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    Las nuevas naciones:Espaa y Mxico 1800-1850

    Jaime E. Rodrguez O.Coordinador

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    Publicaciones del ProgramaIberoamrica: 200 aos de convivencia independiente, 21

    Las nuevas naciones: Espaa y Mxico 1800-1850

    2008 de la presente edicin: Fundacin MAPFRE-Instituto de CulturaAvenida General Pern 40, portal D, 1

    www.fundacionmapfre.com

    2008 de los textos: Sus autores

    Coordinacin editorial: Luis Miguel Garca Mora

    Correccin de textos: Miriam Lpez Daz

    Imagen de cubierta: Jos Mara Avrial y Flores. Vista de la fuente de Cibelesy el Palacio de Buenavista, 1836. Museo Municipal (Madrid).Casimiro Castro. Plazuela de Guardiola, c. 1855.

    ISBN: 978-84-9844-109-3Depsito legal: M-25.380-2008

    Gestin editorial: Cyan, Proyectos y Producciones Editoriales, S.A.

    Reservados todos los derechos. Est prohibido reproducir o transmitir esta publicacin, total o parcialmente, por

    cualquier medio, sin la autorizacin expresa de los editores, bajo las sanciones establecidas en las leyes.

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    ndice

    Prefacio ...................................................................................................................... 11

    Introduccin .............................................................................................................. 13Jaime E. Rodrguez O.

    Sobre nacin, pueblo, soberana y otros ejes de la modernidaden el mundo hispnico ............................................................................................... 19Mnica Quijada

    El pasado de Espaa como objeto: de la Historia general a una Historiade los heterodoxos ...................................................................................................... 53

    Jess Bustamante

    Las identidades nacionales en el marco de una esfera pblica catlica:Espaa y Nueva Espaa durante las guerras de independencia .................................... 75Scott Eastman

    Las instituciones gaditanas en Nueva Espaa, 1812-1824 ........................................... 99

    Jaime E. Rodrguez O.

    De nacin espaola a federacin mexicana. La opinin pblica en la formacinde la nacin ................................................................................................................ 125Mariana Tern Fuentes

    Ciudadanos: ya tenis Cortes. La convocatoria de 1820y la representacin americana ..................................................................................... 145Ivana Frasquet

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    La construccin del nuevo Estado y la fiscalidad: Espaa, 1808-1845......................... 169Juan Pan-Montojo

    Adis a Cdiz: el liberalismo, el doceaismo y la revolucinen Mxico, 1820-1835 ............................................................................................... 191Jos Antonio Serrano Ortega y Manuel Chust

    El liberalismo, el regalismo y el clero en Espaa, 1750-1851 ...................................... 227William J. Callahan

    Los curas y la feligresa ciudadana en Mxico, siglo XIX ............................................. 241Brian Connaughton

    Paisanos y soldados en los orgenes de la Espaa liberal: sobre revolucionessociales, golpes de Estado y pronunciamientos militares ............................................. 273Roberto L. Blanco Valds

    Beber del cliz envenenado: la poltica, la tradiciny el ejrcito mexicano, 1820-1848 .............................................................................. 293Christon I. Archer

    El ejrcito en la Ciudad de Mxico a mediados del siglo XIX: datos y reflexionesacerca de su composicin social .................................................................................. 315Sonia Prez Toledo

    Bibliografa ................................................................................................................. 337

    ndice onomstico ...................................................................................................... 371

    Autores ....................................................................................................................... 383

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    Los curas y la feligresa ciudadana

    en Mxico, siglo XIXBrian Connaughton*

    Este estudio aborda la mudanza del sentido de autoridad en Mxico durante las dcadasque siguieron a la independencia, tomando en cuenta diversas experiencias que invo-lucraban tanto a eclesisticos como a sus feligreses y conciudadanos. El mayor inters esplantear los elementos cambiantes de la legitimidad religiosa en Mxico y sus nexos con latransformacin ciudadana. Tal dinmica ayudar a explicar por qu los eclesisticos pudie-ron jugar un papel fundamental en la transicin poltica de la poca virreinal a la repblicafederal, pero no pudieron seguir ejerciendo un liderazgo similar ante los retos de la moder-nidad decimonnica en que la vecindad comunal de lejano origen se surta de un nuevolenguaje, nuevas instituciones y una normatividad que otorgaban a sus habitantes derechosindividuales dentro de la constitucionalidad moderna. Los nuevos ayuntamientos constitu-cionales herederos de los gobiernos locales virreinales a la vez que producto del liberalismoincipiente seran los representantes habituales de la nueva ciudadana1.

    Clave en este anlisis es considerar que la tradicin, base medular de una polticarutinera o conservadora, haba sido atacada de muchas maneras a lo largo del siglo XVIIIen Espaa y Amrica. La economa haba sido juzgada como un desastre; la poltica vistacomo un desorden; la sociedad estimada sin los incentivos necesarios para su superacin; y lasprcticas religiosas criticadas como hbitos de costumbre que no tocaban atinadamenteni las cumbres de la fe ni los picos de la transformacin tica personal. Las mltiples

    reformas a nivel imperial y novohispano a lo largo de la centuria se postularon sobre lapremisa fundamental de que las cosas no marchaban bien y que era necesario realizar

    * Le agradezco a Jaime E. Rodrguez su sugerencia de que abordara este tema. Deseo expresar tambin mi agradeci-miento a la John Simon Guggenheim Memorial Foundation por su apoyo para la investigacin de este artculo.

    1. Tamar Herzog.Defining nations. Immigrants and citizens in Early Modern Spain and Spanish America. New Haven:Yale University Press, 2003; Jaime E. Rodrguez O. Una cultura poltica compartida: los orgenes del constituciona-lismo y liberalismo en Mxico. En: Vctor Mnguez; Manuel Chust (eds.).El imperio sublevado. Monarqua y nacionesen Espaa e Hispanoamrica. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 2004, p. 195-224, especialmentep. 217-218; AntonioAnnino. Soberanas en lucha. En: A. Annino; L. Castro Leiva; F.-X. Guerra.De los imperios alas naciones: Iberoamrica. Zaragoza: Ibercaja, 1994, p. 229-253. Annino enfatiza la persistencia de los actores colectivos

    dentro de la transicin poltica.

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    cambios acordes con los trascendentales propsitos de salvaguarda y actualizacin de lasprcticas polticas, socioeconmicas, culturales y religiosas del imperio. Los parmetrosde eficiencia y competencia para los portavoces del remozamiento imperial se hallaban

    primordialmente en Francia y Gran Bretaa2. En materia religiosa se quera quebrarlas viejas inercias de la religiosidad barroca de fuerte arraigo popular e instaurar unanueva racionalidad dentro de una fe ms pura y regida por las autoridades eclesisticascorrespondientes.

    Matthew OHara se ha referido al ambiente religioso cada vez ms fluido que se produjo anivel popular en la Ciudad de Mxico como consecuencia de las reformas eclesisticas realizadasall3. Los practicantes locales de una religiosidad barroca y popular fueron presionados por lasnuevas directrices promovidas bajo la gida de las autoridades eclesisticas4. Significativamente,concluye que las prcticas locales se impusieron exitosamente a los esfuerzos por transformarlas

    en la Ciudad de Mxico, mximo eje de las polticas modernizadoras5

    .A nivel nacional tambin hubo indicios, durante la primera insurgencia de Hidalgo ydespus Morelos, y posteriormente en 1821, de que los mexicanos deseaban sustraerse delsistemtico asedio a la tradicin en cuanto afectaba a sus prcticas religiosas. Bajo Hidalgoy Morelos la independencia estuvo asociada con el rechazo al afrancesamiento irreligiosoy la afirmacin de una identidad mexicana eminentemente religiosa. En el peridico La Abeja Poblana, en 1821, un autor todava poda plantear con irona y desprecio, frente aun defensor de las medidas anticlericales de las Cortes, que los mexicanos apreciaban tantosus prcticas religiosas habituales como sus sacerdotes, sin sugerir ni siquiera levemente quehubiera aqu alguna tensin:

    como no hemos llegado al grado de ilustracin o libertinaje de la culta Europa estamos

    muy bien hallados con nuestras ranciedades: con que haya en abundancia quien nos administre los

    sacramentos, quien nos explique la ley del crucificado, eduque a nuestros hijos, cuide a nuestros

    enfermos y dementes, y ruegue a Dios por nosotros en los asilos de la virginidad; de suerte que si a

    esto no se hubiera tocado, tal vez estaramos tranquilos6.

    2. Francisco de Seijas y Lobera. Gobierno militar y poltico del reino imperial de la Nueva Espaa (1702) . Mxico:UNAM, 1986, particularmente p. 190-228 y 246-304; Benito Jernimo Feijo y Montenegro. Teatro crticouniversal, o Discursos varios en todo gnero de materias, para desengao de errores comunes. Madrid: Imprenta Realde la Gaceta, 1773, 8 t.; Jos de Campillo y Coso.Nuevo sistema de gobierno econmico para la Amrica. Mrida:Universidad de los Andes, 1971 (Estudio introductorio por Eduardo Arcila Faras). Esta obra tiene este subttulo:Con los males y daos que la causa el que hoy tiene, de los que participa copiosamente Espaa; y remedios uni-versales para que la primera tenga considerables ventajas, y la segunda mayores intereses; David A. Brading. Orbeindiano. De la monarqua catlica a la repblica criolla, 1492-1867. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, p. 503-520; Luisa Zahino Peafort.Iglesia y sociedad en Mxico 1765-1800. Tradicin, reforma y reacciones. Mxico: UNAM,1996.

    3. Matthew David OHara.A flock divided: religion and community in Mexico City, 1749-1800. San Diego: Universityof California, 2003, p. 227 (Tesis doctoral).

    4. Matthew David OHara.A flock divided [3], p. 181 y 267.5. Matthew David OHara.A flock divided [3], p. 186, 227 y 300.6. J. J. C. Sencillas reflexiones sobre el papel titulado a los sensatos y ciudadanos pacficos.La Abeja Poblana (Puebla).

    1/19, 5 de abril de 1821.

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    Aos ms tarde, en 1851, Luis Gonzaga Cuevas an poda afirmar una visin de loque quedaba de aquel Mxico orgulloso de su catolicidad, en que el pueblo supuestamentevea a sus sacerdotes como guas espirituales y garantes del orden civil: Entre todas las clases

    de nuestra sociedad, el clero es el que ms sobresale por la consecuencia con sus principios,por la obediencia a sus superiores, por la unidad que guarda en toda su conducta, por susservicios desinteresados al gobierno, y porque siempre ser el mejor apoyo de todo orden yde todo sistema que llegue a establecerse7.

