Cuentos amor Pardo Bazan

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Cuentos - Literatura

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  • OHIO STATE UNIVERSITY.

  • OBRAS COMPLErrASDE

    EbI.l::IL'IA P.AR.DO BAZANUO~DESA DE PARDO BAZAN

    TOMO le

  • EMILIA PARDO BAZANCONDESA DE PARD'O BAZAN

    OlJRAS COMPLETAS.-TOMO 16

    CUENTOS DE AMOR

    ADMINISTRACIONCalle de San Bernardo, 37, principal

    MA.DRID

  • Es proniedad.Queda heeho el dep6
  • PREFACIO

    TRANQUILIZATE, lector: no se trata de un pro-logo grave pegado a un libro de. entreteni ..miento, lastre de plomo de algo tan leve comoel ala de la mariposa: s6lo enconttaras aquiunas cuantaq advertencias, por otra p'arte in..necesarias si para mi no rigiesen distintas le-yes que para los demas autores, y si en mt nose calificase de delito 10 que en ellos es accionindiferente, cuando no gracia merecedora deaplauso.

    No ignoraras que he escrito a estas fechasgran numero de cuentos, pero acaso te sor-prenda si digo que pasan de cuatrocientos, y atodo correr se acercan a quinientos 'ya. No po-cos, antes de ser recogidos en volumen, andanvrtidos avarias lenguas en tierras 01UY leja..nas, apesar del descuido de una autora que nopor indiferencia ni por desden, sino por [alta detiempo, suele no contestar a las amables cartasde sus bondadosos traductores.

    De estos cuatrocientos y pico de cuentos hay

  • 6 CUENTOS DE .AMOB

    tres

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    co en agradecerle el donativo }' en pedirle ex-cusas por el engarce.

    Y pues se trata de perlas, vamos a La per-la 1osa. Verdaderamente me asombra, lectorentendido, que mis vigilantes aduaneros yagentes del resguardo no hayan gritado jma-tute! cuando inserte ese cuento en El Liberal.Me denuncio, ya que ellos se duermen. A lospocos meses de aparecer en El Liberal La p~rla rosa, vi en el mismo diario un cuento aJ'~'flo,firmado por Le~1n de T-inseau, y titulado Laperla negra, que, ademas de la semejanza deltitulo, ofrecia coincidencias de asunto. En am ..bos cuentos, la perdida de una perla descubrela falta de una mujer. Leido el cuento de Tip-seau, tuve esperanzas de que fuese posterioren fecha al mio, y escribi a Miguel Moya ro-gandole me dijese cl6nde 10 habia encontrado.Al saber que en un libro que lleva por epigrafeMon oncle Alcide, 10 encargue aFrancia, y vique estaba im preso hacia tres 6 cuatro afios.Por 10 tanto, a la letra,yo soy quien ha apro-vechado una idea de Tinseau. Los que no dencr,edito a mi afirmaci6n de que ni sospechabala existencia de La perla negra ~uando es-cribi La perla rosa, duenos' son de afirmar a suvez que esta es hija de aquella. Sin falsa mo-destia, debo afiadir que La perla rosa tiene me-jor oriente.

    Con igual sinceridad declaro que si el cuentode Tinseau resultase escrito. despues que el mfo,no por eso cree)'fa yo a ojos cerrados que eraimitacion 6 copia. A 19un celebrado escritor es-

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    pafiol podrfa atestiguar que no padezco la ob-sesi6n de tamar las coincidencias fortuita~ poratentados contra mi propiedad; alg~n francespodria dar fe de 10, mismo. Ideas ana-logas seles ocurren a escrt'tore~ coritemporaneos sujetosa influencias similares) y no 10 dudara nadieque conozca la historia literaria. No insisto,porque he prometido no cansa'rte) lector" almenos'-a sabiendas. '

    Supongo que no necesita apologia el hechode que varios cuentos mfos se funden en Slicesos reales. Las corrientes vienen y van; haceveinte afios, tal vez incurrirfa en censura delos doctores de la iglesia critica, no par basaren la realidad ciertos cuentos, sino' por inven-tar de pies a cabeza la inmefisa mayoria de losque escribo. Ambos procedinlientos, a rni entender, son igualmente licitos, como 10 es elrefundir asuntos ya tratados, 6 el buscarlosen la tradicion ,y la sabiduria popular 0 folklore. No hay genero mas amplio-y libre que elcuento; no hay, entre los tnaS insignes, cuentista algo fecundo que no expIate todas las can-teras y filones, empezando par el de su propiafantasia y siguiendo par los variadisimos queIe ofrecell las literaturas antiguas y modertlas,escritas y orales. De chascarrillos que corriande boca en boca se -hizo recientemente un li-bra, redactado por ,ilustres ,escritores, y en elPr61ogo que 10 encabeza, una pluma famosisimaconsigno el principio de que al cuentista Ie bas-ta la propiedad de la forma de que sabe reves-tir el cuento mas resobado, trillado y vulgar.

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    El principio estaba ya sancionado par. la practica, y no era necesario el nuevo ejemplo paralegitio;tar 10 que de tienlpo inmemorial "veniapracticandose.

    Par otra parte, quizas nunca como ahora hasobreabundado la tnvenci6n en los cuentistas.Antafio era usual apoderarse de una colecci6nde ,ap610gos 6 fabulas orientales-:....persas 6 'chi-nas, arabes 6 indianas-y, sin mas ceremonias,traduciendolas y adaptandolas en lenguaje cas.tizo, se graduaba un escritor de euentista y demoralista. El cuento literario original es rela-tivamente novisimo en las literaturas oeciden-tales: procede deo'li transformaci6n de lla poe-sia epico-lirica, y tiene precedentes, no s6lo enlosfablz'au% y en los ejemplos de los libros de-votos (aun hoy mina inagotabie para el cuen-tista) Slno en eiertas composiciones p~etieascan argumento; v~rbi-gracia, las Cantigas deAlfonso el Sa1?ia y las baladas alelnanas Nataparticular analogia entre la, concepcion delcuento y la de la poes{a lirica: una y otra sonrapidas como un chispazo, y nlUY intensas-porque a ella obliga la brevedad, condicion pre-cisa de,l cuento.-Cuento original que no ~e can ..cibe de subito, no cuaja nunea. Dfas hay-dis-pensa, 'lector, estas confidencias intimas y per-s01)ales - en que, no se lue ocurre ni un malasunto de cuento, y horas en que adocenas sepresentan ami imaginaci6n asuntos posibles,y al par Slento impaciencia de trasladarlos alpape!. Paseando 6 leyendo; en el teatro 6 en fe-rrocarri1; al ehisporroteo de la llama en invier-

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    no y al blando rumor del mar en verano, saltanideas de eu;entos con sus Hneas y colores, comolas estrofas en Ia mente del poeta ]frieo, quesuele ~oneebir de una vez el pensamiento y suforma metrica. De las ideas que en tropel meacuden, no aprovecho la mitad; deseeho infini-tas, no solo por' ereerlas desde el primer ins-tante indignas de vivir, sino porque algunasme parecen atrevidas, peligrosas y eapaces dehorripilarte, }oh lector no siempre ~enevolol Siesto pasa can las ideas de eosecha propia, enmayor proporcion quizels acontece con las queme sugieren los libros viejos, y sabre todo, lasque se fundan en datos de Ia vida re~l. Porfuerte y viva que supongamos la fantasia de uneseritor, jamas llega al limite de la realidadposible. Cuanto pudiesemos fingir, queda muypar bajo de 10 verdadero. Llamamps inverosl-mil a 10 inusitado; pero no hay acaecimientoextrafiq, monstruoso, espeluznante y peregrinoque no I conozeamos por la realidad. Lo sabenlos de mi profesion: nunea se puede ineorporara la literatura toda la verdad observada, -I-sopena de ser tildado' de extravagante, de escri-tor descabellado y de barbaro sin gusto ni de-lieadeza; y sin embargo, las mayores osadfas ycrudezas de la plurna, aunque sea de hierro yla mojemos en acido sulfurico, son l blanden-guerfas para 10 que escribe en earacteres defuego la realidad tremenda.

    He observado el estremeeimiento del publi.co ante eiertos cuentos verdaderos. Ahl estan,para ejernplo en el presente tvmo, Los buenos

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    tiempos y S01' Aparz"cz'6n. De Sor Aparicionse espanto mucha gente. Releo el cuento des-pacio y no puedo explicarme tal horror, sinopor la crueldad de 10 real que palpita en el.La narracion pienso que esta hecha en termi-nos bien honestos, con el mayor recato y de-cora posible; ademas, he modificado la histotia,y presentado a ]a infeliz enamorada del burla-dor Camargo cuando ejercita la mas rigurosa yejelnplar penitencia. Tantos afios de mortifica-cion y de lagrimas la impuse, que deben bas-tar para sosiego d~l mas asombrcidizo. La ver-dad cstricta es que ignoro el parader\o de lavictinla de esa broma infame, dada par uno denuestros mayores poetas romanticos. No sesi entro en un convento, si se entreg6 a la disi-paci6n, 0 si veget6 en la indiferencia; pero meha parecido que, dentro de la concepcion idealdel cuento, tenia que expiar su yerro para en-nobleeer su de'sventura. Y eatate que, asi ytodo, bastante gente se persigno, como se per-signa al leer Los buenos tiempos, historia tra-gica de la eual se conservan testimonios y re-cuerdos todavia. Acaso el publico sea hoy masnervioso e impresionable que en otras epocas;solo. asi se cot:J1prende que de libros de deva-cion clasicos y :venerables no se p.ueda extraerun cuento sin que se alborote el cotarro y sedesquieie la boveda celeste. De esto volveremos a hablar, oh lector, cuando publique misCuentos sacfo-profanos.

    EMILIA PARDO BAZAN.

  • NUNCA podra decirse que la in!eliz Eva o~i-:, ti6 ninguD_ me4io licito de ~afar5e de ~q~el '._ tunantuelo de Amor, que la per3eguia ;jin dejar~

    la punta de reposo.Empez6 l1oniendo, tierra ,en n1edio, viaj

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    por guardias veteranos, .y can rastrillos y rna-cizas puertas chapeadas y claveteadas de hierro,cerrada$. dfa y noche. Pe'ro al abrir la ventana,un anochecer que se asolllo agobiada de tedioa mirar el campo y a gozar la apacible y me-lancolica luz de la luna saliente, el rapaz s~ coloen la ,estancia; y si bien Ie expulso de ella ycoloca rejas dobIes, con" agudos pinchos, y seencarce16 voluntariamente,-solo consigui6 Evaque el Amor entrase por Jas hendiduras de lapared, par los 'canalones del tejado 0 por e]agujero de la 11avee .

    Furiosa, hizo tomar las grietas y calafatearlos intersticios, creyendose, a salvo de atrevi-mientos y demasias: plas no' contaba con 10 du-cho que es en' tretas y picardigtielas el Amor.EI muy maldito se 'Clisolvio en los atomos delaire, y envuelto en elIos se Ie metio en boca ypulmones, de modo que Eva se paso el dfa res-pirandole, exaltada, Ioca, con una fiebre muysemejante: a ]a que causa la atmosfera sobresa-turada de oxigeno. '

    Ya fuera de tino, desesperando de poder te-ner a raya al malvado Amor, Eva comenzo apensar en ]a manera de librarse de el definiti-va mente, a toda costa, sin reparar en medios nidetenerse en escrupulos. Entre el Arnor y Eva,la lucha era a muerte, y no importaba el comose veneta, sino solo obtener la victoria.

    Eva se conoeia bien', no, porque fuese muyreflexiva, sino porque poseia instinto sagaz ycertero; y conociendose, sabia que era capaz deeng-atusar can maulas y zalamerias al mismo

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    diablo, que no al Amor, de suyo inflamable yfeicH de seducir. Propusose, pues', cha'squear alAmor, y desembarazarse de el sobre seguro ytraicioneramente, asesinandole.

    Prepar6 sus redes y anzuelos, y poniendo enelJos cebo de flores y de miel dulclsima, atrajoal Arnor haciendole graciosos guinos y dirigiendole sonrisas de embriagadora ternura ypalabras entre graves y mimosas, en voz vela-da por la emocion, de notas' mas melodiosasque las del agua cuando se destrenza sabre gui-jas a cae suspirando en morisca fuente.

