Dimension Misionera de La Catequesis

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UNIDAD 1: INTRODUCCIÓN 1.1. Algunos Conceptos, para empezar CATECISMO 1 Catecismo significaba en la Iglesia primitiva la instrucción de los catecúmenos; en la Edad Media, enseñanza religiosa en general. Desde el s. XVI, «C.» significa también y, bastante pronto, de forma exclusiva el libro para la instrucción religiosa en la iglesia y la familia; siguiendo el método de pregunta y respuesta. Recompilando con brevedad la doctrina cristiana de la salvación, debía servir de directriz para la instrucción. En las misiones, el catecismo, junto con la Biblia, era de gran importancia en la catequesis para una introducción profunda en el cristianismo. En la época del descubri- miento, se elaboró e imprimió en numerosas ocasiones, primero, el libro de texto, el C. o la Doctrina (Cristiana). La primera Doctrina impresa fue escrita por Pedro de Córdoba (hacia 14821525) en la Española. Fue impresa en 1544 en la primera imprenta del Nuevo Mundo, en México. Todos los catecismos de ese tiempo están más o menos influidos en cuanto a contenido y forma por España. Paralelamente hay también caminos bastante autónomos de una adaptación considerable. A pesar de la dependencia de los documentos-base europeos, es perceptible una viva pugna por cristianizar las diversas lenguas y por crear un lenguaje cristiano, así como por adaptarse al mundo de los no cristianos. De este modo, los catecismos son formas pequeñas en el camino hacia una teología autóctona. A finales del s. XVI y en el s. XVII el concilio de Trento (1545-1563) se hizo notar en los países de misión con sus escritos de reforma y con los catecismos estimulados por él. El catecismo de Roberto Belarmino (1542-1621) fue recomendado de forma expresa por el Papa Urbano VIII (1555 [1623]- 1644), mediante un Breve expreso (1633), como base para los catecismos misionales. Al mismo tiempo se llega en esos instantes a catecismos autónomos. Entre ellos tenemos que mencionar, sobre todo, el catecismo de Alexander de Rhodes (1591-1660), fundador de la misión en Vietnam. El catecismo fue impreso en 1615 en Roma, en latín y vietnamita, en la imprenta de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. No sólo sigue sus propios caminos en la estructuración, sino que tiene bastante en cuenta las creencias y 1 Horst Rzepkowski, “Diccionario de Misionología”, Ed. Verbo Divino, España, 1.997, P. 90. 1

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UNIDAD 1: INTRODUCCIÓN

1.1. Algunos Conceptos, para empezarCATECISMO1

Catecismo significaba en la Iglesia primitiva la instrucción de los catecúmenos; en la Edad Media, enseñanza religiosa en general. Desde el s. XVI, «C.» significa también y, bastante pronto, de forma exclusiva el libro para la instrucción religiosa en la iglesia y la familia; siguiendo el método de pregunta y respuesta. Recompilando con brevedad la doctrina cristiana de la salvación, debía servir de directriz para la instrucción. En las misiones, el catecismo, junto con la Biblia, era de gran importancia en la catequesis para una introducción profunda en el cristianismo. En la época del descubrimiento, se elaboró e imprimió en numerosas ocasiones, primero, el libro de texto, el C. o la Doctrina (Cristiana). La primera Doctrina impresa fue escrita por Pedro de Córdoba (hacia 14821525) en la Española. Fue impresa en 1544 en la primera imprenta del Nuevo Mundo, en México. Todos los catecismos de ese tiempo están más o menos influidos en cuanto a contenido y forma por España. Paralelamente hay también caminos bastante autónomos de una adaptación considerable. A pesar de la dependencia de los documentos-base europeos, es perceptible una viva pugna por cristianizar las diversas lenguas y por crear un lenguaje cristiano, así como por adaptarse al mundo de los no cristianos. De este modo, los catecismos son formas pequeñas en el camino hacia una teología autóctona. A finales del s. XVI y en el s. XVII el concilio de Trento (1545-1563) se hizo notar en los países de misión con sus escritos de reforma y con los catecismos estimulados por él. El catecismo de Roberto Belarmino (1542-1621) fue recomendado de forma expresa por el Papa Urbano VIII (1555 [1623]-1644), mediante un Breve expreso (1633), como base para los catecismos misionales. Al mismo tiempo se llega en esos instantes a catecismos autónomos. Entre ellos tenemos que mencionar, sobre todo, el catecismo de Alexander de Rhodes (1591-1660), fundador de la misión en Vietnam. El catecismo fue impreso en 1615 en Roma, en latín y vietnamita, en la imprenta de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. No sólo sigue sus propios caminos en la estructuración, sino que tiene bastante en cuenta las creencias y usos vietnamitas. En el s. XIX la catequesis misionera es cada vez más dependiente de los trabajos europeos. Los misioneros traducen en muchas ocasiones los respectivos modelos patrios a las diversas lenguas. Frente a las logradas y bastante independientes creaciones de los ss. XVI Y XVII, la época más reciente se caracteriza por un empobrecimiento y retroceso de los intentos por cuenta propia. La incipiente renovación catequética y el concilio Vaticano II han allanado los caminos a nuevos enfoques e intentos valientes. Se lleva a cabo una adaptación considerable, se integran las formas tradicionales de la vida religiosa y se recoge el rico mundo del lenguaje y de la conformación lingüística del pueblo. A veces mediante la presión política externa en una situación de minoría cristiana, pero debido también a la independencia nacional y política, se llegó en África a la colaboración ecuménica en la reelaboración de los contenidos y planes doctrinales. Tenía que resultar una vinculación estrecha a los valores africanos y a la herencia propia. Se presentaron planes doctrinal es ecuménicos para la enseñanza de la religión en las escuelas, y catecismos en sintonía con la tradición africana y en contacto estrecho con la vida de los alumnos en una situación nacional y poscolonial.

CATECUMENADO2

En la Iglesia primitiva se entendía por catecumenado un período del ser cristiano antes del bautismo, período en el que se ejercitaba la vida cristiana y se profundizaba en la fe. Los catecúmenos se convirtieron pronto en un estado específico dentro de la Iglesia. De ordinario se contaba con un

1 Horst Rzepkowski, “Diccionario de Misionología”, Ed. Verbo Divino, España, 1.997, P. 90.2 Ibidem, PP. 91-92.

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catecumenado de tres años (Hipólito, Trad. apst., c 17) en el que se admitía al candidato después de haberlo sometido a un examen cuidadoso. El General de los Jesuitas Francisco de Borja y Aragón (1510 [1565]-1572) dispuso en 1567 la reinstauración del catecumenado para las misiones jesuíticas, y de-terminó que se podía bautizar sólo a cuantos se podía mantener en la fe. La institución primitivo-cristiana del catecumenado en el s. VII en las misiones germánicas, en las que, en lugar de la opción personal por la fe, se daba más la conversión de tribus y pueblos enteros, estuvo condicionada por la idea de la adhesión. Agustín había exigido aún una instrucción profunda del candidato al bautismo como requisito para una verdadera entrada en la Iglesia, pero en el camino que iba desde él hasta la Edad Media se atrofió más y más la institución vetero-eclesial del catecumenado debido a la rápida evangelización. En tiempos más recientes hubo tanto en América como en Asia repetidos intentos de una más prolongada preparación al bautismo, e incluso llegaron a abrirse casas destinadas a los catecúmenos.Con el comienzo del período misional iniciado con la creación de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos resonó una y otra vez la exigencia de un catecumenado específico. Como documento eclesiástico importante hay que nombrar las «Instructiones» para los vicarios apostólicos y misioneros del Seminario de Misiones de París en Siam, del año 1669. Ellas se ocupan detenidamente del catecumenado. En el año 1658 les había precedido la constitución Sacrosanti Apostolatus Officii, de Alejandro VII, donde se exige una específica y concienzuda preparación para el bautismo. Otro hito en el establecimiento y reintroducción del catecumenado en las misiones fue la instrucción que la Congregación para la Evangelización de los Pueblos dirigió en 1883 a los vicarios apostólicos de China. La institución del catecumenado en las misiones modernas recibió un impulso decisivo a través de la praxis misionera de los Padres Blancos y, sobre todo, mediante las instrucciones de su fundador. El cardenal Charles-Martial-Allemand Lavigerie (1825-1892) exigía un catecumenado de, al menos, cuatro años; en concreto, dos años para un tiempo de preparación, y dos años para el catecumenado propiamente dicho. Según él, el catecumenado tiene que ser profundo, a fin de que se pueda instruir con esmero a los bautizandos y examinar sus disposiciones. En el nuevo derecho canónico (1983) se recogen las líneas de evolución en curso y los estímulos del concilio (AG 14; LG 14). Antes de ser bautizado, el adulto debe pasar por un catecumenado para el que la Conferencia Episcopal dictará normas y directrices (canon 851). Junto a la expresa y libre manifestación del deseo de recibir el bautismo, es obligatorio para el adulto un catecumenado (canon 865). El catecumenado se convirtió en un problema para la temprana misión luterana. En relación con la reflexión sobre la esencia del bautismo, por ejemplo, Ludwig Harms (1808-1865), predicador de la renovación y fundador de la Misión de Hermannsburg, estaba convencido de que la verdadera fe salvadora es posible sólo después del bautismo; por eso, se intentó poner el acento de la instrucción en el tiempo posterior al bautismo. Claus Harms (1778-1855) utilizó el término en su teología pastoral (1830) para referirse a la instrucción después del bautismo. Pero en numerosas ocasiones se puso de manifiesto que las necesidades de la praxis misionera eran más fuertes. En las misiones pietistas se intentó -en el marco del catecumenado- llegar a una clara decisión de penitencia y de fe.

CATECÚMENO3

Candidato (adulto) al bautismo en la instrucción preparatoria; en la evangelización y edificación de la Iglesia, el catecumenado representa una de las instituciones más importantes. Éste se desprendía de la actividad misionera de la Iglesia. Las primeras huellas y alusiones se encuentran ya en el s. n. Desde tiempos antiguos se llamó catecúmenos a los que optaban por el bautismo y se preparaban para recibido. Se utilizaba el grecismo para describir una institución y un instituto; tanto más cuanto que el extranjerismo griego se prestaba para designar una cosa cuya novedad se quería resaltar. Semánticamente el término significa tanto como «sonar», «resonar», provocar un eco, hablar e instruir de modo que se produzca un eco vivo. El concilio Vaticano II exige para los adultos la institución de un catecumenado enmarcado en la liturgia. La actual praxis misionera y el derecho canónico conocen un

3 Ibidem, P. 93.

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catecumenado de varios grados. A un estadio previo sigue el catecumenado propiamente dicho, que conoce una celebración litúrgica de la admisión. Catecumenado.

CATEQUISTA4

(En general), auxiliares laicos nativos para la catequesis en la misión católica; los evangelistas serían el equivalente en la misión protestante. De acuerdo con la instrucción dada por los concilios nacionales, no hay que ver a los catequistas como simples empleados, sino que son colaboradores de los misioneros en la proclamación de la fe. Ellos constituyen incluso una necesidad para la evangelización, ya que los catequistas nativos representan un factor importante en la implantación de la Iglesia. Ellos son los «apóstoles seglares autóctonos». El concilio Vaticano II recoge estas ideas, pero da un paso más en la discusión. Desea fundamentar al catequista y su cometido no ya en la necesidad creada por la escasez de sacerdotes, sino que quiere destacar la especificidad y singularidad del catequista. En la actual discusión teológica pueden comprobarse dos tendencias diferentes. Hay quienes tienden más a asignar al catequista un ministerio eclesial propio, especial mientras que otros subrayan que el catequista no hace más que asumir una tarea y una responsabilidad que, en último término, podría llevar a cabo todo cristiano.

1.2. La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de la fe <1>5

La pedagogía de Dios139. "Como a hijos os trata; y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige?" (Hb 12,7). La salvación de la persona, que es el fin de la revelación, se manifiesta también como fruto de una original y eficaz "pedagogía de Dios" a lo largo de la historia. En analogía con las costumbres humanas y según las categorías culturales de cada tiempo, la Sagrada escritura nos presenta a Dios como un padre misericordioso, un maestro, un sabio <2> que toma a su cargo a la persona - individuo y comunidad - en las condiciones en que se encuentra, la libera de los vínculos del mal, la atrae hacia sí con lazos de amor, la hace crecer progresiva y pacientemente hacia la madurez de hijo libre, fiel y obediente a su palabra. A este fin, como educador genial y previsor, Dios transforma los acontecimientos de la vida de su pueblo en lecciones de sabiduría <3> adaptándose a las diversas edades y situaciones de vida. A través de la instrucción y de la catequesis pone en sus manos un mensaje que se va transmitiendo de generación en generación <4>, lo corrige recordándole el premio y el castigo, convierte en formativas las mismas pruebas y sufrimientos <5>. En realidad, favorecer el encuentro de una persona con Dios, que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer propia la relación que Dios tiene con la persona y dejarse guiar por El.

La pedagogía de Cristo140 Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a la humanidad a su Hijo, Jesucristo. El entregó al mundo el don supremo de la salvación, realizando su misión redentora a través de un proceso que continuaba la "pedagogía de Dios", con la perfección y la eficacia inherente a la novedad de su persona. Con las palabras, signos, obras de Jesús, a lo largo de toda su breve pero intensa vida, los discípulos tuvieron la experiencia directa de los rasgos fundamentales de la "pedagogía de Jesús", consignándolos después en los evangelios: la acogida del otro, en especial del pobre, del pequeño, del pecador como persona amada y buscada por Dios; el anuncio genuino del Reino de Dios como buena noticia de la verdad y de la misericordia del Padre; un estilo de amor tierno y fuerte que libera del mal y promueve la vida; la invitación apremiante a un modo de vivir sostenido por la fe en Dios, la esperanza en el Reino y la caridad hacia el prójimo; el empleo de todos los recursos propios de la comunicación inter-personal,

4 Ibidem, P. 93.5 Cf. DCG. 1997

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como la palabra, el silencio, la metáfora, la imagen, el ejemplo, y otros tantos signos, como era habitual en los profetas bíblicos. Invitando a los discípulos a seguirle totalmente y sin condiciones <6>, Cristo les enseña la pedagogía de la fe en la medida en que comparten plenamente su misión y su destino.

La pedagogía de la Iglesia141 Desde sus comienzos la Iglesia, que es "en Cristo como un sacramento" <7>, vive su misión en continuidad visible y actual con la pedagogía del Padre y del Hijo. Ella, "siendo nuestra Madre es también educadora de nuestra fe" <8>.Estas son las razones profundas por las que la comunidad cristiana es en sí misma catequesis viviente. Siendo lo que es, anuncia, celebra, vive y permanece siempre como el espacio vital indispensable y primario de la catequesis.La Iglesia ha generado a lo largo de los siglos un incomparable patrimonio de pedagogía de la fe: sobre todo el testimonio de las catequistas y de los catequistas santos; una variedad de vías y formas originales de comunicación religiosa como el catecumenado, los catecismos, los itinerarios de vida cristiana; un valioso tesoro de enseñanzas catequéticas, de expresiones culturales de la fe, de instituciones y servicios de la catequesis. Todos estos aspectos constituyen la historia de la catequesis y entran con derecho propio en la memoria de la comunidad y en el quehacer del catequista.

La pedagogía divina, acción del Espíritu Santo en todo cristiano142 "Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahvéh, a quien instruyes con tu ley" (9 Sal 94,12). En la escuela de la Palabra de Dios acogida en la Iglesia, gracias al don del Espíritu Santo enviado por Cristo, el discípulo crece como su Maestro en "sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,52) y es ayudado para que se desarrolle en él la "educación divina" recibida, mediante la catequesis y las aportaciones de la ciencia y de la experiencia <9>. De este modo, conociendo cada vez más el misterio de la salvación, aprendiendo a adorar a Dios Padre y "siendo sinceros en el amor", trata de "crecer en todo hacia Aquel que es la cabeza, Cristo" (Ef 4,15).Se puede decir que la pedagogía de Dios alcanza su meta cuando el discípulo llega "al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13). Por eso no se puede ser maestro y pedagogo de la fe de otros, sino se es discípulo convencido y fiel de Cristo en su Iglesia.

Pedagogía divina y catequesis143 La catequesis, en cuanto comunicación de la Revelación divina, se inspira radicalmente en la pedagogía de dios tal como se realiza en Cristo y en la Iglesia, toma de ella sus líneas constitutivas y, bajo la guía del Espíritu Santo, desarrolla una sabia síntesis de esa pedagogía, favoreciendo así una verdadera experiencia de fe y un encuentro filial con Dios. De este modo la catequesis:

- es una pedagogía que se inserta y sirve al "diálogo de la salvación" entre Dios y la persona, poniendo de relieve debidamente el destino universal de esa salvación; en lo que concierne a Dios, subraya la iniciativa divina, la motivación amorosa, la gratuidad, el respeto de la libertad; en lo que se refiere al hombre, pone en evidencia la dignidad del don recibido y la exigencia de crecer constantemente en El <10>;

- acepta el principio del carácter progresivo de la Revelación, de la trascendencia y carácter misterioso de la Palabra de Dios, así como su adaptación a las diversas personas y culturas;

- reconoce la centralidad de Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, que determina a la catequesis como "pedagogía de la encarnación", por la que el Evangelio se ha de proponer siempre para la vida y en la vida de las personas;

- reconoce el valor de la experiencia comunitaria de la fe, como propia del Pueblo de Dios, de la Iglesia;

- se enraíza en la relación interpersonal y hace suyo el proceso del diálogo;- se hace pedagogía de signos, en la que se entrecruzan hechos y palabras, enseñanza y

experiencia <11>;

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- encuentra tanto su fuerza de verdad como su compromiso permanente de dar testimonio en el inagotable amor divino, que es el Espíritu Santo, ya que ese amor de Dios es la razón última de su revelación <12>.La catequesis se configura de este modo como proceso, o itinerario, o camino del seguimiento del Cristo del Evangelio en el Espíritu hacia el Padre, emprendiendo con vistas a alcanzar la madurez en la fe "según la medida del don de Cristo" (Ef 4,4) y las posibilidades y necesidades de cada uno.

Pedagogía original de la fe <13> 144 La catequesis, que es por tanto pedagogía en acto de la fe, al realizar sus tareas no puede dejarse inspirar por consideraciones ideológicas o por intereses meramente humanos <14>; no confunde la acción salvífica de Dios, que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre, pero tampoco las contrapone y separa. El diálogo que Dios mantiene amorosamente con cada persona se convierte en su inspiración y norma; de ese diálogo la catequesis es "eco" incansable, buscando constantemente el diálogo con las personas, según las indicaciones fundamentales que ofrece el Magisterio de la Iglesia <15>.He aquí unos objetivos concretos que inspiran sus opciones metodológicas:

- promover una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del hombre a Dios (fides qua) y los contenidos del mensaje cristiano (fides quae);

- desarrollar todas las dimensiones de la fe, por las cuales ésta llega a ser una fe conocida, celebrada, vivida, hecha oración <16>;

- impulsar a la persona a confiarse "por entero y libremente a Dios" <17>: inteligencia, voluntad, corazón y memoria;

- ayudar a la persona a discernir la vocación a la que el Señor la llama.La catequesis desarrolla así una acción que es, al mismo tiempo, de iniciación, de educación y

de enseñanza.

Fidelidad a Dios y fidelidad a la persona <18>145 Jesucristo constituye la viva y perfecta relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. De El recibe la pedagogía de la fe "una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia (y por tanto para la catequesis): la fidelidad a Dios y al hombre, en una misma actitud de amor" <19>.Por eso, será auténtica aquella catequesis que ayude a percibir la acción de Dios a lo largo de todo el camino educativo, favoreciendo un clima de escucha, de acción de gracias y de oración <20>, y que a la vez propicie la respuesta libre de las personas, promoviendo la participación activa de los catequizandos.

La "condescendencia" <21> de Dios, escuela para la persona146 Queriendo hablar a los hombres como a amigos <22>, Dios manifiesta de modo particular su pedagogía adaptando con solícita providencia su modo de hablar a nuestra condición terrena <23>.Eso comporta para la catequesis la tarea nunca acabada de encontrar un lenguaje capaz de comunicar la Palabra de Dios y el Credo de la Iglesia, que es el desarrollo de esa Palabra, a las distintas condiciones de los oyentes <24>; y a la vez manteniendo la certeza de que, por la gracia de Dios, esto es posible, y de que el Espíritu Santo otorga el gozo de llevarlo a cabo.Por eso son indicaciones pedagógicas válidas para la catequesis aquellas que permiten comunicar en su totalidad la Palabra de Dios en el corazón mismo de la existencia de las personas <25>.

Evangelizar educando y educar evangelizando <26>147 Inspirándose continuamente en la pedagogía de la fe, el catequista configura un servicio a modo de un itinerario educativo cualificado; es decir, por una parte, ayuda a la persona a abrirse a la dimensión religiosa de la vida, y por otra le propone el Evangelio de tal manera que penetre y transforme los

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procesos de comprensión, de conciencia, de libertad y de acción, de modo que haga de la existencia una entrega de sí a ejemplo de Jesucristo.A este fin, el catequista conoce y se sirve, desde una perspectiva cristiana, de los resultados de las ciencias de la educación.

Citas<1> DV 15; DCG (1971) 33; CT 58; CHL 61; CEC 53. 122. 684. 1145. 1950. 1964. <2> Cf Dt 8,5; Os 11,3-4; Pr 3,11-12. <3> Cf Dt 4,36-40; 11,2-7. <4> Cf Ex 12,25-27; Dt 6,4-8; 6,20-25; 31,12-13; Jos 4,20.<5> Cf Am 4,6; Os 7,19; Jr 2,30; Pr 3,11-12; Hb 12,4-11; Ap 3,19. <6> Cf Mc 8,34-38; Mt 8,18-22. <7> LG 1. <8> CEC 169; cf GE 3c. <9> Cf GE 4. <10> Cf PABLO VI, Carta enc. Ecclesiam suam (6 agosto 1964), III: AAS 56 (1964), pp. 637-659. <11> Cf DV 2. <12> Cf RM 15; CEC 24b-25; DCG (1971) 10. <13> Cf MPD 11; CT 58. <14> Cf CT 52. <15> Cf PABLO VI, Carta Encíclica Ecclesiam Suam: 1.c. 609-659. 16> Cf MPD 7-11; CEC 3; 13; DCG (1971) 36. <17> DV 5. <18> Cf MPD 7; CT 55; DCG (1971) 4. <19> CT 55. <20> Cf DCG (1971) 10 y 22. <21> DV 13; cf CEC 684. <22> Cf DV 2. <23> Cf DV 13. <24> Cf EN 63; CT 59. <25> Cf CT 31. <26> Cf GE 1-4; CT 58.

1.3. Clave Cristocéntrica y Trinitaria de la Catequesis

1.3.1. Cristo en el centro: ¿en qué sentido?6

1. Cristocentrismo no debe significar cristomonismo. Simplemente sustituir a Dios por Cristo sería desestructurar todo el itinerario cristiano, que implica un ir al Padre por Cristo en el Espíritu (CI. CT 5 (final); DCG 41). Sería neutralizar el valor del AT y del camino hacia Dios de los pueblos que no siguen la tradición judeo-cristiana. En realidad, es necesario confesar que el Padre está bastante ausente en nuestra catequesis, lo que es grave. En cuanto al Espíritu Santo, es recordado en sectores y momentos de nuestra vida eclesial, pero en conjunto es también él un gran ausente.

2. En segundo lugar, la catequesis es cristocéntrica en cuanto Cristo no es solamente tema de enseñanza sino que es, él mismo, quien enseña. El catequista tiene que tener el cuidado de ser transparente para el Maestro (d. CT 6 a 8).

3. En tercer lugar: no basta colocar simplemente a Cristo en el centro de nuestro hablar. El discurso sobre Cristo supone, como prerrequisito, que en el centro de nuestra vida esté la intimidad con Cristo vivo en su Iglesia (d. CT 5). También en esto, «la boca habla de aquello de que está lleno el corazón - la «kardia»! (Le 6,45). Es en esta perspectiva que vemos la naturaleza y finalidad de la catequesis: posibilitar hoy una experiencia semejante a la experiencia fundante de la Iglesia; estimular personas y comunidades a caminar como Iglesia rumbo al Padre en las pasos de Jesús, con la fuerza del Espíritu, promoviendo la causa del Reino.

4. La expresión «Cristo vivo» también puede prestarse a ideologización: crear una especie de mito, sugestivo pero inocuo. Vale la pena recordar esta lección de la historia.Treinta años después de la muerte de Jesús, su Buena Noticia era divulgada con gran rapidez, creando

6 Pbro. Wolfgang Gruen, SDB, Ponencia en “Hacia una catequesis inculturada”, Memorias de la II semana latinoamericana de catequesis de Caracas 1994, CELAM, Colombia 1995, Pp. 118 – 132. Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, 24 de agosto de 1994.

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enorme entusiasmo por él, principalmente entre las clases populares del mundo Mediterráneo. Finalmente surgió una esperanza, una certeza, para las masas de los rechazados.Escondido en este fervor había un riesgo. Como todo grupo de recién-convertidos, también éstos estaban sujetos a éxtasis triunfalistas: a veces, lo importante parecía ser exanar y celebrar el fundador - una forma de que el grupo se autoglorifique. En poco tiempo, nacieron nuevas cristologías y eclesiologías, cada vez más elaboradas y exaltadas, síntoma y al mismo tiempo fuente de nuevas rivalidades entre grupos cristianos. En esta ebullición de teologías, la causa de Jesús, su compromiso con el Reino de Dios, se arriesgaba a quedarse de lado. Hay indicios de que, en algunas comunidades de lengua griega, Jesús empezó a ser visto como salvador taumaturgo, a la semejanza de tantos dioses de los mitos helenistas: un símbolo, sin raíces en el contexto de la historia.Fue cuando providencialmente apareció el Evangelio según San Marcos, que tuvo la lucidez de colocar las cosas en la debida perspectiva.Literariamente, Marcos es un escrito simple, claro, directo; como conviene a los destinatarios, gente pequeña, sufrida. No hace muchos comentarios sobre la persona de Jesús; trae relativamente pocas palabras suyas. Cuenta, eso sí, lo que realmente importa. Veamos rápidamente sus acentuaciones.Marcos presenta la práctica de Jesús en confrontación radical con sectores del judaísmo oficial. Jesús anuncia la Buena Nueva más por hechos que por palabras. Para entender los hechos, milagros y palabras solo hay un camino: seguir a Jesús en la atención a los marginados, en la oración filial al Padre; en el empeño por el Reino. Seguido hasta la pasión y muerte; después vendrá la resurrección; y entonces, solamente entonces, todo quedará claro. En otras palabras, según Marcos, el hecho mismo de ver milagros de Jesús y oír sus palabras no resuelve de por sí; es necesario seguido. Tanto así que muchos que no siguieron interpretaron de modo bien diferente lo que han visto y oído (cf. 2,6; 3,6; 3,22 etc), aun cuando sabían quién era El (d. 1,23; 1,34); sabían, pero esto no los llevaba' a nada, no servía para captar el sentido de Jesús.¿Cómo se difundirá esta Buena Nueva? Invitando más gente para el seguimiento, para la práctica de Jesús. Unidos en la misma práctica, han de formar comunidades, a las cuales se destina justamente el escrito de Marcos. El seguimiento es tan importante, que se torna insustituible; sin él, la Buena Nueva se queda callada. En este sentido, el libro es apenas «inicio de la Buena Nueva»; la continuación se queda por cuenta de los que la llevan adelante en su vida de seguimiento.Marcos presenta así la espina dorsal de un itinerario de fe cristiana y de su educación, un camino exigente pero seguro, de catequesis cristocéntrica inculturada. Con razón es considerado nuestra primera Catequética Fundamental- hasta hoy obra número uno en el género (Tengamos presente que un itinerario de la fe para cristianos que no han convivido con Jesús, a pesar de analogías, es diferente del camino recorrido por los que han estado con él. El itinerario propuesto por Marcos ya es del tipo post-pascual).

Y en la práctica?

Teóricamente, nadie discute la exigencia del Cristocentrismo para la catequesis cristiana. Sin embargo, ¿podemos decir que esto se verifica, en la práctica, en nuestro continente?Hace pocos años, Victor Codina5e. señaló la dicotomía existente entre el credo oficial y el del pueblo. El pueblo no niega la fe oficial; pero se constata un distanciamiento que crece en la medida en que la Iglesia aumenta oficialmente su acervo doctrinal. Codina habla de un monoteísmo no trinitario; de cierto monofisismo en la cristología; ausencia de pneumatología; cierto monofisismo eclesiológico; una escatología que no tiene como centro la resurrección de la carne. El eje de esta problemática está en una constatación que ninguno de nosotros discutirá; (en la dogmática popular el centro es ocupado por María».Dejemos para el Tercer Tema de esta Semana el análisis y las tareas que semejante constatación nos incumbe, en términos de inculturación. Por el momento, limitémonos a señalarlo como urgencia a ser discutida y prueba de que la centralidad de Cristo en el mensaje de la catequesis no es mera cuestión

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teórica.

Jesús, el modelo para la catequesis inculturada

Perspectiva

Cuadro de referencia no nos falta en nuestra catequesis. El problema son los intereses que condicionan nuestra lectura de este referencial.Nosotros, por nuestros estudios, modo de hablar, vestir y comer, ocupamos en la sociedad una posición opuesta a la que Jesús ocupó: somos del grupo hegemónico. Jesús no: por su modo de vivir, hablar, vestir y comer, contestaba tal grupo.Nuestro tipo de cultura puede despertar mecanismos de defensa: inducir lecturas de nuestro referencial que neutralizan su impacto. Dos ejemplos de lectura bíblica neutralizada:

«El reino de los cielos es semejante al fermento que tomó una mujer y lo metió en tres medidas de harina...» (Mt 13,33). Entendemos el mensaje: "el fermento, aun siendo poco, tiene fuerza para fermentar toda la masa; ¿por qué?". Cierto. Pero, olvidamos elementos importantes: para los judíos de entonces, «fermento» tenía una connotación negativa, de corrupción, de impropio para lo sagrado. Este fermento es «escondido» en la masa. Exactamente como la sociedad miraba el movimiento de Jesús: a los ojos de los grupos hegemónicos él solamente molestaba soterradamente.

¿y el célebre grano de mostaza que se transforma en árbol, donde las aves pueden hacer sus nidos (Mc 4, 30-32)? Para el gran terrateniente, todo esto representa perjuicio: la mostaza, sea cual fuera su especie se multiplica con facilidad y acaba con las plantas más útiles; y después aún se presentan los pajaritos, otra plaga para la plantación. Desde el punto de vista de los poderosos, el Reino de Dios es ésto; y lo peor es que no hay como librarse de él.

Y el pueblo sencillo que escuchaba estas cosas, las entendía muy bien; y ciertamente echaban risas de aprobación y de alegría. ¿y nosotros? Hoy, fermento y mostaza pueden ser los indígenas, los negros o ciertos grupos que 'llamamos de «sectas» (no me refiero a todas). ¿Quién tiene miedo de ellos y de su fuerza reproductiva?Tocamos aquí una cuestión típicamente cultural: al encarar cualquier realidad, incluso ésta de la encarnación/inculturación, filtramos ideológicamente lo que nos interesa. Ahora, queremos que nuestros intereses sean cristianos, animados por el Espíritu de nuestro Maestro. Veamos algunos aspectos de la cuestión.

Jesús modelo... ¿en qué?

1. Habiéndose identificado con el sector más vulnerable de la sociedad, Jesús no esperó que los sufrientes vinieran hasta él: se desplazó al medio de ellos. Miró, escuchó, sintió sus problemas y anhelos. Como ellos, fue víctima de prejuicios y persecución.

2. Dentro de una fidelidad sustancial a su religión, Jesús relativazo prácticas y hasta instituciones consideradas importantes por el judaísmo oficia. Con esto solapó la oficialización de la cultura hegemónica como la cultura; reconoció el derecho de los «otros» a expresiones religiosas inculturadas, respetando la unidad de la fe.

3. En este su discernimiento, Jesús presentó una postura abierta y libre. El NT habla de su «parresia» (Mc 8,32; Jo 7,4.13.26 etc), mezcla de franqueza, transparencia, coraje de hablar.

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4. Tuvo compasión de las masas "sobrantes". Pero no se quedó en eso. Valoró a los pequeños. Recogió las pepitas de sabiduría, de espiritualidad y los teologúmenos tan abundantes en su cultura. Estimuló su reflexión, sentido común, creatividad, disponibilidad, les devolvió el sentido de su dignidad. Con hechos y palabras demostró que en el reino de Dios ellos no son los últimos: son los primeros, el punto de referencia. En este terreno tan bien trabajado, sembró las semillas del Evangelio.¿y los que están bien situados? Jesús no los excluyó de la Buena Nueva. Pero para oírla, y aceptarla como buena, era necesario primero dar una media-vuelta, realizar una «teshuvá», pasando para donde estaba Jesús y, por tanto, Dios.La inculturación del mensaje de la catequesis hoy pasa por este mismo camino.

Cualquiera que sea nuestro campo de actuación, el agente de pastoral hace opción por los excluidos y su causa. No se trata de que en nombre de esta opción, demonicemos la gran ciudad, la modernidad, las personas de clase media o alta. Tampoco hay que alimentar nostalgias románticas de una cristandad rural en que todo era más fácil. Se trata de reconocer las ambigüedades de cualquier cultura; y de sembrar el Mensaje de tal modo que la gente de todas las clases y culturas se abran al Espíritu y sumen fuerzas por la causa del Reino. Esto exige empatía con el pueblo con el cual trabajamos. Si es el caso, cambio de lugar social.Ir al otro como Jesús nos enseñó significa, de algún modo, salir de nosotros mismos. En la práctica implica revisar nuestras seguridades demasiado humanas. «Quien tiene certezas no escucha». Interesante que el judaísmo además de rechazar imágenes de Dios evita pronunciar hasta su Nombre. Es un alerta para quien juzga que «sabe» Dios, lo explica y define en una es-pecie de «teometría».

Parusía. Coraje y denuncias proféticas no han faltado en nuestro continente. Pero hemos experimentado que es más fácil apuntar el dedo para los otros que para nosotros mismos. Que la denuncia de yerros de la sociedad civil no nos sirva de hoja de parra para encubrir nuestras faltas intra-eclesiales. Al mismo tiempo, que problemas clericales, de momento secundarios (celibato de los sacerdotes, ordenación de mujeres) no nos distraigan de la escandalosa exclusión de las masas marginadas de nuestra América Latina y Caribe.

En el conjunto de la Iglesia, la cultura clerical aún es considerada expresión oficial, privilegiada, del catolicismo. En la formación de los catequistas y en la liturgia, es ésta la cultura que normalmente realimentamos. Creamos en el pueblo necesidades culturales que lo hace más dependiente de nosotros. En resumen, necesitamos evaluar severamente nuestro mantenimiento de la hegemonía clerical. De lo contrario, el viejo demonio de la colonización, una vez expulsado, volverá con siete peores que él, bajo las apariencias angelicales de inculturación, universalidad, unidad y semejantes.

La práctica de Jesús, en su conjunto, constituye un programa de acción coherente - una política definida, diríamos hoy; que ha tocado con precisión quirúrgica los puntos neurálgicos de su sociedad. Ante una estructura excluyente de las masas sin status ni bienes, puso en marcha un modelo alternativo, de fraternidad radical. Ante un sistema religioso corroído por la manipulación de los símbolos, búsqueda de prestigio, ritualismos y opresión, propuso la vuelta a lo esencial que Dios quiere: empeño por la causa del Reino y confianza en el Padre; como alma de esta práctica, una espiritualidad serena y fuerte, un «yugo ligero» una vida animada por el Espíritu.

En otras palabras: Jesús provocó y proclamó la Buena Nueva de tal manera que la sociedad, y en ella la religión, fuera tocada en su estructura. Actuó en el medio del pueblo, para ayudarlo a acoger este germen de novedad. De este modo, estimuló la inculturación de la Buena Nueva.¿y nosotros? En nuestra sociedad compleja, necesitamos tomar a Jesús como modelo en esto también. Poco resulta quedarse en los detalles: los contextos cambiaron. ¿Qué significa favorecer la inculturación en nuestra sociedad pluralista? ¿En las culturas tradicionales? ¿En las diversas etnias? ¿En los

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ambientes diversa mente afectados por la modernidad? ¿Cómo enfrentar las diversas formas de idolatría moderna? ¿Cómo aprovechar las nuevas fuerzas constructivas que actúan en las Iglesias, cultos y religiones, y fuera de ellas?Los problemas son muchos y articulados. No necesitamos solamente de acciones catequéticas acertadas, sino de verdaderas políticas catequéticas regionalizadas, elaboradas de modo profesional, sobre la importante base de sabiduría popular y de los métodos artesanales que tanto nos han hecho caminar. Sin esto, el proceso de inculturación del Evangelio difícilmente tendrá coherencia y continuidad. Punto importante de una política catequética es la espiritualidad de los' pequeños, como Jesús nos enseñó; sin ella, la actuación catequética tendrá poco aliento.

Jesús modelo - ¿de quién?

A veces se habla de inculturación del Evangelio como si fuera tarea de los agentes de pastoral. En verdad, solamente el pueblo o el grupo que vive determinada cultura podrá propiciar la inculturación. Papel de los agentes es crear condiciones y estímulo para que la inculturación se realice; les toca, por su vida y su palabra, dar testimonio de su fe, irradiar el Evangelio - respetando el derecho del pueblo de ser sujeto del proceso. En esto, nuevamente, Jesús es modelo - para las instituciones y para los catequistas. Comencemos por lo más difícil.

De las institucionesA medida que un grupo crece, necesita organización para proteger su identidad. A través de una serie de dinamismos, el grupo se va institucionalizando. En la institución, distinguimos dos elementos que interactúan: la vertiente instituida, el elemento estructurado, oficial, que tiende a defender la estabilidad; y la vertiente instituyente, generalmente más ágil, dinámica, crítica. El elemento instituido proporciona al cuerpo social la solidez, orden y continuidad que necesita. El elemento instituyente es su fuente de vitalidad y renovación. Ambos son necesarios; pero la prioridad es del instituyente.Jesús actuó con radicalidad en la vertiente instituyente de su sociedad; animó a los pequeños y denunció los desvíos principalmente de la vertiente instituida. En la historia de la Iglesia, siempre hubo grupos y personas de la vertiente instituyente que siguieron el camino de Jesús, fomentando la inculturación. La historia de la catequesis no-oficial en los mil años de la Edad-Media Occidental es ejemplo de est059. También en la vertiente instituida constatamos actitudes admirables en esta línea. En América Latina y el Caribe solamente podemos agradecer a Dios por lo que vemos. Pero existen problemas y estamos aquí para encararlos de frente.La gran pregunta es: ¿hasta qué punto nuestras instituciones eclesiásticas en mesa y macro-dimensión tienen condiciones para seguir a Jesús en su radicalidad? Se trata de la inculturación del Evangelio. Ahora, inculturación supone respeto por la cultura del pueblo o grupo donde ella se da. El Evangelio, a su vez, toca justamente el conflicto de intereses, las relaciones de poder. Por este doble motivo, la inculturación no puede ser establecida de arriba hacia abajo, programada por una institución. El proceso es lento e imprevisible. Es incompatible con autoritarismo, centralización. No se coaduna con cierta prisa pastoral preocupada en alcanzar ante todo la ortodoxia, la integridad del mensaje. Jesús respetaba los ritmos y las posibilidades del pueblo; no se incomodaba con pequeños remiendos viejos en tela nueva.Hay puntos fundamentales que no admiten tergiversación. Cuando se niegan las señales claras del Espíritu Santo en la actuación de Jesús, él mismo advierte: «quien no está conmigo, está contra mí» (Mt 12,30). Sin embargo, cuando se trata de hacer el bien, defender la vida, expulsar el poder del mal, no seamos celosos: «quien no está contra nosotros está con nosotros» (Mc 9,40).Promover la inculturación del Evangelio tiene, por tanto, un precio: exige de nuestra parte renunciar a actitudes y políticas incompatibles con el Evangelio y con el proceso de inculturación. ¿Estarán nuestras instituciones preparadas para esto? Tengamos la humildad y el realismo de «sentar primero y verificar» nuestras condiciones para la empresa (d. Lc 14,28).

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Existen instituidos (en general decimos «instituciones») en micro, meso y macro-dimensión. Cuanto más amplia la dimensión, más difícil resulta para el instituido dar ciertos pasos, asumir ciertos riesgos. ¿Qué hacer?

Primeramente, es importante no hacemos ilusiones, no disimular. La institución admita sus limitaciones. Verifique hasta dónde logra llegar. Vea dónde está la dificultad y cómo enfrentarla: ¿por qué?, ¿quien?, ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, Pídase cuentas de una manera institucionalizada de lo que haya sido programado.

Los hombres de la institución no monopolicen el saber y el poder catequético. También aquí vale el principio de la subsidiaridad y sana descentralización, canonizado en el Prefacio del Código de Derecho Canónico (El prefacio explica que este es el quinto de los diez principios que orientaron la revisión del Código de 1917). Papel central para encaminar la inculturación como Jesús la encaminó toca a los/las catequistas. En condiciones favorables, el «grupo de catequistas» puede funcionar como excelente vivero en este sentido. Son cristianos entregados que viven el evangelio. Son laicas y laicos: ayudan a superar el clericalismo que sofoca la inculturación. En la gran mayoría, son jóvenes: rejuvenecen el propio proceso de inculturación en esta nuestra época de aceleración del tiempo. Los más maduros contribuyen con su expe-riencia, realismo y respeto con los que caminan más lentamente.

En relación a inculturación, las/los catequistas tienen dos necesidades prioritarias: formación efectivamente dentro de su cultura; y protagonismo no solamente en la ejecución sino también en la planeación y en las decisiones de la catequesis, dentro de la unidad eclesial.No monopolizar el saber y el poder catequético significa también convivir con quien nos cuestiona: aquellos que nos dicen las verdades duras exigen de nosotros más inversión, calidad y radicalidad, no es nuestro adversario: cf. GI 4,16! Si no inflacionamos ese esencial será más fácil estar unidos en torno a él.A lo largo de siglos de triunfalismo, adquirimos un lenguaje voluntarista, idealista, que ilusiona: la voz es fuerte, pero las piernas caminan lentamente. Enunciamos buenos propósitos como si ya fueran proyectos. Resulta una pastoral hecha de buenas intenciones, que tranquiliza las conciencias y da status, pero no resuelve los problemas. Hablamos de protagonismo de los laicos y de los jóvenes, opción por los pobres, igualdad real entre hombres y mujeres, inculturación: ¿son metas? ¿Aún meros deseos? ¿o concesiones forzadas? Nos sobran documentos exhortativos; hacen falta planeaciones comprometidas. Inculturación puede ser el nuevo nombre de «encarnación»; pero puede también ser apenas otra estratagema de «colonización». Lo que define nuestros reales objetivos no son declaraciones sino la implementación de políticas. ¿Por qué la vigilancia es tan severa en ciertas áreas de la vida de la Iglesia, y tan ausente en otras?Todo esto exige voluntad política. En el Tercer Tema ciertamente volveremos al asunto.

De la vertiente instituyenteCultura es estilo de vida propio y específico de un pueblo o grupo social. Por eso, la inculturación se da en ámbito de Iglesias particulares, micro-regiones, grupos étnicos.Por otro lado, somos católicos, unidos en la misma fe y esperanza con todas las Iglesias particulares del mundo, en unión con la Sede de Roma. Esto es básico para nuestra edesialidad; aún más en el mundo actual tan interdependiente. Conciliar identidad y catolicidad es un desafío: la propia práctica en las bases ayudará a enfrentarlo. En estas bases, el proceso de inculturación seguramente despertará críticas a la institución. Que sean fraternas. No transformen la institución en chivo expiatorio de las deficiencias locales. Sean realistas: una Iglesia que tiene veinte siglos de camino recorrido y casi un billón de miembros no puede ser comparada sin más, al grupo radical inicial - así como el viejo árbol frondoso no es igualito a la semilla que le dió origen. Pero insistan en hacerse oír, siempre abiertas, a su vez, a la crítica. Principalmente, procuren escuchar el Espíritu «que habló por los profetas»; sin esto, cualquier

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crítica es como mínimo peligrosa: tanto en las periferias como en el centro.Que la inculturación del Evangelio en nuestro continente pueda contar con tierra acogedora, sembradores humildes y respetuosos, y sobre todos ellos la bendición de Dios, que es quien hace crecer la semilla (cf. 1 Co 3,5-7).

1.3.2. Clave TrinitariaClaves articuladoras para una Catequesis de la Promoción Humana"7

La perspectiva global de la promoción humana se ubica en una dinámica vigorosa de inculturación del Evangelio. Es decir, creemos que no habrá verdadera catequesis y, por tanto, auténtica catequesis de la promoción humana, si no se considera en serio V en forma decisiva que tal promoción y catequesis deberá hacerse EN Y DESDE los hombres y mujeres, pueblos y culturas de nuestro continente. En otras palabras, sólo habrá un auténtico proceso de catequesis en clave de promoción humana, si dichos pueblos y culturas, se constituyen ellos mismos en SUJETOS y PROTAGONISTAS PRINCIPALES de su liberación integral en Cristo (cfr Puebla 1134 - 1135) y, por tanto, de su catequización.Este es el horizonte, el contexto de fondo, en el que ha de comprenderse y asumirse la propuesta de las 10 CLAVES ARTICULADORAS para una catequesis de la Promoción Humana.

1. Una clave Trinitaria

Una Catequesis Promocional es y debe ser TRINITARIA: ha de contribuir pedagógica mente a la construcción de la comunidad cristiana y de una sociedad a imagen y semejanza de Dios, en la diversidad y comunión de las tres 'divinas Personas,' produciendo unidad en la diversidad de la familia. humana" comunión y participación creativa en la sociedad, y conduciéndola, junto con toda la historia y el universo, hacia su fin último: la reconciliación de todos y de todo con el Padre (cfr Puebla 1301 y Enfoque CEB 94; 1 Cor 15,28).En el Padre, que da principio a todas las cosas, la creación se hace paternal y maternal;En el Hijo, que es revelación del Padre, cada criatura se hace huella de Dios, y su presencia crea relaciones fraternales constituyéndonos en hermanos y hermanas entre todos.En el Espíritu Santo, que es amor y unión, las cosas, personas y pueblos del universo no están yuxtapuestos, sino ordenados al amor y la comunión, energizados y vitalizados por el Espíritu, llegando así a la plenitud de su realización.

2. Jesús. Evangelio del padre que realiza una misión

Para revelarse como el Hijo del Padre, Jesús prefirió la práctica al discurso complicado. Realizó gestos liberadores, perdonó pecados y resucitó muertos. Con ello nos dio a conocer que fue enviado a realizar una misión. Esa misión es salvadora, es en beneficio de los otros, para cambiarlos y para cambiar su mundo y sus relaciones.Jesús anuncia el Reino, como Buena Nueva de liberación para todos, especialmente para los pobres y marginados de la sociedad. El reino de Dios es una realidad en la que el mundo de los hombres sea según la voluntad y la realidad del mismo Dios: un mundo en el que vayan coincidiendo fraternidad humana y filiación divina.Este es el Jesús de la Catequesis promocional y estas son algunas de sus consecuencias fundamentales: Si personas y comunidades siguen a Jesús, si anuncian el reino de Dios a los pobres; si buscan la liberación de todas las esclavitudes, si buscan que todos los hombres y mujeres, especialmente las mayorías crucificadas de este continente, vivan con la dignidad de hijos de Dios; si tienen la valentía de decir la verdad, que se traduce en denuncia y desenmascaramiento del pecado, y la firmeza de mantenerse en los conflictos y persecución que ello conlleva; si tienen el espíritu de Jesús, con entrañas

7 Aporte de Bolivia, en “Hacia una catequesis inculturada”, Memorias de la II semana latinoamericana de catequesis de Caracas 1994, CELAM, Colombia 1995, Pp. 352 – 355. Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, 24 de agosto de 1994.

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de misericordia, con corazón limpio; si no aprisionan la verdad y la ocultan con la injusticia; si al hacer la justicia buscan la paz y al. hacer la paz la basan en la justicia; si hacen todo eso siguiendo a Jesús y porque así lo hizo El, entonces tienen fe en Jesús y se realiza la promoción del hombre nuevo, a imagen de El que murió y resucitó para salvarnos (cfr Aporte CEB 290-340).

3. El Espíritu Santo. Misterio de amor y motor de la liberación integral

Este Espíritu es la fuerza de lo nuevo y de la renovación de todas las cosas: crea orden en la creación, hace surgir al nuevo Adán en el seno de María, impulsa a Jesús a la evangelización, resucita al crucificado de entre los muertos, anticipa a la humanidad nueva en la Iglesia y nos trae, al final de los tiempos, el nuevo cielo y la nueva tierra, auténtica meta de la promoción humana.El Espíritu es quien actualiza en nosotros la memoria de Jesús, el liberador y anunciador del Reino de Dios. El no deja que la palabra de Dios sea letra muerta, sino una fuerza viva y vitalizante que nos hace descubrir nuevos significados para hoy y nos da el valor para llevarla a la práctica, a la transformación de toda la realidad.El Espíritu se derramó sobre todos, y habita en el corazón de las personas, dándoles entusiasmo, coraje y decisión. El consuela a los afligidos, mantiene viva y operante la utopía del Reino en las mentes y corazones humanos. El nos capacita y nos moviliza para vivir el amor, la comunión, la esperanza y la fe en su auténtica y genuina realidad. Sólo así habrá una verdadera relación entre Catequesis y promoción humana, entre el anuncio de la verdad y la realización de la misma en la historia concreta.

1.4. Por una lectura misionera del Catecismo de la Iglesia Católica8

En mi reciente estudio, publicado en esta misma revista como introducción al nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, escribía lo siguiente: «Se irradia una atención especial a la dimensión misionera que, además de ser tratada de manera explicita y específica en diversos lugares del catecismo, penetra y anima todo el texto. Lo cual queda patente: porque tiene constantemente presente, en las diversas partes del catecismo, el núcleo central del anuncio cristiana: la voluntad salvífica universal de Dios, que se realizan plenamente en Cristo muerto y resucitado, quien infundiendo su Espíritu, sigue estando presente y activo en todos los lugares y tiempos mediante su Iglesia; porque presenta de manera, positiva la originalidad y novedad del anuncio cristiana; porque ofrece una visión abierta y constructiva del diálogo con las religiones no cristianas, siguiendo el modelo del documento conciliar "Nostra Aetate". A este respecto, el Catecismo pide a los catecismos nacionales un análisis más detallado y específico de las religiones no cristianas presentes en el propio ámbito territorial, pero ya él mismo presenta de manera general las religiones no cristianas, manteniendo constantemente unidas; las perspectivas antropológicas y teológicas y utilizando las categorías que se refieren: al "hamo religiosus”: al "corinquietum”: a la "praeparatio evarlica: al manifestarse de Dios en el mundo».También el Pontífice Juan Pablo II, anunciando la publicación del nuevo Catecismo, insistió en subrayar la «dimensión misionera» cuando dijo: Estoy convencido que la publicación del Nuevo Catecismo constituirá para los fieles una ocasión preciosa para reavivar la fe y para afianzar el espíritu misionero, favoreciendo así la auténtica renovación eclesial ... El Catecismo de la Iglesia Católica quiere ponerse al servicio de esta renovación en la fe y de la misionariedad de los creyentes, empeñados en vivir su bautismo en el mundo contemporáneo».El mismo Pontífice afirmó también que hay que considerar la publicación del nuevo Catecismo como una «circunstancia histórica», porque ofrece a la Iglesia la oportunidad de testimoniar la grande y maravillosa «noticia» centrada en el nombre de Jesús, Redentor del hombre. De esta «noticia» y de su

8 P. Paolo Giglioni, Profesor de la Pontificia Universidad Urbaniana, en “Omnis Terra”, Pontificia Unión Misional, nº 229, marzo 1993, pp. 127 – 136.

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anuncio, la Comunidad eclesial se siente perennemente responsable. A pesar del peso de su fragilidad la Iglesia asume, con humilde valor, la tarea de hacerse eco de ello ante la humanidad entera. En esta perspectiva, la promulgación del nuevo Catecismo «tiene el calor de una llamada, dirigida a todos los creyentes, y significa un empeño más intenso por la nueva evangelización».El Cardenal Tomko, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, escribió recientemente: «La misionariedod es una característica unas veces explicita, otras implícita, del Catecismo, pero siempre esencial.Podemos, pues, decir con verdad que el nuevo Catecismo tiene «alma misionera»; la misionariedad constituye su trama, como en un magnífico tapiz.En este estudio intentaremos poner en evidencia esta alma misionera, buscando las referencias a la misión, tanto explícitas como implícitas.Divido esta reflexión en dos partes: en la primera haré una exposición de la estructura general del catecismo como expresión de la fe de una Iglesia que tiene plena conciencia de ser misionera por su propia naturaleza (AG 2); en la segunda parte estudiaré la problemática misionera según la trata explícitamente el Catecismo: su naturaleza, su fin y sus caminos, así como los responsables y agentes de la misión.

1.4.1. El catecismo, expresión de una iglesia misioneraEl anuncio cristiano tiene como núcleo central la voluntad salvífica universal de Dios, realizada en la Pascua de muerte y resurrección de su Hijo y continuada en la Iglesia mediante la efusión del Espíritu de Pentecostés.Desde las primeras líneas del Prefacio, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) expresa esta voluntad salvífica universal citando tres pasajes bíblicos que pueden considerarse como la estructura fundamental de toda la teología misionera.

1. La vida del hombre: conocer y amar a Dios (Jn 17,3)La vida eterna consiste en conocer al Padre como al único Dios verdadero y a su enviado, Jesucristo; en un designio de pura bondad, Dios crea al hombre para hacerlo partícipe de su vida bienaventurada; a pesar de la dispersión provocada por el pecado, Dios sigue llamando al hombre a la unidad de su familia, la Iglesia, mediante la obra redentora y salvífica de su Hijo y la filiación adoptiva en el Espíritu Santo (CIC 1).En la primera sección del Catecismo, dedicada al «Credo», se desarrolla todavía más esta exigencia del hombre de conocer y amar a Dios. El hombre es «capaz» de Dios porque Dios mismo inscribió este deseo en su corazón, ya que fue creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer hacia sí al hombre, por lo que solamente en Dios puede el hombre encontrar la verdad y la felicidad que busca sin cesar (CIC 27). La vocación más profunda del hombre es, pues, la comunión con Dios (GS 19,1): parque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti» (CIC 30, que cita a San Agustín, Confesiones 1,1,1) .Para el Catecismo los caminos que llegan al conocimiento de Dios tienen como punto de partida la creación: el mundo material y la persona humana (CIC 31-35); la Iglesia enseña que Dios puede ser conocido con certeza con la luz natural de la razón humana, partiendo de las cosas creadas (CIC 36, que cita DV 6); pero este camino es muy difícil a causa de la debilidad que provocó en el hombre el pecado original (CIC 37); por eso tiene necesidad de ser iluminado por la revelación de Dios, para poder conocer sin dificultad, con certeza fume y sin mezcla de error, las verdades religiosas y morales (CIC38).El primer capítulo de la sección primera se concluye, pues, con estas significativas palabras: «Sin el Creador la criatura se diluye (CIC 36). He aquí par qué los creyentes saben que son impulsados par d amar de Cristo a llevar In luz del Dios vivo a los que no le conocen o le rechazan» (CIC 49). La Iglesia tiene plena confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres (CIC 39). Por eso la misión no se basa en las capacidades humanas sino que se deriva más bien del

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«amor fontal», que es la caridad de Dios Padre, que nos llama libremente a participar en su vida y en su gloria (cf. AG 2).

2. La voluntad de Dios es que todos se sal ven: 1 Tm 2,34«Dios nuestro Salvador ... quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tm 2,34). Para que esta llamada resonase por toda la tierra, Cristo envió a los Apóstoles con el mandato de anunciar el Evangelio (cf. Mt28,19-20; Mc 16,20) (CIC 2). y no sólo a los Apóstoles, sino también aquellos que con la ayuda de Dios han acogido la llamada de Cristo y han respondido a ella libremente, fueron a su vez impelidos por el amor de Cristo a anunciar por todo el mundo la Buena Nue va; este tesoro recibido de los Apóstoles fue conservado fielmente por sus sucesores; todos los fieles de Cristo están llamados a transmitirlo de generación en generación anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia Y en la oración (cf. Hch 2,42). La Iglesia ha llamado catequesis al conjunto de esfuerzos para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios para que, por la fe, tengan vida en su nombre, para educados en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo (d.CTI.2) (DC4).Además de estas claras expresiones del Prefacio del Catecismo, el libro sigue desarrollando la óptica misionera en los capítulos siguientes. En el capítulo segundo de la primera sección habla de Dios, que sale al encuentro del hombre, y afirma: "Par una decisión puramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su de5ignio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela, plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al espíritu Santo» (DC 50). Este designio de benevolencia y esta voluntad de salvación consiste en tener acceso al Padre y ser hechos partícipes de la naturaleza divina (DC 51, que cita DV 2). De hecho, la Revelación tiene como finalidad hacer a los hombres capaces de responder a Dios, de conocerlo y de amarlo, visto que El quiere hacemos hijos adoptivos en su único Hijo (cf. Ef,4-5).Presentando las etapas de la divina Revelación, el Catecismo pone de relieve la universalidad de este proyecto salvífico, como cuando en la alianza con Noé después del diluvio (Gn 10,5) se expresa el principio de la economía divina con las naciones» (DC 56). La misma elección de Abrahán tiene como finalidad reunir a la humanidad dispersa, haciendo de él «el padre de una multitud de naciones» (DC 59, que cita Gn 17,5). Todo esto en espera de una Alianza nueva y eterna, destinada a todos los hombres (d. Is 2,24) y que estará escrita en los corazones (cf.Jr 31,31-34; Hb 10,16); «los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades, una salvación que incluirá a todas las naciones» (DC 64, que cita Is 49,5-6; 53,11).Es, pues, revelación de Dios que no un solo pueblo sino todas las naciones son destinatarias de la salvación. Sobre este particular el Catecismo cita aún 1 Tm 2,4, para recordar la voluntad salvífica universal del Padre en Jesucristo; y continúa afirmando que Cristo debe ser anunciado a todas las naciones y a todos los hombres; se reitera, con otras palabras, la necesidad absoluta de la misión univer-sal de la Iglesia, que incumbe a todo creyente en Cristo (DC 74).Siguiendo con el análisis de la sección primera del Catecismo, dedicada al «Credo», se constata de nuevo su énfasis misionero al hablar de la obediencia de la fe, es decir, de la respuesta del hombre a Dios que se revela. Dice el Catecismo: "La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie se ha dado la fe a sí mismo... El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes» (DC 166).Es ante todo la Iglesia la que confiesa en todo el mundo al Señor, y con ella y en ella cada uno se ve impulsado y llevado a confesar que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre (DC 168.172).Se comprende, pues, por qué Juan Pablo II en la Encíclica Redemptoris Missio escribió que la misión es un problema de fe (RM 11). El anuncio misionero es el primer deber de la Iglesia, su tarea fundamental:

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"La Iglesia no puede substraerse al mandato explicito de Cristo; no puede privar a los hambres de la "Buena Nueva" de que son amados y salvados par Dios» (RM 44; d. 3.11.23). La misión es, pues, el índice exacto de nuestra fe en Dios y en su amor por nosotros (RM 11); «nos apremia el amor de Cristo» (2 Co 5,14). Y puesto que tal misión concierne al destino eterno de los hombres y responde al designio misterioso y misericordioso de Dios, la causa misionera sigue siendo el primero y principal servicio que la Iglesia debe hacer a cada hombre y a la humanidad entera (RM 2). Es una actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca concluida (RM 3). Es ésta la tarea más específicamente misionera que Jesús confió y confía cada día a su Iglesia; y este mandato no es algo contingente y exterior, sino que llega hasta el corazón mismo de la Iglesia, porque «es misionera por naturaleza» (AG 2).La Iglesia, como su misión, hunden sus raíces en el infinito abismo del «amor fontal»: la caridad trinitaria. La dimensión misionera del Nuevo Catecismo se inserta precisamente en esta visión "económica» del proyecto divino que prevé que la salvación universal de todas las naciones brote del amor trinitario. Describiendo esta «economía» en el ámbito de las «misiones trinitarias», el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf.Jn 17,21-23» (DC 260). También Juan Pablo II en la Redemptoris Missio ha escrito que «el fin último de la misión es hacer partícipes de la comunión que existe entre el Padre y el Hijo: los discípulos deben vivir la unidad entre si, permaneciendo en el Padre y en el Hijo, para que el mundo conozca y crea (if. Jn 17,21-23). Es éste un significativo texto misionero que nos hace entender que se es misionero ante todo por W que se es, en cuanto Iglesia que vive profundamente la unidad en el amor, antes de serw por w que se dice o se hace» (RM 23) .

3. En ningún otro hay salvación: Hch 4,12«Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 2,12).El Catecismo se presenta, pues, como instrumento de una Iglesia misionera que siente la necesidad de anunciar a Cristo a todos los pueblos y a todos los hombres de modo que la Revelación llegue hasta los confines del mundo. La Revelación es la expresión de la suma benignidad de Dios que quiere revelar su voluntad salvífica a todos los pueblos (CIC 74, que cita DV 7). Y por tanto la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el misterio de la comunión de la Santísima Trinidad (CIC 738).La misión universal de la Iglesia nace de la fe en Jesucristo, hijo unigénito del Padre, que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo”. En el acontecimiento de la Redención está la salvación de todos, «porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este misterio» . Por eso la misión no se basa en las capacidades humanas, sino en el poder del Resucitado.La Iglesia cree que Cristo es el único Salvador de todos, el único que está en grado de revelar a Dios y de llevar hasta Dios. «En ningún otro hay salvación» (Hch 4,12; d. 1 Co 8,5-6): esta afirmación tiene valor universal, porque la salvación de todos no puede venir más que de Cristo, constituido único mediador entre Dios y los hombres (1 Tm 2,5-7; d. Hb4,14-16).La unicidad y universalidad de la salvación significa que ésta no se concede sólo a los que creen en Cristo de manera explícita y pasaron a formar parte de la Iglesia. Si está destinada a todos, la salvación debe ser puesta en concreto a disposición de todos. Siendo don de lo Alto, la Iglesia y todo creyente no pueden sino proclamar que Jesús vino a revelar el rostro de Dios y a merecer la salvación para todos los hombres. Por eso la misión es un problema de fe: es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros. La Iglesia, y en ella todo cristiano, no puede ocultar ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibida de la bondad divina para ser comunicada a todos los hombres. La misión es una gracia: «A mi, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo, Y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora

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manifestada ... por medio de la Iglesia, conforme al previo designio eterno que realizó en Cristo Jesús, señor Nuestro» (Ef 3,8-11). Por eso la misión, además de proceder del mandato formal del Señor, se deriva de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros (RM 11).

1.4.2. La misión, exigencia de la catolicidad de la IglesiaHemos dicho que la dimensión misionera del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica queda patente no sólo en el plan global, sino también en algunas secciones y párrafos específicos. El párrafo que más nos interesa aquí es el dedicado a la «catolicidad» de la Iglesia.La palabra «católica» significa «universal», en el sentido de «según la totalidad» o «según la integra-lidad» (CIC 830). La iglesia es católica en un doble sentido:

a. Es católica porque en ella está presente Cristo; en ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, lo cual implica que recibe de El «la plenitud de los medios de salvación» (CIC 830, que cita AG 6).b. La Iglesia es católica también por el hecho de ser enviada en misión por Cristo a la totalidad del género humano (CL Mt 28,19).« Todos los hombres son llamados a formar parte del Pueblo de Dios. Por lo cual este Pueblo, siendo uno Y único, ha de abarcar el mundo entero y todos los tiempos, para cumplir los designios de la voluntad de Dios, que creó en el principio una sola naturaleza humana, y determinó congregar en un conjunto a todos sus hijos, que estaban dispersos... Este carácter de universalidad que distingue al Pue-blo de Dios, es un don del mismo Señor por el que la Iglesia católica tiende eficaz y constantemente a recapitular la Humanidad entera con todos sus bienes bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu» (LG 13).Estas dos acepciones de «catolicidad» son necesarias, ambas a dos, para definir la naturaleza misionera de la Iglesia; tengamos también muy en cuenta que el Catecismo, aún antes de hablar de catolicidad en sentido geográfico, es decir, de una Iglesia extendida por todo el mundo, habla de una Iglesia que es católica en sentido teológico, es decir, en cuanto en ella está presente Cristo y en ella subsiste el Cristo total, Cabeza y Cuerpo.A partir, pues, de la catolicidad de la Iglesia, el nuevo Catecismo afronta algunas cuestiones que conciernen a la dimensión misionera de la misma.

1. ¿Quién pertenece a la Iglesia católica?El Catecismo responde: «Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios... A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios» (CIC 836, que cita LG 23).Están plenamente incorporados a ella los que aceptan íntegra la estructura y los medios salvíficos. Es el caso de los fieles católicos.Hay también una cierta comunión, al que imperfecta, con aquellos que están bautizados y creen en Cristo. Es el caso de los cristianos ortodoxos, anglicanos, protestantes, etc.¿Y los no cristianos? También ellos están ordenados de diversas maneras al Pueblo de Dios (CIC 839, que cita LG 16). Con el pueblo judío existe una relación particular, debida a la alianza y al don de la ley. También con los musulmanes hay una cierta relación por el hecho que también ellos adoran a un Dios creador, único y misericordioso. Con los secuaces de otras religiones hay también un vínculo basado en el origen y el fin comunes del género humano (CIC 840-842).La Iglesia reconoce en estas religiones elementos de bondad y de verdad; todo ello puede incluso constituir como una preparación para el Evangelio (LG 16). Pero no olvidemos que en ciertos comportamientos religiosos hay también límites y errores.

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Precisamente para reunir de nuevo a todos sus hijos, dispersos y extraviados por el pecado, el Padre quiso convocar a toda la humanidad en la Iglesia de su Hijo. La Iglesia es, pues, el lugar donde la humanidad debe volver a encontrar su unidad y su salvación (CIC845).

2. ¿Puede haber salvación fuera de la Iglesia?El Catecismo responde a esta pregunta con tres cuestiones íntimamente unidas entre sí:a. en sentido exclusivo esta afirmación significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por medio de la Iglesia que es su Cuerpo. Sólo Cristo es el mediador y el camino de salvación; inculcó también la necesidad de la fe y confirmó la necesidad de la Iglesia. No podrán, por tanto, salvarse los que, ha-biendo conocido esta economía divina de salvación, no hayan querido entrar y perseverar en ella (CIC 846, que cita LG 14);b. en sentido inclusivo la afirmación significa que los que sin culpa por su parte ignoran a Cristo y a la Iglesia pueden conseguir la salvación eterna, ayudados siempre por la gracia y por sus buenas obras;c. aunque Dios, por caminos conocidos sólo por El, puede llevar a la fe, «sin la que es imposible agradarle, a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar a todos los hombres» (CIC 848, que cita AG 7) .

3. ¿Por qué es misionera la Iglesia?Dijimos anteriormente que el Catecismo basa la misión de la Iglesia en el hecho de ser católica; efectivamente, fue constituida «sacramento universal de salvación» (LG 48). La Iglesia es también misionera porque recibió el mandato explícito de evangelizar a todas las gentes (Mt 28,19-20). La misionariedad de la Iglesia tiene finalmente su raíz última en el amor eterno de la Santísima Trinidad, en cuanto partícipe de la misión del Hijo y del Espíritu por parte del Padre. Por eso el fin último de esta misión está en el hecho de hacer partícipes a los hombres de la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor (RM 23). La Santísima Trinidad es, pues, el origen, fin y meta de toda misión.Puesto que Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4), este amor de Dios por todos los hombres «impulsa» (cf. 2 Co 5,14; RM 11) a la Iglesia a anunciar la salva-ción universal, bajo la guía del Espíritu Santo, protagonista de la misión (RM 2).

a. Los caminos de la misiónEl Catecismo indica brevemente los caminos de esta misión, que son los que siguió el mismo Cristo: pobreza, obediencia, servicio, sacrificio de sí hasta dar la vida si fuera necesario, penitencia y renova-ción, avanzando por el mismo camino por el que avanzó Cristo, por el estrecho sendero de la cruz; camino que la Iglesia recorre con la humanidad, con paciencia, progresando de etapa en etapa y usando los medios adecuados (CIC 852-853).

b. Por etapas sucesivasEl Catecismo indica también las etapas sucesivas de la obra misionera:* La primera forma de evangelización es el testimonio. La Iglesia camina junto con la toda la humanidad, experimenta la misma suerte terrena del mundo y existe como fermento y alma de la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios (GS 40) (CIC 854) (11). La Redemptoris Missio cita a este propósito a Pablo VI: «El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros» (RM 42, que cita EN 4).* La evangelización. Se entiende aquí como anuncio a los pueblos y grupos que no creen aún en Cristo, es decir, la misión verdadera y propia, la misión ad gentes. El anuncio tiene prioridad permanente en la misión. La evangelización tendrá también siempre como base, centro y al mismo tiempo vértice de su dinamismo una clara proclamación de la salvación ofrecida en Cristo a todo hombre (cf. RM 44; EN 27). El anuncio es el corazón de la misión, el gozne de toda la evangelización.

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* La formación de Iglesias locales. «Consiste en dar vida a comunidades cristianas, signo de la presencia de Dios en el mundo» (AG 15) «y en la fundación de Iglesias locales (cf. RM 48-49» (CIC 854). La misión ad gentes tiene, de hecho, como objetivo fundar comunidades cristianas, hacer progresar a las Iglesias hasta su completa madurez. Es ésta una meta central y cualificadora de la actividad misionera, hasta el punto que ésta no puede darse por terminada hasta que no consiga edificar una nueva Iglesia particular, que ejerce normalmente sus funciones en el ámbito de la Iglesia local (RM 48).- La inculturación. Es el proceso de encarnación el Evangelio en las culturas de los pueblos (cf. RM 52-54).Teniendo en cuenta el AG 56, el Catecismo registra también en el camino de esta misión la inadecuación, la insuficiencia y la marcha atrás: «En cuanto se refiere a los hombres, grupos y pueblos, solamente de forma gradual los toca y los penetra y de este modo los incorpora a la plenitud católica». (CIC 854, que cita AG 6). De hecho, la Iglesia, incluso poseyendo plena y totalmente los medios salvíficos, no puede actuar siempre ni inmediatamente de manera completa; conoce inicios y grados, e incluso debe constatar dolorosamente a veces pasos hacia atrás.En este mismo contexto de los «caminos de la misión», el Catecismo de la Iglesia Católica dedica dos breves números al diálogo ecuménico e interreligioso.

c. El diálogo ecuménico.«La misión de la Iglesia reclama el esfuerzo hacia la unidad de los cristianos» (CIC 855, que cita RM 50). La falta de unidad es vista más bien como impedimento a la plena realización de la catolicidad de la Iglesia (cf. UR 4); la Redemptoris Missio, en cambio, insiste más bien en el hecho que «la división de los cristianos perjudica a la causa santísima de la predicación del Evangelio a toda criatura Y cierra a muchos las puertas de la fe» (RM 50, que cita AG 6). En el camino de búsqueda de la unidad, la Iglesia colabora leal y fraternalmente con los hermanos separados, sobre todo para afrontar la confusión que siembran actualmente las sectas por doquier. Pero este diálogo debe excluir toda forma de indiferentismo, sincretismo y concurrencia desconsiderada; será útil recordar, a este respecto, que Ad Gentes había distinguido claramente entre actividad misionera mi gentes Y actividad ecuménica (AG6).

d. El diálogo interreligioso.Esta misión implica también un diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el Evangelio; un diálogo evangelizador que permita conocer mejor todo lo que hay de bueno y verdadero entre las naciones y, al mismo tiempo, ser conocidos sin prejuicios con toda la fuerza que proviene del Evangelio (ClC 855-856).El Catecismo no se detiene más en especificar los varios modos de actuación de este diálogo interreligioso. Pero de los recientes documentos del Magisterio emergen, no obstante, algunos niveles del diálogo:* El primer nivel del diálogo consiste en la colaboración en objetivos de carácter humanitario que tienden a la liberación y promoción del hombre (cf. NAc 3; AG 11.12.15.21).* El segundo nivel podría ser la profundización, la confrontación, el juicio entre los respectivos patrimonios religiosos (NAc 1; EN 18-20.63).* El tercer nivel, que es el más profundo, está en compartir las propias experiencias religiosas (oración, contemplación, fe, empeño, búsqueda del absoluto). Se ofrece así a los demás la posibilidad de experimentar de manera existencial los valores del Evangelio.En cuanto a la distinción entre diálogo y misión podemos decir que al hacerse «diálogo» la Iglesia no debe dejar de ser «palabra», puesto que es misionera por naturaleza (AG 2), es decir, enviada para la misión de anunciar a todas las naciones la buena noticia de Cristo y sobre Cristo (cf. MT 28,19; Mc 16,15-16; Le 24,47; Hch 1,8).«El diálogo no dispensa de la evangelización» (RM 55). El reconocimiento de los valores presentes en las tradiciones religiosas no cristianas no disminuye el deber y la determinación de la Iglesia de procla -

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mar sin titubeos a Jesucristo, que es «el camino, la verdad y la vida» (In 14,6). «El diálogo debe ser conducido y llevado a término con la convicción de que la Iglesia es el camino ordinario de salvación y que sólo ella posee la plenitud de los medios de salvación» (RM 55; cf. UR 3; AG 7). Todo esto es eco y reitera el auténtico pensamiento del Vaticano TI de que había afirmado la relación de estima que existe entre la Iglesia y los no cristianos pero que concluía así: «La Iglesia fomenta encarecidamente las misiones» (LG 16). La actividad misionera conserva íntegra hoy, como siempre, su eficacia y su ne-cesidad» (AG 7).