    Sin embargo, incluso a los ojos de Cuevas al mediar el siglo XIX, aquella sociedadtradicionalista y profundamente catlica, esa sociedad rancia que caracterizaba a Mxicoal iniciar su independencia, se haba esfumado en medio del influjo externo y el deseoconsiguiente de imitar y adoptar los adelantamientos de otros pases y la felicidad mundanaque se asociaba con ellos8. Pero crea que en un primer momento a partir de 1820-1821,

    ante los decretos que anunciaban reformas clericales, los mexicanos de todas las tendenciaspolticas manifestaron su rechazo: La sociedad mexicana [] no quera perder ninguno delos elementos de su existencia9. Asentaba Cuevas que entonces, mientras se profundizabanlas diferencias exclusivamente polticas entre los ilustrados de aquella poca, el pueblo llanodefendi de manera generalizada los usos y costumbres locales:

    Si los partidos profesaban diversas opiniones, diversa poltica, y pretendan que el movimiento

    general de los pueblos diese el triunfo despus de la campaa a sus directores y doctrinas; la nacin

    ms cuerda, con mejores deseos de orden, y con la sencillez y recto juicio propios de los pases que

    estiman lo bueno y lo verdadero, slo aspiraba a que se conservasen nuestras costumbres, nuestro

    respeto a la religin y a la Iglesia, la unin que tanto haba brillado y ensalzado al pas, y los fueros y

    dignidad de un pueblo independiente con los goces de la libertad civil10.

    Cuevas opinaba, dentro de su deseo de convertir la religin catlica en la piedra angularde la reconstruccin de la paz civil y la fortaleza del pas, que el clero se haba comportadodesde 1821 de una manera apoltica. La posicin elevada que caracterizaba al clero, porencima de la poltica, responda al juicio formado por las autoridades eclesisticas de que lostiempos eran demasiado agitados para justificar su intervencin en los debates pblicos: Elclero conoci bien desde que se estableci nuestro primer gobierno que los cambios que se

    anunciaban y las pasiones que se encendan no le permitiran otra intervencin que la dulcey pacfica de su ministerio, conservando las opiniones que deba tener en defensa de susfueros e inmunidades, pero sin sostenerlos con las armas de los partidos ni con los gritos delas revoluciones11.

    7. Luis Gonzaga Cuevas. Porvenir de Mxico. Mxico: CONACULTA, 1992, II, p. 541. La primera edicin fue de1851 en la Imprenta de Ignacio Cumplido.

    8. Luis Gonzaga Cuevas. Porvenir de Mxico [7], I, p. 258-259; citas en p. 259.9. Luis Gonzaga Cuevas. Porvenir de Mxico [7], I, p. 190.10. Luis Gonzaga Cuevas. Porvenir de Mxico [7], I, p. 219.

    11. Luis Gonzaga Cuevas. Porvenir de Mxico [7], I, p. 289

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    Haba eclesisticos que individualmente defendan las ideas liberales o serviles, perosin pretender nadie ser el rgano de la Iglesia que se mantena a una distancia convenientedel teatro en que se decida la suerte de los gobiernos y de los partidos. El advenimiento de

    la repblica federal no cambi en absoluto esta situacin, en opinin de Cuevas. No era[] el clero en 1824 un elemento con que pudiera contar ninguna opinin poltica, sino enel sentido de que contribuira eficazmente con su doctrina y con su ejemplo a conservar lapaz y el respeto al gobierno y autoridades constituidas12.

    Los deslindes histricos realizados por este connotado autor conservador, en relacincon el Mxico tradicional y el clero, son de gran inters porque reflejan un horizonte yasimismo la discusin que nutri la visin y la expectativa sobre el clero mexicano en lasdcadas que siguieron a la independencia. Para 1823 la polarizacin poltico-religiosa enEspaa, de la que Mxico quiso separarse, haba conducido a la invasin francesa que restaur

    a Fernando VII a su poder absoluto al eliminar la Constitucin gaditana nuevamente, comohaba sucedido antes en 1814. Pero si Mxico obvi en el corto plazo una polarizacin tanintensa como la de Espaa, en realidad las ruedas del cambio ya estaban girando de unamanera ms compleja de lo que sugiere Cuevas. Desde luego, an despus de 1821 siguivigente en Mxico la Constitucin de Cdiz13.

    Mas, desde finales de 1820, cuando apenas se haba legislado en Madrid la expulsinde nuevo de los jesuitas y la supresin de algunas rdenes conventuales, hubo sntomas deque el piso poltico se estaba mudando en Nueva Espaa. Desde diciembre de ese ao sereportaba al virrey conde de Venadito que en Puebla haban aparecido ya pasquines queagitaban en torno a la nueva legislacin. Se le sugera la necesidad de suspender los decretosde Cortes. Ya haba un movimiento de independencia en Guayaquil y poda haber otro enNueva Espaa, pues declaraba el informante:

    parece que las dichosas Cortes no tienen la menor idea de lo q. e. son las Indias y estn

    empeadas en perderlas. Aqu hasta los ms decididos p. r. la unin con Espaa van volteando casaca,

    y los aferrados constitucionales se entibian viendo las consecuencias del sagrado cdigo.

    Mucho temo alguna gran novedad y una sola chispa devora la N. E. segn se le ha inflamado

    con las novedades, al paso que las autoridades no tienen la fuerza14.

    Los pasquines hacan demandas y denuncias que combinaban valores tradicionalescon otros modernos. Uno insista que el ayuntamiento (constitucional) de Puebla actuarapara detener la expulsin de los jesuitas. Otro, que se anunciaba como Vos del Pueblo, exigaque las Cortes oyeran las peticiones al respecto de conservar los jesuitas y que cumplieran su

    12. Luis Gonzaga Cuevas. Porvenir de Mxico [7], I, p. 290-291.13. Felipe Tena Ramrez.Leyes fundamentales de Mxico, 1808-1997. Mxico: Editorial Porra, 1997, p. 115 (Plan de

    Iguala, artculo 20) y p. 118 (Tratados de Crdoba, artculo 12); TimothyAnna.La cada del gobierno espaol en laCiudad de Mxico. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1981, p. 224.

    14. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia Eclesistica, vol. 1: Annimo de Puebla sobre el disgustogeneral que ha causado all la noticia de los decretos de las Cortes contra los eclesisticos pronosticando la suble-

    vacin, 1820, f. 14-54, en particular 15-15v.

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    promesa de no determinar nada en orden a nuestras [A]mricas hasta que lleguen nuestrosdiputados. Agregaba que:

    Si [las Cortes] desprecian los remordimientos de sus conciencias y son tan tibios en nuestrareligin, todava hay en nosotros algn celo y en fuerza de sta a nombre de la nacin y porque

    primero fuimos catlicos que buenos vasallos suplicamos se suspenda en un todo la marcha de

    los jesuitas [] dndose cuenta a las Cortes no ser voluntad de [A]mrica que se ejecute sta ni el

    serrar los noviciados, pues si los americanos somos dbiles en materias polticas en las religiosas somos

    valerosos soldados. Religin o muerte.

    El tercer pasqun denunciaba los impos decretos de Cortes e invocaba esforzar la vozcomo la trompeta de Ezequiel para detenerlos. El cuarto cuestionaba la falta de actuacin

    de las autoridades eclesisticas: Por qu se mantienen en silencio los obispos, curas y demssacerdotes viendo los impos decretos?. El quinto llamaba a la desobediencia civil incluso siprovocaba un bao de sangre:

    Oye ilustre pastor americano que todo monasterio sea extinguido,

    de tus tristes ovejas el balido, lo ha autorizado el papa? No, es muy humano.

    con que el favor impetran de tu mano No, no debe ser obedecido,

    que suspenda la presa que atrevido s, no obedezcas prncipe diocesano

    intenta hacer el lobo ms tirano. muere con tus ovejas al partido

    Con otros mucho que se ha unido no temas a ningn Diocleciano,

    ste es aquel Voltaire luterano con catlica sangre sea ungido

    favor de los secretos que han venido todo este basto suelo indiano

    opuestos a los dogmas de cristianos que jams por su ley cobarde ha sido15.

    En estos pasquines se mezclaba temerariamente el apego a la tradicin con unactivismo pretendidamente popular y representativo. Ciertamente en situaciones como staque se present en Puebla augurando un estallido, en 1820-1821, los obispos y cabildoseclesisticos actuaron con gran discrecin, colaborando con las autoridades civiles paramantener la calma y evitar el desborde de sentimientos religiosos en el debate poltico, tal

    y como lo planteaba Luis Gonzaga Cuevas. Mas, debido a sus esfuerzos, Lucas Alamn ymuchos otros hallaron que el disgusto popular ante los aludidos decretos de Cortes alimenty dio sentido al movimiento que desemboc en la independencia de Mxico bajo el Ejrcitode las Tres Garantas: religin, unin e independencia, en 182116. La religin sala en talescontextos de una ordenada jerarqua gobernada por el obispo y el cabildo y los nacientesciudadanos mostraban que ellos mismos posean ideas firmes sobre el papel que deba jugar

    15. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia Eclesistica, vol. 1, Annimo de Puebla [14], p. 17, 18,21, 22, 54.

    16. LucasAlamn.Historia de Mxico. Mxico: Editorial Jus, 1969, V, p. 15-38, 72 y 79.

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    la fe y sus mximos representantes en la vida de Mxico. Podan incluso llamar a cuentas asus ministros eclesisticos.

    A la vez, para complicar las cosas, las autoridades eclesisticas actuaban a menudo

    de un modo poco preciso, inclinndose primero en un sentido y luego en otro. Antes deapoyar la repblica federal en 1824, el obispo de Puebla, Antonio Joaqun Prez Martnez,fue detenido entre abril y diciembre de 1823 en la Ciudad de Mxico por su relevanteidentificacin con el rgimen imperial. Asimismo, el gobernador de la mitra de Puebla,Manuel Posadas, fue obligado a renunciar a su cargo en septiembre de 1824 debido a lostemores gubernamentales en torno a su fuerte orientacin iturbidista, a pesar de sus profusasaclaraciones sobre su cambio de parecer poltico17. Ms adelante, el provisor gobernadorde la dicesis de Guadalajara, Diego Aranda, se pronunci fuertemente en contra dellevantamiento de Antonio Lpez de Santa Anna el 25 de septiembre de 1828, cuando ste

    atentaba contra el Gobierno del presidente Guadalupe Victoria. Aranda denostaba contralos partidos y la divisin y hablaba a favor de la Constitucin y las autoridades establecidas.Atacaba al inters privado y a los que alucinan al pueblo; abogaba entonces por lamoral de la opinin, que debemos conformar con la de la suprema autoridad: este es nuestroprincipal deber, todos a proposicin lo tenemos que cumplir y del celo pastoral de los prrocosy dems eclesisticos inculcarlo constantemente a los fieles, como lo espera este gobiernoeclesistico18. Sin embargo, cuando el siguiente presidente de Mxico, Vicente Guerrero,fue depuesto por un golpe de Estado que otorg a su vicepresidente Anastasio Bustamanteel control del Poder Ejecutivo, el gobernador de la mitra de Guadalajara, Miguel Gordoa,felicit con entusiasmo a Bustamante. Aprovech la oportunidad, asimismo, para hacer unbreve cotejo de las libertades civiles bajo Guerrero y bajo el vicepresidente, comparacin quefavoreca a ste, y pidi al nuevo gobierno que brindara apoyos especiales a la Iglesia para laresolucin de diversas cuestiones pendientes19.

