Discurso sobre las ciencias y las artes. Jean Jaques Rousseau

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A primera vista, parece obvio que Rousseau ataca a las ciencias como culpables delos vicios de los hombres1, pero una lectura más profunda, contrastada con las respuestasincluidas en Escritos de combate (Alfaguara, 1979), cambia esta percepción y nos muestraque el problema que plantea nuestro autor es el del uso social de la capacidad de conocerdel individuo.

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Discurso sobre las ciencias y las artes.

Jean Jaques Rousseau

Adriana Bañares Camacho.

junio de 2011

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En the velvet goldmine

peli de todd haynes

dicen:

“un hombre no es sincero cuando habla de sí mismo;

dale una máscara y dirá la verdad”

Déborah Vukusic. Guerra de identidad. Ediciones de Baile del Sol, 2008.

“Nada es más diferente a mí que yo mismo; por eso sería inútil tratar de

definir mi carácter por otra cosa que no sea la variedad; la mutabilidad es tan

parte de mi mente que mis creencias cambian de un momento al siguiente:

algunas veces soy un misántropo sombrío, otras soy intensamente feliz entre

los encantos de la sociedad y los placeres del amor. En un tiempo soy austero

y piadoso... entonces súbitamente me vuelvo un libertino. En una palabra, un

camaleón y una mujer son criaturas menos cambiantes que yo.”

Autorretrato de Rousseau a los 35 años. Extraído de Jean-Jacques: The Early

Life of Jean-Jacques Rousseau, 1712-1754. Maurice Cranston.

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Jean – Jaques Rousseau nace el 28 de junio de 1712 en Ginebra (Suiza),

una ciudad que según Stendhal, era más bien una prisión: dominada por la

ética represiva del calvinismo; sin teatros, más parecida a un internado, pero

que Rousseau veneró durante toda su vida y a la que dedicó uno de sus

discursos más importantes: Discurso sobre el origen de la desigualdad entre

los hombres. Apenas una semana después de su nacimiento, su madre muere.

Por este hecho se sentirá culpable siempre: “Nací débil y enfermo; le costé la

vida a mi madre, y mi nacimiento fue la primera de mis desgracias”, podemos

leer en sus Confesiones.

Recibe una educación tan pobre que a los dieciséis años decide huir de

Ginebra para acogerse en Saboya a la protección de un sacerdote. Gracias al

apoyo de madame de Warens, desarrolla su afición por la música y se aplica

en sus estudios. Este afán de superación quebranta su salud y le obliga a

restablecerse en Montpellier. A su vuelta, trabaja como preceptor de nobles en

Lyon y entra en contacto con Voltaire, Fontenelle, Rameau, Maribaux, Diderot

y D'Alembert, y redacta los artículos de la Enciclopedia referentes a la música.

Cuando, en 1749, Diderot es encarcelado en Vincennes, Rousseau va a

visitarlo y lee, en el Mercure, que se convoca un concurso para el premio de

moral de la academia de Dijon. El lema del concurso es “Si el restablecimiento

de las Ciencias y las Artes ha contribuido a depurar las costumbres”.

Rousseau se presenta con su Discurso sobre las Ciencias y las Artes y resulta

ganador. Esta obra crea un gran revuelo y polémicas varias. A pesar de que en

su discurso se posiciona muy claramente contrario a la cultura, o a lo que la

cultura produce en el hombre, Rousseau se dedica a la música y estrena en

1752 y 1753 sus óperas El adivino de la aldea y Narciso respectivamente.

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Toda la filosofía de Jean Jaques Rousseau gira en torno a la idea de que

el hombre ha perdido su estado natural debido a la evolución que ha tenido la

razón a lo largo de la historia. A continuación expondré brevemente las

nociones de hombre civilizado y hombre natural de las que habla Rousseau:

El hombre actual es el hombre civilizado; el hombre cuya naturaleza -el

estado originario y natural del ser humano, atemporal, universal y común a

todos los hombres de todas las épocas- ha sido alterada por efecto de la

civilización: ha quedado velada por la artificiosidad del poder que otorga el

conocimiento.

El hombre natural ha sido sustituido por el hombre civilizado (o de

cultura),que niega la naturaleza y configura en su lugar leyes convencionales

o “artificiales” que conforman la sociedad, el lenguaje y los “saberes” de los

distintos pueblos.

