Discernir la oración, tarea permanente

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Discernir la oración, tarea permanente AUGUSTO GUERRA (Madrid) La oración cristiana, sobre todo quizá en su forma de oración mental o personal, sigue suscitando espontánea o pensadamente muchas preguntas y ofreciendo muchas y nuevas posibilidades. Cada tiempo sitúa en primer plano algunas de ellas, lo cual es perfectamente comprensible. Pero quizá este primer plano pueda inducirnos a confusión o error, al no permitirnos captar las pre- guntas y posibilidades radicales, que, con diversos matices y bajo distintas formulaciones, son siempre las mismas. Sucede con la oración lo que el Vaticano II recordaba sobre la antropología: "son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales" l. Estas cuestiones fundamentales vuelven siem- pre a copar el último espacio. Y es que con frecuencia, cuando todo parecía solucionado y las cosas daban la apariencia de fun- cionar, salta de nuevo la pregunta clave. Y cuando todo tenía visos de estar perdido, se suscita la posibilidad radical. Y tenemos que acabar reconociendo que no habíamos hecho nada, o que todo puede ser otra vez intentado. Sucede lo mismo con la ora- ción. Las cuestiones fundamentales, en son de pregunta o de posibilidad, vuelven una y otra vez, y de vez en cuando hay que I GS 10. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 50 (1991), 67-87

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Discernir la oración, tarea permanente

AUGUSTO GUERRA

(Madrid)

La oración cristiana, sobre todo quizá en su forma de oración mental o personal, sigue suscitando espontánea o pensadamente muchas preguntas y ofreciendo muchas y nuevas posibilidades. Cada tiempo sitúa en primer plano algunas de ellas, lo cual es perfectamente comprensible. Pero quizá este primer plano pueda inducirnos a confusión o error, al no permitirnos captar las pre­guntas y posibilidades radicales, que, con diversos matices y bajo distintas formulaciones, son siempre las mismas.

Sucede con la oración lo que el Vaticano II recordaba sobre la antropología: "son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales" l. Estas cuestiones fundamentales vuelven siem­pre a copar el último espacio. Y es que con frecuencia, cuando todo parecía solucionado y las cosas daban la apariencia de fun­cionar, salta de nuevo la pregunta clave. Y cuando todo tenía visos de estar perdido, se suscita la posibilidad radical. Y tenemos que acabar reconociendo que no habíamos hecho nada, o que todo puede ser otra vez intentado. Sucede lo mismo con la ora­ción. Las cuestiones fundamentales, en son de pregunta o de posibilidad, vuelven una y otra vez, y de vez en cuando hay que

I GS 10.

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concederles la oportunidad de que nos molesten o nos alivien. Teresa de Jesús decía que los que tienen oración tienen "sus placeres y trabajos"2. Hay que pensar que ambas cosas pueden tener también quienes tratan de oración.

Delimitando el tema. El mundo de la oración, en sus más diversos niveles y manifestaciones, continúa siendo casi atosigante y variopinto. Las bibliografías siguen abundando, los grupos de oración se multiplican, unos palmotean y otros gimen, las en­cuestas generales de tipo religioso siguen destacando los datos oracionales 3, y, por si fuera poco, cualquier observador ha podi­do contemplar, sobre el duro telón de fondo de la guerra en el Golfo Pérsico, a Sadam Husein invocando a Alá, a George Bush implorando a Yavé, y a ambos a dos invitando a sus seguidores a jornadas de oración 4.

Sobre el trasfondo de los años setenta, con una al menos aparente recuperación de la oración S, las páginas que siguen se limitan a considerar algunas de las cuestiones fundamentales, y no tanto porque sean fundamentales, cuanto porque también hoy son fundamentales y como tales son vistas por orante s y escrito­res. Junto a esa constatación de hoy, es bueno que exista la

2 V 7, 20. 3 Una encuesta de última hora revela los datos siguientes: "a pesar de esta

'difuminación' de las prácticas religiosas, la oración sigue siendo importante para la mitad de los españoles: el 50 por 100 de los entrevistados reza 'siempre' o 'casi siempre' simplemente para dar gracias a Dios. Un 43 por 100 declara que lo hace para pedirle algo, un 38 por 100 para estar con él y un 30 por 100 para encontrar consuelo" (M. Díaz-M. A. Barroso, en ABC, jueves 10 de enero de 1991).

4 Para seguir el movimiento oracional, sigue siendo imprescindible la Bibliographia Internationalis Spiritualitatis (BIS). Para lectores de lengua hispana, y concretamente de "Revista de Espiritualidad", que no tienen acceso a tal publicación, pueden citarse algunas referencias bibliográficas de los años 80. Podrían ser éstas: C. GRANADO. Camino de oración. Boletín bibliográfico, en "Manresa" 52 (1980) 169-183,367-374; A. GUERRA, Bibliografía oracional (1976-1980), en "Confer" 20 (1981) 212-224; VARIOS, El renacer de la oración en nuestro tiempo, en "Concilium" 179 (1982) 408-438 (en diversas naciones europeas); R. MARTÍN-E. J. AISA. La oración (fichero de materias), en "Co­munidades" 13 (1985); V ARIOS, La Trinidad en nuestra oración, en "Revista de Espiritualidad" 191 (1989).

5 La recuperación de la oración la enuncian unos en forma afirmativa, sin más (P. GUILBERT. La priere retrouvée, N ouvelle Cité, Paris, 1981) y otros en forma interrogativa y más bien como tarea (J. A. ESTRADA. ¿Recuperar la oración?, en "Razón y Fe" 216 (1987) 875-882).

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referencia a otros orantes y teólogos de ayer, cuya palabra sigue siendo actual.

1. VUELVEN LOS MAESTROS DE LA SOSPECHA

Hay que reconocer que la literatura oracional es, en gran. parte, superficial y acrítica. La reflexión pía y facilona, ditirám­bica y huidiza sigue predominando en el análisis de este arma de dos filos. Hay también análisis, por otra parte, más autorizados -y menos atendidos-, conscientes de que sigue siendo necesario "confrontar la oración con los interrogantes y los enfoques que plantean los grandes críticos de la religión" 6. Y es que, "la recu­peración de la oración plantea muchos problemas, no sólo prác­ticos o psicosociales sino teóricos o teológicos" 7.