4. Los responsables y agentes de la misiónPodemos decir, con la Redemptoris Missio, que no se da testimonio sin testigos, como no existe misión sin misioneros (RM61).Además, el hecho de que toda la Iglesia y cada una de ellas sea enviada a las naciones no excluye, más bien exige, que haya responsables y agentes de la misión que, a título diverso y con funciones diferenciadas, se hagan cargo de la misión universal.Siguiendo las huellas de la Redemptoris Missio vemos que también el Catecismo de la Iglesia católica habla de la misión como tarea comunitaria, aún reconociendo en su seno a enviados especiales (cf. RM61).

a. Los primeros responsables de la actividad misioneraEl mandato de la misión universal incumbe, ante todo, al Colegio de los Obispos con su cabeza el sucesor de Pedro (AG 38).Hablando del ministerio pastoral de los Obispos, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido con fiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias. "Mas si todo obispo es propio solamente de la porción de grey confiada a sus cui-dados, su cualidad de legítimo sucesor de los apóstoles por institución divina, le hace solidariamente responsable de la misión apostólica de la Iglesia"» (ClC 1569, que cita LG 23; CD 4.36.37; AG 5.6.38; cf. ClC 886).Están también las vocaciones misioneras específicas y los Institutos mi gen1es. Para la Redemptoris Missio el título de «misionero» en sentido propio corresponde sólo a los que, por una vocación especial, asumen como deber específico la tarea de la evangelización «ad gentes y de por vida» (cf. RM 32.65.66; AG 23). El Catecismo de la Iglesia Católica no es tan preciso como Redemptoris Missio, pero habla también del compromiso misionero que deriva de la consagración religiosa: «La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas desde el período de implantación de la Iglesia».La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas Iglesias... (CIC 927; cf. RM 69).También los sacerdotes diocesanos tienen un deber preciso hacia la misión universal: su ministerio, de hecho, participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles (cf. PO 10; AG 38). El Catecismo de la Iglesia Universal recuerda esta doctrina conciliar y afirma que la ordenación sacerdotal no prepara a los sacerdotes para una misión limitada y restringida sino para una misión amplísima y universal de salvación, hasta los extremos del mundo, prontos en su ánimo a predicar el Evangelio en todas partes (CIC 1565, que cita PO 10 y OT 20).También son misioneros todos los laicos por su bautismo (cf. LG 13.33; AG 35-36.41). El Catecismo subraya la necesidad de que todos los fieles laicos compartan la responsabilidad de llevar el Evangelio a cuantos aún no conocen a Cristo; este deber-derecho deriva de su Bautismo y de la Confirmación que les hace partícipes del triple oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo: Están obligados a comprometerse para que el anuncio de la salvación sea conocido y acogido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante en los casos en que sólo por medio de ellos los hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo (CIC 900; cf. RM 71).

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Citando a Santo Tomás de Aquino, el nuevo Catecismo dice que, en virtud de la participación de los fieles laicos en el oficio profético de Cristo, «enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo creyente» (CIC 904). El anuncio de Cristo debe comunicarse con el testimonio de la vida y de la palabra; esta acción evangelizadora por medio de los laicos adquiere una cierta nota específica y una particular eficacia por el hecho de realizarse en las condiciones comunes del siglo: «el verdadero apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo ron su palabra, tanto a los no creyentes ... como a los fieles» (CIC 905, que cita AA 6 Y AG 15). Así, pues, todo laico, por el simple hecho de haber recibido sus dones, es a la vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma "según la medida del don de Cristo" (Ef 4, 7)» (ClC 913, que cita LG 33).Será útil citar otro texto del Catecismo de la Iglesia Católica, donde habla de una interesante confrontación entre vida moral y testimonio misionero: «La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hambres a la fe y a Dios» (CIC 2044, que cita AA 6).Puesto que son miembros del Cuerpo del que Cristo es Cabeza (cf. Ef 1,22), los cristianos contribuyen a la edificación de la Iglesia con la solidez de sus convicciones y costumbres. La Iglesia crece, se desarrolla y extiende mediante la santidad de sus fieles (LG 39), hasta que lleguemos todos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo (Ef 4,13) (CIC 2045).

1.4.3. ConclusiónHemos intentado revelar «el alma misionera» del Catecismo de la Iglesia Católica mediante una lectura que nos descubrió su estructura global y todos y cada uno de los aspectos relativos a la misión.Quisimos poner en práctica el deseo expresado por Juan Pablo II: “Estoy convencido que la publicaci6n del Nuevo Catecismo constituirá para los fieles una ocasión preciosa para reavivar la fe y para afianzar el espíritu misionero».Después de la Encíclica misionera de Juan Pablo II y de la publicación del nuevo Catecismo, sería deseable que se volviese a hablar de la misión con el amor, respeto y empeño que caracterizaron siempre el sentir eclesial acerca de la misma.La misión no necesita novedades, sino más bien fidelidad; y si evangélicamente se proyecta hacia «nuevas realidades» no por ello reniega del depósito de las «realidades antiguas», es decir, sabias (cf. Mt 13,52). Hoy más que nunca se plantea a la acción misionera de la Iglesia una opción existencial: entre el riesgo y la abdicación, entre las voces del buen sentido y la caridad que apremia (d. 2 Co 5,14). La infidelidad a la misión es el mayor pecado contra el Espíritu, porque equivale a negar que el único Señor es Cristo (d. 1 Co 12,3). Dios no nos dio un espíritu de timidez sino de fortaleza y amor (2Tm 1,7).Estas realidades, que son siempre «nava el velero» (Mt 13,52), nos hacen pensar en el texto de S. Juan Crisóstomo que nos complacemos en citar como conclusión de esta lectura misionera del nuevo Ca-tecismo de la Iglesia Católica: «Nada hay más frío que un cristiano que no se preocupe de la salvación de los demás.No puedes excusarte con la pobreza, pues aquella viuda que echó dos monedas de cobre te acusará. Y Pedro decía: "no tengo plata ni oro". El mismo Pablo era tan pobre que frecuentemente pasaba hambre y carecía del alimento necesario.No puedes aducir tu baja condición, pues aquellos eran también humildes, nacidos de baja condición. y tampoco vale afirmar que no tienes conocimientos, pues tampoco ellos los tenían. Ni te escudes detrás de tu debilidad física, pues también Timoteo era débil y suma frecuentemente de enfermedades.Todos pueden ayudar al prójimo con tal que cumplan con lo que les corresponde.¿No veis los árboles infructuosos, cómo son con frecuencia sólidos, hermosos, altos, grandiosos y esbeltos? Pero, si tuviéramos un huerto, preferiríamos tener granados y olivos fructíferos antes que esos

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árboles; esos árboles pueden causar placer, pero no son útiles, e incluso, si tienen alguna utilidad, es muy pequeña. Semejantes son aquellos que sólo se preocupan de sí mismos; más aún, ni siquiera son semejantes a esos árboles, porque sólo son aptos para el castigo. Pues aquellos árboles son aptos para la construcción y para damos cobijo. Semejantes eran aquellas vírgenes de la parábola, castas, sobrias, engalanadas, pero, como eran inútiles para los demás, por ello fueron castigadas. Semejantes son los que no alimentan con su ejemplo el cuerpo de Cristo.Fíjate que ninguno es acusado de sus pecados, ni que sea un fornicador, ni que sea un perjuro, a no ser que haya ayudado a los demás. Así era aquel que enterró su talento, mostrando una vida intachable, pero inútil para los demás.¿Cómo, me pregunto, puede ser cristiano el que obra de esta forma? Si el fermento mezclado con la harina no transforma toda la masa, ¿acaso se trata de un fermento genuino? Y, también, si acercando un perfume no esparce olor, ¿acaso llamaríamos a esto perfume?No digas: "No puedo influir en los demás", pues si eres cristiano de verdad es imposible que no lo puedas hacer. Las propiedades de las cosas naturales no se pueden negar: lo mismo sucede con esto que afirmamos, que está en la naturaleza del cristiano obrar de esta forma.No ofendas a Dios con una contumelia. Si dijeras que el sol no puede lucir, infliges una contumelia a Dios y lo haces mentiroso. Es más fíci1 que el sol no luzca ni caliente que no que deje de dar luz un cristiano; más fácil que esto sería que la luz fuese tinieblas.No digas que es una cosa imposible; lo contrario es imposible. No inflijas una contumelia a Dios. Si ordenamos bien nuestra conducta, todo lo demás seguirá como consecuencia natural. No puede ocultarse la luz de los cristianos, no puede ocultarse una lámpara tan brillante».

Trabajo Práctico 11. Leer cada una de las citas bíblicas que fundamentan el texto del tema del Directorio Catequístico

General sobre la pedagogía de Dios, y armar una reflexión.2. ¿Cuáles son las imágenes más corrientes de Jesucristo entre sus catequizandos?3. ¿Jesucristo, según es presentado en la catequesis, es percibido verdaderamente como una Buena

Nueva de salvación que entusiasma a los catequizandos a seguirlo como discípulos?4. ¿Hay aspectos del misterio de Jesucristo que necesitan ser más acentuados?5. ¿Cuáles principios de inculturación poden ser vivenciados a partir del misterio de la

Encarnación?6. ¿Cuáles son los aspectos de Jesucristo evangelizador que deben servir de modelo para nuestra

catequesis?7. Comentar que se propone al decir “leer el catecismo con una luz misionera”

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UNIDAD 2: HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE LA CATEQUESIS

2.1. Proceso de la Catequesis en la Historia de América Latina9

IntroducciónEl tema de este trabajo "Breve Panorama del proceso de la Catequesis en la Historia de la Iglesia de América Latina" no pretenc1e hacer un recuento cronológico de las principales etapas de la Catequesis Latinoamericana. Por una parte resultaría algo de gigantescas proporciones y por otra cada una de las regiones y de los países, han tenido su historia propia, sus propias características culturales que han determinado especiales líneas pastorales y Catequísticas, todas importantes, pero imposibles de enumerar en un trabajo tan corto.Tampoco se pretende con esta reflexión hacer un juicio de valor de la Catequesis en las distintas épocas de la historia de América Latina. Simplemente se pretende tomar los acontecimientos más importantes de la Historia de la Catequesis con el fin de ver las experiencias generales, las líneas globales, los aportes de miles y miles de catequista celosos, que con su testimonio y su palabra han sabido sembrar eficazmente la semilla de la Palabra de Dios, en los fecundos surcos dé nuestra América Latina.Creemos que para nuestras reflexiones catequéticas de estos días, es de utilidad, tener presente algunos datos sobre el desenvolvimiento de la Catequesis, como respuesta a los diferentes horizontes históricos de cada época. No podemos hacer una Catequesis ni menos juzgarla sino desde su propia situación histórica, en el ambiente en que se vive, con el cúmulo de interrogantes, preocupaciones e instituciones que lleva consigo. Esto constituye el horizonte desde <1onde se plantea la cuestión catequística.Esta afirmación podría aparecer extraña; sin embargo, podríamos decir que la Catequesis siempre se ha hecho así: El cristianismo primitivo elaboró sus diferentes esbozos catequísticos, desde los distintos horizontes históricos y culturales que tuvo que afrontar.Como ejemplo podemos recordar las primeras catequesis de la Iglesia consignadas, las principales, en los libros del Nuevo Testamento. Es una colección de escritos que proceden de diferentes horizontes históricos y culturales de las comunidades cristianas nacientes. El estudio reciente ha demostrado que son muy diferentes los horizontes históricos de donde proceden los cuatro Evangelios, lo cual entre otras cosas determina su diverso enfoque teológico y catequístico. Igual cosa se podría afirmar de las primeras cartas de San Pablo, las llamadas cartas de la cautividad y mucho más aún de las Pastorales.La edad Patrística se propuso exponer el misterio de Cristo desde el horizonte que le proporcionó el mundo y el pensamiento grecorromanos; la edad moderna, igualmente, desde sus propias situaciones, con múltiples y variadas intuiciones, plantea a la Catequesis los interrogante s de la época.Por otra parte la Catequesis en la Iglesia como una actividad esencial en toda su vida, se va enriqueciendo con aportes preciosísimos que van dejando los distintos acontecimientos, situaciones, e instituciones a los que debe responder con su Catequesis, a través de los siglos.No podemos, pues iniciar ninguna reflexión seria, sobre la Catequesis, sin recordar, así sea, muy someramente, estas grandes experiencias de la historia y sobre ellas pensar en construír el futuro. Es el objetivo de este modesto trabajo.

9 P. Jorge V. Micolta Piñeros, Director Catequesis Arquidiócesis de Bogotá, Ponencia en “La Comunidad Catequizadora en el Presente y Futuro de América Latina”, I Semana Latinoamericana de Catequesis, Quito del 3 al 10 de octubre de 1.982, Ed. del CELAM, Bogota, 1.983, Pp. 75 – 168.

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Así pues, el plan de nuestro trabajo será el siguiente:

2.1.1. Panorama general de la catequesis en los primeros siglos de la IglesiaLa primera catequesis de la IglesiaAntes de iniciar nuestra reflexión sobre la Catequesis en América Latina creo oportuno detenemos un momento en la Catequesis primera de la Iglesia. Es el origen de todo el movimiento catequístico. Es como una catequesis normativa, ya que fue ejercida por la persona misma de los Apóstoles y por los Padres de la Iglesia.

1. CATEQUESIS Y PREDICACION DE LOS APOSTOLES: (S.I)En el principio de la Iglesia, la Catequesis se identificaba con la predicación misma de los apóstoles. Este período cubre el Siglo 1.Desde el Nuevo Testamento el verbo "CA TEQUEIN" lo encontramos expresando la transmisión oral de la Buena Nueva para todos los hombres en Jesucristo que murió y resucitó. (Cfr. Ac. 18, 25; 21,24; Rom. 2, 18; I Cor. 14, 19; Gal.6,6; Luc.l,4).A los Judíos se les mostraba que Cristo era el Mesías prometido. Su ley les había servido como pedagogo para conducirlos a El. (Gal. 3, 24). La predicación acogida con Fe era seguida por el Bautismo. (Cfr. Ac. 2,22-36; 7, 1-51;Hebr. 5, 12;6,1-2).A los paganos, en cambio, era necesario predicarles antes, al Dios único y verdadero, mostrarles la falsedad de los ídolos y las exigencias de la ley moral cristiana. En este caso la predicación exigía más tiempo y se tomaba como un período de prueba, durante el cual la oración y el ayuno se asociaban a la Instrucción o Catequesis (Cfr. Act. 17, 22 ss; Justino "Apología", 3, 61).En cuanto al contenido la Catequesis Apostólica tiene su centro en el misterio de Cristo muerto y resucitado. Este misterio se entregaba a los catecúmenos bajo, tres enfoques: como dogma cuando se afirna en su trascendencia; como moral cuando se participa vitalmente; como culto cuando se celebra comunitariamente en la Iglesia. Este mensaje central o "Kerigma" se adapta cuidadosamente a las diferentes situaciones históricas (Hch. 1, 8-12).

2. LA CATEQUESIS PATRISTICA (S. II AL VIII)Este importante período de la historia de la Catequesis abarca desde fines del S. I hasta los tiempos de Carlos Magno (segunda mitad del (S. VIII).

Tres hechos importantes inciden y enriquecen la catequesis en este período de su historia a saber:1) Un período de persecuciones hace que la Iglesia mantenga un fervor heroico en la confesión de su fe y destaque por otra parte la trascendencia, como originalidad fundamental del cristianismo frente a la cultura pagana greco-latina en el campo de la Catequesis.2) Con el llamado Edicto de Milán (313) las clases cultas empiezan a entrar numerosas en el seno de la Iglesia hasta entonces perseguida. Si bien es cierto que la conversión de esta capa social no fue siempre muy desinteresada sin embargo las inquietudes intelectuales de los nuevos cristianos contribuyen poderosamente a la elaboración Teológica del "Kerigma" y por' tanto a la Catequesis.3) Un tercer hecho que influye en la Catequesis es la invasión de los bárbaros a Europa. La Iglesia debe afrontar una nueva tarea agobiadora. Es preciso convertir a los bárbaros, instalados dentro del fenecido Imperio Romano y el cristianismo comienza a crecer en el Norte y en el Este de Europa. El bajo nivel cultural del momento obliga a Obispos, Sacerdotes y Catequistas a simplificar al máximo la expresión del mensaje para hacerlo comprensible a los nuevos cristianos bárbaro-Romanos.

"Este esfuerzo de síntesis y adaptación enriquece de manera especial la Catequesis de este tiempo concretando tanto el contenido del mensaje como también la manera de transmitirlo en forma sencilla.Los tres anteriores hechos hicieron que la Pastoral Catequística ocupara un lugar primordial en la vida de la Iglesia.

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Se hace necesario tener esquemas claros y sencillos con los principales elementos de una Catequesis completa para salir al paso a esta nueva situación pastoral.

3. LA PRESENTAOON PATRISTICA DEL "MENSAJE"Una preocupación primordial de los catequistas de esta época fue la fidelidad al mensaje de los Evangelistas y de los Apóstoles. Por tanto la Catequesis fue eminentemente cristocéntrica.El cristianismo, según la presentación apostólica es ante todo una "historia de la salvación". Para los Padres el "mensaje se reduce a una serie de intervenciones de Dios en la historia de la humanidad. Estas intervenciones se realizan de acuerdo con un "plan salvador".Por otra parte este mensaje de la historia de la salvación es presentado en una catequesis que se va adaptando a las diversas culturas a que se dirige. Será en primer lugar dirigido a los Griegos y entonces integra las exigencias del Evangelio con su natural inclinación hacia lo intelectual y la belleza. La mentalidad griega eminentemente intelectual facilita la sistematización catequística. Con S. Cirilo de Alejandría S. Juan Crisóstomo todos ellos, teólogos y catequistas, empieza la elaboración catequística que nos es familiar.Sin embargo la búsqueda de la inteligencia no consiste para ellos, en organizar en un sistema racional y claro, un conjunto de nociones definidas, sino en leer en la historia sagrada el encadenamiento providencial de los sucesos como intervenciones de Dios en la historia de los hombres.Pero también el hombre romano fue catequizado. El ideal romano era ante todo un ideal de sabiduría positiva, de disciplina enérgica y perseverante con tendencia al formalismo jurídico. Este enfoque latino repercutirá profundamente en la catequesis occidental. El cristianismo Occidental se distinguió por su espíritu de disciplina, su sentido de lo positivo y de lo real, se preocupó por desarrollar la parte moral del cristianismo. Se preocupa de buscar una aplicación practica a su doctrina.

4. EL ESPIRITU DE LA PEDAGOGIA PATRISTICADurante ese primer período de la Catequesis hasta el S. VIII se va delineando claramente una pedagogía específica de la Catequesis.A pesar de la adaptación constante a las distintas épocas de la historia, no encontramos nada de lo que hoy conocemos como "Clase de Religión" o "Texto de Religión" o "Enseñanza de Religión". El espíritu de la pedagogía patrística, el concepto claro de Catequesis, y las circunstancias históricas nos explicarán por qué?En efecto, tal como en el día de hoy, la clase en estos tiempos suponía, un enfoque intelectual de la materia, un predominio de la simple información sobre la vida, y la Catequesis había tomado fielmente la orientación de los apóstoles. San Agustín por ejemplo termina su explicación de la metodología para presentar la historia de la salvación con estas palabras: "Habiéndote propuesto como fin de la Ca-tequesis ese amor (el amor salvador de Cristo) relaciónalo todo con El; presenta la historia santa en tal forma que tus auditores crean lo que escuchan, esperen lo que creen y amen lo que esperan". En otras palabras, los Padres no pensaron escolarizar la Catequesis sino transmitir la experiencia de la Santidad de Dios y transformar la vida en Cristo por medio de la Palabra.

5. ASPECTOS QUE ATIENDE LA CATEQUESIS PATRISTICALa Catequesis Patrística es fiel a la presentación del Kerigma de los Apóstoles pero al elaborar su Catequesis para las distintas circunstancias históricas ve la necesidad de integrar los siguientes aspectos que me parecen fundamentales porque son una pauta para la Catequesis de todos los tiempos.

1. Aspecto Histórico. El mensaje es ante todo la historia de la salvación. Dios se ha revelado a través de una historia y en esa historia está el mensaje de salvación. Se presentaba cronológicamente el Antiguo y el Nuevo Testamento.

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2. El aspecto dogmático. Estaba constituido por la explicación del credo y del Padre Nuestro o como se decía entonces del "Símbolo" y de la "oración del Señor". El símbolo resultó hacia el año 200 de una fórmula trinitaria y otra cristológica basada en 1 Cor 15. Esta era la profesión de Fe Bautismal y por tanto una síntesis de las Catequesis de extraordinaria importancia hasta nuestros días.

3. Aspecto Litúrgico: Los Padres explicaban el simbolismo de los ritos sagrados en íntima relación con la historia de la salvación. La liturgia o como decían los "misterios" son la reactualización del hecho salvador de Cristo realizado en el Plan de Dios en etapas bien definidas en la historia de la salvación.

4. Aspecto Moral: En esto también la Catequesis Patrística se mantiene fiel a la orientación apostólica. La moral cristiana está lejos de ser un simple conjunto de leyes que hay que cumplir. La moral cristiana es la respuesta con la vida al amor de Cristo. A la luz del misterio de Cristo todos los problemas de la vida cristiana encuentran solución. Durante las persecuciones se consideró el martirio como la más auténtica imitación de Cristo. Pero al amor de Cristo fundamento último de la moral, se llega a través de la Sagrada Escritura, de los misterios litúrgicos, de la vida de la comunidad. Por eso cuando a partir del S. VI el contacto de la Palabra de Dios se pierde en los fieles: la liturgia se oscurece y la conciencia de la vida de la comunidad decae, esta presentación de la moral comienza a palidecer.

Entonces aparece la Casuística con "los penitenciales, listas interminables de pecados graves, previstos de las tarifas correspondientes, para el uso de los confesores en la imposición de la Penitencia.La Catequesis ha comenzado a perder la verdadera orientación apostólica de la moral cristiana.Estos cuatro aspectos de la Catequesis Patrística se encontraban totalmente integrados en toda forma de Catequesis, lo que daba como resultado una verdadera transmisión viva y completa del mensaje cristiano.

6. LAS TRES ETAPAS DE LA CATEQUESIS PATRISTICAEl programa catequístico más corriente en esta época tenía tres etapas fundamentales a saber:

1. La Etapa Bautismal:Es la Catequesis más importante y cuidadosa porque es lá preparación al sacramento del Bautismo. Se trataba de dar un primer concepto general del mensaje cristiano teniendo en cuenta los cuatro aspectos vistos anteriormente.

2. Etapa de instrucción pre-bautismal:Después de recibir el Bautismo, los "Neófitos" asistían durante una semana, la Octava de Pascua a instrucciones especiales. En estas instrucciones se profundizaba sobre algunos temas que apenas se habían enunciado en la Catequesis pre-bautismales y sobre todo, se explicaban a fondo los ritos o misterios litúrgicos. La presentación cuidadosa de los sacramentos estaba reservada solo para este momento.San Ambrosio por ejemplo dice en una de sus catequesis: "Ahora las circunstancias nos invitan a hablar de los sacramentos. Si hubiéramos pensado aludir a ellos antes del Bautismo, cuando no estabais iniciados, se había estimado más bien una traición que la entrega de una tradición".

3. Instrucción del pueblo cristiano:La tercera etapa de la Catequesis Patrística tenía como auditores no ya a los catecúmenos o neófitos sino a los fieles en general, al Pueblo cristiano. Es curioso que la base de esta Catequesis del pueblo cristiano era la homilía predicada durante la Eucaristía y lo que se llamaba las vigilias nocturnas. Estas homilías, según las circunstancias tenían como tema los textos de la Sagrada Escritura o los misterios celebrados en la liturgia.

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Estas tres etapas nos muestran una permanente Catequesis en la vida del cristiano que puede ser imitada en el día de hoy para una Catequesis de adultos.

7. CATECUMENADO:Al hablar de la Catequesis Patrística no podemos dejar de mencionar la institución del catecumenado.El catecumenado fue una institución de la época patrística estructurada como preparación al Bautismo, al Sacramento de iniciación cristiana.De acuerdo con el más genuino sentido de Catequesis el catecumenado no solo instruía en la Fe sino que iba modelando toda la personalidad cristiana. Lo interesante en esta institución del catecumenado es la correspondencia perfecta que existía entre el tema o mensaje de las instrucciones, la metodología usada y la organización pedagógica de integración en la comunidad cristiana.Aunque las diferentes circunstancias históricas hicieron que el catecumenado tuviera diferentes matices sin embargo es interesante tener en cuenta las cuatro etapas comunes en esta época.

l. En la primera etapa el aspirante a ser cristiano era presentado al Obispo. Este se informaba cuidadosamente sobre los motivos que tenía el aspirante para abrazar la fe y le exponía brevemente la religión de Cristo. (Los dos modelos de Catequesis propuestos por San Agustín al final de su Opúsculo de "catechizandis Rudibus" estaban destinados a esta ocasión. El diácono Deogracias era un colaborador del Obispo de Cartago en la recepción de los aspirantes).

2. En la segunda etapa ascendía el aspirante a la categoría de catecúmeno y comenzaba una instrucción de preparación al Bautismo que duraba tres años y estaba llena de vivencias cristianas. Ceremonias llenas de simbolismos y catequesis desarrolladas dentro de un marco litúrgico constituían el núcleo de esta preparación. El catecúmeno era cuidadosamente controlado en su vida diaria y recibía su formación integral asistiendo a la primera parte de la liturgia de la Eucaristía.

3. Al cabo de los tres años el catecúmeno pedía al Obispo la recepción al Bautismo y comenzaba la tercera etapa. Se les llamaba ahora en las comunidades griegas "FOTIZOMENOI" o iluminados y en las comunidades latinas "Electi" o "competentes" (Las Catequesis Pre-Bautismales de Cirilo de Jerusalén estaban des tinadas a estos fote so me noi"). Se trataba de una preparación intensiva que duraba toda la cuaresma y se centraba en la explicación del "Símbolo" y de la "Oración del Señor". Esta preparación examinaba a fondo las disposiciones de los elegidos a través de varios escrutinios acompañados de citas llenas de simbolismo. Al finalizar la cuaresma hacía la "entrega del símbolo" "traditio Synboli" y del Padre nuestro que aprendían de' memoria. Así quedaban preparados para el bautismo.

4. La cuarta etapa se desarrollaba a través del día sábado Santo. Cuatro ceremonias preparaban a la administración del Bautismo:

1) Ultimo exorcismo seguido del "Epheta"2) La unción con el óleo de los iluminados3) La renuncia de las seducciones de satanás.4) La recitación solemne del símbolo y de la oración del Señor.

Al caer de la noche empezaba la vigilia Pascual con cánticos y lecturas del Antiguo y Nuevo Testamentó. En medio de esta vigilia se administraba el Bautismo y se ungía a los elegidos con el Santo Crisma recibiendo de hecho el Sacramento de la Confirmación. Después de bautizados, participaban por primera vez a toda la liturgia de la Eucaristía, recibían el Cuerpo de Cristo, y gustaban de un cáliz con leche y miel.Toda esta ceremonia profundamente simbólica y de riquísimo contenido teológico era explicada en la semana siguiente a la Pascua. Hasta el domingo "in Albis" los neófitos asistían diariamente a la

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Eucaristía y eran instruidos por el Obispo acerca de lo que habían recibido. Las "Catequesis mistagógicas de San Cirilo de Jerusalén y los Sermones de San Ambrosio sobre .los "misterios" y los "Sacramentos" fueron pronunciados en esta ocasión.Con esta institución del catecumenado llega a su culminación la Catequesis Patrística que iluminará posteriormente la Catequesis en toda la vida de la Iglesia.

2.1.2. Preludios de la catequesis en América Latina (s. Xiv y xv)Situaciones históricas:La situación histórica de la Iglesia en los Siglos XIV y XV influye grandemente en su Catequesis. Esta Catequesis marcará durante largos años la proclamación del mensaje evangélico en Europa y en toda América Latina. Con el descubrimiento de América se inicia en el nuevo mundo junto con la conquista política, la labor de evangelización de las nuevas tierras descubiertas. Esta labor se inicia con todas las características con que se está haciendo en Europa en esta época.Hacia 1307 a 77 tenía lugar el famoso convenio de Aviñon y con él empezaba lo que se ha llamado el otoño de la Edad Media. Ese magnífico edificio de la edad media comienza a agrietarse, amenazando eh tal forma la estructura tradicional que pronto los europeos tendrían la conciencia de encontrarse en un nuevo período de la historia. Es un momento de cambio y una época dolorosa. La famosa peste negra aniquila la tercera parte de la población de Europa; la guerra de los cien años agota a Francia e Inglaterra; el Papa ha salido de Roma y vive en Aviñón; se inicia el escandaloso cisma de Occidente. La política se hace cada vez más laica y ajena a la cristiandad"; es una época de decadencia: las órdenes mendicantes, en otros tiempos verdaderos testimonios de la Iglesia, se aburguesan; la teología ya no tiene los maestros de antaño; Tanto sufrimiento y decadencia agudiza hasta la exageración la conciencia del pecado; tantas calamidades contribuyen a destacar, más de lo conveniente, el papel de la muerte. En este ambiente se genera la reforma protestante pero también es la Iglesia del Siglo XV la que se va a esforzar por dar nuevas respuestas cristianas a los interrogantes de los tiempos modernos.

El mensaje cristiano de los siglos xix y xvUna característica de la presentación del mensaje en estos años es la tendencia de la Catequesis a modelarse de acuerdo con la Teología Escolástica. En la segunda mitad del Siglo XII empieza a entrar en las facultades de Teología el pensamiento de Aristóteles. Para Aristóteles el objeto de la ciencia son las esencias, las naturalezas. Los teólogos de entonces tienen la audacia de estructurar lo dogmático del mensaje de acuerdo con esta nueva concepción de la ciencia. El contenido se va presentando cada vez más sistemático y doctrinal.Otra característica de esta época es el moralismo. Desde esta época en adelante la Catequesis fue eminentemente antropocéntrica, enfocada hacia los intereses del hombre cristiano. Es más fácil, el seguir unas series de normas pre-establecidas a tener la responsabilidad de discernir en cada ocasión a la luz del amor de Dios.En esta época es característica también la inusitada importancia que adquieren las postrimerías: la muerte, el juicio y la gloria; no tanto por el encuentro con Cristo, como lo presenta San Pablo (2 Cor 5, 1-8) o la enseñanza patrística, sino como temor, al desprendimiento de las creaturas. Muchas catequesis de la época reflejan más que otra cosa una preocupación constante de prepararse a una buena muerte.Es importante recordar el Concilio de Tortosa, reunido en 1429; en él encontramos importantes disposiciones sobre la Catequesis de entonces; "Es muy conveniente a la salvación de las almas que todos los fieles sepan lo que deben creer: Esto es: los artículos de la fe. Lo que deben pedir, a saber lo que el Señor nos enseñó en la Oración Dominical; lo que deben observar, que son los preceptos del Decálogo; lo 'que han de evitar: los siete pecados; lo que deben desear y esperar: la gloria del paraíso y lo que han de temer: que son las penas del infierno. Es un breve y útil epílogo de la doctrina cristiana que, según tenemos entendido, ignoran muchos. Por cuya causa mandamos determinantemente por esta constitución a todos los diocesanos y además prelados eclesiásticos, que den comisión a algunos hom-bres de letras para que escriban un breve catecismo en que comprenda con claridad cuanto debe saber el

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pueblo; y que esta obrita se divida de modo que pueda explicarse en seis o siete lecciones a fin de que los párrocos aprovechen los Domingos del año para inculcada diversas veces con, el objeto de que presente a Dios un pueblo libre de las tinieblas de la ignorancia".En el anterior texto tenemos un resumen del contenido y de la orientación de la catequesis de la época.El elemento litúrgico: De la liturgia simplemente podemos decir que no aparece en la Catequesis de la época. El divorcio entre vida litúrgica y vida cristiana, entre liturgia y catequesis se ha acentuado tanto que en el "tratado de la Doctrina" del Siglo XIV cuando habla de los "Sacramentos", no menciona el sacrificio de la Misa, solo dice entre las "cosas que debes hacer. . ." recibir la comunión".La Pedagogía: En cuanto a la pedagogía catequística, ha ido cambiando radicalmente. El hecho de que el objetivo de la catequesis se ponga más en la sistematización del mensaje que en la respuesta personal a la Palabra de Dios presentada en la Biblia, determina también un tipo de pedagogía. El citado Concilio de Tortosa (1429) nos aporta algunos datos. Por primera vez los pastores mandan confeccionar un texto de catecismo para que sea aprendido por los niños. No se habla de la formación cristiana que debe dar la comunidad. El texto ahora debe ser breve y simplemente los párrocos deben repetirlo varias veces en el año hasta que entre en la memoria, pues el gran método continuará siendo por largo tiempo, quizá hasta nuestros días, la memorización del texto.

Elementos que pasan a la Catequesis LatinoamericanaA partir del descubrimiento de América en 1492 a medida que se iban conquistando las nuevas tierras descubiertas, los misioneros también iban convirtiendo a los "naturales" a la Fe de Cristo. Esta labor evangelizador a condicionará hondamente el ministerio profético de la Iglesia en el nuevo mundo que se transformará en los países latinoamericanos. Como es natural los primeros misioneros españoles, trataron de organizar las cristiandades de los indios siguiendo la práctica pastoral seguida en España en esta época.La mentalidad cristiana de la España de la época con su decadencia catequística y teológica se trasladan al nuevo mundo. Las prolongadas luchas contra los "infieles" medio religiosas medio políticas, hacen ver en las nuevas tierras descubiertas nuevos campos de "infieles" para conquistar, para España y para la Iglesia.En España existía algo así como un mesianismo temporal por el cual se unificaba el destino de la nación y de la Iglesia, la cristiandad hispánica, siendo la nación como el instrumento elegido por Dios para salvar el mundo.Esta conciencia de ser la nación elegida -tentación permanente de Israel- está en la base de la política religiosa de este tiempo, tanto en España como en las nuevas tierras descubiertas.Por el sistema del patronato como una verdadera institución la Iglesia da al Estado un derecho de conquistar y misionar las tierras descubiertas en las Bulas "Inter Coetera" del 3 y 4 de Mayo de 1493 y "Eximiae devocionis" del 3 de Mayo se otorgan las tierras y habitantes descubiertos para hacerles participar, como miembros de la Iglesia, de los beneficios del Evangelio. El estado llega a tener posesión hasta de los diezmos de todas las Iglesias.Como organismo ejecutivo de este patronato surge el "supremo consejo de Indias" desde 1524 que tanto influjo tuvo en la evangelización del nuevo mundo. Este consejo tenía pleno poder sobre las iglesias hasta para nombrar obispos y crear nuevas diócesis. Si bien, mucho Re le debe en la evangelización americana, también tuvo culpa de muchos abusos y fallas, con el agravante de que la Iglesia americana no podía comunicarse directamente con Roma sino a través del "Supremo Consejo de Indias".

El contenido catequístico y la Pedagogía:Con los misioneros españoles que llegan al nuevo mundo vienen también todos los esquemas pastorales de España. El contenido catequístico y los métodos se van introduciendo en las misiones, en un principio literalmente pero gracias al celo de los misioneros se ven esfuerzos de adaptación, en lo que la época permitía, a este nuevo mundo americano. De ahora en adelante encontraremos muchísimos y variados esfuerzos para llevar la fe cristiana a los habitantes de las indias.

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2.1.3. Los primeros pasos. Catequesis de la conquistaIniciada la época de la Conquista se inicia también la Evangelización de las nuevas tierras. Si bien es cierto que toda la forma de Pastoral profética de España se quiere trasladar a América, sin embargo encontramos ya en la Catequesis de la Conquista algunas características que son importantes anotar porque condicionarán como se verá, en alguna forma, la catequesis sub-siguiente.

Características especiales:La primera característica es el afán de la Iglesia misionera por la promoción del Indio. Esta labor no solamente se llevará a cabo a través de la Evangelización sino también a través de la defensa permanente del indio, contra los abusos de los conquistadores. La Iglesia debió situarse en independencia con respecto a tres polos: La corona española -ligada por el sistema de patronato; la sociedad hispánico-criolla a la cual la unía, naturalmente una solidaridad étnica y cultural y las comunidades indias a las cuales se dirigió con el fin de evangelizarlas y protegerlas. Si algo facilitó la difícil tarea de los misioneros fue la imagen que tuvo la Iglesia de ser la defensora y protectora de los Indios. Muchísimas figuras de primer orden podríamos recordar a través de toda la América Hispana. Por nombrar algunos recordemos al P. Antonio de Montesinos por ser el primero que ya en 1511 se levanta contra la opresión de los indios, y al famoso Bartolomé de las Casas por su obra gigantesca y profética en favor de las comunidades indígenas.Otra característica en la catequesis de la conquista es la preocupación constante de los misioneros en adaptarse al mundo indígena tomando muchas de sus costumbres y esforzándose en tomar su lengua.Una tercera característica era la forma y método de la Catequesis sobre todo en esta primera etapa; Los misioneros peregrinaban de pueblo en pueblo, de poblado en poblado, se predicaba lo más elemental, insistiendo en oraciones, mandamientos y artículos, en su lengua o a través de intérpretes. Se extirpaba la idolatría y los antiguos cultos en lo que tenían de público y evidente!Muchas de estas peregrinaciones misioneras dieron origen a pueblos y ciudades en el futuro.

Los primeros misioneros:En 1492 se lleva a cabo el primer viaje de Cristóbal Colón. En esta primera expedición las crónicas nada dicen de misioneros que hubieran acompañado a Colón y a sus compañeros.En 1493 llega el primer sacerdote al nuevo mundo. Era Fray Bartolomé Boyl, religioso de confianza de los reyes católicos. Por la Bula "Pius Fidelinum" del 25 de junio de 1493 el Papa le concedió todos los poderes. Sin embargo poco tiempo después su autoridad, se enfrenta a la de Colón y regresa a España al año siguiente.La Evangelización de la isla de Santo Domingo se inicia en 1500 con la llegada de los misioneros franciscanos que vienen a crear la "misión de los indios occidentales.En 1510 se inicia una primera actividad misionera, por olvidada no menos importante. Desde un primer momento los misioneros comienzan la defensa y promoción de los indios, que caracterizará la historia de las misiones en el nuevo mundo.En efecto llegaron a la isla española tres religiosos de Salamanca bajo la guía del Dominico Pedro de Córdoba quien inicia con el Padre Antonio de Montesinos en el Adviento de 1511 su predicación a los colonos sobre la grave falta que significaba la opresión que cumplían sobre el indio. Esto llega a ordos del Rey Fernando y da origen a las "Leyes de Burgos" que se dictaron en 1512 en favor de los indios.Fray Bartolomé de las Casas y la experiencia de Cumaná:Una de las figuras más sobresalientes entre los misioneros que se apersonaron de la causa de los indios fue sin duda Fray Bartolomé de las Casas más tarde Obispo de Chiapas. Desde que llega a Cuba en 1514 como clérigo encomendero, dedica toda su actividad a la promoción y defensa del indio. En América, en España, ante los grandes conquistadores, ante el rey de España, en todas partes 1o veremos empeñado en su misión. El, inspiró en la corte de España "El plan para la reformación de los indios" y fue nombrado el 17 de septiembre de 1516 como "Clérigo Procurador de los Indios".

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Utópico y soñador, emprende en 1520 la experiencia de Cumaná, con la venia del rey Carlos V. Se trataba de una colonización pacífica, sin armas. contando solo con labriegos. Quiere fundar "Pueblos de Indios Libres", comunidades de labriegos hispano-indios que iniciarán una nueva civilización en America. El lugar elegido para esta experiencia fue la costa de Pavia, región de Cumaná, al Norte de la actual Venezuela. Inició su obra el 14 de diciembre de 1520 con un grupo de labriegos. Sin embargo, el fracaso en la recluta de estos agricultores, el desastre de la misión franciscana enviada a Cumaná, los compromisos de "Las Casas en la capitulación, los intereses creados de los encomendados de Santo Domingo y por último el ataque de los mismos indios sobre la fundación, significaron el desastre de la experiencia de Cumaná en Enero de 1522.Esta experiencia de Cumaná, aunque constituyó un fracaso y es algo olvidado por los historiadores, sin embargo creo que tiene su importancia, porque muestran lo que pensaban los misioneros con relación a la formación integral de los indígenas.El Padre Fray Bartolomé de las Casas no fue el único entre los misioneros venidos al nuevo mundo, que pensaban en esta forma. Junto con él podemos mencionar numerosos nombres como, Antonio Valdivieso en Nicaragua, Cristóbal de Pedraza en Honduras, Juan del Valle en Popayán, el famoso Zumárraga en México

Las Misiones de la nueva España y el PerúDentro de todo el esfuerzo, misionero, tan lento y duro pero continuado, hagamos mención rápidamente de lo que se llamó las misiones de la Nueva España (México) y el Perú. Son importantes estos esfuerzos misioneros por el auge que tuvieron y porque allí se fue ampliando la Evangelización a muchas partes del Continente.Desde Cuba, Cortés comienza la conquista del continente hacia 1519. Pero la Evangelización metódica de México comenzó también por la presencia desde el primer momento del mercedario Fray Bartolomé de Olmedo y del Sacerdote Secular Juan Díaz. Ellos iniciaron el anuncio del Evangelio a los Indios. El 13 de Mayo de 1524 desembarcaron en Ulloa los 12 apóstoles de la nueva España: eran efectivamente 12 Franciscanos de un valor excepcional, de una gran formación, y que vinieron expresamente a iniciar una misión metódica de Evangelización y Catequesis con los Indios. En 1526 llegan también 12 Padres Dominicos con el mismo propósito y en 1533, 7 Padres Agustinos. De aquí en adelante cada año llegaban nuevos religiosos para el trabajo misionero. En 1559 había en México 80 casas de Franciscanos, 40 Dominicos y 40 Agustinos.Los religiosos marchaban a pie recorriendo palmo a palmo las nuevas tierras, superando los más diversos obstáculos, y a través de una diversidad inmensa de pueblos, de razas y de lenguas. Los misioneros en sus catequesis pasaron rápidamente de la mímica al gesto, a la utilización de intérpretes y comenzaron a estudiar las lenguas nativas. Poco tiempo después comienzan a aparecer diccionarios y gramáticas, catecismos, confesionarios etc. en lengua Náhuatl y Tarasco. Esta gran obra misionera dio origen a la fundación de las primeras diócesis asegurando la continuidad del esfuerzo misionero.La misión del Perú fue similar a la de México. Pizarro llegó al Perú con un grupo de dominicos en 1529, entre ellos se encuentra el famoso Fray Vicente de Valverde que llegará a ser primer Obispo de Cusco. Poco tiempo después llegan 20 Dominicos más y un nutrido grupo de franciscanos.Los Dominicos fueron los primeros en comenzar la labor misionera. En 1539 Pablo In creó la Provincia Romana de la Orden de Predicadores. En 1544 eran más de 50 religiosos. Los Franciscanos pocos años después de los Dominicos, organizan igualmente sus misiones. Conocieron una difusión asombrosa desde Quito, al Río de la Plata. Los mercedarios contaban en el S. XVI en la Provincia de Cusco 16 Monasterios urbanos y 19 Parroquias indias. Los Agustinos trabajaron igualmente desde el comienzo.El método misional fue semejante al empleado en México y San Francisco Solano y San Luis Beltrán son ejemplos típicos de esta forma de evangelizar.

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Primeras OrganizacionesLa organización estable de la Iglesia en América Latina se inicia en esta época. El fruto inmediato de la Evangelización de los misioneros era la formación de pequeñas comunidades indígenas que fueron origen de las doctrinas y parroquias y de las encomiendas. A medida de que fueron surgiendo estas comunidades, se tuvo la preocupación de la creación de las nuevas diócesis. Así las jerarquías iban tomando una verdadera labor pastoral de continuidad.Esta época de la conquista y la siguiente de la colonia fue orientada permanentemente a través de Concilios provinciales y Sínodos diocesanos eminentemente Pastorales, muy concretos, que da una verdadera organización a la Evangelización y catequesis del nuevo mundo.A los 14 días de haber llegado los primeros franciscanos a México (1524) se reunieron en capítulo con el fin de planear una labor en común de Evangelización. Días más tarde se reúne la "Primera Junta Apostólica" bajo la presidencia de Fray Martín de Valencia, franciscano allí se habla claramente sobre los problemas pastorales y la Catequesis del Bautismo; la confirmación, la penitencia, la comunión.En 1539 en la misma ciudad de México se reunieron el Obispo de México: Zumárraga, Juan de Zárate de Antequera, y Vasco de Quiroga de Michuacan y los provinciales y representantes de las diversas órdenes. Ellos llegaron a las conclusiones que se han dado a conocer bajo el nombre de "Capítulos de la Junta Eclesiástica de 1539. En esta reunión se tomaron importantes decisiones sobre todo en relación -a los bautismos de adultos y la sagrada Eucaristía. Citamos un párrafo significativo:"Que en bautizar de los adultos se guarden y renueven los decretos antiguos, como se guardaban y guardaron y mandaron guardar y renovar en la conversión de Alemania e Inglaterra cuando se convirtieron en tiempo del Papa Gregorio y del Emperador Carlo Magno y Pepino, pues tenemos el mesmo caso entre las manos, é hay la mesma razón que cuando se establecieron los mismos decretos había, y los que los ordenaron tuvieron cuando la iglesia Católica se asentó en sus ritos y ceremonia, que fueron entre otros los Papas, Sirilo, León, Dámaso, Gelasio, Ambrosio, Agostino, Hieronimo como agora se nos ofrece de muchos adultos de gentiles sanos que sirven en seguridad de paz, que creían e se convertían e concurrian al bautismo como agora concurren; e se haga manual conforme a ello. . . e que se hagan en los dos tiempos del año los bautismos regulares de Pascua y Pentecostes, en los cuales sean bautizados los adultos de gentiles sanos y que viven en seguridad de paz. . . salvo si al Obispo o al ministro constatase venir perfectamente instruidos. Somos informados que en lo del Santísimo Sacramento de la comunión, entre los ministros de la Iglesia ha habido e hoy duda si se deba dar o no a los naturales cristianos y verdaderamente penitencias, y tales que el cura o confesor que en esto nada ser juez, no le constase de casa porque se le pudiese o debiese negar, salvo ser indios y nuevamente convertidos, y hallase que estos tales tienen capacidad". . . (Hermoes 1, 54-56. Capítulos de la Historia Franciscana. México 1933, Cap. 1. Pág. 23).Muchas veces se puede tener la idea de que la Evangelización americana se hizo de una manera, a la ligera, un tanto improvisada. Pero no fue así. Estos datos nos muestran la importancia que. se le dio desde el principio a una planeación pastoral de acuerdo con las posibilidades y circunstancias de la época.

Características del contenido y la pedagogía de la Catequesis de la ConquistaComo dijimos anteriormente, en general los esquemas pastorales de la España de la época fueron traídos por los misioneros españoles. Si en el viejo mundo se había empobrecido mucho la teología, el contenido catequístico y la misma forma de presentar el mensaje con mayor razón aquí en América. Los misioneros tropezaron con numerables dificultades, como el lenguaje, las costumbres, el esquema religioso del indio, que tendía a una religión cósmica impregnando toda su vida personal y social.Con relación al contenido de la Catequesis sería muy semejante a los esquemas de las parroquias "Doctrinas" Españolas del S. XV pero aún más simplificados y adaptados a las comunidades indígenas.Algunas ideas generales sobre Dios nuestro Señor, sobre nuestro Señor Jesucristo, y la Virgen Santísima y principalmente "Oraciones, artículos y mandamientos. La Catequesis de los sacramentos se daba muy superficialmente cuando se iban a recibir. Se insistía más bien en el Bautismo. El Concilio

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provincial de Lima de 1551 exige "un catecumenado antes del Bautismo de todo adulto; dicha instrucción debe hacerse. en su propia lengua".Son dignos de mención el "tratado de Doctrina" con grandes trozos escritos en verso para facilitar su memorización 'y también el texto en prosa: "Breve y más comprendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana, que contiene las cosas más necesarias de nuestra Santa Fe católica para el aprovechamiento de estos indios naturales y salvación de sus ánimas". Este texto fue escrito por el mismo Juan de Zumárraga primer Obispo de México hacia 1539.En cuanto a la pedagogía de la Catequesis de la conquista no solo se usó el canto, sino también el verso y la danza.Fray Francisco Toral primer Obispo de Yucatán prescribe:"La Doctrina cristiana sea lo primero que se les da por escrito para bailar y sabida y cantada... los aprenderán más presto". Se emplearon también en el nuevo mundo los "Autos Sacramentales" para inculcar las verdades.Desde el principio, tal como en los tiempos carolingios, la catequesis estaba muy unida con el aprender y leer y escribir. Así nacieron muchas escuelas conventuales. Se trataba en ellas de crear un ambiente cristiano para que la Fe pudiera desarrollarse ya que el ambiente en un principio era pagano. Para este fin los catequistas supieron emplear la liturgia.El capítulo general de los Agustinos de la nueva España en 1535 decía en la cláusula séptima "Ordenamos que en acabando de decir las horas, los naturales inmediatamente salga el sacerdote a decir misa; y acabada la misa, hagan que estén juntos en el patio todos los niños del pueblo y tengan diputados indios hábiles y suficientes que les enseñen la doctrina conforme al doctrinal de Fray Pedro de Gante. Renacía pues, haciendo las transposiciones del caso, el espíritu del catecumenado. Este fue en breves palabras el programa y el método usado desde el principio por los misioneros españoles en el nuevo mundo.

2.1.4. La catequesis de la coloniaPasado el primer momento de la Evangelización de la Conquista viene en la época de la Colonia la organización estable de la Pastoral de la Iglesia y su afianzamiento. Esta pastoral influirá durante siglos en multitud de fieles ya no solo indígenas y Españoles, sino también en ese nuevo fruto del nuevo mundo que fueron las generaciones de los "criollos".Muchos acontecimientos importantes pudiéramos enumerar en este tiempo. En todo el continente latinoamericano durante siglos, la labor callada y continua de miles de catequistas y de celosos pastores forjaron multitud de generaciones de cristianos y supieron sembrar la semilla del Evangelio muy profundamente en el alma latinoamericana.Nos limitaremos en este capítulo a señalar muy someramente algunos puntos importantes que junto con todo un conjunto de circunstancias dejaron su huella en la catequesis latinoamericana.

Los Concilios provinciales y Sínodos diocesanosSi queremos tener una idea general de la Pastoral de la Iglesia latinoamericana y de sus orientaciones catequísticas en esta época no podemos desconocer los diferentes concilios provinciales y la multitud de Sínodos Diocesanos que se celebraron a través de estos siglos en América Latina. A través de estos concilios y Sínodos se orientó la Iglesia en esta' época, y planeó concretamente su acción pastoral adoptándola a las diversas circunstancias, y momentos históricos de las distintas provincias del nuevo mundo.Desde la organización misma de las diócesis en las Parroquias y las doctrinas, la disciplina eclesiástica, la catequesis de los indios y de los blancos, las orientaciones Pastorales para la administración de los sacramentos y muchas cosas más referentes a la vida de la Iglesia, fueron orientadas a través de los concilios y de los sínodos.

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Aunque no podamos entrar a referimos concretamente a cada uno de los Concilios provinciales es necesario que tengamos siquiera la referencia del año, la sede y el nombre del metropolitano que lo presidió:

Año Sede No. Nombre del Metropolitano1. 1551-1552 Lima I Jerónimo de Loaiza2. 1555 México I Alonso de Montúfar3. 1565 México II Alonso de Montúfar4. 1567-1568 Lima II Jerónimo de Loayza5. 1582-1583 Lima III Toribio de Mogrovejo6. 1585 México III Pedro Moya de Contreras7. 1591 Lima IV Toribio de Mogrovejo8. 1601 Lima V Toribio de Mogrovejo9. 1622 Santo Do mingo I Pedro de Oviedo10. 1625 Santa Fe I Hernando Arias de Ugarte11. 1629 La Plata I Hernando Arias de Ugarte12. 1771 México IV Francisco de Lorenzana13. 1772 Lima VI Diego de Parada14. 1774 La Plata 11 Pedro Argandoña15. 1774 Santa Fe 11 Agustin Camacho y Rojas

Estos concilios más que dogmáticos fueron pastorales y misioneros. Entre ellos cada uno de singular importancia, detengámonos brevemente en los siguientes:

El III Concilio de México:De todos los Concilios en tierra mexicana, el más importante fue el convocado por el Tercer Arzobispo don Pedro Moya de Contreras entre el 20 de Enero y el 16 de Octubre de 1585. Fue llamado el "Trento Mexicano" y aprobado por Sixto V e127 de Octubre de 1589.Este Concilio insiste en la labor catequística de los religiosos; en los seminarios; y en la recepción de la Eucaristía por parte de los Indios.

I Concilio de LimaEn 1551 fue reunido en Lima el Primer Concilio Limense convocado por Don Jerónimo de Loaysa. En este concilio se trata de organizar la "Iglesia de los Indios" sobre el antiguo imperio Inca. Se organizan las doctrinas y los pueblos y parroquias en las cabeceras del imperio. Se exige el catecumenado de los adultos antes del bautismo en su propia lengua y que nadie sea bautizado contra su voluntad. No se podía administrar la Eucaristía a los Indios sin el permiso del Vicario o Prelado.

III Concilio de Lima:El más importante de los Concilios americanos, fue sin lugar a dudas, el convocado por Santo Toribio, Arzobispo de Lima y realizado entre los años 1582-1583.Lo primero que trata el Concilio es el tema de un catecismo que estará escrito en castellano Quichua y Aymará, las lenguas del Imperio Inca. El concilio anota la importancia por encima de otras cosas, de la instrucción religiosa y su preocupación se dirige especialmente a los más pobres, a los indios, negros y niños. La Sagrada Comunión a los indios es dejada a discreción de los párrocos. Los Obispos renuevan en este Concilio su título de protectores de los indios.La revisión de la pastoral del Nuevo Reino hecha por los Padres Conciliares les hace abordar el problema de la Catequesis. Tal como en el Concilio de Trento, en el ni Concilio de Lima se vio la necesidad de imprimir un catecismo adaptado a estas regiones.

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El Catecismo de santo Toribio de Mogrovejo:En 1583 salía de las prensas de Lima el primer libro impreso en sub-américa. Su largo título decía: "Doctrina Cristiana y Catecismo para instrucción de los indios y de las demás personas, que han de ser enseñadas en nuestra Santa Fe. Con un confesionario y otras cosas necesarias para los que se adoctrinan... Compuesto por la autoridad del Concilio Provincial, que se celebrara en la ciudad de los Reyes el año de 1583 y por la misma traducida a dos lenguas generales de este Reino, Quichua y Aymará".El autor del texto castellano del catecismo fue el famoso misionero y catequista, José de Acosta S. J. y los traductores, dos especialistas de la compañía. Santo Toribio fue el inspirador y director del Equipo, tal como San Carlos Borromeo con el de Trento.El Catecismo de Santo Toribio o del III Concilio Limense tiene una especial importancia en esta época de la colonia porque tuvo gran difusión y fue empleado por mucho tiempo en lo que se llamaba por entonces los reinos del Perú.En la "Provisión Real" dada por don Felipe Rey de España se autoriza, a través de la Real Audiencia de Lima, al Piamontes Don Antonio Ricardo para que lo imprima en Lima. Lo debían asistir en esta impresión el P. Juan Atienza rector del Colegio de la Compañía o el Padre José de Acosta S. J. y dos de los traductores a las lenguas Quichua y Aymará. En el mismo documento se pide a los prelados Vicarios, Provinciales y Priores "que no consientan que ningún doctrinante esté sin los dichos catecismos. . y no se use de otra alguna para la doctrina y conversión de los dichos naturales".

Este catecismo tenía tres formas:

la. "El Catecismo Breve": Este pequeño catecismo está dedicado a los más rudos e ignorantes y está formado por las oraciones, los artículos de la Fe, los mandamientos, los sacramentos, las obras de misericordia, las virtudes y una "suma de la Fe cristiana". Luego 16 preguntas y respuestas y un esquema de una "Plática Breve" en que se contiene la suma de lo que se ha de saber el que se hace cristiano.Realmente es un compendio maravilloso del contenido esencial de la Catequesis. El problema estaba en que se reducía a la memorización de estas verdades, lo que podía constituir una verdadera catequesis. Lo que faltaba se complementaba con la vivencia cristiana que se tenía en las comunidades que se iban formando.Todo esto era consecuencia del concepto tan pobre de la fe que tenía la teología de la época. "En la suma de la Fe Cristiana" que presenta este catecismo, se reduce todo al contenido de la fe. Tener Fe era tener presente unas verdades -'Sobre Dios, la Trinidad, Jesucristo, y la Santa Iglesia.

2a. El Catecismo Mayor: Como dice el texto era para las "personas capaces" y entendidas. Estaba formado por 117 preguntas y respuestas, divididas en cinco grandes partes a saber:Primera parte: "Introducción de la Doctrina Cristiana" que trataba sobre el hombre y su salvación.Segunda parte: Del símboloTercera parte: De los Sacramentos.Cuarta parte: De los mandamientos.Quinta parte: De la oración del Padre Nuestro.

3a. "Tercer Catecismo o exposición de la Doctrina Cristiana por Sermones"Este tercer catecismo tiene una gran importancia desde el punto de vista catequístico. Los mismos autores de los dos primeros catecismos, se dan cuenta que ese resumen en preguntas y respuesta es insuficiente catequísticamente y por eso hacen este sermonario como complemento de lo anterior. Es como pudiéramos decir hoy, un manual del catequista. Por eso está dedicado "a los curas y otros minis -tros que predican y enseñan a los indios y demás personas".

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En la introducción de este sermonario, al presentar el objetivo o "intento de este tercer catecismo" son muy interesantes al respecto los siguientes párrafos": "En el Sínodo provincial... Pareció a los prelados y personas graves y expertas, que fuera del catecismo mayor y menor que había que hacerse otra manera de catecismo, por modo de sermones y pláticas que sirvan principalmente para los curas y predicadores de indios. Porque así como el catecismo menores para que todos los indios... Lo sepan y tengan de memoria y el catecismo mayor es para que los que son capaces, sepan más por entero los misterios de nuestra religión, así también es menester que esta misma doctrina se les propusiese a los in-dios de tal modo que no solo la percibiesen y formasen concepto de estas verdades cristianas pero también se-persuadiesen a creerlas y obrarlas como se requiere para ser salvos", Se reconoce también que la forma de presentación y su metodología debía ser más catequística a manera de narración. Se dice al respecto en la misma introducción: ... "Se trata de los misterios de nuestra Fe, poniendo primero los fundamentos y puntos esenciales y después lo demás por modo de narración, que es el mejor modo de catequizar, como san Agustín enseña y se ve por experiencia, y aun por ejemplo de la ley escrita y evangélica, que ambos se enseñan por narración e historia, la una en el Pentateuco y la otra en los cuatro Evangelios".En efecto, cada uno de los treinta y un sermones que trae el catecismo son catequesis muy bien elaboradas. Cada sermón trae al principio el tema de la catequesis, luego el desarrollo del tema. En este desarrollo encontramos una breve introducción, la explicación muy clara del tema salpicada de ejemplos muy adaptados para las situaciones de los indios, citas de la escritura, y claras comparaciones. Al terminar trae siempre un compromiso práctico y una exhortación final.

Anotaciones metodológicas del Catecismo:En la introducción de estas catequesis encontramos un capítulo titulado "del modo que se ha de tener en enseñar y predicar a los indios". En este capítulo dedicado a la pedagogía catequística vemos la preocupación de estos maravillosos catequistas de adaptarse a la mentalidad de los indios que han de catequizar. Es un capítulo digno de cualquier manual de pedagogía catequística.Comienza comentando el texto de San Pablo en 2 Coro 5 y 1 Tesal. 2,7 en que el apóstol pide adaptarse como una madre se baja al nivel de sus hijos. Sus palabras son significativas: "Por el símil que pone en sí del ama que cría declara escogidamente el oficio de predicador evangélico, que El hacia a gente nueva y tierna, y el que debe imitar cualquier ministro de Cristo celoso de la conversión y salud de los indios. Porque dejando aparte el afecto y ternura con que una ama trae colgada de sus pechos la criatura, y el no cansarse de sus niñeses e importunidades, envolviéndola, limpiándola, acallándola, adormeciéndola y dejando por momentos lo que le da gusto por acudir a su chicuelo. Todo lo cual es un propio retrato de la caridad, paciencia, perseverancia y longanimidad que las amas evangélicas, que son las que doctrinan gente nueva en la fe, han de tener si quieren que sus hijos espirituales, no se les mueran, como dicen malogrados. Más en el particular de que hablamos, es cosa notable lo que San Agustín advierte, tratado la propia autoridad, que es ver el lenguaje y plática que tienen las amas o madres con sus chicuelos de teta, hablando animadamente y gorjeando con ellos"...Para conseguir esta adaptación al lenguaje y mentalidad de los indios presenta esta introducción algunos "avisos" necesarios a saber:"Lo primero, que la doctrina que se les enseña sea 10 esencia] de nuestra fe, y la que es la necesidad saberla todos los cristianos. Esto llama el Apóstol elementos o A.B.C. de la doctrina de Dios (Heb. 5), como son las cosas que se contienen en el Catecismo o Cartilla, porque tratar a los indios de otras materias, de la Sagrada Escritura, o de puntos delicados de teología o modalidades y figuras como se hace con españoles, es cosa por ahora excusada y poco útil, pues semejante manjar sólido y que ha menester dientes, es para hombres crecidos en la religión cristiana, y no para principiantes; porque acaece que muchos indios, después de haber oído largo tiempo sermones, si les preguntáis qué sienten de Cristo, de la otra vida, si hay más que un Dios y cosas tales, que son el A.B.C. cristiano, los halláis tan ignorantes, que ni aún el primer concepto de eso han formado, que cierto es un grande vituperio al cabo de tantos años de frecuentar la Iglesia y oír la palabra de Dios.

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Lo segundo, no se debe enfadar el que enseña a indios de repetirles con diversas ocasiones los principales puntos de la doctrina cristiana, para que los fijen en su memoria y les sean familiares: "Eadem vobis scribere, mihi quidem no pigrum, vobis autem necessarium", decía el Apóstol (Phil. 3, 1). Y así con éstos, como que son discípulos rudos, conviene incu1carles los puntos más esenciales de nuestra religión, especialmente en los que ellos padecen más ignorancia, como es en la unidad de un sólo Dios y que no se ha de adorar más de un Dios; que Jesús (p. 4) Cristo es Dios y hombre, y es único Salvador de los hombres; que por el pecado se pierde el cielo y se condena para siempre el hombre; que para salir de pecado se ha de bautizar o confesar enteramente; que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo; que hay otra vida, y pena eterna para los malos y. gloria eterna para los buenos. Tales cosas como éstas, que son los fundamentos esenciales de nuestra fe, y.' así los llama la Escritura (Heb. 6), es necesario en todas. ocasiones repetirlos e inculcarlos a los indios, hasta que estén muy enterados en ellos y no lo sepan como poco más o menos.El tercer aviso es del modo de proponer esta doctrina y enseñar nuestra fe. Que sea llano, sencillo, claro y breve, cuando se compadezca con la claridad necesaria. Y así el estilo de Sermones o Pláticas para indios se requiere ser fácil y humilde, no alto ni levantado. Las cláusulas no muy largas ni de rodeo. El lenguaje no exquisito ni términos afectados, más a modo de quien platica entre compañeros, que no de quien declama en teatros. Finalmente, el que enseña ha de tener presente el entendimiento del indio a quien habla, y a su medida ha de cortar las razones, mirando que la garganta angosta se ahoga con bocados grandes. Esto advierte - el Sabio cuando dice: Doctrina prudentium facilis (Prov. 14).El cuarto aviso y el más importante es que de tal manera se proponga la doctrina cristiana, que no solo se perciba sino que también se persuada. Y aunque esta es propia obra del Espíritu Santo, cuyo es abrir los oídos del corazón y levantar el alma para que asienta a cosas que son (p Ar.) sobre nuestro entendimiento, y no conformes a nuestro apetito; pero ayudan mucho las buenas razones y edificaciones del que predica o enseña; pues, aunque no podamos hacer evidencia de estos misterios, podemos bien mostrar que son muy creíbles (Ps 92), y dar satisfacción de nuestra fe, como dice la Escritura (11 Pet. 3). Y así hacían los Apóstoles cuando predicaban a los Judíos y gentiles el Evangelio, aprovechándose con los unos de los testimonios de la Escritura que tenían, y con los otros de la buena razón y sentencias de sus sabios (Act. 2; 3; 7; 13; 17). Más es de advertir que con los indios no sirven razones muy sutiles, ni los persuaden argumentos muy fundados. Lo que más los persuade son razones llanas, de su talle y algunos símiles de cosas entre ellos usados; Ejemplos también de cosas que la Escritura cuenta; sobre todo el descubrirles sus errores y mostrarles la burlería y falsedad que contienen; y desautorizar a sus maestros los hechiceros, declarando sus ignorancias, embustes y malicias; lo que es muy fácil de hacer, como se tenga cuidado de saber de sus ritos y supersticiones. Últimamente por experiencia consta que estos indios, como los demás hombres, comúnmente más se persuaden y mueven, por, afectos que por razones. Y así importa en los sermones usar de cosas que provoque y despierte el afecto, como apóstrofes, exclamaciones y otras figuras que enseña el arte oratoria; y mucho mejor la gracia del Espíritu Santo cuando arde el sentimiento del predicador evangélico. El Apóstol decía: "Vellem autem esse apud vos modo et mutare vocem meam" (Gal. 4, 20), porque sin duda, aunque (p. 5) sus cartas tenían mucha eficacia, era sin comparación mayor la de su pronunciación y semblante con que daba un espíritu del cielo a todo cuanto decía. Y por esto aconseja tanto San Agustín, que el predicador que desea imprimir la palabra de Dios en otros por sermones, la imprima primero en sí por oración ("De Doct. christ." lib. IV, ap. XV). Y aunque esto es general a todos, pero muy especialmente se experimenta que los indios, como gente de suyo hunda, sintiendo en el que les habla algún género de afecto, oyen y gustan y se mueven extrañamente, porque ellos entre sí mismo en su lenguaje tienen tanto afecto en el decir que parece a quien no les conoce pura afectación y melindre. Y así usar a vueltas de la doctrina que se enseña, algunos afectos con que se provoquen a amar lo bueno y aborrecer lo malo, es negocio muy importante para el que hubiere de predicar a estos indios. Y todas estas advertencias, y otras que se ofrezcan, no las debe tener en poco el que desea ser obrero de almas y tratar dignamente el ministerio de la Palabra de Dios".

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Todo esto se tiene en cuenta en los 31 sermones o Catequesis que presenta el tercer catecismo, como modelos de las catequesis que se debían hacer a los indios.El plan de estos sermones es diferente al plan de los dos anteriores catecismos. Comienza en su primer sermón hablando de los preámbulos de la Fe a saber: "que hay otra vida donde van nuestras almas porque son inmortales. Dios hizo al hombre para que goce de El. Inmediatamente habla del pecado y enseguida de Jesucristo Redentor y Salvador remedio de ese pecado. Luego de Dios uno, trino y creador. Enseguida de la Iglesia, de la conversión y de los sacramentos deteniéndose especialmente en la preparación a la confesión y los impedimentos del matrimonio. Por último habla de los mandamientos, la Oración y los novísimos. En esta última parte tiene un sermón especial para hablar de "los hechiceros y las supersticiones" y otra sobre las borracheras.

Juicio sobre esta obra:Constituye una obra maestra de la Catequesis Latinoamericana, con las limitaciones de su época. Sobre todo el tercer catecismo o sermonario constituye un verdadero modelo de catequesis adaptada a las necesidades y lenguaje de los destinatarios. Esta obra debería ser estudiada y analizada más detenidamente en los institutos catequísticos de América Latina.San Toribio de Mogrovejo mandó además componer un "Catecismo mínimo para los indios" llamado popularmente "Catecismo sinodal", el cual comienza con las conocidas palabras: "Decidme hijo, hay Dios" En realidad no todos los fieles eran capaces de asimilar el "Catecismo Mayor".Este sencillo contenido catequístico estaba complementado con el ambiente de la familia cristiana y por el sentido cristiano de las comunidades de la época. Desgraciadamente hay dificultad para comprender un catecismo como el de Toribio de Mogrovejo y esto condujo al uso casi universal de las famosas "Cartillas de la Doctrina" en la línea de los Padres Ripalda y Astete. A mediados del S. XVIII por ejemplo, la imprenta de Buenos Aires había editado 70.000 ejemplares de ellas.

Algo sobre el método CatequísticoEn cuanto al método catequístico empleado en los reinos de los indios de los S.S. XVI Y XVII en adelante se continuó insistiendo mucho en la memorización hasta grabar profundamente el texto en la memoria. Pensaban los pastores que el ambiente cristiano complementaría esa asimilación personal que ni el libro ni-la clase de catecismo podían entregar.

La Religiosidad Popular:La religiosidad popular o piedad latinoamericana se comenzó a elaborar en esta época de la Colonia. Siempre se ha visto en estas manifestaciones de Religiosidad un complemento importantísimo y a veces definitivo para la catequesis del nuevo mundo.Si bien es cierto que muchas expresiones de esta piedad han tenido su origen en España, como por ejemplo, las procesiones, la imaginaria etc. sin embargo es importante advertir, que se fue haciendo una Religiosidad Popular autóctona en América Latina, muchas veces con la contribución de los mismos misioneros. Como ejemplo de esto podemos citar un sinnúmero de paraliturgias creadas por los misioneros para la celebración de los distintos tiempos litúrgicos.Estas paraliturgias eran una especie de representaciones, vivas de los ministerios de la historia de la salvación, con alusiones a las costumbres y acontecimientos del momento en cada región y con una mezcla de elementos rituales como danza, saltos, desfiles y símbolos usados por los indios para comunicar a las divinidades su sumisión, respeto y entusiasmo.Es necesario comprender que la misma conciencia que animó al cristianismo primitivo a elegir elementos intrínsecamente indiferentes, de la civilización greco-romana, es la que llevó a los misioneros a aceptar muchas formas lícitas y morales de reverencia a la Divinidad.Por otra parte hay que tener en cuenta que toda esta religiosidad popular que se fue creando respondía en parte al elemento mítico del indio y a su religiosidad cósmica.

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En resumen creemos que la religiosidad popular de nuestro pueblo, había que orientarla muchas veces pero constituye un valor muy grande para nuestra catequesis.

