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E L U C I D A R I O 139 ENRIQUE MARTÍNEZ IBÁÑEZ, EL ALMA DE UN NOTARIO SERRANO ELUCIDARIO. Nº 7 (Marzo 2009). págs. 139 a 154 Seminario Bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá E Enrique Martínez Ibáñez, el alma de un notario serrano ENRIQUE MARTÍNEZ COBO R E S U M E N A B S T R A C T El Instituto de Estudios Giennenses, en 1977, publicó un interesante artículo escrito por don Enrique Toral dedicado a un ilustre jurista y poeta de nuestra tierra: don Matías Pastor García 1 . Indicaba el autor que con ese trabajo se iniciaba «... la publicación de pequeñas reseñas biográficas y críticas de escritores y poetas nacidos en el Santo Reino...». Hoy, 32 años después, queremos aportar nuestro pequeño granito de arena para dar a conocer la biografía de otro literato y jurista en 1 Toral y Fernández de Peñaranda, Enrique. «Matias Pastor García, Registrador de la Propiedad de Villacarrillo y buen poeta». En Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 97 (1977) P. 37-58. quien concurre la condi- ción de contemporanei- dad, proximidad geográfi- ca y estrecha amistad con don Matías. Nos referimos a don Enrique Martínez Ibáñez, hermano de mi bisabuelo, que sin tener descenden- cia directa ha ocasionado que en mi familia existan cinco generaciones con su nombre. Nacido en Siles en 1860, y a quien defini- remos por sus preferencias y dedicaciones como poeta y escritor de su tierra, abogado en su pueblo –Siles–, y notario de Villanueva del Arzobispo. Este artículo presenta una breve biografía de Enrique Martínez Ibáñez, jurista y escritor nacido en Siles (1860) y fallecido en Villanueva del Arzobispo (1903), así como dar a conocer algunas de sus composiciones poéticas y artículos periodísticos, localizadas en distintas hemerotecas, y el contenido de los dos libros de este autor hasta ahora localizados: uno que trata sobre la institución del Jurado y otro que nos presenta un discurso político ante la conmoción de la crisis de 1898. This article presents a brief Biography of Enrique Martínez Ibáñez, jurist and writer born in Siles (1860) and deceased in Villanueva del Arzobispo (1903),as well as publishes some of his poetic works and journalistic essays, located in different newspaper libraries, and the content of two books found so far written by this au- thor: One which deals with the institution of the Jury and another one which presents a political dissertation with regard to the upheaval of the 1898 crisis.

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ELUCIDARIO. Nº 7 (Marzo 2009). págs. 139 a 154

Seminario Bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá

E

Enrique Martínez Ibáñez, el alma de un notario serrano

EnriquE MartínEz Cobo

r E s u M E n

A B s T r A C T

El Instituto de Estudios Giennenses, en 1977, publicó un interesante artículo escrito por don Enrique Toral dedicado a un ilustre jurista y poeta de nuestra tierra: don Matías Pastor García1. Indicaba el autor que con ese trabajo se iniciaba «... la publicación de pequeñas reseñas biográficas y críticas de escritores y poetas nacidos en el Santo Reino...».

Hoy, 32 años después, queremos aportar nuestro pequeño granito de arena para dar a conocer la biografía de otro literato y jurista en

1 Toral y Fernández de Peñaranda, Enrique. «Matias Pastor García, Registrador de la Propiedad de Villacarrillo y buen poeta». En Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 97 (1977) P. 37-58.

quien concurre la condi-ción de contemporanei-dad, proximidad geográfi-ca y estrecha amistad con don Matías.

Nos referimos a don Enrique Martínez Ibáñez, hermano de mi bisabuelo, que sin tener descenden-cia directa ha ocasionado que en mi familia existan cinco generaciones con su nombre. Nacido en Siles en 1860, y a quien defini-remos por sus preferencias y dedicaciones como poeta y escritor de su tierra, abogado en su pueblo –Siles–, y notario de Villanueva del Arzobispo.

Este artículo presenta una breve biografía de Enrique Martínez Ibáñez, jurista y escritor nacido en Siles (1860) y fallecido en Villanueva del Arzobispo (1903), así como dar a conocer algunas de sus composiciones poéticas y artículos periodísticos, localizadas en distintas hemerotecas, y el contenido de los dos libros de este autor hasta ahora localizados: uno que trata sobre la institución del Jurado y otro que nos presenta un discurso político ante la conmoción de la crisis de 1898.

This article presents a brief Biography of Enrique Martínez Ibáñez, jurist and writer born in Siles (1860) and deceased in Villanueva del Arzobispo (1903),as well as publishes some of his poetic works and journalistic essays, located in different newspaper libraries, and the content of two books found so far written by this au-thor: One which deals with the institution of the Jury and another one which presents a political dissertation with regard to the upheaval of the 1898 crisis.

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La estrecha vinculación y raigambre de su familia con la Sierra de Segura motivó que Enrique naciera en la localidad de Siles el 1 de mayo de 1860, siendo bautizado al día siguiente en la única parroquia de esa población, como corrobora la partida sacramental:

«En la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. De la Asunción de esta villa de Siles, provincia de Jaén, Vi-caría Eclesiástica de Segura de la Sierra, a dos de Mayo de mil ochocientos sesenta; Yo Don José Antonio Martínez primer teniente cura de la misma, bauticé y crismé solemnemente a un niño que nació el día primero del corriente mes a las once y media de la mañana, a el que puse por nombre Miguel Enrique Santiago José hijo de Manuel Martínez, oficio Escri-biente, y de María del Pilar Ibáñez, ambos naturales y vecinos de ella. Abuelos Paternos don Manuel José y doña María Josefa Garrido, naturales de esta dicha villa. Maternos don Sebastián, natural de la de Beas, y doña María de los Dolores Martínez, natural de esta de Siles. Fue su madrina Luciana Ibáñez, viuda de José Martínez, de esta vecindad, a la que advertí el parentesco espiritual y demás obligaciones, siendo tes-tigos Manuel de la Mata y Manuel Martínez sacris-tanes de esta Parroquia. Y para que conste firmo la presente. Firma: José Antonio Martínez.�

Esta circunstancia de nacer y crecer en el entorno incomparable de la Sierra de Segura, la sencillez de los habitantes de su pueblo, los sonidos, los colores y los paisajes de su medio natural, debieron motivar y moldear una fina sensibilidad que la naturaleza le dotó, y sin duda alguna han quedado patentes en su obra: El «bosque frondoso», los «bullentes rios», la «noche sombría», la «luciente estrella», los «celajes som-bríos», el «galano vergel», los «hermosos valles», el «águila en su nido», el «ronco trueno» o «el rayo que se alimenta en la fragua de su seno», son tan solo una muestra de las imágenes con que adorna su obra, imágenes que quedaron gravadas en su mente y que retratan «los brillantes colores con que se ofrecen los mundos» en su amada y preciosa Sierra de Segura.

