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LA VIDA ELIGIOSA AMERICA LATINA ?ESPUESTAS COMPROMISOS SECUNDA EDICIÓN

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LA VIDA ELIGIOSA

AMERICA LATINA

?ESPUESTAS

COMPROMISOS

SECUNDA EDICIÓN

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• CONCLUSIONES DEL ENCUENTRO DE PROVIN­CIALES Y VICARIOS DOMINICOS DE AMERICA DEL SUR

• PRIMER ENCUENTRO FRANCISCANO DE AME­RICA LATINA

• TERCERA CONFERENCIA LATINOAMERICANA DE PROVINCIALES DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS

• CARTA DE LOS SUPERIORES PROVINCIALES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS QUE TRABAJAN EN AMERICA LATINA

• CONCLUSIONES DEL PRIMER ENCUENTRO LA­TINOAMERICANO DE INSPECTORES SALESIA-NOS

Colección CLAR N? 8

Confederación Latinoamericana de Religiosos C L A R

LA VIDA RELIGIOSA EN AMERICA LATINA

RESPUESTAS Y COMPROMISOS

SEGUNDA EDICIÓN

SECRETARIADO GENERAL DE LA CLAR

Apartado Aéreo 90710 Bogotá - Colombia

1970

Page 3: Clar - Vida Religiosa Respuestas y Compromisos

Con las debidas licencias

Propiedad reservada

CONTENIDO

PRESENTACIÓN 7

I. CONCLUSIONES DEL ENCUENTRO DE PRO­VINCIALES Y VICARIOS DOMINICOS DE AMERICA DEL SUR 9

II. PRIMER ENCUENTRO FRANCISCANO DE AMERICA LATINA ... 21

III. TERCERA CONFERENCIA LATINOAMERICA­NA DE PROVINCIALES DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS 41

IV. CARTA DE LOS SUPERIORES PROVINCIALES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS QUE TRABA­JAN EN AMERICA LATINA 67

V. CONCLUSIONES DEL PRIMER ENCUENTRO LATINOAMERICANO DE INSPECTORES SA-LESIANOS 79

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PRESENTACIÓN

La Confederación Latinoamericana de Religiosos —CLAR—tiene el gusto de presentar las recientes de­claraciones de los superiores regionales de cinco impor­tantes congregaciones religiosas que trabajan en América Latina.

Los Provinciales latinoamericanos de los Domini­cos, Franciscanos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Jesuítas y Salesianos han venido celebrando, en los úl­timos años, importantes reuniones de carácter continen­tal con el fin de adaptar su vida y apostolado a las cir­cunstancias de nuestra América Latina.

La toma de conciencia de la responsabilidad conti­nental que las Congregaciones Religiosas tienen frente a la problemática de nuestra región es un signo alenta­dor y una promesa para la Iglesia.

En estas declaraciones se puede palpar cómo, sobre el común denominador latinoamericano, se definen acti­tudes y se toman decisiones que llevan el sello del ca-risma peculiar de cada grupo religioso, pero que en el fondo son extraordinariamente convergentes.

Un mismo problema es analizado con metodología y espíritu diferentes, para llegar a conclusiones que se complementan y enriquecen la visión de conjunto. Es la rica variedad, motivada por un común anhelo: ser fieles testigos del reino en América Latina.

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La CLAR espera poder publicar próximamente otra serie de "Respuestas y Compromisos" de quienes son los responsables directos de la Vida Religiosa latinoame­ricana.

Bogotá, 9 de septiembre de 1969.

Fr. Luis E. Patino S., O.F.M. Secretario General de la CLAR

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I CONCLUSIONES DEL ENCUENTRO

DE PROVINCIALES Y VICARIOS DOMINICOS

DE AMERICA DEL SUR La Paz (Bolivia) • 30 de junio - 5 de julio de 1969

CONTENIDO

Introducción 1 \ I. Vida apostólica 12

II . Testimonio de nuestra vida, servicio de la Palabra 14

a. Testimonio de la vida 14 1. Fraternidad ] ¿

2. Pobreza 15

b . Servicio de la Palabra 17 1. Apostolados primordiales y-¡

2. Otras formas de apostolado 17

3. Conclusiones \ g

III. Vocaciones 18

IV. Formación 19

V. Normas y recomendaciones 19

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INTRODUCCIÓN

Siguiendo el deseo expresado en nuestra última reunión de Buenos Aires (julio de 1968) y concordes con el n. 390 de nuestras Constituciones, para promover y fomentar orien­taciones comunes y una colaboración eficaz entre nuestras Provincias y Vicarías en América del Sur, y comprobando que en nuestro continente nos encontramos "en una situa­ción de injusticia que puede llamarse de violencia institu­cionalizada" (Medellín, Paz 16), hemos reflexionado para encontrar las líneas de vida que nos permitan mostrarnos como un verdadero signo de la redención de Dios en el mundo.

La urgencia de los problemas suscitados, nos impele a adecuar nuestra acción con las grandes líneas del Concilio Vaticano II, las Conclusiones de la Segunda Conferencia Ge­neral del Episcopado Latinoamericano de Medellín, y las decisiones del último Capítulo General de la Orden, expre­sadas en las nuevas Constituciones, para integrarnos en el mundo actual.

Nos dirigimos fraternalmente a todos nuestros herma­nos dominicos de América del Sur, participándoles nuestras Conclusiones.

Los temas siguientes han sido base de nuestra reflexión:

1. Toda institución, si quiere permanecer viva, debe examinarse a sí misma con toda sinceridad.

2. Si quiere ser fiel a su vocación, debe constantemente dar razón de su existencia ante cada momento histórico.

3. En julio del año pasado, tuvimos un encuentro pa ­recido en Buenos Aires. A un año de tal reunión, queremos comprobar nuestros progresos, poner en común nuevamente nuestras dificultades, revisar nuestras conclusiones de Bue­nos Aires, tomándolas solo como una etapa en la m a r c h a hacia el logro de una idea de acción común de la Orden e n América del Sur.

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Queremos avanzar en el aprendizaje difícil del diálogo para lograr una fraternidad concreta y no solo de palabra.

4. Los obispos de América Latina (Cf. Medellín, Paz n. 1), nos hablan de una "situación de pecado" en nuestro continente. Por lo tanto, nuestra actitud de identificación y encarnación con los hombres de nuestro tiempo, debe tender a su liberación y redención del pecado, egoísmo e injusticia institucionalizada.

5. La urgencia de la situación reinante nos exige una pronta renovación. "La verdadera caridad tiene como efecto la flexibilidad de espíritu para adaptarse a toda clase de circunstancias" (Medellín, Religiosos, n. 8) (Constitución fdam. 1, VII). "En tales circunstancias (las actuales), la Orden ha de tener la fortaleza de ánimo de renovarse a sí misma y de adaptarse a ellas, discerniendo y probando lo que es bueno en los anhelos de los hombres, y asimilándolo en la inmutable armonía de los elementos fundamentales de su propia vida" (Const. 1. Constitución fundamental, VIII).

Ninguno de nosotros puede eludir la responsabilidad que le incumbe en este momento de la historia de la Orden en América del Sur. Llegamos entonces a las siguientes con­clusiones para que las meditemos en común y las llevemos a la práctica.

I. VIDA APOSTÓLICA

a) El ministerio propio de la Orden es la función pro-fética de la predicación de la Palabra.

Sabemos que la Palabra de Dios causa la fe y que por ella los hombres participamos de la Pascua redentora de Cristo.

Somos miembros de la Iglesia peregrinante en marcha hacia Dios. Vivimos aún los tiempos de la esperanza en los cuales la Pascual salvífica no nos ha sido dada en plenitud.

"La esperanza de tal realización consumada. . . debe aviar la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede

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de alguna manera anticipar un vislumbro del siglo nuevo" (Conc. Vat. II, Gaudium et Spes, n. 39; Medellín, Justicia, n. 5).

Si queremos transmitir eficazmente la Palabra de Dios al mundo, debemos adecuarla al mundo que la recibe, te­niendo en cuenta la dimensión social y comunitaria del cris­tianismo (Medellín, Paz, n. 24).

"No confundimos progreso temporal y reino de Dios; sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a orde­nar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios . . . En la búsqueda de la salvación, debemos evitar el dualismo que separa las tareas temporales de la santificación" (Gaudium et Spes, n. 39; Medellín, Justicia, n. 5).

Somos cooperadores del orden episcopal y el fin de nuestra predicación es que "la fe nazca o informe más pro­fundamente toda la vida para edificación del Cuerpo de Cristo, la cual tiene su coronación en los sacramentos de la fe" (Cf. Constitución fundamental O.P., V; también VI).

b) Estamos aún lejos del ideal de la Orden que ensia-mos en América del Sur, y miramos al futuro, construyendo el mismo a partir de las situaciones y exigencias concretas de hoy.

Teniendo en cuenta la realidad concreta de nuestro con­tinente, la urgencia de las situaciones y el carisma propio de la Orden, se impone una elección y establecer prioridades en nuestras obras apostólicas (Cf. Constituciones O.P., 106, n. 1), y "con preferencia a otras, elijan aquellas formas que más contribuyan a promover la fe, bien entre los no creyen­tes, bien en los espacios humanos que se mueven fuera de la fe, bien entre los creyentes, para que su fe sea fortale­cida y perfeccionada" (Ibid., n. 2).

"Importa, ante todo, iluminar la conciencia del pueblo de Dios acerca de todas las exigencias de su inserción en la sociedad humana y excitarla a unir sus fuerzas con todos los hombres de buena voluntad en un único esfuerzo y trabajo encaminados a consolidar en la tierra un reino de justicia, de amor fraterno y de paz" (Constituciones n. 132,1).

Que cada provincia realice entonces una revisión crítica y realista de las obras apostólicas que promueve y sostiene (Constituciones, n. 106,3).

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c) Inserción de la Orden en la vida de las diócesis. Pas­toral de conjunto. La Orden es una célula viva de la Iglesia. Por lo tanto, su acción en el plan de la salvación, no puede realizarse haciendo abstracción de los demás miembros de la Iglesia. Una sana integración en la obra apostólica de la Iglesia, no solo no impedirá el ejercicio de nuestros caris-mas particulares sino que nos impulsará a purificar nuestra vocación específica.

"Es necesario que en nuestros planes de pastoral de conjunto, puedan las Congregaciones religiosas integrarse de acuerdo con el carisma, las finalidades específicas de cada Instituto y las prioridades pastorales, aunque para esto sea menester abandonar, a veces, ciertas obras para atender otras que se consideran más urgentes y necesarias".

Dada la revalorización del papel del laico en el mundo y la Iglesia, y la escasez de clero y religiosos, insistimos en la necesidad de integrar vitalmente a los laicos en todas nuestras obras apostólicas, reconociendo y fomentando su misión y acción propia en la sociedad actual (Cf. Medellín, Religiosos, n. 15 y Constituciones O.P., 132, n. 2).

II. TESTIMONIO DE NUESTRA VIDA, SERVICIO DE LA PALABRA

a. Testimonio de la vida

1. Fraternidad

a) Nuestras comunidades deben ser realmente fraterni­dades comunicativas donde impere la oración, el diálogo, la amistad y la ayuda entre sus miembros (Const. 2,2).

b) Las casas donde habiten nuestros hermanos deben favorecer la intimidad entre ellos. Para lograr esto, evitemos las construcciones grandes y no-funcionales, que impiden o dificultan la vida familiar y fraterna de los religiosos.

c) Por lo tanto, busquemos efectivamente ubicar a nues­tros hermanos en comunidades pequeñas, donde lo más im­portante sea la comunidad fraterna y el trabajo en equipo.

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Que cada una de ellas, en diálogo y reflexión, encuentre res­ponsablemente su ritmo de apostolado, estudio, liturgia y oración.

d) Rechazamos un formalismo juridicista que sobreesti­me los modos institucionales sobre los valores personales y comunitarios (Cf. CLAR, Renovación y adaptación de la vida religiosa en América Latina y su proyección apostólica, 2. Vida en fraternidad).

e) "El desarrollo integral de la persona ha de ser con­siderado de gran importancia en la construcción de la co­munidad. Esta debe ayudar a que las personas maduren, conscientes de su responsabilidad, capaces de iniciativa y decisión, de un verdadero diálogo, y como tales deben ser valoradas por el Superior y los demás miembros de la Co­munidad" (Ibid. 2.3.1. En cuanto a la construcción de la comunidad; Perfectae caritatis, n. 14).

f) Teniendo en cuenta la importancia de los valores hu­manos y naturales en la vida religiosa y para favorecer el diálogo en la vida comunitaria, pedimos que nuestros her­manos se organicen para el uso de diversas técnicas adecua­das en dinámica de grupos y relaciones humanas, y que se estimule una educación continuada.

No hay apostolado más efectivo que el de una presencia vital en la caridad de Cristo. Solo comunidades de hermanos que realmente lo sean y que quieran con intensidad lograr una comunión con Cristo y entre sí, podrán ser luz que atraiga a los hombres al Señor (Cf. Constituciones O.P., n. 3,2).

2» Pobreza

Nuestra pobreza, como opción personal con respecto a la realización del reino de Dios, nos confronta también con la pobreza de aquellos que, independientemente de su propia voluntad, están sufriendo una condición socio-económica de marginación e indigencia.

Consideramos esta situación como una consecuencia del pecado, de la cual deben ser liberados los que la padecen, y esto en virtud de la dignidad humana y del Evangelio de Cristo.

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Como el problema de la miseria se plantea actualmente y en nuestro continente en términos estructurales, no se podrá salvar a las personas que sufren miseria, si no se cambian las estructuras. Por lo tanto, consideramos que nuestra presencia entre los pobres, ya sea personal o comu­nitaria, no ha de ser solo para dar testimonio, sino una pre­sencia de servicio efectivo para la liberación de los hombres.

a) "Una de las características indispensables de la es­piritualidad Sacerdotal especialmente requerida por nuestra situación continental, es la pobreza evangélica" (Medellín, Sacerdotes, n. 27).

b) Nuestra vida personal, conventual y provincial, debe dar testimonio de la pobreza evangélica.

c) En nuestro tiempo y en nuestro continente, el traba­jo debe ser considerado como el modo más adaptado de ex­presar la pobreza evangélica. Siendo esto así, liberémonos de tierras y otros bienes inmuebles productores de rentas, buscando nuevas formas de subsistencia.

"En una sociedad en que se reconoce más que nunca el valor del trabajo, las comunidades religiosas, para hacer­se realmente presentes como signo entre los hombres, han de vivir del trabajo de sus miembros" (Cf. V, 5,6 del Do­cumento de la CLAR: Renovación y adaptación de la vida re­ligiosa en América Latina y su proyección apostólica; Per-fectae caritatis, n. 13; Const. 33).

d) En función de la pobreza, "debemos dar capacitación técnica adecuada a los responsables de la administración de los bienes comunitarios.

e) "Nuestros conventos, evitando toda superfluidad y aspecto de ostentación, deben ser sencillos y adecuados al fin de los mismos, y han de ajustarse a las costumbres de lugar y tiempo, de tal forma que para nadie sean ocasión de ofensa" (Const. O.P., 37).

En lo posible, dejemos los grandes conventos, o para mostrar nuestra solidaridad con las necesidades de los hom­bres, "esperamos también que los religiosos puedan cada vez más hacer participar de sus bienes a los demás, espe­cialmente a los más necesitados, compartiendo con ellos no solamente lo superfluo, sino lo necesario, y dispuestos a poner al servicio de la comunidad humana los edificios e

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instrumentos de sus obras" (Gaudium et Spes, n. 69; Mede­llín, Pobreza de la Iglesia n. 16).

b . Servicio de la Palabra

1. Apostolados primordiales

a) Entre los pobres (campesinos, marginados. . . ) y obreros. "Los frailes han de prestar gran atención a los problemas religiosos y humanos de los pobres y de los obre­ros, sobre todo, de aquellos que se encuentran alejados de la fe" (Constituciones O.P., 109, n. 1).

b) Entre los universitarios. Dada la necesidad urgente en las Universidades latinoamericanas de una presencia sa­cerdotal, recalcamos vivamente la importancia y necesidad de trabajar en el ambiente universitario (Const. O.P., 103).

c) Promoción y asesoramiento de grupos apostólicos de seglares, (profesionales, técnicos, obreros, famil ias . . . ) .

d) Entre la juventud. " . . . la juventud latinoamerica­na constituye el grupo de población más numeroso y se presenta como un nuevo cuerpo social con sus propias ideas y valores, deseando crear una sociedad más justa. Esta presencia juvenil es un aporte positivo que deben re­coger la sociedad y la Iglesia" (Pablo VI, Mensaje a los Pueblos de América Latina, 6 de septiembre de 1968; Me­dellín, Juventud, nn. 13-17; Formación del Clero, n. 25).

e) En zonas misionales. El espíritu de la Orden síguien-do a nuestro Padre, es eminentemente misionero. "Las ac­tividades misioneras, aunque sean distintas, se han de des­arrollar según los principios fundamentales del ministerio de la palabra en armonía con el carisma de la Orden" (Constituciones 116; Cf. n. 117).

2. Otras formas de apostolado

a) Parroquias. "En cada Provincia, el número de pa­rroquias debe limitarse en tal forma que quede un núme­ro suficiente de frailes que puedan entregarse también con mayor libertad y más plenamente a otros ministerios de la palabra de Dios" (Const. 128, 2; Cf. 127).

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Donde la Orden tenga parroquias a su cargo, evite una pastoral excesivamente sacramentalista, realizando en cam­bio una intensa evangelización y promoción de comunidades de base (Cf. Medellín, Pastoral Popular, 1-4).

b) Colegios. No los consideramos como el apostolado primordial de la Orden en la hora actual de nuestro conti­nente americano (Cf. Const. O.P., 122; Medellín, Paz, n. 25; Educación, n. 18).

Donde existan, que cumplan su función de formación integral del joven: humana y cristiana.

Debemos limitar el número de Colegios y el personal re­ligioso dedicado a los mismos de modo que se cumpla en nuestro continente el fin propio de la Orden.

3 . Conclusiones

Conforme al sentir de las nuevas Constituciones, insis­timos en la necesidad de incrementar la vida intelectual en nuestros conventos y casas. Debemos tomar conciencia de que no podemos limitar nuestro apostolado al testimonio y a la predicación. El verdadero trabajo dominicano se hace en base al estudio; además de las reuniones conventuales, urge la necesidad del estudio personal como una actividad diaria y perseverante (Cf. Const. O.P., 77, 1 y 2).

Que las provincias organicen de modo regular jornadas de estudio y faciliten especialización a los religiosos, en vista a un apostolado más eficaz.

