Contrahistorias, nº 11, septiembre 2008-febrero 2009

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    +:@ nolvan rcuEvrnnn (OUn concepto de modernidal

    @ aoolro sNcHrz vzqurz @Crrica y marxismo@ cnru-os ALBERTo nos coRou_Lo @Dialctica del siglo XX.Apropsito deVuelta de siglo, de Boluar Echeuerra

    @ .lAVrERSrcrNZn REYES @La dimensin cultural o la existencia en fu?tura.Sobre la teora de la cuhura de Boluar Echeuerra@.@ nnl zrBEcHr @La reuolucin de 1968. Cuando el stano dijo Bastal@ cnru-os ANToNro AcutRRE Ro.lAS (DLa reuolucin mundial de 1968. Cuatro dcadas despus

    @ rNrnr,vrsra @La reuolucin del 68 en Mxico.Entreuista con Boluar Echeuerraffi@ ru.rNHnnr KosELLEcK @Para una historia d,e los conceptos:problemas tericos I prcticos@ clauore wASSERMAN @r810, 1910,2010:

    Indep endencia, Reuo lucin Mexicana,futuros de Amrica Latina

    @ cnru-os Al'rroNro AGUTRRE RoJAS (DUn nueuo giro bacia la izquierda. La Confederacin deNacionalidades Indgenas de I Ecuador.(Entreuista con Marlon Santi)

    Diector:CRros Ar.roNo AcutRRr RorsComit de Redccin:

    AMRrcA Bvsrqr' s. PrsorcrlVNpu MNur Mrnoza Sol-lsCnnros Arsnro Rfos GonorlroKqRrN Vzquz B.nNLNoRssRro Zurc Ms{oztDifi.:sidn y Relaciones:LaunE Tonr Vr.sco

    Covl r CuurfHco llrtnNcloNel-:Bclr'ar Echeverl Aodrade {UniversidadNacional Autnoma de Mxicol, CaloGinzburg {Scuola Normale de Pisa),Immanuel lf'allerstein {Yale Universiry},Edeliberto Cifuentes Medina (Univesi-dad de San Carlos de Guarenala), Mi-guel ngel Beltrrin (Universidad Nacio-nal de Colombia en Bogot), JuraadirMalerba (Universidade Estadua.l de SaaPablo), Claudia {(/asseman (Univesida-de Federal de Rio Grande do Sul), DaroG. Barriera {Univesidad Nacional de Ro-srio). Pablo Pacheco (Cuba), FranciscoYo4wez (Universidad de Cdiz), OfeliaRey Castelao (Universidad de Santiago deCompostela), Ricrdo Garca Crcel(Universidad Autnoma de Barcelona)Massimo Masrrogregori, ( Revisra .9-riografa),Steffen Sammler (t*ipzig Uni,versitaet), Maurice Aymard, (Ecole desHautes Etudes en Sciences Sociales), Lo-rina Repina (Instituto de Hisroria Uni-versal, Academia de Ciencias de Rusia),Chen Qineag (Instiruro de Histoia Uni-versal, Academia de Ciencias de China).

    Cokdhl6tod6. La ra mirada de CIfoevsta semestIal, No, 1 1, Fptiembe zooS,febrero ZOO9.Pgim web: \/\W.conahisrcri.comCoreo elec(ronico: [email protected]: l65-a965Con,rator6 es una Rererya para us exclsfuootrgada po. Ia Direccin de Re*rv6 del InstitstoNacional del Dereho de Autor, baio el nmero:c4-zoo4-o41 4 1 I 06?500, I OzSe altoria l reproduccidn de los materlals{niqmente cqo l permiso c{e la DiKcin y delComit de Redcin d Corfri'|safir$Les textos aqul pqbliados son respensbilidad*dwlv de us autore.

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    Innar,Sto # nUrurrmdt Imrigenes del Mundo, WeltanschAuung, Concepciones del Mun-do, Cosmouisiones, Visiones del Mundo, Percepciones del [Jni-uerso, Maneras de Wr y Entender la Realidad... En esta seccin,qaeremls rnuhiplicar todo el tiempo las distintas

    miradas qae admite el anlisis de los problemas realmenteimportantes-1, fundamentales que hoy eifrentan la historiograflamundial en general, y las historiograflnlatinoamericana ! mexicana en particular pero tambin la his-toria y la sociedad en Mxico, en Amrica Latina, y en el Mun-do entero. Recoger siempre las miradas crticas, abrir nueuasentradas a los problemas, explorar incesantemente explicacionesnuevas inditas de uiejos temds, a la aez que ercsanchamostodo el tiempo la nueua agenda de los dsuntos que hace faltadebar en el plano historiagrfico, pero tambin en los mbitossociales, polticos y de todo orden en general.

    Porque una 'Imagen del Mundo', cunndo es realmente crtica,heurstica I compleja, slo puede serlo a contracorriente de loslugares comunes dominantes, ! por ello slo como cmplice obli-gada de las miles de Conttahistorias que cada da tocan con

    ms fuerza a la puerta del presente, para liberarradicalmente los futuros de emancipacin que esas mismas Con-trahistoria s encierran.

    I[nnraLgro ffi Mhurmd ii

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    coNTR

    OHIToII

    coNTRoHIzToAI

    .06 BOLVARECHEVERRA ?C'

    (Jn concepto de mod.ernidad

    onsidero que podrlamos Partir delo que es ms evidente: la moder-nidad es la caracterstica determi-nante de un conjunto de comportamrentosque aparecen desde hace ya varios siglos portodas partes en la vida social, a los que el en-tendimiento comn reconoce como discon-tinuos e incluso contrapuestos --sa es su per-cepcin- a la constitucin tradicional de esavida, comportamientos a los que precisamen-te llama "modernos". Se trata, adems, de un.;;" J. comportamientos que estarlaenproceso de sustituir esa constitucin tradicio-nal, despus de ponerla en evidencia comoobsoleta, es decir, como inconsistente e in-eficaz. La modernidad puede ser vista tam-bin, desde otro ngulo, como n conjuntode hechos objetivos que resultan tajantementeincompatibles con la configuracin estable-cida del mundo de la vida' y que se afirmancomo innovaciones substanciales llamadas asadsfacer una necesidad de transformacin,surgida en el propio seno de ese mundo'Tomados asl, como un conjunto en el quetodos ellos se complementan y fortalecen en-tre sl, ya de entrada estos fenmenos moder-nos presentan su modernidad como una ten-dencia civilizatoria, dotada de un nuevo prin-cipio unitario de coherencia o estructuracinpi* f" "ii" social civilizad ^y parael mundocorrespondiente a esavida; de una nueva "l-

    A. tA NOVE,DAD DE LO II{ODE,R.NOgica" que se encontrara en proceso tt t"*tIuir al principio organizador ancestral, al queella deiig.ta como "tradicional".

    Para precisar un poco ms el asunto, voy a*errcionar al aza tres fenmenos en los quese manifiesta esta caracterstica de lo moder-no, o en los que se muestra en accin esta"lgica' nueva, moderna.

    qrriri.t" mencionar primero el que es talvez el principal de todos estos fenmenos mo-dernos: me refiero al aparecimiento de unaconfianza prctica en la "dimensin" pura-mente "fsica" -es decir, no (

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    fontrahistoriaC.v____fu__Jcin de orden mgico. Esr es Ia confianza enuna tcnica eficientista inmediata ('terrenal"),desentendida de cualquier implicacin mediata("celescial"), que no sea inteligible en rrmi-nos de una causalidad racional-maremtica.Se trara de una confianza que se ampla ycomplementa con otros f.rr-.no, igu"i-mente modernos, como sera. por ejemplo,la experiencia "progresista" de la cemporali-dad de la vida y el mundo; la conviccinemprica de que el ser humano. que estarasobre la tierra para dominar sobre ella, ejercesu capacidad conquisradora de manera cre-ciente, aumentando y exrendiendo su domi-nio con el tiempo, siguiendo una lnea tem-poral rect y ascendente que es la lnea delprogreso. Una versin espacial o geogrficade este progresismo, est dada por otro fen-meno moderno que consiste en lo que puedellamarse la determinacin citadina del lugarpropio de lo humano. De acuerdo a esta prc-rica, ese lugar habra dejado de ser el cunpo,el orbe rural, y habra pasado a concenrrarse.fustamente en el sido del progreso tcnico;all donde se asienra, se desarrolla y se apro-vecha de manera mercanril la aplicacin tc-nica de la razn matematizante.Como se ve, estamos ante una confianzaprctica nueva, que se impone sobre su con-traria, la confianza tcnica ancestral en la ca-pacidad mgica del ser humano de provocarla intervencin, en medio de su vida, de fuer-zas sobrenarurales benvolas; de dar lugar ala accin favorable de los dioses o incluso, yaen ltima insrancia, del propio Creador.Este fenmeno moderno cenrral implicaun atesmo en el plano del d.iscurso r.fl.rro,el descreimiento en instancias meragsicas m-gicas, trae consigo todo aquello que conoce-mos de la literatura sobre la modernidad acer-ca de la "muerte de Dios", del "desencanta-mienro" (entzauberung) del mundo segnMax Weber, o de la "desdeificacin" (entgr-terung), segn Heidegger. Es un fenmeno

    que consiste en una susrirucin radical de lafuente del saber humano. La sabidura reve-lada es deiada de lado en calidad de "supers-ticin', de remanente de creencias obsoletas,y en lugar de ella aparece como sabiduraaquello de lo que es capaz de enterarnos larazn que matematiza la naturaleza, el "mun-do fsico". Por sobre la confianza prctica enla temporalidad clclica del "eterno rerorno"aparece entonces esta nueva confianza, queconsiste en contar con que la vida humana ysu historia estn lanzadas hacia arriba y haciadelante, en el sentido del mejoramienro queviene con el tiempo. Y aparece tambin eladis a la vida agrcola como la vida autnri-ca del ser humano -con su promesa de pa-rasos tolstoianos-, la consigna de que "elaire de la ciudad liberd', el elogio de la vidaen la Gran Ciudad.Un segundo fenmeno mayor que se pue-de mencionar como tpicamente modernotiene que ver cen algo que podra llamarse la"secularizacin de Io polrico" o el "mareria-lismo poltico". es decir, el hecho de que enla vida social aparece una primacla de la 'po-ltica econmica" sobre rodo orro ripo de "po-lticas" que uno pueda imaginar, o puesro enotros trminos, la primaca de Ia "sociedadcivil" o "burguesa" en la definicin de losasuntos del Esrado. Esto es lo moderno; esalgo nuevo que rompe con el pasado, puestoque se impone sobre la rradicin del "espiri-tualismo" poltico, es decir, sobre una prcti-ca de lo poltico en la que lo rndamental eslo religioso o en la que lo poltico riene pri-maria y Fundamentalmente que ver con locultural, es decir, con la reproduccin iden-titaria de la sociedad. El materialismo polti-co, la secularizacin de Ia polrica. impiicaraentonces la conversin de la insdtucin esta-tal en una "supraesrrucrura" de esa "base bur-guesa" o "mate rial", en donde Ia sociedad fun-ciona como una Iucha de propietarios priva-dos por defender cada uno los intereses de

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    sus respectivas empresas econmicas. Esto eslo determinante en la vida del Estado mo-dernol lo otro, el aspecto ms bien comuni-tario, culftual, de reproduccin de la identi-dad colectiva, pasa a un segundo plano.Pensemos ahora, en tercer lugar, en el in-d.ividualismo, en el comporramiento socialprctico que presupone que el tomo de larealidad humana es el individuo singular. Setrata de un Fenmeno caractersticamentemoderno que implica, por ejemplo, el igua-litarismo, la conviccin de que ninguna per-sona es superior o inferior a otra; que impli-ca tambin el recurso al contrato, primero pri-vado y despus pblico, como la esencia decualquier elacin que se establezca entre losindividuos singulares o colectivos; que im-plica finalmente la conviccin democrticade que, si es necesario un gobierno republi-cano, ste tiene que ser una gestin consenti-da y decidida por todos los iguales.