Muy pronto comienzan a despuntar sus ha-bilidades literarias, incentivadas por unas inquie-tudes cultivadas en el seno de su hogar familiar.

2 Libro 19 de Bautismos, Folio 135. Archivo Parro-quial de Siles.

Su padre don Manuel Martínez Garrido ejer-ció como escribano primero y notario después de Santiago de la Espada, Segura de la Sierra y Siles, profesión que le confería un gran conocimiento y consideración de su país y de sus paisanos. Durante su larga vida fue fiel testigo de la vida de su pueblo y de su gente, sin querer separarse de su tierra a pesar de las posibilidades que se le ofrecieron cuando fue creado el cuerpo notarial y regulada la provisión de las plazas corres-pondientes en ciudades de mayor proyección y posibilidades.

Su madre doña Pilar Ibáñez, también natural de Siles, debió estar dotada de una fina sensibili-dad y ejercer su función de madre desplegando un especial cariño hacia los suyos, a ella le dedicó su hijo Enrique sentidos poemas que hasta la fecha no han podido ser localizados, pero que ante uno de ellos hicieron a su padre, a la muerte del poeta –en 1903–, expresarse emocionado diciendo «He visto y leído, como he podido, los versos que compuso a su madre, y fuera preciso ponerlos todos para que resultara una cosa admirable, porque son incomparables en todos los sentidos...» 3.

Que Enrique Martínez Ibáñez tuviera en sus padres a sus máximos admiradores e inspiradores no es de extrañar por la mutua admiración que se profesaban, ellos fueron los que incentivaron sus tempranas inquietudes, solo así se puede explicar que con tan solo 16 y 17 años se publicasen en diversos medios de la prensa provincial algunas de sus composiciones poéticas.

Su aplicación al estudio, su interés por apren-der, y su admiración hacia sus profesores serán otras señas que marcaran su vida. En su etapa de estudiante en Jaén se fragua su admiración por don Antonio García-Negrete y Mariscal (nacido en Andujar 1823) ilustre personaje que compagina su actividad política –fue alcalde de Jaén en la I Republica– con la docencia, de quien don Alfredo Cazaban en su florilegio nos dice4 «...hombre de perfectas y equilibradas facultades in-

3 Epistolario de don Manuel Martinez Garrido (1887-1919). Tomo 3º. Obra inédita.

4 Cazabán Laguna, Alfredo. «Poetas y poesías. Flori-legio». Jaén: Tipografía La Unión, 1911.

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telectuales, que paso la vida consagrado al trabajo y al estudio, y a la enseñanza, cultivando como sabio humanista, el trato de los modelos mas selectos y la amistad de las formas mas clásicas y académicas...», y a quien su nuestro biografiado dedico un sentido poema a su fallecimiento en Jaén, en 1880.

Con esta incipiente formación y tutelaje aca-démico, en 1877 el periódico «El eco de Jaén» publicó su obra poética titulada «El ruiseñor».

¡Quién fuera cual tu, dichoso…!tu que amparado en el nido, si de amor te ves heridohallas en él tu reposo.

Hasta en el bosque frondosote busca la aurora bella, y la bondad de una estrella te lleva allí la ventura, prestándote la ternura que tu presencia destella.

Dulces, …arrebatadores…,Oye tus trinos la fuentey los repite el ambiente que besa las puras flores.

Libre cantas tus amores con ostentosa poesía, y es tu canto una armonía que solo comprende el alma y es la bendecida calma que siente la pena mía.

Giras por el manso viento,posando de rama en rama; tienes el orbe por cama y por techo el firmamento.

Tus plumas en movimiento hacen el aura sonora y parece que ella implora para ti el gozo profundo que el hombre que es rey del mundo jamás cumplido atesora.

Libre, hasta en el valle umbríoque oculta misterios tantos,dilatas en él tus cantoscon el murmullo del río.

Tu contemplas el rocíoque baña su verde suelo, ves al sol romper su velode la noche pavorosa, y en la oscurecida rosa los mil colores del cielo.

Ya que Dios, pájaro bellote colocó en tal altura,pretendo pobre criatura,ser de tu vida un destello.

Si quieres ganar un selloque te dé inmortal renombre,dame tus plumas, ...tu nombre,…tu libertad, …tu valor, …¡Ay, si fuera ruiseñor,no pretendiera ser hombre!

En ese mismo año el periódico «El Tucci-tano» publica su composición que titula como «Fantasía. Los ayes de un desdichado».

La hermosa flor de la infancia abrió al aire su corola, después, combatida y sola, el viento la despojó.

Allí en un Edén de gloria que disfrutó un bello día el goce en melancolía negra noche oscureció.

¡Ay! El giro de los tiempos marchitó sus ilusiones y entre tan brunos crespones su matiz desapareció.

Duelos dejaron al alma sus ya perdidos calores los perfumados vapores que una deidad le ofreció.

¡Ah! Cuan fugaces de mi ser cuidaron ninfas amadas de bullentes ríos.¡Ay! Que tristes recuerdos me dejaron frescas auras de abril que recrearon con puro aliento los delirios míos.

Si el sol que surge de rosado oriente calma su cuita al corazón herido dando al éter color, eco al ambiente. Su sol de mi edad indiferente, aumenta el ansia del placer perdido.

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Un pesar y otro pesar trajeron mis desengaños y viendo pasar los años el alma se entristeció.

Lágrimas por lo pasado derramará en lo futuro.El alado implacable y duro el goce en pesar cambió.

