Colmenares. La Formación de la Economía Colonial

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    La Formacin de la Economa Colonial (1500-1740)

    Autores:

    Captulo ILa Formacin de la Economa Colonial (1500-1740)Germn Colmenares

    HISTORIA ECONMICA Y RDENES DE MAGNITUD

    Una de las dificultades ms comunes con las que tropieza la comprensin de la historia

    econmica reside en la falta de familiaridad con rdenes arcaicos de magnitudes,

    propios de economas precapitalistas. Esta dificultad induce muy frecuentemente al

    anacronismo, es decir, a sustituir nuestras propias nociones sobre el tamao o el valorde las cosas a las nociones mucho ms imprecisas de pocas pretritas. Hay una

    resistencia natural a aceptar, digamos, la medicin de distancias en das o aun en meses,y se prefiere expresarlas en nuestras convenciones decimales. Con ello estamos

    eliminando muchos elementos que haran posible una verdadera comprensin histrica.Por ejemplo, la dimensin sicolgica de la inseguridad que poda experimentar un

    hombre de los siglos pasados ante la perspectiva de emprender un viaje.

    Aqu enfrentamos un problema que no consiste slo en la confusin introducida porsistemas anrquicos de mensura. Un problema ms radical se desprende del hecho de

    que los rdenes arcaicos de magnitud expresaban ante todo relaciones. No es muy

    intrincado determinar el contenido en gramos de oro de un castellano o su equivalente

    en pesos de plata o patacones. Pero resultara absurdo convertir tales denominaciones

    acomodndolas a los precios contemporneos de la onza de oro. Desde el punto de vista

    de la comprensin histrica, el nico expediente consiste en familiarizarse con los

    precios corrientes de las cosas que se vendan. Tener en cuenta, por ejemplo, que en el

    siglo XVII un esclavo negro entre los 16 y los 25 aos poda costar entre 250 y 300

    patacones en Cartagena y de 500 a 600 en una regin minera. Que a comienzos del siglo

    XVIII una res se venda por cuatro patacones y a finales del siglo por catorce. O que una

    extensin considerable de tierras (digamos mil hectreas en el Valle del Cauca) costaba

    apenas tres mil patacones, en tanto que el rico atuendo de una mujer noble de Popaynpoda llegar a valer 500 patacones, los cuales representaban el salario de unos 35 peones

    de concierto en un ao o la totalidad de los salarios que poda devengar un pen en elcurso de su vida entera.

    Descritas as, las equivalencias parecen incongruentes o absurdas. Obviamente ellas no

    hacen parte de nuestro propio sistema de relaciones. Expresan una sociedad en la quelas relaciones de trabajo, los consumos o el valor de la tierra no se ajustan a las

    proporciones que nos son familiares. Pero tales magnitudes y equivalencias tan

    dismiles a las nuestras son apenas el indicio de una discordancia ms fundamental. Noslo son intraducibles y tienen, por lo tanto, que abordarse y comprenderse por s

    mismas, sino que remiten a realidades articuladas de una manera diferente.

    Estas comprobaciones preliminares proponen un problema que debe considerarse: el desi nuestros esquemas interpretativos de la realidad econmica tal como lo formula

    una teora econmica podran utilizarse o no en el estudio de la historia de una pocaprecapitalista. La cuestin no se refiere tan slo a la dificultad de emplear materiales

    cuantitativos procedentes de una poca que ignoraba las tcnicas estadsticas o en la que

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    las mismas nociones de mensura posean una imprecisin absoluta. Se trata tambin de

    un problema que toca el fundamento mismo de la reflexin sobre la economa. Ennuestros das dicha reflexin est basada en un concepto central, el del mercado, y en el

    supuesto de que absolutamente todos los bienes y servicios se realizan a travs delmercado. La nocin del mercado hace posible la homogeneizacin y la mensura de

    fenmenos sociales que de otra manera desorientaran cualquier tipo de anlisis debido

    a su complejidad. En este sentido, el mercado es un mecanismo de abstraccin quedespoja relaciones sociales complejas de todo aquello que no resulta pertinente para elanlisis econmico.

    Ahora bien, durante el perodo colonial, factores econmicos esenciales se hallaban

    excluidos del mercado. La circulacin misma del dinero era muy escasa. El numerario

    que se acuaba en las Casas de Moneda de Santa Fe y Popayn consista en monedas de

    plata. Estas acuaciones eran insuficientes para rescatar la produccin de oro (es decir,

    para comprarla). Tanto monedas de plata como oro fsico eran drenados por el comercio

    con la metrpoli, en mayor volumen an por el contrabando y en parte por las cargas

    fiscales cuyo producto deba remitirse peridicamente a Espaa. Las elevadas

    denominaciones de la plata acuada y el alto valor del oro hacan de estos metales un

    vehculo inadecuado para las transacciones ms corrientes. Aunque a veces se traa a lacolonia moneda de cobre, sta resultaba insuficiente para los intercambios menudos. Portal razn, las transacciones que se valan de moneda quedaban confinadas a los centros

    urbanos, pero aun all el comercio deba valerse de crditos con plazos muy largos.

    La situacin permanente de iliquidez se traduca en la ausencia de lo que hoyllamaramos mercado de capitales. Aunque los comerciantes empleaban capitales

    ajenos, slo lo hacan en el momento en que las flotas del monopolio metropolitanollegaban a Cartagena. Entonces constituan sociedades en comandita destinadas a

    encubrir prstamos usurarios (de 15 a 25% para una transaccin que deba durar seismeses). Los terratenientes, por su parte, gozaban de una forma de crdito institucional

    en el que la tasa de inters estaba fijada en un cinco por ciento anual. Los crditos se

    otorgaban mediante el sistema de censos y el prestamista deba garantizar su pago

    mediante un gravamen sobre sus bienes inmuebles. Esos prstamos, que slo se

    amortizaban en el curso de varias generaciones (o a veces nunca, lo cual traa como

    consecuencia que las propiedades inmuebles fuesen pasando poco a poco a manos de

    institutos religiosos), dan una idea de la inmovilidad de los capitales.

    La fuerza de trabajo tampoco constitua un factor ofrecido libremente en el mercado.

    Las empresas ms considerables (minas, haciendas de trapiche) ocupaban mano de obra

    esclava. Otros tipos de unidad productiva agrcola apelaban a diferentes formas de

    coercin para obtener fuerza de trabajo. En cuanto a las manufacturas, stas podanorganizarse ntegramente con formas coercitivas de trabajo, como en los obrajes, o

    imitar el patrn de las corporaciones medievales.

    Finalmente, la tierra, el factor de mayor peso, junto con el trabajo, en un sistema agrario

    precapitalista, tampoco se ofreca en un mercado abierto. Naturalmente haba algunas

    ventas de tierras, pero la rareza de estas transacciones no justifica hablar de un mercado

    de tierras.

    Varios fenmenos se conjugaban para producir la inmo-vilidad de las propiedades

    agrarias. Uno era la importancia de las propiedades eclesisticas, tanto en extensin

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    como en riqueza, pues eran bienes de manos muertas, es decir, bienes excluidos del

    comercio. Otro era la estructura social misma, en la que los agentes econmicos, antesque los individuos, eran las familias. Ello implicaba que la transmisin de propiedad

    territorial fuera mucho ms frecuente como sucesin hereditaria que como enajenacindirecta a un individuo ajeno al crculo familiar. La cohesin familiar y social de una

    casta de terratenientes reforzaba privilegios polticos que a su vez daban acceso a

    recursos como el crdito o la mano de obra.

    El sistema colonial espaol se ha visto casi siempre como un sistema con una

    intervencin estatal desmesurada que deba coartar cualquier iniciativa individual. Esta

    interpretacin de carcter liberal hace nfasis en la existencia de controles odiosos y

    mezquinos y de una burocracia frondosa e ineficiente. La verdad es que el aparato

    burocrtico espaol no era tan grande como para producir los resultados que se le

    atribuyen. La imagen de inmovilidad y de pesantez paquidrmica no se originaba en el

    exceso de controles y cargas fiscales sino en la inmovilidad de los factores econmicos,

    la cual hemos tratado de describir.

    Naturalmente, a dicha inmovilidad contribuan las instituciones que regulaban el crdito

    |(censos, capellanas), el acceso a la fuerza de trabajo |(encomienda, mita, concierto), ala tierra o a otros recursos |(mercedes de tierras, resguardos, ejidos, derechos de estaca)

    tanto como las estructuras familiares y sociales. Esta es la razn por la cual la economa

    colonial no puede examinarse independientemente de los factores institucionales y

    sociales como si se tratara de un libre juego de fuerzas, en las que slo el mercado

    pudiera servir como mecanismo regulador. Este sistema de relaciones en el que motivos

    religiosos, instituciones polticas de dominacin o estructuras familiares recubran actos

    econmicos o se mezclaban con ellos de manera indisoluble, seala las limitaciones de

    aquellos modelos explicativos que se construyen a partir de factores econmicos

    aislados en toda su pureza.

    Cuando se trata de conocer los mecanismos de una economa precapitalista hay

    necesidad de familiarizarse con el clima de las relaciones sociales en las cuales se

    desenvolva. Adems, la escala y las formas restringidas de circulacin de los bienes

    estaban enmarcadas por instituciones rgidas cuya naturaleza, muchas vecesinsuficientemente comprendida, se presta para introducir conceptos inadecuados como

    el de mercado de tierras o mercado de trabajo o algunos otros prestados delmarxismo como los de renta de la tierra o acumulacin de capital.

    El espacio y los hombres

    El orden de magnitudes esencial para la comprensin de una economa precapitalista o

    del antiguo rgimen es el de la simple ecuacin entre el nmero de hombres y el espacio

    roturado para la agricultura.

    El anacronismo ms frecuente en el que incurren aquellos que comienzan a interesarse

    por la cuestin agraria consiste en omitir los datos factuales elementales respecto a

    ambas magnitudes. Sobre todo cuando los rasgos ms chocantes de desigualdad en ladistribucin de la tierra se atribuyen a una herencia colonial, la presuncin parece ser

    la de que se est hablando del mismo espacio y casi que del mismo nmero de hombres,cuando en realidad han mediado dos o tres siglos de alteraciones esenciales en los

    rdenes de magnitud, considerados tanto en s mismos como en su relacin mutua. La

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    consideracin abstracta de los problemas agrarios tiende a olvidar que el espacio

    efectivamente explotado en el transcurso de la vida colonial era muy pequeo.

