Cristo trajo Libertad a los Cautivos

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Cristo trajo libertad a los cautivos (El verdadero evangelio en contra de las invenciones humanas modernas sobre la expiación) Introducción “… la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” Hebreos 12:24b. Sin duda alguna la Preciosa Sangre de Cristo es la base de todo en la vida cristiana. Por medio de ella es que logramos ser salvos. Además, ella misma habla. Seguro le habla a Dios, también le habla al diablo y ciertamente nos habla a nosotros. Pero ¿qué dice la Sangre de Cristo? ¿Y cómo es que por medio de ella podemos ser salvos? Estas son preguntas sinceras que merecen respuestas verdaderas. Dependiendo de la luz que tengamos y de algunas otras circunstancias, bien pudiera ser que hasta cierto punto nuestra vida cristiana y nuestro destino eterno dependan de la respuesta a dichas preguntas, así que vale que las contestemos… I) La Obra de Cristo dentro del evangelio y los modelos que la explican Durante los primeros siglos de la existencia del Cristianismo, una de las creencias fundamentales a las que uno tenía que adherirse para poder ser considerado cristiano era en la Obra Consumada de la muerte, la sepultura y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo como el único y suficiente medio para ser salvos del pecado y de sus consecuencias. Hasta la fecha, la mayoría de los cristianos estamos de acuerdo en esa doctrina. Pero durante esos primeros siglos, lo más importante siempre fue el qué (la Sangre de Cristo nos limpia), y no tanto el cómo (de qué manera es que lo hace.)

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Cristo trajo libertad a los cautivos(El verdadero evangelio en contra de las invenciones humanas

modernas sobre la expiación)

Introducción“… la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” Hebreos 12:24b. Sin duda alguna la Preciosa Sangre de Cristo es la base de todo en la vida cristiana. Por medio de ella es que logramos ser salvos. Además, ella misma habla. Seguro le habla a Dios, también le habla al diablo y ciertamente nos habla a nosotros. Pero ¿qué dice la Sangre de Cristo? ¿Y cómo es que por medio de ella podemos ser salvos? Estas son preguntas sinceras que merecen respuestas verdaderas. Dependiendo de la luz que tengamos y de algunas otras circunstancias, bien pudiera ser que hasta cierto punto nuestra vida cristiana y nuestro destino eterno dependan de la respuesta a dichas preguntas, así que vale que las contestemos…

I) La Obra de Cristo dentro del evangelio y los modelos que la explican

Durante los primeros siglos de la existencia del Cristianismo, una de las creencias fundamentales a las que uno tenía que adherirse para poder ser considerado cristiano era en la Obra Consumada de la muerte, la sepultura y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo como el único y suficiente medio para ser salvos del pecado y de sus consecuencias. Hasta la fecha, la mayoría de los cristianos estamos de acuerdo en esa doctrina. Pero durante esos primeros siglos, lo más importante siempre fue el qué (la Sangre de Cristo nos limpia), y no tanto el cómo (de qué manera es que lo hace.)

Dado que el hombre orgulloso se cree muy sabio, se ha atrevido a proponer el cómo. Tan es así, que actualmente existen al menos seis modelos que explican la expiación (el modelo clásico del rescate de los cristianos primitivos y algunos anabaptistas, el modelo escolástico de Anselmo de Canterbury de la satisfacción, el modelo protestante tipo wesleyano del gobierno moral de Jacobo Arminio, el modelo protestante reformado de Juan Calvino de la Sustitución Penal, el modelo humanista de la influencia moral y el modelo de la recapitulación), [1] y de esos modelos han surgido algunos otros más, e incluso hay quienes adoptan un punto de vista ecléctico. En general, estos modelos son sólo maneras de explicar una realidad inexplicable y se quedan muy cortos en su alcance. Por esa misma razón, las diferencias en esto no deberían separar a hermanos sinceros que andan en la verdad y que sostienen la fe que fue una vez dada a los santos.

Sin embargo, lo que sí hemos observado es que el fruto que ha producido algunos de estos modelos (en especial uno de los seis, que vamos a tratar a

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continuación) es que mucha de la gente que los sostiene es hallada falta en cuanto a la obediencia a Cristo; es decir, basa su cristianismo tan sólo en moralidad muerta, en arrobadoras experiencias emocionales y en abstractos dogmas teológicos, pero no hay una santidad ni una obediencia literal al Nuevo Testamento que evidencie una verdadera relación con Dios. E incluso hemos visto que dentro de los malos frutos que surgen de algunos de estos modelos, también se halla el fruto de la disensión y la división, pues ya varios hermanos se han separado de nuestro compañerismo y aún se han vuelto nuestros enemigos y detractores tan sólo por nimias diversidades teológicas en cuanto a estos puntos, acusándonos de herejía y de negar la eficacia de la Sangre de Cristo, además de otras cosas.

Por ello, en este artículo deseo hacer una comparación básicamente de dos modelos sobre la expiación: el modelo del rescate en contra del modelo de la sustitución penal. La razón de escoger sólo estos dos modelos es que el primero fue el que creyeron los cristianos primitivos y varios anabaptistas en la historia, mientras que el segundo es el que se enseña de manera popular en la mayoría de los círculos evangélicos hoy en día. (El resto de los modelos no nos concierne, al menos no por el momento, sencillamente porque casi no son conocidos ni popularmente enseñados.) Lo que haremos entonces, será comparar los dos modelos mencionados con base en tres criterios: el fruto que han producido, la historia de ambos modelos y, por último, pero más importante que los otros dos, el apoyo bíblico que pueda tener cada uno. Al final dejaré que decidas con cuál modelo te quedas. Primeramente estudiaremos…

Ia) La historia y el fruto del modelo reformadoComenzaré explicando el modelo evangélico, que es el que ya todos conocemos muy bien, y es el llamado modelo de la satisfacción y la sustitución penal, el cual propone lo siguiente: “Has quebrantado la Ley de Dios porque es imposible guardarla a la perfección. Como Dios exige una obediencia perfecta a la Ley y como la paga del pecado es muerte, estarás muerto (separado de Dios) por la eternidad sin remedio alguno, a menos que se pague una pena (o precio o castigo) por cada pecado que has cometido en toda tu vida. El único pago suficiente y aceptable ante Dios es que alguien que sí haya guardado la Ley a la perfección y jamás haya pecado, muera en tu lugar. Así que Dios decidió matar a Su propio Hijo Unigénito para descargar toda Su Ira sobre Él, en vez de descargarla sobre ti, y con eso, Dios el Padre satisfizo Su necesidad legal, moral e innata de tener sangre inocente derramada que lo apacigüe. Ahora, como Cristo ha muerto por nosotros una vez para siempre en la cruz, Dios ya no estará airado con nosotros por no haber hecho lo que de por sí nos era imposible hacer, y ya puede perdonarnos, de tal manera que así iremos a vivir con Él en el cielo por la eternidad, siempre y cuando creamos fuertemente (con el intelecto y en el mejor de los casos, con el corazón, sin nunca explicar en verdad qué significa eso) en que ese Sacrificio Perfecto nos salva.”

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Lo anterior es la doctrina que ya todos conocemos y que seguramente hemos sido enseñados (todos los que hemos sido evangélicos alguna vez). El fruto ya también lo conocemos muy bien: iglesias enteras por todo el mundo que están llenas de gente divorciada y vuelta a casar, de gente que no perdona y que guarda rencor en el corazón, de gente que no pone la otra mejilla, de mujeres insumisas que no visten con pudor y modestia ni cubren sus cabezas, de jóvenes que son parte activa del ejército creyendo que al servir a su patria sirven a Dios (en países bélicos como por ejemplo EU), de gente que, contrario al Nuevo Testamento, ocupa puestos en el gobierno, de gente a la que le importa más tener un coche último modelo e ir a centros comerciales, que orar con fervor y predicar a las almas perdidas, de gente avara (incluyendo a los mismos ministros), de gente que todavía practica el pecado socialmente aceptable (e incluso algunos practican pecados escandalosos en secreto o en público), de gente mundana, en donde los noviazgos y las fornicaciones son frecuentes entre los jóvenes de la iglesia, los cuales en su mayoría sólo están allí para divertirse por medio de los rallyes y los campamentos que se organizan, y no para buscar a Dios, de matrimonios con iguales o a veces hasta más problemas que la gente atea del mundo, en donde como la salvación es tan personal y todo es tan personal, nadie se atreve a exhortar ni reprender a su hermano, y cuando llega a ocurrir, el hermano recibe la exhortación con resentimiento, dolor y hasta sarcasmo, en donde hay muchos hijos rebeldes, en donde la gente va a servirse de Dios y no a servir a Dios, etcétera… En fin, no ahondaré más en el fruto porque hasta un niño o hasta el congregante más ciego puede ver que hay apostasía y gran decadencia en las iglesias actuales, pero lo peor es que los que se dan cuenta de que hay algo mal, piensan enmendarlo por medio de seguir sembrando la misma semilla adulterada del mensaje reformado de los falsos profetas y asesinos Lutero y Calvino.

La historia de este modelo reformado es la siguiente: Dicho modelo jamás fue creído ni enseñado ni si quiera imaginado o pensado por ningún cristiano, ya fuera verdadero o nominal, durante todo el primer milenio de cristianismo, sino que fue hasta el siglo X, cuando Anselmo de Canterbury, arzobispo católico romano, aproximadamente en el año 1070 d.C. escribió varias obras en las que desarrollaba esta teoría (principalmente su obra Cur Deus Homo), [2] la cual luego sería aumentada por Tomás de Aquino (también católico romano) en su obra Summa Theologiae, y finalmente sería perfeccionada y sustentada bíblicamente por Lutero, Calvino y Grottius, hasta convertirse en lo que se conoce actualmente como el modelo de la sustitución penal, y que es lo que casi todo el orbe evangélico actualmente cree, desde el menonita más estricto hasta el metodista más liberal, y desde el bautista más conservador hasta el pentecostés o carismático más salvaje. Como dato interesante, cabe señalar que tanto la teoría católica de “Santo” Tomás, como la teoría reformada de

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Juan Calvino fueron aprobadas y firmadas como dogmas oficiales por el Estado y por la iglesia que los respaldaba, en el Concilio de Trento y en el Sínodo de Dort (en el que por cierto también se acordaron los cinco puntos del calvinismo: el famoso TULIP), respectivamente (esto era de esperarse, ya que ambas eran iglesias del estado [3], muy contrario a lo que enseña el Nuevo Testamento.) A lo anterior, vamos a yuxtaponer…

Ib) La historia y el fruto del modelo del rescateEn contraposición con dicha teoría, el modelo del rescate (explicado más adelante) fue creído y enseñado por prácticamente todos los cristianos primitivos durante los primeros tres siglos de nuestra era. Muchos de estos varones fueron discípulos de los apóstoles o discípulos de los discípulos de los apóstoles. Los que desarrollaron este modelo a profundidad mayor fueron principalmente Ireneo de Lyon, Orígenes de Alejandría, y Clemente, también de Alejandría. [4] Tan es así, que el modelo del rescate fue enseñado por ellos, que varios teólogos se refieren a este modelo también como “patrístico” (haciendo referencia a los padres apostólicos) o como “clásico” (haciendo referencia a que es el clásico o el más antiguo.) (Interesantemente, hasta el mismo “San” Agustín, a pesar de ser padre del calvinismo y de la mariolatría (a quien le hubiera ido muy ad hoc el modelo reformado) creía en el modelo del rescate, pues el rescate era el único modelo que se conocía en ese tiempo en la historia [5].) Muchos anabaptistas y otras iglesias pacifistas y no resistentes se han adherido a este modelo del rescate. Obviamente, el fruto que hemos visto tanto en los cristianos primitivos como en las iglesias de corte anabaptista es muy distinto del que hemos visto en el cristianismo evangélico nominal. De hecho, es tan distante como el agua y el aceite, y aunque ni las iglesias primitivas ni las de los anabaptistas estuvieron exentas de faltas, de fracasos y de problemas, su espíritu y su tenor de vida fueron lo más congruente en esta Tierra, con lo que enseña el Nuevo Testamento y con lo que Dios espera de nosotros, porque la mentalidad que ellos tenían de la vida cristiana era la de un campo de batalla donde hay sangre, sudor y lágrimas, y donde hay que llevar la cruz, en contraposición con la mentalidad evangélica de que la vida cristiana es vivir una vida en un plano moral e intelectual más alto que el mundo, pero todavía disfrutando de éste, como si fuera un campo de juego.

Con tan sólo conocer lo anterior, ya sería más que suficiente para convencernos de que la teoría de la satisfacción penal está errada y que el modelo del rescate es lo mejor y el más adecuado. Pero dado que los hijos de Calvino y de los fariseos, respaldados por los hijos de Pilato, nos han querido convencer con la misma Escritura de que aceptemos su doctrina nueva y errada, en contra de la verdad vieja que desafía a las ideas nuevas, iremos directo a las Escrituras, para ver qué enseñan realmente éstas acerca de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Pido paciencia, conforme vamos paso por

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paso, quitando el error y estableciendo la verdad, desde los fundamentos mismos de ésta. Como todo en la teología, comenzaremos analizando…

II) El carácter de DiosLa médula misma de la teoría de la satisfacción penal se encuentra basada en un concepto muy equivocado del carácter de Dios y de lo que Él requiere de nosotros. Como tal, es una forma de transgresión del segundo mandamiento, que nos prohíbe hacernos imágenes de Dios. (Éxodo 20:2.) El hacernos imágenes de Dios no sólo incluye crear imágenes físicas de madera, plata o porcelana, sino también crear imágenes mentales propias de nuestra imaginación, que no concuerdan con la imagen del Dios que nos presenta la Biblia.

La razón por la cual el modelo de la sustitución penal ve la necesidad absoluta de que Cristo muera en nuestro lugar para satisfacer la Ira de Dios es porque se parte de las siguientes premisas, tomándolas como si fueran casi axiomáticas: 1) Dios exige una obediencia absoluta, indefectible, total, ininterrumpida y eterna a Su Ley, tal que si ese tipo de obediencia tan estricta no existe, entonces Él no puede relacionarse con nosotros de manera alguna, salvo a través de algún intermediario más dispuesto a humillarse y a mezclarse con nosotros (sea el Jesús evangélico o la María católica), y que: 2) Dios es tan Santo y tan Implacable en Sus juicios que es totalmente incapaz de perdonarnos, a menos que reciba un pago de una vida perfecta e inocente que derrame sangre y muera, sobre el cual recaiga la Ira divina.

Como veremos a continuación, ambos conceptos anteriormente mencionados son completamente ajenos a las Escrituras. De acuerdo con la Biblia…

IIa) ¿Qué pide Dios de nosotros?Te ruego que si me puedes mostrar tan sólo un versículo en el cual se afirme que Dios exige una obediencia absoluta, perfecta, intachable, indefectiblemente pura e ininterrumpidamente constante a Su Ley, entonces me lo muestres, porque he buscado en toda la Biblia y no he podido hallar ni un solo versículo en donde se enseñe semejante cosa. Pero debido a dicha idea, la mayoría de los cristianos tienen una idea del juicio final terriblemente espantosa. (Dicho sea de paso que es por ello que la mayoría de los evangélicos prefiere creer que los cristianos ni siquiera estarán presentes en el Día del Juicio Final, sino que serán juzgados en otro juicio, al que llaman “tribunal de Cristo,” mucho más benigno, donde sólo se decidirán las recompensas, pero no el destino eterno. Esta idea también es totalmente anti bíblica, ya que de acuerdo con la Biblia, también los hijos de Dios tendrán que comparecer delante del Gran Trono Blanco.) Bien, para nada quiero aminorar la gravedad del Juicio Final. Ciertamente es sano temer tal acontecimiento y con toda seguridad Dios traerá toda intención, palabra y obra a juicio, sin excepción, sean buenas o sean

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malas; sin embargo eso no significa que todos quedarán inevitablemente desechados solamente por haber faltado a la Ley alguna vez en su vida. Tampoco significa que Dios sea un tirano cruel o un Juez implacable e imposible de ser satisfecho, que vigile cada movimiento nuestro, esperando ver la más mínima falta para azotarnos con palos o varas, o para consumirnos y hundirnos en lo más hondo del infierno, dejando que el Seol nos trague vivos como a Coré y a su séquito. ¡No!

Tres versículos mal aplicados que se usan para sustentar dichas ideas son los siguientes, pero veamos lo que en verdad enseñan:

-Santiago 2:10: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” Como es evidente si revisamos los primeros nueve versículos del capítulo, el contexto está hablando del pecado de hacer acepción de personas (y peor aún, hacer esa acepción de personas basándose en el poder adquisitivo y en la apariencia económica de los individuos), y muestra que eso es faltar a la ley de Dios y que ello nos hace tan culpables como el haber cometido cualquier otro pecado. Pero miremos bien de cerca: el hacer acepción de personas es una actitud y un estado mental voluntario, consciente y continuo. Es decir, este pasaje no está hablando de un resbalón ocasional en la vida de un creyente como algo que inevitablemente lo deja falto y desnudo ante Dios, a menos que haya un sacrificio sangriento de por medio, sino que está hablando de una actitud perversa perseverante que no debe ni puede habitar de manera permanente en el corazón de un cristiano (1ª Juan 3:10.) Ese tipo de actitudes sí nos descalificarán en el Día del Juicio, porque muestran quiénes somos en verdad, pero no nos descalificará cualquier pequeño movimiento en falso o resbalón ocasional. Es decir, este versículo no se refiere a una sola falta cometida, sino a escoger deliberadamente guardar algunos de los mandamientos de Dios, pero otro(s) no. La razón por la que ello nos condena como si fuéramos culpables de haber quebrantado toda la Ley es porque es precisamente ese mandamiento al que nos hallamos en rebeldía abierta, el que está impidiendo que Jesús sea nuestro Señor, y si Jesús no es nuestro Señor, tampoco puede ser nuestro Salvador.

-Romanos 3:23: “… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” Es verdad que todos somos pecadores y que por ese hecho hemos quedado fuera de la gloria de Dios; sin embargo, una vez más, al analizar el contexto inmediato anterior (por favor lee desde el versículo 9 hasta el 20), vemos que precisamente está hablando de los impíos que no buscan ni quieren buscar a Dios ni a Su justicia, cuya garganta expide veneno, que se apresuran para derramar sangre, etc. Es decir, el motivo por el cual Dios no puede perdonarnos no es que hayamos pecado alguna vez en esta vida, sino que seamos pecadores practicantes continuos, consuetudinarios y empecinados sin deseos de buscarle para pedir Su liberación de tal manera de vivir.

