de los perros casi todo tomado de Willy; ya son las cartas de Santa Teresa donde hay un batiburrillo de Gauthier, Merime, Gmez Carrillo y Mends. Despus de este libro, apareci el segundo de tan discutible autor: era una tentativa de historia crtica y de catalogacin. Del romanticismo al modernismo, se titula tal obra. Todo lo que en ella se contiene estaba dicho por Menndez y Pelayo, Gonzlez de la Rosa, La Biblioteca Internacional de Obras Famosas y el seor doctor don Jos de la Riva Agero y Osma. Y no vale la pena acometer una obra de esas, cuando se va a hacer simples trabajos de compilacin. Para eso, basta un amanuense. Nada nuevo, nada valioso, nada original nos dio el seor Garca Caldern en ese libro. No hizo ni siquiera antologa. Que si esto hace, se hubiera salvado en nombre de un eminente criterio de seleccin. Luego, tuvimos Dolorosa y desnuda realidad, libro de cuentos. La misma historia de hace cinco aos. Sin citar a Manuel Daz Rodrguez, a Clemente Palma, a Rufino Blanco Fombona, a Abraham Valdelomar y a algunos otros mximos cultivadores del cuento en Amrica, debemos decirle al Seor Garca Caldern que nadie tiene derecho para mortificar al intelectual, al simple lector, al hombre curioso y al periodista, con libros comentadores de vejeces, con libros en los cuales no hay sino un parisianismo barato, historia de faubourg, champaa de Moulin Rouge y humo de Quartier. Y a veces ni eso, sino vulgares aspectos de amor, de dolor y de placer. No ser por culpa del seor Garca Caldern que el cerebro o los nervios de hombre alguno adquieran algn desusado valor vibratorio. Procedido de tan pobres heraldos, hoy aparece el seor don Ventura Garca Caldern Rey con un libro cuyo ttulo dice, pomposo: La Literatura Peruana. Y luego un parntesis que es la cosa ms reveladora y risuea: (1535-1014). El libro llmesele as tiene noventa pginas. Y es la historia literaria de un pas en trescientos sesenta y nueve aos de vida. A cada ao le corresponden menos de tres dcimos de pgina, es decir, menos de doce renglones, pues treinta y cuatro renglones tiene cada pgina promediadamente. Esto es lo que en limeo hablar se llama candelejonada. Ctese, por orden alfabtico o cronolgico a los autores con sus libros y su fecha de nacimiento y muerte, y fecha de publicacin de obras, y ser posible llenar doscientas pginas. Teniendo en resultado un apreciable diccionario de la literatura peruana o un buen catlogo de biblioteca nacionalista.

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Y como el seor Garca Caldern escribe desde Europa cuenta que vimos el continente de rascacueros y es empleado del Gobierno del Per y colabora en revistas escritas en francs, cualesquiera que ellas sean, existe el temor de que Amrica, y el Per tengan por cierta la palabra de este autor de tantos libros abominables. Slo por esto me he resuelto a perjear este artculo rectificatorio. Vuelvo por los fueros de mi patria, de su tradicin literaria, de mis maestros de ayer, de mis camaradas de hoy, y del nombre de todos en la posteridad. No es justo que cualquiera venga a decir vulgaridades e insidias. No es nombre que haya quien abuse de nuestra indolencia. No es intelectual que siendo el Per el pas que hoy vale ms en Amrica si se le considera como nacin productora de inteligencia, est sometido por nuestra holgazanera o nuestra mal entendida soberbia a ser mirado a travs del espejo convexo deformador siempre del primer audaz o del mejor embustero. Porque el seor Garca Caldern representa en Pars los intereses intereses dijo de determinado grupo literario que hay en Lima su palabra carece de imparcialidad. Y esto sera bastante, aunque el seor Garca Caldern tuviese talento. Y porque el seor Garca Caldern est enyugado por las conveniencias de su crculo, su palabra carece de libertad, y as, aunque su criterio quiera ser justo, su conveniencia le cohbe a serlo. Para ser juez hay que ser solitario y rebelde, y sin embargo, desdeoso y humilde; no es concebible un juez a quien su gobierno emplea, un juez vinculado a mil ambiciones y a diez mil intereses. El champaa del Club Nacional y la Justicia literaria, el tango en el Casino de Chorrillos y la independencia moral para decir verdades, son cosas y hechos perfectamente incompatibles. Tanta desigualdad y tanto error se agravan al ver que ni siquiera el ha sido apto seor Garca Caldern para investir de estilo y gracia armnica al pensamiento ajeno, al yerro propio y al convencionalismo creado. Su estilo no tiene ni las pompas millonarias del viejo cervantismo, ni la amplificacin llena de boato que supo Cautelar, ni la fina y sutil ronda de melodas que en Francia es de todos, ni la sobriedad robusta y dura del pensador que slo trabaja en mrmoles. Ese estilo es la concrecin abigarrada de todos los lugares comunes del modernismo. Nos hemos librado de proceloso pilago, del ardiente frenes, del corazn de roca, de la nave del estado y de todas las antiguallas romnticas, para caer en la vida intensa, el contento de vivir, la alta elegancia espiritual, la edad galante, el cnico abandono y otras mil zarandajas que el modernismo nos ha regalado. A vuelta de recriminaciones, hay que declara al seor Garca Caldern incapaz de novaciones y flamantes hallazgos; la originalidad y fuerza del decir no tienen ms origen que la fuerza y originalidad del pensar. Y quien, como el seor don Ventura, piensa igual a todos ha de decir. La Literatura Peruana se titula el libro, y, en su primer prrafo, se contienen estos renglones: en el Per, ms que literatura hubo literatos; y, dos lneas ms abajo: preferiremos, pues, a la historia de corrientes literarias el orden cronolgico de un paseo entre libros. Ya se v que el seor Garca Caldern sabe poner ttulos y se lgico. Quedamos en que La Literatura Peruana no es la historia de la literatura peruana, sino un paseo entre libros. Cronolgicamente y en noventa pginas. Poco menos que un catlogo. En la pgina seis encontramos: limea fue exclusivamente la literatura peruana, y Lima no es el Per: algunos dicen que es lo contrario del Per. Y digo el seor Garca Caldern, porqu no titul su mamotreto: la literatura limea?. Despus de despotricar diciendo lo ya dicho, no hay razn a ocuparse de Garcilaso, del Lunarejo, de Concolorcovo, de Jos Santos Chocano, todos hijos del Per y no de Lima. Quien literatura peruana pretende hacer, obligado est a inquirir en el alma de nuestros ms remotos ancestrales. Y esos no son los marquesitos putrefactos y esmirriados y las tapadas niacholescas del coloniaje. Debe subir el espritu hasta los remotos milenios de los megalitos incaicos. Deben escudriar en la tradicin, or de boca del pueblo la rapsodia que, desde la boca de lejansi-

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mo ancestral, viene hoy al ltimo retoo de una raza que entre fro y alcohol an pimpollece. La Biblia y la Iliada no son sino la compilacin genial y divina de la inquietud espiritual que dos pueblos derramaron en consejas. Cuando el seor Garca Caldern vaya hasta el ms helado y agreste rincn andino y escuche de labios del aborigen una y mil leyendas, ver que hay diferencia ente la literatura peruana, honda, triste, fuertes y sobria, y la literatura colonial hecha por frailes, tahures y andrjinos. Pero el seor Garca Caldern sera inepto para instruir y fallar en literatura fuese ms medulosa que la colonial. Por eso en su libro La Literatura Perauan el nico captulo donde hay algo de donaire, de sincera picarda, de buen sentido galante y cnico, es en el referente a la Colonia. Se ve que el Seor Garca Caldern an es colono de Espaa. No tiene una sola caracterstica de republicano, de hombre libre, de ser poltico operante dentro de las normas activas de la nacionalidad. Que si as fuera, y amara el seor don Ventura las solicitaciones tradicionales de su patria, sabra que en aquellos lustros luees y suntuosas del Imperio, hubo un General Ollanta, enamorado y aventurero, que llen el alma popular con el suceso risueo y terrible de un imperial amor que cost sangre. Y sabra el seor don Ventura que el recuerdo de aquel Ollanta dominador y galn, aun vive en la herencia espiritual de la raza, y puede constituir el principio de un maravilloso folclore, exuberante de floridas rapsodias heroicas. Pero ello es que al seor Garca Caldern le interesan ms los frailes de la Colonia, escribiendo loas a la pirotecnia de los festivales religiosos, y los poetas cortesanos y lacayunos hinojados ante el ms ridculo gesto virreynal. Y no hay que negar que la frvola picarda y la sensualidad ms o menos simulada de aquellos aos, hallan en el seor Garca Caldern a un comprensivo. Cmo no si en toda nuestra poca de servidumbre nada tuvimos de intenso, de amplio o de alto. El seor Garca Caldern al sumergirse en el lago de la Colonia, est tristemente sometido al principio de Arqumedes. Si su espritu fuera otro, Newton le rejirale; pero para eso es urgente usar de altura y de lejana y que la masa de uno sea igual a la de lo visto o evocado. Y bien sabemos que la razn directa no puede existir entre don Ventura y la enormidad de nuestra infancia imperial o entre el mismo don Ventura y el grandor tumultuoso de nuestra orgistica juventud republicana. La repblica y el imperio estn lejos de nuestros escritores chirles. La Colonia, insulsamente fornicadora, baratera y grandulesca, est cerca de esas almas de tela de araa. Y en literatura, la poca atrae al escritor en razn directa de la inmensidad y del cuadrado de las distancias dado que existen la inmensidad. Veis como don Ventura no puede estar sometido a la atraccin con los incas o con los caudillos y si a la atraccin con los curas y las beatas? Tan reido est don Ventura con todo lo enorme y tan carente vive del sentido de patria, que, despus de marcar a Olavide, ese llorn demaggico, catlico teatralmente reformador, pasa de frente a Melgar y a la poca republicana, sin preocuparse del grande y sonoro don Jos Joaqun de Olmedo. Ni siquiera cita al autor de El canto a Junn. Llega a afirma que nos falta una Araucana. Cree el seor Garca Caldern que El canto a Junn no es bronca y candentemente pico? O cree que Olmedo no es peruano? Ya don Jos de la Riva Agero, en bello arranque de leal nacionalismo, defiende la peruanidad de Olmedo. Olmedo es peruano como Napolen francs. Olmedo es peruano porque naci en territorio del Per, porque fue diputado en el Congreso del Per, porque a nombre del Per salud a Bolvar en memorable ocasin, porque en el Per y para el Per fue la ms ardua y honda de sus obras poticas. Y los peruanos debemos defenderle porque l constituye una de las ms brillantes y claras glorias de nuestra poltica y de nuestra literatura. Y don Ventura no le cita. Y hace historia. Y dogmaliza. Que su cofrada se lo tenga en cuenta. Precisa perdonar al autor de La Literatura Peruana el que compare Lima con Versalles y a Micaela Villegas con la Pompadour. Precisa perdonarle que el gu, que lisura perfectamente cursi, dulzn y fingido, lo llame adorable de gracia y picarda.