III. VOCACIONES

La mejor pastoral vocacional consiste en dar un ejem­plo comunitario de vida apostólica acorde con nuestros tiempos. La Orden en América del Sur debe asumir, de modo urgente, una figura capaz de dar respuesta efectiva a las necesidades del continente.

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Es indispensable apoyar vigorosamente los legítimos ideales de la juventud actual, para que no solo no sean dis­minuidos en la vida religiosa sino acrecentados.

Tómense en cuenta las conclusiones sobre este tema, asumidas en nuestro Encuentro del año pasado en Buenos Aires.

El desarrollo de la situación vocacional en nuestras Provincias, se encomienda a los participantes en una próxi­ma reunión de formadores.

IV. FORMACIÓN

Se encomienda a los participantes en una próxima re­unión de formadores, la elaboración de un plan o programa a ser sometido a las Provincias y Vicarías.

V. NOTAS Y RECOMENDACIONES

1. Reelegimos al P. Héctor Muñoz (Salta 2107 Mendo­za, Argentina), como Secretario dé nuestra Conferencia por dos años.

2. No se elabore más el Boletín OJP. SUDAMERICA. En cambio, que cada Provincia y Vicaría y el P. Secretario cola­boren activamente con el Boletín de la Orden (C.I.D.O.M.I.N. F.O.R) enviando la información necesaria.

3. Decidimos que entre los días 5 y 11 de enero de 1970, se realice en nuestro Convento de Lima (Perú), un encuen­tro para tratar el problema vocacional y la formación inte­gral de nuestros religiosos. Encomendamos la confección de un programa de trabajo para esas jornadas, a Fr. Miguel Cardozo (Convento Sto. Domingo-Defensa 422-Buenos Aires, Argentina), y rogamos encarecidamente a todas nuestras Provincias y Vicarías entrar en comunicación con dicho Padre, enviándole sus ideas y sugerencias.

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4. Decidimos que el próximo encuentro de Provinciales y Vicarios de América del Sur, se realice en San Pablo (Bra­sil), en la primera semana de febrero de 1971.

5. Encomendamos a los PP. Dominicos de I.B.E.A.S., confeccionar una "encuesta" acerca de qué piensan los re­ligiosos, del papel de la Orden en América Latina.

6. Pedimos a los PP. Provinciales y Vicarios enviar a las diversas Provincias y Vicarías y al P. Secretario, los futuros Estatutos de sus respectivas Provincias y Vicarías.

7. Recomendamos a todos los Religiosos de nuestro con­tinente, la participación de los Cursos de Pastoral que anual­mente organizará I.B.E.A.S en La Paz (Bolivia).

Fr. Nicolás Gobert, Provincial del Perú;

Fr. Tomás Romero, Provincial de Ecuador;

Fr. Teodoro González, Provincial de Chile;

Fr. Jerónimo Rodríguez, Provincial de Argentina;

Fr. Domingo Leite, Provincial de Brasil;

Fr. Manuel Alvarez, Vicario de la Pcia. de Espa­ña en Perú;

Fr. Lino Dolan, Vicario de la Pcia. de San José en Chimbóte, Perú;

Fr. Adolfo Weber, Vicario de la Provincia de Teutonia en Bolivia;

Fr. Carlos Dahm, Delegado de la Vicaría de la Provincia de San Alberto en Bolivia;

Fr. Florentino González, Delegado de la Vicaría de la Provincia de Filipinas en Ve­nezuela;

Fr. Marcos Lacerda, Delegado de la Provincia de Utriusque Lombardiae en Brasil;

Fr. Flannan Hynes, Vicario de la Provincia de Irlanda en Argentina.

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II PRIMER ENCUENTRO FRANCISCANO

DE AMERICA LATINA Bogotá (Colombia) - 15-25 de agosto de 1968

CONTENIDO

Introducción

I. Coordinación y adaptación

a. En el gobierno

b. En la formación

II . Medios para la renovación

a. Equipo promotor de la renovación

b . Búsqueda de nuevas formas de vida

c. Curso superior de formación franciscana

III . Pastoral de los Franciscanos en América Latina

a. Principios generales

b . Algunas formas concretas

1. Parroquias

2. Templos o lugares de culto no parroquiales 3. Campo educativo

4. Misiones

c. Pastoral vocacional

1. Renovación y Pastoral Vocacional

2. Agentes de la Pastoral Vocacional

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3. Coordinación de la Pastoral Vocacional 35 4. Aspectos generales de la actividad vocacional 35

5. Aspectos familiares 36 6. Aspectos económicos 37

d. Renovación pastoral de nuestros religiosos 37

IV. "Cefepal" y otros organismos similares 37

Conclusión 38

INTRODUCCIÓN

Los Ministros Provinciales, Custodios, Superiores de Mi­siones y Asesores del Primer Encuentro Franciscano de La­tinoamérica, reunidos con el Rvmo. Padre Ministro General, Fr. Constantino Koser, saludan a todos los Hermanos Meno­res desde esta sede del XXXIX Congreso Eucarístico Inter­nacional que ha presidido el Papa Pablo VI, y entrañable­mente desean a todos paz y bien en el Señor.

Atentos a las señales de los tiempos, que de manera tan multiforme se vienen manifestando en la época presen­te, y obedientes al influjo del nuevo Pentecostés que nos ha tocado vivir mediante el Concilio Vaticano II (1962-1965), el Capítulo General (1967) y el Consejo Plenario (1968) de la Orden y, —en estos últimos días— en la Segunda Conferen­cia General del Episcopado Latinoamericano que el Papa Pablo VI ha inaugurado personalmente en Bogotá, los Franciscanos de este continente deseamos entrar de lleno por los caminos de una auténtica y decidida renovación.

Tanto más nos vemos impelidos a esto cuanto que exis­te una afinidad sorprendente entre el espíritu conciliar de la Iglesia de hoy y los ideales que a nuestra vocación fran­ciscana infundió el Padre San Francisco.

Súmase a estas exigencias la no menos forzosa de nues­tro arraigo en la vida e historia de los pueblos de América, ya aun desde la gestación de su descubrimiento. El cordón franciscano, en efecto, anudó tan íntima e indisolublemente a los hijos de San Francisco con el destino y el desarrollo de este continente, que constituye para nosotros un deber ineludible continuar a su servicio de una manera actualiza­da y eficaz, manteniéndonos adaptados a su idiosincrasia y a sus condiciones presentes y concretas, corriendo la mis­ma suerte de estos pueblos, sufriendo sus mismas vicisitu­des, alimentando sus mismas esperanzas de progreso y co­laborando, en la medida de nuestras fuerzas y por todos los medios a nuestro alcance para la construcción humana y cristiana de su porvenir.

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De aquí que hayamos visto necesaria la renovación de nuestras estructuras, de tal manera que respondan a las condiciones de la nueva sociedad humana y de la ciencia y técnica del desarrollo socio-económico, como también a la índole y necesidades de la tierra latinoamericana. Plenamen­te conscientes de que en el momento actual de la historia de América Latina los franciscanos no podemos continuar viviendo y actuando en unidades aisladas, hemos sentido la obligación de reunimos para estudiar conjuntamente los problemas que por igual atañen a todos en lo referente a nuestra vida y a nuestro apostolado.

Tenemos profunda fe en que la acción del Espíritu Santo, que se proyecta preferentemente sobre los sencillos y menores, hará que surjan las nuevas estructuras francisca­nas que con afán y sinceridad estamos buscando.

Reconocemos, por otra parte, que esta época de transi­ción es difícil, especialmente en lo que se refiere a la for­mación de nuestros jóvenes, esperanza de la Iglesia y muy próximos continuadores y responsables del franciscanismo de este continente. Vemos por lo mismo con simpatía la búsqueda de métodos formativos adecuados y debidamente planeados, que hagan de ellos "hombres verdaderamente nuevos, constructores de una humanidad nueva" *, capaces de afrontar los riesgos que toda noble empresa lleva consi­go, especialmente si es acometida para el bien de la Igle­sia y el bienestar integral de nuestros pueblos.

Ideal del Padre San Francisco fue el de "vivir no sola­mente para sí sino también para los demás"2 , lo que tra­ducido al lenguaje conciliar significa que "el hombre no puede encontrarse plenamente sino por el don de sí mis­mo" 3 . Por lo tanto, la vivencia de la espiritualidad francis­cana y más concretamente de su característica pobreza, en cuanto esta es liberación y disponibilidad para el servicio de Dios en el prójimo, en tanto nos realizará plenamente como franciscanos, en cuanto tengamos de hecho conciencia de que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos porque —como dice el Seráfico Padre— "hemos sido dados al mun­do" 4 .

1 Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Gaudium et Spes, n. 30. 2 Cf. Florecilías de San Francisco, parte I, cap. 15. 3 Conc. Vat. II, Const. Dogm. Gaudium et Spes, n. 24. 4 Cf. Fray Tomás de Celano, Vida Segunda de San Francisco, n. 70.

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Estamos, sin embargo, convencidos de que para la rea­lización de este ministerio amoroso, necesitamos de un co­nocimiento más profundo de nuestras realidades socio-cultu­rales y religiosas, y de saber encarnar nuestra teología den­tro de esas realidades y de las aspiraciones que se agitan en la geografía y en el presente de la América Latina. Solo así, debidamente equipados, podremos —con la palabra y con el ejemplo— llevar un mensaje espiritual de contenido efi­caz a los hombres de nuestra sociedad, sobre todo aquellos que están más abandonados, oprimidos y desposeídos. Solo conociendo la situación de nuestros pueblos en vía de des­arrollo prestaremos a nuestros hermanos —a ejemplo de Cristo— un servicio humilde y abnegado, procurando al mis­mo tiempo que la realización de nuestro trabajo pastoral, en­carnado plenamente en el desarrollo integral del hombre, se haga en colaboración con los organismos oficiales de la Igle­sia y prestando la conveniente cooperación a todos aquellos que con sincera voluntad promueven el desarrollo de nues­tros pueblos5 .

Las siguientes conclusiones y resoluciones, que tras de­bido estudio y en diálogo fraternal hemos formulado, aunque no constituyen la última palabra ni pretenden ser algo in­superable, nos parece que serán oportunos derroteros para coordinar las aspiraciones y encauzar los ideales de la fra­ternidad de los Menores a todo lo largo y ancho de la Amé­rica Latina, según la vocación idéntica a la cual todos hemos sido llamados.

I . COORDINACIÓN Y ADAPTACIÓN

a. En el gobierno

1. Manténgase la actual circunscripción de América La­tina.

2. Las conferencias sean, en lo posible, de carácter in­ternacional.

5 Cf. CC.GG. n. 375, art. 114. Además, cf. texto de "Quaestiones Vota-tae" en «1 Concilium plenarium Ordinis, Romae 1968. A este texto se refieren todas las tifas de las CC.GG.

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3. Se pide al Rvmo. Padre General que lo antes posible se ponga en ejecución lo prescrito sobre erección de Vica­rías en América Latina6 .

4. Con relación al personal que envían las-provincias ex-tralatinoamericanas para sus fundaciones en el continente:

a) Hacemos patente nuestro reconocimiento por su ge neroso envío de personal apostólicamente apto y preparado, de acuerdo con las directivas de la Santa Sede y con las necesidades de la Iglesia en nuestros países.

b) Pedimos que se asegure la estabilidad del personal que trabaja en el respectivo país.

3. Con el fin de facilitar la organización de la Orden en América Latina y evitar la creación de pequeñas entida­des, se encarece a las Provincias que no tienen fundaciones en este continente y que deseen en el futuro enviar religiosos, los pongan al servicio de las entidades ya existentes, con los derechos que les dan nuestras CC.GG.

6. Para lograr una mejor coordinación entre las múltiples entidades de la Orden existentes en Bolivia y en Centro América, se pide al Padre Delegado General respectivo, o al Delegado ad casu, que haga las debidas consultas a dichas entidades e informe oficialmente de su resultado al Rvmo. Padre General a fin de que este con los Ministros Provinciales competentes trate de buscar la solución adecuada.

7. Se pide que para las misiones, que tengan las Pro­vincias dentro de su misma nación, no se nombren Superio­res Regulares, sino que el Ministro Provincial respectivo sea el Superior nato de las mismas, como lo es de los conventos de la Provincia.

b. En la formación

1. Con el fin de que haya una mayor adaptación de los religiosos al ambiente latinoamericano, se juzga convenien­t e 8 :

é CC.GG. T. 384, art. 143.1. 7 CC.GG., n. 469. art. 318. 8 CC.GG., n. 382, art. 132, C(. Renovación y adaptación de la vida reli­

giosa en América Latina y su proyección apostólica, 2? edición Colección CLAR, u. 1, Bogotá, 1967, pág. 43.

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a) Que los estudiantes nativos reciban su formación en América Latina.

b) Que aquellos religiosos de Provincias no latinoame­ricanas que se preparan para trabajar en este continente, cursen por lo menos algunos años de su formación en te­rritorio latinoamericano.

c) Y cuando se trate de religiosos ya formados, procú­rese concederles un período adecuado de aculturación a ser posible en Institutos erigidos para este fin.

2. Las provincias latinoamericanas, como ya lo hacen algunas de ellas, ofrecen sus casas de formación a otras en­tidades de la orden (Custodias, Misiones y Fundaciones), que trabajan en el continente y necesitan de ayuda para for­mar a sus religiosos.

En orden a esto se juzga necesario:

a) Que se tome en cuenta la afinidad de los lugares, a fin de conseguir una suficiente integración al medio.

b) Que durante todo el curriculum de formación se ase­gure la estabilidad en una misma Provincia.

c) Que el Padre Provincial del religioso en formación considere debidamente, ad normam iuris, los informes pe­riódicos que emite el cuerpo de formadores.

II. MEDIOS PARA LA RENOVACIÓN

a. Equipo promotor de la renovación

1. Comprobamos que no pocos hemos permanecido aje­nos a la identificación con el espíritu y mentalidad del Con­cilio Vaticano II, y que solo en algunas Provincias se vienen realizando trabajos para formar a los religiosos en la men­talidad del mismo mediante conferencias especializadas. Esto nos ha hecho ver la necesidad de formar un equipo de especialistas, que deberá considerarse como órgano ofi­cial de la Circunscripción Latinoamericana y que tendrá que adaptarse continuamente para evitar la institucionalización.

27

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2. Dicho equipo recorrerá las diversas Conferencias en que se divide la Circunscripción Latinoamericana, formando "grupos especializados" en la doctrina conciliar, en los pro­blemas y necesidades de América Latina y en los ideales franciscanos adaptados, a las realidades de nuestros pueblos. A petición de los Superiores Mayores respectivos, los "gru­pos especializados" irán a su vez a las Provincias de cada Conferencia para mentalizar a los religiosos.

3. El equipo estará integrado a lo menos por tres peri­tos: uno en Documentos Conciliares; otro en. problemas y necesidades de América Latina, y un tercero en la doctrina franciscana adaptada a la realidad de nuestro continente.

4. Supervisará y urgirá la organización de los cursos en cada Conferencia.

5. Su financiación estará a cargo de las conferencias beneficiadas.

6. Los centros franciscanos de estudios y pastoral para América Latina (CEFEPAL) u organizaciones análogas, pro­porcionarán su experiencia para la formación de los progra­mas y actividades que este "equipo de especialistas" realiza­rá poniéndose en contacto con las diversas Conferencias La­tinoamericanas.

b. Búsqueda de nuevas formas de vida9

1. Aceptamos con simpatía la búsqueda de nuevas es­tructuras, entendiendo por estas, sistemas vitales de modos de ver y actuar, inspirados en una mentalidad evangélica, para lograr un fin determinado.

2. Apoyamos pues los ensayos debidamente planifica­dos que se propongan, encaminados a mentalizar a los reli­giosos y a educar a nuestros jóvenes en el recto uso de la libertad y de la responsabilidad, a la vez que afirmamos el respeto a la persona humana y confiamos en la gracia del Espíritu Santo.

9 Cí. Conc. Vat. II, Decret. Optatam totius, n. 5; Renovación y adapta­ción de la vida religiosa en América Latina y su proyecciin apostólica, pp. 16-18; Pablo VI, Motu Proprio Ecclesiae Sanctae, n. 24.

28

3. Para garantizar el éxito de estas experiencias, evitar fallas y hasta pérdidas de vocaciones, se proveerá suficien­temente de todos los medios pedagógicos y auxilios espiri­tuales.

c. Curso superior de formación franciscana10

1. Somos conscientes de la necesidad de capacitar a los formadores de nuestra juventud en la genuina espiritualidad franciscana, adaptada a las exigencias de nuestro tiempo y a las realidades latinoamericanas.

2. Por esto aprobamos y apoyamos decididamente la creación de un curso superior de formación franciscana pa­ra América Latina11.

3. Confiamos en la generosidad de los religiosos capaci­tados de las diferentes Provincias.

4. Teniendo en cuenta la situación geográfica y las fa­cilidades educativas de Colombia, hemos propuesto a la Pro­vincia de este país que establezca dicho curso, contando con la colaboración económica y con personal de las demás Pro­vincias Latinoamericanas.

5. En este curso se estudiará la espiritualidad y doctri­na franciscanas, siempre encuadradas en la mentalidad con­ciliar, así como también todo lo conducente a la capacita­ción de nuestros religiosos para el desempeño de un apos­tolado adecuado a la situación concreta y actual de América Latina.

6. Aplaudimos la grata comunicación que nos ha hecho el Rvmo. Padre General sobre el establecimiento en Grotta-ferrata (Roma), del Instituto de Investigaciones de Historia Franciscana que, según su propia explicación, puede com­pletar perfectamente las finalidades de nuestro curso.

10 Cf. Conc. Vat. II, Decret. Optatam totius, n. 5; Renovación y adapta­ción de & vida religiosa en América Latina y su proyección apostólica, pág. 43; Pastoral 4e las Vocaciones en América Latina, Documentos CELAM, n. 2, Con­clusiones ¿el Primer Congreso Latinoamericano de Vocaciones, Conclusiones Ge­nerales, n. 50, Lima, 19-25 de noviembre de 1966.

11 Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Lumen Gentium, n. 45; Decret. Christus Dominus, nn. 33-35; Motu Proprio, Ecclesiae Sanctae, nn. 22-40; CCGG. n. 378, art. 121 y 122.

29

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III. PASTORAL DE LOS FRANCISCANOS EN AMERICA LATINA

a. Principios generales

1. Nuestra pastoral debe situarse en un contexto socio-cultural, teniendo en cuenta el desarrollo integral del hom­bre latinoamericano.