    Y el Arnor acudi6 volando, alegre, gentiI, fe-liz, aturdido y confiado como nilio, impetuosoy engrefdo como mancebo, placido y serenocomo varon vigoroso;

    Eva Ie acogi6 en su regazo; acarici6le confelina blandura; ~irvi61e golosinas; Ie arrullopara que se adormeciese tranquilo, y asf que Ievia calmarse recostando en su pecho la cabeza,se preparo a extrangularle, apretandole la gar-ganta con rabia y brio.

    Un sentimiento de pena y lastima la contuvo,sin embargo, breves instantes. rEstaba tan lindo,tan divinamente hermoso el condenado Arnoraquell Sabre sus mejillas de nacar, palidecidaspor la felicidad', cafa una lluvia de rizos de oro,finos como las mismas hebras de Ia luz; y desu boca purpurea, risuena aun, de entre la do ..ble sarta de pinones mondados de sus dientes,saHa un saplo aromatico, igual y puro. Susazules pupilas, entreabiertas, humedas, conservaban Ja languidez dichosa de los ultirrlos ins-

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    tantes; y plegadas sobre su cuerpo de heleni-cas proporciones, sus alas color de rosa pare-ciao petalos arrancados. Eva noto ganas delIorar... - '

    No habia remedio; tenia que asesinarle siqueria vivir digna, respetada, libre... Y cerran-do los ojos por no'ver al muchacho, apret6 lasmanos energicamente, largo, largo tietnpo, hocrrorizada -del estertor que oia, del queji,do sordoy lugubre exhalado por el Amor agonizante.

    Al fin Eva saIto a su victima y la contem-pI6... EI Arnor I:li respiraba oi se rebulHa: estabamuerto,-tan muerto como mi abuela .

    .AI punto mismo que se cercioraba de esto, Iacriminal 'percibi6 un dolor terrible, extrafio,inexplicable, alga como, una ola de sangre queascendfa cl su cerebro, y como un aro de hierroque oprimia .gradualmente su pecho, asfixiandolC}.. Comprendi6 10 que sucedia...

    El Amor, aquien creia tener en brazos, esta..ba mas adentro, en su mismo coraz6n, y Eva,al asesinarle, se habia suicidado.

  • El viajero

    f RiA, glacial era la noche. EI viento silbaba,, medroso y airado, la lluvia caia tenaz, yaen rlfagas, ya en fuertes chaparrones; y las dos6 tres veces que Marta se habfa atrevido aacer-carse a su ventana por ver si aplacaba la tern-pestad, la d'eslumbro la cardena luz de un re-lampago y la horrorizo el rimbombar del true-no, tan encima de su cabeza, que parecia echarabajo la casa.

    Al punto en que con mas furia se desencade-naban los elementos, oyo Marta distintarnenteque llamabana Sil puerta, y percibio un acentoplanidero y apremiante que la instaba a abrir.Sin duda que la pru'denc:a aconsejaba a l\rIartadesoirlo, pues en noche tan espantosa, cuandoningun vecino honrado se atreve a echarse alacalle, solo los malhechores y los perdidos liber-tinos son capaces de arrostrar viento y lluvia.en busca de aventuras y presa. Marta debi6

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  • 18 OUENTOR nE AMOa

    haber reflexionado qt;le el que posee un hagar,fuego en el, y a su lado una madre, una herma-na, una esposa que Ie consuele, no sale en elmes de Enero y con una tormenta desatada, nillama a puertas ajenas, ni turba la tranquilidadde 13.5 doncell ':\8 honestas y recogida~. Mas ]a

    . reflexi6n, persona c1ignisirna y muy senora mia,tiene el maldito vieio de l1egar retrasada, por 10'cual s610 sirv~ para amargar gustos y adobarremordimientos. La reflexion de Marta se habiaquedado zaguera segun costumbre) y eI impul-so de la piedad, el primero que salta en el co-razon de, la mujer, hizo que In doneella, al tra-'ves del postigo, preguntase compadecida:

    ~Quien llatna? Voz de tenor dulce y vibranterespondi6 en tone persuasivo: Dn viajero. Yla bienaventurada de Marta, sin meterse en masaveriguacianes, quito la tranca, deseorrio el ce-rrajo y dlo vuelta a la llave, movida par el en-

    \ canto de aquella voz tan vibrante y tan dulce.Entro el viajero, salud~ndo cortesnlente; y

    quitandose con gentil desembarazo el chamber-go, cuyas plumas goteaban, y desembozandoseJa capa, empapada por la lluvia, agradeci6 lahospttalidad y tomo asiento cerca de la lumbre,bien encendida por Marta. Esta apenas se atre-via a mirarle, porque en aquel punta la consa-bida tardia reflexion empezaba a hacer de lassuyas, y Marta comprendfa que dar asilo alprimero que llama, es ligereza notoria. Con todo,aun sin decidirse a levantar los ojos, vi6 de 50S-laya que su huesped era mazo y de buen talle,descolorido, rubio, cara linda y triste, aire de

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    -senor aco~tumbrado al ~ando y a ocupar altopuesto. Sipti6se Marta encogida y llena de con-fusion, aunque el viajero se mostraba reconoci-,do y la decia cosa.s halagtienas, que por e1 he'chizo de la voz 10' parecian mas; y a fin de di-'-siinular su turbaci6n, se di6 prisa a servir la,,cena y ofrece'r al viajero el mejor cuarto de la,casa, dande se recogiese adormir.

    Asustada de su propia indiscreta conducta,Marta no pudo conciliar el suefio en -toda ]anoche, esperando con impa'ciencia. que rayase'el alba para que se ausentase el huesped. Y su-

  • 2u CUENTOS DE AMOn

    Ie soportase. Lo 'Peor de todo era que Duneapodia Marta adivinarle el deseo ni precaverleJa desazon: sin motivo ni causa, cuando menosdebia temerse 6 esperarse, estaba frenetieo 0'contentisimo, pasando, en menos que se dice,.del enojo al halago y de la risa a ]a rabia. Pa-decfa arrebatos de furor y berrinches injustos einsensatos, que a los dos minutos se convertianen transporte~ de carino y en placideces ange-licales; ya se emperraba como un chico, ya sedesesperaba conlO un ,hombre; ya hartaba aMarta de improperios, 'ya la prodigaba los.nombres mas dulces y las ternezas mas ren-didas. ,

    Sus extravagancias erah a veces tan insufri.,.bles, que Marta, can los nervios de punta; elalma de traves y el corazon ados dedos de laboca, maldecia el. fatal momenta en que di6acqgida a su terrible huesped. Lo malo es que-cuando justame~te Marta, apurada la pacien-cia, iba a saltar y a sacudir el yug-o, no parece-sino que el 10 adivinaba, y pedia perdon canuna sinceridad y una gracia de chiquillo, por ]0,eual Marta no s610 olvidaba instantaneamentesus agravios, sino que, por el exquisito gacede perdonar, sufriria tres veces las pasadasdesazones.

    IQue en olvido las tenia puestas, ... cuando elhuesped, a medias palabras y con precauclones.y rodeos, anunci6 que ya habia llegado la oca-si6n de su partida! Marta se qued6 de marmol"y las lagritnas le'ntas que la arranco la deses-peracion cayeron sabre las manos del viajerot':

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    que sonreia tristemente y murmuraba en vozbaja frasecitas cOIJsoladoras, proniesas de escribir, de volver, de recordar. ,y como Marta,en su amargura. balbucia reproches, el huesped,,con aquella voz de tenor dulce y vibrante,.alego por via de disculpa:. Bien te dije, nifia,que soy un viajero. Me detengo, pero no me,estaciono; me poso, no m'e fijo. Y habeis desaber que solo al air esta declaraci6n franca,solo al sentir que s~ desgartraban las fibras mnsintimas de su ser, conocio la inocentona deMarta que aquel fatal viajero era el Amor, yque habia abierto la puerta, sin pensarlo, aldictador cruelisimo del orbe.

    Sin hacer caso del Banta de Marta (Iparaatender a lagrimitas esta ell), sin cuidarse del:rastro de pena inextinguible que dejaba en posde sf, e] Amor se fue, embozado en su capa,ladeado ,eI chambergo-cuyas pluinas, secasya, se rizaban y flotaban al" viento bizarramen-te,-en busca de nuevos horizontes, a Hamar aotras puertas mejor trancadas y defe'ndidas. YMarta quedo tranquila, duefia de su hogar, librede sustos, de temores, de alar'mas t y entregadaa la compania de la grave y excelente refle-xion, que tan bien aconseja, aunque un pogui-110 tarde. No sabemos 10 que habran platicado;.s610 tenemos noticias ciertas de que las nochesde tempestad furiosa, cuando el viento'silba 'yJa lluvia se estrella contra los vidrios, Marta,apoyando la mana sobre su corazon, que laduele afuerza de latir apresurado, no cesa deprestar oido, por si llama ala puerta el huesped.

  • El coraton perdido

    YENDO ul1a tardecita de paseo por las calles-de la ciudad, vi en el suelo un objeto rajo:-me baje: era un sangriento y viva corazon querecogi cuidadosamente. Debe de habersele per-dido a alguna mujer- pense al observar laoblandura y delicadeza de la tierna viscera que..al contacta, de mis dedos, palpitaba como siestuviese todavia dentro del pecha de su due--fla.-La envolvi con esmero en un blanco pafia',.10 'abrigue, 10 escondi baja mi ropa, y me dedi..que a averiguar quien era la mujer que habfaperdido el coraz6n en la calle. Para indagarmejor, adquiri unos maravillosos anteojos, que-p~rmitian ver, al traves del corpifio, de la ropainterior, de ]a carne y de las costillas-comopor esos relicarios que son el busto de una santay tienen en el pecha una ventanita de cristal-ellugar que ocupa el corazon.

    'A:penas me hube calado mis anteojos magi.,.

  • E. PARDO BAZAN 23

    cos,\-mire ansiosamente a la primera mujer quepas~ba, y loh asombrol la mujer no tenia cora-zone Ella debia de ser, sin duda, la propietariade mi hallazgo. Lo raro fue que, al decirla yocomo habia encontrado su corazan y 10 conser-vaba asus ardenes por si gustaba recogerlo, lamujer indignada jvra y, perjuro que no' habiaperdido cosa alguna; que su corazan estabacloude soHa y que 10 sentia perfectamente pul-sar, recibir y expeler la sa~ngre. En vista de laterquedad de la mujer, la deje y me volvi haciaotra, joven, linda, seductora, alegre: 1Diossanto! En su blanco pecho vi la misma oguedad, el mismo agujero rosado, sin nada aHadentro, nada, nada. ;Tampoco esta tenia cora ...zon! Y cuando la ofreci respetuosanlente el queyo l1evaba guardadito, menos aun 10 quisoadmitir, alegando que era ofenderla de unmodo grave suponer que 6 la faltaba el cora-zon, 0 era tan descuidada que habfa podidoperderlo as! en la/ via publica sin que 10 ad..virtiese.

    Y pasaron centenares de tTIujeres, yiejas ymozas, lind'as y feas, morenas y pelirrubias,rrielancalicas y vivarachas; y a todas las echelos anteojos y en todas note que del corazans610 tenian el sido, pero que el organo, 0 nohabiq. existido nunca, 0 se habia perdido tiem-pas atras. Y todas, todas sin excepcion alguna,al querer yo devolverles el corazon de que ,ca-,recfan, negabanse a aceptarlo, ya poi-que crefantenerlo, ya porque sin el se en~ontraban divi-namente, ya porque se juzgaban il1juriadas por

  • 24 OlTENT() S DE AllOR

    la oferta, ya porque no se atrevian a arrostrarel peligro de ,poseer un corazon.-Iba desespe ...rando de restituir a un pecho de mujer el pobrecorazon abandon ado, cuando par casualidad,can ayuda de lIlis prodigiosos lentes, acert

  • E. 4?ARno BAZAN

    vinieron los medicos y aseguraron que, 10 quela arrebataba de este mundo era la ruptura deun aneur~sma. 'Ninguno (lson tan torpesl) supoadivinar la verdad: ninguno comprendi6 que lanina se habia muerto pori cometer la imprudencia de dar asilo en su pecho a un corazonperdido en la calle.

  • Mi suicidio

    A Campoamor.

