Contextualización en torno a la "querella de los métodos".

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CONTEXTUALIZACIÓN EN TORNO A LA QUERELLA DE LOS MÉTODOS Ana Lucía Arango Arias Docente UCP La querella de los métodos i . Durante los siglos XVII y XVIII se constituyen como saberes independientes de la filosofía las ciencias naturales empíricas 1 : La física y la astronomía con Galileo, Kepler y Newton; la química con Lavoisier; la biología con Lamarck y Claude Bernard. A principios del siglo XIX, la física clásica se constituye en una ciencia rectora establecida como modelo de cientificidad, en tanto, se ponen en tela de juicio el futuro y la legitimidad de la filosofía al no poder constituirse como ciencia empírica. En el siglo XIX el espíritu de la obra de Newton permea todas las esferas del pensamiento, se pretende hacer ciencia teniendo en cuenta el precedente de la física experimental, se deben descubrir regularidades en los fenómenos y establecer leyes, la labor de la ciencia no es el establecimiento de las causas detrás de tales leyes puesto que la búsqueda de razones rebasa los alcances del método y en este sentido se daría lugar a la especulación. El proceder de Newton al deducir las leyes de los fenómenos, pretendía, en contraposición al cartesianismo, apartar de la ciencia toda proposición dudosa y no controlable estrictamente por la experiencia. De allí deriva para sus seguidores, una aversión a las teorías, las hipótesis o los sistemas que no se encuentran atados a la experiencia sensible, esto es, a cualquier tipo de pseudo-explicación o especulación metafísica. Será también ésta, la actitud la privilegiada por el positivismo: El oficio de la ciencia no es propiamente comprender, sino solamente conocer: comprobar lo que es y lo que pasa, después descubrir, por métodos probados, cómo pasa, es decir según cuáles relaciones regulares los fenómenos dependen los unos de los otros, de manera que se quede finalmente en situación de prever lo que será 1 No hay que olvidar que en este sentido los griegos ya habían realizado algunos desarrollos con relación a la estática, la astronomía y la geometría.

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CONTEXTUALIZACIÓN EN TORNO A LA QUERELLA DE LOS MÉTODOS

Ana Lucía Arango Arias

Docente UCP

La querella de los métodosi.

Durante los siglos XVII y XVIII se constituyen como saberes independientes de

la filosofía las ciencias naturales empíricas1: La física y la astronomía con

Galileo, Kepler y Newton; la química con Lavoisier; la biología con Lamarck y

Claude Bernard. A principios del siglo XIX, la física clásica se constituye en una

ciencia rectora establecida como modelo de cientificidad, en tanto, se ponen en

tela de juicio el futuro y la legitimidad de la filosofía al no poder constituirse

como ciencia empírica.

En el siglo XIX el espíritu de la obra de Newton permea todas las esferas del

pensamiento, se pretende hacer ciencia teniendo en cuenta el precedente de la

física experimental, se deben descubrir regularidades en los fenómenos y

establecer leyes, la labor de la ciencia no es el establecimiento de las causas

detrás de tales leyes puesto que la búsqueda de razones rebasa los alcances

del método y en este sentido se daría lugar a la especulación.

El proceder de Newton al deducir las leyes de los fenómenos, pretendía, en

contraposición al cartesianismo, apartar de la ciencia toda proposición dudosa

y no controlable estrictamente por la experiencia. De allí deriva para sus

seguidores, una aversión a las teorías, las hipótesis o los sistemas que no se

encuentran atados a la experiencia sensible, esto es, a cualquier tipo de

pseudo-explicación o especulación metafísica. Será también ésta, la actitud la

privilegiada por el positivismo:

El oficio de la ciencia no es propiamente comprender, sino solamente conocer: comprobar lo que es y lo que pasa, después descubrir, por métodos probados, cómo pasa, es decir según cuáles relaciones regulares los fenómenos dependen los unos de los otros, de manera que se quede finalmente en situación de prever lo que será

1 No hay que olvidar que en este sentido los griegos ya habían realizado algunos desarrollos con relación a la estática, la astronomía y la geometría.

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en función de lo que es… la aptitud para la previsión es el objeto último de la ciencia, la posibilidad de la verificación su exigencia primera; todo lo demás es metafísica. (Blanché, 1972, p. 234).

