La Etnohistoria en Mesoamerica y Los Andes

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Pedro Carrasco, Enrique Florescano, Carlos García-Mora, Carlos Martínez Marín, Luis Millones, John V. Murra, Franklin Pease La etnohistoria en Mesoamérica y los Andes Juan Manuel Pérez Zevallos José Antonio Pérez Gollán (compiladores) Textos Básicos y Manuales Instituto Nacional de Antropología e Historia

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Etnohistoria

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Pedro Carrasco, Enrique Florescano, Carlos García-Mora, Carlos Martínez Marín, Luis Millones, John V.

Murra, Franklin Pease

La etnohistoria en Mesoamérica y los Andes

Juan Manuel Pérez Zevallos José Antonio Pérez Gollán (compiladores)

Textos Básicos y Manuales Instituto Nacional de Antropología e Historia

Primera edición: 1987© Instituto Nacional de Antropología e Historia Córdoba 45, Col. Roma, México, D.F.

Impreso y hecho en MéxicoISBN-968-6038-63-9

Índice

Introducción

1. Sobre la etnohistoria en Mesoamérica. Pedro Carrasco

2 . La antropología y la investigación histórica: El estudio del indio. Pedro Carrasco

3. La etnohistoria en Mesoamérica. Pedro Carrasco

4. La etnohistoria: un intento de explicación. Carlos Martínez Marín

5. La etnohistoria y la unidad de la antropología. Carlos García—Mora

6. Los estudios económicos sobre el México antiguo. Enrique Florescano

(FALTAN)

1. Temas de estructura social y económica en la etnohistoria y el antiguo folklore andino. John V. Murra

7. Las investigaciones en etnohistoria andina y sus posibilidades en el futuro. John V. Murra

8. La etnohistoria. John V. Murra

10. Etnohistoria andina: un estado de la cuestión. Franklin Pease G. Y

11. Etnohistoria andina: problemas de fuentes y metodología. Franklin Pease G. Y.

12. Etnohistoriadores y etnohistoria andina: una tarea difícil, una disciplina heterodoxa. Luis Millones

Introducción

La licenciatura de Etnohistoria desea, presentar esta antología de textos referidos a la etnohistoria para ponerla en manos de estu-diantes, investigadores y público en general. Algunos artículos son de difícil acceso y otros están ya agotados. Pero, en realidad, esta es una preocupación secundaria; lo que motivó realizar una publicación de esta índole fueron las diversas interrogantes en torno al quehacer etnohistórico surgidos de nuestra práctica docente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) .

Se han incorporado trabajos del área andina con el objeto de plasmar una dimensión comparativa, pues desde la época de la fundación de la ENAHel estudio del mundo andino se destaca como una importante temática de su labor académica. La abordaron desde la cátedra destacadas personalidades: Morris Swadesh y Roberto Weitlaner en el campo de la lingüística, Eduardo Noguera y Carlos Margáin en el de la arqueología, Isabel Kelly y Paul Kirchhoff en etnología. En 1943 queda bajo la responsabilidad de Alfred Metraux impartir Etnología de' Sud América, en esta misma época llevados por el deseo de "averiguar hasta qué punto y en qué épocas hubo contactos entre las civilizaciones andinas y mesoamericanas", Donald Collier y John Murra realizaron investigaciones arqueológicas en el sur del Ecuador. Pedro Armillas dictó en 1954 un seminario sobre Arte y sociedad en Mesoamérica y Perú. Los estudiantes y becarios de varios países sudamericanos también constituyeron con su presencia y participación un factor dinámico que mantuvo siempre el interés por los Andes.

Este interés comparativo llevó a un grupo de investigadores a organizar el Primer simposio de correlaciones antropológicas andino-mesoamericanas: Salinas 1971. Dichos trabajos e hipótesis dieron origen a otros proyectos de importancia sobre todo para la arqueología. El fruto de este primer simposio fue la publicación hecha por la Escuela Superior Politécnica de Litoral Guayaquil, (1982).

En 1972 un grupo de instituciones promovió Uní reunión com-parativa en relación a las instituciones sociales de Mesoamérica y los Andes; dicha reunión tuvo como sede la Universidad Iberoame-ricana de la Ciudad de México.

De igual modo, dentro del marco institucional del INAH, se hizo sentir la preocupación por el estudio y análisis del mundo andino. Por su parte, el Centro de Investigaciones Superiores (CISINAH), en la actualidad Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), organizó en 1977 un seminario com-parativo de las civilizaciones de Mesoamérica y Perú bajo la dirección de John V. Murra, quien en años subsiguientes fue invitado para dar conferencias.

La producción científica en México también nos brinda ejemplo del interés que venimos mencionando, entre los que destaca el trabajo de análisis comparativo de Mercedes Olivera y Salomón Nahmad. En este terreno es necesario recordar al mesoamericanista Paúl Kirchhoff como autor de artículos sobre la organización social andina en el clásico Handbook of South American Indians(1948). Friedrich Katz en su libro Situación social y económica de los aztecas durante los siglos XV y XVI (1966) dedica un capítulo para comparar la organización socioeconómica azteca con la de los incas, en virtud de "que su historia manifiesta entre ellos un notorio paralelismo".

Prueba de la vigencia que tiene la temática andina en el ámbito académico mexicano, así como entre el público en general, son las ediciones masivas de 1982 patrocinadas por la Secretaría de Educa-ción Pública y la Universidad Nacional Autónoma de México de la colección "Clásicos americanos", en ella han aparecido: El lazarillo de ciegos caminantes... de Alonso Carrió de la Vandera ("Conco-lorcorvo"); Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega y la antología Literaturas de Anáhuac y el Incario. La expresión de dos pueblos del sol preparada por Miguel León-Portilla. El Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAMha publicado la selección hecha por HeatherLechtman y Ana María Soldi del primer volumen

de La tecnología en el mundo andino. RunakunapKaw-sayninkupaqRurasqankunaqa(1981).En el ambiente editorial ha sido un notable acierto las ediciones de la editorial Siglo de La organización económica del estado inca (1978), tesis doctoral de John V. Murrá, y La primera nueva coránica y buen gobierno (1980), de Felipe Guaman Poma de Ayala con una introducción y estudio crítico de John Murra y Rolena Adorno, traducción y análisis textual del quechua por Jorge L. Urioste. Por su parte la editorial Fondo de Cultura Económica lanzó al mercado El mundo hispanoperuano, 1532-1560 (1982) de James Lockhart y La conquista de los incas (1982) de John Hemming.

El valor de reunir en un volumen artículos de conocidos investi-gadores del Área Andina y Mesoamérica se sitúa, en gran medida, en los planteamientos que ellos mismos han sostenido en sus trabajos y cuyos resultados son ampliamente conocidos, al menos en el ámbito universitario. La mayoría asume como punto de partida una estricta y renovada crítica de las fuentes, lo cual, y desde distintos campos de procedencia académica (ya sea principalmente la antropología o bien la historia), ha permitido abrir nuevas perspectivas para los estudios de etnohistoria.

Al hacer la historia de los pueblos indios de América, tradicio-nalmente se ha apelado como fuente básica y primordial a la crónica; sin embargo, en las últimas dos décadas, investigadores como Murra y Carrasco han venido insistiendo en la necesidad de que se busquen nuevos puntos de partida, sin que este planteamiento signifique desechar los tradicionales. En consecuencia, hoy contamos con un creciente material documental que permite el trabajo analítico y crítico de papeles judiciales y eclesiásticos, relaciones geográficas, visitas, testamentos, etcétera.

En los años cincuenta se impuso en México una línea de investi-gación que ponía en primer plano el estudio de las formaciones estatales; sus más conspicuos representantes fueron Pedro Armillas y Ángel Palerm. Hoy en día es innegable que esa orientación representó una renovación teórica importante para las ciencias sociales en nuestro país y que, además, estimuló y dio nuevo impulso a la investigación empírica. Pero, cuando menos en la ENAH , esta preo-cupación por la problemática estatal y los grandes esquemas taxo-nómicos degeneró en una corriente de investigación la más de las veces abstracta, repetitiva y mecanicista, sin que se lograra avanzar

por el camino del trabajo concreto. Las categorías que debían servir para analizar críticamente la Historia, se transformaron, por esas paradojas esterilizantes de los mundillos académicos cerrados, en esquemas descriptivos rígidos que encasillaban la realidad.

Los artículos que integran el presente volumen van cronológi-camente de 1962 a 1982; cada uno de ellos corresponde, de alguna manera, al desarrollo de los propios autores: un balance de la práctica profesional que les permitiera no sólo evaluar el estado de sus investigaciones, sino también reflexionar críticamente teniendo en mente nuevas perspectivas de análisis e interpretación.

Incluimos tres obras de Pedro Carrasco (1972,1976 y 1982); sus consideraciones abarcan desde propuestas de investigaciones para historiadores y etnólogos, hasta una visión retrospectiva de su formación académica que se inicia en la antropología mexicana y luego deriva en la etnohistoria. El trabajo de Carlos Martínez Marín (1976), originariamente su discurso de ingreso a la Academia de la Historia, nos da razón de la existencia de una disciplina (que él calificó de etnohistoria), de sus técnicas y de sus investigaciones. El artículo de Carlos García Mora (1977) es en sí una reseña bibliográ-fica y crítica a la publicación antes citada de Martínez Marín. La inclusión del trabajo de Enrique Florescano (1979) se justifica por constituir un análisis riguroso de crítica certera a las principales líneas de investigación referidas al México antiguo.

Para el caso del mundo andino incluimos, en primer término, tres artículos de John V. Murra (1962, 1970 y 1979) en los cuales quedan plasmadas las reflexiones de un etnólogo que busca comprender, desde una perspectiva histórica, la situación andina y, además, como riquísimo telón de fondo se van planteando las inquietudes e interrogantes del experimentado investigador; las ideas se expresan con claridad y definen el campo de la etnohistoria andina. Dos artículos de Franklin Pease (1976 y 1977) nos señalan con precisión el problema de las fuentes, del enfoque multidiscipli-nario y del avance en las temáticas de investigación. El trabajo de Luis Millones (1982), que califica a la etnohistoria como una disciplina heterodoxa y difícil, aborda la reflexión en torno a cuatro libros, de John V. Murra y María Rostowrowski, que se han constituido ya en obras representativas de los estudios andinos.

En la ENAH, la Etnohistoria es una subespecialidad de la licen-ciatura de Etnología a partir de 1955, impulsada por la labor

académica del profesor Wigberto Jiménez Moreno, el decano de los etnohistoriadores mexicanos. Desde 1973 pasa a ser una de las especialidades de la Escuela y cuenta con la participación de Carlos Martínez Marín, Emma Pérez-Rocha, Jesús Monjarás-Ruiz, Perla Valle y otros más; este esfuerzo cristalizó en la edición de la revista Apuntes de Etnohistoria (1977). La búsqueda por definir un campo académico propio condujo, en 1979, a que los alumnos de la licen-ciatura organizaran la reunión Evaluación crítica de la Etnohistoria en México.

A partir de 1980 la especialidad fue tomando nuevo impulso y participó con mayor compromiso en la gestión escolar de la ENAH; a la vez, renovaba su planta de maestros de tiempo completo, introducía cambios fundamentales en los programas de estudio y se comprometía la participación amplia de investigadores de diversas instituciones. La licenciatura de Etnohistoria, gracias a los cambios antes mencionados, tiene una inscripción que va en aumento, sobrepasando el número de 200 alumnos. Sin caer en falsos optimismos, es posible afirmar que se ha dado un crecimiento tanto cuantitativo como cualitativo.

Paralelamente a la institucionalización académica de la etnohis-toria en la ENAH, se creó, en 1977, el Departamento de Etnohistoria del INAH, que cuenta con una planta de investigadores de tiempo completo que se dedica, fundamentalmente, a la investigación de la problemática prehispánica y colonial. Es importante destacar aquí que necesitamos contar, tanto para la docencia como para la investigación, con un trabajo de largo aliento que aborde la historia de la etnohistoria en México.

En el CIS-INAH/CIESAS, desde el momento de su creación en 1973, la etnohistoria tuvo un importante papel gracias al esfuerzo con-junto de Paul Kirchhoff, Ángel Palerm, Pedro Carrasco, Luis Reyes y Teresa Rojas. En 1977 se constituyó el Programa de Etnohistoria, que hoy integra el Área de Relaciones Étnicas y Sociales, y cuenta con un plantel de investigadores, dedicados en su mayoría al estudio de la etnohistoria colonial temprana.

En otras instituciones superiores mexicanas la etnohistoria no es una disciplina con independencia académico-administrativa, pero cuentan con investigadores que se destacan por su labor en este campo. Al afirmar esto estamos pensando en el Instituto de Investi-gaciones Antropológicas, Instituto de Investigaciones Históricas, Centro de Estudios Mayas e Instituto de Investigaciones Estéticas,

todos ellos de la Universidad Nacional Autónoma de México(UNAM). Por último, la llamada Historia de las mentalidades, que es practicada por un grupo de historiadores de la Dirección de Estudios Históricos-INAH,tiene fuertes afinidades y puntos de contacto con la disciplina que venimos mencionando.

La etnohistoria es una disciplina joven orientada al estudio de sociedades que sufrieron dominación colonial; para su trabajo se ha nutrido tanto de la historia como de la antropología: ese feliz matrimonio, como dijera Ruggiero Romano, y que fuera planteado como debate con el título "Por una historia antropológica" en la revista Annales: Economies, Societes, Civilisations(1974). En aquella unión reside su riqueza y la atracción (hasta cierto punto amorosa) que ejerce sobre los investigadores; pero también es un campo científico difícil de definir, difuso y sin límites precisos.

La producción del conocimiento antropológico supone una diferencia entre la sociedad estudiada y aquélla de la cual procede el investigador, y es en ésta, además, donde se consume el conoci-miento. Es la diferencia entre "nosotros" y los "otros", los que persisten en el "presente etnográfico" y los que tienen "historia". En consecuencia, el etnocentrismo ha prevalecido como posición al abordar el estudio de la "otra" realidad. Pero la diferencia existe y está allí; de lo que se trata es de eliminar y desmitificar los contenidos colonialistas que subyacen en la explicación respecto de la naturaleza de la sociedad indígena colonizada.

La historia tampoco se salva del etnocentrismo, en tanto que limita su campo a los pueblos con registros documentales escritos. Según esta concepción, los "otros", los primitivos ágrafos, carecen de historia, permanecen en un presente eterno, repetitivo, sin cambios ni renovaciones. La idea lineal judeocristiana del tiempo es el sustento filosófico de la historia eurocéntrica (colonialista) y los colonizados son el espejo donde recupera su propia imagen.

En los países americanos de población mayoritariamente indígena (Mesoamérica y el Área Andina, en particular), el movimiento del indigenismo ha abordado el llamado "problema del indio", tratando de darle solución -en general- desde una perspectiva espenceriana, puesto que el núcleo del problema a resolver reside en el atraso de losindios, asumiendo los presupuestos de la antropología y la historia eurocéntrica. Así y a pesar de las buenas intenciones, el indigenismo ha representado la expresión más acabada de la negación de los indios

a través de la política de integración y asimilación. En tanto ideología estatal del México posrevolucionario, el indigenismo es uno de los hilos conductores de la práctica antropológica mexicana.

La historia de los indios está por hacerse, siendo que ellos han sido la base social de múltiples movimientos de rebelión e impugna-ción, en tanto representan el sector más amargamente dominado en América. Recuperar la historia para muchos grupos étnicos (pensemos en los zapotecos de Juchitán, Oaxaca, y en los ñauas, huaste-c os, otomíes, en su lucha por un espacio político y por sus tierras) es plantearse un proyecto civilizatorio propio para el futuro. La historia de los indios es la certeza de una necesidad en relación a los movimientos reivindicativos que la población indígena está gene-rando; sin historia india no habrá una conciencia real en las luchas por la liberación y creación de alternativas democráticas.

Debemos agradecer, por último, las sugerencias de Teresa Rojas, el apoyo desinteresado de Cristina Sacristán y el trabajo del equipo mecanográfico de la especialidad de Etnohistoria de la ENAH: Patricia Lagos Preisser, Ana María Gutiérrez Rivas y Lilia Maza Aguirre; sin la ayuda de ellas hubiera sido difícil sacar a la luz esta antología.

Juan Manuel Pérez Zevallos y José Antonio Pérez Gollán

Cuicuilco, septiembre de 1985

Sobre la etnohistoria en Mesoamérica1*

Pedro Carrasco

1*Actas del I Congreso Español de Antropología;vol. II, Madrid, 1982, pp. 185-193.

Se me ha encargado que trate el tema de la etnohistoria en esta sección dedicada a los antropólogos españoles dentro y fuera de España, un campo que si bien más reducido que otros no deja de ofrecer numerosos problemas y ramificaciones. Dado el límite de espacio y tiempo de que dispongo no puedo abarcar todo este campo de estudios. Además, aunque mi formación antropológica tuvo lugar fundamentalmente en México en los primeros años de la Escuela Nacional de Antropología, mi actividad profesional me ha llevado a distintas instituciones de Estados Unidos de Norteamérica donde he hecho mis trabajos de etnohistoria en relativo aislamiento, dado el reducido número de investigadores de este campo en la antropología norteamericana. Prefiero, pues, hablar en primera persona no por descaro y presunción sino porque no pretendo ser portavoz de ninguna escuela teórica o nacional. Daré algunos hechos y opiniones sobre los estudios de etnohistoria en México a través de mi experiencia personal que es la de un refugiado español que se convirtió en antropólogo mexicano.

Son varias las definiciones que se han dado de la etnohistoria y no necesito examinarlas a fondo. Creo que se pueden reducir a tres. Una es: estudios antropológicos hechos a base de documentos históricos, otra: conceptos sobre su propia historia que tiene un grupo dado; otra más: estudios sobre la formación y desarrollo de un grupo étnico. En lo que sigue me apego a la primera definición que es la que predomina en México y entre los mexicanistas. La palabra etnohistoria es relativamente reciente; no recuerdo si se usaba cuando inicié mis estudios en México en 1940, pero de hecho lo que después se ha llamado etnohistoria se practicaba allí tanto o más que otras ramas de la antropología, si bien se le llamaba etnografía antigua o prehispánica. Realicé mis estudios en la Escuela Nacional de Antropología deMéxico en 1940 a 1945. Pertenezco, pues, a una promoción de laEscuela anterior a la de Ángel Palerm. Aunque fueron varios losrefugiados españoles que ingresaron a la Escuela en aquellos años,Pedro Armillas, Adela Ramón y yo fuimos los únicos en

dedicarnos profesionalmente a la antropología.En lo referente a etnohistoria, es preciso notar ante todo

quenose la consideraba como carrera aparte (que hoy sí lo es), sino que losestudios de etnografía antigua formaban parte de la carrera deetnología. Los estudios de etnografía, como ha sido tradicional,trataban cualquier región del mundo en el llamado presente etno-gráfico, es decir, el momento en que las culturas aborígenes fueronconocidas por el mundo occidental. Un curso de etnografía deNorteamérica por ejemplo, incluiría el estudio de los natchezbasado en documentos históricos, tanto como el de los hopireali-zado por etnógrafos de campo. En los cursos sobre México sedistinguía entre etnografía antigua, que hoy se incluiría en la etno-historia, y etnografía moderna; ambas materias eran obligatorias.Los estudios de etnografía prehispánica eran uno de los puntosfuertes de la Escuela. Alfonso Caso enseñaba su curso de Arqueólo-gía de México en el que trataba principalmente de la cultura aztecacombinando datos de la arqueología, de las fuentes escritas, deinscripciones y de códices. Wigberto Jiménez Moreno daba Análisisde las fuentes para la historia antigua de México, y Kirchhoff Etnografía antigua de México que dedicaba al trabajo detallado sobre regiones determinadas como el Occidente (Jalisco y Michoacán) o Oaxaca. La etnografía del indio colonial no se trataba en cursos especiales, pero Miguel O. de Mendizábal incluía materiales pertinentes en su curso sobre Evolución social de México. El enfoque de los cursos de contenido etnohistórico era fundamentalmente histórico y descriptivo basado en la fuerte tradición de las escuelas mexicanistas mexicana y alemana con antecedentes como Orozco yBerra, Paso y Troncoso, Seler, Beyer, Lehman y Krickeberg. También se sentía, como es natural, la influencia de las escue-las historicistas norteamericanas. Se discutía asimismo la interpretación de la sociedad azteca como una sociedad tribal o gentilicia, elaborada por Morgan y Bandelier e incorporada tanto a la obra de Engels y a través de ella a la ortodoxia estalinista como a la arqueología norteamericana en obras tan tardías como la de Vaillant. Este punto de vista, sin embargo, se consideraba refutado por la obra de Alfonso Caso y Manuel M. Moreno y más que la interpretación morganiana de la sociedad azteca, lo que sí perduraba era el esquema general de evolución social que distingue entre

sociedades tribales basadas en el parentesco y sociedades más complejas con propiedad privada, clases sociales y el Estado.

