Crisis y apología de la fe. Evangelio y nuevo milenio (resumen)
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INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS.
ESCUELA DE FILOSOFÍA
Materia: Seminario de problemas filosóficos. Profesor: Lic. Rafael Soto Mellado.Presenta: Vázquez Arreola Jesús Eduardo. SCM Grado: Quinto Semestre.México, D.F. a 24 de noviembre de 2011.
CRISIS Y APOLOGÍA DE LA FE. EVANGELIO Y NUEVO MILENIO (SÍNTESIS)
Este libro de Juan L. Ruiz de la Peña está dividido en tres partes. En primer lugar, el autor
nos expone la situación que se está viviendo actualmente: por un lado explica la génesis de
la contemporaneidad, y, por otro exhibe un ejemplo particular, la situación española. La
segunda parte versa sobre los cuatro desafíos principales que existen hoy en día: el
cientificismo, la concepción antropológica, la crisis ética y la postura ecológica. Por último,
Ruiz de la Peña lanza una propuesta humanizadora (o evangelizadora, según él mismo ha
expresado).
La situación de nuestros días ha sido un proceso que se ha ido gestando durante
mucho tiempo atrás. Los padres del lado oscuro de nuestra cultura1 son, en orden, Comte,
Feuerbach, Nietzsche y el Círculo de Viena.
Con Auguste Comte surge el antiteísmo científico, base del humanismo endiosado
que posteriormente se irá dando. El pensamiento comtiano afirma que es inútil la búsqueda
de causas y la definición de conceptos metafísicos, el único criterio de realidad será el que
brinda el método positivo, es decir, la mera captación de los hechos: «no se trata de explicar
nada, sino de constatar todo»2. Por lo tanto, Dios queda fuera de escena, sustituido por la
humanidad, «de la que 'la hipótesis de la Encarnación' es confuso preanuncio»3.
1 Es necesario aclarar que aunque, ciertamente, Ruiz de la Peña habla de la cuestión negativa de nuestros días, también expresa (durante todo su ensayo) que no se debe demonizar absolutamente nuestra époco cultural, sino que la humanización (evangelización) cristiana debe utilizar como base, y partir de, los valores surgidos por las revueltas del pensamiento filosófico acaecidas durante este tiempo: «los creyentes no tenemos derecho a culpabilizar – y menos aún a demonizar – permanentemente a nuestra sociedad y su cultura. No sólo porque ello sería palmariamente miope e injusto, sino también porque ésa es, en el fondo, la actitud farisaica del que ve la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio, y porque dicha actitud incluye un componente de insolidaridad y un rechazo de la corresponsabilidad que nos atañe en situación denunciada». J. L. RUIZ DE LA PEÑA, Crisis y apología de la fe, Bilbao 1995, 18.
2 Ibíd., 21.3 Ibíd.
Posteriormente, sobre esta base, Feuerbach endiosa al hombre, anunciándolo como
el único ser real: «el ateísmo sólo cree en la verdad y en la divinidad del ser humano» 4, «en
realidad, todos los predicados que las religiones han endosado a la divinidad son
determinaciones de la esencia humana»5, por lo que «el verdadero sentido de la teología es
la antropología»6. Cabe mencionar que este autor, al igual que Comte, verdaderamente,
excluye a Dios de su sistema, pero lo cimienta sobre la praxis del hombre.
Es el turno de Nietzsche, quien siente una gran atracción por los ideales comtianos
y, al menos en sus primeros pasos, por los de Feuerbach. Antes de la llegada de Nietzsche la
muerte de Dios pintaba un gran horizonte para el ser humano, ya que se creía que por fin el
hombre sería libre logrando su autoafianzamiento y su máximo progreso. Sin embargo,
Nietzsche proféticamente anuncia la desgracia de la humanidad: la muerte del Ser Supremo
no brinda seguridad al ser finito, como se pensaba, sino que «la muerte de Dios sume a su
asesino en una honda crisis de sentido»7, es decir, quitando a Dios de la realidad, ésta
misma es afectada por el sinsentido. Ante esta grave situación, Nietzsche propone al
superhombre como única salida, empero, también reconoce que es algo sumamente difícil.
Entonces, sólo queda tomar una postura: el nihilismo.
