Cuando El Papel y El Cuerpo Hablan

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    Cuando el papel

    y el cuerpo hablan

    Eduardo hirinos

    Rum bbb...Trrraprrrr rracb... chaz

    César Vallejo

    Higadoleruc leruc

    Car los Germán Be l l i

    Todos noso t ros hemos enfren tado a lguna vez la incomodidad

    de leer en voz al ta un poema y tener que decidir , sobre la marcha,

    en qué mo m en to deb em os hacer la pausa que dé po r t e rmin ado un

    verso y anuncie e l s iguiente . Esta vaci lación es producida por un

    cortocircui to entre la información ocular que revela la extensión

    del verso , la cant idad de ai re aspirada para enu nciar lo y la pro ye c

    ción de una frase que t rasgrede la medida impuesta por d icho

    ve r so .  Tal vacilación no exist iría si los versos se comportaran

    como una frase completa ( los l lamados versos «es t icomít icos») ,

    pero no siempre es así: el elemento sintáctico suele ser más largo

    (o mas corto) que el sonoro , p lanteándole a l lector una al ternat iva

    muchas veces difícil de resolver. Esta dificultad se complica si el

    poema, además, es tá r imado: las equivalencias fonét icas nos invi

    tan , con enga ñosa natura l idad, a dar po r concluida una unid ad s in

    táct ica cuando concluye un verso , s in advert i rnos que es tá enca

    balga do c on el s iguiente . ¿Leer re spe tan do la secuencia exigida p or

    el sonido o leer respetando la secuencia exigida por el sentido?

    Cualqu iera que tenga por cos tumbre leer poemas en voz a l ta sabe

    que s i en la pr imera opción corre e l r iesgo de parecer un declama

    dor profesional, en la segunda corre el riesgo de prosificar el

    poema, a r ru inando sus e fec tos . Ambas opc iones son igua lmente

    problemát icas y expl ican por qué a muchos lectores les in teresa

    escuchar a los poetas leer en voz alta sus composiciones. Se trata

    de saber cómo organ izan su resp i rac ión , en qué momento hacen

    una pausa , cómo resue lven sus p rop ios encaba lgamien tos .

    6 5

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    En un ensayo t i tu lado «El f inal del poema» Giorgio Agamben

    abona la tesis según la cual el encabalgamiento  {enjabement)  es el

    único cr i ter io que nos permite d is t inguir lo que l lamamos poesía

    de lo que l lamamos prosa: «Porque ¿qué es e l enjabement  sin o la

    oposición entre un l ímite métr ico y un l ímite s in táct ico , entre u na

    pausa prosódica y una pausa semánt ica? Así , pues , se denominará

    poét ico aquel d iscurso en el que es ta oposición, a l menos v ir tual-

    mente sea posible, y prosaico aquel en el que ésta no pueda tener

    lugar»

    1

    . En otras páginas , Agamben ref lexiona sobre e l modo en

    que el verso afirma su identidad al romper un nexo sintáctico,

    pero añade que esta afirmación lo inclina de manera irresist ible a

    inclinarse sobre el verso siguiente «para aferrar aquello que ha

    arrojado fuera de sí»

    2

    . A gam ben se de t iene en u n pu n t o cuya

    obviedad lo ha dejado s in nombre entre los contemporáneos: e l

    final del verso

    3

    . Siguiendo la preocupación de los tratadistas

    medievales , pr op on e l lamar a ese pu n to  versara:  el m om en to en el

    qu e los bue yes que a rras tran el ara do se vuelve n al final del surc o

    4

    .

    La percepción de los versos como surcos delata la naturaleza

    materia l del sopo rte y , de pa so, nos recue rda la presencia del cuer

    po materno que sobrevive et imológicamente en la palabra  mate

    ria.

