Comunismo sin Dogmas. Lorenzo Peña

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    COMUNISMO SIN DOGMAS

    por Lorenzo Pea

    Copyright 2001 Lorenzo Pea

    RESUMEN

    El descalabro de las ideas comunistas de hace diez aos ha suscitado unasactitudes de hostilidad a aquellas ideas y otras de reafirmacin nostlgica. Frente a unas yotras, sostengo que el comunismo del siglo XX dio una importante contribucin al avancede la humanidad, pero que en el siglo XXI hace falta un comunismo muy diferente: un

    comunismo sin dogmas; un comunismo que se centre en la lucha por reformas sociales yno en la conquista del poder poltico.

    1. Las derrotas recientes del movimiento comunista

    Para muchos de nosotros han sido dursimos unos cuantos hechos de los ltimoslustros: el desmoronamiento de los regmenes no-capitalistas de Rusia y otros pases del Estede Europa (1991) con la consiguiente desintegracin del bloque sovitico; el proceso chinode orientacin hacia una (limitada) economa de mercado; ms recientemente los cambios enCuba, que tambin han ampliado la esfera comercial y reducido el sector de la economaplanificada.

    Aunque varios de esos hechos ya los he estudiado en escritos anteriores, su importanciaobliga a una nueva consideracin, que brindo en este artculo, y que se centra en defender unava media entre dos posiciones posibles, ambas extremas.

    1. La primera posicin extrema puede caracterizarse como abandonismo, y revistemuy diversas modalidades. Llamo abandonismo a la tendencia a pensar que del fracaso delsistema sovitico se sigue la maldad del mismo, o al menos su inviabilidad, y que eldesmoronamiento de 1991 es una seal de lo errneas que fueron la lnea del movimientocomunista internacional y la pretensin sovitica de erigir una sociedad segn las pautas delcomunismo moscovita.

    2. La segunda posicin extrema que, naturalmente, tambin admite una serie devariedades consiste en sostener que lo que pas en 1991 fue, en parte al menos, resultado deerrores (o traiciones) de la direccin sovitica, pero que ello no significa que estuviera malencaminado el intento del movimiento comunista, al menos no hasta tal fecha (para unos, 1918;para otros, 1927; para otros, 1956; para otros, 1983; ). Tratarase de retomar la labor segnestaba hasta ese ltimo buen momento, reiniciando el camino como entonces. A esta segundaposicin la han denominado los adeptos de la primera bunkerizacin, o atrincheramiento,pues bsicamente estriba en sostener que, aunque se ha sufrido una derrota y se est en perodode retroceso, es una derrota pasajera, un bache, un tiempo transitorio durante el cual hay queparapetarse, aguantar el chaparrn y acumular fuerzas para un nuevo avance.

    3. La posicin intermedia que, frente a esos extremos, voy a defender ser una vaque no caiga ni en el atrincheramiento ni tampoco en el abandono; que no sea ni merareafirmacin de principios, ni claudicacin moral. Igual que pasa con las dos posiciones

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    extremas, esta va admite una gran variedad de versiones, formas y matices. La que voy adefender en concreto consistir en a la vez que se reconoce la correccin fundamental delmovimiento iniciado por Llein en Rusia a comienzos del siglo XX y continuado por los

    partidos comunistas durante decenios sostener que ese camino, que contribuy decisivamenteal progreso de la humanidad, no es adecuado hoy en sus modalidades, en sus caractersticashistricamente particulares, que respondan a circunstancias de su poca y que ya no se adaptanal mundo de nuestros das; hoy hace falta un comunismo diferente, un comunismo que tomemucho de lo del comunismo del siglo XX, pero que se diferencie de l, porque cien aos notranscurren en vano.

    Ya he dicho que cada una de las tres posiciones admite diversas versiones y mltiplesvariaciones. Tambin hay que sealar que, a pesar de ser, en principio, opuestas entre s, las dosprimeras posiciones pueden, en algunas versiones, hallar un terreno de coincidencia, muydistinto de la va media o de equidistancia aqu sustentada.

    Esa coincidencia podra conseguirse, alternativamente, sometiendo a las posiciones 1y 2 a una doble y conjunta matizacin: rescatar, con la segunda, el legado de Llein, mascolocando muy pronto el momento de degeneracin del modelo revolucionario leninista, desuerte que, con la primera, se reniegue de todo lo posterior a ese punto de inflexin (elmomento puede ponerse, si se quiere, a comienzos de 1918, con el Tratado de Brest-Litovsky la disolucin de la asamblea constituyente, p.ej.; o en 1924, 1927, 1943, o donde unoguste, pues siempre encontrar algo que decir a favor de optar por cualquiera de esos aoscomo momento de un viraje).

    Sin embargo, quienes emprendan esa combinacin de las dos primeras posiciones severn en serios apuros por dos causas.

    La primera causa es lo difcil que resulta sostener hoy la viabilidad de una empresapoltica como la de Llein hasta ese punto de viraje; me parece irrealizable la tarea de proponerseriamente hoy un partido con posiciones sustancialmente similares a las del marxismo-leninismo de comienzos de 1918, o cualquier cosa por el estilo.

    La segunda causa es lo arbitrario y desproporcionado de cualquier corte, de cualquiertajazo demarcatorio entre un perodo, bueno, antes del viraje y un perodo, malo, despus delpresunto viraje: con motivos tan razonables o tan irrazonables se puede hacer el corte antes ydespus. Ante lo escabroso del trazado de tal lnea de demarcacin, quien desee adentrarse porese camino se ver fcilmente llevado, o bien a situar el punto de inflexin lejos de los iniciosde la empresa de Llein rescatndose as mucho ms de aquel legado histrico (y apartndose

    con ello de la posicin 1, o sea del abandonismo); o bien a situar ese punto de inflexin tantemprano acaso antes de la toma del poder por los bolcheviques en noviembre de 1917 queel presunto rescate del autntico leninismo sea el de un leninismo que casi nunca fue (quiz elde 1903, o lo que cada uno juzgue conveniente). En suma son posiciones en equilibrio inestabley, adems, de una inestabilidad extrema.

    2. Dificultades de las posiciones extremas del abandonismo y el atrincheramiento

    El abandonismo es una posicin perfectamente comprensible y defendible. Lo malo delabandonismo es que, al desechar ese legado de lo que fue el comunismo del siglo XX, no se

    sabe tampoco muy bien dnde se queda uno. Porque, al renunciar a todo ese legado, se puedenadoptar muy diversas actitudes. Una sera la de juzgar mal orientadas y encaminadas todas lasideas y aspiraciones del movimiento obrero y anticapitalista que se inicia en el primer tercio

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    del siglo XIX. Seguramente no muchos hoy defendern, frente a esa tradicin anticapitalista,al liberalismo dieciochesco de Adam Smith, que ya hacia 1848 se consider superado por nopocos liberal-progresistas que no tenan nada de comunistas, pero que s quisieron hallar, a la

    cuestin social, una solucin no exclusivamente mercantilista-liberal.Es verdad que un retorno a Adam Smith es lo que han pretendido muchos economistas

    neoclsicos, los doctrinarios del neoliberalismo, como Hayek y los exponentes del BancoMundial y el FMI. Y, por equivocada que sea tal posicin, por nociva y daina que sea parala mayora de los seres humanos, hay una cierta coherencia en ese punto que hace la posicindefendible, a condicin de aceptar sus consecuencias sociales.

    Sin embargo, a muchos abandonistas, o a casi todos, les repugna llegar a comulgar entan alta medida con el liberal-individualismo. Muchos querran hallar algn terreno en el cualcupiera defender una parte del legado de lo que, vaga y laxamente, se llama socialismo: algngrado de vlida intervencin y regulacin pblicas de la economa; algn gnero y grado de

    validez del sector pblico (al menos el de ciertos servicios sociales, que los minimalistas suelencifrar en slo dos: educacin y sanidad). Y, claro, cuando se entra en ese campo, ya la posicinde uno se vuelve mucho ms inestable y escurridiza.

    Y no escapa tampoco a esa dificultad de la pendiente resbaladiza la posicinantagnica con todo lo coherente que parece en principio. En efecto, quienes deseen mantenerel legado del leninismo autntico de hasta tal fecha habrn de reconocer que esa fecha no puedeser (si pensamos en trminos de partidos ms o menos oficiales) la de 1990, con la Perestroicadel Sr. Gorbachof (aunque evidentemente a quienes estuvieron apoyando a Gorbachof hasta esemomento se les plantea un problema muy agudo de explicar su propia evolucin y dereconquistar credibilidad).

    Tal vez los antiabandonistas situarn el momento de degeneracin en 1983, o en 1956.Los habr que lo pongan en 1927, o a la muerte de Llein (enero de 1924), o antes incluso. Yya se estn acercando al abandonismo.

    No estoy negando que tenga una cierta base cada una de las fechas en que uno deseesituar un viraje. Sucedieron en la historia de la revolucin rusa, del estado sovitico y delmovimiento comunista muy diversas vicisitudes, y cada una marca algn grado de viraje, parabien o para mal. Sin embargo, en general es bastante insostenible la tesis de que toda esaempresa estaba perfecta y totalmente bien hasta tal fecha y, a partir de la misma, completa yabsolutamente mal.

    Porque, si bien se produjeron muchos sucesos en 1918, en 1928, en 1938, en 1958 yen 1988, las cosas se parecan mucho un ao antes y un ao despus. De suerte que parecehaber motivos para no rechazar lo de despus de una de tales fechas sin rechazar lo de antes.As que el antiabandonismo se ve oscilando y buscando un difcil equilibrio entre comulgarhasta con la perestroica de Gorbachof o renunciar al legado de Llein.

