Cordero & Barbuto - La Movilizacion De Los Sectores Subalternos En La Revolución Mitrista

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    Anuario del Centro de Estudios Histricos Prof. Carlos S. A. SegretiCrdoba (Argentina), ao 12, n 12, 2012, pp. 153-171.ISSN 1666-6836

    La movilizacin de los sectores subalternosen la revolucin mitrista de 1874

    Guido Cordero 1* Lorena Barbuto **

    Resumen

    En este trabajo proponemos realizar un primer acercamiento a las formas de movilizacin poltico militar durante la revolucin mitrista de 1874, acontecimiento que tuvo uno de sus epicentros en la frontera sur de la provincia de Buenos Aires. Focalizaremos en sectores subalternos criollos -organizados en la Guardia Nacional- e indgenas -instalados como indiosamigos en la frontera- atendiendo tanto a los recursos utilizados por las elites gubernamentales

    y rebeldes para sumarlos a su causa, como en los mrgenes de accin existente para estos

    sectores en la campaa y en la ciudad.

    Palabras clave: redes polticas - frontera - sectores subalternos - indios amigos - GuardiaNacional

    Abstract

    In this paper we propose an initial approach to the forms of political mobilization during themitrista military revolution of 1874, an event that had one of its epicenters in the southernborder of the province of Buenos Aires. We will be focusing on subaltern criollos segments-organized in the National Guard- and the natives -settled as friendly Indians on that border-,

    serving both the resources of the government and rebel elites to add them to their cause. We

    will also analyze the existing action margins for these sectors in the campaign and in the city.

    Key words: political networks - border - subaltern sectors - friendly Indians - National Guard

    Recepcin del original: 27/11/2012 Aceptacin del original: 7/11/2013

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    Instituto de Ciencias Antropolgicas (ICA), Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(UBA). E-mail: [email protected] de Ciencias Antropolgicas (ICA), Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(UBA). E-mail: [email protected]

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    Introduccin

    El 24 de septiembre de 1874, en las ltimas semanas de la presidencia de Sarmiento,los seguidores de Bartolom Mitre iniciaron un levantamiento armado denunciandoque la eleccin de su sucesor era producto del fraude. Nicols Avellaneda llegaba a lapresidencia con el apoyo de buena parte de las provincias y del Partido Autonomista,sector del liberalismo porteo ligado a la figura de Adolfo Alsina. El movimiento nolleg a extenderse ms de tres meses y si bien existieron otros focos revolucionarios -elms importante de los cuales fue el dirigido por el general Arredondo en Crdoba y SanLuis- el epicentro se ubic en el sur bonaerense, tradicional bastin del mitrismo. All,rpidamente, los jefes civiles y militares de la frontera lograron poner en armas un ejrcitode alrededor de 4.000 hombres. Buena parte de estas tropas estuvieron integradas porciudadanos encuadrados en la Guardia Nacional, que tambin constituyeron parte de lasfuerzas reunidas por los gobiernos nacional y provincial para reprimir la rebelin.

    En este trabajo1 nos proponemos analizar las formas de movilizacin poltico militaren la provincia de Buenos Aires durante la revolucin, de sectores subalternos2 criollos-organizados en la Guardia Nacional- e indgenas -instalados como indios amigos enla frontera- atendiendo tanto a los recursos utilizados por las elites gubernamentales yrebeldes para sumarlos a su causa como a los mrgenes de accin existente para estossectores.

    No profundizaremos aqu en el contexto poltico y las luchas faccionales3 que dieronorigen a la revolucin ni en el relato pormenorizado de los hechos.4 Consideraremos

    el perodo que dur el conflicto como un acontecimiento en el sentido propuesto porBechis,5 es decir un evento que condensa un conjunto de significaciones y relacionespermitindonos poner el foco en una situacin puntual que, sin embargo, se inscribe enprocesos de ms largo alcance que estructuraron las formas sociales y polticas de relacinpuestas en juego. En este sentido, el estado de movilizacin de la provincia de Buenos Aires durante ese corto perodo es un mbito privilegiado para analizar los mecanismosformales e informales desplegados para lograr la movilizacin poltico-militar de lossectores subalternos y aproximarnos a las posibilidades y lmites de su accin autnoma.

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    Una versin preliminar de este trabajo fue presentada en I Taller para Jvenes Investigadores en ProblemticasRegionales, Sociales e Histricas, IV Jornadas de la Divisin de Historia, Lujn, 30 y 31 de agosto de 2011.Utilizamos el concepto de sectores subalternos en el sentido propuesto por Guha como cualquiera que estsubordinado en trminos de clase, casta, edad, gnero y oficio o de cualquier otro modo y cuyo estudio,dado que la subordinacin es una relacin recproca, debe integrar el accionar de los sectores de elites.Florencia MALLON, Promesa y dilema de los estudios subalternos: perspectivas a partir de la historialatinoamericana, Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani , nm. 12,1995, pp. 87-116. Recurrir a esta nocin nos permite integrar en el mismo anlisis formas de subordinacinarticuladas en base a diferentes clivajes, en particular las desplegadas con los milicianos y los indios amigos.Sobre el uso de la expresin faccin, Sbato ha advertido que la utilizacin de ese trmino de poca comoconcepto analtico clausura la interrogacin sobre los contextos y las condiciones en que se usaba, as comosobre sus cambiantes sentidos en el marco de los lenguajes polticos en circulacin. Hilda SBATO, Lailusin de transparencia, Prismas, Revista de historia intelectual, nm. 15, 2011, pp. 197-200. En este trabajoutilizaremos para referirnos a los grupos polticos indistintamente faccin, sectores, partidos por cuestionesexpositivas, cuidando de no darle el cariz especfico propio del lenguaje de poca.Remitimos para ello a Eduardo MGUEZ, Mitre Montonero. La Revolucin de 1874 y las formas de la polticaen la organizacin nacional, Buenos Aires, Sudamericana, 2011.Martha BECHIS, Los puentes interdisciplinarios de la etnohistoria, unos conceptos tentativos, MarthaBECHIS, Piezas de etnohistoria del sud sudamericano, Madrid, CSIC, 2008, pp. 379-400.

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    Cuando nos referimos a mecanismos formales de movilizacin aludimos a aquellosexplcitamente previstos en las reglamentaciones para organizar el servicio de armas,y que en muchas ocasiones eran insuficientes para lograr ese objetivo. A la par de estosmecanismos legales existan otras formas de movilizacin sustentadas en redes polticasque, si bien eran informales, estaban legitimadas por las prcticas de la poca. Siguiendoa Abls, entendemos que esas redes polticas informales no eran entidades fijas, sino unfenmeno dinmico, se trata no de grupos ms o menos identificables, sino de un conjuntode potencialidades que se pueden actualizar si las situaciones concretas lo requieren.6 Esnecesario, adems, tener en cuenta que las acciones de los agentes del Estado por un lado,y las formas de acatarlas, subvertirlas o resistirlas por parte de la poblacin movilizada,no pueden resumirse en una oposicin dominacin-resistencia.7 Aunque las prcticascoercitivas establecen los marcos rutinarios en que se inscribe la vida de las personas,estas mismas prcticas admiten que los individuos y los grupos se apropien de ellascreativamente. Apropiacin que, por supuesto, se da en forma diferencial ya que no esindependiente de la insercin de los sujetos en el conjunto social. Por ejemplo, los sectoresafectados a la Guardia Nacional contaban con formas de eludir ese servicio ms all dela prctica ilegal de la desercin. Existan mecanismos previstos en la reglamentacinpara evitar la milicia, pero tambin la pertenencia a esas mismas redes polticas a las quehicimos referencia habilitaba su utilizacin para negociar el alcance de la subordinacinde los milicianos.

    Consideramos necesario plantear la dificultad que supone la bsqueda de documentosque permitan rastrear la conformacin de redes informales y conocer las motivaciones y

    las posibilidades del accionar autnomo de los sectores subalternos. Por lo tanto, y conlas fuentes de que disponemos hasta el momento -prensa de la poca, relatos de cronistascontemporneos a la revolucin, documentos producidos por sus participantes y fuentesoficiales-, intentaremos buscar indicios que nos permitan trabajar en esa direccin. En esesentido, este trabajo constituye un acercamiento preliminar que, esperamos, nos permitiranalizar algunos aspectos de las temticas de nuestro inters as como plantear nuevaspreguntas a ser retomadas en futuras investigaciones.

