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1 El Componente Geoestratégico y de Defensa en los Planes de Desarrollo, y los Lineamientos de Política de Defensa del Perú en el Largo Plazo Introducción Si por algo se caracteriza el actual escenario internacional es por la velocidad de los cambios políticos, económicos y estratégicos que se vienen dando. Es por ello que si hay algo en lo que todos los observadores y analistas internacionales están de acuerdo es que el mundo de la post-Guerra Fría es mucho más peligroso e impredecible. Codevilla (1992:48), analizando la revolución democrática de 1989 en Europa Oriental, cree que la misma “pareció alentar a pueblos de todos lados a realizar grandes cambios. Todos los sueños se volvieron posibles. Lo mismo ocurrió con las pesadillas.” A decir de Cintra (1989:168), la desaparición de la Unión Soviética trajo consigo un “efecto de descompresión” que dejó al descubierto problemas y tensiones regionales que estaban como controladas dentro del marco geopolítico y geoestratégico de la confrontación entre las superpotencias. Fuerzas centrífugas y centrípetas comenzaron a aflorar especialmente en Eurasia, llevando a la modificación de los mapas políticos. En retrospectiva, vemos que absolutamente todos esos Estados compartían independientemente de la ideología una característica en común: su ineficiencia para satisfacer las necesidades primarias de sus poblaciones. Dicho de otro modo, se derrumbaron porque ya no servían para cumplir con las funciones esenciales de todo Estado que se precie de tal: servir y proteger. Dichas funciones, además, comprenden el prever, es obvio - para el corto plazo, pero sobre todo para el mediano y largo plazo. Prever dice Celelier (1979:92) no es inventar, sino imaginar con tantos datos como sea posible el sentido y la velocidad de una evolución en curso o de una tendencia que se dibuja; es situar su término en un momento dado. Por consiguiente es preciso saber ante todo dónde se está colocado. Dicha “colocación” implica saber como país qué se es desde el punto de vista geopolítico, pero más importante aún, qué es lo que se quiere ser o alcanzar en el mediano y largo plazo, en los ámbitos mundial, regional y subregional. En otras palabras, un país como el Perú requiere tener una Imagen-Objetivo a ser materializada en las próximas décadas, a partir de la actual realidad, lo multidimensional de sus problemas, y pese a los abruptos y tal vez también dramáticos cambios que el transcurso se vayan dando. Este proceso debe partir de una iniciativa estatal que al final termine traduciéndose en la forma y el producto de una geoestrategia nacional

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El Componente Geoestratégico y de Defensa en los Planes de Desarrollo, y los Lineamientos de Política de Defensa del Perú en el Largo Plazo

Introducción Si por algo se caracteriza el actual escenario internacional es por la

velocidad de los cambios políticos, económicos y estratégicos que se vienen dando. Es por ello que si hay algo en lo que todos los observadores y analistas internacionales están de acuerdo es que el mundo de la post-Guerra Fría es mucho más peligroso e impredecible. Codevilla (1992:48), analizando la revolución democrática de 1989 en Europa Oriental, cree que la misma “pareció alentar a pueblos de todos lados a realizar grandes cambios. Todos los sueños se volvieron posibles. Lo mismo ocurrió con las pesadillas.” A decir de Cintra (1989:168), la desaparición de la Unión Soviética trajo consigo un “efecto de descompresión” que dejó al descubierto problemas y tensiones regionales que estaban como controladas dentro del marco geopolítico y geoestratégico de la confrontación entre las superpotencias. Fuerzas centrífugas y centrípetas comenzaron a aflorar especialmente en Eurasia, llevando a la modificación de los mapas políticos.

En retrospectiva, vemos que absolutamente todos esos Estados

compartían – independientemente de la ideología – una característica en común: su ineficiencia para satisfacer las necesidades primarias de sus poblaciones. Dicho de otro modo, se derrumbaron porque ya no servían para cumplir con las funciones esenciales de todo Estado que se precie de tal: servir y proteger.

Dichas funciones, además, comprenden el prever, – es obvio - para el corto plazo, pero sobre todo para el mediano y largo plazo. Prever – dice Celelier (1979:92) – no es inventar, sino imaginar con tantos datos como sea posible el sentido y la velocidad de una evolución en curso o de una tendencia que se dibuja; es situar su término en un momento dado. Por consiguiente es preciso saber ante todo dónde se está colocado. Dicha “colocación” implica saber como país qué se es desde el punto de vista geopolítico, pero más importante aún, qué es lo que se quiere ser o alcanzar en el mediano y largo plazo, en los ámbitos mundial, regional y subregional. En otras palabras, un país como el Perú requiere tener una Imagen-Objetivo a ser materializada en las próximas décadas, a partir de la actual realidad, lo multidimensional de sus problemas, y pese a los abruptos y tal vez también dramáticos cambios que el transcurso se vayan dando.

Este proceso debe partir de una iniciativa estatal que al final termine traduciéndose en la forma y el producto de una geoestrategia nacional

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consensuada entre el Estado y la sociedad, que abarque tanto aspectos del desarrollo como de la seguridad, y que le permitan obtener al Perú la estatura estratégica de potencia mediana regional, sólo superado por el Brasil y la Argentina. Nuestra geografía, nuestros recursos naturales, las capacidades de nuestra población y nuestro destino histórico así nos lo imponen.

I. Evolución de los conceptos de Seguridad y Defensa

El conflicto es algo inherente al ser humano y por consiguiente, a los pueblos. Un conflicto puede darse por razones tangibles como las económicas (el control de algún recurso natural, como fue la Guerra del Pacífico en 1879 por el güano y el salitre) o intangibles como por el honor (la Guerra de Troya, por el rapto de Helena, la esposa del rey Menelao.) Siendo conscientes de esta realidad es que ya en la era contemporánea los países adoptan una serie de acciones y previsiones que (teóricamente) les permiten estar en condiciones de afrontar una situación de conflicto que pueda afectar sus intereses. Esas acciones y previsiones están contenidas dentro de lo que doctrinariamente se conoce como la Defensa Nacional. Ahora bien, no es posible hablar de la Defensa Nacional si antes no entendemos bien qué es lo que significa la Seguridad y después, la Seguridad Nacional. Ambos son conceptos al mismo tiempo interrelacionados pero diferentes. Palma (2007:23-24) advierte que existen innumerables definiciones de seguridad y que usualmente los diccionarios hacen referencia a “cualidad de seguro” y también a “mecanismos para el adecuado funcionamiento que evitan un peligro”. Esas formulaciones, advierte este autor, no precisan a qué tipo de peligro se refieren y son poco claras, por lo que Seguridad es un vocablo polisémico, susceptible de utilización en una enorme variedad de contextos, sin excluir la facilidad con la que se presta al abuso y la manipulación conceptual, operativa y política, algo de lo que la historia provee un sinnúmero de ejemplos. Para el CAEN (2007:43) La Seguridad “es el margen de protección a la que tiene derecho una determinada persona, grupo social o Estado, frente a amenazas o riesgos de diverso tipo, sean estos imaginarios o reales, naturales o sociales y que constituye un derecho inalienable del hombre, para alcanzar el bienestar y desarrollo.” Dentro de este concepto podemos decir que encontramos a la gran preocupación que representa el de la seguridad ciudadana, que en los hechos es la que está en el orden de prioridades del ciudadano común y corriente