El positivismo es esencialmente una concepción que fue estableciéndose y

evolucionando a través del tiempo, ello implica que esta actitud hacia la ciencia

ha atravesado diferentes fases y ha tenido varias modificaciones hasta

nuestros días. En ese sentido resulta importante circunscribirla entre los siglos

XVIII y XIX para el presente escrito.

Puede señalarse que su origen estuvo ligado a los trabajos de investigación

referentes a la fundamentación de las ciencias empíricas, una especie de

positivismo germinal. Más adelante se puede hablar de un positivismo clásico

que surge con Augusto Comte y sus discípulos y que es reforzado por el

empirismo británico (John Stuart Mill y los metodólogos de la era victoriana) y

por el escepticismo francés del siglo XVII. Posteriormente puede hablarse del

positivismo crítico alemán, surgido en las últimas décadas del siglo XIX y que

será el antecedente del positivismo lógico del Círculo de Viena en el siglo XX.

Si bien el positivismo tiene convergencias con algunas corrientes del

pensamiento, especialmente en lo relacionado con el espíritu de aversión hacia

las especulaciones de la metafísica y las explicaciones teológicas, tal como se

ve en el mecanicismo o en el empirismo entre otros, no debe confundirse con

ellas, pues el positivismo se muestra ante todo, no como una simple teoría del

conocimiento, sino como una filosofía de las ciencias empíricas interesada

sobre todo en investigar acerca de la metodología y la estructura de las teorías

científicas.

Así, las primeras formas de positivismo ya se preocupaban por rechazar las

preguntas que tenían que ver con las causas físicas al igual que toda

explicación de los fenómenos que fuese de orden teológico, metafísico o

teleológico, además de defender que la tarea de la ciencia es el

establecimiento de relaciones lógico-matemáticas entre fenómenos y que la

única forma válida de conocimiento radica en la comprensión científica del

mundo. Unificar conceptualmente a las ciencias a partir del grado de

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abstracción y generalidad alcanzado, será una idea tardía y defendida por una

corriente filosófico-psicológica, cuyos pensadores fueron conocidos como “los

ideólgos”. (Moulines, 1982)

El positivismo clásico como sistema filosófico es fundado por A. Comte; este

pensador es influenciado por la situación general de la física y de la biología de

la primera mitad del siglo XIX, pues durante este período era común aceptar

los fundamentos de las teorías científicas sin cuestionarlos y se pensaba en su

progreso lineal. Él mismo no se dedicó en ningún momento a la investigación

acerca del método o de los fundamentos de las teorías, pensaba que la ciencia

había llegado a un estadio de madurez, un estadio ‘positivo’2.

Para Comte la tarea del filósofo consiste en hacer pasar todas las ciencias del

estadio metafísico al estadio positivo, esto es, cada una de ellas debe reposar

sobre hechos que sean observables y controlables, deberá buscar las leyes

que los rigen y el uso de hipótesis puede ser tolerado siempre y cuando versen

sobre éstas y no sobre sus modos de producción, pudiendo ser sometidas a un

estricto control experimental. De este modo el positivismo clásico está

encaminado a negar, en las ciencias empíricas, todo conocimiento a priori y

que no provenga de la experiencia. Toda teoría que trate acerca de las causas

primeras, finales, de las causas ocultas de los fenómenos o de la estructura

íntima de las cosas es metafísica.

[…] el carácter fundamental de la filosofía positiva es mirar todos los fenómenos como sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento preciso y cuya reducción al menor número posible son el objeto de todos nuestros esfuerzos, considerando como absolutamente inaccesible y vacía de sentido para nosotros la búsqueda de lo que llaman las causas, sean primeras o finales…no tenemos de ninguna manera la pretensión de exponer las causas generadoras de los fenómenos,… sino solamente analizar con exactitud las circunstancias de su producción y referir las unas a las otras por las relaciones normales de sucesión y de similitud. (Comte, citado por Blanché, 1972, p.252).

2 Comte realiza una analogía entre el desarrollo del conocimiento empírico y el desarrollo de la sociedad humana, de este modo establece tres estadios: el teológico o ficticio, el metafísico o abstracto y el estadio científico o positivo, en el cual se han superado los modos de pensamiento de los dos estadios anteriores.

