Edith Stein: Pasión por la palabra

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Revista de Espiritualidad 69 (2010), 111-122 Edith Stein: Pasión por la palabra Ezequiel García Rojo Madrid Edith Stein caminó por la vida con los ojos bien abiertos, atenta a cuanto acontecía a su alrededor; pero eso sí, en actitud contemplativa, lejos de todo interés manipulador. Supo mantener un intercambio per- manente con el entorno, cuyo resultado fue el mutuo enriquecimiento: a la par que recibe, devuelve incrementado; se beneficia ella, pero también sabe ser agradecida 1 . Dicho proceder resulta del todo evidente atendiendo a la esfera intelectual, en el que pronto encontrará acomodo esta mujer de la primera mitad del siglo XX. Cabría aplicar a la judía alemana la confesión de Teresa de Jesús: «Siempre fui amiga de letras» 2 ; lo que en el caso de estas dos mujeres da pie para una doble aplicación: ambas fueron amigas de letras tanto de las ‘ajenas’ como de las ‘propias’: por la primera pasaron a ser ávidas ‘lectoras’ de autores muy diversos, y por la segunda aparecerán cuales prolíficas ‘escritoras’, cuyos ricos legados están a nuestra disposición. 1 Valga como muestra la convicción que nos trasmite rememorando los años juveniles: «Al lado de las convicciones puramente teóricas nació, como personal motivo, un profundo agradecimiento para con el Estado que me había dado el dere- cho de ciudadanía académica, y con ello la libre entrada a las riquezas del espíritu de la humanidad. Todas las pequeñas bonificaciones que nos garantizaba nuestra tarjeta de estudiantes —descuentos para el teatro, conciertos y cosas semejantes— las veía yo como un cuidado amoroso del Estado para con sus hijos predilectos, y despertaban en mí el deseo de corresponder más tarde agradecidamente al pueblo y al Estado mediante el ejercicio de mi profesión». E. Stein, Autobiografía. OC I, p. 302. OC = Obras completas. Editorial de Espiritualidad, Monte Carmelo, El Carmen. Madrid-Burgos-Vitoria. 2 Teresa de Jesús, Vida 5, 3

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Revista de Espiritualidad 69 (2010), 111-122

Edith Stein: Pasión por la palabra

Ezequiel García RojoMadrid

Edith Stein caminó por la vida con los ojos bien abiertos, atenta a cuanto acontecía a su alrededor; pero eso sí, en actitud contemplativa, lejos de todo interés manipulador. Supo mantener un intercambio per-manente con el entorno, cuyo resultado fue el mutuo enriquecimiento: a la par que recibe, devuelve incrementado; se beneficia ella, pero también sabe ser agradecida 1. Dicho proceder resulta del todo evidente atendiendo a la esfera intelectual, en el que pronto encontrará acomodo esta mujer de la primera mitad del siglo XX.

Cabría aplicar a la judía alemana la confesión de Teresa de Jesús: «Siempre fui amiga de letras» 2; lo que en el caso de estas dos mujeres da pie para una doble aplicación: ambas fueron amigas de letras tanto de las ‘ajenas’ como de las ‘propias’: por la primera pasaron a ser ávidas ‘lectoras’ de autores muy diversos, y por la segunda aparecerán cuales prolíficas ‘escritoras’, cuyos ricos legados están a nuestra disposición.

1 Valga como muestra la convicción que nos trasmite rememorando los años juveniles: «Al lado de las convicciones puramente teóricas nació, como personal motivo, un profundo agradecimiento para con el Estado que me había dado el dere-cho de ciudadanía académica, y con ello la libre entrada a las riquezas del espíritu de la humanidad. Todas las pequeñas bonificaciones que nos garantizaba nuestra tarjeta de estudiantes —descuentos para el teatro, conciertos y cosas semejantes— las veía yo como un cuidado amoroso del Estado para con sus hijos predilectos, y despertaban en mí el deseo de corresponder más tarde agradecidamente al pueblo y al Estado mediante el ejercicio de mi profesión». E. Stein, autobiografía. OC I, p. 302. OC = Obras completas. Editorial de Espiritualidad, Monte Carmelo, El Carmen. Madrid-Burgos-Vitoria.