    MUERTA ella; tendida, inerte, en el horrIbleat~ud de barnizada caoba que aun, meparecia ver can sus doradas molduras de anti-patico brillo, ~que me restaba en el mundo ya?F nella cifraba yo lui luz, mi regocijo, mi Bu ..sion, mi delicia toda... y desaparecer as!,: de su-bito, arrebatada en la flor de su juventud y desu sedu,ctora belleza, era tanto como decirmecon meJodlosa voz-Ia voz magica, la voz quevibraba en mi interior produciendo acordes di-vinas: Pues me amas, sigueme.

    lSeguir]a! Sf; era la unica resolucion dignade mi carino, a la altura de mi dolor, y el re-medio para el eterllO abandono a que me con-denaba la adorada criatura huyendo a lejanasregiones. Seguirla, reunirme con ella, sorpren-derla en la otra orilla del rfo funebre... y estre-

  • E. -PARDO BAZAN 27

    charla delirante, exclamando: ( Aqui estoy.~Creias que viviria sin ti? Mira como he sabidobuscarte y encontrarte y evitar que de hoymas nos separe poder alguno de Ia tierra IIIdel cielo.

    Determinado a reahzar mi proposito, quiseverlficarlo en aguel mismo aposento donde sedeslizaron insensiblemente tantas horas de ven-tura, medidas por el suave ritnlo de nuestrcscorazones.... Al entrar oJvide I la' desgracia, ypareciome que ella, viva y sonriente, acudfacomo otras veces a mi encuentro, levantandola cortina para verme mas pronto, y dejandoirradiar en sus pupilas la bienvenida, y en susmejillas el arrebol de la fehcidad -AlIi estabael alnplio sofa donde I!0S sentabamos tan juntoscomo si fuese estrechfsimo; alIi la chimeneahacia cuya llama tendia los piececito~, y a lacual yo, envidioso, los disputaba abrigandoloscan mis manos, donde cabian holgadamente;alli la butaca donde se aislaba, en los cortos'instantes de enfado pueril que duplicaban elprecio de las reconciliaciones; alH la gorgonade irisado vidrio de Salviati, con las ultimasflores, ya ~ecas y palidas, que su mana habiadispuesto arti~ticamente para festejar ,mi pre-sencia... Y alIi, por ultimo, :como maravillosaresurreccion del pasado, inmortalizando su ado-rable forma, ella, ella misma... es decir, su re-trato, su gran retrato de cuerpo entero, obrarnaestra de celebre artista, que la representabasentada, vistiendo uno de mis trajes preferidos,

  • 28 CUENTOS DE .AMOR

    la sencilla y candida bata de blanca seda que laenvolvfa en una nube de espuma. Y era su ac ..titud familiar, y eran sus ojos' verdes y lumfni ..cos que tne fascinaban, y era su boca entre ..abierta, como para exclamar, entre halago yreprension, el ('Ique tarde vienes! de la impa-ciancia carifiosa; y eran sus brazos' redondos,que se cenian a mi cuello como la ola al tron..;.co del naufrago, y era, en suma, el fidelisi-rno trasunto de los rasgos y colores, al travesde los cuales me babia cauHvado un alma;imagen encantadora que significaba para mt 10mejor de la existencia... AUf, ante todo cuantome habiaba de ella y me recordaba nuestraunion; alH, al pie del querido retrato, arrodi-Ilandome en el sofa, debfa yo apretar el ga-tillo de Ja pistola inglesa de dos canones-quelleva en su seno el remedio de todos los males yel pasaje para arribar al puerto donde ella meaguardaba...-Asi no se borraria de mis ojosni un segundo su efigie: los cerraria mirandola,y volveria a abrirlos, viendola no ya en pintura,sino en espfritu ...

    La tarde caiai y como deseaba contemplar ami sabor el retrato at apoyar en la sien elcanon de la pistola, encendi la lampara y todaslas bujfas de los candelabras. Uno de tres bra-zos habfa. sobre el secreter de palo de rosa canincrustacianes, y al acercar al pabilo el fosforo,se me ocurri6 que alli dentro estarian mis car-tas, mi retrato, los recuerdos de nuestra dilata-da e intima historia. Un vivaz deseo de releeraquellas paginas me impuls6 aabrir el mueble.

  • .E. PARDO BAZAN

    Es de advertir que yo no posefa cartels deella: las que recibia devolvialas una vez leidas,por precauclon, por respeto, por caballerosidad.Pense que acaso ella no habia tenido valorpara d~struirlas,Y ljue de los cajoncitos del se-creter volveria a alzarse su voz insinuante )7adorada, repitiendo las dulces [rases que nohabian tenido tiempo de grabarse en mi memo-ria. No vacile-~vacilael que va a morir?-:-endescerrajar con violencia el primoroso mueble-cillo. Salta en astilIas la cubierta, y meti lamana febrilmente en los cajoncitos, revolvien.. 'dolos ansioso.

    Solo en uno habia cartas.:..-Los demas losllenaban cintas, joyas, dijecillos, ahanicos y pafiuelos perfumados.-EI paquete, envuelto enun trozo de rica seda brochada, 10 tome muydespacio, 10 palpe como se palpa la cabeza delser querido an~es de depositar en ella un beso,yacercandome a la luz, me dispuse a leer. Eraletra de ella: eran sus quer~das cartas. Y mi co-razon agradecia a la muerta el delicado refina-miento de haberlas guardado alIi; como testi-monio de su pasion, como codicilo en que melegaba su ternura.

    Desate, desdoble, empece a deletrear:.. Alpronto creta recordar las candentes frases, lasapasionadas protestas y basta las alusiones adetalles intimas, de esos que s610 pueden cono-cer dos personas en el mundo. Sin embargo, ala segunda carilla, un indefinible malestar, 'unterror vaga, cruzaron par mi imaginacion, comocruza la bala por el aire antes de herir. Rechace "

  • CURNTOS DR: AMOR

    la idea; la maldije; pero volvi6, volvi6.. : :rvolvi6 apoyada en los parrafos de la carillatercera, donde ya hormigueaban" rasgos y por ..menores imposibles de referir a mi persona ya la historia de mi arnor... A la .cuarta carilla,ni --snmbra de duda pudo quedarole: la cartClse habia escrito a otro, y recordaba otros dias,.

    o~ras horas, otros sucesos, para mt descono-cidos... "

    Repase el resto del p'aquete; recorri las cartasuna por una, pues todavfa la esperanza terca Oleconvidaba aasirme de un clavo ardienrjo ... Qui-zei las demas cartas eran las mias, y solo aquellase habia deslizado en el gcupo como aislado me-mento de una historia vjeja y relegada al oIvi-do... Pero al exarrlinar los papeles; al descifrar,frotandome los ojos, un parrafo aqui y otro acu-lla, hube de convencerme: ninguna de las epis-tolas que contenia el paquete habia sido dirigi-da a mt .. Las que -yo recibf y restitui can reli-giosidad, probablemente se encbntraban incor-poradas a la ceniza de la chimenea; y las que,como un tesoro, ella habia con~ervado siempre,en el oculto rincon del secreter, en el aposentotestigo de _nuestra ventura... senalaban, tanexactamente como la brujula sefiala el norte, ladirecci6n verdadera del corazon que yo juzgaraorientado hacia el mio... lMas dolor, mas infa-mia! De los terribles parrafos, de las paginassurcadas por rengloncitos de una letr~ que yohubiese reconocido entre todas las del mundosaque en limpio que tal vez... al m-is111-0 t-iempo

  • E. PARDO BAZAN 31

    al oido: Ahora S1. .. ahara ,sf que debes suicidarte,' desdichadol>

    Lagrimas de rabia esealdaron mis pupilas;me coloque, segun habia resuelto, frente al re~trato; empufie la pistola, alee el canon... yapun-tando friainente, sin prisa, sin que me temblaseel pulso... can los dos tiros... revepte los dosverdes y luminicos ojos, que me fascinaban.

  • La ultima ilusion de don Juan

    LAS gentes superficiales, que nunca se hantOlnado el trabajo de observar al microsco-pia la complicada tnecanica del coraz6n, supo-nen buenanlente que a don Juan, el precoz Iibertino, el burlador sempiterno) Ie bastan parasu satisfacci6n los sentidos y a 10 sumo la fan-tasia, y que no necesita ni gasta el inutil lujodel sentimiento, ni abre nunea el dorado ajimezdande ~e asoma el espfritu para mirar al cielocuando el peso de la tierra Ie oprime. Y yo osdigo en verdad que eS2S gentes superficiales seequivocan de tnedio a merlio yson injustas conel pobre don Juan, aquien s610 hemos compren-dido los poetas, los que tenem()s el alma inun-dada de caridad 'y somos perspicaces... cabal-mente porque, candidas en apariencia, creemosen muchas casas.

    A fin de pqner la verdad en Sil punta, ascontare la historia de como aliment6 y sostuvo

  • E. PARDO BAZAN

    don luan su ultima ilusion... y como vino aperderla.

    Entre la numerosa parentela de don Juan-que dicho sea de paso, es hidalgo COU10 el Rey-se cu'entan unas primitas provincianas nlUYcelebradBs de hermosas La mas joven, Estrella,se distinguia de sus herolanas por la dulzuradel car,acter, la exaltaci6n de la virtud'y el fer-vor de la religiosidad.~ par 10 cual en su casa lallamaban fa beatita. Su ro~tro angelical no des-mentia las cualidades del alma:' pareciase aunaVirgen de Murillo, de las que respiran honestidad y pureza (porque algunas, como l~ morenade la se1"vzlleta, Hamada Refitolera, solo respiran juventud y vigor). Siempre que el hUlIlor va-gabundo de don Juan le im1pulsaba a darse unavuelta par la region donde vivian sus primas,iba a verlas, frecuentaba su trato, y pasaba conEstrella platicas interlninables. Si me pregun-tais que iman atraia al perdido hacia la santa,y mas aun a la santa hacia el perdido, ,os direque era quizas cl mismo contraste de sus tem-peramentos... y despues de esta explicaci6n,nos quedaremos tan enterados como antes.

    Lo cierto es que mientras don Juan galantea-teaba par sistema a todas las mujeres, can Es-trella hablaba en serio, sin permitirse la masminima insinua~i6n atrevida; y' que mientrasEstrella rehuia el trato de todos los h::>mbres,ventase a la mano de don Juan como la mansapaloma, confiada, segura de no mancharse elplumaje blanco. Las conversaciones de los pri.mos podia oirlas el mtindo entero: despues de

    3

  • 34 CUENTOS DB: f AMOR

    horas de charla inofens:ya, reposada y dulce,(levantabanse tan duenos de s(mismos, tan tran-quilos, tan venturosos, yEstrella volaba ala co-cina 0 a la despensa a preparar con esmero ai-gun plato de los qt;te sabia que agradaban ,a donJuan. Saboreaba est~, mas que las golosin1as, elminlo con 'que se las presentaban, Y la frescurade su sangre y la anestesia de sus sentidos Ie hacian bien, como un refrigerante bano al que ca-Imino largo tiempo por abrasados arenales.

    Cuando don Juan levantaba el vuelo, yendo-se a las grandes ciudades en que Ia vida es fie-bre y locura, Estrella Ie escribia difusas cartas,y el contestaba en pocos renglones,-pero siempre.-Al retirarse asu casa al amanecer, tam-baleandose, aturdido por la bacanal 0 vibrantesaun sus nervios' de las violentas emociones dela profana cita; al encerrarse para mascar, entrerisa ironica, la hiel de un desengafio-porquetambien don Ju~n los cosecha;-al prepararseal lance de honor templando la voluntad paraarrostrar impavido la mue'rte; al reir, al blasfe-mar, al derrochar' su mocedad y su salud eualprodigo insensato de los mejores bienes quenos ofrece el cielo, don Juan reservaba yaparta-ba, como se aparta el dinero para una ofrendaa Nuestra Sefiora, diez minutos que dedicar aEstre11a. En su ambicion de carifio,--aquella cas-ta consag~acionde un ser tan delicado y noblerepresentaba el sorbo de agua 'que se hebe enmedio del combate y rest~tuye al,combatientefuerzas para seguir lidiando. Traiciones, falsias,perfidias y vilezas de otras mujeres padian lle-

  • E. PARDO BAZAN 35

    varse en paciencia, mientras en un rincon delmundo alentase el leal afecto de Estrell.a la bea~tita. A c'ada carta ingenua y encantadora querecibia don Juan, sonaba el mismo suefio; seveia caminando dificilmente por entre tinieblasmuy densas, fiUy frias, casi ra1pables, que ras'gaban par intervalos la luz sulfurosa del relam..pago y el culebreo del rayo; pero ana lejos, muylejos, clonde ya el cielo se esclarecia un poco,

  • 36 CUEBTOB DE AMOR

    cibi6 don Juan, en vez del ancho pliego acos~turnbrado, escrito por las .cuatro carillas y cru-zado despues, una esquelita sin cruzar, grave yreservada en su estilo, y en que hasta.la letra.carecia del abandono que imprime la efusi6ndel espiritu guiando la mana y haciendola aca-riciar, par decirlo asi, el pape!. IOh mu)er, ohagua corriente, oh llama fugaz, oh soplo de airel'Estrella pedia a don Juan que ni se sorprendie-se ni se enojase, y Ie contesaba que iba acasar-se muy pronto... Se habia presentado un novioa pedlr de boca, un caballero excelente, rico.'honrado, a quien el padre de Estrella debfaatenciones sin cuento; y los consejos y exhorta-ciones de todos habian decidido a la santita,-que ~speraba, con la ayuda de Pios, ser dicho-sa en su nuevo estado y ganar el cieio.