En la Escuela Nacional de Antropología, el funcionalismo se hizo sentir primero con la presencia de Jules Henry; después con Sol Tax y Alfonso Villa Rojas quienes impulsaron el estudio etnográfico de campo llevando estudiantes a Chiapas y predicaron la separación a lo Radcliffe-Brown entre la etnología como estudio histórico y la antropología social como estudio científico. Creo, sin embargo, que no influyeron como hubiera sido de desear en ayudar a nuevos planteamientos en la etnografía prehispánica puesto que relegaban este estudio a la categoría aparte e inferior de "historia", como estudio del origen de rasgos únicos, incapaz de contribuir a un. estudio científico. Recuerdo que me dijo una vez Sol Tax: 'Sahagún es muy interesante pero no sirve para nada a la Antropología Social."

Otra tendencia teórica asequible entonces en la Escuela era el marxismo. La escuela se creó como organismo independiente (dentro del Instituto Nacional de Antropología e Historia) a partir de la carrera de antropología del Instituto Politécnico Nacional, en la creación de la cuál había sido figura importante Miguel O. de Mendizábal. Representaba éste la tendencia política del cardenismo con sus dejes de marxismo criollo. Su obra escrita y su curso sobre la evolución social de México podrían haber sido punto de partida para buenos estudios etnohistóricos sobre el indio bajo la Colonia pero en los años de la Escuela, desconectado de las influencias (modernas) de la antropología europea y norteamericana, estaba arrinconado y creo que no influyó en la formación básica de ningún estudiante, por lo menos en cuanto toca a la etnohistoria. Mi relación con él fue más bien personal basada en el aprecio y ayuda que en él encontraban los refugiados españoles.

El exponente de un enfoque teórico marxista en la antropología era Paul Kirchhoff. Formado como antropólogo en Alemania pero con períodos de estudio y residencia en Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica, había llegado a México a consecuencia de la situación política internacional de aquellos años. Recuerdo que, después de una de nuestras primeras clases, un par de compañeros de estudios, también refugiados españoles, me advirtieron que era trotskista, como quien previene a un incauto de las tentaciones

del demonio. Nunca lo fue realmente pero de tal se le motejaba por su oposición al estalinismo. En sus clases Kirchhoff se declaraba abier-tamente marxista, aunque apuntaba al mismo tiempo la falta de un desarrollo verdaderamente marxista de la antropología y la necesidad de desbrozar la enmarañada repetición formularia de los textos de Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, para ponerse al día con todo el material acumulado por los estudios antropológicos. Kirchhoff introdujo a sus estudiantes al concepto modo de producción asiático: el artículo de Wittfogel de 1938 sobre este tema circuló entre nosotros en traducción que Kirchhoff mandó hacer para uno de sus cursos. Además planteaba insistentemente los problemas sobre el papel del parentesco en la evolución de la sociedad en forma que revisaba de manera importante las formulaciones de Morgan y Engels. También nos dio a leer su artículo The Principies of Clanship in Human Societyque publicó bastante más tarde y que no es sino un pobre resumen de las ideas que presentaba en clase. Pero esto y mucho más lo exponía en los cursos de Organización Social y de Teorías Antropológicas, así como en discusiones con un pequeño grupo de estudiantes con intereses afines a los suyos que por algún tiempo se reunió en su casa.

En su curso de Etnografía Antigua de México llegaba al aula con las fuentes en la mano para leerlas y comentarlas en clase. Recuerdo dosis interminables de Relaciones Geográficas y Burgoa. La mejor introducción a la cultura del México antiguo era el curso mencionado de Alfonso Caso. Lo que aprendía uno con Kirchhoff era el manejo de las fuentes para la elaboración de monografías etnográficas de tipo tradicional, para estudios de distribución y difusión de rasgos culturales, definición de áreas culturales, migra-ciones de pueblos, etcétera. Aunque varias veces mencionó su idea de que el calpullimexicano, como el ayllu andino, era un clan ambilateral, es claro que sus ideas sobre este tipo de clan se basaba

en la literatura sobre Polinesia y la Europa antigua y las había desarrollado antes de llegar a México y de estudiar la etnografía antigua de México. Nunca analizó, ni en clases ni en publicaciones, el material mesoamericano sobre esta cuestión; ni tampoco lo referente a la estratificación social o la naturaleza del Estado que trataba en su curso de Organización Social pero que nos enseñaba a investigar con los datos concretos de las fuentes. Por otra parte su desentenderse casi en absoluto de la etnografía moderna de México le impidió ejercer su debida influencia en otro campo donde hubiera podido aunar el enfoque teórico marxista con la investigación empírica.

Creo que esta separación entre las enseñanzas de Kirchhoff en sus cursos de etnografía y las que impartía en sus cursos teóricos es importante para entender la débil integración de ambos intereses en el trabajo de sus estudiantes. La tesis de Arturo Monzón es la única que trata uno de los principales problemas de la evolución social, tal como lo planteaba Kirchhoff, y lo estudia mediante un análisis cuidadoso de las fuentes. Sólo en grado menor muestra una orientación semejante el trabajo de AnneChapman. Mi tesis sobre los otomíes y la de Bárbara Dahlgren sobre la Mixteca no se centran en los problemas de índole teórico que planteaba Kirchhoff; también contribuyó en forma importante a nuestros trabajos Wigberto Jiménez Moreno y es obvio que sus antecedentes están en las monografías de Seler sobre los totonacas. La tesis de Acosta, o al menos la parte que publicó, trata más de los comerciantes como grupo de características culturales y origen étnico especiales, conforme a los estudios de Kirchhoff sobre la distribución de rasgos culturales en Mesoamérica, que del papel del comercio y de los comerciantes en las estructuras económica y social del México antiguo.

Una tendencia bien definida que surgió en esta época fue el estudio de las bases materiales de la civilización mesoamericana. Al enfoque materialista preconizado por Kirchhoff sé sumaron las influencias de la obra escrita de Childe, Wittfogel y, aunque en menor medida, Leslie White. Este fue el comienzo de la posición teórica de Pedro Armillas cuya influencia se ha hecho sentir en la arqueología mesoamericanista tanto en México como en Estados Unidos de Norteamérica. Los trabajos que de aquí arrancan han sido

fundamentalmente arqueológicos pero también han integradolos datos arqueológicos con los históricos y con la etnografía moderna en torno a la cuestión de los sistemas de cultivo. Mencionemos además de Armillas, la obra de W. Sanders y la de AngelPalerm. En lo referente al material histórico, el uso que de él se hizo fue para demostrar la importancia de las obras de riego en la agricultura prehispánica pero prestando poca atención a las instituciones sociales.

Los historiadores son otro grupo de especialistas que también han contribuido a lo que ahora se llama etnohistoria. Entre los refugiados españoles que cultivaron este campo en México descuella José Miranda, quien al dedicarse principalmente al período colonial hubo de tratar instituciones del indio colonial y aludir a sus antecedentes prehispánicos. Otro refugiado, hecho historiador en México, es Carlos Bosch García a quien se debe un estudio de la esclavitud prehispánica.

No tengo experiencia directa de la Escuela Nacional de Antro-pología después de acabada la segunda guerra mundial pues fui a Estados Unidos de Norteamérica a continuar mis estudios. En lo referente a etnohistoria, Jiménez Moreno amplió sus enseñanzas de Historia Antigua de México; Kirchhoff salió a Estados Unidos de Norteamérica, pero creo que sus ideas continuaron bien representadas por sus antiguos alumnos ahora profesores, principalmente Arturo Monzón, BarbaraDahlgren y Pedro Armillas, con la orientación que cada uno desarrolló como ya se ha dicho. Una nueva promoción de refugiados españoles que entró entonces a la Escuela y que ha hecho contribuciones a la etnohistoria mesoamericana incluye a ÁngelPalerm, Claudio Esteva y N. Mólins.

Hasta ahora me he centrado en la ENA que fue el centro principal para la enseñanza de la antropología en México e institución donde se formaron como antropólogos varios refugiados españoles. Es preciso mencionar otros desarrollos importantes en la etnohistoria mexicana si bien los españoles no participaron en ellos.

En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Rafael García Granados practicaba la historia antigua de México y dirigía el instituto de Historia. En la UNAM y en la ENA estudió Charles Dibble quien publicaría importantes s fuentes indígenas,

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incluso el texto náhuatl íntegro del Códice Florentino. Más tarde Ángel María Garibay y sus continuadores, especialmente Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin formaron en el Instituto deHistoria un vigoroso equipo de estudios etnohistóricos caracterizado por el análisis cuidadoso de las fuentes escritas en náhuatl como manera de alcanzar la mentalidad indígena. Este grupo ha publicado numerosas fuentes, varias monografías y la revista Estudios de Cultura Náhuatl, indispensable para la etnohistoria del centro de México. El Instituto de Historia publicó también el trabajo de Friedrich Katz sobre la sociedad azteca. Publicado primero en Alemania en 1956 no explica hasta qué punto su interpretación fue influida por el ambiente intelectual de la ENA en la época en que estuvo en México o si se trata de una aplicación independiente del enfoque marxista al material azteca. En todo caso su interpretación coincide con la que predomina entre los miembros de la primera generación antes descrita de la ENA y hace uso importante de los trabajos ya entonces publicados de Armillas y Monzón. Nótese la favorable reseña que le dedicó Paul Kirchhoff.

El mismo Instituto de Historia fue centro de las actividades de Paul Kirchhoff una vez que regresó permanentemente a México hacia 1952. Prosiguió sus estudios de etnohistoria mesoamericana con énfasis en migraciones de pueblos, sistemas calendáricos y cronologías. Participó también en el plan de estudios para el doctorado en antropología e influyó en la formación de varios antropólogos que han trabajado la etnohistoria: C.N. Davis, Mercedes Olivera, VirbePiho y Yólotl González Torres. En los años sesenta y hasta su muerte en 1972, Kirchhoff participó en los estudios que la Fundación Alemana para la Investigación Científica realizó en la región de Puebla y Tlaxcala. Colaboró con él Luis Reyes, formado anteriormente en la ENA y con experiencia de investigación y enseñanza en la Universidad de Veracruz.

En lo que a mí se refiere, aunque mi tesis de maestría en la ENA fue de tema etnohistórico, no continué con este tipo de trabajo, excepto una temporada de estudio en los archivos de Guatemala en 1950. Hice etnografía de campo en Michoacán (1945) y Oaxaca (1949-1951) y también seguí con mi interés en el estudio comparado

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de civilizaciones, primero durante mis años de estudiante en Nueva York donde traté a K. Wittfogel (1946-1948) y después al realizar una investigación de biblioteca sobre el Tíbet. Me metí de lleno a los estudios de etnohistoria mesoamericana a partir de 1960 en conexión con el hecho de que se me pidió que contribuyera con los artículos sobre organización social e historia prehispánicas al Handbook of middle American Indians. Desde el comienzo de mis estudios mi interés principal en la etnohistoria mesoamericana siempre se ha centrado en las instituciones sociales y la ideología. Esto no implica un desdén por la base material de las civilizaciones indígenas, que Armillas, Palerm y continuadores están estudiando adecuadamente, sino inclinación hacia otros aspectos de la vida social. La importancia de ellos es innegable en este caso como en el de cualquier otra sociedad. La propiedad, la estratificación social, el Estado, el papel del parentesco y de la religión en la organización social total son problemas fundamentales de la evolución social. En las civilizaciones mesoamericanas donde predominaba una economía política son, si cabe, todavía de mayor trascendencia.

Con esta orientación decidí revisar los fondos documentales de los principales archivos con la idea de estudiar material de casos concretos en los documentos administrativos de principios de la Colonia cuando todavía sobrevivían en buena medida las instituciones indígenas. Estudié principalmente en el Archivo de Indias de Sevilla (1963-1964) y en varios archivos de México (de 1960 en adelante). Acabé mis contribuciones para el Handbooken 1962 y 1968 aunque no se publicaron hasta bastante más tarde, En parte se basaron en materiales que no he publicado en detalle sino más tarde o que todavía necesitan más elaboración. Al intensificar mis estudios en México presté atención especial a la región poblana e inicié mi colaboración con Luis Reyes, Mercedes Olivera y los investigadores alemanes del Proyecto Puebla-Tlaxcala.Para el verano de 1971 el programa de Antropología de la Universidad Iberoamericana dirigido por Ángel Palerm me encargó la organización de un seminario de verano dedicado a la etnohistoria. En él traté de reunir varios de los enfoques que he venido mencionando.

Contribuyeron Ángel Palerm y Pedro Armillas con lo

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referente a las bases materiales de la civilización mesoamericana, sobre todo la agricultura intensiva y las obras hidráulicas de riego y protección. Paul Kirchhoff presentó sus interpretaciones, en parte todavía inéditas, sobre la cronología de la historia prehispánica y sobre principios ordenadores en la religión y en el calendario prehispánico. Calnek dio un informe sobre sus estudios del urbanismo en Tenoch-titlan y yo presenté materiales sobre la organización social prehis-pánica. El verano siguiente se repitió un seminario semejante pero muy ampliado por la colaboración de especialistas en la etnohistoria andina organizado por John Murra.

Estos seminarios estimularon en forma decisiva el trabajo de algunos de los participantes. Ángel Palerm comenzó entonces sus recientes investigaciones para documentar en detalle sus tesis sobre la conexión e importancia de las obras hidráulicas. Sirvieron además de modelo para seminarios semejantes que organicé los veranos de 1974,1975 y 1976 en el Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (CISINAH), institución fundada en 1973 que dirigió esos años Ángel Palerm. Dentro del CISINAH han funcionado bajo la dirección de Palerm, de Luis Reyes y la mía, sendos grupos de investigación etnohistórica cuyos frutos ya han comenzado a ver la luz.

Como conclusión apunto las características de la escuela mexicana de etnohistoria en que hemos participado los refugiados españoles. En primer lugar, se plantean con datos históricos problemas generales de la antropología. Interpretamos la sociedad del México prehispánico en términos de esquemas generales de evolución socio-cultural: la importancia de la base material, el papel del parentesco dentro de la organización social total, el modo de producción y los tipos de estratificación social y del Estado que caracterizan a las civilizaciones arcaicas, etcétera. Esto quiere decir que no vemos a la etnohistoria como una disciplina aparte con una base teórica inde-pendiente sino como una técnica de obtener datos; o sea, es un estudio que se realiza a base de documentación histórica por el mero hecho de que tratamos con sociedades del pasado que no se pueden observar directamente. Se hace etnohistoria porque la naturaleza de las fuentes de información (documentos escritos) así lo exige, en contrasté con el

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trabajo de campo que se hace en sociedades vivas o a la arqueología que estudia los restos materiales de sociedades extinguidas. Pero los datos de la etnohistoria se estudian a la luz de los planteamientos generales de las ciencias sociales y con vistas a resolver cuestiones suscitadas por esos mismos enfoques teóricos generales.

En cuanto a la técnica de trabajo de nuestro grupo de etnohistoriadores, es de notar que si bien intentamos el análisis más esmerado de las fuentes bien conocidas, también hemos buscado documentación nueva, especialmente documentos de las primeras décadas de la administración colonial referentes a tributos, tierras y caciques,sobre todo con la idea de analizar el material de casos concretos que amplían considerablemente los datos de las crónicas puesto que suministran una base más firme para generalizar acerca de las instituciones en cuestión y porque en algunos casos son las únicas fuentes de información de que disponemos. En el análisis de los documentos escritos en lengua indígena intentamos descubrir mediante el análisis lingüístico y el estudio del contexto de los distintos vocablos, el significado preciso de éstos y las ideas que revelan los términos de la propia visión indígena del mundo y de la sociedad.

La antropología mexicana ha desarrollado como una de sus tradiciones más fuertes el estudio del pasado prehispánico del país y parte importante del crecimiento de la antropología en el último medio siglo ha sido en el campo de la etnohistoria. Los refugiados españoles dedicados a la etnohistoria nos contamos entre los que han contribuido a dar a esta disciplina una orientación sociológica. Esta orientación no es exclusiva de la escuela mexicana -nótese por ejemplo la tendencia paralela en los estudios de etnohistoria andina. El hecho de que los refugiados españoles nos hayamos sumado a los que practican este tipo de orientación, se conecta indudablemente con nuestros antecedentes políticos en la guerra civil española que nos predispuso a las interpretaciones afines al materialismo histórico.

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La antropología y la investigación histórica: El estudio del indio.*

Pedro Carrasco

Del hombre de Tepexpan a los hijos de Sánchez los antropólogos se han ocupado de una multitud de aspectos de la sociedad y cultura de los grupos humanos que han vivido en México a través de su historia. Son muchos los intereses de los antropólogos y no todos responden a un mismo concepto de esta ciencia. La antropología como los demás estudios sociales incluye planteamientos teóricos distintos y a veces antagónicos que producen contribuciones inconexas.

Los linderos de la antropología frente a otras disciplinas son vagos; hay muchos intereses comunes a varias de ellas y los antropó-logos cada vez adquieren más, unos como adiciones permanentes, otros tal vez como modas pasajeras.

Se ha discutido si la antropología es una "ciencia" dedicada a la formulación de generalizaciones o leyes acerca de la sociedad y la

*"Investigaciones contemporáneas sobre historia de México", 1971 Memorias de la Tercera Reunión de Historiadores Mexicanos y Norteamericanos, Oaxtepec, Morelos, 4-7 de noviembre 1969; UNAM, El Colegio de México, TheUniversity of Texas, Austin, México, D.F.

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cultura humana, o bien si es una rama de la historia y como tal describe secuencias de acontecimientos únicos. No creo necesario discutir aquí tema tan trillado. Doy por sentado que los "científicos" que asisten a esta conferencia se interesan en los hechos individuales de la historia de México aunque sea únicamente para usarlos en la búsqueda de leyes generales. También supongo que los historiadores, por más enfrascados que estén en los hechos individuales y únicos de la historia mexicana, no negarán el uso de generalizaciones sobre procesos culturales y sociales.

Parte del interés "científico" de la antropología es el uso delmétodo comparativo y se ha dicho que el uso de este método es característico de la antropología. Cierto que es mayor la importancia de los estudios comparados en la antropología que en la historia, pero los estudios de historia comparada muestran un interés semejante en estudios comparativos dentro de la historia.

El concepto cultura también se da a veces como fundamento de los estudios antropológicos, pero hay antropólogos que lo han negado y aunque la "cultura" del antropólogo sea un concepto más amplio que el del historiador no se puede negar que los historiadores también estudian la cultura.

Se dice, otras veces, al describir los estudios antropológicos de sociedades contemporáneas tratadas generalmente por sociólogos e historiadores, que lo distintivo del estudio antropológico es la inves-tigación detallada de localidades pequeñas, grupos familiares o minorías étnicas -microestudios como alguien los ha llamado. Sí es verdad, pero no podemos decir que el estudio detallado de lo pequeño sea nuevo o exclusivo de los estudios antropológicos; también se encuentran en la historia local y en la biografía, enfoques bien tradicionales en la historia.