    Este comportamiento dispar al ms alto nivel de autoridad en la Iglesia se volveracomn. Un escritor de medio siglo tratara de esclarecer el problema de fondo que dabalugar a tal anomala:

    Las creencias religiosas y el culto pblico, la inteligencia y el saber, la produccin y el cambio

    obran activamente en la economa social; y su desarrollo establece relaciones pblicas y cra intereses

    comunes, que necesitan encontrar en la Constitucion su frmula, y bien definido el ttulo de seguridad,que los preserve, a fin de que sea completa y eficaz la garanta de la universal representacin poltica.

    17. Brian F. Connaughton. A most delicate balance: Representative government, public opinion, and priests inMexico, 1821-1834. Mexican Studies / Estudios Mexicanos(Berkeley). 17/1 (2001), p. 41-69, particularmentep. 63-64; Brian F. Connaughton. La Secretara de Justicia y Negocios Eclesisticos y la evolucin de las sensi-bilidades nacionales: una ptica de los papeles ministeriales, 1821-1854. En: Manuel Ramos Medina (comp.).

    Historia de la Iglesia en el siglo XIX. Mxico: Condumex, 1998, p. 127-147, en especial p. 131-132.18. DiegoAranda.El provisor gobernador de la dicesis al venerable clero y dems fieles. [Guadalajara]: Imprenta a cargo

    de Orosio Santos, fechada el 25 de septiembre de 1828.19. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 17: El gobernador de la mitra de Guadalajara

    felicita al supremo gobierno por los ltimos acontecimientos de resultas del Plan de Jalapa, 1830, f. 178-183, par-

    ticularmente f. 180-182, en Brian F. Connaughton. A most delicate balance [17], p. 66-67.

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    No basta otorgarla al nmero; porque as slo se considera al individuo, y se desprecia la sociedad:

    se mira al hombre en un quimrico aislamiento, y se desconoce el vasto conjunto de las relaciones

    sociales.

    [] la Iglesia mexicana ha sido uno de esos grandes y esenciales [intereses comunes] de nuestrasociedad, que no han tenido lugar en la representacin poltica, bajo ninguno de los sistemas que

    nos han gobernado. Y no debe ser ya un misterio la causa, que ha hecho de su existencia una vida de

    dolor y de amargura, de perpetua lucha y de sufrimiento inaudito. En los errores y en la perversin

    de las ideas polticas, que nos leg la filosofa del pasado siglo, han hallado los ms de los hombres

    influentes en la direccin de nuestros negocios la preparacin conveniente para consumar la obra de la

    eliminacin completa de la Iglesia, en la galera de todas las instituciones, que constituyen y sustentan

    el edificio de nuestra actual asociacin, que es la absurda perfeccin poltica y administrativa a que

    aspiran: porque en materia de organizacin social, nada ha valido para los directores de la infelices

    Mjico el respeto de lo existente, ni la cuestin de la actualidad20

    .

    Dicho de otra manera, desde esta perspectiva la Iglesia no posea realmente unapresencia garantizada en el pas, y la inseguridad resultante justificaba su actuacin en defensapropia. El artculo tercero de la Constitucin haba resultado uno de esos dones funestosque otorgaban ms bien poder sobre la Iglesia a los sucesivos gobiernos e introducanincertidumbre a todos los niveles. Segn el autor de Un voto independiente: Despusde treinta aos de vida nacional y de ensayos legislativos, solo contamos con una ley sobreprovisin de obispados; y ni los pastores aciertan en la conducta que deben observar con elpoder, ni ste sabe hasta dnde llega su facultad respecto de ellos; porque las relaciones deambas potestades no tienen esfera determinada, y obran en el crculo de la ms indefinida yarbitraria interpretacin21.

    Este problema de incertidumbre de lmites sobre las esferas propias de los podereseclesistico y civil, en medio de una frecuente confusin y repetidos choques, es unproblema que vena agrandndose desde las reformas borbnicas. Rebasaba ampliamente losplanteamientos de Luis Gonzaga Cuevas y su visin de una agitacin social que induca alclero a la neutralidad poltica. La incertidumbre se reproduca a otros niveles de la sociedadmexicana. Cuevas no parece haber entendido que esta coyuntura incierta culminaba unahistoria de conflictos pero echaba races ms profundas. Por un lado, las autoridades

    monrquicas haban dirigido una campaa de depuracin religiosa y supeditacin de la Iglesiaa las directrices polticas estatales a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX. Por otro,el catolicismo que rega histricamente en Mxico no era el que en esos momentos imponaPo IX, basado en un marcado centralismo, una verticalidad del poder y cierta distanciafrente a la autoridad poltica. El catolicismo histrico de Mxico llevaba larga trayectoriade mancuerna y piques, no precisamente de distanciamiento, frente al poder poltico. Era

    20. Un voto independiente, en la cuestin del juramento del ilustrsimo seor obispo de Michoacn, lic. D. Clemente Mungua .Morelia: Imprenta de Ignacio Arango, 1851, p. 8 y 11.

    21. Un voto independiente [20], p. 14.

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    bastante descentralizado y regido por prcticas populares y por las nociones que las personasy comunidades tenan de sus derechos como miembros de la grey. La impugnacin de laautoridad eclesistica y de las directrices de la poltica implantada por los eclesisticos a todos

    los niveles, as como el cuestionamiento del comportamiento moral de los sacerdotes, eranconductas centrales en las relaciones entre laicos y clrigos. Y tambin lo eran las discusionesen torno a la conducta moral y religiosa de los gobernantes, tradicin que culminara antesde la independencia en el gran escndalo suscitado por las noticias y chismes que llegaban aNueva Espaa sobre los sucesos en la corte de Carlos IV22.

    El siglo XIX dara renovada vida a esta compleja y a menudo tensa relacin en mediode una marcada inseguridad jurisdiccional. La evolucin de la cultura poltica aadiranuevas dimensiones ciudadanas de soberana popular, opinin pblica, responsabilidadindividual y libertad e igualdad republicana a la conflictiva vivencia sociopoltica. Apenas s

    se trazaba el deslinde entre religin y vida cvica. En este contexto, los sucesos cotidianos queinvolucraban el roce de feligreses y curas mostraban que Luis Gonzaga Cuevas era demasiadooptimista al hablar de un clero que conoca su justo papel en la sociedad, siquiera a escaladiocesana y nacional. Asimismo, destaca la importancia de la perspectiva de MatthewOHara al subrayar el persistente nfasis en intereses y gustos locales en el comportamientode los catlicos mexicanos frente al clero y las directrices diocesanas. El advenimiento denuevos parmetros de la vida civil en el perodo postindependiente agigant la inseguridadque vivan los prrocos desde tiempos borbnicos y potenci a los pueblos catlicos y susrepresentantes al dotarles de un nuevo lenguaje de libertades y flamantes ayuntamientosconstitucionales. Esto suceda mientras la autoridad episcopal postindependentista careca declaros lindes jurisdiccionales y estaba debilitada por la guerra de independencia y diezmadapor la muerte o exilio de los diocesanos. Apenas poda reconstruirse paulatinamente a partirde 1831 con el nombramiento de los primeros obispos nacionales. Sin embargo, desde 1823hasta el 31 de mayo de 1840, cuando fue consagrado como arzobispo Manuel Posada yGarduo, faltaba esta mxima figura eclesistica en la archidicesis de Mxico. La relacinEstado-Iglesia nunca fue precisada en un concordato con el papa.

    22. Dorothy Tanck de Estrada. Pueblos de indios y educacin en el Mxico colonial, 1750-1821 . Mxico: El Colegiode Mxico, 1999; David A. Brading. Una Iglesia asediada: el obispado de Michoacn, 1749-1810 . Mxico: Fondode Cultura Econmica, 1994, p. 449-530; William B. Taylor. Ministros de lo sagrado. Mxico: El Colegio deMichoacn, Secretara de Gobernacin y El Colegio de Mxico, 1999, 2 vols.; William B. Taylor.Entre el procesoglobal y el conocimiento local. Mxico: UAM-I, CO NACYT, Miguel ngel Porra, 2003. Para escndalos en tornoa Carlos IV, vase Gabriel Torres Puga. Beristin, Godoy y la Virgen de Guadalupe. Una confrontacin por elespacio pblico en la Ciudad de Mxico a fines del siglo XVIII. Historia Mexicana (Mxico). LII/1 (2002),p. 57-102; M arco AntonioLandavazo Arias. La mscara de Fernando VII: discurso e imaginario monrquicosen una poca de crisis. Nueva Espaa, 1808-1822. Mxico: El Colegio de Mxico, Centro de Estudios Histricos,Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, El Colegio de Michoacn, 2001; F. M. G. N.Defensa de losbienes de la Iglesia catlica apostlica romana. Mxico: impreso por D . Alejandro Valds el ao de 1820 y reimpreso

    por J. M. Lara, 1847.

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    Ayuntamientos cristianos y curas ciudadanos: a quin correspondela moral y la iniciativa?