    Qued6 don Juan absorto breves instantes; lue-go arrug6 el papel y 10 lanz6 con desprecio a laencendida ~himellea. jPetlsar que si alguien Iehubiese dicho dos horas antes que podia casar~se Estrella, al tal Ie hubiese tratado de bellaco.calumniador! IY se 10 participaba ella misola tsin rubor, COU10 el que cuenta la cosa mas natu-ral y licita del mUl1doi

    Desde aguel dia don Juan, el alegre libertinos.ha perdido su ultima ilusion; su alma va pere-grinando entre sombras, sin ver jamas el res-plandorcito de la lampara suave que una virgenprotege con la mana; y el que aun tenia algade hombre, es solo fiera, con dientes para mor-der y garras para destrozar sin misericordia., Suprofesi6n de fe es una carcajada cinica, su amor

  • E. PARDO BAZAN 37

    un latigazo que quema y arranca'la piel hacien-do brotar la sangre...

    Me direis que la santita tenia derecho a bus--car felicidades reales y goces siempre mas 'purosque los que libaba sin tregua su desenfrenadoidolo. Y acaso direis muy bien, segun el vulgarsentido comun y la enana razoncilla practica.IQue esa 'enteca razon os aprovechel En el sen-tir de los poetas, menos malo es ser galeote,del vicio que desertor del ideal. La santita pec6-contra la poesfa y contra los suefios divinos delarnor irrealizable. - Don Juan, creyendo en suabnegacion eterna, era, de los dos, el verdaderosofiador.

  • Desquite

    TRIF6N Liliosa nacia raquitico y contrahecho", y tuvo la 111aJaventura de no morirse en lanifiez. Can los afios creci6 mas que su cuerposu fealdad, y se desarrollo su irnaginaci6n combustible, su exaltado arnor propio y su nervio-so temperarnento de artista y de ambicioso. Alos quince, Trif6n, huerfano de tnadre desde lacuna, no habia escuchado una palabra carifio-sa; en cambia habia aguantado' innumerablestorniscones, sufrido continuas burlas y despre-cios, y recibido el apodo de Fenomeno; a losdiez y siete se escapaba de su casa, y, aprove-chando 10 poco que sabia de musica, se contra-taba en una murga, en una orquesta' despues ..Sus rapidos adelantos Ie entreabrieron el pa..raiso: esper6 llegar aser un compositor genial,.un Weber, un Listz. Adivinaba en toda su ple-nitud la magnificencia de la gloria, y ya se -veiafestejado, aplaudido_, olvidada su deformidad)

  • E. PARDO BAZAX ' 39

    disimulada y ,cubi~rta por un haz ge balsamicoslaureles. La edad viril-~pueden llamars.e asilos treinta afios de un escuerzo? - disip6 estasquimeras de la juventud. Xrif6n Liliosa bubo deconvencerse de ,que era uno de los muchosllamados y no escogidos; de los que ven cerca-na la tierra de promisicn, pero no llegan n uncaapisar sus Roridos valles. La perdida de i1usio-nes tales deja el altna muy negra, fiuy ulcerada,muy venenosa. Cuando Trif6n se resigno a nopasar nunca de maes~ro de musica a domjcilio,tuvo un ataque de ictericia, tan cruel, que labilis Ie' rebosaba hasta por los amarillentosajos.

    Lecciones Ie saHan adocenas, no s6~0 porqueera en realidad un excelente profesor, sino por--que tranquilizaba a los padres su ridicula fachay su corcova. ~Que senorita, ni la mas impre-sionable, iba acqrrer peligro con aquel macaco,cuyo 't~lle. era un jarron, cuyas manos d~sproporcionadas parecfan, al vagar sobre las teclas,arafias\ pcilidas a medio despachurrar? Y sc 10espet6 en su misma cara, sin reparo alguno-at llamarle para ensenar a su.hija canto y pia-,nO,-la madre de la linda Maria Veg~. S610 aun sujeto as! como el, Ie permitirfa acercars,ea nifia tan candorQsa y tan sentimental. lMien-tras mayor inoc~ncia en las criaturas, mas pru-dencia y precauc,i6n en las madresl

    Con todo, no -era prudente, y menos laun de-licada y carltativa la franqueza de la sefiora.Nadie debe. ser Ja gota de agua que hace des-bordar eL vasa ,de anlargura, y par muy con..

  • 40 CUENTOS' DE AMOR

    vencido que este de su 'miscria el miserable,,r~cia cosa .es arrojarsela al rostra. Penso sinduda la inconsiderada senora que Trif6n, ha-biendose mirada al espejo, sabria de sobra que'era un monstruo; y ciertamente, Trif6n se habiamiradC? y conoeia su' triste catadura; y as! ytodo Ie hirio, como hiere e) insulto cobarde, la[rase que Ie exclufa del numero de ls hombres;y aquella' noche miS111a, r~volviendose en 8Ufrio lecho, nlordiendo de rabia las 'Scibanas, de-cidio entre sf: Esta pagara par todas: esta serami desquite. ILa necia de la madre, que s6lo hamirado mi cuerpo, no sabe que can el espfrituse puede seducir a las mujeres que tienen espi-ritu tambien!

    Al dia siguiente empezaron las lecciones de.Maria, que era en' efecto una nina celestial, finay languida como una rosa blanca, de esas que,para marchitarlas basta un soplo de aire. Acos-tumbrado Trifon a que sus discipulas sofocasenla carcajada cuando Ie vefan por primera vez,nota que Maria, al contrario, Ie mir.aba con las-tima infinita, y la piedad de la nina, en vez de,conmoverle,. ahinc6 su resolucion _implacable.Bien feicH Ie fue observar que la nueva discipulaposefa un alma, delicada, una exquisita sensibi-lidad, y la musica producia en ella impresi6nprofunda, hurnedeciendose sus azules ojos ~i1las paginas melanc6licas, mientras las melodfasapasionadas apresurabac su alicnto. La soledady retiro en que vivfa, hC\sta que se vistiese delargo y recogiese en abultado. mofio su hermosamata de pelo 9~ un rubio de miel, la hacian

  • E. PARDO BAZAN 41 '

    mas propensa aexaltarse y a sonar. Por expe"riencia conacia Trifon esta manera de ser, ycuanto predispone a la credulidad ya las aspi ..raciones novelescas. Cautamente, a modo decriminal reflexivo que prepara el atentado,_ ob ..servaba los hcibitos de Marfa, las horas a quebajaba al jardin, los sitios donde pref~rla sen..tar~e, los tiestos que ,cuidaba ella sola; y pro-Jongando la lecci6n sin extrafieza ni recelo de1,os padres, eligiendo la rnusiCa mas perturbado..ra, cultivaba el ensuefio enfermizo a que Mariaiba a entregarse.

    Dos 6 tres meses hacia que la nina estudiaba'musica, cuando una manana, al pie de ciertamaceta que' regaba todos los dias, encontr6 unbilletito c1oblado. Sorprendida, abri6 y ley6.Mas que declaraci6n amorosa, era un suavepreludio de ella: no tenia firma, y el autoranunciaba que no queria ser conocido, ni pediarespuesta 'alguna: se C'ontentaba con expresarsus sentimientos, muy apacibles y de una pure..za ideal. Marfa, pensativa, rompi6 el billete;pero al otro dia, al regar 'la maceta, su corazonqueria salirse del pecho' y temblaba su mano,salpicalldo de menudas gotas de agua su. traje.Corrida ,}loa semana, nuevo billete,--, tierno.-dulce poetico, devoto;-pasada otra mas, dos

    pliego~ rendidos, pero ya insinuantes y abrasa-dores. La nina no se apartaba del jardin, y atada'ruido del viento en lIas hojas pensaba veraparecerse al desconocido, bizarro, galan, dicien-do de perlas 10 que de oro escribia. Mas el autorde los billetes, no se mostraba, y los billetes

  • 42 CUENTOS DE AMOR

    continuaban, elocuentes, incendiarios, colocadosalIi por invisible mano, solicitando respuestas yesperanzas. 'Despues de no poca3 vacilaciones t'y con harta vergtienza, acab6 la nifia por trazarunos renglones, que deposito en la maceta, he-sandola; -eran la ingenua confesi6n de su amorvirginal.-Vario entonces el tono de las cartas:de respetuosas se hicieron arrogantes y triunfa-les; parecian un himno; pero el incognito noqueria presentarse; temia perder 10 conquistado;

    ~a que ver la envoltura ffsica de un alma? ~q,uele importaba a Maria el barro en que se agitabaun corazan? Y Maria, entregado ya completa-mente el albedrfo a su enamorado misterioso~ansiaba contenlplarle, comerle con los ojos,segura de que seria un dechado de. perfecciones,el ser mas bello de cuantos pisan la tierra. ~icabfa menos en quien de tan expresiva maneray 'con tal calor se explicaba, que Maria, s6lo conIreleer los billetes, se sentfa morir de turbaciony gozo. Por fin, despues de muchas y muyregaladas ternezas que se cruzaron entre elinvisible y la reclusa"Maria recibi6 un3. epist01~,que decfa en substancia:, Quiero que vengas amf; y despue5 de una noche de desvelo, zozo-bra, Banto y remordimiento, fa nina ponia enla maceta la contest,acion terrible: Ire cuandoy como quieras.

    lOhI IQue temblor de alegrfa maldita asalt6 aTrif6n, el moostruo, el ridfculo Fenomc1io, alpunto en que, dentrQ del carruaje sin farolesdonde la esperaba, recibi6 a Maria ,con los bra...zosL La completa obs~uridad de la noche - es-

  • E. PARDO BAZAN

    cogida, de boca de lobo-no permitia ala pobreenamorada ni entrever siqui~ra las facciones delseductor... Pero, balbuciente, desfallecida, conexplosion de carino subHrne, entre aquellas tiniebIas, Maria pronuncio bajo, al oido del serdeforme y contrahecho, las palabras que esteno habia escuchado nunea, las rotas frases di..vinas que arranca a la mujer de 10 mas secretode su pecho la vencedora pasion.:. y una g,otade humedad deliciosa, refrigerante ,como el ma-nantial que surte bajo las paJmeras y refrescala arena del Sahara, mojo la mejilla ~emacradadel eorcovado... El efecto de aquellas palabras,de aquella sagrada lagrima infantil, fue queTrif6n, sacando la cabeza por la ventanilla, dioen vcz ronca una orden, yel coche retrocedic,ypocos minutos despues Mar~a, atonita, volvfaa entrar en su domicilio por la mis'nla puertadel jardfn que habfa favorecido Iii fuga.

    Gran sorpresa la de los padres de Mariacuando se enteraron de que Trifon, no quer1adar mas,lecciones en aquella casa; pero mayorla incredulidad ~e los eontados arnigos queTrif6n posee, cuando Ie Qyen decir alguna vez,torvo, suspirando y agachando l~ cabeza:- -

    -Tambien a mi me ha querido, ,iY muchollY desinteresadamentel, una mujer preciosa...

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    El domino verde

    INCREIBLE me parecio que me dejase en pazaquella mujer, que ya no intentase verme,que no me escribiese carta sobre carta, que noapelase a todos los medios irnaginables paraacercarse a mt Al romper Ia cadena de su ago-biador carino, respire cual si me hubiese quita-do de encima un odio jurado y mortal. -

    Quien no haya estudiado las compli~aiones,de 'nuestro espiritu, tendra por inverosimil quetanto deseemos desatar lazos que 'nadie nos obli-:go a atar, y hasta deplorara que mientras lasfieras - y los animales brutos agradecen a sumodo el apego que se les demuestra, el' hombre,mas duro e insensible, se irrite porque Ie hala-gao, y aborrezca. aveces a Ia roujer que Ie brin-da -amor. Mas no es culpa nuestra si de este ba-rro nos amasaron, si el sentin1iento que no com-partimos nos molesta y acaso nos repugna, si

  • E. PARDO BAZAN 45

    las senates de la pasion que no halla eco en nos-otros nos incitan a la mofa '.y al desprecio, y sinos gozamos e~ pisotear un corazan, por 10 mis-rno que sabemos que ha de palpitar y verter"sangre bajo nuestros crueles pies.