    3. Necesidad de un nuevo comunismo adaptado a los tiempos

    Este artculo no lo dedico a debatir las virtudes y los defectos, las razones y lassinrazones, de cada una de las dos posiciones extremas. El presente trabajo tiene otro propsito:

    explicar la va media.La va media que defiendo coincide en mucho con en antiabandonismo pero tambin

    en no poco con el abandonismo. Con el antiabandonismo sostengo que lo que hicieron Llein

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    y los bolcheviques era correcto para su poca, que su labor fue til y provechosa para lahumanidad, que eran imprescindibles la revolucin bolchevique y el estado sovitico segnlo desarrollaron Llein y sus continuadores en el poder sovitico; que, de hecho, gracias a la

    existencia de la Rusia sovitica fueron posibles aquellas reformas sociales en el occidentecapitalista que dieron lugar al precario estado del bienestar (que ahora se quiere eliminar,porque ya no hace falta) y a la emancipacin de los pueblos despiadadamente sojuzgados porel colonialismo.

    Con el abandonismo concuerdo, sin embargo, al sostener que hay razones para noproponer hoy una revolucin como aquella a cuya preparacin consagraron sus esfuerzos Lleiny los bolcheviques rusos, y para dudar que hoy o en un futuro previsible vaya a serpracticable un camino hacia el comunismo parecido al del Octubre Rojo. Concuerdo tambinen que hoy es muy difcil seguir sosteniendo como un cmulo o sistema de verdades el acervodoctrinal del marxismo-leninismo.

    Es ms, profesar ese sistema de verdades es un fardo insostenible, que creo siempreconstituy un lastre, pero que hoy quitara credibilidad a cualquier proyecto comunista.

    He dicho que mi actitud es una va media y hasta he proclamado que es deequidistancia. Pero eso puede dar lugar a un malentendido. Me siento totalmente identificadocon el espritu y la orientacin del antiabandonismo. Discrepo de l slo en los medios quejuzgo idneos para llegar al fin de la sociedad comunista. En ese sentido, mi posicin no esequidistante, ni mucho menos.

    Lo que sucede es que, si ya en el pasado era duro tener que tragar dogmas para noaparecer como un desviado y diletante pequeoburgus, hoy, con lo que ha llovido, sera,adems de mucho ms duro, suicida. Habr almas puras que optarn por esa va de santidad,solas frente al mundo depravado; pero el marxismo nunca tuvo vocacin de santidad ni se vioa s mismo como una doctrina apta slo para una selecta y fervorosa minora.

    Voy a examinr algunos de los defectos y errores que, a mi juicio, se dieron en elpensamiento de los clsicos del marxismo-leninismo, errores que se tradujeron: en la teora enun fuerte dogmatismo; en la prctica, en un modo de actuar y de organizarse que, no es queprodujera desgajamientos sectarios, sino que era, todo l, fortsimamente sectario; el sectarismose agudizaba con cada escisin, por ambas ramas, al estrecharse el campo de la verdadera fe.

    Todo eso, sin embargo, tuvo su justificacin y por desagradable que sea admitirlo aun espritu libre, a un pensador independiente jug un papel positivo en un perodo histrico,

    pues era el precio a pagar por tener, a cambio, un nutrido y bien organizado sector de lapoblacin resuelto a luchar por las buenas causas. Mas el instrumento se fue haciendo inaptopara el fin y, a la postre al haber ido cambiando las direcciones se convirti en uninstrumento para un fin opuesto, cual era respaldar a esas nuevas direcciones que ya nada tenande revolucionarias.

    Todo marxista que se preciara atacaba al dogmatismo y al sectarismo y sostena queambos son vicios incompatibles con el marxismo, al menos con el verdadero marxismo. Habapoco acuerdo en qu fuera el dogmatismo o qu fuera el sectarismo, pero haba acuerdo en queeran malos y en que eran defectos del otro, quienquiera que ste fuera. Cada subfamilia, cadarama del tronco marxista, sostena que el marxismo de suyo, y bien entendido es enemigo

    de todo dogmatismo y de todo sectarismo. En trminos vagos, tal vez se hubiera concordadoen que esas actitudes, rechazables, eran como de cerrazn, de clausura, de estrechez: rehusardialogar, rehusar razonar, rehusar entender y admitir otras posturas admisibles.

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    Aun con esas metforas y vaguedades, ya estoy tratando de dilucidar ms de lo quese solan esclarecer esas nociones. En cualquier caso, todas esas familias divorciadas ymutuamente enfrentadas coincidan en que el marxismo era ciencia, era un cmulo sistemtico

    de verdades cientficamente conocidas y demostradas que haba de profesarse bien, sin estrechezni cerrazn, y que la revolucin poda prepararse y hacerse slo con un partido monoltico,pertrechado con ese cmulo de verdades, y que las profesara como lo que eran: verdades. Esos, haba que concebir tal cmulo de verdades con flexibilidad, apertura, ausencia dedogmatismo (sin saberse muy bien qu era eso), reconociendo lo insuficiente de cualquierformulacin parcial, reconociendo que era relativa la frontera entre verdad absoluta y verdadrelativa.

    En todo eso cualquier marxista quiso ser un buen dialctico, discpulo de Hegel y deMarx. Eran siempre los otros los que no haban asimilado la dialctica como Dios manda.

    Haba en esa posicin del comunismo marxista varios errores, que se pagaron caros.

    4. Primer error del comunismo dogmtico: creer que la verdad del marxismo estaba

    probada

    El primer error estriba en creer que, siendo el marxismo una teora cientfica, estabademostrada su verdad y que, por consiguiente, era irracional no profesar tal verdad. Ese errorparta de un presupuesto falso, a saber: que las teoras cientficas se demuestran, que su verdades palmaria.

    No es as. Las teoras cientficas no se demuestran. Ni se demuestran con razonamien-tos puros, en el vaco, exentos de premisas empricas, ni tampoco se deducen de datos de laexperiencia. En realidad se da lo que un filsofo norteamericano (Quine) llam una subdetermi-nacin de las teoras por la experiencia, o sea: dado un cmulo de experiencias colectivamentedisponibles, hay varias teoras incompatibles entre s pero separadamente compatibles con esecmulo de datos empricos.

    Eso hace que, en rigor, ningn cientfico haya demostrado nunca la verdad de unadeterminada teora ni podr hacerlo jams.

    A lo sumo puede demostrarse:

    1) Que la teora que uno propone concuerda con los hechos conocidos y admitidos por lomenos tan bien como las teoras alternativas disponibles; y

    2) Que, dados ciertos supuestos metodolgicos, la teora propia es mejor que tales alternativas.Esos supuestos metodolgicos son opciones que no se adoptan porque s, sino enfuncin de otras opciones doctrinales, filosficas, incluso valorativas; las cuales, a suvez, tambin pueden defenderse con argumentos frente a sus competidores.

    Eso s, al final o bien estamos en un crculo un gran crculo de justificaciones endefinitiva recprocas, o bien estamos en una inacabable cadena ascendente que nos lleva abuscar, para nuestras opciones, justificaciones que gocen, relativamente, de independientemotivacin racional, y as sucesivamente, sin agotar nunca la serie, sin tocar fondo, sin poderaportar nunca una motivacin racional ltima, definitiva, irrefragable e indiscutible.

    Dada esa subdeterminacin de las teoras por la experiencia, ninguna opcin tericao doctrinal es absolutamente segura, del mismo modo que ninguna es obviamente irracional oesprea o indefendible. De haberse percatado de eso, los comunistas de obediencia marxista no

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    habran mirado tan por encima del hombro a quienes no concordaran con ellos en afirmar laley del valor, o cualquier otra de las tesis de la doctrina de Marx. Se habran dado cuenta deque la duda y la discrepancia siempre estn mucho ms justificadas de lo que ellos creyeron.

    As pues, el primer error fue creer que las teoras cientficas estn demostradas; y que,siendo el marxismo una teora cientfica, estaba demostrado.

    5. Segundo error: creer que el marxismo es una teora cientfica

    El segundo error consista en afirmar que el marxismo era una teora cientfica. Caefuera de los lmites de este artculo dilucidar qu sea la ciencia o qu sea una teora cientficaen general. No s si alguien lo sabe, pero lo dudo mucho.

    Tampoco quiero caer en el anarquismo metodolgico e irracionalista de Feyerabend,que en definitiva niega que haya acervo alguno de pautas racionales que delimiten ni bien nimal, ni estricta ni laxamente un mbito circunscrito que sea el del quehacer cientfico. Segnese enfoque, lo nico que nos quedara sera una especie de acercamiento sociolgico, llamandociencia al conjunto de actividades y formulaciones que en nuestra sociedad se llamanciencia, sean cuales fueren, a pesar de que poco tienen que ver entre s.

    Creo que es equivocado ese destructivismo extremo de Feyerabend; en rigor viene dequerer aplicar pautas metodolgicas muy estrictas y tajantes, de modo que, al desacreditarse ocuartearse stas, al salir grietas y goteras, siente uno tan comprometido ese ideal de pureza ypulcritud metodolgicas que se dejan caer todos los criterios y se adopta una actitud de todovale.

    Lejos de tal destructivismo y (repito) sin tener la pretensin de definir qu sea unaciencia, s creo que hay dos puntos que poseen enorme plausibilidad y que concitarn unconsenso abrumadoramente mayoritario entre quienes hacen lo que se llama ciencia o seocupan de tales temas.