Las Instituciones catequísticas de la Colonia:Los primeros años de la época de la Colonia fue la época de la organización y afianzamiento de la Iglesia en América Latina. Como anotamos anteriormente, a través de los concilios provinciales se le fue dando a la Iglesia su estructura externa y su organización. Pero esto no se quedó en nivel de concilios. Estas orientaciones se concretaban y se aplicaban en las diócesis que iban surgiendo, a través de los sínodos diocesanos. Se dice que hubo más de doscientos sínodos en la época de la colonia.Con relación a la Catequesis veremos un interés especial por parte de los Obispos. Realmente se consideraba como el primer agente de la Catequesis. En las parroquias de los blancos y en las doctrinas de los indios se tenía como primera preocupación la catequesis de los niños y de los adultos. La preparación de los niños a los sacramentos de iniciación; la obligación por ley indiana. y por ley tridentina del Catecismo de adultos, antes y después de la misa dominical, aparte de la homilía; la famosa rueda, que era una especie de repaso o examen de la doctrina antes de la confesión de cuaresma; las pocas escuelas que funcionaban cuyo programa se reducía, en muchos casos a aprender a leer y escribir y aprender la doctrina; todo esto unido con el ambiente cristiano de la familia y de la sociedad; constituyeron los elementos de un verdadero itinerario permanente de Catequesis como se desearía hoy.Un aspecto por demás olvidado y al que queremos hacer alguna referencia, es la vida cotidiana del laico cristiano. Se ha afirmado sin razón, que la vida cristiana de la comunidad de Indias era casi exclusivamente clerical. Muy por el contrario, el laico cristiano conquistador, español o criollo, tuvo una activa participación, siempre dentro del molde de la misma cristiandad. Debemos recordar las florecientes y numerosas cofradías, congregaciones y órdenes terceras, para españoles, criollos, mestizos, indios y negros, que eran un verdadero complemento vivencial de su, catequesis y que permitían al cristiano ejercer un testimonio cristiano y un auténtico apostolado de los laicos.Un aspecto aún más desconocido es el acceso a la sagrada escritura en lengua española, tan frecuente en América si se tiene en cuenta el número de Biblias que vendían los libreros en las capitales de las indias.Dentro de las limitaciones propias del sistema, el descubridor, conquistador y Poblador, la mujer y aún el niño eran responsables de cierto testimonio de Evangelización. Los maestros de escuela los fiscales de audiencia, el Padre de Familia, todo miembro de la sociedad, manifestaba en diversos gestos, palabras y acciones una cierta intención apostólica. A todo esto se debe agregar la liturgia virreinal; misa dominical, grandes fiestas litúrgicas, fiestas patronales de los diversos lugares, los ejercicios espirituales etc. Todo esto constituía un complemento catequístico.Al hablar de las Instituciones de la edad media, no podemos dejar de mencionar Las Reducciones, en el S. XVII como un fruto maduro de las obras misioneras del siglo anterior.Son famosas las Reducciones de los Jesuitas en los países Guaraníes, en el Brasil, Perú, Colombia Ecuador y Ven ezue1a, y las no menos famosas de los franciscanos en México. En ellas la catequesis, la formación de la Comunidad Cristiana, se hallaba integrada a la organización social, económica, política, de defensa, y al cultivo de las culturas autóctonas, y de los lenguajes indígenas.Un alto número de jesuitas alemanes, expertos en Agricultura, Historia, Artes y Ciencias, Economía, y hasta en ciencias militares engrosaron las filas de los misioneros Españoles, . que llevaron a cabo esta extraordinaria experiencia, única en su género, de las Reducciones, que tan' profundas raíces dejó en el pueblo Latinoamericano.Desgraciadamente, la expulsión de los Jesuitas en 1767 frustraron en mucha parte tan extraordinaria labor. En efecto, partieron de América Latina más de 2200 padres, de lo más selecto del clero misionero y de la inteligencia Latinoamericana. Sus Reducciones fueron el objeto de la rapiña de los colonos, o simplemente del abandono por parte de los indios. Nunca podrá lamentarse lo suficiente, el perjuicio que causó esta expulsión para los destinos de la América Latina.

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2.1.5. Catequesis en las crisis de las guerras de independenciaI. Consecuencias pastorales de las guerras de independencia

Las guerras de independencia en los países latinoamericanos, constituyeron un acontecimiento que conmovió todos los estamentos de la sociedad y por lo tanto no dejó de tener influjo en la Pastoral de la Iglesia.El influjo cultural y religioso de España hondamente arraigado en América desde el S. XVI continúa hasta el momento. La independencia de los países latinoamericanos fue el fruto de guerras internas inspiradas por las nuevas ideas de la Revolución francesa. Junto con estas ideas vinieron los deseos de la independencia de España pero vino también el racionalismo ateo en su más cruda manifestación, de moda por lo demás, en esta época.La separación política de España traería sin duda una crisis en la pastoral de la Iglesia ya que la vinculación por tantos años con la Iglesia universal se había hecho a través de las relaciones con España.La escasez de sacerdotes nacidos en América y sobre todo las sedes vacantes durante varios años acrecentaron esta crisis.En un primer momento esta crisis no se hará notoria por circunstancias que analizaremos más adelante, pero se manifestará en la secularización y persecución religiosa que seguirá a esta época en casi todos los países de América Latina, hasta principios de este siglo. Desde 1820 en adelante comenzaron las primeras medidas contra la Iglesia.En la labor de la independencia, la Iglesia, sobre todo el clero y las religiosas, cumplió una labor esencial. Siendo de hecho el clero lo más culto en América Latina a fines del S. XVIII, su actitud era capital para la independencia.De hecho en todos los países latinoamericanos estaba presente la Iglesia a través de sacerdotes, religiosos y en muchos casos hasta obispos en los movimientos que dieron origen a la independencia. Son muchas las historias y anécdotas que muestran a los párrocos encabezando a sus feligreses para apoyar a los Ejércitos Patrióticos.Para citar algunos casos podemos recordar en México, a los bien conocidos padres Miguel Hidalgo y José María Morelos, ambos curas párrocos que dirigieron el levantamiento de los indios, lo mismo que los Padres Izquierdo y Magos. En 1815 se contaban 125 sacerdotes fusilados por los realistas españoles.En Colombia tres miembros del capítulo metropolitano y varios presbíteros firman el acta de independencia.En el Ecuador en 1809 cuando se da el "grito de independencia, estaban presentes tres sacerdotes y al fin de la reunión se cantó el "Salve Regina". En la Argentina la acción del clero fue decisiva y no sólo apoyó el movimiento sino que fue una de sus causas.Los gobiernos de las nuevas naciones nacidas de las guerras de independencia se preocuparon principalmente, de adoptar públicamente la Religión Católica Apostólica y Romana como la oficial del Estado. Así se ganaban la voluntad de los pueblos profundamente cristianos. Por otra parte entablaron directamente las relaciones con la Santa Sede, buscando un reconocimiento indirecto de la dependencia y se creían herederos del patronato que se tenía con España.Aunque en casi todos los países la actitud de los gobiernos con la Iglesia fue prudente y respetuosa, sin embargo muchos Obispos y sacerdotes que no apoyaron la causa de la independencia fueron desterrados, dando origen a muchos obispados vacantes y muchas obras de la Iglesia suspendidas.Esta crisis en las relaciones entre la Iglesia y los nuevos Estados se irá ahondando en los años siguientes ahondando también la crisis en la Pastoral de la Iglesia.Nos podemos preguntar, qué pasó mientras tanto en la vida pastoral de las comunidades cristianas latinoamericanas. Qué hizo sobrevivir la fe en nuestros pueblos.

Ii. La catequesis en la parroquia, la familia y la escuela

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En este momento de crisis para la Iglesia y su Pastoral, vemos cómo lo único que permanece es la comunidad cristiana bien constituida y que fiel a la tradición de sus antepasados ejerce durante algunos años la poca pastoral y catequesis en la vida cristiana de América Latina.Esta comunidad cristiana que se desarrolla alrededor de la parroquia, de la familia y de las pocas escuelas, constituyó la fuente única de la vida cristiana en estos años de crisis en los países latinoamericanos.

La Catequesis en la parroquia:La parroquia era mucho más que un buen párroco que administraba los sacramentos y orientaba a una feligresía. La parroquia quizá tenía más característica de comunidad cristiana que muchas de nuestra época. Como comunidad cristiana tenía una gran preocupación por la catequesis de sus feligreses. .Como advertíamos anteriormente eran muchas y variadas las formas que la parroquia tenía para la instrucción en la Doctrina Cristiana. La misa dominical está precedida de la enseñanza del catecismo. Los párrocos personalmente enseñaban la Doctrina a los niños y a los indios. Los fiscales eran nombrados por el párroco para ayudar en la catequesis y hacer los repasos los días sábados. Las procesiones muy frecuentes--sobre todo en la cuaresma, eran un instrumento para cantar alrededor de la plaza los misterios de la Doctrina Cristiana. Los retiros espirituales de cuaresma y de las fiestas patronales eran otra forma de catequesis. La famosa "rueda" o examen de la doctrina antes de la confesión de cuaresma mandada por varios sínodos diocesanos eran una ocasión de preparación al sacramento y un repaso para los adultos, de la Doctrina Cristiana. Todo esto constituía la catequesis de la Parroquia que sigue su trabajo callado en estos años de crisis en todos los pueblos y ciudades de los nuevos países.

La Catequesis en la familia:Junto con la parroquia y muy unida a ella se encontraba la institución de la familia. Con el apoyo de la Parroquia los padres de familia velaban por la formación cristiana de los hijos y de todas las personas que estaban vinculadas a ellos. El ejemplo de los Padres y el espíritu profundamente cristiano que se vivía, eran elementos insustituíb1es que guardaron la fe en estos años de crisis.

La Catequesis en la escuela:Aunque la institución de la escuela era incipiente y no eran muchas las escuelas que funcionaban en América, sin embargo desde el principio estuvo vinculada a la Catequesis. Muchísimas pequeñas escuelas perdidas en todo el continente, enseñaban las primeras letras a innumerables niños junto con las primeras nociones de su catecismo tradicional. Cuando se iniciaron las primeras manifestaciones antirreligiosas y se comenzó a perseguir la iglesia en los distintos países, una de las primeras medidas tomadas contra 1a Iglesia, fue precisamente la suspensión de la enseñanza religiosa en colegios y escuelas.Esta situación de crisis en el principio y de persecución contra la Iglesia más tarde se prolongó en muchos países hasta finales de siglo.

2.1.6. Catequesis en el concilio plenario de América latina 1899Concilio plenario de la América latina 1899El día de Navidad de 1898, el Romano Pontífice León XIII en letras apostólicas dirigidas a los Arzobispos y Obispos, de la América Latina, por las cuales convoca el Concilio Plenario para que "comunicándoos mutuamente vuestros pareceres, y juntando aquellos frutos de exquisita prudencia, que ha hecho germinar en cada uno de vosotros una larga experiencia, vosotros mismos podráis dictar las disposiciones más aptas para que, en esas naciones que la identidad de raza debería tener más estrechamente coligadas, se mantenga incólume la unidad de la eclesiástica disciplina, resplandezca la moral católica y florezca públicamente la Iglesia, merced a los esfuerzos unánimes de todos los

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hombres de buena voluntad" ( Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Letras convocatorias, tipografía Vaticano, Roma, 1906, Pág. XXII).El Concilio se inició el 28 de mayo de 1899 y se terminó el 9 de julio del mismo año, después de realizar veintinueve congregaciones generales y nueve sesiones solemnes. El aula conciliar se instaló por voluntad del Santo Padre en el Colegio Pío Latino Americano de Roma.Firmaron las actas y Decretos 13 Arzobispos y 40 Obispos procedentes de todas las naciones sudamericanas.

I. Ambiente político religioso en LatinoaméricaLa ruptura de América con España y Portugal cambia el panorama pastoral y religioso de las nuevas naciones, ya porque los nuevos gobernantes tienen criterios religiosos diferentes a los de sus predecesores, ya porque la problemática pastoral y religiosa que antes era consultada con la corona o con instituciones extranjeras como el Consejo de Indias, ahora tiene que ser afrontada por la comunidad local, con los elementos autóctonos que surgen en el propio ambiente.La época que nos ocupa, fines del Siglo XIX, se caracteriza por marcado espíritu anticlerical de parte de un numeroso grupo de dirigentes políticos en todas las naciones latinoamericanas.Argentina muestra hechos como la publicación de una "contrapastoral" contra el Arzobispo Federico Aneiros en 1875 y la promulgación de la ley escolar en 1883, contra la enseñanza de la religión en las escuelas públicas.Bolivia ha padecido inseguridad y trastornos políticos por luchas internas y con países limítrofes, 10 cual repercutió en la vida pastoral y en las relaciones entre Iglesia y Estado.El prestigio de la Iglesia en Brasil hizo que la masonería y el liberalismo intensificaran en 1870 su campaña contra ella. "En 1889 se introdujo el matrimonio civil, se prohibió la enseñanza religiosa en las escuelas y se declaró la separación entre la Iglesia y el Estado".En Chile, después de 1840 se suscitó, en "constante tensión, la lucha entre los elementos liberales y la Iglesia católica".En 1853 se promulgó en Colombia una ley de separación entre la Iglesia y el Estado. El Presidente Mosquera llegó al extremo, en 1861, de desterrar Obispos, confiscar los bienes eclesiásticos y otras medidas vejatorias.Ecuador tuvo un presidente extraordinario, García Moreno (1861-1875); su probidad y su amor a la Iglesia le atrajeron el odio más encarnizado del liberalismo y de las sectas; fue asesinado en 1875; dos años más tarde era envenenado el Arzobispo de Quito, José Ignacio Checa .La historia de. México confronta períodos de abierta persecución religiosa. El Presidente Comonfort (1857-1861), "confiscó los bienes eclesiásticos, saqueó los conventos y cometió innumerables violencias contra la Iglesia católica. La constitución de 1857 tenía por objeto destruir la Iglesia. Más brutal todavía fue el tristemente célebre Benito Juárez, dictador desde 1861 a 1872, que despojó a la Iglesia de todas sus propiedades, desterró a los Obispos, persiguió a los religiosos y aún llegó a prohibir el traje eclesiástico" y la acción pastoral.Paraguay tuvo varios períodos de guerra contra Argentina, mezclados de política anticlerical. El Presidente Solano López (1862-1870) persiguió a la Iglesia e hizo fusilar al Obispo Palacios de Bergas en 1870."Durante los primeros decenios que siguieron a la emancipación, el Perú fue víctima de continuas convulsiones políticas; pero sobre todo, la Iglesia pasó por críticas circunstancias. "La Iglesia procuró mantenerse lo más alejada posible de todas las contingencias ajenas a su órbita. Sin embargo, la masonería le hizo una guerra constante durante todo el siglo XIX".En Uruguay, luchas políticas siguieron a la constitución de 1830. "Los elementos liberales obtuvieron la preponderancia y tomaron diversas medidas anticatólicas. "No hay enseñanza religiosa en las escuelas del Estado y se admite el divorcio".Venezuela se separó de la Gran Colombia en 1830. "A través de multitud de disturbios políticos y en medio de un ambiente bastante hostil, la Iglesia se fue desarrollando a lo largo del Siglo XIX.

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Causa extrañeza encontrar a [mes del Siglo XIX en América Latina un panorama con bastante hostilidad y mucho indiferentismo respecto a la Iglesia.El análisis de las causas generadoras de esta situación hará explicable la conducta de los latinoamericanos.Las nuevas naciones, aparecieron mediante una guerra de independencia y se estructuraron en medio de guerras políticas más o menos largas. Los ideólogos de las guerras y de las nacionalidades nuevas se inspiraron en los escritos derivados de la revolución francesa, con la exaltación del hombre, único señor de todas las cosas y con el desprecio de los derechos de Dios. Estos criterios fermentaron rápidamente el ambiente pacato de ciudades y pequeños grupos urbanos. La proclamación atractiva de la religión natural, el derecho natural y el estado natural entró fácilmente por la literatura llegada de Europa y puso en contradicción a los creyentes con lo sobrenatural, con la revelación y con la existencia de Dios", el cual, si acaso existe, no interviene en el curso de la naturaleza", que se desarrolla según leyes fijas e inmutables.Otra causa fue la permeabilización de los criterios protestantes. "Hasta la reforma protestante, la mejor garantía de la religión verdadera era su unidad: no existía más que una fe. La destrucción de esta unidad por la herejía fue la causa más honda de la futura incredulidad". Aunque la herejía protestante no carcomió la fe de las colonias españolas, los criterios' de cuestionamiento de la autoridad eclesiástica sí rebajaron la certeza y el respeto a la verdadera Iglesia.Causa igualmente funesta fue la acumulación de bienes por recolección de diezmos, hecha por los eclesiásticos: la riqueza de las órdenes religiosas, de las fundaciones y obras pías, lo cual atrajo la ambición de los nuevos mandatarios.En el campo gubernamental una causa ponderada de disgusto con la Iglesia resultó de los derechos eclesiásticos de la corona española, el patronato real. "Los nuevos gobiernos reclamaban para sí los mismos derechos". Roma no podía negar ni reconocer los antiguos privilegios y esto no agradó a los gobiernos latinoamericanos, causando separación, indiferencia religiosa y aversión a lo cristiano. La encíclica sobre América, publicada por León XII en 1824, a favor de la corona española no hizo más que convertir la orientación antiespañola é1 en orientación también antieclesiática permanente.Fue notorio también el marcado centralismo de España y Portugal para la administración eclesiástica quienes tomaron muy a la ligera la cuestión de la formación de un clero indígena y autóctono; esto ocasionó escasez de sacerdotes para atender a la evangelización después de la independencia de los varios países.A estas causas se añade la gran influencia de la masonería trasplantada al nuevo mundo, en ejercicio permanente de una actividad nefasta contra los principios defendidos por la Iglesia Católica y contra los Obispos que la representaban.Y en las clases sociales bajas también se fomentó cierta aversión a la Iglesia por aparecer vinculada a las clases con más representación económica.De este ambiente cargado de luchas políticas, de situaciones tensas, salieron los 13 Arzobispos y 40 Obispos para embarcarse con dirección a Roma.Es cierto que el Episcopado Latinaomericano no tenía solamente páginas luctuosas y hechos. hostiles en la historia de las nuevas naciones. Las disposiciones tridentinas y la nueva visión de unidad de la Iglesia, difundida por el Concilio Vaticano a partir de 1870, produjeron en cada nación efectos saludables como la organización de seminarios, el florecimiento de numerosas universidades, la acción de seglares preparados, la difusión de ideas católicas merced a la literatura que fluía de las imprentas y se propagaba en libros y periódicos de inspiración cristiana; y consecuentemente, la preparación de catequistas, la facilidad para conseguir catecismos y la natural fecundidad en obras cristianas, brotad as al calor del nacimiento de las nuevas naciones de América.

II. Leon XIII, iniciador del proyecto conciliarPor otra parte, León XIII, dotado de extraordinario talento, fue el autor de la convocatoria del Concilio.

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La época de León XIII se caracterizó por la invasión de la técnica. El pensamiento del hombre "se impregna preponderantemente de ideas vinculadas a la máquina, a la materia, a lo inventado por el hombre".Esta realidad produce fenómenos significativos como la emigración voluminosa hacia los centros urbanos, el crecimiento demográfico de las ciudades, la creación de la prensa periódica.Al mismo tiempo se presenta a las grandes masas la interpretación materialista de las ciencias naturales y la invasión del espíritu incrédulo sobre el terreno religioso.Todo esto dificulta de un modo esencial la labor educadora de la Iglesia, porque nos encontramos con un auge económico y una efectiva mecanización de la vida; con una insuficiente labor pastoral, por carencia de suficiente número de templos en las ciudades; con una predicación difícilmente inteligible para el hombre cuyo pensamiento está totalmente referido a la máquina y dominado por los afanes de la lucha laboral y económica; con una atmósfera cargada de incredulidad, merced a la labor destructora de la literatura y la prensa descristianizada. El resultado de todo esto es un descontento político, social y eclesiástico a la vez, entre las capas del pueblo. El descontento con la Iglesia pasa a veces del indi -ferentismo al odio de la religión.El campo de la cultura fue objeto de la actividad de León XIII, con las características de una amplia visión y de acendrado amor por la paz.La consideración amplia de la cultura cristiana, inspiradora de la cultura profana, propia de León XIII, permitió sentar bases firmes para restaurar los estudios eclesiásticos en los seminarios; para refutar los errores del liberalismo individualista en el campo de la fe y de las relaciones eclesiales; para deslindar la autonomía de lo sobrenatural coexistente con la autonomía de lo natural y para reconocer que ni la Iglesia puede resolver por sí sola las dificultades, ni el Estado por sí solo. "La obra gigantesca que hay que realizar sólo puede lograrse si la Iglesia y el Estado, juntos, se unen en una sociedad que se mueva libremente y en la que también estén presentados los trabajadores"Los esfuerzos del Papa se vieron coronados por innumerables logros en los campos de la filosofía y la teología, de las relaciones diplomáticas, de la cultura cristiana, de la restauración e inauguración de innumerables jurisdicciones eclesiásticas y de la comunicación con el mundo cristiano a todos los niveles por medio de sus extraordinarias encíclicas."Tal vez lo más significativo de León XIII, a la larga fueron sus esfuerzos por situar a la Iglesia en la correcta relación con el mundo moderno y sus progresos, partiendo del espíritu de la fe".Este Pontífice fue el que en la Navidad de 1898 envió Letras Apostólicas para citar a Concilio al Episcopado de América Latina. León XIII dice en el documento de promulgación de los Decretos del Concilio, que "ni un momento hemos permitido que a las escogidas repúblicas de la América Latina, falten los cuidados y los desvelos que hemos prodigado a las demás naciones católicas". Esta solicitud del Papa logró este acontecimiento eclesial de tanta trascendencia para la pastoral de América Latina.

III. Decretos del concilio1. En generalLos Decretos del Concilio Plenario de la América Latina están promulgados en 17 títulos.El Concilio fue preferentemente pastoral, para hacer actuante la obra de la Iglesia en América Latina, de acuerdo con las normas de la Iglesia en general.Cuatro títulos de los Decretos Conciliares se refieren a la fe, la educación católica de la juventud y la doctrina cristiana. Estos títulos conformarían la parte de Pastoral Profética.Tres títulos se refieren a la Pastoral Litúrgica y tratan el culto divino, los sacramentos y los sacramentales.Ocho títulos codifican disposiciones sobre la organización de la comunidad eclesial y se refieren a las personas eclesiásticas, la formación y vida del clero, y el celo y la caridad, el derecho de la Iglesia para poseer bienes y conferir beneficios, los lugares sagrados, los juicios eclesiásticos y el método de promulgación y ejecución de los Decretos del concilio.

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La parte que específicamente nos ocupa es la Pastoral profética, a la cual corresponden los títulos I, II, VII y VIII. Dentro de estos últimos tomaremos lo que corresponde a la Catequesis, sin que obste que puntos importantes que tocan con la catequesis puedan ser aducidos oportunamente, aunque estén ubicados en títulos no catalogados en Catequesis o en Pastoral Profética.

2. Contenido CatequísticoEl contenido catequístico presentado en los Decretos del Concilio de América Latina no pretende ofrecer un programa, porque el programa está dado en el catecismo Romano (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la Am6rica Latina, Tipografía Vaticana, Roma 1906, T.X. Cap. 11 No. 706 y 709. San Plo V mandó "componer y publicar el Catecismo Romano para los párrocos, que después se redujo a un compendio, destinado especialmente a los niños, el venerable Cardenal Belarmino, en su áureo librito que intituló "Doctrina Cristiana" pág. 402), realizado por orden de San Pío V en 1566.El concilio se propone establecer, respecto al contenido catequístico, los principios de unidad, solidaridad y de unificación, de acuerdo con el pensamiento del Concilio Vaticano (1869-1870), "que alcanzó la centralización total de todo el poder eclesiástico en las manos del pontificado". Estos principios positivos se ponen en actividad gracias a la fecundidad propicia de la Iglesia y al optimismo proveniente del Concilio Vaticano y de la obra de León XIII.Bajo la línea maestra del Catecismo Romano habrá: unidad de doctrina, acuerdo común de solidaridad entre los Obispos de una república o provincia, para la publicación de un texto; y solidaridad de los pastores, respaldados para la defensa de la doctrina en pacto convenidos.Así establece el Concilio: "Mandamos... que en el término de cinco años, en cada república, o al menos en cada provincia eclesiástica, de común acuerdo los Obispos, se compile un solo catecismo, excluyendo todos los demás, juntamente con un breve sumario de las cosas más necesarias que tienen que saber los niños y los rudos".El catecismo Romano enfoca el mensaje de acuerdo con la tradición catequística medioevál: "Siendo muchas las cosas que Dios ha revelado... con acuerdo grande distribuyeron nuestros mayores todo este conjunto y suma de la doctrina cristiana en cuatro partes, que son el Símbolo de los apósto les, los Sacramentos, el Decálogo y la Oración del Señor".El itinerario del contenido ocasional está descrito así: "siempre que se presente la ocasión, hable el catequista de la infinita bondad divina para con nosotros, y del amor de Jesucristo, y de su presencia real en la Sagrada Eucaristía; promueva y fomente la devoción a la Santísima Virgen; proponga ejemplos de los Santos; inspire horror al pecado recordando sus castigos; exalte la experiencia de las virtudes; inflame los ánimos en deseos de alcanzar la eterna bienaventuranza, guardando los mandamientos de Dios y de su Iglesia y frecuentando los sacramentos".Este derrotero difiere completamente del esquema tridentino; sus líneas se abren. más hacia la historia de la salvación. Además el Concilio aconseja que "pueden conservarse otros catecismos de mayor tamaño, como explicaciones más abundantes de la doctrina cristiana".Respecto al contenido se ponen de manifiesto también algunos principios negativos o de defensa de la fe. Es explicable este aspecto del Concilio Plenario, ya que todavía se cernía sobre la Iglesia la herejía protestante y ya que los 53 Obispos latinoamericanos llegaron a Roma con optimismo, pero al mismo tiempo con el corazón cargado por las realidades vividas históricamente en sus propias naciones, res-pecto a los gobiernos anticlericales, a los ataques provenientes de distintas clases sociales y a la divulgación de impresos anticlericales y adversos a la Iglesia.El consejo dado a los catequistas al final del capítulo correspondiente al "Catecismo", así lo manifiesta:El catequista "no pierda la oportunidad, siempre que se presente, de hablar de la perfidia y maldad de los errores nuevos que sepa que están en boga, y si el caso lo pide, trate de los engaños de las sociedades condenadas por la Iglesia, para que desde temprano y a tiempo, se precavan los fieles contra los peligros que ofrecen. Pero hágalo con el mayor tino y prudencia, no vaya a resultar más daño que provecho".

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A este respecto de la defensa de la fe contra los errores, los Padres Conciliares se manifiestan muy responsables y preocupados especialmente en los capítulos que conforman el título 11 - De los impedimentos y peligros de la fe.Allí se caracterizan y se condenan errores como el materialismo, el panteísmo, el racionalismo, el naturalismo, el positivismo, el protestantismo, el comunismo, el socialismo y el nihilismo.Los Padres Conciliares hacen también una somera exposición general del contenido de la fe, sin hacer referencia a la catequesis, sino como profesión de Fe y tiene los siguientes capítulos: I De la profesión de fe. II De la Revelación. III De la fe. IV De la fe y la razón. V De Dios. VI Del culto que ha de prestarse a Dios y a los Santos. VII De la Iglesia. VIII Del Romano Pontífice. IX De la sociedad doméstica. X De la sociedad civil y XI De la Iglesia y el Estado.Esta tabla de materias nos da a entender el esquema teológico más importante y urgente frente a las necesidades pastorales de América Latina, según el criterio del Episcopado Latinoamericano.

3. Metodología CatequísticaLos Padres del Concilio no pretendieron exponer un tratado de metodología catequística; son escasas las alusiones al modo de enseñar en el capítulo referente al catecismo. Sin embargo estas alusiones son prácticas y de urgente aplicación en el medio ambiente.

l. "No se haga la explicación del catecismo sin previa preparación de las materias que se van a tratar".2. "Usese un lenguaje sencillo, con un estilo y una dicción, que aunque castizos y amenos, sean claros y fáciles, y acomodados a la inteligencia del pueblo, y en particular de los niños".3. "Póngase especial atención a la brevedad". .4. "Evítese con especial cuidado, el cambiar, bajo cualquier pretexto, la acostumbrada fraseología pues esto suele acarrear muchos inconvenientes para el aprendizaje".5. El catequista "poco a poco vaya infundiendo en los corazones cuanto puede conducir a los fieles al amor y temor de Dios, Redoble sus esfuerzos a este propósito, cuando prepare a los niños a la primera comunión".

Leyendo estos principios vienen a la memoria los consejos metodológicos de San Agustín a Deogracias: "no quiero que andes inquieto porque a menudo tu lenguaje te parezca ramplón y tedioso. Pues puede suceder que aquel a quien impartes la instrucción no le haya parecido tal, sino que tú deseabas algo mejor, porque lo que decías lo estimabas indigno de ser escuchado"."Si nos molesta repetir cosas trilladas y al alcance de los niños, adaptémonos a ellos con amor fraternal, paternal, aún maternal, y así unidos íntimamente con ellos, aquellas cosas nos parecerán nuevas".En el tema conciliar de la predicación, se aduce un principio de Santo Tomás, que puede servir también en metodología catequística: El fin al cual se ha de aspirar es a "ilustrar en lo que hay que creer, a dirigir en lo que hay que obrar, a manifestar lo que se debe evitar y, ya amenazando, ya exhortando, predicar a los hombres verdades provechosas".Si se observan en conjunto los principios metodológicos expuestos por el Concilio, quedan algunas dudas respecto a la metodología:

1. La pastoral de aquel tiempo solamente exigía memorización en la práctica del método catequístico o permitía cierta libertad en palabras y en explicaciones?No se ve bien claro, porque se insiste mucho en el texto único para provincia, cuando se trata del contenido: y en los principios metodológicos se exige lenguaje sencillo y estilo claro, fácil y acomodado al auditorio, lo que indica que el catequista habla por su cuenta.Además se pide emplear siempre la misma "fraseología", para evitar inconvenientes, que posiblemente serían, la dificultad de que unos hubieran aprendido una cosa y los otros emplearan términos diferentes.

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Se encuentra también en los Decretos el Consejo a los Obispos: "No permitan que las antiguas y bien probadas fórmulas de los rudimentos de la fe se cambien en lo más mínimo so pretexto de un lenguaje más elegante y castizo. "Tampoco sean fáciles en aprobar catecismos nuevos".

2. La catequesis solamente se hacía para los niños? En ninguna disposición consta claramente que, se hiciera catequesis especial para adultos.Se dice, en el No. 706, que el Catecismo Romano es para los párrocos y que el Cardenal Belarmino redujo un compendio dirigido especialmente a los niños. Pero no se habla de texto, ni de instrucción especial para adultos, fuera de la predicación y de los actos de fe, esperanza, caridad y contrición y de las oraciones del cristiano que se deben rezar con el Credo y los mandamientos dentro de la misa domininical.

4. Agentes de la CatequesisResta anotar finalmente quiénes ejercían en aquel tiempo la misión catequística en el territorio americano.La responsabilidad primera recae sobre los Obispos: "Velen también de todo corazón, recomienda el Concilio a los Obispos, por la buena formación de la juventud"; "existen para ello el celo de los párrocos, de los padres y maestros de las primeras letras". "Tengan especial cuidado de la educación cristiana de los indios y negros y de la conversión de los infieles; a cuyo fin promoverán con todas sus' fuerzas el estudio de las lenguas indígenas entre los clérigos".Siguen en orden de responsabilidad los párrocos y los que tienen cura de almas a quienes recomienda el servicio de la palabra:"Ocúpense afanosamente en instruir a los fieles en todo lo relativo a la fe y a la moral, conforme a los preceptos del Concilio Tridentino..." personalmente y por medio de otros idóneos, en caso de impedimento, por lo menos los domingos y fiestas solemnes, alimenten a los pueblos que se les han confiado, con palabras saludables, según la capacidad suya propia y de sus oyentes, enseñándoles lo que es necesario que todos sepan para su salvación, y anunciándoles con breve y fácil palabra, qué vicios deben evitar, qué virtudes cultivar. Por tanto, de predicar y explicar el catecismo, no exime la costumbre contraria, que más bien hay que llamar corruptela y es a todas luces vituperable".Así mismo, los sacerdotes deben vigilar el contenido que dan por sí mismos o por otros en la catequesis" "Para que no sea ligera o peligrosa la instrucción de los fieles en materia de fe o de costumbres, guárdense los curas y sus colaboradores en la obra del catecismo, de dejarse llevar por el viento de peregrinas y nuevas doctrinas, a guisa de nubes sin agua, y eviten las novedades profanas en las expresiones o voces y las contradicciones de la ciencia que fatalmente se llama tal, ciencia vana, que profesándola, algunos vinieron a perder la fe".En tercer lugar, según el Concilio, son agentes de la Catequesis los clérigos y los seglares. "Altamente laudables son los clérigos que se entregan a este utilísimo oficio (de la instrucción en fa doctrina cristiana) y beneméritos de la Iglesia son los seglares piadosos e instruidos, que bajo la dirección y con la aprobación del propio Pastor, ayudan a los sacerdotes... los domingos y fiesta de guardar, en diversas iglesias y otros lugares, han emprendido la tarea santísima de congregar a los niños y otras personas miserables, ignorantes de la verdad cristiana, y allí los instruyen en la moral y sana doctrina y los guían con rtiligencia por el sendero de los mandatos del Señor..."Es consoladora la noticia de que en 1898 los seglares ya eran llamados a participar en la misión de enseñar de la Iglesia. Pero este apostolado implicaba profundamente fidelidad a la Iglesia, expresada formal y solemnemente por medio de la canónica profesión de fe. Esto dice el Concilio al respecto:"... Declaramos que están obligados a hacer con el corazón y con los labios la canónica profesión de fe:... h) todos, sean clérigos o seglares, los maestros de letras sagradas o profanas en los seminarios mayores y menores, en los Institutos, colegios o escuelas sujetas por legítima obediencia a la juris-dicción eclesiástica, aún cuando en ellas sólo se enseñen los primeros rudimentos a niños o niñas; para los maestros de escuela servirá una fórmula breve de profesión de fe, en idioma vulgar". .

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La categoría del catequista o maestro de escuela se equipara en el cumplimiento de este requisito, de profesión de fe, con los Padres Conciliares y Sinodales, con los examinadores y con los Rectores de Seminario. Esto comprueba la gran estimación del oficio de catequista dentro de la escala de ministerios de la Iglesia.El capítulo III del título X. De la Doctrina Cristiana, tiene como título: "De los catequistas rurales". Y en todo el contenido del capítulo sólo se refiere a los sacerdotes con las licencias correspondientes, "que celebran misa los días de fiesta en las capillas rurales", a quienes se les pide que expliquen el evangelio, para que el rebaño de Cristo no quede en la ignorancia.Queda la duda si sólo el sacerdote podía ejercer el oficio de catequista para la gente del campo; y además, si el clero estaba seleccionado en dos grupos, el clero urbano y los "catequistas rurales".Otra constatación que se deja adivinar al hablar de los catequistas seglares es que la catequesis sólo se organizaba como una "tarea santísima" para congregar a los niños y a otras personas miserables". Los adultos no miserables no recibían el beneficio de esta "tarea santísima". Naturalmente que la vida religiosa familiar tenía, en aquel tiempo, fuerza de escuela práctica para toda la sociedad doméstica; por otra parte, los elementos sociales tendían a conservar los efectos de la primera instrucción, a la cual se daba toda la importancia y el tiempo suficiente para asegurar formación profunda y permanente.

2.1.7. La catequesis y el Concilio Vaticano III. Nuevos Horizontes: Sin duda alguna el Concilio Vaticano II es el acontecimiento más importante para la Pastoral de la Iglesia y por tanto para su Catequesis en los últimos siglos. Sin embargo este acontecimiento no fue improvisado sino que es fruto de todo un proceso en la vida de la Iglesia en todos los lugares del mundo. Desde principios de siglo encontramos inquietudes catequísticas que nos van anunciando nuevos horizontes para la Catequesis de la Iglesia. Todas estas inquietudes forman parte de un proceso que va enfrentando los distintos aspectos de la catequesis, va abriendo caminos nuevos, regresando a las fuentes Apostólicas y Patrísticas y tomando los aportes positivos de cada etapa de la vida de la Iglesia.Quizá en ninguna otra época, la Catequesis de la Iglesia ha tenido un enriquecimiento semejante al obtenido en este siglo, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II.

II. Antecedentes de la Renovación Catequística del Vaticano IIDesde principios de siglo encontramos una serie de acontecimientos catequísticos en la Iglesia que sería prolijo enumerar en este estudio. Nos limitaremos a señalar simplemente los más importantes y que tuvieron mayor influjo en la Catequesis Latinoamericana.

1) Pío XEn los primeros años de este siglo el débil movimiento catequístico de nuestros países latinoamericanos recibe un fuerte impulso con la obra de S. Pío X quien sube a la cátedra de Pedro con una larga práctica pastoral en la vida parroquial y como obispo. En 1905 escribe su encíclica ACERVO Nimís, en la que recoge las inquietudes pastorales de la Catequesis de su época. Este documento eminentemente Pastoral no toca aspectos metodológicos o de contenido. Simplemente quiere impulsar el movimiento catequístico en el mundo siguiendo las corrientes tradicionales de su época.Como fruto de esta obra de Pío X aparece el Catecismo de Pio X, la organización de la Congregación de la Doctrina Cristiana que reaparece una vez más en el mundo catequístico y la preocupación de los distintos episcopados de promover la Catequesis en cada uno de los países.

2) El método de MunichAlrededor de 1900 los catequistas principalmente en Alemania inician una renovación metodológica de la Catequesis. Los nuevos descubrimientos habían puesto en evidencia algunos principios metodológicos aplicables a la Catequesis. Por Ej.:

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1. La inteligencia del niño no va de lo general sintético a lo particular y analítico. Sin embargo los textos) de catequesis partían de fórmulas dogmáticas.2. Los pedagogos habían encontrado que el niño pasa de lo concreto a lo abstracto.3. El lenguaje y el pensamiento del niño son concretos.

Todas estas ideas fueron reflexionadas ampliamente y se configura una nueva forma de metodología catequística que ya 1912 en el Congreso Catequístico de Viena tomó el nombre de Método de Munich.En cuanto al contenido del mensaje el método de Munich sigue con el contenido tradicional del S. XIX aunque la Sagrada Escritura adquiere una importancia especial.Estas nuevas ideas llegan a algunos ambientes especializados de nuestro continente principalmente a México a Chile a Brasil y preparan el terreno para los pasos subsiguientes.

La escuela activa:No podemos dejar de mencionar la "Escuela Activa" que es incorporada a la Catequesis a partir del Congreso de Munich (1928). Se trata de que el alumno debe participar con su actividad en la Catequesis.La Escuela Activa condujo a un redescubrimiento del valor de la Liturgia en la Catequesis. Toda la profunda pedagogía religiosa de los ritos, que exigen sentido de lo sagrado, participación activa, comenzaba lentamente a renacer. Sin embargo hacia 1930 todavía se tiene el mismo esquema del contenido del s. XIX.Muy pronto la Escuela Activa entusiasmó a muchos catequistas de Europa y de América. Como ejemplo anotemos los cursos de Pedagogía Catequística dictados en Chile por el Padre Armando Uribe. En ellos hay unas lecciones sobre "El Método activo de la enseñanza religiosa".

3) La Catequesis Progresiva:A partir de 1945 la metodología da otro paso adelante con la Catequesis Progresiva. Se trata ahora de presentar el contenido de acuerdo con el desarrollo psicológico del alumno. El programa por lo tanto debe adaptarse a la curva del desarrollo psicológico. La Catequesis Progresiva supone un profundo empleo de la sicología general y aplicada a la vez que tener en cuenta el delicado desnivel entre la madurez natural y sobrenatural que existe en los niños.Comparada con las metodologías anteriores la verdadera Catequesis Progresiva nos aporta tres novedades a saber:

l. En primer lugar es el contenido del mensaje el que determina la técnica para entregarlo y no al reyes como antes. Concuerda con la metodología progresiva de la Historia de la Salvación.2. En segundo lugar el programa progresivo deja de ser un resumen de teología para estructurarse en las grandes líneas de la Biblia y la Liturgia.3. El concepto de Fe que orienta toda la actividad catequística se ha enriquecido. Tener fe no es ya simplemente "tener por cierto lo que Dios lpe ha revelado" (Intelectualismo) sino la afirmación de verdades y sobre todo la entrega total del hombre a Dios siguiendo la idea Bíblico Patrística.

4) La Renovación Bíblico-Litúrgica:

La Renovación Bíblico-Litúrgica de la primera mitad de este siglo está íntimamente unida a la Renovación Catequística. En efecto mientras se desarrollaba el método de Munich y la Escuela Activa y la Catequesis progresiva, se va llevando a cabo la Renovación Bíblica y Litúrgica en la Iglesia, ayudando al proceso catequístico.Ya es fácil en este momento que la Sagrada Biblia sea parte integrante de la Catequesis y que la liturgia sea considerada como la máxima vivencia del mensaje cristiano.

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5) La Teología Kerigrnática: También la Teología a partir de 1900 inicia un período de revisión. La renovación Bíblico-Litúrgica y el Estudio de los Padres permite encontrar una nueva estructuración del mensaje. "El objeto de la Teología es Dios que se ha revelado a la Iglesia para que sea anunciada a través de los tiempos: Cristo se ha manifestado en su mensaje, en el Kerigma, que es Doctrina y vida. Cristo se revela en el centro de una Historia de Salvación.

6) La Catequesis Kerigmática: La Catequesis asume la reflexión de la Teología Kerigmática ya que ésta le presenta grandes riquezas pastorales. Así estamos regresando a la estructura patrística y Apostólica del Mensaje. El centro de todo el mensaje es Cristo. Ahora bien, la mejor manera de captar la persona de Cristo es tomado como El se ha presentado, en el Centro de la Historia de Salvación. El cristianismo es ante todo una Historia, ser Cristiano entrar en esa historia, y esto dice mucho al hombre de hoy.Esta Catequesis kerigmática, como la expresión de toda una renovación catequística no tardó en propagarse entre los catequistas de Europa y América. Los grandes catequistas de Alemania y Francia principalmente comienzan a estructurar cursos de Catequética que eran un riquísimo compendio de todos estos aportes anteriores y que sirvieron para formar una generación de Catequistas en Europa y en América que serían los orientadores de la Catequesis del Vaticano II.

7) El Catecismo Francés y el Catecismo AlemánNo podemos dejar de nombrar, aunque sea de paso las experiencias catequísticas que influyeran mucho en el inicio de la Renovación Catequística de América Latina, anterior al Vaticano 11: El Catecismo Francés y el Catecismo Católico Alemán.

8) El Catecismo Francés:Un primer esfuerzo de concretar en un Catecismo los adelantos obtenidos fue el Catecismo Francés publicado 1947. Toma todo lo positivo del método de Munich y de la Escuela Activa, da una gran importancia a la Sagrada Escritura y a la Liturgia concretamente parroquial, sin embargo no logra abandonar los esquemas del S. XIX con relación a la presentación del contenido.

9) El Catecismo Católico Alemán:Su proyecto se remonta a 1938 pero apareció en su primera edición en 1955. Es un esfuerzo gigantesco de aprovechar todos los adelantos de la Catequesis y concretado en un texto de estudio. Como los Padres de la Iglesia el marco lo constituye el "símbolo de los Apóstoles". Es la presentación del mensaje cristiano en una Historia de Salvación que sobrepasa las simples fórmulas dogmáticas y da en toda su riqueza la revelación de Dios al hombre. Hoy en todos los Estudios de Catequética se analiza cuidadosamente el plan del Catecismo Católico como ejemplo de una presentación seria y actual de contenido.Con relación a la metodología adapta las experiencias de Munich, de la Escuela activa, y del Catecismo Francés. Este Catecismo traducido al español fue acogido por varios Episcopados de América Latina y ha servido como modelo para innumerables textos elaborados más tarde en nuestro Continente.

10) Inquietudes Catequísticas en América LatinaA medida de que se iban recibiendo los aportes catequísticos de Europa, surge en América Latina una serie de inquietudes catequísticas.Hacia 1955 vemos en muchos de nuestros países la preocupación por la revisión de los programas de Catequesis. Desde 1930 en adelante muchos movimientos apostólicos se dedican a la Catequesis en nuestro Continente. Bástenos recordar la obra de la "Acción Católica" recientemente impulsada por Pío XI sobre todo en México, Brasil, Colombia, Perú.Este nuevo apostolado de los laicos con sus cursos de "Cultura Religiosa" verdadera Catequesis de adultos y con su colaboración a la Catequesis en las Diócesis y Parroquias llevó a cabo una obra Catequística de considerables proporciones.

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Muchas otras organizaciones de Laicos en muchos países dieron sus frutos. Los predicadores de la palabra en Honduras, los Oblatos diocesanos, y los famosos y discutidos Hermanos "Cheos" o de San Juan Evangelista en Puerto Rico, fueron manifestaciones de una conciencia apostólica entre los laicos de proclamar- la palabra de Dios.La creación del Consejo Episcopal Latinoamericano para coordinar a escala continental los esfuerzos pastorales fue definitiva para el movimiento catequístico de América Latina.A través del CELAM se funda en Chile en 1960 el Instituto Catequístico Latinoamericano, para alumnos de todo el continente.El Instituto de Lumen Vitae, abre sus puertas a América Latina y muchas diócesis mandan alumnos a especializarse en Catequesis para venir como profesores y expertos a nuestros centros de estudio.Se ve la necesidad de especializar agente para este campo de la Pastoral y se abren nuevos institutos; unos a nivel Latinoamericano como el de Manizales y otros locales a lo largo y ancho de todo el continente.Se ve también la necesidad de una organización Catequística tanto a nivel parroquial, como diocesano, nacional y continental. El CELAM organiza un Equipo itinerante para promover la C.D.C. "Confraternidad de la Doctrina Cristiana", a nivel parroquial y para ayudar a la formación de los secre-tariados nacionales de Catequesis. Se había iniciado una nueva etapa para la Catequesis Latinoamericana y el campo estaba propicio para recibir las luminosas orientaciones del Vaticano II.

III. El Concilio Vaticano II y la Catequesis:Aunque el Concilio Vaticano II no trata sino muy poco de la Catequesis directamente, sin embargo la aclaración que hace el Concilio de ciertos puntos fundamentales, fueron definitivos para la Catequesis.El concepto que se tenga de Catequesis depende del concepto teológico que se tenga de Fe y de Revelación.La Catequesis es la transmisión de la Revelación salvadora de Dios. La Revelación es también la forma, la Pedagogía que Dios ha usado para comunicarse con el hombre en la Historia de la Salvación. Por tanto la Pedagogía Catequística ha de seguir los pasos que Dios ha trazado en la Revelación.Hasta el momento la Teología nos ha presentado claramente el contenido de la Revelación y sus mediaciones. La Iglesia entrega este contenido. Pero en qué consiste este acto revelador de Dios?El Concilio Vaticano II nos responde en la constitución Dei Verbum, Cap. 1. La Revela.ción es un acto por el cual Dios en su bondad se comunica con el hombre, le habla como amigo para invitarlo y recibido en su compañía. La Fe es pues la respuesta del hombre a Dios, es una relación personal con El.De esta manera la revelación y la fe son mucho más que una serie de nociones abstractas que se aceptan. Es sí, un conocimiento de Dios pero no solamente por el limitado camino de la razón sino a través de la relación íntima, personal y profunda de la Fe."La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite la Revelación resplandece en Cristo mediador y plenitud de toda Revelación".Como se puede apreciar estas orientaciones tienen unas implicaciones insospechadas no solamente en la Catequesis y en la Pastoral de la Iglesia sino en la forma misma de presentar el contenido de la Revelación.El Vaticano II tiende a descartar dos concepciones igualmente nefastas: la concepción puramente intelectualista y la contraria que minimizaría su aspecto de conocimiento. De ahí la elección de un lenguaje bíblico y personal. Dios se revela a sí mismo en 'una relación personal en la historia.De esta manera la Catequesis que presenta a los hombres la revelación de Dios no puede reducirse a dar unos conceptos sobre Dios sino que ante todo tiene como objetivo llevar a la Fe, o sea llevar a una relación personal con Dios.Esta doctrina del Vaticano II ha sido tomada por la Catequesis actual quizá con lentitud porque las implicaciones son muy serias, pero con mucha seguridad. Podemos decir que hasta hoara se está elaborando la Catequesis del Concilio Vaticano II.

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IV. El catecismo Holandés

Una primera manifestación de un nuevo tipo de Catequesis iluminada con la luz del Vaticano II fue el "Catecismo de Adultos", realizado por petición del Episcopado Holandés y que es publicado en 1966 con la aprobación del Cardenal Bernard Alfrink, Arzobispo de Utrecht. Fruto de diez años de sostenida labor, realizada por un escogido equipo de expertos agrupados por el Instituto Superior de Catequética de Nimega, esta obra alcanzó inmediatamente una gran difusión y suscitó también encontrados comentarios.El objetivo de esta obra era presentar un compendio de lo esencial del Mensaje Cristiano, a la luz de las nuevas perspectivas de la teología conciliar y en un lenguaje inteligible para el hombre de nuestro tiempo.Ante las críticas que despertó el nuevo Catecismo, la Santa Sede nombró una Comisión de expertos en 1967. Esta Comisión hizo sus advertencias con relación a algunas partes que aparecían oscuras en el texto y que fueron aceptadas por la Comisión redactora.La obra fue prontamente traducida a todos los idiomas y constituyó una novedad en la Catequesis.Las críticas suscitadas por el Catecismo obedecían en primer término a partes que no aparecían muy claras, pero la mayoría de ellas provenían del nuevo enfoque de la teología planteado por el Vaticano II y no asimilado suficientemente. Otras de éstas críticas se originaron por parte de los teólogos por el uso del lenguaje actual utilizado en el Catecismo y que no siempre correspondía a la terminología teológica tradicional.De todas maneras la elaboración de este Catecismo abrió nuevas perspectivas a la Catequesis Post-Conciliar y ha servido de modelo para los trabajos catequísticos posteriores.

V. Renovación catequística del Vaticano II en América latina

La semana internacional de CatequesisEn 1968 Y con el patrocinio del Departamento de Catequesis del CELAM se reúne en Medellín, la semana internacional de Catequesis.El Padre Hofinger y otros catequistas europeos habían celebrado en diferentes continentes semanas similares. Ahora con el patrocinio del CELAM se hace en Medellín, importante en esta semana para la Catequesis de América Latina. En ella se toma conciencia de las profundas transformaciones de nuestro continente. La Catequesis tiene que dar una respuesta a estos cambios. Pero lo más importante a mi parecer es la reflexión que se hace sobre la Teología del Vaticano 11 para aplicada a la Catequesis has ta sus últimas consecuencias. El concepto de Fe, de Revelación a la Luz del Vaticano 11 nos trae una nueva figura la Catequesis, del catequista de Pedagogía Catequística.El mensaje de la catequesis segan Medellín debe manifestar la unidad del Plan de Dios, y sin caer en identificaciones simplistas, debe expresar la unidad que existe entre el plan salvífico de Dios realizado en Cristo y las aspiraciones del hombre, entre la Historia de Salvación y la Historia Humana.Hay que superar el dualismo entre lo natural y lo sobrenatural y adaptar el lenguaje al hombre de hoy, salvando la integridad del mensaje.El Documento de esta semana fue adaptado y corregido por la asamblea plenaria del episcopado Latinoamericano reunida en estos días también en Medellín. De esta manera esta reflexión adquiere un nuevo valor y tendrá una amplia difusión en América Latina.Con este gran impulso de Medellín se inicia una nueva etapa de Catequesis en América Latina. El CELAM con su departamento de Catequesis y su revista "Catequesis Latinoamericana" lleva el mensaje de Medellín a todos los rincones del continente.La respuesta de los países no se hizo esperar: de las proposiciones de Medellín surge una Catequesis que se caracteriza como liberadora. Ante la situación del hombre Latinoamericano el mensaje del Evangelio se presenta como un mensaje de liberación integral en Cristo. En cada país se van asimilando las ideas de Medellín cada uno adaptándolo a su idiosincrasia y a sus circunstancias. Como en todo

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momento de cambio no deja de haber exageraciones extremas de un lado y de otro. Pero este es el precio de la conquista de un equilibrio sano y saludable.El Directorio Catequístico general:La sagrada Congregación para el clero responsable de la Catequesis en toda la Iglesia ,promulga el 1 J de abril de 1971 el Directorio Catequístico General aprobado por el Papa Pablo VI el 18 de Marzo del mismo año.Está dirigido a las Conferencias Episcopales, a los Obispos a los responsables de Catequesis con el fin de ayudar a la elaboración de los Directorios Nacionales, y de textos de Catequesis.En el Directorio prevalece el aspecto teórico al práctico ya que se dirige a diferentes situaciones pastorales.Este directorio aunque no tiene novedades especiales, es una orientación para los distintos aspectos de la Catequesis. Veamos algunos puntos en los que insiste especialmente:- La fe madura individual y comunitaria es el objetivo de toda catequesis. Insiste por tanto en la Catequesis de los adultos de la cual dependen las demás catequesis.- Con relación a los catequistas insiste mucho en su formación, e insiste en la colaboración de los padres de familia.- Da una especial importancia al papel de la comunidad cristiana en todo el proceso de Educación de la Fe - Con relación a los destinatarios enfatiza la Catequesis de adolescentes, jóvenes y adultos sin descuidar la Catequesis de los niños.- Con relación al método, es muy amplio. Destaca la importancia de la función de la experiencia humana y de la creatividad.Todo este material presentado por el Directorio ha servido para orientar en muchos aspectos la Catequesis en no pocos países de América Latina.El Congreso Catequístico Internacional:Este Congreso realizado en Roma del 20 al 25 de septiembre de 1971 fue organizado también por la Sagrada Congregación del Clero. Las conclusiones del Congreso asumían las orientaciones del Directorio General. Veamos algunos puntos de especial interés.

1. La presencia de "las Iglesias de América Latina presentando sus puntos de vista sobre su propia Catequesis.2. La insistencia del Congreso sobre la Catequesis de adultos en la línea de una educación permanente de la Fe.3. El interés para la formación de Centros de Estudio e Institutos en los países del tercer mundo.4. Personalmente considero que una de las cosas más valiosas del Congreso, que quizá para muchos pasó inadvertida fue la ponencia del P. Amador Pavadas Director del Centro Catequístico de la India sobre la formación de catequistas en la línea de una Pedagogía de la Fe.La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi: El Santo Padre Pablo VI ha tomado todo el material del Sínodo de Obispos de 1974 sobre el Tema de Evangelización y presenta al mundo el 8 de Diciembre de 1975 su Extraordinaria Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi.Todavía no hemos explotado en toda su profundidad este magnífico documento.En el documento el pontífice aclara el enfoque de la Evangelización y presenta la Catequesis como una de las vías de la Evangelización. Insiste en la Catequesis sistemática y en los lugares de la Catequesis principalmente la Iglesia, la Escuela y el hogar. Da mucha importancia a la formación seria y profunda de Catequistas y recomienda la Catequesis de adultos bajo la forma de un nuevo Catecumenado.La Reflexión sobre Evangelii Nuntiandi fue una preparación maravillosa para el trabajo posterior del Sínodo 77 sobre la Catequesis.

VI. Sínodo 77 sobre la Catequesis:

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El Santo Padre Pablo VI convoca el V Sínodo de Obispos para octubre de 1977 sobre el Tema: "La Catequesis en nuestro tiempo con particular referencia a la Catequesis de los niños y de los jóvenes. "El Papa ha escogido este tema después de una amplia consulta a toda la Iglesia.En América Latina se hace una cuidadosa preparación de este Sínodo porque además de los aportes de los distintos países, el Departamento de Catequesis del CELAM hace una serie de encuentros preparativos a través de todo el continente.La influencia de América Latina que deja ver no solamente en la intervención activa de los Padres sinodales sino también en las proposiciones presentadas al Santo Padre y en el mensaje al Pueblo dado por los Padres sinodales al terminar el Sínodo.Como resumen de los trabajos sinodales los obispos dejan en manos del Santo Padre 34 proposiciones que sintetizan sus preocupaciones.Entre ellas nos limitaremos a destacar dos ideas fundamentales que tendrán eco más tarde en la Catequesis de América Latina.La primera nos presenta a la Catequesis como un proceso permanente de Educación de la Fe. En la proposición No. 15 bajo el título "una Catequesis como proceso permanente, los Padres sinodales afirman: "una educación de la fe no puede limitarse a la recepción de los sacramentos sino que debe ser ofrecida a los hombres como un itinerario permanente de maduración cristiana que acompañe a los fieles desde la Edad preescolar hasta la vejez.La otra idea que nos llama la atención es la insistencia del sínodo en la dimensión comunitaria de la Catequesis. En la proposición 25 presenta el Sínodo a la Comunidad Cristiana como fuente, lugar y meta de la Catequesis. Presenta asimismo las características de una verdadera comunidad cristiana.

VII. La Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae

Los Padres del Sínodo 77 sobre Catequesis le habían entregado al Papa Pablo VI las 34 preposiciones finales con la petición expresa de que con esta rica documentación elaborara un documento en que manifestara su parecer sobre diversos aspectos de la Catequesis en el momento actual.El Papa Juan Pablo 11 recoge las anotaciones del Papa Pablo VI y Juan Pablo I y elabora la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae que da al Mundo Católico el 17 de Octubre de 1979. El Papa no pretende dar en este documento la solución a todos los problemas catequísticos; como el mismo lo dice tocará algunos aspectos más actuales decisivos, a fin de consolidar los buenos frutos del Sínodo.No trataremos aquí de hacer un análisis de este rico documento. Simplemente anotaremos algunos puntos que nos llaman la atención.Hay en el Documento una preocupación del Papa sobre una catequesis permanente. No solamente los niños y los jóvenes son los sujetos de la Catequesis. El Papa afirma que. la comunidad cristiana no podrá poner en práctica una catequesis permanente sin la partición experimentada de los adultos.Otro punto importante y que abre perspectivas a la Catequesis en el futuro, es el tema de "La Pedagogía de la Fe". Al hablar de la pedagogía dice claramente que la Catequesis tiene su pedagogía específica. La Pedagogía de la Fe. Todas las técnicas y métodos deben estar al servicio de la Pedagogía de la Fe. Las reflexiones que tantos catequistas están haciendo sobre este punto recibirán un impulso con este documento.A este respecto insiste el Papa que el mensaje de la Catequesis es el mensaje recibido por los apóstoles del mismo Señor, mensaje que es El mismo: sus palabras, sus obras, su vida toda. Por tanto el contenido de la Catequesis no es un cuerpo de verdades abstractas, es la comunicación del misterio vivo de Dios.Habla el Papa también en este documento de la dimensión comunitaria de la Catequesis. Catequesis y Comunidad Cristiana son dos cosas inseparables. La Comunidad Eclesial en todos sus niveles es doblemente responsable en relación con la Catequesis.En primer lugar tiene la responsabilidad de formar a sus propios miembros, en segundo lugar tiene la responsabilidad de acogerlos en una comunidad cristiana en donde tengan la oportunidad de tener la vivencia del mensaje que han recibido.

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Creo que este documento es una síntesis de los principales aspectos de la Catequesis hoy, dejando el campo abierto para la Renovación continua que necesita la Catequesis.

7. La catequesis en la conferencia de puebla

La Tercera Conferencia del Episcopado Latino Americano fue convocada para Enero de 1979 y trataría el tema de la Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina.Una cuidadosa preparación por parte del CELAM, a través de todo el Continente, con estudios y aportes de las Conferencias Episcopales hizo participar a toda la Iglesia de América Latina.Con relación a la Catequesis tenemos que advertir que la Conferencia de Puebla era una reflexión Pastoral que debía abarcar muchísimos campos y no un Congreso de Catequesis.En la parte III Cap. 3 No. 3 al tratar sobre los medios de comunión y participación se toca concretamente el tema de la Catequesis. Sin embargo a través de todo el Documento son muchísimas las referencias que se hacen a la Catequesis y que muestran las implicaciones de la Catequesis en todo el contexto Pastoral.Podríamos decir más bien que todo el Documento de Puebla es fuente de Catequesis en cuanto es el ejercicio vivo y actual del Magisterio de la Iglesia que a la luz de la Sagrada Escritura interpreta este momento de nuestra historia Latinoamericana. En cuanto al capítulo sobre catequesis comienza con un balance interesante de las realizaciones catequísticas desde Medellín; luego trae unos criterios teológicos tomados de los Documentos de la Iglesia.En general podemos decir que llama la atención en esta parte la presentación de la Catequesis como un proceso progresivo y permanente que incluye la conversión, la Fe en Cristo, la vida en Comunidad, la vida sacramental y el campo mismo apostólico (1007).

2.2. Profetismo ante las corrientes políticasPerduran en la época de la emancipación los ideales de la Ilustración, con la «sustitución del ideal del súbdito fiel por el del ciudadano activo». Primer fenómeno catequético de esa época es la llamada batalla de los catecismos. El ya mencionado Fray José Antonio de San Alberto, O. Carm., arzobispo de La Plata (Charcas, hoy Sucre) desde 1783, publicó en 1784 una carta pastoral inspirada en la interpreta-ción regalista de la Sagrada Escritura según Bossuet donde defiende el origen divino de la monarquía. La resumió en su «Instrucción donde por lecciones, preguntas y respuestas se enseña a los niños las obligaciones más principales que un vasallo debe a su Rey y Señor», conocida como Cartilla o Catecismo Rea) (La versión editada para el Paraguay en 1863 en Rosalba ALIAGA SARMIENTO, La instrucción primaria durante la dominación española en el territorio que forma actualmente la república Argentina. Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación, 1940, p. 257-269). En 1796 fue mal resumida en la «Breve Cartilla Real para que los niños del Paraguay se instruyan en las primeras obligaciones de un buen vasallo, dispuesta por el gobernador Intendente Lázaro de Ribera», para justificar con argumentos bíblicos todavía más discutibles, que la autoridad regia es sagrada, paternal, absoluta y racional.En España hubo una confrontación entre el catecismo imperial napoleónico, impreso allí en 1807, 1808 y 1843, y El niño instruído, publicado en 1807 por el carmelita Manuel de San José para el Instituto Pestalozziano, como catecismo al mismo tiempo respetuoso de la doctrina católica y conforme a los principios generales del Estado, el cual fue impuesto por la monarquía española el 9 de marzo de 1807 a todo maestro de primeras letras sopena de perder sus títulos.Con carácter político, aunque con fundamentación cristiana, bajo el seudónimo de José Amor de la Patria se publicó en Santiago de Chile en 1810 el Catecismo político-cristiano dispuesto para la instrucción de la juventud de los pueblos libres de la América meridional!'). En Buenos Aires al año siguiente apareció el Catecismo público para la instrucción de los neófitos o recién convertidos al gremio de la Sociedad Patriótica. En la misma línea escribe el vicario general de Bogotá en 1814 J.

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Fernández de Sotomayor, su Catecismo e Instrucción Popular.Pronto surgió en Buenos Aires por el otro bando El Catecismo para la firmeza de los verdaderos patriotas y fieles vasallos del Señor Don Fernando Séptimo, contra las seductivas máximas y errores que contiene el pseudo Catecismo, impreso en Buenos Aires. En 1816 se publica en Lima el manual del coronel Judas Tadeo de Reyes, Secretario por S.M. de la Presidencia y Capitanía General del Reino de Chile, Elementos de Moral y Política en forma de Catecismo Filosófico Cristiano de Santiago de Chile. Son explicaciones cristianas de la respectiva opción política, impropias de ún catecismo, que debe explicar la doctrina común de la Iglesia, aceptable por todos los fieles.Tuvo en Chile un influjo moderador en esta confrontación de los catecismos politizados la traducción del Catecismo Imperial hecha en 1822 por Manuel de Salas (1754-1841) porque corrigió su tratamiento del cuarto mandamiento de Dios, centrado en la persona del Emperador. Acudió en este punto a su fuente, el catecismo de Bossuet, más genérico, y en vez de referirse al rey, como hace el preceptor del delfín, habla de los jefes de gobierno o encargados de administrar el Estado, en forma aceptable. Se re imprimió en 1848 y circulaba todavía en 1863.Pronto después de la emancipación, perduran en nuestros países dos grandes opciones de gobierno: conservadores y liberales.Los conservadores, ligados a la hacienda y a la Iglesia, negaban función educativa al Estado y la atribuían principalmente a la familia y a la Iglesia, considerada importante para mantener el orden y fomentar las virtudes del trabajador, de lo cual surgirá una catequesis bastante moralista y conformista. Sin embargo, el caraqueño Andrés Bello, primer rector de la Universidad de Chile desde 1842; institución entonces rectora del sistema educativo estatal, impulsa su ya antigua propuesta de educación popular productiva, como hizo también José Eusebio Caro, uno de los fundadores del conservatismo colombiano.La formación efectivamente impartida en la escuela no corresponde exactamente a los programas formales. Es difícil medir el influjo de un autor de manuales de geografía y de historia como el poeta y novelista mexicano José María Roa Bárcena, si pudo utilizarse entre las actividades periescolares su obra «Flores de Mayo, o sea el Mes de María», de 1856, con rico contenido bíblico y citas de San Bernardo, San Anselmo, San Buenaventura y autores contemporáneos.Los liberales, vinculados a la naciente clase media urbana interesada por la industria y por la secularización de la cultura, se inspiraron en la política económica de Jeremías Bentham, cuyas obras fueron difundidas pronto en Venezuela por el general Francisco de Paula Santander, y dieron a la escuela el rol de difundir conocimientos favorables al mejoramiento material del país y al espíritu nacional. El liberal chileno José Victorino Lastarria, en carta al general argentino Bartolomé Mitre fechada en Lima el6 de enero de 1851, puntualizaba respecto de los manuales algo en lo cual muchos catequistas escolares después de tanta insistencia sobre la inculturación no han captado: «Los libros de este género que nos vienen de Europa, por buenos que sean, nunca pueden adaptarse a la enseñanza de los americanos, tan bien como los que trabajan especialmente para ellos»22. Como Lastarria, muchos liberales evolucionaron hacia el socialismo llamado utópico. Entre ellos hubo sacerdotes, como el peruano Francisco de Paula González Vigil, autor de «Importancia y utilidad de la educación popular», de 1858.En Puebla consta que desde 1821 hasta 1861 se usaban en las escuelas primarias los catecismos de Ripalda y de Claude Fleury, complementados por los de Minguet y Pouget, representantes del jansenismo francés. Para las niñas la escuela primaria era más breve, con énfasis en la doctrina cristiana según el texto de Ripalda, lectura y labores de casa. El brusco incremento textil de 1830 hizo llegar a las escuelas dos libros que apoyan la acción individual, el progreso secular, la productividad para el desarrollo nacional: de Bernardo María de Calleja, El principio de utilidad en legislación y moral de Jeremías Bentham, que critica la moral atea de Bentham aunque alaba su aporte a una legislación progresista; y del presbiteriano escocés ilustrado Hugh Bliar, Discursos sobre los deberes y educación de la juventud. Lecturas para los niños pobres. Frente a su moral utilitaria los textos de catequesis compuestos en Europa en siglos anteriores, nada podían decir los liberales que abrieron colegios o

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dirigieron la política educativa, en general mantuvieron en un comienzo la enseñanza religiosa escolar y difundieron una moral cristiana. El profesor del Instituto Nacional de Chile, José María Varas, en sus «lecciones Elementales de Moral» (Santiago, 1828) declara inspirarse fuertemente en Rousseau y lo sigue en su concepto del hombre naturalmente bueno antes del contacto social; pero ordena su tratado en torno a las obligaciones que imponen el amor a Dios, al prójimo y a sí mismo.En Caracas Feliciano Montenegro Colón abrió en 1836 el Colegio de la Independencia, inspirado en el sistema nacional prusiano de disciplina, con formación cívica y moral, donde daba gran importancia a la urbanidad, para la cual publicó un texto en 1841, y proponía artes manuales para la industria. En 1842 abrió una escuela normal, debiendo cerrarla al año siguiente tal como el colegio, debido a la crisis económica. Para los normalistas escribió textos de religión que fueron revisados por dos teólogos los cuales valdrían un interesante análisis.En Bogotá, Lorenzo María Lleras, ensayista y político liberal, renunció en 1845 a la rectoría del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario para abrir el Colegio del Espíritu Santo, coeducacional, con aprendizaje inspirado en Pestalozzi, a base de experiencias personales en vez de la simple memoriza-ción, evitando la disciplina áspera. Había servicio religioso como en los demás colegios, confesión y comunión dos veces al año, oraciones de la noche y estudio de catecismo, aunque. todo esto era optativo, a juicio de los padres de los alumnos.Las corrientes más radicales llevaron a suprimir las órdenes religiosas al Doctor Francia en Paraguay en 1826, a José Hilario López en Colombia en 1849, a Pedro II en 1855 en Brasil, a Porfirio Díaz en México en 1876, a Antonio Guzmán Blanco (1870-1888) en Venezuela, a Próspero Fernández en Costa Rica de 1884 a 1942, en El Salvador de 1871 a 1945, a la laicización en Argentina con Bartolomé Mitre desde 1860, agudizada por Domingo F. Sarmiento (1868-1874) y Avellaneda (1874-1880).En Colombia, el gobierno radical de 1863 impuso hasta 1877 un régimen anticlerical que a pesar de las revueltas políticas que originó, expandió la educación primaria, En 1868 el diario católico «Caridad» de Bogotá manifestaba que muy pocos cabildos se ocupaban de la escuela y pocos sacerdotes ayudaban a los maestros con visitas. En esas condiciones es difícil que la catequesis escolar haya dado una respuesta consonante con las circunstancias.A pesar de la fuerza renovadora de las encíclicas sociales, la catequesis demoró mucho en formar laicos para la transformación del mundo por el Evangelio, Impulsado por la encíclica «Rerum Novarum» de 1891, el episcopado mexicano organizó los Congresos Católicos de Puebla en 1903, Morelia en 1904, Tulancingo en 1905, Guadalajara en 1906,Oaxaca en 1909, interrumpidos por la revolución de 1910. En el de 1903 se propuso para las escuelas rurales enseñar economía con base en la doctrina social católica para enfrentar al socialismo anticlerical, y en el de 1904, crear escuelas para todas las comunidades indígenas; pero estas propuestas eran inconstitucionales y no se ejecutaron.A principios del siglo XX era general una formación para la sumisión y la resignación, aun ante los males que dependen de la voluntad humana. En 1905 el obispo de Paraíba, Brasil, decía en su carta pastoral sobre Los males de la ignorancia religiosa: «Supongamos... que... por falta de instrucción religiosa en las escuelas primarias y en las iglesias, el catolicismo llegara a extinguirse entre nosotros.. .los padres y patrones y todos los gobiernos, privados del medio más poderoso de contener al hombre en la sumisión y el deber, tendrían necesidad de oponer a males extremos, remedios no menos extremos. Cuanto menos reprime la religión, más tendrán que reprimir las leyes civiles».En Brasil entre 1932 y 1937 se unió informalmente el catolicismo con una corriente política reaccionaria, la Alianza Integrista Brasileña, el mayor partido de América Latina de tendencia fascista enlazado espontaneamente con la Iglesia. Se definía como tradicionalista, opuesto al liberalismo y al socialismo, basado en el orden, la obediencia a la autoridad, en busca de la unidad nacional, y declaraba su afán de obrar «en conformidad con las leyes de Jesucristo».En Argentina, una ley en 1884 hizo laicas las escuelas primarias nacionales, diferentes de las provinciales y municipales. Juan Domingo Perón ratificó un decreto del gobierno militar de 1943 que estableció la clase de religión en las escuelas públicas, con el mismo programa de las escuelas católicas y permitió a los obispos controlarla. Los padres de familia podían eximir a sus hijos, que debían en tal

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caso tomar una clase de moral, cuyo programa era también cristiano y sujeto a aprobación episcopal. Desde 1947 Perón introdujo clases obligatorias de Doctrina Nacional o justicialismo, que enfrentaba el materialismo, el idealismo, el individualismo y el colectivismo ofreciendo justicia social, independencia económica nacional y soberanía política. Con temas tales como Dios, el destino del hombre y la pureza moral inyectó ideología política en la cultura religiosa. Suprimió en 1954 el subsidio estatal a la escuela católica y en 1955 la enseñanza religiosa. Después interfirió en asuntos religiosos, sus partidarios saquearon-iglesias y sobrevino su violenta destitución. Es digna de estudio la catequesis de esa época para analizar su calidad profética y evangélica.En Perú hubo conflicto por divergencias teológico-pastorales al interior mismo de la Iglesia con ocasión de unos catecismos. El Consorcio de Escuelas Católicas, creado en 1939 e incorporado en 1954 a la ONDEC, Oficina Nacional de Educación Católica creada ese año en la conferencia episcopal, procuró separarse desde 1971 por su distinta apreciación de la política educacional del gobierno, lo cual efectuó después de haber sacado sus oficinas en 1975 y de haber cambiado en 1976 sus estatutos y su nombre por el de Federación de Centros Educacionales Católicos. En 1973 ONDEC creó materiales para la enseñanza de Religión en las escuelas católicas y estatales. Publicó unos cuadernos no obligatorios de orientación liberadora, que fomentaban la creatividad de los maestros para sustituir el catecismo memorista y repetitivo que se usaba en las escuelas del Estado. Trataba temas de doctrina social de la Iglesia tales como el pecado social, la explotación, el imperialismo económico, la carrera de arma-mentos, el narcotráfico. En 1975 había 350.000 ejemplares vendidos, pero ese año más de cien damas pidieron revisar esos manuales inspirados en una corriente particular peligrosa para muchos niños. Otro obispo los denunció como una simbiosis monstruosa de marxismo y cristianismo, en una carta que pronto se difundió en las puertas de muchas iglesias. El informe de la revisión encargada por el cardenal Landázuri a 18 educadores, estableció que la mayoría no encontraba objeción teológica, aunque el estilo se consideraba a veces candente. La ONDEC hizo una encuesta nacional y encontró masivo apoyo. En adelante la Federación de Centros Educacionales Católicos ha promovido sus propios manuales de religión y la ONDEC los suyos en los colegios del Estado y de la Iglesia.

