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Desierto


melusina [sic] propone al lector una serie de reflexiones concisas, contundentes y microcós-micas sobre los aspectos básicos de la condición contemporánea.

Otros títulos de la colección:

Sobre el derecho de los hermafroditasDaniel J. García

CaracaosMarc Caellas

Historia política del alambre de espinoOlivier Razac

La máquina de guerra caníbalJohn Stanton

AuschwitzSybille Steinbacher

Oscuro DeleuzeAndrew Culp

Barrena digitalMichael Seemann


Anónimo

Desierto


Título original: Desert

© De la presente edición: Editorial Melusina, s.l.

www.melusina.com

© De la traducción: Carlos Gual Marqués

Primera edición, 2017Reservados todos los derechos

Fotocomposición: Antonio Rómar

Depósito legal: TF.20-2017isbn: 978-84-15373-40-7

Impresión: Estugraf s.l.Impreso en España


Desierto, -a. (Lat. «desertus, de «desesere», abandonar; v. «desertar»)

1♦ *Deshabitado, *despoblado o *vacío. Se aplica al lugar donde no habita o no hay nadie. «Una región desierta. El paseo estaba desierto». 2♦ («Declarar; Quedar; Resultar») Se aplica a la *subasta, *concurso, etc., en que no hay ningún solicitante. 3♦ (n., en masc.) Lugar *arenoso, desprovisto de vegetación. ○ (n. calif.). Hiper-bólicamente, lugar poco habitado o poco fértil. ⇒caravana, espejismo, oasis. ⇒baldío, inhabi-Table, inhospiTalario, inhóspiTo. ⇒abandona-do, desavecindado, *deshabiTado, desolado, *despoblado, encanTado, inhabiTado, soliTario, *solo, *vacío.)

clamar en el desierTo. Esforzarse inútilmente por convencer a la gente o a alguien en particular de una cosa justa o razonable. (V. «*obstinación».)


Contenido

Nota del autor 11 ¡Adelante! 13

1. No hay futuro global 17

2. Es más tarde de lo que pensábamos 33

3. Tormentas del desierto 53

4. Caminos africanos a la anarquía 71

5. La civilización retrocede, el estado salvaje persiste 87

6. El regreso del terror nullius 99

7. Convergencia y las nuevas mayorías 115

8. Conservación en medio del cambio 141

9. Anarquistas tras los muros 167

10. Desierto 201


Nota del autor

∼ He escrito Desierto como anarquista amante de la naturaleza, dirigiéndome principalmente a los que comparten mis inquietudes. De ahí que no haya siempre explicado algunas ideas que, hasta cierto punto, están asumidas en muchos círculos anarquistas y ecologistas radicales. Espero haber escrito de forma lo suficientemente accesible para que, aunque no provengas de estos círculos, puedas leerlo sin dificultad.


¡Adelante!

∼ Hay algo que obsesiona a muchos activistas, anarquistas, ecologistas, a muchas de mis amis-tades. Me obsesionó a mí también. El grueso de nuestras subculturas nos dice que no está ahí, que no podemos verlo, ni oírlo. Nuestras mejores in-tenciones para con el mundo nos dicen que no lo miremos. Pero para muchos, a pesar de los mejores esfuerzos —siguiendo adelante con el activismo diario, construyendo un movimiento de base, viviendo acorde a y como expresión de la ética propia—, a pesar de todo eso, el espectro cobra forma. La imagen borrosa se hace cada vez más só-lida, más inevitable, hasta que el fantasma termi-na mirándote fijamente a la cara. Y como sucede con muchos monstruos de los cuentos de anta-ño, cuando encuentra su mirada, la gente se queda petrificada. Son incapaces de moverse. Pierden la esperanza, se desilusionan y se vuelven inertes. Este malestar, parálisis, no sólo ralentiza el «trabajo mi-litante», sino que afecta a cada una de las facetas de la vida de muchas de mis amistades.


14 desierTo

El espectro que muchos intentan no ver es una sencilla toma de conciencia de que el mundo no será «salvado». La revolución anarquista glo-bal no va a suceder. El cambio climático global es imparable. No vamos a presenciar el fin a escala planetaria de la civilización/capitalismo/patriar-cado/autoridad. No sucederá pronto. Es probable que no suceda nunca. El mundo no será «salva-do»; ni por activistas, ni por movimientos de masas, ni por organizaciones benéficas, ni por un proletariado global insurgente. El mundo no será «salvado». A la gente le desazona tomar concien-cia de eso. No quieren que sea verdad, pero proba-blemente lo es.

Esta toma de conciencia, este abandono de la ilusión, no debería incapacitarnos. Pero si pensa-mos que es una cuestión de «todo o nada», enton-ces tenemos un problema. Muchas amistades se han «descolgado» del «movimiento» mientras que otros continúan con los viejos patrones, si bien con una tristeza y un cinismo que revela su sensa-ción de que apuntan a un sentimiento de futilidad. Los hay que merodean por la escena criticando todo pero viviendo y luchando más bien poco.

«No es la desesperación, puedo tolerar la deses-peración. Es la esperanza lo que no tolero»1.

1. No se trata de Derrick Jensen, sino de John Cleese en la película Clockwise (1986).


15¡adelanTe!

La esperanza de un Gran Final Feliz perjudica a la gente; sienta las bases para el dolor que senti-rán cuando se desilusionen. Porque, vamos a ser honestos, ¿quién de nosotros realmente cree hoy en día? ¿Cuántos se han quemado por el esfuerzo que implica reconciliar una fe fundamentalmente religiosa en la transformación positiva del mundo con la realidad de la vida que nos rodea? Y sin em-bargo, sentirse desilusionado —con la revolución global, con nuestra capacidad de parar el cambio climático— no debería alterar nuestra naturaleza anarquista ni el amor que sentimos por la natura-leza como anarquistas. Todavía hay muchas posi-bilidades para la libertad y lo salvaje.

¿Cuáles son algunas de estas posibilidades y cómo podemos vivirlas? ¿Qué podría significar ser anarquista, ecologista, cuando la revolución global y la sostenibilidad socio-ecológica no son el objetivo principal? ¿Qué objetivos, qué planes, qué vidas, qué aventuras quedan cuando se dejan de lado las ilusiones y caminamos por el mundo ya no incapacitados por la desilusión, sino libe-rados de su carga?


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