El Arte de Vivir en Relacion

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Jorge Waxemberg EL ARTE DE VIVIR EN RELACIÓN Edición 2015 © 2015 Cafh Todos los derechos reservados

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Convivencia

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  • Jorge Waxemberg

    EL ARTE DE VIVIR

    EN RELACIN

    Edicin 2015

    2015 Cafh

    Todos los derechos reservados

  • 2

    Indice

    Introduccin 3

    La relacin y la vida espiritual 6

    Relacin posesiva y relacin por participacin 10

    La relacin con nosotros mismos 15

    Las normas de conducta en la relacin 22

    La relacin con la sociedad 28

    La relacin con lo mundano 35

    La relacin con nuestros pensamientos y sentimientos 40

    La relacin con nuestras debilidades y fortalezas 45

    La relacin con nuestros problemas y dificultades 51

    La relacin con nuestro cuerpo 57

    La relacin con la responsabilidad 65

    La relacin con las ideas 74

    La relacin con la vida 83

    La relacin con la vocacin 90

    La relacin con la orientacin espiritual 98

    La relacin con Dios 106

    Acerca de Cafh 112

  • 3

    Introduccin

    Este texto ha sido preparado como material de trabajo para

    personas interesadas en su desenvolvimiento espiritual. Ms

    que un libro slo para leer es una propuesta de trabajo sobre

    el sistema de relaciones en el que nos reconocemos y desa-

    rrollamos.

    Trabajar sobre las relaciones es la manera de responder al

    desafo que implica nuestra ignorancia respecto de qu so-

    mos, de dnde venimos, a dnde vamos. Todo esfuerzo para

    responder con palabras a estas preguntas se estrella contra

    la limitacin de nuestro intelecto. Las relaciones, en cam-

    bio, nos conectan con todos los aspectos de la realidad, in-

    cluso los que no comprendemos, y marcan cursos por donde

    es posible expandir nuestra conciencia. El trabajo sobre las

    relaciones requiere que tengamos la osada de renunciar a

    las ideas que nos hemos formado sobre lo que somos, lo que

    sabemos y lo que queremos en la vida. A partir de esa re-

    nuncia nos apoyamos, por un lado, sobre la tarea de relacio-

    narnos en forma consciente y armnica con un rea cada

  • 4

    vez mayor de la realidad; por otro, sobre la confianza en

    que, puesto que participamos de la totalidad de la existen-

    cia, las respuestas finales estn en nosotros mismos. La ex-

    periencia de quienes han remontado el curso de este maravi-

    lloso camino interior muestra que esto es posible.

    En este trabajo se da a la palabra Dios la mayor amplitud

    posible. Dios y la expresin lo divino expresan la posi-

    bilidad ms alta del ser humano y, como tal, el punto al que

    se orienta el desarrollo de nuestra conciencia. Independien-

    temente de nuestras creencias filosficas o religiosas, el

    concepto de lo divino representa el aspecto desconocido de

    la vida y el mundo que, como poderoso imn, impulsa nues-

    tro avance en el conocimiento de nosotros mismos y de la

    realidad.

    El captulo sobre la relacin con el orientador espiritual est

    dedicado a quienes procuran material no slo para sentirse

    bien o adelantar en la escala social sino especialmente para

    actualizar su potencial como seres humanos. Por cierto que

    no abundan orientadores espirituales; sin embargo, quienes

    aceptan el desafo de su desenvolvimiento saben encontrar

    la orientacin que necesitan.

    Deseara que las lneas de trabajo expuestas en este texto

    nos sirvan para alcanzar una relacin armnica con nosotros

  • 5

    mismos, con todos los seres humanos y con la indescriptible

    realidad que llamamos vida.

    J. W.

    Enero, 2015

  • 6

    La relacin y la vida espiritual

    La vida espiritual se asienta fundamentalmente sobre el

    amor, y ste depende del desarrollo consciente y metdico

    de las relaciones. Las relaciones son la trama de la vida;

    desarrollarlas en forma consciente y metdica es aprender a

    amar a travs de una labor que incluye todos los aspectos de

    la realidad y que transforma el vivir en un arte. Vida espiri-

    tual y arte de vivir son, entonces, dos maneras de referirse a

    lo mismo. Sin embargo, el trmino vida espiritual gene-

    ralmente se asocia ms con una creencia que con el hecho

    de vivir, sin tener en cuenta que la vida de cada uno no es

    aislada, que vivimos en relacin, no slo con otras personas

    y con el medio, sino en relacin con el mundo, el tiempo y

    el misterio de no saber qu somos, los seres humanos, en la

    inmensidad de la realidad que percibimos. Y especialmente,

    sin considerar que vivimos en relacin con el principio fun-

    damental del universo que, en este trabajo, llamamos Dios o

    lo divino.

    La idea de que el desenvolvimiento espiritual es un proceso

    oculto que tiene lugar solo entre uno y lo divino es insoste-

    nible. Nuestra relacin con los seres y con el mundo no es

  • 7

    un libreto que escribimos en forma arbitraria, desconectado

    de nuestro desarrollo. Por el contrario, nuestro desenvolvi-

    miento es posible si lo vinculamos a un desenvolvimiento

    correlativo de la relacin que tenemos con todos los seres

    humanos y todos los aspectos de la vida. Es por ello que el

    proceso del desenvolvimiento espiritual est unido al de las

    relaciones.

    Somos inseparables del universo: somos en relacin y vivi-

    mos en relacin. Sin embargo, nuestra relacin con el mun-

    do y con el cosmos es todava inconsciente para nosotros;

    somos conscientes slo de algunas de las relaciones que es-

    tablecemos.

    Vivimos en un medio tan reducido o tan amplio como lo de-

    termina nuestra conciencia. Como nuestros estados de con-

    ciencia estn influidos por nuestra actitud, salud, humor y

    las circunstancias del momento, la dimensin subjetiva del

    medio en que nos movemos cambia continuamente. Es as

    que a veces queremos relacionarnos con todos y con todo

    el medio es el universo, otras veces no queremos tener

    relacin con nada ni con nadie el medio soy yo.

    Pero vivimos en relacin, lo queramos o no, lo sepamos o

    no.

  • 8

    La expansin de nuestra conciencia hacia una conciencia

    universal pasa a travs de todos los seres. No podemos

    abarcar al cosmos sin incluir a todas sus partes. Es intil

    procurar lo infinito si despreciamos, ignoramos o desecha-

    mos lo que nos parece limitado. A veces pensamos que nos

    estamos desenvolviendo espiritualmente, sin darnos cuenta

    de que nuestra convivencia es, en el mejor de los casos, una

    situacin en la que cada uno trata de soportar a los dems o

    stos deben practicar virtudes para poder convivir con noso-

    tros. Pensar as sera vivir en la ilusin.

    Por otra parte, soamos con sistemas que resuelvan los pro-

    blemas que sufrimos. Pero un sistema exterior no produce

    por s mismo una sociedad mejor si cada uno de nosotros no

    aprende a convivir estableciendo relaciones armnicas. Si

    buscamos un mundo con paz y armona necesitamos co-

    menzar por ser conscientes de nuestras relaciones y apren-

    der a convivir.

    La tradicin espiritual nos ensea las bases mnimas de re-

    lacin humana: no matar, no daar, no mortificar, no per-

    judicar. Es decir, controlar nuestras reacciones para que no

    produzcan males en los dems. Adems, nos ensea a desa-

    rrollar actitudes y conductas que nos predisponen a aceptar

    al prjimo: tolerancia, paciencia, compasin. A pesar de

    que estos preceptos indican el principio de una relacin de

  • 9

    respeto, todava no los hemos realizado totalmente. Es aqu,

    en este primer paso, donde tenemos que comenzar a tomar

    conciencia de nuestras relaciones y a desenvolverlas.

    Hacer conscientes nuestras relaciones requiere de nosotros

    un esfuerzo interior y otro exterior. Un esfuerzo interior,

    porque para poder establecer una relacin armnica necesi-

    tamos hacer un trabajo de autoconocimiento que nos permi-

    ta superar la visin que nos hace dividir una realidad que es

    indivisible; por ejemplo, sentir o pensar que somos entes

    independientes y separados de lo que nos circunda. Un es-

    fuerzo exterior, porque nos exige tener dominio sobre nues-

    tra conducta, para que el modo de expresarnos y el de co-

    municarnos deje de separar a unos de otros y podamos ge-

    nerar unin entre todos los seres humanos.

    Nuestro esfuerzo por espiritualizar la vida cotidiana a travs

    del desenvolvimiento de las relaciones hace que nos sea po-

    sible lograr una convivencia ms armnica y, a partir de s-

    ta, participar y expandir nuestra conciencia.

  • 10

    Relacin posesiva

    y relacin por participacin

    Las caractersticas de nuestras relaciones indican el grado

    de desenvolvimiento que hemos alcanzado; cuanto ms nos

    desenvolvemos, ms abarcamos en nuestra conciencia y

    ms participamos en ese mbito con nuestro sentir y actuar.

    Si bien el desenvolvimiento espiritual es un continuo, po-

    demos simplificar el proceso de la relacin describindolo

    en dos etapas sucesivas: la de relacin posesiva y la de rela-

    cin por participacin.

    La relacin posesiva impone dependencia. Creemos que

    podemos disponer de todo como si furamos amos y seo-

    res de lo que nos rodea, incluso de otras personas, sus vidas,

    sus sentimientos, sus pensamientos. Cuando no lo conse-

    guimos nos arrebatamos y reaccionamos contra lo que esca-

    pa a nuestro dominio. Por eso las consecuencias de la rela-

    cin posesiva son agravio, infortunio y dolor.

    La agresividad en la relacin posesiva responde a la volun-

    tad de imponernos sobre los dems y hasta sobre lo que

    ocurre y lo que nos rodea. Si no los considerramos como

  • 11

    pertenencias no podramos descargar nuestras reacciones

    sobre otros o luchar para que respondan a nuestros deseos o

    antojos. Por este motivo, aunque la relacin posesiva no

    siempre se manifiesta en actos de violencia, hace violencia

    a los seres, al medio, a la naturaleza.

    La relacin posesiva socava la libertad inherente al ser hu-

    mano. Si bien en el estado de conciencia que ahora tenemos

    podemos concebir cierto grado de libertad para todos, en la

    prctica solemos desconocer todo derecho salvo el nuestro.

    El esfuerzo por dominar y obtener ventajas personales a

    travs de las relaciones que ya tenemos y de las que vamos

    estableciendo, hace que sus frutos sean la decepcin y la so-

    ledad. En vez de unir, la relacin posesiva separa y, al fin,

    daa y hasta destruye tanto la relacin como aquello

    con lo que nos relacionamos.

