Dossier de Relatos de Nivel Inicial

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Grupo Memoria Docente y Documentación Pedagógica

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DEDEDEDE

NIVEL INNIVEL INNIVEL INNIVEL INIIIICIALCIALCIALCIAL

Para el

Proyecto

MEMORIA PEDAGÓGICA E INNOVACIÓN EDUCATIVA

EN EL NIVEL INICIAL

Documentación narrativa de experiencias de innovación pedagógica en redes de investigación-formación-acción entre docentes

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA de la PROVINCIA de BUENOS AIRES

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Relatos de experiencias pedagógicas en el Nivel Inicial

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DOSSIER

Relatos de experiencias pedagógicas en el Nivel Inicial

Matías me tiró de la manga y me preguntó: “Seño, ¿yo soy el resto?” María Beatriz Carrizo

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Un Oasis Patagónico. Enseñando Ciencias Sociales en el Nivel Inicial Mariana Castro

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Antón, Antón Pirulero. Maestras y Familias, atienden el mismo juego Mónica Beatriz Fernández

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El jardín donde florecieron las computadoras para todos Montserrat Camarasa Figuerola

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Matías me tiró de la manga y me preguntó: “Seño, ¿yo soy el resto?”

Por María Beatriz Carrizo

Hoy, en este día, 26 de marzo, convulsionado, enrarecido, dudoso… yo, Bety, una maestra jardinera con 30 años de docencia trabajando en un Jardín de Infantes Exclusivo desde hace 22 años, donde funcionan 5 salas de 5 y 5 salas de 4, estoy sentada frente a una hoja de papel en blanco…

Me convocaron para que escribiera relatos sobre anécdotas, temas, proyectos; en fin, experiencias pedagógicas que hayan enriquecido mi labor como maestra jardinera.

Después de todos estos años de trabajo como docente, llenos de momentos gratificantes, de resultados importantes, a veces exitosos y otras no tanto, me digo: ¡Qué difícil es elegir sobre qué escribir!, sobre qué contar cuando se entremezclan experiencias, ideas, miedos, preguntas, dudas, fracasos y muchas ganas de hacer algo que sea enriquecedor.

Enriquecedor, ¿para quién? Y al tratar de responder esta pregunta, que para mí tiene una sola respuesta y es: “Enriquecer la Educación y el futuro del Nivel Inicial", se me aclara qué contar.

Esta experiencia de sala no considero que sea algo novedoso, pero sí algo que las maestras jardineras debemos recuperar.

Allá por el año 2001 era maestra de Sala de 5 años. Como todos los años, cuando recibía a los niños al comenzar las clases, estaba nerviosa, ansiosa, a pesar de mi experiencia, y me preguntaba: ¿Cómo será el nuevo grupo de alumnos?

Recibí a los alumnos con muchas expectativas y con el correr de los días me fui dando cuenta de que iba a ser un año difícil, de mucho esfuerzo.

El grupo de niños, en general, era muy inquieto y con dificultades de integración. Había cuatro niños que no acataban consignas, tenían problemas al compartir juegos, materiales y actividades. No había grandes problemas de aprendizaje, pero sí de desorden en los momentos de actividades cotidianas y de trabajo grupal.

Uno de los niños, Matías, era el que presentaba más dificultades: no se adaptaba al Jardín, ni al grupo, hablaba muy poco, se movía constantemente, salía de la sala, no participaba en las actividades. Actuaba muy agresivamente con los compañeros y siempre estaba enojado. Nada llamaba su interés. Solo, a veces, realizaba construcciones y dibujos que eran muy creativos.

Entonces, este cuento que es mi cuento y pasó en el Jardín, yo te lo cuento:

Un día entré a la Sala y me encontré con los alumnos de siempre: los cariñosos, los tímidos, los revoltosos, los curiosos y también, con Matías, el “malo del Jardín”, como decían sus compañeros y su familia. Yo, también, contribuía a ese sobrenombre porque lo retaba y no lo dejaba salir a jugar.

Pero ese día, Matías, ¡me hizo reaccionar! Al terminar la merienda, yo dije:

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- Los que terminaron de limpiar y ordenar, pueden salir a jugar. El resto se queda.

Matías me tiró de la manga y preguntó: - Seño, ¿yo soy el resto? [Su mesa ya estaba ordenada y limpia].

Lo abracé (cosa que no se dejaba hacer, le molestaba el contacto) y le dije:

- No, Matías, vos podés salir a jugar-. Él me miró y sonrió.

Ese día me pregunté: ¿Qué estoy haciendo? o ¿Qué no estoy haciendo?

Era una época en que las maestras jardineras estábamos muy preocupadas por dar mucho de Escritura y de Matemática por todo lo de la Transformación Educativa y habíamos quitado tiempo a los momentos especiales y propios de este Nivel Inicial, tales como: expresión corporal, educación física, educación plástica, dramatización... En fin, lo relacionado con el cuerpo, la expresión, el movimiento y el arte.

Ese día me fui pensando a mi casa: ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo cambiar? Y me acordé de sus trabajos en construcciones, de sus dibujos, de su creatividad. Entonces, desde allí, elaboré un pequeño proyecto que se llamó: “JUGUEMOS A SER PINTORES”

Al otro día, llegué al Jardín y me encontré con los alumnos de siempre: los cariñosos, los tímidos, los revoltosos, los curiosos y con Matías... “el resto”.

Y les dije: - Hoy les he traído una sorpresa y por muchos días vamos a jugar a ser “PINTORES”. Pero no pintores de casas, sino de cuadros. Y saqué un montón de cuadros y pinturas que había llevado al Jardín.

Los ordenamos de tal manera que todos pudieran verlos, apreciarlos y adornaran la sala.

Los niños observaron, describieron, preguntaron y expresaron su gusto o disgusto por ellos. Eran flores, paisajes, rostros, personas. Obras de grandes pintores.

Entonces, pregunté: - ¿Ustedes saben cómo los habrán hecho y con qué materiales habrán trabajado?

Los niños respondieron: - Pintando, con pintura, con pincel, con colores, con el dedo...

- ¿Les gustaría que nosotros, acá en el Jardín, trabajemos como estos pintores y después les contemos y les mostremos a las otras Salas y a nuestras familias?

Al otro día, llegué al Jardín y me encontré con los alumnos de siempre... y con Matías, y le dije:

- Matías, ¿me ayudás junto con... [nombré dos compañeros] a sacar de las cajas y bolsas unos materiales?

Y así, fuimos jugando con nuestros sentidos y descubrimos:

Soportes: hojas de carpeta, afiches, cartulinas, corrugado, cartones de diferentes tamaños y formas.

Herramientas: pinceles, colores, fibras, palitos, cepillos, esponjas.