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-Hebreos 10:26-31: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.  ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Una vez más, vemos que el contexto está hablando de cometer un pecado voluntario. Es decir, otra vez no está hablando de que Dios nos condenará sin remedio alguno tan sólo por haber cometido un pecado alguna vez, sino del pecado que se comete de manera deliberada (con toda la intención), premeditada (planeando el pecado), con conocimiento de causa (sabiendo que lo que se está por hacer es pecaminoso y las consecuencias de ello), y con alevosía y ventaja (pensando que es posible pecar y luego ir a pedir perdón a Dios y quedar como si nada hubiera pasado, o sea, abusando de la gracia de Dios.) Este tipo de pecado, así como la rebelión continua y deliberada, en la cual la persona no quiere buscar a Dios, ni arrepentirse, ni someterse al Señorío de Cristo, están muy cerca de cometer el pecado imperdonable (la blasfemia contra el Espíritu Santo) y se hallan tipificados por aquel pecado descrito como “proceder con soberbia” en Deuteronomio 17:12, o “hacer con soberbia, … ultrajando a Jehová” y “teniendo en poco la palabra de Jehová” en Números 15:30, para el cual ya no había más sacrificio que ofrecer.

IIa-1) ¿Qué es el pecado?Más allá de esos versículos, veremos que Dios jamás exige una obediencia intachable a la Ley ni amenaza con condenarnos de manera inevitable tan sólo por haber faltado a la Ley alguna vez en nuestra vida. De hecho, el concepto paulino del pecado es más bien una alienación e ignorancia voluntaria de Dios y de Sus caminos, no una simple transgresión de la ley escrita con tinta:

“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” Efesios 2:12-13.

-“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado…” Colosenses 1:21.

-“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio

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corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Romanos 1:21-25.

He ahí: Dios entrega a la inmundicia, es decir, a las transgresiones voluntarias de la ley de Dios cometidas sin sensibilidad ni temor, a aquellos que, conociéndole, al menos de oídas, prefieren no glorificarle ni darle gracias.

-“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.” Romanos 5:10.

Aquí se afirma que el pecado consiste en ser enemigos de Dios, estar luchando contra Él.

Aunque Juan sí le llama pecado a la transgresión de la Ley (1ª Juan 3:4), él mismo nos muestra en otros pasajes (vide infra) que la condenación es por no creer ni andar en la luz, no por haber transgredido la ley alguna vez, y el tenor de toda la Biblia es que las iniquidades (las transgresiones a la Ley de Dios) sólo son la consecuencia natural y el fruto inevitable del pecado (el alejamiento de Dios) y de la impiedad (la falta de reverencia y adoración hacia Dios.) (Ver Marcos 7:20-23.) Luego entonces,…

IIa-2) ¿Para qué sirve la ley?Es evidente que el mismo Señor Jesucristo sanó en sábado (Lucas 6:7-11), tocó a los que la ley prohibía tocar (Ver Levítico 15:19 y Marcos 5:25-43), comió con los pecadores (Mateo 9:10, Lucas 5:29), comió y bebió ganándose la reputación de él mismo ser un pecador (Lucas 7:34), perdonó a la mujer adúltera a la cual la ley ordenaba apedrear (Juan 8:3-11), e incluso perdonó pecados sin que se ofreciera ningún sacrificio según la ley (Marcos 2:6-7.) Es decir, el Señor no era particularmente celoso de la Torá, o al menos de la interpretación rabínica de la misma. Ahora, Él dijo que no vino a destruir la ley, porque la ley es buena y tiene un propósito, pero la ley no puede jamás servir de sustituto a la rendición al Señorío de Cristo.

El apóstol Pablo dijo que la ley es buena y el mandamiento es santo, justo y bueno (Romanos 7:7-12), pero también afirmó que sin amor, la ley en sí misma, nada es (Gálatas 3:23, Colosenses 2:14.) Tan es así, que la ley puede traer muerte y dejarnos esclavos no sólo del pecado, sino de un sistema moral rígido y estricto del cual sea muy difícil emanciparse (Romanos 7:8-11, 1ª Corintios 15:.) En todo el Nuevo Testamento, la vida cristiana está basada en el

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amor, no en la ley. De hecho, el amor es considerado la mayor de las virtudes (1ª Corintios 13:13), es parte principal del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), y es el sello de que Dios de verdad habita en nosotros (1ª Juan 4:8.) Tan es así, que Pablo se atreve a decir que si tenemos toda la fe, si podemos hacer milagros y hablar en lenguas, e incluso si hacemos obras de misericordia y aún si somos mártires, pero no tenemos amor, nada somos, y todo el resto de nuestras actividades son vanas. (1ª Juan 13:1-5.) En cambio, si el amor de Dios habita en nosotros, nada, ni las tribulaciones, ni la persecución, nos pueden separar de Dios (Romanos 8:31-39) pues la gracia es para aquellos que aman al Señor Jesús con amor inalterable (Efesios 6:24.) Por eso la exhortación de Judas es a conservarnos en el amor de Dios (Judas 1:21.) De facto, tanto el mismo Señor Jesucristo como el apóstol Pablo enfatizaron que toda la ley y los profetas se resumen completamente en una sola palabra: amor:

-“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22:37-40.

-“Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no Hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es amor del el amor.” Romanos 13:9-10.

-“Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Gálatas 5:14.

Recordemos el siguiente pasaje antiguo testamentario:

-“Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla.” Isaías 42:21.

Esto nos muestra que la ley no es un fin en sí misma, sino que Dios la puso para mostrar y engrandecer Su Justicia, es decir, para explicarnos cómo ser justos en la vida cotidiana. Él es Santo y, como pueblo Suyo, tenemos el llamado y el deber de ser santos también nosotros (Levítico 20:26, 1ª Pedro 1:15-16.). La santidad y la justicia trascienden a lo que puede escribirse en una ley. Surgen más bien del amor a Dios y al prójimo y se expresan buscando siempre le gloria de Dios y el bien del prójimo de manera desinteresada. La ley escrita es sólo una explicación de cómo es que debemos amar y temer a Dios en la vida cotidiana cuando nos encontramos en situaciones prácticas.Recordemos el pasaje que dice:

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-“… sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” Gálatas 2:16.

La Biblia es clara al decir que la salvación no se obtiene por medio de guardar la ley. Todos los así llamados héroes de la fe de Hebreos capítulo 11 son destacados en la Biblia por su fe, es decir, por tener una relación con Dios, no por haber guardado la ley a la perfección.

Ahora bien, si la salvación no se obtiene por guardar la ley, necesariamente se sigue que tampoco se obtiene por medio de que Alguien más (i.e. Cristo) guarde la Ley por nosotros y luego se ofrezca a Sí mismo en Sacrificio.

-“De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.” Gálatas 4:24.

El versículo anterior nos muestra que el propósito de la Ley era fungir como un ayo que nos llevara a Cristo. Es decir, la ley no es el medio de la salvación, ni tampoco es el fin de nuestra existencia. Es sólo un tutor temporal que nos muestra nuestra pecaminosidad, nos enseña en qué estamos mal con Dios, y nos apunta a Cristo como el Único capaz de libertarnos del cuerpo de muerte en que nos encontramos, si es que nos rendimos a Su Señorío, pues la ley es la que nos lleva al conocimiento del pecado y a la conversión (Romanos 2:12-16, Salmo 19:7.)

Luego entonces, si Dios no pide una obediencia perfecta, ¿qué es lo que pide? Bueno, pues Él mismo es muy claro en sus exigencias, y jamás nos pedirá algo que sea imposible llevar a cabo, ni que esté más allá de nuestra capacidad. (1ª Corintios 10:13.) Veamos en algunos pasajes lo que Él nos pide:

-“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” Deuteronomio 6:4-5.

-“Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” Deuteronomio 10:12-13.

-“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22:37-40.

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Los versículos anteriores nos muestran que lo único que Dios nos pide es que lo amemos con toda nuestra capacidad vital: el corazón (la intención y la voluntad), el alma (los afectos y los deseos), la mente (el intelecto y los pensamientos), y las fuerzas (el cuerpo y su energía biológica.) Mucha gente se declara incapaz de cumplir tal mandamiento. Ello es porque no lo han comprendido. Veamos bien lo que dice: no dice que amemos a Dios con el corazón de un espartano, ni con el alma de un eufórico, ni con la mente de un genio, ni con las fuerzas de un ángel. No. Dice: con “tu” corazón, “tu” alma, “tu” mente, “tus” fuerzas. Con lo que tú eres y con lo que tú tienes, tal como Él mismo te ha creado. En un pasaje anterior Jesús lo explicó de esta manera:

-“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” Mateo 6:22-23.

Y luego el apóstol Juan lo aclararía de la manera siguiente:

-“pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” 1ª Juan 1:7.

En palabras llanas, andar en la luz y tener un ojo bueno son sinónimos y significan que toda tu vida gira en torno a Dios: que todo lo que haces lo quieres hacer para Su gloria y dentro del contexto de Su voluntad agradable y perfecta, pues lo amas a Él por sobre todas las cosas, sin tener ningún ídolo, conociendo que Él es un Dios Celoso, y significa que por ende, irás dando cada paso de obediencia que Él te muestra con Su lámpara, paso a paso, un paso a la vez, desdeñando a los juguetes del mundo.

Ahora, si el hecho de que Dios no nos pida una perfección intachable, sino tan sólo un amor supremo que resulte en obediencia perseverante (aunque no necesariamente intachable), te parece demasiado laxo de parte de Dios, en primer lugar debes recordar que es Dios quien pone los términos de la reconciliación; no nosotros. No queramos ser más justos que Dios. En segundo lugar debes recordar que el que verdaderamente anda en la luz, necesariamente obrará de manera justa y vivirá una vida de santidad (sin la cual nadie verá al Señor) en su vida diaria, sin practicar el pecado, sino temeroso de Dios, recto, perfecto y apartado del mal, como Job, pero esa manera de vivir pura, será más bien el fruto de que dicha persona en verdad cree en la luz y anda en la luz, así como las iniquidades son el fruto de no hacerlo.

Por otro lado, si todo esto te suena a la “salvación por obras” tan rechazada por todo el orbe evangélico debido a que tal dogma es hijo del catolicismo romano y de sectas peligrosas como los mormones y los rusellistas, te ruego que me permitas explicarte cuál es la diferencia: La “salvación por obras” es la creencia

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de que uno puede salvarse siempre y cuando las obras buenas sobrepasen numéricamente a las obras malas. Esto es gráficamente explicado por J.T. Chick en su tratado “Un viejo diablo” por medio de una balanza sostenida por el diablo, quien le está haciendo creer a la gente que siempre que sus obras buenas superen a las malas, las buenas obras sopesarán a las malas de tal manera que la gente pueda ser salva. [6] Eso significa que el que desea ser salvo por obras cree, o al menos tiene la esperanza de salvarse, haciendo buenas obras, pero sin necesidad alguna de abandonar también todas sus malas obras, ni mucho menos rendirse al Señorío de Cristo, ni de ejercer fe en Él como Salvador, ni de hacer sus buenas obras en torno a Dios como para querer glorificarle, sino fuera de Dios, sin tener ninguna relación personal con Él. Por otro lado la supuesta “salvación por fe” que también Chick promueve en sus tratados y que es predicada en la mayoría de los círculos evangélicos de hoy, no es más que una “salvación por creer en la teología correcta.” En cambio, la salvación por andar en la luz consiste en una entrega absoluta de tu vida a Dios el Padre, un abandono de tus malas obras, y una rendición absoluta al Señorío de Cristo, para hacer cualquier cosa que te pida, confiando en Él como el que te dará el poder para hacerlo, después de lo cual continuamente das, por la misma fe, aquellos pasos de obediencia que Dios te vaya mostrando.

Bien, una vez habiendo establecido algo sobre lo que Dios pide, pasemos a considerar el carácter de Dios y su relación con el perdón…

IIb) ¿Realmente es Dios Alguien que no puede perdonar a menos que haya algún sacrificio que se le ofrezca? Como veremos, el carácter que la Biblia nos presenta de Dios sí es de un Dios Santo en Su naturaleza, Justo en Sus normas, y Perfecto en Su carácter. También se muestra Implacable en Sus Juicios, pero solamente cuando ya se ha colmado la medida de pecado que Él en Su paciencia puede tolerar con longanimidad (Ver por ejemplo Génesis 15:16, 18:20, Mateo 23:32, Romanos 1:28, 1ª Tesalonicenses 2:16, 2ª Tesalonicenses 2:11-12.) Es decir, Dios nunca obra catatónica ni caprichosamente. Él siempre traerá bendiciones cuando haya obediencia, y siempre traerá juicios cuando haya desobediencia. Además, Él es muy Razonable en Sus exigencias y jamás nos pedirá cosas que no podamos hacer, ni nos meterá en situaciones de las que no podamos salir. (1ª Corintios 10:13).

Sin embargo, cuando Su Ira no ha llegado al extremo, Él es más bien un Dios de lo más Tierno, Misericordioso y Compasivo, que está listo y pronto para perdonar, especialmente a Su pueblo, pero también se muestra así con todos aquellos que se vuelven a Él de todo corazón. Como ejemplo, veamos tan sólo unos pocos versículos que muestran Su gran carácter amoroso y

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misericordioso (este tipo de versículos son súper abundantes por toda la Escritura):

-“Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.” Salmos 30:5.

-“Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia. Sus caminos notificó a Moisés, Y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.” Salmo 103:1-14.

-“Porque más grande que los cielos es tu misericordia, y hasta los cielos tu verdad.” Salmos 108:4.

-“Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras.” Salmos 145:8-9.

-“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” Isaías 43:25.

Es Dios el Padre quien perdona pecados, y aquí habla de que lo hace sólo por amor a Sí mismo, no porque se le ofreció un sacrificio.

-“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” Lamentaciones 3:22-23.

-“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.” Miqueas 7:18.

No sólo eso, sino que también veremos que Él realmente no necesitaba de un sacrificio para poder perdonarnos. Es decir, Él no es incapaz de perdonarnos si no hay un sacrificio de por medio:

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-“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.” 1º Samuel 15:22-23.

-“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” Salmo 51:16-17.

-“¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:11-18.

-“Hacer justicia y juicio es a JehováMás agradable que sacrificio.” Proverbio 21:3.

-“¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” Miqueas 6:6-8.

-“Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo. Amós 5:22-24.

Aquí parece pertinente aclarar que desde una perspectiva meramente judía, el propósito de los sacrificios nunca fue apaciguar la Ira de Dios, sino purificar al que participaba de dichos rituales, y de esa manera acercarlo a Dios. (Hebreos 9:13-14.)

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De hecho, el concepto de apaciguar a Dios por medio de un sacrificio de un ser inocente o intachable es un concepto absolutamente pagano: en el paganismo hay muchísimos dioses que nunca representan a un Dios Todopoderoso, Único y Amoroso, sino que son más bien como los reyes, gobernantes y dictadores humanos de la tierra: son muy poderosos, pero también son despóticos, caprichosos, temperamentales, viscerales, crueles y despiadados. Los paganos les presentan ofrendas y sacrificios a esos dioses para aplacar la ira de tales dioses, para que de esa manera los dioses se encuentren felices y mejor no decidan enviar alguna plaga en la cosecha, o alguna tormenta inclemente, o alguna epidemia incurable, cuando se encuentren de mal humor. Nuestro país (i.e. México) está lleno de zonas arqueológicas en donde hay pirámides, zigurats, cenotes y templos en donde se ofrecían señoritas vírgenes a los dioses de nuestros antepasados. El clímax de este tipo de sacrificios paganos ocurre en el satanismo, cuando el sacrificio de mayor valor que se puede ofrecer es un bebé recién nacido, muy sano.

Tristemente el modelo de la satisfacción refleja una imagen similar del Dios de la Biblia, creyendo que es un tipo de autoridad despótica en los cielos que está sediento de sangre, y que mejor hay que recordarle que Su Hijo murió por nosotros, no sea que nos castigue. Aunque en principio ese modelo de la satisfacción pareciera hacer ver muy grave al pecado y a sus consecuencias (al presentar a un Dios tan Justo y tan Airado), al final resulta en tomar a la ligera el pecado, pues así como en los pasajes que acabamos de leer, los judíos seguían viviendo en pecado y luego creían que serían perdonados sólo por ofrecer los sacrificios apropiadamente, así hoy en día la gente vive en desobediencia abierta a Dios, pero se cree segura del perdón de Dios sólo porque el Sacrificio Perfecto de Cristo ya fue ofrecido y se confían en eso, a la vez que le ofrecen a Dios algunos sacrificios también, como sus diezmos y ofrendas, sus asistencias a la iglesia, y las migajas de su vida.

Pero el concepto hebreo rabínico de Dios es que Yavé es el Único Dios Vivo, y que es la corporeización de la justicia, la bondad y la misericordia, y los sacrificios que se le ofrecían eran para purificarse, para acercarse a Él, para tener comunión con Él, para tener una catarsis del estrés que les producían sus culpas, y para evitar las consecuencias del pecado, pero nunca para aplacar Su Ira.

De hecho, a lo largo de todo el Antiguo Testamento y a principios del Nuevo, Dios siempre perdonó pecados, sin que todavía hubiera muerto Cristo en la cruz. ¿Cómo es que pudo perdonar tantos pecados aún antes de que se ofreciera el Único Sacrificio Perfecto y Aceptable ante Dios? No sólo eso, sino que incluso Dios también muchas veces perdonó pecados sin la necesidad de un sacrificio animal siquiera.

El caso quizás más notable es el de David, cuando cometió adulterio y homicidio. De acuerdo con la ley de Moisés, él tenía que ser inmediatamente

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apedreado, y no había nada qué hacer. Sin embargo, a pesar de ello y sin necesidad alguna de ofrecer ningún sacrificio, cuando David confesó su pecado y se arrepintió, fue inmediatamente perdonado por Dios.

En la Parábola del siervo injusto (Mateo 18:23-35), vemos que el señor “le perdonó la deuda” a su siervo. De acuerdo con el modelo de la satisfacción, el perdón sólo hubiera sido posible si hubiese venido alguien más a pagar la deuda del siervo en lugar de éste. Sin embargo, la Biblia dice que no fue así. El amo simplemente perdonó la deuda, aún sin haber recibido pago alguno. Por cierto, haciendo un paréntesis, la salvación es un regalo otorgado por gracia, pero este regalo se puede perder si la gracia no se transmite a otros, como fue el caso de este siervo que no quiso perdonar a su consiervo. Y luego el Padre Celestial, no Moisés, entregó a los verdugos al siervo que no perdonó. Por ello es que esta parábola nos lleva directo al concepto de…

IIc) La JusticiaGran parte de la confusión resultante del modelo de la satisfacción resulta de una comprensión errónea de lo que es la justicia, y en particular, la justicia de Dios. La mayoría de los cristianos evangélicos occidentales tienen una idea meramente legal sobre esto: piensan que la justicia de Dios se refiere a la necesidad de castigar al malo y absolver al inocente, de dar a cada quien lo que le corresponde en un sentido legal. Sin embargo, la Biblia nos transmite un concepto muy distinto de lo que es la justicia, y en especial la justicia divina. Veamos:

-“[Dios]…que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido.” Deuteronomio 10:18.