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Comte difiere de los primeros positivistas al plantear que el desarrollo de las

ciencias conserva un ordenamiento temporal relacionado con la complejidad de

sus objetos y metodologías particulares y autónomas, de este modo se llega al

estadio positivo en la medida en que tales objetos adquieren una estructura

simple y regular. Así, la primera de las ciencias empíricas es la astronomía y es

seguida en orden por la física, la química, la fisiología o biología y la sociología,

y dependen, cada una de ellas, para su progreso, del estado de desarrollo que

haya alcanzado la ciencia precedente. Otro punto esencial de divergencia, ya

no solo con los proto-positivistas, sino con los positivistas críticos posteriores,

consiste en la afirmación respecto a que las leyes básicas de una ciencia

empírica madura no pueden ya ser cuestionadas y mucho menos modificadas

pues de ello depende la posibilidad del progreso de la ciencia. (Moulines,

1982).

El positivismo alemán de finales del siglo XIX, puede considerarse producto

del trabajo crítico de físicos importantes como Helmholtz, Hertz, Kirchhoff y

Ernest Mach quien fuera reconocido como su principal exponente. Planteaba

“una reconstrucción crítica y unificada del conocimiento empírico” (Moulines,

1982, p. 314). Respecto a la reconstrucción crítica, al igual que todos los

positivistas precedentes, se pretendía eliminar la metafísica de la ciencia y, a

diferencia de los positivistas clásicos, se consideraba que los cimientos de la

misma son cuestionables e incluso pueden encontrarse en ellos los

indeseables rudimentos de la metafísica; es por ello que los científicos

mencionados comenzaron a ocuparse de investigar los fundamentos

conceptuales y epistemológicos de la física, especialmente de la mecánica.

Con relación a la unificación, en el empiriocriticismo se pensaba una base

común de conocimiento empírico para todas las ramas de la ciencia: los sense

data.

Durante este tiempo se interrogan los conceptos fundamentales de la física

newtoniana3 y la posibilidad de considerar las leyes de la mecánica como

extensivas a todos los fenómenos de la física, lo que contribuyó a socavar la

3 Mach establece que conceptos primordiales de la mecánica newtoniana como masa, tiempo y espacio absolutos y fuerza no son, en realidad, nociones evidentes.

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idea de una ciencia física sólida y firme que pudiera ser modelo y base de

todas las demás ciencias.

Los principios de la mecánica habían sido utilizados en varios campos sin

mayor dificultad, tal es el caso de los estudios sobre acústica, pero cuando se

aplicaron a la termología comenzaron a surgir una serie de problemas

relacionados con la conducción del calor: por un lado, en las investigaciones

realizadas por el matemático Fourier se descubre que el calor se propaga en

una dirección predominante4, contradiciendo los principios de la mecánica por

cuanto ésta: “excluye la existencia de direcciones privilegiadas, así como la

tendencia al equilibrio y la reversibilidad” (Reale, 1995, p. 345); otro problema

consistió en el primer principio de la termodinámica establecido por Joule, en el

cual demuestra que la energía mecánica puede transformarse totalmente en

calor; posteriormente aparece el segundo principio de la termodinámica,

denominado principio de Clausius-Carnot, que consiste en establecer que no

es posible que haya una transformación total de energía térmica en energía

mecánica, lo que implica que un excedente de energía térmica se transfiera al

exterior5.

Así las cosas, Helmholtz no veía en la mecánica la posibilidad de dar una base

firme a las ciencias pues no le era factible extrapolar sus principios para dar

explicación a fenómenos tales como el electromagnetismo y los fenómenos

térmicos.

Ya en Helmholtz […] encontramos una preocupación constante por el problema de lograr una unificación real de las ciencias… fundaba su esperanza … en las nuevas investigaciones que se estaban llevando a cabo a mediados de siglo justamente en la fisiología de los sentidos, … en 1862, lamentaba … la disgregación de las ciencias particulares, que ya en su época era más acusada. Consideraba de necesidad imperiosa el establecimiento de conexiones lógicas entre las diversas

4 Que va desde el cuerpo con la temperatura más alta hasta el que posee una menor, estableciéndose una tendencia al equilibrio. 5 “Nos encontramos así ante el fundamento teórico del problema de la energía: en cualquier transformación en la que esté implicado el calor, se pierde una parte de energía, con lo que aumenta el desorden del universo. Esto comporta una tendencia general hacia un equilibrio final”. (Reale, 1995 , p. 345)

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ciencias… Dado que las ciencias habían crecido tanto en extensión, el establecimiento de la conexión requerida no podía lograrse de una manera directa, sino buscando una base profunda y común que sistematizase todo el conocimiento científico. (Moulines, 1982, p. 315).