No existen ya cosas buenas o malas, todo es sinsentido, por lo que lo único cierto y
verdadero es lo que aparece ante nosotros, lo que se percibe por medio del análisis
científico, experimental, positivo; y así, el neopositivismo, con el Círculo de Viena, se
proclamará amo y señor de la realidad reduciéndola drásticamente. Ante la carencia de
sentido, la filosofía que surge a partir de este momento será sumamente pesimista causando
que la razón viva algo no visto con anterioridad: la crisis. El pensamiento, de ahora en
adelante, será un pensamiento débil, light, a la carta.
Las consecuencias de la filosofía de la sospecha más positivismo, de las que la
cultura occidental participa son analizadas en una sociedad particular: la situación
4 L. FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Salamanca 1975, 41 en: J. L. RUIZ DE LA PEÑA, Crisis y... 23.
5 Ibíd.6 Ibíd.7 Ibíd., 27.
española.
1. En primer lugar, un gran sector de la sociedad española tienden a la repulsa de la
idea de Dios, especialmente, en el ámbito moral; mostrando así, una gran
intolerancia doctrinaria que erróneamente identifica a Dios con el mal.
2. Por lo que se puede declarar que «la racionalidad contemporánea excluye
taxativamente la opción teísta o religiosa»8.
3. Sin embargo, según el autor del ensayo, la fuerza y solidez para argumentar de esta
manera es escasa y débil, pues «no hay emisión de acciones nuevas; hay mera
suscripción»9.
4. Además, lo único que se está haciendo es abusar estúpidamente de la demonización
como primer paso, de los grandes valores, para posteriormente atematizarlos.
5. La levedad del ser, entonces, será irremediable. El pensamiento, y en general toda la
realidad humana, se torna débil. Lo que no cuesta esfuerzo es lo que debe
predominar. La cultura light parece ser la ganadora.
6. Pero todo este desencanto de la realidad confirma que la finitud no es respuesta, es
decir, que absolutizar nuestra inmanencia como respuesta última, metafísica, de toda
la realidad es una gran falacia. De lo contrario, el ser humano de nuestro tiempo no
se sentiría insatisfecho.
De este último punto, Ruiz de la Peña brinda un pronóstico: la religión, se quiera o
no, perdurará «como expresión simbólica de situaciones con las que el hombre se encuentra
y a las que no puede dar una explicación»10, es decir, la experiencia del misterio que todo
hombre, por naturaleza, padece es una realidad que lo subyace y constituye. Por tanto, la
experiencia religiosa será válida.
La trascendencia a la que el hombre tiende siempre será inmanente, osea, nunca
dejará de estar presente en la constitución humana., por ende, la oferta de sentido que la
religión concede es una propuesta realmente atrayente a la que la humanidad, tarde o
temprano, recurrirá (o recurre). Por ello, la religión, y en específico el cristianismo, debe 8 J. L. RUIZ DE LA PEÑA, Crisis y... 100.9 Ibíd., 102.10 Ibíd., 106.
estar preparado para ello. El momento del diálogo entre creyentes e increyentes requerirá la
preparación adecuada de los primeros para poder con-vencer a los segundos. La
transvaloración ocasionada por la evolución del pensamiento filosófico lanza múltiples
desafíos a la sociedad contemporánea creyente.
Primeramente se analiza la adversidad cientificista. Es cierto que la ciencia es una
gran brecha en el aporte del conocimiento humano, pero también es cierto que si es
absolutizada provoca muchas averías en la concepción realista que pueda tener el ser
humano: esto es el cientificismo. Una sociedad cientificista reduce la sociedad solamente a
lo que se puede verificar por medio de la experiencia física; por tanto, Dios no existe y el
ser humano es nada más que un cúmulo de materialidad, el mundo no tiene creador sino
que el azar es lo que ha ido construyéndolo. El ser cultural de esta manera rechaza toda
religión y metafísica, pues lo único que existe es lo fáctico, lo que aparece frente a
nosotros, lo que es percibido por los sentidos, lo físico. El reduccionismo científico no
consiste en avalar la ciencia como criterio de verdad, sino en avalarla como el único criterio
de verdad. Si fuera cierto el discurso cientificista ¿cómo se explicarían aspectos de la
realidad tales como la conciencia humana que no son verificables experimentalmente pero
sí experiencialmente? Para ello es necesario abrirse a toda la realidad, a todas las ciencias
que permitan darnos un enfoque integro de nuestro acontecer, especialmente a la filosofía y
a la teología.