    Del mismo modo que cas i nunca nos detenemos en el f inal del

    verso ,  rara vez le damos importancia a l soporte donde descansan

    los signos, ni a los materiales que dan cuerpo a esos signos. Dos

    autores de formación tan d is t in ta como Severo Sarduy y Victor

    Stoichita coinciden en la necesidad de recuperar del olvido esos

    1

      Giorg io Agam ben . «El f inal de l poem a» . Trad . Rosa lí a Góm ez. Sibila. Revis

    ta de Arte, música y Literatura  6 (1997): 22-24 .

    2

      G i o rg i o A g am b en .  Idea de la prosa.  Trad. Laura Si lvani . Barcelona: Penínsu

    la, pp.

      22-23.

    3

      Los t ratados medievales han señalado puntualmente la relevancia de ese

    punto: «El l ibro cuarto de  Laborintus,  de es te m od o, regis t ra finolis terminatio

    entre los elementos esenciales del verso, junto a  mem brorum distinctio y silla-

    barum numerario.  Y el au tor del Ars  de Monaco no confunde el f inal del verso

    (que l lama pausatio)  con la rim a, sino que lo define más bien com o su origen o

    su potencial idad:  est autem pausatio fons consonantiae»  (Aga mb en, 1997, 22) .

    4

      Se trata del bustrofedón:  lo que avanza al ternad am ente en di recciones opue s

    tas,  hacia atrás  (versus) y  hacia delante  (proversus).

    6 6

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    elem ento s qu e co nside ran esenciales de la ob ra de arte. Si pa ra el

    escri tor c ub an o se trata de un «sacrificio» p arejo a la obses ión

    cris t iana de borrar e l cuerpo; para e l h is tor iador rumano se t ra ta ,

    más b ien , de una prevención que sanciona cualquier a tentado

    contra la percepción óptica («la única aproximación l íci ta a la

    obra») y nos hace creer que la obra de arte es una «imagen»

    expuesta a la vista y no un «objeto» que deba tocarse

    5

    . Soy cons

    ciente de que ambas reflexiones giran en torno a las obras plásti

    cas,

      donde el es ta tu to materia l es más obvio (y por lo tanto más

    urgente), ¿pero, acaso la imagen agraria de la  versura  no nos

    advierte sobre la materialidad que obli teramos en la lectura de un

    poema? El si lencio gráfico que aparece en las pausas versales care

    ce de nombre. La palabra «blanco» es sólo una descripción visual

    del vacío dejado por la ausencia de significantes, pero pone en pri

    mer plano la materialidad desnuda que se hace visible precisa

    mente por la ausencia de significantes. Esta inesperada alianza

    entre expectativa visual y expectativa audit iva en relación al s i len

    cio es, a mi ju icio , lo que pe rm ite la dob le vert iente experim ental

    en la poesía: la gráfica y la sonora.

    Para hacer un deslinde entre la experimentación gráfica y la

    sonora debemos preguntarnos s i e l s i lencio que escuchamos en la

    versura

      (pe rm ítanm e el ox ím oro n) es d is t in to a l vacío que v em os

    en el «blanco». Es obvio que el pr imero lo percib imos en la sus

    pensión acúst ica marcada por e l tono que del imita e l l ímite métr i

    co ,  y el segundo en la suspensión de la secuencia de significantes

    qu e identificam os co n el ve rso . Esta ob vied ad se disuelve un a vez

    que com pr ob am os la part ic ipa ción de t res act iv idades tan d is t in

    tas como complementarias : escuchar , leer y mirar . Escuchar un

    poema nos l ibera de la necesidad de leerlo (así lo entienden las

    comunidades ágrafas que carecen de escri tura, pero no de poesía),

    pero leer lo no nos l ibera de escucharlo : todos sabemos que la lec

    tura si lenciosa activa una voz perfectamente capaz de ejecutar los

    efectos r ítmicos pro pu esto s por e l poe m a. Mirar un poe m a, en

    5

      Severo Sarduy. «Cubos». En

      Escrito sobre un cuerpo. Ensayos de crítica.

