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26 INTRODUCCIÓN

lB73, reeditado en Nueva York, 1965; E Ferrara, Esame storico-critico di economisti e do-ttrine economiche, 4 vols., Turín, lBB9; D. E Gordon, «The Role oE the History of EconomicThought in the Understanding of Modern Economic Theory», en American Economic Re-view, Papers and Proceedings, 1965; E H. Knight, On the History and Method of Economics,Chicago, 1956; M. Pantaleoni, Scritti varii di economia, Milán, 1904; 1. B. Say, Cours com-plet d'économie politique pratique, París, 1B40; 1. J. Stigler; «The Influence of Events and Po-Iitics on Economic Theory», en American Economic Review, Papers and Proceedings, 1960.

Sobre las aplicaciones de las teorías de Kuhn y Lakatos: R. Backhouse, A History ofModern Economic Analysis, Oxford, 19B5; M. Blaug, «Kuhn versus Lakatos or Paradigmsversus Research Programmes in the History of Economics», en Latsis (1976); Íd., «Ripen-samenti sulla rivoluzione keynesiana», en Rassegna economica, 19B7; M. Bronfenbrenner,«The "Structure of Revolutions" in Economic Thought», en History of Political Economy,1971; A. W. Coats, «1s there a Structure of Scientific Revolutions in Economics?», enKyklos, 1969; R. Fisher, Ihe Logic of Economic Discovery, Brighton, 19B6; E Grossi, Studiosulle rivoluzioni scientifiche nella storia del pensiero economico, Milán, 19',6; T. W. Hutchi-son, «On the History and Philosophy of Science and Economics», en Latsis (1976); 1. Ku-nin, S.-E Weaver; «On the Structure of Scientific Revolutions in Economics», en History ofPolitical Economy, 1971; S. 1. Latsis (ed.), Method and Appraisal in Economics, Cambridge,1976; E. R. Weintraub, General Equilibrium Analysis, Cambridge, 19B5.

Sobre los planteamientos «relativistas»: M. Bronfenbrenner, «Trends, Cycles, andFads in Economic Writing», en American Economic Review, 1966; D. Cavalieri, «Su alcuniproblemi d'indirizzo nella storiografia del pensiero economico», en Quaderni di storiadell'economia politica, 19B3; A. K. Dasgupta, Epochs of Economic Iheory, Oxford, 19B5;J. Hicks, «"Revolutions" in Economics», en Latsis (1976); S. Karsten, «Dialectics and theEvolution oEEconomic Thought», en History ofPolitical Economy, 1973; J. E. King, Econo-mic Exiles, Londres, 1988; S. Lombardini, /1 metodo della scienza economica: passato e futu-ro, Turín, 1983; W. C. Mitchell, Types of Economic Iheory, Nueva York, 1967-1969; G. Myr-dal, «Crises and Cycles in the Development of Economics», en The Political Quarterly, 1973;1. Nabers, «The Positive and Genetic Approaches», en S. R. Krupp (ed.), The Structure ofEconomic Science, Englewood Cliffs, 1966; E Neumark, «Zyklen in der Geschichte bkono-mischen Ideen», en Kyklos, 1975; 1. Rogin, Ihe Meaning and Validity of Economic Iheory,Nueva York, 1956; A. Quadrio Curzio y R. Scazzieri, Sui momenti costitutivi dell'economiapolitica, Bolonia, 1983; E. RolI, A History of Economic Ihought, Londres, 1946 (l." ed.,1937) (trad. cast.: Historia de las doctrinas económicas, México, 1942); J. A. Schumpeter,History of Economic Analysis, Nueva York, 1954 (trad. cast.: Historia del análisis económico,Barcelona, 1971); G. 1. S. Shackle, The Years of High Iheory, Cambridge, 1967; E. Screpan-ti, .Cicli, rivoluzioni e situazioni classiche nello sviluppo delle idee economiche», en Eco-nomia politica, 1988; W. Stark, Ihe History of Economics in its Relation to Social Develo-pment, Londres, 1944; Íd., «"Classical Situation" in Political Economy», en Kyklos, 1959.

CAPÍTULO 1

NACIMIENTO DEtA ECONOMÍA POLÍTICA

l. l . El final de la Edad Media y el nacimiento del mundo moderno

1.1.1. EL FINALDELAEDADMEDIAy LAESCOLÁSTICA

La economía feudal surgió de las cenizas de la economía esclavista del Im-perio romano. La relación entre dueño y esclavo, una relación que sólo puedematerializarse si el esclavo es capaz de producir más de lo que consume, se trans-formó en relación entre dueño y siervo. Este último estaba ligado a la tierra quecultivaba, y obtenía la protección del señor a cambio de determinados «servicios»económicos y políticos. No obstante, el control último de la actividad económicaestaba en manos del rey, que podía transferir, al menos en principio, los feudosde un señor a otro. Puesto que la tierra y el trabajo no eran objeto de eompraven-ta, sino sólo de transferencia, no se necesitaban mercados de tierra ni de trabajo.Autoridad, fe y tradición bastaban para garantizar el buen funcionamiento delsistema.

En la Edad Media, la actividad económica se organizaba en tomo a la vidadel feudo, una unidad agrícola dotada de un amplio grado de autosuficiencia,controlada por un señor y cultivada por campesinos y siervos, a la que se atribuíaun doble objetivo: asegurar la continuidad en el tiempo de la hacienda y producirun excedente para cederlo al señor.

La relativa seguridad económica que permitía la institución feudal contribu-yó a la mejora de las condiciones de vida de la población, aunque sólo sea porquela condición social de siervo es superior a la de esclavo. Al mismo tiempo, la for-mación de ciudades en las áreas densamente pobladas y la difusión a gran escalade talleres artesanales sentaron las premisas para el inicio de una intensa activi-dad comercial. Surgió la figura del comerciante independiente, primero en los in-tersticios y en las fronteras de la economía tradicional, pero luego en una esferaeconómica nueva: la ciudad libre y sus mercados, embrión de las modernas ciu-dades europeas.

Fue en los siglos XIIy XIIIcuando se inició el crecimiento de la economía delas ciudades y del tráfico comercial y financiero de las burguesías urbanas. Y pre-cisamente en este período se realizaron las primeras tentativas de teorizacióneconómica de cierta envergadura. Antes de ese momento encontramos algunasideas importantes en Aristóteles: sus tesis sobre la «crematística natural», es de-cir, el arte de enriquecerse produciendo bienes y servicios útiles para la existen-cia, y la «crematística no natural», relativa al enriquecimiento que proviene del

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intercambio y de la usura; su distinción entre valor de uso y valor de cambio delas mercancías, consistente e! primero en la capacidad de una mercancía de satis-facer una necesidad específica, y el segundo en la relación cuantitativa con la queuna mercancía se intercambia por otra; su intento de definir el «precio justo» delas mercancías como el que se basa en la equivalencia de las prestaciones inter-cambiadas.

La filosofía escolástica del siglo XIII, cuyo principal exponente fue Tomásde Aquino (1221-1274), se vinculaba explícitamente a la filosofía aristotélica,esforzándose por asimilada al cristianismo. Partía del presupuesto de que lainteligencia humana es capaz de alcanzar la verdad mediante el método espe-culativo, y asumía que existen tres órdenes distintos de verdad a los que diri-gir la especulación: la ley divina, tal como se manifiesta en la revelación; elderecho natural (jus naturalis), tal como se expresa en los «universales» queDios ha puesto en las criaturas; el derecho positivo, producto de las decisionesy de las convicciones humanas, y válido para todos los hombres (jus gentium)o bien para los súbditos de cada Estado (jus civilis). La gran parte de las pro-posiciones económicas de la escolástica corresponden al jus gentium, y sóloalguna al jus naturalis.

La temática del «precio justo», que provenía de Aristóteles, se resolvía en lacommunis aestimatio del precio normal en ause.ncia de monopolio. Junto a estatesis, se formulaba la del «salario justo», definido -siempre según la communisaestimatio- como el que debería garantizar al trabajador un nivel de vida ade-cuado a su condición social. En relación con esto, encontramos también esbozosde una teoría del precio justo, que, en virtud del «intercambio de equivalentes»,se resuelve en el coste de producción y, por tanto, principalmente en el coste deltrabajo. El coste de producción incluye un beneficio, pero debe ser un beneficiomoderado, «equitativo», lo necesario para mantener a la familia de! comerciantey hacer alguna obra de caridad. Esto, teniendo en cuenta que el comercio se con-sideraba legítimo sólo si era útil a la comunidad --es decir, únicamente si produ-cía servicios-, induce a ver en e! concepto de beneficio de los escolásticos pocomás que un salario de dirección que incluía los gastos de representación.

El precio justo de una mercancía es una propiedad intrínseca de ésta, encuanto que expresa su valor intrínseco (bonitas intrínseca). Pero no queda deltodo claro qué determina este valor, y la opinión predominante oscila entre la te-sis de los esfuerzos sostenidos en la producción y la de la capacidad de la mer-cancía de satisfacer una necesidad humana. No obstante, en ambos casos se tratade una propiedad objetiva de la mercancía. Tampoco está claro si las proposicio-nes concernientes al valor de las mercanéías pertenecen al derecho natural, comoharía suponer 1" tesis de la bonitas intrínseca, o más bien deben reconducirse aljus gentium, como parecería sugerir la tesis de la communis aestimatio. En reali-dad, los escolásticos no estaban tan interesados en entender qué es el valor, niqué lo determina. Para ellos, e! precio justo debe ser tal para garantizar la justiciaconmutativa .--es decir, el intercambio general-, de modo que nadie pueda obte-ner mediante el intercambio de mercancías más de lo que da. No obstante, si, yen la medida en que, dicho precio es justo porque corresponde al derecho natu-ral, este es también verdadero, aunque no pueda observarse; y, en cierto sentido,incluso más verdadero que los precios a los que se intercambian efectivamente

las mercancías en el mercado, los cuales pueden apartarse ligeramente, en más oen menos, de los «justos». Es probable que haya que buscar aquí el lejano origende la teoría clásica de los precios naturales y de los precios de mercado.

A diferencia de las mercancías reales, que poseen un valor intrínseco, la mo-neda tiene un valor convencional (impositus), un valor que ha sido impuesto porel príncipe, y no hay duda de que la doctrina del valor de la moneda correspondeal derecho positivo, antes que al natural. Predomina entre los escolásticos, espe-cialmente en Tomás de Aquino, una teoría convencionalista de la moneda: la mo-neda es un patrón, y se ha inventado por los hombres para medir el valor de lasmercancías y facilitar los intercambios. Además, es un bien fungible, que se con-sume con el uso. De aquí deriva la principal justificación de la condena de la usu-ra. En efecto, Tomás de Aquino renueva la condena aristótelica de la usura, perola integra con la tesis según la cual el dinero, al no ser un bien duro.dero que pro-duce servicios, como los bienes capitales, no puede alquilarse, de manera que supréstamo no puede dar derecho a la percepción de un interés. Y contra quienafirma que el interés es proporcional al tiempo --es decir, a la duración del prés-tamo- argumenta que el tiempo es un bien común, otorgado por Dios a todoslos hombres, y que nadie tiene el derecho de apropiárselo privadamente o deapropiarse de sus frutos.

Finalmente, también es importante en Tomás de Aquino su intento de justi-ficar la propiedad privada; intento que parece el primer eslabón de una larga ca-dena que, como veremos, vincula el pensamiento escolástico al iusnaturalismodel siglo XVII y, más tarde, a Locke, Quesnay, Smith y al socialismo del XVIII.Dios ha creado la tierra para todos los hombres; por tanto, nadie puede arrogar-se un derecho que prive a los demás de! uso de los bienes de la creación. Sin em-bargo, la propiedad privada puede justificarse como estímulo al trabajo y, porotra parte, no está reñida con e! derecho natural a pesar de que no se fundamen-te en él. No obstante, hay que entenderla como una forma de concesión que lacomunidad hace al individuo, y hay que ejercerla como un servicio: no es un iusutendi, {ruendi et abutendi, sino únicamente una potestas procurandi et dispen-sandio

No resulta difícil comprender e! fuerte tono moralista de las teorías escolás-ticas y su función normativa. En una época en la que el resurgimiento del comer-cio amenazaba con disgregar un «orden» social ajustado a los designios divinos-mientras que aportaba riqueza y bienestar, si no a toda la comunidad, cierta-mente a algunas clases y categorías sociales nuevas-, constituía una exigenciafuertemente sentida la necesidad de mantener bajo e! control de la comunidad,en la medida de lo posible, los instrumentos económicos con los que se acumula-ban las nuevas riquezas: los beneficios comerciales, los precios, los préstamoscon usura y la propiedad mobiliaria.