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porque se siente desprotegido al estar fracasando el Estado en esa función. Por su parte, el autor peruano Oswaldo de Rivero (1998: 205-225) planteó acertadamente que los principales pilares sobre los que debía descansar una nueva concepción de seguridad eran el agua, los alimentos y la energía. Más adelante reflexionaremos acerca de sus implicancias geopolíticas y estratégicas. En cambio. La Seguridad Nacional “es la situación en la que el Estado tiene garantizada su existencia, presencia y vigencia así como su soberanía, independencia e integridad territorial y de su patrimonio, sus intereses nacionales, su paz y estabilidad interna, para actuar con plena autoridad y libre de toda subordinación, frente a todo tipo de amenazas.” (CAEN, 2007: 44)

Tradicionalmente, las amenazas a la Seguridad Nacional estaban encuadradas casi exclusivamente dentro del ámbito de las de origen militar y posteriormente en las de origen económico. En la actualidad ya no es así, tema sobre el que se viene reflexionando desde hace más de dos décadas porque al final de cuenta siempre tienen consecuencias económicas y pueden forzar a los actores nacionales a adoptar previsiones y acciones de índole militar. Así como en la década de los setenta se pasó a considerar la dimensión económica como parte de la Seguridad Nacional, a fines de la década siguiente Mathews (1989:162) pedía que ante los desarrollos globales, había la necesidad de una definición análoga y más amplia que incluyera a los aspectos ambientales, demográficos y de recursos nacionales. Advertía que los desequilibrios en esos tres aspectos podían afectar – y de hecho hoy está sucediendo – la seguridad a escala global porque hay escasez de recursos naturales (hídricos y alimentarios, por ejemplo) a causa de la depredación del medio ambiente (calentamiento global.) La crisis climática en curso plantea – sostienen dos autores (Olabe y González: 2008) – una amenaza emergente a la seguridad global por dos tipos de razones. Primero, porque un incremento de la temperatura por encima de dos grados nos adentra en un territorio climático desconocido, con riesgo de producir una alteración del clima de efectos potencialmente irreversibles. Segundo, porque una alteración climática por encima del mencionado umbral producirá una fuerte desestabilización social, económica, ambiental y política en amplias regiones del mundo, que acabará incidiendo en los siempre difíciles escenarios de la paz y seguridad internacionales.

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Esto, por ejemplo, llevó a la CIA a mediados de 2009 a operar una pequeña unidad dedicada a estudiar el cambio climático como amenaza contra la seguridad nacional de los EE.UU. Empezaron compartiendo con una serie de investigadores de Estados Unidos una parte de su tesoro de información secreta para avanzar en el estudio del cambio climático, con fotos de los deshielos en el Océano Artico, obtenidas por sus satélites espías. Su misión declarada consiste en respaldar con análisis y datos al gobierno federal a la hora de negociar, implementar y verificar futuros acuerdos internacionales Pero en nuestra opinión también obedece a la identificación de la probable desestabilización de áreas de países, países enteros e incluso regiones, a causa del cambio climático; algo que podría afectar sus intereses económicos y de seguridad. En este último caso, porque podrían verse obligados a intervenir. Ello sucedió en Haití. Mathews, (1989:168), considera que la deforestación de Haití es el origen de sus problemas y que hasta que ese país no se reforeste, nunca será políticamente estable. En palabras de Collier (2009:27), podemos afirmar que en Haití hay inseguridad económica porque la mayoría de sus ciudadanos siguen viviendo en una pobreza tan grande y persistente, que alimenta a una amplia gama de males sociales y personales: malnutrición infantil, baja expectativa de vida, limitada educación y muy poco potencial para un futuro mejor. Más importante aún, dice este autor, es que porque la mayoría de los ciudadanos de las naciones más pobres son económicamente inseguros, el Estado se vuelve políticamente inseguro, y ese país es prueba fehaciente de que esta aseveración es verdad porque ha sido necesaria la presencia de una fuerza multinacional política, administrativa y militar que ya tiene más de quince años. Este punto de la relación entre desarrollo y seguridad ya había sido anticipado décadas atrás por McNamara (1968:11), cuando sostenía que “la seguridad de esta República – los EE.UU. - no reposa exclusiva, ni siquiera primordialmente, en la fuerza militar, sino igualmente en el desarrollo de cauces estables de progreso económico y político en las naciones en desarrollo en el mundo entero.” Volviendo al tema de la CIA, el cambio climático y la Segurdad Nacional, según el entonces director de la CIA, Leon Panetta, «la compañía» disfruta de grandes ventajas a la hora de reunir inteligencia sobre cambio climático. Para empezar, el nuevo grupo -conocido como Centro del Cambio Climático y la Seguridad Nacional- se ha encargado de revisar y desclasificar el flujo de imágenes y otros datos que en los últimos meses han empezado a llegar hasta un selecto grupo de unos sesenta científicos. Esfuerzo en el que también

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colabora la Academia Nacional de Ciencias. La iniciativa está considerada como una especie de resurrección de un grupo científico que entre 1992 y 2001 aconsejaba al gobierno federal sobre cuestiones de vigilancia medioambiental. Pero el conocido como proyecto MEDEA (Measurements of Earth Data for Environmental Analysis) terminó siendo cancelado con el arribo de la Administración Bush en Washington. (Pedro Rodríguez: 2010) Más recientemente (Noviembre 2011), la Defense Science Board en su reporte “Trends and Implications of Climate Change for National and International Security,” ha recomendado al Director de Inteligencia Nacional que debería establecerse un nuevo grupo de inteligencia “para concentrarse en los efectos del cambio climático sobre los desarrollos políticos y económicos para la Seguridad Nacional de los EE.UU. Si la CIA ya tiene el antes mencionado Centro sobre Cambio Climático y Seguridad Nacional, ¿Por qué – se preguntan algunos – la comunidad de inteligencia necesita una organización completamente nueva para analizar los mismos temas? Una razón es que el rol previsto para la nueva organización es inconsistente con las prácticas del Centro de la CIA. Por ejemplo, el nuevo grupo de inteligencia buscaría relaciones cooperativas con otros, dentro y fuera del gobierno norteamericano. También “reportaría la mayoría de sus productos más ampliamente al interior de las comunidades gubernamental y no gubernamental. Por contraste, la CIA no da a conocer sus productos ni permite el acceso público a los mismos (FAS: 2011) Como posteriormente veremos, la Seguridad Nacional de nuestro país ya está siendo afectada por los problemas ambientales; situación que, dicho sea de paso, es probable que tienda a empeorar, por lo que sería muy conveniente el plantear escenarios en torno a esta amenaza.. Para alcanzar la Seguridad Nacional es que existe la Defensa Nacional, que “es el conjunto de previsiones, decisiones y acciones que el gobierno genera y ejecuta permanentemente para lograr la SN y alcanzar sus objetivos, incluyendo su integridad, unidad, bienestar y la facultad de actuar con autonomía en el ámbito interno, y libre de toda subordinación en el ámbito externo.” (CAEN, 2007: 49) Entre sus características tenemos que:

- Es permanente: no se detiene en ningún momento. Continuamente analiza la coyuntura nacional e internacional; busca prepararse cuando se dan cambios estratégicos y tecnológicos..

- Es dinámica: busca adecuarse a los cambios y circunstancias. - Es integral: abarca todo el quehacer nacional, no sólo lo militar.

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- Es sistémica: se prepara y ejecuta a través del Sistema de Seguridad y Defensa Nacional.

- Es preventiva: busca anticiparse a las situaciones. Diseña y analiza escenarios prospectivos.

- Es ejecutiva: tiene que – teóricamente – materializarse en acciones concretas.

Por las tensiones político-diplomáticas y estratégico-militares de fines de los setenta y aprovechando la flamante Constitución aprobada por la Asamblea Constituyente el 12 de julio de 1979, destinada a entrar en vigencia el 28 de julio de 1980, el gobierno militar pidió la inclusión de artículos expresamente relacionados con el tema de la defensa nacional, que antes otras constituciones no habían considerado tan taxativamente. El primer dispositivo legal importante fue el Decreto Ley 22653, del 28 de agosto de 1979, Ley del Sistema de Defensa Nacional. Es importante porque existían los ministerios de Guerra, Marina y Aeronáutica, así como el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, mas no configuraban sistema alguno que permitiera cumplir los artículos 269, 270 y 271 de la Constitución Política de 1979. Mediante el artículo 269 se establecía que a través de la defensa nacional era como el Estado garantizaba la seguridad de la nación; en otras palabras, la defensa nacional es un medio para llegar a un fin: la seguridad, entendiéndose a esta última como una situación ideal por alcanzar; no constituye un absoluto. En el artículo 270 se establecía que la defensa nacional tenía dos características: permanente e integral. Permanente, porque no porque un país cree que alcanzó cierto nivel de seguridad a través de una serie de acciones concretas de defensa nacional, por ello se queda tranquilo, como si esa situación fuera a durar para siempre, sino que como el poder nacional es cambiante, dinámico, relativo y situacional, es una actividad continua y permanente que es obligación del Estado conducir. Integral, porque los principales conflictos, como la guerra y la subversión, implican la participación de mucho más que las fuerzas armadas y las entonces fuerzas policiales. Se establecía que toda persona natural o jurídica estaba obligada a participar en ella, de conformidad con la ley. Es decir, ya se preveía constitucionalmente la participación en la defensa, no sólo de lo puramente castrense, sino también de las llamadas “fuerzas vivas” de la nación: entiéndase, los dominios o expresiones no militares del poder nacional: político, económico y psicosocial. Igualmente, constitucionalmente se anunciaba la futura dación de otros dispositivos legales relacionados.

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Importante es el artículo 271, porque en él se establecía que tanto la dirección como la preparación y el ejercicio de la defensa nacional se realizan “a través de un sistema cuya organización y funciones determina la ley”. Por primera vez en nuestra historia, se hablaba de un sistema. El Decreto Ley 22653, si bien en sus primeros artículos deja establecido el carácter integral, es decir, no sólo militar de la defensa, en los hechos las fuerzas armadas tendrían mucho más peso en los estamentos de toma de decisiones.

En la Constitución de 1993, los principales artículos son: Art. 163: “El Estado garantiza la seguridad de la Nación mediante la el

Sistema de Defensa Nacional. La Defensa Nacional es integral y permanente. Se desarrolla en los ámbitos interno y externo. Toda persona, natural o jurídica, está obligada a participar en la Defensa Nacional, de conformidad con la ley.” Como podrá apreciarse, hay concordancia en lo que establece la doctrina.

Art. 164: “La dirección, la preparación y el ejercicio de la Defensa

Nacional se realizan a través de un sistema cuya organización y funciones determina la ley. El Presidente de la República dirige el Sistema de Defensa Nacional. La ley determina los alcances y procedimientos de la movilización para la Defensa Nacional.”

Art. 164: “Las Fuerzas Armadas están constituidas por el Ejército, la

Marina de Guerra y la Fuerza Aérea. Tienen como finalidad primordial garantizar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de la República. Asumen el control del orden interno de conformidad con el artículo 137 de la Constitución.” Constatando el actual estado de virtual inoperatividad de nuestras FFAA por falta de recursos presupuestales, uno puede concluir en que el Estado viene violando su propia Constitución Política porque el país está en un estado de virtual indefensión. Las FFAA simplemente no pueden garantizar lo que la misma Constitución les exige porque sus capacidades de disuasión son inexistentes.

Art. 170: “La ley asigna los fondos destinados a satisfacer los

requerimientos logísticos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Tales fondos deben ser dedicados exclusivamente a fines institucionales, bajo el control de la autoridad señalada por la ley.” En los hechos, esto no se da y ni las FFAA ni el país estarían en condiciones de afrontar un conflicto externo. Internamente, veamos nomás los problemas de operatividad que se dan contra los

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remanentes de Sendero Luminoso en el VRAE. Si bien en el anterior gobierno se creó el Núcleo Básico de Defensa (que reemplazó al llamado Núcleo Básico Eficaz) y vía el ministerio de Economía y Finanzas se otorgaron 653 millones de dólares a las FFAA y la PNP para el período 2006-2011, ha sido un monto insuficiente si lo comparamos con lo que otros países (Chile, por ejemplo) están invirtiendo en defensa, respecto principalmente en lo que a modernización y adquisición de parque militar.

El 23 de marzo de 2005 se promulgaría la Ley 28478, Ley del Sistema de Seguridad y Defensa Nacional, la que, empezando por el nombre, mejoró a los anteriores sistemas. Su artículo 3 señala su naturaleza y finalidad: “es el conjunto interrelacionado de elementos del Estado, cuyas funciones están orientadas a garantizar la seguridad nacional mediante la concepción, planeamiento, dirección, preparación, ejecución y supervisión de la defensa nacional”. Desde el punto de vista de nuestra doctrina de Defensa Nacional, hay coherencia, algo que se plasma legalmente: la seguridad se garantiza mediante la defensa nacional.