Y entre estos "grandes críticos de la religión" continúan siendo de primera fila los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud. Y los tres coinciden, cada uno desde su ángulo cultural, en explicar la religión, y consiguientemente la oración 8, como un fenómeno de proyección: el orante necesita un dios, lo crea a su imagen, con él se recrea en juegos fáciles e incluso en formas no siempre confesables, y en él encuentra la referencia última de sus virtudes y pecados 9.

Si encontramos a una persona hablando sola por la calle, decimos que "proyecta su propia subjetividad en una supuesta entidad personal externa" 10, y la juzgamos fuera de sus cabales. Decimos, sencillamente, que está loca. Si la vemos en un lugar sagrado o escuchamos una plegaria, incluso una plegaria extraña, decimos que está orando. "Lo único que cambia, aparentemente, es el contexto y la ubicación. Por lo demás, el paralelismo entre el orante y la persona que habla consigo misma y proyecta hacia

6 J. A. ESTRADA. Oración: liberación y compromiso. Ensayo de teología fundamental, Sal Terrae, Santander, 1986, p. 14.

J C. FLORISTÁN-CH. DUQuoc. Aprender a orar. Presentación, en "Conci­lium" 179 (1982) 304.

8 Este "consiguientemente" no es una "consecuencia" aquí "interesada", que busca como sea hallar derivaciones oracionales. Cf. C. DOMíNGUEZ Mo­RANO. Rezar después de Freud, en "Proyección" 30 (1983) 107-118.

9 J. A. ESTRADA, o.c., pp. 31-38. 10 Ibíd., p. 36.

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afuera es manifiesto. ¿Con quién hablamos en la oración? ¿Hasta qué punto no es el Dios al que nos dirigimos un ser fantasmagó­rico, fruto de nuestra propia subjetividad? Más todavía. En la oración expresamos el mundo de nuestros deseos, angustias, as­piraciones y frustraciones" 11. El miedo a la libertad es aducido como muy presente en el mundo de la oración. La oración de petición, en la que se refuerza nuestra proyección de Dios 12, se encuentra con la realidad, cruda pero edificante, de aceptar o camuflar y rechazar "la libre pasión". La oración, según esta exposición, consiste "en sustituir esa capacidad de error y maldad que tipifica a cada individuo (ya la que podemos llamar libertad) por la providente buena voluntad de Dios" 13. El miedo a la libertad, unido a "una insidiosa demanda general de paternalis­mo" 14, estaría manteniendo muchas oraciones, concretamente cristianas (mejor, de los cristianos).

Desde el momento en que la oración cristiana se considera afectada, aunque sea ligeramente, por este bagaje, o al menos no sin él, se convierte en un fenómeno sospechoso 15, expresión que, siendo dura, no deja de ser todavía benévola.

Actitud madura ante la sospecha. Habrá muchos orante s que crean ridículo e insensato continuar perdiendo el tiempo con unas sospechas que ellos consideran simplemente como injurias a la fe, dadas las relaciones entre ambas, pues es verdad que "la praxis de oración es una de las dimensiones de la experiencia de fe" 16. Hay personas, también por supuesto cristianos, que se han creado unos enemigos malísimos, y luchan contra ellos con unas defensas lógicamente facilísimas -y facilonas- y con esas armas desfacen entuertos que es un primor. Sin embargo, es difícil negar que estas acusaciones - o prevenciones- continúan teniendo un

11 lbíd., p. 36. 12 Ibíd., p. 77. J3 F. SAVATER. Barroco and Ca, en "El País Semanal", 23 de septiembre

de 1990, p. 8. 14 lbíd., p. 8. Aunque dicho directamente del paternalismo cuanto hace

referencia al miedo a la libertad, sirve objetivamente para la oración. La prueba más clara es que inmediatamente se recuerdan las palabras del Padre­nuestro: "y no nos dejes caer en la tentación".

15 El libro citado de J. A. ESTRADA titula el primer capítulo: La sospecha ante la oración. En mi libro, Oración cristiana (EDE, Madrid, 1984), el primer capítulo se titula: Ambigüedad de nuestra oración (pp. I3ss).

16 J. A. ESTRADA. a.c., p. 39.

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enorme peso, incluso en los oran les no demasiado ingenuos. La mentalidad "sospechosa" sigue dando en el clavo al martillear en la principal dificultad antropológica que tiene la oración 17.

La descalificación o el desprecio más absoluto ha estado lejos de ser la actitud de verdaderos orantes y escritores serios. La teología más serena continúa haciendo de la oración un tema suyo, y con frecuencia afronta estas dificultades 18. La teología no gana así en sospechas, sino en prudencia y profundización, ha­ciendo de la oración algo importante, que merezca el respeto de cuantos quieren hacer de la fe un obsequio razonable.

Con ello, los teólogos siguen los pasos de los orantes. Hay en los grandes orantes de la Iglesia una dimensión de precaución, dimensión a la que son renuentes muchos OI'antes y algunos estu­diosos, con amparo de fe. Teresa de Jesús, poco sospechosa en temas de oración, tenía fama entre sus monjas no sólo de entender la y de la oración, de promoverla y hasta provocarla, sino también de advertir de los peligros oracionales incluso donde no todos los sospecharían: "paréceme que os estoy mirando cómo decís que qué habéis de hacer, si en todo pongo peligro, pues en una cosa tan buena como las lágrimas me parece puede haber engaño" 19.

Ella afirmará que "siempre es bien andar con temor"20, que "hasta que la experiencia es mucha, queda el alma dudosa de qué fue aquello, si se le antojó, si estaba dormida, si fue dado de Dios, si se transfiguró el demonio en ángel de luz. Queda con mil sospe­chas, y es bien que las tenga, porque -como dije- aun el mismo

17 A. GUERRA, Oración cristiana, O.c., pp. 77-78. 18 El mismo subtítulo, llamativo, del libro de J. A. ESTRADA, (Ensayo de

teología fundamental), indica que la oración no es sólo una realidad teologal, sino también teológica. Cf. D. WILLlS, Contemporary Theology and Prayer, en "Interpretation" 34 (1980) 250-264; G. WENZ, Andachl und Zuversicht. Dogmatische Überlegungen zum Gebet, en "ZThC" 78 (1981) 465-490; M. WRIEDT, Gebet und Theologie, en "Freib. Z. für Phi\. und Theo\." 31 (1984) 421-452; M. AUGÉ, Alcuni indirizzi dell'attuale rif/essione te%gica sulla preghiera, en "Claretianum" 26 (1986) 197-261; VARIOS, La Trinidad en nuestra oración, en "Revista de Espiritualidad" 48 (1989) 277-312. Incluso la filosofía se ha preocupado de la realidad de la oración. Cf. V. BRUEMMER, What are we when we pray? A phi/osophica/ inquiry, SCM Press, London, 1984; A. E. VAN HOOF, ¿Debemos orar nosotros, hombres? Reflexionesfi/o­sóficas, en "Communio" 7 (1985) 399-410.