En este Discurso, Rousseau critica el fracaso de la relación entre razón

(ilustrada) y moral, y la noción de razón ilustrada desde dos perspectivas:

Denuncia el excesivo optimismo: es incapaz de reconocer sus límites.

Denuncia la impotencia de la razón para desmontar prejuicios y

apariencias.

Por supuesto, critica la razón ilustrada desde la naturaleza, desde

donde quiere reconstruir la noción de razón moral.

Por otro lado, en este Discurso se plantean dos grandes problemas que

seguirán vigentes en toda la filosofía rousseauniana: el límite del

conocimiento y el problema de la virtud. En primer lugar nos

encontramos con la imposible tarea de conocer la realidad a través de la

razón. Este primer problema nos lleva al siguiente: con un conocimiento

insuficiente, imposible será la virtud. Límite de la razón y frustración

moral de la razón.

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“El alma, alterada en el seno de la sociedad […] ha cambiado […] sólo

encontramos ya el disforme contraste de la pasión que cree razonar y

del entendimiento que delira”. (Rousseau. Discurso sobre el origen y los

fundamentos de la desigualdad entre los hombres)

Discurso sobre las Ciencias y las Artes

A primera vista, parece obvio que Rousseau ataca a las ciencias como

culpables de los vicios de los hombres1, pero una lectura más profunda,

contrastada con las respuestas incluidas en Escritos de combate (Alfaguara,

1979), cambia esta percepción y nos muestra que el problema que plantea

nuestro autor es el del uso social de la capacidad de conocer del individuo.

Rousseau habla del conocimiento como una capacidad limitada del

hombre, así como para Descartes esta capacidad no estaría limitada ya que la

considera inmanente en el individuo. La teoría del conocimiento de Rousseau

estaría más cerca de la de Hume, que considera que es a partir de la

experiencia como se crea el conocimiento, aunque este conocimiento es

limitado y por tanto la realidad no es cognoscible. La diferencia entre Hume y

Rousseau es que el primero acepta la limitación del hombre, pero Rousseau

culpa a la sociedad. “Resulta progresivamente claro que la preocupación de

Rousseau se refiere, más que a la validez teórica del conocimiento alcanzado,

al uso social que de él se hace”2.

Otro problema que planta Rousseau en su Discurso es el de la

moralidad, la virtud. Este problema deriva del primero: La limitación del

conocimiento imposibilita la virtud.

Como ya se ha planteado, la primera lectura de este Discurso puede

1 Rousseau considera que cada ciencia está fundada en un vicio: La aritmética en la avaricia, la mecánica en la ambición, la física en la curiosidad vana, la jurisprudencia en la injusticia, la historia en las guerras... y la imprenta es “el arte de eternizar las extravagancias del espíritu humano”.

2 S. Sevilla, Introducción y comentarios al Discurso sobre las ciencias y las artes y al Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Valencia, Universitat de València, 1990, pp 16.

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inducir al lector a creer que Rousseau acusa a las ciencias de la corrupción de

la moral. El mismo rey de Polonia3 es un reflejo de esta visión, como queda

patente en su respuesta al Discurso, y es en la respuesta de Rousseau donde

se ve claramente que no es su intención culpar a las ciencias y las artes, sino a

la limitación del hombre para hacer buen uso de ellas.

El hombre social, con su conocimiento limitado, es un hombre cuya

moral está corrompida e incapaz de comprender la realidad. De la relación

entre hombre y sociedad se deriva –además de la corrupción moral y la

imposibilidad de conocer la realidad- la infelicidad.

Razón y felicidad.

En la Ilustración, la felicidad deriva de la razón, pero Rousseau nos

ofrece un punto de vista totalmente opuesto: el conocimiento no propicia la

felicidad. “La extraña y perniciosa relación que se ha producido entre

individuo y sociedad sólo da como resultado la corrupción de la moral del

individuo y la imposibilidad de comprender la realidad. A estas consecuencias

debe añadirse otra no menos perniciosa: la infelicidad4.” Es decir, no se trata

de que el conocimiento nos traiga la infelicidad, sino que el hombre social ni

siquiera está capacitado para conocer la realidad. Es esta impotencia lo que

nos hace infelices. Rousseau cree que la realidad no es cognoscible. No

lo es para el hombre natural, y por supuesto tampoco lo es para el hombre de

cultura. En sus Confesiones Rousseau dice “La ciencia no está hecha para el

hombre […]. La reflexión le hace infeliz, sin hacerle mejor ni más sabio. […] El

estudio corrompe sus costumbres […] y a menudo echa a perder su razón.”

y “Antes de pensar, sentí: tal es el común destino de la humanidad”.

