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275 ETNOHISTORIA Y OCUPACIONES EN LA VERTIENTE OCCIDENTAL DE LA SERRANÍA DE PERIJÁ Luis Francisco López RESUMEN La causa del actual deterioro ecológico en los territorios de la serranía de Perijá, bajo la influencia de la etnia yukpa, no debe atribuirse exclusivamente al sistema de tala y quema practicado sino más bien, a la crisis de un modelo de verticalidad que implica el aprovechamiento e intercambio de recursos naturales a o largo del gradiente altitudinal como sucedía en épocas prehispánicas entre el valle del río Cesar (el río Opompotao de los tupe) y la vertiente W de la serranía. El patrón ancestral de los actuales yukpa que habitan la Serranía de Perijá, corresponde con los grupos “itoto” que aparecen citados en las crónicas de los siglos XVI y XVII y en varios documentos del archivo General de la Nación. Las ocupaciones sobre las cotas altas de la Serranía de Perijá, se formalizan y acentúan con el desplazamiento y las presiones a que se ven sometidos los itoto (ancestro yuko) por parte de conquistadores y colonos desde el siglo XVI. Es un fenómeno con un incremento significativo entre finales del XVII y todo el siglo XVIII. De acuerdo con nuestra reconstrucción etnohistórica es probable que entre ± 1530- 1748 d.C., mientras el Desplazamiento (DF) era elevadísimo, el Aprovechamiento se ajustaba a la Fluctuación Climática (FC) (épocas frías: bajo aprovechamiento; épocas cálidas: mejor aprovechamiento); lo cual podría atribuirse al nivel de dependencia de misioneros y encomenderos con relación a los recursos, tecnologías y mano de obra indígena durante las etapas secas. Esta situación habría operado de manera distinta en tiempos prehispánicos, pues entre ± 1000- (1530), cuando el sistema de verticalidad era más fluido, el Aprovechamiento resultaba muy destacable gracias a las formas de interacción, sin importar que dominaran condiciones frías-secas. Cuando se analizan las dos fases de manera integrada (± 1000- 1748 d.C.), se observa que en el caso de las Ocupaciones (OC), el patrón ancestral yuko tiende a permanecer sobre las cotas medias de la serranía (región subandina o mbh- ST: bosque húmedo subtropical); que en otros términos, equivale a una considerable resistencia al desplazamiento y la reducción por encima o debajo de esa zona de vida. El periodo de la Independencia constituyó una etapa crítica para los habitantes de Perijá, con mucho repliegue hacia las cotas altas y bajos índices de Aprovechamiento. A finales siglo XIX (± 1850-1895), con el advenimiento de una época cálida-húmeda (con significativos niveles pluviométricos), expropiaciones de territorios indígenas y apertura de vías comerciales, las formas de “Explotación” superarán la oferta natural hasta ir reduciendo la capacidad de Aprovechamiento, y desde entonces, los ecosistemas entran en etapa de amenazas. Desde la segunda mitad del siglo XX las circunstancias de orden político, económico y social, incluida la creación de reservas indígenas y el conflicto armado, han venido reduciendo el área de aprovechamiento yuko provocando respuestas en dos sentidos: el deterioro del ecosistema mediante la tala indiscriminada de bosques y, la articulación de los indígenas al mercado laboral a través de su contacto con los “blancos”; lo cual expone valores ancestrales a procesos de aculturación

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Luis Francisco López 275 López 276 Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá De esta forma, el análisis segmentado pierde su anterior dominio hasta convertirse en la materia prima de lo que necesariamente, ha- brá de conducirnos a una visión integral de cualquier tipo de fenómeno, en este caso, la movilidad espacial y temporal de las ocupa- ciones yuko en la serranía. Como se ha seña- López

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López

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ETNOHISTORIA Y OCUPACIONES EN LA VERTIENTE OCCIDENTAL DE LA SERRANÍA DE PERIJÁ

Luis Francisco López

RESUMEN

La causa del actual deterioro ecológico en los territorios de la serranía de Perijá, bajo la infl uencia de la etnia yukpa, no debe atribuirse exclusivamente al sistema de tala y quema practicado sino más bien, a la crisis de un modelo de verticalidad que implica el aprovechamiento e intercambio de recursos naturales a o largo del gradiente altitudinal como sucedía en épocas prehispánicas entre el valle del río Cesar (el río Opompotao de los tupe) y la vertiente W de la serranía. El patrón ancestral de los actuales yukpa que habitan la Serranía de Perijá, corresponde con los grupos “itoto” que aparecen citados en las crónicas de los siglos XVI y XVII y en varios documentos del archivo General de la Nación. Las ocupaciones sobre las cotas altas de la Serranía de Perijá, se formalizan y acentúan con el desplazamiento y las presiones a que se ven sometidos los itoto (ancestro yuko) por parte de conquistadores y colonos desde el siglo XVI. Es un fenómeno con un incremento signifi cativo entre fi nales del XVII y todo el siglo XVIII. De acuerdo con nuestra reconstrucción etnohistórica es probable que entre ± 1530-1748 d.C., mientras el Desplazamiento(DF) era elevadísimo, el Aprovechamientose ajustaba a la Fluctuación Climática (FC) (épocas frías: bajo aprovechamiento; épocas cálidas: mejor aprovechamiento); lo cual podría atribuirse al nivel de dependencia de misioneros y encomenderos con relación a los recursos, tecnologías y mano de obra indígena durante las etapas secas. Esta situación habría operado de manera distinta en tiempos prehispánicos, pues entre ± 1000-

(1530), cuando el sistema de verticalidad era más fl uido, el Aprovechamiento resultaba muy destacable gracias a las formas de interacción, sin importar que dominaran condiciones frías-secas. Cuando se analizan las dos fases de manera integrada (± 1000-1748 d.C.), se observa que en el caso de las Ocupaciones (OC), el patrón ancestral yuko tiende a permanecer sobre las cotas medias de la serranía (región subandina o mbh-ST: bosque húmedo subtropical); que en otros términos, equivale a una considerable resistencia al desplazamiento y la reducción por encima o debajo de esa zona de vida. El periodo de la Independencia constituyó una etapa crítica para los habitantes de Perijá, con mucho repliegue hacia las cotas altas y bajos índices de Aprovechamiento. A fi nales siglo XIX (± 1850-1895), con el advenimiento de una época cálida-húmeda (con signifi cativos niveles pluviométricos), expropiaciones de territorios indígenas y apertura de vías comerciales, las formas de “Explotación” superarán la oferta natural hasta ir reduciendo la capacidad de Aprovechamiento, y desde entonces, los ecosistemas entran en etapa de amenazas. Desde la segunda mitad del siglo XX las circunstancias de orden político, económico y social, incluida la creación de reservas indígenas y el confl icto armado, han venido reduciendo el área de aprovechamiento yuko provocando respuestas en dos sentidos: el deterioro del ecosistema mediante la tala indiscriminada de bosques y, la articulación de los indígenas al mercado laboral a través de su contacto con los “blancos”; lo cual expone valores ancestrales a procesos de aculturación

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ABSTRACT

The reason of the current ecological degradation of the territories of the massif of Perijá under the infl uence of the etnia yukpa, must not be assume to be due to the system of slash and burning practiced exclusively, but rather to the crisis of a model of uprightness which implies the utilization and exchange of natural resources along the topographic gradient as it happened in pre-Hispanic epochs between the valley of Rio Cesar (the river Opompotao of the tupe) and the W slope of the Serrania. The ancient model of the current yukpa that inhabits in the Serrania of Perijá, correspond with the “itoto” groups, which are mentioned in the XVI and XVII century chronicles and also in several documents of the General Archieves of Colombia. The occupations on the high belts of the massif of Perijá are formalized and accentuated by the displacement and the pressures to which the “itoto” (ancestor yuko) were submitted by the conquerors and farmers since the 16th century. It is a phenomenon with a signifi cant increase between ends of the XVII and all the XVIII century. In accordance with our etnohistoric reconstruction it is probable that between ± 1530-1748 A.D., while the Displacement (DF) was very high, the Utilization was adjusting to the Climatic Fluctuation (FC) (cold epochs: low utilization; hot epochs: best utilization); which could be assume to be due to the level of dependence of missionaries and agents to the resources, technologies and indigenous manpower during the dry stages. This situation would have operated in a different way in pre-Hispanic times, so between± 1000-(1530), when the system of uprightness was more fl uid, the Utilization was turning out to be very prominent, due to the forms of interaction, without taking into account the dominant cold - dry conditions. When both phases are analyzed in an integrated way (± 1000-1748 A.D.), it is identifi ed that in the case of the Occupations (OC), the ancient yuko

model tends to remain on the middle belts of the Serrania (subandean region or mbh-ST: humid subtropical forest); that in other terms, is equivalent to a considerable resistance to the displacement and the reduction above or under this zone of life. The period of Independence constituted a critical stage for the inhabitants of Perijá, with very much crease towards the high belts and low index of Utilization. By the end of the 19th century (± 1850-1895), with the advent of a hot but- humid epoch (with signifi cant rainy levels), expropriations of indigenous territories and opening of commercial routes, the forms of “Exploitation” will overcome the natural offer up to reducing the capacity of Utilization, and since then, the ecosystems enter under threat. From the second half of the 20th century the political, economic and social circumstances, included the creation of indigenous reserves and the armed confl ict, have reduced the area of utilization yuko causing impacts in two ways: the deterioration of the ecosystem by means of the indiscriminate logging and, the incorporation of the indigenous to the labor market through their contact with the “white people”, “whites farvers”; which exposes their ancient values to processes of acculturation.

INTRODUCCIÓN

El desarrollo de este trabajo responde a la necesidad de hacer aproximaciones etnohis-tóricas que sirvan de complemento a los es-tudios de zonifi cación y caracterización del componente biótico, social y económico en el área de infl uencia delimitada en los páramos de la Serranía de Perijá, y en el marco de la preparación de un Plan de Manejo Ambiental para esta reserva ecológica sometida a ni-veles de riesgo. El objetivo señalado por el macroproyecto, consistía en adelantar una investigación en torno a la antigüedad de las ocupaciones indígenas yuko sobre la vertiente occidental de la sierra; estando seguros de que la información resultante, ayudaría a medir el

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impacto que estas comunidades tienen sobre el entorno paisajístico. Y en efecto, los datos puntuales que reposan en fuentes primarias de los siglos XVI y XVII, así como eventuales registros arqueológicos e historiográfi cos, permiten superar imprecisiones teóricas que lastimosamente, han reducido nuestra com-prensión de los fenómenos culturales ligados a esta problemática ambientalista. Proponemos aquí un enfoque diferente que surge de la re-visión crítica de textos antiguos, y que nos permitió analizar la complejidad de unos eventos históricos que sin duda alguna, fue-ron determinantes para la confi guración de los ecosistemas en esta parte del territorio colom-biano. En lo referente a la identifi cación del ancestro yuko, se discute el valor de hipótesis formuladas hace más de cinco décadas para sugerir una alternativa que, deseamos poner al margen de representaciones etnocéntricas y homogeneizantes.

MATERIALES Y MÉTODOS

Esta aproximación etnohistórica a las áreas de ocupación yuko-yukpa en la Serranía de Perijá, tuvo desarrollo a partir de la implemen-tación de un método que integra fuentes de carácter archivístico con información arqueo-lógica y registros etnográfi cos. La expectativa era obtener esencialmente, una mayor com-prensión de los fenómenos sociales involucra-dos con el aprovechamiento, transformación y conservación del entorno natural, es decir, que al hacer un seguimiento de los procesos migratorios, las cosmovisiones y las formas de ocupación por parte de grupos indígenas, colonos y terratenientes en los últimos siglos, se comprendiese mejor el impacto que todo esto comenzó a ejercer, y ejerce, sobre los ecosistemas. El modelo de análisis que pueda surgir de estos resultados busca fi nalmente, medir la intensidad de una correlación entre las variables Ocupación y Aprovechamientoa nivel intensivo y extensivo, históricamen-te condicionada por tres factores esenciales: Fluctuación Climática, Sistema Cultural y Sistema Cultural y Sistema Cultural

Desplazamiento Forzado. La viabilidad teó-rica que permite señalar la tendencia hacia un equilibrio primario entre naturaleza y cultura, tiene apoyo en la tesis de Luhmann (1998) en lo que corresponde a sistemas autorreferen-ciales donde la función básica, sería reducir la complejidad a través de relaciones intrín-secas que refuerzan su diferenciación con procesos externos. Sistema y entorno pueden existir de manera separada, pero, mantendrán invariablemente una estrecha relación: “La dimensión objetiva, la dimensión temporal y la dimensión social no pueden aparecer ais-ladas; se encuentran bajo coacción de combi-nación; pueden analizarse por separado, pero en cualquier sentido real aparecen aunadas”. Sin embargo, la ruptura de este principio, que Gligo & Moreno (1980) interpretan como “ar-tifi cialización” del entorno natural facilitada por aprehensiones cognoscitivas, está riguro-samente ligada a la expropiación de la tierra: los antepasados de los yuko, que seguramente disputaban con los chimila el acceso a varia-dos recursos de la llanura aluvial desde mu-cho antes del arribo de los europeos, se vieron desplazados y reducidos a las encomiendas a fi nales del siglo XVI; algo a lo que opusieron notoria resistencia pese a que, la Serranía de Perijá no ha sido exactamente una zona des-tacable en calidad de suelos para fi nes agrí-colas (Jaramillo, 1993). Aquí, bajo presión de formas tradicionales de subsistencia, y quizá por motivos cosmogónicos y religiosos (ex-plicación del mundo a través de los mitos, ceremonias y lugares sagrados), el Sistema cultural parecería estar en fi rme oposición al cultural parecería estar en fi rme oposición al culturaldesplazamiento, obviamente, pero también a estrategias de aprovechamiento ligadas a la agricultura intensiva en el Valle de Upar.

De esta forma, el análisis segmentado pierde su anterior dominio hasta convertirse en la materia prima de lo que necesariamente, ha-brá de conducirnos a una visión integral de cualquier tipo de fenómeno, en este caso, la movilidad espacial y temporal de las ocupa-ciones yuko en la serranía. Como se ha seña-

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lado en otras ocasiones (López e Izquierdo, 2005), dicho enfoque se fundamenta en una matriz sincrónico-diacrónica en la cual, bajo criterios específi cos que son responsabilidad del investigador, lo que es considerado “si-multáneo” con relación a unos acontecimien-tos, unas territorialidades y unos ecosistemas, se entrecruza con el eje perpendicular que de-fi nen las sucesivas transiciones de unos nive-les históricos a otros en el marco temporal:

Aquí cabe señalar que procesos de trans-formación como mecanismo de apropia-ción y de exclusión, se inician muy tem-prano en la Conquista, que se consolida con el otorgamiento de mando sobre los territorios descubiertos y de inmensas mercedes de tierras para los conquista-dores, además de monopolios para la ex-plotación de determinados recursos. Este procedimiento continuará a lo largo de la historia, con las concesiones a los colo-nos y, luego de la Independencia, con el otorgamiento de baldíos en pago de servi-cios de guerra o de préstamos otorgados al Estado (Márquez, 2001).

Con el fi n de hacer aclaraciones en torno a los grupos étnicos que habitaban la región (inclui-do el valle del río Cesar) desde los primeros años de la Conquista, se contrastó la biblio-grafía existente sobre el tema con información consignada en documentos de los siglos XVI al XIX. Para sugerir alguna conexión genea-lógica entre dichos grupos y las poblaciones actuales, se recurrió al uso de la categoría: Patrón ancestral, que, integrando la noción de “ancestro” con la de “patrón racial” tan afín a la práctica forense (Rodríguez, 2004), ayudó a establecer correlaciones con datos bioantropológicos al tiempo que, se recono-cía la complejidad de una problemática histó-rica donde las identidades étnicas no pueden distinguirse con exactitud. Este proceder fue indispensable para llegar a una propuesta en torno a la identifi cación del ancestro yuko, y poder así, llevar a cabo un seguimiento archi-

vístico e historiográfi co de las ocupaciones en Perijá. La consulta de los fondos Caciques e Indios, Milicias y Marina, Miscelánea y Mapoteca de la sección Colonia, y del fondo Indios de la sección República del Archivo General de la Nación (AGN), hizo énfasis en los señalamientos que los escribanos y otros funcionarios reales hicieron acerca de poblaciones reducidas, etnónimos, confl ictos internos, topónimos, condiciones ambientales y presencia de especies de fl ora y fauna en ambas vertientes de la serranía, información que, también fue contrastada con los escasos informes arqueológicos elaborados en el ám-bito colombo-venezolano y, algunos registros que nos brinda la etnografía con relación a la problemática “motilona”.

Las descripciones de sitios y áreas que antropó-logos y otros investigadores retoman de varias fuentes etnohistóricas, permiten así mismo, de-fi nir un posicionamiento geográfi co que no era sólo recurso del proyecto de zonifi cación, sino que constituyó un elemento vital al momento de sugerir localizaciones más probables de los grupos indígenas en la Gobernación de Santa Marta durante el siglo XVI. En la identifi cación de áreas señaladas por esas fuentes, resultaron bastante útiles los soportes cartográfi cos del IGAC (2003) e Ingeominas (Arias & Morales, 1999), así como también, los registros sateli-tales y georreferencias on line del software on line del software on lineGlobal Glazetteer 2.1 (Falling Rain Genomics, 1996-2006). Un enfoque similar podría ser in-tegrado a reconstrucciones paleoecológicas de contextos coloniales y republicanos, defi nidos a partir del microanálisis de niveles superiores en los perfi les palinológicos: “No debemos de-tenernos en la recreación de un paisaje antiguo o prehistórico real, sino en la síntesis histórica de las múltiples realidades sincrónicas y dia-crónicas” (López Sáez et al., 2003). Algunas evidencias por ejemplo, señalan una mayor extensión de la cobertura boscosa en el piede-monte W de la Serranía de Perijá a fi nales del siglo XVI: época que coincide con un relativo control de esas áreas por parte de los indíge-

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nas tupe (De Orozco, /1578/1983). Lo que en términos de objetividad clásica es asimilado como una paradoja consumista que, supone la irreductible y mutua absorción (como la fi gu-ra de la serpiente que devora su propia cola)entre ocupación y aprovechamiento de los recursos naturales, podría interpretarse como consecuencia del proceso regulativo que sobre estas acciones, ejercen la fl uctuación climática y el sistema cultural mientras no se dispare la ruptura generada por el Desplazamiento forza-do, el cual, desde nuestra perspectiva, no sólo contempla las presiones de orden político y militar, sino también, los efectos causados por fenómenos naturales más impredecibles o de bajo control como inundaciones, erupciones o avalanchas en todo el panorama histórico.

CONSIDERACIONES TEÓRICAS

El uso de la palabra “motilón” como un gené-rico que hace referencia a todos los grupos in-dígenas que han ocupado la Serranía de Perijá: yuko de la vertiente Occidental (Departamento del Cesar) y barí (kunaguasaya mapé y do-bokubí) de la hoya del río Catatumbo (Norte de Santander) y Suroccidental del Estado de Zulia (Venezuela), es discutible a partir de los comentarios hechos por Meléndez (1982) en el sentido de un “origen múltiple” de las pobla-ciones cobijadas bajo aquel término, las cuales, en medio de variadas situaciones de ocupación, exterminio o desplazamiento, remiten al uso de dos categorías que pueden tener relevancia etnohistórica: “motilones originales” y “motilo-nes asimilados” (ibid.). Con todo, ha sido per-ibid.). Con todo, ha sido per-ibidceptible en nuestra investigación archivística que el uso de este vocablo parece generalizarse en la segunda mitad del siglo XVIII y, coinci-dir con el fortalecimiento de las arremetidas del patrón ancestral barí contra los intereses de co-lonos y comerciantes sobre rutas que, buscaban conectar el Occidente de Maracaibo y el valle de Cúcuta con la bahía de Santa Marta y el va-lle del río Magdalena, pues, no es fácil hallar mención alguna de la palabra “motilón” entre los siglos XVI y XVII, mucho menos en lo que

corresponde al Valle de Upar, donde los testi-monios de la época aluden a: “(...) cabello de la cabeza trasquilado”, “orejones” o “coronados” para describir a los grupos de las tierras bajas (chimila, tupe y guanao) y no a los habitantes de la sierra de Perijá (tupe e itoto) (De Orozco, /1578/1983; De la Rosa, /1742/1975; Reichel-D., 1951); aunque es factible percibir una difu-sión de este término desde el SW del lago de Maracaibo hacia el actual Departamento de Norte de Santander, debido a que hacia 1626, Fray Pedro Simón (/1626/1981) ya se refi ere a los “(...) Motilones, gente belicosa, en la cu-lata de la laguna de Maracaibo, a la boca del río Zulia, que hoy están sin conquistar”. Así, la leyenda de tiempos de la Colonia que atri-buye el origen de esta designación (“motilón” = cabello corto) a la obra de un misionero in-teresado en frenar el impacto de una epidemia de viruela en “las serranías de Ocaña” (De la Rosa, /1742/1975), no goza de mucho respaldo histórico (De Alcácer, 1962). Según Reichel-D. (1945), quien ocasionalmente llama “motilo-nes” a los yuko: “La depilación es característica de muchas tribus karib en todo el continente”.

El peso de la información archivística e histo-riográfi ca deja en claro que originalmente, la palabra “motilón” fue usada con exclusividad para distinguir al patrón ancestral barí, y que más tarde, posiblemente a fi nales del siglo XIX, fue transformada en un genérico que incluyó a grupos de distinto origen mediante un rasgo cultural compartido (depilarse). Para entonces, los yuko aparecían cada vez más desplazados hacia las partes altas de la región; panorama confuso al que Isaacs (/1884/1951) intentaba darle sentido: “(...) es de suponer que hay di-ferencias notables de origen e idioma entre la tribu de los motilones que habita territorio de Venezuela [yukpa o barí kunaguasaya doboku-bí?], y la que tiene el mismo nombre entre no-sotros [yuko o barí kunaguasaya mapé?], muy temible desde 1846 en el Valle Dupar”. La clasifi cación entre “Motilones bravos” (barí) y “Motilones mansos” (yuko) (Jaramillo, 1987), es sólo consecuencia de los discursos impues-

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tos por nuevas formas de representación social, tal como sostiene la perspectiva teórica defen-dida por Abric (/1994/2001): “Plantearemos que a priori no existe realidad objetiva, pero a priori no existe realidad objetiva, pero a priorique toda realidad es representada, apropiada por el individuo o el grupo y reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores que depende de su historia y del con-texto social e ideológico que le circunda”.

Teniendo en cuenta lo anterior, es necesario especifi car otro aspecto nocivo para el análisis arqueológico y etnohistórico de esta temática: el uso también generalizado de la palabra “ca-ribe” para designar a todos los grupos indíge-nas de la serranía de acuerdo con rasgos cul-turales que hasta hace poco, se consideraban exclusivos de las sociedades pertenecientes a esa fi liación lingüística, tales como la práctica de la antropofagia, una exaltada belicosidad, ocupaciones concentradas en las zonas bajas, depilación y uso de pintura corporal, talla de huesos humanos para instrumentos rituales, etc., pues, de acuerdo a consideraciones de orden semántico y morfológico que se afi an-zan a partir del redescubrimiento en 1947 del Vocabulario de algunas voces de la lengua de los indios motilones, publicado por el mi-sionero Francisco de Cartarroya en 1738, ha quedado clara la vinculación de los actuales barí (kunaguasaya mapé y dobokubí) con el tronco lingüístico macro-chibcha de amplia difusión en el área intermedia del continente americano (De Alcácer, 1962; Fabre, 2005); mientras que, los actuales yuko de la vertiente Occidental, distribuidos entre las comunidades de Manaure, Susa, Tukushmo, Iroka, Sokarpa, Maraka, Sokomba y Curumaní, así como las parcialidades yukpa (yup´ka?), Irapa, Ovavre, Shahparu, Pariri, Wahana, Aatapshi, Makoa y Yanshitok, relacionados por la etnohistoria ve-nezolana con los “chaque” “macoaes” y “sa-briles” de los siglos XVI y XVII que habitaron las cuencas de los ríos Negro, Apón, Palmar, Socuy y Guasare; no sólo están emparentados cultural y genealógicamente, sino que desde el punto de visto lingüístico es notoria su fi lia-

ción con el tronco macro-caribe (Durbin, 1977; Oquendo, 1994; Fabre, 2005), donde la estruc-tura de los morfemas tiende a que prevalezca el uso de prefi jos como /yu/, /ko/, /ka/ y de algunas desinencias como /ey/ o /ay/. En otro sentido, la partícula /gua/ tiende a distinguir en la ma-yoría de los casos el componente macro-chib-cha (Fabre, 2005); las palabras “Guatapurí”, “Kunaguasaya” o “Guanao”, identifi cables en la zona de estudio, podrían constituir un buen ejemplo.

Aún así, el panorama etnohistórico que ofrecen las ocupaciones en el valle del río Cesar y los cerros orientales (Perijá), es bastante comple-jo si se advierte la conjunción de tradiciones culturales desde la perspectiva arqueológica y lingüística. Reichel-D. (1960), basado en la presencia de los nombres tribales “Opone” y “Carare” en una lista de indígenas tupe del Valle de Upar (1588), supone una dispersión reciente de estos grupos hacia el curso medio del río Magdalena por toda la cuenca del Cesar. El mismo término con el que según el gober-nador De Orozco (/1578/1983), designaban los indígenas al río Cesar a fi nales del siglo XVI: “Opompotao” (“Señor de todos los ríos”), pa-recería ratifi car esta observación, aparte de su-gerir una presencia más destacable del patrón ancestral caribe sobre la llanura; estrategia de ocupación y aprovechamiento que cambiaría sustancialmente con el auge de las encomien-das y la reducción acentuada de estos grupos indígenas durante el siglo XVII:

La vertiente Oriental de la Sierra de Perijá y las hoyas de los grandes ríos parecen formar una zona de refugio donde, a través de los siglos, quedaron arrinconadas va-rias pequeñas etnias, algunas remanentes de pueblos conquistados, otras de pueblos conquistadores o aún de fugitivos margina-dos. Sería de suponer que los Yuko-Chaké [yuko-yukpa] constituyen un estrato rela-tivamente reciente que se extendió aún en el siglo XVI sobre una buena parte de las tierras bajas del río Cesar y grupos de los

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cuales penetraron por el río Magdalena hacia el sur (Reichel-D. 1960).hacia el sur (Reichel-D. 1960).hacia el sur

De esa manera, el proceso histórico desenca-denado en la región, nunca ajeno a los condi-cionamientos de orden político, económico e intercultural; produjo transformaciones suce-sivas en torno al concepto de las identidades étnicas, y sólo, al ganar vigencia la investiga-ción etnográfi ca a comienzos del siglo XX, surge la posibilidad de comprender a estos grupos sobre la base de encontrar elementos de análisis que explicados por los mismos in-dígenas, ayudaran a dilucidar todo aquello que por razones etnocéntricas, estuvo fuera del al-cance de los cronistas en el siglo XVI con re-lación a la diversidad cultural inherente a las ocupaciones en la serranía. Aún así, como una muestra de que la confi guración de represen-taciones a nivel histórico no exime al trabajo científi co, están las investigaciones de terre-no efectuadas por antropólogos como Alfred Jahn, Reichel-Dolmatoff y Rivet Armellada, que recurriendo a califi cativos suministrados por los yuko, identifi can de manera indirec-ta a los barí con el vocablo: “kunaguasaya” (“gente del agua”), que ya hemos citado arri-ba (Jaramillo, 1993). Poco después, el mismo Reichel-D. (1960) subdivide este nuevo gené-rico en dos grupos: “Occidental” (Oriental?) Dobokubí (en Venezuela), y, “Oriental” (Occidental?) Mapé (en Colombia); denomi-naciones estas que de todas formas, aparecen ligadas al paradigma “Motilón”, pues no reco-nocen de forma directa a los yuko como etnia distintiva de la sierra de Perijá.