    Lo cierto es que yo, cuando vi que por finguardaba silencio Maria, cuando transcurri6 unmes sin recibir recados ni epistolas delirantes yhumedas de lagrimas, me senti tan bien, tan ale-gre, que me lance al mundo con el impetu deun colegial en vacaciones, con ese deseo e ins-tinto de renovaci6n intima que parece que danuevo y grato sabor a la existencia. Acudi alospaseos, frecuente los teatros, adtniti convites,concurr a saraos y tertulias, y hasta busque diversiones de vuelo bajo, amanera de hambrientoque no distingue de conlidas. En suma, me des..ate, movido porlun instinto miserable. de humo..ristica venganza, que se tradujo en el deseo deregalar acualquier mujer, a la prirnera que tro...pezase casualmente, los momentos de fugaz em-briaguez que negaba a Maria~a Maria triste ypalida, a Maria media Ioca por mi abandono, aMaria enferma, desesperada, herida en 10 masintimo por mi implacable desden.

    Es la casualidad tan antojadiza en esto deproporcionar aventuras, que si aveces presentaocasiones en ramillete, otras no brinda una porun ojo de la cara. En muchos dias de disipaci6ny bureo, de rodar por distiritas esfera~ socialespidiendo guerra, no encontre nada que me ten-tase; y ya mi capricho se exaltaba, cuando el-(lorningo de Carnestolendas, aburrido y por rna..

  • 46 CUENTOS I>E AMon

    tar el tiernpo, entre en el insipido baBe de mas-caras del Teatro Real.

    Transcurrida mas de una hora, senti que em ..pezaba ahastiar,me, y reflexionaba sabre la con-veniencia de tomar la puerta y refugiarme entresabanas cortando las,hojas de ~n libro nuevo defavorito autor, a tiempo que cruzo entre el re-molino del abigarrado tropel una mascara en-vuelta en amplio domino de rica seda verde. Era'la mascara de fino porte y trazas sefioriles, cosaya de suyo extrafia en aguel baile, y note quecon singular insistencia clavaba en m] Ips ojoscomo si desease acercarse y no se atreviese, apesar de las franquicias del antifaz. La chispade las pupilas ardientes de la mascara determinoen mt un repentino interes, una e5pecie de erno-cion de la cual me rei por dentro, pero que meirnpulso a hendir la multitud y aproximarrne ala encubierta. Al ir consiguiendolo, me conveQclmas y mas de que la del verde domino era dama,y dan1a muy principal, y que solo la curiosidad6 algun empeno mas hondo, debia de haberlaarrastrado aun baile de tan mal genero. Gran-de sera el interes que la trajo aquf-pense-yfiUy visible su posicion en ,la sociedad, para quese venga as!, sin la compania de una amiga, sinel brazo protector, de un hombre. A,toda costaquiere que se ignore ellance; que nadie la puedadelatar. Y al advertir' que seguia minindotne,que sus O]OS rne buscaban enmedio del gentio,ocurri6seme que aquel interes decisivo podiaser yo.

    Can tal suposici6n dio un vuelco mi sangre.

  • E~ PARDO BAZAN 47

    y jugando los C(Jdos y las rodillas 10 mejor quesupe, pugne par alcanzar a la gentil encapucha-da. La multitud, desgraciadamente, se arremoli-naba compacta y densa, formando viva murallaque me era imposible romper. De lejos veiaasomar la cabeza del domino y flotar los lazoscomplicados cle la capucha, que disitnulaba laforma, sin duda hechicera, de la testa juvenil;pero insensiblemente deslizeibase hlsta perder.se, y el miedo de que se escabullese Iue espo..leaba.lba yo ganando terreno, mas la enmascarada me llevaba gran ventaja sin duda, y' em-pece lei recelar que huia de ~i, y quedespuesde derramar en mi ,alma" el veneno de sus fogo ..sos ojos, ahara me evitaba, se escurrta, se vol..via duende para evaporarse como una vision...Este temor que senti fue ardoroso incentivo deldeseo' de reunirme a lamascara.Con sobrehu-mana esfuerzo rompi la valla que me oprimia, yaprovechando un resquicio, me halle poco dis-tante del domino verde. Solo que este" asu vez,apreto el paso I y desapareci6 por una de laspuertas'del salon.

    Una persecucion en toda regIa emprendfen-tonces: persecucion 'franca, ardorosa, caza masbien. Anhelante, acongojado, como si reahnen-te la mujer-que trataba de.evadirse fuese algoque file illlportase rnucho, recorri velozmentelos pasadizos, las escaleras, las galerfas, el fo-yer, b~scandodonde quiera a la incitante m.is-cara. Sirrduda ella habfa adivinado con sagaci-dadmi violento antojo, pues parecia compla-cerse en desesperarme, y si teniendome lejos se

  • 48 CUENTOS nE AMOR'

    dejaba envolver por algun grupo de hombres 6se paraba en actitud negligente, apenas com-prendia que me a~ercaba, ,levantaba el vuelocon ligereza de silfide y me desorientaba pdrmedio de impensada maniobra. De improvisoaleg r aba un palco el fresco color verde del do-mino; yo me precipitaba, y cuando llegaba jat1eante a la puerta del palco, la desconocida noestaba ya en el, sino en otro de mas arriba,para subir al cual habia que invertir cinco mi ..nutos, tiemp9 suficiente aque la mascara se en-hebrase por un pasillo, saliendo enfrente de mta buena distancia. Desalado, loco, con la ima-ginacion caldeada y secas las fauces por el afan,me apresuraba, bajaba, subia, ponia en tensiontodas las fuerzas de mi cuerpo y de mi espiritusin dar alcance a' la misteriosa hermosura que(ya era evidente) se complacia en burlarme.

    La astucia Ole sirvi6 mejor que la agilidad eneste caso. Comprendiendo que tan aristocraticodomino no querria permanecer en el baile pa-sadas las primeras horas de la noche, y evitariael mOlnento de las cenas y de las cabezas ca-lientes; segura de qu~ s610 habia -venido aliipara marearme, y logrado este objeto desapa-receria, adivine que toda Sil estrategia era ba-tirse en retirada hacia la puerta, y cort4ndolela salida la atrapaba de fijo. Tambien supuseque saldria por el punto mas solitario, par lapuerta menos alumbrada, por la calle cloude esmas facil saltar furtivamente dentro de un cocheque espera y huir sin dejar rastro. Mis calculosresultaron exactisimos. Me situe en acecho con

  • E. (PARDO BAZAN 49

    tal fortuna, que al cuarto de hora de espera viasomar a la encapuchada del verde domino, laeual, mirando auno y otro lado, como recelosa,exploraba el terreno. 'Me arroje a cerrarla elpaso, y a tnis primeras palabras suplicantes yrendidas contesta con el chillan falsete habitualen las mascaras, rogandome, par Dios, que ladejase, que no me opusiese a su marcha y queno insistiese en acosarla asi.

    La crei sincera, pero cuanto mas demostrabaansia de evitarme, mas crecia en 11)i la voluntadde detenerJa, de que me escuchase, de que memirase otra vez, de que me amase sobre todo.La vehemencia de aquel subito antojo era tal,que si no fuese porque pasaba gente, erea queme dejo caer de rodillas a los pies del domino.Hasta me senti elocuente e inspirado, y note quelas [rases acudian a ,mis labibs incendiarias ydominadoras, can el acento y la expresi6n 'quepresta un sentimiento real, aunque solo dureminutos.

    -5i querias huir de mi-dije a la mascaraestrechandola de cerca-~por que me mirastecan esos ojos que me inflamaron el carazan?

    ~Par que me clavaste la saeta, di, si habias denegarte a curar mi herida? ~No estas viendocomo has removido, can esa mirada sola, todomt ser? ~No oyes mi voz alterada par la emo-cion, no observas el trastorno de mis sentidos,no me ves hecho un loco? ~No conoces que ten-go fiebre? ~No sabes que yo te presentfa, queadivinaba tu aparici6n, que vine a este baile enla seguridad de que tu presencia 10 llenaria de

    4

  • 50 CUENTOS DE AMOR

    luz y de encanto? tY crees que voy .J. dejarteescapar asf, que 10 consentire, que no te seguirehasta el infierno? Si no podras irte. En tu mi-rada se delato el amor, y sigue delatandose entu actitud, en tu agitacion, mascara rofa.

    Era verdad. La mascara, como fac;;cinada~ sereclinaba en la pared. Su cuerpo se estremecfa,su seno se alzaba y bajaba precipitamente, y altraves de los reducidos aglljeros del antifaz,vi temblar sobre el negro terciopelo de sus pu-pilas dos ardientes lagrimas. Can voz que ape-nas se oia, y en la cual tanlbien se quebrabanlos sollozos, mnrmuro lentaolente, eual 51 de..sease grabar sus palcibras para siempre en mimeqJ.oria: \

    - Es cierto: solo por acercarme a ti,- porgozar de tu vista, he adoptado este disfraz, hecometido la locura de venir al bailee Y mira queextrafio caso: queriendote asf, Boro... a causade que me dices palabras de arnor. Por oirlascon la cara descubierta darla mi sangre. Perotu, que acabas de jurar que me adoras, ahoraque me ves envuelta en este trapo verde, tU ..huirfas de mt si me presentase sin careta. Mehas perseguido, me has dado caza, solo porqueno vefas mi rostra. Y ni soy vieja ni fea... INoeSt esol IMframe y cOJ.?1prenderasl IMframe ydespues ....ya no tendras que volver a ~irarmenunca!

    Y alzandose el antifaz, el, domino verde meensefio la cara de mi abandonada, de m-i recha-zada, de lui rlesdefiada Maria... Aprovechandomj estupor, corrio,' saIto al cache que la aguar-

  • E. PARDO BAZAN 51

    daba, y al quererme precipitar detras de ella,-01 el estrepito de las ruedas sobre el empedrado.

    Desde tan triste episodio carnavalesco se que10 unico que nos trastorna es un trapo verde-la Esperanza, la mascara eterna, la encl.:bierta-que siempre huye, la que todo 10 promete...-la que bajo su risuefio disfraz oculta el des-,colorido rostro del viejo Desengafio.

  • La aventura del angel

    POR falta menos grave que la de Luzbel, que-no aleanz6 proporciones de caida, un angelfue eondenado apena de detierro en el mundo.Tenia que cumplirla por espacio de un ano, 10'eual supone una inmensa suma de perdida feli-cidad: un afio de beatitud es un infinito de goees y bienes, que no pueden yislumbrar ni re-motamente nuestros sentidos groseros y nuestramezquina imaginaei6n. Sin embargo, el angel,.sumiso y pesaroso de su yerro, no chist6: bajolos ojos, abri6 las alas, y can vuelo pausado ysegura descendi6 anuestro planeta.

    La primero que sinti6 al poner, en el los pies,.fue dolorosa impresi6n de soledad y aislamien- 'to. A nadie canoeia, y nadie Ie canocia a eltampoco- bajo la forma humana que se habia.vista precisado a adoptar. Y se Ie hacfa pesadoe intolerable, pues los angeles ni son hoscos nihurafios, sino sociables en grado sumo, como-

  • E. PARDO BAZAN 53

    ~que rara vez andan solos, y se juntan y aco'm..pafian y amigan para cantar himnos de gloria a"Dios, para agruparse al pie de su trono, y hastapara recorrer las amenidades del Parafso: ade-'mas, estan organizados en milicias y los une laestrecha solidaridad de los hermanos de armas.