    Hay muchos ejemplos de cmo vertientes catlicas distintas entraron en conflicto en estosaos: un catolicismo laico y lugareo, uno sacerdotal privilegiado pero de inciertaraigambre, otro ms de funcionarios civiles y a veces eclesisticos. Un caso paradigmticode esta compleja dinmica a nivel local, que confunda tanto a autoridades eclesisticas yciviles como a feligreses-ciudadanos, se daba todava a fines de 1823 y principios de 1824,

    justo antes de que Mxico tuviera su primera Constitucin como pas independiente.Se haba desatado un tremendo pleito entre el ayuntamiento y vecinos de Coatepec delas Harinas, cerca de Zacualpan, en el actual estado de Mxico, y su cura Jos RafaelTrujillo. Al decir de los primeros, Trujillo haba abusado del plpito para denunciar a

    miembros del ayuntamiento y particulares del pueblo por un diferendo en materia de unadeudo asociado con el arancel eclesistico23. Los enfurecidos denunciantes alegaban queel cura les echaba a los indios, mujeres y jvenes en su contra mediante sus persuasivosy seductores comentarios desde la ctedra de la verdad, como llamaban al plpito losenojados feligreses-ciudadanos. Sentan que el cura hbilmente asuma la representacinde la voluntad del pueblo, dejando a los quejosos muy mal parados. Adems, semolestaban porque el cura, apegndose a los principios constitucionales en vigor desde laConstitucin de Cdiz de 1812, insista en tratar a los indios como simples ciudadanos,cobrndoles el arancel completo en materia de servicios eclesisticos. Curiosamente, elayuntamiento constitucional quera perpetuar privilegios especiales para los indios. Laconfrontacin llegaba a tal grado que el alcalde de Coatepec le prohibi al cura el usode la plaza para realizar una procesin religiosa. Se acusaba asimismo al cura de que serefera en sus sermones a los miembros del ayuntamiento como herejes y excomulgados;mientras tanto, aquellos le denunciaban por haber extrado paramentos de la Iglesia local,haber faltado al deber del delicado puesto de pastor de almas y haberse convertido enperturbador del orden social. Los feligreses-ciudadanos aseguraban que por estas y otrasfaltas el cura est incurso en el anatema.

    Este caso es significativo no slo por su fuerte tono de confrontacin, o la forma en quelos miembros del pueblo plantearon que el cura era un invitado para servir en un templo

    que los feligreses locales haban costeado de diversas maneras. Es igualmente llamativo el re-curso de los denunciantes laicos o civiles a una clara explicacin del precepto de la misa enrelacin con la vida, pasin y muerte del Salvador del Mundo, as como su identificacindel sermn como la ctedra que nadie puede contradecir y que se apuntaba claramentea modelar las costumbres y retraer del crimen al extraviado, todo para exigir un cabalcumplimiento en ambas materias a su cura. A la vez que algunos de sus dichos hacan eco de

    23. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos por pesos, caja 5, exp.33: Expediente formado a pedimento de don Antonio Jurez, sobre capitulaciones contra el cura del pueblo de

    Coatepec de las Harinas, bachiller Jos Rafael Trujillo, 1824.

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    pleitos coloniales, los feligreses-ciudadanos pretendan remontar los tiempos al afirmar quelos excesos del cura simultneamente impugnaban el sistema de libertad e independenciay asestaban un claro dao a la religin.

    El cauce legal del conflicto de Coatepec llama medularmente la atencin. El promotordel provisorato exigi que se hicieran formales cargos contra el cura Trujillo, no considerandoentre tanto justo como procedimiento que se nombrara un coadyutor para la parroquia nise arraigara a Trujillo en la capital contra su voluntad. Estimaba el promotor que a nadie ymucho menos a un prroco encargado de cura de almas se poda privar de derechos antesde ser odo y vencido en juicio. Pero el promotor insista que en ocho das el cura Trujillose presentara en Mxico, dejando en la parroquia un vicario de su confianza mientraspresentara declaracin y confesin con cargos. Sin embargo, incluso antes de que estopasara, el promotor recomendaba que se celebrara una comparecencia del cura, acusado, y

    del apoderado del ayuntamiento, con el saludable objeto de avenir, y transar [transigir] laspartes, y cortar por convenio este asunto, si fuera posible en bien de la paz y la tranquilidadde ambos interesados. Se percibe aqu una gil transicin jurdica entre el rgimen colonialy el independiente como la ha sealado Michael Scardaville para la justicia criminal civil24.

    El intento del promotor fiscal de llegar a un entendimiento no desemboc en unarreglo definitivo y los problemas seguiran un tiempo, pero las autoridades de Coatepecde las Harinas quedaron a gusto con el vicario que les toc mientras tanto, al grado de quelo llenaron de encomios, citando sus muchas buenas obras, sealando su conducta para elejemplo de muchos curas y emulacin de pastores, y llamndolo la columna principal denuestro remedio en que aseguraban que se haba zanjado la divisin del pueblo en partidosy restaurado la fraternidad religiosa. El ayuntamiento constitucional acabara abogandopor que se quedara como cura prroco del pueblo el vicario sustituto del padre Trujillo.

    Entre otras cosas, este conflicto muestra que rega un claro sentido jurdico y de justiciaen las relaciones entre curas y feligreses sancionadas por las autoridades eclesisticas. Losfeligreses, por su lado, se demostraron capaces de distinguir claramente entre personalidadeseclesisticas; establecer sus derechos y deberes como ciudadanos y como fieles, aunque stosquiz fueran demasiado entretejidos; identificar el significado de elementos clave de lasactividades eclesisticas como el oficio de misa y la predicacin; y sostener una confrontacinprolongada mediante formales trmites con las autoridades arquidiocesanas correspondientes.

    Vale la pena subrayar la palpable confusin a este nivel local entre lo ciudadano y lo religioso,que daba lugar a la interferencia de las autoridades ciudadanas en materia religiosa, es decir,aquella dinmica que aos despus sealara el autor ya referido de Un voto independiente. Estaconfusin se volvera un aguijn. En 1861 el obispo de Guadalajara, Pedro Espinosa, analizaraesta problemtica a nivel nacional desde la perspectiva de su exilio en Estados Unidos. En susucinto estudio de la situacin imperante en aquel pas sugera que la mancuerna Estado-Iglesia

    24. Michael C. Scardaville. Los procesos judiciales y la autoridad del Estado: reflexiones en torno a la adminis-tracin de la justicia criminal y la legitimidad en la Ciudad de Mxico, desde finales de la colonia, hasta principiosdel Mxico independiente. En: Brian F. Connaughton (coord.). Poder y legitimidad en Mxico en el siglo XIX.

    Instituciones y cultura poltica. Mxico: UAM-Iztapalapa, Miguel ngel Porra, 2003, p. 379-428.

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    en Mxico sala muy cara a sta. Por contraste, se maravillaba en su comunicacin al tambinexilado arzobispo Lzaro de la Garza de que en el vecino pas protestante de Estados Unidos,en plena guerra civil, haba absoluta libertad e independencia de la Iglesia. Sin pasar siquiera

    un simple aviso a la autoridad civil ni aun por las circunstancias de la guerra, el arzobispoconvoca a sus sufragneos, stos se renen, celebran su concilio con toda solemnidad, y laautoridad civil no se cree con derecho a hablar una sola palabra25. Lamentaba, a la luz deestas reflexiones, la fase turbulenta de Mxico.

    Las constituciones del Mxico decimonnico, incluso la de 1857, propiciaron la con-fusin en la relacin entre religin/Iglesia y poltica/identidad nacional. Si Mxico era unanacin que se defina por su catolicismo, como proclamaron las constituciones de 1824, 1836y 1843, entonces desde las cartas constitutivas del pas se introducan conceptos metapolticosy los referentes jurdicos que le fueron propios. Pero incluso si las esferas poltica y religiosa se

    separaban, como lo sugeran los silencios de la Constitucin de 1857, esto no obstaba para quelos polticos a diferentes niveles se ocuparan de atender las necesidades religiosas de los pueblosbajo su jurisdiccin, todos catlicos, como una demanda ciudadana insoslayable26. La largahistoria de las infructuosas negociaciones en torno a la firma de un concordato con el Vaticanoda relieve a este problema en el mbito diplomtico. Pero a nivel nacional y local producatanto alianzas fortuitas como dinmicas de incomprensin y resentimiento.

    En un litigio a mediados de los aos veinte, el apoderado de los quejosos ciudadanosfeligreses del pueblo de San Juan Bautista Quesala, en el curato de Coatepec de los Costales,se quejaba de la conducta de su cura. Para 1827 el pleito segua y un juez de Teloloapandel partido de Zacualpan informaba al subprefecto que estamos en el caso de que nuestropaternal gobierno en obsequio de aliviar y pacificar corporal y espiritualmente a los miserablespueblos de Coatepec y anexos exige del Eclesistico la buena administracin de justicia queparece se les deniega segn instruyen los documentos que acompao a usted.

    En sus acciones el cura era acusado de atentar contra la autoridad del ayuntamientoconstitucional de Teloloapan al no respetar debidamente a uno de sus miembros, despusde que los nuevos integrantes del mismo le denegaron un oficio pidiendo la reconciliacincon sus feligreses. Si bien el ayuntamiento reconoca que el cura se quejaba de que no leobedecen y respetan, ya que le usurpan sus derechos parroquiales y por ltimo que le amagancon la muerte, peda al subprefecto de Zacualpan su remocin. ste, actuando ante unos

    eventos que se volvan cada vez ms embrollados y de fuertes confrontaciones, intervino deuna manera contundente. Notando que el mal comportamiento del cura haba comenzadoen su parroquia anterior dentro del partido, el subprefecto asent en un comunicado alprefecto de Taxco que la verdadera causa del problema se hallaba en la indebida lenidadde la Curia, de modo que era necesario que el supremo gobierno interponga o ejerza su

    25. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Secretara Arzobispal, correspondencia, caja 103,exp. 18: Apuntes del Sr. obispo de Guadalajara sre. Progreso del catolicismo en los Estados Unidos, 1861.

    26. Brian Connaughton. Soberana y religiosidad. La disputa por la grey en el movimiento de la Reforma. En: AliciaTecuanhuey (coord.). Clrigos, polticos y poltica. Las relaciones Iglesia y Estado en Puebla, siglos XIX y XX. Puebla:

    Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP, 2002, p. 101-121.

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    potestad tuitiva para el remedio de estos y otros daos experimentados en algunos curatosdel partido.