La felicidad es el destino natural del hombre, ¿pero cómo puede el

hombre social llegar a ella, si exalta la razón y “la reflexión le hace infeliz5”?

Fundamentando el conocimiento en las necesidades naturales e instintivas.

El hombre está dividido entre el yo social y el yo natural. Por el

pensamiento y por los instintos. Para el hombre social, esta dualidad lleva a la

3 “[…]Confiesa por su parte mi adversario que las ciencias tórnanse nocivas cuando se abusa de ellas, y que no faltan, en efecto, quienes abusan. Creo que en eso no decimos cosas muy diferentes; yo añado, es verdad, que se abusa mucho, y que se abusa siempre, y no me parece que en la respuesta se haya sostenido lo contrario”. Respuesta al rey de Polonia, duque de Lorena, observaciones de Juan Jacobo Rousseau, ciudadano de Ginebra, sobre la respuesta a su discurso, pp 50, Escritos de combate, Alfaguara, 1979.

4 Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau, Ediciones Cátedra, 1995, pp 53. 5 Jean Jaques Rousseau, “Prólogo” a Narciso, pp 970.

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enajenación, pero en el hombre natural se presenta armónica. Esto se debe a

que “el desarrollo histórico de la razón se ha fundado en falsas necesidades6”.

Las ciencias y las artes han sido las responsables de la fragmentación de la

identidad del hombre, de la desigualdad y de la corrupción de la virtud.

Cuando Rousseau propone que hay que fundamentar el conocimiento en

las necesidades naturales, recuperar la unicidad originaria, no elogia la

ignorancia. No denuncia a las ciencias y las artes en sí, sino al uso que se hace

de ellas, y los efectos que se producen de la relación entre ciencia y sociedad.

Rousseau cree que la razón debe ir encaminada hacia la ética con el fin de

fundar un sistema de comportamiento individual y social, pero esto no ha sido

nunca así, sino que según Rousseau, cuando el hombre ha querido cultivarse,

se ha decantado por el camino de la esclavitud para conseguir, más que

conocimiento, riquezas, alimentado más por la codicia que por la virtud7.

Es esta codicia lo que Rousseau condena. Esta búsqueda del

enriquecimiento personal por encima del bien común, pues no hay resultado

más siniestro que la desigualdad que genera. La vanidad humana es la madre

del lujo, la desigualdad y la cultura. Sin embargo, el mismo Rousseau se

presentó a este concurso cuyo premio era una medalla de oro valorada en

treinta doblones.

Por otro lado, este discurso es una contundente crítica a la idea de

progreso, -al ingenuo optimismo progresista de ilustrados y enciclopedistas-

tan laureada en la Ilustración, y gira en torno a la idea del fracaso moral de

la razón, entendiendo que la razón es responsable de los males que asolan al

individuo. El conocimiento y el progreso en las artes no va acompañado de

progreso moral, sino todo lo contrario.

Rousseau critica el progreso desde el estado de naturaleza, y lo hace

con un carácter político. El progreso ha exaltado el yo y se ha olvidado de la

piedad rousseauniana, que nos remite a la colectividad: el “nosotros”

rousseauniano. La piedad de la que habla Rousseau es un principio moral

6 Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado… pp.54.7 “[…]las ciencias, las letras y las artes, […]tienden guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro de que están

cargados, ahogan en ellos el sentimiento de esa libertad original para la que parecían haber nacido, les hacen amar su esclavitud y forman así lo que se llama pueblos civilizados. La necesidad elevó los tronos; las ciencias y las artes los han consolidado”. Jean Jaques Rousseau, Discurso sobre las ciencias y las artes, Escritos de combate, Alfaguara 1979, pp 10.

