Editado EticaII U8 9no y10mo Mandamiento

8/16/2019 Editado EticaII U8 9no y10mo Mandamiento

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6 ÉticaDr. Pablo A. Marini, Dr. Raúl E. Petrinelli

Segunda parte. Unidad 8Noveno y Décimo mandamientos

Versión 2 /febrero 2012


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06 – Ética – 2da Parte – Los mandamientos. Noveno y Décimo mandamientos 3

No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo,ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo (Ex 20, 17)

El que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón (Mt5, 28)

Como enseña Santo Tomás, entre la ley divina y la ley humana existe esta diferen-cia:

la ley humana juzga loshechos y las palabras , en cambio,

la divina juzga no solamente los hechos y las palabras sino también lospen-samientos .

La formulación de estos mandamientos de la Ley de Dios es: “No consentirás pen-samientos ni deseos impuros” (noveno) y “No codiciarás los bienes ajenos” (décimo).

Sin embargo, como vemos más arriba ambos preceptos aparecían unidos.La razón de unificarlos reside en la naturaleza interior de laconcupiscencia que

da origen a pecados internos de pensamiento y deseo , y porque las obras del hom-bre tienen su raíz en el corazón.

En cambio, la razón desepararlos está en el diverso objeto de la concupiscencia,pues en un caso busca los deleites impuros (noveno) y en el otro losbienes ajenos (décimo).

Noveno mandamiento

Lo que enseña y lo que prohíbe

Como en los restantes mandamientos, el Señor enseña el camino de la virtud, eneste caso de la castidad , que se decide desde el interior de la persona; y confirmó elprecepto divino que prohibía la impureza externa e interna , y quiso evitar que loshombres olvidaran la importancia de los pecados internos.

La castidad debe ser vivida desde laintimidad de la conciencia al ámbito corporal.Esta virtud permite amar con un corazón recto e indiviso y luchar contra la concupis-cencia de la carne y los apetitos desordenados.

Concupiscencia de la carneNo se trata aquí de la facultad natural y moderada de apetecer, de acuerdo con el

recto orden de la razón (concupiscencia en sentido antropológico o apetito concupisci-ble), sino de la concupiscencia que apetececon desorden y arrastra fácilmente a lavoluntad hasta elpecado .

La teología católica le ha dado el sentido particular de un movimiento del apetitosensible que contraría la obra de la razón humana. Procede de ladesobediencia delprimer pecado. Desordena las facultades morales del hombre y, sin ser una falta ensí misma, lo inclina acometer pecados (CatIC 2515).

Mediante la pureza de intención que consiste en buscar el fin verdadero del hombrecon una mirada limpia, elbautizado se afana por encontrar y realizar en todo lavo-


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luntad de Dios . También por medio de lapureza de la mirada exterior e interior, ladisciplina de los sentidos y la imaginación. Y con laoración y los sacramentos –porlos que el fiel pide y obtiene la fuerza divina de la gracia– que son fundamentales enesta lucha interior.

Los pecados internosPecados internos son los que se realizan tan sólo con las potencias del alma, esdecir, con la inteligencia y la voluntad.

Los principales son tres:

Complacencia morosa en algo que está presente en la imaginación: tambiénse llama generalmente “malos pensamientos ”, y consiste en larepresen-tación imaginaria de un acto pecaminoso como si se estuviera realizando,con ánimo de buscar elplacer que esa representación proporciona. Pensar

en la muerte del enemigo por venganza, representarse imágenes eróticaspara obtener una excitación sexual, etc. La complacencia morosa debecumplir ciertascondiciones para que sea pecado: es preciso que se la ad-vierta como pecaminosa y se laconsienta deliberadamente a pesar de ello.El que piensa distraídamente una cosa mala sin advertir que es pecaminosay la rechaza en el acto al advertirlo, no cometió pecado, aunque hubierapermanecido algún tiempo en aquel pensamiento inadvertido.

