Un par de veces al año, los catequistas de nuestra parroquia hacen un retiro espiritual que les sirve para cargar pilas y compartir experiencias en un clima de oración. El último, el pasado 20 de febrero en Sant Cugat del Vallès, contó además con la presencia de nuestro rector, el Padre Kiko y del diácono, el Pa-dre Andrés. Fruto de este encuentro, nuestra redacción ha conseguido el testi-monio de una de las catequistas que reproducimos a continuación:

Nuestro grupo está formado por 23 personas, en su mayoría mujeres. Aunque los varones también se van animando a dar catequesis, todavía son pocos, sólo tres, pero muy entusiastas.

La catequesis se imparte principal-mente a niños que se preparan para la 1ª Comunión, aunque también tenemos cur-sos de Poscomunión y de Confirmación. Desgraciadamente, sólo tenemos dos gru-pos de niños que, después de su Primera Comunión, perseveran en la formación de su fe.

La inscripción para catequesis de Primera Comunión se hace en septiem-bre. Las sesiones comienzan a primeros de octubre y terminan en junio del año siguiente, coincidiendo con el calendario escolar, y tienen una duración total de dos años. Pueden inscribirse los niños que están en 2º curso de Primaria, es decir, de 7 años de edad, y que cumplen 8 durante el año siguiente. Esta es una edad óptima; coincide con el despertar de la conciencia de los niños y para ellos es un tiempo fuerte de encuentro con Nuestro Señor.

Pero no sólo damos catequesis. Detrás de cada hora que pasamos con los niños hay muchas horas de preparación, de reuniones, de organización y de desvelos. Los catequistas hemos escuchado con todo nuestro ser el mandato de Jesús de “Id y predicad a todas las naciones”, y sólo pretendemos contagiar a los niños del amor de Cristo. Por eso, hacemos nuestra labor entregados, sin esperar más recompensa que el brillo que Dios infunde en los ojos de los niños que toca con su Gracia.

Desde este humilde grupo de catequistas queremos animar a los niños y a sus padres a que perseveren en la buena obra comenzada y prolonguen su ca-tequización en la difícil edad de la adolescencia. Encontrarán en nosotras a sus servidoras y a un verdadero amigo para esta vida y para la vida futura, Jesucris-to.

Pilar Royo

Editorial

RECORDAD Santo Via Crucis: Viernes y domingos a las 19:00 h. Reunión latinoamericanos: el domin-go 28 de febrero a las 17:00 h Adoración eucarística: el viernes 5 de marzo, mañana y tarde después de misa. Eucaristía en Sant Julià: sábado 6 de marzo a las 17:00 h y adoración de familias a las 22:00 h Poned vuestras intenciones en los buzones de la puerta de la iglesia.

Colecta obras: el domingo 7 de marzo en todas las eucaristías. 115ª Romería a Montserrat: 13 y 14 de marzo. Información y reservas en el despacho. Charla sobre la familia: el 19 de mar-zo a las 21:00 h con Mn Joan Costa.

GRUPOS PARROQUIALES Camino Neocatecumenal: Continúan las catequesis para jóvenes y adultos los lunes y miércoles a las 21:00 h Apostolado de la Oración: Adoración eucarística el primer viernes de cada mes. Adoración nocturna: segundo sába-do de cada mes a las 22:00 h Catequesis: martes, miércoles y jue-ves de 17:30 a 19:00 h Pastoral de la salud: visita y acompa-ñamiento de enfermos. Un lunes al mes después de misa. Renovación carismática: los jueves después de misa.

Despacho parroquial Lunes,miércoles y viernes de 17:00 a 19:00

Cáritas Lunes de 18:00 a 19:00

Entrega de alimentos el primer y tercer sábado

de cada mes.

Intención de la quincena

Para que la economía mundial se des-

arrolle según criterios de justicia y de

equidad, teniendo en cuenta las exi-

gencias reales de los pueblos, espe-

cialmente de los más pobres.

Ca n’Oriac

De lunes a sábado 8:30 y 20:00 h

Domingos 9, 11, 12 y 20:00 h

Planada del pintor

Domingos 13:00 h.

Torrent del capellà

Domingos 10:00 h

Horario de misas

Adoración del Santísimo Sacramento

Martes y jueves de 19:00 a 20:00 h

Primeros viernes de mes:

- después de la misa de 8:30 h

- después de la misa de 20:00 h

El Cor de Ca n’Oriac El Cor de Ca n’Oriac Boletín parroquial del Sagrat Cor de Sabadell

Passeig Sant Bernat, 46 Tel. 937162910 Año 0 Número 5 28 de febrero de 2010

Forn de Sta. MariaForn de Sta. Maria

Evolución colecta obras

5760 €

170.000 €

100.000 €

50.000 €

Febrero

Annus Sacerdotalis Mensaje de Cuaresma del Santo Padre Queridos hermanos y hermanas:

Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos

invita a una revisión de nuestra vida. Este año quiero

proponeros algunas reflexiones sobre la justicia.