I~ 6M 6,8. 206M 6, 6. "Siempre es bien se ande con temor", dice en otro lugar: 6M

3, 7.

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natural nos puede engañar allí alguna vez" 21. A su modo, y según las referencias de entonces, Teresa es una de las mujeres, de las orantes, que más ambigüedad ha visto en las personas de oración. No ha dejado lado.sano a la oración: la "complexión flaca" 22, el "humor al corazón" 23, las "ilusiones o melancolías o ensayos que hace la misma naturaleza" 24. Ni ha dejado niveles altos reservados a la certeza absoluta. También en los estadios altos de la expe­riencia oracional, el lector se topa con la palabra cauta y preca­vida de Teresa de Jesús: "y ansí veréis lo que hace Su Majestad para concluir este desposorio, que entiendo yo debe ser cuando da arrobamientos ... Entiéndese arrobamientos que lo sean, y no flaquezas de mujeres, como por acá tenemos, que todo nos parece arrobamiento y éxtasis"25.

Juan de la Cruz no sería menos precavido, y también en el contexto de nuestra cultura ha sido revalorizado, no para coinci­dir con los maestros de la sospecha, pero sí para desenmascarar oraciones fáciles y para prevención de ingenuos 26. Sus oraciones son menos conocidas 27, y su oración poco estudiada, pero quienes se acercan a ella, encuentran que sólo cabe en la experiencia teologal 28 , a la sombra de pocas credulidades y mucha fe, espe­ranza y amor. Y es que, "expresión eminente de la realidad teo­logal, la oración carga con toda su grandeza y con todas sus dificultades. Es la fuerza suprema del hombre y del cristiano, y al mismo tiempo confesión de su pobreza" 29.

215M 1,5. 226M 6, 7. 236M 6, 7. 24 MC 6, 13. 256M 4, 2. 26 Cf. A. GUERRA. Oración cristiana, o.c., pp. 77-78. 27 Cf. G. CASTRO, Las oraciones de san Juan de la Cruz, Notas para una

antología, en "Monte Carmelo" 95 (1987) 249-282, A. RUIZ, San Juan de la Cruz, maestro de oración, E. Monte Carmelo, Burgos, 1989,

28 M. HERRAIZ, La oración, experiencia teologal, en VARIOS. Experiencia y pensamiento en San Juan de la Cruz, EDE, Madrid, 1990, pp, 195-223.

29 F. RUIZ, Caminos del Espíritu, EDE, Madrid, 1978, p. 286.

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n. DISCERNIMIENTO ORACIONAL

Consciente de que a la oración le acechan enemigos sutiles, el teólogo no por eso condena la oración, ni el verdadero orante huye de ella. Sí asumen ambos una postura digna, pareja con la convicción y estima que a ambos les une. Esta postura se llama discernimiento. Un discernimiento que, sobre todo en este con­texto en que nos hemos situado, consistirá esencialmente en "bus­car a Dios en la oración y analizar las ilusiones, trampas y suges­tiones en las que podemos caer, en una palabra, desconfiar de nuestras propias fuerzas, y al mismo tiempo, tener confianza en las posibilidades del hombre para encontrarse con Dios y para colaborar en esa búsqueda de Dios"30.

El discernimiento es una de las tareas oracionales más impor­tantes y sentidas en nuestros días 31. Probablemente lo ha sido siempre, con una u otra terminología, porque "estas cosas de oración, todas ellas son dificultosas, y si no se halla maestro, muy malas de entender" 32. "Esto interior es cosa seria de examinar" 33. Unas palabras parecen, pues, convenientes también hoy, y quizá sobre todo hoy, cuando la ambigüedad es tanta.

1. Criterios de discernimiento. Un acto tan complejo, como es el acto de discernimiento, difícilmente puede ser mirado sólo desde un ángulo. Sería una mirada incompleta. Aquí, sin embar­go, y conscientes de esta parcialidad -espero que no parcialis­mo-, vamos a limitarnos a uno de esos criterios, que es criterio clásico. Y lo hacemos, no propiamente porque sea clásico -lo cual implica una cierta garantía-, sino porque hoy está expuesto a una contestación cultural no despreciable, a pesar de que mu­chas veces -como cuando se opone a este criterio- es parcial. Nuestra cultura ha asimilado el valor de lo gratuito, o al menos habla de él. Aquí acudimos al valor de la eficacia, que, a primera vista -y para no pocos también a segunda vista- es contrario a la gratuidad. Intentaremos no hacer polémica.

2. Enfavor de la eficacia oracional. Teresa de Jesús definió

30 J. A. ESTRADA, O.C., p. 50. 31 A. GUERRA, Oración cristiana, O.C., pp. 40-41. 32 V 13, 12. 335M 1,7.

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la oración en clave de gratuidad: "que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" 34. Por otra parte, hubo confesores que, al menos a primera vista, descalifica­ron su espíritu, precisamente porque su oración parecía no ser eficaz 35. Parecería, pues, que Teresa tendría que estar predis­puesta contra el criterio de la eficacia como válido a la hora de discernir la oración cristiana.

Y, sin embargo, no es así. Las afirmaciones a favor de este criterio podrían ser muchas e interesantes. Basten estas dos, sufi­cientemente fuertes y significativas, escritas en diversos momentos de su vida. "No entiendo otra cosa ni la querría entender, sino que oración de poco tiempo que hace efectos muy grandes ( ... ), yo la querría más que la de muchos años, que nunca acabó de determinarse más al postrero que al primero a hacer cosa que sea nada por Dios"36. "En los efectos y obras de después se conocen estas verdades de oración, que no hay mejor crisol para probar­se" 37. Obras equivale a efectos. He aquí una de las palabras y categorías de Teresa de Jesús. Y precisamente con ellas concluirá Las Moradas o Castillo interior, un castillo cuya puerta es la oración 38: "para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual, de que nazcan siempre obras, obras" 39.

