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¿Y si yo fuerauna persona refugiada…?

Comenzar de nuevo en otro país

Cuentos de jóvenes sobrepersonas refugiadas

2011

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CoediCión: Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ( aCnur ),Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred)

 y Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (Cdhdf).

editor  responsable: Alberto Nava Cortez. Cuidado de la  ediCión: Bárbara Lara Ramírez.CorreCCión de estilo: Solar, Servicios Editoriales, S. A. de C. V.diseño  y  formaCión: Ana Lilia González Chávez.diseño de portada  e ilustraCión: Edgar Sáenz Lara.

Primera edición, 2011

D. R. © 2011, Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal Av. Universidad 1449, col. Florida, pueblo de Axotla,del. Álvaro Obregón, 01030 México, D. F.

 www.cdhdf.org.mx 

D. R. © 2011, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los RefugiadosPresidente Masaryk 29-6, col. Chapultepec Morales,del. Miguel Hidalgo, 11570 México, D. F.

 www.acnur.org

D. R. © 2011, Consejo Nacional para Prevenir la DiscriminaciónDante 14, col. Anzures,del. Miguel Hidalgo, 11590 México, D. F.

 www.conapred.org.mx 

isbn Cdhdf: 978-607-7625-57-5

isbn Conapred: 978-607-7514-44-2

Los cuentos contenidos en esta publicación fueron escritos y presentados en el marco de la edición

2011 del concurso de cuento ¿Y si yo fuera una persona refugiada…? Comenzar de nuevo en otro

país, organizado por la cdhdf , el  acnur y el Conapred. El contenido de los cuentos es de la autoría

de las y los jóvenes que los escribieron, y no refleja necesariamente las ideas de las instituciones que

participan en esta coedición.

Ejemplar de distribución gratuita, prohibida su venta

Impreso en México Printed in Mexico

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Índice

Introducción 5Fernando Protti Alvarado

Luis González PlacenciaRicardo Bucio Mújica

Palabras de la representante del jurado 11

Cuentos ganadores de la edición 2011De la noche a la mañana 17 Ana Regina Cant Aguilar

Empezar de nuevo 21Nancy Rub Hernande Cru

Mi lugar en el mundo 27 Ana Rivas Monsalvo

 Ya salió el sol 33Sarahi Albor Elialde

Una vida por delante 41Diana Bautista Sánche

Sombras en tierra de nadie 47Fernando Rodrgue Pedraa

Presente, pasado y futuro de mi vida como refugiado 53Kevin Alberto Sánche Mayo

Ilusiones 57Diana Godoy Reyes

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¿Y si yo fuera una persona refugiada?Comenzar de nuevo en otro país... 63Mara Luisa Pére Ascacio

Tiempo detente 67Marianna Cae Cardona

Cartas, recuerdos y un expreso 75 Arely Alicia Valdés Rodrgue

Los secretos en el cielo 81Sal Sánche Lovera

El presente fue el futuro 85Erika Ramre Martne

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Introducción

Fernando Protti Alvarado

Representante de  acnur en México

Para la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas paralos Refugiados ( aCnur ) es una enorme satisfacción constatar queesta iniciativa que comenó en 2007 como concurso de ensayo, y que por segunda ocasión se lleva a cabo en esta modalidad, hayagenerado una participación tan numerosa y representativa comola que alcanó este ao.

Uno de los principales objetivos es escuchar la vo de las y losjóvenes sobre lo que para ellos significa ser un refugiado, vivir enel exilio, dejar todo atrás: sus palabras, sus ideas, sus preocupacio-nes, es sumamente valioso.

En el  aCnur  reconocemos que más de 1 700 chicas y chicosde distintos estados de la republica mexicana se hayan tomadoel tiempo de pensar, por un instante al menos, lo que casi 44

millones de personas en todo el mundo viven, sienten, sufren y experimentan a causa del desplaamiento forado de la intoleran-cia exacerbada, la persecución y la violencia. La empata que handemostrado los participantes de este concurso es muy significativapara nosotros, especialmente si pensamos que 44% de las perso-nas refugiadas y 31% de las personas que solicitaron asilo el aopasado comparten con casi todos ustedes, los participantes en elconcurso, el hecho de ser menores de 18 aos.

En alguna de las historias que imaginaron, nos narran la expe-riencia ficticia de algn chico o chica que tuvo que abandonarlotodo y, tras la huida, llegó solitario a un pas desconocido. En la

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realidad, más de 15 500 nios y nias, en particular de Afganistán y de Somalia, pasan por esta situación.

 Algunos otros cuentos que no resultaron ganadores hicieronun valioso trabajo literario, pero alejado del tema de los refugia-dos; sin embargo, también son muy importantes para el  aCnur  pues representan un termómetro sobre cómo se entiende o, me-jor dicho, confunde el concepto persona refugiada. Una personarefugiada no es un prófugo, no es una persona desplaada pordesastres naturales, no es un migrante que busca mejor condi-ción económica y oportunidades de vida; un refugiado o grupo

de refugiados es una persona como ustedes o como yo, pero queha tenido que dejar todo atrás al ser perseguido por quien es,por su raa, su origen étnico o nacional, por su religión, por susopiniones, por sus preferencias sexuales o por pertenecer a undeterminado grupo social y porque no cuenta con la protec-ción de su propio pas.

Una persona refugiada es alguien que huye porque su vida osu seguridad ha sido amenaada por la violencia generaliada, por

los conflictos armados, por grandes violaciones a los derechos hu-manos. Una persona refugiada deja todo, algunos refugiados seseparan de sus padres, tienen que dejar a sus hijos o quiás a susparejas. Para una persona refugiada sus proyectos y planes de vidaquedan suspendidos o truncados, a veces para siempre. Una per-sona refugiada tiene que reiniciar su vida en otro pas.

Queremos felicitar a todos los chicos y chicas que participaron y 

hacer un reconocimiento especial para las y los jóvenes que fueronseleccionados por el jurado en los tres primeros lugares en cadauna de las categoras, y también a aquellos que recibieron menciónhonorifica. Agradecemos el trabajo de maestros, docentes y de lasinstituciones académicas que dieron su apoyo para que este con-curso fuera difundido y haya tenido tan alta participación.

Muchas gracias y ¡enhorabuena!

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Luis González Placencia

Presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal

Convocatorias como esta tienen especial relevancia en momentoscomo el que vivimos en el pas, no sólo en términos de la gran vio-lencia que se plantea como un problema interno en el tema de laspersonas desplaadas, sino por los efectos que las diferentes ma-nifestaciones de la criminalidad organiada y de otras actividadescriminales como la trata de personas, están implicando al obligar

a mucha gente a dejar su historia, su vida, su casa, y tener que ini-ciar en condiciones totalmente distintas en lugares que le son aje-nos, aun en casos de desplaamiento interno, pues hablamos dela necesidad de empear a vivir en circunstancias completamentediferentes a aquellas en las que se desarrollaba su cotidianidad.

Especialmente preocupante resulta escuchar que la violenciaestá instalada en la subjetividad de nuestros jóvenes porque, efec-

tivamente, en los ltimos das ha habido algunas notas con re-flexiones y estudios, como los del Cide, por ejemplo, que llamanla atención sobre la naturalea violenta de las relaciones entre los y las mexicanas. Se trata de una situación que va más allá de la violencia relacionada con el delito y que está instalada en la in-tolerancia con la que construimos nuestras relaciones. En dichotexto, el investigador del Cide deca que en la ciudad de México lamayor cantidad de muertos se debe no a las actividades criminales,

sino a problemas surgidos en las relaciones cotidianas, inciden-tes en tránsito, peleas intrafamiliares y situaciones de violenciaque no están relacionadas con el delito. Por eso es relevante con- vocar a estos ejercicios que podramos denominar de creatividad

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empática, que no sólo fomentan la creatividad literaria, sino laposibilidad de plantearse en el lugar del otro y, a partir de ah,imaginar cómo seran las circunstancias si quien escribe fuera elque estuviera viviendo la situación de refugio o de asilo, que esel tema del concurso.

Los resultados nos alegran, por supuesto, pero también noshacen pensar y nos dicen dónde están los pendientes.

Me parece muy importante que las y los profesores de los di- versos colegios de donde provienen los jóvenes fomenten estosejercicios, que los expliquen; no sólo es cuestión de invitarlos a

participar, sino de hacerlo conjuntamente, no en la elaboraciónde los trabajos, pero s en el sentido, el contenido, el mensaje que va implcito en ellos. Sera interesante que hubiese ejercicios deretroalimentación para que las y los jóvenes leyeran sus trabajosen el salón de clases y los compartieran con sus propias comunida-des, con su familia, y reflexionaran sobre ellos, porque el valor deconcursos como éste trasciende los premios. Los premios son, des-de luego, importantes, pero nos colocan en la necesidad de elegir,

 y algunos ganan y otros no, pero lo valioso es el ejercicio reflexivoque se hace y el valor agregado que obtengamos de la discusión delo que nuestros jóvenes plantean en sus textos.

Sin más, felicito tanto a las y los ganadores como a las y losno ganadores, as como a las instituciones participantes. Mi agra-decimiento también a quienes colaboraron como jurado por untrabajo no sólo de selección, sino de reflexión.

Gracias y felicidades nuevamente.

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Ricardo Bucio Mújica

Presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación

La discriminación es un proceso que lleva a las personas a buscarrefugio. Cuando una persona vive una situación que la obliga abuscarlo en otro pas, es porque ha sido rechaada por el entorno opor otras personas que, en función de las condiciones de vida y desu identidad, le impiden permanecer en su lugar de origen y haceruna vida ah. Este concurso busca que la juventud, y no sólo los

1 700 que escribieron los cuentos puedan, por un momento y me-diante la reflexión, ponerse en los apatos de las y los refugiados.

La empata, en este sentido, es un elemento fundamental paracombatir la discriminación. La discriminación crea discrimina-ción, supone que hay personas que se sienten más y que conside-ran menos a las otras, o que hay personas que se sienten menos y consideran más a las otras. Hay quienes utilian estos mecanismos

de minusvaloración para humillar, para ofender, para explotar aotros, y hay quienes los utilian de manera paternalista, pero siem-pre con superioridad, para intentar ayudar, aunque dejando muy claro que hay diferencias entre las personas, que no todos somosiguales, que no todos valemos lo mismo, que hay distinciones en ladignidad de las personas y de la posibilidad de ejercer los derechos.

Sin empata no se puede combatir la discriminación, por esoes muy importante hacer este ejercicio, ponerse en los apatos de

una persona refugiada y sentir lo que vive el otro realmente.Hay tres datos que me impresionan mucho de la Encuesta Na-

cional sobre Discriminación en México. Uno tiene que ver con lapregunta sobre si se justifica o no darle de comer los alimentos

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sobrantes a las trabajadoras del hogar, a la que 25.8% de personascontestó que s. El segundo se refiere a si se justifica llamar a la po-lica cuando hay un grupo de jóvenes reunidos en la calle, y 51%de la población piensa que s. Por ltimo, también preguntamossi se justifica golpear a los nios y a las nias para que obedecana sus padres y 27% opinó que s; en algunos lugares es bastantemayor el porcentaje, como en Monterrey (35%).

Si preguntáramos a cada uno de nosotros y nosotras si se justificaque nos den de comer las sobras, normalmente diramos que no,como tampoco que nos golpeen para obedecer a la autoridad que

tenemos o al jefe en el trabajo o al maestro, ni que venga la polica y nos detenga porque estemos en la calle reunidos con amigos. Cuan-do se trata de otras personas, en cambio, tenemos la posibilidad nosólo de permitir que suceda, sino incluso de justificar estas diferen-cias que implican una situación de discriminación. Me parece queeste ejercicio implica ponerse en los apatos del otro y pensar si sejustifican las raones que llevaron a esas personas a tener que dejarsu lugar de origen, y es posible que contestemos que no. Quiá no

esté en nuestras manos resolverlo, pero podramos pensar en si sejustifica que reciban un trato desigual de minusvaloración, inclusopaternalista con una mirada de inferioridad ahora que están enMéxico, que han solicitado de refugio o asilo en nuestro pas.

Espero que este ejercicio no termine con la premiación y queimplique la posibilidad de que, aunque no lo escribamos, trate-mos de hacerlo permanentemente. Tenemos la oportunidad de

ponernos en los apatos de quienes an no son solicitantes de re-fugio o asilo, pero s desplaados dentro de su propio pas. Milesde personas no han podido encontrar trabajo ni permanecer enuna situación segura en el lugar de origen y han tenido que vivirun desplaamiento interno o dejar el pas, mientras que otras estándesaparecidas.

Espero que el ejercicio de quienes escribieron los cuentos sirvapara que cotidianamente se haga en las escuelas que han estado

apoyando el proceso y en las familias de las y los ganadores, de las y los participantes y de quienes los lean y los escuchen.

Muchas gracias.

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Palabras de la representante del jurado

Tania Ramírez Hernández

Queremos agradecer la confiana depositada en nosotros paraformar el jurado de este concurso. La experiencia de adentrarseen las construcciones de los jóvenes hoy en da es un viaje intere-sante, sin desperdicio. Pero antes debemos agradecer, igualmenteo más, la confiana de tantas y tantos jóvenes que enviaron suscuentos en respuesta a esta convocatoria. Reconocemos no sólo elinterés por el concurso, sino el espacio que hicieron en su coraón

 y en sus pensamientos, pues esto también significa tomar las rien-das, ser actores de nuestra sociedad y realiar una acción a favorde las personas refugiadas, una acción que implica imaginación y sensibilidad (hay muchos espacios que deberan adoptar estasperspectivas en su accionar).

Celebramos que quienes participaron puedan encontrar y cuenten con un espacio para expresarse libremente; que sean escu-

chadas y escuchados y ledas y ledos por otras personas “mayores”que ellas y ellos, en condiciones de absoluto respeto, cuidado y es-tima. La cantidad de cuentos recibidos indica que hay un interéspor hablar de estos temas, pero también que existe una imperiosanecesidad de decir, de gritar, de ser escuchados y escuchadas.

El viaje por estos cuentos nos deja sorpresas, más o menosagradables, y la curiosidad por saber desde dónde escriben estas y estos jóvenes autores; desde qué punto del pas, pero también

desde qué experiencias —esperanadas o dolorosas—, desde quéreferentes de mundo y de realidad.

Los cuentos, como ya saben, fueron valorados en función de losealado en la convocatoria (originalidad, creatividad, tratamien-

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

to coherente del tema y sensibilidad en su abordaje). También res-pecto a las especificaciones técnicas que aparecan en la misma. Esimportante que sepan que hubo varios cuentos que no pudieronser premiados directamente (aunque s obtener alguna mención)por no cumplir con alguna de estas especificaciones. En cuanto altratamiento del tema, recordamos que en ocasiones anteriores ladefinición de refugiado era algo que se necesitaba buscar en los do-cumentos de referencia, de los talleres o directamente en internet.Nos alegró también observar que la mirada de estos cuentos haciala forma en que viven las personas refugiadas está cada ve más

ubicada en su particularidad: no hubo —en nuestras lecturas— niterremotos en Hait ni personas en situación de calle ni viajesfantásticos, terribles o exorbitados.

Debemos decir algo que quiá sea obvio, pero que no sobra,pues nos preocupó especialmente: la violencia está instalada en lasubjetividad de nuestras y nuestros jóvenes. Si en esta ocasión nohubo catástrofes naturales, la catástrofe humana que vive nuestropas quedó claramente plasmada como posibilidad de futuro cer-

cano en un nmero importante de cuentos. Ésta debe ser una im-portante seal para quienes tienen en sus manos algn tramo dela rienda que lleva a nuestro pas hacia un lugar que no previmos y del que debemos salir cuanto antes.

Hablando de cuestiones más técnicas, nos agradó encontrarmenos copy-paste que en ocasiones pasadas. La seguridad para ha-blar de estos temas vino, en la mayora de los casos, y as debe ser,

del efecto “ponerme en sus apatos”, de la capacidad de empata y de la siempre posible afinidad hacia estas historias. Quienesconvocan al certamen desde hace varios aos ya, pueden empeara sentir el fruto de su trabajo: el tema se está colocando. Al finaldel da, ese fruto es el de haber sembrado conocimiento y sensi-bilidad en quienes hoy representan el mayor grupo de poblaciónen nuestro pas y quienes harán real la cultura de pa, de nodiscriminación y de respeto a los derechos humanos en nuestra

sociedad. A nombre de Jacobo Dayán, Eva Janovit y del mo propio, es-

peramos que les queden ganas de seguir siendo parte de experien-cias como ésta y, sobre todo, ganas de seguir escribiendo. Gracias

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TANIA RAMíREz HERNÁNDEz

por haber renovado nuestra confiana en las y los jóvenes. Las y los esperamos pronto con más cuentos, con más participacionesde todo tipo y con más trabajos por y con las personas refugiadasen México.

Muchas gracias.

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Cuentos ganadoresde la edición 2011

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De la noche a la mañana*

 Ana Regina Cantú Aguilar

De la noche a la maana mi vida cambió. Pareciera que fue hace

mucho tiempo cuando iba a la escuela preparatoria en la ciudadsurea de Nacaome, en el departamento de Valle, región costerade Honduras. Mi nica preocupación giraba en torno a decidircuál carrera estudiara. Mi padre es un médico conocido, de esosa la antigüita. Su familia tuvo los recursos para sostener sus estu-dios en la unam, en México, y eso le dio prestigio, y como no seha enriquecido con la medicina, es muy respetado y querido. Undesafortunado da fue testigo de un crimen. Allá, la guerrilla hace

lo que quiere, nadie se atreve a denunciarlos, pero mi padre lo hio.Mi madre no dejaba de llorar, y esa misma tarde desapareció mihermano Antonio. Esa noche inolvidable, mi padre nos puso enun camión en la carretera principal, le dio a mi madre lo quepudo conseguir y le dijo que buscara a su amigo Pepe Pedreroen una ciudad del sur de México llamada Comitán, en Chiapas,frontera con Guatemala.

Mi madre haba conocido haca muchos aos al doctor JoséPedrero, y traa el recuerdo de sus tiempos de estudiantes en unafoto arrugada que le dio mi padre.

 A partir de ese momento no hemos dejado de viajar. Las ho-ras de espera en las estaciones de camión se entrelaan con lasinterminables horas de carreteras mal pavimentadas angostas, ca-lurosas e inseguras. La pena de haber dejado a mi padre tiene ami madre en vilo, aunque de ve en ve duerme algunos ratitos.

Desde que salimos de Honduras nos sentimos más tranquilas,pero no dejan de correr rumores de las fechoras que hacen las

* Cuento ganador del primer lugar en la categoría de 13 a 14 años.

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maras, pandillas criminales que se han puesto al servicio del cri-men organiado, del narcotráfico, en estas regiones pobres a lasque no llega la mirada de ninguna autoridad.

Tras seis das y medio de viaje, hoy hemos pisado por fin suelomexicano. Nuestro coraón late con fuera esperando encontraren este pas, tan vivo en los recuerdos de mi padre, y en esa fami-lia, ahora desconocida, la esperana de un nuevo inicio.

¿Cómo estará papá, estará vivo? Y mi hermano Antonio ¿quéhabrá sido de él? Suspiro profundo, que mi madre no me veaque lloro. Pobre madre, toda su vida, su historia, su casa, sus

parientes, su esposo, todo queda atrás, todo es incierto, todo os-curo. ¿Cuándo se hubiera imaginado que a sus 47 aos tendraque huir a otro pas y dejar a papá solo? Sé que nunca lo hubierahecho si no fuera porque estaba segura de que papá tena raón:hay que ser fuertes, por papá, por Antonio, por nosotras.

