Discernimiento comnunitario.experiencias.

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10 SUBSIDIA *D MSCHMIM* iISCillIINTI CiliflTiift EMPIRÜOiS

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10 SUBSIDIA

*D MSCHMIM*

iISCillIINTI CiliflTiift EMPIRÜOiS

DISCERNIMIENTO COMUNITARIO: EXPERIENCIAS

ROMA - 1975

P R O

Dentro de la amplia Bibliografía, que ofrecemos al final de este opúsculo, el presente trabajo habría que clasificarlo, no entre los estudios teóricos, sino entre los estudios eminentemente prácticos.

En efecto: con la publicación de este volumen de SUBSIDIA PARA EL DISCERNIMIENTO queremos ofrecer a cuan tos se interesan por la pedagogía del discernimiento comunitario, una colección de sugerencias ya experimen­tadas y que pensamos han de seguir dando buenos frutos en el futuro.

En primer lugar ofrecemos el resultado de más de 30 Cursos de Discernimiento comunitariot dirigidos por el P. Luis González (Tol.) en Europa y en América. No se trata de un mero proyecto, sino de una realidad.

Ofrecemos,además, otro fruto maduro sobre el mo­do de tener reuniones prácticas, inspiradas en el dis­cernimiento comunitario: no son cursos experimentales, sino realizaciones concretas, obtenidas en Argentina y relatadas por su promotor el P. Miguel Ángel Fiorito.

Hemos juzgado también interesante añadir las conclusiones de dos mesas redondas, celebradas recien­temente en Roma por dos grupos internacionales de je­suítas: la primera para evaluar los resultados del dis­cernimiento comunitario en la Compañía en estos últimos anos y prever las perspectivas que se nos abren después de la Congregación General XXXII; la segunda para estu­diar las referencias que se hacen del Espíritu Santo en las Constituciones de la Compañía y que constituyen la base del discernimiento "espiritual".

L O G O

Finalmente hemos querido completar el opúsculo con dos trabajos de carácter mas bÍ2n teórico, pero que serán de utilidad inmediata para cuantos se ocupan del discernimiento:

- el primero se refiere al análisis de la "cavi­dad discreta", palabra clave en la literatura ignacia­na, que expresa el concepto que S. Ignacio tenía del discernimiento, trabajo generosamente ofrecido por el P. Georges Bottereau (Gall.Sept.), Bibliotecario de la Curia de la Compañía en Roma;

- el segundo es una amplia Bibliografía sobre el discernimiento espiritual, personal y comunitario, se­gún las publicaciones más recientes,debida en gran par­te a los Padres James E. O'Hearn (Wisc.) y Emilio Anel (Arag.).

Tenemos la esperanza de que este volumen contri­buya a robustecer la esperanza de que, no obstante las evidentes dificultades para conseguir las disposiciones personales y comunitarias para un verdadero discerni­miento, es posible ayudar a las personas individualmen­te y a las comunidades a conseguirlas, si confiamos en Dios y empleamos una adecuada pedagogía.

Roma, 19 de marzo 1975

Í N D I C E

Luis González:

La experiencia de treinta Cursos de Discernimiento comunitario 3

Miguel Ángel Fiorito:

Orientaciones prácticas para una reunión de ... en la Iglesia de hoy (Sumario) 21

Mesa redonda sobre la pedagogía del Discerni­miento comunitario en la Compañía 32

Coloquio sobre el Espíritu Santo en las Constituciones 46

Georges Bottereau:

La "Discreta caridad" en san Ignacio

de Loyola 58

Recens Bibliographia de Discretione spirituali, personal i et communitaria 71

tina pagina de Roger Schutz 84

D O S C O - E D I C I O N E S

Dominique BERTRAND, S.J.

UN CORPS POUR L'ESPRIT Essat sur l'experienae oommunautaire selon les Constitutions de la Compagnie de Jesús

(CIS, Desclee de Brouwer, Maison Bellarmin)

Páginas: 240 Precio: Lit. 4.000

"LES JESUITES" Spiritual i té et activites jalons d'une histoire

Reproducción del articulo "Jesuites", del Dietionnaire de Spiritualíté, publicado originalmente en 1974 (VIII, cois. 958-1065), con la colaboración de los PP. Certeau, Dalmases, Guillermou, K. Rahner, Switec, etc.

Páginas: 244 Precio: Lit. 5.000

LA EXPERIENCIA D E TREINTA CURSOS

D E D I S C E R N I M I E N T O E S P I R I T U A L

Luis González, S. J.

Quisiera resumir brevemente la ex­periencia de más de SO Cursos de ini­ciación al discernimiento espiritual en común, que he tenido ocasión de dirigir en Italia, España, Portugal, México, Brasil, Chile, Uruguay, Para­guay, Colombia y Bolivia desde 1972 a 1974.

Pero antes de explicar en qué ha consistido esta experiencia, quisiera indicar lo que he pretendido con es­tos Cursos.

M e he propuesto ayudar a un grupo de Religiosos y Religiosas, preferentemente Jesuítas, a ex­perimentar en qué consiste el discernimiento

comunitario.

He sido consciente, desde el principio, que un Curso de este género tropezaba con dificultades casi in­superables: por una parte el Curso tenia que reducirse a un tiempo relativamente breve, generalmente tres días com pletos: lo cual pugna contra la experiencia del discerni­miento espiritual que exige un tiempo indeterminado. Por otra parte, el discernimiento comunitario, supone ordina-

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riamente una "comunidad", y frecuentemente un objetivo común y un compromiso de los miembros del grupo: en núes tro caso se trataba de "comunidades" temporales y artifi ciales, que difícilmente podían proponerse un objetivo común, y casi nunca eran capaces de tomar una decisión vinculante para los miembros del grupo.

Estas circunstancias me han obligado a decla­rar abiertamente, desde el principio, que se trataba de una experiencia, que comporta consigo un elemento "arti­ficial" no real; pero que esto no significaba que la ex­periencia fuese inútil, porque contribuiría a comprender mejor por experiencia en que consiste el discernimiento comunitario y ayudará luego a aplicarlo en las circuns­tancias reales de la vida.

La experiencia la he hecho, ordinariamente, con personas pertenecientes a comunidades muy diferentes. Esto ha dado una mayor riqueza a la experiencia, a condi cion de que la mezcla se haga proporcionalmente, sin una prevalencia notable de una comunidad sobre las demás: lo cual he comprobado que resulta perjudicial.

El número ideal para un grupo de discernimien to son 15 o 20 personas. Pero me he visto obligado a au­mentar notablemente el número: 40 ó 50 personas ha sido frecuente. Y aun he tenido que admitir en varias ocasio­nes a muchos más: 100, 150 y aún 220.

Cuando el grupo no ha superado los 50 miembros he trabajado dividiendo el grupo en subgrupos de 6 u 8; y reuniendolos luego a todos juntos en sesiones comunes; cuando el grupo ha sido más numeroso, además de los sub­grupos de 6-8, ha sido necesario establecer otra catego­ría intermedia de grupos de 20 ó 30 bajo la dirección de un orientador, que me he visto precisado a entrenar sobre la marcha. Luego los he reunido a todos juntos para ha­cer algunas reflexiones comunes, sobre el trabajo reali­zado .

Para comprender mejor en qué ha consistido la experiencia, voy a referirla describiendo cada una de sus

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etapas.

No siempre he seguido el mismo método, ni creo que lo seguiré empleando, porque la vida ensena continua­mente nuevos caminos. Al menos reflejare lo que he hecho en los últimos cursos que he dado.

LA PRIMERA NOCHE

La experiencia se desarrolló, ordinariamente en una Casa de Ejercicios, donde es posible dedicarse al discernimiento comunitario durante tres días completos. Cuando son muchos, han variado cada día las horas por la mañana y por la tarde.

Objetivo: hacer que se comiencen a conocer los miembros del grupo; iniciar en la experiencia de lo que vamos a hacer.

Método:

1) Breve presentación de las personas que com ponen el grupo; o de los Institutos Religiosos y los miembros representados, si son muy numerosos;

2) Grupos espontáneos, de 6-8, para poner en común "temores y esperanzas" de frente al curso;

3) Resumen, en el grupo general, de los "temo­res y esperanzas". Comentario breve para poner de relieve que el curso ha de ser más práctico que teórico; mas ex-periencial que intelectual; más espiritual que sicológi­co; más comunitario que individual.

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4) Algunas veces se completa con una celebra­ción eucaristica: cuyo tema fundamental es La Virgen en el Cenáculo.

PRIMER DÍA:

INTRODUCCIÓN AL DISCERNIMIENTO

Por la mañana tenemos, de ordinario, dos ejer_ cicios para clarificar lo que es el discernimiento, pe_r sonal y comunitario, seguido de dialogo, con un breve descanso intermedio.

Primer Ejercicio: Qué es el discernimiento espiritual personal.

Se pueden seguir muchos caminos. Últimamente me ha sido útil comentar detenidamente la definición de discernimiento espiritual, que ofrece el nuevo Ordo Pae-nitentiae, n. 10: Discretio enim spirituum est intima cognitio operis Dei in corde hominum: donum Spiritus Sancti et fructus caritatis (Cfr. Fil. ls 9-11).

Esta definición tan rica y la cita de la epijs_ tola a los Filipenses, que aduce el mismo texto, puede ser completada con lo que el mismo Ordo Paenitentiae ha dicho pocas lineas antes acerca de los modos con los cuales se consigue el discernimiento espiritual: la cieri cia; la prudencia sobrenatural, infusa y adquirida; la experiencia bajo el magisterio de la Iglesia; la oración que no ha de entenderse sólo como intercesión, sino como familiaridad con Dios.

Segundo Ejercicio: Qué es el discernimiento espiritual en común

Para declarar lo que es el discernimiento es­piritual comunitario me he valido también de la descrip ción anterior, haciendo ver que se trata de una analo­gía: por tanto, en parte se dan las mismas característ^i cas en la comunidad y en parte diferentes', como obra Dios en la comunidad y en cada uno de sus miembros, y como es obra del Espíritu Santo, que actúa por medio de la caridad y establece, por consiguiente, una comunica­ción de bienes espirituales entre todos los miembros del grupo. Resulta especialmente oportuno el comentario de I Cor. 12, 14, donde habla de la acción del Espíritu en los diferentes miembros del cuerpo de la Iglesia.

Suelo también explicar las razones por las cuales el discernimiento comunitario se hace mas necesa rio hoy en día: la mayor responsabilidad de los miem­bros de las comunidades en la orientación y, a veces, en las decisiones de la comunidad; el conocimiento de la acción del Espíritu Santo en cada miembro de la comuni­dad y en el grupo; el servicio de la autoridad, que re­teniendo la decisión, necesita ser mas ayudada por el consejo de sus companeros.

Por la tarde se añaden otros dos ejercicios, de carácter un poco diferente: menos didácticos y más experienciales.

Tercer Ejercicio: Experiencia de "espíritus"

Objetivo: Se trata de ayudar a hacer cons­ciente a cada uno de los movimientos o "espíritus", que se producen en su interior; de tratar de expresar lo que se siente a los demás y probar la dificultad o facilidad en la expresión; finalmente, hacer compren­der, experimentalmente, que la comunicación a nivel ex-

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periencial contribuye a formar la comunidad y a estre­char confianza en las relaciones mutuas.

Método: Para conseguir estos objetivos, re­comiendo los siguientes ejercicios:

1) Cada uno se retira a un lugar tranquilo pa ra tener una hora de oración-reflexión. En ella cada uno debe proponerse caer en la cuenta y tratar de expr̂ e sarse a sí mismo que es lo que siente a proposito de un tema que sugiero yo, v.g. qué siento ante la crisis ac­tual de la vida religiosa; qué siento yo en mis relacio nes con Dios; qué reacción experimento ante mi trabajo apostólico actual, etc. Lo importante es concentrarse en una sola cosa.

2) Después de una hora de reflexión se reúnen en pequeños grupos. Estos grupos se forman ya para a-delante de un modo permanente. En el grupo cada uno tra ta de expresar sencillamente lo que ha sentido, primero uno detrás de otro por orden, luego puede continuarse la conversación de un modo espontáneo, con tal que ha­blen todos.

Este ejercicio termina aquí, porque precisa­mente en esta comunicación en pequeños grupos es donde se encuentra el fruto que se pretendía.

Puede ser, sin embargo, útil tener una reunión común en la cual no se repite lo que ya se ha dicho, si­no se hace caer en la cuenta de cómo se han podido conse guir los objetivos, que tácitamente nos habíamos propues^ to.

Cuarto Ejercicio: "ROL PLAY" sobre el Discernimiento

Este ultimo Ejercicio del día lo he presentado de muchas maneras. Expongo la última, que tuvo éxito.

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Objetivo: Conocer la idea que se ha formado cada uno de lo que es el discernimiento comunitario y el modo con que se imaginan podría desarrollarse en un gru­po.

Método: Hemos presentado un "Rol Play". Se invitaron 5 a participar en la "representación" de una comunidad, que junto con su Superior quieren discernir sobre la frasformacion de una Escuela de ricos en el Cen tro de la ciudad a una escuela de pobres en un Suburbio. El ejercicio se desarrolla con el siguiente orden:

1) Cada uno de los cinco participantes en la "representación" recibió el encargo de encarnar un per­sonaje: a) el Superior, que orienta una sesión de dis­cernimiento; b) un subdito, que se inclina espontaneamen te a mantener la obra en el Centro de la ciudad; c) otro que se inclina a trasferirse al Suburbio y otros dos que no tienen preferencias previas y siguen la orientación que, espontáneamente, desean. Naturalmente ninguno sabe el papel que desempeña el otro, a excepción del Superior. (Podían también haber representado otros papeles: reli­gioso joven; director de antiguos alumnos; comprometido en comunidades de base, etc.).

2) Se representa por 30 minutos el juego, de­lante de todos.

3) Se reflexiona sobre el juego para advertir lo que cada uno de los representantes ha sentido durante la sesión; lo que han sentido los espectadores; se reve­lan los papeles que cada uno tenía asignado; se concluye resumiendo las ideas de lo que cada uno piensa que ha de ser el discernimiento y de las cosas que lo ayudan o en­torpecen. Generalmente se termina deseando tener un guia para hacer el discernimiento, que es lo que vamos a hacer mañana.

Al final del día se tiene la Eucaristía.