Materiales: témperas, acuarelas, harina, arena, azúcar.

En ese juego de exploración y de mezcla de colores y de materiales, se escucharon expresiones como:

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- ¡Es áspero! ¡Es suave! ¡Está arrugado!

- ¡Me gustan los pinceles gruesos! ¡A mí, los palitos para pintar porque son finitos! ¡A mí los colores! ¡A mí las esponjas!

- ¡Cuántos colores! ¡Se formó el color verde! ¡Aquí el naranja! ¡Cambió de color!

- ¡Los colores con azúcar son lindos, brillantes, claros!

- ¡Los con arena son raros, oscuros, tristes!

Al otro día, llegué al Jardín y me encontré con todos mis alumnos.

Y como ya habíamos manipulado y explorado los materiales, soportes y herramientas, los invité a recorrer el patio y observar la naturaleza: paisaje, árboles, insectos y el edificio del Jardín.

Al volver a la Sala, les propuse trabajar como pintores con todos los elementos que habíamos conocido. Debían pensar qué les gustaría dibujar; también podían pensar en su casa, en su familia, en sus mascotas, en sus compañeros.

Eligieron soportes, herramientas y materiales; trabajaron libremente y algunos hicieron varias producciones.

Al terminar le colocaban su nombre (firma del pintor). Al secarse, le colocaron el título. Algunos lo hacían solos, otros con mi ayuda.

Al otro día, llegué al Jardín y Matías y el resto de sus compañeros contaron a los demás qué habían hecho en sus cuadros, con qué y cómo los habían hecho. Realicé grabaciones a medida que iban contando. Luego se escucharon, lo cual sirvió para corregirse si se habían equivocado.

Expusieron los trabajos en el Jardín y luego, se los llevaron a su casa para adornar.

Matías sonreía y conversaba con sus compañeros. Había hecho muchos trabajos y muy creativos. De a poco, empezó a compartir otras tareas y a relacionarse con algunos compañeros. Los otros niños empezaron a jugar con él y a tenerlo en cuenta en distintas actividades. Matías, encontró su lugar... ¡Ya no era el resto…!

MAESTRAS:

Con esta experiencia, también, se trabajaron contenidos de Lengua y Matemática. Valoraron la expresión oral y escrita; organizaron el espacio físico y jugaron con el espacio gráfico en las producciones; se trabajaron cantidades y colores; se clasificaron y discriminaron formas, tamaños y texturas; explicaron sus producciones, las valoraron y apreciaron y respetaron el trabajo de los demás. Se mejoró la integración grupal y la autoestima.

¿Hubo desorden? Sí, mucho movimiento. Trabajaron parados, sentados, escuchando música, caminaron para elegir materiales, para mirar lo de los otros, criticaron, apreciaron, ordenaron, limpiaron... y desarrollaron muchas otras capacidades. Capacidades que hoy la educación busca desarrollar.

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Se los aseguro, con este tipo de experiencias debemos trabajar en este mundo convulsionado, enrarecido, dudoso... ¿Por qué? Porque LA SONRISA DE UN NIÑO VALE LA PENA y significa YO SOY, YO PUEDO, YO APRENDO. ¡MUCHAS GRACIAS!

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Un Oasis Patagónico. Enseñando Ciencias Sociales en el Nivel Inicial

Por Mariana Castro1

"La naturaleza siempre fue la despensa del hombre"

Milton Santos

Esa frase fue la musa inspiradora de esta propuesta en donde el juego puede ser, aparte de algo recreativo y placentero, también un medio para la reconstrucción de situaciones y una forma de proyectar la realidad jugando.

Cuando diseñé esta propuesta estaba como docente en la sala de 5 años del Jardín Provincial Nro.13, aproximadamente en el mes de septiembre de 2003. Quería realizar un recorte de la realidad. Mi idea era hacer conocer a los niños un lugar tal vez conocido por ellos pero desde otra mirada.

Esta idea planteaba ver más allá de lo obvio. Es por eso que sentí la necesidad de sorprenderlos con algo que les resultara interesante por conocer.

La mayoría de los niños de esa sala eran muy curiosos, inquietos y con iniciativas. El mes de septiembre estaba avanzando y sentía las ganas de renovar mi energía nuevamente. Era una cuestión de necesidad personal, y para el grupo significaba volver a sentir esa curiosidad tan propia de ellos.

Estaba inspirada y aún no sentía el cansancio de fin de año con los campamentos y actos.

Sentí entonces una energía extra. Estaba tranquila y satisfecha por lo todo lo que "mis niños" habían logrado durante todo el año.

Durante esos meses había participado con este grupo de niños de otras experiencias. La idea seguía rondando en mi cabeza pero debía tener una forma ¿Cómo iba a ser este abordaje de la realidad?

Una alternativa era como proyecto, pero mi decisión fue abordarlo como una unidad didáctica, porque había pensado que iba ser el mejor medio para tomar la realidad como objeto de estudio. Hoy, después de varias capacitaciones, hemos aprendido que "la realidad social es un entramado complejo, tejido con informaciones, explicaciones, normas, valores que se debe abordar solo como una parte de un todo".

Fue entonces cuando recordé a Milton Santos que opinaba que "La naturaleza siempre fue la despensa del hombre" y sobre cómo nosotros nos relacionamos con lo natural, con la vida sana y automáticamente lo relacionamos con dietas, frutas, verduras, etc.

Inmediatamente mi cabeza había comenzado a trabajar con estas asociaciones y no tardé en elegir ese lugar: la verdulería "Oasis". Se llamaba así porque era un verdadero oasis de frutas y verduras tanto regionales como exóticas. Me imaginaba todo lo que podían ver y preguntar los niños en ese lugar. Por ejemplo, dónde conseguían sus

1Profesora de Educación Preescolar. Jardín de Infantes Nro. 3 "Tamborcito de Tacuarí", Puerto Santa Cruz

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productos, cuanto tardaban en llegar, cómo los traían, cuántas personas trabajaban, etc.

Hoy sabemos que las materias primas de las diferentes regiones condicionan las actividades de las personas. La naturaleza del clima y el suelo del Valle de Río Negro favorecen el cultivo de manzanas, y en ese lugar las actividades de las personas se organizan en función de su explotación y comercialización hacia distintos puntos del país.

Nosotros en Santa Cruz, en Los Antiguos, las características del suelo facilitan el cultivo y la comercialización de la cereza. Lo mismo pasa en Mendoza con el cultivo del olivo, la vid, el durazno. etc.

Ahora bien, ¿cuál era entonces mi intención en esa propuesta pedagógica?