    En las relaciones interpersonales, el crculo vicioso de pose-

    sin y destruccin se disipa cuando comprendemos que su-

    frimos porque nuestro afn posesivo hiere a quienes ama-

    mos o pretendemos amar. Este despertar nos mueve a so-

    breponernos a impulsos primarios y egostas y a responder a

    nuestra necesidad de brindarnos y participar. Damos, enton-

    ces, pasos seguros hacia el mejoramiento de nuestras rela-

  • 12

    ciones ampliando el crculo de nuestros afectos y apren-

    diendo a gozar y a sufrir por otros.

    Amar a mayor nmero de personas, trabajar por el bien de

    otros sin manipular a quienes amamos o a aquellos con los

    que nos relacionamos, nos acostumbra a fijar la atencin

    ms all de nuestros intereses particulares. Es as que redes-

    cubrimos nuestro entorno y desarrollamos respeto y afecto

    por lo que nos rodea.

    Respetar es atender con amor, dar lugar a que las personas

    se manifiesten. Esta actitud nos permite descubrir ensean-

    zas hasta entonces veladas por el afn de que todo obedezca

    a nuestra voluntad; es as como descubrimos el medio en

    que vivimos, la naturaleza que nos nutre, la vida que alienta

    en lo que hasta ese momento no tena mensaje para noso-

    tros. A travs del respeto nos hacemos humildes y apren-

    demos a aprender.

    Respetar nos ensea a relacionarnos por participacin. Esto

    hace que cambie nuestra manera de responder a los dems y

    a las circunstancias de la vida. En vez de reaccionar a favor

    de lo que nos complace y en contra de lo que nos contrara,

    aprendemos a aceptar y acompaar. En vez de sufrir y gozar

    slo por lo que nos pasa, aprendemos a participar tambin

    del gozo y del sufrimiento de otros. En vez de centrarnos en

  • 13

    nuestro propio acontecer, aprendemos a compartir el acon-

    tecer humano. En otras palabras, abrazamos con amor ex-

    pansivo a todo lo que existe.

    La relacin por participacin se fortalece con prcticas

    apropiadas. El trabajo bsico en este sentido es generar en

    nosotros una actitud de servicio mantenindonos atentos pa-

    ra percibir las necesidades ajenas. No necesitamos contar

    con tiempo extra y bienes cuantiosos para colaborar con los

    dems. Siempre tenemos oportunidades para asistir en for-

    ma constructiva con comprensin, palabras estimulantes y,

    especialmente, con acciones beneficiosas para otros. Los

    actos sencillos de limpiar lo que no ensuciamos, ordenar lo

    que no desarreglamos, compartir lo que tenemos y lo que

    sabemos, cuidar lo ajeno con tanto o ms esmero que lo

    propio, ayudar a otro en vez buscar solo nuestra satisfac-

    cin, son un buen comienzo en el aprendizaje de la partici-

    pacin.

    Cuando participamos sabemos que no podemos ser auto-

    complacientes. Al contrario, trabajamos continuamente con

    nuestra mente y nuestros sentimientos generando pensa-

    mientos de bien y sentimientos positivos hacia todos, tanto

    hacia los dems como hacia nosotros mismos. Si alguna vez

    sentimos autocompasin, remplazamos ese sentimiento por

    otro de compasin por quienes tienen menos y sufren ms

  • 14

    que nosotros, y recordamos que hay mucho para hacer para

    aliviar el dolor humano.

    Estas prcticas sencillas nos ayudan a que el mundo exterior

    cobre vida en nuestro interior. La relacin por participacin

    desarrolla en nosotros la conciencia de nuestra unin con

    todos los seres y con el mundo. Al mismo tiempo, genera

    reverencia hacia todo lo que existe.

  • 15

    La relacin con nosotros mismos

    Uno de los pilares de nuestro desenvolvimiento es la capa-

    cidad que tenemos para conocernos y comprendernos en

    nuestro entorno. Por este motivo, la primera relacin que

    consideramos al tratar el tema del desenvolvimiento espiri-

    tual es la relacin que tenemos con nosotros mismos.

    Somos un compuesto. Nuestras caractersticas genticas y

    las que hemos adquirido se influyen y modifican mutua-

    mente y, en el choque con las circunstancias, nos generan

    emociones, sentimientos y pensamientos diversos, muchas

    veces contradictorios. Por ejemplo, altruismo y egosmo;

    amor e indiferencia.

    Creemos que la forma en que nos expresamos es genuina;

    pero cuanto ms nos observamos mejor comprendemos que

    lo que creemos ser se asemeja ms a un cuerpo con muchas

    caras que a una persona con un comportamiento coherente y

    armonioso.

    Tarde o temprano, esta crisis de identidad nos mueve a pro-

    curar conocer quines somos. Se origina as en nosotros un

    proceso de bsqueda de nuestra propia identidad que puede

  • 16

    acelerarse con actitudes, pautas de conducta y prcticas

    apropiadas. Algunas de ellas son, por ejemplo:

    Ubicarnos en relacin con los dems seres y con el uni-

    verso.

    Podemos mejorar lo que ya somos sin que eso implique

    mayor profundidad en la idea que tenemos de nosotros

    mismos. No estamos solos ni vivimos aislados; universali-

    cemos entonces nuestra nocin de ser ubicndonos dentro

    del acontecer humano con equilibrio, generosidad y sentido

    de realidad.

    Cuando tomamos distancia de nosotros mismos podemos

    lograr una nocin de ser ms universal. Al abrir nuestra

    conciencia a la realidad de todos los seres humanos y a lo

    que conocemos del universo, nos ubicamos en un contexto

    ms ajustado a nuestra realidad; podemos distinguir mejor

    nuestras posibilidades y adquirir la fuerza necesaria para

    realizarlas.

    Pero esta visin puede inducirnos a responder de otras ma-

    neras. Por ejemplo, cuando contemplamos la vastedad del

    universo y nuestra pequeez respecto de l podramos me-

    nospreciarnos; o, a la inversa, podramos exagerar nuestra

    importancia personal al comprender el valor imponderable

    de nuestra vida. Para lograr armona en la relacin con no-

  • 17

    sotros mismos y con los dems necesitamos armonizar la

    comprensin de nuestra pequeez con la visin de la gran-

    deza de nuestro destino, si tenemos en cuenta nuestras in-

    contables posibilidades, especialmente la de expandir nues-

    tro estado de conciencia.

    No somos el centro del universo, ni siquiera somos ms im-

    portantes que otros aspectos de la realidad. Pero cada uno

    de nosotros tiene un lugar nico e irremplazable en el mun-

    do, una relevancia tambin nica en la sociedad en la que

    nos desenvolvemos, en la vida de nuestras familias, de

    nuestros amigos y en la de quienes dependen de nosotros.

    En otras palabras, reconocemos nuestra pequeez en la me-

    dida csmica y tambin la trascendencia de nuestra existen-

    cia en el ncleo en que vivimos. Esto nos lleva a:

    Respetarnos a nosotros mismos.

    Si bien no somos el centro del universo, somos una expre-

    sin de la manifestacin divina. Este punto de vista nos

    mueve a tomar conciencia del espritu que nos anima y a

    reverenciarlo.

    Si bien somos libres para vivir como queramos, la concien-

    cia que tenemos de nuestras posibilidades espirituales no

    nos permite vivir de cualquier manera, volcarnos en cual-

    quier experiencia o proceder segn impulsos incongruentes

  • 18

    con nuestro anhelo de expandir nuestra conciencia. Darnos

    cuenta de esto nos lleva a tener un profundo respeto por lo

    que somos: un ser humano con innumerables posibilidades.

    Es as como el respeto y la reverencia genera la tnica de la

    relacin que tenemos con nosotros mismos.

    Ser veraces con nosotros mismos.

    El respeto a nosotros mismos nos lleva a mirarnos objeti-

    vamente, a ser veraces y a amar la verdad respecto de lo que

    somos. Sin embargo, esta veracidad no siempre nos resulta

    fcil de lograr. Estamos tan apegados a nosotros mismos

    que inconscientemente tendemos a la autojustificacin, la

    autocompasin, la autocomplacencia. Es comn que lo que

    pensamos, sentimos y hacemos est influido por el afn de

    proteger nuestra imagen. Para ser veraces con nosotros

    mismos necesitamos trascender esa tendencia.

    Para ayudarnos en este sentido es bueno que practiquemos

    tomar distancia, tanto fsica como temporal, de nosotros

    mismos y mirar en forma imparcial cmo actuamos y reac-

    cionamos ante lo que nos ocurre, como lo hara una persona

    que nos est observando. Esto es, consideramos en forma

    objetiva la retroalimentacin que recibimos al actuar; por

    ejemplo, cmo otros reaccionan ante nuestras palabras y

    nuestra conducta, y cmo respondemos nosotros a esas

  • 19

    reacciones. Eso nos ayuda a evaluar de manera ms comple-

    ta e impersonal nuestro comportamiento. Ms adelante, si

    tomamos distancia temporal una tranquila mirada retros-

    pectiva respecto de lo que nos ha ocurrido, obtendremos

    tiempo y serenidad para ponderar el juicio y comprender

    nuestras experiencias.

    Mantenernos a distancia de las vicisitudes de la vida y del

    proceso de nuestro desenvolvimiento.

    En la medida en que nos identificamos con nuestras expe-

    riencias se turba nuestro entendimiento. No distinguimos la

    diferencia entre lo que somos y lo que nos ocurre, y queda-

    mos atrapados en nuestros estados mentales y emotivos.

    Nuestras nociones, percepciones y evaluaciones son tan

    subjetivas que nuestras experiencias no nos aprovechan

    como debieran y, por eso, solemos repetirlas una y otra vez

    sin llegar a comprenderlas acabadamente.

    Cuando estamos pendientes de lo que nos pasa vivimos slo

    para nosotros mismos; no percibimos con claridad los pun-

    tos de vista, las necesidades ni los gustos de los dems. Si

    decidiramos atender slo a lo que nos ocurre desechara-

    mos la posibilidad de expandir nuestra conciencia y desen-

    volvernos. La vida se escurrira de nuestras manos mientras

  • 20

    oscilamos entre sentimientos de irritacin y exaltacin o de

    alegra y desaliento.

    Es contraproducente que nos irritemos cuando nos equivo-

    camos o creemos que fracasamos, porque el enojo no nos

    evita los errores que podramos haber cometido ni cambia

    nuestra realidad. En cambio, nuestras equivocaciones pue-

    den sernos muy valiosas si las usamos para aprender, y se

    transforman en triunfos cuando nos sirven para no repetir

    errores.

    Es contraproducente que nos exaltemos cuando tenemos

    xito, porque la exaltacin no mejora lo que hemos realiza-

    do y gasta la energa que necesitamos para avanzar en nues-

    tro desenvolvimiento. Si usramos nuestros triunfos para

    vivir de su recuerdo o para sentirnos ms que los dems,

    perderamos su fruto. Los xitos son realizaciones cuando

    sentimos gratitud por lo logrado y seguimos adelante.