Así se comienza a instituir a la biología, por la vía de la fisiología de los

sentidos, en esa base segura tan necesaria para proveer los cimientos

comunes de conocimiento empírico que permitirían la unificación de la ciencia.

La formulación de la teoría de ‘la energía específica de los nervios’, por

Johannes Müller, revolucionaría a la neurología de la época y facilitaría tal

pretensión. Éste eminente fisiólogo fue el padre de una brillante generación

que conecta la fisiología con la física, generación a la cual pertenecen Du Bois

Reymond, Brücke, Ludwig y Helmholtz, quienes se constituirán a su vez en los

maestros de las generaciones de médicos alemanes del último cuarto de siglo,

de las cuales formará parte Freud.

En esa época se constituye el personaje del médico-físico, del cual algunos especímenes son Fechner, Helmholtz o Lotze. Todos llegan a la física por la medicina pasando por la fisiología: la psicología pronto aparecerá como la cuarta estación en ese trayecto. (Assoun, 1981, p. 61)

El estudio de la fisiología de los sentidos admite la tesis mecanicista respecto a

la reducción de todos los fenómenos físicos a la extensión y al movimiento, y

por tanto, se establece el carácter subjetivo de las impresiones que provienen

de nuestros sentidos y nos informan acerca de las cualidades de la materia. El

segundo elemento de esta tesis se convierte en la puerta de entrada a la

psicología pues su apoyo dependería de razones de tal orden, sólo así, se

hace posible la convergencia entre mecanicismo y energética, tal como lo

planteara Helmholtz.

Con el desarrollo de la psicología científica en Alemania, la psicofísica tenía

como interés principal poder establecer las leyes que dan cuenta de la relación

entre un fenómeno físico determinado concebido como excitación causal y el

fenómeno psíquico resultante de tal excitación, concebido como sensación. De

este modo Weber (1795-1878), anatomista, fisiólogo y psicólogo, y

posteriormente Fechner (1801-1887), físico, filósofo y psicólogo, logran

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establecer la ley psicofísica fundamental, planteada por este último al depurar

las investigaciones del primero. Tal ley plantea que “los estímulos crecen en

progresión geométrica, las sensaciones en progresión aritmética, y la relación

entre estímulos y sensaciones está por lo tanto representada por una curva

algorítmica” (Reale, 1995, p. 352).

Puede aislarse así una posición epistémica de este tiempo que consiste en

pensar que tanto los fenómenos naturales como los fenómenos humanos

pueden ser explicados de manera rigurosa. Las teorías fisiológicas y anátomo-

patológicas se inscribirán en esta tendencia asumiendo una postura

mecanicista, la cual implica que todos los fenómenos vitales, incluidos los

psíquicos, pueden ser explicados como resultado de las propiedades físico-

químicas de la materia. Así, no existe una diferente explicación para la materia

viva que para la materia inerte, pues ambas responden a las mismas leyes. No

hay cabida para pensar en un principio o fuerza vital, tal y como lo expone el

vitalismo.

Sin embargo las teorías psicofísicas son duramente criticadas6. Acerca de la

ley de Fechner se señala que pueden ser medidos los estímulos excitatorios en

su carácter de hechos objetivos pero no las sensaciones que corresponden a

impresiones puramente subjetivas y variables de uno a otro individuo o en el

individuo mismo; ello implica una imposibilidad en la aprehensión cuantitativa

de los fenómenos psíquicos como tal y por tanto la equivalencia establecida en

la ley no sería sino una mera convención. (Mueller, 2001)

El fenómeno físico puede ser abordado de manera objetiva pero el fenómeno

psíquico escapa a este abordaje. No obstante, de acuerdo con el recorrido

realizado, la ciencia vigente exige la concordancia de toda investigación

científica con un método determinado -so pena a ser considerado metafísica-.

