Comunicacion

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Trabajo de análisis de materiales hemerográficos a partir del rastreo de la creencia social "las retenciones son confiscatorias".

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Universidad de Buenos AiresFacultad de Ciencias SocialesCiencias de la Comunicación

Comunicación III(Investigación de la Comunicación)

Trabajo Domiciliario 2

Sanchez de Bustamante, MarinaDNI 24.549.579

Comisión: Jueves de 11 a 13 hs

Docente: Marcelo Babio

Segundo Cuatrimestre de 2008

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Introducción

Las siguientes líneas se presentan como un ejercicio de reflexión teórica en torno a las

apreciaciones que se expresan, en relación a un escenario o situación político-social, a través de las

prácticas discursivas de distintos actores de una formación social. La premisa desde la que se parte

para el análisis es que las disputas que emergen alrededor de una coyuntura puntual se caracterizan

por la circulación de creencias que manifiestan las maneras en que los sujetos viven esa realidad.

De este modo, se alude a que en dichas creencias no podrá encontrarse un sentido unívoco ni

entenderse que alguno de esos sentidos es el verdadero: son representaciones discursivas, es decir,

prácticas ideológicas que señalan –como explica Louis Althusser - la relación imaginaria que los

sujetos establecen con el contexto en el que están inmersos (cfr. 1970: 56).

Se intentará, entonces, un acercamiento a las significaciones sociales que operan en la creencia

“Las retenciones son confiscatorias”, es decir, a las formaciones ideológico-imaginarias que

participan tanto en la configuración de expresiones que se vinculan a tal enunciado como en los

acontecimientos del proceso social en que se inscribe; formaciones discursivas e ideológicas que,

siguiendo a Pechaux (1978), envuelven al sujeto, identificado no como el origen del sentido sino

como posiciones intrínsecas al discurso. Desde esta perspectiva es que puede entenderse que el

lenguaje es constitutivo en las confrontaciones ideológicas y, como tal, su registro es la superficie

que posibilita una aproximación a lo ideológico.

Entre quiénes, por qué, cuándo y dónde...

Para indagar en las múltiples y contradictorias representaciones condensadas en el sintagma

“Las retenciones son confiscatorias” se ha conformado un corpus hemerográfico de materiales

publicados on-line1. El material seleccionado comprende el período que se desarrolla entre el 11 de

marzo y el 17 de julio de 2008 (desde la fecha en que el Gobierno Nacional anuncia un nuevo

esquema impositivo a la exportación de ciertos granos y el día en el que el Senado rechaza el

proyecto aprobado previamente por la Cámara Baja).

En cuanto al contexto de circulación de la creencia, puede referirse brevemente que cobra

impulso a partir de la decisión del Poder Ejecutivo de implementar un incremento a los derechos de

exportación de soja y girasol (de 9 y 7 puntos respectivamente). El 11 de marzo pasado, el entonces

ministro de Economía Martín Lousteau hizo pública la estructura de valores móviles que operaría

los siguientes 4 años que implicaba –según las explicaciones técnicas de Lousteau referidas

indirectamente por las fuentes periodísticas- que las variaciones de los precios internacionales de

los granos no impactasen en el valor neto recibido por los exportadores. Asimismo, la medida

1 Las fuentes utilizadas han sido los diarios Clarín, Página 12, La Nación y Perfil, se han recopilado algunos artículos de los sitios web parlamentario.com, coninagro.org.ar y frentetransversal.com.ar.