    La Guardia Nacional

    De acuerdo a la Constitucin Nacional de 1853 exista un rgimen de prestacionesmilitares en el que deban participar todos los ciudadanos adultos durante gran partede su vida.8 Constitua la reserva del ejrcito de lnea y dependa del Estado nacional,

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    Marc ABLS, La antropologa poltica: nuevos objetivos, nuevos objetos, Revista Internacional de CienciasSociales, nm. 153, 1997.Derek SAYER, Formas cotidianas de formacin estatal: algunas observaciones disidentes sobre lahegemona, Joseph GILBERT y David NUGENT (comps.), Everyday Forms of State Formation. Revolutionand the Negotiation of Rule in Modern Mexico, Durham and London, DUP, 1994, pp. 367-377.El inciso 67 del artculo 24 de la Constitucin Nacional estableca: Autorizar la reunin de las milicias de todaslas Provincias o parte de ellas, cuando lo exija la ejecucin de las leyes de la Nacin y sea necesario contener lasinsurrecciones y repeler las invasiones. Disponer la organizacin, armamento y disciplina de dichas milicias, y laadministracin del gobierno de la parte de ellas que estuviera empleada en servicio de la Nacin, dejando a lasProvincias el nombramiento de sus correspondientes Jefes y Oficiales, y el cuidado de establecer en su respectivamilicia la disciplina prescripta por el Congreso. En 1852, el gobernador provisorio de la provincia de Buenos

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    aunque para su reunin y alistamiento deban intervenir los poderes provinciales. Aunqueformalmente slo poda ser convocada en casos excepcionales, en la prctica supli alejrcito de lnea tanto en el servicio de fronteras como en los frentes de conflictos interioresy exteriores.

    Los ciudadanos argentinos varones, dentro de un rango de edad determinado, debanenrolarse peridicamente, concurrir a los ejercicios doctrinales y estar disponibles en casode convocatoria al servicio de armas. Sin embargo, existan excepciones al servicio activorelacionadas con determinados cargos en la administracin pblica, algunas profesionesy tambin ciertas situaciones especficas.9 Si bien de acuerdo a la normativa la obligacindel servicio en estas milicias cubra a la mayora de la poblacin masculina adulta,mediante distintos mecanismos poda eludirse el servicio. Algunos de ellos amparados porel sistema legal, como las excepciones mencionadas o la figura del personero (una suertede suplente que cumpla las obligaciones de otro miliciano), y otros penados y combatidospor las autoridades como la desercin. Entre estos dos extremos de legalidad-ilegalidadse ubicaban una serie de prcticas en las que era posible negociar de forma flexible elalistamiento con las autoridades.10

    La Guardia Nacional establecida a mediados del siglo XIX no era una institucinnovedosa. Las milicias se remontaban al perodo colonial, cuando los vecinos de cadapoblacin deban participar en las actividades de defensa apoyando a las fuerzas regularesde la corona. Durante los primeros aos del siglo XIX, tuvieron una participacin relevantetanto en la defensa de Buenos Aires, durante las invasiones inglesas, como en el movimientorevolucionario de 1810. Abierta la experiencia republicana, las milicias se reconfiguraron

    a la par de la compleja construccin de nuevas formas polticas fundadas en el principio de

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    Aires disolvi los regimientos de milicias de ciudad y campaa y decret la organizacin de la GuardiaNacional. Seis meses ms tarde se dispuso el enrolamiento, encargndose de su organizacin a Mitre. RinaldoPOGGI, Los gobernadores de Buenos Aires y la Guardia Nacional 1862-1874, Buenos Aires, Fundacin NuestraHistoria, 2000. Por su parte, en 1854 la Confederacin dict el decreto de creacin de la Guardia Nacional:Todo ciudadano de la Confederacin Argentina desde la edad de 17 aos hasta los 60 est obligado a sermiembro de alguno de los cuerpos de Guardias Nacionales, que las provincias confederadas deben crearcon la brevedad posible, Registro Oficial de la Repblica Argentina, t. III, 1883:109, cit. en Flavia MACAS,Guardia Nacional, ciudadana y poder en Tucumn, Argentina (1850-1880), Revista Complutense de Historia de Amrica, nm. 27, 2001, pp. 131-161. Con el fin de la Confederacin despus de la batalla dePavn, la Guardia Nacional pas a la rbita del gobierno nacional.La ley 129, del 27/05/1865 estableca que estaran exceptuados del servicio en la Guardia Nacional losministros y otros miembros del poder ejecutivo nacional; los miembros del Congreso, gobernadores yministros; los jueces de tribunales nacionales y provinciales y aquellos que tuvieran imposibilidad fsicaprobada. Por otra parte, estaran dispensados del servicio activo fuera de su distrito o departamento losdirectores y rectores de universidades, escuelas y colegios; los jefes de oficinas nacionales y provinciales; losmaestros de postas; los mdicos y practicantes al servicio de hospitales; los que no hubieran cumplido 18 aosy el hijo nico de madre viuda o el que atendiera la subsistencia de ella o de padre septuagenario o impedido.Coleccin completa de leyes nacionales, t. II, Buenos Aires, Librera La Facultad, 1918.Durante los aos en que estuvo a cargo de la frontera sur de Buenos Aires, lvaro Barros denunci los viciosdel sistema de frontera. En una carta de 1868 dirigida al presidente Sarmiento, Barros se refiere al manejode las autoridades en torno a los guardias nacionales: El ejemplo del favoritismo y la injusticia ha sidoimitado hasta por el Teniente Alcalde. La Guardia Nacional de Buenos Aires tiene 40.000 hombres. En losDepartamentos habr 1.000 G. N. que debiendo servir 6 meses quedan dos aos por falta de relevo. Estosucede porque desde el comandante hasta el sargento, todos tienen ahijados a quienes exceptuar, y desde elcomandante hasta el sargento, todos venden por caballos, por dinero o servicio de peones gratis, la excepcindel servicio. Estos abusos, que yo llamo crmenes, se toleran a favor de lisonjas o trabajos electorales. RinaldoPOGGI, lvaro Barros en la frontera sur, Buenos Aires, Fundacin Nuestra Historia, 1997, p. 139.

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    soberana popular. En efecto, canalizaron la participacin popular en forma de ciudadanaarmada, incorporando en ella nuevos sectores que no estaban incluidos en la categoracolonial de vecino, al tiempo que formaron parte de la estructura militar durante lassiguientes dcadas. Con la desarticulacin del poder central, las milicias respondieron alos distintos poderes provinciales. Sobre la base de estas fuerzas provinciales fue que, conla unificacin del pas, se conform la Guardia Nacional constituyendo junto al ejrcito delnea, el ejrcito nacional.11

    Como ha argumentado Sbato,12 el ejrcito de lnea y la Guardia Nacional representabandos formas distintas de entender el poder de coercin del Estado y tenan fundamentosy funciones diferentes. La Guardia Nacional se fundaba en el concepto de ciudadanaen armas y era por lo tanto una fuerza conformada por hombres libres, mientras que elejrcito de lnea se compona de soldados profesionales y destinados forzosos. Adems,las milicias participaban en la esfera poltica a partir de la correlacin entre ciudadanoarmado y votante ya que el enrolamiento en la Guardia Nacional era un requisito parael voto. Tambin tenan diferentes derechos y obligaciones. Como mencionamos, segnla ley, las milicias eran la reserva del ejrcito. Por su parte, los soldados de lnea seincorporaban a una estructura en la que deban obedecer rdenes y en la que no tenandemasiada influencia. Sin embargo, estas diferencias podan diluirse en la prctica, ya quemuchas veces las funciones de ambos cuerpos militares se superponan y las condicionesde vida, as como el tiempo de servicio de los milicianos, eran anlogas a las sufridas por