Fue Johannes Wilbert (1974) quien utilizó acer-tadamente las palabras “barí” y “yukpa” para discriminar a los dos grupos étnicos (Jaramillo, 1993), y de paso, generar la ruptura de un dis-curso hegemónico de cuatro siglos que ahora se enfrentaba a la recopilación de textos orales sobre cosmogonía local. El término “yuko”, “yukpa”, “yupka” o “yikpa”, es atribuido por Carriage (1979) a la articulación del prefi jo /yi/ (que alude a las diferentes partes del cuerpo)

con el morfema /ki/ (“varón”) y el sufi jo /pa/ (algo de carácter humano), para signifi car “gen-te”; mientras que Reichel-D. (1945), identifi ca la raíz /yu/ o /yo/ (de la palabra /yoba/ que sig-nifi ca “monte” en asocio con la partícula /ko/ (surgida de la palabra /koto/ o “gente”, es decir: “gente del monte”). Desde esta perspectiva et-nográfi ca, y revisando la periodización sugeri-da por De Alcácer (1962) en torno a las ocu-paciones “motilonas” en la Serranía de Perijá, es factible distinguir un proceso etnohistórico regional teniendo en cuenta la información de archivo y las demás fuentes estudiadas.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

La Serranía de Perijá, constituye el ramal con que se extingue la cordillera de las Andes en la parte norte del país. Dando paso a un siste-ma independiente como es la Sierra Nevada de Santa Marta, ubicada al Noroccidental de la re-gión (Departamento del Magdalena), se viene a defi nir una llanura o valle fértil donde la cuenca del río Cesar y sus afl uentes permite hacer re-ferencia a dos segmentos territoriales en el pa-norama etnohistórico: la margen izquierda que delimita con el extremo meridional de la sie-rra y, el costado derecho que se extiende hasta las estribaciones de la vertiente Occidental de Perijá. Desde el sur, donde esta última recibe el nombre de Serranía de los Motilones, comien-za a ser generada la frontera colombo-venezo-lana mediante un eje constituido por los depar-tamentos de Norte de Santander, Cesar y La Guajira. Con alturas máximas que oscilan entre los 2500 y 3300 m.s.n.m., la serranía conforma un relieve muy quebrado defi nido en su mayor parte por rocas sedimentarias que cubren depó-sitos ígneos y metamórfi cos (fi litas, cuarcitas y andesitas diabásicas) cuyo origen, se remon-ta al Triásico-Jurásico y Cambro-Ordovícico respectivamente (Arias & Morales, 1999). En medio de una topografía caracterizada por te-rrenos muy inclinados que dan lugar a suelos erosionados, defi cientes y pedregosos, des-taca la presencia de algunos aterrazamientos ribereños que han condicionado la demanda

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productiva de los yuko mediante el desarrollo ancestral de una agricultura que, siendo com-plemento de un modo de subsistencia basado en la caza, la pesca y la recolección, dependía originalmente del aprovechamiento rotativo de berbechos mediante prácticas de tala y quema efectuadas sobre casi toda la vertiente occiden-tal de la serranía, entre los 0 y 1000 m.s.n.m. (bs-T: bosque seco tropical) y, los 900 y 2300 metros aproximadamente (bh-ST: bosque hú-medo subtropical) (Jaramillo, 1993).

El moderno deterioro de la cobertura bosco-sa, sometida también a variaciones generadas por los cambios climáticos en el panorama histórico, debe ser atribuido esencialmente a la ruptura que las presiones territoriales de conquistadores, empresarios, colonos y polí-ticos causaron a la integración del sistema de aprovechamiento (rotativo) con ocupaciones que al parecer, durante la Conquista, y aún en tiempos de la Colonia, no tendían a concen-trarse más allá de los 1500 metros de altitud en ambas vertientes de la sierra, que en el ve-cino país, se extiende por todo el Estado de Zulia para luego descender hasta la llanura del Golfo de Maracaibo; mientras al Norte, donde las cotas altitudinales son menos ele-vadas, se facilita el paso entre las cuencas de los ríos Guasare y Palmar y la península de La Guajira. Desde allí, es posible acceder al valle del río Cesar estableciendo una ruta que seguramente fue aprovechada por antiguos oleadas migratorias, y según parece, por los mismos conquistadores europeos en el siglo XVI; pues la incursión de Ambrosio Alfi nger desde Coro (Venezuela) “atravesando” la serranía, hasta su llegada al Valle de Upar por la zona de los ríos Badillo, Guatapurí y Garupal para luego acceder a territorio de los pacabuy (malibú?) en las inmediaciones de la ciénaga de Zapatosa (sur del Departamento), indica que su itinerario tuvo lugar en senti-do Norte-Sur (Reichel-D., 1951). Con todo, el clima de la región varía según el contexto altitudinal y longitudinal: mientras en el Sur prevalecen las condiciones húmedas, afi rma

Jaramillo (1993), las condiciones secas son dominantes tanto en el sector Norte como en las partes altas, haciendo de las llanuras alu-viales que se forman desde las estribaciones de Perijá, áreas extensas y fértiles con amplia oferta agrícola y pesquera.

Los antecedentes de los grupos indígenas que habitaban la región durante el siglo XVI, se ha-llan fi rmemente ligados a la dispersión de los troncos lingüísticos Macro-Chibcha y Macro-Caribe en el ámbito sudamericano. El problema antropológico ha dado lugar a distintas hipótesis sobre el origen, las rutas y la antigüedad de estas corrientes migratorias que de acuerdo a varios autores, se remontaría a ± 2500 a.C. cuando grupos de tradición chibcha incursionaron (si-gueron incursionando?) desde las zonas bajas del litoral atlántico hasta los valles interandinos por toda la cuenca del río Cesar (Meneses & Gordones, 2003) (fi gura 36). Dicha actividad migratoria habría de corresponder a la última fase de un período caracterizado por el ascenso notorio de la temperatura a escala global, don-de los altos índices pluviométricos, y el domi-nio de la cobertura boscosa al W de la sierra de Perijá, dieron paso a interludios secos que en el Bajo Magdalena han sido datados entre 4100-3800 A.P. (2150-1850 a.C.) y 2600-2000 A.P. (650-50 a.C.) (Van der Hammen, 1992), y en los cuales, debe inscribirse el desarrollo de un sistema agrícola incipiente que a escala re-gional, y de acuerdo con las investigaciones de los esposos Reichel-Dolmatoff, se basaba en el cultivo de tubérculos, la recolección de molus-cos y la caza menor en fechas que se remontan a tres mil años antes de Cristo en yacimientos como Puerto Hormiga y Monsú-Bolívar prin-cipalmente (Groot, 1987); los cuales remiten a entornos paleoecológicos:

(...) no por completo cubiertos de selva en ese entonces, por diferencias con el clima actual; predominaban allí las sabanas que luego se cubrirían en gran parte con bosques secos, alternadas con comple-jos de humedales asociados a las plani-

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cies inundables de los grandes ríos que descienden de los Andes, en especial el Magdalena- Cauca- San Jorge y el Sinú. La abundancia de recursos de caza, pes-ca y vegetales permitía la subsistencia de grupos nómadas. Luego se desarrollarán notables adaptaciones que aprovechan la oferta natural de los complejos ecosisté-micos regionales (Márquez, 2001).

Curiosamente, y más allá de creer que el uso de sistemas hidráulicos es propio de la Depresión Momposina, con un área aproximada de 500.000 ha destinadas al control y manejo de las inundaciones periódicas entre los siglos IX a.C. y X d.C., la presencia de este tipo de tecnologías en el área intermedia (norte de Sudamérica) ha sido mencionada desde los lla-nos de Barinas en Venezuela hasta el delta del río Guayas (Ecuador) (Plazas et al., 1993), lo cual denota efectivamente, no sólo el impacto cultural de ocupaciones tempranas sino tam-bién, de presiones climáticas que obligaron a generar respuestas adaptativas conducentes al desarrollo de formas de subsistencia y aprove-chamiento de recursos naturales, en los secto-res del valle del río Cesar y la Serranía de Perijá (Meggers, 1995). Apoyándose en los textos de los cronistas españoles del siglo XVI, Reichel-D. (1951) plantea una relación entre “(...) la tribu de los coronados [guanao?, chimila?]”, el valle aluvial y estructuras para el manejo y conducción de aguas: un indicio que requiere ser explorado arqueológicamente siendo clara la asociación geográfi ca de esos emplazamien-tos con la zona de estudio: “En esta región entre la Sierra Nevada [de Santa Marta] y la Cordillera Oriental [Serranía de Perijá] en-contró Alonso de Lugo en 1540 la tribu de los coronados, quienes cultivaban sus tierras por medio de irrigación artifi cial con zanjas”. No obstante, lo que Reichel-Dolmatoff interpreta como remanentes prehispánicos, en el contex-to discursivo que refl eja la lectura de la fuen-te original: las Elegías de varones ilustres de Indias (De Castellanos, /1589-1601/1997), el cronista parece describir realmente un sistema

de “Acequias, de que tenían uso los vecinos [colonos españoles]” en años posteriores a la Conquista, eso si, “(...) donde comienzan las llanadas del gran valle de Upar [SE de la Sierra Nevada]”. Parte de esta tecnología fue importada de Europa para fortalecer trapiches y cultivos de trigo en las grandes haciendas coloniales; aunque esto no descarta la posible adecuación y uso de canales prehispánicos para dichos fi nes. Un buen ejemplo lo constituyen las zanjas para cultivos en el Estado de Mérida-Venezuela (Ramírez Méndez, 2006), algunas de las cuales han sido registradas arqueológi-camente en el sitio Los Cardones (Meneses & Gordones, 2003), y quizá, el canal que hemos señalado en la contextualización etnohistórica del humedal de Jaboque (López e Izquierdo, 2005).

Por otro lado, la posible fi liación de aquellos grupos “coronados” (guanao) con el patrón an-cestral chimila, cuya facción tomoco habitaba en aquellos tiempos el SE de la Sierra Nevada (Uribe, 1993); permite defender la hipótesis en torno a una mayor antigüedad de las ocupacio-nes macro-chibcha en la región (Durbin, 1977, Tarble, 1985) teniendo en cuenta además, que su control e infl ujo demográfi co es muy desta-cable en toda la cuenca del río Cesar, incluida la presencia de los ya citados tomoco (Tocaimo?) al N del río Sicarare y, de los pacabuy-aca-nayute en cercanías a la ciénaga de Zapatosa (SW de Perijá) y las actuales poblaciones de Becerril del Campo y la Jagua de Ibirico; pues aquellas crónicas destacan el hecho de que en la región “(...) hervía la tierra de estos natura-les” (Simón, /1626/1981), siendo notoriamente “(...) pobladísima” al arribo de los europeos (De Castellanos, /1589-1601/1997). Así, una mayor ocupación territorial, el supuesto desa-rrollo de complejas tecnologías y un alto ín-dice demográfi co, sólo puede respaldar dicha hipótesis sin que sea factible por ahora, atribuir una fecha exacta al origen de un proceso cuyo resultado, fue el control de los recursos de la llanura y de la vertiente E de la Sierra Nevada por parte de los chimila.

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Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

284Figura 36. Etnohistoria y ocupaciones en la Serranía de Perijá.

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Adicionalmente, en el contexto de la Cordillera Andina de Mérida (Venezuela), las investigaciones arqueológicas efec-tuadas en las cuencas de los ríos Nuestra Señora, Chama y Mocotíes, parecen afi r-mar la dinámica migratoria y la confron-tación entre dos grupos bien diferenciados al suroccidente del lago de Maracaibo, que se impone a las ocupaciones tempranas de grupos arawak. Mientras los portadores de una cerámica relacionada con las fases Onia y Zancudo que se distingue por el uso de desgrasante de arena fi na, decoración pintada, incisa y aplicada, ya ocupaban el territorio antes del siglo V d.C., una tradi-ción diferente que en los sitios El Guamoy El Danto exhibe una cerámica donde pri-ma el uso de desgrasante de tiesto molido, aparece fi rmemente asociado a grupos que ingresan a Mérida desde los llanos a través de la depresión del Táchira y la costa norte del lago en fechas posteriores al 1000 d.C.: “Los estudios léxico-estadísticos nos per-miten plantear que los grupos de habla chi-bcha penetraron primero la cuenca sur-oc-cidental del lago de Maracaibo que los gru-pos de habla caribe (...) A nuestra manera de ver, el antiplástico de arena fi na, mucho más temprano, se encuentra asociado tam-bién con urnas funerarias, y se corresponde con grupos étnicos de habla Chibcha, y el antiplástico de tiestos molidos, más tardío, se corresponde con grupos étnicos de habla Caribe” (Meneses & Gordones, 2003).

De esa manera, el ingreso del patrón ances-tral yuko a la llanura del río Cesar desde territorio vecino, estando ya demostrada su fi liación lingüística caribe (Durbin, 1977; Oquendo, 1994; Fabre, 2005), vendría a ser efecto de las presiones de los grupos chibcha sobre el patrón ancestral yukpa o chake (dis-tribuido en tiempo de la Conquista en otras parcialidades como macoaes y aratomos y sabriles) de la costa W de Maracaibo, en una época que de todas maneras fue posterior al 1000 d.C. y que coincide con un interludio

seco al cual varios especialistas atribuyen el colapso de antiguas sociedades como la maya, moche y tiwanaku en medio de olea-das migratorias y crisis de los sistemas de producción agrícola (De Menocal, 2001): una serie de eventos climáticos que se habrá de yuxtaponer a la secuencia histórica que caracteriza a las sociedades prehispánicas y que permite atribuir, cierta universalidad a las fl uctuaciones que en el contexto euro-peo corresponden a los denominados Óptico Climático (Medieval Warm Period: ± 900-1300 d.C) y Pequeña Edad del Hielo (Little 1300 d.C) y Pequeña Edad del Hielo (Little 1300 d.C) y Pequeña Edad del Hielo (Ice Age: ± 1300-1880 d.C).; aunque para al-gunos especialistas resulte imprudente defi -nir niveles de sincronicidad entre el Nuevo y el Viejo Mundo: “Thus current evidence does not support globally synchronous periods of anomalous cold or warmth over this timefra-me, and the conventional terms of “Little Ice Age” and “Medieval Warm Period” appear to have limited utility in describing trends in hemispheric or global mean temperature changes in past centuries” (Christy et al., 2001; Velásquez, 2005).

Sin embargo, es factible creer que esta se-cuencia de fenómenos involucrados con va-riaciones astronómicas o geofísicas (Hardy et al., 1982; 1986), expresa regularidades climáticas a escala global que varían en función de diversos contextos latitudinales y altitudinales. Así por ejemplo, mientras el fi nal del siglo XVI corresponde a una fase con notorio descenso de la tempera-tura en Europa, en la zona delimitada por los antiguos cacicazgos de Fontibón, Suba y Engativá la amplitud de los espejos de agua en los humedales de Jaboque y Juan Amarillo superaba a la actual y parece estar asociada a valores pluviométricos signifi ca-tivos (López e Izquierdo, 2005).

Adicionalmente, si se comparan los resul-tados que derivan de los diagramas palino-lógicos obtenidos en el páramo de Frontino (Norte de la Cordillera Occidental colombia-

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na), habrá de ser perceptible la simultanei-dad del actual período cálido-húmedo que se inicia a fi nales del siglo XIX con los eventos registrados en Europa, aparte de sugerir una estrecha relación entre la presencia de pul-sos fríos con los denominados mínimos de Wolf (1282-1342 d.C.) y Maunder (1645-1715 d.C.) relacionados con bajas o ausen-cias en la actividad de las manchas solares (Velásquez, 2005).

Con este respaldo, y ante la escasez de in-vestigaciones paleoecológicas más foca-lizadas (Serranía de Perijá), procedimos a confrontar experimentalmente la infor-mación de Frontino con los datos arqueo-lógicos y etnohistóricos de la zona, de tal forma que pudiésemos entender la manera como se integran cuatro de las variables mencionadas: (OC: Ocupación altitudinal: partes bajas, medias y altas de la sierra; AP: Aprovechamiento de recursos; FC: Fluctuación climática; DF: Desplazamiento forzado) en una secuencia cronológica que se extiende desde el año 1000 d.C (fecha hi-potética para el ingreso de los grupos cari-be) hasta el presente año de 2006 (tabla 60). Esta manera de señalar nuestros resultados no busca promover una visión fragmentada de los procesos históricos y paleoecológi-cos, es sólo el refl ejo de nuestras limita-ciones científi cas y el interés didáctico por hacer más perceptibles las transiciones que dan lugar a cambios y adaptaciones socio-culturales en la zona de estudio.

SIGLOS IX-XII d.C.

El análisis muestra que durante la primera fase (siglos IX-XIII d.C.), el patrón ances-tral yuko (tupe-itoto) incursiona en la re-gión con el interés de aprovechar la calidad y abundancia de recursos que ofrece la par-te baja (cuenca del río Cesar), en contraste con los suelos pobres y la abrupta composi-ción geológica de la vertiente W de Perijá. Sin embargo, ese proyecto se topa con un

inconveniente: los grupos ancestrales chi-mila, pertenecientes al tronco macro-chi-bcha, controlaban la llanura aluvial desde tiempos milenarios; lo cual generaba con-fl ictos ocasionalmente atenuados por rela-ciones de intercambio con los grupos tanto de la parte baja de Perijá como de la Sierra Nevada de Santa Marta (también de fi lia-ción chibcha), donde por cierto, las prime-ras ocupaciones han sido datadas entre los siglos VI y VII d.C. (Período Nahuange) en asocio con una cerámica distinta a la del complejo Tairona (Groot, 1987). En cierta forma, esto podría ratifi car el alcance del modelo que defi ende una mayor antigüe-dad de las incursiones proto-chibchas a través de los valles geográfi cos. La pre-sencia de un período cálido-seco alrededor del siglo XI d.C., implicaría un repliegue de la cobertura boscosa en dirección a las altitudes medias de Perijá con eventuales desplazamientos desde las zonas bajas. La correlación entre Desplazamiento (DF) y Ocupación (OC) para el ancestro yuko, no sólo ofrece un valor negativo sino que re-duce el Aprovechamiento (AP) de recursos naturales al piedemonte de la serranía.

Por su parte, las evidencias arqueológi-cas de la cueva funeraria de La Paz, ubi-cada sobre las estribaciones de la sierra de Manaure y la banda derecha del río Chiriaimo, pueden ser refl ejo de una diná-mica social que Reichel-D. (1947) consi-dera anterior a la Fase Loma del valle de Ranchería (s. VI a.C.): “Carecemos en ab-soluto de datos adicionales. Durante el si-glo XVI y las épocas posteriores, la región del encuentro estuvo habitada por la tribu de los tupe, que posiblemente podríamos identifi car con los actuales yuko y airoka de la sierra de Perijá; pero nuestros ha-llazgos forman muy probablemente parte de un horizonte cultural muy anterior”. Al momento del hallazgo, el ajuar se compo-nía de recipientes con forma globular y si-lueta compuesta: ollas y botellones de base

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plana, así como también, de copas manu-facturadas con técnica de espiral. Destacan especialmente tres objetos colocados a la derecha de un individuo en posición supi-na (horizontal) y con punto de mira hacia el E (hacia el Perijá venezolano?). Se trata de una especie de boomerang de madera y boomerang de madera y boomerangun artefacto con forma de propulsor ela-borado del mismo material, acompañados de un fragmento de totumo (Crecentia cujete) decorado con motivos incisos que parecen corresponder a fi guras naturalistas (ibid.). Es destacable que la materia prima de la cual fueron hechos, podría constituir un indicador paleoecológico relativo a la presencia y caracterización de los bosques hasta dicha altitud (fi gura 37).

Desde nuestro punto de vista, el material arqueológico de La Paz comparte rasgos comunes a sociedades pertenecientes a las dos tradiciones lingüísticas: sepultura en cuevas que también ha sido mencionado en contextos prehispánicos y coloniales de la vertiente E de la Serranía de Perijá (Zulia-Venezuela), entre las cuencas de los ríos Guasare y Palmar (Urbani et al., 2003) y en zonas que como el sitio mencionado, corresponden a la dispersión de comunida-des de fi liación caribe emparentadas con los actuales yuko-yukpa; lo cual incluye a los pocos cariachiles que han sobrevivi-do en el municipio de El Molino (SE de la Guajira) (Codhes, 2006). Simultáneamente, la diversifi cación cerámica de La Paz, tí-pica de grupos con notable perfi l agro-al-farero, asociada a la utilización de armas arrojadizas (propulsores), evoca el uso de objetos similares entre los muiscas duran-te el siglo XVI: “Estaban todas estas casas llenas de varias municiones y pertrechos; macanas, dardos, hondas, tiraderas (...) y otros preparamentos para la guerra” (De Castellanos, /1589-1601/1997). Por su parte, la Relación de los Reyes del Valle de Upar del gobernador Lope de Orozco

(/1578/1983), describe a los tupe de la épo-ca de la Conquista como “(..) caribes que comen carne humana e son valientes gue-rreros, dispuestos e pelean con macanas y fl echas”.

Así, la revisión de fuentes muestra una co-rrelación más signifi cativa entre la práctica de la antropofagia, el uso de pintura cor-poral, el corte del cabello y una destacable resistencia bélica, con los grupos indígenas de la llanura ubicados entre la margen de-recha (E) del río Cesar y la Sierra Nevada de Santa Marta, es decir, tupes y chimilas. Como la información de archivo y los tex-tos historiográfi cos tienden a ubicar a los tupe sobre la franja izquierda (Occidental), pues desde allí se desplaza el cacique Coro Ponaimo hacia el río Guatapurí en compa-ñía de sus aliados (De Castellanos, /1589-1601/1997) de la vertiente W de la Serranía de Perijá, se podría sugerir la hipótesis de que los tupe correspondieron a grupos de fi liación caribe que ingresaron a la llanu-ra en una primera oleada migratoria; quizá mucho tiempo antes que los itotos (patrón ancestral yuko?) y cariachiles, si tenemos en cuenta su relativo prestigio al momento de la Conquista. Los efectos de esta expe-riencia histórica pueden estar refl ejados en una aparente y ocasional asimilación étni-ca entre tupes y chimilas por parte de los cronistas. Mientras De Orozco describe a los “guaianao” (guanao de fi liación macro-chibcha) como individuos: “(...) que traen cubierta la natura con un calabazo de la misma hechura, y el cabello de la cabe-za trasquilado como fraile hasta la oreja” (de ahí el apelativo de “orejones” o “coro-nados”), los tupe corresponden a personas que asimismo: “(...) no traen cosa ninguna más que un hilo por cintura (...) traen el cabello de la cabeza trasquilado, la mo-llera y lo demás crecido, porque la mayor parte de ellos son crespos como negros” (/1578/1983/).

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Figura 37. Arqueología de una cueva funeraria de La Paz (Cesar).

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ada

ptac

ión

de lo

s gru

pos c

arib

e (C

arria

ge, 1

979;

Meg

gers

, 198

5),

aunq

ue es

a fue

se p

reci

sam

ente

la p

auta

de o

cupa

ción

de l

os ch

imila

(tro

nco

mac

ro-c

hibc

ha)

a la

lleg

ada

de lo

s eu

rope

os: c

ontro

laba

n to

do e

l val

le d

el rí

o C

esar

y s

egún

alg

unos

indi

-ci

os, h

abría

n si

do p

orta

dore

s de

tecn

olog

ías

hidr

áulic

as (R

eich

el, 1

951)

, sie

ndo

esta

, una

zo

na m

ás ri

ca y

férti

l que

la S

erra

nía

de P

erijá

.

“Whe

re s

teep

slo

pes,

annu

al in

unda

tion,

and

oth

er g

eogr

aphi

cal f

ea-

ture

s m

ake

part

s of

a r

egio

n un

suita

ble

for

settl

emen

t, te

rrito

ries

are

lik

ely

to b

e is

olat

ed b

y un

occu

pied

land

. Ide

ntify

ing

this

pat

tern

ar-

chae

olog

ical

ly d

epen

ds o

n m

ore

com

plet

e su

rvey

dat

a th

an a

re a

vaila

-bl

e fro

m m

ost p

arts

of A

maz

onia

, but

the

know

n di

stri

butio

ns o

f pha

ses

in e

aste

rn A

cre

are

gene

rally

com

para

ble

to th

e no

n-co

ntig

uous

ter-

rito

ries

of Y

ukpa

-Yuk

o co

mm

uniti

es in

wes

tern

Ven

ezue

la”

(Meg

gers

, 19

85)

CA

RR

IAG

E, P

. 19

79

MEG

GER

S, B

. 19

95

REI

CH

EL-D

., G

. 19

51

Tabl

a 60

. Con

text

ualiz

ació

n ar

queo

lógi

ca, e

tnoh

istó

rica

y pa

leoe

coló

gica

de

la o

cupa

ción

yuk

o-yu

kpa

en la

Ser

raní

a de

Per

ijá.

Page 16: DBV14 Etnohistoria

Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

290

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

SSI

GL

OS

XV

I-X

VII

1530

Puls

o Fr

ío-H

úmed

o. L

uego

de

la v

iole

nta

incu

rsió

n al

Val

le d

e U

par

efec

tuad

a po

r el

G

ober

nado

r de

Sant

a M

arta

: Ped

ro d

e Va

dillo

(152

6), s

e de

stac

a la

del

con

quis

tado

r ale

-m

án A

mbr

osio

Alfi

nger

, qui

en h

alla

una

fuer

te re

sist

enci

a in

díge

na e

n m

edio

de

confl

icto

s in

tern

os y

una

not

oria

div

ersi

dad

cultu

ral q

ue s

e co

nsol

ida

desd

e tie

mpo

s pr

ehis

páni

cos.

Acc

ede a

la re

gión

bor

dean

do la

cost

a des

de la

ciud

ad d

e Cor

o (V

enez

uela

) has

ta el

Cab

o de

la

Vel

a y

el p

uerto

de

La R

amad

a, p

ara

dirig

irse

a la

sier

ra d

e H

erre

ra (M

aroc

aso,

sur d

e la

G

uajir

a), a

trave

sánd

ola s

egur

amen

te p

or el

cañó

n “X

ague

y he

dion

do” s

obre

la ru

ta q

ue m

ás

tard

e se

ría d

enom

inad

a Pa

so o

Cam

ino

del “

Ade

lant

ado”

(por

el A

dela

ntad

o A

lons

o Lu

is

de L

ugo,

qui

en in

curs

ionó

a la

zon

a en

154

2). E

s de

cir,

no e

s la

Ser

raní

a de

Per

ijá la

que

at

ravi

esa,

com

o se

ñala

De

Alc

ácer

, (19

62).

Com

ienz

a ot

ro d

espl

azam

ient

o in

díge

na h

acia

la

s par

tes a

ltas d

e la

regi

ón. E

l ter

ritor

io o

rigin

al d

e es

tos g

rupo

s car

ibe,

pud

o co

rres

pond

er

a un

áre

a ex

tend

ida

desd

e el

NW

del

Ces

ar h

asta

la c

uenc

a de

l río

Tuc

uy (S

). A

l otro

lado

de

la s

erra

nía

(Est

ado

de Z

ulia

): en

tre la

s ve

rtien

tes

de lo

s río

s G

uasa

re a

l Nor

te, h

asta

el

Ara

guai

sá: a

fl uen

te d

el rí

o Sa

nta A

na (D

e Alc

ácer

, 196

2; M

egge

rs, 1

995;

Mel

énde

z, 1

982)

, do

nde

actu

alm

ente

se lo

caliz

an lo

s poc

os a

sent

amie

ntos

yuk

o-yu

kpa.

Est

a re

laci

ón in

cluy

e a

la e

tnia

japr

eria

(Oqu

endo

, 199

4), e

tnoh

istó

rica

y lin

güís

ticam

ente

em

pare

ntad

a co

n lo

s gr

upos

cha

ques

(anc

estro

yuk

pa?)

, mac

oaes

y sa

brile

s de

los s

iglo

s XV

I y X

VII

en

terr

ito-

rio v

enez

olan

o (c

uenc

as d

e lo

s río

s Neg

ro, A

pón,

Pal

mar

y S

ocuy

).

“Rec

orri

ó to

da e

sta

com

arca

sem

bran

do e

l est

rago

y la

dev

asta

ción

po

r do

quie

r. Q

uem

ó pu

eblo

s, as

esin

ó en

mas

a a

los

indi

os y

los

poco

s so

brev

ivie

ntes

se

disp

ersa

ron,

uno

s a

la S

ierr

a N

evad

a y

otro

s, en

m

ayor

núm

ero,

a la

de

Peri

já”

(De A

lcác

er, 1

962)

.

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

DE

CA

STEL

LAN

. /1

589-

1601

/199

7

MEG

GER

S, B

. 19

95

MEL

ÉND

EZ, 1

982.

OQ

UEN

DO

, 199

4.

1531

Reg

reso

de

Iñig

o de

Vas

coni

a a

Cor

o (V

enez

uela

) co

n el

bot

ín d

e Ta

mal

ameq

ue (

De

Cas

tella

nos,/

1598

-160

1/19

97).

Con

el i

nter

és d

e ac

orta

r la

ruta

, des

vía

a la

der

echa

inte

r-ná

ndos

e en

la C

ordi

llera

Orie

ntal

a tr

avés

de

la d

epre

sión

de

Oca

ña y

Ábr

ego

(Nor

te d

e Sa

ntan

der)

. Cer

ca d

el n

acim

ient

o al

río

“Cuc

uata

” [Zu

lia?]