    1) Uno de esos dos puntos es usando una expresin cara a los clsicos marxistas la ley deldesarrollo desigual de las ciencias: ni se da ni puede darse que todos los campos dela investigacin se desarrollen a la par. Es ms, seguramente es correcta una versinmucho ms fuerte de la ley del desarrollo desigual de las ciencias, a saber: paracualesquiera dos mbitos dados de la investigacin que sean claramente diferenciables,es inevitable que existan grandes desfases entre ellos: en cada etapa, uno de los

    campos estar rezagado respecto del otro (lo cual no quita la posibilidad de que hayapuntos de cruce de trayectorias, si en un momento el campo anteriormente atrasadoalcanza y sobrepasa al otro). Dado ese desfase, en cualquier lapso de tiempo las pautasmetodolgicas de ramas diversas del saber sern forzosamente heterogneas entre s.Eso trae como consecuencia la imposibilidad de pautas metodolgicas comunes avarios campos (salvo en generalidades sumamente abstractas, cual son el razonamientoy la experiencia). Es, pues, ilusorio querer tener una metodologa unificada para lasociologa, la economa, la historia, la filosofa de la naturaleza y la teora poltica.

    2) El segundo de esos dos puntos es que una ciencia es un campo delimitado de la investiga-cin acerca de la verdad, campo que puede tener fronteras esponjosas y difuminadas,

    pero no inexistentes. Los problemas que investiga una ciencia son problemas prximosentre s, similares, del mismo tipo. No hay, pues, una ciencia que estudie cuestiones

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    geogrficas y numismticas, o cuestiones anatmicas e historiogrficas. No es (una)ciencia la yuxtaposicin o combinacin de dos o ms ciencias.

    Eso no excluye las interacciones entre las ciencias, los nexos fructferos entre

    paleontologa y qumica, entre historia y fisiologa, etc. Ni excluye los vnculos entre 3, 4 o msdisciplinas. S excluye que haya o pueda haber una teora cientfica que a la vez responda aproblemas de varios de tales campos o disciplinas, que sea una teora en fsica y en fisiologa,p.ej. Por muy sistemtica que sea, no es una teora cientfica ninguna combinacin de diversasteoras cientficas de campos diferentes aunque sean prximos y relacionados. Es una teora,pero no cientfica.

    Ni, por lo tanto, ha de tildarse como cientfico profesar esa teora y anticientfico noprofesarla, o profesar otra combinacin de teoras.

    Y es que los mrgenes de duda razonable para con una teora en un campodeterminado de la investigacin se multiplican (no se suman) al combinarse esa teora con otrasde otros campos, por relacionados que estn. La probabilidad resultante de la combinacin essiempre bastante menor que la de las teoras separadas que as se combinan.

    Eso lo puede comprobar cualquiera por su experiencia. Supongamos que Ud tiene unateora sobre cmo actan sus allegados, y por qu, y otra teora sobre cmo marcha el tiempometeorolgico (a propsito de lo cual cada quien suele tener su teora: unos tendemos a pensarque al da siguiente har aproximadamente el mismo tiempo que la vspera; otros tienden quecreer que pasar lo que en sus pronsticos hayan previsto los expertos). Si combina esas dosteoras y, con tal combinacin, prev p.ej. cmo actuarn dentro de unos das los suyos enfuncin del tiempo que har, las probabilidades de equivocarse son mucho ms altas que lasque tiene de equivocarse, separadamente, en cada uno de esos terrenos de la explicacin y laprediccin.

    Ahora bien, las teoras cientficas se ajustarn a pautas metodolgicas ms rigurosas(aunque nadie ha podido establecer un catlogo preciso de ellas), pero son teoras, igual que lasteoras de cada quien sobre la conducta de sus allegados, los mviles de la gente, la evolucindel tiempo o cualquier otro asunto de los que solemos traernos entre manos.

    Si tomamos en consideracin esos dos puntos, vemos lo difcil que resulta y queresultaba ya hace 90 aos sostener que el marxismo sea una metodologa unificada y unateora cientfica, la cual ofrecera simultneamente soluciones a problemas en los campos de lasociologa, la economa, la epistemologa, la filosofa de la naturaleza, la historiografa, etc.

    6. Tercer error: bautizar a un movimiento con el nombre de un individuo

    El tercer error del viejo comunismo marxista estriba en pensar que los mritos de unindividuo particular pueden haber sido tantos que sea correcto adoptar su apellido comodenominacin aplicable a quienes profesen una teora cientfica, de suerte que la lnea dedemarcacin entre falsedad y verdad, entre sinrazn y razn, coincidir con la divisoria entrelos que se no dejen dar esa denominacin y los que s (siempre que lo hagan bien, como esdebido).

    Este tercer error tiene dos componentes, ambos falsos.

    (3.1) Un primer componente era la creencia de que las teoras de un individuo puedenmantener su grado de aceptabilidad 50, 100 150 aos despus de su muerte. Sabemos que no

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    es as, y lo sabemos por experiencia. Esa experiencia ha conducido a muchos a sostener queaplicando la induccin cientfica llegamos a la conclusin de que toda teora cientfica esfalsa. Esa tesis es paradjica y puede que sea exagerada. Sin embargo, hay en ella algo que creo

    correcto: cada cuerpo un poco complejo y amplio de afirmaciones sobre una parcela de larealidad incluye asertos que dentro de unos decenios sern reputados falsos por el pensamientopara ese entonces mejor fundado; y, si no falsos, s inexactos o menesterosos de fuertesmatizaciones correctoras.

    Por lo cual ningn cuerpo doctrinal puede tener vigencia y aceptabilidad racionaldurante un perodo muy largo. Cun largo? Cuanto ms avanza el saber humano, menos largo,porque constantemente estamos aprendiendo cosas nuevas que en parte desmienten nuestrashiptesis, nuestras teoras previas.

    En realidad todo eso era perfectamente sabido y admitido por el propio Marx y porcualquier marxista que se preciara. Pero en una de esas consabidas y frecuentes inconsecuen-

    cias humanas exceptubase al marxismo. O se buscaba conciliar el convencimiento de lacaducidad prxima de toda teora con la fe en la vigencia continuada de la teora marxista.

    Para efectuar esa conciliacin se acuda a varios procedimientos. Uno de ellos erasostener que, si bien cada teora tena un mbito temporalmente limitado de vigencia oadmisibilidad racional, el perodo de tal vigencia de la teora marxista an no se haba acabado.Difcilmente era eso ms que un subterfugio; porque, cuando sabe uno que acabar agotndosey siendo superada una teora, no la sostiene uno ms que como hiptesis provisional. Y, sobretodo, porque difcilmente se poda dejar para el futuro esa superacin cuando ya habantranscurrido 50, 80, 100 120 aos desde la formulacin de la teora, al menos en sus versionesfundacionales.

    Otro procedimiento de conciliacin era alegar que en cada teora cientfica haba unncleo perenne y que, as, aunque la teora marxista, tal cual, pudiera, llegado el da, tener quedejar el campo a otras, haba en ella un cmulo de ncleos perennes, cmulo que sera elmarxismo en s propiamente dicho. Tal como lo estoy diciendo no creo que nadie lo haya dicho,pero algunas explicaciones iban por ah. Esa solucin est erizada de tres dificultades:

    1) Despojada de sus carnes y reducida a su esqueleto o ncleo, dizque perenne, una teorapierde mucho de su poder explicativo, de su fuerza y hasta de su sentido. Es ms, lastesis que permanezcan incorporadas a teoras venideras puede dudarse si conservan elmismo sentido (pues, incorporadas a otro contexto, en parte vienen transmutadas).

    2) Nadie sabe ni puede saber qu elenco de los asertos de una teora que profese permanece-rn como verdades aproximadamente definitivas e incorporadas a teoras sucesivas; esms: si alguien presume saberlo, caer en un tremendo dogmatismo, y uno de lospeores: el del catecismo (porque justamente, si podemos determinar ese elenco deverdades permanentes, ese esqueleto de asertos por encima de la controversia y de losvaivenes futuros, estaremos habilitados para enumerarlos, formulando un credo, uncatecismo).

    3) Difcilmente un esqueleto terico es una teora; difcilmente podr una lista de talesescuetos asertos constituir un ismo ni marxismo ni ningn otro.

    (3.2) Un segundo componente de este tercer error era subestimar los enormes peligros

    que acechaban a esa adhesin nominativa a un individuo humano. Justamente ni no quiere unocaer en el catecismo, en la codificacin, en el catlogo de verdades que hay que profesar, pero,as y todo, se desea expresar la propia adhesin a la doctrina de alguien, cobijndose bajo la

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    advocacin o denominacin de ese alguien o de su apellido, lo que quedar como referenciaser el cmulo de asertos o escritos que haya dejado firmados ese alguien, por mucho que unoinsista en que no hay que tomar ese cmulo de enunciados o frases como dogmas, ni a

    rajatabla, ni fuera de contexto. Quedarn en agua de borrajas cualesquiera de esas u otrasprecauciones similares; lo que resultar ser la validez probatoria de la firma del referente encuestin.