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redujo los tributos del trigo y el maíz en 1 punto aproximadamente, lo que habría sido argumentado

por el funcionario como un mecanismo para poner freno al cultivo de la soja.2 Tan sólo un día

después de los anuncios gubernamentales, cuatro organizaciones que nuclean a distintas fracciones

del sector agrario (Sociedad Rural -SRA-, Confederaciones Rurales Argentinas -CRA-,

Confederación Intercooperativa Agropecuaria -Coninagro- y Federación Agraria Argentina -FAA-)

iniciaron un debate público sobre la naturaleza de la medida a la que, desde un primer momento,

caracterizaron como confiscatoria. Planteado el conflicto coyuntural en relación a una política

económica, distintos actores se consideraron convocados a participar de la disputa sobre el carácter

de las retenciones, dando lugar a la posibilidad de localizar un entramado discursivo en el que se

dirimió, durante más de 4 meses, una batalla ideológica que culminó con la derogación de la

medida.

En lo que respecta a la identificación de actores, se puede señalar que las voces localizables

en el material hemerográfico dan lugar a una clara polarización de las perspectivas en torno a la

creencia: quienes están a favor y quienes están en contra de la implementación de la nueva

estructura impositiva. No obstante, las explicaciones que se sostienen al interior de cada postura son

heterogéneas, lo que muestra variaciones en las formas en que son vividas las relaciones con esta

situación concreta e ilustran que los diversos decires sobre la creencia no son manifestaciones libres

provenientes de ideas propias de la conciencia de los sujetos, sino que tales expresiones son

representaciones ideológicas que “se imponen como estructuras” inconcientes y operan sobre los

hombres “mediante un proceso que se les escapa” (Althusser, 1967: 193). De este modo, se agrupa

a los actores involucrados a partir de la perspectiva global en la que se insertan (a favor o en contra)

y en relación a las similitudes y diferencias en las cadenas significantes que evocan sus testimonios.

Imposibilidades varias o el intento de significar

Al intentar una reconstrucción de las cadenas significantes que se condensan alrededor de la

creencia, se ingresa en la problemática de la fijación del sentido. Esta cuestión implica transitar por

un terreno en el que, si no se descansa en la tranquilidad de la relación unívoca y lineal saussuriana

que asigna a cada significante un significado, lo que reina es la opacidad y lo que se pone en juego

es una clara disputa por naturalizar, por imponer determinada significación. En la interacción

discursiva el lenguaje es mucho más que un conjunto de formas: siguiendo a Voloshinov, es un

instrumento de socialización que permite intercambiar ideas y conformar una visión de mundo. Para

este autor, “en cada signo ideológico se cruzan los acentos de orientaciones diversas. El signo

llega a ser la arena de la lucha de clases” (1976: 49). De aquí se deriva el carácter multiacentuado 2 Cabe destacar que, en la misma fecha que se realizaba el anuncio, la Federación Agraria Argentina -entidad gremial que se define como representante de los pequeños y medianos productores- protestaba en la zona portuaria de Rosario por considerarse víctima de una relación comercial abusiva perpetrada por las empresas exportadoras de granos.

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del signo, ya que éste se conforma en la comunicación social, en donde la operación ideológica

busca monoacentuarlo, es decir, imponerle un único tipo de valoración.

Dicha valoración puede convocar una perspectiva negativa cuando, en una formación

discursiva, entrama expresiones según las cuales la suba de retenciones: “soluciona un problema de

caja del gobierno”, “resquebraja la calidad institucional de la democracia”, “implica una práctica

centralista y unitaria”, “perjudica al interior del país”, “destruye la producción agrícola”, “excede

cualquier pedido de contribución lógica”, “es una política prepotente, provocadora y autoritaria”,

“desconoce las necesidades del campo”; así como una significación positiva al condensar

aserciones como: “otorga equilibrio y certidumbre a la economía”, “contiene la inflación”, “apunta

a un modelo social y económico inclusivo”, “proyecta un efecto redistributivo”, “sostiene la

soberanía alimentaria”, “resguarda los intereses de todos los argentinos”.