, es a

band

onad

o po

r sus

acom

pa-

ñant

es e

n te

rrito

rio d

e gr

upos

chi

tare

ros,

muy

bel

icos

os. E

l úni

co so

brev

ivie

nte,

Fra

ncis

co

Mar

tín, t

erm

inar

á co

nviv

iend

o co

n lo

s bu

bure

(bar

í kun

agua

saya

map

é?) e

n la

s m

onta

ñas

orie

ntal

es. D

os a

ños

desp

ués

(31

de m

ayo

de 1

533)

, los

chi

tare

ros

del v

alle

de

Chi

náco

ta

dará

n m

uerte

a A

lfi ng

er c

uand

o se

diri

gía

haci

a C

úcut

a (f

. 166

2-17

33) d

esde

las p

obla

cio-

nes

de S

ilos

y Pa

mpl

ona

(sen

tido

SW-N

E). L

os e

spañ

oles

cla

sifi c

an a

los

habi

tant

es d

e la

Se

rran

ía d

e Pe

rijá

con

nom

bres

gen

éric

os d

e ac

uerd

o a

sus r

asgo

s fís

icos

, act

itude

s, ub

ica-

ción

geo

gráfi

ca,

atu

endo

s, et

c. (p

.e.:

carib

es, i

toto

s, pa

mpa

nilla

s, ac

anay

utes

, etc

).

Des

crip

ción

de

José

de

Ovi

edo

y B

años

(172

3) :

“(...

) env

iado

por

su

jefe

Alfi

nger

, la

vuel

ta d

e Cor

o, en

luga

r de t

omar

la ví

a de

la d

epre

sión

de

Per

ijá p

or d

onde

de

Per

ijá p

or d

onde

de

Per

ijáha

bía

pene

trad

o el

tude

sco

[un

paso

a tr

avés

de

la

sier

ra],

torc

ió e

n su

rut

a ha

cia

man

o de

rech

a (..

.) y

se in

tern

ó en

las

selv

as d

el C

atat

umbo

. Hay

dud

as si

pas

ara

por l

a de

pres

ión

de O

caña

o

si si

guie

ra e

l pas

o m

ás a

l nor

te p

or d

onde

ha

ido

el c

amin

o ga

nade

ro

que

por e

l nor

te d

e El

Car

men

con

dice

al M

agda

lena

. Nos

incl

inam

os

a co

nsid

erar

la ru

ta d

e la

dep

resi

ón o

cañe

ra, l

a cu

al, s

egui

da lu

ego

en

dire

cció

n a

Cor

o, lo

llev

ó di

rect

amen

te a

las i

nhós

pita

s reg

ione

s don

de

pere

ció”

(en:

Mar

cial

es, 1

948)

.

DE

CA

STEL

LAN

. (/1

589-

1601

/199

7)

MA

RC

IALE

S, M

. 19

48.

1542

El “

Ade

lant

ado”

Alo

nso

Luis

de

Lugo

, Gob

erna

dor d

e Sa

nta

Mar

ta, i

ncur

sion

a en

el v

alle

de

l río

Ces

ar p

ara

som

eter

a la

pob

laci

ón in

díge

na, d

efi n

iend

o as

í el v

erda

dero

“ca

min

o de

l A

dela

ntad

o” a

l que

Rei

chel

-D. (

1951

)., b

asad

o en

las

desc

ripci

ones

de

Fray

Ped

ro S

imón

(/1

626/

1981

), ub

ica

de m

aner

a er

róne

a en

la

confl

uen

cia

del

río A

rigua

ní c

on e

l C

esar

(N

orte

de

la c

iéna

ga d

e Za

pato

sa),

dond

e aú

n ex

iste

un

sitio

den

omin

ado

“El P

aso”

. No

obst

ante

, el t

exto

De

Cas

tella

nos (

/158

9-16

01/1

997)

, qui

en in

gres

ó a

la z

ona

acom

paña

ndo

a D

e Lu

go, h

ace

man

ifi es

ta la

ubi

caci

ón d

e es

e “r

emat

e ba

jo”

[dep

resi

ón o

cañ

ón],

al c

ual

deno

min

a “X

ague

y he

dion

do”,

en

uno

de lo

s br

azos

de

la S

ierr

a N

evad

a qu

e se

ext

iend

en

al S

ur d

e la

Gua

jira

(Mar

ocas

o), c

oinc

idie

ndo

con

el c

urso

del

río

Ran

cher

ía y

la q

uebr

ada

que a

hora

se co

noce

com

o: A

gua F

ría, y

que

en el

text

o se

den

omin

a: “A

gua b

lanc

a”. D

esde

al

lí, e

fect

ivam

ente

, se

abre

la ru

ta h

acia

el i

nter

ior d

el v

alle

de

Upa

r.

“(...

) en

cont

inua

ción

de

su v

iaje

[des

de e

l Cab

o de

la V

ela]

, fue

cam

i-na

ndo

por a

quel

los

llano

s al

Sur

hac

ia la

sie

rra

de H

erre

ra [M

aroc

aso:

su

r de

la G

uajir

a], l

a cu

al a

trave

só p

or e

l rem

ate

bajo

[dep

resi

ón d

el te

-rr

eno:

cañ

ón],

do ll

aman

el X

ague

y he

dion

do [p

or a

guas

repr

esad

as?]

, y

queb

rada

que

dic

en d

e A

gua

blan

ca [A

gua

Fria

?], c

uya

derr

ota

hast

a nu

estro

s dí

as ll

aman

cam

ino

del A

dela

ntad

o, p

or d

o fu

eron

a d

ar a

los

dos o

jos d

e cr

ista

linas

agu

as [r

ío C

esar

?], a

unqu

e gr

uesa

s, de

sde

dond

e se

ve

la s

erra

nía

fron

tera

de

los

indi

os C

oron

ados

[G

uana

os: c

osta

do

NE

de la

Sie

rra

Nev

ada

de S

anta

Mar

ta] (

...) c

onfi n

es a

l inh

iest

o y

em-

pina

do c

erre

jón

de l

os n

egro

s fu

gitiv

os, q

ue u

n tie

mpo

les

sirv

ió d

e fo

rtale

za; d

esde

don

de c

omie

nzan

las

llana

das

del g

ran

valle

de

Upa

r, di

vers

as v

eces

en m

is m

emor

iale

s rep

etid

o [p

orqu

e fue

test

igo

dire

cto]

” (D

e C

aste

llano

s, /1

589-

1601

/199

7).

(De

Cas

tella

nos,

/158

9-16

01/1

997)

.

DE

CA

STEL

LAN

. /1

589-

1601

/199

7

SIM

ÓN

, /1

626/

1981

.

Page 17: DBV14 Etnohistoria

López

291

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1547

Expe

dici

ón d

e Alo

nso

Pére

z de

Tol

osa

desd

e Sa

n C

ristó

bal-V

enez

uela

hac

ia C

úcut

a, d

onde

tie

ne e

nfre

ntam

ient

os c

on lo

s gr

upos

anc

estra

les

Bar

í, qu

iene

s lo

obl

igan

a re

tirar

se p

or la

cu

enca

del

río

Zulia

has

ta la

sie

rra,

al o

ccid

ente

de

lo q

ue m

ás a

dela

nte

sería

la p

obla

ción

de

Oca

ña (

f.157

0). E

n 15

49, s

e lle

va a

cab

o la

fun

daci

ón d

e la

ciu

dad

de P

ampl

ona

en

med

io d

e un

a bú

sque

da in

cesa

nte

por f

orm

aliz

ar n

ueva

s rut

as c

omer

cial

es, f

recu

ente

men

te

ased

iada

s por

los i

ndíg

enas

.

“(...

) don

de lu

ego

que

lo si

ntie

ron

entr

ar lo

s nat

ural

es, d

esam

para

ndo

sus

bujío

s, se

ret

irar

on a

una

cas

a fu

erte

(...

) pa

ra e

l dis

paro

de

su

fl ech

ería

(...)

se v

io o

blig

ado

a de

sist

ir (.

..) y

pas

ar si

n de

tene

rse

hast

a el

río

Zulia

” (D

e O

vied

o y

Bañ

os (1

723)

, en:

Mar

cial

es, 1

948)

MA

RC

IALE

S, M

. 19

48.

1550

Perí

odo

Frío

-Húm

edo.

Fun

daci

ón d

e la

ciu

dad

de lo

s San

tos R

eyes

del

Val

le d

e U

par p

or

parte

del

Cap

itán

Her

nand

o de

San

tana

, Com

isio

nado

por

el G

ober

nado

r de

Sant

a M

arta

M

igue

l Día

z de A

rmen

dáriz

(De O

rozc

o, 1

578)

. Seg

ún el

anál

isis

etno

hist

óric

o, a

la ll

egad

a de

los

espa

ñole

s la

regi

ón s

e en

cont

raba

cul

tura

lmen

te d

ivid

ida

en d

os fr

anja

s: la

chi

mila

, de

fi lia

ción

ling

üíst

ica

mac

ro-c

hibc

ha (p

or to

da la

cue

nca

del r

ío C

esar

: tom

oco,

aca

nayu

te

y pa

cabu

y), y

la tu

pe-it

oto,

de fi

liac

ión

mac

ro-c

arib

e (D

e Cas

tella

nos,

/158

9-16

01/1

997;

De

la R

osa,

/174

2/19

75; R

eich

el-D

., 19

51).

Res

tos

óseo

s y

cabe

zas

mom

ifi ca

das,

aunq

ue e

s-ca

sos,

han

sido

reco

lect

ados

por

los a

rque

ólog

os e

n cu

evas

ubi

cada

s al E

de

los m

unic

ipio

s de

Man

uare

y B

ecer

ril-C

esar

(Cor

real

, 197

7, 1

986;

Sot

omay

or y

Cor

real

, 200

3). R

eich

el

D.,

dist

ingu

e a

los t

upe

de lo

s dub

ey (i

toto

?), p

ero

equi

voca

dam

ente

, rel

acio

na a

est

os c

on

los t

omoc

o (I

bid.

).lo

s tom

oco

(Ibi

d.).

Río

Ces

ar:

“(...

) y

de a

ntes

y a

hora

le

llam

an l

os i

ndio

s na

tura

les

Opo

mpo

tao,

que

en

su le

ngua

de

indi

os s

igni

fi ca:

“Se

ñor

de to

dos

los

ríos

”, p

orqu

e en

est

e de

Ces

ar e

ntra

n m

ucho

s rí

os c

auda

loso

s co

mo

son

Gua

tapo

rí e

Río

Sec

o”. E

n 15

50 h

abía

: “(..

.) m

ucho

s nat

ural

es e

n es

ta p

rovi

ncia

, die

z vec

es m

ás q

ue a

hora

(...)

” (D

e O

rozc

o, 1

578)

.

CO

RR

EAL.

G.,

1977

, 198

6

DE

OR

OZC

O, L

., 15

78.

REI

CH

EL-D

., G

. 19

51

SOTO

MAY

OR

&

CO

RR

EAL,

200

3.C

OR

REA

L, 2

003.

1560

Los

ataq

ues

indí

gena

s se

recr

udec

en a

l Occ

iden

te y

SE

del l

ago

de M

arac

aibo

, obl

igan

do

a lo

s esp

añol

es a

exp

lora

r una

ruta

alte

rna

que

desd

e M

érid

a su

bies

e po

r el r

ío C

atat

umbo

, de

svia

se h

acia

el N

W en

dire

cció

n al

río

Mag

dale

na, y

des

de al

lí, p

oder

arrib

ar a

Car

tage

na.

Sin

emba

rgo,

este

pro

yect

o ta

mbi

én im

plic

aba c

onfr

onta

r a lo

s bel

icos

os g

rupo

s anc

estra

les

barí

.

“La

part

e sur

del

lago

de M

arac

aibo

fue d

efen

dida

por

los i

ndio

s des

de

el si

glo

XVI,

en q

ue re

pelie

ron

todo

inte

nto

de so

met

imie

nto

o de

salo

jo.

La a

ctiv

idad

bel

icos

a le

s pe

rmiti

ó m

ante

ners

e en

un

área

am

plia

, am

para

das

por

una

cord

iller

a de

difí

cil

acce

so [

Perij

á].

Azot

aron

el

tra

bajo

en

los

cam

inos

que

util

izab

an l

os e

spañ

oles

e i

nvad

iero

n ha

cien

das

situ

adas

en

los

límite

s de

su

terr

itori

o [s

e re

fi ere

a l

os

grup

os b

arí,

no a

los t

upes

]. La

ofe

nsa

logr

ó co

nven

cer a

los i

nvas

ores

eu

rope

os d

e qu

e la

dom

inac

ión

del r

ío Z

ulia

y d

el r

ío C

ham

á du

rarí

a un

larg

o tie

mpo

” (M

elén

dez,

198

2).

MEL

ÉND

EZ, 1

982.

1578

Un

nota

ble

desc

enso

en

la p

obla

ción

indí

gena

del

Val

le d

e U

par

dura

nte

esta

épo

ca, q

ue

ante

s qu

e se

r atri

buid

o a

ataq

ues

de lo

s ja

guar

es (P

anth

era

onca

ante

s qu

e se

r atri

buid

o a

ataq

ues

de lo

s ja

guar

es (P

anth

era

onca

ante

s qu

e se

r atri

buid

o a

ataq

ues

de lo

s ja

guar

es (

) com

o se

ñala

De

Oro

zco

(157

8), l

o cu

al d

enot

a un

a m

ayor

cob

ertu

ra b

osco

sa s

obre

el p

iede

men

te O

ccid

ente

de

la

Serr

anía

de

Perij

á, e

s co

nsec

uenc

ia d

e la

s en

ferm

edad

es y

cam

paña

s de

ext

erm

inio

sob

re

la r

egió

n (M

elén

dez,

198

2). E

s no

torio

un

confl

icto

int

erno

ent

re l

os g

rupo

s in

díge

nas

com

o pa

rte d

e re

pres

alia

s en

el p

roce

so d

e co

nqui

sta

y re

ducc

ión.

Los

doc

umen

tos

hace

n re

fere

ncia

a g

rupo

s ant

ropó

fago

s de

cabe

llo tr

asqu

ilado

, den

omin

ados

“tu

pes”

(chi

mila

s?),

que

vive

n di

stan

tes [

del V

alle

de

Upa

r], m

ient

ras s

e di

stin

guen

“cu

atro

leng

uas”

en

toda

la

Prov

inci

a: “

arua

cos,

itoto

s, tu

pes

y gu

aina

os”

[act

uale

s ik

a, y

uko

y sa

nka?

](D

e O

rozc

o,

1578

). D

e aq

uella

car

acte

rizac

ión

físic

a de

los

aut

ócto

nos

pudo

ir

deriv

ando

el

uso

del

térm

ino

“mot

ilón”

par

a re

ferir

se d

e m

aner

a ge

nera

l, a

los

grup

os q

ue i

ncur

sion

aban

de

sde

la s

ierr

a a

los

valle

s de

Upa

r y

Cúc

uta.

Es

posi

ble

que

los

itoto

cor

resp

onda

n al

pa

trón

ance

stra

l de

los

actu

ales

yuk

o. E

l map

a de

l Val

le d

e U

par a

nexo

a la

mem

oria

del

G

ober

nado

r y

Teni

ente

Gen

eral

de

Sant

a M

arta

, no

mue

stra

ocu

paci

ón d

esta

cabl

e en

la

parte

alta

de

la se

rran

ía; e

n ca

mbi

o, se

tien

e re

gist

ro d

e ab

usos

de

blan

cos y

neg

ros e

scla

vos

prov

enie

ntes

del

“R

ío d

e la

Hac

ha”

sobr

e un

a po

blac

ión

indí

gena

ase

ntad

a en

la ll

anur

a ha

cia

1571

(AG

N, C

olon

ia, C

aciq

ues e

Indi

os).

haci

a 15

71 (A

GN

, Col

onia

, Cac

ique

s e In

dios

).

“(...

) otr

os in

dios

lejo

s de

aqu

í [en

la s

erra

nía?

], ot

ros

indi

os le

jos

de a

quí [

en la

ser

raní

a?],

otro

s in

dios

lejo

s de

aqu

íqu

e se

llam

an tu

pes,

porq

ue lo

s co

men

a lo

s ot

ros

indi

os c

onve

cino

s y

de p

az q

ue s

irve

n a

los e

spañ

oles

(...)

tení

an c

on e

llos g

uerr

a, y

tupe

s es u

na g

ener

ació

n de

in

dios

que

tien

en el

mie

mbr

o de

l cue

rpo

tuer

to a

una

ban

da [p

inta

do u

n la

do d

el c

uerp

o?] y

est

os s

on tu

pes

cari

bes

que

com

en c

arne

hum

ana

e so

n va

lient

es g

uerr

eros

, dis

pues

tos,

e pe

lean

con

mac

anas

e fl

echa

s y

anda

n de

snud

os (

...)

e lo

s tu

pes

no t

raen

cos

a ni

ngun

a, m

ás q

ue

un h

ilo p

or c

intu

ra (.

..) y

si s

e lo

qui

tan

lo s

ient

en ta

nto

com

o si

aún

es

paño

l le

desn

udas

en (

..) tr

aen

el c

abel

lo d

e la

cab

eza

tras

quila

do,

la m

olle

ra y

lo d

emás

cre

cido

, por

que

la m

ayor

par

te d

e el

los

[de

los

tupe

s] so

n cr

espo

s com

o ne

gros

” (D

e O

rozc

o, 1

578)

.

“(...

) qua

ntos

día

s a

que

hisi

eron

los

negr

os d

el R

ío d

e la

Hac

ha [u

n at

aque

a lo

s ind

ígen

as] (

...) y

al y

ndio

que

no

quer

ía ca

min

ar le

cort

aron

la

cabe

ça y

desp

ués a

cá es

te [h

a vis

to] l

as p

obla

cion

es d

espo

blad

as si

n ge

nte

(...)

y la

s lab

ranç

as y

com

idas

(...)

sin

coge

llas”

(AG

N, C

olon

ia,

Cac

ique

s e In

dios

, 157

1).

AG

N, C

aciq

ues e

In

dios

, 157

1.

DE

OR

OZC

O, L

., 15

78.

MEL

ÉND

EZ, 1

982.

Page 18: DBV14 Etnohistoria

Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

292

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1583

Lope

de

Oro

zco,

gob

erna

dor

de S

anta

Mar

ta, c

omis

iona

al c

apitá

n A

lons

o R

odríg

uez

de

Cal

leja

par

a lle

var

a ca

bo e

l som

etim

ient

o de

los

tupe

lide

rado

s po

r lo

s ca

ciqu

es “

Cor

o Po

naim

o”, “

Cur

unaí

mo”

y “

Qui

ria Im

o” (D

e C

aste

llano

s, /1

589-

1601

/199

7) [l

a pa

rtícu

la

“ay”

den

ota

algu

na re

laci

ón c

on lo

mac

ro-c

arib

e]. E

sto

a pr

opós

ito d

e la

con

trove

rsia

sobr

e la

ant

igüe

dad

rela

tiva

de e

sas c

orrie

ntes

cul

tura

les (

Dur

bin,

197

7, T

arbl

e, 1

985;

Men

eses

&

Gor

done

s, 20

03).

Tam

bién

se a

dvie

rte a

lgún

tipo

de

alia

nza

con

itoto

s (yu

kos?

) y c

aria

chi-

les (

SE d

e la

Gua

jira)

(en:

Rei

chel

-D.,

1951

).

“La

pobl

ació

n in

díge

na p

arec

e ha

ber

sido

muy

den

sa“L

a po

blac

ión

indí

gena

par

ece

habe

r si

do m

uy d

ensa

“. E

n la

reg

ión

al s

ur y

est

e de

San

ta M

arta

se

men

cion

an e

n la

s fu

ente

s hi

stór

icas

ce

nten

ares

de

sitio

s ha

bita

dos

com

o po

blac

ione

s y

ciud

ades

, y la

s in

-ve

stig

acio

nes a

rque

ológ

icas

ate

stig

uan

así m

ism

o qu

e es

ta re

gión

deb

e ha

ber

sido

muy

den

sam

ente

pob

lada

(...

) To

dos

esto

s da

tos

sobr

e la

cu

ltura

de

las

trib

us d

el r

ío C

esar

se

refi e

ren

a la

s co

ndic

ione

s qu

e en

cont

raro

n lo

s es

paño

les

dura

nte

la s

egun

da m

itad

del

sigl

o XV

I. En

épo

cas

post

erio

res

sin

emba

rgo,

obs

erva

mos

alg

unos

cam

bios

en

los

nom

bres

trib

ales

y d

ispo

nem

os d

e al

guno

s da

tos

cultu

rale

s m

ás”

(Rei

chel

-D.,

1951

)

DE

CA

STEL

LAN

. /1

589-

1601

/199

7

REI

CH

EL-D

., G

., 19

51.

1588

El c

apitá

n A

zuer

o Fe

rnán

dez

de A

ceve

do, a

dela

nta

una

cam

paña

con

tra a

grup

acio

nes

de

supu

esto

s “t

upe”

que

seg

ún lo

des

crito

, hab

itaba

n la

zon

a de

con

fl uen

cia

de la

que

brad

a A

nim

e, q

ue d

esci

ende

des

de la

sier

ra en

cerc

anía

s a C

hirig

uaná

, con

la ci

énag

a de Z

apat

osa.

Te

nien

do e

n cu

enta

el c

onte

xto

geog

ráfi c

o (v

alle

del

río

Ces

ar),

se d

ebe

adve

rtir q

ue e

n es

te

caso

, bie

n po

dría

trat

arse

de

grup

os c

him

ila-p

acab

uy a

ntes

que

de

un p

atró

n an

cest

ral y

uko.

En

cam

bio,

se m

enci

onan

térm

inos

más

afi n

es c

omo

“Cay

are”

, “U

sipa

no”

y “C

ocan

e Yut

a”

(Rei

chel

-D.,

1951

., re

tom

ando

a F

ray

Pedr

o Si

món

. 162

6).

“(..)

os a

beis

obl

igad

o a

paci

fi car

los i

ndio

s y p

rovi

ncia

s de

los i

ndio

s qu

e es

tán

de la

otr

a ba

nda

del r

ío C

esar

nom

brad

os tu

pes y

toto

s [on

i-m

enya

uter

ace?

] y lo

s de O

cana

yute

, Sus

uyut

e, Va

lle H

erm

oso,

Sica

rara

, Va

lle d

e la

Yuc

a [M

azir

aim

o?],

río

de T

oro,

Val

le d

el C

apir

irsa

(..)

y

San

Láza

ro y

los

dem

ás s

ituad

os y

pob

lado

s [e

n] l

as c

ordi

llera

s de

fre

nte

al d

ho r

ío d

e [C

osm

e?] (

...) l

os g

uale

ces

[gua

inao

s?] a

lçad

os y

re

bela

dos

cont

ra e

l rea

l ser

vici

o re

spet

o de

ave

r qu

ebra

ntad

o la

paz

qu

e te

nían

dad

a al

Cap

itán

[Bar

tolo

mé?

] de A

níba

l Pal

eólo

go (.

..) p

er-

sona

que

los a

vía

redu

cido

y a

llana

do y

pob

lado

la c

iuda

d de

Bec

erri

l de

Cam

po, l

a qu

al el

los d

espo

blar

on y

a lo

s con

tinuo

s asa

ltos s

e die

ron

y mue

rto

muc

hos e

spañ

oles

e in

dios

enco

men

dado

s en

los v

ecin

os d

e la

dha

ciud

ad d

e Va

lle d

e U

par”

(AG

N, C

aciq

ues e

Indi

os, 1

609)

.

AG

N, C

aciq

ues e

In

dios

, 160

9.

REI

CH

EL-D

., G

., 19

51.

1697

Puls

o Fr

ío-H

úmed

o. D

esde

ent

once

s, la

acc

ión

mis

iona

l de

los

capu

chin

os, i

nteg

ró u

n pr

oces

o di

fere

nte

que

faci

litó

incu

rsio

nes

espo

rádi

cas

a la

ser

raní

a. U

n do

cum

ento

de

aque

lla é

poca

señ

ala

que

Fray

Mau

ro d

e C

intru

énig

o la

hab

ía “

atra

vesa

do”

al m

enos

tres

ve

ces.

Para

ento

nces

se h

abía

inic

iado

un

nuev

o ca

pítu

lo d

e la r

esis

tenc

ia in

díge

na, l

uego

de

una

corta

treg

ua d

uran

te la

prim

era

mita

d de

l sig

lo X

VII

. Los

mis

ione

ros f

unda

rían

algu

nas

pobl

acio

nes

en P

erijá

a i

nici

os d

el s

iglo

XV

III.

El o

rigen

del

tér

min

o “m

otiló

n” c

omo

prod

ucto

de

los

cont

role

s sa

nita

rios

de lo

s ca

puch

inos

fren

te a

las

plag

as, s

erá

atrib

uido

a

este

pro

ceso

his

tóric

o (M

arci

ales

, 194

8). E

l pad

re C

intru

énig

o es

uno

de

los t

estig

os d

e un

a nu

eva

etap

a de

des

plaz

amie

nto

indí

gena

hac

ia la

sier

ra, d

onde

ya

habi

taba

n de

scen

dien

tes

de lo

s pr

imer

os g

rupo

s qu

e hu

yero

n du

rant

e la

Con

quis

ta, a

unqu

e po

sibl

emen

te, n

o so

bre

las

cota

s al

titud

inal

es q

ue s

uper

aran

los

2500

m.s.

n.m

. Res

tos

óseo

s as

ocia

dos

a la

cue

va

Tshk

apa

de M

esa

Turik

(Est

ado

de Z

ulia

-Ven

ezue

la).

pare

cen

corr

espo

nder

a e

ste

perío

do

(fec

ha ra

dioc

arbó

nica

de

1660

d.C

.). (U

rban

i et a

l., 2

003)

.

José

Nic

olás

de

la R

osa

(174

2):

“ (..

.) fu

eron

con

quis

tado

s en

los

pr

inci

pios

, y

pobl

ados

en

los

llano

s qu

e lla

man

de

La C

ruz

y qu

e es

tuvi

eron

suj

etos

a d

octr

ina

[sig

lo X

VII

]; p

ero

habi

endo

ent

rado

[

sigl

o X

VII

]; p

ero

habi

endo

ent

rado

[

sigl

o X

VII

lueg

o un

a ge

nera

l ep

idem

ia d

e vi

ruel

as e

n O

caña

[te

rrito

rio B

arí],

acud

ían

tem

eros

os a

su

cura

, y e

ste

los

prep

arab

a ha

cién

dolo

s to

mar

ba

ños

y be

bida

s fre

scas

par

a qu

e m

oder

ada

su n

atur

alez

a cá

lida

[¿?]

hi

cies

en l

as v

irue

las

men

os e

fect

o en

ello

s, y

últim

amen

te l

es h

izo

quita

r el p

elo,

par

a m

ayor

des

ahog

o de

la c

abez

a (..

.) Lo

s vec

inos

que

ve

ían

pela

dos

a lo

s ex

plor

ador

es, y

des

pués

a lo

s in

dios

em

peza

ron

a lla

mar

los

Mot

ilone

s” (c

itado

por

Isaa

cs, /

1884

/195

1). S

in e

mba

rgo,

el

háb

ito d

e co

rtars

e el

cab

ello

ya

apar

ece

desc

rito

con

rela

ción

a lo

s tu

pes e

incl

uso,

a lo

s gua

inao

s del

Val

le d

e Upa

r a fi

nale

s del

sigl

o X

VI:

“(...

) tra

en c

ubie

rta

la n

atur

a en

un

cala

bazo

de

la m

ism

a he

chur

a, y

el

cabe

llo d

e la

cab

eza

cort

ado

com

o fr

aile

has

ta la

ore

ja”

(De

Oro

zco,

15

78).

Hac

ia 1

697,

Fra

y M

auro

de

Cin

truén

igo

se r

efi e

re a

nue

vas

olea

das

mig

rato

rias

haci

a la

sie

rra

de P

erijá

: “(..

.) m

ucho

s in

dios

en

este

val

le [d

e U

par]

se

han

leva

ntad

o, h

uyen

do d

e la

s en

com

iend

as y

ha

n id

o a

para

r a lo

s Coy

amos

, los

cua

les r

esid

en a

llí c

on e

ste

títul

o”(c

itado

por

: Mar

cial

es, 1

948)

.

DE

LA R

OSA

, 174

2

DE

OR

OZC

O, L

., 15

78.

ISA

AC

S, J.

/1

884/

1951

.

MA

RC

IALE

S, M

. 19

48.

UR

BA

NI &

SC

AR

AM

ELLI

, 20

03.