2.2.1. Ante el pluralismo religiosoUna consecuencia importante de la emancipación fue el ingreso de otras religiones a América, principalmente la masonería y el protestantismo, que suprimieron el monopolio del catolicismo y le disputan hasta hoy la hegemonía religiosa en la sociedad.El ingreso del protestantismo norteamericano tuvo desde el comienzo ribetes agresivos. Un texto protestante de historia enseñaba en 1819 a los niños estadounidenses: P. ¿Se extendió la Reforma a Sudamérica? R. No. P. ¿Se implantó allí la religión papal? R. Sí, con toda su ignorancia, superstición, y continúa allí hasta hoy, con todos sus degradantes efectos en ese mundo austral. P. ¿A qué se pueden atribuir las diferencias de carácter entre Norte y Sudamérica? R. A la diferencia de carácter entre las religiones Papal y Protestante.De los Estados Unidos de Norteamérica llegan misioneros enviados por el American Board, creado por congregacionalistas y presbiterianos en 1810; por la American Baptist Missionary Union creada en 1814; por la Christian Mission in Many Lands creada en 1836 por los Hermanos de Plymouth. En 1816 surge la Sociedad Bíblica de Nueva York, cuya orientación amplia origina el Federal Council of Churches of Christ, al cual se integra la Iglesia Católica en en siglo XX. Se fundan los mormones en 1830, los Adventistas del Séptimo Día en 1845, los Testigos de Jehová en 1872, con exclusivismo ca-racterístico de las sectas, y gran dedicación misionera. A fines del siglo XIX aparecen sociedades misioneras interdenominacionales que admiten miembros de cualquier iglesia protestante con tal de apoyar las misiones, y se presentan como Iglesia Evangélica Unida. En 1897 había en Estados Unidos 143 denominaciones y 156 organizaciones misioneras. Encuentran apoyo en el gobierno norteamericano y en los gobiernos latinoamericanos adversos a la Iglesia Católica. Ante la decisión de la Conferencia Mundial de Edimburgo en 1910, de llevar el Evangelio al mundo no cristiano aun con cooperación católica, los delegados norteamericanos fundan en 1913 el Comité de Cooperación para América Lati-

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na, con influjo de los fundamentalistas que rechazaban el llamado «evangelio socia!», y organizan su acción en congresos de 1916 en Panamá, de 1925 en Montevideo y de La Habana en 1929. La expulsión de misioneros de extremo Oriente por los comunistas en 1927, 1934 y 1949 volcó personal hacia América Latina, con gran coordinación y organización.La catequesis se contentó en gran medida con la dimensión apologética de los catecismos españoles que circulaban desde la Contrarreforma: de Gaspar Astete (1576), de Jerónimo de Ripalda (1586) y sus derivados, como Menéndez Luarca (1787) y Juan Antonio de la Riva (1790), El obispo José Antonio de San Alberto recomendaba los catecismos de Astete y de Fleury (Purificación GATO CASTAÑO, La promoción social en el Alto Perú: el Colegio para Huérfanas de Charcas a finales del siglo XVIII. Revista de Indias XLVUI-I84 (1988) 735-763, esp.739-741. El arzobispo obtuvo del rey en 1785 autorización para que las niñas criadas en su colegio que tuvieran vocación, pudieran hacer votos simples ante el prelado, con lo cual quedaron fundadas las Hermanas Terciarias Carmelitas de Santa Teresa, conocidas en Argentina hasta hoy como las Huérfanas). En Colombia se imprime en 1815 la Doctrina Cristiana de Gaspar Astete; dos años después el sínodo diocesano de Mérida de Maracaibo dispone uniformar las preguntas y respuestas de los catecismos «conformándose principalmente con el del Padre Astete»; en 1836 se publica el catecismo de Astete con los añadidos de Menéndez Luarca; en 1843 hay otra edición del mismo corregida por los profesores del seminario; en 1933 la conferencia episcopal aprueba el catecismo de Astete «arreglado de acuerdo con la pedagogía moderna», yen 1956 aprueba otra reforma del mismo, que se imprime en 1958. También circularon en el siglo XIX en Colombia el Catecismo Histórico de Fleury y otro de Ayme, canónigo de Arrás en Francia. En Lima se imprimió el Astete en 1856. El decano de Teología de la Universidad de Chile, José Lv. Eyzaguirre, en 1850 consideraba los textos de Astete y Ripalda muy convenientes para las escuelas elementales, pero de García Mazo se recibieron reclamos ese año de que era muy abstracto y difícil por el lenguaje en que explicaba la teodicea39. El catecismo de Ripalda se memorizaba también en Cuba, según consta en una visita a la escuela de los betlemitas en Santiago de Cuba en 1816, y en una escuela primaria fundada por los jesuitas en 1862 en Santi Spíritus, donde se completaba con el compendio de Fleury40. Todo esto era ajeno y extemporáneo.

2.2.2. Misión y colonialismoAl afluir a América en el siglo XIX .las congregaciones docentes expulsadas de Europa, continuaron lo que hacían en su tierra de origen. Muchos carecían de la formación misionológica que había podido' darles la Congregación de Propaganda Fide, que al menos desde las Instrucciones¡:)e' 1659 había dado criterios de inculturación a los misioneros: reprobar sólo las costumbres contrarias al, Evangelio, pero estimar el país de destino y su tradiciones de todo género.Por ejemplo, al establecerse en 1836 en Montevideo los primeros escolapios el plan de estudios de su colegio se propone enseñar «principalmente el santo temor de Dios, la discreta frect1l3ncia de los sacramentos, y la Urbanidad indispensable a todo hombre que vive en sociedad». Incorpora geografía física, y matemática, elementos de cronología aritmética mercantil teneduría de libros además del «edificio de la instrucción literaria», con latín, griego, francés e italiano, y una extraña asignatura de Mitología y ritos de los Romanos. No se percibe atención a lo autóctono.Hubo congregaciones misioneras que llegaron a América por propia iniciativa, al conocerse en Europa el desafío del liberalismo y de la laicización, y el ideal de promover el desarrollo confirmó la validez de la escuela. En el siglo XIX eran franceses el 70% de los misioneros del mundo. Entre 1816 y 1880 se fundan en Francia congregaciones como los Oblatos de María Inmaculada, los Hermanos Maristas y los Marianistas, los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús de Issoudun, los Bethramitas, los Oblatos de San Francisco de Sales de Annecy, los Misioneros de La Salette, los Sacerdotes del Sagrado Corazón de San Quintín, los Padres Blancos, los misioneros y religiosas de los Sagrados Corazones, los misioneros, Padres y Hermanos de la Santa Cruz, que en su mayoría cumplieron tarea:> educativas. La educación femenina en América se renovó con la llegada de las Hermanas del Sagrado Corazón, las Hermanas de la Unión del Sagrado Corazón, las Hijas de San José, las Hermanas de San José de Tarbes y las de

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Chambery, las Hermanas de Sión. Hubo también congregaciones que reorientaron sus objetivos hacia la misión universal como los jesuitas al restablecerse, los benedictinos, dominicos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, franciscanos, capuchinos, lazaristas, sulpicianos, redentoristas, Hermanas de la Caridad. En Haití después del concordato de 1860 se permitió ingresar a los Hermanos de la Instrucción Cristiana, a las Hijas de la Sabiduría y a las Hermanas de San José de Cluny, que crearon escuelas nor-males.El gobierno francés apoyó a los misioneros al percibir el prestigio nacional que aportaban. Después de la derrota de 1870 ante Prusia, los misioneros partían con ideales colonialistas que no cuestionaban, creando dependencia teológica y económica respecto de Europa, y una sensación de inferioridad de la Iglesia local respecto del catolicismo europe042. Demoraron en descubrir el riesgo de alienación cultural y de dependencia de la Iglesia respecto de usos pastorales extranjeros.Por otra parte, en Brasilia burguesía rural, especialmente en las localidades con enclaves de inmigrantes europeos, optó por las congregaciones docentes extranjeras, porque esperaba de ellas una educación similar a la de su patria de origen.En cambio, el párroco francés Emilio Vaisse hizo en Chile además de un Compendio del Catecismo Menor, un Catecismo antialcohólico en 1906 que tenía 5a. edición en 1944, porque respondía bien a un problema nacional.Hubo colonialismo también en escuelas misionales creadas por la Iglesia local. La constitución argentina de 1853 confiaba al Congreso colonizar los límites del territorio (sección 14), asegurar de las fronteras, mantener relaciones pacíficas con los indígenas y promover su conversión al catolicismo (sec-ción 15). En 1872 el arzobispo Aneiros creó el Consejo para las Misiones de los Indios, que colaboró a esos fines políticos, como también las escuelas misionales fundadas por lazaristas y salesianos en regiones limítrofes, particularmente en la Patagonia.

2.2.3. El positivismo y el pragmatismoEl agotamiento a que condujeron las luchas de conservadores y liberales atrajo en la segunda mitad del siglo XIX hacia la filosofía positivista, que anteponía el orden a la libertad, con aparente fundamento en las ciencias naturales o positivas, de las cuales podía esperarse el progreso productivo. Le sucede el pragmatismo, con permanente tendencia a la corrupción moral.Pío IX en el «Syllabus» de 1864 condena la filosofía educativa laicista que niega a la autoridad eclesiástica el derecho a intervenir en las escuelas públicas46, y la define por su teoría: «Los católicos pueden aprobar aquella forma de educar a la juventud que prescinde de la fe católica y de la autoridad de la Iglesia y que mira sólo o por lo menos primariamente al conocimiento de las cosas naturales y a los fines de la vida social terrena».El decano de Teología de la Universidad de Chile recuerda en su Memoria de 1873 que la Liga de la Enseñanza organizada en Bélgica en 1865, tuvo en Nápoles al abrirse el Concilio Vaticano I el 8.12.1869 una reunión con activa participación de la masonería, donde la delegación de París declaró: «Considerando que la idea de Dios es el origen y el apoyo de todo despotismo y de toda iniquidad, los librepensadores de París se comprometieron a trabajar en la abolición pronta y radical del catolicismo, y procurar su destrucción por todos los medios».Desde 1856 el predominio del positivismo francés fue amplio en las clases más ilustradas del Brasil, agregándose desde 1870 el evolucionismo inglés, mientras el pueblo sencillo sincretizó el catolicismo con las religiones politeístas, lo cual contrasta con su oposición nacionalista al calvinismo durante la ocupación holandesa del norte brasileño, El obispo de Pará, Don Antonio de Macedo Costa publica en 1876 su "Catecismo sobre a Igreja católica, para uso do povo» que incluye una "defensa de la fe, y el seglar Joaquim María de Lacerda en 1882 publica en Río de Janeiro su "Pequeña enciclopedia religiosa, contendo catecismo da doutrina cristá, resumo das provas da religiao, historia sagrada para uso das escolas brasileiras». Al instaurarse la república en 1891, la Iglesia queda separada del Estado, pero en libertad. Entonces llegan congregaciones docentes, por lo cual se multiplican las escuelas primarias y secundarias católicas, y también protestantes y judías en menor medida, mientras la escuela estatal no

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tenía enseñanza religiosa ni moral.En las escuelas primarias y secundarias de Chile, tanto estatales como privadas se agregó al catecismo y a la historia sagrada, la enseñanza de Fundamentos de la Fe, que procura enfrentar tanto el laicismo, el racionalismo y el positivismo como las religiones no católicas, Su objetivo fue "presentar las pruebas de la divinidad de la religión cristiana, y en seguida las que manifiestan que la Iglesia que la enseña, cual la fundó su divino autor, es la católica» (Examen de varias cuestiones relativas a la Instrucción Pública. Memoria que el decano de la facultad de Teología. don Joaquín Larraín Gandarillas. leyó ante el antiguo Consejo Universitario (en 1873) y que no se había publicado. Anales de k1 Universidad de Chile LXIII (1883) 501-973, p. 776), Para este curso se escriben sucesivamente varios manuales, como el del Pbro. Lorenzo Robles (1858) del cual hay 3a. edición en 1897. y otros. El 26.8.1920 la Ley de Instrucción Pública en su art. 70 ordena enseñar en las escuelas normales dogma y Fundamentos de la Fe.El Boletín de Instrucción Pública de 1865 informa sobre los textos de religión en uso en liceos estatales y escuelas normales. donde predominan los autores locales. Los cursos preparatorios de los seminarios de Santiago y de La Serena siguen el Catecismo Elemental de Astete, mientras el semin_río de La Serena usa el del español García Mazo y el de Concepción el del Pbro. José Raimundo Cisternas (1853). El Catecismo de la Doctrina Cristiana del P José Ignacio Benítez, O.P (1835) del cual se conocen 15 ediciones hasta 1914, se usa en la Escuela Normal de Preceptores y en el Liceo de San Fernando. El Catecismo de la Doctrina Cristiana del Pbro. José Ramón Saavedra (1856) que tuvo una 15a. edición en 1893, se usa en el Instituto Nacional, en el Liceo de San Fernando, en los seminarios de Santiago y Concepción y en las escuelas normales masculina y femenina. La Historia Sagrada de Drioux se usa en la Escuela Normal de Preceptores y en los seminarios de Concepción y de La Serena; la de Duruy en el Instituto Nacional y en el Liceo de San Fernando; la del Pbro. Francisco de Paula Taforó Zamora (1849) se usa en ambas escuelas normales, mientras la Vida de Jesucristo de Domingo F. Sarmiento se usa en la Escuela de Práctica de la Escuela Normal de Preceptores. El Tratado de los Fundamentos de la Fe del Pbro. José Manuel Onego (1848) se usa en el Instituto Nacional, en el Liceo de Talea, en la Escuela Normal de Preceptores y en el seminario de Santiago. En la Escuela Normal de Preceptoras dirigida por las Religiosas del Sagrado Corazón, francesas, se usaba en 1863 para Fundamentos de la Fe el texto español de García Mazos. En el liceo de Concepción se enseña Catecismo, Historia Sagrada y Fundamentos de la fe con textos de Fernando Blait.En la enseñanza estatal «los maestros y los textos que recomiendan, transmiten principios opuestos al dogma, a la verdad religiosa, como sucede en diversos ramos: en literatura, por ejemplo, se niega la autenticidad del Pentateuco; la historia despierta simpatías por el pensamiento ateo y contrario al orden social; el derecho natural destruye el concepto de la autoridad divina, y establece la utilidad como fundamento de todo derecho; la historia natural deforma el conocimiento acerca del origen del hombre» León XIII declaró en su encíclica «Militantis Ecclesiae» de 1897 insuficiente la catequesis escolar, si el resto de la formación en la escuela no infunde sentimientos de piedad.El I Concilio Plenario de América Latina en 1899 manda «procurar con todo empeño establecer escuelas católicas primarias, en que la doctrina religiosa ocupe el primer lugar en la educación y en la formación» (n. 676). Propone exponer en los colegios de segunda enseñanza la doctrina sobre fe y moral «atendiendo a su edad ya más madura y teniendo presentes los peligros y necesidades de nuestra época» (n. 689).Más incultura dora fue su norma de «que en el término de cinco años, en cada república, o al menos en cada provincia eclesiástica, de común acuerdo de los obispos, se compile un solo catecismo, excluyendo todos los demás, juntamente con un breve sumario de las cosas más necesarias que tienen que saber los niños y los rudos» (n. 708). En Chile se adoptaron como catecismo nacional las traducciones que hizo Gaspar Bohle Sander, ordenado en la diócesis de Ancud, de los catecismos neoescolásticos de Joseph Deharbe, S.J., publicados medio siglo antes en Alemania. En Brasil los obispos en 1904 publicaron un catecismo elaborado desde 1901, adaptando el catecismo de Lombardía en sus niveles menor, mínimo y mayor, llamados 1º, 2º y 3er. catecismo, que con ese respaldo oficial ha tenido numerosas ediciones: en

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1988 el lo llevaba 130, e1 2° en 1989 llevaba en 97, y un resumen para la primera comunión basado en ellos llevaba 45 en 1982.En 1905 San Pío X en su encíclica «Acerbo Nimis» exige organizar la acción catequística en las familias, parroquias y escuelas y en 1917 el Código de Derecho Canónico declara: «Los niños católicos no deben asistir a las escuelas acatólicas, neutras o mixtas, es decir, que también están abiertas para los acatólicos» aunque deja al Ordinario la decisión sobre las circunstancias en que dicha asistencia se puede tolerar (can. 1374). En 1923 un motu proprio de Pío XI crea un Oficio Catequístico en la Sagrada Congregación del Concilio, que en 1929 ordenó a cada obispo crear un secretariado diocesano y en 1935 en el decreto «Provido Sane Consilio» da normas para la catequesis de adultos y niños, la formación de los catequistas, la supervisión de la catequesis y sugiere organizar en cada lugar la Cofradía de la Doctrina Cristiana. La encíclica «Divini Illius Magistri» de Pío XI en 1929 pide «que la educación y enseñanza toda, la organización toda de la escuela, es decir, maestros, métodos, libros, en lo que atañe a cualquier disciplina, de tal modo estén imbuidos y penetrados de espíritu cristiano,.. .que la religión constituya no sólo el fundamento, sino la cúspide de toda la educación» (Denz. 2220).En una década clave hay en Chile un vaivén de normas estatales tal vez similar al de otros países. El Decreto 1029 de 11.4.1929 permite a los sacerdotes autorizados por el Ministerio de Educación dar gratuitamente clases de Religión en las escuelas. El Decreto Supremo 5291 del 22.11.1929 sobre la Enseñanza Religiosa incluye en el plan de educación de las escuelas primarias la enseñanza de Religión y Moral (art. 21). El Decreto Ley del Ministerio Educación Pública 6355 del 31.12.1929 autoriza a los seglares con idoneidad reconocida por la autoridad de la diócesis para enseñar gratuitamente religión y moral cristiana conforme a los programas vigentes, y establece que los padres o guardadores pueden eximir de la clase de religión a sus hijos o pupilos. El Decreto de Educación Pública 5523 del 26.12.1933 establece el examen de teoría y práctica pedagógica necesario a los seglares para enseñar religión. El Decreto del Ministerio de Educación Pública 6477 del 29.8.1934 aprueba el reglamento y programa del examen de pedagogía y metodología de la enseñanza de Religión. Frente a una derogación de esos decretos ordenada el 23.5.1939 por el gobierno radical recientemente elegido, la ley 6477 del 20.12.1939 incorpora el contenido de estos decretos anteriores y los precisa: la prueba escrita versará sobre tres temas: uno de pedagogía, otro sobre didáctica de la enseñanza de la religión y otro sobre la formación moral del niño; la materia para la clase práctica se sujetará al Decreto del Ministerio de educación 5794 del 10.12.1928.En 1935 por primera vez la Escuela Normal Abelardo Núñez, del Estado, titula 17 maestras de religión. Las normas de la ley de 1939 siguen en general vigentes hasta hoy.La Convención Nacional del Partido Radical en La Serena en junio de 1939 decide que «la enseñanza religiosa debe ser eliminada de los programas educacionales»; «no dar cabida a la enseñanza particular», y «confiscación de los bienes de las congregaciones o comunidades religiosas, con exclusión de los templos y elementos destinados al culto».

2.2.4. Nuevas culturas presentes en la escuelaEl siglo XX ha aportado a la escuela la interacción de la cultura local o tradicional transmitida por las familias, con dos culturas transnacionales: la científico-técnica y humanista moderna y postmoderna, y la audiovisual de masas. La persistente escolarización ha hecho avanzar desde comienzos de siglo el influjo de la prensa, que llega a la escuela a través de manuales y periódicos, y desde fuera han irrumpido en la escena hacia 1920 el cine y la radio, hacia 1940 la grabación fonográfica perfeccionada en las audio casetes, hacia 1960 la televisión complementada por las video grabaciones y desde 1980 el computador personal con la rápida expansión del software: programas y disquetes.Para ordenar el abanico de tareas nuevas, podemos reducir el cometido actual de la catequesis escolar a evangelizar cuatro culturas presentes en la escuela: 1) las culturas tradicionales de las familias de los alumnos, con su religiosidad; 2) la cultura científico-técnica y la mentalidad postmoderna con que ella se confronta al interior de los programas educativos oficiales que proponen junto a las ciencias y técnicas, el estudio de la filosofía, la literatura y el arte contemporáneos; 3) la cultura audiovisual de

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masas en que están cada vez más inmersos los alumnos, sus familias y los profesores; 4) la subcultura infantil, adolescencia y juvenil transmitida entre iguales o pares, que a veces se recubre de un blindaje burlón o desencantado frente a los esfuerzos de acercamiento de los representantes de una Iglesia que sienten distante.La catequesis escolar suele evangelizar las culturas locales o tradicionales de las familias cuando atiende deliberadamente una población indígena, de color, de pobreza generalizada o de comodidad apática y arribista, aunque en muchos casos permanece inconsciente e insensible ante ellas.La catequesis escolar evangeliza la cultura científico-técnica y humanista moderna o postmoderna de los programas oficiales en los pocos casos documentados en que la catequesis se propone el diálogo interdisciplinario, para el cual no siempre la universidad prepara a los profesores de religión católica.La catequesis escolar evangeliza la cultura audiovisual de masas cuando tiene objetivos y actividades para formar en la creatividad con los lenguajes audiovisuales y en el discernimiento crítico sobre la verdad, el bien y la coherencia o incoherencia con el Evangelio en los mensajes de la prensa, el cine, la radio y la televisión.La catequesis escolar evangeliza la subcultura llamada juvenil cuando deja espacios y tiempos: 1) para el diálogo informal pero formativo y 2) para suscitar y acompañar la creatividad en la oración, las reflexiones sobre sus problemas y la solidaridad.

2.2.5. Algunas conclusiones catequéticasUna catequesis madura produce en el propio país sus programas y manuales.La catequesis en ambientes étnicos o socio culturales dotados de clara identidad debe evitar ser instrumento de asimilación y promover más bien la integración, con el respeto de las diferencias legítimas.Ante el porfiado desafío de la pobreza y los afanes por abrir las economías de nuestros países al mercado internacional, la catequesis necesita asumir en todos sus niveles los criterios sociales de la Iglesia, dejando libertad a los catequizandos en sus preferencias partidistas.La enseñanza religiosa escolar requiere un respaldo en la legislación civil acorde con las mentalidades predominantes en cada país y época, por lo cual necesita flexibilidad en sus objetivos y contenidos.La discrepancia inevitable de la fe católica con diversos sistemas de pensamiento produce conflictos que pueden llevar a h!>s catequistas a la marginación, la cárcel, el exilio o el martirio, para lo cual es preciso formarlos evangélicamente.Ante el pluralismo religioso ambiental, la catequesis debe educar evangélicamente el catolicismo popular, fortalecer la identidad católica, favorecer la colaboración ecuménica y preparar para el diálogo interconfesional.La catequesis en la escuela debe evangelizar la cultura y religiosidad de las familias, entablar ante los alumnos diálogo interdisciplinario con los profesores de asignaturas, formar para el sentido creativo y crítico ante la cultura audiovisual de masas y mantener un diálogo cercano y formativo con la subcultura propia de los alumnos.

Trabajo Práctico 21. Confeccionar una línea de tiempo donde aparezcan elementos que hoy aporten a la catequesis.2. Cuáles son los aportes que deja cada una de las épocas estudiadas.

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UNIDAD 3: CATEQUISTAS Y CATECÚMENOS

3.1. La formación para el servicio de la catequesis10

La pastoral de catequistas en la Iglesia particular233 Para el buen funcionamiento del ministerio catequético en la Iglesia particular es preciso contar, ante todo, con una adecuada pastoral de los catequistas. En ella varios aspectos debe ser tenidos en cuenta. Se ha de tratar, en efecto, de:

- Suscitar en las parroquias y comunidades cristianas vocaciones para la catequesis. En los tiempos actuales, en los que las necesidades de catequización son cada vez más diferenciadas, hay que promover diferentes tipos de catequistas. "Se requerirán, por tanto, catequistas especializados" <1>. Conviene determinar los criterios de elección.

- Promover un cierto número de "catequistas a tiempo pleno", que puedan dedicarse a la catequesis de manera más intensa y estable <2>, junto a la promoción de "catequistas de tiempo parcial", que ordinariamente serán los más numerosos.

- Establecer una distribución más equilibrada de los catequistas entre los sectores de destinatarios que necesitan catequesis. La toma de conciencia de la necesidad de una catequesis de jóvenes y adultos, por ejemplo, obligará a establecer un mayor equilibrio respecto al número de catequistas que se dedican a la infancia y adolescencia.

- Promover animadores responsables de la acción catequética, que asuman responsabilidades en el nivel diocesano, zonal o parroquial <3>.

- Organizar adecuadamente la formación de los catequistas, tanto en lo que concierne a la formación básica inicial como a la formación permanente.

- Cuidar la atención personal y espiritual de los catequistas y del grupo de catequistas como tal. Esta acción compete, principal y fundamentalmente, a los sacerdotes de las respectivas comunidades cristianas.

- Coordinar a los catequistas con los demás agentes de pastoral en las comunidades cristianas, a fin de que la acción evangelizadora global sea coherente y el grupo de catequistas no quede aislado de la vida de la comunidad.

Importancia de la formación de los catequistas234 Todos estos quehaceres nacen de la convicción de que cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad. Los instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces si no son utilizados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada formación de los catequistas no puede ser descuidada en favor de la renovación de los textos y de una mejor organización de la catequesis <4>.En consecuencia, la pastoral catequética diocesana debe da absoluta prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ello, y como elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los seminarios como en la formación permanente. Se recomienda encarecidamente a los Obispos que esta formación sea exquisitamente cuidada.

10 Cf. DCG. 1997

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Finalidad y naturaleza de la formación de los catequistas235 La formación trata de capacitar a los catequistas para transmitir el Evangelio a los que desean seguir a Jesucristo. La finalidad de la formación busca, por tanto, que el catequista sea lo más apto posible para realizar un acto de comunicación: "La cima y el centro de la formación de catequistas es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico" <5>.La finalidad cristocéntrica de la catequesis, que busca propiciar la comunión con Jesucristo en el convertido, impregna toda la formación de los catequistas <6>. Lo que ésta persigue, en efecto, no es otra cosa que lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas: anuncie a Jesucristo; dé a conocer su vida, enmarcándola en el conjunto de la Historia de la salvación; explique su misterio de Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros, y ayude, finalmente, al catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo en los sacramentos de iniciación <7>. En la catequesis permanente, el catequista no hace sino ahondar en estos aspectos básicos. Esta perspectiva cristológica incide directamente en la identidad del catequista y en su preparación. "La unidad y armonía del catequista se deben leer desde esta perspectiva cristocéntrica, y han de construirse en base a una familiaridad profunda con Cristo y con el Padre en el Espíritu" <8>.236 El hecho de que la formación busque capacitar al catequista para transmitir el Evangelio en nombre de la Iglesia confiere a toda la formación una naturaleza eclesial. La formación de los catequistas no es otra cosa que un ayudar a éstos a sumergirse en la conciencia viva que la Iglesia tiene hoy del Evangelio, capacitándoles así para transmitirlo en su nombre.Más en concreto, el catequista - en su formación - entre en comunión con esa aspiración de la Iglesia que, como esposa, "conserva pura e íntegramente la fe prometida al esposo" <9> y, como "madre y maestra", quiere transmitir el Evangelio en toda su autenticidad, adaptándolo a todas las culturas, edades y situaciones. Esta eclesialidad de la transmisión del Evangelio impregna toda la formación de los catequistas, confiriéndole su verdadera naturaleza.

Criterios inspiradores de la formación de los catequistas237 Para concebir de manera adecuada la formación de los catequistas hay que tener en cuenta, previamente, una serie de criterios inspiradores que configuran con diferentes acentos dicha formación:

- Se trata, ante todo, de formar catequistas para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico con sus valores, sus desafíos y sus sombras. Para responder a él se necesitan catequistas dotados de una fe profunda <10>, de una clara identidad cristiana y eclesial <11> y de una honda sensibilidad social <12>. Todo plan formativo ha de tener en cuenta estos aspectos.

- La formación tendrá presente, también, el concepto de catequesis que hoy propugna la Iglesia. Se trata de formar a los catequistas para que puedan impartir no sólo una enseñanza sino una formación cristiana integral, desarrollando tareas de "iniciación, de educación y de enseñanza" <13>. Se necesitan catequistas que sean, a un tiempo, maestros, educadores y testigos.

- El momento catequético que vive la Iglesia invita, también, a preparar catequistas integradores, que sepan superar "tendencias unilaterales divergentes" <14> y ofrecer una catequesis plena y completa. Han de saber conjugar la dimensión veritativa y significativa de la fe, la ortodoxia y la ortopraxis, el sentido social y eclesial. La formación ha de ayudar a que los polos de estas tensiones se fecunden mutuamente.

- La formación de los catequistas laicos no puede ignorar el carácter propio del laico en la Iglesia y no debe ser concebida como mera síntesis de la formación propia de los sacerdotes o de los religiosos. Al contrario, se tendrá muy en cuenta que "su formación recibe una característica especial por su misma índole secular, propia del laicado, y por el carácter propio de su espiritualidad".

- Finalmente, la pedagogía utilizada en esta formación tiene una importancia fundamental. Como criterio general hay que decir que debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil

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improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación.

Las dimensiones de la formación: el ser, el saber, el saber hacer238 La formación de los catequistas comprende varias dimensiones. La más profunda hace referencia al ser del catequista, a su dimensión humana y cristiana. La formación, en efecto, le ha de ayudar a madurar, ante todo, como persona, como creyente y como apóstol. Después está lo que el catequista debe saber para desempeñar bien su tarea. Esta dimensión, penetrada de la doble fidelidad al mensaje y a la persona humana, requiere que el catequista conozca bien el mensaje que transmite y, al mismo tiempo, al destinatario que lo recibe y al contexto social en que vive. Finalmente, está la dimensión del saber hacer, ya que la catequesis es un acto de comunicación. La formación tiende a hacer del catequista un educador del hombre y de la vida del hombre <15>.

Madurez humana, cristiana y apostólica de los catequistas239 Apoyado en una madurez humana inicial <6>, el ejercicio de la catequesis, constantemente discernido y evaluado, permitirá al catequista crecer en equilibrio afectivo, en sentido crítico, en unidad interior, en capacidad de relación y de diálogo, en espíritu constructivo y en trabajo de equipo <17>. Se procurará, sobre todo, hacerle crecer en el respeto y amor hacia los catecúmenos y catequizandos: "¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un pedagogo, es el amor de un padre: más aún, el de una madre. Tal es el amor que el señor espera de cada anunciador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia" <18>.La formación cuidará, al mismo tiempo, que el ejercicio de la catequesis alimente y nutra la fe del catequista, haciéndole crecer como creyente. Por eso, la verdadera formación alimenta, ante todo, la espiritualidad del propio catequista <19>, de modo que su acción brote, en verdad, del testimonio de su vida. Cada tema catequético que se imparte debe nutrir, en primer lugar, la fe del propio catequista. En verdad, uno catequiza a los demás catequizándose antes a sí mismo.La formación, también, alimentará constantemente la conciencia apostólica del catequista, su sentido evangelizador. Para ello ha de conocer y vivir el proyecto de evangelización concreto de su Iglesia diocesana y el de su parroquia, a fin de sintonizar con la conciencia que la Iglesia particular tiene de su propia misión. La mejor forma de alimentar esta conciencia apostólica es identificarse con la figura de Jesucristo, maestro y formador de discípulos, tratando de hacer suyo el celo por el Reino que Jesús manifestó. A partir del ejercicio de la catequesis, la vocación apostólica del catequista, alimentada con una formación permanente, irá constantemente madurando.

La formación bíblico-teológica del catequista240 Además de testigo, el catequista debe ser maestro que enseña la fe. Una formación bíblico-teológica adecuada le proporcionará un conocimiento orgánico del mensaje cristiano, articulado en torno al misterio central de la fe que es Jesucristo.El contenido de esta formación doctrinal viene pedido por los elementos inherentes a todo proceso orgánico de catequesis:

- las tres grandes etapas de la Historia de la salvación: Antiguo Testamento, vida de Jesucristo e historia de la Iglesia;

- los grandes núcleos del mensaje cristiano: Símbolo, liturgia, moral y oración.En el nivel propio de una enseñanza teológica, el contenido doctrinal de la formación de un catequista es el mismo que el que la catequesis debe transmitir. Por otra parte, la Sagrada escritura deberá ser "como el alma de toda esta formación" <20>. El Catecismo de la Iglesia Católica, será referencia doctrinal fundamental de toda la formación, juntamente con el Catecismo de la propia Iglesia particular o local.241 Esta formación bíblico-teológica debe reunir algunas cualidades:

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a) En primer lugar, es preciso que sea una formación de carácter sintético, que corresponda al anuncio que se ha de transmitir, y donde los diferentes elementos de la fe cristiana aparezcan, trabados y unidos, en una visión orgánica que respete la "jerarquía de verdades".

b) Esta síntesis de fe ha de ser tal que ayude al catequista a madurar en su propia fe, al tiempo que le capacite para dar razón de la esperanza en un tiempo de misión: "Se revela hoy cada vez más urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo por el natural dinamismo de la profundización de su fe, sino también por la exigencia de dar razón de la esperanza que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y complejos problemas" <21>.

c) Debe ser una formación teológica muy cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los hombres y mujeres, "ya sea para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio" <22>. de alguna forma, y manteniéndose como enseñanza teológica, debe adoptar un talante catequético.

d) Finalmente ha de ser tal que el catequista "pueda no sólo transmitir con exactitud el mensaje evangélico, sino también capacitar a los mismos catequizandos para recibir ese mensaje de manera activa y poder discernir lo que, en su vida espiritual, es conforme a la fe" <23>.

Las ciencias humanas en la formación de los catequistas242 El catequista adquiere el conocimiento del hombre y de la realidad en la que vive por medio de las ciencias humanas, que han alcanzado en nuestros días un incremento extraordinario. "Hay que conocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura vida de fe" <24>. Es necesario que el catequista entre en contacto al menos con algunos elementos fundamentales de la psicología: los dinamismos psicológicos que mueven al hombre, la estructura de la personalidad, las necesidades y aspiraciones más hondas del corazón humano, la psicología evolutiva y las etapas del ciclo vital humano, la psicología religiosa y las experiencias que abren al hombre al misterio de lo sagrado...Las ciencias sociales proporcionan el conocimiento del contexto socio-cultural en que vive el hombre y que afecta decisivamente a su vida. Por eso es necesario que en la formación de los catequistas se haga "un análisis de las condiciones sociológicas, culturales y económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el proceso de la evangelización" <25>.Junto a estas ciencias recomendadas explícitamente por el Concilio Vaticano II, otras ciencias han de estar presentes, de un modo u otro, en la formación de los catequistas, especialmente las ciencias de la educación y ciencias de la comunicación.

Criterios que pueden inspirar el empleo de las ciencias humanas en la formación de los catequistas243 Estos son:

a) El respeto a la autonomía de las ciencias: "La Iglesia afirma la autonomía legítima de la cultura humana y especialmente la de las ciencias" <26>.

b) El discernimiento evangélico de las diferentes tendencias o escuelas psicológicas, sociológicas y pedagógicas: sus valores y sus límites.

c) El estudio de las ciencias humanas - en la formación de los catequistas - no es un fin en sí mismo. La toma de conciencia de la situación existencial, psicológica, cultural y social del hombre, se hace con vistas a la fe en que se le quiere educar <27>.

c) La teología y las ciencias humanas, en la formación de catequistas, deben fecundarse mutuamente. En consecuencia hay que evitar que estas ciencias se conviertan en la única norma para la pedagogía de la fe, prescindiendo de los criterios teológicos que dimanan de la misma pedagogía divina. Son disciplinas fundamentales y necesarias, pero siempre al servicio de una acción evangelizadora que no es sólo humana <28>.

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La formación pedagógica244 Junto a las dimensiones que conciernen al ser y al saber, la formación de los catequistas, ha de cultivar también la del saber hacer. El catequista es un educador que facilita la maduración de la fe que el catecúmeno o el catequizando realiza con la ayuda del Espíritu Santo <29>.Lo primero que hay que tener en cuenta en este decisivo aspecto de la formación es respetar la pedagogía original de la fe. En efecto, el catequista se prepara para facilitar el crecimiento de una experiencia de fe de la que él no es dueño. Ha sido depositada por Dios en el corazón del hombre y de la mujer. La tarea del catequista es solo cultivar ese don, ofrecerlo, alimentarlo y ayudarlo a crecer <30>.La formación tratará de que madure en el catequista la capacidad educativa, que implica: la facultad de atención a las personas, la habilidad para interpretar y responder a la demanda educativa, la iniciativa de activar procesos de aprendizaje y el arte de conducir a un grupo humano hacia la madurez. Como en todo arte, lo más importante es que el catequista adquiera su estilo propio de dar catequesis, acomodando a su propia personalidad los principios generales de la pedagogía catequética <31>.245 Más en concreto: el catequista, particularmente el dedicado de modo más pleno a la catequesis, habrá de capacitarse para saber programar - en el grupo de catequistas - la acción educativa, ponderando las circunstancias, elaborando críticamente <32>. También ha de ser capaz de animar un grupo, sabiendo utilizar con discernimiento las técnicas de animación grupal que ofrece la psicología.Esta capacidad educativa y este saber hacer, con los conocimientos, actitudes y técnicas que lleva consigo, "pueden adquirirse mejor, si se imparten al mismo tiempo que se realizan, por ejemplo durante las reuniones tenidas para preparar y revisar las sesiones de catequesis" <33>.El fin y la meta ideal es procurar que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas. Por eso debe ser una formación muy cercana a la práctica: hay que partir de ella para volver a ella <34>.

La formación de los catequistas dentro de las comunidades cristianas246 Entre los cauces de formación de los catequistas destaca, ante todo, la propia comunidad cristiana. Es en ella donde el catequista experimenta su vocación y donde alimenta constantemente su sentido apostólico. En la tarea de asegurar su maduración progresiva como creyente y testigo, la figura del sacerdote es fundamental <35>.247 Una comunidad cristiana puede realizar varios tipos de acciones formativas en favor de sus catequistas:

a) Una de ellas consiste en alimentar constantemente la vocación eclesial de los catequistas, fomentando en ellos la conciencia de ser enviados por la Iglesia.

b) También es muy importante procurar la maduración de la fe de los propios catequistas, a través del cauce normal con el que la comunidad educa en la fe a sus agentes de pastoral y a los laicos más comprometidos <36>.

Cuando la fe de los catequistas no es todavía madura, es aconsejable que participen en un proceso de tipo catecumenal para jóvenes y adultos. Puede ser el proceso ordinario de la propia comunidad o uno creado expresamente para ellos.

c) La preparación inmediata de la catequesis, realizada con el grupo de catequistas, es un medio formativo excelente, sobre todo si va seguida de una evaluación de todo lo experimentado en las sesiones de catequesis.

d) También pueden realizarse, dentro del marco de la comunidad, otras actividades formativas: cursos de sensibilización a la catequesis, por ejemplo a comienzos del año pastoral; retiros y convivencias en los tiempos fuertes del año litúrgico <37>; cursos monográficos sobre temas que parezcan necesarios o urgentes; una formación doctrinal más sistemática, por ejemplo estudiando el

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Catecismo de la Iglesia Católica... Son actividades de formación permanente que, junto al trabajo personal del catequista, aparecen como muy convenientes <38>.

Escuelas de catequistas y Centros superiores para peritos en catequesis248 La asistencia a una Escuela de catequistas <39> es un momento particularmente importante, dentro del proceso formativo de un catequista. En muchos lugares tales escuelas funcionan a un doble nivel: para "catequistas de base" <40> y para "responsables de catequesis".

Escuelas de catequistas de base249 Estas escuelas tienen la finalidad de proporcionar una formación catequética, orgánica y sistemática, de carácter básico y fundamental. Durante un tiempo suficientemente prolongado, se cultivan las dimensiones más específicamente catequéticas de la formación: el mensaje cristiano, el conocimiento del hombre y del contexto sociocultural y la pedagogía de la fe.Las ventajas de esta formación orgánica son grandes y conciernen a:

- su sistematicidad, al tratarse de una formación menos absorbida por lo inmediato de la acción;- su calidad, al contar con formadores especializados;- su integración con catequistas de diferentes comunidades, que fomentan la comunión eclesial.

Escuelas para responsables250 A fin de favorecer la preparación de los responsables de la catequesis en parroquias o zonas, así como para aquellos catequistas que se van a dedicar más estable y plenamente a la catequesis <41>, es conveniente a nivel diocesano o interdiocesano promover escuelas para responsables.El nivel de estas escuelas será, obviamente más exigente. Es frecuente que en ellas, junto a un tronco formativo común, se cultivarán aquellas especializaciones catequéticas que la diócesis juzgue particularmente necesarias en su circunstancia.Puede ser también oportuno, por economía de medios y posibilidades, que la orientación de estas escuelas esté dirigida, más ampliamente, a los responsables de las diversas acciones pastorales, convirtiéndose en Centros de formación de agentes de pastoral. Sobre una base formativa común (doctrinal y antropológica), las especializaciones vendrán pedidas por las diferentes acciones pastorales o apostólicas que se van a encomendar a tales agentes.

Centros superiores para peritos en catequesis251 Una formación catequética de nivel superior, a la que puedan acceder también sacerdotes, religiosos y laicos, es de una importancia vital para la catequesis. Por ello, se renueva el deseo de "fomentar o crear Institutos superiores de pastoral catequética con objeto de preparar catequistas idóneos para dirigir la catequesis a nivel diocesano o dentro de las actividades a las que se dedican las congregaciones religiosas. Estos institutos superiores podrán ser nacionales o incluso internacionales. Deben asemejarse a los estudios universitarios en lo tocante al plan de estudios, duración de los cursos y condiciones de admisión" <42>.Aparte de formar a los que van a asumir responsabilidades directivas en la catequesis, estos Institutos prepararán también a los profesores de catequética para seminarios, casas de formación o escuelas de catequistas. Tales institutos se dedicarán, igualmente, a promover la correspondiente investigación catequética. 252 Este nivel de formación es muy apto para una fecunda colaboración entre las Iglesias: "Aquí es donde podrá manifestar su mayor eficacia la ayuda material ofrecida por las Iglesias más acomodadas a sus hermanas más pobres. En efecto, ¿puede una Iglesia hacer algo mejor en favor de otra que ayudarla a crecer por sí misma como Iglesia?" <43>. Obviamente, esta colaboración debe inspirarse en un delicado respeto por las peculiaridades de las Iglesias más pobres y por su propia responsabilidad.

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Es muy conveniente, en el campo diocesano o interdiocesano, tomar conciencia de la necesidad de formar personas en este nivel superior, como se procura hacer para otras actividades eclesiales o para la enseñanza de otras disciplinas.

Citas<1> GCM 5. <2> El Concilio Vaticano II distingue dos tipos de catequistas: los "catequistas con plena dedicación" y los "catequistas auxiliares" (cf AG 17). Esta distinción es retomada en GCM 4, con la terminología de "catequistas a tiempo pleno" y "catequistas a tiempo parcial". <3> Cf GCM 5. <4> Cf DCG (1971) 108a. <5> DCG (1971) 111. <6> Cf CT 5. Este texto define la finalidad cristocéntrica de la catequesis. Este hecho determina el cristocentrismo del contenido de la catequesis, el cristocentrismo de la respuesta del destinatario, el sí a Jesucristo y el cristocentrismo de la espiritualidad del catequista y de su formación. <7> Se señalan aquí las cuatro etapas del catecumenado bautismal con una perspectiva cristocéntrica. <8> GCM 20. <9> LG 64. <10> DCG (1971) 114. <11> Cf GCM 7. <12> Cf GCM 13. <13> DCG (1971) 31. <14> CT 52; cf CT 22. <15> Cf CT 22d. <16> Cf GCM 21. <17> Las cualidades humanas que sugiere GCM son las siguientes: facilidad de relaciones humanas y de diálogo, idoneidad para la comunicación, disponibilidad para colaborar, función de guía, serenidad de juicio, comprensión y realismo, capacidad para consolar y hacer recobrar la esperanza... (cf 21). <18> EN 79. <19> CF ChL 60. <20> DCG (1971) 112. GCM 23 subraya la importancia primordial de la Sagrada Escritura en la formación de los catequistas: "La Sagrada escritura deberá seguir siendo la materia principal de la enseñanza y constituir el alma de todo el estudio teológico. esta ha de intensificarse cuanto sea necesario" (23). <21> ChL 60c. <22> CT 22. <23> DCG (1971) 112. <24> GS 62b. <25> DCG (1971) 100. <26> GS 59. <27> "La enseñanza de las ciencias humanas plantea difíciles cuestiones respecto a su selección y método, dado el número y diversidad de estas disciplinas. Puesto que se trata de formar catequistas y no especialistas en psicología, la norma a seguir es distinguir y seleccionar lo que les puede ayudar directamente a adquirir la capacidad de comunicar" (DCG, 1917, 112). <28> Un texto fundamental para la utilización de las ciencias humanas en la formación de los catequistas sigue siendo esta recomendación del Concilio Vaticano II en GS 62: "Los fieles deben vivir estrechamente unidos a los otros hombres de su tiempo y procurar comprender perfectamente su forma de pensar y sentir que se expresan por medio de la cultura. Deben armonizar los conocimientos de las nuevas ciencias y doctrinas y de los más recientes descubrimientos con la moral cristiana y la enseñanza de la doctrina cristiana, para que la cultura religiosa y la rectitud de espíritu avancen en ellos al mismo paso que el conocimiento de las ciencias y los avances diarios de la técnica, y así ellos mismos sean capaces de examinar e interpretar todas las cosas con íntegro sentido cristiano". <29> La importancia de la pedagogía ha sido subrayada por CT 58: "Entre las numerosas y prestigiosas ciencias del hombre que han progresado enormemente en nuestros días, la pedagogía es ciertamente una de las más importantes... La ciencia de la educación y el arte de enseñar son objeto de continuos replanteamientos con miras a una mejor adaptación o a una mayor eficacia". <30> Cf CT 58. <31> Cf DCG (1971) 113. <32> Ibidem. <33> CDG (1971) 112. <34> Cf GCM 28. <35> "Los sacerdotes y los religiosos deben ayudar a los fieles laicos en su formación. En este sentido, los Padres del Sínodo han invitado a los presbíteros y a los candidatos a las sagradas órdenes a prepararse cuidadosamente para ser capaces de favorecer la vocación y misión de los laicos" (ChL 61). <36> Cf ChL 61. <37> "Se recomiendan, asimismo, las iniciativas parroquiales... que tienen por objeto la formación interior de los catequistas, como las escuelas de oración, las convivencias fraternas y de copartición espiritual y los retiros espirituales. Estas iniciativas no aíslan a los catequistas, sino que les ayudan a crecer en la espiritualidad propia y en la comunión entre ellos" (GCM 22). <38> Cf DCG (1971) 110. <39> Cf para lo que se refiere a escuelas de catequistas en tierras de misión: AG 17c; RM 73; CIC 785 y GCM 30. Para la Iglesia en general ver DCG (1971) 109. <40> La expresión "catequista de base" es utilizada en DCG (1971) 112C. <41> Cf DCG (1971) 109b. <42> DCG (1917) 109a. <43> CT 71a.

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3.2. Espiritualidad del Catequista11

3.2.1. La vocación del CatequistaSer catequista, animador de comunidad o agente de pastoral en alguna actividad concreta, siempre responde a un llamado de Dios que invita a anunciarlo a todos los pueblos:"Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos." Mt. 28, 19Es posible que en muchas ocasiones una persona se convierta en catequista para dar una mano en la parroquia, o para acompañar a sus hijos. También hay muchos cristianos que eligen ser catequistas y concurren a centros especializados de formación (Seminarios Catequísticos). En todos los casos, es bueno saber que la catequesis es un Ministerio Eclesial muy importante y con una misión específica.

Dios siempre llama para que nos pongamos al servicio de los demás

La palabra vocación proviene del latín "vocare", que significa voz, llamado.Dios permanentemente llama a las personas para invitarlas a servir a su causa, que es la construcción del Reino. Podemos escuchar su voz de maneras muy diferentesDios nos habla a través de:

las personas que nos rodean. las cosas que nos suceden. los acontecimientos sociales que nos interpelan. los sucesos históricos que vivimos.

Su Palabra en la Biblia nos ayuda a interpretar lo que nos rodea, lo que nos pasa, lo que nos interpela, lo que vivimos...Dios nunca está callado, hay que aprender a afinar el oído. Tiene para cada uno de nosotros una propuesta de vida, un llamado, una vocación.

3.2.2. Al servicio de la PalabraLa Iglesia nace de la Palabra de Dios y de la fuerza de su Espíritu.Nace como signo de la presencia del Reino en nuestra historia y con la misión de extender el anuncio de este Reino a todos los hombres y mujeres del mundo.La Iglesia nace al servicio de la Palabra y como bautizados todos somos co-responsables del mandato del Señor: "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos" ( Mt. 28, 19 ).La catequesis es un ministerio eclesial, y como tal, para ejercerlo es necesario el llamado de Dios. Es decir, tener vocación por ser catequista, transmisor de la fe y servidor de la Palabra.La catequesis nace de una comunidad cristiana activa, viva y servicial. El catequista arraiga su experiencia de fe en la comunidad a la que pertenece, y a ella le aporta el imprescindible servicio de la transmisión y educación en la fe.

Ser catequista es estar disponible para anunciar el evangelio donde Dios nos pida

La catequesis es un instrumento de formación en la fe que se remonta a los comienzos del cristianismo. Varios textos de los Hechos de los apóstoles nos reflejan los contenidos de esta acción evangelizadora destinada a profundizar la fe de aquellos que se convertían.Los años han pasado y hoy la catequesis es una de las actividades más importantes de la comunidad creyente.En especial, entre los laicos, son muchos los llamados a evangelizar a través del servicio eclesial de la enseñanza y transmisión de la fe en el Dios de la Vida, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

11 Murúa Marcelo A., Espiritualidad del Catequista, Ed. Bonum, Argentina 1998.

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3.2.3. Catequesis y Seguimiento de JesúsEn el Documento de Santo Domingo, fruto de la reunión de obispos latinoamericanos de octubre de 1992, se nos señala en el apartado "La cultura cristiana" la importancia que tiene la catequesis como medio para presentar el modo de vivir del Hombre Nuevo, que corresponde al seguimiento de Cristo.Entre las líneas pastoral es que sugiere para integrar el Evangelio en la cultura y la vida de nuestros pueblos nos propone:

"Presentar la vida moral como un seguimiento de Cristo acentuando la vivencia de las Bienaventuranzas y la frecuente práctica de los Sacramentos. Difundir las virtudes morales y sociales, que nos conviertan en hombres nuevos, creadores de una nueva humanidad. Este anuncio tiene que ser vital y kerigmático, especialmente donde más se ha introducido el secularismo, presentando en la catequesis la conducta cristiana como el auténtico seguimiento de Cristo. "Documento de Santo Domingo n° 239

A la luz de este texto se descubre un nueva luz sobre la vocación del catequista.Seguir a Jesús es la meta de la vida cristiana y la catequesis intenta contribuir al proceso del seguimiento a través de la reflexión sistemática de la fe.Como catequistas nuestro ejemplo de vida, la calidad evangélica de nuestro seguimiento y la coherencia de nuestro testimonio son herramientas privilegiadas para la transmisión de la fe en Jesús y parte importantísima de la tarea catequística. No se puede enseñar lo que no se vive. Como Jesús, hay que predicar con la vida.

3.2.4. Toda catequesis debe conducir al seguimiento de JesúsPara conseguirlo son importantes los siguientes pasos:

Conocer la vida, los dichos y hechos de Jesús (esto es tener y transmitir una sólida formación bíblica).

Analizar la realidad buscando discernir los signos de la presencia o ausencia de Dios en las cosas que vivimos (capacidad crítica para mirar la realidad)

Fomentar un espíritu de oración permanente para buscar la voluntad del Padre, discernir sus caminos y pedir fuerzas para ser fieles.

Recrear la práctica comprometida de Jesús en favor de la vida y la dignidad de las personas, especialmente de las que más sufren en nuestros días.

Desarrollar la vocación de discípulo y seguidor de Jesús, a través de la vivencia de las Bienaventuranzas como programa de vida y la práctica sacramental como alimento de la fe.

Estimular la formación de comunidades. A Jesús se lo sigue en comunidad. Su primer gesto fue llamar a un grupo de seguidores para formar una comunidad.

El desarrollo de estos pasos, que no son excluyentes, nos permite encarar una catequesis que tenga como meta hacer discípulos del Señor, trabajadores del Reino, constructores de una nueva humanidad.El desafío es muy grande pero contamos con la fuerza del Espíritu .Santo y la asistencia de María, la pedagoga de la fe en América Latina.

3.2.5. Encuentro con el SeñorEncontrar a Jesús es antes que nada ser encontrado por El. Los evangelios nos relatan numerosos encuentros de diferentes personas con Jesús. Muchas de ellas lo reconocen como el Señor y dejan todo para seguirlo. Descubren el sentido profundo de sus vidas en hacer el camino de Jesús, compartiendo su Causa, sus alegrías y tristezas, sus conflictos y su permanente fidelidad al plan del Padre.La experiencia del encuentro permite la práctica del seguimiento de Jesús y el compromiso concreto por actualizar en nuestros días su testimonio y su palabra.

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Para cualquier agente de Pastoral es vital una actitud de búsqueda constante del Señor, para conocer su voluntad, para pedirle fuerzas, para aprender de su vida y de sus opciones.

"El catequista no se predica a sí mismo sino a Jesucristo." Documento de Puebla 994

Quienes practican el servicio de la catequesis deben propiciar en sus grupos el encuentro con Jesús, el Señor.La misión del catequista es:

Formar hombres comprometidos personalmente con Cristo...Para seguir a Jesús hay que primero haberlo encontrado y optado por El. Te proponemos, a continuación, un esquema de reflexión que se puede utilizar tanto personalmente como en grupo para meditar, a la luz del evangelio, el encuentro con Jesús y sus consecuencias.

3.2.6. Como Jesús, servidor y humildeJesús era reconocido como Maestro por sus discípulos y también por el pueblo sencillo. También él se presenta como maestro (ver Mt. 1O, 24-25; 23, 8; 26, 18). Enseña con autoridad, en los pueblos, en las sinagogas y en el Templo. Su mensaje: el anuncio de la Buena Noticia del Reino, realidad nueva que se hacía presente a través de su palabra y de sus actos liberadores.Jesús enseña con lo que hace. Cuando recibe a los enviados de Juan el Bautista para corroborar si él era el enviado esperado (Lc. 7, 18-23), Jesús les dice: vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo (sus actos) y oyendo (sus palabras). En la vida de Jesús hay una absoluta coherencia entre lo que predica y lo que hace.En su tiempo existían maestros de la Ley que enseñaban al pueblo las cosas de la religión. Jesús tiene palabras muy duras para con ellos. Igual que con los fariseos, les recrimina su incoherencia e hipocresía. A través de la reflexión de sus palabras podemos encontrar las claves que Jesús nos propone para vivir el servicio de enseñar y transmitir la fe.

3.2.7. Llamados a la conversiónPara seguir a Jesús hace falta cambiar de vida. No basta con reconocerlo como Señor para ser su discípulo, más bien hay que escuchar su Palabra y ponerla en práctica a través de un cambio rotundo de la manera de vivir. San Pablo nos hablará en sus cartas del hombre viejo y del hombre nuevo y hará un ferviente llamado a la conversión.En el evangelio de Marcos, las primeras palabras que nacen de la boca de Jesús son precisamente un llamado a la conversión:"El plazo está vencido, el Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva."

Mc. 1, 15

La conversión es la actitud que Jesús exige para seguirlo. No es simplemente una respuesta que se da una vez sino un proceso que dura toda la vida. Permanentemente debemos detenemos, girar sobre nuestros pasos y volver la mirada a Jesús para confrontar nuestra vida con la suya.

¿Son nuestras opciones las que él tomó? ¿Responden nuestros actos a su manera de vivir? ¿Tenemos las preferencias que él manifestó? ¿Nos jugamos por la Causa que a él le costó la vida?

Seguir a Jesús es estar dispuesto a revisar la vida a la luz del Evangelio, para descubrir en qué somos fieles y en qué estamos errando el camino. La conversión es la puerta de entrada al Reino. Es el espejo donde nos miramos para encontramos con Jesús y discernir si somos sus testigos.

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La conversión nos recuerda que el camino del seguimiento es un proceso que no se acaba. Constantemente debemos revisamos, desde la fe, en forma personal y comunitaria, para volver a Jesús.

Ser cristiano es convertirse cada día

"Convertirse es:"Conversión" (cum-vértere): volverse conmocionadamente, dar un giro COI) todo nuestro ser; conmover desde el fondo, sacudir nuestras raíces hasta nuestros frutos.

volverse cada día hacia Aquél que nos ha hecho, Aquél que nos llama, nos habita, nos inspira, nos convoca...

volverse cada día con una actitud de acogida hacia los hermanos, sobre todo hacia los más pobres, los perseguidos, los más pequeños...

volverse cada día hacia nosotros mismos, hacia nuestro "hondura" personal, a la profundidad, a la opción fundamental, a las decisiones y convicciones sobre cuya roca se cimenta nuestra vida, para cultivar las raíces que alimentan nuestra vida...

volverse cada día con una renovada decisión hacia /a Causa de Jesús..." (Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, pág. 227, Ed. Paulinas)

¿Qué significa en mi vida vivir la conversión?¿Cómo transmito con gestos y actitudes concretas que creo en Jesús y que su Espíritu anima mi vida?

3.2.8. Los catequistas debemos colaborar con el proceso de conversión de nuestros catequizandos

"La catequesis debe llevar a un proceso de conversión y crecimiento permanente y progresivo en la fe".

Documento de Puebla nº 998No se puede anunciar el camino que Jesús nos transmite sin volver la mirada y el corazón a las enseñanzas que nos trae el evangelio. Seguir a Jesús es vivir y poner en práctica su Palabra todos los días de nuestra vida. El ejemplo es la mejor manera de transmitir la fe y suscitarla en los demás.La catequesis, como servicio a la transmisión y educación en la fe, tiene como importante meta ayudar a iniciar un proceso de conversión y crecimiento, constante y progresivo.La fe no es un "paquete" de conocimientos que se adquiere de una vez para siempre, como se compra un objeto, sino un camino de vida que se va descubriendo a la largo de la vida, en el discernimiento de la palabra de Dios frente a las realidades que se viven y las situaciones personales y sociales con las que nos encontramos a diario.La conversión es el punto de partida, y es a la vez el cauce por donde transitar en la vida de la fe. Quién no necesita volver una y otra vez a empezar de nuevo! Todos los días necesitamos volver a pedir fuerzas para creer en Jesús, quien confía sólo en su propia fuerza está perdido. La fe se consolida en el camino, en la práctica concreta para que el Reino de Dios que se ha acercado se haga realidad ya.Quienes comparten la tarea de educar en la fe no pueden olvidar transmitir esta actitud de humildad. Reconocer la necesidad de cambiar de vida y dejar nuestro hombre viejo.Ser testigo de Jesús es vivir la fe en las condiciones sociales, históricas, políticas que vivimos, intentando construir el Reino. Y para lograrlo es imprescindible la conversión personal y de las estructuras que forman nuestra sociedad. Transmitir esto también es catequesis.

3.2.9. La fe del CatequistaSer catequista es asumir la responsabilidad de transmitir la fe yayudar a hacer que ésta crezca en el otro.

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Para vivir este servicio es necesario tener una fe madura, firme y con fuertes cimientos en el Señor. No sólo tiene que hablar nuestra boca del evangelio sino nuestra vida entera, pues lo que tiene mayor capacidad de convicción es la propia práctica.Alcanzar una fe madura es un proceso que lleva toda la vida, pero esto no quita que nos esforcemos continuamente y conscientemente por crecer en la fe. La fe es un camino, y no hay que perder las ganas ni las fuerzas para transitarlo.Indicios de un fe madura son:

la capacidad de escuchar al otro. la posibilidad de cambiar de postura. la integración a una comunidad de fe. la dedicación diaria de un tiempo a la oración. un ritmo de vida sacramental. la lectura de la Biblia. el análisis crítico de la realidad. el compromiso firme con lo que el Señor nos señala. la capacidad de discernir los conflictos que conlleva vivir con fidelidad el evangelio en nuestros

días.

Una fe que pueda iluminar lo que vivimos y no que se quede en las "nubes", lejos de los problemas y las injusticias de los hombres.

3.2.10. Escuchar y practicar la PalabraSer catequista es vivir la misión explícita de proclamar la Palabra y la presencia liberadora de Jesús entre los hombres. El catequista, como hombre "de" Dios "para" los hombres, colabora con el Señor en la tarea de descubrir sus pasos, actualizar su acción entre nosotros, recrear su memoria, interpretar sus signos. En fin, su vocación profunda está marcada por el servicio de dar a conocer y ayudar a reconocer al Dios de la Vida y de la Esperanza.Pero nadie puede dar lo que no tiene, por eso el compromiso ineludible de cimentar su vida en Dios. Un querido obispo, mártir del Evangelio en nuestro país, monseñor Angelelli solía decir que los cristianos debíamos vivir con "un oído en el Evangelio y otro en el pueblo". ¡Cuánto más los Agentes de Pastoral, que buscan servir a Dios y al pueblo.La parábola de la casa edificada sobre roca nos ayuda a afinar el oído para sintonizar la voz del Evangelio."No basta con que me digan: Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos, sino que hay que hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo. En el día del Juicio muchos me dirán: Señor, Señor, profetizamos en tu nombre, y en tu nombre arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Yo les diré entonces: No los reconozco. Aléjense de mí todos los malhechores.El que escucha mis palabras y las practica es como un hombre inteligente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia a torrentes, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre la roca. En cambio, el que oye estas palabras sin ponerlas en práctica es como el hombre necio que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia a torrentes, soplaron los vientos contra la casa, y ésta se derrumbó con gran estrépito. "

Mt. 7,21-28

Escuchar la Palabra de Dios El hábito empedernido de la lectura bíblica cotidiana. La apertura creciente a Dios que habla. El silencio del corazón; "dejar a Dios ser Dios". La reflexión en comunidad.

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La lectura y el estudio bíblico como camino de profundización permanente. El crecimiento interior, "madurar la Palabra", "rumiarla" (como María, ¿te acordás, que

guardaba y meditaba estas cosas en el corazón?).

Practicar la Palabra de Dios ¡Ay, ay, ay, que escuchar sólo no alcanza! Hay que vivir, sí, hay que vivir la Palabra. Asumir las posturas de Jesús. Recrear sus opciones en nuestra situación histórica. Encarnar la Palabra en los conflictos y problemas actuales (ser sal y luz... levadura...) El compromiso creciente por la justicia y la paz. La opción por los pobres, por los débiles, por los que no son tenidos en cuenta pero "cuentan"

para Dios. Fe y obras, fe y obras, fe y obras. Construir la justicia que brota de la fe, luchar por la vida que nace de la Palabra de Dios.

Para reflexionar y rezar Leer la parábola (Mí. 7, 21-28) Meditar en silencio con la guía sugerida. ¿Qué significa, en mi vida de agente de pastoral, escuchar la Palabra de Dios y ponerla en

práctica? ¿Y si... te propones un horario cotidiano para leer la Biblia? Inténtalo. ¡Ah! Hacerla acompañado te va a ayudar, mira que "más pueden dos juntos que uno solo" (San

Juan de la Cruz).

3.2.11. Fiel al Evangelio y al puebloSer catequista responde a una vocación especial. Es un camino definido de servicio dentro de la comunidad eclesial. El catequista tiene una misión: dar a conocer a Jesús, invitar a seguirlo, promover una experiencia comunitaria que va construyendo el Reino en cada realidad concreta. El catequista tiene que ser un hombre de Dios, para poder transmitir el mensaje a todos los hombres. Y para ser un hombre de Dios conectado con los hombres, el mejor camino es el que nos propone Monseñor Angelelli.

Un oído en el pueblo... escuchar a la gente, al grupo de chicos, jóvenes o adultos que nos toca acompañar. atender a sus necesidades. conocer sus expectativas, anhelos, dudas. ponerse en el lugar del otro. hablar el mismo lenguaje. compartir los gestos. respetar los tiempos y los procesos de cada persona y de cada comunidad.

Un oído en el Evangelio...leer la Biblia. .

dejarse cuestionar por la Palabra de Dios. conocer la vida de Jesús, sus opciones, sus gestos y palabras. profundizar la lectura bíblica, personal y comunitaria. preguntamos siempre:

¿qué hubiera hecho Jesús?¿qué hubiera dicho?¿cómo hubiera reaccionado?

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El catequista, siguiendo el estilo de Jesús, que conocía muy bien la realidad de su gente, tiene que partir de la realidad de su grupo (compartir sus expectativas, sus limitaciones, sus posibilidades, sus problemáticas y esperanzas) y desde allí encarnar la Palabra viva de Jesús.Iluminar, promover la práctica de los valores evangélicos y fomentar un clima de oración y diálogo con el Señor, que parta de la realidad para volver a ella con la mirada nueva de la fe.

Saber escuchar, para aprender y enseñarComo catequistas podemos sentimos tentados de hablar mucho en nuestros encuentros. En nuestro afán de transmitir las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia podemos pasar el extremo de impedir que los inte-grantes del grupo a nuestro cargo crezcan, maduren en sus reflexiones y se expresen en libertad.Dar tiempo al proceso de los demás y favorecer la expresión de todos requiere una gran cuota de humildad. Uno sólo es el Maestro, dice el Señor. y si bien es cierto que corresponde al catequista guiar, aclarar e iluminar desde la Palabra de Dios las distintas temáticas que el grupo va abordando, no es menos cierto que todos aprendemos de los demás y muchas veces nuestros catequizandos nos dan verdaderas lecciones de fe.

Ideas para pensar. Estimular el diálogo, la participación, la reflexión compartida. No se enseña por imposición o autoritarismo. Respetar las ideas del otro. Favorecer la participación de los que permanecen callados o les cuesta hablar. Hacer silencio interior cuando otro habla. Tener apertura y sencillez para escuchar al otro. Escuchar lo que el otro quiere decir y no lo que yo quiero oír. Pensar antes de contestar a alguien. Reconocer los errores. Dios habla a través de los demás, ¿sabemos escucharlo? Como María, guardar las cosas en el corazón, meditarlas. Hablar con sencillez, claridad y fe.

Este listado de actitudes puede orientarte para reflexionar cómo es tu postura frente al diálogo, al saber escuchar, al aprender de la opinión del otro.Un catequista que sabe aprender, seguramente, sabrá enseñar y transmitir la fe.Junto con otros compañeros catequistas podes repasar estas ideas, conversarlas y añadir otras.

Para leer y reflexionar Leer el texto de los discípulos de Emaús ( Lc. 24, 13-35 ). Centrar la reflexión en descubrir: ¿cómo enseña Jesús? ¿de dónde parte? ¿cómo crea confianza ¿cómo se sienten los discípulos? Compara con tu forma de dar catequesis y la de tus compañeros. Si la reflexión es grupal, poner en común las conclusiones de los dos puntos anteriores. Escribir en forma personal una oración dirigida a Jesús Maestro y compartirla en el grupo.

3.2.12. La oración del CatequistaComo catequistas la oración debe ocupar un lugar principal en nuestras vidas. Es imposible hablar de Dios a los demás sin vivir la experiencia profunda del encuentro y la comunicación cotidiana con El.La oración es uno de los caminos privilegiados para conocer la voluntad del Señor. No se puede hablar

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de lo que no se conoce, por eso un esfuerzo constante por crecer en la oración tiene como fruto el encuentro con Dios, una apertura mayor a su voluntad y una generosidad creciente para el anuncio.Jesús, el maestro a quien seguimos, nos muestra repetidas veces el valor y el sentido de la oración en su vida. Los evangelios nos recuerdan varias oportunidades en las cuales aparece el rasgo de la oración como señal distintiva de la vida de fe de Jesús (cuando se va de noche a rezar, cuando da gracias al Padre, cuando les enseña a los discípulos, cuando acude al desierto, en el huerto...).

Algunos rasgos de la oración de Jesús se retira al desierto para orar y tomar fuerzas (Mt. 4, 1-2). reza de madrugada cuando tiene que tomar alguna decisión (Mc. 1, 35). busca lugares tranquilos para orar (Le. 5, 16 ; 9, 18). pasa la noche en oración (Le. 6, 12). sube a los cerros a orar (Le. 9, 23). reza con la fuerza del Espíritu Santo (Le. 1O, 21). alaba y da gracias al Padre (Mt. 11,25). su ejemplo induce a los discípulos a pedir que les enseñe a orar como él lo hacía (Lc. 11, 1 ss). nos enseña a orar siempre y sin desanimarse (Lc.18, 1-8). ora por sus discípulos (Lc. 22, 31). ora con insistencia hasta transpirar sangre (Lc. 22, 39 ss). se prepara para entregar la vida en oración (Mc. 14, 32ss.). muere orando al Padre (Mc. 15, 34 Lc. 23, 46).

Jesús es un hombre de oración y nos invita a serio también. La oración en la vida de Jesús es un estado que impregna toda la existencia. En los tiempos difíciles, en los momentos de conflicto, en las alegrías o en las pruebas Jesús reza. Se toma su tiempo, su lugar... Le da importancia a la oración. Nos muestra y nos enseña una nueva manera de comunicarse con Dios.Un mundo nuevo (el Reino) exige una nueva forma de hablar con Dios.

Oración y seguimiento de Jesús"La oración es la respiración de la Esperanza. Cuando se deja de orar se deja de esperar. " Mons. Pedro CasaldáligaMonseñor Pedro Casaldáliga es un obispo de Brasil muy conocido por su compromiso en favor de la justicia y la paz. La sencilla frase nos enseña cómo el motor de la esperanza es la oración. Y todos sabemos qué pasa cuando un motor deja de funcionar...Como catequistas, nuestra misión es contagiar esperanza, dar sentido a la vida y a las cosas que pasan, combatir el desaliento y el desánimo, dar razón y testimonio de lo que creemos. La oración nos pone en el camino de Jesús, hace crecer nuestras fuerzas y alimenta nuestra esperanza sincera que el Reino de Justicia es posible."Un agente de pastoral que no haga individualmente siquiera media hora de oración diaria, además de la que haga en equipo, no da la talla necesaria como agente de pastoral..." (de Pedro Casaldáliga, citado en el libro Espiritualidad de la liberación, pág. 185. Casaldáliga-Vigil, Ed. Paulinas)

Para vivir en estado de oraciónEmpezar y terminar el día pensando y charlando con Dios.Ofrecer siempre los trabajos y compromisos que tengamos.Preparar los encuentros de catequesis con una pequeña oración.Antes de empezar el encuentro pedir fuerzas a Dios en silencio.Practicar en forma constante la lectura orante con la Biblia.Rezar con los demás. Impulsar y participar en la oración comunitaria.Hacer silencio. No sólo hablar con Dios, principalmente escucharlo.

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Crecer en la confianza de Dios (¿sabías que "Abba" quiere decir "papi", "papito"?).Dedicar tiempo a la oración personal.Como María "meditar y guardar en el corazón" lo que Dios nos va mostrando.Aprender a discernir desde Dios las situaciones personales, sociales y comunitarias que vamos viviendo.Oración en la vida y no como algo separado de lo que me pasa y nos pasa alrededor.

3.2.13. La lectura orante con la BibliaTodo catequista o agente pastoral debe cimentar su vida de fe en una práctica constante de la lectura de la Biblia. El contacto cotidiano con la Palabra de Dios nos va abriendo el corazón y nos hace más permeables a su mensaje.Para transmitir el evangelio a los demás primero hay que ser evangelizado, y este proceso no termina nunca pues siempre hay algo nuevo que Dios tiene para decimos.La lectura, reflexión y oración diaria, a solas y si es posible en comunidad, de a dos o como se pueda (porque rezar con otros renueva la fe y es imprescindible para crecer), va construyendo en nuestra vida esos cimientos sólidos de los que hablábamos en páginas anteriores. "Al que construye sobre roca, la casa no se le cae". Si nuestra vida de fe la cimentamos sobre la Palabra de Dios nuestra vocación de enseñar el evangelio crecerá y dará los frutos que el Señor espera de nuestro trabajo.Esta lectura orante de la Biblia recibe el nombre de Lectio Divina. Esta práctica es tan antigua como la Iglesia misma. La expresión viene de Orígenes, quien afirmaba que la lectura de la Biblia exigía mucha atención y continuidad para que diera frutos.Mamerto Menapace nos dice "no es una simple lectura, ni tampoco un estudio. Leer la Biblia es como prender un fueguito. Hacer la lectio es como quedarse a su lado mirándolo lento, mientras dejás que el calorcito se te meta adentro" (Sufrir pasa: reflexiones para Cuaresma - Editora Patria Grande).En la Edad Media un monje que se llamaba Guigo propuso un método para realizar la lectura de la Biblia a través de cuatro pasos.

