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Seguir a Jesús - Lectura Orante del NT 3Confederación Latinoamericana de Religiosos - CLAR

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Presidencia CLAR:Ignacio Antonio Madera, SDS

María de los Dolores Palencia, HSJLÁngel Medina, FMSMaris Bolzan, SDS

Pío González, MSCMaría del Socorro Henao, CTSJ

Dirección:Lucía Weiler, IDP

Colaboradores:Carlos Mesters, OCJosé Mizzotti, SMM

Francisco OrofinoVanildo Zugno, OFM, cap.

José María Arnaiz, SMVera Ivanise Bombonatto, FSP

María del Carmen Bracamontes, OSBMargot Bremer, RSCJ

Jean-Hérick Jasmin, OMIVíctor M. Martínez, SJ

Roberto Tomichá, OFMconv

Lectura Orantedel Nuevo Testamento 3

Nihil obstat et Imprimatur+Pedro Card. Rubiano Sáenz,

Arzobispo de Bogotá y Primado de ColombiaRegistro: 1839 del 28 de mayo de 2009

Bogotá, D.C.

© 2009Confederación Latinoamericana de Religiosos

CLAR

ISBN: 978-958-98922-1-3Coedición: Conferencia de Religiosos de Colombia y CLAR

1ra. Edición: 2000 ejemplares

Revisión:Bernardo Montes, FSC

María del Socorro Henao V., CTSJ

Traducción del Portugués: José Mizzoti, SMM

Edición: Oscar Elizalde, FSC

Diseño y Diagramación:Martha Viviana Torres

Departamento de Publicaciones CLAR

Esta obra se realizó con el apoyo de FASTENOPFER (Acción Cuaresmal de Católicos en Suiza)

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ContenidoPRESENTACIÓN POR EL PRESIDENTE DE LA CLAR

INTRODUCCIÓN

ESQUEMA DE LOS NUEVE ENCUENTROS

ENCUENTRO 1: RECIBIR AL ESPÍRITU

ENCUENTRO 2: CAMINAR EN EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 3: DAR TESTIMONIO EN EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 4: CELEBRAR EN EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 5: TRABAJAR EN EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 6: DECIDIR EN EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 7: RECONCILIAR EN EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 8: NO EXTINGUIR EL ESPÍRITU

ENCUENTRO 9: AMAR EN EL ESPÍRITU

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PadreIgnacio Madera Vargas, SDSPresidente de la CLAR

Con inmensa alegría llegamos a la entrega de esta tercera etapa del proceso de Lectura Orante del Nuevo Testamento. Con la alegría de las mujeres y los hombres de Dios que esta-mos llamados y llamadas a ser como religiosos y religiosas en la Santa Iglesia, continuamos este camino de entrarnos en la profundidad de la palabra del Maestro, para descubrir, en la intimidad con Él, los impulsos de su Espíritu que nos envía a ser hoy como ayer, compañe-ras y compañeros del pueblo santo.

Los temores de los discípulos de Emaús se disiparon cuando comprendieron lo que las Escrituras decían de Jesús de Nazaret. La certeza de la Resurrección, de que el Padre había resucitado a su siervo Jesús, fue la dinámica que los llenó de vitalidad y entereza. La seguridad de que el Espíritu del Resucitado, uno con el Padre de Jesús, estaba en medio de ellos, fue la fuerza que luego no sería vencida.

Presentación

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Viviendo en el Espíritu del Resucitado podemos re-cuperar las fuerzas perdidas, rehacer las ilusiones marchitas, revitalizar todo lo que carece de vida y continuar andando en la esperanza. Los fenómenos que afectan la vida de los pobres del Continente, una vez más, son de atención y de cuidado. Una lectura atenta de estos signos del tiempo, a la luz del Espíritu que nos renueva, puede revitalizar de igual manera nuestra capacidad profética y mantenernos firmes en la esperanza que tenemos que fortalecer para poder seguir caminando.

Esta tercera etapa no podemos considerarla el final de un proceso. Quisiera soñar que es el inicio de una corriente vital renovadora, que nos llevará a hacer de la Lectura Orante una dinámica de la experiencia religiosa que revitalizará nuestro testimonio y dará un nuevo ardor a nuestra profecía. Cuando los tiempos apremian, es necesario seguir buscando llegar a ser discípulos y discípulas a imagen del Dios Trinidad.

Porque somos hijos e hijas de un mismo Padre, tene-mos que seguir conquistando la fraternidad y la soro-ridad que nos hacen hermanos y hermanas, hijos/as del Padre-Madre creador. Y en esta búsqueda el Es-píritu nos impulsa a superar todo lo que en nuestros pueblos contradice esta voluntad de Dios al crear, y esa dinámica del Espíritu que invita a que todos y to-das seamos uno.

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Presentación

Porque Jesús de Nazaret y el Padre nos han dado el Espíritu, estamos llamados y llamadas, desde nuestra Lectura Orante, a recibir ese mismo Espíritu, caminar en Él, discernir su voluntad, celebrar su presencia en todo lo grande y valioso que tienen nuestras Iglesias. De esta manera, respondiendo a las diversas iniciati-vas que brotan por un país y el otro, con ocasión de la gran misión continental, seguiremos siendo aquellos y aquellas que continúan la gran tradición de profecía que ha caracterizado a la Vida Religiosa en la histo-ria de América Latina y el Caribe.

Estos encuentros, que pueden ser vividos personal y comunitariamente, corresponden a la última entrega de lo que hemos programado en este trienio con rela-ción a la Lectura Orante, para hacer realidad el man-dato de Ypacaraí. Un elemento más de nuestra gozosa celebración de cincuenta años de vida de la CLAR. Como nuestras gentes se dan regalos en aniversarios como éste, creo que el mejor regalo que podemos dar-le a la CLAR por esta búsqueda de medio siglo, es una serena y confiada seguridad en la acción del Espíritu que ha ido revitalizando nuestras vidas para que ellas se vayan consolidando más y más como místicas y proféticas al servicio de la vida, desde nuestra opción preferencial por los más pobres.

Porque somos seguidores y seguidoras de Jesús de Nazaret, el Cristo, estamos llamados y llamadas a continuar haciendo nuestro propio camino a la ma-

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nera de Jesús, para poder decir como San Pablo: “es Cristo quien vive en mí” (Rm 2, 20). Fascinarnos por Jesucristo, nos hará igualmente fascinarnos por hacer que este mundo de desorden e injusticia, pueda igual-mente contener espacios anticipatorios del Reino.

Que esta tercera etapa nos lleve a recibir al Espíritu del Resucitado para caminar en Él, dando testimonio claro, celebrando en Él, trabajando en Él, para de-cidir en Él y no extinguirlo, de manera que cada día seamos presencia del amor en el Espíritu. Así revitali-zamos nuestra profecía y encarnamos nuestra mística pasión por Dios.

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IntroducciónEl proyecto “Seguir a Jesús – Lectura Orante del Nuevo Testamento” nos presenta una clara referencia trinitaria.

En la primera etapa fuimos invitados/as a contemplar cómo la multiforme imagen de DIOS PADRE/MADRE, que viene del Antiguo Testamento, se encarnó hacién-dose humano en Jesús de Nazaret.

En la segunda etapa, hemos visto cómo Jesús, el HIJO, formaba a sus discípulos y discípulas.

En la tercera etapa veremos, ahora, cómo las prime-ras comunidades cristianas nacidas a partir de la acción del ESPÍRITU de Jesús, irradiaban la eterna novedad de Dios en medio del pueblo.

En los nueve encuentros de esta tercera etapa enfoca-remos algunos de los aspectos que nos revelan cómo aquellas comunidades intentaban encarnar, en lo co-tidiano, su fe en Jesús Resucitado. Los temas de los nueve encuentros son los siguientes:

1. Recibir al Espíritu.2. Caminar en el Espíritu.3. Dar testimonio en el Espíritu.4. Celebrar en el Espíritu.5. Trabajar en el Espíritu. 6. Decidir en el Espíritu.7. Reconciliar en el Espíritu.

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8. No extinguir el Espíritu.9. Amar en el Espíritu.

En el contexto de la celebración de los 50 años de vida de la CLAR, la Vida Religiosa de América Latina y el Caribe quiere renovar su respuesta a la invitación del Espíritu que sigue llamando, antes que todo, a vivir en comuni-dad una profunda experiencia de Dios. El mismo Espíritu nos lanza, después, para la misión profética. De esta manera, cada comunidad religiosa está llamada a encar-nar la Palabra que anuncia y a insertarse en un contexto concreto para dar testimonio del Dios de Jesús.

El No. 52 del Instrumentum Laboris del Sínodo de los Obispos (XII Asamblea General Ordinaria, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia) sugiere:

“En este camino de la Palabra de Dios en el pueblo cris-tiano tienen un papel específico las personas de Vida Consagrada. Ellas, como subraya el Concilio Vaticano II, tengan, ante todo, diariamente en las manos la Sagrada Escritura, a fin de adquirir, por la lectura y la medita-ción de los sagrados libros, ‘el sublime conocimiento de Jesucristo’ (Flp 3,8; PC 6) y para encontrar renovado impulso en sus actividades de educación y de evange-lización, especialmente de los pobres, de los pequeños y de los últimos, a través de los escritos del Nuevo Tes-tamento ‘sobre todo los Evangelios, que son el corazón de todas las Escrituras [...], promoviendo del modo más acorde al propio carisma escuelas de oración, de espiri-tualidad y de lectura orante de la Escritura’…”.