Hemos llegado al centro de la ciudad de Comitán, es muy bulliciosa. Se nota que es un centro comercial importante, puesa pesar de no ser una ciudad moderna, tiene mucha vida, mucho

ruido, mucho movimiento; parece un hormiguero, seguramenteporque es domingo y hay un gran mercado, como nunca vivimosen nuestra provincia. Llama la atención el sonar de la marimba, lacantidad de gente que pulula y habla con tantos acentos. Se notaque muchos son salvadoreos, guatemaltecos, indgenas de la re-gión con sus bordados tpicos y sus dialectos. ¡Qué gran mecla deacentos, dialectos, tonos de piel y rasgos! ¡Qué hermoso sentir que

aqu, en Comitán, Chiapas, se tolera esa pluralidad y esa riqueade etnias, raas y lenguas!Mis abuelos llegaron a Honduras a finales de los aos cuarenta

en un barco que vena de la Espaa de Franco. Lograron huir y establecerse. Nunca pensaron, ni ellos ni mis padres, en mudarse.Se sentan cómodos en esa tierra que los haba recibido, donde vivamos, creo, felices. Ellos amaban la vista marina y la cocinade mariscos, quiá les recordaba a la vieja Espaa. Ellos también

fueron inmigrantes como nosotras ahora, pero ¿por dónde se em-piea, entonces?

Me gustara que estuvieran aqu, sentados, diciéndome cómodebemos empear, qué hacer, cómo movernos, a dónde ir.

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 ANA REGINA CANTú AGUILAR 

Caminamos con nuestra pequea maleta por las calles, llenasde subidas y bajadas. Nos detuvimos en una fonda a comer unasopa de pan calientita, un tamal envuelto en hoja de ma, bienamarrado por los costados, con forma de bola, relleno de carne depuerco; mmm, qué sabroso, saba a gloria. Calmamos nuestra sedcon un vaso de tascalate, una bebida regional hecha a base de ca-cao, mai tostado molido, achiote y canela. Ah preguntamos poralguna posada para baarnos y dormir en una cama. La seora dela posada, doa Loli, nos explicó que hay muchsimas personascomo nosotras en Comitán. Creo que mal de muchos, consuelo de

pocos, pero eso nos dio tranquilidad. También nos comentó que,dado que existen tantos migrantes, hay muchas asociaciones sinfines de lucro que ayudan de diferente forma: con asistencia, ali-mentos, medicinas, canales de información para localiar familia-res o, simplemente, con un lugar donde pasar la noche.

 Al da siguiente fuimos a una pequea casa localiada muy cer-ca de la terminal de camiones, donde un grupo de personas dediversas edades y oficios ofrecen ayuda de manera voluntaria a mi-

grantes e indocumentados. Esta casa, que lleva el nombre del Dr.Belisario Domngue, nombre de un poltico chiapaneco famosopor su valenta y bien conocido por su labor médica a favor dequienes menos tenan, lleva más de 30 aos de servir a personascomo nosotros, “los parias, los olvidados, los más desafortunadosque carecen de todo, hasta de patria”, como bien deca el letrerode la puerta.

El sur de México se ha vuelto la ruta para muchas personas deCentroamérica y del resto del mundo que, buscando un trabajo,un futuro, intentan llegar a Estado Unidos en busca del “sueoamericano”, por lo que tienen que atravesar, en la mayora de loscasos, el enorme territorio mexicano, sufrir una serie de obstácu-los que, implcitamente, los ponen en riesgo de perder la vida.Desde el ro Suchiate, ubicado en el territorio chiapaneco, que asu ve se utilia como lmite natural entre Guatemala y Chiapas,

hasta el ro Bravo, que separa a México de Estados Unidos, losmigrantes buscan por todas las formas llegar al territorio norte-americano.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

 Ahora me siento más tranquila. Mi alma se ha pacificado, qui-ás al descubrir que esta situación tan dolorosamente inesperadaes la realidad de miles de personas, entre ellas, nosotras; quiás al ver en esos rostros luces de esperana, incluso rasgos de ternura,de hermandad y de solidaridad en gente que ha dejado todo, queha perdido todo.

 Al entrar en la Casa Domngue, la directora, una seora comode 53 aos, delgada, activa, sonriente y cálida, de inmediato nosdio la bienvenida y nos auxilió para entrar en contacto con lafamilia Pedrero.

La familia del doctor José Pedrero, doa Lucero, su esposa, y sus hijas Lucerito de 14 y Violeta de 17 aos, nos acogieron y nos ofrecieron desde el primer momento ropa, una recámara y laopción de un trabajo en lo que papá nos contactaba.

¡Qué sabio papá! Aunque no haba visto a su amigo en tantosaos, saba bien a dónde nos mandaba. Todava siento su protec-ción a distancia. Ojalá esté bien, ojalá tengamos noticias suyas. Ahora entiendo por qué mi papá nos mandó con ellos. Tienen

una clnica y se nota que goan del aprecio de su comunidad. Eldoctor es un hombre sensible y, por lo que ahora veo, ayuda mu-cho con consultas a los migrantes que llegan a Casa Domngue.

Hoy cumplimos una semana en Comitán. Estoy descubriendouna nueva forma de vida. Trabajamos en la maana en la clnica y, por las tardes, ayudamos en la Casa Domngue. Sabemos quea cada persona que ayudamos es como si ayudáramos a nuestro

padre y hermano; sabemos que estamos todos unidos por unamisma situación y que, algn da —esperamos que sea pronto—,recibiremos noticias de papá y de Antonio .

Una nueva vida en una nueva tierra en la que, como mis abue-los, ahora trabajaremos para construir nuestro futuro.

Mi nombre es Pilar y as comiena mi historia…

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Empezar de nuevo*

Nancy Rubí Hernández Cruz

Me llamo Ana Ramre Gomes, tengo 22 aos y soy de Colombia.

Lo que diré no es fácil para m. Desde los 12 aos he escuchadouna frase que ha marcado mi vida de muchas formas: empezar de

nuevo, y hoy les contaré mi historia porque ya no la quiero sólopara m, ya no quiero vivir con este sentimiento de odio. Ya no, ya no quiero.

 Yo viv una de las peores guerras en la historia de la humani-dad, donde los soldados se llevaban a los hombres y a los niospara que combatieran por su pas. Se llevaron a mi hermano ma-

 yor, a mi papá y a mis tres primos; cuando los soldados llegabana buscar nuevos nios, abusaban de las mujeres que se hallaban asu paso, sin remordimiento ni temor de Dios. Abusaron de mimamá, de mi ta, de mis primas y de m, con la frase “esto es porel pas”, que es mi pesadilla aun después de tantos aos. Cuandoiban por más hombres y nios para luchar, el coraón se me hacachiquito porque cada ve se llevaban más y ninguno regresaba.

Siempre vea el cielo y me preguntaba: ¿por qué hacen esto? No-sotros no hemos hecho nada malo. Eran preguntas tontas porque yo saba la respuesta.

Una comadre de mi mamá le dijo que un lote de gente saldrapara México, que si queramos ir para “empear de nuevo”. Ésafue la primera ve que o esa frase. Desde ese da la he escuchadotantas veces, que ya perd la cuenta. Mi mamá le preguntó a quéhora se iran, y ella le contestó que saldran a las ocho de la noche,

a un lado del ro. Esa misma noche salimos de nuestro hogar para

* Cuento ganador del segundo lugar en la categoría de 13 a14 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

partir a un destino incierto, pero, tal ve, no peor que el que nosesperaba si nos hubiéramos quedado.

Cuando salamos de la casa, mi hermano mayor, que salió delcuartel para vernos, nos preguntó si nos iramos. Mi mamá lecontestó que s. Mi hermano le dio una bolsa negra y mi mamála tomó con mucho miedo. No supe lo que haba ah, hasta quellegamos a la primera parada de nuestro destino.

Cuando nos detuvimos por primera ve para defecar y comer,el seor que manejaba me dijo que yo no tena por qué huir. Si yo quera, él me sacara no sólo del pas, sino del continente, pero

quera algo a cambio, y trató de violarme. Mi mamá lo amenaócon un arma, eso era lo que contena la bolsa que le dio mi herma-no. Mi mamá se convirtió en mi herona y nunca, nunca he duda-do de ella. Si ella deca que irnos de ah era lo mejor, yo le crea.

Cuando llegamos a México, entramos a un refugio donde la co-madre de mi mamá haba pedido asilo para nosotros. Ah conocpersonas que han vivido cosas peores que yo. Haba una nia quefue mutilada por el ejército de su pas, otro nio al que le mata-

ron a toda su familia. En ese momento senta tantas cosas que nosaba qué era bueno o qué era malo.

Mi mamá me dijo que deba ir al colegio para estudiar. Le con-testé que no. No quera, pero ella siempre me deca: “es lo mejorpara empear de nuevo”. Yo no poda olvidar todo lo que me pasódurante la guerra. En el refugio haba un grupo de apoyo para losrefugiados en el que relatábamos lo que nos pasó durante la gue-

rra en nuestro pas y, de esa manera, lo bamos superando.Un joven nos contó que en su pas la guerra nunca, nunca ter-mina; la gente vive deplorablemente, sin medicinas, sin serviciosbásicos y peleando por drogas.

Drogas, ¿qué beneficio tiene eso para los demás?El seor Lópe era el encargado de nuestra mesa. Me dijo que

hablara sobre lo que a m me pasó, pero yo no poda. Tena mie-do de que me jugaran y me maltrataran. En ese momento sal

corriendo porque no poda hablar de ello. Al da siguiente mi mamá me llevó al colegio, pero yo tena

miedo; el coraón me lata a mil por hora y me costaba respirar.Ella me dijo que esto era bueno para m y yo le cre, pero tan solo

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NANCY RUBí HERNÁNDEz CRUz

tena 12 aos y haba vivido cosas que no deba. Al caminar porlos pasillos de ese colegio, recordaba cuando el ejército entró a micasa (yo tena ocho aos). Cuando giraba la chapa de la puerta, lossoldados tiraron la puerta de mi casa para entrar, para buscar re-clutas, y se llevaron a mi papá y a mi hermano. A m y a mi mamános violaron por primera ve.

La maestra hio que yo me presentara. Me paré en frente detodos los demás y dije: “Me llamo Ana Ramre Gomes”. La maes-tra me pidió que escogiera mi lugar. Recuerdo que pasé por todaslas filas buscando un lugar vaco, y lo encontré, pero en la ltima

fila, en el rincón. Desde ah escuchaba a la maestra dar la clase.En el recreo me sentaba sola en un rincón del patio de atrás. Nosaba por qué tena tanto miedo si ya todo se haba acabado; yono lo senta as.

La maestra mandó llamar a mi mamá para decirle que yo noconviva con los demás, que siempre estaba aislada, que era unabuena nia, pero que ella no entenda por qué me portaba as.Ella no era la nica, Mis compaeros de clase me miraban como

un bicho raro porque no tena amigos ni amigas. Un da, la maes-tra nos pidió trabajar en equipos. Me puso en uno, pero yo menegaba. No quera trabajar con nadie, quera estar sola. Una niame empeó a explicar el trabajo, fue muy amable conmigo y yogrosera con ella. Me deca lo que tena que hacer, pero yo lo toma-ba muy mal. Me harté y sal corriendo del salón, la maestra detrásde m, pero yo no me detena. Sal hasta la explanada y comencé a

gritar muchas cosas que ya no poda callar. La maestra dijo que yogritaba con las manos al cielo deseando la muerte y la vengana.No lo recuerdo porque me desmayé y desperté en el hospital.

Mi mamá estaba en una silla llorando y reando, culpándosede todo lo que me ha pasado. Cuando ella perdió a su marido, asu hijo, a sus hermanos, sobrinos, tos, etc., ella se repeta tantas veces como poda “es mi culpa”, lo cual era falso. Ni ella ni noso-tros tenamos la culpa de lo que pasaba en nuestro pas. Colombia

siempre ha sido uno de los pases más violentos del continente, y la culpa que senta mi madre era de las personas que son codicio-sas, avaras, sin sentimientos ni remordimientos.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

Cuando estaba en el hospital, me preguntaba qué es empearde nuevo… No lo saba, era una nia que no saba nada. Tiempodespués regresé al colegio y senta que todos me miraban. Penséque tal ve era por mi crisis nerviosa, pero no; cuando las perso-nas me preguntaban dónde viva, les contestaba que en un refu-gio. De all me decan que yo era una “refugiada”, como las milesque hay en el mundo. Pero ¿quién es una persona refugiada? Unapersona refugiada es aquella que sale de su pas para ya no sufrirpor la guerra, para evitar la violación de sus derechos. Sin embar-go, a todos los que huamos de nuestro pas nos iba peor, porque

haba personas que nos discriminaban, que nos hacan menos. Yopensaba que al irnos de Colombia la maldad se acabara, pero meequivoqué, y no saba qué era peor: la guerra o el egosmo de losdemás. La diferencia es que la guerra mata personas con armas, y el egosmo mata con palabras, con hechos y con miradas.

Hoy, cuando veo a la gente pasar a un lado de m, todava veoen sus ojos ese egosmo que no les permite ver que somos iguales.Lo nico que nos hace diferentes es que ellos no han pasado por

una guerra y yo s. Cuando mi mamá me pregunta que cómo mefue, no le encuentro sentido a su pregunta, porque ella, muy enel fondo, sabe cuál será mi respuesta antes de que se la diga. Creoan tiene la esperana de que yo pueda empear de nuevo, y tratode hacerlo todos los das y no puedo. No puedo. ¿Cómo borrarlo que viv?, ¿cómo regresar el tiempo?

Cada ao nuevo tengo ese propósito, pero no puedo cumplirlo

 y la gente no me ayuda, porque entre más desprecio me dan, me-nos puedo olvidar mi pasado y eso me duele, me duele mucho.Cuando tena 13 aos, mi maestra le recomendó a mi mamá

que fuera a un psicólogo. Mi mamá aceptó. Él era un hombremayor muy simpático, como de 50 aos, muy bueno conmigo.Trató por dos aos de ser mi amigo, hasta que lo logró. Él decaque empear de nuevo no era un castigo, sino una bendición,porque haba gente que, aunque quisiera, no poda salir de su

pas. Yo siempre le preguntaba: “¿Usted ha pasado por algo as?¿Ha sentido el dolor de perder a su familia?, ¿su inocencia?, ¿sussueos?, ¿sus ganas de vivir y la esperana de la vida?” Y él siempreme deca: “¡No, no lo sé!, pero s sé que eres una nia que se ha

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NANCY RUBí HERNÁNDEz CRUz

enfrentado a muchas cosas malas, y an sigues de pie. Entonces,s puedes empear de nuevo”.

¿Pero cómo después de tanto dolor y sufrimiento? En el colegio,a la hora del receso, estaba sola como siempre. Mientras pensaba,escuché una vo que me deca: “¿Me puedo sentar?” Creo que ellaha sido la nica nia que se me ha acercado. Al verla, me di cuentade que era Aurora, la nia del salón que siempre trataba de hacersemi amiga y que yo siempre rechaaba. Me acordé de que el doctorhaba dicho que poda empear de nuevo; tal ve sea más fácil sitengo una amiga. Desde ese da creo que las cosas fueron mejores

para m, tena una amiga que era buena y sincera conmigo. Cuan-do Aurora estaba cerca de m, la guerra ya no era tan fuerte en micoraón. Mi mamá deca que Aurora era como un ángel cado delcielo para m. Ella saba mi historia, as que siempre me acompa-aba a la terapia con el psicólogo y a la terapia de grupo; ella mehaca mucho bien.

Pero ella se portaba as conmigo porque también vivió lo mismoque yo, pero a otro nivel. Cuando ella me lo contó, me estremec.

La piel se me puso chinita y el coraón se me hio pasita. Ella vivaen Chile, en una aldea muy alejada donde los soldados probabanqumicos con las personas de ah. Me contó que a su papi, como Aurora lo llamaba, le inyectaron sustancias que luego usaron enbombas, y a ella también le inyectaron qumicos mortales, lo quele provocó una enfermedad venérea que afectó su coraón. ¡Auroramorira en poco tiempo!

Todos los das, antes de entrar al colegio, ella me esperaba enla puerta. Un da no estaba. Me asusté y empecé a correr porlos pasillos, como cuando los soldados llegaban al pueblo donde viva. Abr la puerta del salón esperando que ella estuviera ah.Todos estaban callados, hasta los más desastrosos del salón. Lepregunté a la maestra qué pasaba y ella se me acercó, me tomó delas manos y me dijo: “Aurora murió anoche”. Me quedé callada y luego solté el llanto. Desconsolada, me repeta que no era cierto,

que era una mentira, pero no era as, murió la nica persona queentenda mi dolor. Ya no quera empear de nuevo, para qué, siella ya no estaba.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

 As pasaron los aos. Nunca pude reponerme de su pérdida,pero un da recordé lo que ella me dijo: “T puedes empear denuevo. Todo tiene remedio en esta vida, todo, menos la muerte”.

Una tarde, al salir del trabajo, vi un periódico que tena unletrero grande que deca: “Colombia y Chile unirán fueras paracombatir contra África”. Me dio mucha rabia. Los dos pases quehan marcado mi vida unirán fueras para destruir más familiascomo la ma y la de Aurora; entonces decid que ya no poda callarmás, que deba hablar de lo que esos pases hacen con la genteinocente, que usan la guerra sólo para cumplir deseos egostas,

sin importarles nada ni nadie. No les importa a quién puedanlastimar si eso hace que su pas logre sus caprichos; as que poreso hoy me paro frente a ustedes, olvidando mi temor y mi miedopara contarles todo esto y que ustedes reflexionen en lo que estasguerras sin sentido alguno le hacen a familias inocentes. Quierodecirles que si estos pases le declaran la guerra a África, esos be-bés, nios, adolescentes, ancianos, hombres y mujeres, vivirán loque Aurora y yo vivimos en nuestros pases, todas esas torturas y 

sufrimientos que an no acaban y que cobran vidas a cada instan-te, como la de Aurora y la de mucha gente inocente. Ustedes nosaben lo que es despertar un da y no tener a nadie que te cuide y sintiéndote una basura. Que no lo eres, pero que te lo hacen sen-tir con estas guerras, que no son más que tontos juegos de poderpara saber quién puede más en el mundo. Pienso que en realidadse trata de ver quién puede causar más dao en el mundo.

Gente inocente se va de su pas huyendo de las armas, la dis-criminación, la intolerancia, la represión que sufren, y se ven enla necesidad de llegar a otro pas donde vuelven a sufrir discrimi-nación, intolerancia y represión, aunque en ocasiones con armasmás mortferas, como las palabras, acciones, actitudes, omisionesque pueden recibir en las calles, la escuela, el trabajo, la comu-nidad y, en ocasiones, hasta del gobierno. No hagan que esto losufran personas inocentes, porque no saben lo que se siente em-

pear de nuevo.Comenar de cero no es fácil… No lo es...

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Mi lugar en el mundo*

 Ana Rivas Monsalvo

Me encuentro parada frente al monumento a la Memoria y la

 Verdad en El Salvador. Está dedicado a las vctimas de violacionesa los derechos humanos durante el periodo de 1970 a 1990, vein-te aos en los que la guerra dejó 75 000 muertos, en su mayorainocentes, muertos sin fusil, miles de mutilaciones que los incapa-citaron de por vida, miles también resultaron con graves secuelaspsicológicas (por las violaciones que sufren incontables mujeres y las torturas y vejaciones que padecen otros tantos hombres). Yosoy una consecuencia y de estas muertes, soy una vctima.

Me llamo Nuscaa que, paradójicamente, significa tierra nueva.Tengo 22 aos y soy, por nacionaliación, mexicana.