    Tambin es contraproducente que rechacemos las dificulta-

    des, porque ese rechazo no nos ayuda a superar los proble-

    mas que nos afectan ni hace ms llevadera la realidad. La

    vida consiste en una sucesin de hechos, algunos placente-

    ros, otros no. Cuando superamos el rechazo de las experien-

    cias difciles logramos vivir en paz.

  • 21

    Relacionmonos con nosotros mismos a travs de la acepta-

    cin, el aprendizaje, el cambio de conductas negativas por

    actitudes positivas. De esta manera nos damos lo necesario

    para alcanzar y mantener equilibrio interior.

    Al hacer consciente la relacin que tenemos con nosotros

    mismos aprendemos a respetarnos y a ser veraces con noso-

    tros mismos. De esa manera, establecemos una relacin en-

    tre lo que sabemos que somos y lo que nuestros variados

    estados mentales y emocionales nos hacen creer que somos.

    En la medida en que esa relacin se profundiza y armoniza,

    el personalismo que nos mueve a encerrarnos en nosotros

    mismos se debilita, nuestra conciencia se ampla y va dando

    lugar a una nocin de ser ms estable y profunda.

  • 22

    Las normas de conducta en la relacin

    A medida que tomamos conciencia de la realidad que nos

    circunda ampliamos nuestro inters en los dems y en la so-

    ciedad en que vivimos. Las personas que nos rodean van

    cobrando vida como individuos con derechos y necesidades,

    y la sociedad va dejando de ser un mero ambiente, ms o

    menos favorable, para nuestras experiencias. Tambin co-

    menzamos a hacernos conscientes de las normas de conduc-

    ta que internalizamos en la niez. Esto nos permite reforzar

    las conductas positivas y superar las que dificultan lograr o

    mantener una buena convivencia.

    Nuestras relaciones se basan exteriormente sobre normas de

    conducta. Como esas normas influyen en forma decisiva

    sobre las relaciones no tenemos que juzgarlas en forma su-

    perficial, como si fueran meros convencionalismos sociales.

    As como para comunicarnos necesitamos compartir un

    lenguaje, para establecer relaciones armnicas necesitamos

    compartir normas de comportamiento que formen una base

    slida de respeto mutuo.

    En la actualidad no todos damos gran importancia a las

    normas de conducta, especialmente a los modales. Aunque

  • 23

    nos es obvio que no podemos vivir sin normas de compor-

    tamiento, muchas veces reaccionamos contra ellas. Por un

    lado, no nos atrae controlarnos y, por otro, no queremos su-

    frir el descontrol de los dems. Finalmente, a pesar de nues-

    tras rebeldas, tenemos que sujetarnos a normas a fin de lo-

    grar un mnimo de paz en la convivencia.

    Adquirir modales adecuados a un buen nivel de relacin es

    un aspecto bsico de las normas de conducta. Con frecuen-

    cia, los disgustos que nos separan se deben a falta de tacto,

    rudeza o falta de consideracin en la forma en que nos tra-

    tamos, a pesar de nuestras buenas intenciones hacia los de-

    ms. Hasta podemos llegar a romper lazos valiosos entre

    nosotros cuando los daamos por nuestra falta de control y

    educacin. Los buenos modales nos ayudan a superar aun

    las situaciones ms difciles; son piezas fundamentales en

    nuestro trabajo sobre la relacin.

    A medida que nos desenvolvemos, adquirimos modales re-

    catados y prudentes, y nuestra conducta se hace cada vez

    ms armnica:

    . Logramos adquirir y mantener mayor autodominio

    . Evitamos costumbres extravagantes o afectadas.

  • 24

    . Respetamos a los dems. No usamos a las personas

    para obtener beneficios materiales, emocionales, inte-

    lectuales o espirituales, ni tampoco para pasar el

    tiempo.

    . Tratamos a los dems con cortesa.

    . No abusamos de la buena fe de otros.

    . Evitamos chanzas, aunque tengamos ocasin para

    ello.

    Las normas de conducta impulsan nuestro desenvolvimiento

    cuando las seguimos siempre. Si reservramos la buena

    educacin slo para determinadas circunstancias mientras

    en la relacin habitual nos dejramos llevar por reacciones e

    impulsos primarios, socavaramos no solo esa relacin sino

    tambin nuestro desenvolvimiento. Nos resulta mucho ms

    fcil mantener vivo y consciente ese desenvolvimiento tra-

    bajando en forma concreta sobre lo que significa cada ser

    humano para nosotros, reconociendo y validando su exis-

    tencia, y respetando su espacio. Expresamos este reconoci-

    miento en nuestras relaciones respetando, validando, com-

    prendiendo a cada uno en su circunstancia y trabajando para

    colaborar con todos, sin discriminar ni hacer distinciones.

    As como respetamos nuestra vocacin y los principios que

  • 25

    la sostienen, as tambin respetamos la forma de vida, los

    puntos de vista y las decisiones de los dems.

    Sin embargo, quiz a veces podemos tener actitudes que

    afectan nuestras relaciones personales. Algunas suelen ser

    el orgullo y el sentimiento de superioridad. Por ejemplo,

    creer que si bien no sabemos todo, al menos sabemos ms

    que otros. Adems, podra ocurrir que, cuando con buena

    intencin queremos ayudar a otros, confundamos ayuda con

    imponer rdenes. Esta confusin nos llevara a trabajar con

    tesn mientras los dems siguen nuestras directivas y a de-

    sentendernos y criticarlos cuando desoyen nuestros consejos

    o indicaciones.

    El desdn, el paternalismo, la falta de validacin hacia los

    dems, o aprovecharnos de los que pretendemos ayudar

    sean nuestros hijos, cnyuges, amigos, conocidos o depen-

    dientes hace muy difcil nuestra relacin con ellos, por-

    que transformamos el deseo de ayuda en lucha para impo-

    ner nuestra voluntad, nuestras opiniones o nuestras conve-

    niencias. Esta actitud nos lleva a sealar slo errores y de-

    fectos mientras olvidamos el reconocimiento, el estmulo, el

    aprecio y el dilogo. No mostramos un camino claro a se-

    guir y desmoralizamos a quienes queremos ayudar.

  • 26

    La relacin respetuosa nos conduce hacia el amor compasi-

    vo. En vez de preguntarnos con egosmo en qu me sirven

    los dems? nos preguntamos en qu sirvo a los dems? A

    quin le sirve mi vida, mi trabajo, mi experiencia? La acti-

    tud de juez es remplazada por la de servicio.

    Tambin tenemos presente que no basta tener modales co-

    rrectos y juicio certero para ayudar a otros. Nuestros esfuer-

    zos para hacer el bien necesitan ir acompaados de amor

    desinteresado y una actitud positiva.

    La actitud de ayuda es positiva cuando estimula el desen-

    volvimiento, insufla energa en quienes deseamos ayudar y

    transmite amor a travs de acciones y consejos beneficiosos

    evidentes para todos.

    Nuestra actitud positiva sostiene y alienta a quienes nos ro-

    dean, les infunde confianza en su capacidad para desenvol-

    verse y los anima a enfrentar sus dificultades. Por otra parte,

    la actitud positiva genera una sana alegra en nuestras rela-

    ciones, y eso slo ya es una gran ayuda, especialmente en

    los momentos de prueba y desaliento.

    La actitud positiva es mucho ms que optimismo frente a

    las vicisitudes de la vida. Tambin genera en nosotros y en

    otros el anhelo de esforzarnos y sacrificarnos por causas

    nobles.

  • 27

    La actitud positiva se sostiene en nuestra fe en la providen-

    cia y en nuestra capacidad de amar y ofrendar. Por eso,

    aunque tengamos razones para estar contentos o tristes, para

    sentirnos triunfadores o fracasados, amados o rechazados,

    en vez de ver la vida desde esa dicotoma, elegimos verla

    desde el desafo que nos impele a dar todo de nosotros para

    vivir mejor, ayudar ms, hacer ms felices a los que nos ro-

    dean.

    Aunque no nos es fcil expresar alegra cuando ocurren su-

    cesos dolorosos, o transmitir energa y fe cuando sufrimos

    enfermedades y pruebas, s podemos tomar estas experien-

    cias como desafos para participar con quienes tambin su-

    fren, para desarrollar en nosotros comprensin, tolerancia y

    amor.

    Frente a la inmensidad del trabajo que la humanidad tiene

    que realizar para desenvolverse y lograr paz, prosperidad y

    felicidad, alentemos esta labor transformando las vicisitudes

    de la vida en momentos de comprensin, aliento y esperan-

    za.

  • 28

    La relacin con la sociedad

    Tanto la relacin que establecemos con nosotros mismos

    como la que tenemos con la sociedad son aspectos de una

    misma relacin y se desenvuelven simultneamente.

    En la medida en que logramos autoconocimiento y amplia-

    mos nuestra conciencia, comprendemos nuestra responsabi-

    lidad de participar integralmente en la sociedad humana. El

    reconocimiento de que somos parte inseparable de la huma-

    nidad es un proceso que podemos estudiar observando el

    desenvolvimiento de nuestra relacin con la sociedad.

    Simplificando ese proceso, podramos decir que mientras

    nos sentimos ajenos a la sociedad y la miramos desde afue-

    ra, esperamos todo de ella. Luego, cuando nos damos cuen-

    ta de que nuestra vida es parte integral de la humanidad y

    reconocemos todo lo que hemos recibido de ella, descubri-

    mos nuestra responsabilidad hacia la sociedad y, en vez de

    acreedores de la sociedad, nos sentimos deudores de ella.

    Mientras vivimos manejados por nuestros variados estados

    de nimo tenemos una relacin egosta con la sociedad.

    Acatamos las leyes por temor al castigo, y las normas socia-

  • 29

    les por el beneficio que nos reporta ser parte de un grupo,

    pero no nos sentimos comprometidos con las necesidades y

    los problemas sociales. Tratamos de sacar el mayor benefi-

    cio posible de nuestra educacin y de nuestros privilegios;

    creemos que tales privilegios nos pertenecen por derecho.

    Vivimos para nosotros mismos, separando nuestra vida y

    nuestros intereses de los de la gran sociedad humana. Cuan-

    do la sociedad nos protege la llamamos nuestra sociedad;

    cuando nos sentimos expuestos a sanciones o privados de lo

    que esperamos recibir de ella la llamamos la sociedad.

    Observar la sociedad es para nosotros como estar frente a

    una abstraccin, ya que estamos acostumbrados a vivir en

    esa especie de nido que formamos con el reducido grupo de

    personas con las que tenemos una relacin cotidiana y a ig-

    norar lo dems. En ese nido buscamos el calor y el contacto;

    all establecemos nuestro nivel de identificacin. Lo dems

    tiende a ser una realidad ajena, casi abstracta.

    Cundo despierta en nosotros el inters por la sociedad?