      B u e

    nos A ires : Ed i tor ial Suda mericana, 1969. pp . 97-98. Victor I . Stoichi ta .  Simula

    cros. El efecto Pigmalión: de Ovidio a Hitchcock.  Trad . An na Mar ía Cod erch .

    Madrid: Siruela, 2006.

    6 7

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    cambio, no significa leerlo, pero nos ofrece por adelantado la

    clave de su lectura y, en algunos casos, su presupuesto básico de

    comprensión. Hay poemas que exigen ser mirados y luego le ídos

    (o viceversa), pero sólo a condición de que ambas actividades no

    ocurran al mismo t iempo. Lo había advert ido Foucaul t respecto

    del caligrama, donde mirar y leer son actos que forzosamente se

    excluyen: «en el momento en que las palabras se ponen a hablar y

    a conferir un sentido, ocurre que el pájaro ya se ha echado a volar

    y la lluvia se ha secado»

    6

    . Es muy posible que Foucault tuviera en

    mente este caligrama de Apollinaire:

    Doures figures  poi ¿ J « « s fo res fleurics

    M 1 A W

      MAREYE

    YETTE

      LORIE

    A N N E

      « t o i M A M E

    t>ú éíes-

    voas d

    ieiincs filies

    MAiS

    prés

     d iui

    je t ü eau  qtli

    pleiire e qui píie

    cene cobmb e ¿extasíe

    lo

    n K t t

    « J B A l * » » » « • " » « . * « ,

    tonifwO  « M S * " "

    ,rf

    <

    í*"*

    Este caligrama, que re pro duc e a un a palom a q ue parece f lo tar

    sobre una fuente

    7

    , recorda ría e l pro ced im iento de «Poesía en

    6

      Foucaul t , Michel .  Esto no es una pipa. Ensayo sobre M agritte.  Trad. Francis

    co Monge. Barcelona: Anagrama, 2004. p . 37.

    7

      Gui l l aume Apol l ina i re .  Calligramm es. Poemas de la Paix et de la Guerre

    (1913-1916).  E n Apo llinaire. Poetes d' aujourd'hu i.  A nd ré Billy, ed. París: Pie-

    rre S eghers, 1956. p. 154.

    6 8

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    forma de pájaro»  {Tema y variaciones,  1950) de Jo rge E du ar do

    Eielson si no fuera porque en el poema del peruano los art ificios

    de compos ic ión subrayan la cond ic ión  escrita  del objeto («pájaro

    de papel y t inta que no vuela») y el s i lencio y la inmovilidad a la

    que es tá condenado :

    azul

    bri l lante

    el Ojo el

    p ico anaranjado

    el cuello

    el cuello

    el cuello

    el cuello

    el cuello

    el cuello

    el cuello herido

    pájaro de papel y t inta que no vuela

    que no se mueve que no canta que no respira

    animal hecho de versos amari l los

    de s i lencioso p lumaje impreso

    tal vez un soplo desbarata

    la misteriosa palabra que sujeta

    sus dos patas

    patas

    patas

    patas

    patas

    patas

    patas

    patas

    patas

    patas a mi mesa

    8

    El soplo que podría desbaratar la «mis ter iosa palabra» que

    sujeta a este pájaro no es otro que la lectura, cuya ejecución des-

    J o rg e E d u a rd o E i e l s o n .  Poesía escrita.  Lim a: I N C , 1976. p . 156.

    6 9

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    cribe performat ivamente las d is t in tas partes que lo componen. De

    todos modos, la posib i l idad de huida de esos pájaros-palabras

    supone un fondo (un blanco) significante gracias al cual adquieren

    forma y movilidad. Y este fondo no es otro que la materia recla

    mada por Sarduy y Stoichi ta .