El alma luchó a porfía contra el naufragio del mundo y con un afán profundo cruzaba la inmensidad.

Que al perderse la esperanza vaga turbada la vida, hasta que desvanecida se pierde en la eternidad.

Pálido fuego sorprendió mi mente cual la sombra del mal; y en su pelea crece su crueldad; y mas vehemente concentra su ardor sobre mi frente y con su fúnebre campo centellea.

Pálida y ruda luz, en su desmayo el cáliz de esa flor, triste se hundía, como las rosas del galano mayo caen deshojadas a los pies de un tallo que levantó gigante lozanía.

Yo, ansioso busqué placer donde se alzaba el dolor y en los delirios de amor la gaya flor marchité.

Amor me brindó sus horas con su dorado quebranto y mares de amargo llanto tan solo en él encontré.

Yo mi carrera contuve, su senda no comprendía y un fuego ardiente encendía la luz que me alumbrará.

Los inocentes vergeles convirtieronse en abrojos prestando un llanto a mis ojos que jamás terminará.

Si el necio mundo cree que no se escribela vida en el eterno firmamento

¡Ese mundo infeliz!…turbado vive… ¡Ese mundo infeliz que no concibe que esta vida mortal no es su elemento!

¡Aquella flor se marchitó! Y esa es la suerteque al ser obliga, a que a su Ley sucumba vencida por las fuerzas de la muerte, dejando solo en la materia inerte una marchita flor,...¡bajo la tumba!

Otras dos composiciones de esta época de-bieron permanecer inéditas: «El Ciego» y «Los ayes de un mendigo».

El CiEgo

Pasa un día y otro día recordando su pobreza y en torno de su cabeza mira la noche sombría.

Con negra melancolía el suelo que pisa ignora, y una hora y otra hora,ve pasar entristecido, recordando lo que ha sido, el triste infeliz, que llora.

Nació pobre, nació ciego, ciego su madre lo vio, y la plegaria escuchó de su triste madre luego.

A Dios elevó su ruego, implorando su piedad,ruego que la humanidad escuchaba indiferente,y ahora en torno de su frente se agita la oscuridad.

Piensa, discurre, y no entiende al fin lo que le rodea;medita, vacila y crealo que el mismo no comprende.

No ve la luz, que se extiendepor los ámbitos profundos,ni los piélagos inmundos,ni los campos, ni las flores,ni los brillantes colores,con que se ofrecen los mundos.

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Para él, es la especie humana, un misterio; el bosque umbrío,para él, no existe; ni él vioni el presente, ni el mañana.

–La pradera, sombra vana,–la realidad, loco empeño,–lo bello no es halagüeño; –la ventura, solo un nombre.¡Luego con razón un hombredijo:…»que la vida es sueño»!

Más ¡ay! Que en el corazón, brota una luz bendecida,luz que mitiga en vidael dolor y la aflicción.

Concibe con su razón,allí donde la fe alcanza,una eterna venturanza, y encuentra en su desconsuelo, otra vida y otro cielo que mantienen su esperanza.

los ayEs dE un MEndigo

Voy cayendo cual tarde sombría,y oigo rudos los vientos mugir;me es igual ya la noche que el díaporque espero dejar de existir.

Todo pasa; la edad me abandona,mudo el cielo me aumenta el pavorcon abrojos mi frente corona,de la suerte el funesto rigor.

Voy entrando del mundo en los senosy mi acento no quiere escuchar; ¡No me asusta el zumbar de los truenos, nada puede a mi pecho turbar…!

Solo el tiempo que absorbe la vida a los seres del orbe dará una mísera tumba escondida,donde el pecho infeliz dormirá.

¿Porqué lloro mi lóbrego duelo,si es la tierra mi lecho y mi hogar;y teniendo a ese sol por consuelo, y por fuente las olas del mar?…

¡Miserable!… el silbido del viento,los espacios harán repetir;

¡Poco ya cuidaré de su acento,cuando escuche mis huesos crujir!…

Cuando el sol, por celajes sombríosvaya haciendo su grato esplendor;me hallará con la noche y el fríoen su sueño mortal sin temor.

Ya no quiero riquezas ni gloria,que es mentira el placer que se vio; porque pasó fugaz la memoriaa otra zona que el alma soñó.

Corra el mundo en su pompa y grandeza,goce inquieto que al fin parará; sobre el pobre vendrá la flaqueza, sobre el rico la muerte vendrá.

De la misma época debe ser la composición, que dedica a la patrona de su pueblo natal, que tiene en su advocación el nombre de su Parro-quia: «A Nuestra Señora de La Asunción»�.

a nuEstra sEñora dE la asunCión

¡Veme ante Tí!… Tu maternal cariño acoja de este niño la cándida plegaria que te envía; ruego de la inocencia que implora de tus dones, felices bendiciones que dan a la virtud tan grata esencia.

Tu eres la pura luz que vierte al sueloun rayo de consuelo, de bonanza y de paz para los hombres, que apaga el torpe vicio, y borra la amargura, que tiene la criatura expuesta sin tu auxilio al precipicio.

En este centro de fugaz belleza, donde todo es bajeza, donde todo es un sueño, …una mentira. En este centro inmundo donde el alma reposa, clama con voz quejosa: ¡Cuan pobre es la materia y necio el mundo!

5 Poesía publicada en «Programa de Fiestas de Siles». Siles, Agosto 2008.

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Le acosan los tormentos,… los delirios,… las dudas, los martirios,e inquietudes sin fin turban al pecho. Y el hombre que en su suerte se finge ya dichoso, no sabe que el reposo, principia en los fantasmas de la muerte.

Tu eres del orbe, bendito faro; si a su luz, a su amparo no acude el corazón, es porque la criatura ignora a donde camina, y turbada se inclina al torpe encanto de la tierra impura.

Cuando mi vida dé a la postrer sombra, concede al que te nombra, con todo el corazón, con toda el alma, que a ti eleve su vuelo, y presta a mi agonía la inefable alegría que tiene el alma al dirigirse al Cielo.