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Y pasemos a la Repblica. Ya desde Flora Tristn se notaba en Lima lo que Pal Groussac constat ms tarde: la superioridad de la mujer con respecto al hombre. De ah que el romanticismo careciese aqu de lo que el mismo Garca Caldern llama continuidad en el delirio, sincera correlacin de vida y obra. Eso no poda existir, porque en el Per nunca ha habido sinceridad. Moda fue el romanticismo, como otrora lo fuera el gongorismo. La superioridad de la mujer volvi a nuestros poetas llorones y no elejiacos. Les di de Jeremas y de Boabdil, nunca de Byron y Espronceda. Es que aqu la virilidad reside en la mujer; y el romanticismo es virilidad lrica y no aagaza ecollica de sentimentalidades claudicantes. Por eso, aqu, muerto el romanticismo que fue moda- no ha quedado sino un cnico desparpajo de hombres incapaces de amor y sacrificios. En otras partes donde hay grandes almas, el romanticismo es eterno, porque l es la ternura, la pasin, la generosidad, el arrojo. Y todo esto no lo nota don Ventura; percibe vagamente que aqu el romanticismo fue fracaso y no sabe porqu. Pues por eso: porque no hay romanticismo donde no hay profundidad; porque el romanticismo no es barquichuelo de papel bogante en tazas de agua, sino buque fantasma suelto en vagancia sobre enormes ocanos incgnitos; porque el romanticismo es cosa de hombres, y en la isla de San Balandrn que es el Per, no puede existir sino la degeneracin del romntico, que es la mujer meliflua, sensiblera y loca por vivir en novela. Apunto estas ideas para que el seor don Ventura las use, si quiere, en su prximo libro. Y, entre parntesis, quisiera saber que Bcquer es ese que influy a nuestros romnticos el ao 1830. Gustavo Adolfo, no puede ser, que, segn entiendo, este poeta naci en 1837. Estraanse de que el Per tengamos la bancarrota poltica, cuando en polticos acabaron nuestros mejores ingenios, es estraarse de que los nios salgan tontos cuando mujeres son las que les educan: en el Per la literatura nunca fue sino un medio. Los que la hacan y los que la hacen, carecieron siempre de honradez y de limpieza de corazn. Era imposible investir de perfeccin poltica y social a un pueblo donde los directores de ideas fueron siempre arribistas e inescrupulosos. Todo esto no obsta para que a don Ventura le llame profundamente la atencin nuestro fracaso poltico. Luego, el desfile de romnticos, una caterva melenuda y quejumbrosa, sin una reciedumbre, sin un gesto fuerte, sin un amplio adems. Y el seor Garca Caldern quema el orobas del ms clido fervor en aras de ese aglutinamiento de poetastros gemidores. Y no cita nombres como el de Manuel Castillo, se arequipeo cuyas odas al Paraguay y al Dos de Mayo, significan el ms encumbrado alarde de hombra en medio de la fofa y descarnada contextura de nuestros romanticismo. Paso al catlogo. Se marca la hora de transicin. No aparecen Samuel Velarde y Renato Morales, esos dos faros ebrios de pura luz lrica. En ese campoamoriano Samuel Velarde, hall auspicioso refugio la clara venta del maestro de todas las ironas. Sobrio y pulcro en la forma, nada conoci l de los desmelenamientos romnticos, y cada uno de sus versos tiene la castidad joyante de la crislida en el instante mismo de la metamorfosis. Renato Morales supo, antes que todos sus contemporneos del Per, las primera solicitaciones del movimiento que encabez en Amrica Rubn Daro. Y cuando aun Chocano se envaneca de sus arrestos de romntico y enarbolaba los airones de un verbo hinchado y crespo, ya Renato Morales amabala por si misma virtuosa msica de la palabra y era preconizador de la sntesis fulgente e irremplazable que en Los Trofeos tiene definitivos crisoles de gloria. (1) El seor Garca Caldern olvida a estos dos peruanos; y en medio de esos olvidos surge la diatriba contra los pobres romnticos que cantaban a la Patria y a la bandera. Por qu? La patria decadente y bizantina que es el Per de hoy, ya no inspira esos arrebatos que sintieran otrora en

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nobles das de prosperidad, nuestros mejores romnticos. La patria, idea cenital, que dira Vctor Andrs Belaunde ha palpitado siempre en el fondo de todos los verbos de todas las pocas. Y no solo la Patria. Hasta la poltica como instantnea manifestacin de la Patria. Sin llegar a Homero, habr que recordarle al Seor Garca Caldern a ese panfletario que fue don Francisco Gmez de Quevedo y Villegas. Luego, Carducci, Quintana, Rudyard Kipling y dAnnunzio, justifican y enaltecen los fueros de la poesa civil. Entre nosotros, Chocano el ms grande- cultiva an las glorias de la tierra y de la tradicin y las lleva a la rotunda magnificencia polifnica de sus mejores versos. El mismo Gonzles Prada, canta el novsimo aspecto de la patria: la anarqua. Y, ya en prosa, este maestro hizo sonar sus bronces cada vez que se encontr con cosas de la tierra. Pero Chocano y Prada son los escritores de lo que debi ser un gran pueblo, y nada tienen que ver con esta nacioncilla, que apenas es digna de la Entomologa. De tal pueblo es hijo de Ventura, y no es raro que le d risa ver a poetas cantores de la patria. Estamos en el tiempo de los escritores que se adormilan entre los trabajos de laboriosas digestiones y que, pagados por el gobierno, se ocupan en desovillar vulgares malabarismos. Ya pas la poca en que nuestros poetas y nuestros pensadores eran hombre de barricada y de guerrilla. Despus de haber contemplado tan desgraciadamente los aspectos sicolgicos y sociales de nuestra literatura, el seor Garca Caldern aborda la poca presente. Nada, o casi nada, nos dice de la poca en que transicionamos del romanticismo a la audacia del arte moderno. No cita a Teobaldo Elas Corpancho, el ltimo romntico de aquella grei destemplada en lamentaciones y fecunda en pelos. No cita a Domingo Martnez Lujn, ese mulato insigne, ejemplar extraviado de un arte superior, literato de fina sangre eugnica, y que, en la stira, en el libelo, en la crnica, en la crtica, en el madrigal y en la oda, escondi siempre ricos e imprevistos tesoros de nerviosismo y de mentalidad. Y fue Martnez Lujn quien primero, y lleno de briosa inteligencia, rompi con el romanticismo. Fue Martnez Lujn el que trajo cuando an eran impresentidas las alas de Chocano el atrevimiento del arte personal, el fervor por la originalidad, el cario al punto de vista propio, el deseo de enriquecer el lxico, el amor a la palabra que cada uno dentro de ciertas relatividades, se sobreentiende juzga y usa como quiere. No cita a Julio Santiago Hernndez poltico, periodista y sabio en verbales orfebreras, y que dio a nuestra prensa sentido hidalgo de gramtica y sindresis. Y si Hernndez pertenece- porque ya muri, al pasado, Lujn tiene, vivo an como est, al doble aspecto de su papel histrico y de su actuacin presente: hoy, casi atrofiado e imbcil, gracias al alcohol- dulce enemigo a quien conozco tanto- an derrama en tabernas y esquinas los relieves de su antiguo aticismo y, anulado cual se halla, vale muchsimo ms que el laureado seor Glvez. En el ltimo captulo de su obra, don Ventura trata de los que son y cuenta que si don Ventura se lo calla nadie lo sabra las tres ms altas figuras de la historia literaria de Per: Manuel Gonzles Prada, Jos Santos Chocano y Ricardo Palma. Empieza el seor don Ventura por decir que Prada naci el 44, Chocano el 75 y Palma el 35. Mentira, don Ventura; Prada naci el 48, Chocano el 79 y Palma el 33 No recuerda el seor Garca Caldern esos versos de Chocano: Cuando nac, la guerra llegaba hasta la sierra ms alta de mi tierra, y no v en ellos un claro dato biogrfico? Porque, despus de todo, nuestra guerra anterior a la del Pacfico fue la del 66, la del dos de mayo, y esa no lleg hasta la sierra ms alta de nuestra tierra. Soy de los que creen que con respecto a la personalidad de Ricardo Palma, ya sea ha dicho todo y que muy avisado y zahori ha de ser quien nuevo decir intentare, si al buscarle nuevo tambin le busca cierto y bueno. Ricardo Palma est virtualmente muerto. Pertenece a la historia. Y ya su historia est hecha. Sin embargo, don Ventura arriesga a propsito de la personalidad del tradicionista algo relativamente nuevo; y, como es natural, se equivoca. Dice que Palma representa el fin del romanticismo y la iniciacin de orientaciones flamantes. Pero no atisba don Ventura que la tradicin no es sino hija de la novela romntica, de esa que diversamente cultivaron el de Los Tres

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Mosqueteros y el de Ivanhoe, y que despus, y tambin haciendo tradiciones, am ese fantaseador genial y presuntuoso El Cocinero de su Majestad y de Las cuatro barras de sangre. Y la tradicin de Ricardo Palma tradicin tambin hicieron Benito Prez Galeos y Juan Vicente Camacho es la hija legtima y donairossima por cierto de esa novela que un da se llam histrica y que es slo la expresin genuina de la modalidad romntica. De modo, pues, que el seor Garca Caldern disparata cuando afirma que la aparicin de Palma implica la ida del romanticismo. Por lo dems, el valor de Ricardo Palma no lo discute nadie, por mucho que sea menester depurarlo dentro de un criterio al par que admirativo justiciero. Tampoco ser por el seor Garca Caldern que conozcamos nada nuevo de Chocano. Qu es gran poeta, cantor de las Amricas e influenciado por Heredia y acaso por Leconte de Lisle? Pues para decirlo, se rene uno con cuatro amigos horteras antes que se pueda pontificar, y no se publica libros que, para desdicha de los autores, suelen caer en manos de quienes no son horteras. Y veamos a don Ventura juzgando a Gonzlez Prada el menos peruano de nuestros escritores, segn dice el mismo seor Garca Caldern. Prada no es ni ms ni menos peruano. Sencillamente, no es peruano. Es un gran escritor de Francia, de Alemania, de Escandinavia, desrumbado en tierras de Castilla. Es nuestra primera figura, nuestra nica gran figura, porque tuvimos la honra de que en suelo nuestro naciera, no porque nosotros le hayamos dado algo de nuestra alma, ni l haya heredado algo a nosotros parecido, ni nosotros hayamos sido capaces de tomar un destello de espritu magnfico. Por la ineludible sugestin del medio, Prada hubo de hablar de nosotros; pero, cmo habl! Hasta un extranjero que no conoce el Per y que no est obligado a ser exacto y verdicamente original tratando del Per he nombrado a Rufino Blanco Bombona sabe del no peruanismo de Gonzlez Prada. Y ahora don Ventura quiere contarnos novedades. Y cuida si juzgando a Prada se puede decir mucho no dicho ni por otros urdido. A este gigante olvidado, aun no se le conoce. El nada tiene que ver con nuestra literatura, ni nada nos ha enseado, ni nada hemos aprendido de su musa y de su prosa. Como que si algo le hubiramos aprendido, no estaramos viviendo en pleno Bajo Imperio. Cuando Prada escribi ni tuvo propsito novadores ni innov nada. No porque su palabra no era nueva, sino porque para nosotros era antipdica. Quiz dentro de cincuenta aos, Prada empiece a innovar para el Per. Se puede otorgar que haya innovado en toda la literatura hispano-americana, aunque nada tiene de americano o de espaol; pero es absurdo pensar que tenga que ver algo con el Per. Concibo yo a Gladstone reformando novadoramente las formas polticas del frica Central; pero no concibo a Gonzlez Prada enseando arte puro y original a los peruanos. Mejor es, pues, que coloquemos a Prada al margen de nuestra cochinera, y le consideremos en nuestra historia literaria slo por el hecho de su nacimiento. Don Manuel Gonzlez Prada, ese gallardo animal de presa, solo i formidable en la vida i el porvenir de Amrica no necesitaba, despus del arduo, profundo u fulgente juicio de Blanco Bombona, que el seor Garca Caldern le arrojase quince vulgaridades a la cara. Decir como ya hace once aos lo dijo el seor doctor don Jos de la Riva Agero que Prada imita a Luis Menard, es decir injusticias. Cuarentin aos tena Gonzlez Prada cuando ley a Menard, i ya haba escrito buena parte de Pginas Libres i quiz de Minsculas. Don Manuel no reconoce ms maestros que Quevedo, Gauthier i Espronceda i, prescindiendo de esto, no se v la similitud entre Menard i Prada.(2)