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universal que debería manifestarse en la virtud del individuo, pero la

evolución de la cultura ahoga esa piedad natural.

“Esto no quiere decir que Rousseau descarte la existencia de individuos

virtuosos. Existe la posibilidad de ser virtuoso en medio de la corrupción: es el

caso del propio Rousseau8” asegura Rosa Cobo sobre el hombre que abandonó

a sus cinco hijos.

Al parecer, sólo aisladas las personas pueden alcanzar la virtud, pues la

encuentran en sí mismos. Necesitan estar alejadas de la corrupción social

para alcanzar también la piedad natural, que es el germen de la virtud. El

principal obstáculo que se nos presenta para llevar a cabo esta tarea, son las

ciencias. La expansión de la razón crea en los individuos una falsa identidad.

“Hoy que indagaciones más sutiles y un gusto más fino han reducido el

arte de agradar a principios, reina en nuestras costumbres una vil y falaz

uniformidad […], los hombres que forman ese rebaño llamado sociedad […]

harán todos las mismas cosas […]. Nunca se sabrá a ciencia cierta con quién

tiene uno que habérselas; para conocer al amigo, habrá pues que esperar […]

a que ya no sea tiempo de ello9”.

Esta uniformidad a la que nos ha llevado el progreso ha oprimido el

comportamiento individual: “la razón […] se opone radicalmente al individuo;

[…] lo ha despersonalizado10” o, mejor dicho, y haciendo referencia al

origen etimológico11 de la palabra, lo ha “personalizado”, en el sentido de que

ha enmascarado la identidad del individuo. La razón se ha convertido en

ideología.

El estatus de los intelectuales –arropados por el poder- en el s.XVIII en

Francia es para Rousseau un insulto al pueblo. Él mismo, para renegar de este

“insulto”, dice alejarse de los salones parisinos y no escribir con fines

lucrativos, pero una vez más cae en contradicción consigo mismo, al

presentarse a concursos y escribir óperas con vistas a ser representadas en

teatros.

8 Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau, Ediciones Cátedra, 1995, pp 64.9 J.J Rousseau, Sobre las ciencias y las artes, Alianza Editorial, 2010, pp175.10 Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado… pp 67.11 Persona es palabra latina cuyo equivalente griego es prósopon "máscara" del actor en el

teatro griego clásico.

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¿Se puede reconocer en el hombre social esa naturaleza?

Sí, si pudiéramos despojarlo de todos los adornos sociales de los que se

ha servido a lo largo de la historia. “La cultura es el reino del mal, al haber

enmascarado la auténtica naturaleza del individuo”, dice Rosa Cobo en

Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau. (Cátedra,

1995).

El hombre natural del que nos habla Rousseau y alrededor del cual gira

toda su filosofía, se caracteriza por que no tiende a vivir en sociedad, tiene

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pocas necesidades físicas y sus dos únicas pasiones naturales son el amor a

sí mismo y la piedad, que remite a la colectividad, frente al amor de sí, que

habla del yo. El hombre natural es inocente y bueno; carece de razón, de

lenguaje y de moralidad, y es sincero. Pero no es un animal, y lo que le

diferencia de éstos es la libertad, la espiritualidad y la perfectibilidad.

Por este atributo humano que el hombre natural posee en potencia, es posible

la razón y la historia. Se encuentra en el origen de todas las desgracias del

hombre social. La perfectibilidad es la facultad que constata la maleabilidad

del hombre.

Es necesario hablar de la perfectibilidad para entender el problema de

la dualidad ser-parecer.

Como apunta Rosa Cobo en su libro Fundamentos del patriarcado

moderno. Jean Jacques Rousseau, uno de los temas más importantes del

Primer Discurso es la oposición entre el ser y el parecer: “esta dualidad es uno

de los productos más siniestros de la razón”, dice Cobo, “y efecto de esa

facultad humana que nuestro autor denomina perfectibilidad”.

Rousseau apuesta por un individuo cuya personalidad se fundamente en

la autenticidad: como ya hemos visto, el hombre natural es sincero y no

necesita fingir, por lo que se muestra tal como es. Sin embargo, los hombres

de su tiempo (y del nuestro), se rigen más por las apariencias. Es a partir de la

Ilustración cuando el conocimiento y la cultura se materializan como atributos

personales; llega a ser tan importante aparentar saber como aparentar tener.