2. De acuerdo con el espíritu franciscano y las doctri­nas del Concilio Vaticano II, nos comprometemos en nues­tro trabajo pastoral: a aceptar y a aplicar prontamente las directivas de la Iglesia11, a estar disponibles y a responder a las necesidades de la misma en América Latina, de acuer­do con las conclusiones de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano12, de las Conferencias Na­cionales y Regionales del Episcopado, y de las organizacio­nes continentales y nacionales de religiosos.

3. Afirmamos nuestra fidelidad al espíritu del pioneris-mo franciscano como se ha manifestado en la historia de la evangelización de América Latina. Por esto:

a) Evitaremos el apego a las estructuras pastorales que realmente estén en cambio 13;

b) Mantendremos viva la inquietud de descubrir siem­pre nuevas y más aptas formas de llevar a Cristo a cualquier situación y ambiente14;

c) Teniendo en cuenta las transformaciones sociocultu-rales del continente y las de la Iglesia al responder a ellas, y para que nuestra disponibilidad sea eficaz en la pastoral y se eviten el empirismo y la improvisación, planearemos a corto y largo plazo nuestra actividad, por ejemplo, prepa­rando especialistas en los distintos campos.

11 Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Lumen Gentium, n. 45; Decret. Christus Dominus, nn. 33-35; Motu Proprio Ecclesiae Sanctae, nn. 22-40; CC.GG. n. 378, art. 121 y 122.

12 Reunida en Medellín (Colombia) del 25 de agosto al 7 de septiembre de 19611.

13 CC.GG. n. 337, art. 6; n. 373. art. 105,1. 14 Cf. Conc. Vat. II, Decret. Perfectae caritatis, n. 20; Renovación y adap­

tación de la vida religiosa en América Latina y su proyección apostólica, pag. 22.

30

b. Algunas formas concretas

Mantendremos las formas tradicionales del apostolado franciscano en América Latina, pero renovándolas debida­mente; teniendo en cuenta que en la mayoría de nuestros países buena parte de la labor apostólica se concentra en parroquias, templos de culto no parroquiales, educación, misiones y obras sociales, declaramos:

1. Parroquias

A pesar de la discusión existente sobre estructuras pa­rroquiales, conservaremos las parroquias que tenemos y aceptaremos nuevas con las siguientes condiciones:

a) Que en ellas se pueda realizar una promoción del hombre.

b) Que se salvaguarde el espíritu de fraternidad, testi­monio auténtico de vida cristiana y franciscana15.

c) Que estén situadas preferencialmente entre los más abandonados material o espiritualmente 16.

d) Que conservemos la suficiente libertad para abando­narlas y dedicarnos a otros apostolados si las circunstan­cias lo requieren.

2. Templos o lugares de culto no parroquiales

Al comprobar el hecho hoy día inaceptable de que en no pocos de nuestros templos y santuarios la práctica del culto se ha reducido a una exclusiva sacramentalización y a ejercicios rutinarios con detrimento de una auténtica vida cristiana de los fieles, nos esforzaremos:

a) En dirigir nuestro ministerio en ellos hacia una la­bor de orientación, de mentalización realmente cristiana y de evangelización, y en implantar en ellos obras apostóli­cas de acción social.

b) En trabajar denodadamente por hacer de estos tem­plos modelos de auténtica vida litúrgica (principalmente eu-

15 CC.GG., n. 356, art. 49,1; n. 380, art. 126,2. 16 Pablo VI, 23 de junio 1967; CC.GG., n. 366, art. 78 y 79: n. 380, art.

Í 1

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carística y penitencial), evitando que los mismos se convier­tan en meras fuentes de ingresos económicos. Cuídese por tanto de capacitar personal que realice eficientemente este apostolado.

c) En insistir para que todas las devociones populares (triduos, novenas, etc.) se fundamenten debidamente en la Sagrada Escritura y en la Teología, y se vitalicen con ellas en conformidad con la mente de la Iglesia y lo dispuesto en las CC.GG.".

d) En velar para que, de acuerdo con la sana tradición franciscana, nuestra Orden cultive y promueva la verdade­ra devoción a María Santísima, adaptada a la doctrina de magisterio eclesiástico especialmente del Concilio Vaticano II en su Constitución Lumen Gentium18.

. 3. Campo educativo 19

Conscientes de que alrededor de la mitad de la pobla­ción de América Latina es menor de 18 años; teniendo en cuenta el idealismo, anticonformismo y rechazo a las estruc­turas rígidas que manifiesta la juventud de hoy, actitudes que por lo demás están en conformidad con el idealismo y el anticonformismo del genuino espíritu franciscano; y consi­derando asimismo que la inmensa mayoría de la niñez y de la juventud frecuentan los planteles educativos del Estado, declaramos lo siguiente:

a) Conservaremos nuestros colegios e instituciones simi­lares solamente si responden a las necesidades de la Iglesia en América Latina y a las características de nuestra Orden.

b) Atenderemos a la formación de líderes juveniles que prolonguen la acción educativa de la familia y de la escuela en el medio ambiente en donde los jóvenes pasan la mayor parte de su tiempo.

17 Cf. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum concilium, n. 13; CC.GG., n. 346, art. 25,3. Instrucción ínter oecumenicí, de la Sagrada Congregación •de Ritos para aplicar la Constitución sobre Sagrada Liturgia, n. 17.

18 Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Lumen gentium. Cap. 8; CC.GG., n> 346, art. 25,1-2.

19 Cf. Declaración final del Primer Encuentro Episcopal Latinoamericano sobre Pastoral de Conjunto, Baños (Ecuador), 5 a 11 de junio de 1966, Boletín Informativo del CELAM, n. 87 - Julio - Septiembre 1966, pp. 119-123; CC.GG., n. 379, art. 127,1.

32

c) Colaboraremos sinceramente con las instituciones eclesiásticas, estatales y particulares que se preocupan por la formación de los analfabetos.

d) Procuraremos asegurar la presencia de la Iglesia en las escuelas normales del Estado formando entre los alum­nos la responsabilidad apostólica. Así la irradiación cristia­na será mucho más amplia de lo que sería si nos concretára­mos solamente a nuestros colegios privados.

e) En la medida de lo posible, prestaremos particular atención a los estudiantes universitarios, pues en muchos de nuestros países es un sector de apostolado casi completa­mente abandonado.

4. Misiones20

Siendo la actividad misionera en sus diversas formas tan peculiar de la Orden desde su fundador hasta nuestros días, cultivaremos con especial veneración y aprecio el apos­tolado misional entre fíeles e infieles, sea cuales fueren las situaciones socioculturales en que se encuentren en nuestro continente.

Concretándonos a las Misiones populares declaramos lo siguiente:

a) Es de todo punto de vista necesario que este tipo de pastoral sea profundamente renovado de acuerdo con los estudios de sociología religiosa, ya que según esta los problemas y necesidades más importantes en la vida reli­giosa de los pueblos misionados, con frecuencia no son su­ficientemente tratados ni ilustrados.

b) Es necesario un conocimiento previo de las realida­des y necesidades espirituales del pueblo y una plena cons-cientización al respecto en el clero local y en el pueblo mis­mo, al menos por medio de sus líderes.

c) Se hace imprescindible la creación de entidades per­manentes en los pueblos y parroquias para que continúen

20 Cf. La Pastoral de las Misiones en América' l-íítirut:. Primer EácSikntro Latinoamericano sobre Pastoral de las Misiones,, Melgar (Colombia) Jt8ÍÍ de abril de 1968. Documentos CELAM, n. 5; CC.GG.J». 380, £ | ^ f i & % . 3¡£ lut -129. f* ' * ~

Page 18: Clar - Vida Religiosa Respuestas y Compromisos

la acción iniciada por la misión. De lo contrario, solo se tendrá un enfervorizamiento sentimental y momentáneo.

d) Esta pastoral renovada exige el cuidado de preparar, un personal que integre equipos verdaderamente competen­tes para este tipo de misión.

e) Es preciso hermanar el conocimiento exacto de la realidad socio-cultural de nuestro pueblo con el conocimien­to profundo de la teología católica y del pensamiento fran­ciscano, a fin de crear una verdadera espiritualidad cristiana del desarrollo. Esto implica la obligación de emprender una investigación científica al respecto.

c. Pastoral Vocacional21

1. Renovación y pastoral vocacional

En orden a la promoción de las vocaciones se considera de fundamental importancia llevar adelante la renovación del Fraile Menor y de las fraternidades, atendiendo a que, si ciertamente esta renovación debe expresarse externamen­te, debe tener como fundamento y punto de partida una renovación interior de nuestra vida espiritual y de nuestra mentalidad 22.

2. Agentes de la pastoral vocacional

a) Dado el estado de emergencia vocacional que actual­mente vive la Iglesia en América Latina, y obedeciendo a las directivas del Concilio Vaticano II cuando habla de la nece­sidad de implantar la Iglesia autóctona23, suplicamos que todos los religiosos y de manera especial los pertenecientes a provincias extralatinoamericanas promuevan, o intensifi­quen donde ya lo realizan, el apostolado de las vocaciones nativas.

21 Cf. Pastoral de las Vocaciones en América latina. Documentos CELAM, n. 2. Conclusiones y síntesis doctrina] del Congreso Latinoamericano de voca­ciones, Lima 19 a 25 de noviembre de 1966.

22 Cf. Conc. Vat. II, Decret. Perfectae caritatis, n. 24; Optatam totius, n. 2; Presbyterorum ordinis, n. 11.

23 Cf. Conc. Vat. II, Decret. Ad Gentes, nn. 15-18.

1A

b) Para una efectiva labor vocacional se considera ur­gente consagrar a ella religiosos aptos, debidamente prepa­rados y, en lo posible, dedicados en forma exclusiva24.

c) Durante el tiempo de la formación debe darse a to­dos los Frailes Menores una preparación básica en pastoral juvenil y vocacional y brindarles la oportunidad de alguna actividad pastoral en estos mismos campos.

3. Coordinación de la pastoral vocacional

a) En aquellos países en los que existen varias entida­des franciscanas, se recomienda que los encargados de las vocaciones formen un equipo de trabajo y si esto no es po­sible, que coordinen por lo menos su actividad y fomenten el diálogo, para unificar criterios e intercambiar métodos y experiencias.

b) Los frailes que trabajan en la pastoral vocacional estén en contacto con los organismos vocacionales diocesa­nos, regionales y nacionales del Episcopado y de las Confe­rencias de Superiores Mayores, con el fin de coordinar sus planes con los de esas entidades, enriquecerse mutuamente y aprovecharse de los medios de formación y estudio que proporcionan, tales como: cursos, encuentros de reflexión, jornadas de estudio, etc.25.

4. Aspectos generales de la actividad vocacional

a) En la pastoral vocacional debemos trabajar con un gran sentido eclesial de manera que, poniendo un empeñe particular en las vocaciones franciscanas, apoyemos sin dis­tingos todas las vocaciones que Dios suscite para su Iglesia.

b) Todos los religiosos deben interesarse por el fomen­to de las vocaciones tanto mediante la oración como en el ejercicio de las distintas formas de apostolado: predicación, catequesis, misiones, educación, etc.26 .

24 Cf. CCGG., n. 395, art. 171; Pastoral de las Vocaciones en América La­tina, Conclusiones Generales, n. 73, páí. 36.

25 Cf. CCGG., n. 395, art. 168; Conc. Vat. II, Decret. Optatam totius, n. 2; Christus Dominus, n. 15; Ad gentes, n. 38; Pastoral de las Vocaciones en América Latina. Conclusiones Generales, n. 73, pág. 36.

26 Cf. CCGG., n. 395, art. 168; Conc. Vat. II, Decret. Optatam totius, n. 2; Perfectae caritatis, n. 24; Ad gentes, n. 39; Presbyterorum ordinis, n. 11.

1 *

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c) Supuesto que la pastoral vocacional debe fundamen­tarse en la pastoral juvenil, se recomienda darle mucha im­portancia a la dirección espiritual de los jóvenes y a las organizaciones y grupos juveniles, de manera que el joven sea llevado a plantearse el interrogante de cuál es su voca­ción dentro de la Iglesia27.

d) Hágase intensa labor vocacional tanto en nuestros colegios como en los planteles oficiales, ya que la clase social que los frecuenta (media en su mayoría) parece ser el cam­po más propicio para un trabajo de esta índole28.

e) Recomiéndase también que en la catequesis, sobre todo en la de los adolescentes, se procure informar amplia­mente sobre la vocación en general, el sacerdocio y la vida religiosa.

f) Póngase un empeño especial en las vocaciones de jóvenes de secundaria y de universidad, de profesionales y demás adultos, aún jubilados, teniendo un cuidado particu­lar en la selección29. Por otra parte, habrá que brindarles ambientes especiales, por lo menos al principio de su forma­ción.

g) Aprovéchese la colaboración que en este apostolado pueden prestar la Tercera Orden Franciscana y las familias franciscanas femeninas, principalmente aquellas que traba­jan con la juventud.

h) En el discernimiento y orientación de las vocaciones utilícense los medios modernos que proporciona la sicolo­gía ».

5. Aspectos familiares 31

a) Como el nivel de vida cristiana de la familia en algu­nas de nuestras regiones es en ocasiones bastante bajo, se considera indispensable trabajar intensamente en el aposto-

27 Pastoral de las Vocaciones en América Latina. Síntesis Doctrinal n. 3.3.3., páj:. 61.

28 CC.GG., n. 379, art. 127,1; n. 395, art. 168. 29 Cf Conc. Vat. II, Decret. Presbyterorum ordinis, n. 11; CC.GG., n.

394, art. 170. 30 Cf. Conc. Vat. II, Decret. Optatam totius, n. 2. Encíclica de Pablo VI,

Coelibatus Sacerdotalis, n. 63; CC.GG., n. 390, art. 163. 31 Cf. Pastoral de tas Vocaciones en América Latina. "Familia y Voca­

ción", Conclusiones Generales, 30-38, pág. 22 y ss.

lado familiar, como base imprescindible para una fructuosa labor vocacional.

b) En la promoción y selección de vocaciones deberá estudiarse con particular atención la familia del candidato en sus diversos aspectos.

6. Aspectos económicos

a) Para los candidatos de escasos recursos económicos es muy valiosa la ayuda que puedan brindar la TOF y la Obra Vocacional.

b) Ningún candidato debe ser rechazado solo por ser pobre, aunque sí deben estudiarse las repercusiones que este factor pueda tener en casos de extrema pobreza.

d. Renovación pastoral de nuestros religiosos

Para facilitar la actualización de nuestros religiosos en los diversos campos de apostolado sugerimos aprovechar en la mejor forma los Institutos creados por el CELAM y por las Conferencias Nacionales de Obispos, así como también los cursos que continuamente promueven estos y otros or­ganismos sobre los distintos aspectos de la pastoral.

IV. "CEFEPAL" Y OTROS ORGANISMOS SIMILARES 32

1. La experiencia de los Centros Franciscanos de Estu­dios y Pastoral para América Latina (CEFEPAL) y otros or­ganismos similares nos convence de que no importa el modo como se comiencen y desarrollen estos organismos. Lo que más interesa es su espíritu de servicio y la atención que presten a los llamados de unidad de la familia franciscana y la concientización de su carisma. Sabemos que en cada nación o región deberán recibir modalidades propias, pero

32 Cf. Conc. Vat. II, Decret. Perfectae caritatis, n. 22; CC.GG., n. 337, art. 5; n. 358, art. 65. -

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tenemos la certeza de que el "CEFEPAL" u otros organismos similares, pueden ser instrumentos que proporcionarán va­liosos servicios a todos, como lo han demostrado en los lugares en donde están establecidos.

2. Teniendo en cuenta nuestra obligación de responder a las exigencias de los tiempos y del Concilio, el deber de integrar nuestras fuerzas y de asistir debidamente a la Se­gunda y Tercera Orden, y la necesidad de clarificar y ac­tualizar nuestra vocación franciscana, consideramos impor­tante que se establezca en cada nación o región un secreta­riado del "CEFEPAL" o de un organismo similar, al frente del cual esté un religioso competente, dedicado a promover los fines específicos del movimiento.

3. Recomendamos la revista Cuadernos Franciscanos de Renovación, como una publicación del "CEFEPAL" útil para la orientación espiritual franciscana en América Latina de habla castellana.

4. Encarecidamente se ruega a los Superiores Mayores se interesen por esta publicación y promuevan su difusión entre todos los miembros de la familia franciscana latino­americana, procurando que se suscriba a ella el mayor nú­mero posible de casas, pues en ella se tratan temas apro­piados para guiar a los religiosos hacia una adecuada re­novación.

5. Pedimos que en cada país y entre las naciones que forman una misma Conferencia, se frecuenten "conviven­cias" con la participación de toda la familia franciscana: religiosos y religiosas (por ejemplo, "semanas de estudio", "ejercicios espirituales", etc.).

6. Juzgamos conveniente que a las reuniones oficiales que celebren cada una de las Conferencias O.F.M., sean in­vitados representantes de las otras ramas franciscanas.

CONCLUSIÓN

En esta forma práctica y sincera hemos querido mani­festar nues t ra voluntad de entrar decididamente por el ca-

38

mino de la renovación, que ha de hacer más viva la vida franciscana en el interior de nuestra fraternidad y que, al exterior de esta, ha de revitalizar la vida humana y cristia­na de nuestro querido pueblo al que nos debemos por en­tero.

Más aún, con la misma finalidad, hemos encargado a una comisión de peritos redactar un documento, instrumen­to de reflexión y estudio, qué sirva para impulsar la vida franciscana en América Latina.

Entendemos cumplir así en la hora presente con los idea­les de nuestro santo Fundador. Y siendo este apenas un arranque inicial, esperamos que todos nuestros frailes, obe­dientes y reverentes al señor Papa 33, y "siempre subditos y sujetos a los pies de esta santa Iglesia"34, cedan a los im­pulsos sinceros de plena entrega al Señor en espíritu de humildad e intensifiquen la intención de guardar fielmente "el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que firme­mente prometimos"36 , en su doble proyección de amor y servicio a Dios y a los prójimos.