-“Defended al débil y al huérfano; Haced justicia al afligido y al menesteroso.” Salmo 82:3.

-“…aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.” Isaías 1:17.

-“El que camina en justicia y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa mala;” Isaías 33:15.

-“Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar.” Jeremías 22:3.

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-“Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová.” Sofonías 2:3.

Como muestran los anteriores pasajes, la justicia de Dios y la justicia que Él también nos pide a nosotros no se manifiesta castigando al culpable de manera irremediable, sino que consiste en hacer lo recto, especialmente en relación con la ayuda a los necesitados, la equidad social, la integridad personal, e incluso la mansedumbre. Esto va muy bien de acuerdo con la definición del diccionario de la palabra “justicia:” todo lo que está de acuerdo con la Voluntad de Dios, tal como lo muestra el siguiente pasaje que son palabras del mismo Señor Jesucristo:

-“Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.” Mateo 3:15.

Tenemos el caso de José, marido de María, quien hizo las veces de padre de Jesús, a quien Mateo menciona como “justo,” no por actuar conforme a la ley, ni mucho menos por castigar a quien toda la evidencia apuntaba como culpable de fornicación, sino precisamente por ir en contra de la ley para favorecer el bienestar integral de una mujer virtuosa, humilde y pobre, de quien se podían sospechar cosas según la evidencia, pero no se podía afirmar nada con toda seguridad:

-“José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.” Mateo 1:19.

Esto ya concuerda bastante con el concepto paulino de la justicia de Dios, tan ampliamente explorado en la carta a los romanos, en donde la imagen que proyecta el apóstol de la justicia de Dios no es la de castigar de manera implacable al pecador, sino precisamente de absolverle y aún de adoptarlo como hijo, aunque el pecador no lo merezca. Mientras que el concepto humano de la justicia es encerrar al criminal en la cárcel, el concepto que Cristo tenía de la justicia era liberar a los cautivos de la cárcel.

-“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” Romanos 1:17.

-“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,…” Romanos 3:21-22.

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“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:…” 2ª Pedro 1:1.

No por nada el apóstol Pedro más tarde hablaría de los que padecen “por causa de la justicia” (1ª Pedro 3:13-15) como aquellos hermanos que devuelven bien por mal. Con este concepto de “justicia” queda muy claro que el “siervo injusto” de la parábola mencionada antes (vide supra) fue “injusto” por no querer perdonar, y el apóstol Pablo le recuerda a los corintios que los injustos no heredarán el reino de Dios dentro del contexto de que los hermanos, lejos de sufrir el agravio, estaban más bien defraudando a sus hermanos (1ª Corintios 6:1-11.) Como vemos, la justicia sólo puede operar por medio de la misericordia, la cual triunfa sobre el juicio, y el juicio sin misericordia no se hará sobre aquel que peque una vez, sino sobre aquel que no muestre misericordia. (Santiago 2:13.) Es decir, la justicia se refiere a hacer lo correcto, lo que está en sintonía con la Voluntad de Dios.

Ahora sí, con el fundamento bien cimentado de cómo es nuestro Dios, podemos vislumbrar el propósito de…

III) Los sacrificios antiguo testamentariosCon base en la famosa historia de Caín y Abel, es plausible inferir que desde la caída del hombre, Dios ordenó que se le rindieran sacrificios y ofrendas. Los justos, incluyendo a Abel, a Noé y a los patriarcas, ofrecieron sacrificios animales. Más tarde, dentro de la ley mosaica, Dios establecería el sacerdocio levítico y allí ordenaría innumerables sacrificios. No todos los sacrificios eran por el pecado. De hecho, la naturaleza, el significado y el propósito de tales sacrificios no son explicados en el Antiguo Testamento. El escritor de la carta a los hebreos nos dice que tales sacrificios sólo eran sombra o figura del Único Sacrificio Perfecto, que fue el ofrecido por nuestro Señor, quien actuó como Cordero y como Sumo Sacerdote a la vez. Por ende, lo único que podemos afirmar con toda seguridad acerca de tales sacrificios es que sirvieron para apuntarnos hacia Cristo, pero no más.

Durante todo el libro de Génesis no aparece ninguna declaración de que los sacrificios ofrecidos por los patriarcas tuvieran el propósito de ser perdonados de los pecados. ¡Jamás! De hecho, te agradecería infinitamente si pudieras mostrarme aunque sea un solo versículo del Génesis en donde se afirme tal cosa. Más bien, tanto Abel, como Noé, como Abraham, Isaac y Jacob, ofrecieron sacrificios a Dios para tener comunión con Él y como algo agradable a Dios, en muestra de agradecimiento, reverencia y aprecio ante Su Nombre, pero jamás para poder recibir el perdón de pecados o para aplacar la ira de Dios.

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Continuando con la historia del Antiguo Testamento, el primer sacrificio que aparece como de mayor envergadura en el Antiguo Testamento es sin duda la Pascua. Éxodo 12. Es interesante hacer notar que la Pascua coincide exactamente con el Éxodo (la salida de Egipto.) Para entender lo que significaba el éxodo, hay que conocer toda la historia previa de los hebreos desde Abraham. Por ahora no hay tiempo de recorrer toda la historia de los patriarcas y sólo mencionaremos que a Abraham le fue prometida la tierra de Caanán, pero hubo un período cuando el pueblo de Israel quedó esclavizado a Egipto y lejos de la Tierra Prometida. Luego entonces el éxodo significó mucho para el pueblo de Israel: simbolizaba el salir de la esclavitud y del exilio, para regresar a la tierra que Dios prometió a sus padres, en donde, bajo un reinado teocrático de justicia, equidad y felicidad, servirían al Único Dios Verdadero, Quien se apareció a su libertador Moisés.

Su salida milagrosa de Egipto llegó a ser una parte preponderante y central en la historia del pueblo judío, en su identidad, en su entendimiento de sí mismos como pueblo escogido por Dios y hasta en su teología, tanto así, que dicha historia es recordada, repetida y referida una y otra vez en el resto del Tanaj, incluyendo de manera muy especial a los Salmos y a los Profetas. Y es precisamente en conexión con ese acontecimiento, que Dios ordena la celebración de la Pascua, lo cual sólo puede significar que la aspersión de la sangre sobre los dinteles y los postes de las casas eran la señal de identificación inequívoca de pertenecer al pueblo de Dios y asociarse con él, pueblo que habría de ser liberado de una gran esclavitud por medio de una grande salvación, y ser llevado por la mano de Dios a través del desierto hacia una tierra de felicidad. Y aunque es verdad que Dios “pasó sobre” aquellos que habían marcado sus casas con sangre para no herir a los primogénitos, eso nada tenía que ver con aplacar la Ira de Dios por los pecados, sino con que el juicio de Dios caería sobre los que no son Su pueblo, pero los que eran de Su pueblo serían librados. Es decir, Dios escogió salvar a Su pueblo y también todos los que estuvieran incluidos en ese pueblo serían salvados y liberados. Su pueblo sólo podía estar constituido por aquellos que hicieran tal Pacto con Él sellado a través de la sangre en las casas, identificándose como judíos no sólo de sangre, sino también de religión y de vivencia. (Dicho sea de paso que muchos de los pasajes que los calvinistas usan para sustentar sus falsas doctrinas de la predestinación arbitraria y la expiación limitada se basan en pasajes en los que se habla de la predestinación colectiva de un pueblo, no de los individuos, pero esto se sale del alcance de este tratado.)

El apóstol Pablo se refiere a Cristo como nuestra Pascua, y dice que ya fue sacrificada por nosotros. (1ª Corintios 5:6-8.) Con base en tal afirmación nos insta a limpiarnos de la vieja levadura y a celebrar con los “panes sin levadura” que son la sinceridad y la verdad. Lo anterior sólo puede significar que el Sacrificio de Cristo como nuestra Pascua fue el medio por el cual quedó sellado el Nuevo Pacto de Dios con Su pueblo, que está constituido por todos aquellos que le siguen, sean de Israel o de la Iglesia, y que ese Pacto implica la liberación de la

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cautividad del Faraón (Satanás) y de su reino Egipto (el mundo), para salir del exilio de una tierra que no es apropiada para el pueblo de Dios, y ser trasladados a un reino de libertad del pecado y de la muerte, en donde podamos servir al Único Dios Vivo y Verdadero sin impedimentos, siempre y cuando escojamos asociarnos y ser maltratados con el pueblo de Dios antes que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros del mundo, tal como hizo Moisés, y todos los que estén incluidos y predestinados dentro de ese pueblo, serán también salvos finalmente del destructor.

Pasando más adelante en la historia, dentro del sacerdocio levítico, había muchos tipos de ofrendas: sacrificios de expiación en general (Levítico 1:4, 14:20, 16:24, otros), ofrendas por pecados de yerro y de ignorancia (Levítico 5:16-18, otros), ofrendas de paz (Levítico 3:3-9, otros), y otras ofrendas más. Las ofrendas no sólo incluían la muerte y la sangre de algún animal, sino también alimentos, como harina (Levítico 6:20, 14:10, otros.) No todas las ofrendas eran por haber cometido pecados. Era necesario ofrecer sacrificios cuando alguien sanaba de la lepra, cuando una mujer cumplía su cuarentena, cuando un hombre sanaba de una ETS, y en otros casos.

Es evidente también que en varios pasajes se habla de que hubo una expiación por el pecado sin la necesidad de ofrecer algún ser inocente de manera vicaria. (Ver Génesis 32:20, Números 25:13, 2º Samuel 21:3, Isaías 6:5-7, 27:8-9.)

Ahora, un análisis cuidadoso de la palabra “expiación” tan recurrente al hablar de estos sacrificios, que es la palabra hebrea “kafar” nos muestra que expiar significa sencillamente “cancelar.” Ningún rabino judío en la historia, ni tampoco ningún rabino judío actual ha interpretado tal concepto como una satisfacción de la Ira de Elohim. Citando al rabino L.F. Betteto:

“… kafar implica precisamente cubrir y cancelar, pero en lo relativo del hombre hacia Elohim; no es para que nos perdone. No es un asunto de finalidad, porque eso no quita que sea según Su justicia y Sus mandamientos. Si bien al hacer expiación ordenada para pecados por yerro, la Toráh dice que Elohim perdona; veremos que hay que entenderlo como la consumación de la ya citada justicia en la obediencia a los mandamientos, y todo lo que implica; pero no que la causa por la cual perdone sean dichos sacrificios ofrecidos, y menos que menos que los sacrificios por el pecado puedan ser de sangre de algún ser… inocente.” [7]

Por ahora no entraremos en detalle sobre todo el significado de la palabra expiación, pero habiendo visto que significa “cancelar” o “enmendar,” veremos que efectivamente Cristo no sólo hizo expiación, sino que también Él mismo es la expiación por nuestros pecados, no en tanto que satisfaciendo la ira o la

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justicia de Dios de manera punitiva, sino en tanto que cancelando nuestro pecado y las consecuencias de éste, y enmendando o corrigiendo todo el mal que habíamos hecho, para restaurarnos a Dios y reconciliarnos con Él.

El siguiente gran sacrificio ocurre en Levítico 16, que es la fiesta de Yom Kipur. El análisis completo de todo el pasaje sale de los alcances de este escrito, pero lo más notable en dicha celebración judaica es que era necesario ofrecer dos diferentes sacrificios, uno de los cuales era efectivamente, sacrificado y asesinado, y otro de los cuales era dejado vivo y llevado al desierto por “Azazel.” El pasaje es por demás complicado como para aceptar una sola interpretación. Existe, sin embargo, una manera muy sencilla de entender el pasaje. Aarón representa a Cristo, como Sumo Sacerdote. Ambos machos cabríos representan también a Cristo, pero uno prefigura su muerte, mientras que otro prefigura su resurrección. Eran necesarios dos sacrificios porque los corderos generalmente no resucitan. Sólo Cristo resucitó. Luego entonces, el que era muerto prefigura la muerte del Señor, mientras que el que era enviado al desierto prefigura la resurrección del Señor. También es evidente que el muerto era ofrecido “por Jehová,” mientras que el vivo era ofrecido “por Azazel.” Esto podría significar que la muerte de Cristo fue una ofrenda para Dios el Padre y la resurrección fue algo que tuvo que ver con Satanás (Azazel.) La muerte de Cristo para el Padre se ha interpretado en el modelo de la sustitución penal como la satisfacción de la ira del Padre. No tiene por qué se así necesariamente. Más adelante exploraremos todos los aspectos de la muerte del Señor, pero por ahora basta que nos quedemos con la idea de que su muerte fue un rescate de nuestra cautividad. Siendo esto así, su muerte es ofrecida por Jehová sólo en el sentido de que por medio de ella podemos ser reconciliados con Jehová y restauraos a nuestra relación con Él, pero no porque Jehová haya recibido la muerte de Su Hijo como un sacrificio apaciguador. Luego, la resurrección tiene que ver más con el diablo que con Dios sólo porque la resurrección garantiza que el Mesías en verdad venció la muerte, salió del Hades (reino del diablo) y llevó consigo a los santos de Dios. Más adelante exploraremos estos aspectos en detalle, pero por ahora basta con saber que no hay aún base alguna para suponer el dogma de la sustitución penal.

Con base en lo que ya hemos encontrado, podemos darnos cuenta de la existencia de…

IV) Las inconsistencias del modelo de la satisfacción penalEl modelo reformado presenta varias lagunas que no pueden ser resueltas y que además contradicen la Escritura y se contradicen entre sí. Aquí presento las principales inconsistencias:-La Santísima Trinidad entra en un conflicto inexistente. Efectivamente, al presentar a Dios el Padre como un Dios Tan Santo y Tan Perfecto, que

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además está tan Airado que no puede perdonarnos en caso alguno, si no se le ofrece un sacrificio de alguien inocente y perfecto, y a Jesús como el Amante Salvador manso que está allí para interceder por nosotros los pobres pecadores, y que nos ama incondicionalmente, y luego al Padre descargando Su Ira sobre el Hijo, la Divinidad entra en una tensión, y eso no concuerda con la Escritura. Jesús dijo que Él y el Padre son Uno (Juan 10:30, 14:9-14). Él dijo que quien lo ha visto a Él, ha visto al Padre. Además, contrario a lo que pudiéramos pensar, ese carácter de Jesús como siempre amante y siempre perdonador, para nada concuerda con la Escritura. El Salmo 2 nos dice que honremos al Hijo para que no se enoje, porque se inflama de pronto Su Ira. En Apocalipsis, se nos presenta la Ira del Cordero como algo Terrible, y es Cristo mismo quien mata a la gente con plagas tremendas y quien los manda al Lago de Fuego. Por otro lado, el presentar al Padre como siempre Airado tampoco es escritural. Muchas veces en el Antiguo Testamento se afirma que Él es lento para la ira y grande en misericordia y que su misericordia es para siempre. Tanto el Padre como el Hijo tienen un carácter doble de bondad y severidad, y ninguno pesa más que el otro, sino que, como ya vimos, hay severidad sobre los desobedientes y bondad para con los arrepentidos, pero ambos, tanto el Padre como el Hijo, siempre están de acuerdo y son Uno mismo. El presentar al Padre y al Hijo como discutiendo allá arriba en los cielos acerca de nosotros es algo que no es lógico ni escritural.

-Presenta serias dificultades que no pueden ser respondidas fácilmente.Por ejemplo, una dificultad que surge desde el principio es ésta: Si nuestro pecado debía ser castigado con el Lago de Fuego, ¿Cómo es posible que la muerte por medio de la crucifixión fuera una sustitución del castigo que merecíamos por el pecado? Si lo que se requería era una sustitución, Cristo hubiera tenido que sufrir el castigo eterno, pero sería blasfemo siquiera pensar que Cristo tenga que hacer tal cosa. Por otro lado, ¿Cómo es que la Ira de Dios quedó satisfecha por medio de un castigo diferente del que Él ha estipulado?Otra pregunta que parece no tener respuesta es ¿Cómo es posible que Dios nos ordene que no nos enojemos, que no se ponga el sol sobre nuestro enojo, y sin embargo Él es un Dios que está tan Airado que ni siquiera puede perdonarnos si no es saciada su sed de sangre? ¿Qué no dijo Jesús que amemos a nuestros enemigos precisamente porque Dios ama a justos y a injustos por igual, tolera los pecados de los malos y les sigue dando el sol, la lluvia y el aire y les envía su gracia que los llama al arrepentimiento?Una incongruencia muy seria y que raya en la absurdez consiste en que se presenta a un Dios que se hace el tonto. En el modelo de la satisfacción, tenemos a la justicia de Dios que nos quiere refundir en el Lago de Fuego con una Ira indescriptible en tensión con la misericordia de Dios que nos quiere perdonar a como dé lugar, y dicha tensión se ve liberada por medio de la expiación. En ese entendimiento, la misericordia consiste en que Dios se hace como que no ve o como que se tapa los ojos y en vez de ver nuestro pecado ve

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a Cristo en nuestro lugar, con lo cual queda aliviado y ahora sí nos trata como si nada hubiera pasado. En cambio, el concepto de misericordia que presenta la Biblia es de alguien que sí ve el pecado, pero aún así lo perdona.Otra dificultad es que presenta algo casi imaginario: la persona se dice que está “justificada por la fe,” queriendo decir eso que Dios la declara “inocente y sin pecado alguno,” pero en la práctica la persona se da cuenta de que sigue pecando. Como veremos más adelante, el modelo del rescate tiene un concepto relacional, tanto de la justificación, como de la santificación. En el modelo reformado, la justificación es sinónimo de indulto y la santificación es, en el mejor de los casos, sinónimo de moralidad y obediencia a las autoridades puestas por Dios y en el peor de los casos, es sinónimo de una santidad imaginaria en la que la persona cree ser santa porque así Dios la ve aún cuando practique el pecado con todo placer y descaro. En contraste, en el modelo del rescate, la justificación es ser trasladado a la familia de Dios y adoptado y amado por Dios, aún cuando lleguemos a pecar, no porque Dios no vea que pecamos, sino porque Él decide que sigamos siendo hijos suyos aunque lleguemos a fallar, siempre y cuando sigamos andando en la luz, es decir, sometidos a Su Señorío. (Romanos 8:32-39.) De la misma forma, en el modelo del rescate, la santificación es una relación con Dios de amor y una obediencia literal a las Palabras de Cristo, que resultan en vivir una vida justa, de acuerdo con el concepto bíblico de lo que es la justicia. (Romanos 6:11-14.)

-Nos quita de toda responsabilidad de obedecer y de agradar a Dios. Hay abundantes pasajes que enseñan claramente que seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras. (Ver por ejemplo Salmo 18:20-26, 62:12, Mateo 16:27, Romanos 2:6-11, 2ª Corintios 5:10, 1ª Pedro 1:17, Apocalipsis 20:12, 22:12.) El hecho es que si ya Jesús pagó por nuestros pecados, y si todos nuestros pecados, incluidos incluso los pecados futuros, nos quedaron perdonados irrevocablemente, entonces, ¿cómo es que Dios nos va a juzgar de acuerdo con nuestras obras?