    Es un fenmeno moderno que se encuen-tra siempre en proceso de imponerse sobre latadicin ancestral del comunitarismo, es de-cir, sobre la conviccin de que el tomo de lasociedad no es el individuo singular sino unconjunto de individuos, un individuo colec-tivo, uoa comunidad, por mlnima que stasea, una familia, por ejemplo, siempre en pro-ceso de elimina la diferenciacin .ierarqui-zante que se genera espontneamente enelos individuos que componen una comuni-dad, de desconocer la adjudicacin, gue sehace en estas sociedades tradicionales pre-mo-dernas, de compromisos sociales innatos alindividuo singular y que lo rrascienden. Elindividualismo se contrapone a todo esto: alautoritarismo natural que est en la vida p-blica tradicional, a que haya una jerarquasocial natural, al hecho de que los viejos o lossabios, por ejemplo, tengan mayor vala enciertos aspectos que los jvenes, o bien a quelos seores, los dueos de la tierra, sean msimportantes o tengan ms capacidad de de-

    lt nnLago'.liN Ntuomdl ii

    cisin que los dems ciudadanos. El indivi-dualismo es asl, uno de los fenmenos mo-dernos mayores; inuoduce una forma indi-ta de practicar la oposicin enrre individua-Iidad singular e individualidad colectiva.Estos son tres ejemplos de ese coniuntode fenmenos modernos, cuya modernidadconsiste en afirmarse a s mismos como radi-calmente discontinuos respecto de una estruc-tura tradicion"l d.l *.rndo social, y como"lla,mados" a vencerla y a susrituirla.En refeencia a esos fenmenos quisierallamar la atencin brevemente sobre dos da-ros peculiares que ilustran el carcter proble-mtico de esta presencia eFectiva de la mo-dernidad como una discondnuidad radical-mente innovadora respecto de la tradicin.Lo primero que habra que advertir sobrelh modernidad, como principio estructuradorde la modernizacin "realmente existente" dela vida humana, es que se trata de una moda-lidad civilizatoria que domina en trminosreales sobre otros principios estructuradoresno modernos o pre-modernos con los que set1.topa, pero que est lejos de haberlos anulado,enterrado y sustituido. Es decir, la moderni-dad se presenta como un intento que esrsiempre en trance de vencer sobre ellos, perocomo un intento que no llega a cumplirse ple-narnente, que debe mantenerse en cuanto taly que dene por tanto que coexistir con lasestructuraciones tradicionales de ese mundosocial. En este sentido, ms que en el de Ha-bermas, s puede decirse que la modernidadque conocemos hasta ahora es "un proyectoinacabado", siempre incompleto; es como sialgo en ella la incapacitara para ser lo que pre-tende ser: una alternativa cilizatoria "supe-rior" a la ancestral o tradicional. Este es unprimer dato peculiar que, a mi parecer, hayque tener en cuenta en lo que toca a estosfenmenos modernos y su modernidad.Lo segundo que llama la atencin, desdemi punto de vista, es que la modernidad esta-

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    l^ontrahistoriaC.v @__Jblecida es siempre ambigua, y se manifiesrasiempre de manera ambivalente respecto dela bsqueda que hacen los individuos socialesde una meior disposicin de satisFacrores, yde una mayor libertad de accin. Es decir, lamodernidad que existe de hecho es siempreposiriva, pero es al mismo tiempo siemprenegativa. En efecto, si la modernidad se pre-senta como una ruptura o discontinuidadnecesaria frente a lo tradicional, es sin dudaporque permite a los individuos singulares ladisposicin de mayor y mejor cantidad desatisFactores, y el disfrute de una mayor li-bertad de accin. Ahora bien, lo interesanteest en que la experiencia de esta "superiori-dad" resulta ser una experiencia ambivalen-te, puesto que si bien es positiva respecto deestas dos necesidades a las que pretende estarrespondiendo, resulta al mismo tiempo ne-gativa en 1o que toca a la calidad de esos sa-tisfactores y de esa libertad: algo de lo viejo,alguna dimensin, algn sentido de lo ances-rral y tradicional queda siempre como insu-perable, como preferible en comparacin conlo moderno. La ambigedad y la ambivalen-cia de los fenmenos modernos y su moder-nidad es un dato que no se debera dejar delado en el examen de los mismos.

    B. tA MODERNIDAD Y T,t -DESATO'DE LA'NEOTCNTCA'Quisiera pasar ahora a un segundo punto enestas reflexiones sobre el concepto de moder-nidad. Thl vez lo ms conveniente para des-cribir en qu consiste la modernidad, sea re-latar de dnde proviene, cul es su origen, cules su base o fundamento, es decir, datar aun-que sea de una manera general y aproximadasu aparecimiento histrico. TaI vez as puedapercibirse o definirse mejor en qu consiste lamodernidad de estos fenmenos modernos.Hay que decir, en primer lugat que en lahistoria del tratamiento de la modernidad se

    han detectado una buena cantidad de fen-menos que pueden llamarse "temprano-mo-dernos" o proto-modernos en pocas muyanteriores al siglo XIli, el "siglo moderno" porantonomasia. Y esto no slo en los tiemposen los que suele ubicarse el inicio histrico dela modernidad, que van entre el siglo XV y elXM. En el Renacimiento, segn unos, con elsurgimiento del "hombre nuevd'-respecto del'viejo ' ser humano de la poca medieval-, deese hombre burgus que cree poder "hacerse as mismo" saliendo de la nada, y reconquistarpremeditadamente la densidad cualitativa deuna identidad humana concreta, que habasido sacrificada por los evangeliz"dore, d.Europa y su cristianismo radical, despreciati-vo del "mundo terrenal" y sus cualidades.Otros ven coincidir este aparecimiento dela modernidad con el descubrimiento deAmrica, puesto que sera a partir de l queel mundo deja de ser un universo cerrado yse abre hacia las fronteras infinitas, como diceKoyr. Hay quienes ubican ese comienzomucho ms ac en la historia y sostienen quela modernidad comienza verdaderamente conla revolucin industrial del siglo XVlll y quecorresponde propiamente al siglo XIX a laconsolidacin de la Gran Ciudad que tienelugar entonces.

    Pero -y esto es sumamente interesante-hay tambin autores, como Horkheimer yAdorno en su Dialctica de la llustracin, quellegan incluso a detectar una modernidad enciernes ya en la poca antigua de Occidente,subrayando as el carcter occidental de lamodernidad en general. Se habla por ejem-plo de la prese ncia, de ntro de Ia cradicin quearranca de la mitologa griega, de una figuracomo Prometeo, el titn que entrega el fuegoa los hombres, que rompe el dominio mono-plico ancesual de la casta sacerdotal sobreeste medio de produccin y la administra-cin de su uso, "despertando as en el cora-zn de los mortales la esperanza" de que "las

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    cosas cambien" y la miseria se mitigue; de queel tiempo deje de ser el tiempo siempre repe-ridor, cclico, del "eterno retorno' de lo mis-mo. Al abrir nuevas posibilidades de uso parael fuego, Prometeo despierta la idea de unatemporal idad que deja de ser cerrada y se abrehacia el futuro, inaugurando as un elemen-to esencial de los fenmenos modernos y desu modernidad.O se destaca, como lo hacen HorkheimeryAdorno, la protomodernidad de una figurahomrica como Odiseo, el hroe que hace yaun r$o distanciado o "ilustrado" de la mito-loga arcaica y que es capaz de desdoblar suyo, para ser un sujeto que dispone de s mis-mo como obieto; que puede hablar consigomismo de s mismo como si fuera con otro yde oo, y de manipular de esta manera elmomento conquistador de la naturaleza quehay en la renuncia ("enrsagun{') o posposi-cin productivista del placer, en el autosacri-ficio de los individuos singulares. Para ellos,en el personaje Odiseo estara ya el primeresbozo de un nuevo tipo de ser humano, unproto-burgus, un individuo identificable yacomo moderno.Oros ms hablan dela tjne griega que seautoprsenta mticamenre en la figura de D-dalo, el artfice, el inventor por excelencia, elque, por ejemplo, entre tantas otras cosas, seingenia un simulacro de vaca para que la rei-na Pasifae pueda engaar ala natutaleza ygozar deltoro maravilloso regalado por Nep-tuno a Minos, su marido; el que sugiere elhilo gua para que Ariadna y Teseo escapendel laberinto despues de matar aJ Minotauro;el que confecciona un par de alas, con Ia efica-cia de las de un pjaro, para huir, volando porlos aires, de la isla de Minos convertida enprisin. Es tambin el artista que rompe conel hieratismo cannico en las formas plsticasal hacer visible en ellas su causa eficienre.Con la figura de Ddalo aparece el primerhombre netarnente "rcnico", el que se pro-

    JtrnnLaigo ffi Mtunmdliipone, inventa, calculaydisea nuevos instru-mentos, imitando desde la perspectiva huma-na y para las dimensiones de lo humano, laeficacia del comportamiento de la naturale*za. Conectada ntimamente con la figura deDdalo est, en el relato mtico, la de-Teseo,el hroe fundador para los griegos atenienses-asesino involuntario de Egeo, su padre, elrey sagrado, y vencedor de Minos, garante deesa sacralidad a cambio de la sangre de jve-nes griegos-; el descubrido, d.-i" legitimi-dad proFana del poder poltico; el instaura-dor de Ia soberana y autonoma de la plispor encima de la soberana tradicional y divi-na de los reyes. En fin, no faltan indicios fasci-nantes que apuntan al hecho de que la moder-nidad de los fenmenos modernos se mues-traya en destellos en la poca de los griegos.Sin desechar los planteamientos anterio-res, me parece, sin embargo, que resulta msexplicativo de la modernidad reconocer suorigen y fundamento en un momento hist-rico diferente. muy posterior al del apareci-miento de los Fenmenos de la protomoder-nidad griega. Me refiero a un momento en lahistoria de la cnica que se ubicara alrede-dor del siglo X de nuestra era, y que ha sidopuesto de relieve por Lewis Mumford en suobra Tcnica y Ciuilizacin, siguiendo la tra-dicin de Patrick Geddes y en concordanciacon Marc Bloch, Fernand Braudel y offos es-tudiosos de la tecnologa medieval, comoLynn llhite, por ejemplo. Dicho entre pa-rntesis, sera ese momento histrico que que-da presupuesto en el ensayo de Walter Ben-jamin sobre la nueva obra de arte, cuandohabla de una "segunda tcnica" o una "tcni-ca ldica'.