Page 19: DBV14 Etnohistoria

López

293

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

SSI

GL

OS

XV

II-X

VII

I

1702

Alg

unos

gru

pos b

ajan

de

la si

erra

pid

iend

o qu

e se

les c

once

ntre

en

cerc

anía

s a B

ecer

ril [¿

?]

(De

Alc

ácer

, 196

2). E

xist

e po

r tan

to, u

na m

ovili

dad

dest

acab

le e

n la

regi

ón q

ue h

istó

rica-

men

te se

fund

amen

ta e

n lo

s con

fl ict

os c

on lo

s enc

omen

dero

s dur

ante

todo

el s

iglo

XV

II.

Poco

ant

es, e

n 16

97, F

ray

Mau

ro d

e C

intru

énig

o afi

rmab

a: “

(...)

mu-

chos

indi

os e

n es

te v

alle

(de

Upa

r) s

e ha

n le

vant

ado,

huy

endo

de

las

enco

mie

ndas

y ha

n id

o a

para

r a lo

s Coy

amos

[en

quie

nes A

lcác

er cr

ee

reco

noce

r alg

una

afi n

idad

cul

tura

l con

los

chim

ila],

los

cual

es re

side

n al

lí co

n es

te tí

tulo

” (c

itado

por

Alc

ácer

, 196

2).

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

1722

Puls

o C

álid

o-Se

co. F

unda

ción

de

la V

illa

del R

osar

io d

e Pe

rijá.

Una

Céd

ula

Rea

l oto

rga

facu

ltade

s a

Juan

Cho

urio

, ter

rate

nien

te d

e M

arac

aibo

, par

a la

pac

ifi ca

ción

de

los

“mot

i-lo

nes”

y la

con

solid

ació

n de

ruta

s com

erci

ales

, fun

daci

ón d

e pu

eblo

s en

Mac

aes y

Per

ijá e

im

porta

ción

de

escl

avos

. (A

GN

, Col

onia

, Cac

ique

s e In

dios

)

“La

luch

a lib

rada

por

ciu

dade

s ais

lada

s res

ultó

con

dena

da a

l fra

caso

. La

sol

ució

n in

med

iata

fue

la d

e un

ión

regi

onal

. Por

eso

s añ

os, d

on

Juan

de

Cho

urio

hab

ía re

cibi

do a

utor

izac

ión

para

pen

etra

r al

terr

ito-

rio

mot

ilón

por

el n

orte

, par

a sa

lvar

las

haci

enda

s de

cac

ao. P

ero

su

entu

sias

mo

se d

etuv

o co

n el

enf

rent

amie

nto

de o

tras

trib

us b

elic

osas

co

mo

los s

abri

les [

patró

n an

cest

ral j

apre

ria]”

(Mel

énde

z, 1

982)

AG

N, C

aciq

ues e

In

dios

, 172

2.

MEL

ÉND

EZ, 1

982.

1737

Perí

odo

Frío

-Húm

edo.

Cua

tro a

ños

ante

s (1

733)

, hab

ía s

ido

crea

da la

Par

roqu

ia d

e Sa

n Jo

sé d

e C

úcut

a. A

pertu

ra d

e un

cam

ino

haci

a Pe

rijá.

Mel

énde

z, cu

estio

nand

o el

pan

oram

a hom

ogén

eo q

ue d

esde

el p

unto

de

vist

a ét

nico

y te

rrito

rial,

se p

erci

be e

n la

s des

crip

cion

es d

e Alc

ácer

par

a to

da la

Ser

raní

a de

Per

ijá y

la h

oya

del C

atat

umbo

“(...

) pue

de p

ensa

rse

en u

nos “

mot

ilone

s ori

gina

les”

y e

n un

os “

mot

ilone

s asi

mila

dos”

(...)

es

te tr

abaj

o ac

epta

los

“mot

ilone

s as

imila

dos”

de

don

Buen

aven

tura

de

Flo

tas.

Ello

obe

dece

a u

n la

rgo

proc

eso

de o

cupa

ción

o d

e co

ntro

l de

los t

erri

tori

os d

el N

orte

de

San

Faus

tino

y, de

sde

lueg

o, d

el V

alle

de

Cúc

uta

en d

onde

la lu

cha

elim

inab

a, so

met

ía o

, sim

plem

ente

des

aloj

a-ba

a lo

s abo

ríge

nes.

Esta

fue

la c

arac

terí

stic

a, h

asta

la p

rim

era

mita

d de

l sig

lo X

VIII

”de

l sig

lo X

VIII

” (M

elén

dez,

198

2).

(Mel

énde

z, 1

982)

.

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

MEL

ÉND

EZ, 1

982.

1738

Sica

rare

de

Toca

imos

(oril

las

del r

ío S

icar

are)

, pad

re S

ilves

tre d

e La

vata

, sep

ara

dos

uni-

dade

s so

cio-

cultu

rale

s en

“to

caim

os”

(chi

mila

-tom

oco)

y tu

pes,

deja

com

o m

isio

nero

al P

. A

nton

io d

e To

dole

lla. E

l pad

re F

ranc

isco

de

Car

tarr

oya

publ

ica

el V

ocab

ular

io d

e al

guna

s vo

ces

de la

leng

ua d

e lo

s in

dios

mot

ilone

s, co

n el

que

más

tard

e (1

947)

, se

prop

ondr

á la

fi l

iaci

ón l

ingü

ístic

a ch

ibch

a de

los

gru

pos

barí,

que

los

dis

tingu

irá d

el p

atró

n an

cest

ral

mac

ro-c

arib

e de

los y

uko-

yukp

a.

“(...

) no

obst

ante

, son

más

num

eros

os lo

s ras

gos c

omun

es q

ue la

s dife

-re

ncia

s m

utua

s [e

ntre

los

indí

gena

s qu

e ha

bita

ban

la s

ierr

a de

Per

ijá].

Así t

enem

os q

ue la

s fu

ndac

ione

s he

chas

por

los

mis

ione

ros

conv

ivía

n un

os c

on o

tros

sin

may

or o

bstá

culo

. Lo

s re

ligio

sos

adem

ás,

no e

n-co

ntra

ban

difi c

ulta

d al

guna

en

la e

nseñ

anza

del

cat

ecis

mo

y de

otr

as

mat

eria

s, co

sa q

ue h

ubie

ra s

ido

muy

dis

tant

e de

pos

eer

cada

trib

u su

id

iom

a” (D

e Alc

ácer

, 196

2).

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

1740

Indí

gena

s (tu

pe?,

chi

mila

?), n

o ad

apta

dos

a es

ta re

ducc

ión

(afi a

nzad

o se

ntid

o te

rrito

rial),

as

alta

n a

Todo

lella

y l

o co

nsum

en e

n al

gún

ritua

l an

tropo

fági

co. A

lgun

os v

uelv

en a

la

sier

ra. S

egún

De

la R

osa

(174

2), e

l nom

inat

ivo

“tup

e” s

igni

fi ca

“cer

rado

”, d

ada

la a

ctitu

d he

rmét

ica

y ho

stil

de e

stos

gru

pos a

los q

ue se

con

side

ra “

carib

es”.

Dis

tingu

e aq

uello

s que

ha

bita

n en

el v

alle

de

los q

ue v

iven

en

la si

erra

.

“El a

pela

tivo

Tupe

es

lo m

ism

o qu

e C

erra

do, a

sí p

or la

ver

osim

ilitu

d qu

e tie

ne eq

uivo

cada

men

te la

una

pal

abra

con

la o

tra

[qui

zá se

com

pare

el

térm

ino

con

la p

alab

ra T

upé

(del

fra

ncés

Tu

pé (

del f

ranc

és

Tupé

toup

et),

que

se r

efi e

re a

l co

pete

o p

elo

leva

ntad

o so

bre

la fr

ente

], co

mo

porq

ue lo

s ind

ios T

upes

, so

n en

sup

erla

tivo

grad

o ce

rrad

os y

bár

baro

s, m

ás q

ue o

tros

algu

nos

de la

pro

vinc

ia (.

..) [e

n ca

stel

lano

, la

pala

bra

Tupé

igua

lmen

te a

lude

a

Tupé

igua

lmen

te a

lude

a

Tupé

“des

fach

atez

”]. [

Los

indí

gena

s de

l pue

blo

de lo

s Tu

pes]

: “(..

.) es

tán

suje

tos a

doc

trin

a y

dem

ora,

no

está

n ya

tan

idio

tas e

n su

s cos

tum

bres

, au

nque

siem

pre

lo e

stán

en

su e

xplic

ació

n; m

ás lo

s del

mon

te ll

evan

la

secu

ela

de lo

s dem

ás c

arib

es[la

hos

tilid

ad]”

(De

la R

osa,

174

2).

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

DE

LA R

OSA

, 174

2

Con

tinua

ción

tabl

a 61

.

Page 20: DBV14 Etnohistoria

Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

294

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1748

Apa

rent

emen

te, n

o ha

y m

ucho

aco

plam

ient

o so

cial

ent

re tu

pes

y “t

ocai

mos

” (c

him

ila-to

-m

oco)

(no

perte

nece

n a

la m

ism

a fa

mili

a lin

güís

tica)

. Des

de u

n as

enta

mie

nto

ante

rior,

son

redu

cido

s nue

vam

ente

al p

uebl

o de

Nue

stra

Sra

. del

Soc

orro

del

Tuc

uy, L

os in

díge

nas c

on-

tinua

rán

su a

vanc

e pr

ogre

sivo

hac

ia la

sie

rra

de P

erijá

: un

nuev

o re

torn

o qu

e en

est

a pa

rte

de la

zon

a, h

abrá

de

cons

umar

se e

n 17

60 c

on la

des

apar

ició

n de

l Tuc

uy.

Div

ersi

dad

cultu

ral

evid

ente

por

el

lado

ven

ezol

ano.

“To

dos

esto

s in

dios

, ex

cept

uado

s lo

s Al

iles

[NW

del

lag

o de

Mar

acai

bo.

Tron

co

lingü

ístic

o ar

awak

], er

an c

onoc

idos

con

el n

ombr

e de

“Se

rran

os”

o ha

bita

ntes

de

la S

ierr

a. P

oco

indi

ca e

sto,

es c

iert

o; p

ero

ya e

s una

not

a co

mún

, que

hac

ía a

los m

isio

nero

s y es

paño

les a

grup

arlo

s baj

o un

todo

ge

néri

co. ¿

Exis

tía a

lgun

a di

fere

ncia

real

?. N

o ha

y du

da q

ue si

, aun

que

no m

uy c

onsi

dera

ble”

(De A

lcác

er, 1

962)

.

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

1755

Puls

o Fr

ío S

eco.

Ven

ezue

la. L

as p

resi

ones

de

terr

aten

ient

es c

omo

Juan

Cho

urio

, int

eres

a-do

s en

refo

rzar

las r

utas

com

erci

ales

(cac

ao y

gan

ader

ía),

recr

udec

e la

s hos

tilid

ades

de

los

indí

gena

s en

las

prov

inci

as d

e M

arac

aibo

y S

anta

Mar

ta. S

egún

Cho

urio

, aqu

ello

s gr

upos

“(

...) o

cupa

n m

ás d

e dos

cien

tas l

egua

s de t

ierr

a” (e

n: D

e Alc

ácer

, 196

2). C

on el

gra

n im

pac-

to d

e la

resi

sten

cia

indí

gena

, el t

érm

ino

“mot

ilón”

com

enza

rá a

ser

inic

ialm

ente

atri

buid

o a

los g

rupo

s bar

í que

ocu

paba

n la

s ver

tient

es d

e lo

s río

s Zul

ia y

Cat

atum

bo, L

as p

resi

ones

de

los c

olon

os d

el su

r de

Mar

acai

bo, e

stab

an p

rovo

cand

o qu

e lo

s ata

ques

se e

xten

dier

an a

l N

orte

y O

este

de

la re

gión

.

El c

onfl i

cto

es d

e or

den

regi

onal

y n

o in

volu

crab

a só

lo a

los

tupe

. Del

o 17

47, p

or e

jem

plo,

se ti

ene

notic

ia d

e at

aque

s a v

ecin

os e

n el

cam

i-no

San

Seb

astiá

n-A

tanq

uez a

l E d

e la S

ierr

a Nev

ada d

e San

ta M

arta

. En

prin

cipi

o, s

e tra

ta d

e re

spon

sabi

lizar

a lo

s ch

imila

de

esto

s ag

resi

ones

: “[

Bas

ilio

Izqu

ierd

o](..

.) sa

lió a

rec

orre

r pr

las

mue

rtes

que

aca

ecie

-[B

asili

o Iz

quie

rdo]

(...)

salió

a r

ecor

rer

pr la

s m

uert

es q

ue a

caec

ie-

[Bas

ilio

Izqu

ierd

oro

n ex

ecut

adas

por

indi

os (.

..) v

ecin

o de

est

a ci

udad

que

reci

de e

n la

s or

illas

del

Ses

ar, s

igui

eron

su

cam

ino

dro

al G

arup

ar [S

E de

la S

ierr

a or

illas

del

Ses

ar, s

igui

eron

su

cam

ino

dro

al G

arup

ar [S

E de

la S

ierr

a or

illas

del

Ses

ar, s

igui

eron

su

cam

ino

dro

al G

arup

arN

evad

a] c

uio

mon

te se

esp

ecul

ó y

regi

stró

y lo

mis

mo

en la

s cab

eser

as

de s

u rí

o (..

.) no

pud

iero

n en

cont

rar

huel

la n

i bes

tiari

o [a

lgun

a fi e

ra]

que

les

dies

e an

unci

o de

hav

er tr

ansi

tado

por

aqu

ello

s pa

raje

s lo

s in

-di

os q

ue c

omet

iero

n la

s m

uert

es (

...)

le a

com

paña

ban

(...)

dos

indi

os

rast

rero

s sic

arar

es [T

upe-

Dub

ey] (

...) q

ue só

lo in

dios

del

pue

blo

de S

n Se

bast

ián

[san

ká?]

pud

iero

n se

r lo

s re

vest

idos

[dis

fraz

ados

] de

chim

i-la

s par

a co

met

er e

sta

acci

ón”

las p

ara

com

eter

est

a ac

ción

” (A

GN

, Mis

celá

nea,

174

7).

(AG

N, M

isce

láne

a, 1

747)

.

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

RA

MO

S, 2

005.

1761

Puls

o Fr

ío-H

úmed

o. E

l Gob

erna

dor d

e M

arac

aibo

, des

crib

e el

terr

itorio

mot

ilón

(est

riba-

cion

es d

e la

Ser

raní

a de

Per

ijá),

com

o zo

na p

anta

nosa

que

sirv

e de

háb

itat a

una

sign

ifi ca

-tiv

a va

rieda

d de

esp

ecie

s co

mo

osos

, cai

man

es, “

tigre

s” y

“se

rpie

ntes

ven

enos

as”

(en:

De

Alc

ácer

, 196

2).

Car

ta d

irigi

da a

l Cor

onel

Gob

erna

dor A

lons

o de

Río

y C

astro

(177

3):

“[Po

r el r

ío S

anta

Ana

-Ven

ezue

la, e

strib

acio

nes d

e Pe

rijá]

(...)

subí

(...)

co

n in

men

so tr

abaj

o lle

vand

o lo

s ba

rcos

a e

mpu

jone

s, y

trosa

ndo

mu-

chos

árb

oles

que

cru

saba

n de

una

otr

a m

arge

n de

l río

, par

a lo

qua

l, y

alija

r de

l pes

o la

s em

barc

acio

nes,

era

prec

iso

veni

r to

do e

l día

por

de

ntro

del

agu

a, si

n em

barg

o de

los m

ucho

s cai

man

es y

raya

s” (A

GN

, M

ilici

as y

Mar

ina,

177

3).

AG

N, M

ilici

as y

M

arin

a, 1

773.

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

1768

Epis

odio

de

los

confl

icto

s en

tre c

olon

os,

com

erci

ante

s e

indí

gena

s (a

ntig

uos

Bar

í-K

unag

uasa

ya M

apé)

. Ata

que

al h

erre

ro C

alix

to d

e La

ra e

n el

cam

ino

de S

an Jo

sé d

e C

úcut

a a

San

Faus

tino

de l

os R

íos

(pob

laci

ón u

bica

da a

oril

las

del

río P

ampl

onita

fun

dada

en

1622

). U

na z

ona

con

exte

nsos

cul

tivos

de

caca

o qu

e su

pera

los

“600

0 ár

bole

s”. S

e de

s-cr

iben

ras

tros

del u

so d

e un

a pl

anta

est

imul

ante

den

omin

ada

“arr

evia

tade

ra”,

que

seg

ún

De

Alc

ácer

(196

2), c

orre

spon

dería

a la

mis

ma

“shi

rank

i” u

sada

por

los

actu

ales

mot

ilone

s (B

arí).

Ata

que

de l

os “

mot

ilone

s” (

Bar

í-Kun

agua

saya

Map

é?)

al a

rrie

ro

Cal

ixto

de

Lara

y s

u gu

ardi

a, q

uien

es c

ondu

cían

“70

00 p

s fu

erte

s y

otro

s ef

ftos”

(a le

gua

y m

edia

de

San

José

de

Cúc

uta

en d

irecc

ión

E):

“(...

) a m

edia

qua

rto

de o

ra e

n la

veg

a de

agu

a su

cia

dier

on p

or la

tar-

de c

on u

na e

mbo

scad

a de

mot

ilone

s que

ant

es m

atar

on a

un

guar

dia,

y

hiri

eron

dos

(...)

y s

e di

ze q

ue m

atar

on a

tres

indi

os q

ue v

iero

n ca

er y

de

spué

s los

resq

uist

os d

e la

sang

re p

r qe

esto

s bár

baro

s nun

ca d

exan

su

s m

uert

os d

onde

pue

dan

ser

reco

noci

dos

(...)

los

pers

igui

eron

tres

as c

ontin

uos h

asta

el o

tro la

do d

el rí

o de

la G

rita

(...)

des

de e

l día

qe

hici

eron

la a

verí

a no

hic

iero

n ra

nche

ría

algu

na, p

rosi

guie

ndo

su fu

ga

sin

sopl

ar c

ande

la, m

ante

nién

dose

sól

o co

n co

gollo

s de

una

hoj

a qu

e lla

man

arr

evia

tade

ra (.

..) h

alla

ron

dhos

25

hom

bres

carn

e ahu

mad

a de

m

onte

, con

la q

ue s

e ay

udar

on a

man

tene

r, no

que

rien

do u

sar

de lo

s bo

llos

de y

uca

qe ta

mbi

én h

alla

ron

y al

guno

s ch

inch

orro

s y

muc

has

fl ech

as”

fl ech

as”

(AG

N, E

mpl

eado

s Púb

licos

, 176

8).

(AG

N, E

mpl

eado

s Púb

licos

, 176

8).

AG

N, M

isc.

, Em

p.

Públ

icos

, 176

8.

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

Page 21: DBV14 Etnohistoria

López

295

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1772

Perí

odo

Frío

Sec

o. L

os d

enom

inad

os m

otilo

nes (

grup

os a

nces

trale

s Bar

í) de

stru

yen

a Sa

n Fa

ustin

o de

los R

íos.

Des

de a

llí c

omen

zará

a se

r fun

dada

la m

oder

na c

iuda

d de

Cúc

uta.

Sin

em

barg

o, c

ierto

s au

tore

s at

ribuy

en e

l dec

live

de e

ste

pueb

lo a

fac

tore

s co

mpl

emen

tario

s co

mo

enfe

rmed

ades

inf

ecci

osas

, m

anife

stad

as a

tra

vés

de fi

ebr

es e

n zo

nas

aneg

adiz

as

gene

rado

ras

de p

atóg

enos

. Tod

o es

to p

rodu

jo e

fect

os n

egat

ivos

sob

re la

agr

icul

tura

y la

ga

nade

ría. D

a in

icio

la q

ue h

a si

do c

onsi

dera

da: “

paci

fi cac

ión

de lo

s m

otilo

nes”

. Dur

ante

es

te p

roce

so,

Seba

stiá

n G

uillé

n as

cien

de p

or e

l R

ío S

anta

Ana

(Ve

nezu

ela)

has

ta u

na

cota

apr

oxim

ada

de 4

00 m

.s.n.

m. ;

des

crib

e al

guna

s es

peci

es y

cos

tum

bres

de

los

“ind

ios

bárb

aros

mot

ilone

s” (B

arí-K

unag

uasa

ya D

obok

ubí?

) en

zona

s de

bos

ques

y p

anta

nos:

no

cons

umen

el o

so a

ndin

o (T

rem

arct

os o

rnat

us) n

i el v

enad

o (O

doco

ileus

virg

inia

nus)

, qui

por c

once

pcio

nes r

elig

iosa

s que

tam

bién

está

n as

ocia

das a

luga

res m

ítico

s com

o la

Ser

raní

a de

Per

ijá. D

e la

mis

ma

form

a, l

os m

uisc

as a

soci

aban

la

fi gur

a de

l ve

nado

con

alg

unos

ta

búes

que

lim

itaro

n su

con

sum

o a

pers

onaj

es d

e al

to st

atus

(Gon

zále

z, 1

996)

.

“El d

ía se

is d

e ag

osto

de

mil

sete

cien

tos s

eten

ta y

dos

, a la

s cin

co d

e la

ta

rde

me

hise

a la

vel

a de

l pue

rto

de M

arac

aibo

en

las e

mba

rcac

ione

s, y

con

la t

ripu

laci

ón y

sol

dado

s (..

.) yn

dios

coy

amos

y m

acoa

es,

situ

ados

a la

fald

a de

la S

ierr

a, c

erca

de

Peri

xa (.

..) e

ntré

por

la b

oca

del c

itado

Río

San

ta A

nna

(...)

[has

ta] u

n si

tio q

ue ll

aman

El P

alm

ar,

en la

mis

ma

bega

del

río

del

med

io (.

..) y

des

de a

llí s

igue

n la

s tie

rras

m

ás a

prop

ocito

par

a se

mbr

ar (

...)

por

cuia

raz

ón la

s ha

n ap

etec

ido

los

indi

os m

otilo

nes

(...)

. [N

otic

ia d

e do

s ni

ños

caut

ivos

] (...

) azi

a la

pa

rte

de la

Sie

rra

de P

erix

a (..

.) am

bos

fuer

on a

pres

ados

en

el c

onfín

de

la s

ierr

a (-

--) c

omo

en to

das

las

dem

ás c

asas

, est

án s

ituad

as e

n el

se

ntro

de

las s

iem

bras

de

yuca

, bat

ata

y au

yam

a, te

nien

do d

e or

dina

rio

los p

lata

nale

s y c

añav

eral

es a

part

ados

en

cort

a di

stan

cia

de la

s cas

as,

pero

todo

en a

bund

anci

a, y

mui

fért

iles l

as p

lant

as, y

opt

imos

los f

ruto

s (..

..) N

o se

les

con

oce

idol

atrí

a, n

i m

enos

se

encu

entr

a en

tre e

llos

sim

ulac

ro a

lgun

o a

quie

n pu

eden

dar

ado

raci

ón;

y so

lo s

e sa

ve, q

ue

el D

emon

io s

e le

s ha

ce v

isib

le, e

n fi g

ura

de s

ierb

o” (

AG

N, M

ilici

as

y M

arin

a, 1

772)

AG

N, M

ilici

as y

M

arin

a, 1

772.

GO

NZÁ

LEZ,

M.,

1996

.

MA

RC

IALE

S, M

., 19

48.

1777

Al

norte

de

Mar

acai

bo, l

os d

ocum

ento

s se

ñala

n al

guna

s ho

stili

dade

s co

n lo

s in

díge

nas

sabr

iles

(pat

rón

ance

stra

l ja

prer

ía),

sobr

e la

rut

a qu

e se

diri

ge d

esde

Sin

amai

ca h

asta

R

ioha

cha:

terr

itorio

fron

teriz

o de

par

auje

s, gu

ajiro

s y

cosi

nas

(AG

N, C

olon

ia, C

aciq

ues

e In

dios

). D

e to

das f

orm

as, l

a po

blac

ión

indí

gena

se v

erá

redu

cida

irre

para

blem

ente

dur

ante

es

te p

roce

so e

n to

da la

Ser

raní

a de

Per

ijá.

“Por

otr

a pa

rte,

el

caso

de

las

tierr

as b

ajas

que

rod

ean

el m

aciz

o se

rran

o m

uest

ra u

na d

inám

ica

hist

óric

a co

loni

al m

uy d

ifere

nte

a la

de

las

mon

taña

s qu

e le

s si

rven

de

atal

aya.

En

efec

to, a

unqu

e lo

s eu

rope

os e

xplo

raro

n de

una

form

a m

ás o

men

os e

xhau

stiv

a du

rant

e el

si

glo

XVI l

a Pe

níns

ula

de la

Gua

jira

y la

s tie

rras

de

chim

ilas,

así c

omo

el te

rrito

rio

de lo

s lla

mad

os m

otilo

nes,

los

grup

os in

díge

nas

que

los

habi

taba

n fu

eron

dej

ados

a s

us p

ropi

os d

estin

os c

omo

soci

edad

es d

e “i

ndio

s br

avos

” o

de “

indi

os c

arib

es”

—té

rmin

os é

stos

que

, aun

que

impr

ecis

os d

esde

un

punt

o de

vist

a cu

ltura

l, si

gnifi

caba

n en

la m

ente

de

los c

olon

os e

spañ

oles

que

est

os te

rrito

rios

no

habí

an si

do c

olon

izad

os

debi

do a

la

belic

osid

ad d

e su

s ha

bita

ntes

. C

on t

odo,

dur

ante

el

sigl

o XV

III

la a

dmin

istr

ació

n co

loni

al i

nten

tó e

xten

der

el p

rogr

ama

refo

rmis

ta b

orbó

nico

den

tro d

e es

tas t

ierr

as in

culta

s con

el fi

n d

e tr

aer

a lo

s gua

jiros

, chi

mila

s y m

otilo

nes d

entro

de

su m

odel

o de

civ

iliza

ción

y

soci

edad

(...)

” (J

aram

illo,

199

3).

AG

N, C

aciq

ues e

In

dios

, 176

8.

JAR

AM

ILLO

, 19

93.

SIG

LO

XIX

1807

Puls

o Fr

ío-H

úmed

o. C

on la

supu

esta

redu

cció

n de

los i

ndíg

enas

, una

bue

na p

arte

de

esto

s ap

arec

e co

ncen

trada

en

la p

obla

ción

de

Los T

upes

, al S

E de

Val

ledu

par y

el p

iede

mon

te d

e la

serr

anía

. Allí

se g

ener

a en

tonc

es, s

egún

se in

fi ere

de

la c

onsu

lta d

e al

guno

s doc

umen

tos,

un se

ntid

o de

iden

tidad

bas

tant

e re

acio

a la

s aut

orid

ades

civ

iles y

ecl

esiá

stic

as.

“(...

) Ba

rtol

omea

Och

oa d

e es

te v

ecin

dari

o es

taba

viv

iend

o en

aqu

el

pueb

lo e

scan

dalo

sam

ente

con

el i

ndio

Jos

é C

ruz

Vene

gas:

par

a ev

itar

la o

fens

a de

Dio

s (..

.) El

Fis

cal P

rote

ctor

dic

e: q

ue p

or r

epre

nsib

les

que

haya

n si

do lo

s pr

oced

imie

ntos

de

los

indi

os d

e Tu

pes

al ti

empo

de

ser

ext

rahi

da B

arto

lom

ea O

choa

de

su p

uebl

o, s

e de

be n

o pe

rder

de

vis

ta,

que

sien

do i

ndio

s de

red

ucci

ón,

es p

resi

so t

rata

rlos

con

su

avid

ad, y

man

ejar

se p

ara

con

ello

s con

muc

ha p

rude

ncia

, (...

) ten

er

con

todo

lo re

lativ

o a

la tr

anqu

ilida

d de

los n

atur

ales

del

terr

itori

o de

l Va

lle D

upar

” (A

GN

, Col

onia

, Cac

ique

s e In

dios

).

AG

N, C

aciq

ues e

In

dios

, 180

7.

Page 22: DBV14 Etnohistoria

Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

296

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1820

Gue

rra

de In

depe

nden

cia.

Muc

hos i

ndíg

enas

son

recl

utad

os d

e m

aner

a fo

rzad

a. E

s pos

ible

G

uerr

a de

Inde

pend

enci

a. M

ucho

s ind

ígen

as so

n re

clut

ados

de

man

era

forz

ada.