    No ha sido la tradicin marxista la primera ni ser la ltima que acuda al argumentode autoridad. Creo que ese recurso es inseparable de la cultura humana, porque cualquier culturahumana se desarrolla en unas tradiciones determinadas, pasajeras pero que pueden perdurarmucho tiempo (ms, claro, si no tienen pretensiones de contrastabilidad emprica niargumentativa, como las doctrinas religiosas); el hecho de la tradicin es una faceta necesariade la vida cultural del ser humano en cualquier campo, justamente porque somos una especiesocial, en la que la labor de pensar es colectiva igual que las otras aunque son individualeslas contribuciones a esa tarea colectiva. Y toda tradicin tiene unos referentes, unos fundadores,unos exponentes egregios y privilegiados cuyos asertos tendrn ms valor que el de otrosseguidores o continuadores de la tradicin; estarn revestidos de un grado ms alto depresuncin de razonabilidad, o de fundamentacin.

    Pero eso que es as (dgase o no se diga, acese o no un nombre de la tradicin deque se trate, y adptese o no para denominar a la colectividad concernida el apellido de uno detales exponentes o referentes de la misma), eso, que ocurre en toda tierra de garbanzos, seagrava hasta extremos enormes cuando, adems, se oficializa la denominacin y se identificanlas personas del fundador de la colectividad o congregacin, el que le da su nombre (o apellido)y el que oficia ante la posteridad como exponente supremo de la misma. (Esos tres papelespueden no coincidir.)

    7. Revisin y revisionismo

    Mas, si ya comportaba ese triple error la posicin metodolgica del comunismomarxista de los aos 20, 30, 60 70 del siglo XX, y si en una serie de puntos haba yaentonces una base slida para cuestionar algunas ideas de las sostenidas por Marx y por latradicin que de l arranca, en cualquier caso ahora estamos ya en el siglo XXI. Habra un erroradicional en seguir proponiendo hoy un modelo de congregacin poltico-ideolgica segn laspautas bolcheviques u otras similares.

    Los pensadores marxistas siempre sostuvieron un enfoque dialctico, contradictorial;una unidad entre verdad relativa y verdad absoluta; unidad ciertamente escurridiza, difcil deprecisar, que se acomoda mal a las frmulas tajantes y precisas, que la congelaran o fijaran,justamente cuando su espritu es el de transcender esas fijaciones, el de unir lo transente conlo permanente de manera un poco intangible, un poco inaprensible, mas no ilusoria.

    Es ms fcil evocar o sugerir esas ideas que expresarlas adecuada y rigurosamente enfrmulas satisfactorias. Mas, en cualquier caso y eso es lo que aqu nos interesa los marxistasfueron siempre conscientes de que haba que unir ese fondo de verdad que ellos considerabanabsoluta (pero que saban que difcilmente se plasmaba en ninguna formulacin particular, soriesgo de petrificarse, de convertirse en un catecismo) y una masa difusa, envolvente,

    inabarcable, de verdad meramente relativa.La verdad relativa es verdad, pero relativa. Su relatividad la hace precaria, modulable

    segn pautas variables, contextualizada. Todo lo que sea una expresin de verdad meramente

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    Comunismo sin Dogmas por Lorenzo Pea 10

    relativa es, a su vez, relativo, sujeto a variacin, en gran medida opinable, menesteroso dereelaboracin, matizacin, en parte modificacin, segn los contextos cambiantes, lascircunstancias, el entorno.

    Como cualquier marxista saba que, en el marxismo, hay una unidad inextricable eindelimitable de verdad absoluta y de verdad relativa, cualquier marxista saba que el marxismono se puede codificar en un libro, ni en una coleccin de libros u otros materiales; saba quelas formulaciones han de estar variando, han de estarse aclimatando, han de adaptarse yacoplarse constantemente a la variacin de entornos y circunstancias.

    Si eso era as para la teora, lo era, todava ms, para la prctica. Sencillamente porquelos asertos sobre la prctica son de los que encierran ms problemas para hallar la frmulaexacta y adecuada, la matizacin atinada, la dosis correcta. Y es que la prctica no espera.Deca Malraux que la accin es maniquea; eso, que en parte puede ser errneo, tiene un granfondo de verdad, en tanto en cuanto las necesidades de la accin suelen dejar escaso margen

    para la enunciacin pausada, proporcionada, mesurada, ponderada.Eso hace frecuentemente caducos los asertos surgidos en el fragor de la pelea y que

    en un momento hayan resultado formulaciones felices y fecundas para galvanizar a una masade la poblacin en pos de la realizacin de una buena causa. En la prctica esa felicidad o esafecundidad son frecuentemente ms fciles de comprobar que la exactitud o incluso que laverdad imprecisa o aproximada. Mas es relativa la diferencia entre esa nocin, vaga, defelicidad y la tambin vaga de verdad imprecisa. Puede que haya habido ms fecundidad ofelicidad que verdad, ni siquiera aproximada, en la idea de Coln de llegar a la China cruzandoel Ocano. Pero una base de verdad tena que haber, y de hecho la haba.

    As pues, cualquier marxista saba que no hay ningn libro, ningn folleto, ningntexto, ninguna conjunto de textos que hubiera de permanecer inalteradamente vlido y seguirconcitando la adhesin al cabo de un tiempo; tanto ms cuanto ms se tratara de textos decarcter prctico, e.d. orientados a las tareas de la accin poltica.

    Ningn marxista dijo nunca que fuera condenable cualquier revisin de textos de latradicin marxista. Cuando se rechazaba el revisionismo, tratbase slo de las posiciones quese vean como un abandono del legado revolucionario y anticapitalista de Marx. Ya fuera elrevisionismo de Bernstein repudiado por Kautsky y Plejnof; ya fuera el ulterior revisionismode esos dos autores repudiado por Llein; o el revisionismo de Jruschof repudiado por MaoTsetung, en cualquiera de los casos lo que se invocaba no era nunca la intangibilidad de lateora de Marx, sino siempre que la revisin emprendida descafeinaba la teora, le quitaba

    hierro, la haca inocua y adaptada a las conveniencias de las clases dominantes.

    En principio, pues, se estaba de acuerdo en someter a revisin cualquier cuerpo deformulaciones e ideas previamente adoptado, a tenor de nuevas experiencias o de nuevosrazonamientos, y eso todava ms en tratndose de asuntos ms prcticos que tericos.

    Pero en la prctica las formulaciones de un momento, consagradas y guardadas en unrelicario, se queran imponer como vlidas siempre y por doquier.

    En eso incurrieron todos, incluso los mejores. Llein no estuvo a salvo de ese error,a pesar de sus propias advertencias, cuando juzg las situaciones de otros pases segn pautasrusas. A pesar de todos los avisos, la internacional comunista (1919-43) cay frecuentemente

    en esa equivocacin, si bien los coscorrones llevaron luego a mayor flexibilidad.

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    8. Adaptacin de la teora y la prctica a los lugares y a los tiempos

    Algunos de los lderes ms lcidos del marxismo oficial, como Stalin, se percatarona veces de lo relativo de la verdad estampada en los textos y en las proclamas, en las lneasprogramticas y en los documentos de cualquier gnero. Relatividad que implicaba la necesidadde revisar esos textos y adaptarlos; no slo aplicarlos. Pero daba miedo decirlo as; y se acula expresin dudosa de aplicacin creadora, que es como una frrea cuchara de palo. (Comodialctico y contradictorialista que soy, admito que una cosa puede tener rasgos mutuamentecontradictorios; mas, en tanto en cuanto tiene uno de ellos, no tiene el otro.)

    Esos heraldos ms clarividentes se dieron cuenta de que el comunismo marxistaaplicado en Rusia por los rusos para las condiciones rusas, en el contexto y transfondo de latradicin rusa, de la situacin del imperio zarista y de su legado, era un comunismo marxistaa la rusa, y que la revolucin comunista en otro pas tendra que hacerse adaptando a ese pasla doctrina y los textos, ms an en las cuestiones prcticas.

    Como as fue, efectivamente. La revolucin china se hizo muy a la china, bajo lainspiracin del pensamiento nominalmente marxista-leninista de Mao Tsetung; digonominalmente porque, aunque hay un estrechsimo vnculo entre las ideas de Marx y de Lleiny las de Mao Tsetung, ese fondo est, en la pluma del lder chino, tan impregnado de maticespropios, tan reelaborado desde la propia tradicin y la propia cultura, que puede tratarse, a lapostre, de una doctrina mucho ms original de lo que crea su propio autor.

    La revolucin vietnamita se hizo a la vietnamita, jugando ah Ho Chimn un papelparecido al de Mao en China. Uno de los pocos casos en que un partido comunista occidental

    hizo algo que se aproxima a una revolucin, que fue la destacada participacin del partidocomunista de Espaa en la resistencia del pueblo espaol contra el fascismo en 1936-39, se hizomuy a la espaola, con un acervo de ideas espaolsimas en boca de Jos Daz Ramos, DoloresIbarruri y otros heraldos del pueblo espaol. Por lo que respecta a Cuba, es obvio que surevolucin se hizo a la cubana e incluso, hasta aos despus de la toma del poder, sininvocacin alguna de la tradicin ni marxista ni leninista. No la necesitaban.

    Mas sobre el papel se quiso mantener lo inclume de los textos, aunque el elenco delas escrituras consagradas variara segn las inclinaciones del lder de turno en Mosc (o en otraMeca alternativa, como Pekn).

    Sin embargo, en todo ese asunto la principal falla fue no percatarse de que, tanto como

    a los lugares, hay que adaptarse a los tiempos. Si el bolchevismo ruso, tal cual, result ser yno poda por menos de ser inadaptado a las necesidades de China, el Vietnam, Espaa, Cuba,Angola o el Congo, tambin es cierto que ese bolchevismo, al menos segn sus formulacionesde 1910 1920 1930, no poda dejar de estar inadaptado a las necesidades de la luchaanticapitalista en 1960 1970. No digamos ya a las del siglo XXI!