    Para complicar ms las cosas, justo en este momento el cura acusado dirigi l mismo

    una larga carta al prefecto de Taxco explicando que el problema vena de aos antes, desdela guerra de independencia, cuando l serva la causa de la patria y sus contrincantes la deEspaa. Al volverse sus adversarios jueces de Teloloapan, hallaron el medio de hacermepedazos y le cerraron las puertas de la justicia en Teloloapan y Quesala, dejndolo a laderiva. Acudi a todas las instancias, incluso en Zacualpan y Taxco, pero sin xito. En elfondo, vea un rechazo a la autoridad de los curas. Los feligreses no pagaban los aranceles nilos derechos de costumbre, pero eso s exigan al cura que no falte en nada y que siempreest obligado a todo servicio personal que est abolido por la ley del arancel y por el novsimodel gobierno. Segn la denuncia del cura, los feligreses haban pasado de la insubordinacin

    a la insolencia y las autoridades locales en Quesala estaban ya cobrando derechos eclesisticosy organizando los servicios religiosos a espaldas de l27.ste y otros casos ponen en relieve un sutil pero conflictivo cambio de valores. William

    Taylor ya haba detectado que, en el borroso lmite entre lo sagrado y lo profano, el temor a laprdida de autoridad espiritual agitaba profundamente a muchos curas al finalizar la poca colonial.Destacaba el papel en este respecto de la legislacin borbnica y la actuacin consiguiente desubdelegados y tenientes en afirmar la voluntad del rey a nivel local. En este contexto, proliferaronlos litigios entre los pueblos y sus curas como nunca antes. A partir de la independencia, en pleitossimilares que atentaban contra el poder espiritual y civil de los curas, la actuacin impugnadorade ayuntamientos sobrepasaba a la de prefectos y subprefectos mientras era de lo ms comnver los pueblos divididos en partidos28. Parece que estaban cundiendo a nivel local algunosde los planteamientos evidentes a partir de 1813 cuando se cuestion abiertamente el perfilidneo del buen cura y se exigi que asumiera responsablemente su carcter ciudadano comolo requeran los nuevos tiempos constitucionales29. A veces, como lo ha mostrado Taylor parael perodo borbnico, los nuevos valores se confrontaron a travs del pleito fsico30. Declar uncura en su defensa en 1827 que si bien l haba sido arrestado previamente al litigio en curso, fueporque en una tienda donde concurran varios eclesisticos y seculares decentes a pasar el rato enconversacin, un oficial comenz a injuriar a los eclesisticos en general atribuyndoles delitos yescndalos de mucha gravedad. Al defender al clero de tales cargos, el oficial le haba amenazado

    con un sable y tras esta exaltada confrontacin l fue llevado preso al Colegio de la Cruz31.

    27. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 18, exp. 2: Expediente instruido por esta prefectura de Taxco, a consecuencia de quejas de los feligreses deD. Jos Mara Herrera Sariana, cura de Coatpec Costales, 1827.

    28. William B. Taylor.Ministros de lo sagrado [22], I, 245, 295 y 343, cita en 232; William B. Taylor. El camino delos curas y de los Borbones hacia la modernidad. En: lvaro Matute; Evelia Trejo; Brian Connaughton.Estado, Iglesia

    y sociedad en Mxico. Siglo XIX. Mxico: UNAM, Miguel ngel Porra, 1995, p. 81-113, particularmente p. 101-102.29. Brian F. Connaughton. El cura prroco al arribo del siglo XIX: el interlocutor interpelado, ensayo aceptado para

    publicarse prximamente en el Instituto de Investigaciones Histricas, UNAM.30. William B. Taylor.Entre el proceso global [22], p. 338-339.31. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos, caja 18,

    exp. 1: Sobre el Presbtero don Jos Joaqun Monterde, recluso en el Colegio de la Cruz, acusado de varios excesos, 1827.

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    En la parroquia de Aculco las tensiones eran ms sutiles. Segn varios testimonios, alcura Antonio Martnez le gustaba beber y cantar tocando la guitarra o la vihuela. Se hacaacompaar por una seora Dolores con quien haba tenido una hija pero, al parecer, ya slo

    vivan en la misma casa como amigos. A travs de los documentos, Martnez tiene el aspectode una persona temperamental, colrica y conflictiva, muy preocupado por su presenciapblica, pero eminentemente humano. Varios vecinos, sin embargo, se lamentaban no slode sus desmanes sino de su descuido del culto: se quejaba uno de que el culto divinoha ido de malo en peor desde que est el seor cura. No faltaba la clsica denuncia deexcesos en el cobro de derechos parroquiales y una carta dirigida al provisor recalcaba quela embriaguez del cura y su mantenimiento pblico de una concubina eran un escndaloinsoportable: Aun cuando ambos crmenes sean falsos y supuestos, ninguna duda cabe enque el pueblo se halla en la persuasin de que son ciertos e innegables; y si los fieles tienen

    derecho a contar para su edificacin con el buen ejemplo de sus curas, slo V. S. puede consu autoridad, tino y prudencia facilitar a los de Aculco este gran bien.Martnez fue llamado perentoriamente a Mxico por tales denuncias, con el deseo

    de que su ausencia permitiera una indagacin ms libre y sin posibles intimidaciones a losfeligreses. Cabe destacar que el provisor exiga que el ayuntamiento emitiera un informesobre los sucesos aludidos. Entre tanto, Martnez se puso a la obra para defenderse. Encarta al provisor, explic que haca cuatro aos se haba granjeado el odio de muchos desus feligreses por haber defendido de la muerte a un espaol que perseguan en la localidad.Despus, otro tanto pas cuando ayud a un campechano, defendindolo del despotismo yarbitrariedad de unos vecinos que confundidos por su acento porteo le atribuyeronalistados de emisario, gachupn, escoses [escocs], hasta el grado de conseguir orden paraponerlo preso32. No dejaba el cura de mencionar que sus feligreses le adeudaban ya unoscinco mil pesos. Tambin expresaba Martnez al provisor que se haba puesto en contactocon la parte sana del pueblo y recogido una representacin a su favor por tales personas,pero tema que su defensa causara asimismo la denigracin al estado eclesistico pbulopara nuestros contrarios.

    Martnez haba solicitado astutamente al alcalde constitucional primero de Xilotepec,sede de la subprefectura, una constancia a su favor, que ste elabor mencionando lacumplida labor pastoral del cura as como la general estimacin de sus feligreses y las

    notables virtudes patriticas que tiene acreditadas a toda prueba. Pero tal representacinmolest al provisor que consideraba que Martnez haba formado un partido entre susmismos feligreses para que representen en su favor, y entorpecer por este medio la separacindecretada [de su parroquia].

    El provisor exiga la perentoria presentacin del cura en el provisorato. Simultneamenteautorizaba una sumaria en la localidad para determinar los hechos. Poco despus sabra elprovisor que, segn los testimonios levantados, Martnez haba desafiado a sus contrariossaliendo la noche anterior a su partida para Mxico a correr gallo por las calles armado

    32. En Mxico haba dos logias masnicas en este perodo, una era la logia escocesa y la otra, la logia yorkina.

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    y acompaado por msicos. Segn los testigos, se pasaban los msicos a cantar versos dedespedida en las casas de los amigos del seor cura y a cantar versos irritantes en las casas de losque cree [el cura] ser sus enemigos. Al parecer, al mismo tiempo el padre Martnez mandaba

    recoger firmas para otra representacin que intent llevar al gobernador del estado.Mientras diversos testimonios del caso sugeran que algunos feligreses tenan dudasobre la validez de las funciones sacerdotales como misas y bautizos realizadas mientras elcura estuviera borracho y sin pleno control de sus facultades, avanzaba la organizacin porparte de los partidarios de Martnez. La respectiva representacin del vecindario de SanJernimo Aculco afirmaba que unos cuantos dscolos deseaban manchar el honor delprroco mientras la mayor parte del vecindario era por principios [] juicioso, reflexivo, yafecto al buen orden. Los firmantes avalaban que unos cuantos perversos haban alzadolos ms despreciables e indiferentes acontecimientos al nivel de unos crmenes horrendos.

    La verdad era que durante nueve aos el cura haba dado incontestables pruebas de amorpaternal, promoviendo el culto y las cofradas, evitando las limosnas y aportando su esfuerzoy dinero a la compostura del campanario de la iglesia y casas curales. El padre Martnez aportdinero para sostener el culto a la vez que solicitaba y reciba el apoyo del ayuntamiento paraterminar la obra de las casas curales con ayuda de mano de obra gratuita que brindaba elcomn de indgenas mientras l costeaba la compra de materiales y pago de albailes ycarpinteros. Justo en este contexto, los enemigos del cura haban seducido a los indgenaspara que negaran su colaboracin y se tuviera que suspender la obra.

    Aada esta representacin que el cura Martnez era razonable en materia de derechosparroquiales, negocindolos segn la preferencia de las personas de atenerse a la costumbreo al arancel, de acuerdo con las tres clases de pago: suprema, mediana e nfima. Taldisposicin no tiene precio entre la gente sensata. Era inexplicable la oposicin al cura. Alparecer, los dscolos queran un ngel en figura de prroco, o un demonio, que consientasus miras de depravacin.

    Pero era evidente que s haba faltas de parte del padre Martnez. As que la representacininclua este interesante pasaje: No por esto aseveramos que la conducta de nuestro cura seadel todo irreprensible, porque al fin es hombre, pero s que la pblica o ya sea en razn desu ministerio o ya en la que pertenece a su persona es honesta y nada escandalosa; mas en laprivada no tocndonos su inspeccin nada tenemos que expresar, y s nicamente que a la buena

    temperatura de un eclesistico en nada es escandalosa que es lo que basta.En consecuencia, los firmantes pedan la restitucin del cura a su parroquia y que el

    provisor desoyera a los que procedan con intrigas y fines particulares en vez de preocuparsepor el bien general. Sugeran que se levantara una informacin de sujetos imparciales, yde conocida probidad. Entre los ms de treinta firmantes, figuraban un capitn retirado delEjrcito, un alfrez de milicia cvica de caballera y tres regidores. Por si tal representacin noresultara suficiente, otra ms sinttica fue enviada al gobernador de la mitra del arzobispadoen trminos muy similares, pasando por encima de la autoridad del provisor.

    Muchas de las expresiones de esta segunda representacin, que firmaba hasta el maestro

    de primeras letras, son particularmente memorables. Se asentaba que durante la guerra de

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    independencia Martnez haba dado su apoyo a los independentistas. Desde un inicio el curase haba identificado con los padecimientos de sus feligreses y en los apoyos que brindaba sehaba ido desnudndose del divino carcter que por lo regular usan los prrocos y prestando

    sus servicios religiosos incluso sin cobro alguno. A Martnez se le apreciaban las diversas obrasque haba realizado en el pueblo. Tales hechos, segn los firmantes, eran los que constituyeny hacen un verdadero prroco y le otorgaban prestigio por esta arreglada conducta.Subrayaban que avalaban la conducta pblica [que] es grata sin mezclarnos en la privada,pues estamos persuadidos que de sta ninguno tiene autoridad para juzgarla, y que la felicidadde los pueblos consiste nicamente en la conservacin de los funcionarios pblicos que hansabido granjearse el buen concepto, y prestigio [] del vecindario ms ilustrado.