El tema puede ser el Espíritu Santo. Lecturas,

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v.g. Ez. 36 (Yo pondré mi ley en vuestros corazones); Rom. 8, 8-17 (La vida según el Espíritu); Jn. 14, 15-26; 16, 12-15 (La promesa del Espíritu), etc.

La homilía es participada para poner en común los sentimientos del día, favoreciendo la "trasparencia mutua" y ayudándose todos a formar la verdadera "comuni­dad" en torno al altar.

DÍA SEGUNDO:

PRACTICA DEL DISCERNIMIENTO

Por la mañana propongo otros dos Ejercicios:

Quinto Ejercicio: Elección de un tema de Discernimiento

Objetivo: Aprender sobre qué temas se puede hacer discernimiento y convenir efectivamente sobre el que se ha de hacer en común en esta experiencia.

Método: Para conseguirlo propongo los siguien tes pasos:

1) Una breve explicación de las cualidades que ha de tener el tema sobre el cual se intenta discernir: a) Un tema sobre el cual el grupo tenga cierta competen­cia: porque la información previa es indispensable y a-hora no habrá tiempo de detenerse en adquirirla; b) un tema que interese a la mayor parte del grupo; c) un tema que no ofrezca ya desde el principio una solución clara, o porque no ofrece duda en sí mismo, o porque está re­suelto de antemano por los Superiores; d) un tema sobre el cual conozca el grupo su capacidad de solución, a fin

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de evitar frustraciones: v.g. se trata sólo de ayudar a cada uno a formarse con mayor competencia un juicio de discernimiento; o de representar a los Superiores; o de decidir, etc. Tratándose de una comunidad "artificial", no se podrá llegar a una solución vinculante.

2) Es útil invitar a dividirse en pequeños grupos, por cierto tiempo, para proponer algunos temas, que reúnan estas condiciones, sobre los cuales se propo nen hacer el discernimiento.

3) Reunidos después los grupos se discute bre vemente la oportunidad de elegir un tema; se decide por votación; o se pide un voto de confianza para que, se­gún mi experiencia, escoja uno de los propuestos. No conviene perder mucho tiempo en la elección del tema. Algunas veces se ha elegido: Damos un testimonio inte­ligible de pobreza los religiosos de esta ciudad? - La vida religiosa ha perdido su actualidad? - En el con­flicto entre institución y carisma personal, cuál debe prevalecer? Etc.

4) Es muy importante, una vez elegido el te­ma, aclarar su sentido; dictar la redacción definitiva a fin de que todos tengan el mismo texto; garantizar, en cuanto sea posible, que todos lo entiendan del mismo mo do, no equívocamente. Adviértase que muchas de las di­ficultades que surgen en el trascurso del discernimien­to provienen de la falta de claridad acerca del argumen. to que se consideraba.

Sexto Ejercicio: Consideración de las "razones contra"

Objetivo: Se trata no sólo de conocer un as­pecto negativo del problema o una de las opciones, sino, además, de tratar de situarse "existencialmente" como si nosotros pensáramos de este modo: hay cosas que sólo se descubren desde la perspectiva de una experiencia perso-

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nal •

Método: Para conseguir este efecto recomien­do seguir los siguientes pasos:

1) Dedicar un tiempo tranquilo y solitario a que cada uno haga todo lo posible por penetrar este as­pecto del problema y por situarse existencialmente al lado de los que piensan de este modo. Importa que aun­que no esté subjetivamente convencido de la validez de estas razones, me esfuerce en descubrir los motivos que honestamente puede haber para pensar asi. Debe escribir las razones.

2) Es útil, si el tiempo lo permite, reunirse luego en pequeños grupos durante 30 5 45 minutos, para escuchar las razones que cada uno ha encontrado, discu­tirlas, si es preciso, para valorarlas mas objetivamen­te y cambiar, cada uno individualmente, lo que crea con veniente, en la redacción que previamente habla escrito. De todos modos, antes de reunirse el grupo completo de­berá cada uno, en particular, y sin comunicar con otro, expresar por escrito las razones en que se apoyaría pa­ra tomar esta posición;

3) El grupo total reunido "escucha" (con todo lo que esto supone de atención y de silencio) las razo­nes que cada uno lee.

4) Sin que (por exigencias de la brevedad del tiempo de que se dispone) se dé tiempo al dialogo, he comprobado la utilidad de comentar por mi parte la expe riencia seguida: enriquecimiento de conocimientos; es­fuerzo personal de deliberación interior para compren­der otras posiciones distintas de las que espontáneameri te tengo; libertad de expresión; atención prestada a ca da uno, etc.

Por la tarde se continúan otros dos Ejerci­cios .

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Séptimo Ejercicio: Consideración de las "razones pro"

Objetivo: Comprender mejor el aspecto positi_ vo, o el otro extremo de una posible elección.

Método: En general,aconsejo seguir los mis­mos pasos que en el ejercicio anterior, pero, con fre­cuencia, omito el segundo paso, es decir, el intercam­bio de impresiones en el pequeño grupo: asi pasamos di­rectamente de la consideración privada de las razones "pro", a la lectura de las mismas en el grupo general.

Esta omisión se debe, en primer lugar, a la falta de tiempo en un curso tan breve; y, ademas, a la comprobación experimental de las ventajas e inconvenien tes, que se siguen de la variación del programa.

Octavo Ejercicio: Disposiciones para el Discernimiento

Objetivo: Conseguir la actitud espiritual ne_ cesaria para hacer un discernimiento. Esta actitud es a-quella que S. Ignacio exige en el Ejercitante, cuando se dispone a hacer la elección: decisión de buscar y hallar la voluntad de Dios; libertad interior; pobreza espiri­tual; voluntad de abrazarse con la verdad hasta sus úl­timas consecuencias; amor preferencial a Cristo pobre y humilde (tercera manera de humildad).

Método: No es posible, prácticamente, obtener en tan poco tiempo las disposiciones que en los Ejerci­cios se consiguen ordinariamente al cabo de dos semanas. Intento solamente proponer dos pasos:

1) Explicar con la mayor brevedad y claridad posible cuales son las disposiciones internas que nece­sitamos para acertar la verdad, refiriéndome implicita-

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mente a las condiciones antes mencionadas de los Ejerci cios; pero sin insistir expresamente en S. Ignacio; tra tando más bien de apoyarme en la doctrina de S. Pablo, especialmente en Rom. 12, 2; Ef.5, 6-13; 15-20; Fil. 1, 9-11.

b) Dejar tiempo a la meditación personal para examinar su actitud personal en contraste con estas dis posiciones, recomendando el deseo de alcanzarlas y de pedirlas en una oración confiada.

Al final del día tenemos también hoy la Euca­ristía.

El tema: la voluntad de Dios, la vocación. Así las lecturas pueden ser, por ejemplo, la vocación de A-braham (Gen. 12, 14a); Dios ha escogido por amor (Deut. 7, 7-15); la multiplicidad y complementaridad de los do­nes de Dios en la Iglesia (I Cor. 12, 4-11); Jesús ha llamado a los que ha querido (Jn. 15, 9-17). Cualquiera de estos textos ayuda a dar confianza para aceptar lo que Dios pide, aunque sea difícil.

La homilía participada debe ser una puesta en común de las disposiciones ante el discernimiento, que se han descubierto en el tiempo de la oración preceden­te.

A veces el tema y la homilía se han fundido: entonces cada uno ha propuesto de memoria un texto de la Escritura, que expresaba su situación actual y lo ha co­mentado brevemente.

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DÍA TERCERO:

PRACTICA DEL DISCERNIMIENTO. CONCLUSIÓN

Por la mañana se tienen dos Ejercicios:

Nooeno Ejercicio; Reconocimiento de la situación

Objetivo: Se trata de reconocer si todos los miembros del grupo que van a hacer el discernimiento han tenido tiempo de llegar a una conclusión, y hacerles com prender, prácticamente, que, cuando se hace el discerni­miento en común, hay que respetar la libertad y el ritmo de cada uno.

Método: Para conseguir estos objetivos suelo dar dos pasos:

1) Explico como serla de desear que todos, al llegar a este punto, hubieran tenido tiempo para formu­lar su opinión personal (discernimiento) sobre el asunto propuesto, expresándose con un si o un no, y apoyándose en las razones, que le parecen más convenientes. Conven­dría tener esta posición y sus razones por escrito.

Se pregunta uno por uno, si efectivamente han tenido la oportunidad de hacerlo; advirtiendo que, cuan­do se trata de un verdadero discernimiento no se puede seguir adelante, hasta que todos o una notable mayoría haya llegado a este "discernimiento personal", aunque to_ davia provisorio.

2) En caso de que varios no hayan tenido tiem­po de hacerlo, es aconsejable conceder un tiempo pruden­cial (30-45 minutos) para que lo hagan, pero independien temente unos de otros. Si a pesar de todo alguno no lo­grara formarse una opinión, nos veremos obligados a se~

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guir el ejercicio con los que han llegado a hacer el discernimiento personal: los demás manifestarán senci­llamente su situación y seguirán acompañando el grupo: puede ser que más adelante, con la ayuda de los compa­neros, lleguen a ver más claro.

Décimo Ejercicir • tatito, de Discernimiento comunitario

Objetivo: Supuesta la tentativa de un discer­nimiento personal, obtenido en el ejercicio anterior, a-hora se trata de poner en común el discernimiento perso­nal y en esto consiste, precisamente, uno de los aspec­tos del discernimiento comunitario, aunque no se llegue a encontrar una decisión común: cada uno ayudará a todos y todos ayudarán a cada uno a hacer mejor su discerni­miento personal.

Es preciso tener en cuenta que para ayudarse a hacer personalmente el discernimiento, le interesará a cada uno conocer no sólo las razones que le mueven, sino también los sentimientos (mociones) que le agitan.

Método: He seguido los siguientes pasos:

1) Después de haber creado especialmente un am biente de oración en el grupo, tenemos una sesión en la que solamente se escucha el resultado al que cada uno ha llegado a través de su propio discernimiento.

2) Terminada esta sesión "de escucha" se invi­ta a todos a permanecer generalmente durante un "mini-mum" de 30 minutos en reflexión personal y oración, para advertir lo que interiormente piensa y siente; después de hab er escuchado a los demás, experimenta nuevas luces para conocer la verdad o para apreciar convergencias y/o los contrastes; al mismo tiempo surgen mociones favora­bles o contrarias. Será bueno tratar de interpretar el sentido positivo o negativo de estos pensamientos y mo-

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ciones. 3) Se tiene una nueva sesión común a fin de

comunicar sencillamente, del modo mas espontaneo, los sentimientos que se tienen; para pedir o dar las clari­ficaciones. Generalmente, una sesión de este tipo (si el grupo no esta demasiado cansado) suele ser muy fecun da y arrojar mucha luz para comprender cosas, que hasta ahora no se hablan comprendido. La presencia de una persona de experiencia puede ayudar mucho para orientar, reanimar el dialogo, facilitar la intervención a los que se inhiben e interpretar lo que está viviendo el grupo.

4) La sesión termina cuando cada uno de los miembros del grupo ha recibido suficientes elementos de juicio, para hacer su propio discernimiento.

En el caso de que se trate de un grupo que hu­biera de llegar a una conclusión común vinculante»el proceso habría de ser más largo: tendría que comprobrarse el estado de la opinión común y tender hacia la unanimi­dad, repitiendo, si es preciso, el ejercicio. Pero la "unanimidad" que se pretende no siempre consiste en la identidad de pensamiento de todos los miembros del grupo; sino que puede darse también cuando el grupo reconoce haber encontrado un signo jurídico suficientemente sig­nificativo de la voluntad de Dios, como puede ser una votación mayoritaria, un mandato del Superior,o un signo convencional aceptado, v.g. una votación no obligante por el derecho.

Por la tarde' pueden seguirse varios caminos en una o mas sesiones, según el tiempo de que se disponga.

Undécimo Ejercicio: Cuestiones complemen­tarias

Objetivo: Me propongo, en general, resolver las dudas que hayan surgido durante el proceso del dis-

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cernimiento; o completar algunos de los muchos puntos, que no se han podido tratar durante el Curso y que ex­cita especial interés en el grupo. Indirectamente, se pretende también dar un espacio de tiempo para la "con­firmación", es decir,la experimentación de los efectos "espirituales" causados en nosotros, después de haber tomado una posición hipotética mientras prosigue el tra bajo.

Método: Para conseguirlo he probado diferen­tes caminos:

1) He invitado a reunirse en grupos para pro­poner las preguntas que quieran plantearme. Esta reu­nión, la última de los pequeños grupos, suele resultar agradable y útil. Otras veces, sin embargo, valiéndome de la experiencia de otros cursos, yo mismo he seleccio_ nado los problemas que creo que pueden interesar más pa_ ra completar la instrucción y la experiencia del discer_ nimiento: valor de las consolaciones y desolaciones; pa peí del Superior; la unanimidad, etc.

2) Hemos tenido una o dos sesiones para res­ponder a las preguntas. He advertido que conviene man­tener un diálogo más vivo, para no hacer demasiado lar­gas las exposiciones, en un momento en que el publico esta ya cansado después del trabajo realizado.

La Eucaristía forma también una parte impor­tante de este Ejercicio, sobre todo para poner en co­mún los resultados del curso de la "confirmación".

Con la Eucaristía suele terminar el Curso, aun que a veces se prolonga después de la cena con una eva­luación del Curso, que convendría orientar con preguntas concretas, previamente anunciadas.

El tema puede ser la acción de gracias. Las lecturas: v.g. Ef. 5, 20 (Vivir en la acción de gracias); Mt. 11, 25-30 (Dios se ha manifestado a los humildes); Le. 1, 39-56 (Magnificat).

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La homilía participada puede arrancar de la comunicación de los sentimientos que se tienen al termi^ nar el día respecto al discernimiento: explicando un po co el estado de consolación y desolación en que se halla y el significado que le atribuye. Otras veces, por es­casez de tiempo, se ha suprimido la Homilía y se ha sustituido por una acción de gracias, por aquellos mot_i vos que cada uno siente, expresada brevemente (sobre to­do cuando el grupo es numeroso) antes del Prefacio de la Misa.

Al término de estos cursos he advertido lo si­guiente:

1) Los Cursillistas comprenden experimentalmen_ te que el discernimiento no es un juego fácil, sino que supone una fuerte preparación espiritual. No se trata de ningún método mágico para descubrir la voluntad de Dios, sino de un modo de madurar nuestra vida de fe y de vivir según el Espíritu: es decir, es algo que implica toda la vida cristiana.