Frente a la generalidad de los estudios históricos los antropólogos recomendarían mayor énfasis en estudios comparados, en el estudio de instituciones más que de individuos y en estudios intensivos de comunidades, pero al hacer esto expresamos nuestra preferencia por algunas de las cosas que los historiadores ya hacen y nuestras preferencias son semejantes a las que sugerirían otras disciplinas como la sociología.

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Aunque para algunos de mis colegas sea una idea anticuada y rechazada, creo que la definición teórica de la antropología resulta más adecuada para describir los estudios de sociedades primitivas. Con esté punto de partida el antropólogo se ha dedicado principal-mente al estudio del indio. Tratando el período prehispánico mediante las técnicas de la arqueología, y, en el caso de los indios modernos, con el estudio etnográfico de campo. Estos dos temas rara vez han sido tocados por el historiador. En el caso de las culturas prehispánicas más antiguas, por tratarse de sociedades vivas del presente. Los grupos indígenas del tiempo inmediatamente anterior a la conquista y de la época colonial han sido estudiados por antropólogos para el período prehispánico con base en las fuentes escritas de tipo histórico o etnográfico. Los estudios delindio colonial a base de la rica documentación de archivos han sido realizados principalmente por historiadores.

Los trabajos etnográficos de comunidades modernas comenzaron con el estudio de pueblos indios. Al darse cuenta que éstos no Non pueblos "primitivos" sino en su mayoría campesinos, el antropólogo ha extendido su interés a las comunidades campesinas en general y aun a las clases bajas de la sociedad moderna. En esta nueva orientación de la antropología, general en todo el mundo, los estudios hechos en Mesoamérica se cuentan entre los que iniciaron esta ampliación del interés antropológico.

Al tratar de la contribución de la antropología a los estudios de historia de México dejo de lado los temas de prehistoria, provincia exclusiva de la antropología. No trato tampoco la contribución que la antropología aporta al ofrecer al historiador conceptos generales, romo su insistencia en el método comparativo y el refinamiento en estudios del parentesco, o palabrejas y conceptos nuevos como "patrones" culturales, sociedad "folk", cultura de la pobreza, etcétera. Me limito a los estudios acerca del indioEl estudio de las culturas prehispánicas difiere en mucho del de las culturas indígenas actuales, aunque ambos hayan sido cultivados por antropólogos. Por una parte, las características de las culturas mismas -el contraste entre las antiguas civilizaciones aborígenes y las pequeñas comunidades rurales de hoy- forman la base para esas diferencias. Pero a ellos se une la

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visión fragmentaria de las culturas antiguas determinada por lo limitado de la información que se encuentra en las fuentes escritas y, sobre todo, en el material arqueológico, en contraste con la posibilidad de estudiar todos los temas imaginables al tratar de las comunidades vivas como lo hace el etnógrafo de campo. A todo esto se añaden, además, las diferencias de orientación que han caracterizado a los estudios de uno u otro tipo: la prevalencia de las distintas escuelas de "antropología social" en los estudios del indio moderno contrasta con los estudios de arqueología y etnohistoria donde ha dominado el enfoque puramente descriptivo o "histórico", y los intereses teóricos más usados han sido los derivados de la tesis de Morgan y Bandelier acerca de la sociedad prehispánica o las interpretaciones ecológicas, ambos distintos a los intereses dominantes en la antropología social.

De este modo los estudios de las distintas épocas en el desarrollo de las culturas, indígenas de México han sido hechos por grupos de investigadores diferentes que han concentrado su atención en lo materiales que sus fuentes hacen más fácilmente accesibles, recaí cando las peculiaridades típicas de los distintos períodos y elaborando las diferencias de orientación o las modas que ha desarrollado cada disciplina. Exagerando podemos decir que los arqueólogos estudian cerámica, pirámides, inscripciones y calenda ríos, con alguna especulación acerca de los sistemas agrícolas practicados y el tipo de organización política que pudiera haber sido determinado por ellos. Para el etnohistoriador hay abundante material sobre fiestas religiosas, sacrificios humanos, leyendas migratorias y dinastías y se ha especulado sobre ciertos problemas planteados porla interpretación de Morgan y Bandelier; por ejemplo la existencia de propiedad privada o si el calpulliera un clan. En los estudios del indio colonial encontramos otros temas dominantes como el tributo, los servicios personales, las congregaciones, la cristianización y la demografía. En los estudios de etnografía moderna el tratamiento suele ser más completo pero también se han favorecido ciertos temas como mercados, compadrazgo, mayordomías o relaciones interétnicas y se ha especulado acerca de la naturaleza "folk" o campesina de las comunidades indígenas.

En la medida en que los intereses especiales estudiados en

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cada etapa histórica responden a las características de ese período encontramos una buena definición de las transformaciones que han sufrido las culturas indígenas a través de la historia; pero en la medida en que los distintos especialistas han favorecido lo que les era más fácil estudiar o más de moda en su especialidad, encontramos contrastes creados por los mismos investigadores que dificultan los estudios comparativos de distintos períodos históricos.

El hecho de que los antropólogos hayan estudiado las etapas prehispánica y moderna ha llevado a algunos de ellos a hacer comparaciones directamente entre estos dos períodos sin tomar en cuenta los materiales coloniales, o a lo sumo han buscado datos en trabajos de historiadores y frecuentemente no los han encontrado. Son pocos los antropólogos que han buscado en documentos coloniales datos para discutir los problemas planteados por el estudio de las culturas prehispánicas o modernas. La visión que se pueda obtener de esta manera sobre la evolución de las comunidades indígenas sirve para definir contrastes entre los dos puntos extremos de la línea evolutiva, pero no nos dice cómo se efectuó el proceso de cambio.

Por otra parte los historiadores que han tratado el indio de la época colonial o del siglo xix, raramente toman en cuenta los estudios etnográficos del presente, los cuales plantean problemas de importancia para la investigación histórica, porque definen situaciones cuyos comienzos y antecedentes se deben investigar en la Colonia y porque nos dan una guía para la interpretación del documento escrito, especialmente de disposiciones legales e informes administrativos a menudo apartados de la realidad social.

A continuación enumero algunos de los temas en que creo necesaria mayor compenetración de los estudios históricos del indio colonial y del siglo XIX con los productos de la etnografía moderna. Me limito a las regiones de antecedentes indígenas mesoamericanos.

En estudios de tecnología sabemos bastante acerca de la introducción de nuevas plantas de cultivo, animales y técnicas en los comienzos de la Colonia. Poco se ha hecho, sin embargo, para reconstruir la importancia cuantitativa y la distribución geográfica de las distintas técnicas en el curso de la historia colonial. Sabemos quién sembró el primer trigo y cuándo y dónde se construyeron las primeras

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carreteras, por ejemplo; pero los indios todavía consumen poco trigo y hay regiones donde las carreteras nunca tuvieron importancia ni la tendrán debido a la introducción de nuevas formas de transporte. En éstos como en muchos otros elementos de la técnica tenemos una idea general acerca de su distribución en la actualidad. Sería importante tener información comparable a través de la historia. Hay un buen estudio de este tipo en el trabajo de West sobre Michoacán y estudios semejantes se deberían hacer para todo el país.

En el estudio de la economía indígena hay notables diferencias en la importancia dada a distintos temas en los trabajos etnográficos en comparación con los de la época colonial que sólo en parte se deben a las diferencias entre las economías de estos dos períodos. Los estudios de la Colonia dan la importancia debida al papel del indio como aportador de tributo y de trabajo. Que estos temas apenas aparezcan en estudios etnográficos se entiende por haberse realizado la mayor parte de éstos en comunidades de pequeños productores y por el cambio efectuado en el sistema tributario del país. Pero cómo se realizó este cambio y qué parte tocó al indio, es tema que todavía requiere cantidad de estudios que serán indispensables para comprender la transformación del indio colonial en el moderno.

El sistema de tenencia de la tierra ha sido objeto de estudios, sobre todos los períodos de la historia de México, pero falta todavía mucho antes de poder integrar los materiales sobre los grupos indígenas. Los estudios sobre los periodos colonial e independiente nos dicen poco acerca del régimen de la tierra dentro de las comunidades campesinas, tema que hay que tratar a base de estudios monográficos de comunidades determinadas o a lo menos de regiones, debido a la gran diversidad regional. Del mismo modo la aplicación de las Leyes de Reforma, las revueltas agrarias durante la Revolución, la introducción del ejido, son temas que hay que estudiar monográficamente en distintas regiones y que sólo así se pueden relacionar satisfactoriamente con los estudios etnográficos.

Los mercados regionales más o menos han recibido la atención de todos los estudios etnográficos. Faltan estudios comparables acerca del comercio indígena en las épocas colonial e

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independiente.La estratificación social es tema que se presta a estudios

comparados de importancia entre los materiales etnográficos e históricos. La estratificación étnica de la Colonia, reglamentada por la ley, era un rasgo fundamental en la organización social de la época. La situación moderna sin sanciones legales y con una población indí-gena de mucha menor cuantía presenta en muchas regiones caracte-rísticas muy distintas pero en otras todavía subsiste una estratificación étnica semejante a la colonial. El tema de relaciones interétnicas en la actualidad ha sido bastante bien tratado. Sin embargo es mucho lo que todavía hay que hacer con el material histórico. La documentación del siglo XVIII no ha sido bien estudiada desde este punto de vista y el siglo XIX, un período clave para la transformación del sistema étnico de estratificación social en el centro y sur del país, todavía no ha producido ningún estudio de importancia sobre el tema.

Dentro del sistema de estratificación social en cuanto a los indios se refiere fue importante la nobleza indígena y hay varios buenos estudios sobre ella en el siglo XVI. Faltan sin embargo estu-dios detallados acerca de la nobleza indígena en el siglo XVIII y su extinción o transformación a principios del XIX.La organización política de las comunidades indígenas es un tema tratado en detalle tanto por etnógrafos como por historiadores. La documentación acerca de los cabildos de las repúblicas de indios es abundante y los etnógrafos han encontrado que la organización política local con todas sus conexiones económicas y ceremoniales es la institución que da más cohesión a la comunidad indígena. Las organizaciones colonial y moderna presentan toda una serie de semejanzas y contrastes que no han sido estudiados en detalle. Faltan estudios monográficos de comunidades para las cuales tengamos información detallada de todas las principales etapas históricas y faltan en general estudios sobre el siglo XIX. Aun para los períodos coloniales mejor estudiados faltan datos acerca de algunos de los rasgos que la etnografía moderna ha puesto de relieve, bien sea por falta de documentos o porque los investigadores no han escudriñado las fuentes desde el punto de vista de los problemas planteados por la etnografía moderna. Por ejemplo los etnógrafos han notado que parte

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de la unión de los organismos políticos y religiosos locales es la existencia de una jerarquía que combina en un escalafón único puestos civiles y religiosos. Los orígenes coloniales de este sistema no se han documentado en detalle. Faltan especialmente estudios de las cofradías coloniales que se puedan comparar directamente con las organizaciones modernas. Baste un ejemplo para mostrar la falta de relación que todavía existe entre los estudios etnográficos y los históricos. Cualquier etnografía de los tarascos hará notar que el "hospital" que hoy existe en casi todos los pueblos tarascos es un descendiente de los hospitales establecidos por Quiroga. Los historiadores que han tratado este tema se han concentrado en la personalidad y las teorías del obispo. Todavía no hay un estudio que nos diga cómo fueron los hospitales que de hecho funcionaron en el siglo XVI y qué forma tomaron en el curso del período colonial.

Para el estudio de la religión indígena en los períodos colonial e independiente el historiador suele estar mejor preparado que el antropólogo en el conocimiento de los usos e instituciones de la Iglesia católica. Mucho cabe todavía esperar en la investigación de modalidades locales del culto católico desarrolladas en los distintos obispados o por distintas órdenes religiosas, así como en el estudio de cofradías ya mencionado. La distinción que hay que hacer a menudo entre el cuadro presentado por los documentos oficiales y la realidad social es de máxima importancia en él caso de la religión debido a la ocultación de prácticas religiosas no aprobadas por la Iglesia y que sólo salen a luz con motivo de las investigaciones que seguían al descubrimiento de idolatrías. El análisis de estos documentos sobre idolatrías y supersticiones es uno de los temas que más se presta a comparaciones con las religiones prehispánicas y modernas y en que más puede aportar el antropólogo. Es de esperar que aparezcan más documentos de este tipo, aunque todavía queda bastante por hacer en la interpretación de fuentes ya publicadas desde hace tiempo. La actitud del clero que administraba a los indios hacia las supersticiones de éstos es otro tema que se debe estudiar en detalle a través del tiempo y que nos da parte importante de la situación social que permitió la sobrevivencia de prácticas paganas. Los informes de Cortés y Larraz sobre Guatemala tienen buenos datos sobre la

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indiferencia o falta de conocimientos de los párrocos y debe haber materiales semejantes para México.

El parentesco es un campo trabajado especialmente por la antropología. Queda mucho por hacer en el análisis de documentos coloniales poco usados para estos estudios como padrones y registros parroquiales. Otros documentos como pleitos sobre tierras también pueden aportar datos, especialmente en lo referente a la herencia. Dado el interés de los antropólogos en estos temas es de esperar que sean ellos los que más se dediquen a estos asuntos si bien los historiadores están probablemente más familiarizados con las normas de derecho civil y canónico que deben haber afectado el desarrollo de las instituciones indígenas.

En resumen: el estudio de las culturas indígenas de México a través de los distintos períodos de su historia ha ocupado en el pasado la atención de historiadores y antropólogos y es de pensar que continúe esta cooperación. Para lograr una mejor integración de los estudios de ambas disciplinas conviene que los especializados en una de ellas obtengan el mejor conocimiento posible de los estudios realizados en la otra y prosigan en su propio campo de estudios los problemas planteados por los otros. Concretamente y desde el punto de vista de la antropología sugiero que los estudios etnográficos de los indios actuales planteen una serie de problemas cuyos orígenes y desarrollo los historiadores, debido a su mayor familiaridad con las fuentes documentales, pueden estudiar mejor que los antropólogos. Como parte de estos estudios sugiero el estudio monográfico de regiones o comunidades determinadas con énfasis en la historia social local perfiladas según el patrón de las monografías etnográficas. Muy especialmente para ligar los periodos más cultivados hasta ahora, es decir el siglo XVI, por una parte, y la etnografía moderna por otra, conviene desarrollar la investigación del indio a fines de la Colonia y durante el siglo XIX.

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La etnohistoria en Mesoamérica**

Pedro Carrasco

La etnohistoria es el estudio, a base de fuentes escritas, de los pueblos primitivos. O, si no nos gusta la expresión "primitivo", digamos de los pueblos que tradicionalmente estudia el etnólogo. Mesoamérica, donde hay fuentes pictográficas de estilo indígena, tradiciones históricas prehispánicas escritas después de la Conquista y abundan-tes documentos de varia índole acerca de los indios durante cuatro ligios de colonia y república independiente, ofrece a la etnohistoriaun campo de extraordinario interés.

La definición de etnohistoria, a diferencia de otras ramas de la antropología, se basa en la naturaleza de las fuentes que utiliza. Es decir, estudia fuentes escritas, en contraste con las técnicas usuales de arqueólogos o etnógrafos de campo. Por eso, muchos estudios de etnohistoria consisten fundamentalmente en compilaciones o críticade fuentes -estudios imprescindibles pero de interés solamente para los especialistas en la etnohistoria de la misma región. A base de las épocas cuyo estudio hace posible la existencia de fuentes escritas, la etnohistoria mesoamericana comprende el estudio de la etnografía

* 37° Congreso Internacional de Americanistas, vol. 37, núm. 2, México, 1966, pp. 109-110

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prehispánica, el de la transformación de las sociedades indígenas independientes en comunidades campesinas a consecuencia de la conquista, y el de la continuación de éstas o su asimilación mediante el mestizaje cultural a las modernas nacionalidades de la región.

El estudio de la etnografía prehispánica, estrechamente conectado con la arqueología y basado en fuentes de tipo etnográfico que describen más o menos sistemáticamente las culturas indígenas, ha sido tarea del antropólogo, mientras que el estudio del indio colonial, íntimamente conectado con el estudio de las instituciones del sistema colonial español y basado en fuentes raramente de tipo etnográfico, ha sido cultivado casi exclusivamente por los historial dores. Resulta entonces que las distintas etapas en el proceso de transformación del indio han tocado a distintos especialistas de las ciencias sociales: antropólogos, las etapas inicial y final, e historia dores, la intermedia. Al examinar los estudios etnohistóricos se nota que los historiadores que han cultivado el tema del indio colonial no se han familiarizado suficientemente con los estudios de etnografía moderna que ofrecen cuadros completos de las instituciones cuyos comienzos se estudian en los documentos y que suscitan multitud de problemas de investigación histórica. Por otra parte, los etnólogos a veces incluyen en sus monografías etnográficas, capítulos o apéndices con antecedentes históricos que poco o nada explican, pero no emprenden trabajos sistemáticos a base de documentos.

La comparación de las culturas prehispánicas y las modernas ha sido un tema de interés para los primeros investigadores modernos de la etnografía actual, como Parsons y Redfield, quienes trataron de analizar las culturas modernas a base del origen indio o español de sus elementos. Pero estudios de este tipo han dado poco fruto, Las sociedades y las culturas indígenas modernas son demasiado distintas de las prehispánicas. Se puede fácilmente establecer un contraste entre las sociedades estratificadas con organismos políticos de gran complejidad y extensión, y las comunidades campesinas de extensión limitada con estratificación y organización política sencilla. Pero la comparación directa nos dice poco más que la existencia del contraste. El proceso detallado de esta transformación sólo se suele estudiar con base en la documentación escrita, y es uno de los principales problemas de la etnohistoria mesoamericana. El progreso de la etnohistoria mesoamericana requiere por eso, en forma aún más apremiante que en otras regiones, la mayor cooperación de

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antropólogos e historiadores y, mejor aún, su combinación por un mismo estudio de las técnicas, tópicos y enfoques teóricos de ambas disciplinas.

No es éste el momento de intentar una evaluación total de los estudios de etnohistoria mesoamericana, pero cabe notar que estamos a punto de lograr adelantos decisivos en nuestras tareas. Lareciente publicación del libro de Gibson nos ha presentado la primera visión de conjunto acerca de la cultura indígena.de una región dada(en este caso el Valle de México) durante toda la épocacolonialy el Handbook of Middle American Indians, en preparaciónpor un grupo de antropólogos e historiadores nos dará prontounaguía para la sistamatización de nuevos estudios. Los trabajos deestesimposio son ejemplo de los múltiples temas y técnicas posibles en laetnohistoria, y el Dr. Cline nos dará un informe sobre elprogreso en la preparación del Handbook. Espero que al discutir los trabajos podamos cambiar ideas, no sólo acerca del tema específicode cada contribución, sino también acerca de la mejor manera defomentar la colaboración de antropólogos e historiadores, y de estemodo aumentar la aportación QUE la etnohistoria puede hacer a la antropología y a la historia de la cultura.

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La etnohistoria: un intento de explicación*

Carlos Martínez Marín

Hace poco más de dos décadas se empezó a utilizar en México eltérmino etnohistoria para identificar trabajos interdisciplinarios deantropología e historia que se habían hecho con anterioridad, y a los que con el mismo tono y contenido se investigaban entonces en ese campo intermedio, aún sin delimitación y teóricamente impreciso. El término parecía adecuado porque servía para ubicar a esas investigaciones, de las cuales las más se referían al desarrollo del

*Anales de Antropología, vol. XIII, México 1976, pp. 161-184, y en Apuntes de Etnohistoria, núm. 1, dic., 1976, pp. 5-25.

México prehispánico, realizadas con base en el riquísimo acervo de fuentes y documentos escritos, pero utilizando las categorías y conceptos de la antropología cultural. Esta nueva concepción tuvo buena acogida porque sirvió para agrupar los trabajos hastaentonces considerados indistinta y arbitrariamente como historias antiguas o como etnografías históricas, aunque de hecho con su análisis etnológico y su síntesis histórica, rebasaban los límites de lahistoria antigua acostumbrada y de las descripciones inventaríales de la pura etnografía.