    En los l lamados «poemas visuales» (¿qué poeta escri to no es

    visual?), el lugar tradicional del papel puede ser reemplazado por

    el muro, la madera, el yeso o la tela, pero todos ellos revelan una

    condición que sólo percibimos en la ausencia de los significantes:

    el de ser cue rpos vivos cuya fragil idad radica, para dójica m ente, en

    su poder sobre las palabras. En efecto, la precariedad de la materia

    (su sometimiento al desgaste físico y al paso del tiempo) es una de

    las venganzas que asume el sacrificio al que ha sido condenada: si

    la supervivencia de la l i teratura oral depende de la memoria y de

    las comunidades encargadas de trasmitirla, la supervivencia de la

    l i teratura escri ta depende -en cambio— de la mortalidad de su

    soporte y de las técnicas de reproducción. Eso lo saben los art is tas

    cuando ofrecen el espectáculo de la disolución material del sopor

    te como efecto estético. En noviembre de 2005, el colectivo de

    homenaje a Carlos Oquendo de Amat inscrib ió en los cerros del

    norte de Lima algunos de sus versos más emblemáticos («se pro

    hibe estar triste», «se alquila esta mañana», «se ha desdoblado el

    paisaje») amp lificados e n dim en sion es qu e alcanz aba n los 100 x 70

    metros. Los art is tas del colectivo sabían que el viento y la hume

    dad se encargarían de deteriorarlos, y que a las pocas semanas des

    aparecerían sin dejar huella. Más qu e devo lverle a la ciudad los ver

    sos de Oquendo, lo que consiguieron fue algo más subvers ivo y

    radical: hacernos ver que el destino de esos versos era disolverse

    para resurgir, s i lenciosos, como parte de la materia en la que fue

    ron inscri tos. ¿Pasa lo mismo en los poemas escri tos (o impresos)

    sobre el papel? Al ser también materia, el papel no escapa a los

    efectos del desgaste fís ico; tampoco el poso de t inta o carboncil lo

    a cuyo ras t ro confiamos nuestros poemas. Conocida es la h is tor ia

    de «El sueño de los guantes negros», cuyo orig inal Ramón López

    Velarde solía llevar en su chaleco para leérselo a sus amigos

    9

    .

    9

      Este poema fue escri to en 1921 y figura en la colección postuma  El son del

    corazón  (1932).

    7 0

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    C o m o L óp ez Velarde dob laba el papel don de había escri to el

    poema, las esquinas del doblez hicieron i legibles ciertas palabras

    que ,  en la mayoría de las ediciones , aparecen reemplazadas por

    puntos suspensivos . Cicatr ices textuales , agujeros de un s in tagma

    que alguna vez estuvo completo, esos «blancos» son las huellas de

    aquellas palabr as que el po eta algu na vez seleccionó y dec idier on

    regresar al s i lencio orig inal m ot iv an do el m ur m ullo de toda s aq ue

    llas que no fueron elegidas.

    Lejos de ser un a ent ida d imaginaria , e l pape l afi rma co nsta nte

    mente su presencia materia l y su prodigiosa capacidad de generar

    s ignif icados . Esto lo supo Jorge Eduardo Eielson, ta l vez el poeta

    h ispanoamer icano que más ha exper imentado sobre la po tenc ia l i

    dad comunicat iva de la materia . En la colección   Papel  (Ro m a ,

    1960) Eielson presenta una secuencia de papeles cuya condición

    física (y no sus contenidos verbales) es elevada a la categoría de

    expres ión a r t í s t i ca : b lanco , rayado , p i so teado , quemado , p legado

    y agujereado, e tc .

    1 0

      N in gu no de es tos pape les a lberga n ingú n

    poema, y s i hay palabras és tas son en extremo pequeñas y no

    hacen más que rei terar lo que el o jo ya ha v is to , convir t iendo la

    lectura en un ejercicio tautológico . Sin que nos demos cuenta ,

    Eielson invierte la jerarquía que privilegia la lectura sobre la mira

    da y nos hace escuchar la materia sometida a las violencias del

    deter ioro , a ler tándonos sobre e l precario des t ino de la poesía

    escri ta y por escribir.