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“Los pueblos latinoamericanos y caribeños esperan mucho de la Vida Consagrada… Su anhelo de escucha, acogida y servicio, y su testimonio de los valores al-ternativos del Reino, muestran que una nueva sociedad latinoamericana y caribeña, fundada en Cristo, es posi-ble” (DA 224).

Una vez más, los religiosos y religiosas de América Lati-na y del Caribe estamos llamados a hacernos discípulos y discípulas de Jesucristo a la manera de los pobres: “Es edificante recordar las experiencias que estos her-manos y hermanas, frecuentemente pobres, viven en contacto con la Palabra de Dios. Valga, al memos como ejemplo autorizado, cuanto se lee en la nota de la Pon-tificia Comisión Bíblica1: ‘hay que alegrarse de ver que gente humilde y pobre, toma la Biblia en sus manos y puede aportar a su interpretación y actualización una luz más penetrante, desde el punto de vista espiritual y existencial, que la que viene de una ciencia segura de sí misma’” (Sínodo de los Obispos, XII Asamblea General Ordinaria, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, Instrumentum Laboris, No. 27).

Es cierto que esta tercera etapa de Seguir a Jesús – Lec-tura Orante del Nuevo Testamento es la última previs-ta, pero no debe ni puede ser la última en nuestra vida. La escucha, la meditación y la vivencia de la Palabra tienen que acompañar permanentemente el caminar de una Vida Religiosa místico-profética al servicio de la vida en América Latina y en el Caribe.

Introducción

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Notas1 Pontificia Comisión Bíblica, L’interprétation de la

Bible dans l’Église (15.4.1993), I,F: Enchiridion Vati-canum 13, EDB, Bologna, 1995, p. 1630.

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ESQUEMA DE LOS OCHO ENCUENTROS

ENCUENTRO 1RECIBIR AL ESPÍRITU

En la fuerza del Espíritu, acoger la diversidad

Lectura: Hechos 2, 1-12Subsidio: Cuando el Espíritu de Dios sopló.

ENCUENTRO 2CAMINAR EN EL ESPÍRITU

Prestar atención al rumbo dado por el Espíritu

Lectura: Hechos 1, 3-11Subsidio: Convivir en comunidad inserta, formadora y misionera.

ENCUENTRO 3DAR TESTIMONIO EN EL ESPÍRITU

Martirio: resistir y perseverar

Lectura: Hechos 4, 23-35Subsidio:“A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos noso-tros somos testigos” (Hch 2, 32).

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ENCUENTRO 4CELEBRAR EN EL ESPÍRITU

¡Creemos en un Dios que nos salva y nos libera! ¡Tenemos esperanza y alegría!

Lectura: Lucas 1, 39-56Subsidio: María, mujer profética: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”.

ENCUENTRO 5TRABAJAR EN EL ESPÍRITU

Anunciar la Buena Nueva en pie de igualdad con los pobres

Lectura: 1 Tesalonicenses 4, 9-12Subsidio: “Día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de ustedes” (2 Ts 3,8).

ENCUENTRO 6DECIDIR EN EL ESPÍRITU

Participación y corresponsabilidad, en la escucha de los clamores del Espíritu

Lectura: Hechos 15, 1-35Subsidio: Jesús decide su misión en el Espíritu.

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ENCUENTRO 7RECONCILIAR EN EL ESPÍRITU

“¡Señor, haznos instrumento de tu paz!”

Lectura: Juan 20, 19-23Subsidio: Revelar la ternura, la compasión y la clemencia de Dios.

ENCUENTRO 8NO EXTINGUIR EL ESPÍRITU

“Pero tengo contra ti que has perdido el amor de antes” (Ap 2, 4)

Lectura: 1 Tesalonicenses 5, 12-28Subsidio: “El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2, 7).

ENCUENTRO 8AMAR EN EL ESPÍRITU

El amor nace de la contemplación de lo que Dios hace, para hacer lo mismo.

Amar lo que Dios ama, como Dios ama, porque Dios ama

Lectura: Lucas 10, 25-37Subsidio: “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” – “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 25.37).

Esquema de los ocho encuentros

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LOS OCHO ENCUENTROS TENDRÁN UN ESQUEMA COMÚN:

Acogida e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Breve descripción del clamor.1. Comentar: ¿cómo se manifi esta este clamor en medio del

pueblo en el lugar donde vivimos?2. Compartir: ¿cómo los religiosos y las religiosas nos situa-

mos frente a este clamor?3. Recordar: ¿conocemos alguna religiosa, religioso o comu-

nidad religiosa involucrada con esta causa? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Escuchar un texto del Nuevo Testamento que ilumina el ac-tuar de las primeras comunidades cristianas. Después de la lectura, un momento de silencio.1. Lo que el texto dice en sí: ¿cómo el texto revela el rostro

de Dios?2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿cómo este

texto puede ayudar a la Vida Religiosa en América Latina y el Caribe a vivir y revelar el misterio de Dios?

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3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo el texto nos ayuda a imitar a Jesús en su experiencia de Dios?

Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que nos ayude a recuperar el profetismo de las primeras comunidades cristianas.

2. Presentar peticiones comunitarias.

3. Orar un Salmo.

SUBSIDIO

Informaciones sobre cómo las primeras comunidades cris-tianas vivieron y encarnaron las diferentes dimensiones en su vida.

Esquema de los ocho encuentros

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Acogida e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 1

Recibir al Espíritu

En la fuerza del Espíritu, acoger la diversidad

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Un nuevo Pentecostés es urgente. Lo que podrá hacerlo acontecer será nuestra respuesta profética a la mani-festación gratuita del Espíritu que sopla donde quiere.

Desde la colonización de América Latina y el Caribe vi-vimos el desafío de la convivencia de las culturas y de la inculturación de la fe y del Evangelio. Este desafío se transforma en clamor porque, no siempre se acogió la diversidad de culturas como don y riqueza, en nuestro Continente hubo desde siempre una dominación de las culturas europeas sobre las culturas originarias.

El clamor se volvió cada vez mayor en la medida en que colonización y evangelización lastimosamente co-incidieron en la mentalidad dominante de la cristian-dad. Y el clamor creció todavía más con la esclavitud negra y la opresión del trabajo esclavista. Una vez más la riqueza cultural del arte, de la danza, de la ética, de la estética y de la fe, fue subyugada e ignorada por la cultura colonizadora dominante.

En la Vida Religiosa el cuadro no ha sido diferente. Es muy reciente el ingreso de indígenas, negros y negras a nuestras congregaciones religiosas. Gracias a Dios hoy ya tenemos un rostro multiétnico y pluricultural de la Vida Religiosa, principalmente la más joven. Aún así, no es sufi ciente permitir y acoger el ingreso de otras cultu-ras. Es necesario ofrecerles espacios de manifestación de su riqueza propia, diferente. Un día, un religioso ne-

Encuentro 1

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gro dijo: “antes tuvimos que pedir si la Vida Religiosa aceptaba el ingreso de los negros. Ahora tenemos que preguntar si podemos seguir siendo negros dentro de la Congregación religiosa”.

El Documento de Aparecida, continuando y profundi-zando una de las temáticas preferidas de la Conferen-cia de Santo Domingo –la inculturación–, reconoce el carácter pluriétnico, pluricultural y plurirreligioso de nuestro Continente (cf. DA 86). Ya no es posible hablar de una cultura latinoamericana y caribeña, sino de mu-chas culturas que, además del lado étnico, se manifies-tan en muchos otros aspectos. Según el Documento de Aparecida, entre los rostros que sufren están la comu-nidades indígenas y afro-americanas, las mujeres, los jóvenes, los pobres, los desempleados, los emigrantes, los desplazados, los campesinos sin tierra, los que in-tentan sobrevivir en la economía informal, niños y niñas obligados/as a la prostitución infantil relacionada mu-chas veces con el turismo sexual, también los bebés víc-timas del aborto, los adictos a las drogas, las personas con limitaciones físicas, los portadores y víctimas de enfermedades graves como la malaria, la tuberculosis y el HIV-SIDA, los secuestrados y los que son víctima de la violencia, del terrorismo, de los conflictos armados y de la inseguridad en la ciudad, y los ancianos (cf. DA 65). Todas estas realidades son “kairós para profundizar el encuentro de la Iglesia con estos sectores humanos que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, ser tomados en cuenta en la catolicidad con su cosmovisión, sus valores y sus iden-

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Encuentro 1

tidades particulares, para vivir un nuevo Pentecostés eclesial” (DA 91).

1. Comentar: ¿cómo el clamor de la diversidad y de la plu-ralidad cultural se manifi esta en nuestras comunidades, en medio del pueblo, en el lugar donde vivimos?

