Ecografia para anestesiologos
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Ecografía para anestesiólogos: Una revisión de los aspectos no científicos.
Julián Esteban Quintana Puerta.
Anestesiólogo Universidad CES, Vocal académico SADEA.
La ecografía hecha por el clínico (o ´point of care ultrasonography’, como se encuentra en la literatura mundial) es la utilización de un ecógrafo por el propio médico tratante(1). Permite responder de inmediato a las preguntas que aparecen mientras se hace el examen físico y el interrogatorio, en lugar de esperar los resultados de un examen que se toma y se lee más tarde por alguien que no está involucrado directamente en el manejo del paciente; permite también la realización de procedimientos con mayor seguridad, así como la valoración repetida para evaluar la eficacia de las intervenciones(1,2). Se caracteriza por ser muy enfocada al órgano o sistema que el médico considera que está comprometido, mientras que los estudios obtenidos por los especialistas en imágenes tienden a ser más extensos y sistemáticos(1,2).
Algunos consideran la ecografía como una extensión del examen físico, y hay quienes sugieren que es el estetoscopio del siglo XXI(1,3). Sin embargo, cuando se comparan, para la mayoría de las patologías la ecografía es más sensible y específica que el estetoscopio, e incluso mucho más fácil de aprender(2–4). En este sentido la literatura sugiere que, con excepción de los cardiólogos, las habilidades de la mayoría de los clínicos en auscultación cardíaca son muy pobres(5,6).
Con todas las consideraciones anteriores, y ante el caudal de publicaciones de ecografía por clínicos, incluyendo anestesiólogos, se hizo una búsqueda manual en las ediciones de los últimos cinco años de la Revista Colombiana de Anestesiología, de las palabras “ecografía”, “ultrasonido” y “ultrasonografía”, encontrando un total de siete artículos(7–13), en su mayoría reportes de casos, de los cuales en sólo tres el anestesiólogo era quien utilizaba la ecografía(7,8,12). Ante la evidencia del limitado uso de la ecografía por los anestesiólogos (y por los clínicos en general) en nuestro medio, se decidió hacer esta revisión, con el objetivo de incentivar el mayor uso de esta herramienta, así como de evaluar los posibles obstáculos que se encuentran para su utilización rutinaria.
¿Por qué no somos competencia para otras especialidades?
Las especialidades que utilizan la ecografía como medio diagnóstico, la ven como una herramienta estática, que se toma en un momento dado; los clínicos tienden a utilizar la ecografía como un medio dinámico, donde se toma una imagen inicial para apoyar los diagnósticos que la clínica y el examen físico sugirieron, y posteriormente siguen tomando imágenes para vigilar la respuesta al tratamiento que han instaurado(1,2). De este modo, se convierte en una herramienta de monitoría fisiológica, algo con lo que los anestesiólogos convivimos día a día.
En ese contexto, es improbable encontrar en las instituciones radiólogos y/o cardiólogos dispuestos a entrar a quirófanos o a ir a las unidades de cuidados intensivos en horarios extendidos y a estar presentes durante todo el tratamiento del paciente(1,2). Por ejemplo, cuando ingresa un paciente séptico en horas de la madrugada, y se decide guiar su reanimación por metas ecográficas, probablemente ninguno de ellos esté dispuesto a asistir de inmediato y a permanecer en la cabecera del paciente durante las primeras horas de la reanimación, hasta verificar que se cumplan las metas fisiológicas.
En adición a las aplicaciones en monitoría, las especialidades que utilizan la ecografía también lo hacen para intervenciones muy específicas de su área; si un anestesiólogo está entrenado en hacer anestesia regional o hacer intervencionismo en dolor, el uso de la ecografía para guiar sus procedimientos le aporta mayor seguridad, pero no está siendo competencia para un especialista en imágenes, que probablemente no está familiarizado con el procedimiento(1,2,14).
Por otra parte, los anestesiólogos no tienen, en su mayoría, interés en salir de sus áreas de influencia usuales (quirófanos, salas de recuperación, unidades de cuidado intensivo, y en excepcionales ocasiones, salas de emergencias) y dejar de tratar pacientes con patología aguda, para realizar exámenes ecográficos extensos de manera electiva en pacientes estables(1,2). Si bien es cierto que las habilidades ecográficas aprendidas en un campo pueden extenderse a otros, la realidad es que el entrenamiento enfocado que se recibe por un especialista clínico no es suficiente para hacer este tipo de exámenes, donde se requiere una curva de aprendizaje mayor(2).
¿Podemos aprender a usar la ecografía de manera correcta?