    Aburrido de ver pasar caras desconocidas y.gente indifere,nte, el angel, la tarde del primerdia de su castigo, sali6 de una gran ciudad, sesent6 a la orilla del camino, sobre una piedramiliaria, y alz6 los ojos hacia el firrnamento queIe ocultaba su patria, y que estaba a la sazontefiido de un verde ,luminoso, ligeramente fran-jeado de naranja a la parte del Poniente. El des-terrado gimi6, pensando como podria'volver ala deleitosa morada de sus hermanos: pero sabiaque una, ordell divina no se revoca facilmente, y'entre la rnelancolia del creplisculo apoy6 en lasmanos la cabeza, y 110ro herinosas lagrimas de'contricion, pues aparte del dolor del castigo, pe-sabale de haber ofendido aDios por ser quieneSt Y por. 10 mucho que Ie amaba. Ya he cuida-,do de advertir, que, a p'esar de su desliz, esteangel era un angel bastante bueno., Apenas se caln16 Sil afliccion, ocurriole mirarhacia el suelo, y via que donde habian caido las'gotas de su llanto, nacian' y crecian y abriansus calices con increible celeridad muchas flores'blancas, d~ las que Haman margaritas, pero quetenfan los' petalos ae finas perlas y el corazon-,cito de oro. 'El angel se inclin6, recogi6 una partIna las maravillosas flores, y las guard6 cuida-

  • 54 C UENTOS DE AMOR

    jarse para Ila recolecci6n, distiogui6 en el sueloun objeto blanto,-un pedazo de papel, un trozode periedico.-'Lo tome tambien y empez6 aleerlo, porque el angel de mi cuento no era nin-gun ignorante ~ quien Ie estorbase 10 negro sa-bre 10 blanco; y con gozo profundo, vi6 queocupaban una columna del peri6dico. ciertosdesiguales renglones, bajo este epigrafe:

    A UN ANGEL

    IA un angel! iQue coincidenciaI'-::Ley6 afa-nosamente, y, por el contexto de la poesfa, de-dujo, que el angel vivia en la tierra y habitabauna casa en la ciudad, cuyas sefias daba minu-ciosamente el poeta, describie'ndo la reja de laventana tapizada de jazmin, la tapia del jardinde donde- ~e desbordaban las enredaderas y los

    rosal~s, y hasta el recod 0 de' la calle, con Iitorre de la iglesia a la vuelta. Alguno de mishermanos-pens6 el desterrado-ha cometido,.sin duda, otro delito igual al mio, y Ie han apli-cado, la misma pena que a fit. IQue consuelotan grande recibira su alma cuando me vealIQue felicidad la suya, y tambien la 1l1ia, al en-contrar un compafierol Y no puedo dudar que10 es., La poesia 1o dice bien claro: que ha b~7jado del cielo, que esta aqui~ en el mundo, pr

    ca~Uj~l~q.ad, y teme el poeta que se vuelva el dfa

  • E. PARDO BAZAN

    menos pensado a su patria... 10h ventura! Abuscarle inmediatamente.

    Dicho y hecho. El angel se dirigi6 hacia laciudad. No sabia en que barrio podria vivir suhermano, pero f;staba seguro de acertar pronto.Hasta suponia que de la casa habitada por elangel se exhalaria un perfume peyuliar que dela-tase su celestial presencia. Em!-'ezo, pues, a re-correr c'alles y callejuelas. La luna brillaba, y asu luz clarisima el angel podia examinar las re-jas y las tapias, y ver por eual de elias se enra-maba el jazmin y se desbordaban las rosas.

    Ai fin, en una' calle muy solitaria, un aromaque traia la brisa hizo latir fuertemente el cora-zon del angel; no oHa a gloria, pero ~i aHa ajazmin; y el perfurne era embnagador y sutHcomo un pensanliento amoroso. A la vez quepercibia el perfume, diviso tras los hierros deUna reja, una cara muy bonita, muy bonita, ro-deada de una aureola de pelo obscuro... No ca-bia duda; aquel era el otro angel desterrado, elque debfa aliviarle la pena de Ja soledad. Seacerco a la reja tremulo de emocion.

    No archivan las historias el traslado fiel de 10que platicaron al traves de los hierros el angelverdadero y el supuesto angel, 'que escondia sufaz entre el follaje menudo y las palidas flaresdel fragante jazmin. Stn duda desde el primermomento, sin mas explicaciones, se convino enque, efectivalnente, era un angella criatura res-guardada por la reja; habituada a oirselo Hamaren verso, no extrano que 'una vez mas se Ie atri-buyese en prosa naturaleza angelica.-Asf es

  • CUENTOS DE AMOR

    como los ripios falsean el juicio, y los poetaschirles hacen mas dana que l~ langosta.

    Lo que tambien comprendi6 el angel deste-.rrado, fue que el otro angel era doblemente des-dichado que el, pues se quejaba de no porlersalir de alli, de que Ie guardaban y vigilaban mu-cho, de que Ie tenfan sujeto entre cuatro pare..des, y de que su unico desahogo era asomarsea aquella reja a respirar el aire noctu'rno y aechar un ratito de parrafeo. EI desterrado pro-meti'6 3cudir fielmente todas las naches a dareste consuela al recluso, y tan a gusto cump1i6su promesa, que desde ellto~ces 10 tinico que Iepareci6 largo fue el dia, mientras no llegaba lagrata hora del coloquio.

    Cada noche se prolongaba mas, y par ulti-mo, s610 cu'ando blanqueaba el alba se apa-gaban las dul

  • E. PARDO BAZAN 57

    ,dir a la reja, el angel VIa can sorpresa que porla puertecilla del jardio salla una figura veladay tapada, que un brazo se cogia de su brazo, yuna voz dulce, apasionada y melodiosa Ie decfa .al oido: ( Ya somos libres.. Llevame contigo...escapemos pronto, no sea que me echen demenos.

    El angel, sobrecogido, no acerto a responder:.apreto el paso y huyeron, no solo de la calle,sino de la ciudad, refugiandose en el monte. Lanoche era deliciosa, del mes de Mayo: acogie-'ronse al pie de un arbol frondoso, el saborean-do placidamehte, como angel que era, la dichade estar juntos; ella-porque ya habran sospe-chado los lectores que se trataba de una mu-jer-nerviosa, sard6nica, soltando lagrimitas yhaciendo desplantes.

    No podia explicarse-ahora que ya no se in-terponia entre elIos la reja-como su compafie-ro de escapatoria no se ulostraba mas vehemen-te, como no formaba planes de vida; COPlO nohablaba de matrimonio y otros temas de indis-cutible actualidad. Nada: aUi se mantenia tansereno, tan contento al parecer, extasiado, son-.riendo, abrigandola con su manto de anchospliegues, y mirando al cielo, 10 mismo que si dela luna fuese acaerle en la boca algun bollo. Lanlujer, que empez6 por extrafiarse, acab6 porinc!ignarse y enfurecerse; alejose algunos pasos,.Y como 'el angel preguntase afec,tuosamente lacausa del desvlo, alz6 la mano de subito y des-cargo en la hermosa mejilla angelica solemn~y estruendoso bofet6n... despues de 10 cual rom-

  • 58 CUENTOS DE AMOH

    pIO a correr como una Ioea en direcci6n de Iaeiudad. Y el abandonado, sin sentir el dolor niIa afrenta, murmuraba tristemente:

    -lEI poeta mentfal INa era un angel! INaera un angel! ' _

    Al decir esto vi6 abrirse las nubes y bajaruna legion de angeles, pero de angeles reales yef~ctivos, que Ie rodearon gozosos. Estaba per-donado: habfa vencido la mayor tentaci6n, quees la de Ja mujer, y Dios Ie alzaba el destierro.Mezchindose al cora Iuminoso, ascendi6 el an~gel al cielo, entre resplan90res de gloria; peroal ascender, volvfa la cabeza atras para mlrara la tierra a hurtadillas, y un suspiro hinchabay oprimfa su corazon. AIH se Ie quedaba unsueno... iY olia tan, bien el jazmfn de la rejat

  • El fantasma

    CUANDO estudiaba carrera mayor en Madrid.todos los jueves 'cornia en casa de mis pa-ri(:~ntes lej anos los senores de Cardona, que des-de .el primer dia IDe acog-ierori y trataron Callafecto sumo. Marido y mujer formaban marca-disimo contraste: el era robusto, sanguineo, fran-co, alegre, p~rtidario de las soluciones practi-cas; _ella pcllida, nerviosa, romantica, persegui-dora del ideal. El se Hamada Ramon; ella lleva-ba el anticuado nornbre de Leonor. Para miimaginaci6n juvenil, representaban aquellos dosseres la prosa y la poes{a.

    Esmerabase Leonor en presentarme los pla-tos que me agradaban, mis golo~inas predilectas,y can sus propias nlanos me preparaba, en bru-fiida cafetera rusa, el cafe mas fuerte yaromati-co ~ue un aficionado puede apetecer. Sus dedoslargos y finos me ofrecian Ia taza de porcelanacpscara de huevo, y rnientras yo paladeaba la

  • 60 CUENTOS DE AMOR

    deliciosa infusion, los ojos de Leonor, del mismotonG obscuro y caliente a la vez que el cafe, sefijaban en mt de un modo magnetico. Parecfa,que deseaban ponerse en estrecho contacto conmi alma.

    l.Jos senores de Cardona eran ricos y estimadose Nada les faltaba de cuanto contribuye aproporcionar la Huma de ventura posible en estemundo. Sin embargo, yo di en cavilar que aquel'matrimonio, entre personas de tan distinta com-plexion moral y fisica, no podia ser dichoso.

    Aunque todos afirmaban que a Don RamonCardona Ie rebosaba la bondad y a su roujer el,decaro, para mi existia en su hogar un misterio.

    ~Me 10 revelarfan las pupilas color cafe? I,Poco a poco, jueves tras jueves, fut tomando-

    me un interes egoista en la solucion del proble-ma. No es facH a los. veinte afios permanecerinsensible ante ojos tan expresivos, y ya mitranquilidad .empezaba a turbarse ya flaquearmi voluntad. Despues de la comida, el senor de'Cardona ,saHa; iba al casino 6 a alguna tertulia,pues era 'sociable, y nos quedabamos Leonor yyo'de sobremesa', tocando cl piano, comentan-do' lecturas, jugand.o al ajedrez 6 conversando.A veces, las vecinas del segundo bajaban, apasar un ratito; otras estabamos solos hasta las-once, hora en, que' 'acostumbraba a retirarme,antes de que cerrasen la puerta. Y, con fatuidadde muchacho, .p~nsaba que era bien ridiculo queno tuviese D. RatiH)n Cardona celos de rof.

    Una de las noches en que no bajaron las ve-cinas,-- noche de Mayo, tibia yestrellada,-es

  • E. PARDO BAZAN 61

    tando el balcon abierto y entrando el perfume delas a~acias aembriagarrne el coraz6n, me tent6el diablo mas fuerte, y resolvi declararme. Yabalbuceaba entrecortadas ~palabras, no precisa-mente de pasion, pero de adhesion, rendimien-to y ternura, cuando Leonor me atajo diciendo-me que estaba tan cierta de mi leal amistad,que deseaba confiarme algo fiUy grave, 'el terri-ble secreta de su vida. Suspendi mis confesionespara oir las de la dama, y me fue p0CO grato es-cuchar de sus labios, tremulos de vergtienza, lanarraci6n de un episodio amoroso. Mi tinieo remordimiento, mi unico yerro-murmuro acon-gojada dona Leonor-se llama el marques deCazalla. Es, como tod9s saben, un perdido y unespadachin. Tiene en su poder mis cartas, es-critas en momentos de delirio. Porcrecogerlas, nose que daria Y vi, a la luz de los brilladoresastros, que se deslizaba de Jas pupilas' obscurasuna lagrima lenta...

    Al separarme de Leonor, llevaba formadoprop6'sito de ver al marques de Cazalla al diasiguiente. Mi petulancia juvenil me dictaba talresolucion, El Marques,. a quien hice pasar mitarjeta, me recibi6 al punto en artfstico fumoir,y a la~ primeras palabras relativas al asuntoque motivaba mi visita, se encogio de hombrosy pronunci6 afablemente: ".,

    -No me sorprende el paso que listed da tpero Ie ruego que me crea, y Ie empefto palabrade honor de que e_s la pura verdad cuanto voy adecirle. Considero el caso de la sefiora de Car-dona el mas raro que en mi vida me ha Slice-

  • 62 CUENTOS DE AMOR

    di,do. No solo no poseo ni he' pose(do jamas losdocumentos .a que esa senora se refiere, sinoque no he tenido nunea el gusto.. -pcftquegusto seria-d~ tratarla... IRepito que lo'afirmobajo palabra de honorl

    Era tan inverosimil la respuesta, que no obs-tante el tone de sinceridad absoluta del Mar-ques, yo puse cara esceptica. quiz~s hasta in-solente.