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    Hilda SBATO, El ciudadano en armas: violencia poltica en Buenos Aires (1852-1890), Entrepasados, nm.23, 2003, pp. 149-169; Soberana popular, ciudadana y nacin en Hispanoamrica: la experiencia republicanadel siglo XIX, Almanack Braziliense, 9, 2009, disponible en: http://www.almanack.usp.br; Milicias, ciudadanay revolucin: el ocaso de una tradicin poltica (Argentina, 1880), Beatriz BRAGONI y Eduardo MGUEZ(coord.), Un nuevo orden poltico. Provincias y Estado Nacional 1852-1880, Buenos Aires, Biblos, 2010; JuanCarlos GARAVAGLIA,Construir el Estado, inventar la nacin. El Ro de la Plata, siglos XVIII-XIX , Buenos Aires,Prometeo, 2007. En referencia al tema de las milicias remitimos tambin a Eugenia NSPOLO, La fronterabonaerense en el siglo XVIII un espacio polticamente concertado: fuertes, vecinos, milicias y autoridadesciviles-militares, Mundo Agrario, vol. 7, nm. 13, 2006, disponible en: http://www.scielo.org.ar/pdf/magr/ v7n13/v7n13a08.pdf; quien aborda el servicio de milicias en la jurisdiccin de Buenos Aires en el siglo XVIII; lostrabajos de Carlos CANSANELLO, Las milicias rurales bonaerenses entre 1820 y 1830,Cuadernos de Historia Regional, UNLu, nm. 19, 1998; Silvia RATTO, Cuando las fronteras se diluyen. Las formas de interrelacinblanco-indias en el sur bonaerense, Ral MANDRINI y Carlos PAZ (comps.), Las fronteras hispanocriollas delmundo indgena latinoamericano en los siglos XVIII y XIX , Neuqun, CEHiR, UNS, 2003, pp. 199-232; Juan CarlosGARAVAGLIA, Ejrcito y Milicias: Los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860, Anuario IEHS, nm. 18, 2003, pp. 153-187; caracterizan algunos aspectos de las milicias en el rea bonaerenseen la primera mitad del siglo XIX. Gabriel DI MEGLIO, Milicia y poltica en la ciudad de Buenos Aires durantela Guerra de Independencia, 1810-1820, Manuel CHUST y Juan MARCHENA (eds.), Las armas de la nacin. Independencia y ciudadana en Hispanoamrica (1750-1850), Madrid, Iberoamericana, 2010, pp. 137-158; seocupa de las milicias en la guerra de independencia. Para la segunda mitad del siglo XIX, los trabajos de FlaviaMACAS, Ciudadana armada, identidad nacional y Estado provincial. Tucumn, 1854-1870, Hilda SBATOy Alberto LETTIERI (comps.), Armas, votos y voces. La poltica en la Argentina del siglo XIX , Buenos Aires, FCE,2003; De cvicos a guardias nacionales. Un anlisis del componente militar en el proceso de construccinde la ciudadana. Tucumn, 1840-1860, Manuel CHUST y Juan MARCHENA (eds.), Las armas... cit., pp. 137-158, estudian el caso de Tucumn; Marisa MORONI y Jos ESPINOSA FERNNDEZ, El reclutamiento para laGuardia Nacional en la Pampa central argentina, 1884-1902, Manuel CHUST y Juan MARCHENA (eds.), Lasarmas... cit., pp. 137-158, analizan el caso especial de las milicias en los Territorios Nacionales.Hilda SBATO, Milicias, ciudadana y revolucin... cit.; Quin controla el poder militar? Disputas en tornoa la formacin del Estado en el siglo XIX, AAVV., La construccin de la Nacin argentina. El rol de las fuerzasarmadas. Debates histricos en el marco del Bicentenario (1810-2010), Buenos Aires, Ministerio de Defensa,2010, pp. 85-94.

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    los soldados de lnea. Adems, al igual que ocurra en el ejrcito, la tropa de la fuerzamiliciana era reclutada mayoritariamente en la poblacin subalterna, no as la oficialidad,que en ambos casos eran mayoritariamente reservados a las elites.

    No obstante ello, desde el punto de vista simblico, las milicias estaban integradas porciudadanos libres que portaban armas en defensa de la patria. Aun minoritaria, la presenciade otros sectores sociales en la Guardia Nacional tenda a jerarquizarla. La distincin entrelos soldados de lnea y los guardias nacionales formaba parte del imaginario colectivoy del discurso poltico de amplios sectores de la poblacin. Las nociones de defensaque sustentaban estos dos tipos de fuerzas militares abonaban dos modelos diferentesque estuvieron en tensin mientras ambas instituciones coexistieron. Por un lado, laconcentracin del poder militar en el Estado nacional, y por otro, un modelo fragmentadoy descentralizado que tenda a distribuirlo entre la nacin y las provincias.

    La Guardia Nacional fue una institucin que gravit sobre la vida de los ciudadanos y jug un papel relevante en el escenario poltico del pas. Como veremos en el caso de larevolucin mitrista, la capacidad de movilizarlas fue un factor importante en las luchaspolticas. Las posiciones de mando en ellas, que como sealamos tendan a reservarsea las elites, se encontraban estrechamente ligadas a la construccin de redes polticasindispensables para gestar y consolidar posiciones de poder.

    La movilizacin en la ciudad

    Los preparativos de la revolucin eran un secreto a voces -incluso para las autoridadesnacionales- desde los primeros meses de 1874, y si bien en los planes originales no seiniciara hasta tanto Sarmiento dejara la presidencia, los acontecimientos se precipitarony el alzamiento comenz el 24 de septiembre. Ese da, las cmaras legislativas se reunieronpara tratar la situacin y declararon el estado de sitio en las provincias de Buenos Aires,Santa Fe, Entre Ros y Corrientes al tiempo que autorizaban al ejecutivo nacional paramovilizar las milicias en todo el territorio de la repblica.13 Por su parte, el gobierno deBuenos Aires decret la reunin de la Guardia Nacional de toda la provincia.14 Durantelos siguientes das se publicaron en la prensa las rdenes de reunin de los distintosbatallones de guardias nacionales indicando los lugares y momentos de presentacin.15 Todas estas convocatorias reforzaban el carcter obligatorio del servicio de armassealando que a quienes no se presentaran se les aplicara severamente la ley. En estesentido, el gobernador de Buenos Aires dict dos decretos estableciendo, por un lado,que los enrolados ausentes en el trmino de 24 horas seran destinados a un cuerpo delnea y, por el otro, la prohibicin de salir del territorio de la Capital sin una orden de lacomandancia general de Guardia Nacional.16

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    Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos sobre la revolucin de septiembre de 1874, Buenos Aires,Imprenta de M. Biedma, 1876.Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso de la Nacin (en adelante: HBCN), Sala de Microfilms (en adelante:SM), Diario La Tribuna (en adelante: La Tribuna), 25/09/1874; Decreto del Departamento de Gobierno de laprovincia de Buenos Aires del 24/09/1874.HBCN, SM, Diario El Nacional (en adelante: El Nacional), 24 y 28/09/1874 y otros.HBCN, SM, La Tribuna, 27/09/1874; Decretos del Departamento de Gobierno de la Provincia de Buenos Airesdel 26/09/1874.

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    Como vimos, formalmente todo adulto varn estaba obligado a pertenecer a algunaunidad de guardias nacionales y presentarse en caso de ser convocado, con un conjuntode excepciones previstas en la reglamentacin. La bsqueda de los que no se presentasenquedaba a cargo de la misma fuerza miliciana. Su accionar gener diversas quejas debidoa que algunas excepciones legales parecen no haber sido debidamente respetadas. Laprensa oficialista -se haba decretado la censura previa-17 expresaba su descontento contralo que juzgaba excesos en la bsqueda de milicianos y la poca consideracin con respectoa aquellos que eran apresados, aun contando con la correspondiente excepcin legal.