Mi madre, una chica salvadorea de 15 aos de edad, en cuyamente lo nico que cabe es disfrutar, soar, rer, conocer, expe-rimentar, volar, era ya una chica con el coraón de una mujermayor por el peso de una guerra que ella no comenó, que ellano pidió, pero, sobre todo, con una criatura que ella no deseó

moviéndose en su vientre. Ahora, con su instinto materno desper-tado, la cuidaba con todas las fueras que an tena.Mi padre sólo es un cuerpo sudoroso, sucio, mal oliente, cargado

de adrenalina que nada más pensaba en lastimar, vejar, humillar,pero que no logró desaparecer la ilusión de un mundo mejor, deuna puerta de salida, de un maana mejor en mi madre.

Cuando nac, bajo un cielo estrellado con el sonido de las me-tralletas como fondo y el olor a muerte, se inició la aventura de

salir de este pas.

* Cuento ganador del tercer lugar en la categoría de 13 a 14 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

De mi infancia les diré que sólo recuerdo hambre, persecución,miedo, inseguridad y caminar, siempre caminar, ¿hacia dónde?, lepreguntaba a mi madre: “Norte y La Hachadura”, fue siempre surespuesta.

La Hachadura es el principal corredor para el tráfico pesado y vehculos procedentes de México; frontera con Guatemala, ésaera nuestra meta final.

Conseguimos subir a un tráiler porque el chofer se compadecióde nosotras al ver pintado en nuestro rostro la desesperación porsalir de esta pesadilla, pero el color de esperana que se pintó en

nuestro coraón se tió de rojo cuando un integrante de las milesde maras existentes rompió el coraón de mi madre con una bala.Ella sólo pudo susurrar: “¡Llévesela!”, y me quedó en la mente elcuerpo ensangrentado de mi madre sobre la carretera y la fuertemano que sujetaba mi frágil y esquelético cuerpo para arrancarse y arrancarme de este pas.

Quiá fue la muerte de mi madre la que actuó como escudo pro-tector, quiá fue un ya tan escaso buen coraón, quiá fue Dios, no

lo sé, pero todo el camino por La Hachadura, hasta el Soconusco,Chiapas, frontera México-Guatemala, sólo recib buena atención,un respetuoso silencio a mi dolor, comida y msica mexicana:“Caballo Prieto Aabache”, “Caminos de Guanajuato”, “El rey”,etc., que adormilaron mi dolor y mi creciente angustia sobre unfuturo incierto.

 Al llegar al Soconusco, Tapachula, a las faldas del volcán Tacaná,

entre ceibas, caobas y cedros, donde habita el mtico quetal, juntoal ocelote, el pavón y el águila crestada, ah, en la Casa de Fuego,inicia la cacera migratoria centroamericana hacia el norte, que, ensu obligado paso por México, más que pies quisiera tener alas.

Mi viaje en éste que es mi unicornio plateado se termina aqu,otra ve. Todo a mi alrededor es verde, quiá signifique para mesperana.

Un 20% de los migrantes somos mujeres y yo, una nia de

escasos 12, pero largusimos aos, necesito trabajar y ganarme la vida. Deambulo por una ciudad en la que creo soy un fantasma:nadie me ve, nadie me oye, nadie se percata de que estoy sola, deque no sé adónde ir, de que tengo hambre. Los ojos de toda la

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 ANA RIVAS MONSALVO

gente están ciegos, sólo se ve lo que se quiere ver y la necesidadajena no se ve.

 Vuelvo, como en mi infancia, a caminar, caminar y caminar,hasta que escucho una vo que me grita: “¡Muchacha!, ¡chamaca!,¡Hey, t!, ¡escuincla!”, es espaol, pero no lo entiendo, no cono-co esas palabras. Bueno, tampoco sé muchas cosas, no fui a laescuela ni sé leer ni escribir.

 Volteo por el ruido y veo a una seora gorda, vieja y pintarra-jeada, con una vestimenta que no sé si no le quedó o es de su hijamenor.

—¿Quieres trabajar? —me preguntó.Eso s lo entiendo. Me acerco y, como si fuera una res, me re- visa. Me revisa los dientes, el pelo (por si tengo piojos), y decideque con lo flaca sólo sirvo para lavar trastes, barrer, limpiar y,quiá, con la comida que me dará como nica paga, podra servirpara otras labores.

El trato de todas las “hijas de la seora”, como ella las llama,hacia m, es despectivo, déspota, grosero. Para ellas soy aun menos

que nada, porque no soy mexicana. ¿En qué lo notaron? En miacento y mi torpea para entender muchas palabras en espaol,pero propias de este pas. ¿Por qué no comprenden que no sé loque dicen?, ¿por qué ren cuando hacen comentarios en espaolque no entiendo? ¿Por qué no me ensean a hablar el espaol deesta tierra?

Poco a poco voy aprendiendo, sola, y también voy compren-

diendo el negocio de la seora y temo por m. Esto ya lo viv en mipas, la misma situación, tu cuerpo por dinero. Quiero huir, peroa mis espaldas tengo la amenaa de acusarme con la polica, coninmigración, con regresarme a mi pas. Decid una noche huir.No quiero ir a Estados Unidos como todos creen que es mi sueo,sólo quiero quedarme y vivir sin miedo, sin sobresalto ni angustiani dolor, pero nadie me ayuda.

En la negrura de mi ala, en este da soleado y lleno de lu,

encuentro un anuncio: “se solicita galopina”. No sé qué significa,pero es femenino y es un lugar donde la gente entra a comer. Aqudoa Mary, mujer de ojos pequeos y vientre abultado quiá porel aguardiente que disfruta al final de la jornada, inmediatamente

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reconoce que no soy mexicana, pero eso es tan comn que ya nole espanta. Y ahora me encuentro sirviendo mesas y escuchandomsica que reconoco en mi coraón: “El rey”, “Caballo Prieto Aabache”, etc., y soportando las duras jornadas, los incesantesmanoseos y la falta de pago porque tengo un lugar donde dormir,donde soar que todo va a cambiar, que soy mexicana y tengooportunidad de crecer, de progresar y de tener un futuro mejor.

Transcurre mi tiempo entre mesa y mesa, charola y charola,cuando escucho: “¡Seorita, seorita!”, es una seorita bien arre-glada, limpia y de ojos sinceros.

—Te he estado observando, ¿no eres mexicana?, ¿de dónde eres?—preguntas que me llegan a la médula de mis huesos.Traté de salir corriendo, pero me detuvo.—Mira, soy comisionada de los derechos humanos. Tranquila,

no te quiero perjudicar, más bien quiero conocer tus motivos y elpor qué estás en México.

Me siento con ella y desahogo en sus odos todo lo que mi co-raón guarda. Le cuento de mi orfandad, de mi ignorancia, mi

hambre, mi soledad aun rodeada de personas, de mis ganas de su-perarme, de mis miedos, de los abusos que he sufrido, de la falta detolerancia de cuanto mexicano he topado, de la falta de compren-sión de que yo no hui por el sueo americano, de que sal por laesperana, la oportunidad de un futuro mejor, sin guerra, sin dolor,de una oportunidad de ser mexicana, porque esta tierra, con susolores, colores y sabores haba embriagado y perfumado mi alma.

Ella me escuchó pacientemente y, con una comprensión quenunca haba encontrado, me ofreció ayuda para legaliar mi si-tuación.

 Yo poda pedir asilo en México dadas las circunstancias de mipas de origen. Por fin alguien entendió que ningn hombre esuna isla, que para hacer frente a la adversidad necesitamos ayuda, y la encontré.

En Chiapas se arreglaron muchas cosas. Fue un camino largo

porque careca de documentos, de identificaciones, sal siendonia y ahora era una adulta joven.

Esperé cual novia ilusionada la respuesta a mi solicitud de asilo y recib ayuda, porque aprend a escribir y a leer, aprend un oficio

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 ANA RIVAS MONSALVO

que me permite mantenerme sin ser una carga para nadie. Des-pués de mi asilo, busqué la nacionalidad, y en este duro viaje heescalado muchas montaas y dejado atrás muchos demonios. Nodigo que todo sea color de rosa. Sigo topándome con la indiferen-cia, la intolerancia y el odio, pero segu adelante. Hasta logré metasmás altas, y una de ellas fue regresar a este monumento, porque selo deba a mi madre y a mi pueblo. Termino este relato con unafrase de un hombre que, en su propia tierra, fue refugiado:

Puesto que soy imperfecto y necesito la tolerancia y bondad

de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hastaque pueda encontrar el secreto que me permita ponerle remedio.

m ahatma G andhi

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Ya salió el sol*

Sarahi Albor Elizalde

 An voy avanando con los ojos cerrados a bordo de un viejo

camión del cual no conoco su dirección. El sol está a punto desalir y una vo susurra: “Ya casi llegamos…” Vamos unos sobreotros. Esto es algo fatal; apenas si respiro. Por fortuna, mis odosno detectan gritos de terror ni balas chocando contra las paredesde mi casa. Supongo que estar aqu es mejor, creo que estoy asalvo y sé que algo bueno sucederá. Mi intuición femenina jamásse equivoca, además ¿qué podra ser peor? Me siento intranquilaal saber que me alejo de mis orgenes y que, tal ve, no volveré

pronto; tal ve no volveré nunca. Mi estómago experimenta unaamarga sensación después de este pensamiento y se mecla conmi hambre incontenible, creo que no recuerdo ya la ltima veque cené como lo haca cotidianamente, en los das en que estaguerra, que mi gente no buscó, viniese para llevarse todo consigo.Entre aquellas pertenencias hurtadas, se perdieron mis ilusiones.

Era tan chica, tan inocente… el caos se apoderó también de

mi infancia. Aunque hubiera luchado por ella, me la hubiesenquitado, por eso decid no hacerlo. Creo que el mundo no cam-biará por limitadas acciones de perseverancia que ni siquieradestacaran entre una vida tan miserable como la que he llevadohasta el da de hoy. La madure debió llegar y, en contra de mi voluntad, adquir más responsabilidades. He pasado hambre, sed,desesperación, tragedia, muerte, dolor. Mi vida dio un giro desdeque escuché el primer bombardeo, cuando a través de mi ventana

observé el reflejo de mi rostro aterrado y, del otro lado, vi a mis vecinos correr, esconderse, caer muertos ante insensibles mons-

* Cuento de la categoría de 13 a 14 años premiado con una mención honorífica.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

truos que nos llaman rebeldes por el hecho de haber salido de laignorancia en la que estábamos sumergidos.

Mamá dice que debo leer, que debo escribir y reconocer mis de-rechos, dice que debo cultivar mis conocimientos y sólo as tendréoportunidad de una vida menos reprimida. Eso es exactamente loque deseo. Estuvimos largos aos escondidos. Tan cobardes queme parecan los que se escondan, y ahora senta tanto miedo.

El camión ha parado, alguien abre la puerta y todos salen des-esperados. Veo que mi madre es una de las primeras en abando-nar este vehculo, tengo muchas ganas de salir. Veo a todos con

una expresión más de alivio que de miedo, creo que no debo te-mer, todo cambio es bueno, todo lugar es mejor si no encuentrascuerpos putrefactos por donde sea que camines.

—Baja, hija —dice mi madre con una sonrisa que apenas se dis-tingua.

¡Oh, no! Me ha ganado el sentimiento y estoy llorando, creoque son lágrimas de emoción, ¡s! Deben de ser de emoción. Yano tengo miedo.

—Ya todo estará mejor —me dijo al odo abraándome fuerte-mente.

El sol apenas se asomaba. Me pareció ver el amanecer que medespertaba con delicados rayos de lu cuando era pequea. Esta-ba en otro punto del globo terráqueo y eso no era posible, peroaquel ambiente tranquilo me haca sentir, irónicamente, como si,después de tanto tiempo de perdición, hubiera vuelto a casa. “Mi

hogar”, creo que ese término era ya inexistente. Habamos huidode nuestra nación casi de milagro. Luego supimos que, horas des-pués de haber abandonado aquella comunidad ya poco habitada,fue totalmente destruida por el ejército. Lo que más dolor mecausa es que la rivalidad fuera entre compatriotas, eso me derrum-ba an más. ¿Qué no deberamos estar unidos como pueblo quesomos? Es una pena tener que huir del propio ejército de tu pas.Lo interesante es que nosotros seamos “los malos” de este cuento.

¡Ojalá y fuese un cuento!—Madre, ¿a dónde iremos?—Adonde podamos estar seguros. Nos refugiaremos en una ca-

sona inhabitada.

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SARAHI ALBOR ELIzALDE

—¿Nos refugiaremos? No, madre. Antes vivamos escondidosporque éramos parte de quienes haban protestado al no obtenernuestros derechos, nos encontrábamos ante el riesgo de perder la vida, pero ahora… ¿por qué escondernos?

—Hija, estamos pisando suelos ajenos y un tanto lejanos, tansólo somos un grupo de emigrantes ilegales.

¿Algo as sera posible? ¿Abandonar tu pueblo para convertirteen un refugiado? Me asusta más el término “refugiado” que el derebelde. Si an tena esperanas de ser alguien en la vida unosminutos atrás, se acababan de derrumbar en ese preciso instante.

—¿Y qué será de nosotras? Estamos solas, tenemos hambre y notenemos dinero.—Todo esto es parte de la vida, hija. Tal ve an no lo asimiles

por completo, eres joven y la perspectiva cambia desde unas pu-pilas que an conservan sueos. Sin duda, debo trabajar. Veráscómo teniendo fe y esforándonos, saldremos adelante. Compren-do que lo que has vivido no lo mereces, pero dime ¿crees que al-guien lo merece? Ni siquiera los que desataron la guerra civil eran

merecedores de tan crueles tratos. Quienes estamos del lado de laraón luchamos hasta el final por nuestros ideales y exigimos quemejorara nuestra calidad de vida, pues queremos lo mejor paraustedes, nuestros hijos, y as muchos dieron su vida para lograr uncambio. Sin embargo, la mayora fue desistiendo de apoyarnos,por miedo a perder la vida. El miedo es natural, pero cuandose trata de tu gente, no sé de dónde, pero el valor llega. Ahora

sólo quedamos unos pocos en comparación con los que éramos,pero por muy pocos que seamos, nuestras ideas liberales seguirán vigentes y esperamos que se sigan transmitiendo de generación engeneración. Si no hemos logrado nada, tenemos por seguro quealgn da nuestros nietos, u otros descendientes, lo harán. Por lopronto, caminemos juntas hacia nuestro destino, hija ma, prome-to que si pones un poco de tu parte, todo será mejor.

—Claro, madre, lo haré —le dije con una vo más de resignación

que de conformidad.Qué difcil es empear desde cero cuando no conoces el lugar

en el que has venido a parar. Voy rumbo a mi nuevo hogar, donde

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

tal ve no seré libre como lo deseo en este instante, pero estarélibre de guerrillas y eso ya es un avance creo yo.

Me parece que mi mamá tiene toda la raón. Debo trabajarfuerte, pues sé que después de un gran esfuero viene una granrecompensa, y aunque no fuese as, ya me he acostumbrado a lapoca reciprocidad de mi vida. El coraje me inunda y deseo nohaber nacido. ¿Para qué? Qué vida tan vaca y sin sentido. He ve-nido a esconderme de un entorno poco satisfactorio y demasiadocatastrófico. Veo a mi alrededor y sólo veo que los habitantes deeste poblado, casi fantasma y algo apartado de una ciudad a la que,

por desgracia, ya estaba acostumbrada, empiean a observarnos in-trigados, ¡seguro que nos están jugando! ¿Por qué no podemos vivir en pa todos los seres humanos? Me desconciertan las clasessociales y la mala repartición de recursos. De nuevo observo cómodos mujeres que pasan cerca se van susurrando cosas al odo. Deseguro afirman que somos extranjeros desterrados y dignos de lás-tima, no creo soportar mucho tiempo aqu. Si tan sólo no hubiesefronteras, qué feli sera, cuánta alegra me causara que el mundo

estuviera lleno de gente como mi madre, tan inteligente, tan ge-nerosa, tan bondadosa. El mundo, desde la sensibilidad de unamujer, difera enormemente, pero ¿a quién le importa? El planetaes un asco ya. No, el planeta no es un asco. Los humanos somosquienes estamos exterminándolo y, por si fuera poco, nos extermi-namos a nosotros mismos. A veces creo que una roca siente másque aquella gente que, sin piedad alguna, asesinó al resto de mi

familia y a muchos inocentes más. Yo no podra exterminar dela fa de la Tierra a nadie. Jamás tendra las agallas para quitarle la vida a quien no comparte mi punto de vista… Jamás.

—Bueno, aqu es —dijo el gua sealando una enorme casa vie-ja—. Busquen un buen lugar donde acomodarse y hagan de éste suhogar, amigos refugiados.

Una ve más bajaba la poca autoestima que posea, porque to-dos me remarcaban que an no poda caminar tranquilamente

por la calle. De pronto llegaron a mi mente imágenes de cuando,un ao atrás, la guerra estaba en un punto en el que vea mi muer-te venir y peda a Dios que me perdonara todo mal que hubiesecometido. En las afueras muchos se mataban por un vaso de agua

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SARAHI ALBOR ELIzALDE

 y peleaban a muerte por una lata de comida. Pero todas aquellas vivencias haban quedado en el pasado. Por fortuna, al llegar ha-ba algo de comida que nos haban vendido a todo el grupo y nosestaba esperando, as como varios botes de agua de lluvia, puesapenas el da de ayer haba cado un fuerte y bendito aguacero.Desesperados, nos apresuramos a tomarla y a alimentarnos. Unmomento glorioso.

—Gracias al cielo —gritó la anciana del grupo.Todos comenaron a abraarse como festejando el nuevo ini-

cio…

 Ya ha salido el sol, puedo admirarlo posándose sobre el hori-onte. No deseo perderlo de vista… es el nico cuerpo celeste queadmiro, a pesar de que me humilla con su esplendor y ni siquierame permite mirarlo fijamente, pues sus divinos rayos me deslum-bran. Le agradeco que sea el que ilumina mis das, que alumbramis pasos y me brinda calor, el que me saca de las horribles garrasde la oscuridad, quiás podra llevarme lejos y apartarme del in-fierno en el que estoy sumergida.

Debo cambiar de parecer. He escuchado que quien piensanegativo atrae cosas malas hacia él y, por el contrario, quien espositivo, cosas afirmativas le acontecen. Pensándolo bien, debeexistir alguna raón por la que an estoy aqu. Hubiese sido fácilque perdiera la vida en una de las tantas veces que sal de micasa a buscar algo de comida; sin embargo, aqu estoy, junto apersonas que comprenden lo afortunadas que son al tener una

oportunidad más de vida, porque somos quienes luchamos hastael ltimo momento y, por ese simple hecho, porque a pesar de ha-berlo perdido todo queremos vivir   y estamos aqu, en busca de algofavorable para disfrutar, después de tanto tiempo, los das quenos restan… ¡Eso haré! Siento que el aire de la esperana acaba detocarme. No sé por qué me han surgido instantáneamente unasenormes ganas de darlo todo en mi camino, si bien ya es mérito elhaber subsistido entre tantas tragedias, me sentira infinitamente

agradecida y orgullosa si pudiese entrar a alguna escuela y ampliarmis conocimientos.

—¡Hola! —exclamó un joven entrando al refugio y alarmandoa todos—.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

¡No se alarmen! Vengo a proponerles un trato. Soy dueo decasi todas las tierras de este poblado y he perdido trabajadoresque se fueron a una guerra civil y jamás volvieron. Me gustaraofrecerles trabajo a todos ustedes, no será muy grande la paga porahora, pero les ayudará mucho. Si progresamos, rápido irán au-mentando las ganancias y será conveniente para todos. Bueno…no sé si acepten… Creo que las propuestas para ustedes serán va-rias a partir de ahora, ¿no?