    Generalmente se trataba de las tierras ms inmediatas a los ncleos urbanos. Estos, porsu parte, no solan ser otra cosa que unas cuantas manzanas congregadas en torno de una

    plaza mayor. Los |trminos (es decir, la jurisdiccin poltica y administrativa) de una

    ciudad importante, de unos cinco mil a quince mil habitantes, le servan a sta paraasegurar el monopolio de los recursos contenidos dentro de los lmites poltico-administrativos, pero al mismo tiempo sealaban su aislamiento de otros ncleos

    urbanos. La deficiencia de los caminos y sistemas de transporte multiplicaban el efecto

    distanciador de la escasez de poblacin y de los espacios yermos.

    Cuando se examinan con cuidado las escasas transacciones sobre tierras que seprotocolizaron ante los escribanos de las ciudades durante los tres siglos de dominacin

    espaola, advertimos que las posesiones ms distantes confinaban con tierras baldas, enocasiones enormes extensiones que separaban las esferas de influencia de dos ncleos

    urbanos contiguos. Inicialmente, cuando se hicieron las primeras |mercedes de tierras ose fijaron los lmites de los |trminos de un poblamiento, los linderos y lmites se

    expresaban en forma muy vaga. Ello obedeca al hecho de que el privilegio se otorgabade odas, sin tener una idea aproximada de sus magnitudes. Naturalmente, lo anterior se

    prestaba para que surgieran conflictos, tanto entre individuos a propsito de linderos,

    como entre ciudades por los lmites de su jurisdiccin.

    Todava en el siglo XVIII poda ocurrir que un terrateniente ni siquiera hubiese

    recorrido su predio en toda su extensin. Por tal razn contrabandistas de tabaco podan

    mantener rozas y encontrar un refugio permanente en las tierras de Quintero y de la

    Bolsa, propiedad de la familia Arboleda de Popayn, sin que los propietarios llegaran a

    advertir su presencia. La ecuacin entre el nmero de hombres y las tierras roturadas

    ayuda a comprender fenmenos econmicos importantes. Entre otros, el de la

    desarticulacin del espacio econmico o el de las estructuras de tenencia de la tierra.

    Adems, si nos atenemos a las magnitudes del espacio efectivamente explotado durante

    la dominacin espaola o, todava ms, a las del espacio susceptible de apropiacin

    privada por estar incluido dentro de los |trminos de un ncleo urbano, podemos darnos

    cuenta fcilmente de que, a comienzos del siglo XIX, apenas se haba iniciado un

    verdadero proceso colonizador del territorio colombiano.

    Este hecho tiene importancia capital para comprender la evolucin futura del pas.

    Durante la poca colonial los ncleos urbanos tendan al autoabastecimiento. Los

    mercados ms distantes pero ms lucrativos eran los centros mineros adonde poda

    llevarse ganado o aguardiente. Una empresa tan aventurada como la de llevar ganado

    desde la provincia de Popayn hasta la de Quito era algo excepcional. Cartagena, que seprovey por algn tiempo de harinas del interior del pas, pronto cambi su fuente de

    abastecimientos, pues las harinas de las colonias inglesas le resultaban ms baratas y le

    llegaban en mejor estado. Por eso la ampliacin de la frontera agraria en el curso del

    siglo XIX y la incorporacin de tierras aptas para cultivos comerciales marcan un agudocontraste con la actividad econmica colonial, hasta el punto de que la hacienda ms

    tradicional se identifica casi con la unidad productiva dedicada a cultivos de pan coger,con un radio de mercado muy corto.

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    A diferencia de los enclaves y colonias de las otras potencias europeas en el Brasil y las

    Antillas, algunas colonias espaolas slo tardamente desarrollaron una economa deplantacin. En el caso de la Nueva Granada, la frontera agraria constituida por tierras

    bajas y de vertiente permaneci intacta. Si se accedi a ellas en poca tempranera, larazn debe buscarse en la presencia de yacimientos mineros. Los movimientos

    colonizadores del siglo XIX significaron un desplazamiento violento de los antiguos

    ejes econmicos coloniales. Tal fenmeno acompaaba la integracin de un mercadopor fuera de la influencia y el control inmediatos de los viejos centros urbanos. Estostenan que competir a veces con la influencia de algn centro internacional que

    estimulaba la comercializacin de la agricultura. La tensin que se cre ha tenido

    consecuencias duraderas en el tipo de formacin nacional, en las estructuras sociales y

    en los desarrollos polticos de Colombia.

    La demografa indgena

    En el proceso de ocupacin del pas los conquistadores espaoles buscaron ante todo

    procurarse excedentes econmicos que les permitieran un asentamiento estable. As seexplica por qu los ncleos coloniales urbanos ms importantes, no slo en la Nueva

    Granada sino en las dems colonias, se emplazaron en los antiguos asientos de lasgrandes culturas americanas. Un nmero considerable de indgenas y la complejidad de

    su organizacin sociopoltica garantizaban que los excedentes que generaba su

    economa pudieran canalizarse en provecho de los conquistadores. Puede afirmarse, en

    trminos generales, que el espacio colonial no excedi sino en raras ocasiones el espacio

    ya roturado por dichas civilizaciones. Es ms probable que la mayora de las veces se

    haya estrechado. Por lo menos sta es la conclusin que se impone cuando se reflexiona

    sobre las cifras demogrficas anteriores a la conquista.

    El problema de la demografa indgena americana fue durante mucho tiempo el centro de

    apasionados debates ideolgicos. A partir de la difusin de los escritos del padre Las Casas, el

    debate constitua una oportunidad para enjuiciar moralmente la conquista y la colonizacin

    espaolas. En el clima de las luchas religiosas del siglo XVII y de la competencia entre potencias

    europeas por la supremaca martima y comercial en el siglo XVIII, la |leyenda negra era un

    arma poltica contra el primer imperio trasatlntico de la poca moderna. A fines del siglo XIX

    repunt en muchos pases hispanoamericanos un hispanismo que defenda no menos

    obstinadamente el carcter cristiano y civilizador de la conquista. Hoy, el debate se ha

    despojado del tono moral ejemplarizante. La empresa espaola no podra juzgarse ya

    simplemente como la imposicin victoriosa de valores tico-religiosos superiores. El problema

    queda reducido entonces a la observacin desapasionada de cmo pudo producirse una

    catstrofe demogrfica sin precedentes en la historia humana. El punto de partida documental

    para la reconstruccin de la poblacin original americana y para el estudio de su posterior

    derrumbe lo constituyen los recuentos contenidos en las llamadas |tasas de tributos. Se trata

    de un documento con fines fiscales que se originaba en las llamadas|visitas de la tierra. En la

    Nueva Granada, a partir de 1550, un funcionario, generalmente un oidor de la Audiencia,visitaba peridicamente las comunidades indgenas, sometidas entonces al rgimen de la

    encomienda, para establecer el tributo que los indios deban pagar a su encomendero y

    calcular la parte proporcional que corresponda a la Corona, o sea, el llamado |quinto real. Los

    registros de tales visitas no slo proporcionan un material numrico importante sobre las

    tendencias demogrficas de cada comunidad indgena, sino tambin una informacin muy rica,

    contenida en interrogatorios que deban responder los indios, sus curas y sus encomenderos,

    sobre las ms diversas materias de la vida econmica y social de las comunidades: el rgimen

    de sus cultivos, detalles sobre su organizacin social y el impacto de la conquista y de las

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    nuevas instituciones sobre esta organizacin, el tipo de relaciones que sostenan con los curas

    doctrineros y con los encomenderos, el proceso de su conversin, etctera. Los recuentos de

    las visitas slo incluyen por lo general a los llamados tributarios, es decir, los varones adultos

    entre los 17 y los 55 aos. Las cifras de sucesivos recuentos de tributarios dan una imagen

    aproximada del proceso fatal de extincin experimentado por la poblacin indgena. Entre una

    visita y otra, separadas por diez aos ms o menos, se pueden comprobar ndices de

    disminucin anual que fluctan entre el dos y el cinco por ciento. En trminos generales, laproporcin ms baja corresponde a las regiones altas y la ms alta a los valles clidos. Los

    clculos sobre tributarios reflejan apenas lo que ocurra con los varones adultos sometidos a

    una carga fiscal. Slo ocasionalmente se haca un recuento de la poblacin entera. Al comparar

    un tipo de recuento con otro podemos aproximarnos a diversos problemas demogrficos,

    como el del tamao relativo de la familia indgena o la manera como la despoblacin afectaba

    a capas diferentes de la poblacin, distribuida por sexos o por edades. Hay que tener en

    cuenta tambin que los recuentos de indgenas, con propsitos fiscales, slo pudieron

    verificarse con la organizacin poltica y administrativa de la colonia, es decir, una o dos

    generaciones despus de iniciada la conquista, cuando debe suponerse que la extincin de la

    poblacin indgena estaba ya muy avanzada. Es muy probable que el impacto inicial haya sido

    mucho ms catastrfico que el sealado por los ndices de disminucin de un perodo

    posterior. Cuando contamos con varias visitas, la frecuencia de los recuentos autorizaextrapolar las cifras para hacerse a una idea de cul sera la poblacin original. Al adicionar las

    cifras que se conocen de visitas practicadas en las mesetas andinas de Santa Fe-Tunja, Pasto-

    Popayn, algunas regiones de los valles interandinos y de la Costa Atlntica, puede avanzarse

    muy conservadoramente, al momento del arribo de los espaoles, una cifra de cerca de tres

    millones de indgenas para el territorio de lo que hoy es Colombia. La cifra se basa en el

    supuesto de que los recuentos que poseemos corresponden efectivamente a las regiones ms

    pobladas. Algunos investigadores asociados verbalmente con las causas indgenas prefieren

    suponer que las regiones ms pobladas eran aquellas de las que no poseemos informacin

    alguna. Pero cualquiera que sea la cifra inicial ms verosmil, de lo que no cabe duda es del

    tremendo impacto causado por la conquista y por la dominacin espaolas. A finales del siglo

    XVI, regiones que a mediados del siglo, cuando se hicieron los primeros recuentos, contaban

    con medio milln de habitantes, como en el caso del rea chibcha, ahora mostraban

    solamente la tercera parte de esa cifra. El ciclo de la pauperizacin demogrfica alcanz el

    nivel mnimo a mediados del siglo XVII, cuando en muchas partes apenas sobreviva el diez por

    ciento de la poblacin indgena original. El cuadro se torna complejo si se toma regin por

    regin. En algunas partes el impacto de la conquista fue ms temprano y mortfero que en

    otras. En la provincia de Cartagena, cuyo territorio abarcaba el de los actuales departamentos

    del Atlntico, Bolvar, Sucre y Crdoba, se calcula que habitaban unos cien mil indgenas hacia