    Florencio del Marmol,18 en su crnica sobre la revolucin, traza un panorama de latensin existente en la ciudad de Buenos Aires en los ltimos das de septiembre:

    Las disposiciones tomadas por las autoridades de la nacion fueron puestas enprctica, y la ciudad empez ofrecer el aspecto de una plaza de guerra. Citadoslos ciudadanos por sus jefes respectivos acudian en masa sus cuarteles [...] Laspatrullas se cruzaban en todas direcciones haciendo arrestos innumerables, sinrespetar los resguardos de escepcion de los nacionales, ni las pruebas de la fisonomay el acento del idioma en los estrangeros [...]Concurrir los cuarteles contratar una personera, eran los nicos caminos quequedaban los que habian deciddose por su permanencia en el centro de las fuerzasoficiales, pues los bandos del gobierno se repetian cada vez mas apremiantes,estableciendo mayor rigor y mayores penas.19

    Un ejemplo de ese accionar puede verse en diversas denuncias en torno al tratamientoa los residentes extranjeros. stos no estaban obligados a servir en las milicias, por lo cuallas respectivas representaciones diplomticas expedan un documento que certificabasu origen para ser presentada ante el requerimiento de las autoridades. Sin embargo,durante la movilizacin, muchos extranjeros fueron detenidos, aun cuando su carcterde tales fuera evidente. Estas situaciones parecen haber sido frecuentes, a tal punto que elMinisterio de Gobierno emiti una circular dirigida a los Jefes de Regimientos, batallonesy Escuadrones de la Guardia movilizada de la capital ordenando a las comisiones querecorran la ciudad que se abstuvieran de llevar a los cuarteles a los extranjeros.20 Lapercepcin de los propios extranjeros es indicativa de lo reiterado de estas prcticas,ya que una vez conocida la noticia del reclutamiento concurrieron masivamente a losconsulados en busca de la papeleta de nacionalidad, llegando a producirse tumultos enlas sedes diplomticas.21

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    Se cerraron las imprentas de varios peridicos, entre ellos La Nacin, La Prensa, La Pampa y se estableci lacensura para todos los peridicos. Zoraida NADAL MORA, La eleccin de Avellaneda y la revolucin de 1874,Tesis de Licenciatura, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1963.Transcurridos slo dos aos de los episodios de 1874, Florencio del Marmol -que particip de las filas de losrebeldes- public una extensa crnica de los sucesos y una recopilacin de documentos relacionados con larevolucin. Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos cit.Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit., pp. 71-72.HBCN, SM, La Tribuna, 28 y 29/09/1874; Circular del Ministerio de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, 27/09/1874.HBCN, SM, La Tribuna, 27, 28 y 29/09/1874.

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    Adems, aparecen indicios de animosidad por parte de los milicianos encargados de laleva, en particular contra los italianos.22 Una de las razones que puede haberla sustentadoera la popularidad de Mitre al interior de esa colectividad. La sospecha de que un sectorimportante de ese grupo podra sumarse a la rebelin puede rastrearse en diversos sueltosde la prensa,23 as como en una declaracin del consulado pidiendo a sus conciudadanosmantenerse neutrales durante el conflicto.24 Si bien no hubo una participacin masiva deextranjeros entre los rebeldes, existieron italianos enrolados en las filas del mitrismo ypueden hallarse referencias al accionar de una legin italiana en la revolucin.25

    Otro motivo de malestar hacia los extranjeros puede vincularse con la mercantilizacinde las mencionadas papeletas de nacionalidad. Desde la prensa se denunciaba su ventainsinuando la formacin de un mercado informal ante compradores deseosos de eludirla movilizacin. Al respecto, un suelto de El Nacional con el ttulo de Buen Negocio26 consideraba exagerado el nmero de papeletas expedidas por los consulados espaol eitaliano. Dicho mercado informal, sin embargo, conviva con otro legalmente aceptadoalrededor de la figura del personero, que permita evitar el servicio de armas presentandoa otra persona que oficiaba de reemplazante. As, los guardias nacionales que recurrieran aesta posibilidad deban concurrir ante una comisin,27 alegar sus motivos para el reemplazoy presentar al personero quien era examinado a fin de constatar sus condiciones para elservicio en la milicia. Durante los primeros das del reclutamiento, varias disposicionesordenaron la situacin. Un decreto del 27 de septiembre, por ej., permita a los milicianosser reemplazados por personeros extranjeros.28 La posibilidad de recurrir a esta figura noparece haber sido extraordinaria. Por el contrario, era un tema que apareca en forma

    recurrente en la prensa. Una nota de La Tribuna celebraba lo acertado de la medida perocriticaba los modos de implementacin:

    Los personeros - La disposicin de que se pueda poner un personero en la G.N.movilizada es indudablemente muy buena y conveniente al ejrcito; pero para estodebiera, como se hizo en la guerra con el Paraguay, fijarse una cantidad y recibirlala comisin nombrada, y con ella enganchar gente. Segn tenemos conocimientono se hace esto, sino que se admite solamente al personero despus de cincoprocedimientos inacabables, que absorben todo el tiempo. Ayer, por ejemplo

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    El 29 de septiembre, el gobernador Barros debi emitir un decreto que exiga la liberacin de extranjeros sinpapeleta que demostraran su origen por cualquier medio, all donde su extranjera fuera evidente. HBCN, SM, El Nacional, 29/09/1874. El Nacional denunciaba el 30 de septiembre que se haba visto al general Gelly y Obes recorriendo a altashoras de la noche los fondines y pocilgas de los suburbios para reclutar napolitanos. HBCN, SM, El Nacional,28/09/1874. Das despus, un suelto alertaba sobre personas sospechosas en La Boca, a quienes se sealabacomo napolitanos. HBCN, SM, El Nacional, 3/10/1874.HBCN, SM, El Nacional, 28/09/1874.Fernando DEVOTO, Historia de los italianos en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 2006.HBCN, SM, El Nacional, 29/09/1874.La comisin se form para esos fines mediante un decreto del gobierno de la provincia de Buenos Aires del27/09/1874. HBCN, SM, La Tribuna, 28 y 29/09/1874; El Nacional, 27 y 28/09/1874.Decreto del Departamento de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, 27/09/1874; HBCN, SM; La Tribuna,28 y 29/09/1874. Segn una nota publicada en La Tribuna, el diario LOperario Italiano, que se publicabaen Buenos Aires, adverta a sus lectores sobre las implicancias de este decreto. Consideraba que el gobiernotratara a esos personeros como carne de can y los considerara siempre como extranjeros. HBCN, SM, La Tribuna, 1/10/1874.

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    debieron entrar en el ejrcito 300 hombres o su equivalente en dinero, segn los quetrataban de eximirse, pero nada se ha hecho, porque el procedimiento adoptado esinacabable.

    En este sentido, un nuevo decreto provincial estableci que los guardias nacionalespodan presentar un personero o pagar la suma de $5.000 que sera destinada al enganchede soldados.29

    En torno de la figura del personero se conform entonces un mercado legal de ofertasy demandas de reemplazantes para el servicio en las milicias a cambio debuenas pagas. As, en forma de avisos clasificados, los pedidos y ofrecimientos de personeros poblaronlas pginas de la prensa mientras dur la convocatoria a la Guardia Nacional.30 Muchos deellos se hacan en forma individual: alguien solicitaba un sustituto o se ofreca para ello.En otros casos el mercado de personeros contaba con estructuras comerciales especficasdedicadas a ofrecer reemplazantes a aquellos que pudieran pagarlos. Se observanpublicidades dirigidas tanto a aquellos deseosos de oficiar de personeros como a quienesquisieran contratar el servicio, lo que denota algn tipo de organizacin ms all delofrecimiento individual. Por ej., un aviso publicado ofreca: A los Guardias Nacionales.Se les proporcionan personeros a precios mdicos. Cangallo 227 y vanse con Arturo Almier.31

    Otra arista interesante de este tema se relaciona con el costo del personero. Elevadopara buena parte de los ciudadanos,32 el recurso se limitaba a sectores privilegiados. Unartculo de El Nacional relata en forma de parodia la ficcin de un joven rico obligado

    a ingresar a las milicias debido a la negativa de su padre de contratarle un personero.33

    Aunque no podemos asegurar que la elusin del servicio fuera la regla entre esos sectores,parece claro que slo ellos contaban con los medios para hacerlo legalmente si as lodeseaban.

    Despus de la convocatoria decretada por el poder ejecutivo, los movilizados tenan unplazo para presentarse en el sitio indicado para cada batalln, ya fuera para encuadrarseen el mismo o para presentar la documentacin correspondiente que le permitieraexceptuarse. Cumplido este plazo, los batallones iban en busca de los ausentes en sudomicilio, lo que dio lugar a las denuncias de abusos que sealamos ms arriba. Ante estasprotestas el gobernador de la provincia fue expidiendo diversas resoluciones con el fin deordenar la situacin y limitar los mencionados excesos.34Las diversas vas abiertas para eludir el servicio miliciano, sumadas a la celeridad conque se esperaba poner a los hombres en armas, pueden haber contribuido a la presinsobre los batallones, la cual resultara en los problemas antes mencionados. No hemos

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    HBCN, SM, La Tribuna, 2/10/1874; Decreto del Departamento de Gobierno de la provincia de Buenos Aires,1/10/1874.Tanto en El Nacional como en La Tribuna, los avisos solicitando y ofreciendo personeros se extienden durantetodo el perodo que dura la movilizacin; el ltimo aviso que encontramos al respecto en El Nacional es del10 de octubre, aunque desde tres das antes, los avisos ya eran muy pocos. HBCN, SM, El Nacional, 24/09 al10/10/1874.HBCN, SM, El Nacional, 29/09/1874.Un aviso solicitando un personero ofrece como pago por el servicio una manzana de terreno en propiedad.HBCN, SM, La Tribuna, 2/10/1874.HBCN, SM, El Nacional, 30/09/74.HBCN, SM, El Nacional, 1, 2 y 3/10/1874.