    Al ser interrogado el cura Martnez directamente por el provisor arquidiocesano, en sudeclaracin notariada se mostr molesto por las quejas injustas de sus feligreses. Admiti

    sin dificultad su cercana con el alcalde primero del pueblo y su desenfadada socializacincon la ayuda de una buena provisin de vinos en la anterior cena de Nochebuena, denostadapor sus contrarios. Era la cena que es uso corriente entre los de su clase con los licorescorrespondientes. Bueno, quiz un poco ms, porque la reunin empez a las ocho y la cenano la hizo hasta las diez de la noche, de modo que en el intern hubo msica y brindis debebida entre tanto [-]comenz la cena[-] de aguardiente[,] vino y licores como correspondaa la casa de un cura generoso. Desde luego que l tambin beba, pero negaba los desmanesque despus se le achacaban durante la misa de gallo. Asimismo, negaba actos indecorososdurante otros servicios religiosos o los atribua a contingencias accidentales.

    Pero s admita su afecto por la bebida y asentaba que no en una sino muchas ocasioneshaba ido a caballo a la trastienda de la vinatera a tomar un trago de aguardiente como lohacen los caballeros que por sus enfermedades acostumbran usar de esa bebida. Que quiza veces ni siquiera se apeaba del caballo para echarse una copa; no recordaba bien pero nosera dificultoso que as lo ejecutara. Admita Martnez asimismo que la noche anterior asu partida de Aculco para Mxico sali a las calles con Mara Dolores y con su amigo JosMara Rodrguez, cantando y con una vihuela, pero sin el desorden que en s envuelve lapregunta que se le formul. Iban en direccin a la casa del alcalde primero para divertirse,motivo por el cual llevaban una vihuela. Por su parte, l no saba nada de gente armada enesa ocasin. Martnez admita que viva con Mara Dolores desde hace catorce aos con el

    nico motivo de sacarla de la mala vida que padeca con sus deudos. Si bien tuvo una hijacon ella al principio de su relacin, en la actualidad su estado era honesto.

    En esta historia centrada en Aculco, se confundieron las jurisdicciones cvica y eclesistica,las partes contenciosas no tuvieron empacho en involucrar a autoridades de uno y otro fuero,se percibe la influencia de la facciones en el interior del ayuntamiento en los escollos afrontadospor el cura, la divisin tnica y social localmente incida en las posturas tomadas por los queatacaban o defendan al cura, y ste a su vez se identificaba claramente como parte de la gentede bien del pueblo. Todava se oyen los ecos de gratitud o resentimiento hacia el cura queprovenan de los tiempos de la guerra de independencia. Se perciben hondas lealtades a la vez

    que rencores polticos y sociales que sustentaban o mermaban al prroco. Los contrarios quieren

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    la expulsin del cura y su sustitucin por otro, y cuando lo logran, apoyan rpidamente a surelevo, a la vez que sus leales mueven mar y tierra por recuperarlo. Entre los leales, hay genteque se precia de decente e ilustrada, con diversos ttulos sociales, que saban firmar y se nota

    una afinidad de cultura poltica con el cura prroco. Al fin y al cabo comparten un compromisoindependentista y la visin del cura como un personaje humanitario y realizador de obraspblicas asociadas con la Iglesia. Los leales y el cura defienden sus derechos como hombre auna vida privada. La vida pblica, la vida de funcionario, es la que ha de valer en su evaluaciny que debe apreciar la gente educada y de opinin respetable. Martnez, aun en presencia deltemido provisor, sostiene su derecho a la bebida, a la taberna y a Dolores, asegurando quecorresponden a su propio juicio privado: necesita la bebida por sus enfermedades, la tabernacomo parte de su socializacin, y a Dolores por respeto a una larga amistad con ella, la madrede su hija. Sus leales partidarios haban planteado lo mismo al sostener la separacin entre vida

    pblica y privada y asentar que Martnez, al fin y al cabo, era hombre. Esta confrontacin agita los vecinos de Aculco profundamente, no cabe duda. Pero no agit menos al clero: todava amediados de 1830 el caso quedaba pendiente de resolucin33.

    A veces de menores ramificaciones inmediatas, hubo casos similares en otros pueblos.En Huasalingo, cerca de Meztitln, hoy estado de Hidalgo, en 1831 un ciudadano denuncial cura prroco por ser un valentn que se aprovechaba indebidamente del respetoreverencial que todo hombre religioso le expresa a su escogido ministerio. La conductamoral personal del cura fue parte de la denuncia y serva para tratarlo simplemente comohombre sin dar crdito a su autoridad espiritual34. Si bien tales sucesos pueden verse comoparte de una larga historia de impugnaciones del clero, particularmente caracterizadas en elcaso de los indios, estaba claro para muchos que ya estaban asociados con nuevos matices. Senota cierta adversidad, como en la poca borbnica, a la actuacin del clero y al peso de suautoridad en la sociedad, pero quiz prevalece an ms el deseo de que el cura se integre enla sociedad local y comparta ampliamente sus valores. Se pueden recordar en este contextolas habituales pruebas a que sometan los pueblos a sus curas antes de otorgarles su confianza,como lo ha planteado Taylor35. Es perceptible, por otra parte, una tendencia de los curas aresponder a este llamamiento. Slo que las sociedades locales estaban frecuentemente muydivididas por cuestiones polticas, tnicas y sociales, por lo que solan generar conflictos quegiraban en torno a la persona del prroco36.

    En la alta poltica nacional, el contrapunto de esta situacin era el recurso polticoal apoyo clerical para justificar las medidas del gobierno. En los comits del Congreso,

    33. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 17, exp. 18: Expediente instruido contra el prroco juez eclesistico de Aculco D. Antonio Martnez Infante,1827.

    34. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra curas, caja 27,exp. 32: El ciudadano Toms Gonzlez contra el cura de Huasalingo Br. Rafael Martnez por insultos y tropelas,1831.

    35. William B. Taylor.Ministros de lo sagrado [22], p. 365-368.36. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Colocacin CL 51, Libros 2 y 3: Manuel Espinosa

    de los Monteros. Miscelnea de varias doctrinas morales, costumbres, observaciones, y otras noticias pertenecientes

    al Curato de Istacalco, I, f. 35 y II, f. 7-7v; William B. Taylor.Ministros de lo sagrado [22], I, p. 367.

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    durante los aos veinte, las posturas regalistas que planteaban el patronato como emanadode la soberana popular de Mxico eran suscritas por prominentes eclesisticos37. Despus,en 1833 el cannigo Miguel Ramos Arizpe sirvi de secretario de Justicia y Negocios

    Eclesisticos para el Gobierno del vicepresidente Valentn Gmez Faras y el padre JosMara Luis Mora sirvi de asesor durante 1833 y 1834; en 1847, el Gobierno de ValentnGmez Faras recurri al nombramiento del cura Andrs Lpez Nava en el Ministerio deJusticia y Negocios Eclesisticos para llevar a cabo una virtual desamortizacin de los bienesdel clero por valor de quince millones de pesos38.

    Los gobernantes y personas acomodadas queran apropiarse de la autoridad de los curasy as hacerse de un poder que deseaban para s. Ambicionaban volver a los eclesisticosaliados en la vida diaria39. Queran aumentar su poder secular agencindose la voz y laestimacin pblica de prominentes clrigos. A nivel local, en los roces consiguientes

    a esta compleja relacin, se perciben muchos aspectos de esta dinmica. A veces lassituaciones que se presentaban eran paradjicas. A finales de los aos veinte, el cura deYautepec, Epigmenio de la Piedra, fue incluido en una comisin del ayuntamiento localpara la elaboracin de las ordenanzas municipales. Cuando los miembros de la comisinterminaron el documento y lo sometieron a la revisin del prefecto, ste exigi que fuerannombrados representantes para ir a su casa y recibir sus observaciones. Los miembrosde la comisin hallaron que tal exigencia rebasaba lo estipulado en la ley y resistieron,lo cual ocasion un conflicto con el prefecto. Finalmente, Piedra y un oficial fueronobligados a pasar a la casa del funcionario en representacin de la comisin. Cuando ahsurgi una diferencia de interpretacin en un punto de las ordenanzas, los comisionadosdeclararon que ellos no podan alterar el documento a espaldas del ayuntamiento querepresentaban. Las pasiones se desataron y el prefecto espet que su exigencia era lamente del Gobierno, a lo que Piedra respondi que eran disparates del Gobierno.Sigui un rencoroso conflicto en que el prefecto quiso imponer a Piedra una multa porsu conducta, acusndolo del delito de alta traicin, que es el de negar a los soberanosel derecho de intervenir contra los Eccos. aun en asuntos municipales. Aada, pararemate, que su conducta era contraria a los cnones.

    En este pleito, el provisor eclesistico sugiri que Piedra pagara la multa, que eran25 pesos. Pero en ese momento intervino el cabildo eclesistico, pues el pago no poda

    hacerse porque tal procedimiento iba en contravencin del fuero eclesistico. Piedra, quienhaba actuado como comisionado del ayuntamiento, al ganar el nombramiento quiz por su

    37. Brian F. Connaughton. Repblica federal y patronato: el ascenso y descalabro de un proyecto, ponencia enSeminario de Federalismo, dirigido por la Dra. Josefina Vzquez, 2-4 de marzo, 2005, Morelia, Michoacn.

    38. Andrs Lpez de Nava.Exposicin dirigida por el Dr. D..., al Ilmo. Sr. Dr. D. Diego Aranda, dignsimo obispo deesta Dicesis. Guadalajara: Imprenta de Manuel Brambila, 1847; Vindicacin de los injustos ataques dados por el Sr.

    Lpez Nava al reverendo obispo de la Puebla. Guadalajara: reimpreso por Rodrguez, 1847; Brian Connaughton.Dimensiones de la identidad patritica. Religin, poltica y regiones en Mxico, siglo XIX. Mxico: UAM-Iztapalapa,Miguel ngel Porra, 2001, p. 191-222.

    39. Tambin aqu se puede tratar de una tendencia de larga duracin. Vase Patricia Seed. Amar, honrar y obedeceren el Mxico colonial. Conflictos en torno a la eleccin matrimonial, 1574-1821. Mxico: CONACULTA, Alianza

    Editorial, 1991, p. 201-217 (Coleccin Los Noventa).

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    formacin y prestigio de clrigo, decidi en este contexto apegarse a los derechos de fueroque sealaba el cabildo eclesistico. Pareca profundamente molesto por la agresin a supersona, denunciando este cmulo de desatinos y argumentando que el fuero, concedido

    por los cnones, haba sido conservado por la Constitucin de 1824. El prefecto, en cambio,utilizaba la calidad de presbtero de Piedra en su contra, demandando de l un ejemplo desumisin a las autoridades polticas acorde con la prctica de las virtudes cvicas y morales40.Difcilmente poda haber mayor confusin.