2. Compartir: ¿cómo nosotros, religiosos y religiosas, acoge-mos y nos ubicamos frente a este clamor?

3. Recordar: ¿conocemos religiosos y religiosas que fueron capaces de acoger y vivir la diversidad y la pluralidad cul-tural en su tiempo y lugar? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Lectura: Hechos 2, 1-12

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿quiénes estaban reunidos y con qué señales visibles se manifestó el Espíritu? ¿Cómo y por quién fue recibido?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿cómo y dón-de el Espíritu se manifi esta y quiere ser recibido hoy?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo acoger las señales y los desa-fíos del Espíritu que nos empujan hoy para seguir a Jesús con fi delidad creativa?

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Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que nos ayude y desafíe a acoger y valorar la diversidad que nace del Espíritu.

2. Presentar peticiones comunitarias.3. Orar el Salmo 104 (103): “Envía tu Espíritu, renueva la faz

de la tierra”.

SUBSIDIO

Cuando el Espíritu de Dios sopló

1. Un nuevo Pentecostés

Es día de Pentecostés. Pentecostés es una palabra griega. Signifi ca 50. Es el día cincuenta después de

la Pascua. La fi esta de Pentecostés era muy popular. Era una de las tres fi estas en las que el pueblo iba en peregrinación a Jerusalén (cf. Ex 23, 14-17; Dt 16, 16). Celebraba el inicio de la cosecha. Celebraba también la estipulación de la Alianza a los pies del Monte Sinaí.

En aquel día todos los 120 discípulos y discípulas esta-ban reunidos/as en la misma sala, rezando con María, la madre de Jesús (cf. Hch 1, 14-15). De repente, el ruido de un ventarrón llena la casa, descienden lenguas de fuego y se reparten sobre cada uno/a de los/as pre-sentes. Todos quedan llenos de Espíritu y comienzan a hablar en diferentes lenguas según el Espíritu les con-cede hablar.

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Encuentro 1

2. Señales visibles de la acción del EspírituSon tres los símbolos que significan la acción del Espíri-tu: viento, lengua y fuego. Todo ser humano tiene expe-riencia concreta de lo que viene a ser viento, lengua y fuego. Así, cada uno, a partir de su propia experiencia, puede evaluar el efecto que el Espíritu quiere realizar en su vida.

Además de esto, para quien conoce la historia del Anti-guo Testamento, el viento que llenó toda la casa evoca el viento que secó el Mar Rojo y permitió al pueblo atra-vesarlo y comenzar el Éxodo (cf. Ex 14, 21). Recuerda también la nube que llenó todo el interior del Templo (cf. 1 Re 8, 10-11). Las lenguas evocan la pluralidad que fue capaz de romper con el proyecto de dominación simbolizado por la torre de Babel (cf. Gn 11, 9). El fue-go evoca la manifestación de Dios en la estipulación de la Alianza y en el nacimiento del pueblo de Dios en el Monte Sinaí (cf. Ex 19, 16-19). En el día de Pentecostés estaba naciendo el nuevo pueblo de Dios, iniciando un nuevo Éxodo, una nueva Alianza.

3. Las reacciones frente a las señales del EspírituJerusalén estaba llena de peregrinos por causa de la fiesta de Pentecostés. El autor de los Hechos de los Após-toles dice que eran personas temerosas de Dios venidas de los cuatro rincones del mundo. En la descripción, todas las naciones están representadas. Atraídos por el ruido del viento, los peregrinos se acercan y dicen: “¿no son galileos todos estos que están hablando?”. En este

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contexto, galileos son personas del interior, sin mucha instrucción (cf. Hch 4, 13). ¿Cómo es que cada uno/a los escucha hablar en su propia lengua, anunciando las ma-ravillas de Dios? Todos quedan estupefactos, atónitos, admirados, frente a las cosas que el Espíritu de Dios está realizando. Ellos quieren saber el significado: ¿qué quiere decir todo esto? Otros, sin embargo, intentan defenderse frente a una posible interpelación de Dios y dicen: ¡es borrachera!

4. Vida en el EspírituLa experiencia de la vida en el Espíritu era la caracte-rística principal de las primeras comunidades cristianas. Era una novedad total que reconfiguró toda la vivencia de la fe. Fue como un nuevo comienzo, una nueva crea-ción (cf. Ga 6, 15; 2 Co 5, 17), un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 3-7), una verdadera resurrección (cf. Rm 6, 4; Flp 3, 10). En este nuevo modo de vida según el Espíritu, cada uno/a siente y vive la presencia de Dios a partir de su propia condición cultural, social económica, étnica, corporal, de género. En la comunidad cristiana, bañada por el fuego del Espíritu, todos/as –hombres y muje-res, griegos y judíos, esclavos y libres (cf. Ga 3,28)– son uno/a en Jesucristo sin que nadie tenga que negar su condición. Pentecostés es el milagro de escuchar a cada uno y a cada una en su propio idioma materno y, en este hablar propio y primordial, percibir y sentir la presen-cia viva de Dios.

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5. Una comunidad animada por el Espíritu de JesúsA partir de Pentecostés, es el Espíritu de Jesús el que va a animar la vida y la historia de las comunidades. Fue el Espíritu el que transformó a los discípulos. Antes eran miedosos (cf. Jn 20, 19), ahora abren las puertas y enfrentan a la multitud (cf. Hch 2, 14). Antes vivían conformados con la decisión del gobierno que mató a Jesús (cf. Lc 24, 20), ahora dicen: “debemos obede-cer antes a Dios que a los hombres” (Hch 5, 29). Antes Pedro había negado a Jesús frente a una mujer (cf. Lc 22, 56-57), ahora da testimonio valiente delante de una multitud (cf. Hch 2, 32).

6. Consolación y alegría en medio de las dificultadesEl Espíritu está presente en la comunidad y trae alegría y consolación en medio de las dificultades (cf. Hch 9, 31; 13, 52). Es Él quien orienta en los momentos en que un cambio se hace necesario. En el momento de la en-trada de los gentiles en la comunidad (cf. Hch 11, 15; 10, 44-45.47; 15, 8), en la hora de tomar la iniciativa de la misión y de enviar misioneros a los pueblos de otras culturas (cf. Hch 13, 2.4), en la hora de la persecución frente a los tribunales (cf. Hch 4, 31; Mc 13, 11).

7. El Espíritu está en aquellos que coordinan las comunidades

El Espíritu está presente también en aquellos/as que tienen la responsabilidad de “pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo”

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(Hch 20, 28), en los apóstoles (cf. Hch 5, 32; 15, 28), en los diáconos (cf. Hch 6, 3). Por ejemplo, en Pedro, cuando, lleno de coraje, enfrenta a las autoridades (cf. Hch 4, 8), cuando toma la decisión de bautizar a los primeros gentiles (cf. Hch 10, 19; 11, 12) y de no imponerles la Ley de Moisés (cf. Hch 15, 8). Anima a Pablo cuando se enfrenta al Mago Elimas (cf. Hch 13, 9), cuando se levanta para anunciar la Buena Nueva o cuando, después del último viaje, regresa a Jerusalén donde será aprisionado (cf. Hch 20, 22-23).

8. El Espíritu presente en toda la comunidadLa presencia del Espíritu de Dios no conoce límites. En Pentecostés se cumple lo que fue dicho por el profeta Joel: “sucederá en los últimos días, dice Dios: derra-maré mi Espíritu sobre todo mortal, y profetizarán sus hijos y sus hijas, sus jóvenes verán visiones, y sus an-cianos soñarán sueños. Y también sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu” (Hch 2, 16-18; cf. Nm 11, 29). Toda la comunidad es animada por el Espíritu. Y todavía más: la presencia del Espíritu per-mite que se amplíen las fronteras de la comunidad in-cluyendo a aquellos que eran vistos como al margen de la comunidad. Los samaritanos, eternos rivales de los judíos y excluidos de la comunidad del Pueblo de Israel, también son bañados por el Espíritu y son admitidos en el Nuevo Pueblo de Dios (cf. Hch 8, 15-17). También los paganos reciben la plenitud del Espíritu y, con su fuer-za, anuncian la Palabra que se hace camino y engendra

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Encuentro 1

una comunidad ecuménica (cf. Hch 10, 44-48; 11, 15-16.24.28).

9. El Espíritu llena la vastedad de la tierraEl Espíritu no está sólo en la Iglesia. Actúa también fue-ra de ella. Llena la vastedad de la tierra (cf. Sb 8, 1; Sal 104, 30). Es la Sabiduría de Dios, el Espíritu está presente en todas las realidades: “Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, filántropo, firme, segu-ro, sereno, que todo lo puede, todo lo controla y pene-tra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Pues la sabiduría es más móvil que cual-quier movimiento y, en virtud de su pureza, atraviesa y penetra todo” (Sb 7, 22-24). El Espíritu es como el viento: no sabes de dónde viene ni a dónde va (cf. Jn 3, 8). Así como la humanidad y la Iglesia son recreadas por el Espíritu de Dios, “la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto” esperando su libe-ración (Rm 8, 22-23).