—Aceptamos con muchsimo gusto. Creo que es usted nuestrasalvación, pero ¿por qué dice que tendremos varias propuestas de

trabajo? —le cuestionó nuestro lder.—Bueno, pues todos aqu hemos hablado de lo valientes quefueron al exigir sus derechos. Sabemos muy bien el origen del con-flicto y los apoyamos totalmente. Creo que son dignos de admira-ción de nuestro pueblo, pues a pesar de que nos hemos liberadopoco a poco de la ignorancia, nunca tuvimos el valor de hacerlo.

Todos nos miramos unos a otros. Nadie comprenda lo queaquel hombre deca. Esperábamos la peor humillación de su parte

 y, por el contrario, afirmaba que éramos dignos de admiración y su mirada era de una enorme amabilidad y sinceridad.

—No sabe lo gratificante que es escuchar sus palabras. Nosencantara trabajar para usted —dijo dulcemente una mujer delgrupo.

—No, seora, no trabajará para m. Trabajarán junto a m —con-testó el hombre con una enorme sonrisa.

Todos rean de felicidad y no paraban de agradecer. Mi madre,entre ellos, brincaba de alegra. Pareca un milagro. Saba desdeun principio que algo bueno sucedera. Una ve más mi sextosentido me haba advertido…

 Ya han pasado muchos das desde que llegamos a nuestro nue- vo hogar. Todo marcha muy bien y veo a todos felices después demucho. Parece increble, alguna ve pensé no llegar a verlos as ja-más, pero la vida da vueltas inesperadas. He aprendido a valorar-

me y a luchar por lo que deseo. Aqu parece no importar si somosilegales o no, la gente no se ha fijado en eso y nos trata como sifuéramos de aqu. Ya tengo varios amigos de mi edad que viven encasa vecinas y no dejan de preguntarme por lo que viv durante la

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SARAHI ALBOR ELIzALDE

guerra y cómo es que no mor de un infarto. Sus preguntas, inge-nuas a veces, me causan risa. Creo que maduré antes de tiempo,pero eso también me hace feli. El recibir tan buen trato me hacedesear, a veces, no volver a mi patria, aunque sé que, en determi-nado momento, lo haré. Tal ve no para quedarme, pero s parasaber qué fue de ella. Me siento muy llena con la gente con la queconvivo. Gracias a ellos he aprendido a perdonar. Mi más gran-de anhelo se ha cumplido inesperadamente, aunque sé que nopuedo caminar por las ciudades cercanas, pues all hay posibilida-des de que me arresten y me regresan a mis orgenes, algo que por

ahora no deseo, pero por fin me siento libre. El ser “refugiada”me ha devuelto la vida que por un tiempo me fue arrebatada. Yano me interesa lo pasado, ahora vivo el segundo, y cada que el solse asoma, no paro de agradecer que he vivido un da más.

Hoy me he percatado de lo valiosa que soy. Sé que los términosque me determinan, ya sea extranjera o refugiada, ya no me afec-tan. Sé que el esconderme ya no me avergüena, pues tal como elsol se oculta en el horionte, llegará el momento en que de nuevo

salga, y cuando el sol haya salido y brille, ¡será un nuevo da!

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Una vida por delante*

Diana Bautista Sánchez

Él haba sabido que comenar de nuevo en otro pas nunca era

fácil; ser un refugiado nunca es sencillo. Haba que acostumbrarsea muchas cosas, pero lo que más le inquietaba no era eso. Eran losrecuerdos lo que le atormentaban; invadan su mente, y todo loque vea y haca estaba relacionado con estos, incluso en un pastotalmente diferente de donde haba vivido 35 aos.

Poda recordar a su hija la noche en la que él se haba mar-chado. Sentada en la banqueta sucia y desgastada, mirándolo sinentender realmente lo que pasaba. Ella saba que algo estaba mal

e instintivamente lloraba. Recordaba el ltimo momento con ella,cuando lo haba abraado fuertemente, vestida con un descolori-do y viejo vestido, y apenas un ligero y roto suéter aul. “Te quieromucho”, es lo que la nia haba podido decir a través del llanto.Él habra querido expresarle todo; sin embargo, no pudo ni abrirla boca. Simplemente la estrechó contra él.

También recordaba a su esposa que lloraba amargamente y lo

observaba con resentimiento por su decisión de irse a la guerra y abandonarlas. Ella haba tenido raón: su lucha haba sido en vano. Haba entregado todo en esa guerra por un pas mejor paraellas, haba sacrificado su seguridad y a su familia. A cambio nohaba recibido nada más que recuerdos horrendos y muertes deinocentes.

Se culpaba a s mismo por no haber podido ir al funeral de suesposa y de su hija. Se culpaba por haberlas dejado solas en los

ltimos momentos. Todo haba sido su culpa. Se imaginaba a lapequea Ana dormida en la cama fra con apenas una delgada

* Cuento de la categoría de 13 a 14 años premiado con una mención honorífica.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

cobija, y a Isabel junto a ella, mientras la sombra de un desalmadose escurra por la habitación acariciando la cacha de una pistola.Se imaginaba al asesino sonrer con siniestro placer y aire de ven-gana, apretando el gatillo. Una acción que hio aicos sus fueras y su esperana.

Desde entonces haba dado por perdida y sin sentido su lucha y su vida.

Muchos lo perseguan, pero ya no tena fueras ni coraje paraenfrentarlos. Por eso haba pedido asilo. Para empear de nuevo.

Saltó de la silla y se decidió a salir de su nuevo apartamento en

el pas que lo haba acogido desde haca un ao. Trataba de escaparde sus recuerdos, sin darse cuenta de que nadie puede hacerlo.Caminó sin rumbo por calles limpias y ordenadas, por donde

las demás personas de rasgos nórdicos pasaban sin mirarse unasa otras, ni mucho menos hablarse. Se respiraba una tranquilidad vaca y fra, nada en comparación con el bullicio y la calide de supas de origen, incluso en tiempos de guerra.

Roberto se senta solo y aburrido aqu. Los inviernos eran lar-

gos y tempestuosos, la nieve lo cubra todo; incluso haba heladolos coraones y la boca de las personas. An no poda entendercómo es que las personas eran as, todas se parecan y seguan unpatrón, todo para él era monótono.

Claro que sus circunstancias haban cambiado mucho desdeque haba llegado a este pequeo pueblo en el oeste de Finlandia. Al principio haba percibido el rechao de la gente como un golpe

duro. Se haba sentido excluido de todos; haba sentido la miradade algunos ojos claros fijos en su espalda y la indiferencia de mu-chos. Pero eso no haba sido lo peor. Un da, después de haberestado dos semanas aqu, haba salido a caminar para distraerse y  ver el mar. Estuvo por lo menos dos horas ah, observando las he-ladas olas chocar violentamente contra las rocas, llevándose algu-nos pequeos animales que por ah caminaban. Él se senta comoesas rocas, despojado abruptamente y de forma violenta de lo que

más quera. Esa tarde haba llorado frente al mar. Se sumió tantoen sus recuerdos que olvidó el presente; no escuchó acercarse alos cinco jóvenes finlandeses con malas intenciones. Cuando sedio cuenta, era demasiado tarde. Lo rodearon burlándose de él

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DIANA BAUTISTA SÁNCHEz

e insultándolo en un idioma que todava no comprenda. Ni si-quiera trató de defenderse cuando lo empearon a golpear porquese senta merecedor de cada golpe que le daban; cada herida lellegaba al coraón. “Me lo mereco” —se repeta constantementeen su mente—, esto y más por haber dejado a Ana e Isabel solas.No lloraba por el dolor, sino por la culpa.

Despertó a la maana siguiente, en una cama caliente que noera la suya. Recordaba poco de lo que haba pasado después de esapalia, pero tampoco le importaba mucho. Volvió a cerrar los ojossintiendo el dolor de su cuerpo. Entonces escuchó un ruido que

lo hio volver en s: vio un par de ojos verdes, pertenecientes a unnio finlandés de por lo menos die aos. El nio le sonrió. Éstafue la primera muestra de afecto de un finlandés que Robertorecibió. Roberto se le quedó viendo mientras éste le gritaba a al-guien fuera de la habitación. Inmediatamente después, un seoralto y delgado apareció.

—Hola —dijo el seor en un espaol con rastros de sueco.—¿Qué ha pasado? —preguntó Roberto claramente confundido.

—Te han golpeado y te han dejado tirado sobre las rocas en laplaya. Mi hijo te encontró y te trajimos a casa—.

Roberto quedó sorprendido de la fluide del finlandés; des-pués descubrió que el seor, de nombre Heikki, saba hablar espa-ol porque haba vivido unos cuantos aos en Espaa.

Desde entonces, Heikki y Roberto haban sido amigos. Heik-ki y su hijo, Erkki, estaban enseando a Roberto a hablar en

sueco. Erkki era tres aos mayor de lo que habra sido Ana;tena doce. Erkki siempre le peda a Roberto que le hablara de Ana. Roberto recordaba los buenos momentos con Ana y se losrelataba a Heikki para que se los tradujera a Erkki. Roberto sesenta bien contándole sobre su hija, aunque estuviera muerta,algo que Erkki no saba. Se senta cómodo y tranquilo en casa deHeikki Virta, donde siempre era bien recibido; senta que poda volver a ser la misma persona que era antes de la guerra. Pero al

salir, todas esas esperanas se desvanecan.Roberto trabajaba en el restaurante de Heikki como cocinero,

 ya que era lo nico que poda hacer. A veces Heikki le peda quehiciera un platillo tpico de su pas, y tena mucho éxito entre los

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

comensales. La esposa de Heikki, Sirkka, ayudaba a Roberto en loque poda. Roberto estaba muy agradecido con la familia Virta.

Mientras caminaba por las calles en dirección a una cafetera,se encontró a Erkki, quien lo saludó sonriendo. Roberto revolviósu rojio cabello. Erkki se despidió y corrió junto a otros niosfinlandeses de su edad, quienes miraron a Roberto con curiosi-dad por unos instantes antes de volverse a Erkki para preguntarlesobre el refugiado.

Roberto sonrió y siguió caminando, seguro de que Erkki lescontara a sus amigos sobre Ana.

Entró en la cafetera vaca, pidió un café y enseguida se lo tra-jeron. Se quitó sus guantes y chamarra, bebió el lquido caliente y sintió que lo quemaba por dentro. Entonces, una seora de cabe-llo negro y ojos grises se sentó en la mesa de Roberto. Lo saludó.Roberto correspondió al saludo en sueco. La mujer se presentócomo Anne y le dijo a Roberto que era su vecina. Comenaron ahablar de muchas cosas, las cuales, después de las experiencias quehaba tenido Roberto a lo largo de su vida, parecan sin sentido.

Sin embargo, lo ayudó a distraerse un rato. Además, comprendióque por fin estaba empeando a acoplarse. Después de un ao, lagente lo empeaba a aceptar.

Roberto salió de la cafetera cuando estaba por empear la ma-ravillosa puesta de sol. Se dispuso a ir a la playa para contemplarla.Cuando llegó, haba varias personas ah, esperando ver que el solestallara y lanara miles de tonalidades al cielo. Se sentó sobre las

hmedas rocas, disfrutando de las gotas heladas que caan sobresu rostro. Entonces escuchó que gritaban su nombre. Era Erkki, vena corriendo a toda velocidad, asustado.

Roberto pensó que algo realmente grave haba pasado por laexpresión del nio.

—¿Qué pasa, Erkki? —le preguntó Roberto, preocupado por lafamilia Virta.

—Me persiguen— respondió Erkki escondiéndose detrás de Ro-

berto.—¿Quiénes?—Matti y los demás —contestó el nio refiriéndose a sus amigos.Roberto se relajó y sonrió.

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DIANA BAUTISTA SÁNCHEz

—¿Y por qué te causa tanto conflicto?—Porque quieren que sea novio de Eila —contestó Erkki con las

mejillas ardiendo.Roberto se echó a rer, cosa que haca tiempo no ocurra.—¿Es bonita?Erkki lo pensó, entonces asintió con la cabea.—Es la nia sonriente de ojos aules, con pecas, cabello cobrio

 y riado.Roberto la recordaba vagamente; Erkki tena raón, era muy 

bonita.

—Entonces, ¿cuál es el problema?Erkki lo miró directo a los ojos.—Que yo quiero a alguien más…—Ah… ¿a quién?—Es una nia menor que yo. Tiene el cabello negro y ojos del

mismo color.—¿Cómo se llama?Erkki dudó antes de contestar:

—Ana.Roberto se quedó petrificado, comprendiendo de pronto la in-

sistencia y curiosidad de Erkki porque le relatara cosas sobre sudifunta hija. Seguro que el nio haba encontrado la foto que Ro-berto guardaba en su cartera, donde estaba Ana con Isabel y él.

—Erkki…—balbuceó—, hay algo importante que tienes que sa-ber… —hio una larga pausa—… Ana falleció.

El rostro de Erkki mostró una contrariedad de sentimientosque a Roberto le costó trabajo adivinar cómo se senta.—Ana no puede estar muerta —dijo Erkki, muy alterado. Se

levantó y vio directamente a Roberto—. Yo vi su foto, an es muy joven… T mismo dijiste que tiene nueve aos.

 A Roberto se le escapó una lágrima.—Murió cuando tena nueve aos.Erkki se dejó caer al suelo, abrió la boca para decir algo, pero

no lo hio. Hundió la cabea en sus manos por unos minutos,estaba claramente confundido.

—No puede ser —dijo Erkki tratando de calmarse.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

—S, es cierto. La mataron, Erkki, al igual que a mi esposa. Poreso es que estoy aqu, en Finlandia.

—¿Cómo la mataron? —preguntó el nio.Roberto miró hacia el mar que se revolva salvajemente. Tardó

unos minutos antes de contestar.—Le dispararon… por mi culpa.El nio frunció el ceo.—No te creo —espetó.—Yo tampoco lo poda creer…—¡Es mentira! ¡Mientes! ¡Ana está viva! Yo lo sé. Sé que un da la

traerás a Finlandia y la conoceré, entonces ella podrá ensearme abailar como lo hacen en su pas… Sé que ella vendrá y tomaré sumano… —el nio se haba levantado y gritaba con la cara roja.

—De Ana no queda más que su recuerdo, al igual que el de sumadre —Roberto estaba a punto de llorar—. Tienes… tenemos quedejarlo ir…

En ese momento Roberto se dio cuenta de que tena que supe-rarlo; jamás olvidara a su pequea Ana ni a su adorada esposa,

pero tena que aceptar que ellas se haban ido y que él tena todauna vida por delante. Por eso es que haba pedido asilo en Finlan-dia, para iniciar una nueva vida, sin importar qué tan difcil fuera.Por eso se haba convertido en un refugiado, no para olvidar, sinopara iniciar de nuevo. Lo lograra, lograra volver a la vida.

—Adiós, Ana —murmuró Erkki cuando el sol lanó su ltimorayo al cielo y se ocultó.

Se haba calmado después de ver la expresión de dolor en lacara de Roberto y ver sus ojos llenos de fuera.Roberto se comparó de nuevo con las rocas que haba en la pla-

 ya. Ellas siempre estaban ah, el mar les haba arrebatado a sus ani-males muchas veces y las haba desgastado; sin embargo, seguande pie, comenando de nuevo cada ve que la marea les arrancabalo que posean. Admiró su fortalea.

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Sombras en tierra de nadie*

Fernando Rodríguez Pedraza

El invierno está llegando. El fuego se ha extinguido hace tiempo,

pero el dolor arde en mi interior ahora más que nunca. Los recuer-dos se abren paso como un cuchillo y aguijonean mi coraón conculpas del pasado, como personas sin rumbo, girando en crculos y maldiciendo por lo bajo; y cada ve los siento más cerca.

Por un tiempo pude mantenerlos a raya con la esperanadorailusión de mi vida, de mi felicidad. Pero uno no puede engaarsecon una existencia tan incorpórea como el aire que, de pronto, seha vuelto tan difcil respirar, porque el coraón nos recuerda que no

podemos huir de lo que somos y de dónde venimos; porque den-tro de m los nios han llenado vasos con sus lágrimas, esperandoel da en que se sentirán felices. Me arrebujo bajo mi capa, mirohacia el horionte lleno de árboles contra un cielo gris, y paso traspaso me dirijo hacia mi final. La oscuridad se cierne sobre m,como ávido espectador que toma su lugar para observar el finalde esta obra trágica que es mi vida. He venido a encontrarme a m

mismo, a tratar de recuperar los pedaos del espejo de mi existen-cia que alguna ve reflejaron el orgullo y el espritu de un pueblo,el calor de una familia. He venido a impregnarla en árboles, rocas y animales; a esparcirla a los cuatro vientos y lanarla hacia a laacusadora cara de la luna; ésta que es la historia de una sombraen tierras de nadie.

He dejado, al fin, que los recuerdos se abran paso desde mimente, como un ejército que entra triunfante a las humeantes

ruinas de la ciudad conquistada. Pareciera que, a estas alturas, elrecuerdo de la imponente ciudad de Afganistán, con sus edificios

* Cuento ganador del primer lugar en la categoría de 15 a 16 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

hechos de marfil y oro, sus paisajes mticos, donde los dioses deantao reinaban en los sueos y los coraones de las personas, y donde el espritu se una en armona como parte de un todo, sólopuede existir en la imaginación de aquellos que creen en los cuen-tos de hadas. Pero mi mente ha borrado la lnea entre lo verdadero y lo que sólo es un sueo; la persona alegre y sin preocupacionesque alguna ve fui se ha desvanecido y ha partido con el polvo delos escombros y el humo de los incendios a buscar una realidadmejor. Las personas que alguna ve fueron lo que llamé familia sehan convertido en fantasmas que alan un dedo acusador y cargan

sobre m cada culpa que no remedié y cada grito al que no acud.Porque alguna ve yo fui un hombre feli. Vivamos en una casaconstruida en una de las onas más hermosas de todo Kabul, don-de nac y crec en un ambiente de pa y aceptación. Aqu fue tam-bién donde conoc a la mujer que pareca haber bajado del cielo y renunciado a su divinidad por m, con ojos aules más profundos y misteriosos que el mar, pero con la piel de un color aceitunadoque invitaba a perderte en su cuerpo. Nos casamos bajo una bri-

llante y espléndida luna de verano; las estrellas nos hacan guios,cómplices de un amor tan puro como el nuestro; porque el amorse haba convertido en nuestra fuera vital. En este mundo dealegra absoluta engendramos dos hermosos hijos: una nia conrios del color de la caoba y ojos de un negro profundo, y un niocon porte orgulloso y sonrisa sincera.

 Ambos parecan vivir de la energa del mundo y, por mucho

tiempo, la casa cobró vida con sus risas, historias y secretos. Perocomo cualquier buena fantasa, en algn momento tena queacabar. Llegó el da en que el cielo se prendió en llamas y lasarmas aullaron a la noche un himno de dolor y odio. Cre poderescapar a lo inevitable, cre tener la fuera, cre tener la fe, perotales esperanas cayeron junto con la puerta de mi casa, mientrasdemonios vestidos con trajes de militar y con instrumentos quesembraban la muerte tomaban por la fuera lo que más amaba

en este mundo. Ese da mi coraón fue arrancado de cuajo juntocon mi esposa y mis dos hijos, y ca en la más completa oscuri-dad. Cuando desperté, descubr que el mundo perfecto en el quehaba vivido se haba convertido en un mundo sin texturas ni

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FERNANDO RODRíGUEz PEDRAzA 

colores, excepto por el gris profundo del humo y el olor a muerte y pólvora. De algn modo, mi ser se separó en dos entes distintos:mi cuerpo, el cual luchaba desesperadamente por no morir, y mialma, que ya haba muerto junto con mi vida anterior. De pronto,sent cómo me levantaba en el aire y, acto seguido, una explosiónde dolor en mi pecho, como el de un martillo rompiéndome lascostillas. Traté de respirar, pero era como intentar respirar arena.Mis ojos empearon a llorar y mi visión se a enturbió; y otra ve,oscuridad.