Históricamente, la primera aplicación que se le encontró en anestesia a la ecografía perioperatoria fue la ecocardiografía transesofágica(15); sin embargo, ésta la hacen los anestesiólogos cardiovasculares, personas con gran entrenamiento y que deben demostrar unas habilidades similares a las de los cardiólogos y radiólogos ecocardiografistas para poder ejercer(16). Algunos autores opinan que, paradojicamente, esta aplicación tan especializada y que implica los riesgos de un procedimiento invasivo, alejó la ecografía del anestesiólogo general durante mucho tiempo(2,17,18). Aún con una aplicación tan especializada, existe evidencia que demuestra que los anestesiólogos cardiovasculares tienen habilidades diagnósticas adecuadas(2,15,19,20).
Sin embargo, las aplicaciones de la ultrasonografía que están al acceso del anestesiólogo, son más sencillas y menos especializadas que la ecocardiografía transesofágica. Para el uso de la ecografía por el médico de atención aguda se predican protocolos simplificados, enfocados a responder preguntas sencillas que el clínico se hace durante el tratamiento de su paciente(1,2). Por ejemplo, en ecocardiografía transtorácica, la Sociedad Americana de Ecocardiografía (ASE), en su consenso acerca de las vistas básicas, exige el uso de 20 vistas diferentes para que el examen sea completo(21); sin embargo, el protocolo FATE (“Focused Assesment in Transthoracic Echocardiography”), uno de los protocolos de ecocardiografía para el paciente crítico, sólo exige la
utilización de cuatro vistas, mucho más fáciles de aprender, con las cuales el clínico puede obtener respuesta a sus preguntas puntuales(22–24).
Las aplicaciones de la ecografía para el paciente agudo se basan, principalmente, en reconocimiento de patrones(2). La idea de los protocolos es hacer exámenes cortos y enfocados, para que el clínico aprenda a reconocer patrones anormales que le den información sobre patologías severas que comprometan la vida del paciente; no se pretende en ningún momento hacer ecografía cuantitativa(1,2). Con estos protocolos simplificados y con la ayuda de cursos cortos (en su mayoría talleres con pacientes sanos), se han demostrado curvas de aprendizaje cortas, con retención adecuada de las habilidades adquiridas(2). También se han utilizado con éxito algunos simuladores.
Se encuentran dos visiones diferentes con respecto a qué tan difundida debe estar la ecografía; algunos opinan que cualquier anestesiólgo debería recibir entrenamiento en el tema, y otros, que debería ser un entrenamiento limitado sólo a personal muy especializado(2,25,26). Algunos artículos hablan de una pirámide de experticia. En esta pirámide, en la base están las aplicaciones generales y de fácil aprendizaje, para la mayoría de los anestesiólogos y con entrenamiento más avanzado se sube en la pirámide, hacia usos más especializados. Es posible que con el uso continuo de la ecografía, la profundidad diagnóstica pueda ir mejorando, lo que permitiría utilizar las habilidades adquiridas en aplicaciones más exigentes.(2,25,26)
Aplicaciones de la ecografía para anestesiólogos.
Existen por lo menos 20 especialidades para las cuales la ecografía hecha por el clínico tiene utilidad(1). La ecografía por el clínico incluye tres usos grandes: para hacer diagnóstico, para guiar procedimientos y para hacer tamización(1); para el anestesiólogo son relevantes los primeros dos. Vamos a revisar de manera muy somera qué aplicaciones de estas le pueden servir al anestesiólogo; para una descripción más detallada, se recomienda mirar las bibliografías respectivas. Utilizaremos una secuencia ABCDE, como la que guía el manejo del paciente con trauma, utilizada también en algunos cursos de difusión de la ecografía por el clínico(27).
En la A, con ecografía de la vía aérea es fácil verificar el tamaño de la tráquea y el tubo apropiado, si hay desviaciones significativas, y es posible estar viendo el esófago durante toda la intubación, para descartar una intubación esofágica; incluso, con algunas maniobras específicas (llenar el balón con agua), se puede verificar el paso del tubo por las cuerdas. Antes de una inducción de secuencia rápida, es posible medir el volumen gástrico y valorar la probabilidad de regurgitación. La ecografía también es útil para guiar procedimientos percutáneos, como traqueostomía y cricotirotomía, en especial a través de masas vascularizadas, intentando evitar al máximo los vasos(28,29).
En la B, la ecografía pulmonar, desarrollada en los últimos 20 años en la unidad de cuidados intensivos, tiene diversas utilidades. Inicialmente, si se documenta la expansión de ambos
pulmones, verificando el “sliding” o deslizamiento pleural, se garantiza la intubación que se realizó en la A, y así mismo, se descarta una intubación monobronquial. En un paciente politraumatizado, o después de un procedimiento del anestesiólogo, como un acceso vascular o un bloqueo, se puede descartar un neumotórax con la presencia de este deslizamiento pleural, con un valor predictivo negativo del 100% (aunque para diagnosticarlo con seguridad, la ausencia de este deslizamiento no es lo suficientemente específica y tienen que asociarse otros signos ecográficos). Con modo M, se puede verificar la movilidad diafragmática, después de un bloqueo interescalénico. Se pueden observar derrames pleurales y cuantificar su volumen, y mucho más avanzado es el uso para el diagnóstico de edema agudo de pulmón, SDRA y consolidaciones. También en la B, algunos protocolos incluyen en el estudio del paciente hipoxémico, la ecografía venosa de miembros inferiores y algunas ventanas ecocardiográficas de ventrículo derecho, en búsqueda de signos de embolismo pulmonar. En UCI y para el clínico en general, la ecografía puede guiar con mayor seguridad para el paciente, la práctica de la toracentesis(1,30–33).