El autor compone con estas obras un pe-queño librito que dedica a don Ramiro Saave-dra, marqués de Villalobar, diputado a Cortes, y fecha en Siles en agosto de 1877. Este hecho nos localiza a Enrique en sus contactos literarios con Madrid. Era don Ramiro Saavedra un ilus-trado señor, residente en la capital de la nación, hijo del afamado político y literato don Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, y vinculado a la provincia de Jaén por haber resultado elegido en dos ocasiones Diputado a Cortes por el partido de Cazorla.

Con esa recopilación de poemas, podemos entender que se cierra su etapa juvenil, coin-cidiendo con su traslado a Granada, donde se instala en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago, para cursar los estudios universitarios de Derecho, sufragando parte de su manteni-miento con media beca.

En la ciudad de la Alhambra, compaginando sus estudios de derecho, continua sus contactos literarios, con un claro acercamiento a los clási-cos, y enriquece su biblioteca con un ejemplar de la obra didáctica del catedrático de Literatura

Clásica de esa Universidad don Antonio Gonzá-lez Garbín, que le dedica su autor, adquiriendo igualmente un ejemplar de literatura latina y varios de diversos poetas españoles, relación de todos ellos que deja señalada en inventario que realizó nueve meses antes de morir6.

En el inicio de sus estudios universitarios granadinos, mantiene sus contactos en Jaén, y así en abril de 1878 le publican en la revista giennense «La Semana» una poesía suya que escribe desde Granada con el título de Apólogo7, ensalzando a uno de sus nuevos amigos univer-sitarios: Tomás Roda Bueso, quien natural de un pequeño pueblo de Almería se encontraba por aquel entonces estudiando derecho en la ciudad del Darro y el Genil.

apólogo. –a Mi distiguido aMigo don toMás roda buEso– granada, 1878

Amigo, encuentra temoresel alma, y aunque dormida,ve los humanos rencores:que, para hablar de la vida,ejemplos nos dan las flores.

Este proceloso marconfunde las reflexionesque el gozo dá ó el pesar:Engañadoras pasiones«que me permito aclarar.»

Al píe de una sierra umbríay en un galano vergelperfumado de ambrosía,brotaba hermoso clavelque su estrella maldecía.

Por el céfiro insonoromecido estaba doquiery en hermoso rosicler,su tierno cáliz de oroadornaba con placer.

6 Inventario General de los bienes de Enrique Mar-tínez Ibáñez, Manuscrito (1902).

7 Martínez Ibáñez, Enrique. «Apólogo». La Semana, Año II- nº 25, Jaén (1878) P. 196.

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Pensando en la situaciónque el pobre infeliz cruzabaquiso mudar de región:Y alegó que el corazónsin ver el sol, se abrasaba.

Hallándose el pobre asícomo panal sin abejas, de pronto alegre lo vi;y al instante comprendíporqué cesaron sus quejas.

Era, que en la cumbre un liriotambién su suerte llorabacon lastimero delirio;diciendo que era un martirioel fuego que el sol le daba.

Aquel su afán comprendióy después de hablar un rato,este al fin se decidió:Y al punto al aire se oyó«para otorgar el contrato.»

Llega al fin con los rumoresque codiciaban los dospara calmar sus dolores:Cambiando íntegras las flores«por un milagro de Dios.»

Se despidieron de él;y aplaudiendo su bondadEl lirio dijo al clavel:«¡Has hecho, amigo fiel,una obra de caridad!…»

Casi contentos vivieronmientras duró la alegría;mas después, cuando se vieron,mirarse ya no pudieron;¡por que la vida es un día!

¡Ay!... mas tarde arrepentidos,odio eterno se juraronal ver sus goces perdidos;y entre penas y gemidosal cabo se marchitaron.

¡Y esto nos viene a enseñarque la dicha entra en la Muerte;y que en este turbio mar«nadie contento ha de estarcon el libro de su suerte!».

Poco más tarde, también en Granada, com-pone una oda inspirado por la conmoción general que debió suponer la muerte de la reina María de las Mercedes de Orleáns, que titula «A España», composición que es publicada en Madrid, en «El Correo Literario» en junio de 1878.

a España8

(Con motivo de la muerte de S.M. la Reina Dª. María de las Mercedes Orleáns y Borbón)

Lloras, España afligida, lloras sabiendo porqué; y por qué lloras, bien lo sé.¡Bien lo sé… Patria querida!

Hoy has perdido tu vida, y de tu brillante palma van los ojos, ¡ay! sin calma, dando al aire sus despojos. ¡Hoy están secos tus ojos, porque lloras con el alma!

¡Es verdad! Hoy angustiada, pierdes tu mejor encanto; y quiere decir tu llanto que está el alma traspasada.

Hoy que lloras desolada por tu implacable dolor, pierdes España una flor. ¡La reina no era del suelo, y por eso sube al cielo, para aumentar su esplendor!

¡No lo sabes, patria no; pues si España lo supiera, antes que llorar muriera al saber lo que perdió!

Que nunca el hombre apreció lo que apreciar no ha sabido. España, España.... has perdido, tu esperanza y tu quietud. No lo sabes; la virtud, pagarla nadie ha podido.

8 Martínez Ibáñez, Enrique. «A España». El Correo Literario, Madrid (1878).

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Bien haces patria en llorar, era tu implacable suerte; porque no sabe la muerte a los ángeles dejar.

–Que es el mañana– gozar, –que el presente– sufrir, –que hace el pasado– extinguir.

El presente va corriendo, el mañana va viniendo, va viniendo… y sin venir.

¡Patria mía! Llora, ...llora, mira que ese triste llanto es el mas sublime canto que el alma noble atesora.

Pues la vida hora tras hora no es al fin corto gemido que al aire va perdido.

¡El espíritu profundo no tiene por patria el mundo, es de Dios y a Dios se ha ido!

Mas… ¡Ay! Pobre mortal el que al vano mundo deja; pues ya no existe la queja, toma el bien y deja el mal, que el espíritu inmortal en el mundo no se encierra.

Y.... ¿Qué es el mundo? –Una guerra– ¿Qué es la vida? –Un desconsuelo–; luego feliz tú, que al cielo subes, ...dejando la tierra.