Las ideas económicas de Tomás de Aquino, y de la escolástica en general,poseen escaso valor científico y prácticamente pertenecen a la prehistoria de laeconomía política. Pero no pueden ignorarse en ninguna historia de esta ciencia,puesto que, convertidas en doctrina de la Iglesia católica, han seguido influyendoen el pensamiento económico durante varios siglos, aun en autores que no lascompartían. Incluso economistas que elaboraron doctrinas opuestas a las tomis-tas hubieron de tenerlas en cuenta. Baste pensar que todavía en el siglo XVIII, en

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plena Ilustración, el abate Galiani no fue capaz de formular su propia teoría mo-derna del interés sin sentirse obligado a demostrar la coherencia de ésta con ladoctrina de la justicia «conmutativa» y con el precepto que prohíbe la usura.

1.1.2. ELCAPITALISMO«MERCANTIL»

Aproximadamente a partir de la segunda mitad del siglo xv se inició un len-to, pero inexorable, proceso de transformación económica, social, política y cul-tural que durará hasta después de mediados del XVIII,cuando ya se habrán dadotodas las condiciones previas al nacimiento del moderno capitalismo industrial.

Uno de los principales factores de este proceso de transformación fue laafluencia de oro de las Américas. Entre 1500 y 1650, los precios se triplicaron enEuropa. Las consecuencias sociales fueron enormes. Por una parte, se asistió aun gradual empobrecimiento de aquellas clases sociales -la aristocracia y el cle-ro- que vivían de las rentas fijadas por la costumbre, las cuales se adecuabancon mucha lentitud a la disminución del valor de la moneda. Por otra, se produjoun singular enriquecimiento de la burguesía mercantil, que vivía de profits uponalienation, es decir, de rentas derivadas de la diferencia entre los precios de ventay los precios de compra de las mercancías, un tipo de beneficio que aumenta demanera natural con la inflación. Este crecimiento de la riqueza monetaria en ma-nos de la burguesía, junto con el correspondiente proceso de expropiación gra-dual de las antiguas clases dominantes, constituyeron uno de los factores funda-mentales del proceso de acumulación originaria.

La expansión del comercio, y en particular del comercio de larga distancia,llevó después a la formación de centros comerciales e industriales, y -de modogradual- al surgimiento de la nueva figura del mercader-manufacturero, queprovocó cambios profundos en la actividad productiva. La necesidad de cantida-des crecientes de productos manufacturados y, sobre todo, la exigencia de unamayor estabilidad de la oferta llevaron a un control cada vez mayor de la activi-dad productiva por parte del propio comerciante. Ya a finales del siglo XVIelmodelo artesanal de producción, en el que el artesano tiene la propiedad de losinstrumentos de trabajo y del taller, y trabaja como un pequeño empresario in-dependiente, empezó a ser reemplazado, en el sector de la exportación, por elsistema de trabajo a domicilio (putting-out system). Al principio, era el comer-ciante quien suministraba las materias primas al artesano y quien le encargabasu transformación en productos terminados, mientras que el trabajo se conti-nuaba realizando en talleres independientes. En una fase posterior, la mismapropiedad de los instrumentos de producción, y a menudo del taller, pasó al co-merciante, que ahora estaba en condiciones de contratar trabajadores propios.El trabajador ya no vendía un producto terminado al comerciante, sino directa-mente su propia capacidad de trabajo. La industria textil fue uno de los prime-ros sectores en los que se consolidó el nuevo modo de producción.

Así pues, se asistía también a la lenta formación de una clase trabajadora detipo moderno: una clase social de sujetos privados del control del proceso de pro-ducción, una clase para la cual la venta de la fuerza de trabajo representaba laúnica fuente de sustento. En el campo, este proceso se vio favorecido por la difu-

sión del sistema de producción a domicilio, por el proceso de cercamiento de lastierras (especialmente en Inglaterra) y por el aumento de la población. Además,en las ciudades el aumento de los precios empobreció de manera drástica aque-llas categorías de trabajadores semi-artesanales que constituían las capas más ba-jas de las antiguas corporaciones, que obtenían, al menos en parte, ingresos detrabajo dependiente fijados por la costumbre. Dichos ingresos fueron fuertemen-te recortados por la inflación. A aquellas capas sociales se unieron los campesi-nos expulsados de los campos y los artesanos pobres cuyas mercancías no podíancompetir con las producidas bajo el control de los mercaderes-manufactureros,aunque sólo fuera porque no tenían una salida comercial segura.

Otro cambio importante que se verificó en estos tres siglos fue la consolida-ción de los modernos Estados nacionales. Se trata de un proceso largo que hundesus raíces en la lucha entre las ciudades libres, el Papado y el Imperio, y que seinició en Italia en la baja Edad Media. Las transformaciones iniciadas por la de-sintegración del Sacro Imperio Romano dieron vida a varios procesos de unifica-ción nacional que culminaron hacia finales del siglo xv, al menos en Inglaterra,Francia y España. En los tres siglos siguientes, las guerras europeas serán gue-rras entre Estados-naciones, en las que la razón de Estado prevalecerá sobrecualquier otra, aun cuando el elemento ideológico sea muy fuerte, como en lasguerras de religión.

1.1.3. LAREVOLUCIÓNCIENTíFICAY ELNACIMIENTODELAECONOMÍAPOlÍTICA

La afirmación del principio de la supremacía del poder espiritual sobre eltemporal, que constituyó una de las principales armas ideológicas de la lucha delas ciudades libres contra el poder central, demolió desde sus propios fundamen"tos la legitimidad del orden establecido en el Imperio, y dio comienzo a un proce-so revolucionario que cambiaría la faz de Europa. Era el espíritu del hombre quese emancipaba de la tradición. La revolución cultural fue lenta, pero inexorable.Con el Htímanismo y el Renacimiento, el hombre se colocaba en el centro deluniverso, mientras la filosofía se emancipaba de Aristóteles y del tomismo. Y entanto la política, con Maquiavelo, dejaba de ser una rama de la filosofía moralpara convertirse en ciencia, con la Reforma protestante era la propia fe -es de-cir, el fundamento espiritual del acto libre- la que se emancipaba de la autori-dad establecida. El Príncipe de Maquiavelo se publicó en 1516; los comienzos dela predicación de Lutero contra la venta de indulgencias se remontan a 1S17.

También en el Renacimiento se inició aquel gran proceso de emancipaciónintelectual conocido como «revolución científica». Durante los siglos XVIy XVIIseasistió a una segunda oleada de expansión delas universidades europeas. La pri-mera, auspiciada por la Iglesia, había tenido lugar en la baja Edad Media. Más tar-de, en los siglos XIVY xv, la universidad decayó, sobre todo a causa de la tendenciade los intelectuales más libres y creativos a sustraerse al control espiritual de laIglesia y a buscar protección en las cortes de los príncipes y en las «academias»laicas. En el renacimiento de las universidades de los siglos XVIy XVII,el Estadotendió a sustituir a la Iglesia en el control de la actividad intelectual. En este perío-do perdieron prestigio e importancia las tres antiguas Facultades de rango supe-

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rior -Teología, Derecho y Medicina-, en las que el control ideológico, alimenta-do por las guerras de religión, era aún fuerte. En cambio, adquirió preeminenciala Facultad que durante la Edad Media había sido relegada a un papel ancilar: lade Filosofía. Fue en estas nuevas universidades donde nació la filosofía moderna y,con ella, la ciencia. No es un hecho casual que los mayores filósofos de la épocafueran también grandes científicos, o por lo menos mostraran un gran interés porel desarrollo de la investigación científica. La revolución se inició en la primeramitad de! siglo XVI con Copérnico, y,pasando por Kepler, Galileo, Bacon, Leibniz yDescartes, llegaria a su conclusión en el XVIII con Newton.

Fue en este clima de revolución cultural en el que se sentaron la bases delpensamiento económico moderno. Así como las ciencias naturales se iban eman-cipando de la magia, la ciencia política y la economía aspiraban a emanciparsede la ética y de la filosofía política. El programa se había realizado hacía ya tiem-po, cuando fue enunciado por Antoyne de Montchrétien (ea. 1575-1621) en elpropio título de su obra principal, Iraité de I'Oeconomie Politique (1615), en laque se sostenía que la economía, «ciencia de la adquisición», es a la políticacomo la parte principal al todo, y que ésta se ocupa no sólo de la familia, sinotambién de la república. En realidad, el nacimiento de la ciencia económica hubode atravesar dos procesos de emancipación: el primero requirió la superación dela idea aristotélico-tomista según la cual aquélla se relacionaria únicamente conel comportamiento de los agentes económicos individuales, las familias; el segun-do supuso el abandono de la gnoseología y de la metafísica escolástica. Veámos-los por separado.

En el pensamiento clásico griego y, a través de la influencia de Aristóteles,en la filosofía medieval se consideraba que la economía era e! arte de la adminis-tración de la familia. Para Tomás de Aquino, oeconomia significaba simplemente«gobierno de la casa». Se trataba de una disciplina que afectaba a la esfera priva-da de la acción humana. Como tal, estaba subordinada a la ética y a la filosofíapolítica, es decir, a las disciplinas filosóficas que estudiaban la actividad públicade! hombre. La política tenía por objeto el comportamiento de los agentes socia-les colectivos, e! Estado y sus órganos in primis; la economía, en cambio, se ocu-paba de los agentes sociales individuales, las familias. Éstas constituían sólo eltrasfondo particularista de la sociedad política. Y el objeto de la «ciencia», o filo-sofía, política lo constituía e! estudio de la sociedad política. En relación con éste,las familias no representaban algo esencial.

Por otra parte, la filosofía política y la ética proporcionaban unos conoci-mientos, mientras que la economía tenía únicamente finalidades prácticas. ParaAristóteles, al igual que para sus seguidores en la baja Edad Media y para Tomásde Aquino en particular, la «ciencia» -es decir, el conocimiento especulativo-consistía en la aplicación de un procedimiento racional deductivo a un objeto deestudio sobre e! que se pudieran formular proposiciones y alcanzar conclusionesdotadas de los atributos de universalidad y necesidad. La universalidad de lasproposiciones políticas se derivaba de! hecho de que e! consenso popular al poderlegislativo de los gobernantes seria una manifestación de la voluntad de Dios,mientras que la universalidad de las proposiciones éticas se desprendía del hechode que los fines de la acción humana, a cuyo estudio se aplicaban dichas proposi-ciones, coincidirian con los fines para los que la idea divina habría modelado a

las criaturas. Estas posibilidades quedaban excluidas de la actividad económicade la familia. Todas las acciones de las células sociales individuales se adscribi-rían, o bien a la ética, o bien a la política; y las que no pudieran adscribirse ni auna ni a otra no serían dignas de estudio «científico». En otras palabras, la eco-nomía no era una «ciencia», porque no era ni política ni ética.

Dice bien Schumpeter cuando observa que Tomás de Aquino estaba poco in-teresado en las cuestiones económicas por sí mismas y que «sólo cuando los fe-nómenos económicos plantean cuestiones de teología moral se decide a ocuparsede ellos» (p. 90). Y tiene razón cuando sostiene que, en la escolástica, la econo-mía en su conjunto nunca se ha tratado como una materia en sí. Tomás de Aqui-no consideraba «deshonesta» la actividad comercial de los individuos. ¿Qué pro-posiciones universales podían formularse sobre ella? ¿Cómo podía ocuparse deella la «ciencia»?

Pues bien, al pretender ser economía política, o pública, o nacional, la nuevadisciplina se definió como ciencia precisamente porque localizó su propio objetode investigación en e! ámbito de las actividades públicas. Con ello consolidabatambién, entre otras cosas, la propia autonomía de la nueva ciencia política, quese estaba desarrollando paralelamente a ella. Se trataba de dos disciplinas inde-pendientes, que estudiaban aspectos distintos de la acción social: una se ocupabade la acumulación y de la gestión de la riqueza; la otra, de la acumulación y de lagestión del poder. De todos modos, ambas asumían como objeto de investigaciónel comportamiento de los agentes sociales colectivos; éstos seguían siendo el Es-tado y sus órganos, pero ahora subordinados a otro sujeto social: la nación. ElEstado tendía a obtener la legitimidad de esta última, mientras que la legitimidadpapal y/o imperial se desvanecía o, en cualquier caso, resultaba muy debilitada.El bienestar público tendía a convertirse en uno de los factores de legitimación,definiendo un nuevo ámbito de la actividad estatal. Y la economía política nació,junto a la teoria de la política económica, para dar sentido y eficacia a dicha acti-vidad.