2 Teresa de Jesús, Vida 5, 3

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1. Ambiente familiar propicio

Edith Stein fue la menor de una familia numerosa; de manera directa o indirecta, los hermanos —el padre murió cuando ella aún no había cumplido los 3 años—, van a ejercer un fuerte influjo en la pequeña, en especial en los primeros años, en lo tocante a su formación intelectual. Algunos de ellos están frecuentando la escuela o estudiando una carrera; en el hogar aparecen por doquier libros, cuadernos, tareas, notas, así como ilusiones, celebraciones, ansiedades, nerviosismos... A la benjamina le alcanzan, a modo de bombardeo constante, toda una serie de nom bres, títulos, noticias, saberes, cuestiones, situaciones, que poco a poco tratará de encajar en su espíritu aún en ciernes. Con escasos años se vera inmersa en el peculiar mundo que ocupa y preocupa a los hermanos mayores; la atmósfera hogareña que respira la sumerge en el atrayente mundo de las letras, creando en ella una especie de ‘segunda naturaleza’. Rememorando los primeros descubrimientos intelectuales, refiere en la autobiografía: «... me enseñaba (su hermano Paul) las ilustraciones de su gran historia de la literatura, preguntándome lo que representaban, mientras tapaba la inscripción aunque yo no sabía leer todavía» 3. Aprende relatos, textos literarios, fórmulas matemáti-cas, expresiones lingüísticas, de tanto oírselos repetir a los hermanos; y nos recuerda: «Por este motivo conocí de muy niña las Baladas de Schiller y uhland, y con cinco años podía recitar de memoria bertran de born» 4. Hasta tal punto llega la identificación de Edith con este

3 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 208. Su hermana Erna nos ilumina también el despertar a la cultura de la menor de los Stein: «Pertenece a los primeros recuer-dos el que Paul, mi hermano mayor, pasease en brazos a Edith por la habitación entonando canciones estudiantiles, o que le mostrase las ilustraciones de su historia de la literatura y pronunciase discursos sobre Schiller, Goethe, etc. Tenía una me-moria formidable y todo lo retenía». Erna Biberstein-Stein, anotaciones, en: E. Stein, estrellas amarillas. Editorial de Espiritualidad, Madrid 2006, 3ª ed., p. 403.

4 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 181. La poesía consta de 64 versos. Exponen te claro de esta precoz receptividad a cuanto deambulaba por el ambiente familiar es la anécdota que ella nos recuerda: «Cuando tenía unos cinco años, mi hermana Frieda leyó en la escuela María estuardo, y tuvo ocasión de ir al teatro con mi madre a la representación. Se había hablado del tema en casa y yo, como de costumbre, había captado más de lo que correspondía a mi edad. Mientras ellas estaban en el teatro fui presa de fantasía febril y con gran excitación gritaba una y otra vez: ‘Cortadle la cabeza a Isabel’. Todavía recuerdo lo persistente que fue esta impresión.» Edith Stein, autobiografía. OC I, p. 205. «Desde los cuatro a los

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mundo intelectual, que sus hermanos la comparan, aunque no tanto por los contenidos, a un «libro de siete sellos» 5.

Dado el ambiente familiar, por una parte, y el espíritu espabilado de Edith Stein, por otra, se comprende que en el día de su sexto cum-pleaños exigiese como regalo el permitirle comenzar la escuela 6. Con esta fecha, 12 de octubre de 1897, Edith Stein inaugura oficialmente su curriculum studii y que, con el paso de los años, se verá interrumpido en muy contadas ocasiones. Concluida la jornada escolar, no quedará tranquila hasta no haber acabado con los deberes.

A los seis años pensaba ya en hacerse maestra, y todo porque su hermana Else había concluido Magisterio; por otra parte, un tío quiso ganársela para la medicina. Lo que viene a dar a entender que estímulos y facilidades para el estudio no van a escasear.

Mas no todos son tantos a su favor. Ella misma reconocerá más tarde que esta dedicación a los estudios, que ya desde sus inicios ocupaba la jornada completa, dejando escaso margen para otras alter-nativas, trajo como consecuencia una cierta deformación profesional, con desconocimiento de otras obligaciones 7.