    1530. Esta no puede ser en modo alguno la cifra original de su poblacin. La historia de los 25

    aos precedentes estuvo repleta de violencias ejercidas contra los indgenas y de expediciones

    destinadas a esclavizarlos. Tales contactos debieron ser suficientes para introducir tambin

    epidemias hasta entonces desconocidas. Lo mismo debi ocurrir en la vecina provincia de

    Santa Marta, ms poblada, y en el Darin. Pero aun descontando los efectos de los espordicos

    choques iniciales, entre 1530 y 1610 los cien mil indgenas que quedaban fueron diezmados en

    un 95%. La evolucin demogrfica de otras regiones tales como las de Santa Fe, Tunja, Vlez,

    Pamplona, Cartago, Pasto y Popayn es mejor conocida. En dichas zonas existan poblaciones

    sedentarias que haban alcanzado niveles altos de cohesin y organizacin tribal, lo cual

    permiti una fcil sujecin al rgimen de la encomienda. Pero confinando con esos grupos

    existan otros que conservaban los rasgos de sociedades bandales. Estos opusieron una

    efectiva resistencia a la dominacin espaola y muy raras veces pudo sujetrseles a la

    servidumbre de la encomienda o de cualquier otro tipo de organizacin del trabajo. A

    comienzos del siglo XVII el trnsito entre Santa Fe y Popayn estaba lleno de peligros debido a

    las incursiones de indios indmitos que se haban refugiado en la cordillera y se volcaban sobre

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    uno u otro de los dos grandes valles. Hasta finales del siglo XVIII hubo guerras de pacificacin

    destinadas a asentar excedentes de poblacin o a despejar una zona utilizada regularmente

    para el trfico comercial. Los grupos que mantuvieron una guerra secular con los espaoles

    estuvieron mejor preservados que los que sufrieron una explotacin rutinaria. La

    confrontacin abierta mantuvo su identidad cultural y evit la extincin, fsica y cultural, que el

    mestizaje estaba propiciando entre pueblos ms sedentarios. Las caractersticas bsicas de la

    organizacin social de los grupos indgenas estimularon o impusieron limitaciones alpoblamiento espaol inicial. Aquellas regiones en donde la resistencia indgena o el temprano

    aniquilamiento impidieron la implantacin de la encomienda pasaron a convertirse en una

    frontera agraria que aislaba todava ms los claustros dispersos del poblamiento espaol. La

    sujecin tarda de algunos grupos indgenas rebeldes o la introduccin de mano de obra

    esclava permiti en algunas de esas regiones la aparicin de hatos ganaderos y de algunos

    trapiches que conformaron lo que un historiador ha llamado |latifundios de frontera. El

    impacto de la conquista sobre las poblaciones indgenas tuvo as consecuencias duraderas,

    pues determin durante mucho tiempo, a veces hasta nuestros das, el carcter de una regin.

    Aunque en algunas regiones americanas la poblacin indgena comenz a recuperarse durante

    el siglo XVIII, en la Nueva Granada la estabilizacin es difcil pensar en una recuperacin

    franca debi operarse solamente en grupos marginales. La razn estriba en que, adiferencia de Mxico, Per, Ecuador o Bolivia, los elementos originales de las culturas

    indgenas desaparecieron casi por completo en el caso de los grupos culturalmente

    importantes. La mestizacin, fuera biolgica o cultural, fue en la Nueva Granada el fenmeno

    dominante. Pero este mismo proceso, en una escala muy vasta, iba a ser a la larga el origen de

    la recuperacin de espacios vrgenes mediante colonizaciones ms o menos espontneas que

    comenzaron en la segunda mitad del siglo XVIII. Como se ha dicho, el examen del proceso

    demogrfico indgena no debe constituir un juicio moral. Sera ingenuo atribuir la desaparicin

    de millones de personas y de civilizaciones enteras a la mera violencia fsica o a dudosas

    hercleas hazaas de los conquistadores. Los argumentos hispanizantes tienden a crear tal

    confusin al insistir en el carcter heroico de la conquista. Pero el proceso global de

    disminucin fsica de ndices de natalidad y fertilidad, o la mera consuncin fsica de los

    habitantes originales, son hechos demasiado complejos como para atribuirlos a un acto

    consciente o a una poltica deliberada de exterminio. En realidad muy pocos hombres de la

    poca tuvieron la lucidez del padre Las Casas para advertir siquiera lo que estaba pasando.

    Cuando los recuentos sucesivos de las visitas hicieron evidente la cada demogrfica, la Corona

    espaola adopt una poltica de poblamientos encaminada a incrementar la poblacin

    indgena. Para aproximarse a la comprensin del fenmeno, que tuvo consecuencias a muy

    largo plazo en la ecuacin del nmero de hombres con respecto al espacio, podemos partir de

    un esquema global de la sociedad indgena. Si concebimos una superposicin de niveles en la

    que, a partir de una base biolgica que sirve de apoyo o de cimiento a los otros niveles, vamos

    ascendiendo a estructuras cada vez ms conscientes de organizacin social, obtenemos un

    esquema elemental de lo que sera la |totalidad socialindgena. Sobre todas y cada una de

    estas estructuras reposaba la existencia fsica de tales sociedades. Cabe preguntarse qu

    ocurrira si todos y cada uno de los niveles resultara afectado simultneamente por la

    conquista y la colonizacin espaolas. La respuesta, que est dada por el fenmeno histrico

    de un desplome total, con pavorosos ndices de decrecimiento de dos a cinco por ciento

    anuales, no parece entonces inverosmil. Con respecto al nivel biolgico cabe apuntar algunos

    hechos bsicos. Uno de ellos consisti en la introduccin de ganado mayor y menor all donde

    el equilibrio biolgico estaba basado anteriormente en el consumo de protenas de origen

    vegetal. A partir de la conquista el ganado compiti ventajosamente con los indios por el

    espacio que los mismos indios haban roturado con tcnicas que implicaban un empleo

    considerable de energa humana y la ausencia de traccin animal. Las quejas ms frecuentes

    de las comunidades indgenas durante el siglo XVI se referan precisamente al hecho de que los

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    ganados de los espaoles destruan sus sementeras. Pero no slo el ganado redujo el espacio

    vital de las comunidades indgenas. La sustitucin de cultivos como el maz, de elevados

    rendimientos por grano y por hectrea, por los de otros cereales (trigo, cebada, centeno)

    propios de la dieta de los europeos, contribuy tambin a esa reduccin. Debe mencionarse

    tambin el hecho de que los aborgenes no posean defensas inmunolgicas contra

    enfermedades virales y bacterianas que los europeos y, ms an, los africanos, haban venido

    desarrollando durante milenios. Una simple enfermedad eruptiva, para no hablar de la viruela,diezmaba terriblemente a las poblaciones indgenas. A los efectos de tales epidemias se

    sumaban los de afecciones pulmonares ocasionadas por migraciones masivas destinadas a

    asegurar el trabajo en las minas o en la agricultura. Los espaoles advirtieron muy pronto la

    relacin entre los dos fenmenos y por eso la prohibicin ms frecuente contenida en cdulas

    y reales rescriptos sola ser la de que no deba sacarse a los indios de su natural.

    Las estructuras familiares, con sus complejas y sutiles reglas de parentesco, cuya

    naturaleza y funciones slo hasta nuestros das han sido exploradas a cabalidad por la

    Antropologa, se vieron afectadas casi siempre por las nociones propias de la cultura

    espaola sobre una sucesin patrilineal. A su vez, el rgimen de encomienda limit

    reglas de endogamia y de residencia indispensables para la reproduccin de las

    sociedades indgenas. En muchas ocasiones, el rgimen de trabajo que se impuso a losindios sacaba de sus comunidades a hombres y mujeres precisamente en los perodos demayor fertilidad. El servicio domstico y la utilizacin de mujeres indgenas como

    nodrizas tuvieron efectos demogrficos no desdeables.

    Es fcil comprender cmo la conquista alter radicalmente las estructuras sociales y polticas de la sociedad sometida. La necesidad de canalizar excedentes de las

    economas indgenas en provecho de los conquistadores mantuvo por algn tiempo losrangos de poder intermedio en la sociedad aborigen pero no los elementos

    cohesionadores de la cpula social. Social y polticamente las comunidades indgenas se

    vieron fragmentadas y la supresin de las castas de guerreros, sacerdotes y funcionarios

    anul matices de diferenciacin social.

    Finalmente, habra que considerar el efecto producido por la supresin de todos aquellos

    elementos ideolgicos que alimentaban el cuerpo social. Creencias religiosas y el acervo

    cultural de las instituciones (ritos, ceremonias, regulacin de cosechas a cargo de un

    cuerpo sacerdotal, etc.), fueron suprimidos en la creencia de que se trataba de elementos

    de barbarie que se oponan a la accin bienhechora de obstinados evangelizadores. Ello

    produjo un verdadero desplome interior que se reflejaba en actitudes negativas hacia la

    procreacin.

    El resultado final de tantas presiones sobre la armadura social indgena explica latragedia demogrfica. Algunos investigadores se inclinan a aislar alguno de estos

    elementos para atribuirle una mayor importancia causal en el desplome demogrfico de

    los indgenas americanos. Las preferencias no parecen justificarse puesto que resultaimposible jerarquizar la importancia del impacto de cada uno o saber en qu proporcincontribuy a la despoblacin indgena.

    Hemos dejado para el final la consideracin de los factores econmicos que podan

    tener una influencia en la demografa para hacerlo con un poco ms de detalle.

    LAS ESTRUCTURAS ECONMICAS DE LA CONQUISTA

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    Los medios universitarios latinoamericanos vivieron enfrascados durante aos en la

    discusin de cmo caracterizar el modo de produccin de la sociedad posterior a laconquista. Modo de produccin feudal? Modo de produccin capitalista? Y todava se

    agregaba una inquietud respecto al modo de produccin indgena, aunque sobre stefuera ms fcil concluir que a todas luces deba tratarse de un modo de produccin

    asitico.

    Infortunadamente tan interesante discusin no era el instrumento ms eficaz paraimpulsar investigaciones empricas que permitieran comprender los trastornos

    experimentados por economas agrarias al pasar de un rgimen de explotacin a otro.

    Cualquier verificacin documental se tachaba de empirismo, es decir, de

    conocimiento precario y en cierta manera intil frente a las certidumbres absolutas de la

    teora.