Mi primera intención había sido descubrir, mediante preguntas, qué conocían los niños sobre el origen natural de ciertos productos conocidos por ellos. Para eso tuve que indagar los saberes previos sobre este tema y, como siempre, entre gritos desesperados por hablar primero, llegué a la conclusión de que para la mayoría parecía que las bananas, las manzanas, las naranjas, las papas se cultivaban en el fondo del supermercado o verdulería o que salían de las góndolas como por arte de "magia".

Indagar estos saberes previos también me había servido para reconocer que muy pocos niños consumían frutas y verduras, ya sea por costumbre o por razones económicas.

Sabemos que, las personas que vivimos alejados de los centros de producción, muchas veces no consumimos muchas frutas y ciertas verduras porque no son fáciles de conseguir o no se encuentran accesibles para muchas personas, ya que estos productos suelen estar más caros por razones de traslado, entre otras razones.

Así fue como retomé nuevamente el tema con los niños, teniendo siempre en cuenta las preguntas que surgían en el grupo. La idea fue tomando color. Entonces, con un afiche fuimos registrando todo lo que surgía y luego lo guardamos para encontrar junto a los niños algunas repuestas.

"La verdulería" ya se había convertido en una unidad didáctica planificada y socializada con mi directivo, la cual me apoyo en mi intención educativa.

Muchas veces, como clienta, había concurrido a esta verdulería que se encontraba cerca de mi lugar de trabajo. Era un comercio de frutas y verduras, muy grande, que contaba con productos de todo tipo y de distinta procedencia, en su mayoría trasladados del centro de abastecimiento en San Rafael, provincia de Mendoza, desde donde todos esos productos emprendían cada semana su viaje a Río Gallegos.

Este fue el lugar apropiado para realizar la experiencia directa con los niños, porque mi intención no había sido solamente descubrir la procedencia de ciertos productos de la verdulería para enfrentarla con la hipótesis "mágica" de los niños, sino mucho más. Quería encontrar algunos aspectos de la realidad social que los niños desconocían detrás de la verdulería, como por ejemplo conocer quiénes eran las personas que trasportaban las frutas y verduras desde otros lugares, cuánto tiempo viajaban o quiénes eran las personas que trabajaban en la selección y acomodación de los productos para su comercialización, es decir, las actividades y roles de otras personas.

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Otro aspecto muy interesante había sido observar cómo, con muchos de esos productos, se elaboraban productos caseros como dulces o conservas; algo que a los niños seguro les iba a interesar ver y realizar después en el Jardín de Infantes.

Sin duda, yo también tenía otra intención educativa, como la de reconocer la importancia del consumo de frutas y verduras en nuestra alimentación como fuente de energía y salud. Para ello debía realizar "algo" para que los niños se interesaran por ellas.

Finalmente, como docente quería mostrar la realidad sin estereotipos, para reconocer cómo el hombre se relaciona con la naturaleza. El lenguaje y la forma de comunicación de toda esta información iba ser fundamental para que la experiencia resultara "significativa".

Las herramientas pedagógicas fueron la experiencia directa, la entrevista, el registro de la información, el juego con material concreto, el juego de dramatización como representación de la realidad, las actividades grupales, los recursos literarios. Es decir, todo lo que me iba a servir para abordar la realidad social con los niños de sala de 5 años.

Pusimos "manos a la obra". Fue necesario registrar, por un lado, las preguntas y, por otro lado, las supuestas repuestas de los niños. Recuerdo algunas de estas:

- ¿Qué es una verdulería?

Un lugar donde se vende frutas

- ¿Qué se vende además de frutas?

Papas...

- ¿De dónde saca las frutas la verdulería?

De las cajas o de los árboles...

-¿Me las regalan o las tengo que comprar?

Hay que tener plata, muchas monedas.....

-¿Cómo hace el verdulero para decirme cuanto tengo que pagar?

Lo inventa.....

Estos habían sido solo algunos de los interrogantes que recuerdo y algunas inocentes repuestas de los niños. La mayoría había hecho referencia solo a frutas y una minoría había mencionado alguna verdura, pero casi ninguno había nombrado a las hortalizas. También recuerdo que les había preguntado, en otra ocasión, si deseaban armar una verdulería. Todos enseguida se "habían enganchado" con la idea de armar una verdulería en la sala. Ellos estaban acostumbrados a representar la realidad mediante el juego, y esa ocasión no fue la excepción.

Fue entonces cuando volvimos a confeccionar otra lista con lo que se necesitaba saber sobre la verdulería, como por ejemplo, el nombre, cuántas personas iban a trabajar, sobre las balanzas, con qué se iba a comprar y, sobre todo, qué trabajos iban a realizar y, tal vez la más importante, dónde se podía conseguir la fruta y la verdura para vender.

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Desde hace mucho tiempo, me preocupé por registrar la información o las preguntas que surgen con los niños para que ellos tomen conciencia de la importancia de la escritura en la vida cotidiana. Para esa ocasión, ellos mismos me habían ayudado a registrar las dudas mediante dibujos o algunas letras y palabras.

Para encontrar repuestas había que ir a ese maravilloso lugar: la verdulería "Oasis". No solo por ser la más próxima al Jardín de Infantes, sino por ser la más apropiada por cantidad y variedad de productos.

Con los niños, nuevamente volvimos a registrar con letras o dibujos en hojas grandes (tipo anotadores grandes) las preguntas que se iban a realizar en la verdulería tales como dónde se podía obtener las frutas y las verduras, cuántas personas trabajaban, qué hacían, etc.

Todo estaba en marcha. Decidí visitar el comercio seleccionado para realizar la experiencia directa unos días antes para acordar con las personas que nos iban a recibir cuál iba a ser mi propósito de la visita y, sobre todo, debía arreglar el horario más conveniente para concurrir con los niños y no causar ninguna molestia, ya que era un comercio muy concurrido.

El día llegó. Los niños con sus camperas puestas y yo, acompañados de otra docente, nos fuimos a la Verdulería "Oasis patagónico". Era un verdadero oasis con todo tipo de frutas; se podía encontrar hasta la más exótica variedad de verduras de estación y de otras menos conocidas. Nos había recibido el dueño del lugar. Los niños estaban asombrados de ver tantos productos. Nos dividimos en grupos y comenzaron a sacar sus anotadores y otros niños se acordaron muy bien las preguntas.

El dueño del lugar les había explicado muy sencillamente de dónde provenían las frutas y las verduras. Tenía un mapa grande de la República Argentina donde, con el dedo, les señalaba el recorrido de los camiones por las rutas argentinas.