    Se trata del momento histrico de una "re-volucin tecnolgicd', como le llaman estosautores, que se esboza ya en torno a ese sigloX, durante lo que Mumford llama la "faseeotcnica" en la historia de la tcnica moder-na, aterior a las fases'paleo-tcnica' y ('neo-

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    l^ontrahistoriaC.v_Jtcnica" reconocidas por su maestro Geddes.Una revolucin tecnolgica que serla tan ra-dical, tan fuerte y decisiva -dado que alcan-za a penetrar hasta las mismas frrentes de ener-ga, y hasta la propia consisrencia material (f-sico-qumica) del campo instrumental- quepodra equipararse a la llamada "revolucinneoltica". Se trara de un giro radical que im-plica reubicar la clave de la productividad deltrabajo humano, situarla en la capacidad dedecidir sobre la introduccin de nuevos me-dios de produccin, de promover la rrans-formacin de la esrructura tcnica del apara-taje insrrumental.Con este giro, el secreto de la productivi-dad del trabajo humano va a dqar de residir,como vena sucediendo en toda la era neol-tica, en el descubrimiento fortuito o espon-tneo de nuevos instrumentos copiados de lanaturaleza y en el uso de los mismos, y va acomenzar a residir en la capacidad de em-prender premeditadamente la invencin deesos instrumentos nuevos y de las correspon-dientes nuevas tcnicas de produccin. Estesera entonces el momento de la revolucinde la "eotcnici', la "edad auroral" -diceMumford- de la tcnica moderna.Lo principal de este recenrramiento rec-nolgico est, desde mi punro de vista, enque con l se inaugura la posibilidad de quela sociedad humana pueda consrruir su vidacivilizada sobre una base por completo dife-rente de interaccin entre lo humano y lonatural, sobre una interaccin que parte deuna escasez slo relativa de la riqueza nam-ral, y no como debieron hacerlo tradicional-mente las sociedades arcaicas, sobre una in-teraccin que se mova en medio de la esca-sez absoluta de la riqueza natural o de la reti-cencia absoluta de la naturaleza ante el es-cndalo que traa consigo la humanizacinde la animalidad. A diferencia de la construc-cin arcaica de la vida civIizada, en la queprevaleca la necesidad de tratar a la narura-

    leza-lo otro, lo extrahumano- como a unenemigo a-rnenazante al que hay que vencer ydominar, esa construccin puede ahora, ba-sada en esta nueva tcnica, tatarlams biencomo a un contrincante/colaborador, com-prometido en un enriquecimiento mutuo. Laconversin narcisista que defiende la "mis-midad" amenazada del ser humano median-te la conversin de lo otro amenazante, d.e la"Naturaleza", en un puro objeto que slo exis-te para servir de espejo a la autoproyeccindel Hombre como sujeto puro, s volverainnecesaria en el momento mismo en que esaarfieftaza deja de existir para el ser humano,gracias a la revolucin tecnolgica iniciadaen el momento "eotcnico" de la historia tec-nolgica, al que hace referencia Mumford.A mi modo de ver, con esa revolucin de laneotcnica que se iniciarla en el siglo X aparecepor primera vez en la historia la posibilidad deque la interaccin del ser humano y lo otro noest dirigida a la eliminacin de uno de los dos,sino a la colaboracin entre ambos, para in-ventar o crear precisamente dentro de 1o otro,formas hasta entonces inexistentes en 1. Laposibilidad de que el trabajo humano no seautodisee como un arma para dominar a lanaturaleza en el propio cuerpo humano y enIa realidad exterior; de que la sujetidad hu-mana no implique la anulacin de la suieddad-inevitablemente misteriosa- de lo otro.El trnsito a Ia neotcnica implica la "muer-te del Dios numinoso", el posibilitador de latcnica mgScao neoltica; muerte que vienea sumarse ala"agoni'del "Dios religioso',el protector de la comunidad pollrica ances-tral, una agona que venla aconteciendo al me-nos por 2000 aos con la mercantificacincrecienre de la vida social, es deci con el so-metimiento de las comunidades humanas ala capacidad de la "mano invisible del merca-do" de conducir sus asuntos terrenales.En una primera definicin. aprorimada,se podra decir que la modernidad consiste

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    JltnnLar,g'ro, r:l:i'.l MiunnLdLii

    en la respuesra o re-accin aquiescente y cons- -exagerando la formula de Freud-, podra-tru6iva de la vida civilizada al desafo que mos llamar "un malestar en la civilizacin",aparece en la historia de las fuerzas producri- vna stimmungo "estado de nimo" que Pare-vas con la revolucin neorcnica gestada en cecaracretizaratodalavidacivilizadadelOc-los tiempos medievales. Sera el intento que cidente europeo. Un "malestar" que la afectalavida ctvilnada hace de integrar y as pro- primero dbilmente, pero despus' a Paftirmovef esa neotcnica (la "tcnica segundd' o del siglo X\rI o del siglo XVIII, de manera"ldica" presupuesra por -V, Benjamin) lo cadi_vez ms aguda, hasta convertirse desdemrsmo en su pfo-pio funciona-miento, que en lareproduccin delmundo que ha le-vantado para ello.La modernidadsera esta respues-ta positiva de la vida civilizaa a un hechoantes desconocido, que la prctca producd-va reconoce cuando "percibe" en la prctica,que Ia clave de la productividad del trabajohumano ha dejado de estar en el mejoramien-to o uso inventivo de la tecnologa heredada,y ha pasado a centrarse en la invencin denuevas tecnologas; es decir, no en el perfec-cionamiento casual de los mismos instrumen-tos sino en la introduccin planificada de ins-trumentos nuevos. Cuando Ddalo reapare-ce, pero ya no como la figura espordica deuna excepcin en el mbito del rrabajo y lasartes, sino como la figura de la condicinmisma de su realizacin plena.Se puede decir entonces que la moderni-dad no es la caracterstica de un mundo civi-lizado que se encuentre ya reconstituido, enconcodancia con la revolucin tecnolgicapost-neoltica, sino la de una civilizacin quese encuentfa compfometida en un contradic-torio, largo y difcil proceso de reconstitu-cin; un proceso histico de "muy iarga du-racin'-usando un trmino de Braudel-,que de ninguna manera tiene asegurado elcumplimiento de su meta.

    Ya desde el primer siglo del segundo mile-nio se gesta y comienza a prevalecer algo que

    finales del sigloXIX en un hori-zonte anmico ver-daderamente de-terminante de laexperiencia coti-diana. Y es que laexperiencia prcti-

    ca que se expresa en este "malestar" es la deuna forma social o una estructura institucio-nal que se reproduce tradicionalmente por-que sigue siendo indispensable para la vida,pero cuyo contenido se enrarece creciente-mente, convirtindola en una especie de sim-ple simulacro o imitacin de lo que ella mis-ma fue en el pasado.Thl sera el caso, por ejemplo, del cristia-nismo, un rasgo esencial de la civilizacin oc-cidental pre-capitalista al que el Occidentemoderno recurri en sus primeros pasos -yal que sigue recurriendo hasta nuestros das,aunque sea en una versin ya caricaturesca-para oculta tras su enraizamiento en los usosy cosrumbres rradicionales. el hecho de quela "escasez absoluta" de la que l parte parajustificar su moral ha dejado de ser "natural"con la neotcnica, y se havuelto atificial, re-producida solamente para efectos de la acu-mulacin capitalista. Este "malestar en la ci-vtlizacid' consiste en la experiencra prcticade que sin las formas rradicionales no se pue-de llevar una vida civllizada, pero que ellasmismas se han vaciado de contenido, hanpasado a ser una mera cscara hueca.El contenido de la forma social consisteen la necesidad de la comunidad, transmiti-

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    l- ontrahistoriaC.v- Jda a todos los miembros singulares de ella,de conrribuir con el sacrificio de una partede s mismos a la lucha colectiva po, "F,.-".la mismidad de la comunid"d.rr.l enfrenra-miento a lo otro, a la naturaleza (y a los otros,los "naturales" o "brbaros"). Las formas so-ciales no son otra cosa que rganos o mediosde sublimacin de un "r'rtor"I.ifi.io, de unarepresin productivisra que en principio haperdido ya su razn de ser.Para precisar la idea de esta relacin entrela forma y el contenido de las realidades ins-titucionales tradicionales, resuka ritil obser-var, por ejemplo, aunque sea de paso, lo quese festeja actualmente en las ceremonias nup-ciales. En estas ceremonias se Fesreja el sacri-ficio que la comunidad social hace del poli-morfismo sexual de sus individuos singula,res, Ia forma que adopta la represin de lalibertad de identificacin sexual; un sacrifi-cio que siendo necesaio slo en las condi-ciones arcaicas de la construccin social, esan consagrado y encomiado por ellas en lostiempos modernos, como naturalmente ne-cesario, e incluso, como deseable por partede todos los que se van a someter a 1.O por ejemplo, la condena impuesra so-bre el varn de guerrear y producir "comohombre", o la condena impuesta sobre lahembra, de procrear y administrar la casa"como mujer", esta doble condena que ex-cluye (y castiga) otras opciones de idenrica-cin sexual o "de gnero" sera el contenidode la Forma instirucional del matrimonio, unaforma que presenra la prdida ontolgica deesos varones y hembras "proto-humanos", deesos jvenes de identidad sexual indecisa,como si fuea el ascenso a la "plena humani-dad", a esa humanidad que habra sido crea-da por Dios para ser sexualmente bipanita.El matrimonio como fundacin de la fami-lia, que es el tomo de las sociedades tradi-cionales, es una forma istitucional del apa-reamiento humano que debe disimular elva-

    ciamiento de su contenido en los tiempos mo-dernos, Io deleznable que se vuelve cada vezms la necesidad de sacrificar el polimorfis-mo sexual, y que se a'uda para eie disimuloprecisamente con el festejo de esa necesidaden la ceremonia nupcial. La experiencia delcascter insostenible, y al mismo tiempo in-dispensable, que adquieren las formas arcai-cas del apareamiento humano en los tiemposmodernos, es slo un ejemplo de ese ya casimilenario "malestar en la civilizacin".El "malestar en la civilizaciri' muesrra quela necesidad del sacrificio, sin haber d.r.i"-recido como correspondera a una vida pro-piamente moderna, s se ha debiliado; quela Forma civilizatoria ancesrral, aunque no esran deslegirimada plenamente, se ha vueltoya profundamente cuestionable. Sugiere quela modernidad efectiva o realmenre exisrenteno acaba de aceptar o simplemente no puedeaceptar su propia base, es decir, no rerminade integrar la neotcnica -la "rcnica segun-dd'o "ldica"-, con los efectos de abundan-cia y emancipacin que ello traera consigo;que no acaba de afirmarse plenamente sobreella, en lugar de seguir sustentndose sobrela tcnica arcaica, neoltica o de conquista dela naturaleza. Es precisamente de esta incon-sistencia de la modernidad realmenre existen-te

    -obstaculizarla tendencia de aquello que

    la despert- de donde saldrla la capacidadde supe rvivencia que rienen las Formas socia-les arcaicas o rradicionales.

    C. TA MODENNDAD, T,t CAPITATISMOY EUROPAPienso que si se quiere enconrrar una explica-cin de esta inconsistencia de la -odernid"dhistricamente establecida, hay que buscarlaen la zona de encuentro de la modernidad conel capitalismo. Para ello, creo que es impor-tante tener en cuenta una distincin que seremonta a la filosofia deAristteles, y que nos

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    permite hablar de una "modernidad poten-cial" o esencial, opuesa a la modernidad efec-tiva o realmente existente, a la que tanto men-cionamos. Se podra decir que el aparecimien-to de la neotcnica, de esra revolucin tecno-lgica que arranca del siglo X, trae consigoalgo asl como un "desafo" que es echado so-bre la vida civilizada, el desafo de hacer algocon ella: de rechazarla de plano, o de aceptar-la, promoverla e integrarla dentro de su pro-pia realizacin, sometindose as a las altera-ciones que ello introducira en el proyecto civi-lizatorio que la anima en cada caso concreto.