En la C, existen protocolos para el paciente en choque, para hacer diagnóstico y para guiar la reanimación. Con unas pocas ventanas de ecocardiografía transtorácica, es posible diferenciar la causa del choque en pacientes con hipotensión (hipovolémico, cardiogénico, obstructivo y distributivo); se pueden ver derrames pericárdicos y trastornos grandes de la contractilidad global y segmentaria, que pueden explicar las alteraciones del paciente (descartando así eventos isquémicos agudos, falla cardíaca y las valvulopatías muy significativas), y encontrar signos de tromboembolismo pulmonar masivo (recordar que no descarta los embolismos con menor compromiso hemodinámico); se puede determinar el estado de volemia, y de manera dinámica estar verificando la respuesta a volumen del paciente (haciendo una ecografía de cava inferior, para medir su tamaño y su colapsabilidad, así como buscando signos de congestión en la ecografía pulmonar a medida que se infunde volumen, con la presencia de múltiples líneas B), y a continuación encontrar las posibles fuentes de sangrado (haciendo un FAST E para encontrar líquido peritoneal, unas ventanas pulmonares para descartar derrame pleural o hemotórax, y haciendo una ecografía de aorta para encontrar un aneurisma de aorta abdominal que pueda estar roto). Existen incluso protocolos para el paciente en paro cardíaco, donde con mínimas interrupciones del masaje, se buscan activamente causas tratables. También como parte de la C, está el acceso vascular con ecografía, con mayor evidencia en yugular interna, pero útil también en subclavia y en femoral, así como para el acceso arterial, y para el paso de marcapasos; disminuye el tiempo de realización del procedimiento, y se sugiere que disminuye las complicaciones mecánicas e infecciosas.(20,23,24,30,34–40)
La ecocardiografía transesofágica, una aplicación mucho más avanzada, tiene utilidad comprobada en anestesia cardiovascular, cuidado intensivo e incluso, en cirugía mayor; sirve para refinar diagnósticos preoperatorios, para guiar al cirujano en algunos procedimientos y para monitoreo hemodinámico intraoperatorio.(15,16,19,20)
Con respecto a la D, los neuroanestesiólogos y neurointensivistas ya están familiarizados con el doppler transcraneal, como herramienta de diagnóstico y monitoría intraoperatoria. Pero se han documentado otras aplicaciones que son útiles para el clínico en el paciente agudo; con un
transductor de alta frecuencia se puede ver la reacción pupilar a la luz (útil en los pacientes con edema palpebral, a quienes no se les pueden abrir los ojos) y se puede hacer diagnóstico de papiledema, útil en el paciente a quien se le sospecha hipertensión endocraneana. También con un transductor curvo se puede observar la línea media en muchos pacientes, de manera mucho más rápida y accesible que una tomografía, pudiendo en segundos evidenciar hematomas con efecto de masa.(30,41,42)
Finalmente, en nuestro medio ya se han difundido algunos usos del ultrasonido, que incluyen el manejo del dolor agudo, y algunas aplicaciones diagnósticas y terapéuticas en dolor crónico. Se utiliza en anestesia regional, sobre todo para los bloqueos de extremidades, con evidencia de disminución en el tiempo de realización del bloqueo, disminución de la latencia, y en algunos casos disminución de la dosis de anestésico local; se piensa que también mejora la seguridad y la efectividad de los bloqueos. La presencia de la ecografía también ha permitido mayor difusión de algunos bloqueos, como el del plano transverso abdominal y el paravertebral. Su uso en neuroaxial, en maternas y en otras poblaciones, ha facilitado la realización del procedimiento en algunos estudios, por lo que es una buena alternativa para la columna difícil de abordar(43–47).
En dolor crónico, aunque el estándar de oro ha sido la fluoroscopia, cada vez se publican más procedimientos guiados con ultrasonografía. Así mismo, las aplicaciones de ultrasonido musculoesquelético pueden servir para refinar diagnósticos en patologías de dolor crónico(42).
¿Podemos utilizar la ecografía para diagnóstico e intervenciones?