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    encontrado datos que nos permitan cuantificar la desercin, pero la forma de leva queadquiri por momentos la bsqueda de milicianos parece justificar la presuncin de quefue alta, ms all de aquellos que no se presentaron por haberse marchado de la ciudad,rumbo al sur, a incorporarse a las tropas revolucionarias. En este sentido, la necesidaddel poder ejecutivo nacional de expedir un decreto sancionando a quienes ocultasen adesertores de la Guardia Nacional y autorizando el allanamiento de domicilios, puedeconsiderarse como un indicio en la direccin de los niveles de desercin existentes.35

    La exigencia de cumplir con las plazas requeridas llev, incluso, al gobierno dela provincia a convocar a empleados pblicos exceptuados por ley con la promesa deresguardar sus empleos. Esta decisin puso tambin en evidencia la tensin entre elgobierno nacional y el provincial en el tema de la jurisdiccin de las esferas estatales sobrela Guardia Nacional.36 Finalmente, luego de un corto perodo -por momentos algo catico-la Guardia Nacional estuvo conformada. El mismo 24 de septiembre el gobernador lvaro Barros haba ledo un manifiesto al pueblo de la provincia llamando a las miliciasporteas a concurrir a los cuarteles para aplastar la rebelin.37 Sin embargo, ellas tendranun rol secundario como fuerza de apoyo al ejrcito de lnea, lo que no sucedera entrelos sublevados en el sur bonaerense, donde el peso relativo de la Guardia Nacional y elejrcito regular sera el inverso.

    La movilizacin en la campaa

    La movilizacin de las milicias en la campaa adquiri caractersticas diferentes a lasque hemos descripto para la ciudad. Nos concentraremos en los guardias nacionales quelucharon del lado revolucionario, aunque es probable que los mecanismos de movilizacinde ambos bandos fueran anlogos. Las condiciones, que hacan relativamente ms fcil ladesercin, pueden haber hecho ms importante la necesidad de desplegar mecanismoscapaces de establecer vnculos informales, tendientes a garantizar la presencia delos milicianos al momento de su movilizacin. Adems, debido a que originalmente larebelin estaba prevista para unas semanas despus, su adelantamiento provoc que laconcentracin del Ejrcito Constitucional, como se autodenominaban las fuerzas mitristas,fuera desordenada y debiera hacerse de manera apresurada.

    Es importante sealar que el epicentro de la rebelin estuvo en la zona de fronterade la provincia de Buenos Aires. En este tipo de espacios permeables y dinmicos, enlos que convivan una gran diversidad de actores -gauchos, hacendados, indios amigos,

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    HBCN, SM, El Nacional, 18/11/1874; Decreto del poder ejecutivo nacional, 18/11/1874.Las discusiones por las competencias sobre la Guardia Nacional fueron un tema recurrente mientrasse mantuvo la institucin de las milicias. En el marco del desarrollo de la revolucin de 1880 en Buenos Aires, Hilda Sbato (Milicias, ciudadana... cit.) analiza el debate abierto en relacin con la potestad delas provincias para movilizar la Guardia Nacional en contraste con la posicin del gobierno nacional, que loentenda como prerrogativa exclusiva del Congreso. Sbato seala ambas posturas como dos concepcionesdiferentes acerca del poder militar del Estado. En el episodio que sealamos se gener una disputa que se hizopblica a travs de la prensa entre el ministro de guerra Gainza y el gobernador lvaro Barros. HBCN, SM, El Nacional, 6/10/1874; nota del Ministerio de Guerra al gobernador de Buenos Aires, 5/10/1874; HBCN, SM, El Nacional, 7/10/1874, Contestacin del gobernador de la provincia de Buenos Aires.Manifiesto del gobernador de Buenos Aires. Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit., pp. 522-523.

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    autoridades militares y civiles, etc.- se desplegaban lgicas particulares de relacin enfuncin tanto del contexto como de las circunstancias cambiantes de conflicto, negociaciny/o convivencia.38 As, los funcionarios estatales no slo se desempeaban a partir de losdeberes de sus cargos, sino que tambin manejaban en forma flexible las posibilidades denegociar las cargas que deban imponer a la poblacin civil.39

    En estos espacios, la capacidad de coercin del Estado contrastaba con aquellapasible de ser desplegada en la ciudad. Por un lado, la misma extensin del territorio y lapoblacin comparativamente escasa facilitaban la desercin. Por otro, como argumentaMguez, el poder en la frontera se basaba ms en una trama de obediencias y lealtades queen la capacidad coactiva del Estado. Al respecto, este autor sostiene que el fundamentoms slido sobre el que poda sostenerse el orden social estaba dado por los mecanismosclientelares establecidos entre las autoridades y la poblacin rural.40

    Un aspecto para destacar es la correspondencia entre los distritos que aportaron elgrueso de las milicias con aquellos en que los jefes militares o civiles mitristas tenan unapresencia de larga data, sea como jefes de frontera, hacendados pertenecientes a las eliteslocales o ambas cosas. A diferencia de la ciudad donde, como vimos, la convocatoria sehaca especialmente mediante la prensa, en la campaa la bsqueda de guardias nacionalesdeba hacerse personalmente. Del Marmol describe la comisin de la que form parte paraconvocar a la Guardia Nacional de Lobera:

    se hallaba en el ejrcito el ciudadano D. Pedro Saenz Valiente, hacendado deLobera y ex juez de paz de ese partido. Estas circunstancias, y las recomendables

    prendas que caracterizan a ste joven, le haban grangeado grandes simpatas y unconsiderable prestigio entre los vecinos de Lobera. Teniendo en ello conocimientoel General Rivas, consider que eran importantes los servicios a los que se le pudieradestinar con ventaja. Hizo llamar a su presencia Saenz Valiente y le comisionpara que se trasladara a Lobera y formara un contingente de su guardia nacional.41

    Al llegar a Lobera, varios das despus, la pequea tropa que acompaaba a Saenz Valiente se instal en la estancia de su propiedad, comisionando a algunos de los oficialesque lo acompaaban para que marcharan al da siguiente a citar a los ciudadanos.Sin embargo, antes que estos regresaran, algunos vecinos comenzaron a acercarseespontneamente. Adems de su propia presencia, Saenz Valiente contaba con el apoyodel comandante militar y del juez de paz, ambos simpatizantes mitristas.42

    La presencia de personajes con prestigio y poder, ya sea un juez, un comandante o unhacendado, se repite e indica la existencia de redes previas, capaces de ser activadas almomento de la movilizacin. Uno de los militares de frontera que comand parte de lasfuerzas rebeldes fue el coronel Benito Machado. Hacendado del sur de la provincia deBuenos Aires, Machado consolid su carrera militar durante la presidencia de Mitre, pas

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    Mara Regina CELESTINO DE ALMEIDA y Sara ORTELLI, Atravesando fronteras. Circulacin en losmrgenes iberoamericanos. Siglos XVI-XIX, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2011, disponible en:http://nuevomundo.revues.org/60702Eduardo MGUEZ, La frontera sur de Buenos Aires y la consolidacin del Estado liberal, 1852-1880, BeatrizBRAGONI y Eduardo MGUEZ (coord.),Un nuevo orden poltico... cit., pp. 79-98.Ibid.Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit., p. 126.Ibid., p. 131.

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    por un puesto de mando en la Guardia Nacional y estuvo a cargo de la frontera sur y costasur de Buenos Aires.43 lvaro Barros lo describa as: empez por abusar de su posicin endos sentidos, protegiendo al culpable para hacerse prestigioso; persiguiendo a otrospor rivalidad personal, o por no prestarse a contribuir a su prestigio, para conservarse ycrecer.44 Si bien no puede obviarse que Barros describa a un rival poltico, la descripcinde los mecanismos de construccin de poder local de Machado nos parece adecuada y,hasta cierto punto, generalizable.