    Que en efecto se trata de un desaflo, secomprueba por el sinnmero de transforma-ciones que en el proceso de trabajo se regis-tran en esa poca, a todo lo ancho del plane-ta, y que pareceran ser distintas reaccionesque se dan en la vida vlizada a la transfor-macin tcnica espontnea de las fuerzas pro-ductivas. Los historiadores de la tcnica rela-tan que son muchas las civilizaciones, enOriente primero y despus tambin en Occi-d.nt., qu.lr". " ,.rpo.rder al desafio de laneotcnica, que van a actttalizar la esencia dela modernidad, a hacer de sta una moderni-dad realmente existente, y ello de manerasmuy diferentes. Hay sin embargo, entre to-das ellas, una que se concentra en el aspectocuantitativo de la nueva productividad que laneotcnica otorga al proceso de trabajo huma-no, y que ser por esta razn Ia que promuevaesa neotcnica de manera ms abstracta y uni-versalista, ms distinguible y "exportable",ms evidente en el plano econmico, y msexitosa en trminos histrico pragmticos.

    Ser precisamente este "xito histrico" dela respuesta occidental la que har del Occidente romano cristiano un Occidente ya pro-piame nte europeo y capitalista. Lugar de ori-gen y cenffo de irradiacin de la moderni-dad capitalista, la Europa "histrica' se iden-tifica con lo moderno y lo capitalista; no hayque olvidar, sin embargo, que, aparte de ella,

    )tnrn aLgo, l'i Mtunndl ii

    ha habido y hay otras Europas "perdedoras",minoritarias, clandestinas o incluso incon-cientes, dispuestas a intentar otras actualiza-ciones de lo moderno.A}ora bien, Ia clave de este xito de Ia res-puesta productivista abstracta del Occiden-te cristiano al desafo de la neotcnica est

    -siguiendo el planteamiento de FernandBraudel-, .r .l .r".r.rtro fortuito de doshechos d.e diferente orden, que acontecen enEuropa y no en otros lugares del planeta. Elprimero, es el de las dimensiones reducidasdel mundo civilizado dentro del que se expe-rimenta en la prctica la presencia de la revo-lucin neotcnica; son las dimensiones del"pequeo continente europeo , como lo lla-ma Braudel, las que facilitan la interconexinde los brotes de neotcnica que aparecen, den-tro de un espacio geogrfico 'mane.iable". Setrata, adems, de un escenario prctico dina-mizado -como dice el mismo Braudel-,por una "dialcdca" muy peculiar, la "dialc-dCa norte-sUr" _"de amor-odio"_, entre laEuropa mediterrnea y la del Mar del norte.

    La aceptacin del reto neotcnico por partedel occidente romano cristiano, a partir deeste movimiento que unifica los medios deproduccia del "pequeo continente euro-peo" mediante la peculiar dinmica de la 'dia-lctica norte-sur", contribuye determinante-merte a que ella resulte ms efectiva o msprometedora en el plano pragmrico.

    El otro hecho que converge forruitamenteen la explicacin del exito histrico pragm-tico de Ia respuesta occidental al impacto dela neotcnica, estara en la presencia, ya con-siderable para entonces, del comportamien-to capitalisra en su economa mercanril. Deacuerdo no slo a Braudel sino sobre todo aMarx, cuando habla de las "formas antedilu-vianas del capital", el comportamiento capi-talista existe ya en el orbe mediterrneo des-de la poca homrica. Ya desde entonces, elcapiralismo se encuentra determinando, si se

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    l- ontrahistoriaC.v____m-_Jquiere slo desde afuera, desde el comercio yIa usura, el proceso de produccin y consu-mo de Ias sociedades europeas, imponiendosu impronra en ellas, convirtindolas a unafe productivista que ellas no conocan. Aspues, la coincidencia de estas dos cosas, la di-nmica automodvada de unas fuerzas pro-ductivas de dimensiones relativamente me-nores, y por ello f;ciles de interconecrar, porun lado, y la accin ya determinante del ca-pitalismo primitivo en Ia economa mercan-til, por otro, dara razn de que Ia re-accindel Occidente romano cristiano aI apareci-miento de la neotcnicahaya llegado a ser laact:u;alizactn de la modernidad que encon-tr las mayores posibilidades de desarrollo entrminos pragmticos.En Occidente, la neotcnica es convertidaen la base de aquel incremenro excepcionalde la productividad de una empresa privadaque lleva a la consecucin de una gananciaextraordinaria, un tipo de ganancia que, comolo explica Marx en su Crtica de k EconomiaPoltica, es la meta pragmtica ms inmediatade la economa, lo mismo mercanril que mer-cantil-capitalista. Y aunque el empresario pri-vado no dispone de una visin de conjuntode la economa, s inroduce innovaciones tc,nicas en su proceso de uabajo, (y las mantie-ne en secreto el mayor tiempo posible), por-que sabe que en la prctica ello le garantizalograr una ganancia superior a la que obrie-nen normalmente los otros empresarios, -"6"-italistas" o no-, con los que compite. Laneotcnica es percibida as, desde una pers-pectiva en la que ella no es otra cosa que elsecreto de la consecucin de una ganancia ex-traordinaria, Ia clave de un triunfo en la com-petencia mercanril, que slo podr ser supe-rado por un nuevo uso de esa misma clave.Es importante subrayar que, a partir de estepeculiar empleo de la neotcnica, se desataun proceso en el que ella, de un lado, y laeconoma capimlista, de otro, entran en una

    simbiosis de consecuencias epocales; simbio-sis que alcanzar su nivel ptimo apenas apartir de la Revolucin Industial del sigloXVtll. Se trata de una simbiosis que se venaa.iustando durante un largo tiempo, madu-rando su organicidad, hasta que, al fin, en elsiglo XWII, se configur como esa caracre-rstica definitoria del modo de produccincapitalista descrira por Marx como la "sub-suncin real del proceso de trabajo bajo elproceso de autovalorizacin del valor". La mo-dernidad, esra respuesta aurorrevolucionariaque la civilizacin milenaria da a1 desafio quele lanza el aparecimiento de la neorcnica, que-da de esta manera atada, en Occidenre, al m-todo con el que all se formul esa respuesra.Queda.atada.al rgano del que se sirvi parapotenciar, exitosamte, el aspecro multipli-cador de la neotcnica, queda confundida conel capitalismo. El capitalismo se transformaen un "seruo padrone" d,ela modernidad; in-vitado por ella a ser su instrumento de res,puesta al revolucionamiento de la neotcni-ca, se convierte en su amo, en el seor de lamodernidad. Se puede decir entonces que, apartir de ese siglo, la modernidad "realmenreexistente", primero en Europa 'y despus enel mundo entero", es una actualizacin de laesencia de Ia modernidad, a la que est justi-ficado llamar "modernidad capitalista'.

    El mtodo capitalista discrimina y escogeentre las posibilidades que ofrece la neotcni-ca. y slo acrualiza o realiza aquellas que pro-meten ser funcionales con la meta que persi-gue, que es la acumulacin de capital. Al ha-cerlo, demuestra que slo es capaz de fomen-tar e integrar la neotcnica de una maneraunilateral y empobrecedora; la ata, en efec-to, como si fuera la misma vieja tcnica neo-ltica, slo que porenciada cuantitativamen-te. En este sentido, recurrir a l implica noslo dejar de lado, sino incluso reprimir siste-mticamenre, el momento cualitativo que hayen la neorcnica, el desafo que esr dirigido a

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    la *arsformacin de la "forma 1ural" -sqrn6la llamaba Marx-, o correspondiente al "va-lor de uso" del proceso de ,.produccin de lariqueza objetiva de la sociedad. lmplica tam-bin, por lo tanto, reprirnir todo lo que ara-e a la posibilidad de un nuevo rrato de lohumano con lo otro, lo extra-humano, o Ianaturaleza. La neotcnica est siendo vistacomo una rcnica de apropiacin, como unatcnica que es actualizada por el capitalismocomo un insrrumento ms porente de con-quisra y dominio sobre la naruraleza, cuan-do, como vefamos, lo que ella posibilita esjustamente la eliminacin de rodo ripo de re-laciones que sean de dominio y de poder.Puede decirse entonces que, en su versincapitalista -que es la que, provenienre deEuropa, se ha impuesto en el planeta-, lamodernidad, esto es, la revolucin civilizaro-ria en la lluc se encuentra empeada la hu-manidad durante esta ya larga historia, sigueuna va que pareciera haberla instalado en unregodeo perverso en lo conrraproducente, enun juego absurdo gue, de no ser por la pro-fusin de sangre y lgrimas que ha costado,la llewara, como en una pelcula de Chaplin,a subir por una escalera mecnica que fun-ciona en la modalidad "descenso" (y qu. esms rrpida que ella).D. LA ESENCIA DE IA MODERNIDAD Y tAMODERNIDAD -RI,AIMENIE, EXISTENTE'

    Veamos esto un poco ms de cerca. La repro-duccin del mundo de la vida, la produccinconsumo de valores de uso, obedece a una.tl, ."lgica" o un principio organizador cualirati-vo que es propio de ella, como realizacin deuna comunidad concreta, de un sujero socialidenrificado. Frenre a esra lgica "narural",como la llama Marx, la "realizacinautovalo-zadrsradel valor mercantil capitalista" poseeun principio organizador diferente, que es noslo extrao sino contradictorio respecto de ella.

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    Ahora bien, el modo capitalista de repro-duccin de la vida social implica un estadode subordinacin o subsuncin del principiode la "forma natural" de esa reproduccin,bajo el principio de la aurovalorizacin mer-canril capitalista. Nada se produce, nada seconsume, ningn valor de uso puede reali-zarse en la vida prctica de la sociedad capita-lista, si no se encuenrra en Funcin d. roport"o vehculo de la valorizacin del valor, de laacumulacin del capital. Y es precisamenteeste modo capiralista de reproduccin de lavida y su mundo, el que ha determinado fi-nalmente la respuesta de la civilizacin occi-dental al reto lanzado por el aparecimientode la neotcnica. Inreriorizada y promovidacon este sentido, en la vida prctica de Occi-dente, la tcnica nueva -esa tcnica segun-da o ldica, de la que hablaba Valter Benja-i-, mira cmo su tendencia intrfnseca ala abundancia resulta redircida y disminuida,y cmo su tendencia intrnseca a la emanci-pacin resulta tergiversada e invertida.En primer lugar, la modernidad capitalis-ta genera justo lo contrario de aquello que seanunciaba con la neotcnica. La acumulacincapitalista se sirve de ella, no para esrablecerel mundo de la abundancia o de la escasezrelativa, sino para reproducir artificialmentela escasez absolura, la condicin de esa "leyde la acumulacin capitalisrd' segn l* c,r",el crecimiento de la masa de explotados ymarginados es conditio sire qua non de la crea-cin de la riqueza, y de los deslumbranteslogros del progreso. Y en segundo lugar, larealizacin o efectuacin cpitalista de lamodernidad culmina en el 'ifenmeno dela enajenacin', descrito por Marx y despuspor Lukcs.El ser humano de la modernidad capita-lista se encuenrra sometido, "esclavizado" di-ra Marx, bajo una versin metamorfoseadade s mismo, en la que l mismo ha pasado aexistir, pero slo en tanto que valor econ-

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    l^ ontrahistoriaC.v______ffi Jmico que se autovaloriza. El ser humano seenaiena como valor mercantil capiralista, yse esclaviza bajo esa metamorfosis sustitutivade s mismo, en la que se ha auro-endiosadocomo sujeto absoluto, y cu1a voluntad incues-tionable obedece l mismo religiosamente. Lapromesa de emancipacin del individuo sin-gular, que se sugerla como respuesta posiblea la neotcnica, se ha efectuado, pero con-vertida en lo contrario, en el uso de la liber-tad como instrumento de una constriccintotalitaria del horizonte de la vida, para to-dos y cada uno de los seres humanos.