Antes de pasar al segundo aspecto del proceso de emancipación de la econo-mía con respecto al tomismo, es importante señalar que e! nacimiento de la eco-nomía política y de la ciencia política coincidieron con la secularización de laciencia (ahora ya sin comillas). Sólo cuando la acción humana dejó de estar mo-tivada por fines espirituales adquirió sentido estudiada sin aspirar ya a alcanzarproposiciones universales. Es precisamente cuando las decisiones públicas ya noestán legitimadas por Dios, sino sólo por los fines de las naciones y de los hom-bres, cuando resulta posible estudiadas científicamente.

Este proceso de laicización de la ciencia, por lo que se refiere a la economíapolítica, llegó a su culminación en el siglo XVII, cuando ésta se dejó fecundar porla filosofía iusnaturalista, por el empirismo inglés y por el racionalismo cartesia-no. Pero había empezado mucho antes, ya en la época de las discusiones filosófi-cas sobre los «universales». Los universales son las propiedades esenciales de lascosas. Éstos, según Tomás de Aquino, antes de existir en la mente del hombre,que puede conocedos mediante la abstracción, existen en la mente de Dios; per~residen también en las propias cosas, detrás -y como fundamento- de su reah-dad empírica. Por ello, la especulación produciria la «ciencia»: la capacidad deabstracción de la mente humana operaría sobre una estructura ontológica del

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mundo que le corresponde. Los filósofos nominalistas contrapusieron a esta con-cepción una teoría del conocimiento que negaba la realidad de los universales.Éstos, en la visión nominalista, constituyen meros signos convencionales, losnombres de las cosas, no su esencia real. Es en la consolidación de esta concep-ción, entre cuyos principales partidarios se hallan Roger Bacon y Guillermo deOckham, donde hay que buscar los orígenes del pensamiento científico moderno.En efecto, los filósofos nominalistas buscaban el conocimiento en el estudio delos aspectos individuales, particulares, empíricos, de las cosas, en lugar de bus-caria en su esencia universal.

Karl Pribram ha señalado que fueron precisamente algunos pensadores no-minalistas, sobre todo discípulos y seguidores de Ockham, quienes, entre los si-glos XIV y xv, realizaron los primeros intentos de razonamiento Científico en eco-nomía. Uno de ellos fue Jean Buridan (1290?-1358), quien trató de explicar el va-lor de las mercancías no por lo que deben ser, sino por lo que efectivamente son; yno en cuanto a su sustancia, sino como fenómenos relacionales, como expresio-nes de las necesidades humanas. Otro fue Nicolás de Oresme (1320?-1382?), quese distanció del tomismo en el hecho de atribuirle a la moneda no un valor con-vencional, sino un valor real vinculado al de los metales preciosos. Oresme fue elprimer estudioso que tuvo una clara intuición de la llamada <<leyde Gresham», dela que hablaremos en e! próximo apartado. Otro de aquellos pensadores fue Anto-nio Pierozzi (1389-1459), más conocido por el nombre de san Antonio de Floren-cia, quien formuló una teoría según la cual el valor de la mercancía, además dedepender de los costes incurridos en la producción, depende también de la raritas-es decir, de la escasez- y de la complacibilitas -esto es, de la estimación de losindividuos-o Así, forzó a la doctrina de la communis aestimatio para que sirvieraal propósito de una visión subjetivista del valor.

1.2. El mercantilismo

1.2.1. EL BULLIONISMO

Conviene clarificar inmediatamente que no ha existido una escuela de pensa-miento que se autodefiniera como «mercantilista»; ni siquiera una corriente deopinión, consciente de su propia homogeneidad teórica, que pudiera definirsecomo tal. Sin embargo, no hay duda de que Adam Smith tenía alguna razón cuan-do agrupaba bajo la categoría de «sistema comercial o mercantil,) el conjunto deideas económicas que dominaron los ambientes políticos y comerciales europeosen los siglos XVI, XVII Ybuena parte del XVIII. Más allá de las fronteras nacionalesexistía un núcleo común de teoría, y era éste el que permitía el diálogo y el debate!pero también el que daba cierta homogeneidad a las distintas políticas económicasnacionales. Sin embargo, resulta difícil identificar un «sistema), en relación conaquellas ideas. Al menos, habría que hacer ciertas concesiones a algunas diferen-cias ligadas a los caracteres nacionales, de gran importancia, y habría que admitirun mínimo de evolución histórica. Pero no tenemos espacio aquí para hablar delas diferencias nacionales, salvo algunas indicaciones que daremos cuando sea ne-cesario. La evolución histórica, en cambio, no puede ser ignorada.

Con este propósito, y para simplificar, seguiremos la sugerencia de Cannande distinguir el bullionismo del mercantilismo en sentido estricto, conscientes,sin embargo, de que esta división se basa en una clasificación un poco forzada.

El bullionismo habría tenido una posición preponderante en las opinionesque circulaban en las cortes europeas hasta finales del siglo XVI. Se caracteriza-ría, ante todo, por la creencia de que la moneda, o bien el oro, era la riqueza. Ob-viamente, el hecho de que sea riqueza no plantea ninguna duda. El error estaría,según Smith, en creer que sólo éste sea riqueza. Pero es dudoso que hayan existi-do nunca economistas que pensaran exactamente de ese modo. Lo que habia,más bien, era la opinión generalizada de que el tesoro era el único tipo de riquezaque valía la pena acumular; opinión no del todo insensata, desde el punto de vistadel Estado, en una época en la que las guerras se ganaban con oro. Tampoco re-sultaba insensata desde el punto de vista del comerciante, según el ct;,t1la mone-da es capital, o mejor, el único tipo de capital que tiene valor en sí mismo. En rea-lidad, estaba claro para casi todos los economistas de la época que la moneda eraun medio para aumentar la riqueza y el poder. Lo que muchos bullionistas no ad-mitían era la idea de que este medio debiera utilizarse para acrecentar el bienes-tar colectivo, la riqueza de las naciones, como pretendería Smith. Pero ¿por quéel Estado y los comerciantes habrían de plantearse este obje::vo? En realidad, losprimeros economistas bullionistas, cuando no eran comerciantes, eran adminis-tradores de las finanzas privadas de! soberano más que funcionarios públicos;por tanto, se ocupaban todavía de cuestiones de economía doméstica. Esto es vá-lida seguramente para los cameralistas alemanes, los funcionarios adscritos a laKramer del soberano -es decir, a su tesoro-, pero también para muchos bullio-nistas españoles. No constituía, pues, una sinrazón que se dedicaran a los objeti-vos que se les planteaban.

Pero la verdadera «sinrazón» de estos economistas, y lo que les distingueclaramente de los mercantilistas del siguiente siglo, estaba en los métodos pro-puestos para perseguir aquellos objetivos. Una amplia circulación de monedadentro del territorio nacional se consideraba garantía de una gran capacidad con-tributiva. Por ello, debía obstaculizarse la salida de los metales preciosos fuera delas fronteras. El método más sencillo para hacerla consistía en la prohibición deexportar oro y plata, que se aplicó con rigor -y a veces hasta con ferocidad- enmuchos países. Otro expediente al que se recurría con frecuencia era el «alza delas monedas», que consistía en hacer aumentar el poder adquisitivo de las mone-das extranjeras en el territorio nacional, induciendo así una afluencia de monedade! extranjero. Por otra parte, también se trató de obligar a las empresas naciona-les a pagar las importaciones con mercancías, en lugar de hacerla con dinero. fi-nalmente, otro medio al que se recurrió, sobre todo en España, fue el de la «ba-lanza de contratos», que consistía en adquirir de cada país extranjero mercancíaspor un importe que no excediera el de las mercancías exportadas a dicho país.

Otro «erran' bullionista era la tendencia a buscar las causas de la salida sis-temática de metales preciosos en fenómenos de naturaleza puramente monetaria,a saber, principalmente en las desviaciones del tipo de cambio de las paridadesdeterminadas por el contenido metálico. Tales desviaciones se atribuían a com-portamientos ilícitos, falsificaciones y manipulaciones de banqueros y comer-ciantes. Pero también los soberanos recurrían a menudo -y de buena gana- a

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técnicas monetarias ilegales, como el «recorte», es decir la reducción del conteni-do metálico de la moneda respecto al valor de acuñación; o e! «alza», esto es, elaumento, mediante un «edicto», del valor oficial de las monedas corrientes en re-lación con su contenido metálico real. Las investigaciones en este campo fueronmuchas y profundas, y llevaron a la formulación de una importante ley económi-ca, conocida con el nombre de ,<leyde Gresham», según la cual la moneda malaahuyenta a la buena. Si en un pais circularan dos tipos de moneda, con el mismovalor nominal pero distinto valor intrínseco (porque una de las dos tiene un me-nor contenido de metal precioso, porque se ha falsificado, porque se ha deteriora-do...), la gente tenderá a utilizar la moneda mala en los pagos internos, mientrasque la buena será atesorada o fundida, o bien se utilizará en los pagos internacio-nales. Por lo tanto, desaparecerá de la circulación.

A propósito de la denominación de esta ley, resulta oportuno hacer una pun-tualización. En 1857, se atribuyó su descubrimiento a Thomas Gresham (1519-1579) por Henry McLeod, quien, sin embargo, más tarde se retractó y la definiócomo «leyde Oresme-Copérnico-Gresham». Podemos encontrar una formulaciónprecisa de la ley por parte de Gresham, antes que en Infonnation Touching theFa/l of Exchange (1558), en una carta a la reina Isabel 1. Hoy sabemos que la pri-mera formulación completa de la ley se remonta a 1519, y se halla en el Tractatusde Monetis de Nicolás Copérnico (1473-1543), aunque se pueden encontrar indi-cios de ella en el Traité de la premiere invention des monnoies (c. 1360) de Nicolásde Oresme.

1.2.2. TEORÍAS y POLÍTICAS COMERCIALES MERCANTILISTAS

Todavía en el siglo XVII se profesaban doctrinas bullionistas. Por ejemplo,Gerald de Malynes (1586-1641) (del que recordaremos A Treatise of the Canker ofEngland's Common WeaÚh, de 1603, y Consuetudo vellex mercatoria or the An-cient Law-Merchant, de 1622) buscaba en las alteraciones de! cambio las causasde fondo de un desequilibrio de la balanza comercial. Sin embargo, la parte másinteresante de las tesis de Malynes no es bullionista, y puede sintetizarse, con unpoco de buena voluntad, en el siguiente razonamiento. Un tipo de cambio másalto que la paridad metálica produciría la salida de los metales preciosos. Dismi-nuyendo la moneda en circulación en el interior del país en cuestión, se reduci-rían los precios y empeoraría la relación de intercambio; y esto haría aumentar eldéficit comercial. Dos son los aspectos interesantes de este razonamiento: pri-mero, el uso -aunque de manera aproximada- de la teoría cuantitativa de lamoneda; segundo, la hipótesis implícita de una baja elasticidad de las importa-ciones y/o de las exportaciones respecto a los precios. Volveremos sobre ellomás adelante. En cambio, el aspecto menos interesante es la solución señalada:la intervención del «Royal Exchanger» contra las prácticas ilegales y las mani-pulaciones monetarias, únicas responsables -según Malynes- de las fluctua-ciones del cambio.

Contra tales tesis se lanzaron Edward Misselden (1608-1654) (Free Trade of'- 'loto TVMlo T!/nlJn·~h.1622; The Circle of Commerce, 1623) y Thomas

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tales, 1621; La nque¿u u~ •"&'~W" -- r

publicado póstumamente en 1664), dos cultos merchant adventurers que nu uc,-

deñaron ni la política ni la ciencia. Misselden invirtió la tesis de Malynes: es el su-perávit o el déficit de la balanza comercial el que hace variar el tipo de cambio, yno al revés. Más que preocuparse por el cambio, el Estado debería fomentar lasexportaciones y desalentar las importaciones. Y este es el núcleo de la doctrinamercantilista, doctrina que fue expuesta por Mun de manera quizás más sistemá-tica que por cualquier otro economista de su tiempo. Contra Malynes, que, entreotras cosas, daba mucha importancia a las balanzas particulares del comercio deun país con cada uno de los otros países tomados individualmente, se hizo paten-te que lo que verdaderamente cuenta es la balanza comercial general. Es de éstade la que depende la entrada y salida de oro, y es directamente a ésta hacia la queel Estado debe dirigir su atención. Así, resultaba admisible mantener un déficitcomercial con determinados países -por ejemplo, aquellos de los que se impor-taban materias primas- si con ello se favorecía la producción nacional de losproductos industriales, la riqueza «artificiah, como se le llamaba. Muchos de es-tos bienes podían venderse a precios altos debido a las ventajas de naturalezamonopolista ligadas a la superior tecnología requerida para producidos.