    Los jefes militares resultaban un actor central en el entramado de poder que mediatizabala vida en la frontera. Otra figura importante en relacin con la organizacin poltico-administrativa de la campaa era el juez de paz. En cada partido, la administracindependa de una municipalidad compuesta por el juez y cuatro vecinos. Estos ltimoseran elegidos a travs del voto, y el juez era nombrado por el poder ejecutivo provincial. Adems, la administracin se extenda con una serie de alcaldes y tenientes de alcaldesque actuaban en los cuarteles en que se subdivida cada partido.45

    El juez de paz concentraba varias funciones -justicia, polica y administracin- que loconvertan en una figura central en los entramados del poder local.46 Hemos visto ya quelas fuerzas mitristas recurrieron a los jueces de paz que apoyaban su causa para movilizara las milicias de sus partidos. Pero tambin el gobierno provincial recurri a ellos conel mismo objetivo. En una circular dirigida a esos jueces durante los ltimos das deseptiembre se apelaba a su intermediacin para captar la lealtad de la poblacin de lacampaa:

    El Gobierno quiere que haga vd. comprender a todos y a cada uno de losdamnificados que es a esos rebeldes a quienes deben culpar de los sacrificiosque se ven obligados a hacer para garantir una vez mas el orden y hacer efectivala autoridad de la ley. Si el cuantioso valor de la esquila se pierde o se retarda, silas siembras se imposibilitan, si las haciendas son arrebatadas por cuatreros, silos caballos tienen que considerarse elementos de guerra, sepan todos y cada unoque la culpa exclusiva pertenece a los ambiciosos que se han lanzado a la revuelta,olvidndolo todo y solo por satisfacer pasiones e intereses personales.47

    Al mismo tiempo, les recordaba su deber en cuanto a la necesidad de realizar unarpida movilizacin de la Guardia Nacional:

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    Rinaldo POGGI, lvaro Barros... cit.; Melina YANGILEVICH, Jos Benito Machado. Construir poder en lafrontera, Ral MANDRINI,Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX ,Buenos Aires, Taurus, 2006, pp. 196-226; Eduardo MGUEZ, Mitre Montonero... cit. lvaro BARROS, Fronteras y territorios federales de las pampas del sur, Buenos Aires, Hachette, 1975, p. 158.Si bien la designacin del juez de paz se haca a partir de una terna propuesta por la municipalidad, staera presidida por la misma figura del juez, lo cual llevaba a convertir el mecanismo en meramente formal.Fernando BARBA, Los autonomistas del 70. Auge y frustracin de un movimiento provinciano con vocacinnacional. Buenos Aires entre 1868 y 1878, Buenos Aires, CEAL, 1982. A lo largo de las dcadas de 1860 y 1870 hubo distintas iniciativas para recortar el poder de los jueces de pazque no fueron puestas en prctica sino hasta el final de dicho perodo. Fernando BARBA, Los autonomistas...cit. Para un anlisis del sistema de justicia penal en la campaa en la segunda mitad del siglo XIX remitimos aMelina YANGILEVICH y Eduardo MGUEZ, Justicia criminal y Estado en la frontera de Buenos Aires, 1852-1880, Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani , nm. 32, 2010.HBCN, SM, La Tribuna, 28 y 29/09/1874; Circular del gobierno de la provincia.

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    Reptalo vd. incansablemente a todos y asegreles que el Gobierno de la Nacin yel Gobierno de la Provincia tienen en todas partes elementos de sobra para hacerrespetar el orden y que para honor del pas hasta este momento, son contados loscriminales que se han lanzado a la revuelta y son insignificantes los elementos deque disponen. Pero esta seguridad no debe retardar un momento la decisin deobrar y el seor Juez de Paz poniendo todo su concurso debe facilitar al comandantemilitar del partido la movilizacin y organizacin de la G. N. y debe vigilar todos lospuntos donde partidarios de los rebeldes puedan asilarse o esconderse.48

    Controlada por figuras polticas y militares de la campaa, la Guardia Nacionalresultaba un mbito de construccin de redes sociales y polticas que podan activarse antediversas circunstancias. Un episodio relacionado con las elecciones provinciales realizadasdos aos antes ilustra el uso de las milicias en ocasin del sufragio:

    Han sido sorprendidos por un grupo de individuos apostados en la puerta del juzgado dispuestos a disputar el paso a todo aquel que se dispona a ejercitar suderecho a efecto de practicar la mesa escrutadora.Tal proceder no ha podido reconocer otra causa que la que el Coronel Machado, deacuerdo con el Juez de Paz, as lo haban dispuesto de antemano con el fin de salirairosos del la eleccin que ellos prohjan.49

    Otro aspecto que vale la pena profundizar es el de los recursos materiales necesarios

    para movilizar a las milicias. Si en el caso de las fuerzas gubernistas ellos eran dispuestospor el gobierno, en el Ejrcito Constitucional la situacin era diferente. De acuerdo a DelMarmol, los 400 guardias nacionales que seguan al coronel Ramos Meja, comandantede Monsalvo y el Tuy e importante estanciero, fueron provistos de caballadas y armasa costa del mismo.50 No tenemos referencias comparables de milicias de otros partidos.Es probable que algunos guardias nacionales aportaran sus propios caballos y recursos51 o que, por el contrario, la situacin que sealamos en Monsalvo y el Tuy se repitiera enotros puntos de la campaa. El primer caso podra implicar, eventualmente, un lmite altiempo en que los milicianos estaran dispuestos a aceptar la movilizacin, acelerndoselas deserciones superado ese punto.

    Esto nos lleva a una pregunta que slo podemos resolver de manera parcial en esta etapade nuestra investigacin Qu llevaba a los guardias nacionales a sumarse a la rebelin? Ya hemos visto que en el caso de la ciudad de Buenos Aires las opciones eran bastanteacotadas. El veloz despliegue de los recursos de los gobiernos nacional y provincial en laconvocatoria a milicias no dej lugar a que muchas unidades se sumaran a los rebeldes.Si bien algunos pocos marcharon al sur, por lo general estas incorporaciones se dieronde manera individual. Por el contrario, en la campaa la situacin parece haber sido ms

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    HBCN, SM, La Tribuna, 28 y 29/09/1874; Circular del gobierno de la provincia. Antonio L. Osornio y Pedro Pereyra a Carlos Casares, Tandil, 31/03/1872 en La Republica, cit. en RinaldoPOGGI, Entre malones y comicios. Las elecciones del 31 de marzo de 1872 en Azul, Buenos Aires, FundacinNuestra Historia, 2001, p. 12.Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit., p. 153.La imposicin de que los milicianos se proveyeran de sus propios caballos para realizar el servicio de fronterases una de las varias denuncias realizadas en la poca sobre las irregularidades cometidas con los guardiasnacionales. Rinaldo POGGI, Los gobernadores... cit., p. 40.

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    heterognea, observndose distritos cuyos batallones contribuyeron a conformar uno uotro ejrcito y, en algunos casos, cambiado de bando de manera colectiva.

    Hemos sealado que las caractersticas de la campaa que facilitaban la desercincon respecto a la ciudad implicaban la necesidad de vnculos previos. En ese sentido,la opcin en la contienda habra estado determinada por las decisiones personales delos comandantes que controlaban esas redes. Sin embargo, esto no debera llevarnos adescartar la existencia de opciones personales de los milicianos. La posibilidad de desertarnunca dej de estar presente (y efectivizarse) en ambos bandos, de manera individualo por pequeos grupos. Adems de estas deserciones, ocurrieron cambios de bando endistintos momentos del conflicto. Por ej., durante la toma de la ciudad de Ayacucho porel comandante mitrista Leyra se produjo la siguiente situacin con el comandante deGuardias Nacionales Cortinas y sus milicianos:

    Cortinas se rindi en efecto sin hacer resistencia alguna, ponindose con todasu tropa a disposicin del comandante Leyra [...] Luego sali (Leyra) acamparfuera del radio del pueblo, donde procedi al licenciamiento de las fuerzassometidas, intimndolas se presentaran en su campo en el trmino de dos horas.La tropa licenciada contest con vivas entusiastas Buenos Aires, al General Mitrey al comandante Leyria. [...] No haba transcurrido an el plazo fijado y ya sepresentaban al comandante Leyria 82 hombres; de estos, hasta el nmero de 60eran los mismos que acababan de ser licenciados y que volvan dispuestos corrersu suerte en las filas del Ejrcito Constitucional.52

    Qu motivaba estos cambios de bando? Una probable explicacin vinculara estasacciones a una evaluacin por parte de los milicianos respecto de las posibilidades detriunfo de los contendientes. Una lnea de indagacin a seguir es la cuantificacin deeste tipo de acciones en dos sentidos. Por un lado, con relacin a las distintas etapas delconflicto, de manera de poder acercarnos a la evaluacin de una hiptesis instrumentalistadel cambio de bando. Por otro lado, cotejando los abandonos en diferentes batallones ydistritos de origen, de forma tal que eventuales diferencias relativas puedan indicar lasolidez de las redes polticas activadas en el conflicto.

