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Don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V, es una de las figuras más fascinantes del siglo XVI, intrépido, valiente, de un físico atractivo y seductor hizo sombra a su taciturno hermano Felipe II. Era popular y querido por todos. Murió muy joven, a los treinta y dos años, sin haber logrado todo el reconocimiento que se merecía. CARMEN JAUREGUIBERRY, Periodista UC, Directora de Comunicaciones de la Universidad Gabriela Mistral. Magister (c) en Humanidades de la UGM. Colaboradora de la Red Cultural UGM.

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Don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V, es una de las figuras más

fascinantes del siglo XVI, intrépido, valiente, de un físico atractivo y seductor

hizo sombra a su taciturno hermano Felipe II. Era popular y querido por

todos. Murió muy joven, a los treinta y dos años, sin haber logrado todo

el reconocimiento que se merecía.CARMEN JAUREGUIBERRY, Periodista UC, Directora de Comunicaciones de la Universidad Gabriela Mistral. Magister (c) en Humanidades de la UGM. Colaboradora de la Red Cultural UGM.

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Don Juan de Austria:

El Héroe de Lepanto

Presentación de Don Juan de Austria con motivo del auto de fe del Doctor Cazalla.

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La batalla de Lepanto pasó a la historia como el primer triunfo eu-ropeo en muchos años sobre el predominio turco en el Mediterrá-neo y fue para muchos decisiva para demostrar que la supremacía otomana podía resquebrajarse. Pero antes de hablar de esta batalla es indispensable conocer más a fondo la vida de don Juan de Austria, su trayectoria, dónde se crió, porqué su padre, Carlos V lo reconoció expresamente en su testa-mento y porqué su hermano Felipe II lo aceptó como tal. Muchos historiadores piensan que el brillo y la bravura de este apuesto des-cendiente de los Habsburgo no llegó a su plenitud acaso por hacer demasiada sombra a Felipe II al que don Juan sirvió toda su vida con total lealtad, pero siempre buscando un reconocimiento por su rango real que nunca llegó y que aparentemente lo hacía muy infeliz Prueba de estas ansias inmensas de ser reconocido y querido plenamente por su hermano tenemos en algunas cartas que don Juan le manda a su amigo el príncipe de Eboli luego de la batalla de Lepanto manifestando su extrañeza por el hecho que su hermano no lo dejara regresar a España y le expresa su pena y su tristeza al sentirse así postergado :”He visto por carta de Su M. que me manda quedar aquí en Messina atendiendo a cosas de mi cargo que otro las pudiera hacer…me manda también pudiera hacerlo cualquier general de las galeras que están conmigo y yo ir a besar las manos de Su M. que es la cosa que más deseo” Don Juan de Austria es una de las figuras más fascinantes del siglo XVI, intrépido, valiente, de un físico atractivo y seductor hizo sombra a su taciturno hermano Felipe II. Era popular y querido por todos. Lamentablemente murió muy joven a los treinta y dos años sin haber logrado todo el reconocimiento que se merecía. Y todos los autores coinciden en que Don Juan era un hombre encantador y atractivo además de ser buen estadista y militar. Era hijo natural del emperador Carlos V y Bárbara Blomberg, una mujer de la clase burguesa alemana. Hay discrepancias entre los historia-dores en la fecha de su nacimiento pero las últimas investigaciones apuntan a que nació en Ratisbona, Flandes en febrero de 1547. Des-pués del nacimiento del hijo del emperador, Bárbara Blomberg se casó con Jerôme Pyramus Kegel, un comisario en la corte de María de Hungría en Bruselas. No se saben las razones exactas por las que Carlos V decidió re-conocer a su hijo pero en un codicilo a su testamento de 6 de Junio 1554, admitía que «por quanto estando yo en Alemania, después que embiudé, huve un hijo natural de una muger soltera, el que se llama Gerónimo.»Y en ese mismo testamento de 1554, claramente Carlos decidía que se velara por el futuro de Jeromín. Expresaba su deseo que se dedicara a la vida religiosa pero sin presionarlo y así lo expresa: «que pudiéndose buenamente endereçar que de su libre y spontánea voluntad él tomase hábito en alguna religión de frailes reformados, á lo qual se encamine, sin hacerle para ello premio ni extorsión alguna. Y no pudiendo esto guiar assí, y queriendo él más seguir la vida y estado seglar… treinta mil ducados en el reyno de Nápoles....». Además pide a su hijo Felipe II que lo considere su hermano y le otorgue los títulos y privilegios de su rango.Muy pequeño es trasladado a España y se lo pone al cuidado de una pareja de campesinos en el pueblito de Legañés. Ahí vive en medio de una vida sencilla y austera hasta, en 1554 el emperador decide otra suerte para este hijo y entonces le encomienda su educación a