2) Se comprende entonces fácilmente que el dis_ cernimiento espiritual en común no es un método y que ni siquiera puede confundirse con el camino que hemos seguí do en estos días. Es más bien todo modo de buscar y ha­llar juntos la voluntad de Dios de un modo evangélico, es decir, con verdad, con libertad, con responsabilidad y con caridad.

3) Siendo el "discernimiento espiritual en co­mún" algo por una parte tan sencillo y por otra parte tan exigente, no es necesario esperar haber conseguido perfectamente todas las condiciones necesarias; basta

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buena voluntad para comenzar, si se es consciente de las deficiencias a fin de aplicar un "índice de error" a las conclusiones, de acuerdo con el grado de preparación del grupo.

4) Sin embargo, el grupo aprende experimental-mente otra cosa importante: que el grupo madura mientras intenta hacer junto el discernimiento; poco a poco se va haciendo más trasparente y más coherente

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O R I E N T A C I O N E S P R A C T I C A S

PARA UNA REUNIÓN DE ,,.

EN LA IGLESIA D E HOY

Miguel Ángel Fiorito, S.J.

Ofrecemos una breve síntesis de un trabajo del P. Miguel A. Fiorito (Arg) publicado en mayo 1974 en el n. 32 de Boletín de Espiritualidad (Buenos Ai­res-Argentina) .

INTRODUCCIÓN

E l autor trata de ofrecer sugerencias prácticas pero no una "receta". Supone implícitamente una dinámica de grupo, que, por otra parte, no

piensa explicar, por brevedad. Comprende que la realidad es mucho más comple­

ja de lo que se dice brevemente en estas paginas: eonside_ ra, sin embargo, más útil describir solo las líneas gene­rales de la experiencia.

Los puntos suspensivos del título intentan su­gerir que este tipo de reuniones sirve para cualquier ge­nero de reuniones, cualquiera que sea el tipo de personas que se reúne, o los temas y los objetivos que se conside-

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ren: porque supone que lo que se pretende en último tér­mino es "hallar la voluntad de Dios," poniendo en practi ca la prudencia espiritual, que se vale de los medios so_ brenaturales y naturales.

No obstante la universalidad de esta experien cia, hay que confesar, que lo que aquí se refiere es lo que han hecho concretamente un grupo de jesuítas de la Provincia Argentina, no una sino varias veces.

Por eso, tratándose de jesuítas, se supone que son hombres que se sienten "parte de la Compañía" y que, por eso, están familiarizados con los Ejercicios, con la Formula y las Constituciones de la Compañía:

- los Ejercicios se entienden aquí no solo en su sentido concreto, es decir, según el orden con que se explican en el libro; sino en su sentido más general, es decir "todo modo de buscar y hallar la voluntad de Dios" (E.l);

- la Fórmula y las Constituciones, son las fuentes originales de la Compañía: una reunión cualquie­ra se convierte en "un camino para ir a Dios" dentro de la opción fundamental de nuestra vida (Fórmula, n. 3). Por otra parte, hay que considerar que estos documentos están en general inspirados en los Ejercicios, y en algii ñas de sus disposiciones concretas, v.g. lo relativo a la cuenta de conciencia, la oración, etc.

I. QUIENES SE REÚNEN

l Se va a referir prácticamente a dos puntos na

da más: - circunstancias de las personas reunidas;

- condiciones de las personas reunidas.

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1 . Circunstancias de las personas reunidas

Apartamiento de la acción ordinaria, para po­nerse en una nueva y extraordinaria situación grupal.

Es algo semejante a lo que se aconseja en los Ejercicios: para "tomar distancia de las cosas" (E. 20) y se pueden esperar de esta separación frutos análogos a los que S. Ignacio supone en los Ejercicios. Por el con trario, si esta condición no se da, crece el peligro de no llegar realmente a integrarse en el grupo: por sus preocupaciones y prisas.

Es preciso sentir la responsabilidad respecto a los que no vienen a la reunión; porque no se trata de una evasión de la realidad en la que vivimos, sino de una representación de los que no han venido, y, por tanto, tienen que tener presentes sus aspiraciones. No se trata de ser un mero "intermediario", sino un verdadero "media dor", en el único Mediador, que por tanto debe obrar con simplicidad (Const. 131), fielmente (Const. 661), con li bertad y modestia, con libertad y caridad cristiana (Const. 817) y por tanto después de haber hecho oración (Const. 292): sólo así sabrá, como por connaturalidad,lo que debe hacer en nombre de los demás.

Atención a la tentación de "intermediario", que suele asaltar a los participantes, claudicando de su responsabilidad de mediadores.'

Hace falta, además, la experiencia espiritual, al menos personal.

Esta experiencia se refiere a la oración,abne gación, penitencia, etc., pero además, a la elección, al discernimiento y a la dirección espiritual.

Si todas estas cosas se califican en los Ejer_ cicios de "espirituales" es porque se trata de medios "es^ pirituales", que contribuyen a formar al hombre "espiri­tual", es decir, aquel que camina en el Espíritu, y que llega a distinguir, como espontáneamente, la acción de

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Dios y del enemigo.

Si no todos, al menos debe haber en el grupo personas que tengan esta experiencia espiritual.

2. Condiciones de Zas personas reunidas

Ahora se trata de las actitudes grupales. De la actitud de cada uno respecto al grupo.

Un punto de referencia en las Constituciones lo podemos hallar en la descripción que hace del colate­ral (Const. 661), pero la experiencia ensena además mu­chas cosas a este respecto.

Lo primero es la disponibilidad a la integra­ción: se facilita con la convivencia, pero no basta. Hay que buscar la apertura, la sensibilidad de percepción,la comunicación, la creatividad, etc., desde el comienzo.

Lo segundo es la aceptación de los medios na­turales: porque si bien es verdad que el Señor está en medio del grupo (Mt. 18,20), su presencia sobrenatural no excluye los medios humanos (Const. 814), por ejemplo, las exigencias de una dinámica grupal (observación, eva­luación, roles, procedimientos de "experiencia" o de "ta rea", etc.).

Siendo bueno el uso de los medios naturales, nunca se han de convertir en algo absoluto: habrá que u-sarlos siempre "tanto-cuanto" (E. 23): por lo tanto, nun ca podran suplir la primacía de los medios espirituales (observación espiritual, discernimiento, oración privada y comunitaria) y la necesidad de llegar hasta el fondo del discernimiento (E. 32).

Ni sicologismo, ni angelismo, que son dos ten taciones.

Lo tercero es la disponibilidad a la oración: porque hay que obtener de Dios la gracia de conocer su

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voluntad (Const. 671): no se trata de interrumpir la re­unión, sino de un valor importante de la misma reunión.

Se requieren momentos fuertes de oración, y, además, momentos en los cuales se ponga en común "lo que se ha sentido" en ella.

Incluso el examen particular (E. 24) ayudará: si se aplica a la observación de nuestro comportamiento en el grupo.

Lo cuarto es la disponibilidad al diálogo: en lo que tiene de comuniacion, y, sobre todo, en lo que tiene de escucha. Es una forma de amor: porque el amor consiste en la comuniacion (E. 331). No es una discusión: sino un modo de escuchar a Dios a través de los demás.

Para establecer bien el diálogo convendría re cordar lo que recomienda S. Ignacio sobre las relaciones entre el que da y el que recibe los Ejercicios (E. 2,6, -,8,9, etc.).

Hay que aceptar que en una reunión Dios nos ha_ bla no sólo a través de la Biblia y de los Superiores, sino también a través de los companeros. Pero para ser ca paz de percibir su voz hace falta una purificación, como la que exigen los Ejercicios en la meditación de los Bi­narios (E. 149ss) y las tres maneras de humildad (E.167).

Lo quinto es disponibilidad al despojo. Es Dios quien nos despoja, imponiendo dejar algo para dar lugar a lo nuevo.

S. Ignacio habla de buscar a Dios: pero hay un buscar-tener (E. 16) y un buscar-quitar (E. 155): por nuestra parte es más seguro buscar dejando que buscar te­niendo: tanto más adelantaremos cuanto más salgamos del amor sensual, carnal y mundano (E. 189). Es la teología del Éxodo; la teología de la cruz; de la Alianza.

Si alguno del grupo no esta en esta disposi­ción, el grupo entra en crisis; pero esta "muerte" puede ser para resurrección (Cfr. Jn. 11, 14-15). Es difícil lograr en un grupo numeroso esta actitud de fe.

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Lo sexto, es necesario que haya un observador espiritual, como en los Ejercicios. No basta un observa­dor sociológico, como en una simple dinámica grupal, si­no un clarificador espiritual del grupo.

Una de sus principales funciones es ayudar a la integración del grupo. Y hacer caer en la cuenta al grupo, en el momento oportuno, de su necesidad de oración.

Finalmente hay que aceptar el ritmo de la re­unión: sin que se precipite la desbandada y sin que se quemen las etapas necesarias para una maduración de deci siones. Pero, también, respetando el ritmo de evolución de las Instituciones y de las personas.

El autor remite a otros artículos suyos donde ha explicado también el numero de componentes del grupo, las condiciones para que haya votaciones y los procedi­mientos propios de cada reunión.

II. EL "PARA QUE" DE UNA REUNIÓN

- Existe un objetivo espiritual genérico en toda reunión, del tipo de la que ahora explicamos: "buscar y hallar la voluntad de Dios".

Esta voluntad se refiere a la Historia del "Pueblo de Dios", a cada "individuo" en particular y, tam bien, a los "grupos y comunidades" en los cuales se es­tructura el Pueblo de Dios.

Por tanto, es justo que un grupo se reúna para interrogarse qué quiere Dios del grupo en cuanto tal.

Este es el primer"para qué" de una Reunión.

- Pero existen además algunos objetivos especí­ficos de cada reunión.

El primero es la comunicación espiritual entre

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los miembros del grupo. El segundo la elaboración de un mensaje espi­

ritual para otros, que no han participado en la Reunión. El tercero la adopción de una decisión espiri

tual de uno o mas miembros del grupo. Si lo que pretendemos es tomar una decisión

espiritual, es preciso pasar por la comunicación espiri­tual y la elaboración del mensaje; porque hay que comen­zar tomando conciencia de la Historia de salvación, que se está viviendo en una circunstancia concreta (mensaje espiritual) y esta Historia hay que vivirla como algo com partido (comunicación).

Pero se puede elaborar un mensaje y estable­cer una comunicación, sin que se llegue a tomar una deci­sión.

En lenguaje de dinámica de grupo, el mensaje supondría una reunión de "tarea", mientras que la mera comunicación supondría una reunión de "experimentación".

Lo importante es que al comenzar cada grupo se pregunte, reflejamente cuál es el objetivo especifico que se propone, consciente de sus limitaciones impuestas por la brevedad del tiempo de que se dispone.

- Veamos en particular las exigencias que lije va consigo cada una de estas tres clases de Reuniones:

1. La comunicación espiritual en grupo

Su forma más elemental es la información compa_r tida entre los miembros del grupo. Pero la información es solamente el punto de partida de un diálogo abierto a ser interrogado e incluso a ser criticado. Es indispensable, por consiguiente, una actitud abierta. Para manifestar la situación presente, y también para reflexionar sobre el

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proceso que ha creado esta situación.

Esta comunicación espiritual está especialmen te recomendada en las Constituciones "para la conserva­ción y aumento de la Compañía" (Const. 821): como camino para conseguir la "unión de las voluntades" a nivel de cuerpo universal y de los órganos de la Compañía (Provin cias, Casas).

Se trata de formar un grupo de "experiencia", más que de hacer una "tarea": porque no se trata tanto de "hacer algo", como de "ser algo": "el buen ser de la Com

-** ir pama .

S. Ignacio recomendó los medios de comunicación de su tiempo: las cartas. Se adelantó con su ejemplo dic­tando su propia Autobiografía. Recomendó la frecuente comunicación entre los Superiores (Const. 673-676).

Nosotros disponemos hoy, además, de otros me­dios de comunicación, que permiten más fácilmente la "u-nion personal" (Const. 655) que deben tener como modelo el estilo de comunicación, que el mismo S. Ignacio propo­ne para la Congregación General. Ni podemos tampoco des­conocer las "técnicas" de comunicación, en las cuales de­bemos reconocer un "signo de los tiempos".

2. La elaboración en grupo de un mensaje espiritual

Supone la comunicación, pero este tipo de Re­unión da un paso más.

Una Reunión donde se ha establecido verdadera comunicación es un lugar privilegiado para la comunica­ción de Dios y también para la comunicación con los au­sentes, los cuales están, en cierta manera "re-presenta dos".

Puede haber tres clases de mensajes:

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a) la comunicación de la experiencia vivida: generalmente lleva consigo un itinerario "pascual" de muerte y resurrección;

b) el redescubrimiento y conocimiento mas in­timo de las fuentes de la Iglesia, de la Compañía;

c) declaración de una orientación de futuras decisiones: aunque no siempre sea necesa­rio.

No se puede decartar la posibilidad de que Dios comunique un mensaje particular a un grupo: al fin y al cabo, no es otra cosa que una participación de aque lia sabiduría que Dios da a cada uno (Cfr. Sab. 7, 13-14).

Esta comunicación a los demás ofrece dos ven­tajas: por una parte compromete al que la trasmite; por otra confirma en la fe y en la esperanza a los demás.

Z. La decisión espiritual grupal

Es, desde luego, una finalidad más compleja y difícil y, como hemos dicho antes, no indispensable en cualquier reunión de grupo.

Una decisión grupal se llama así o porque se trata de la decisión tomada en un grupo, aunque sea pro­pia de uno o más miembros del mismo; o porque la toma el grupo en cuanto tal.

Si un individuo o varios toman una decisión en el grupo no debe sentir violentada su libertad, sino todo lo contrario: deben sentirse apoyados por el grupo, para ser más libres. Porque la comunicación, como en o-tras circunstancias la soledad,es lugar privilegiado pa ra el encuentro con Dios.

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Si el grupo como tal va a decidir es preciso que este bien integrado. La Iglesia toma decisiones gru_ pales en los Concilios. La Compañía en las Congregacio­nes Generales. Pero no solo. También los grupos pueden tomar decisiones. Incluso cuando el Superior tiene que decir libremente la última palabra.