¿Cómo es que Dios les dice a todas las iglesias de Apocalipsis que Él conoce sus obras? En tal caso los hermanos de tales iglesias le podrían contestar a Dios: “No veas mis obras, ve a Cristo y a Sus obras, pues ya Su justicia me fue imputada.” Pero tal lenguaje y tal línea de pensamiento es completamente ajena a la Biblia.

¿Por qué le diría el Señor le diría lo siguiente a la iglesia de Sardis?:

-“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios… Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y

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confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.” Apocalipsis 3:2, 4-5.

Si ya tenemos un manto de justicia que no puede mancharse ni quitarse, porque Dios ya quedó satisfecho, aún cuando vivamos como se nos antoje, entonces ¿por qué algunos sí se mancharon? ¿Por qué algunos eran dignos y otros no? Estas son dificultades serias que no pueden resolverse dentro del modelo, que además nos eximen de nuestra responsabilidad de agradar a Dios y que por ende producen los malos frutos que observamos cada día en las iglesias con una teología producto del pensamiento de los reformadores, y que constituyen un argumento res non verba en contra de dicha teología tan errónea.

Así pues, en contraste con lo que enseñaron los reformadores, veamos…

V) Lo que enseña el Nuevo Testamento

-“… los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.” Hebreos 8:5-6.

Aunque hemos echado un pequeño vistazo a algunos sacrificios del Antiguo Testamento, es necesario que comprendamos que estamos bajo un Nuevo Pacto, que debemos basarnos principalmente en el Nuevo Testamento, y que aunque sí existe la tipología y ésta es una bendición cuando es bien comprendida, es peligroso construir doctrinas enteras tan sólo basándonos en los tipos del Antiguo Testamento. Por ello, a continuación y en el resto de este estudio nos basaremos casi exclusivamente en el Nuevo Testamento, armando el rompecabezas con base en lo que éste enseña. Establezcamos primeramente que…

Va) Cristo fue un Sacrificio Perfecto. El modelo reformado enseña que nuestros pecados le fueron transferidos a Cristo y que la justicia de Él nos es transferida a nosotros. (Ambas supuestas realidades conforman la así llamada doctrina de “la justicia imputada.”) Tales aseveraciones se basan sólo en débiles andamios escriturales. Se piensa que nuestros pecados fueron transferidos a Cristo porque la Biblia habla de que Él “llevó” nuestros pecados, o de que Dios “cargó” nuestros pecados en Él. Más adelante explicaremos en qué sentido Cristo “llevó” o “cargó” nuestros pecados, pero por ahora sólo podemos decir que llevó o tomó en sus manos la responsabilidad de nuestro pecado.

Quizás el argumento más fuerte que es usado es el pasaje de 2ª Corintios 5:21, que dice:

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-“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”

Los primeros cristianos jamás interpretaron tal pasaje como que Cristo se volvió pecado o como que nuestros pecados le fueron transferidos.

Sabemos que Cristo no se hizo pecado por las siguientes razones:

-Porque en el mismo pasaje se afirma que Él “no conoció pecado.” Cualquiera que sea el significado de la frase “se hizo pecado,” tiene que ser congruente con lo anterior, o de otra manera Pablo se estaría contradiciendo a sí mismo.

-Porque el resto de la Biblia deja claro que Jesús nunca se hizo pecado. En Isaías 53, el Padre le llama “Justo” aún en el contexto de que estaba “cargando con nuestros pecados.” (Ver también Isaías 53:10 y 11, Lucas 23:47, Romanos 5:19, Filipenses 2:8, Hebreos 4:15, 9:14, 1ª Pedro 1:18 y 19, 1ª Juan 3:5.)

-Porque si Jesús se hubiera hecho pecado, ya no hubiera sido un sacrificio perfecto ni aceptable de acuerdo con Levítico 22:20. Pero sabemos que sí fue un sacrificio perfecto.

-Porque el pasaje anterior afirma:

-“que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (Versículo 19.)

Es decir, Dios estaba con Cristo mientras moría en la cruz, y no lo abandonó en ese momento (lo abandonaría después, por razones muy diferentes, y es por eso que Él clamó: “Eloi Eloi, ¿lama sabactani?”, vide infra). El hecho de que no lo abandonó queda patentado por el pasaje siguiente:

-“Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,Ni de él escondió su rostro;Sino que cuando clamó a él, le oyó.” Salmo 22:24.

Los primeros cristianos sabían que el Hijo de Dios era absolutamente Puro y que jamás fue conocido como “pecado.” Además, ellos sabían que la palabra “hamartía” en 2ª Corintios 5:17, que casi en todos los contextos significa “pecado,” también puede traducirse como “ofrenda por el pecado,” y de hecho así se utiliza en otros contextos y en muchísimos otros pasajes. Como ejemplo, se puede consultar la Septuaginta, en donde la palabra “hamartía” se utiliza más de 20 veces con el significado de “ofrenda por el pecado,” no de “pecado.”

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Puesto que Pablo usaba la Septuaginta y sus lectores se hallaban muy familiarizados con ella, es lógico que usara términos de esa Biblia. Siendo esto así, Cristo sí, efectivamente, se hizo ofrenda por el pecado, por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. El ser hechos justicia significa que eso es una realidad práctica, no una transacción llevada a cabo en el cielo, la cual permita que seamos perdonados y quedemos impunes aunque sigamos en el pecado de manera práctica. ¡No!

Ahora entonces tendríamos una inconsistencia más que agregar al modelo reformado: Los mismos individuos que afirman que a Jesús se le transfirieron nuestros pecados también afirman que Él fue un Sacrificio Perfecto. La pregunta es: ¿Cómo pudo Él haber sido un Sacrificio Perfecto, si al mismo tiempo, mientras se estaba sacrificando por nosotros, se llenó de nuestros pecados, al punto de que el Padre no soportara ni siquiera verlo y mejor se apartara de Él? Esta es una cuestión irreconciliable e incongruente dentro del modelo.

De cualquier manera, con base en lo anterior, podemos afirmar sin lugar a dudas que…

Vb) Cristo murió por nosotros, pero no en nuestro lugarLa Biblia, y en especial el Nuevo Testamento, siempre usan una terminología que no deja lugar a confusiones, sino que es bastante explícita y que deja muy claro lo que se quiere dar a entender. Siendo esto así, sería muy lógico pensar que si la Biblia apoyara la idea de que Cristo murió en nuestro lugar de manera vicaria o sustituta, entonces se utilizaría la palabra griega “anti,” que significa “en lugar de,” o “en sustitución de,” al hablar de la muerte de Cristo.

Sin embargo, puedes buscar en todo el Nuevo Testamento y jamás hallarás ni una sola vez que dicha palabra sea utilizada en conexión con la obra expiatoria de Cristo. En cambio, sí se utiliza la palabra griega “huper” al menos en los siguientes pasajes: Marcos 14:24, Lucas 22:19-20, Juan 6.51, 10:11, 15, 11:51-52, Romanos 5:6-8, 10, 8:3, 32, 1ª Corintios 15:3, 2ª Corintios 5:14-15, Gálatas 1:4, 2:20, 3:13, Efesios 5:2, 25, 1ª Tesalonicenses 5:9-10, 1ª Timoteo 2:6, Tito 2:14, Hebreos 2:9, 4.12,5:1, 7:27, 9:24, 10:12, 1ª Juan 3:16. La palabra “huper” simplemente significa “en favor de,” “en beneficio de,” o “por amor a.”

En Romanos 4:25 Pablo utilizó la palabra “dia,” que quiere decir “por causa de.” Es decir, el Nuevo Testamento jamás da la idea de que Cristo murió como nuestro Sustituto. Simplemente afirma que Cristo murió por causa nuestra y en nuestro beneficio o en nuestro favor, por amor a nosotros, pero no en nuestro lugar. Ahora bien, ¿Cuál fue ese beneficio o favor que nos trajo Su muerte?...

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Vc) El propósito de la muerte de CristoAntes de entrar en materia, es necesario aclarar que tenemos que enfocarnos en lo que Cristo hizo, y no tanto en los detalles de cómo es que lo logró. Como occidentales, nos encanta tener explicaciones y parecemos creer que la Biblia fuera una serie de proposiciones de lógica matemática o lógica dialéctica que pueden ser estudiadas con el intelecto de un filólogo, en vez de considerar lo que la Biblia realmente es: un conjunto de palabras inspiradas por Dios que nos dan mandamientos, promesas, advertencias, profecías e historias hechas para hablar a nuestro espíritu y movernos a andar en la Luz. En gran medida, la muerte, sepultura y resurrección de Cristo es la historia del evangelio (Ver 1ª Corintios 15:1-10), la cual debería constreñirnos a amarlo. Las historias no sólo mueven las emociones, sino que también nos “lavan el cerebro,” es decir, de alguna manera, necesariamente influyen sobre nuestra manera de pensar y de ver las cosas. Así, como si estuviera loco, te recomiendo que leas la literatura actual y/o la pseudo literatura, o mejor aún, vayas al cine a ver la película que más esté en boga ahora mismo, y saldrás de allí creyéndote la mentira del enamoramiento y el romanticismo a la occidental, o muy posiblemente habiendo aprendido el valor del individualismo occidental y creyendo la mentira de que la violencia puede vencer el mal, cuando la Biblia enseña que el mal se vence con el bien, no con más mal. Hoy tenemos a la mayoría de la gente ignorante en cuanto al camino de la cruz, el camino de “amar a los enemigos:” porque no se han llenado la cabeza con las historias de Dios, sino con las historias del diablo que presentan Hollywood, Bollywood, Churubusco y el resto de las producciones de este mundo. Así pues, con los ejemplos anteriores, me propongo que comprendamos que el evangelio de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo es eso: una historia real que debería cambiar tu manera de pensar en la dirección de los pensamientos de Dios, pero no un libro de física aplicada que haya que elucidar como genios. O, como lo escribiera Charles Wesley en su himno “Amazing Love:”

Esto es un misterio: Muere el Inmortal.¿Quién puede explorar Su designio tan extraño?En vano trata el principal de los serafinesDe sonar las profundidades del amor divino [8]

Es decir, hay que ver que lo importante no es entender el cómo y los detalles, sino entender y creer que la muerte de Cristo nos redime del poder del diablo y nos da un poder sobrenatural para vencer al pecado y al mundo de manera habitual mientras que todavía estamos en la carne, y mucho más cuando hayamos salido de este cuerpo. Para ser salvos, no necesitamos más que eso. A eso, en síntesis, nos referimos con el modelo del “rescate.” Sin embargo, la Biblia y los escritos de los cristianos primitivos nos dan muchos detalles más en

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cuanto a este modelo, que podemos mencionar con mucha cautela, pero que nos aclaran las cosas y nos edifican en el espíritu.

Habiendo esclarecido lo anterior, veremos primeramente que cuando hacemos un estudio cuidadoso del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que el verdadero y principal propósito de la muerte y la Sangre de Cristo fue que pudiéramos ser libertados de los siguientes enemigos nuestros: el pecado, el mundo, la carne, la ley, el diablo y la muerte, y hacer posible que vivamos una vida santa, obediente, piadosa, fiel y devota, entregada a vivir únicamente para Él. La siguiente es una lista parcial de los textos que enseñan esto:

-“El Espíritu del Señor está sobre mí,Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;A pregonar libertad a los cautivos,Y vista a los ciegos;A poner en libertad a los oprimidos;A predicar el año agradable del Señor.” Lucas 4:18-19.

Como podemos observar, Cristo vino a dar libertad a los cautivos que estaban presos en el pecado; a poner en libertad a aquellos que se hallaban oprimidos por el diablo.

-“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29.

Como vemos, Juan el Bautista dio testimonio de que Jesús vino a quitar, no a cubrir, el pecado del mundo. De verdad vino a deshacer las obras del diablo. (1ª Juan 3:10.)

-“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Romanos 8:3-4.

Aquí se afirma que Cristo vino para condenar al pecado en la carne. Su muerte no anuló el Juicio por el pecado, sino que anuló al pecado mismo. Es decir, Él nos salva del pecado, no en el pecado. (Mateo 1:21.) De hecho, de acuerdo con el apóstol, la diferencia principal y crucial entre la ley y la gracia, es que estando bajo la gracia, el pecado ya no tiene dominio sobre nosotros. (Ver Romanos 6:14.)

-“Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.” Romanos 14:9.

-“… y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” 2ª Corintios 5:15.

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Los versículos anteriores afirman que Cristo murió efectivamente para poder ser nuestro Señor (Amo, Dueño, Rey Soberano, Jefe, Amado y Capitán) y que de esa manera dejemos de vivir para nosotros mismos, y ahora vivamos sólo para Él.

-“…el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,” Gálatas 1:4.

Aquí el apóstol dice que Cristo murió por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo (es decir, del sistema de cosas de este mundo y de la condición perversa de esta generación.)

-“… quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Tito 2:14.

-“Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.” Hebreos 13:12. (Ver versículos 20 y 21.)

-“… sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,” 1ª Pedro 1:18-19.

-“quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.” 1ª Pedro 2:24.

-“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;” 1ª Pedro 3:18.

Una vez más los pasajes anteriores afirman que Cristo murió para redimirnos de la iniquidad, purificarnos del pecado, santificarnos, apartarnos como un pueblo peculiar, celoso de buenas obras, rescatarnos de una vana manera de vivir, y para que volviéndonos de corazón al Pastor y Obispo de nuestras almas, muramos a los pecados y vivamos en la justicia de la ley de Dios por el resto de nuestras vidas, siendo así verdaderamente llevados a Dios.

-“… pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” 1ª Juan 1:7.

-“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Apocalipsis 1:5-6.

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-“Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” Apocalipsis 7:14.

Otra vez, vemos que la Preciosa Sangre de Cristo nos limpia, nos lava, nos emblanquece, es decir, nos hace santos en la práctica, y no sólo en la imaginación, ni mucho menos sólo a los ojos de Dios llevando a cabo una transacción misteriosa en el cielo en la que Dios ya no nos ve a nosotros, sino a Cristo en nosotros; ¡no! Sino que nos emblanquece en verdad.

Con todo lo anterior, y con base en el versículo que aparece a continuación, entonces el resultado lógico es que es por medio de la Sangre de Cristo, que el creyente de verdad vence a Satanás y triunfa sobre él, quien es el acusador y el enemigo de las almas.

-“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” Apocalipsis 12:11.

Ahora bien, la terminología que utiliza el Nuevo Testamento y que utilizaron los primeros cristianos para referirse a la teología del sacrificio de Cristo, fue la palabra “rescate,” así como la palabra “redención.” Tales palabras se utilizan en el sentido de que hay que pagar algo de valor para poder obtener la liberación de algún cautivo. Su uso lo podemos ver en pasajes como Éxodo 21:30, Proverbios 13:8 y en muchos otros. Jesucristo mismo usó tal término para mostrar cómo el hombre ha sido traído de vuelta a Dios. El significado de redimir es “volver a comprar.” Tanto el rescate como la redención significan que Cristo dio Su vida y resucitó para hacer posible que el hombre pudiera regresar a Dios. En los antecedentes de Israel, estos términos significaban que se debía pagar algo de valor para poder obtener la liberación de algún cautivo (Ver Job 36:18.)

Por el contacto que los cristianos primitivos tenían con la esclavitud, para ellos estos términos significaban la liberación de alguna persona de la esclavitud. Esto es confirmado por el uso que Pablo le da a una metáfora sobre la esclavitud en Romanos 6, en donde explica lo siguiente:

-“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” Romanos 6:17-18, 22.

La misma vida de Jesús, es decir, su Sangre, era esta “paga” dada por la liberación del creyente del poder del pecado. La siguiente es una lista parcial de los pasajes bíblicos que muestran la realidad de la redención o el rescate:

-“… como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mateo 20:28.

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-“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45.

-“Bendito el Señor Dios de Israel,Que ha visitado y redimido a su pueblo,Y nos levantó un poderoso SalvadorEn la casa de David su siervo,” Lucas 1:68-69.

-“Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.” Lucas 2:38

-“Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.” Lucas 24:21.

-“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.” Hechos 20:28

-“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1ª Corintios 6:20.“Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” 1ª Corintios 7:23.

-“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” Efesios 2:13.

-“… el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.”1ª Timoteo 2:6.

- “… y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” Hebreos 9:12.

-“y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;” Apocalipsis 5:9.

Hasta aquí no se ha dicho nada sobre el perdón de los pecados (se verá más adelante cómo es que la Sangre de Cristo nos trae perdón y propiciación.) Tampoco se ha dicho nada sobre el hecho de que vayamos al cielo cuando muramos, ni mucho menos se ha dicho nada sobre la falsa doctrina de la “santificación posicional” ni de las “obras de súper erogación” (doctrinas falsas que afirman que aunque pequemos, Dios ya no nos ve a nosotros, sino a Cristo y a Su Sacrificio, y que las obras justas de Cristo se nos imputan sin que nosotros seamos justos en la práctica. La Biblia no da ni pista ni sugerencia de que las cosas sean así, y más bien dice en 1ª Juan 3:7 que el que hace justicia es justo, así como Él es Justo.)

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De hecho, el modelo de la sustitución penal en conjunto con el dogma de la justicia imputada desarrollado a la manera calvinista constituyen los pilares más fuertes de otras doctrinas mucho más venenosas y altamente peligrosas, como son: la existencia del supuesto “cristiano carnal,” la falacia de que Cristo puede ser tu Salvador sin la necesidad de que sea tu Señor, la mentira de que los cristianos no enfrentaremos el Juicio del Gran Trono Blanco, y la doctrina de “la perseverancia de los santos” (doctrina mejor conocida como “Una vez salvo, siempre salvo.”)

Lo que sí hemos visto es que la muerte de Cristo nos limpia, nos lava y nos hace cumplir las demandas justas de la ley; o sea, hace posible que abandonemos el pecado, salgamos del mundo, y venzamos a Satanás. Es decir, como lo plantea todo el Libro de Romanos y en especial Romanos 7: Dios dio una ley (la mosaica a los judíos y la de la consciencia a los gentiles), pero por más que el hombre trate de guardar la ley en sus fuerzas, no será capaz de hacerlo, y tendrá que enfrentar el Juicio de Dios. Hay dos maneras como podíamos ser librados de dicho problema: una era que Dios nos concediera el escape del juicio, a pesar de nuestra desobediencia. La otra manera era que la misericordia de Dios viniera a nosotros en la forma de una gracia especial que nos llamara a salir del mundo y nos librara del poder del pecado e hiciera posible el obedecer a Dios. (Tito 2:11-15.) El modelo reformado propone que la solución fue la primera opción, mientras que el modelo del rescate propone que la solución fue la segunda opción. Es decir, Dios de verdad nos libra de este “cuerpo de muerte” y nos da el poder para caminar con Dios. Lo que la Ley no pudo hacer, Dios lo hizo, y nos concedió el arrepentimiento para vida. (Hechos 11:18.) De esa manera, Cristo rompió el poder del pecado en nosotros, condenó al pecado en la carne y nos permitió, por medio de Su Espíritu, el hacer morir las obras de la carne.