II. Importancia de la geopolítica, geoestrategia y defensa en los planes de desarrollo.

Para entender esta importancia, primero debemos entender qué es la geopolítica, qué es la geoestrategia – ya vimos lo que es la defensa -, para posteriormente analizar cómo deben formar parte de los planes de desarrollo.

Cuando hablamos de “geopolítica”, para los efectos del presente documento de trabajo, es lo que el brasileño Backheuser define como “la ciencia política orientada en armonía con las condiciones geográficas” (1926). Una definición parecida, pero no tan completa, es la de Kelly (1997: 2), quien sostiene que “Geopolítica significa el impacto de ciertos factores geográficos en la política exterior de un país”. El concepto de “ciencia política” abarca más que la sola política exterior; abarca también la política interior o doméstica, que para efectos del desarrollo nacional en países de topografía tan agreste (como el Perú), puede ayudar a encontrar soluciones a su actual situación de subdesarrollo.

Zbigniew Brzezinski considera que el término “geopolítico” refleja la combinación de factores geográficos y políticos que determinan la condición de un Estado o región y que enfatizan el impacto de la geografía sobre la política. (1988: 10)

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Una (amplia pero interesante) definición nos la da Cohen, cuando afirma que “geopolítica es el estudio aplicado de la relación del espacio geográfico con la política. Por lo tanto, la geopolítica está preocupada con el impacto recíproco de constantes, temas y estructuras espaciales con as ideas políticas, instituciones y transacciones. Los marcos territoriales al interior del cual se dan esas interrelaciones, varían en escala, función, alance y nivel jerárquico desde el nacional, Inter.-transnacional y continental-regional hasta el provincial y el local. La interacción de los procesos espaciales y políticos en todos estos niveles, crean y moldean al sistema geopolítico internacional.” (1994: 17)

Geopolítica implica partir de una base física permanente: la geografía nacional, pero en especial de su conocimiento y de las implicaciones internas y externas que de factores como la posición, por dar un ejemplo, se derivan. La geografía – afirma correctamente Celelier (1979:20) - es neutra y las ventajas que pueden emanar de la misma no son reales sino en la medida que se hayan dado en el país los medios para explotarla y la voluntad de hacerlo. O en palabras de Knight, “el territorio no es, sino que se convierte en tal. En sí mismo, el territorio es pasivo, siendo las creencias y acciones humanas las que le dan un significado.” (1994:76) De ahí que tengamos autores como Ó Tuathail refiriéndose a “la instrumentalidad del espacio” (1996: 24) y citando a Nicholas Spykman – sobre quien nos referiremos posteriormente - cuando afirmaba que la geografía “es el factor condicionante más fundamental de la política nacional porque es el más permanente. Los ministros vienen y se van, incluso los dictadores mueren, pero las cadenas montañosas permanecen imperturbables.” (1996: 51)

Países como el Perú no obtendrán los medios que necesitan de modo suficiente, sólo si no son capaces de convertirse en lo que Emilio Castañón Pasquel denominaba sistemas de eficiencia colectiva: a partir de una armonización – con sentido estratégico – de sus elementos más permanentes: los geográficos, los que además condicionan – no determinan – sus orientaciones en materia de políticas de desarrollo nacional y en términos de políticas exterior, y de seguridad y defensa nacional, respectivamente. Dice este autor peruano: Querer desentrañar el carácter y calidad de aquella eficiencia exige iniciar la observación del caso mediante un análisis especial, de carácter “espacial.” (1979: 17) Es decir, no hemos tomado en cuenta nuestras características geográficas – empezando por la ubicación de nuestro territorio –, la identificación de nuestros intereses permanentes (geopolíticos) y las constantes de comportamiento geohistóricas nuestras y las de otros actores nacionales. Por ende, nuestros planes de desarrollo y defensa han adolecido de claridad, coherencia,

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continuidad e incluso predictibilidad. En palabras de O´Loughlin (2000:36), podemos afirmar que nos hemos cegado y perdido oportunidades porque hemos visto la realidad nacional e internacional con lentes “ageográficos.”

El Perú, por ejemplo, es un país de geografía muy difícil, hecho que dificulta y encarece nuestros procesos de desarrollo nacional, y que además cuenta con un Estado no institucionalizado e ineficiente, ergo, que contribuye a la ineficiencia colectiva porque las más de las veces no toma en cuenta los factores estructurales de tipo espacial que subyacen en nuestro sub-desarrollo. En otras palabras, somos un país inmaduro geopolíticamente hablando y sin visión estratégica, es decir, sin visión de largo plazo. Lucille Carlson señala que “un Estado puede ser considerado geopolíticamente maduro cuando su población ha alcanzado un nivel de densidad tal, conmensurable con los recursos; el crecimiento del uso de recursos ha alcanzado un desarrollo completo y cuando los medios de transporte y comunicación han alcanzado un grado tal en el que el ecúmene está totalmente servido y en el que las áreas marginales y las regiones fronterizas están, además, efectivamente ligadas al ecúmene. La inmadurez geopolítica de un Estado representa una condición de sub-población y sub-desarrollo, en relación a los recursos y la incompleta coherencia en términos de transporte y comunicación. El período de ancianidad geopolítica se aproxima cuando la población excede a los recursos y por lo tanto disminuye el nivel de vida de la misma.” (1957: 84-85) En la misma línea, Vicens Vives sostiene que es precisamente en la conversión en ecuménico del anecúmene (espacios no desarrollados y/o mínimamente ocupados por el hombre) donde residen muchas de las fuerzas seculares que rigen el ser histórico de los pueblos, y que aún hoy constituyen un secreto, indescifrado, de incomprensibles desfallecimientos y desorientadotes virajes políticos y culturales. (1981: 27) Pese a ser un país sub-poblado y con grandes recursos naturales, los índices de desarrollo humano son realmente lamentables como consecuencia de una mala demarcación, ocupación y administración del territorio, así como por la deficiente explotación de lo que el mismo contiene. De ese modo, para madurar geopolíticamente necesitaremos un nuevo enfoque de los problemas nacionales, internacionales e intermésticos; necesitaremos un enfoque de tipo “espacial”, además de “estratégico”; lo que implicará la aplicación de la “estrategia”, - Celelier cita la definición que da Lenin - que no es más que la “elección de los puntos de aplicación de las fuerzas” (1979: 104).