Lo que ambas cadenas evidencian es que, como postula Laclau, la lucha por la significación

se funda en el intento de representar el sistema como totalidad (cfr. 1995: 78), por hegemonizar y

fijar el significado de un significante: “el discurso se constituye como intento por dominar el campo

de la discursividad, por detener el flujo de las diferencias, por constituir un centro” (1987: 152);

pero que, a la vez, esta pretensión es desbordada por la infinitud, por la polisemia y la ambigüedad

de la estructura discursiva, lo que deriva en que el carácter de la fijación del sentido sea siempre

parcial (cfr. 1987: 154).

Dos aspectos más para reflexionar en torno a la multiacentualidad del signo o la

imposibilidad de la clausura del sentido: en primer lugar, el intento de administrar la significación

en torno a la creencia abordada, de determinar lo que las retenciones implican para toda una

formación social, es un camino insoluble ya que, en términos de Laclau, el antagonismo es

constitutivo de la sociedad, marca los límites que impiden que se establezca plenamente (cfr. 1987:

169): “[...] La noción de antagonismo [...] cierra toda posibilidad de una reconciliación final, de

un consenso racional, de un ‘nosotros’ plenamente inclusivo” (2004: 18). En segundo lugar, es

interesante pensar que al interior de cada cadena discursiva reconstruida el sentido ya es una

práctica articulada (que consolida un sentido hegemonizado: para unos, la apropiación ilegítima de

recursos ajenos, mientras para otros es la distribución social del excedente económico).

Sobre esta última afirmación, también siguiendo a Laclau, respecto de la creencia se puede

señalar que ambos sistemas discursivos condensan, de manera interna, una diversidad de elementos

diferenciales que se cancelan en función de una lógica o efecto equivalencial (cfr. 1995: 71-75).

Como se señaló en un apartado anterior, las dos posiciones encontradas se sostienen a partir de

explicaciones heterogéneas (identificables y distinguibles al interior de cada cadena significante).

Por ejemplo, mientras Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria, entendía que las retenciones eran

una agresión porque no preveían “mecanismos diferenciales para los pequeños y medianos

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productores, lo que las transforma en un instrumento de saqueo” (Página 12, 16/3/2008) y que

favorecían “la concentración de la tierra, al tiempo que llenan las arcas fiscales para pagar

deuda” (Crítica, 18/3/2008), la líder de Coalición Cívica Elisa Carrió interpretaba que la suba de

impuestos iría “a parar a los negocios de Néstor Kirchner y Julio De Vido” (Perfil, 19/3/2008),

Raul Castells se manifestaba “en contra de la represión kirchnerista y por una verdadera

distribución de la riqueza” (Perfil, 24/3/2008) y el ex presidente Carlos Menem señalaba su

oposición a las retenciones por “necesidad de un régimen fiscal que garantice la plena

coparticipación de los tributos nacionales y cumpla con los principios del federalismo” (Perfil,

30/3/2008). ¿Qué es lo que subvierte el carácter diferencial de estos términos? Que estas formas

discursivas se agrupan negativamente, se unen por lo que no son, ahí reside la lógica de la relación

de equivalencia y ésta “es precisamente la fórmula del antagonismo, que así establece su límite de

lo social” (Laclau y Mouffe, 1987: 172).

También los distintos actores que apoyaron la implementación de las retenciones se

posicionan conjuntamente a partir de la constitución de cadenas de equivalencias, pero –además-

pueden rastrearse en este grupo algunos intentos fallidos por romper con la lógica equivalencial del

espacio discursivo antagónico, es decir, por caracterizar a los argumentos contra los que se

enfrentan como demandas diferenciadas (para negar la posibilidad de que construyan una

representación común): “El paro es una exageración, lo entiendo como defensa de algunos

intereses sectoriales dentro del campo, en particular de aquellos que hacen soja y girasol”,

expresaba el entonces Ministro de Economía Martin Lousteau (Perfil, 13/3/2008). En la misma

línea, el dirigente sindical Hugo Moyano criticaba la “actitud mezquina y miserable de la

aristocracia del campo” (Pagina 12, 15/3/208). Y más adelante, cuando finalmente las retenciones

se debatieron en el Congreso Nacional, el diputado Edgardo Depetri volvía sobre la diferenciación

de los sectores interesados: “No dudamos de que en esta confrontación hay un sector importante

que planteó seriamente este lock out patronal para discutir su rentabilidad. Por supuesto,

separamos de esta confrontación política a la mayoría de los pequeños y medianos productores