Un poco de historiaLa práctica de la lectura orante tiene antecedentes en los primeros siglos de la Iglesia. Desde la aparición de los primeros escritos las comunidades cristianas se reunían para realizar la lectura orante de la palabra, desde la fe en Jesús, el Resucitado, y animados por su Espíritu. Pero es recién hacia el año 1150 cuando un monje llamado Guigo escribe un método para realizarla proponiendo los cuatro pasos: la lectura, la meditación, la oración y la contemplación, que con algunas variantes perduran hasta nuestros días.Es importante tener en cuenta que en la Edad Media, cuando el monje Guigo propone estos pasos para leer la Biblia con provecho y encontrar en ella las raíces de toda espiritualidadverdadera, la Lectio Divina estaba unida a la vida cotidiana de los monjes de aquel tiempo. Los ritmos del día acompañaban los momentos de oración y el lema de vida era "Ora et labora", o sea Reza y trabaja.La vida, lo cotidiano, expresado en la dura tarea del trabajo para sobrevivir se integraba en armonía con la oración y la vida de fe. En nuestros días se tiende a separar las esferas de la fe y de la vida cotidiana.Como catequistas debemos esforzamos en integrar ambas realidades, que son como las caras de una misma moneda. La fe se vive y se juega en las cosas de todos los días. Esto es vital transmitirlo a nuestros catequizandos y para transmitirlo hay que vivirlo.Bueno, todo esto es para dejar bien sentado que si no rezamos poniendo delante del Señor y de los hermanos nuestra vida, sus conflictos y alegrías, sus dolores e incertidumbres, a nuestra oración le va a faltar encarnarse y es posible que la lectura de la Palabra de Dios termine siendo un rito más, vacío y alienante.La oración con la Biblia es el mejor camino que tenemos para aprender a escuchar a Dios, que habla en su Palabra, en la vida y en la historia que vivimos.

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3.2.14. Ideas para poner en prácticaProponete dedicar durante una semana 10 minutos a la lectura de la Biblia. Conviene seguir los textos de cada día (están en cualquier agenda), así te unís a la oración de toda la Iglesia.Algunas pistas:

Leé la lectura un par de veces en silencio. Tratá de pensar en la época en que el texto fue escrito, para entender mejor qué mensaje

contiene (Es bueno leer las introducciones a los diferentes libros que trae la mayoría de las Biblias, así como las notas al pie de página).

Intentá contestarte la pregunta ¿qué me quiere decir Dios con esto? Hacé un rato cortito de silencio interior (intentá no pensar sino escuchar, podes cerrar los ojos). Pensá una intención, a partir del texto, que le quieras pedir al Señor. Buscá un compromiso concreto para hacer en el día a la luz del texto. Ofrécelo en la oración.

¿ Cómo hacer hoy la Lectura orante de la Biblia?Más arriba te ofrecimos un esquema que puede facilitar la lectura orante de la Biblia en forma personal, pero lo más provechoso es hacerla en comunidad.El encuentro de catequistas puede ser el marco para utilizar esta propuesta. Es una linda manera de ir profundizando en el conocimiento bíblico y en la oración, tan necesarias ambas cosas para la misión del catequista.El esquema que te proponemos es un marco general que puede ser adaptado para cada grupo en particular según sus características. Es importante señalar que esta metodología va ganando en profundidad a medida que se practica.No hace falta la presencia de ningún "doctor en Biblia", pues se intenta recuperar una lectura y reflexión popular de la misma, pero sí ayuda que alguien coordine la reunión, que haya quien "prepare" algunos elementos sobre el contexto histórico, geográfico y social del texto. También es conveniente que todos tengan Biblia o por lo menos una copia del texto a utilizar.

Pasos a seguir Momento para compartir. Es bueno iniciar los encuentros con un espacio destinado a compartir

de manera informal y fraterna las cosas que nos sucedieron en los últimos días. Siempre hay hechos o situaciones de la vida personal, social y comunitaria que ayudan a crear el clima de confianza y escucha necesario para leer y orar con la Palabra de Dios. Algunas preguntas sencillas, que pueden ayudar: ¿qué alegrías tenemos para compartir? ¿qué problemas o dificultades tenemos? ¿qué ha pasado en estos últimos días en la comunidad, el barrio, el país o el mundo?

Lectura y trabajo del texto elegido. Es necesario que todos los participantes posea una copia del texto a leer. Si todos pueden tener una Biblia mucho mejor.

a) Lectura: La lectura se realiza en forma comunitaria. Una persona va leyendo en voz alta, proclamando la Palabra, y los demás del grupo siguen el texto en silencio, desde sus Biblias. El lector puede ir cambiando. Se lee una vez entre todos. Luego se dejan unos minutos de silencio para que cada uno pueda hacer una relectura silenciosa personal. Por último se intenta reconstruir, con el aporte de todos, el texto, hasta en sus mínimos detalles. Es importante que en este primer momento no aparezcan reflexiones del tipo "a mí me parece que el texto quiere decir...", o "yo creo que el mensaje del texto..." Insistir en no interpretar todavía sino limitarse a reconstruir el texto con fidelidad.b) Estudio del texto: es el momento para poner en común todos los detalles que conocemos acerca del texto leído. Época histórica, situación geográfica, características literarias del texto, ubicación en la Biblia, etc. Los elementos a aportar se pueden agrupar en tres categorías:

Nivel Literario: todo lo referido al género literario, el lenguaje utilizado, reconocimiento de partes (si las tuviere el texto), detalles de estilo, comparaciones, figuras literarias, etc.

Nivel Histórico: reunimos todos los elementos que el grupo conoce sobre la situación

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histórica, geográfica, política, social, económica y religiosa deja época en que fue escrito el texto. Intentamos reconstruir cómo era la sociedad en el momento en que se escribió este texto, qué conflictos tenía, qué grupos sociales existían. Una buena ayuda para todos estos elementos lo constituyen las introducciones de las Biblias a cada libro y los comentarios al pie de página.

Nivel Teológico: nos preguntamos qué mensaje pudo tener el texto bíblico leído para la gente del momento en que fue escrito, para los destinatarios primeros del texto.

A través de la lectura y el estudio del texto bíblico intentamos, en este primer paso, descubrir ¿qué dice el texto?

Meditación. En este momento iniciamos la reflexión sobre el mensaje del texto para nosotros. Buscamos qué sentido puede tener para nuestra vida, personal, comunitaria y social. ¿Cuál es el mensaje para nuestros días? ¿Cómo se relaciona la Palabra leída y estudiada con las situaciones cotidianas que vivimos, con los desafíos, con las alegrías, con las tristezas que compartimos al inicio del encuentro?El objetivo de este momento es escuchar a Dios que nos habla a nosotros, hoya través de su Palabra: ¿qué nos dice el texto?

Oración. A partir de lo que reflexionamos, del mensaje que escuchamos del texto, compartimos nuestra oración al Señor. Primero ha hablado él, ahora respondemos desde nuestro corazón a su Palabra. Es el momento de suplicar, de pedir perdón, de ofrecer, de dar gracias, de hablarle al Padre como comunidad fraterna en oración.Buscamos juntos responder a Dios que ha hablado, en el texto, a través de la oración: ¿qué le decimos a Dios, después de escuchar su Palabra?

Contemplación. Luego de escuchar la Palabra y hablar con Dios volvemos la mirada a nuestra vida para comprometernos en vivir lo que hemos leído y rezado. La contemplación nos conduce a mirar la realidad a partir de los ojos de Dios, con sus preferencias, sus opciones, sus desafíos. Leer y rezar con la Palabra nos debe llevar a vivirla y a comprometernos en llevarla a la práctica. Dios espera nuestra respuesta en la vida.Cada participante realiza una síntesis del encuentro en una frase, que puede ser del texto bíblico o puede expresar el compromiso que quiere ofrecerle a Dios. Cada uno se lleva en el corazón esas frases para repetirlas en la oración diaria y pedir fuerzas al Señor para cumplir y vivir lo prometido, y así poder contemplar el mundo con una mirada nueva, que nace de la Buena Noticia de Jesús.La contemplación une la oración y la vida, es el punto culmine de la lectura orante y es también el comienzo de la vida nueva que produce el verdadero encuentro con Dios.

3.2.15. El Espíritu es nuestro guíaEn nuestra tarea de catequistas y agentes de pastoral debemos tener siempre en cuenta la acción del Espíritu a través de nuestras palabras, gestos y actitudes.Confiarse en sus manos, antes de empezar un encuentro, puede ser una excelente práctica. María, nuestra madre en la fe y pedagoga del evangelio (como tan lindo la llama el documento de Puebla) nos enseña el camino de ponemos en las manos de Dios para recibir su Espíritu de Vida y poder dar testimonio de su Presencia.Donde está el Espíritu la Iglesia nace y se re-crea en su marcha hacia el Reino. Si somos fieles al Espíritu de Dios debemos estar dispuestos a caminar por donde El nos guíe.

"En adelante, el Espíritu Santo Defensor, que el Padre les enviará en mi nombre, les va a enseñar todas las cosas y les va a recordar todas mis palabras".

Juan 14, 26

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3.2.16. María nuestra madre en la feMaría nos enseña con su vida cómo colaborar con el plan de Dios entregando toda la existencia en sus manos. Ella nos muestra, como nadie, lo que significa estar disponible para Dios.María, que recibió al Espíritu Santo para ser la madre del Señor nos acompaña en la tarea de llevar su Palabra a los demás. Nos cuida y prepara para ser receptivos a la voluntad de Dios y fieles a su amor. Ella nos alienta a seguir a su hijo, aun hasta la cruz, como nos muestran los evangelios. Camina junto a su pueblo y se hace presente en medio de él para alumbrar la venida del Reino. A nuestro lado, la virgen, siempre al servicio, fortaleciendo nuestra fe y alentando nuestra entrega generosa."Mientras peregrinamos, María será la madre educadora en la Fe. Cuida que el evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad." Puebla 290Como nos señala Puebla en estas hermosas palabras, María es nuestra madre en la fe. Ella nos transmite el corazón del evangelio, que es vivir dispuesto a hacer nacer a Dios allí donde se necesite.María es fiel a lo que Dios pide. Es la madre atenta que nos guía y camina a nuestro lado. Ella intercede ante el Padre y nos da fuerzas para vivir como Jesús.

María y los catequistasComo cristianos descubrimos en la vida de María un fiel espejo de la voluntad de Dios y cómo hacerla realidad.

María vive en total APERTURA a Dios que llega,escucha con atención su PALABRA liberadora,se ENTREGA totalmente al plan del Padre,concibe por la acción del ESPIRITU SANTO.Se compromete SOLIDARIA con los demásy canta con ALEGRIA al Dios de la Vida para todos,DA A LUZ a Jesús para ofrecerlo a los hombres,EDUCA en la fe al niño Jesús,ACOMPAÑA a su Hijo hasta la cruz,ORA junto a los Apóstoles en Pentecostés,COMPARTIENDO el nacimiento de la Iglesia.

Ser catequista es, como nuestra madre:María, la madre en la fe

Estar preparado a dar a luz al Señor. Vivir la misión de hacerlo presente en medio de los demás. Ayudar a que la fe en Jesús, Señor de la Vida, crezca, madure y se comprometa en obras de

solidaridad y justicia. Vivir al servicio del crecimiento en la fe de nuestros catequizandos. Intentar ser transparente a la acción de Dios y un reflejo para los demás de su amor y su

presencia. Compartir la oración para pedir al Espíritu que venga y nos aliente a seguir a Jesús.

En los evangelios María nos muestra cómo vivir la fe con fidelidadLeemos en la Palabra de Dios:

Lc. 1, 26-38 La anunciación. Lc. 1. 39-56 María visita a su prima Isabel. Lc.2,1-21 María da a luz a Jesús. Lc. 2, 22-40 Presentan a Jesús en el Templo. Lc. 2, 41-52 Jesús entre los doctores de la Ley. Jn. 2,1-12 Las bodas de Caná.

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Jn. 19, 25-27 María al pie de la cruz. Hech. 1, 12-14 María presente en Pentecostés.

Pistas para reflexionar los textos: ¿Cuáles son las actitudes de María que aparecen destacadas en estos textos? ¿Qué elementos comunes descubrimos?

Mirando a nuestro interior: ¿Qué mensaje encuentro en estos relatos? ¿Qué me quiere decir Dios? ¿Cómo puedo en mi vida imitar las actitudes de María?

Para trabajarElegir una actitud de las señaladas¿Qué actitudes de María descubrimos esa actitud en mi tarea catequística?

3.2.17. El Catequista, educador para la PazUno de los valores principales de los cristianos es la Paz. Claro que es muy común que esto quede en un mero enunciado que no alcanza a comprometer en absoluto a la gran mayoría de personas que se definen cristianos. Esto sucede porque se confunde el verdadero sentido que para nuestra fe tiene la Paz.Si contemplamos la vida de Jesús, los mensajes de los profetas, el ejemplo de muchos santos, las enseñanzas de la Iglesia y la propia vida de muchos mártires de nuestro siglo, descubriremos que vivir la paz del Señor es un compromiso de vida muy exigente y transformador.

La paz esun compromiso activo.una tarea cotidiana.fruto de la Justicia.un desafío a construir.un emprendimiento difícil y conflictivo.posible...si nos convertimos al Evangelio de Jesús.

Juan Pablo II lo señala con claridad:

"Se trata de renunciar a la violencia, a la mentira, alodio; se trata de convertirse -en las intenciones, en los sentimientos y en todo el comportamiento- en un ser fraterno, que reconoce la dignidad y las nece-sidades del otro, buscando la colaboración con él para crear un mundo de paz" (Jornada Mundial de la Paz, 1984).Transmitir la fe implica transmitir los valores por los cuales vivió y murió Jesús. El catequista es, en consecuencia, un verdadero. educador para la paz. Lo cual no es sencillo, pero ¿qué cosa es sencilla si uno se decide a tomarse en serio el evangelio?Te ofrecemos algunas pistas para tener en cuenta en esta tarea de educar para la paz. Son sugerencias que podríamos enriquecer si nos haces llegar otras.

Para educar para la Paz es necesario ser una persona de paz (lo que más se transmite es lo que uno es). hace falta enseñar relaciones nuevas entre las personas, es necesario aprender a tomar el lugar

del otro. hay que estimular la compasión activa por quienes sufren y hay que promover la solidaridad

concreta con ellos.

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hay que valorar el diálogo, ejercerlo, es imprescindible aprender a escuchar. hay que tener fundamentos sólidos, profundos, no ingenuos o superficiales. hay que construir una nueva manera de comunicarse, hay que crear un lenguaje de paz. hay que aceptar entrar en conflicto con una sociedad actual que no cree, no valora ni practica la

verdadera Paz. hay que tener una terca gran esperanza, porque la paz, como la justicia no son tarea de un día.

La paz también depende de tiPara educar para la Paz es imprescindible ser una persona de paz, decíamos en la página anterior. Te acercamos una guía para reflexionar este tema, lo puedes hacer tanto en forma individual como en grupo.

La Paz y mis hermanos ¿Cómo es mi trato cotidiano con las personas que me rodean? ¿Favorezco el diálogo en mi relación con los demás? ¿Escucho a los otros? ¿aun a los que piensan diferente a mí? ¿Valoro las opiniones de los de más? ¿Soy capaz de ponerme en el lugar del otro para comprender su realidad, sus problemas, sus

ideas, sus posturas? ¿Cuando me comunico utilizo un lenguaje de paz? ¿o soy autoritario? ¿Soy compasivo con los que sufren? ¿me duele el dolor de los otros? ¿Practico la solidaridad concreta con los que sufren, con los que menos tienen, con los que

necesitan? ¿Soy consciente que construir la paz en las relaciones de todos los días implica muchas veces

"remar contracorriente de la sociedad"? ¿Soy fuerte para superar los conflictos que esto provoca? ¿Busco la fuerza en el Señor?

La Paz en mi tarea pastoral ¿Estimulo el respeto, el diálogo, la apertura al otro en mis encuentros de catequesis? ¿Promuevo una visión activa y comprometedora de la paz? ¿Acompaño a mis catequizandos en sus propuestas solidarias? ¿los invito permanentemente a

concretar en obras (aunque sean pequeñas, según sus edades) la fe que compartimos? ¿Transmito con pasión y fidelidad el conocimiento de Jesús a través de la Biblia? ¿Promuevo el

encuentro con él, artesano de la verdadera Paz?

Para meditar y hacer oración"No basta desear la paz, hay que querer la paz. No basta querer la paz, hay que hacer la paz. No bas ta firmar la paz, hay que construirla cada día. La paz no es tan simple como se la imagina el corazón, pero es más simple de lo que establece la razón. Delante de la complejidad de una situación, estamos tentados de decir: la paz depende de los políticos. Claro, pero ella pasa en primer lugar por las manos de cada uno de nosotros, ella pasa por mil pequeños gestos de la vida cotidiana. Cada día, por nuestra manera de vivir con los demás, nosotros optamos por o contra la paz". Cardenal Etchegaray

La paz también depende de ti y de la manera en que vives todos los días. Somos llamados aser artesanos y constructores de la paz.En varias ocasiones Jesús habla de la paz. En las Bienaventuranzas del evangelio de Mateo nos dice:"Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios". Mt. 5, 9

¿De qué manera, a través de tu servicio de catequista, podés trabajar por la paz, con tu grupo, en tu parroquia, en tu barrio...?

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3.2.18. La espiritualidad es un camino...Al final del camino es también el comienzo. En la carta a los cate quistas y agentes de pastoral de la primera página decía que la espiritualidad no es una receta ni una doctrina que se aprende. Es la vida misma del Espíritu que fluye y se mezcla con la nuestra.La intención de este pequeño libro es abrir una puerta, invitar al camino, suscitar la búsqueda y el encuentro.La espiritualidad es algo demasiado vivo como para quedarse encerrado en las páginas de cualquier escrito.Hay que aprender a mirar el mundo para descubrir por dónde pasa el cauce de la vida del Reino. Y sumamos a ese torrente de vida que transforma y hace nuevas todas las cosas.Espero que este aporte ayude a reconocer algunas señales de ese cauce, y que junto a mis compañeros de camino, catequistas y agentes de pastoral, avancemos hacia el encuentro con Dios en el servicio de llevar la Palabra y la fe a los hermanos que nos rodean.La tarea catequística es vital para encarnar la Palabra, para transmitir el Evangelio y para formar comunidades que vivan y construyan la utopía del Reino de Dios.Me gustaría mucho recibir sugerencias, aportes y reflexiones de todos ustedes, para poder crecer en la fe y en la vocación que compartimos.¡Animo! Y a seguir construyendo el Reino desde el pedacito de tierra que le toca a cada uno.

3.3. El catecumenadoEl catecumenado bautismal: estructura y gradualidad88 La fe, impulsada por la gracia divina y cultivada por la acción de la Iglesia, experimenta un proceso de maduración. La catequesis, al servicio de ese crecimiento, es una acción gradual. La catequesis apropiada está dispuesta por grados.

En el catecumenado bautismal, la formación se desarrolla en cuatro etapas:- el precatecumenado, caracterizado porque en él tiene lugar la primera evangelización en orden

a la conversión y se explicita el kerigma del primer anuncio;- el catecumenado, propiamente dicho, destinado a la catequesis integral y en cuyo comienzo se

realiza la "entrega de los Evangelios";- el tiempo de purificación e iluminación, que proporciona una preparación más intensa a los

sacramentos de la iniciación, y en el que tiene lugar la "entrega del Símbolo" y la "entrega de la Oración del Señor";

- el tiempo de la mystagogía, caracterizado por la experiencia de los sacramentos y la entrada en la comunidad.89 Estas etapas, llenas de la sabiduría de la gran tradición catecumenal, inspiran la gradualidad de la catequesis. En la época de los Padres de la Iglesia, en efecto, la formación propiamente catecumenal se realizaba mediante una catequesis bíblica, centrada en la narración de la Historia de la salvación; la preparación inmediata al Bautismo, por medio de una catequesis doctrinal, que explicaba el Símbolo y el Padre nuestro, recién entregados, con sus implicaciones morales; y la etapa que seguía a los sacramentos de la iniciación, mediante una catequesis mystagógica, que ayudaba a interiorizarlos y a incorporarse en la comunidad. Esta concepción patrística sigue siendo un foco de luz para el catecumenado actual y para la misma catequesis de iniciación.Esta, por ser acompañamiento del proceso de conversión, es esencialmente gradual; y, por estar al servicio del que ha decidido seguir a Jesucristo, es eminentemente cristocéntrica.

El catecumenado bautismal, inspirador de la catequesis en la Iglesia90 Dado que la "misión ad gentes" es el paradigma de toda la acción misionera de la Iglesia, el catecumenado bautismal a ella inherente es el modelo inspirador de su acción catequizadora <60>. Por

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ello, es conveniente subrayar los elementos del catecumenado que deben inspirar la catequesis actual y el significado de esta inspiración.

Antes hay que decir, sin embargo, que entre los catequizandos y los catecúmenos y entre la catequesis posbautismal y la catequesis prebautismal, respectivamente, hay una diferencia fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación recibidos por los primeros, los cuales "han sido ya introducidos en la Iglesia y hechos hijos de Dios por el Bautismo. Por tanto su conversión se funda en el Bautismo recibido, cuya virtud deben desarrollar después".91 Supuesta esta diferencia esencial, se consideran ahora algunos elementos del catecumenado bautismal, que deben ser fuente de inspiración para la catequesis posbautismal:

- El catecumenado bautismal recuerda constantemente a toda la Iglesia la importancia fundamental de la función de iniciación, con los factores básicos que la constituyen: la catequesis y los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía. La pastoral de la iniciación cristiana es vital en toda la Iglesia particular.

- El catecumenado bautismal es responsabilidad de toda la comunidad cristiana. En efecto, "esta iniciación cristiana no deben procurarla solamente los catequistas y los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles, y de modo especial los padrinos". La institución catecumenal acrecienta, así, en la Iglesia la conciencia de la maternidad espiritual que ejerce en toda forma de educación de la fe.

- El catecumenado bautismal está impregnado por el misterio de la Pascua de Cristo. Por eso, "conviene que toda la iniciación se caracterice por su índole pascual". La Vigilia pascual, centro de la liturgia cristiana, y su espiritualidad bautismal, son inspiración para toda la catequesis.

- El catecumenado bautismal es, también, lugar inicial de inculturación. Siguiendo el ejemplo de la Encarnación del Hijo de Dios, hecho hombre en un momento histórico concreto, la Iglesia acoge a los catecúmenos integralmente, con sus vínculos culturales. Toda la acción catequizadora participa de esta función de incorporar a la catolicidad de la Iglesia las auténticas "semillas de la Palabra" esparcidas en individuos y pueblos.

- Finalmente, la concepción del catecumenado bautismal como proceso formativo y verdadera escuela de fe, proporciona a la catequesis posbautismal una dinámica y unas características configuradoras: la intensidad e integridad de la formación; su carácter gradual, con etapas definidas; su vinculación a ritos, símbolos y signos, especialmente bíblicos y litúrgicos; su constante referencia a la comunidad cristiana...La catequesis postbautismal, sin tener que reproducir miméticamente la configuración del catecumenado bautismal, y reconociendo el carácter de bautizados que tienen los catequizandos, hará bien en inspirarse en esta "escuela preparatoria de la vida cristiana", dejándose fecundar por sus principales elementos configuradores.

Las comunidades eclesiales de base263 Las comunidades eclesiales de base se han difundido grandemente en las últimas décadas. Son grupos cristianos que "nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia, o del deseo y búsqueda de una dimensión más humana, que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales más grandes...".Las comunidades eclesiales de base son "un signo de vitalidad de la Iglesia". En ellas los discípulos de Cristo se reúnen para una atenta escucha de la Palabra de Dios, para la búsqueda de unas relaciones más fraternas, para celebrar desde la propia vida los misterios cristianos y para asumir el compromiso de transformar la sociedad. Junto a estas dimensiones específicamente cristianas, emergen también importantes valores humanos: la amistad y el reconocimiento personal, el espíritu de corresponsabilidad, la creatividad, la respuesta vocacional, el interés por los problemas del mundo y de la Iglesia. Puede resultar de ello una enriquecedora experiencia comunitaria, "verdadera expresión de comunión e instrumento para edificar una comunión más profunda".

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Para ser auténtica "cada comunidad debe vivir unida a la Iglesia particular y universal, en sincera comunión con los pastores y el magisterio, comprometida en la irradiación misionera y evitando toda forma de cerrazón y de instrumentalización ideológica".

64 En las comunidades eclesiales de base puede desarrollarse una catequesis muy fecunda:- El clima fraterno de que se ven dotadas es lugar adecuado para una acción catequizadora

integral, siempre que se sepa respetar la naturaleza y el carácter propio de la catequesis.- Por otra parte, la catequesis da hondura a la vida comunitaria, ya que asegura los fundamentos

de la vida cristiana de los fieles. Sin ella las comunidades eclesiales de base difícilmente tendrán solidez.

- Finalmente, la pequeña comunidad es meta adecuada para acoger a los que han terminado un proceso de catequización.

Trabajo Práctico 31. Cual es el programa de formación que reciben los catequistas de tu diócesis.2. Responder los cuestionamientos que van apareciendo en la reflexión sobre la espiritualidad del

catequista.

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UNIDAD 4: EL ARTE DE LA CATEQUESIS

4.1. Las dos tendencias en la misión americana12

En América, como era de esperar, se enfrentaron las dos corrientes que acabamos de mencionar, heredadas, por lo menos en gran parte, de la experiencia peninsular. Una favorecía una cierta inculturación. La otra tendía a acabar con las culturas indígenas.Y aquí conviene retomar una distinción, por lo demás evidente, que usa el último documento de la Pontificia Comisión Bíblica sobre La interpretación de la Biblia en la Iglesia.

1. Inculturar la palabra de Dios es, en una primera etapa, traducirla a otra lengua. Con este primer paso cumplieron los primeros misioneros del Nuevo Mundo en una forma verdaderamente admirable. En la Nueva España, en menos de medio siglo, los solos franciscanos lograron publicar por lo menos 313 obras en 22 lenguas, de un total de cerca de 500 libros en lenguas indígenas. Para Sudamérica logró merecida fama la escuela de lenguas de los jesuitas en Juli.

2. Pero esta primera etapa, por más encomiable que sea, no es suficiente. Para lograr una inculturación profunda, es preciso dar otro paso que difícilmente se puede exigir de misioneros extranjeros recién desembarcados: es preciso poner "el mensaje bíblico en relación más explícita con los modos de sentir, de pensar, de vivir y de expresarse propios de la cultura local". Y ésta es una empresa larga y exigente: no lo logran en forma verdaderamente satisfactoria sino los autóctonos o los mestizos, o sea los de las culturas receptoras. Dicho de otro modo, este paso se da, si acaso, después de varias generaciones, cuando los autóctonos, ya bautizados y adultos en su fe, están en capacidad de reformular dicha fe en categorías propias de su cultura.

En resumidas cuentas, dos métodos pastorales contradictorios, heredados en gran parte de España, se enfrentaron en la evangelización de América:

4.1.1. El método de persuasiónAlgunos evangelizadores preconizaron, pues, el método apostólico de persuasión. Para ellos, la cruz debe penetrar sin la espada; la Buena Nueva se ofrece, no se impone; hay que respetar y valorar en todo lo posible la cultura del evangelizando; es preciso discernir en cada cultura las preparaciones evan-gélicas, las "semillas del Verbo", como decía san Justino. En esto chocaron las estrategias de la Corte española y de la Santa Sede.En los siglos XVI y XVII, las nuevas rutas abiertas a la navegación hacia el Oriente constituían un nuevo reto para la Iglesia: era preciso evangelizar muchos pueblos medio desconocidos que ahora resultaban de acceso más fácil. Algunos de estos pueblos poseían culturas muy refinadas, en muchos aspectos en nada inferiores a las culturas europeas. El problema de la inculturación de la fe se planteaba espontáneamente para ellos: ¿hasta qué punto podían sus filosofías y sabidurías ser consideradas como preparaciones. evangélicas? ¿hasta qué punto podían ser consideradas como semillas del Verbo, como una especie de Antiguo Testamento que las preparaba a la venida de Cristo? Ya en el primer siglo de la era cristiana, Filón de Alejandría se preguntaba si la filosofía griega no era un don de Dios paralelo a la Torá y los profetas.En este aspecto los jesuitas que siguieron las huellas de Francisco Javier dieron prueba de una

12 Alfredo Morín, p.s.s., Ponencia en “Hacia una catequesis inculturada”, Memorias de la II semana latinoamericana de catequesis de Caracas 1994, CELAM, Colombia 1995, Pp. 118 – 132. Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, 24 de agosto de 1994.

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asombrosa creatividad. Mateo Ricci (1552-1610) optó por hacerse mandarín entre los chinos; Roberto de Nobili (1577-1656) aprendió a dominar el sánscrito y a vivir en la India a la usanza de los brahmanes; Alexandre de Rhodes (1591-1660) dotó al Tonkín de un alfabeto por lo cual es reconocido hoy como uno de los fundadores de la cultura vietnamita. La lista de estos admirables pioneros de 'la inculturación podría alargarse. Su tarea no fue nada fácil. No faltaban en aquel tiempo los integristas escandalizados por tantas novedades, que inundaban la Santa Sede con sus denuncias. En 1622, el Papa Gregorio XV creó la Sagrada Congregación de Propaganda [Me para volver a asumir la dirección de las misiones que un patronato demasiado generoso había abandonado en manos de los reyes. El cardenal Francesco Ingoli (1578-1649), su primer secretario, con un sentido pastoral ejemplar, supo abrirla a los vientos nuevos por donde soplaba el Espíritu. En tres ocasiones -1626, 1628 y 1644- Ingoli redactará importantes informes sobre el estado de las misiones en la Iglesia universal para orientar la labor de sus misioneros. Le tocará enfrentar los primeros estallidos de la famosa "querella sobre los ritos"13 (1645-1744) chinos y malabares en la que se planteó con toda viveza el problema de la inculturación de la fe en Oriente. En cuanto al Nuevo Mundo, su juicio sobre la actitud colonialista de los españoles es implacable: los acusa de no permitir que en Europa se sepa la verdad sobre América. Les reprocha no ordenar a ningún indio, ni permitir1es hacer estudios superiores para poder mantenerlos sometidos. No sólo desprecian a los indígenas, insiste el cardenal: "incluso los españoles nacidos en las Indias, llamados criollos, pasan por ineptos a los ojos de los peninsulares". Y hace el elogio de los indígenas: "Los indios son aptos para recibir la ordenación sacerdotal: son inteligentes, aprenden rápidamente, aman la disciplina, aborrecen el divorcio, el robo, la traición, la mentira, pagan sus deudas y superan a los europeos en devoción". Insiste el cardenal en la necesidad de ordenar sacerdotes a los indígenas: "Este remedio de la admisión de los indios a la ordenación eliminaría por sí mismo el primer inconveniente (la ignorancia de las lenguas indígenas de parte de los obispos y misioneros extranjeros). Los sacerdotes autóctonos se preocuparían con mayor amor y desinterés por el bien espiritual de sus compatriotas y no habría más necesidad de que los europeos... fueran a las Indias para dominar y enriquecerse allí con la excusa de atender espiritualmente a los indios". Palabras muy duras, explicables por las relaciones tensas entre la Santa Sede y la Corte española, que convendría sin duda matizar, pues, por una parte, muchos misioneros españoles verdaderamente desinteresados se mostraron sensibles a la necesidad de la inculturación, aprendieron las lenguas y se acercaron al indígena; y, por otra parte, el mundo indígena era muy heterogéneo y todos no compartían en un mismo grado las cualidades enumeradas por el prelado romano. Pero de todos modos estas palabras ponían el dedo en una llaga muy real en demasiados casos, pues, una evangelización auténtica no puede ser colonialista, y mucho menos racista:Después de la muerte de Ingoli en 1649, la Sagrada Congregación mantendrá su apertura en la línea de la inculturación. En 1659, manda a los misioneros del Extremo Oriente unas directivas que son un modelo de sabiduría pastoral:

No hagan ninguna tentativa de convencer a estos pueblos de cambiar sus costumbres, su modo de vivir, sus usanzas, cuando no son claramente contrarias a la religión y a la moral. No hay nada más absurdo que pretender llevar a China lo de Francia, España, Italia, o cualquier otra parte de Europa. No lleven nada de esto, sino la fe, una fe que no rechaza ni ofende el modo de vivir y las costumbres de ningún pueblo, cuando no se trata de cosas malas. Todo lo contrario: la fe quiere que estas cosas sean conservadas y protegidas". .

Pero con todos sus méritos, lngoli no fue el pionero de la inculturación de la fe en América. Otras figuras notables se le habían anticipado. Mencionemos algunas sin pretender, ni mucho menos, ser exhaustivos.Unas palabras de especial encomio se merecen los primeros franciscanos que llegaron a Nueva España. Ellos hicieron un esfuerzo descomunal por inculturarse hasta donde era posible en aquel momento y a pesar de la mentalidad de cruzados que traían de la Península. El desapego radical que caracterizaba a

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los discípulos reformados del Poverello los preparaba a despojarse en gran medida de su cultura para acercarse a los indígenas. Christian Duverger, profesor en L'Ecole Pratique des Hautes jtudes de París, llega a afirmar que los frailes franciscanos de la primera generación se indianizaron para evangelizar a los indios y que los indios se convirtieron al cristianismo para conservar su cultura. Afirmación quizás un poco masiva, pero que trasmite una verdad importante. Un hecho que narra fray Gerónimo de Mendieta, a pesar de que suene un poco a propaganda a favor de su orden, da una idea del cariño que se habían merecido los frailes de parte de los nativos. Cuando, después del desastre de la primera Audiencia de México caracterizada por innumerables desmanes de los conquistadores que provocaron el odio de los nativos contra los españoles, el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal fue a tomar pose-sión de la presidencia de la segunda Audiencia, este prelado, en vez de ir directamente a posesionarse en Tenochtitlan, optó por dar vueltas por los pueblos de indios para enterarse directamente de la realidad. Le habían llegado muchas quejas de los nativos justamente dolidos por las masacres de las que habían sido víctimas. Pero grande fue su sorpresa cuando vio que estos mismos indígenas manifestaban un gran cariño por los frailes franciscanos. Un día preguntó a un cacique por qué querían tanto a los frailes al tiempo que odiaban tanto a los españoles. El cacique contestó:

"Señor, porque los padres de San Francisco andan pobres y descalzos como nosotros, comen de lo que nosotros, estánse en el suelo como nosotros, conversan con humildad entre nosotros, ámanos como a hijos; razón es que los amemos y busquemos como padres".

Estos valientes frailes fundaron en 1536 un colegio-seminario en Tlatelolco con la intención de formar sacerdotes y frailes indígenas. Para reglamento de este plantel, se inspiraron de una institución azteca en la que se iban formando los sacerdotes del culto pagano: el calmecac. Este proyecto fue objeto de violentas persecuciones de parte de cristianos colonialistas poco inclinados a aceptar la promoción del indígena. Tlatelolco logró formar personajes notables en Nueva España, pero fracasó como seminario, lo cual fue una gran lástima, pues, el sueño de esos frailes era volver a fundar la Iglesia apostólica, una Iglesia auténtica mente indiana, en la que ellos ponían más esperanzas que en la Iglesia europea que juzgaban irremediablemente decadente (Es famosa la frase de fray Bartolomé de Las Casas: "Dios ha querido reservar para nuestros tiempos que se predique en lo último del mundo, y que se implante la Iglesia en el Nuevo Mundo, y tal vez allí pasaría': Cf. Alvaro Huerga, o.p., "Sobre una teoría del P. Las Casas: la emigración de la Iglesia a Indias", en Escritos del Vedat, II, 1981, 253-270. Algo parecido se encuentra en el catecismo de Felipe de Meneses, Luz del alma cristiana (15701, y en el Cómo se podrá proponer la fe a los nuevamente convertidos de América. del P. Luis de Granada). No olvidemos que era la época de los papas del Renacimiento, de triste memoria.Aquí conviene destacar de paso la figura sin duda más notable que ilustró los claustros del colegio-seminario de Tlatelolco: fray Bernardino de Sahagún. Al tiempo que luchaba como sus hermanos franciscanos contra la idolatría, fue sin duda el fraile que mejor estudió y supo apreciar la cultura y la cosmovisión de los aztecas. Por estrategia política, su obra monumental fue condenada al olvido por mucho tiempo: fuera de la Psalmodia Cristiana publicada en 1583, se le rehusó el imprimatur del Estado porque se juzgaba que sus libros eran peligrosos en un momento en el que el Consejo de Indias estaba empeñado en borrar hasta el recuerdo de las culturas indígenas. Las obras dispersas de Sahagún han sido sacadas del olvido en gran parte a fines del siglo pasado y en este siglo, y varios investigadores se dedicaron a estudiarlas. Vayan aquí como muestras algunas apreciaciones elocuentes de sahagunistas recogidas por Ascensión Hernández de León Portilla:

"No fue [Sahagún] el fraile fanático que quiso convertir a los indios con la espada y la hoguera; fue el padre amoroso de los vencidos, el civilizador de los hijos de Anahuac. El guardó, como rico tesoro, su lengua y su historia". (Alfredo Chavero) "Su obra, como obra etnográfica, histórica, como arsenal linguístico, como monumento literario, no tiene igual" "En el tesoro dejado por fray Bernardino de Sahagún se dan la mano el genio de Occidente, representado por

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su dirección, y el alma mexicana, dando en su propia lengua todo lo que sabía de sí misma". (Ángel María Garibay K.) "Exento de todo prejuicio de raza, de patria o de cultura, para quien sólo cuentan Dios y la verdad". (Luis Nicolau d'Olwer) Su aceptación de la cultura mesoamericana fue "el verdadero motor de su obra y principio de un mestizaje espiritual". (Charles E. Dibble) "Su empresa fue convertir, no asimilar: Para él las culturas indias no eran inferiores en nada substancial y en algunos puntos incluso superiores a las europeas". (Howard F. Cline) [Sahagún] "fue el hombre que supo arriesgarse para comprender y aceptar al otro". (John Keber) (Nota discordante da Jorge Klor de Alba: "Yo sostengo que él (Sahagún) inauguró la moderna antropología no meramente como una práctica colonial sino como una práctica católica romana").

Georges Baudot anota que los misioneros franciscanos del siglo XVI se inspiraron en sus sermones de la cultura creada por los macehualtin -más o menos el equivalente de los "pobres de Yavé" en el mundo mexica-, que "el acervo cultural nahua les ayudó a resolver no pocos de los problemas, conceptuales y formales, que les planteó su utópica ambición" (la de fundar una Iglesia auténticamente indiana) y que "poco a poco los evangelizadores habían de ir descubriendo algunos de sus mejores útiles dialécticos en el discurso amerindio". Al analizar unos sermones de Sahagún, muestra como éste supo adoptar para sus sermones el género literario del huehuetlatolli (Significa "palabra antigua". Es una "arenga o plática moral, formada de consejos y exhortaciones, y compuesta en un lenguaje florido"), de modo que el dicho huehuetlatolli se había convertido en sermón cristiano y el misionero, sin sacrificar nada de su identidad cristiana, se había dejado absorber por la cultura nahua.Otro personaje muy notable que supo valorar las culturas indígenas fue don Vasco de Quiroga (1470-1565). En su famosa Información en derecho (1535) en la que se atreve a impugnar la real cédula del año anterior que volvía a autorizar la esclavitud de los indios, el santo oidor y futuro primer obispo de Michoacán sale en defensa de los indios oprimidos por la codicia de los encomenderos. Encuentra en las costumbres de los indígenas tarascos una verdadera proeparatio evangélica.

"Aquestos naturales, escribe, vemos los todos naturalmente dados e inclinados a todas estas cosas que son fundamento y propias de nuestra fe y religión cristiana, que son humildad, paciencia y obediencia, y descuido y menosprecio de estas pompas, faustos de nuestro mundo y de otras pasiones del ánima, y tan despojados de todo ello que parece que no les falta sino la fe y saber las cosas de la instrucción cristiana para ser perfectos y verdaderos cristianos; y por eso no sin mucha causa éste se llama el Nuevo Mundo, porque así como estos naturales de él aún se están... en la edad de oro de él, así ya nosotros habemos venido decayendo de ella... y venido a parar en esta edad de hierro".

Inspirado por la Utopía de Tomás Moro, "Tata Vasco", como afectuosamente lo llamaban los indígenas, crea pueblos-hospitales como alternativa -al sistema colonial para "plantar un género de cristianos a las derechas, como primitiva iglesia". Hoy todavía, en la región de Pátzcuaro, los indígenas lo recuerdan con un cariño que cuatro siglos y medio no han podido borrar.

Otra figura notable y más. conocida de esta corriente indigenista es la de fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566). Defensor intrépido de los aborígenes contra los abusos de conquistadores y encomenderos, defendió ahincadamente durante décadas a los oprimidos en la Corte española. Su Apologétíca historia (1559) está consagrada a exaltar las virtudes del indio americano y las culturas indígenas. En una obra anterior (1537): Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión. Las Casas arremete contra quienes pensaban que los misioneros debían hacerse acompañar por soldados en sus giras apostólicas. Logrará probar en la experiencia de Vera paz que una evangelización pacífica es posible aún con los indios de guerra.A falta de poder presentar un cuadro completo de los evangelizadores sensibles a la necesidad de

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inculturar la fe, mencionemos en fin las justamente famosas reducciones de los jesuitas que, a juicio del historiador protestante Hans Jürgen Frien, "con todas sus imperfecciones, (constituyeron) una utopía anticolonial, un desafío cristiano al sistema colonial". Pues los jesuitas en América optaron por respetar la lengua de los indígenas. como ya lo habían hecho muchos misioneros anteriores, especialmente los franciscanos, e independizarse del sistema colonial, que era el principal obstáculo para lograr una verdadera inculturación del mensaje cristiano. Influencia' decisiva tuvo sobre sus hermanos el P. José de Acosto por su obra De procuranda indorum salute (1588), valiosísimo tratado de misionología americana que será el punto de referencia pastoral obligado de los misioneros jesuitas en América durante un par de siglos. Acosta invita a sus compañeros a respetar en toda la medida de lo posible las culturas indígenas:

"...en los puntos en que sus costumbres no se oponen a la religión o a la justicia, escribe, no creo que se las deba cambiar así porque sí. Hay que conservar sus costumbres patrias y tradicionales que no vayan contra la justicia, y organizarles jurídicamente conforme a ellas... En este campo hay muchos que se equivocan frecuentemente, unas veces porque desconocen las ordenanzas municipales, y otras veces por celo exagerado y prematuro de transmitirles nuestras costumbres y formas de vida".

Más lejos todavía llegó el P. Blas Volero, s.j., (1551-1597), hijo de un capitán español y de una india, que se dedicó a buscar "semillas del Verbo" en la religión incaica. Le llamaban la atención ciertas coincidencias entre la religión del Incario y el evangelio, y estaba convencido de que sus antepasados indígenas habían sido evangelizados siglos atrás por el apóstol san Bartolomé (Otros misioneros estaban convencidos de que los indígenas habían sido evangelizados por el apóstol santo Tomás), de qui_n inclusive se hubiera conservado una estatua con vestido talar en un templo pagano del Cuzco. "Puede decirse, escribe Marzal, que era una forma de inculturación del evangelio, no en el sentido de dar for -mas culturales andinas al evangelio universal, sino en el de descubrir muchos contenidos de ese evangelio en la religión incaica".

4.1.2. El método de la tabula rasaEl otro método se ubica al extremo opuesto de la pedagogía de la persuasión. Es el sistema de tabula rasa: que consistía en arrasar primero las culturas indígenas para imponer luego la "pulicía" castellana, o sea, lograr a la fuerza que los indígenas aprendieran a vivir "como los labradores de Castilla,". Esta actitud iba en la línea lógica del sistema colonial. En realidad, los españoles destruyeron las estructuras de los grandes reinos indianos de México y del Perú. Culturas muy ricas se desplomaron súbitamente, no sólo en lo civil, sino también en lo religioso. Y la nobleza indiana que logró sobrevivir en su mayoría se dejó asimilar por la cultura europea.Muy pronto el rey Carlos I (emperador Carlos V) en varias cédulas (1535, 1538; 1539...) mandó enseñar en sus colonias doctrina y castellano a sus súbditos indígenas y negros. En una ley de 1550, pretende que en la más perfecta lengua de los indios no es posible "explicar bien y con propiedad los misterios de nuestra santa fe católica". En 1585, el III concilio de México retorna el mismo argumento en los mismos términos y manda que a los indios se les enseñe la doctrina en lengua castellana. Muchos frailes, por supuesto, aprovecharán la lejanía de sus doctrinas y calladamente rehusarán ajustarse a esta medida: se acatará, como decían en aquel tiempo, pero no se obedecerá.Pronto las autoridades civiles y religiosas se darán cuenta de lo contraproducente que era pretender acabar con las lenguas y culturas de los indígenas: un sano realismo obligó a cambiar totalmente de política. La experiencia mostraba que los indígenas aprendían la doctrina de memoria en castellano "como un papagallo sin entender el efecto y misterios del lo", se quejaba al rey el oidor de Guatemala Tomás López Medel. Unas cédulas reales de 1603 firmadas por el rey Felipe III imponen en adelante "que los ministros que se proveyeren para las doctrinas de los indios, así clérigos como frailes, sepan la lengua de los indios que han de adoctrinar y enseñar", para lo cual deberán pasar exámenes de

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idoneidad antes de recibir sus cargos pastorales.Pero con Felipe IV, se vuelve a echar marcha atrás. Una cédula de 1624 con ocasión de la fundación y conservación de una "casa de recogimiento para indias doncellas" vuelve a imponer el castellano, pero con un agravante: "no les permitan, dice la cédula, hablar la lengua materna". Carlos II (1690/91) manda "que ningún indio pueda obtener oficio de república que no supiere la lengua castellana". Esto vale para los virreinatos de Perú y de Nueva España. Los indígenas disponen de cuatro años para castellanizarse. Este asalto contra las culturas indígenas fracasa como las cédulas anteriores. Un memorial de 1728 escrito por tres indios de la nobleza mexicana constata que ni los españoles aprenden las lenguas indígenas, ni los indios aprenden el castellano "y queda su cristiana instrucción sin remedio".La política colonialista impositiva del castellano a expensas de las culturas indígenas culmina en 1768 con el arzobispo Lorenzana de Nueva España en sus Reglas para que los naturales de estos reinos sean felices en./o espiritual y temporal y en su pastoral V del año siguiente Para que los indios aprendan el castellano. Algunos de los argumentos del prelado, vistos con ojos modernos, son verdaderamente des-concertantes: los conquistadores, escribe el prelado, siempre imponen su lengua a los conquistados: ¿por qué tendría que ser distinto en Nueva España?; "deseamos, agrega el arzobispo, que las ovejas entiendan la voz y silvo común de los pastores, no que éstos se acomoden precisamente a el balido vario de las ovejas"; "el mantener el idioma de los indios es capricho de hombre..., es peste que inficiona los dogmas de nuestra santa fe, es arbitrio perjudicial para separar los naturales de unos pueblos de otros por la diversidad de lenguas; es gasto crecido para los párrocos..., etc..., En el Perú, a fines del siglo XVI, el virrey Toledo ya había llevado con mano firme esta política de castellanización a expensas de las culturas del incario (Sobre la política del virrey Toledo, ver el análisis pertinente de Gustavo Gutiérrez, En busca de los pobres de ,Jesucristo. Salamanca, 1993, 559-598. También Enrique García Ahumada, Comienzos de In catequesis en América y particularmente en Chile, Santiago de Chile, 1991, 13455). Aquí estamos a años-luz de las futuras orientaciones pastorales de Evangelii nuntiandi y de las sabias directivas del papa Juan Pablo 11. En 1770, el rey ilustrado Carlos III, apoyado en los argumentos del arzobispo Lorenzana, manda "que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los dominios (de Perú y Nueva Granada), y sólo se hable el castellano".Notemos que la Inquisición no tenía jurisdicción sobre los indígenas no bautizados. En principio los indígenas eran libres de aceptar o no la fe católica. Pero la institución de las "visitas" en el Perú con el clérigo Francisco de Ávila (1647) y el jesuita Pablo José de Arriaga (1622) anularon pronto en gran medida dicha libertad.

4.1.3. Ante una realidad compleja: inculturación y aculturaciónEncontramos, pues, durante la colonia dos métodos de evangelización diametralmente opuestos: uno respetuoso de los valores de las culturas indígenas, y otro empeñado en imponer una sola cultura, la del vencedor. Uno podría pensar que los misioneros optaron por uno y rechazaban el otro, pero la realidad histórica raramente se deja reducir a esquemas tan sencillos. Por una parte, la lucha apocalíptica contra religiones percibidas como satánicas lo cual es comprensible si recordamos, por ejemplo, los multitudinarios sacrificios humanos de los aztecas (El códice Telleriano habla de veinte mil cautivos sacrificados en un solo día en honor del dios Huitzilopochtli. Ixtlixóchitl y Durém hablan de 80,400 a) inaugurarse el templo mayor de Tenochtitlan en el año 1486. Cf. José Bravo Ugarte, Historia de México, México, 1947, 1, 81) inclinaba a destruir las culturas impregnadas de paganismo, pero, por otra parte, la dinámica del amor que abrasaba a muchos misioneros y la necesidad de comunicar y de lograr hacerse entender invitaba a aprender la lengua ajena y a descubrir por lo menos ciertos valores de las culturas de los evangelizandos. Por esto, las tendencias contradictorias de aculturación e inculturación en la realidad se mezclaron y/o se sucedieron. Por ejemplo, los franciscanos de Nueva España, al tiempo que aprenden los idiomas, destruyen templos, ídolos y códices. Estudian científicamente las culturas para mejor conocer al enemigo -las religiones "diabólicas"- y poder mejor vencerlo. Pero, como ya lo expresamos, anhelan fundar la Iglesia apostólica "indiana", de habla indígena, destinada para

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algunos a reemplazar la Iglesia decadente de Europa. En el fondo, lo que rechazaban era más que todo la idolatría, pero no lograban siempre distinguirla de los demás ingredientes de las culturas de los pueblos autóctonos: todo iba demasiado intimamente entrelazado. Estos frailes escriben y publican numerosas obras en lenguas indígenas como fray Andrés de Olmos o el ya citado fray Bernardino de Sahagún (1500-1590). Entre ellos el amor sincero y generoso al indígena a menudo corrige el celo imprudente o poco ilustrado. Destruida la idolatría, los frailes toleran muchas costumbres paganas que corren paralelas a su vida cristiana (No parece, sin embargo, que haya sido siempre por respeto a las culturas indígenas. En el siglo de las Luces, el obispo Cortés y Larraz reprochaba a los frailes haber tolerado este sincretismo para no perder la clientela indígena que les aseguraba el sustento. CI. Rodolfo Pastor, Historia de Centroamérica, México, 1988,114s) y los indígenas, espontáneamente sincretistas, aprovechan esta circunstancia para conservar algunas de sus deidades antiguas bajo el ropaje de santos cristianos cuando no las ocultan detrás de crucifijos, imágenes o altares cristianos: en Nueva España Quetzalcóatl, el dios civilizador, llega a confundirse con el apóstol santo Tomás; Tlaloc, el dios de la lluvia, se confunde con san Juan el Bautista; Toci con santa Ana; Camaxtli con san Bernardino; Huehuetéotl se identifica alternativamente con san José y san Simón y el dios guerrero Tezcatlipoca con Santiago Matamoros. Después de cuatro siglos y medio, para no pocos indígenas que hacen anualmente la peregrinación del 12 de diciembre, Tonantzin, la diosa-madre que se veneraba en el Tepeyac antes de la venida de los españoles, sigue ocultándose detrás de la Virgen de Guadalupe. Por lo cual el mismo fray Bernardino de Sahagún manifestaba su impaciencia y desaprobación por un culto que le parecía del todo pagano:

"De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto, escribe, pero esto sa-bemos de cierto que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua, y es cosa que se debía remediar porque el propio nombre de la Madre de Dios Señora Nuestra no es Tonantzin, sino Dios y Nantzin; parece esta invención satánica, para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre Tonantzin, y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen de las tierras a esta Tonantzin, como antiguamente".Uno de los grandes problemas que se planteaba era cómo traducir el vocabulario típicamente cristiano, ¿Cómo traducir, por ejemplo, el nombre de Dios? El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616) afirma rotundamente: "Si a mí, que soy indio cristiano católico por la infinita misericordia, me preguntasen ahora: ¿cómo se llama Dios en tu lengua?, diría Pachacamac'. Pero el catecismo del III concilio provincial de Lima no quiso utilizar esta palabra para su versión quechua, sin duda por temor a las resonancias paganas que cargaba este vocablo. Por otra parte, muchos indígenas confundían a Pachacamac con el sol. Y en otras partes del Perú, el dios supremo era Viracocha. Se nota un problema análogo en Nueva España: la palabra nahua teotI fue sustituida en las oraciones cristianas por el vocablo castellano Dios por las mismas razones. Acosta prefería introducir neologismos castellanos para ciertas realidades típicamente cristianas como fe, cruz, ángel, virginidad, matrimonio. En su Psalmodia Christiana (1583) (La imprimió Ocharte en 1583, pero ve"rosimilmente ya circulaba en copias ma-nuscritas en 1564), fray Bernardino de Sahagún salpica el texto nahua con palabras castellanas: Dios, sancta Iglesia, gracia, ángeles, cristiano, parayso terrenal... En otras obras, sin embargo, sí usa la palabra teotl. En su catecismo guaraní, fray Luis Bolaños utiliza para designar a Dios la palabra Tupá, conservada por los jesuitas en la catequesis de sus reducciones. Con el tiempo algunos misioneros objetaron que esta traducción no era muy acertada, pues la palabra significa "trueno", y en la mitología de los tupinambas correspondía, decían, a un genio de orden inferior.Se ve claramente la dificultad que presentaba la inculturación de la fe para misioneros a quienes sobraba generosidad, pero que se enfrentaban con un problema verdaderamente gigantesco. Por cierto, el peligro de sincretismo era permanente. Como decía fray Toribio de Benavente (Motolinía): si antes tenían mil dioses, ahora querían tener mil y uno. Con todo, algunos misioneros iban descubriendo valores seguros

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en las culturas indígenas. Fray Andrés de Olmos y fray Bernardino de Sahagún recogieron con admiración unas joyas de la sabiduría azteca: los ya mencionados huehuetlatolli, "antiguas palabras", consejos de padres a hijos o de reyes a sus vasallos, que no restarían brillo a las obras sapienciales del Antiguo Testamento y que el fraile consideraba preparaciones providenciales para la evangelización de los nativos. Sobre todo, los frailes evangelizadores descubrían en muchos indígenas unas cualidades típicas del cristianismo auténtico: sencillez, humildad, pobreza, capacidad de compartir, etc... y se acomodan gustosos a este estilo franciscano de vida.De hecho, como lo anotó con acierto el P Acosta, pilar del III concilio de Lima, no todos los indios eran iguales: "de indios a indios va mucho", decía, y las dificultades de inculturación de la fe dependían mucho del grado de refinamiento de cada cultura. Por esto Acosta clasificaba las distintas culturas del siglo XVI en tres categorías:"La primera es de aquellos que no se apartan demasiado de la recta razón; y a ella pertenecen los que tienen república estable, leyes públicas, ciudades fortificadas, magistrados obedecidos y, lo que más im-porta, uso y conocimiento de las letras, porque donde quiera que hay libros y monumentos escritos, la gente es más humana y política. A esta clase pertenecen los chinos..., los japoneses y otras muchas provincias de la India oriental."En la segunda clase incluyo los bárbaros, que aun que no llegaron a alcanzar el uso de la escritura, ni los conocimientos filosóficos o civiles, sin embargo tienen una república y magistrados ciertos, y asientos y poblaciones estables, donde guardan manera de policía, y orden de ejércitos y capitanes, y finalmente alguna forma solemne de culto religioso. De este género eran nuestros mexicanos y peruanos, cuyos imperios y repúblicas, leyes e instituciones son verdaderamente dignos de admiración."Finalmente, a la tercera clase de bárbaros no es fácil decir las muchas gentes y naciones del nuevo mundo que pertenecen. En ella entran los salvajes semejantes a fieras, que apenas tienen sentimiento humano; sin ley, ni rey, ni pactos, sin magistrados ni república, que mudan' de habitación, o si la tienen fija, más se asemeja a cuevas de fieras o cercas de animales. Tales son... los caribes..., la mayor parte de los del Brasil y la casi totalidad de las parcialidades de la Florida".

Con todo, no podemos olvidar que la' Buena Nueva de Jesucristo iba dirigida preferentemente -aunque no exclusivamente- a los pobres. Lo esencial del mensaje de Jesús es sencillo y -con perdón de Lorenzana - puede expresarse en cualquier cultura, por más primitiva que se la juzgue. Muchos refina-mientos de la catequesis tradicional responden a preguntas que se hicieron las comunidades helenísticas empapadas de problemáticas filosóficas en nada indispensables para la salvación. Un enfoque más bíblico y menos filosófico sin duda nos ayudaría a solucionar muchos problemas de inculturación de la fe, especialmente entre los pobres y humildes.

4.2. Lenguaje y señas especiales

Lenguaje de señas y contraseñas de mi Señor13

Esto les servirá de señal: un bebé recién nacido en un pesebre...sus pañales y su primer pis. También el burro orejano camina en puntas de pié... Nunca supe mucho como acercarme a este misterio y jamás me animé a preguntarle a los hombres sabios cómo es eso de los pañales del Niño y de su primer pis. Quizá porque siempre sospeché que de pañales no saben nada y mucho menos de ombliguitos recién cortados y de... el babero de José.Intuyo que el Carpintero salió del rancho a llorar... haciendo memoria de los regalos de Dios recordó aquel 'no temas', 'no temas tomar contigo...' Siempre pierde el que repudia, siempre gana el que confía. José no tiene pan dulce, sólo tiene su babero por su María y su Hijo; José no tiene cobijo," le sobra perfume a cedro; José se olvidó los rezos, sólo tiene sus latidos mezclados con sus silencios. Don José

13 Napoli Osvaldo, en “Catequesis en la Diversidad”, nº 11 marzo-abril d4e 2001, Instituto Miguel Raspanti, Pp. 8-10.

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de la viruta y de las manos callosas tiene motivos de sobra para salir a la noche y bailar en sus silencios.El viento trajo silbidos de madrugadas de luz... los grillos a carcajadas inauguran letanías... y las estrellas del campo pastorean a los Magos. La profecía cumplida: el cielo ya está en el suelo.¿Y los hombres sabios? Fueron a comprar aceite, sus lámparas se apagaron. ¿y los que viven al raso? También ellos, con sus crías, se acercan por la lomada y al llegar a la cuevita no le alcanzan sus baberos: ¡esta acá! ¡Dios-con-nosotros! ¡La Promesa está cumplida!¿y cómo se entiende esto? Esto no es para entender... punta de pies, hacerse un hueco y entrar. ¿y el olor a pis? Están mezclados: del burro, del buey y del Niño. ¡Qué Misterio, válgame Dios!

y muchas otras señales que no están escritas en este libro...alpargatas sí... Aunque al abuelito Abraham lo mandó a contar estrellas y las arenas del mar el Señor no lleva cuentas... No le alcanzarían todos los planetas para tanta librería. Sus escritos son contrapropuestas de misericordia cada vez que alzamos la mano para apedrear.Son varios los discípulos que se dedicaron a escribir. Pilatos también escribió de Él, y en tres idiomas... pero lo más hermoso no ha sido escrito todavía y, probablemente no se escriba jamás.Tampoco le interesó mucho hacer pelear a los libros con las alpargatas; esos son discursos transitorios hasta que se termine de llenar de escuelas todos los rincones del país.Con todo, lo escrito, escrito está, y ha sido escrito para creer que Jesús es el Cristo, el Hijo, y creyendo, tengas vida...

Una gran señal, una Mujer, vestida de sol...La que aplastará al gran dragón. Como pidiendo permiso y acomodando la pezuña de la cabra que, por ser discreta, despertó al Niño con la caída aquel balde de afrecho reservado para los más enclenques del establo, María alisó con sus manos el pañal lavado hoy de mañana y ya listo para usar después de la teta de las seis.Con este sol... Sí, ese mismo sol que fue pensado para ser 'señal' de las solemnidades, para los días y para los años... Ese mismo sol está ahora vistiendo de luz toda la cueva. Y entró José con un manojo de estrellas federales de regalo y vio a María con la luna a sus pies, reflejada en el agua del balde que el buey no alcanzó a beber...José, hombre sabedor de maderas y de añosos sueños, se encontró repasando casi palabra por palabra la antigua profecía: 'la señal, una doncella dará a luz al Emmanuel' y entre sueños tan mezclados, el rugido de un dragón, y un ángel lo zamarrea y le apura: ¡hay que huir!María tiene todo listo, sólo hay que dar las gracias y partir. Herodes, el rey de espadas, no tardará en llegar. Los atajos del Señor son seguros por demás, en un abrir y cerrar de ojos ya estamos fuera de alcance. Al volver la vista atrás el cielo estaba rojizo como con manchas de sangre y el rugido del dragón...En los tiempos del rabel, los animales volvían a sus primeros dueños: todos los animales del pesebre se pusieron en camino, uno tras otro, siguiendo al nuevo pastor; el burro, el más empacado, encabezaba la hilera, bien cerquita del Señor.

La señal del arco iris... el dragón enfurecido se apagóTrabajo de indocumentado es mano de obra barata, José trabajó a lo loco por unos pocos centavos. Cada día un sueño nuevo y una nueva esperanza. No es fácil sobrevivir en tierra extraña y mucho menos en Egipto que está lleno de escorpiones. La bolsita con el oro que nos regalaron los Magos se terminó de vaciar el mismo día que el ángel volvió a zamarrear: 'toma al Niño y a su Madre, vuelve a casa, José'.Quien zamarreaba era en realidad María que aprovechando la tormenta dejó que José prolongara la siesta, pero ahora no quería que se perdiera aquel hermoso arco iris que de suroeste a nordeste indicaba una nueva puesta en marcha... el dragón enfurecido se apagóEl olor a tierra mojada los acompañó hasta la frontera.

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Dio comienzo a sus señales...y manifestó su gloria. Comienzo... ¿dónde empiezan los comienzos? Pedro asegura que 'la cosa' empezó en Galilea... aunque el Hijo es semejante a aquel sacerdote rey de justicia y rey de paz, sin comienzo y sin fin, que permanece para siempre.¿Y aquella, dicha a su Madre en la puerta del templo? Señal de sí y de no. Que tu sí sea sí y tu no seano, todo lo demás es del dragón. Guarda tu espada, Pedro, 'En él no hubo más qué sí, es el Amén de Dios. ¡si he llegado a esta hora para esto.¿Pero qué señales das para estos rebencazos si no veo en sus manos la señal de los clavos... no creeré '¿qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales' 'y cuando venga el Cristo, ¿hará más señales que las que ha hecho este?Es verdad que no pueden estar todas escritas en ningún libro... tantas veces me sacaste del abismo, tantas veces volviste a amasar este barro con tu luz... como tampoco puede haber catastro de tus amores infinitos, antes de todas las alfas y mucho más allá de las últimas omegas.

Les había dado esta señal: aquel al que yo de un beso, ese es...Mi mamá me enseñó a tirarte besitos mucho antes de aprender a rezar; eso sí que fue acertado de la catequesis familiar, la 'que precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis'.Besar fue siempre para mí como una profesión de fe. No hay gesto litúrgico que me produzca más conmoción que el beso del altar, o el libro, o la pila bautismal donde fui bautizado; ni hay más gozo interior que postrarme hasta el suelo y besar el Niño Jesús en estos días de pesebre o besar la cruz, muchas veces, en aquellos días apasionados y pascuales...Besar las manos de los sacerdotes cercanos y amigos es también para mí una obligación interior que no siempre puedo realizar con libertad. La resistencia que con frecuencia ponemos para ese gesto espontáneo de reconocimiento y gratitud termina siendo una humildad trucha y egoísta que nos empobrece. Es verdad que cuando alguien me ha tomado las manos para besarlas me he sentido muy avergonzado... y, muchas veces, interiormente humillado y denunciado...Humillado y denunciado en mis miserias y pecados, por mis besos que, como aquel de la noche y de la trampa, me produce escalofríos y temblores de muerte.También yo, soy señal de contradicción... besitos de profesión de fe, como un niño... y besos de mentira y de fraude, como tu amigo entregador...

El sábado también es una señal... perpetuaEl Señor de la vida simple y doméstica se fabricó para Él y para nosotros un jubileo semanal, de reposo, de juego y de diálogo familiar. Que el burro anduviera suelto, a su gusto, y que todos pudieran prolongar la siesta en la hamaca del alero. Es el día de 'tomar respiro', de respirar espíritu familiar...Y como el Señor sabe que en nosotros todo produce acostumbramiento, cada siete semanas de años quiso, en realidad quiere, regalarse un año entero de sabat, de sosiego para dialogar con los hijos; para jugar con los más torpes y que no siempre vayan al arco; para barajar y dar de nuevo; para convencemos de la hermosura de la fiesta del regreso del hermano; para... para respirar hondo un 'espíritu nuevo', más filial y más fraterno. En verdad el sabat y el jubileo que quiere el Señor no es tanto 'paras'... todo es como jugando, gozando, gratuito, por el solo gusto de jugar.En el año jubilar todo vuelve a sus comienzos; es el año de gracia del Señor, por gratuito y por gracioso es el tiempo del abrazo fraternal, es el tiempo del perdón, es la hora del amor. Y jugar a quién es más feliz...

Esperaba presenciar alguna señalEl abuelo fue rey de espadas y este es un siete de copas: un baile y se pone en curda. Ni a Herodes ni a nadie se le dará otra señal... más que la señal de la cruz, la Pascua viva.Y, de ahora en adelante, para que todos reconozcan quienes son discípulos míos, esto les servirá de señal: el amor que se tengan unos a otros... no hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

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Ya no habrá otra señal en el cielo o en la tierra... en la ley o en los profetas.

4.3. Reflexiones para la inculturación del Catecismo de la Iglesia Católica14

En nombre del CELAM y en especial de su Departamento de Catequesis sean todos ustedes bienvenidos a esta II Semana Latinoamericana de Catequesis; proyecto desde tanto tiempo atisbado y que gracias a Dios ahora podemos realizar.Así como la I Semana Latinoamericana de Catequesis tuvo como objetivo poner en la práctica en el ramo de la Catequesis lo que los Obispos acordaron en la III Conferencia general del Episcopado latinoamericano tenido en la ciudad de Puebla, México, así también ahora, en continuidad con aquella I Semana, ésta desea incorporar a la Catequesis latinoamericana lo que nuestros Obispos han enseñado en la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano tenida hace un poco más de dos años en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana. Tener el término de llegada claro, ayuda grandemente al desarrollo de nuestra Semana; así, les ruego sean tan amables de permitirme antes que todo señalar distinta mente cuál es el objetivo de nuestra II Semana Latinoamericana de Catequesis:Esta Segunda semana latinoamericana de Catequesis, como realización del programa central del DECAT en su presente período de labores, tiene como objetivo proponer orientaciones y sugerencias sobre la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica, para ser presentadas al CELAM.El CELAM, Presidencia y DECAT en conjunto, asumirán a su criterio dichas proposiciones y sugerencias.En el momento oportuno, como un servicio que el CELAM ofrecerá a las Conferencias Episcopales del Continente, según su propia naturaleza de servicio a las mismas, presentará a dichas Conferencias estas proposiciones y sugerencias para que los Obispos latinoamericanos, mediante sus Departamentos o Comisiones Episcopales de Catequesis, se ayuden en la prestación del servicio adecuado de formación permanente de catequetas y catequistas.Serán cuatro los temas centrales de nuestra semana: Jesucristo, centro de la catequesis; Memoria histórica de la catequesis; Catequesis incultura da para la nueva evangelización; y promoción humana y catequesis. Estos temas se desarrollarán de acuerdo a las dinámicas que serán explicadas pos-teriormente.Como un marco y a la vez como una introducción, su servidor tratará de elaborar una reflexión sobre qué sea la inculturación en sí, y algunos rasgos sobre su aplicación al Catecismo de la Iglesia católica de acuerdo a la doctrina que encontramos en documentos recientes del Magisterio, en especial en las Conclusiones de Santo Domingo y en la encíclica "Redemptoris Missio".

4.3.1. La inculturación1. ¿que es la inculturación?En la "Catechesi Tradendae” (nº 53) se habla de la inculturación como de un "hermoso neologismo (que) expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de la encarnación oo. (y en cuanto a la catequesis se afirma:) de la catequesis... podemos decir que está llamada a llevar la fuerza del evan-gelio al corazón de la cultura y de las culturas..., para ello, la catequesis procurará conocer estas culturas y sus componentes esenciales; aprenderá sus expresiones más significativas, respetará sus valores y riquezas propias..."En el Documento de Puebla se dijo: "La fidelidad al hombre latinoamericano exige de la catequesis'que penetre, asuma y purifique los valores de su cultura. Por lo tanto, que se empeñe en el uso y adaptación del lenguaje catequístico. En consecuencia. La catequesis debe iluminar con la Palabra de Dios las

14 Javier Lozano Barragán, Obispo de Zacatecas, Presidente del DECAT, en “Hacia una catequesis inculturada”, Memorias de la II semana latinoamericana de catequesis de Caracas 1994, CELAM, Colombia 1995, Pp. 61 – 86. Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, 24 de agosto de 1994.

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situaciones humanas y los acontecimientos de la vida para hacer descubrir en ellos la presencia o la ausencia de Dios” (DP. 996).En "Familiaris Consortio (n º 9-10) se nos dice: "está en conformidad con la Tradición constante de la Iglesia el aceptar de las culturas de los pueblos todo aquello que está en condiciones de expresar mejor las inagotables riquezas de Cristo ..., teniendo presente el doble principio de compatibilidad con el Evangelio de las varias culturas a asumir y de la comunión con la Iglesia universal. Es mediante la inculturación como se camina hacia la reconstrucción plena de la alianza, con la sabiduría de Dios que es Cristo mismo ..."."Pastores dabo Vobis " (nº 55) nos habla de la teología de la inculturación y de sus principios: "Estos principios se relacionan con el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios y con la Antropología cristiana e iluminan el sentido auténtico de la inculturación; ésta, ante las culturas más dispares y aveces contrapuestas, presente en las distintas partes del mundo, quiere ser una obediencia al mandato de Cristo de predicar el Evangelio a todas las gentes, hasta los últimos confines de la tierra. Esta obediencia no significa sincretismo, ni simple adaptación del mensaje evangélico, sino que el evangelio penetra vitalmente las culturas, se encarna en ellas, superando sus elementos culturales incompatibles con la fe y con la vida cristiana, y elevando sus valores al misterio de la salvación que proviene de Cristo".Las Conclusiones de Santo Domingo nos dicen (nº 13) “Jesucristo se inserta en el corazón de la humanidad e invita a todas las culturas a dejarse llenar por su Espíritu hacia la plenitud, llenando en ellas lo que es bueno y purificando lo que se encuentra marcado por el pecado..., es un imperativo del seguimiento de Jesús y necesaria para restaurar el rostro desfigurado del mundo" (SD. 49); "Los catecismo son subsidios muy importantes para la catequesis; son a la vez camino y fruto de un proceso de inculturación de la fe"; los catequistas por su parte, "serán instrumentos especialmente eficaces de la inculturación del Evangelio". Posteriormente ( SD. 229), nos dirá citando al Papa Juan Pablo 11 (Discurso al Consejo internacional de Catequesis, 26, 9, 92), que la inculturación es "centro, medio y objetivo de la nueva Evangelización". Dice también como la inculturación deba hacerse a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: Encarnación, Pascua y Pentecostés, profundiza en el carácter cristiano de los auténticos valores y concluye cómo la inculturación hace la comunidad eclesial, y es propia de la Iglesia particular (SD. 230).Prosigue diciendo Santo Domingo que la inculturación es un "proceso conducido desde el Evangelio hasta el interior de cada pueblo y comunidad con la mediación del lenguaje y de los símbolos comprensibles y apropiados a juicio de la Iglesia" (SD. 243), que "abarca el anuncio, la asimilación y la reexpresión de la fe" (SD. 256); que "la educación cristiana..., es la inculturación del Evangelio en la propia cultura" (SD. 263) que los compromisos en el campo educativo se resumen "en la línea pastoral de la inculturación" (SD. 271)."Redemptoris Missio" toma la descripción de inculturación que había elaborado "Catechesi tradendae" y dice que "la inculturación significa una íntima transformación de los auténticos valores culturales, mediante su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en las diversas culturas" (RM. 52). La inculturación se realiza bajo la guía del Espíritu Santo; los discursos de San Pablo en Listra y Atenas (Act. 14, 11-17; 17, 22-31), ofrecen un ejemplo de inculturación del Evangelio(RM. 25).La inculturación consiste en una transformación. Esta transformación es transformación del núcleo del valor cultural existente. Este núcleo se transforma, esto es, pasa de ser lo que es, de la forma que tiene, a otra forma distinta. Esta nueva forma es el Cristianismo.Este proceso de transformación es algo muy central y profundo, toca, decíamos, al núcleo del valor. Esta nuclearidad la describe "Redemptoris Missio" diciendo que es una transformación íntima, que se realiza mediante la integración del Cristianismo a los valores culturales, y que es una radicación' del Cristianismo en las diversas culturas."Redemptorís Missio" desglosa lo anterior en cinco puntos que ven a la preparación, principios, finalidad, actores y problemas de la inculturación. Al hablar de la preparación habla del ansia de

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espiritualidad de la cultura actual, de la espera cultural del Evangelio y de las Semillas del Verbo; como principios o criterios para saber de la legitimidad de la inculturación, "Redemptorís Missio" sitúa dos: compatibilidad con el Evangelio y Comunión con toda la Iglesia; la finalidad de la inculturación la sitúa en el crecimiento del Reino de Dios mediante la continuación de la encarnación del Verbo, y el fortalecimiento de la comunidad católica; para"Redemptoris Missio” los actores de la inculturación son también dos, el Espíritu Santo y el Pueblo de Dios, y el Pueblo de Dios según su propia diversidad, fieles en general, constructores de la sociedad pluralista en el ramo de la cultura, peritos, y en especial, pastores; advierte que la inculturación es lenta y gradual; como problemas de la inculturación "Redemptoris Missio" se refiere en especial a tres: el secularismo, el aislamiento cultural y la ahistoricidad en tratar el Mensaje evangélico.Podemos decir que "Redemptoris Missio"sintetiza, profundiza y culmina lo que dice el Magisterio sobre la Inculturación. Su estructura conducirá la reflexión que intento en seguida, sin descuidar la riqueza de los demás documentos a que nos hemos referido.