    Precisemos la idea! El recetario bolchevique-leninista (el camino de Octubre, que fueun seuelo, un espejismo para los comunistas occidentales que ilusoriamente esperaron verrepetirse en sus pases circunstancias similares a las de Rusia en el otoo de 1917) enseabala necesidad de un partido proletario de vanguardia, granteo, cohesionado, que profesara laverdad del marxismo y, armado con ella, con intransigencia de principio, con abnegacin, con

    devocin total a la causa proletaria, preparase con un amplio trabajo de concienciacin ymovilizacin de masas la toma insurreccional del poder para el da en que las condiciones

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    impuestas por la burguesa y el propio desbarajuste y descalabro del poder capitalista la hicieranposible y necesaria a ojos de una amplia masa de la poblacin.

    Los adversarios de Stalin en esa tradicin marxista-leninista reprocharon al georgiano

    haber pronosticado, en los aos 30, que no habra revolucin obrera en Europa occidental enlos siguientes 90 aos. Se vea como una abjuracin del internacionalismo leninista. Creo, sinembargo, que, si tal prediccin se produjo, dio en el clavo (igual que el famoso vaticinio de1931 de que la URSS tena por delante 10 aos para prepararse contra la agresin fornea;curiosas dotes profticas!)

    Pero, claro, cualesquiera que fueran las expectativas, halageas o no para sus deseos,lo que no hacan en esa tradicin era proponer cosas nuevas que se apartaran de los viejosrecetarios. Y, si se haca o cuando se haca, era como de tapadillo, con encajes de bolillos parano parecer que se sacrificaba la ortodoxia.

    Fueron acertadas o desacertadas las ideas de Llein sobre las tareas del partido delproletariado? Sera fcil decir que resultaron acertadas en virtud del Octubre rojo, o queresultaron desacertadas en virtud de otros hechos histricos. Eran ideas prcticas y que queranser practicables (y lo fueron, al menos en Rusia, y hasta cierto punto, aunque de otro modo, enalgunos otros pases). Mas, sea ello como fuere, all donde las condiciones fueron sensiblementediversas, de hecho cambi el discurso comunista. Los textos de Mao de 1940 guardanescassimo parentesco con los de Llein de 1910. No se reconoci, claro. Pero hacerse, se hizo.

    Y es que, viables o no para el tiempo en que se propusieron esas ideas sobre laorganizacin del partido proletario y sus tareas, carece de razonabilidad proponerlas tambincuando no se van a poner en prctica tales ideas, cuando no van a suscitar un nmero suficientede adhesiones, cuando el ambiente no es propicio, cuando no hay ni va a haber a corto plazoperspectivas de convencer de esas ideas ms que a una exigua e inoperante minora.

    Aunque sea eso de lamentar, aunque fuera de desear que todo eso no sucediera, si dehecho sucede entonces hay que cambiar el planteamiento. Y se vuelve contra el espritu de suspropios originadores el seguir aferrndose a sus ideas como a un clavo ardiendo, pase lo quepase, y as se hunda el mundo.

    9. Seran viables hoy partidos de corte bolchevique-leninista?

    Hoy casi nadie (como no sea uno de los selectsimos entusiastas ms fervientes) cree

    que esas ideas de Llein vayan a hallar una amplia acogida entre un sector significativo de lasmasas obreras a corto, medio o largo plazo, salvo tal vez en un porvenir indeterminadamentelejano, brumoso e indivisable.

    Llein no haca propuestas basadas en concepciones abstractas, en deduccionespuramente teorticas, en clculos, sino en hechos prcticos, en la praxis misma de la luchaobrera en Rusia y fuera de Rusia, segn l la vea, a veces avanzando, a veces retrocediendo,pero siempre manteniendo unos caracteres de lucha masiva y a ultranza, fuerte, dursima, conodio de clase, desesperacin y rabia en enormes muchedumbres. Sin ese transfondo sus ideasseran quimeras y meras construcciones de papel. A veces todo ese movimiento ceda y seamortiguaba, a veces se soterraba momentneamente, pero siempre se mantenan vigorosos

    rescoldos. De no ser as, su fe hubiera sido la del carbonero.Cuando no hay nada de todo eso; cuando el desmoronamiento del bloque sovitico y

    la mercantilizacin en China han derribado todas las fortalezas ideolgicas anti-sistema y han

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    llevado a casi todas las mentes la errnea conviccin de que la economa de plaza es justa o,al menos, inevitable; cuando la evolucin sociolgico-econmica ha hecho desintegrarse a laclase obrera y ha corrompido hasta extremos antes inconcebibles el movimiento sindical (que

    hoy en diversos pases es reaccionario y est al servicio de los ms ricos y poderosos); cuandola reconstitucin de una cultura anticapitalista se ve como una tarea a 30 40 aos vista;cuando las nicas luchas de gran envergadura contra el desorden establecido son las que sellevan a cabo en los pases del Sur, frecuentemente conducidas por fuerzas ideolgicamentedescarriadas y a veces reaccionarias (islamismo, tribalismo); cuando ocurre todo eso, es obvioque no cabe seriamente proponer para un futuro prximo la puesta en prctica de las ideas deLlein, salvo como quien recita el rosario o la letana.

    No basta con que algo sea verdad; tiene tambin que parecer que lo es. No bastara conque esas ideas de orden prctico fueran justas en s; tiene que parecer que lo son. Tiene queparecer que lo son a una masa suficientemente amplia de la poblacin; si no ahora, para dentrode un ao, o dos aos, o, si se quiere, 10 aos. No para dentro de cien aos.

    Los jacobinos franceses de 1790 no aplicaron las ideas de Oliverio Cromwell de 1650.Ni Llein aplic las de Robespierre. Cada poca tiene sus hombres y mujeres, sus credos, suespritu, sus maneras de hacer y de decir las cosas, sus aciertos y sus desaciertos, su cultura ysu incultura propias.

    Dijo Marx que la humanidad nunca se propone otras tareas que aquellas que puederesolver. Que puede resolver, claro, en la misma poca en que se las propone. Es esoexactamente as? Como tantas afirmaciones problemticas puede siempre hacerse verdad alprecio de darle una interpretacin tautolgica. Mas, sea as o no, lo seguro es que carece depertinencia o de razonabilidad proponer la realizacin de una tarea si todos los datos apuntan

    a que no se realizar en un futuro que uno pueda prever.Tendr sentido, aun as, abogar por un ideal, o defender la justicia de un proyecto. Mas

    un proyecto no es una tarea. Toms Mnzer y Toms Moro en el siglo XVI, Campanella en elXVII, Mably en el XVIII defienden la justicia de la propiedad comn, del comunismo. Aspasen mil aos y sus ideas no se hayan puesto en prctica, lo que dicen no deja de ser vlido.Argumentan en trminos de justicia y de injusticia.

    sa es la diferencia. Llein no argumenta en tales trminos. Da por sentado que elcapitalismo es injusto. Mucho, muchsimo de lo que dice conserva no slo su inters(interesante es todo en l), sino su verdad. Mucho de lo que dice sobre el capitalismo, elimperialismo, sobre las guerras, sobre las relaciones entre la lucha econmica y la poltica,

    sobre la cultura nacional. Todos deberan leer sus escritos y tendran muchsimo que aprender,tanto cuando lleguen a conclusiones coincidentes con las suyas como cuando no sea as (yaporque juzguen que haba errores, o porque piensen que las condiciones han cambiado).

    Eso es una cosa. Otra muy diferente sera estar obligado uno a creer en las ideas deLlein. Eso fue siempre aberrante y alienante para usar uno de esos vocablos de significadoturbio, pero de amplia circulacin. Hoy sera un desatino.

    As que, para concluir esta parte de mi ensayo, la resumir diciendo que cada tiemporequiere sus propias ideas y que no es razonable seguir predicando propuestas que no encajancon la cultura de la poca en que uno vive, en particular seguir preconizando la realizacin de

    unas tareas que se propusieron hace muchos decenios y sobre la base de cmo eran entonceslas cosas o, al menos, de cmo parecan ser. Siglo nuevo, propuesta nueva!

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    Mientras llegan o no esas propuestas, es sensato seguir debatiendo sobre los bienes omales del desorden establecido, de la economa de mercado, de la dictadura del G-7, y hacerpropuestas organizativas y de lucha en torno a problemas de hoy y con el lenguaje y la

    mentalidad de hoy; tomando, como fuentes de inspiracin, entre otros, los escritos de nuestrosilustres antepasados y de los grandes franqueadores de caminos. No es sensato seguir repitiendoestribillos de hace 100 150 aos o preconizar una realizacin de tareas en trminossustancialmente idnticos a los que se formulaban 3, 4 5 generaciones atrs.

    10. La tarea poltica de hoy: la lucha por reformas sociales

    Lo que acabamos de ver revela la inviabilidad hoy de partidos de tipo bolchevique-leninista que luchen por la dictadura del proletariado. Eso, sin embargo, no quiere decir que nohaya hoy sitio para partidos polticos dedicados a luchar por el ideal de una sociedad comunista.

    Lo que pasa es que esos partidos no han de ser como los partidos comunistas de 1920 1930 1940. Menos an claro, como los degenerados y en parte corruptos partidospseudocomunistas occidentales de 1980, cuya completa bancarrota y traicin son hoy palmarias.

    Y no han de ser como los de entonces en unas cosas porque ya entonces eraequivocado ser como eran, partidos dogmticos y sectarios. Y en otras cosas porque hoy esinoperante mucho de lo que entonces poda valer, o al menos ser efectivo (en parte).