Esto da lugar al ser artificioso que aborrece Rousseau, en contraposición al

ser natural y puro en esencia.

“Todo artista quiere ser aplaudido. Los elogios de sus contemporáneos

son la parte más preciosa de su recompensa. ¿Qué hará, pues, para

obtenerlos, si tiene la desgracia de haber nacido en un pueblo y en tiempos en

que los sabios vueltos moda han puesto a una juventud frívola en situación de

dar el trono, en que los hombres han sacrificado su gusto a los tiranos de su

libertad, en que no atreviéndose a aprobar uno de los sexos sino lo que está

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proporcionando con la plusilanimidad del otro, se dejan caer obras maestras

de poesía dramática, y en que prodigios de armonía son rechazados? ¿Qué

hará, señores? Abajará su genio al nivel de su siglo, y preferirá componer

obras comunes que se admiren durante su vida antes que maravillas que sólo

se admirarían mucho tiempo después de su muerte12”.

En su carta Sobre la refutación de su discurso por M. Gautier, Rousseau

dice que según Gautier “para ser hombre de bien es bueno comenzar por ser

hipócrita, y que la falsedad es un camino seguro para llegar a la virtud. […]

Los vicios ornados por la cortesía no son contagiosos […]; que el arte de

desenmascarar a los hombres ha progresado tanto como el de disimular.”

Aunque Rousseau esté equivocado, pues realmente Gautier no habla de

hipocresía, sino de “esa Cortesía que tanto honra a nuestro siglo”, no anda

muy desencaminado cuando dice que “todos sabemos evaluar los especiosos

ofrecimientos de la cortesía, lo cual es, sin duda, como decir que cuando dos

hombres se hacen cumplidos, y uno dice al otro en el fondo de su corazón: os

trato como un necio y me burlo de vos, el otro le responde desde lo recóndito

del suyo: sé que mentís con el mayor descaro, pero os pago con la misma

moneda. Si hubiese yo querido emplear la más amarga ironía, no habría

podido decir tanto.” El saber, la cultura y las artes nos llevan a la vanidad, al

falso elogio entre poetas y artistas, al hambre de aplauso, de ser admirado, de

lograr el éxito como si esto fuera el equivalente a lograr la vida eterna. Las

ciencias y las artes nos han convertido en animales cínicos (en su acepción

más vulgar), vanidosos e hipócritas.

Hablemos de esta carta:

En el libro Escritos de combate (Alfaguara, 1979) se recogen los

discursos Sobre las ciencias y las artes, Sobre el origen y los fundamentos de

la desigualdad entre los hombres, El contrato social y su epístola a Christophe

de Beaumont, además de varias cartas en las que responde a las críticas

recibidas por dichos discursos. Entre ellas, encontramos la ya mencionada a

Friedich-Melchor, donde habla de la refutación de su discurso que publicó M.

Gautier en Mercure de France:

12 J. J. Rousseau, Sobre las ciencias y las artes. Alianza Editorial, 2010, pp 189.

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Carta de J.Rousseau, sobre la refutación de su discurso por M.

Gautier, profesor de matemáticas y de historia, y miembro de la real

academia de bellas letras de Nancy.

Esta carta está dirigida al crítico literario y escritor alemán Friedich-

Melchior. Junto a ella, le envía de vuelta el ejemplar de la revista literaria

Mercure de France, donde apareció publicada una refutación al discurso

Sobre las ciencias y las artes por M. Gautier.

En la carta, Jean-Jaques Rousseau comenta el artículo de Gautier punto

por punto, y, aunque comience diciendo que “no me creo en la necesidad de

responder a ella”, y que lo que se dispone a hacer es enumerar las razones

que tiene para no hacerlo, creo que es toda una respuesta en sí misma,

aunque no vaya dirigida directamente a Gautier.