    Inicialmente, cuando queremos mejorarla para nuestro pro-

    pio beneficio. Como proyectamos nuestros intereses sobre

    nuestro medio, luchamos para cambiar en l lo que no se-

    cunda esos intereses. En esta lucha defendemos, atacamos o

    ignoramos a la sociedad segn convenga a nuestros intere-

    ses, como si furamos extraos a ella.

  • 30

    Esta etapa es de ambivalencia; nos relacionamos con la so-

    ciedad de acuerdo con los altibajos de nuestro acontecer,

    nuestras necesidades, nuestros estados de nimo, nuestras

    conveniencias. Cuando la sociedad es nuestra sociedad, la

    defendemos, nos identificamos con ella; cuando queremos

    otra sociedad la criticamos, la atacamos y hasta nos rebe-

    lamos.

    La sociedad no puede ser ni defendida ni atacada; no es ni

    mi sociedad ni esa sociedad; la sociedad est formada

    por un conjunto de seres humanos que comparten una cir-

    cunstancia y una historia, y refleja el proceso de las relacio-

    nes humanas. Atacar o defender ese proceso es atacarnos o

    defendernos a nosotros mismos. La ambivalencia respecto

    de nuestra relacin con la sociedad aade ms problemas a

    los que ya sufrimos y suma ms dolor a las tragedias que

    padecemos.

    De poco nos sirve el discurso que proclama la necesidad de

    una sociedad justa, sin males, sin sufrimientos. La sociedad

    mejora cuando trabajamos sobre nosotros mismos y partici-

    pamos a travs de acciones concretas que mancomunen es-

    fuerzos y produzcan educacin, salud, recursos y conoci-

    miento.

  • 31

    Construimos una sociedad ms armnica a travs de nuestro

    propio desenvolvimiento, ya que cuanto ms adelantamos

    en este proceso ms nos conocemos a nosotros mismos, ms

    conscientes somos de nuestra relacin con la sociedad y

    mejor podemos trabajar para ella; en otras palabras, nos re-

    lacionamos por participacin.

    La relacin por participacin se basa en la conciencia de

    que somos parte integral de la sociedad; implica una actitud

    constructiva respecto de nuestro desenvolvimiento indivi-

    dual y un trabajo concreto para el bien de toda la sociedad.

    Resumiendo, hay tres aspectos bsicos en nuestro trabajo

    para mejorar la sociedad:

    . Superar el personalismo

    . Realizar en nosotros mismos y en nuestro entorno el

    bien y los cambios que queremos para la humanidad

    . Asumir la responsabilidad que nos toca en aliviar los

    problemas humanos y en crear oportunidades de de-

    senvolvimiento

    Llamamos personalismo a la predisposicin a subordinar el

    bien comn a los intereses personales, como tambin a la

    tendencia a adherirnos a personas que nos entusiasman con

    sus palabras o sus promesas. Para superar el personalismo,

  • 32

    en vez de adherirnos a personas nos adherimos a las ideas

    que consideramos buenas y las llevamos a la prctica.

    Trabajar para lograr una sociedad mejor implica dacin de

    tiempo y trabajo, y tambin ofrenda de energa y creatividad

    puesta al servicio del inters comn. Cuando ya no tenemos

    mi vida, mis objetivos, mi energa para gastar, no se-

    paramos ms nuestras posibilidades de las de otro, nuestras

    vicisitudes de las de otro, nuestro dolor del dolor de otro,

    Vivimos lo que vive la sociedad humana, en toda su contin-

    gencia.

    Como anhelamos construir una sociedad ms armnica y

    equitativa no nos quejamos, no criticamos, no buscamos

    privilegios, no buscamos escapar de compromisos. Efec-

    tuamos las acciones que consideramos necesarias en el me-

    dio en que estamos. Si encontramos en ste algo que nos

    disgusta nos esforzamos por trascender el rechazo que nos

    produce. Tambin sabemos que no podemos pedir a otros

    que hagan lo que a nosotros no nos gusta o no queremos ha-

    cer. Por eso comenzamos por superar en nosotros la separa-

    tividad, la indiferencia y el egosmo que descubrimos fuera.

    Trabajamos para bien de la sociedad sin enfrentar a nadie,

    sino actuando callada y tenazmente dentro del cuerpo so-

    cial. Nuestro trabajo interior y nuestra conducta se expan-

  • 33

    den a nuestro alrededor y producen una reaccin progresiva

    de buenos pensamientos y buenas obras.

    Nuestra actitud constructiva hacia la sociedad nos lleva a

    trabajar en forma productiva y eficiente. Hay grandes secto-

    res de la sociedad que hoy no disponen de lo necesario para

    vivir con dignidad. Si trabajamos aplicando nuestra energa

    para producir lo que est a nuestro alcance hacer de acuerdo

    con lo que la sociedad necesita, y lo hacemos en forma efi-

    ciente en el menor tiempo y con el mayor rendimiento

    estaremos contribuyendo al bien comn. Podemos hacer es-

    te mismo trabajo con nuestros pensamientos, sentimientos y

    juicios, aceptando las diferencias y teniendo actitudes que

    beneficien nuestras acciones. De esa manera lo que somos,

    tenemos, queremos y hacemos contribuyen al bien comn.

    Nuestra actitud constructiva hacia la sociedad nos lleva a

    educarnos y a educar. Cuando hablamos de educar gene-

    ralmente pensamos que, adems de instruir, tenemos que

    lograr que alguien piense o haga algo determinado. O con-

    fundimos educacin con adoctrinamiento o adhesin a cau-

    sas determinadas. Educar, en cambio, es estimular el proce-

    so de desenvolvimiento; es ensear a pensar, a discernir, a

    elegir; es revelar lo que est velado por nuestra ignorancia.

    Aprendemos, entonces, a educarnos a nosotros mismos para

    poder educar a otros.

  • 34

    Cuando nos educamos, comprendemos que no podemos ex-

    traer de la sociedad a quienes consideramos equivocados o

    culpables de nuestros males. La historia nos muestra que tal

    cosa nunca ha sido posible, que la segregacin y la persecu-

    cin ahondaron y agudizaron los conflictos que pretendimos

    superar de esa manera. Las medidas impuestas por las leyes,

    si bien necesarias, tampoco han erradicado el delito, el cri-

    men y la violencia. La sociedad est formada por seres hu-

    manos; los males de la sociedad que se hacen evidentes en

    ciertas personas o grupos slo muestran las deficiencias que

    necesitamos superar promoviendo el desenvolvimiento de la

    sociedad.

    Para producir cambios sociales favorables es mucho ms

    efectivo renunciar a encerrarnos en nuestro mundo particu-

    lar y trabajar activamente en nuestro propio desenvolvi-

    miento que aplicar tcnicas coercitivas para que otros hagan

    lo que nosotros decimos. Expresamos esa amplitud de con-

    ciencia produciendo en forma efectiva, teniendo una eco-

    noma sensata, transmitiendo ideas amplias e inclusivas y

    colaborando en obras para el bien de la humanidad.

  • 35

    La relacin con lo mundano

    Es comn que algunos de nosotros vivamos como si fura-

    mos inmortales, como si las miserias y las necesidades no

    existieran, como si el amor fuera un bien ms para explotar.

    Esa terca y pretendida ignorancia de la realidad evidente,

    ese impulso ciego hacia el gozo sin reparar en las conse-

    cuencias, esa banalidad con que muchas veces nos relacio-

    namos y, en general, las variadas expresiones de nuestro

    egosmo y hedonismo son lo que denominamos espritu

    mundano en el contexto del desenvolvimiento espiritual.

    En todos los sectores sociales se encuentra la ilusin de dis-

    frutar sin esforzarse, de vivir sin trabajar y de gozar sin te-

    ner nada de qu preocuparse. La atraccin de esta ilusin es

    tan poderosa que muchas veces ni aun las terribles tragedias

    y los dolores que sufrimos nos hacen tomar conciencia de lo

    dainas que son ciertas conductas, tanto para nosotros como

    para toda la sociedad.

    Necesitamos, entonces, mantenernos alerta, ya que lo mun-

    dano es una fuerza siempre presente. Al mismo tiempo que

    existe en nosotros el impulso a realizar nuevas posibilida-

  • 36

    des, el espritu mundano nos mueve hacia la inercia y la ne-

    gligencia, como si tuviramos derecho a gozar indiscrimi-

    nadamente de los bienes del mundo sin asumir ninguna res-

    ponsabilidad por ello.

    En nuestra relacin con lo mundano no hay descanso. O

    adelantamos en el desenvolvimiento de nuestra conciencia y

    nuestro amor, o pasamos el tiempo y desperdiciamos ener-

    ga yendo por la pendiente del egosmo y la inconsciencia.

    Esta no es una imagen figurada; es lo que ocurre en noso-

    tros si no estamos alerta para mantenernos conscientes de

    nuestra manera de ser y de vivir.

    El desenvolvimiento espiritual no es necesariamente un

    proceso lineal ascendente; son posibles los desvos y los re-

    trocesos. Al menor descuido nos hacemos mundanos, pa-

    ra decirlo de alguna manera, y perdemos los frutos de nues-

    tros esfuerzos para desenvolvernos.

    Por bien intencionados que estemos necesitamos estar pre-

    venidos, ya que lo mundano no est en lo exterior sino en

    nosotros mismos. Lo mundano tiene caras que a veces apa-

    recen con fuerza en nosotros: mezquindad, deseos intempe-

    rados, acciones egostas. Si nos mantenemos atentos contra-

    rrestamos estas tendencias con sentimientos generosos, pen-

    samientos constructivos y acciones nobles.

  • 37

    El espritu mundano puede manifestarse en nosotros aunque

    practiquemos con ahnco algunos ejercicios espirituales.

    Podramos imaginar que lo trascendimos porque nuestra vi-

    da es ordenada, trabajamos con dedicacin y generalmente

    somos sobrios en nuestras costumbres. Por supuesto que es-

    tos hbitos son buenos, pero la vida disciplinada por s

    misma no nos libera del espritu mundano. Podemos ser as-

    cetas y mundanos al mismo tiempo. Si tenemos una actitud

    egosta, podemos gastar en autosatisfaccin los frutos del

    trabajo metdico y del ahorro producido por costumbres

    mesuradas. No es infrecuente que algunos de nosotros vi-

    vamos con sacrificio y mesura por un perodo, luego gaste-

    mos energa y recursos por autocomplacencia para despus

    volver a empezar el ciclo, alternando tiempos de responsa-

    bilidad con otros de variada irresponsabilidad.

    Recordamos, entonces, que mientras vivimos sobre la Tie-

    rra no estamos libres del espritu mundano, porque es con-

    dicin de la naturaleza humana la tendencia a dejarnos lle-

    var por el sueo de una vida fcil e inconsciente.