Acorde, pues, con el seor Garca Caldern en el no peruanismo de Gonzlez Prada, he de detractarle en muchos puntos. Coincidiendo con Fombona con qu gran escritor no coincide dice don Ventura que mientras Minsculas es joya de subida valuacin Extica no pasa de ser un tratado de mtrica con ejemplos. Se d el seor Garca Caldern cuenta de lo que dice? A Blanco

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Fombona siquiera porque en Pequea Opera Lrica prob calidades de gran poeta se le pueda esculpar de extravos; pero a don Ventura que hasta hoy nada ha probado, nada se le puede perdonar. Un libro que, como Extica, tiene composiciones de la excelencia de Los caballos blancos, Los cuervos, Prelusin, los ritmos ternarios de la pgina 38 i muchas otras, es un libro inmortal, tan inmortal como Minsculas que, no obstante su infinita delicadeza, me gusta menos que Exticas. Exticas es a la literatura castellana lo que La clave bien afinada de Juan Sebastin Bach a la msica: la muestra de una alta inspiracin encauzada dentro de un ritmo perfecto, i tersa e impasiblemente olmpico. La serie de reformadores se establece as: Pinciano, Juan de la Enzima, Luzn, Masdeu, Sinibaldo de Mas, Gonzlez Prada. Esa es la alta composicin del verso, Muerta la doctrina de que la armona era ciencia i la meloda inspiracin, sentado que la calidad de Wagner es netamente meldica pese al odio que Strauss tiene a la meloda; establecido que la armona no es sino la forma tcnica de ordenar los vuelos de la meloda, i proclamado por Camile Mauclair el valor, puro i preciso, de la palabra como expresin musical, el polirritmo gonzalezpradesco es la ltima forma de la ciencia de hacer versos. Es una violenta i genial sustitucin de mtodos. Los polirritmos son msica, son armona, son pautas ordenadas bajo el comps de los acentos. Son las alas de Pegaso, sujetas al inflexible yugo luminoso de los dictados de Minerva. Al Prada prosista, pensador, propagandista, no se le puede juzgar en cuatro lneas; don Ventura ni le percibe, ni se d cuenta de lo que vale. Dice lo que ya hemos dicho todos. Apenas acierta cuando afirma que est fuera del medio, y esto es viejo. Yo, que siempre esper que la justicia llegase par ala grande i olvidada maravilla que ha en la vida i en la obra de Gonzles Prada; yo, que, como nico orgullos de mi vida literaria, he tenido siempre el de mi profunda reverencia para don Manuel en nombre de cuya grandeza i apostolar impolutez romper plumas cuando no lanza yo, agradezco a Garca Caldern que haya dicho una palabra en el concierto de homenajes que Amrica inicia hacia Gonzlez Prada. Ya el gobierno del Per i toda la literatura de Amrica se han unido en la pleitesa que el maestro merece: i todo el que tenga una pluma i un ensueo debe presentarse a reparar los treinta aos de intriga, infamia i calumnia que han rodeado esa vida i esa obra incomparables del jefe que hoy, ya viejo, siempre debe consolarse viendo que toda una juventud vuelve hacia l las pupilas filiales i comprensivas. Pero nunca diga el seor don Ventura, que l ha visto a don Manuel haciendo compungidas carantoas para encubrir el desborde de imperiosas lgrimas. Yo s que eso es ridculo i estpido. Lucidos estaramos viendo a Gonzlez Prada haciendo pucheritos. Tamaa hombra, tamaa serenidad, tamao orgullos, acabando en lgrimas a ante don Ventura Garca Caldern. Hbrase visto! Y tampoco diga don Ventura que don Manuel, mayor de setenta aos que no lo es ya no producir nada: i no lo diga, si, a rengln seguido, va a improvisar loas a la juventud i lozana del maestro. Es tan fcil percibir la contradiccin i ahorrrsela. Pero don Ventura no se critica, i, por eso, al tratar de Ricardo Palma, dice que trajo el ingenio de Francia i de Anatole France, i, dos prrafos ms all, que representa la gracia espaola. Piense don Ventura en la posibilidad de semejante contubernio. Adems, no es probable que Palma, cuando escribi sus tradiciones, conocindose a France. Quien tambin haca palotes i no era padre ni de Los pozos de Santa Clara ni de La Isla de los Pinginos ni de sus otras obras maestras de irmia. Y creo que no se pretender decirnos que el ingenio de Palma es precursor i gua del de France. Y vamos a la generacin presente.

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No es Francisco Garca Caldern el primer escritor, no es Riva Agero el que le sigue. Aqul es un vulgarizado docente de ideas circulantes; ste es un buscador hbil de gran biblioteca. Ninguno de los dos tiene originalidad, inquietud, don de sugerencia. Ninguno de los dos es dueo de la virtud suprema de un estilo milagroso. Ninguno de los dos es capaz de atumultar ideas y sensaciones en un cerebro fuerte. Ninguno de los dos conduce a la admiracin. Se les aprecia.

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Jos Glvez, Luis Fernn Cisneros, Leonidas Yerovi. As no se enfila a las gentes, Yerovi es genial, Cisneros encumbrado, y Glvez una mediana con marca de fbrica. Con la marca de fbrica de un peridico necesitado de servidumbre. Plaji a Villaespessa, a Jimnez, a Daro; escribi eptalamios cortesanos; explot al pueblo en horas de patriotismo convencional. El mismo Garca Caldern dice que es un romntico que da vueltas a su nora. Yo no quiero decir cul es el ser que da vueltas a la noria. Por qu querer galvanizar a ese cadver que un momento pareci iluminado bajo el mentido reflejo de una flor natural de smilor? Porqu involucrarle con Cisneros y Yerovi? Garca Caldern le lapida y le encumbra. Garca Caldern no tiene fibra para decir lo que, sin querer, insina. Ya v el seor Garca Caldern que el champaa del Club Nacional y la justicia literaria son incompatibles? Garca Caldern no ha ledo bien a Ureta, ese gran lrico de verdad, tan sincero como afectado es el seor Glvez, tan original como el seor Glvez, es imitador. Si el seor Garca Caldern conociera que mi siquiera les cita a Renato Morales de Rivera, y a Percy Gibson, sabra quines son grandes poetas, honra de la raza. Y olvida a stos, para decir a Jos Mara de la Jara y Ureta, gran escritor de silueta agarena, que es como decir: Emilio Castelr, gran orador que se lavaba con jabn de Reuter. Nada tienen que ver silueta y talento, como nada jabn y verbo tribunicio. Y olvida a Francisco Mostajo, rebelde, representativo de un pueblo hirviente de ideales truncos; a Lpez Albjar, diazmironiano pleno de efusiones; a Juan Manuel Osorio, cuentero lleno de sutiles requiebros de observacin y estilo; a Augusto Aguirre Morales, novelista, poeta en juncalsima prosa constelada de amor, de lucha y de pena; a Jos Gabriel Cosio, prosador enamorado del viejo verbo castigado y rico de los padres de la lengua; a Luis Valcrcel, polgraf inquieto y solicitado por mil hondos pensamientos diversos; a ngel Vega Enrquez, ensayista abundoso y candente como hierro fundido en altos hornos. Y esta es la juventud que en provincias levanta la bandera de algo que no es el modernismo como don Ventura cre, sino anhelo intelectual, desinteresado y sobrio. Tampoco cita don Ventura a Clorinda Matto de Turner, soberbio espcime femenino de lucha, de verdad y de calor de espritu. Tampoco cita a Federico Elguera, profundo y atico continuador de la genealoga de satricos que empez en Caviedes y, hasta hoy, parece concluir broche de oro en ese estupendo y holgazn Yerovi. Tampoco cita a Andrs Avelino Aramburu, literato, periodista, viejo condal y florentsimo que ha dado a nuestros diarios gentiles formas de decir elegante. Y se olvida de Jos Mara Eguren, nebulosa preada de luces que slo ciertos telescopios saben descubrir. Y dedica dos lneas a Enrique Bustamante y Ballivin, poeta insigne, artista sumo, padre de esos Elogios donde desfila toda la pintura galante, mstica y hereje de muchos siglos; padre de Arias de Silencio, ese florilegio que Rodembach inspir en hora miracula de anunciaciones.