    Algunas investigaciones recientes permiten modificar los trminos del debate. Hoy

    sabemos, por ejemplo, que las economas agrarias de grupos indgenas que gozaban de

    una compleja organizacin social fueron suficientes para sustentar por ms de una

    generacin a los pequeos grupos urbanos de la sociedad conquistadora.

    Es importante advertir tambin un rasgo econmico dominante en el fenmeno de laconquista. Esta podra definirse como una empresa privada antes que como una empresa

    del Estado espaol. Obsrvese, por ejemplo, cmo a partir de la ocupacin de la islaEspaola, la expansin de los conquistadores al resto de las Antillas y luego a Tierra

    Firme fue relativamente lenta. Slo casi una generacin despus del Descubrimiento, en1519, se complet el proceso de ocupacin de algunas Antillas y apenas entre 1514 y

    1519 se mantuvo una precaria colonia en Castilla del Oro que iba a servir de trampolnpara la aventura del Per. La morosidad obedeca al requerimiento bsico de acumular

    recursos para la conquista. La financiacin de tales empresas provena de las gananciasacumuladas en empresas anteriores. Comerciantes de las Antillas operaban detrs de las

    huestes de los conquistadores como aviadores o financistas. As, la Corona espaola

    no comprometa recursos de manera directa sino que se contentaba con estipular las

    condiciones en que autorizaba la entrada en nuevos territorios. Estas estipulaciones,

    conocidas con el nombre de capitulaciones, eran contratos en los que se fijaban los

    compromisos de las huestes a cambio de privilegios econmicos y polticos en los

    nuevos territorios que se iban incorporando al dominio eminente de la Corona espaola.

    Los recursos de los territorios conquistados se consideraban entonces como un premio a

    los esfuerzos de empresarios privados. Naturalmente, el premio no era idntico para

    todos. El reparto de privilegios obedeca a la estructura misma de la hueste que

    diferenciaba entre oficiales (adelantados, sargentos mayores, capitanes) y soldados a piey a caballo (rodeleros, arcabuceros, lanceros). A estos ltimos caba siempre una cuota

    menor en los beneficios. La preeminencia militar dependa a su vez de la capacidad deequipar una partida de hombres. La inversin en arreos militares, que en Amrica

    alcanzaban precios astronmicos, deba reportar as una ganancia proporcional a su

    importancia.

    Estos rasgos marcaron desde el principio la diferenciacin social entre los

    conquistadores. Exista sin embargo la posibilidad de que la audacia y el coraje fsicos

    se vieran sealados como factores determinantes en el ascenso dentro de los rangos

    militares de la hueste y por lo tanto en el monto de la recompensa ulterior. Los valores

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    tico-sociales predominantes eran de carcter heroico. Aunque los comerciantes podan

    asegurarse una buena tajada de las ganancias debido a que los soldados les habanempeado su recompensa antes de emprender la aventura, sobre los comerciantes no

    poda recaer una recompensa honrosa como la de las encomiendas o los puestospolticos de las ciudades. Lo mismo ocurra con los notarios o quienes ejercan

    funciones meramente meniales sin participar en las batallas.

    En el momento de los repartimientos podan actuar tambin factores de descontento queservan de estmulo para iniciar otras conquistas en bsqueda de una recompensa mayor.

    Esto explica que proliferaran las ciudades en un lapso muy breve, y que con ello se

    ocupara un enorme territorio. En la Nueva Granada, la fundacin de ciudades fue

    extendindose como las ramificaciones de un rbol tanto en el occidente (Pasto,

    Almaguer, Timan, La Plata, Popayn, Cali, Anserma, Cartago, Santa Fe de Antioquia,

    etc.), como en el oriente (Santa Fe, Tunja, Vlez, Mariquita, Tocaima, Mlaga,

    Pamplona, etc.). Una recompensa insuficiente o un territorio relativamente pobre en

    indgenas y en otros recursos relanzaban la hueste conquistadora en la bsqueda de

    nuevos dorados.

    En qu consistan las recompensas? Fundamentalmente en el acaparamiento de losexcedentes de las economas indgenas. Desde muy temprano este acaparamiento seinstitucionaliz mediante el mecanismo de la encomienda. Al capitular con la Corona el

    reparto de los beneficios de la conquista, el jefe de la hueste adquira el privilegio derepartir no slo el botn inmediato de la conquista (el oro y las gemas que la leyenda

    asocia a la codicia de los aventureros), sino tambin recursos permanentes, que eran losque permitan el asentamiento duradero de los espaoles. Por eso el recurso ms

    codiciado era el dominio sobre los hombres. A cada uno de los que haban contribuidoen la conquista se reparta un nmero variable de indgenas. El repartimiento significaba

    para su beneficiario el privilegio de recibir un tributo de los indios pero no inclua eldominio sobre las tierras u otros recursos. Estos eran repartimientos de otro tipo que

    reciban distintas denominaciones y estaban sometidos a un rgimen jurdico diferente.

    Tal era el caso de las mercedes de tierras o el de los derechos de estaca.

    La encomienda era una institucin compleja que comportaba simultneamente aspectos

    polticos, jurdicos y econmicos. Como instrumento poltico, la encomienda sirvi para

    sustituir el poder de las jerarquas aborgenes por el de los conquistadores europeos.

    Como el tributo era un smbolo de sujecin o de reconocimiento de las jerarquas, al

    pasar de los caciques a los conquistadores stos reciban una forma de homenaje

    reservado a los mandatarios.

    En rigor, el reconocimiento deba haber pasado exclusivamente al Estado espaol o a sumonarqua, pero en virtud de las capitulaciones de la Corona con los conquistadores

    este atributo de la soberana del Estado se haba privatizado. Si inicialmente laprivatizacin se impuso como una necesidad para estimular la ocupacin de vastos

    territorios que se convertan en posesiones de la Corona, a la larga fue una fuente de

    conflictos entre los conquistadores o sus descendientes, que se aferraban a sus

    privilegios, y la Corona, que pugnaba por recuperar uno de sus atributos.

    Todos los intentos de la Monarqua por limitar o atenuar los abusos que se originaban

    en el cobro de tributos a los indgenas por parte de los encomenderos fueron intiles en

    el curso del siglo XVI. La Corona quiso evitar que la encomienda se convirtiera en una

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    fuente de poder seorial con una base rural y por eso prohibi la residencia de los

    encomenderos en los pueblos de indios y les impuso la obligacin de tener casa pobladaen un centro urbano. As mismo, impuso la limitacin de dos generaciones para el goce

    de una encomienda, al cabo de las cuales el privilegio deba revertir a la Corona.Finalmente, se esforz para evitar la conversin de la obligacin tributaria en una

    exaccin de trabajo gratuito (prohibicin de los servicios personales). Pese a tales

    prohibiciones, los encomenderos establecieron aposentos en el sitio mismo de susencomiendas, se las arreglaron para perpetuar a sus familias en el goce de los privilegiosy en general cambiaron la obligacin contenida en las tasaciones de los visitadores (casi

    siempre fijada en moneda o en especies) por la de que los indios trabajaran sus tierras.

    Polticamente la casta de los encomenderos se atrincher en sus privilegios y los

    asegur para sus descendientes hasta por lo menos el fin del siglo XVI. A partir de

    entonces la declinacin demogrfica de las comunidades indgenas debilit de tal

    manera la encomienda, que este grupo privilegiado dej de constituir una amenaza

    poltica.

    Desde un punto de vista jurdico, la encomienda era una institucin que impona

    obligaciones recprocas tanto a los indios como a los encomenderos.

    En compensacin por la proteccin y la evangelizacin que el encomendero deba

    prestar a los indgenas, stos deban reconocerle un tributo. En la mayora de los casosla proteccin de los encomenderos signific simplemente que slo ellos tenan la

    oportunidad de abusar de los indios. En cuanto a la evangelizacin, sta era impartidapor curas doctrineros que el encomendero deba pagar con parte de los tributos que

    reciba. En su conjunto, la institucin regulaba as los aspectos ms fundamentales de lanueva relacin entre dominadores y dominados. Era el encauzamiento institucional de la

    conquista, nacido de circunstancias peculiares.

    Desde un punto de vista puramente econmico, la encomienda puede verse como un

    mecanismo de redistribucin de excedentes. El tributo que los indios pagaban a sus

    encomenderos serva no slo para sustentarlos sino tambin para mantener allegados o

    clientes que realzaban su prestigio y poder. Los abusos cometidos contra los indios se

    originaban en exigencias de los encomenderos para que pagaran mucho ms de lo que

    razonablemente podan, dadas las caractersticas de su sistema productivo.

    La Corona espaola aspiraba a que los pagos se conformaran con los antiguos patronesdel tributo que los indgenas pagaban a sus propios caciques. Esta sustitucin, en los

    beneficios econmicos, de caciques por encomenderos, era la materializacin de la

    relacin poltica que entraaba la encomienda. Los abusos de los encomenderos contra

    otros vasallos de la Corona entraaban un uso ilegtimo del poder que la monarqua

    procuraba evitar. Ello origin, como se ha visto, esfuerzos de control administrativomediante las visitas de la tierra, destinadas, entre otras cosas, a que un funcionario de la

    Corona estableciera tasaciones, o sea, la proporcin del producto de las comunidades

    indgenas que stas deban pagar a su encomendero. Tal obligacin afectaba solamente

    a los hombres entre los 17 y los 54 aos, pero exclua a las jerarquas indgenas (los

    reservados), por cuanto stas colaboraban en la recepcin del tributo.

    La encomienda y el tributo deban dejar intactas las estructuras productivas indgenas,

    puesto que su misma existencia dependa de ellas. A la llamada repblica de los indios

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    se le atribua el papel de sustentar la repblica de los espaoles. Por esto, los llamados

    colonizadores no tenan nada que colonizar la mayora de las veces. Para poblarsebuscaban generalmente un emplazamiento ventajoso, en aquellas regiones que posean

    una densidad demogrfica capaz de sustentarlos y de llenar su ambicin de un premiopor sus hazaas.

    LA FUNCIN DE LOS NCLEOS URBANOS

    Se ha dicho muchas veces que la ocupacin espaola en Amrica se caracteriz por su

    carcter urbano, de tipo mediterrneo. Como se ha visto, el afn de una recompensa

    entre los conquistadores multiplicaba los centros en ramificaciones que iban

    extendindose al paso de una hueste conquistadora. En cierto modo, las querellas

    internas dentro de la hueste y sobre todo la insatisfaccin de algunos conquistadoreseran los propulsores del afn de nuevas fundaciones. El hecho fue particularmente

    importante por cuanto contribuy a una atomizacin de los espacios econmicos y a quecada fraccin se viera como el patrimonio de un grupo.