Pero para que una decisión grupal se tome con discreción hacen falta algunas condiciones. En cierto sen tido son más fáciles que las que se exigen para una de­cisión personal; pero en otro sentido son más difíciles.

También es más fácil a un Superior dejar sin confirmación una decisión privada, que una decisión gru­pal .

Pero la dificultad no nos debe desanimar del intento de hacer una verdadera decisión grupal. Hace fal_ ta discreción, también para saber cuáles son los temas • que hoy conviene someter a una decisión grupal.

Cuando se trata de tomar una decisión grupal, las condiciones, tanto personales, como grupales han de ser más exigentes.

Por lo pronto todo cuanto se requiere para una reunión de comunicación y de elaboración de un mensaje.

Pero, además, se requieren las otras condicio­nes "para hacer una sana y buena elección" (E. 175).

Se requiere, finalmente, la "confirmación": que será la aprobación de la autoridad eclesiástica, a la cual se debe preceder o una simple propuesta del grupo, o una representación, pidiéndole que cambie una posición ya ad­optada por la autoridad; o una objeción de conciencia, cuando se cree que la decisión del superior supondría pe­cado. Esta ultima puede conducir a situaciones dolorosas por parte del superior y del subdito: pero puede ser tam­bién una experiencia salvífica.

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III. EL "COMO" DE UNA REUNIÓN

Se limita el autor a sugerir que las Reuniones tienen ciertos momentos clave: Plenarios, formales o infor males; grupos formales; celebraciones de la Palabra y Con celebraciones Eucarísticas; soledad en sus diversas for­mas; tiempos libres.

IV. CONCLUSIÓN

El autor nos confiesa, brevemente antes de con cluir, que el origen de este escrito ha sido la experien­cia vivida por los Jesuítas de Argentina: ha querido re­cordarles! lo que ya han vivido en varias ocasiones o com­partir esta experiencia, con los que nunca han participa­do de ella.

Se trata de una experiencia inspirada decidida_ mente en los Ejercicios Espirituales: los que hemos sido formados en la escuela ignaciana no podemos menos de tra¿ poner al grupo la búsqueda incesante de la voluntad de Dios, que hemos aprendido y ejercitado a nivel personal, dentro de los Ejercicios.

Finalmente ha querido ensenar una experiencia, que no se podrá comprender del todo, hasta que no se realice en un ambiente decididamente espiritual y en la que será muy recomendable la presencia de un "observador" no meramente sicológico, sino verdaderamente espiritual, que ensene a reconocer lo que hay dd "ángel bueno" y del "ángel malo" en cada uno de nosotros, y en medio de la reunión.

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M E S A R E D O N D A

SOBRE LA PEDAGOGÍA

D E L D I S C E R N I M I E N T O C O M U N I T A R I O

EN LA COMPAÑÍA

El día IS de febrero 1975 se ha ce­lebrado en el Centro Ignaciano de Es­piritualidad una Mesa Redonda para es­tudiar algunos aspectos de la Pedago­gía del discernimiento comunitario en la Compañía.

Los componentes del grupo represen­taban, de alguna manera, la Asistencia de Italia, Norte América, América La­tina Septentrional, España e Inglate­rra.

D; jespues de una información acerca de la expe­riencia de cada uno sobre la pedagogía del dis_ cernimiento, la conversación se desarrolló con

espontaneidad y se trataron varios temas, que procurare­mos ordenar en los siguientes capítulos.

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1. DIFICULTADES CON QUE TROPIEZA ACTUALMENTE

EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO EN LA COMPAÑÍA

Unánimemente se reconoció, que no obstante la importancia del discernimiento comunitario, en la Compa­ñía hay todavía una formación escasa y se tropieza en la práctica con numerosos prejuicios y dificultades.

Se aludió expresamente a los siguientes capítu los de dificultades, que convendrá tener presentes,al in tentar aplicar una pedagogía para promover el discerni­miento :

1.1. Dificultades de carácter general se en­cuentran fuera y dentro de la Compañía. Por ejemplo:

- Dificultad en comprender claramente lo que se quiere expresar con esta palabra', se reconoce que la realidad que se trata de designar con este concepto es muy compleja: pero se insiste, sobre todo, en su esencia, es decir, el esfuerzo común por buscar y hallar la volun­tad de Dios y "vida según el Espíritu", es decir, docili­dad a la acción que en nosotros ejerce el Espíritu Santo.

- Dificultad de usar la palabra apropiada para designar esta realidad: se hablo de "discernimiento", de "deliberación" y alguno apuntó "conciencia crítica", o "intercambio espiritual". Todas las palabras pueden ori­ginar confusión para designar una realidad tan compleja y tan amplia; pero se insistía en que más importante que la palabra es la realidad que se intenta designar.

- Dificultad en conjugar los diversos elemen­tos que integran el discernimiento comunitario: elemen­tos humanos (sociológicos y sicológicos) y sobrenatura­les; intelectuales y afectivos; personales y comunitarios. Lo cual nada tiene de extraño, si se tiene en cuenta la definición que da ya del discernimiento espiritual en S.

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Pablo, Gerard Therrien, C.SS.R: "un acte a la fois un et complexe, humain et divin, personnel et ecclésial, 'en situation' et insere dans l'unique dessein de salut, vis-sant a 1'édification des freres et ordonne a la gloire de Dieu, accompli dans le temps mais participant deja au Ju-gement eschatologique" {Le disoernement dans les écrits pauliniens, fitudes Bibliques, Gabalda, Paris 1973, pp. 292).

- Alguno presentaba la dificultad de relacio­nar el discernimiento personal y oomunitario, como si a-quél fuera el único verdadero discernimiento. Nos pare­cía, sin embargo a todos, que el discernimiento comunita­rio presupone el discernimiento personal, es analógico respecto a el, pero ofrece nuevos elementos (motivacio­nes, luces, aspectos del problema como fruto de la acción del Espíritu), que no son simplemente la suma de los dis­cernimientos personales, sino nuevos fenómenos de conso­laciones y desolaciones grupales, que pueden ayudar al grupo en su decisión.

- Dificultad en reconocer los signos de la vo­luntad de Dios: algunos habrían pensado que la voluntad de Dios se manifiesta sólo en el fondo de la conciencia o a través de los Superiores; pero comprobamos también que hoy día somos particularmente sensibles a la volun­tad de Dios, manifestada a travis de la comunidad o a tra ves de algunos de los miembros de la comunidad: es este uno de los valores del discernimiento comunitario, aunque el camino resulte a veces más largo y necesite una con­firmación por parte de la autoridad.

1.2. Otras dificultades proceden de la aplica­ción del discernimiento comunitario dentro de la estruc­tura de la Compañía.

Prescindiendo de otras dificultades que se han expresado y de las cuales se tenia noticia por parte de los participantes en esta reunión, nosotros insistimos, sobre todo, en los siguientes aspectos:

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- La comunidad de la Compañía es una comunidad apostólica: ello implica la misión recibida del Superior (Cfr. P. VII, ce. 1 y 2), decisiones rápidas, según las necesidades de los prójimos y movilidad, que no debe ser coartada con frecuentes reuniones (P. VIII, c. 2, n. 1 L677]). Sin embargo, prescindiendo de cuándo se hayan de celebrar las reuniones, se reconocía que no se pueden evitar y menos hoy, algunas reuniones de los jesuítas; que cuando estas se celebren habrán de hacerse de tal mo do que se fomente la sumisión a la acción del Espíritu; y que éstas formas de reunión, por las mayores facilida­des de comunicación y por la gravedad y frecuente muta­ción de los asuntos, habrán de ser hoy más frecuentes que antes. Se trata, pues, no de multiplicar las reuniones, sino de hacerlas mas eficaces y más espirituales en una actitud de apertura y libertad.

- La tradición secular de la Compañía no pare­ce favorecer la práctica del discernimiento espiritual comunitario: ya desde la fundación de la Compañía pare­cen interrumpirse aquellas formas de discernimiento, con que, hasta entonces, se habían tomado siempre las deci­siones entre los primeros companeros. Algunos fuera del grupo,piensan que esta supresión del discernimiento comu nitario en nuestras comunidades fué una medida radical tomada por S. Ignacio después de la fundación de la Com­pañía, como si se tratase de algo contradictorio con nuestro espíritu, o al menos peligroso, por la facilidad con que pueden crearse divisiones entre los subditos o entre los subditos y los superiores, o como algo que com­promete el carácter monárquico del gobierno de la Compa­ñía, introduciendo formas capitulares, ajenas a nuestro Instituto.- Pero otros creen (y con ellos todos los par­ticipantes del grupo) que convendría estudiar mejor la conducta de Ignacio a este respecto, puesto que nunca eljL minó del todo las Consultas. Que se deben estudiar mejor las Constituciones, donde hay elementos importantes para' reconocer el estilo del discernimiento, por ejemplo, en el desarrollo de la Congregación General, y que se debe reconocer la evolución viva de la Compañía, en la cual, sin ponerse en duda el derecho del Superior, para con-

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ferir la misión y para decidir, debe , sobre todo, en las presentes circunstancias, consultar mas a sus companeros y garantizar que esto se haga en un clima espiritual, de libertad y de responsabilidad, tanto por parte de los subditos, como de los superiores, en lo cual consiste, precisamente, el discernimiento comunitario.

1.3. Otro capítulo de dificultades proviene de la valoración negativa que se hace del estado de los miem bros de nuestras comunidades y de nuestras comunidades como tales. Se habló de "subdesarrollo":

- "Subdesarrollo" de algunos miembros de nues­tras comunidades, que no han asimilado suficientemente el espíritu de los Ejercicios, la experiencia espiritual, la práctica del discernimiento personal y aquellas dispo­siciones indispensables para un buen discernimiento: la indiferencia, la libertad cristiana, la humildad para a-prender de los demás, la conformidad con el espíritu de Jesucristo, la docilidad a la creatividad imprevisible del Espíritu; la facilidad en aplicar los métodos de elección. Prescindiendo de la objetividad de estas apre­ciaciones, nos parecía a todos, por una parte, que el dis cernimiento espiritual es indispensable para el discerni­miento comunitario; y la necesidad de hacer el discerni­miento personal, nos exigiría la adquisición de estas condiciones, o al menos, una oportunidad para reconocer humildemente nuestras deficiencias e intentar conseguir­las prácticamente con la modesta tentativa de un verdade­ro discernimiento comunitario.

- "Subdesarrollo" de algunas de nuestras comu­nidades, en las cuales falta, decían algunos, la apertura y la trasparencia; la paz que supera el temor y la turba­ción; la comunicación mutua de experiencias y de objeti­vos; la colaboración paciente en la construcción de la verdad; la fe para descubrir mas allá de las apariencias humanas los dones de Dios en nuestros hermanos y la pre-r sencia del Espíritu, que habla y obra a través de ellos, no obstante sus deficiencias. Prescindiendo, como hemos

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dicho antes, del juicio de valor de estas afirmaciones, pensábamos que el discernimiento comunitario debiera es­timular y favorecer la trasformación de estas condicio­nes en la comunidad y que no seria precise aguardar a que estas disposiciones fueran perfectas para empezar un discernimiento, con tal que la comunidad fuese conscien­te de sus deficiencias e intentara superarse.

1.4. Todavía se habló de otras dificultades que provienen de la experiencia negativa de algunas co­munidades (provinciales, locales) a proposito de ciertos encuentros, mal llamados, "discernimiento comunitario".

- Experiencia negativa proveniente de que só­lo se han hecho ensayos experimentales de discernimiento, que no se han aplicado a las comunidades reales, donde las tensiones son más graves, que las que pueden surgir en un grupo experimental.

- Experiencias negativas, provenientes, o de haber tratado un tema sobre el cual no existía previamen te una información suficiente, o acerca del cual hablan tomado los miembros de la comunidad, o los Superiores posiciones previas irreformables; o sobre el cual se ha­blan experimentado maniobras ocultas; o en el cual habían empleado un tiempo desproporcionado con los resultados obtenidos; o habían intentado, por el contrario, conse­guir a plazo fijo resultados, que hubieran exigido más larga maduración; o por haberse acentuado más con esta ocasión las diferencias existentes en el grupo o la di­vergencia entre la comunidad y el superior.- No podía­mos negar la existencia lamentable de algunas de estas experiencias, que han suscitado en algunos jesuítas pre­juicios, difíciles de superar. Sin embargo, nos parecía a todos que estas dificultades no provenían del discerni­miento espiritual comunitario en cuanto tal, sino, o de no haberse entendido lo que en realidad significa el ver­dadero discernimiento, o de no haberse facilitado una pe­dagogía o una metodología apropiada. Por eso nos confir­mábamos en la necesidad de clarificar más a los jesuítas

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lo que es el discernimiento y de contribuir con una peda­gogía eficaz a ponerlo en práctica.

2. FUNDAMENTOS DEL DISCERNIMIENTO

ESPIRITUAL COMUNITARIO

No podíamos intentar en un tiempo tan limitado ser metódicos ni exhaustivos. Sin embargo, se subrayaron algunos aspectos importantes acerca del fundamento del discernimiento comunitario.

2 . 1 . Se hizo notar que el discernimiento espi ritual a nivel personal encuentra su fundamento en la existencia cristiana: porque la presencia del Espíritu en nosotros constituye la norma del discernimiento. El mis­mo Espíritu está también presente en los demás, influyeri do con dones diversos y complementarios, que merecen núes tía atención y nuestro respeto y que están ordenados mis­teriosamente a producir la unidad (Cfr. I Cor. 12-14).

Esta variedad y diversidad de dones del Espíri­tu se manifiesta, no solamente en el Cuerpo de la Igle­sia, sino también en aquellos grupos de cristianos llama­dos a desempeñar una misión particular dentro de la Igle­sia, por ejemplo la Compañía de Jesús: por tanto, el re­conocimiento de esta acción variada del Espíritu en noso­tros podrá contribuir a construir la unidad en la varie­dad y en la complementariedad.

Esta acción del Espíritu en nosotros se mani­fiesta, sobre todo, por la infusión de la caridad: ahora bien, la caridad fraterna nos debe hacer en la teoría y en la praxis capaces de apertura y de cordial comprensión para con los demás, lo cual nos dispondrá especialmente al discernimiento (Fil. 1, 9-11), nos hará captar, como

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por connaturalidad, la acción de Dios en los otros y nos hará humildes para ayudar y ser ayudados por los demás.