    La mayor obsesin (o fijacin, como ahora se dice) de los partidos comunistas deantao fue el poder poltico. Eso vena de su dogma de que sin la toma del poder por la claseobrera y sus representantes polticos nada sustancial se puede alterar (aunque a veces se matiztal dogma). Mientras se crey en las perspectivas de la revolucin proletaria, la dedicacin eraa prepararla. Cuando se dej de creer en ella, la dedicacin fue a participar en las institucionespolticas del sistema y a fraguar alianzas electorales que pudieran un da acceder a la gestingubernativa por va parlamentaria.

    El marxismo nunca rechaz la lucha por las reformas y siempre busc una unidaddialctica en parte contradictoria entre esa lucha y la accin revolucionaria por elderrocamiento del poder burgus. Mas las perspectivas de reforma eran claramente insignifican-tes en comparacin con las de cambio de estructuras socio-econmicas mediante la revolucinpopular de masas.

    Hoy creo que eso es equivocado. No sabemos, ni nadie sabe, hasta dnde pueden llegar

    las reformas sociales, mas sabemos que son posibles. No se me oculta que el principal factorde reformas sociales en los pases capitalistas fue el rgimen bolchevique y sovitico; que lagran oleada de tales reformas se produjo hacia 1945, con el aplastamiento de la Alemania nazipor la Rusia de Stalin y el momento apotesico de prestigio y grandeza de la URSS. Mas nofue el nico factor. Ya antes de la revolucin rusa haban empezado tmidas reformas, alprincipio parchecitos; en parte, claro, ya entonces se tema la insurreccin obrera, mas esdudoso que el temor fuera muy grande (como lo prueba lo por sorpresa que cogi el Octubrerojo de Petrogrado a los detentadores de las cajas fuertes).

    No sabemos hasta dnde pueden llegar las reformas. Hoy lo que vivimos soncontrarreformas. Pero sabemos que puede haber reformas. Sabemos que, si en un momento los

    capitalistas han dedicado el X por ciento de sus ganancias a reducir el malestar social y eldescontento de una parte de la poblacin, puede incrementarse esa concesin en un 0,1%

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    mediante la lucha en la calle, la tribuna, la presin de ideas y de argumentos, y eso por venalesy mendaces que sean los medios de incomunicacin del sistema.

    Naturalmente, excede los lmites de este artculo trazar un plan especfico o detallado

    de una lucha por reformas sociales. Si es que llegaran a encontrar acogida mis actualespropuestas, los planes habran de surgir entonces de unas bases amplias y con mltiples ydiscrepantes criterios, y venir consensuados y reelaborados peridicamente en funcin de loscambios de las prioridades de la gente.

    As y todo a ttulo indicativo de preferencias personales (y con la enorme autoridadque siempre le da al ms modesto hijo de vecino representarse a s mismo) enumero algunasde las reformas por las que creo que cabra hoy luchar, en una situacin como la espaola:

    Avanzar hacia la ciudadana planetaria. Como primer paso, reconocimiento del derechoilimitado de residencia y de nacionalidad espaola a todos los latinoamericanos.

    Reduccin del sector privado de la economa. Como primer paso, devolver al estado todaslas empresas desnacionalizadas por los gobiernos de la monarqua borbnica.

    Derecho a la movilidad. Gratuidad del transporte pblico urbano y de cercanas.

    Cuota obligatoria de empleo segn el volumen de las ganancias de las empresas y su cifrade negocios. Nacionalizacin de aquellas empresas que incumplan esa cuota reiteraday gravemente.

    Restablecimiento de la legislacin laboral protectora. Prohibicin de los despidos injustifica-dos (aun con indemnizacin): el trabajador ha de poder permanecer en su puesto detrabajo de por vida, salvo causa justificada. El patrn no ha de poder hacer en su

    empresa lo que le d la gana, justo o injusto. Supresin de la jubilacin obligatoria por edad. Todos tienen derecho a trabajar si estn en

    condiciones de hacerlo.

    Derecho a la vivienda de alquiler. Creacin de una gran empresa pblica gestora de laedificacin de inmuebles y de su arrendamiento para que todos puedan ser inquilinoscon una renta mdica, segn sus ingresos, y en el mismo municipio en que trabajen.Congelacin de los alquileres; abrogacin de la vigente ley de arrendamientos urbanos.

    Abolicin de toda la legislacin sobre el suelo y la ordenacin urbana que se ha promulgadodesde la infame ley franquista de 1956. Retorno al urbanismo de servicio y obra

    pblica defendido en el siglo XIX por Ildefonso Cerd. Nacionalizacin de la industria farmacutica y supresin de la medicina privada para que

    pueda existir un nico servicio pblico de sanidad integrado y eficiente, que llegue porigual a todos y que cubra todo el cuidado a la salud (incluidas odontologa y ptica).

    Salario mnimo interprofesional de 2.500.000 pts. Y, en el sector pblico, tope remunerativomximo de 5 veces el salario mnimo.

    Amplsima oferta de empleo en el sector pblico, con cargo a los presupuestos generales delestado, para eliminar completamente el paro involuntario.

    Plena progresividad, sin techos, de todos los impuestos. Penalizacin fiscal de los acapara-

    mientos improductivos o especulativos, en especial de aquella acumulacin depropiedades que cause perjuicios medioambientales o sociales.

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    11. La lucha por reformas sociales y el socialismo de ctedra

    En el ltimo tercio del siglo XIX y frente al comunismo por el que haban abogadoBlanqui, Weitling, Engels y Marx, entre otros se desarrollaron diversas tendencias sociales queadoptaron la denominacin global de socialismo (en algunos casos, la de colectivismo). Adiferencia del ideal comunista consistente en abolir la propiedad privada, haciendo que todoslos bienes sean comunes, el del socialismo se contentaba con hacer que sean sociales. Y eso,que de suyo no quiere decir casi nada, puede concretarse en que segn una frase que entoncesno se usaba todava la propiedad, aun privada, cumpla una funcin social, o que la riqueza,aunque sea particular, est subordinada al bien comn o haya de usarse segn pautas quepermitan la satisfaccin de necesidades sociales.

    Varias de esas tendencias socialistas del ltimo tercio del siglo XIX abogaron por unapanoplia de reformas, que incluan derechos sociales (jubilacin, atencin sanitaria, alojamiento,etc), cierta regulacin estatal de las relaciones laborales y un sector pblico de la economa;ms en particular la constitucin y el reforzamiento de un patrimonio estatal. A esa corrientebastante variopinta se le dio la denominacin genrica de socialismo de ctedra. Marx,Engels y toda la tradicin marxista combatieron ese socialismo de ctedra, dirigindole variosreproches:

    Uno era el de estar divorciados de la lucha de las masas laboriosas e ignorar las aspiracionesde las vctimas de la injusticia del sistema de mercado. Esos autores no se dirigan alas masas obreras, no se ligaban a organizaciones que se mezclaran con los afanespopulares.

    Otro reproche era el de desconocer que, mientras perdure el poder de la clase capitalista, noes posible socialismo alguno, porque, siendo esa clase privilegiada la detentadora delpoder poltico, ser ella, colectivamente y no el pueblo, quien posea la riquezaestatal.

    Un tercer reproche era el de, con ese seuelo de un socialismo de estado, contribuir aafianzar el poder existente y a apartar a las masas explotadas de la lucha reivindicativay revolucionaria.

    Habra que estudiar en detalle aquellas polmicas para determinar en qu casos hayansido justos los reproches y en cules no. Esas controversias son ahora agua pasada, algo deinters meramente histrico. Sea como fuere, y con la vista puesta en el futuro, no hay razn

    para abrazar incondicionalmente ninguna de las tradiciones progresistas que abogaron por unamayor equidad de la estructura social, ni para echar a la basura, sin miramientos, ninguna deaquellas corrientes, ni para seguir juzgndola segn los trminos forzosamente sesgados deuna polmica que ya no tiene razn de ser.

    12. Las nuevas condiciones sociales y econmicas

    Hoy las condiciones sociales son diferentes de las de hace cuatro o cinco generaciones;es perfectamente posible que cosas que se hayan dicho entonces, y que entonces no fuerancorrectas, s sean correctas hoy. Es hoy un tanto problemtico el protagonismo de la clase

    obrera como sujeto colectivo de la revolucin.

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    Hurgando en esa concepcin de las clases sociales del materialismo histrico, hanaflorado dificultades desconocidas por los iniciadores de esa visin: cules son las condicionesnecesarias y suficientes para que tales acciones o ideas de tales individuos sean imputadas a una

    colectividad p.ej. a una clase social? (A menudo los escritores marxistas se han visto a smismos, cada uno, como genuinos representantes del proletariado y han atribuido a ste suspropios actos o sus propias ideas; cuando el autntico lder dice o hace algo, es la clase obrerala que lo dice o hace, por l.)

    Otra dificultad estrechamente relacionada con la anterior (tal vez la misma con otraformulacin): qu criterio empricamente comprobable hay para determinar el carcter de clasede las organizaciones, de las tendencias, de las fuerzas polticas?

    Otra dificultad: cules son las condiciones necesarias y suficientes para que unacolectividad social sea una clase y no una mera capa, un estrato, un sector social?