A partir de ese momento, con el uso del nuevo término, todo trabajo sobre el México prehispánico que se explique en el marcoconceptual de la antropología, se tiene como trabajo etnohistórico. Pronto también quedaron identificados como tales, los estudios orientados con el mismo análisis, y referidos al mundo indígena de época colonial. Bastantes investigaciones de esta índole se hanemprendido y culminado desde entonces, publicadas por las instituciones que en México se ocupan del conocimiento de nuestro pasado, especialmente de nuestros antepasados nativos.

Los investigadores especializados los han publicado y también presentado para su discusión en conferencias y confrontaciones, en congresos y reuniones. Asimismo, hemos participado activamente en la docencia para la enseñanza de esta nueva disciplina con cursos especiales que se han incluido en los respectivos programas de enseñanza superior, hasta llegar a una sección especializada a nivel profesional. Sin embargo, cada uno de los comprometidos en este nuevo campo han venido trabajando con los conceptos, categorías y metodologías de la historia o de la antropología cultural, según su preparación previa o sus personales inclinaciones, a veces orientándose más hacia alguna de las dos disciplinas, pero sin que a la fecha se haya manifestado ninguna importante corriente de interés en la reflexión acerca del origen, naturaleza, campo y problemas del conocimiento, metodología y variantes de esta nueva disciplina.

Involucrado con la etnohistoria desde su aparición explícita en México, entre otras causas por la necesidad de incorporar elementos informativos y enfoques más idóneos al área de mi interés, que es la investigación y la docencia en los problemas del México antiguo, he tenido que ver en bastantes de los hechos que han contribuido al perfilar este nuevo campo.

En tales circunstancias, al que esto escribe le llegó el momento de hacer un alto en la práctica empírica de su especialidad, para detenerse en la obligada y necesaria reflexión acerca de las peculiaridades de la disciplina practicada y de sus enfoques teóricos. Ese interés fue estimulado por las necesidades que plantea un mayor rigor académico en la formulación de proyectos de trabajo, de hipótesis, en la búsqueda de tácticas adecuadas para el proceso de trabajo y en la pretensión de alcanzar síntesis más depuradas, que con mayor rigor explicarán los problemas planteados, con miras a lograr en los trabajos finales un contenido realmente etnohistórico y no sólo un acercamiento entre disciplinas anexas, más o menos manejadas ante la necesidad de más amplias explicaciones histórico-culturales, generalmente resueltas en reconstrucciones económico-sociales, en descripciones puramente factuales o simplemente etnográficas, de indudable valor que nadie pone en duda, siempre y cuando su alcance haya sido el propósito establecido. Empero, en el intento de llegar a definir y manejar un cuerpo específico de normas y categorías que conduzcan a trabajos de verdadera explicación y síntesis etnohistórica, era indispensable lareflexión pertinente y detenida acerca del avance de esta disciplina, con aportaciones directas y en cuestionamientos teóricos, para orientar mejor las tareas y la especialización en etnohistoria que también endocencia tenía ya realidad al cobijo de la etnología, con fuerteacento en la información, especialmente la antropológica, si biencarente de enfoques teóricos específicos y aun de los históricos yantropológicos.

La oportunidad de profundizar en esta disciplina, con cierto detenimiento, con orden y concierto, y con alguna sistematización,se presentó con motivo de mi ingreso a la Academia Mexicana de la Historia, con la presentación pública del obligado trabajo que justificara la elección. En esa respetable tribuna fue presentado el trabajo denominado "Reflexiones en torno a la etnohistoria", inadvertidamente de título similar a un trabajo paralelo y simultáneo del etnohistoriador Howard F. Cline.

Enforma de discurso se dio a conocer en enero de 1973 y por involuntarias razones hasta ahora inédito. Hemos optado por su publicación en Anales de Antropología, revista idónea para tal trabajo, dado su contenido y campo de interés. El texto es básicamente el mismo del discurso, con ligeras variantes de forma para suedición. Además, se incorporan algunas de las nuevas opiniones con que desde

1973 han contribuido varios colegas que comparten la misma preocupación y que han publicado trabajos específicos enesta tarea de dilucidar y organizar el contenido, naturaleza y significación de la etnohistoria, así como el inventario de la obra lograda en este campo, especialmente en el área mesoamericana.

ELintento no fue fácil; tuvimos que recurrir a una cuidadosa tarea de recopilación de materiales no muy vastos ni abundantes, locual es explicable dada la juventud de la disciplina, y sí bastante dispersos. Empero, utilizando la literatura publicada por autores extranjeros, la problemática del desarrollo mesoamericano y novohispano, y la propia experiencia en la investigación y docencia,hemosllegado a la realización de la siguiente reflexión primaria,con la que esperamos suscitar nuevas y más amplias aportaciones alcampo de la etnohistoria.

La etnohistoria es a la vez una nueva rama de la antropología y de la historia, con unos 25 años de desarrollo, aunque a partir de 1 9 5 0 fue cuando se empleó ya corrientemente. Múltiples fueron las causas de su aparición, pero es indudable que emergió de la antro-pología cultural, que en su campo etnológico necesitaba salir del estancamiento de los estudios sincrónicos sobre la cultura, y también en parte de la antropología social que precisó de la dimensión temporal para entender los procesos de cambio operados en las sociedades. Si bien en los tiempos iniciales de la etnología, los evolucionistas recurrieron a la historia para fundamentar sus esquemas macrohistóricos sobre el desarrollo cultural del hombre y aunque el uso que hicieron de esta disciplina fue abundante, el resultado fue muy relativo aunque explicable. En sus intentos por establecer sus teorías sobre un esquema de evolución unilineal, postulando un camino único de desarrollo de las sociedades, que partía desde los grupos matrilineales y las forzaba a una secuencia de estadios culturales de paso obligado: pudieron descubrir y clasificar buena parte de rasgos básicos de las sociedades primitivas y de las civilizaciones de la antigüedad que estudiaron para sustanciar su teoría, y demostraron que los materiales documentales, usados con una teoría comparativa, eran útiles para entender la secuencia del cambio cultural.2

Pero esta primera etapa del uso de la etnología y de la historia en forma conjunta, se perdió a principios del siglo XX con la corriente difusionista cuyos principales representantes negaron toda posibilidad

2Cohn, 1968, p. 441

de reconstrucción histórica en las sociedades llamadas primitivas. Su preocupación por la identificación de rasgos culturales y sus rutas de difusión, les llevaron a desperdiciar lo que implícitamente manejaban, una dimensión temporal que es indisoluble de la espacial en la que rastreaban sus objetivos.

Los distribucionistas, preocupados en conformar áreas geo-gráfico-culturales de reparto de rasgos, sólo alcanzaron a establecer hipotéticas relaciones histórico-cronológicas entre los grupos que poseían o no, tales o cuales rasgos, pero nunca trataron de la reconstrucción histórica-cultural detallada. Su trabajo fue descriptivo y sincrónico, pues varios de ellos como Kroeber, negaron que existieran evidencias documentales para los grupos llamados primitivos y otros como Lowie, también negaron la posibilidad de dicha reconstrucción de esos grupos, debido a su falta de conciencia histórica; por eso afirmaban que la única posibilidad de resolver los problemas históricos en esos grupos, debido a su falta de conciencia histórica, correspondía a las disciplinas netamente antropológicaspor medio de sus métodos objetivos y de la comparación.3 Pero la concepción histórica en la antropología, que agudizó el rechazo de la historia por los antropólogos, se debió a la escuela británica de antropología social. Esto sucedió entre las décadas tercera y quinta de este siglo. Los autores del repudio fueron Malinowski y Radcliffe-Brown y los seguidores de su escuela funcionalista. Argumentaban que para el estudio de las sociedades primitivas era Inútil intentar cualquier búsqueda de profundidad temporal porque no se contaba con ninguna documentación;4 no sólo eso, sino que debido a que la única profundidad que se podía obtener en esos propósitos era cuando mucho la que abarcaba la memoria de una o dos vidas de informantes, era una profundidad que resultaba tan corta que no merecía tomarse en cuenta por carecer de significación histórica; así Malinowski y sus sucesores yendo en contra de esas etnología y etnografía vergonzantes como historia, reaccionaronsuprimiéndola bajo el pretexto "de que la historia de los etnólogos no es lo bastante buena para preocuparse por ella...",5 y aún más, afirmaba Radcliffe-Brown que la historia y la antropología social eran antitéticas y que la última nada tenía que ver con la etnología, pues sólo se interesaba en lograr generalizaciones

3Ibid4Cohn, 1968, pp. 441-4435Malinowski, en Lévy-Strauss, 1968, p. 11 5 Cohn, 1968, pp. 441-442

acerca de laestructura social presente por medio del método comparativo;6 era por tanto estrictamente sincrónica.

Así, casi todos los trabajos que produjo esta escuela sobre el estudio del cambio social, evitaron el uso de materiales históricos y rechazaron el enfoque diacrónico.Sin embargo, muchos etnólogos, principalmente norteamericanos, habían utilizado para sus trabajos el análisis y aprovechamiento de la documentación histórica, y otros discutían a veces interminablemente y no siempre con éxito, sobre la necesidad del "acercamiento" entre etnología e historia. Plantearon y lograron así u n a etnología diacrónica, al principio de poca profundidad histórica.

Con anterioridad a la rigidez de los funcionalistas, algunos etnólogos hacían ya uso de documentación histórica, entre ellos John R. Swantony Frank G. Speck, para sus trabajos sobre los Indios norteamericanos, y en plena época funcionalista hubo los deJulián Steward, William Duncan Strong y William Fenton; esúltimo trabajó con bastante éxito sobre íos iroqueses del norestelos Estados Unidos.7Fenton también terció en la discusión sobre"acercamiento" y sostenía que era indispensable en el trabajo etnológico el uso de métodos históricos y la necesidad de que los etnólogos se prepararan en ese campo.8 I

Pero lo que estimuló definitivamente ese acercamiento en los Estados Unidos de Norteamérica fue la aprobación en 1946 de la Ley de Reclamaciones Indígenas que daba derecho a los grupos indios a reclamar al gobierno indemnizaciones por las tierras que les quitaron los colonizadores blancos, siempre y cuando las hubieran perdido mediante tratados. Para precisar la existencia de éstos y sus estipulaciones, para identificar las antiguas localidades y los territorios "cedidos", se recurrió a etnógrafos que investigaron en los archivos, y acudieron a toda clase de evidencias pertinentes. E "acercamiento" se había producido y surgía así un nuevo campo de trabajo, la etnohistoria norteamericana.

También en la antropología social se perfilaba una transforma-ción. En pleno florecimiento de la escuela funcionalista, entre 1930 y 1940, algunos llegaron a hacer estudios con amplio manejo de documentación histórica sobre grupos africanos, como Lucy P. Mair,

6Cohn, 1968, pp. 441-4437Cohn, 1968, p. 4428Fenton, 1952, p. 328

Mónica Hunter Wilson, Max Gluckman y SiegfriedNadel. Aunque esos trabajos no fueron propiamente históricos, pues sus autores se concretaron al análisis de fuentes para comprender mejor la estructura social de esos grupos, tuvieron importancia, pues aparte de romper el dogmatismo de los funcionalistas contra la historia, planteaban la utilidad del análisis histórico para entender la estructura de la sociedad y los cambios producidos en ella.9

En este marco fue importante el estudio del antropólogo inglés Evans-Pritchard, quien usando materiales históricos logró un modelo para el estudio de los cambios operados entre los beduinos de Cirenaica - África del Norte- en las épocas de las colonizaciones turca e italiana. Analizó principalmente el papel que en la religión y el comercio jugó una secta religiosa entre los grupos y territorios deesos beduinos sin control político nativo, frente al impacto del cambio impulsado por los gobiernos coloniales.10

Sin embargo este tratamiento histórico, que algunos antropólogossociales llegaron a aceptar como necesario, seguía siendorepudiado por la mayoría, argumentando en primer lugar que la historia no podía considerarse como ciencia porque sólo se ocupabade hechos significativos del pasado, dejando en la oscuridad la mayor parte del contexto de lo que realmente sucedió y en segundo lugar que de no haber continuidad cultural, los hechos del pasado no se podían probar objetivamente con los del presente, por serrasgos únicos sin posibilidad de comparación y también por lainseguridad a que da lugar la interpretación del fenómeno cultural por el o los que lo documentaron, con los que no se puede realizar contacto o aproximación para la verificación personal, comosucede con los informantes en el trabajo etnográfico. Por tanto, los hechos y las generalizaciones en historia carecían para esos antropólogos de validez científica.

Pero como los antropólogos sociales manejan más que losantropólogos culturales (etnólogos, principalmente) cambios y procesos,11 necesitaron más profundidad de tiempo que la de dos o tres generaciones; los que se orientaron hacia la transculturación, o aculturación, que es el proceso de cambio sociocultural, a fin de la

9Cohn, 1968, p. 442 10Ibid11Sturtevant, 1966, p. 5

quinta década ya aceptaban que "ninguna cultura podía ser entendida fuera de su contexto histórico que la explica y le da significación".12

El cambio era importante pero no definitivo, porque, para quedar tranquilos con su conciencia que aún tenía reparos antihistóricos, limitaron al nuevo campo hasta entonces restringido el uso histórico de los materiales etnográficos, aunque usando mayor profundidad temporal que los etnólogos, a un simple método para medir el cambio sociocultural producido por el contacto,13 utilizando dos tiempos, uno remoto, el del momento en que se produjo el contacto de dos culturas, y otro presente para seguir el proceso entre esos dos puntos. Así podían estudiar y comprender el cambio y sus estudios quedaban a cubierto de lo que ellos entendían comogarantía científica por la comprobación presente; aunque así que darán todavía fuera de los estudios etnohistóricos muchos acontecimientos y procesos sin supervivencias presentes.

Pero afortunadamente los historiadores, aunque más lentos en reconocer la nueva disciplina, no tuvieron escrúpulos en aceptar lo que el campo de la antropología brindaba para enriquecer la historia. El camino era fácil ya que también se operaban avances y diferenciaciones en su campo. La historia factual, de sólo hechos únicos y a los que la posteridad y el historiador daban significación historia desarrollada principalmente por el positivismo, que era la que los antropólogos sociales consideraban como única y eterna, evolucionaba contemporáneamente a las transformaciones de la antropología. Al acentuarse el análisis causal, al considerarse como necesario el estudio de las sociedades del pasado y de su estructura, al lado de los hechos sobresalientes, que no se descartaron, al aparecer nuevas especialidades como la historia social y la económica; todo esto y la historia de la cultura de más tiempo practicada, convergieron hacia las dos manifestaciones de la antropología: la etnología diacrónica y el proceso de aculturación, para consolidar a la etnohistoria como algo más que un método.

Puede considerarse como aceptación tácita de la etnohistoria por parte de los historiadores la incorporación del uso del término en TheHispanic American HistoricalReview(1957) por Howard F. Cline, y por John L. Phelan en el mismo año en su trabajo sobre las Filipinas,

12Aguirre Beltrán, 1970, p. 1313Herskovits, 1952, p. 659

en el que combinaba prácticas con técnicas antropológicas,1314 aunque ya antes se habían hecho trabajos de esa naturaleza, publicados en la misma revista: los de Kubler y Rowe sobre el Perú y los de Gibson sobre los indios de Nueva España.15

Pero no sólo facilitaban la conformación y consolidación de la etnohistoria, la toma de conciencia de los antropólogos sobre la necesidad y la ineludibilidad de la historia y la aceptación que le daban los historiadores, sino también las circunstancias objetivas de muchos pueblos que ya venían siendo o empezaban a ser, el campo de los estudios etnohistóricos. Esas circunstancias son el nacionalismo, el indigenismo, la necesidad de consolidar el presente en la historia de un pasado propio. Se han dado en aquellos paísesen los que los pobladores nativos como dice Adams "forman una gran parte de la población, donde la herencia indígena es evidente etnográfica, indígena y racialmente",16 en los que su población está formada por los descendientes de los que en el pasado crearon desarrollos de alta cultura, como los casos de México, Centroamérica y el Área Andina; en aquellos países que han salido del colonialismo, en el siglo XIX o después de la segunda Guerra Mundial.17 En éstos, su orgullo nacional requiere de la corrección de su historia colonial.18 En fin, que "para muchas de esas naciones, una ver-dadera historia debe ser etnohistoria",19 dadas sus especialescircunstancias.

La etnohistoria que surgió modestamente de la etnología diacrónica, de los estudios sobre el proceso de cambio de la antropología social, de la historia antigua y de la historia indígena colonial, se hace ahora en la mayoría de las áreas del mundo en donde hay sociedades subdesarrolladas, donde existen remanentes de grupos con cultura tradicional y aun en las sociedades complejas. Bastantes son los países en donde se ha expandido, principalmente Norteamérica, América Latina, África, sur y sudeste de Asia. Se empieza atrabajar en el área del Pacífico, en el próximo Oriente y algo se ha hecho en Inglaterra y Francia donde la reconstrucción histórica y

14Cline, 1972, p. 1115Ibíd16Adams, 1962, p. 18817Cohn, 1968, p. 44318Sturtevant, 1966, p. 919Ibid

cultura era campo de la historia sin implicaciones antropológicas.20Varias son las instituciones que la promueven, y hay órganos especiales para la difusión de los trabajos y muchos son éstos y susautores.

El término etnohistoria como ya afirmé, no es nuevo, aunque sí su utilización generalizada por los etnólogos norteamericanos, para designar sus ensayos de reconstrucción de la historia de sus grupos indígenas.21 Es un "producto del avance de las ciencias sociales y de la historia".22Pero como toda nueva disciplina, no hay acuerdo generalizado sobre su definición; las más simplistas nos dicen que "etnohistoria es [el estudio] de la historia de los pueblos normalmente estudiados por antropólogos"23 o que es la "historia de 1os pueblos sin escritura".24

Una definición más amplia, pero todavía reducida al campo d la etnografía diacrónica, con la variante metodología consiste en uso amplio de documentación escrita, limitado a propósitos etnográficos muy estrictos, nos dice que "es etnología documental, una combinación de métodos y técnicas para reducir toda clase de documentación a una cruda información etnográfica aplicable al estudio de la conducta humana dentro del marco teórico de antropología".25 Esta definición, en su manejo histórico logra profundidad de tiempo y nivel heurístico, pero considera a la etnohistoria sólo como un método auxiliar.

Casi de la misma manera conciben la etnohistoria los españoles] los cuales se consideran a sí mismos como etnógrafos de archivos.