Este criterio teresiano -evidentemente, no sólo teresiano­continúa teniendo actualidad: "el criterio último para discernir en las experiencias subjetivas de oración no está en esas experien­cias (creerse en el quinto cielo), sino en las consecuencias que produce, en lo que genera" 40. La misma palabra "generar" es interesante para ulteriores explicaciones. De momento vale para unirla a lo que hace años escribía brevemente y en clave de pobre­za G. Gutiérrez: la experiencia de gratuidad, que es la oración, es "creadora de necesidades profundas" 41.

3. Temores de ineficacia. Precisamente por la importancia

34 V 8, 5. 35 "Díjome que no venía lo uno con lo otro" (V 23, 11). 36 V 39, 13. 374M 2, 8. 381M 1 (título). 397M 4, 6. 40 J. A. ESTRADA, a.c., p. 146, con nota 14. 41 Teología de la liberación, Sígueme, Salamanca, 1972, p. 270.

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que se concede a la eficacia, es necesario prevenirse contra la ineficacia, y donde ésta surja, o donde pueda ser "sospechosa", alargar esta sospecha a la oración que la esteriliza. Merece la pena recoger algunas manifestaciones (podría haber muchas).

En libros sobre oración no es extraño, es más resulta frecuen­te, encontrarse con observaciones como ésta: "si al romper el día pudiéramos contemplar en las orillas del Ganges aquellas multi­tudes de hindúes, de pie, en inmovilidad perfecta, con los ojos cerrados ... , o las muchedumbres de la Meca postrados ante Alá ... "42. Quizá no sean pocos los lectores que digan: y todo esto, ¿para qué? La India continúa sin resolver elementalmente sus graves problemas de hambre y violencia,de castas y de orgullos. y el mundo islámico de esos orantes vive un fundamentalismo religioso -con su centro en la oración- que causa miedo mortal al mundo (independientemente de las razones en que apoyan evidentes reivindicaciones). Sin entrar en las conciencias de nadie, es normal preguntarse por la verdad y el sentido de ciertas ora­ciones, que producen frutos que nadie desea comer (sólo algunos desean vender, tampoco comer).

Contemplemos otra manifestación, también llamativa. Las danzas y bailes oracionales de muchos pueblos del tercer mundo, y sus imitaciones occidentales, dejan boquiabiertos a los especta­dores. Se habla de un sentido de fiesta y gratuidad, que los pue­blos racionalistas y consumistas han perdido. De momento se puede citar este juicio de un joven zaireño, de vocación orante: "rezan, cantan y bailan para Dios. Pero si nos acercamos más a la realidad se constata que hay división entre la fe a la que se reclaman y su conducta cotidiana. La oración no deja su impron­ta en el mundo. Ahora bien, habría que saber que la oración no es ni desmovilizad ora, ni un alibi para una huida cualquiera fuera del mundo concreto de las luchas en favor de la formación inte­gral del hombre" 43. En este caso, como en otros tantos, no se trata de infravalorar, y menos aún negar, la oración de un pueblo con sus características. Menos aún se intenta negar el carácter lúdico que puede tener la oración, incluso como expresión predo-

42 H. CAFFAREL. La oración interior y sus técnicas, Paulinas, Madrid, 1987, p. 26. Buena parte de la oración interior va por ahí.

43 V. NTUMBA KAPAMBU, Le Pere Marie-Eugene de l'Enfant Jésus: Un contemplative realiste, en "Carmel Afrique" 7 (1990) 55.

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minante de ciertas culturas o estados de ánimo y situaciones concretas. Se trata de llamar la atención, siempre y en todas las partes, sobre la unión entre oración, en cualquiera de sus mani­festaciones, y las obras que todo encuentro con Dios conlleva, concretamente las obras en favor de los hombres.

Podrían citarse otras situaciones más tradicionales y menos llamativas. Teresa de Jesús escribió directamente para monjas de clausura, que ni iban a lavarse al Ganges, ni a bailar al ritmo oracional de un tam-tam. Y, sin embargo, también ahí, en apa­rentes pequeñas cosas de la vida diaria tendría que manifestarse la unión entre Marta y María 44. Y ahí encontraría la santa ma­nifestaciones monjiles de una oración no eficaz y denunciada 45.

Parece inútil seguir planteando el problema de las relaciones entre oración y compromiso partiendo de la convicción de que la oración tiene que engendrar personas comprometidas. Son plan­teamientos formales, que a nada llegan. La observación menos inquisidora, pero más realista, difícilmente puede negar una vez más hechos que son tozudos: la oración no logra despertar el compromiso; el compromiso logra apagar o debilitar la oración. Esta es la tónica real. Las excepciones equilibradas, que existen, son eso, excepciones. No es difícil encontrar confesiones parecidas en momentos largos de la vida incluso de quienes son excepción. También éstos notan la dificultad en equilibrar ambos elementos con seriedad, hondura y espontaneidad, que son las modalidades que dan a las cosas su carta de identidad. Las afirmaciones diti­rámbicas pueden ser aceptables en situaciones excepcionales para recuperar un ánimo que se hunde. Pero si se convierten en litera­tura estable, llevan al descrédito y frustración. Buena parte de la verdad de las cosas llega a imponerse, aunque no sea toda la verdad, que éste no es su reino absoluto.

4. Moralismo y lógica. Con frecuencia la oración sigue sien­do una actividad moralizada por parte de los hombres de acción, que "exhorta al desarrollo de las virtudes sin acabar de conectarlo con la experiencia de la oración misma" 46. Y aquí está elpunctum dolens de la relación entre oración y compromiso (= obras), en la naturaleza de esa relación estrecha y vinculante en ambas direc-

44 7M 4, ya el mismo título, y los nn. 14-15. 45 7M 4, 7. 46 J. A. ESTRADA. a.c., p. 144.

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ciones, relación que no identidad, y una no identidad, que, sin embargo, no puede unir sólo extrínsecamente. Es lo que podría­mos llamar lógica oracional, no sin el miedo de que pueda ser interpretada la cosa como si las obras o compromiso se dedujeran de la oración (fuesen una deducción).

Esta relación, y su naturaleza, continúa preocupando, día tras día, con cierta incomodidad a los orantes y, quizá sobre todo, a los comprometidos. Aunque sea un problema viejo, es un proble­ma también de tensión actualizada: "algunos agentes pastorales no saben cómo adecuar su actividad junto al pueblo con la nece­sidad de la oración. Hay una cierta incomodidad en esa rela­ción"47.