Jean-Jaques Rousseau enumera concretamente seis objeciones. La

primera: “No puedo persuadirme de que, para tener razón, esté uno

indispensablemente obligado a hablar el último”, es ya toda una declaración

de intenciones. Las otras tres vienen a decir que la mejor réplica a la

refutación de Gautier es el Discurso; que sus opiniones son tan diferentes que

si tuviera que “señalar todos los pasajes en que no somos de la misma

opinión”, es probable que terminara cayendo en la contradicción, al

impugnarle incluso lo que hubiera dicho como él. Aunque esto no lo termino

de comprender. ¿Está diciendo que por ser su adversario debería contradecir

incluso lo que tienen en común? Su cuarta objeción es que Gautier no ha

entendido ni quiere entender su discurso. “Respondiendo siempre a su

pensamiento y nunca al mío, tiene la más bonita ocasión del mundo para decir

todo lo que se le antoja”. Puede que en esta frase Rousseau esté hablando, no

sólo de Gautier, sino de todos aquellos que han refutado su Discurso. Me tomo

la licencia de incluirme entre ellos. Es posible que el principal fallo de mi

trabajo anterior radique en una confusión. Como Gautier -o como dice

Rousseau de Gautier- no entendí bien el discurso (yo misma admitía en el

trabajo que en un primer momento pensé que se trataba de un magistral

ejemplo de ironía, pero que fueron una cantidad de referencias a ese discurso

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por parte de otros autores las que me mostraron que en efecto Rousseau

sentía que las artes y las ciencias corrompen las costumbres de los hombres) y

me limité a escribir desde mi posición en favor a las artes liberales. En quinto

lugar objeta la lista de autores que Gautier le propone para citar en su

discurso. Su elección es de lo más natural: “Recusa la autoridad de los que

testifican a mi favor y quiere que me remita a los que en su opinión me son

contrarios.”

“¿Qué crédito puede prestarse a unos escritores escandalosos que se atreven

a ensalzar a los bárbaros que no saben leer ni escribir? ¿Qué pudor puede

suponérsele a una gente que anda en cueros, y qué virtud a quienes comen

carne cruda?”

En definitiva, Rousseau no ve necesario responder a Gautier porque en

realidad no tiene a qué responder, pues Gautier no hace una refutación formal

a su discurso, sino que se limita a exponer lo contrario. Por eso en algún

momento, Rousseau se atreve a decir que contestándole puede caer en

contradicción.

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Respuesta al rey de Polonia, duque de Lorena, observaciones de

Juan Jacobo Rousseau, ciudadano de Ginebra, sobre la refutación de su

discurso.

Otra carta que podemos encontrar en Escritos de combate es la

respuesta que Rousseau escribe al rey de Polonia Stanislas Leszczynski,

respetando el anonimato desde el que éste firmó. La respuesta de Lesczynski

apareció publicada en el Mercure de septiembre de 1751. Un mes después,

esta misma revista publicaría la respuesta de Rousseau al texto del rey de

Polonia y la refutación al Discurso de M. Gautier que veíamos antes.

El principal problema de Rousseau es su tendencia a lc contradicción.

En Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau, Rosa Cobo

menciona a Léo Strauss para decir que éste “dice que el Discurso sobre las

ciencias, las artes y las letras contiene dos discursos paralelos y

contradictorios entre sí. El primer discurso sería el del prefacio, en el que se

dirige a los verdaderos sabios de su tiempo y en que defiende las ciencias; el

segundo discurso, el de la conclusión, se dirige a los hombres vulgares y ahí

es donde condena a las ciencias13”. Este contraste también lo encontramos en

la Respuesta al rey de Polonia: “Puedo reducir a dos puntos principales todas

las proposiciones establecidas por mi adversario: Uno encierra el elogio de las

ciencias; el otro trata de su abuso14”.

13 Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau, pp. 78.14 J.J Rousseau, Respuesta al rey de Polonia…, Escritos de Combate, pp.49.

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Page 15: Discurso sobre las ciencias y las artes.  Jean Jaques Rousseau

Efectivamente, el Discurso de Rousseau comienza elogiando a las

ciencias15: “Es un espectáculo grande y hermoso ver al hombre salir en cierto

modo de la nada por sus propios esfuerzos; disipar, mediante las luces de su

razón, las tinieblas en que la naturaleza lo había envuelto; alzarse por encima

de sí mismo; elevarse por el espíritu hasta las regiones celestes; recorrer a

paso de gigante cual el sol la vasta extensión del universo; y lo que aún es más

grande y más difícil, penetrar en sí mismo para estudiar ahí al hombre y

conocer su naturaleza, sus deberes y su fin16”. En este fragmento con el cual

da comienzo a la primera parte del Discurso, Rousseau dice que la naturaleza

había envuelto en tinieblas al hombre y que ha sido la razón quien le ha hecho

salir hacia la luz. Pero esta visión tan ilustrada se va perdiendo en el Discurso

hasta acercarse éste más hacia el elogio de la ignorancia.