Otras definiciones centran su atención en la principal de las fuentes de información del etnohistoriador, esto es, los documento escritos, y según Sturtevant generalmente esta es la definición que hacen los antropólogos de la etnohistoria, "como específicamente relacionada con los documentos escritos",26 aunque según este mismo autor el punto de vista de los historiadores es exactamente contrario,

20Cohn, 1968, p. 44321Cohn, 1968, p. 440. Deschamps, 1968, p. 143322Luján Muñoz, 1969, p. 4323Sturtevant, 1966, p. 6624Deschamps, 1968, p. 143425Spores, 1973, p. 2526Sturtevant, 1966

pues éstos "tienden a usar la etiqueta (el término) sola mente para estudios del pasado de sociedades en las que los registros escritos faltan o escasean".27

Otras definiciones que podríamos llamar circunstanciales afirman que es "la contribución de la etnografía a la historia, y de 1a historia a la etnografía".28

Una ampliación de la definición, en función de los materiales de uso, dice que desde el punto de vista de los antropólogos se define su campo "como esencialmente del uso de las evidencias no antropoló-gicas (esto es, documentos históricos) para propósitos de los antro-pólogos, en tanto que los historiadores lo ven como el uso de 1as evidencias no históricas (esto es, información antropológica) para propósitos de los historiadores".29

A pesar de que el etnohistoriador Franklin Pease piensa que la etnohistoria es "algo todavía magro y provisional", profundiza y aclara bastante cuando afirma que "no se trate de pensar en laetnohistoria solamente como una antropología del pasado..." que cubra períodos con documentación o sin ella, ni de limitarla a laépoca anterior o posterior al contacto, sino que es algo de más aliento "que permite... realizar contactos... posibles entre los aportes y las tácticas de trabajo de disciplinas afines".30

Para definirla a la luz de lo que es antropología e historia,resulta más consecuente y de mayor amplitud la opinión de Deschamps, que dice: "Desde que la historia se ocupa de toda lacivilización, se encuentra con la etnología, sus categorías y sus aproximaciones. Se vuelve una etnología del pasado, una etnohistoria".31

Una definición más completa, es la que estudia e "intenta reconstruir la vida de los pueblos aborígenes antes y después delcontacto con los europeos, a través de fuentes documentales, oralesy arqueológicas, y usando el marco conceptual y el enfoque de la antropología social y cultural".32 Por su parte un historiador afirma que "nosotros estamos tratando no con una simple especialidad

27Ibíd.28Deschamps, 1968, p. 143929Sturtevant, 196630Pease, 197431Deschamps, 1968, p. 143432Cohn, 1968, p. 440. Lujan Muñoz, 1969. p. 42

próxima y autónoma, con un discreto cuerpo de teoría ypráctica, sino con algo que es adyacente o que a veces cubre ramas de la antropología y de la historia, la cual puede compartir características comunes, pero que por propia vitalidad y por estar firmemente sostenida, atacó los troncos principales de las disciplinas emparentadas".33

Este autor nos aclara más que los otros al decir que no tiene aúnun cuerpo discreto de teoría y práctica, pero que se ha manifestadocon tal fuerza que ya forma una disciplina aparte. De estas definiciones podemos concluir que aunque teórica y metodológicamente,como adelante veremos, no ha conformado su propio cuerpo, sino que toma del campo antropológico y del histórico conceptos y prácticas, esto la llevará pronto a formular sus propias generalizaciones, cuando se delimite mejor el campo y objeto de estudio y seafinen los métodos de trabajo. Mientras tanto parece que en sutotalidad se cubren con la etnohistoria los intereses de la etnografía histórica y de la historiografía sobre culturas sin escritura34

insuficientemente documentadas o cuya información se deba a individuo extraños a ellas y también según Jiménez Moreno, los de la historia étnica; y maneja "la cultura total, espacial y temporalmente, como una entidad de desarrollo, limitada solamente por la duración de 1a unidad étnica y... por la disponibilidad de la información".35

En última instancia, creo que la etnohistoria puede ser definida como la explicación diacrónica de la cultura del hombre y de las sociedades, tratando de Comprender mejor su estructura y su desarrollo histórico.

Esta definición que planteo como propuesta, ya fue discutida en la mesa redonda sobre etnohistoria del Primer Encuentro de Historiadores Latinoamericanos celebrado en julio de 1974 en la Universidad Nacional Autónoma de México. En general fue bien acogida y pretende ser una premisa para la explicación de la naturaleza de los procesos culturales operados en las sociedades o grupos sujetos de estudio a través del tiempo, con apoyo en un momento de partida, presente o cercano, que se analiza hacia atrás o viceversa, mediante dos análisis ineludibles, el cultural y el histórico, en forma conjunta, ni yuxtapuestos, ni concebidos sólo próximos, ni acercados

33Cline, 1972, p. 934Cline, 1972, p. 1135Dark, 1957sp. 251. Adams, 1962, p. 190

mecánicamente, sino en conjunción orgánica, dinámica, en liga inextricable, manejando simultáneamente las dos dimensiones temporales a través de las cuales se adviertan los procesos cambiantes observables, clasificables, inteligibles, dependiendo del análisis de las facilidades de las evidencias y de la metodología adecuada. Esta proposición, pretensiosa, pero realizable de acuerdo a las naturales limitaciones objetivas, quiere ubicar a la etnohistoria como una disciplina; el resto depende de que se pueda y quiera seguir desarrollando un cuerpo teórico mayor, con las reflexiones pertinentes a partir de las experiencias logradas en la práctica y de la crítica académica de cuanto se proponga.

Nuestro intento por identificar y ubicar a la etnohistoria con mayor precisión tiene como finalidad aclarar más su objeto y con-tribuir para una práctica mejor, pero no conlleva ningún deseo de rivalizar con la antropología o con la historia, y mucho menos dualizar con alguna deesas disciplinas; es más, nos parece queambas pueden reclamarla como un subcampo, esto es caso frecuente entre los antropólogos36 y discutir acerca de ello nos parece irrelevante, sobre todo en estos tiempos en que en ciencia ya no es posible trabajar en estancos. La etnohistoria tiene por objeto la reconstrucción histórico-cultural de los grupos indígenas autóctonos independientes, de los grupos indígenas sometidos al poder Colonial, de grupos con cultura tradicional y de grupos modernos marginales y de sus relaciones con los demás grupos con los que conviven. Con ella se estudian unidades como las formas de con-tacto cultural y los procesos de cambio o dinámica socio-cultural, o la reconstrucción monográfica sobre temas como localización, migración y asentamiento; adaptación al medio; demografía; polít ica de población, mestizaje y rebeliones; ciclo económico con sistemas de tenencia de la tierra; modos de producción en los que cuentas sistemas agrícolas, sistemas de regadío, productos, comer-cio, guerra y tributos y sus implicaciones en el sistema general y sus repercusiones y efectos en el cambio; organización social en donde clanes, linajes y sistemas de parentesco cobran especial atención; sistemas políticos y de dominio; conquista y contacto; formas de dependencia y explotación en los grupos bajo dominio colonial; religión y formas de culto; creaciones y expresiones intelectuales; sistemas de comunicación; instituciones

36Carmack, 1972, p. 234

socioculturales; expresiones populares y tradicionales; papeles determinantes de hechos o de individuos en la sociedad y mucho más.

Su problemática deriva directamente de la naturaleza y pluralidad de las sociedades en estudio: las que son completamente analfabetas y anárquicas en las que predomina la tradición oral; aquellas en que la tradición oral ha evolucionado para preservar su pasado y transmitir su acervo cultural mediante verdaderas crónicas orales; las que poseen escritura y en las que sus peculiaridades se registraron por medio de extranjeros con diversos grados de interés y de intención. También del grado de desarrollo o de la duración y efectos del sometimiento colonial.

Igualmente del grado cuantitativo y cualitativo de las evidencias histórico-antropológicas disponibles; del espacio temporal seleccionado para la investigación; de la orientación teórica de los investigadores y naturalmente de las posibilidades materiales.

De todas estas circunstancias se han derivado ya tendencias ycorrientes de acuerdo a las particularidades de las áreas de estudio y en qué forma se concibe la disciplina.

En la etnohistoria frecuentemente se han confundido objeto y método, en este último aspecto se han hecho esfuerzos para aclarar y afinar conceptos metodológicos y para delimitar las evidencias usadas y sus instrumentos.

Se ha insistido en que la metodología de la etnohistoria es la de la historia misma, pero esto no es exacto, por más que como dice Lévi-Strauss,37 etnología e historia tienen un mismo "método que sólo varía en cuanto a los procedimientos de investigación" porque tienen "el mismo objeto que es la vida social, el mismo propósito, que es una mejor inteligencia del hombre" y la única diferencia consiste en que "la historia organiza sus datos en relación con las expresiones conscientes de la vida social, y la etnología en relación con las condiciones inconscientes". La diferencia, que aceptamos no la hay en el fondo, en realidad se manifiesta en que sólo con los métodos tradicionales de la historia, no se puede hacer etnohistoria; se precisa el uso de otras categorías y también de otros instrumentos.

Si el etnólogo había trabajado con todas las evidencias no escritas, "no tanto porque los pueblos que estudia sean incapaces de escribir, sino porque su objeto de interés difiere de todo aquello que habitualmente los hombres piensan en fijar sobre la piedra y el papel",

37Lévi-Strauss, 1968, p. 19

aclara Lévi-Strauss38; y el historiador principalmente sobre los testimonios escritos, ahora ambas metodologías que antes eran diferentes, son indispensables para el trabajo etnohistórico.

Si antes del "acercamiento" y de la configuración de la etnohistoria, las grandes unidades del estudio del hombre y su cultura como evolución cultural, cambio cultural y teorías respectivas "pudieron inicialmente basarse en la etnografía de campo, tipología de gran escala y arqueología general es evidente que sus pruebas, refina-miento y elaboración requieran del uso de todas las evidencias disponibles, incluyendo los detalles de secuencias específicas pro-porcionadas por los materiales documentales".39 De la misma manera el trabajo histórico no puede efectuarse ya sin el uso de múltiples evidencias procedentes de otros campos.

Pero el uso y categorización en los etnohistoriadores de losmétodos históricos y antropológicos cobra distinta.significación ala luz de ambas perspectivas comprendidas y manejadas como unasola unidad.

Varios han sido los conceptos acuñados y explicados para el estudios etnohistórico, entre ellos uno muy usado por aquellos cuyo enfoque es más etnológico, es el upstreaming, que es el trabajo hacia atrás, desde lo conocido a lo desconocido,40 es decir, es una manera del método inductivo un tanto modificado mediante el cual lacomprensión, a lo largo de la continuidad, se apunta hacia eltratamiento de fuentes recientes, primero, a causa de que contienen información familiar, para luego ir hasta las fuentes primitivas; estoes, ampliando lo anterior, el uso de la información etnográfica de una cultura moderna, como marco referencial para poder criticar e interpretar la cultura ancestral respectiva.41

Para los estudios de cambio cultural, se ha establecido la categoría del "punto cero" o "línea básica", que es el arranque para el estudio de la aculturación, aquel en el cual se establece la diferencia de las culturas básicas que entraron en contacto y cuyo conocimiento es indispensable para seguir los resultados, que son la selección de rasgos

38Ibid, p. 2539Sturtevant, 1966, p. 940Fenton, 1952, p. 33341Sturtevant, 1966, p. 14

culturales, su aceptación, los rasgos rechazados, las reinterpretaciones y el sincretismo y los valores tradicionales supervivientes.42

También, como ya apuntamos, algunos investigadores, redu-ciendo la etnohistoria a un puro método para conocer mejor el ritmo del proceso de cambio al paso del tiempo, lo categorizan como el medio para conocer el "contraste entre el pasado y el presente. Basada tal reconstrucción... en rigurosa documentación histórica verificada por el estudio etnográfico de los grupos que emergieron de aquellos comprometidos en el contacto".43 Método al que le dan relevante importancia la que "puede aquilatarse recordando que la gran totalidad del encuentro entre occidente y el mundo indígena reside en el pasado".44

Otras varias categorías metodológicas han sido propuestas ydiscutidas como el "alcance del tiempo" y las de "espacio y área", o bien esquemas para explicar el contacto producido por la conquista, en cuyo proceso los rasgos de las culturas en choque sufren una reducción selectiva previa, un primer contacto de proximidad, estadio que se define como "cultura de conquista"; que con la ulterior selección, aceptación, rechazo de los rasgos culturales en juego y la operación de procesos "formales" e "informales", conduce a la "cultura de colonia",45 y los esquemas propuestos por Dark para llegar a las síntesis finales, etnohistóricas, las que denomina "transversal", "institucional" y de "continuum cultural"46que nos parece loable contribución para la sistematización de una metodología más sólida.

Una condición indispensable es el modo de proceder en la etnohistoria. Se deben conjugar, en lo posible y cuando los casos lo requieran, el trabajo de fuentes y documentos, sujeto a la metodología de la historia: selección, localización, crítica, comparación, identificación y acortamiento de la información, generalización y síntesis; y no perder la "óptica etnográfica" para la identificación de rasgos e instituciones culturales con objeto de realizar el inventario cultural del grupo o del tema estudiado; el trabajo de campo, con los procedimientos convenientes, de encuesta libre o formal, registro o elaboración. Con la "óptica etnográfica" se obtendrá una mayor

42Aguirre Beltrán, 1970, p. 13-1443Ibíd., p. 14.44Ibíd., p. 1545Foster, 196246Dark, 1957

sensibilidad del etnohistoriador hacia la estructura de la sociedad47y respecto del pasado las "ideas relativas a las relaciones históricas y a los procesos pueden actualmente ser probadas en el campo, donde aspectos de la sociedad están aún en operación",48 esta óptica etnográfica enriquece y profundiza el trabajo puramente histórico del etnohistoriador.49 Finalmente debe tenerse también en cuenta la posibilidad de la comparación de rasgos y culturas, con grupos vecinos o con otras culturas relacionadas.50 Las evidencias que usa la etnohistoria son las documentales entre las que están las especialmente hechas como fuentes o crónicas, por miembros del grupo y las que produjeron los extraños, también las que no son de intención directa, sino que tuvieron otros propósitos como las escritas por los funcionarios del poder colonial, es decir también por extraños y aquellas de esta naturaleza como las que escribieron funcionarios indígenas de burocracias coloniales como en el caso de Madagascar,51

también los documentos contemporáneos. Las informaciones etnográficas que no están registradas en los documentos aludidos como son historias populares, tradiciones orales y naturalmente las que proceden de informantes relativas a asuntos que no componen cuerpos de tradiciones específicas. Así también registros musicales, fotografías, colecciones etnológicas, informes y trabajos etnográficos anteriores, producto del trabajo de registro hecho por los primeros especialistas, así mismo los de contemporáneos, indudablemente ya seleccionados. Son también evidencias deuso etnohistórico, pero de función auxiliar las arqueológicas, las lingüísticas y en ciertos casos las biológicas. Todas interrelaciona-das, y con tratamiento metodológico completo, son deseables en este trabajo, el que completo puede parecer terrible, si bien es deadvertirse que no siempre es posible el uso total, ni su obligatoriedad.

La tradición oral, de reciente aceptación como evidencia histó-rica, es un aspecto en el que ponen énfasis quienes han hechoensayos sobre etnohistoria, debido a la oposición radical contra esa evidencia, por su variabilidad y modificaciones que experimenta en relación a las distintas funciones sociales que cumple.

47Cohn, 1968, p. 44548Ibid49Lujan Muñoz, 1969, p. 4250Sturtevant, 1966, pp. 32-3451 Cohn, 1968, p. 444

Muchas tradiciones orales derivan de fuentes escritas, como mucho de lo recogido por los cronistas del siglo XVI en Nueva España; otras fueron complemento indisoluble del registro como en el caso de los códices históricos mesoamericanos; en pueblos sinescritura, a veces esa tradición en un puro género literario estético,como los borundi de África Oriental,52 entre otros grupos, sirvepara conservar el registro de genealogías que funcionan aún para fines de organización política y social,53 como ejemplo de estos grupos destacaron los maorí de Nueva Zelanda que manejaronextensas genealogías que los especialistas transmitían y recitaban ala perfección, habiendo sido muchas de ellas registradas en épocacolonial. Aunque la tradición oral se ha visto frecuentemente afectada por el contacto cultural, hay áreas en donde su predominio es tal, que la reconstrucción etnohistórica descansa más en ella; esto esun caso generalizado en África Negra. Allí, en las sociedades sin gobierno institucionalizado, los jefes de clanes o los viejos de saber reconocido,54 conocen y recitan las tradiciones históricas que son de naturaleza más libre; en las sociedades con mandatarios hay profesionales de la tradición, son los griots de África Occidental, quienes recitan los hechos y las genealogías de su pueblo, sin faltas ni libertades so pena de castigo.55

Una metodología para su recolección, registro, crítica y comparación, interpretación, y síntesis ha sido desarrollada y sistematizada por JanVansina, lo que es de considerable valor para 1a etnohistoria.56

Indudablemente que el mejor aprovechamiento metodológico y conceptual de las evidencias usadas, principalmente las documenta-les, radica en la preparación del etnohistoriador, que sirve como continua referencia en el manejo de sus materiales. En este sentido a los especialistas norteamericanos les preocupa que el etnohistoriador conozca a fondo las culturas que dieron origen a las sociedades coloniales, pero principalmente que domine la información acerca de la procedencia de los funcionarios y responsables de la documen-tación, así como sus particulares casos de pensamiento, acción y

52Sturtevant, 1966, pp. 26-3253Ibíd.54Deschamps, 1968, p. 144155Ibíd.56Vansina, 1968

cultura, para asegurarse de la validez de sus informaciones y docu-mentos; tal vez esto sea un remanente de sus anteriores escrúpulos sobre la pretendida imposibilidad de la comprobación objetiva de la historia. Lo deseable es poder documentar tales particularidades y debe intentarse, pero no siempre se logra, cuando por ejemplo se trata de un oscuro escribano del siglo XVI, adscrito a un corregimiento de quinta importancia en la Nueva España. Tanta exigencia resulta exagerada si se trata de convertirla en elemento esencial para la crítica documental; bastará con lo más sobresaliente, por ejemplo también en el caso de Nueva España, conocer la cultura en general de los encomenderos, o de los frailes y los objetivos de su orden, o la orientación de la política de Carlos I o de Felipe IIy sus virreyes u oidores, o la acción ilustrada de los Borbones del siglo XVIII y de sus adlateresen el país, y los propósitos que animaron a las diversas empresas encargadas de recopilar información histórica y cultural. Son buenos los rigorismos, pero a veces utópicos.

En México la práctica de la etnohistoria en forma explícita datade hacia 1950 a 1952, cuando se dieron los primeros pasos formales para ello. Fueron determinantes, entre otros hechos, la formaciónde un grupo de becarios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en 1953, para especializarse en historia antigua de México; en 1954 la realización de la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología sobre el Valle de México y los cuatro vallescircunvecinos, en la que se incluyó una sección de etnohistoria, con muchos trabajos y de mucho aliente. En 1955, el grupo de becarios mencionados, bajo la dirección del profesor Wigberto Jiménez Moreno, decidieron crear la especialidad de etnohistoria en la Escuela de Antropología e Historia, donde funcionó al principio informalmente en la especialidad de etnología, dentro de los cursos normales pero con materias y seminarios especiales impartidos por Jiménez Moreno y José Miranda que se incorporó con entusiasmo a estos nuevos menesteres.

En 1960 se aprobó el primer programa completo para estos estudios y actualmente se ha organizado ya como especialidad con programa y planta docente propios.

Pero en el terreno específico de la investigación hay buenos antecedentes en el país; me referiré en primer término, al destacado proyecto Teotihuacan que dirigió Manuel Gamio, poco después de terminado el movimiento armado revolucionario. Proyecto integral,

interdisciplinario, no sólo por el tratamiento de la cultura indígena prehispánica, sino también por los estudios que incluyó de historia indígena colonial, como el de Ignacio B. del Castillo y de los descendientes contemporáneos de los indígenas. A partir de la década de los treinta la Institución Carnegie de Washington hizo posible el gran proyecto de investigación en el área maya: los mejores investigadores participaron y además de los conocidos trabajos arqueológicos se publicaron fuentes, se trabajó sobre la conquista, la geografía histórica indígena, los antecedentes culturales prehispánicos de los indígenas de la colonia y muchos aspectos más; así buena parte de esos trabajos representan una contribución de la que no dudamos es un buen antecedente de nuestra etnohistoria.

La orientación histórica que tuvo la Escuela de Antropología e Historia y la visión integral de la antropología mexicana, dieron sus frutos en una serie de tesis profesionales de los primeros graduados en etnología como fueron los trabajos de Arturo Monzón, Miguel Acosta Saignes, Pedro Carrasco y BarbroDahlgren, quienes trataron temas de etnografía histórica, abordando temas de organización social y monografías etnográficas de grupos prehispánicos.

Muchos otros trabajos se realizaron en la etapa inmediata anterior a la de la etnohistoria explícita y, después de su aceptación como disciplina sistematizada, sería largo e imposible enumerarlos todos;57 recuerdo por ejemplo los de Miguel Othón de Mendizábal Alfonso Caso, Wigberto Jiménez Moreno, los del grupo de 1a Universidad iniciados sobre la cultura náhuatl de Ángel Ma. Garibay, estudios sobre literatura y pensamiento de Miguel León Portilla, los de creencias populares, medicina y religión de Alfredo López Austin, las traducciones con juicios críticos de los textos sahaguntinos y los ya muchos trabajos monográficos publicados en la revista Estudios de Cultura Náhuatl y naturalmente los trabajos historio-gráficos para esclarecer multitud de problemas implícitos en fuentes como la Apologética Historia de Las Casas y la obra de Motolinia, dirigidos por Edmundo O'Gorman.