Es p

osib

le

que

desd

e es

ta é

poca

com

enza

ra e

l rep

liegu

e de

fi niti

vo d

e lo

s tu

pes

haci

a la

s pa

rtes

más

al

tas

de la

ser

raní

a, d

ada

la a

usen

cia

de m

isio

nero

s, la

s en

ferm

edad

es, l

as p

resi

ones

del

ej

érci

to re

publ

ican

o y

los

confl

icto

s in

tern

os e

ntre

est

os g

rupo

s: “

(...)

dies

y s

eis

de e

llos

en la

s m

onta

ñas

huye

ndo

de la

recl

uta

que

se in

tent

ó ha

cer d

e el

los

el a

ño d

e 23

[182

3]”

(AG

N, R

epúb

lica,

Ind

ios)

. Es

difíc

il m

edir

el im

pact

o so

bre

el e

cosi

stem

a en

raz

ón d

el

infl u

jo q

ue e

jerc

en la

s con

dici

ones

clim

átic

as a

niv

el g

loba

l, la

esc

asa

pobl

ació

n in

díge

na y

la

am

plitu

d de

tier

ras d

ispo

nibl

es e

n to

da la

serr

anía

.la

am

plitu

d de

tier

ras d

ispo

nibl

es e

n to

da la

serr

anía

.

Vene

zuel

a. In

díge

nas

del C

antó

n de

Per

ijá (N

orte

de

Zulia

): “L

os p

ri-

Vene

zuel

a. In

díge

nas

del C

antó

n de

Per

ijá (N

orte

de

Zulia

): “L

os p

ri-

Vene

zuel

a. In

díge

nas

del C

antó

n de

Per

ijá (N

orte

de

Zulia

): “

mer

os s

e co

noce

n co

n el

nom

bre

de s

abri

les

[los

actu

ales

japr

ería

] y

chag

uas:

aqu

ello

s en

el c

amin

o qu

e va

al V

alle

Dup

ar[p

or e

l sur

de

la

Gua

jira]

, y s

on e

l inc

onve

nien

te d

e su

trafi

co

por

su c

arác

ter

antro

pó-

fago

, pue

s arr

uina

n a

quan

tos t

rans

itan

por e

sa v

ía si

son

infe

rior

es e

n nú

mer

o y

fuer

za”

(AG

N, I

ndio

s, 18

25).

AG

N, R

epúb

lica,

In

dios

., 18

25

1825

Info

rme

de R

amón

Cha

rón

(Ven

ezue

la) d

escr

ibe

noto

ria b

aja

de la

pob

laci

ón in

díge

na. E

l D

ecre

to d

el 3

0 de

julio

de

1824

hab

ía au

toriz

ado

al p

oder

eje

cutiv

o pa

ra p

ropa

gar l

a “ci

vili-

zaci

ón”

y “r

elig

ión

cris

tiana

” en

tre lo

s “in

dios

gen

tiles

” (A

GN

, Rep

úblic

a, In

dios

).

“(...

) en

este

terr

itori

o ex

iste

n do

s na

cion

es d

e in

dios

incu

ltos;

la p

ri-

mer

a en

el c

amin

o de

l Val

le D

upar

[que

? (..

.)]

mer

a en

el c

amin

o de

l Val

le D

upar

[que

? (..

.)]

mer

a en

el c

amin

o de

l Val

le D

upar

asci

ende

a m

ui p

ocos

, y

se n

ombr

an s

abri

les,

igno

ránd

ose

cual

es s

ean

sus

vici

os y

cos

tum

bres

[obs

érve

se c

ómo

el o

tro re

porte

ase

vera

la p

ráct

ica

de la

ant

ropo

fagi

a;

cont

radi

cció

n qu

e de

nota

ais

lam

ient

o de

eso

s gr

upos

y p

oco

cont

acto

co

n lo

s re

publ

ican

os].

La s

egun

da e

n Rí

o N

egro

que

se

nom

bran

cha

-gu

alos

, que

est

os tr

atan

con

tinua

men

te c

on lo

s es

paño

les [

?] (.

.) en

la

actu

alid

ad e

n gu

erra

civ

il ”

actu

alid

ad e

n gu

erra

civ

il ”

actu

alid

ad e

n gu

erra

civ

il (

AG

N, I

ndio

s, 18

25).

Car

riage

(19

79),

atrib

uye

los c

onfl i

ctos

inte

rnos

de

esto

s gru

pos a

la d

ispu

ta p

or m

ujer

es

entre

par

ient

es c

onsa

nguí

neos

.

AG

N, R

epúb

lica,

In

dios

., 18

25.

CA

RR

IAG

E, P

. 19

79.

1846

Fina

lizan

do l

a Pe

queñ

a E

dad

de H

ielo

en

Eur

opa

(Litt

le A

ce A

geFi

naliz

ando

la

Pequ

eña

Eda

d de

Hie

lo e

n E

urop

a (L

ittle

Ace

Age

Fina

lizan

do l

a Pe

queñ

a E

dad

de H

ielo

en

Eur

opa

().

Tupe

s, yu

kure

s, pr

esio

nes d

e lo

s col

onos

. La

ocup

ació

n in

díge

na se

va

desp

laza

ndo

prog

resi

vam

ente

hac

ia

cota

s más

alta

s de

la si

erra

. Des

de u

na p

ersp

ectiv

a m

ás e

tnog

ráfi c

a, Is

aacs

es t

estig

o de

est

e pr

oces

o en

el V

alle

de

Upa

r (18

84).

“[Lo

s mot

ilone

s] (.

..) k

unas

iade

[tér

min

o m

acro

-chi

bcha

. Chi

mila

?] e

s el

nom

bre

que

dan

al a

gua;

y tr

atan

do d

e un

voc

ablo

de

muy

difí

cil

alte

raci

ón p

or s

u us

o fre

cuen

te (.

..) e

s de

sup

oner

que

hay

dife

renc

ias

nota

bles

de

orig

en e

idio

ma

entre

la tr

ibu

de lo

s m

otilo

nes

que

habi

ta

terr

itori

o de

Ven

ezue

la, y

la q

ue ti

ene

el m

ism

o no

mbr

e en

tre n

osot

ros,

muy

tem

ible

des

de 1

846

en e

l Val

le D

upar

. Est

os s

on e

vide

ntem

ente

m

ezcl

a o

conj

unto

de

tupe

s, ito

tos,

yuku

res y

aca

so ta

mbi

én d

e ak

ana-

yuto

s” (I

saac

s, 18

84).

No

tiene

muy

cla

ro Is

aacs

la fi

liaci

ón li

ngüí

sti-

ca e

ntre

los

yukp

a ve

nezo

lano

s y

los

yuko

de

Col

ombi

a. E

l etn

ónim

o “t

upe”

, ant

iguo

gen

éric

o, s

e di

stin

gue

clar

amen

te d

e un

a ag

rupa

ción

m

ás a

fín c

on l

os y

uko

actu

ales

: “y

ukur

e”. S

e ob

serv

a en

tonc

es, u

na

noto

ria se

gmen

taci

ón é

tnic

a: o

rigen

de

las c

omun

idad

es a

ctua

les.

ISA

AC

S, J.

/1

884/

1951

.

1871

Puls

o Fr

ío-S

eco.

El E

stad

o de

l Mag

dale

na c

ede

la S

erra

nía

de P

erijá

y la

Sie

rra

Nev

ada

de S

anta

Mar

ta a

l gob

iern

o de

la U

nión

. El t

errit

orio

de

los

“mot

ilone

s” (e

n po

der d

e lo

s re

publ

ican

os) e

star

ía c

ompr

endi

do p

or lo

s di

strit

os q

ue “

(...)

divi

den

a lo

s Es

tado

s U

nido

s de

Col

ombi

a co

n lo

s Es

tado

s U

nido

s de

Ven

ezue

la,

por

el o

rient

e, y

por

el

occi

dent

e qu

edar

á lim

itand

o di

cho

terr

itorio

con

los

ant

iguo

s di

strit

os d

e Jo

bo,

Palm

ira,

Espí

ritu

Sant

o y

Bec

erril

” (e

n: Ja

ram

illo,

199

3). E

n 18

83, F

elip

e Pé

rez

men

cion

ará

las p

obla

cion

es

indí

gena

s “yu

cum

ares

” (y

ukos

), “s

acar

aes”

, “so

com

bas”

y “

sica

rare

s” (c

itado

en:

Rei

chel

-D

., 19

45) :

cla

sifi c

ació

n m

ás a

fín c

on e

l reg

istro

etn

ográ

fi co.

“En

la e

scas

a lit

erat

ura

hist

óric

a qu

e se

refi

ere

a l

os m

otilo

nes,

se

“En

la e

scas

a lit

erat

ura

hist

óric

a qu

e se

refi

ere

a l

os m

otilo

nes,

se

habl

a fre

cuen

tem

ente

de

vari

as tr

ibus

que

com

pone

n es

ta n

ació

n [a

quí,

el c

once

pto

de “

tribu

” de

be e

nten

ders

e co

mo

anál

ogo

a co

mun

idad

o

parc

ialid

ad].

En e

fect

o, e

sta

clas

ifi ca

ción

ha

sido

muy

con

fusa

y

se r

efi e

re c

asi

siem

pre

a pe

queñ

os g

rupo

s de

una

reg

ión

limita

da

del m

ism

o no

mbr

e, s

in ll

egar

a s

er u

n no

mbr

e de

trib

u en

el s

entid

o et

noló

gico

(...)

. No

hay

duda

de

que

muc

has t

ribu

s que

en

la li

tera

tura

de

los t

iem

pos d

e la

Con

quis

ta y

de

los s

iglo

s sig

uien

tes a

est

a fi g

uran

co

mo

entid

ades

ind

epen

dien

tes,

eran

en

real

idad

par

cial

idad

es d

e lo

s m

otilo

nes

[a e

sto

podr

ían

corr

espo

nder

las

deno

min

acio

nes

Tupe

-B

ured

e, T

upe-

Dub

ey y

Tup

e-O

cana

yute

] (...

) Pér

ez, c

uyos

dat

os s

obre

la

pob

laci

ón i

ndíg

ena

de C

olom

bia

gene

ralm

ente

no

mer

ecen

fe,

ca

lcul

a si

n em

barg

o 35

00 e

n el

año

188

3”ca

lcul

a si

n em

barg

o 35

00 e

n el

año

188

3” (R

eich

el-D

., 19

45).

(Rei

chel

-D.,

1945

).

JAR

AM

ILLO

, 19

93.

REI

CH

EL-D

., G

. 19

45.

Page 23: DBV14 Etnohistoria

López

297

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1888

Puls

o Fr

ío-H

úmed

o. S

egun

do p

roce

so m

isio

nal d

e lo

s cap

uchi

nos e

n la

regi

ón. L

lega

n de

Va

lenc

ia-E

spañ

a pa

ra s

er a

utor

izad

os p

or e

l Obi

spo

de S

anta

Mar

ta, q

uien

les

entre

ga ju

-ris

dicc

ión

ecle

siás

tica

sobr

e la

Gua

jira,

la S

ierr

a N

evad

a y

la S

erra

nía

de P

erijá

. Est

a la

bor

mis

iona

l se

fren

ará

un p

oco

dura

nte

la G

uerr

a de

los M

il D

ías (

1898

-190

1).

“Ret

ornó

la v

iole

ncia

a la

s rel

acio

nes i

nter

étni

cas p

or e

l rec

lam

o in

dí-

gena

de

sus t

erri

tori

os p

erdi

dos a

man

os d

e lo

s inv

asor

es g

anad

eros

; y

sus c

onta

ctos

con

los m

isio

nero

s se

susp

endi

eron

a ra

íz d

e su

salid

a de

la

s col

onia

s con

la g

uerr

a de

inde

pend

enci

a; lo

s ind

ígen

as se

refu

gia-

ron

en la

Sie

rra”

(Jar

amill

o, 1

993)

.

JAR

AM

ILLO

, 19

93.

1895

Perío

do C

álid

o-H

úmed

o. A

pes

ar d

e qu

e la

cob

ertu

ra b

osco

sa e

s con

side

rabl

e du

rant

e to

do

el si

glo

XIX

, el e

cosi

stem

a co

men

zará

a se

r not

oria

men

te tr

ansf

orm

ado

con

la a

pertu

ra d

e un

a ru

ta p

ara

el tr

ansp

orte

de

gana

do q

ue c

onec

tase

el V

alle

del

Mag

dale

na y

la h

oya

del

río C

atat

umbo

. En

el m

arco

de

los c

onfl i

ctos

ent

re in

díge

nas y

trab

ajad

ores

se p

uede

ubi

car

el o

rigen

de

la d

ifere

ncia

ción

nom

inal

ent

re “

Mot

ilone

s m

anso

s” (

yuko

s) y

“M

otilo

nes

brav

os”

(bar

ís).

Los

“mot

ilone

s m

anso

s” (

yuko

-yuk

pa d

istri

buid

os e

n va

rios

subg

rupo

s),

muy

esc

asos

en

núm

ero,

han

que

dado

así

redu

cido

s a

mod

esta

s fu

ndac

ione

s en

las

parte

s al

tas d

e la

sier

ra (R

eich

el-D

., 19

60).

No

obst

ante

, par

a 18

98 se

hac

e re

fere

ncia

a lo

s gru

pos

“yuc

arar

e” (y

uko)

, “ca

saca

rá”

y “s

icar

are”

reto

man

do la

info

rmac

ión

de F

elip

e Pé

rez

(en:

R

eich

el-D

. 194

5).

“Del

lado

del

Mag

dale

na, e

stos

indi

os fu

eron

des

igna

dos a

hora

com

o “M

otilo

nes b

ravo

s” [b

arí],

a d

ifere

ncia

de

los y

uko,

que

se d

esig

naba

n co

mo

“Mot

ilone

s man

sos [

fi nal

es d

el si

glo

XIX

]” (R

eich

el-D

., 19

60).

Info

rmac

ión

etno

gráfi

ca.

“G

ener

alm

ente

se

esco

ge u

n pe

queñ

o te

rre-

no e

n la

sel

va d

onde

el v

ient

o o

el r

ayo

ya h

a tu

mba

do u

nos

árbo

les

gran

des .

Est

os a

l cae

rse

han

arra

ncad

o lo

s árb

oles

más

peq

ueño

s con

lo

s cu

ales

est

aban

uni

dos

por

liana

s y

beju

cos,

y ah

ora

el te

rren

o se

pu

ede

limpi

ar fá

cilm

ente

. Los

mad

eros

caí

dos

no s

e qu

eman

sin

em

-ba

rgo

com

o ab

ono

(...)

sino

que

se d

ejan

don

de e

stán

y e

l sem

brad

o se

ha

ce e

ntre

los

tronc

os (.

..) P

or la

falta

de

cerc

as e

stos

sem

brad

os s

on

adem

ás fr

ecue

ntem

ente

dev

asta

dos

por

anim

ales

de

mon

te”

(Rei

chel

-D

., 19

45).

REI

CH

EL-D

., G

. 19

45.

REI

CH

EL-D

., G

. 19

60.

1905

Con

cesi

ón B

arco

. El

gob

iern

o co

nced

e la

exp

lota

ción

de

los

recu

rsos

pet

rolíf

eros

del

C

atat

umbo

ent

re la

s co

orde

nada

s 8º

8´ N

y 9

º 12´

S (l

ímite

Col

ombi

a-Ve

nezu

ela)

has

ta e

l m

erid

iano

73º

W d

e G

reen

wic

h (R

eich

el-D

., 19

46).

El d

esar

rollo

de

esta

s act

ivid

ades

dar

á in

icio

a u

n nu

evo

recr

udec

imie

nto

de la

vio

lenc

ia e

ntre

indí

gena

s y tr

abaj

ador

es.

“A c

omie

nzos

del

sig

lo X

X, u

no d

e lo

s re

curs

os n

atur

ales

más

bus

ca-

do p

or lo

s ex

plor

ador

es e

ra e

l cau

cho,

mat

eria

pri

ma

en a

uge

en e

l m

erca

do m

undi

al d

e es

e en

tonc

es. R

amón

Lea

ndro

Peñ

ado

entr

ó en

la

s se

lvas

del

Cat

atum

bo e

n bú

sque

da c

auch

o, p

ero

se e

ncon

tró

con

man

antia

les

de p

etró

leo,

de

los

que

tom

ó m

uest

ras

para

exa

min

ar. D

e su

des

cubr

imie

nto

se a

pode

ró V

irgili

o Ba

rco

Ram

írez “

.

REI

CH

EL-D

., G

. 19

46.

RO

A, T

., 20

02.

1910

Orf

elin

atos

cre

ados

por

el n

uevo

pro

gram

a m

isio

nal.

Segú

n Ja

ram

illo

(199

3), d

icho

pro

-ce

so im

plic

aba

la r

eest

ruct

urac

ión

de la

uni

dad

dom

éstic

a de

las

soci

edad

es in

díge

nas

al

faci

litar

el s

omet

imie

nto

de la

s m

ism

as, “

civi

lizan

do”

a es

tos

grup

os a

trav

és d

e la

prá

cti-

ca d

el m

atrim

onio

cat

ólic

o y

el e

jerc

icio

ped

agóg

ico

entre

los

niño

s. Si

n em

barg

o, a

rrib

a (1

825)

se

mue

stra

cóm

o es

te p

roce

so c

ivili

zado

r tie

ne in

icio

poc

o de

spué

s de

la g

uerr

a de

In

depe

nden

cia

con

la fo

rmul

ació

n de

un

decr

eto

por p

orte

de

la n

ueva

Rep

úblic

a.

“Una

idea

, en

part

icul

ar, h

abrí

a de

revo

luci

onar

el s

iste

ma

de c

ontro

l m

isio

nero

en

los

terr

itori

os a

ello

s en

com

enda

dos:

los

“orf

elin

atos

” pa

ra n

iños

y ni

ñas i

ndíg

enas

, com

enza

dos a

org

aniz

ar a

par

tir d

e 191

0.

Tale

s or

felin

atos

gar

antiz

aron

con

los

años

una

infl u

enci

a pr

ofun

da y

du

rade

ra d

e lo

s cap

uchi

nos e

ntre

gua

jiros

, arh

uaco

s y m

otilo

nes —

sin

desc

onta

r, na

tura

lmen

te, l

a ta

mbi

én m

uy im

port

ante

infl u

enci

a de

los

orfe

linat

os so

bre

todo

el c

onju

nto

de la

soci

edad

regi

onal

. Los

mon

jes

razo

naro

n, c

on c

erte

za, q

ue e

n la

med

ida

en q

ue la

est

ruct

ura

fam

iliar

ab

orig

en p

erm

anec

iera

inta

cta,

todo

su

celo

mis

ione

ro y

sus

inte

ntos

de

“ci

viliz

ar”

a lo

s ind

ios s

e ve

rían

frus

trad

os.”

JAR

AM

ILLO

, 19

93.

Con

tinua

ción

tabl

a 61

.

Page 24: DBV14 Etnohistoria

Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

298

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1913

La i

ncur

sión

de

Mon

seño

r A

tana

sio

Sole

r a

los

asen

tam

ient

os y

uko

desd

e la

pob

laci

ón

de C

odaz

zi-C

esar

, señ

ala

el re

inic

io d

e ot

ra e

tapa

de

evan

geliz

ació

n y

cont

acto

con

est

os

grup

os, m

ás re

acio

s y h

ostil

es en

el m

arco

de u

n co

nfl ic

to ta

mbi

én in

tern

o qu

e com

prom

etía

su

s ava

nzad

as a

terr

itorio

bar

í : su

r de

la se

rran

ía (R

eich

el-D

., 19

45; J

aram

illo,

199

3).

“Sin

em

barg

o, e

sta

paci

fi cac

ión

no m

engu

ó to

talm

ente

la h

ostil

idad

de

los Y

ukos

, aun

que

en la

par

te c

olom

bian

a se

man

tiene

des

de e

nton

-ce

s el p

roce

so ev

ange

lizad

or; a

lgun

os g

rupo

s con

tinúa

n su

ais

lam

ien-

to y

su

guer

reo

inte

rgru

pal (

...).

La fu

ndac

ión

de la

mis

ión

de T

ukuk

o po

r los

capu

chin

os, e

n Ve

nezu

ela,

en 1

945,

y lo

s con

tact

os es

tabl

ecid

os

con

los i

ndíg

enas

, fav

orec

iero

n el

apa

cigu

amie

nto

de la

regi

ón, y

men

-gu

aron

las h

ostil

idad

es e

ntre

est

os y

los “

blan

cos”

; ent

once

s, al

guno

s gr

upos

Yuk

os e

stab

leci

eron

rela

cion

es a

mis

tosa

s en

tre s

í, co

nviv

iend

o co

njun

tam

ente

; po

r ej

empl

o, u

n se

ctor

de

los

Irap

as lo

hiz

o co

n lo

s M

ocoa

res

y ot

ro d

e lo

s Pi

shek

akao

con

los

Mar

acá;

pro

ceso

que

se

gene

raliz

ó y

aún

sobr

eviv

e” (J

aram

illo,

199

3).

JAR

AM

ILLO

, 19

93.

REI

CH

EL-D

., 19

45.

1918

Rec

urrie

ndo

a m

anio

bras

jur

ídic

as,

Virg

ilio

Bar

co (

padr

e) e

nfre

nta

la c

aduc

idad

de

la

Con

cesi

ón lo

gran

do q

ue e

l gob

iern

o, e

n ab

ril d

e 19

18, a

prue

be su

tras

paso

a v

ario

s soc

ios

extra

njer

os b

ajo

la d

enom

inac

ión:

“C

ompa

ñía

Col

ombi

ana

de P

etró

leo”

(R

oa, 2

002)

. El

expl

orad

or T

heod

or d

e B

ooy

de la

Am

eric

an G

eogr

aphi

cal S

ocie

ty, r

ecor

re la

sie

rra

de

Perij

á a

travé

s de

la lí

nea

fron

teriz

a en

tre lo

s dos

paí

ses.

“Con

el

be

nepl

ácito

de

l go

bier

no

naci

onal

y

viol

ando

no

rmas

co

nstit

ucio

nale

s le

gale

s, Vi

rgili

o Ba

rco

real

iza

un p

rim

er t

rasp

aso

de s

us d

erec

hos

a “u

na c

ompa

ñía

anón

ima

colo

mbi

ana

con

capi

tal

sufi c

ient

e”, q

ue n

o er

a m

ás q

ue u

na e

mpr

esa

cons

titui

da c

on s

ocio

s ex

tran

jero

s (..

.).Só

lo d

espu

és d

e 18

año

s, ha

cia

1926

, el

gob

iern

o na

cion

al d

ecla

ra l

a ca

duci

dad

adm

inis

trat

iva

de l

a co

nces

ión,

por

in

cum

plim

ient

o de

l co

ntra

to.

Sin

emba

rgo,

ello

no

impi

dió

que

la

nuev

a em

pres

a tit

ular

de

la c

once

sión

tran

sfi ri

era

su c

aduc

o de

rech

o a

la C

olpe

t y a

la S

outh

Am

eric

an G

ulf O

il C

ompa

ny, S

agoc

, em

pres

as

fi lia

les d

e la

Gul

f Oil

Com

pany

, una

de l

as ‘s

iete

her

man

as’ d

el n

egoc

io

petro

lero

” (R

oa, 2

002)

.

HIT

CH

CO

CK

, 19

54.

RO

A, T

., 20

02.

1935

Col

ombi

a y

Vene

zuel

a de

fi nen

lím

ites i

nter

naci

onal

es. E

n el

vec

ino

país

, el c

onfl i

cto

entre

in

díge

nas y

trab

ajad

ores

es a

nter

ior a

l pro

ceso

col

ombi

ano

y ve

nía

recr

udec

iénd

ose

con

la

aper

tura

de

nuev

os c

amin

os p

ara

la e

xplo

taci

ón d

e ya

cim

ient

os p

etro

lero

s.

“Apr

oxim

adam

ente

de

1935

en

adel

ante

(en

el

lado

ven

ezol

ano

ya

vari

os a

ntes

), al

tiem

po q

ue s

e in

tens

ifi ca

ron

las

activ

idad

es d

e la

s co

mpa

ñías

pet

role

ras,

aum

enta

ron

tam

bién

los

enc

uent

ros

con

los

indi

os”

(Rei

chel

-Dol

mat

off,

1960

)

REI

CH

EL-D

., G

. 19

60.

1943

Los

antro

pólo

gos

Ger

ardo

Rei

chel

-Dol

mat

off

y A

licia

de

Rei

chel

, co

mis

iona

dos

por

el I

nstit

uto

Etno

lógi

co N

acio

nal,

entra

n en

con

tact

o co

n un

a co

mun

idad

yuk

o en

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ca

bece

ras d

el rí

o M

arac

a, S

erra

nía

de P

erijá

. Est

os in

díge

nas,

dist

ingu

en a

los k

unag

uasa

ya

(bar

í) co

mo

indi

vidu

os “

(...)

alto

s, de

snud

os y

muy

bel

icos

os.”

(R

eich

el-D

., 19

60).

En

1946

incu

rsio

nan

en te

rrito

rio b

arí a

com

paña

dos

del i

nves

tigad

or P

rest

on H

olde

r, D

eben

re

troce

der f

rent

e a

los

riesg

os d

el c

onfl i

cto.

En

1949

, el a

sesi

nato

de

un o

brer

o po

r par

te

de u

n gr

upo

“mot

ilón”

en

una

haci

enda

del

Toc

uy (C

esar

), qu

e no

pud

o se

r atri

buid

o a

los

yuko

, mot

ivó

una

expe

dici

ón d

irigi

da p

or e

l pad

re Jo

sual

do d

e B

añer

os a

las c

abec

eras

del

río

Arig

uais

á (Z

ulia

-Ven

ezue

la),

la c

ual,

perm

itió

la i

dent

ifi ca

ción

de

un g

rupo

orie

ntal

(m

apé)

em

pare

ntad

o co

n lo

s kun

agua

saya

(bar

í) de

l Cat

atum

bo (R

eich

el-D

., 19

60).

“En

esta

zon

a [d

el r

ío T

ucuy

] se

hab

ían

prod

ucid

o at

aque

s ya

des

de

apro

xim

adam

ente

193

0, p

ero

en e

sta

últim

a oc

asió

n lo

s suc

esos

fuer

on

part

icul

arm

ente

trág

icos

. Un

obre

ro fu

e mue

rto

a fl e

chaz

os, d

ecap

itado

y

mut

ilado

por

los

indi

os (

...)

La d

escr

ipci

ón d

e lo

s in

dios

así

com

o el

exa

men

de

sus

fl ech

as i

ndic

aron

cla

ram

ente

que

no

eran

yuk

os”

(Rei

chel

-D.,

1960

).

REI

CH

EL-D

., G

. 19

60.

Page 25: DBV14 Etnohistoria

López

299

OC

ON

TE

XTO

DE

SCR

IPC

IÓN

DE

SCR

IPC

IÓN

RE

FER

EN

CIA

S

1960

Incr

emen

to n

otor

io d

e lo

s ni

vele

s de

plu

vios

idad

. Des

crip

cion

es c

onte

nida

s en

la o

bra

de

Fray

Ant

onio

de

Alc

ácer

(19

62),

la c

ual,

pese

a la

s in

cons

iste

ncia

s, co

nstit

uye

un te

xto

refe

renc

ial

de o

blig

ator

ia c

onsu

lta p

ara

los

estu

dios

os d

e la

etn

ogra

fía y

la

etno

hist

oria

de

la

regi

ón.

Para

est

a ép

oca,

las

ocu

paci

ones

se

conc

entra

n so

bre

las

“fal

das”

de

la

serr

anía

, de

lo c

ual s

e de

duce

que

un

apro

vech

amie

nto

inte

nsiv

o de

las

cota

s su

perio

res

a lo

s 25

00 m

.s.n.

m. c

onst

ituye

un

fenó

men

o qu

e ta

l vez

com

ienz

a a

recr

udec

erse

lueg

o de

la o

fi cia

lizac

ión

de lo

s re

sgua

rdos

, en

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tres

últim

as d

écad

as. S

in e

mba

rgo,

la o

bra

de

Alc

ácer

no

es m

uy c

oncl

uyen

te a

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ento

de

dist

ingu

ir a

los g

rupo

s bar

í de

los y

uko,

no

logr

ando

esc

apar

al i

nfl u

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arad

igm

átic

o de

l tér

min

o “m

otiló

n”, q

ue le

impi

de d

istin

guir

y ca

ract

eriz

ar a

mba

s so

cied

ades

, pes

e a

que,

con

oce

el p

lant

eam

ient

o so

bre

la fi

liac

ión

lingü

ístic

a ch

ibch

a de

los b

arí (

Kua

nagu

asay

a) d

e la

cue

nca

del C

atat

umbo

. El a

utor

seña

la

que

el d

espl

azam

ient

o y

la e

xpro

piac

ión

indí

gena

ha

sido

más

inte

nsa

dura

nte

la p

rimer

a m

itad

del s

iglo

XX

que

en

tiem

pos d

e la

Col

onia

. Se

calc

ula

una

pobl

ació

n ce

rcan

a a

1500

yu

ko p

ara

este

año

.