10. No resistir al EspírituUno de los mayores pecados es resistir al Espíritu (cf. Hch 7, 51), tentarlo (cf. Hch 5, 9), mentir contra Él (cf. Hch 5, 3), querer comprarlo (cf. Hch 8, 18-19). El Es-píritu no se compra ni se vende (cf. Hch 8, 20), sólo se acoge a través de la oración (cf. Lc 11, 13). El Espíritu se comunica de muchas maneras: por la imposición de

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las manos (cf. Hch 8, 17-18; 19, 6), por la conversión y el bautismo (cf. Hch 2, 38), por la oración (cf. Hch 8, 15). Es locura querer resistir a la Sabiduría del Espíritu (cf. 2 Tm 3, 8).

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Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 2

Caminar en el Espíritu

Prestar atención al rumbo dado por el Espíritu

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

En las primeras comunidades cristianas, “la palabra de Dios crecía y se multiplicaba” (Hch 12, 24; 6, 7). Ella empujaba a los cristianos a tomar iniciativas más allá de las previsiones y de las posibilidades de las perso-nas. Pedro no quería entrar en casa de Cornelio, pero el Espíritu lo obligó (cf. Hch 11, 1-18). En el segundo viaje misionero, Pablo, Silas y Timoteo querían entrar a Bitinia, pero el Espíritu se lo impidió (cf. Hch 16, 7). Impidió también anunciar la Palabra en Asia (cf. Hch 16, 6). El macedonio apareció e hizo una invitación y Pablo obedeció (cf. Hch 16. 9). ¿Cómo se comunicaba el Espí-ritu con las personas? ¿Cómo empujaba a los cristianos a tomar tales iniciativas?

Esta misma acción del Espíritu aparece en la historia de la Vida Consagrada. Cuando, después de Constan-tino, el cristianismo se acomodó, el Espíritu suscitó a Antonio y surgió la vida eremítica y monástica. Cuando la vida monástica se acomodó en los grandes monas-terios, el Espíritu suscitó a los mendicantes. Cuando los mendicantes se acomodaron, el Espíritu suscitó las múltiples reformas que engendraron las congregaciones modernas. Siempre y de nuevo, el Espíritu suscita nue-vas formas y vence. Sin embargo, siempre y de nuevo los vencedores son vencidos, y el espíritu del mundo entra en aquellos que deben estar en el mundo sin ser del mundo. Parece que la acomodación es invencible.

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Hoy, estamos en el mundo y el mundo puede entrar en nuestra Vida Religiosa. El neoliberalismo nos envuelve y ya no nos arriesgamos a caminar como Pedro, Pablo, Antonio, los mendicantes y los fundadores y fundadoras de las Congregaciones modernas. Discutimos de cosas periféricas: “¿se puede o no se puede usar el celular en el noviciado?”, y nos olvidamos de optar por la periferia hacia donde el Espíritu nos empuja y, al mismo tiempo, nos espera. El Espíritu del consumismo nos invadió y de-voró la voz del Espíritu de Jesús. ¿Cómo el espíritu del mundo calla en nosotros/as la voz del Espíritu? ¿Cuáles son las fugas que el neoliberalismo nos ofrece? El mace-donio apareció a Pablo. Hoy, los pobres se nos aparecen y nos interpelan. ¿Será que obedecemos a esta apela-ción del Espíritu?

1. Comentar: ¿cómo este clamor se manifi esta hoy entre no-sotros/as?

2. Compartir: ¿cómo nosotros, religiosos y religiosas, nos si-tuamos frente a este clamor?

3. Recordar: ¿conocemos a alguna religiosa, religioso o comu-nidad religiosa que resistió al espíritu del mundo y encontró una nueva forma de opción por los pobres? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Vamos a escuchar el texto de los Hechos de los Apósto-les que presenta las últimas recomendaciones de Jesús a los apóstoles, antes de ser elevado al cielo. Durante

Encuentro 2

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la lectura prestemos atención a lo que el texto enseña sobre “caminar en el Espíritu”.

Lectura: Hechos 1, 3-11

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿cómo nos presenta el texto el caminar en el Espíritu de los apóstoles?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿cómo pue-de ayudar esta Palabra a la Vida Religiosa en América La-tina y en el Caribe para caminar en el Espíritu?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿De qué manera nos ayuda este tex-to a recuperar el espíritu profético de la Vida Religiosa?

Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que nos ayude a caminar en el Espíritu.

2. Presentar peticiones comunitarias.3. Orar el Salmo 146 (145).

SUBSIDIO

Convivir en comunidad inserta, formadora y misionera

En las primeras comunidades cristianas las casas se transformaron en iglesias domésticas. Vida familiar,

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vida comunitaria y formación caminaban juntas en los momentos cotidianos de la vida cristiana. Había un úni-co espacio. Las comunidades eran, al mismo tiempo, formadoras, insertas y misioneras. Pablo define esta experiencia como “comportarse según el Espíritu” o “proceder según el Espíritu” (Ga 5, 16). Era lo mimo que caminar en el Espíritu.

1.Caminar en el Espíritu, vivir en comunidadEn la Vida Religiosa, la misma comunidad debería ser el espacio principal del proceso formativo, de la iniciación progresiva de los/as formandos/as en el espíritu de la vida comunitaria. El fruto de la formación es la inser-ción plena de la persona en la vida de la comunidad. Decía un filósofo popular: “Yo no soy persona. Soy un pedazo de persona. La persona es la comunidad. Cuanto más vivo en comunidad, más me hago persona”. Iniciar a una persona en la vida comunitaria es lo mismo que ubicarla en la dinámica de la vida en el Espíritu. Pues, el Espíritu renueva a las personas por dentro, distribuye sus dones entre los miembros de la comunidad, genera en la comunidad los frutos del Espíritu, trae luz para interpretar bien la Sagrada Escritura, y nos ayuda a son-dear las profundidades de Dios.

2. El Espíritu renueva a las personas por dentroEl Espíritu engendra en las persona una nueva concien-cia. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). “Todos los que se dejan guiar por el Espíritu

Encuentro 2

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de Dios son hijos e hijas de Dios. Ustedes no recibieron un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, han recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre! El Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufri-mientos, para ser también glorificados con él” (Rm 8, 14-17).

3. El Espíritu distribuye sus dones entre los miem-bros de la comunidad

Cada uno/a recibe un don, no para sí, sino para la edi-ficación de la comunidad. “A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Por-que a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de cura-ciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretar-las. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Es-píritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad” (1 Co 12, 7-11).

4. El Espíritu genera sus frutos en la comunidadEl Espíritu ayuda a la comunidad a alejarse de las obras de la carne (instintos egoístas) y a producir las “obras del Espíritu”. Ayuda en el discernimiento (cf. Col 1, 9). Por ello, Pablo pide a los miembros de la comunidad de

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Galacia: “procedan según el Espíritu, y no den satisfac-ción a las apetencias de la carne.” (Ga 5, 16). “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, sigamos también al Espíri-tu” (Ga 5, 22-25). “Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5, 14).

5. El Espíritu trae luz para interpretar bien la Sa-grada Escritura

El Espíritu impide que hagamos una lectura fundamen-talista de la Sagrada Escritura. San Pablo dice: “Dios nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata, mas el Es-píritu da vida” (2 Co 3, 6), pues “el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Co 3, 17). “Las Sagradas Letras… pueden darte la sa-biduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Tm 3, 15-17). El mismo Jesús, en el camino de Emaús, ofrece algu-nos criterios de cómo interpretar la sagrada Escritura: (1) acercarse a las personas, caminar juntos, escuchar y preguntar para conocer bien su realidad (cf. Lc 24, 13-24). (2) Usar la Biblia para iluminar los problemas, situar la cruz dentro del conjunto del proyecto de Dios

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y, así, transformarla en fuente de luz y esperanza (cf. Lc 24, 25-27). (3) El gesto comunitario de la hospitali-dad, de la comunión de mesa, de la oración en común y del compartir el pan, abre los ojos y hace percibir la presencia de Jesús resucitado (cf. Lc 24, 28-31). (4) El objetivo de la lectura de la Biblia es levantarse, vencer el miedo, volver a Jerusalén y compartir con los otros la experiencia de resurrección (cf. Lc 24, 32-35).

6. El Espíritu ayuda a sondear las profundidades de Dios

El cuarto paso de la Lectura Orante de la Biblia es la “contemplación”. Entre los antiguos monjes, cuando un candidato se presentaba para entrar en la Vida Re-ligiosa, se le asignaba un “ángel” para acompañarlo y verificar “an vere Deum quaerit” (si realmente busca a Dios). Pues, si la motivación básica no es la búsqueda y la contemplación de Dios, no hay lugar para esta perso-na en la Vida Religiosa. Por eso, Pablo reza: “que Dios les conceda, por la riqueza de su gloria, fortalecerlos interiormente, mediante la acción de su Espíritu; que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que, arrai-gados y cimentados en el amor, puedan comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, y sean llenados de toda la Plenitud de Dios” (Ef 3, 16-19).