2. Afición a la lectura

Si al ambiente propicio doméstico se le suman la avidez intelec-tual de la joven Edith, el resultado no puede ser sino la forja de una personalidad inquieta siempre por conocer más y mejor. Los libros serán sus grandes aliados en esta empresa. Al comienzo de cada cur-

cinco años comenzó a manifestar conocimientos de literatura». Erna Biberstein-Stein, anotaciones, en: E. Stein, estrellas amarillas, p. 403.

5 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 195. La referencia al libro de siete sellos está motivada más bien por esa especie de secretismo que siempre cultivó. No era propensa a comunicar sus intimidades, sus riquezas interiores

6 La exigencia se fundamentaba también en que «yo creo que casi me en-contraba más a gusto allí que en casa». E. Stein, autobiografía. OC I, p. 197.

7 Referido a los años escolares, confiesa: «Poca inclinación teníamos nostras (Erna y Edith) para el trabajo de casa y no nos gustaba nada el que nos reclamasen para limpiar el polvo o secar los cubiertos. Cuanto más nos exigían los estudios, más liberadas nos dejaban; y esto no es una ventaja, pues se cae en una formación unilateral que más tarde he tenido que lamentar». E. Stein, autobiografía. OC I, p.200.

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so escolar devoraba el nuevo libro de lectura y de poesías. «Muy de mañana me ponía a leer mientras mi madre me peinaba» 8. El gozo de los días festivos viene propiciado, no porque no se frecuente la escuela, sino porque dispone de tiempo suficiente para enfrascarse en un buen texto. Esta costum bre se mantiene también en tiempos de vacaciones, haciendo compatibles descanso y estudio 9. Los tiempos libres se aprovechan para leer, sintiendo predilección especial por los dramas: «Grillparzer, Hebell, Ibsen, y sobre todo Shakespeare, eran mi pan cotidiano. Sumergida en este mundo multicolor de las grandes pasiones y acciones, me sentía más familiarizada que en la vida cotidiana» 10.

Los libros serán referente obligados en la andadura intelectual des-de muy joven. Es un detalle que no pasa desapercibido en las descrip-ciones de objetos domésticos en sus visitas a hogares amigos, pasando por alto otros detalles. De ello será consciente, y lo deja traslucir al relatarnos su infancia. Así por ejemplo, describiendo la habitación de una compañera escolar, fija la atención, además de en los juguetes, en los libros, «que para mí constituían la mayor atracción» 11.

En los meses críticos que transcurre en Hamburgo (mayo de 1906 - marzo de 1907) en casa de su hermana Else, donde la soledad se le hizo presente de manera brutal, el único apoyo del que pudo echar mano fueron los libros, constituyéndose en auténtica tabla de salvación para una adolescente desconcertada. Como último recurso para no caer en el desaliento, nos confiesa de esta etapa: «Leía todo el tiempo que me lo

8 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 208.9 una anécdota elocuente de este comportamiento nos la ha dejado en su

autobiografía; narra las vacaciones en la montaña de 1911: «Por mi parte yo, que estaba finalizando mi primer semestre, me había llevado como lectura de vacaciones la Ética de Spinoza. No me separaba nunca del pequeño volumen. Cuando íbamos al bosque lo llevaba en el bolsillo de mi impermeable y, mientras los demás se tumbaban bajo los árboles, buscaba yo cerca un alto para la caza del ciervo y trepaba hasta arriba. Allí me sentaba y me sumergía alternativamente en las deducciones sobre la Substancia una y en la contemplación del cielo, montañas y bosques.» E. Stein, autobiografía. OC I, p. 252. En las vacaciones escolares de verano de 1916, las aprovechará para el examen de doctorado en Friburgo, pues bien, su método de descanso y relajación pasa por no abandonar la lectura: «Iba todas las mañanas temprano con mis libros desde Günterstal a un monte cercano; me tendía en el prado y trabajaba para el examen». E. Stein, autobiografía. OC I, p. 284.

10 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 268.11 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 264.