33 Regla Bulada, cap. 1. 34 Regla Bulada, cap. 12. 35 ídem.

39

Page 21: Clar - Vida Religiosa Respuestas y Compromisos

III TERCERA CONFERENCIA

LATINOAMERICANA DE PROVINCIALES

DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS

Bogotá (Colombia) - 8-17 de agosto de IMS

(XJNTENIDO

Pastoral Vocacional 43

a. Principios 43 b . Sugerencias 44

El Aspirantado 46

Aspecto económico del Aspirantado 46

Apostolado juvenil 47

El desarrollo por la educación como orientación de

la educación juvenil dentro de los colegios 48

El desarrollo como móvil de la actividad juvenil futra de la escuela 49

1. Mentalizar (adoctrinar) 49

2. Escoger el campo de trabajo 49 a) Educación y cultura 50

b) Obras sociales 50

c) Acciones políticas 50

d) Obras apostólicas 50

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3. Aplicar una técnica de acción 51

Conclusiones 51

VI. La Formación 52

A. Orientaciones generales para la educación 53

1. Formación humana 53

2. Formación religiosa 54 a) Formación espiritual 54

b) Formación doctrinal 55

c) Formación apostólica 55

d) Formación comunitaria 55

B. Etapas de formación 59

1. Postulantado 59 a) Requisitos de'admisión 59

b) Duración ¿Q

2. Noviciado 60

3 . Escolasticado 62

Anexo: curriculum 64

I. PASTORAL VOCACIONAL

a. Principios

1. La Pastoral vocacional debe dirigirse a todos los am­bientes indistintamente. Los criterios de admisión y de se­lección exigen procesos diferentes. Esto implica que cada Hermano se esfuerce en el lugar donde trabaja en discernir los signos de vocación en los jóvenes y ayudarles a respon­der libremente.

2. La Pastoral vocacional requiere indispensable y pri-mordialmente:

a) La autenticidad religiosa de cada Hermano, esto es, que asuma con amor, entusiasmo y alegría su consagración religiosa.

b) El testimonio comunitario de vida religiosa y apos­tólica.

c) Llevar a los jóvenes en los colegios a una vivencia cristiana auténtica.

d) La vocación es un misterio de la gracia divina, la cual actúa también a través de los medios humanos. Por ello proporciónese a los jóvenes: tiempos de reflexión, en­cuentros, sesiones de estudio, contactos personales, folletos informativos, semanas vocacionales, jornadas de orientación vocacional, filmes vocacionales, visitas dirigidas a los gru­pos de formación, enseñándoles a descubrir a través de las circunstancias de la vida, la acción providencial de Dios.

e) Los jóvenes que manifiesten interés por nuestra con­gregación, recibirán por parte dé la Comunidad, una forma­ción más personal, a fin de encaminarlos a la vida religio­sa, en nuestro Instituto.

43

Page 23: Clar - Vida Religiosa Respuestas y Compromisos

b. Sugerencias

1. Que la Comunidad entera participe y apoye todo mo­vimiento apostólico del Colegio (L. de G. 14,2).

2. Que el Colegio Lasallista se presente siempre como colegio cristiano por lo cual cuide de dar importancia a:

a) La educación integral: "Lo que primero importa es que las escuelas de los Hermanos, sean cuales fueren su na­turaleza y su grado, se caractericen por la calidad de los estudios y la seriedad de la formación, como exigidas ambas, por la honradez profesional y la dedicación a los jóvenes y la sociedad civil" (Declaración 45,2, ver también 46,2).

b) La oración diaria, motivada, graduada y variada en todos los niveles»

c) La reflexión diaria, como medio de evangelización y de formación.

d) Facilitar a los alumnos la asistencia a la santa Misa fuera o dentro del horario de clases y libremente. De acuer­do al espíritu de la renovación litúrgica, traten los Herma­nos de formar grupos litúrgicos para la dirección de Misas, de los cantos, de las lecturas, etc.

e) La catequesis: "Los Hermanos por vocación son ca­tequistas. Esta es su priftiera función" (Declaración 38,1)

Que los superiores y hermanos estén atentos y se adhie­ran a los movimientos catequísticos propiciados por el CE-LAM, la Conferencia de Religiosos y nuestra propia Congre­gación en América Latina.

Que los Hermanos Visitadores informen al secretariado de la CLAP y este secretariado a su vez informe a los dife­rentes Distritos.

La circular del Hermano Nicet Joseph: "Misión del ca­tequista en la Iglesia" conserva toda su autoridad en lo re­ferente a la organización catequística del Distrito. De acuer­do con los principios que no da esta circular cada Distrito organizará su catequesis.

Normalmente la catequesis será diaria en la primaria, y por lo menos tres veces por semana en la secundaria, y habrá un control eq el aprendizaje y en la asimilación.

44

Se invita a los Hermanos a que conozcan y apliquen los métodos catequísticos renovados, que les permitan exponer la Palabra de Dios, de modo que lleven a los jóvenes a vi­virla.

Todo método catequístico debe ser animado por la ac­titud espiritual del catequista. El contenido catequístico, de­berá estar en referencia con los problemas concretos de los alumnos y del mundo de hoy (Ver declaración 40,4).

Toda clase de Catecismo debe desembocar normalmen­te en una actividad (aplicación práctica) por parte de los alumnos. Dicha actividad les permitirá asimilar y vivir mejor la Palabra de Dios (Declaración 40,4).

Es de suma importancia crear durante la clase de Cate­cismo un ambiente tal, que disponga interiormente a los alumnos a recibir y a practicar la Palabra de Dios. Aquí tam­bién el catequista tiene un papel irremplazable.

Cada colegio debe tener un coordinador catequístico, quien tendrá la responsabilidad de proporcionar una forma­ción catequística adecuada a los profesores civiles, median­te cursillos especializados, reuniones frecuentes, etc.

f) Movimientos apostólicos y asociativos. Estos movi­mientos son necesarios en el colegio cristiano como testimo­nio de la vitalidad religiosa y como fermento de vocaciones.

La asociación de ex-alumnos y de padres de familia, de­ben tener por objetivo fundamental, una mejor vivencia cris­tiana de los asociados de la escuela y de la familia. Las aso­ciaciones así constituidas colaboraran en la promoción vo-cacional.

"Conscientes de que la educación ha de ser el resulta­do de muchas influencias sobre la totalidad de la vida, en cada hombre, esfuércese la escuela por colaborar con los demás agentes y medios educativos" a través de una libre orientación y dirección espiritual (Declaración 47,2).

g) Los retiros espirituales. Recomendamos "retiros abier­tos" para el conjunto de los alumnos de un curso o de una sección al principio del año escolar.

Los retiros cerrados deberán ser libres, realizados pre­ferentemente del horario de clases (fin de semana, por ejem­plo) cuidadosamente planificados y llevados a cabo en un

A*

Page 24: Clar - Vida Religiosa Respuestas y Compromisos

ambiente propicio. Igualmente recomendamos retiros espe­ciales para los alumnos finalistas.

3. La pastoral vocacional en otros ambientes se tratará en el tema del apostolado juvenil.

II. ASPIRANTADO

"La finalidad de los aspirantados es ofrecer a los ado­lescentes y jóvenes que a ellos se presentan, condiciones fa­vorables a la actitud de quien presta oído atento al llama­miento de Dios y facilitarles la respuesta Ubre. Por tanto si es normal, que con tino, se despierte en los aspirantes el in­terés por el Instituto de los Hermanos, también lo es que ha de sabérseles presentar la diversidad de vocaciones que están al servicio de la Iglesia (Libro de Gobierno, 14,5).

Afirmamos que los aspirantados son por ahora, necesa­rios en América Latina, mientras no haya otros medios o centros que aseguren la formación y la progresiva madura­ción de la opción personal.

"La modalidad de la organización de los aspirantados depende de cada Distrito" (Libro de Gobierno, 14,4).

Es conveniente que haya una apertura en los aspiranta­dos orientada a la formación para el genero de actividades específicas de la vocación de Hermano. Dicha apertura ha de hacerse progresiva y de acuerdo con la madurez sicoló­gica, afectiva y religiosa de los aspirantes (Libro de Gobier­no, 14,7).

Es fundamental que los Hermanos responsables animen y asesoren toda la actividad de los aspirantes.

Las actividades o experiencias realizadas con los aspi­rantes, se revisarán periódicamente dentro de un clima de confianza.

Aspecto económico del aspirantado

Que la familia contribuya a partir d« un mínimo, de acuerdo con sus posibilidades, a los gastos del aspirantado.

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Que el aspirante tome conciencia de las facilidades que se le ofrecen en su formación humana y religiosa para que con generosidad se entregue a Dios y a los niños jóvenes.

Traten los Hermanos responsables del aspirantado de evitar una formación demasiado muelle y fácil, para no caer en el peligro real de formar muchachos fácilmente egoístas y comodones.

III. APOSTOLADO JUVENIL

Observación de los hechos. Los grupos juveniles actua­les tienen conciencia de su valor y de su fuerza.

Están siendo utilizados como grupos de presión en apo­yo de campañas sociales, ideológicas o políticas.

En cuanto a grupos de presión se les prepara por ade­cuado adoctrinamiento y se les ejercita en acciones endere­zadas a objetivos concretos.

En realidad nuestros colegios, o los alumnos egresados de ellos parecen haberse mantenido, hasta ahora, ajenos a esta dinámica actual.

Algunos alumnos y ex-alumnos han ingresado a esos grupos de presión por falta de orientación y de organiza­ción. De ahí la necesidad de organizar grupos dinámicos en los colegios que abarquen los diferentes ámbitos de la vida.

La gravedad de esta omisión nos lleva a proponer una inmediata revisión de nuestra pastoral juvenil, para lo cual proponemos: Una finalidad y un método.

Finalidad: "El desarrollo por la educación".

Método: "El trabajo en equipos".

La finalidad propuesta es capaz de orientar:

a) La labor educativa dentro de nuestros establecimien­tos y

b) El apostolado juvenil extraescolar.

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IV. EL DESARROLLO POR LA EDUCACIÓN COMO ORIENTACIÓN DE LA EDUCACIÓN JUVENIL DENTRO DE LOS COLEGIOS

1. Debe marcar el contenido de los programas de aque­llas asignaturas que se presten para despertar la responsa­bilidad social cristiana. Este interés puede reforzarse con actos culturales orientados, como debates, concursos de ora­toria, etc.

2. Ejercitar a los jóvenes en el servicio, el sentido de organización y responsabilidad con respecto a los más dé­biles o necesitados.

a) Por su participación en la planificación y realización de acto de la vida escolar y otras campañas o empresas de beneficio social o apostólico.

b) Por servicios reales prestados a la comunidad esco­lar (escuela, maestros, padres de familia, compañeros me­nores).

c) Creación de equipos de animación apostólica que pueden funcionar como miembros de institución o integra­dos en otros grupos externos (ex-alumno o comunidad ecle-sial: parroquia, diócesis). Que esos equipos estén basados en la caridad cristiana y no en la sola preocupación social.

3. a) Cambiar los premios habituales o tradicionales en premios de servicios a la comunidad escolar.

b) Para admitir a la graduación en los establecimien­tos de nivel de bachillerato exigir un período de servicio a los pobres en forma organizada.

4. Acercamiento de los padres de familia y ex-alumnos.

a) Para responsabilizarlos de los aspectos educativos ne­cesarios en la formación de sus hijos.

b) Obtener su cooperación tanto en la organización co­mo en el sostén moral y económico de estas organizaciones.

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V. EL DESARROLLO COMO MÓVIL DE LA ACTIVIDAD JUVENIL FUERA DE LA ESCUELA

Las organizaciones juveniles intentadas por la escuela alcanzan su plena validez cuando los jóvenes, desligados de la tutela de los maestros (no de la asesoría) son capaces de realizar, por sí mismos, empresas por ellos planeadas. Es preciso: 1. Un adoctrinamiento (mentalizar); 2. Escoger un campo de trabajo y 3. Aplicar una técnica de acción.

1. Mentalizar (adoctrinar)

Dar conciencia de las posibilidades y valor de los gru­pos juveniles.

Conocimiento de las cualidades necesarias del trabajo en equipo de la eficiencia del sistema. Llevar ai la convic­ción y sentido de la misión humana y cristiana. Proponerles a Cristo como amigo e ideal,.

Despertar en ellos el sentido universal de la Iglesia me­diante una convivencia en equipos orientando su dinamismo al servicio del prójimo.

Formación espiritual profunda que garantice la rectitud del adoctrinamiento y la eficiencia de los trabajos de grupo.

Conocimiento de las necesidades contemporáneas en el país y en la localidad. Conocimiento de los daños que pue­den resultar del abandono de la misión frente a la actividad de grupos dañados por doctrinas disolventes.

Persuasión de la facilidad de interesar y aun arrastrar a los adultos a la cooperación con los movimientos juveni­les, de cuya acción puede resultar la rápida transformación de situaciones nacionales.

2. Escoger el campo de trabajo

El desarrollo (sentido cristiano) puede abarcar desde los elementos de civilización hasta las más altas manifesta­ciones de la cultura.

4 - ResDuestas 49

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En los países de América Latina se da toda la gama de situaciones entre los puntos extremos.

Se puede ofrecer a los jóvenes uno de los sectores de trabajo más urgente:

a) Educación y cultura

Educación de base: alfabetización, etc. Cooperación en escuelas de adiestramiento acelerado, o instrucción comple­mentaria para obreros, agricultores, empleados, y actualiza­ción del profesorado en el interior, en tiempo de vacaciones.

Difusión de la cultura por el teatro, música (estudianti­nas, orquestas). Educación por el deporte: equipos atendi­dos por alumnos o ex-alumnos de los colegios. Centros de gimnasia, judo, karate, etc.

b) Obras sociales

Pueden ser dirigidas por adultos: padres de familia, ex­alumnos, o simplemente asesorados por ellos (y por uno o varios hermanos) y dejados a cargo de los propios jó­venes. Ejemplo de obras: Urbanismo en zonas rurales o sub­urbanas; construcción de viviendas; campañas de higiene; ayuda a las faenas del campo; colonias de vacaciones para niños pobres . . .

c) Acciones políticas

Requieren preparación específica y asesoramiento escla­recido y responsable. Generalmente se inicia en la respon­sabilidad. Puede requerirse colaboración de varios grupos (entidades, congregaciones).

d) Obras apostólicas

Pueden iniciarse con alguna obra de cualquier tipo de los enumerados antes. La obra propiamente apostólica pue­de comenzar cuando mediante un trabajo anterior (pre-apos-tólico) el apóstol ha logrado la confianza por su eficiencia personal. Crear ante todo ambiente de alegría y amistad.

Obras sugeridas: catequesis a zonas rurales; sustituir los paseos de lujo de los alumnos por giras misionales.

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3. Aplicar una técnica de acción

La técnica de equipos parece ser el modo de proceder. Se requiere literatura y lenguaje apropiados. Estudio de la problemática local que sea capaz de interesar al mundo ju­venil.

Es preciso que los asesores tengan mucha experiencia y no se mezclen en la acción en actitud de tutoría. Los equi­pos deben sentir su autonomía y darse a sí mismos el tes­timonio de su capacidad. Partir de una concientización y una motivación de responsabilidad cristiana. Es de aconse­jar retiros, cursillos, jornadas o palestras. Ninguno de estos medios de iniciación puede ser una finalidad de acción. Im­porta sobre manera la actuación universitaria. Se requie­ren hombres comprometidos y un disciplinado grupo. Des­pués de cada acción o servicio realizado, hacer la competen­te evaluación y revisión.

Conclusiones

1. A partir de estos principios, revisar los movimientos juveniles ya existentes.

2. Formar a los Hermanos en las técnicas y dinámica de grupos, tanto en las casas de formación como en las co­munidades y en el C. E. L.

3. Que los Hermanos adquieran conciencia de los cam­bios en América Latina, de las transformaciones socio-econó­micas, de los procesos de socialización, de industrialización, secularización, y orienten su apostolado a la luz de estas realidades.

4. Que los movimientos juveniles conduzcan a la for­mación de vocaciones auténticas en todos los campos.

5. Que los orientadores vocacionales conozcan estos mo­vimientos y participen en ellos.

6. Todas las normas dadas al apostolado juvenil se apli­can también a las casas de formación.

7. Antiguos alumnos: a) Es necesario estar atentos los problemas de los jóvenes universitarios. Como educado­res, debemos seguirlos y orientarlos debidamente para con

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solidar la labor realizada en las escuelas. Dentro de lo posi­ble, recomendamos, la conexión de Hermanos con los movi­mientos apostólicos universitarios, y aun ayudar con la de­bida discreción a las organizaciones estudiantiles de influen­cia cristiana.

b) Los jóvenes obreros o empleados deben recibir tam bien nuestra atención especial y se les debe orientar hacia los movimientos eclesiales y sindicales que permitan su des­arrollo y formación total.

c) Respecto a los antiguos alumnos, en general, que se atengan los Hermanos a las orientaciones señaladas en la Declaración N? 47,4.

VI. LA FORMACIÓN

El Concilio invita a los Institutos religiosos a revisar y a adaptar la formación de sus miembros. A este fin pide que se realicen experiencias suficientes y prudentes, al término de las cuales será posible la redacción de un directorio adap­tado a la formación.

El Capítulo General ha indicado las condiciones a las que debe sujetarse una experiencia para que resulte válida y eficiente.

La CLAP pretende dar aquí ciertas orientaciones inspi­radas en los documentos capitulares y que puedan servir de ayuda a los formadores en sus esfuerzos de renovación.

Estas sugerencias y orientaciones generales están segui­das por indicaciones más precisas concernientes al Postu-lantado, Noviciado y Escolasticado y no pretenden resolver todos los temas de la formación.

La adaptación de la formación de los jóvenes Hermanos debe ser de carácter permanente y de aquí se deduce la importancia irremplazable del trabajo en equipo, de las in­formaciones y de la reflexión continuada de las distintas comisiones distritales y regionales de formación.

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En este trabajo no se contemplan los aspectos de la for­mación permanente de que trata el Libro de Gobierno, XVIII.

A. Orientaciones generales para la formación

Para que la formación realice sus fines consideramos que debe atender al aspecto humano, religioso y específico de la vida del Hermano.

1. Formación humana

La formación toda entera debe tender a educar fuertes personalidades, hombres capaces de comprometerse y de tomar responsabilidades; importa que la formación ayude a los Hermanos jóvenes a madurar progresivamente su de­cisión libre de consagrarse totalmente a Dios y a su servi­cio y que los lleve a una opción plenamente consciente y resuelta de la vida del Hermano de las Escuelas Cristianas.

El estilo de la formación debería favorecer la madura­ción de la personalidad de los Hermanos jóvenes. Con este fin se pondrá en acción una pedagogía activa, porque ellos mismos son responsables y agentes de su propia formación. Deberá dárseles pues oportunidad para un recto uso de su libertad e iniciativas personales. Por ejemplo, en la distri­bución de su tiempo, en actividades de tipo filosófico, artís­tico y cultural, uso de sus ocios, pasatiempos, prácticas de hobbies, deportes, relaciones tanto internas como externas, etc.