    En otro litigio que tom vuelo en 1826 en lo que hoy es el estado de Hidalgo, se quejabaCeledonio Salgado de que l haba sido separado de su curato sin un juicio adecuado. Sehaba opuesto a sus feligreses indgenas por motivo del patronato de una capilla. stos sehaban quejado ante el provisor y l no tuvo otro recurso que buscar apoyo en los vecinospr[incip]ales de su curato. Le dolan profundamente los perjuicios pecuniarios que su

    remocin le representaba. Como testigos a su favor haba llevado a alcaldes [] subprefectos,y aun [] subdelegados del Gobierno anterior, sin que nada le surtiera el efecto deseado.Extraado por la falta de resultados a su favor, afirmaba que le pareca de pblica justicia,que en un pueblo se prefiera s[iem]pre la testificacin de los vecinos pr[incip]ales, a la de losplebeyos, que de ordinario no observan la mejor conducta. Pero parece que en este caso, enplena repblica federal y ascendiente yorkino, no se haca as. Algunos de los informantes quefavorecan al cura se sorprendan que aun muchos [de los feligreses] lo tienen por dspotapor no querer unirse con algunos hombres viciosos, y menos con mujeres prostituidas.Al parecer, sus enemigos objetaban que iba a bailes slo por una poltica [y] a asistirun rato, pero sin deseos de realmente participar en las prcticas locales y rozarse con losvecinos-feligreses comunes41.

    Este caso segua vigente an en 1829. Para entonces ya recurra Salgado a la Constituciny a las leyes para defender sus derechos. Asumindose de vctima, asentaba que [c]omo hadicho muy bien la ley, el que manda siempre tiene mal querientes, y el captulo cannicoaade que el pastor no puede gustar de un mismo modo a las abejas a quienes cuida, que alos lobos a quienes persigue.

    Segua argumentando que las personas de juicio[,] la gente honrada y la del primer visolo apoyaban. La contraparte consista de perros rabiosos, unos pocos hombres viciosos dela feligresa de Ixmiquilpan. Salgado haca notar que la Constitucin fijaba un plazo corto

    de ocho das para autos en casos como el suyo. Esto no se haba respetado. Adems, avisabaal provisorato que pensaba recurrir al Supremo Tribunal de Justicia del estado de Mxicopara obtener un recurso de fuerza. Salgado informaba al provisor en otra comunicacinque las leyes tienen establecido el no poderse separar de su destino a ningn ciudadano

    40. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 10, exp. 50: Autos seguidos contra el bachiller Jos Epigmenio de la Piedra, cura de Yautepec por haberseexcedido contra el prefecto de distrito 28, 1826.

    41. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 9, exp. 41: Informacin producido por el Br. D. Celedonio Salgado , cura de Ixmiquilpan, sobre la conducta

    que ha observado en su curato, 1826.

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    sin ser odo antes y vencido en juicio. Reclamaba que el ayuntamiento constitucional nohaba actuado como corporacin en su caso, y en un desplante casi populachero sugera laconveniencia de que declare todo el pueblo, y aun muchos de los habitantes de los lugares

    circunvecinos42.A veces pareciera que la menor nimiedad poda despertar sensibilidades de ndolepoltica. El cura de Atotonilco el Grande, al hacer una consulta en asuntos doctrinales alarzobispado en noviembre de 1827, recibi una respuesta en menos de un mes. Se le informabaque se haba dejado en plena libertad al clero mexicano, para que ya emancipada nuestraAmrica, cada eclesistico siguiendo su opinin celebre o deje de celebrar las tres misasdiarias autorizadas para este continente por el papa. Muchos lo hacan en nuestra Amricaya libre y, por otro lado, tambin se lidiaban toros, a pesar del riesgo vital, bajo la concesinpapal correspondiente. El dictaminador Lzaro de la Garza opinaba en consonancia con tales

    ideas que la disciplina introducida en la Iglesia con motivo de las circunstancias civiles nodebe variarse p. r la mutacin que haya en stas. Pues haba constantemente variacionesen las provincias y reinos mientras que las concesiones papales eran perpetuas. El prelado,seguramente respondiendo a inquietudes populares en un clima de incertidumbre, agregabaque en cuanto a la administracin de sacramentos y desempeo del cargo parroquial, nohay diferencia alguna de curas propietarios, interinos o encargados. Sera un seminario deescrpulos para los curas y de inquietud para los fieles, si no estuvieran seguros de q. e. encuanto a esto todos son lo mismo43.

    La mudanza y la inseguridad que aparecen como temores a vencer en el caso anteriorestn presentes de otra manera en un conflicto entre un fraile espaol y su prior, de laorden carmelita, en 1830. El fraile quejoso, por motivo de la residencia en Puebla que lefue fijada junto con unos nombramientos a cargos indeseados, aprovech las leyes de lasCortes de Madrid de 1820 para acudir directamente ante el provisor de la archidicesis deMxico para resolver el caso a su favor. Expresaba el fraile en su defensa que le preocupabansu honra y fama y reclamaba los derechos que le daba la naturaleza. En cambio, el priorrecurra al Ministerio de Justicia y Negocios Eclesisticos en su intento por hacer respetarsu jurisdiccin sobre los miembros de la orden. Esta curiosa contraposicin de fuentes dederecho en el Mxico independiente no deja de llamar la atencin, as como el parecerfavorable del ministro de Justicia hacia el prior en algn momento del diferendo44.

    Propio, si bien no exclusivo de la nueva poca, algunos feligreses tomaban iniciativasatrevidas. Reportaba el cura de Chalco en 1833 que un piadoso vecino le propona publicar

    42. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 21, exp. 30: Expediente sobre la conducta del bachiller Celedonio Salgado, cura de Ixmiquilpan, 1829.

    43. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal; Provisorato, Parroquias, caja 18, exp. 7:Consulta del prroco de Atotonilco el Grande sobre temas doctrinales y respuesta de Lzaro de la Garza y JosMariano Murguiondo, 1827.

    44. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 23, exp. 13: Expediente instruido por el reverendo padre Fray Gregorio de Cristo, religioso carmelita, por estargravemente perseguido de su prelado provincial. Incluye testimonio de la fuga de fray Gregorio del convento de

    su orden, 1830.

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    una oracin que estimaba poco ortodoxa. Dicha oracin se ocupaba de supersticiosasindulgencias que resultaban una impostura fraguada por la falsa piedad. Desde luego, sedesestim la publicacin de la oracin45. Se nota a veces un aire rarificado entre autoridades

    eclesisticas y feligreses. Cuando en 1837 Jos Mara Gallegos present al provisorato unmanuscrito para su publicacin en relacin con las fiestas de san Juan de Dios, el dictamencorrespondiente comentaba que si bien no haba error de fe, los versos respectivos hacanmuy poco honor a las musas mexicanas, por lo que podan servir de materia de mofa a loslibertinos de nuestros das, ms que de edificacin a los fieles piadosos46.

    Las relaciones de mritos y servicios mediante las cuales los sacerdotes buscabanpromoverse de un puesto a otro, sobre todo de una parroquia a otra, manifestaban asimismoesta nueva dinmica sensible a la opinin pblica. Manuel Mata y Ziga, cura interino deHuehuetoca (actual estado de Mxico), evidenciaba tal dinmica en 1835. Mata insista en

    que daba sus sermones con celo y a satisfaccin del auditorio. Su administracin puntual delos sacramentos, mediante un vicario cuando tena que ausentarse, le mereci la estimaciny aprecio de todos los vecinos. Cuando fungi de cura interino de Tolcayucan (cerca dePachuca, hoy estado de Hidalgo), puso de su propio dinero para proveer el ornato del temploy sacrista por lo decado del culto. En beneficio de la pobreza de los fieles, moder []derechos parroquiales. Al competir para el cargo de cura en esta parroquia, hall que estabatan generalmente apreciado de sus feligreses y tan bien recibido de las autoridades polticasdel lugar, [que] todos unnimemente lo deseaban por su prroco propio. A partir de suobtencin interina del curato de Huehuetoca segua manifestando un celo verdaderamentereligioso en el plpito e intentaba promoverse a mejores puestos47.

    Pero a veces los curas no buscaban la aprobacin de sus feligreses sino que trataban deazuzarlos dentro del cambiante contexto poltico del pas. Se denunci en 1833 que el curade Milpa Alta haba llamado al pueblo salado porque vuestros gobernantes han sido losque han tenido parte en firmar la [] sentencia de muerte contra este Salvador [Jesucristo].Quiz hubo cierto sentido tnico a tales comentarios porque de los testigos que declarabanen el caso algunos todava requeran intrprete para dar su testimonio. Asimismo, un vecinode mayor nota, el cura y su vicario fueron vistos regocijndose con lo sucedido48.

    45. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Parroquias, caja 30, exp.15: El prbo. Jos Cosme Sanz, cura propio y j. eclesistico de Chalco solicita licencia para imprimir una oracin,1833.

    46. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Licencias, caja 41, exp. 4:Jos Mara Gallegos presenta al provisor un manuscrito para que si fuera de su agrado lo d a la prensa, 1837.

    47. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Secretara Arzobispal, Prrocos, caja 35,exp. 26: Breve relacin de mritos de carrera literaria y eclesistica del bachiller don Manuel Mata y Ziga, curainterino de Huehuetoca, 1835. Sobre estas cuestiones en el siglo XVIII, vase William B. Taylor.Ministros de losagrado [22], I, p. 148-154.

    48. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 50, exp. 20: Prueba dada por el ayuntamiento de la Milpa Alta a los autos contra el cura de dicho pueblo

    bachiller don Jos Mara Reyes, 1833.

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    El cura ciudadano: protagonismo poltico, imparcialidad caritativao marginacin paulatina?

    En qu medida estaban los curas motivados y autorizados polticamente, sobre todo en mate-ria de poltica nacional? En sus pleitos de parroquia y en sus relaciones de mritos a la bsquedade promociones, se demostraron familiarizados con la normatividad constitucional y los nuevosvalores ciudadanos. En ocasiones sus orientaciones polticas se revelan de mayor compromisoexpreso. Se enjuiciaba de oficio en el provisorato en 1843 al cura de Actopan, Marcos Crdenas,por denuncia de complicidad en la impresin y circulacin de los folletos El Diablo Cojuelo, omuere Santa Anna o mueren los mexicanosyDas al general Antonio Lpez de Santa Anna49.