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Y llama incipiente a Abraham Valdelomar. Incipiente al que ha escrito El Caballero Carmelo, cuento que don Ventura no har jams, cuento que es orientacin de nuestra literatura de maana; cuento donde vivimos nuestra vida, la de nuestras costas llenas de sol, de mar y de sencillez; cuento hermossimo por el calor humano de su verbo y la tcnica de su expresin artstica. Y es tan injusto don Ventura, y tan ignorante, que llega a decir que el seor don Julio Alfonso Hernndez se inicia. Error, don Ventura; el seor Hernndez no se inicia, no sea usted injusto; el seor Hernndez ya concluy. Y se olvida don Ventura de Florentino Alcorta, ese compsito del alma aristosa de Rochefort, del verbo sombro de Drumont, del empuje bilioso y perverso de Bonafoux, de Alcorta, ese panfletario digno de inmortalizarse en letrillas. Y en cambio nos endiosa a don Antonio G. Garland mi estimable conocido; pero en quien no veo mayores excelencias literarias. A pelo a la maligna veracidad del mismo Alcorta. Y si lo que quiso don Ventura fue elogiar a un joven, qu le impidi cita a Flix del Valle, muchacho calavera por mil conceptos superior al seor Garland. Seor don Ventura Garca Caldern Rey. Usted no conoce nuestra literatura; usted ha copiado de todo el mundo; usted va de equivocacin en equivocacin; usted no sabe nada del Per; usted no posee ni originalidad ni estilo; usted no tiene sino el bastardo matiz parisino; usted no debe desprestigiarnos ante el extranjero. Yo le ruego que haga usted desnudas y dolorosas vacedades y que, frvolamente, se entienda con libros franceses. Y djenos tranquilos, que ya nosotros solos daremos honra a nuestra pobre patria que nicamente cuenta con nuestra humildad de combatientes bien intencionados. Nunca elogie usted a Sassone, ese empresario de la pornografa. Nunca diga usted que don Manuel no deja discpulos. Nunca d usted slo dos renglones a tan grandes poetas como Jos E. Lora y Lora. Nunca se olvida usted de lo que tiene obligacin de recordar. Nunca diga usted que los escritores acabaremos en diputados. Nosotros, seor, no queremos diputaciones. Nos contentamos con que nos hagan cancilleres de un buen consulado en Europa. Parece que esto da derecho a ser necio, y nosotros, apenas, queremos tener derecho a ser justos y a luchar lealmente. Que aqu, ni esto nos otorgan. Y en el artculo, an no s si prximo o remoto le dir a usted quines son los que se inician.

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Sin quererlo y por exigencias tipogrficas, he de dejar para el prximo nmero, las notas de ese artculo. F.M. Morales conoci, cuando Amrica casi no lo sospechaba, a ese formidable Herrera Reissig que hoy nos asombra. Me ha sido concedida la fortuna de leer las cartas que entonces cambiaron los dos poetas. Y los herederos de Renato guardin an originales de Reissig con versos que Los Peregrinos de Piedra no incluyen. Estos datos, los conozco, por que el maestro mismo tuvo un da la dignacin de proporcionrmelos.

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HOMILIA DE KHORI CHALLWAENSAYO LITERARIOGamaliel Churata(*)Moscopa yana pachachahuan, pampascani callampata sapallotani paquini moscuypi. Me enterraron con mortaja negra, he viso crecer hongos, he partido calabazas en sueos. (Onirlogos Incaicos).

HAYLLI Maduro tu colmillo, maduras las espigas, Kkori Puma; enciendan tus gruidos su hoguera de Wiphalas. Dirs que todo esto es trino slo y como trino con que arde su caverna ni comienza ni acaba.

Por lo que en estos cuentos, si no fbulas, o mgicas del Laykakuy, de ti diga y de tu lado, lo que de ambos haya escrito hasta ac, o escriba en das venideros, a quin pedir perdn, KkoriChallwa, sino a ti, si soy lerdo, y cojo, y manco, y como nadie conozco que arremeto en kharkas para horadar en quienes me falta cincel aunque pulsos no me falten? Pero un manco como pocos picapedrero: don Miguel de Cervantes y Saavedra, lego de aulas y de rdenes, me ense que cojo, manco y lego cuando el corazn se inflama en Inka, hasta los sandios para entender se tornan sabios y esculpen los que se atreven al granito con las yemas; que all los mancos no manquean y los cojos vuelan Cmo estn de su eufona ufanas las Khellkas de ese varn no manco. Y cmo es de generosa su manquera, si los kuikos americanos escribimos al modo siniestro a merced de la mano que all los suyos le cortaron. En las letras, en la palabra, que se compone de letras, en el lenguaje que se edifica con palabras, si escritas, se contiene el rgano de expresin de una literatura; por lo que el punto de partida de toda literatura (y de todo hombre) est en el idioma que la sustancia. Los americanos no tenemos literatura, filosofa, derecho de gentes, derecho pblico, que no sean los contenidos en los idiomas vernculos, ninguna literatura escrita y slo leyendas en literatura vocal, ciencia hablada, que se guardaron mediante wayrurus, chispas de oro, khachinas de nix, encantadora simbologa y nemotecnia que empleaba los harawikus para representar sus epopeyas en los grandes das cvicos del Inkario y conservar as las creaciones especficamente literarias, bobez aparte en que no fue raqutico el ingenio de sus poetas y filsofos. El caso es que nos empeamos en tenerla valindonos de una lengua no kuika: la hispana. Y en ella borroneamos como indios, aunque no en indio, que es cosa distinta. Y an as esto ser posible slo si resultamos capaces de hacer del espaol solucin provisional y aleatoria lo que el espaol hizo de nosotros: mestizos para Espaa tambin aleatoria y provisional solucin. Pero un mestizo puede germinar en nueve meses y salirse toreando. Un idioma no. Los idiomas vienen de un tiempo de

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trino: el de lactancia del Pithencantropo; se mezclaron despus, contendieron con voces a ellos ajenas, asimilaron unas, chakchronlas, escupieron otras, en fin, las amaaron a la ndole de su gorjeo y a la idiosincrasia de sus medios lonrngeos en no pocos siglos. Cuando el Inka Gracilazo, mestizo que fue de Palla y de segundn de los Duques de Feria e Infantado, escribi sus inmortales epopeyas, l que pudo y debi hacerlo en kheswa, emple, y con qu gracia teresiana!, el idioma de su padre, ya conden el de su madre a una interdiccin punto menos que fatal. Dice en las Advertencias de sus Comentarios Reales.Para que se entienda mejor lo que, con el favor divino, hubiramos de escribir en esta historia, porque en ella hemos decir muchos nombres de la lengua general del Per, ser bien dar algunas advertencias de ella.

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Advertencias que slo nos advierten del inadvertimiento del gallardo escritor cuzqueos; pues la manera seoril de advertir a Espaa de las galanuras de su madre, era escribir en su lengua, que es melodiosa y fina, segn l como pocos la encarece. Y agrega:Para atajar la corrupcin (la de trocar unas por otras letras, vicio en que los espaoles incurran a paso cuando escriban la RunaSimi), me sea lcito, pues soy indio que en esta historia yo escriba como indio con las mismas letras que tales dicciones se deben escribir.

Lo penos es que estos atajamientos muestran lo atajado que Garcilaso llevaba al indio que mal plae en su rico romance su pobreza y escogimiento. Y esto an: que cierto es lstima que se pierda o corrompa (el kheswa), siendo una lengua tan galana. Y quines, si no l, si no Valera, si no el indio Choquehuanca, que a poco de someterse a la frula de los amos escribieron con brillo, con gracia, con sentido arquitectural, el hispano, los llamados a evitar el naufragio? Galana es el habla maternal de Garcilaso, y ms que galana, prdiga en contenidos expresionales, de idiostenia tan filosfica, pictrica o musical, como lo autorizan quienes tuvieron, o tienen, el privilegio de su posesin, si los mismos que apenas la sentimos en el gusto a saliva onrica, comprobamos cmo es ella lo que se nos amput del alma sabiendo que as se nos privara de una maternidad idiomtica. Cunto no ser si el sabio Domingo Mossi afirma en su monumental Diccionario Sinttico haber hecho viaje de Roma a los Charcas exclusivamente por el gusto de predicarla, si la tiene por una de las lenguas ms expresivas y ricas, tan dcil a la ternura, como generosa y mayesttica para las concepciones superiores. As mismo estima que se conserva con mayor causalidad y pureza en los Charcas del Alto Per que en el mismo solio del Inkario; lo que tenemos que admitirle, si Mossi adems de autor de una Gramtica Kheswa dedic al estudio de este idioma su vida y sabidura que no fueron cortas. De paso anotemos tales estupendas revelaciones que el historicismo no ha olisqueado, si nada confirman como no sea el contenido sustancioso de la poltica del Inka, el cual,

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cuando colonizaba, si absorba un pueblo era para hacerse absorber por l en el grado se en que el colono acaba en representativo categorial de su espritu. Nada hay semejante a lo largo de la historia humana Qu fenmeno importa entonces la isla aymara para las consecuencias trascendentales del inkasmo? A qu factores se debe su resistencia al dominio kheswa en el orden idiomtico? Se quiere sostener que el Inka nada hizo por suprimirlo, si, ms bien, procur su supervivencia en razn de ser su idioma materno. Aymaristas hay que ven en sus rudos y ptreo vestigios el eslabn de los idiomas modernos y no pocos sostienen que el kheswa es ms que dialecto suyo. Si el aymara, o kolla, es idioma por lo menos tan rico que cualquier otro de su edad, es cuestin que fcilmente se descubre en la excelencia de los trabajos que de l ha dejado Bertonio (para no citar otros) o el estudio tudesco y por tanto racionalista de Middendorf. En todo caso, uno y el otro para la realidad anmica del americano de Amrica juega el papel del latn y el griego para los grecorromanos; son lenguas depositarias no en este caso de sabidura clsica, s de un sentimiento clsico de la naturaleza, de cultura biogentica; por lo que es muy importante y sugestivo comprobar que tanto en el Per como en Bolivia suscitan preocupaciones jerrquicas que nada tardarn en convertirse en poltica y esttica para sus pueblos. Tentacin como la de Mossi acometiera al Inka Garcilaso y si alguna le acometi supo hacerse ms hispano que ella, de manera que sotana y chullpa-tullo en uno se qued en Crdova, revelando slo que la primera naturaleza del injerto no habra de ser tanto el esteta como el pongo, el portero de la casa seorial en quien los seores no tuvieron albardero sino al simio antropomorfo que por esos da los naturalistas exhiban como antecesor del hombre. A prestar pongueaje al Rey de Espaa se marchara a las Cortes echando al desgaire el solar nativo con actitud que no explican y mal encubren sus reiteradas nostalgias y su no muy simptica quejumbre. Que la materia misma de su alegado se trocara en la fusta que el mundo anglojacobino hizo restallar en los pecados de Espaa, bien que no por que l se supiera libre de otros semejantes, cuanto porque as aceleraba su liberacin dentro de la rbita de sus intereses, casi resulta ajeno a las intenciones del Inka. Y ac bien se puede parafrasear a Quintana, diciendo: Culpa fue del pecado y no del Inka Gracilazo. Lo cierto es que estas lenguas, que al ltimo revelan ligmenes de una prdida unidad, han sido cultivadas con otro propsito que el catequista, y en qu gigantesca magnitud en la Colonia; por clrigos protestantes hoy. Clorinda Matto de Turner y Vicente Pazos Kanki, criolla kheswa e indio aymara, tradujeron algunos evangelios con la misma finalidad, pudiendo, pese a su erizada polmica liberal, o por ella misma, dejarnos algunos cuadernillos en lengua americana, que ellos les salvaran del enanismo que en tanta medida nos es propio a los mestizos metidos a estilistas hispanos. A lo largo de la guerra espaola contra Espaa por la emancipacin de la Amrica criolla, y en las grescas conventuales lo mismo, se las usaron en pasquines que se adheran a las puertas de las iglesias, o esquinas de los poblados; todava los resplandores de su prelaca se manifiesta en Ollantay, que un cura sicuaneo descubri, o adob, con todos los condimentos hispnicos del caballero valiente y enamorado que enfrenta sacrilegios; pero en el cual, as y todo, es dable encontrar el espritu de una dramtica con patria, de un cosmos literario. Despus dos o tres generosos atropellos, y el viento! El viento que slo en los das que corren vuelve a henchirse de grmenes, pues afloran con un mensaje que sera inslito sino fuera deslumbrante, poetas cuzqueos, bolivianos, puneos, ayacuchanos, ecuatorianos, en quienes es forzoso identificar el renacimiento de la mentalidad potica del Tawantinsuyu; y en razn no de entusiasmos espordicos s por acentuacin de valores germinales del alma americana. Estos harawikus ya no persiguen interpretar al indio, buscan expresarlos, y expresarlo en ellos, puesto que toda surgencia