Aparece de nuevo el problema de la objetividad y la subjetividad en la ciencia

y de los modos de abordaje de los objetos empíricos y, por esta vía, el 6 Desde el ámbito de la filosofía son bien conocidas las críticas realizadas por Bergson en su escrito: Datos inmediatos de la Conciencia. Por su parte en Francia, Marcel Foucault realiza de nuevo las investigaciones que fundan la ley de Fechner y cuestiona la complejidad de los fenómenos sensoriales en sus relaciones con la percepción. (Mueller, 2001, pág 364).

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encuentro con un debate epistémico que se formula en pleno siglo XIX,

conocido como la ‘querella de los métodos’ en la cual se produce el

enfrentamiento entre las tradiciones aristotélica y la galileana7 “acerca de las

condiciones que ha de satisfacer una explicación que se quiera denominar

científica” (Mardones, 1991, pág 20). Tal confrontación tuvo como escenario

inicial8 el surgimiento de las llamadas ciencias del espíritu, humanas o sociales.

Para entender mejor este enfrentamiento vale la pena recordar algunos

elementos centrales que permiten aprehenderla:

En la tradición aristotélica prima la explicación de los hechos sobre la base de

la observación de los mismos, aplicando para ello el método inductivo-

deductivo, en éste, las premisas contienen los principios explicativos, entre los

cuales, no obstante, es indispensable que se establezca una relación causal

con la conclusión acerca del hecho o fenómeno. Tal relación causal puede ser

material, formal, eficiente o final (base de la explicación teleológica), siendo

esta última la privilegiada en esta tradición. Lo anterior implica que la

explicación requiere comprender el telos de los hechos, esto es, para ser

científica debe abordar, de manera necesaria, la finalidad de la ocurrencia de

los fenómenos.

La tradición galileana, como ya se vió, plantea una visión del mundo funcional y

mecanicista cuyo interés de explicación y predicción va unido al interés práxico

de dominio, control y transformación de la naturaleza; se desplaza al mundo

como centro y en su lugar se posiciona el hombre. Aquí se da origen a un

nuevo método, el hipotético-deductivo, que establece los requisitos necesarios

para que la explicación de los fenómenos pueda considerarse científica:

7 En la cual reaparecen planteamientos platónicos y pitagóricos y que, a partir de la ruptura con la tradición aristotélica dio paso a la modernidad y enmarca las condiciones del surgimiento de las llamadas ciencias naturales empíricas a partir del siglo XVII. 8 Esta controversia ha tenido un desarrollo histórico en el cual pueden señalarse, de acuerdo con Mardones (1991), tres fases: La primera, el Positivismo Decimonónica frente a la Hermeneútica; la segunda, el Racionalismo Crítico frente a la Teoría Crítica – Popper Vs Adorno-; la tercera, Intención frente a Explicación, o los diversos juegos del lenguaje frente al modelo nomológico-deductivo.

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[…] va a considerar como explicación científica de un hecho aquella que venga formulada en términos de leyes que relacionan fenómenos determinados numéricamente, es decir, matemáticamente. Tales explicaciones tomarán las formas de hipótesis causales. Pero causal va a tener aquí una connotación funcional en una perspectiva mecanicista. El valor de tales hipótesis […] vendrá determinada por el análisis experimental. Será la comparación de la hipótesis con las consecuencias deducidas mediante la observación de la realidad o la experimentación, la que nos dirá su valor explicativo. (Mardones, 1991, pág.26).

Aproximarse al ideal de ciencia en el siglo XIX, consistía en tomar el modelo

de las ciencias naturales. De este modo la química y la biología –y en ésta

última, la fisiología y la anatomía-, adoptaron la racionalidad y simplicidad del

modelo de la tradición galileana. Otros saberes también pretendieron validarse

como conocimientos científicos que descubren patrones generales y leyes que

establecen el comportamiento en los fenómenos que estudian, tratándose por

lo tanto, de fenómenos condicionados; así la historia y otros saberes sobre lo

humano, serían ciencias objetivas.

No obstante, entre los investigadores de las ciencias naturales empíricas y las

ciencias humanas y sociales no hay un acuerdo en cuanto a lo que debe

entenderse por explicación científica, de este modo, la confrontación se lleva a

cabo entre la explicación causal (Erklären) y la explicación causal teleológica o

comprensiva (Verstehen). Esta diferencia da cuenta de dos posiciones

claramente diferenciadas y diferenciables: El positivismo decimonónico

representado por A. Comte y por J. Stuart Mill y el antipositivismo

decimonónico de Droysen. Simmel, Dilthey, Windelband, Max Weber, Rickert,

Croce y Collingwood, entre otros.