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permitía el trabajo de la casa» 12. En las escasas ocasiones en que tuvo que hacerse cargo de las tareas domésticas en Breslau (a su regreso de Hamburgo), el tiempo de ocio, «lo aprovechaba sobre todo para leer» 13. Durante un semestre en 1916 impartirá clases en su antiguo instituto de Breslau; tras las jornadas agotadoras y cuando en la noche ha concluido con los deberes de las alumnas, «entonces leía un poco a Shakespeare. Esto infundía tanto ánimo a mi espíritu que podía continuar» 14.

Algo semejante ocurre en los últimos años de bachillerato: cum-plidas las tareas escolares, el resto de la tarde se emplea en aumentar su bagaje de textos leídos. Son muchos los beneficios obtenidos de tan persistente afición, no sólo para la formación intelectual, sino también para su posterior ocupación profesional. Pasado el tiempo reconocerá la valía de tal dedicación: «La buena literatura que entonces leí fue un caudal para toda mi vida. Me fue posteriormente muy útil cuando tuve que explicar literatura» 15.

Es tal la capacidad de asimilación y de entusiasmo de esta mujer por la buena literatura, que vive cuanto lee; experiencia que se hace aún más viva si acude a unan representación teatral. Merece la pena citar sus palabras por la fuerza de convicción que transmiten: «Si en aquellos años se anunciaba la representación de un drama clásico, yo me sentía personalmente invitada. una representación inminente era para mí como una estrella luminosa que se acercaba lentamente: contaba los días y las horas que faltaban. Era una felicidad sentarse en el teatro y esperar a que el pesado telón metálico se alzase lenta-mente —los toques del timbre— y, por fin, se abría un nuevo mundo extraño. Entonces yo vivía por completo lo que se desarrollaba sobre el escenario, y lo cotidiano desapare cía» 16. Algo similar sucedía con las

12 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 265. Y añade: «Oía y leía también cosas que no me hacían bien. Debido a la especialidad de mi cuñado, había libros en la casa que no eran precisamente adecuados para una muchacha de quince años».

13 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 267.14 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 475.15 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 286. Cuando durante la guerra (1916) se

le pide que imparta clases de latín en su antiguo instituto de Breslau, recuerda: «En la selección de lecturas buscaba las que pudieran ser más incitantes». E. Stein, autobiografía. OC I, p. 469.

16 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 286. Experiencia muy distinta a las ope-retas y bufonadas berlinesas a las que asistió de no muy buena gana. Cf., Edith Stein, autobiografía. OC I, p. 293.

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óperas. La abundante y seleccionada literatura que caerá en sus manos a lo largo de su vida, pasarán a ser puntos de apoyo determinantes, además de en la evolución intelectual, en su devenir personal. El topar con ciertos textos marcará la senda a emprender con final sorprendente.

3. Alumna aplicada

Durante el tiempo escolar ocupará siempre uno de los primeros puestos en clase, recibiendo no pocos premios y distinciones. «Fui una alumna muy aplicada» son palabras suyas 17. En determinadas ocasiones se libró de algún examen final por la alta calificación obtenida durante el curso. Sobresalía del resto de las compañeras, y los profesores su-pieron reconocer el mérito de esta joven. El profesor de latín dejó caer este juicio en una clase superior: «En la clase inferior a ustedes está la señorita Stein la primera, luego viene un gran vacío, y a continuación las demás» 18. A pesar de todo, no alardeó de sus éxitos, ni forjaron en Edith Stein un espíritu orgulloso o complejos de superioridad. Suponía para la escolar un mal rato ser el centro de las miradas al tener que acudir al estrado para recoger los premios.

Con el ingreso en la universidad (1911) se afianza aún más el interés por el estudio, con una entrega, si cabe, más absoluta. Podemos decir que vive de cara a los libros, hasta llegar a confe-sar: «Apenas me quedaba tiempo para la vida familiar. Mi familia apenas me veía un poco más que a las horas de comer —y aún esto, no siempre. Cuando me sentaba a la mesa, mis pensamientos estaban todavía en el trabajo, y hablaba muy poco... Mis problemas filosóficos no tenían nada que hacer en la mesa familiar... —Y re-conoce—: No era raro que se pasase un día entero, y a veces dos,

17 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 208. En la familia también se la tendrá por la lista Edith, O. c., p. 260. Lo corrobora su hermana Erna: «Durante todo el tiempo escolar obtuvo resultados brillantes». Erna Biberstein-Stein, anotaciones, en: E. Stein, estrellas amarillas, p. 404. No deja de ser clarificador la valoración steiniana al respecto: «Desde los primeros años de mi vida yo sabía, por otra parte, que era más importante ser bueno que listo». E. Stein, autobiografía. OC I, p. 260.