 Al despertar por segunda ve, me encontré rodeado de perso-

nas desconocidas sentadas alrededor del calor de una fogata. Notuve más que mirar sus ojos para descubrir que nuestra situaciónno era muy distinta; más tarde me enteré de que fueron ellos losque encontraron mi cuerpo bajo una montaa de escombros y cenia. Al principio me haban dado por muerto, pero un movi-miento leve de mi mano los haba impulsado a trabajar unidospara sacarme de lo que habra sido mi tumba, y me haban cuida-do y curado mis heridas con lo poco que tenan.

Caminamos da y noche, alejándonos del lugar que sera elescenario de nuestras pesadillas por el resto de nuestra vida, hastaque llegamos a la ciudad de Jerusalén.

 Ah fuimos acogidos por las fras miradas de aquellos que nogustaban de extraos en su morada, pero hubo también perso-nas que nos recibieron como si fuéramos hermanos, como alguiena quien se le da la segunda oportunidad para vivir. Muchos se

quedaron, otros avanaron más al sur, hacia los pases de Egipto,Libia y Arabia Saudita; otros fueron al norte, hacia Turqua, Rusia,e incluso a Italia, pero yo saba que en ningn lugar del mundoencontrara la pa. Lo nico que me quedaba por hacer era buscarun lugar donde olvidar, donde empear de nuevo, y la respuestame esperaba al otro lado del Atlántico.

El primer avión para Estados Unidos parta en unas horas. Lasmaletas estaban listas y la gente con la que haba vivido esos lti-

mos meses ya se haba marchado después de unos apretones de ma-nos solemnes y unas cuantas lágrimas. No tuve que preocuparmepor el papeleo, ya que pude recuperar todos mis documentos sinproblema; aun as, todo eso era insignificante comparado con lo

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

que mi alma no podra recuperar jamás. El viaje fue como un sueoen el que pude obtener el ltimo descanso real mientras mi mentedrenaba los ltimos recuerdos hacia el mar del olvido.

 Vivir en América no fue un sueo hecho realidad. No fue unautopa espiritual y materialista como la vendan las personas delas agencias de viajes. Pero al menos pude, poco a poco, recompo-ner mi persona y existir sin despertar cada maana deseando nohaberlo hecho. Olvidé el idioma de mi patria, olvidé las tradicio-nes y costumbres que fueron mi orgullo y alegra; dejé lo que erapara poder ser algo que, para los demás, jamás sera.

Pasaron los aos, logré sobrevivir a las memorias que amena-aban con ahogarme e incluso pensé en volver a ser feli. Un da,mientras iba caminando por las calles de la gran urbe, me topécon un cartel que reaba: “Partiste hacia otro lugar, pero jamásdejaste mi coraón”, y peda que las tropas estadunidenses regre-saran de Irak. En ese momento algo se abrió dentro de m, algoque crea haber dejado atrás, y supe entonces que sólo haba unamanera de poner mi alma a descansar.

 Antes de que me diera cuenta estaba abordando un avión quetena como destino la India, y al momento siguiente tomaba uncamión que me llevaba hasta m ciudad de fantasmas: Kabul. Elconductor me dejó a las afueras de la ciudad alegando que tenaque continuar el camino rumbo a Pakistán. Le dije que estababien, que no me importaba caminar. Le pagué el doble de miboleto y me encaminé a enfrentar mis miedos. Pude observar que

algunas partes estaban reconstruidas por completo y que la gen-te viva una vida normal, pero yo saba que, en realidad, el Kabulde mi nie haba muerto con m espritu. Caminando sin rumbollegué al centro, el lugar donde alguna ve haba erigido tantossueos, y encontré un monolito. Al acercarme, supe instantánea-mente lo que iba a ver. El mundo de pronto cobró vida, y cada co-lor y textura se acentuó. Todo empeó a dar vueltas, ca de rodillasal suelo, no tena fueras para sostenerme. Sólo pude levantar la

cabea para leer aquellas palabras fras y sin sentimiento: “Monu-mento a los muertos en la invasión de Rusia a Afganistán. Jamáslos olvidaremos”.

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FERNANDO RODRíGUEz PEDRAzA 

Mi coraón reventó. Todo lo que haba guardado tan feromen-te en mi interior y haba dejado pudrir lentamente subió por migarganta y salió transformado en un grito cargado de ira, odio,miedo, desesperación, impotencia y arrepentimiento que desga-rró mi alma e hio que mi cuerpo echara a correr sin importar midestino. Quienes lo oyeron, jamás olvidaron.

Cuando volv en m, pude ver que haba corrido tanto que laciudad sólo era un punto lejano en el paisaje y estaba rodeado porárboles inmensos y arbustos espesos. Traté de organiar mis pensa-mientos, pero era como ordenar a las abejas que se formaran, as

que segu caminando entre la espesa malea. A cada paso que daba,una idea tomaba forma en m. Entonces tomé una decisión. Ahora, al fin, he encontrado un lugar para descansar, lejos de

todo y de todos; al fin he encontrado el santuario donde podréperdonarme yo mismo, donde ya no me sentiré como un extrao,donde no tendré que fingir ser otra persona.

La noche se ha cerrado sobre m. Me recuesto contra el suelo y la siento a mi lado. La muerte ha esperado a que llegara, como

una vieja amiga que me ha prometido un lugar mejor. Pero antesde irme, he logrado pasar mi historia; ahora dejaré que los ani-males y rocas, los arbustos y árboles e incluso t, amigo lector,difundan mi historia. La historia de un refugiado, la historia deuna sombra en tierra de nadie.

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Presente, pasado y futuro de mi vidacomo refugiado*

Kevin Alberto Sánchez Mayo

Hasta las noches son distintas. Desde que llegamos, los colores, los

sabores y los olores se perciben de otra forma. No cabe duda: noestoy en casa. Incluso dormir se me ha dificultado por el cambiode hora. Aunque aqu s tenemos alimentos, extrao mi antiguacomida, y ésta les ha cado mal a algunos de mis compaeros. Nopuedo creer que la vida me haya cambiado tan drásticamente.

Los conflictos dentro de mi pas me han hecho trasladarme y buscar un lugar en el cual no me persigan por lo que pienso,por lo creo, por lo que digo o he realiado. Difcilmente se puede

creer que tantas personas tengan que huir por estos motivos y tener que buscar asilo o refugio en otro pas, donde se puedaser libre y expresarse sin ser reprimidos. Muchas veces, encontrarun pas que quiera ayudar se convierte en otro problema, porquees claro que el apoyo para todos nosotros es grande y costoso.Recuerdo que nuestro grupo no pudo llegar junto por su gran n-mero, y muchas familias tuvieron que dividirse y seguir buscando

un lugar seguro.Desde el inicio de la guerra civil en mi pas, he luchado pordefender mis ideas y hacer lo posible por llevarlas a cabo paralogar un cambio que nos beneficiara a todos, pero esta lucha setornó difcil frente a toda la represión que encontré de parte delgrupo que gobierna. Lo que vino después es triste de contar, in-cluso ahora, después de mucho tiempo y distancia, en mis sueos veo esas tristes escenas de muerte y sangre que han manchado la

historia de mi pueblo.

* Cuento ganador del segundo lugar en la categoría de 15 a 16 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

La guerra empeó cerca de la ciudad de Libia, por lo que lapoblación tardó en darse cuenta de la magnitud del conflicto.Cuando el problema se hio más grande, tuvimos que cerrarescuelas, guarderas, bancos, hospitales. La vida cotidiana de laciudad, como la conocamos, dejó de ser as. Poco a poco se fueacrecentando la violencia e incluyó a más personas. Haba gentedesaparecida, gente muerta, muchos heridos, nios solos, y co-menó a faltar lo necesario.

Los pueblos dejaron de producir comida para participar enla guerra; muchos pasaron de campesinos a soldados, incluso se

 vean nios armados acompaando los frentes de combate. Lasnoches era horribles. No lográbamos descansar. Siempre tena-mos que estar alerta por si el enemigo se acercaba y debamoscombatir. Las mujeres cuidaban a los heridos y trataban de ali-mentarnos con lo poco que encontrábamos. La comida y el aguase hacan más escasos cada ve; comenamos a contar muertospor hambre y sed. Cada ve éramos menos y nos debilitábamos. Al tomar de nueva cuenta las ciudades el ejército del gobierno,

debimos replegarnos hacia los territorios no habitados, donde la vida era más difcil.

Fue entonces cuando, en esa situación tan desesperada, nosplanteamos la posibilidad de abandonar la lucha. No porque nocreyéramos en ella y en sus ideales, sino porque no queramosmás muertos, ya que todas las vidas que se haban perdido nosirvieron para cambiar la forma de pensar de quien estaba gober-

nando. Analiamos la posibilidad de rendirnos, pero esto hubie-ra provocado que, acabada la guerra, los sobrevivientes fuéramosapresados, por esto buscamos salir del territorio del conflicto y presentarnos como refugiados en los pases que nos aceptaran.

Trasladarnos fue igualmente difcil. Las condiciones de salu-bridad eran inconvenientes. Pudimos traer con nosotros pocas denuestras pertenencias, aunque ya no quedaba mucho. Nos senta-mos desprotegidos porque no sabamos cuál sera nuestro futu-

ro; incluso carecamos de un documento que acreditara nuestraexistencia, un pasaporte o acta de nacimiento, bamos a llegar sinidentidad, como un grupo de fantasmas a un lugar desconocido.

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KEVIN ALBERTO SÁNCHEz MAYO

Cuando llegamos al pas donde nos ofrecieron refugio, muchasfamilias tuvieron que separarse porque sólo haba lugar para un de-terminado nmero de personas, por lo que decidimos que nios y mujeres aprovecharan esa oportunidad que ya tenamos segura.

 Yo perd a mi familia en ese momento, pero sé que quedaronen mejores condiciones de las que tenamos en nuestro pas. Fuemuy difcil apartarme de ellos, pero lo tuve que aceptar con la ideade que, cuando termine el conflicto, o yo tenga la oportunidad degarantiarles una buena vida, nos reencontraremos de nuevo.

El segundo pas al cual llegué tiene ideales muy diferentes al

mo. Aunque mis condiciones no son idénticas a las de sus ciuda-danos, he encontrado la ansiada libertad que buscaba cuando seinicio la guerra civil de la cual hui. Una ve que me instalé en elrefugio que nos otorgaron, la vida me pareca totalmente distinta,no poda creer tanta pa después de lo que viv. Aunque su lengua y sus tradiciones me parecen muy ajenas, he luchado mucho poradaptarme a ellas, por comer lo mismo que ellos y pensar y vivirde forma diferente.

Recuerdo que, al principio, enfrentarme a esta nueva realidadme provocó un miedo indescriptible a lo que no conoca. Noquera salir del lugar en el que se encontraban todas las personascon las que haba llegado, buscaba la oportunidad de rememorarlas tradiciones y la vida pasada; de cierta forma viva de la nostal-gia y pretenda no dejar que lo que an me quedaba de mi pasmuriera.

Me costó mucho esfuero adaptarme y recuperar una identidadque me permitiera tener un nombre, seguir estudiando, encon-trar trabajo y transitar por el pas libremente sin ser sospechosode algn acto indebido. He comenado a crear una nueva vida,aunque no siempre he encontrado apoyo. Algunas veces, por micondición, se han cerrado puertas. Las personas piensan que lle-gué a su pas a robarles los lugares o las oportunidades que les per-tenecen, aunque estos casos han sido pocos y he logrado progresar

a pesar de los obstáculos.No me he dejado vencer a pesar de lo que me ha pasado. No

sé cuánto tiempo durará el conflicto en mi pas ni si ganará unabuena propuesta que nos permita vivir en libertad, o si las cosas

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

seguirán igual; lo que quiero ahora es aprovechar la oportunidadde estar en este lugar hasta tener la posibilidad de reencontrarmecon mi familia y pensar en volver a nuestra tierra.

Sé que nuestro grupo no es el primero que huye de algo as y tiene que llegar a un pas distinto a refugiarse. He escuchadohistorias de pueblos enteros que han salido de sus hogares conla misma esperana que yo de volver algn da, y esto no ha suce-dido. Por otro lado, existen otros casos en los que los refugiados vuelven a su pas después de que se mejoran las condiciones porlas que lo abandonaron, recobran su identidad y su forma de vida;

se vuelven a sentir parte de una nación.No cabe duda de que ser refugiado, aunque tengas las mejorescondiciones para vivir, es una etiqueta con la cual te identificanen todos los lugares a los que vas y siempre te hará sentir extran-jero y fuera de lugar. Siempre recordarás que no perteneces allugar en que te encuentras, que dejaste un pasado que pretendascambiar, y en tu mente siempre estará el anhelo del pasado o elregreso a casa.

En este momento intento que mi condición de refugiado, y con este relato, mi historia logre modificar un poco lo que pasaen mi pas, ya que anhelo profundamente regresar a casa, formaruna familia y vivir conforme a las tradiciones que conoco, perosin guerras ni obstáculos a la libertad, y con todas las condicioneshumanas necesarias para una vida plena. Ser refugiado fue unadecisión difcil, pero también lo es superar el constante deseo de

dejar de serlo. Cada campamento y refugio es una nación fractu-rada con deseos de pa y de sentirse parte de la tierra que habita.

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Ilusiones*

Diana Godoy Reyes

—¡Sbase! —me gritó el seor Santiago cinco segundos después

de contratarme en la frontera sur, entre Chiapas y Guatemala—.¡Chamaco! ¿Quiere trabajar o va a estar de huevón? ¡Sbase ya! A pesar de la agresividad y desesperación en sus palabras, pude

encontrar en ellas un sentido de felicidad. S, felicidad. Nadie, enningn momento de mi corto pasado, se preocupara por esperara otra persona sin algn interés de por medio. Sólo buscaban paras mismos o intentaban proteger a alguien; pero siempre hay gentebuena.

Mi pas estaba en crisis. La gente se agarraba a palos con el ejér-cito porque no estaban contentos con el gobierno; tena miedo,pero se dejaba llevar por la ilusión de una vida mejor. Yo no sési creer en eso. Perd a mi hermana y esos puercos mataron a mispadres… Dice la seora de los tamales que soy demasiado jovenpara ver la vida como si fuera un anciano decrépito, de-cré-pi-to…No sé qué es eso, pero me suena a tonto. ¡Yo no soy tonto! Pero s

me siento como un anciano.Hace mucho tiempo que sal de Chile. Como pude, llegué aMéxico. La gente aqu es amable con los nios como yo, pero hay otras personas que se ensaan con uno, nos explotan y nos dan decomer repoquito. Extrao la comida de mi mamá, los gritos de So-fa cuando le queran dar té en lugar de leche, porque no tenamosdinero…

Mi papá siempre deca que en el norte le iba a ir mejor que si

se quedaba en Chile. Nosotros vivamos en Aconcagua, como aunos 5 km del edificio municipal de San Esteban. Todava me

* Cuento ganador del tercer lugar en la categoría de 15 a 16 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

acuerdo de ese da. No tiene mucho, fue hace un ao, el miércoles31 de junio de 1968. Lo recuerdo perfectamente. Un montón degente estaba inquieta afuera de sus casas, haciendo ruidos mo-lestos, cuando llegaron unos camiones del Senado con personasdispuestas a todo, segn deca mi papá cuando se soltó la huelga;creo que a eso le llamaron la Revuelta de San Miguel. Yo no meacuerdo bien de eso, lo nico que sé es que, a partir de ese da,todo fue de mal en peor. Las huelgas salieron de una en una, loscomunistas y los campesinos eran palabras diarias. Haba veces enlas que se deca que se desatara una guerra. Mi papá deca que

 ya tena mucho tiempo desde que se intentó hacer un cambio.Me acuerdo de que, cuando platicaba con mi mamá, siempre lesechaba la culpa a los cubanos; otras veces deca que era culpa delPartido Socialista. Él crea que sera mejor si se iba al norte. Peronunca pudo llevarnos. Lo mataron antes.

Cuando las cosas estaban de verdad gruesas, los guerrillerosempearon a juntar gente para la lucha. A veces iban con palabre-ras; otras, nada más te sacaban a golpes y tenas que ir, aunque

no quisieras. Entonces nos tocó a nosotros. No me acuerdo biende ese da. Jess, mi compaero de viajes —él me trajo a México—,deca que olvidé casi todo como un mecanismo de defensa. Nosé qué es eso, pero pienso que hay un ser malo adentro de m, por-que cuando lo dejé en Guatemala le quité su dinero y los apatosbonitos que vena cuidando desde que lo encontré en Per.

Creo que no me doy a entender. Debera empear desde el prin-

cipio. Los problemas en mi pas estaban difciles, pero la actitudconservadora de mi papá nos llevó a la chingada. Cuando fueronpor nosotros, él se quiso hacer el valiente. Tena una comunica-ción especial con mi mamá, porque nada más se vieron a los ojos y nos aventó atrás de las cajas de licor que él venda de contraban-do en la cantina de San Esteban. Me da miedo pensar que ésa fuela ltima ve que los vi. Recuerdo que mi mamá tena ese vestidorosa que le regalamos en su cumpleaos. Ella me dijo:

—Pon atención, no importa lo que pase… —bajó la vo y meagarró del pelo, como cuando me acurrucaba en su cama paraque me pudiera dormir. Tena ganas de llorar, igual que yo y laasustada Sofa, mi hermana— …recuerda que los sueos a veces

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DIANA GODOY REYES

sólo se cumplen para algunos, hijo. Tal ve nunca encuentres unlugar donde puedas estar seguro y en pa pero, por favor, nunca,¡nunca!, olvides que debes luchar por lo que quieres y defenderlo que crees, Mateo. Cuida a tu hermana, protégete. Nunca nosolvides. Los amo, hijos.

Trató de sonrernos, pero la nica expresión que salió de surostro fue de completo terror. Me abracé bien fuerte a Sofa en loque ella lloraba en silencio. Yo la apretaba a mi pecho mientrasnos quedamos escuchando cómo tiraban las cosas, los muebles.Escuchamos cómo golpeaban a mi papá y violaban a mi mamá.

Nos quedamos as hasta que sólo quedaron dos cuerpos en elsuelo. Ah perd mi infancia. Cuando veo a los nios de aqu, meda un montón de envidia; ellos van a jugar después de la escuela y  yo tengo que ir con el seor Santiago a repartir carne; ellos tienena sus papás y son bien malcriados, pero no me quejo. Tengo aKarla, la hija chica de mi jefe. Yo le gustó, nada más que se hacedel rogar. Yo ya le dije que cuando me haga rico me caso con ella,pero nada más se chivea y no me dice nada. Me recuerda a mi

mamá, tiene los mismos ojos; bueno, eso es lo nico, pero aunas es bonita.

Dice Karla que soy valiente por atravesar tantos pases yo solo,pero no; tuve suerte. La suerte siempre me acompaa como unchicle en el apato. Quisiera regalarle un poquito a todos los queestán conmigo: al seor Santiago para que abra su tienda de aba-rrotes, que, segn su esposa, es buen negocio; un poco a mi her-

mana que se quiso juntar con un vejete de 40 aos, nada másporque le prometió dinero y dique la iba a llevar a Disneyland.Para m que la quera para una tasca, pero la mensa se escapó denoche y nada más me dejó una notita que deca: “Vuelvo”. ¿Dedónde?, me pregunté cuando la le. Quise buscarla, pero se la tra-gó la tierra. Además, se portó bien grosera cuando le dije que noera de fiar ese hombre gordo. Ojalá esté bien.

Siento ganas de llorar, pero los nios no lloran. ¡No! Los hom-

bres no lloran. Porque yo soy un hombre. Porque recorr muchospases, aunque no tomé fotos ni visité lugares bonitos, ni saludé anadie. ¡Pero me sub a un montón de trenes, camiones, bicicletas,

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

carroas, hasta en un burro! Com de todo, ¡de todo! Cosas quelas mujeres desesperadas le daban a Jess porque se vea fuerte.