La comunidad que, en cada uno de sus miembros y corporativamente está animada por el Espíritu de Jesús, hallará muchas maneras de relacionarse internamente en la búsqueda de la voluntad de Dios: por medio del intercam­bio fraterno, en ambiente de verdad, de libertad, de res­ponsabilidad y de caridad; de evaluar la acción, que Dios está realizando en nosotros y la colaboración que debemos prestarle; de las decisiones comunes que habrán de tomar­se en orden a representar a los superiores, o a ejecutar un proyecto.

2.2. Nos parecía también que el discernimiento espiritual comunitario podía decirse que era verdadera­mente ignaciano.

No se puede dudar de su parentesco con los Ejer_ cicios espirituales: puesto que se basa en él discerni­miento personal , aprendido en los Ejercicios y lo utili­zaron ya los primeros companeros desde el principio, tra­tando de aplicar al grupo el mismo arte, que había ejercí tado en la soledad de los Ejercicios, como resulta evi­dente en la Deliberación de 1539.

Nos parecía también que los Ejercicios prepa­ran al ejercitante para la comunicación, al hacerle refle_ xionar y expresar su propia experiencia interna y al po­nerle en comunicación con un guía espiritual. Esta capa­cidad de concientizacion y de comunicación, aunque sea de uno con uno, ayudará luego a la comunicación en el e-jercicio del discernimiento comunitario.

Nos parecía, ademas, que no podía considerarse el discernimiento comunitario ajeno a la misma naturaleza de la Compañía, por varias razones: la primera, porque es_ tando tan directamente emparentado con la espiritualidad ignaciana, no podría menos, a priori, de estarlo también con la Compañía, que es la heredera de esta tradición; la

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segunda, porque los jesuítas deben ser "hombres espiri­tuales" después de haber pasado por tantas y tan largas probaciones (Const. P. VI, c. 1, n. 1 [547]), y, por tan to, deben estar animados de la discreta caridad y dis­puestos a correr por la vía del Espíritu. Ahora bien, hombres tales son los que se necesitan para un discerni­miento comunitario; la tercera, porque aunque S. Ignacio recomienda la uniformidad, sabe que ésta nunca será to­talmente posible en la Compañía, sino que la unidad ne­cesaria y esencial a la Compañía (Const. P. VIII, n. 1 [655]) se ha de conseguir principalmente (ibidem, n. 8 [671]) por medio de la caridad, y a través del ejercicio de dones diferentes y por medio de relaciones mutuas en­tre las cuales no puede excluirse la investigación común de la voluntad de Dios, en que consiste precisamente el discernimiento comunitario. Nos parecía descubrir en cuarto lugar, elementos de discernimiento en el modo de hacerse la "unión personal" de la Compañía en las Congre_ gaciones CP. VIII, c. 2 [677ss]), que ha de ser el mode­lo de otras reuniones de la Compañía (Cfr. P. IV, c.6, I [811]); en el modo de mandar de la Compañía, que ha de ser una "diakonia" del Espíritu, que no desecha ningún me dio sobrenatural ni humano (Const. 2, 3 [813-814]); final_ mente en quinto lugar, la comunidad apostólica de la Com­pañía ha de ser, como reconoce la C.G. XXXI (dec. 19, nn. 2, 3), una comunidad de búsqueda de la voluntad de Dios, lo cual es precisamente el objeto del discernimien­to., Finalmente, en sexto lugar el discernimiento comuni­tario, como expresaba uno de nosotros, debe ser el alma de una comunidad ignaciana apostólica, que vive en la o-bediencia al Espíritu, cuyo instrumento principal debe ser, precisamente, el Superior.

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3. COMO AYUDAR A LA COMPAÑÍA A EJERCITARSE

EN EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL COMUNITARIO

En el grupo hubo un ambiente de esperanza de que la Compañía sabría aprovechar la oportunidad de la Congregación General XXXII para iniciarse mas y para a-plicar el verdadero discernimiento, con flexibilidad de métodos en algunas de nuestras reuniones comunitarias, es decir, cuando colectivamente hemos de plantearnos lo que quiere concretamente Dios de nosotros. Para conse­guirlo mejor se sugirieron los siguientes medios:

3 . 1 . Se reconoció la necesidad de crear con­diciones humanas sicológicas y sociológicas, que permitan edificar la experiencia espiritual. Reconociendo los lí­mites de esta base humana en orden a la experiencia espi­ritual del discernimiento, se comprendió por casi todos, que era casi indispensable. Esta base humana supone madu­rez sicológica personal y relaciones grupales sanas, que se pueden favorecer incluso con alguna dinámica de grupo o con otros medios; pero insistiendo todos en la necesi­dad de advertir que el discernimiento espiritual, aun su­poniendo estas condiciones, es algo esencialmente dife­rente.

3.2. Sobre esta base humana, es preciso fomen­tar la verdadera experiencia espiritual', es decir, reco­nocer la acción de Dios en nosotros y aprender a compren­der el sentido de sus mociones. Para esto es preciso, no sólo haber hecho una vez los Ejercicios, sino reactivar en nosotros la práctica de la indiferencia-libertad, de la adhesión a los criterios evangélicos, de la trasparen­cia espiritual, de la familiaridad con'Dios, de la elec­ción espiritual, etc.

A esto deben contribuir los Ejercicios de cada ano, pero especialmente los que se hagan ahora para poner en práctica las decisiones de la Congregación General.

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Estos Ejercicios podran servir, ademas de un mo do mas directo a iniciar en el discernimiento comunitario si en algunas ocasiones, se hacen por grupos de jesuítas que tengan que tomar juntos algunas opciones; o si apro­vechando las disposiciones personales renovadas en los Ejercicios, se dedican luego algunos días a estudiar las decisiones comunitarias exigidas por la aplicación con­creta de la Congregación General.

3.3. Ayudará también la lectura atenta y la a-similación de las Constituciones, sobre todo en cuanto se refiere a la formación del hombre espiritual, que procede según la ley interior de la caridad, con discreta caridad y con la unción del Espíritu Santo y que aspiran a ser instrumentos en las manos de Dios.

Una lectura de las Constituciones "según el Es­píritu" nos ayudará también a conocer el sentido de la "representación" a los Superiores, de la consulta de los superiores, del trabajo en equipo y del modo de proceder, cuando las personas de la Compañía se reúnen: todo lo cual nos debe ayudar a vivir en el clima de un verdadero dis­cernimiento comunitario, de acuerdo con las Constituciones.

3.4. También los Superiores podrán recordar en una lectura de las Constituciones el modo de fomentar en sus comunidades el discernimiento: conscientes, por una parte, de su responsabilidad y, por otra, de la necesidad de escuchar el parecer de los demás y de respetar los do­nes de Dios en cada uno, para el mayor servicio de su Di­vina Majestad, sabrán ejercitar un gobierno "espiritual", como se describe en las Constituciones, el cual no puede prescindir de la colaboración y la escucha de sus compa­neros .

3.5. Importa ser prudentes en la elección de los temas que se han de someter a discernimiento comúnita rio: es decir, que han de ser temas de interés para la comunidad, sobre los cuales tenga la comunidad suficiente información y sobre los cuales no se sabe sinceramente que solución tomar. Se sabe, sin embargo con claridad,

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cual es la competencia que tiene la comunidad, sea de me ra representación o de decisión, según los casos. La cía ridad y lealtad acerca de los temas sobre los cuales se va a discernir en comunidad es indispensable, si se quie ren evitar frustraciones inútiles.

3.6. Conviene aplicar métodos de trabajo ági­les y adaptados, según el fin que se propone cada gru­po, porque hay discernimientos en los cuales se pretende solamente un intercambio fraterno, o fomentar la creati­vidad acerca de las soluciones posibles, que pueden apli carse en la solución de un problema, o evaluar la situa­ción de la comunidad, o tomar opciones concretas. Exis­te un "arte" para llegar a conseguir el objeto que se propone el grupo.

3.7. Un discernimiento exige un tiempo gene­ralmente largo, de maduración. Si se decide el grupo a plantearse un discernimiento, ha de tener paciencia para llegar a madurar su decisión, aunque exija sacrificios. Es preciso mantener un ritmo entre la precipitación y la lentitud excesiva.

3.8. Hay que ensenar a aplicar las normas de S. Ignacio para los tres tiempos de elección, porque ha­brá que utilizar unos y otros,según las condiciones en que se encuentra el grupo. Generalmente, cuando (como es de desear) el discernimiento dura algunos días, los tiem pos de elección se suceden uno después de otro, y es pre ciso aplicar sucesivamente los distintos métodos.

3.9. Se ha comprobado el valor pedagógico del documento de la Deliberación de los Primeros Padres y del Diario espiritual de San Ignacio, para aprender el disce_r nimiento personal y comunitario. Se aconseja el estudio

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directo de estos textos, aunque no siempre convenga se­guir exactamente el mismo método.

3.10. Se insistió en la necesidad de crear un clima espiritual en la comunidad, para hacer un verdade­ro discernimiento. Este clima supone oración, comunica­ción espiritual, reconocimiento de la presencia de Dios en los demás, confianza en la acción del Espíritu en el grupo y en los que tienen autoridad sobre el grupo. La caridad entre los miembros del grupo, fruto de la acción del Espíritu Santo, acrecentará la capacidad del grupo para discernir personal y comunitariamente.

3.11. La unanimidad puede ser signo de haber encontrado la voluntad de Dios, pero no siempre, porque puede haber un error, a pesar de la unanimidad del gru­po, y puede encontrarse la verdad, a pesar de que en el grupo permanecen diversas opiniones. Lo que importa es el reconocimiento de un signo claro de haber encontrado la voluntad de Dios, a través de la dinámica espiritual del grupo, o a través de los medios jurídicos por los cua les es preciso buscar una solución (v.g. votaciones) o por la confirmación que se experimenta y produce después de haber tomado una solución provisoria, en la paz espi­ritual del grupo o en la aprobación de la autoridad com­petente, como se aprecia claramente en el documento de los Primeros Companeros.

3.12. Finalmente, se convino en que era preci so aprovechar la Congregación General XXXII como un mo­mento providencial para aplicar el discernimiento comuni tario. Y que debia insistirse todavía en el estudio de algunos puntos particulares, que merecían una investiga^ cion mas profunda, por ejemplo: el papel del Superior en el discernimiento; las Constituciones como criterio obli-

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gante de discernimiento; influjo de los condicionamien­tos sicológicos y sociológicos en el discernimiento es­piritual, etc.

Hemos sido todos conscientes de que en tres h£ ras de conversación espontánea no era posible abarcar los complejos problemas que encierra el discernimiento comunitario y su pedagogia.

Pero estas modestas reflexiones las ofrecemos ahora fraternalmente como punto de partida para un estu­dio más profundo, y, sobre todo, para una aplicación mas practica.

Participaron en este Coloquio:

- P. Robert Faricy (Wisc.)

P. Armando Gargiulo (Neap.)

- P. Gilíes Cusson (Gall.Can.)

- P. Edgardo de la Peza (Mexic.)

- P. Luigi Romano (Neap.)

- P. Mario Castelli (Ven.Med.)

- P. Luis González (Tolet.)

Sor Jean-Francoise de Jager

C O L O Q U I O SOBRE EL ESPÍRITU SANTO

EN LAS C O N S T I T U C I O N E S

(Resumen de una Mesa Redonda)

El Espíritu Santo tiene una impor­tancia decisiva en el "discernimiento espiritual". Por eso3 hemos querido referir aquí el resultado de una "me­sa redonda" celebrada recientemente en Roma sobre este argumento en rela­ción con las Constituciones de la Com_ pañía.

Nuestro Coloquio del 5 diciembre 1974 ha parti­do de dos constataciones:

- el tema del Espíritu Santo en la espirituali­dad ignaciana ha sido poco estudiado:

Ogara, Florentino S.J.: LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO REFLEJADOS EN EL LIBRO DE LOS EJER­CICIOS. Manresa, 10 (1934) pp. 40-48.

Lewis, Jacques S.J.: LE GOUVERNEUENT SPIRITUEL SELON SAINT IGNACE DE L0Y0LA. Montreal, Desclée de Brouwer, 1961 pp. 139.

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Lofy Cari, S.J.: THE ACTION OF THE HOLY SPIRIT IN THE AUTOBIOGRAPHY OF IGNATIUS OF LOYOLA (P.U.G., 1965) Inédita.

Marchand, Ligia Reí. Cenáculo: ESPÍRITU SANTO EN LOS EJERCICIOS DE S. IGNACIO DE LUYÓ­LA. Tesis inédita dirigida por el P. Iri-née Hausherr S.J. en el Instituto Regina Mundi (Roma, 1967).

- la actualidad del tema del Espíritu Santo en la teologái actual y en la pastoral: basta recordar el ambiente que ha rodeado el IV Sínodo de los Obispos, el reciente discurso de Paulo VI a la CG. XXXII, que alude frecuentemente al Espíritu Santo, la carta personal en el mes de Junio 1974 y los discursos del PG. a los Elec­tores al principio de la Congregación General.

Para ayudar a la reflexión sobre el tema pro­puesto para el diálogo, se facilitó con antelación a to­dos los invitados el texto de las citas de las Constitu­ciones que se refieren al ESPÍRITU y las referencias de otros textos, donde se menciona el adjetivo ESPIRITUAL en las Constituciones.

A través del Coloquio se pudieron distinguir tres grandes capítulos de ideas.

1 . TEXTOS EXPLÍCITOS DE LAS CONSTITUCIONES, QUE SE REFIERE AL ESPÍRITU SANTO

Sin excluir otros textos, que evidentemente, se refieren al Espíritu Santo, la atención se fijó so­bre todo en la exégesis, de dos citas principales:

1. La interior ley de la caridad y del amor que el Espíritu Santo escribe e Imprime en los corazo­nes . (Proemio de las Constituciones, 137)

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Se insiste en la importancia fundamental de este texto, que se ha de interpretar según la doctrina de S. Pablo y la interpretación de Sto. Tomas.