Los empleos manuales bien distribuidos son un factor de descanso, equilibrio, desarrollo de la generosidad, com­prensión de la necesidad del aporte personal a la comuni­dad y del valor cristianos del trabajo.

Importa asegurar un conocimiento de las realidad** humanas, para que la opción sea hecha con pleno conoci­miento de causa y para que los jóvenes estén propinados para la vida religiosa que tendrán que llevar en contuil" permanente con el mundo.

Si la formación, como la misma vida religiosa, eonllc va una ruptura con la vida anterior, espccialineiito m rl Noviciado, hay que estar atentos para que CStu niptum no

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sea de tal naturaleza que detenga el progreso del equilibrio afectivo, retarde ciertas dificultades inevitables o disminu­ya en los Hermanos jóvenes el conocimiento y el interés por la vida de los hombres.

La formación humana debe llevar a los jóvenes a darse y no a buscarse a sí mismos.

2. Formación religiosa

a) Formación espiritual

Es de capital importancia el formar a hombres espiri­tuales, entregados a Cristo y preocupados por trabajar con todas sus fuerzas en la extensión de su reino.

Por lo tanto hay que educar progresivamente a los jó­venes en la vida espiritual:

—En la humildad como pobreza interior que espera la salvación por la acción poderosa del Espíritu Santo.

—En la fe como conciencia de que Dios está en la obra del mundo para realizar en él su designio de amor.

—En la caridad como llamados al amor para vivir en el celibato consagrado el misterio de la Alianza y hacernos más disponibles al amor universal.

—En la esperanza que acepta con paciencia los límites, las imperfecciones y las dificultades y que reemprende cada día el combate espiritual y la marcha en pos de Cristo.

La formación espiritual así comprendida tiene en cuen­ta la acción del Espíritu Santo y la fiel correspondencia de cada uno. Pero los formadores deben asegurar, en cuanto de ellos depende, las condiciones favorables al diálogo con Dios.

Una formación doctrinal sólida debe estar en la base de toda formación espiritual. La educación para la oración re­quiere la práctica asidua de los ejercicios de piedad y espe­cialmente la iniciación en la oración mental. Mediante la enseñanza colectiva y la dirección espiritual se ayudará a los jóvenes a entrar en el espíritu de estos ejercicios, los cua­les tienen por fin el hacerles progresar en el amor personal a Cristo, en la entrega de sí mismo a su servicio en actitud

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de acción de gracias y de ofrenda, de pobreza interior y de olvido de sí.

La dirección espiritual individual es indispensable para ayudar a cada uno a discernir los llamados auténticos del Espíritu Santo.

b) Formación doctrinal

Ver Libro de Gobierno, XVI, 1. Es necesario un plan sin­tético de toda la formación, pero el factor número uno en relación con la formación doctrinal es el profesorado res­ponsable y suficientemente preparado.

Que el rigor científico no sea descuidado, pero que pri­me la orientación pastoral. La doctrina deberá impartirse a la luz del Concilio Vaticano II evitando los textos que no entren en su espíritu.

El plan de estudios doctrinales debe ser establecido por las comisiones distritales de formación y distribuido a lo largo del Noviciado y Escolasíicado. Debe caracterizarse por el espíritu bíblico y la concientización de los problemas ac­tuales. Dése preferencia a las monografías personales y a los trabajos de grupo, evitando así el memórismo y la for­mación libresca.

Conviene que cualquier programa sea elaborado tenien­do en cuenta el curriculum que más adelante se presenta.

El diploma que se obtenga al final del ciclo fundamen­tal podría considerarse equivalente a una parte de los estu­dios teológicos de nivel universitario si se cumplen las con­diciones siguientes: calidad de la enseñanza; duración de los estudios doctrinales; evaluación del trabajo personal.

c) Formación apostólica

Es indispensable que el Hermano adquiera la concien­cia de que trabaja para construir el Reino de Dios. La fina­lidad apostólica del Instituto debe configurar toda la for­mación del Hermano para evitar así una dicotomía entre la vida espiritual y apostólica, peligro que señalaba nuestro santo Fundador: "No hagáis diferencia entre los trabajos de vuestro empleo y el negocio de vuestra salvación y per­fección".

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Esa conciencia debe hacer vivir al Hermano más inten­samente el misterio de la Iglesia en su naturaleza misione­ra, abierta a la salvación de todo el mundo. La fe en la presencia y acción del Espíritu Santo debe conducir al Her­mano a una obediencia humilde que le hará vivir en toda su plenitud la realidad eclesial. Inculcar el "sentir con la Iglesia" será una de las tareas más importantes de los for-madores.

Se procurará que los Hermanos en formación descubran el puesto del Instituto y el sentido de su vocación dentro del misterio de la Iglesia.

Es necesario ayudar a los jóvenes Hermanos a descubrir las necesidades de los hombres de hoy. "Dios nos envía a los pobres" preferentemente y el Instituto, fiel a las inten­ciones específicas del Fundador, por boca del Capítulo ge­neral "recuerda con energía que la orientación hacia los po­bres forma parte integrante de nuestra finalidad".

Los formandos deben palpar en su realidad la pobreza material y moral de nuestra niñez y juventud latinoamerica­nas y hacer de la lucha contra tal pobreza una meta inalie­nable de su apostolado. Esta pobreza es un mal y Cristo no consolidará su Reino en nuestro continente sino a base de un desarrollo verdadero y justo. Será necesario situar al Hermano en formación en condiciones tales que no lo aislen del mundo que está llamado a salvar.

Todo lo anterior supone en los formadores una excelen­te preparación teológica y una madurez espiritual y religio­sa notables.

Lo que se pide para el apostolado juvenil de nuestros establecimientos se aplica con mayor razón a los diversos períodos de formación; por lo tanto ejercítese a los jóvenes en diversas formas de catequesis y en la animación d e mo­vimientos apostólicos.

d) Formación comunitaria

1. Desde los orígenes el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se ha caracterizado por la importan­cia que ha dado a la comunidad. La iniciación a nuestra forma peculiar de vida religiosa deberá tener muy en cuen­ta la educación para una vida auténticamente comunitaria.

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Es de desear que el 'grupo de formandos sea suficientemen­te numeroso y que los formadores trabajen en equipo.

2. No hay que confundir la comunidad con el grupo. La comunidad, según el Capítulo General, no es una realidad ya hecha anterior a las personas que la componen y que se impone a ellas desde el exterior.

La comunidad solo existe en la medida en que sus miem­bros la construyen día a día por la a^épTál;ígn"voIuñlarTa de las exigencias que impone el bien común, j>or_ el esfuerzo personal en abrirse a los demás y por el don gozoso de sí mismo al servicio de los demás.

A los jóvenes hay que iniciarlos desde el Noviciado en este tipo de vida comunitaria. El documento "Vida de Co­munidad" debe tenerse en cuenta de manera especial en la formación comunitaria.

3. A este fin se deberá acostumbrar a los jóvenes Her­manos a que todos se consideren responsables de la vida de su propia comunidad. Se los ha de llevar también a que des­cubran el valor y el sentido de las prescripciones de las Reglas y demás estructuras de la vida común, de modo que se determinen a asumirlas interior y libremente y no como una mera imposición.

Será preciso también que durante todo el tiempo de su formación puedan los jóvenes asumir verdaderas respon­sabilidades y tomar iniciativas propias, por ejemplo, inter­venir en la elaboración del horario, en la organización de la vida de oración y celebraciones litúrgicas como también tomar a su cargo las tareas domésticas, el empleo de los tiempos de expansión y las fiestas.

El funcionamiento de los grupos de estudio puede con­tribuir grandemente al desarollo del sentido comunitario y al descubrimiento tanto de la propia limitación como de la riqueza de los demás.

4. En esta forma se contribuirá desde el principio al desarrollo de un verdadero espíritu de familia. Al propio tiempo es importante que este espíritu sea extensivo a la comunidad constituida por la congregación. De ahí la im­portancia de dar a conocer la historia de nuestra familia re­ligiosa no solo en general sino sobre todo la del país y del Distrito propios. Aun en los casos en que los Hermanos se

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encuentren alejados de su nación o provincia es de desear que permanezcan en suficiente contacto con ella especial­mente por las relaciones frecuentes con su propio Herma­no Visitador.

5. El sentido de la responsabilidad comunitaria no pue­de existir y progresar sin la maduración de la persona. Hay que evitar que los jóvenes caigan en las tentaciones de pa­sividad y gregarismo así como también en las que llevan a la disolución de la personalidad en el grupo. Se buscará la manera de favorecer, aún desde el punto de vista material, la soledad necesaria para profundizar el sentido de la vida en la seriedad de la formación intelectual, en el dominio de sí mismo y en el contacto personal con Dios. Dentro de este espíritu se deben presentar, por ejemplo, las exigencias del silencio: este no es un fin en sí mismo sino una condición de intimidad personal, así como también una forma del res­peto deTos derHSs ——— ~ „

6. El sentido de libertad, de responsabilidad personal, la búsqueda del bien común y el respeto a la personalidad de los demás miembros de la comunidad deben ir parejos. Los jóvenes deben aprender a no confundir la madurez per­sonal con el desarrollo del individualismo; a no considerar como uso de la libertad lo que no es más que la manifesta­ción del egoísmo; a no tomar como inspiración del Espíritu Santo lo que no es más que capricho o fantasía. En otros términos, son de suma importancia la previa formación en el discernimiento de espíritus y la función de la dirección espiritual: esta no debe pretender formar a todos en el mismo molde sino acostumbrar a que cada uno ponga su valer personal al servicio de sus Hermanos y de la obra común. Es poner de relieve también la importancia de la formación en el verdadero diálogo, donde cada uno se ex­presa y aprende a oír a los demás, y a aceptar y a asumir personalmente la decisión comunitaria autenticada por la autoridad. "~~~

7. Se deduce de ello que es necesario llegar a una edu­cación en profundidad del sentido comunitario. En defini­tiva, se trata de desarrollar una actitud espiritual de olvido de sí mismo, de entrega efectiva a los demás, de espíritu de servicio. La educación del sentido comunitario es una edu­cación al" amor concreto y vivido por los demás. No hay

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que desconocer la importancia que tienen en esta educación las amistades auténticas y viriles.

8. Es importante también que los jóvenes Hermanos tomen conciencia cada vez más de que la fe es la raíz de su vida comunitaria. A este fin se insistirá en la enseñanza sobre la importancia de la comunidad en el designio de Dios manifestado por el misterio de la Iglesia. Se dará relieve a la significación comunitaria de los votos a la luz de la doc­trina capitular. Se enseñará a los jóvenes a hablar con sen­cillez de Dios y de su reino, y a examinar juntos las lagunas y las insuficiencias de la comunidad para ponerles remedio. Se dará importancia a la calidad de la oración comunitaria y a su actividad en esta oración. En fin, se procurará que los Hermanos tengan conciencia de que la Eucaristía cons­tituye el centro y la culminación de su comunidad fraterna, por lo cual se harán esfuerzos para hacerles percibir la sig­nificación interior de la Misa diaria para que esta celebra­ción cotidiana no sea pasiva ni rutinaria sino que permita a todos expresarse a sí mismos con gran sentido de auten­ticidad y calidad.

B. Etapas de formación

1. Postulantado

a) Requisitos de admisión:

—Que el postulante posea la instrucción suficiente que le habilite para ingresar a estudios superiores de nivel uni­versitario, ordinariamente.

—Que el postulante dé muestras de tener suficiente co­nocimiento de las realidades terrestres, como ganancia y uso del dinero, relaciones normales con las jóvenes, valor cris­tiano de las virtudes humanas, etc.

—Que el postulante haya vivido una vida normal en su hogar.

—Que el postulante dé pruebas de una verdadera in­quietud sobre el problema social latinoamericano.

—Que quienes no procedan de nuestros aspiran ludo» hayan militado en algún movimiento apostólico.

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—Que el postulante esté dispuesto a aceptar nuestra convicción laical.

—Las demás condiciones enumeradas en el Libro de Gobierno, XV, 4 y 5.

b) Duración

Que el postulantado tenga la duración suficiente para llegar a una opción responsable y asimilar el programa se­ñalado. El postulantado durará por lo menos dos meses.

Normas generales para su funcionamiento:

—Que el postulante tenga un director responsable de la orientación de su vida espiritual y religiosa íCf. Libro de Gobierno, XV, 3 y 6).

—Que el programa de formación del postulante le lleve a una maduración tal que pueda optar libremente y con ge­nerosidad sobre su vida futura.

—A las comisiones distritales de formación corresponde establecer el contenido del programa.

—El postulante sigue pagando la pensión del aspiran-tado.

2. Noviciado

Se ha visto que es necesaria la revisión de nuestra for­mación en el período de Noviciado. Las comisiones de for­mación deben estudiar las situaciones locales y proponer las soluciones más adecuadas para lograr un Noviciado más adaptado a las circunstancias actuales y para profundizar los valores fundamentales de la vida del Hermano. Conviene programar encuentros regionales de los responsables de la formación (Visitadores y miembios de las comisiones de formación) de acuerdo con lo estipulado en el Libro de Go­bierno, XIII, 3.

La formación debe ser global de manera que en cada etapa se acentúe un aspecto especial sin descuidar los de­más. El Noviciado es la iniciación a la vida del Hermano, en su aspecto personal apostólico y comunitario. En él tiene lugar la experiencia del encuentro con Dios en la oración y en la soledad; se formará al novicio para que descubra también a Dios en la comunidad, en las actividades apos-

t&icas y en las realidades y valores terrestres (Reglas y Constituciones, X, e).

Toda vida religiosa es un misterio de fe. El espíritu ca­racterístico del Instituto es el espíritu de fe que no es un punto de partida sino un ideal para realizar a lo largo de la vida y que supone en el novicio una experiencia inicial y personal de Dios para asegurar la "conversión incesante del corazón que se vuelve a Dios con amor y confianza" (Re­glas y Constituciones- II, c).

Los estudios doctrinales son indispensables para una maduración, robustecimiento y purificación de la fe. La lec­tura comunitaria del Evangelio habituará a los novicios a hablar de temas religiosos, haciendo su fe más concreta al establecer una relación entre la Palabra de Dios y la vida real.

La vida religiosa es seguir a Cristo pero se especifica por el espíritu propio creado por el Fundador. Los novicios deben estudiar seriamente su vida y doctrina, sin perder el espíritu de Iglesia.

El Instituto, prolongación del Fundador en el tiempo, tiene una doctrina que el novicio debe también asimilar y que encontrará en los documentos del Capítulo General y en la historia de la Congregación.

El Noviciado prepara una consagración personal y libre a Dios como respuesta a la elección gratuita del Señor (P. C. 5). Evítese el enfoque jurídico y legalista para tender a la ley del amor. Refiérase preferentemente al documento "Consagración religiosa y votos" más que al "Tratado breve sobre la vida religiosa".

El Noviciado debe abrirse y ponerse en contacto con la vida real de los Hermanos y con la problemática del mundo actual: empleo del dinero, valor del trabajo en la vida mo­derna, relaciones sociales, problemas sociales de Latinoamé­rica, sentido de la obediencia y disciplina, etc. Al mismo tiempo ejercítense los" novicios en la catequesis y en la ani­mación de movimientos apostólicos,

Han surgido opiniones en favor de un tiempo de No­viciado a través de un período de estudios religiosos supe­riores cuya duración sería de tres años. Esta idea no ha madurado suficientemente para poderla experimentar de in­mediato.

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No se descarta la posibilidad de que los novicios per­manezcan ciertos períodos en contacto con la vida normal en una comunidad. Conviene estudiar a fondo esta idea en cada lugar de acuerdo con lo indicado en el Libro del Go­bierno, XVI, 1. La apertura que se exige del Noviciado im­plica la preparación de un personal competente que esté a la altura para lograr un nuevo tiempo de formación. Los res­ponsables prevean con tiempo lo conducente a ello.

3 . Escolasticado

—Como dice el Libro del Gobierno, "el Escolasticado debe continuar, en todos los aspectos, la obra formativa del Noviciado" (L. G. XVII, 1) y por consiguiente debe seguirse la formación humana, religiosa, apostólica y comunitaria.

—Conseguida la meta de los estudios secundarios o pre­paratorios, conviene organizar los Escolasticados a nivel uni­versitario, buscando la manera de integrar la preparación científica con la formación pedagógica, filosófica, teológica y pastoral.

—Siendo nuestro Instituto una de las fuerzas de la Iglesia en el continente americano es preciso inculcar pro­fundamente a los Escolásticos el valor de la vocación docen­te, como presencia y servicio de la Iglesia en el campo de la educación donde se están verificando cambios profundos. Dicha presencia supone la participación del Instituto en el trabajo de diversos organismos eclesiásticos y civiles encar­gados de planear y tecnificar la educación.

—Corresponde a los consejos de Distrito con sus respec­tivas comisiones de formación ordenar los programas de es­tudios superiores exigidos para la obtención de los títulos en cada nación, de acuerdo con la variada organización es­colar de América Latina (Cf. L. G. XVII, 5; Decl., 48).

En el curso de esta formación superior será preciso también atender al estudio de las ciencias del hombre: an­tropología, sicología, sociología, dinámica de grupos, peda­gogía, formación artística, cívica, política, relaciones huma­nas, etc. (Cf. Decl., 38,5).

—Durante esta etapa se dará a los escolásticos la opor­tunidad de adquirir un conocimiento práctico de las reali­dades del mundo y de la problemática de América Latina,

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donde más tarde los Hermanos van a realizar su misión. Por eso es importante buscar en cada lugar la posibilidad de que se dediquen a una actividad apostólica, según lo permi­tan los centros donde cursan sus estudios. Estas actividades apostólicas se pueden intensificar durante las vacaciones.

—Donde existan o puedan establecerse instituciones in-tercongregacionales es conveniente que los escolásticos sigan allí sus estudios, aún en régimen de internado dentro de los mismos. En tales casos es provechoso tener con ellos, ade­más del director, un Hermano que sea profesor en dichas instituciones.

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ANEXO

Curriculum

Las referencias de las obras que se citan no tienen otro fin que el de indicar el nivel que debe alcanzar esta enseñanza y el espíritu de los estudios doctrinales.

1. ¡nicación bíblica: Estudio de la Historia dé la Salvación en su desarrollo y en su misión de conjunto. Suficiente conocimento del texto de la Sagrada Es­critura. La Revelación, Constitución Dei Verbum.

Texto posible: P. Grelot, Introducción a los Libros Sagiados, editorial Stella, Buenos Aires.

2. Iniciación litúrgica: Naturaleza de la Liturgia. La Asamblea. La Misa. El Oficio. Textos: Constitución sobre la Liturgia. Circular del Hno. Nicet Joseph.