(...)”3. Estos actores apuntaban a señalar diferencias entre las fracciones del sector agropecuario

para quebrar su cohesión discursiva; tal intento fue reiterado (y frustrado) a lo largo de la contienda

con la distinción retórica “pequeños y medianos productores”, a quienes se buscó favorecer (y

cooptar) con modificaciones en la resolución de las retenciones.

El oscuro lugar de lo evidente

3 www.frentetransversal.com.ar/spip/article4287.html

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Partiendo de la premisa sobre que lo discursivo no puede entenderse como un mero registro

pasivo en la construcción y configuración del sentido que toman los procesos sociales, las

estructuras económicas o los conflictos políticos, se han señalado cadenas contrarias de

representaciones que se enfrentan y luchan entre sí por imponer una significación, por prevalecer

unas con respecto a otras, por convertirse -en definitiva- en la única representación posible. Ahora

bien, esta batalla que se dirime en el espacio discursivo expresa operaciones de carácter ideológico.

Entonces, ¿qué se entiende por operaciones ideológicas? ¿De dónde emanan? Althusser expone que

deben ser entendidas como estructuras inconscientes que se le imponen a los hombres y a partir de

las cuales se producen las acciones (cfr. 1967: 193). Afirma, también, que la ideología es activa, en

el sentido que reproduce o transforma las relaciones de los hombres con su contexto, relación que

está siempre mediada por lo imaginario (cfr. 1967: 194), y destaca que lo ideológico es de carácter

material, lo que implica que las operaciones ideológicas no son ideas que se originan en la

conciencia sino prácticas en las que se actualizan esas estructuras inconcientes que constituyen a los

sujetos (cfr. 1970: 59). Al ser de carácter inconciente, los sujetos desconocen el mecanismo por el

cual aquella representación ideológica se forma, y su eficacia radica justamente en este

desconocimiento.

Las apreciaciones que se expresan en torno a la coyuntura de las retenciones dan cuenta de

que, justamente, lo ideológico emerge y se transita como pura evidencia: “Las retenciones no son

medidas fiscales”, aseguraba Cristina Fernández en su discurso del 26 de marzo pasado, “son

profundas medidas redistributivas del ingreso. ¿Cómo se hace la redistribución del ingreso si no

es, precisamente, sobre aquellos sectores que tienen rentas extraordinarias?” (Página 12,

26/3/2008), insistía la Presidenta. Para el diputado Juan Obiglio (Recrear) lo evidente, respecto de

la suba del impuesto a las exportaciones, no se relacionaba de ningún modo con el uso de un

mecanismo económico: “Ese discurso empalagoso y populista no logra esconder la verdad:

estamos frente a un saqueo”, aseguraba (La Nación, 26/3/2008).

Sea a favor o en contra, la creencia condensa modos de entender y vivir –imaginariamente-

la realidad; no obstante, desde el sentido común, el orden de lo ideológico es pensado como una

facultad conciente, de manera que las consideraciones de los grupos antagónicos son refutadas por

concebirse como prácticas interesadas no develadas o con intenciones de manipulación. Así podrían

entenderse las palabras de Florencio Randazzo, ministro del Interior, sobre una convocatoria de las

entidades rurales: “Estarán los sectores y dirigentes políticos que no fueron acompañados en las

urnas hace apenas cinco meses” (Clarín, 24/5/2008). El cuestionamiento “real” no sería, según