    Es necesario que reconozcamos el espritu mundano y que

    practiquemos cierto ascetismo exterior para contrarrestarlo,

    pero esto no es suficiente. El trabajo exterior de sobriedad

    en nuestros hbitos y responsabilidad en nuestras obligacio-

  • 38

    nes estimula nuestro desenvolvimiento cuando lo basamos

    en el trabajo interior y en objetivos espirituales.

    Nuestro trabajo interior tiene dos aspectos. Por un lado, ob-

    servamos con honestidad nuestra manera de vivir y nuestros

    objetivos, miramos de frente nuestras tendencias y elegimos

    el camino del amor y la participacin. Por otro lado, desa-

    rrollamos una tcnica de trabajo interior para controlar

    nuestros impulsos egostas con ejercicios apropiados.

    Espiritualizamos nuestros objetivos anteponiendo el bien de

    todos a lo que podra convenirnos particularmente. El amor

    a los seres humanos nos mueve a usar nuestra energa para

    fines altruistas y trabajar para el bien comn. El descanso

    nos sirve para recuperar fuerzas y ordenar nuestros pensa-

    mientos. El esparcimiento no es motivo de disipacin;

    aprendemos a recrearnos con actividades que nos enrique-

    cen al mismo tiempo que nos permiten relajarnos. El signi-

    ficado del esparcimiento se espiritualiza en nosotros, ya que

    encontramos alegra cuando brindamos alegra.

    Controlar el espritu mundano no implica que nos neguemos

    las satisfacciones y las alegras de una vida plena. Por el

    contrario, cuando superamos la atraccin de lo mundano

    encontramos la plenitud que otorga la vida simple, sana y

    productiva. Aprendemos tanto de las experiencias placente-

  • 39

    ras como de las dificultosas; nuestra alegra est en ser ti-

    les a quienes nos rodean y en colaborar en el desenvolvi-

    miento de la sociedad.

  • 40

    La relacin con nuestros pensamientos

    y sentimientos

    Para desenvolvernos espiritualmente necesitamos conocer y

    armonizar nuestro modo de pensar y de sentir.

    La manera en que pensamos y sentimos est determinada en

    gran parte por la herencia y el medio. Por otra parte, en

    cualquier corriente de ideas y en cualquier medio, la calidad

    de nuestros pensamientos y sentimientos depende de nues-

    tro grado de conciencia.

    Cuanto ms limitado es nuestro grado de conciencia, ms

    nos identificamos con las corrientes mentales ms munda-

    nas de nuestro medio y ms subordinada est nuestra mente

    a nuestros impulsos, pasiones y deseos. En esta situacin,

    nuestra vida se determina por pensamientos y sentimientos

    que ni elegimos ni podemos controlar. Sin embargo, los de-

    fendemos tenazmente sin siquiera considerar si reflejan lo

    que en verdad creemos y anhelamos.

    Sentir y pensar de acuerdo con los condicionamientos socia-

    les y los instintivos determina una larga etapa de nuestro

  • 41

    desenvolvimiento, nos mantiene en la ignorancia y produce

    luchas, encono y sufrimiento.

    A pesar de que los pensamientos y los sentimientos estn

    ntimamente ligados su relacin no siempre es armnica,

    sobre todo cuando impulsos y pensamientos egostas nos

    mueven en sentido opuesto al objetivo o al ideal que vis-

    lumbramos en momentos de mayor comprensin.

    La expansin del modo de sentir es generalmente ms lenta

    que la del modo de pensar. Muchas veces el egosmo y la

    pasin se imponen sobre nuestro entendimiento. Por ejem-

    plo, puede ocurrir que aunque aceptemos intelectualmente

    la igualdad de todos los seres humanos, continuemos identi-

    ficndonos con unos y rechazando o menospreciando a

    otros. Esto no slo hace sufrir y desconcierta a las vctimas

    directas de nuestra actitud, sino que afecta negativamente al

    conjunto de las relaciones humanas. Pensar de una manera y

    sentir y actuar de otra es un obstculo para desarrollar la

    conciencia y construir un mundo de paz y bienestar.

    A travs de la prctica de un mtodo apropiado podemos

    aprender a pensar y a sentir de acuerdo con nuestro anhelo

    de expandir nuestra conciencia. El trabajo sistemtico de la

    voluntad y la atencin, el dominio de nuestra energa a tra-

    vs de la actividad intelectual til y del trabajo productivo,

  • 42

    constituyen una asctica mental y afectiva que nos conduce

    a lograr armona. Nuestros sentimientos responden paulati-

    namente a nuestra conciencia del bien y nuestros pensa-

    mientos se van sujetando a nuestra voluntad.

    Adems de armonizar el contenido de nuestros pensamien-

    tos y sentimientos, necesitamos desenvolver nuestra forma

    de pensar y de sentir. Un modo simple de armonizar el con-

    tenido consiste en sustituir pensamientos y sentimientos

    egostas o reactivos por otros ms nobles; en cuanto a la

    forma de pensar, la desenvolvemos cultivando el pensa-

    miento lgico, comenzando por pensar con sensatez.

    Si bien no podemos evitar tener a veces sentimientos y pen-

    samientos egostas o agresivos, los podemos contrarrestar

    para que no hagan dao ni a otros ni a nosotros. Por ejem-

    plo, cuando aparece un pensamiento negativo lo observa-

    mos con la mayor objetividad posible para que consuma su

    propia energa. Enseguida generamos el pensamiento ms

    elevado que podamos tener en ese momento y retomamos

    las riendas de nuestra mente. Si tenemos un pensamiento

    negativo hacia una persona, apenas nos damos cuenta de lo

    que estamos pensando generamos un pensamiento positivo

    hacia esa persona. Podemos decir una oracin por ella o

    imaginar que la cubrimos con un sentimiento de paz y

    amor. Si somos consecuentes en esta tcnica de sustitucin,

  • 43

    poco a poco cambiamos el hbito de reaccionar hiriendo por

    el de responder amando.

    Otra tcnica para controlar nuestra forma de pensar consiste

    en generar amor por todo lo que tenemos que hacer; este

    sentimiento nos induce a enfocar nuestra atencin sobre lo

    que estamos haciendo sin dar lugar a distracciones. Y an

    ms, como no gastamos tiempo y energa con pensamientos

    asociativos e impulsos inconscientes tambin podemos per-

    cibir, mientras hacemos algo, lo que ocurre a nuestro alre-

    dedor; especialmente, podemos darnos cuenta de lo que

    provocamos en los dems con nuestra actitud y nuestro ha-

    cer. Esta capacidad nos ayuda a comprender mejor las si-

    tuaciones y experiencias que vivimos, lo que hace que cada

    momento nos brinde una enseanza enriquecedora.

    Estas tcnicas son simples de aplicar, pero su prctica de-

    pende de nuestra determinacin a reconocer en nosotros una

    manera de pensar y sentir que quiz nos define como una

    personalidad separada, y de nuestra voluntad de lograr una

    nocin de ser en participacin.

    La recta intencin y el trabajo interior son, en ltima instan-

    cia, los mejores aliados para lograr una relacin armnica

    con nuestros pensamientos y sentimientos. Cuando logra-

    mos armona entre mente y corazn somos libres para pen-

  • 44

    sar y sentir de acuerdo con nuestra vocacin de desenvol-

    vimiento y contamos con los medios necesarios para cons-

    truir un mundo de paz y de felicidad para todos los seres

    humanos.

  • 45

    La relacin con nuestras debilidades

    y fortalezas

    Nuestra personalidad es, entre otras cosas, un compuesto de

    emociones, sentimientos, pensamientos y deseos. Llamamos

    debilidades a los aspectos de ese compuesto que obstaculi-

    zan nuestro desenvolvimiento. Las fortalezas, por el contra-

    rio, son los aspectos que nos ayudan a trascender nuestras

    limitaciones y a expandir nuestra conciencia. Desde este

    punto de vista, las debilidades son nuestro campo de trabajo

    y las fortalezas son nuestras herramientas para trabajarlo.

    Es comn que nos avergoncemos de nuestras debilidades y

    nos vanagloriemos de nuestras fortalezas. Sin embargo, no

    es bueno enredarnos en este juego de identificacin con

    nuestros compuestos. Por el contrario, trabajar sobre nues-

    tras debilidades los hbitos que fomentan nuestra igno-

    rancia y robustecer las fortalezas que nos dan la fuerza

    interior necesaria para conocernos a nosotros mismos, es lo

    que finalmente nos lleva hacia la superacin de esos com-

    puestos.

  • 46

    Cuando comenzamos a trabajar en nuestro desenvolvimien-

    to descubrimos el bien de las fortalezas y, por contraposi-

    cin, el mal de las debilidades. Sin embargo, somos cons-

    cientes slo de algunas no siempre las fundamentales

    de nuestras debilidades, y las fortalezas que creemos tener

    pueden ser simplemente la otra cara de nuestras debilidades.

    Por ejemplo, el afn por trabajar puede esconder la ambi-

    cin, el desapego puede cubrir la indiferencia, la meticu-

    losidad puede disimular la intransigencia, el tesn puede es-

    conder un excesivo amor propio. Es por ello que se nos ha-

    ce tan necesario ser fieles a un mtodo de trabajo interior

    apropiado; de lo contrario, es muy difcil que nuestro pano-

    rama interior se aclare y podamos vernos objetivamente.

    Cuanto ms nos conocemos, ms nos miramos con sentido

    autocrtico. Es posible que lleguemos a sentirnos agobiados

    ante el cmulo de debilidades que se nos hacen evidentes y

    las pocas fortalezas de las que podemos valernos para reali-

    zar nuestro objetivo. Para no caer en el desaliento, conviene

    que centremos nuestra labor en una o dos de nuestras debi-

    lidades ms contraproducentes y que avancemos paso a pa-

    so, estimulados por nuestros pequeos triunfos sobre ellas.

    No hace falta, entonces, que trabajemos sobre todas nues-

    tras debilidades a la vez. Una debilidad seria genera muchas

    otras que se expresan en diferentes situaciones de nuestra

  • 47

    vida. Por eso, trabajar para superar una debilidad nos ayuda

    a erradicar la raz de otras debilidades nuestras que apare-

    cen en forma aislada. El egosmo, por ejemplo, puede gene-

    rar indiferencia, insensibilidad, impaciencia. Cuando traba-

    jamos para superar el egosmo tambin vamos superando

    nuestra indiferencia y otras debilidades relacionadas con el

    egosmo.

    En relacin con nuestras debilidades tenemos que evitar las

    posturas extremas. Si viviramos afligidos por nuestras de-

    bilidades mostraramos una preocupacin desmedida por

    nosotros mismos y la vanidad de no aceptar nuestra debili-

    dad. Por otro lado, tampoco es bueno que neguemos nues-

    tras debilidades y desoigamos los comentarios de los dems

    cuando son afectados por ellas.

    El trabajo sobre nuestras debilidades es un medio para pro-

    piciar nuestro desenvolvimiento y sentido de participacin.