En la etnohistoria de los indígenas coloniales se encuentran los trabajos de José Miranda, Pedro Carrasco, Charles Gibson y muchos más. Así como los que partiendo de la problemática de los grupos contemporáneos se llevaron hacia el pasado para poder

57Una amplia revisión de los principales trabajos de etnohistoria sobre México han sido publicados por Spores (1973) y Nicholson, (1975).

determinar los procesos de cambio, entre los que destacan los de Gonzalo Aguirre Beltrán.

Es significativo y muy útil el esfuerzo que para facilitar el futuro trabajo etnohistórico sobre México, han realizado Howard F. Cline y su equipo de colaboradores y que recientemente ha sido publicado en el Manual de los indios de Mesoamérica.58

Debo mencionar las tesis recientes, trabajadas con estricto enfoque etnohistórico, presentadas en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entre ellas la de Arturo Warman sobre la "Danza de Moros y Cristianos" vista como un problema de aculturación; la de José Lameiras modelo de reconstrucción etnohistórica del señorío prehispánico de Meztitlán; la de María de la Cruz Labarthe que abarca un prolongado tiempo de desarrollo integral dela región de Zacatula, la de María Teresa Sepúlveda sobre el papelde los cargos políticos y religiosos de Pátzcuaro en la época colonial, la de Ángeles Romero Frizzi sobre la industria textil novohispanay recientemente la de Luis Reyes García sobre la formación y eldesarrollo histórico del señorío prehispánico de Cuauhtinchan entrelos siglos XII y XVI, y la de Emma Pérez Rocha acerca de la relación d e l a tierra y el hombre en la villa de Tacuba en las épocas prehispánica y colonial. Todas son producto de las mejores expresiones de la etnohistoria que se enseña en la Escuela de Antropología e Historia.

No debemos tampoco pasar por alto una buena cantidad de trabajos que continuamente publican sobre nuestro campo los especialistas extranjeros.

La etnohistoria tiene en México la frescura de su juventud y por eso presenta expectativas derivadas en buena medida de sus varias concepciones y de la riqueza de su campo de trabajo. Contamos con una gran riqueza arqueológica, una riqueza documental considerable a pesar de que ha sido mermada por tiempo y circunstancias y una riqueza etnográfica aún viva en buena parte. Sobre este acervo y con base en los cambios de valor que produjo la Revolución Mexicana, que conformaron una robusta conciencia indigenista, se ha fincado un orgullo nacional en nuestro pasado; todo esto estimula el progreso de esta nueva disciplina. El proceso histórico que a ello condujo sería motivo de trabajo aparte; baste aquí con apuntarlo.

58"Guide to Ethnohistorical Sources". Handbook of Middle American Indians, vols. 12, 13, 14, 15, Austin, 1972-1975.

A nuestros indígenas prehispánicos, que tuvieron una desarro-llada conciencia histórica y formas de preservación de su pasado, les fue arrebatada con la Conquista la posibilidad de seguir haciendo su propia historia. La única manera de continuarla quedó subyacente en los registros indirectos contenidos en todo tipo de documentos que, con fines diversos, hicieron los colonizadores; los descendientes de aquéllos y de éstos quedaron reducidos en época nacional a grupos jurídicamente iguales, pero en realidad distintos, unos con historia y registro, los más marginados con casi ninguna historia propia. Los estudios acerca de la población que ha conformado nuestro país quedaron, los de la etapa prehispánica, como campo único de cronistas primero y de arqueólogos y etnógrafos después; la etapa colonial fue cubierta por historiadores no siempre preocupados por los núcleos de población de color y sí más inclinados hacia los hechos del grupo colonialista en el poder. Los estudios sobre los indígenas de la época nacional quedaron, salvo algunas excepciones, en buena parte abandonados por los especialistas de siglo XIX, y los estudios indigenistas surgirían en forma importante después de la Revolución, reservados a etnólogos y antropólogos sociales.

Con todo y el inmenso campo de investigación que implica nuestra base histórica cultural y los estudios acerca de los grupos que en el pasado han integrado nuestra sociedad actual: los providencialistas del siglo XVI, los hispanizantes del XVII, los ilustrados medio cartesianos del siglo XVIII, los positivistas del siglo XIX principios del XX y los estudios históricos y antropológicos contemporáneos, de alta calidad científica; hacían falta a nuestra historia cultural estudios más comprensivos de nuestra sociedad global. La etnohistoria con las premisas, la metodología y el amplio campo que cubre, que es lo que aquí hemos tratado de delinear, está resolviendo más satisfactoriamente bastante de los problemas de nuestro rico pasado.

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La etnohistoria y la unidad de la antropología*

Carlos García-Mora

La discusión sobre el concepto de etnohistoria, vieja entre los investigadores estadounidenses, fue retomada en México por Carlos Martínez Marín,59 quien revisó la bibliografía al respecto publicada —sobre todo— en los Estados Unidos de Norteamérica. Entre otras cuestiones, la polémica es interesante por sus implicaciones en torno a la unidad de la antropología.

En México el término etnohistoria se ha usado desde hace más de tres décadas para identificar estudios interdisciplinarios de antropología e historia. El término fue útil para clasificar las inves-tigaciones sobre la historia prehispánica, basadas en fuentes escritas, que hacían uso de categorías y conceptos de la antropología cultural. Por ello, con este término se agruparon los trabajos de etnografía histórica o de historia antigua, aunque en realidad la etnohistoria rebasaba los límites de ambos enfoques.

*Versión de la reseña sobre el trabajo de Carlos Martínez Marín: "La etnohistoria, un intento de explicación", Anales de Antropología, vol. XIII, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1976, pp. 161-184. La reseña fue publicada originalmente con el título: "¿Etnohistoria?", Apuntes de etnohistoria. Cuadernos de trabajo de la especialidad de etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, núm. 2, México, 1978, pp. 21-31 y 41. 59Historiador, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de la cual fue subdirector encargado de la dirección. Miembro de la Academia Mexicana de la Historia. Es autor de un estudio sobre la historia prehispánica y colonial del pueblo morelense de Tétela del Volcán y de la de su convento dominico.

Pese al tiempo transcurrido, tardó en manifestarse una corriente de reflexión sobre el origen, la naturaleza, el campo y los problemas de conocimiento, metodología y variantes de la llamadaetnohistoria. De ahí la utilidad de una reflexión acerca de sus peculiaridades y de sus enfoques teóricos para imprimir un mayor vigor académico en la formulación de proyectos de investigación y de hipótesis y en la búsqueda de más adecuadas y depuradas tácticas para el proceso de investigación, que expliquen los problemas planteados. Así se podría proporcionar un contenido realmenteetnohistórico en los trabajos finales, en vez de un mero acercamiento entre disciplinas afines.

Para Martínez Marín la etnohistoria es una rama tanto de la historia y de la antropología cultural (necesitada de salir de las limitaciones de los estudios sincrónicos sobre la cultura), como de la antropología social (empujada a buscar la dimensión temporal para comprender los procesos de cambio en las sociedades).

En efecto, pese al rechazo del enfoque histórico, sobre todo por parte de la escuela británica de antropología social, algunos etnólogos utilizaron documentación histórica y discutieron sobre el acercamiento entre la etnología y la historia, planteándose la necesidad de practicar una etnología histórica. Durante 1946, con motivo de la proclamación de la ley de reclamaciones de los pueblos americanos nativos de los Estados Unidos de Norteamérica, la cual otorgó a estos pueblos el derecho legal a reclamar indemnización por la pérdida de sus tierras, se hizo preciso indagar sobre la existencia de tratados antiguos. Entonces surgió la etnohistoria estadounidense. Además, los antropólogos sociales terminaron por plantearse la necesidad del análisis histórico de la sociedad, para entender su estructura y sus cambios internos.

Por otro lado, aunque con más lentitud, en la ciencia histórica se pasó de historiar sólo hechos únicos o significativos a historiar también causalidades. Se consideró necesario tanto el estudio de los hechos, como el de las sociedades pasadas y el de sus estructuras. De esta manera, surgieron las historias social y económica. A esto se aunó la historia de la cultura, ya practicada desde hacía tiempo, la cual se orientó hacia la etnología histórica y el estudio de los procesos de aculturación. Todo ello consolidó la etnohistoria como algo más que un método.

A esa toma de conciencia de los antropólogos y a esa

aceptación de los historiadores, se sumó la circunstancia en los pueblos entonces objeto del estudio etnohistórico, del surgimiento del nacionalismo, del indigenismo y de la necesidad de consolidar su presente con la historia de un pasado propio, sobre todo en países con evidentes herencias étnicas propias y en los recién descolonizados.En consecuencia, la etnología y la historia llegaron a convergir en un punto donde tuvieron cabida todas las sociedades, alfabetas o no. Esto se debió a la revelación de las historias de sociedades no europeas en la historiografía de Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, así como a la aplicación de la interpretación etnológica en los estudios sobre las sociedades europeas contemporáneas.

Debido a ello, por una parte, la etnología se mostró como un nuevo medio para reconstruir el pasado; y por otra, la historia abordó la explicación del hombre más allá del accidente histórico. Así, al hacerse histórica la etnología y sociocultural la historia, ambas disciplinas rebasaron sus límites y se confundieron sus campos de acción (Poirier; Rodríguez).

De esta manera, la etnohistoria surgió de la convergencia de la etnología histórica, los estudios de antropología social sobre los procesos de cambio, la historia antigua y la historia colonial. Actualmente, se hace etnohistoria en la mayor parte de las áreas donde se localizan sociedades complejas. Sin embargo, aunque gracias al avance de la historia y de las ciencias sociales, ya es conocido el término de etnohistoria y generalizado su uso por parte de los etnólogos, ha faltado un acuerdo general sobre su definición.

Para Martínez Marín, "la etnohistoria puede ser definida como la explicación diacrónica y sincrónica de la cultura del hombre y de las sociedades, tratando de comprender mejor su estructura y su desarrollo histórico" (p. 50). Y tiene como objetivo, la reconstrucción histórica y cultural de los grupos autóctonos independientes, los grupos sometidos a un poder colonial, los grupos con cultura tradicional y los grupos modernos marginales; y de la de sus relaciones con los demás grupos con quienes coinciden. Por tanto, la etnohistoria abarca temas referentes a la demografía, la economía, la organización social, la religión y otros temas. Su problemática se deriva de la naturaleza y la pluralidad de los sistemas en estudio, del grado de desarrollo o de la duración del sometimiento colonial, del grado cuantitativo y cualitativo de las evidencias histórico antropológicas disponibles, del espacio temporal seleccionado, de la orientación teórica y de las

posibilidades materiales.El método etnohistórico, muchas veces confundido con su

objeto, requiere manejar las metodologías histórica y etnológica como una unidad. Se debe conjugar la investigación basada en estudio de fuentes y documentos históricos, enfocándolo etnográficamente para identificar rasgos e instituciones, con la investigación de campo y la comparación con grupos vecinos o culturales relacionados. En un estudio etnohistórico se hace uso interrelacionado de evidencias documentales, informes etnográficos orales, registro musicales, fotografías, colecciones etnográficas e investigaciones anteriores, así como de las evidencias auxiliares de la antropología física, la lingüística y la arqueología.

Finalmente, al hablar sobre México, el autor relata la práctica explícita de la etnohistoria en México, desde 1950 hasta la organización de la etnohistoria como especialidad profesional durante 1974 en la Escuela Nacional de antropología e Historia (ENAH).Hace referencia a los antecedentes en la investigación, con una especial mención a las tesis profesionales de los primeros graduados en etnología de la ENAH, fruto de la orientación histórica de dicha escuela y de la visión integralde la antropología mexicana. Para él con el acervo arqueológico, documental y etnográfico disponible y con los cambios de valor producidos por los movimientos revolucionarios en México, a principios del presente siglo, conformadores de una conciencia indigenista, se fincó un orgullo nacional en nuestro pasado. De esta manera, el autor resalta la conciencia indigenista como el ingrediente básico de la acción política de esta tendencia de la historiografía mexicana (Vázquez: 59-60). Para Martínez Marín, todo ello ha estimulado el progreso de la etnohistoria, que con las premisas, la metodología y el campo que ha cubierto, ha venido resolviendo más satisfactoriamente bastante de los problemas del pasado de la sociedad mexicana.

Hoy en día, dado el desarrollo acelerado de la ciencia, es posible constatar la existencia de dos movimientos en apariencia opuestos. Por una parte, se observa un proceso de creciente especialización debido al cual las grandes ramas de las llamadas ciencias naturales y humanas, tienden a desglosarse cada vez más, dividiéndose en especialidades cuyo desarrollo las separa unas de las otras, hasta el punto de alcanzar su autonomía. Sucedió con la antropología, la cual nació de la tradición del anticuario

decimonónico, interesado en el origen del hombre y en las costumbres de los pueblos supuestamente retrasados. A la manera de Karl Lumholtz, en cuyas expediciones científicas abarcaba tanto el estudio de muestras óseas humanas, como de materiales arqueológicos y descripciones etnológicos de los pueblos visitados por él. De aquella labor enciclopédica se llegó a la especialización en las hoy llamadas antropología física, la lingüística, arqueología y etnología. A su vez, éstas han sido subdivididas, como es el caso de la etnología, desmembrada en la etnografía, la etnología propiamente dicha, la antropología social y la etnohistoria. Y para complicar el cuadro, aparecieron especialidades como la etnomusicología y la sociolingüística. Además, se hanseparado tanto entre sí la antropología física y la antropología social, por ejemplo, que se ha propuesto incorporar la primera a las facultades universitarias de medicina. Y de hecho, la antropología social se imparte como carrera independiente en algunos centros educativos.

El proceso continúa, pues aún se siguen creando nuevas disciplinas basándose en unidades, aspectos o enfoques de una rama de conocimiento, derivando hasta el infinito disciplinas con definición, objeto y metodología propios.

Sin embargo, por otra parte, un movimiento opuesto cobra igualmente vigor inusitado. Un proceso de creciente convergencia e interrelación entre las ramas de la ciencia, ha propiciado el nacimiento de especialidades mixtas como la sicología social, resultado del acercamiento entre la sicología y la sociología. O bien, como la ecología donde se unen ciencias sociales y naturales. Todo ello resultado de la necesidad de analizar integralmente una realidad conformada por fenómenos interrelacionados.

En realidad, la diferenciación de las ciencias sociales es pura-mente metodológica, pues su objeto de estudio es fundamentalmente el mismo: las sociedades humanas y su desarrollo histórico y todo aquello que esto engloba (Velasco). Por ello, una vez desarrolladas las potencialidades propias de cada una de las disciplinas sociales, éstas podrán orientarse hacia la convergencia de los procesos -hoy aparentemente opuestos- de disgregación y de conjunción. Y ese nuevo proceso podrá ser el de la construcción de una visión integral del hombre, de su sociedad y de su historia.

Algo ilustrativo de lo aquí señalado es la antigua ciencia histórica. Debido a los procesos citados, la historia de los hechos se ha

superado. Por un lado, ha crecido día con día, el proceso de acercamiento de todas las ciencias sociales hacia la historia, para hacer demografía, sociología y economía históricas. Y por el otro, la historia se ha visto precisada a hacer historia demográfica, social y económica.

Ahora, la ciencia histórica capta tanto singularidades y acontecimientos como hechos de repetición. Por esto, el historiador se ha visto obligado a hacerse antropólogo, demógrafo, lingüista, sociólogo y economista. La historia es una dimensión de la ciencia social que converge, sin oponerse, en las ciencias del hombre. Y aún más, la historia contiene en su seno a todas las ciencias del hombre. Esto ocurre así, sin oponer a las disciplinas entre sí, pues solamente hay ciencia social en la reconciliación dentro de una práctica simultánea a los diferentes oficios. Es fácil alzarlos uno contra otro, pero más constructiva es la colaboración (Braudel: 128).

Hoy por hoy, la historia debe elegir entre ser antropología, economía, demografía, sociología y ecología o desaparecer (cf. Mar:60). Toda historia privada de ambición totalizante es una historia anticuada de antemano (Vilar: 159). Y a la inversa, toda ciencia humana debe ser histórica. De esta manera, al devenir las ciencias sociales en ciencias históricas, apropiándose del pasado -antiguo objeto de estudio de la ciencia histórica- ésta terminará por ser la síntesis global de aquéllas.60

60Las posibilidades de la historia total, desde el punto de vista de los historiadores, han sido esbozadas, entre otras corrientes teóricas, por las de la historiografía francesa y las del materialismo histórico. Tanto las unas como las otras, han coincidido en: a) el reconocimiento de la necesidad de una síntesis global que explique a la vez las articulaciones entre los niveles que hacen de la sociedad humana una totalidad estructurada, y las especificaciones en el desarrollo de cada nivel; b) la convicción de que la conciencia que los hombres de determinada época tienen de la sociedad en que viven no coincide con la realidad social de dicha época; c) el respeto por la especificidad de cada época y sociedad (por ejemplo, las leyes económicas sólo tienen validez para el sistema económico en función del cual fueron elaboradas); d)...atribuir una gran importancia explicativa al nivel económico, aproximándose en ciertos casos a la noción marxista de la 'determinación en última instancia' por lo económico; e) la aceptación de la unidad fundamental de las ciencias sociales, aunque por cierto el materialismo histórico es mucho más radical en cuanto a este punto; f) por fin. la vinculación de la investigación histórica con las preocupaciones del presente" (Flamarion y Pérez: 18-19).

Por su lado, algunos enfoques antropológicos a pesar del proceso disgregante al cual se han visto sujetos, mantienen aún su tradición del análisis global e histórico. Pese a algunas tendencias ahistóricas en la antropología, otras han ayudado a configurar la visión histórica total de la evolución del hombre, como ser físico y como ser social, económico y cultural. En efecto, la etnología y la historia son dos términos de un quehacer común, cual es el de aportar a la reconstrucción histórica integral, los recursos disponibles en una y otra, para llegar a un mismo fin: una historia a la cual están llamados a participar, en programas interdisciplinarios, tanto etnólogos e historiadores, como geógrafos, economistas y otros especialistas. De ser exitosa la colaboración, la etnología histórica y la historia sociocultural se dirigirán hacia un mismo punto (Poirier).

El enfoque antropológico, junto con los demás enfoques de las otras ciencias sociales ya historizadas y a las cuales ha aportado su matriz social (al incorporar el estudio de la estructura, la organiza-I lón y el funcionamiento de la sociedad), una vez desarrolladas sus propias posibilidades, puede convergir en una ciencia del hombre y la sociedad. De esa manera, la antropología puede ayudar a configurar la visión total del fenómeno humano, en toda su complejidad y heterogeneidad.

Por lo dicho, hablar de la etnohistoria como de la nueva disci-plina científica, abstraída de la etnología y de la historia, es de por sí contrario a la lógica. ¿Cómo apropiarse de un objeto de estudio, patrimonio de la etnología en general? Algo parecido ocurre con el propósito de fomentar la creación de una ciencia del folklore y aun de una carrera profesional de folklorista, cuando su objeto de estudio ya está de hecho incluido en la misma etnología.

Lo mismo sucede con la etnohistoria, cuya temática de estudio abarca toda la gama de intereses de la antropología y aun de todas las ciencias sociales. Como, al fin y al cabo, la etnohistoria es una forma de hacer historia, la labor etnohistórica más bien muestra cómo se está conformando una unidad en el estudio del hombre, lo cual contradice los propósitos autonomistas.

En México, se organizó la etnohistoria como una especialidad independiente de la etnología por motivos circunstanciales y sin duda, teniendo en cuenta los intereses de los etnohistoriadores como grupo profesional (cf. Vázquez: 60). Sin embargo, con ello se retrocedió ante la orientación integral de algunas corrientes de la antropología en

México.61 Más útil hubiera sido fusionar las antiguas subespecialidadesetnológicas en una sola etnología histórica, social y cultural. Frente a esta etnología, estudiosa de la sociedad y su cultura en el pasado y en el presente, como un todo interrelacionado e indivisible en evolución, carecería de razón de ser la antropología social y la etnohistoria como especialidades aparte. La primera, estudiosa de la sociedad, de las relaciones sociales y de los procesos de cambio de ambas, es indisociable del estudio de la cultura. Y la segunda, es sólo un momento de una misma investigación.