En Colombia, la ley 657 de 2001 reglamenta la especialidad médica de la radiología y las imágenes diagnósticas; en su artículo 4º dice que “…el médico especializado en radiología e imágenes diagnósticas es el autorizado para ejercer esta especialidad”. Sin embargo, en el parágrafo del mismo artículo, aclara que “También podrán realizar las imágenes diagnósticas aquellos médicos especialistas quienes en su pénsum o formación académica hayan adquirido los conocimientos del manejo y la interpretación del espectro electromagnético, del ultrasonido especialmente, así como de las radiaciones ionizantes para establecer el diagnóstico y/o el tratamiento de las enfermedades inherentes a sus especialidades, para lo cual deberán acreditar el respectivo certificado”. Posteriormente, la misma ley en el artículo 11º dice que “… Las demás especialidades de la medicina podrán utilizar los métodos de imágenes diagnósticas indispensables para su ejercicio, siempre que acrediten el entrenamiento adecuado”(48).
Es así como encontramos que el anestesiólogo podría estar facultado para utilizar la ecografía, siempre que se considere el uso de esta como parte indispensable del ejercicio de su profesión y que los anestesiólogos reciban el entrenamiento adecuado. Con respecto al primer punto, las sociedades científicas son las que reglamentan cuáles son los conocimientos que debe tener el especialista; no hay hasta el momento ningún consenso de parte de la Sociedad Colombiana de Anestesiología que defina los alcances de la ecografía para anestesiólogos; la única sociedad científica en Colombia que ha llegado a un consenso acerca del entramiento necesario para hacer
ecografía es la Asociación Colombiana de Especialistas en Urgencias y Emergencias (ACEM) (Pendiente publicación).
Con respecto al entrenamiento necesario, la ley 30 de 1992 define en su artículo 16 que unicamente las Instituciones de Educación Superior (IES) pueden hacer entrenamiento en posgrado. La misma ley, en el artículo 29 define que las IES tienen autonomía para “Crear y desarrollar sus programas académicos […]”(49). Podemos concluir que la educación en ecografía para los anestesiólogos debería ser parte de su posgrado, y que las universidades son libres de incorporar en sus programas académicos los cursos requeridos para cumplir los requisitos que las sociedades científicas les exigirían. Esta es la forma como, por ejemplo, los ginecólogos certifican su habilidad para hacer ecografía obstétrica.
Algunos otros aspectos legales para tener en cuenta es que hay unas guías de excelencia de otros países (las guías del NICE en el Reino Unido, o del IOM en Estados Unidos) que exigen la utilización de la ultrasonografía para guiar cualquier acceso vascular(1,2). En el mismo sentido, ya existe un caso documentado en la jurisprudencia colombiana, donde se condenó a un anestesiólogo por realizar una monitoría invasiva sin guía ecográfica y tener como complicación un neumotórax; a pesar de lo muy discutible que pueda parecernos la decisión, la sentencia está basada en la literatura científica existente.
El futuro: conclusiones y opinión del autor.
En el resto del mundo, ya hay facultades de medicina donde se enseña a utilizar ecografía desde el pregrado, la cual probablemente sea la estrategia que más resultado dará a mediano plazo para incentivar su uso generalizado(1,2). Como se revisó en la sección previa, la implementación de la educación en ecografía para el pregrado será difícil en el corto plazo por los impedimentos legales.
Sin embargo, ya se están empezando a realizar talleres de las diferentes aplicaciones de la ecografía en el país, para diferentes especialidades; y algunas instituciones, después de examinar prolongadamente el tema, han logrado ubicar ecógrafos fuera de las salas de radiología. El cambio más radical tiene qué venir de los posgrados mismos; las propias residencias de anestesia tienen que involucrarse en el tema de manera frontal y tienen qué aparecer rotaciones específicas, con docentes certificados que a su vez puedan certificar a sus residentes.
La revista de alto factor de impacto Anesthesia & Analgesia publica mensualmente una sección denominada “Echo didactics”, donde aparecen revisiones de ecografía y ecocardiografía para anestesiólogos; sería deseable que algún día tuviéramos una sección dedicada exclusivamente a la ecografía en la Revista Colombiana de Anestesiología, y que los anestesiólogos colombianos empezáramos a investigar en este mismo campo. También deberíamos estar buscando la manera de publicar consensos basados en la literatura para que, como gremio, incentivemos el uso de esta herramienta y definamos de manera clara sus alcances y el entrenamiento requerido.
Hace sólo un par de décadas la electrocardiografía era una herramienta de interpretación exclusiva por el cardiólogo; hoy, ningún médico general puede graduarse sin cumplir con un mínimo básico de conocimiento en el tema. Llegará el día en que el ecógrafo se unirá a la inspección, palpación, percusión y auscultación como elemento del examen físico. Todavía estamos a tiempo de no quedarnos atrás y no ser los últimos en adoptar una herramienta que para el resto del mundo, ya es parte del día a día.
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