En las relaciones entre oración y compromiso, compromiso y oración, no resulta fácil saber si hemos llegado a establecer, y sobre todo a formular (puede ser que se trate sólo de una cuestión de formulación, cuestión que no por eso sería vanal) la verdadera relación intrínseca entre eficiencia y oración. Hay una sana ma­yoría que detesta los dualismos y la relación extrínseca 48; hay una sana mayoría que rechaza sin paliativos la identidad 49; y hay quizá una sana mayoría que cuando explica la relación auténtica se tambalea hacia una u otra parte en la formulación, no encuen­tra las palabras adecuadas y comprensibles, de forma que el lector pueda repetir, con otros vocablos, el pensamiento que termina de leer. A esta última sana mayoría parecen pertenecer muchos de los que explican fórmulas tan acertadas como "contemplativo en la acción" y "contemplativo en la liberación" 50.

47 FREI BETTO, Orat;ao, uma exigencia (também) politica, en "RevEclBr" 42 (1982) 444.

48 Simbólica es en este sentido la Teología de la Liberación (realidad y símbolo para y de quienes están de acuerdo con ella desde geografías distintas) (Cf J. ESPEJA, Espiritualidad y liberación, Ed. San Esteban, Salamanca, 1986, p. 159: "Carta de amigo a los teólogos de la liberación").

49 Es la mayoría de quienes rechazan que trabajo y oración se identifican: "debo afirmarlo abiertamente, contra todos los falsos espiritualismos: el tra­bajo vale por sí mismo ( ... ). Los que pretenden justificarlo diciendo que en el fondo es oración confunden los dos términos" (X. PIKAZA, 25 temas de oración, ITVR, Madrid, 1982, p. 160).

50 Digo parece, porque confieso humildemente que no acabo de entender con claridad la explicación ofrecida acerca de las relaciones entre oración y compromiso. Sobre estas fórmulas, J. A. ESTRADA, o.c., pp. 141-156; FREI BETTO, l.c.; C. MACCISE, La oración en el contexto de la vida, CEE, Guada­lajara (México), 1983; L. BOFF, "Contemplativus in liberatione"(multiplicado

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III. SABIDURÍA y HUMOR.

NUEVAS CLAVES DE DISCERNIMIENTO

El discernimiento no puede consistir en echar balones fuera. Sería juzgar mal y perder tiempo. Parece bastante claro que un cristiano discierne esencialmente en confrontación con la Huma­nidad de Cristo. Un Jesús hecho menos de ideología que de existencia, en quien se busca menos la doctrina literaria que la dinámica personal, es punto de juicio inigualable, también hoy presente y sentido como necesario 51. Jesús es también camino oracional 52, y todo orante cristiano sabe que no hay otro. Seguir insistiendo en este aspecto, fundamental siempre, es asegurar al discernimiento oracional un éxito importante. Nada puede suplir esta confrontación.

No es esto, sin embargo, lo que aquí quiere hacerse presente. Aquí llamamos la atención sobre otro tipo de literatura oracional que puede utilizarse, aunque sea indirectamente, para discernir la verdad de la oración, porque penetra en la verdad del orante y desenmascara actitudes orantes y oraciones incorrectas, al tiempo que mantiene en un clima de oración.

Este método, largamente utilizado por los orantes más finos e inteligentes -como santa Teresa- en paréntesis irónicos y hasta sarcásticos, ha sido actualizado y sistematizado -esta pue­de ser la verdadera novedad- por A. de Mello en sus populares escritos. Ya difunto A. de Mello, valgan estas breves páginas también como pequeño tributo de recuerdo y agradecimiento 53.

en muy diversos lugares); J. A. GARCÍA, "Contemplativos en la acción ". Vías de acceso a esta experiencia, en "Sal Terrae" 72 (1984) 281-292; D. J. LEIGH, The Danger of Prayer, en "Review for Religious" 43 (1984) 741-750; A. QUE­RALT, "Contemplativus in actione'; en "La mistica. Fenomenologia e rifles­sione teologica" vol. n, Citta Nuova Editrice, Roma, 1984, 331-361...

51 CL J. A. ESTRADA, O.C" pp, 181ss. 52 "Los caminos por los que Dios nos ora", en A. GUERRA, O.C" pp. 99ss.

En este contexto cita Teresa las palabra: "el mismo Señor dice que es camino" (6M 7, 6). Sin embargo, esto no cierra la puerta a diversos n,odos y formas de oración. Ni siquiera a diversas mentalidades. Todo este tema tendría que ser estudiado desde la afirmación de la salvación de Jesús fuera de la visibi­lidad de la Iglesia.

53 En junio de 1987 moría A. de Mello. Los medios de comunicación se hicieron eco de esta muerte prematura (a los cincuenta y seis años). Vida Nueva publicó por esos días el "Curso completo de autoliberación interior",

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Antonio de Mello, samaritano de orantes. A. de Mello ha hecho furor entre los orantes (convengamos en que también entre los no orantes). Su muerte fue una de las ocasiones en que se concitó un sentimiento de amplio radio. Los orantes tenían en él un maestro, maestro vivo con alumnado creciente. El conoció la experiencia de pobreza y enfermedad, de impotencia de muchos orantes: "cientos de veces he tenido que escuchar las quejas de quienes afirmaban no saber cómo hacer oración" 54. Y quiso echar­les una mano, mano samaritana.

A. de Mello escribió para ello una cierta teoría, no muy des­arrollada, es cierto 55. N o será por ella por la que pase al futuro. A. de Mello vertió su sabiduría en otro tipo de "manuales" de oración. A veces son bautizados por él con el nombre de "anéc­dotas" 56, cuentos 57 y relatos 58. Son minutos de sabiduría 59, de­bidos a la experiencia mundial y transmitidos en eso, en anécdo­tas, cuentos y relatos. No sería fácil negar que son sabiduría. A veces exigen una reflexión que no es para todos ~y ésta es una pega, porque los cuentos no son sólo para los niños. Sacan los colores a la cara, tienen mucho humor y desenmascaran festiva­mente programas y encarnaciones "heroicas". Gran tipo este An­tonio de Mello.

Un discernimiento amplio. La verdad os hará libres (Jn 8,32). La verdad no es patrimonio excluyente de nadie. Hay que volver con frecuencia sobre esta adquisición, tachada a veces de capitu­lación. Buscar la verdad donde se encuentre es signo no sólo de estilo magnánimo, sino de ansia de verdad. A. de Mello introduce en una oración universal, y, lo que en nuestra perspectiva interesa directamente, desde la sabiduría universal intenta verificar la ve-

que tendría gran éxito (Vida Nueva. n. 1.590-91, 18-25 de julio de 1987, pp. 1583-1622).