18 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 278. El director de la escuela «dijo que yo era, evidentemente por mi capacidad, la mejor con mucho.» O. c., p. 277.

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sin que mi madre lograse verme» 19. una especie de fuerza interior orienta todos sus recursos en la misma dirección en sus años jóvenes: «Vivía completamente en mis estudios y aspiraciones, a las que me había entregado. En ello veía yo mi deber, y no era consciente de ninguna injusticia» 20. Y es que la universidad, al igual que antes la escuela, pronto se convierte en su querido hogar, en su alma mater; reconociendo sin rubor que durante su permanencia en la universidad de Breslau (1991-1913), «Participé en la vida de esa ‘alma mater’ como pocos estudiantes lo hacen, y me parecía que había sido injertada en ella de tal modo que no podría separarme voluntariamente de ella» 21.

4. El placer de escribir

El hecho de que hoy dispongamos de una larga serie de obras de Edith Stein, responde en buena medida a su afición por escribir, y que pronto despuntó en ella. Ya en los tiempos escolares, y como distracción, redacta algún drama que otro, dando rienda suelta a su exuberante imaginación y a un mundo interior de contenidos ocurren-tes. Al concluir los estudios medios (marzo de 1911), y para la fiesta de despedida, tuvo el honor de componer el drama de la cerveza 22 y con notable éxito.

Y es que para Edith Stein, desde que se inició en las letras, escribir no le exigía casi esfuerzo; todo lo contrario, constituía un placer 23. Ayudará a sus hermanas a la hora de componer redacciones, hasta ser toda obra suya.

19 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 323.20 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 324.21 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 325.22 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 289. Con ocasión de la boda de su hermana

Erna en 1921 elabora una obra de teatro, y también con motivo del 80 cumplea-ños de su madre en 1929, no pudiendo estar presente, envía un poema musical. Susanne Batzdorff-Biberstein, erinnerungen an meine Tante edith stein, en: W. Herbstrith, edith stein. ein lebensbild in Zeugnissen und selbstzeugnissen, Matthias-Grünewald, Maiz 1993, p. 77.

23 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 208. Recordando la etapa escolar, nos confiesa: «Los ejercicios de composición eran la gran cruz para muchas, pero para mí eran un placer», O. c., p. 285.

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La dicha sentida al extender un texto, no es sino la punta de iceberg de una situación feliz más profunda. Para Edith Stein la atmósfera ideal, la que más sintonizaba con su espíritu despierto, era la de las letras. A ella supeditará en gran medida su desarrollo personal, y por ella sacrificará posibles expectativas nada despreciables. Cuando tras el paréntesis de un año sin estudiar (mayo de 1906 a marzo de 1907), se halla de nuevo ante los libros para recuperar el tiempo perdido, lo recordará «como la primera época de mi vida verdaderamente feliz. Esto se debía a que por primera vez también estuvieron mis ener-gías intelectuales completamente polarizadas en una tarea conforme a ellas» 24. Desde hacía tiempo los estudios constituían su elemento vital. Incorporarse a la universidad y formar parte del privilegiado mundo del saber, vino a ser la continuación natural de un proceso iniciado años atrás, y que obedece a una fuerza interior irresistible. «Me en-contraba (en la universidad) muy a gusto con el día completamente ocupado y me sentía como un pez en el agua clara y al calor del sol» 25 Esta mente privilegiada se halla a gusto en una atmósfera intelectual. Cuando su espíritu desarrolla todo su potencial, entonces aflora en ella una dicha arrebatadora. Al estudio entrega lo mejor de su tiempo y de su energía, sin que ninguna otra aspiración sea lo suficientemente fuerte como para distraerla de la senda emprendida. La felicidad que dicha actividad le procura supera los esfuerzos que le requiere. No hay lugar a la comparación.