“(...

) ha

dism

inui

do n

otab

lem

ente

el á

rea

de su

infl u

enci

a o

su ra

dio

de a

cció

n. D

e la

s tre

scie

ntas

legu

as d

e ci

rcun

fere

ncia

que

tení

an e

n ép

ocas

rem

otas

, ape

nas s

i en

la a

ctua

lidad

[196

0]

époc

as re

mot

as, a

pena

s si e

n la

act

ualid

ad [1

960]

ép

ocas

rem

otas

, ape

nas s

i en

la a

ctua

lidad

tiene

n un

a re

duci

da

fran

ja d

e te

rren

o a

lo la

rgo

de la

s fa

ldas

de

la S

ierr

a de

Per

ijá, e

n su

pa

rte

sur,

o se

a, d

esde

el r

ío A

ricu

aisá

[Zu

lia-

Vene

zuel

a] h

asta

las

fuen

tes

del C

atat

umbo

. La

caus

a de

est

a re

ducc

ión

del á

rea

mot

ilona

ha

y qu

e bu

scar

la e

n el

des

piad

ado

mod

o de

pro

cede

r de

muc

hos

colo

nos q

ue p

or la

fuer

za, h

an id

o de

salo

jand

o a

los

legí

timos

due

ños

de a

quel

las

tierr

as; y

no

ante

s, en

épo

cas

más

o m

enos

osc

uras

, o a

cata

loga

das,

sino

rec

ient

emen

te y

, por

des

grac

ia, a

ún h

oy d

ía”

(De

Alc

ácer

,196

2)

DE

ALC

ÁC

ER, F

r.,

1962

.

1977

Term

ina

de o

fi cia

lizar

se l

a cr

eaci

ón d

e re

serv

as i

ndíg

enas

yuk

o po

r pa

rte d

el e

stad

o co

lom

bian

o. V

enez

uela

hac

e lo

pro

pio

con

rela

ción

a la

ver

tient

e E

de la

serr

anía

, cre

ando

el

Par

que

Nac

iona

l Pe

rijá

(197

8).

Un

nuev

o es

cena

rio s

egui

rá c

onfi g

urán

dose

con

la

pres

enci

a de

los

grup

os a

rmad

os, e

l fen

ómen

o de

l nar

cotrá

fi co

y la

mig

raci

ón d

uran

te la

bo

nanz

a de

l pet

róle

o.

“El E

stad

o co

lom

bian

o co

nstit

uyó,

en

los

años

197

6 [1

973?

] y 1

977,

re

spec

tivam

ente

, do

s re

serv

as e

n el

áre

a Yu

ko:

la r

eser

va d

e Ir

oka

(en

el m

unic

ipio

de

Cod

azzi

) tie

ne u

na e

xten

sión

de

8.76

8 ha

.; la

de

Soco

rpa

(loca

lizad

a en

el m

ism

o m

unic

ipio

) aba

rca

un á

rea

de 2

5.00

0 ha

. (...

) Los

Yuk

o-Yu

kpa

del c

osta

do v

enez

olan

o ta

mbi

én se

enc

uent

ran

lega

lmen

te p

rote

gido

s, en

vir

tud

de u

n de

cret

o co

nstit

utiv

o de

l Par

que

Nac

iona

l de

Per

ijá,

con

una

supe

rfi ci

e de

295

.288

ha.

” (J

aram

illo,

19

87b)

.

JAR

AM

ILLO

, O.,

1987

b.

2006

Épo

ca C

álid

a-H

úmed

a. U

n ba

talló

n de

alta

mon

taña

es

impl

emen

tado

en

la S

erra

nía

de

Perij

á (P

resi

denc

ia, 2

005)

. Cris

is a

mbi

enta

l en

la s

erra

nía

y nu

evos

ata

ques

a lo

s co

lono

s po

r par

te d

e lo

s in

díge

nas

yuko

, qui

enes

pre

sion

ados

por

el h

ambr

e, la

exp

ropi

ació

n y

el

confl

icto

arm

ado,

real

izan

frec

uent

es in

curs

ione

s al

val

le d

e U

par:

la c

ente

naria

“tra

gedi

a m

otilo

na”

a la

que

hac

en re

fere

ncia

Mel

énde

z (1

982)

y V

iloria

Pet

it (2

002)

. Est

e tip

o de

es

tudi

os p

one

en e

vide

ncia

que

el o

rigen

del

con

fl ict

o co

lom

bian

o se

afi r

ma

en u

n de

rech

o te

rrito

rial s

omet

ido

a in

tere

ses g

rupa

les y

par

ticul

ares

dur

ante

los ú

ltim

os q

uini

ento

s año

s.

Sept

iem

bre

3. “

Con

una

inv

ersi

ón d

e 35

mil

mill

ones

de

peso

s el

G

obie

rno

Nac

iona

l ac

tivar

á un

Bat

alló

n de

Alta

Mon

taña

en

la

Serr

anía

de

Peri

já (C

esar

), el

cua

l ten

drá

com

o ob

jetiv

o ne

utra

lizar

el

acci

onar

de

los

grup

os te

rror

ista

s qu

e op

eran

en

la re

gión

. (...

). «Q

ue

esos

ban

dido

s no

sue

ñen

que

van

a se

guir

ref

ugia

dos

en e

l Pe

rijá

, ba

jand

o en

los

pla

nos

de L

a G

uajir

a y

del

Ces

ar a

sec

uest

rar

a la

ge

nte”

, señ

aló

el m

anda

tari

o»”

(Pre

side

ncia

, 200

5)

Juni

o 2.

“Pa

ra n

o m

orir

de

ham

bre,

los

abor

ígen

es d

e la

etn

ia Y

ukpa

, as

enta

dos

en l

a Se

rran

ía d

e Pe

rijá

, en

el

Ces

ar,

está

n ro

band

o y

ases

inan

do a

los c

olon

os d

e la

regi

ón, a

nte

el a

band

ono

de q

ue e

stán

si

endo

víc

timas

por

por

te d

el E

stad

o, d

enun

ció

la a

seso

ra d

e pa

z de

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part

amen

to, M

aría

Vic

tori

a Ba

rren

eche

(...

) En

lo c

orri

do d

e es

te

año

los

indí

gena

s ha

n as

esin

ado

a si

ete

colo

nos

porq

ue o

pusi

eron

re

sist

enci

a pa

ra q

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o le

s ro

bara

n su

s bi

enes

. La

ase

sora

de

paz

afi rm

a qu

e es

ta c

omun

idad

est

á m

urie

ndo

de h

ambr

e y

por

eso

se

ha v

isto

obl

igad

a a

irru

mpi

r en

las

fi nca

s de

los

colo

nos

para

bus

car

alim

ento

s”. (

Car

acol

Not

icia

s, 20

06).

CA

RA

CO

L N

OTI

CIA

S, 2

006.

MEL

ÉND

EZ, 1

982.

PRES

IDEN

CIA

, 20

05.

VIL

OR

IA, 2

002.

Page 26: DBV14 Etnohistoria

Etnohistoria y ocupaciones de la Serranía de Perijá

300

SIGLOS XIII-XVI

La diversifi cación y el fortalecimiento de identidades étnicas al interior de los patro-nes ancestrales chimila y tupe (en sentido geográfi co W-E), es lo que comparativa-mente sugiere el advenimiento de una etapa fría-seca entre 1200-1300 d.C. de acuerdo con los perfi les palinológicos obtenidos en otros lugares de la Costa Atlántica y el no-roccidente de Colombia (Velásquez, 2005; Plazas et al., 1993); la cual se caracterizó por un incremento en la formación de saba-na sobre la cuenca del río Cesar y el W del lago de Maracaibo, y específi camente, por un aumento signifi cativo de la vegetación de páramo en las partes altas y el consecuente desarrollo de alternativas de aprovechamien-to de recursos por parte de grupos “itoto” y “cariachil” que, ingresaban a la vertiente W de la serranía a través de las cuencas de los ríos Guasare, Palmar y Apón (Venezuela) para ir ocupando gradualmente los secto-res aledaños a los ríos Manaure, Chiriaimo y Jobo (Norte del Departamento del Cesar) entre los 1000 y 2000 m.s.n.m.. Este proceso habría sido contemporáneo con el abandono de los antiguos sistemas de drenaje en la lla-nura aluvial momposina; donde igualmente se registra el arribo de nuevos grupos (ma-libú) entre los siglos X-XIII d.C. como par-te de un recrudecido fenómeno migratorio (Plazas et al., 1993).

Así pues, antes que pensar en contextos ho-mogéneos y puristas con relación a los gru-pos que habitaban la zona en tiempos poste-riores al siglo X d.C., resulta factible creer en procesos interculturales que iban dejando huella de esa reciprocidad a medida que se forjaban nuevas territorialidades. En térmi-nos de conjeturas, ya que no contamos con datos etnohistóricos que ratifi quen esta pos-tura teórica, ese poder económico y territorial de los ancestros tupe y chimila se impuso al patrón ancestral itoto (yuko?) provocando su repliegue en torno a las estribaciones y cotas

medias altitudinales de la Serranía de Perijá, donde era de poco infl ujo una cobertura bos-cosa incipiente cuya base estuvo conformada por una vegetación xerofítica que, daba ac-ceso a la llanura en momentos coyunturales. Esto afi rmó el desarrollo de formas de sub-sistencia basadas en la caza y la recolección antes que en una agricultura intensiva, aparte de que el término “itoto”, usado por los “cari-be” (chimila de fi liación macro-chibcha) para designar a los indígenas de la parte alta de Perijá y de otros zonas montañosas, corres-pondía según los españoles a la traducción: “enemigo” o “esclavo” (Alvar, 1972); expre-siones que denotan una visión segregacionis-ta basada en el control político y económico de los habitantes de la llanura aluvial sobre aquellos de la serranía de oriente (Perijá). De la Rosa (/1742/1975), interpreta la palabra “Tupe” como: “Cerrado”, haciendo alusión a la fuerte resistencia cultural tanto de los gru-pos de la “(...) jurisdicción del Valle” como a “(...) los del monte [itotos?: patrón ancestral yuko?]”: “(...) pues todos en general tienen una respuesta aprendida, que es esta: «Esto es a conformidad [que se hace de acuerdo a la costumbre]» con la cual disuelven toda pregunta a que no quieren satisfacer; y no los sacarán de ella, aunque se les pregunte mu-chas veces, y con variedad de sentido”.

No se cuenta con dataciones precisas del material óseo recolectado por Correal (1977; 1986) en la vertiente W de la sierra, entre los municipios de Villanueva (La Guajira) y Becerril del Campo (Cesar). De todas formas, se puede establecer un patrón común que se relaciona con sepultura en cuevas u oqueda-des donde por lo general, fueron depositados restos humanos en posición fl ejada y en aso-cio con evidencias arqueológicas muy dis-persas, tales como fragmentos de cerámica burda de color gris y desgrasante de arena fi na, una que otra cuenta de collar o, artefac-tos líticos como hachas y piedras de moler. Hasta el municipio de Manaure, prima un rasgo bioantropológico característico de las

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poblaciones yuko actuales: la dolicocefalia (cráneo alargado) (Reichel-D., 1945); lo cual no se observa en los cráneos provenientes de la cueva de La Trementina (NE de Becerril: margen derecha del río Maracas) exami-nados por el mismo investigador (Correal, 1986), quien registra un total de cinco ejem-plares braquicéfalos (redondeados), dos de los cuales, presentan deformación atribuible a procedimientos mecánicos con ayuda de tablillas o bandas en sentido fronto-occipital. Cráneos con máscaras de resina provenien-tes de la “Serranía de Perijá”, y que han sido analizados por Sotomayor & Correal (2003), también evidencian ese tipo de deformación en los ejemplares o “momias” 0004, 0006 y 0007.

Mientras los restos óseos hallados al N de la serranía, no evidencian la práctica de la deformación craneal y se relacionan con in-dividuos dolicocéfalos, varios autores defi -nen nexos etnohistóricos entre el sector de Becerril y, grupos que a fi nales del siglo XVII y principios del XVIII son denominados: “Pampanillas” (De la Rosa, /1742/1975): “Su apelativo es derivado de unos mandiles que usan pendientes de la cintura hasta me-dio muslo (...) los más habitan las montañas como brutos, y tales son sus costumbres (..) Hacen también sus rocerías para el sustento, y montean de los animales silvestres (...) y así, son pobrísimos, aunque la tierra de su habitación se considera tan rica, como toda la demás de la provincia”. Teóricamente, aquella divergencia craneométrica (dolicoce-falia vs. braquicefalia) sólo habría de remitir a patrones ancestrales diferenciados, siendo llamativo el nivel de compatibilidad que al parecer tenían con los grupos macro-chibcha del sur del río Sicarare: “Con los Acanayutos tienen buena correspondencia, y las muje-res de unos y otros son semejantes en las circunstancias de sus partos a las Chimiles, porque comunicándose todas por lo interior de las montañas, observan casi unas mismas costumbres” (ibid.). ibid.). ibid

Sin embargo, la posible fi liación de Pampanilla con el tronco ancestral chibcha no puede ser demostrada en este momento, y de ser así, no se tendría un modelo que explicase cómo los asentamientos yuko de la cabecera del río Maraca, de supuesta fi -liación caribe (Fabre, 2005), se yuxtaponen espacial y etnohistóricamente a otro contex-to lingüístico; al menos que esto implique desplazamiento, asimilación o extinción de esta cultura bajo las presiones de otros gru-pos indígenas. Lo que si parece afi rmar la convergencia de la sepultura en cuevas, la dolicocefalia característica de los yuko y del material osteológico analizado en la parte septentrional de la región, es el planteamien-to hecho por Reichel-D. (1960) en el sentido de una corriente migratoria de los “yuko-chaké” que avanza desde el Norte como “(...) un estrato relativamente reciente”. A media-dos del siglo pasado, las comunidades yuko se extendían hasta zonas más meridionales localizadas en el municipio de Curumaní, fronterizo con Norte de Santander y el an-tiguo territorio de los chitareros. Para enton-ces, la población total era calculada en unos 500 a 600 individuos (Reichel-D., 1960), y en el último censo, se estimó en 1.172 perso-nas distribuidas en las sub-áreas de San José de Oriente, Sicarara, Casacara y Socorpa (Jaramillo. 1993). También es destacable el hecho de que estas agrupaciones presenten diferencias de tipo tecnológico, somático y en su dialecto, es decir, es muy controverti-do referirse a una población homogénea en el plano social y cultural. Según Reichel-D. (1960), esto puede ser atribuido: “(...) proba-blemente al aislamiento geográfi co y a una marcada tendencia a uniones consanguíneas, en parte a razones históricas”. Es posible que al arribo del patrón ancestral yuko (itoto?), el costado E del valle del río Cesar ya estu-viese ocupado por los tupe, y quizá, a esto pueda asociarse la existencia de petroglifos con fi guras zoomorfas y antropomorfas en-contradas en la carretera que se dirige al SE desde el municipio de San Diego (Correal,

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1977). Este período frío-seco coincide pues, con mayores presiones demográfi cas a raíz de la incursión de nuevos grupos, lo cual genera e intensifi ca procesos intercultura-les que habrán de transformar el panorama de la región haciendo más frecuentes los Desplazamientos (DF) en un afán por defi nir territorialidades y Ocupaciones (OC). Esto, al igual que el Aprovechamiento de recursos (AP), parecería ser bastante signifi cativo so-bre las cotas medias altitudinales de la serra-nía por parte de los ancestros tupe-itoto.

SIGLOS XVI-XVII

Todo el proceso de conquista del Valle de Upar por parte de los europeos, y el primer siglo de las instituciones coloniales que de-termina la fundación de la Real Audiencia de Santafé (1550), sucedió durante un período frío-húmedo; con excepción de un pulso cá-lido-seco hacia ± 1583 (Velásquez, 2005). El gobernador Pedro de Vadillo ingresa a la región por la vertiente E de la Sierra Nevada de Santa Marta (1526), cometiendo masacres y despojos en el área comprendida entre los ríos Vadillo (por su nombre) y Guatapurí. La descripción De Castellanos (/1589-1601/1997) resulta explícita al momento de corroborar nuestras apreciaciones en torno a la riqueza del territorio y, a las condiciones paleoclimáticas que podrían inferirse des-de los diagramas palinológicos de Frontino (Velásquez, 2005), relativas a temperaturas medias y vegetación de sabana: “Reposaron las gentes castellanas, por hallar abundantes las comidas, campos muy estendidos y za-vanas de venados y puercos proveidas, y ríos de las sierras comarcanas, con aguas en color esclarecidas, y todos estos ríos. Tierra no de calores ni de frío que con esceso no podais sufrillo”. La ruta seguida por los conquista-dores, tanto por Ambrosio Alfi nger (1530), como por el Adelantado Alonso Luis de Lugo (1542); no sólo defi ne campañas de exter-minio y terror sobre la población indígena, sino que suscita controversia desde el mo-

mento en que Reichel-D. (1951), basado en el texto de Fray Pedro Simón (/1626/1981), sugiere que el denominado camino o “Paso del Adelantado” por el cual se accedía al va-lle, corresponde a un sitio que se localiza en la confl uencia de los ríos Cesar y Ariguaní, norte de la ciénaga de Zapatosa.

Nuestro análisis muestra que esto tiene poco sentido en el itinerario, pues al examinar las Elegías de varones ilustres de Indias (De Castellanos, /1589-1601/1997), como una fuente merecedora de algún crédito por ha-ber sido su autor uno de los participantes de la campaña con De Lugo, es posible iden-tifi car el mencionado sitio como una depre-sión ubicada sobre el ramal de Marocaso que se extiende desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el sur de la Guajira (“sie-rras de la Herrera”), en un cañón o “Xaguey hediondo” por el que desciende el curso del río Ranchería y el de una quebrada que en el texto De Castellanos (op.cit.), recibe el nom-bre de “Agua blanca”; la cual, bien podría corresponder a la hoy denominada quebrada Agua Fría (IGAC, 2003; Global Glazetteer 2.1. 1996-2006). El testimonio es coherente al señalar que la ruta iniciada por De Lugo desde el Cabo de la Vela en dirección sur, prosigue con el acceso a este “remate bajo” (depresión) desde el cual, efectivamente, se puede ingresar a la zona de estudio (el valle de Upar):

(...) en continuación de su viaje [desde el Cabo de la Vela], fue caminando por aquellos llanos al Sur hacia la sierra de Herrera [Marocaso: sur de la Guajira], la cual atravesó por el remate bajo [de-presión del terreno: cañón], do llaman el Xaguey hediondo [por aguas represadas?], y quebrada que dicen de Agua blanca[Agua Fria?], cuya derrota hasta nues-tros días llaman camino del Adelantado, por do fueron a dar a los dos ojos de cris-talinas aguas [río Cesar?], aunque grue-sas, desde donde se ve la serranía fron-

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tera de los indios Coronados [Guanaos: costado NE de la Sierra Nevada de Santa Marta] (...) confi nes al inhiesto y empina-do cerrejón de los negros fugitivos, que un tiempo les sirvió de fortaleza; desde donde comienzan las llanadas del gran valle de Upar, diversas veces en mis me-moriales repetido [porque fue testigo di-recto] (ibid.)ibid.)ibid

Desde allí, el “Adelantado” enfrentó con violencia (terrorismo?) a los grupos indíge-nas de la región. No hay en las crónicas re-ferencia explícita a la Serranía de Perijá; sin embargo podemos inferir de manera tácita, su lugar en la cosmovisión de los conquis-tadores analizando los enunciados. Así por ejemplo, el cronista señala que luego de ac-ceder al valle: “(...) va corriendo Don Alonso ambas sus cordilleras”; es decir, si una de estas es la sierra nevada de Santa Marta al NW de la región, y es claro que transita por un valle aluvial, luego entonces, la otra de las citadas cordilleras no puede ser más que Perijá, en su vertiente W. Aquí se desprende otro aspecto de suma importancia: la ubica-ción de los grupos indígenas que habitaban la zona a mediados del siglo XVI de acuer-do a dos franjas culturales delimitadas por el curso del río Cesar: chimila, de tradición ma-cro-chibcha y, tupe-itoto, relacionados con el tronco lingüístico macro-caribe.

Es interesante ver que el narrador tiende a destacar las ocupaciones ubicadas sobre las laderas de ambos ejes cordilleranos, y esto puede atribuirse en gran parte al temor de los indígenas frente a los despojos, masacres y secuestros a los que se ven sometidos por parte de los europeos. Para el autor, la “ban-da” de los “Aruacos” (arhuacos) se distingue de aquella donde habitaban los “Itotos y los Tupes, Bubures y Guanaos”: el piedemonte y la vertiente W de la Serranía de Perijá (cos-tado opuesto de la región), que como afi rma-mos, no es señalada de forma directa en las Elegías. En otras palabras, el Desplazamiento

forzado (DF) es tan intenso y permanente, que reduce la Ocupación (OC) a las par-tes altas neutralizando el Aprovechamiento(AP) de recursos sobre la llanura. A partir de 1550, año de fundación de la ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, ganan vigencia las instituciones coloniales. Una de estas, la Encomienda, comenzará a dar un giro a las ocupaciones y las formas de apro-vechamiento mediante treguas pactadas con los indígenas, quienes repueblan las altitudes medias de la serranía buscando acceder a los recursos de la zona baja mediante nuevas y, desventajosas formas de intercambio. Este proceso actuará de manera simultánea con al-gunos confl ictos locales y, la inmediata resis-tencia de las poblaciones autóctonas contra la fi gura del encomendero, tal como aparece reportado en un manuscrito de la jurisdicción de Valledupar que data del año 1663 (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 11/32, f. 304-883). Desde Maracaibo-Venezuela, se exploran nuevas rutas comerciales que co-necten a Mérida con el puerto de Cartagena a través del río Catatumbo, lo cual formali-zará el intenso confl icto con los “motilones” o patrón ancestral barí (kunaguasaya mapé y dobokubí) (Meléndez, 1982).

Aquellas redes de intercambio y aprove-chamiento entre la serranía, el valle del río Cesar y la Sierra Nevada de Santa Marta que dominaban en el mundo prehispánico, estaban vigentes a principios de la Colonia y dependían de fronteras culturales bien delimitadas, según se deduce a partir de la Relación de los Reyes del Valle de Upar (De Relación de los Reyes del Valle de Upar (De Relación de los Reyes del Valle de UparOrozco (/1578/1983): “(...) en esta provin-cia se hablan cuatro lenguas que son aruacos [arhuaco], itotos [yuko?], tupes [otro ances-tro caribe] y guainaos [sanká?] y el traje de estos guainaos es diferente, por ser conoci-dos que traen cubierta la natura en un cala-bazo de la misma hechura, y el cabello de la cabeza cortado como fraile hasta la oreja y los aruacos traen mantas blancas de algo-dón colgando detrás y el cabello largo hasta

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abajo, y los itotos traen las mismas mantas blancas e pintadas, e los tupes no traen cosa ninguna”. El contexto que genera la con-frontación de las descripciones, la similitud de los términos y las fuentes etnográfi cas, indica que los “guainaos” corresponden al patrón ancestral sanká de la vertiente NE de la Sierra Nevada de Santa Marta, que entre otras cosas: “También se hace referencia a ellos como los Wiwa (caliente), por ha-ber sido habitantes de las tierras bajas” (Botero, 1987), lo cual, aparte de constituir un posible remanente de la tradición basa-do en antiguas interacciones con grupos del valle de Upar, señala un aprovechamiento vertical de los recursos de la sierra desde ocupaciones que se distribuyen en las par-tes altas con acceso frecuente a la llanura (Márquez, 2001): área donde seguramente obtenían pescado y otros productos a través de los chimila; con quienes, al igual que con los tupe, parecen ser asimilados de manera ocasional cuando sus fronteras culturales y territoriales no son bien diferenciadas en las crónicas. Incluso hacia 1747, se reportan algunos asaltos cometidos por indígenas de San Sebastián de Rábago (costado NE de la Sierra Nevada), los cuales suplantaban a los chimila vistiendo sus atuendos, embijándose y “(....) rebistiéndose de sus fi guras, gastan-do sus propios adornos con la capa falza de la proximidad de pueblos de ellos. Uno de los testigos en el proceso, afi rmó que “(....) así mismo a oído decir siempre que dichos indios tratan y comercian con los chimi-las” (AGN, Colonia, Miscelánea, rollo 001, f. 285r-287r). Esta descripción remite a los “indios Pintados” que incursionaban al va-lle del Magdalena durante la primera mitad del siglo XVIII:

(...) teniendo su habitación en las incultas y dilatadas montañas de Río Frío [costa-do NW de la Sierra Nevada], desde don-de hacen sus correrías a la costa del mar y a la del Río Grande de la Magdalena (..) fueron tantos que aún excedían a los

moscas [muiscas]. Son diestrísimos en el manejo del carcaj, arco y fl echas, de que usan, pero traidores, pues no salen al des-cubierto, sino en emboscadas (...) Andan en carnes, con sólo un calabacillo, en que son introducidas las partes de la genera-ción, las ocultan. El cuerpo todo untado de una resina llamada vija, para preser-vase de la plaga de mosquitos, y con los adornos del turbante vestido de plumas, pelo largo y suelto sobre el rostro [¿?], se hacen feroces, ayudando la guazábara de voces que, después de hecho el insulto, forman (De la Rosa, /1742/1975).

Dicho perfi l, tampoco se aparta mucho de la caracterización que De Orozco (/1578/1983) hace de los ocupantes de la franja derecha del río Cesar (tupe); lo que permite creer en la formación de un prototipo “caribe” que discursivamente integra rasgos de varias sociedades indígenas o patrones ancestrales (tupe, guanao y chimila):

(...) se llaman tupes porque los comen a los otros indios convecinos y de paz que sirven a los españoles [los aruaco de la Sierra Nevada], y por causa que tenían causa con los españoles, tenían con ellos guerra, y tupes es una generación de indios que tiene el miembro del cuerpo tuerto a una banda [aplicación de pintu-ra en un costado del cuerpo] y estos son tupes caribes que comen carne humana e son valientes guerreros, dispuestos e pelean con macanas y fl echas y andan desnudos y que los indios en general no tienen forma de pueblo ni costumbre po-lítica [behetría: una organización social y territorial muy dispersa sin aparente liderazgo] e son muy brutos, sin entendi-miento y muy crueles, e no hablan lengua particular [que no fuese comprendida en particular [que no fuese comprendida en particularla región].

La información anterior también puede ser contrastada con el texto De Castellanos

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(/1589-1601/1997): “Hay dentro del Upar muchas naciones, en las lenguas y ritos di-ferentes, pero todas de fi eras condiciones, y destas son los tupes más valientes, altos y de fornidas proporciones y a los cristia-nos no muy obedientes”. Esto parecería corroborar lo relevante que fue para los es-pañoles el movimiento de resistencia de los tupe, así como un somatotipo que destaca la corpulencia de los sujetos que componían este patrón ancestral. Es controvertido sin embargo, medir la veracidad de la prácti-ca de la antropofagia, que siendo evidente en De Orozco (/1578/1983) con relación a los “tupes-caribes que comen carne huma-na”, no es muy notoria en De Castellanos (/1589-1601/1997), donde se comprueba que la palabra “caribe” es un genérico que terminó incorporando dos culturas especí-fi cas: “Demás de ser la tierra no bien sana [propensa a agentes patógenos], antes de tal calor que los abraza, más al fi n fueron a provincia llana [valle del río Magdalena, SW de la Sierra Nevada], que llamaron Caribes, tierra rasa, no porque allí comie-sen carne humana, más porque defendían bien su casa [oponiendo fuerte resistencia armada]”. Esta fusión de identidades se percibe también en el hecho de atribuir a los chimila-tomoco del SE de la Sierra de Santa Marta (llamados “Orejones” duran-te el siglo XVIII), el mantenimiento de un caney grande o santuario para sus ceremo-nias religiosas denominado “el Tupe”, al cual acudían incluso los chimila-pacabuy de los alrededores de la laguna de Zapatosa (De la Rosa, /1742/1975). Por su parte, los grupos “burede” o “bubure” que Reichel-D.(1951) ubica al norte de la Serranía de Perijá, y son citados a propósito de la frus-trada expedición de Iñigo de Vasconia hacia Coro-Venezuela por la vía de “Cucuata”, llevando consigo el botín de Tamalameque que Alfi nger obtuvo entre los indígenas; pa-recen corresponder al grupo ancestral barí o “motilón” de las cuencas de los ríos Zulia y Catatumbo (Norte de Santander), cuyos

alrededores si parecen haber sido escena-rio de episodios antropofágicos: “Quedó Vasconia pues con seis o siete [perdidos en la Cordillera Oriental: territorio chitarero], y no se cuantos indios en cadena, los cuales degolló cruel machete para manjar infa-me de su cena (...). Volvieron ocho indios al momento (...) y los caribes nuevos que os enseño concibieron un torpe pensamien-to, y fue tomar la gente comedida para que les sirviese de comida” (De Castellanos, (/1589-1601/1997).

