CONFESIN ALQUMICA

CONFESIN ALQUMICA

Reflexionando y sintiendo, me di a cavilaciones sobre mi profesin, record las imgenes cargadas de amor y luces de mis queridos amigos y maestros, a quienes tanto debo, de cuanto estoy siendo. A Fernando Risquez, Jose Luis Vethencourt, Lisandro Lpez Herrera, Don Antonio Garca, Rafael Emilio Lpez Pedraza, Romulo Lander, Gonzalo Himob y a mi querida Magaly Villalobos. Evoque en mi memoria, como todos ellos, de diferentes maneras insistan: es necesario resolver nuestra ecuacin personal, ser fieles a nuestra naturaleza, y coherentes con ella. Solo ahora, aos despus, este pregn, cargado de sabidura, ha hecho eco transformador en m. En los ltimos tiempos, quizs por haber estado cercano a la muerte, por evolucin de vida o por que deba ser, todo en mi fue trastocado, por fuerza me vi transformado. Aqu en Margarita, me sent obligado y a un tiempo animado, a adoptar formas mas libres y consecuentes con lo esencial en mi, mi forma de ser, vivir y trabajar, por ello decid, comenzar a ejercer la psicoterapia, desde lugares aparentemente poco cercanos a la ciencia, cosa que resulta difcil de admitir a casi todos los psicoterapeutas, pero lo cual es un hecho inevitable para todo el que labora en estos oficios del alma, a mi parecer, nuestra profesin por mas que pretenda fundamentarse en la ciencia, se halla mas estrechamente vinculada a lo humanstico, a las artes, a la magia o a la alquimia. Quien me conoce, sabe que desde antes de estudiar medicina, me di a la tarea de resolver mis anhelos espirituales, en lugares remotos y extraos personajes.

He decidido ser autentico, resolviendo mi ecuacin y dilema personal, y sin dejar a un lado los aos de anlisis frudiano y junguiano, las formaciones y toda la medicina que he estudiado, tambin y especialmente, aplicare de manera integral y coherente mis conocimientos de cabala juda y cristiana, de hermetismo y otros destrezas de oriente y de occidente, al servicio del crecimiento como individuos, como vehculo de trascendencia, y particularmente como medio para lidiar con las dolencias y el sufrimiento de estos tiempos, dentro de aquello que lo sagrado permite.

Quien no conoce nada, no ama nada. Quien no puede hacer nada, no comprende nada. Quien no comprende nada, nada vale. Pero quien comprende tambin ama, observa, ve Cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa, ms grande es el amor por ella, mas se la ama y menos se la teme, Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo que las frutillas, nada sabe acerca de las uvas.

Paracelso.

Jaime Casta