Sin embargo, sabemos de una ocasión en que las dificultades aflo-raron a la hora de acometer la elaboración de una investigación en 1914, en concreto su tesis doctoral; fueron momentos amargos para quien nunca le supuso mayor desvelo redactar un texto. Confesará: «Por vez primera en mi vida me encontraba ante algo que no podía domeñar con mi voluntad... Esto me llevó tan lejos, que la vida me parecía insoportable... Me costó un esfuerzo mental como nada de lo que había hecho hasta aquel momento» 26. Mas una vez superado el momento crítico, las ideas claras se agolpan en su cerebro, y con suma agilidad se van asentando en el manuscrito sobre la empatía. A finales

24 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 272-273. una frase esclarecedora: «Mis años de bachillerato fueron una época feliz.» O. c., p. 286.

25 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 300.26 E. Stein, autobiografia. OC I, p. 280-281, 284.

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de 1915 el panorama es mucho más alentador: «De tanto escribir me sentía enardecida, y un placer desconocido se apoderaba de mí» 27.

La temprana afición de Edith Stein por el mundo de las letras, así como la vocación de escritora de que hace gala, hallarán su expresión natural en los sucesivos tratados que irán brotando de su pluma a lo largo de la ajetreada existencia, hasta el día mismo en que por fuerza mayor habrá de abandonar drásticamente papel y tinta, y, lo que es peor, convento y vida.

5. Algo que comunicar

¿Cuándo escribir? Ciertamente, el legado steiniano es muy amplio y variado. Sin duda que su magnitud se explica por la vocación de escritora que se advierte en ella, mas no lo es todo. Hay un móvil de fondo que impulsa a esta mujer a redactar páginas: tiene algo que comunicar. Más que por el placer, la pluma obedece a una sentida necesidad interior; de lo contrario dedicaría las horas y las energías a otros intereses; o simplemente, optaría por callar, a lo que también era proclive. Dicho proceder podemos verlo en una carta a su amigo Roman Ingarden: «Seguidamente la explicación de mi largo silencio. La falta de tiempo sólo no es razón suficiente. Dondequiera que es indispensable, siempre encuentro tiempo para escribir. Y desde luego siempre lo tendría para usted, si pudiera comunicarle algo de provecho. Pero justamente sobre esto tenía mis dudas» 28.

Cuando no se comparten los ideales, o no hay empatía entre los sujetos, entonces la comunicación —también la de por escrito— resul-ta casi violenta, optando por otros asuntos más convencionales, pero menos personales. «Si ahora me resulta difícil escribirle —esto ocu-rre, y siempre que lo intento debo hacer un gran esfuerzo— se debe a otras razones. Sin lugar a dudas radica en que a usted el mundo en

27 E. Stein, autobiografía. OC I, p. 460-461.28 E. Stein, Carta 118 (14.XII.1924). OC I, p. 740. Precisamente su amigo

Roman Ingarden ha expresado la siguiente confesión: «Estoy seguro de que Stein nunca escribió nada en lo que no creyese firmemente, no ha hecho nada con espíritu conformista». R. Ingarden, el problema de la persona. apuntes sobre el pensamiento de edith stein. Atlanta I (1990) 177

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que yo vivo ahora y del que depende por completo mi corazón, según todos los indicios le es totalmente extraño; no sé si siempre fue así o únicamente a partir de un determinado momento. Naturalmente de ninguna manera quiero por ello interrumpir la relación con usted. Pero si no existe necesidad alguna de escribir y si estoy cansada del trabajo diario y tengo que elegir entre muchas cosas, aún por hacer, entonces automáticamente echo mano de algo que me resulta menos costoso» 29.