    Al reconocer nuestras debilidades podemos aprender a usar-

    las como medios para participar con todos los seres huma-

    nos; no solo trabajamos para superarlas sino que tambin

    las aceptamos como propias de la condicin humana; esto

    nos ayuda a aceptar a cada persona tal como es. Adems, la

    experiencia que adquirimos en el trabajo con nuestras debi-

    lidades y carencias nos capacita para ayudar y acompaar a

    otros en sus esfuerzos para comprenderse y superarse.

  • 48

    Por otra parte, aunque lleguemos a controlar nuestras debi-

    lidades, no tenemos que imaginar que las hemos superado

    totalmente; al contrario, es bueno que nos mantengamos

    prevenidos respecto de nuestras tendencias, para no repetir

    hbitos que queremos cambiar.

    As como las bases de la relacin con nuestras debilidades

    son la sinceridad, la paciencia y la perseverancia, las bases

    de nuestra relacin con nuestras fortalezas son la humildad

    y la responsabilidad.

    La humildad nos muestra que el afn de mostrar nuestras

    fortalezas es tener la debilidad de sentirnos superiores a

    otros. Sera contraproducente para nuestro bien usar nues-

    tras buenas cualidades para fortalecer nuestro amor propio.

    Todas las personas tienen buenas cualidades; si descubri-

    mos algunas en nosotros no hemos de tomarlas como si fue-

    ran fortalezas excepcionales, sino como medios para reali-

    zar nuestra vocacin.

    Cuando logramos armona en nuestra conducta nada se des-

    taca en ella en forma independiente. No nos vanagloriamos

    de nuestras fortalezas, ya que la vanagloria desvirtuara

    nuestras buenas cualidades. Las verdaderas fortalezas nos

    unen a los dems; no nos segregan entre mejores y peores.

  • 49

    La relacin con nuestras fortalezas se basa en la responsabi-

    lidad, pues las buenas cualidades son dones de cuyo uso

    somos responsables.

    Las fortalezas son nuestro punto de apoyo para ampliar

    nuestra conciencia y asistir quienes necesitan de nosotros.

    Si no las cultivramos las perderamos como herramientas y

    desperdiciaramos las posibilidades que podemos realizar a

    travs de ellas. Una fortaleza tan hermosa como la pacien-

    cia, por ejemplo, se puede transformar en indiferencia si la

    usamos para no ser herido por los dems o por las circuns-

    tancias. En cambio, bien cultivada, la paciencia es la mane-

    ra en que respondemos en forma positiva a estmulos dolo-

    rosos. En vez de reaccionar agrediendo o encerrndonos en

    nosotros mismos, la fortaleza de la paciencia da lugar a que

    aprendamos a aceptar, a amar y a transformar circunstancias

    difciles en medios para irradiar paz y ayudar a otros en

    forma efectiva.

    Nuestro trabajo interior sobre las debilidades y las fortale-

    zas nos ayuda a superar la dicotoma fortaleza-debilidad y

    nos revela que ambas son aspectos de nuestra realidad. La

    aceptacin de nuestras debilidades como inherentes a la

    condicin humana las transforma en medios de participa-

    cin, comprensin y tolerancia. La conciencia de las forta-

  • 50

    lezas como herramientas de trabajo nos protege de la cegue-

    ra interior producida por la soberbia y la vanidad.

    La sinceridad en el reconocimiento de nuestras limitaciones

    es un motor que nos impulsa en nuestro desenvolvimiento

    espiritual. La aceptacin de nuestras buenas cualidades re-

    vela el potencial que existe en todos los seres humanos y

    nos mueve a ayudar a todos a realizar sus mejores posibili-

    dades.

  • 51

    La relacin con nuestros problemas

    y dificultades

    Nuestra vida sigue una senda con pendientes y asperezas y,

    en muchos tramos, nos exige un esfuerzo especial para re-

    correrla. Para que esta senda no se haga intransitable necesi-

    tamos discernir con claridad las dificultades que necesita-

    mos superar de los problemas que tendemos a originar.

    Las dificultades son propias de la vida y marcan los mo-

    mentos que nos exigen mayor atencin y esfuerzo. Nadie

    est libre de dificultades; tenemos que luchar para subsistir,

    estamos expuestos a accidentes, enfermedades, catstrofes

    naturales, a las limitaciones de la vida en sociedad, a la de-

    clinacin y a la muerte. Precisamente, las dificultades sea-

    lan los obstculos que necesitamos superar para continuar

    desenvolvindonos.

    Los problemas, en cambio, son creados por nosotros mis-

    mos al no saber enfrentar las dificultades.

    Podemos saber fcilmente cundo enfrentamos una dificul-

    tad y cundo un problema, observando nuestra actitud.

    Cuando somos consecuentes con nuestro anhelo de desen-

  • 52

    volvernos, frente a una dificultad aceptamos ese desafo y

    respondemos a l. Comprendemos que lo que sufrimos es

    parte de la vida y buscamos en nosotros mismos los recur-

    sos que nos ayuden a superar la dificultad. Comprendemos

    tambin que necesitamos ayuda y consejo y los buscamos

    con una actitud abierta, dispuestos a trabajar.

    Si enfrentamos un problema, en cambio, solemos buscar so-

    luciones fuera de nosotros. Esto nos mueve a culpar a otros

    y, sobre todo, a desor los consejos que nos estimulan a des-

    cubrir opciones, desarrollar nuestro discernimiento y gene-

    rar soluciones para situaciones que nosotros mismos hemos

    producido.

    Cuando tenemos un problema queremos dejar de sufrirlo.

    Deseamos especialmente que algo o alguien cambie para

    eliminar la causa de nuestro sufrimiento. Esta actitud fre-

    cuentemente nos lleva a estrellarnos contra nuestra impo-

    tencia, ya que muy pocas veces podemos cambiar las cir-

    cunstancias o a las personas imponiendo nuestros deseos.

    Como con angustia y reaccin no conseguimos superar

    nuestro problema, hacemos un problema mayor del conjun-

    to de problemas que generamos con nuestra actitud.

    Una causa frecuente de problemas es pretender alcanzar ob-

    jetivos sin tener que recorrer el sendero que nos lleva a

  • 53

    ellos. Nos es fcil esforzarnos mientras sentimos entusias-

    mo; pero cuando decaemos emocionalmente es comn que

    nos desalentemos por pensar que la vida es dura con noso-

    tros, que nos debe, que merecemos alguna excepcin que

    nos haga ms fcil obtener lo que queremos lograr. Con esta

    actitud transformamos dificultades naturales en problemas

    insolubles, ya que nada ni nadie puede forzar a la vida a

    otorgarnos lo que deseamos; esto es, no tener que esforzar-

    nos.

    Otra dificultad que generalmente transformamos en pro-

    blema es la que presenta el paso del tiempo. Los cambios

    propios del envejecimiento son naturales y evidentes para

    cualquiera que est dispuesto a verlos. Pero cuando no que-

    remos aceptarlos y manejarlos, la solucin que pretendemos

    es no envejecer ni sufrir los inconvenientes propios de la

    edad. Como no podemos lograr ese objetivo, cuando el en-

    vejecimiento nos trae dificultades las transformamos en

    fuente de miedo y resentimiento, y buscamos maneras de no

    enfrentar nuestra situacin.

    Es obvio que estos problemas no tienen solucin, que la

    manera de superar nuestras dificultades es enfrentarlas,

    aceptarlas y trabajar sobre ellas. No aceptar las asperezas

    del camino es no aceptar el camino; no aceptar las dificulta-

    des es lo mismo que no aceptar la vida.

  • 54

    Hay problemas que no se relacionan con las dificultades

    propias de la vida, sino que son generados por las caracte-

    rsticas de nuestro estado de conciencia actual. Tristemente,

    son los problemas que hoy ms nos agobian: violencia,

    crueldad, destruccin, hambre, indiferencia. No hay solu-

    cin mgica para estos problemas; el camino seguro para

    superarlos es el de desenvolver nuestro estado de concien-

    cia, tanto trabajando cada uno de nosotros sobre s mismo,

    como colaborando en la educacin y asistencia de los de-

    ms seres. De todos ellos.

    Cualquiera sea la razn de los problemas, para que nuestra

    relacin con ellos sea positiva, ha de ser franca y enrgica.

    El camino seguro que nos puede llevar a comprender nues-

    tros problemas y el rol de nuestra actitud en el origen de los

    mismos es el conocimiento de nosotros mismos. No nos

    ayuda mucho saber si tenemos razn al quejarnos. Nuestro

    problema no terminar castigando a un culpable ni esperan-

    do que cambie lo que no est en nuestras manos cambiar.

    Trabajando sobre nuestra actitud podemos solucionar nues-

    tros problemas, ya que se es el campo donde tenemos po-

    der para cambiar, mejorar, comprender y realizar.

    Si comprendemos que el origen de nuestros problemas est

    en nuestra actitud, stos se simplifican y quedan a la vista

  • 55

    las dificultades propias de la vida, las que nos van mostran-

    do los pasos que tenemos que dar para desenvolvernos.

    Cuando comprendemos nuestra actitud, indefectiblemente

    buscamos y encontramos el consejo oportuno, la ayuda ne-

    cesaria, la fuerza interior que nos lleva a superar nuestras

    dificultades.

    La relacin franca con las dificultades nos hace humildes,

    simples y valientes.

    Humildes, porque comprendemos y aceptamos nuestros l-

    mites; sabemos reconocer el pequeo nmero de aconteci-

    mientos que podemos controlar y aceptamos el resto como

    desafo, para extraer la enseanza que encierran. Sabemos

    tambin que no podemos cambiar las reglas de la vida a

    nuestro antojo, que la nica vida que podemos vivir es la

    nuestra y que las dificultades que encontramos son nuestros

    puntos de apoyo para nuestra labor interior.

    La actitud humilde nos permite prever las dificultades, pues

    cuando dejamos de lado la arrogancia de imaginar que po-

    demos alterar las cosas a nuestro antojo vemos con mayor

    claridad el camino que tenemos delante.

    La relacin franca con las dificultades nos hace simples

    porque amamos la verdad ms que a la imagen que nos ha-

    cemos de nosotros mismos. Cuando anhelamos conocernos

  • 56

    no damos lugar a consideraciones rebuscadas ni a interpre-

    taciones superficiales creadas para justificarnos o no esfor-

    zarnos. Nos miramos tal como somos, con fortalezas y debi-

    lidades, con limitaciones y posibilidades.

    La relacin franca con las dificultades nos hace valientes

    porque nos lleva a no retacear esfuerzos para superarlas.

    Sabemos que en nosotros reside la fuerza para realizar ple-

    namente nuestra vida y aplicamos nuestra energa en traba-

    jar para el bien nuestro y el de todos los seres humanos.