    En los l lamados «poemas fonét icos» (¿qué poema le ído no es

    fonét ico?) se hace necesario d is t inguir entre la poesía oral , que

    prescinde del soporte materia l y confía en los poderes de la d i fu

    s ión anónima ( los romances t radicionales son un buen ejemplo) ,

    y la poesía que experimenta con sonidos y es tá hecha para ser

    escuchada. Los ejemplos abundan: las declamaciones s imultáneas

    del fu turis ta Marinet t i , los poemas fonét icos de Hugo Bal l como

    «Gadgi beri b imba» y «Karawane», la Sonata in Urlauten  de K ur t

    Schw i t te rs , los poem as op to fon é t icos de Raou l H au sm an n . S i e l

    efecto de los poemas visuales se p ierde cuando los escuchamos

    leer (la audición no permite advertir el conflicto entre leer y

    mi ra r ) ,

      e l de los poem as so noro s se p ie rde cua ndo los som etem os

    10

      Eielson. O p . ci t . pp . 289-310 .

    7 1

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    a la lectura si lenciosa, pues no están hechos originalmente para ser

    le ídos , s ino para ser e jecutados como una pieza musical

    1 1

    . Pero la

    lectura si lenciosa siempre es capaz de reproducir el efecto de ora-

    l idad y hacernos «escuchar» aquellos significantes que eluden

    tod a apro xim ació n léxica. Tod os sabe m os lo qu e son las j i tanjáfo-

    ras,

      todos sabemos también que su poder rí tmico y la magia de sus

    variaciones fonéticas se perciben mejor si son escuchados, ya sea

    en poemas en verso l ibre (como en algunos cantos de   Altazor)  o

    en las estrofas más tradicionales. El patrón rí tmico que exige el

    son eto po dría ser e jecutado co n una secuencia de j i tanjáforas d is

    t r ibuidas en catorce versos endecasí labos con r ima consonante

    A B B A - A B B A - C D C - D C D c o n a c en to s e n s e gu n da y e n s ex ta ; el

    resul tado de ta l experimento (que aconsejo a o t ros) variará según

    la capa cidad de las j i tanjáforas de evadir cua lquie r significado y

    constru ir un universo cerrado y autosufic iente

    1 2

    . Pero ocurre que

    las j i tanjáforas, in cluso las má s opaca s, dejan traslu cir evoca ciones

    léxicas (ya sea por homofonía , por condensación o por semejanza

    con otras lenguas) que nos permiten d iseñar una escenografía

    donde ins talar e l sent ido y los s i lencios que acompañan a cual

    qu ier poema. De es ta comprobac ión se desprende la idea de una

    lengua universal para la poesía, utopía l ingüíst ica que el futurista

    ruso Alexéi J ruc hen yj p ro pu so co n la invenc ión del  zaum.  A n t i

    c ipán dose a la idea de Ad o rn o seg ún la cual las d isonancias m us i

    cales espantan al públ ico porque les habla de su propia e insopor

    table si tuación

    1 3

    , Jruchenyj justifica la existencia de un arte de

    disonancias «desagradables a l o ído» porque en nuestras a lmas ya

    existen. Los ejemplos que ofrece en la  Declaración de la palabra

    11

      Es to es especialmente vál ido para la me ncio nad a  Sonata in Urlauten  («Sona

    ta en son idos p r imi t ivos» , 1932), com pues ta en cua t ro mo vim ien tos , una i n t ro

    ducción, un f inal y una

      cadenza

      en el cuar to m ovim ien to .

    12

      Po co despué s de escribi r es tas l íneas, en cue ntro p or casual idad que ese sone

    to exis te . Perten ece a José Bast ida, personaje de la novela de G on za lo To rren

    te Ballester  La saga /fuga de JB.  Tran scribo el pr im er cuarte to: «Velmá, ñora

    ti lvó,

      noscamor leca. /Fos madele se gáspel ganco cía , /de pras la xelvetá regal

    bet ía . /Mor áuslacan Xirgós colpí delbeca».  (La saga /fuga de JB.  Barcelona:

    Edicione s De st in o, 1972. pp . 67-70).