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Para Brzezinski, el término “estratégico” se refiere a la aplicación global y planificada de medidas para alcanzar un objetivo central o ventajas fundamentales de tipo militar. (1988: 10) Como podemos apreciar, el autor norteamericano tiene un sesgo predominantemente militar en lo que a la estrategia se refiere. Toda estrategia, recomienda Showalter es mejor entendida como el cálculo de las relaciones entre medios, fines y voluntad. (1991: 108) En nuestra opinión, cuando se refiere a los medios, estos son los activos tangibles e intangibles con los que cuenta o puede contar el país (poder y potencial nacionales), para obtener ventajas comparativas y competitivas en un mundo globalizado; fines son los objetivos de mediano y largo plazo que se hayan establecido; y voluntad se refiere a una decisión política (consensuada) del más alto nivel, que conlleva cierto grado de institucionalización en el tiempo a través de objetivos nacionales y políticas públicas. Kennedy (1991: 5) considera que la clave de toda gran estrategia se basa en la política, esto es, la capacidad de los líderes de la nación para juntar a todos los elementos militares y no militares para la preservación y engrandecimiento de los mejores intereses de largo plazo. Dicha tarea está llena de imponderables y “fricciones” no previstas, nos advierte el autor británico. No es una ciencia matemática en la tradición de Jomini, sino un arte en el sentido de Clausewitz, además de un arte difícil porque opera en varios niveles, todos interactuando unos con otros para hacer avanzar (o retardar) al objetivo principal. Por su parte, Gray y Sloan (1999: 2) advierten que la extensión en la cual serán explotadas las oportunidades geográficas dependerá de la estrategia. Respecto a la geoestrategia, el antes citado Celelier nos dice: “La Geoestrategia, hermana menor de la Geopolítica, forma con ella un homogéneo díptico que de este modo ofrece al político y al militar igual método de aproximación a los problemas necesariamente conexos en el mundo actual. En consecuencia, adquiere poco a poco derecho de ciudadanía, ya que estudian juntas relaciones esenciales en la vida moderna del país.” (1979: 51) (El resaltado es de ese autor). El argentino Gómez Rueda (1977: 95) considera que la geoestrategia es la interpretación estratégica de la geografía, así como la geopolítica es a interpretación política de la misma realidad. Del mismo modo, para Dolman la geoestrategia es una variante de la geopolítica y viene a ser la aplicación estratégica de tecnologías

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nuevas y emergentes, al interior de un marco de conocimiento geográfico, topográfico y posicional. (1999: 83) Inicialmente, Brzezinski consideraba al término “geoestratégico” (1988:10) como una mezcla de las consideraciones estratégicas con las geopolíticas. Posteriormente mejoraría su concepto al indicar que “geoestrategia” vendría a ser “la gestión estratégica de los intereses geopolíticos“ (1998: 40), entendiéndose a estos últimos como aquellos intereses vectores y con cierto nivel de permanencia porque han sido determinados a partir de la definición geopolítica del país y los intereses que de la misma se derivan. Implica, por ende, el diseño de un gran plan que incluya a los objetivos políticos, económicos, sociales y militares a cumplirse sobre todo en el mediano y el largo plazo. Hay autores como el chileno Navarro Meza, que en los hechos equiparan a la geoestrategia con el concepto de Gran Estrategia, a la cual considera como “la definición de un proyecto de inserción internacional único y específico del Estado y la adecuación de sus recursos de poder, cualquiera sea la naturaleza de estos, para apoyar dicho proyecto. De ello se sigue la necesidad de priorizar tales recursos, armonizándolos con las capacidades generales del país.” (2004: 45-51) El autor habla de tres categorías específicas dentro de una gran estrategia: A. Los de naturaleza preexistente e inmutable, y que principalmente

son la geografía y la historia. B. Los elementos domésticos: la economía y la política. C. El escenario internacional: la diplomacia y la defensa. Paul Kennedy (1991: xi) considera que una gran estrategia es la integración de los objetivos generales políticos, económicos y militares para preservar los intereses de largo plazo de un país. Por ende, si hay gran estrategia, hay permanencia de intereses nacionales y si hay permanencia de intereses nacionales, quiere decir que hay definiciones y determinaciones nacionales de índole geopolítica. La antes mencionada ineficiencia de nuestro Estado se manifiesta en su poca, débil, deficiente y muchas veces corrupta presencia en el hinterland porque este nunca fue visto y menos se intentó ocuparlo, con visión geopolítica y estratégica que obedeciera a un diseño más grande: a una geoestrategia (o gran estrategia) nacional de mediano y largo plazo, que tomara en cuenta los aspectos referidos tanto para el desarrollo como para la seguridad.

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La debilidad del Estado en el interior – entre otras causas –, se debe a nuestra difícil topografía, característica geográfica que impide una articulación física efectiva y la consiguiente integración de pueblos pluriculturales y multilingües, problemática cuyas soluciones de mediano y largo plazo tendrían que estar contenidas en lo que podría ser el capítulo geovial de dicha geoestrategia nacional. Por consiguiente, las áreas desconectadas físicamente devienen en una suerte de “ghettos” geopolíticos. Basta ver nomás lo que pasa en el Huallaga y en el Valle de los Ríos Apurímac y Ene/VRAE, zonas en donde el Estado es casi inexistente y en donde los remanentes de Sendero Luminoso en alianza estratégica con las firmas del narcotráfico, tienen en apuros a las fuerzas del orden. Cuando nos referimos a la “inexistencia del Estado”, no nos estamos refiriendo sólo a la no presencia de sus componentes de seguridad como son las fuerzas armadas y la policía nacional, sino más bien a la de los sectores “no uniformados”, a los del área del desarrollo como son Salud, Educación, Justicia o Transportes. Esta anomalía geopolítica permite el crecimiento de los vacíos político-administrativos (en los hechos, anecúmenes en ese campo) y la aparición de fuerzas extra-legales y muchas veces anti-sistema (político y/o económico) y en extremo violentas. Ese fue el caso de Sendero Luminoso (y en menor medida del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru). Su explosivo crecimiento en los ochenta se explica por ese Estado ausente o débil, además de torpe, que no supo responder políticamente a un fenómeno, que si bien tenía obvias expresiones militares, era fundamentalmente político, además de tener una raíz estructural de índole geopolítica, tal como hace años lo hicimos notar. (Bolívar Ocampo: 1993, 57-66) La geopolítica y la geoestrategia son claves para la defensa y el desarrollo nacionales porque en última instancia permiten la racional y planificada ocupación de territorios y espacios interiores cuya potencialidad económica puede contribuir al crecimiento de un poder nacional tal, que le permita al país alcanzar lo que Sherman Kent (1978: 57) denomina “estatura estratégica”; entendiendo por esta última a “la suma total de los medios, suaves y rudos, que posee un país, a lo cual debe agregarse su voluntad de emplearlos y su pericia en usarlos.” Vemos que cada vez se acentúa más la distancia entre las grandes potencias y el resto de los actores estatales por las abismales diferencias del grado y alcance de los medios tangibles e intangibles (poder nacional) con los que cuentan para conseguir sus objetivos. La estratificación o status real al interior de la sociedad internacional es muy diferente a la formal que les proporciona el Derecho Internacional