Mardones (1991), indica que los rasgos fundamentales de ambos pueden

sintetizarse así: el positivismo decimonónico se caracteriza por el monismo

metodológico; el modelo o canon de las ciencias es el de las ciencias

naturales, especialmente la ciencia físico-matemática; la explicación debe ser

una explicación/predicción causal; el interés del conocimiento es el de

controlar, dominar y transformar la naturaleza. Por otra parte, el antipositivismo

decimonónico o hermeneútico, puede caracterizarse por su rechazo a estos

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presupuestos positivistas y, en particular, a la pretensión de erigir a la ciencia

fisico-matemática, como ideal para todas las ciencias con su modelo de

explicación causal, al que oponen la comprensión. Para los hermeneutas, las

ciencias naturales y las ciencias humanas difieren, no solo en su objeto

material –fenómenos naturales, fenómenos humanos-, sino también en la

característica de tales fenómenos: los unos repetidos uniformemente y, los

otros, irrepetibles, y como tales, manifestación de la singularidad.

Las ciencias humanas y sociales que siguen al positivismo decimonónico

intentan descubrir leyes generales en los fenómenos que estudian, de tal

manera, que éstos puedan ser descritos, explicados, medidos, cuantificados,

sometidos a predicción y manipulados, pudiendo de este modo escapar a la

especulación de orden filosófico que no puede ser sometida a la verificación

y/o a la contrastación empírica. De otro lado, las ciencias humanas y sociales

que no siguen al positivismo, reclaman un modo de saber autónomo, tal y

como lo propuso Dilthey.

El surgimiento del psicoanálisis tiene como contexto esta controversia. Sin

embargo, Freud piensa su teoría como perteneciente a las naturwissenschaften

pues se adhiere a la concepción del mecanicismo determinista como programa

de investigación a partir del cual puede darse explicación (Erklären) a toda

realidad material.9 Así, el juramento fisicalista de sus maestros H.L.F von

Helmholtz, Ernest Brücke y Du Bois Reymond, como cometido, reduce la

integralidad de los fenómenos a la jurisdicción del método físico-matemático,

motivo por el cual toda forma de saber, si es científica, necesariamente debe

ser ciencia natural.

El Erklären subsume al Verstehen, así la interpretación no es más que una de

las formas de la explicación científica, que la completa y le da contenido. Esto

nos lleva a considerar cómo para Freud, explicación y comprensión no se

oponen sino que se complementan y se alternan en el curso de la indagación

científica, un ejemplo de esto es su libro de 1900: ‘La Interpretación De Los

9 Los fenómenos naturales ya fuesen químicos, físicos o biológicos podrían explicarse a través de las leyes de la mecánica clásica de Newton.

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Sueños’, obra en la que el autor explica cómo se producen los sueños, esto es,

cómo se constituye el sueño, a lo cual llega probando la tesis del sueño como

producto psíquico provisto de sentido y, como tal, consistente en la realización

de un deseo inconsciente. De este modo aclara los procesos que le dan al

sueño su carácter de algo ajeno e irreconocible, los mecanismos de formación

del mismo que son explicados sobre la base de fuerzas psíquicas de cuya

acción conjugada o contraria éste nace. De paso nos presenta cómo el deseo

inconsciente hace parte de la historia particular del sujeto cuyo sentido no es

generalizable a diferencia de los mecanismos que ha aislado para la

explicación del mismo.

[…] en el centro del freudismo hay una problemática energética y una teoría del sentido. Pero Freud nunca se presentó como un sintetizador de la energía y del sentido… ¡Nunca las separó una de otra! Esto es lo que importa para asumir una identidad freudiana y sacar sus consecuencias”… “Naturalismo y Hermenéutica están unidos en Freud como un solo y mismo lenguaje. Ésta es la realidad epistémica freudiana que hay que pensar en su lugar propio (Assoun, 1991, pág. 26).

Es esta la índole de la teoría freudiana que desde su surgimiento ha

ocasionado la necesidad de situarla del lado de alguna de estas dos

tradiciones mencionadas, así, en cada una de ellas se plantea que debe

depurarse o de los planteamientos mecanicistas del siglo XIX o de los restos

metafísicos del discurso filosófico de los hermenéutas.