    Si el mundo de la vida moderna es ambi-valente, como haba-mos mencionado al prin-cipio, ello se debe a que la sujetidad -el ca-rcter de sujeto del ser humano- slo pare-ce poder realizarse en ella como una sujeti-dad enajenada, es deci en la que la su.ietidadde lo humano se autoafirma, pero slo en lamedida en que, paradjicamente, se anula as misma. La modernidad capitalista es unaactuaJizacin de la tendencia de la moderni-dad a la abundancia y la emancipacin, peroes al mismo tiempo vn autosabotage de esaacualizacin, que termina por descalificarlaen cuanto tal. Este sera el secreto de Ia ambi-valencia del mundo moderno, de la consis-tencla totalmente inestable, al mismo tiempofascinante y abominable, de todos los hechosque son propios de la sociedad moderna.Walter Benjamin tena razn acerca de lamodernidad capitalisra y su hisroria: todo"documento de culturd'es tambin, simult-neamente, un "documento de Lrarbarie".

    Para concluir, conviene dejar claro en todoesto un punto de especial importancia: la efec-tuacin o realizacin capitalista de la moder-nidad se queda corta respecro de Ia moderni-dad potencial, no es capaz de agotar su esen-cia como respuesta civilizatoria al rero lanza-do por la neotcnica, como realizacin de laposibilidad de abundancia y emancipacinque ella abre para Ia vida humana y para surelacin con 10 offo. Es innegable que en laexperiencia prctica de todo orden se hacevigente un conafo, una tensin y una tenden-cia espont:neas, dirigidas hacia una efectuacinde la esencia de la modernidad que sea diferen-te de su efectuacin actual, capitalisa, hacia unaacrualizacin no-capitalista de esa esencia. Sonexigencias que parecen remitir a esa moder-nidad potencial o esencial como una entidad"denegada', en y por la modernidad "realmen-te existente", -entidad virtual o supuesta, su-gerida "en negativo" dentro de sta-, peroreacia a someterse a ella y a desaparecer.

    Se plantea as una discordancia y un con-flicto entre ambos niveles de la modernidad,el potencial, virtual o esencial, y el efectivo,emprico o real; el primero, siempre insatis-fecho, acosando al segundo desde los hori-zontes ms amplios o los detalles ms nimiosde la vida; el segundo, intentando siempredemostrar la inexistencia del primero. Se abretambin as, en la vida cotidiana, un resqui-cio por el que se vislumbra la utopla, es de-cir, la reivindicacin de todo aquello de lamodernidad que no est siendo actualizadoen su actualizacin moderna capitalista.

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    .ry ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ ?c. coNTRoHIzToAIz

    marxismo*rtica y

    coNTRoHIToIz

    ermtanme iniciar mi inrervencin,en esta presentacin del libro de Bo-lvar Echeverra, El discurso nitico

    d Marx, recordando que hace ya tiempo queconozco a Bolvar Echeverra, desde que paspor mis clases y Seminarios como ProfesorAdjunto mo, dejando unafirmehuella, yquedespus he seguido de cerca sus ejemplarestraducciones y sus textos diversos, escasos ydensos, pero ricos en ideas y creativos.Hace tiempo tambin que valoro altamentesu labor en esos diversos campos, por su esp-ritu crtico y antidogmtico, y finalmente,hace tiempo tambin que los que conocamossu capacidad y sus frutos lamentbamos queBolvar Echeverrla no fuera ms audazy p-digo extendiendo en un libro, ms all de susSeminarios y colaboraciones, a un sector msamplio ds ls6sss -aunque en Mxico, des-graciadamente, no es lo suficientemente am-plio-, el resultado de sus investigaciones.No entro ahora en las causas de esta de-mora en ofrecernos el libro que nos deba.

    Exceso de autocrtica o de autocensura? Ex-ceso de voluntad perfeccionista? Cierta con-firmacin del contraste habitual en AmricaLatina entre los raudales-a

    veces, verdade-ra diarrea-, de la produccin potica y la

    produccin parca, conrenida e inhibida, enla investigacin y el ensayo?Sea cual fuera [a causa, saludemos la pu-blicacin por Ediciones Era de los trabajosincluidos en El discurso crtico de Marx. Cer-tamenre, no se rrata de textos desconocidos.Pero, independienremente de lo que repre-senta para ellos el contacto con un nuevo cr-culo de ledores, siempre un rexro disperso enuna revista, al formar parte de un todo nue-vo, cobra una nueva dimensin. Los trabajosrecogidos en el volumen, permiren conside-rarlos como niveles distinros de una evolu-cin de las id.eas del autor, que culmina en elrexto cronolgicamente lrimo, aunque es elque, como "Presentacin", abre el libro.Y cabe preguntarse, es el mismo marxis-mo este de 1984, que el de los textos resran-tes que arrancan de 1975? Se rompe la lneade su pensamiento; cae aveces en contradic-ciones? Tal vez lo uno y lo otro. Pero consi-derados estos rexros dentro del movimientode ideas en que se inserran, digamos -ape-ando a una categora cuyo significado parael autor se revelar en la "Presentacin'mis-ma-, se cambia una sustancia que adoptaformas diferentes. Lo cual es propio de todopensamiento vivo, y por tanto, puesto que

    *alf5f,lIntervenci del Profesor Adolfo Snchez Yzquez en la Pesentacin del libo de Bolva Echeverra,discurso crtico de Marx, en el Palacio de Minera el 6 de marzo de 19g7 .

    i-i 1)iL! vr!??l"..ir, a"" {TrjU' i:i tnz- t:rit}t it {,!in

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    fontrahistoriaSv-__rvivo est para el autor, del marxismo. Haypues, coherencia, unidad, no obstante loscambios y contradicciones del camino.

    Ya con esto, estamos planteando una seriede cuestiones que aFectan al marxismo, des-de el enfoque del autor. Porque todo lo queen el libro se aborda, se proyecta sobre unfondo polmico actual, que es el de la vigen-cia misma del marxismo, o de lo que se hadado en llamar -casi siempre con un tonofrrneral-. [a "crisis del marxismo".De los textos del libro me interesan, sobretodo, -lo que no quiere decir que sean losms logrados-, aquellos que tienen que verms directamente con este fondo problem-tico. Mi lectura es pues, una lectura interesa-da. Y cur1 en definidva no 1o es? Me intere-san del libro aquellos, como el titulado "Elmaterialismo de Marx", en que se precisa loque por creerse muy sabido, con frecuenciaes lo ms olvidado: el proyecto terico-prc-tico de Marx. Volver sobre l es indispensa-ble, para desgarrar ese teln de fondo que hoymuchos llaman "crisis del marxismo".Este texto de Bolvar, "El materialismo deMarx", fechado en 1976, me atrajo desde suaparicin. Es una interpretacin muy pene-uante de las famosas Tsis sobre Feuerbacb.Miinters puede explicarse fcilmente, toman-do en cuenra que siempre he visto en ellas elviraje radical del pensamiento de Marx, quese vuelve asl no slo una filosoffa de la praxis,sino rambin un elemento indispensale delproceso de transformacin revolucionaria delmundo, como nueva prctica de la filosofta.El texto de Bolvar es una de las interpreta-ciones ms lcidas y agudas de las Tesis, ettcuanto hace tansparente la mdula mismadel marxismo, como actividad terica cons-titutiva de la praxis.Muchas de las interminables disputas so-bre el Max idelogo, revolucionario, o cien-tlfico, o sobre subjetismo y objetivismo, sepodran disolver si se partiera de una iusta in-

    terpretacin, -como la que nos ofrece Bol-var-, de lx Tbsh. No se puede dejar de reco-nocer la fecundidad de sus anlisis al agruparlasen los temas predominantes t eL carcter prctt'co de la teor marxirta; la determinacin delas configuraciones de la sociedad como pro-blemtica especfica de esa teorla, y el conceptode transformacin social en el que se unen in-disolublemenre los aspectos terico y prctico.Por razones anlogas a las anteriores, o sea'la de precisar el proyecto de Marx, *e inclu-so el trmino "proyecto" es sosPechoso, Paralos que hacen de Marx un cientfico entreoros-. me ha interesado el ensayo titulado"Defensa del discurso crtico", .n .l qu. ,.subraya su carcter crltico, que engloba el derevolucionario por ser cientfico, y el de cien-tfico por ser revolucionario.Seccin importante del libro que nos ocu-pa es, justamente, la obra de Marx que haservido, --como todos sabemos-, Pafa ar-mar una interpretacin cientificista que opo-ne al joven Marx frente al Marx maduio' Nosreferimos, por supuesto, a El Capital.En los tres trabaios que en el libro se dedi-can a 1, o sea: "Esque ma de El Capitaf' ,"Ya'lor y plusvaloy'' (entre parntesis: por quno 'pluwalla"?), y "Clasificacin del plusva-Ior", el rigo la coherencia, que no se lograricon una claridad engaosa, se confirma launidad indisqluble de los dos aspecros antesmencionados del pensamiento de Marx. ElCapital, nos dice Bolvar, es "el discuso cien-tfico de Ia riqueza social moderna", pero undiscurso que entraa la "desmistificacin'deesa realidad. Puede comprenderse por ello queEl Capital fuera para Marx, no una simplesucesin de enunciados cientficos, sino un"proyectil". -la expresin es de Marx-,arrojado ala cabezade la burguesla. Los tex-tos de Bolvar nos hacen ver a un Marx comol se vea a sl mismo, y nos lo hacen ver tantoms claramente, cuanto ms rigurosos son.Hay oros textos del libro que inciden, ms