Las casualidades no existen, pero ese día sí existieron, porque justo en ese momento había estacionado un camión, que estaba pronto a partir nuevamente, y a los niños se les iluminó el rostro, solo le prestaban atención a él. Por eso nos fuimos todos afuera y el camionero, al ver que un montón de niños se abalanzaba hacia él solo, no tuvo más remedio que atender nuestras preguntas. -¿Qué lleva?, había preguntado un niño, y el señor respondió que "ahora nada" y muy amablemente les abrió el compartimiento que estaba vacío, para que los niños pudieran ver dónde se trasportaba la mercadería y les dijo que pronto iba a volver a venir lleno de frutas y verduras.

Para los niños fue como ver una heladera gigante. Se sentía un aire todavía fresquito; los niños no salían de su asombro. Fue hermoso ver las caras como si hubieran descubierto un tesoro. Fue así como parte de la verdad se estaba descubriendo frente a la mirada inocente de los niños.

Después de observar el camión, volvimos a entrar al negocio para seguir el recorrido por el sector de las frutas. Los niños habían reconocido muchas de ellas, y en ese momento el dueño del lugar había tomado dos bananas y les había preguntado a los niños si eran iguales. La respuesta no había tardado porque había resultado notable la diferencia. El señor les explicó que una procedía de Ecuador (la banana más grande) y la de menor tamaño, de Argentina.

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Otro momento emocionante de la experiencia directa había sido fue cuando los niños se encontraron con otras frutas como cocos, kinotos, etc. Todo resultaba inimaginable para ellos, porque ellos pudieron tocar todos la cáscara "peluda" de los cocos. Sus caritas de asombro nunca me la voy a olvidar. Pero no había sido todo; lo divertido había resultado cuando les explicaron cómo se podía sacar el jugo de ese cascarón tan duro.

Al rato de habernos divertido con los cocos, el señor de la verdulería nos había llevado al sector de las verduras. Ahí también los niños habían reconocido las más conocidas como lechuga y tomate, pero había otras menos conocidas como distintos tipos de zapallitos, hinojos, varios tipos de lechugas, cebollas de verdeo, chauchas, remolachas, entre otras cosas. También los niños habían observado otros productos envasados en frascos como duraznos, tomates, aceitunas, que también habían captado su atención.

Seguimos con el recorrido por algunos de los sectores de frutas y verduras. Los niños habían realizado también otras preguntas un poco mediatizadas al dueño del lugar, como por ejemplo, ¿cuántas personas trabajaban en esa verdulería? El les había respondido que muchas, porque algunas personas recibían la mercadería de los camioneros, otros debían limpiarlas y acomodarlas, luego otros debían atender a los clientes y otros debían llevar algunos pedidos a ciertos lugares o personas que no podían ir al negocio a comprar, y recuerdo que también les había contado a los niños que su esposa le ayudaba a atender la caja.

No me voy a olvidar cuando un niño le preguntó quien le había enseñado a trabajar en una verdulería y con una sonrisa en los labios el dueño del lugar le había respondido que, en su provincia Mendoza, sus padres tenían una finca y trabajaban mucho en el cultivo de frutas (vid, olivo, damasco, etc.), y este trabajo lo había aprendido desde muy chico, ya que era una cuestión de familia. Sus hermanos también trabajaban en el negocio de las frutas y verduras. Luego había aparecido la siguiente pregunta, otra vez mediatizada, ¿por qué había decidido trabajar en Río Gallegos? Él entonces respondió que era porque le gustaba trabajar con las frutas y verduras en cualquier lugar.

Para los niños, descubrir que había otros tipos de verduras y frutas, más allá de las básicas que se vendían en los supermercados, fue todo un descubrimiento. Toda esa información que habíamos recibido tuvo que ser nuevamente conversada en la sala para aclarar las dudas que habían surgido después de la experiencia directa. Al día siguiente, ellos también habían aportado desde sus casas más información que habían encontrado junto a su familia en revistas, libros, etc.

El dueño de la verdulería tuvo una atención muy generosa. Nos regaló muchas bolsas de verduras y frutas (hasta ananá) para realizar una rica ensalada de frutas, y nosotros le correspondimos con otro presente de agradecimiento. Era un cartel que indicaba cuando está cerrado y cuando abierto. El señor lo había agradecido tanto que enseguida lo colocó en su puerta y así fue cómo, muy contentos, partimos de ese de lugar con nuestras bolsas y con todo lo que habíamos vivido.

Los niños habían llegado alegres al Jardín de Infantes con sus bolsas y las guardamos en la heladera del Jardín. Luego en la sala, después de conversar sobre todo lo visto, cada niño había rescatado lo que más le había impactado de la experiencia directa y lo dibujó en una hoja que luego expusimos. Para algunos había resultado ser el camión

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refrigerado; para otros, los cocos. En cambio a otros les había gustado la caja registradora, la balanza electrónica y atender a los clientes.

En los días siguientes se comenzó a organizar las actividades. Desde ya la idea principal de los niños fue armar una verdulería en la sala, pero se debía conversar mucho y negociar algunos roles. Mi intención era que todos los niños participaran del juego. Se había decidido entonces que todos iban a rotar para asumir distintos roles: clientes, vendedores, transportistas, repositores, cajero, etc.

También se habían realizado en esta experiencia otras actividades grupales como preparar ensalada de frutas. Para muchos de ellos, comer damascos, ananá, uvas había resultado algo nuevo también. Era propicio en ese momento concientizar a los niños sobre la importancia de incorporar las frutas en nuestra alimentación, por el bagaje de vitaminas que le damos a nuestro cuerpo. También las canciones, las rimas con frutas, poesías y la clásica "Se mató un tomate" de Elsa Borneman. Se dramatizaron cuentos con temáticas relacionadas a las huertas y los frutos.

Los niños estaban muy entusiasmados y yo también. Fue así como en otra ocasión habíamos invitado a algunas madres y abuelas para que nos ayudaran a preparar dulce casero. Teníamos tantas frutas que fue bueno aprovecharlas todas. Dibujamos y escribimos las recetas en hojas para publicarlas en la revista del Jardín.

Durante cada desayuno los niños untaron el pan con el dulce casero preparado por ellos mismos. Resultó más rico que el comprado porque tenía otro valor; estaba todo hecho por ellos mismos.

Muchos niños nunca habían probado ensaladas, ya sea por costumbre o porque decían no les gustaban sin haberlas probado. Fue así como gracias a otro cuento muy divertido "La historia de una rara zanahoria", que dramatizamos en el rincón literario, decidimos preparar una rica ensalada de zanahorias: lavamos las zanahorias en la cocina, nosotras las señoritas ayudamos a pelarlas y cada uno de los niños ralló un poquito de zanahorias en diferentes ralladores, con agujeros grandes, medianos y pequeños y luego se la condimentó con aceite y sal. ¡Y a probar la ensalada! La mayoría de los niños fruncieron su ceño al probar la zanahorias. A muy pocos les gustó, pero casi todos las probaron: fue muy divertido, se reían y exclamaban ¡buahh! También realizamos ensaladas de tomate, de lechuga, etc.