    Mas, al margen de esas y otras dificultades teorticas as, est una dificultad adicionalsobre la clase obrera en su identificacin marxista con el proletariado. Ya para Marx surgieronnotorias dificultades a la hora de saber si de esa clase forman parte los guardias, los esbirros,los criados, los peluqueros, los camioneros, los camareros, los recaderos, los oficinistas. Almenos entonces estaba claro que haba un ncleo duro una masa compacta y mayoritaria enlas poblaciones urbanas de obreros propiamente dichos, de los que, en trminos de economamarxista, producan mercancas con su trabajo: asalariados manuales fabriles, albailes, mineros.Segn la doctrina econmica marxista, slo los obreros propiamente dichos crean valor; sloa ellos se arranca plusvala; slo ellos son explotados; y cada uno de ellos sera explotadoexactamente en una determinada cantidad (a saber: en la diferencia entre el valor de su fuerzade trabajo y el valor de las mercancas por l producidas).

    Aparte de las inextricables e insolventables dificultades de esa teora del valor, y apartedel problema de saber si tal teora es til o necesaria, est y eso es lo que me interesa aquel hecho de que, en cualquier caso, hoy todo eso est desdibujado. Hoy parece arbitrario decirque produce una mercanca una mesa, p.ej el operario que en el taller le da una capa debarniz, pero no el empleado que la baja al stano, el cargador que la sube al camin, eldistribuidor que la entrega a domicilio, el cajero que cobra el pago.

    De otro lado, la nueva economa distribuida ha creado una masa enorme depseudoindependientes, de personas cuyo lugar en las relaciones econmicas reviste la forma deun contrato de obra o servicio o incluso de mera transaccin comercial, pero que son cuasi-asalariados (p.ej. el trabajo a domicilio u otras formas de economa sumergida o semisumergi-

    da).

    Es ms, a menudo las masas operario-fabriles que an existen pueden formar (sobretodo en pases pobres) sectores relativamente privilegiados de la poblacin, al paso que eldesempleo puede llegar en algunos de los pases ms golpeados por las injusticias del sistemamercantil a azotar a las 3/4 partes de la gente. Esas condiciones no permiten cifrar lasesperanzas en la lucha de las masas trabajadoras sindicadas o sindicables. (El reaccionario papelde los sindicatos en ms de un caso no es, sin duda, independiente de esos cambios socio-econmicos.)

    S tiene sentido, por el contrario, seguir hablando del proletariado, o sea de la enorme

    y mayoritaria masa de la poblacin carente de propiedad (que no tiene nada o casi nada salvoalgn bien de uso personal o familiar, como su vivienda). El desempleado que nunca haobtenido ni obtendr jams un empleo no es un obrero, no es un trabajador, no es un empleado;

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    pero s es un proletario; igual que lo es el que vive vendiendo pauelos de papel o bolgrafos(no es un comerciante).

    Menos justificado todava sera reemplazar la nocin marxista de clase obrera o

    proletariado por una nocin vaporosa de clase trabajadora que abarcara tambin a arquitectos,ingenieros, directores de sucursales bancarias, gerentes de empresas, presentadores de televisiny pilotos de aviones. Dudo que en esa teora pueda dilucidarse la actividad econmica de esoscolectivos. Producen valor mercantil con su trabajo? Extrae plusvala el capitalista de esetrabajo? Reciben salario, o sea el costo de la produccin y reproduccin de la fuerza laboralque se consume en el proceso?

    Mas, en cualquier caso, no es eso lo esencial aqu. Lo que ms nos interesa es otroasunto enteramente distinto: el de lo absurdo que sera depositar en ese amorfo colectivo detrabajadores o de asalariados, en tropel, las esperanzas de vehicular el movimiento detransformacin social.

    Ni la clase obrera, pues, en el sentido de 1900-1950 ni una presunta clasetrabajadora en que quepamos todos. Las masas ms desheredadas de la poblacin terrqueano estn incluidas ah.

    Eso no elimina el papel de las reivindicaciones laborales en un plan de reformassociales. Claro que no. A pesar de esos cambios, la relacin de dependencia laboral, el contratode trabajo, sigue siendo importantsimo en la economa de mercado en que vivimos, y suregulacin en sentido progresista y protector ha de seguir constituyendo un elementosignificativo de las demandas sociales que hay que plantear. Mas la lucha por esas demandasno est hoy casada con el movimiento asociativo-reivindicatorio de un sector social claramenteperfilado en el entramado de las relaciones econmicas como lo era la clase obrera fabril de1930.

    13. Sociedad y Estado

    Por otro lado, creo que haba un error bsico de Marx sobre el estado; error que meobliga a reconsiderar una de sus crticas al socialismo de ctedra. El error de base era la tesisde que el estado es una cosa y la sociedad otra.

    Esa tesis no la inventa Marx, sino que la toma de los economistas burgueses del sigloXVIII y de la filosofa de Hegel. No dejaba de ser una novedad, que no se le hubiera ocurrido

    a ningn filsofo de la antigedad, de la edad media o de buena parte de la edad moderna(aunque tal vez haya algn remoto precedente de ella en alguna de las versiones de la teoradel pacto social).

    Desde el punto de vista de los economistas liberales burgueses, el estado, armaznpoltica de la sociedad, se sobrepone a sta, que est formada por los creadores de riqueza, losagentes econmicos, que entran en relaciones contractuales en su actividad productiva ydistributiva. La verdadera primaca la ostentan esos agentes econmicos, mientras que el estadoes un apndice, una excrecencia, que ha de limitarse al papel mnimo de guardin del orden.

    En Hegel la dicotoma entre sociedad y estado que bebe en las mismas fuentesdieciochescas se presenta con un cariz muy diferente, pues ahora es el estado el enaltecido

    como encarnacin superior del espritu objetivo y realizador de unos valores ticos mselevados.

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    En la teora de Marx y Engels, el estado es una superestructura: es la organizacinpoltico-coercitiva, que se sobrepone a la sociedad y que surge histricamente en el momentoen que como resultado de la diferenciacin de clases sociales resultante del cambio de las

    relaciones de produccin hay una clase econmicamente dominante que necesita tener a rayaa las clases econmicamente dominadas. El estado es, pues, el gobierno ms su aparatorepresivo: el cmulo de gendarmes, verdugos y carceleros que mantienen el orden a expensasde las clases dominadas. Una organizacin que surge en un perodo de la historia y seextinguir cuando ya no haya clases sociales. Cada estado es instrumento de la clase dominanterespectiva y, por lo tanto, lo que sea un bien del estado es una pertenencia de esa misma clase.

    Creo que es fundamentalmente equivocada toda esa concepcin. No hay ms motivopara establecer ese distingo entre estado y sociedad que el que hay para postular un tro o uncuarteto de entidades colectivas (la colectividad poltica o estado; la econmica o sociedadpropiamente dicha; la cultural; etc). Tales distingos son artificiales. Es como distinguir unacomunidad de vecinos como sociedad y esa misma comunidad como entidad administrativa (laJunta del inmueble ms el administrador).

    Ni hay realmente razones para pensar que haya una diferencia as entre lo que esgobierno y lo que es simplemente autoridad. Somos una especie social y en todas las especiessociales los grupos tienen a su frente a autoridades incluso las de los insectos sociales. Enotras especies de simios emparentadas con la nuestra tambin hay estratificaciones que separecen a las humanas, e incluso alguna tendencia a la perpetuacin transgeneracional de esaestratificacin.

    Si la sociedad y el estado no son dos entidades diversas, sino slo una, el estado nose extinguir nunca, a menos que se extinga la sociedad. Ser verdad o no que un da todos los

    hombres obrarn de buena gana segn las leyes y que no harn falta ni gendarmes nipuniciones. Aun entonces no tiene por qu dejar de haber cdigos penales (slo que no habrnecesidad de aplicarlos porque nadie har nada prohibido). A pesar de mi conviccin de queel ser humano es lo ms valioso y de que lo mejor para un ser humano es la existencia y laproximidad de otros seres de esa misma especie, dudo que un da todos vayan a ser tan buenoscomo lo pinta ese cuadro idlico. No se da tal armona en ninguna de las especies prximas ala nuestra; tal vez se d entre las abejas o las hormigas, mas no parece darse entre loschimpancs o los macacos. Ni juzgo verosmil que vaya a darse entre nosotros. En cualquiercaso, ya se ver.

    Si la sociedad no es diversa del estado, los bienes del estado son bienes de la sociedad,

    gestinelos quien en cada caso los gestione. Los bienes colectivos de una comunidad de vecinospertenecen a sta; son patrimonio suyo, sea quien fuere, en cada momento, el jefe de talcomunidad, tanto si acta bien como si acta mal. Mientras no sean enajenados, subsiste laposibilidad de que reviertan, al cambiar la direccin, para provecho de la comunidad.

    Por otro lado, esa tajante dicotoma marxista desconoce que el hbito hace al monje.El gobernante que se coloca a s mismo como defensor o tutelador del bien comn tiene, enalguna medida, que actuar en aras de ese bien comn; hasta el peor gobernante y el mscorrupto e influido por los ricos. En alguna medida tiene que destinar al bien y al uso pblicosal menos las vas, los caminos, los puertos, las calles, las plazas; ha de establecer y ordenarmercados y ha de velar as sea en la medida menor posible por impedir el fraude y el abuso.

    No ha habido sociedad conocida sin alguna regulacin de los mercados, sin alguna leyde pesas y medidas, sin alguna normativa de obligado cumplimiento para los contratos privados,

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    sin algn espacio pblico que con un servicio tambin pblico se mantiene, a expensas delerario colectivo, para el bien de todos. (Aunque de unos ms y de otros menos.)