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Público, al igualarlas en derechos y obligaciones. La realpolitik nos demuestra que hay una relación directamente proporcional entre los medios con que se cuentan y la protección efectiva que a un Estado pueden brindarle las normas internacionales. Dicho de un modo crudo: si se trata de defenderse, en última instancia un Estado de potencia mediana o pequeña, tendrá que valerse por sí mismo, con los medios que cuenta, ya que no hay garantía efectiva alguna que las instancias multilaterales no solamente acudan, sino en especial que acudan a tiempo para evitar un conflicto armado internacional en el que podría enfrentarse a otro actor más poderoso. El hardware para la Defensa Nacional – militar, para ser más exactos - saldrá del desarrollo nacional y éste será posible sí y sólo si “la gestión estratégica de los intereses geopolíticos” logra articular racional y realistamente el empleo de los recursos naturales actuales o potenciales, así como los activos estratégicos del país para un horizonte de mediano y largo plazo. Como veremos mas adelante, Chile es la más fehaciente y cercana constatación de cómo su relativamente alto nivel de desarrollo – que es consecuencia lógica, directa y palpable de la aplicación de una geoestrategia nacional - le ha permitido tener unas fuerzas armadas tan poderosas y modernas, que en 2010 alcanzaron el estándar militar OTAN: absolutamente todas sus unidades de aire, mar y tierra están en condiciones de interoperar con sus similares de la Organización del Atlántico Norte. Esta relación entre desarrollo y defensa, así como nuevas aproximaciones (multilaterales) a lo que es la seguridad, llevan a que la defensa de los recursos naturales – que son la base del desarrollo - se constituya también en uno de los pilares de una futura doctrina regional en materia defensiva de una Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en la que conviven diferentes visiones en la materia, opinaron funcionarios y académicos en octubre último. "Los recursos naturales, en su calidad de estratégicos, son factores de altísima importancia que pueden ser deseados por países de otras regiones" dijo a Agustín Argento (2011) de la agencia TELAM el secretario de Asuntos Estratégicos y Militares del Ministerio de Defensa argentino, Alfredo Forti. En ese marco, el funcionario reconoció que en UNASUR "ningún Estado puede defender sus recursos por sí solo", por lo que en la región "se prefigura una doctrina de defensa disuasiva". Semanas más tarde esto fue abordado más ampliamente en la reunión de ministros de Defensa que se llevó a cabo en nuestra capital. La política de defensa sudamericana, en la medida en que se reducen los problemas fronterizos y conflictos internos, tenderá a un

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resguardo conjunto y estratégico de los recursos naturales, dijo la secretaria general de UNASUR, la ex canciller colombiana María Emma Mejía, este viernes 11 de noviembre en entrevista con la AFP (José Luis Varela: 2011). Mejía, presente en Lima para una reunión de ministros de Defensa de UNASUR, señaló que la subregión "es el gran activo para el mundo en materia de reservas naturales". "Tenemos hidrocarburos, minería, agua, grandes bosques naturales, la Amazonía, grandes reservas de alimentos. Entonces el Consejo de Defensa Sudamericano (que reúne a los ministros de los 12 países de UNASUR) ha hablado de ese tema, empezando a pensar cuál es el elemento estratégico frente al mundo", dijo. Advirtió que "no se trata de fijar una política de defensa para cuidar como si nos fueran a robar esos recursos, pero en la medida que se disminuye la presión militar tradicional fronteriza o de conflictos internos en los países sudamericanos, veo cada vez más unos ejércitos y una política de defensa común hacia esos grandes activos y en eso tendremos que trabajar". Sin embargo, en mayo pasado, durante la inauguración en mayo pasado en Buenos Aires del Centro de Estudios Estratégicos de la Defensa de UNASUR (CEED), menos diplomático, Forti había advertido: "Los recursos naturales, en su calidad de estratégicos, son factores de altísima importancia que pueden ser deseados por países de otras regiones", agregó. Implícito estaba en sus palabras que se refería al agua, la energía y los alimentos, los tres pilares de los que nos hablaba Oswaldo de Rivero. (1998) Como podrá apreciarse, en la región parecería estar germinando una nueva aproximación estratégica a la seguridad y la defensa, no tanto hacia el “voy a defender mis recursos naturales de tus ambiciones,” sino más bien a la de “vamos a defender nuestros recursos naturales de las ambiciones de otros.” Sobre este punto volveremos posteriormente al analizar la geoestrategia del Brasil. El hecho mismo de la “defensa de los recursos naturales” implica por un lado, la defensa de los fundamentos del desarrollo futuro de nuestros países, y de otro lado – al menos en los casos chileno y brasileño – el diseño y la aplicación de geoestrategias nacionales primordialmente dentro del campo del desarrollo, pero que nunca descuidaron los aspectos de defensa, que les están permitiendo alcanzar una estatura estratégica importante.

III. Identificación de recursos geoestratégicos nacionales.

La geopolítica puede ayudar a identificarlos, porque tal como dijo

Napoleón Bonaparte hace ya más de 200 años: "La política de los

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Estados reside en su geografía". No es que necesariamente determine el desarrollo y porvenir de un país, pero sí lo condiciona y al momento de analizar a otros actores estatales, pueden identificarse constantes de comportamiento geohistórico, tanto de ellos como de nosotros. Los países que en base a un análisis de su geografía y sus recursos - que son el tablero y las piezas de ajedrez- han identificado sus intereses nacionales permanentes, son los que mejor y mayor provecho están obteniendo en un ambiente internacional globalizado lleno de cambios muy dinámicos y a veces violentos. La definición de los intereses nacionales que son permanentes, casualmente porque son producto de un análisis geopolítico, es lo que permitirá darle claridad, coherencia, continuidad y predictibilidad a las políticas públicas en los campos del desarrollo, de las relaciones exteriores, así como de la seguridad y defensa de nuestro país.