En resumen, el evangelio y el mensaje que hemos oído de Él es este: Dios es Luz y no hay ningunas tinieblas en Él. Si andamos en la Luz, podemos vivir en una condición constante de libertad y de perdón del pecado. Podemos hallarnos entre aquellos que por gracia (queriendo decir “gracia” la influencia divina que nos da el poder para vencer el pecado y el mundo y para agradar a Dios, poder al cual accedemos por medio de la fe), andan en obediencia y santidad, y a quienes el Señor no inculpa de pecado.

Esta es la bienaventuranza que nos trajo la muerte de Cristo. Él hizo esto no por medio de cambiar la mente ni el juicio de Dios (pues Él ya estaba lleno de misericordia y no necesitaba pago alguno por el pecado), sino por medio de cambiarnos a nosotros para que pudiéramos tener un corazón contrito y humillado, arrepentido y obediente, que es el único sacrificio que pide Dios. Así, bajo la gracia, somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras. (1ª Juan 1:3-10, Romanos 4:5-8, 5:2, Efesios 2:10.)

Es decir, a diferencia del modelo de la satisfacción, en el que, como en Levítico, le llevamos un sacrificio a Dios para apaciguarlo (en este caso nos escondemos en el sacrificio de Cristo), en el modelo del rescate, Dios nos trae

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un sacrificio para libertarnos de nuestro captor y de esa manera reconciliarnos consigo mismo.

Con lo anterior en mente, podemos decir que la muerte de Cristo fue un pago efectuado para librarnos de nuestra esclavitud y de nuestros enemigos. ¿Y quiénes eran esos enemigos? Pues había cuatro enemigos principales que teníamos en nuestra contra, a saber: el diablo y su reino, el pecado y la carne, la ley, y la muerte (la separación de Dios), junto con sus consecuencias.

Vc-1) La victoria sobre el diablo y sobre su reino.Para entender por qué dicha victoria era necesaria, hay que saber que cuando Adán pecó, vendió a toda la humanidad al diablo y al pecado. Adán no nos heredó el pecado, pero sí nos heredó la muerte; es decir, nacimos con un cuerpo que se enferma, que muere físicamente, que se equivoca y que es demasiado débil como para no ceder ante el pecado, sino que más bien desearía estar separado de Dios para no tener que obedecerle, sino sólo obedecer a los deseos del cuerpo. Que Adán no nos heredó el pecado es un tema que sale del alcance de este escrito. Pero que sí nos heredó la muerte se enseña claramente en las Escrituras. (Ver por ejemplo 1ª Corintios 15:21-22.) Luego, habiendo heredado la muerte, todavía cada cual escogió andar por su propio camino y se descarrió. De esa manera, el apóstol Pablo describe su condición humana en la inconversión como alguien “carnal, vendido al pecado.” (Romanos 7: 14.)

Siendo así la condición del hombre, era necesario pagar un precio para comprar de vuelta al ser humano caído en esclavitud. Es decir, los poderes del mal, que nos mantenían dominados, fueron vencidos. El significado del rescate debe ser visto, no como una transacción legal o de negocios (a quién se le paga el rescate), sino como una liberación de los seres humanos, del rey suplantador al que Adán nos había vendido (Satanás.)

Los pasajes siguientes nos hablan de la muerte de Cristo como la victoria que Él alcanzó sobre el diablo:

-“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15.

Dios el Padre prometió desde aquel momento que Él heriría a la serpiente antigua (el diablo) en la cabeza, queriendo decir que lo vencería. Esto sería hecho a través de la simiente de la mujer (el Mesías que habría de venir por descendencia de Eva.)

-“Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la

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casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.” Mateo 12:28-29.

-“Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.” Lucas 11:22.

En los pasajes anteriores el contexto es que Cristo echaba fuera demonios. Siendo acusado por los fariseos de echar demonios por el poder del príncipe de los demonios, Él pone el ejemplo que acabamos de leer. Satanás es como el hombre fuerte. Su casa es todo este mundo que está bajo su control (1ª Juan 5:19). Lo que hizo Cristo fue precisamente entrar en dicha casa, es decir, venir al mundo, y, por medio de Su Muerte Redentora, atar al diablo y saquear su casa, quitándole sus armas y quedándose con el botín. El “botín” se refiere a las almas perdidas que estaban esclavizadas por Satanás (Lucas 4:18), tal como lo profetizó Isaías al decir que el Mesías “repartiría despojos con los fuertes.” (Isaías 53:12.) En otras palabras: ¡Nuestra alma es parte de ese botín que Cristo ganó para Sí! ¡Aleluya!

-“para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” Hechos 26:18.

Jesús le dijo a Pablo que lo enviaría a los gentiles para librarlos de la potestad (el poder y dominio) de Satanás, de tal manera que ahora quedaran bajo la potestad de Dios.

-“… y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” Colosenses 2:15.

Aquí nos dice que Cristo triunfó no sólo sobre el diablo, sino sobre todos los demonios en la cruz.

-“… que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.” 2ª Timoteo 2:25-26.

- “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” Hebreos 2:14-15.

-“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” 1ª Juan 3:8.

Los últimos tres versículos claramente nos confirman que Cristo, por medio de Su muerte, nos hace escapar del lazo del diablo, deshace sus obras y destruye al diablo, quien tenía el imperio de la muerte, para así librarnos de él.

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Es natural que, al ser libertados del diablo, también seamos sacados de su reino:

-“el cual [Cristo] se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,…” Gálatas 1:4.

-“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” Gálatas 6:14.

Nótese que es por medio de la cruz de Cristo que el apóstol halló poder para que el mundo le fuera crucificado a él y él fuera crucificado al mundo.

Vc-2) La victoria sobre el pecado y la carne

El pecado como tal también es nuestro enemigo, y se manifiesta por medio de la carne terrenal. Como vimos al principio, lo que Dios hizo fue darnos el poder para vencer al pecado y a la carne, de tal manera que podamos andar en el Espíritu y no satisfacer ni proveer para los deseos de la carne, porque al sembrar para la carne necesariamente segaríamos corrupción. (Gálatas 6:6.) En verdad Dios destruyó al pecado y pagó un precio para que podamos ser libertados del pecado y santificados. Veamos los siguientes textos:

-“Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.” Romanos 2:28-29.

El texto anterior afirma que Dios obra en los regenerados una circuncisión de corazón (ver también Ezequiel 36:24-30.) ¿Cómo es que lo hace? El texto a continuación lo contesta:

-“sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” Romanos 6:6.

De manera mística, cuando Cristo murió en la cruz, allí morimos nosotros con Él. El viejo hombre es una metáfora que se utiliza para referirse a la vida antigua que llevábamos sin Dios, gobernada por la carne y satisfaciendo al pecado. Bien, ese viejo hombre quedó clavado y totalmente anulado en la cruz cuando Cristo murió, de tal manera que el cuerpo del pecado fue destruido, y así somos capaces de ya no servir más al pecado.

-“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se

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cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Romanos 8:3-4.

-“ En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.” Colosenses 2:11-12.

Los versículos anteriores confirman lo que hemos dicho: Cristo condenó al pecado en la carne y así nos circuncidó para darnos una vida nueva. Esto es algo clave, ya que en el Antiguo testamento es recurrente la orden de no comer sangre, y se nos da una razón para ello:

-“Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne.” Deuteronomio 12:23.

El mismo mandamiento, junto con la misma afirmación, se repite a lo largo de todo el Antiguo Testamento, y fue una de las reglas que en el concilio de Jerusalén se decidió que permanecieran vigentes (Hechos 15.) Actualmente, sabemos por la ciencia que efectivamente nuestra vida depende de la sangre, y que cuando una persona se desangra, si la sangre no es repuesta mediante una transfusión, inevitablemente morirá. Y Dios expresa tal verdad comprobada científicamente mediante la afirmación siguiente: “la vida de la carne, en la sangre está.”

Eso tiene implicaciones muy importantes: cuando una persona come sangre, dicha persona está participando de la vida del animal o de la persona cuya sangre está comiendo, vida que antes se encontraba en el ser. No es de extrañarse entonces que en la Biblia se afirme lo siguiente:

-“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.” Juan 6:53-55.

Jesús en este pasaje se dirigió a los judíos, a los que se les había prohibido comer sangre, y sin embargo Él les asegura que si no comen Su carne y beben Su sangre, no pueden tener vida en ellos. Es lógico que en el mismo pasaje se nos narra que muchos de sus discípulos volvieron atrás y que comentaron entre sí: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” Seguramente la palabra de la cruz les sonó a locura. Sin embargo, sabemos que Jesús no estaba loco. Más bien, Él estaba explicando el motivo de la prohibición de comer sangre: Dios no quería que Su pueblo bebiera sangre alguna… excepto la Sangre del Mesías, la cual es la única fuente de vida, y Dios quería que los humanos participaran de la vida eterna, la vida divina que se encuentra en Su Hijo.

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En Levítico 16, vemos que en la cámara más interna del santuario, en donde a nadie, sino sólo al sumo sacerdote se le permitía entrar, había que sacrificar a los animales ofrecidos y esparcir la sangre de éstos sobre el arca del pacto y sobre su cubierta, el propiciatorio, sobre el que se hallaban dos querubines de frente. Este era el llamado lugar santísimo, el santuario en donde Dios Jehová, deseaba habitar, entre los querubines.

Ahora pensemos las cosas un momento: ¿qué otra cosa puede representar el tabernáculo sino un ser humano? (Ver 1ª Corintios 3:16 y 2ª Tesalonicenses 2:4.) ¿Y qué otra cosa puede representar el lugar más interno (el lugar santísimo) sino el espíritu del hombre? Dentro del espíritu del hombre está el arca de las promesas de Dios, que representa a la consciencia del hombre, que conoce muy dentro de sí mismo la dirección de Dios (representada por la vara de Aarón que reverdeció), la necesidad de alimentarse de Dios (representada por el maná) y la ley de Dios (representada por la réplica de las tablas de los diez mandamientos). Justo allí es donde se suponía que debía morar Dios.

Es decir, Dios nos proveyó de un espíritu humano con un solo propósito: ¡Para que Su Espíritu habitase en él y así Él pudiera comunicarse con nosotros por ese medio! Pero había un problema: el pecado. Dios es Santo y no puede habitar en un templo inmundo. No sólo eso, sino que Dios es un Dios Viviente y no puede habitar en un templo muerto. El apóstol Pablo se refiere a la condición del hombre sin Dios de la siguiente manera:

-“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,…” Efesios 2:1.

La ley no nos podía ayudar en esto:

-“porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.” Gálatas 3:21.

La muerte no es una sustancia ni una esencia. Es sólo la ausencia de vida, así como las tinieblas son ausencia de luz. La única manera de crear la muerte es quitar la vida. Si Dios, Quien es Vida, no habita en el espíritu del hombre, el hombre está muerto. Sin embargo:

-“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” 1ª Corintios 15:22.

Es decir, la sangre de expiación de los animales era drenada de ellos, para luego ser llevada al santuario más interno y ser rociada sobre el arca. De la misma forma, la Sangre de Cristo le da vida al espíritu del hombre al ser rociada y aplicada sobre el espíritu humano. La Sangre de Cristo fue drenada de Él y transferida al santuario del espíritu humano para vivificarle. Fue una “transfusión celestial” que impartió vida a todos los que creen. Su vida, Su Sangre, Su alma fue derramada hasta la muerte según Isaías 53:12, para ser puesta en nosotros, a fin de vivificar nuestro espíritu y hacernos nacer de nuevo. Fue una salvación de la muerte y una impartición de vida espiritual eterna.

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Resultan entonces apropiadas las palabras del himno “¡Oh, ahora veo la Sangre Carmesí!”:

Veo la Sangre carmesí,Fuente profunda es,Cristo me salva con poder,Su herida muestra a mí.

Coro:Sumérjome en el manantial, y la Sangre me limpia a mí.¡Oh, gloria a Dios, me limpia, sí! Me limpia a mí, me limpia a mí.

Una nueva creación se ve,Oigo a la Sangre hablar;Bajo la Sangre se hunde allíMi carne y muere así.

Ando en la luz del cielo ya,Sobre el mundo y el mal,Teniendo limpio el corazónDo Cristo es ya el Señor.

¡Sublime gracia! El cielo esLa Sangre al aplicar,Y sólo a Cristo conocer,Crucificado, sí.

Vc-3) La victoria sobre la leyLa Biblia enseña que en la cruz, Cristo también venció a la ley. Por ejemplo, en el siguiente pasaje, ello se afirma con toda claridad:

-“anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,” Colosenses 2:14.

La victoria sobre la ley era necesaria por tres razones principales: En primer lugar, aunque Dios sí podía y puede perdonarnos sin necesidad alguna de que hubiera un sacrificio, en un sentido, la ley, como ente abstracto, nos acusaba de manera continua y nos mantenía bajo un estado de culpabilidad. Sin embargo, si la ley era vencida, quedábamos completamente absueltos aún a pesar de no haber guardado la ley. El siguiente pasaje nos lo explica de la siguiente manera:

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” Gálatas 3:13-14.)

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De acuerdo con Deuteronomio 28, hay maldiciones de parte del mismo Dios sobre todos los que no guardan la ley. Cristo nos libró de tales maldiciones, que eran producto de nuestra desobediencia. Eso lo hizo, “haciéndose Él mismo maldición.” Otra vez, ello no significa que Cristo, el Hijo de Dios Maravilloso y Perfecto, haya efectivamente quedado maldito. Lo que significa es que, de acuerdo con la misma ley, por el hecho de ser colgado en un madero, Él quedaba maldito por la misma ley. Sin embargo, puesto que Él jamás pecó ni cedió ante Satanás, aún cuando haya quedado como maldito o condenado por la ley, eso no podía retenerle en la muerte ni en la maldición, sino que tenía que salir victorioso. De esa manera, Él “anuló” a la ley de Moisés que nos condenaba: la hizo inválida e incapaz de seguir condenándonos, de tal manera que, aunque no guardemos la ley, podamos ser aceptos ante Dios. En realidad, canceló, anuló, invalidó y clavó en la cruz esa acta de los decretos de la ley que nos acusaba como culpables y nos condenaba como reos de muerte. E incluso, de esa manera, también sentó un precedente de Alguien Humano (Él mismo) que, aunque se hallara maldecido por la ley, podía ser vencedor, así como recibido y bendecido por Dios.

Esto es lo que permite que la Preciosa Sangre de Cristo tenga el efecto de aliviar nuestras consciencias atormentadas, de acuerdo con lo que dice Hebreos 9:14:

-“¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”

Las “obras muertas” se pueden referir a aquellas obras de muerte: las transgresiones de la ley de Dios, o a obras que se hagan para ganarse el favor de Dios pero de manera ritual. Al cancelar la ley, la consciencia, que nos acusaba de no haberla guardado y con eso nos atormentaba, ahora queda libre para servir a Dios desde un borrón y cuenta nueva.

En segundo lugar, la ley no solamente nos condenaba a la muerte y al lago de fuego, sino que además, ya que la ley también contenía ordenanzas de tipo cultural propias sólo del pueblo judío (e.g la circuncisión, la observancia del sábado, las fiestas, la comida kosher, etc...), la ley servía como una barrera de segregación racial en la que solamente los judíos (de sangre, de religión y de cultura) podían ser parte del pueblo de Dios. Sin embargo, lo que logró Cristo en la cruz fue derribar dicha barrera y reconciliar con Dios tanto a judíos como a gentiles (pues ambos grupos se hallan todos bajo pecado, de acuerdo con Romanos 1-3), a fin de hacer un solo pueblo de Dios, conformado por Israel y la Iglesia como un solo Cuerpo, habiendo eliminado a la ley judaica e introduciendo a ambos pueblos hechos uno, dentro de un Nuevo Pacto, mucho mejor que el anterior. El siguiente pasaje lo explica mejor que nadie:

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-“Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” Efesios 2:14-16.

Finalmente y en tercer lugar, como veremos en el siguiente pasaje, la victoria sobre la ley era necesaria para que tanto Israel como la Iglesia entraran en un Nuevo Pacto con Dios:

-“Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.  Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:19-20.

-“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra .” Romanos 7:1-6.

La analogía que usa el apóstol es muy apropiada. El matrimonio sólo se anula cuando hay muerte de alguno de los cónyuges (o de ambos.) De igual manera, nosotros nos hallábamos unidos a la ley en matrimonio, y nada ni nadie nos podía separar de ella, a menos que uno de los dos muriera. En los anteriores versículos, hemos visto que la ley murió, dejando de tener su poder para condenarnos y separarnos del pueblo de Dios. En este versículo de Romanos, hemos visto que nosotros también hemos muerto. Así pues, al igual que la viuda, la cual queda totalmente libre para casarse con otro una vez que su marido ha muerto, también nosotros, al haber muerto a la Ley (mediante el cuerpo de Cristo, es decir, mediante Su Sacrificio), podemos casarnos con Otro, a saber, con Cristo, y ser de Él, ¡solamente de Su propiedad! ¡Gloria a Dios!

El propósito de eso, como lo dice Pablo, es que “llevemos fruto para Dios” y que “sirvamos bajo el nuevo régimen del espíritu [el espíritu de la ley, no el Espíritu Santo], no de la letra.” Es decir, la ley fallaba en que daba mandamientos, pero no daba el poder para guardarlos. En cambio, bajo la gracia, al ser de Cristo, Él nos da mandamientos, pero también nos da el poder para guardarlos. No sólo eso, sino que la ley sencillamente era letra escrita en

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piedra o en papiros. En cambio, bajo la gracia, Cristo nos ha otorgado una Ley que supera con creces a la ley de Moisés, pues no sólo la eleva y la expande, sino que le da su verdadero sentido y significado y además la escribe en nuestros corazones y en nuestras mentes. Es decir, ahora servimos bajo el espíritu (la intención detrás) de la ley, no bajo la letra de la ley. De esa manera, podemos vivir una vida más recta que la de los santos del Antiguo Testamento, una vida que agrada a Dios y que lleva fruto para Él, ya que es conforme a la Ley de Cristo, o Ley real, o Ley de la libertad (1ª Corintios 9:21, Santiago 1:25, 2:12), que no es más que la misma Ley eterna de Dios que no puede ser contenida en un Libro, sino que ha quedado grabada en nuestros corazones, si bien el fundamento y los preceptos principales de ella vienen resumidos en todo el Nuevo Testamento, muy en especial en el Sermón del Monte y en el paralelo Sermón de la Llanura. (Mateo 5-7 y Lucas 6, 11, 12.)

Vc-4) La victoria sobre la muerteLa muerte (la separación de Dios) era en verdad la consecuencia más grave de nuestro pecado, así que tenía que ser vencida. Ya Dios el Padre había prometido lo siguiente a Su pueblo Israel:

-“De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista.” Oseas 13:14.