    Todo eso admite grados. No es cuestin de todo o nada. Unos gobernantes han actuado

    ms en aras del bien comn, otros menos. Unas veces los bienes de titularidad pblica han sidoms, de hecho, bienes colectivos, bienes que aprovechen a todos; otras veces han sido msacaparados por los paniaguados del poder y los poderosos influyentes.

    Mas el aumento del patrimonio pblico no es indiferente para los intereses de lospobres. Un patrimonio ms abultado permite, en principio, ms usos sociales, ms presupuestopara orfelinatos, asilos, escuelas, hospitales, correos, recogida de basuras, limpieza vial,alumbrado, suministros de agua. (Y no digamos en la vida de hoy!: servicio ferroviario,subsidio de desempleo, jubilaciones, reparto de alimentos en casos de calamidad, vacunaciones,prevencin y extincin de incendios, salvamentos, centros de acogida, polideportivos, y todolo que no se han atrevido todava a eliminar los desmanteladores neoliberales del estado del

    bienestar; bienestar muy relativo, pero que no est del todo ausente ni siquiera en Madagascar.)Eso s, tales bienes son de veras pblicos slo cuando son estatales. Los bienes

    municipales son propiedad de los empadronados en el municipio. Los provinciales, de losavecindados en la provincia. Los regionales, de las gentes de esa regin. Slo los bienesnacionales son de todos los ciudadanos del pas. Y, desde luego, slo los de una Repblicaplanetaria seran patrimonio comn de todos.

    Hay una consecuencia paradjica que, de esa dicotoma marxista entre estado ysociedad, sacan algunos hoy, aunque, desde el punto de vista ortodoxamente marxista, es unaaberracin. Es lo que cabe llamar un neoliberalismo con rostro humano: la tendencia a oponerlo pblico y lo estatal, alegando que se trata de hacer ms rica a la sociedad (o sea a losparticulares) y menos rico al estado; para no caer en la exaltacin de la propiedad privada, sedistingue entonces entre propiedad privada que es mala y particular que es buena; habrapropiedad pblica particular, que sera la de cooperativas de trabajadores, municipios,asociaciones sin nimo de lucro, ONGs,

    Todo eso es infundado. Persiga o no un nimo de lucro una asociacin (lo cual estambin asunto gradual y relativo), en la economa de plaza el propietario particular se relacionacon otros por los mecanismos mercantilistas de la oferta y la demanda. Cuanto ms crece elsector estatal de la economa, menos lugar hay para esas relaciones comerciales y ms aspectosde la vida econmica se rigen por normas de ndole diversa de la del mercadeo. Pero,evidentemente, lo que no altera nada es el mero reemplazo de la empresa individual, o de la

    sociedad annima, por una cooperativa. Las cooperativas de hoy son los grandes consorcioscapitalistas de maana, a menos que entre tanto hayan periclitado en la dura pugna mercantil.En el mercado el hombre es enemigo y competidor del hombre; la ganancia y la prosperidaddel uno slo pueden darse a expensas de la prdida y la ruina del otro.

    No hay, pues, alternativa a la propiedad nacional o estatal, que es la nica pblica deveras; y que es tanto ms pblica de verdad cuanto ms forzadas se ven las autoridades porla lucha de ideas y la presin social a administrar esos bienes en provecho colectivo, para uso,disfrute y beneficio de todos y no de unos privilegiados.

    En la lucha por el comunismo no es, pues, ocioso y baldo el aumento de la propiedad

    estatal y la nacionalizacin de sectores productivos, incluso sin previa alteracin del gobierno.(Eso, naturalmente, no significa que sean irrelevantes los cambios de gobierno.)

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    Con esta posicin nos apartamos tanto de los adeptos de un socialismo apoltico,de sesgo cooperativista o municipalista, cuanto de quienes creen que no hay nacionalizacin quevalga sin previa toma del poder poltico por los genuinos representantes de la clase oprimida,

    tesis que prcticamente destruira la lucha por reformas sociales.

    14. Lucha por reformas y apoyo a las revoluciones armadas

    La lucha por reformas delineada en los apartados precedentes se diferencia tanto dela nebulosamente distante y problemtica toma del poder por va insurreccional cuanto de lademostradamente irrealizable escalada parlamentaria a los sillones gubernamentales (escaladaimposible mientras haya propiedad privada que influya, como influye, en todos los resortesdecisorios, que manipulan y manipularn siempre las elecciones y que por si un da fracasaranen tal manipulacin tienen a su disposicin el ejrcito).

    A diferencia de cualquiera de esas dos quimricas perspectivas, la lucha por reformases viable, y de hecho se est dando; no hay ms que vigorizarla, sustentarla en un rearmeideolgico y moral y coordinarla mejor a escala planetaria.

    Esa lucha por reformas sociales va acompaada de una lucha por reformas polticas;por una democratizacin que supere la asfixiante partitocracia (la pseudodemocracia oligrquicay caciquil que padecemos); ms que nada en un caso como el espaol por la Repblica. Elnexo es obvio: esos cambios polticos seran favorables al ulterior avance de las reformassociales (y precisamente por eso se opone la oligarqua a tales cambios polticos).

    Tambin est ligada esa lucha por las reformas al apoyo a las revoluciones armadasdonde stas sean posibles y necesarias (p.ej. hoy en Nepal, para derrocar a la monarqua);necesarias desde el punto de vista de amplias masas, no de minoras selectas.

    En otros trabajos he hablado de qu condiciones han de reunirse para que tenga unasperspectivas razonables una insurreccin, sin las cuales la insurreccin es, no slo temeraria,sino tambin injusta y condenable. (Un movimiento incruento puede ser errneo y merecernuestra discrepancia sin ser por ello condenable; no as un movimiento armado cuya accin setraduce en muertes y destrucciones.)

    La lucha de masas y de ideas por las reformas sociales tambin ha de unirse a unapoyo a las vctimas de la agresin, el hostigamiento y el exterminio perpetrados por losEE.UU, la Unin Europea y sus testaferros, como la UNITA en Angola, los agresores ruando-

    ugandeses en el Congo, Israel, el integrismo islmico (Arabia Saud, el Talibn y sus aclitos);un apoyo a todos los que luchan contra la supremaca de los EE.UU y la Unin europea, dentroo fuera.

    Para esa lucha, hay que combatir en muchos frentes. Est el frente de las ideas, losargumentos, el debate. Nos dejan escassimos resquicios; esos que nos dejan hemos deaprovecharlos. Ellos tienen la superioridad del dinero y de las ideas consagradas por el uso yla repeticin; tienen la lgica del poder; nosotros tenemos la superioridad de la razn, el poderde la lgica.

    No basta la lucha de ideas. Hace falta usar todas las formas viables y razonables delucha pacfica y no-violenta. Y entre ellas, desde luego, la lucha poltica, la creacin de amplios

    movimientos polticos masivos; mejor de partidos polticos de orientacin comunista; que notomen como eje de su accin, claro, ni la quimera de la insurreccin ni la ilusin del accesoparlamentario al gobierno, sino que centren su labor en la movilizacin de masas y en el debate,

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    en la concienciacin de la gente, en el uso de los resquicios institucionales, no con laexpectativa de acceder a cargos de mando, sino con la de forzar desde una oposicin belicosae incorruptible a que los de arriba introduzcan reformas. sa es la diferencia entre un

    reformismo anticapitalista de combate y un reformismo arribista, corrupto, logrero, interesadoy mendaz.

    Mas el partido que hace falta no puede ser un partido monoltico que profese unadoctrina determinada. Ha de ser un partido en el que tengan cabida todos cuantos sinceramenteanhelen el comunismo, o sea una comuna planetaria de los seres humanos sin propiedadprivada, en la cual todos los bienes sean propiedad colectiva de todos para el bien comn.

    Unos lo querrn desde una filosofa budista; otros desde ideas como las de TomsMnzer; otros desde el materialismo histrico; otros sin tener ninguna conviccin particular.Unos creern que, tras el establecimiento de esa comuna, vendr un porvenir anrquico, sinsubordinacin, sin poder poltico, sin que nadie tenga que mandar ni que obedecer, porque todos

    cumplirn escrupulosamente las leyes para el bien comn; otros sern ms escpticos o msrealistas (o, si se quiere, pesimistas) y creern que siempre habr necesidad de unos rganosque hagan cumplir coercitivamente la ley. Unos harn una valoracin de la historia y de taleso cuales figuras; otros, otra. Unos darn ms importancia a tales facetas de la lucha; otros, aotras.

    El partido comunista que hoy es posible y necesario es un partido sin filosofa oficial,sin teora oficial en ningn campo. Un partido comunista sin dogmas. A la vez, un partido degente ntegra, incorruptible, sin trepadores, sin chupones, en el cual el acceso a un cargo pblicono sirva nunca de medio de vida y menos de lucro.

    Tal partido es posible y es necesario. Me temo, sin embargo, que va a tardar enconstituirse. Abundan los arribistas y los que se aferran a un clavo ardiendo por unasprebendillas que de todos modos estn condenados a perder porque los poderes fcticos ya nolos necesitan. En el otro lado y por extrao que pueda parecer desde fuera quienes no se hanrendido al sistema quieren resucitar lo de hace decenios y volver a levantar un partidobolchevique leninista, como si estuviramos en 1930.

    Lo aqu propuesto es, en lugar de anidar en el sistema, luchar contra l, en unenfrentamiento total a los intereses de las clases acomodadas, pero sin ilusiones, sin quimeras.Esta propuesta es perfectamente realista y susceptible de concitar una aprobacin masiva y hastala simpata de la abrumadora mayora de la poblacin del orbe terrqueo.

    Lorenzo Pea

    2001-08-30