El reduccionismo contemporáneo proporciona una pobre imagen del ser humano
contraria a la grandeza originaria. Cuando alguien olvida el valor de alguna cosa que tiene,
es fácil que comience una búsqueda de algo más valioso (al menos en apariencia) que lo
sustituya, cuando al hombre ya no se le considera como tal (el hombre ha muerto) es
inevitable que se oriente la búsqueda de una superación (de manera negativa). La IA es un
tema del que se ha hablado mucho y en el que se ha investigado ampliamente, a tal grado
que puede ser descartado como posible pues se ha llegado a la conclusión, a pesar de la
terquedad de muchos, de que nunca se podrá igualar al mismo hombre, ya que su estructura
es sumamente compleja: «el nuevo paradigma de la IA no ha aducido nuevas razones para
su presunción; hace más bien un acto de fe y exige a los participantes en la discusión que
profesen esa misma fe»11. La realidad del hombre no es tan sencilla, es mucho más que un
mero cúmulo material, la experiencia misma lo manifiesta así. Hay cuestiones metafísicas
que no se pueden dejar de lado, tanta es su fuerza que exigen verlas aunque uno se niegue a
ello. Además, si afecta los valores metafísicos del ser humano, también daña su concepción
antropológica, por lo que cuestiones como la libertad, la dignidad y el sentido son vaciadas
o eliminadas del mapa de lo real.
Otro gran desafío de nuestro tiempo es el referente a la cuestión ética. Actualmente
es común el debate sobre la fundamentación de un código ético no religioso; existe una
fuerte crisis «en el plano práxico y en la conciencia colectiva de nuestra sociedad» 12. El ser
humano es sumamente egocentrista por lo que hay un déficit de solidaridad. Gran cantidad
de hombres y mujeres piensan que decirle no a Dios es éticamente beneficioso: «sólo sin
Dios hay ética, porque sólo así es el hombre sujeto responsable, libre, creador de valores»13,
ya que sin el Ser Supremo cualquier cosa será permitida. Por lo tanto se le considera, y por
ende también a la religión, como el máximo enemigo que pueda existir. Sin embargo, si
Dios no existiera o no tiene importancia, tampoco la tendría el hecho de querer orientar al
ser humano en el “buen” camino; no hay sentido. Es posible una ética no-religiosa, empero,
ésta será extremadamente limitada y sin sentido, por lo que la ética que proponga toda
religión siempre será válida.
Como último desafío, Ruiz de la Peña expone el problema ecológico. Un sector de
la sociedad tiende a responder que la causa de la situación actual se debe a la técnica y a la
tecnología, por tanto, debe ser suprimido todo su uso. Sin embargo, los problemas que se
han desencadenado en este ámbito tienen que ver más con la ética, pues el mal uso de la
tecnología y de la técnica es lo que ha provocado el daño a la naturaleza, y no ellas por sí
solas. Por tanto, para solucionar el problema ecológico o contribuir a ello, es necesario
sensibilizar a las nuevas generaciones sobre la situación con una apreciación humana tal,
que triunfen los grandes valores morales. Para ello, la religión debe ahondar en estos
asuntos.11 J. L. RUIZ DE LA PEÑA, Crisis y... 200.12 Ibíd., 211.13 Ibíd., 213.
Por último, Juan Luis Ruiz de la Peña hace una propuesta para que el cristianismo
responda a la situación que acontece: una praeparatio evangelii, que consiste en promover
la re-humanización (evangelización) por medio de los siguientes elementos:
1. Re-definición de la racionalidad.
2. Que re-proponga la inevitable pregunta por el sentido último.
3. Por tanto, que re-descubra la significatividad de la hipótesis Dios,
4. que señale el fundamento de una praxis liberadora y solidaria.
El autor sintetiza esta praeparatio en la palabra kerigma. Sólo de esta manera se podrá
salvar la barca de la humanidad que pareciera ser que se está hundiendo.