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    directamente, en los problemas de la teora y laprctica poldca. Tl es el que consagra a RosaLuxemburgo y a sus interpretaciones opuestas.que ponen sobre el tapete interrogantes que,lejos de perder vigencia, estn hoy, como ayer,en el centro de la polltica revolucionaria: larelacin entre conciencia y espontaneidad, yentre dimensin nacional e internacionalista.Hemos asistido, en las dcadas ltimas, alnaufragio de dos concepciones de la primerade esas dos relaciones: la leninista, de la exteio-ridad de la conciencia, y la del mito de la es-pontaneidad pura de las masas. En cuanto a lasegunda relacin, -ene la dimensin nacio-nal e internacionalista de la lucha-, hemosvisto umbin su naufragio, al suplantar la au-todeterminacin nacional por un nacionalismode va estrecha, o sea burgus, y al inrernacio-nalismo por la fidelidad incondicional a unEstado nacional, que se proclama socialista.Bolvar rinde el debido ributo a RosaLuxemburgo, al ffatar de librarle de las sos-pechas, -para algunos evidencias irrefuta-bles-, de espontaneismo y de olvido de la"autodeterminacin nacional", en nombre deun internacionalismo abstracto.Pienso que Bolvar consigue su objetivo desalvar a Rosa Luxemburgo, de 1as acusacionesde defensora del "espontaneismo" y del "in-ternacionalismo abstracto". Pero, a mi modode ver, no es tan slida su argumentacincuando trata de reuperar el perfil propio deRosa Luxemburgo. Para ello, habra que si-tuar a Rosa Luxemburgo, puesto que de suvigencia se trata, no slo en el contexto enque luch y pens, sino tambin en otro nue-vo que no conoci: el de las experiencias ac-tuales en la lucha de los pueblos por su libe-racin nacional. Tendramos entonces no sloel rechazo de los mitos que le atribuyen a RosaLuxemburgo "leninistas" y "luemburguistas",sino tambin un perfil de Rosa Luxemburgoactual, que ira ms all de lo que ella mismapens. Pero la dimensin nacional no es slo

    JI nmaLgo ifj NVturmdl iila de las nacionalidades que luchan conra elEstado que les oprime internamente, -quees la experienci".urop.r, occidental, que RosaLuxemburgo tom en cuenta-, sino la delas naciones que luchan por su emancipacincontra el Estado o lmperio que las oprimedesde fuera, que es la experiencia que vivenhoy los pases del trcer Mundo.Con todo, en los textos correspondientesdel libro de Bolvar Echeverra. encontramosaportaciones originales, al rastrear en El Ca'pital indicaciones valiosas para examinar lasrelaciones entre clase y nacin.Llegamos as a la ltima cuestin que nosproponemos examinar, y que tiene que ver.on el ptobl.ma tan vivo hoy, tan controver-tido, de la "crisis del marxismo". Aunque entodo el libro se encuentran elementos paradelinear la posicin de Bollvar Echeverrla, laltima palabra en este asunto est al comien-zo, o sea, en su "Presentacin'.

    Bolvar no elude este problema. No seramarxista si lo eludiera, puesto que se trata deun problema real.Qu ha sido, y qu es hoy del marxismo?Thl es la grave cuesdn. El marxismo ha sido,

    -65 viss a decir Bolvag pues no lo citotextualmente-, el discurso propio, terico,de una prctica poltica peculiar, en la que laizquierda materializa un proyecto, el comu-nismo, para Iahistoria contempornea. Aho-ra bien, la trada aqu envuelta: Comunismo,Izquierda y Maxismo est en crisis, en cuan-to que estos trminos han perdido su vigen-cia efectiva. Seguimos de cerca a Bolvar. Eltexto documenta sotre la prdida de vigenciade cada uno de los rrminos: la transforma-cin del modelo alternativo de sociedad en"socialismo eal"; la incapacidad de la claseobrera industrial para realizar el proyecto, yfinalmente, la carencia de la teora al conver-tirse en la versin predominante, como "ma-rerialismo dialctico", o como "materialismohistrico", considerado como ciencia.

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    fontrahistoriaQ @ JAhora bien, el reconocimiento sin evasio-nes de esta crisis implica que el marxismono puede renacer de esta crisis, a la que noescapan con l ninguno de los otros dos tr-

    minos de la trada: el Comunismo y la Iz-quierda? TaI es Ia cuesrin, cuesrin de vidao muerte, -dira yo-, para un marxista.Ahora bien, -pienso yo-, slo puede re-nacer lo que en su nacimiento ofrece ya algoque ha de subsisrir. Y esto es lo que nos oFre-ce Bolvar: una sustancia en el marxismo queadquiere diferenres formas.Al abordar este problema, hay que partirdel reconocimiento, -y Bollvar no 1o esqu!va-, de la existencia de una pluralidad demarxismos. Pero, entonces. qu hacer? setrata de aceptar eclcticamente unos y otros,o se trata de pronunciarse por uno, lo quesignificara rechazar su muftiFormidad? La res-puesta de Bolvar no consisre en rechazar de-terminado marxismo o marxismos, en nom-bre de uno que encarnara su verdad conclu-sa, sino en rechazar aquel que congela su mul-tiformidad. Y riene razn. Pero, si Ia susran-cia del marxismo consiste en ser, -como diceBolvar-, inacabado, el marxismo que pe-trifica esa sustancia, que la congelr, no pu.-de ser aceptado. Yeste es precisamenre el mar-xismo que est en crisis.En consecuencia, el marxismo que puederenacer hoy es el que lejos de congelarlo enuna forma, adopta su multiformidad en unabsqueda inacabada, en la que la identidad,-incluso en Marx-, nunca est dada de unavezy parasiempre. Cabe entonces preguntarsi no hay identidad, cmo puede haber unasustancia que cambia de forma?Bolvar rrata de rescarar la sustancia deMarx, justamente, en la heterodoxi de unKorsch, Bloch, Lukcs o Kosik. Pero la sus-tancia que se pretende rescarar no puede seralgo informe y gelatinoso, y por ello Bolvarnos habla de un doble descubrimiento deljoven Marx, que se conecta con el renacimien-

    to marxista: el marxismo como discurso cr-tico. Si el marxismo es estructuralmente crl-tico, si mina el discurso del poder (digamospor nuestra cuenta: el marrismo se ha acaba-do en las sociedades del "socialismo real" porhaber perdido su potencial crtico) y segun-do, por la relacin del marxismo con lo quellama Bolvar Echeverra, "el terreno crricocentral de El Capital: la contradiccin enrrevalor de uso y valor, ente dos formas de exis-tencia del proceso de reproduccin social, una"social-natural" y otra histrica, capitalista.Creo que se pueden buscar otras claves delrenacimiento, sin negar esas dos, a saber: elmarxismo como proyecto de emancipacin,basado en un conocimiento de la realidad, ycomo elmento indispensable del proceso detransformacin de esa realidad. Esta es la sus-tancia del marxismo para m.Con todo, Bolvar a lo largo de su libroofrece elementos para extender la sustancia aesos tres elementos, (proyecto, conocimien-to y crtica de 1o existente, y teoilacomo par-te del proceso prctico). Con ello, conrribu-ye a afirmar que el marxismo (ms exacta-mente cierto marxismo, el de la lnea antessealada), sigue siendo la clave terica parala transformacin de la sociedad: es deci paracontribuir, como teora, a la realizacin de unproyecto a la vez necesario, deseable y posible.Y aqu est en definitiva 7a razn de que elmarrismo pueda renacer en esta crisis profun-da que hoy vive, o sea, de que no sea abandona-do en aras de un sospechoso post-marxismo.A afirmarnos en esta idea, contribuye va-liosamente el libro de Bolvar Echeverrla, Eldiscurso otico de Marx.

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    {q CARLOS ALBERTo RiOs coRuILo ?F

    Dialctica del siglo W.A propsito de Vuelta de siglo, de Boluar Echeuerra"I Para un historiador interesado en el sentido del siglo )C(, es dif-I .il imaginar un texto ms complejo que Vueha d) sigto,de Bol-var Echeverra. Al leerlo da la impresin de que el autor, cuya condi-cin de filsofo le ha permitido mostrar la dialctica del iluminismo deuna poca en tnsito de prefigurar otra, esconde, por el contrario y demanera enigmtica, a un poeta que contempla -al igual que el ngelde la historia-, las ruinas del mundo moderno que el resplandor de lamodernidad capitalista y el ideal de progreso han pretendido ocultar. Yeste carcter intelectual de Bolvar Echeverra es lo que representa, a suvez, el rasgo principal del libro, caracrerstica que, en ocasiones, haceparecer al autor como inseparable de su creacin.

    Vueha de siglo no es una'historia' del siglo)O(, de sus acontecimientos o de sus perso-najes, sino un descubrimiento de sus clavesde acceso que, a modo de sntomas, de indi-cios, en un ejercicio de 'pasar el cepillo de lahistoria a contrapelo', muestran las cicatri-ces, los actos fallidos, la indiferencia y la ne-gacin de lo otro, que representan la'indefi-nicin de sentido', la 'definicin en suspen-so' en que parece encontrarse la historia ac-tual. Es por ello que cuando Bolvar Echeve-rra dice que "no parece desatinado contar lahistoria del mundo moderno como una su-cesin de los intentos que l ha hecho de re-sistirse a la esencia de su propia modernidad"

    (p.I2), se refiere al hecho de que estos inten-tos son la seal de alarma de un peligro la-tente, de este carcter fragmentario o insufi-ciente de la propia historia, que hace que latarea sea, precisamente, su desencubrimien-to: practicar la hisroria (en este caso, del siglo)C() como desencubrimiento.

    Para Bollvar Echeverra la idendficacin delinstante en el que emergen los actos fallidos,los pasados que esperan la cita con el presen-te, las histoias de los oprimidos que han sidoexpulsadas de la gloria de la historia de losvencedores, constituye el'sexto sentido', el'olfato' del historiador. Ese mismo'olfato' alque se refera Marc Bloch cuando, en una

    * Echeverra, Bolivat Vueha de siglo, Ediciones Era, Mxico, 2006. 272 pigs

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    fontrahistoriaC.v-----il JmetFora, adverta que el historiador "se pa-rece al ogro de la leyenda lporquel ah dondeolfatea la carne humana, sabe que est su pre-sa". La identificacin de ese instante que se aso-ma reflejando en el presenre toda su acualidad,no consriruye solamente una vinud, sino quees toda una pre-condicin del trabajo del his-toriador. Es una opcin que puede converdr-se en eleccin. Y a lo largo de las pginas, elautor cuenta una historia y ensea cmo esposible escribila de acuerdo con la idea deBenjamin. de que "ni siquiera los muerrosesrarn a salvo del enemigo si esre vence".Esto ncs recuerda quela mirada del ngelde la historia no es una visin preciosista, unculto al tiempo que se ha ido, una aurocon-ciencia de la historia que se asumira denrodel reino de los muertos, como una devasta-cin del propio gnero humano. La miradadel ngel, por el contrario, pretende "redi-mir aI pasado", apartarlo de las brumas enque ha sido sepultado por la historia de losvencedores para volverlo actual, para trans-formarlo en "el instante de peligro", en "lachispa de la esperanza", ororgr,dol. una "vi-gencia vengadora" donde "el acontecer esrpor decidirse en el sentido de la claudicacino en el de la resistencia o rebelda ante el triun-fo de los dominadores" (p. 128) como bienseala el autor.

    Es frenre a esta disl.untiva, de estos dosescenarios de claudicacin o rebelda, que semanifestaran, a favor o en contra, de un ene-migo formidable que 'ho ha dejado de ven-cer", donde la mirada a contracorriente ad_quiere toda su radicalidad, toda su actuali-dad. En esta mirada del ngel, que BolvarEcheverra comparte slo en el sentido de unasuperacin de la catscrofe, existe una con-cepcin de la historia y del tiempo de la his-toria. El concibe la hisroria (una concepcinheredada de \Talter Benjamin y compartidacon l), como una sucesin de rupturas, dehechos fallidos, de experiencias mutiladas,

    que se hacen visibles a pesar de la prohibi-cin de la hisroria de los vencedores, de lafatalidad del progreso, y de las ilusiones de lamodernidad, mosrrndose como un 'relm-pago' que bri[a sobre esra hisroria que ocul-ta, que engaa, que pretende ser un relatoapacible y acumulativo, basado en la expro-piacin de la experiencia de los oprimidos.'Historia de la negatividad de los sucesos his-tricos', que sobrevive y subyace a la historiade los dominadores a pesar de haber sido des-echada y supuestamenre vaciada de su conte-nido rebelde o conresrarario, pero que roda-va est ah; no bajo la forma de un pasadovencido o muerro, sino como el recuerdo deuna advertencia, como una premonicin deun retorno que irrumpir en el presente confuerza, llenndolo de contenido.