54 Sadhana, un camino de oración, Sal Terrae, Santander, 1979, p. 7. 55 Como libro teórico de oración, Sadhana quedará como referencia. Y

no en vano fue traducido al alemán con el título Meditieren mit Leib und Seele. Neue Wege der GotteserJahrung, Butzon und Bercker, Kevelaer, 1984. El título indica correctamente el contenido.

56 "Sólo te llevará un minuto leer cada una de las anécdotas que siguen" (¿ Quién puede hacer que amanezca?, Sal Terrae, Santander, 19895, p. 6).

57 Ibíd., p. 6. 58 La oración de la rana (2), Sal Terrae, Santander, 19893, pp. XIII-XV. 59 El libro "¿Quién puede hacer que amanezca" se titula originalmente

One Minute Wisdom.

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rad de nuestra oración. "El maestro que aparece en estos cuentos no es una sola persona. Es un guru hindú, un roshi zen, un sabio taoísta, un rabino judío, un monje cristiano, un místico sufí... Es a la vez Lao Tse y Sócrates, Buda y Jesús, Zaratustra y Maho­ma"60. Es cierto que de todo esto podría salir una amalgama. Pero también lo es que no es eso lo que busca, y que toda pro­puesta tiene el derecho de no ser mal comprendida ni utilizada. La propuesta es la búsqueda de la Verdad 61; más aún, de la Sabiduría 62. La sabiduría no es privilegio de nadie, sino destino de todos. N o se trata de instruir, sino de despertar 63. Su finalidad es una liberación, liberación de ilusiones y engaños. Es conoci­miento propio 64, verdadero discernimiento.

La fuerza del relato. El relato no es un mantra. Está en una línea muy diversa. El mantra obsesiona, reconcentra, ensimisma. El relato tiene más matices. Parece más exterior, pero esa misma dimensión le hace más amplio y envuelve más a la persona. Y si, además, se trata de relatos con "humor popular" 65, se desintoxica un poco la oración y se la desmitifica, que es una tarea necesaria.

¿Por qué el relato? Porque es una forma adecuada de superar esa misteriosa resistencia del hombre a dejarse liberar por la verdad. "Los maestros espirituales de la humanidad, como Buda y Jesús, idearon un recurso para eludir la oposición de sus oyen­tes: el relato ( ... ). Es imposible resistirse al relato"66. De ahí que se convierta en la puerta abierta para entrar en las ilusiones oracionales y vitales del hombre.

Relato y discernimiento. "Al 'exponerte' a estos relatos, estás asistiendo a un Curso de Iluminación para el que no necesitas más 'guru' que tú mismo"67. A. de Mello confiesa una convicción inquebrantable en la eficacia del relato. Con el fino y elegante humor de siempre, escribe: "aunque leas por puro entretenimiento los relatos que figuran en este libro, no hay ninguna garantía de que alguno de ellos no acabe deshaciendo tus defensas en un

60 ¿Quién puede hacer ... , p. 6. 61 La oración de la rana (2), p. XIV. 62 ¿Quién puede hacer ... ?, p. 6. 63 Ibíd., p. 6. 64 La oración de la rana (2), p. XIV. 65 Ibíd., p. XV. 66 Ibíd., p. XIII. 67 Ibíd., p. XIII.

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momento dado y explote cuando menos lo esperes. j Estás avisa­do!"68. No habrá mejor acto de discernimiento, ni mejor mo­mento en el discernimiento que cuando caigan las escamas y las defensas. El relato interiorizado es un momento de noche oscura, en que la persona se siente alumbrada con el rayo de tiniebla para contemplar la piltrafa que es. En ese momento, el relato se ha convertido en "dichosa ventura".

Desmitificación del relato. El relato no es un ungüento ama­rillo, ni A. de Mello lo pretende. El mismo previene contra un fácil uso de los relatos, que desnaturalizaría su esencia y funcio­nalidad 69. En esa misma línea podrían ir algunas anotaciones:

El relato, sobre todo el relato humorístico, no es para todos. El humor siempre requiere oyentes inteligentes. De lo contrario, queda no sólo vacío, sino incluso es contraindicado. No puede pensarse que todos los lectores de A. de Mello sean inteligentes. N o siempre los orantes son los más inteligentes. A veces no son inteligentes, o, al menos, no lo parecen. Y podrían creerse ellos mismos que sí, lo cual repercutiría en esa cerrazón y autosuficien­cia de tantos orantes. Con frecuencia los orantes son "duros de mollera" 70 y desprecian a los demás.

El relato puede convertirse en una oración para ingenuos, para fáciles posmodernos (porque los relatos van en la línea de la posmodernidad, aunque, al menos éstos, no de una fácil posmo~ dernidad). No es imposible resistirse a un relato. ¡A no ser que también esto deba ser leído, y entendido, en clave de humor! Jesús "relató" la oración del fariseo y del publicano, muchos lo hemos escuchado o leído "con atención". Y tendríamos que con­fesar que nuestra oración subliminalmente -e incluso a las cla­ras- no ha dejado de ser farisea. Quedan muchas defensas atrin­cheradas en esta batalla.

Hay que añadir que una de esas defensas, expresamente temi­da por de Mello, es la de escuchar o leer en clave vecinal. "¡Ex­celente sermón!, le dijo el feligrés al predicador mientras le estre-

68 Ibíd., p. XIII. 69 Con estas páginas quiero apoyar la no vanalización de los relatos. 70 Cuentan que otro jesuita, aún más ilustre como fue san Ignacio, tenía

sus prevenciones contra el establecimiento de oraciones largas, precisamente por el peligro de terquedad que notaba en esos orantes (Cf V. BELTRÁN DE HEREDIA, Directrices de la espiritualidad dominicana en Castilla durante las primeras décadas del siglo XVL Juan Flors, Barcelona, 1963, p. 198).

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chaba la mano. Todo cuanto ha dicho le viene como anillo al dedo a más de uno que yo conozco ... "71. El oyente y el lector están advertidos, pero no inmunizados o liberados. Los mecanis~ mos de defensa disparan con gruesos calibres. Creo que también de Mello temería que estos relatos no sólo sacaran los colores de la cara a tantos blancuzcos, sino que también fueran ocasión de muchas miradas torvas, de mezquindades canonizadas, de humil­dades ensoberbecidas.

y no olvidemos, por último, que no pocos de estos relatos, cuentos y anécdotas son verdades a medias, o mejor, medias verdades. Junto a la gracia de acertar con la media verdad, cabe también la desgracia de quedarse insensiblemente con la media mentira. Sería peor el remedio que la enfermedad.