1.1. La inculturación en síLa inculturación es el coeficiente teológico que precisa el sentido de la continuación de la encarnación del Verbo de Dios. Hablar de la prolongación de la encarnación en sentido unívoco nos haría caer en una cierta especie de Panteísmo. En cambio al hablar de la inculturación se expresa con mayor propiedad el sentido de la economía de la encarnación del Verbo en cuanto que fija y marca con este hecho maravilloso irrepetible toda la salvación que Cristo aporta.¿Cómo se realiza esta analogía de la encarnación del Verbo en toda la realidad humana salvífica? La respuesta es: mediante la inculturación. Y la inculturación se centra en lo más profundamente humano para desde allí realizar la completa cristificación.

1.2. El núcleo del valor y la inculturaciónLo más profundamente humano es el valor. El valor se entiende aquí como la razón objetiva y subjetiva por la cual algo se entiende como bueno. Desde la bondad se construye el hombre. Es el inicio de la humanización en todos los sentidos y direcciones. Como el hombre es un dinamismo proyectado, un dinamismo comprendido y querido y así desarrollado, la comprensión y la volición de su propio proyecto constituye la parte subjetiva de su realización, en cambio, la realidad de cualidades conocidas que lo construyen constituyen la parte objetiva de su realización. La realidad de las cualidades, así como su comprensión y volición como buenas, esto es, como convenientes a sí mismo, constituyen las dos partes del valor, la parte objetiva y la parte subjetiva. La delimitación entre ambas partes no es del todo nítida, ya que las realidades subjetivas que constituyen la misma comprensión y volición son también cualidades objetivas que significan su propia realización.Si nos preguntamos por lo más profundo e Íntimo en el valor, nos encontramos con el criterio por el cual sabemos que talo cual realidad es buena o mala, esto es, que nos construye o nos destruye. Este criterio como tal no es solamente una especie de árbitro frío y exacto sino que es juicio de bondad, eficacia de decisión y fuerza de decisión en la construcción. Este criterio es la transparencia consciente que hermana al sujeto y al objeto en sus relaciones vitales de demanda y oferta de satisfactores en todos los campos de la existencia. Por esto el valor siempre es valor cultural, pues siempre se encamina al cultivo del hombre.

1.3. La transformación del valorLa inculturación es una transformación, esto es por la inculturación la forma del valor cultural se cambia en Cristo.Esto es, tanto la demanda humana subjetiva como la oferta de lo que está fuera del sujeto y da la satisfacción buscada, son relacionalmente Cristo. Son la participación mística de Cristo; forman el Cuerpo de Cristo total. Había una forma, algo por lo cual este valor era tal, objetiva y subjetivamente, y sin lo cual no podía ser más valor; y esta forma, como criterio último, eficaz, lógico y óntico de cultura,

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ahora se cambia en una fuerza profunda personal y divina que constituye el corazón real de toda auténtica cultura y esta fuerza personal es el Cristo total.Esta transformación íntima no adultera el auténtico valor sino lo perfecciona en grado máximo. Es la ley de la Encarnación del Verbo: la naturaleza humana no viene destruida por su asunción por la naturaleza divina del Verbo, sino según el principio de Calcedonia, es perfeccionada en grado máximo en su misma humanidad y dentro de su misma categoría. Así, cuando acontece la inculturación, la cultura cuyos valores auténticos son transformados por su integración al Cristianismo y su radicación en ella del Evangelio, no se destruye en ninguna manera, ni siquiera podemos hablar de que es algo ya específica mente distinto, sino que es la misma cultura, pero llevada a sus máximas expresiones.Esta transformación es íntima, pues se ubica en el centro del valor al que hemos aludido.Es una transformación integrad ora pues la Cultura resultante tendrá ya el calificativo de cristiana, sin excluir por ello que otra cultura pueda ser asumida en esta misma forma por el Cristianismo.Esta transformación llega a la raíz de la cultura, se "radica" en ella, dándole toda la apertura, esto es, el Cristianismo actúa como raíz virtualmente plural de las diversas culturasinculturadas, los frutos que dará esta raíz no deberán ser unívocos, uniformes, sino que se tratará de la raíz de un árbol que dará toda case de frutos según la propia y específica variedad de las diferentes culturas como desarrollo de la infinita virtualidad ejemplar del Verbo de Dios.

1.4. Inculturación y fundación de la IglesiaDesde este punto de partida podemos entender cómo la inculturación es una forma profunda de expresar la misma fundación de la Iglesia. Esto es, la inculturación es la voz de Dios que convoca a la salvación mediante la incorporación del hombre real, con todo lo que él hace, como este hombre y como esta colectividad, con su ser y su cultura, como individuo y como pueblo, a la muerte y resurrección de Jesucristo. Y esta convocación es la Iglesia.Se realiza a los diversos niveles conocidos: al nivel del Padre que nos llama en su Hijo por la encarnación del Verbo; al nivel del Espíritu Santo que nos hace comprender esta llamada; madre de la Iglesia, que con su carne nos hace la llamada al darle humanidad al Verbo; al nivel del desdoblamiento de la misión del Hijo y del Espíritu en "los Doce" dentro de su apostolado episcopal por la "Parádosis" viva jerárquica; al nivel del ejercicio del sacerdocio universal de los fieles. Iglesia equivale así a inculturación como fundación del criterio Cristo y como realización del mismo.

1.5. Divinización de la culturaDesde la Iglesia entendida como inculturación, esto es. como Cristo colocado en el centro de la cultura y en el centro a su vez del valor. es obvio que la cultura trascienda los simples niveles humanos y se coloque en niveles divinos al estilo de Cristo.Esto es, así como el Verbo al encarnarse no destruyó la naturaleza humana sino que la sublimó el máximo, así también en la cultura que se engendra desde la inculturación, la humanización de la naturaleza que realiza toda cultura, se seguirá realizando, pero ahora con un fuerza y dinamismo total, para llevada a su ápice; pero no sólo, no se trata de que la cultura solamente alcance el máximo de realización de sus virtualidades, sino que trascenderá sus propios límites, pues será un hacerse del hijo adoptivo de dios desde la fuerza del mismo Verbo de Dios. Y así, rozando las fronteras del misterio, hablaremos con una verdadera analogía de participación, de la cultura inculturada como divinización de la naturaleza, ya que Cristo ha sido constituido centro del universo.

4.3.2. Aspectos de la inculturaciónInculturación histórica redentora. Hay una base para entender la inculturación y es la periodización de la historia de la salvación que nos da LG en su número 2: La Iglesia ha sido: 1. configurada en la creación; 2. preparada en la historia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento; 3. constituida en los tiempos definitivos; 4. manifestada por la efusión del Espíritu; y 5. que se consumará gloriosamente al final de los tiempos. Consecuentemente, la inculturación no tiene una perspectiva gnóstica, en el sentido

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de enunciado de ciertos valores comunes a la humanidad que en su realización traigan la salvación. La inculturación se entiende como inculturación redentora histórica de una cultura dominada por el pecado y necesitada de redención.Sin este sentido último de la historia la perspectiva de la inculturación se pierde y se corre el riesgo de caer en errores, pensando en una inculturación como proyecto cultural histórico inmanente.La inculturación exige la fe como aceptación muy difícil, esto es, como conversión; pues se trata de declararse impotentes para una auténtica realización cultural desde el plano meramente humano y necesitados en el núcleo de la misma existencia de la ayuda divina. Los antiguos problemas de Pelagianismo a la vez que de Luteranismo acechan a la inculturación y el principio de solución no puede ser otro que el equilibrio de la unión hipostática y de la posición católica con relación al pecado original, de la naturaleza humana herida pero no violada, de que sin la gracia no todo es pecado, pero que sin ella no se puede realizar el hombre en plenitud.Con estos presupuestos podemos ahora intentar reflexionar sobre los aspectos de inculturación antes mencionados.

1. La preparación para la inculturaciónEn cuanto a la preparación para la inculturación. Esta preparación es algo más que la "potencia obediencial" de que hablaban los escolásticos, es la historia que está escrita dentro de la humanidad como configuración y preparación a Cristo. Esta configuración creacional no es una etapa simplemente pasada, sino que subyace en el río actual de la historia como parte constitutiva del mismo. Por esto se habla del deseo de espiritualidad dentro del ámbito ajenos a Cristo. Esa configuración avanzó en esta historia concreta en el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento.Por lo que respecta a las religiones no cristianas de otros pueblos, éstas se inscriben dentro del plano de configuración creacional, y sólo por una analogía en la perspectiva de la preparación a Cristo, puesto que la historia es irrepetible y la elección del pueblo de Israel fue singularDentro de la óptica creacional de configuración de la Iglesia, se comprende la espera total de Cristo en toda cultura a El ajena, ya la vez las "semillas del Verbo". Es una la dirección total inserta en la creación que tiende desde siempre hacia su plena consumación en Cristo Señor del Universo. Esto quiere decir entre otras cosas que la inculturación no se puede frenar en la etapa creacional, sino que siempre debe tender a la culminación. Son virtualidades y una virtualidad es siempre etapa pasajera pues apunta a su realización, de lo contrario no fuere virtualidad sino actualidad.Quiere decir también que no podemos hablar propiamente de semillas del Verbo al hablar de la piedad popular o religiosidad popular Católica. Cuando la virtualidad ha alcanzado su actualidad deja de ser virtualidad. Lo que pudiéramos decir es que muchas veces la religiosidad popular católica no se encuentra lo suficientemente limpia y hay que purificarla, ya sea mediante la catequesis, si se trata de vicios causados por ignorancia religiosa, ya sea mediante su práctica correcta desterrando los inconvenientes de contaminaciones mágicas o fanáticas. Otra cosa es saber si determinada religiosidad popular es o no católica; para ello se necesitan tener criterios claros; cuando nos encontramos frente a religiosidades populares no católicas, en ellas sí podemos hablar de semillas del Verbo.Esto nos lleva a considerar la posibilidad de que las etapas de la historia de la salvación tengan su aplicación "subjetiva" de acuerdo al ritmo de cada historia, ya sea de pueblos, ya de individuos. De esto se hablará más adelante.

2. Los principios de la inculturaciónCuando se habló de la inculturación se habló de la transformación de los auténticos valores culturales mediante su integración en el Cristianismo. Cuando se habla ahora de los dos criterios de compatibilidad y comunión, ambos son explicaciones de que sea un auténtico valor cultural; será aquel que es compatible y pueda entrar en comunión con los valores inculturados; podríamos en rigor decir que los dos principios mencionados se reducen a uno, esto es, a la compatibilidad; cuando un valor es compatible con el cristianismo es que puede entrar en comunión con los demás valores cristianos estén

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donde estén. Aquí se habla que puedan entrar en comunión con las culturas en las que se ha inculturado ya el Cristianismo; para el caso es lo mismo, lo básico es que entren o no en comunión con los valores inculturados, sea donde fuere. Un valor esencial al Cristianismo es la comunión, la comunión funda la catolicidad.Si atendemos a los valores de las Iglesias locales, o más bien a la convocación local que por la Eucaristía y la Palabra de Dios y por la fuerza del Espíritu Santo hace el Obispo y reúne a los fieles en una Iglesia local; estamos en la inculturación distinta de toda la Iglesia. Esta distinción es la catolicidad. Cada Iglesia local debe hacer una convocación inculturada, si no lo hace su convocación es deficiente.Esta inculturación no se da una vez por todas, sino que va adecuándose a circunstancias tanto locales como temporales. De manera que la inculturación en la convocación novedosa de una Iglesia particular, que debe ser siempre progresiva, tiene su prueba de autenticidad en la compatibilidad con las demás Iglesias locales, que en último término obtiene de su coincidencia con el centro eucarístico primacía!.

3. La finalidad de la Inculturación: crecimiento de la IglesiaLa finalidad de la inculturación es que la salvación universal se haga realidad. Hay ambientes culturales en los que Cristo no está como salvación, o bien, hay cambios en los ambientes anteriormente cristianos. Pero más todavía, no hay cultura plenamente inculturada, nos situamos dentro de la escato-logía de la Iglesia, cualquier cultura por más cristiana que se piense es inadecuada mente cristiana; Cristo será para nosotros siempre mayor hoy que ayer y mañana seguiremos sin poderlo abarcar, de manera que por lo que a Cristo respecta, siempre habrá aspectos que todavía no se habrán inculturado en las realizaciones eclesiales, sean las que fueren; y por lo que respecta a la cultura misma, como antes insinuábamos, es algo vivo, algo creciente, algo que está siempre en movimiento y que continuamente presenta el desafío de la inculturación.La Iglesia no es uniformidad sino unidad, que significa coincidencia de distintos; por lo tanto, se exige una inculturación lo más adecuada posible para que todas las Iglesias locales definan vez más claramente su personalidad distinta, para que así se puedan donar unas a otras y al tenor de la donación trinitaria logren ir avanzando en la riqueza del milagro de la unidad católica.

4. Los actores de la inculturaciónSi nos preguntamos por el autor de la inculturación nos debemos situar en el plano de la encarnación del Verbo; el primer actor es el Espíritu Santo que colma a la Santísima Virgen, quien concibe "por obra del Espíritu Santo", primero con su corazón que con su cuerpo, al decir de San Agustín. . También aquí, el que hace posible la inculturación es el AmorEspíritu Santo. La inculturación no es imposición, es fruto de la libertad humana que se abre al Amor Espíritu Santo Quien hace que el hombre de tal manera acepte a Cristo que no sea ya el hombre, sino Cristo Quien mora en él, al decir de San Pablo, y en lo más íntimo de sí y de su obra, en lo más íntimo de la cultura, se encuentre Cristo.Así como María quedó llena del Espíritu Santo y dio a luz a Jesús de Nazareth, así ahora el Espíritu se derrama sobre el pueblo de Dios, y es el pueblo de Dios quien engendra por obra del Espíritu Santo nuevamente a Cristo en el corazón de su propia cultura. Y el pueblo lo engendra según su naturaleza y funciones. Todo mundo colabora para que Cristo se encuentre en el corazón de la cultura y en la expresión de la misma. La primera acción es la conversión. Desde la conversión se encuentra cada quien en la esfera más íntima de su valor, se cambia el criterio y se acepta el valor fundante de la vida, se cambia el corazón y a partir de allí todo se entiende y se quiere. Vendrán a continuación las expresiones y estructuras en todos los ámbitos humanos. Todo ello será inculturado en Cristo el Señor.Desde la naturaleza de la colaboración a la inculturación vendrá la funcionalidad y la armonía de la misma. En la funcionalidad cada quien tendrá su puesto, el perito, el constructor de la sociedad pluralista, el que viaja de una Iglesia local a otra y especialmente el Pastor. La inculturación tiene su origen eclesial en el Pastor, pues es quien convoca la Iglesia desde la Eucaristía. Por eso es que siendo

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su autor auténtico es el maestro de la misma y su juez. De aquí el papel del Obispo y de las Conferencias episcopales. El discernimiento significa que el Obispo por la Eucaristía y la Sagrada Escritura y por el Espíritu Santo, identifica o no a Cristo en talo cual proposición de inculturación de talo cual valor cultural, y juzga de su expresión y realización estructural. No es un nueva episcopal, sino solamente contemplar al Obispo desde la inculturación, como la fuente instrumental de la Iglesia.La cultura equivale a la vida. Individualmente se construye durante toda ella, con el ritmo de la misma. Si ahora se habla de la cultura de un pueblo, ésta se construye con el ritmo del pueblo. Se puede y debe impulsar una mejor culturización, pero no se debe forzar. Los pueblos llevan su ritmo, aunque sea verdad que hay épocas en que corren y épocas en que parecen aletargados. Nuestra época parece ser de gran velocidad; la inculturación debe ajustarse al caminar del pueblo y no a los deseos de sólo algunos de sus miembros.

5. Los problemas de la inculturación: secularismo, aislamiento, ahistoricidadEl Secularismo es el eco de la queja del inicio del Evangelio de San Juan: "vino a los suyos y los suyOs no lo recibieron". Es la cerrazón del hombre hacia Dios: del hombre y de la cultura con la que el hombre se construye. El fenómeno del Secularismo en ambientes anteriormente cristianos consiste en que en ellos ha evolucionado la cultura con nuevos valores, nuevas expresiones y estructuras y en esta novedad no ha entrado Cristo; o porque no ha sido convocada la cultura en el núcleo mismo de sus nuevos valores, o porque siendo así convocada no ha querido escuchar. Es lo que "Redemptoris Missio" citando " Pablo VI califica del drama de la época: la ruptura entre Cristianismo y Cultura.En cuanto al Aislamiento cultural es una reacción. Anteriormente se pudo dar la carencia de inculturación en cuanto que en nombre del Cristianismo se imponía a culturas no occidentales la cultura occidental como tal. Para que esto no vuelva a suceder, algunos teólogos piensan que hay que cerrarse por ,completo a toda la cultura ajena a lo específico de la propia; más aun, se juzga toda la expresión y estructuración cultural cristiana actual, como fruto de una mera cultura particular, la de Occidente, de manera que cada pueblo no occidental, especialmente los que ahora apenas se evangelizan, tiene que encontrar una novedad total en sus expresiones y estructuraciones; sin conexión con el pasado cristiano de otras latitudes.El error de esta pretendida inculturación consiste en romper la comunión. Cada cultura es ella misma; pero crece en la medida de su donación; sin una mutua donación entre culturas, la cultura se esteriliza y muere. Lo mismo podemos decir de cada inculturación, sólo se da en la comunión católica, sin la mutua comunicación y convergencia de distintas inculturaciones en la unidad eclesial que se finque en el pri-mado pontificio, la iglesia local languidece, se destruye y muere.Lo anterior por supuesto que no exime a la cultura occidental de que tenga siempre presente no caer en la tentación del pecado de soberbia queriendo medir su superioridad respecto a los demás pueblos, por su dinero y por su técnica. Este pecado también cae dentro del pecado cultural del aislamien to, que en este caso es tanto más grave cuanto se trata de un aislamiento activo, esto es, que trata de imponer, por diversas maneras y métodos, sus propias inculturaciones a todo mundo; estas culturas, especialmente las del primer mundo, con mucha frecuencia sólo saben exportar y ni siquiera piensan en la posibilidad seria de recibir algo de otras Iglesias locales.La Ahistoricidad es algo que mencionábamos anteriormente como "Gnosticismos". Se piensa en Cristo no como el misterio insondable que supera todo, sino como una racionalización expresada en una doctrina inmanente a la medida de quien la formula, y que expresa valores de tipo universal como li-beración, justicia, amor y paz, verdad y bondad omnipresentes, etc. La historia de Jesús de Nazareth suena, como decía San Pablo: a escándalo para los judíos y locura para los gentiles. La inculturación la piensan sólo como una filosofía universal, una especie de imperativo categórico que todo mundo acepte para realizar así la unidad del género humano. Es el absurdo de pretender una inculturación cristiana sin que Cristo histórico Dios y hombre, sea lo más íntimo al valor fundante cultural. Estas vaguedades a las que se busca un asentimiento universal pretenderían el aplauso de todos y a lo sumo revivirían un deísmo ya superado, pero estarían en los antípodas de la auténtica inculturación.

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4.3.3. Pistas generales para la inculturación del catecismo de la Iglesia CatólicaTrataremos ahora de aplicar la reflexión general anterior sobre la inculturación a algunos rasgos del Catecismo de la Iglesia católica, como un inicio de lo que iremos desarrollando durante toda la Semana de Catequesis.

1. Punto de partida para la Inculturación del Catecismo de la Iglesia CatólicaLa expresión humana de la Palabra de Dios es obvio que para ser comprendida por el hombre deba ser expresada en su lenguaje, y para ser expresada así necesita entrar dentro del universo simbólico cultural de este hombre concreto; de lo contrario no entiende nada y la palabra es inútil. Este entrar dentro del universo simbólico cultural del hombre es ya un inculturar de la palabra de Dios.Sabemos que el Catecismo de la Iglesia católica es la expresión de la Palabra de Dios que formula auténtica mente el Magisterio ordinario de la Iglesia. No puede formularla de una manera acultural, sino que cualquier formulación que haga ya es una formulación inculturada. Es así improcedente pensar en el Catecismo de la Iglesia católica como una especie de esqueleto sin ninguna carne que lo inculture y que ahora haya que encarnar inicialmente en cualquier cultura en la que desee expresarse.En efecto, el Catecismo de la Iglesia católica es ya una inculturación del Mensaje en algo que pudiéramos describir como una expresión católica de la cultura. Es una expresión que quiso tomar una especie de común denominador de las expresiones humanas que se le han dado a la Palabra de Dios al correr de su historia. Así ha tomado expresiones escriturísticas, patrísticas, litúrgicas, de los santos, de los maestros de espiritualidad, etc. y además, al haber sido redactado por obispos representantes de todo el mundo católico y que al hacerla tomaron en cuenta las indicaciones o "modos" que se les enviaban de toda la Iglesia. esta expresión cultural de la Palabra de Dios se hacía más católica, se extendía a una expresión más universal de la cultura de la humanidad.De manera que no podemos hablar de inculturar del Catecismo de la Iglesia católica empezando de cero. Ha recorrido caminos avanzados, pero que ahora tenemos que especificar más, pues la inculturación avanza con el ritmo de la cultura, tenemos además que encontrar lo específico de nuestras culturas particulares para darle expresión más afinada.

2. Apertura a la inculturación del Catecismo de la Iglesia CatólicaPuesto que el Catecismo de la Iglesia católica debe expresar la raíz de la cultura, por ser esta raíz, debemos encontrar en él una apertura para recibir todas las inculturaciones posibles. La preparación de la inculturación significa en último término que el mundo ha sido hecho a imagen de Dios y que en su profundidad está basado en la Verdad y el Amor divinos. Así, como huella o como imagen, toda cultura tiene rasgos divinos y como tales son expresiones privilegiadas del Mensaje.Cuando el Catecismo de la Iglesia católica entra en determinada cultura, no es ajena a ella, sino que desarrolla estas virtualidad es y las expresa de la mejor manera posible por su culminación en la dicción máxima de la Verdad y el Amor que es Cristo. La inculturación del Catecismo no es así algo meramente optativo; sino que es la exigencia de las culturas de culminar en la encarnación del Verbo.Cuando se trata de culturas ya antes evangelizadas, esto es culturas en las que ya previamente se ha expresado la palabra de Dios, la inculturación es mucho más fácil, pues podrá en muchos casos seguir las líneas anteriormente marcadas. Cuando se trata de aspectos totalmente nuevos, deberán ser nuevas las expresiones y también se encontrarán caminos accesibles si se recurre a la proporcionalidad viendo como antaño se llevó a cabo la inculturación.Es el caso de la religiosidad popular que en lo íntimo es la inculturación de la fe en los más hondos valores culturales del pueblo; sus expresiones ayudarán mucho a una verdadera inculturación del Catecismo de la Iglesia católica en nuestros pueblos latinoamericanos.

3. Compatibilidad y comunión, principios para la inculturación del Catecismo de la Iglesia CatólicaEs evidente que una expresión y vivencia pretendida del Catecismo de la Iglesia católica que no sea

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compatible con su integralidad, no es auténtica inculturación de dicho Catecismo. Por otra parte, debemos de prestar atención a no querer singularizamos demasiado al pretender llevar a cabo la inculturación, de manera que no podamos aceptar fórmulas de otras culturas. Recordemos que la inculturación auténtica debe ser fruto de la catolicidad, de la manera que procede mediante un dar y recibir. No hay ninguna cultura que sea perfecta y que sus expresiones sean lo máximo; todas entran dentro del proceso de la escatología de la Iglesia. Así incluso se entiende el dogma cuando hablamos de su evolución, y el concierto católico se lleva a cabo cuando a imitación de la Santísima Trinidad, las culturas afirman su identidad en una recíproca donación y recepción.Buscamos expresiones específicas de nuestras culturas, las queremos compartir con las de otras latitudes, y queremos también recibir las que se están continuamente elaborando en otras partes. Lo mismo valga en cuanto al tiempo: queremos responder con la expresión catequética a los tiempos actuales. Es cierto que pudo incluso haber expresiones no muy felices, y otras que se han ligado a situaciones ya superadas, pero estamos dentro de una historia y los valores crecen siguiendo siendo los mismos.

4. Autores de la inculturación del Catecismo de la Iglesia Católica desde el Espíritu SantoEl principal actor es el Espíritu Santo, la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica debe ser fruto del amor del Espíritu, y así ésta no deberá proceder mediante ninguna imposición. Debe ser consecuencia de la apertura amorosa que hace que el hombre por el Espíritu de tal manera acepte a Cristo expresado en el Catecismo de la Iglesia católica que no sea ya el hombre sino Cristo quien mora en lo más profundo del valor de su cultura manifestada en esta inculturación.La inculturación debe ser así fruto de todo el pueblo de Dios, quien por obra del Espíritu Santo engendra nuevamente a Cristo en la formulación del Catecismo de la Iglesia católica. Consecuentemente en esta inculturación cada quien tendrá su puesto, el catequeta que con su ciencia busca los mejores caminos para la inculturación, el catequista que desde su práctica sugiere las mejores formas, el liturgo que desde el símbolo sagrado induce nuevas inculturaciones, el teólogo, quien desde una mayor comprensión del Mensaje da luces para expresarlo más adecuadamente, el antropólogo que da pautas válidas para comprender mejor al destinatario de la catequesis, el psicólogo, el sociólogo, etc.; sin embargo hay que resaltar que la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica no deberá ser obra sólo de especialistas, es todo el pueblo de Dios que colabora; el especialista deberá ser un lector de la experiencia y expresión del pueblo de Dios en su totalidad, aquí entra con fuerza lo dicho a propósito de la religiosidad popular; sin olvidar la función discernid ora auténtica del Obispo en su Iglesia particular y la del Colegio apostólico unido en el Primado para la Iglesia universal, y la del Primado mismo.

5. Problemas del secularismo, el aislamiento y la ahistoricidad, para la inculturación del Catecismo de la Iglesia CatólicaPara una inculturación adecuada en nuestro medio hay que tener en cuenta los nuevos símbolos de la cultura actual, en especial en el ramo de los medios de comunicación social. No se trata solamente de medios didácticos, sino de la simbólica general de comprensión y comunicación-comunión de nuestra gente. Muchos de estos signos están ayunos de cristianismo y desde esta carencia es como son comprensibles para nuestra gente. Al hablar en "lenguaje religioso", mucha gente no entiende o no le interesa lo que decimos. No sólo en cuanto a la expresión en sí, sino también respecto al estilo que se emplea. Estos símbolos tantas veces secularizados nos hablan de lo simbolizado, de lo significado que también es secularizado, y así de los valores actuales que son exactamente los que constituyen el campo más adecuado de la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica.El problema del aislamiento cultural está ya tratado. En cuanto al de la ahistoricidad es algo que se debe tener muy en cuenta al tratar de la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica, en efecto, no se trata sólo de una racionalización doctrinal de una ética universal que insista en especial en la formulación valores que hoy son muy queridos en nuestras latitudes, v.gr. liberación, justicia, amor, paz, comprensión, respeto a las etnias, ecología, etc., una filosofía universal, una especie de Esperanto

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ético para que lo hable y lo entienda todo hombre moderno. La inculturación debe ir dirigida solamente hacia una finalidad: proponer a Jesús de Nazareth como el particular-universal decisivo de la historia. Esto es, la historia concreta de Jesús de Nazareth es el único parámetro válido para cualquier cultura, para cualquier hombre de cualquier raza, estirpe o nación, así sea proveniente de una sociedad de máxima tecnificación, o bien de la más atrasada, cultura en parámetros científicos. No se trata de que en la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica el criterio sea la antropología cultural, sino que el Catecismo de la Iglesia católica entre en la cultura y se haga raíz de la misma de manera que la historia de Jesús de Nazareth, Dios y hombre verdadero sea esa raíz cultural de la que hablábamos que sea capaces de dar tantos frutos culturales distintos cuantas culturas encuentre a su paso. Es el catecismo el criterio y no la antropología o la teoría social o cultural. De lo contrario se caería en una ideología que, ignorante del Dogma, reduciría el pretendido lugar privilegiado de la Sagrada Escritura en la Catequesis, a una erudición arqueológica de curiosidades bíblicas reducibles a la ideología que se pretenda justificar.El Catecismo de la Iglesia católica se sitúa como criterio cultural y desde él florecen diversas expresiones de acuerdo a las diversas culturas que inculturan todo su sistema de valores. Así, las verdades expresadas y vividas se vuelven comunicación, comunión cultural; la Catequesis incultura da hace la comunidad, hace que la fe en verdad se vuelva cultura.

6. Finalidad de la inculturación del Catecismo de la Iglesia CatólicaResolviendo estos problemas, encontramos finalmente que la meta de la inculturación del Catecismo de la Iglesia católica es el crecimiento de la Iglesia que se realiza por la encarnación incesante del Mensaje en la cultura para edificar de una mejor manera la comunidad cristiana. Es hacer que la salvación universal se haga realidad en cada particularidad, que se dé un testimonio integral, aseverativo, atestativo y gozoso de la fe católica como algo vivo, creciente, siempre en movimiento y que continuamente enfrenta el desafío de la inculturación. Es así el Catecismo de la Iglesia católica un gran don que hemos recibido para seguir construyendo la única Iglesia de Cristo, para seguir redefiniendo la personalidad distinta de nuestras Iglesias particulares en su comunión universal.Esta es, como decíamos en un principio, la razón de la Segunda Semana Latinoamericana de Catequesis, que esperamos sea del todo fructífera, y que los esfuerzos que aquí estamos haciendo sean todos ellos dirigidos para; seguir ayudando a convocar la Iglesia del Señor desde lo más íntimo de nuestros valores latinoamericanos, mediante los subsidios que nos esforzamos en poner en las manos de nuestros hermanos obispos en las diferentes Conferencias Episcopales de nuestra gran patria latinoamericana para elaborar los propios catecismos diocesanos o nacionales.

Trabajo Práctico 41. Completar ubicando las citas correspondientes en el tema del lenguaje y seña de Cristo. Ubicar

en el texto donde van colocadas las citas: Lc 2,12. Jn 20,30. Sal 130,3. Sal 32,2. Jn 8,6.8. Ap 12,1. Gn 1,14. Is 11,6. Gn 9,12-13. Jn 2,11. Heb 7,2-3. II Cor 1,19. Jn 12,27. Jn 2,18. Jn 20,25. Jn 11,47. Jn 7,31. Mt 26,48. CT 68. Ex 31,17. Ez 20, 12.20. Jn 15,13. Lc 23,8. Jn 13,35. Jn 15,13. Mt 22,40. Lc 16,16.

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UNIDAD 5: EL MAGISTERIO NOS ENSEÑA

5.1. La Catequesis en el Instrumentum Laboris

5.1.1. El Ministerio Episcopal al Servicio del Evangelio100. El triple ministerio de la enseñanza, la santificación y el gobierno, constituye un servicio al Evangelio de Cristo para la esperanza del mundo. El obispo, pues, proclama con la palabra, celebra en la liturgia, vive y difunde con su servicio pastoral el Evangelio de la esperanza.No se trata de tres dimensiones diversas, sino de la única esperanza proclamada y acogida con la adhesión de la fe, celebrada en el corazón mismo del misterio pascual que es la Eucaristía, vivida de modo que ilumine e informe toda la vida personal y social de los creyentes.Sin embargo, aún considerando esta unidad es necesario también acoger la intención del Concilio, que en su magisterio sobre los tria munera respecto al obispo y a los presbíteros, prefiere anteponer a los otros ministerios el de la enseñanza. En ello el Vaticano II retorna idealmente la sucesión presente en las palabras que el Resucitado dirigió a sus discípulos: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas... y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt. 28, 18-20). En esta prioridad dada a la tarea episcopal del anuncio del Evangelio, que es una característica de la eclesiología conciliar, todo obispo puede reencontrar el sentido de aquella paternidad espiritual que hacía escribir al apóstol San Pablo: "Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús" (1 Co 4,15).

5.1.2. El Ministerio de la PalabraProclamar el Evangelio de la esperanza101. Como enseña el Concilio, la función que identifica al obispo más que todas, y que, en cierto modo, resume todo su ministerio es la de vicario y embajador de Cristo en la iglesia particular que le es confiada. Así pues, el obispo en cuanto expresión viviente de Cristo, ejerce su función sacramental con la predicación del Evangelio. Como ministro de la Palabra de Dios que actúa con la fuerza del Espíritu y mediante el carisma del servicio episcopal, él hace manifiesto a Cristo en el mundo, lo hace presente en la comunidad y lo comunica eficazmente a aquellos que le hacen un lugar en la propia vida.Se trata de la proclamación del Evangelio de la esperanza como tarea fundamental del ministerio episcopal.Por ello, la predicación del Evangelio sobresale entre los principales deberes de los obispos, que son "los pregoneros de la fe... los maestros auténticos, o sea -los que están dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido confiado la fe que ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida". De ello se deriva que todas las actividades del obispo deben estar dirigidas a la proclamación del Evangelio, "fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree" (Rom 1,16), orientadas a ayudar al pueblo de Dios a la obediencia de Zaje (d. Rom 1, 15) a la Palabra de Dios y a abrazar integralmente la enseñanza de Cristo.

El centro del anuncio102. El Concilio Vaticano II expresa muy adecuadamente el objeto del magisterio del obispo cuando indica que se trata unitariamente de la fe que a de ser creída y practicada en la vida. Puesto que el centro vivo del anuncio es Cristo, el obispo debe precisamente anunciar el misterio de Cristo crucificado y resucitado: Cristo, único salvador del hombre, el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb. 13, 8), centro de la

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historia y de toda la vida de los fieles.De este centro, que es el misterio de Cristo se irradian todas las otras verdades de fe y se irradia también la esperanza para cada hombre. Cristo es la luz que ilumina a todo hombre y todo aquel que es regenerado en Él recibe las primicias del Espíritu que lo habilitan a cumplir la ley nueva del amor.

103. La tarea de la predicación y la custodia del depósito de la fe implican el deber de defender la Palabra de Dios de todo aquello que podría comprometer la pureza y la integridad, aún reconociendo la justa libertad en la profundización ulterior de la fe. El efecto, en la sucesión apostólica, el obispo ha recibido, según el beneplácito del Padre, el carisma seguro de la verdad que debe transmitir.A tal deber ningún obispo puede faltar, aún cuando ello pudiera costarle sacrificio o incomprensión. Como el apóstol San Pablo, el obispo es consciente de haber sido mandado a proclamar el Evangelio "y no con palabras sabias, para no desvirtuar la Cruz de Cristo" (I co 1,17); como él, también el obispo se dedica a "la predicación de la Cruz" (I Co 1,18), no para obtener un consenso humano sino como trasmitir una revelación divina.

Educación en la fe y catequesis104. Maestro de la fe, el obispo es también educador de la fe, a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia. Se trata de su obra de catequesis, que merece la atención plena de los obispos en cuanto pastores y maestros, en cuanto "catequistas por excelencia".Son diversas las formas a través de las cuales el obispo ejerce su servicio de la Palabra de Dios. El Directorio Ecclesiae imago recuerda una forma particular de predicación a la comunidad ya evangelizada, es decir la Homilía, que se destaca por encima de las otras por su contexto litúrgico y por su vínculo con la proclamación de la Palabra mediante las lecturas de la Sagrada Escritura. Otra forma de anuncio es la que un obispo ejerce mediante sus Cartas Pastorales.A este propósito, el uso discreto de los medios de comunicación diocesanos, interdiocesanos o nacionales, será de gran ayuda para la divulgación de los documentos del Magisterio, de los programas pastorales y de los acontecimientos eclesiales.

Toda la Iglesia comprometida en la catequesis105. El carisma magisterial de los obispos es único en su responsabilidad y no puede ser delegado en modo alguno. Sin embargo, como dan testimonio las respuestas a los Lineamenta, no esta aislado en la Iglesia. Cada obispo cumple el servicio pastoral en un Iglesia particular donde, íntimamente unidos a su ministerio y bajo su autoridad, los presbíteros son sus primeros colaboradores, a los que se añaden los diáconos. Una ayuda eficaz viene de las religiosas y los religiosos y de un creciente número de fieles laicos que colaboran, según la constitución de la Iglesia, en el proclamar y en el vivir la palabra de Dios.Gracias a los obispos, la autentica fe católica es transmitida a los padres para que a su vez ellos la trasmitan a los hijos; esto sucede también con los profesores y educadores, a todos los niveles. Todo el laicado da testimonio de la pureza de la fe que los obispos se dedican a mantener infatigablemente y es importante que ningún obispo olvide procurar a los laicos, con escuelas apropiadas, los medios necesarios para una formación conveniente.

Diálogo y colaboración con teólogos y fieles106. Particularmente útil, para los fines del anuncio, es también el dialogo y la colaboración con los teólogos, los cuales se dedican a profundizar metódicamente la insondable riqueza del misterio de Cristo. El magisterio de los pastores y el trabajo teológico, aún teniendo funciones diferentes, dependen ambos de la única Palabra de Dios y tienen el mismo fin de conservar al pueblo de Dios en la verdad. De aquí nace para los obispos la tarea de dar a los teólogos el aliento y el apoyo para que puedan realizar su tarea en la fidelidad a la Tradición y en la atención a las nuevas necesidades de la historia.En diálogo con todos sus fieles, el obispo sabrá reconocer y apreciar su fe, fortalecerla liberarla de añadidos superfluos y darle un contenido doctrinal apropiado. Para esto, y también con el fin de

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elaborar catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones y culturas, el Catecismo de la Iglesia Católica será un punto de referencia para que sea custodiada con atención la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica.

Testigo de la verdad107. Llamado a proclamar la salvación en Cristo Jesús con su predicación, el obispo representa para el pueblo de Dios el signo de la certeza de la fe. Si bien el obispo, como la Iglesia misma, no tiene soluciones listas frente a los problemas del hombre, él es ministro del esplendor de una verdad capaz de iluminar el camino. Aún sin poseer prerrogativas específicas en referencia a la promoción del orden temporal, el obispo, ejerciendo su magisterio y educando en la fe a las personas y las comunidades a él confiadas, prepara a los fieles laicos en vista de soluciones que a ellos corresponde ofrecer según las respectivas competencias.Como subrayan repetidamente las respuestas a los Lineamenta, la mentalidad secularizada de gran parte de la sociedad, así como el énfasis exagerado en la autonomía del pensamiento y la cultura relativista, llevan a la gente a considerar las intervenciones del obispo, y también del Papa, especialmente en materia de moral sexual y familiar, como opiniones entre otras opiniones, sin influencia sobre la vida. Esto, si bien por una parte plantea un desafío radical, por otra es también el terreno para un anuncio de esperanza de parte del obispo.108. Además, el obispo, aún en el respeto de la autonomía de aquellos que son competentes en cuestiones seculares, no puede renunciar al carácter profético de su mensaje portador de esperanza, aún cuando sabe que éste no será aceptado. Ello ocurre especialmente cuando denuncia con valentía, no sólo con palabras, sino con la promoción de medios eficaces a estos fines, la guerra, la injusticia y todo aquello que es destructivo de la dignidad del hombre.Hacer presente en el mundo la potencia de la Palabra que salva es el gran acto de caridad pastoral que un obispo ofrece a los hombres y es también la primera razón de esperanza.

Tareas para el futuro109. De las respuestas a los Lineamenta surgen algunos pedidos precisos para extender y actualizar las tareas del magisterio de los obispos.Según las circunstancias es conveniente que se promuevan iniciativas de amplio alcance diocesano o interdiocesano como la creación de universidades católicas para un influjo adecuado en la vida social, con la formación de un laicado que se destaque en los diversos campos de la ciencia y de la técnica al servicio del hombre y de la verdad. En esta perspectiva, se pide también dar un impulso particular a la pastoral universitaria, según las directivas de la Santa Sede.Como compromiso en campo educativo, se hacen necesarias instituciones idóneas para la promoción y la defensa de las escuelas católicas, a través de la obra de sacerdotes y laicos... Se pide a los gobiernos el reconocimiento de éstas, en cuanto hacen referencia a los derechos de los padres de dar una adecuada educación de los hijos, según los valores culturales y religiosos escogidos libremente por ellos.La promoción de los medios de comunicación social en una sociedad pluralista reclama una adecuada formación de comunicado res a través de varias iniciativas diocesanas o interdiocesanas.

Cultura e inculturación110. La proclamación del Evangelio de parte del obispo en el ámbito de la cultura reclama la promoción de la fe en los campos más sensibles al mensaje del Evangelio.Es necesario favorecer el diálogo con las instituciones culturales laicas, mediante encuentros entre personas preparadas, en los cuales la Iglesia ofrezca su imagen de amiga de todo aquello que es auténticamente humano.Puede ayudar a este diálogo la valorización del patrimonio cultural, artístico e histórico de la diócesis. Existen en las diócesis riquezas culturales, históricas, archivos y bibliotecas, obras de arte que merecen una atención particular como testimonio cultural. Las iniciativas a favor de museos y exposiciones, la

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adecuada conservación, la catalogación y exposición de los tesoros de la tradición artística y literaria, pueden convertirse en instrumento de evangelización y contemplación de la belleza, testimonio de un cuidado particular de la Iglesia por la propia historia humane, geográfica y cultural.Pertenece al ministerio del obispo, según las directivas de la Santa Sede y en colaboración con la Conferencia episcopal, llevar la fe y la vida cristiana a las diversas culturas según las directivas ofrecidas en ocasión de las Asambleas del Sínodo de Obispos, especialmente en lo relacionado con la liturgia, la formación sacerdotal y la vida consagrada.

5.2. La catequesis en Eclesia in América

5.2.1. Iniciación cristiana y comunión34. La comunión de vida en la Iglesia se obtiene por los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. El Bautismo es «la puerta de la vida espiritual: pues por él nos hacemos miembros de Cristo, y del cuerpo de la Iglesia». (102) Los bautizados, al recibir la Confirmación «se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados mas estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras». (103) El proceso de la iniciación cristiana se perfecciona y culmina con la recepción de la Eucaristía, por la cual el bautizado se inserta plenamente en el Cuerpo de Cristo. (104)«Estos sacramentos son una excelente oportunidad para una buena evangelización y catequesis, cuando su preparación se hace por agentes dotados de fe y competencia». (105) Aunque en las diversas diócesis de América se ha avanzado mucho en la preparación para los sacramentos de la iniciación cristiana, los Padres sinodales se lamentaban de que todavía «son muchos los que los reciben sin la suficiente formación». (106) En el caso del bautismo de niños no debe omitirse un esfuerzo catequizador de cara a los padres y padrinos.

La Eucaristía, centro de comunión con Dios y con los hermanos35. La realidad de la Eucaristía no se agota en el hecho de ser el sacramento con el que se culmina la iniciación cristiana. Mientras el Bautismo y la Confirmación tienen la función de iniciar e introducir en la vida propia de la Iglesia, no siendo repetibles, (107) la Eucaristía continúa siendo el centro vivo permanente en tomo al cual se congrega toda la comunidad ec1esial. (108) Los diversos aspectos de este sacramento muestran su inagotable riqueza: es, al mismo tiempo, sacramentosacrificio, sacramento-comunión, sacramento-presencia. (109)La Eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo. Por ello los Pastores del pueblo de Dios en América, a través de la predicación y la catequesis, deben esforzarse en « dar a la celebración eucarística dominical una nueva fuerza, como fuente y culminación de la vida de la Iglesia, prenda de su comunión en el Cuerpo de Cristo e invitación a la solidaridad como expresión del mandato del Señor: «que os améis los unos a los otros, como yo os he amado » (Jn 13, 34»>. (110) Como sugieren los Padres sinodales, dicho esfuerzo debe tener en cuenta varias dimensiones fundamentales. Ante todo, es necesario que los fieles sean conscientes de que la Eucaristía es un inmenso don, a fin de que hagan todo lo posible para participar activa y dignamente en ella, al menos los domingos y días festivos. Al mismo tiempo, se han de promover «todos los esfuerzos de los sacerdotes para hacer más fácil esa participación y posibilitada en las comunidades lejanas». (111) Habrá que recordar a los fieles que «la participación plena en ella, consciente y activa, aunque es esencialmente distinta del oficio del sacerdote ordenado, es una actuación del sacerdocio común recibido en el Bautismo». (112)La necesidad de que los fieles participen en la Eucaristía y las dificultades que surgen por la escasez de sacerdotes, hacen patente la urgencia de fomentar las vocaciones sacerdotales. (113) Es también necesario recordar a toda la Iglesia en América «el lazo existente entre la Eucaristía y la caridad», (114) lazo que la Iglesia primitiva expresaba uniendo el ágape con la Cena eucarística. (115) La participación

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en la Eucaristía debe llevar a una acción caritativa más intensa como fruto de la gracia recibida en este sacramento.

Los jóvenes, esperanza del futuro47. Los jóvenes son una gran fuerza social y evangelizadora. «Constituyen una parte numerosísima de la población en muchas naciones de América. En el encuentro de ellos con Cristo vivo se fundan la esperanza y la expectativas de un futuro de mayor comunión y solidaridad para la Iglesia y las sociedades de América». (179) Son evidentes los esfuerzos que las Iglesias particulares realizan en el Continente para acompañar a los adolescentes en el proceso catequético antes de la Confirmación y de otras formas de acompañamiento que les ofrecen para que crezcan en su encuentro con Cristo y en el conocimiento del Evangelio. El proceso de formación de los jóvenes debe ser constante y dinámico, adecuado para ayudarles a encontrar su lugar en la Iglesia y en el mundo. Por tanto, la pastoral juvenil ha de ocupar un puesto privilegiado entre las preocupaciones de los Pastores y de las comunidades.En realidad, son muchos los jóvenes americanos que buscan el sentido verdadero de su vida y que tienen sed de Dios, pero muchas veces faltan las condiciones idóneas para realizar sus capacidades y lograr sus aspiraciones. Lamentablemente, la falta de trabajo y de esperanzas de futuro los lleva en algunas ocasiones a la marginación y a la violencia. La sensación de frustración que experimentan por todo ello, los hace abandonar frecuentemente la búsqueda de Dios. Ante esta situación tan compleja, «la Iglesia se compromete a mantener su opción pastoral y misionera por los jóvenes para que puedan hoy encontrar a Cristo vivo». (180)La acción pastoral de la Iglesia llega a muchos de estos adolescentes y jóvenes mediante la animación cristiana de la familia, la catequesis, las instituciones educativas católicas y la vida comunitaria de la parroquia. Pero hay otros muchos, especialmente entre los que sufren diversas formas de pobreza, que quedan fuera del campo de la actividad eclesial. Deben ser los jóvenes cristianos, formados con una conciencia misionera madura, los apóstoles de sus coetáneos. Es necesaria una acción pastoral que llegue a los jóvenes en sus propios ambientes, como el colegio, la universidad, el mundo del trabajo o el ambiente rural, con una atención apropiada a su sensibilidad. En el ámbito, parroquial y diocesano será oportuno desarrollar también una acción pastoral de la juventud que tenga en cuenta la evolución del mundo de los jóvenes, que busque el diálogo con ellos, que no, deje pasar las ocasiones propicias para encuentros más amplios, que aliente las iniciativas locales y aproveche también lo que ya se realiza en el ámbito interdiocesano e internacional.Y, ¿qué hacer ante los jóvenes que manifiestan comportamientos adolescentes de una cierta inconstancia y dificultad para asumir compromisos serios para siempre? Ante esta carencia de madurez es necesario invitar a los jóvenes a ser valientes, ayudándoles a apreciar el valor del compromiso para toda la vida, como es el caso del sacerdocio, de la vida consagrada y del matrimonio cristiano. (181)

Acompañar al niño en su encuentro con Cristo48. Los niños son don y signo de la presencia de Dios. «Hay que acompañar al niño en su encuentro con Cristo, desde su bautismo hasta su primera comunión, ya que forma parte de la comunidad viviente de fe, esperanza y caridad». (182) La Iglesia agradece la labor de los padres, maestros, agentes pastorales, sociales y sanitarios, y de todos aquellos que sirven a la familia y a los niños con la misma actitud de Jesucristo que dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos» (Mt 19, 14).Con razón los Padres sinodales lamentan y condenan la condición dolorosa de muchos niños en toda América, privados de la dignidad y la inocencia e incluso de la vida. «Esta condición incluye la violencia, la pobreza, la carencia de casa, la falta de un adecuado cuidado de sanidad y educación, los daños de las drogas y del alcohol, y otros estados de abandono y de abuso». (183) A este respecto, en el Sínodo se hizo mención especial de la problemática del abuso sexual de los niños y de la prostitución infantil, y los Padres lanzaron un urgente llamado «a todos los que están en posiciones de autoridad en la sociedad, para que realicen, como cosa prioritaria, todo lo que está en su poder, para aliviar el dolor

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de los niños en América». (184)

5.2.2. « Como el Padre me envió, también yo los envío» (Jn 20, 21)Enviados por Cristo66. Cristo resucitado, antes de su ascensión al cielo, envió a los Apóstoles a anunciar el Evangelio al mundo entero (cf Mc 16, 15), confiriéndoles los poderes necesarios para realizar esta misión. Es significativo que, antes de darles el último mandato misionero, Jesús se refiriera al poder universal recibido del Padre (cf. Mt 28, 18). En efecto, Cristo transmitió a los Apóstoles la misión recibida del Padre (cf Jn 20, 21), haciéndolos así partícipes de sus poderes. Pero también «los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo». (239) En efecto, ellos han sido «hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo». (240) Por consiguiente, «los fieles laicos -por su participación en el oficio profético de Cristo- están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia», (241) Y por ello deben sentirse llamados y enviados a proclamar la Buena Nueva del Reino. Las palabras de Jesús: «Id también vosotros a mi viña» (Mt 20, 4), 242 deben considerarse dirigidas no sólo a los Apóstoles, sino a todos los que desean ser verdaderos discípulos del Señor.La tarea fundamental a la que Jesús envía a sus discípulos es el anuncio de la Buena Nueva, es decir, la evangelización (cf Mc 16, 15-18). De ahí que, «evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda». (243) Como he manifestado en otras ocasiones, la singularidad y novedad de la situación en la que el mundo y la Iglesia se encuentran, a las puertas del Tercer milenio, y las exigencias que de ello se derivan, hacen que la misión evangelizadora requiera hoy un programa también nuevo que puede definirse en su conjunto como “nueva evangelización”. (244) Como Pastor supremo de la Iglesia deseo fervientemente invitar a todos los miembros del pueblo de Dios, y particularmente a los que viven en el Continente americano --donde por vez primera hice un llamado a un compromiso nuevo «en su ardor, en sus métodos, en su expresión (245)-- a asumir este proyecto y a colaborar en él. Al aceptar esta misión, todos deben recordar que el núcleo vital de la nueva evangelización ha de ser el anuncio claro e inequívoco de la persona de Jesucristo, es decir, el anuncio de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino que Él nos ha conquistado a través de su misterio pascual. (246)

Jesucristo, «buena nueva» y primer evangelizador67. Jesucristo es la «buena nueva» de la salvación comunicada a los hombres de ayer, de hoy y de siempre; pero al mismo tiempo es también el primer y supremo evangelizador. (247) La Iglesia debe centrar su atención pastoral y su acción evangelizadora en Jesucristo crucificado y resucitado. «Todo lo que se proyecte en el campo eclesial ha de partir de Cristo y de su Evangelio». (248), Por lo cual, «la Iglesia en América debe hablar cada vez más de Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre. Este anuncio es el que realmente sacude a los hombres, despierta y transforma los ánimos, es decir, convierte. Cristo ha de ser anunciado con gozo y con fuerza, pero principalmente con el testimonio de la propia vida». (249)Cada cristiano podrá llevar a cabo eficazmente su misión en la medida en que asuma la vida del Hijo de Dios hecho hombre como el modelo perfecto de su acción evangelizadora. La sencillez de su estilo y sus opciones han de ser normativas para todos en la tarea de la evangelización. En esta perspectiva, los pobres han de ser considerados ciertamente entre los primeros destinatarios de la evangelización, a semejanza de Jesús, que decía de sí mismo: «El Espíritu del Señor [...] me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva» (Le 4, 18). (250)Como ya he indicado antes, el amor por los pobres ha de ser preferencial, pero no excluyente. El haber descuidado --como señalaron los Padres sinodales- la atención pastoral de los ambientes dirigentes de la sociedad, con el consiguiente alejamiento de la Iglesia de no pocos de ellos, (251) se debe, en parte, a un planteamiento del cuidado pastoral de los pobres con un cierto exclusivismo. Los daños derivados de

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la difusión del secularismo en dichos ambientes, tanto políticos, como económicos, sindicales, militares, sociales o culturales, muestran la urgencia de una evangelización de los mismos, la cual debe ser alentada y guiada por los Pastores, llamados por Dios para atender a todos. Es necesario evangelizar a los diligentes, hombres y mujeres, con renovado ardor y nuevos métodos, insistiendo principalmente en la formación de sus conciencias mediante la doctrina social de la Iglesia. Esta formación será el mejor antídoto frente a tantos casos de incoherencia y, a veces, de corrupción que afectan a las estructuras sociopolíticas. Por el contrario, si se descuida esta evangelización de los diligentes, no debe sorprender que muchos de ellos sigan criterios ajenos al Evangelio y, a veces, abiertamente contrarios a él. A pesar de todo, y en claro contraste con quienes carecen de una mentalidad cristiana, hay que reconocer «los intentos de no pocos [...] dirigentes por construir una sociedad justa y solidaria». (252)

El encuentro con Cristo lleva a evangelizar68. El encuentro con el Señor produce una profunda transformación de quienes no se cierran a Él. El primer impulso que surge de esta transformación es comunicar a los demás la riqueza adquirida en la experiencia de este encuentro. No se trata sólo de enseñar lo que hemos conocido, sino también, como la mujer samaritana, de hacer que los demás encuentren personalmente a Jesús: «Venid a ver» (Jn 4, 29). El resultado será el mismo que se verificó en el corazón de los samaritanos, que decían a la mujer: « Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4, 42). La Iglesia, que vive de la presencia permanente y misteriosa de su Señor resucitado, tiene como centro de su misión «llevar a todos los hombres al encuentro con Jesucristo». (253)Ella está llamada a anunciar que Cristo vive realmente, es decir, que el Hijo de Dios, que se hizo hombre, murió y resucitó, es el único Salvador de todos los hombres y de todo el hombre, y que como Señor de la historia continúa operante en la Iglesia y en el mundo por medio de su Espí ritu hasta la consumación de los siglos. La presencia del Resucitado en la Iglesia hace posible nuestro encuentro con Él, gracias a la acción invisible de su Espíritu vivificante. Este encuentro se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. Este encuentro, pues, tiene esencialmente una dimensión eclesial y lleva a un compromiso de vida. En efecto, «encontrar a Cristo vivo es aceptar su amor primero, optar por Él, adherir libremente a su persona y proyecto, que es el anuncio y la realización del Reino de Dios». (254)El llamado suscita la búsqueda de Jesús: «Rabbí -que quiere decir, "Maestro"- ¿dónde vives? Les respondió: "Venid y lo veréis". Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día» (ln 1, 38-39). «Ese quedarse no se reduce al día de la vocación, sino que se extiende a toda la vida. Seguirle es vivir como Él vivió, aceptar su mensaje, asumir sus criterios, abrazar su suerte, participar su propósito que es el plan del Padre: invitar a todos a la comunión trinitaria ya la comunión con los hermanos en una sociedad justa y solidaria». (255) El ardiente deseo de invitar a los demás a encontrar a Aquél a quien nosotros hemos encontrado, está en la raíz de la misión evangelizadora que incumbe a toda la Iglesia, pero que se hace especialmente urgente hoy en América, después de haber celebrado los 500 años de la primera evangelización y mientras nos disponemos a conmemorar agradecidos los 2000 años de la venida del Hijo unigénito de Dios al mundo.

Importancia de la catequesis69. La nueva evangelización, en la que todo el Continente está comprometido, indica que la fe no puede darse por supuesta, sino que debe ser presentada explícitamente en toda su amplitud y riqueza. Este es el objetivo principal de la catequesis, la cual, por su misma naturaleza, es una dimensión esencial de la nueva evangelización. «La catequesis es un proceso de formación en la fe, la esperanza y la caridad que informa la mente y toca el corazón, llevando a la persona a abrazar a Cristo de modo pleno y completo. Introduce más plenamente al creyente en la experiencia de la vida cristiana que inc1uye la celebración litúrgica del misterio de la redención y el servicio cristiano a los otros». (256)Conociendo bien la necesidad de una catequización completa, hice mía la propuesta de los Padres de la

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Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1985, de elaborar «un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre fe como sobre moral», el cual pudiera ser «punto de referencia para los catecismos y compendios que se redacten en las diversas regiones». (257) Esta propuesta se ha visto realizada con la publicación de la edición típica del Catechismus Catholicae Ecclesiae. (258) Además del texto oficial del Catecismo, y para un mejor aprovechamiento de sus contenidos, he querido que se elaborara y publicara también un Directorio general para la Catequesis. (259) Recomiendo vivamente el uso de estos dos instrumentos de valor universal a cuantos en América se dedican a la catequesis. Es deseable que ambos documentos se utilicen «en la preparación y revisión de todos los programas parroquiales y diocesanos para la catequesis, teniendo ante los ojos que la situación religiosa de los jóvenes y de los adultos requiere una catequesis más kerigmática y más orgánica en su presentación de los contenidos de la fe». (260)Es necesario reconocer y alentar la valiosa misión que desarrollan tantos catequistas en todo el Continente americano, como verdaderos mensajeros del Reino: «Su fe y su testimonio de vida son partes integrantes de la catequesis». (261) Deseo alentar cada vez más a los fieles para que asuman con valentía y amor al Señor este servicio a la Iglesia, dedicando generosamente su tiempo y sus talentos. Por su parte, los Obispos procuren ofrecer a los catequistas una adecuada formación para que puedan desarrollar esta tarea tan indispensable en la vida de la Iglesia.

5.3. Selección de temas de Catechesi Tradende

5.3.1. Tenemos un solo maestro: JesucristoEn comunión con la persona de Cristo5. La IV Asamblea general del Sínodo de los Obispos ha insistido mucho en el cristocentrismo de toda catequesis auténtica. Podemos señalar aquí los dos significados de la palabra que ni se oponen ni se excluyen, sino que más bien se relacionan y se complementan.Hay que subrayar, en primer lugar, que en el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, "Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad", que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros. Jesús es "el Camino, la Verdad y la Vida", y la vida cristiana consiste en seguir a Cristo, en la "sequela Christi".El objeto esencial y primordial de la catequesis es, empleando una expresión muy familiar a San Pablo y a la teología contemporánea, "el Misterio de Cristo". Catequizar, es, en cierto modo, llevar a uno a escrutar ese Misterio en toda su dimensión: "Iluminar a todos acerca de la dispensación del misterio..., comprender, en unión con todos los santos, cuál es la anchura, la largura, la altura y la profundidad y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios".Se trata, por tanto, de descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios que se realiza en El. Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados por El mismo, pues ellos encierran y manifiestan a la vez su Misterio. En este sentido, el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad.

Transmitir la doctrina de Cristo6. En la catequesis, el Cristocentrismo significa también que, a través de ella, se transmite no la propia doctrina o la de otra maestro, sino la enseñanza de Jesucristo, la Verdad que El comunica o, más exactamente, la Verdad que El es. Así, pues, hay que decir que en la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a El; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca. La constante preocupación de todo catequista, cualquiera que sea su responsabilidad en la

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Iglesia, debe ser la de comunicar, a través de su enseñanza y su comportamiento, la doctrina y la vida de Jesús.No tratará de fijar en sí mismo, en sus opiniones y actitudes personales, la atención y la adhesión de aquel a quien catequiza; no tratará de inculcar sus opiniones y opciones personales como si éstas expresaran la doctrina y las lecciones de vida de Cristo. Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la misteriosa frase de Jesús: "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado". Es lo que hace San Pablo al tratar una cuestión de primordial importancia: "Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido". ¡Qué contacto asiduo con la Palabra de Dios transmitida por el Magisterio de la Iglesia, qué familiaridad profunda con Cristo y con el Padres, qué espíritu de oración, qué despego de sí mismo ha de tener el catequista para poder decir: "Mi doctrina no es mía"!

Cristo que enseña7. Esta doctrina no es un cúmulo de verdades abstractas, es la comunicación del Misterio vivo de Dios. La calidad de Aquel que enseña en el Evangelio y la naturaleza de la enseñanza superan en todo a las de los "maestros" en Israel, merced a la unión única existente entre lo que El dice, hace y lo que es. Es evidente que los Evangelios indican claramente los momentos en que Jesús enseña, "Jesús hizo y enseñó": en estos dos verbos que introducen al libro de los Hechos, San Lucas une y distingue a la vez dos dimensiones en la misión de Cristo.Jesús enseñó. Este es el testimonio que El da de sí mismo. "Todos los días me sentaba en el Templo a enseñar". Esta es la observación llena de admiración que hacen los evangelistas, maravillados de verlo enseñando en todo tiempo y lugar, y de una forma y con una autoridad desconocidas entonces: "De nuevo se fueron reuniendo junto a El las multitudes y de nuevo, según su costumbre, les enseñaba"; "y se asombraban de su enseñanza, pues enseñaba como quien tiene autoridad". Eso mismo hacen notar sus enemigos, aunque sólo sea para acusarlo y buscar un pretexto para condenarlo. "Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde empezó, hasta aquí".

El único Maestro8. El que enseña así merece a título único el nombre de Maestro. ¡Cuántas veces se le da este título de maestro a lo largo de todo el Nuevo Testamento, y especialmente en los Evangelios!. Son evidentemente los Doce, los otros discípulos y las muchedumbres que lo escuchan quienes le llaman "Maestro" con acento a la vez de admiración, de confianza y de ternura. Incluso los Fariseos y los Saduceos, los Doctores de la Ley y los Judíos en general no le rehúsan esta denominación: "Maestro, quisiéramos ver una señal tuya"; "Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?".Pero sobre todo Jesús mismo se llama Maestro en ocasiones particularmente solemnes y muy significativas: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque de verdad lo soy"; y proclama la singularidad, el carácter único de su condición de Maestro: "Uno solo es vuestro Maestro": Cristo. Se comprende que, a lo largo de dos mil años, en todas las lenguas de la tierra, hombres de toda condición, raza y nación, le hayan dado con veneración este título repitiendo a su manera la exclamación de Nicodemo: "has venido como Maestro de parte de Dios".Esta imagen de Cristo que enseña, a la vez majestuosa y familiar, impresionante y tranquilizadora, imagen trazada por la pluma de los evangelistas y evocada después, con frecuencia, por la iconografía desde la época paleocristiana - ¡tan atractiva es! -, deseo ahora evocarla en el umbral de estas reflexiones sobre la catequesis en el mundo actual.

Enseñando con toda su vida9. No olvido, haciendo esto, que la majestad de Cristo que enseña, la coherencia y la fuerza persuasiva únicas de su enseñanza, no se explican sino porque sus palabras, sus parábolas y razonamientos no pueden separarse nunca de su vida y de su mismo ser.

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En este sentido, la vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por os pequeños y los pobres, la aceptación del sacrificio total en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación. De suerte que para los cristianos el Crucifijo es una de las imágenes más sublimes y populares de Jesús que enseña.Estas consideraciones, que están en línea con las grandes tradiciones de la Iglesia, reafirman en nosotros el fervor hacia Cristo, el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria.Solamente en íntima comunión con El, los catequistas encontrarán luz y fuerza para una renovación auténtica y deseable de la catequesis.

5.3.2. La tarea nos concierne a todosAliento a todos los responsables62. Ahora, Hermanos e Hijos queridísimos, quisiera que mis palabras, concebidas como una grave y ardiente exhortación de mi ministerio de Pastor de la Iglesia universal, enardecieran vuestros corazones a la manera de las cartas de San Pablo a sus compañeros de Evangelio Tito y Timoteo, a la manera de San Agustín cuando escribía al diácono Deogracias, desalentado sobre el gozo de catequizar. ¡Sí, quiero sembrar pródigamente en el corazón de todos los responsables, tan numerosos y diversos, de la enseñanza religiosa y del adiestramiento en la vida según el Evangelio, el valor, la esperanza y el entusiasmo!.

Obispos63. Me dirijo ante todo a vosotros mis Hermanos Obispos: el Concilio Vaticano II ya os recordó explícitamente vuestra tarea en el campo catequético, y los Padres de la IV Asamblea general del Sínodo lo subrayaron expresamente.En el campo de la catequesis tenéis vosotros, queridísimos Hermanos, una misión particular en vuestras Iglesias: en ellas sois los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia. Lleváis también con el Papa en el espíritu de la colegialidad episcopal, el peso de la catequesis en la Iglesia entera. permitid, pues que os hable con el corazón en la mano.Sé que el ministerio episcopal que tenéis encomendado es cada día más complejo y abrumador. Os requieren mil compromisos, desde la formación de nuevos sacerdotes, a la presencia activa en medio de las comunidades de fieles, desde la celebración viva y digna del culto y de los sacramentos, a la solicitud por la promoción humana y por la defensa de los derechos del hombre. Pues bien, ¡que la solicitud pro promover una catequesis activa y eficaz no ceda en nada a cualquier otras preocupación!.Esta solicitud os llevará a transmitir personalmente a vuestros fieles la doctrina de vida. pero debe llevaros también a haceros cargo en vuestras diócesis, en conformidad con los planes de la Conferencia episcopal a la que pertenecéis, de la alta dirección de la catequesis, rodeándoos de colaboradores competentes y dignos de confianza. Vuestro cometido principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos necesarios.Tened la seguridad de que, si funciona bien la catequesis en las Iglesias locales, todo el resto resulta más fácil. Por lo demás - ¿hace falta decíroslo? - vuestro celo os impondrá eventualmente la tarea ingrata de denunciar desviaciones y corregir errores, pero con mucha mayor frecuencia os deparará el gozo y el consuelo de proclamar la sana doctrina y de ver cómo florecen vuestras Iglesias gracias a la catequesis impartida como quiere el Señor.

Sacerdotes

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64. En cuanto a vosotros, sacerdotes, aquí tenéis un campo en el que sois los colaboradores inmediatos de vuestros Obispos. El Concilio os ha llamado "educadores de la fe": ¿Cómo serlo más cabalmente que dedicando lo mejor de vuestros esfuerzos al crecimiento de vuestras comunidades en la fe? Lo mismo si tenéis un cargo parroquial que si sois capellanes en una escuela, instituto o universidad, si sois responsables de la pastoral a cualquier nivel o animadores de pequeñas o grandes comunidades, pero sobre todo de grupos de jóvenes, la Iglesia espera de vosotros que no dejéis nada por hacer con miras a una obra catequética bien estructurada y bien orientada.Los diáconos y demás ministros que pueda haber en torno vuestro son vuestros cooperadores natos. Todos los creyentes tienen derecho a la catequesis; todos los pastores tienen el deber de impartirla. A las autoridades civiles pediremos siempre que respeten la libertad de la enseñanza catequética; a vosotros, ministros de Jesucristo, os suplico con todas mis fuerzas: no permitáis que, por una cierta falta de celo, como consecuencia de alguna idea inoportuna, preconcebida, los fieles queden sin catequesis. Que no se pueda decir: "los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo parta".

Religiosos y religiosas65. Muchas familias religiosas masculinas y femeninas nacieron para la educación cristiana de los niños y de los jóvenes, principalmente los más abandonados. En el decurso de la historia, los religiosos y las religiosas se han encontrado muy comprometidos en la actividad catequética de la Iglesia, llevando a cabo un trabajo particularmente idóneo y eficaz. En un momento en que se quiere intensificar los vínculos entre los religiosos y los pastores y, en consecuencia, la presencia activa de las comunidades religiosas y de sus miembros en los proyectos pastorales de las Iglesias locales, os exhorto de todo corazón a vosotros, que en virtud de la consagración religiosa debéis estar aún más disponibles para servir a la Iglesia, a prepararos lo mejor posible para la tarea catequética, según las distintas vocaciones de vuestros institutos y las misiones que os han sido confiadas, llevando a todas partes esta preocupación. ¡Que las comunidades dediquen el máximo de sus capacidades y de sus posibilidades a la obra específica de la catequesis!.

Catequistas laicos...66. En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños. Vuestras actividad, con frecuencia humilde y oculta, mas ejercida siempre con celo ardientes y generosos, en una forma eminente de apostolado seglar, particularmente importante, allí donde, por distintas razones, los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente. En efecto, ¿cuántos de nosotros hemos recibido de personas como vosotros las primeras nociones de catecismo y la preparación para el sacramentos de la reconciliación, para la primera comunión y para la confirmación? La IV Asamblea general del Sínodo no os ha olvidado. Con ella os animo a proseguir vuestra colaboración en la vida de la Iglesia.Pero el título de "catequista" se aplica por excelencia a los catequistas de tierras de misión. Habiendo nacido de familias ya cristianas o habiéndose convertido un día al cristianismo e instruidos por los misioneros o por otros catequistas, consagran luego su vida, durante largos años, a catequizar a los niños y adultos de sus países. Sin ellos no se habrían edificado Iglesias hoy día florecientes.Me alegro de los esfuerzos realizados por la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos con miras a perfeccionar cada vez más la formación de esos catequistas. Evoco con reconocimiento la memoria de aquellos a quienes el Señor llamó ya a Sí. Pido la intercesión de aquellos a quienes mis predecesores elevaron a la gloria de los altares. Aliento de todo corazón a los que ahora están entregados a esa obra. Deseo que otros muchos los releven y que su número se acreciente en favor de una obra tan necesaria para la misión.

... en parroquia...

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67. Quiero evocar ahora el marco concreto en que actúan habitualmente todos estos catequistas, volviendo todavía de manera más sintética sobre los "lugares" de la catequesis, algunos de los cuales han sido ya evocados en el capítulo VI: parroquia, familia, escuela y movimiento.Aunque es verdad que se puede catequizar en todas partes, quiero subrayar - conforme al deseo de muchísimos Obispos - que la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado. Ciertamente en muchos países, la parroquia ha sido como sacudida por el fenómeno de la urbanización. Algunos quizás han aceptado demasiado fácilmente que la parroquia sea considerada como sobrepasada, si no destinada a la desaparición, en beneficio de pequeñas comunidades más adaptadas y más eficaces.Quiérase o no, la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes. El realismo y la cordura piden, pues, continuar dando a la parroquia, si es necesario, estructuras más adecuadas y sobre todo un nuevo impulso gracias a la integración creciente de miembros cualificados, responsables y generosos. Dicho esto, y teniendo en cuenta la necesaria diversidad de lugares de catequesis, en la misma parroquia, en las familias que acogen a niños o adolescentes, en las capellanías de las escuelas estatales, en las instituciones escolares católicas, en los movimientos de apostolado que conservan unos tiempos catequéticos, en centros abiertos a todos los jóvenes, en fines de semana de formación espiritual, etc., es muy conveniente que todos estos canales catequéticos converjan realmente hacia una misma confesión de fe, hacia una misma pertenencia a la Iglesia, hacia unos compromisos en la sociedad vividos en el mismo espíritu evangélico: "... un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre...".Por esto, toda parroquia importante y toda agrupación de parroquias numéricamente más reducidas tienen el grave deber de formar responsables totalmente entregados a la animación catequética - sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares -, de prever el equipamiento necesario para una catequesis bajo todos sus aspectos, de multiplicar y adaptar los lugares de catequesis en la medida que sea posible y útil, de velar por la cualidad de la formación religiosa y por la integración de distintos grupos en el cuerpo eclesial.En una palabra, sin monopolizar y sin uniformar, la parroquia sigue siendo, como he dicho, el lugar privilegiado de la catequesis. Ella debe encontrar su vocación, el ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los bautizados y los confirmados toman conciencia de ser pueblo de Dios. Allí, el pan de la buena doctrina y el pan de la Eucaristía son repartidos en abundancia en el marco de un solo acto de culto; desde allí son enviados cada día a su misión apostólica en todas las obras de la vida del mundo.