    Tal situacin se vea reforzada todava ms por el afn de honores de los

    conquistadores. Un nuevo centro significaba no slo un botn inmediato y ms indiospara encomendar, sino tambin privilegios sociales y polticos atribuidos a los

    benemritos de la conquista. Estos consistan en puestos en el Cabildo, precisamente la

    institucin que controlaba el acceso a los recursos. Inicialmente, los Cabildos de las

    ciudades distribuyeron no slo solares y huertas del permetro urbano sino que

    comenzaron tambin a otorgar mercedes de tierras a veces en grandes extensiones. Las

    primeras generaciones de encomenderos monopolizaron los puestos en el Cabildo, lo

    que les permiti atribuirse grandes concesiones de tierras, a menudo en la vecindad de

    sus encomiendas.

    En este caso, como en el de la encomienda, se ve muy claramente cmo de los

    privilegios polticos se derivaban privilegios econmicos y no a la inversa.

    Aunque la Corona espaola no logr debilitar el poder de los encomenderos mediante

    medidas legales restrictivas abiertamente establecidas con tal propsito, de una maneraindirecta logr mucho estableciendo el carcter venal de los puestos del Cabildo. Desde

    finales del siglo XVI cualquier puesto en el Cabildo poda comprarse en un rematepblico; se permiti as el acceso al Cabildo de otros sectores sociales, sobre todo de los

    comerciantes, que podan disputar a la casta de los encomenderos el reparto de losprivilegios.

    Inicialmente la ciudad era apenas un poco ms que un ttulo pomposo para el vaco de

    una plaza mayor en cuyo marco se levantaban los smbolos visibles de la dominacin

    espaola: las casas del cabildo, la iglesia, la crcel y, en algn local junto a las tiendas,la escribana. Tambin alrededor de la plaza se levantaron las casas de los caudillos de

    la hueste. En las manzanas aledaas se repartieron los solares, de a cuatro por manzana,

    para que el resto tuviera casa poblada. Como se ha visto, la ltima era una exigencia

    de la Corona espaola que no quera que en Amrica se reprodujera una casta feudal

    con bases rurales. En los confines del ncleo se mantenan huertas para sembrar

    legumbres y levantar algn ganado.

    Cada empresa de ocupacin sealaba unos trminos para los cuales peda confirmacin

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    del Rey con el objeto de que ms tarde no le fueran disputados. Dentro de los trminos

    quedaban incluidas las comunidades indgenas repartidas en encomiendas y que debanllevar a la casa de su encomendero en la ciudad no slo los excedentes establecidos

    como tributo sino tambin lea para las necesidades domsticas y forrajes para loscaballos. Los encomenderos comercializaban los productos o mantenan con ellos a una

    extensa clientela de soldados, listos todava para una nueva expedicin.

    En muchos casos las comunidades indgenas no estaban nucleadas en pueblos sino quecada unidad domstica se ubicaba dentro de una parcela, preservando as la posesin

    directa sobre la tierra. Frente a la ciudad espaola, los indios quedaban as despojados

    primero poltica y luego econmicamente. Los trminos de la ciudad incluan las tierras

    explotadas por los indios y recursos de todo tipo (minas, aguas, bosques) que no podan

    ser apropiados por los cabildos de los ncleos urbanos colindantes. La ciudad surga as

    como un concepto patrimonial (derivada del derecho de conquista) ms que como un

    mercado o un centro de especializacin de funciones econmicas. Era

    fundamentalmente un concepto poltico-patrimonial de dominio en el que privilegios

    econmicos se derivaban de funciones polticas y no a la inversa.

    Esta situacin inicial no pudo mantenerse por ms de dos o tres generaciones. Hastaaqu los indios haban podido conservar la posesin de las tierras, pues de su trabajo enellas dependa la produccin del excedente indispensable para mantener los primeros

    ncleos urbanos. El tamao de los primeros poblamientos tampoco justificaba laocupacin y explotacin de otras tierras. Pero la crisis demogrfica profunda fue

    reduciendo los excedentes de las economas indgenas y dejando claros en las tierrasroturadas. Muchos encomenderos levantaron aposentos en las tierras contiguas a las de

    los indios, creando una reserva seorial. La ampliacin sucesiva de las mercedes detierras se hizo en detrimento de las tierras de los indios cada vez ms dispersos y

    valindose de la sancin jurdica de los cabildos urbanos que, como se ha visto, estabandominados por los encomenderos.

    Esta es la razn por la cual el tributo indgena cambi muy pronto su naturaleza de

    prestacin en oro o en especies a exigencias de trabajo personal. En vez de un monto

    fijo de productos, los encomenderos comenzaron a exigir que los tributarios dieran

    como prestacin un nmero variable de das de trabajo para explotar sus aposentos. Con

    el aumento gradual de posesiones de tierra obtenidas mediante mercedes o la simple

    usurpacin, las exigencias de trabajos personales fueron aumentando. La encomienda se

    convirti as en sinnimo de servidumbre para los indgenas y de monopolio de la mano

    de obra indgena para los encomenderos.

    Aunque las tasas de tributos permitan que el encomendero contratara peones en algunaspocas del ao e incluso que mantuviera dos o tres trabajadores estables siempre y

    cuando satisficiera la obligacin de pagar un salario, el deber tributario de los indiosserva de pretexto a los encomenderos para emplear a la comunidad entera, sin

    exceptuar las mujeres ni los nios, y para eximirse de pagarles un salario.

    En las regiones mineras los encomenderos insistan en ocupar a los indios en la

    extraccin del oro, pese a terminantes prohibiciones al respecto.

    Inclusive los encomenderos de Tunja y Santa Fe que tenan inversiones mineras en

    Tocaima y en Pamplona enviaban cuadrillas de indios encomendados a dichas regiones.

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    En Popayn, los encomenderos obtuvieron autorizacin de los visitadores para emplear

    indios en las minas y ordenanzas para la organizacin del trabajo. En las minas de platade Mariquita se organiz un sistema de mita que drenaba la poblacin indgena de las

    altiplanicies hacia el valle del Magdalena. Con respecto a la plata se hizo una excepcina la prohibicin de emplear indios en las minas, considerando la conveniencia pblica

    de disponer de este metal para los intercambios internos, ya que el oro sala casi

    ntegramente de la colonia. A comienzos del siglo XVII los mismos encomenderos yotros hacendados atribuan la decadencia de la agricultura al reclutamiento anual de un

    porcentaje de indgenas que jams regresaban a sus comunidades. Muchos indios

    moran en las minas y otros preferan refugiarse como agregados en las haciendas.

    La mita minera de Mariquita fue, pues, excepcional. No as la llamada mita urbana que

    se utiliz desde los primeros momentos de la fundacin de las ciudades, para que los

    indios levantaran los edificios pblicos y las casas de los habitantes espaoles.

    Analizando la evolucin de esta forma de emplear a los indios podemos comprobar una

    vez ms los efectos de la despoblacin. Inicialmente los indgenas reclutados para los

    servicios pertenecan a comunidades muy prximas al centro urbano espaol. Poco a

    poco los indios se fueron trayendo de regiones ms y ms alejadas, hasta que finalmente

    tales tareas debieron confiarse a artesanos mestizos.

    El rgimen jurdico de la encomienda no estuvo asociado al de los repartimientos o

    mercedes de tierras. Ambas eran tipos de repartimientos diferentes. La Corona se habareservado la otorgacin de mercedes de tierras en tanto que los caudillos de la conquista

    pudieron disponer inicialmente de las encomiendas. Sin embargo, el monopolio de lamano de obra indgena y el control de los Cabildos ejercidos por los encomenderos, es

    decir, su poder poltico, hizo posible que esta casta tuviera un acceso privilegiado a latierra.

    Se comenzaron entonces a conformar unidades sui generis de explotacin, las

    haciendas. Por eso en las haciendas debe verse una prolongacin del dominio poltico

    urbano. No slo tenan una funcin econmica sino que, de una manera similar a las

    encomiendas, eran todo un complejo social y poltico. Debe agregarse que estas

    unidades de produccin, cuya aparicin cronolgica es muy diversa, han sido uno de los

    rasgos ms peculiares y permanentes de las sociedades hispanoamericanas.

    CONFLICTOS Y REFORMAS

    Gran parte de los conflictos polticos y sociales posteriores a la conquista se originaron

    en los intentos de la Corona espaola de limitar los privilegios y los abusos de losencomenderos. Las Leyes Nuevas de 1542, que limitaban el goce de las encomiendas

    por solo dos generaciones sucesivas y que buscaban un tratamiento ms benigno para

    los indios, provocaron una guerra civil en el Per. Con tal experiencia, la Coronasuspendi su aplicacin en la Nueva Granada.

    En el ltimo tercio del siglo XVI una causa permanente de conflictos entre los

    pobladores espaoles mismos se originaba en el monopolio de la mano de obra indgena

    por parte de los encomenderos. A partir de 1570 comenzaron a multiplicarse las

    mercedes de tierras en el Nuevo Reino, tanto a encomenderos como a no encomenderos.

    Incluso surgieron algunas villas de labradores espaoles que, como Villa de Leiva,

    tenan que competir en franca desventaja con los privilegios polticos de los

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    encomenderos y con su monopolio de una mano de obra cada vez ms escasa.

    Las leyes sucesoriales espaolas y el rgimen de la encomienda podan entrar tambin

    en conflicto. En tanto que todos los hijos de un encomendero podan distribuirse lastierras que su padre les dejaba en herencia, slo el hijo mayor poda sucederlo en el

    goce de la encomienda, ya que sta era indivisible. Las sucesiones multiplicaban as los

    propietarios pero dejaban a la mayora sin acceso a la mano de obra. Como el conflictoenfrentaba a propietarios de la misma casta, se intent resolver con algunas reformasentre 1590 y 1610. Las reformas pueden sintetizarse as:

    1. El monopolio de la mano de obra por parte de los encomenderos quiso

    reemplazarse por una distribucin peridica de los indios entre los propietarios de las

    haciendas. Para que se lograra tal objetivo deba primero afirmarse la autoridad de la

    Audiencia y privarse a los encomenderos de su funcin de intermediarios en el cobro de

    los tributos. Adems, el tributo mismo deba ser reformado y convertido, en lo posible,

    en un pago en dinero.