Las actividades plásticas también estuvieron presentes en este proyecto: sellaron con papas, con zanahorias, etc. Se realizaron frutas con material de descarte para usarlas en el juego.

En el rincón de ciencias habíamos decidido estudiar a la remolacha con su color y su decoloración al contacto con el agua.

En matemática habíamos también trabajado con la correspondencia de la fruta con su palabra, verduras con palabras, laberintos, rompecabezas.

En las distintas actividades que realizamos siempre nos sacamos fotos para realizar una muestra en la que todos los padres las contemplen.

La verdulería "Pancho" fue el nombre que los niños eligieron para jugar; estaba todo listo para la acción. Todo empezó cuando llegó el camión con verduras y frutas, los chóferes, después de un largo viaje, estaban cansados (los niños armaron un camión

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con mesas y arriba cajas con mercadería); los repositores, que eran otros niños, recibían los cajones y les ofrecían un mate; dentro del local, otros niños acomodaban la mercadería en estantes y le colocaban el precio. Los vendedores estaban listos: se abrió el local y los clientes empezaron a entrar; los niños vendían y compraban. La caja registradora no paraba de funcionar (una mamá la armó con cajas y contábamos con un teclado de PC, sin uso). También teníamos balanzas (de cocina y otras realizadas con bandejas de tergopol y cartón). El ingenio de los padres tuvo su momento a la hora de equipar la verdulería. Durante tres jornadas los niños jugaron, se divirtieron, asumieron distintos roles y aprendieron que las frutas y verduras recorren un largo camino para llegar a nuestras mesas.

Resultó divertido armar un abecedario con letras de frutas y verduras para usar como referente en la sala. Buscamos en revistas de temas agropecuarios fotos de los distintos cultivos y los distintos paisajes de nuestro país y armamos un afiche. Luego dibujaron camiones y los pegaron cerca de un mapa de la provincia de Santa Cruz y los mismos niños les habían contado a sus pares de otras salas todo lo que habían aprendido para confirmar que "la naturaleza es la despensa del hombre".

Como docente, disfruté del entusiasmo de los niños, de sus descubrimientos y de hacerles conocer un poquito más de la realidad social que los rodea.

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Antón, Antón Pirulero. Maestras y Familias, atienden el mismo juego

Por Mónica Beatriz Fernández

El trabajo en la escuela pública en los últimos años guarda para los docentes innumerables desafíos pero, quizás el más conmovedor sea el del encuentro con una realidad que es al mismo tiempo dura, compleja. La relación con las familias es uno de los aspectos que más alertó a las maestras de las escuelas de esta capital. Denuncias sobre el hacer docente, diálogos que se convierten en monólogos a cargo de las educadoras, son algunas de las dificultades. En el Nivel Inicial, más precisamente en la Escuela Infantil, en la que me desempeño desde hace ya diecisiete años la relación con las familias no es cosa menor, sino todo lo contrario. Se trata de entender que la relación docente-alumno está totalmente mediada por la presencia de los padres de los niños, ya que son ellos los que ponen en palabras las necesidades de los pequeños del mismo modo que las maestras se transforman en interlocutoras necesarias para descifrar qué pasa a ese niño que en muchos casos permanece demasiadas horas en estas instituciones (lo habitual es que lo hagan por más de seis horas). Es oportuno recordar que las escuelas infantiles, las que surgen en un principio como jardines maternales, son parte de una experiencia innovadora puesta en marcha a partir del año 1985 en esta Capital.

Muchas veces la relación con las familias es por demás conflictiva. A lo largo de tantos años distintas fueron las dificultades que tuve que afrontar: familias que no cumplen con lo que les pedimos que traigan, familias que sistemáticamente en casa adoptan rutinas que son contrarias a las que mantiene el hijo en el jardín, familias que no ayudan a que sus niños logren autonomía, familias que depositan en las maestras expectativas que ellas no pueden cumplir (como asesoramiento psicológico, cierta amistad que ayude en la crianza de los niños, etc.); momentos, en los que por distintas cuestiones que no hacen al relato, no me resultaba fácil sostener una actitud pasiva o de comprensión hacia las familias ante tantos obstáculos. Es entonces, cuando en la charla con otros (ya sea compañeras o mismo con mi familia) y, luego de sentirme inmersa en la queja permanente pensé que era hora de dejar de preocuparme por cómo resultaría el año con tal grupo de padres y, decidí ocuparme de la resolución de esta problemática. Sabía que no sería fácil dejar atrás las quejas, que muchas veces son un lugar cómodo, pero decidí enfrentar el desafío.

Estando al frente de la Sala de Dos años fue que pensé en la creación de un Contrato Familia-Escuela que paute ciertas cuestiones que no deberían ser tan conflictivas. Día a día, me escuchaba o escuchaba a mis compañeras diciendo: - "¿Esta mamá no entiende?, le dije que no lo traiga con jardinero que no puede ir solo al baño". - "¡Qué padre!, todos los días le pido que le ponga el delantal, ¿cómo puede ser que me diga: ponéselo vos que a mí no me hace caso?", o lo que dijo esa abuela: - "Menos mal que no durmió señorita así me duerme en casa, yo no lo puedo tener, ¡me hace cada desastre!" como respuesta a cuando la maestra le dijo, -"está llorando porque no durmió por la tos que tiene". Estas son sólo algunas de las frases que puedo recordar, sin lugar a dudas son bien ilustrativas, de una realidad que no es fácil, porque como docente no corresponde enfrentar a los padres sino que hay que recordar que ante

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todo la escuela es un espacio público y que esos niños son parte de las familias y que son ellas las responsables de su educación.

Aquí, resulta oportuno detenerse un momento, ya que creo necesario reflexionar acerca de lo conceptual del tema. Al poner en marcha la confección del primer contrato (hace ya seis años), no reparé en los alcances teóricos del concepto "contrato" en relación al de "encuadre", cuestión que hoy decido retomar. Se trata de ver que el encuadre refiere a aquello que no se puede negociar, lo que no se discute; en tanto el contrato es el resultado de un acuerdo que surge luego de la discusión, del diálogo. La idea motora de este proyecto se sustenta en la realidad de un docente que sabe que no puede dejar afuera del acto educativo la realidad que trae ese alumno, ese habitus que lo viste y que forma parte de su vida escolar.