El temor que generaba la presencia de ja-guares (Panthera onca) sobre la vertiente Occidental de la sierra de Perijá hacia la épo-ca de la Conquista: “(...) los tigres han des-poblado algunos pueblos y otras provincias despobladas de otros indios” (De Orozco, /1578/1983), indica que el bosque seco tropical (bs-T): remanente de condiciones climáticas más húmedas en 500 A.P. (1450 d.C.) que se infi eren del análisis de núcleos de sedimentación en el Bajo Magdalena, fl uctuaba de acuerdo a niveles de humedad relativos (Van der Hammen, 1992); ofre-ciendo un panorama muy distinto al actual, con áreas boscosas descendiendo desde la sierra hasta la llanura. Así, estas condicio-nes ecológicas que son contemporáneas de la pequeña edad de hielo (± 1300-1880 d.C) (Christy et al., 2001; Velásquez, 2005), apa-recen etnohistóricamente asociadas a fenó-menos demográfi cos específi cos. Márquez (2001) interpreta los efectos ecológicos del proceso de Conquista de acuerdo a dos si-tuaciones: una que conlleva la apropiación de áreas antiguamente destinadas al cultivo de especies nativas por parte de los invaso-res europeos, quienes concentran la pobla-ción e introducen especies foráneas (trigo, ganado, etc); y otra en la cual el abandono de sitios otrora explotados por los indíge-nas, produce la regeneración natural de los bosques. De esa forma, la incursión de los grupos caribe en la Serranía de Perijá y el valle del río Cesar, sin duda implicó

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un reajuste de los sistemas calendáricos a los procesos adaptativos que consolidarían aquellas identidades culturales: “Un factor importante en el poblamiento tardío fue el predominio de ecosistemas boscosos de difícil transformación y aprovechamiento, aunque con gran diversidad biótica y de recursos potencialmente aprovechables. El aprovechamiento de la producción de diver-sos pisos térmicos y ecosistemas será una respuesta cultural adapatativa para benefi -ciarse de esta característica del país, la cual explica la ubicación geográfi ca de muchas culturas indígenas” (ibid.).

La manera de calcular el tiempo y los cam-bios estacionales con fi nes de una subsisten-cia basada en el aprovechamiento rotatorio de berbechos, recolección, pesca y caza montuna en la vertiente W de la Serranía de Perijá, según el modelo que ofrece la etno-grafía yuko (Jaramillo, 1987; 1993), pudo guardar cierta similitud con las cosmovisio-nes de los grupos étnicos caribe, los cuales, destacan la importancia de dos soles origi-nales que se alternan el día y la noche; uno de estos se transformó en luna al caer bajo la seducción de una mujer-rana mítica llamada Kopeko (Jaramillo, 1993; Sánchez, 2000). A la vez que el sol domina el fi rmamento, se constituye como la unidad básica de un ca-lendario que asocia la aparición de algunas estrellas con, el inicio de ciclos anuales que pueden subdividirse en estaciones de lluvia, sequía o vientos:

Las actividades económicas de la etnia, dirigidas a la subsistencia, dependen en el caso de los Caribe, del clima que reina en cada uno de los hábitats que ocuparon u ocupan, sean las sabanas de las Mesas, las orillas de los ríos grandes o pequeños, los llanos inundables, las montañas y las selvas, las islas y las costas. La caza y la pesca se hallan reservadas, generalmen-te, a los hombres Caribe. En cambio la incipiente agricultura y la recolección se

confían a las mujeres y a veces a sus hi-jos (...) la mayoría de estas comparten el tiempo, además de las actividades econó-micas, con otras especiales como la cons-trucción de nuevas viviendas, los ritos de la pubertad, los de las cosechas abun-dantes y la muerte de los individuos, en particular la de los shamanes. (Sánchez, 2000)

Entre los yuko de la cabecera del río Maraca (Becerril-Cesar), con quienes trabajó Reichel-D. en 1945, el advenimiento y la po-sición del plenilunio determina los momen-tos de siembra, los rituales de género y las ceremonias fúnebres que implican el trasla-do del muerto hacia “(...) una cueva solitaria arriba, en un cerro alto de la Sierra Tocore, donde centenares de momias reposan entre sus antepasados”. Dicha expresión cultural relaciona a los yuko con el descubrimiento de osamentas y cuerpos momifi cados en el costado E de la Serranía de Perijá (Correal, 1977, 1986; Sotomayor & Correal, 2003), permitiendo inferir que tan antiguas son las ocupaciones en la zona de estudio.

A la modifi cación de estos valores contribu-yeron de forma impactante las misiones ca-puchinas que ganaron mayor fuerza a fi nales del siglo XVII, y se debe reconocer que antes de ese proceso el valle del río Cesar también era escenario de un confl icto pluri-étnico donde los indígenas, como se ha insistido, se vieron replegados a las zonas altas de la sierra mientras huían de nuevos abusos, des-pojos y actos terroristas a los que nos tiene tan acostumbrados la historia colombiana. En dichas masacres, no sólo participaron los europeos sino también algunos cimarrones; pues un documento del año 1571 que reposa en el Archivo General de la Nación, recoge testimonios acerca de un grupo de “espa-ñoles” y “negros” que, habían incursionado a la región desde el “Río de la Hacha” (río Ranchería) para cometer secuestros y asesi-natos entre los indígenas (posiblemente tu-

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pes). El testigo: “Pedro yndio ladino (...) que sabía la lengua de los dichos yndios y la es-pañola”, denunció que cinco días atrás: (...) negros del Río de la Hacha (...) llebaron su mujer (...) y al yndio que no quería caminar le cortaron la cabeça y después acá este ha visto las poblaziones despobladas sin gente (...) y las labranças [cultivos] sin cogellas (...) negros y algunos españoles robando los yndios y salteándolos , matándolos y lleván-dolos amarrados al río de la hacha (...) y vido cabeças y huesos de yndios muertos (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 30/78, f. 934-978) (Documento 1).

ción Sur, hacia las cuencas de los ríos Badillo, Guatapurí y Garapure “(...) destruyendo y asolando con furia de rigor sanguinolento: ansimismo caciques abrazando, aunque re-cuentros tuvo no muy fl acos de guanaos, itotos y aruacos. Potentes escuadrones y ordenanzas de pedregosas sierras abajaban” (De Castellanos, (/1589-1601/1997). El mapa anexo a la Relación de Lope de Orozco (/1578/1983), muestra la concepción geográ-fi ca de los españoles en torno a la recién fun-dada ciudad de Valledupar, con su iglesia en la esquina NE de la plaza (fi gura 38). Que espacialmente correspondería a la ciénaga de Zapatosa aparece bajo el rótulo: “lagunas de Pujagua”; siendo llamativo que este mismo término (“Pujagua”), de origen macro-chi-bcha, sea utilizado en Centroamérica para distinguir una variedad de maíz (Zea mays) (Pacheco, 2004); lo cual permite corroborar la fi liación lingüística de los pacabuy como subgrupo del patrón ancestral chimila. El sec-tor que concuerda con la Serranía de Perijá, es denominado como “sierras de la banda del sur” sin que se destaquen o localicen asenta-mientos indígenas. Daría la impresión de que nuestra zona de estudio no hubiese sido muy relevante en la cosmovisión hispánica; ni si-quiera los documentos cartográfi cos del siglo XVIII como el de Buenaventura de Flotas y Sepúlveda (Meléndez, 1982), que en cam-bio si indica las ocupaciones de la vertiente E de Perijá-Venezuela y, el mapa que señala las rutas desde Riohacha hasta Maracaibo (1753) (AGN, Mapoteca 6, Ref. 93), seña-lan la presencia de agrupaciones humanas en esa parte de la región. El hallazgo de restos óseos en la cueva Tshkapa de Mesa Turik (Estado de Zulia-Venezuela), los cuales apa-recen asociados a una fecha de C14 que los ubica en ± 1660 d.C., fundamentan arqueo-lógicamente unas ocupaciones que parecen estar relacionadas con coyamos y macoaes, al tiempo que otros vestigios localizados en Santa Cresta (río Socuy) harían pensar en los sabriles o patrón ancestral japreria (Urbani et al., 2003).

Documento 1. Testimonio que hace refe-rencia a masacres y secuestros entre la po-blación indígena del valle de Upar (1571): “(..) negros y algunos españoles robando los yndios (...) y llevándolos amarrados al río de el hacha” (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 30/78, f. 937).

Nuestra hipótesis defi ne la localización de los grupos ancestrales del valle del río Cesar y la Serranía de Perijá, en cuanto a que, los “aruacos” evidentemente corresponden a los ancestros de los actuales ika que habitan la vertiente meridional de la Sierra Nevada de Santa Marta, y que opusieron escasa resis-tencia bélica durante la avanzada conquis-tadora: “(...) otros indios convecinos y de paz que sirven a los españoles” (De Orozco, /1578/1983); y que los “guanao”, incursiona-ban sobre el mismo territorio de los actuales sanká del costado NE, pudiendo haber entre estos una conexión genealógica: Ambrosio Alfi nger se dirige al valle de Upar en direc-

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308Figura 38. Cartografía histórica del Valle de Upar y Perijá.

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Contrariamente, al analizar los documentos escritos en aquella época, es posible enten-der que el mayor énfasis en la mención de sociedades como la tupe, chimila y tairona, se centra en el potencial económico: “Está la ciudad [Valledupar] en gran zavana , y tiene nobilísima templanza; posee gran compás de tierra llana; es fértil en labranza y en crian-za; hay frutos de la tierra castellana [espe-cies no americanas] y de los naturales mil alcanza [especies nativas]” (De Castellanos, (/1589-1601/1997), así como en la capacidad de resistencia armada de estos grupos: “(...) comen carne humana e son valientes guerre-ros [los tupe], dispuestos e pelean con ma-canas y fl echas” (De Orozco, (/1578/1983). Aquella cartografía fue elaborada por ra-zones políticas y estratégicas; de ahí que la parte sur de la Serranía de Perijá si abunda en detalles por constituirse en la antesala del territorio motilón (barí kunaguasaya), que tantos inconvenientes trajo para las autorida-des españolas, los colonos y un sinnúmero de comerciantes. Es claro además que cuan-do los cronistas aluden a los aruaco se hace referencia a individuos que “(...) traen man-tas blancas de algodón colgando detrás y el cabello largo hasta abajo”, mientras los itoto “(...) traen las mismas mantas blancas e pin-tados” (ibid.); de lo cual se deduce que estos ibid.); de lo cual se deduce que estos ibidpatrones ocupaban zonas altas en las que era necesario protegerse del frío.

Ahora bien, si como hemos afi rmado los arauco ocupaban la vertiente meridional de la Sierra Nevada, al tiempo que los tupe vivían sobre la margen opuesta del río Cesar y por tanto no corresponden de manera directa al ancestro yuko, como han venido sostenien-do las tesis de Reichel-D. (1947) y Carriage (1979), se debe concluir que los grupos in-dígenas más estrechamente relacionados con esas comunidades a nivel genealógico, terri-torial y cultural, no pueden ser otros que los antiguos itoto; opinión que también es sos-tenida por Rodríguez (2001). Como se dijo, la palabra itoto designaba a los “enemigos”

o “esclavos” desde la perspectiva “caribe” (tupes y chimilas?), y se incorporó al entor-no comunicativo de los españoles haciendo referencia a los grupos que habitaban las zonas montañosas en esta parte del Nuevo Reino de Granada. Un documento que data de 1609, relativo a la futura pacifi cación de los indígenas de Becerril del Campo por par-te de Cristóbal Almonacid, ratifi ca que las ocupaciones itoto se concentran sobre las zonas montañosas de lo que obviamente es la Serranía de Perijá:

Por el deseo que teneis al servicio de Dios Nuestro Señor y de su majestad (...) os abeis obligado de pacifi car los yndios y provincias de los yndios que están de la otra banda del río Cesar nombrados del río Cesar nombrados del río Cesartupes y totos, y los de ocanayute [acana-yute], susuyute, Valle Hermoso, Sicarara, Valle de la Yuca [¿?], [Maziraimo?], río de Toro, Valle de Capirirsa (...) y San Lázaro[¿?] y los demás situados y poblados [en] las cordilleras de frente al dicho río de[Cosme?]” (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 66778, f. 807-845).

SIGLOS XVII-XVIII

Esta fase coincide con una gran actividad de los misioneros capuchinos en ambas vertientes de la serranía. Hacia ± 1697, el traslado de los indígenas para reducirlos a nuevas poblaciones, se ajusta a los intereses de los encomenderos sobre áreas ubicadas en el piedemonte del costado W de Perijá (Ramos, 2005) al tiempo que hace notoria una fuerte resistencia de los chimilas, tupes e itotos (que ahora se denominarán pampa-nillas) a la explotación de su mano de obra; así como también al intento de los misione-ros por fusionar culturas disímiles. Un do-cumento del Archivo General de Indias ci-tado por De Alcácer (1962), muestra cómo la actividad misional iba consolidando rutas a través de la serranía, hasta el punto de que Fray Mauro de Cintruénigo la había “atra-

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vesado” al menos tres veces; afi rmando que para aquella época: “(...) muchos indios en este valle [de Upar] se han levantado, hu-yendo de las encomiendas y han ido a parar a los coyamos [tocaimos o chimila-tomo-co], los cuales residen allí con este título”. Como efecto de la incursión de los capuchi-nos hacia las zonas altas, se fueron creando rutas alternas que conectaban la llanura de Maracaibo con nuevas poblaciones tales como Sicarare de Tocaimos (1738), Santa Ana de los Tupes y Nuestra Señora del Socorro del Tucuy (1748-1760). En aquel mismo año (1738), el padre Francisco de Cartarroya publicó su Vocabulario de algu-nas voces de la lengua de los indios motilo-nes, que sólo fue redescubierto hasta 1947 en la Biblioteca de la Academia Nacional de Historia de Caracas, para luego transfor-marse en la obra referencial que permitió distinguir la fi liación lingüística de los gru-pos yuko y barí (De Alcácer, 1962; Reichel-D., 1960), que como dijimos, fueron ho-mogeneizados etnohistóricamente bajo la categoría “Motilón”.

Los acontecimientos históricos ligados a la efímera existencia de esos pueblos tiene que ver mucho con la poca afi nidad cultural entre los grupos indígenas que fueron con-centrados, pues en 1740, las rencillas entre tocaimos (chimila-tomoco de fi liación ma-cro-chibcha) y tupes (de fi liación macro-ca-ribe) de Sicarare, propiciaron la muerte del padre Antonio de Todolella en un ritual an-tropofágico: “(...) asaltaron la residencia del padre; lo asesinaron y luego se lo comieron” (De Alcácer, op.cit). El proyecto del Tucuy contó con la ventaja del buen entendimien-to entre acanayutes y pampanillas (antiguos itoto?); aunque en este caso permaneció vi-gente un impulso incontenible por retornar a la sierra de Perijá como un espacio posi-blemente ligado a, concepciones míticas y a formas tradicionales de subsistencia que se resistían a desaparecer bajo las presiones de los nuevos hacendados: “(...) quisieron

retornar a la libertad omnímoda que antes tenían”, afi rma De Alcácer (ibid.). Uno de estos, Jaime Baz, sostiene una disputa con indígenas del Tucuy a raíz de los perjui-cios que su ganado hacía en las sementeras (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 44/78, f. 390-508). Esta dinámica tuvo efec-tos más contundentes en la llanura con la fusión de grupos chimila y su paulatino re-pliegue en dirección NW. El mejor ejemplo lo constituye el colapso de la identidad pa-cabuy (de la ciénaga de Zapatosa); luego de que discursos institucionales condenaran la asistencia de estos indígenas al santuario de El Tupe, en zona ocupada por los tomoco: “(...) y por remediar esta superstición, en los ya reducidos, se demolió aquel pueblo, agregándose los pocos indios que ya había en él al del Peñón, para que el religioso cura que allí reside, los tuviese sujetos” (De la Rosa, /1742/1975). Desde el año de 1705, el Obispado de Santa Marta venía manifestán-dose con relación a la necesidad de reducir y, conquistar “espiritualmente” a estos gru-pos (AGN, Colonia, Miscelánea, tomo 85, f. 45-49).

Este período está caracterizado por Desplazamientos (DF) más frecuentes que de todas maneras, permitieron estabilizar las Ocupaciones sobre las altitudes medias de la vertiente W de la serranía (OC): “(...) los indígenas encontraron de nuevo refugio en la Serranía de Perijá cuando el peso de la explotación colonial ejercida a través de los encomenderos se hacía insostenible” (Ramos, 2005). El nuevo modelo econó-mico en el que se destaca una intensiva ex-plotación del palo de tinte (Haematoxylum brasileto) (AGN, Impuestos Varios-Cartas, tomo 9, f. 489.498), redujo una buena par-te del ancestro yuko a “pueblos de indios” fundados en el piedemonte. Mientras el Aprovechamiento de recursos en la sierra tiende a disminuir de manera notoria (AP), condiciones climáticas frías-húmedas que habían dominado toda la fase anterior (si-

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glos XVI-XVII), evolucionan hacia un pulso frío-seco que se distingue a fi nales del siglo XVIII, y se yuxtapone cronológi-camente a la problemática motilona que se gesta en la llanura de Maracaibo; para lue-go extenderse hasta la región comprendi-da entre los ríos Catatumbo y Pamplonita (Norte de Santander). El propósito de terratenientes como Juan Chourio en el sentido de abrir y facilitar rutas para el comercio del cacao y la ganadería (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 13/78, f. 490-500), representó una amenaza para los territorios barí que vino a desencadenar un confl icto aún inconcluso, y que indirecta-mente, cobijó a la problemática yuko por razones que ya hemos señalado. Una carta que tiene fecha del 20 de abril de 1768, y que De Alcácer (1962) cita en su obra, des-cribe las agresiones de que fue víctima el comerciante Calixto de Lara por parte de “(...) los yndios bárbaros motilones” diri-giéndose a Cúcuta desde San Faustino de los Ríos:

(...) y caminando por la montaña (...) en la vega de agua sucia dieron por la tar-de con una emboscada de motilones que antes de sentirles los nuestros les car-garon muchísimas fl echas, y de la pri-mera descarga mataron a un guardia, y hirieron dos (...) [son perseguidos] (...) prosiguiendo su fuga sin soplar cande-la, manteniéndose sólo con cogollos de una hoja que llaman arrevatiadera (...) y en la ranchería donde havian hecho noche el día antes de la avería halla-ron (...) carne ahumada de monte con la que se ayudaron a mantener. (AGN, Colonia, Miscelánea, tomo 14, f. 998-1002).

Los procesos dados en la vertiente E de la Serranía de Perijá, fueron distintos y a la vez más intensos teniendo en cuenta lo determinante de las condiciones ecoló-gicas en una región de mayor superfi cie,

grandes reservas hidrográfi cas y varie-dad de especies nativas: “Siempre costará mucho al hombre sustraer los secretos de esta naturaleza limítrofe, que sin embargo asombra eventual y espontáneamente con discretos obsequios de magnifi cencia”, afi rma Viloria Petit (2002). La descripción hecha por Sebastián José Guillén, Tesorero Interino de las Cajas Reales de Maracaibo, durante su incursión a territorio indígena por la Provincia de Machiques al término de una época fría-seca (1772-1773), nos ofrece un horizonte bastante apreciable de los sistemas de aprovechamiento y ocupa-ción, próximos a las desembocaduras de los ríos Negro y Santa Rosa en el Santa Ana: piedemonte de la serranía en su cos-tado E (Venezuela): “(...) en un sitio que llaman El Palmar, en la misma bega del río de el medio [Santa Rosa?] (...) y desde allí siguen las tierras más a propósito para sem-brar, todas de montaña elevada, y moporal, por cuia razón las han apetecido los indios motilones, para fundar las haciendas que oy disfrutan”. Desde la perspectiva actual, su informe constituye una reconstrucción etnográfi ca apreciable que permite com-prender varios aspectos relacionados con la fi liación cultural del ancestro barí ku-naguasaya dobokubí, y ante todo, el infl ujo de sus representaciones míticas sobre el ecosistema. En Guillén hallamos la prime-ra mención de la “Sierra de Perixa”: valor terminológico contrapuesto al anonimato que ese entorno paisajístico mantenía so-bre la otra vertiente (la del valle de Upar). No existe consenso en torno al signifi cado de esta palabra de origen caribe (Perijá). Para el investigador Adolfo Ernest, deri-va del término Aperará que hace alusión a una superfi cie áspera y montañosa; y de acuerdo a otros, corresponde a un vocablo yukpa que signifi ca: “lugar donde abundan las garrapatas” (Pérez, 2006).

Queriendo afi rmar la pacifi cación de los motilones, Guillén percibe algunos confl ic-

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tos internos con los chaqués (chaké) que habitan según dice “(...) en el confín de la sierra”; lo cual hace creer que las ocupacio-nes ya estaban avanzando hacia cotas más altas en aquella época, y que algo similar estaba ocurriendo en la vertiente W (lado colombiano). Son importantes las descrip-ciones relativas a las pautas de habitación: “(...) tenían dos casas en el medio de la pla-za, o terreno desmontado, y otras dos a la falda del monte, aquellas eran destinadas para su avitación, y estas eran despreciables por la mucha plaga del sancudo (...) dos ca-sas, la una de cien varas en círculo [(vara de Castilla = 0,8359 mts.) x 100 = 83,59 mts.], treinta de largo [25,07 mts.], y veinte y dos de ancho [18,38 mts.], fabricada con primor y techada de nuevo con Palma Real [Roystonea oleracea]”. La proliferación de mosquitos y otras especies, por ejemplo, se transforma en un indicador que permite in-ferir las condiciones ambientales en las que se desenvuelve la vida cotidiana, durante un pulso climático lluvioso que caracterizará el origen del siglo XIX y marcará los últimos estertores de la Pequeña Edad del Hielo en Europa (Little Ace Age): “(...) era preciso venir todo el día por dentro del agua, sin embargo de los muchos caimanes [Cayman crocodilus] y rayas [Potamotrygon moto-ro]”. El documento cita varios representan-tes de la fauna local integrados a su estrate-gia alimenticia: “Las carnes que estos yn-dios usan para su concerbazión son las del serdo montés [Tayassu tajacu], Araguato [Alouatta seniculus[Alouatta seniculus[ ], marimonda [Ateles be-], marimonda [Ateles be-], marimonda [lzebuth], mono [Cebus olivaceus], hoso sal-vage [Tremarctos ornatus], Danta [Tapirus terrestris], Picure [Dasyprocta leporina], Guarda Tinaja [Agouti pacaGuarda Tinaja [Agouti pacaGuarda Tinaja [ ], y todas aves, a excepción del samuro [Sarcoramphus papa], y otras que tienen mal olor, y todo animal quadrúpedo lo ahuman, y para co-merlo lo laban, y asean primero, y después poniéndolo con especial limpieza en la olla, le cubren la boca con ojas berdes, y atándo-la la ponen al fuego” (fi gura 39).

Documento 2. Diario de Sebastián José Guillén (1772) donde se atribuye la aver-sión de los motilones al consumo de la carne de venado a concepciones sobre-naturales,: “(...) el Demonio se les hace visible en fi gura de Sierbo, teniéndole tanto horror que por esta causa se hase entre ellos despreciable la carne de este animal” (AGN, Milicias y Marina, rollo 121, f. 149r).

La importancia de la consulta de archivo para la investigación paleoecológica, es evidente cuando se observa la mutua inte-racción entre el sistema cultural y el siste-ma biótico, generando imaginarios y tabúes que actúan selectivamente para reconfi gu-rar los límites del entorno garantizando un equilibrio primario; tal como se desprende de nuestra perspectiva teórica (Luhmann, 1998). Así, la aversión o restricción de las sociedades macro-chibcha al consumo de la carne de venado (Odocoileus virginianus), podría interpretarse de forma análoga a la existencia de una práctica similar entre los muisca del altiplano cundiboyacense, quie-nes restringieron su consumo a los perso-najes de mayor status otorgándole una con-notación shamanica al término: /guhaioque/ que hace referencia a la piel del herbívoro, e indirectamente, a la fi gura del xeque o /chyquy/. Los españoles proyectaron sus concepciones judeo-cristianas sobre este vocablo traduciéndolo como: “demonio” (González de Pérez, 1996) (Documento

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2). El no consumir determinadas especies (samuro, venado, caimán, etc.), puede obe-decer a una regulación ecosistémica que comenzó a ser alterada por los occidenta-les: “No se les conoce ydolatría, ni menos se encuentra entre ellos simulacro alguno a quien puedan dar adorazión; y sólo se save que el Demonio se les hace visible en fi gura de Sierbo, teniéndole tanto horror que por esta causa se hase entre ellos despreciable la carne de este animal (...) no siendo menos digno de notar la expecialidad de no comer el cayman, ni sus huebos, quando de para toda calidad de indios es una vianda de tan-ta estimación y aprecio” (AGN, Milicias y Marina, tomo 121, f. 237-242; 282-296).

Reichel-D. (1945), quien estuvo conviviendo con los “motilones” (yuko) del río Maraca (Cesar), desconocía los antecedentes de este proceso semiótico cuando atribuye la falta de interés por la carne de venado a una “pe-reza proverbail”. Así, “Para el indio motilón la caza se limita casi únicamente a las aves y raramente emprende la caza mayor (...) Cerca de una población donde estuvimos sa-lieron cada mañana los venados a la llanura, pero nunca los hombres fueron a cazarlos”. Entre los yukpa y japreria de la vertien-te E de Perijá (Venezuela), por ejemplo, el oso frontino u oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es denominado /Mashiramu/ y /Masirsa/ respectivamente. Su origen, como producto de la relación entre el héroe mítico Tavoukcha con un mono celestial (hijo del hombre) (Torres, 2006), personifi ca la fuer-za integradora que disuelve los límites entre Naturaleza y Cultura.

SIGLO XIX

La alternancia de pulsos fríos húmedos y secos en lapsos muy cortos, tiene lugar en las primeras décadas de un siglo XIX que marca el repliegue del patrón ancestral yuko hasta las zonas altas de la serranía; aproxi-madamente entre los 900 y 2300 m.s.n.m.

En la llanura, los reductos de la población tupe aparecen fi nalmente concentrados por el entorno político, religioso y económico que se genera desde la ciudad de Valledupar; condiciones que a nuestro parecer, señalan lo que podría entenderse como el colapso de un patrón ancestral por asimilación y mesti-zaje. Así ocurre con los pueblos de la Santa Pastora del Espíritu Santo y del Rosario (chimila-tomoco) entre 1790 y 1800, cuya traslación representó la pérdida de valores ancestrales: “(...) haviendo tenido denuncio de que esttos naturales confesaban y babti-zaban en la ley que antiguamente profe-saban” (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollos 32,33/78, f. 872; 1). En el siguiente si-glo, las palabras “tupe”, “itoto”, “pacabuy” y “pampanilla” sólo vivirán en las referen-cias etnohistóricas, y el término “motilón” se convertirá en un genérico impuesto por nacionalismos hegemónicos bajo la presión de intereses particulares que, aprovecharán el auge de nuevas tecnologías y pactos a ni-vel internacional. Parte de la vida cotidiana del pueblo de Santa Ana de los Tupes por el mes de septiembre de 1807, se puede re-construir a través de la consulta de archi-vo con relación al incidente suscitado por “Bartolomea Ochoa, parda [mestiza] libre de este vecindario”, a quien el Marqués de Valdehoyos quiso expulsar de la comunidad por vivir “(...) escandalosamente con el yn-dio [tupe] José Cruz Venegas”; propósito al que varios indígenas opusieron resistencia armada. En función de una supuesta “tran-quilidad de los Naturales del territorio del Valle Dupar”, el Fiscal Protector antepone los intereses políticos del régimen a un he-cho esencialmente cotidiano que se esfuma-rá en la dinámica del mestizaje: “(...) que por reprensibles que hayan sido los procedi-mientos de los indios de Tupes (...) se debe no perder de vista que siendo yndios de re-ducción, es preciso tratarlos con suabidad y manejarse para con ellos con mucha pru-dencia” (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 35/78, f. 221-226).

