Cuento Medio Pollo

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MEDIO POLLO Había una vez una gallina que puso seis hermosos huevos. Cuando los acabó de incubar, seis huevos se rompieron, pero sólo cinco pollitos enteros salieron. Del último, el huevo más pequeño, salió medio pollito. Era un ave extraña con un ala, una pata y un ojo redondo. Pero aunque medio pollo tenía sólo media cabeza y medio pico, tenía más que decir que todos los otros juntos. Medio Pollo era también muy egoísta y, desde que nació, hizo lo que le vino en gana. Una tarde medio pollo decidió gastar una broma a su madre, así que se escondió en un seto. La pobre gallina estuvo llamándolo durante horas, temiendo que se hubiera perdido. Cuando Medio Pollo volvió a casa por la noche, fingió no haber oído a su madre, ¡porque sólo tenía una oreja! Con el paso del tiempo, Medio Pollo empezó a aburrirse de la vida en la granja, y decidió ir a la gran ciudad. Cuando abandonaba el corral, su madre gritó:

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MEDIO POLLO

Había una vez una gallina que puso seis hermosos huevos. Cuando los acabó de incubar, seis huevos se rompieron, pero sólo cinco pollitos enteros salieron. Del último, el huevo más pequeño, salió medio pollito.

Era un ave extraña con un ala, una pata y un ojo redondo. Pero aunque medio pollo tenía sólo media cabeza y medio pico, tenía más que decir que todos los otros juntos. Medio Pollo era también muy egoísta y, desde que nació, hizo lo que le vino en gana.

Una tarde medio pollo decidió gastar una broma a su madre, así que se escondió en un seto. La pobre gallina estuvo llamándolo durante horas, temiendo que se hubiera perdido. Cuando Medio Pollo volvió a casa por la noche, fingió no haber oído a su

madre, ¡porque sólo tenía

una oreja! Con el paso del tiempo, Medio Pollo empezó a aburrirse de la vida en la granja, y decidió ir a la gran ciudad.

Cuando abandonaba el corral, su madre gritó:

-Medio Pollo, trata a los demás como quieras que te traten a ti. Pero el fingió no oír. Al fin y al cabo, sólo tenía una oreja.

De camino a la ciudad, Medio Pollo tuvo que cruzar un río. Estaba lleno de hierbas, y el agua que apenas corría, dijo a Medio Pollo:

-Por favor, ayúdame y arranca las malas hierbas.

Pero Medio Pollo no pensaba hacer tal cosa. Y, como había decidido no hacer caso del consejo de su madre, le soltó:

-Arréglatelas tú. Tengo prisa por llegar a la ciudad. –Y siguió adelante hasta llegar a la casita de un labrador que araba su campo.

El hombre había puesto unas patatas a cocer, pero el fuego estaba casi apagado y la comida se enfriaba. El fuego pidió a Medio Pollo:

-Por favor, ayúdame. ¡Tráeme leña! –Pero Medio Pollo no lo hizo.

-Arréglatelas tú solo –dijo, y siguió su camino.

Por fin, Medio Pollo llegó a la ciudad. “¡Vaya sitio!”, se dijo feliz, mientras brincaba por una calle. Entonces un cocinero sacó la cabeza por la ventana de su cocina y atrapó a Medio Pollo por el pescuezo.

-Contigo haré un buen caldo –dijo-. La mitad de un pollo es mejor que nada. –Y lo puso en una olla con agua que tenía al fuego.

-¡Socorro! –gimió Medio Pollo-. Agua, por favor, no hiervas. Fuego, por favor, no ardas. No quiero que me cocinen.

-Tú no me ayudaste cuando era un río-dijo el agua.

-Tú no me ayudaste cuando necesité leña-repuso el fuego.

Y Medio Pollo recordó el concejo de su madre.

Trata a los demás como quieras que te traten a ti.

Pero entonces ya era demasiado tarde.