Desde el punto de vista del nacimiento de la economía política, es importan-te la identificación de los intereses de una clase social particular, la de los comer-ciantes' con los de la colectividad; fue así como la economía dejó de ser «domés-tica» para convertirse en «política». Los beneficios de aquella clase, profits uponalienation, se derivaban de un exceso del valor de las ventas sobre el de las com-pras. Esta diferencia correspondía a una acumulación de dinero. Pues bien: la na-ción entera se consideraba una gran compañía comercial. Su afluencia neta deoro correspondía al excedente de las ventas al extranjero respecto a las comprasdel extranjero. Y, como el comerciante, también la nación debía evitar que el te-soro se mantuviera inactivo. Por el contrario, había de reinvertido bajo la formade «stock», para adquirir (importar) las mercancías necesarias para producirnuevos bienes; con éstos podria aumentar las ventas (exportaciones) y las ganan-cias (el superávit comercial). Si bien la producción, y consecuentemente la trans-formación de las materias primas importadas, desempeñaba un papel importanteen este razonamiento, no obstante todavía se veía sólo en el excedente de las ven-tas sobre las com'pras la fuente de los beneficios, tanto para la colectivídad comopara los individuos.

La teoría de la política económica que se derivó de tal doctrina es sencilla.La política comercial debía ser proteccionista. Había que abolir los impuestos alas exportaciones y aumentar los impuestos a las importaciones. Por otra parte,podían fomentarse las exportaciones con premios, y obstaculizarse las importa-ciones, incluso con prohibiciones. La tarifa aduanera francesa, instituida porColbert en 1644, se adecuaba plenamente a estos principios. También Inglaterrase movió en esta dirección, sobre todo hacia finales del siglo XVII. Sin embargo,se admitían importantes excepciones: la libre importación de materias primasútiles a la industria nacional no se obstaculizaba, mientras que se prohibía la ex-portación de materias primas importantes, como, por ejemplo, la lana.

También forman parte de la política comercial mercantilista los privilegiosconcedidos a la navegación y las medidas orientadas a reforzar las marinas mer-

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38 PANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO NACIMIENTO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA 39

ra],,: los obreros eran considerados unos depravados, atraídos por el vicio y laembriaguez; pagarles por encima del nivel de subsistencia significaba fomentar lapereza y la inmoralidad, y, en consecuencia, provocar una reducción de la ofertade trabajo.

Una explicación del fenómeno menos sesgada ideológicamente debería ba-sarse en la determinación de las condiciones de trabajo de la naciente industria yen la relación entre las condiciones de vida en el campo y en la ciudad. Sobre elprimer punto, lo que ocurría era sencillamente que sólo el problema de la super-vivencia física podía obligar a los obreros a aceptar un horario de trabajo de13-14 horas diarias. En estas condiciones, resultaba comprensible que un aumen-to del jornal pudiera causar un incremento de la demanda de «tiempo libre», yquizás de alcohol; ¿puede haber peor crimen contra la moral de la familia cristia-na? Este es el primer factor de la extraña curva de la oferta de trabajo en la quepensaban los economistas mercantilistas. Por otra parte, la emigración del cam-po a las ciudades se apoyaba más en un factor de «empuje» (por ejemplo, por elcercado) que en uno de «reclamo», puesto que, cuando se trataba de sobrevivir,las condiciones de vida en las ciudades eran peores que en el campo. Por ello, unligero aumento de los salarios industriales no habría fomentado un incrementoimportante de la oferta de trabajo para la industria. Este segundo factor podríaexplicar la baja elasticidad de la oferta de trabajo. Pero, aun así, la curva de laoferta debería inclinarse negativamente a causa del primer factor.

Puede reconstruirse la teoría utilizando una curva de oferta como la SS de lafigura 1.1, en la que wr es el salario real; wr' el de subsistencia; N, la cantidad detrabajo, y N, el nivel de pleno empleo. La oferta de trabajo es infinitamente elás-tica en correlación con el salario de subsistencia: con este salario, se ofrece todala fuerza de trabajo disponible para garantizar su supervivencia. No se permiteun salario más bajo, simplemente porque no aseguraría dicha supervivencia. Al-canzada la plena ocupación, cada aumento del salario permitiría un respiro a lostrabajadores, y la curva de la oferta se inclinaría negativamente.

cantes. De 1651 data el Acta de Navegación inglesa, con la que se prohibía la im-portación de mercancías si no era en naves inglesas. También la política de ex-pansionismo colonial se adecuaba a esta óptica, sobre todo por la demanda deproductos de la madre patria y por la oferta de materias primas a bajo coste quese esperaba de las colonias. Finalmente, hay que mencionar la política de conce-sión de privilegios y monopolios a las grandes compañías comerciales nacionales.La Compañía de las Indias Orientales inglesa se fundó en 1600; la holandesa,en 1602.

La política industrial, en cambio, se orientaba a la promoción de la actividadproductiva en el territorio nacional y se servía de instrumentos como la conce-sión de privilegios monopolistas, de subvenciones estatales y de exenciones deimpuestos. Pero también se recurría a la importación de tecnologías avanzadas, ala compra de secretos de fabricación y al fomento de la inmigración de obreroscualificados. Finalmente, se recurrió incluso a la creación de fábricas estatales.También en este ámbito sobresalió el mercantilismo francés, que, de nuevo conColbert, llevó la política industrial a niveles obsesivos, hasta llegar a la prescrip-ción por vía administrativa de los procedimientos de fabricación y los controlesde calidad.

1.2.3. TEORÍAS y POLÍTICAS DEMOGRÁFICAS

Existen también una teoría y una política mercantilistas en el ámbito demo-gráfico. El problema consistía en asegurar una oferta de trabajo abundante parasatisfacer las exigencias de expansión de la naciente industria. La política debíafavorecer el incremento de la población (aún estamos lejos de las obsesiones mal-thusianas del siglo XIX), política que se llevó a cabo con particular eficacia en Ale-mania, donde se recurrió a la abolición de los impedimentos que dificultaban elmatrimonio e, incluso, a la asignación de premios para las familias numerosas.

Se puede hablar de una auténtica psicosis mercantilista respecto a la escasezde población. Incluso en países como Italia, en los que no había una escasez depoblación real, estaba presente esta manía demográfica, hasta el punto de que lasprimeras intuiciones del «principio de la población», que más tarde se llamaría«malthusiano», no suscitaron grandes preocupaciones. Por ejemplo, GiovanniBotero (1543/44-1617) señaló, en Delle cause della grandezza e magnificenza dellecita (1588), la tendencia de la «potencia generadora» de los hombres a crecer másrápidamente que la «potencia nutritiva» de los Estados, pero de ello concluyó queesta era sólo una razón más para desarrollar la producción, no para frenar el cre-cimiento de la población; en el peor de los casos, se podía recurrir a la emigra-ción como válvula de escape.

Esta obsesión por el crecimiento demográfico se explica sólo en parte por lacontinua y famélica demanda de soldados en una época de guerra permanente.En realidad, hay también una motivación económica de no poca importancia teó-rica. Los mercantilistas tenían una peculiar teoría del salario, según la cual el sa-lario de subsistencia comportaría la máxima oferta de trabajo; si el salario au-mentara por encima de dicho nivel, la oferta disminuiría en lugar de aumentar.Las justificaciones más ingenuas de esta tesis se planteaban en tétminos de <<illO-

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40 PANORAMADEHISTORIADELPENSAMIENTOECONÓMICONACIMIENTODELAECONOMÍAPOLÍTICA 41

Partamos del punto P, una situación de pleno empleo correlativo al salariode subsistencia y con una curva de demanda como la DD. Un aumento de la acu-mulación haría desplazarse a la curva de demanda a D'D'. El salario aumentaría aw'r y la oferta de trabajo se reduciría a N'. Conclusión: si se pretende que el enri-quecimiento d~ la nación no se vea frenado por la inmoralidad de los trabajado-res, es necesano hacer que la población crezca al menos tan rápidamente comoel (~stocb. Sí I~curva de oferta de desplaza a SS', la ocupación sube a N' y el sa-lana vuelve a wr: el nuevo punto de equilibrio será Q.. El problema del mercado de trabajo en el período de la acumulación primi-

tiva no era tanto el de los salarios altos, dado que los productos industriales sevendían normalmente en mercados imperfectamente competitivos -y, en conse-cuencia, a precios que en cualquier caso resultaban remuneradores-, como el deuna oferta de trabajo que se resistía a acomodarse a la expansión de la industria vel comercio. Por ejemplo, Josiah Child (1630-1699) (de quien recordaremos Bri¡(Observations Conceming Trade and [nterest o( Money, 1668, publicado de nuevoen versión modificada, como A New Discourse o(Trade, 1693) estaba muy preocu~pado por el problema demográfico, como todos los mercantilistas, pero no lo es-taba en la misma medida por la cuestión de los salarios. Aunque no era contrarioa una política de salarios bajos, sostenía que los salarios altos, en términos gene-rales, no constituían un mal; más bien deberían verse como la consecuencia de laelevada riqueza de un país, del mismo modo que los salarios bajos serían un indi-cativo de pobreza ..

1.2.4. TEORÍASy POLÍTICASMONETARIAS

Consideremos ahora la teoría de la moneda. Las primeras formulaciones dela teoría cuantitativa las hallamos entre los mercantilistas. La revolución de lospr.ecios que tuvo lugar en Europa tras el descubrimiento de América, y que deter-mmó un proceso inflacionario secular, no podía pasar desapercibida. La relaciónentre el aumento de los precios yel aumento de la cantidad de oro en circulaciónfue señalada ya por los primeros mercantilistas españoles.

Se puede hallar una primera formulación consciente de la teoría cuantitati-va en Réponse aux paradoxes de Monsieur de Malestroict touchant l'enchérissementde ~outes choses (1568), de Jean Bodin (1530-1596). Jehan Cherruyt de Males-trOlct, en sus Paradoxes, touchant les (aits de monnaies et l'enchérissement de tou-tes choses (1566), había sostenido que el aumento de los precios verificado enFrancia había sido sólo aparente. Según este autor, los precios habían aumentadoen términos de unidad de cuenta, a causa de la pérdida de peso; sin embargo,puesto que el contenido metálico de las monedas había disminuido, éstas no ha-bían aumentado en absoluto en términos de oro. Bodin sostiene que esta tesissólo explicaba parcialmente el proceso inflacionario. Los precios habían aumen-tado tanto en términos de unidad de cuenta como de metal precioso; y este se-gundo factor era el más importante. Utilizando incluso datos cuantitativos, Bodindemo.stró que la causa principal del aumento de los precios había que buscarlaen elmcremento de la cantidad de oro en circulación.

Después de Bodin, la teoría cuantitativa fue adoptada por muchos otros

mercantilistas. Así, la hallamos claramente expuesta en John Hales (1584-1656)(A Discourse on the Common Wealth o( this Realm o(England, J 581), en BernardoDavanzati (1529-1606) (Lezione del/e Monete, 1588) y en Antonio Serra (Brevetrattato delle cause che possono (al' abbondare li regni d'oro e d'argento dove nonsono miniere, 1613).

Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVIItuvo lugar un importantecambio: la teoría cuantitativa se difundió entre los mercantilistas, pero ya no in-terpretada como una explicación del nivel de los precios, sino más bien como unateoría del nivel de las transacciones. Tan común se hizo esta Creencia, que los po-cos economistas que no la aceptaron y siguieron fieles a la vieja teoría cuantitati-va fueron considerados casi revolucionarios. Volveremos sobre ella en el próximoapartado, cuando expongamos las teorías de algunos precursores de la economíaclásica.

Probablemente haya que relacionar aquel cambio de perspectiva con la inte-rrupción, acaecida en torno al período 1620-1640, del secular proceso inflaciona-rio iniciado con el descubrimiento de América. La tendencia secular de los pre-cios, que había sido fuertemente creciente desde comienzos del siglo XVI,en elXVIIse estabilizó y permaneció así hasta después de mediados del XVIII.Entreotras cosas, la segunda mitad del siglo XVIIy la primera del XVIIIrepresentan unaépoca de depresión. El flujo de oro y plata de las Américas se redujo drásticamen-te, y la lucha entre los países europeos para acaparar metales preciosos se convir-tió casi en un juego de «suma cero».