don Luis de Quijada, mayordomo real y hombre de su entera confian-za y a su esposa Magdalena de Ulloa quiénes se encariñan profunda-mente con el niño y se convierten en verdaderos padres. Cuando el Emperador se retira del gobierno en 1558 para pasar sus últimos días en Yuste conoce al niño que tiene once años de edad pero él nunca sabe que Carlos V es su padre. Para aquella fecha ya sabía Felipe II que tenía un hermano. Carlos V moría en septiembre 1558 y Felipe debía cumplir el testamento de su padre.Felipe II se encontró por primera vez con Jeromín en 1559 cerca de Valladolid y cambió el nombre de Jeromín por el de Juan, el nombre de otro hermano suyo muerto en la infancia A partir de ese momento se educa en la corte y sigue estudios en la Universidad de Alcalá de Henares junto con sus sobrinos que tienen dos años más que él, don Carlos hijo de Felipe II y Alessandro Farnese, hijo de su media hermana Margarita de Parma.

Este apuesto joven que nunca fue reconocido como Infante de Es-paña ni se le dio el título de Alteza Real, era en la vida privada uno más de la familia real, aceptado por todos. Su apostura y simpatía lo hacían muy atractivo para las mujeres. Tuvo varias amantes y por lo menos dos hijas. La primera, nacida en España y reconocida como doña Ana de Austria, quién se hizo monja y llegó a ser abade-sa de las Huelgas de Burgos. Su madre se llamaba María de Men-doza pero no se saben más datos de ella. La segunda de estas hijas fue Donna Giovanna d’Austria, nacida en Nápoles quién después de pasar muchos años en un convento fue autorizada a salir por Felipe III y se casó con un príncipe italiano. Otras de las tantas mujeres que pasaron por su vida fueron Diana de Falangola, Ana de Toledo, e incluso la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II. Estaba navegando en el Mediterráneo al mando de su flota cuando supo la noticia de la muerte de don Carlos, el hijo del rey y también de Isabel de Valois, hecho que le provocó profunda tristeza. Su destino, en un primer momento, como había insinuado Carlos V en su testamento, sería iniciar la carrera eclesiástica pero pronto demostró una mayor afición por las armas, intentando, en contra

A la edad de 21 años, fue nombrado Capitán General de la Mar. La

victoria sobre la revuelta morisca en Alpujarras en Granada fue su primer gran éxito, lo que le permitió ganar la confianza del rey, Felipe II que lo nombró Comandante de la Flota de la Liga Santa que venció a los turcos

en Lepanto.

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La Batalla de Lepanto de Paolo Veronese. Oleo sobre tela. Galería de la Academia. Venecia.

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de la voluntad del rey, enrolarse en 1565 en una armada destinada a librar a Malta del asedio de los turcos. Este entusiasmo por lo militar convenció a su hermano que debía ser guerrero y hombre de Estado y esto motivó su nombramiento en 1568, a la edad de 21 años, como Capitán General de la Mar. La victoria sobre la revuelta morisca en Alpujarras en Granada será su primer gran éxito, lo que le permitió ganar la confianza del rey que lo nombró comandante de la flota de la Liga Santa que venció a los turcos en Lepanto. Este importante éxito militar y la admiración y el cariño que le profe-saban todos los que lucharon a su alrededor, empezó a despertar en don Juan el anhelo de recibir el tratamiento de alteza y la concesión del título de infante. Incluso el mismo papa Pio V lo alentó a buscar un reino y sus ayudantes le propusieron ser rey de Tunez También en un momento se especuló con que se casaría con Ma-ría Estuardo prisionera de Isabel I de Inglaterra pero todo quedó en la nada con su muerte tan prematura. Felipe II nunca le oyó y más bien preocupado por esta popularidad y esta brillante perso-nalidad lo aleja de la corte nombrándolo gobernador general de los Países Bajos en 1576. Murió en Bouges, cerca de Namur, el 1 de octubre de 1578, poco después del asesinato en Madrid de su secretario, Juan de Escobedo, dejando el conflicto de los Países Bajos sin resolver.