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esttica debe contenerse en ego. Y es preciso que la voz india adquiera vigencia porque haya llegado la decisin fatal de su victoria sobre los elementos negativos que la soterraron. A poco que estos fenmenos sean estudiados en planos vitales y la crtica literaria pueda servir del testimonio objetivo del alma humana, se establecer ley por la cual todo injerto de la ahayu, (alma colectiva) supone, en perodo cclico, la expulsin de los factores que determinaron su inhibicin.

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Los signos de ste, no para todos sorpresivo, fenmeno, incuban en los primeros aos de la Conquista. Y uno de ellos es la tendencia a la amestizacin del hispano, ya en manos del indio alfabeto o del mismo fraile conversor. En 1536, un hijo de Hipona, trabaja ya, y piensa, que es lo ms inslito, en un cerebro entreverado: no hay otra forma de caracterizarle.Inmaculada Virgen y Madre de Dios, y de los creyentes; y, como a real y verdadera Wiay Cusiatha y Kotakhanaway y Titikaka de los Arusayas del Intillampu en su Apupu-Wakawy del Tawantinsuyo. A la cual, divina Reyna del tiempo y de la eternidad, sea el sin fin: Ilillu! llally! Iyau!.

De la multitud de tales mestizos arrumacos, tpicamente colonistas, pues, aunque espiritualmente colonidas no cometemos ya, podra hacerse interesante y voluminosa coleccin o breviario, y ms interesante exgesis del proceso. Bertonio en Juli y Mora en Capachica, y tantos catequistas, y jesuitas en competencia con dominicos, rivalizaron en el empleo de las lenguas indgenas para las finalidades de las impacientes levas parroquiales, e hicieron verdaderas filigranas en prez de la Virgen Madre, indianizndola, como en muchos puntos del territorio colonial se comprueba, y se magnifica en Copacabana, santuario labrado a voto de un indio cuzqueo de estirpe orejona. Y esto, y gramticas, y lexicones, y cartillas, revelan el orden severo con que cumplan su deber. Que el P. Rivadeneira, o el P. Linez, como Generales de los soldados de Iigo, impusieran el conocimiento del idioma indgena, sine qua non para la tonsura del misionero, ya revela en qu grado los frailes concedan importancia al idioma como nico medio de llegar a la mentalidad del catecmeno y cuanta elasticidad para adoctrinarlo empleaban, si all donde haban de establecerse y es a los jesuitas a quienes mayor mrito tiene que reconocrseles, no solamente conservaban los regmenes sociales del trabajo y la tributacin si llegaron a admitir junto al sagrario las formas ancestrales de ritos animistas y hasta diabolistas en el culto a los muertos; osada maniobra destinada a penetrar por mtodos psicolgicos en la conciencia del brbaro, conducindole a venerar en sus grandes mitos los smbolos del cristianismo. Los resultados fueron negativos son ahora mismo: el indio seguir fiel a los reclamos de la tierra. Es as que, sin percibir la hondura del hecho, el conversor acabar convertido, y cuando quiera elevar preces a la Divina Madre por cuenta de sus deliquios, la hablar en indio, e invocar a los sirpas y achachilas de las montaas y de los lgamos. Finalmente, la matrona davidica se confesar india, y en manos de Yupanki, su escultor cinegtico, habr de transmutar el color. Elake: ya es la Virgen de llokallas y tawakus, la que bien pari la Guagua de los cenisaas. Pero, tras de los ruborosos ayrampus hallaremos el grandioso mito de la Mamata, espasmo germinal del surco que no solamente se da en los frutos primiciales sino que se vuelca en la sangre de los runahakes, se matrimonia con el doncel garrido y, finalmente, tras haberle regalado su provecta virginidad retorna al seno prolfico de la Pachamama. Por la misma ineficacia de su accin, manifiesta a poco que se desee saberlo, es de justicia reconocer a los frailes que sin an quedan napas idiomticas y cierta indignidad ceremonial en la Amrica de los burgos, se debe a que fueron ellos los nicos que cultivaron sistemticamente las lenguas aborgenes, su coreografa, su msica. Es no poco expresivo para el enjuiciamiento de los valores de la Emancipacin Americana, considerar que a poco de fundada la Universidad de San Marcos de la ciudad de los Virreyes, se hubiese creado ctedra para el estudio del kheswa Con

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qu finalidad? Con la de escupirnos en el rostro a los libertadores de Amrica; si han tenido que venir a lomo de asno varios siglos para que esa misma Universidad la restituyera! Convengamos que ac no se manifiesta la fusin de dos sangres, pero es inevitable constatar la fusin de dos espritu en un plano de categoras mentales. Garcilaso se decide a escribir como indio, mientas el fraile espaol lo hace en indio. La actitud del Inka revelara que en l contienden los grmenes indoespaoles con evidente subalternidad de lo indio, lo que a no poco constituira la encrucijada del mestizo; la del espaol el fisocrtico imperio de la naturaleza de que hablara Bolvar. Y ms que eso an: el imperio de la ahayu americana por peso fsico de una jerarqua csmica. El catolicismo en los distritos del rgimen incsico no es, ciertamente, tomista: es ms afn con Plotino y Simn el Mago y sus tergias. En tanto, el indio se mantiene leal al idioma lcteo persigue elevarlo a escritura, servirse de l para sus menesteres superiores o siquiera ntimos? No. El indio busca superar al mono antropoide que acab colndose a las herldicas del mestizo. Es en cholo que cholifica el espaol, puesto que es cosa patente que el cholo es indio, posee sus ataxias, y habla si no con la pureza traslativa del indio, con un genio del injerto que hace del romance de las plebes coloniales obra maestra del rringorrango. No nos hemos dedicados los historiadores de la Literatura Americana a observar estos fenmenos, que acaso ellos nos habran atusado un poco las crinejas autonomistas. La historiografa del Inkario conserva un centn: Biblia le llamo yo. Es la Nueua Coronica del indio Toms Huaman Poma Ayala Inka, extraordinaria personalidad sin valoracin para este objeto hasta hoy, que si obliga al espaol a una hibridacin pintoresca, su simplicidad resulta inquietante y sorpresiva. Huaman es un temperamento con sensibilidad esttica, y si su romance encalabrina, como dibujante es s yo poco de estas cosas algo digno de Gauguin o de Picasso, al menos es un artista de pulsos suprarrealistas sin venenos qumicos. La Nueua Coronica, adems de importancia historiogrfica tiene la de constituir testimonio escrito del proceso de amestizamiento del idioma de los Conquistadores. A ojo ciego se lee en la Nueua Coronica: y esta gente no saba hazer ropas bestianse hojas de rboles y estera texido de paxa no sauia hazer casas, ueuian en cuevas y penascos, y todo su trauajo era adorar a dios como el profeta abacuchy y dezias aci agrandes bozes: Sor, hasta cuando clamare y norias y dare bozes y no responderas; capac Sor huaynacaman caparisec mana huanihuanquicho.

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La Nueua Coronica s es un alegato de raza; en ella hay la reaccin vertebral de un pueblo que si bien se resigna a aceptar dioses forneos, o hace como que los acepta, no consiente en ceder su sentimiento del cosmos. Se argir que el espaol de Huaman es tan imperfecto como el romance vulgar era entonces, que, por tanto, no tiene elementos por los cuales pueda juzgrsele episodio filolgico de interpretacin. Si se estudia el romance curialesco de esos tiempos, en primer lugar no se encuentra en l la fontica kheswa de la Nueua Coronica y en segundo lugar que sus plebeyismos e ndoles viles pertenecen a la generalizada rusticidad del demos colonial. En el indio no: hay una dialctica idiomtica y quien despotrica no es la chusma hispnica; es la gleba india. Los medios fonticos y ortolgicos con que sefarditas y marranos deformaban, por esos mismos tiempos, el romance, son exactamente iguales a los empleados por el indio americano; y el sefardita ni el marrano constituyeron la hez de la cultura hispnica. Huaman encasqueta al espaol la fontica de su lengua, crgale su acento grave, y emplea el kheswa a guisa de excriloga latina. Que decidan los expertos en patrstica si quien hace lo que Huaman con el kheswa no implica, casi, un problema cismtico. No persegua rivalizar con el