De acuerdo con Lucas 16, cuando el pasaje anterior de Oseas fue escrito, todos los muertos iban al mismo lugar de manera indistinta: al Hades. Ahora bien, el Hades era un lugar con dos compartimientos: uno, llamado el seno de Abraham, albergaba a los santos que antes de Cristo esperaban en Dios y en la venida del Mesías y que habían vivido en concordancia con dicha profesión; y otro, que simplemente era llamado Hades también, albergaba a los injustos, en donde ya se estaban infligiendo castigos preliminares sobre todos ellos: sobre los que no habían creído ni obedecido a Moisés y a los profetas.

La razón por la cual los justos no podían entrar al cielo de Dios no era porque Dios no pudiera tolerar la entrada de Sus falibles siervos dentro de Su santa Presencia (puesto que ya Dios mismo había permitido la entrada a Enoc, a Elías y, según el Libro apócrifo de Job, al mismo Job, porque aparentemente ellos fueron los únicos santos antiguo testamentarios que vencieron al diablo de manera absoluta), sino porque Satanás nos tenía sujetados a todos los hombres, no sólo porque, como ya vimos, Adán había vendido a toda la humanidad al diablo y al pecado, sino también porque todos los santos, aun los más justos, alguna vez en su vida habían cedido ante Satanás, y por ende él tenía un reclamo justo sobre las vidas de las almas de ellos, dentro de ciertos límites que Dios le permitía.

Pero cuando Cristo vino, Él realmente padeció la muerte. Es decir, no solamente sus funciones vitales cesaron por completo, su corazón dejó de latir

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y sus neuronas comenzaron a morir (experimentó la muerte física), sino que además, cuando fue sepultado, fue separado de Dios (experimentó la muerte espiritual) y descendió al Seol o Hades, de acuerdo con lo que enseñan las Escrituras. (Ver 1ª Pedro 1:19, 4:6.)

Con esto se entenderá que cuando Él clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Efectivamente fue separado de Su Padre (lo cual es un misterio insondable e inexplicable), pero no fue separado de Su Padre porque el Padre le hubiera dado la espalda por haberse hecho pecado el Hijo, ni porque el Padre estuviera descargando toda Su furia sobre Jesús, sino porque al Hijo le era necesario morir, es decir, de verdad separarse de Dios, a fin de entrar en los territorios del diablo: el Hades.

Ahora bien, Cristo entró en el Hades, fortaleza de Satanás, en la que se hallaban las almas encadenadas al diablo como propiedad suya. Pero esta fue la primera vez que un Hombre (i.e. Jesús) entró a la muerte y al Hades, se vio cara a cara con el diablo, y el diablo no pudo tener reclamo de propiedad ni exigencia alguna sobre este Hombre, por la única y sencilla razón de que este Hombre, Jesucristo, ni por un solo momento cedió ante demanda alguna de Satanás, ya que fue tentado en todo, pero sin pecado. Es decir, este Hombre entró a la muerte, pero la muerte simplemente no pudo retenerle justamente, porque la paga del pecado es muerte, pero este Varón de gran dolor, jamás pecó en toda Su vida.

Y estando allí en el Hades, puesto que este mismo Cristo ya había vencido al diablo y a su reino, al pecado y a la carne, e incluso a la ley misma, tenía el derecho de despojar al diablo de esas almas que él guardaba en la prisión del Hades (quitarle el botín), y llevarlas consigo a los cielos, a Su hogar, en donde está ahora con Su Padre, y en donde le sigue preparando un lugar a todos los que creen en Él y le son fieles. (Juan 14:1-6.)

Eso es lo que afirma el apóstol Pablo en el siguiente versículo:

-“Por lo cual dice:    Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,    Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.” Efesios 4:8-10.

Y esa fue la razón por la cual, cuando Cristo murió, no solamente el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo (simbolizando el libre acceso al Padre mediante la fe en Cristo por medio de Su Sangre, habiendo ya quitado el

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impedimento de la ley que nos era contraria), sino que también los sepulcros de muchos santos se abrieron, ellos resucitaron, y aparecieron a mucha gente:

-“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;” Mateo 26:51 y 52.

Esto ocurrió luego de que Cristo descendiera a “la partes más bajas de la tierra” y le arrebatara las almas de los santos al diablo.

Con eso en mente es que el apóstol Pablo puede atreverse a hacer las siguientes declaraciones con una fe impávida y con gozo inefable, las cuales constituyen para nosotros, preciosas y grandísimas promesas, con tal que seamos partícipes de la naturaleza divina:

-“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” Romanos 8:11.

-“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1ª Corintios 15:22 y 53-55.

Es decir, puesto que Cristo venció la muerte, ya no tenemos que enfrentar la muerte siquiera, sino que, cuando estemos ausentes de este cuerpo, estaremos presentes al Señor, si es que morimos juntamente con Él (2ª Corintios 5:7.)

Es por eso que la resurrección de entre los muertos, y, muy en especial, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el Mesías Prometido, ocupaban un lugar tan prominente en la predicación del evangelio de Pablo y en sus escritos, así como en las celebraciones de los primeros cristianos: porque la resurrección de Jesús no solamente acredita a Jesús como el Mesías, sino también porque el hecho de que Él resucitó significa que de verdad venció la muerte.

En conclusión, el entendimiento patrístico de que Cristo vino a hacernos libres de nuestros enemigos (que eran el diablo y su reino, el pecado y la carne, la ley y la muerte) concuerdan no sólo con la Escritura, sino con lo que Cristo mismo pensaba de Sí mismo. Cuando hizo exorcismos, Él veía eso como un golpe para Satanás y un avance del Reino de Dios (Mateo 12:28.) Cuando sanaba, también veía eso como una liberación de la opresión de Satanás. (Lucas 13:16.) Cuando Él y Sus discípulos proclamaban el evangelio, eso también lo veía como un golpe para el enemigo. (Lucas 10:18.) Es decir, toda su vida la dedicó a establecer el Reino de Dios. Su muerte expiatoria y Su resurrección fueron sólo la culminación de lo que ya había comenzado en vida.

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Ahora bien, teniendo ya bien claro qué fue lo que realmente Cristo logró en la cruz por, con y para nosotros, por amor a nosotros, pasemos a ver la relación entre…

Vc-5) El perdón de los pecados y la propiciación por medio de la Sangre de Cristo

A continuación vamos a analizar algunos pasajes que hablan sobre el perdón de los pecados per se, así como algunos que sí hablan de la relación entre el perdón de nuestros pecados y el sacrificio o la Sangre de Cristo. Examinaremos cada uno de ellos por separado, pero antes se vuelve necesario hacer algunas observaciones:

En primer lugar, resultará ostensible que tenemos sólo unos cuantos versículos que hablan de la relación entre la muerte de Cristo y el perdón de nuestros pecados, en comparación con los muchos más que hablan acerca del rescate y el Cristo Victorioso. Bien, no minimizamos el perdón de los pecados ni el gran esfuerzo que hizo el Hijo de Dios para que lo alcancemos. ¡Estamos agradecidos por ello! Pero como lo muestra la cantidad numérica de versículos que hablan sobre una y sobre otra cosa, en la mente del Padre eso era una consecuencia secundaria. Para Él lo importante era librarnos del usurpador de Su autoridad, reconciliarnos con Él y restaurarnos a Su Reino, para que ahora ya mismo en la Tierra, vivamos el Reino de Dios mediante una vida radicalmente transformada. Sólo de esa manera Él será glorificado. Y ese era el principal propósito de la expiación y de hecho, de toda la Obra de nuestro Señor.

En segundo lugar, quiero que notemos que en algunos de los pasajes que estamos a punto de analizar, va a aparecer la palabra “remisión,” que tradicionalmente se ha entendido como “perdón” o “absolución.” Aunque es verdad que los tales son usos y acepciones de la palabra, los diccionarios de griego del Nuevo Testamento de Vine y de Thayer muestran que la palabra “remisión” se traduce como “liberación de la prisión o la esclavitud.” Siendo esto así, es muy posible que los pasajes que estamos por ver a continuación, cuando hablen de la “remisión” de los pecados, se refieran de nuevo a la redención tal como lo explica del modelo del rescate, y no al perdón de los pecados.

Finalmente hay que destacar que en ningún lugar de los versículos siguientes se afirma que el perdón obtenido a través de la Sangre de Cristo se lleve a cabo por medio de satisfacer la Ira del Padre, ni por medio de que el Hijo sea nuestro Sustituto. Eso jamás se dice de manera explícita y ni siquiera se da pista o sugerencia de ello, sino que sería necesario leer entre líneas para ver dicha idea al menos sugerida.

Habiendo aclarado tales puntos, ahora sí vayamos a ver las cosas en la misma Biblia:

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El apóstol Pablo afirmó en los siguientes pasajes, que la redención también incluye un perdón gratuito de nuestros pecados y que ese perdón se obtiene por la Sangre de Cristo:

-“… en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,” Efesios 1:7

-“…el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Colosenses 1:13-14.

Por ello es que, si entendemos la palabra “remisión” como “perdón,” entonces no resulta sorprendente que en el siguiente pasaje se alcance a observar que el mismo Señor Jesucristo creía que Su Sangre de alguna manera nos traía el perdón de los pecados:

-“… porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” Mateo 26:28.

Es decir, Dios el Padre ya era misericordioso y podía perdonar pecados antes de la expiación llevada a cabo por nuestro Señor Jesús, pero de alguna manera especial, nueva y diferente, la Sangre del Mesías fue un instrumento que nos trajo el perdón de los pecados. Ahora, en estos momentos estoy siendo muy cuidadoso con el lenguaje precisamente porque la teoría de la sustitución penal es tan vastamente aceptada en la cristiandad de hoy, que, al igual que los conceptos de gracia, fe, obras y salvación, la idea del perdón de los pecados ha sido secuestrada y deformada hasta un punto tal en el que se ha arraigado de modo empedernido en nuestras consciencias que si mencionamos el perdón de nuestros pecados, eso tiene que significar necesariamente que Jesús “pagó la deuda” de nuestros pecados. (Ya antes en todo este estudio hemos combatido tal idea con las Escrituras y hemos señalado las inconsistencias y los malos frutos que de ella surgen.) Sin embargo, queda por responder cómo es que la Sangre de Cristo nos trae el perdón de los pecados. Para ello, vayamos a lo que la Biblia enseña sobre el perdón:

-“… y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.” Hechos 13:39.

- “… para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” Hechos 26:18.

Con base en los versículos anteriores podemos decir que la idea escritural del perdón de los pecados es la siguiente: cuando una persona cree en Jesucristo de todo su corazón (lo que incluye e implica en la misma Escritura el tener un verdadero arrepentimiento, así como una rendición al Señorío de Cristo, e

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incluso el bautismo en agua), dicha persona comienza a tener, por primera vez, una relación con Dios.

Al entrar en esa relación con Dios, la persona se hace parte también de un Pacto, que es el Nuevo Pacto, el cual incluye, como todo contrato, derechos y obligaciones de las dos partes que están cerrando el pacto. De parte de Dios, una parte esencialmente integrante de ese Nuevo Pacto incluye el otorgar a la persona en cuestión, un borrón y cuenta nueva, un comienzo fresco desde el principio, y una absolución de todos los pecados pasados. Dicho Pacto o Testamento fue asegurado y sellado por medio de la Sangre de Cristo, quien es el Testador que nos está otorgando, de pura gracia, la herencia entre los santificados.

Y dado que el aseguramiento y la garantía de que dicho Pacto en realidad se ha concretado y se ha hecho efectivo, fue sellado únicamente con la Sangre de Cristo, y dado que sólo se obtiene el perdón de los pecados cuando entramos en dicho Testamento, entonces la Sangre de Cristo, en ese sentido, es la que nos está haciendo posible el ser perdonados y justificados. La aseveración anterior se hará más evidente considerando los siguientes pasajes:

-“Y [Dios] le dijo [a Abram]: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino. Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves. Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba. Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él. Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí. Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos. En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates;…” Génesis 15:9-18.

En esta visión en la que Dios se le apareció a Abraham para hacer un pacto con él, se observa que había dos partes haciendo el pacto, representadas por cada una de las mitades en las que Abraham partió a los animales, así como por “el horno humeando” y “la antorcha de fuego.” El pacto quedó ratificado al pasar la antorcha de fuego por entre los animales (Ver Hebreos 9:15.) Con este sacrificio Dios selló el pacto que estaba haciendo con Abraham.

-“Juntadme mis santos,Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.” Salmo 50:5.

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Claramente el versículo anterior es una referencia al sacrificio con el que fue sellada la alianza del Sinaí en Éxodo 24:5-8.

-“… porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos:Después de aquellos días, dice el Señor:Pondré mis leyes en sus corazones,Y en sus mentes las escribiré, añade:Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” Hebreos 10:14-17.

Este pasaje muestra claramente que parte importante del Nuevo Pacto incluye el perdón de nuestros pecados, y que dicho Pacto estuvo sellado con la Preciosa Sangre de Cristo.

Sin embargo la idea de que había que pagarle algo a Dios y de que había que castigar a alguien en lugar nuestro, no se encuentra en las Escrituras.

Con la explicación anterior, ya se entenderá mejor otro versículo citado muy a menudo, que es el siguiente:

-“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” Hebreos 9:24.

A primera vista, pareciera que efectivamente Dios no podía perdonarnos a menos que hubiera un sacrificio con derramamiento de sangre. Sin embargo, bajo el entendido de que la Sangre es la que sella y da garantía al Pacto de Dios con nosotros en el cual se nos ofrece el perdón de los pecados, el versículo queda muy claro. En otras palabras, así como el Espíritu Santo es la garantía de que recibamos la herencia de Dios, de igual manera la Sangre de Cristo es la garantía de que seamos perdonados de los pecados. Ambas cosas se nos aseguran de parte de Dios siempre y cuando creamos en la luz y andemos en la luz. Es decir, el derramamiento de Sangre no es una condición sine qua non para ser perdonados de los pecados por causa del carácter de Dios o de que así lo haya decidió, sino porque la Sangre es el único medio por el cual podemos ser introducidos en el Nuevo y mejor Pacto, en el cual nuestras iniquidades son olvidadas.

Vc-5a) Cómo es que Cristo llevó nuestros pecados

Es evidente que las frases “llevó nuestros pecados” o que “Jehová cargó en Él [en Jesús] el pecado de todos nosotros” e incluso “el castigo de nuestra paz fue sobre Él,” son recurrentes en todas las Escrituras que hemos visto. (1ª Pedro 2:24, Hebreos 9:28, Isaías 53:11-12.) Cuando dichas frases son leídas, dada la popularidad del modelo de la satisfacción, inmediatamente ese tipo de lenguaje lleva a la gente a pensar en tal modelo. No tiene por qué ser así.

Recordemos que la Biblia utiliza un lenguaje figurativo muchas veces. En el tema que estamos abordando en este momento, podemos afirmar con toda

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seguridad que Cristo nos liberó de manera literal, que Él es un Mediador de manera literal, que Él fue una ofrenda por el pecado de manera literal, sin embargo, algunas frases son meramente figurativas. Cuando se le llama “Sumo Sacerdote” efectivamente significa que Él es Mediador entre Dios y los hombres, pero no significa que Él en verdad sea un sacerdote en el sentido levítico. Como esto, podemos considerar que las frases de que Él llevó nuestros pecados son meramente figurativas. Sin embargo, por figurativas que sean, algo deben significar. Hay al menos tres maneras muy sencillas de entender dichas frases sin tener que invocar al modelo de la satisfacción.

La primera manera es recordar que el macho cabrío que era ofrecido por Azazel (el diablo) era echado al desierto y figurativamente cargaba con todos los pecados del pueblo, echando fuera todas las culpas de Israel. Exactamente de la misma forma que ese macho cabrío o chivo expiatorio era echado fuera del campamento y se llevaba lejos los pecados del pueblo de manera figurativa, así nuestro Señor Jesucristo, al morir en la cruz, como hemos visto, se llevó lejos todos nuestros pecados, sepultándolos en el mar, en el sentido de que seamos, no sólo perdonados, sino también liberados de ellos, y queden tan lejos de nosotros como el cielo de la tierra, e incluso nuestras culpas (nuestras consciencias atormentadas) se vayan lejos también.

La segunda manera es analizar el siguiente pasaje, que es una cita directa del Salmo 69:9:

-“Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.” Romanos 15:3.

Cuando Isaías, por ejemplo, dice, que “el castigo de nuestra paz fue sobre Él” y se refiere al Señor como “habiendo Él llevado el pecado de muchos,” lo que está diciendo es que durante toda la vida y el ministerio personal terrenal de nuestro Señor Jesucristo, pero de manera muy especial, mientras que estaba siendo asesinado en la cruz del Calvario, los pecados e iniquidades de los hombres que lo estaban clavando en la cruz (los vituperios y denuestos cometidos por los hombres contra el Padre) recayeron directamente sobre la Persona de Cristo. De acuerdo con el apóstol Pedro, todo el mundo fue quien clavó en la cruz a Jesús, pues menciona a judíos, a gentiles y a gobernantes de cada uno de los pueblos (Herodes y Pilato, respectivamente) en Hechos 4:27. Por extensión, como decía el pintor Rembrandt, nosotros también estábamos allí crucificándolo. Si Cristo volviera a venir a la tierra, lo volverían a matar. Puesto que todos, aun los que servimos a Dios, alguna vez fuimos parte integrante de ese sistema que mató al Hijo de Dios, en un sentido, nosotros mismo también lo crucificamos con nuestros pecados y desde ese punto de vista, nuestros pecados, nuestros vituperios, maldades y blasfemias que cometimos contra el Padre Jehová recayeron directamente sobre la Persona de nuestro Señor Jesucristo, de tal manera que, en ese sentido, Él “llevó y cargó con nuestros pecados.”

La tercera manera de entender tales frases puede ser recordar lo anterior que hemos visto sobre el sello del Pacto con Dios. En el pasaje de Génesis, cuando

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Dios hizo un pacto con Abraham, el horno humeando era Dios el Padre, y la antorcha de fuego era Dios el Hijo. Entonces Dios jugó el papel de ambas partes: la de Él mismo, y la de Abraham, en lugar de Abraham. Esto era necesario porque si Abraham se hubiera representado a sí mismo, no podía asegurarse de que sus descendientes guardaran o no el pacto. Dado que nosotros somos, por la fe en Jesucristo, descendientes de Abraham e hijos de la promesa, pero al mismo tiempo hemos violado el pacto con Dios, entonces Cristo, metafóricamente, llevó o cargó nuestros pecados en el sentido de que derramó Su Sangre en representación nuestra porque por nuestro incumplimiento del Pacto, no podíamos representarnos a nosotros mismos. Sé que esto que estoy diciendo suena un poco parecido al modelo de la satisfacción, y por ello estoy tratando de ser muy cauteloso con el lenguaje. Lo cierto es que no es el modelo de la satisfacción y la diferencia radica en que Cristo simplemente nos representó ante el Padre, no porque el Padre no nos pueda perdonar, sino para que el pacto que se le había prometido a Abraham desde el principio quedara plenamente ratificado aún a pesar de que los humanos falibles entráramos en ese pacto.