Randazzo, a la medida económica sino al gobierno electo. Esta perspectiva subyace fuertemente en

las declaraciones de distintos funcionarios o allegados al kirchnerismo, para quienes el rechazo a las

retenciones se vinculó a intereses de naturaleza doctrinaria. Decía la presidenta Fernández luego de

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modificar la resolución 125: “Una, cuando ve la cantidad de productores a los que se contempla y

se les deja la misma rentabilidad, como si no hubiera existido la resolución del 11 de marzo, y

tampoco lo aceptan, una siente que entonces hay otros cuestionamientos que van más allá de la

medida” (Página 12, 1/4/2008); por su parte, el ex presidente Néstor Kirchner respaldaba esta

perspectiva de manera enérgica: “Basta de intentar imponer ideas por la fuerza, conceptos

filosóficos, conceptos rentísticos, que favorecen sólo a un sector”, exigía en un acto del Partido

Justicialista (Perfil, 24/4/2008).

Se concibe, entonces, que la producción de sentidos es siempre interdiscursiva (que se

establecen relaciones o distancias con otros discursos antagónicos) y que no proviene del sujeto,

aunque como explica Pecheaux predomina una ilusión necesaria por la cual el sujeto se identifica

con la fuente productora del sentido y cree dominar al discurso cuando, en realidad, el discurso lo

domina a él al enmarcarlo en una formación discursiva4 que determina lo que puede y debe ser

dicho en una coyuntura dada (cfr. 1978: 233, 246). Ahora bien, en la lucha por hegemonizar el

sentido, ¿qué es lo que lo fija en una determinada representación? ¿Qué enclava o encadena las

intervenciones enunciativas de los actores citados y unifica el sentido del campo de la

discursividad? Zizek explica este proceso, al que denomina de acolchamiento, a partir de los

trabajos de Lacan y Laclau. Dicho mecanismo es el que detiene el deslizamiento del significado del

cúmulo de significantes flotantes (cuyo carácter implica un exceso de sentidos y la articulación con

cadenas discursivas opuestas). De manera que las operaciones ideológicas aluden a la lógica

equivalencial y se sostienen a partir de las operaciones de flotamiento (la polisemia de sentidos) y

vaciamiento (la vacuidad del signo que deviene de ese exceso de sentidos), y de la consolidación

del point de capiton que unifica el campo (cfr. Zizek, 1992: 125-126; Laclau, 2002: 25-27).

Si se toma como punto nodal el término “retenciones”, se podría arriesgar que una cuestión

que subyace al conflicto desarrollado alrededor del contexto abordado se vincula a la índole de la

intervención del Estado en el mercado. Aunque esto no sea expresado explícitamente, se alude a lo

señalado por Pecheaux sobre que lo no dicho precede y domina a lo dicho (cfr. 1978: 253). Algunos

sentidos construidos por los actores que se situaron en contra:

La amenaza fiscalista

Las primeras reacciones de los dirigentes gremiales pusieron el acento en que el incremento

de recursos que resultaría de la suba del impuesto tenía un beneficiario que no había sido develado

por el ministro Lousteau: el Gobierno Nacional. Al respecto, el titular de la FAA Eduardo Buzzi

advertía que la reforma “se trata de un anuncio de corte fiscalista, recaudatorio y hasta

4 Las formaciones discursivas son los componentes de las formaciones ideológicas, entendidas estas últimas como “un conjunto complejo de actitudes y representaciones que no son ni ‘individuales’ ni ‘universales’, pero que se refieren más o menos directamente a posiciones de clase en conflicto las unas en relación con las otras” (Pecheaux, 1978: 233).

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autoritario, que lo único que hace es agrandar la caja que maneja discrecionalmente el gobierno

nacional” (Página 12, 13/3/2008). En sentido similar, el representante de la CRA Mario Llambías

explicaba: “el interior está siendo despojado de una cifra de 2.400 millones de dólares que se

trasladará a otros sectores y a las arcas fiscales” (Clarín, 13/3/2008). La naturaleza “fiscalista” de

la intervención estatal anula su legitimidad. El “fiscalismo” comportaría una apropiación ilegítima

de beneficios en tanto que el destinatario de los recursos realizaría una administración fraudulenta.