    Al saber que uno de los secretos de nuestra fortaleza se en-

    cuentra en nuestra actitud frente a las dificultades, dejamos

    de soar con una vida fcil y nos concentramos en trabajar

    con firmeza para recorrer, de la mejor manera posible, nues-

    tro camino hasta el final. Esta actitud impulsa nuestro de-

    senvolvimiento y, tambin, el de la familia humana.

  • 57

    La relacin con nuestro cuerpo

    El cuerpo es un instrumento indispensable para nuestro de-

    senvolvimiento. Nos expresamos, experimentamos y apren-

    demos a travs de nuestro cuerpo. Por eso es tan necesario

    que la relacin con nuestro cuerpo sea constructiva y est

    basada sobre el autocontrol y la responsabilidad.

    Controlar nuestro cuerpo implica tener dominio sobre nues-

    tros impulsos y sobre la tendencia hacia la autocomplacen-

    cia.

    Cuando el impulso hacia la autocomplacencia prima sobre

    el amor, cunden en nosotros la soledad y el sinsabor, aun-

    que lo tengamos todo. Es importante, entonces, que com-

    prendamos sus sntomas y consecuencias.

    La pereza nos lleva a buscar excesiva comodidad y a perder

    dominio sobre nuestra conducta en general.

    La gula es un descontrol de nuestra necesidad de alimento.

    Los impulsos sexuales son propios del instinto de conserva-

    cin de la especie. Cuando estn conducidos por nuestra

    conciencia dan frutos de bien. Cuando estn dominados por

  • 58

    la autocomplacencia insensible, dan frutos de dolor. Cuando

    dirigimos con conciencia los impulsos instintivos que apa-

    recen en nosotros, podemos distinguir con mayor claridad

    nuestras posibilidades y discernir mejor nuestros pasos en la

    vida.

    La preocupacin exagerada por nuestro cuerpo y el temor al

    sufrimiento fsico hacen de un medio un fin en s mismo; en

    vez de ser el cuerpo nuestro instrumento, nos ponemos su-

    misamente a su servicio. Un cuerpo regalado nos tiene

    subordinados y pendientes de sus sensaciones. El temor a

    sufrir disminuye nuestra resistencia fsica y nuestra capaci-

    dad de tolerar la incomodidad y el dolor. En cambio, cuan-

    do tratamos al cuerpo como a un instrumento le damos el

    cuidado que necesita sin regalarlo ni debilitarlo, desarrolla-

    mos fortaleza interior y somos menos susceptibles al sufri-

    miento.

    Controlar el cuerpo implica poner lmites a las demandas

    que van ms all de lo necesario y sensato para mantenerlo

    con buena salud. Si lo complacemos en exceso, el cuerpo se

    hace un tirano. Si lo atendemos y entrenamos para trabajar

    y rendir, se nos revela como un medio eficiente para nuestro

    adelanto.

  • 59

    El control del cuerpo no es un fin en s mismo. De nada

    valdra que ejerciramos gran control sobre nuestro cuerpo

    si despus no supiramos orientar positivamente la energa

    que generamos con ese control. Qu hacer con la energa es

    tan importante para nosotros como aprender a reservarla.

    Somos responsables de nuestra energa, tanto al nivel per-

    sonal como social.

    La responsabilidad respecto de nuestra energa es personal

    porque el tiempo de vida til del cuerpo se puede acortar en

    forma significativa si no prestamos atencin a nuestros h-

    bitos. Somos responsables de que nuestro cuerpo nos rinda

    todo su potencial.

    Nuestra responsabilidad tiene una dimensin social porque

    lo que hacemos con nuestro cuerpo afecta a la sociedad. Si

    usamos el cuerpo con sensatez lo transformamos en un ele-

    mento social constructivo. Por el contrario, si satisfacemos

    ciegamente nuestros deseos y seguimos nuestros impulsos

    sin discernirlos ni tener en cuenta los efectos que pueden

    tener sobre nuestro cuerpo corremos riesgos innecesarios,

    ya sea exponindonos a accidentes o a contraer enfermeda-

    des crnicas o, an ms, mortales. Tarde o temprano nos

    transformamos en una carga para los dems y otros tienen

    que asumir las consecuencias de nuestra conducta.

  • 60

    El hecho de que nos dediquemos a efectuar obras de bien no

    nos dispensa de la responsabilidad sobre nuestro cuerpo.

    Ayudar a los dems es laudable, pero no excusa la falta de

    control personal, de conocimiento o de atencin para erra-

    dicar hbitos que nos predisponen a sufrir dolencias e inca-

    pacidades que podemos prevenir. Lo que ofrendamos lo

    volvemos a tomar con creces si, por imprudencia o falta de

    control personal, nuestro cuerpo se incapacita o se enferma

    en forma prematura, obligando a que otras personas e insti-

    tuciones gasten su tiempo y recursos en atendernos durante

    el tiempo que tengamos hasta morir.

    Para cuidar el cuerpo no necesitamos dedicarle tiempo ni

    recursos extraordinarios. Al contrario, la autodisciplina sen-

    sata y el conocimiento hacen que nuestra razn prepondere

    sobre nuestros impulsos y que, con menos dedicacin al

    cuerpo, lo mantengamos dcil, sano y til. La autodisciplina

    sensata en el cuidado del cuerpo nos permite no caer ni en

    el extremo de descuidarlo ni en el de transformarlo en el

    principal centro de nuestra atencin y preocupacin.

    El conocimiento respecto del cuidado del cuerpo nos permi-

    te responder a sus necesidades reales y evitar enfermedades

    y accidentes ocasionados por ignorancia. Cuando la enfer-

    medad llega y no la podemos evitar tenemos que aceptarla,

  • 61

    usarla con provecho espiritual y, al mismo tiempo, hacer lo

    posible para superarla.

    Algunas veces sufrimos intensamente por motivos comunes

    y corrientes: cumplir un ao ms de vida, tener un poco ms

    de canas o de arrugas, una pequea molestia fsica, una do-

    lencia pasajera. Querindonos ayudar, personas de buena

    voluntad se preguntan: por qu tanto conflicto y dolor si

    tienen todo lo que necesitan? En estos casos es bueno ob-

    servar el grado de dependencia que tenemos con el cuerpo.

    Suele ocurrir que basemos nuestra autoestima en la percep-

    cin de nuestro cuerpo; que nos sintamos superiores o dis-

    minuidos segn creamos que somos bellos o feos; que nos

    creamos tiles o intiles segn cmo el cuerpo responda a

    nuestros deseos; que tambin clasifiquemos a los dems se-

    gn sus caractersticas exteriores. Todo esto nos trae sufri-

    miento y confusin.

    La identificacin con nuestro cuerpo no solamente nos con-

    diciona de tal manera que liga nuestro valor personal a

    nuestro estado fsico y nuestra apariencia; hasta puede lle-

    gar a supeditar nuestros valores espirituales a valores con-

    tingentes y secundarios.

    La identificacin con el cuerpo nos conduce a asociar el

    xito con la juventud y la buena salud. Mientras nuestro

  • 62

    cuerpo se desarrolla y aumenta sus fuerzas nos sentimos

    plenos de posibilidades y con anhelos de realizar una vida

    significativa. En cambio, cuando nuestro cuerpo enferma,

    decae o envejece, creemos que se acabaron nuestras posibi-

    lidades y podemos sumirnos en el desaliento. Para que esto

    no nos ocurra, o para superar nuestra pena, nos ayuda cam-

    biar el modo como enfocamos nuestra vida. Eso es, darnos

    cuenta de que no tiene mayor sentido apenarnos o angus-

    tiarnos por lo que nos va a ocurrir a lo largo del tiempo o

    por los cambios que el paso del tiempo ya produjo en noso-

    tros, porque sera reaccionar contra una ley de la vida que

    nadie puede evitar. Lo sensato sera cambiar nuestra actitud

    de pena o reaccin por la de la aceptacin plena de la vida y

    tambin de nosotros mismos en cada etapa que estemos vi-

    viendo, sea como fuere nuestra situacin. Solo as podremos

    hallar la plenitud de encontrarnos con el presente, el nico

    instante que es realmente nuestro, y terminar con la ilusin

    de vivir atados a recuerdos de tiempos irrecuperables o a

    temores por lo que no est ocurriendo.

    La relacin sana con los cambios que experimenta el cuerpo

    a travs del tiempo es necesaria para lograr un desenvolvi-

    miento armnico. El cuerpo fsico nace, crece, madura, de-

    cae y muere. El buen manejo de la relacin con estos cam-

    bios es uno de los aspectos bsicos de nuestro trabajo inte-

  • 63

    rior para comprender el sentido de la vida y de la muerte,

    para ser feliz y para profundizar y espiritualizar los objeti-

    vos que nos mueven a actuar.

    Para que los cambios fsicos propios del envejecimiento

    sean fuente de aprendizaje, necesitamos conocer, aceptar y

    asimilar el proceso de nuestra vida. Adems de concretar

    objetivos materiales y sociales, tenemos que meditar sobre

    el significado de nuestras experiencias, comprender la vida

    en su conjunto y darle sentido a lo largo de toda su trayecto-

    ria, tanto al principio como al final.

    Si aceptamos de antemano las reglas de la vida, si nos habi-

    tuamos a ejercer dominio sobre nuestros impulsos instinti-

    vos y a poner coto a nuestros apetitos, cuando nuestro cuer-

    po comienza a declinar estamos mejor preparados para ce-

    der paso a los ms jvenes para que asuman su lugar, y para

    concentrar nuestra energa en trabajo mental y espiritual, sin

    dejar por ello de esforzarnos en usar el cuerpo y mantenerlo

    tan gil como nos sea posible.

    Al relacionarnos con nuestro cuerpo como con un bien del

    cual somos responsables ante nosotros mismos, ante la so-

    ciedad y ante la humanidad, aprendemos a aceptar la muerte

    con serenidad. Como no sabemos cundo la muerte va a

    llamar a nuestra puerta, es sabio concentrar nuestra energa

  • 64

    en la realizacin de una vida plena de sentido, de amor y de

    creatividad, instante tras instante.

    El dominio del cuerpo y la responsabilidad y el sentido co-

    mn en su cuidado, nos ayudan a mantener claro el objetivo

    espiritual de nuestra vida, los valores que la sustentan y el

    sentido de participacin en un mundo al que debemos nues-

    tra contribucin.

  • 65

    La relacin con la responsabilidad

    Somos parte de un sistema universal de relaciones; nuestras

    acciones, pensamientos y sentimientos influyen sobre el

    medio circundante. Gandhi, una persona pobre y aparente-

    mente frgil, en momentos crticos influy sobre millones

    de personas simplemente a travs de ayunos. La accin im-

    prudente de un individuo puede originar y ya origin

    una catstrofe ecolgica que afecta a familias, industrias y

    reas inmensas de aguas y tierras preciosas. Estos ejemplos,

    si bien sobresalientes, nos dan idea de la influencia, positiva

    o negativa, de las acciones individuales sobre el mundo en-

    tero.