Al mismo tiempo, pienso la escuela como un lugar en el que debe reinar el diálogo, pero no sólo entre docente alumno, sino entre todos los que forman la comunidad educativa, esto obviamente incluye a los padres. Cuando digo padres digo aquellos que son amables y cordiales y aquellos que son hostiles y que en forma constante nos muestran su desconfianza hacia nuestro modo de desempeñar la tarea día a día. Por ello, aposté al diálogo con las familias sin desconocer que no es lo habitual en la escuela.

Tanto es así, que mis compañeras hacían comentarios acerca de lo "loca" que estaba, dejando a los padres que opinen tanto o, que empiecen a meterse en la tarea de la sala o se hagan "amigos" entre ellos y después nos critiquen a todas en la dirección. El Equipo de Conducción cuando le cuento el proyecto, me dice: -"Mónica, por las dudas vamos a ir a la reunión para ayudarte si los padres te enfrentan, contá con nuestro apoyo la idea es muy buena. Ahora, contanos, ¿no te da miedo que tu imagen de maestra se vea maltratada, que le busquen la quinta pata al gato y se salgan con cualquier cosa?, ¿no es un riesgo ponernos tan en el tapete, con lo mal que ya nos tratan hoy en día en las casas a las maestras?". Con todas estas voces de aliento en mi mochila puse en marcha la confección del Contrato, aquella espada del poder que mágicamente debía recomponer todas las flaquezas en la relación con las familias.

Confeccionando el Contrato…

La segunda reunión de padres es el momento en el que pensé que podía poner en marcha la experiencia. Esta última, tiene lugar luego de que finaliza el período de inicio, es decir que todos ya nos conocemos. Con esto digo, los padres y niños comienzan a conocer a las docentes y al jardín; y nosotras, las maestras, comenzamos a conocer a las familias y a los niños con sus peculiaridades.

La reunión de padres es el espacio por excelencia para el encuentro con todos ellos. Se trata de una oportunidad que habitualmente los educadores de todos los niveles escolares, utilizamos para decir lo que deseamos (que no es igual a podemos, creo firmemente), lo que esperamos de los niños y sobre todo, ante todo y solamente lo que deben o deberían hacer los padres. Por eso, en general los citamos descontando que ellos entienden que es obligatoria y necesaria su presencia. Pensamos qué queremos que "nos escuchen" y esperamos que nos digan lo que les preocupa, cuáles son sus inquietudes, al mismo tiempo, planeamos que sea breve: con horario de inicio

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y finalización. Esta modalidad que es parte de la cultura institucional habitual, creo que es ineludible modificar. Estas reflexiones fueron las que sirvieron de punto de partida para la elaboración de una estrategia que propiciara la creación de un contrato. Los padres, intuí, llegan a la reunión con ciertas inquietudes que pueden estar centradas en aquellos aspectos que suelen ser comentados a la entrada o salida de los niños cada día. Pienso que hay que estar dispuesto como docente, a descubrir en cada comentario que se reitera una duda a la que debemos una respuesta criteriosa. Algunas de las cuestiones que surgieron estaban relacionadas con los límites y con el desarrollo autónomo de los niños de dos años, el tan conocido "yo puedo".

Contando con la compañía de una maestra celadora, que conocía perfectamente la propuesta, la reunión se desarrollaría dentro del espacio de la sala. Sin embargo, al recibir a los padres pusimos en marcha una especie de dramatización en la que intentamos mostrarnos de lo más espontáneas. Los padres no sabían que iban a encontrarse con esta dificultad, por lo que nuestra "actuación", debía tomarlos por sorpresa. La idea que me conducía era provocar en ellos un momento de confusión similar a los que los niños viven a diario cuando, como ya contamos, en casa hacen una cosa y en el jardín la opuesta.

Pedí a los padres que ingresen a la sala y al querer hacerlo, la puerta estaba trabada por lo que la reunión se debería hacer en otra. Los invito a dirigirnos a ella y en el camino mi compañera nos llama diciendo que ya pudo abrir, invitándonos a regresar. Al mismo tiempo que otra compañera nos invita a realizar la reunión en su sala por lo que los padres no hacían más que confundirse y murmurar. Finalmente llegamos a la sala. Una vez allí di comienzo a la reunión, en la que les propuse que reflexionen acerca de la situación vivida. Ellos solos fueron encontrando un paralelo con lo que viven sus hijos. Luego, los invitamos a seguir conversando y reflexionando, valga la redundancia, a partir de viñetas de Francesco Tonnuci en las que el pedagogo aborda el tema de la autonomía, los límites y la guardería de modo crítico. Es entonces, cuando luego de una puesta en común, elaboramos un contrato. En éste, se pudo notar cómo las familias decían: - "nosotros en casa entonces también los tenemos que dejar que prueben, hay que tratar de hacer lo mismo que hacen ustedes acá" (refiriéndose al jardín).

El contrato quedó elaborado como cuadro de doble entrada en el cual una columna refería a lo que se compromete la familia a hacer en el año y en el otro cuál era el compromiso que podía tomar la escuela, más directamente, las maestras. El contrato se reformuló luego de una evaluación del cumplimiento del mismo, en la tercer reunión de padres que se lleva a cabo antes del receso invernal.

La esencia de esta experiencia radica en que es posible hacer una escuela pública o privada desde otros lugares a los que estamos acostumbrados, con la tranquilidad (o no) de que no por eso los docentes seguiremos siendo relativizados en nuestro desempeño, sino por el contrario seremos valorados porque podremos dar cuenta de que sabemos de qué se trata educar a otro. Algo a lo que apuesto día a día.

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El jardín donde florecieron las computadoras para todos

Por Montserrat Camarasa Figuerola

Me obsesiona y afecta la distancia abismal que existe entre el acceso a distintas oportunidades que tienen -o no tienen- distintos grupos sociales. Los nenes y las familias que formaban, y forman, el Jardín de Infantes donde era Directora, se alejaban cada vez más entre otras muchas variables-, de todo lo considerado tecnológico, ni hablar del uso cotidiano de la computadora, no como juego sino como herramienta, desmitificada, real, concreta y propia.

" El día que vea a Jonathan Ruiz con su arito bailantero sentado en la computadora, con la misma naturalidad con la que acá aprendió a usar la tijera.... voy a reír feliz y bailar por todo el patio". Me repetía esto y a veces nos lo decíamos con fuerza entre el grupo docente. Mientras los proyectos se discuten y somos parte de congresos por los derechos de los nenes, el tiempo pasa....y muchos Jonathan cumplen tres años,... otros cinco y se nos van...........

Dejó de ser un planteo. En cada encuentro con Elsa, "mi" Vice, organizábamos acciones concretas, escribíamos en "papelotes" borradores qué hacer primero, qué después, involucrar a los padres, a la cooperadora, no sólo informarles, podríamos conseguir padrinos? Entonces le presentamos la iniciativa a todo el grupo docente y no docente... esta historia recién empezaba.