Antecedentes de la Batalla Los orígenes de la batalla de Lepanto hay que buscarlos en el belige-rante expansionismo turco iniciado a partir del siglo XV. En 1570, el Imperio Otomano reclamó a la República de Venecia la posesión de la isla de Chipre como parte usurpada de sus posesiones Como quería la conquista en forma pacífica, el sultán Selim II, hijo de Solimán el Magnífico, mandó en el mes de marzo un emisario demandando a Venecia la entrega de Chipre, petición que fue de-negada rotundamente, confiando Venecia en el apoyo del Papa y de España. Ante esta negativa un poderoso ejército otomano, al mando de Mustafá Pachá, desembarcó en Chipre en el mes de julio de 1570

y al año siguiente antes que la Liga Santa pudiera hacer nada, cae Famogasta último bastión veneciano en Chipre.Mientras tanto el Papa Pío V que había sido Gran Inquisidor y lo úni-co que aspiraba era echar a los infieles del Mediterráneo, se jugó por entero en lograr una alianza entre los Estados Pontificios, España y Venecia. Luego de varios intentos y largas conversaciones para convencer especialmente a Felipe II, sus esfuerzos tuvieron éxito recién el 20 de mayo de 1571, unos pocos meses antes de la batalla de Lepanto y cuando ya Chipre estaba en manos del Imperio Turco. Se formó entonces la Santa Liga a la que se asociaron también el Duque de Saboya, la Orden de Malta, el Gran Duque de Toscana, la República de Génova, el Duque de Urbino y el Duque de Parma. Ya en 1538 se había formado una Liga integrada por los mismos países pero la de 1571 tuvo otras repercusiones y pasaría a la historia por el éxito de Lepanto.Todo esto ocurría en los momentos en que Felipe II celebraba en Sevilla el triunfo de sus fuerzas comandadas por su hermano Don Juan que había sofocado la gran rebelión de los moros en Granada. El Rey nombra a Don Juan de Austria como jefe supremo de la Santa Liga que absoluta-mente feliz con esta tarea comienza a preparar la gran batalla. Finalmente las escuadras de la Santa Liga se ponen en marcha y se dirigen al puerto de Mesina. En los primeros días de sep-tiembre ya está toda la flota reunida y marchan entonces hacia el golfo de Lepanto. La escuadra de la Liga, al mando de Juan de Austria, tiene más de doscientos buques y 30.000 combatientes, sin contar los remeros y marineros. La flota de los turcos dirigi-da por Alí Pachá es similar, aunque cuenta con medio centenar de buques más.En la cartografía del siglo XVI se llamaba Golfo de Lepanto a lo que es hoy día Golfo de Corintio y allí tenían los otomanos una importan-te fortaleza y un astillero. Durante los siguientes días hasta el de la batalla, fueron aproximándose en ese rumbo, y Don Juan mandaba vigías por mar y tierra para descubrir flota enemiga hasta que un vigía de la Real avistó toda la Armada Turca

U N I V E R S I D A D G A B R I E L A M I S T R A L

VALORES

$36.000 Ciclo Completo (4 charlas)

$18.000 Ciclo Completo Club de Lectores

$10.000 Por Conferencia Público General

$ 5.000 Por Conferencia Club de Lectores

Informaciones: [email protected] - 414 4562 - www.ugm.cl

Rutas que maRcaRon la histoRia

Mayo 2010 I Lunes 19:30 hrs. Teatro Mori, Boulevard Parque Arauco

Lunes 3 de Mayo

LA RUTA DE LA SEDA

Rosita Larraín

Lunes 10 de Mayo

EL CAMINO DE SANTIAGO

Bárbara Bustamante

Lunes 17 de Mayo

LA RUTA DE LOS CRUZADOS

José Marín

Lunes 24 de Mayo

EL CAMINO DEL INCA

Francisca Willson

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Momentos antes de comenzar la batalla, Don Juan de rodillas oró a Dios pidiéndole la victoria. Lo mismo hicieron todos los de la galera Real y del resto de la Armada. Tras esto les fue dada la absolución por los padres jesuitas y capuchinos enviados por el Papa. Cuenta Don Juan que en ese momento «fue el mar aquietado de tanta bonanza, cuanta se pudo desear y forzó a la armada enemiga a plegar su velas y venir a remo».

La Batalla de LepantoRíe Don Juan en la gallarda barba rizada. Rechaza, estribando fuerte, todos los tronos del mundo, Yergue la cabeza como bandera de los libres. Luz de amor para España ¡hurrá! Luz de muerte para África ¡hurrá! Don Juan de Austria Cabalga hacia el mar.