IV. LA ORACIÓN DEL POBRE

Hay que reconocer, de entrada, que la referencia a los pobres suscita en muchos predisposición negativa, alerta, o al menos inquietud. No hay que perder los nervios por ello. También se abusa, y no poco, de los pobres. Hasta en esto son desdichados los pobres, en que se han convertido en argumento fácil.

No obstante, y a pesar de todo, cabe siempre hacerse esta consideración evangélica: si los pobres tienen que ver con la me­sianidad 72, ¿no será interesante discernir la oración cristiana des­de la oración de los pobres? Otros han presentado el tema como afirmativo sin más 73. Y al menos como criterio parcial es intere­sante. Cualquier orante debería preguntarse alguna vez al menos al intentar discernir su oración: ¿oro yo como oran los pobres?

¿De qué pobres hablamos? ¿Quiénes son los pobres? Con frecuencia hablamos de los nuevos ricos, y se podría hablar de los nuevos pobres. Como amantes de la tradición aquí nos atenemos a la tradición. Así que a la pregunta, ¿quiénes son los pobres?,

71 La oración de la rana (2), p. XIV. 72 La referencia a los pobres que son evangelizados (Lc 7,22, Mt 25,31-46)

será siempre de gran valor y fuerza evangélica. 73 Por ejemplo V. CODINA, Aprender a orar desde los pobres, en ''Conci­

lium" 179 (1982) 306-313.

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podemos responder: los pobres son los pobres, los de siempre. ¿O es que hay otros?

Unas breves reflexiones sobre el tema nos abrirán el camino a otras más personales:

l. También los pobres oran. N o es por esconderme en pala­bras de otros, sino por acompañarle y hacerle espaldas por lo que cito estas palabras de V. Codina: "una reiniciación a la oración exigiría formación bíblica, reflexión teológica, iniciación litúrgica, profundización psicológica, capacidad de contemplación estética, soledad y silencio, métodos de concentración, sintonía con el ritmo corporal y cósmico, utilización del sonido y de la imagen ... y, sobre todo, el acompañamiento de un maestro espiritual expe~ rimentado capaz de introducir en la experiencia espiritual. Pero todo esto no puede ser nuclear en la praxis de la oración. Sería un sarcasmo que la posibilidad de orar quedase reservada a unas minorías selectas y cultivadas, a las mismas minorías poderosas que todo lo consiguen a base de dinero. La oración no puede constituir un producto exótico ni una técnica sofisticada para élites, de la que quedarían excluidos los pobres de la tierra, des­tinatarios privilegiados del evangelio" 74. Sólo quienes consideren la oración como un castigo, o como un puro o prevalente ejercicio ascético podrán liberar a los pobres de este ulterior -para ellos­sufrimiento.

2. Dónde oran los pobres. Donde pueden. Son quizá los que menos oran "ni en Jerusalén ni en Garizim" (Jn 4,21). Oran sobre el lecho del dolor, y éste lo tienen en todas partes, porque les sigue como la sombra. A veces pueden permitirse el lujo de tener, también ellos, un bonito salón, reservado para tan noble ministe­rio 75. Pero otras veces no lo tienen y oran allí donde la vida les pilla más des protegidos.

3. Cómo oran los pobres. Sobre todo:

a) Suplicando. Eso es "egoísmo", decimos a veces ante una oración de súplica o petición (aquí equivalentes). Se puede con­testar: no, eso es necesidad confesada. Es cierto, según parece,

74 lb íd. , pp. 311-312. 75 V ARIOS, Orar desde el pueblo. Historia de una experiencia y materiales

para orar, DDB, Bilbao, 1984 (aquí pueblo es un barrio bilbaíno de Arangoiti. Siempre en estos lugares, la pobreza es relativa).

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que hay necesidades que inventan la religión (un tipo de religión), prestando un flaco servicio a la fe. Pero hay que añadir que hay necesidades que expresan la pobreza, una pobreza asumida que se convierte en plegaria al ser confesada como súplica. El orante confiesa su impotencia, ajena tanto a la facilonería como al egoís­mo. Sencillamente, confiesa que las realidades le rebasan, y que es así.

La oración de petición se ha visto afectada como ninguna otra forma de oración. Incluso encontró menos defensores que otras formas o dimensiones oracionales. Podríamos preguntarnos si no vuelve la petición, sin referirnos expresamente a esa "oración de sanación"76, o esas plegarias multitudinarias con motivo de una guerra 77.

b) Mirando hacia abajo. Suplicar parece conllevar un gesto de mirada y palmas que se alzan hacia arriba. Espontáneamente eso es lo que les sale a la mayor parte. Es un símbolo de llamada a Dios, y como símbolo está bien. Y quizá no haya por qué cambiarlo, ni por qué sospechar de él.

Pero aquí nos referimos al contenido, no al gesto que lo encierra. Desde el Padrenuestro, el cristiano pide el pan de cada día 78. Parece que hay quien desearía cambiar los contenidos. Es normal. El Padrenuestro está tan amenazado como cualquier otra página u oración del Evangelio. "Cuando la Iglesia latinoa­mericana ha empezado a mirar hacia abajo, el imperio nos está invadiendo con sectas que nos invitan a mirar hacia arriba. 'Po­bres en América Latina, ¿qué hacéis ahí mirando a la tierra llena de problemas?, mirad hacia el cielo limpio donde Dios está y de donde nos llegará la única salvación'. Son los nuevos 'ángeles' con un mensaje contrario al que se les dio a los apóstoles en el

76 Como menos conocido, y desde ámbitos para nosotros más nuevos, puede leerse sobre este problema J. PEETERS. Prier pour la guerison?, Edit. L'Epiphanie, Limete-Kinshasa, 1987.

77 El mundo ha sido escenario de plegarias colectivas en favor de la paz con motivo de la guerra del Golfo Pérsico. Y si alguna de estas oraciones creaban interrogantes por no parecer muy "honradas", otras los suscitaban precisamente por manifestar conciencia de poquedad e insuficiencia, y fe en la presencia de Dios en la historia.