    Es un discurso hisrrico sobre la experien-cia que el gnero humano tiene de un fiacasosin fin, en un sentido adverso a la emancipa-cin humana, a la construccin de un mun-do para la vida. Pero para Bolvar Echeverraeste no es un discurso que prerenda invitar apensar en la imposibilidad de romper con elcontinuum marcado por la presencia victo-riosa del valor que se au rovaloriza; por el con-trario, invita a pensat en vez de en un desti-no ineluctable, en una tendencia en Ia que, apesar de todo, todava existe la posibilidadde encender una chispa de esperanza que per-mita vislumbrar un mundo alrernarivo, unmundo posible. Aunque esra posibilidad detransformacin -un horizonte de expecta-i- 6 es un discurso que tendra Ia mi,sin de anunciar el predestinado advenimien-to de la'fiesta de los oprimidos', que acudiraa su propia cita con la historia en un mo-mento en que el calendario marque la Gchade las revoluciones, sino que parre de la ideade que el pasado estvivo, que acra sobre elpresente modifi cndolo incesantemenre,otorgndole un perfil determinado, conce-dindole su propio senrido. Este horizonte

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    de expectativa radica en la capacidad que tie-ne el presente de rescatar, de no olvidar loque en l acontece, y de acudir, a "la cita quetiene con el pasado y que lo tiene en deudacon 1" (p.128) desatando. enronces, su "vi-gencia vengadora".

    Por encima de la diversidad de losrcmas, Vuelta de siglo es un punto deencuentro, de cita. Lo es en el sentido enque la mirada escudriadora, de latente in-conformidad y a contracorriente, se sumaal principio dialctico y materialista; perolo es tambin porque en este libro se re-nen los principales temas que el autor haestudiado durante ms de tres dcadas: el es-tudio de la obra de Marx, el discurso crticode Marx; la preocupacin sobre el conceptode cultura, y el esfuerzo de aportar en la cons-truccin de una teora materialista de la cul-tura; y eI Ethos barroco, como clave de unapropusta, de un abordaje muy original apli-cable a una cierta interpretacin de la histo-ria de Amrica Latina.De tal suerte que esre libro representa unacondensacin de la experiencia que, sobreestos temas, ha adquirido el autor. Mas nopor el hecho de que ste sea una simple com-pilacin de temas "reunidos" por 1, sino por-que tiene un carcter excepcional, un lugarde excepcin. En primer lugar, est el hechode que es un libro escrito por un militantepoltico -5ulilrnqs oculto, al igual que elpoeta- que se autocontiene, que se dota a smismo de una disciplina, para regular o con-trolar el desbordamiento de la apreciacinsobre la capacidad transformadora de la vo-luntad humana, anteponiendo -en la me-dida que le es posible- al cientfico frente almilitante poltico; sin que este procedimien-to signifique una represin de su sensibili-dad o una renuncia consciente del optimis-mo, de la posibilidad de la utopa. En segun-do lugar, este carcter excepcional le est con-

    ll nmar go dii: Mtuomdl iL

    ferido porque las ideas de este pensador, tanabstractas y penetrantes, tan sutiles y pruden-res, estn siendo escritas en un momento deinflexin histrica como pocos han existidoen la historia moderna. En .r," hora decisi-va, en esta poca que prefigura orra muy dis-tinta "cuando el ascenso de la barbarie globalparece an detenible" (p.39) el discurso c-ti.o d. Bolvar Echeveirla es todava diffcilde ser pensado en toda su radicalidad. Pare-ciera que el sujeto social al que l le escribe-inmerso en un mundo donde el "realismopoltico" y la "revoluciri' todavla se entre-mezclan cotidianamente, en el que si inclusola poltica nos concierne a todos, no es posi-ble que por ello pueda pedirse que todos de-sarrollen por ella una pasin especial-, esren una situacin tal que le es difcil alcanzarel nivel de exigencia, de acuerdo con las altasdema ndas episremolgicas, ticas y polfticas,planreadas por este mismo discurso crrico.

    Pero no se trata de un carcter inade-cuado o extemporneo (lo que invirara apensar en una casi imposibilidad de com-prenderlo) sino de una divergencia de Iasmiradas, de la posibilidad de ver lo mismocon idntica profundidad, 1o que propicia-ra que la "cita" entre ambos se diera enmomentos distintos. Cuando se cree haberalcanzado al autor, el lector advierte, consorpresa y admiracin, que las ideas queuno y otfo ven, a pesaf de ser las mismas,la desigual capacidad de penetracin lashace parecer diferentes. Pareciera, enton-ces, que el lector comn tiene todava ladificultad de asimilar en toda su radicali-dad [a finura del lengua je, la mirada dial-ctica, el materialismo creativo, la visin delarga duracin que constituiran el ncleode este discurso crtico de Bolvar Echeve-rra. Un discurso que mantiene una extraor-dinaria viralidad y acrualidad, precisamentepor el hecho mismo de su radicalismo po-tencial, que permite desciFrar "el sentido enig-

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    - fontrahistoriaC.v______m_Jmtico que representan los datos ms rele-vantes de esta vuelta de siglo", (p. 1 4) e invitaa pensar en un modo de comprensin delmundo actual, en una posibilidad de un cam-bio que "tiene que ser radical, de orden y pro-fundidad civilizatoios" (p.116) para evitarla carstrofe y crear un sisrema histrico al-ternativo al capitajisra.Este es el punto de parrida de la caracreri-zacin de nuestra poca. Es una visin que apartir de una doble matriz, tanto dialcticacomo de larga duracin, inrenra definir la si-tuacin 6sl -sl esta vuelta de siglo- dela historia de la modernidad capitalista, y queal tiempo en que muestra las contradiccionesde este proyecto, brinda tambin elemenrosde anlisis que permiten av'tzorzLrlas posibili-dades histricas de transformacin del esce-nario prospectivo, todava abierto e indefini-do, cuyos caminos podran ser la profundizacin de la barbarie, o la posibilidad de crearun mundo social alternativo. Y quiz sea esreel mensaje profundo, el sentido de Vuelta d.esiglo: mostrar no slo este momenro en sus-penso caracterizado por estas dos opcioneshistricas que se desarrollan paralelamenre,aunque con direcciones contrarias, sino tam-bin, y de manera an mayor, la fuerza crea-tiva de la sociedad, la voluntad de cambiar elcontinuurn de la historia yendo en contra de"el sujeto real y efectivo de esa historia mo-derna que es la acumulacin delcaptaJ" (p.264) en una accin guiada por unaactitud de "ser de izqerda", definida comouna "actitud tica de resisrencia v rebeldafrente al modo capitalista de la via civiliza-di' (p.263). Sera pues a parrir de esre "serde izquierda" que puede construirse, de acuer-do con la advertencia de Bolvar Echeverra,el proyecto de una modernidad alternativa ala capitalista, que pueda orienrar el trnsitocivilizatorio por una va opuesra a la de la ca-tstrofe, alterando la direccin de la hisroriaen la que estamos ho ahora, entrampados.

    El discurso crltico de Bolvar Echeve-rra permite desciFrar el registro pro-fundo de esta situacin de "suspenso" de lahistoria inmediata, a parrir del anlisis de as-pecros que constituyen la hisroria de la mo-d.rndrd capitalista. Aspectos que al ser vis-tos desde el observatorio del auror, dejan deparecer "normales", "comunes", an cuandosean parte de un registro cotidiano, volvin-dose "excepcionales". constiruyndose en se-ales, en claves de acceso a la comprensinde la mltiple identidad moderna de Amri-ca Latina, a partir de la redefinicin que elautor hace de conceptos como "mestizaje" o"barroquismo". Y esta eleccin no impide ob-sewar el resto de los femas que represenranuna imagen centelleante de nuestra poca,como la disminucin de la importancia de laalta cultura en la vida cultural, qu. hr.. "r"--balear el uso tradicional, canonizador y je-rarquizante de los libros y Ia lecrura" (p.36).O la "religin de los modernos"; el espejismoo encantamiento del carcter de fetiche de lamercanca, donde la cofianza en la "manooculta del mercado" implicara creer en una"entidad metapolrica", en un dios revestido,cuya fe se debera a una suplantacin del diosarcaico (en un movimiento de rescate y re-actualizacin), por el valor que se aurovalori-za| entre otros importantes temas de los quetram el autor, como la violencia, la nacionali-dad o Ia religiosidad.Pero son los conceptos de mestizaje cultu-ral y de ethos barroco los que, sinromtica-mente, alavez de constituir la propuesta delautor sobre una re-inrerpretacin de la hisro-ria de Amrica Latina, de la particu-lar y mul-ti Factica modern idad larinoamerica na, repre-sentan uno de los aspectos ms originales ydestacados de la obra de Bolvar Echeverra.En primer lugar, a partir de la idea de estemestizaje cultural que parece conrraponerselo mismo aI racismo (la imagen de "blanqui-rud" del proyecto de la modernidad europea)

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    que al fundamentalismo in-dgena (los indios puros, es-capados del proceso histri-co del mestizaje), el autorconsidera que el mestizajeno es un "dilogo de cultu-ras" o un simple "encuentro"de dos grupos humanos,sino una simbiosis, un enri-quecimiento mutuo de doscivilizaciones con proyectoshistricos diferentes y con-trapuestos, de los que emer-ge, propiamente dicho, lamodernidad latinoamericana. Pues a pesar dela negacin, la suplantacin y la destruccindel otro, y la imposicin de la cultura de losvencedores, (a parrir de la Conquisra deAmrica; una conquista todava hoy "incon-clusd', en ciernes, con la intencin de com-pletarse) la cultura de los vencidos permane-ci latente; sin duda despojada de su magni-ficencia por haber sido prcticamente muti-lada debido a la destruccin de su civiliza-cin, pero sin que su alternativa civilizatoriase hubiera agotado, mantenindose, enton-ces, en un estrato de experiencia histricatodava no expropiada o vaciada de su conte-nido, y que al manifestarse en el registro dela vida cotidiana en una posicin de resisten-cia, intervena en lo otro y lo forzaba a abrir-se, propiciando un involucramiento, una re-produccin de las identidades. Cuando Bo-lvar Echeverra dice que ''la forma propia deexistencia de las culturas es el mestizaje"(p.204), est sealando que ste mismo se-ra la estrategia ms importante de la re-produccin de la identidad social, y parael caso de la cultura latinoamericana, elmestizaje representarla un rasgo distintivo,una "peculiaridai' (p.\99).En segundo lugar, el barroquismo ocupa-ra un lugar central en la cultura y la moder-nidad latinoamericanas, como un fenmeno,

    l[nmaL,g,o, :l]"r Mlunmdl ii

    como una descripcin cr-tica de stas, como un prin-cipio que estructurara laexperiencia de la vida coti-diana, del tiempo cotidia-no, donde lo barroco des-plegara ral fuerza que ha-ra posible mostrar la incon-gruencia de la modernidadcapitalista, y al permitir verr 1.su crisis, sealara rambin,en el registro profundo dela vida culrural, la necesidadimperiosa de una modeni-dad alternativa. "El aparecimiento del ethosbaroco en Amrica tiene que ver directamen-

    te con el hecho de la Conquista' (p.213) diceel autor sobre un principio que reordena yreconfigura el mundo de la vida, la experien-cia cotidiana a partir de la inauguracin deuna posibilidad de reciprocidad, de retroali-mentacin entre los vestigios, las huellas delas civilizaciones americanas desrruidas porla Conquista, cuya situacin llmite (de frag-mentariedad, mas no de caducidad o de totalagotamiento de sus capacidades de transfor-macin) les impedira proseguir con su pro-yecto histrico, debido al hecho de su casitotal aniquilacin; escenario frente al que losdescendientes de estas culturas latinoameri-canas tuvieron que inventar "una manera desobrevivir" ante la presencia victoriosa de lacivilizacin europea en Amrica que, pese asu condicin vencedora, no poda reprodu-cirse por sl sola, a partir de sus propias fuer-zas, en una temporalidad y espacialidad dis-tinras a las de su matriz originaria.Esta doble condicin de lejana y cercanamarcada por la mutua necesidad de encon-rrarse, de "citarse" para no sucumbir aislada-mente ante el peso de la exclusin, de la ne-gacin de lo otro, cre sobre esta base unacomunidad de proyecto civilizatorio en el quelos herederos de la civilizacin vencida, los