Si se cambian las tornas, y se percibe el mutuo entendimiento, la fluidez en la redacción vuelve y las inquietudes más íntimas afloran, en la expectativa de ser comprendidas por el interlocutor. Quince días más tarde escribe al mismo destinatario: «Creo que ahora me cuesta mucho menos escribir. Por lo demás, no es tanto la diferente manera ‘de ver las cosas’ lo que me molestaba, sino una cierta animosidad que me pareció percibir en aquellas cartas. Cuanto menos el catolicismo es una religión del sentimiento, tanto más se trata aquí de la pregunta sobre la verdad, tanto más es un asunto de vida y del corazón. Y si Cristo es el centro de mi vida y la Iglesia de Cristo mi patria, ¿cómo no me ha de resultar difícil escribir cartas en las que he de procurar cuidadosamente que nada de lo que está lleno mi corazón trascienda, para no despertar sentimientos hostiles contra aquello que para mí es querido y santo? Cartas así tengo que escribir constantemente a casa y así tengo que vivir cuando estoy en casa, y ésta es la presión más dura que pesa sobre mí. Allí donde me puedo expresar libremente existe también diferencia de pareceres, pero ningún obstáculo para la comunicación, si bien naturalmente con quienes uno se siente mejor es con aquellos que están al mismo nivel» 30.

En los conventos de Colonia y de Echt tendrá el ‘privilegio’ de po-der seguir escribiendo, advirtiendo, no obstante, con meridiana claridad dónde ha de situarse el núcleo de la vida carmelitana: «Nuestra tarea es amar y servir... Para nosotras vale lo mismo pelar patatas, limpiar ventanas o escribir libros. Pero, en general, se emplea a la gente para aquello que más vale, por esta razón es mucho más raro que yo pele patatas que escriba. Al principio fueron pequeñas cosas, puramente religiosas, o recensiones de libros. Pero bastante pronto, después que

29 E. Stein, Carta 131 (29.XI.1925). OC I, p. 758-759.30 E. Stein, Carta 133 (13.XII.1925). OC I, p. 760-761.

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emití los primeros votos (lo que ocurrió en la Pascua de 1935) recibí el encargo de concluir para la imprenta un gran borrador que había traído conmigo. Enseguida eché mano del borrador y comencé a es-cribir de nuevo.» 31

Pasados los años, y cuando el sujeto en cuestión es ya autora de múltiples escritos, así como conferenciante de reconocido valor, será consciente de las ventajas que le proporcionan a estas alturas lo comenzado y ejercitado a temprana edad. Edith Stein sabe hablar, escribir, componer, expresar con claridad lo que concibe su espíri-tu; gracias en buena medida al continuado esfuerzo por cultivar la inteligencia.

6. Palabra contemplativa

Ciertamente que la pasión literaria acompañó a Edith Stein de por vida. Ingresar en una orden contemplativa, no le garantizaba la continuidad de dicha práctica; pero siempre hay excepciones. Baste recordar el dato paradójico de que entre los mayores maestros de la literatura se encuentran los grandes místicos. En lo que se refiere a la hermana Teresa Benedicta de la Cruz, está pronta a la renuncia a la pluma como una de las exigencias inherentes al espíritu carmelitano, y con ello propiciar una mejor equiparación con el resto de las hermanas, así como una participación en las tareas domésticas sin distinción. Si las cosas cambian se debe a iniciativas que la desbordan. Con mucha sencillez nos describe cuál era su disposición interior al ingresar en el Carmelo de Colonia —lo hemos citamos más arriba—: «Nuestra tarea es amar y servir... Para nosotras vale lo mismo pelar patatas, limpiar ventanas o escribir libros. Pero, en general, se emplea a la gente para aquello que más vale, por esta razón es mucho más raro que yo pele patatas que escriba. Al principio fueron pequeñas cosas, puramente religiosas, o recensiones de libros. Pero bastante pronto, después que emití los primeros votos (lo que ocurrió en la Pascua de 1935) recibí el encargo de concluir para la imprenta un gran borrador que había traído conmigo. Enseguida eché mano del borrador y comencé a escribir de

31 E. Stein, Carta 516 (Verano 1937). OC I, p. 1222.

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nuevo» 32. Sabrá dar gracias la carmelita cuando, llegado el domingo, se vea liberada temporalmente de la misión encomendada de preparar estudios para la publicación.

En verdad, los pocos años transcurridos en el claustro serán muy fecundos, fruto más del silencio prolongado ante Dios que del diálogo con los hombres. En ocasiones no le importa presentar al Altísimo lo que debería comunicar al prójimo. Se lee en una carta de 1935: «¿Verdad que comprende si hoy le escribo tan breve y opto, mejor, por llevar sus intenciones al coro?» 33. Será de la opinión de que «los servicios básicos del amor ahora deben efectuarse a través de un camino silencioso. Creo, incluso, que de esta manera puedo ayudarle más que con palabras» 34.