78 Es cierto que también pide el perdón y la liberación del maligno. Pero esto, bien entendido (y no es éste el lugar de explicarlo) no "celestializa" el contenido del Padrenuestro.

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monte de la ascensión"79. Mucha oración en América Latina va en esta línea, mira hacia abajo, hacia tierra que es tabla de ajedrez de la historia.

c) Solidaridad. Mirar hacia abajo puede favorecer tanto el egoísmo como la solidaridad. En honor a la victoria sobre la ingenuidad empedernida, hay que reconocer ambas cosas. Cuan­do vence la solidaridad, el egoísmo e individualismo cede. No todo cristiano latinoamericano es solidario 80. Pero quizá sí pueda afirmarse que en los orantes pobres prevalece la solidaridad. El orante pobre, porque ora la vida, que es ruda, no "espiritualiza". Sencillamente vive, y la oración sigue ese ritmo. "El individualis­mo es el filtro que permite 'espiritualizar' y hasta evaporar, lo que en la Biblia aparece como macizas afirmaciones de orden social e histórico. Por ejemplo, reducir la oposición pobres-ricos (reali­dad externa al individuo) a la contradicción humilde-orgulloso (realidad interior al individuo)" 81.

d) Con esperanza. Sólo viven de esperanza los que no poseen en materialidad. A veces nos parece que crece la esperanza en quienes tienen, pero esto sería contrario a la misma naturaleza de esa virtud. No debería por eso extrañar que la frecuencia, inten­sidad y esperanza oracional fuese típica de los pobres. La pobreza es tiempo propicio para esta oración: "cualquiera que tenga con­tacto con las comunidades ecIesiales de base es testigo de que hoy se ora mucho, con intensidad y esperanza, en América Latina" 82.

e) Contemplativamente. Probablemente topemos aquí con uno de los más frecuentes y peores malentendidos, el malentendi­do de quienes piensan que la oración de los pobres sólo puede ser "profética", entendiendo por tal una oración de protesta y con-

79 B. GONZÁLEZ BUELTA. Bajar al encuentro de Dios. Vida de oración entre los pobres, Sal Terrae, Santander, 1988, p. 11.

80 G. GUTlÉRREZ. Beber en su propio pozo, Sígueme, Salamanca, 1984, p. 162.

81 G. GUTlÉRREZ. Beber en su propio pozo, en "Concilium" 179 (1982) 352 (En nota se denuncia esta "reducción" de una oración tan importante como el Magnificat).

82 G. GUTlÉRREZ. Beber en su propio pozo (libro), p. 32. Se pueden añadir estas palabras del mismo G. Gutiérrez a la nota 74, sobre el hecho de la oración de los pobres: "agoreros de ruinas y fracasos del estilo de aquellos que a las puertas del Concilio Juan XXIII llamaba 'profetas de la desgracia', han afirmado que se pierde la vida de oración en el subcontinente" (Ibíd., p. 32. Es realmente para estar así de enfadados).

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testación (que no es sólo eso, evidentemente). Que exista ésta, no debería extrañar 83. Que exista en este clima la oración contem­plativa, debería redescubrirse. Dios Yahvé fue el primer contem­plativo en un mundo que comenzaba a hacerse; los profetas que­daron anonadados ante la propia pequeñez; los salmos son el libro del enamoramiento con Dios ... Y con la Biblia ora el pueblo pobre, que no teme bautizar sus oraciones de tierra con el nombre de "salmos" 84. La contemplación no está para ser refugio de personas escasamente problematizadas en lo material, bien sea porque no necesitan (= no pasan necesidad), o porque renuncian a unas cotas elementales de materialidad 85.

f) Confianza suprema. A veces se acusa a la oración, sobre todo a la oración de petición, de querer resolver sólo con el grito lo que habría que resolver con el grito y la acción, con los hom­bres y sus mediaciones. Y no sería correcto negarlo en nuestros días, como tampoco en la historia. Sin embargo, no siempre es asÍ. El siguiente testimonio es sencillo, pero, para mí, significa­tivo:

"¿Cómo está, doña?", le pregunto a una joven madre domini­cana, con tres hijos ya, uncuarto de sueldo bajo, y una herida en la cabeza, herida que no se le acaba de cerrar y le duele horrores.

"Estoy mejor, padre, gracias a Dios. ¿Ya usted sabe? Me he pasado toda la noche pidiendo a Dios, porque los hombres no me curan. Y estoy mejor".

Es un diálogo real, no ficticio. Aunque comprendo que una golondrina no hace primavera. Y puedo asegurar que esa buena madre ha recorrido los hospitales, dejando sus hijos a una vecina, aunque haya tenido que hacerlo en "carros" de caridad y solida­ridad vecinal, incluido el "carro" de los frailes. Es presumible, y con fundamento, que serán muchas las personas que se pasen las noches en vela, o poco menos, en semejante tarea. No estaría bien considerar oración sólo en la noche la recitación del Oficio de lecturas, dejando para categorías menores las quejas y lamentos

83 J. COMBLlN, A orGl;ao profética, en "RevEclBr" 46 (1986) 28-44, 84 B. GONZÁLEZ BUELTA. La transparencia del barro (Salmos para el

encuentro), Ed. Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1990. 85 Cf. R. CHECA, Iniciación a la experiencia contemplativa. Jornadas de

contemplación, Edic. Paulinas, Bogotá, 19832. IDEM, Orar es amar. Contem­plación para todos, Edit. Progreso, México, 1985.

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de quienes acuden a Dios como. supremo refugio. El pobre se refugia donde puede.

CONCLUSIÓN

Las páginas que preceden han querido ser el recordatorio breve y sencillo de una tarea que debe ser permanente: discernir la oración. Podría parecer que el primer punto y el último, ni tienen que ver con el discernimiento, ni, menos aún, entre sí. Quisiera que no fuera verdad.

¿Se tocan los extremos? Alguien se preguntará: ¿tiene ,algo que ver el tema último con el primero? Los pobres no han oído hablar de Nietzsche, ni de Freud, y muy poco -y hay que suponer que no muy bien- de Marx. Y hasta es probable que estos tres maestros de la sospecha se hayan relacionado poco con los pobres (incluido Marx).

Y, sin embargo, es probable que la oración de los pobres desarme los argumentos que contra la oración cristiana puedan formular los maestros de la sospecha. Esto es lo grande y con esto nos quedamos. Es ya común afirmar que los pobres nos evange­lizan. ¿Por qué no habían de hacerlo en algo tan evangélico como la oración?