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    ContrahistoriaQv j[@- Jindios, recrearon a su modo Ia civilizacineuropea que haba destruido la suya (unmundo que se haba ido para siempre), pararestituirla por una versin diferenrc, un pro-yecto alternativo que recuper lo ya existen-te recreando una versin distinta de esto mis-mo: la civilizacin occidental en Amrica.Siruacin paradjica que el autor registra deuna forma inmejorable: "El fenmeno delmestizaie aparece aqu en su forma msfuerte y caractersrica: el cdigo identita-rio europeo deaora al cdigo americano,pero el cdigo americano obliga al euro-peo a *ansformarse en la medida en quedese adentra, desde la reconsrruccin elmismo en su uso cotidiano, reivindica supropia singularidad" (p. 214).

    Esta'peculiaridad" de la modernidadlatinoamericana que Bolvar Echeve-rra seala con finura, es una de las diversasclaves que la lectura de Vueha dc sigb con-densa en una especie de fresco de nuestrapoca. Es un inrento por idenrificar las im-genes que integraran una visin del mundo,a partir del hecho de imaginarlo menos por

    la apariencia de un futuro promisorio, que apartir de la insoportable condicin que im-pera en ste, en el cual vimos. Sera puesun esfuerzo de concebirlo desde "la imagende los antepasados esclavizados y no del idealde los descendientes liberados"', como decaV. Benjamin, e identificar las llamadas queel pasado le hace aI presente, mostr:ndole fu-gezmente su imagen verdadera, como un re,lmpago que ilumina el cielo de la hisroria;recordndole, de este modo, que en el dem-po presente se manifiesta con -"yo, r.rrala actitud ansformadora y la accin de lassociedades humanas por alieru, el cofttinu,arnde la historia de los vencedores.En el d-iscurso crrico de Bollvar Echeve-rra se encuentra esre aspecto paradigmticodel intelectual que sabe que la cultura es unode los ms grandes tesoros que se encuentranapilados en la espalda de la humanidad, peroque el compromiso con el presenre da la fue r-za para sacudrselos, para echarles mano, con-siderando la idea de que si no es todava posi-ble gobernar nuesrra historia a voluntad, s almenos es posible apropiarnos de ella, tal comosta relumbra en un instanre de peligro.

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    coNTRoHITonI?

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    La nl,imensin cuhural o la existencia en rupturd.Sobre la teora de la cuhura de Boluar Echeuerra

    La cuhura moderna no es und uerdadera cubura, sino solamente un conocimiento,una idea de la cultura, sin llegar a la decisin de la cultura.Fmrnnrcn Nrrrzscn.De k utitidad y de los inconuenientes de la historia para la aida

    -t -n una entrevista reciente, Bolvar Echeverra afirmaba quedesde comienzos de este siglo hay una especie de fatiga deldogma capitalista, y una conciencia popular muy extendidaen el cuerpo social, de que las cosas, como estn funcionando hasta

    ahora, no pueden continuar as. Se trata de un descontento cuya fuerzaest extendida muy difusamente en el cuerpo de la sociedad, en la vidacotidiana, y muchas veces, en ladimensin festiva de la misma donde loimaginario ha dado refugio a lo poltico, y donde esta actitud and-capita-lista es omnipresente. IJn descontento o impugrracin de los usos, cosrm-bres y compoftamientos, lue es una rebelin inalcanzable por el poderestablecido, dirigida a corroerlo sistemticmente, provocando en l unaespecie de implosin.l A lo que se refiere Bolvar Echeverra, es a esarebelin que caracteriza a lo humano como existencia en ruptura, rnarebeiin en la vida cotidiana propia de la dimensin cultural.

    El objetivo de este texto, es aproximarnosala definicin d la cuhura de Bolvar Echeve-rra, y relacionarla con su teora del cudru-ple etbos de la modernidad, en particular alconcepto de ethos barcoco, temas todos quetienen como trasfondo terico el discurso cr-

    tico de Marx. Estas reflexiones, nos ofrecensin duda una rica y original teora cdtica de lamodernidad en general, y de la modernidaden Amrica Larina en particula lo que ubicaa Bolvar Echeverra como uno de los ms im-portantes pensadores crlticos en la acrualidad.

    1 Cf. ia Entrevista publicada en el diaio Diagonal, nm.62, Espana, 4 al77 de octubre de 2007. Hayelectrnica en la siguiente direccin: http://ww*diagonalperiodico.net/

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    En La ideologa alemana, Marx y Engels afir-maban que la ideologa dominanre de unapoca es la ideologa de los dominadores, esdecir, que los dominadores de una poca, noslo son los poseedores de los medios mate-riales de produccin, sino son tambin losproductores de las ideas dominanres de lapoca. Si nos preguntamos enronces por elconcepto de cultura, podramos tambincuestionarnos hasta donde este concepto haservido de legitimacin ala dominacin. Unarespuesta aguda y profunda, podemos encon-trarla en el libro Definicin de la cubura2 deBolvar Echeverra.

    Se trata de un libro fascinante, extraordina-riamente creadvo y original, en el que el autorse sirve de la teoa de la reproduccin social deKarl Marx, de la antropologa esrnrcruralista yla semitica moderna, para poner en cuesrinla nocin mistificada de cultura en el discur-so moderno. Roger Bartra hace una acertadadescripcin de este inrenro: "utilizar la radi-cin marxista, acorazada de la semitica mo-derna y reforzada con las afiladas armas delesrructuralismo antropolgico, para decodi-ficar y entender ese inquietante espacio in-material que Kant llam el mundus intelligi-bilis, y que es el mundo de la cultura".3En efecto, en un dempo en el que la crticade las armas se ha mostrado particularmenteinfructuosa, quiz sea necesario volver a afi-lar las armas de la crtica, para redefinir el cam-po de batalla. Y para ello, Bolvar Echeverranos ofrece toda una teora crtica, mediantela cual ese campo de batalla adquiere redefi-niciones sustanciales. En su libro Definicindr Ia cuhura cuesriona al discurso moderno y

    su concepto de cultura, un concepro que haseruido para legirimar, no nicamenre la do-minacin de la burguesa ilustrada en el sigloXVIII frente a la aristocracia decadente, sinotambin la empresa colonialista de las socie-dades occidenrales. Para desmitificar ral con-cepto, este filsofo acude al escandaloso mundode las sociedades [amadas despecdvamente "pri-mitivas", y propone un, t.sis prouo..dor".

    Si observamos a las'iociedades primirivas",podemos ver que su proceso de produccin yconsumo presenn un comportamiento inne-cesario, dffincional, que tiene ms que ver conun elemento de orden rtgico e irracional quLecon el proceso meramente productivo. Se tratade un orden de valores, que trasciende el planomerarnen te racional-efi cienrisra de la rcn ica.La tesis de Bolvar Echeverla, es que esposible generalizar este rasgo disfuncional delos 'pueblos primitivos", en el que la repro-duccin social del ser humano requiere, parasu cumplimienro, de una "precondicin" quees, si no ajena, al menos si de un orden dis-tinto al de las condiciones operativas recono-cidas en la perspectiva funcional. Se refiere aIa dimensin cuhural, esencial para Ia exisren-cia humana, en la que la humanidad se afir-ma como tal, y que es irreducible a la tcnicautilitarista. La dimensin cultural, nos dice,no debe ser visra como el remanso de la im-productividad, tampoco como el reducro be-nigno de 1o irracional, que estara actuandodesde el exterio en el mundo realista de laproduccin, el consumo y los negocios. Enrealidad, la intervencin de la realidad culturales tan fuerte y frecuente, que parcce pertnecerorgnicamenre a la vida pragmrica de todoslos das, incluso all en donde los procesos deproduccin y consumo parecen excluirla. De

    2 Bolva Echeverra, Defnicin de la cubura, Ed. Itaca, Mxico, 2001.' Roger Barrra. "Definicin de la cultura. A propsito de un libro de Bolvar Echeverra" en la Reuista de laUniuersidad. nm. 08, 2002, pp.74-t5.!;; :;r: n!r:j,t ! {.!i OiTj' ittnrti: r;iiir!,x t!.t !.,/;r}

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    hecho, no parece existir un proceso tcnico deproduccin en estado puro, y la realidad cultu-ral no es un simple reflejo de otras instancias,sino una condicin previa para el cumplimien-to de las funciones vitales del ser humano.Adems, contina Echeverria, la dimen-sin cultural no slo es una precondicin queadapta la presencia de una determinada fuer-za histrica a la reproduccin deuna Forma concreta de vida social,sino un factor que es tambin ca-paz de inducir el acontecimiento dehechos histricos. Por ejemplo, enla Rusia de 7917, que econmica ypolticamente era un pas semifeu-dal, pero que culturalmente exiga, segn susintelectuales, hacia decenios, una revolucin.As pues, la dimensin cultural de la existen-cia social no slo est presente en todo mo-mento, como facto que acta de manera so-bredeterminante en el comportamiento co-lectivo e individual del mundo social, sinoque tambin puede intervenir de manera de-cisiva en la marcha misma de la historia.

    Pero para dar cuenta de esta dimensin cu1-tura-l, no es posible hacelo a partir del con-cepto de cultura del discurso moderno, pueses un concepto que de entrada estara exclu-yendo a esas sociedades primitivas, al conside-rarlas atrasadas, con una cultura o cilizacinincipiente, con poca o nula actividad espiritual.Pero sobre todo, porque esre concepto es unconcepto misdficado, que est estrechamenterelacionado a la nocin de espritu, que se su-pone sera el rxgo distintivo de 1o humano.El concepto de cultura en el discurso mo-derno, nos dice Echeverra, se conforma entorno a la conviccin contadictoria de quehay una substancia "espiritual",vacade con-tenidos, que sin regir la vida humana, es sinembargo, la prueba distindva de su humani-dad. Nocin inconsistente que constituye elncleo de la idea de cultura en el discursomoderno, para la cual nla vaciedad aparece

    JI nnL ar go,.'-l.i:i Ntrurmdi

    como gara