    Los voluntarios y los indios amigos en el Ejrcito Constitucional

    La Guardia Nacional jug un rol importante durante el alzamiento, constituyendobuena parte de las fuerzas que se reclutaron desde el sector de los rebeldes y un apoyorelevante para las tropas oficiales. Adems, de uno y otro lado se cont con las fuerzas delejrcito de lnea, aunque en distinta proporcin. Pero tambin otros sectores participaronde la rebelin, como los grupos de voluntarios y los indios amigos de la frontera. Si bien suactuacin no necesariamente result decisiva, nos detendremos en ellos para observar laextensin de las prcticas de movilizacin y con el objeto de esbozar lneas de comparacin

    con las milicias en cuanto a sus motivaciones, formas de organizacin y mrgenes deaccin.

    52 Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit., pp. 198-199.

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    Encontramos varios grupos de voluntarios que participaron del movimientorevolucionario, ya sea en forma organizada o sumndose a medida que se desenvolva lamarcha del Ejrcito Constitucional. Estos ltimos eran en general estancieros de la zona.En cuanto a los primeros, los relatos dan cuenta de al menos dos grupos que se gestaron enla ciudad y fueron al encuentro de las fuerzas rebeldes: el Escuadrn Pila y la Legin 24 deSeptiembre.53 Estos grupos eran comandados por distinguidos ciudadanos, improvisadosGefes partidarios del General Mitre que no contentos con roles pasivos haban reunidofuerzas su costa y las comandaban.54

    La formacin y el trnsito de estos grupos nos permiten acercar el foco a las redesde lealtad poltica que funcionaban en la campaa. Por ej., durante el recorrido de la Legin 24 de Septiembre -comandada por el dueo del peridico La Prensa, Jos C. Paz- esposible advertir un entramado de actores que no slo los reciban en sus estancias, sinoque tambin activaban contactos clave para reunir recursos y reclutar las milicias de lazona. El grupo, que parti de la ciudad formado bsicamente con algunos empleadosde su peridico, lleg al encuentro del general Rivas, en Las Flores, con 250 hombres yalrededor de 400 caballos.55

    Otro aspecto llamativo de estos grupos refiere a sus formas de organizacin en tantociviles devenidos en fuerzas militares. Del Marmol relata la formacin del Escuadrn Pila al confluir varios partidarios de Mitre en la estancia Poronguitos.56 Reunidos en un consejoprocedieron a elegir, por votacin, la estructura de mando que se dara el escuadrn,resultando electos jefes y oficiales. Si bien esta es una referencia muy puntual, resultasugestiva con respecto a ciertas formas de organizacin y participacin que estaban

    presentes en el imaginario de la poca en relacin con la participacin ciudadana en lasmilicias.57 Es pertinente indicar que estos grupos de voluntarios, una vez reunidos con elejrcito rebelde, no se mantuvieron como unidades autnomas. Fueron incorporados ala organizacin militar general de las fuerzas formando parte de otros batallones y bajolas rdenes de los jefes militares. La situacin fue diferente para los indios amigos querevistaron por un tiempo limitado del lado de los rebeldes.

    Es conocida la participacin en el alzamiento mitrista de los indios amigos lideradospor el cacique Cipriano Catriel y asentados en las cercanas de Azul. En las dcadas de 1860y 1870 los indios amigos, subordinados a los mandos militares, mantuvieron una insercininestable y conflictiva en las fronteras. A travs de los agentes militares, el Estado intentmantener alianzas estratgicas con estos grupos para sostener la defensa de la fronterapero a la vez procur limitar su resistencia a la subordinacin a travs del control clientelarde sus caciques.58 Nos interesa plantear aqu algunos aspectos de la participacin de los

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    Ibid.Tefilo GOMILA, La Revolucin de 1874, Buenos Aires, La Prensa de Belgrano, [1910]; Ingrid DE JONG y Valeria SATAS,Tefilo C. Gomila. Memorias de frontera y otros escritos, Buenos Aires, El Elefante Blanco,2011, pp. 191-290.Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit.En relacin con lo que mencionamos en el prrafo anterior, la estancia Poronguitos era propiedad de ClaudioStegman, juez de paz del partido de Pila. Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit.Flavia MACAS, Guardia Nacional, ciudadana... cit., al analizar la organizacin de la Guardia Nacional enTucumn, la autora seala que en su normativa aparecan formas democrticas en la eleccin de los mandos delos batallones, aunque muchas veces no eran llevadas a cabo en la prctica. Esto estara tambin en relacin concierta retrica oficial que exaltaba el papel del ciudadano en armas. Hilda SBATO, Milicias, ciudadana... cit.Ingrid DE JONG, Prcticas estatales sobre una sociedad segmental: los indios amigos de la frontera sur (Azuly Tapalqu, 1850-1870), Leticia REINA y Silvia RATTO (comps.), Pueblos indgenas de Mxico, Argentina y

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    indios amigos en la revolucin, en tanto resultan sugerentes para pensar las relacionescon los agentes estatales y los mrgenes de accin de las poblaciones subordinadasde la frontera. La entrada de los catrieleros en las filas del ejrcito rebelde no puedecomprenderse como una forma de alineamiento directo con el mitrismo. Por un lado, desdeel comit revolucionario no todos acordaban sobre las ventajas de incorporar a los indios;por el otro, y al interior del propio grupo indgena, se superponan los cuestionamientosa la autoridad del cacique, las necesidades materiales y un razonamiento estratgico encuanto al temor de las posibles represiones de las fuerzas revolucionarias.59

    En este contexto, las formas de persuasin desarrolladas para plegar la tribu alalzamiento -entrega de raciones, parlamento, etc.- sugieren la existencia de contrastes enrelacin con las formas de reclutamiento de los milicianos. La subordinacin de sectoresindgenas, de carcter colectivo, requera la mediacin de los caciques,60 en tanto lasrelaciones clientelares que permitan la movilizacin de los milicianos se basaban en vnculos y lealtades individuales. En la descripcin de la llegada de Catriel, al frente de1.500 lanzas, al campamento del general Rivas se evidencia la importancia de la figuradel cacique:

    Esta columna entraba al campamento formada en filas de 16 hombres, y sucabeza Cipriano Catriel, en traje de General, puesta en su frente una vincha coloradacon estrellas blancas, poncho pampa en el brazo, montando un caballo tordillo desobre paso adornado con lujosas prendas de plata, y seguido de su volanta escoltadapor 40 tiradores. Luego venia una banda de clarines, dos banderas argentinas de

    raso, y por ltimo la columna, guardando toda la buena formacin y disciplina quesu jefe habia sabido introducir en su tribu.61

    Sin embargo, esta fuerza no permaneci mucho tiempo en el Ejrcito Constitucional ylimit su accionar militar con un grado de autonoma que parece estar en relacin con losconflictos de autoridad al interior de la tribu.62 En este sentido resulta tambin sugerenteponer en relacin los sucesos de la muerte de Cipriano Catriel con las motivaciones de loscambios de bando que comentamos para los milicianos. El acontecimiento ms relatadoen relacin con la participacin de los catrieleros es el ajusticiamiento del caciqueCipriano Catriel por parte de sus hermanos, pasados al bando nacional sobre el final de larevolucin, y que signific el descabezamiento de la tribu amiga ms importante del surbonaerense.63 De todas formas, este acercamiento no puede interpretarse de forma lineal,ya que Juan Jos y Marcelino Catriel representaron luego una posicin ms intransigenteante el gobierno.