Promediaba 1994. Por qué no buscar una computadora usada, muy vieja,... algo. En cada encuentro con los padres, con los nenes, con las docentes, tocábamos el tema, los por qué y los para qué. Empezaba a ser "nuestro proyecto". Se fueron delineando no sólo los objetivos, también las acciones concretas. Era tan claro el planteo para nosotras que también iba a serlo para el resto, no alcanzaba con darles de comer y controlar las vacunas... somos una ESCUELA, así que vamos a seguir enseñando, "a como dé lugar"

EMPEZAMOS

Esta primera etapa, abarcó de 1994 a 1997. Apareció Jorge en nuestras vidas, "....arreglo computadoras, las armo, desarmo, a veces ayudo a la Policía o a algunas escuelas...." nuestras conversaciones tenían generalmente el mismo tenor " no podemos pagarle, va a ser SU donación, pero le prometo que va a recibir una foto de los nenes trabajando en lo que usted ayudó a conseguir"... "Monse, apareció una campaña de Shell, hay que mandar esto y esto y aquello, yo lo empiezo, vos redactá el pedido..." " mi marido conoce a alguien que trabaja en Peugeot, creo que van a cambiar sus máquinas... ¿qué hacemos?" Cada maestra tiene una familia, cada nene un entorno, cada vecino del Jardín conoce a todos los otros, cada comerciante tiene o sabe de algún ex -alumno.... El sistema de "redes comunitarias" tomaba forma.¡¡y funcionaba!!

La vida cotidiana de todas las escuelas, no pasa por un proyecto solo, tiene múltiples redes sociales, códigos de convivencia, impulso y orgullo de concretar pedagógicamente lo que se propone....y también cansancios, "broncas" competencias, desánimo, desgaste, afectos y "desafectos"...es decir… está "viva".

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En esa primer etapa, nuestros nenes de cinco años "pasaron" sólo dos veces por "la" máquina que estaba en la Dirección (único lugar en el que mi sobrino había podido instalar una alarma) al ser 120 los que comenzaban, la organización fue crucial. Sus caras al ver en papel lo que habían ordenado sus manos y sus mentes nos hacían sentir como gigantes....pero era tan poco...Nadie se sintió cansado en esa etapa, "Seño. Pueo tocá?" los de 1º sección esperaban y miraban "desde afuera" ¿Alguien reparó en la mirada de un nene cuando está feliz y a "punto" para aprender?... ¡Tenés que tocar! El trabajo pedagógico desde las máquinas tenía que abarcar a las tres edades, el proyecto se iba a llamar "computación desde los tres" No se podía esperar, crecían.

Se incorporó otra máquina al trabajo de la Preceptoría... archivos, notas, las docentes también teníamos que aprender "los contralores pueden hacerse con un archiv ... y podemos tener un "programita" con balances para que los papás de la Cooperadora lo pueda seguir desde acá ... y las inscripciones que nos desesperan con 500 inscriptos y 240 vacantes, se pueden ordenar con otro programa". Tomaba cuerpo lo que nos habíamos propuesto, el de tener la computadora como herramienta cotidiana..."las chicas" se quedaba a la salida para practicar... Escuelas privadas secundarias de la zona acordaron con la Dirección que sus mejores alumnos de último año dictarían clases de computación a nuestros nenes. El sistema de "pasantes" se sumó a nuestra red.

Algunas mamás realizaban cursos gratuitos de computación mediante becas, podrían sumarse... ¡¡hay que crear un espacio!! ¡¡hay que organizar didácticamente a los pasantes!! .¡¡Y a los padres!! ... los nenes de tres y cuatro deben incorporarse ya!! ¡¿Cómo?! ¿Cuántas veces a la semana? ¿Con qué softs?

La segunda etapa abarcó desde 1997 al año 2000, con todo lo que esto implicó en nuestro contexto y para nuestras comunidades barriales, que han sido siempre más vulnerables a cada crisis vivida... Pero como siempre, ellos tenían respuestas. Después de un "Acto del 25 de Mayo" reunidos un grupo de padres y maestras buscando ideas, intentando diferentes maneras para no dejar todavía más sueños en el camino, se oyó la voz de una mujer fuerte y decidida "Fermín va a hacerlo, los cinco míos son de él, vinieron acá, y cuando termine el último, entra el nieto de él" ... Fermín asintió, y con su voz calma y grave dijo que era herrero, y de los buenos, "casi no hay trabajo ... me sobra el tiempo..., si ustedes consiguen material y gente para ayudarme ...", se hacía responsable ... los aplausos y gritos hicieron que el rojo de su cara fuera de alegría y nos mirara con orgullo a los ojos. Empezábamos de nuevo.

Se cuenta tan rápido y se hace tan lento. Se creó el espacio físico para el "taller de computación"... se decidió hacer un cerramiento en el patio interno, extender la alarma hasta ese sector. Llegó el machimbre, el hierro ... Fermín sabía dónde conseguirlos ... "Tía no podés seguir con un sólo ojo electrónico abarcando tantos sectores"- Mi respuesta fue la de siempre "No hay plata, Ariel, inventá algo" ... Piso de goma aislante, cortacorriente, mesas para la altura de los nenes, la puerta " ancha para que pase una silla de ruedas, o el andador de Lionel" ... ventanas, cables, Elsa y su amigo electricista ... padres entrando a las ocho de la mañana al Jardín como si fueran para su trabajo, ahora SU único lugar para trabajar. Las máquinas, o el "rejunte" de piezas que se conseguían para su armado, se apilaban en Dirección, ¡¡ club de Rugby C.U.B.A nos manda algo!! El laboratorio tiene cartuchos reciclados... hay varias familias que juntas van a dar la lavandina del mes como pago de ""la coope"...

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Fue una etapa donde nos replegamos hacia "adentro" para resistir el "afuera", era como si las maestras, los nenes, sus familias, el barrio todo, necesitáramos preservar aunque fuera una pequeñita porción de alegría diaria, cotidiana, en medio de tanto desquicio social, económico, emocional.

Ya en el 2000 egresaban nuestros nenes de cinco años asistiendo dos veces por semana al Taller, y los de cuatro habían comenzado todo ese año a acercarse a las computadoras. El proyecto, cada año se iba ajustando con la evaluación. Reuniones previas con los enseñantes, articulación entre lo enseñado en el aula y lo que se pretendía en el Taller, Gisselle de pasante y adolescente "pasó" a ser parte del Proyecto " Podría seguir viniendo aunque ya haya terminado la secundaria?" carpetas y producciones, evaluaciones, seguimientos, el Saint George College (aunque siguió siendo el San Jorge") nos incorporaba a su Proyecto de trabajo solidario....las redes se ampliaban ante las dificultades....y el trabajo también. Promediando el año 2001 continuamos con la 3º etapa. ¿Cómo que no era momento de iniciar NADA en el "conurbano bonaerense"? Villa de Mayo y nosotras decidimos continuar....qué difícil es intentar que parezca fácil lo complejo...