    13

      T h . W . A d o r n o .  Filosofía de la nueva música. Obra Com pleta, 12.  Trad.

    Al f redo Bro tons Muñoz . Madr id : Akal Bib l io teca de Bols i l lo ,  2003.  p. 18.

    7 2

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    como tal  (1912-1923)  —dyr, boul, chchyl—  no só lo son d i sonan

    tes,

      s ino también imposibles para los hablantes s i tuados fuera del

    universo l ingüís t ico es lavo

    14

    . Esa l imitación atenta contra la uni

    versal idad del  zaum  y m ue str a qu e has ta las m ás estrafalarias

    invenciones verbales descansan en leyes fonét icas propias de la

    lengua de la que se desvían.

    ¿Cómo aparece el reclamo de la materia en los poemas fonét i

    cos? Co nvie ne re cord ar que en es tos poe m as la p resc inden cia de l

    soporte no es una norma, y que el soporte —incluso en su vers ión

    más t radicional de papel— reclama su presencia como ocurre en

    los poemas «visuales» . Este reclamo es parecido pero no igual

    porque, en es tos casos , e l lector percibe el soporte como un s i len

    cio,

      d e l m i sm o m o d o q u e p e rc ib e l o s so n id o s h u m an o s , l a s o n o -

    matopeyas y los ru idos na tu ra les o mecán icos como un a ten tado

    contra ese si lencio. Tal vez la metáfora más úti l para graficar esta

    s i tuació n sea la del pen tag ram a: una cosa es la t ran scrip ció n de los

    s ignos mus ica les , o t ra su e jecuc ión . Resu l ta inqu ie tan te compro

    bar que, en la mayor parte de los casos , los sonidos creados por

    los poe m as so nor os re spo nd en a la vo lun tad de «hacer hab lar» a

    la materia . Y ya sabemos que la materia no suele expresarse en un

    lenguaje a r t i cu lado . C ua nd o O q u e n d o de A m at escr ibe «Ab el t el

    ven Abel en el té» («Poema al lado del sueño») hace algo muy dis

    t in to a lo que hace Val le jo cu an do escribe en Tri lce X X X II

    «R um bb b . . .T rr rap rr r r r rach . .. chaz» : si en el p r im ero las pa labras ,

    po r incom prens ib les que sean , se o rgan izan de acuerd o a un a s in

    taxis part icular , en el segundo «escuchamos» ru idos inconexos

    q u e p ro v ien en n o s ab em o s s i d e u n b ru sco m o v im ien to d e m u e

    bles ,

      de la aparatosa caída de objetos o del sonido que produce la

    p lu m a cu and o rasga el pape l

    1 5

    . En cualquier caso , es tos ru idos no

    se ac om od an (n i qu iere n acom oda rse) a n ingu na secuencia s in tác

    t ica n i , mucho menos , a un pa t rón léx ico reconocib le .

    14

      Alexé i J ruch eny j .  Declaración de lapalabra como tal  (1912-1923) . Ci t ad o en

    La poesía fonética.  José A nto n io S arm ien to , ed . M adr id : Poes ías L iber ta r i as ,

    1991.  pp. 111-112.

    15

      Esta ú l t ima idea proviene de los versos 19-20 de Tri lce XXII: «Y hasta la

    mi s ma p l u ma / co n q u e e s c r i b o p o r ú l t i mo s e t ro n ch a» .  {César Vallejo. Obras

    Com pletas. Tomo I. Obra poética.

      Rica rdo Go nz ález Vig il , ed . L ima : Bib l io te

    ca Clás icos del Perú, B anco d e Cr éd i to , 1991. p . 305).