Para aclarar mejor esta tercera manera de entender dichas frases, recurriré a la siguiente analogía, tomada de un extracto de una predicación del hermano David Keeling:

“Vamos a asistir a la fiesta de bodas del Cordero. Nosotros aún no somos la esposa de Cristo, pero estamos comprometidos con Él, como su novia, cuando decidimos seguirlo. Una vez que se realiza el matrimonio, ya no hay manera de separar esa unión. Así, cuando lleguemos a la eternidad y se concrete nuestro matrimonio con Él, será sólo allí cuando tendremos esa salvación que muchos piensan que ya han alcanzado en este tiempo. Un ejemplo claro de esto lo vemos en lo que ocurre al llevarse a cabo las bodas judías: todos los amigos y parientes que fueron invitados, después de la cena de la fiesta de bodas presencian que se coloca una carpa en aquel lugar (en medio de todos) y el hombre y la mujer que se van a casar entran allí, y si la mujer es encontrada virgen, entonces ellos consuman el casamiento (por medio de tener relaciones matrimoniales), y en ese lugar se muestra la sangre sobre la sábana para comprobar que la mujer era pura, que era virgen. Ellos tenían la costumbre de salir con una prenda manchada y demostrar a todos que sí hubo sangre, que ahora ellos ya son esposo y esposa, y que un pacto ha sido establecido. Luego todos se regocijan en la fiesta y se ponen a festejar durante varios días por el matrimonio que se ha formado. Pero si no hay sangre (se evidenció que la mujer no era virgen), el novio tiene todo el derecho de decir “Esto no es lo que yo quería, yo quería una mujer virgen y esta no lo es”. Y de esa manera anular el matrimonio. O él tiene la opción de derramar su propia sangre, manchar la prenda y decir “Aquí está, yo voy a aceptar a esta mujer” y esto para demostrar a todos que es una virgen.

De la misma forma tú y yo estamos comprometidos, tú y yo no tenemos sangre propia suficiente, tú y yo nos pararemos delante del Novio y Él decidirá si nosotros somos dignos de Su Sangre Preciosa o no, Él nos va a examinar para ver si le fuimos fieles, leales durante el periodo de compromiso, para ver si fuimos perfectos (lo cual significa andar en la luz que tenemos) y Él, o nos

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aceptará o nos rechazará. Sí nosotros solamente estamos descansando, diciendo: “Pues es tu sangre, lo único que tú tienes que hacer es derramarla sobre la prenda, no tiene importancia la manera en que yo vivo”, puedes decirle a Cristo que derrame Su Sangre argumentando que no eres digno y que ni siquiera intentarás serlo, puedes decir: “Yo voy a vivir según la manera que me convenga”, “Yo voy a aprender teología en vez de andar Cristo y serle fiel” “Porque yo sé que Su Sangre es lo único necesario, Él ya la derramó, sólo necesito que manche la prenda” puedes decir muchas más cosas, pero ¡ESO NO VA A FUNCIONAR EN EL DÍA DEL JUICIO!, tú no vas a pisotear esa Sangre, tú tienes que escuchar la voz de Dios. Jesús dijo “mis ovejas escuchan mi voz y me siguen, y lo que yo les digo que han de hacer, lo hacen” he aquí a aquellos que siguen lo que la Biblia dice, no como un libro de leyes, sino porque concuerda con la Voz de su Novio, la voz que escuchan desde el cielo.

Nosotros estamos haciendo todo lo posible por agradarlo , “Aquí estoy, tengo otra oportunidad, no tengo sangre propia que sea suficiente para el día en que me presente delante del juez, delante del novio, yo no tengo suficiente por mi propia cuenta, así que voy a esforzarme para ser aceptado por Él, voy a llevar la vida más pura y más perfecta que pueda porque yo quiero agradarle, para que Él en su misericordia derrame Su Sangre por mí y manche la prenda” y que Él lleve la prenda fuera de la carpa y exprese a todos que ”Aquí hay sangre” y acepto a esta, o, yo estoy escogiendo a este. “Ellos aceptaron la oportunidad que yo les día para escucharme y obedecerme, seguirme y hacer mi voluntad y aquí está la prueba…”

….No debemos enojarnos con alguien porque ese alguien no sigue a Dios, no tenemos sangre propia suficiente para ofrecer como un símbolo de una virgen pura delante de Dios, servíamos a Su enemigo por nuestra propia voluntad, y de la misma manera ahora queremos servir a Dios por nuestra propia voluntad.” [9]

Finalmente echaremos un vistazo a los versículos que, por medio de la palabra “propiciación,” son utilizados para dar la idea de que se satisfizo la justicia y la ira divinas en la cruz y de que Cristo sufrió en nuestro lugar. Veremos que ninguno de esos versículos enseña semejante idea, y serán entendidos con toda sencillez. En cambio, hay muchos otros versículos que hacen que el modelo de la sustitución penal sea insostenible, mientras que no hay versículos que hagan insostenible el modelo del rescate. De facto, todas las piezas del rompecabezas de la soteriología caen por sí solas en su lugar una vez que se tiene un entendimiento claro del modelo del rescate.

-“… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,” Romanos 3:25.

-“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” 1ª Juan 2:2.

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-“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” 1ª Juan 4:10.

Primero: Ciertamente dentro del pensamiento griego, se utilizaba la palabra “propiciación” en el sentido de satisfacer a los dioses paganos. Por ello, dentro del pensamiento griego, estos versículos sugieren que Dios fue satisfecho son Su Hijo y con Su Sacrificio. De eso, no hay duda alguna en las Escrituras: Dios aceptó la ofrenda de Cristo y se agradó de ella, al saber que con ella compró a aquellos que creen, para que ahora pertenezcan a Él. Pero de ninguna manera se deduce de esto la teoría de la satisfacción penal.

Segundo: La palabra “propiciación” aparece sólo en estas ocasiones, y cada teólogo quiere definirla de manera adecuada dentro de su sistema de pensamiento. La palabra utilizada en el original es “hilasmos,” que es el sustantivo del verbo “hilaskomai,” que literalmente sólo significa “mostrarse misericordioso.”

Tal es el uso que el publicano de Lucas 18:13 le dio a la palabra, cuando, humillado, le rogaba a Dios, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador.” En otras palabras, el publicano sólo clamaba por misericordia.

La palabra hebrea análogo a la propiciación es el verbo “kaphar” y el sustantivo “kopher,” que significan “cubierta.” Con base en ese concepto, se ha construido la conjetura de que la muerte de Cristo solamente “cubre” nuestros pecados, y en ello se basa la teoría de la justicia imputada. Sin embargo, esto no es así, ya que (y esto se hace muy evidente en castellano) la palabra propiciación en el Nuevo Testamento proviene de la palabra “propiciatorio,” que era la “cubierta” del arca del pacto. A la cubierta del arca del pacto (i.e. el propiciatorio) también se le conocía como “el asiento de la misericordia.”

Luego entonces, tanto el concepto hebreo como el concepto griego de la palabra “propiciación” se refieren a un acto misericordioso de un Dios Benévolo.

Al referirse a Cristo y a Su Sacrificio como “la propiciación” por nuestros pecados, los apóstoles Pablo y Juan efectivamente quieren transmitir la idea de que Él (Jesucristo) es el Único medio a través del cual Dios se mostró misericordioso para con nosotros en cuanto a la salvación de nuestras almas. Él es la Única Persona por quien podemos recibir misericordia de parte de Dios. Él es el Mediador entre Dios y los hombres, cuyo propósito en Su muerte fue “llevarnos a Dios.” Pero de eso a construir todo el caso de la satisfacción, hay un abismo.

Tercero: recordemos que tanto la palabra expiación como la palabra propiciación significan básicamente “reconciliación.” La idea detrás de todo esto es que por medio de la Obra de Cristo, somos reconciliados, puestos en armonía, en sintonía y en buenos términos, con Dios.

Vc-6) La recapitulación

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Nos referimos a la “recapitulación” como la cosmovisión en la que, con base en todo lo que se ha dicho hasta este momento sobre lo que logró la muerte de Cristo, entonces Cristo es visto como el Nuevo Adán que tiene éxito y triunfa en todo lo que Adán falló y fracasó. De esa manera, Cristo deshace todo el mal que vino por causa de Adán y, por causa de la unión y solidaridad de Cristo con la humanidad, lleva a la humanidad a la vida eterna en todo lo que ella significa. Lo que perdimos en Adán, lo recobramos en Cristo. Es decir, así como por la desobediencia de Adán y de cada ser humano, el curso de la humanidad entró en una crisis, de la misma forma, por la obediencia de Cristo, el curso de la humanidad es restaurado a cumplir para los propósitos divinos. Lo anterior se enseña en todo 1ª Corintios 15 y en el siguiente pasaje:

-“de reunir [gr. resumir, juntar, recapitular] todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.” Efesios 1:10.

Este es el único sentido en el que Cristo fue nuestro Sustituto: No en que recibió el castigo que nosotros merecíamos, pero sí en que Cristo hizo lo que nosotros no podíamos hacer y de esa manera compró nuestra salvación.

El propósito final de esta salvación era reunir todo en Cristo, es decir, lograr que todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, queden debajo de los pies de Cristo (1ª Corintios 15:24-26.)

Con esto, ya no queda más que aclarar…

Vc-7) Cómo es que el Sacrificio de Cristo satisface al PadrePodría surgir la pregunta: “Si la Ira y la Justicia de Dios no es lo que fueron satisfechas con la muerte expiatoria de Cristo, entonces ¿Cómo es que el Padre quedó satisfecho con la Obra de Su Hijo?”

A esto respondemos: ¡Por supuesto que la muerte de Cristo satisfizo al Padre! Pero no de la manera en que hoy se enseña: como que el Padre descargó Su furia sobre Cristo, sino porque al Padre, en Su Soberana Voluntad, le plació poner al Hijo como el único medio para alcanzar la salvación, y el Padre, al ver lo que el Hijo estuvo dispuesto a hacer, quedó satisfecho con la obediencia del Hijo.

El Hijo puso Su vida de Su propia Voluntad; es decir, no fue forzado por el Padre a hacerlo, sino que por amor a Su Padre y a nosotros, Él quiso hacerlo de manera completamente deliberada, voluntaria y sin reservas:

-“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” Juan 10:17 al 18.

Para llevar a cabo esto, al Hijo le fue necesario experimentar lo que la teología le llama “kenósis,” que significa “vaciamiento,” y que el apóstol describe en

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términos gráficos, casi poéticos, en el siguiente pasaje paulino que parece un himno y que no necesita comentario alguno:

-“… el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:6-11.

Es decir, Cristo lo entregó todo y sufrió terribles agonías en el Getsemaní, y lo que alcanzó fue el mayor logro que podía obtenerse: rescatar las almas de los hombres (para el Padre una sola alma vale más que todo el mundo: Marcos 8:36), y entregárselas como botín al Padre, para que le sirvieran.

¡Seguro que el Padre quedó satisfecho! Con razón se refirió a Cristo diciendo: “Este es mi Hijo Amado, en quien tengo complacencia.” (Ver por ejemplo Mateo 3:17.)

En esa línea de pensamiento es que Pablo razona para declarar esto:

-“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” Efesios 5:1-2.

VI) Analizando la intercesión de Cristo e Isaías 53Hasta aquí, ya nada más debería ser dicho, y el creyente, como niño, debería aceptar estas verdades con gozo y emoción, y andar en la luz con una voluntad rendida, con devoción y fidelidad, pero como nos hemos hecho tardos para oír, será necesario explicar algunas cosas más a fin de conciliar los pasajes que aparentemente apoyan el modelo de la satisfacción, con el resto de la Escritura que hasta este punto hemos visto.

Analizaremos dos pasajes en donde se habla de Cristo como Intercesor y el conocido pasaje de Isaías 53, que es el que tiene más terminología “sustitucional.”

-“… por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” Hebreos 7:25.

Si leemos este pasaje anterior con los lentes reformados, leeremos entre líneas que Cristo intercede por nosotros cada vez que pecamos porque el Padre no puede perdonarnos ni por una sola falta, y entonces el Hijo tiene que entrar en acción recordándole que ya toda Su Ira quedó satisfecha en la cruz del Calvario, lo cual es una de las inconsistencias del modelo anteriormente

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mencionadas. Pero si retrocedemos a Juan capítulo 17, veremos que efectivamente Cristo intercedió por Sus discípulos e incluyó a todos los creyentes en tal oración. Allí estaba Él intercediendo por nosotros ante el Padre y seguramente sigue haciéndolo en el cielo. En verdad Él es el mejor Sacerdote y Mediador entre Dios y nosotros. Ningún santo, ni María, ni siquiera un ángel pueden orar como Él ora por nosotros ante el Padre. En un sentido, Él sí es nuestro Representante ante Dios, tal como lo analizamos en la sección anterior. Y así como Job, que intercedió para que Dios perdonara a sus amigos, y como Abraham intercedió por Abimelec, así también Cristo intercede por nosotros, no porque en la Trinidad haya desunión, ni porque Dios no pueda perdonarnos si el Hijo no intercede, sino porque el Hijo nos ama tanto que es su deseo interceder por nosotros ante el Padre.

-“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1ª Juan 2:1.

Otra vez, hay al menos dos maneras sencillas de entender este pasaje sin la necesidad de invocar al modelo de la satisfacción.

La primera es reconocer que la palabra “abogado” es una traducción más bien deficiente de la palabra “Parakletos,” que fue la utilizada en este versículo y que el Señor Jesucristo aplica al Espíritu Santo en Juan 14-16, en donde se traduce como “Consolador.” El significado de esa palabra es mucho más profunda que la de “abogado” y también que la de “consolador.” SE puede traducir como: “Consolador, Ayudador, Intercesor, Fortalecedor, Animador, Apoyo.” Literalmente se traduce como “Alguien que está allí a tu lado listo para ayudarte.” Luego entonces, en contraposición con la traducción de “abogado,” que tiene una connotación legal, más bien diríamos que Jesucristo el Justo está allí listo para ayudarnos delante del Padre cuando pequemos. El contexto es de exhortarnos a no pecar, pero que si llegamos a pecar, Jesús está listo para ayudarnos, pues Él es la Propiciación (la muestra de la Misericordia de Dios) por nuestros pecados, y entonces Él nos ayudará delante de Dios a no quedarnos en el lodo, sino a restaurarnos y levantarnos de nuestra caída. Es verdad que Él nos ayuda frente al Padre, pero no como defendiéndonos de la Ira del Padre, sino como un Aliado y Hermano Primogénito que hace nuestros pies como de ciervas, sustenta nuestros pasos en el Camino para que no resbalemos, y cuando resbalamos, nos levanta para que estemos firmes, y para que de esa manera, al ser perdonados y limpiados, nos presentemos de nuevo ante el Padre. Esto lo hace el Hijo porque Él siempre está allí listo para ayudarnos en cualquier momento. Ciertamente hemos visto que Él intercede ante el Padre por nosotros, pero no como se enseña en el modelo de la satisfacción, sino como un Ayudador en el cual nos podemos apoyar, tal como Israel prevalecía cuando Moisés intercedía. Estamos en una batalla y Él es

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quien nos fortalece. Él es nuestro Ayudador y Defensor delante del Padre en el sentido de que Él está viendo hacia el Padre, orando ante Él por nosotros, y listos para fortalecer nuestros brazos como el Fuerte de Jacob ante Aquel que es nuestro Dios y que será nuestro Juez, pero no significa que Él esté discutiendo con el Padre para que el Padre nos perdone aún cuando andemos en pecado.

La segunda es reconocer que, como lo han señalado autores creyentes como León Tolstoi, así como autores ateos, como Richard Dawkins, algunas traducciones del Nuevo Testamento son un poco defectuosas por el desgaste de los papiros que a veces hace que las copias más antiguas del original sean un poco ilegibles, por la inhabilidad de los traductores, e incluso en algunos casos específicos por intervención humana deliberada [10,11]. Si esto es así, es probable que el texto deba leer solamente: “Abogado tenemos CON el Padre.” Es decir, el Hijo junto con el Padre, en una armonía, porque son Uno, son los que no solamente nos ayudan, fortalecen, sostienen, etc. (son Parakletos), sino que también nos defienden de las acusaciones de Satanás. Dios no es nuestro enemigo. Es Satanás el que es nuestro enemigo, y es Él quien acusa a los hermanos delante de Dios y en las consciencias de los mismos hermanos. Jesús es quien nos defiende de las acusaciones del enemigo.

-“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” Apocalipsis 12:10.

Por último resulta necesario examinar la hermosa profecía de Isaías 53, que es probablemente el único pasaje bíblico que contiene terminología “sustitucional.”Pero para ello, utilizaremos la Versión Septuaginta, ya que ésa era la Biblia que utilizaron el mismo Señor Jesucristo, todos los apóstoles, y todos los primeros cristianos hasta el siglo V. La traducción de la Septuaginta hecha por Junneman al castellano reza así:

-“Señor ¿quién ha creído a nuestra oída? y el brazo del Señor ¿a quién reveládose? Hemos anunciado cual pequeñuelo delante de él, cual raíz en tierra sedienta; no tiene figura ni gloria. Y le vimos, y no tenía figura ni belleza; sino que su figura, deshonrosa, y desfallecida ante los hijos de los hombres; hombre en plaga estando y sabiendo llevar enfermedad; pues ha sido apartado su rostro, deshonrado y desestimado. Este nuestros pecados lleva, y de nosotros duélese; y nosotros pensamos que él estaba en trabajo, y en plaga, y en maltratamiento. Pero él fue herido por nuestros pecados, y enfermo está por nuestras iniquidades; enseñanza de paz nuestra sobre él; con el cardenal de él nosotros fuimos sanos. Todos, como ovejas,

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hemos errado; el hombre en su camino erró; y el Señor le entregó a nuestros pecados. Y él, con estar maltratado, no abre la boca; como oveja a matanza, es llevado; y como cordero ante el que trasquila, mudo, así no abre su boca. En la humillación su juicio fue quitado: — la generación de él ¿quién contará?— porque es quitada de la tierra su vida; por las iniquidades de mi pueblo fue llevado a la muerte. Y daré los malos por la tumba de él, y los ricos por la muerte de él; pues iniquidad no hizo, ni dolo en su boca. Y el Señor quiere purificarle de la plaga; si diereis por pecado, vuestra alma verá simiente longeva; y quiere el Señor quitar del trabajo de su alma; mostrarle luz y plasmar con inteligencia, justificar a justo bien sirviendo a muchos; y los pecados de ellos él llevará. Por esto él heredará a muchos, y de los fuertes repartirá despojos; por cuanto fue entregada a muerte su alma, y entre los inicuos fue contado; y él pecados de muchos sobrellevó, y por las iniquidades de ellos entregado fue.” Isaías 53. [12]

Primero, es evidente que en la Septuaginta, muy contrario a lo que dice el texto masorético, se afirma que Dios el Padre quería librar a Su Hijo de la aflicción, que le plació purificarlo (librarlo) de la plaga. Es decir, en el texto griego se da a entender que el Padre, muy lejos de estar descargando Su Ira sobre el Hijo, quería quitar al Hijo del trabajo de su alma y librarlo de esa muerte que tuvo que enfrentar por causa nuestra.