Los economistas y los comerciantes ya no se preocupaban por la inflación,sino por la carencia de las disponibilidades monetarias necesarias para financiarel comercio. La idea difundida era que "la moneda estimula el comercio». El au-mento de la afluencia de metales preciosos provocado por el superávit de la ba-lanza comercial, en una época en la que únicamente se podía aumentar la circu-lación monetaria interna a expensas del extranjero, se veía sobre todo como unacondición necesaria para el aumento de la producción y, por tanto, de la riqueza.Hasta el punto de que a las sugerencias de políticas proteccionistas se añadía amenudo el consejo, dirigido específicamente al soberano, de que no ahorrara: elcrecimiento del tesoro estatal no haría sino sustraer moneda de la circulación.

Se señalaban dos mecanismos mediante los cuales el aumento de la ofertade moneda estimularía los niveles de actividad. El primero es un mecanismo di-recto, consistente en el aumento de las rentas y el consumo provocado por el au-mento de la oferta monetaria. Esta fue la tesis que sostenía, por ejemplo, JacobVanderlint en Money Answers al/Ihings (1734), y por John Law (1671-1729) enMoney and Trade Considered (1705). Este último identificó con precisión la hipó-tesis en la que se basa esta tesis; a saber, que los precios no varían de maneraconsistente con la variación de la demanda (aunque Law limitó la validez de estahipótesis sólo a los bienes no duraderos). Por lo tanto, la curva de la oferta eracasi horizontal. Con ello la inflación, si la hay, es progresiva, mientras que susefectos son, en cualquier caso, positivos, ya que el aumento de los beneficios fo-menta ulteriormente la acumulación.

El otro mecanismo es indirecto, y consiste en la reducción del tipo de interésprovocado por el aumento de la cantidad de moneda. Tal como Keynes no ha de-jado de señalar, entre los mercantilistas encontramos una teoría monetaria del in-

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42 PANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO NACIMIENTO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

terés: la moneda se utiliza para activar la producción y el comercio' el interés esel pre~io q~e se paga para obtener este uso. Por otra parte, el tér~ino antiguopara «1~t~re.s»es «u~ura»,o «uso», en inglés use, término utilizado aún por Lockecomo Slllommo de «Illteres». Este precio depende de la demanda y de la oferta demoneda. Así, Malynes afirmaba, en Consuetudo vellex mercatoria: «la abundanciade moneda disminuye la usura». Misselden, su principal crítico, coincidía con élen este aspecto: «el remedio para la usura puede ser la abundancia de moneda»,sostenía en Free Trade. Y Cantillan recuerda, en el Ensayo, que «es una idea co-mún, y aceptada por todos aquellos que han escrito sobre el comercio, que el au-mento de la cantidad de circulante en un Estado hace bajar el precio del interés,ya que, cuando la moneda es abundante, resulta más fácil obtener préstamos»(p: 213). E~ resumen, el aumento de la cantidad de moneda, ceteris paribus, per-mIte reduCIr el precio del crédito y, por tanto, el coste de la financiación de las in-versiones, fomentando de este modo la expansión económica.

El nivel del interés era, comprensible mente, otra de las obsesiones de los~ercantilistas, ~uesto que éstos se identificaban en gran medida con el punto deVIsta del comerCIante. Cualquier política orientada a reducir el interés se valorabapositivamente; y toda teoría capaz de justificar dicha política se consideraba bue-na. Hasta el punto de que muchos mercantilistas, si bien adoptaban la teoría mo-netaria del ~nterés, no dudaban en defender también puntos de vista procedentesdel pensamIento escolástico para justificar medidas contra la usura, ni en solici-tar una intervención estatal que redujera el interés por ley. Keynes ha encontradoalgo bueno en esta mezcla de teorías. Pero, si algo bueno hay, quizás debamosbus caria en el hecho de que nos hallamos ante un embrión de la teoría moneta-rio-institucional que más tarde será elaborada por Marx, y en la que puede ras-trearse la teoría del propio Keynes: si el interés depende de fuerzas monetariassu tende?cia ~ largo plazo no es un valor de equilibrio determinado por variable~real~s, silla slmplemen~e una media temporal de los valores a corto plazo, unamedIa que depende básIcamente de factores institucionales.

1.2.5, LA CRíTICA DE HUME

Una de las principales críticas al pensamiento mercantilista la formuló David~ume (1711-1776) en sus Po/itical Discourses (1752). La idea de Hume era que ellllcremento de moneda en circulación en un país con superávit comercial haríaaUmentar los precios (mientras que en los países con déficit lo haría descender).La consiguie~te pérdida de competitividad reequilibraría antes o después la balan-za de pagos, interrumpiendo la afluencia de oro. De este modo, las políticas co-merciales mercantilistas serían, en el mejor de los casos, efímeras, mientras que alargo plazo resultarían inútiles. Desde un punto de vista teórico, parecerían igno-rar la teoría cuantitativa de la moneda.

El mecanismo de ajuste de la balanza de pagos teorizado por Hume se co-noce como mecanismo «precio-flujo monetario», y también fue descrito concie~a precisión por Joseph Harris (1702-1764), en An Essay upon Money andCOlnS (1757-1758), Posteriormente, fue aceptado por los clásicos, e incluso porMarx, no sólo como crítica a los mercantilistas, sino también Como descripción

de una ley económica general. Todo esto resulta extraño, ya que los mercantilis-tas eran conscientes del problema señalado por Hume. Cantillon, por ejemplo,lo había descrito con claridad treinta años antes, si bien -de manera significati-va- había limitado al sector industrial la pérdida de competitividad ligada a lainflación interior. Además, había señalado que el aumento de las importacionesde bienes de consumo, generado directamente por el aumento de las rentas mo-netarias, también podía contribuir a agravar las dific,ultades vinculadas al meca-nismo precio-flujo monetario.

Sin embargo, en los mercantilistas hallamos también todos los elementosteóricos necesarios para rechazar esta crítica; incluso los encontramos clara-mente formulados en Cantillan. Ante todo, los economistas mercantilistas eranconscientes de la relación que liga la cantidad de moneda al valor de las transac-ciones; sin embargo, como ya hemos mencionado, en la mayor parte de los ca-sos -sobre todo en los siglos XVII y XVIlI- no la interpretaron como una teoríadel nivel de los precios, sino como una teoría del nivel de actividad. En segundolugar -y esta es la tesis explicitada por Cantillan, pero que ya estaba presenteen Malynes y en muchos otros autores mercantilistas-, aunque un aumento dela cantidad de moneda en un país con un superávit comercial se tradujera, almenos en parte, en un incremento de los precios (en un país con déficit comer-cial sucedería lo contrario), esto podría tener como consecuencia, en virtud dela mejora de los términos de intercambio, un ulterior aumento del superávit, enlugar de un reequilibrio. La hipótesis implícita en el razonamiento es la de unabaja elasticidad de las importaciones y de las exportaciones respecto a los pre-cios. En estas condiciones, un aumento de los precios internos respecto a los in-ternacionales hará aumentar el valor de las exportaciones y disminuir el de lasimportaciones más de lo que lo haría una variación en las cantidades. De estemodo, una mejora de los términos de intercambio repercutirá positivamente enla balanza de pagos.

Así pues, las tesis mercantilistas resultan sólidas desde el punto de vista ló-gico; como mucho, haría falta verificar el realismo de las hipótesis en las que sebasan. Obviamente, no es este el lugar para hacerla; pero no es arriesgado supo-ner que el paso teórico realizado por Hume se basa en un cambio histórico real.En la época preindustrial, probablemente la elasticidad de las exportaciones nodebía de resultar muy elevada, dado el marcado nivel de especialización produc-tiva de los distintos países. Por otra parte, la de las importaciones de los paísesimperialistas debía de ser seguramente baja, ya que en general se trataba de pro-ductos alimenticios, materias primas y artículos de lujo que no se producían ene! interíor del país. No obstante, es probable que, en la medida en que la produc-ción industríal se desarrolló en los principales países capitalistas, se consolidaratambién una importante competencia de precios, al menos para este tipo de pro-ducción; y esto pudo haber elevado la elasticidad de las exportaciones y de lasimportaciones. Resulta significativo que Cantillon, en 1730, limitara los efectosde! mecanismo precio-flujo monetario precisamente a la producción industrial.Quizás en la época de Hume -y, mas tarde, en la de Smith- este efecto habíallegado a ser dominante.

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1.2.6. TEORÍASDELVALOR

También en torno a la cuestión del valor existía entre los mercantilistas cier-ta coincidencia de puntos de vista, al menos en el sentido de que casi todos losautores que trataron el problema en el siglo XVIy en la primera mitad del XVIIbuscaron la solución en la misma dirección: en una explicación basada en la utili-dad. Y sólo a finales del siglo XVIIalgunos economistas, de formación aún en par-te mercantilista -como, por ejemplo, Petty y Locke-, se alejaron decisivamentede los puntos de vista dominantes respecto al valor, buscando la solución del pro-blema en los costes de producción. Pero volveremos sobre ello más adelante.

No debe sorprender el hecho de que los mercantilistas consideraran prefe-rentemente el intercambio como la verdadera fuente de la riqueza y del beneficio.En efecto, el comerciante no obtenía este último en virtud de un control sobre elproceso productivo -control que, al menos en una primera fase del desarrollo,estaba todavía en manos del artesano-, sino gracias al poder que lograba ejercersobre el mercado. El beneficio del comerciante nació de la diferencia entre el pre-cio de venta y el precio de compra de las mercancías. Y este es, para él, el origendel proceso de intercambio. De ello se deriva que la comprensión de los factoresdeterminantes de los precios de mercado resulte fundamenta! para la compren-sión del origen y el incremento de los beneficios. Así, hay que dirigir la atenciónpreferentemente a las fuerzas que determinan la demanda de las mercancías. Y lademanda lleva fácilmente a la utilidad.

En 1588, hallamos una interesante tentativa de construir una teoría del va-lor-utilidad. Su autor es Bernardo Davanzati, quien, en Lezione delle monete, citóun pasaje de la Historia natural de Plinio en el que se narraba la anécdota de unarata vendida a un precio altísimo durante el asedio de una ciudad. Para explicarel fenómeno, Davanzati formuló la tesis según la cual el valor de las mercancíasdependería de su utilidad y de su rareza. No sería la utilidad absoluta la quecuenta, sino la utilidad en relación a la cantidad de la que se dispone. El efecto deuna mayor rareza sería el de acrecentar el valor de uso de las mercancías y, portanto, el precio al que éstas se pueden vender. La teoría fue reemprendida en1680 por Geminiano Montanari (1633-1687), quien, en el Breve trattato del valoredelle monete in tutti gli stati, sostiene que «son los deseos de los hombres los queconstituyen la medida del valor de las cosas», de manera que los precios de lasmercancías variarán, en última instancia, al variar los gustos. Pero los deseos de-ben remitirse a la rareza de las cosas deseadas. En efecto, a igual cantidad de mo-neda -nosotros diríamos de demanda-, la mayor escasez de las cosas las hace«más estimadas». Por otra parte, encontramos en Montanari un interesante in-tento de establecer, recurriendo a una analogía con el principio de los vasos co-municantes, la «ley de nivelación del precio» de una mercancía entre diferentesmercados, ley que más tarde se denominará «de Jevons».

UnQs años más tarde, Nicholas Barbon (?-1698), en A Discourse of Trade(1690), sintetizó el pensamiento mercantilista respecto al valor del siguientemodo. Ante todo, el valor natmal de las mercancías está representado sencilla-mente por su precio de mercado. Por otra parte, son las fuerzas de la oferta y lademanda las que determinan el precio de mercado. Finalmente, el valor de uso esel factor principal del que depende el precio de mercado. Las condiciones de la

oferta desempeñan un papel únicamente en el sentido de que, dada la demanda,el precio tiende a incrementarse cuando la oferta es insuficiente, y viceversa.

Se puede entender por qué en este período las grandes compañías comercia-les buscaban el apoyo del Estado para asegurarse una posición de monopolio: lacompetencia entre comerciantes reducía su poder de mercado, es decir, la capaci-dad de controlar las condiciones de la demanda (en los mercados de abasteci-miento) o de la oferta (en los mercados de venta). Menos comprensible pareceríala disposición de los gobiernos a conceder tales privilegios, o incluso la tendencia-especialmente fuerte en Francia, con Colbert~ a acaparar el mayor númeroposible de actividades económicas bajo el control monopolista del Estado. Sinembargo, hay que tener en cuenta que fue precisamente a partir del siglo XVIIcuando los soberanos de las grandes naciones empezaron a preferir el consejo delos comerciantes al de los nobles. Por otra parte, fue precisamente en este siglocuando los comerciantes empezaron a propagar los principios que regían su pro-pia economía privada como principios de «economía política». Fue así como na-ció la ciencia económica.