... en familia...68. La acción catequética de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible, subrayado con razón por la Iglesia, especialmente por el Concilio Vaticano II. Esta educación en la fe, impartida por los padres - de debe comenzar desde la más tierna edad de los niños - se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de sus testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso, mas perseverante a lo largo de una existencia cotidiana vivida según el Evangelio.Será más señalada cuando, al ritmo de los acontecimientos familiares - tales como la recepción de los sacramentos, la celebración de grandes fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o la ocasión de un luto - se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos. Pero es importante ir más allá: los padres cristianos han de esforzarse en seguir y reanudar en el ámbito familiar la formación más metódica recibida en otro tiempo.El hecho de que estas verdades sobre las principales cuestiones de la fe de la vida cristina sean así transmitidas en un ambiente familiar impregnado de amor y respeto permitirá muchas veces que deje en los niños una huella de manera decisiva y para toda la vida. Los mismos padres aprovechen el esfuerzo que esto les impone, porque en un diálogo catequético de este tipo cada uno recibe y da.

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La catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis. Además, en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.Nunca se esforzarán bastante los padres cristianos por prepararse a este ministerio de catequistas de sus propios hijos y por ejercerlo con celo infatigable. Y es preciso alentar igualmente a las personas o instituciones que, por medio de contactos personales, encuentros o reuniones y toda suerte de medios pedagógicos, ayudan a los padres a cumplir su cometido: el servicio que prestan a la catequesis es inestimable.

... en la escuela...69. Al lado de la familia y en colaboración con ella, la escuela ofrece a la catequesis posibilidades no desdeñables. En los países, cada vez más escasos por desgracia, donde es posible dar dentro del marco escolar una educación en la fe, la Iglesia tiene el deber de hacerlo lo mejor posible. Esto se refiere, ante todo, a la escuela católica: ¿Seguiría mereciendo este nombre si, aun brillando por su alto nivel de enseñanza en las materias profanas, hubiera motivo justificado para reprocharle su negligencia o desviación en la educación propiamente religiosa? ¡Y no se diga que ésta se dará siempre implícitamente o de manera indirecta!.El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de los alumnos. Si es verdad que las instituciones católicas deben respetar la libertad de conciencia, es decir, evitar cargar sobre ella desde fuera, por presiones físicas o morales, especialmente en lo que concierne a los actos religiosos de los adolescentes, no lo es menos que tienen el grave deber de ofrecer una formación religiosa adaptada a las situaciones con frecuencia diversas de los alumnos, y también hacerles comprender que la llamada de Dios a servirle en espíritu y en verdad, según los mandamientos de Dios y los preceptos de la Iglesia, sin constreñir al hombre, no lo obliga menos en conciencia.Pero me refiero también a la escuela no confesional y a la estatal. Expreso el deseo ardiente de que, respondiendo a un derecho claro de la persona humana y de las familias y en el respeto de la libertad religiosa de todos, sea posible a todos los alumnos católicos el progresar en su formación espiritual con la ayuda de una enseñanza religiosa que dependa de la Iglesia, pero que, según los países, pueda ser ofrecida a la escuela o en el ámbito de la escuela, o más aún en el marco de un acuerdo con los poderes públicos sobre los programas escolares, si la catequesis tiene lugar solamente en la parroquia o en otro centro pastoral.En efecto, donde hay dificultades objetivas, por ejemplo, cuando los alumnos son de religiones distintas, conviene ordenar los horarios escolares de cara a permitir a los católicos que profundicen su fe y su experiencia religiosa, con unos educadores cualificados, sacerdotes o laicos.Ciertamente, muchos elementos vitales además de la escuela contribuyen a influenciar la mentalidad de los jóvenes: asueto, medio social, medio laboral. Pero los que han realizado estudios están fuertemente señalados por ellos, iniciados a unos valores culturales o morales aprendidos en el clima de la institución de enseñanza, interpelados por múltiples ideas recibidas en la escuela: conviene que la catequesis tenga muy en cuenta esta escolarización para alcanzar verdaderamente los demás elementos del saber y de la educación, a fin de que el Evangelio impregne la mentalidad de los alumnos en el terreno de su formación y que la armonización de su cultura se logre a la luz de la fe.Aliento, pues, a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares que se ocupen de ayudar a estos alumnos en el plano de la fe. Por lo demás, es el momento de declarar aquí mi firme convicción de que el respeto demostrado a la fe católica de los jóvenes, incluso facilitando su educación, arraigo, consolidación, libre profesión y práctica, honraría, ciertamente a todo Gobierno, cualquiera que sea el sistema en que se basa o la ideología en que se inspira.

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... en los movimientos70. Reciban finalmente mi palabra de aliento las asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles que se dedican a la práctica de la piedad, al apostolado, a la caridad y a la asistencia, a la presencia cristiana en las realidades temporales. Todos ellos alcanzarán tanto mejor sus objetivos propios y servirán tanto mejor a la Iglesia, cuanto más importante sea el espacio que dediquen, en su organización interna y en su método de acción, a una seria formación religiosa de sus miembros. En este sentido, toda asociación de fieles en la Iglesia debe ser, por definición, educadora de la fe.Así aparece más ostensiblemente la parte que corresponde hoy a los seglares en la catequesis, siempre bajo la dirección pastoral de sus Obispos, como en otra parte han subrayado en varias ocasiones las Proposiciones formuladas por el Sínodo.

Institutos de formación71. Esta contribución de los seglares, por el cual hemos de estar reconocidos al Señor, constituye al mismo tiempo un reto a nuestra responsabilidad de Pastores. En efecto, esos catequistas seglares deben recibir una formación esmerada para lo que es, si no un ministerio formalmente instituido, sí al menos una función de altísimo relieve en la Iglesia. Ahora bien, esa formación nos invita a organizar Centros e Instituciones idóneos, sobre los que los Obispos mantendrán una atención constante.Es un campo en el que una colaboración diocesana, interdiocesana e incluso nacional se revela fecunda y fructuosa. Aquí, igualmente, es donde podrán manifestar su mayor eficacia la ayuda material ofrecida por las Iglesias más acomodadas a sus hermanas más pobres. En efecto, ¿es que puede una Iglesia hacer en favor de otra algo mejor que ayudarla a crecer por sí misma como Iglesia?.A todos los que trabajan generosamente al servicio del Evangelio y a quienes he expresado aquí mis vivos alientos, quisiera recordar una consigna muy querida a mi venerado predecesor Pablo VI: "Evangelizadores: nosotros debemos ofrecer... la imagen... de hombres adultos en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la evangelización está ciertamente vinculada al testimonio de unidad dado por la Iglesia. He aquí una fuente de responsabilidad, pero también de consuelo".

5.3.3. El Espíritu Santo Maestro interior72. Al final de esta Exhortación Apostólica, la mirada se vuelve hacia Aquél que es el principio inspirador de toda la obra catequética y de los que la realizan: el Espíritu del Padres y del Hijo: el Espíritu Santo.Al exponer la misión que tendría este Espíritu en la Iglesia, Cristo utiliza estas palabras significativas: "El os lo enseñará o os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho". Y añade: "Cuando viniere Aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa..., os comunicará las cosas venideras".El Espíritu es, pues, prometido a la Iglesia y a cada fiel como un Maestro interior que, en la intimidad de la conciencia y del corazón, hace comprender lo que se había entendido, pero que no se había sido capaz de captar plenamente. "El Espíritu Santo desde ahora instruye a los fieles - decía a este respecto San Agustín - según la capacidad espiritual de cada uno. Y él enciende en sus corazones un deseo más vivo en la media en la que cada uno progresa en esta caridad que le hace amar lo que ya conocía y desear lo que todavía no conocía".Además, misión del Espíritu es también transformar a los discípulos en testigos de Cristo: "El dará testimonio de mí y vosotros daréis también testimonio".Más aún. Para San Pablo, que sintetiza en este punto una teología latente en todo el Nuevo Testamento, la vida según el Espíritu, es todo el "ser cristiano", toda la vida cristiana, la vida nueva de los hijos de Dios. Sólo el Espíritu nos permite llamar a Dios: "Abba, Padre". Sin el Espíritu no podemos decir: "Jesús es el Señor".Del Espíritu proceden todos los carismas que edifican la Iglesia, comunidad de cristianos. En este sentido San Pablo da a cada discípulo de Cristo esta consigna: "Llenaos del Espíritu". San Agustín es

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muy explícito: "El hecho de creer y de obrar bien son nuestros como consecuencia de la libre elección de nuestra voluntad, y sin embargo uno y otro son un don que viene del Espíritu de fe y de Caridad".La catequesis, que es crecimiento en la fe y maduración de la vida cristiana hacia la plenitud, es pos consiguiente una obra del Espíritu Santo, obra que sólo El puede suscitar y alimentar en la Iglesia.Esta constatación, sacada de la lectura de los textos citados más arriba, y de otros muchos pasajes del Nuevo Testamento, nos lleva a dos convicciones.Ante todo está claro que la Iglesia, cuando ejerce su misión catequética - como también cada cristiano que la ejerce en la Iglesia y en nombre de la Iglesia - debe ser muy consciente de que actúa como instrumento vivo y dócil del Espíritu Santo. Invocar, constantemente este Espíritu, estar en comunión con El, esforzarse en conocer sus auténticas inspiraciones debe ser la actitud de la Iglesia docente y de todo catequista.Además, es necesario que el deseo profundo de comprender mejor la acción del Espíritu y de entregarse más a él - dado que "nosotros vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu", como observaba mi Predecesor Pablo VI en su Exhortación Apostólica "Evangelii nuntiandi" - provoca un despertar catequético. En efecto, la "renovación en el Espíritu" será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia, no tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios, cuanto si conduce al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un esfuerzo humilde, paciente, y perseverante para conocer siempre mejor el misterio de Cristo y dar testimonio de El.Yo invoco ahora sobre la Iglesia catequizadora este Espíritu del Padres y del Hijo, y le suplicamos que renueve en esta Iglesia el dinamismo catequético.

5.3.4. María, madre y modelo de discípulo73. Que la Virgen de Pentecostés nos lo obtenga con su intercesión. Por una vocación singular, ella vio a su Hijo Jesús "crecer en sabiduría, edad y gracia". En su regazo y luego escuchándola, a lo largo de la vida oculta en Nazaret, este Hijo, que era el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, ha sido formado por ella en el conocimiento humano de las Escrituras y de la historia del designio de Dios sobre su Pueblo, en la adoración al Padre.Por otra parte, ella ha sido la primera de sus discípulos: primera en el tiempo, pues ya al encontrarle en el Templo, recibe de su Hijo adolescente unas lecciones que conserva en su corazón; la primera, sobre todo, porque nadie ha sido enseñado por Dios con tanta profundidad: "Madre y a la vez discípula", decía de ella San Agustín, añadiendo atrevidamente que esto fue para ella más importante que lo otro. No sin razón en el Aula Sinodal se dijo de María que es "un catecismo viviente", "madre y modelo de los catequistas".Quiera, pues, la presencia del Espíritu Santo, por intercesión de María, conceder a la Iglesia un impulso creciente en la obra catequética que le es esencial. Entonces la Iglesia realizará con eficacia, en esta hora de gracia, la misión inalienable y universal recibida de su Maestro: "Id, pues, enseñad a todas las gentes".

Trabajo Práctico 51. Nombrar y explicar con citas del Concilio Vaticano II que iluminan los temas tratados en esta

unidad.

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UNIDAD 6: GUIA PARA LOS CATEQUISTAS MISIONEROS

Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Documento de orientación vocacional, de formación y de promoción del Catequista en los territorios de misión que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Ciudad del Vaticano 1993Venerables Hermanos en el Episcopado, Queridos Sacerdotes, Queridos Catequistas.

En este histórico período, que por múltiples razones se manifiesta sumamente sensible y favorable al influjo del mensaje cristiano, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos ha querido brindar una especial atención a algunas de las categorías de personas que, en la actividad misionera, desempeñan un rol imprescindible. Así, luego de considerar la materia concerniente a la formación en los seminarios mayores (1986) y la temática relativa a la vida y al ministerio de los sacerdotes (1989), nuestra Congregación, en ocasión de su Asamblea Plenaria del mes de abril de 1992, ha centrado su atención y su reflexión, en los catequistas laicos.En el largo camino evangelizador que la Iglesia ha recorrido, los catequistas han tenido siempre un papel de primera importancia. Aun hoy, como justamente afirma la Encíclica Redemptoris Missio, ellos son también "insustituibles evangelizadores". El mismo Santo Padre, dirigiendo su Mensaje a nuestra citada Asamblea Plenaria, ha confirmado nuevamente la singularidad del papel del catequista afirmando que: "Durante mis viajes apostólicos he podido constatar personalmente que los catequistas ofrecen, sobre todo en los territorios de misión, 'una singular e insustituible contribución a la propagación de la fe y de la Iglesia (AG 17)".También la Congregación para la Evangelización de los Pueblos ha percibido y percibe directa y claramente la indiscutible actualidad de los catequistas laicos. Pues ellos, bajo la guía de los sacerdotes, siguen anunciando con franqueza la "Buena Nueva" a sus hermanos no cristianos, preparándolos luego a ingresar en la comunidad eclesial con el bautismo. Mediante la instrucción religiosa, la preparación a los sacramentos, la promoción de la oración y de las obras de caridad, ayudan a los bautizados a crecer en el fervor de la vida cristiana. Donde los sacerdotes son escasos, a ellos es encomendada la guía pastoral de las pequeñas comunidades lejanas al centro. Y también, sosteniendo duras pruebas y dolorosas privaciones, ellos son frecuentemente llamados a testimoniar su propia fidelidad. La historia pasada y reciente de la evangelización ratifican esta coherencia que, siendo tal, no raramente los ha conducido a donar hasta la propia vida. (Verdaderamente los catequistas son un honor de la Iglesia misionera!La presente Guía para los catequistas, fruto de la última Plenaria de nuestra Congregación, evidencia el interés del Dicasterio misionero en favor de esta "benemérita escuadra" de apóstoles laicos. Ella contiene un material vasto y ordenado que toca variados aspectos de particular importancia, como son: la identidad del catequista, su selección, su formación y espiritualidad, algunas de sus fundamentales tareas apostólicas y hasta su situación económica.Con grande esperanza encomiendo esta Guía a los Obispos, a los Sacerdotes y a los mismos catequistas, invitando a todos a tomarla seriamente en examen y a esforzarse por actuar las directivas contenidas en ella. A los Centros y a las Escuelas para los catequistas, les pido, en particular, que se esmeren por inserir y hacer específica y práctica referencia de este documento en sus programas de formación y de enseñanza, los cuales, por lo que toca a los contenidos, cuentan ya con el Catecismo de la Iglesia Católica, y que fue publicado sucesivamente a la celebración de la Asamblea Plenaria.

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La utilización atenta y fiel de la Guía para los catequistas en todas las Iglesias que dependen de nuestro Dicasterio misionero, además de promover en modo renovado la figura del catequista, contribuirá ciertamente a garantizar un unitario crecimiento en tan vital sector para el futuro de la misión en el mundo.Es este el auspicio sincero que, con la oración, encomiendo a María "Madre y Modelo de los catequistas", a quien pido los haga ser, cada vez más y siempre, patente y consolante realidad en todas las jóvenes Iglesias.El Santo Padre, al tomar conocimiento de este empeño asumido por nuestro Dicasterio y visto el texto de la "Guía", ha manifestado su vivo aprecio y aliento por la iniciativa, impartiendo de corazón a todos, con particular miramiento a los catequistas, la reconfortante bendición apostólica.Roma, Fiesta de San Francisco Javier, 3 de Diciembre de 1993

Introducción

1. Ministerio necesario. La Congregación para la Evangelización de los Pueblos (CEP) ha demostrado siempre una atención especial por los catequistas, convencida de que ellos constituyen - bajo la guía de los Pastores - una fuerza de primer orden para la evangelización. Después de haber publicado en el mes de abril de 1970, algunas directrices de orden práctico sobre los catequistas, consciente de su responsabilidad y teniendo en cuenta los profundos cambios ocurridos en el campo misionero, la CEP se propone llamar nuevamente la atención sobre la situación actual, los problemas y las perspectivas de promoción de esa benemérita legión de apóstoles. La CEP se siente reconfortada al respecto por las numerosas y urgentes intervenciones del Santo Padre Juan Pablo II, que, en sus viajes apostólicos, aprovecha toda oportunidad para subrayar la actualidad y la importancia de la obra de los catequistas, como "fundamental servicio evangélico".Se trata de un objetivo exigente y comprometedor. Pero teniendo en cuenta que los catequistas, desde los primeros siglos del Cristianismo y en todas las épocas de renovado impulso misionero, han dado siempre, y siguen prestando todavía, "una ayuda singular y enteramente necesaria para la expansión de la fe y de la Iglesia", ese objetivo llega a ser también prometedor e irrenunciable.Animada por estas constataciones, y después de haber examinado en la Asamblea Plenaria del 27-30 abril 1992 todas las informaciones y sugerencias recibidas como resultado de una amplia consulta realizada entre los Obispos y los centros de catequesis de los territorios de misión, la CEP ha preparado una Guía para los catequistas en la que se tratan de manera sistemática y existencial, los aspectos principales de la vocación, la identidad, la espiritualidad, la elección, la formación, las tareas misioneras y pastorales, la remuneración y la responsabilidad del pueblo de Dios hacia los catequistas, en la situación actual y en perspectiva al futuro.Se proponen, en cada tema, tanto el ideal que se quiere alcanzar, como los elementos indispensables y realísticos para que un catequista pueda definirse como tal.Las directrices se expresan, de propósito, en forma general, para que sean aplicables a todos los catequistas de las jóvenes Iglesias. Es tarea de los Pastores competentes especificarlas, en base a las necesidades y de las posibilidades locales.Los destinatarios de esta Guía son, ante todo, los catequistas, pero también los relacionados con ellos, es decir los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, los formadores y los fieles, ya que existe una profunda conexión entre los distintos componentes de la comunidad eclesial.Antes de la publicación de esta Guía, el Santo Padre Juan Pablo II ha aprobado el Catecismo de la Iglesia Católica, y ordenó su publicación. No hace falta encarecer la importancia extraordinaria para la Iglesia y para todo hombre de buena voluntad, de esta rica y sintética "exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas o iluminadas para la Sagrada Escritura, por la Tradición Apostólica y el Magisterio". Es evidente que el nuevo Catecismo, aunque sea un documento diferente por finalidades y contenidos, proporciona nueva luz a distintos puntos de la Guía y, sobre todo es un seguro y competente punto de referencia para la formación y la actividad de los catequistas. En la

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redacción final del texto, en particular en las notas, se han indicado las principales conexiones con los temas expuestos en el Catecismo.Lo que se busca es que esta Guía pueda ser un punto de referencia, de unidad y de estímulo para los catequistas y, a través de su acción, también para las comunidades eclesiales. La CEP, por tanto, la confía a las Conferencias Episcopales y a cada uno de los Ordinarios, como ayuda para la vida y el apostolado de los catequistas, y como base para la renovación de los Directorios nacionales y diocesanos que les conciernen.

6.1. Primera parte un apóstol siempre actual

6.1.1. El catequista para una Iglesia misionera2. Vocación e identidad. En la Iglesia, el Espíritu Santo llama por su nombre a cada bautizado a dar su aportación al advenimiento del Reino de Dios. En el estado laical se dan varias vocaciones, es decir, distintos caminos espirituales y apostólicos en los que están involucrados cada uno de los fieles y los grupos. En el cauce de una vocación laical común florecen vocaciones laicales particulares.Fundamento de la personalidad del catequista, además de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, es, pues, un llamamiento específico del Espíritu, es decir, un "carisma particular reconocido por la Iglesia" hecho explícito por el mandato del Obispo. Es importante que el candidato a catequista capte el sentido sobrenatural y eclesial de ese llamamiento, para que pueda responder con coherencia y decisión como el Verbo eterno: "He aquí que vengo" (Hb 10,7), o como el profeta: "Heme aquí, envíame" (Is 6,8).En la realidad misionera, la vocación del catequista es específica, es decir, reservada a la catequesis, y general, para colaborar en los servicios apostólicos que sirven para la edificación de la Iglesia y para su crecimiento.La CEP insiste sobre el valor y sobre la especificidad de la vocación del catequista; de ahí el empeño que debe tener cada uno en descubrir, discernir y cultivar la propia vocación.Por tanto, el catequista que trabaja en los territorios de misión tiene una identidad propia que lo distingue del catequista que desempeña sus funciones en las Iglesias de antigua fundación, como lo enseñan el mismo Magisterio y la legislación de la Iglesia.Sintetizando, el catequista en los territorios de misión está caracterizado por cuatro elementos comunes y específicos: un llamamiento del Espíritu; una misión eclesial; una cooperación al mandato apostólico del Obispo; una conexión especial con la realización de la actividad misionera ad Gentes.

3. Función. Estrechamente vinculada a esa identidad está la función del catequista que se desarrolla en relación con la actividad misionera. Esa misión se presenta amplia y diferenciada: al mismo tiempo que anuncio explícito del mensaje cristiano y conducción de los catecúmenos y de los hermanos y hermanas a los sacramentos hasta la madurez de fe en Cristo, es también presencia y testimonio; comprende la promoción del hombre; se traduce en inculturación, se hace diálogo.Por eso el Magisterio, cuando trata del catequista en tierra de misión, manifiesta una consideración privilegiada y hace una reflexión de amplio alcance. Así, la Redemptoris Missio describe a los catequistas como "agentes especializados, testigos directos, evangelizadores insustituibles, que representan la fuerza fundamental de las comunidades cristianas, especialmente en las Iglesias jóvenes". El mismo Código de Derecho Canónico trata aparte el asunto de los catequistas comprometidos en la actividad misionera propiamente dicha y los describe como "fieles laicos debidamente instruidos y que se destaquen por su vida cristiana, los cuales, bajo la dirección de un misionero, se dediquen a explicar la doctrina evangélica y a organizar los actos litúrgicos y las obras de caridad".Esta amplia descripción de la misión del catequista corresponde al concepto esbozado en la Asamblea Plenaria de la CEP, en el 1970: "El catequista es un laico especialmente encargado por la Iglesia,

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según las necesidades locales, para hacer conocer, amar y seguir a Cristo por aquellos que todavía no lo conocen y por los mismos fieles".Es oportuno, sin embargo, recordar una precisación. Así como a los otros fieles, también al catequista se pueden confiar, según las normas canónicas, algunos cometidos conexos al sagrado ministerio, que no requieren el carácter de la Ordenación. El desempeño de tales funciones, en calidad de suplente, no hace del catequista un pastor, en cuanto su legitimación deriva directamente de la delegación oficial dada por los Pastores.Conviene, sin embargo, tener presente una apreciación hecha en el pasado por este mismo Dicasterio en su actividad ordinaria: "El catequista no es un mero suplente del sacerdote, sino que es, de derecho, un testigo de Cristo en la comunidad a la que pertenece".

4. Categorías y funciones. Los catequistas en los territorios de misión se distinguen no solo de los catequistas que actúan en las Iglesias de antigua tradición, sino que se presentan con características y modalidades de acción muy diversificadas de una experiencia eclesial a otra, por lo que resulta difícil hacer una descripción unitaria y sintética.En el plan práctico, es útil tener presente que se puede hablar de dos categorías de catequistas: los de tiempo pleno, que dedican toda su vida a este servicio, y, en cuanto tales, son reconocidos oficialmente: y los de tiempo parcial, que ofrecen una colaboración limitada, pero siempre preciosa. La proporción entre estas dos categorías varía de zona a zona, aunque la línea de tendencia muestra que los catequistas de tiempo parcial son mucho más numerosos.A la dos categorías están confiadas bastantes tareas o funciones. Y precisamente en este aspecto se dan las mayores y más numerosas diversificaciones. Consideramos objetivo el siguiente prospecto global, y puede ayudar a comprender la situación actual en las Iglesias que dependen de la CEP:- Los catequistas que tienen la función específica de la catequesis, a los que se confían en general estas actividades: la educación en la fe de jóvenes y adultos; la preparación para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, tanto de los candidatos, como de sus familias; la colaboración en iniciativas de apoyo a la catequesis como retiros, encuentros, etc. Estos catequistas son más numerosos en las Iglesias donde la organización de los servicios laicales está mejor desarrollada.- Los Catequistas que cooperan en las distintas formas de apostolado con los ministros ordenados en cordial y estrecha obediencia. Sus tareas son múltiples: desde el anuncio a los no cristianos y la catequesis a los catecúmenos y a los bautizados, hasta la animación de la oración comunitaria, especialmente de la liturgia dominical cuando falta el sacerdote; desde la asistencia espiritual a los enfermos hasta la celebración de funerales; desde la formación de otros catequistas en los centros y la dirección de los catequistas voluntarios, hasta el control de las iniciativas pastorales; desde la promoción humana y de la justicia, hasta la ayuda a los pobres, las actividades organizativas, etc. Estos catequistas prevalecen en las parroquias de vasto territorio, y en comunidades de fieles distantes del centro; o también cuando los párrocos, por falta de sacerdotes, escogen colaboradores laicos de tiempo completo.El dinamismo de las Iglesias jóvenes y su situación socio-cultural favorecen el surgir y aun perdurar de otras distintas funciones apostólicas. Así, existen los maestros de religión en las escuelas, encargados de enseñar la religión a los estudiantes bautizados y la primera evangelización a los no cristianos. Estos prevalecen donde la autoridad del Estado limita enseñanza religiosa en sus escuelas, y son también importantes donde existe una estructura escolar de la Iglesia o donde se trata de recuperar su presencia entre los estudiantes de las escuelas estatalizadas. Hay también Catequistas dominicales encargados de enseñar la religión en escuelas organizadas por las parroquias y enlazadas con la liturgia festiva, especialmente donde el Estado no permite tal enseñanza en las escuelas propias. Y no hay que olvidar tampoco a cuantos operan en los barrios de grandes ciudades, en nuevas zonas urbanas, entre militares, inmigrados, encarcelados etc. Las diversas experiencias y sensibilidades eclesiales consideran estas funciones como propias del Catequista, o como formas de servicio laical a la Iglesia y a su misión. La CEP considera esta variedad de cometidos como expresión de la riqueza del Espíritu operante en las

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Iglesias jóvenes. Y los recomienda a la atención de los Pastores. Pero pide que se promuevan aquellos que responden mejor a las exigencias actuales, poniendo especial atención a las perspectivas para el futuro.Hay otro aspecto que no debemos desestimar. Los catequistas pertenecen a diversas categorías de personas, y es por tanto claro que el impacto de su actividad varía según el ambiente y las culturas en las que operan. Así, por ejemplo, el hombre casado parece ser más indicado para desempeñar la tarea de animador de la comunidad, especialmente donde la cultura lo considera todavía como el jefe natural de la sociedad; a la mujer se la juzga, en general, más idónea para la educación de los niños y para la promoción cristiana del ambiente femenino; a los adultos se les considera más maduros y estables, sobre todo si son casados, con la posibilidad, además, de testimoniar coherentemente el valor cristiano del matrimonio; los jóvenes, en cambio, son los preferidos para los contactos con los jóvenes y para iniciativas que exigen más disponibilidad y tiempo libre.En fin, es oportuno tener presente que, al lado de los catequistas laicos, opera en la catequesis un gran número de religiosos y religiosas. Aun sin considerarlos Catequistas por el hecho de ser consagrados poseen una indudable preparación espiritual y plena disponibilidad apostólica. De ahí que, en la práctica, los religiosos y las religiosas ejercen las funciones propias de los catequistas y sobre todo, en virtud de su estrecha colaboración con los sacerdotes, tienen con frecuencia una parte activa a nivel de dirección. Por estas razones, la CEP encomienda al compromiso de los religiosos y de las religiosas, como ya se verifica en muchas partes, este importante sector de la vida eclesial, especialmente al nivel de la formación, de la atención y del cuidado de los catequistas.

5. Perspectivas de desarrollo en un futuro próximo.La tendencia general que la CEP asume y anima es la de mantener y promover la figura del catequista cono tal, independientemente de las tareas que desesempeña. El valor del catequista, y su eficacia apostólica, son siempre decisivos para la misión de la Iglesia.La CEP, basada en su experiencia de alcance universal, presenta algunas pistas para promover e iluminar una reflexión en este sentido:- se ha de dar preferencia absoluta a la calidad. El problema común, reconocido como tal parece ser la escasez de individuos con una preparación adecuada. El objetivo inmediato y prioritario para todos ha de ser, por tanto, la persona del catequista. Esto tendrá consecuencias prácticas en los criterios de elección, en el proceso de formación, en el cuidado y atención al catequista. Las palabras del Santo Padre son muy claras: "Para un servicio evangélico tan fundamental se necesitan numerosos operarios. Pero, sin descuidar el número, hay que procurar con todo empeño sobretodo la calidad del catequista" .- Teniendo en cuenta el nuevo impulso dado a la misión ad gentes, el futuro del catequista en las Iglesias jóvenes se caracterizará, ciertamente, por el celo misionero. El catequista, por lo tanto, se deberá calificar cada vez más como apóstol laico de frontera. En el futuro deberá seguir distinguiéndose, como en el pasado, por su eficacia insustituible en la actividad misionera ad gentes.- No basta establecer un objetivo; es preciso elegir los medios adecuados para alcanzarlo. Eso vale también para la cualificación del catequista. Se trata de establecer programas concretos, procurarse adecuadas estructuras y medios económicos, y encontrar formadores preparados para garantizar al catequista la mayor idoneidad posible. Desde luego, la importancia de los medios y el grado de cualificación varían según las posibilidades reales de cada Iglesia, pero todos deben lograr un objetivo mínimo, sin ceder ante las dificultades.- Reforzar los núcleos de responsables. Se prevé que en todas partes serán necesarios al menos algunos catequistas profesionales, preparados en centros específicos que, bajo la dirección de los Pastores y en puestos claves de la organización catequística, deberán cuidar la preparación de las nuevas fuerzas, introducirlas y guiarlas en el desempeño de sus funciones. Deberán estar situados en los distintos planos: parroquial, diocesano y nacional, y han de garantizar el buen funcionamiento de ese sector tan importante para la vida de la Iglesia.

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- Además de estas líneas de renovación para el porvenir de los catequistas, la CEP constata que, con toda probabilidad, pues se vislumbran los síntomas, en un futuro próximo cobrarán fuerza algunas categorías. Habrá que identificar quiénes serán protagonistas del mañana. En este contexto, será necesario impulsar especialmente a los catequistas que tienen un marcado espíritu misionero, para que "se hagan ellos mismos animadores misioneros de sus respectivas comunidades eclesiales y estén dispuestos, si el Espíritu les llama interiormente y los Pastores les envían, a salir de su propio territorio para anunciar el Evangelio, preparar los catecúmenos al Bautismo y construir nuevas comunidades eclesiales".Se prevé, asimismo, un futuro cada vez más importante para los Catequistas dedicados directamente a la catequesis, porque las Iglesias jóvenes se desarrollan, multiplicando los servicios apostólicos laicales distintos del catequista. Se requerirán por tanto, catequistas especializados. Entre éstos hay que destacar los que trabajan por la renovación cristiana en las comunidades de mayoría de bautizados, pero de escasa instrucción religiosa y vida de fe. Están surgiendo otros tipos de catequistas, que hay que tener en cuenta porque deberán responder a retos ya en parte actuales, como la urbanización, la creciente escolaridad con particular referencia al ámbito universitario y, más en general, a los jóvenes, y también las migraciones con el fenómeno de los refugiados, el avance de la secularización, los cambios políticos, la cultura de masa favorecida por los mass-media, etc.La CEP señala el alcance de estas perspectivas y la necesidad de no eludirlas, puesto que las opciones concretas, y su actuación gradual corresponden a los Pastores locales. Las Conferencias Episcopales y cada uno de los Obispos deberán elaborar un programa de promoción del catequista para el futuro, teniendo en cuenta estas pistas preferenciales que valen para todos, y dedicando especial atención a la dimensión misionera, tanto en la formación como en la actividad del catequista. Estos programas, que no deben ser genéricos sino circunstanciados, deberán responder al contexto local, de manera que cada Iglesia tenga los catequistas que necesita ahora, y forme y prepare a los catequistas que prevé que responderán mejor a sus necesidades futuras.

6.1.2. Líneas de espiritualidad del catequista6. Necesidad y naturaleza de la espiritualidad del catequista. Es necesario que el catequista tenga una profunda espiritualidad, es decir, que viva en el Espíritu que le ayude a renovarse continuamente en su identidad específica.La necesidad de una espiritualidad propia del catequista se deriva de su vocación y misión. Por eso, la espiritualidad del catequista entraña, con nueva y especial exigencia, una llamada a la santidad. La feliz expresión del Sumo Pontífice Juan Pablo II: "el verdadero misionero es el santo" puede aplicarse ciertamente al catequista. Como todo fiel, el catequista "está llamado a la santidad y a la misión", es decir, a realizar su propia vocación "con el fervor de los santos".La espiritualidad del catequista está ligada estrechamente a su condición de "cristiano" y de "laico", hecho partícipe, en su propia medida, del oficio profético, sacerdotal y real de Cristo. La condición propia del laico es secular, con el "deber específico, cada uno según su propia condición, de animar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares".Cuando el catequista está casado, la vida matrimonial forma parte de su espiritualidad. Como afirma justamente el Papa:"Los catequistas casados tienen la obligación de testimoniar con coherencia el valor cristiano del matrimonio, viviendo el sacramento en plena fidelidad y educando con responsabilidad a sus hijos". Esta espiritualidad correspondiente al matrimonio puede tener un impacto favorable y característico en la misma actividad del catequista, y este tratará de asociar a la esposa y a los hijos en su servicio, de manera que toda la familia llegue a ser una célula de irradiación apostólica.La espiritualidad del catequista está vinculada también a su vocación apostólica y, por consiguiente, se expresa en algunas actitudes determinantes que son: la apertura a la Palabra, es decir, a Dios, a la Iglesia y por consiguiente, al mundo; la autenticidad de vida; el celo misionero y el espíritu mariano.

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7. Apertura a la Palabra. El ministerio del catequista está esencialmente unido a la comunicación de la Palabra. La primera actitud espiritual del catequista está relacionada, pues, con la Palabra contenida en la revelación, predicada por la Iglesia, celebrada en la liturgia y vivida especialmente por los santos. Y es siempre un encuentro con Cristo, oculto en su Palabra, en la Eucaristía, en los hermanos. Apertura a la Palabra significa, a fin de cuentas, apertura a Dios, a la Iglesia y al mundo.- Apertura a Dios Uno y Trino, que está presente en lo más íntimo de la persona y da un sentido a toda su vida: convicciones, criterios, escala de valores, decisiones, relaciones, comportamientos, etc. El catequista debe dejarse atraer a la esfera del Padre que comunica la Palabra; de Cristo, Verbo Encarnado, que pronuncia todas y solo las Palabras que oye al Padre (cf. Jn 8,26; 12,49); del Espíritu Santo que ilumina la mente para hacer comprender toda la Palabra y caldea el corazón para amarla y ponerla fielmente en práctica (Cf. Jn 16,12-14).Se trata, pues, de una espiritualidad arraigada en la Palabra viva, con dimensión Trinitaria, como la salvación y la misión universal. Eso implica una actitud interior coherente, que consiste en participar en el amor del Padre, que quiere que todos los hombres lleguen a conocer la verdad y se salven (cf. 1Tim 2,4); en realizar la comunión con Cristo, compartir sus mismos sentimientos (cf. Flp 2,5), y vivir, como Pablo, la experiencia de su continua presencia alentadora: "No tengas miedo (...) porque yo estoy contigo" (Hch 18,9-10); en dejarse plasmar por el Espíritu y transformarse en testigos valientes de Cristo y anunciadores luminosos de la Palabra.- Apertura a la Iglesia, de la cual el catequista es miembro vivo que contribuye a construirla y por la cual es enviado. A la Iglesia ha sido encomendada la Palabra para que la conserve fielmente, profundice en ella con la asistencia del Espíritu Santo y la proclame a todos los hombres.Esta Iglesia, como Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo, exige del catequista un sentido profundo de pertenencia y de responsabilidad por ser miembro vivo y activo de ella; como sacramento universal de salvación, ella le pide que se empeñe en vivir su misterio y gracia multiforme para enriquecerse con ellos y llegar a ser signo visible en la comunidad de los hermanos. El servicio del catequista no es nunca un acto individual o aislado, sino siempre profundamente eclesial.La apertura a la Iglesia se manifiesta en el amor filial a ella, en la consagración a su servicio y en la capacidad de sufrir por su causa. Se manifiesta especialmente en la adhesión y obediencia al Romano Pontífice, centro de unidad y vínculo de comunión universal, y también al propio Obispo, padre y guía de la Iglesia particular. El catequista debe participar responsablemente en las vicisitudes terrenas de la Iglesia peregrina que, por su misma naturaleza, es misionera y debe compartir con ella, también el anhelo del encuentro definitivo y beatificante con el Esposo.El sentido eclesial, propio de la espiritualidad del catequista se expresa, pues, mediante un amor sincero a la Iglesia, a imitación de Cristo que "amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella" (Ef 5,25). Se trata de un amor activo y totalizante que llega a ser participación en su misión de salvación hasta dar, si es necesario, la propia vida por ella.- Apertura misionera al mundo, lugar donde se realiza el plan salvífico que procede del "amor fontal" o caridad eterna del Padre; donde históricamente el Verbo puso su morada para habitar con los hombres y redimirlos (cf. Jn 1,14), donde ha sido derramado el Espíritu para santificar a los hijos y constituirlos como Iglesia, para llegar hasta el Padre a través de Cristo, en un solo Espíritu (cf. Ef 2,18).El catequista tendrá, pues, un sentido de apertura y de atención a las necesidades del mundo, al que se sabe enviado constantemente y que es su campo de trabajo, aún sin pertenecer del todo a él (cf. Jn 17,14-21). Eso significa que deberá permanecer insertado en el contexto de los hombres, hermanos suyos, sin aislarse o echarse atrás por temor a las dificultades o por amor a la tranquilidad; y conservará el sentido sobrenatural de la vida y la confianza en la eficacia de la Palabra que, salida de la boca misma de Dios, no retorna sin producir un efecto seguro de salvación (cf. Is 55,11).El sentido de apertura al mundo caracteriza la espiritualidad del catequista en virtud de la "caridad apostólica", la misma de Jesús, Buen Pastor, que vino para "reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11,52). El catequista ha de ser, pues, el hombre de la caridad que se acerca a los hermanos para anunciarles que Dios los ama y los salva, junto con toda la familia de los hombres.

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8. Coherencia y autenticidad de vida. La tarea del catequista compromete toda su persona. Ha de aparecer evidente que que el catequista, antes de anunciar la Palabra, la hace suya y la vive. "El mundo (...) exige evangelizadores que hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente, como si estuvieran viendo al Invisible".Lo que el catequista propone no ha de ser una ciencia meramente humana, ni tampoco la suma de sus opiniones personales, sino el contenido de la fe de la Iglesia, única en todo el mundo, que él ya vive, que ha experimentado y de la cual es testigo.De aquí surge la necesidad de coherencia y autenticidad de vida en el catequista. Antes de hacer catequesis, debe ser catequista. (La verdad de su vida es la nota cualificante de su misión! (Qué disonancia habría si el catequista no viviera lo que propone, y si hablara de un Dios que ha estudiado pero que le es poco familiar! El catequista debe aplicarse a sí mismo lo que el evangelista Marcos dice con referencia a la vocación de los apóstoles: "Instituyó Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar" (cf. Mc 3,14-15).La autenticidad de vida se expresa a través de la oración, la experiencia de Dios, la fidelidad a la acción del Espíritu Santo. Ello implica una intensidad y un orden interior y exterior, aunque adaptándose a la distintas situaciones personales y familiares de cada uno. Se puede objetar que el catequista, en cuanto laico, vive en una realidad que no le permite estructurarse la vida espiritual como si fuera un consagrado y que, por consiguiente, debe contentarse con un tono más modesto. En todas las situaciones de la vida, tanto en el trabajo como en el ministerio, es posible, para todos, sacerdotes, religiosos y laicos, alcanzar una elevada comunión con Dios y un ritmo de oración ordenada y verdadera; no sólo esto, sino también crearse espacios de silencio para entrar más profundamente en la contemplación del Invisible. Cuanto más verdadera e intensa sea su vida espiritual, tanto más evidente será su testimonio y más eficaz su actividad.Es importante, asimismo, que el catequista crezca interiormente en la paz y en la alegría de Cristo, para ser el hombre de la esperanza, del valor, que tiende hacia lo esencial (cf. Rm 12,12). Cristo, en efecto, "es nuestro gozo" (Ef 2,14), y lo comunica a los apóstoles para que su "alegría llegue a plenitud" (Jn 15,11).El catequista deberá ser, pues, el sembrador de la alegría y de la esperanza pascual, que son dones del Espíritu. En efecto "El don más precioso que la Iglesia puede ofrecer al mundo de hoy, desorientado e inquieto, es el de formar cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe".

9. Ardor misionero. Un catequista que viva en contacto con muchedumbres de no cristianos, como sucede en los territorios de misión, en fuerza del Bautismo y de la vocación especial no puede menos de sentir como dirigidas a él las palabras del Señor: "También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ellas las tengo que conducir" (Jn 10,16); "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda creatura" (Mc 16,15). Para poder afirmar como Pedro y Juan ante el Sanedrín: "No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4,20) y realizar, como Pablo, el ideal del ministerio apostólico: "el amor de Cristo nos apremia" (2Cor 5,14), es necesario que el catequista tenga un arraigado espíritu misionero. Este espíritu se hace apostólicamente operante y fecundo bajo algunas condiciones importantes: ante todo, el catequista ha de tener fuertes convicciones interiores y ha de irradiar entusiasmo y valor, sin avergonzarse nunca del Evangelio (cf. Rm 1,16). Deje que los sabios de este mundo busquen las realidades inmediatas y gratificantes y gloríese sólo de Cristo que le da la fuerza (cf. Col 1,29) y no ansíe saber, ni predicar, nada más que a "Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Co 1,24). Como justamente afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, del "amoroso conocimiento de Cristo nace irresistible el deseo de anunciar, de 'evangelizar' y de conducir los a otros al 'si' de la fe en Jesucristo. Pero, al mismo tiempo, se siente la necesidad de conocer cada vez mejor esta fe".Además, el catequista ha de procurar mantener la convicción interior del pastor que "va tras la oveja descarriada hasta que la encuentra" (Lc 15.4); o de la mujer que "busca con cuidado la dracma

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perdida hasta que la encuentra" (Lc 15,8). Es una convicción que engendra celo apostólico: "Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio" (1Co 9,22-23; cf. 2Co 12,15); "(ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1Co 9,16). Estos apremios interiores de Pablo podrán ayudar al catequista a acrecentar en sí mismo el celo como corresponde a su vocación especial, y también a su voluntad de responder a ella y le impulsarán a colaborar activamente en el anuncio de Cristo y en la construcción y al crecimiento de la comunidad eclesial.El espíritu misionero requiere, en fin, que el Catequista imprima, en lo más íntimo de su ser, el signo de la autenticidad; la cruz gloriosa. El Cristo que el catequista ha aprendido a conocer, es el "crucificado" (cf 1Co 2,2); el que él anuncia es también el "Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles" (1Co 1,23), que el Padre ha resucitado de los muertos al tercer día (cf Hch 10,40). El catequista, por consiguiente, deberá saber vivir el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, con esperanza, en toda situación de limitación y sufrimiento personal, de adversidades familiares, de obstáculos en el servicio apostólico, en el deseo de seguir el mismo camino que recorrió el Señor: "completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24)".

10. Espíritu mariano. Por una vocación singular, María vio al Hijo de Dios "crecer en sabiduría, edad y gracia" (Lc 2,52). Ella fue la Maestra que lo "formó en el conocimiento humano de las Escrituras y de la historia del designio de Dios sobre su Pueblo en la adoración al Padre" . Ella fue, asimismo, "la primera de sus discípulos". Como lo afirmó audazmente S. Agustín, el hecho de ser discípula fue para María más importante que ser madre. Se puede decir, con razón y alegría, que María es un "catecismo viviente", "madre y modelo del catequista".La espiritualidad del catequista, como la de todo cristiano y, especialmente, la de todo apóstol, debe estar enriquecida por un profundo espíritu mariano. Antes de explicar a los demás la figura de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, el catequista debe vivir su presencia en lo más íntimo de sí mismo y manifestar, con la comunidad, una sincera piedad mariana. Ha de encontrar en María un modelo sencillo y eficaz que debe realizar en sí mismo y poder proponer: "La Virgen fue en su vida un ejemplo del amor maternal con que debe animar a todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres".El anuncio de la Palabra está siempre relacionado con la oración, la celebración eucarística y la construcción de la comunión fraterna. La comunidad primitiva vivió esa rica realidad (Hch 2-4) con María, la Madre de Jesús (cf. Hch 1,14).

6.1.3. Actitudes del catequista frente a determinadas situaciones actuales11. Servicio a la comunidad y atención a las distintas categorías. El servicio del Catequista se ofrece a toda clase de personas, sea cual fuere la categoría a la que pertenecen: jóvenes y adultos, hombres y mujeres, estudiantes y trabajadores, sanos y enfermos, católicos, hermanos separados y no bautizados. Sin embargo, no es lo mismo ser catequista de catecúmenos que se preparan a recibir el bautismo, o responsable de una aldea de cristianos con el cometido de seguir las distintas actividades pastorales, o ser Catequista encargado de enseñar el catecismo en las escuelas, o preparar a los sacramentos, o serlo en un barrio de ciudad o en la zona rural.Por lo tanto, concretamente, todo catequista deberá promover el conocimiento y la comunión entre los miembros de la comunidad, cuidar de las personas que le han sido confiadas, y tratar de comprender sus necesidades particulares para poder las ayudar. Desde este punto de vista, los catequistas se distinguen por tareas propias y por preparación especifica.Esta situación, de hecho, sugiere que el catequista pueda conocer de antemano su destino, y que se le introduzca a la categoría de personas a las que ha de servir. Para esto serán útiles las sugerencias dadas al respecto por el Magisterio, especialmente en el Directorio Catequético General, nn. 77-97 y en la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae, nn. 35-45.

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En el vasto campo apostólico, el catequista está llamado a prestar especial cuidado a los enfermos y ancianos, por su fragilidad física y psíquica que exige especial solidaridad y asistencia.El catequista ha de acercarse al enfermo y ayudarle a comprender el sentido profundo y redentor del misterio cristiano de la cruz en unión con Jesús que asumió el peso de nuestras enfermedades (cf. Mt 8,17; Is 53,4). Visita a los enfermos con frecuencia, los conforta con la Palabra y, cuando está encargado de ellos, con la Eucaristía.El catequista ha de seguir de cerca también a los ancianos, que tienen una función cualificada en la Iglesia, como justamente lo reconoce Juan Pablo II al definir al anciano "el testigo de la tradición de la fe (cf. Sal 44,2; Ex 12,26-27), el maestro de vida (cf. Si 6,34; 8,11-12), el operador de caridad". Ayudar al anciano, para un catequista significa ante todo colaborar a que su familia lo mantenga insertado como "testigo del pasado e inspirador de sabiduría para los jóvenes"; además, hacer que experimente la cercanía de la comunidad y animarlo a que viva con fe sus inevitables límites y, en ciertos casos, también la soledad. El catequista no deje de preparar al anciano para el encuentro con el Señor, ayudándole a sentir la alegría que nace de la esperanza cristiana en la vida eterna.Hay que tener presente, además, la sensibilidad que el catequista deberá demostrar para comprender y prestar su ayuda en ciertas situaciones difíciles, como: la unión irregular de la pareja, los hijos de esposos separados o divorciados. El catequista debe participar y expresar verdaderamente la inmensa compasión del corazón de Cristo (cf. Mt 9,36; Mc 6,34; 8,2; Lc 7,13).

12. Necesidad de la inculturación. Como toda la actividad evangelizadora, también la catequesis está llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas. El proceso de inculturación requiere largo tiempo porque es un proceso profundo, global y gradual. A través de él, como explica Juan Pablo II, "la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad; trasmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro".Los catequistas, en cuanto apóstoles, están implicados necesariamente en el dinamismo de este proceso. Además, con una preparación específica, que no puede prescindir del estudio de la antropología cultural y de los idiomas más idóneos a la inculturación, se les debe ayudar a operar por su parte y en la pastoral de conjunto, siguiendo las directivas de la Iglesia acerca de este tema particular, que podemos sintetizar así:- El mensaje evangélico, aunque no se identifica nunca con una cultura, necesariamente se encarna en las culturas. De hecho, desde el comienzo del cristianismo, se ha encarnado en algunas culturas. Hay que tener en cuenta esto para no privar a las Iglesias jóvenes de valores que ya son patrimonio de la Iglesia universal.- El Evangelio tiene una fuerza regeneradora, capaz de rectificar no pocos elementos de las culturas en las que penetra, cuando no son compatibles con él.- El sujeto principal de la inculturación son las comunidades eclesiales locales, que viven una experiencia cotidiana de fe y caridad, insertadas en una determinada cultura, corresponde a los Pastores indicar las pistas principales que se deben recorrer para destacar los valores de una determinada cultura; los expertos sirven de estímulo y ayuda.- La inculturación es genuina si se guía por estos dos principios: se basa en la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura y avanza de acuerdo con la Tradición de la Iglesia y las directivas del Magisterio, y no contradice la unidad deseada por el Señor.- La piedad popular, entendida como conjunto de valores, creencias, actitudes y expresiones propias de la religión católica y purificada de los defectos debidos a la ignorancia o a la superstición, expresa la sabiduría del Pueblo de Dios y es una forma privilegiada de inculturación del Evangelio en una determinada cultura.Para participar positivamente en ese proceso, el catequista deberá atenerse a estas directivas que favorecen en él una actitud clarividente y abierta; insertarse con toda seriedad en el plan de pastoral aprobado por la autoridad competente de la Iglesia, sin aventurarse en experiencias particulares que

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podrían desorientar a los demás fieles; y reavivar la esperanza apostólica, convencido de que la fuerza del Evangelio es capaz de penetrar en cualquier cultura, enriqueciéndola y fortaleciéndola desde dentro.

13. Promoción humana y opción por los pobres. Entre el anuncio del Evangelio y la promoción humana hay una "estrecha conexión". Se trata, en efecto, de la única misión de la Iglesia. "Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza libertadora y promotora de desarrollo, precisamente porque lleva a la conversión de corazón y de la mentalidad; ayuda a reconocer la dignidad de cada persona; dispone a la solidaridad, al compromiso, al servicio de los hermanos; inserta al hombre en el proyecto de Dios, que es la construcción del Reino de paz y de justicia, a partir ya de esta vida. Es la perspectiva bíblica de los 'nuevos cielos y nueva tierra' (cf. Is 65,17; 2Pe 3,13; Ap 21,1), es la que ha introducido en la historia el estímulo y la meta para el progreso de la humanidad".Es bien sabido que la Iglesia reivindica para sí una misión de orden "religioso", que debe realizarse, sin embargo, en la historia y en la vida real de la humanidad y, por tanto, en forma no desencarnada.Es tarea, preeminente de los laicos, llevar los valores del Evangelio al campo económico, social y político. El catequista tiene una importante tarea propia y característica en el sector de la promoción humana, del desarrollo y defensa de la justicia. Al vivir en un mismo contexto social con los hermanos, es capaz de comprender, interpretar y resolver las situaciones y los problemas a la luz del Evangelio. Ha de saber, pues, estar en contacto con la gente, estimularla a tomar conciencia de la realidad en que vive para mejorarla y, cuando sea necesario, ha de tener el valor de hablar en nombre de los más débiles para defender sus derechos.Por lo que se refiere a la acción, cuando es necesario realizar iniciativas de ayuda, el catequista deberá actuar siempre con la comunidad, en un programa de conjunto, bajo la guía de los Pastores.Aquí surge, necesariamente, otro aspecto relacionado con la promoción: la opción preferencial por los pobres. El catequista, sobre todo cuando está comprometido en el apostolado en general, tiene el deber de asumir esta opción eclesial que no es exclusiva, sino una forma de primacía de la caridad. Y debe estar convencido de que su interés y ayuda a los pobres se funda en la caridad porque, como afirma explícitamente el Sumo Pontífice Juan Pablo II: "El amor es, y sigue siendo, la fuerza de la misión".El catequista ha de tener presente que por pobres se entiende sobre todo aquellos que se hallan en situación de estrechez económica, tan numerosos en diversos territorios de misión; estos hermanos deben poder experimentar el amor maternal de la Iglesia, aunque todavía no formen parte de ella, y sentirse estimulados a afrontar y superar las dificultades con la fuerza de la fe cristiana, ayudándolos a hacerse ellos mismos artífices de su propio desarrollo integral. Todo acto caritativo de la Iglesia, así como toda la actividad misionera, da "a los pobres luz y aliento para un verdadero desarrollo".Además de atender a los desposeídos, los catequistas han de acercarse y ayudar, porque son también pobres, a los oprimidos y perseguidos, a los marginados y a todas las personas que viven en una situación de grave necesidad, como los minusválidos, los desocupados, los prisioneros, los refugiados, los drogadictos, los enfermos de SIDA, etc..14. Sentido ecuménico. La división de los cristianos es contraria a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y "daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres".Todas las comunidades cristianas tienen el deber de "participar en el diálogo ecuménico y demás iniciativas destinadas a realizar la unidad de los cristianos". Pero en los territorios de misión este compromiso asume una urgencia especial para que no sea vana la oración de Jesús al Padre: "sean también ellos en nosotros, una cosa sola, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21).El catequista, en virtud de su misión, se encuentra necesariamente implicado en esta dimensión apostólica y debe colaborar a madurar la conciencia ecuménica en la comunidad, comenzando por los catecúmenos y los neófitos. Ha de cultivar, pues, un profundo deseo de unidad, insertarse con gusto en el diálogo con los hermanos de otras confesiones cristianas y comprometerse generosamente en las iniciativas ecuménicas, dentro de su cometido, siguiendo las directivas de la Iglesia, especificadas

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localmente por la Conferencia Episcopal y por el Obispo. Procure sobre todo seguir las directivas acerca de la cooperación ecuménica en la catequesis y en la enseñanza de la religión en las escuelas.Su acción será verdaderamente ecuménica si se esfuerza en "enseñar que la plenitud de las verdades reveladas y de los medios de salvación instituidos por Cristo se halla en la Iglesia católica"; y si logra también "hacer una presentación correcta y leal de las demás Iglesias y comunidades eclesiales de las que el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse como medio de salvación".En el ambiente donde realiza su actividad, el catequista ha de hacer lo posible por establecer relaciones amistosas con los responsables de las otras confesiones, de acuerdo con los Pastores y, si fuere necesario, en representación suya; ha de evitar que se fomenten inútiles polémicas y concurrencia; debe ayudar a los fieles a vivir en armonía y respeto con los cristianos no católicos, realizando plenamente y sin ningun complejo, su identidad católica; y promueva el esfuerzo común de todos los que creen en Dios, para ser "constructores de paz".

15. Diálogo con los hermanos de otras religiones. El diálogo inter-religioso es una parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. El anuncio y el diálogo se orientan efectivamente hacia la comunicación de la verdad salvífica. El diálogo es una actividad indispensable en las relaciones entre la Iglesia católica y las otras religiones y merece seria atención. Se trata de un diálogo de la salvación, que se realiza en Cristo.También los catequistas, cuya tarea primordial en las misiones es el anuncio, deben estar abiertos, preparados y comprometidos en ese tipo de diálogo. Se les ha de ayudar, pues, a llevarlo a cabo, teniendo en cuenta las indicaciones del Magisterio, especialmente las de la Redemptoris Missio, del documento conjunto Diálogo y Anuncio, del Pontificio Consejo para el Diálogo Inter-religioso y de la C.E.P., y del Catecismo de la Iglesia Católica, que implican:- Escucha del Espíritu, que sopla donde quiere (cf Jn 3,8), respetando lo que El ha operado en el hombre, para alcanzar la purificación interior, sin la cual el diálogo no reporta frutos de salvación.- El correcto conocimiento de las religiones presentes en el territorio: su historia y organización; los valores que, como "semillas del Verbo", pueden ser una "preparación al Evangelio", los límites y errores que se oponen a la verdad evangélica y que se deben, respectivamente, completar y corregir.- La convicción de fe que la salvación procede de Cristo y que, por consiguiente, el diálogo no dispensa del anuncio; que la Iglesia es el camino ordinario de la salvación y sólo ella posee la plenitud de la verdad revelada y de los medios salvíficos. No es posible, como ha reafirmado S.S. Juan Pablo II haciendo referencia a la Redemptoris Missio: "poner en un mismo nivel la revelación de Dios en Cristo y las escrituras o tradiciones de otras religiones. Un teocentrismo que no reconociera a Cristo en su plena identidad sería inaceptable para la fe católica. (...) El mandato misionero de Cristo, perennemente válido, es una invitación explícita a hacer discípulos a todas la gentes y a bautizarlas para que se abra para ellas la plenitud del don de Dios". El diálogo no debe, pues, conducir al relativismo religioso.- La colaboración práctica con los organismos religiosos no cristianos para resolver los grandes retos que se plantean a la humanidad, como la paz, la justicia, el desarrollo, etc.. Además, se requiere una actitud de aprecio y acogida a las personas. La caridad del Padre común es la que debe unir a la familia de los hombres en toda obra de bien.En la realización de un diálogo tan importante, no hay que dejar solo al catequista, este, a su vez, se ha de mantener integrado en la comunidad. Toda iniciativa de diálogo inter-religioso se debe llevar a cabo partiendo de los programas aprobados por el Obispo y cuando es preciso por la Conferencia Episcopal o por la Santa Sede, y ningún catequista ha de actuar por su cuenta, ni mucho menos contra las directivas comunes.En fin, hay que tener fe en el diálogo, el camino para realizarlo es difícil e incomprendido. El diálogo es a veces el único modo de dar testimonio de Cristo, y es siempre un camino hacia el Reino que no dejará de dar sus frutos, aunque el tiempo y momento están reservados al Padre (cf. Hch 1,8).

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16. Atención a la difusión de las sectas. La proliferación de las sectas de origen cristiana y no cristiana es, actualmente, un reto pastoral para la Iglesia en todo el mundo. En los territorios de misión, representan un serio obstáculo para la predicación del Evangelio y para el desarrollo ordenado de las Iglesias jóvenes, pues atacan a la integridad de la fe y a la solidez de la comunión.Existen zonas más vulnerables y personas más expuestas a su influencia. Lo que las sectas pretenden ofrecer, les favorece aparentemente porque lo presentan como una respuesta "inmediata" y "sencilla" a las necesidades sensibles de las personas, y se sirven de medios apropiados a la sensibilidad y cultura locales.Como es bien sabido, el Magisterio de la Iglesia ha alertado varias veces respecto a las sectas, animando a que se considere su difusión actual como una ocasión para una "seria reflexión" por parte de la Iglesia. Más que una campaña contra las sectas, en los territorios de misión se debe dar un nuevo impulso a la "actividad misionera" propiamente dicha.El catequista se presenta, hoy día, como uno de los agentes más aptos para superar positivamente ese fenómeno. Con su tarea de anunciar la Palabra y de acompañar el crecimiento en la vida cristiana, el catequista se encuentra en una situación ideal para ayudar a las personas - tanto cristianos como no cristianos - a comprender cuáles son las verdaderas respuestas a sus necesidades, sin recurrir a las pseudo-seguridades de las sectas. Además, como laico puede actuar más capilarmente y hablar de modo más realista y comprensivo. Las líneas de acción preferenciales, para un catequista, son las siguientes: conocer bien el contenido y especialmente las cuestiones que las sectas explotan para combatir la fe y a la Iglesia, y así hacer comprender a la gente la inconsistencia de la exposición religiosa de las sectas; cuidar la instrucción y el fervor de vida de las comunidades cristianas para detener la corrosión; intensificar el anuncio y la catequesis para prevenir la difusión de las sectas. El catequista, por consiguiente, ha de empeñarse en realizar una obra silenciosa, perseverante y positiva con las personas, para iluminarlas, protegerlas y, eventualmente, liberarlas de la influencia de las sectas.No hay que olvidar que muchas sectas son intolerantes y proselitísticas y, en general, se muestran agresivas hacia el Catolicismo. No es posible pensar en un diálogo constructivo con la mayor parte de ellas, si bien hay que partir del respeto y comprensión que merecen las personas. Esta constatación exige que la obra de la Iglesia sea compacta para no dar espacio a confusiones; y también ecuménica, porque la expansión de las sectas representa, asimismo, una amenaza para las otras denominaciones cristianas. Por lo que se refiere a la acción, el catequista deberá actuar dentro del programa pastoral común aprobado por los Pastores competentes.

6.2. Segunda parte: elección y formación del catequista

6.2.1. Elección prudente17. Importancia de la selección y preparación del ambiente. Un problema fundamental en los territorios de misión, es la dificultad de establecer qué grado de convicción de fe y qué calidad de motivación vocacional ha de tener un candidato para ser aceptado. Este problema se debe a muchas causas más o menos consistentes; principalmente: la diversa madurez religiosa de las comunidades eclesiales; la escasez numérica de personas idóneas y disponibles; la situación socio-política; la escasa preparación escolar básica y las dificultades económicas. Este estado de cosas puede engendrar una especie de resignación ante la cual es preciso reaccionar.La CEP insiste en el principio de que una buena selección de los candidatos es la condición preliminar para lograr catequistas idóneos. Por eso, como hemos dicho ya, exhorta a que, desde la elección inicial se procure ante todo la calidad. Es preciso que los Pastores tengan este criterio como ideal a lograr gradualmente y que no acepten con facilidad compromisos. Además, la CEP sugiere que se cultive la formación del ambiente, dando a conocer cuál es el papel del catequista en la comunidad, sobre todo

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entre los jóvenes, para que aumente el número de los que se sienten inclinados a comprometerse en este servicio eclesial.No se olvide, además, que el aprecio que manifiestan los fieles por esa función es directamente proporcionada al modo con que los Pastores tratan a sus catequistas, valorizan sus atribuciones y respetan su responsabilidad. Un catequista realizado, responsable y dinámico, que actúa con entusiasmo y alegría en el ejercicio de su tarea, apreciado y justamente remunerado, es el mejor promotor de su propia vocación.

18. Criterios de selección. Para escoger un candidato como catequista, es preciso saber qué criterios son "esenciales" y cuáles no. En la práctica, es indispensable que en todas las Iglesias se establezca una lista de criterios de selección, para que los encargados de escoger a los candidatos tengan puntos de referencia. La elaboración de esa lista, con criterios suficientes, precisos, realistas y controlables, corresponde a la autoridad local, única capaz de valorar las exigencias del servicio y la posibilidad de responder a ellas. También en este punto conviene tener en cuenta las siguientes indicaciones generales, con el fin de lograr un comportamiento homogéneo en todas las zonas de misión, respetando las necesarias e inevitables diferencias.- Algunos criterios se refieren a la persona del catequista: por principio absoluto previo, como se acepte nunca a nadie que no tenga motivaciones serias, o que solicite ser catequista porque no ha podido encontrar otra ocupación más honrosa y rentable. En sentido positivo, los criterios deberán contemplar: la fe del candidato, que se manifiesta en su piedad y en el estilo de vida diaria; su amor a la Iglesia y la comunión con los Pastores; el espíritu apostólico y la apertura misionera; su amor a los hermanos, con propensión al servicio generoso; su preparación intelectual básica; buena reputación en la comunidad, y que tenga todas las potencialidades humanas, morales y técnicas relacionadas con las funciones peculiares de un catequista, como el dinamismo, la capacidad de buenas relaciones, etc.- Otros criterios se refieren al acto de la selección: tradándose de un servicio eclesial, la decisión incumbe al Pastor, generalmente al párroco. La comunidad se verá implicada, necesariamente, en cuanto debe indicar y valorar el candidato. El Obispo, a quien el párroco presentará los candidatos, también participará personalmente o mediante su delegado, al menos en un momento sucesivo, para confirmar con su autoridad la elección y, sucesivamente, para conferir la misión oficial.- Existen criterios especiales de aceptación en centros o escuelas para catequistas: además de los criterios generales que valen para todos, cada centro establece sus propios criterios de aceptación de acuerdo con las características del centro mismo, especialmente en lo referente a la preparación escolar básica que se exige, las condiciones de participación, los programas de formación, etc.Estas indicaciones generales deben especificarse concretamente in loco, sin omitir ninguno de los campos indicados, precisándolos y completándolos, en base a lo que requiere y permite cada situación.

6.2.2. Camino de formación19. Necesidad de una formación adecuada. Para que las comunidades eclesiales puedan contar con catequistas suficientes e idóneos, además de una elección atenta, es indispensable proporcionar una preparación de calidad.El Magisterio de la Iglesia reclama continuamente y con convicción, la necesidad de la preparación del catequista, porque cualquier actividad apostólica "que no se apoye en personas verdaderamente formadas, está condenada al fracaso".Es útil señalar que los documentos del Magisterio requieren para el catequista en una formación global y especifica. Global, es decir, que abarque todas las dimensiones de su personalidad, sin descuidar ninguna. Específica, es decir ordenada al servicio peculiar que ha de llevar a cabo: anunciar la Palabra a los distantes y a los cercanos, guiar a la comunidad, animar y, cuando sea necesario, presidir el encuetro de oración, asistir a los hermanos en las diversas necesidades espirituales y materiales. Todo esto lo confirmó el Papa Juan Pablo II: "Cuidar con especial solicitud la calidad significa, pues, procurar con

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preferencia una formación básica adecuada y una actualización constante. Se trata de una labor fundamental para asegurar a la misión de la Iglesia, personal calificado, programas completos y estructuras adecuadas, abrazando todas las dimensiones de la formación,de la humana a la espiritual, doctrinal, apostólica y profesional".Se trata, pues, de una formación exigente para el interesado y comprometedora para los que deben cooperar en su realización. La CEP la confía como tarea de máxima importancia hoy, al cuidado especial de los Ordinarios.

20. Unidad y armonía en la personalidad del catequista. Para realizar su vocación, los catequistas - como todo fiel laico - "han de ser formados para vivir aquella unidad con la que está marcado su mismo ser de miembros de la Iglesia y de ciudadanos de la sociedad humana". No pueden existir niveles paralelos y diferentes en la vida del catequista: el espiritual, con sus valores y exigencias; el secular con sus distintas manifestaciones, y el apostólico con sus compromisos, etc..Para lograr la unidad y la armonía de la persona es importante, desde luego, educar y disciplinar sus propias tendencias caracteriales, intelectuales, emocionales, etc., para favorecer el crecimiento, y seguir un programa de vida ordenado; es decisivo profundizar y aferrar que el principio y la fuente de la identidad del catequista, es la persona de Cristo Jesús.El objeto esencial y primordial de la catequesis, como es bien sabido, es la persona de Jesús de Nazareth, "Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14), "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Todo el "misterio de Cristo" (Ef 3,4), "escondido desde siglos y generaciones" (Col 1,26), es el que debe ser revelado. Por tanto, la preocupación del catequista deberá ser, precisamente, la de trasmitir, a través de su enseñanza y comportamiento, la doctrina y la vida de Jesús. El ser y actuar del catequista dependen, inseparablemente, del ser y el actuar de Cristo. La unidad y la armonía del catequista se deben leer desde esa perspectiva cristocéntrica y han de construirse en base a una "familiaridad profunda con Cristo y con el Padre", en el Espíritu. Nunca se insistirá bastante en este punto, si se quiere renovar la figura del catequista en este momento decisivo para la misión de la Iglesia.

21. Madurez humana. Desde la elección, es importante poner cuidado en que el candidato posea un mínimo de cualidades humanas básicas, y muestre aptitud para un crecimiento progresivo. El objetivo, en este ámbito, es que el catequista sea una persona humanamente madura e idónea para una tarea responsable y comunitaria.Por tanto, se deben tener en cuenta algunos aspectos determinados. Ante todo, la esfera propiamente humana, con todo lo que ella implica: equilibro psico-físico, buena salud, responsabilidad, honradez, dinamismo; ética profesional y familiar; espíritu de sacrificio, de fortaleza, de perseverancia, etc. Además, la idoneidad para desempeñar las funciones de catequista: facilidad de relaciones humanas, de diálogo con las diversas creencias religiosas y con la propia cultura; idoneidad de comunicación, disposición para colaborar; función de guía; serenidad de juicio; comprensión y realismo; capacidad para consolar y de hacer recobrar la esperanza, etc. En fin, algunas dotes características para afrontar situaciones o ambientes particulares: ser artífices de paz; idóneos para el compromiso de promoción, de desarrollo, de animación socio-cultural; sensibles a los problemas de la justicia, de la salud, etc.Estas cualidades humanas, educadas con una sana pedagogía, forman una personalidad madura y completa, ideal para un catequista.

22. Profunda vida espiritual. La misión de educador en la fe requiere en el catequista una intensa vida espiritual. Este es el aspecto culminante y más valioso de su personalidad y, por tanto, la dimensión preferente de su formación. El verdadero catequista es el santo.La vida espiritual del catequista se centra en una profunda comunión de fe y amor con la persona de Jesús que lo ha llamado y lo envía. Como Jesús, el único Maestro (cf. Mt 23,8), el catequista sirve a los hermanos con la enseñanza y con las obras que son siempre gestos de amor (cf. Hch 1,1). Cumplir la voluntad del Padre, que es un acto de caridad salvífica hacia los hombres, es también alimento para el

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catequista, como lo fue para Jesús (cf. Jn 4,34). La santidad de vida, realizada desde la perspectiva de la identidad de laico y apóstol, ha de ser, pues, el ideal al que se ha de aspirar en el ejercicio del servicio de catequista.La formación espiritual se desarrolla en un proceso de fidelidad hacia "Aquél que es el principio inspirador de toda la obra catequética y de los que la realizan: el Espíritu del Padre y del Hijo: el Espíritu Santo".La manera más adecuada para alcanzar ese alto grado de madurez interior es una intensa vida sacramental y de oración.De las experiencias más significativas y realistas se destaca un ideal de vida de oración que la CEP propone al menos para los catequistas que guían una comunidad, o que trabajan con dedicación plena, o colaboran estrechamente con el sacerdote, especialmente para los llamados Cuerpos directivos:- Participación en la Eucaristía con regularidad y, donde es posible, cada día, sosteniéndose con el "pan de vida" (Jn 6,34), para formar "un solo cuerpo" con los hermanos (cf. 1Cor 10,17) y ofreciéndose a sí mismo al Padre, junto con el cuerpo y la sangre del Señor.- Liturgia vivida en sus distintas dimensiones, para crecer como persona y para ayudar la comunidad.- Rezo de una parte de la Liturgia de las Horas especialmente de Laudes y de Vísperas, para unirse a la alabanza que la Iglesia ofrece al Padre "desde que sale el sol hasta el ocaso" (Sal 113,3).- Meditación diaria, especialmente sobre la Palabra de Dios, en actitud de contemplación y de respuesta personal. Como la experiencia lo demuestra, la meditación regular, así como la lectio divina, hecha también por los laicos, pone orden en la vida y asegura un armonioso crecimiento espiritual.- Oración personal, que alimente la comunión con Dios durante las ocupaciones diarias, prestando especial atención a la piedad mariana.- Frecuencia del Sacramento de la Penitencia para la purificación interior y el fervor del espíritu.- Participación en retiros espirituales, para la renovación personal y comunitaria.Sólo alimentando la vida interior con una oración abundante y bien hecha, el catequista puede lograr el grado de madurez espiritual que su cometido exige. Como la adhesión al mensaje cristiano, que en último término es fruto de la gracia y de la libertad, y no depende de la habilidad del catequista, es necesario que su actividad esté acompañada por la oración.Puede suceder que, debido a la escasez de personas disponibles e idóneas, surja el riesgo de contentarse con catequistas de nivel más bien bajo. La CEP anima a no ceder a esas soluciones pragmáticas para que esta figura de apóstol pueda mantener su puesto cualificado en la Iglesia así como lo exige el actual momento del compromiso misionero.Para la vida espiritual del catequista es necesario proporcionarle medios adecuados. El primero es, sin lugar a dudas, la dirección espiritual. Merecen estima las diócesis que confían a uno o varios sacerdotes la guía espiritual de los catequistas en sus mismos puestos de trabajo. Pero es insustituible la obra constante de un director espiritual que el catequista mismo escoge entre los sacerdotes disponibles y de fácil acceso. Este sector hay que potenciarlo. Los párrocos, sobre todo, han de permanecer cerca de sus propios catequistas, preocupándose de seguirlos en su crecimiento espiritual, más aun que en la eficacia de su trabajo.Se recomiendan, asimismo, las iniciativas parroquiales o diocesanas que tienen por objeto la formación interior de los catequistas - como las escuelas de oración, las convivencias fraternas y de coparticipación espiritual y los retiros espirituales. Estas iniciativas no aíslan a los catequistas, sino que les ayudan a crecer en la espiritualidad propia y en la comunión entre ellos.Todo catequista, en fin, debe estar convencido de que la comunidad cristiana es también un lugar apropiado para cultivar la vida interior. Mientras guía y anima la oración de los hermanos, el catequista recibe de ellos, al mismo tiempo, un estímulo y un ejemplo para mantener el fervor y crecer como apóstol.