Mal deseo de una cosa futura: es la apetencia de un acto malo con ánimode cometerlo . En efecto, se entiende por mal deseo la apetencia deliberadade una cosa mala. Y se divide eneficaz e ineficaz: el primero es si hay in-tención o propósitoabsoluto de ejecutar una cosa mala cuando se presenteel momento oportuno. Es siempre pecado de la misma especie y gravedadque el acto externo revestido de todas las circunstancias individuales. El se-gundo (mal deseo ineficaz o condicionado) sino se tiene intención de eje-cutarlo; es más bien una veleidad (por ejemplo, quisiera hacer tal cosa sifuera lícita o posible). Admitido bajo condición, es siemprepeligroso ; peroserá pecado o no según que la condición impuesta deje intacta su malicia ola suprima del todo. Es decir, será pecado (grave o leve según lo sea el objeto) cuando lacondición impuesta no le quita su malicia: por ejemplo, “co-metería tal pecado si Dios no me castigara, o si no hubiera infierno, etc.”. Desuyo no sería pecado si la condición le quitara su malicia: por ej. “comeríacarne si no fuera día de vigilia”. El sacerdote que dijera: “Quisiera casarme

si no fuera sacerdote” no pecaría contra el voto. En cambio, como ya diji-mos, quien quisiese fornicar si no hubiese infierno, pecaría contra la casti-dad.

Gozo pecaminoso en una mala acción pasada: este pecado consiste en lacomplacencia deliberada en una acción mala ya realizada por uno mismo opor otros. Se refiere alpasado y renueva el pecado en el alma.

Otro ejemplo demal deseo ineficaz:desear robar es peca-do. Luego, quien des-ea robar, peca contra justicia; quien desearobar cosa sagrada,peca contra justicia yreligión. Pero, como nodeseamos lo que igno-ramos, el deseo noreviste la malicia de lascircunstancias desco-nocidas: quien deseaal prójimo un mal, engeneral, peca sólo porodio; quien deseegozar de una mujer,ignorando que estácasada, peca contra lacastidad pero no co-ntra la justicia.


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Décimo mandamientoEl décimo mandamientodesdobla y completa el noveno , que versa sobre la con-

cupiscencia de la carne. Prohíbe lacodicia del bien ajeno, raíz del hurto, de larapiña y del fraude , prohibidos por el séptimo mandamiento.

El desorden de la concupiscencia nos lleva acodiciar injustamente lo que no esnuestro y pertenece, o es debido, a otra persona.

Prohíbe la avaricia que es el apetito desordenado de los bienes exteriores. Es unode los pecados capitales ya que de él, como de su fuente o cabeza, brotan otros mu-chos. Prohíbe también eldeseo desordenado nacido de la pasión inmoderada por lasriquezas y por su poder .

El décimo mandamiento también exige que se destierre del corazón humano laen-vidia. Es también un pecado capital. Manifiesta la tristeza experimentada ante el biendel prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida.Cuando desea al prójimo un mal grave es un pecado mortal. De la envidia nacen elodio, la maledicencia , la calumnia , la alegría causada por el mal del prójimo y latristeza causada por su prosperidad .

Querer ver a Dios

El deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a losbienes de este mundo, para alcanzar su plenitud en la visión y labienaventuranza deDios. “El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir” (San Grego-

rio de Nisa, beat. 6).La auténtica renovación moral deberá partir de un cambio moral de la persona.

Como decía Juan Pablo II:

hay que empezar por cambiarse a sí mismo, imitando a Cristo, destruyendo lasraíces del egoísmo y del pecado que anida en cada corazón.

Pero el cristiano ha de saber que esa reforma del propio corazón se llevará a cabocon la gracia divina , desterrando de él el apegamiento a los bienes terrenos, y procu-rando santificar el mundo desde la propia identidad católica en la fidelidad a la Iglesiade Cristo.


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