    -Veo que no me cree usted-afiadi6 el Mar-ques entonces.-No me doy por ofendido. Lodescontaba. Podra usted dudar de rni palabra,pero ni usted ni nadie tiene derecho a suponerque soy hombre que rehuye, por medio de sub-terfugios, un lance personal. Si 10 que busca us-ted es pendencia, me tiene asu disposici6n. S6loIe suplico que antes de resolver esta cuestion deun modo 6 de otro, consulte... al 'sefior de Car-dona. He clicho at sen01. No me mire usted-conesos ojos espantados... Oigame hasta que ter-mine. Dona Leonor Cardona, que segun opiniongeneral es una sefiora hopradfsima, ha debidode padecer una pesadilla y sonar que teniamos

    relaciones~ que nos vetamos, que me habia es-crito, etc. Bajo el influjo de ilusorios remordi-mientos, Ie ha contado a su marido todo.~. esdecir, nada... pero todo para ella; y el marido havenido aqui, como usted, solo que mas enojado,naturalmente, apedirme cuentas, aquerer bebermi sangre. Si yo no la tuviese bastantefria, aestas horas pesa 'sabre mi conciencia el 'asesina-to de Cardona.o n 6 el IDe habrfa matado a' mi(no digo que no pudiese suceder). Par fortuna

  • E. PARDO BAZAN 63

    no me aturdi, y preguntando aCardona las epo-cas en que su esposa afirmaba que habfan teni-'do Iugar nuestras entrevistas criminales, pudedemostrarle de un modo fehaciente que ala sa-zon me encontraba yo en Paris, en Sevilla 0 enLondres. Con igual facilidad Ie probe la inexac..titud'de otros datos aducidos por dona Leonor.As! es que el senor Cardona, .rouy conftiso yasombrado, tuvo que retirarse pidiendome ex-cusas. Si usted me pregunta como me explicosuceso tan extraordin;:lrio, Ie dire que creo queesa senora, a quien despues he procurado cono-cer (por la memoria de mi madre Ie juro a u~ted que antes, ni de vista...1), sufre alguna; en-fermedad moral. .. , y ha tenido una vision.. ; va-nlOS, que se Ie ha aparecido '{ un espectro dearnor... , y ese espectro Ivaya usted a saber porquel ha tom~do mi form'a. Y no hay mas... Nose admire usted tanto. Dentro de diez anos, sitrata usted algunas mujeres, se habituara a noadmirarse casi de nada.

    Salf de casa del marques en un estado deanimo indefinible. No habia media de desmen-tirle, y al mismo tiempo la incredulidad persis-tia. Impresionado, no obstante, par las firmesy categoricas declaraciones del dandy, me de-clique desde aquel punto, no a cortejar a Leo-nor, sino aobservar aCardona. Procure hablarlemucho, hacerle hablar, y fui sacando, hilo por,hilo, conversaciones referentes' a la fidelidadconyugal, a los lances que pueden originar unerror, a las alucinaciones qu,e aveces sufrimos,a las estragos que causa la fantasia... Por fin,

  • 64 CUENTOS Dli: AMOR

    un dia, como al descuido, deje deslizar en eldialogo el nombre del marques de Cazalla y unaalusi6n asus conquistas ... Y entonces Cardona tmirandome cara a cara, can gesto entre bur16ny grave, pregunt6:

    -~Que? ~Ya te han -enviado alla a ti tambien?'lPobrecilla Leonor, esta visto que no tiene cural

    No necesite mas para confesar de plano mis.gestiones, y Cardona, s-onriendo, aunque algoalterada su sonora voz, me dijo:

    -Has de saber que cuando fut a casa delmar~ques de Caz~Jla. ya lle,vaba yo ciertos b-a-rruntos y sospechas de la alucinaci6n de Leonor,de la eual me convene! plenamente despues. Sibien no parezco celoso, y hasta se diria que mepierdo por confiado, he vigilado a Leonor siem-pre, porque la quiero mucho, y en ningunaepoca hubiese podiclo ella eometer, sin que yo,me entera-se, 16s clelitos de que se acusaba.Comprendi que se trataba de una fantasmago-ria, de un suefio, y me resigne ala hipotesis deuna falta imaginaria... lQuien sabe si ese fantas-rna de pasion y arrepentimiento la sirve de es-cudo contra la realidadl Lo que te aseguro es,q\.le Leenor, viviendo yo, 'nunca saldra de la re-gion de los fantasm'as, .. IY no volvamos aha-blar de esto en la vidal

    Aproveche el aviso, y de alIi en adelante evi-te quedarrre a salas con Leonor, y hasta fijarla mirada en sus obscuros ojos, nublados par, laquimera.

  • La perla rosa

    SOLO el hombre que de dia se encierra y velamuchas hora's qe la noche para ganar con-que satisfacer los caprichos de una mujer queri-da (dijom~'en quebrantada voz mi infeliz amigo)comprendera el placer de juntar a escondidasuna regular suma, y as! que la redondea, salira in:vertirla en el mas -quimerico, en el mas ex-travaga.nte e inutil de 16s antojos de esa mujer.1...0 que ella contelnp16 a distancia como irrea-lizable suefio, 10 que apenas hiri6 su imagina-cion con la punzada de un deseo 10co~Jes 10 quemi iniciativa, mi laboriosidad y mi carifio vana darla dentro de un instante... y ya creo'ver laadmiraci6n en sus ojos, y ya me parece quesiento sus brazos cefiidos ami cuello, para estre-charme con delirio de gratitude .

    Mi unico temor, al echarlne a la calle con lacartera bien lastrada y el alma inundada de ju-bilo, era que el joyero hubiese despachado ya

    5

  • 6ti

    las dos encantadoras perlas color de rosa quetanto entusiasmaron a Lueila la tarde que :;edetuvo, colgada de mi bTazo, a golosinear conLos ojos el escaparate. Es tan difieil reunir dosperlas de eseraro ~T peregrino matiz, de esehermoso oriente, de esa perfecta forma globl1~Losa, de esa igualdad absoluta, que juzgue inl-posible'que algllua senora antojadiza corno Tllimujer, y mas rica, no las encerrase ya en BU-guardajoyas. Y me doleria tanto que asi hubie~se sucedido, que ha~tame latio el corazon cuall-"do vi sobre el limpio cri8tal, entre un collarmagnifico! una cascada de brazalet.es de 01'0,el fino estl1che de terciopelo blanco donde lu-cian misteriosamente las dos perJas rosa or] a~das de brillantes.

    Aunque iba preparado a que me biciesenpagar el capricho, me desconcerto el alto precioen que el joyero tasaba las perlas. Todas miseconomias, yun pica, iban a inYertirse en aquelpar de botoncitos, no mas gruesos que un gal'~-'banzo chiquitin. ]\fe asalto la duda-psoy tan-poco experto en compras de lujo!~de 8i el jo~yero pretenderia explotar mi ignorancia pi-rliendDme, s610 POl' pedir, un disparate, creyen~do tal vez que mi pelaje no era el de un hombrecapaz de adquirir dos perlas rosa...~ tiempo quepensaba asi, observe, al trayeS del alto y diafanovidrio de la tienda, que pasaba por la acera miantiguo condiscipulo y mejor amigo GonzagaLlorente. 'Tel' su apuesta figura ysalir allamar-Ie fue todo uno. ~Quienmejor para ilustrarme yaconsejarme que el elegante Gonzaga, tan al co-

  • E. P~RDO BAZAN 67

    'rriente de la moda, tan lanzado al mundo, ' tan:bien relaeionado, que cada visita que hacia '3.nuestra modesta y burguesa casa _.y hacia bas-tantes desd~ algun tiempo aca-yo ta estimaba.como especiaH~ima prueba de afecto?

    Manifestando cordial sorpresa, Gonzaga sevolvi6 y entro conmigo en la joyeria, enteran..,dose\ del asunto. Inmediatamente se declaro ad-mirador de las perlas rosa, y afiadlo que sabiaque andaban bebiendo los vientos por adquirir-las ciertas empingorotadas sefioras, entre lascuales cito ados 0 tres de altisonantes tftulos.En un discreto aparte me aseguro que el precioque txigfa el juyero no tenia nada de excesivo,,en ateneion a ]a singularidad de las perlas. Ycomo yo recelase aun, molestado por el piquillo,que en aquel momento no me era posible abo-nar, Gonzaga, con su simpatica franqueza, abri6la cartera y me entrego varios billetes, bromean-,do y jurando que si yo no admitiese tan peque-fio servicio, en todos los dfas de su vida volve-'ria a mirarme a1a cara. IQue nliserables somas!No debf aceptar el prestamo; no debfllevar a-mi casa sino 10 que pudiese pagar al contado...pero la pasion me dominaba, y hubiese besado,de rodillas)a ~ano que me ofreefa nledio de satisfacerla. Convinimos en que Gonzaga almor-zarfa can nosotros al dfa siguiente, en celebra-cion del estreno de las perlas rosa, y con el es-tuche en el bolsillo me dirigf ami casa disparado;,quisiera tener alas.

    Lucila trasteaba cuando yo entre, y al vermeplantado delante de ella, diciendola con cara

  • 68 CUKNTOS DE AMOR

    de beatitud Reg{strarne, comprendio y fiurmur6 Regalo tenemos'. Viva y traviesa (IsUmanera de serl) revolvi6 mis bolsillos hacien-dome cosquillas deliciosas, hast~ acertar con elestuche. El grito que exha16 al ver las. perlas tes de eso que no se olvida jamas. En la efusi6nde su agradecimiento, me saba Ia cara y hastame besa... JPuede que en aquel instante me qui-siese un pocol No acertaba' a creer que joya tancodiciada y esplendida fuese suya; no podiaconvencerse de que iba a ostentarla. Y yo mis-mo, desabrochando los sencillos aretes de oroque Lucila llevaba puestos, enganche las perlasrosa en las orejitas pequefias, encendidas deplacer. Me hace mucho dana acordarme estastonterfas, pero me acuerdo siempre.

    Al otro dfa, que era domingo, almorzo encasa Gonzaga y estuvimos todos bulliciosos ydecidores. Lucila se habia puesto el vestido deseda gris, que la sentaba muy bien, y una rosaen el pecho,-u'na rosa del mismo color de-las1?erlas.-Gonzaga nos convid6 al teatro y noslleva a ApaIo, a una funcion alegre, en que sintregua nos reimos. Al otro dia volvf co,? afa.n amis quehaceres, pues deseaba. saldar cuanto an-tes el pico, resto de 'las perlas., Regrese ami"casa a la hora de costurnbre, y al sentarme alamesa, mi prirnera mirada fue para las orejas deLucila. Df un salta y lance una interjeccion aI'ver que faltaba del diminuto cerco de brillantesuna de las perlas rosa.. -;-o-lHas perdido una perlal-exclame.

    - ~Como una perla?-tartamudeo roi mujer

  • E. PARDO BAZAN. 69

    ,echando mana a sus orejas y palpando los are-tes.-AI ver que era cierto, qued6se tan aterra-da, que tne alarme, no ya por la perla, sinopor el susto ,de Lucila.

    -Calma .- la dije.--Busquemos, que parecera.Excuso decir que empezamos a mirar y re,

    gistrar por todas partes, recorriendo la alfom-bra, sacudiendo las cortinas, alzando los mue-bles, escudrifiando hasta cajones que Lucilaafirmaba no haber ablerto desde un mes antes:A cada pesquisa inutil, los, ojos de Lucila searrasaban de lagrimas, Mientras'revolviamos, selne ocurri6 preguntarla:

    -(Ha~ salido esta tarde?-S1. .. creo que si. ..-respondi6 titubeando.

    -~A d6ude?-A varios sitios ... es decir.. FuL.. por ahi. .

    a compras...-Pero.u ~ci que tiendas?-,Que se yo! A la calle de Postas.. a la pIa-

    zuela del Angel... a la Carrera...-~A pie 6 en cache?-A pie~.. Luego tome un cocheciUo.

    -~No recuerdas el punto... el numero?-~C6mo quieres que 10 recuerde? IVcilgame

    Diosl Si era un cache que pasaba-objet6 nerviosamente Lucila, que rompi6 a sollozar conamargura.

    -Pero las tiendas 51 las recordaras... Dime-las, que ire una par una, aver si en el suelo 6en el mostrador... Pondremos anuncios...

    -lSi no me acuerdo! tPor Dios, dejame enpazl~exclam6 tan afligida, que no me atrevl a.

  • 70 CUENTOS DE AMOn

    lnsistir, y preferf aguardar a que ~e calmase.Pasamos una noche de inquietud y desvelo;.