El 24 de junio de 1880 dedica desde Siles, donde disfruta de sus vacaciones académicas, un sentido poema a quien fuera su mencionado maestro de Jaén, al enterarse de su fallecimiento, y al que titula «A mi querido maestro el señor don Antonio García-Negrete» que ve publicado en el periódico El Industrial9, del que entresacamos algunos versos.

Duerme en paz maestro queridoen la tumba que te encierra;

9 Martínez Ibáñez, Enrique. «A mi querido maestro el señor don Antonio García-Negrete». El Industrial, Jaén (1880).

aquí yaces en la tierraentre las sombras dormido

....

Contemplé tu rostro fríoy tu perdida lloré:con la luz que te admirémiro tu cuerpo sombrío.¡Negra noche! … en el vacío,tinieblas, … oscuridad, …De la amarga soledades el campo, fiel testigo:ayer … estaba conmigohoy vive en la eternidad.

....

Descansa en paz, duerme y sueñaCon esa vida mejor:Para cantar tu esplendor,es mi lira muy pequeña.Hoy que la muerte me enseñaa besar tu rostro frío,pálido, triste y sombrío(que no olvida la memoria),a los cantos de tu gloriaquiero unir el canto mío!

.....

Otra prueba del reconocimiento que por aquel entonces le tributaban sus compañeros de la pluma en nuestra provincia se constata al incorporar un poema suyo en el álbum poético dedicado a doña María del Carmen Espejo y García10, hermana de don Eloy Espejo –secreta-rio de la Real Sociedad Económica de Jaén–. En opinión del profesor don Manuel Urbano Pérez «... álbum en el que tienen presencia bastantes de las plumas.... más notables de la capital e incluso algunas de otras provincias ...»11. Enrique fecha en Granada su colaboración, en mayo de 1882, con el título:

10 Martínez Ibáñez, Enrique. «A la señorita doña Ma-ria del Carmen Espejo y García, con motivo de su tem-prana muerte». Corona poética a la memoria de la señorita doña María del Carmen Espejo y García. Jaén, Imprenta de los Sres. Rubio. 1882.

11 Urbano Ortega, Manuel. «El Poeta José Jurado de la Parra». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 172 (1999). Tomo I.

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«A la señorita doña María del Carmen Espejo y García con motivo de su temprana muerte».

¡Blanco lucero de la mañana, sol refulgente que me alumbró!

..Y hoy a tus plantas que son despojos lloran mis ojos ...y te hablo yo.

¡Ay, cual pasaron de mi consuelo las dulces horas en que te vi!

Hoy te arrebata la parca al duelo, llegas al cielo, ruega por mí.

Esa tu patria, tierno querube, cual aérea nube subiendo vas.

Supe era el cielo tu patria santa, se que a sus plantas dormida estás.

Mas ese parco rey del destino te abrió el camino de la quietud.

Y allá en la zona donde subiste va el eco triste de mi laúd.

Ángeles bellos por ti bajaban y en tu almo seno se ven lucir.

Ya que eres ángel que está en la gloria, ruega por todos, … ruega por mí.

Enrique culmina sus estudios jurídicos en la Universidad granadina con la calificación de So-bresaliente, expidiéndose el título que le habilita

Su estancia en Granada le posibilitan igual-mente concurrir a tertulias literarias y confe-rencias diversas, cultivando su afición por la oratoria, cuyo dominio dejará patente en la declamación de sus obras literarias como en el ejercicio de su profesión como jurista.

De esa misma época puede ser otra obra, pero esta vez inédita, que titula «Ante la tumba».

¿No me respondes...?Ángel divino, luciente estrella de la ilusión.

Paloma dulce que dio su arrullo cuando cantaba mi corazón....

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para ejercer como abogado en octubre de 1882, regresando a Siles, su pueblo, donde instala su despacho profesional en la casa que le vio nacer, en la plaza del agua, donde también se encuentra la notaría de su padre.

A su actividad profesional dedica Enrique buena parte de su tiempo y dedicación, alcan-zando gran fama y notoriedad. En este aspecto tiene igualmente como máximo admirador a su padre que en carta que escribe a su hijo Félix en 1890 dice «Para daros conocimiento de la vista de Orcera. Los dos procesados fueron puestos en liberad por orden del Juez, al concluir la vista veredicto y fallo. El primero, el de la muerte, dio ocasión a que Enri-que pronunciara una defensa que nadie esperaba en este país, no te puedo decir el número de felicitaciones que hemos recibido de las personas que han venido a presenciar en Orcera tan importante y extraño aconte-cimiento …El Presidente dijo: –Si yo como presidente prohibiría las manifestaciones de aplausos, como particular no siendo presidente, habría aplaudido con las manos–»12, y en carta de agosto de 1892 da cuenta de otra acertada intervención profe-sional de Enrique, esta vez en Yeste, provincia de Albacete, para defender «... a un pobre contra el mas rico de Yeste»13.

En su etapa como abogado se incorpora como académico de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada, y en dicha condición le realizan un retrato al óleo.

Las inquietudes literarias de Enrique no que-daron en el olvido y se completaron con la publi-cación de artículos de opinión en colaboraciones periodísticas que han quedado plasmadas en la prensa local de su época, y que nos descubrió la revista Elucidario en una recensión publicada en 2005.

De los dos únicos números que se conservan del periódico «El Sierra de Segura», publicado en Siles en junio de 1886, uno de ellos abre su portada con un interesante artículo sobre el pro-yecto malogrado del Ferrocarril de Vadollano a

12 Martínez Ruiz, Enrique. «Memorias de la familia Martínez, de Siles». Inédita. Siles, 2001.

13 Ibídem. «Memorias de la familia Martínez...»

Cartagena, suscito por su autor que se identifica con las iniciales de su nombre E.M., la autoría de nuestro biografiado es indiscutible, en el se deja sentir su fina sensibilidad, su compromiso con el bienestar y desarrollo de su tierra y su alma de poeta que se extraen de su contenido «...confe-samos ingenuamente que nuestro ánimo experimentó muy gratas emociones al considerar que la locomotora, ese monstruo de hierro, pasará sus ruedas por medio de los imponentes bosques de Sierra Segura. Sentíamos y sentimos una viva complacencia tan solo con pensar en el bellísimo cuadro que ofrecería el paso de la máquina que representa el ingenuo humano, al atravesar los valles y las laderas de las montañas, engalanados los unos con las flores y las otras con su lujosa vegetación, sus picos elevados, sus aires purísimos, con esa vida, en fin, propia de la naturaleza de un lado; y de otro, esos maravillosos inventos con que la humanidad poco a poco se va rindiendo de su esclavitud ante la natu-raleza aumentando la productividad del trabajo, con las inspiraciones de la inteligencia.»14