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7. Espíritu Santo, viento santoJesús enseña que el Espíritu es como el viento. Nadie lo controla (cf. Jn 3, 8). Está presente en todo. “El espíri-tu del Señor llena la tierra, lo contiene todo y conoce cada voz” (Sb 1, 7). “Tu aliento incorruptible está en todas las cosas” (Sb 12, 1). El Espíritu ayuda a la comu-nidad a mantener la unidad (cf. Ef 4, 1-6), a hacer un culto agradable a Dios (cf. Flp 3, 3). Es el Espíritu que va creando en nosotros una criatura nueva, que nos va conduciendo hasta la madurez y hace de la comunidad la morada de Dios (cf. Ef 2, 22) y del cuerpo un tem-plo del Espíritu Santo (cf. 1 Co 3, 16-22). No podemos entristecer a este Espíritu con el que fuimos marca-dos (cf. Ef 4, 30) y debemos tener mucho cuidado para no extinguir este Espíritu en nosotros/as y en los/as otros/as (cf. 1 Ts 5, 19).

8. La novedad del EspírituTodas estas afirmaciones con respecto a la acción del Espíritu en las personas y en las comunidades explicitan la novedad del Espíritu vivida por las primeras comuni-dades cristianas. La narrativa de los Hechos de los Após-toles muestra que, en el día de Pentecostés, el Espíritu inauguró la nueva humanidad (cf. Hch 2, 4.33; 4, 31). A partir de este momento es el Espíritu de Jesús Resu-citado el que comienza a animar la vida y la historia de los cristianos. La vida en el Espíritu era la característi-ca principal del caminar de las primeras comunidades. Vivir en comunidad era una iniciación progresiva a esta vivencia renovadora de la acción del Espíritu. La nove-

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dad del Espíritu llegó a compenetrar toda la vida de fe. Era como un nuevo comienzo, una nueva creación (cf. Ga 6, 15; 2 Co 5, 17), un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 3-7), una experiencia de vida nueva, la resurrección (cf. Rm 6, 4; Flp 3, 10).

9. La vida en el EspírituSon dos los aspectos que llaman la atención en la vida de aquel que vive en el Espíritu. Por un lado, el aspec-to extraordinario de la acción del Espíritu. Él transfor-ma a las personas. Ellas pierden el miedo, enfrentan a la multitud (cf. Hch 2, 14) y desobedecen la decisión descabellada de las autoridades religiosas (cf. Hch 5, 29). El mismo Pedro, que antes había negado a Jesús frente a una empleada, ahora da un valiente testimo-nio frente a la multitud y acusa a las autoridades (cf. Hch 2, 32; 4, 8). Por otro lado, por más extraordinaria que haya sido la experiencia en el Espíritu, ésta se en-carna en acciones ordinarias y comunes de la vida de las comunidades, como: hablar, rezar, caminar, viajar, orientar, cantar, criticar, decidir, crecer, anunciar, ser-vir, etc. Con esta manera de narrar los hechos, Lucas sugiere que el aspecto extraordinario de la presencia actuante del Espíritu Santo en la vida de las personas y de las comunidades está escondido en los aspectos más comunes y cotidianos de la vida humana. Lucas no saca fotografías, sino rayos-X. Los rayos-X de la fe descubren y revelan aspectos de la vida que una mirada común no consigue percibir.

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10. Los rayos-X de la fe descubren la acción del Es-píritu en la vida

Los rayos-X de la mirada de fe con que Lucas descri-be la vida de las primeras comunidades nos ayudan a descubrir, también hoy, la presencia actuante de este mismo Espíritu en la vida de nuestras comunidades. La descripción que Lucas hace de la acción del Espíritu sigue siendo para nosotros/as una orientación segura para ayudar a nuestras comunidades a leer su propia vida y a discernir dentro de ella el rumbo al que el Espíritu Santo está apuntando. La narración de Lucas muestra que el Espíritu manifiesta su presencia de mu-chas maneras: en las iniciativas y en el testimonio de las comunidades, en la liturgia y en la catequesis, en las celebraciones de la Palabra y en los sacramentos, en las personas y en sus luchas por el bien de los/as otros/as, en los acontecimientos, hechos, reuniones y encuentros, conflictos y persecuciones. Todas las personas que entran en una comunidad a través del bautismo, participan de este proceso. La comunidad religiosa inserta, formadora y misionera debe ser el principal instrumento para insertar a cualquier perso-na en la vida según el Espíritu. La vida en comunidad debe ser, para los/as formandos/as, el espacio para iniciarse en la vida según el Espíritu. La mejor forma-ción, en este caso, es cuando la misma comunidad vive en el Espíritu que recibió a través del bautismo.

Encuentro 2

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Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 3

Dar testimonio en el Espíritu

Martirio: resistir y perseverar

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Esteban, lleno del Espíritu Santo, dio testimonio delante de los judíos y fue apedreado (cf. Hch 7, 51. 60). Pablo quedó preso en Roma a lo largo de dos años, sin embar-go, aun preso, la Palabra era anunciada con toda liber-tad y coraje (cf. Hch 28, 23-31). Pedro fue empujado por el Espíritu y tuvo el valor de transgredir las normas de su pueblo, entró en la casa de un pagano, Cornelio (cf. Hch 10, 28-29), y lo bautizó (cf. Hch 10,47). Pedro y Juan fueron encarcelados, les fue prohibido hablar en el nombre de Jesús, pero ellos dijeron: “¡hay que obedecer a Dios antes que a ustedes!” (Hch 4, 19; 5, 29). Fueron arrestados nuevamente, les pegaron duro, y ellos dijeron: “¡muchas gracias, pero vamos a con-tinuar!” (cf. Hch 5, 40-42). El testimonio nacía desde adentro de ellos y les daba coraje. Cuando el peligro era grande, se reunían para rezar y el lugar donde es-taban temblaba y acontecía un nuevo Pentecostés (cf. Hch 4, 23-31).

¿Cómo dar testimonio hoy? ¿Con micrófonos en la plaza principal de la ciudad a la manera de los movimientos pentecostales?, ¿con misas televisadas? Nos pregunta-mos: “¿cómo fue la reunión?” – “¡Poca gente, qué lásti-ma!”. En otro momento: “¡hoy fue muy buena!, ¡mucha gente!”. Le preguntan al padre: “¿cómo fue la fi esta?” – “¡Fue muy buena! ¡Se recogió una suma signifi cativa!”. ¿Será que el buen éxito dependerá de la cantidad y del

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número? Para la juventud de hoy los cantantes de cual-quier conjunto rock tienen el mismo poder de atracción que algunos padres cantautores. ¿Será que es el mismo espíritu que movía a los apóstoles a resistir? Mucha gen-te ejerce su fe a través de las celebraciones que llegan a través de la televisión, sin un contacto personal con quien da testimonio de su fe. Algunos promueven shows de masa y marketing que mezclan testimonio con venta de objetos religiosos. El testimonio es más virtual que real y personal.

Hay religiosos y religiosas desanimados/as que se pre-guntan: “¿qué valor tiene el hecho de que yo viva in-serta/o en una comunidad de tres hermanas/os, en una barriada de veinte mil personas?”. Muchos ya no creen, se desaniman y dicen: “si cerramos nuestra casa en la barriada, ¡a nadie le vamos a hacer falta!”. Otra reli-giosa comentó: “viví catorce años en una barriada, y no cambió nada. La situación del pueblo no mejoró, ¡hasta quedó peor!”. ¿Y usted qué piensa?

1. Comentar: ¿cómo se manifiesta este clamor aquí entre nosotros/as?

2. Compartir: ¿cómo nos situamos nosotros, religiosos y reli-giosas, frente a este clamor?

3. Recordar: ¿conocemos a alguna religiosa, religioso o co-munidad religiosa que ha resistido a todas estas dificulta-des y desánimos? ¿Cómo resistieron? Contemos.

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Un texto para iluminar, meditar y rezar

Vamos a escuchar la lectura de los Hechos de los Após-toles que describe la reunión que los primeros cristianos realizaron en un momento de persecución por parte de las autoridades religiosas. A lo largo de la lectura preste-mos atención para saber dónde ellos encontraban la fuer-za para no desanimarse en medio de la persecución.

Lectura: Hechos 4, 23-35

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿dónde, según el texto, encontra-ban los discípulos y las discípulas fuerza para perseverar en el testimonio?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿cómo pue-de ayudar esta Palabra a la Vida Religiosa en América Latina y el Caribe a resistir y perseverar en su compromi-so profético?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo nos ayuda esta Palabra, hoy, a perseverar en el testimonio profético?

Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que profundice nuestro testimo-nio profético.

2. Presentar peticiones comunitarias.3. Orar el Salmo 27 (26).

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SUBSIDIO

“A este Jesús Dios le resucitó;de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hch 2,32)

En los años 80, época en que Lucas escribe los Hechos de los Apóstoles, los cristianos necesitaban del mo-

delo de testimonio tal como está descrito en el texto que meditamos en este tercer encuentro. La mayoría de ellos era pobre (cf. 1 Co 1, 26). Muchos eran perse-guidos y vivían sin seguridad y sin perspectiva en aquel inmenso Imperio Romano, cuya ideología, totalmente contraria al Evangelio, legitimaba la acumulación de los bienes en las manos de unos pocos, lo que, a su vez, favorecía el empobrecimiento y el crecimiento de la es-clavitud y de la violencia. Veamos algunos ejemplos de este testimonio contagiante de los primeros cristianos:

1. El testimonio valiente de Pedro frente a la multitud Los apóstoles estaban reunidos en la misma sala donde habían celebrado la eucaristía con Jesús. Sin embargo, el miedo a los judíos los llevó a cerrar las puertas (cf. Jn 20, 19). En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo, como un ventarrón, descendió, llenó la casa. Unas len-guas de fuego se posaron sobre cada uno. Ellos queda-ron llenos de Espíritu Santo, perdieron el miedo, salie-ron a la calle y comenzaron a anunciar la Buena Noticia (cf. Hch 2, 1-4). Pedro, el mismo que había negado a

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Encuentro 3

Jesús delante de la empleada doméstica (cf. Lc 22, 57), con coraje anuncia: “a este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo que us-tedes ven y oyen. … Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien ustedes han crucificado” (Hch 2, 32-33.36).