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telogo, ciertamente; buscaba hablarse a s mismo; hablar a su pueblo en ego. Amestiza el idioma del amo porque tiene mucha casta para entenderlo castizo. De las cartas del caudillo aymara Tupak Khatari al brigadier Segurota durante el famoso cerco de La Paz (Bolivia), de 1872, fue brbaramente amputada la ortografa brbara e indgena; pero an en la forma en que aparecen descubren la radical del proceso de hibridacin idiomtica que sera lo ms vivaz de la resistencia india frente al dominio hispano. Que Huaman y Khatari usaban no ya espaol se descubre en que para publicar las cartas de ste hubiese sido necesario espaolizarlas, y en que para hacer menos inaccesible la Nueua Coronica se la debe traducir a un romance accesible. Huaman permite descubrir algn atisbo germinal como sntoma o posibilidad de una Literatura Americana, pues lo que ya nadie ha intentado, y con jerarqua menos, en l se constata la concurrencia colonial de las dos lenguas en que se enfrentan Espaa y el Inkario; y que para devenir expresin nacional debe decidirse en unidad. En otras palabras: si Amrica es una realidad genticamente mestiza, la literatura americana debe ser idiomticamente hbrida. El espaol de Huaman se parece mucho al que emplebamos los vanguardistas del Titikaka, por atrs de 1924, malo por su naturaleza (tanto como el que se lee ac), bastante indio por sus modos y como el de aquel, horro de toda ciencia, menos por ignorancia menos, digo cuanto por lealtad con la expresin del indio en cuanto hombre. El de Huaman y el nuestro fue un espaol en el estado del romance cuando amalgamaba las influencias que le conformaban y no asimilara an las substancias visigticas que, segn historiadores del hispano, habran de darle las caractersticas que le diferencian del latn. Los idiomas indgenas carecen de artculos y preposiciones, y el indio al hablar el espaol de ellos le priva. A la larga le impondr, como en el uso diario hace, literariamente, sus desinencias y declinaciones, hibridando las voces: asinita, elake, aquisito, maratito, aurita. Y all sedimentar la posibilidad de un nuevo idioma, consecuentemente, de una Literatura Americana. Cuntos vocablos indgenas de Amrica obtuvieron carta de ciudadana, no en el Sancio Sanctorum de la Academia, s en el torrente del habla popular de Espaa? Despus de trazada buena parte de estos renglones, un erudito hispano de aquellos que migan la idea de una Espaa tan americana como de una Amrica tan espaola, como no hubiera infarto, en solemne oportunidad hispanoamericanista, y en discurso erudito y elocuente por cierto, nos dijo que en la fabla de Castilla actan ya embriones americanos. Los indianos, con los tejos de oro, fruto de la depredacin, llevaron consigo muchos. Ya no dijeron por sus retoos: los hijuelos; dijeron: las guaguas. Hablaron de la coca, la papa, el tabaco, hasta del Laykha, y embrujaron no poco su Padrenuestro. Ese gran hablista espaol, criatura de Teresa, don Miguel de Unamuno, es ya, casi, un espaol de Amrica, por stas y otras razones que daran para buenas grgaras. Es que a las cabeceras de un injerto idiomtico se produce la interpretacin, como en el engendro animal, de los dos elementos genitivos, y del maridaje sale la guagua. Entiendo que un Luciano, un Plauto, un Plotino, son el cordn umbilical del Peloponeso, su espritu y su genio, y el Lacio de que se habra de nutrir el genio de Virgilio y, luego, el del Dante. No es ste el lugar donde tal fenmeno debe ser analizado, pero no puede menos de tenerse en cuenta la opinin de eruditos que ven en l algo as como en el barrunto de ese nuevo ser: el espritu latino. En la metrpoli los grmenes del conquistado se diluyen: Garcilaso, en las tierras aborgenes, se acentan: Huaman. Slo a esta condicin se podr hablar de Literatura Latina; y se hablar entre nosotros de Literatura Americana. El proceso no ha sido bloqueado en la Pennsula, y por peninsulares; l es desviado de su cauce en Amrica, donde afirmamos la vigencia de una Literatura Americana no por sus races americanas sino por el cosmopolitismo ocenico que rompe todo pudor y candidez a la expresin

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esttica. Eso nuestro americanismo que sea, si as lo impone el determinismo colonial. Pero ese americanismo no es americano. De lo anterior no se saque que en El Pez de Oro se pretenda ofrecer el paradigma de ese nuevo idioma indohispano, y menos de uno medularmente americano; si como fruto modesto y honesto de una actitud que tiene la insignificancia y edad de su autor, apenas luce menos por decisin literaria que hbito incrustaciones indias ms pintorequistas que sustantivas, intentos dbiles por arrancar del cordaje hispano la meloda sangunea. Pero que de intentos de esta ndole surja al fin un idioma americano, a seguirse el buen camino de Huaman, si entiendo bien, ser fruto de los escritores que lo intentan con genio y con amor de plebe. No ser por literario un problema meramente esttico; si se busca acentuar una radical americana en la Literatura de Amrica, tiene que comenzarse por acentuar menos que el paisaje la valoracin antropolgica. La verdadera capacidad esttica de la Amrica est en la sangre del indio y, por tanto, la forma de hacer esttica americana es hacer de Amrica un mundo indio; que ser indio siempre, si la gensica de la cultura la suministra el habitante en cuanto naturaleza y fruto. Si no conciliamos las prerrogativas del criollo con las mayores del indio, y de ste creemos que sirve para ms que menestral, covachuela, portero de hotel, pillaste electoralero, alcahuetista, mientras para aqul reservamos los dones de la arcangelidad, nunca tendremos un poeta indio, como en cuatrocientos aos no hemos metido un santo cuprfero a las hornacinas ortodoxas, que no se escatimaron para negros ni amarillos. El indio no es un subhumano, si ya sabemos que las imbecilidades de Seplveda fueron aniquiladas en su mismo vitriolo; es s un subnutrido a causa de los sobrenutridos que lo apalearon y lo apaleamos todava en prosa y en verso. El gran poeta indio, que es don Franz Tamayo, decreta que de l se haga artesano, mecnico, tal vez prctico en ingeniera. Ms no, ni se procure, filsofo o esteta, que todo lo que ve con las elaboraciones de la imaginacin le est negado. Realmente, por mucho que se medite en tesis tan inslita se penetra en sus razones. Es que el indio es un animal detenido en las subestructuras de la volicin instintiva? Por qu constituira ese estrato inmoble, si todos los pueblos, y los ms tpicamente manuales, como el sajn, han sido fecundos en poetas y filsofos? Dgase que ms til es en pongo, y se comprender quin lo dice. Es indio lo mejor del pensamiento de Tamayo (como yo le s); aunque sus vituallas mentales sean humansticas y grecolatinas, no lo ms valorizable en l, puesto que de valores de esa ndole est abarrotado el templum mestizo. Vale lo que en l se explica como presencia de un sentimiento telrico, por tanto, indio; que no es mucho en cantidad. Se explica el yaravismo mestizo como predominio de la sensibilidad lacrimosa e inferior del indio; lo que es falso de la ms tremenda falsedad. Las inhibiciones del indio se las sealan y estudian en los burgos; si se las buscan en su mundo no existen. El harawi en sus fuentes es un canto sacudido por sentidos pnicos de la vida, es agrolgico y nupcial, posee ms calidad ertica que sensiblera. El padre del yaravismo es el cholo de ojos lemricos que no cabe en las ventoleras herldicas. Ese encarpeta a su madre si es india y slo llama a su corazn cuando sintese posedo del pavor de la muerte. El indio sabe tres cosas claras; cuando callar, cuando llorar y cuando matar Y no tiene imaginacin!... Qu son la volicin y la imaginacin filosfica entonces? Hay algo ms en la tragedia griega? Anota Garcilaso que en el Cuzco funcionaba escuela destinada a la educacin de los hijos de nobles orejones sometidos al paternal yugo del Rey; y que cierta vez el sabio sacerdote que la rega, acariciando a algunos de ellos, seguramente de los ms vivaves, les deca: Ay, hijos mos; y cmo no quisiera ver estas cabecitas brillando en Salamanca! En que el espaol, espaol, no es el sepulvedesco de nuestras lechigadas criollo-mestizas.

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No hay literatura sin hombre. Cuando las hermeneutas de la Literatura Americana confieren valores americanos a cualquier hispano nacido en estas tierras, por ese hecho fortuito, de que nadie puede acabar responsable, ni ellos; no ven que si hay una voz americana en la Literatura Espaola es la de Caldern de la Barca.

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Qu esquiliano desgarramiento ms americano que el del Segismundo de La Vida es Sueo?Qu delito comet contra vosotros naciendo?...

Afrmase que el gran poeta inspir su tragedia en la del Inka Yawarwaka, el que llor sangre. Es enteramente admisible; si ese grito vale por toda la literatura americana de todos los tiempos. Y si no es kuiko, y americano, no es griego, ni razones tiene para ser hispano. No de balde Caldern cometi pieza devocional a la gloria de la Virgen india. Es el contrapelo hispano de los Seplvedas. Espaol es el numen de la Literatura Americana. Y por tan calderoniana razn es la literatura de la fuga. Jams en cuanto s obedeci al heroico destino del que engendra a costa de su vida. No hay Corteses en nuestras letras. De la misma manera que Francisco Pizarro, que pudo hacer urea su majestad en el Cuzco, busc el aduar junto a la playa (y la observacin viene de un elocuente socilogo titikaka) para escapar si el negocio se le tornaba tuerto, como a su socio el tuerto Almagro; la Literatura Americana es portuaria y de ventolina, a merced de las incitaciones de los meridianos mentales del viejo mundo, y ya bulevardiza, estepiza, niponiza, heleniza, y siempre en criollismo, nativismo, decadentismo, vanguardismo, realismo, naturalismo, acaba excntrica, con desasimiento, que no sea en le pintoricismo episdico y vacuo, de la coordenancia india. Excluy naturalmente de este juicio al Vanguardismo del Titikaka (el hecho ms curioso e inslito de la Literatura del Per en los ltimos tiempos, segn L.A. Snches), que de vanguardista, en el sentido europeo, tena pocas, o ninguna, condescendencias. Eran literatura y movimiento de entraa hominal, de adhesin humana, ms all de las inveracundas cofradas que nos atahonan. Vemos el fenmeno en un gran poeta indio: Tamayo: Al margen de sus valores generales, su poesa revela ms que el disfuerzo por vestir la clmide helena, apurar destilaciones ya persas, ya tudescas.Este es el monte del Titn excelso, y esta es la cumbre en que el dolor es xtasis. La memoria del dulce Prometheo vaga an por los riscos desolados cual la sombra de un sueo. Duermen mudos en la pea empapados que obsediaron los ecos de titnicos lamentos. Mis plantas huellan como polvo vivido pavesas ureas de apolnea hoguera. Conozco las proezas del Lirfobo.

No es un reproche a Tamayo, ni a los excelsos poetas hispanoamericanos que son lustre de la hispana literatura; pero de estos camafeos brilladores est empedrado nuestro andrajo. Vez hubo que en mi oscura torpidad cre ver en tales manifestaciones de exotismo mimtico esto s tpicamente americano la presencia de un complejo de inferioridad. No era eso. Al contrario; es complejo de superioridad, trnica espaola. No se ha dado el caso todava del esclavo que inspire admiracin en su dominador, al extremo de sentirle identificado en el gameto. Si hacemos literatura social, la hacemos moscovita; y por ah es que entendemos la tragedia del indio. Y tanto que esa literatura por lo general la hacen revolucionarios decentes! Al Diablo con la porra. No hay Literatura Americana porque no hay americanos.