Esta perspectiva negativa derivó en otra:

La amenaza unitaria

Al ser una medida impulsada desde el Ministerio de Economía nacional, se representó al

debate como un enfrentamiento entre “el interior y la capital”: “Cada año las retenciones son

mayores y las arcas de la Nación crecen en perjuicio de las provincias, que cada vez estamos en

una situación financiera más complicada”, señalaba el senador fueguino del ARI José Martínez

(20/3/2008, parlamentario.com); en sentido similar, el titular del Comité Radical, Gerardo Morales

explicaba que “Con este impuesto los productores dejan de ganar y por lo tanto pagan menos

Impuesto a las Ganancias, qué sí es coparticipable. Por eso, las provincias se ven doblemente

afectadas: por un lado, porque no les reparten lo recaudado por las retenciones; por el otro,

porque dejan de percibir Ganancias” (11/4/2008, parlamentario.com). Este concepto de que el

gobierno nacional no contemplaba los intereses y necesidades de “las provincias” (en las que se

incluye la de Buenos Aires, pero se exceptúa –fundamentalmente- a la Ciudad de Buenos Aires) y

confiscaba sus recursos, actualizó otra escena ideológica vinculada a la organización política del

país: la batalla histórica entre unitarios y federales. El Poder Ejecutivo fue significado por distintos

actores (las entidades rurales, diversos legisladores y ex funcionarios opositores) como centralista,

desconsiderado con los pueblos del interior, en resumen, como un gobierno unitario. “La gente del

campo no sólo protesta por el impuesto a las retenciones, sino por un nuevo federalismo (...) la

plata que ellos pagan, que es muchísima, no vuelve al interior” decía el ex gobernador de Córdoba

José Manuel de la Sota (La Nación, 30/6/2008) a más de 3 meses de iniciada la disputa. Se

reclamaba, conjuntamente, que el impuesto a los derechos de exportación no se enmarcaba en el

Sistema de Coparticipación Federal de Impuestos contemplado por la Constitución Nacional.

Acolchadas en la falla institucional, las retenciones acumularon otra acentuación negativa:

La amenaza a la institucionalidad

La operación ideológica podría pensarse del siguiente modo: el Gobierno Nacional soslaya

el camino de los mecanismos democráticos e impone una intervención fiscalista para quedarse con

recursos propios de las provincias. Algunas de las voces que se manifestaron en este sentido

señalaban: “Desde un principio, planteamos la necesidad del diálogo (...) Toda medida inconsulta

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iba a tener repercusiones”, decía el gobernador de Santa Fe Hermes Binner (Pagina 12, 27/3/2008).

Por su parte, el diputado del PRO Christian Gribaudo aseguraba que “el conflicto podría haberse

evitado si el Gobierno nacional cumplía con el rol de la institución de donde deben surgir los

proyectos y la discusión legislativa que es el Congreso Nacional” (2/5/2008, parlamentario.com);

la postura era ratificada un mes después por Federico Pinedo, otro integrante del PRO: “La

presidenta debería entender que los gastos y las inversiones que se hacen con el dinero de la gente

los tiene que decidir el Congreso”. Desde la Coalición Cívica, Elisa Carrió, se situó ante una

cruzada por la democracia contra el autoritarismo, por lo que sus alusiones a recuperar la

institucionalidad fueron reiteradas: “La batalla por el imperio de la Constitución, de la República,

del federalismo y el campo no está perdida (...), estamos en el medio de esa lucha” (La Nación,

6/7/2008).