Teniendo en cuenta esto, podemos plantear que Freud reconocía y compartía

el modelo de ciencia de la modernidad, e incluso, siempre pensó que su teoría

concordaba con esta forma ideal de saber. Del mismo modo, es necesario

reconocer que también se identificaba con la concepción positivista

decimonónica de la Ciencia, en el sentido de adherirse a la idea de concebir el

pensamiento científico como una manera de conocer descriptiva y explicativa

con relación a los fenómenos observados –síntomas de los pacientes- y con un

interés práxico de transformación y control sobre los mismos.

En la Introducción al ‘Proyecto de Psicología para Neurólogos’ (1885), se

puede apreciar de manera clara el propósito de llevar a cabo una explicación

del psiquismo por la vía de procesos y entidades materiales:

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[…] brindar una psicología de ciencia natural, a saber, presentar unos procesos psíquicos como estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables, y hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y exentos de contradicción. (Freud, 1996, pág. 339)

Supone a las neuronas como partículas materiales cuya actividad o reposo se

haya sometida a la ley general del movimiento y puede por tanto considerarse

como una cantidad fluyente de energía física o química eventualmente

cuantificable. De acuerdo con Strachey en el comentario introductorio al texto

de 1914 sobre lo Inconsciente, en la formulación del proyecto Freud no tiene

necesidad de establecer procesos psíquicos inconscientes puesto que “la

cadena de sucesos físicos era ininterrumpida y completa”. No obstante, más

adelante agrega que tal maquinaria de sistemas neuronales resultaba

“incómoda y burda”, esto es, resultaba insuficiente para dar cuenta de los

descubrimientos que la práctica clínica ponía en consideración a su intelecto

por lo cual se hacía imperativo describir los procesos psicológicos en el

“lenguaje de los procesos anímicos”.

Este señalamiento resulta indicativo de un desplazamiento y, por que no, como

lo señala Assoun (1981), de una renovación de su capital epistémico básico

que lo conduce a una independencia de criterio que va a ceñirse a lo que su

objeto le pone de manifiesto. De este modo el lenguaje de los procesos

anímicos es leído por Freud en la conjunción de la teoría anatomopatológica

del cerebro y la clínica: […] la anatomía sigue siendo la base topológica sobre la cual funda sus investigaciones: … la fisiología del cerebro se remitirá igualmente a esquemas topológicos. La clínica sirve, … , para exhibir las leyes anatomofisiológicas: ocupa el terreno de la experimentación clásica… Pero esto determina un esquema dialéctico complejo, … En efecto, tocamos aquí la identidad del enfoque analítico. (Assoun, 1981, pág. 118).

La anatomofisiología y la clínica, el encuentro entre explicación y comprensión,

la inmersión freudiana entre dos modelos explicativos dispares y sin embargo

necesariamente complementarios, que instituyen un dispositivo novedoso en

torno a “una teoría general de las neurosis" de la cual emergerán el papel del

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inconsciente y de la sexualidad. Tal modelo emergente será bautizado por

Freud como Metapsicología.

BIBLIOGRAFÍA:

Assoun, P.L. (1981) Introducción a la epistemología freudiana. México: Siglo

XXI.

Blanché. R. (1975) El Método Experimental y la Filosofía de la Física. México:

Fondo de Cultura Económica.

Bolivar Ochoa, Gerardo (2000). Historia Interna de la Teoría Freudiana.

Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.

Freud, S. (1996) Proyecto de Psicología para Neurólogos. En: Strachey, J.

Obras Completas. Tomo I. Argentina: Amorrortu editores. [Texto original escrito

en 1885].

Freud, S. (1996) Lo inconsciente. Nota Introductoria de James Strachey. En:

Strachey, J. Obras Completas. Argentina: Amorrortu editores. [Texto original

publicado en 1915]

Mardones, J.M. (1991) Filosofía de las Ciencias Humanas y Sociales:

Materiales para una fundamentación científica. Barcelona: Anthropos.

Moulines, C.U. (1982) La Génesis del Positivismo en su Contexto Científico.

En: Exploraciones Metacientíficas. Madrid: Alianza.

Mueller, f.-l. (2001). La Historia de la Psicología. México: Fondo de Cultura

Económico.

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i Este texto se extrae del Capítulo I de la Investigación “Caracterización Estructural de la Teoría del Freud del Trauma Psíquico.