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Cuando Unamuno comentaba a Sarmiento, o a Hernndez, (y no metamos en la colacin a don Marcelino Menndez y Pelayo, a Cejador Frauca, a Juan Valera, a los sesudos crticos, ms americanos) sostuvo que uno y el otro eran escritores tan hispanos como los haya; y de los vernaculismos cito sin libros de Martn Fierro, que eran vascos, aragoneses, o chulos Y es que habra resultado donoso y ridculo que por americanismo arguyramos que don Juan Montalvo no es un escritor hispano capaz de hombrearse con Cervantes, y no por la gallarda de su dominio de la lengua cuanto por el intersticial quijotismo del genio mental. Que el caso del Inka Garcilaso sea el mismo, no revelara congruencia. De la Epopeya de Espaa son clusulas sus Comentarios Reales y la Florida del Inca (la Historia del Per, el ms sonoro epinicio de la Conquista). Su gracia fluida y el amao lingual, castizo mosto hispano aunque sepa a lagares moqueguanos. Pero l tiene patria, viene de una raz, se unimisma con un espacio. Por eso precisamente, si no fuera por las domesticidades de Teresa, su espaol no es ya engolado y pedantesco; contiene una vibracin que no podra no ser ya hispana Muchos nombres se le ha dado, pero es slo quejumbre; no de indio, ni de hispano; que bien visto nada tienen ni tuvieron orejones y caballeros de quejumbrosos. Es la flor de una nueva naturaleza; el cholo, que es el mestizo del chul, en el que caben todas las crismas, como en un rayo de luz todos los colores Garcilaso no tiene prole, a no ser el poeta de los yaravs arequipeos: Mariano Melgar, hermoso corazn atortolado, redimido en puma, muriendo con Pumakawa; ms tampoco tiene prole que valga la pena. Es que una literatura de quejumbre slo puede seguir a un pueblo de yugulados, carece de acto, de drama; no se arranca la espada del pecho, y aventando la sangre del corazn por la rotura, acomete al caballero ecuestre hasta romperle el gargero con los dientes, como el gentil orejn en el sitio del Cuzco; no persigue estrangular al barbn llevando clavada la clava en la garganta, menos arranca los venablos de su carne para cargar el arco Lo ms que podr dar la quejumbre ser obras de un romanticismo semita, como la Mara de Jorge Isaac, el poema ertico sustantivamente judo trasladado al mbito espaol de Amrica; o las estrambtica castidad castiza de Don Ramiro, flor de saudade (el yaravismo es eso: nostalgia) del criollo que aora de Espaa como la mujer sin vulos aora la maternidad, o se acongoja con ternura de mitimae La voz del indio en la Literatura Americana tiene que poseer el destino de chuki y la galga, porque en tanto permanezca agrilletado en la cruz, su bramido puede ser un torrente de lgrimas; no tizana de emticos. Pese a todo, en el Inka Garcilaso hay un limo con sentimiento de patria, que en nosotros, por la simple razn de carecer de una, falta; que si de alguna reclamamos es del feudo aptriado que de nuestros padres barbones arrebatamos, sin derecho, y lo que es peor, sin ningn beneficio para la sangre india de nuestras madres, que si hicieron de barraganas de hidalgelos (en qu grado el orejn que haba en Garcilaso qued en chul sustantivo) y pecheros, de mulas parroquiales y siervas de fregar; las confinamos nosotros al lenocinio y, al ltimo, a que conciban para los perros: si tanto es el rencoroso desprecio con que las hemos mirado y las miramos. He aqu la Amrica de peplos y miriaques, americanos!. Ricardo Palma, mago que descubri la lisura limea, menos hispana cuanto africanas, extracto colonial como ms no pudiera el senecto amante de la Perricholi, no es menos espaol que Larra, por ejemplo. Al contrario, el castizo es l. Y es que en Amrica la gnesis patricia debe sabrselo desde ac-, no puede venir de las patrias coloniales, a causa de otro imperativo. Y es el de que la Colonia Espaola constituye la negacin de la patria americana; por ms que tabardillos sostengan que no slo nos han dado

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naturaleza con llamarnos indios, sino que Espaa menos conquist Amrica cuanto que la ha inventado. No la invent; la ha borrado! Y el borrador somos nosotros, criollos y mestizos, en quienes ni Espaa vale lo que un cuesco, y el indio menos. Y es que Espaa tiene que volver sobre Espaa, al punto espaol, punto interno, atlntido; si cuanto hizo y hace es evaporarse como todo aquel que carece de espacio. Su expansin en el medio evo es delicuescencia, dispora, fuga; fuga, dispora, delicuescencia, en que tambin estamos los hispanoamericanos. Y si a las veces tratamos de afincarnos en Espaa, como Espaa trata de afincarse en nosotros, a lo nico efectivo que llegamos, unos y otros, es a que las Colonias hispanas y la Metrpoli espaola sean ya colonias de otros pases con mayor capacidad digestiva. Que Espaa siente que sus bases planetarias vacilan y se esfuman, se descubre en que para asirse de algo en la Pennsula se ha dicho que la Madre Patria es, tambin, una nacin americana! Si para or eso se levantaran el Cardenal Cisneros, el Prncipe de la Paz, Ganivet, Costa, Unamuno, el Manco de Lepanto, los Luises, Don Juan Tenorio, Fray Gerundio de las Campazas, desearan que la muerte fuese una realidad, que, en ese caso, infortunadamente, no es: viviran de la muerte de Espaa; que mayor manera de no ser se registra en los bibliones de la historiografa del planeta. Si los espaoles ya no son espaoles, sino americanos, lo prudente es que les brindemos acogida, en lo nico que podemos ser: en indios. Espaa se indianizar, que buena falta le hace. Sus indios estn erradicados en Fuente Ovejuna; indio el flemtico varn con testculos de Leviatn que es el Acalde Crespo, de la inmortal Zalamea. Esos entendern en qu grado los americanos no podemos ser sino indios, o kuikos. En la RunaSimi, segn el P. Mossi, el vocablo aborigen se traduce por la voz kuiko, con la que no ha muchos aos se ofenda a los criollos bolivianos. Pues de aqu adelante los americanos llammonos, y sintmonos kuikos!, que esto tendr dos virtudes no despreciables. En primer lugar, acabaremos con la boutade de los tratadistas hispnicos hbiles en hispanoamericanofilia, de que remoquetearnos indios fue darnos naturaleza; luego, y es lo primordial, que as sabremos que las moles eternas de Tiwanaku, Sillustani,. Kosko, las levantaron no los seoritingos de la clandestinidad colonial, si nosotros, en nosotros mismos, en indios, en runahakes Los espaoles de ac, y los de allende, estamos ante el mismo conflicto hamletiano; ser o no ser. Colombroos del solar herldico piensan que esta Amrica es la Espaa del rebrote, la Espaa purificada en los estremecimientos virginales de la jungla, y que hacerse americanos es hacerse espaoles voronofizados por las glndulas del salvaje; ignorantes de que las glndulas del salvaje en que creen, en las Indias son tanto o ms linfticos que en Castilla, con la agravante de que son glndulas sin perfil. Y en tanta medida que en los negocios literarios, y en otros tan turbios como stos no obstante el espaolismo radical, y en lo malo ms que en lo bueno, que profesamos no se admite otra cosa que hegemona olmpica, hecha no poco de desprecio por la mentalidad espaola; si ya se han dado escritores hispanoamericanos, que en no pizcas se nutrieron de su Romancero, que se negaban a abrir un libro si escrito en romance A pesar de todo eso, si nuestra literatura no es espaola, nada es. Porque americana de Amrica, no; en manera alguna. En tal punto el alud volcnico se dirige a la posibilidad Garcilaso, la posibilidad Huamn Poma o la posibilidad Ollantay. Si Huamn nos da el diapasn, nada tenemos que acometer que no sea jerarquizar el espaol hibrido que hablan nuestros pueblos; s lo tercero

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Ms, si la solucin proviene de los Comentarios Reales la praxis huelga. Ella ha producido un genio, no Gracilazo, desde luego: Ricardo Palma. Ricardo Palma, que es el hijo ms en cogollo de una hispanidad linajuda en sustancias populares. Desde este ngulo no s a quin se le habr de comparar; si a Benito Prez Galds, pero Prez Galds es a Ricardo Palma, en punto a genio estilstico, lo que sera el Padre Ojeda a Ercilla. Aislando ciertos elementos mentales, no le hallara en Espaa otro escritor a l comparable que no sea don Miguel de Unamuno; y aun as y todo el burilador de las Tradiciones Peruanas es ms contorneado, ms clsico, para decirlo de una vez, frente a un hispanista que es especialmente barroco como Unamuno, sin que ello implique demrito alguno para su genio. Y de all ya tenemos para erigir la gloria de hombres como Cuervo, Bello, de escritores como Bolivar y Sarmiento. En ese panten se alza como un Himalaya el autor de Martn Fierro y en las exequias no faltarn los payadores rabohispanopampeanos del Plata. Gracilazo ser el Hesiodo de esa literatura Americana? El nos transmitir el deuterenomio de la ideologa Incsica tal vez? En todo caso, y en ese caso, los cronistas espaoles no son ya espaoles, son americanos, como Ercilla, Oa, Caviedes. Y americaos son Thomas Moro y su utopa; y americanos son Chateubriand, de Benoit, Campanella, Mosen Verdaguer. Y le siguen nuestros grandes poetas: Daro, Chocano, Herrera Reisig, Jaimes Freire, Reynolds, Lugones, Eguren, Valencia y Doa Barbara, Raza de Bronce, Sangre de Mestizos, El Mundo es Ancho y Ajeno, Los de Abajo y Don Segundo Sombra, pasan a ocupar ubicaciones estelares en nuestro mundo, ancho y ajeno. Todo esto es, y en medida jerarquica, espaol y de Espaa. No hay la misma hilacha romntica en un Campo Amor, un Nez de Arce, un Espronceda, y en los americanos Zorrilla de San Martn (y por su tabar ms que por su leyenda de la patria), Olegario de Andreade, -el cantor del cndor-, Gertrudis de Avellaneda, as tomados al acaso? Ciertamente la hilacha romntica los identifica y la cadena de la lengua de la lengua los ataja y es que la nica patria de esta literatura americana es el idioma espaol. Y en esto hay que tener tambin el orgullo de los pergaminos y de la hidalgua que el rey de Espaa se dio a cambio de buenos doblones en los felices tiempos del Cori cancha y de sus enchapes ureos, y reconocerlo. A quienes en Espaa sostienen que la poesa de Rubn Daro y la revolucin que ella importa, son tan espaolas como poesa y revolucin de Boscan o Gngora fueron, no veo qu reparo pueda oponerseles. Ninguno de nuestros poetas exalt el mito americano con las trompas de Ercilla; pero slo por cretinismo americanista se podra sostener que Ercilla es Chileno y producto americano. Ciertamente, sera, y es chileno, y producto americano; pero antes decidamos las fuentes: Chile es ms que una provincia espaola. De lo contrarioni las vernculas fanfarrias de Chocano son ms que hispanas, an proponindonos el contrapelo quienes nos propalamos Kuikos, salimos del circuito hispano. As en lo dems. Sin embargo, lo mismo en Mxico, que en Brasil, en Ecuador, Argentina, Chile o Venezuela, se ha dado una literatura que llmesela costumbrista, nativista, criolla, permite sealar la presencia de sntomas patricios. Sntomas, digo. En Per y Bolivia sera indigenista por sus atisbos mgicos y arcaicos. En los dems, el acento, el sentimiento del color, del ritmo, el modismo provincialista, son irremisiblemente ibricos, como ibrico es el hombre, llmesele roto en Chile, gaucho en la Argentina, mariachi en Mxico o Cholo en el Tawantinsuyu. Espaa fue echada por la borda, pero en qu medida! La conquista espaola profundiza su accin pseudomorftica, ahora, sin Virreyes, enquista sus malos estilos, desaloja las bases tnicas americanas; si hoy no se dara el caso del hijodalgo sobrino de Ignacio de Loyola que despos a una india. Al contrario, buscamos escupir esa podre para, luego, depurar la podre hispana en la podre gringa. Si la Espaola de los varones de