    7 3

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    La aparic ión de las máquinas modernas y la rápida seducción

    que ejercieron sobre muchos poetas se t radujo en el re to de repre

    sentarlas sin recurrir al viejo sistema descriptivo. Así, el poeta

    uruguayo Al f redo Mar io Ferre i ro « t ranscr ibe» foné t icamente e l

    movimien to de l «Tren en marcha» :

    T o t o - t ó c o t o

    trán t rán

    T o t o - t ó c o t o

    trán t rán

    Reca t ráca ta ,

      paf-paf.

    C h u c u c h ú c u c h u

    Ch ás -ch ás ,

    c h u c u c h ú c u c h u

    chás-chás ,

    Tacatrácata , chuchu

    tacatrácata , chuschú.

    C h u c u c h ú c u c h u

    chás-chás ,

    racatrácata, paf-paf

    úúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúúú

    Ch iq u ich íq u ich iq u ich i

    ch iqu ich íqu ich iqu ich i

    ch iqu ich íqu ich iqu ich i

    ch iqu ich íqu ich iqu ich i

    1 6

    La crí t ica que ve en es te t ipo de poemas una abstracción lúdica

    o, más despect ivamente, una evasión puris ta no se ha detenido a

    co nsid era r el he ch o de que es la m ate ria (en este caso el tre n) qu ien

    se hace escuchar en su pr op io lenguaje . N o otra cosa bu scaba

    Marine t t i cuando acompañaba sus dec lamaciones s imul táneas con

    mar t i l los , t imbales y o t ros ins t rumentos . Ahora b ien , ¿e l cuerpo

    16

      Al f redo Mar io Fer re i ro .

      El Hom bre que se comió un autobús. Poemas con

    olor a nafta.  Montev ideo : Cruz de l Sur , 1927 .

    7 4

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    en tan to mater ia podr ía expresarse también en su p rop io lengua

    je? Carlos Germán Bel l i es autor de un poema, ta l vez el único de

    la t rad ic ión poé t ica peruan a , do nd e e l cue rpo to m a la pa labra y lo

    escuch am os hab lar en vo z a lta . Se t ra ta de «Expa ns ión son ora

    bil iar»:

    Bilas vaselagá corire

    biloaga bilé bleg bleg

    blag b lag b lagamari l lus

    Hig ad o le ru c l e ru c

    fegatum fegatem

    eruc eruc

    fegaté gloc gloc

    le lech la lach

    h igadur i l lus

    vaselinaaá

    Hegasigatus g lu g lu

    igadiel olió

    glisetón

    hieeel

    gliseterac

    hieeeeeel

      17

    Co n s id e rad o u n ex p e r im en to fó n i co c read o co n p a l ab ras

    carentes de sent ido, es te poema ofrece una secuencia de ru idos

    in tes t inales causados por e l h ígado cuando excreta b i l is en el

    in tes t ino para a yu da rlo a d igeri r las grasas . Eso s ru ido s son, p or

    lo general , inau dible s , pe ro a veces se dejan escuc har ca usá nd on os

    más de un sonro jo . Se t ra ta de l mismo sonro jo que ocurre cada

    v ez q u e n u es t ro cu e rp o d ec id e h ab la r en p ú b l i co , d em o s t ran d o

    qu e nues t ra par te vege ta tiva es per fec tam ente capaz de im pon erse

    sobre nuestra voluntad y control . Pero ta l vez esa razón no sea la

    ún ica . Cuando los an t iguos t ra tados médicos def in ían la sa lud

    co m o e l s i lenc io de los ó rg ano s , es taban conv encido s de que n ue s -

    17

      Ca r l o s G e rm án Be l li .  Dentro fu-era  (1960). En:  Los versos juntos. Poesía

    completa, 1946-2008.  Sevilla: Bib lioteca Sibila, 200 8. p . 36.

    7 5

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    t ros ó rganos «hab laban» so lamente cuando es taban enfermos ,

    hac iéndonos consc ien tes de su incómoda y do lo rosa p resenc ia .