Probablemente sea este el lugar apropiado para hablar de la llamada «escue-la de Salamanca», un grupo de estudiantes de Teología y Derecho, pertenecientesa las órdenes de los dominicos y los jesuitas, que revivieron la doctrina tomista.Realizaron importantes contlibuciones al pensamiento económico, hasta el pun-to de inducir a Schumpeter a considerarles los verdaderos fundadores de la cien-cia económica.

Hemos de mencionar al menos a cuatro de ellos: Leonardo de Leys (1554-1623), Juan de Lugo (1583-1660) y especialmente Luis de Molina (1535-1600) yMartín de Azpilcueta Navarro (?-1586). Los dos últimos realizaron aportacionesespecialmente interesantes a las teorías del valor y la moneda en De justitia etjure (1597) y Commentario resolutorio de usura (1556), respectivamente. No sepuede comparar a estos eruditos con los mercantilistas, no tanto porque conde-naban explícitamente muchas de las prácticas buIlionistas difundidas en Españacomo por el hecho de que afrontaban los problemas económicos desde el puntode vista moralista del pensamiento escolástico. Sin embargo, su actitud innova-dora respecto a las opiniones dominantes les otorga un importante carácter demodernidad.

La preocupación por los problemas del valor y la moneda se vio estimuladapor la revolución en los precios desencadenada en España a causa de la afluen-cia de oro de América, así como por los problemas de Derecho ético y canónicoderivados de los grandes beneficios que se obtenían en las operaciones de arbi-traje sobre mercancías y monedas causadas por la depreciación del maravedí, lamoneda española de la época. En este contexto, se desarrollaron diversos argu-mentos con el objetivo de forzar a la doctrina tomista de la communis aestima-tio para que sirviera al propósito de una visión subjetivista del valor. Se rechazóla tesis que situaba el origen el valor en las condiciones de coste, y se sustituyópor otra que lo atribuía a la utilidad, a la vez que se justificaba la "paradoja delvalof» mediante la idea de que la utilidad debe medirse teniendo en cuenta la es-casez de las mercancías. Desde este punto de vista, el «precio justo» es el que de-termina la communis aestimatio fori, es decir, la común estimación del mercado,y coincide con el pretium currens, el precio normal. Por otra parte, en la idea de

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46 PANORAMADE HISTORIADELPENSAMIENTOECONÓMICO NACIMIENTODELAECONOMÍAPOLÍTICA 47

que las pérdidas o beneficios causados por el cambio en los precios del mercadoson castigos o recompensas por la mayor o menor eficacia, se podría vislubraruna intuición de una teoría evolucionista de la competencia. Vale la pena seña-lar que esta idea iba acompañada de la desaprobación de la fijación pública delos precios y de las prácticas monopolistas.

Respecto al valor de la moneda, encontramos -especialmente en Molina-una clara anticipación de la teoría cuantitativa,"especialmente en la observaciónde que, en la misma medida en que una oferta excesiva de mercancías hace bajarlos precios, dados la cantidad de moneda y el número de comerciantes (¿se tratade una prefiguración de la velocidad de circulación?), una oferta excesiva de mo-neda haría que subieran. Por otra parte, Molina no se adhirió a la teoría predomi-nante del valor intrínseco de la moneda, ni a la opinión de que las causas de ladepreciación de ésta se reducían a la falsificación y las prácticas ilegales; por elcontrario, era paliidario de una teoría que concediera una mayor importancia alvalor de cambio, cuyas visibles fluctuaciones eran imputables a los cambios en laoferta y la demanda.

1.3. Algunos precursores de la economía política clásica

1.3.1. LASPREMISASDEUNAREVOLUCIÓNTEÓRICA

Con el avance de la acumulación capitalista se verificaron dos importantescambios que hicieron que el planteamiento teórico mercantilista resultara cadavez más inadecuado respecto a la realidad económica.

En primer lugar, y a pesar de los esfuerzos de las grandes compañías paraconservar las posiciones de monopolio, la difusión de! comercio y el aumento dela competencia tendíal1"a reducir los diferenciales de precio entre regiones y na-ciones, determinando una mengua en los márgenes de! beneficio comercial. Ensegundo lugar, la disminución de los beneficios llevaba a la ampliación del con-trol capitalista sobre el proceso de producción.

Por otra parte, desde hacía tiempo en muchas de las antiguas corporacioneslos maestros artesanos habían empezado a transformarse de simples trabajadoresque realizaban su labor auxiliados por aprendices asalariados en organizadores ycontroladores del proceso productivo. Surgió así una clase de capitalistas que noprovenían del comercio; y los intereses de esta' categoría social no tardarían enchocar con los de los mercaderes-manufactureros.

Estos c~mbios vinieron acompañados de una revisión radical -aunque ini-cialmente gradual y confusa- del modo tradicional de concebir los hechos eco-nómicos. Por un lado, se empezaba a mirar con rece!o la intervención paternalis-ta de! Estado en economía. Por otro, se abría camino la idea de que los precios ylos beneficios, antes que depender de las fuerzas de la demanda, más bien refleja-rían las condiciones de producción; y, en particular, se iba consolidando la ideade que el origen del beneficio se había de buscar en el ámbito de la producción.Además, la nueva clase de empresarios capitalistas necesitaba liberarse no sólode viejos arneses económicos y administrativos, sino también de antiguos víncu-los morales e ideológicos. La naciente filosofía de! individualismo, unida al desa-

rrollo de la ética protestante, realizaba perfectamente este cometido en tanto libe-raba e! comportamiento egoísta y adquisitivo de la condena religiosa y creaba lospresupuestos para un nuevo tipo de legitimación de la actividad económica. Es-tas son las bases sobre las que más tarde se construirá el gran edificio ideológicoque será el liberalismo clásico.

Hacia finales de! siglo XVIIy comienzos del XVIIIempezó a difundirse entrelos economistas la idea de que las restricciones administrativas a la actividadeconómica proporcionaban a la colectividad más inconvenientes que ventajas.Por otra parte, si es cierto -como se empezaba a afirmar sin ningún pudor-que el interés personal y e! comportamiento adquisitivo producían riqueza parala colectividad, además de para los individuos, entonces el Estado debería limi-tar su propio campo de acción al reconocimiento y a la protección de los dere-chos de propiedad y a la función, vinculada a ellos, de sancionar los comprJmi-sos contractuales.

Para la historia del pensamiento económico, las fechas que delimitan esteperíodo podrían situarse en 1662, año de publicación del Treatise of Taxes andContributions de Petty, y 1730, año de la probable redacción definitiva del Ensa-yo sobre la naturaleza del comercio en general de Cantillan (aunque no se publicóhasta 1755). En este período, cierto número de economistas, si biu todavía bajola influencia del pensamiento mercantilista, empezaron a distanciarse de éste endiversos aspectos, y a sentar las premisas de aquella revolución del pensamientode la que, en la segunda mitad del siglo XVJJI,brotará la economía política clási-ca. Los más destacados de estos precursores son William Petty (1623-1687),John Locke (1632-1704), Dudley North (1641-1691), Bernard de Mandeville(1670-1733), Pierre le Pesant de Boisguillebert (1646-1714) y Richard Cantillon(7-1734). No disponemos aquí de suficiente espacio para explicar exhaustiva-mente sus sistemas teóricos. Por ello, nos limitaremos a aludir sólo a las más in-novadoras de sus tesis, en particular a aquellas que parecen anticipar los desa-rrollos teóricos futuros, ignorando -en cambio-los componentes de su pensa-miento más influidos por el mercantilismo; por ejemplo, no nos detendremos ensus teorías en torno a la moneda, que, especialmente en Locke y Cantillan, se re-ducen a una continuación de la antigua teoría cuantitativa, aunque no sin ciertacontribución original.

1.3.2. WILLIAMPETIYy LA«ARITMÉTICAPOLÍTICA»

Estos economistas fueron muy conscientes de los problemas metodológicosplanteados por el intento de proporcionar una base científica al pensamiento eco-nómico, y estuvieron fuertemente influidos por el debate sobre e! método que ha-bía acometido el pensamiento económico en e! siglo XVII.

Petty, en particular, estuvo influido por el pensamiento de Bacon y por lafascinación de las ciencias experimentales. Consciente de la imposibilidad de! ex-perimento en las ciencias sociales, Petty aspiró -sin embargo- a una funda-mentación empirista de la economía. Por ejemplo, sostenía que se deben evitarlos razonamientos de carácter puramente especulativo. El método propuesto enPo/itical Arithmetik (escrito entre 1671 y 1676, pero publicado en 1690) consiste

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1.3.3. LOCKE, NORTHY MANDEVILLE

Otros dos estudiosos, John Locke y Dudley North, estuvieron influenciadospor el pensamiento de Petty, pese a no ser discípulos suyos. Entre las contribucio-nes de Locke al ámbito económico es importante recordar al menos el intento de

dad de medida estaría constituida por la alimentación diaria necesaria, como me-dia, para sustentar a un trabajador. Los bienes salariales utilizados en este cálcu-lo deben ser los producidos en las mejores condiciones. Nos hallamos aquí anteun embrión de la teoría clásico-marxiana del salario de subsistencia y del trabajosocialmente necesario. Sin embargo, Petty no explicó cómo y por qué el salariotendería a mantenerse en el nivel de subsistencia. Por el contrario, sólo propor-ciona la típica justificación mercantilista de por qué debería establecerse en estenivel: porque la oferta de trabajo variaría en relación inversa al precio cuandoéste fuera superior al nivel de subsistencia.

Petty se anticipó a los clásicos también en otras tres importantes cuestiones .En primer lugar, tuvo una intuición tanto de la importancia del papel desempeña-do por la división del trabajo en el proceso de acumulación como de la relaciónexistente entre división del trabajo y magnitud de los mercados. En segundo lu-gar, esbozó una noción de excedente. Éste se calcula sustrayendo del valor delproducto obtenido sobre una parcela de tierra determinada tanto el rendimientoque se obtendría de él sin aplicación del trabajo como el salario pagado a los tra-bajadores empleados. El surplus así calculado se interpretaba como el productodel trabajo en tanto obtenido sólo en virtud de la aplicación de energía humana.iPero se reducía a la renta!

Otra anticipación de las teonas clásicas se refiere precisamente a la renta,cuya formación se explica en términos de rendimientos diferenciales; sólo que elorigen de éstos no se buscaba en los diversos grados de fertilidad de las tierras,sino en sus diversas distancias de los mercados. Así, nos hallamos sólo ante unateoría diferencial de la renta de posición.

Finalmente, hay que recordar la importante contribución de Petty en el temade la hacienda pública, donde anticipaba varias tesis de la futura teoría clásica ylibrecambista. Por ejemplo, en el Treatise ofTaxes and Contributions (1662) halla-mos quizás algo más que un embrión de la teona de los cánones de la imposi-ción: claridad y certeza, economía de recaudación, comodidad de pago y, por últi-mo, proporcionalidad; criterio, este último, que se justifica con la necesidad deevitar el uso de la imposición para modificar la distribución de la renta.

Petty hizo prosélitos. John Graunt (1620-1674), Charles Davenant (1656-1714), William Fleetwood (1656-1723) y Gregory King (1648-1712) formaron conél casi una escuela y contribuyeron a la consolidación -al menos en lnglaterra-de la utilización de los métodos cuantitativos. Muchas de sus investigaciones apli-cadas resultan interesantes, y por lo menos un resultado importante de ellas mere-ce ser recordado aquí: la «ley de King», según la cual los aumentos porcentualesdel precio del trigo son una función creciente de las reducciones porcentuales delas cosechas; en esta ley empírica se halla prefigurado el concepto de elasticidadde la demanda.