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Castilla volviese porque expulsara a los Pizarro y sus politiqueras secuelas, el indio sera su aliado: en qu grado la Independencia Americana tuvo que ver con la Conquista de Indias!. Las obras de Hernndez, Giraldes, Azuela, Rmulo Gallegos, Carlos Medinacelli (el gran novelista y pensador boliviano) y del cimero autor de Juan de la Rosa, epopeya del cholo, adquieren trascendencia como especimenes de la literatura hispana, son frutos logrados de su trasplante, sealan la inevitable expansin del idioma hispano como resultado del descubrimiento y conquista por espaoles, de un mundo en que el orbe hispano alcanza universalidad y efectivo catolicismo. Le hablaban menos de treinta millones de individuos; es nmero alcanza hoy a quinientos. Tal literatura, y en escritores como sos, que no son todos, lgicamente, absorbe elementos telricos que no excluyen, sin embargo, espaoles valores genticos. Es aqu que la crtica y desde tal especfico enfoque que haba de Literatura Americana, debi establecer los grados de la simbiosis, bien que no para deducir la presencia de una literatura virtual y fisiolgicamente americana, s para sealar los elementos americanos que enriquecen, conforman, o deforman, en todo caso se aparean con el idioma hispano. Y es que nuestro caso, visto con seriedad y sin mestizos chauvinismos se halla condicionado al determinismo del idioma, que es el cosmos de toda literatura. Se sigue, que si el cosmos de la literatura de Amrica es espaol, sta no puede ser sino espaola, por muchos y variados que sean los grmenes americanos que se le sumen, que harn ms que fertilizarlo, como le fertilizaron ante godos, rabes, latinos, israels, germanos

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Hay escritores como Jorge Icaza, Jos Mara Arguedas, Cardoza Aragn, de Ecuador, Per y Guatemala, en quienes es notorio el latido de una naturaleza con raz, son, con decisin indisimulable, desde el punto de vista hispano, deplorables. No, como posibilidades americanas; pues en ellos es sobre el idioma que recae la violencia expresiva de una personalidad que acabar por romper los tejidos idiomticos, haciendo del romance una jerga cuasi brbara, cuasi tan brbara como la usada por Huaman Poma. No es necesario remarcar que autores como stos elevan el barbarismo mestizo a categora retrica, y que de proseguir en esa lnea acabarn por animar el lenguaje indomestizohispano. Que esa literatura se consagre, problema es que depende del genio del gran escritor que con ella amase. Sin embargo, si se hallan en la corriente emotiva de las plebes, y la traducen e imbiben; tambin se hallan frente a mayora que no va en esa direccin. Esa mayora estar representada oficialmente por los millones de americanos censados como blancos y los cuales nada sienten del fenmeno. Su problema es romper la corriente y sojuzgarla, obligndola a seguir sus lechos; de lo contrario sern aplastados, l que, infortunadamente, ya se observa. La lnea revolucionada y plebeya se debilita en algunos de ellos, y acabar por insumirse en la totalizacin amorfa y sin perfil A dnde iremos? Esa mayora heterclita no persigue de Amrica sino lo que Espaa: el oro. Y el oro ya no es del indio; es del trust supercapitalista y forneo. El oro que retiene el indio es el que se llora. De all a oficializar el cal saxo americano, hay paso. Ser prudente, para admitirlo, no olvidar que las sardinas envasados influyen en los idiomas ms que las Academias. El deber para Amrica es mantenerse en el centro del oro que llora; que slo en oro fructifican las literaturas. Ac se podr comprender que si Amrica ha perdido toda esperanza de expresarse en un idioma con patria, ms que ocioso, es cretino, hablar de Literatura Americana. Debe hablarse de Literatura Espaola de Amrica, y con ms propiedad de Literatura Espaola a secas; queso en Espaa se habla de Literatura Espaola de Vascos, Catalanes, Aragoneses, es porque hay vascos, catalanas, aragoneses que piensan y sienten, y producen, en lenguas aborgenes, y en temple agonal, que dira el hispano centrfugo que fue don Miguel Unamuno.

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Nadie vio en el mugriento espaol de Huaman Poma, o Tpak Khatari, la dialctica de una esttica; ningn crtico tabul la chaskhadera; se la dej para los espectculos del Thantakhatu; jams se pens en extraerla de las zonas plebeyas a que el alma americana fue confinada. Una posibilidad de literatura americana quedara resuelta (se entiende que para el rea del Tawantinsuyo) si los escritores americanos pudiesen emplear el aymara y el kheswa. A ello se opone lo que no soltamos del legado hispnico: la trnica; que truene con ms vaciedad ahora que Espaa nos falta con el humanismo de Vitoria, el genio de Caldern, el romanticismo quijotesco del Padre Las Casas. Seuelos petulantes aquellos de que la Independencia nos independiz de Espaa. De la Espaa espaola, s. No de sus porquerizos. Seguimos espaoles en el sentido obsceno de la espaolidad; esto es en madrielismo curialesco (sostenerlo no infiere fosca alguna por la nobiliaria de los Madriles) o sea en pzarrismo hspido, bravucn y dipsmano. Ahora es que recin algo se aplebeya en nosotros. Y pocos hechos lo confirman tanto como se de que practicando, mal, menos que bien, la artesana hispnica en literatura, nos demos al hipo. Hay literatura noble y dignataria en Amrica, seguramente, pero en tanto es de la noble y dignataria literatura espaola. El mundo americano permanece reducido al silencio del indio, que se conoce por estupidez de la raza; por lo que el Da de la Raza, que celebramos los americanos, nada tiene que ver con la raza americana. Que ese mutismo habr de romperse un da, a juzgar de la magnitud de este mundo y de su proceso expansivo, no cabe dudar. Mas se romper por el lado aristrquico de las ruinas americanas: por el indio, que es lo nico con rgimen en s mismo, con raz y cosmos. El espaol tendr que hibridarse rindiendo parias a Huaman Poma, o romperemos los atajamientos de Garcilaso, volviendo al aymara y al kheswa. Slo entonces el punto de partida de Ollantay habr encontrado continuidad. Y ya podremos hablar de Literatura Americana.

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* * *Es que Amrica antes que fruto debe saberse raz. Antes que al Porvenir su deber es mirar al Pasado: pulsarse a s misma; sin que le acochinen golleras como sa de su infantilidad. No hay universos infantiles, fuera lo que siendo abstruso ensean los sabios del orbe galctico. Gran poeta desvertebrado, dijo: Toda juventud es slo una vejez que se renueva. Saba por qu lo deca, pues muri viejo, y en viejo se supo joven y viejo, intemporal. Y eso es paradoja; que en este punto del fenomenismo csmico, no hay juventud ni vejez en nada ni en nadie. Necesariamente, el hombre de hoy es el de ayer. Ac, en nosotros, debe hablar El. No obstante las animosas diligencias de Ameghino y de otros palentlogos se llega a la conclusin de que El no se ha dado en suelo americano. Nosotros tambin, somos hijos de la grosura de la mar: Wirakhochas. El no es otro que el Pithepecantropus erectus, cuyo paso por parte alguna de Amrica est sealando, menos el de su abuelo el mono catirrino, si es que es un sentir no se ocultan en los bosques amaznicos. En cambio hnse reconocido restos de un dolicocfalo cuya procedencia necesariamente tiene que referirse a la Atlntida si los sabios saben, dolicocfalo descendientes de chimpancs, que habit el continente europeo, y a quien Topinard cree un neanderthaloide. Quedando como ms de un erudito estima el problema reducido a decidir si la cultura cuaternaria vino a la Preamrica, o fue de la Preamrica que se difundi. Como es fcil descubrir, lo uno, o lo otro, imponen la necesidad de un puente. No se nos escapa que este planteamiento, ac de significacin meramente literaria, sin hipocientismo alguno, se consigna en cualquier monografa de la materia. Y que ya Antonio de Ullos, no menos Morton, que Herlicka, pero DOrbigny, sostuvieron que el hombre americano pertenece a raza de caractersticas morfolgicas comunes, siendo algunos de opinin que no slo las migraciones utilizaron rutas ocenicas, o el Estrecho de Behering, sino que la dialectologa

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americana revelara, que los idiomas aborgenes andinos responden a tronco de gentica trtara, en cuyo abono afirman que el kheswa es lengua tpicamente siberiana. As estimados los movimientos culturales se habran producido partido de Alaska y costas del Pacfico; lo que, adems, ha permitido la hiptesis de que el misterioso ncleo de Tiawanaku constituya mero desprendimiento de los Mochikas, y no a la inversa, como se cree.

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En general, la tesis encuentra opositores, no por apasionados menos agudos, en el sabio polemista boliviano Belisario Daz Romero y el no menos sabio tiwanaklogo profesor Posnansky. Y si en estudio, por muchos conceptos vertebral, fundamenta aqul la necesidad de referir a los atlantes la construccin de Tiwanaku, ste exige para los chollas el reconocimiento de singularidades antropolgicas en manera alguna comunes a las razas mongoloides que se ven distribuidas en casi la totalidad del rea continental, confirindoles rol de sucedneos de la cultura tiwanakota, cuya lengua, el aymara, se expande a lo largo de las Amricas, como sostienen toplogos de la importancia de Villamil de Rada, Luis Soria Lenz, bolivianos, y el peruano Washington Cano. En los campos de la filologa las conclusiones podan ser menos que contradictorias. Y hay quien se inclina por el parentesco de aymara y euskherra; lo que es tan viejo como la tesis de Patrn, que ve en el smero o la de Polo, en las babilnicas, el origen de las lenguas andinas. Y si Villamil de Rada consentir en tilde que Vasconia arrebate al Khollasuyo la progenitura de La Lengua de Adn, no nicamente dos, en Europa, y fuera de ella, como el argentino V.F. Lpez, sostienen el posible origen ariano de esas lenguas. El mismo maestro Tamayo, poliglota de vastos recursos, prometi tentar un da el estudio psicolgico de las grandes lenguas autctonas de Amrica y su posible parentesco, sustentado, que es en esas venerables reliquias donde se puede encontrar an restos de la grande antigua alma americana. No hay, acaso, cronista de la Colonia, y ms de uno, que habla de escritura fenicia encontrada en el rea mstica de la Isla del Sol? Todava hoy, ora en Chile, Per, Brasil o Centro Amrica, se propalan descubrimientos de esta ndole; y ser ms que majadero a