Las páginas de este periódico local, en esos dos únicos números que se conservan, contienen otros tres artículos diversos suscritos por autor que se identifica con la inicial M, que o bien fue-ron escritos por Enrique o por su padre, puesto que uno de dichos escritos contiene una alusión directa a «...nuestro ascendiente don Pedro Fernan-do Martínez...», bisabuelo de Enrique -diputado provincial y comisionado para la demarcación territorial de la provincia-, dato que nos mues-tra palpablemente quien se encuentra detrás de estas siglas.

Desde Siles mantiene sus contactos literarios con sus amigos de Granada, a quienes envía sus composiciones poéticas, figurando como cola-borador en la revista El Eco de Granada desde su primer número y publicando en la misma tres poemas:

14 Martínez Ibáñez, Enrique. «El Ferrocarril de Vado-llano a Cartagena». El Sierra de Segura, nº 8. Siles (1886). P. 1-2.

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A lA jusTICIA15. silEs (Jaén) 10 dE EnE-ro dE 1887

No es tu voz el ronco trueno(palabra de tormenta)ni el rayo que se alimentaen la fragua de su seno.Que cruza el aire sin frenoY en tanto que el viento zumbaél, quema, hiere, derrumba,se espanta de sus horroresy abrasado hasta las floreslo descompone su tumba.

No eres el dios de la guerraque agita brillante espada,y la esconde ensangrentadaen el lodo de la tierra.No eres la muerte que encierraa una edad tras otra edad,y errante, en la oscuridaddel «ser» destruyes lazos,y a los mundos, en pedazosarroja a la eternidad.

Tú, tranquila y majestuosatraes por enseña tu nombre;y en todas partes el hombreoye tu voz misteriosa.En tu frente luminosade la virtud traes la palma;y eres «amor», «dicha», «calma»,eres la infinita esenciaque baja a nuestra concienciapara vivir con el alma!

Nunca acarició tu manode la «discordia» la «tea»;ni oyes el «odio» que creaun corazón inhumano.ni al «orgullo» torpe y vanoque la ambición acaricia;ni a la «insaciable codicia»;pues vas del bien en poseres destello de Diosy te llamamos «Justicia».

15 Martínez Ibáñez, Enrique. «A la Justicia». El Eco de Granada nº 2, (1887) P. 5.

Tu voz suena en la cabaña,en la tierra, en el espacio,en el soberbio palacio,en el valle, en la montaña.en el océano que bañade la playa el muro fuerte.en la rueda de la suerte, en la mano fraticida;en la «historia de la vida»y en el «sueño de la muerte!».

Tú eres el ángel que estácustodiando nuestro lecho;y eres madre del derechoque vida y honra nos dá.Eres, cual la luz que vabuscando lo más profundo:eres el «eter fecundo»eres el divino alientoque da vida y movimientoa la máquina del mundo.

Y es que fuera la creaciónsin tu balanza potente,lo que sin agua la fuentey el hombre sin la razón.Lo que el amor sin pasión;sin astros el firmamento;el «Orbe» sin movimiento, lo que sin el «sol» el día;la belleza sin poesíay el «Alma sin pensamiento!».

«Justicia»: la humanidadse arrodilla ante tus aras;y eres su escudo y la amparascon el bien y la verdad.Tienes en la sociedadquien cumple tu misión,y óyeme: si la creación,ó si el Orbe se extinguiera,ser tu balanza pudierala cruz de su panteón.

........

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A lA loCoMoTorA16. siles (jaén), 10 de enero de 1887

Sierpe de oro que te pierdescruzando montes y vallesque la cólera provocasdel horrísimo huracán:Águila de bronce, llenade misteriosos vaporesque sobre las tiernas floresen nubes de plata van.

Cuando en las noches de estío,del Océano en la ancha cunamira su imagen la luna,gozo al sentirte pasar:Y despidiendo centellasde tu fragua misteriosa,corres .... y corres, dichosajunto a las olas del mar.

Cuando en las noches heladasduerme el águila en su nido,tu lanzas ese gemido,que llena la oscuridad:Y como sombra del geniocomo resplandor del arte,jamás cesa de admirartela doliente humanidad.

Cruzas los hermosos vallesy taladras las montañasy contemplas las cabañasdonde mora la aflicción;tu recorres las ciudades;el progreso en ti se encierra:Tú, a los pueblos de la tierra,das un mismo corazón.

¿Y aún, la cólera y la íra,acaso destruir intentanlas ruedas que te sustentancual si fueras la raíz del mal?¡Incautos! .... ignoran ellos,(que no quieren admirarte),que tú, como el sol y el artetienes que ser inmortal.

........

16 Martínez Ibáñez, Enrique. «A la Locomotora». El Eco de Granada nº 5, (1887) P. 38.

risas y lágriMas. Fantasía17

Cuando la luna en el cielomostró su luz tibia y fríaentre los montes se oíaa la fuente murmurar;y la violeta agostadapor el tiempo envejecida, parece que va dormidaen las espumas del mar.

Las doce marca el relojcon su tañida campana,hora en que la estirpe humanaentregada al sueño está:y cuando el alma recuerdalas horas que ha perdido,de la guitarra el sonidose pierde en la oscuridad.

Son mozos a quien la vidahoy se ofrece encantadora;con deleites, seductora,llena de rico esplendor:¡Débiles plantas que crecensin mas aire que su anhelo;sin comprender que en el suelo«no existen dichas ni amor».

Con sus diabólicas danzaslas calles alborotando, todos pasan aumentandode su estrella la ilusión;y en una estancia do apenaslos objetos se colocan,se oye que gimen y llorancon descarada aflicción.