3. El misterio de Cristo: El Verbo Encarnado. Preparación en el Antiguo Testamento, revelación en los Evangelios, vivencia en la primitiva Iglesia, de­fensa en época patrística y en los Concilios; sentido y consecuencias de la En­carnación. Cristo Redentor: Misterio Pascual, Redención, Pasión, Resurrección, el Retorno del Señor (Escatologfa).

Marta Madre del Salvador. Texto: Faynel, "Jesucristo, el Señor".

4. La vida nueva en Cristo Jesús. La gracia habitual y actual. Texto: Fr. Albert Charles. La Vida nueva en Cristo.

5. La Iglesia, Pueblo de Dios: estructura jerárquica. Miembros de la Igle­sia. Ministerios de la Iglesia. Notas de la Iglesia. Iglesia y mundo.

Texto: P. Liegé, en La Iniciación teológica. Constitución Lumen Gentium, const. Gaudium et Spes. Otros Decretos Conciliares. Los Sacramentos en gene­ral. Sacramentos de iniciación: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Orden, Ma­trimonio y Penitencia. Unción de los enfermos. Texto: Martimort, Los signos de la Nueva Alianza, ediciones Sigúeme.

6. Dios y el Misterio de su vida íntima, la Trinidad. El Espíritu Santo. La Creación. La Providencia. El mal. El sentido cristiano del hombre y del Universo. Teología de las realidades terrestres.

7. La conducta cristiana: Originalidad de la moral cristiana. La conciencia cristiana Ley y libertad. Las virtudes teologales. Las virtudes morales. (Bajo el título de conducta cristiana está toda la enseñanza sobre la espiritualidad: ora­ción, a propósito de la virtud de la religión; ascesis con la templanza).

8. Teología de la Vida Religiosa del Hermano: Vocación, Palabra de Dios. Fundamentos evangélicos de la vida del Hermano, Sentido de la Regla. Consa­gración religiosa y votos. Los votos específicos del Instituto. Significación y práctica de la vida comunitaria. Naturaleza apostólica del Instituto. (Los Do­cumentos Capitulares constituyen la base principal para este estudio).

9. Doctrina de San Juan Bautista de La Salle especialmente en relación con:

—El ministerio del Hermano (Meditaciones para tiempo de retiro). —La oración (Explicación del método de oración). —La educación de la juventud (Guía de las escuelas).

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NB. Sería necesaria la preparación de un Manual sobre la doctrina del Fundador.

10. Catequética: El ministerio de la Palabra de Dios. El sujeto de la Catc­quesis, evolución del pensamiento religioso y de sus problemas y situaciones. Estudio de los métodos de la catequesis renovada.

Nota importante: Para la formación catequística se ha de llevar a los Hermanos a que asimilen una catequesis de tipo más vivencial que dogmática, enseñándoles a relacionar el Misterio de Dios con las realidades humanas y a que en la transmisión de la fe traten de evitar los tres principales escollos con que tropieza la fe del pueblo latinoamericano, a saber:

—La fe "convención", que considera las creencias como algo que forma parte del medio ambiente, como un "status", como una categoría social... Uno es cristiano porque nació en un país cristiano...

—La fe "opinión" o postura de quien no tiene seguridad en sus creen­cias porque ellas dependen solo de la propia ilustración. Esto lleva al relati­vismo religioso tan común en nuestros jóvenes.

—La fe individualista, o sea la disociación entre el acto personal de la fe y la comunidad eclesial.

De este modo se destacará la primacía del don divino de la fe, puesto que la transmisión del mensaje es del orden sobrenatural.

11. Teología de la educación y de la escueta cristiana. NB. En este curriculum no se habla de filosofía pero cae de su propio peso

que los principales problemas filosóficos deben ser enfocados al tratarse de los asuntos teológicos. Por ejemplo el estudio de la Revelación lleva a tratar del lenguaje, de la comunicación, de un encuentro con el sentido de la Historia y del Tiempo. El tratar de Dios, de la Creación nos lleva como naturalmente al problema del humanismo ateo, del mal, etc.

El obrar cristiano hace referencia a una antropología total... son simples indicaciones fragmentadas pero que sugieren una precisa orientación: no sepa­rar el estudio teológico de su raigambre humana ni la doctrina religiosa de su relación con el pensamiento contemporáneo.

Por otra parte no se habla de la Historia de la Iglesia pero la dimensión histórica debe relacionarse con el estudio de cada problema doctrinal.

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IV CARTA

DE LOS SUPERIORES PROVINCIALES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

QUE TRABAJAN EN AMERICA LATINA Río de Janeiro (Brasil) • 6-14 de mayo de 1968

CONTENIDO

1.

2.

3.

4.

5.

6.

7.

8.

9.

10.

11.

En la presencia del Señor

Situación de miseria, horizontes de esperanza

Un momento de la historia de la salvación

Nos comprometemos con todas nuestras fuerzas

Sentido de la vida en la historia común de la hu­manidad

El trabajo social

El sentido de la educación

No solamente los jóvenes. . . también los adultos

Comunicación social

Somos capaces de responder?

Revisión de criterios

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1. EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR

Reunidos en Río de Janeiro con el P. General en una se­mana de estudio y reflexión (6-14 Mayo 1968), los Provincia­les de la Compañía de Jesús en América Latina nos dirigimos a todos ustedes, Superiores, Padres, Hermanos y estudian­tes, para comunicar las orientaciones y compromisos a que hemos llegado en nuestro examen colectivo de conciencia. Este examen lo emprendimos en la presencia del Señor y urgidos por las enseñanzas del Concilio, por las palabras del Papa en su carta Populorum progressio, las orientaciones constantes de nuestros Obispos y la carta de nuestro padre General sobre el Apostolado Social en América Latina.

2. SITUACIÓN DE MISERIA, HORIZONTES DE ESPERANZA

La mayor parte de los habitantes del continente se hallan en una situación de miseria, cuya injusticia, con frase de Pablo VI, "exige en forma tajante el castigo de Dios" (Po­pulorum progressio, n. 30). Las poblaciones urbanas y rura­les marginadas crecen en un proceso acelerado. Las pobla­ciones indígenas se encuentran en una discriminación racial de hecho. Igual dialéctica de violencia desarrollan quienes rechazan las transformaciones profundamente innovadoras necesarias y quienes desesperan de toda solución pacífica. La sociedad tradicional desaparece con su cultura propia, se engendra una sociedad nueva, industrial y urbana, demo­crática y socializada, pluricultural, sin fronteras geográficas en sus maneras de vivir, secularizada y laica, que pone en tela de juicio o rechaza los valores y las estructuras hasta ahora vigentes.

Al mismo tiempo empieza a nacer una civilización de abundancia, amenazada por el materialismo. Por otra parte, la multiplicación constante de los progresos de la ciencia y de la técnica, y el dinamismo de los pueblos cada vez más concientizados, abren nuevos horizontes para la esperanza.

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3. UN MOMENTO DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

El problema social de América Latina es el problema del hombre mismo. La época que vivimos en América Lati­na es un momento de la historia de la salvación. Por eso nos proponemos dar a este problema una prioridad absolu­ta en nuestra estrategia apostólica. Más aún, queremos con­cebir la totalidad de nuestro apostolado en función de este problema. Esperamos así participar, en la medida de nues­tras fuerzas, en la búsqueda común de todos los pueblos, cualesquiera que fueran su ideología o su régimen, hacia una sociedad más justa, más libre y más pacífica. Deseamos que la Compañía de Jesús presente en toda la existencia tempo­ral de los hombres de hoy, no con criterio político, sino con el solo criterio del mensaje evangélico, como lo interpreta la Iglesia, sin ejercer ningún poder en la sociedad civil, sino inspirando la conciencia personal y colectiva.

Somos conscientes de la profunda renovación que esto supone. Es necesaria cierta ruptura con algunas actitudes de nuestro pasado, para vincularnos nuevamente con nues­tra tradición humanista: "Gloria Dei, vivens homo", la glo­ria de Dios es el hombre vivo (S. Ireneo). Queremos evitar cualquier actitud de aislacionismo o dominación, que pu­dieren ser a veces las nuestras. Deseamos adoptar una acti­tud de servicio en la Iglesia, en la sociedad, rechazando la figura de poder que con frecuencia se nos atribuye. Expre­samos nuestra voluntad de cooperar con el clero y los laicos en una pastoral de conjunto, buscando para nuestras obras nuevas estructuras de colaboración.

En toda nuestra acción, nuestra meta debe ser la libe­ración del hombre de cualquier forma de servidumbre que lo oprima: la falta de recursos mínimos y de alfabetización, el peso de las estructuras sociológicas que le quitan su res­ponsabilidad en la vida, la concepción materialista de la existencia. Deseamos que todos nuestros esfuerzos conflu­yan hacia la construcción de una sociedad, en la que el pue­blo sea integrado con todos sus derechos de igualdad y li­bertad, no solamente políticos, sino también económicos, cul­turales y religiosos.

Contamos con ustedes al emprender este esfuerzo para despojarnos, con abnegación, de toda actitud aristocrática

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o burguesa que pueda haber existido en nuestras tomas de posición, en nuestras condiciones de vida, en la selección de nuestro público, en la manera de tratar con nuestros cola­boradores laicos y en nuestras relaciones con las clases pri­vilegiadas.

4. NOS COMPROMETEMOS CON TODAS NUESTRAS FUERZAS

Nuestro apostolado, inspirado en este espíritu realmen­te universal y evangélico, suscitará reacciones inevitables: no las provocaremos nosotros con actitudes partidistas, pero continuaremos en la predicación del evangelio de los pobres, cualesquiera que fueran estas reacciones. Convencidos del clamor a la paz que surge de la humanidad entera, en medio de sus conflictos fratricidas, y fieles al espíritu evangélico que se expresa en la encíclica de Juan XXIII, cuyo título es significativo, Pacem in terrls, nos comprometemos con todas nuestras fuerzas a promover "las transformaciones audaces que renuevan radicalmente las estructuras" (Populorum progressio, n. 32), como único medio de promover la paz social. Las actitudes violentas son inauténticas si se inspi­ran en la utopía, la frustración, o el odio, y no en la refle­xión de la conciencia y en el amor cristiano: son actitudes de evasión, si omiten las acciones presentes con los sacrifi­cios que implican. Las actitudes pasivas pueden también ser inauténticas por ignorancia, inercia, por miedo a las accio­nes valientes o por falta de interés por los demás. En toda su acción, la Compañía llamará a los cristianos a esta re­flexión y al amor, estimulándolos a cumplir sus compromi­sos temporales.

5. SENTIDO DE LA VIDA EN LA HISTORIA COMÚN DE LA HUMANIDAD

En la orientación de la vida espiritual y sacramental, en la predicación y en toda nuestra acción pastoial, debemos insistir aún más por evitar la disociación que se insinúa en

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la existencia de muchos cristianos: disociación religiosa entre la vida privada y la vida profesional o pública,, donde no hay lugar para el amor no hay conciencia de pecado. La persona se salva o se pierde según el sentido que da a su vida en la historia común de la humanidad. Esta integración de la existencia social en la vida cristiana, exige una refle­xión filosófica y teológica que abarque el mundo entero, en su actualidad más urgente. Es especialmente la tarea de los profesores de filosofía y teología enseñar la "visión glo­bal del hombre y de la humanidad" que la Iglesia tiene como propia (Populorum progressio, n. 13), a fin de preparar los futuros sacerdotes y seglares para su apostolado en el mun­do de hoy. Esta formación debe incluir una iniciación seria en las ciencias del hombre.

6. EL TRABAJO SOCIAL

Para orientar nuestros ministerios de acuerdo con las necesidades humanas y religiosas más urgentes de nuestro continente, nos proponemos, primero, desplazar una parte de nuestras fuerzas apostólicas hacia la masa innumerable y creciente de los abandonados. Desde hace varios años se han venido fundando poco a poco en las Provincias de América Latina centros de reflexión y de acción, que estudian los as­pectos del desarrollo de cada región en una perspectiva cris­tiana, como aporte nuestro al cambio de las estructuras so­ciales. Estamos decididos a consolidar con hombres y medios estos CÍAS (Centros de Investigación y Acción Social), cuya misión específica es ayudar a concientizar, estimular y orien­tar las mentalidades y las acciones, con investigaciones, pu­blicaciones, docencia y asesoría.

Dentro o fuera de estos centros, otros jesuítas trabajan en la formación de líderes campesinos y obreros; en el mo­vimiento cooperativo y sindical y en la promoción de la ac­ción cívica comunal. Se han creado también obras de ayuda material a través del continente, y hace años hay jesuítas que trabajan en parroquias pobres y campesinas, con una entrega generosa de sus vidas a los hermanos. La Compañía de Jesús desea dedicar más miembros a estas obras, tra­tando siempre de responsabilizar a los mismos hombres del pueblo para que protagonicen su propia liberación.

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Estamos persuadidos de que la Compañía de Jesús en América Latina necesita tomar una clara posición de defensa de la justicia social en favor de los que carecen de los ins­trumentos fundamentales de la educación, sin los cuales el desarrollo es imposible. En consecuencia, debemos trabajar vigorosamente para ofrecer las oportunidades educativas que permitan a los marginados, por medio de su igual acceso a la cultura, aportar a la vida nacional el valor de su talento. Deseamos alentar y perfeccionar las obras educacionales en favor de la promoción de las masas populares, a través de la educación integral. Nuestra tradición educativa tendrá aquí una fecunda versión moderna.

Además de estas actividades, la Compañía reconoce co­mo plenamente conforme con su espíritu la vocación a un apostolado de presencia y de testimonio, por una conviven­cia humilde y pobre con el pueblo, con tal que esta presen­cia y testimonio sean auténtico apostolado. La forma de esta presencia puede ser diversa según las circunstancias: anima­ción pastoral de comunidades de base en los medios popu­lares y rurales; en colaboración con el clero diocesano en su esfuerzo de renovación del apostolado parroquial; trabajo manual en las fábricas, si se ve la necesidad de esta forma de apostolado en medios descristianizados. Para que los je­suítas que trabajan en este ministerio se sientan íntimamente vinculados con toda la Compañía, la experiencia indicaría si es oportuno crear una comunidad religiosa propia. Así nues­tra compañía manifestará su deseo de compartir la comu­nidad de vida del pueblo. Nuestras comunidades recibirán el influjo de esta presencia y toda la Compañía se sentirá invitada a dar testimonio de pobreza más explícito en nues­tras construcciones y en todo nuestro estilo de vida.

7. EL SENTIDO DE LA EDUCACIÓN

No basta desplazar una parte de nuestras fuerzas hacia las masas populares; deseamos que todas las formas de apos­tolado de la Compañía, sin perder su fin específico, se inte­gren en el apostolado social. Respecto a la educación, a la que estimamos como uno de los más destacados factores del cambio social, afirmamos la urgencia de que nuestros cole­gios y universidades acepten su papel de agentes activos de

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la integración y la justicia social en América Latina. El des­arrolla de todos no será posible sin la educación integral de todos.

Nuestros centros de educación deberían ir formando una conciencia de que la colectividad entera se beneficia de sus servicios y que por tanto todos deben cooperar a reunir los recursos necesarios para que dichos centros cumplan cada día mejor con su fin y puedan hacer partícipes de todos los niveles de enseñanza a los que con capacidad aspiren a ellos, sin privilegios de clase o de dinero. Hasta el presente, la ma­yor parte de nuestros alumnos han venido y vienen a nos­otros en busca de una formación individual que asegure su porvenir dentro del presente orden social. Nosotros, de or­dinario, hemos contribuido implícitamente a ese objetivo in­dividualista y a sus prejuicios de clase (Carta P. General sobre Apóstol. Soc. en América Latina). La situación de Amé­rica Latina nos exige un cambio radical: infundir en nues­tros alumnos primariamente una actitud de servicio a la so­ciedad, en cuya transformación deben colaborar, y una eficaz preocupación por los marginados, en cuya promoción deben trabajar.

También debe tenderse, en la medida de lo posible, a que nuestros alumnos, antes de graduarse, realicen algún servicio social auténtico para bien de la comunidad. Este servicio debería formar parte del curriculum. Por lo tanto, las familias que nos confíen sus hijos se comprometerán a ser cordiales colaboradores en nuestra preocupación social. Respecto a nuestras universidades, sabemos que su reciente fundación y lo arduo de su incumbencia, las coloca dentro del orden de las empresas apostólicas verdaderamente difí­ciles. Su problemática académica y económica se agrava to­davía más considerando la necesidad de que realicen, por una parte, una docencia e investigación de alta calidad y, por otra, logren de un modo creciente la democratización de las oportunidades universitarias. Creemos que nuestras universi­dades deben ser eminentes en las ciencias del hombre, por la importancia decisiva que tienen en la planificación del cambio de nuestra sociedad. En nuestras universidades, de­bería existir un grupo de expertos en educación al servicio de los intereses educacionales de la comunidad.

No podemos olvidar que en la base de las injustas es­tructuras sociales de los países latinoamericanos está la hi­riente desigualdad de oportunidades educativas. Debemos es-

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forzarnos por ofrecer con nuestro propio aporte el mayor número de becas y de otras facilidades, que pongan nuestra educación al alcance de todos; pero también y por la misma razón de justicia, debemos realizar serios estudios que in­duzcan a la mejor distribución de los presupuestos educati­vos oficiales. Creemos, por último, que en este campo de la educación sería aconsejable la cooperación de todas las Pro­vincias jesuíticas de América Latina para plasmar en algunas obras piloto las aspiraciones señaladas en los párrafos an­teriores.

8. NO SOLAMENTE LOS JÓVENES... TAMBIÉN LOS ADULTOS

En muchas regiones de América Latina, la Compañía, absorbida por su apostolado con adolescent ÍS y jóvenes, tal vez no se ha dedicado suficientemente a la formación de la conciencia de los adultos, que deben ser también los promo­tores del cambio social: intelectuales, empresarios, dirigen­tes sindicales, artistas, hombres de negocios, profesionales, hombres políticos. Debemos ayudarles a ser auténticos cris­tianos en su vida profesional y pública, o auténticos profe­sionales al servicio de la sociedad. Y no solamente hemos de trabajar incansablemente por los laicos: hemos de traba­jar también con ellos. Están llamados al apostolado por ra­zón de su sacerdocio real (Ap. Ac. 2) y debemos ayudar a encauzar sus inmensas energías para la transformación de nuestro continente.