Por defenderse de la respuesta del rey de Polonia, dice Rousseau que “la

ciencia es muy buena en sí, eso es evidente, y habría de haber renunciado al

buen sentido para decir lo contrario”, pero no es eso lo que parecía demostrar

en su Discurso. Lesczynski, para quien las ciencias no son malas, sí considera

que se tornan nocivas cuando se abusa de ellas. Rousseau afirma que “se

abusa mucho, y que se abusa siempre”. La diferencia radica sobre todo en

que, auque Lesczynski comparte con Rousseau la idea de que el abuso de las

ciencias es pernicioso, no han de dejar de cultivarse porque también hacen

bien, y refiriéndose directamente a Rousseau lanza una cuestión en su

respuesta: “puesto que la ciencia y la virtud son incompatibles, como

presuntamente me esfuerzo en demostrar, se me pregunta en un tono

bastante apremiante cómo me atrevo a emplear una declarándome por la

otra17”. Para responder, Rousseau establece 3 puntos:

1. Rousseau cree que, aunque el cultivo de las ciencias corrompe las

costumbres, no descarta en absoluto que haya hombres privilegiados,

sabios verdaderos, que puedan ser doctos y virtuosos a la vez.

2. Recurre al comienzo de su Discurso18, donde hace una confesión que

15 “Se da allí por supuesto que su elogio, que encabeza mi Discurso, debió de costarme mucho; es, según el autor, una concesión a la verdad hecha de mala gana y de la que no tardo en retractarme”. J.J Rousseau, Respuesta al rey de Polonia…, Escritos de Combate, pp. 49.

16 J.J Rousseau, Sobre las ciencias y las artes, Alianza Editorial, pp 172.17 J.J Rousseau, Respuesta al rey de Polonia…, Escritos de Combate, pp.52.18 “Preveo que a duras penas se me ha de perdonar el partido que he tenido la osadía de

adoptar. Al afrontar todo cuanto hoy causa la admiración de los hombres, no puedo esperarme más que una censura universal; y no por haber sido honrado con la aprobación de algunos sabios debo contar con la del público: tan adoptado está mi partido que no me

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esperaba le sirviera para librarse de críticas como esta.

3. “Si alguien viniera a matarme y yo tuviera la suerte de arrebatarle su

arma, ¿me estaría vedado retenerla, en vez de tirarla, y servirme de

ella para echarle de mi casa?19”

Se defiende de la acusación de contradicción diciendo que sólo ha

querido

“recrearse en una frívola paradoja”. Pero yo creo que Rousseau cayó en su

propia trampa. Veamos: cuando ya no quedaba amistad entre Diderot y

Rousseau, aquel llegó a decir que, lejos de haber sido aquella revelación20 que

Rousseau dijo experimentar la que le llevó a escribir el Discurso, fue en

realidad su consejo “Debes tomar el camino que nadie va a seguir”. Si Diderot

no miente, es posible que Rousseau no esté totalmente de acuerdo con todo lo

que él mismo dice en el Discurso y por eso mismo caiga continuamente en

contradicciones cuando responde a quienes le refutan. En el polémico

prólogo21 a la antología Poesía ante la incertidumbre (Visor, 2011), se dice

“Cuando un poema no se entiende, el lector suele culparse a sí mismo,

inducido por la idea generalizada de que el poeta es un ser con una

sensibilidad diferente, superior. Una idea tan falsa como interesada. Si un

poema no se entiende el único responsable es quien ha tratado de establecer

la comunicación. O bien no ha sido capaz por sus limitaciones, o bien no lo ha

conseguido porque no era su propósito, porque sólo buscaba la erudición y el

artificio, algo que está bien visto, que tiene buena prensa y que provoca una

preocupo de agradar ni a los hombres cultos ni a las gente a la moda”. J.J Rousseau, Prefacio al discurso Sobre las ciencias y las artes, pp. 169.