Era un padre que se hallabaen la terrible agonía;era un padre que moríaviendo a sus hijos llorar;todos le preguntaban: ¡Padre!...¿Porqué gimes y te quejas?...y alzando humildes las cejasse oyó al instante espirar.

17 Martínez Ibáñez, Enrique. «Risas y Lágrimas. Fanta-sía». El Eco de Granada nº 20, (1887) P. 156-157.

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Y es, que en este mundo ingrato,en este valle enojoso,nunca goza de reposola doliente humanidad:¡Que en el loco torbellinode la suerte engañadora,uno ríe, el otro llorapara ir a la eternidad!....

En la tranquilidad de su pueblo, también dedica su tiempo para escribir un completo es-tudio jurídico que versa sobre la institución del Jurado popular, que fue publicado en 1891 –en Madrid– con el título «El Jurado ante la razón, la historia y la práctica, con notas y observaciones a la vigente Ley de �0 de abril de 1888»18, del que según certificado expedido al efecto se editaron mil ejemplares, depositándose los ejemplares correspondientes en el ministerio de fomento a los efectos de registrar los derechos de propiedad intelectual.

Precisamente uno de esos ejemplares con el sello ministerial se encuentra depositado en la biblioteca nacional, de cuya reproducción he confeccionado recientemente una pequeña edición facsímil.

Es una obra evidentemente jurídica, que en sus 235 páginas se articula en tres partes. Las dos primeras las presenta con los enunciados El Jurado ante la razón y El Jurado ante la historia, en las que analiza y justifica la existencia de esta ins-titución, con abundantes muestras de una forma de pensar y de contemplar la historia desde la mentalidad de un jurista, liberal y comprometido con dicha causa. La tercera parte, que presenta con el enunciado El Jurado en la práctica, no es sino una reproducción del texto legal: la Ley de 20 de abril de 1888, con numerosos, exhaustivos y detallados comentarios particulares del autor al articulado, aportaciones de doctrina de pres-tigiosos juristas de la época y citas del diario de sesiones de las cortes en los debates seguidos para la aprobación de este texto legal, terminando

18 Martínez Ibáñez , Enrique. El Jurado ante la razón, la historia y la práctica, con notas y observaciones a la vigente Ley de �0 de abril de 1888. Madrid: Imprenta de don Ramón Angulo, 1891.

con un formulario de Acta de juicio por Jurado o fórmula legal de veredicto.

A pesar de la naturaleza de este libro, que posiblemente tuvo una dimensión didáctica y académica en centros de estudios universita-rios, encontramos en él expresiones de índole literaria: «...justicia, que es la higiene del alma.» (pág. 34), o la que indica: «Sancho, con todas sus rusticidades, tenía mejor sentido y era más provechoso que aquel ingenioso hidalgo que dibujó a maravilla la clásica pluma de Cervantes.» (pág. 52); nos ofrece sus profundas convicciones religiosas«...pues la Iglesia, antes como ahora, y ahora como siempre, solo puede aconsejar la paz y el bien para los hombres. Odia la fuerza, porque predica el amor; combate el egoísmo, porque aconseja la caridad; y bendice el progreso, porque santifica y premia la abnegación y el trabajo.» (pág. 68); o sus convicciones políticas, puesto que analiza la Ley del Jurado que más

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larga vigencia –con algunas suspensiones– ha te-nido en la historia de España (1888-1936), vieja reivindicación de los liberales decimonónicos, ya contemplada en la Constitución de 1812, y por ello al escribir esta obra se reafirma conti-nuamente con afirmaciones como la contenida en la página 14 «...cuanto más se agranda la esfera de acción del Estado, más se empequeñece y achica la jurisdicción propia del individuo...».

Por lo demás en este libro rememora y en-salza las figuras y obras de quienes fueron sus profesores universitarios: Paso y Delgado, Torres Campos, Sánchez Román, etc.

En 1892, su padre le convence para presen-tarse a las oposiciones que previamente se habían convocado para cubrir determinadas plazas de notarías, entre ellas la de Villanueva del Arzo-bispo, obteniendo Enrique la plaza de notario de dicha localidad que desempeñará hasta su temprana muerte en 1903.

En este momento hemos de cifrar el comien-zo de su etapa villanovense.

En agosto de 1893 viaja a Granada para to-mar posesión de la plaza y el día 7 de septiembre de dicho año, instalado ya en Villanueva, con-signa su firma y rúbrica en la primera actuación de su protocolo, produciendo en tan solo 9 años una colección actuaria de 22 tomos compuesta más de 13.000 folios, que perfectamente y pul-cramente encuadernados, se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Jaén19.

En 1894, ante la prosperidad de su oficio, adquiere la que será su casa en dicha localidad, por la que paga la suma de 53.000 reales, situada en la moderna avenida de la Fuensanta, señala-da con el número 2, que a poco tiempo cambia su numeración por el número 4 al edificarse la casa contigua que abre su puerta en el chaflán o esquina de dicha calle.

En Villanueva del Arzobispo contacta con los círculos más ilustrados de esa localidad. Par-ticipa así en las veladas literarias del colegio de

19 Protocolo del notario D. Enrique Martínez Ibáñez (1893-1902). Archivo Histórico Provincial de Jaén

Nuestra Señora de la Fuensanta, cuyo director era don Eleuterio Nula Grueso, donde como nos descubre Francisco Jesús Martínez Asensio «...en aquellas veladas literarias se pergeñaban los artí-culos que posteriormente se publicaban en la revista del pueblo...»20

El 12 de julio de 1899 colabora con unas sen-tidas palabras desde Villanueva en la publicación que se edita en Jaén con motivo del homenaje que se tributó a don Bernardo López, al realizar el traslado de sus restos mortales, álbum literario en el que se dan cita los mas renombrados poetas y escritores del Jaén de su época:

«Ante los restos de Bernardo López.

Si el hombre solo fuera materia, a Bernardo López lo contaríamos entre los muertos; pero siendo también espíritu, reina en los corazones, vive en las inteligencias, y estos mismos homenajes de respeto y de gratitud a su inspiración gigantesca, nos civilizan, nos dignifican y nos unen en un orgullo, tan fraternal y tan legítimo como la justicia, y tan eterno como la verdad.�1»

Por carta de su padre a su hermano Félix, sabemos que la salud del notario y poeta se encontraba en mal estado en junio de 1900, circunstancia que es destacada por cuanto al padre causaba cierta preocupación con acertada intuición.