    En adelante, cada propietario deba obtener una orden de la Audiencia despus de

    acreditar sus necesidades de mano de obra para las diferentes labores que requeran ungrupo de trabajadores estacionales: siembras, deshierbas y cosechas. La ejecucin de la

    orden de la Audiencia estaba a cargo de un nuevo funcionario, el corregidor de

    naturales.

    Como vnculo entre la Corona espaola y sus nuevos vasallos, los indios, este

    funcionario reemplazaba al encomendero. Con su creacin quera suprimirse el contacto

    directo y cotidiano entre indios y encomenderos, que conduca al abuso y a la

    explotacin. Por eso el corregidor deba velar para que los indios recibieran

    efectivamente los salarios que se les deban aun cuando su empleador fuese el mismo

    encomendero. Adems, tambin se le confiaba el cobro de los tributos de los indios, que

    deba repartir entre el encomendero, el cura doctrinero y el quinto de la Corona.

    Estas medidas, adems de su finalidad poltica y fiscal, sealan la tendencia del rgimen

    colonial espaol de liberar al indgena de una servidumbre personal. Pero las reformaslegales slo venan a sancionar situaciones creadas dentro de la sociedad colonial. En

    este caso, por ejemplo, el nuevo rgimen de la distribucin del trabajo (llamado deconciertos o concertaje) se haba originado en una competencia por la mano de obra

    entre propietarios encomenderos y no encomenderos.

    La reforma legal tampoco aseguraba de manera automtica la implantacin del nuevo

    sistema. Los encomenderos resistieron todava durante algunos decenios y retuvieron la

    mano de obra indgena, hasta que la progresiva decadencia de la encomienda fue

    minando su poder poltico y social. Hasta entonces lograron entrar en arreglos con loscorregidores, que se convirtieron en el nuevo azote de los indios. En dichos convenios

    participaban tambin los mandones de las comunidades indgenas. A pesar de la

    existencia legal de un salario, los indios se encontraban permanentemente atrasados en

    el pago de sus tributos. Ello serva de pretexto para retener el salario o para obligarlos a

    trabajar con el encomendero. El proceso de disminucin demogrfica agravaba el

    endeudamiento. Pese a que el tributo estaba fijado como una capitacin, es decir,

    individualmente, encomenderos y corregidores insistan en que las comunidades

    pagaran el monto global asignado en las tasas a una poblacin hasta diez veces mayor.

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    De esta manera resultaban gravados mujeres, ancianos e invlidos reservados.

    La presin del tributo y del endeudamiento (y en algunos casos, como se ha visto, la

    mita minera de Mariquita) empuj a los indios a desertar de las comunidades y arefugiarse en las haciendas. Frente a las comunidades indgenas, estas ltimas se

    convirtieron en un receptculo permanente de poblacin indgena y mestiza, en un

    mbito de vida alternativo al de la comunidad. Del concierto se deriv as, en el rgimendel trabajo, hacia la fijacin del indio a la tierra y hacia un rgimen de peonaje.

    2. La disminucin alarmante de la poblacin indgena indujo a una poltica de

    poblamientos. Desde mediados del siglo XVI se haba buscado que los indios se

    poblaran segn la tradicin urbana mediterrnea. En este momento la finalidad

    consista en facilitar su endoctrinamiento al congregarlos a son de campana. A finales

    del siglo XVI y comienzos del XVII haban surgido factores ms apremiantes. Uno de

    ellos, la necesidad de fortalecer las comunidades ya demogrficamente muy dbiles.

    Otro, la necesidad de redistribuir a los indios para hacerlos accesibles a todos los

    propietarios de haciendas y no exclusivamente a su encomendero.

    Cuando se repartieron por primera vez las encomiendas en el Nuevo Reino, cadacomunidad poda tener fcilmente ms de cien familias. Al finalizar el siglo XVI, muy

    pocas conservaban ms de veinte. La pauperizacin demogrfica dispersaba y aislaba

    estos grupsculos y obligaba a los curas doctrineros a recorrer enormes distancias con elresultado de que los indgenas slo los vean a largos intervalos de tiempo. La escasez

    creciente de indgenas reforzaba tambin el monopolio exclusivista de aquellosencomenderos cuyos aposentos estaban contiguos a la comunidad. Por todo esto, los

    poblamientos buscaron reagrupar a dos o ms comunidades en un mismo sitio,obligndolas a abandonar su ubicacin original y sus parcelas.

    Tal proceso de poblamientos estabiliz los pueblos de indios como una forma urbana,

    con una capilla doctrinera, el trazado de una plaza y de manzanas a la usanza espaola.

    Pero la medida no logr contener el proceso de disminucin de la poblacin.

    3. Casi simultneamente con las reformas anteriores, la Corona hizo valer su dominio

    eminente sobre las tierras conquistadas.

    Por razones puramente fiscales, desconoci la legalidad de aquellas mercedes de tierras

    que haban hecho hasta entonces Cabildos y gobernadores.

    Por otra parte, la Corona saba que muchas propiedades se haban originado tambin en

    francas usurpaciones o con el disimulo de un ttulo que slo sealaba muy vagamentelos linderos. Quiso por esto facilitar el saneamiento de los ttulos, tanto los que ella

    misma desconoca como legtimos por provenir de autoridades a las que la Coronamisma no haba facultado para hacer repartimientos o mercedes, como los que

    provenan de usurpaciones. Para sanear su ttulo, los poseedores deban pagar un

    derecho insignificante, el cual se fijaba en un proceso de negociacin con los mismos

    interesados. Dicho procedimiento, que se conoce como composiciones de tierras,

    permiti en los dos siglos siguientes una entrada regular a las Cajas reales.

    Al mismo tiempo se fijaron y distribuyeron los resguardos indgenas, al menos en la

    zona de resguardos ms importantes del pas en la poca colonial, la altiplanicie de

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    Santa Fe y Tunja. En otras regiones, tanto las composiciones de tierras como la

    distribucin de resguardos se llevaron a cabo algunos decenios ms tarde. En todo caso,la simultaneidad de composiciones, poblamientos y resguardos sirvi para fijar de

    manera estable las relaciones entre la hacienda y las comunidades indgenas. Por unlado, se ampli el mbito de la primera al desplazar comunidades dispersas y obligarlas

    a abandonar parcelas que los propietarios podran reclamar en adelante como tierras

    baldas o realengas. Por otro, se facilit el acceso a una mano de obra concentrada en poblados que alternaban con las haciendas.

    El carcter de los resguardos era colectivo e inalienable. La cantidad de tierras

    distribuidas entre los indgenas fluctuaba entre una y tres hectreas por tributario, y el

    doble o el triple en montes para ganado. El carcter comunitario e inalienable de los

    resguardos no impidi que los mandones monopolizaran una cantidad desproporcionada

    de tierras en detrimento del resto de la comunidad.

    Tanto los resguardos como los poblamientos buscaban realizar un deslinde ideal entre

    las dos repblicas, la de los indios y la de los espaoles. El resguardo buscaba asegurar

    a los indios una base de sustento, de tal manera que slo su obligacin tributaria los

    compeliera a concertarse en labores estacionales en las haciendas. Se prohibi a losespaoles residir en los pueblos de los indios para evitar ocasiones de maltrato y sereconoci la autoridad de los mandones indgenas para asuntos de polica.

    La historia posterior de los resguardos y poblamientos muestra cmo los propsitos

    iniciales fueron deformados por los hechos histricos. Probablemente en ningn otropas de Amrica hispana se llev a cabo un proceso de mestizacin tan integral como en

    la Nueva Granada. En la segunda mitad del siglo XVIII, los funcionarios colonialescomprobaban cmo en los antiguos pueblos de indios del Nuevo Reino el 80 o el 90%

    de la poblacin era mestiza.

    Los pocos indgenas que quedaban arrendaban las tierras de los resguardos a esta masa

    creciente de poblacin mestiza. Ello condujo, entre 1775 y 1780, a la disolucin y

    remate de la mayora de los resguardos de la antigua rea chibcha. En algunos casos los

    resguardos acrecentaron el latifundio de las haciendas; en otros fueron rematados entre

    los pobladores mestizos, dando origen as a economas campesinas de minifundio.

    LA ECONOMA MINERA

    En el curso del siglo XVI se haban sentado las bases para la organizacin duradera de

    un espacio en funcin de un nmero cada vez ms restringido de hombres. Como se havisto, el espacio se reduca a las tierras roturadas por las civilizaciones indgenas.

    Durante el perodo colonial no se incorporaron otras tierras, a no ser con la introduccin

    de ganado que muy pronto se converta en cimarrn. Las regiones bajas, muchas tierrasde ladera y valles profundos permanecieron vrgenes hasta mediados del siglo XIX.

    Cuando los espaoles se asomaban a regiones inhspitas no era para ampliar la frontera

    agraria sino en bsqueda de oro.

    La ocupacin espaola, en contraste con la de otras potencias coloniales en las Antillas

    o en el nordeste brasileo, no desarroll una economa de plantacin o una temprana

    comercializacin de la agricultura. Ello obedeci en parte al aprovechamiento particular

    de los excedentes agrcolas de las altas culturas que conquist, a la posicin

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    desventajosa de la Tierra Firme o del interior, extensos territorios ocupados con

    dificultades de transporte y, sobre todo, a las condiciones tempranas de un capitalismocomercial europeo.

    La bsqueda del oro como motor de la ocupacin de nuevas tierras no puede atribuirse

    solamente a la codicia elemental de un puado de hombres desesperados o a factores

    sicolgicos como el hambre insaciable de honores y riqueza sbita. El auge de lasmanufacturas y de los centros urbanos en el norte de Italia, en los Pases Bajos y enalgunas regiones de Francia y de la misma Espaa durante la baja Edad Media haba

    encontrado un obstculo insalvable en las estructuras feudales dominantes. Los nicos

    compradores para los productos de lujo que salan de los talleres urbanos eran los

    miembros de una nobleza terrateniente, la cual derivaba sus ingresos de rentas

    inmobiliarias. Adems, el rgimen mismo de produccin estaba sometido a regulaciones

    de tipo feudal impuestos por la jerarquizacin de las corporaciones de oficios. Estas

    limitaciones simultneas a la oferta y la demanda, que estrechaban considerablemente el

    mercado, se vieron reforzadas por otro hecho histrico.

    Muchas manufacturas requeran materias primas esenciales que provenan del Oriente.