Se refieren, fundamentalmente, a los textos: Rom. 2,29; 3,27-31; 5,5; 7,14; 8,2; 8,14-17; 2 Cor. 3, 3-18; Hb. 8, 8-12; 10, 16-17; Gal. 5,22-25, y a los correspondientes comentarios de Sto. Tomas. Textos que hay que interpretar a la luz de Jer. 31,31 y de Ez. 36, 26-27, que tratan de la nueva Alianza en la cual la ley sera no algo exterior, sino, sino interiormente grabado en el corazón. Esta ley interior es la "ley nueva", la ley de la caridad", "la fe que obra por la caridad"(Gal 5,6), es decir, la acogida que nosotros hacemos de la vida divina, que se nos comunica por la caridad, y que trasforma nuestra vida. Es el mismo Espíritu Santo en nosotros, según el comentario de Sto. Tomás en estos pasajes. Este Espíritu nos "liga", "alligatus spiritu" (Act. 20,22, puede ser una defición del cristiano, por­que aun respetando nuestra libertad siendo El Dios, nos mueve desde el interior de nosotros mismos: asi explica Sto. Tomás la ley nueva que no obra por medios de pre­ceptos y documentos, sino por la gracia. (Cfr. 1-2, q. 106 a.l). Con razón S. Ignacio concede mucha más impor­tancia a esta ley interna, que a las prescripciones ex­ternas, que se contienen en las Constituciones.

Cfr. Lyonnet, Stanislas S.J.: L'OPPOSITION ENTRE "LA LETRE ET L'ESPRIT" A LA LUMIERE DE L'INTERPRETATION DE SAINT TEGUAS. Communication au Congres Interna­tional pour le Vlle Centenaire: Rome-Na-poles, avril 1974. Reedition Completée.

2. "La unción del Espíritu Santo" S. Ignacio se refiere a ella en las Constituciones (P.IV,c.9,n.2 /417/; P. VII, c.2,F /624/) y frecuentemente en sus car­tas (vgr. al Emperador Claudio de Etiopía y al P. NÚnez

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Barreto). Generalmente emplea esta expresión refiriéndo­se a los Superiores cuando ejercían el gobierno y la mi­sión. Alude también a la discreción espiritual y pruden­cia, que le ayudaran en el ejercicio de la autoridad. Al­guno interpretaba esta expresión como signo de la "suavi­dad" con la cual el Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestra vocación; pero los Escrituristas descubren en es­tas palabras una evidente alusión a San Juan (1 Jn. 2, 20,27), con cuya imagen no sólo se expresa la "luz" y el "calor" espiritual que produce la acción del Espíritu, sino principalmente la palabra de Dios, en cuanto asimi­lada de un modo personal por obra del Espíritu, conver­tida asi en criterio vivo de discernimiento. Asi el ele­mento objetivo del discernimiento es siempre la Palabra de Dios, el Evangelio, Cristo pobre y humilde, tal como se presenta en los Ejercicios, pero en cuanto que esta Palabra es escuchada, acogida* interiorizada subjetiva­mente por la acción particular del Espíritu en nosotros. El Espíritu no obra sin la Palabra; pero tan poco la Pa­labra vale nada sin la acción del Espíritu.

Cfr. de la Potterie, Ignace: L'ONCTION DU CHRÉTIEN PAR LA F0I. EN LA VIE SELON L'ESPRIT, C0NDITI0N DU CHRÉ­TIEN. París.Cerf, 1965, pp. 107-167.

3. Aunque no se trata de un texto de las Cons­tituciones, varios se refirieron, como a un texto funda­mental a la Fórmula del Instituto y a las frecuentes a-lusiones al Espíritu Santo que allá se hace. Se insistió, en primer lugar, en que después de la afirmación oral de Paulo III, "Spiritus Dei est hic", como refiere Nadal (Cfr. FN I, 312 en los cinco capítulos y en la Formula 154o se habla de "Spiritu Sancto, ut credimus, impelien­te" (1539), (MI. Const. I. p. 15) "Spiritu, ut pie credi-tur, afflati" (1540), (MI. Const. I, p. 25 y a la certeza "Spiritu Sancto afflati" (1550). (MI. Const. I, p. 374). Se hizo notar, en segundo lugar, la acción del Espíritu

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Santo en la vocación particular de cada uno: "secundum gratiam subministratam et gradum proprium vocationis suae" (n.3). De nuevo se habla del Espíritu Santo al tra­tar del cuarto voto, porque, una de las razones para po­nerse la Compañía bajo la especial obediencia del Papa es "ad certiorem Sancti Spiritus directionem" (n.4). Fi­nalmente se habla del Espíritu Santo, como de nuestro "tesoro", que nos permite realizar con su fuerza interior nuestra vocación: "Hoc est, an Spiritus (los cinco capí­tulos y la fórmula de 1540, anadia "Sanctus") qui illos impellit, tantum gratiae polliceatur, ut huius vocatio­nis pondus, ille adiuvante, se laturos sperent" (n. 3). Alguno advirtió que con estas palabras supone S. Igna­cio un diálogo personal con el Espíritu Santo desde el principio de su vocación.

4. Aunque tampoco se refieren directamente a las Constituciones, se señaló la insistencia con que Na­dal al promulgar las Constituciones, hablaba de la expe­riencia personal de Ignacio como fundamento necesario para conocer las Constituciones y para comprender cómo, en lo que se refiere a la fundación de la Compañía, Ig­nacio "ducentem Spiritum sequebatur, non praeibat: ita-que ducebatur quo nesciebat suaviter" (FN II, 252). Por eso, para conocer el Instituto de la Compañía hay que proceder según Nadal, "spiritu, corde, practice". Estas tres palabras, frecuentemente empleadas por Nadal, revelan la acción constante del Espíritu en la Compañía: "Spiritu" se refiere al origen de la Compañía, que es el Espíritu Santo, el cual conserva también, rige y hace caminar adelante a la Compañía por medio de mociones y virtudes infusas; por medio de la ley natural y de las enseñanzas de la Iglesia, de tal manera que seamos capa­ces de caminar espiritualmente (Gal. 5,16).o como dice S. Ignacio por "la vía del Espíritu"; "Corde" alude, se­gún Nadal, a las consolaciones del Espíritu, que susci­tan y mantienen en nosotros el amor y el gusto espiri­tual; "practice" se refiere más bien a la conducta que debemos observar, de acuerdo con lo que amamos, porque no somos meros contemplativos, sino hombres de acción,

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que debemos poner en práctica lo que Dios nos da a sen­tir. (Sobre este triple principio véase v.gr. MHSI, Epp. Nadal, V, 226-230).

Cfr. etiam: Nicolau, Miguel S.J.: JERÓNIMO NADAL. OBRAS Y DOCTRINAS ESPIRI­TUALES. Consejo Superior de Investigacio­nes Científicas. Madrid, 1949, especial­mente pp. 305-317.

2. ALUSIONES IMPLÍCITAS AL ESPÍRITU SANTO EN LAS CONSTITUCIONES

Todos estaban de acuerdo en que S. Ignacio ha­bla relativamente poco del Espíritu Santo, pero también en que su experiencia espiritual y su teología estaba im­pregnada de sus dones y que por eso aduce muchas citas mas o menos explícitas.

1. Una expresión que emplea frecuentemente en las Constituciones es "en el Señor nuestro", que eviden­temente se refiere a nuestra unión con Jesucristo pero que solo puede explicarse por la acción del Espíritu de Jesús en nosotros. Mas aún,se hace notar como desde el "Examen" se intercambian las expresiones "en el Señor" y "en el Espíritu": refiriéndose a hombres que son con­ducidos por el Espíritu y que tienen el Espíritu como norma, más que ninguna otra estructura; aunque cuando ha­bla de estructura, se supone que ésta ha de estar anima­da también por el Espíritu.

2. Se descubren otras semejanzas entre el vo­cabulario ignaciano y el joanneo: para Ignacio el Espí­ritu es un maestro que ensena el discernimiento (Const. P. II, c. 3, A/219/; P. IV, c.8,8, /414/; P. VII, c.2. F /624/), como aparece también en S. Juan: su oficio es ensenar y llevar al conocimiento pleno de la verdad (v. gr. Jn. 14,26;16,13); es una ayuda ("paráclito" en S.

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Juan (14,26; 15,26; 17; 14,16); conduce y hace progre­sar en el camino, que es un aspecto especialmente fami­liar también a Lucas ya sea en la vida publica de Jesús (su camino hacia Jerusalén (9,5), ya sea en los Hechos, donde la Iglesia es conducida por el camino (Act. 9,2; 18,25, 24,22).

La acción del Espíritu aparece en las Consti­tuciones especialmente relacionada con la "misión", que es también un aspecto característico de la acción del espíritu en S. Juan y en S. Lucas con la discreción es­piritual; y se insistía en la necesidad de una mayor reflexión para comprender la relación que existe entre el Espíritu Santo y la "glorificación de Jesucristo", que es el fin de la Compañía. A propósito de la misión en su relación con el Espíritu Santo se citan las pala­bras del "Diario Espiritual" de Ignacio: "Viniéndome otras inteligencias, es a saber, cómo el Hijo primero envió en pobreza a predicar a los apóstoles, y después el Espíritu Santo, dando su espíritu y lenguas los con­firmó, y así el Padre y el Hijo inviando el Espíritu Santo, todas tres personas confirmaron la tal misión" (MI. Const. I, pp. 90-91).

3. Refiriéndose concretamente a S. Lucas, en el Evangelio y en los Hechos, se trató de la acción del Espíritu, sobre todo, en el momento de la fundación de la Iglesia y de las Iglesias particulares; en los momen tos cruciales en los cuales se trata de emprender nue­vos derroteros, y como estímulo ordinario para avanzar por el "camino", que es la vida misma de la Iglesia. De un modo semejante se advierte también en las Constitu­ciones la acción del Espíritu en la fundación de la Com­pañía (Proemio de las Constituciones y Formula del Insti tuto); en la misión encomendada por los Superiores a los jesuítas (P. VII, c. 2 F /624/) y como impulso permanen­te de su vida "caminar en Espíritu". En resumen, el EspjT ritu aparece en los Hechos como fuerza y como acción que consagra para la misión, capacitando al mismo tiempo pa­ra su cumplimiento. Se indica que en la Escritura, como

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también en las Constituciones, no aparece la acción se­parada del Espíritu, sino en un contexto trinitario, co mo alguno aprecia, se reconoce también en la estructura del primer párrafo de la Formula. También en las Consti tuciones, más que del Espíritu se habla de su constante actividad.

4. Entre los efectos propios del Espíritu se­ñalados en las Constituciones se insiste de "las mocio­nes del Espíritu" contrarias a las mociones de la carne y del mundo (sentido de oposición); de la libertad, e-fecto característico del Espíritu, que aparece también claramente en las Constituciones: a juicio de alguno, este último aspecto señala una nueva orientación en la historia de la legislación de las órdenes religiosas.

5 . Se insistió finalmente en que uno de los efectos propios de que la acción del Espíritu es la i-mitacion de Cristo: que no es fruto de un mero esfuer­zo ascético: sino del Espíritu que hace nuestra confor­mación con Cristo, tal como aparece ya en los Ejerci­cios y luego en las Constituciones.

3. ACTUALIDAD DE LA DOCTRINA SOBRE EL ESPÍRITU SANTO EN LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA CG. XXXII

Nos preguntábamos al final, qué consecuencias practicas podrían deducirse de la presencia del Espíritu Santo en las Constituciones en las actuales circunstan­cias de la CG.

1. El Espíritu Santo no aparece en los Ejer­cicios, ni en las Constituciones (como por otra parte, tampoco en la Escritura) como objeto de contemplación, sino como ambiente en el cual vivimos, como fuerza que obra silenciosamente, que nos impulsa. Así parece que debe hacerse presente en la CG.

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2. Respecto a las Constituciones de la Compa­ñía se reconoce que el Espíritu Santo esta presente en el origen de la Compañía y que inspira los textos y las estructuras: las cuales se crearon como "un cuerpo para el Espíritu", es decir; que lejos de encadenar al Espí­ritu, educan para vivir conforme a El, en la libertad propia de los hijos de Dios. Este puede ser un modelo de lo que debieran ser las conclusiones de la CG.: inspira­das por el Espíritu deben ayudar a vivir "en el Espíri­tu", sin estructuras pesadas.

3. La presencia del Espíritu Santo es lo que puede hacer posible entre nosotros, por una parte, el deseo de progresar, de novedad, de creatividad; y por otra, la fidelidad en la imitación fundamental a Cris­to. Es el principio de una variedad y pluralismo, que no rompe la unidad. Se insiste en que el Espíritu debe ser agente de nuestra unidad en peligro: como cada día pide la Liturgia, la intervención del espíritu para la unidad de la Iglesia, así debemos pedirle ahora para la unión de la Compañía.

4. Se manifestó el deseo de que la CG. insis­ta en la formación "espiritual", es decir, de docilidad al Espíritu y de discernimiento espiritual, ya desde el Noviciado y a través de toda la formación, incluso en los jesuítas ya formados, pero que no han conseguido aun este estilo de vida, tan propia de la Compañía, como Pau­lo VI acaba de decir en su reciente alocución a la CG. Los Ejercicios deben ser la verdadera escuela de discer­nimiento espiritual: pero se ha de insistir mas para que se hagan de tal modo, que realmente, adecúen esta sensi­bilidad espiritual. Un tiempo especialmente apto para es­ta formación es la Tercera Probación. Se reconoce la im­portancia de relacionar esta doctrina con la lectura de la Sagrada Escritura, especialmente de S. Pablo y de S. Juan, ejercitada de un modo permanente y de una autenti­ca experiencia personal.

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5 . La docilidad a la acción del Espíritu San­to no significa subjetivismo porque supone la docilidad a la Palabra de Dios y la experiencia del Cristo pobre y humilde, enviado del Padre, tal como lo hemos apren­dido en los Ejercicios y como funda la experiencia común a todos los jesuítas. Pero se ha de recibir esta acción con gran indiferencia y disponibilidad, buscando solo la mayor gloria y viviendo con la tercera manera de hu­mildad (que se puede llamar también de obediencia o de caridad) y encontrando un criterio de discernimiento en la obediencia, primero al Sumo Pontífice y luego en los superiores de la Compañía.

6 . La docilidad al Espíritu debe aprenderse sobre todo en los Ejercicios mediante la indiferencia y el deseo del "magis", como condición previa, que lúe go se ha de concretar en las maneras de humildad (que también se pueden llamar maneras de obediencia y de ca­ridad) , mediante una asimilación de los sentimientos de Jesucristo y un descubrimiento del valor de la obedien­cia, al Sumo Pontífice, al Superior de la Compañía, co­mo criterio de discernimiento espiritual. Esta nueva fojr ma de considerar la acción del Espíritu Santo, dará ori­gen como lo dio desde el principio de la Compañía a una nueva forma de vida religiosa.