Para concluir con este apartado, conviene mencionar un móvil in-terior que va tomando cada vez más fuerza definida en Edith Stein; las inquietudes intelectuales no están al servicio de un saber por saber, sino que son el instrumento ideal en la búsqueda apasionada de la Verdad. Busca la verdad para afirmarla, pero también para vivirla. La persecución de la verdad va a ser, después de todo, la estrella polar que oriente los esfuerzos de esta mujer nacida para emprender lo apa-rentemente imposible.

32 E. Stein, Carta 516 (Verano 1937). OC I, p. 1222.33 E. Stein, Carta 457 (16.VII.1935). OC I, p. 1145.34 E. Stein, Carta 399 (11.I.1934). OC I, p. 1068.

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bIblIogRAfíA* 35

* Colaboran en esta sección: Celedonio Martínez Daimiel (CMD), Daniel de Pablo Maroto (DPM), Eusebio Gómez Navarro (EGN), Ezequiel García Rojo (EGR), Igna-cio Husillos Tamarit (IHT), Pedro José Grande Sánchez (Pjgs), Segundo Fernández (SF),Teófanes Egido (TE).

1. Alonso Romo, E. J., luis de Mon-toya. Un reformador castellano en Portugal, Edit. Agustiniana, Ma-drid, 2008, 164 pp., 13 × 21 cm.

El autor, profesor titular de Filolo-gía portuguesa en la universidad de Salamanca, nos ofrece en las páginas de este hbro una biografia crítica ba-sada en una documentación inédita y una amplia literatura especializada de Luis de Montoya (1497-1569) uno de los representantes ilustres que la Fa-milia agustiniana dio en aquel siglo. Figura relevante desde muy pronto en España —baste recordar los oficios que desempeñó en Castilla: maestro de no-vicios recién ordenado sacerdote, prior y Consejero Provincial— su figura se agranda desde que es enviado por el General como reformador de la Orden en Portugal. Y supo realizar la enco-mienda con acierto y satisfacción. Allí permaneció 34 años hasta que muere en Lisboa en el ejercicio de una cari-dad generosa y sacrificada, asistiendo a los apestados de una dolencia entonces incurable. Hombre de una intensa vida espiritual, dotado de cualidades de buen escritor, que nos ha dejado una serie de obras, que en un principio estuvieron influyendo durante décadas en círculos agustinianos en España y Portuga1, des-pués cayeron en el olvido. Y el autor con este libro trata de recuperar su fi-gura y su obra. Esta nos la ofrece en los

capítulos 9-12 de su libro. Este se cierra con un capitulo dedicado a su muerte y el recuerdo que guardaron sus contem-poráneos, sobre todo, los portugueses, de un hombre santo, aunque nunca se ha introducido su proceso de beatifica-ción y una bibliografia dividida en dos apartados: a) de los escritos de Luis de Montoya, y b) bibliografía en relación con dicho personaje. Creemos que el autor Alonso Romo ha logrado su ob-jetivo: recuperar esta figura insigne en el mundo religioso de aquel siglo XVI y útil para el nuestro.—SF

2. Avendaño, J.M., dios viene a nuestro encuentro, Narcea, Madrid, 2009, 174 pp., 13 × 21 cm

Este es un libro que hay que leer-lo despacio, sin prisas; un libro para meditar y acercarse a Dios. Esta es la recomendación que hace, en el prólogo, Mons. J. M. López de Andujar. Dios viene en cada momento a nuestro en-cuentro. El se adelanta primero y quiere que conozcamos a Jesucristo, vida eter-na (Jn 17, 3). Y desde Cristo, enraizados en él, podemos enfrentarnos a la vida. Él es nuestra vida, «nuestra esperanza» (Col 1, 27). José Mª Avendaño nos pre-senta a un Dios amigo de la vida, cer-cano, que camina a nuestro lado y nos acompaña en todo momento, especial-mente en las horas bajas, en nuestros