Segundo, nadie puede negar que este pasaje diga que por causa de que transgredimos y cometimos iniquidades, entonces Cristo fue castigado y sufrió. Él sufrió por causa de nuestros pecados y nuestras iniquidades cayeron sobre Él. El Padre quiso que el Hijo sufriera por causa nuestra para poder ver fruto. Todas estas declaraciones son verdad. Jesús murió y el Padre así lo quiso para que el Hijo fuera el Primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29, Hebreos 2:11-13.) Sin embargo, eso no añade nada a lo que ya hemos dicho antes No hay necesidad de añadir la teoría de la satisfacción ni de la sustitución penal a este pasaje. Lo que necesitamos es una nueva perspectiva.

Ahora sí, ya que hemos analizado todas las piezas del rompecabezas principalmente en la Biblia, así como en la historia y en los frutos resultantes en cada caso, podemos pasar a apoyar lo que hemos venido diciendo con el cristianismo primigenio…

VII) ¿Qué diremos de los cristianos primitivos?A continuación se muestran algunas citas seleccionadas (las citas para sustentar esto son abundantes, y algunas de las más claras y explicativas son demasiado largas como para caber en este texto, pero se han escogido algunas pocas) de los cristianos primitivos que sustentan todo lo que se ha dicho:

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-“Por lo tanto, ustedes, vistiéndose de mansedumbre, sean imitadores de Sus sufrimientos y de Su amor con que nos amó cuando se entregó a Sí mismo como un Rescate por nosotros, para limpiarnos por Su Sangre de toda nuestra impiedad e impartir vida en nosotros cuando ya estábamos al punto de perecer por la depravación que había en nosotros. –Epístola de Ignacio a los trallanos, año 105 d.C. [13]

-“Cristo peleó y venció. Esto es porque Él mismo era Hombre y contendió por los padres. A través de la obediencia, canceló la desobediencia. Porque ató al hombre fuerte y dejó libres a los débiles. Por medio de destruir al pecado, le concedió la salvación a Su creación. Porque Él es un Señor Santo y Misericordioso, que ama a la raza humana. Por ello, como ya he dicho antes, Él logró que el hombre se pudiera agarrar de Dios. Porque si no hubiera sido el hombre mismo el que hubiera vencido al enemigo del hombre, el enemigo no hubiera sido vencido de manera legítima…era necesario que a través del hombre mismo, Satanás fuera atado con las mismas cadenas con las que él ató al hombre. Esto era para que el hombre, una vez libre, pudiera regresar a su Dios, dejándole a Satanás esas cadenas con las que el hombre había sido atado, esto es, el pecado. Porque cuando Satanás es atado, el hombre es libertado. Porque nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no le ata. Satanás es justamente hecho cautivo, porque él de manera injusta había cautivado a los hombres. Al mismo tiempo, el hombre, que había sido hecho cautivo, es rescatado de las cadenas de su captor, de acuerdo con las tiernas misericordias de Dios. Porque Dios tuvo compasión de Su creación y le concedió la salvación.” –Ireneo de Lyon, año 180 d.C. [14]

-“[Cristo hablando]: Porque Yo peleé contra la muerte y la vencí, contra aquella muerte que debías enfrentar por causa de tus pecados pasados y de tu incredulidad hacia Dios.” Clemente de Alejandría, año 195. [15]

-“Porque la muerte de Cristo redujo a debilidad todos aquellos poderes que batallan contra la raza humana. Y a cada vida de cada creyente la dejó libre del pecado a través de un poder que sobrepasa las palabras. Él quita todo pecado, hasta que cada enemigo sea destruido, y al final la muerte…” –Orígenes, año 228 d.C. [16]

-“¿Por qué entonces Moisés, luego de la prohibición de fabricar “cualquier cosa semejante” (Éxodo 20:4) se hizo una serpiente de bronce, la colocó sobre un asta en una postura como que estuviera clavada colgando de allí, y la exhibió como espectáculo para sanidad de Israel durante el mismo día en el que estaba sufriendo de exterminio por causa de las serpientes? ¿No fue porque estaba mostrando la Cruz de nuestro Señor en la cual la serpiente (el diablo) fue exhibida y vencida, para que todo aquel que ha sido dañado

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por dicha serpiente, por medio de volverse de la maldad de sus pecados a los sacramentos de la cruz de Cristo, reciba la salvación? Porque cualquiera que miraba a la cruz era librado de la mordedura de las serpientes. ¿No han leído el dicho de los profetas, que dice: “El Señor reina desde el madero” (Salmo 96:10 Versiones Latinas.)? Quisiera saber lo que piensan ustedes acerca de esto, pues me temo que piensen que se refiere a algún rey y carpintero, pero no a Cristo, Quien ha reinado desde ese momento en adelante cuando venció la muerte que resultó de sus sufrimientos en el madero… ¿Qué rey mundano lleva la insignia de su poder sobre su hombro, pero no lleva diadema sobre su cabeza o cetro en su mano, o algunas otras marcas de su vestimenta distintiva? El Rey de las Edades, Cristo Jesús, solamente Él fue el Único que llevó en Su hombro la marca de Su propio poder, magnificencia y gloria insuperables-la cruz-para que de acuerdo con la profecía, reinara desde el madero.” –Tertuliano, año 200 d.C. [17]

-“Nuestro Señor Jesucristo sufrió todo en condición humana para poder destruir al pecado y equiparnos con toda la provisión que necesitamos para entrar a la vida eterna.” Fileas, año 307 d.C. [18]

Hasta este punto, ya sólo queda una pregunta por responder, y es…

VIII) ¿A quién se aplican los beneficios de la Preciosa Sangre de Cristo?

Como conclusión, podemos decir que, muy independientemente del modelo teológico al que nos adhiramos, los beneficios de la Obra de Cristo no se hacen nuestros por creer en la teología correcta, sino por andar en la luz:

-“Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.” Juan 12:35-36.

-“… pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” 1ª Juan 1:7.

El apóstol Pedro lo explicaría de esta manera:

-“… elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.” 1ª Pedro 1:2.

Veamos que la limpieza de la Sangre de Cristo está condicionada a nuestro andar en la luz (tener a Dios como nuestro Señor y Amor Supremo, teniendo una relación de amor obediente con Él, dando cada paso que nos vaya mostrando con Su lámpara, paso a paso, un paso a la vez) y nuestro tener

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comunión con los santos (asociarnos con el maltratado pueblo de Dios, como Moisés, rechazando los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de este mundo.)

Ahora bien, todos los verbos en el versículo de 1ª Juan aparecen en presente continuo, lo que significa que la limpieza de la Sangre de Cristo es continua solamente mientras que nuestro andar en la luz sea continuo.

En su evangelio, el apóstol Juan otra vez, lo explicó de esta otra manera:

-“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” Juan 3:1621.

Es decir, la condenación no es porque alguna vez en nuestra vida hayamos cometido algún pecado, ni tampoco es porque Dios sea malo y no quiera perdonarnos. La condenación es porque la Luz vino al mundo, pero los hombres prefirieron las tinieblas a la verdad, porque amaban seguir en sus obras malas de egoísmo en vez de rendirse al Señorío de Cristo.

A continuación se presentan sendas tablas comparativas contrastando ambos modelos en cuanto a la obra del Mesías y en cuanto a la respuesta del hombre hacia Dios, a fin de que toda la disertación anterior quede sintetizada y aclarada: [19]

1 ¿Por qué tuvo que venir el Mesías?

¿Por qué el Mesías tenía que ser Perfecto

¿Por qué el Mesías tuvo que sufrir?

¿Dónde culmina la obra Mesiánica?

Sustitución penal

Para pagar el castigo del pecado y podamos ser perdonados

Para presentar un sacrificio perfecto

Para aplacar la ira de Dios y satisfacer la autoridad

En la cruz, donde se pagó el precio

Rescate Para liberarnos del poder del pecado y restaurarnos al Reino de Dios

Para mostrar los valores del reino de Dios

Para libertarnos de la falsa autoridad

En la resurrección, donde la muerte fue vencida

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2 El arrepentimiento

es

La fe es La obediencia es

El reino de Dios es

Sustitución penal

Un cambio de mente

Abrazar la teología correcta

Opcional e innecesaria

para la salvación

Un gobierno teocrático a

manifestarse en el milenio

Rescate Un cambio de Señorío en el

corazón

Una convicción de seguir a Cristo pase lo que pase

Absolutamente indispensable

La realidad actual en el corazón de cada hijo de

Dios

Antes de terminar, a fin de presentar el modelo del rescate de una manera sencilla e ilustrativa, se narrará…

IX) El cuento de los dos príncipesDado que la mente renovada piensa por medio de parábolas y porque esta narración es muy sencilla (es un cuento de niños), no daré la interpretación, así que el que lea, entienda.

“Hubo una vez un rey muy bondadoso que fundó una comunidad dentro de una isla muy bella donde la flora y la fauna eran hermosas y además podían servir de provisión para toda la ciudad. Él amaba a todos sus súbditos y deseaba que todos fueran muy felices. Les construyó casas, granjas, lugares donde trabajar, lugares de veraneo, y un muelle. Los instruyó en varios oficios y les dio abundantes regalos. También les dio leyes y estatutos acerca de cómo debían vivir para poder agradarlo, para poder ser muy felices y para llevarse bien. Los súbditos, a su vez, amaban al rey también y estaban muy agradecidos con él. Le construyeron una estatua y siempre lo honraban. El rey tuvo que marcharse a su país de origen, con la promesa de volver algún día. Cada año se llenaba un gran buque con regalos como frutas, verduras, pan, carne, vestiduras, monedas, y todo lo que la gente quería y podía dar, el cual era enviado al rey como muestra del honor y el aprecio que le tenían. Un día, mientras el gobernador andaba por el bosque, escuchó una voz que parecía venir del mismo suelo. Era una voz que le susurraba. El gobernador se acercó para poder hablar con la persona, pero la persona nunca se mostró. Simplemente habló. A pesar de ello, el gobernador efectivamente conversó con dicha voz, ya que dicha voz afirmó ser el hijo del rey y el príncipe heredero. La voz le sugirió que, dado que el rey no estaba presente entre ellos, ya no era tan necesario que lo honraran al rey ni a su estatua, y que ya no le enviaran tantos regalos, porque quizás muchas de esas provisiones que eran destinadas para

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el rey, ellos las necesitarían en tiempos de escasez. El gobernador no dijo nada al respecto, pero se quedó pensando en lo que le dijo el príncipe. Esa misma noche el barco se estaba cargando de todos los regalos para el rey, cuando de manera furtiva y oculta, el gobernador tomó varios sacos de avellanas del barco y ordenó a sus sirvientes que lo llevaran a su almacén personal. Pero algunas personas lograron verlo. El chisme de lo que el gobernador había hecho comenzó a cundir por toda la isla. Todos razonaron que si el mismo gobernador había actuado así, entonces ellos también tenían el derecho de hurtar algunos de los dones del rey para sí mismos, lo cual inmediatamente comenzaron a hacer. En el proceso de hacer eso, puesto que varios deseaban las mismas cosas, comenzaron a pelearse verbalmente. Pronto surgieron los golpes, las amenazas, el caos… hasta que tanto el buque como la estatua del rey se hundieron en el mar y toda la isla se llenó de violencia, rapiña, engaños, estafas, odios, peleas e inmoralidad. El gobernador entonces procedió a consultar a la voz del bosque. La voz lo culpó por lo sucedido, le dijo que el rey regresaría pronto y los castigaría duramente a todos, pero que él sabía cómo podían salvarse. Le indicó que detrás de un árbol había un pasadizo secreto que daba a una gran cueva en la cual podían entrar y esa cueva daba a una salida por donde podrían huir de la ira del rey. El gobernador, sin pensarlo dos veces, le informó a todo el pueblo sobre dicho medio de salvación y el pueblo acordó tomarlo. La voz los guió dentro de la cueva. Después de horas y horas largas de ir caminando por la cueva, cuando ya todos los niños estaban llorando y los adultos estaban sofocaos, el pueblo decidió regresar por donde habían entrado, pero la voz se les mostró tal cual era: un príncipe malvado y suplantador, y les cerró toda escapatoria. Les dijo que ahora se divertiría con ellos y jamás podrían salir de allí. Mientras, el príncipe suplantador desapareció. El pueblo se quedó allí en absoluta desesperación y sin saber qué hacer hasta que de pronto alguien vio una luz que apenas si se colaba por la cueva. Entonces alcanzaron a oír ruidos como de una fiera pelea cuerpo a cuerpo y tiempo después vieron entrar a un noble y bondadoso príncipe que se veía herido por la pelea. Él se presentó como el legítimo hijo del rey, les informó que su padre el rey los perdonaba por todo lo malo que habían hecho, por pura misericordia real, y les explicó que había peleado contra el príncipe usurpador y lo había vencido, por lo que ahora podían ser libres de la cueva, de los engaños del usurpador, y podrían volver a servir al rey y a ser felices.Luego les indicó que él también tendría que irse al país de su padre, pero que algún día volvería por ellos para llevarlos a un nuevo reino hermoso que su padre estaba edificando. Mientras, les dejó un faro para alumbrarse y para poder ver cuando él viniera otra vez. Así, los habitantes de la isla volvieron a obedecer al rey y a ser felices. Y cada día, al amanecer, se despiertan y se dirigen a la orilla de la isla… porque sólo esperan el momento cuando su príncipe venga por ellos de nuevo.”[20]

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X) ConclusiónPodemos concluir diciendo con Pablo, “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33.) Lo importante no es poder responder a todas las preguntas y cuestiones que surjan, ni entender a la perfección todos los misterios y la ciencia de la expiación. El mismo evangelio, de acuerdo con Pablo, es un misterio. Todo esto es algo místico, pero maravilloso.

Las buenas nuevas son, pues, que Cristo trajo libertad a los cautivos. Libertad del diablo, para escapar de sus cadenas y vencerlo; libertad del reino de las tinieblas, para no tomar la forma de este mundo, sino ser transformados de gloria en gloria por medio de la renovación de nuestro entendimiento y resplandecer como luminares en este siglo malo; libertad del pecado para andar en vida nueva; libertad de la carne para subyugarla con el poder de la gracia; libertad de la ley para quedar libres de sus decretos que acusaban y atormentaban a nuestras consciencias, y para no estar sujetos a una servidumbre de un yugo sin sentido, sólo según la letra, y no conforme al espíritu de Cristo, sino andar con una consciencia limpiada de obras muertas en la libertad del Espíritu Santo, obedeciendo a Sus impulsos, los cuales concuerdan con el verdadero espíritu de la ley eterna de Dios escrita en nuestro corazón; y finalmente libertad de la muerte, para ya no tener que ir al Hades siquiera, sino sólo pasar por el valle de sombra de muerte, acompañados de Jesús y de sus santos ángeles (o ser recibidos por Él en el aire, en su defecto), para llegar de inmediato a la gloriosa presencia de Dios, en donde hay plenitud de gozo, con un cuerpo transformado, semejante al de la gloria suya, en un lugar que Él nos está preparando ahora mismo con amor y cuidado, en donde ya no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas habrán pasado y reinaremos con Él por siempre jamás en comunión perfecta.

Todo esto, logrado, conquistado y comprado única y exclusivamente por la inmerecida misericordia de Dios, la cual se manifestó a su debido tiempo enviando a Su Hijo en la carne para luchar y triunfar sobre todos nuestros enemigos, para que sin temor pudiéramos servirle y ser Suyos por siempre jamás. Esto, solamente a través de la muerte y la resurrección del Hermoso Mesías Prometido a Israel, que fue Inmolado desde antes de la fundación del mundo.

¡Oh, Bendito Salvador, esto me hace amarte más! ¡Oh, Bendito Padre Celestial, esto me hace agradecerte más! ¡Oh, Bendito Consolador, esto me hace necesitarte más! ¡Oh, Bendita Sangre Carmesí, esto me hace valorarte más! ¡Oh, bendita salvación, esto me hace anhelarte y cuidarte más!

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Cosas que ojo no vio ni oído oyó son las que Dios ha preparado para los que le aman: para los que, con una fe impávida y con una voluntad inquebrantable de hierro para seguir al Señor, pero sometida a Su Señorío, desde el día en que mediante el bautismo sellaron su pacto con Dios, hasta el día de la muerte o de la Segunda Venida de Cristo, andan en la luz que Dios les va concediendo a través de la sencilla obediencia de un niño, siguiendo a Su Señor y Maestro con amor y fe hasta el final, caminando con Él como otrora lo hiciera Enoc. Sólo tú sabes si rechazas esta oferta o la tomas de una vez por todas con todo el corazón.

Dios te bendiga. ~

XI) Referencias1. http://www.academia.edu/1825599/Views_of_the_Atonement_-_Survey_and_Solution; Vincent Taylor, The Cross of Christ (London: Macmillan & Co, 1956), pp. 71-72.2. McClendon, Doctrine, p. 205; R.W.Southern, Saint Anselm: A Portrait in a Landscape. Cambridge University Press, 1990, pp.221-227.3. http://en.wikipedia.org/wiki/Satisfaction_theory_of_atonement4. J Denny Weaver (2007). The Nonviolent Atonement: Human Violence, Discipleship and God. Eerdmans5. "Doctrine of the Atonement." Catholic Encyclopedia." http://www.newadvent.org/cathen/02055a.htm6. http://www.obispodanielrivera.org/Pages/mastestimoniosanimados.aspx7. http://www.amyisrael.net/error.htm8. http://www.hymntime.com/tch/htm/a/c/a/acanitbe.htm9. http://laiglesiaperegrina.blogspot.mx/search/label/Sangre%20Preciosa10. https://archive.org/details/whatibelieve_1101_librivox11. Dawkins, Richard (1976). The Selfish Gene. New York City: Oxford University Press12. https://mega.co.nz/#!nsQDgQ5K!CNjTyAq3xb9h5QeIa3zcUylCPE9qXAkLLqV9H3YhIY013. Bercot David, A Dictionary of Early Christian´s Beliefs. 14. Íbidem. 15. Íbidem.16. Íbidem.17. Íbidem.18. Íbidem.19. D .Flood, Healing the gospel.20. Eckart Zur Nieden (Author) and Gisela Scheer (Illustrator), Tale of Two Princes Hardcover. 1993.