7. Nos parecía que conviene revalorizar el sentido profundo de la palabra "espiritual", tan fre­cuentemente usado en las Constituciones. Se trata de un concepto que se ha trivializado,como ha sucedido tam­bién con otras palabras, que ya se han conseguido reva­lorizar, como por ejemplo, "caridad". Cuando las Consti­tuciones nos hablan de "hombres espirituales", de "minis terios espirituales", de "consolación espiritual", de "ejercicios espirituales", de "cosas espirituales", etc. se ha de entender no como un aspecto parcial de la rea­lidad, como una nota espiritualista y evasiva de la rea­lidad y de la historia humana; sino más bien como una vi sión más profunda de la realidad "como una actividad del

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Espíritu, unida a la presencia personal en nosotros"; como algo inspirado en un principio contrario a la car­ne y al mundo, en su sentido peroyativo y egoísta. El "hombre espiritual",que aspiran a formar las Constitu­ciones, es el hombre que se mueve por el Espíritu (Rom. 8,14) y por consiguiente profundamente transformado por la caridad. Este hombre debe entrar decididamente en la historia de los hombres: de ellos tiene el mundo espe­cial necesidad. En ellos debe haber un claro predominio de Dios sobre toda la realidad temporal. Dispuestos a i influir en el mundo y hacer cambiar a los hombres y a las estructuras desde dentro. Que hablan con Dios y con los hombres empleando un mismo lenguaje de verdad y de firmeza.

8. Se manifestó, así mismo el deseo, de que la CG. confesase la acción con que en nuestro momento histórico se hace presente en la Compañía la acción del Espíritu, no obstante las evidentes dificultades por que atravesamos. La constatación de esta presencia viva del Espíritu en nosotros debe excitar a una acción de gra­cias, y debe también fundar la esperanza en el futuro, de que no nos faltara su auxilio y esto debe infundir­nos en una actitud de alegría, de esperanza y fortaleza.

9. Se trató también de algunos puntos que de­berían ser profundizados. Por una parte la doctrina de Sto. Tomás acerca de la justificación por la fe: en qué sentido justifica la fe, no tanto como en conjunto de documentos y preceptos, sino como actitud existencial. Un conocimiento teológico más profundo de esta doctri­na de Sto. Tomas podrá ayudar también a comprender en qué sentido justifica el cumplimiento de los preceptos de la ley y consiguientemente de las Constituciones. Se desea también un estudio de los textos que tratan de la unción del Espíritu Santo en las cartas de S. Ignacio.

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Han participado en el Coloquio del 5 de di­ciembre 1974 los PP. :

- P. Gervais Dumeige (Presidente del Instituto de Espi­ritualidad de P.U.G.).

- P. Armando Gargiulo (Instructor de Tercera Probación en Italia).

- P. Antonio Queralt (Profesor de Teología Espiritual P.U.G.).

- P. Stanislas Lyonnet (Profesor del P.I.B.). - P. Jesús Solano (Presidente del Instituto del Sagrado

Corazón). - P. Candido de Dalmases (Escritor de Monumenta Históri­

ca S.J. ) . - P. Donatien Mollat (Profesor de Escritura en la P.U.G.)» - P. Edward Malatesta (Profesor de Escritura en la P.U.G.) - P. Dionisio MÍnguez (Profesor de Escritura NT P.I.B.). - P. Andró Snoeck (Delegado del P.General para las Casas

Internacionales de Roma). - P. Francesco Rossi de Gasperis (Operario, Profesor de

la Escuela de Teología para Laicos de la P.U.G.).

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LA "DISCRETA CARIDAD"

EN S. IGNACIO DE LOYOLA

Georges Bottereau

Tratando en este número de CIS del discernimiento espiritual en común, nos ha parecido útil analizar el tér­mino "discreta caridad" tan frecuente en las Constituciones que se supone que han de tener al menos, todos los miembros formados de la Compañía. A-gradecemos al P. Bottereau, que nos haya permitido la publicación de estas antiguas notas inéditas.

Cualquiera que haya meditado los escritos y la vida de Ignacio de Loyola habrá advertido su afectividad intensa. Mas que las lagrimas ex­

traordinariamente abundantes que derramaba en la oración, el uso de las palabras "affectar" y "affecto" en los mo­mentos decisivos de las ofrendas y de las elecciones, de­notan un ardor que se olvida tal vez de reconocer, cuando se estudia su técnica de discernimiento. Veamos, por e-jemplo, como introduce la ofrenda de la contemplación del Rey temporal, primera y definitiva expresión de su amor a Cristo: "Los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su rey eterno y señor universal, no so-

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lamente ofrecerán sus personas al trabajo, mas aún hacien do contra su propia sensualidad y contra su amor carnal y mundano, harán oblaciones de mayor estima y mayor momento diciendo: Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi o-blación con vuestro favor y ayuda,delante vuestra infini­ta bondad y delante vuestra Madre gloriosa y de todos los santos y santas de la corte celestial,que yo quiero y de­seo y es mi determinación deliberada,solo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas in­jurias y todo vituperio y toda pobreza, asi actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado" (Ejercicios 97-98).

Para realizar esta ofrenda hay que llegar a amar a Dios en todo, aun en la cruz. Se camina en esa di­rección por un ejercicio constante de atención y de agra­decimiento, que se podrá trasformar, por la liberalidad divina, en un estado de contemplación, como lo fué para el mismo S. Ignacio durante los últimos anos de su vida: la acción no interrumpía nunca su contemplación: "in óm­nibus rebus, actionibus, colloquiis, Dei praesentiam re-rumque spiritualium affectum sentiebat atque contemplaba-tur, simul in actione contemplativus" (Mon. Nadal, IV, 651 y V, 162). Para conseguir tal amor, desarrolla S. Ig­nacio, al fin de los Ejercicios un modo de orar, que con­siste en ponderar con mucho afecto los beneficios, la presencia y la acción de Dios, en reflexionar, en ofrecer sus cosas y a sí mismo con ellas "así como quien ofrece afectándose mucho": "tomad, Señor y recibid toda mi li­bertad, .dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta" (E. 234) .

Ignacio desea que sus companeros e hijos encuen­tren, como el mismo, a Dios en todas las cosas, lo cual supone un largo e intenso ejercicio (Const. 288). Por lo cual, al terminar sus estudios el jesuita debe insistir de nuevo "en la escuela del afecto" (Const. 516), y cuan­do se tratará de elegir al Prepósito General de la Compa­ñía, se prestará atención, ante todo, a las cualidades del corazón: "lo que perfecciona el afecto" (Const.724).

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Este breve recuento muestra que, teórica y prácticamente, el amor está en primer plano para Igna­cio, no solamente desde el punto de vista de la volun- . tad, sino también del afecto. El estudio que presentamos sobre las expresiones "bondad" y "discreta caridad" per­mitirá apreciar cómo para el el amor y la prudencia se unen para constituir lo que el llama más tarde "la dis­creta caridad".

* A A

La "bondad" en los escritos ignacianos

La palabra "bondad", usada como algo intras­cendente, tan banal que apenas la empleamos, ha reencon­trado en Ignacio todo su valor. Las 20 cartas, poco más o menos, en español que nos quedan de él, correspondien­tes al tiempo anterior a su Generalato, terminan casi siempre con un deseo de "bondad": "De bondad pobre, Iñi­go". Después que el Señor ha usado con él de misericor­dia desde los días- de su convalescencia en Loyola y de su penitencia en Manresa, Ignacio contempla "la bondad infinita" y siente confusión delante de ella. La primera meditación de los Ejercicios culmina en la consideración de la bondad infinita, perversamente ofendida: "discurrir con el entendimiento como en el pecar y hacer contra la bondad infinita justamente ha sido condenado para siem­pre y acabar con la voluntad como está dicho. Coloquio: imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador es venido a ha­cerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto mirando a mí mismo lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo... (Ejercicios, 52-53).

De Dios mana una fuente de bondad: de mí "co­mo de una llaga y postema, tantos pecados y tantas mal-

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dades y ponzoña tan turpísima" (Ejercicios, 58). El no­ble caballero siente hasta tal punto su miseria, que se define: "Ignacio, pobre de bondad."

Para reparar su cobardía pasada y expresar su voluntad, su deseo y su determinación deliberada de par­ticipar del modo más total con Cristo en la redención, le dirá: "Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante vuestra in­finita bondad. . . (Ejercicios, 98). Igualmente, en presen­cia de la infinita bordad de Dios, Padre, Hijo y Espíri­tu Santo, se desarrolla la contemplación para alcanzar amor: "Mirar cómo todos los bienes y dones descienden e arriba, asi como la medida potencia de la suma y infini­ta de arriba, y asi justicia,bondad. . . (Ejercicios 237).

Entre los atributos divinos la bondad se repi­te muchas veces en la pluma de Ignacio, cuando se comuni­ca con personas avanzadas en la vida espiritual (1). A sus hijos, al principio de las Constituciones, les decla­ra solenemente: "Aunque la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro Criador y Señor es la que ha de conservar y regir, y llevar adelante en su santo servicio..." (Constituciones, 134). "La suma sapiencia y bondad": Jun­tos o separados estos dos atributes divinos se repiten 20 veces en las Constituciones: son los que se reflejan en el hombre bajo la forma de prudencia y amor y que Ig­nacio unirá en la expresión "discreta caridad".

Ya la gran carta a los escolares de Coimbra "sobre la perfección" (7 de mayo 1547) los ponía en pre­sencia de este manantial infinito:"Yo no dudo de aquella suma bondad suya, sumamente comunicativa de sus bienes y de aquel amor eterno, con que quiere nuestra perfec­ción, mucho más que nosotros recibirla, que lo hará.. (MI. Epist. I, 495).

Hacia el fin de su vida, en medio de las ex­tremas dificultades por las que atravesaba el Colegio Germánico, desahogaba serenamente su corazón con el Prior de la Cartuja de Colonia en una carta: "Nos qui

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anchoram spei nostrae in Dei bonítatem iecimus" (22 mar­zo, 1555. MI. Epist. VIII, 585).

De la habitual contemplación de la bondad de Dios, fuente infinita de toda bondad limitada, proviene la importancia, que S. Ignacio atribuye a la bondad hu­mana, expresión esencial de la perfección creada: es la santidad irradiante y bienhechora, la "teleiotes" del Nuevo Testamento (Mt. 5,44-48: Col. 3,14). El mismo di­rá en la regla 12 para sentir con la Iglesia: "Debemos guardar en hacer comparaciones de los que somos vivos a los bienaventurados pasados, que no poco se yerra en esto, es a saber, en decir: ...es otro San Pablo en bon­dad, santidad, etc." (Ejercicios 364). Entre las cualida­des del Superior jamás debe faltar la bondad: si el Pre­pósito General que se va a elegir no tiene todas las cua­lidades, que serían de desear para un cargo tan importan­te, que al menos nunca le falte "bondad mucha y amor a la Compañía" (Constituciones, 735). Y lo que se exige al General, conviene también los demás Superiores (Constitu­ciones, 811). En particular el Rector debe tener a lo me­nos bondad, prudencia y cuidado no falten" (Constitucio­nes de los Colegios, MHSI, vol. 71, p.243) (2).

La mezcla de la prudencia y de la bondad crea una disonancia? Es preciso reconocer que, delante de ciertos ejemplos de la bondad de Ignacio, referidos en 1555 en su Memorial por Luis Goncalvez de Cámara, expe­rimentamos una cierta desazón: se puede calificar de bon­dad aquella que calcula todas las consecuencias de sus actos? Citemos, por ejemplo, una de sus reflexiones sin­téticas, donde su admiración filial intenta darnos un es­quema del "santo viejo": Nuestro Padre... siempre es más inclinado al amor, immo tanto que todo parece amor; y asi es tan universalmente amado de todos, que no se cono­ce ninguno en la Compañía que no le tenga grandísimo amor y que no juzgue ser muy amado del Padre. (Fontes I, 579, n. 86). Las cosas que conservan este amor de los subditos, son muchas: 19 La grande afabilidad del Padre; 2? El grande cuidado que tiene de la salud corporal de todos,

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el cual es tan grande, que quasi no se puede encarcer; 39 El Padre tiene tal modo, que las cosas de que se pue­de sentir el subdito, nunca el Padre se las de, sino por otro, sin que el subdito piense haber el Padre entendido en ello; y por el contrario, las cosas que el vé se ha de holgar, hácese el Padre autor dellas" (ibidem p.580, n. 88).

* * *

La "discreta caridad"

Durante los últimos anos de su vida, más que antes, S. Ignacio ejercía un control minucioso sobre sus más mínimas acciones y trataba de unir bondad y prudencia, no solo en la práctica, sino en la teoría de la perfec­ción; pero era lento en percibir y más.lento aún en for­mular la complejidad de estas realidades espirituales. Por eso ciertas expresiones profundas y concisas de su espiritualidad solo aparecen más tarde, mucho después de la redacción definitiva de los Ejercicios. Hay que releer el oscuro combate interior que refleja su Diario espiri­tual. Se le verá acabar con aquella admirable oración: "Señor, dadme humildad amorosa"(MI. Const. 1,131 29 de marzo). La asociación de dos elementos, de la perfección, difícilmente compatibles, se encuentran de la misma mane­ra en nuestra formula "discreta caridad": el sustantivo que designa la virtud principal está acompañado por un adjetivo, que parece estar en pugna con él, "como el agua y el fuego", para recordar la imagen de su Diario y esta es precisamente la virtud de Ignacio.

La expresión "discreta caridad" no se encuen­tra absolutamente en el Examen General y en el primer texto de las Constituciones (Texto a, 1547.1550). Se en­cuentra cuatro veces en el Texto A, presentado a los Pro­fesos reunidos en Roma en 1550; pero faltaba todavía en

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el famoso pasaje de la parte VI al cual se suele aludir generalmente cuando se habla de la "discreta caridad" (Constituciones, 582): este pasaje es una adición poste­rior a 1550. Ignacio tenia entonces 60 anos.