    Los pases orientales gozaban de la reputacin de ser un cementerio para los metalespreciosos debido a que slo aceptaban oro a cambio de esas materias primas (como loscolorantes para las ricas telas de los centros manufactureros europeos). Esta exigencia

    creaba una balanza de pagos permanentemente deficitaria para los europeos. Laocupacin del norte de Africa por el Islam le ceg a Europa la fuente de

    aprovisionamiento de oro en el Sudn. En vsperas del descubrimiento de Amrica, loscentros manufactureros europeos sufran de la penuria de los medios de pago. Se

    requera indispensablemente una nueva fuente de metales preciosos para mantener eltrfico Oriente-Occidente y para conservar la estabilidad de los precios de las

    manufacturas.

    Segn la teora muy conocida de Earl J. Hamilton, la avalancha de metales preciosos

    americanos cre un fenmeno inflacionario del que pudieron beneficiarse los centros

    manufactureros europeos pero no la misma Espaa. La explicacin estriba, segn

    Hamilton, en que a medida que el impacto de los metales preciosos se alejaba de su

    centro de recepcin en el sur de Espaa, aumentaba la diferencia entre la tendencia al

    alza de los precios y la tendencia al aumento de los salarios. Tal diferencia entre precios

    y salarios representaba el margen de ganancia para los empresarios y por lo tanto exista

    una mejor oportunidad para la acumulacin de capital en la medida en que fuera ms

    acusada.

    Estos esquemas explicativos sobre la funcin de los metales preciosos en la aparicindel primer capitalismo europeo permiten comprender la urgencia que experimentaba

    Europa de descubrir nuevas fuentes de oro y plata. Por eso no es un azar que desdeColn los conquistadores hubieran mostrado una obsesin con respecto a las

    posibilidades de explotacin aurfera del suelo americano. La poltica bullonista aparece

    as como una forma extrema de las prcticas econmicas dominantes a partir del siglo

    XVII y que se conocen como mercantilismo.

    El oro y la plata, como mercancas que vinculaban los nuevos territorios a una

    economa-mundo, es decir, una economa que integraba ya las masas continentales de

    Eurasia, Africa y Amrica, tena otras ventajas. Una, brindar una participacin al

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    Estado, que no requera un aparato burocrtico excesivo para mantenerla bajo control.

    Otra, la obtencin de una mercanca de elevado valor por unidad de peso. La ventajapara el transporte era, sin embargo, un poco ilusoria. Para defender el traslado de sus

    tesoros americanos frente a las depredaciones de las otras potencias, la Corona espaolatuvo que organizar un complicado y costoso sistema de convoyes, las armadas, que

    peridicamente realizaban la llamada carrera de Indias. El sistema requera una

    supremaca naval que despus de la derrota de 1588 frente a Inglaterra se hizo imposiblede mantener.

    Tras el primer ciclo del oro antillano y los descubrimientos argentferos del Per y el

    norte de Mxico, la economa del oro fue ms duradera en el territorio de la Nueva

    Granada que en la Audiencia de Quito o el reino de Chile. Esta economa, que domin

    en nuestro territorio durante un poco ms de 300 aos, fue responsable, entre otras

    cosas, de la ocupacin de territorios inhspitos. Pero un ciclo tan largo debi dejar otras

    huellas profundas aunque menos aparentes en la conformacin de lo que hoy es

    Colombia. Por eso vale la pena detenerse en algunos aspectos de la economa minera de

    la Nueva Granada.

    LOS CICLOS DEL ORO EN LA NUEVA GRANADA

    En la Nueva Granada se distinguen claramente dos ciclos cronolgicos de la explotacin

    aurfera en el curso de estos trescientos aos. Dichos ciclos, que obedecan a problemas

    estructurales de la explotacin minera colonial, se movieron en dos fronteras diferentes

    durante los perodos de 1550-1620 y de 1680-1820. Los sesenta aos que separan a

    ambos estuvieron marcados por una profunda crisis durante la cual prcticamente

    desaparecieron los establecimientos o reales de minas del siglo XVI.

    El primer ciclo del oro de la Nueva Granada estuvo ligado a los asentamientos en el

    Nuevo Reino (Santa Fe, Tunja, Vlez, Pamplona), en la gobernacin de Popayn y en la

    provincia de Antioquia. Las haciendas del Nuevo Reino, particularmente las de Santa Fe

    y Tunja, abastecan con sus productos los reales de minas de su jurisdiccin en el valle

    del Magdalena (Venadillo, Vitoria), los de Pamplona (Vetas y Ro del Oro) y, a partir

    de 1570, los reales establecidos por Gaspar de Rodas en Antioquia (Cceres yZaragoza). Estos ltimos, los ms productivos del perodo, deban ser abastecidos por la

    difcil ruta del Nare o haciendo un rodeo por Mompox, para seguir el curso de los rosCauca y San Jorge. La Gobernacin de Popayn pudo integrar mejor sus regiones

    mineras de Almaguer, Caloto y Cartago (Supa y Quiebralomo) con la explotacin desus haciendas.

    Tambin la regin del Nuevo Reino procur mano de obra indgena para los

    yacimientos que caan bajo su jurisdiccin y extrajo peridicamente contingentes de

    indgenas para asegurar la explotacin de minas de plata de Mariquita (mita minera).Pese a las prohibiciones, los encomenderos de Popayn y Cartago utilizaron tambin a

    los indios para explotar sus yacimientos. Slo los mineros antioqueos, en razn de la

    escasez de indgenas y de su carcter belicoso, se vieron obligados a utilizar

    masivamente esclavos internados desde Cartagena, el gran puerto de la trata de

    esclavos. El costo suplementario, agregado al de los abastecimientos que se traan

    trabajosamente de las haciendas del Nuevo Reino, fue profundizando una crisis

    estructural de las explotaciones.

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    La crisis estructural resultaba de que cualquier incremento en la productividad, tanto en

    minas como en haciendas, no poda originarse en avances tecnolgicos. La tecnologade las explotaciones mineras se conserv prcticamente invariable en el transcurso de la

    colonia. Gran parte de la tecnologa tena un origen indgena y es muy probable quecapitanes africanos de cuadrilla hayan aportado las innovaciones ms significativas. Es

    caracterstico que las herramientas, muy rudimentarias (barras y almocafres), ni siquiera

    bastaran para proveer a una cuadrilla entera de esclavos debido a la escasez y a losprecios prohibitivos del hierro.

    Cualquier incremento de la productividad global no poda depender, as, de un aumento

    de la productividad per cpita, sino ms bien del hallazgo de nuevos yacimientos con

    una gran riqueza superficial y del aumento constante de la mano de obra. En ambos

    casos la tendencia al agotamiento produca una curva muy regular en todos los distritos

    mineros. El hallazgo inicial incitaba a la compra de esclavos, generalmente a plazo,

    cuyo trabajo permita incrementar rpidamente la cuadrilla y los niveles de produccin.

    Al llegar a un tope a partir del cual el proceso pareca invertirse, se hacan innecesarios

    ms y ms esclavos. Naturalmente, stos podan desplazarse a otros yacimientos. El

    hecho de que el primer ciclo del oro pudiera prolongarse por un perodo de setenta aos

    (con un techo entre 1590 y 1600) obedeca al desplazamiento sucesivo de las cuadrillasen diferentes frentes, de tal manera que la curva global era el resultado combinado delas sucesivas fronteras.

    El agotamiento del primer ciclo se vio dramatizado por la diezma paralela de la

    poblacin indgena. La formacin de haciendas en las altiplanicies estuvo asociada encierta medida con el auge de este ciclo, es decir, con la aparicin de un mercado en los

    reales de minas. Con todo, exista un inters contradictorio entre terratenientes ymineros en torno a la mano de obra indgena que los encomenderos empleaban tanto en

    minas como en haciendas. A comienzos del siglo XVII poda percibirse claramente quefaltaban brazos para la agricultura y que las minas eran un factor poderoso para su

    desaparicin. Por eso es probable que a partir de 1620 las haciendas de la altiplanicie

    hayan perdido el dinamismo de su formacin original y se hayan replegado sobre s

    mismas. Tal repliegue est sugerido por la evolucin de las formas bsicas del trabajo

    indgena. El concertaje que, como hemos visto, se introdujo para contrarrestar el

    monopolio de los encomenderos, fue dando paso poco a poco a la fijacin de los indios

    a la tierra, mediante formas de colonato (aparcera, mediera), que poda prolongar casi

    indefinidamente la vida precaria de las haciendas como unidades productivas, aun en

    medio de la crisis minera.

    El segundo ciclo minero, en el siglo XVIII, estuvo primero centrado en el Choc y

    luego en el desplazamiento de los mineros antioqueos. Este ciclo, que no dependa yade la presencia de la mano de obra indgena y que por lo tanto no creaba un conflicto

    entre el sector minero y el agrcola, se desarroll bajo mejores auspicios.

    La apertura de la frontera chocoana hacia 1680 obedeca a expectativas largamente

    acariciadas. Aunque ya desde la poca de la conquista se saba que en esas regiones

    abundaba el oro, los intentos de ocupacin no haban dado resultado. La ciudad de Toro,

    un emplazamiento destinado a abrir la frontera, haba tenido que ser trasladada para

    abrigarla de los ataques indgenas. En el curso del siglo XVII los vecinos de las

    ciudades de la gobernacin de Popayn emprendieron varias expediciones de

    pacificacin que culminaron con xito hacia 1680. A partir de entonces terratenientes

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    y comerciantes de Popayn comenzaron a introducir cuadrillas de esclavos negros que

    hacia 1711 se acercaban al millar. Popayn se convirti muy pronto en un centroimportante del comercio de esclavos en el que participaban los terratenientes mismos,

    los mineros y los comerciantes locales. En 1727 haba ya ms de 3.500 esclavos en lasminas del Choc. La cifra se duplic al cabo de medio siglo, con lo cual se lleg a un

    lmite de saturacin de las explotaciones. Por esto en los aos ochenta debi operarse un

    ajuste entre el nmero de los esclavos y el rendimiento decreciente de los yacimientos.Entonces se trasladaron cuadrillas enteras a los viejos yacimientos de Caloto, que sereactivaron, o a las haciendas del valle del Cauca.

    El segundo ciclo logr una mejor integracin entre haciendas y minas, al contrario de lo

    que haba ocurrido en el primero. Los reales de minas ubicados en la vertiente del

    Pacfico, desde Quibd hasta Barbacoas, constituan una franja longitudinal que

    transversalmente se distribua en la jurisdiccin de varias ciudades. Barbacoas caa as

    bajo la jurisdiccin de Pasto, la provincia del Raposo (Dagua y Buenaventura) en la de

    Cali, Nvita y Citar en la de Popayn. Cada una de estas ciudades era muy celosa en

    conservar las prerrogativas de su jurisdiccin, segn el esquema de los derechos

    patrimoniales atribuidos durante la conquista. Terratenientes y comerciantes de esas

    poblaciones (y los de Buga, Toro y Cartago) introdujeron los esclavos y crearon, con losreales de minas, zonas de consumo para los productos de sus haciendas. Este tipo deintegracin haba resultado imposible en el siglo XVI, cuando minas y haciendas

    competan por la mano de obra indgena y los yacimientos ms ricos se explotaban aenormes distancias de las haciendas que los abastecan.