G.K Chesterton escribió el poema “Lepanto” y Jorge Luis Borges, profundo admirador de Chesterton lo tradujo al castellano.

El día 7 de octubre, al alba se encontraron con las naves enemigas a no más de doce millas de distancia, entre la isla de Itaca y el golfo de Patras. Las naves ocuparon sus sitios que habían sido decididos después de largas discusiones, mucho tiempo atrás.La formación cristiana se puso de frente de una manera bastante curvada y en esa línea iban naves genovesas, españolas, pontificias, venecianas, de Malta. De esta manera, dice Rafael Vargas Hidalgo en su libro La Batalla de Lepanto, todos se veían y así se evitaban las acusaciones y las sospechas de deserción, de cobardía o de que a uno solo de los aliados se le diera el mérito del triunfo o del fracaso. Como a una milla más delante de la escuadra se colocaron las seis galeazas venecianas que podían llevar muchas más piezas de artille-ría y podían dañar mucho a las naves turcas.Las naves cristianas estaban dispuestas de la siguiente manera: el lado izquierdo o escuadra amarilla con 63 buques, estaba bajo el mando del veneciano Agostino Barbarigo y muy próximo a la costa griega para impedir que los turcos envolvieran a los buques de la Liga. El centro o escuadra azul con 63 naves era comandado por don Juan de Austria quien llevaba el estandarte de la Santa Liga, que era de color púrpura y llevaba un crucifijo entre las imágenes de San Pe-dro y San Pablo. Detrás de la galera de don Juan se encontraba la de su lugarteniente, Luis de Requesens que debía reemplazarlo en caso de ser herido o fallecer. Alrededor de la nave de Don Juan estaban la nave capitana del Papa y la veneciana. El flanco derecho o escuadra verde con 64 naves estaba a cargo de Juan Andrea Doria.La flota otomana en forma de medialuna, que tenía 260 naves, se en-frentó a la Armada de la Liga. Su lado derecho iba al mando del Bajá de Alejandría, el centro comandado por el Capitán General, Alí Bajá que llevaba la bandera blanca de la Meca, el ala izquierda la dirigía Uluj Alí, gobernador de Argel. El combate fue sangriento y más que una batalla naval parecía un en-cuentro en tierra ya que los contendientes peleaban cuerpo a cuerpo en cada una de las naves que eran asaltadas La lucha era pareja y el lado izquierdo cristiano sufrió una brutal acometida de la que salió airoso. Su capitán veneciano Barbarigo fue herido mortalmente.Después de muchas dificultades Don Juan abordó la nave capitana de Alí Bajá. Este fue muerto y su cabeza clavada en una pica y enarbolada ante los enemigos que huyeron. La bandera de la Santa Liga ondeó en

el mástil de la nave turca. A las 4 de la tarde de ese 7 de octubre la ba-talla había terminado con el triunfo absoluto de los cristianos. El costo en vidas fue tremendo para ambos lados y aunque la flota otomana quedó prácticamente destruida, la cristiana también sufrió bajas significativas. El triunfo fue celebrado por todos, y Don Juan de Austria fue el héroe indiscutido. Pío V y el Dux de Venecia reconocieron que la victoria se debió principalmente a España y a Don Juan de Austria.

“¡Vivat Hispania! ¡Domino Gloria! ¡Don Juan de Austria Ha dado libertad a su pueblo!”

Consecuencias de la Batalla de LepantoAunque Lepanto aparentemente fue una victoria total para los miembros de la Liga Santa, el carácter definitivo de la victoria cris-tiana ha sido discutido por muchos historiadores ya que los frutos obtenidos fueron desperdiciados. Demoras, recelos y desconfianzas entre los aliados y la muerte del papa San Pío V provocaron la que el triunfo fuera efímero y al cabo de unos meses, cayeron Túnez y la Goleta en poder de los turcos.La flota aliada no pudo perseguir al enemigo turco cuando fue derrotado en Lepanto y una de las razones más fuertes fue por el mal tiempo. Fue fatal la demora en reaccionar de las fuerzas de la Santa Liga especialmente de España. Si el ataque hubiera sido en el verano de 1571 quizás hubiera sido otro el resultado final. Pero a pesar de todo la victoria de Lepanto demostró que el invencible enemigo turco era vulnerable y abrió definitivamente una puerta de esperanza a la cristiandad. •

Retrato de Juan de Austria.

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