En 1901 Enrique escribe y publica en Villa-nueva su obra «El dogma del pueblo»22, obra de 36 páginas, remitiendo un ejemplar recién salido de la imprenta a don Marcelino Menéndez Pelayo solicitándole su opinión sobre este trabajo, cuya carta figura en el interesante artículo que sobre tan insigne polígrafo y su relación con Jaén fue publi-cado por don Agustín de la Fuente en 196223.

20 Martínez Asensio, Francisco Jesús. «Biografía y producción bibliográfica de Ramón Rodríguez Perea». Elu-cidario nº 1 (2006). P. 321.332.

21 Martínez Ibáñez, Enrique. «Ante los restos de Ber-nardo López». Homenaje al inmortal poeta Bernardo López García». Gremio de tipógrafos de Jaén (1899). P. 7.

22 Martínez Ibáñez, Enrique. El Dogma del pueblo. Vi-llanueva del Arzobispo: Talleres tipográficos de Diego de Rojas (1901).

23 De la Fuente González, Agustín. «Menéndez Pe-layo y Jaén». Agustín de la Fuente González. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses nº 31 (1962).

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En esta obra, nos relata con detalle su asis-tencia a una sesión del Congreso de los Dipu-tados: «Mis amigos me invitaron... y cediendo a sus instancias, muy reiteradas por cierto, me proveí de lápiz y papel.» Acomodado en la galería reservada al público describe como fue tomando nota del discurso de un «orador posibilista», transcribe en definitiva una sentida exaltación patriótica, en el ambiente de una nación todavía convulsionada por los desastres de 1898. Este libro representa, a mi entender, el testamento político de Enrique Martínez Ibáñez. El discurso que contiene, ter-mina con las siguientes palabras: «Id a los campos de Bailén, contemplar los muros de Zaragoza y de Ge-rona, deteneos ante las Cortes de Cádiz, tened la vista sobre la faz del planeta, y convencidos de vuestro deber sacratísimo, honrar vuestros nombres consagrando vuestras energías y talentos a la paz, al progreso y a la prosperidad de la familia española.»

En 1902 escribe y publica su obra «Conside-raciones del cristianismo en relación con el delito, el

capital y el trabajo». Lamentablemente no hemos podido encontrar ningún ejemplar hasta la fecha, su noticia nos la ofreció el referido trabajo del deán don Agustín de la Fuente.

Durante ese año su salud se resiente nue-vamente. Siendo consciente de ello redacta el inventario de sus bienes en febrero, al carecer de descendientes sabe que le heredará su padre en todos sus bienes, se detiene tal vez por ello en describir detalladamente su biblioteca y sus objetos más personales. Ante el avance de la enfermedad tiene que dejar su trabajo: la última escritura que legitima con su firma y rúbrica es de fecha 31 de julio.

El 29 de septiembre de 1902 ve publicado en el número extraordinario de «La Revista» (perió-dico mensual de literatura y educación editado en Villanueva del Arzobispo) un artículo que suscribe con el título «A la Virgen», composición que en su currículum queda cual sentida oración en el término de su vida.

«...Con tu sonrisa celestial inspiras los conciertos de los ángeles. En tus manos depositan los elegidos las palmas del martirio, a tí elevan sus plegarias los pueblos y recoges el último suspiro de las generaciones, haciendo que el espacio sea para ellas un mar sin ori-llas, el tiempo un día sin crepúsculos, y la muerte el principio de otra vida mejor...., y compasiva siempre extiende el manto de tu pureza sobre los pueblos, ha-ciendo que la luz increada resplandezca como la del sol en los infinitos espacios, en los altares de la humana conciencia!»�4

El 12 de abril de 1903, en una fría mañana, expira el poeta en su casa de Villanueva del Arzobispo, a consecuencia de una «afección cardio pulmonar» según acredita el certificado de defunción25, dio cuenta ante la autoridad de tan triste suceso su amigo el procurador don Victoriano Muñoz Martínez, otro gran escritor villanovense con quien compartía aquellas in-quietudes literarias.

24 Martínez Ibáñez, Enrique. «A la Virgen». La Revis-ta, periódico mensual de Literatura y Educación, Año II, nº 9 Vva del Arzobispo (1902). P. 1.

25 Registro Civil de Vva. Del Arzobispo. Tomo 42 de defunciones, sección 3ª, folio 164.

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1. CAZABÁN LAGUNA, Alfredo. Poetas y poesías. Flo-rilegio. Jaén: Tipografía La Unión, 1911.

2. FUENTE GONZÁLEZ, Agustín de la. «Menéndez Pelayo y Jaén». Agustín de la Fuente González. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses nº 31 (1962).

3. MARTÍNEZ ASENSIO, Francisco Jesús . «Biografía y producción bibliográfica de Ramón Rodríguez Perea». Elucidario nº 1 (2006). P. 321.332.

4. MARTÍNEZ IBÁÑEZ, Enrique. El Jurado ante la razón, la historia y la práctica, con notas y observacio-nes a la vigente Ley de �0 de abril de 1888. Madrid: Imprenta de don Ramón Angulo, 1891.

5. MARTÍNEZ IBÁÑEZ, Enrique. El Dogma del pueblo. Villanueva del Arzobispo: Talleres tipográficos de Diego de Rojas (1901).

BIBlIogrAfíA

6. MARTÍNEZ RUIZ, Enrique. Memorias de la familia Martínez, de Siles. Inédita. Siles, 2001.

7. TORAL Y FERNÁNDEZ DE PEÑARANDA, Enrique. «Matías Pastor García, Registrador de la Propie-dad de Villacarrillo y buen poeta». En Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 97 (1977) P. 37-58.

8. URBANO ORTEGA, Manuel. «El Poeta José Jurado de la Parra». Boletín del Instituto de Estudios Gien-nenses, nº 172 (1999). Tomo I.

9. VARIOS. Corona poética a la memoria de la señorita doña María del Carmen Espejo y García. Jaén, Im-prenta de los Sres. Rubio. 1882.