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    Bolivia: Incorporacin, conflicto y representacin en los nuevos Estados Nacionales. Siglo XIX , Mxico, Plaza y Valds, 2012, en prensa.Ingrid DE JONG, Facciones polticas y tnicas en la frontera: los indios amigos del Azul en la RevolucinMitrista de 1874, Nuevos Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2012. Disponible en: http://nuevomundo.revues.org/62496Ibid.Florencio DEL MARMOL, Noticias y documentos... cit., p. 138.Durante un combate cerca de Las Flores, por ej., la mayora de los capitanejos desoyeron las rdenes deCatriel y no llevaron a cabo el ataque planeado por los rebeldes. Ingrid DE JONG, Facciones polticas... cit.Ingrid DE JONG, Facciones polticas... cit.

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    Anuario del Centro de Estudios Histricos Prof. Carlos S. A. Segreti / 12 169

    En el ao siguiente al fracaso de la revolucin, el gobierno de Avellaneda, con Alsinaen el Ministerio de Guerra, implement una poltica ofensiva en relacin con las fronteras.Entre las medidas tomadas, el comandante en jefe de la Frontera Sur pact un acuerdo conlos catrieleros por el cual, adems del traslado de la tribu, los indios quedaran sujetos a lacondicin de Guardias Nacionales, movilizados y a las rdenes de los jefes de frontera.64 Sibien este tratado fue firmado, poco tiempo despus los catrieleros abandonaran las tierrasde Azul para unirse a las fuerzas de Namuncur y otros grupos en un ataque combinadosobre el sur bonaerense.65

    Adems de los catrieleros, otros grupos de indios amigos estaban tradicionalmenteligados a jefes mitristas. Uno de ellos era el liderado por los Coliqueo, instalados en LosToldos, en la frontera oeste de Buenos Aires. El mismo ao de la revolucin tuvo lugaren sus tierras un episodio vinculado con esas lealtades. En marzo, el coronel FranciscoBorges, tambin ligado al partido nacionalista, haba retornado para reasumir el mando dela frontera, luego de haber estado destacado en Entre Ros. De acuerdo a un observador, elpulpero Electo Urquizo,66 Borges fue vctima de las intrigas de sectores ligados al alsinismolocal. El jefe de la Guardia Nacional de Junn, Ataliva Roca, convenci al recin llegado deque los indios de Coliqueo haban humillado meses antes al anterior comandante y, con l,al ejrcito. Ante esta situacin, Borges decidi marchar a Los Toldos, tomando prisioneroal cacique Justo Coliqueo junto a 15 de sus capitanejos y enviando al ejrcito de lnea aparte de sus guerreros. Siempre segn Urquizo, el comandante percibi la maniobra y tratde buena manera a sus prisioneros. Pero una nueva intervencin de Roca, denunciandola actitud indulgente de Borges ante sus jefes, deriv en el traslado de Coliqueo a la isla

    Martn Garca, donde algunos de sus capitanejos fueron fusilados. El cacique no fueliberado hasta agosto, con el compromiso de mantenerse al margen de la rebelin que seavecinaba. La debilidad de Borges, evidenciada por la manipulacin de la que fue objeto,se expres al momento de su estallido: a diferencia de los otros comandantes mitristas,no logr poner a sus tropas y oficiales al servicio del Ejrcito Constitucional. Neutralizadoadems el apoyo de los indios amigos, march solo a unirse al ejrcito de Mitre y muridurante la batalla que marc el fin del conflicto en la provincia de Buenos Aires.

    En los casos de ambos grupos de indios amigos, los Catriel y los Coliqueo, se expresarondiferentes correlaciones de fuerza entre las facciones polticas a las que adheran los jefesde frontera. As, mientras Rivas logr plegarlos a partir de su ascendiente sobre Cipriano

    Catriel, Borges, mucho ms dbil polticamente, qued a merced de la coyuntura planteadapor las acciones de jefes ligados a la faccin opuesta. Al mismo tiempo, las posibilidadesde operar sobre estos grupos indgenas no eran ajenas a las tensiones internas. Hemossealado que las disidencias internas apuntan a explicar la forma que tom el desarrollode la participacin de los catrieleros en la revolucin mitrista. Aunque con caractersticasdiferentes, tambin existan conflictos al interior de los Coliqueo que culminaran dosaos despus con la fractura de la tribu. En efecto, Justo Coliqueo, acompaado de partede los suyos, marchara a unirse con parcialidades de tierra adentro, permaneciendo sushermanos Antonino y Simn aliados al gobierno criollo.67

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    Juan Guillermo DURN, En los toldos de Catriel y Railef. 1874-1876, Buenos Aires, Facultad de Teologa,Universidad Catlica Argentina, 2002.Ingrid DE JONG, Facciones polticas... cit.Electo URQUIZO, Memorias de un pobre diablo, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1983. Urquizofue un pulpero que hizo su fortuna instalado en tierras cedidas a la tribu de Coliqueo.Electo URQUIZO, Memorias... cit.; Meinrado HUX,Coliqueo, el indio amigo de Los Toldos, Buenos Aires, El

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    Guido Cordero y Lorena Barbuto, La movilizacin de los sectores subalternos...170

    Consideraciones finales

    En este trabajo nos propusimos comenzar a indagar en las formas de movilizacin ylas posibilidades de accin de los sectores subalternos a travs de un acontecimiento quecondens una serie de formas polticas vigentes. Durante el levantamiento mitrista, tantoel ejrcito rebelde como el oficial recurrieron a unidades militares formadas por milicianosy, en el caso de los rebeldes, a fuerzas indgenas. Sin embargo, entre las filas gubernistasestas fuerzas tuvieron un rol secundario como apoyo al ejrcito de lnea, en tanto entre losrevolucionarios de la frontera sur constituyeron el grueso de las tropas.

    En la ciudad de Buenos Aires el xito en la movilizacin de las milicias estuvo sustentadoen el despliegue de la capacidad coactiva del poder central. El deseo de evadir el serviciopor parte de muchos ciudadanos se canaliz por medio de la figura legal del personero y,en menor medida, por la formacin de un mercado ilegal de papeletas expedidas por losconsulados. El mercado de personeros permiti encuadrar institucionalmente la elusindel servicio, pudiendo ser esto aprovechado esencialmente por los sectores de mayorpoder adquisitivo. Para quienes no pudieran pagar un personero y estuvieran interesadosen evadir su obligacin, las posibilidades de desercin fueron menores que en la campaa.

    All, donde la capacidad de coercin era menor, cobraron importancia redes polticaspreexistentes al conflicto. La movilizacin de las milicias se confi a figuras con prestigioy poder en los respectivos distritos. Los guardias nacionales as movilizados, sin embargo,contaron con mayores posibilidades de evadir el servicio por medio de la desercin-individual o grupal-, la abstencin de incorporarse a una u otra fuerza, o la posibilidad de

    cambiar de bando. Es necesario sealar que, aunque probablemente en menor medida, elrecurso al personero tambin fue una posibilidad en el mbito rural. Creemos que existe unterreno frtil en la realizacin de anlisis comparativos entre la movilizacin de miliciasen la ciudad y la campaa a partir de la indagacin de los diversos vnculos polticos,econmicos o de otro tipo que sustentaban las respectivas redes polticas. Sin embargo,como ha sealado Ral Fradkin,68 aun constituyendo la apelacin a esos lazos personalesun recurso sustancial en la movilizacin colectiva, difcilmente podra haber sido suficientegaranta de lograr resultados exitosos. Para la construccin de la accin colectiva seranecesario el despliegue de un conjunto de estrategias de persuasin y negociacin, ascomo mecanismos de legitimacin y cohesin entre los cuales la formulacin objetivospolticos capaces de interpelar las aspiraciones de los movilizados distaran de ocuparun lugar subordinado. Un mayor conocimiento de estos mecanismos, as como de lasmotivaciones y expectativas a partir de las cuales los milicianos se sumaban a una u otrafaccin, que slo hemos comenzado a vislumbrar en este trabajo, requerir el recursoa fuentes documentales novedosas, as como a estrategias interpretativas capaces deacercarnos a los sentidos que los milicianos ponan en su juego respecto de su participacinen las milicias.69

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    Elefante Blanco, 2009.Ral FRADKIN, La historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires, 1826, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.En este sentido, en torno a las posibilidades y dificultades para abordar el estudio de la poltica popularresultan muy sugerentes las reflexiones de Ral FRADKIN, La Historia, la Antropologa y las posibilidades deuna historia de la poltica popular, Memoria Americana, nm. 20 (1), 2012, pp. 79-88.

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