19 J.J Rousseau, Respuesta al rey de Polonia…, Escritos de combate, pp.53.20 “En el mismo momento de leer esto, vi otro universo, y me convertí en otro hombre. Si alguna vez ha habido

algo semejante a una inspiración súbita, fue la conmoción que esta lectura provocó en mí: súbitamente sentí mi espíritu deslumbrado por mil luces, enjambres de ideas vivas se presentaron al mismo tiempo con una fuerza y una confusión que me sumieron en una turbación inexpresable; siento mi cabeza de un aturdimiento semejante a la embriaguez. Una violenta palpitación me oprime, me agita el pecho; al no poder respirar andando, me dejo caer bajo uno de los árboles de la avenida, y permanezco media hora sumido en una agitación tal que al levantarme noté toda la parte delantera de mi chaqueta mojada en lagrimas, sin haber notado que lloraba. Si hubiese podido escribir la cuarta pare de lo que vi y sentí bajo aquél árbol, con qué claridad habría mostrado todas las contradicciones del orden social. […] Todo lo que pude recordar de aquellas grandes verdades que, durante un cuarto de hora, me iluminaron bajo aquel árbol, fue débilmente esparcido en mis tres escritos principales, a saber, el primer discurso, el de la desigualdad y el tratado sobre la educación obras que son inseparables y forman un todo. […] He aquí cómo, cuando menos lo esperaba me convertí en autor casi a pesar mío”. J.J Rousseau. Segunda carta a Malesherbes, 12 de enero de 1762.

21 Disponible en su integridad en: http://www.poesiaantelaincertidumbre.com/defensa.html

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palmadita en la espalda de la crítica, sumida en gran parte en la misma

torpeza. Si un poema no se entiende, por lo general lo que sucede es que el

poeta no ha hecho bien su trabajo”. Seguramente Rousseau estaría en parte

de acuerdo con estas palabras. De ser así, quizá se hubiera resignado ante la

primera refutación de su Discurso, ante la primera acusación que lo tachara

de elogiar la ignorancia, y hubiera dicho “no me he explicado bien”. Pero, para

entender el primer Discurso de Rousseau no basta con leerlo. Es necesario

leer también las refutaciones de otros autores, la respuesta que Rousseau da a

éstas, los estudios posteriores a la obra de Rousseau… En definitiva, hemos de

dejar que Jean Jaques Rousseau se explique. Que donde dijo que las artes y las

ciencias corrompen las costumbres de los hombres, diga que no todas, no

siempre, no a todos hombres por igual. Así, descubriremos a un hombre

genial, extremadamente sensible y, aunque no defienda el progreso, sí es un

defensor del hombre, en quien confía como especie y espera poder salvar de

la sociedad, la razón y la historia que lo ha corrompido.

En 1781, el Discurso sobre las ciencias y las artes publicado en la edición Du

Peyrou, se abría con la siguiente advertencia que escribió Rousseau en 1763:

“¿Qué es la celebridad? He aquí la desventurada obra a que debo la mía.

Cierto que esta pieza que me valió un premio y que me do un nombre es, todo

lo mas, mediocre, y me atrevo a añadir que una de las menores de todo este

volumen22. ¿Qué abismo de miserias no habría evitado el autor si este primer

escrito no hubiera sido recibido más que como merecería serlo? Mas era

preciso que un favor entonces injusto me acarrease gradualmente un rigor

22 El volumen al que se refiere es uno que debía contener el Discurso sobre las ciencias y las artes, el Discurso sobre el origen de la desigualdad, la Carta sobre los Espectaculos, el Emilio, La nueva Eloísa y Del Contrato social y que fue editado por Duschesne en 1764; sin embargo, esta advertencia no llegó a incluirse en él.

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que aún lo es más23”.

23 J.J. Rousseau, Del contrato social, Discursos. Alianza Editorial, 2010. pp. 168.

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Bibliografía:

- Jean – Jaques Rousseau. Del contrato social. Sobre las ciencias y las

artes. Sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los

hombres. Alianza editorial, 2010.

- Jean – Jaques Rousseau. Escritos de combate. Alfaguara, 1979.

- Rosa Cobo. Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jacques

Rousseau. Cátedra, 1995.

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