Me detengo, en primer lugar, en el significado de

la palabra “justicia”, que en el lenguaje común impli-

ca “dar a cada uno lo suyo”. Los bienes materiales ciertamente son

útiles y necesarios, pero la justicia “distributiva” no proporciona al

ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan

y más que el pan, necesita a Dios.

La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente exter-

nas; tiene su origen en el corazón humano. El hombre es frágil.

Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí

una extraña fuerza que lo lleva a replegarse en sí mismo: es el egoís-

mo, consecuencia de la culpa original. ¿Cómo puede el hombre librar-

se de este impulso egoísta y abrirse al amor?

Para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de au-

tosuficiencia que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras,

es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con

Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí

sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justi-

cia para el hombre?

El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia

del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos:

“Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha mani-

festado... por la fe en Jesucristo" (Rm 3,21). ¿Cuál es, pues, la justi-

cia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde

no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. No

son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas,

sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta

aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre.

Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamen-

te esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y acep-

tar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia

de su perdón y de su amistad. Se entiende, entonces, como la fe no

es un hecho natural: hace falta humildad para aceptar tener necesi-

dad de Otro que me libere. Esto sucede especialmente en los sacra-

mentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de

Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es

la del amor (cf. Rm13,8-10), la justicia de quien se siente siempre

más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía

esperar.

Manuel Barberá, sacerdote, ex-militante comunista: «No se trata de cambiar estructuras, sino el corazón» Don Manuel, ¿cómo se hizo comunista?

Yo procedo de una familia de izquierdas. Antes de cumplir los 14 años, ya pertenecía al Partido Comunista. Como era muy joven, me utilizaban para comunicar mensajes entre los distintos grupos. Un día, los camaradas del Partido Comunista me avisaron de que me habían

localizado. El problema no era sólo que era marxista, sino que además yo me había negado a hacer el servicio militar; me había convertido en un prófugo. Intenté salir de España por la frontera de Portugal. Pude irme a Méjico, donde estaba exiliado el Gobierno de la República. Allí

estuve, por fin, quince años. A los cinco, me casé por poderes con mi novia, que se había quedado en España, y pude traerla para Méjico. Luego nacieron mis dos hijos, Manuel y Teresa. ¿Y cómo entró en la Iglesia?

Mi esposa también era de izquierdas. A la muerte de su madre, ya aquí en España, entró en una crisis espantosa. Un íntimo amigo de mi hijo le propuso hacer catequesis. En fin, que mi mujer accedió a ir un par de veces para agradecer a este amigo su interés. Yo me asusté;

pensaba: Me la van a coger cuatro o cinco curas y monjas, y me la van a volver una beata. Así que decidí acompañarla, con la excusa de que las charlas acababan tarde. Al cabo de tres días, cuando ella dijo: «Ya no

venimos más», yo le contesté: «Yo sí voy a seguir viniendo. Tengo que averiguar por qué este hatajo de idiotas se cree lo que dice». Poco a poco, fuimos entrando en la Iglesia. Yo

siempre había concebido a Jesucristo como un líder de izquierdas para los pobres, no como el Hijo de Dios, y siempre había pensado que Dios era un justiciero, pero empecé a conocerle y a saber que Dios me quería tal como era. Si era

pecador, me quería; si era comunista, me quería. Comprendí que no se trataba de cambiar las estructuras, como decía el marxismo, sino que la solución del mundo es cambiar el corazón del hombre, cambiar nuestro corazón de piedra y de egoísmo por un corazón de carne.

Y al cabo de un tiempo se hizo sacerdote... En el año 1984, mi mujer murió de un cáncer de páncreas. Yo entré en una lucha tremenda con Dios: ¿Dónde está tu amor? Ahora que estábamos en la Iglesia vas y te la llevas. Cuando murió, sentí que me

arrancaban parte de mi ser. Después de mucho tiempo de sufrimiento, entendí: Se ha ido para que yo pueda ser presbítero. Y así fue, hasta hoy. Hoy mis hijos y mis nietos están en la Iglesia, ¡y hasta tengo tres biznietas!

"Alfa y Omega", Madrid, 25 de octubre de 2007