9. COMUNICACIÓN SOCIAL

Los medios de comunicación, por su poder y alcance como agentes de la formación de la conciencia cultural y so­cial colectiva, deben adquirir un nuevo relieve en nuestro apostolado. Difícilmente encontraremos otro instrumento más eficaz para educar a las masas populares. Difícilmente alcanzaremos a ser escuchados por los ateos y descristiani­zados, si no utilizamos esos medios. Las estadísticas del tiempo medio que nuestro hombre latinoamericano dedica

7*5

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semanalmente a estos medios no dejan duda sobre su impor­tancia decisiva para afianzar los valores humanos y promo­ver estímulos de vida y de organización social que ayudan a crear el nuevo orden al cual tendemos.

10. SOMOS CAPACES DE RESPONDER?

Al final de nuestra carta, quisiéramos insistir sobre la conversión íntima que supone en cada uno de nosotros nues­tra participación en la creación de un nuevo orden social. "Un humanismo cerrado —escribe Pablo VI (Populorum progressio, n. 42)— impenetrable a los valores del espíritu y a Dios . . . un humanismo exclusivo es un humanismo inhu­mano". Nunca llegará la construcción de una sociedad más humana, si somos incapaces de llevar este aporte divino, sin el cual toda construcción social vuelve a ser inhumana: ese es el aporte que el mundo espera principalmente de nos­otros, sacerdotes y religiosos. Debemos preguntarnos con sinceridad: Seremos capaces de responder a esa expectativa del mundo? Nuestra fe y nuestra caridad, están a la altura de la llamada angustiosa del mundo de hoy? Es suficiente nuestra abnegación como para que Dios encuentre un cami­no abierto para llenarnos de su luz y su energía? Nuestra oración personal tiene un lugar suficiente en nuestra vida como para unirnos a Dios en la gran tarea humana que no puede tener éxito sin Dios ? Puede conservar la Compañía en su seno a aquellos miembros que no quieren orar, o de hecho no tienen oración personal? Los Padres Provinciales nos hemos detenido con gravedad en estas preguntas. Quere­mos plantearlas a todos los Jesuítas de América Latina de manera instante y urgente. Los compromisos expresados en esta carta, en última instancia, dependen de la respuesta a estas preguntas.

11. REVISIÓN DE CRITERIOS

Sabemos que las directivas de esta carta implican una renovación profunda de nuestro apostolado y de nuestra vida personal. No ignoramos que suponen de parte de los mismos

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Padres Provinciales una revisión en sus criterios de decisión. No nos hacemos la ilusión de que una renovación tan total y profunda pueda hacerse seriamente en un corto plazo de tiempo: pero estamos lealmente decididos a realizarla cuan­to antes. Contamos con todos ustedes para promover esta renovación por el trabajo, la reflexión y la oración.

Esperamos que así la Compañía de Jesús en América Latina, con la gracia divina podrá realizar la conversión ne­cesaria para cumplir con la responsabilidad que le impone la época histórica que vive el continente, para la mayor glo­ria de Dios.

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V CONCLUSIONES

DEL PRIMER ENCUENTRO LATINOAMERICANO

DE INSPECTORES SALESIANOS Caracas (Venezuela) - 5-12 de mayo de 1968

CONTENIDO

Renovación de la vida religiosa 81 Orientaciones generales 81

Sugerencias prácticas 83

1. La construcción de la comunidad 84 2. La profundización comunitaria de la fe 84 3. La reactualización de los valores de la consa­

gración religiosa 86 La castidad 87 La pobreza 88 La obediencia 90

Formación salesiana 92

a. Acerca de las vocaciones 92

b. Acerca de los aspectos pastorales de la forma­ción salesiana 94

c. Sobre el segundo noviciado 96

Pastoral juvenil 96

Sobre el Instituto Latinoamericano de Pastoral Ju­venil 98

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Los Inspectores Salesianos de América Latina, reunidos en Caracas del 5 al 12 de mayo de 1968, bajo la presidencia del Rector Mayor, Rvmo. P. Luis Ricceri, y con la asistencia del Consejero para la formación salesiana, P. Arquimedes Pianazzi, del Consejero para la Pastoral Juvenil, P. Cayetano Scrivo, de los Superiores regionales de América Latina, PP. Pedro Garnero y Rosalio Castillo Lara y de trece expertos, abocados al estudio de la renovación de la vida religiosa, de la formación del personal, de la pastoral juvenil y de otros problemas de interés vital, a la luz de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de las deliberaciones del XIX Capí­tulo General y sintiendo la conciencia viva y angustiosa de los problemas que vive nuestro continente, después de ha­berlos examinado profundamente en un clima de fraterni­dad evangélica, de diálogo abierto y de sinceridad descarna­da, ofrecen a los Hermanos las siguientes conclusiones.

I. RENOVACIÓN DE LA VIDA RELIGIOSA

Orientaciones generales

La Asamblea de Inspectores, al enfrentar el problema de la renovación efectiva de la vida religiosa en América Lati­na, considera fundamentales las siguientes orientaciones:

1. La renovación de nuestra vida religiosa está condicio­nada por la renovación de nuestra acción apostólica. La ra­zón profunda de esta afirmación renovadora se encuentra en la naturaleza misma de la vida religiosa en los institutos dedicados a la vida activa de las obras de apostolado *, pues­to que "toda la vida religiosa de sus miembros debe estar imbuida de espíritu apostólico y toda la acción apostólica

i p. c , 8.

81 6 - Respuestas

Page 42: Clar - Vida Religiosa Respuestas y Compromisos

informada de espíritu religioso"2, realidad esta que encuen­da un elocuente testimonio en el ejemplo de nuestro Padre y Fundador.

2. Ante la problemática de la renovación de una vida religiosa estrechamente unida a su acción apostólica (pro­blema que provoca incertidumbres por su complejidad y amplitud), la Asamblea afirma que la construcción de la ver­dadera comunidad llevará paulatinamente y en forma posi­tiva a una renovación siempre más eficaz y verdadera.

En este sentido la Asamblea destaca lo siguiente: —Reitera enfáticamente la profundización de algunos as­

pectos de nuestra vida de comunidad señalados por el XIX Capítulo General3.

—Entre los elementos de renovación recalca principal­mente el de la Comunidad Orante.

—Destaca la necesidad de formar comunidad a todos los niveles: a nivel particular de cada casa, abierta a la Iglesia local; a nivel de Inspectoría, abierta a la conferencia epis­copal; a nivel de integración latinoamericana, abierta al CE-LAM; á nivel de la Congregación, abierta a la Iglesia univer­sal.

—Afirma también que, dada la urgencia de una evangeli-zación para la numerosa juventud y el pueblo, se hace im­prescindible que los Salesianos de América Latina den la pri­macía a la creación de comunidades centradas en lo pasto­ral, especialmente en los ambientes juveniles y populares.

3. La Comunidad Salesiana de América Latina se en­cuentra frente a dos características típicas y notorias en todo el continente:

—La preponderación numérica de los jóvenes.

—La impostergable necesidad de desarrollo de las clases populares.

Por tanto, ella como servidora del hombre latinoameri­cano, encontrará las características peculiares de su vida re­ligiosa encarnada, realizando y orientando toda su acción apostólica al servicio de la orientación cristiana de las gran-

2 Loe. cit. 3 Cap. General. Nuestra vida religiosa hoy.

82

des masas juveniles y a la promoción y al desarrollo de las clases populares.

En la línea de lo anteriormente dicho, la Asamblea se­ñala:

—La necesidad de una mayor unidad en el espíritu sale-siano para lograr una integración siempre mayor, que con­sienta una mayor eficacia en los objetivos señalados. Esta unidad se impone aún más, si se considera la pluralidad de situaciones, no solo frente a otros continentes, sino incluso en naciones, regiones e iglesias particulares, diferentes den­tro del mismo continente.

—Se destaca la feliz coincidencia entre el carisma pro­pio de la congregación (pastoral juvenil y popular) y lo que en esta hora caracteriza al continente: urgencia de la evan-gelización y desarrollo del pueblo.

Dentro de esta grande comunidad en construcción, que es la comunidad por la cual Cristo ha vivido y resucitado, es indispensable renovar nuestra vida religiosa salesiana en la dimensión histórica, que le asigna la voluntad del Padre, a través de los signos de los tiempos, que revelan la hora de este continente.

I I . SUGERENCIAS PRACTICAS

Inspirándose en el Concilio Vaticano II, en el XIX Ca­pítulo General y en el documento de la Confederación Lati­noamericana de Religiosos 4, la Asamblea recomienda en par­ticular, para una renovación efectiva de la vida religiosa:

1. La construcción de la comunidad;

2. La profundización comunitaria de la vida de fe;

3. La reactualización de los valores de la consagración religiosa.

4 CLAR, Renovación y Adaptación de la vida religiosa en América Latina y su proyección apostólica, 2f, ed., Bogotá, 1968.

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1. La construcción de la comunidad

Lo esencial de la verdadera comunidad religiosa es la "vivencia de una amistad auténtica y madura entre sus miem­bros, y vinculados por un compromiso común, informada por la caridad que lleva a una profunda "koinonía", pene­trada por la presencia de Cristo, fecunda en actividades de servicio hacia los hombres 1.

Por esto, la Asamblea de Inspectores:

1. Urge la necesidad de tener en cuenta, para la forma­ción de las comunidades, la base natural que permita su nor­mal conformación, su eficacia y su permanencia: v. gr. la compatibilidad de caracteres, la sensata distribución de los cargos, etc. Para lo cual se recuerdan los principios del diá­logo, aplicados a la asignación de las obediencias y la dis­tribución del personal; y, al mismo tiempo, el deber que todo Salesiano tiene que preocuparse por la formación y el per­feccionamiento de sus virtudes sociales, por ejemplo: el res­peto a los demás, la sinceridad, la franqueza, el sentido de colaboración, el estímulo mutuo y optimista, las auténticas manifestaciones de una leal amistad fraterna.

2. Quiere, asimismo, que toda la formación del perso­nal, a través de sus diversos ciclos, esté no solamente acom­pañada por una seria educación para la vida común, sino animada por la experiencia de una sensible vida familiar y de un trabajo en equipo, que prepare, de hecho a las corres­ponsabilidades de la comunidad educativa.

3. Destaca la importancia del principio espiritual y ca-rismático: la caridad salesiana y la vida interior y litúrgica, bases dinámicas y creadoras de una auténtica comunidad evangélica, que en todas sus situaciones vitales dé testimo­nio, en la Iglesia, de fidelidad al espíritu de su Fundador.

2. La profundización comunitaria de la vida de fe

Frente al ateísmo invadente y al creciente proceso de se­cularización, la juventud y el pueblo necesitan de nosotros

1 Cf. CLAR. op. cit., páe. 13.

un claro testimonio del sentido de Dios y de un explícito reconfortante diálogo con El. Es necesario superar en las prácticas de piedad y en la liturgia una impresión de "de-vocionalismo" y de "ritualismo" que enajenan de la vida real, manifestando una desconexión entre el quehacer cotidiano y la vida de fe.

Esta desconexión es considerada por el Vaticano II como uno de los más graves errores de la época actual (Cfr. GS, n. 43).

La Asamblea de Inspectores, advirtiendo la gravedad del peligro recomienda:

—Que sobre todo el Director y los sacerdotes aprovechen el ministerio de la palabra para intensificar el ejercicio de la fe en la comunidad, ayudando a descubrir la presencia real de Dios Salvador en los acontecimientos concretos y en las personas con quienes se convive.

—Que los miembros de la comunidad tengan una clara vida de oración subrayando en ella el deber social de media­ción para la juventud y las masas populares. Los pueblos de América Latina necesitan cotidiana y abundantemente de la mediación de nuestra oración.

—Que se tengan periódicamente reuniones comunitarias para reflexionar sobre temas concretos de espiritualidad, examen evangélico de la propia actividad e interpretación sobrenatural de los acontecimientos en que está envuelta la vida diaria.

—Que se intensifique el cuidado por la renovación li­túrgica, sobre todo por la concelebración eucarística, consi­derada concretamente en la comunidad como la cumbre y la fuente de toda vida de fe de sus miembros.

—Que se insista en la fidelidad a nuestras prácticas de piedad, dando en ellas una importancia peculiar al uso de la Sagrada Escritura e insistiendo en comunicar con mayor facilidad el enriquecimiento espiritual de la meditación per­sonal.

—Que se dé una extraordinaria importancia a los "tiem­pos fuertes" de nuestra vida espiritual, especialmente los distintos tipos de retiros espirituales.

—Que se cuide con peculiar esmero la práctica peniten­cial comunitaria, no solo subrayando la importancia del sa-

Q 1

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cramento de la penitencia para la vida de fe, sino también dando valor de testimonio a las prescripciones de especiales renuncias propias de la tradición salesiana.

—Que se intensifique la adhesión personal y comunita. ría hacia la Virgen, Madre de Dios, presentada por el Conci-lio en su especial característica de tipo de la Iglesia y Auxilio del pueblo de Dios. En la revitalización de esta importante devoción, hay que atenerse más a las riquezas marianas del ciclo litúrgico y ver en el rezo del rosario un instrumento especial de meditación mariana de la Historia de la Salva­ción.

3. La reactualización de los valores de la consagración religiosa

Lo específico de la vida religiosa, según el Vaticano II, reside en la consagración por los votos a una "estrecha imi­tación de la forma de vida que el Hijo de Dios tomó cuando vino a este mundo a hacer la voluntad del Padre" (LG, n. 44).

Ahora bien, la Asamblea de Inspectores considera que esta consagración, tiene hoy dos razones de especial actua­lidad:

1. La referida al Pueblo de Dios. En él todos son igual­mente hijos del Padre por el Bautismo. Cuanto no se iden­tifica con esta fundamental dignidad y común filiación, ha de considerarse, no como un privilegio, sino como un ser­vicio a los demás. Así la consagración religiosa la exigen hoy los demás bautizados, en particular la juventud y las masas populares cristianas, y ello como un ministerio en favor de su dignidad bautismal.

2. La referida al mundo. No solo las ideologías actuales, sino el Concilio mismo han ido dando una importancia es­pecial a los valores temporales; pues esta tendencia concreta de la hora exige, más que nunca, el polo subsidiario de la consagración religiosa^porque el "mundo no puede ser trans­figurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaven­turanzas" (LG, n. 31).

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Es, pues, hoy de especial actualidad lograr establecer un auténtico testimonio de consagración religiosa. Para ello, hay que comprometerse en tres planos complementarios:

—El plano de la "realidad objetiva". Es preciso que los religiosos sean objetivamente imitadores personales de Cris­to virgen, pobre y obediente, aunque vivan en una selva, des­conocidos para la opinión pública.

—El plano del "signo". Es preciso renovar con urgencia, y según las exigencias de América Latina, el testimonio de manitestación para los demás del espíritu de las Bienaventu­ranzas.

—El plano del "trabajo apostólico". Es preciso que sea siempre más eficaz la actividad salvadora de nuestra misión juvenil y popular.

La Asamblea de Inspectores sigue insistiendo particular­mente en obtener que nuestras comunidades salesianas se renueven intensamente en el plano del "signo", para mani­festar mejor a las juventudes y a las masas populares lati­noamericanas la riqueza del espíritu de las Bienaventuranzas.

La castidad

El voto de castidad —el que más define la comunidad religiosa como tal— debe manifestarse en la comunidad sa­lesiana con una especial intensidad de alegre bondad y amor consagrado que nos haga —como Don Bosco— signo de trans­figuración eficaz en la educación del amor humano que bulle en el corazón de los jóvenes.

• La Asamblea de Inspectores de América:

"1 . Hace notar que la conservación y el desarrollo de este don del Espíritu Santo es fruto de una formación inte­gral de la persona, manifestación de un equilibrio de com­portamiento y de una nobleza de carácter propios de la pro­gresiva madurez sicológica y sobrenatural del individuo. A este respecto llama la atención sobre la ardua responsabili­dad de los formadores del personal. A ellos compete no descuidar ninguno de los factores indispensables para rea­lizar esta síntesis de naturaleza y gracia; síntesis en la que se expresa, de forma excelente, el signo proverbial de la san­tidad salesiana.

O T

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2. Quiere, asimismo, valorar el aspecto comunitario de la vida de familia. En él se crean las condiciones sociales de serena alegría, recíproco afecto, espontánea confianza, in­terés por los compromisos efectivos. Con él se realizan los ideales apostólicos comunes, aptos para la educación del co­razón, y el estímulo fraterno en la vida consagrada.

3. También presenta, renovada, la idea del trabajo, no solo como medio ascético de sacrificio y meritoria ocupa­ción, sino como inteligente realización de sí mismo. Enten­dido de este modo, el trabajo vivifica las propias energías y aptitudes, constructivamente, aun en lo humano, y facilita el vital compromiso sagrado de la profesión religiosa.

4. Asimismo, la Asamblea ratifica, contra los riesgos de un peligroso "sicologismo" o una orientación individualista de los problemas en esta materia, causa de falseamientos de la personalidad religiosa, el primado de la comunidad oran­te, y, según el texto de la Perfectae Carítatis, acentúa la ne­cesidad de creer en las palabras del Señor, de confiar en el auxilio divino, de la mortificación y guarda de los sentidos, sin presumir de las propias fuerzas y de "no omitir tampoco los medios naturales, útiles para la salud del alma y del cuer­po" (PC, n. 12).

La pobreza

El voto de pobreza ha de manifestar mejor nuestra en­carnación en el mundo de los pobres y por amor a Cristo. El desprendimiento comunitario de las comodidades super-fluas no debe aparecer como signo de desprecio ni de pres-cindencia de los valores económicos, como tampoco la casti­dad es desprecio ni prescindencia de lo sexual. Debe más bien manifestar un ministerio espiritual, que da testimonio de los bienes de la resurrección, que usa de los bienes eco­nómicos, pero al servicio de la juventud pobre y abandonada y de la promoción de las masas populares subdesarrolladas.

Hoy se requiere en América Latina un cuidado especial de este signo en la comunidad.

Por esto, la Asamblea de Inspectores:

1. Les encarece a todos el valor personal e interior de la pobreza. Los invita a aceptar gozosamente el no disponer de dinero, la dependencia de otros en las cosas personales, y

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el tener limitaciones y privaciones, en la línea de la part id ' pación con Cristo pobre.

Piense cada hermano que su pobreza personal es una piedra imprescindible en la edificación de la comunidad po bre que, reunida en Cristo, deberá ser signo y testimonio.

2. En la línea del Vaticano II, la Asamblea invita a to­dos los Salesianos de las Inspectorías a valorizar y realizar el trabajo como expresión de pobreza evangélica. Es por la entrega generosa de nuestras vidas en el trabajo salesiano como nosotros nos insertamos en la historia humana de Jesús, que trabajó con sus manos, y en la historia de los tra­bajadores y de los pobres de nuestro continente.