El etnólogo podría capacitarse durante su etapa de escolapio, tanto para el estudio de las sociedades contemporáneas como para el estudio histórico de las sociedades humanas del pasado. Lo uno le permitiría comprender la organización, estructura y funcionamiento de instituciones o fenómenos socioeconómicos y culturales; y lo otro, el origen y evolución de éstos. Además, el escolapio podría conocer, por medio de cursos generales previos a la especialización, el manejo de datos de la antropología física, la lingüística y la arqueología, para poder hacerse de una visión integral del hombre en evolución física y sociocultural. O para decirlo más extensamente, del hombre como ser físico, con una lengua y una vida económica, social y cultural, en continua transformación.

Ciertamente, existe la necesidad de la especialización profesional, debido a la imposibilidad para una persona de dominar todos los aspectos del estudio del hombre, la sociedad y la historia; pero puede mantenerse la visión global, apartándose de la convencional historia de los acontecimientos y superando la separación entre las especialidades antropológicas. Posteriormente, en la adopción de los cursos optativos, en los estudios de posgrado y sobre todo en la práctica profesional, se puede buscar la especialización en estudios del presente o del pasado, si así lo requiere 61Uno de los argumentos aducidos fue el siguiente: "Desde hace tiempo y por problemas de tipo legalista se han agrupado bajo el nombre de etnología, a tres especialidades (etnología, antropología social y etnohistoria) que si-bien se complementan, tienen campos de conocimiento y métodos específicos diferenciados. Ante esta situación y reviviendo una antigua problemática, hemos considerado que es necesaria la separación -que no vendría sino a delimitar concretamente una situación existente- de la especialidad de etnohistoria y su reconocimiento como un campo de conocimiento perfectamente delimitado dentro de las ciencias antropológicas" (Comisión s/f).

su labor. Pero su formación puede ser integral.Las llamadas disciplinas antropológicas aún tienen

posibilidades de unidad, pues todas coinciden en estudiar diferentes problemas de las sociedades humanas concretas. Las disciplinas particulares pueden utilizarse en un contexto de explicación de la sociedad que contenga todas las ciencias sociales. En vez de tratar de desmembrar a la antropología, se pueden integrar los conocimientos delas ciencias que históricamente han tenido el mismo objeto (Velasco:105). Aunque parece difícil integrar también ala antropo-logía física, por constituir ésta el eslabón donde la ciencia natural se une con la ciencia social, este aparente obstáculo puede ser una ventaja. De esta forma, se pueden desvanecer las diferencias artificialmente interpuestas entre algunas disciplinas antropológicas, al constatarse cómo sus objetos de estudio son los mismos. La etnohistoriaes una manera de hacer historia.

De hecho, los etnohistoriadores han adoptado frecuentemente la interdisciplina a diferencia de otros especialistas más reacios a ella. Y eso es un aporte propio a la tradición integral de la antropología en México (Monjarás-Ruiz y otros).

Una última observación. Se ha reducido el enfoque etnohistórico al campo de análisis de las sociedades precapitalistas, los grupos étnicos, los pueblos colonizados y los sectores sociales margi-nados. Pero ello implicaría adoptar una visión colonial. Ninguna razón de peso se aduce para evitar hacer estudios etnohistóricos de grupos humanos de las sociedades capitalistas, incluso de los grupos dominantes como los mercaderes libaneses, los banqueros ingleses, los burócratas mexicanos, los encomenderos españoles, los industriales alemanes o los empresarios regiomontanos (por ejemplo, véase Salazar). A eso nos conduce la reconstrucción dé la vida de los grupos humanos y sus relaciones con otros grupos con los cuales conviven (Martínez Marín: 172-3). Además, tampoco se puede reducir la etnohistoria al estudio de épocas precapitalistas, pues es posible y deseable hacerlo para el estudio de los siglos XIX y XX.

Como ocurrió con otros intentos similares de fundamentación de nuevas disciplinas, en realidad la independencia de la etnohistoria se explica por la emergencia de proyectos gremiales, académicos y políticos, a veces opuestos y aún en pugna. Es decir, la fundamen-tación teórica de la autonomía de la etnohistoria ha respondido a la necesidad de racionalizar situaciones de hecho, justificando -de esta

manera- el agrupamiento y las actividades concretas de personas, grupos o instituciones. Pero en el campo científico, lo deseable es la búsqueda de la integración en el estudio de la sociedad humana, organizando grupos interdisciplinarios para desarrollar líneas de investigación sobre cuestiones específicas. Ello sería una política más acorde con la razón científica y más desligada de meros intereses circunstanciales.

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Los estudios económicos sobre el México antiguo*

Enrique Florescano

Entre 1940 y 1976 se publica un número tan grande de estudios de historia económica que puede decirse que nunca antes se había publicado tanto ni se habían explorado tantos aspectos del sistema socioeconómico. Y sobre todo, nunca antes se había hecho un esfuerzo tan definido por estudiar el desarrollo de las civilizaciones, y por caracterizar las bases económicas sobre las que se asentaron los grupos humanos en cada fase de su evolución. Esto nos lleva a una segunda observación: aun cuando los estudios socioeconómicos son inferiores en número a los realizados en el mismo período sobre la religión, la literatura, las artes y la historia política, científicamente pueden considerarse como más creativos y penetrantes. En otras palabras, estos estudios han puesto su mira en los problemas que explican el desarrollo y características de una sociedad: se han concentrado en el análisis de la relación de los hombres con el medio, de las técnicas que crean para dominar y apropiarse de la naturaleza; en la división del trabajo y en las relaciones de producción que forman el tejido social que determina la composición y características de un tipo específico de sociedad. También debe destacarse un hecho significativo: obligados los investigadores a recomponer y explicar un todo formado por elementos materiales (recursos naturales, técnicas, sistemas de cultivo) y complejas organizaciones sociales (división del

*"Sábado", Suplemento de Unomasuno,23 de junio de 1979 (84), pp. 1-4.

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trabajo, organización y estratificación de los grupos humanos para la producción, la distribución y el consumo), sobre el cual existen sólo fragmentos escasos y dispersos, han recurrido a las múltiples técnicas y métodosdesarrollados por la investigación reciente, y con ello han contribuido a devolverle a la historia su amplia visión unitaria que la especialización académica y universitaria se empeña en quebrantar.Pero veamos con más detalle los temas y áreas estudiadas, los resultados alcanzados y las corrientes de interpretación más significativas.

La bibliografía acumulada muestra que el Valle de México y la zona maya continúan siendo las áreas mejor cubiertas por la inves-tigación; pero al contrario de lo que ocurría hace cincuenta años, hoy se conocen las bases económicas que impulsaron las civilizaciones de La Venta y el área mixteco-zapoteca, y se han profundizado en el estudio de la agricultura y de los sistemas económicos de otras áreas. Por lo que toca a los temas, destaca sobre todos los demás el estudio del origen y desarrollo de las técnicas de cultivo y de los patrones de asentamiento de la población. En los últimos treinta años se han precisado el número y la antigüedad de las plantas cultivadas en Mesoamérica, los principales centros que las originaron y su influencia en la distribución territorial y en la organización social de los grupos humanos. Entre estos estudios sobresalen los dedicados a indagar el origen y características botánicas del maíz.

Arqueólogos, etnohistoriadores, botánicos y paleobiólogos han combinado sus saberes para obtener un conocimiento más pro-fundo de las fases evolutivas de los grupos humanos. El conocimiento de la organización social prehispánica se ha fundado tanto en el estudio de los recursos naturales del medio ecológico, como en las técnicas agrícolas y en el tamaño, complejidad social y densidad demográfica de las poblaciones observadas. Por este camino se ha llegado a caracterizar los sistemas de cultivo utilizados en Mesoa-mérica: roza, barbecho, regadío, chinampa. Más recientemente, las proposiciones de Marx y de Karl Wittfogel sobre el modo de producción asiático y su base hidráulica, han incrementado los estudios sobre los sistemas de regadío en Mesoamérica. Pedro Armillas y Ángel Palerm iniciaron en México estos estudios desde fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta, aplicando técnicas y métodos que entonces eran novedosos y hoy siguen vigentes. Sus resultados, enmarcados en un amplio contexto expli-

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cativo que inquiría sobre el origen y desarrollo de las civilizaciones, han sido base y estímulo fundamental de las nuevas corrientes de investigación sobre el regadío, los sistemas de cultivo, el proceso de urbanización y la configuración de "ecosistemas" en Mesoamérica. A diferencia de los estudios sobre otros temas, estos que mencionamos se han generalizado a todoslos períodos y áreas culturales de la época prehispánica.

Si el estudio de la agricultura y de los sistemas de cultivo ha enriquecido la comprensión de múltiples aspectos de las sociedades unliguas, muy poco se ha hecho en cambio por investigar el otro componente que, según Marx, hacía autosuficiente a la comunidad antigua: la manufactura. Con excepción del penetrante estudio de Mendizábal sobre las artes textiles indígenas, que en su parte relativa al México antiguo destaca la importancia económica de esta actividad, puede decirse que no se ha hecho nada. El mismo pano-rama se observa en la bibliografía respecto a la producción de metales. Sólo se ha incrementado el conocimiento -y como resultado derivado de las excavaciones- sobre la importante producción de cerámica y alfarería, cuyos artículos tenían una amplia circulación local y regional.

El mecanismo básico de las sociedades antiguas para distribuir los bienes producidos era la reciprocidad social y el tributo. Aquélla admitía que las unidades familiares y de parentesco (calpulli) satisficieran primero las necesidades básicas que aseguraban su producción y la producción de excedentes, en tanto que el tributo distribuía éstos entre los grupos sociales que no participaban directamente en la producción. En los estudios generales sobre la economía mexica, y en los específicos que tratan del tributo, se ha destacado la importancia capital de éste, pero aún quedan problemas y preguntas que resolver. Gran parte de los problemas que subsisten tienen su origen en la aplicación de enfoques y categorías tomados de la historia económica y social europea. Para colocar las cosas en su sitio, habría que recuperar, como ha hecho John V. Murra en sus estudios sobre el antiguo Perú, categorías analíticas capaces de reconsiderar la historia económica y social antigua desde una pers-pectiva más apropiada. El problema del tributo podría servir de hilo conductor. Hasta la fecha éste sólo ha sido estudiado en la sociedad mexica, y en su aspecto estatal, es decir, como tributo de los pueblos a los poderes centrales de la confederación dirigida por los mexica.

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Sin embargo, la mayoría de las fuentes señala que los calpulliproporcionaban tributo a las autoridades e instituciones locales. En otras palabras, el estudio del tributo en las unidades que constituíanla base sobre la que se levantaba la sociedad, podría conducir a una mejor explicación de los fundamentos económicos, sociales y políticosde estas agrupaciones basadas en el linaje y el parentesco, y a entender mejor su articulación con las unidades mayores: tribu confederación de tribus, Estado.

Otro ejemplo de la aplicación de conceptos tomados de otra realidad que distorsionan el fenómeno estudiado, es la clasificación que se ha hecho del tributo. Todas las investigaciones aseveran que los pueblos y calpullisdaban dos tipos de tributo: productos en especie y fuerza de trabajo, y algunos autores han extendido esta afirmación a los individuos. John V. Murra ha demostrado, para Perú, que los individuos sólo proporcionaban fuerza de trabajo, tanto para las áreas agrícolas y artesanales, como para las obras públicas y los servicios. Los testimonios disponibles sobre la sociedad mexica muestran también que los individuos sólo tributaban fuerza de trabajo, en tanto que la unidad sociopolítica que los integraba, el cqlpulli, era la unidad administrativa que repartía lo producido. La idea de que los indios pagaban tributo en especie y tributo en trabajo la trasmitieron los frailes y conquistadores españoles, tanto porque interpretaron a la sociedad indígena con los conceptos feudales de su época, como porque ellos mismos estaban interesados en el pago del tributo en esa forma. Pero el hecho de que esta interpretación haya persistido en los estudios actuales hace sentir la necesidad de reconsiderar las sociedades prehispánicas partir de categorías más propias y cercanas a las comunidades antiguas: relaciones étnicas y de parentesco, unidades familiares y sociopolíticas (calpulli). Hay que recordar, como apuntó Marx al reflexionar sobre las sociedades comunitarias, que en ellas el hombre es "un ser genérico, un ser tribal, un animal gregario", y que estas formas de vida colectiva y gregaria se expresaron en etnias y grupos de parentesco, en unidades básicas autosuficientes que se organizaban para reproducir colectivamente sus formas de existencia. En consecuencia, el análisis del tributo, del trabajo comunal y de la organización social y política de estas células debe partir de sus supuestos internos, no de categorías extrañas.

La circulación de los productos, el comercio y las campañas

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de guerra y conquista que frecuentemente acompañaban a éste, requieren asimismo un análisis que los considere como formas complementarias o evolucionadas de un modo de producción deinmunidades campesinas cuya base económica se orientaba a la autosuficiencia, a la reproducción interna de sus condiciones de existencia. La autosuficiencia de la unidad familiar y comunal (Calpulli) en productos agrícolas y manufacturas textiles, limitó en un principio el intercambio a formas de trueque directo de un producto por otro. El cambio de productos entre familias y grupos étnicos diferentes y alejados sólo tuvo lugar cuando se desarrollaron entidades políticas más complejas que absorbieron el excedente familiar y comunal a través del tributo. Estos excedentes sustraídos a la comunidad campesina crearon los grupos de artesanos que los gobernantes dedicaban a la producción de objetos suntuarios y al grupo de comerciantes encargado de intercambiar parte de los objetos suntuarios entre los gobernantes de otras provincias. Es decir, la producción de objetos de lujo o de acabado excelente sólo lúe importante cuando lo fue la única clase que los demandaba y consumía; a su vez, el comercio a que dio lugar esta producción suntuaria tuvo que ser el llamado de larga distancia o "comercio exterior", que tenía como destinatario a los grupos sociales dirigentes de otros estados y provincias. En palabras de Marx, "el intercambio de mercancía comienza allí donde termina la comunidad, allí donde ésta entra en contacto con otras comunidades o con los miembros de otras comunidades". Pocos estudios sobre el comercio prehispánico han partido de estas consideraciones sencillas, pero cargadas de significado. La existencia o no de estas formas de intercambio deberían sin embargo ser un instrumento analítico para caracterizar la evolución y las formas de organización social y política de los pueblos estudiados. Por otra parte, el estudio del intercambio y de los mercados locales, para ser consecuente, debería considerar tanto las características de la producción familiar y comunal, como su grado de autosuficiencia o de articulación con entidades superiores: tribu, confederación de tribus, Estado. Las monografías de Anne M. Chapman sobre el comercio entre mexicas y mayas, y de Acosta Saignes sobre los pochteca, han abierto el camino a estas investigaciones, pero falta mucho por recorrer en esta dirección. Los estudios recientes de Pedro Carrasco ofrecen una base empírica y metodológica que parece muy adecuada para considerar los

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problemas del mercado y de la circulación de bienes en las antiguas sociedades.

El análisis de la composición, estratificación y caracterizaciónde las sociedades antiguas había quedado estancado, hasta 1930 1940, en el nivel en que las dejaron los estudios a fines del siglo pasado. Términos como "sociedad feudal", "imperio", "reinos", "señoríos", "nobles", "siervos" y "esclavos", seguían entonces en uso, tomados de los primeros cronistas. Por otra parte, la forma de aproximarse al estudio de la sociedad y de sus grupos era la descripción, sin que hubiera interés por explicar o introducir conceptos analíticos más rigurosos. Entre 1875 y 1890 Adolph F. Bandelier dio a conocer cuatro ensayos que rompieron con esa constante y provocaron una de las polémicas más agitadas y fructíferas. Negó que se tratara de sociedades feudales, repudió los términos en uso, e in-fluido poderosamente por la obra de Lewis H. Morgan (AncienSociety, 1877), las analizó como comunidades primitivas, descubriendo en ellas una forma de organización tribal gobernada por principios de igualdad y democracia. Es decir, llegó al otro extremo de la discusión, pues en lugar de una sociedad jerarquizada y estamental, encontró una democracia igualitaria. Sin embargo, lo importante para el avance de la ciencia no fueron sus conclusiones -como suele suceder-, sino su enfoque, su revalorización del calpulliy de los principios básicos de la organización comunal, que sus antecesores habían olvidado completamente, o sólo habían considerado de manera superficial. Y sobre todo, debe apuntarse que la tesis de Bandelier fue el estímulo principal de los estudios que sobre la organización social y política de los mexica se han escrito en los últimos años, comenzando por la refutación directa de Manuel M. Moreno, a la que siguieron las obras más socioeconómicas de Arturo Monzón, Friedrich Katz, Mauro Olmeda y Víctor M. Castillo, y los importantes estudios de Alfredo López Austin, Pedro Carrasco y Charles Gibson.

Con todo y que hoy se tiene una idea más rica de la organización social mexica, debe decirse que apenas se ha publicado una mono grafía sobre un grupo social (M. Acosta Saignes: Los pochteca), que sabemos muy poco sobre los grupos dirigentes (militares, sacerdotes, burocracia) y todavía menos sobre la amplia población tributaria de campesinos. Conocemos bastante de sus características externas -sus funciones, y ubicación en la

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estratificación social pero muy poco acerca de su formación, de sus características internas y de sus relaciones con los otros grupos. Para ello se requerirá que los estudios sobre la organización social adopten un enfoque más dinámico y causal, y partan de las premisas socioculturales internas de los mismos grupos estudiados. Es decir, se requiere que losinvestigadores dejen a un lado los enfoques y categorías analíticasextraídas de la historia económica y social europea, y se acerquen más a los métodos y análisis propuestos por el etnohistoriador y el antropólogo que han estudiado las sociedades indígenas antiguas y presentes. La lección más clara que puede uno sacar de los estudios comentados es que sólo cuando se ha tratado de explicar a las sociedades indígenas como tales, como comunidades campesinas asentadas sobre bases étnicas, económicas y sociales nacidas de su propia praxis histórica se ha avanzado en el conocimiento y comprensión de ellas. Para ello es necesario pasar al otro lado de la barrera y tratar de pensar y comprender como indios, tal como para el Perú han intentado hacerlo Murra y Wachtel con resultados extraordinarios.

Por otra parte, para evitar caer en un economismo absurdo y estéril, los investigadores de las economías y sociedades antiguas habrán de tener muy presente el reproche que a menudo hacen a los historiadores del arte, la literatura o la religión: no fragmentar una realidad compleja e interdependiente en estancos desvinculados del todo que los articula. Los investigadores de la economía no han tocado aún el riquísimo material que sobre la economía campesina contienen los mitos, las leyendas, las prácticas mágicas de la pobla-ción rural. Poco ó nada se han estudiado los cambios y sincretismos observados en las cosmogonías, los mitos y dioses estatales, como signos reveladores de profundos cambios en las estructuras econó-micas de la sociedad. Y cómo la religión y los mitos, la literatura y la tradición oral son otros de los muchos materiales que, bien maneja-dos, pueden alumbrar extensas áreas de la mentalidad campesina. Lo mismo puede decirse de la astronomía (la ciencia, por definición, de las sociedades campesinas), que lejos de estudiarse como un desarrollo especulativo debe ser uno de los temas principales en el estudio de la agricultura. La astronomía fue la ciencia que las sociedades campesinas del México antiguo crearon para dominar a sus más terribles enemigos: la sequía, las heladas, el granizo, el huracán y los malos temporales. De la observación persistente y

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acumulada del cielo y de los astros, y de su relación con el régimen de lluvias y la renovación vegetal, se derivaron las técnicas agrícolas que sustentaron a este país por más de tres milenios.