Me encontré con él cuando estaba saliendo de una casa gran-de. Un viejo lo golpeaba afuera de su casa. La mujer que estabaadentro empeó a llorar cuando su esposo le deca de cosas y la ame-naaba con quitarle a sus hijos. Después le aventaron su ropa des-de el segundo piso, era una casa bien grandota. Él se puso a llorar y, cuando terminó de vestirse, se me quedó viendo.

—¿Cómo te llamas?—Mateo —le contesté—. ¿Por qué te pegaba ese viejo?

—Percances del negocio —nunca entend lo que me deca—. Yoquiero salir de aqu e irme a Estados Unidos, o ya a México de per-dida. Dicen que ah hay muchachas bien lindas. Me llamo Jess.¿Y tus papás? Ya es tarde, te han de estar buscando.

—Estoy solo.—¿Solo?—Vengo de Chile.Me miró con cario, as como mi papá me miraba cuando le de-

ca lo que iba a hacer cuando me fuera al norte. Ésa era mi primeranoche en Per. Él me llevó a su casa, que estaba chiquita y fea,me dio carne quemada y una colchoneta para que me durmiera.Me dijo que nos iramos al norte. “Es un buen tipo”, me dije. A la maana siguiente, él tomó sus cosas y nos fuimos. Él guardabamucho una chamarra negra y unos apatos que, segn deca, loconvertiran en un “don Juan” cuando llegáramos al norte. Yo se

los quité cuando se quiso pasar de listo el desgraciado. Jess era poeta. Deca que estaba cansado de rer cuando tenaganas de llorar; que el negocio femenino era el mejor del mun-do, porque sacabas provecho de dos formas: primero el dinero y después el placer. Nunca entend eso. Nunca vi el placer. Porejemplo, cuando llegamos en tren a Colombia, él se empeó arejuntar con una seora rica, de ésas que se baan a diario. No séqué le hio la mujer, pero se encerraron en un cuarto chiquito y 

creo que le empeó a pegar duro a la seora, porque se oan gritosfeos. Seguro le dolió mucho, porque cuando se fue de ah, le dioun montón de dinero a Jess para que ya no le pegara otra ve,digo yo.

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DIANA GODOY REYES

 Jess haca mucho eso. Les pegaba a las mujeres —y algunas ve-ces a los hombres también— y, para que los dejara en pa, le dabandinero. Una noche llegó borracho. Estábamos en un hotel porquele haba ido “bien” esa semana y empeó a decirme que era lindo.Estábamos cerca de México, en Guatemala. Él deca que era mihermano mayor y siempre sacaba documentos falsos para llegar aotro pas. No sé cómo haca eso. Esa noche empeó a quitarmela ropa y a besarme “ah”. Me dio miedo, porque se senta raro. Yo no saba si era malo o no, entonces me dejé. Dijo que estabafeli de ser mi “primero”. Cuando se iba a quitar el pantalón, se

quedó dormido.Mi coraón palpitaba rápido, pero se me quitó cuando me meta baar con agua fra, porque tena mucho calor. Me dio miedo, ya no le tena la misma confiana, as que agarré todo que me pa-reció más valioso y, en la madrugada, me acerqué a México.

En la tarde me encontré al seor Santiago. Estaba recogien-do unas cosas ah, en Guatemala, y se regresaba a México, porlo que entend de la plática que tena con otro seor gordo. Dijo

que necesitaba gente trabajadora y, como yo era bien trabajador,interrump su plática y le dije todo lo que saba hacer. Le dije que vena de Chile. Después me preguntó por mis papás y, cuando ledije la verdad, se puso todo serio y me subió a su camioneta. A los de la polica les dijo que era su hijo, les dio 100 pesos, que eramucho dinero, y me dejaron pasar.

 Aqu hace mucho calor y hay mucha selva. Me gusta porque me

recuerda mi casa. Trabajo todos los das en la tarde porque la espo-sa del seor Santiago me mandó a la escuela, y los domingos hay que ir a la iglesia. Los seores no son de aqu, dicen que vienen delD. F., que algn da regresaremos ah para que me case con Karla y haga mi familia bien, como dios manda.

Ellos son como mi familia. Me dieron permiso de llamarles“papá y mamá”, pero yo ya tengo papás, as que les digo: seor San-tiago y seora, as, a secas. Ellos me están ayudando mucho. Me

hacen pensar que el norte s es bueno, porque la gente se cuida, sesaluda y se cuentan sus cosas, como si fueran una familia grando-ta. Me gusta este pas, pero aun as no puedo olvidar Chile. Espe-ro regresar algn da con mi esposa Karla y mis dos hijos que voy 

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

a tener. Voy a buscar a mi hermana y me la voy a traer. Voy a serfeli, por mi mamá. Para que vea que tal ve los sueos no se cum-plen, pero las ilusiones, s.

Mateo31 de mayo de 1969

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¿Y si yo fuera una persona refugiada?Comenzar de nuevo en otro país…*

María Luisa Pérez Ascacio

Narcisse es un joven refugiado de Colombia. Ha vivido la mayor

parte de su vida en un pequeo departamento que comparte conotra familia de refugiados en México. Su familia, junto con millo-nes de personas, huyó de Colombia para escapar de la guerra civil,pero cuando la guerra finalice y haya pa en su pas, la familia deNarcisse volverá a él, al menos ése es su sueo: volver al pas quelo vio nacer.

 Volver a casa en un camión... junto con sus padres, dos her-manos y un primo. Pero Narcisse recordaba su experiencia de re-

fugiado en México, un pas al que su padre decidió traerlos paraescapar de las amenaas, matanas y violencia, para salvar su vida y la de sus hijos. La familia se vio forada a dejar su tranquilo ho-gar porque su pas se haba convertido en campo de batalla entreparamilitares y guerrilleros.

Para Narcisse y su familia el cambio fue muy drástico, pues supadre pasó de ser un exitoso ingeniero a un vendedor de baratijas

en las calles, quien diariamente se enfrentaba a represalias, insul-tos y discriminaciones de sus competidores, que al ver su aspecto,color de piel y que no pronunciaba bien el espaol, constante-mente lo golpeaban y asaltaban. Aunque deseara poner algunaqueja, no era escuchado por la simple raón de ser refugiado. Sintrabajo estable, le era muy difcil mantener a su familia y, a veces,tenan que recurrir a la caridad de sus vecinos para sobrevivir.

En el lugar que se les haba asignado para vivir, constantemen-

te escaseaba el agua y la lu. Para obtener estos servicios, tenan queesperar a que las “pipas” que los abastecan de agua llegaran a su

* Cuento ganador del tercer lugar en la categoría de 15 a 16 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

comunidad, la cual estaba alejada de la ciudad, lo que lo haca másdifcil, por lo que tenan que pasar varios das, incluso semanas,para recibirla.

Su madre tuvo la idea de cocinar y vender frijoles; un éxitoentre los colombianos refugiados. Con esto ayudara en algo alos gastos de la familia y su padre no tendra necesidad de salir y continuar con su venta callejera. As estuvieron un tiempo, hastaque los vecinos, al ver la prosperidad de la familia, iniciaron lacompetencia de la venta de frijoles. Con esto, las ventas bajaron y su padre se vio en la necesidad de regresar a su antigua activi-

dad, sólo que ahora, y con las experiencias vividas, tomaba susprecauciones y trataba de ofrecer sus productos en onas menosconflictivas y alejadas de vendedores que pudieran molestarse consu presencia.

Para Narcisse era muy triste ver a su madre llorar y sentirseangustiada cada ve que su padre sala, pues no tenan un trabajoestable; la gente los vea indiferentes y desconfiados.

 As, la familia de Narcisse logró sobrevivir tres aos más…

Narcisse ya contaba con 10 aos de edad y deba acudir a laescuela, al igual que sus hermanos y su primo, pero no hablaba es-paol y, por su condición de refugiado, le era muy difcil hacerlo.Una vecina, también refugiada desde haca ya 20 aos, se ofrecióa ensearles a hablar el espaol para facilitar un poco las cosas.

Cuando el padre de Narcisse logró comunicarse un poco más y entender el espaol, su vecina lo llevó a una fábrica de pantalones

donde lo recomendó y logró obtener un trabajo estable, aunquemal pagado, pues al no contar con papeles de registro que le permi-tieran trabajar, no podan ofrecerle un sueldo igual al de los otrostrabajadores. Como su necesidad era mucha, tuvo que aceptarlo.

Su familia contino con las clases de espaol y, al pasar un ao,Narcisse y todos ellos pudieron ser reconocidos como refugiados y contar con los papeles necesarios para que los nios entrarana la escuela y su padre consiguiera un mejor sueldo, que aunque

no era igual al que tena en su pas, al menos le daba lo necesariopara subsistir con su familia.

Narcisse estaba feli, al igual que sus hermanos y su primo,por asistir a la escuela, pero ah encontraron otro problema: el

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MARíA LUISA PÉREz ASCACIO

rechao, la indiferencia y la discriminación, no sólo de sus com-paeros, sino de algunos maestros, quienes al ver su condición,los trataban mal.

Eso no les importó a Narcisse ni a sus hermanos, quienes acu-dan diariamente a tomar sus clases y trataban de no hacer caso alas burlas y discriminaciones de que eran objeto en la escuela. Sunica meta era superarse y soar con volver algn da a su pas, delque haban huido en busca de una mejor vida, sin pensar en lasdificultades a las que tendran que enfrentarse para sobrevivir.

Cada ve que tena esas malas experiencias, recordaba las pala-

bras de su padre cuando le contaba que era an más difcil pensarqué habra pasado si se hubieran quedado en su pas y si a algunolo hubieran enrolado en algn grupo armado: “Te obligan a ma-tar. Ves matar delante de ti. Ves cortar cabeas. Te obligan a trans-portarlas. Te obligan a dormir junto a los cadáveres para quitarteel miedo. Te convierten en toxicómano. Lo hacen porque esto teda fuera para cumplir sus deseos, los deseos de los que quierendominar”.

La vida para la familia no fue fácil y menos an para los jóve-nes, quienes tenan que lidiar diariamente con las burlas de suscompaeros. Pasaron los aos y lograron concluir sus primerosestudios, los padres de Narcisse observaron que él, especialmen-te, presentaba gran interés por aprender y superarse, por lo quesiguieron apoyándolo y sacrificándose an más para que pudieratener mejores oportunidades que las que ellos haban perdido al

llegar a este pas.Narcisse continuó aprendiendo y, al cumplir 24 aos, ya estabapor terminar la carrera de ingeniera, igual que la de su padre.Llegó el da de su graduación y, por haber obtenidos las máximascalificaciones, tuvo el privilegio de dirigir un mensaje a todos losasistentes.

Su tema era la superación personal y habló de las dificulta-des que atravesaban en su pas y de qué manera estos conflictos

ocasionaron el desplaamiento de su familia, los sacrificios quetuvieron que realiar sus padres en beneficio de él y de sus herma-nos y el por qué haba escogido la misma carrera que su padre, alllegar a este pas, haba perdido. Este pas, al que su padre haba

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

escogido como mejor opción para volver a comenar una nueva vida para él y su familia, los haba recibido con indiferencia, des-confiana y discriminación pero, a pesar de todo, su padre habalogrado sacarlos adelante y hacer de ellos algo mejor que guerri-lleros o asesinos.

Su discurso fue aplaudido por todos los presentes y tomadocomo ejemplo de los pocos estudiantes que logran sobresalir apesar de las grandes dificultades que se presentan en su camino, y más aun en su caso, por ser refugiado.

Continuaron los aos y Narcisse consiguió un buen empleo

como ingeniero en una prestigiada empresa del pas, compró nue- va casa para toda su familia y apoyó a sus hermanos y primos paraque siguieran estudiando.

Su padre continuó en la misma fábrica, pero con mejores pres-taciones. Ya no era reconocido como refugiado, sus compaeroslo respetaban y tomaban como ejemplo de lucha y sacrificio porsu familia. Pero el sueo de Narcisse an no terminaba. Por finlos conflictos en su pas terminaron y tanto él como su familia

ansiaban regresar a su tierra natal.Por fin llegó el da en que Narcisse y su familia veran realiar

su sueo. Cuando llegaron, vieron cómo gran parte de su pueblohaba sido destruido durante la guerra. Ahora las casas habansido reconstruidas, tenan mejores escuelas y mejores condicionesde vida.

 Ahora vive en su pas, donde ha iniciado un campamento para

refugiados, donde cuentan con casas adecuadas para vivir, escue-las y, sobre todo, reciben a los extranjeros y los consideran partede su cultura, de su gente, pues recuerda su amarga experiencia decuando él fue refugiado en otro pas.

Espera no tener que huir de nuevo. Quiere aprender an másde lo que pueda. Y, quiás, regrese algn da al pas que lo recibiócomo refugiado y del cual también aprendió.

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Tiempo, detente*

Marianna Cañez Cardona

Tan bonitas… de sólo verlas, senta ganas de rer. Ah, las dos

juntas, como haciéndose compaa, estaban hermosas aquellasdos rosas del jardn en casa de la abuela, a las que mamá cuidabacelosamente. No sé cómo hio para que, desde Bogotá hasta Cór-doba, hayan quedado sin un rasguo en un viaje tremendamentelargo en auto. Hace tres meses que llegamos. Tres meses que no veo a mi padre, tres meses que salimos de casa dejándolo todo: lafamilia, los amigos, nuestra vida. Vi escaparse todo de entre mismanos. Lo nico que vea seguro en la vida se ha partido en dos

 y marchado por rumbos opuestos: mis padres. Y no sólo eso sellevaron; he juntado los restos, los recuerdos, he guardado vida enuna maleta que, por supuesto, jugarás demasiado estrecha. Hasacertado; me he marchado dejando fuera y contra mi voluntad losltimos doce aos.

El miedo se adhirió a m como una sombra e hio temblarno sólo mis rodillas, pona también a tiritar las palabras en deci-

beles escarpados que de mi boca saban al hablar de aquello. Lapoca valenta que se hallaba en lo recóndito de mis esperanas secontradeca deliberadamente al poner en duda la existencia de lamisma. Y no lo negaré, tuve miedo. Me heló hasta los huesos y me hio pensar que maana podra no volver a abrir los ojos. Noes nada vergonoso sentir miedo cuando eres carne de caón enmedio de una guerra sorda, o más bien muda e ilógica. La vidaque relataban en los diarios da a da, la imagen que vendan al

exterior, era una fachada, un espejismo, una cervea de agua, lapunta del iceberg.

* Cuento con mención honorífica en la categoría de 15 a 16 años.

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Estoy aqu, pues el universo, el destino y mi madre se han con-fabulado para traerme. El pas está convulsionando y el trabajo demi padre nos pone en riesgo, pero eligió quedarse en el ojo del hu-racán, a cuidar los bienes materiales, fruto de —segn mi madre—,negocios medio feos. Dejó de lado lágrimas, ruegos y reproches delas dos personas que más le aman: mi madre y yo. Dudé inclusode aquel amor y unidad familiar con la que se le llenaba la bocaal hablar aos atrás. Se ha hecho el sordo en el peor momento;los gritos de mamá, la indiferencia de papá, tal ve las constantespreguntas o la presión de sus misteriosos tratos le hicieron perder

la cabea.—¡T no entiendes, Lidia! Y no es tu asunto entenderlo. Vete siquieres, pero le enseas a Martina a ser cobarde.

Él dijo que soy cobarde y es cierto, pero duele escucharlo de tupadre. Me saqué mil excusas de la manga y no quiero pensar enlo peor.

La tarde rompió de golpe la noche sobre nosotras. Recogimosnuestras cosas y nos fuimos sin decir palabra, como los recuerdos

que, sin avisar, crueles se alejan. Desaparecimos como sombras desu vida, sin decir adiós; seguro está enojado. ¿Nos extraará? Noha llamado ni una sola ve. Se piensa mucho cuando se está solo, y yo me he puesto a pensar. Mamá sale a trabajar todo el da,olvidándome en casa. Sé que se esfuera sólo por m y no sabracómo pagárselo, pero la soledad cala dentro y te pone a deliberar.La vida pareca tan distante, como si mi cuerpo estuviese en uno

de esos globos nevados de Navidad y mi conciencia riera burlonadesde fuera. La apata no es buena consejera, pero fue ella quienlleno todas mis horas. Incluso a veces traa consigo compaeras:la nostalgia, banal fiebre sin cura, y la atro melancola, que juntascharlaban conmigo por las tardes en una fiesta de té. Sin embar-go, era mi madre su vctima favorita, pues llenaban su itinerariode llanto y remordimiento.

 Aquella madrugada sofocante el calendario marcaba ya seis

meses y ninguna llamada; no tena caso sin interés en nosotras. Vivamos deseosas de algn ¿cómo estás?, algn gesto que llenaselos huecos. Me dolió no haberme equivocado al decir que ahtodo terminaba; seguro la pasaba muy bien con la casa no preci-

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samente vaca. Él era as, engaoso. ¿Cómo olvidar las dos formasde vida con las que compartas los mejores aspectos de vivir? Laslágrimas amargas, de incertidumbre llenas, que de mamá caan,aun silenciosas me parecan sonoros alaridos de dolor rompiendouna a una las vigas que su voluntad sostenan; en comparación,sosegados se oan los relámpagos que crueles quemaron hasta elcentro de su coraón, que escuchaba a través de la pared. Su llantohmedo caa desmedido en el parquet al pie de la cama, en la ha-bitación principal en casa de la abuela, nuestro hogar provincial,mientras aguardábamos para que en el norte no nos encontraran.