    01 a Lucila suspirar y dar vueltas en la cama,como si no consiguiese dormir. Yo, entretanto"discurrfa modos de recuper,ar la perla rosa. Le-vanteme temprano, me vestf, y a las ocho lla-maba a la puerta de Gonzaga Llorente. Habiaaida \decir que la policia, en casos especiales,averigua [acilmente el paradero de los objetos.perdtdos 6 robados, y esperaba que Gonzaga,con su influencia y SU,S altas relaciones, meayudarfa a emplear este supremo recurso.

    -EI sefiorito esta durmiendo, pero p~se us-ted al gabinete, que dentro de diez minu'tos Ie-entrare el chocolate y preguntare- si puede us-ted verle - dijo el criado, al notar mi insistenciay rni premura.

    Me avine aesperar. EI criado abri6 las filaderas del gabinete, en cuyo ambien'te flotabanesencias y olor de cigarro ICuando pienso en10 distlnta que serfa mi suerte si aquel criadome hace pasar inmediatamente a la alcoba... l

    La cierto es... que al primer alegre rayo desol que cruzQ las vidrieras, y antes de que, elcriado me dijese tome usted asiento, yo habiavista brillar sabre el ribete de pano azul de lapiel de 050 blanco, tendida al pie Idel muelle di-van turco, lla perla, la",perla rosa!

    Si esto que me sucedi6 Ie sucede a usted, yusted me pregunta que debe hacerse en talescircunstancias, yo respondo de segura can granenergia: Coger una espada de la panoplia quesupera el divan, y atravesarsela por el pecha al

  • E. PARDO BAZAN 71

    que duerme ahf al lado, para qqe nunea masdespierte.

    ~S~be usted 10 que hiee? Me baje; recogi laperla; )a guarde en el bolsillo; saH de aquellacasa; subf a 1a mia; encontre a Ini mujer levan-tada y muy deseneajada; la mire, y no la aho-gue; can voz tranquila la ordene que se pu~ieselos penajente~; s?que Ja perla del bolsillo... ycogiendola entre dos dedos, la dije: Aqut esta10 que perdiste. ~\Que tal, 10 encontre pronto?

    Es eierto que al acabar nle di6 no se que3rrechucho 0 que vertigo de locura; eehe manoa aquellas orejas diminutas, arranque de ellaslos pendientes, y togo 10 pisotee. Por fortuna,pude dorninarme en el acto ... y bajar la escalera y refugiarme en el cafe mas pr6xi:mo; don-d~ pedi cognac... .

    "cQuel si he vuelto aver cl.Lucila?... Una vez...lba del brazo de otro, que ya po era Gonzaga.Por eierta que Ine fije en que el 1obulo de laoxeja izquierda 10 tiene partido. Sin duda se 10rasgue YC? .. involuntariamente.

  • Un parecido

    ~o hay discusion filaS -baldla que la de la11 hermosura. Mil veces la entablamos, enaquella especie de senadillQ de gentes al pardesenganadas y curiosas, clonde se agitabantantos problemas a un tiempo atractivos einso-lubles; y siempre,-aunque no escaseaban lasdisertaciones,-quedabamos en mayor confu-si6n. Uno sostenia que la belleza era la corree-ci6n de Hneas; otro, que la armonia del color;este, que la fusion de C:}mbos elementos; aquel,que la juventud; el de mas aBa, que la salud yrobustez, 6 el donaire, chiste y garabato, 6 elarte del tocador, 0 la melodfa de la voz, y has-ta huba alguno que identific6 la belleza can labondad y can la inteligencia... Y el original deDonato Abreu, que soHa escucha,r callando, alfin se descolg6 con la sentencia siguiente:-Labelleza no es nada.

  • E. PARDO BAZA:N

    Acostumbrados asus salidas, callamos paraver como se desenredaba, y fue as!:

    -No es nada, nada absolutamente. Si nqsataca a los 'presentes una oftalmfa, se acabaronHneas, colon~~s, aire de salud, juventud, ador-no... Todo eso estaba en nuestra retina... y enninguna p~rte mas.

    -iVaya una gracia!-exclamamos.-Si em-pieza usted por dejarnos ciegos...

    -Es que 10 estan ustedes ya e~ando tienenpor realidad 10 que no existe fuera de nos-otros. lDejenme continuar! Yo aducire ejem-plos. Ante todo, ~supongo que se trata de labelleza femenil?

    - IAh, pfcarol -protesto el escultor.-ISe retugia usted ah1. .. porque es clonde menos re-futaci6n tienen sus herejiasl A los escultoresno vale cegarnos: aeuerdese usted, de aquelque privado de Ja vista adtniraba con' las ye-mas de los dedos el torso de una estatuagriega....

    -lBah! Tampoco-ustedes reconoeen ley fija,tipo inalterable... La T;'enus dOY1nzda en suconcha, que presenta usted hace dos afios y selleva la medalla, no se asemeja a la Venus clei-sica, y no par' eso dej a de ser hermusa... esdecir, de parecerlo... Pero no nos salgamosdel terreno general, porque el arte es patri.'-nonia de pocos. ~Hablabamos de ffi1Jjeres, sfa no?

    -~De mujeres? ISieolprel-afirm6 el vizcon-de de Tresmes, el eual, segun malas lenguas,tenfa un pasado asaz borrascoso.-~Que otra

  • CUENTOS DE AMOR

    cosa merece la pena de discutirse en estemundo?

    -Entonces, pleito ganado-insisti6 Donatorecalcandose en la butaca.-~Sostienen/ustedesque la hermosura de det.erminada rnujer es lacausa de los sentimientos especiales que esaroujer nos inspira?

    -~Pues que habfa de ser?-repuso Tresmes.-~Su fealdad? 0 es hermosa, 6 hermosa lacreemos, y de esa belleza nos enamoramos...,nas 6 menos... ique en eso cabe una e'3cala in-finita de gracios y maticesl

    -Oigan-suplico Donato -no mis razones,sino la historia muy verdadera de un amigomfo que se ha muerto en el extranjeio, porqueno logrando aliviarse de un delirio amoroso, sededico a viajar, y en ROl!la una fiebre paludi-ca-Io que alIi COI!ocen por 1nalaria-le curDde la enfermedad de vivir...

    Mi amigo era el hijo de segundas nupcias deun sefior bastante rico; los otros, fruto del' pri-mer talamo, Ie adoraban, y Ie ampararon comopadres, cuando todos quedaron huerfanos: Ca-sase el mayor de sus hermanos can una seno-rita Hamada Jacinta, y mi amigo-Marcelo Iediremos, por no divulgar su verdadero nom-bre-fue a vivir a Madrid con el nuevo matri ..monia, para terminar la carrera de arquitecto.Era muy bella la cufiadita Jacinta-ya ven us-tedes que me sirvo dellenguaje usual-y Mar-celo, un dfa tras otrq, confianza va y halagoviene, se prend6 de Jacinta con la pasion mastirana. Cuando comprendi6 su estado, cuando

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    interpret6 su afan, se horrorizQ de una inclina-cion tan culpable y se propuso esconderla tcomo se esconde la inancha y la vergtienza, yno dejar asomar por ningun resquicio ni refle-jos de la hogu,era que Ie consum{a la medula delos huesos. Y hubiese cumplido, su proposito, an\o suceder cosa mas terrible aun: que la sefio-ra, objeto de tan reprobable aficion- 6 porquela adivin6 6 porque se contagia con ella sinadivinarla-al cabo clia en padecer del mismoachaque, y, menos cauta, 10 des~ubri6 con in-dicios tan claros, que Marcelo, sintiendose de-hil y vencido antes de pelear, ape16 a ponertierra en medio... Dijo a su hermano que se en-contraba enfermo-y esto no era sino relativamentira-y que necesitaba respirar, por recetadel medico, aires puros, airts de campo; y elhermano, solfcito y compadecido, Ie envi6 auncortijo que habia heredado de su suegro, y quepor encontrarse en 10 mas florido y frondosode la serrania de Cordoba y ser entonces elmes de Abril, debfa de estar convertido en ver..gel delicioso.

    , -HJbra comodidad suficiente para ti--ad-virti6-porque el padre de fit Jacinta. tenia ca-rifio a ese sitio y 10 visitaba de vez en cuando,aunque Jacinta nu~ca ha puesto alli los pIes, niyo tampoco. He oido susurrar no se que de lamujer del capataz... ; Ipero si se creyese cuantose oyel En fin. 10 esencial es que no te faltaranropas ni muebles... Y si algo te falta, pfdeloen seguida.

    March6 Marcelo asaz desesperado asu Te-

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    baida, y el capataz Ie recibio can agasajo, en-cargan.do a su hija, mocita como de veinte afiosde edad, que sirviese y atendiese al forastero.jlmaginense la conmoci6n que sufriria este,cuando, al fijar los ojos en el rostra de la hijadel capa~az, vi6 en el una copia perfectisima,un acabado trasunto del de Jacintal Era seme~janza, no solo de facciones, sino de expresion,rnodales y gesto, y-Io que mas turbo aMarce-lo-hasta de metal de voz, con un ceceo anda-luz que hacia encantador el de Manuelita la cortijera.-Reconoci6 el enamorado los negrosojos que llevaba clavados en el Goraz6n, el tallecuyas ondulaciones Ie causaban vertigos, el co-lor quebrada de la suave tez, que Ie enloque-cia, y acordandose de las indicaciones de suhermano acerca de la roujer del capataz, no seasombr6 de encontrar una nueva Jacinta en lasierra. Al pasar -dias fue notando que la serranaposeia mil cualidades preciosas: limpia, fina asu modo, viva y lista como nadie; ya alegre, yamelanc6lica; oportuna en replicar, aguda 1 encomprender, sensible a ratos y arisca a tiempo,sabia ademas rasguear la guitarra y entonarel polo con un salero que quitaba el sentido.Marcelo, embelesado, pens6 que la misma Pro ..videncia Ie deparaba tan sabroso remedio asusenfermedades morales, y se dedicc a la serrana,galanteandola y persiguiendola sin tregua, afavor de aquella libertad que da el campo y delas rodadas ocasiones que brinda el. vivir bajoun techo mismo. Manuelita se defendi6; peroal cabo fue ablandandose, Yconsinti6 en acudir

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    a una reja baja, donde sin peligro para su reca-to pod~a conversar largamente can Marcelo.Mas 10 que suele costar trabajo en estas lideses el primer triunfo, que los restantes vienenfatalmente a su hora, y Manuelita, aunque sehizo muy de rogar, acab6 par conceder a Mar ..celo que una noche, en vez de hablarse par lareja, se hablasen dentro del aposento que lareja defendia...

    EI narrador se detuvo un instante, comopreparando el efecto de 10 que Ie faltaba porcontar.

    -Marcelo entra en aquel cuarto temblandode gozo, paladeando can la imaginacion el bienque esperaba. No se habfa atrevido Manuelitaa encender luz, perc la de la luna entraba aoleadas por la reja~en la cual se apoyaba lamuchacha ruborizada y acaso media arrepentida ya-y alumbraba de ,Ileno su rostro, ha-ciendolo parecer mas descolorido, del tono delos jazmines qu~ lucia apinados en el negro r( 1-dete. l\1arcelo se adelanto como el que caminaen suenos, y al aproximarse a Manuelita, alrodear con los brazos el talle curvo que se do-blegaba, al respirar con los labios el perfumede las blancas flores tan praximas a la mejillafresca y a la garganta tornatil, su boca exhal6,'entre hondo suspiro, un nombre... leI nombrede -lacinta! Y al oirse, al repetir involuntariamente tal nombre, espantado, como si viese auna sierpe, se desprendi6, retrocedio, se tam-halea y al fin huy6, subiendo la escalera atientas y encerrandose en su dormitorio... donde

  • 78 CUENTOS DE AMOR

    paso la noche entre remordimientos yJagrimas,para saUr a la madrugada camino de Cordoba,y desde Cordoba a Paris...-~Comprenden us-tedes el motivo de la conducta de Marcelo?

    -Que para el s610 existfa Jacinta; Manuelitano habfa existido nunca, sino por la pasajerarealidad que Ie 'comunico su parecijo con faotra...-respondimos algo impresionados, re ..flexionando a pesar nuestro.

    --Exactamente... \7'eo que son ustedes pers-picaces... Al pen~arMarcelo que se libertabade su criminal pasion, 10 que hacia era recaeren ella de plano, satisfa