2. El testimonio orante de las primeras comunidades Perseguidos, los cristianos no se desaniman, sino que se reúnen y rezan los salmos, relacionándolos con las persecuciones que están sufriendo (cf. Hch 4, 23-28). Los reyes enemigos de los que habla el salmo (cf. Sl 2,2) son para ellos Herodes y Pilatos. No piden quedar libres de la persecución, más bien piden no perder el valor y así poder seguir dando testimonio valiente de su fe (cf. Hch 4, 29-30). Y fueron escuchados, pues el lugar donde estaban tembló y aconteció para ellos un nuevo Pente-costés (cf. Hch 4, 31).

3. El testimonio de sangre de Esteban en Jerusalén Esteban tiene la valentía de enfrentar solo a las autori-dades religiosas del judaísmo. Era acusado de estar en contra del templo y en contra de la Ley (cf. Hch 6, 13). Teniendo en los ojos y en el corazón la nueva experien-cia de Dios que la fe en Jesús le comunicaba, Esteban hace una relectura de toda la historia (cf. Hch 7, 1-50). Al final, saca la conclusión acusando de ceguera a los judíos frente a la evidencia de los hechos (cf. Hch 7,

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51-53). Fue la gota que hizo rebosar el vaso. Fue arras-trado fuera de la ciudad y asesinado a pedradas. Sin embargo, aun muriéndose, no se abate ni vuelve atrás. Una fuerza interior lo lleva a dar testimonio: “estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch 7, 56). Como el mismo Jesús, llegó a pedir perdón por sus asesinos (cf. Hch 7, 60). Realizó lo que Jesús prometió: “cuando los entreguen, no se preocupen de cómo o con qué van a hablar. Lo que tengan que hablar se les comunicará en aquel mo-mento. Porque no serán ustedes lo que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes. (Mt 10, 19-20).

4. El testimonio de amor a la verdad de Paulo y Bernabé en Listra

En Listra, después de haber curado a una persona, el pueblo pensaba que Paulo y Bernabé fueran la encar-nación de alguna divinidad pagana: Zeus y Hermes (cf. Hch 14, 8-20). El pueblo estaba ya preparando un sacri-ficio en su honor. Por no conocer el idioma de la gente, Pablo y Bernabé, inicialmente no se daban cuenta de lo que estaba aconteciendo. Pero, cuando lo percibieron, no tuvieron miedo de protestar públicamente, no per-mitiendo que el pueblo se identificara con seres divinos. Su testimonio consistía en no permitir una falsa inter-pretación del Evangelio, y en no quererse lucrar o auto-promoverse con los dones que Dios les había dado. No aceptan el reconocimiento público basado en el error.

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5. El testimonio solidario de Pablo y Silas en FiliposEn Filipos, Pablo desenmascaró la ganancia de un pa-trón que explotaba a una joven esclava que tenía el don de la adivinación. Ella percibió algo de Dios en la actitud y en la predicación de Pablo y Silas, y quedó gri-tando detrás de ellos por muchos días. Paulo la curó (cf. Hch 16, 18). Los patrones, privados de la fuente de su lucro, agitaron la ciudad y Pablo fue torturado y echado a la cárcel (cf. Hch 16, 19-24). A pesar de golpeados, presos y esposados, Pablo y Silas no se desanimaban. Pasaron la noche en la prisión cantando salmos e him-nos. Improvisamente, hubo un terremoto y las ataduras se soltaron. El carcelero ya iba a suicidarse y Pablo gri-tó “¡No hagas esto!”. El hecho es que cuando un preso escapaba, al carcelero se le daba la pena de los presos que escaparan. Esto significa que, con mucha proba-bilidad, Pablo y Silas iban a ser condenados a muerte. Pablo no quiso escapar ni permitió que algún preso es-capara para poder así salvar la vida del carcelero. Los presos no huyeron y el carcelero se convirtió con toda su familia (cf. Hch 16, 28-40).

6. El testimonio de conversión continuada de Pablo en Atenas y Corinto

Llegando a Atenas, Pablo recorrió los diferentes espa-cios de la ciudad: en las calles con sus ídolos y templos (cf. Hch 17, 16), en la sinagoga junto con sus hermanos en la fe (cf. Hch 17, 17), en el ágora o plaza del mer-cado en medio del pueblo y de los comerciantes (cf. Hch 17, 17). En todos estos lugares, donde se veían las

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señales de la idolatría, Pablo no se inhibe y anuncia a Jesús y la resurrección (cf. Hch 17, 18). Finalmente, en el areópago enfrenta a la élite intelectual que lo había invitado para un encuentro (cf. Hch 17, 18-22). Usando la oratoria y la sabiduría de los griegos, hace un bonito discurso. Sin embargo, cuando habló de la resurrección, la élite ya no quiso escuchar y se fue. El discurso no tuvo mucho efecto. Poca gente se convirtió (cf. Hch 17, 32-34). Pablo quedó desanimado y se fue a Corinto. Sólo anunciaba la Buena Nueva en los fines de semana, los sábados (cf. Hch 18, 1-4). ¿Por qué quedó desanimado, él que nunca se desanimaba? En la perife-ria de Corinto, en medio de los pobres (cf. 1 Co 1, 26), descubrió el porqué. En su discurso (cf. Hch 17, 16-34), había usado mucha sabiduría y oratoria, pero no había pronunciado el nombre de Jesús ni había hablado de la cruz. Estando en medio de los pobres crucificados y excluidos, escribe a los Corintios: “pues yo, hermanos, cuando fui a ustedes, no fui con el prestigio de la pala-bra o de la sabiduría a anunciarles el misterio de Dios, pues no quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante ustedes débil, tí-mido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no se apoyaban en persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que su fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios” (1 Co 2, 1-5). La élite no se convirtió, pero Pablo sí se convirtió y aprendió la lec-ción: no se evangeliza una sociedad a partir de la élite y, para evangelizar a la élite, no se debe cambiar ni

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Encuentro 3

adaptar el discurso como él había hecho omitiendo la cruz y el nombre de Jesús. Ahora solo quiere anunciar a Jesús y Jesús crucificado.

7. El testimonio de Pablo y su equipo frente al co-mercio religioso en Éfeso

Pablo pasó más de dos años en Éfeso, “de forma que pudieron oír la Palabra del Señor todos los habitantes de Asia, tanto judíos como griegos” (Hch 19, 10). Mucha gente dejó de lado sus prácticas de magia (cf. Hch 19, 19). El resultado fue la disminución del lucro para los fabricantes de imágenes religiosas de Artemisa o Diana, la patrona de la ciudad. Pablo tuvo que enfrentar el co-mercio religioso. Demetrio, líder de los fabricantes de imágenes de la patrona de la ciudad, “reunió a los ar-tesanos y también a los obreros de este ramo y les dijo: compañeros, ustedes saben que a esta industria debe-mos el bienestar; pero están viendo y oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino en casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se fabrican con las manos. Y esto no solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra” (Hch 19, 25-27). Consiguieron alborotar y manipular a toda la ciudad y no fue fácil calmar a la multitud instigada por el grupo de Demetrio (cf. Hch 19, 28-41).

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8. Fortalecer el testimonio por el compartir y por la vivencia comunitaria

La acción del Espíritu se revela en la vida comunitaria renovada. El libro de los Hechos define el ideal de la vida comunitaria de los primeros cristianos con el siguiente retrato: ellos “se mantenían constantes en la enseñan-za de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42). Son 4 los puntos que caracterizan este ideal: (1) El marco de referencia de la vida comunitaria es la enseñanza de los apóstoles, es decir, la nueva mirada sobre la vida a partir de la experiencia de la resurrección que ellos comunicaban; (2) el ideal que alimenta y atrae era llegar a la comu-nión fraterna como revelación del rostro de Dios; (3) la fuente que alimenta es la memoria peligrosa de Jesús de Nazaret a través de la Eucaristía o fracción del pan; (4) el ambiente de vida en comunidad que unifica todo y comunica paz y coraje era el ambiente orante.

9. Fortalecer el testimonio por el cultivo de la memoriaEl autor del Apocalipsis critica la comunidad de Éfeso diciendo: “tienes paciencia, y has sufrido por mi nom-bre sin desfallecer. Pero tengo contra ti que has perdi-do tu amor de antes” (Ap 2, 3-4). Abandonar el primer amor es lo mismo que abandonar el impulso que, en el comienzo, hizo nacer la vocación, la comunidad, la Iglesia, la Congregación. Cultivar el primer amor es vol-ver a los orígenes. Hacer como Jesús cuando pasó cua-renta días en el desierto, intentando revivir el caminar de cuarenta años del pueblo en el desierto. Volver a

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los orígenes es preguntarnos: ¿qué haría Jesús si viviera hoy y estuviera aquí en mi lugar, en nuestro lugar? ¿Qué haría el fundador o la fundadora si viviera hoy en las condiciones en las que nosotros somos llamados/as hoy a vivir nuestro carisma? ¿Cómo ser fiel al espíritu origi-nario que nos hizo nacer y existir?