Como ya vimos, geografía es neutra. De nada sirve en el caso

peruano tener, por ejemplo, una posición central tan ventajosa, esa "plusvalía natural" a la que se refiere Migone Peña (2004), si es que de parte de las elites no se ha dado la percepción de su importancia estratégica y obviamente la decisión política para sacar provecho de la misma. Esto no se ha dado, en parte, por lo que Víctor Andrés Belaunde denominaba "anatopismo", un neologismo que proviene del griego topos (tierra) y ana (ir contra), que significa ir contra lo que la tierra, la geografía nos está diciendo y que según ese autor constituye un vicio que sintetiza toda una serie de defectos de la mentalidad nacional. (1963: 32) ¿Cómo podríamos definirnos geopolíticamente para así identificar nuestros intereses nacionales permanentes? De forma sencilla:

a) Marítimo-central, en relación al cuadrante sudoriental de la Cuenca del Pacífico.

b) Andino-central, en relación a la Comunidad Andina, por más crisis en la que ésta se encuentre, y

c) Amazónico-central, en relación a la Hoya Amazónica. Vemos, pues, que la centralidad de nuestro territorio (esa “plusvalía natural”) es nuestra principal cualidad geopolítica y por ende, debe constituirse en nuestro primer y principal recurso geoestratégico porque como acertadamente afirma Brzezinski (1998:46), “la situación geográfica sigue siendo el punto de partida para la definición de las prioridades externas de los Estados-naciones.” Somos centrales - junto con el Brasil- respecto a los países del Mercosur y a los países de la Comunidad Andina, siendo además los verdaderos poseedores del frontis costero central sudamericano,

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esencial para las relaciones económicas y comerciales de Sudamérica con Asia-Pacífico y Australasia, y viceversa. La centralidad no podrá ser aprovechada externamente en los tiempos de la globalización –primero en nuestro entorno estratégico mediato, es decir el Sudamericano-, si es que primero no hay la decisión política de utilizarla y segundo, si en paralelo no solucionamos nuestras estructurales anomalías geopolíticas internas. Es por ello que una geoestrategia peruana debe partir del reconocimiento de la importancia de nuestra centralidad, tanto por parte de los gobernantes como de los gobernados. Aunque parezca increíble, esto último es tarea del sistema educativo. Trahtemberg (2004) nos recordaba que”la geografía estudia el desarrollo evolutivo y la organización humana sobre la superficie terrestre, el medio ambiente, la interdependencia entre lugares, las representaciones espaciales, las escalas, y la manera cómo se interrelacionan en el espacio los fenómenos físicos y humanos, creando lugares o regiones con características naturales o sociales distintivas. Estudia la influencia que tienen esos lugares en una amplia gama de eventos y procesos naturales y humanos. Así la geografía puede apoyar el estudio de la economía, degradación ambiental, conflictos étnicos, cuidado de la salud, cambios climáticos, antropología, epidemiología, ecología, conservación de la biodiversidad y relaciones internacionales.” (El resaltado es nuestro). “Si se reconociera - dice este educador – que el bienestar nacional está relacionado con el mercado global y los desarrollos políticos internacionales, así como los temas del medio ambiente y el uso cada vez más intenso de imágenes gráficas, mapas y otros diagramas espaciales usados en las computadoras y las telecomunicaciones, la renovada geografía podría ser redescubierta como una disciplina escolar esencial.” En otras palabras, gobernantes y gobernados no tendrán conciencia geográfica y por ende claridad geopolítica, que teóricamente debe traducirse geoestratégicamente, si es que primero no se parte de un serio estudio de la geografía nacional e internacional. Sólo así podrán tomar conciencia de lo valioso y estratégico de nuestra cualidad de país central. Relacionado con el recurso geoestratégico anterior está el segundo: la profundidad estratégica de nuestro territorio. En términos tanto para el desarrollo como para la defensa, es un muy factor importante. Para el desarrollo, podemos todavía ocupar y desarrollar (ecumenizar) racionalmente espacios en direcciones Norte y Noreste, en dirección a la Ceja de Selva de Cajamarca y Amazonas, así como de Selva Baja en Loreto, hasta el tripartito. También en dirección Este hacia la selva

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central – una vez solucionados los problemas de seguridad en el VRAE -, que teóricamente tendría que constituirse en nuestro heartland, así como hacia la selva Sureste en Madre de Dios y Puno. En el Perú hay un serio problema de mala distribución demográfica. Esto último podemos comprobarlo revisando datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI): vemos que la Costa concentra a 14´973,264 de habitantes (el 54.6% de la población), mientras que la Sierra – nuestra verdadera columna vertebral – alberga a sólo 8´770,738 de habitantes; y la Selva – nuestra región natural más extensa y rica -, a tan sólo 3´675,292 de habitantes. Es como si la densidad demográfica estuviera en el balcón de una casa, mientras que el resto permanece, si no vacía (selva), medio vacía (sierra). Esa profundidad estratégica nos permitirá conquistar espacios y ampliar fronteras, ambos hacia el interior, redistribuyendo adecuadamente a la población. Y desde el punto de la defensa, los peruanos “podemos retroceder” en varias direcciones y resistir cualquier ataque de un actor nacional militarmente muy superior, para así organizar la resistencia y eventualmente el contraataque. Es por ejemplo, lo que la ex Unión Soviética hizo entre 1941 y 1943, del mismo modo que los zares lo habían hecho contra Carlos XII de Suecia en el siglo XVIII y contra Napoleón en el siglo XIX. Países vecinos como Chile, por ejemplo, no tienen profundidad estratégica terrestre, por lo que buscan compensarla tratando de obtener profundidad estratégica marítima. Esto siempre ha sido de gran preocupación para sus gobernantes y estrategas, tal como en cierta forma lo manifestó el presidente Sebastián Piñera en junio de 2010, cuando pidió que Chile debía desarrollar sus límites interiores particularmente por el diferendo marítimo que entabló Perú en la Corte Internacional de La Haya por la delimitación de la frontera. En el marco de su visita al extremo norte del país y su participación en el desfile cívico-militar en conmemoración del Asalto y Toma del Morro de Arica, Piñera resaltó el hecho de que su país “tiene que proteger sus ciudades fronterizas y desarrollar sus límites interiores, particularmente hoy día en que estamos con un diferendo que está conociendo el tribunal de La Haya en materia marítima y que ustedes conocen porque podría afectar el mar de esta región.” (Piñera: 2010) En suma, el Perú es un país que gracias a su profundidad estratégica, de un lado tiene hacia dónde expandirse internamente para ir ampliando sus “fronteras interiores” y de otro lado, tiene hacia dónde ir para defenderse.