49NACIMIENTO DE LA ECONOMÍA POLÍTICAPANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMlENTO ECONÓMICO

en «utilizar sólo los argumentos basados en los se 'd . , .las causas que tienen un visible fu d l nt¡ os y considerar umcamentenes de carácter cualitativo ba dn amento en a n~tura]eza». Las argumentacio-sustituir por otras más ri~urosa a~ en ~comparat,lvos y superlativos», se debenp. 244). Por 10 tanto, se trata ~a:'una:é:d~n~numero, pes~ .Yme~~da» (vol. l,cuantitativos' de ahí la denoml'n . 'd . n~ado en. la mduccIOn de datos, aCIOn e «antmét ]' .la nueva ciencia, la cual en realidad -en l . I~a po IIlca» que propone paraconfunde a menudo co~ la estadística la c:~~:~:~ e Pett~ y sus discípulos-, seEn economía, este planteamiento met~d 1" dad nacIOnal y l.a demografía.zás en las investigaciones de estadística ~cOgl~O~unca ha prevaleCIdo, salvo qui-do, aunque no condicionado a la evolucl'o'nondeomlalCtaq~e sll'emlPrehdanacompaña-

. , eona a o argo e t d h'ton a, y, en una época más reciente, en la fundación de la ec ,o a su IS-nos en determinado modo de J'ust'f' 1 . 1" onometna, o al me-

. I Icar a eplstemo oglCamente.Por el contrano, el método que ha prevalecido l .

se upon trade (1691) de N rth U 'd b es e propuesto en el D1Scour-o . n meto o asado - o l' . e .

planteamiento filosófico cart s' l d d c n exp IClta relerenCla ale lano- en a e ucció l . d . ,

dNorthl'el cono~imiento económico debía ser «un co~[¡~~e~~ ~:~adUocclOn.Pdaraes c aras y eVidente ( 511) D '" en ver a-

podían deducir: simp~;m~' t .. e «~r~nClPlOsindiscutiblemente verdaderos» senes que -por' eso mism~ en V!rtu l e un uso.riguroso de la lógica, conc1usio-

Northencontramos una precO:e~::i~e~~:s.;, eVidentes como las premisas. Enactualmente en vicio en buena p -t d l Clon,de aquella costumbre, convertida

. al e e a teona económic t 'consiste en someter al análisis únicam t bl a con emporanea, quede manera que permita a los estud' en ~ f¡ro emas sencillos y bien definidos,demasiado en los hechos.' IOSOS a ar «verdades» claras sin implicarse

valor,U;:r i:o:~~e :~:~~ción de Petty es la que se refiere a la explicación delduce el concepto d~ «valor ~:t~;~);I~ar::n~: l~ te~ría su?jetiva; por otra, intro-las mercancías por medip de peque-' q '1 .n enan a ajustarse los precios deel mecanismo por el cual s .. na~ OSCIaClOnes;no es evidente, sin embargo,mos también en Petty una i;e:e~~c~na desta. convergencia. Por otra parte, halla-larse en las diversas actividades au

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determinantes del valor natural' 1 t d dn a cua es eran los factores. os {;OS es e pro ucci' P tt ' .

chos c~stes podían reducirse a los de la utilización del t:~aj~ yydso:tet~la que di-que mas tarde prefirió un cálculo d 1 l . e a lerra, aun-contenido. Para justificarse pn'm e va o~ ba~ado exclUSivamente en el trabajo

, ero se eSlOrzo en hallar una 'd d d d'que le permitiera expresar el valor d Ir' .' um a e me Idapués decidió abrevia fi e a lerra en termmos de trabajo, pero des-rra es mínima' respe~~: a~~:~~rq~e,. en cuaiqUier caso, la .contribución de la tie-únicamente el trabajo cO'mom d~d aJpo,por o que no se pierde nada si se utiliza

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~~~10~ocke-, si bien los motivos son dist;~tos deO;o~u~%~: ~~~~eo/:d~~~~ ~~~

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50 PANORAMADEHISTORIADELPENSAMIENTOECONÓMICO NACIMIENTODELAECONOMÍAPOLíTICA )1

justificar la propiedad privada utilizando la teoría del valor-trabajo. Es importan-te porque contiene in nuce toda la sobrecarga de ideología y problemática socialque la teoría del valor-trabajo habrá de soportar en su futura evolución. La ideabásica formulada por Locke es que la libertad individual implica el derecho a dis-poner del propio trabajo. De ahí se seguiría el derecho a la propiedad del produc-to del propio trabajo, dado que el valor de las mercancías depende de la cantidadde trabajo empleada para producidas; además, puesto que la tierra se convierteen productiva y adquiere valor sólo con la aplicación del trabajo, también la pro-piedad privada de la tierra estaría justificada. Se trata de una justificación iusna-tura1ista de la propiedad privada. El derecho a disponer del propio trabajo seconsideraba un derecho natural, independiente de la estructura institucional dela sociedad; y lo mismo sucedía con la propiedad de la tierra. Puesto que en sunaturaleza los hombres son sustancial mente iguales, o bien su dotación r.dturalde capacidad laboral no está básicamente mal distribuida, de ello se deduciríaque tampoco la propiedad de la riqueza en general, y de la tierra en particular,debiera distribuirse de modo desigual. Así habría sido en efecto, para Locke, enlas sociedades primitivas y, en general, en las economías en las que la tierra no esescasa, aunque no en la Inglaterra de su época.

La razón de la desigualdad vigente de hecho en las econom:.:s modernas sebuscó en la capacidad de la moneda de conservar su valor. La moneda, por unaparte, alimentaría la sed de enriquecimiento; por la otra, permitiría una acumula-ción indefinida de las riquezas. Por ello, en caso de escasez de la tierra, llevaría auna distribución desigual. Pero el valor de la moneda se derivaba de la conven-ción social: ésta tenía valor mientras la gente estuviera dispuesta a aceptadacomo medio de pago. Por tanto, era la sociedad la que legitimaba una situacióneconómica en la que la riqueza se distribuye de manera desigual. Sin embargo, alos ojos de Locke, ello no hacía menos legítima la propiedad privada. Serán lossocialistas del siglo XIX,sobre todo los de cultura inglesa, quienes tratarán de sa-car a la luz todas las iIIÍplicaciones políticas y sociales de esta explosiva mezclade teoría del valor y filosofía iusnaturalista.

A finales del siglo XVII,en cambio, ésta había de servir únicamente para pro-porcionar una base filosófica al naciente liberalismo inglés, aunque todavía no allibrecambio económico. Para Locke, los intereses de la nación seguían siendodistintos de la suma de los intereses privados, con todas las consecuencias que deello se derivaban en materia de política económica, especialmente comercial. res-pecto a.las cuales el pensamiento de Locke no se distanció demasiado del tradi-cional planteamiento mercantilista.

El paso decisivo en la dirección del librecambio lo realizaron North y Mande-ville. Estos dbs autores tenían una visión desencantada de la naturaleza humana(<<lopúblico es una bestia», decía North) y rechazaban la fundamentación de la po-lítica y la ciencia económica en alguna elevada filosofía moral. En lugar de ello,había que partir de «los exorbitantes apetitos de los hombres». He aquí una de lasprimeras manifestaciones del individualismo metodológico en economía: lo «pú-blico» no es otra cosa que la suma de los ciudadanos privados; y la ciencia que seocupaba de la riqueza y del bienestar públicos debía partir de los apetitos que losindividuos se esfuerzan por satisfacer. La armonía de los intereses derivaría única-mente del hecho de que nadie está en condiciones de perseguir los intereses de un

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individuo mejor que él mismo; por ello, si dejamos actuar a los individuos, éstosprosperarán. En cambio, «toda medida en favor de una determinada empresa o deun interés particular perjudica a otras empresas o a otros intereses y constituye unabuso que viene a deprimir, en proporción, el beneficio de la comunidad» (p. 514).Las consecuencias de ello en materia de política económica eran drásticas: si el in-terés colectivo depende del privado y los individuos son los mejores jueces de suspropios intereses, al Estado no le quedaba sino tomar nota de ello. La mejor políti-ca era no hacer ninguna política: ninguna ley para regular el cofuercio, para regu-lar el tipo de interés ni para controlar la oferta de moneda.

De ello se derivaron también dos interesantes aportaciones en materia deteoría monetaria. En primer lugar, North reafirmaba la teoría, ya formulada porPetty y Locke, según la cual el nivel «justo» del tipo de interés es únicamenteaquel al que lo llevan «naturalmente» las fuerzas de la oferta y la demanda demoneda. De este modo, toda la problemática sobre la usura, que desde hacíatiempo había contaminado la teoría mercantilista, fue barrida de golpe. Respectoal tipo de interés, las autoridades monetarias únicamente tenían que realizar unalabor de vigilancia. En segundo lugar, está la teoría de la oferta de moneda que,de nuevo, lleva algunas tesis mercantilistas a sus últimas consecuencias: segúnesta teoría, la oferta nunca puede resultar inadecuada para las necesidades delcomercio. La adecuación se verificaría mediante el atesoramiento (o la fusión delcirculante) cuando la oferta excede a la demanda, y el desatesoramiento (o la re-conversión de los lingotes en circulante) en el caso contrario. NOlth era tambiéncontrario a las leyes suntuarias, que, según él, tenían como úniéa consecuencia lade obstaculizar a los individuos en la prosecución de sus propios objetivos, fre-nando sus iniciativas.

De no muy distinta opinión era Mandeville, quien, en La fábula de las abejas.Vicios privados y beneficios públicos (1714), no sólo sostenía que lo mejor para ellogro del bienestar público era dejar a los individuos plena libertad para safisfacerlos propios «vicios» -por ejemplo, facilitar la avidez económica-, sino que tam-bién afirmaba que algunas proclamadas virtudes económicas y sociales, como elahorro, resultaban socialmente menos útiles que sus contrarios. El gasto fastuoso,por ejemplo, creaba más puestos de trabajo que la sobriedad; a causa de esta últi-ma tesis, Mandeville fue -comprensiblemente- muy apreciado por Keynes.

1.3.4. BOISGUlLLEBERTYCANTILLON

A diferencia de Inglaterra, en el continente las reacciones contra el mercanti-lismo de finales del siglo XVIIy comienzos del XVIIIasumieron la forma del «pro-teccionismo agrario». Varios pensadores, como Sébastien de Vauban (1633-1707),Pierre le Pesant de Boisguillebert y Richard Cantillon en Francia, o Leone Pascoliy Sallustio Antonio Bandini en Italia, se esforzaron en demostrar que el Estado de-bía fomentar la agricultura en lugar de proteger el comercio y la industria. La tesisque adoptaron era que la verdadera riqueza de la nación la constituiría la abun-dancia de los bienes de consumo, no la del tesoro; en consecuencia, sería el resul-tado de la producción agricola, no del comercio o de la producción de «riqueza ar-tificial» .

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52 PANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICONACIMIENTO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA 53

Para fomentar la producción agrícola era necesario que se permitiera a losagricultores obtener ganancias satisfactorias, y ello requería, como sostiene Bois-guillebert en Dissertation sur la nature des richeses, de /'argent, et des tributs(1712), que los precios se ajustaran a las «leyes naturales». Así, el mejor medio degarantizar precios y ganancias normales era el de laisser {aire la nature et la liber-té. Estas tesis llevaron a Boisguillebert a formular propuestas en orden a modifi-car el rumbo de la política económica similares a las que ya había formuladoVauban en Projet d'une dfme royale (1707), esto es: simplificación del régimen fis-cal y liberalización al menos del comercio interior. En particular, Boisguilleberthabía defendido en Le détail de la France (1695) una tesis que después siguió de-sarrollando en Le {actum de la France (1707) y en el Traité de la nature, culture,commerce et interet des grains (1712); a saber: que el consumo, especialmente eld.e los terratenientes, era el motor del desarrollo económico, puesto que propor-CIOnabademanda agregada a toda la economía. Por tanto, era necesario abolirlos impuestos que frenaban el consumo para crear un impuesto sobre la renta.Estamos ya en la línea de pensamiento que más tarde llevará a los fisiócratas aproponer el impat unique. Téngase también en cuenta el hecho de que para Bois-guillebert todas las rentas provenían, directa o indirectamente, de la producciónagrícola.

La tesis «librecambista» hacía necesaria la demostración de la tendencia na-tural de la economía al equilibrio; demostración que Boisguillebert esbozó en va-rias partes de su obra, anticipando tanto el tableau économique de Quesnay comola «ley de Say». Aunque se trata de poco más que intuiciones, en todo caso resul-tan suficientes para iniciar una tradición francesa en la teoría del equilibrio.

Una característica común de los economistas continentales de este períodoes que, a diferencia de la mayoría de los ingleses, no sintieron ninguna necesidadde dar una justificación ética a la propiedad privada. La capacidad de los indivi-duos de perseguir el propio interés, si se les dejaba libertad para hacerla, resulta-ba justificación suficiente para ellaissez faire. Tanto es así, que no vacilaron enreconocer en el abuso y en la violencia el origen de la propiedad privada. Así fueal menos en Boisguillebert.

La misma tesis sostenía Cantillon en el Ensayo sobre la naturaleza del comer-cio en general (escrito entre 1730 y 1734, pero publicado póstumamente en 1755).De origen irlandés, Cantillan trabajó durante mucho tiempo como banquero enFrancia, y viajó mucho entre París y Londres. Esta posición estratégica le permi-tió asimilar lo mejor del pensamie?to económico inglés y francés de la época.