Por supuesto que cada una de estas intervenciones enunciativas, ejemplificadas a partir de

algunas declaraciones, fueron ampliamente refutadas, discutidas y desautorizadas, por parte de

quienes se pronunciaron a favor de la suba de retenciones, en lo que se podría señalar como

operaciones de desacreditación e inversiones del sentido de lo dicho por el otro; al recorrer el

conflicto a través del campo de la discursividad, puede apreciarse que el plano discursivo no fue

una mera traducción de lo que sucedió, sino que la dirección y el desarrollo del conflicto en torno a

las retenciones se dirimió fundamentalmente a través del lenguaje, en una lucha por la significación

en la que cada grupo de actores intentó imponer su subjetividad.

Para ilustrar brevemente cómo los actores agrupados a favor apostaron a disputar los

significados del conflicto en otra red de determinaciones simbólicas, se puede señalar:

La defensa preventiva

Ante la reacción de rechazo a las retenciones, distintos actores del Gobierno nacional

pusieron en juego un lenguaje racionalista y técnico, en el que los términos clave fueron

“inflación”, “precios” y “rentabilidad”: “lo que se está acotando es la movilidad hacia arriba o

hacia la baja de los precios (...), se da mayor certidumbre a toda la cadena y también al precio de

los alimentos”, enfatizaba el ministro Lousteau (Perfil, 13/3/2008). Con el mismo estilo retórico, el

secretario de Política Económica Gastón Rossi consideraba que las retenciones eran esenciales

“para el sostenimiento de precios domésticos compatibles con la capacidad del poder adquisitivo”

(La Nación, 13/3/2008). Este tipo de argumentos, podría entenderse, tuvo el objeto de hacer público

que la medida impositiva se vinculaba a la dinámica de los mercados internacionales y que se

intentaba contener la inflación sin que los exportadores perdiesen dinero: “¿Cuál era el precio del

exportador cuando decidió sembrar soja?”, se preguntaba la Presidenta Cristina Fernández, “237

dólares”, respondía y continuaba explicando: “El precio de hoy, aun con la resolución del 11 de

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marzo es de 279 dólares. Quiere decir que (...) aun con retención, no tiene pérdidas” (Página 12,

1/4/2008).

La defensa social

Un argumento central fue que la apropiación de los recursos no era una estrategia ilegítima

ni buscaba un beneficio político para el poder nacional, era una herramienta político-económica

para combatir la pobreza. Lo remarcó Cristina Fernández en varias de sus intervenciones públicas,

por ejemplo: “Yo me dirijo a esos argentinos, a los que más se han beneficiado con estas políticas,

que miren este país y todo lo que falta. No estamos contra los que más ganan (...), es hora de ser

más solidarios y de redistribuir la riqueza por el bien de todos los argentinos” (La Nación,

29/4/2008). Esta línea fue ratificada con la presentación de un Programa de Redistribución Social

que se preveía financiado con parte del gravamen, y que respondía a los reclamos de federalismo y

coparticipación de las retenciones, ocasión en la que además de ratificar el objetivo (“el Estado no

quiere cerrar las cuentas fiscales, el Estado quiere cerrar la cuenta social de todos los

argentinos”), la Presidenta manifestó que la reacción de oposición a las retenciones era “la de

alguien que se niega a contribuir en la redistribución del ingreso para los que menos tienen”

(Perfil, 9/6/2008).

La defensa institucional

El ataque y la defensa de la democracia fue un punto importante en la lucha por la fijación

del sentido. En las voces de apoyo, los actores que no respetaban la dinámica institucional eran los

representantes de las entidades rurales y los que respaldaban los cortes y medidas de protesta:

“Enfrentamos un poder muy fuerte, un concentrado oligárquico que fue responsable del golpe

gorila del 76 (...)”, aseguró el diputado del Frente para la Victoria y ex piquetero Edgardo Depetri5

al apoyar la convocatoria a Plaza de Mayo del 1º de Abril. La fórmula había sido anticipada por el

gremialista Hugo Moyano apenas comenzado el cese en la comercialización de productos al

señalar: “Están usando métodos golpistas. Es una actitud mezquina y miserable de la aristocracia

del campo” (Pagina 12, 15/3/2008). También Néstor Kirchner desautorizó la crítica contra las

retenciones en el mismo sentido al advertir que frente a “seis años de crecimiento consecutivo,

aparecen los de siempre, aquellos generadores de 1955, los generadores de 1976, que piensan sólo

en ellos (...)” (Perfil, 24/4/2008). Cristina Fernández aseguró defender la democracia con más

democracia al enviar la resolución 125 como proyecto de ley al Parlamento y manifestó, refiriendo

a los dirigentes del campo, que: “lo que deben hacer es organizar un partido político, presentarse a

elecciones y ganarlas” (Pagina 12, 18/6/2008); un día después, desautorizó los caracterizó como

“cuatro personas a las que nadie votó y nadie eligió” (Página 12, 19/6/2008).

5 http://www.frentetransversal.com.ar/spip/article3735.html

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La realidad como velo de lo real

Una última cuestión: para reflexionar sobre la condensación de representaciones ideológicas

que se convocan en la superficie discursiva, Zizek trabaja un nivel complementario al

encadenamiento de los puntos nodales al que señala como el del goce preideológico estructurado en

una fantasía (cfr. 1992: 171). Esa fantasía se contrapone al concepto de antagonismo que

imposibilita el proceso de fijación total y final del sentido, antagonismo que implica una división

social que no se puede simbolizar (cfr. 1992: 76). ¿Es posible ubicar esta dimensión a partir de las

discursividades relevadas?

Durante el período en que la creencia social de este trabajo fue centro del debate público, las

intervenciones presidenciales que aludieran de modo directo y explícito al conflicto fueron escasas,

no obstante, en ellas apareció un aspecto jerarquizado: que el Poder Ejecutivo tiene el deber de

representar a todos (los ciudadanos, los argentinos, los habitantes del pueblo, etc). El 25 de marzo,

Cristina Fernández advertía: “Sepan que voy a seguir representando los intereses de todos los

argentinos, de los que me votaron y de los que no me votaron también porque ese es mi deber como

Presidenta de la República Argentina y lo pienso ejercer con todos los instrumentos que la ley, la

Constitución y el voto popular me han conferido” (Clarín, 26/3/2008). El mismo sentido fue

reiterado en el discurso del 9 de junio -“Quien habla es la Presidenta de la República [...] y cuando

toma decisiones lo hace en beneficio de todos los argentinos” (Perfil, 10/6/2008)- en el que se

anunciaba que la recaudación del impuesto a las exportaciones se destinaría a un plan social; y

volvió a aparecer en un acto masivo el 18 de junio, luego de enviar la disputa a la instancia

legislativa: “Cuando tomé decisiones, no lo hice para perjudicar a nadie. Las tomé para que todos

los argentinos pudieramos vivir un poco mejor” (Pagina 12, 19/6/2008).

Cabe preguntarse si este modo de organizar la concepción de una administración estatal en

la que las necesidades e intereses de todos los sectores sociales y económicos son contemplados,

donde el campo político es abordado como un espacio conflictivo pero susceptible de equilibrar,

estaría motorizado por el núcleo de “lo real”, es decir, por el deseo (por aquel núcleo traumático

imposible e inarticulable que resulta intramitable de forma significante y que opera como obstáculo

y motor a la vez, que estimula la producción de significantes que articulan la totalidad social).

Según Althusser, el Estado permite a las clases dominantes asegurar su dominación, lo que

implica que de ninguna manera puede asegurar ni administrar las necesidades e intereses de las

distintas clases (cfr. 1970: 20), por lo que la representación omnipotente de un Estado no situado

socialmente encarnaría la forma de escapar al antagonismo: en suma, operaría como la realidad

ilusoria que habilita la fantasía ideológica.

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Bibliografía

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