    No siempre son obvios para nosotros los efectos de nuestras

    acciones sobre el medio. En algunos casos por ignorancia,

    indiferencia o deliberadamente, no analizamos con suficien-

    te honestidad las consecuencias de nuestros actos. Sin em-

    bargo, ninguna accin es intrascendente; si un hecho fortui-

    to, como la cada de un rbol, puede cambiar el curso de un

    ro, no es difcil comprender que las acciones individuales,

    cargadas con la fuerza de la intencin y la voluntad, afectan

    al medio y a la sociedad.

  • 66

    Si bien desde el punto de vista espiritual somos responsa-

    bles de nuestra influencia sobre el mundo, comprendemos y

    aceptamos esa responsabilidad de acuerdo con el desenvol-

    vimiento que hemos alcanzado.

    Asumimos la responsabilidad gradualmente. En los prime-

    ros aos de nuestra vida ni siquiera podemos cuidarnos a

    nosotros mismos. A medida que crecemos vamos tomando

    responsabilidades y, cuando adultos, la sociedad espera que

    nos hagamos cargo de nosotros mismos y de nuestra fami-

    lia. Sin embargo, no es la sociedad quien determina los l-

    mites de nuestra responsabilidad. Cada uno de nosotros

    puede defraudar tanto a las expectativas sociales mnimas

    como ir mucho ms all de lo que cualquiera pueda pedirle

    y ofrendar su vida por el bien de todos los seres humanos.

    Nuestra responsabilidad tiene tres aspectos: el individual, el

    social y el espiritual.

    La responsabilidad individual define qu hacemos con

    nuestra vida. Por mucho que se pueda hacer por una perso-

    na, no se puede ni vivir ni morir por ella. Cada uno recibe

    los frutos, dulces o amargos, de sus decisiones y aun de sus

    indecisiones. En definitiva cada uno de nosotros vive sus

    experiencias, realiza o no sus posibilidades y marca su des-

    tino.

  • 67

    Desde un punto de vista ms especfico, nuestra responsabi-

    lidad individual implica que, si contamos con salud, debe-

    mos producir por lo menos lo que consumimos, utilizar con

    discernimiento el tiempo y la energa, y responder por los

    bienes que recibimos.

    Como el sentido de responsabilidad individual es muy sub-

    jetivo, da lugar a interpretaciones que en muchos casos no

    responden a los requerimientos sociales. En este texto sea-

    lamos dos formas de interpretar la responsabilidad indivi-

    dual que crean problemas en nuestro desenvolvimiento y en

    el de la sociedad: la responsabilidad intermitente o espor-

    dica y el abuso del patrimonio social.

    La responsabilidad intermitente o espordica nos lleva a re-

    ducir la responsabilidad a cumplir un pequeo nmero de

    obligaciones exteriores y a creer que somos libres para pro-

    ceder a nuestro antojo respecto de todo lo dems, aun en

    forma obviamente irresponsable. Por ejemplo, ser responsa-

    ble en el trabajo y desaprensivo en la vida privada; cumplir

    compromisos econmicos y no los que asumimos con per-

    sonas; cuidar a los hijos cuando se est casado y abandonar-

    los en caso de divorcio; sobrecargar a los hijos con cuidados

    extremos y descuidar o desamparar a padres ancianos, o la

    inversa.

  • 68

    La responsabilidad espordica tambin se muestra en aspec-

    tos que, a pesar de parecer secundarios, no dejan de tener

    gran influencia en la vida de las personas. Por ejemplo, el

    trato que tenemos con los dems influye sobre el ambiente

    en el que vivimos todos los das. Podemos ser corteses con

    algunos y descontrolados con otros; mesurados en el trato

    personal pero imprudentes y agresivos detrs de un volante;

    cuidadosos con nuestras pertenencias y descuidados con lo

    que consideramos ajeno. Es obvio que esta manera de en-

    tender la responsabilidad individual crea innumerables con-

    flictos y hace difcil nuestra relacin con los dems.

    El abuso del patrimonio social es especialmente injustifica-

    ble en personas debidamente instruidas, capacitadas para

    cumplir un rol significativo en la vida, pero que no asumen

    la responsabilidad que es dable esperar de quienes han reci-

    bido tanto. Quiz somos hbiles para sealar todo lo que

    habra que hacer para lograr un mundo mejor, pero en la

    prctica a veces nos conducimos en forma egosta o desati-

    nada y otros tienen que hacerse cargo de nuestras necesida-

    des y solucionar los problemas creados por nuestra falta de

    discernimiento.

    Por el solo hecho de vivir en sociedad, cada uno de nosotros

    disfruta del tesoro creado por el esfuerzo de innumerables

    personas que con sus aportes enriquecieron a la humanidad

  • 69

    a lo largo de la historia. La tradicin espiritual, el conoci-

    miento y las tcnicas, los adelantos materiales, son bienes

    que recibimos sin tener que efectuar ms esfuerzo que el de

    tomarlos. Esto implica que tenemos una responsabilidad in-

    dividual ineludible.

    Cada uno de nosotros tiene derecho a disfrutar del patrimo-

    nio de la sociedad; pero ese derecho viene aparejado con la

    obligacin de cuidarlo, enriquecerlo y aumentarlo.

    El segundo aspecto de la responsabilidad es el social; cuan-

    do lo asumimos, nuestra responsabilidad nos impulsa a

    comprometernos en el mejoramiento de nuestra sociedad.

    Nos esforzamos por producir ms de lo que necesitamos pa-

    ra satisfacer nuestras necesidades y aportar el excedente pa-

    ra sostener a quienes no estn en condiciones de autoabas-

    tecerse: nios, enfermos, ancianos, desvalidos. Por poco do-

    tados que seamos, nuestra capacidad de trabajo aumenta en

    la medida en que expandimos nuestro sentido de ser-en-

    sociedad, ya que el amor y el inters multiplican la efectivi-

    dad.

    Para que la sociedad funcione armnicamente es necesario

    que compartamos nuestros bienes y nuestro talento. La so-

    ciedad necesita de los dones de todos sus integrantes. La

    capacidad de crear, de descubrir posibilidades donde otros

  • 70

    no las ven, de multiplicar el rendimiento de los recursos, ha

    de beneficiar a todos. Nadie duda que descubrir cmo curar

    una enfermedad es un bien que hay que compartir. As co-

    mo el cientfico que descubre una vacuna la pone al servicio

    de todos, cada uno debera ofrendar los frutos de sus dotes

    personales, cualesquiera sean.

    Puede ocurrir que por excesivo celo desvirtuemos nuestro

    sentido de responsabilidad social. Algunos padres, maes-

    tros, predicadores, personas generosas y esforzadas, se sien-

    ten responsables de quienes, segn sus opiniones o creen-

    cias, estn equivocados o espiritualmente perdidos. Cuando

    sentimos as, a veces damos hermosos ejemplos de sacrifi-

    cio dedicndonos con gran empeo a promover cambios so-

    ciales, o a predicar y convertir. Sin embargo, creer que te-

    nemos el deber de obligar a que alguien viva de una manera

    determinada o crea en ciertas ideas es una forma arrogante y

    dogmtica de entender la responsabilidad social, ya que no

    reconoce la libertad de cada individuo. No es bueno con-

    fundir responsabilidad social con avasallamiento del libre

    albedro de las personas.

    El tercer aspecto de la responsabilidad es el espiritual; dicho

    de otro modo, es nuestra responsabilidad por el destino hu-

    mano.

  • 71

    Cuando anhelamos desenvolvernos vamos al encuentro de

    la responsabilidad. No nos detenemos en el mero cumpli-

    miento de nuestros deberes explcitos, sino que abarcamos

    nuevas y crecientes responsabilidades con nosotros mismos,

    con la sociedad, con el destino humano. Muchas personas

    asumen responsabilidades por ambicin y vanidad cunto

    ms podemos hacer por amor!

    El anhelo de alcanzar un amor real expande nuestra com-

    prensin y ampla nuestra responsabilidad, impulsndonos a

    dar cada vez ms de nosotros mismos, a ser mejores, a cu-

    rar, a consolar, a participar. Nuestro sentido de participa-

    cin se ampla constantemente, como un horizonte que se

    desplaza tanto como avanzamos hacia l.

    Comenzamos a cumplir nuestra responsabilidad espiritual

    cuidando la calidad de nuestra vida interior, que es la base

    de todo el sistema de relaciones. No slo nos sentimos res-

    ponsables de nuestras acciones, sino tambin de la actitud

    que nutre nuestros sentimientos y pensamientos.

    La responsabilidad espiritual se desarrolla junto con el de-

    senvolvimiento de nuestra conciencia; no es una condicin

    esttica, es un camino a recorrer. Partimos de un estado de

    conciencia en el que nos centramos en nosotros mismos,

    con un sentido de responsabilidad individual limitado a

  • 72

    nuestros intereses personales. Poco a poco, a travs de nues-

    tra experiencia y el esfuerzo por relacionarnos y comuni-

    carnos, comenzamos a salir de nuestro encierro egosta y

    vamos incluyendo en nuestro quehacer a la sociedad. Esta

    expansin nos permite ver la pequeez de nuestra proble-

    mtica habitual dentro del mbito del sufrimiento colectivo.

    Tambin vemos que nuestras buenas obras muchas veces

    son sobrepasadas por nuestro egosmo. Por un lado traba-

    jamos para los dems y, por el otro, nuestra separatividad

    sigue produciendo dolor y miseria.

    Comprender que no podemos solucionar afuera, en la so-

    ciedad, lo que no hemos superado en nosotros mismos,

    marca un hito en nuestro desenvolvimiento. Comprendemos

    que no es suficiente esforzarnos por crear un mundo mejor

    si no superamos en nosotros el egosmo que causa miseria;

    que no es suficiente desear que se acaben las guerras y la

    violencia mientras no terminemos con la violencia que hay

    en nosotros; que no habr unin entre los seres humanos

    mientras haya separatividad en nuestros corazones.

    En nuestro camino de desenvolvimiento el principio y el fin

    se unen. Partimos de un estado de conciencia centrado en

    nosotros mismos, mirndonos solamente a nosotros. Al fi-

    nal retornamos a nuestro interior, pero ya no para obnubi-

    larnos con nuestra propia problemtica sino para descubrir

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    la fuerza, la visin, el coraje de realizar en nosotros lo que

    anhelamos ver plasmado en la sociedad; pasamos de una

    visin egocntrica y una actitud narcisista a una visin in-

    cluyente y una actitud participante.

    La responsabilidad espiritual expande la conciencia y a tra-

    vs de ella se integra nuestra participacin en el mundo.

    Realizamos primero en nuestra vida lo que queremos con-

    quistar para el mundo. Nuestro trabajo exterior refleja nues