Estruendoso el dolor de mi madre, fue superado repentinamentepor un potente trueno en las cercanas. El hórrido eco taladra-ba mi valor y retumbaba en mi cabea, poniendo a temblar mismanos y a hormiguear el cuerpo. Traté de ignorarlo, pero unasegunda explosión interrumpió mi concentración. Mi madre, conuna desgarradora media vo, me llamó a su lado. La obedec sintitubeos. Con rapide corr por el pasillo y atravesé la puerta paraabraarla sobre la cama, convertida en lago salado que ahora el

miedo se dispona a secar. Nuestra angustia, los estallidos inter-minables y el sacudirse de la casa hicieron grietas en la pared, y pequeos agujeros redondeados hacan coro con estruendo me-nor, acallado por el eco de esa sinfona de guerra que cantaba la vida para nosotras. Mamá se arrojó al suelo llevándome consigo.Con firmea fingida, cubrió mis odos con sus manos tembloro-sas y fras, pero la barrera que creaba con ellas no bastaban para

enmudecer los rugidos del sanguinario campo de batalla que seprolongaba al punto de hacerme creer que sera ése mi ltimoaliento. Las vibraciones aterroriantes se extendieron irrealmente y de manera errática, como si la tierra fuese a partirse en dos y adevorar la civiliación conocida. Elevé una plegaria rogando porque se detuviera y, al terminar de pronunciar esas palabras, el si-lencio cayó como una cortina de acero de mil kilos sobre la escena y después, nada…

Mamá me soltó y se levantó despacio. Su expresión era propor-cional a aquella imagen: los muros, las paredes a nivel de las ven-tanas parecan haber sido perforadas con facilidad por pequeas varillas de metal y golpeadas con martillos industriales o haber

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sido volados con dinamita. Al pasar los minutos me puse de pie y recorrimos la casa. Los muebles, los pisos, los cuadros, todo hechoaicos por los agujeros; evidencia a medias de aquella nueva vida, y ahora esto. Restos, sombras, recuerdos, ecos, nuestros latidos ace-lerados; rafaguearon la casa ¿a dónde iramos? No haba más floresque, espontáneamente, me hiciesen sonrer. Desde el jardn, todala vista pintaba el retrato de lo que quedó: caos, miedo, testigosde la despiadada e inescrupulosa ambición inhumana que aotóalgunas casas a la redonda y, como si se tratase de una cosa senci-lla, una lluvia de balas me dejó sin hogar, llevándose varias vidas

de la mano. Reaba un llanto an más amargo que el que pudierallorar jamás. El insondable aullido lastimero de la desolación hacaeriar mi piel y estremecer mi cuerpo con un nudo en la garganta;la boca seca, cubierta de polvo, carente de futuro y con la incerti-dumbre tatuada en el rostro. Me un a su canto lacrimógeno sinreprimir sentimientos ni mesurar la preocupación asesina. Llorébien, como quien realmente lo ha perdido todo, me ahogué en un vaso de agua. Si pensaba que antes estaba mal… ¡lo que dara por

 volver el tiempo y evitar presenciar la masacre de la que fuimos tes-tigos aquella noche en que lloró Colombia al ver morir a sus hijos! Yo sólo agradec al cielo por mantenernos con vida

Miserable y derrotada desperté en los braos de mi madre,como sola acunarme en mi infancia cuando lloraba por las no-ches; esta ve eran diferentes las circunstancias, pero agradeco adios por tener sus manos con el mismo efecto lenitivo en m. Sólo

eso quedó. Tanto ella como yo, vacas por dentro, huecas comobotellas de vidrio, deambulamos por la ona devastada, en buscade respuestas. A lo lejos se oan sirenas de alarma, parecidas alllanto de anoche. Lloraban ruidosas, perturbadoras; las camione-tas rojas con negro nos llevaron a un albergue, nos reubicaran enotro pas.Dijeron que no habra de qué preocuparse. No les cre y no me sor-prendió. Tras girar la vida 180 grados, ya nadie te baja la luna con

una escalera; llámame pesimista, pero ¿qué más podra pensar?Mi nación, mi casa, mi familia, mis cosas, mis recuerdos, mi pa-

dre; todo lo he dejado, todo se lo ha llevado el viento. Una ve másllené con mi vida una maleta y, silenciosos nuestros pasos, nos di-

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rigimos al maana; no sé por qué a México, pero tenamos la ideade que sera ésa nuestra salida. Con mamá siempre a mi lado; fueella el más fuerte pilar que nos mantuvo a ambas de pie y con es-peranas de seguir, aunque tuviésemos el cuerpo cansado y el almadesgastada por las lágrimas; es la guerrera que llora, pero nunca serinde. Ha sido mi fuera, mi hogar, mi padre y mi madre.

Más que cansadas de vivir vulnerables en medio de dos trinche-ras, ambas con la orden de “fuego a discreción” y las dos tiles amodo de escudo humano, y no necesariamente en sentido figura-do, con lágrimas en el bolsillo y problemas que no valdra la pena

contarte, nos marchamos a buscar un nuevo hogar en México, enagosto de 2013.Resulta extrao imaginar que Blaise Pascal cavilara alguna ve:

“el tiempo lo cura todo, porque cambiamos, pues ya no somos lamisma persona”. Eso dijo, lleno de raón, en Francia, pero aosdespués, en Chile, mi amigo de conversaciones mudas, Neruda,hio uso del plagio con bellea de pensamiento en aquel legen-dario, y si su presencia en el viento me permite citar: “Nosotros,

los de entonces, ya no somos los mismos”, corren por mi sangresus palabras que relataron en tiempos paralelos mi historia. Laenramada que ha tejido la vida para nosotras; el recuento de losmomentos buenos que quedaron del ao: encuentros y desen-cuentros, amigos, libros, café, videos, sonrisas, trabajo, estudio,enfados, perdones, más café y un largo etcétera; valdra tambiéncontar la dualidad del destino en un mismo ao: momentos tris-

tes, mil vueltas, cambios, mi padre, de Bogotá a Córdoba, de todoa nada, quince cartuchos de bala vacos, miedo, silencios, ausen-cia, de Córdoba a Monterrey, México, y todo de nuevo, empearde cero, pero con la cabea erguida y sin mirar atrás. Ha sidodifcil, por supuesto, a kilómetros de mi amada Colombia y com-pletamente solas, pero si me encontrara a m misma en aquellasituación, una ve más tomara, una y mil veces, esta decisión,es lo mejor. Papá está lejos y es lo mejor, también, aunque duela

decirlo, como todo con respecto a él.Tu pas nos ha tendido la mano. Pasamos los primeros das y 

noches entre paredes de hotel. Se prolongó el tiempo y se cum-plieron meses. Mamá gastó de golpe los abundantes fondos de

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su cuenta de banco; compró una casa más o menos decente (acomparación con nuestra propiedad en Colombia), ubicada enuna ona “bien” en Monterrey, Nuevo León.

Debo decir que me ha gustado mucho, me ha sacado inspira-ción. Es México una parábola del mundo unida en un solo pun-to. A cualquier sitio que mire, existe cultura, historia y leyendasesparcidas en la tierra, en sus muros y todos sus hijos, impreg-nados de vivencias valiosas, como verter oro sobre ellos, visiblesolamente a los ojos de quien sabe dónde mirar. La verdad esque me ha enamorado. Los lunes por la maana, en todos los

planteles escolares, las cornetas, los tambores y los coros al un-sono mantienen siempre presente en la cabea de su raa, cómoes que hace algn tiempo quienes pensaron en algo mejor para elfuturo, lucharon incansables por la libertad. El estallido auditivode los tambores en las bandas de guerra, acompaados por lascornetas, comandados por el sargento, me hace estremecer y sen-tir latir fuerte el coraón. Esta emoción, impropia del extranjero,al colisionar las vaquetas con la superficie del instrumento de

percusión, es para m un deleite al ver marchar a los cadetes delcolegio militar, escoltando el blasón con pasos firmes y precisos.Pararme tempransimo un da a la semana, el toque de banderaen septiembre con los respectivos respetos, y no solamente eso; lagente cálida te considera su familia al conocerte apenas un poco,es tu patria una lección de perspectiva, ensordecedora llora latempestad, pero al mirar alrededor encuentras que siempre hay 

gente buena y que dentro de la caja an queda esperana.Creo que he nacido en el lugar equivocado y ruego perdón ami nación divina que todava me hace un hueco en el alma; perot, que se te desborda de las manos todo lo que admiro hoy, yote envidio, y no me avergüeno de pintarme del color del jade,porque dentro de ti vive el legado, el paisaje, el alma. Eres t estoque me hace sentir celosa, me hace vivir el patriotismo de la queno es mi patria, pero t tienes el linaje y me duele que cierres los

ojos y te sigas de largo, que este amor por la tierra sea algo coti-diano, algo implcito en ti, que no logre emocionarte. Por favor,despierta y pon bien alto su nombre. No te quedes en el suelo

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MARIANNA CAñEz CARDONA 

al tropear, ve siempre hacia el maana y as todos sabrán quiéneres, y cuando mires atrás, te sentirás orgulloso.

 Yo me he preparado; tengo una licenciatura en letras, soy maes-tra y autora de dos libros. Vivo con mi mamá; somos felices. Hace ya veintin aos que no vuelvo a Colombia y no he de volver.Una parte de m quiere regresar, pero aqu tengo mi vida. Másaos fuera que dentro. No miraré atrás para escuchar el eco de mi vo reando: “Tiempo, detente. El mundo se quiebra entre mismanos. Viento, detente, lbrame, sálvame y no te alejes’’. An meatrapan las remembranas, nos dejaron agujeros en el pecho, pero

me alegro porque sé que en la vida siempre habrá una bendiciónde sobra, una ventana abierta; siempre quedará en el cielo algunaestrella, la nica raón de vivir; es el sencillo deseo de seguir con vida, de caminar con el alma en pie, aun a mil kilómetros lejosdel hogar, con el sol como nica gua, llevando en la piel el pen-dón de libertad al que nadie ha impuesto ley y, si queda tiempo,guardar en bolsas las sonrisas que se hayan cado en el camino de vuelta a casa.

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Cartas, recuerdos y un expreso*

 Arely Alicia Valdés Rodríguez

El sol ha vuelto a ocultarse tras las frondosas nubes grises que no se

 van, que no dejan caer agua, que están ah, limitándose a existir, aflotar tristes sobre el cielo matutino y nocturno; solo ah, flotandocomo fantasmas de difuntos que amaron demasiado la vida comopara partir tan fácil al lado de la muerte. De gris claro, ya oscuro, a veces casi negro, en ocasiones disuelto, puedes verlas redondas y pomposas, o fragmentadas y borrosas, quiá diáfanas, quiá.

 Aqu me dicen que es tan solo el anuncio del invierno inmi-nente, crudo y fro. Y los ves prepararse, sacar los suéteres, cha-

quetas y chamarras del fondo del armario; o los ves que van y sesurten a los innumerables supermercados de comida para prepa-rar y comer caliente. Hay unos que caminan presuntuosos con suscafés de marca por las aceras de la ciudad, echando bocanadas deaire helado que llenan de más fantasmas de vaho el ambiente. Site quedas mucho tiempo en la sombra, te empieas a entumecer, y ni hablar del sol, ése ha vivido escondido de todos nosotros las

ltimas semanas. Y lo extrao; también te extrao a ti, mi sol, mi vida, mi verano, mi calor, mi energa, mis ganas de refulgir y decorrer. ¡Nada como t! ¡Ni como el Sol de mi tierra!

Pensar en ustedes me pone melancólico. Ahora tan sólo sumalos nubarrones que pueblan el cielo... y todo se vuelve más triste.Qué ganas de salir a caminar contigo, de ir a tomarnos un jugorecién hecho, de andar bajo la sombra fresca de los árboles, debuscar rocas lisas en el suelo, de exponernos al astro rey todo el

da; ganas de colgarnos de la hamaca, abraados, disfrutando sinnada que temer. Pero ya ves, amor, aqu sigo, metido en esta ofici-

* Cuento ganador del primer lugar en la categoría de 17 a 18 años.

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na de cuatro por cuatro viviendo con algo que llaman café, peroque sabe a diablos, nada puro ni de verdad. Me ofrecen comidarecalentada en microondas, o emparedados fros hechos sin amor,de esos productos congelados importados que tanto odias. ¡Ay, pe-quea de mi alma! Si tan sólo supieras… diario viene un hombrede corbata a entrevistarme, siempre uno diferente, siempre lasmismas preguntas: ¿le tratan bien?, ¿cómo se encuentra? Dgame,¿cómo ocurrió todo esto? ¿Casado, divorciado o soltero? ¿Padrede familia? ¿Quiénes dependen de usted? Ya verá, ya verá, prontotodo estará en orden; una casita y un buen trabajo. No podemos

permitirle de momento que salga. ¿Volver, dice? Lo veo difcil; lasituación sigue negra. ¿La chica? ¡Ah, la chica! No, hombre, yasabe que somos los primeros en enterarnos de todo, ya sabramosalgo y se lo hubiésemos comunicado. ¿No se lo ofrece nada más?Estamos para ayudarlo, le veo después, que siga bien, pase bonitamaana/tarde/noche. As está la cosa por aqu, cario. No medicen nada de ti ni de mis padres. Y es cansado estar esperandosiempre, en una salita, los mismos sillones, los mismos cuadros, las

mismas personas, los mismos fantasmas en el cielo. Supongo quesi estoy metido en estos los, es porque yo mismo me lo busqué; sino tuviera tanta sande en la cabea, no hubiera pasado nada. Se-guro al cien por ciento. El problema del asunto es que, repararlo, ya no puedo; retractarme, tampoco. Solamente enfrentar las con-secuencias de lo que hice. No me gustara saber que te lamentaso que te preocupas por m, por acá todo está tan enrollado, que

ni yo sé de ti ni t de m y me pongo malo, cario; me pongomalo: de nervios, loco, en trance, histérico, desesperado. ¿Dóndeandarás? ¿Con quién estarás? ¿Cómo estarás? ¿Seguirán tus manosigual de sofisticadas y suaves que siempre? Ay, amor. Me hacen fal-ta tus caricias y tus besos, tus regaos de cuando ando metido enaprietos y toda clase de problemas de todos tamaos, tu comidatan rica, tu risa tan alegre, tus ojitos tan vivarachos. Ay, ay, ¿quiénandará viendo ahora los ojos que tanto amo? Ni una foto tuya

tengo aqu. Esta gente me salvó, me salvó, s, me sacó de mi tierra y me ayudó, me reconcilió y me refugió cuando me crea perdido.Pero me vine sin nada. Me vine sin ti. Ni un saquito de café dea de veras me traje. Nomás llegué aqu con la cabea arrebolada

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 ARELY ALICIA VALDÉS RODRíGUEz

de imágenes confusas, ya ves. Los golpes y los ruidos, el fuego y las muchas noches sin dormir as lo dejan a uno. Pero yo hice loque tena que hacer. Defender a mi pueblo, dar la cara, apoyarlos,liderarlos, poner la mano dura y fuerte cuando alguien quisierapasarse de listo con mi gente y volver a mandarnos a un rincón, aése a donde mandan a todos los desplaados. “¡Shu, shu!, fuera deaqu, tu lugar aqu no está, hate para allá, a un lado, a un lado, ya no cabes”, nos dijeron, disfraando pobremente sus palabrascon excusas que a nosotros nos saban amargas. Pero nosotros desobra veamos que ni vo ni voto, privación de libertad y barra-

basadas de esas era lo que decan sin decirlo de verdad. ¡No nacayer! Y ya ves, cario, se me metió una idea en la cabea, y comosiempre decas que era muy terco, pues ah está la prueba máscontundente: mi necedad me trajo acá.

Estar de cabea en embrollos de esos, es sabido que, como traecosas buenas, las trae malas. Los de arriba diran: “bsquenlo, má-tenlo; si es la cabea, queremos la de él”. Por eso las amenaas y losataques al lugarcito tuyo y mo y de los otros, y luego al de la ta.

¡Ah, qué pena con ella! Mucha violencia de la que fuimos y fue-ron vctimas. Y tan bonita casita en la que viva… Tan preciososmodales y tan amable ella. Y ah voy yo, a meterme a su lugarcitolleno de macetas y con olor a hierbas, a meterte, a meterla, a vol- verlas blanco también de todas las negligencias de las que estuvesiendo objeto durante una larga temporada por mis grandes es-fueros de ver realiados los dulces ideales mos, tuyos, de ella, de

nuestra gente; bien ricos, fuertes, abrumadores, que dan energa,que despiertan, as, justo como el café.Habras de verme aqu, con el vaso de plástico y el café de a

mentiras, metido en este rincón, procurándome calor, porquetodo está que hiela. Una amable muchachita que anda en las mis-mas que yo —nada de celos, sabes que te quiero a ti y que las niasno me van, que t eres y serás para m siempre la nica— se ha he-cho buena amiga ma. También abandonó su pas, no trae familia

 y, pues, ya ves, dos soledades se sienten menos que una. Ella meha dado la buena idea de escribirte, y aqu me ves haciéndolo. ¡Y qué tantsimas cosas que pudiera yo contar! Por ejemplo, cario,te reiras por montones si los escucharas hablar, el acento que

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tienen es muy cómico, ya varios meses aqu y an se me escapanlas sonrisas con sus frases cantaditas y sus palabras cortadas, angli-cismos, modismos y neologismos a rebosar. ¡Y me dicen a m que yo soy el que habla raro! Si raro es sinónimo de nico, de buentalante lo acepto. Aqu as me siento, con todas esas miradas queme echan, curiosas, como si con un solo vistao se inventaran minombre, mi pasado, mis futuro, una historia de trifulcas y éxitos. Acá en las oficinas no lo hacen tanto como en la calle, a dondeme llevan a conocer de ve en cuando. Acá adentro son tolerantes y te tratan bien, normal, si prejuicios ni malos tiros, pero te tengo

que decir, amor, que hay veces en que me cuesta trabajo creerleslas sonrisas y las palabras amables, como si todos esos ánimos ser- viciales fueran meramente fingidos, rutinarios, como si yo fuerauna persona más de las muchas que seguramente han ayudado oatendido. O qué sé yo. Seguro son inventos mos, alguna cosilladescompuesta ya en mi cabea, aburrida, cansada de la repeticióninvariable de cada da, que te extraa, que quiere una buena co-mida, que te quiere aqu. S, s, para llevarte a que veas todas las

tiendas esas de ropa, te encantaran. Me hubiera gustado podercomprarte algo bien bonito, y me da pena decirlo, ni un centavotengo aqu conmigo, y las mujeres ésas de las tiendas, con su carade morro de cerdo, creyéndose que son el ombligo del mundo,igual que allá, que no te aguantan como eres o lo que vistes o enlo que crees, y por eso hay que alar la nari y ponerse pesados.Si las personas no fueran as... Yo no hubiera armado revolución

ni tampoco estara aqu sin ti. Créeme que de la amplia gama dedolores posibles a sufrir en un solo cuerpo, el no tenerte a mi ladoes el más horrendo de todos, es como un castigo, directamente sa-cado de la Divina comedia, a ver si as escarmiento y paro de pecarde terco y testarudo.

¡Ah! ¿Te acuerdas de esas naves que surcaban el cielo limpiode nubes? ¡Adivina! Para traerme hasta acá, me han hecho subiren uno de esos famosos aviones. Lo quieren hacer ver como algo

magnfico, pero realmente es como un pajarote de acero, con si-llitas y baos y todo bien equipado, como casa de lujo. Y yo noentiendo, cario. ¿Por qué querer volar si no nacimos con alas?Dejemos los vuelos a las aves y los nados a los peces, y acuérdate

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 ARELY ALICIA VALDÉS RODRíGUEz

siempre, cario, que si naces mono en otra vida, lo haré yo tam-bién; o si naces pe, o pájaro, no importa. ¡Ya un da te pasearé enun avión de estos! Ya verás, ya verás. Pero, ¿sabes? No tenerte aqume sofoca, no respirarte; me arde no poder estrechar tu figuritacontra mi pecho; me revienta los odos no poder escucharte pisarel suelo con seguridad al andar, meneando tus caderas de matro-na. ¡Caray! T sabes que hice esto por ti y por todos, para ofre-cerles lo que merecen y merecemos todos: respeto, tolerancia; sinellos, sinceramente, sólo cabra destacar que, sin pa y sin armo-na, y entre hipócritas, mentiras y sueos viviramos. Si la gente

aprendiera a tomarse de la mano con caridad y benevolencia, sinasco y sin pudor; si todos supieran valorarse como entes nicosque forman parte de una comunidad, no andaran eliminándoselos unos a los otros. No sólo matas al hijo de Dios, acabas con unprimo o un padre, un hijo o un abuelo, un novio o un amigo;eliminas a tu hermano, no de sangre, pero de humanidad; arran-cas una parte del cuerpo que juntos formamos todos. Queremoscambiar el mundo, mejorarlo, hacer de él algo agradable para la

mayora, pero igual que lo deseamos, tenemos miedo de morir.Disculpa mi discurso de guerrillero; me emociono. Tan sólo tepido que te cuides mucho, si algo te pasa, yo me muero. Ruego adiario a todos los cielos que te tenga sana y salva, que te traiganpronto conmigo, o que me deje ir contigo. ¡Mira! Ah se acerca yaun hombre de corbata y traje; a él me parece haberlo visto antes.Tengo la extraa costumbre de mirarles fijamente al rostro, inten-

tado adivinar si vienen a m con el discurso de siempre o con unonuevo; cualquier seal: las cejas altivas, los ojos sonrientes, loshoyuelos en las mejillas, lo que sea en su expresión que me ayudea saber para estar preparado para todo. Por lo pronto, doblaréesto y se lo entregaré para que te lo haga llegar; ellos deben tenersus medios. Te amo, te extrao, ya sabes, por siempre tuyo. Llegacon un montón de carpetas encimadas y, sobre ellas, un empaquede papel que exhala el inconfundible aroma cafetalero puro, y 

además, sonre. Desde las carpetas hasta la sonrisa, sin olvidar elcafé: todo es novedad. Espero que traiga buenas noticias.