    Las denuncias contra religiosos y sacerdotes seculares por actividades polticas subver-sivas abundaron durante dcadas a partir de la independencia. En 1822, un presbtero fue

    acusado de ser cmplice del insurgente Jos Antonio Prez Martnez, curiosamente hermanodel obispo iturbidista de Puebla, Antonio Joaqun Prez Martnez, en su lucha contra el Go-bierno de Agustn de Iturbide50. Ese mismo ao un fraile americano denunci a su propiaorden, la de carmelitas descalzos, por su frrea oposicin a la independencia51. En un sonadocaso de 1827, un ciudadano de Chihuahua denunciaba ante el secretario de Justicia y Nego-cios Eclesisticos a un cura por su prdica proespaola y porque haba negado comunin a sumujer, causndole una humillacin pblica. Escriba asimismo al provisor de la dicesis deDurango pidiendo un condigno castigo para el prroco y que se le quitaran sus licencias depredicar y castigar. El denunciante repudiaba el abuso que se haca del ministerio sacerdotaly el peligro que representaba por su influjo sobre la gente vulgar52. Ya en 1827 hubo queaclarar los procedimientos judiciales que se usaran para procesar a eclesisticos en materiade lesa majestad. Sin embargo, al iniciar 1830 el secretario de Guerra y Marina, Jos AntonioFacio, an vea demoras en casos afines, por lo muy delicado del asunto53.

    Se reclamaba generalmente que el cura fuera punto focal del orden, como se remarcaen diversos casos a partir de 1830, pero frecuentemente esto slo serva para destacarms sus fallas y presteza revolucionaria. Quiz porque el restablecimiento del episcopadopostindependiente apenas comenzara en 1831, ante los reclamos del gobierno federal lasautoridades eclesisticas al principio respondan que vean dificultades para actuar, por

    49. Archivo Histrico del Arzobispado de Mxico (Mxico), Episcopal, Provisorato, Autos contra eclesisticos,caja 62, exp. 17: De oficio contra el Cura de Actopan, don Marcos Crdenas, por complicidad en la impresin ycirculacin de los folletos El Diablo Cojuelo, o muere Santa Anna o mueren los mexicanos yDas al general Antonio

    Lpez de Santa Anna, 1843.50. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 13, exp. 16: Testimonio de las diligencias practicadas en

    la sumaria que se sigue al presbtero don Jos Mara Snchez y socios acusados del crimen de infidencia, y es comoadentro se expresa, 1822, f. 45-64.

    51. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 13, exp. 52, 1822, f. 212-212v.52. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 3: Informe reservado contra la conducta del

    presbtero D. Miguel Prado y otros de Chihuahua, 1827, f. 59-65v.53. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 23, exp. 23: Sobre la causa seguida en el juzgado de

    distrito de Oaxaca contra unos religiosos carmelitas por conspiradores contra la independencia, 1827, f. 214-217;Archivo General de Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 10: El ministro de guerra ser. algunas medidas

    tomadas en averiguacin de la conducta revolucion.a del Br. D. Ign.o Rodrguez en Queretaro, 1830, f. 121-126.

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    cuestiones de delicadeza jurdica o por la imposibilidad de hallar sustitutos para los prrocosdenunciados54. Es evidente, sin embargo, que los sacerdotes no se lanzaban solos a las revueltaspolticas, sino que se asociaban con o fueron inducidos por polticos laicos. Al ser abordados

    por apurados rebeldes, tanto resistir como entregarse a la rebelin implicaba grandes riesgos.En 1830 se dio a conocer que un clrigo que se opuso a los partidarios de Vicente Guerreroacab muerto a palos. Cuando otro se uni a las fuerzas rebeldes, el cabildo eclesistico deMichoacn explicaba al Gobierno que era imposible hallar sustituto al cura rebelde en talescircunstancias turbulentas55.

    Jos Antonio Facio, sin embargo, declaraba al secretario de Justicia el 22 de abril de1830 que el cura de almas deba ser el modelo de las virtudes cristianas y polticas. No erapermisible que los prrocos hablaran en el plpito contra el Gobierno como lo haba hecho elcura de Atlatlauca[n]56. Tambin en 1830 Facio enviaba al secretario de Justicia un comunicado

    del comandante militar de Zacualpan del estado de Mxico que inclua al cura local como partede la polilla de ese pueblo en sus conflictos polticos57. En los aos siguientes el pas padecerafenmenos como curatos abandonados por prrocos que huan ante acusaciones polticas. Nosorprende que algunos de los acusados apelaran tanto a la Constitucin como a los derechosdel fuero, definitivamente no excluyentes, en su defensa58.

    A veces, como rezaba la denuncia de Jos Cacho, secretario de Guerra y Marina en1832, pareca que el cura que se sublevaba no respeta obispo ni respeta nada y era detemerse que se colocara a la cabeza de la revolucin59. Ciertamente, los curas podan sonarirredentos si llegara el momento de un juicio formal y condenacin. En 1837, Jos MaraAlpuche impugnara el fallo de las autoridades eclesisticas del obispado de Mrida, nosolamente usando un lenguaje soez que rehusaba acatar los protocolos de respeto usualeshacia el obispo y cabildo eclesistico, sino ufanndose del aire libre y filosfico que respiro.Traa a colacin a los padres Jean Baptiste Masillon, Paolo Sarpi y Benito Jernimo Feijopara marcar otro parmetro de autoridad eclesistica y pona en tela de juicio la legitimidady cordura de sus jueces inmediatos60.

    54. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 15: El general Armijo quejndose de la conductadel cura de Ajuchitlan Fr. Seferino Alfaro por desafecto al sistema de reforma del Plan de Jalapa y protector de lossublevados, 1830, f. 165-171.

    55. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 13: Cartas sediciosas del general Guerrero a loscuras de Tejupilco y Sultepc, 1830, f. 152-159.Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp.11: Sobre quitar de su curato de la congregacin de Aquililla al Br. D. Jos Antonio Mendes por protector de losfacciosos Codillos y Balboa, 1830, f. 127-135.

    56. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 12: Sobre que se remueva al presbtero D. ManuelMorales del curato de Atlatlauca por revolucionario, 1830, f. 136-151.

    57. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 9: Sobre la conducta revolucionaria del cura delmineral de Zacualpan de la dicesis del arzobispado, 1830, f. 107-120.

    58. Archivo General de la Nacin (Mxico), Gobernacin, vol. 154/3, exp. 11: Dando conocimiento al Ministeriode Justicia de que los eclesisticos Romay y Moreno Baz domiciliarios del obispado de Oaxaca trabajan en perturbarel orden, 1832, f. 1-6.Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 18, 1831, f. 184-188.

    59. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 31, exp. 20: Ser. que se tomen providencias para corregirla conducta revolucionaria del eclesistico de Valladolid don Felipe Carvajal, 1832, f. 197-203.

    60. Archivo General de la Nacin (Mxico), Bienes Nacionales, vol. 1172, exp. 42: Expediente promovido por

    D. Jos Mara Alpuche e infante quejndose del cabildo eclesistico de Mrida, f. 1-7.

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    El padre Alpuche, por cierto, no sala de un conflicto cuando entraba a otro. Al aosiguiente fue involucrado, junto con Valentn Gmez Faras, y cuando menos otros cuatrosacerdotes, en la conspiracin federalista de ese ao contra el Gobierno de las Siete Leyes.

    Siempre cuidadoso de su derecho al fuero, Alpuche reclamaba un trato especial para atendersus necesidades61. Cuando ese mismo ao fue cateado un despacho que utilizaba paraaveriguar si en su imprenta fue hecho un folleto intituladoBustamante quiere contribucin y elpueblo no, Alpuche acusaba al gobierno de violacin del fuero eclesistico y desde su calabozodenunciaba la criminal conducta ministerial en su contra. Enterado de que haban sidoarrestados sus asistentes y recogido un impreso contra el gobierno, Alpuche aleccionaba alas autoridades del departamento de Mxico que si se cometiera semejante atentado enInglaterra, Francia, Norteamrica, [H]aitt, etc., a las dos horas los cinco Sres. V. E. y sussubalternos habran sufrido todo el poder de la Linch-Lob [sic] porque en todo pas libre,

    menos en Mxico, son muy sagrados los augustos derechos del pueblo soberano y de losciudadanos. Expres, de paso, que tema una picalugada en su contra62.Su constante apelacin al fuero eclesistico sugiere que Alpuche vea compatible su

    actividad poltica con su calidad sacerdotal y de cura de Cunduacn, Tabasco. Quiz por esomismo no era infrecuente que hubiera piques entre las autoridades polticas y las eclesisticas,y entre stas y los curas. Un caso similar en cuanto al tono de autonoma que utilizabanmuchos prrocos, pero que pone el nfasis en el conflicto con las autoridades polticas, esla denuncia formulada por el juez de paz de Acapetlahuaya contra el cura local en 1843. Alparecer, el incidente que ocasion la confrontacin fue la decisin del prroco de impedirque un vago fuera llevado a la leva. Lo que sigui fue una agria disputa jurisdiccional queen el fondo plante el problema de la autoridad de cada quien en otra luz. Colmado porsus opositores, el cura Jos Mara Narciso Orihuela mostr que los miembros del sacerdocioeran an muy capaces de reclamar su autoridad en la sociedad mexicana que las reformasborbnicas les haban pretendido quitar63. Orihuela espetaba que se han credo que losprrocos estamos sujetos en nuestra persona y autoridad a los subprefectos, y dems juecesciviles, sin atender que no carecemos de autoridad como se hace sino que realmente latenemos. La autoridad sacerdotal no se circunscriba a decir misa y realizar bautismos,casamientos y responsos. Los funcionarios civiles, quiz por algo de bolsa, actuaban deuna manera reprochable, pero Orihuela estaba decidido a hacerles entender que el juez no

    tiene idea del derecho y que no soy indio de Acapetlahuaya que con cuatro gritos se atontay tiembla. El funcionario denunciante enardeca al cura en su sentido de honor porque

    61. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 201, exp. 25: Sobre que por el Juzgado de letras de D. JosMara Tamayo se proceda a formar causa a D. Valentn Gmez Faras, presbtero D. Jos Mara Alpuche y otrosindividuos por delito de conspiracin contra las actuales instituciones, 1838, f. 244-328.

    62. Archivo General de la Nacin (Mxico), Justicia, vol. 135, exp. 5: El gobernador del departamento de Mxicoacompaa copia del recurso que hizo el presbtero Alpuche reclamando los perjuicios inferidos a resulta de las provi-dencias gubernativas en averiguacin de la casa donde se imprimi el papel annimo subversivo que se cita, 1838,f. 111-123.

    63. William B. Taylor. El camino de los curas [28]; William B. Taylor.Ministros de lo sagrado [22], I y II, en

    torno a las pretensiones de las reformas borbnicas sobre la autoridad de los curas.

  • 8/3/2019 Con Naught On, Brian.los Curas y Feligresia Ciudadana

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    Brian Connaughton

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    quera ser juez provisor de curas tomando en esto la investidura de Poncio Pilato juzgandoal inocente Cristo, pero este Cristo no es aqul, ste es algo urao, y se es fcil que se dejecrucificar