Ante la tentación del "comodismo" y del desamor a la juventud, la Asamblea invita a todos a renovarse en el se­reno, gozoso y eficiente espíritu de trabajo que nos legó Don Bosco. En una Iglesia en emergencia, como la nuestra, a todos se nos puede pedir suplemento de trabajo, para hacer posible la especialización del personal y el sosteni­miento de las obras esenciales.

3. Advierte que el testimonio comunitario de pobreza, exigido por la naturaleza de nuestra consagración y tan re­calcado por el Concilio y el Capítulo, no tendrá resonancia en América Latina sino por una marcada e intensificada en­trega al servicio de la-juventud necesitada.

Por eso, es necesario no solo que hagamos, con una in­formación adecuada, visible nuestro trabajo en favor de los pobres, sino que es preciso retornar valientemente hacia el trabajo entre la juventud pobre y abandonada: en los sitios en que este testimonio se haya oscurecido y la imagen de la Congregación se haya deformado. Este testimonio, en nues­tro mundo subdesarrollado es urgente y nos obliga a una esmerada y continua revisión de nuestros pasos.

4. A fin de realizar las normas del Concilio, que invita a los religiosos a la solidaridad en la pobreza, de forma que "las casas que abundan ayuden a las que tienen necesidad", y para que todos "comuniquen unos con otros los bienes temporales", esta misma Asamblea propone:

a) Que los Inspectores se esfuercen en eliminar las di­ferencias estridentes entre las casas de una* misma Inspec­toría.

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b) Sensibilizar más a los Salesianos, en el sentido de que las casas no se administren en la línea de un capitalis­mo individualista sino en la de un inteligente espíritu co­munitario.

c) Que el Inspector exija a las casas con mayores recur­sos económicos el sostenimiento de alguna obra social. Esto demostrará claramente nuestra preferencia por las clases po­bres y servirá, además, para que los hermanos de la casa, se sientan atraídos por un objetivo concreto de caridad fra­terna.

d) Que se estudie con sinceridad y caridad, en el ámbi­to de la conferencia inspectorial, la posibilidad de colaborar con dinero, personal especializado o becas, para ayudar a las inspectorías más pobres del grupo, o a otras más necesita­das del continente.

e) Que, siguiendo los pasos de la Iglesia primitiva, ayu­de cada inspectoría, aun en sus estrecheces y pobreza, al Rector Mayor y a la Dirección General para la solución de sus problemas económicos y como ejercicio de caridad sa-lesiana.

5. Pide se informe a los Directores y a las comunida­des sobre las condiciones económicas de la Inspectoría v de las casas, sobre el destino del dinero y sobre la beneficen­cia. Esta comunicación promoverá una administración más seria, suscitará en los hermanos el espíritu de responsabili­dad, los ayudará a comprender mejor el valor del dinero y de las cosas y servirá para que participen en la angustia y en la inseguridad de la pobreza, que muchas veces son vi­vidas solamente por los superiores interesados.

6. Ruega se colabore con los organismos que trabajan por el desarrollo de los pueblos latinoamericanos y por la extirpación de la miseria.

7. Finalmente, pide que se esmere el Salesiano por no introducir en las comunidades costumbres o actitudes que ofuscan la capacidad de signo de las mismas o que dan en­trada a determinado confort y comodidades, que indicaban para Don Bosco el deterioro de la Congregación.

La obediencia

El voto de obediencia, además de manifestar la reali­zación de nuestra personalidad en una entusiasta filiación

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al Padre, debe hacer brillar las ventajas de una comunidad corresponsablemente comprometida en una misión. Hoy, muy en particular la juventud latinoamericana, necesita aprender cómo se hace madurar la libertad sin frustracio­nes y con plena solidaridad social.

Por eso, la Asamblea de Inspectores presenta estas pro­posiciones :

1. Los buenos resultados del diálogo, instaurado en for­ma más viva después del Capítulo General, nos llevan a pedir a todos se fortalezca este admirable instrumento de la Comunidad Salesiana en todos sus niveles. Esto servirá cada vez más para que, sintiéndose todos corresponsables, nazca la obediencia de convicción y la disciplina interior.

Recuerde el Superior que en el diálogo lo debe guiar, lo mismo que a los demás Salesianos, el deseo sincero de descubrir la verdad y de encontrar las señales de la voluntad del Padre en cada situación importante.

2. La Asamblea recomienda vivamente llevar a cumpli­miento el espíritu de las nuevas estructuras. El hacer real­mente eficaces las atribuciones del Vicario inspectorial y demás miembros del Consejo, así como del Vicario de la casa y del Consejo de Acción, traerá ciertamente un pro­greso en la obediencia renovando las relaciones entre el Su­perior y los miembros de la comunidad.

La experiencia enseña, por otra parte, que los proble­mas de la obediencia disminuyen —y hasta desaparecen com­pletamente— cuando se realiza a plenitud la comunidad edu­cativa, a cuya edificación ha invitado repetidas veces esta Asamblea.

3. Al escoger los nuevos candidatos para el Consejo Inspectorial y el Directorado, téngase muy presente su capa­cidad de diálogo, recordando que el elegido debe, no sola­mente conocer lo que Dios quiere de cada Hermano, sino también buscar la forma de transmitirlo en el Espíritu del Señor.

4. En la línea de nuestras Constituciones, la Asamblea invita a todos los Hermanos a renovar, con el espíritu de Don Bosco, su voluntad de ser fieles a la Iglesia y al Papa. En una hora en que la confusión, el atrevimiento y un cierto desbandamiento de las ideas perturba a la Iglesia de Dios,

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esta Asamblea pide a todas las comunidades que renueven su espíritu de obediencia al Papa y a la jerarquía siendo auténticos colaboradores suyos con una obediencia sencilla y firme.

5. Exhorta a los Hermanos a estudiar seriamente todas las orientaciones hasta aquí propuestas, y a considerarlas como una guía concreta, recibida del Rector Mayor y de los Inspectores para intensificar la aplicación del XIX Capítulo General; les exhorta asimismo a renovarse siempre más ge­nerosamente en la fidelidad al carisma de Don Bosco. Su leal acatamiento será una concreción viva de la obediencia salesiana a Dios Padre en la Iglesia de América Latina.

I I I . FORMACIÓN SALESIANA

La Asamblea de Inspectores de América Latina ha con­siderado que el tema de la Formación Salesiana ocupa un lugar de urgente atención en la labor de renovación de la Congregación y que debe ser enfrentado con el nuevo espí­ritu del Vaticano II.

Por eso, ha realizado sus debates conscientes de las gran­des necesidades pastorales de la juventud y de las masas populares en la América Latina de hoy, de la visión conciliar de las vocaciones en la organicidad de la única misión del Pueblo de Dios, y de la fidelidad al carisma particular que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia a través de Don Bosco.

El tema ha sido considerado en sus dos puntos: a) Pas­toral de las vocaciones; b) Aspectos pastorales de la forma­ción salesiana.

a. Acerca de las vocaciones

Los Padres Inspectores han dado solo algunas orienta­ciones generales, dejando mayores posibilidades de diluci­dación sobre el argumento a los Congresos Regionales espe­cíficos que tendrán lugar dentro de pocos meses. Han con­venido en afirmar:

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1. La Pastoral de las vocaciones no es un apostolado in­dependiente y artificial sino un aspecto constitutivo de la misma pastoral juvenil. Por eso, su principal realización habrá de encontrarse en el ámbito de nuestras mismas obras.

2. Contribuirán al reflorecimiento de esta pastoral: a) El testimonio vivo de una comunidad salesiana ale­

gre y comprometida;

b) La audaz revisión de nuestras obras juveniles, según las indicaciones del XIX Capítulo General;

c) La coordinación de los esfuerzos para una especial educación de los jóvenes a la fe y a la diaconía;

d) La dedicación de algún salesiano en la Inspectoría para promover la pastoral vocacional;

e) La creación, si no existiera aún, de un centro de orientación vocacional.

3. Urge crear al respecto un fuerte sentido de corres­ponsabilidad en todos los salesianos, en los padres de fami­lia, en los cooperadores, en los exalumnos y en los grupos apostólicos de los mismos jóvenes.

El conocimiento, el trato y el cuidado de la familia de los candidatos tiene peculiar importancia.

4. Al centro de esta labor apostólica ha de estar la edu­cación de la libertad, en su realidad progresiva y dinámica, a través de una formación humana que lleve a una verdade­ra madurez intelectual y afectiva. Para ello, se evitarán las artificialidades en las estructuras y se cuidará el ejercicio de la revisión de vida y de la dirección espiritual.

5. Se considera que los aspirantados son hoy plenamen­te válidos siempre que se vayan renovando debidamente de acuerdo con el desarrollo y las situaciones socio-religiosas de cada región.

Al ensayar nuevos caminos de mejor realización, se re­comienda evitar experimentos apresurados e imprudentes, sin olvidar que en este campo, más que en ningún otro, es preciso recordar la frase del Rector Mayor: "Renovar sin destruir".

De todos modos, lo importante, en definitiva es aumen­tar la calidad y el número de los novicios.

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6. Los Inspectores piden, en particular, estudiar la rees­tructuración de nuestro noviciado, según la nueva visión doc­trinal del Concilio. Se desea que el noviciado mantenga la intensidad de una verdadera formación para la vida consa­grada salesiana y tenga una mayor elasticidad de estructu­ras y disciplina.

Para nuestros candidatos el noviciado no debe ser una huida del mundo, sino un aprendizaje para servirlo salesia-namente, y ha de ser considerado como el primer año de iniciación en una más amplia formación posterior.

7. Nuestra pastoral vocacional exige hoy, con extrema urgencia, una tarea de incorporación del laicado adulto a la misión juyenil y popular. Se trata de un movimiento de es­piritualidad apostólica, que debe abrir nuestra pastoral vo­cacional a la formación de auténticos cooperadores para hacer funcionar el "salesiano externo" sin el cual quedaría realmente mutilado el "salesiano interno".

b. Acerca de los aspectos pastorales de la formación salesiana

Se analizó la centralidad de lo pastoral para una revisión radical de todo el ciclo de formación.

1. Se afirmó insistentemente que lo pastoral no es algo extra, como agregado artificial a los estudios, sino que es elemento esencial en la formación salesiana y debe empa­par toda la labor de maduración de la vocación y la manera específica de enfocar dichos estudios.

Al tratar de bosquejar el tipo de pastor que se requiere lograr con la formación salesiana se presentó la figura con­creta de Don Bosco; algunos inspectores remitieron a la des­cripción formulada en las reuniones de Bogotá en Mayo de 1967.

2. Frente a la problemática actual acerca de la existen­cia de las casas de formación y después de haber comparado detenidamente las desventajas y ventajas <íe tales institutos, se recordó la afirmación conciliar de su necesidad y se re­conoció su validez siempre que impliquen una reestructura­ción profunda para una vida de comunidad más familiar y con una adecuada práctica pastoral.

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3. Se considera válido el mantenimiento de los actuales ciclos de formación —llamados "noviciado" y "filosofado" o "magisterio de los coadjutores", "tirocinio" y "teologado"— que deberían llegar a constituir momentos integrativos de un instituto de Pastoral Juvenil.

Se propone una revisión sustancial de los programas de estudio de cada uno de los ciclos sobre la base de una in­tegración del saber filosófico y teológico y dejando cierta elasticidad en la determinación del número de años.

Se propicia que la etapa anterior al "tirocinio" sea sufi­cientemente larga como para hacer posible la obtención de algún título universitario, sin menoscabo de las exigencias de estudio y de la formación específica.

4. Se urge la necesidad para todos de ir formándose en una auténtica pastoral de conjunto según los medios adecua­dos de cada país y las directrices y programas de las res­pectivas conferencias episcopales.

5. Para que nuestros centros de formación salesiana sean más eficientes en nuestro carisma salesiano se exhorta a aumentar los esfuerzos de información entre diferentes ins­pectorías y se pide que las conferencias inspectoriales estu­dien con urgencia los pasos concretos que se han de dar.

En casos específicos se acepta la posibilidad de integra­ción en los estudios con comunidades de cansinas afines y con los centros diocesanos. Tal integración debe tener pre­sente la situación de cada país de acuerdo con el Consejo Superior.

6. Se hacen votos para que el noviciado pueda entrar parcialmente en la estructuración de los nuevos programas de estudio, sin que por ello se desvíe de su principal fun­ción de formación religiosa salesiana.

7. Se propone la constitución de una comisión latino­americana para preparar un aporte específico a la nueva "ratio institutionis" de la Congregación; tal comisión toma­ría en cuenta los trabajos ya realizados en las reuniones de mayo de 1967, en Sao Paulo y en Bogotá.

8. Tras haber examinado los problemas de formación del tirocinio, la Asamblea reconoce su importancia y validez y se compromete a llevar a la práctica en forma plena las deliberaciones del XIX Capítulo General.

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9. La Asamblea se compromete a permanecer unida en una búsqueda progresiva de soluciones que robustezcan siem­pre más la claridad y eficiencia del nuevo carisma en la Iglesia; seremos tanto más útiles al Pueblo de Dios cuanto más crezcamos en la fidelidad a la vocación que el Espíritu Santo nos asignó en la Iglesia.

c. Sobre el segundo noviciado

La Asamblea de Inspectores, atendiendo al deseo expre­sado por muchos salesianos de Latinoamérica y considerán­dolo un medio eficaz para la renovación de la vida religio­sa, propone al Consejo Superior la realización del Segundo Noviciado, ya auspiciado por el Capítulo General, y nombra la Comisión integrada por los RR. PP. Claudio Gasparri, Wolfgang Gruen, Fernando Peraza y José Vicente Henríquez para que estudien las condiciones requeridas para su pronta actuación.

IV. PASTORAL JUVENIL

La Asamblea de Inspectores Salesianos de América, re­afirma la centralidad de la Pastoral Juvenil en el carisma salesiano y en los caminos de la renovación. Por eso, mien­tras se compromete a empeñarse en los programas de capa­citación del personal en los sectores de la Pastoral Juvenil y a realizar las estructuras previstas en el ámbito de la misma, proclama los siguientes principios que deberán inspirar la acción de todos en este campo.

1. Toda la Pastoral Juvenil Salesiana deberá tener pre­sente cuatro dimensiones que le son esenciales, a saber:

a) Su carácter eminente de servicio eclesial (dimensión eclesial).

b) Su típica tonalidad salesiana (dimensión salesiana).

c) Un alto sentido de competencia profesional (dimen­sión pedagógica).

d) Una particular atención a los datos sociológicos que condicionan el enfoque de las obras actuales a la vez que

revelan los "signos de los tiempos" para las obras futuras (dimensión sociológica).

2. La situación del mundo juvenil en Latinoamérica nos exige una enérgica y rápida renovación de nuestros compro­misos educativos extra-escolares y un esfuerzo de estudio y de imaginación creadora, en vista de una auténtica expan­sión de nuestro apostolado en esta dirección.

Los oratorios, clubes y centros juveniles, el servicio ca­tequístico, los servicios sicopedagógicos de orientación, el apostolado por los medios de comunicación social, la inser­ción en los movimientos juveniles ya existentes, la promo­ción popular a través de los jóvenes, los pensionados para obreros y universitarios, los centros de espiritualidad y mu­chas otras iniciativas, no solo promoverán la penetración sa­lesiana en el mundo juvenil marginado, sino que nos darán una congregación actualizada y sensible a la realidad de la juventud latinoamericana.

3. Teniendo presente la actual situación de la Congre­gación en América Latina y guiados por un sano realismo, vemos que es necesario comprometernos a fondo, para reali­zar, a cualquier precio, la pastoralización de nuestra escuela.

A esta rápida y profunda tarea nos comprometerán más decididamente las palabras del XIX Capítulo General: "para que nuestra enseñanza sea auténtico apostolado católico y salesiano, único motivo que la justifica, se requieren estas condiciones:

—Sea de inspiración íntegramente cristiana;

—Goce de elevado prestigio escolar y se imponga como escuela de vanguardia;

—No se limite a la instrucción sino que eduque y edu­que en cristiano. Debe mostrarse apostólicamente eficaz, tan­to llevando a una vida moral y religiosa coherente a los "subdesarrollados morales", como formando élites de cristia­nos" (Cap. Gen. XIX, pág. 122).

La urgencia de esta pastoralización se hace aún más apremiante si se sopesan las graves palabras del Capítulo General que llegan hasta la perspectiva del cierre de obras no vitales, esto es, de aquellas que no reúnen las condiciones anteriores.

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i .. IOMIUMCIÓM, en cambio, de esta pastoralización, dará Milenio y alegría renovada a las comunidades.

4. La Asamblea declara también que es necesario, dado el carácter prioritario, urgente y masivo de la pastoral ju­venil, que definitivamente se constituya en todas las inspec­torías la realidad del Delegado de la Pastoral Juvenil, lamen­tablemente inexistente en algunas de las mismas.

Asimismo declara que en esta hora de la América Lati­na, "que no admite retardos ni esperas", se impone la crea­ción, en todas las inspectorías del Centro Salesiano de Pas­toral Juvenil como órgano coordinador y propulsor de la ac­tividad salesiana más importante en el mundo de hoy.

V. SOBRE EL INSTITUTO LATINOAMERICANO DE PASTORAL JUVENIL

Ante la urgencia de capacitar el personal salesiano en la especialización que más responde al carisma de Don Bos-co, es decir, en la Pastoral Juvenil, y teniendo presente que esa especialización se obtiene más adecuadamente en un Instituto situado en América Latina, ya que permite una mayor compenetración y sensibilidad con los problemas de la juventud latinoamericana, la Asamblea de Inspectores de­cide proponer al Consejo Superior la creación del Instituto Latinoamericano de Pastoral Juvenil.

A tal efecto, se compromete a comenzar de inmediato la preparación de los futuros profesores y a realizar mediante una comisión "ad hoc" los estudios sobre el proyecto que ha de someterse a la aprobación del Consejo Superior.

Promete además mantener una decidida y generosa co­laboración en profesores y alumnos al Pontificio Ateneo Sa­lesiano, nuestro máximo centro de estudios.

La Asamblea de Inspectores manifiesta enfáticamente su convicción de que el futuro Instituto Latinoamericano de Pastoral Juvenil constituye hoy uno de los mayores servicios que pueden hacerse a la Congregación y a la Iglesia en Amé­rica Latina.

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Este libro fue diagramado y editado para el Secretariado Genera! de la CLAR

por INDO-AMERICAN PRESS SERVICE de Colombia Bogotá, Septiembre de 1970

Ediciones Paulinas

Impreso en Colombia - Printed in Colombia