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Los secretos en el cielo*

Saúl Sánchez Lovera

Decan que el desierto reclamaba almas, que all, en aquella in-

mensidad de polvo y arena, los astros les haban conferido la vidaa los primeros hombres y ahora reclamaban las vidas de regreso.Pero t ya no tenas alma desde haca mucho, desde que comen-aron las torturas o desde que fuiste encarcelado en esa celda h-meda y silenciosa, o incluso antes, cuando viste cómo ese hombre vestido de verde militar se llevó a tu padre y jamás lo volviste a ver. Aunque en realidad no importaba que recordaras desde cuándote habas convertido en ese pedao de carne desalmada, en ese ente

errante y silencioso, cuya presencia estaba acompaada de ese vago y mortfero susurro. Sólo te importaba saber que el desierto noreclamara tu alma y dejara que completaras tu travesa.

Crees que es irónico que en ese desierto donde comenó la vida en el planeta, ahora comiena tu nueva vida. ¿Seal? ¿Impor-tan an las seales? ¿Sigues creyendo en ellas o dejaste de hacerlocon el primer cristal roto, con el primer sonido de un disparo, con

la primera huida? El fro del desierto hiela tus huesos y su seque-dad quema tus entraas. Estás seguro de que este desierto es elinfierno sobre la Tierra. Una lágrima recorre tu mejilla iquierda y pronto se convierte en llanto desesperado. Y el llanto se convierteen miedo y ese miedo te persigue, te acecha como una sombraatenta a todos tus movimientos y de la cual no puedes escapar.Recuerdas que no es la primera ve que visitas ese desierto, que tupadre te llevó all cuando nio a observar las estrellas. Ahora las

estrellas son las que te observan a ti, tratan de contarte sus secre-tos para hacer más ligera tu travesa. Y t los descifras asombrado.

* Cuento ganador del segundo lugar en la categoría de 17 a 18 años.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

 Jamás verás un cielo tan estrellado y sereno como el de aquellanoche.

 Ahora duermes. Caste rendido sobre la arena, las estrellas sontus nicos testigos, te arrullan los murmullos del viento. En tussueos los recuerdos de tu pasado comienan a aparecer comoimágenes fugaces que se posan delante de tus ojos. Vuelves a vera tus padres y a tus hermanos, vuelves a estar en el colegio, vuelves ajugar futbol y a desvelarte en las noches leyendo libros de aventu-ras. Por una fracción de segundo vuelves a ser t: un chico de 17aos, como cualquier otro chico de 17 que jamás ha tenido que

pensar en el exilio, que no ha sido perseguido y torturado, que nodebe cruar un desierto para sobrevivir.

***

Despiertas. Todo ha sido un sueo. Jamás abandonaste tu aparta-mento en esa metrópoli gris y lluviosa. Has regresado incontables veces a ese desierto en tus sueos. Pero el desierto nunca es el

mismo, a veces es de noche y duermes en medio de la nada; otras veces recorres un llano triste y seco. Ante el que vuelve, siemprelas cosas cambian.

Estás condenado a una existencia de rehén: en tu pas fuisteperseguido por tus ideas y las de tus padres, pero aqu eres preso detus recuerdos. Jamás abandonaste ese desierto, ni siquiera cuandocruaste la frontera y recomenaste tu vida. Ni siquiera cuando,

convencido de que el peligro haba acabado, regresaste a tu pase hiciste las paces con él. Lo entendiste mucho después: nuncaabandonaste el desierto porque una parte del desierto se quedóimpregnada en ti. ¿Hacia dónde correr cuando quieres escapar detus recuerdos? Puedes escapar de tu pas y del dolor de las torturas y las persecuciones, pero jamás podrás escapar de tu pasado. Elpasado te ha dejado cicatrices que ni el tiempo puede borrar, cica-trices que temes que eventualmente te devoren, fragmentos de tu

pasado omnipresentes y acechantes. Ahora eres uno más de esos hombres en esta metrópoli de

nombre impronunciable. Pero no eres como esos hombres. Tuapariencia es distinta no sólo por tu tono de piel, la forma de

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SAúL SÁNCHEz LOVERA 

tu nari y el color de tu pelo, sino también porque tienes un sem-blante cansado y nostálgico. Como un soldado que ha librado de-masiadas batallas o un marinero que ha recorrido los mares o unboxeador en el ltimo asalto, a punto de caer. Los habitantes deesa metrópoli de nombre impronunciable notan que eres un alma vieja y cansada, y te miran con una mecla de miedo y extraea.T sientes sus miradas sobre tu espalda. Envidias a esos hombresporque an pueden sonrer, porque no saben cómo es el sonidode una bala, ni se han enfrentado al olor del miedo ni conocen elsabor del exilio. Piensas en cómo hubieras mirado a un hombre

en tu misma situación si estuvieras en tu pas y no te hubieras en-frentado al exilio, la misma mirada pesada e inquisidora apareceen tu mente.

Deambulas por las calles en busca de respuestas. Compras algode comer y un café en una pequea tienda que contrasta con lamonstruosidad de la ciudad. El vendedor te saluda y t contestascon ese acento extrao que denota que eres extranjero. El ven-dedor vuelve a saludarte en tu idioma, ahora te das cuenta de

que ambos comparten los mismos rasgos. Esboas una sonrisa y leagradeces. Sales de la tienda y te alejas entre las grisáceas construc-ciones de la metrópoli.

 A veces crees que la ciudad es más intimidante que el desierto. Aqu te sientes como un intruso, pues sabes que no perteneces aeste pas ni a esta ciudad y que jamás podrás dominar el idiomani aprender sus calles de memoria. No sabes si buscabas la huida

o la consumación de ésta, ¿alcanaste la libertad en la inmensi-dad del desierto o en la ciudad que rechaas? Eres tan solo unode esos millones de almas que habitan la metrópoli de nombreimpronunciable; tu existencia se camufla entre millones de otras.¿Existe tu pasado en la metrópoli o se borra con la de los otrosmillones de hombres?

Tratas de llevar una rutina, aunque ésta te pesa. No puedesreconstruir una vida si an no limpias los escombros de tu vida

pasada. Los recuerdos de tu pas de origen te impiden recomenaren la metrópoli de nombre impronunciable.

Se hace de noche. Las estrellas aparecen tmidamente en el cie-lo. Y comienas a reconocerlas, son las mismas estrellas que se te

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

aparecieron en el desierto inmenso y te anunciaron sus secretos.Entonces te das cuenta de que no estás solo y nunca lo has estado.Las estrellas nunca han dejado de estar all, en ese cielo expectan-te y oscuro.

Entonces recuerdas el secreto de las estrellas: jamás estarássolo.

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El presente fue el futuro*

Erika Ramírez Martínez

¿Por qué tener que dejar el lugar de los recuerdos cuando más sen-

ta mo el lugar? Otros me hacan darme cuenta de que el débil notriunfa ante el fuerte, que sólo basta ser imponente y pisar reciopara que tengas a docenas de débiles que están dispuestos a hacerlo que les es impuesto. No entiendo en qué momento todos misrecuerdos buenos empearon a doler tanto y todos aquellos maloshacan la herida an más grande.

Cada noche, al dormir, el momento en que empeó todo estáah, intacto. La imagen es tan perfecta que pareciera realidad.

Todo comenó una noche. Mi mamá Yetamint se acostaba enla cama, miraba hacia el techo y comenaba a pensar en las cosasque le gustara tener en un futuro. A sus 27 aos tena muchascosas que vivir. Bueno, eso anhelaba, y con tantas fueras que sepoda notar en sus ojos color miel, enmarcados con unas pobla-das pestaas. Yo sólo tena ocho aos y sola tirarme al piso y ob-servarla… Todo cambiaba cuando mi padre llegaba. Ella se pona

muy nerviosa. Él era bueno, sólo que no saba cómo serlo y poreso mamá no lo quera tanto.Esa noche papá discuta con mamá, la regaaba como siempre.

Me recosté en la cama y miré las siluetas detrás de la cortina hastaque me perd en un profundo sueo.

De repente, un ruido fuerte me despertó. Todo fue tan rápidoque, cuando sent, las manos de mamá estaban abraándome. El

* Cuento con mención honorífica en la categoría de 17 a 18 años. Es importante mencionar que el

tercer lugar de la categoría de 17 a 18 años se declaró desierto con base en la cláusula decimo-

primera de las Bases de la Convocatoria que integran el anexo A del convenio de colaboración

firmado por las instancias convocantes para la realización del concurso de cuento.

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

ruido era constante; uno provocaba el otro, tena mucho miedo,mi coraón lata tan fuerte que, si no fuera porque mamá me soste-na contra su pecho, éste saldra de m. Papá entró tan pálido, quelo desconoc. Nos abraó y dijo: “Todo va a estar bien”. Mamá y yono contestamos nada.

Pasó mucho tiempo y el ruido cesó. Papá salió. Luego de unos20 minutos, que en ese momento parecieron horas, regresó agitado y con la misma cara pálida de anoche. Nos encontró exactamenteen el mismo lugar, agarró la mochila de mi escuela y, desesperada-mente, sacó todas mis cosas, nos tomó de la mano y pidió que co-

rriéramos tan rápido pudiéramos, no sin antes llenar mi mochilade la poca comida que tenamos en la alacena.Salimos de casa y corrimos tan rápido que apenas poda respi-

rar. Sé que era de maana, an no se vea muy bien y la niebla eratan fra que dejó mi rostro helado. Llegamos con un vecino quenos alojara en su casa. Tocamos la puerta, nos abrió, entramossin siquiera dar el saludo. Nos condujo a un sótano donde esta-ba toda su familia. Mamá y yo nos sentamos en una esquina sin

hacer ruido, al igual que la mayora de los presentes. Después dehoras, el ruido de la noche pasada volvió, todos lloraban y estabanasustados. O decir a papá que todos moriramos. Yo no pensabaque eso fuera tan malo, pero todos estaban tan espantados de queeso ocurriera que me hio pensar que lo era. Los das pasaron, nosé cuántos en realidad; la lu del da nunca entró.

Uno de esos tantos das, mamá me abraaba con tanta fuera que

senta que me asfixiaba. Haba mucho ruido, más de lo normal.Sent miedo. Mamá dijo que guardara silencio. Me hio prome-terlo y me tapó con muchas cobijas. Se acostó a mi lado, pero nome abraó. Sent que se haba olvidado de que estaba ah. Alguiengolpeó la puerta del sótano. Se escucharon muchos pasos, voces y estruendos, como rayos por toda la habitación. Todos gritaban,mamá también lo haca. Luego todos callaron. Era un silencio tanprofundo que me quedé dormida.

Cuando desperté, todo estaba callado. Le hablé a mamá en untono tan bajito que no creo que me haya escuchado porque nocontestó. Entonces me destapé muy despacio, miré por un orifi-cio entre las cobijas. Todos estaban dormidos. La puerta estaba

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ERIKA RAMíREz MARTíNEz

abierta y pude ver que uno de los nios estaba lastimado porquesangraba mucho. Decid ir a ayudarlo, pero no contestó. Estabahelado. Observé a todos. Estaban… raros. Cerré los ojos porqueera una pesadilla muy fea. Corr a los braos de mamá, pero ellano me abraó. Tena una gran mancha en su ropa, sangraba, aligual que aquel nio. Mamá haba muerto, todos haban muerto.No entenda nada y ahora estaba sola. Me senté al lado de mamá.Le supliqué que volviera, pero no contestó. Me cansé tanto dellorarle que me quedé dormida a su lado. De repente sent unasmanos. Cuando abr los ojos, era papá y una de las mujeres que

estaban en la habitación.Salimos de esa casa y subimos a un carro en el cual no éramoslos nicos. No vi caras conocidas. Viajamos durante horas; horasque se convirtieron en das, con el nico fin de escondernos dealgo o de alguien que nos persegua quiá.

Llegamos al lmite. Escuché decir a un par de personas que éra-mos libres, que primero cruara un grupo de mujeres y despuéslos tres grupos restantes. Yo estaba en el primer grupo, pero papá

no. Me dijo que lo esperara, que no me dejara sola. Una seoratomó mi mano y sub de nuevo al carro donde iramos escondidosentre cosas que no sé realmente qué eran. Llegamos. Nos dejaronen calle. El lugar era raro. Llegó otro carro donde nos subieron tande prisa que, por un momento, pensé en correr, pero sub. Nosllevaron a un cuarto vaco, con algunas cobijas tiradas en el sueloque, como era de suponerse, seran nuestras camas.

 Antes de venir aqu alguien dijo que por fin seramos libres, ¿li-bres de qué? Al da siguiente todos fuimos separados y llevados aun nuevo trabajo. El mo era estar en un rancho enorme y limpiartodo lo que me pidieran. Mi paga: la comida del da y un poco dedinero para el seor que me trajo aqu. Creo que estaba bien, almenos aqu no se escuchaban esos horribles ruidos por la noche,pero ni papá ni mamá estaban conmigo.

Los das eran los mismos. La familia con la que estaba era muy 

feli, sala con sus hijos, se divertan. A m me gustaba observar-los, aunque la seora Carmen, la que haca la comida, siempreme regaaba por hacerlo. Ella era buena, sólo que, al igual que mipapá, no saba cómo serlo. Además, si ella me llegaba a pegar, era

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

porque yo a veces no haca las cosas bien, pero en verdad que meesforaba porque quera que me quisiera sólo un poco.

Un da mientras limpiaba los pisos de la parte alta, Jimena, lahija de los patrones, que tena mi edad, se acercó a platicar con-migo. Le ped que no me hablara porque la seora Carmen me re-gaara, pero ella dijo que doa Carmen se haba ido al mercadode la ciudad y no tena por qué enterarse. Entonces comenamosa platicar y luego jugamos en su cuarto lleno de juguetes bonitos.Nos divertamos tanto que olvidé limpiar. Cuando vi, era ya muy tarde. Le dije a Jimena que tena que apurarme. Ella me siguió y 

quiso ayudar, le supliqué que no lo hiciera, pero ella fue muy in-sistente y me ayudó. Aun as, no pude terminarlo todo para cuan-do doa Carmen llegó. Ella se enojó mucho al ver que no habaterminado y me golpeó y me encerró en un cuarto muy oscuropor muchas horas, hasta que pensara bien lo que haba hecho. Almenos eso fue lo que me dijo. No importaba, me haba divertidotanto que lo que me haba hecho era lo de menos.

Los das pasaron. Lloré cada noche que estuve en ese lugar.

 Jimena era la nica persona que me quera, pero eso no cambiabaque estuviera sola. Cuando cumpl mis nueve aos, me sent muy contenta porque esa noche soé a mamá. Recuerdo que, cuandocumpl ocho, ella me horneó un pastel y lo comimos juntas. Dis-fruté mucho ese da. Nunca imaginé que un ao después estaraaqu, lejos de ella, sin su mirada tierna, sin un “te quiero”. Estaba yo tan lejos de una vida feli que tema que nunca llegara a tener-

la. Nadie supo que cumpla aos. No entiendo por qué lo festejano por qué te regalan cosas; no lo entiendo. Cuando cumpl los15 segu sin entenderlo; seis aos en la monotona me comieronpoco a poco.

Luego de más de un ao de que mi nica amiga se fue a estu-diar a la ciudad, yo no poda aguantar más tiempo ah. Decidescapar. La noche era muy fra, tomé un suéter y me fui as comollegué, sin nada más que mi anhelo de ir a un lugar mejor. Corr

lo más que pude. La sensación era la misma que cuando papá nossacó de casa. Ped a mamá que me cuidara y, con lágrimas en losojos y los pies cansados, llegué a la carretera. Peda a los autos quepasaban que me llevaran, hasta que uno de ellos se paró. Sent

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ERIKA RAMíREz MARTíNEz

un gran alivio, me sub a ese carro que me abra las puertas a otra vida, me sent bien al dejar ese lugar.

El seor que conduca me hio algunas preguntas a las quecontesté con algunas mentiras. Jimena alguna ve me contó de lospeligros de la vida y éste podra ser uno. El seor me dijo que sediriga a la ciudad, por lo que le dije que para allá iba. Recorrimos varios kilómetros. Su mirada en m me incomodaba, no pude dor-mir en toda la noche. Mirando por la ventanilla pensaba en quécosas hara cuando llegara a la ciudad. De repente, el flujo de loscarros era más lento, la lu del sol apareció y el tráfico ocasionado

por un choque detuvo a muchos autos. El seor que conduca sedurmió y yo bajé. Caminé por toda la ciudad sorprendida de lofeo que estaba. El aire fresco de la hacienda ya no estaba. Pensé enbuscar a Jimena, pero eso sera más difcil de lo que pensaba.

Caminé sin saber a dónde ir. Observaba a todos y pensabaque algn da caminara tan rápido como ellos, porque sabra adónde me diriga o alguien estara esperándome en algn lugar. Al cruar la calle, sólo escuche el rechinar de algo, una fuera que

me impulsaba hacia el suelo, vi mi vida pasar delante de m. Nosé qué dola más, el golpe o los muchos recuerdos malos que mi vida me haba dado.

Cuando desperté, estaba en una cama, con un dolor enorme.Tena una mano vendada, algunas puntadas en la frente y un co-llarn que me estorbaba mucho. La doctora dijo que todo estarabien, que le diera toda mi información. ¿Qué poda yo decir de

m, si no tena identidad? Todo me lo haba quitado la vida. En-tonces le dije que no tena ni saba a dónde ir, le conté a aquelladoctora que me inspiró confiana gran parte de lo que me habapasado.

La doctora Isabel me llevó a una casa hogar. Me costó mu-chos meses relacionarme con las otras chicas y chicos de mi edad.Nos enseaban cosas en los talleres. Ese lugar llegó a ser, en esemomento, lo más cercano a la felicidad, y digo en ese momento

porque, a los pocos meses, me regresaron a mi pas con una talejana, con la que pasé unos meses de vida an más feos que todolo que haba pasado. Su tercer esposo no era muy bueno conmigo,entonces llamé a la doctora Isabel y ella me nacionalió en su pas

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¿Y SI YO FUERA UNA PERSONA REFUGIADA...?

con mucho esfuero, por lo que estaré muy agradecida. Despuésde unos meses de venir aqu, a este pas que me ofreció una nueva vida, tuve una nia tan hermosa como mi madre. Tengo 15 aoscon la panadera “Como en tu casa” que puse gracias a lo que meensearon en la casa hogar. Mi hija me ayuda a atenderla, casitermina la preparatoria, es una excelente alumna y me ayuda aescribir mis memorias. A m me cuesta mucho. Soy buena para losnmeros, pero no para la escritura. Tengo 37 aos, aparento más,pero por fin logré ser feli sin que los recuerdos me atormententanto. De papá no volv a saber nada. Este cuento es uno de esos

que termina en un final feli, porque todo lo que tengo, aunquesea poco para m, es mucho más de lo que esperé tener, pero noes necesario vivir una vida mala para que se aprenda a valorar lascosas.

Fin

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¿Y si yo fuera una persona refugiada…?

Comenzar de nuevo en otro país

Cuentos de jóvenes sobre personas refugiadas 2011

se terminó de imprimir en diciembre de 2011 en los talleres de

Impresora y Encuadernadora Progreso (iepsa 

), S. A. de C. V.,San Lorenzo 244, col. Paraje San Juan, del. Iztapalapa,

09830 México, D. F.

Para su composición se utilizaron tipos Goudy Old Style

 y Helvetica LT Std de 22, 11 y 8.5 ptos.

El tiro fue de 1 000 ejemplares impresos

en papel cultural de 75 g.

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