10. Fortalecer el testimonio con la oraciónLo que marcaba la vida comunitaria de las primeras co-munidades cristianas en el momento de las dificultades, era la oración (cf. Hch 4, 23-31) y el compartir (Hch 4, 32-35). Cuando eran perseguidos, los cristianos se re-unían para rezar y recibían la fuerza del Espíritu Santo. Ellos sabían rezar los hechos de la vida para no perder el coraje. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, se habla muchas veces de oración. Sigue aquí una lista de la mayoría de los textos que, de una u otra manera, mencionan la oración: Hch 1, 14.24; 2, 25-35.42.46.47; 3, 1.8; 4, 23-31; 5, 12; 6, 4.6; 7, 59.60; 8, 15.22.24; 9, 11.10ss.40; 10, 2.4.9.13s.30.31; 11, 5; 12, 5.12; 13, 2.3.48; 14, 23; 16, 13.16.25; 18, 9.18; 19, 17.18; 20, 7.32.36; 21, 5.14.20.26; 22, 7ss.17.18s; 23, 11; 27, 23ss.35; 27, 35; 28, 8.15. Podemos ir leyendo y comple-tando la lista para nuestro uso personal y comunitario.

Encuentro 3

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Seguir a Jesús - Lectura Orante del NT 3

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LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 4

Celebrar en el Espíritu

¡Creemos en un Dios que nos salva y nos libera!¡Tenemos esperanza y alegría!

Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Los problemas de nuestra sociedad son tan grandes y extensos que es fácil desanimarnos. Hay un sin fi n de problemas económicos, políticos, sociales relacionados con la globalización del mercado y la consiguiente ex-clusión de los últimos y los más débiles. Tampoco faltan “las difi cultades que impiden el camino en el anuncio del Evangelio y en la escucha del Señor. Varios son los motivos: la cultura actual, llevada por di-versas razones al relativismo y al secularismo; las múl-tiples solicitudes del mundo y el activismo de la vida que sofocan el Espíritu, por lo cual se nota una cierta difi cultad para vivir interiormente el mensaje evangéli-co…” (Sínodo de los Obispos, XII Asamblea General Or-dinaria, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, Instrumentum Laboris No. 43).

El desánimo y el cansancio se manifi estan hasta en nues-tras celebraciones: muchas veces en ellas falta vida, falta creatividad, falta alegría y fi esta, falta esperanza transformadora. Nuestras celebraciones corren el ries-go de ser reducidas a una repetición rutinaria de ritos y fórmulas cultuales con un sentido casi mágico. Falta en ellas, lo que una persona sencilla expresaba con esta frase tan incisiva: “en la celebración, aprender algo no aprendí, pero llené el tanque por todo el año…”.

Encuentro 4

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“La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano en-tero y desarrolla en plenitud la existencia humana ‘en su dimensión personal, familiar, social y cultural’… Sólo así se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra. Sólo así manifestaremos que la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza. Porque ‘Él es el Viviente, que camina a nuestro lado, descubriéndonos el sentido de los aconte-cimientos, del dolor y de la muerte, de la alegría y de la fiesta’. La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de traba-jar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesi-te, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el gozo de una afectividad y sexualidad vividas según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia, y así brota una gratitud sincera” (DA 356).

¿Cómo entra todo esto en nuestras celebraciones?

Doctrina, catequesis, acciones y programas pastorales, todo esto es piedra en la construcción del futuro, pero la celebración es el cemento que une y da fuerza al todo.

1. Comentar: ¿cómo esta falta de vida, creatividad, fiesta, ale-gría y esperanza se manifiesta aquí entre nosotros, en las ce-lebraciones de nuestro pueblo, en el lugar donde vivimos?

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Encuentro 4

2. Compartir: ¿son nuestras celebraciones comunitarias el cemento que une y da fuerza a todo?

3. Recordar: ¿conocemos a alguna comunidad que celebra con alegría, con fi esta, con vida, con creatividad, con es-peranza? ¿Conocemos alguna experiencia interesante al respecto? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

María recibe una invitación a participar plenamente en el plan de Dios y responde positivamente. Reconoce la acción de Dios y hace memoria de todo lo que Dios ha hecho por su pueblo y por ella misma. María descubre en la profundidad de su experiencia la presencia de Dios: esto reanima su esperanza y le da mucha alegría y ánimo.

Lectura: Lucas 1, 39-56: ¡María e Isabel celebran su es-peranza!

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿qué es lo que María celebra con su prima Isabel?, ¿con qué espíritu la recibió Isabel?, ¿cuál es el rostro de Dios que se revela en el canto del Magnifi cat?

2. Lo que el texto dice para nosotras y nosotros:¿cómo puede ayudar este texto a la Vida Religiosa en América Latina y El Caribe a vivir y celebrar el misterio de Dios, revelado en Jesús?

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3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo nos inspira este cántico en la celebración de los 50 Años de la Confederación Latinoa-mericana y Caribeña de Religiosos/as - CLAR?

Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

Preparar con mucha libertad y creatividad este momen-to, recordando que “Dios no pide oraciones, sino que seamos personas orantes”.

1. Formular un compromiso de cambio en nuestra manera de celebrar en el Espíritu.

2. Presentar peticiones comunitarias.3. Orar pausadamente y, en seguida, actualizar el Magnifi cat

como cántico celebrativo del Jubileo de la CLAR.

SUBSIDIO

María, mujer profética: “¡proclama mi alma la grandeza del Señor!”

1. María, “shekinah” de Dios

En continuidad con el Antiguo Testamento, la inten-ción de los escritores neotestamentarios es narrar

cómo Dios entra en relación con la humanidad, cómo renueva las esperanzas de los pobres, cómo realiza su presencia en los acontecimientos de la historia. En esta perspectiva, María es presentada como la imagen del

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Encuentro 4

pueblo que espera y que recibe a Dios en su seno: Ma-ría y el pueblo se convierten en la “shekinah” de Dios. En hebreo, el término “shekinah” indica la morada, la habitación, la tienda de Dios y apunta a la presencia de Dios en medio del pueblo. Este reconocimiento de María, imagen del pueblo fiel, como especial morada de Dios es fidedigna expresión del misterio de la Encar-nación. María es la imagen del nuevo pueblo, la imagen del pueblo fecundado por el Espíritu de Dios.

2. María, la “privilegiada”Por mala suerte, a lo largo de la historia de la Iglesia, esta gran intuición teológica del Nuevo Testamento ha sido algunas veces olvidada y substituida por tradiciones religiosas que le son extrañas. Se ha comenzado a hablar de María como mujer individual, poseedora de todas las cualidades, subrayando más la dimensión del poder de Dios Padre sobre la mujer individual que la presencia salvadora y creadora de Dios en medio de su pueblo.

La consecuencia es que, cuando hablamos de María, la tentación es la de mirar arriba, demasiado arriba. Arri-ba de los altares, allí donde la hemos entronizado entre flores y velas. O arriba de las nubes, donde la hemos proyectado llenándola de tantos privilegios y de tantos honores que ya casi ni humana parece.

Es necesario evitar la tentación de separar la vida de María de la vida del pueblo de Dios. Se ha separado el acontecimiento María del acontecimiento colectivo

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del Reino de Dios que irrumpe en la historia humana. No podemos separar a María del misterio de la Encar-nación, el misterio de la irrupción de Dios en medio de nuestra historia.

El Concilio Vaticano II nos ha ayudado a recuperar la intuición teológica del Nuevo Testamento que presenta a María en estrecha relación con el Pueblo de Dios (cf. LG, cap. 8).

3. El cántico del MagnificatEl Magnificat se constituye en un texto fundamental para una mejor comprensión de la figura de María en esta perspectiva propia del Nuevo Testamento. Se cons-tituye también en un canto fundamental para celebrar los 50 años de la Conferencia Latinoamericana y Caribe-ña de Religiosos/as – CLAR.

Este cántico que Lucas pone en los labios de María no se puede entender sólo como el canto de una persona particular. Es un cántico de todo el pueblo mesiánico. Es una meditación en forma de poema sobre las maravi-llas que Dios realiza en la historia de la salvación y que alcanzan su punto máximo con la venida del Verbo a la tierra en carne humana.

María, en este cántico, presta su voz a todos los que esperan al Redentor, al Mesías, y esperan la consolación de Israel, y entonces releen los hechos de su historia con los ojos vueltos al presente y al futuro de la prome-sa de Dios que se hace realidad.

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Encuentro 4

4. María e Isabel, un encuentro de alegríaMaría, llena de alegría y preocupación, viaja hasta una ciudad de Judea –a más de 100 kilómetros– para ayu-dar a su prima anciana que está en avanzado estado de embarazo.