Para interpretar esta frase exactamente convie ne considerarla entera, en la cual él ha escrito de su propio puno y letra las palabras que subrayamos, dando su forma definitiva a un texto lleno de borraduras y co­rrecciones: "Porque, según el tiempo y aprobación de vi­da que se espera para admitir a profesión y también para Coadjutores formados, los que se admiten en la Compañía se presupone serán personas espirituales y aprovechadas para correr por la via de Cristo nuestro Señor quanto la disposición corporal y ocupaciones exteriores de caridad y obediencia permiten; no parece darles otra regla en lo que toca a la oración, meditación y estudio, como ni en la corporal ejercitación de ayunos, vigilias y otras as­perezas o penitencias,sino aquella que la discreta cari­dad les dictare, con que siempre el Confesor y habiendo dubio en lo que conviene, el Superior también sea infor­mado." (Constituciones, 582). Y para precisar los lími­tes de la "discreción" confiada a cada uno, S. Ignacio añade la declaración siguiente: "Si alguno se juzgase convenir darles tiempo determinado, porque no excedan o no falten en los Ejercicios espirituales, el Superior lo podrá hacer. Y así también quanto al uso de los otros me dios, si él juzgare determinadamente que se debría usar alguno sin dejarlo a la discreción del particular, proce derá como Dios nuestro Señor le diere a entender que con viene. Y será del subdito con toda devoción aceptar la orden que le fuere dada". (Constituciones, 583).

Si se examina el uso que hace otras veces de la misma expresión en las Constituciones, se encontrará 3 veces en la Parte II (Constituciones, 209, 217, 237), cada vez para describir el estado de ánimo del Superior, que debe despedir de la Compañía a un sujeto, y una vez en la Parte III para describir también el estado de áni­mo del Superior, que impone penitencias (Constituciones,

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269). En cada uno de estos casos, como en el texto antes citado (Constituciones, 285) se puede traducir "la cari­dad y la prudencia". Para S. Ignacio, en efecto, los adjetivos "prudente" y "discreta" son intercambiables: "En las correcciones y penitencias el modo que debe guar­darse quedará a la discreta caridad del Superior" (Cons­tituciones, 269), o bien, a proposito del General: "Del mismo será usar correcciones y dar penitencias... aten­tas las personas y otras circunstancias; la consideración de las cuales se comete a su prudente caridad" (Constitu­ciones, 754).

Los "Scholia" de Nadal (3) ilustran por su par­te la equivalencia. Acerca las Constituciones n. 209 co­menta: "Prudens caritas" (que es la traducción que hace Polanco en este lugar de la "discreta caridad"). Uti enim debet Superior affectu qui ab amore Dei et proximi profi-ciscatur, simul prudentia et discretione et passibus aliis prudentiae, quae faciunt ut affectus ille alio non divertat quam vera caritas postulat". (Scholia, p.36). Y acerca del n. 582: "Discreta caritas. Id est affectus caritatis ex prudentia ductus, quam ex propietate nostri Instituti accepimus in Christo". (Scholia, p. 132).

Pero el mejor y más profundo comentario de la expresión "discreta caridad" nos la da el mismo S. Igna­cio en la instrucción al P. Juan Nunez, nombrado Patriar­ca de Etiopia. El documento está fechado el 15 de febre­ro de 1555 y concluye así: "Todo ésto propuesto servi­rá de aviso; pero el Patriarca no se tenga por obligado de hacer conforme a esto, sino conforme a lo que la dis­creta caridad^ vista la disposición de las cosas presen­tes y la unción del Espíritu Santo, que principalmente ha de enderezarle en todas las cosas, le dictare" (MI. Epist. VIII, 690). Ignacio está ya al fin de su carrera. Por primera vez ha consentido que se nombre a uno de los suyos para una^Prelatura y, reflexionando sobre las nue­vas relaciones de caridad y de colaboración creadas por un tal nombramiento, introdujo el compromiso sanciona­do por un voto, que vale todavía hoy para todos los pro-

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fesos de la Compañía de Jesús: "Prometa también a Dios nuestro Señor que cuando, según el modo dicho, admitie­se alguna prelacion fuera de la Compañía, oirá en cual­quier tiempo el consejo del General que della fuere o de alguno a quien él cometiese sus veces, y que si juzgare ser lo mejor lo que se le aconseja, lo ejecutará así, no porque tenga , siendo prelado, por superior ninguno de la Compañía, sino porque quiere obligarse voluntaria­mente ante Dios nuestro Señor de hacer lo que hallare ser mejor para su divino servicio, y de contentarse de tener quien se lo represente con caridad y libertad cris­tiana a gloria de Dios nuestro Señor" (Constituciones, 817). Y la declaración que sigue lo explica: "Viendo la instancia que se ha hecho por tantas vías para hacer to­mar obispados a personas de la Compañía, y habiendo resis­tido en muchos y no se pudiendo resistir en el aceptar el patriarcado y obispado de Etiopía, se ha pensado en esta ayuda para aquella empresa y otras semejantes cuan­do no hubiese modo de resistir. Pero no se obliga la Com­pañía de tomar este asunto cada vez que algún particular della hubiese de aceptar algún obispado, sino que le que­da la libertad para le dejar o le tomar donde juzgase que mucho importa para el servicio divino. Y después de hacer la profesión hará este voto simple con los otros de que se ha hablado". (Constituciones, 818).

La redacción de estos dos párrafos es un ejem­plo de "discreta caridad": fervor y prudencia, celo y moderación se equilibran; el respeto a la libertad de ca­da uno bajo la moción del Espíritu Santo se une con el sentido de la solidaridad en el servicio de Dios; el de­seo eficaz del mejor servicio divino con el control de la razón iluminada por la fe. Los dos elementos de la "discreta caridad", juicio y voluntad, se afirman clara­mente. Lo esencial es el elemento dinámico: "Quiero ha­cer lo mejor", pero todo está sometido al juicio: "si juzgare ser lo mejor".

La misma prudencia sobrenatural presidía la redacción del texto de la P.VI al definir la libertad

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casos: "dictar". Esta palabra aparece 6 veces solamente en las Constituciones: nn.2, 192, 237, 285, 471, 582. Es la misma palabra que encontramos en la carta a Juan Nuñez, citada mas arriba. La ley interior es imperiosa, clara, precisa. Muy lejos de ser una libertad de indiferencia, es una obligación de amor, una exigencia de la inteligen­cia y del corazón.

* A *

La plenitud de la expresión "discreta caridad" en S. Ignacio ha sido justamente subrayada por Nadal en sus "SCHOLIA IN CONSTITUTIONES", que hemos citado antes en latín. Es "el amor de la caridad guiado por una pruden­cia sobrenatural, que forma parte de las gracias de nues­tra vocación" (p. 132); "una verdadera caridad inspirada en el amor de Dios y del prójimo y controlada por una pru­dencia y un discernimiento igualmente sobrenaturales" (p. 132). No es una virtud de novicios, sino el fruto de una lenta purificación, de una docilidad y de una genero­sidad probadas por la experiencia. S. Ignacio no habla de ella nada mas que refiriéndose a los Superiores y a los religiosos formados. Ha sido un acierto que en los Decretos de la Congregación General XXXI (1965-1966) se ha propuesto como el ideal hacia el cual hay que tender: "Conviene recordar que el crecimiento espiritual es una obra progresiva, jamas terminada.. Se tratará de dejarse conducir por la discreta caridad, que S. Ignacio nos en­sena, a fin de poder conocer y hallar en todas las cosas la voluntad divina" (Dec.8, n.6). Se puede, sin embargo, advertir que S. Ignacio no ha pretendido nunca ensenar "la discreta caridad", sino con su ejemplo: porque sabía, demasiado bien, que es el fruto de una larga docilidad al Espíritu Santo.

El Preámbulo de las Constituciones es a la vez una hermosa definición y un hermoso ejemplo de ella,aunque

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espiritual del religioso formado: se puede, razonablemen­te, suponer que después de una larga y solida formación, como se usa en la Compañía, el religioso tendrá la luz sobrenatural y la fuerza de voluntad suficientes para "correr" por la vía de Cristo nuestro Señor". La ley in­terior del amor y de la caridad que el Espíritu Santo es­cribe e imprime en los corazones (Cfr. Constituciones, 134) debe ser más eficaz, que ninguna constitución exte­rior. Sin embargo, la ley general de la Providencia, que reclama la cooperación de sus criaturas y la obediencia a la Iglesia, y el ejemplo de los santos, y la simple ra­zón, exigen un control en todos los estadios de la vida espiritual. Este control será normalmente espontaneo: se tendrá al confesor al corriente, forma la más favorable a la libertad. Esta confianza y esta liberalidad de S.Ig­nacio han sido un poco debilitadas en la traducción la­tina de Polanco: "con que siempre el confesor sea infor­mado", se ha convertido en "dum semper confessarius con-sulatur". S. Ignacio, por el contrario, distingue minu­ciosamente, según su costumbre, toda una serie de situa­ciones :

1) El confesor informado no interviene: caso normal;

2) El confesor informado, duda: se informa al Superior;

3) El Superior juzga conveniente fijar un tiem­po determinado al sujeto para sus ejercicios de piedad: en ese caso puede y debe fijar la medida;

4) Dios le da a entender que conviene imponer otras medidas: sirve la misma observación;

5) Si el Superior interviene de esta manera después de haber escuchado al sujeto, éste aceptara ge­nerosamente la determinación.

Se advertirá que para expresar la intervención normal del Espíritu Santo en el hombre espiritual, S. Ig­nacio emplea una palabra especial, que reserva para estos

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no se encuentre allí la palabra: la ley interior de la caridad y el amor que el Espíritu Santo escribe e impri­me en los corazones ha de ayudar mas que ninguna exterior constitución, para conservar, regir y llevar adelante a la Compañía. Todo está equilibrado y justamente definido: el origen de todo es la iniciativa y la gracia de Dios: es lo esencial, pero no es más que una ayuda a la liber­tad y a la generosidad del hombre. Por consiguiente esta libertad humana debe también ayudarse cumpliendo las e-tapas y proponiendo los proyectos y los programas, como lo ensena la experiencia, el ejemplo de los santos y la sabiduría de la Iglesia: por eso juzgamos necesario se escriban Constituciones que ayuden para mejor proceder conforme a nuestro Instituto.

Amor y prudencia vienen las dos de Dios. El amor es primero. El amor comprende también la prudencia. Así S. Ignacio la mantiene en el rango de adjetivo: "dis­creta caridad".

N O T A S

(1) Véanse,por ejemplo, las tres cartas de su ultimo ano (1556) MI. Epist. XI, 189-191; 415-417; 437-438.

(2) En la traducción latina de las Constituciones que Po-lanco terminó de escribir después de la muerte de S. Ignacio, la palabra "bondad" se traduce una vez por "piedad", lo cual es aceptable; pero 6 veces por "pro­bitas", que no tiene el mismo sentido: en vez de un reflejo de la bondad de Dios, en lo cual piensa Igna­cio ("splendor caritatis": debe resplandecer en el General la caridad para con todos próximos y señala­damente para con la Compañía, _/_Constituciones, 725/), no tendríamos mas que una virtud social sin referen­cia directa a Dios. En nuestro retrato de S. Ignacio (Cfr. R.A.M., 163, p.431) hemos traducido la palabra

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"bondad" por "virtud". Hoy diríamos "bondad".

(3) Los "Scholia in Constitutíones et Declarationes Sancti Patris Ignatii", redactadas esencialmente en 1559 y 1560, con sucesivas revisiones hasta 1575, esperan todavía una edición crítica en la sección de Monumenta Histórica S.J. consagrada a Nadal (6 volú­menes ya aparecidos). La única y modesta edición da­ta de 1883, "Prati in Etruria" y no es sino la trans­cripción de una copia más o menos ordenada (ARSI, Inst. 10). Existe un manuscrito con numerosas e im­portantes correcciones autógrafas de Nadal (ARSI, 207). Para los pasajes citados, las diferencias son mínimas: en el primer pasaje (Const. 209, p. 36) se dice "proficiscatur" en lugar de "videatur profi-cisci", para evitar el equívoco de "videatur"; en lugar de "passibus" leemos "partibus" sin cambiar el sentido; la explicación final "faciant ut affec-tus ille alio non divertat quam vera caritas postu-lat" es una adición autógrafa. El segundo pasaje es idéntico en el original; conviene sin embargo notar que en el latín de Nadal frecuentemente "ex" tiene como único fin precisar el ablativo: "ductus ea pru-dentia" (un amor de caridad esclarecido por la pru­dencia que...). Nadal no hace provenir la caridad de la prudencia. Hemos sabido que el P. Manuel Ruíz Jurado, de Monumenta Histórica, prepara una próxima edición de la SCHOLIA.

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R E C E N S B I B L I O G R A P H I A

D E D I S C R E T I O N E

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UNA PAGINA D E ROGER S C H U T Z SOBRE EL D I S C E R N I M I E N T O

E L C O N S E J O "

La finalidad del consejo es buscar toda la luz po­sible sobre la voluntad de Cristo para la marcha de la comunidad. El primer paso para ello es hacer silencio dentro de sí, para disponerse a escuchar a su Señor.

Nada es entonces más nocivo, para el juicio obje­tivo, que los vínculos de afinidades particulares, pues, corremos el peligro de aprobar a tal hermano, esperando quizá, inconscientemente, atraernos en correspondencia su apoyo ocasional. Nada es más contrario al espíritu del consejo que una búsqueda no purificada por el único deseo de discernir el designio de Dios.

Si hay un momento en el que debes buscar la paz y perseguirla, huir las impugnaciones y la tentación de tener razón, es precisamente en el consejo.

Evita el tono tajante, los terminantes "es preci­so". No montes un tinglado de buenas razones para hacer­te entender. Expon en pocas palabras lo que se te pre­senta como más conforme al plan de Dios sin imaginar que tu puedas imponerlo.

Por no favorecer el espíritu de competencia, el prior tiene la misión, ante su Señor, de tomar la deci­sión, sin estar atado por una mayoría. Despegado de las presiones humanas, escucha al más tímido con la misma a-tención que el hermano seguro de si mismo. Si se da cuen_ ta de falta de acuerdo profundo en una cuestión impor­tante, que demore su juicio definitivo y tome, con el fin de avanzar,una decisión provisional, a reserva de volver sobre ello más tarde. Pues la inmovilidad es una desobet diencia para los hermanos en marcha hacia Cristo. El prior conoce las capacidades de cada uno mejor; si se trata de dar una responsabilidad a un hermano,él lo pro­pone en primer lugar . ..

(Roger SCHUTZ, La Regla de Taizé, Herder, Barcelona 1968, pp. 27-28).

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