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23. Preparación doctrinal. Es evidente la necesidad de una preparación doctrinal de los catequistas, para que puedan conocer a fondo el contenido esencial de la doctrina cristiana y comunicarlo luego de modo claro y vital, sin lagunas o desviaciones.Se requiere en todos los candidatos una preparación escolar básica evidentemente proporcionada a la situación general del país. Son conocidas, al respecto, las dificultades que se presentan donde la escolaridad es baja. No se debe ceder sin reaccionar ante esas dificultades. Por el contrario, hay que tratar de elevar el grado de estudio básico que se requiere para ser aceptados, de manera que todos los candidatos estén preparados para seguir un curso de cultura religiosa superior; sin la cual además de experimentar un sentimiento de inferioridad respecto a otros que han estudiado, resultan efectivamente menos aptos para afrontar ciertos ambientes y para resolver nuevas problemáticas.Por lo que se refiere a los contenidos, sigue siendo actual y válido el cuadro completo de formación teológico-doctrinal, antropológica y metodológica, tal como se presenta en el Directorio Catequístico General publicado por la Congregación para el Clero en 1971. En lo que concierne a los territorios de misión, sin embargo, es necesario hacer algunas precisaciones y añadir unas observaciones que este Dicasterio ya había expresado, en parte, in ocasión de la Asamblea Plenaria de 1970, y que ahora asume y desarrolla en base a la Encíclica Redemptoris Missio:- En virtud del fin propio de la actividad misionera, los elementos fundamentales de la formación doctrinal del catequista serán la Teología Trinitaria, la Cristología y la Eclesiología, consideradas en una síntesis global, sistemática y progresiva del mensaje cristiano. Comprometido a dar a conocer y a amar a Cristo, Dios y Hombre, deberá conocerlo a fondo e interiorizarse con El. Comprometido a dar a conocer y a amar a la Iglesia, se familiarizará con su tradición e historia y con el testimonio de los grandes modelos, como son los Padres y los Santos.- El grado de cultura religiosa y teológica varía de un lugar a otro, dependiendo de cómo se imparta la enseñanza: en centros, o en cursos breves. En todo caso se debe asegurar a todos un mínimo conveniente, fijado por la Conferencia Episcopal o por el Obispo, en base al criterio general ya mencionado, de la necesidad de adquirir una cultura religiosa superior.- La Sagrada Escritura deberá seguir siendo la materia principal de enseñanza y constituir el alma de todo el estudio teológico. Esta ha de intensificarse cuando sea necesario. Habrá que estructurar, entorno a la Sagrada Escritura, un programa que incluya las principales ramas de la teología. Se tenga presente que el catequista tiene que ser formado en la pastoral bíblica, también en previsión de la confrontación con las confesiones no católicas y con las sectas que recurren a la Biblia de modo no siempre correcto.- También la Misiología ha de enseñarse a los catequistas, al menos en sus elementos basilares, para garantizarles este aspecto esencial de su vocación.- Llamado a ser animador de la oración comunitaria, el catequista necesita profundizar convenientemente el estudio de la Liturgia.- Según las necesidades locales, habrá que incluir o dar mayor relieve a algunos temas de estudio; por ejemplo, la doctrina, las creencias de los ritos principales de las otras religiones o las variantes teólogicas de las Iglesias y de las comunidades eclesiales no católicas presentes en la región. - Merecen especial atención algunos temas que dan a la preparación intelectual del catequista un mayor arraigo y actualización, como: la inculturación del Cristianismo en una cultura determinada; la promoción humana y de la justicia en una especial situación socio-económica; el conocimiento de la historia del país, de las prácticas religiosas, del idioma, de los problemas y necesidades del ambiente al que ha sido destinado el catequista.- Por lo que se refiere a la preparación metodológica, hay que tener presente que, en las misiones, muchos catequistas trabajan también en distintos campos de la pastoral, y que casi todos están en contacto con seguidores de otras religiones. Por eso hay que iniciarlos no sólo en la enseñanza de la catequesis, sino también en todas aquellas actividades que forman parte del primer anuncio y de la vida de una comunidad eclesial.- Será importante. asimismo, presentar a los catequistas contenidos relacionados con las nuevas situaciones que van surgiendo en el contexto de su vida. En los programas de estudio se deberán incluir

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también - partiendo de la realidad actual y de las previsiones para el futuro - materias que ayuden a afrontar fenómenos como la urbanización, la secularización, la industrialización, las migraciones, los cambios socio-póliticos, etc.- Hay que insistir en que la formación teológica tiene que ser global y no sectorial. Los catequistas, en efecto, deben llegar a una comprensión unitaria de la fe que favorezca precisamente la unidad y la armonía de su personalidad, y también de su servicio apostólico.- Actualmente hay que aprovechar la especial importancia que reviste, para la preparación doctrinal de los catequistas el Catecismo de la Iglesia Católica. Este contiene, en efecto, una síntesis orgánica de la Revelación y de la perenne fe católica, tal como la Iglesia la propone a sí misma y a la comunidad de los hombres de nuestro tiempo. Como afirma S.S. Juan Pablo II, en la Constitución Apostólica Fidei depositum, el Catecismo contiene "cosas nuevas y viejas" (cf. Mt 13,52), pues la fe es siempre la misma y al mismo tiempo es fuente de luces siempre nuevas. El servicio que el Catecismo quiere ofrecer es atinente y actual para cada catequista. La misma Constitución Apostólica afirma que el Catecismo se ofrece a los Pastores y a los fieles para que se sirvan de él en el cumplimiento, dentro y fuera de la comunidad eclesial, de "su misión de anunciar la fe y de llamar a la vida evangélica". Y se ofrece también "a todo hombre que os pida cuentas de la esperanza que hay en vosotros (cf. 1Pt 3,15) y que desea conocer lo que la Iglesia católica cree". Sin duda alguna los catequistas encontrarán en el nuevo Catecismo una fuente de inspiración y una mina de conocimientos para su misión específica.- A estas indicaciones hay que añadir una exhortación a procurar los medios necesarios para la formación intelectual de los catequistas. Entre éstos están, en primer lugar, las escuelas de catequesis: y se revelan también muy eficaces los cursos breves promovidos en las diócesis o en las parroquias, la instrucción individual impartida por un sacerdote o un catequista experto; además, la utilización de material didáctico. Es bueno que se dé importancia, en la formación intelectual, a metodologías variadas y sencillas como las lecciones escolares, el trabajo en grupo, el análisis de casos prácticos, las investigaciones y el estudio individual.La dimensión intelectual de la formación se presenta, pues, como algo muy exigente, y requiere personal cualificado, estructuras y medios económicos. Se trata de un desafío que hay que afrontar y superar con valor, sano realismo y una programación inteligente, ya que es éste uno de los sectores más deficientes en el momento actual.Todo catequista deberá empeñarse al máximo en el estudio para llegar a ser como una lámpara que ilumina el camino de los hermanos (cf. Mt 5, 14-16). Para ello, debe ser el primero en sentirse gozoso de su fe y de su esperanza (cf. Flp 3,1; Rm 12,12); teniendo el sano criterio de proponer sólo los contenidos sólidos de la doctrina eclesial en fidelidad al Magisterio; sin permitisse nunca perturbar las conciencias, sobre todo de los jóvenes, con teorías "más propias para suscitar problemas inútiles que para secundar el plan de Dios, fundado en la fe" (1Tm 1,4).En fin de cuentas, es deber del catequista unir en su persona la dimensión intelectual y la espiritual. Ya que existe un único Maestro, el catequista debe de ser consciente de que sólo el Señor Jesús enseña, mientras que él lo hace "en la medida en que es su portavoz, permitiendo que Cristo enseñe por su boca".

24. Sentido pastoral. La dimensión pastoral de la formación se refiere al ejercicio de la triple función: profética, sacerdotal y real del laico bautizado. Por eso hay que iniciar al catequista en su tarea: anuncio del Evangelio, catequesis, ayuda a los hermanos para que vivan su fe y rindan culto a Dios, y presten los servicios pastorales en la comunidad.Las aspectos principales en los que se debe educar a los candidatos son: el espíritu de responsabilidad pastoral y la leadership; la generosidad en el servicio; el dinamismo y la creatividad; la comunión eclesial y la obediencia a los Pastores.Este tipo de formación requiere instrucciones doctrinales explicando los principales campos apostólicos en los que un catequista puede actuar, de manera que conozca bien las necesidades y el modo de responder a ellas. Es necesario, asimismo, que se expliquen las características de los

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destinatarios: niños, adolescentes, jóvenes o adultos; estudiantes o trabajadores, bautizados o no; miembros de pequeñas comunidades o de movimientos; sanos o enfermos, ricos o pobres, etc., y las distintas maneras de dirigirse a ellos.En particular se asegure a los catequistas la preparación pastoral sacramental, de manera que puedan ayudar a los fieles a comprender mejor el sentido religioso de los signos y acercarse con confianza a estas fuentes perennes de vida sobrenatural. No se olvide la importancia de acompañar a los cristianos que sufren a vivir la gracia propia del sacramento de la Unción de los Enfermos.La formación pastoral requiere, además, ejercicios prácticos, especialmente al principio, bajo la guía de maestros, del sacerdote, o de algún catequista experto.Las instrucciones teóricas y los ejercicios prácticos deberán armonizarse, en la medida de lo posible, de manera que la introducción al compromiso apostólico sea gradual y completa.Por lo que se refiere a la preparación al servicio específico de la catequesis, es oportuno recordar expresamente el Directorio Catequético General en particular allí donde se explican los "elementos de metodología".

25. Celo misionero. La dimensión misionera está estrictamente vinculada a la identidad misma del catequista y caracteriza todas sus actividades apostólicas. Por eso se le debe cuidar con esmero en la formación, procurando asegurar a cada catequista una buena iniciación teórica y práctica que le capacite, como cristiano laico, a recorrer las etapas progresivas que son propias de la actividad misionera, a saber:- Estar presente activamente en la sociedad de los hombres, dando un testimonio auténtico de vida, estableciendo con todos una convivencia sincera, y colaborando en caridad para resolver los problemas comunes.- Anunciar con franqueza (cf. Hch 4,23; 28,31) la verdad acerca de Dios y de que él envió para la salvación de todos, a nuestro Señor Jesucristo (cf. 2Ts 1,9-10), de manera que los no cristianos, a los que el Espíritu Santo abra el corazón (cf. Hch 16,14), puedan creer y convertirse libremente.- Encontrar a los adeptos de otras religiones sin prejuicios, y en diálogo franco y abierto.- Preparar a los catecúmenos en el camino de iniciación gradual al misterio de la salvación, a la práctica de los preceptos evangélicos y a la vida religiosa, litúrgica y caritativa del pueblo de Dios.- Construir la comunidad, preparando a los candidatos a recibir el Bautismo y los demás sacramentos de la iniciación cristiana, para que entren a formar parte de la Iglesia de Cristo que es profética, sacerdotal y real.- Bajo la guía de los Pastores y en colaboración con los demás fieles, cumplir las tareas que, según el plan pastoral, conducen a la maduración de la Iglesia particular. Estos servicios corresponden a necesidades de cada Iglesia, y caracterizan al catequista en los territorios de misión. Por consiguiente, la actividad de formación deberá ayudar al catequista a afinar su sensibilidad misionera, y capácitarlo a descubrir y a aprovechar todas las situaciones favorables al primer anuncio.- Recordando el pensamiento ya citado de Juan Pablo II, cuando los catequistas se forman bien en el espíritu misionero se hacen animadores misioneros de su propia comunidad eclesial e impulsan fuertemente la evangelización de los no cristianos, prontos a que sus Pastores los envíen fuera de la propia Iglesia o país. Los Pastores, conscientes de su propia responsabilidad, traten de valorar al máximo esa legión insustituible de apóstoles y ayúdenles a acrecentar cada día más su celo misionero.

26. Actitud eclesial. El hecho de que la Iglesia sea misionera por su misma naturaleza y haya sido llamada y destinada a evangelizar a todos los hombres, comporta una doble convicción: en primer lugar, que la actividad apostólica no es un acto individual y aislado; y que se ha de llevar a cabo en comunión eclesial, a partir de la Iglesia particular con su Obispo.Estas constataciones de Pablo VI con relación a los evangelizadores pueden aplicarse con todo derecho a los catequistas, cuya tarea es una realidad eminentemente eclesial y, por tanto, comunitaria. El catequista, en efecto, es enviado por los Pastores y actúa gracias a la misión recibida de la Iglesia y en

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nombre de ella. Su acción, de la que él no es dueño sino humilde siervo, tiene, en el orden de la gracia, vínculos institucionales con la acción de toda la Iglesia.Las actitudes principales que se deben tener en cuenta para educar convenientemente a un catequista a esa dimensión comunitaria son:- La actitud de obediencia apostólica a los Pastores, en espíritu de fe, como Jesús que "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo (...), obedeciendo hasta la muerte" (Flp 2,7-8; cf. Hb 5,8; Rm 5,19). A esta obediencia apostólica debe acompañar una actitud de responsabilidad, ya que el ministerio del catequista, después de la elección y del mandato, es ejercido por la persona llamada y habilitada interiormente por la gracia del Espíritu.En este contexto de la obediencia apostólica, se hace cada vez más oportuno el mandato o misión canónica, como se acostumbra en muchas Iglesias, en el que se destaca el vínculo que existe entre la misión de Cristo y de la Iglesia, con la del catequista.Se aconseja sea en una función litúrgica especial o litúrgicamente inspirada, debidamente aprobada, celebrada en la comunidad de la que procede el catequista, durante la cual el Obispo o un delegado suyo dé el mandato, haciendo un gesto significativo, como por ejemplo la imposición del crucifijo o la entrega de los Evangelios. Es conveniente que este rito del mandato tenga más solemnidad para el catequista de plena dedicación que para el catequista de tiempo limitado.- Capacidad de colaborar en distintos niveles: el sentido comunitario produce necesariamente en el individuo una actitud de colaboración que se debe educar y apoyar. El catequista deberá tener en cuenta todos los componentes de la comunidad eclesial en la que está insertado, y actuar en unión con ellos. Se recomienda, especialmente, la colaboración con otros laicos comprometidos en la pastoral, sobre todo en las Iglesias donde están más desarrollados los servicios laicales distintos al del catequista. Para colaborar en este plano, no es suficiente una convicción interior; se debe echar mano también del trabajo de conjunto, como la planificación y la revisión en común de las distintas obras y actividades. Esta unión de todas las fuerzas es cometido, sobre todo, de los Pastores; pero la cordura de un catequista deberá favorecer la convergencia de todos los que trabajan en su radio de acción. El catequista debe saber sufrir por la Iglesia, afrontando la fatiga que comporta el apostolado realizado en común y aceptando las imperfecciones de los miembros de la Iglesia, a imitación de Cristo que amó a su Iglesia hasta darse por ella (cf. Ef 5,25).La educación al sentido comunitario debe ser objeto de atención especial, desde el comienzo de la formación, mediante experiencias preparadas, realizadas y revisadas en grupo por los candidatos.

27. Agentes de formación. Es de capital importancia, en la formación de los catequistas, contar con educadores idóneos y suficientes. Cuando se habla de agentes, se debe entender todo el conjunto de personas implicadas en la formación.Los catequistas deben estar convencidos, ante todo, de que su primer educador es Nuestro Señor Jesu Cristo, que forma a través del Espíritu Santo (cf Jn 16,12-15). Esto exige en ellos un espíritu de fe y una actitud de oración y de recogimiento para dar espacio a la pedagogía divina. La educación de apóstoles es pues, principalmente un arte que se expresa en el ámbito sobrenatural.La persona es la primera responsable del propio crecimiento interior, es decir, de cómo se debe responder al llamamiento divino. La conciencia de esta responsabilidad deberá impulsar al catequista a dar una respuesta activa y creativa comprometiéndose y asumiendo todas las responsabilidades del propio progreso de vida.El catequista opera en comunión, al servicio y con la ayuda de la comunidad eclesial. Por tanto, también la comunidad está llamada a colaborar en la formación de sus catequistas, asegurándoles, en especial, un ambiente positivo y fervoroso; acogiéndolos por lo que son y ofreciéndoles la debida colaboración. En la comunidad, los Pastores desempeñan también un servicio de guía como educadores de los catequistas. Esto requiere de ellos particular atención y, en los candidatos, confianza y coherencia en seguir sus directivas. El Obispo y el párroco son, en virtud de su función, los formadores más adecuados de los catequistas.

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Los formadores, es decir, los delegados por la Iglesia para ayudar a los catequistas a realizar el programa de educación, son como "compañeros de viaje" cuyo servicio cualificado es muy valioso. Son, ante todo, los responsables de los centros para catequistas y también los que se encargan de la formación básica y permanente de los candidatos fuera de los centros. Es importante que se escojan educadores idóneos que, además de destacarse por sentido de Iglesia y por vida cristiana, posean una preparación específica para esa tarea y tengan una experiencia personal por haber desempeñado, ellos también, el servicio de la catequesis. Es bueno que los formadores constituyan un equipo o grupo compuesto posiblemente de sacerdotes, religiosos y laicos, tanto hombres como mujeres escogidos sobre todo entre catequistas experimentados. Así, la formación resultará más completa y encarnada. Los candidatos han de tener confianza en sus formadores y considerarlos guías indispensables que la Iglesia les ofrece amorosamente para que puedan llegar a un alto grado de madurez.

28. Formación básica. El proceso de formación que antecede al comienzo del ministerio catequético no es igual en todas las Iglesias, ya que la organización y las posibilidades son diferentes, y varía asimismo, según se imparta en un centro o fuera de él. Hay que insistir en que todos los catequistas reciban una formación inicial mínima suficiente, sin la cual no podrían ejercer convenientemente su misión. Con este fin indicamos algunos criterios y directivas que contribuirán a promover y a guiar las distintas opciones de la actividad formativa:- Conocimiento del sujeto: es necesario que el candidato sea conocido personalmente y en su ambiente cultural. Sin este conocimiento de base, la formación sería más bien una simple instrucción poco personalizada.- Atención a la realidad socio-eclesial: es importante que la formación de los catequistas no sea abstracta, sino encarnada en la realidad en que ellos viven y actúan. La atención a las situaciones eclesiales y sociales ofrece puntos de referencia concretos y garantiza una formación más adecuada.- Formación continua y gradual: es preciso ayudar a los candidatos a alcanzar todos los objetivos de la formación, de manera progresiva y gradual, respetando los ritmos de crecimiento de cada uno y las necesarias diferencias de las distintas etapas. No se debe pretender tener catequistas completos desde el principio, pero ayúdeseles a mejorar sin interrupciones ni desequilibrios.- Método ordenado y completo: teniendo en cuenta el contexto misionero y los principios de una sana pedagogía, es necesario que el método de formación se nutra de experiencia, es decir, que se enriquezca con confrontaciones, programadas y guiadas, con las situaciones eclesiales, culturales y sociales locales; que sea integral, a saber, que procure el desarrollo de la persona en todos sus aspectos y valores; dialogante, con un continuo intercambio entre la persona y Dios, el formador y la comunidad; liberador, para desligar al catequista de cualquier condicionamiento consciente o inconsciente, que contraste con el mensaje evangélico; armónico, es decir, que procure asumir lo esencial y conduzca a la unidad interior.- Proyecto de vida: una pedagogía eficaz ayuda al individuo a construir un plan de vida que establezca los objetivos y los medios para alcanzarlos, de manera realista. A todo catequista se debe dar, desde el principio, una formación que le capacite para fijarse un plan ordenado, cuidando, ante todo, la identidad y el estilo de vida, y también las cualidades necesarias para el apostolado.- Diálogo formativo: es el encuentro personal entre el candidato y el formador. Se trata de un encuentro importante para iluminar, estimular y acompañar el progreso en la formación. El catequista ha de abrirse al formador y establecer con él un diálogo constructivo y regular. En el diálogo formativo ocupa un puesto singular la dirección espiritual, que llega hasta lo más íntimo de la persona y la ayuda a abrirse a la gracia para crecer en sabiduría.- En un contexto comunitario: la comunidad cristiana, donde el catequista vive y desarrolla su actividad, es el lugar necesario de confrontación, propuesta y discernimiento de vida para todos sus miembros y - en especial - para los que desempeñan una vocación apostólica. Los catequistas pueden descubrir progresivamente, en la comunidad, cómo se lleva a cabo el proyecto divino de la salvación. Ninguna verdadera educación apostólica puede realizarse al margen del contexto comunitario.

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Estas indicaciones se tienen presentes donde existe una buena estructura para la formación básica. Sin embargo, pueden servir de estímulo y orientación para los Pastores y para los mismos candidatos también en la fase inicial. Hay que evitar, absolutamente, toda improvisación en la preparación de los catequistas, o dejarla a su exclusiva iniciativa.29. Formación permanente. La evolución de la persona, el dinamismo peculiar de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, el proceso de continua conversión y de crecimiento en la caridad apostólica, la renovación de la cultura, la evolución de la sociedad y el continuo perfeccionamiento de los métodos didácticos, exigen que el catequista se mantenga en fase de formación durante todo el período de su servicio activo. Este empeño concierne tanto a los dirigentes como a los catequistas, y abarca todas las dimensiones de su formación: humana, espiritual, doctrinal y apostólica.La formación permanente asume características particulares según las distintas situaciones: al comienzo de la actividad apostólica, es una introducción al servicio, necesaria a todo catequista, y consiste en instrucciones doctrinales y en experiencias prácticas dirigidas. Durante el ejercicio del ministerio, la formación permanente es una renovación continua para mantenerse preparados para la diversas tareas, que incluso pueden cambiar. Así se garantiza la calidad de los catequistas, evitando el desgaste y rutina con el pasar del tiempo. En algunos casos de especial dificultad, de cansancio, de cambio de lugar o de ocupación, etc., la formación permanente ayuda al catequista a madurar el criterio, y a recobrar el fervor y dinamismo iniciales.La responsabilidad de la formación permanente no puede atribuirse únicamente a los organismos centrales; corresponde también a los interesados y a cada una de las comunidades, teniendo en cuenta las distintas realidades de unas personas a otras y de unos lugares a otros.Además de reafirmar el valor de todos estos principios, es necesario fomentar el uso de instrumentos útiles para la formación permanente. Es cierto que se presentan obstáculos de orden económico, o debidos a la carencia de personal cualificado, a la escasez de libros y de otro material didáctico; a las distancias y medios de transporte inadecuados, etc. No obstante, la formación permanente de los catequistas sigue siendo un imperativo indiscutible. Los esfuerzos que los responsables están realizando con este objeto deben ser respaldados. Hay que tratar de crear en todas partes, una organización suficiente y emprender iniciativas concretas, para que ningún catequista se vea privado de una mejoría constante. Entre las iniciativas para la formación permanente, el primer lugar corresponde a los Centros catequéticos que asisten a los antiguos alumnos al menos durante el primer período mediante cartas circulares e individuales, envío de material, visitas in loco de los formadores y encuentros de revisión en los mismos centros. Los centros son los ambientes más apropiados para organizar cursos de renovación y actualización de catequistas, en cualquier momento de su servicio.Las diócesis, si no disponen de un centro al cual dirigirse, busquen otros ambientes para llevar a cabo sus ciclos de formación permanente que, por lo general, consisten en breves cursos, encuentros de un día, etc., animados por personal expresamente encargado a nivel diocesano. De modo análogo se debe actuar en las parroquias o en los grupos de parroquias vecinas que colaboran entre sí.Las iniciativas aisladas no son suficientes para la formación permanente. Se precisan programas orgánicos que prevean una renovación cíclica sobre los distintos aspectos de la personalidad del catequista. No basta, pues, cuidar de la profesionalidad laboral; hay que privilegiar siempre la identidad de la persona. Se ha de cuidar con esmero todo programa de carácter espiritual porque esta dimensión es, sin discusión, la principal.No se olvide que el catequista ha de permanecer enraizado en su comunidad para recibir la formación permanente en su propio contexto y junto con los demás fieles. Al mismo tiempo, se debe procurar desarrollar la dimensión universal, valorizando los encuentros entre catequistas de distintas Iglesias particulares.Además de las iniciativas organizadas, la formación permanente está confiada a los mismos interesados. Todo catequista, por tanto, deberá hacerse cargo de su propio y continuo progreso, mediante el mayor empeño posible, persuadido de que nadie puede reemplazarle en su responsabilidad primaria.

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30. Medios y estructuras de la formación. Entre los medios de formación, se destacan los centros o escuelas para catequistas. Es significativo que los documentos de la Iglesia, desde el Ad Gentes hasta la Redemptoris Missio, insistan en la importancia de "favorecer la creación y el incremento de las escuelas (o centros) para catequistas que, aprobados por las Conferencias Episcopales, otorguen títulos oficialmente reconocidos por éstas últimas".Cuando se hace referencia a los centros para catequistas, se habla de realidades muy diferentes: desde organismos desarrollados, que pueden albergar por largo tiempo a los candidatos con un programa de formación orgánico, hasta estructuras esenciales para pequeños grupos o cursos breves, o incluso sólo para encuentros de un día.En su mayoría, los centros son diocesanos o interdiocesanos; algunos son nacionales continentales, o internacionales. Estos distintos tipos de centros se complementan mutuamente y deben promoverse todos ellos. Existen elementos comunes a estos centros, como el programa de formación que hace del centro un lugar de crecimiento en la fe; la posibilidad de residir en él; la enseñanza escolar alternada con experiencias pastorales y, sobre todo, la presencia de un grupo de formadores. Existen también elementos propios que distinguen a unos centros de otros. Entre éstos: el nivel mínimo que se requiere de preparación escolar, proporcionado al nivel nacional; las condiciones para aceptar a los candidatos; la duración del curso y de la residencia; las características de los candidatos mismos: sólo hombres o sólo mujeres, o ambos; jóvenes o adultos; casados, solteros o parejas; distintas sensibilidades y énfasis en los contenidos y métodos de formación, que se adaptan a la realidad local; formación específica, o no, para las esposas de los catequistas; entrega o no, de un diploma.Es importante que exista una cierta conexión entre los centros, sobre todo a nivel nacional, bajo la responsabilidad de la Conferencia Episcopal. Esa conexión se favorece con encuentros regulares entre todos los formadores de los distintos centros y por el intercambio de material didáctico. De este modo, se procura la unidad de la formación y se potencian los centros con el enriquecimiento participado de la experiencia de los demás.La importancia de los centros no se limita a la actividad formativa que se refiere a las personas. Pueden llegar a ser verdaderos núcleos de reflexión sobre temas importantes de carácter apostólico como: los contenidos de la catequesis, la inculturación, el diálogo interreligioso, los métodos pastorales, etc... y servir de apoyo a los Pastores en sus responsabilidades.Además de los centros o escuelas, hemos de mencionar los cursos y los encuentros, de distinta duración y composición, organizados por las diócesis y parroquias, especialmente aquellos en los que participan el Obispo o los párrocos. Son medios de formación muy eficaces y, en ciertas zonas y situaciones, constituyen el único medio para proporcionar una buena formación. Estos cursos no se oponen a los programas de los centros, sirven más bien para prolongar su influencia o, como sucede a menudo, para compensar la falta de centros.Tanto para la actividad de los centros como para la de los cursos, son indispensables los instrumentos didácticos: libros, audiovisuales y todo el material que sirve para preparar bien a un catequista. Corresponde a los Pastores responsables procurar que los centros estén provistos del material necesario, de acuerdo con su importancia. Es encomiable la costumbre de intercambiarse los medios didácticos entre un centro y otro, entre una y otra diócesis. A veces se trata de intercambios útiles entre naciones limítrofes y homogéneas por su situación socio-religiosa.La CEP insiste en que no basta proponerse objetivos elevados de formación, sino que es preciso escoger y utilizar los medios eficaces. Por tanto, además de insistir en que se dé prioridad absoluta a los formadores, que hay que preparar bien y sostenerlos, la CEP pide que se potencien los centros en todas partes. También, para esto, se requiere un sano realismo, para evitar un discurso sólo teórico. El objetivo que se quiere alcanzar es lograr que todas la diócesis puedan formar un cierto número de catequistas propios, por lo menos los cuadros, en un centro. Además, fomentar las iniciativas locales, en

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particular los encuentros programados y guiados, porque son indispensables para la formación inicial de los que no han podido frecuentar el centro y para la formación permanente de todos.

6.3. Tercera parte: la responsabilidad hacia el catequista

6.3.1. Remuneración del catequista31. Cuestión económica en general. Se reconoce unánimemente que la cuestión económica es uno de los obstáculos más serios para poder contar con un número suficiente de catequistas. Ese problema no se plantea, desde luego, con los maestros de religión en las escuelas oficiales, ya que éstos reciben el sueldo del Estado. Por lo que se refiere, en cambio, a cualquier categoría de catequistas remunerados por la Iglesia, en particular los que tienen una familia a su cargo, la cuestión crucial es la proporción entre lo que reciben y las exigencias de la vida. Se perciben consecuencias negativas en distintos aspectos: en la elección, ya que las personas dotadas prefieren trabajos mejor remunerados; en el compromiso, porque resulta necesario desempeñar otros oficios para completar los ingresos; en la formación, porque muchos no están en condiciones de participar en los cursos; en la perseverancia, y en las relaciones con los Pastores. Además, en algunas culturas el trabajo se aprecia por lo que retribuye y se corre el riesgo de considerar a los catequistas como trabajadores de inferior categoría.

32. Soluciones prácticas. La retribución del catequista ha de considerarse como cuestión de justicia y no de libre contribución. Los catequistas, de dedicación plena o parcial, deben ser retribuidos según normas precisas, establecidas a nivel de diócesis y parroquia, teniendo en cuenta los recursos económicos de la Iglesia particular, de la situación personal y familiar del catequista, en el contexto ecónomico general del Estado. Se reservará especial atención a los catequistas enfermos, inválidos y ancianos.Como en el pasado, la CEP seguirá interesándose en promover y distribuir aportaciones económicas para los catequistas, según las posibilidades. Pero, insiste a la vez, en la necesidad de buscar a, toda costa, una solución más estable del problema.Los presupuestos de las diócesis y de las parroquias por tanto, deberán destinar a esta obra una cuota proporcionada de los ingresos, siguiendo el criterio de dar la prioridad a los gastos de la formación. También los fieles deberán hacerse cargo del mantenimiento de los catequistas, sobre todo cuando se trata del animador de su comunidad local. La calidad de las personas, en particular las que están comprometidas en el apostolado directo, tienen la precedencia respecto a las estructuras. No se destinen pues a otros fines ni se reduzcan los presupuestos destinados a los catequistas.Se recomienda especialmente la ayuda económica para los centros de catequistas. Este esfuerzo es digno de encomio y contribuirá sin duda a incrementar la vida cristiana en un futuro próximo, porque la catequesis activa y eficaz es la base de la formación del Pueblo de Dios.Al mismo tiempo deben promoverse y multiplicarse los catequistas voluntarios, que se comprometen a una cooperación a tiempo limitado, con regularidad, pero sin una verdadera remuneración porque tienen ya otro empleo fijo.Esta línea de acción es más realista cuando se trata de comunidades eclesiales que tienen ya un cierto grado de desarrollo. Es necesario ciertamente educar a los fieles a que consideren la vocación del catequista como una misión, más que como un empleo de vida. Además, será preciso reexaminar la organización y la distribución de los catequistas.En resumen, el problema económico exige una solución a partir de la Iglesia local. Todas las otras iniciativas son una buena contribución y han de potenciarse, pero la solución radical hay que buscarla localmente, especialmente con una acertada administración, que respete las prioridades apostólicas, y educando a la comunidad a dar la debida contribución económica.

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6.3.2. Responsabilidad del pueblo de dios33. Responsabilidad de la comunidad. La CEP siente la necesidad de expresar en públicamente su reconocimiento y gratitud a los Obispos, a los sacerdotes y a las comunidades de fieles por la atención que siempre han demostrado a los catequistas: esa actitud es una garantía para el anuncio misionero, para la madurez de las Iglesias jóvenes.Los catequistas, en efecto, son apóstoles de primera línea: sin ellos "no se habrían edificado Iglesias hoy día florecientes"; son, además, una de las componentes esenciales de la comunidad, enraizados en ella por el Bautismo y la Confirmación y su vocación, con el derecho y el deber de crecer en plenitud y de obrar con responsabilidad.Es significativo que Juan Pablo II, en la Encíclica Redemptoris Missio, encomie de este modo a los catequistas en los territorios de misión: "Entre los laicos que se hacen evangelizadores se encuentran, en primera línea, los catequistas. (...) Aunque se ha habido un incremento de los servicios eclesiales y extraeclesiales, el ministerio de los catequistas continúa siendo siempre necesario y tiene unas características peculiares". Estas palabras confirman lo que el mismo Sumo Pontífice había afirmado en la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae: "El título de 'catequista' se aplica por excelencia a los catequistas de tierras de misión".A los catequistas se puede aplicar, con toda verdad, la palabra del Señor: "Id y haced discípulos a todas las naciones" (Mt 28,19), porque "ellos están dedicados por oficio al ministerio de la palabra".Los catequistas sean valorizados en la organización de la comunidad eclesial. Será muy util garantizar su presencia significativa en los organismos de comunión y participación apostólica, como por ejemplo, los consejos pastorales diocesanos y parroquiales.No hay que olvidar que el número de catequistas aumenta de continuo y que de su actual dedicación dependerá la calidad de las futuras comunidades cristianas. En la sociedad moderna existen situaciones que reclaman la presencia de los catequistas, porque son laicos que viven las situaciones seculares y pueden iluminarlas con la luz del Evangelio, actuando en el interior de la sociedad. Hoy, en el contexto de la teología del laicado, los catequistas ocupan necesariamente un lugar destacado.Todas estas consideraciones hacen ver la urgencia de promover catequistas, tanto en número, mediante una adecuada promoción vocacional como, sobre todo, en la calidad, mediante una atenta y global programación de formación.

34. Responsabilidad primaria de los Obispos. Los Obispos como primeros "responsables de la catequesis", son también los primeros responsables de los catequistas. El Magisterio contemporáneo y la legislación renovada de la Iglesia insisten en esa responsabilidad originaria de los Obispos, vinculada a su función de sucesores de los Apóstoles, en cuanto Colegio y como Pastores de las Iglesias particulares.La CEP recomienda a cada uno de los Obispos y a las Conferencias Episcopales, que continúen con todo esfuerzo, y si es necesario, refuercen su solicitud por los catequistas, teniendo en cuenta todos los aspectos que les conciernen: desde establecer los criterios de elección, promover programas y estructuras de formación, hasta utilizar los medios adecuados para su mantenimiento, etc. Los Obispos traten personalmente a los catequistas, instaurando una relación profunda y si es posible individual con ellos. Cuando esto no sea factible, podría ser útil nombrar un vicario episcopal para ese cometido. En fuerza de su experiencia, la CEP indica también algunos campos preferenciales de intervención: - Coscientizar la comunidad diocesana y las parroquiales, con especial atención a los presbíteros, acerca de la importancia y el papel de los catequistas.- Crear o renovar los Directorios catequéticos en lo que se refiere a la figura y a la formación del catequista, en el ámbito nacional y diocesano, de manera que haya claridad y unidad cuando se aplicuen las respectivas indicaciones del Directorio Catequético General, de la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae y de la actual Guía para los catequistas a la situación local.

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- Garantizar un material mínimo para la preparación específica de los catequistas en el ámbito diocesano y parroquial, de manera que ninguno de ellos comience a ejercer su misión sin estar preparado, y además, fundar o promover escuelas o centros apropiados.- Procurar como objetivo la creación de cuadros en todas las diócesis y parroquias, es decir, grupos de catequistas bien formados en los centros y con una experiencia adecuada que - como se ha dicho ya - en colaboración con el Obispo y con los sacerdotes, puedan encargarse de la formación y de la asistencia de otros catequistas voluntarios y se les puedan confiar puestos claves para la realización de los programas catequéticos.- Atender a las necesidades referentes a la formación, a la actividad y a la vida de los catequistas con un esmerado planteamiento económico, involucrando a la comunidad. Además de estos campos preferenciales de intervención, el mejor modo en que los Obispos pueden, en general, actuar su responsabilidad con los catequistas, es manifestándoles su amor paternal, e interesándose constantemente por ellos mediante contactos personales.

35. Solicitud de parte de los presbíteros. Los Sacerdotes, y especialmente los párrocos, como educadores en la fe y colaboradores inmediatos del Obispo, tienen un cometido inmediato e insustituible en la promoción del catequista. Si como pastores, deben reconocer, promover y coordinar los distintos carismas en el interior de la comunidad, de manera especial deberán seguir a los catequistas que comparten su trabajo de anunciar la Buena Nueva. Han de considerarlos y aceptarlos como personas responsables del ministerio que se les ha confiado y no como meros ejecutores de programas preestablecidos. Promuevan su dinamismo y creatividad y eduquen a las comunidades para que asuman su responsabilidad en la catequesis y acojan a los catequistas, colaboren con ellos y los sostengan económicamente, teniendo en cuenta si tienen a su cargo una familia.Desde esta perspectiva especial, es de importancia decisiva educar al clero ya desde el seminario, para que esté en condiciones de apreciar, favorecer y valorar adecuadamente al catequista como figura eminente de apóstol y su colaborador especial en la viña del Señor.

36. Atención por parte de los formadores. La preparación de los catequistas está confiada, generalmente, a personas calificadas tanto en los centros como en las parroquias. Estos formadores tienen una función de gran responsabilidad y dan una aportación preciosa a la Iglesia. Sean pues conscientes de su vocación y del valor de su tarea.Cuando una persona acepta el mandato de formar catequistas, ha de considerarse como la expresión concreta de la solicitud de los Pastores y ha de seguir fielmente sus directivas. Además, ha de saber vivir la dimensión eclesial del mandato, realizándolo con espíritu comunitario y siguiendo la planificación de conjunto.Como ya hemos dicho, el formador de catequistas deberá estar dotado de cualidades espirituales, morales y pedagógicas, especialmente se quiere de él que pueda educar sobre todo con su propio testimonio. Ha de seguir de cerca a los catequistas, trasmitiéndoles fervor y entusiasmo.Todas las diócesis deberán hacer lo posible por tener un grupo de formadores de catequistas, compuesto en lo posible de sacerdotes, religiosos religiosas y laicos, que se puedan enviar a las parroquias a preparar a los aspirantes, en comunidad e individualmente.

Conclusión37. Una esperanza para la misión del tercero milenio. Las directivas contenidas en esta Guía se proponen con la esperanza de que sean como un ideal para todos los catequistas.Los catequistas gozan de la estima de todos por su participación en la actividad misionera y por sus características que raramente se encuentran en las comunidades eclesiales fuera de la misión. El número de los catequistas se incrementa y oscila estos últimos años, entre los 250.000 y los 350.000. Para muchos misioneros, los catequistas son una ayuda insustituible; se puede decir, su mano derecha y a

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veces su lengua. Frecuentemente han sostenido la fe de las jóvenes comunidades en los momentos difíciles y sus familias han dado muchas vocaciones sacerdotales y religiosas.)Cómo no estimar estos "animadores fraternos de comunidades nacientes"?. )Cómo no proponerles los ideales más elevados, aun conociendo las dificultades objetivas y los límites personales?No se puede concluir más eficazmente este documento que citando las vibrantes palabras que el Papa Juan Pablo II dirigió a los catequistas de Angola durante su última visita apostólica: "Tantas veces ha dependido de vosotros la consolidación de las nuevas comunidades cristianas por no decir su primera piedra fundamental, mediante el anuncio del Evangelio a los que no lo conocían. Si los misioneros no podían estar presentes o tuvieron que partir poco después del primer anuncio, allí estábais presentes vosotros, los catequistas, para sostener y formar a los catecúmenos, para preparar al pueblo cristiano a recibir los sacramentos, para enseñar la catequesis y para asumir la responsabilidad de la animación de la vida cristiana en sus pueblos o en sus barrios. (...) Dad gracias al Señor por el don de vuestra vocación, con la que Cristo os ha llamado y elegido de entre los otros hombres y mujeres, para ser instrumentos de su salvación. Responded con generosidad a vuestra vocación y tendréis escrito vuestro nombre en el cielo (cf. Lc 10,20)".La CEP espera que, con la ayuda de Dios y de la Virgen María, esta Guía imprima nuevo impulso a la renovación constante de los catequistas para que así, su generosa aportación continue siendo acertada y fructuosa también para la misión del Tercero Milenio. El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la Audiencia concedida al que suscribe Cardenal Prefecto, el 16 de Junio de 1992, ha aprobado la presente Guía para los Catequistas y ha dispuesto su publicación.Roma, en la Sede de la Congregación para la Evangelización, 3 de Diciembre de 1993, Fiesta de San Francisco Javier. Jozef Card. Tomko, PrefectoGiuseppe Uhac, Arzobispo tit. de Tharros, Secretario

Trabajo Práctico 61. Que elementos de esta reflexión te sirve para tu tarea pastoral

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UNIDAD 7: LAMISIÓN DEL CATEQUISTA

7.1. Evangelización - Catequesis - Nueva Evangelización

7.1.1. La evangelización (Ampliar concepto en E.N. 17-18-19-20-22-23-24)La Iglesia "existe para evangelizar" <29>, esto es, para llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" <30>.El mandato misionero de Jesús comporta varios aspectos, íntimamente unidos entre si: "anunciad" (Mc 16,15), "haced discípulos y enseñad" <31>, "sed mis testigos" <32>, "bautizad" <33>, "haced esto en memoria mía" (le 22,19), "amaos unos a otros" (Jn 15,12). Anuncio, testimonio, enseñanza, sacramentos, amor al prójimo, hacer discípulos: todos estos aspectos son vías y medios para la transmisión del único Evangelio y constituyen los elementos de la evangelización.Algunos de estos elementos revísten una importancia tan grande que, a veces, se tiende a identificados con la acción evangelizadora. Sin embargo, "ninguna definición parcial v fragmentaria refleja la realidad rica. compleja v dinámica que comporta la evangelización" .Se corre el riesgo de empobrecerla e. incluso. de mutilarla...Ver E.N.17Al contrario, ella debe desplegar "toda su integridad" <35> e incorporar sus intrínsecas bipolaridades: testimonio y anuncio <36>, palabra y sacramento <37>, cambio interior y transformación social <38>. Los agentes de la evangelización han de saber operar con una "visión global" <39> de la misma e identificada con el conjunto de la misión de la Iglesia <40>. (DGC 46)

7.1.2. La Nueva Evangelización ( SDG. 24-25-26-27-28-29-30)Hablar de Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca duraci6n. significa que hoy hay desafíos nuevos. nuevas interpelaciones que se hacen a los cristianos y a los cuales es urgente responder.Hablar de Nueva Evangelización. como lo advirtió el Papa en el discurso inaugural de esta IV Conferencia, no significa proponer un nuevo Evangelio diferente del primero: hay un solo y único Evangelio del cual se pueden sacar luces nuevas para los problemas nuevos.Hablar de Nueva Evangelización no quiere decir reevangelizar. En América Latina no se trata de prescindir de la primera evangelización sino de partir de los ricos y abundantes valores que ella ha dejado para profundizarlos y complementarlos, corrigiendo las deficiencias anteriores. La Nueva Evangelización surge en América Latina como respuesta a los problemas que presenta la realidad de un continente en el cual se da un divorcio entre fe y vida hasta producir clamorosas situaciones de injusticia. desigualdad social y violencia. Implica afrontar la grandiosa tarea de infundir energías al cristianismo de América Latina.Para Juan Pablo n la Nueva Evangelización es algo operativo, dinámico. Es ante todo una Llamada a la conversi6n (cf. Juan Pablo II. Discurso inaugural, 1) y a la esperanza. que se apoya en las promesas de Dios y que tiene como certeza inquebrantable la Resurrecci6n de Cristo, primer anuncio y raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana, principio de toda auténtica cultura cristiana (cf. ib., 25). Es también un nuevo ámbito vital, un nuevo Pentecostés (cf. ib., 30-51) donde la acogida del Espíritu Santo hará surgir un pueblo renovado constituido por hombres libres conscientes de su dignidad (cf. ib., 19) Y capaces de forjar una historia verdaderamente humana. Es el conjunto de medios, acciones y actitudes aptos para colocar el evangelio en diálogo active con la modernidad Y lo post-moderno. sea para interpelados, sea para dejarse interpelar por ellos. También es el esfuerzo por inculturar el Evangelio en la situación actual de las culturas de nuestro continente.

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El sujeto de la Nueva Evangelización es toda la comunidad eclesial según su propia naturaleza: nosotros los Obispos, en comunión con el Papa. nuestros presbíteros y diáconos. los religiosos y religiosas, y todos los hombres y mujeres que constituimos el Pueblo de Dios.La Nueva Evangelización tiene como finalidad formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuesta a la nueva situación que vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad. Ha de tener en cuenta la urbanización, la pobreza y la marginación. Nuestra situación esta marcada por el materialismo, la cultura de la muerte, la invasión de las sectas y propuestas religiosas de distintos orígenes.Esta situación nueva trae consigo también nuevos valores, el ansia de solidaridad, de justicia, la búsqueda religiosa y la superación de ideologías totalizantes.Destinatarios de la Nueva Evangelización son también las clases medias, los grupos, las poblaciones, los ambientes de vida y de trabajo, marcados por la ciencia, la técnica y los medios de comunicación social.La Nueva Evangelización tiene la tarea de suscitar la adhesión personal a Jesucristo y a la Iglesia de tantos hombres y mujeres bautizados que viven sin energía el cristianismo, han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, Llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio" (RMi 33).El contenido de la Nueva Evangelización es Jesucristo, Evangelio del Padre, que anunció con gestos y palabras que Dios es misericordioso con todas sus creaturas, que ama al hombre con un amor sin limites y que ha querido entrar en su historia por medio de Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, para liberamos del pecado y de todas sus consecuencias y para hacemos partícipes de su vida divina. (cf Juan Pablo II, Homilía en Veracruz, México, 7.5.90). En Cristo todo adquiere sentido. Él rompe el horizonte estrecho en que el secularismo encierra al hombre, le devuelve su verdad y dignidad de Hijo de Dios y no permite que ninguna realidad temporal, ni los estados, ni la economía, ni la técnica se conviertan para los hombres en la realidad ultima a la que deban someterse. Dicho con palabras de Pablo VI, evangelizar es anunciar el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios (EN 22).Esta Evangelización tendrá fuerza renovadora en la fidelidad a la Palabra de Dios, su lugar de acogida en la comunidad eclesial, su aliento creador en el Espíritu Santo, que crea en la unidad y en la diversidad, alimenta la riqueza carismática y ministerial y se proyecta al mundo mediante el compromiso misionero.¿Cómo debe ser esta Nueva Evangelización? El Papa nos ha respondido: Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión.Nueva en su ardor. Jesucristo nos llama a renovar nuestro ardor apostólico. Para esto envía su Espíritu, que enciende hoy el corazón de la Iglesia. El ardor apostólico de la Mueva Evangelización brota de una radical conformación con Jesucristo, el primer evangelizador. Así, el mejor evangelizador es el santo, el hombre de las bienaventuranzas (cf RMi 90-91). Una evangelización nueva en su ardor supone una fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu, genere una mística, un entusiasmo incontenible en la tarea de anunciar el Evangelio y capaz de despertar la credibilidad para acoger la Buena Nueva de la Salvación.Nueva en sus métodos. Nuevas situaciones exigen nuevos caminos para la evangelización. El testimonio y el encuentro personal, la presencia del cristiano en todo lo humane, así como la confianza. en el anuncio salvador de Jesús (kerygma) yen la actividad del Espíritu Santo, no pueden faltar.Se ha de emplear, bajo la acción del Espíritu creador, la imaginación y creatividad para que de manera pedagógica y convincente el Evangelio llegue a todos. Ya que vivimos en una cultura de la imagen, debemos ser audaces para utilizar los medios que la técnica y la ciencia nos proporcionan, sin poner jamás en ellos toda nuestra confianza.Por otra parte es necesario utilizar aquellos medios que hagan llegar el Evangelio al centro de la persona y de la sociedad, a las raíces mismas de la cultura y no de una manera decorativa, como un barniz superficial, (EN 20).

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Nueva en su expresión. Jesucristo nos pide proclamar la Buena Nueva con un lenguaje que haga más cercano el mismo Evangelio de siempre a las nuevas realidades culturales de hoy. Desde la riqueza inagotable de Cristo, se han de buscar las nuevas expresiones que permitan evangelizar los ambientes marcados por la cultura urbana e inculturar el Evangelio en las nuevas foffi1as de la cultura adveniente. La Nueva Evangelización tiene que inculturarse más en el modo de ser y de vivir de nuestras culturas, teniendo en cuenta las particularidades de las diversas culturas, especialmente las indigenas y afroamericanas. (Urge aprender a hablar según la mentalidad y cuhura de los oyentes, de acuerdo a sus formas de comunicación ya los medios que están en uso). Así, la Nueva Evangelización continuará en la Línea de la encarnación del Verbo. La Nueva Evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo toca todo y a todos: en la conciencia y en la práxis personal y comunitaria, en las relaciones de igualdad y de autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal.

7.1.3. La catequesis y la evangelizaciónLa catequesis de suyo supone la adhesión global al evangelio de Cristo, tal como lo propone la Iglesia. A menudo, sin embargo, se dirige a los hombres que, si bien pertenecen a la Iglesia, de hecho nunca prestaron una verdadera adhesión personal al mensaje de la revelación.Esto muestra que la evangelización puede preceder o acompañar, de acuerdo a las circunstancias, la obra de la catequesis propiamente dicha. Pero en cualquier caso se ha de tener en cuenta que la conversión es el elemento siempre presente en el dinamismo de la fe, y por eso cualquier foffi1a de catequesis debe desempeñar también funciones que miren a la evangelización. (DCG 18)

Primer anuncio y catequesisEl primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que de hecho, viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y llamar a la conversión. La catequesis, "distinta del primer anuncio del Evangelio" <1>, promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana. La relación entre ambas formas del ministerio de la Palabra es, por tanto, una relación de distinción en la complementariedad.El primer anuncio, que todo cristiano esta llamado a realizar, participa del "id" <2> que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir, adelantarse, proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que el mismo Jesús indicó, "el que crea" <3>, el que se convierta, el que se decida. Las dos acciones son esenciales y se reclaman mutuamente: ir y acoger, anunciar y educar, llamar e incorporar. (DGC 61)En la práctica pastoral, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente delimitables. Frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera conversión. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esta dedicada a asegurar la conversión <4>. En la "misión ad gentes", esta tarea se realiza en el "precatecumenado" <5>. En la situación que requiere la "nueva evangelización" se realiza por medio de la "catequesis kerigmatica", que algunos llaman "precatequesis" <6>, porque, inspirada en el precatecumenado, es una propuesta de la Buena Nueva en orden a una opción sólida de fe. Solo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de "el que crea", la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe.El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación m s directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa. (DGC 62)

7.1.4. La Catequesis al servicio de la iniciación cristianaLa catequesis, "momento" esencial del proceso de la evangelizaciónLa Exhortación apostólica Catechesi Tradendae, cuando sita a la catequesis dentro de la misión de la

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Iglesia ,recuerda que la evangelización es una realidad rica, compleja y dinámica, que comprende "momentos" esenciales y diferentes entre si. Y añade: "La catequesis es uno de esos momentos - y cuan señalado - en el proceso total de la evangelización" <8>. Esto quiere decir que hay acciones que "preparan" <9> a la catequesis y acciones que "emanan" <10> de ella.El "momento" de la catequesis es el que corresponde al periodo en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante "una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana" <11>, son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, "de iniciados en la plenitud de la vida cristiana" <12>. (DGC 63)La catequesis al realizar con diferentes formas esta función de iniciación del ministerio de la Palabra, lo que hace es poner los cimiento del edificio de la fe <13>. Otras funciones de ese mismo ministerio ir n construyendo, después, las diversas plantas de ese mismo edificio.La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y seria infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendrá raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio < 14> .En verdad, "el crecimiento interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio divino, dependen esencialmente de ella" <15>. En este sentido, Ja catequesis debe ser considerada momento prioritario en ]a evangelización (DGC 64)La catequesis al servicio de la iniciación cristianaLa fe, por la que el Hombre responde al anuncio del Evangelio, reclama el Bautismo. La ¡íntima relación entre las dos realidades tiene su raíz en la voluntad del mismo Cristo, que mandó a sus apóstoles a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizadas. "La misión de bautizar, por tanto, la misión sacramental, esta comprendida en la misión de evangelizar" <16>.Los que se han convertido a Jesucristo y han sido educados en ]a fe por la catequesis, al recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, "son liberados del poder de las tinieblas; muertos, sepultados y resucitados con Cristo; reciben el Espíritu de hijos de adopción; y celebran con todo el Pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor" < 17>. (DGC 65)La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, "sacramento de la fe" <]8>. El eslabón que une la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la acción catequística consiste precisamente en esto: propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe <19>.Para lograrlo, la Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos la experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquellos la hagan suya al profesada. Por eso, "la autentica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática ala revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas escrituras y comunicada constantemente, mediante una 'traditio' viva y activa, de generación en generación" <20>. (DGC 66)

7.1.5. Características fundamentales de la catequesis de iniciaciónEl hecho de ser "momento esencial" del proceso evangelizador, al servicio de la iniciación cristiana, confiere a la catequesis algunas características <21>:- La catequesis es una formación orgánica y sistemática de la fe. El Sínodo de 1977 subrayó la necesidad de una catequesis "orgánica y bien ordenada" <22>, ya que esa indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo es 10 que, principalmente, distingue a la catequesis de todas las demás formas de presentar la Palabra de Dios.

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- Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, "una iniciación cristiana integral" <23>, que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo, centrado en su Persona. Se trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por la Palabra de Dios. Se ayudar así al discípulo de Jesucristo a transformar el hombre viejo, a asumir sus compromisos bautismales ya profesar la fe desde el "corazón" <24>.- La catequesis es una formación básica, esencial <25>, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana. (DGC67)

En síntesis, la catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a 10 meramentecircunstancial u ocasional <26>; por ser formación para la vida cristiana, desborda - inc1uyéndola - a la mera enseñanza <27>; por ser esencial, se centra en lo "común" para el cristiano, sin entrar en cuestiones disputadas ni convertirse en investigación teológica. En fin, por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe. Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de iniciación, de educación y de instrucción <28>. Esta riqueza, inherente al catecumenado de adultos no bautizados, ha de inspirar a las demás formas de catequesis.(DGC 68)

7.1.6. La salvación es ofrecida a todos los hombres.RM 10 La universalidad de la salvación no significa que se conceda solamente a los que, de modo explícito, creen en Cristo y han entrado en la Iglesia. Si es destinada a todos, la salvación debe estar en verdad a disposición de todos. Pero es evidente que, tanto hoy como en el pasado, muchos hombres no tienen la posibilidad desconocer o aceptar la revelación del Evangelio y de entrar en la Iglesia. Viven en condiciones socioculturales que no se lo permiten y, en muchos casos, han sido educados en otras tradiciones religiosas.. Para ellos la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y ambiental. Esta gracia proviene de Cristo, es fruto de su sacrificio y es comunicada por el Espíritu Santo: Ella permite a cada uno llegar ala salvación mediante su libre colaboración. Por esto mismo, el Concilio, después de haber afirmado la centralidad del misterio pascual, afirma: "Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma Dios conocida, se asocien a este misterio pascual. "

7.1.7. La misión ad gentes conserva su valorRM 33 Las diferencias en cuanto a la actividad dentro de esta misión de la Iglesia, nacen no de razones intrínsecas a la misión misma, sino de las diversas circunstancias en las que, esta se desarrolla(SI). Mirando al mundo actual, desde el punto de vista de la evangelización, se pueden distinguir tres situaciones. En primer lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia: pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla otros grupos. Esta es propiamente la misión ad gentes(52). Hay también comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal. En ellas se desarrolla la actividad o atención pastoral de la Iglesia. Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias mas jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su

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Evangelio. En este caso es necesaria una "nueva evangelización" o" reevangelizacion"

7.1.8. El espíritu guía la misiónRM 24 La misión de la Iglesia, al igual que la de Jesús, es obra de Dios o, como dice a menudo Lucas, obra del Espíritu. Después de la resurrección y ascensión de Jesús, los Apóstoles viven una profunda experiencia que los transforma: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los convierte en testigos o profetas (cf. Act. 1,8; 2,17-18), infundiéndoles una serena audacia que les impulsa a trasmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima. El Espíritu les da la capacidad de testimoniar a Jesús con "toda libertad" (35).Cuando los evangelizadores salen de Jerusalén, el Espíritu asume la función de "guía" tanto en la elección de las personas como de los caminos de la misión. Su acción se manifiesta de modo especial en el impulso dado a la misión que de hecho, según palabras de Cristo, se extiende desde Jerusalén a toda Judea y Samaria, hasta los últimos confines de la tierra. Los Hechos recogen seis síntesis de los "discursos misioneros" dirigidos a los judíos en los comienzos de la Iglesia (cf. Act.2,22-39; 3, 12-26; 4, 9-12; 5, 29-32; 10,34-43; 13, 16-41). Estos discursos - modelo, pronunciados por Pedro y por Pablo, anuncian a Jesús e invitan a la "conversión", es decir, a acoger a Jesús por la fe y a dejarse transformar en y por el Espíritu. Pablo y Bemabé, se sienten empujados por el Espíritu hacia los paganos (cf. Act. 13, 46-48), lo cual no sucede sin tensiones y problemas. Como deben vivir su fe en Jesús los gentiles convertidos ?OOEstan ellos vinculados a las tradiciones judías y ala ley de la circuncisión? En el primer Concilio, que reúne en Jerusalén a miembros de diversas Iglesias, alrededor de los Apóstoles, se toma una decisión reconocida como proveniente del Espíritu: para hacerse cristiano no es necesario que un gentil se someta a la ley judía (cf. Act. 15,511.28). Desde aquel momento a Iglesia abre sus puertas y se convierte en la casa donde todos pueden entrar y sentirse a gusto, conservando la propia cultura y las propias tradiciones, siempre que no están en contraste con el Evangelio.RM 34 La actividad misionera específica, o misión ad gentes, tiene como destinatarios "a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo", "a los que están alejados de Cristo", entre los cuales la Iglesia "no ha arraigado todavía" (53), y cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio. (54). Esta actividad se distingue de las demás actividades a eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial. Evangelio, de edificación de la Iglesia local, de promoción de los valores del Reino. La peculiaridad de esta misión ad gentes esta en el hecho de que se dirige a los "no cristianos". Por tanto, hay que evitar que esta "responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia" (55)., se vuelva una flaca realidad dentro de la misión global del Pueblo de Dios, y consiguientemente, descuidada u olvidada Por 1o demás, no es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y actividad misionera especifica, y no es pensable crear entre ellas barreras o recintos estancados. No obstante, es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de nuevas Iglesias en los pueblo y grupos humanos donde no existen, porque ,esta es la tarea primordial de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los pueblos, hasta los confines de la tierra. Sin la misión ad gentes, la misma dimensión misionera de la Iglesia estaría privada de su significado fundamental y de su actuación ejemplar.Hay que subrayar, además, una real y creciente interdependencia entre las diversas actividades salvíficas de la Iglesia: cada una influye en la otra, la estimula y la ayuda. El dinamismo misionero crea intercambio entre las Iglesias y las orienta hacia el mundo exterior, influyendo positivamente en todos los sentidos. Las Iglesias de antigua cristiandad, por ejemplo, ante la dramática tarea de la nueva evangelización, comprenden mejor que no pueden ser misioneros respecto a los no cristianos de otros países o continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estimulo para la misión ad extra, y viceversa. Contenido de la evangelización

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Contenido esencial y elementos secundarios de la evangelizaciónEN25. En el mensaje que anuncia la Iglesia hay ciertamente muchos elementos secundarios, cuya presentación depende en gran parte de los cambios de circunstancias. Tales elementos cambian también. Pero hay un contenido esencial, una sustancia viva, que no se puede modificar ni pasar por alto sin desnaturalizar gravemente la evangelización misma.

Un testimonio al amor del PadreEN26 No es superfluo recordado: evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Hijo; que es su Verbo Encarnado ha dado a todas las cosas el ser, y ha llamado a los hombres a la vida eterna. para muchos, es posible que este testimonio de Dios evoque al Dios desconocido, a quien adoran sin darle un nombre concreto, o al que buscan por sentir una llamada secreta en el corazón, al experimentar la vacuidad de todos los ¡dolos.Pero este testimonio resulta plenamente evangelizador cuando pone de manifiesto que para el hombre el Creador no es un poder anónimo y lejano: es el Padre. "Nosotros somos llamados hijos de Dios y en verdad lo somos", y, por tanto, somos hermanos los unos de los otros, en Dios.

Centro del mensaje: la salvación en JesucristoEN 27 La evangelización también debe contener siempre - como base, entro ya la vez culmen de su dinamismo una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. No una salvación puramente inmanente, e medida de las necesidades materiales o incluso espirituales que se agotan en el cuadro de la existencia temporal y se identifican totalmente con los deseos, las esperanzas, los asuntos y las luchas temporales, sino una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único Absoluto, Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad.p28

Bajo el signo de la esperanzaEN 28. Por consiguiente, la evangelización no puede por menos de incluir el anuncio profético de un m s allá, vocación profunda y definitiva del hombre, en continuidad y discontinuidad a la vez con la situación presente: más allá del tiempo y de la historia, más allá de la realidad de este mundo, cuya imagen pasa, y de las cosas de este mundo, cuya dimensión oculta se manifestar un día; mas allá del hombre mismo, cuyo verdadero destino no se agota en su dimensión temporal, sino que nos ser revelado en la vida futura.La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios; la predicación del amor fraterno para con todos los hombres - capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano -que, por descender del amor de Dios, es el núcleo del Evangelio; la predicación del misterio del mal y de la búsqueda activa del bien.Predicación, asimismo, y ,esta se hace cada vez m s urgente, de la búsqueda del mismo Dios a través de la oración, sobre todo de adoración y de acción de gracias, y también a través de la comunicación con ese signo visible del encuentro con Dios que es la Iglesia de Jesucristo; comunión que a su vez se expresa mediante la participación en esos otros signos de Cristo, viviente y operante en la Iglesia, que son los sacramentos.Vivir de tal suelte los sacramentos hasta conseguir en su celebración una verdadera plenitud, no es, como algunos pretenden, poner un obstáculo o aceptar una desviación de la evangelización: es dar1e toda su integridad. Porque .la totalidad de la evangelización, aparte la predicación del mensaje, consiste en implantar la Iglesia, la cual no existe sin este respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristía.

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Un mensaje que afecta a toda la vidaEN 29. La evangelización no seria completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente, por esto la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

7.2. La catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia"Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación" (Mc 16,15)."Id y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20)."Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra" (Hec 1,8).

El mandato misionero de Jesús34 Jesús, después de su resurrección, envió de parte del Padre al Espíritu Santo para que llevase a cabo desde dentro la obra de la salvación y animase a los discípulos a continuar su propia misión en el mundo entero, como él a su vez había sido enviado por el Padre. El fue el primero y más grande evangelizador. Anunció el Reino de Dios <1>, como nueva y definitiva intervención divina en la historia, y definió este anuncio como "el Evangelio", es decir, la buena noticia. A él dedicó toda u existencia terrena: dio a conocer el gozo de pertenecer al reino <2>, sus exigencias y su "carta magna" <3>, los misterios que encierra <4>, la vida fraterna de los que entran en él <5>, y su plenitud futura <6>.

Significado y finalidad de esta parte.Esta primera parte trata de definir el carácter propio de la catequesis.El capítulo primero, de fundamentación teológica, recuerda brevemente el concepto de Revelación expuesto en la Constitución conciliar Dei Verbum. Dicha concepción determina, de manera específica, el modo de concebir el ministerio de la Palabra. Los conceptos de Palabra de Dios, Evangelio, Reino de Dios y Tradición, presentes en esta Constitución dogmática, fundamentan el significado de catequesis. Junto a ellos, el concepto de evangelización es referente obligado para la catequesis. Su dinámica y sus elementos, son expuestos, con una nueva y profunda precisión en la Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi.El capítulo segundo sitúa a la catequesis en el marco de la evangelización y la pone en relación con las otras formas del ministerio de la Palabra de Dios. Gracias a esta relación se descubre más fácilmente el carácter propio de la catequesis.El capítulo tercero analiza más directamente la catequesis en sí misma: su naturaleza eclesial, su finalidad vinculativa de comunión con Jesucristo, sus tareas, y la inspiración catecumenal que la anima.La concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos.El término "catequesis" ha experimentado una evolución semántica durante los veinte siglos de la historia de la Iglesia. En este Directorio la concepción de catequesis se inspira en los Documentos del Magisterio pontificio post-conciliar y, sobre todo, en Evangelii Nuntiandi, Catechesi Tradendae y Redemptoris Missio.

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Citas<1> Cf Mc 1,15 y paralelos; RM 12-20; CEC 541-560. <2> Cf Mt 5,3-12. <3> Cf Mt 5,1-7.29. <4> Cf Mt 13,11. <5> Cf Mt 18,1-35. <6> Cf Mt 24,1-25.46.

Trabajo Práctico 71. Qué enseña el Catecismo en los números 541 al 560.

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ÍNDICEUNIDAD 1: INTRODUCCIÓN.................................................................................................................1

1.1. Algunos Conceptos, para empezar...................................................................................................11.2. La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de la fe <1>............................................31.3. Clave Cristocéntrica y Trinitaria de la Catequesis...........................................................................6

1.3.1. Cristo en el centro: ¿en qué sentido?........................................................................................61.3.2. Clave Trinitaria.......................................................................................................................12

1.4. Por una lectura misionera del Catecismo de la Iglesia Católica....................................................131.4.1. El catecismo, expresión de una iglesia misionera...................................................................141.4.2. La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia................................................................171.4.3. Conclusión..............................................................................................................................21

Trabajo Práctico 1.................................................................................................................................22UNIDAD 2: HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE LA CATEQUESIS.........................................................23

2.1. Proceso de la Catequesis en la Historia de América Latina...........................................................23Introducción......................................................................................................................................232.1.1. Panorama general de la catequesis en los primeros siglos de la Iglesia.................................242.1.2. Preludios de la catequesis en América Latina (s. Xiv y xv)...................................................282.1.3. Los primeros pasos. Catequesis de la conquista.....................................................................302.1.4. La catequesis de la colonia......................................................................................................332.1.5. Catequesis en las crisis de las guerras de independencia........................................................402.1.6. Catequesis en el concilio plenario de América latina 1899....................................................412.1.7. La catequesis y el Concilio Vaticano II..................................................................................48

2.2. Profetismo ante las corrientes políticas..........................................................................................552.2.1. Ante el pluralismo religioso....................................................................................................582.2.2. Misión y colonialismo.............................................................................................................592.2.3. El positivismo y el pragmatismo.............................................................................................602.2.4. Nuevas culturas presentes en la escuela..................................................................................622.2.5. Algunas conclusiones catequéticas.........................................................................................63

Trabajo Práctico 2.................................................................................................................................63UNIDAD 3: CATEQUISTAS Y CATECÚMENOS................................................................................64

3.1. La formación para el servicio de la catequesis..............................................................................643.2. Espiritualidad del Catequista.........................................................................................................71

3.2.1. La vocación del Catequista.....................................................................................................713.2.2. Al servicio de la Palabra.........................................................................................................713.2.3. Catequesis y Seguimiento de Jesús.........................................................................................723.2.4. Toda catequesis debe conducir al seguimiento de Jesús.........................................................723.2.5. Encuentro con el Señor...........................................................................................................723.2.6. Como Jesús, servidor y humilde.............................................................................................733.2.7. Llamados a la conversión........................................................................................................733.2.8. Los catequistas debemos colaborar con el proceso de conversión de nuestros catequizandos...........................................................................................................................................................743.2.9. La fe del Catequista.................................................................................................................743.2.10. Escuchar y practicar la Palabra.............................................................................................753.2.11. Fiel al Evangelio y al pueblo.................................................................................................763.2.12. La oración del Catequista......................................................................................................783.2.13. La lectura orante con la Biblia..............................................................................................793.2.14. Ideas para poner en práctica..................................................................................................803.2.15. El Espíritu es nuestro guía....................................................................................................813.2.16. María nuestra madre en la fe.................................................................................................823.2.17. El Catequista, educador para la Paz......................................................................................83

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3.2.18. La espiritualidad es un camino..............................................................................................853.3. El catecumenado............................................................................................................................85Trabajo Práctico 3.................................................................................................................................87

UNIDAD 4: EL ARTE DE LA CATEQUESIS.......................................................................................884.1. Las dos tendencias en la misión americana...................................................................................88

4.1.1. El método de persuasión.........................................................................................................884.1.2. El método de la tabula rasa.....................................................................................................924.1.3. Ante una realidad compleja: inculturación y aculturación......................................................93

4.2. Lenguaje y señas especiales...........................................................................................................95Lenguaje de señas y contraseñas de mi Señor..................................................................................95

4.3. Reflexiones para la inculturación del Catecismo de la Iglesia Católica........................................984.3.1. La inculturación......................................................................................................................984.3.2. Aspectos de la inculturación.................................................................................................1014.3.3. Pistas generales para la inculturación del catecismo de la Iglesia Católica..........................105

Trabajo Práctico 4...............................................................................................................................107UNIDAD 5: EL MAGISTERIO NOS ENSEÑA...................................................................................108

5.1. La Catequesis en el Instrumentum Laboris..................................................................................1085.1.1. El Ministerio Episcopal al Servicio del Evangelio...............................................................1085.1.2. El Ministerio de la Palabra....................................................................................................108

5.2. La catequesis en Eclesia in América............................................................................................1115.2.1. Iniciación cristiana y comunión............................................................................................1115.2.2. « Como el Padre me envió, también yo los envío» (Jn 20, 21)............................................113

5.3. Selección de temas de Catechesi Tradende.................................................................................1155.3.1. Tenemos un solo maestro: Jesucristo....................................................................................1155.3.2. La tarea nos concierne a todos..............................................................................................1175.3.3. El Espíritu Santo Maestro interior........................................................................................1215.3.4. María, madre y modelo de discípulo.....................................................................................122

Trabajo Práctico 5...............................................................................................................................122UNIDAD 6: GUIA PARA LOS CATEQUISTAS MISIONEROS........................................................123

6.1. Primera parte un apóstol siempre actual......................................................................................1256.1.1. El catequista para una Iglesia misionera...............................................................................1256.1.2. Líneas de espiritualidad del catequista..................................................................................1286.1.3. Actitudes del catequista frente a determinadas situaciones actuales....................................131

6.2. Segunda parte: elección y formación del catequista....................................................................1356.2.1. Elección prudente..................................................................................................................1356.2.2. Camino de formación............................................................................................................136

6.3. Tercera parte: la responsabilidad hacia el catequista...................................................................1466.3.1. Remuneración del catequista................................................................................................1466.3.2. Responsabilidad del pueblo de dios......................................................................................147

Conclusión..........................................................................................................................................148Trabajo Práctico 6...............................................................................................................................149

UNIDAD 7: LAMISIÓN DEL CATEQUISTA.....................................................................................1507.1. Evangelización - Catequesis - Nueva Evangelización.................................................................150

7.1.1. La evangelización (Ampliar concepto en E.N. 17-18-19-20-22-23-24)...............................1507.1.2. La Nueva Evangelización ( SDG. 24-25-26-27-28-29-30)...................................................1507.1.3. La catequesis y la evangelización.........................................................................................1527.1.4. La Catequesis al servicio de la iniciación cristiana...............................................................1527.1.5. Características fundamentales de la catequesis de iniciación...............................................1537.1.6. La salvación es ofrecida a todos los hombres.......................................................................1547.1.7. La misión ad gentes conserva su valor..................................................................................154

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7.1.8. El espíritu guía la misión......................................................................................................1557.2. La catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia..............................................................157Trabajo Práctico 7...............................................................................................................................158

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