Las principales corrientes de investigación

Aun cuando no se puede hablar de escuelas historiográficas que hayan definido un programa razonado de investigación, con enfoques, métodos y propósitos unitarios, sí es posible discernir 1a presencia de corrientes de investigación que dirigen las tendencias generales de los estudios. La clasificación y caracterización de 1as principales corrientes de investigación que a continuación se presenta es muy gruesa y seguramente no hace justicia a las múltiples orientaciones y metodologías que se han desarrollado en los últimos años. Pero el intento de realizarla no atiende a estos propósitos, sino al interés de presentar al lector no especializado un cuadro general de los enfoques, métodos y fines que, explícita o implícitamente te, adoptan los investigadores en sus estudios sobre la historia económica.

La corriente monografista-erudita

Esta corriente es la predominante en los estudios acerca del México antiguo, incluidos los relativos a su economía. Veamos, en primer lugar, los aspectos positivos que ha deparado a la investigación el desarrollo reciente e impetuoso de la monografía histórica. El modelo de esta forma de hacer historia proviene de las obras producidas en las universidades norteamericanas; se impuso en nuestro medio tan rápidamente como creció la población estudiantil y la división del trabajo en las facultades de Filosofía y Ciencias Sociales. Adquirió categoría científica cuando en estas facultades se decretó que para obtener una licenciatura, la maestría o el doctorado había que presentar una obra de investigación que llenara los requisitos metodológicos, científicos y eruditos de la disciplina. Así, desde 1940 la investigación histórica se convirtió en un producto mayoritariamente académico, sujeto a las normas y prescripciones de la vida universitaria.

Pocos negarán los efectos saludables que introdujo la práctica de la monografía erudita. Su aparición contuvo la propagación de la

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"historia impresionista" que se venía haciendo con un mínimo de datos y un máximo de "imaginación". Creó requisitos mínimos paradesarrollar lainvestigación histórica conforme a métodos y técnicas aprobados por la experiencia y la erudición. Situó en el rango más alto a las investigaciones basadas en fuentes primarias y con ello estimuló la indagación de nuevas áreas y temáticas, e indirectamente presionó en favor de la conservación y arreglo de nuestros archivos. Para los profesores investigadores del sistema universitario, la confección de tesis sobre la base de monografías fue la única manera de promover una política de investigación, una continuidad en el proceso del conocimiento, y así indujeron a varias generaciones a trabajar en los temas de la historia antigua que son hoy los más conocidos: historia política, del arte, de la religión y de la literatura, En fin, han sido los cultivadores de esta forma de hacer historia los más celosos guardianes de los valores tradicionales y siempre vivos de la investigación histórica: rigor en la selección y manejo de las fuentes; despliegue sin límites de la erudición; mesura en la interpre-tación; presentación ordenada y sistemática de los resultados. Des-afortunadamente, en los últimos años estos valores que promovió la investigación monográfica casi han sido sobrepasados por sus deformaciones.

La deficiencia más notable de la investigación de tipo monográfico es la carencia de una teoría o marco general que guíe la investigación. La mayoría de estos estudios parece carecer de un marco interpretativo general acerca de la sociedad o civilización que se proponen analizar. Sin duda esta característica es la que determina la elección de "temas", no de problemas, como propósito esencial de las investigaciones. De ahí, también el nombre (monografía) que define un método, una práctica de investigación y unos resultados estrictamente monográficos. En estas monografías, antes que la reflexión razonada o la consideración jerarquizada de los problemas históricos de la época, lo que induce a la elección del tema es la mayor o menor abundancia de las fuentes, o en el mejor de los casos, la intuición de que se está ante un tema "importante". Desafortunadamente, la ausencia de un planteamiento previo que defina la importancia científica y la jerarquía explicativa del tema elegido, y establezca sus relaciones con el todo del que forma parte, lleva con frecuencia al investigador a realizar un gran esfuerzo que produce resultados mínimos, a encerrarse más y más en los estrechos

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límites de su tema porque carece de marcos explicativos amplios y coherentes, y a empantanarse en descripciones abultadas porque le faltan instrumentos analíticos que lo conduzcan a la explicación de los cientos de datos que amontona sin concierto ni jerarquía. Es decir, esta forma de aproximarse a los problemas históricos niega de principio a fin los propósitos de la investigación: constatar, relacionar, comparar, explicar y establecer el significado de los hechos históricos. Va en contra del propósito fundamental de la investigación y convierte la búsqueda y acumulación de datos e|nun fin en sí mismo; basta reunir un número más o menos impresionante de datos, o dar a conocer un documento inédito, para hacer una "aportación al conocimiento histórico".

Otra deformación común a esta corriente es la tendencia ya mencionada de fragmentar el universo histórico en parcelas diminutas sin relación entre sí. La conveniencia metodológica de acotar un problema o un campo espacial o temporal para profundizar en su análisis y comprensión, se desvirtúa cuando el investigador desco-necta "su tema" del contexto general en que está inmerso y a partir de ese momento lo analiza como un hecho aislado, separado de la totalidad de los fenómenos que lo conforman. Esta fragmentación, ya no analítica, sino ideológica y anticientífica, es la que lleva a dividir arbitrariamente el desarrollo interdependiente de la historia en tantas parcelas como "áreas de especialidad" va definiendo la división del trabajo en las universidades e institutos de investigación. Esta práctica, muy extendida en los estudios monográficos, propone de hecho la desintegración artificial del proceso unitario y totalizador de la historia y postula, como único método de explicación, la agregación: conocida tal o cual parcela de la historia económica de una época y de un espacio determinados, se une a las que produce la historia social, política y de la cultura y así, a través de agregaciones sucesivas, se va componiendo el "amplio panorama de la historia".La mayor parte de las monografías, incluyendo a las obras generales publicadas en los últimos años, reconocen este procedimiento como el más apropiado para estudiar el pasado. Las primeras desvinculan de antemano el tema elegido de su contexto general, y las segundas acomodan en capítulos separados "la población", "la economía", "la sociedad", "la política", "la religión", "las costumbres", "la cultura". En ambos casos se parte de la convicción de que la realidad histórica es algo naturalmente dividido en partes dotadas de sentido propio y

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sin relación con las demás.

La corriente evolucionista

No he encontrado mejor título que el de "evolucionistas" para definir al grupo de arqueólogos y antropólogos que planteó el análisis de las sociedades mesoamericanas como un estudio del desarrollo multilineal y autogenerado de civilizaciones autóctonas. Al contrario del enfoque temático y renuente a la sistematización teórica de la corriente monográfica, la evolucionista definió como centro de estudios el desarrollo de las civilizaciones y aplicó a él las teorías difundidas por Veré Gordon Childe, Julián H. Steward y Karl A. Wittfogel. Éstos tres creadores de una nueva interpretación de la evolución humana rompieron con la concepción evolucionista del siglo XIX, que mantenía la creencia de un desarrollo común de la humanidad que adoptaba las mismas fases y pautas (evolucionismo unilineal), impulsado por un sentido progresivo (idea de progreso), y postularon la teoría de una evolución múltiple, afectada por avances, estancamientos y hasta retrocesos, condicionados por las circunstancias históricas de cada civilización. Childe basó sus inter-pretaciones en los cambios provocados por el descubrimiento de la agricultura (transición del hombre consumidor al productor), y por la "revolución urbana" que dio origen a la civilización. Steward propuso la primera comparación científica de las antiguas civilizaciones, mostrando las diferencias en el tiempo de niveles de civilización semejantes. Wittfogel subrayó la importancia de las "sociedades hidráulicas" y esclareció las diferencias sociales y políticas que se dan entre las civilizaciones basadas en el riego y otras sociedades. Siguiendo estas orientaciones teóricas y metodológicas, en fechas muy tempranas Pedro Almillas y Ángel Palerm iniciaron el estudio de los sistemas agrícolas y del regadío en Mesoamérica; decenas de investigadores nacionales y extranjeros rastrearon el origen de las plantas cultivadas, el desarrollo de la agricultura y. la relación de éstas con los patrones de asentamiento y la aparición de centros urbanos. A comienzos de los años cincuenta la acumulación de conocimientos y la apertura a las nuevas teorías dieron lugar a los primeros intentos sistemáticos para precisar la secuencia de la evo-

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lución cultural de Mesoamérica. El análisis científico y comparado de los fundamentos agrícolas, del desarrollo tecnológico, de las formas de poblamiento, de la organización sociopolítica y de la religión, sentó entonces las bases para los refinados estudios contemporáneos que buscan caracterizar la evolución de las civilizaciones prehispánicas. En otras palabras la definición de los elementos básicos que promueven el desarrollo de las sociedades, y la adopción de métodos comparativos para discernir las relacione que todos ellos mantienen entre sí, creó el suelo científico que ha permitido fundar una cronología de los estadios culturales y precisar las características de cada período. La importancia de esto planteamientos debe subrayarse. No sólo se perfeccionó entonces un instrumental analítico riguroso, sujeto a comprobación científica, para observar el tránsito de las agrupaciones humanas de un estadio a otro. Se planteó, asimismo, la necesidad de un enfoque global de las sociedades (ecológico, tecnológico, económico, demográfico, social y cultural), y se reafirmó la interdependencia mutua de cada una de sus partes. Por ello, aun cuando los seguidores de esta corriente hicieron más tarde análisis concretos de la agricultura, el regadío, los patrones de poblamiento o las formaciones socioeconómicas, siempre vincularon estos aspectos parciales con la totalidad que los contenía. No es pues casual que los estudios sobre la agricultura, las tecnologías, los sistemas hidráulicos, los tipos de asentamiento y las formaciones socioeconómicas, sean hoy la base sobre la que descansa nuestro mejor conocimiento de las sociedades prehispánicas. Es este suelo bien cimentado el que ha dotado de sentido a las múltiples y dispersas aportaciones sobre temas diminutos y sin orientación científica precisa; es esta base la que ha hecho acumulativo el conocimiento y permitido confrontar, mediante la crítica sistemática, la hipótesis y avances que produce la investigación.

Sin embargo, a pesar de que a principios de los años cincuenta esta corriente de investigación se manifestó con gran fuerza a través de un grupo mexicano que la dio a conocer y la aplicó con éxito, en los sesenta se interrumpió el esfuerzo mexicano y en cambio se afirmó una corriente evolucionista comandada por investigadores extranjeros. En todo caso aun cuando esta corriente es sin duda una de las más, o la más importante de nuestros días, es minoritaria en relación a la corriente monografista que cultivan la mayor parte de nuestros historiadores, arqueólogos, antropólogos y etnohistoria

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dores. He aquí varios temas de reflexión para quienes se interesan en la dificultad de crear políticas científicas que desarrollen y amplíen los horizontes que logra despejar una generación.

La corriente marxista

El marxismo hizo su primera aparición importante en la historiografíamexicana en la década de 1930,cuando se publicaron los estudios de Teja Zabre, Chávez Orozco, Mendizábal y Silva Herzog. De estos autores sólo Mendizábal se ocupó de la época prehispánica y su obra no tuvo influencia persistente entre los historiadores, aunque sí entre los antropólogos. En los años cuarenta y cincuenta las ideas de Marx fueron consideradas por unos cuantos investigadores que tomaron de él conceptos y enfoques generales, o ideas concretas sobre las sociedades asiáticas y las comunidades antiguas. Historiadores como Mendizábal, y antropólogos como Kirchhoff, Armillas y Palerm, establecieron entonces una relación creativa y abierta con la obra de Marx y aplicaron algunas de las categorías socioeconómicas desarrolladas por éste a los resultados empíricos de la investigación que realizaban sobre el México antiguo. Esta relación científica, alejada del dogmatismo, llevó a Mendizábal a destacar la importancia de las bases materiales y de los fundamentos económicos en el desarrollo de las sociedades indígenas, y a Palerm y Armillas a plantear, a principios de los años cincuenta, el problema de las sociedades que fundaron su desarrollo en la creación de grandes sistemas hidráulicos que requerían una extensa mano de obra y un poder central que dirigía los trabajos y ejercía un control absoluto sobre la población. Esta primera relación fecunda de los investigadores mexicanos con las ideas de Marx acerca del modo de producción asiático tuvo, como ya se señaló, consecuencias importantes para el desarrollo de las investigaciones sobre la agricultura, el regadío, los patrones de poblamiento y la evolución cultural de Mesoamérica. Sin embargo, estas aportaciones no tuvieron repercusiones entre los marxistas de la época, y más tarde fueron persistentemente ignoradas por quienes se asignaron la tarea de velar por la ortodoxia de la doctrina.

La segunda aparición del marxismo en los estudios prehispánicos tuvo lugar a mediados de los años sesenta, cuando se publicaron los libros de Mauro Olmeda y Friedrich Katz sobre la

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organización económica y social de los mexica. La obra de Olmeda se apoya, más que en Marx, en las ideas de Morgan (AncientSociety), Engels (El origen de la familia, la propiedad privada v el Estado), y en los estudios de Bandelier sobre la organización social de los mexica. Al cabo de una exposición repetitiva y poblada de enormes contradicciones teóricas y conceptuales, Olmeda reafirma la tesis de Bandelier en el sentido de que la sociedad mexica era una organización tribal que correspondía "a la categoría sociológica de castas", asentada en la propiedad comunal de la tierra.

Entre los estudios marxistas de esta época, el que verdadera mente hizo aportaciones a la comprensión de la sociedad mexica y ha tenido una influencia duradera en la historiografía, es el de Friedrich Katz. Katz observó que ni la sociedad mexica ni el problema de la propiedad de la tierra habían sido considerados históricamente, ligados con sus antecedentes próximos y lejanos. También percibió que no se había esclarecido el problema de las diferente clases de propiedad individual de la tierra, ni la diversidad de sectores sociales que componían la clase dominante. Su obra se propuso llenar estas lagunas y hacer un estudio más profundo de las bases económicas de la sociedad mexica, con el fin de explicar otros aspectos de la organización social y política. La necesidad de reunir una información amplia y dispersa, y de reubicar conceptos categorías que las interpretaciones anteriores habían deformado caracterizado mal, lo llevó también a construir grandes agrupaciones analíticas (bases económicas; propiedad de la tierra; artesanías; comercio; tributo; composición social de las ciudades de la "Triple Alianza"; el calpulli; las clases sociales; la organización militar), que le impidieron integrar todos esos aspectos en una interpretación más dinámica e interrelacionada. Pero su aportación fue creativa y fundadora. Manejando con erudición e inteligencia la mayor parte de la información disponible, logró componer el primer cuadro general y sistemático de la organización económica y social mexica.

De los años sesenta a la fecha la introducción de las ideas marxistas en el medio universitario ha adquirido las siguientes características. Una corriente, la más delgada, utiliza el acervo teórico y metodológico aportado por Marx y sus seguidores, pero de manera crítica, sin someterse a la ortodoxia oficial, y poniendo a prueba las abstracciones de la teoría con los resultados de la investigación empírica. Otra, la más antigua y generalizada, cree que el "único

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método científico" es el materialismo histórico y aboga por su aplicación ortodoxa a los problemas de la historia mexicana. Una tercera corriente, la más nueva e influyente, está representada por quienes repiten y divulgan los productos del llamado "neomarxismo",cuyas obras inundan periódicamente el mercado latinoamericano y producen exégesis y modas tan entusiastas como pasajeras.62

En los últimos diez años estas tendencias se han aclimatado en las universidades, y si bien han influido en la enseñanza casi no han afectado a la investigación. Si hoy puede decirse que hay muchos profesores y "teóricos" marxistas, la producción escrita es pobrisíma y más reducido aún el número de obras que verdaderamente merezcan el calificativo de marxistas. Bastan los dedos de una mano para contar los estudios que reúnen los requisitos mínimos que exige la investigación científica: presentación clara y razonada de la hipótesis de trabajo o problema que se busca elucidar (marco teórico, para los ortodoxos); análisis exhaustivo y profundo de las fuentes existentes; aplicación de métodos coherentes con los marcos generales del análisis y adecuados al material analizado; presentación persuasiva de los resultados. Con excepción de tres o cuatro estudios1 que satisfacen estos requisitos que el mismo Marx cultivó con el más alto rigor, la literatura "marxista" puede caracterizarse como sobresaliente en el discurso retórico y la profesión de fe, pobre en la aplicación consecuente de métodos científicos y notablemente indigente en el conocimiento de los procesos de investigación. La mayoría de las tesis y escritos que se presentan con este sello casi nunca pasan de la "definición del marco teórico" porque simplemente se desconoce cómo investigar, se ignoran las fuentes y los métodos de análisis más elementales, y se desprecia el trabajo erudito de los-"historiadores burgueses". En una palabra, la deficiencia más notable de las corrientes marxistas mexicanas es su carencia de suelo científico y de rigor profesional.

El método desarrollado por Marx es un instrumento de libera-

621 Como ejemplo véase Roger Bartra, "Tributo y tenencia de la tierra en la sociedad azteca", El modo de producción asiático, México, Ed. Era, pp. 212-231; Víctor M. Castillo F.,Estructura económica de la sociedad mexica, México, unam, 1972; Alfredo López Austin, "Organización política en el altiplano central de México durante el posclásico", Historia Mexicana, vol. XXIII, abril-junio 1974, pp. 515-550.

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ción científica que, precisamente por su capacidad desmitificad ora, permite comprender mejor tanto el desarrollo social pasado, como plantear el cambio social futuro. Pero tal como en general se practica en México, resulta ser una de las corrientes de investigación más dependientes y mitificadoras. Es dependiente porque la escasa vocación que muestran sus practicantes por la investigación básicay el conocimiento erudito los obliga a depender del saber elaborado bajo enfoques y métodos que teóricamente rechazan o condenan. Así, como no realizan investigación en fuentes primarias, dependen de las interpretaciones que de ellas han hecho los autores que consultan, de lo cual nace una incapacidad básica para crear nuevas perspectivas de investigación a partir de fuentes y conocimientos empíricos nuevos. Asimismo, su conocimiento limitado y superficial de la literatura histórica especializada los lleva a producir resultados débiles, superficiales o inferiores al saber que pretenden superar. Es decir, se olvida la gran lección de Marx y de todo buen científico: sólo cuando se conoce y asimila el conocimiento anterior es posible hacer su crítica y plantear su superación.

Esta debilidad en la base de la investigación ha hecho de los estudios marxistas mexicanos una corriente excesivamente depen-diente de las teorías que se generan en el exterior. Prueba de esto es que los grandes debates recientes no han surgido de una confronta-ción entre la investigación empírica y los desarrollos teóricos que esta corriente genera, sino exclusivamente de los planteamientos teóricos provenientes del exterior. El caso de la discusión alrededor del modo de producción asiático es quizá el más revelador. Los varios simposios y reuniones, las decenas de artículos, las innumerables conferencias, son mero eco del debate europeo iniciado en los años sesenta. Sorprende que esta intensa actividad no haya producido una investigación importante que confronte los datos empíricos con la teoría, y que con harta frecuencia la discusión teórica y metodológica ignore tanto las investigaciones anteriores sobre las bases económicas, como los primeros estudios que analizaron el problema del modo de producción asiático en la sociedad prehispánica.

Por último, la subordinación de nuestros estudios marxistas al pensamiento teórico que se produce fuera tiene gran responsabilidad en las caracterizaciones infundadas y mitificadoras que se han hecho del México antiguo. Las caracterizaciones de sociedad "esclavista" o "feudal", antes que en investigación, se han fundado en acuerdos

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partidistas y en consideraciones políticas que nada tienen que ver con la ciencia ni con el conocimiento empírico que se tiene de las sociedades del México antiguo. En suma, si los practicantes del marxismo quieren que éste se inserte "sólida y definitivamente" en la ciencia social mexicana, y produzca "elementos teóricos de gran valor", tendrán que adoptar una estrategia más humilde y más profesional. Más humilde porque el conocimiento acumulado es inmenso y requiere estudio prolongado para asimilarlo y más tiempo de investigación efectiva para superarlo. Y más profesional porque sin rigor, disciplina y erudición no es posible producir conocimientos científicos que verdaderamente transformen nuestra conciencia del pasado y creen una perspectiva nueva para el porvenir.

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