De Petty; Cantillon tomó la teoría del valor; sin embargo, la reformuló, ba-sándola, no exclusivamente en el trabajo contenido, sino también en la reduccióndel coste de producción a los inputs de trabajo y tierra. Cantillon distinguió, demanera más clara que Petty, entre «valor intrínseco», dependiente de las condi-ciones de producción, y «precio de mercado», dependiente de las fuerzas de laoferta y la demanda, y explicó de manera muy clara y moderna el ajuste de! se-gundo al primero, basándose en la hipótesis de que el precio del mercado lo fijael vendedor y se modifica dinámicamente sobre la base de una estimación de lademanda.

También tomó de Petty la inútil búsqueda de la «paridad» entre tierra y tra-bajo, así como la teoría -ligada a ella- del salario de subsistencia, determinado

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por las condiciones de producción de los bienes salariale~. Además, Cantill~n es-bozó una explicación de la convergencia del salario efectiVOcon el de subSIsten-cia que podría definirse como prerricardiana, o, mejor, premalth~siana: la con-vergencia del salario se verificaría de acuerdo con la conv~rgenc¡a de la. po~l,a-ción con la demanda de trabajo. También hallamos en CantIllon una exphcaclOnde los diferenciales salariales que anticipa la de Smith: éstos dependerían de losdiferenciales de coste de formación de los trabajadores, de las diferencias de ries-go entre los diversos tipos de prestaciones laborales y de los diferentes grados deconfianza y responsabilidad requeridos por los distintos empleos.

También proviene de Petty la pasión de Cantillon por la investigación empí-rica, aunque desgraciadamente no sabemos a qué resultados ~eco~d~jo, ya que e!apéndice estadístico de su obra se perdió. Su teoría monetana, aSimismo de.pro-cedencia inglesa, es netamente cuantitativista, aunque moderada por la t:~IS se-gún la cual el valor de las monedas tendería a ajustarse al coste de pr?ducclOn deloro. Especialmente original resulta la descripción del proceso mediante el.cualun aumento de la oferta de moneda genera impulsos inflacionistas que se difun-den gradualmente, por medio de las demandas inducidas, a los diversos sectoresy a las distintas clases de renta. De este modo, los efectos últimos de un aumentode liquidez variarían según el tipo de afluencia monetaria. Este fenómeno se co-noce hoy con el nombre de «efecto Cantillon».

. Por parte francesa, Cantillon estuvo muy influenciado por los proteccionis-tas agrarios y, sobre todo, por Boisguillebert. Tomó de Francia la predilección porla tierra, más que por el trabajo; hasta el punto de que, donde Petty trataba .de re-ducir la tierra al trabajo para medir su valor, él tendía a hacer lo contrano. DeBoisguillebert tomó y desarrolló la tesis según la cual la renta, siend? un ingresosin ser un coste de producción, constituiría una fuente de gasto autonoma de laactividad productiva, y, por tanto, estaría en condiciones de influir en los nivelesde producción a partir simplemente de los humores, las modas y los ~ustos de laaristocracia. Esta idea, ligada a aquella otra, procedente de Petty, segun la cual larenta constituye e! único tipo de producto neto, parece dar la razón a quienes venen Cantillon a un precursor de los fisiócratas.

Pero aún hay más. Cantillon tomó también de BoisguilIebert el esbozo deltableau économique ya mencionado; éste, integrado con una moderna teoría delas tres clases sociales (propietarios, arrendatarios, jornaleros) y de las trois rentes(renta, beneficios y gastos de los agricultores), permitió a Cantillon formular unateoría del flujo circular.

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54 PANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

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CAPÍTULO 2

LA REVOLUCIÓN DEL LA/SSEZ FA/REy LA ECONOMÍA SMITHIANA

2.1. La revolución dellaissez faire

2.1.1. LAS CONDICIONES PREVIAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Los treinta y cinco años que van desde el inicio de la guerra de Sucesiónaustriaca, en 1741, a la declaración de independencia de los Estados Unidos, en1776, son de crucial importancia para la historia de Europa, así como para la his-toria del pensamiento económico.

Se trata de un período de profunda crisis política, como demuestran los veinti-cinco años de guen'as, <<lasmás bárbaras de la historia europea», en las que se impli-caron, en períodos distintos, todas las grandes potencias del continente: la guerra deSucesión austriaca (1741-1748), la guerra colonial entre Inglaterra, Francia y España(1754-1763), la guerra de los Siete Años (1756-1763), la guerra ruso-turca (1768-1774). Uno de los principales resultados de esta crisis fue la definitiva consolidaciónde Inglaterra como principal potencia militar, política y económica de Europa.

Entre las transformaciones más importantes de este período se cuenta la conso-lidación del capitalismo agrario, un proceso que fue bastante rápido en Francia e In-glaterra. En Francia, o al menos en las regiones del norte, en Picardía, en Normandíay en la provincia de París, surgió una nueva figura social: el fermier, e! campesinoarrendatario que invertía dinero propio en la mejora de las técnicas productivas y enla ampliación de las dimensiones de la fenne, la hacienda agrícola.

En Inglaterra este proceso se vio facilitado por el movimiento de cercadoque, iniciado más de dos siglos antes, conoció un auténtico boom a partir de1760. Entre las consecuencias más importantes hay que recordar las profundasinnovaciones técnicas empleadas en los métodos de cultivo, el consiguiente au-mento de la productividad y de la producción agrícola, y la aceleración del proce-so de expulsión de la mano de obra de! campo. Si a ello añadimos e! hecho deque precisamente a partir de 1740 tuvo lugar una aceleración de! crecimiento de-mográfico, se entiende enseguida por qué el despegue de la revolución industrial,que tendrá lugar a finales de este período, no se verá obstaculizado por aquellaescasez de fuerza de trabajo (y de «medios de subsistencia») que había constitui-do una de las principales preocupaciones de los mercantilistas. Así, la ocupaciónindustrial pudo aumentar rápidamente a partir de la década de 1760.

Una importante condición previa para el inicio de la revolución industrial laconstituyen las numerosas innovaciones tecnológicas empleadas en la naciente in-dustria y, sobre todo -aunque no únicamente-, en el sector textil: la Jenny de Har-

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2.1.2. QUESNAY nos FISIÓCRATAS

En este período se consolidó en Francia la escuela fisiócrata; se trataba deuna verdadera escuela de pensamiento, con una doctrina que había que defendery propagar, un maestro reconocido, Fran~is Quesnay (1694-1774) y un aguerri-do grupo de discípulos.

greaves data de 1764; el condensador de Watt, de 1765; el tomo de hilar deArkwright, de 1768.Sin embargo, el proceso no se limita a Inglaterra. Por poner úni-camente algunos ejemplos: en 1769, Cugnot construyó en Francia un carro movidopor una máquina de vapor, mientras que en Italia, en 1775,Volta inventó el electros-copio condensador, y en 1776 construyó el electróforo y descubrió el gas metano.

En resumen, en este período se dieron todas las condiciones previas econó-micas, sociales y tecnológicas del despegue industrial, al menos en Inglaterra.

No obstante, las condiciones previas más importantes fueron las culturales,ya que esta fue la época en la que estalló aquella auténtica revolución cultural co-nocida con el nombre de «Ilustración». Las raíces de este movimiento deben bus-carse en la Inglaterra del siglo XVII, y en particular en las ideas de «razón», «expe-riencia» y «ciencia», que filósofos y científicos como Bacon, Locke o Newton ha-bían tratado de utilizar para sustiwir a los viejos ídolos y abolir las antiguas ser-vidumbres intelectuales. En el continente, al insertarse en las distintas tradicio-nes nacionales, el movimiento asumió características peculiares; así, adquiriríaun cariz racionalista en la patria de Descartes, e historicista en la de Vico. El pe-ríodo en el que alcanzó su máximo efecto desestabilizador sobre la cultura de laépoca puede situarse en los años de publicación de la Enciclopedia (1751-1776).

La Ilustración deseldpeñó un importante papel en la historia del pensamien-to económico: proporcionó los fundamentos filosóficos al ataque que los econo-mistas de este período llevaron a cabo contra el pensamiento mercantilista. Enefecto, los años comprendidos entre 1751 y 1776 son, para la economía, los añosde la revolución dellaissez [aire. El mercantilismo, un planteamiento teórico rela-tivamente homogéneo que había dominado el pensamiento económico europeodurante trescientos años, creando casi una comunidad científica internacional, sevio súbitamente atacado desde diversos frentes, y en el transcurso de un cuartode siglo desapareció de la escena económica.

Sin embargo, los nuevos economistas no constituyeron a su vez un nuevoplanteamiento teórico homogéneo, ni en cada nación ni a nivel internacional;pero sí empezaron a formarse auténticas «escuelas» --() casi-, como la de los fi-siócratas en Francia, o las escuelas milanesa y napolitana en Italia. Sin embargo,como veremos, la homogeneidad de los planteamientos teóricos entre las distin-tas escuelas era muy escasa, así como, en cierta medida, en el seno de cada unade ellas. El único tema que las unía, por así decido, en sentido negativo, era la lu-cha contra la vieja ortodoxia mercantilista -con las debidas excepciones- y,consecuentemente, el intento de proporcionar un fundamento científico a la doc-trina dellaissez [aire. Habrá que esperar a la síntesis smithiana, que llegará en1776, para encontrar las condiciones que conducirán, en los cuarenta años si-guientes, a I~ consolidación de una nueva ortodoxia a escala continental.

56 PANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICOLA REVOLUCIÓN DEL LAlSSEZ MIRE y LA ECONOMÍA SMITHIANA 57

No disponemos aquí de suficiente espacio para recordar a todos los econo-mistas fisiócratas; nos limitaremos, pues, a exponer las líneas esenciales del pen-samiento del maestro. Sus obras económicas más importantes son: las voces«Arrendatarios» (1756), «Granos» (1757) y «Hombres» (1757), escritas para laEnciclopedia; el Tableau économique (1758) y las Máximas generales del gobiernoeconómico de un reino agricultor (1758), todos ellos textos fundamentales del pen-samiento fisiocrático; el artículo El Derecho natural (1765) y el Diálogo sobre elcomercio (1766), en los que se explican los fundamentos iusnaturalistas del puntode vista favorable allaissez [aire y antimercantilista de la escuela fisiocrática.

La aportación científica del pensamiento fisiocrático resulta verdaderamen-te notable. En particular, merecen ser destacados tres aspectos:

a) las nuevas y revolucionarias nociones de trabajo productivo e improduc-tivo, introducidas en conexión con un nuevo concepto de riqueza, en virtud delcual la auténtica fuente de riqueza es el producto neto que se obtiene aplicando eltrabajo a la tierra:

b) la visión de la interdependencia existente entre los diversos procesosproductivos y la idea de equilibrio macroeconómico;

c) la representación de los intercambios económicos como flujos circula-res de monedas y mercancías entre los diversos sectores económicos.

Quesnay suponía que el ciclo productivo era de duración anual, y que el pro-ducto final de cada año era en parte consumido y en parte reinvertido comoinput necesario para la producción del año siguiente. La referencia explícita erala producción agrícola, la única capaz de producir un excedente sobre los costesde reposición y, por ello, la única fuente verdadera de riqueza. Los fisiócratasconsideraban el excedente como una especie de don natural de la tierra. Por ello,los agricultores formaban la «clase productiva», mientras que las personas ads-critas a las actividades industriales constituían la «clase estéril», no porque noprodujeran mercancías útiles, sino simplemente porque el valor de su output seconsideraba igual al valor total de los inputs. Finalmente, estaba la clase de losterratenientes, o «clase distributiva», cuya función económica consistía en consu-mir el excedente creado por la clase productiva y en iniciar, a través de pago delas rentas de la tierra, el proceso de circulación de la moneda y de las mercancíasentre los diversos sectores económicos. Los fisiócratas llamaban «distribución» aeste proceso de circulación, de donde deriva el nombre de «clase distributi~a»: sufunción era asegurar una buena «distribución» de los ingresos entre los dIVersossectores.

El modelo del tableau économique es bastante sencillo. En un año, el sectoragrícola produce un output de 5.000 millones de livres. De éstos, 1.000 se destinana reemplazar los medios de producción empleados en agricultura, 2.000 se utilizanpara pagar los salarios de los jornaleros y los beneficios de los arrendatarios ([er-miers), además de proporcionar las semillas para el siguiente año. Los restantes2.000 millones representan el excedente, el produit neto El sector industrial tieneun output de 2.000 millones y un input de 2.000 millones. El tableau muestracómo los productos de ambos sectores son «distribuidos» en el sistema y cómo esnecesaria la circulación de la moneda para asegurar una reproducción regular. La