    En el siglo XVIII la minera de la gobernacin de Popayn estuvo basada en la

    existencia de grandes cuadrillas de esclavos entre 50 y 500, que sustentaban el poder deunas pocas grandes familias. Estas se desempeaban simultneamente como mineros,

    comerciantes y hacendados y ejercan actividades polticas que les otorgaban unasupremaca indiscutible. Arboledas, Mosqueras, Caicedos, etc., compartieron la

    supremaca durante el siglo XVIII con inmigrantes ms recientes como Valencias,

    Larraondos y Tenorios, que hicieron una rpida fortuna con el comercio de esclavos.

    En contraste, en la regin antioquea las grandes cuadrillas de esclavos, que llegaron a

    formarse a finales del siglo XVI con el auge de Cceres, Zaragoza y Guamoc, se

    haban disuelto durante la crisis y el estancamiento del siglo siguiente. Aunque en las

    nuevas explotaciones del siglo XVIII debieron existir cuadrillas de esclavos, su tamao

    no poda compararse con el de las de los seores de la gobernacin de Popayn. En

    Antioquia el grueso de la minera estaba basado en el trabajo de pequeos explotadores

    independientes. En cuanto a la cpula social, si bien diversificaba sus actividades para

    protegerse contra una crisis sbita, no hay duda de que sacaba mucho ms provecho delcomercio que de cualquier otra actividad.

    LA ESCLAVITUD

    A pesar de que Cartagena era el puerto privilegiado para la entrada de africanos a las

    colonias espaolas de Suramrica, slo los yacimientos antioqueos se trabajaron

    ntegramente con esclavos durante el primer ciclo minero. En el momento de mayor

    auge de las minas antioqueas entre 1590 y 1600, trabajaban all unos seis mil esclavos,

    la mitad de los cuales corresponda a Zaragoza. La cifra no es nada desdeable, pues se

    aproxima al tope de los esclavos en el Choc en el segundo ciclo. Las cuadrillas de los

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    restantes centros mineros en el siglo XVI totalizaban un nmero reducido de esclavos,

    mucho menor en todo caso que el de los indgenas empleados all.

    En cambio el ciclo minero de la gobernacin de Popayn repos ntegramente en eltrabajo esclavo. Para entonces Espaa haba perdido, desde 1640, un acceso directo a las

    fuentes de aprovisionamiento de esclavos en las costas occidentales de Africa. Vale la

    pena detenerse un poco en este problema.

    Por algn tiempo el imperio espaol goz de un acceso privilegiado a los enclaves que

    los navegantes portugueses haban establecido en las costas africanas. La unin de las

    dos coronas permiti arreglos provechosos para el erario espaol con comerciantes yportugueses. La Corona espaola les otorgaba licencias sueltas y asientos, o contratos

    que involucraban la trada de un nmero masivo de esclavos a las colonias espaolas deAmrica, a cambio del pago de unos derechos por cada esclavo. La separacin de

    Portugal en 1640 dej al imperio espaol sujeto a otras potencias europeas para procurarse los esclavos africanos que necesitaba para sus colonias.

    La importancia del comercio en esclavos africanos para el desarrollo del capitalismo

    europeo ha sido comparado con la que tuvieron el oro y la plata americanos. Para elgran historiador y poltico antillano Eric Williams, el puerto ingls de Liverpool, los

    enclaves en las costas occidentales de Africa y las Indias Occidentales Jamaica y

    algunas de las Antillas Menores constituan un tringulo decisivo en el proceso de

    acumulacin de capital ingls. Este resultaba de intercambiar mercancas baratas que se

    estaban produciendo en los centros de la revolucin industrial por esclavos, y de

    comercializar en Europa el azcar que producan las plantaciones. Por tal razn los

    plantadores de las Indias Occidentales llegaron a conformar un grupo muy poderoso,

    con influencia en el mismo parlamento ingls.

    Para el imperio espaol, la ocupacin de Jamaica y las Antillas Menores por parte de

    ingleses, franceses y holandeses, y el verse privado de un acceso directo a los emporios

    africanos de esclavos, signific una brecha enorme en el sistema de su monopolio

    comercial. El monopolio del comercio en esclavos se haba convertido en uno de losfactores de la lucha por la supremaca martima entre las potencias europeas. El proceso

    de decadencia espaola margin a la metrpoli de dicha competencia y la oblig adepender en adelante del contrabando o de la concesin de asientos a potencias rivales.

    En el momento en que comenzaba a abrirse la frontera chocoana, el Imperio dependa

    de asientos portugueses para su aprovisionamiento en esclavos. Como consecuencia dela ocupacin del trono espaol por uno de los Borbones, el asiento pas por unos aos a

    los franceses, nuevos aliados dinsticos. La subsiguiente guerra de sucesin, que dur

    hasta 1713, no slo arrebat a Espaa sus posesiones europeas, en Italia y los Pases

    Bajos, sino que, por el tratado de Utrecht, otorg a los ingleses el monopolio de la trata

    de esclavos para sus colonias. Este momento coincidi con el auge de introduccin deesclavos a las minas chocoanas (1715-1740).

    Los privilegios de la trata otorgados a las potencias europeas que haban sido las rivales

    tradicionales del imperio espaol no slo colocaban a ste en una situacin de

    dependencia en elemento tan esencial para la economa de algunas de sus colonias, sino

    que al mismo tiempo debilitaban su monopolio comercial al favorecer el contrabando.

    Los navos ingleses, llamados de permisin, que reexportaban esclavos de Jamaica a

    Cartagena, no traan solamente esclavos. La flota de la carrera de Indias, destinada a

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    abastecer los puertos americanos, los encontraba a menudo inundados de mercancas. El

    contrabando ingls, amparado por los privilegios de la trata, lleg incluso a afectar lasactividades agrcolas de las haciendas de las altiplanicies. Los ingleses introducan a

    Cartagena harinas de sus propias colonias y, a pesar de los esfuerzos de varios virreyes,las del Nuevo Reino no pudieron competir con las de contrabando.

    En su poca de esplendor, los mineros del Choc estuvieron bien abastecidos deesclavos trados del Africa o reexportados desde Jamaica por compaas francesas einglesas. Popayn fue uno de los grandes centros de internamiento y all se

    aprovisionaban no slo los mineros sino tambin los propietarios de las haciendas del

    valle del Cauca, cuyo auge estaba ntimamente asociado al de las minas. Muchos

    comerciantes y mineros payaneses se interesaron por este lucrativo comercio al por

    mayor e introdujeron grandes partidas de esclavos.

    Para minimizar los riesgos de sus inversiones los propietarios las diversificaban,

    adquiriendo as el triple carcter de terratenientes, mineros y comerciantes. El sector

    ms dinmico era sin duda la minera. Ella sustentaba, con excedentes de mano de obra

    y de capital, la formacin y el crecimiento de las haciendas. Alimentaba tambin el

    comercio de esclavos y un reducido pero muy lucrativo mercado para productos de lashaciendas como el aguardiente y el ganado.

    El sistema esclavista en esas regiones sustent as un tipo muy peculiar de haciendahasta su abolicin, a mediados del siglo XIX. Todo parece indicar, sin embargo, que el

    esclavismo haba entrado en crisis desde finales del siglo XVIII. A partir de 1780 elcomercio de esclavos bozales, o sea los que provenan directamente del Africa o eran

    reexportados de las Antillas y que eran los ms apetecidos, ces por completo. Los precios, que haban venido declinando de una manera muy regular desde las primeras

    introducciones de 1680, alcanzaron su nivel ms bajo.

    Agotamiento de bozales y rebaja de los precios coincidieron con la reduccin del

    tamao de las grandes cuadrillas del Raposo, Nvita y Citar y su venta o traslado a las

    antiguas minas de Caloto. En stas poda integrarse mejor la actividad minera con la de

    las haciendas. As, aunque el trfico de esclavos no declinara, se haca ahora con

    esclavos criollos cuyo nmero resultaba excesivo para los yacimientos empobrecidos

    del Choc.

    Aunque las haciendas incrementaron su participacin en mano de obra esclava, en ellas

    tambin se estaban operando transformaciones sustanciales. El nmero de negros libres,

    de mulatos e inclusive de blancos pobres y mestizos iba en aumento. Los nuevos

    elementos sociales tendan a disolver el dualismo absoluto de una sociedad esclavista ya favorecer nuevos arreglos en la organizacin del trabajo.

    EL PROBLEMA DE LAS HACIENDAS. MODELO EMPRICO SOBRE SURACIONALIDAD

    Hasta aqu se ha mencionado a menudo a las haciendas como un elemento que debe

    considerarse simultneamente con las empresas mineras. Ambos tipos de unidades

    productivas comparten un tipo de racionalidad que podra llamarse racionalidad

    precapitalista.

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    Hasta hace apenas dos decenios, en el proceso mismo de una acelerada modernizacin

    agraria, en Amrica Latina era usual que la hacienda tradicional se mirara como unextrao producto de irracionalidad econmica, similar a la irracionalidad de las

    economas campesinas. Entonces, en muchos sitios la colonia o la servidumbre decorte feudal parecan estar mucho ms prximas en el tiempo que ahora. El latifundio

    improductivo, as fuera un fenmeno de aparicin reciente muchos no databan ms all

    del siglo XIX , se vea como un rezago colonial. No se discerna claramente entre lasdiferentes etapas histricas de la hacienda y del latifundio y se atribua a una remotacolonia lo que en gran parte haba sido el producto de leyes republicanas, de otorgacin

    inconsiderada de baldos y de procesos de colonizacin recientes.

    Hoy puede distinguirse claramente la hacienda colonial de formaciones posteriores. Tal

    unidad productiva se desarroll en los claustros andinos, en donde las tierras estaban

    roturadas gracias a una abundante poblacin indgena, y slo excepcionalmente en las

    regiones bajas. En estas ltimas predomin un tipo de explotacin extensiva con

    ganados y haciendo uso de una mano de obra difcilmente controlable.

    A una cierta distancia emocional de los aspectos ms chocantes de la hacienda colonial,

    la cual pareca resumir todas las i