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Figura 39. Representantes de la fauna mencionadas en los textos históricos en el Valle de Upar y río Santa Ana.

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Una faceta distinta del proceso de Independencia que no ha sido sufi ciente-mente explorada, permite descubrir el reclu-tamiento forzado al que estuvo sometido el patrón ancestral yuko, y su consecuente refu-gio en las montañas de Perijá: “(...) huyendo de la recluta que se intentó hacer de ellos el año 23 [1823]”, se comenta por el lado ve-nezolano con relación al pueblo de Santa Bárbara (AGN, República, Indios, legajo 1, f. 1028-1031). Un debilitamiento notorio de la actividad misional va ligado a la des-integración de poblaciones extendidas sobre la vertiente E de la sierra, donde los sabri-les o patrón ancestral japreria, comenzaban a ser identifi cados “(...) por su carácter an-tropófago, pues arruinan a quantos transitan por esa vía [la de Sinamaica-Valle Dupar]” (ibid.). Es difícil precisar lo que entonces ibid.). Es difícil precisar lo que entonces ibidocurría en el lado contrario (vertiente W), pero es seguro que también allí, los nuevos gobernantes buscaron imponer su política etnocéntrica sobre los “indios incultos” a quienes se refi ere un documento fechado el 30 de enero de 1825: “(...) autorizando al po-der executivo de la República para promover la civilización y propagación de la Religión Cristiana entre los indios gentiles” (AGN, República, Indios, legajo 1, f. 1016-1018). Paradójicamente, la resistencia cultural indí-gena halló un escenario en medio de la crisis demográfi ca y territorial, aunque Márquez (2001) no distingue transformaciones signi-fi cativas en el ecosistema que sean atribui-bles al proceso independista.

Al generarse la ruptura con las zonas bajas de la región debido al incremento de las apropiaciones por parte de colonos y terra-tenientes, no sólo continúa lo que Meléndez (1982) y Viloria Petit (2002) denominan en sus propios términos: la “tragedia motilona”, sino que al haberse suscitado ocupaciones más prolongadas en la serranía, comenzará a ser perceptible la diversidad grupal del an-cestro yuko a través de los primeros registros etnográfi cos. Jorge Isaacs (/1884/1951), el

célebre autor de María, y quien hizo explo-raciones en el antiguo Estado del Magdalena a fi nales del siglo XIX, consideraba que los “motilones” de la “cordillera oriental del Valle Dupar” (Perijá) habían surgido de la “mezcla” de los antiguos tupes, itotos y aca-nayutes citados por De la Rosa (/1742/1975), y que lingüísticamente, presentaban diferen-cias con los grupos indígenas venezolanos. Tanto él, como Felipe Pérez, nos ofrecen un panorama más afín con la etnografía actual, pues se descubre que el genérico “motilón” impuesto por la lucha contra los barí en la última mitad del siglo XVIII, había enmas-carado un conjunto de variantes dialectales y territoriales que estos pioneros designan como: “sacaraes”, “sicarares” y “yukures”. Se recordará que el grupo “Sicarara” apa-rece nombrado en un manuscrito de 1609 que hace referencia a los pueblos “(...) si-tuados y poblados en las cordilleras” (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 66/78, f. 809r), mientras que la palabra “yukure”, nos ha conducido nominalmente a los “yuko” de la Serranía de Perijá, o al menos a una de sus parcialidades (fi gura 40). Isaacs vincula el repliegue defi nitivo de estos indígenas ha-cia las zonas altas de la sierra, con abusos y actos terroristas que se remontan a la primera mitad del siglo XIX. Su preocupación en tor-no a los efectos sociales de estas injusticias lo convierte en un visionario:

(...) un absurdo y caro sistema de admi-nistración, socaliñas fi scales, torpes abu-sos, vicios que los mercaderes importan y estimulan, los irritan, los embrutecen y los envenenan. Si no se acude muy pronto a combatir el mal, trascurridos cuarenta o cincuenta años, casi toda la antigua Provincia de Santamarta será desierto te-mible, dominio de indígenas ya implaca-bles y feroces (...) desde 1846 [la Serranía desde 1846 [la Serranía desde 1846de Perijá] es refugio del resto de los ito-tos, tupes y yukures reunidos, y su posi-ción terrible, todo a causa de las cruel-dades hórridas cometidas entonces por

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los civilizados en la llanura de Casacará[entre los actuales municipios de Codazzi y Becerril], está mostrando que no exage-ro en el pronóstico (/1884/1951.).

La Pequeña Edad del Hielo (Little Ice AgeLa Pequeña Edad del Hielo (Little Ice AgeLa Pequeña Edad del Hielo ( ) termina en Europa. Un incremento signifi -cativo de la temperatura pone en vigencia el actual período cálido-húmedo, cuyos efectos se observan en la pérdida de área y volumen que sufren los glaciares colombianos a partir de ± 1850. Antes de esa época, entre el pe-ríodo de la Conquista y la primera mitad del siglo XIX, los 82,6 Km² de hielo que cubría la Sierra de Santa Marta había alcanzado su límite inferior entre los 4400 y 4700 m.s.n.m. En poco más de un siglo (1850-1955), la Sierra Nevada del Cocuy (Boyacá) perdió al-rededor del 76% de su área (Ideam, 2000); y simultáneamente la riqueza forestal del país, que había conservado un relativo equilibrio durante las etapas anteriores, comienza a ser explotada de una forma más intensiva y extensiva acorde a las exigencias de la in-dustrialización y el mercado internacional; con notoria demanda de productos y mate-ria prima. Los cambios a nivel económico y político impulsan el surgimiento de nuevas metrópolis y, elevan los índices demográfi -cos al tiempo que se promueve la apertura de nuevas vías. En la Costa Caribe, el auge de una ganadería e industria bananera soportada en la expropiación de tierras comunales a las que pusieron cerco entre 1875 y 1880, lleva consigo un deterioro irreparable de los bos-ques nativos: “La transformación se acelera (...). Este proceso será, en última instancia, el determinante de la casi total transforma-ción de los bosques y sabanas caribes hasta los límites actuales, cuando más del 80% del territorio está ocupado por potreros. El bos-que seco tropical es transformado de mane-ra radical” (Márquez, 2001). El régimen de lluvias se va incrementando notoriamente, y esto podría se entendido como un elemento favorable a la recuperación de los bosques; no obstante, el poder emanado de las formas

de explotación (no de Aprovechamiento) de los recursos naturales tiende a ser proporcio-nalmente más acelerado que el cambio climá-tico. Las inundaciones, epidemias y plagas de langosta (Schistocerca parensis) como la ocurrida en el antiguo Estado del Cauca hacia 1878, y que incluso dio pie a leyendas e ima-ginarios sociales (López, 2002), podrían ser analizadas como reacciones paleoecológicas frente a esa gradual pérdida de equilibrio.

Dicha situación aceleró la crisis del siste-ma de aprovechamiento vertical; y lo que pudo a ocurrir entonces, fue que bajo esta ruptura el Desplazamiento (DF) obró como respuesta a la necesidad de subsistir, sin te-ner que acceder al valle de la misma forma como se hacía en tiempos prehispánicos: un fenómeno que básicamente, aislará a los “yukure” (yuko) permitiendo en buena me-dida la reactivación de su identidad étnica. Así, cuando pocos indígenas empezaron a depender de un oferta defi ciente de recursos en la Serranía de Perijá, el Aprovechamiento(AP) empezó a reducirse y las Ocupaciones(OC) se concentraron defi nitivamente en las zonas altas generando un impacto que a la postre, no sólo sería negativo para el eco-sistema, sino para los mismos yuko como portadores de una representatividad feno-típica que hasta las últimas generaciones, se caracterizaba por una constitución débil, baja estatura (pigmeos?) y cara ovalada que según algunos, serían rasgos atribuibles a problemas de desnutrición (Reichel-D., 1945; Audiovisuales, 1995). De acuerdo con Jaramillo (1993): “(...) los Yuko-Yukpas se veían precisados a cultivar en suelos po-bres conforme a una tecnología de tala y quema, de efectos erosivos y agotamiento rápido de los nutrientes, que los obligaba al desplazamiento hacia los valles interiores de la cordillera. Este proceso generó una diferenciación en ciertos comportamientos sociales, en el idioma, en la religión, y en rasgos de cultura material, entre los diver-sos grupos”.

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Figura 40. Movilidad espacio-temporal de las ocupaciones.

El término “Movilidad” se refi ere a cómo los grupos indígenas, a lo largo de la historia, modifi caban las ocupaciones altitudinalmente entre el valle y la sierra como respuesta a presiones de distinta índole, teniendo como consecuencia el cambio cultural

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Desde la perspectiva estatal, el territorio “mo-tilón” estaba comprendido entre los distritos de Jobo, Palmira, Espíritu Santo y Becerril; pero desde 1871, el Estado del Magdalena había ce-dido la Serranía de Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta al gobierno de los Estados Unidos de Colombia, debido al “fracaso” que tuvo su programa de “civilización” de los naturales. Entonces la política estatal cedió terreno al de-sarrollo de una nueva etapa de la actividad mi-sionera por parte de los capuchinos, así como también, al arribo de exploradores, naturalistas y empresarios. Estos proyectos se verán obs-taculizados durante la Guerra de los Mil Días (1898-1901) (ibid.), pero ya desde antes, era ibid.), pero ya desde antes, era ibidclaro que el paradigma “motilón” se resistía a desaparecer. Con la apertura de una vía comer-cial que uniese al Catatumbo con el Valle del Magdalena, se desencadenó un nuevo y duro confl icto con los barí kunaguasaya o “moti-lones bravos”, que dejó huella en la memoria a raíz de los frecuentes ataques de que eran víctimas los trabajadores (Reichel-D., 1960). Y reduciendo al olvido las observaciones de los primeros etnógrafos, aquel genérico vol-vió a incorporar a los “yukure” otorgándoles el apelativo de “motilones mansos”; expresión que según Jaramillo (1993), no es acorde con la gran resistencia cultural que estos grupos mantuvieron a lo largo de su historia. La ca-racterización de la fase siguiente, constituye el epílogo de nuestros resultados.

SIGLO XX HASTA LA ÉPOCA ACTUAL

En Europa, el Óptimo Climático Medieval (Medieval Warm Period) y la Pequeña Edad Medieval Warm Period) y la Pequeña Edad Medieval Warm Perioddel Hielo (Little Ice Agedel Hielo (Little Ice Agedel Hielo ( ) son cosa del pasado en la medida que las temperaturas globales van presentando un notorio incremento; ho-rizonte que indudablemente se acentúa con el auge de las industrias masivas, la contamina-ción, la explosión demográfi ca y sobre todo, el aprovechamiento indiscriminado de los re-cursos naturales (lo cual preferimos denomi-nar: Explotación). Nos ha correspondido vivir en un período cálido-húmedo que de pronto,

nunca imaginaron los antiguos habitantes de la cuenca del río Cesar y la Serranía de Perijá, ya que, pese a los confl ictos sociales, la movili-dad, la reestructuración de identidades y demás aspectos que pudieron condicionar los sucesos históricos de los últimos mil años, la oferta na-tural mantuvo durante todo ese tiempo mayor representación frente a las acciones políticas:

La experiencia y el conocimiento de la naturaleza de los habitantes prehispáni-cos del continente se había traducido en formas de control y adopción con relación al ambiente, las que se perdieron en parte por la destrucción de estas civilizaciones y por la aculturación sufrida (...). Ello no quiere decir que no hayan afectado el me-dio ambiente. Algunas civilizaciones de-cayeron e incluso desaparecieron por el agotamiento de los recursos de la tierra. Factores naturales y particularmente de relaciones sociales condicionaron estos hechos, pero en términos generales se puede afi rmar que las relaciones hombre-naturaleza fueron mucho más armónicas(Gligo & Morello, 1980).

El siglo XX nace al tenor de una economía in-ternacional soportada tecnológicamente y con amplia demanda de recursos no renovables en América Latina. El 16 de octubre de 1905 el estado colombiano protocoliza la Concesión Barco, mediante la cual, se permite la explo-tación de recursos petrolíferos entre las coor-denadas 8º 8´ N y 9º 12´ S (límite Colombia-Venezuela) hasta el meridiano 73º W de Greenwich (Reichel-D., 1946; Roa, 2002). Al favorecer intereses particulares, dicha inicia-tiva acentuaba el confl icto con los territorios barí-kunaguasaya en ambas fronteras. En el mismo año que tenía lugar la caducidad de la Concesión y su hábil traspaso a socios inter-nacionales (1918) (Roa, op.cit.), el explorador Theodor de Booy de la American Geographical Society, realizaba una aproximación científi ca a Perijá siguiendo la ruta que delimitaba los dos vertientes de la serranía. (Hitchcock, 1954). En

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el primer Departamento del Magdalena, que entonces incorporaba la antigua Provincia de Valle de Upar (que sería Departamento sólo hasta 1967), se había presentado un repunte de las actividades misioneras entre 1910 y 1913, cuando Monseñor Atanasio Soler logró entrar en contacto con los “yukure” desde la pobla-ción de Codazzi. Se afi rma que para entonces, estos grupos venían manifestando alguna hos-tilidad contra los occidentales, e incluso con los barí-kunaguasaya dado su progresivo avance hacia el Sur de la Sierra; lo cual implicó trans-formaciones en las formas de organización so-cial mediante la existencia de normas de paren-tesco y matrimonio donde la escasez de sujetos femeninos, por lo menos hacia la primera mi-tad del siglo XX (Reichel-D., 1945; Carriage, 1979; Jaramillo, 1993), devenía en “guerras” locales entre hombres consanguíneos y raptos de mujeres sobre territorios barí (ibid.). Como ibid.). Como ibidadvertimos, el término yuko (“gente del mon-te”?) emanó desde su mismo contexto social a través de la etnografía. Entre 1943 y 1946, los esposos Richel-Dolmatoff efectuaron labo-res de terreno con estas poblaciones y dieron a conocer varios aspectos de una tradición cultu-ral, escondida entre los valles interiores de la sierra:

Cosecha y sembrado son siempre dirigidas por la posición de la luna, y la primera cons-tituye además un rito especial de los hom-bres del cual las mujeres están excluidas (...) Instrumentos de agricultura son com-pletamente desconocidos y para sembrar se sirven únicamente de un corto palo agudo para colocar la semilla en el suelo (...). Las mujeres usan únicamente un pequeñísimo guayuco o taparrabos del mismo material pendiendo de una tela de fi que [pampani-pendiendo de una tela de fi que [pampani-pendiendo de una tela de fi quella?] y una pieza rectangular de tela como capa que cuelga a sus espaldas amarrada al cuello (...). [luego de los funerales] Sobre la tumba se colocan durante tres días el arco y las fl echas del muerto, la piedra de moler, su mochila y si se trata de una mujer, el collar de semillas (Reichel-D., 1945).

No obstante, igual que en los siglos prece-dentes el discurso científi co obró de manera subordinada a la semiótica del poder, ya que paradójicamente, la representación “motilona” sobrevivía en los textos etnográfi cos: “El nom-bre “motilón”, es decir, “los de pelo corto”, se podría aplicar al grupo yuko puesto que prac-tica verdaderamente esta costumbre. El grupo yuko es puro karib, y es este el conocido desde la época de la Conquista por su belicosidad[¿?]” (Reichel.-D, 1946.). De esa forma, la no-ción de confl icto con los barí también se hizo extensiva a los yuko, atribuyéndoles muchas acciones violentas en las cuales no estaban comprometidos; tal como sucedió con un grupo barí kunaguasaya mapé asentado en cercanías al río Ariguaisa (Estado de Zulia-Venezuela), que aparentemente remontó la sierra de Perijá siguiendo la misma ruta de los misioneros ca-puchinos, para descender a una hacienda del Tocuy (área yuko entre Becerril y la Jagua de Ibirico) donde sus miembros asesinaron a un trabajador y, procedieron a descuartizarlo. La inculpación a los yuko no prosperó luego de examinarse las fl echas utilizadas y las descrip-ciones de los atacantes (Reichel-D., 1960). Así, la obra Fray Antonio De Alcácer (1962), que en realidad versa sobre los “motilones autén-ticos” (barí), responde a una situación crítica en el panorama social colombiano: “La causa de esta reducción del área motilona hay que buscarla en el despiadado modo de proceder de muchos colonos que por la fuerza, han ido desalojando a los legítimos dueños de aque-llas tierras; y no antes, en épocas más o menos oscuras, o así catalogadas, sino recientemente y, por desgracia, aún hoy día”. Este autor con-sidera que la intensidad del Desplazamiento(DF) y la expropiación de los indígenas, venía siendo más alta a mediados del siglo XX que como lo fue durante la Colonia. Bajo estas cir-cunstancias, los yuko fi nalmente intensifi caron las Ocupaciones (OC) sobre cotas que tienden a superar los 2300 m.s.n.m., haciendo difícil el Aprovechamiento (AP) de los recursos en la medida que el ecosistema, se pone bajo ame-naza con el deterioro de la cobertura boscosa

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y los procesos de aculturación a los que se ven expuestos los indígenas en su contacto con el blanco:

La modernización de las pautas alimenti-cias cada día se presenta como un hecho, con la incidencia que trae en la conser-vación del ciclo anual. Además, la dieta tradicional resulta afectada por la asimi-lación de los gustos del “blanco” y por la introducción de la cría de animales domésticos, o del cultivo comercial que permite la compra de alimentos en las tiendas. Esta modifi cación ha obligado a los Yuko a emplearse como obreros en las haciendas vecinas o en las misiones. Los indígenas que viven aún en sitios alejados a estos centros de cambio, han ido acep-tando en mayor o menor medida las téc-nicas y la vida campesina de los colonos vecinos (Jaramillo, 1993).

Sólo hasta el año de 1977 termina de ofi cia-lizarse la creación de las reservas de Iroka y Sokorpa en el municipio de Codazzi-Cesar, y en su momento, Jaramillo (1987; 1993) esti-ma una población yuko compuesta de 1172 indígenas distribuidos entre los asentamientos de San José de Oriente, Sicarare, Casacara y Maraka, que prácticamente, son los mismos que cita el compromiso de pacifi cación de las “tribus” de Becerril del Campo (1609) (AGN, Colonia, Caciques e Indios, rollo 66/78, f. 807-845). De Alcácer (1962) había calcula-do una población de 1500 individuos, lo cual denota cierta estabilidad demográfi ca a pesar de que Reichel-D. (1960), señala procesos de escisión y fusión étnica; es decir, mientras los sokorpa parecían haberse segregado de los maraka, era evidente que los tukushmo se habían agregado a los iroka movilizándo-se desde la quebraba Candela, al norte del río Casacara. Así, con el recrudecimiento del fe-nómeno del narcotráfi co, las acciones arma-das de grupos ilegales y la consecuente expro-piación de territorios indígenas y campesinos, los descendientes de los itoto que habitaban

la cordillera de la otra banda del río Cesar du-rante los siglos XVI y XVII, han estado incur-sionando violentamente en la llanura; según afi rma la prensa:

Para no morir de hambre, los aboríge-nes de la etnia Yukpa, asentados en la Serranía de Perijá, en el Cesar, están robando y asesinando a los colonos de la región, ante el abandono de que están siendo víctimas por porte del Estado, de-nunció la asesora de paz del departamen-to, María Victoria Barreneche (...) En lo corrido de este año los indígenas han ase-sinado a siete colonos porque opusieron resistencia para que no les robaran sus bienes. La asesora de paz afi rma que esta comunidad está muriendo de hambre y por eso se ha visto obligada a irrumpir en las fi ncas de los colonos para buscar alimentos (Caracol Noticias, 2006).

El año anterior, la política de Seguridad Democrática había destinado otro contingente militar para que iniciase un nuevo proceso de pacifi cación al W de la sierra. Si la “tragedia motilona” alude indirectamente a los yuko, es claro que se trata de una historia de larga du-ración, pues el comunicado de la Presidencia de la República expedido el 3 de septiembre afi rma que: “Con una inversión de 35 mil mi-llones de pesos el Gobierno Nacional activará un Batallón de Alta Montaña en la Serranía de Perijá (Cesar), el cual tendrá como objetivo neutralizar el accionar de los grupos terroris-tas que operan en la región. (...). «Que esos bandidos no sueñen que van a seguir refugia-dos en el Perijá, bajando en los planos de La Guajira y del Cesar a secuestrar a la gente”, señaló el mandatario»” (Presidencia, 2005).

CONCLUSIONES

El análisis de estas descripciones en función de los daños ecológicos que en la Serranía de Perijá, han reducido la vegetación nati-va a pocos enclaves que se concentran al

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oriente de Manaure (Cesar) y Cerro Pintado (La Guajira), entre los 0 y 2000 m.s.n.m. (Anónimo, 2006, Jaramillo, 1993), permi-te distinguir de forma reiterativa la impor-tancia del componente etnohistórico en los estudios de impacto ambiental (EIA) y la formulación de los respectivos planes de manejo (PMA). Es necesario pensar en el desarrollo de una línea base que ofrezca un perfi l bidimensional de la problemática, que no se fundamente de manera exclusiva en criterios analógicos, unidireccionales y sin-crónicos. Desde el campo epistemológico, se ha venido insistiendo mucho para que el concepto de “reversibilidad”, el proceso objetivador del sujeto deja huella en el ob-jeto, supere la idea clásica de una relación unívoca y escindida entre las dos instancias: el sujeto (en este caso, quien se aproxima y reelabora culturalmente el entorno natural) y el objeto (el entorno natural y el refl ejo de sus relaciones implícitas): “(...) los sistemas puramente vivientes [naturales] pueden mo-delar el organismo o sistema, pero no tanto el medio o el ecosistema. En cambio, los sistemas hablantes [culturales] pueden con-trolar, pueden modelar también el medio” (Ibáñez, 1994). La causa del actual deterio-ro ecológico en Perijá, no debe atribuirse exclusivamente al sistema de tala y quema practicado por los yuko, sino más bien, a la crisis de un modelo de verticalidad que implica el aprovechamiento e intercambio de recursos naturales entre los pisos térmi-cos (Langebaek, 1987), tal como sucedía en épocas prehispánicas entre el valle del río Cesar (el río Opompotao de los tupe) y la vertiente W de la serranía. Desde estos parámetros se pueden esbozar las siguientes conclusiones:

1. El patrón ancestral de los actuales yuko que habitan la Serranía de Perijá, corresponde con los grupos “itoto” que aparecen citados en las crónicas de los siglos XVI y XVII y en va-rios documentos de archivo (AGN: Archivo General de la Nación). Esta argumentación

obliga a discutir la tesis de Reichel-D. (1947) y Carriage (1979), en el sentido de proponer a los “tupe” como antepasados directos de aquellas comunidades. Tanto su ubicación geográfi ca (“situados y poblados [en] las cor-dilleras”), pertenencia al tronco lingüístico macro-caribe, expresiones culturales (sepul-tura en cuevas, atuendo, etc.) e indicadores craneométricos (dolicocefalia característica), hace más factible una correlación genealógi-ca con los itoto, al tiempo que se infi ere un parentesco cultural entre estos y los tupe de acuerdo a sus alianzas en momentos de con-fl icto: “(...) vendrán itotos y los cariachiles [a combatir al lado del cacique Coro Ponaimo]” (De Castellanos, /1589-1601/1997). No obs-tante, el relativo control que los tupe habían alcanzado sobre la margen derecha (E) del río Cesar en tiempos de la Conquista, puede atri-buirse a una incursión más temprana de estos grupos al valle (anterior al siglo VI a.C?), a la cual habría seguido la del patrón ancestral ito-to (entre los siglos XII-XIII d.C.) (fi guras 36, 37 y 38). Posiblemente, esto tenga que ver con el uso de un término que desde la perspectiva europea, denota la condición de “esclavo” o “enemigo” entre los caribe (“itoto”); pudien-do haber constituido un genérico que incorpo-rara diferentes grupos de la sierra (sicarares, casacaraes, etc.). La región fue escenario de interacciones culturales y comerciales con los chimila (fi liación lingüística macro-chibcha), quienes a la llegada de los ancestros tupe-ito-to controlaban el acceso a los recursos de la llanura: razón de eventuales confl ictos. Entre fi nales del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, aquel denotativo pierde vigencia y se dice que la zona meridional de Perijá está ocupada por los “Pampanilla” (De la Rosa, /1742/1975): “Estos indios son tan mansos y tan joviales, que pasan a alarbes, pues si se les manda una cosa, hacen otra contraria”. Aunque una relación genealógica con los ito-to es muy probable, algunos datos etnohistóri-cos y bioantropológicos apuntan a cierto nexo macro-chibcha que por ahora no estamos en capacidad de entender. En cambio, nuestras

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observaciones ayudan a distinguir la proble-mática yuko en el marco de una controversia “motilona” que, parece tener más vínculos con el patrón ancestral barí (kunaguasaya).

2. Las ocupaciones sobre las cotas altas de la Serranía de Perijá, se formalizan y acentúan con el desplazamiento y las presiones a que se ven sometidos los itoto (ancestro yuko) por parte de conquistadores y colonos desde el siglo XVI. Es un fenómeno gradual que presenta un incremento signifi cativo entre fi -nales del XVII y todo el siglo XVIII, sin que ello implique la ruptura entre el ecosistema y las formas de aprovechamiento. Con todo, se puede observar que entre ± 1530-1748 d.C., mientras el Desplazamiento (DF) es elevadí-simo, el Aprovechamiento tiende a ajustarse a la Fluctuación Climática (FC) (épocas frías: Fluctuación Climática (FC) (épocas frías: Fluctuación Climáticabajo aprovechamiento; épocas cálidas: mejor aprovechamiento); lo cual podría atribuirse al nivel de dependencia de misioneros y enco-menderos frente a los recursos, tecnologías y mano de obra indígena durante las etapas secas. Esto había operado de manera distinta en tiempos prehispánicos, pues entre ± 1000-(1530), cuando el sistema de verticalidad era más fl uido, el Aprovechamiento resultaba muy destacable gracias a dichas formas de interacción, y sin importar que dominaran condiciones frías-secas. Ahora bien, cuando se analizan las dos fases de manera integra-da (± 1000-1748 d.C.), se observa que en el caso de las Ocupaciones (OC), el patrón an-cestral yuko tiende a permanecer sobre las cotas medias de la serranía (bh-ST: bosque húmedo subtropical); lo que en otros térmi-nos, equivale a una considerable resistencia al desplazamiento y la reducción por encima o debajo de esa zona de vida. El período de la Independencia constituyó una etapa crítica para los habitantes de Perijá, con mucho re-pliegue hacia las cotas altas y bajos índices de Aprovechamiento. En la medida que va co-lapsando el siglo XIX (± 1850-1895), lo cual ocurre de forma paralela con el advenimiento de una época cálida-húmeda (con signifi cati-

vos niveles pluviométricos), expropiaciones de territorios indígenas y apertura de vías co-merciales, las formas de “Explotación” supe-rarán la oferta natural hasta ir reduciendo la capacidad de Aprovechamiento, y desde en-tonces, el ecosistema se verá amenazado: “En consecuencia, una reforma agraria o rural que no implicara una recuperación ecosistémica, o no previera la sustitución de los recursos naturales perdidos, podría estar condenada al fracaso” (Márquez, 2001). Desde la segunda mitad del siglo XX las circunstancias de orden político, económico y social, incluida la crea-ción de reservas indígenas y el confl icto ar-mado, han venido reduciendo el área de apro-vechamiento yuko provocando respuestas en dos sentidos: el deterioro del ecosistema me-diante la tala indiscriminada de bosques y, la articulación de los indígenas al mercado labo-ral a través de su contacto con los “blancos”; lo cual expone valores ancestrales a procesos de aculturación (Figura 41).

CONTRIBUCIONES A LA FORMULA-CIÓN DEL PLAN DE MANEJO

Un Plan de Manejo Ambiental (PMA) para la serranía que se fundamente en estudios sincrónico-diacrónicos, es decir, que tam-bién aborde los problemas ecosistémicos desde una perspectiva histórico-cultural res-paldada por fuentes etnográfi cas, archivísti-cas y arqueológicas; se halla en capacidad de medir que tan intenso es el impacto de las poblaciones humanas sobre el entorno físico, y viceversa, analizando la relación integral que existe entre las variables seña-ladas (FC, OC, AP y DF). Esto conlleva la posibilidad de regular un aspecto (p.e.: las ocupaciones), modifi cando otro (p.e.: formas de aprovechamiento) en función de modelos reconstruidos con ayuda de investigaciones etnohistóricas y paleoecológicas; ya que al explorar los antecedentes del problema, esta-remos facultados para sugerir mejores alter-nativas de manejo tanto nivel biótico, como social y patrimonial.

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