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El tercer recurso geoestratégico lo constituyen nuestros recursos naturales mineros, energéticos y agrícolas. El primero siempre ha constituido la piedra angular de nuestros ingresos por concepto de exportaciones no tradicionales, más aún en la última década, gracias al “boom” producido por el acelerado crecimiento económico y consiguiente demanda de minerales por parte de la India, pero sobre todo de China, país que ya es la segunda economía del mundo y que comienza a dar muestras de querer obtener proyección e influencia de alcances globales. La tradicionalmente desordenada explotación de los recursos mineros nacionales ha llevado a la creación de problemas entre las mineras (grandes, medianas y pequeñas), con el Estado y con las comunidades locales, ya sea por el tema de los impuestos y las regalías, como por el del deterioro ambiental o por la mala distribución de recursos hacia las poblaciones adyacentes. Si la minería no es considerada como un recurso geoestratégico, es decir, como parte de un proyecto mayor de desarrollo nacional coherente y dinámico, continuará siendo fuente de conflicto, de pérdida de capitales, de enfrentamientos sociales e incluso étnicos, que al final de cuentas contribuirán a la depreciación estratégica y consiguiente disminución de la estatura (también estratégica) del país. Desde el punto de vista energético, tenemos el recurso del gas natural, pero desde que Camisea empezara a producir en 2004, no lo hemos utilizado estratégicamente porque pese a saber que tal como el siglo XIX fue el siglo del carbón, el siglo XX el siglo del petróleo y el actual es el siglo del gas, se prefirió exportar un recurso (todavía insuficiente), en vez de volcarlo hacia el desarrollo interno en las próximas décadas, marco temporal en el que – todo lo indica – estallarán conflictos internacionales por este preciado recurso. Igualmente no se le utilizo estratégicamente para la solución de problemas externos, tal como podría haber sido su empleo como parte de una estrategia de negociación diplomática con Chile por el asunto del diferendo marítimo, negociación que dicho sea de paso, podría haber incluido energía hidroeléctrica y tal vez agua; algo que Chile necesita con urgencia.

El gas natural, la masificación de su uso debe contribuir al radical cambio de la matriz energética peruana para favorecer el desarrollo de nuestro país. Es cuestión de sentido común.

Por su parte, los alimentos ya se están convirtiendo en un componente importante de la geopolítica y por ende también se están convirtiendo,

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más que en un activo estratégico, en uno geoestratégico que puede servir en conjunción con otros activos, para el desarrollo y la seguridad (alimentaria en este caso) del país.

Brasil es un vecino que – informa Jaime Ortega Carrascal (2011) – tiene las cosas muy claras respecto a este punto: Con un territorio casi como el de Francia y Alemania juntas, el estado brasileño de Mato Grosso es un enorme granero que busca consolidar su producción de manera sustentable para abastecer al país y al mundo si antes supera las deficiencias logísticas que frenan sus exportaciones. Situado en la región centro-oeste del país, Mato Grosso ocupa un área de 903.357 kilómetros cuadrados, la mayor parte de ellos de tierras planas y fértiles en las que se producen 30 millones de toneladas de granos por cosecha y pastan 28 millones de bovinos. Al igual que otros estados brasileños, ha hecho de la soja su principal cultivo, seguido por el maíz, el algodón, el fríjol y otros alimentos, en un área plantada que pasó de 1,9 millones de hectáreas en 1990 a 8,4 millones en 2010. Consideran que el límite de producción de alimentos será la logística, siendo por ello para mantener el crecimiento agropecuario es fundamental que el Gobierno haga "inversiones pesadas en logística", para lo cual apunta cuatro proyectos.

El primero es terminar la carretera BR-163, que une a Cuiabá con el puerto fluvial de Santarém, sobre el Amazonas, desde donde los granos y el ganado de Mato Grosso podrían seguir en barco por el Atlántico.

Otro proyecto es la conclusión de la BR-158, en el trecho entre Nova Xavantina y Marabá, desde donde la producción seguiría en barcazas por el río Xingú hasta el puerto de Belén y desde allí en barco para Europa y Asia.

Una tercera obra es la "Ferrovía Leste-Oeste", que cruzaría todo Mato Grosso y llegaría a Uruaçú, en el vecino estado de Goiás, donde se conectaría con otras redes ferroviarias.

El más importante y también el más costoso de los proyectos es la hidrovía Teles Pires-Tapajós, que daría salida a la producción por Santarém y reduciría notablemente el coste del transporte.

Como podrá apreciarse, el Brasil apunta a establecer los fundamentos de una política de seguridad alimentaria, además de volverse importante el empleo (geo) estratégico que pueda darle a los alimentos que produce.

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Nosotros podríamos seguir el ejemplo brasileño porque el potencial agrícola existe, pero nuevamente está el problema de nuestro bajo índice geovial, el cual – veremos – tendrá que aumentar exponencialmente de modo intermodal, para “aplanar la topografía” y con ello favorecer la integración física, el comercio interno y las exportaciones.

No ha sido casual que no nos hayamos referido al recurso hídrico porque más que una posibilidad se está convirtiendo (su escasez) en un problema. Sobre este punto volveremos en su oportunidad.

El cuarto recurso geoestratégico es nuestra cualidad marítima, con 2,500 kilómetros de costa en el frontis central del cuadrante sudoriental de la Cuenca del Pacífico, es decir la puerta de entrada a Sudamérica desde el Oeste.

Dorpalen nos recuerda que “el mar es sólo el camino para el dominio del mar”, y que ya sea el Helesponto o el Mediterráneo de la antigüedad o el Atlántico y el Pacífico en nuestros días, abre siempre las puertas hacia nuevos países, nuevos recursos, nuevas riquezas. Citando al economista alemán Friedrich List, hace suya su advertencia de que “aquel que no participase del mar, quedará excluido de todo lo bueno y de los honores de la tierra, será como un hijastro de nuestro Señor.” (1982: 88)

A fines del siglo XIX, el almirante norteamericano expuso su Doctrina del Poder Marítimo en su libro La Influencia del Poder Marítimo en la Historia, 1660-1805, dentro del cual establece cuáles deben ser las condiciones para el logro de ese poder marítimo, para que un país se convierta en una talasocracia:

1. Natural o geográfico: situación geográfica, dominio de pasos marítimos, configuración física y extensión territorial suficientemente poblada.

2. Carácter nacional: vocación marinera y aptitud comercial. 3. Político: apoyo pleno a los programas relacionados con el mar, no

por épocas, sino de modo efectivo continuo; y un programa de acción para tiempo de paz y tiempo de guerra.

Como podrá apreciarse, nuestro país cumple con prácticamente todo lo contenido en los numerales 1 y 2, mas no así en el numeral 3 porque recién nuestras elites políticas y comerciales están desarrollando conciencia marítima, sólo a partir de nuestro ingreso en 1998 a la APEC y la gama de posibilidades económicas y comerciales que puede tener nuestro país como país puente de Sudamérica con Asia-Pacífico y Australasia; y todo esto, pese a las proyecciones trans-

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pacíficas de nuestros antepasados, tanto durante el incanato como en la virreynato

Posteriormente veremos cómo el poder marítimo que puede obtener nuestro país se relaciona con lo que hagamos o no con nuestros puertos, y cómo los relacionemos con rutas de transporte tan importantes como las tres carreteras interoceánicas, eventualmente con un ferrocarril longitudinal de la costa y una nueva concepción geoinstitucional a partir de un adecuado proceso de macrorregionalización que busque, entre otros objetivos, contrapesar a Lima Metropolitana..

El Perú tiene todos los elementos para llegar a ser una talasocracia, es decir una potencia marítima. Páginas más adelante veremos un esbozo de propuesta geoestratégica acerca de cómo lograrlo.

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