    Gracias a la invenc ión del es te tosc opio , el fon end osc opio d ig ita l y

    otros aparatos de ampli f icación audi t iva, somos capaces ahora de

    escuchar la locuacidad de un cuerpo que has ta entonces creíamos

    si lencioso . Y s i esa locuacidad desagrada al o ído es porque -para

    f raseando a J rucheny j y a A d o r n o - nos hab la de nues t ra p rop ia e

    insoportable s i tuación.

    Paul W. Borgesson ha definido el s istema simbólico de Bell i

    como la «expres ión públ ica de un discurso privado»

    1 8

    . La agude

    za de esta definición aleja este poema de su condición excéntrica

    y lo si túa en el centro mismo de la poesía bell iana, pues supone la

    expresión más radical de esa privacidad: la que corresponde a los

    in ter iores más secretos y humildes del cuerpo. Es como s i Bel l i

    nos pusiera un es te tosco pio y nos obl igara a escuchar una confu

    sa y d iso nan te masa fónica en la que apenas po de m os ident if icar

    (como lo ha ident i f icado John Garganigo) variaciones de palabras

    básicas como «hígado» y «bil is»

    19

    . Lo curioso de esta si tuación es

    que el lenguaje de nu estro s cu erpo s es co m ún : todo s los seres

    humanos , s in excepc ión , compar t imos un reper to r io de son idos

    corporales que la cultura t iende a sacrificar y reprimir de la misma

    m ane ra qu e lo hace con el sop ort e ma teria l de las obras de ar te . En

    este sentido, la subversión del poema de Bell i es análoga a la sub

    vers ión de  Papel  de Eielson, sólo que si el primero nos obliga a

    escuchar ampli f icadamente los sonidos enunciados por e l cuerpo,

    el se gu nd o nos obliga a pre sen cia r el sacrificio de l cu er po cu an do

    inscribimos en él los significantes.

    Esta analogía (que s i túa en el mismo plano la experimentación

    visual y la experimentación fonética) resulta úti l para insist ir , una

    18

      Paul W Borgesson, J r . «El s is tema s imbológico de Carlos Germán Bel l i :

    Expres ión públ ica de un discurso privado». Prefacio a Carlos Germán Bel l i .

    Los talleres del tiempo. Versos escogidos.

      M adr id: Visor, 1992. pp . 9-20.

    19

      Para Garganigo, es te poema «incluye variaciones fonét icas del i ta l iano, deri

    vadas de «fegato», «hígado». Hay una tens ión producida a la vez por el juego

    entre h iél y amargura y las variaciones de la palabra «gl isetón», posiblemente

    sugerida por «glicerina» y su característ ica dulce. Esta función de las visceras

    termina, desde luego, en una nota negat iva. Por suposición icónica, e l impacto

    cae en la palab ra 'h ieeeeeel ' « (Ca rlos G er m án Bel l i. Antolog ía crítica.  E d . J o h n

    Garg an igo . Han ove r : Ed ic iones de l N or te , 1988 . pp . 23-24) .

    7 6

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    vez más, en la importancia del mater ia l como soporte y su doble

    naturaleza corporal y ar t ís t ica . También nos permite volver —

    como el arado de los bueyes— al principio de estas reflexiones: al

    es tar en verso , e l poema de Bel l i no ocul ta la condición r í tmica de

    su discurso y la presencia del s i lencio exigido por la respiraciones

    versales . Pero lo verdaderamente inquietante es que nos enfrenta

    a la coexistencia de dos cuerpos: el cuerpo de la materia fís ica

    donde se inscriben los versos y e l cuerpo del poema que enuncia

    su mater ia l idad u t i l i zan do su p r op io lenguaje . ¿D ebe m os re nu n

    c ia r a l l l amado de l cuerpo en nombre de lo que todav ía en tende

    m o s p o r p o es í a?©

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