Pude decirse que esta etapa es la que se está transitando. Muchas veces nos planteamos con el grupo docente; inmersas en lo cotidiano, en lo urgente, tratando de no zozobrar entre lo "asistencial", lo burocrático, "el deber ser y el poder hacer", como docentes, como personas....; tenían sentido tantos Proyectos iniciados y esa sensación de desazón, cansancio que tantas veces nos rondaba como grupo. Las respuestas aparecen cuando buscamos en los lugares donde están escondidas o guardadas. Los vínculos profesionales, el respeto "a rajatabla" a todos y cada uno de nosotros y de las familias del barrio, a quienes somos, de donde provenimos y qué nos proponemos; si podemos mantener una cierta claridad en esto, lo vamos a poder plasmar en acciones. Y los nenes y lo que les enseñamos (como señales, como marcas en un camino) son nuestras acciones....hay algo más importante? tenía más sentido qué nunca seguir con cada uno de los proyectos iniciados.

Junto a los nenes de tres años que ya trabajaban en computación, apareció el horno de barro.... y… "sí... tiene razón, yo termino la primaria... pero "usté", ¿me firma la autorización para que yo pueda trabajar acá?, acá está mi nena" llegaba el Plan jefes/as, junto a tantos otros Planes Sociales... Los incorporamos a nuestro accionar, María y Estela asistirían a un curso de computación del barrio, en mayo se sumarían al Proyecto. Eduardo como electricista y presidente de la cooperadora, se encargaría del mantenimiento, Luis y Fito se encargarían de "asegurarnos": primero iban a averiguar en el Bco. Pcia. de nuestra zona cómo podíamos, a través de la cuenta de nuestra cooperadora conseguir algún tipo de seguro para las máquinas y el edificio, debía ser gratuito o muuuuy económico, luego todos los días después de las cinco y los fines de semana se turnarían "rondando" la escuela, sólo caminando o mirando, pero al ser todos del barrio pensaron que esto nos daría una sensación de seguridad; les, y nos, preocupaba las olas de asaltos que se registraban y se registran, ante algún hecho "extraño" llamarían a la policía y nos avisarían...

Siempre cumplieron y cumplen, todos ellos, sus horarios y sus compromisos. El taller de computación funcionaba ya con cronogramas de horarios, días, mamás anotadas para reemplazar en caso de ausencias a las que están en el Proyecto; se pudo evaluar

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por primera vez al grupo que egresaba con tres años de contacto con las máquinas y reajustar procesos a partir de esto, se empezó a buscar material y a bajarlo de Internet, para ser utilizado como información necesaria en algunas unidades didácticas.

El Proyecto este año fue presentado en el Distrito como parte de los trabajos realizados en distintas Instituciones estatales y organizado por el Consejo Escolar; los nenes trabajaban mostrando lo aprendido, las docentes siempre al lado de ellos, los papás orgullosos pero también conscientes en todos estos años del esfuerzo realizado para poder sostener lo logrado y avanzar en lo planeado, preguntaron con "autoridad" a "la autoridad competente", qué había pasado con las firmas reunidas reclamando la computadora nueva que recibieron todas las escuelas menos nuestro Jardín"? ya están aprendiendo -también-a hacer las preguntas....Gisselle y sus "compañeras" del taller consiguen cada año, papel para imprimir y regalar a cada nene pequeños diplomas de asistencia al taller cuando este culmina.... "Juana, nuestra Supervisora, había recibido la notificación anual con el listado y datos de personas ¿"ajenas"? al establecimiento"...,"Monse... ¿las mamás que te ayudan no estarán usando guardapolvo o algún tipo de delantal a "cuadritos".... ¿?" No contesté y apliqué solamente como respuesta, el viejo " ahaaá" -que me enloqueció y enseñó el barrio en tantos años (uno nunca sabe qué quiere decir y le otorga el significado que cada ocasión necesita) pero Juana tenía razón: los guardapolvos podían provocar confusión entre los padres.

De nuevo la respuesta la tenía el grupo.... consiguieron "otro color" de tela y se hicieron ellas mismas un pequeño delantal totalmente diferenciado del nuestro. Los hombres se negaron.

Este año, la última máquina re-armada fue colocada en una mesa con ruedas para ir de una tercera sección a otra, y ser así, usada cuando es necesario .Funciona aparte del Taller.

Llegó así el armando la "página web del jardín"… cada docente sabe que puede proponer y hacer desde el nivel de sus conocimientos y es esa circulación de saberes es lo que nos hace crecer.

La desmitificación "más allá de los jueguitos" se está logrando al tener contacto visual, cotidiano y apropiado como una herramienta más de trabajo. Me sigue asombrando, deslumbrando, (creo que son "mágicos") ver en los nenes; en cada acción que se emprende; sus caras de satisfacción, esos ojos negros brillantes, como carbón encendido, listos para aprender, sonreír o concentrarse... no hay sobre el planeta nada más importante o valioso... ¿alguna vez se entenderá esto? Esta etapa se concluirá cuando cada tercera sección (nenes de cinco años) tenga "su" propia máquina incorporada a su accionar, tanto del docente como de los nenes. Tengo la esperanza de una cuarta etapa. Se debe sostener en el tiempo y en el accionar lo logrado e ir incorporando a esto cada nueva acción. No es fácil o simple pero se pueden hacer cosas.

Esta etapa consistirá en tener un grupo de máquinas en el salón Multiuso del Establecimiento, edificado aparte del cuerpo del Jardín y con entrada independiente,

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para que el barrio ,ex/alumnos, mamás, hermanos, adultos... puedan aprender y usar cotidianamente las computadoras.

Lo aprendido en estos años va a ser, en esa etapa, de fundamental importancia. ¿Es muy ambicioso? También lo fue al comenzar, que 245 nenes que asisten a un Jardín estatal del conurbano; pagando 1$, o 2$ o nada, o lo que pueden a una cooperadora, iniciaran junto a sus docentes y a un barrio, un camino educativo, y cooperativo, y vincular y de redes, y de trabajo, y satisfactorio y....y...y.....no hay caso, debo concluir esta narración con "el espíritu Jardinero" que me dice: Chincho poroto, zapatilla y zapato roto, si yo me acuerdo y vos me escuchás...mañana te cuento otro.

Villa de Mayo y su Jardín es un lugar con muchos Proyectos por contar, ya les dije que está vivo.