Allí se realiza el encuentro de dos madres y, dentro de él, el encuentro de dos niños que también se recono-cen. Es un encuentro de alegría. Según la invitación del ángel (cf. Lc 1, 28), María está llena de alegría. Isabel, encinta después de tantos años de espera, también está llena de alegría. Juan, en el vientre de su madre, sal-ta de alegría (cf. Lc 1, 41). Por supuesto Jesús, en el vientre de su madre, debe estar alegre en respuesta a tanta alegría.

Esta alegría es para todos los pueblos y tiempos. María percibe el hecho de que Isabel esté encinta como una señal del poder de Dios en la vida de los humildes. Ella sabe que Dios va a cumplir con su promesa comunicada por el ángel, la promesa hecha a Abraham (cf. Gn 17, 6-8; 18, 18; 22, 17). Dios está actuando a través de ella y ella está dispuesta a responder fielmente. Es el comien-zo de algo nuevo. Ella sabe que una vez más Dios se está poniendo al lado de los pobres y oprimidos. Los pobres reconocen la acción de Dios. Y este reconocimiento da alegría. Celebran y anuncian la salvación.

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5. La conversación entre dos mujeresEl texto nos presenta la conversación entre dos muje-res. Es el único texto en el evangelio donde las mujeres hablan y no hay, en seguida, una corrección de lo que fue dicho. El contexto es lo tradicional: mujeres dando a luz y cuidando de niños y niñas. Conversan sobre la actuación de Dios en sus vidas y en su realidad.

La respuesta de Isabel, a la llegada del Espíritu y a la alegría de María, es de llenarse de alegría. Ella alaba a María por su capacidad de respuesta a Dios activo en ella. Isabel sabe que esta fidelidad es la razón de la verdadera grandeza de María.

Isabel está llena del Espíritu como lo estuvieron Juan (cf. Lc 1, 15), María (cf. Lc 1, 35), Zacarías (cf. Lc 1, 67), Simeón y Ana (cf. Lc 2, 22-38) y el mismo Jesús (cf. Lc 4, 1). Con la ayuda del Espíritu ella puede interpre-tar el salto de Juan en su vientre.

Isabel es la primera en llamar a Jesús “Señor” (kyrios). Lucas usa este título noventa y nueve veces. Antes de Isabel, solamente Dios fue llamado “Señor”. Ella dice “madre de mi Señor”. Es la primera confesión de fe. Es la única confesión hecha por una mujer en Lucas.

6. Memorias bíblicasSe puede comparar la bendición a María por parte de Isabel a la bendición dada a Yael después de que ella salvara al pueblo del general enemigo Sísara. (cf. Jc

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Encuentro 4

5, 24). También Débora (cf. Jc 5, 7) y Judit (cf. Jdt 16, 1-17; 13, 18) son bendecidas cuando ellas salvan al pueblo.

María es vista como la nueva Arca de la Alianza. Con la presencia de María, Isabel reconoce la presencia de Dios. Ella usa las mismas palabras que David: “¿cómo voy a llevar a mi casa el arca de Yavéh?” (2 Sam 6, 9; 1 Cro 13, 12).

También podemos reconocer elementos de los Salmos en el Magnificat: Salmo 88, 9.11; 110, 2.3.5; y 113, 5-9. La segunda parte del canto refleja el ambiente es-piritual en que Jesús fue formado. María se coloca en la línea de los grandes creyentes, como Abraham, que confía en el ilimitado poder salvador de Dios (cf. Lc 1, 37. Rm 4, 17-24) y acatan con todas sus fuerzas la vo-luntad del Señor.

El canto de María es muy parecido al canto de Ana (cf. 1 Sam 2, 1-10). Ambos cantos contemplan las acciones de Dios como parte de un largo proceso de derrumba-miento de los poderosos y salvación de los humildes y los pobres.

7. El “sí” de Dios y el “sí” de MaríaLos primeros versículos del cántico (vv. 46-50, retoma-dos en los vv. finales 54-55) expresan la fe de María, que se abre incondicionalmente a la gracia de Dios y se ve como depositaria de sus maravillas. Esta fe

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de María, sin embargo, es la misma fe de Israel en el Dios santo y todopoderoso, cuya misericordia gratuita perdura desde Abrahán. Es la fe en el Dios para el cual nada es imposible.

El “sí” de María, el “sí” de Israel –ambos siervos del Señor (cf. vv 48.54)– es un eco de la fe humana en el “sí” primordial y constante de Dios, que escoge, revela y ama primero; que, coherente y fiel a su manera ha-bitual de actuar, vuelve sus ojos amorosos al pequeño humillado y despreciado de este mundo. Privilegia la humillación de su sierva (v. 48) y se inclina hacia Israel, afligido y necesitado de socorro (v. 54).

8. El “no” de Dios y el “no” de MaríaLa parte central del cántico (vv. 51-53), en cambio, nos coloca de lleno en la paradoja subversiva y conflictiva de un Dios que, al mismo tiempo que obra y actúa en fa-vor de su pueblo, toma partido y hace sentir el peso de su fuerte brazo a los que pretenden ejercer cualquier tipo de opresión sobre ese mismo pueblo. Un Dios que, al mismo tiempo que dice “sí” amorosamente, dice “no” vigorosamente. Y María, la dulce virgen del “sí”, la que la catequesis tradicional tantas y tantas veces nos ha transmitido como la madre pasiva y callada del niño Jesús, aparece como alguien que se levanta y asu-me, lúcida y aguerridamente, el “no” de ese Dios.

Este “no” de Dios, y de María, se encarna en la eleva-ción de los débiles, de los desheredados, de los “po-

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bres de Yahvé”. La inversión de las posiciones codicio-samente aseguradas por los poderosos, ilustra y resalta el nuevo orden social que se instaura por medio de la acción salvífica de Dios. Los que se han hecho ricos por medio de caminos tortuosos de explotación e injusti-cia, los “enriquecidos” y los que se sirven del poder que detentan para oprimir y tiranizar son tratados con severidad por ese Dios que, por el contrario, derrocha su generosidad y sus dones con los pobres y los humil-des, mejor los “humillados”.

El “no” de Dios resuena con fuerza sobre el orgullo de los soberbios, sobre la ambición de los poderosos, sobre el vientre harto de los ricos. Dispersa a los unos, derriba a los otros, despide a los últimos.

Este “no” de Dios el evangelista lo coloca en labios de María. La mujer de fe, símbolo del pueblo, que, cu-bierta por la sombra del Altísimo, abrió de par en par su corporeidad y su espíritu para ser penetrada por el Espíritu y acoger la Palabra en su seno, se alza intrépida y hace resonar su canto de libertad.

9. El “sí” y el “no” de MaríaMaría es, entonces, instrumento del “sí” de Dios, que anuncia la promesa y la llegada de nuevos tiempos. Pero es también anunciadora y ejecutora del “no” de ese mismo Dios a las fuerzas contrarias al Reino, que amenazan con destruir su proyecto salvador. Portavoz de los pobres y humildes, predilectos de Dios, María

Encuentro 4

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puede hablar y cantar porque ella misma es pobre y humilde como Israel, su pueblo.

El “no” de Dios que resuena en labios de María es un “no” al mal social de la injusticia en sus diferentes expresio-nes y, por consiguiente, al mal teológico del pecado.

Por tanto, al “sí” constante de María a Dios y a su plan se contrapone la otra cara de la moneda: el “no” de María a las injusticias y al estado de cosas con el cual no es posible pactar. El “no” al pecado de la alienación y de la omisión ante los sufrimientos que sacrifican a los otros.

10. María, mujer proféticaMaría, figura del pueblo fiel, sierva del Señor, es tam-bién mujer profética que lleva en sí la Palabra de Dios y las aspiraciones del pueblo, y habla y vive la denuncia del pecado y el anuncio de la alianza.

“Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1, 46). No se trata en-tonces, aquí, de la alegría juvenil narrada por las anti-guas fábulas sobre María, que deseaba, como las otras jóvenes de su tiempo, ser la madre del Salvador. La ale-gría de María es expresión de la alegría del pueblo que vive y proclama las maravillas de la presencia de Dios, que mira a su pueblo y establece la justicia en medio de él. Por eso, en labios de María está la síntesis de la

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alegría y de la esperanza del pueblo en el pasado, en el presente y en el futuro.

El canto de María es un canto de victoria, canto del combate de Dios entablado en la historia humana. Así como la profetisa Miriam, hermana de Moisés, cantó la victoria de Dios sobre el ejército del faraón (cf. Ex 15, 20-21), María canta la victoria de Dios sobre los fuertes y poderosos. Dios combate por la instauración de un mundo de relaciones igualitarias, de respeto profun-do a cada ser, porque en cada ser habita la divinidad. La imagen de la mujer preñada, capaz de dar a luz lo nuevo, es la imagen de Dios, que por la fuerza de su Espíritu hace renacer hombres y mujeres entregados a la justicia, viviendo la relación con Dios en la amorosa relación con sus semejantes.

En el “sí” generoso de María, primera discípula de Je-sús, Dios Padre nos ve representados a todos. Y el “sí” de Dios a María y a su pueblo es también un “sí” para nosotros: nos señala la vocación y el destino que Dios quiere para todos.

Encuentro 4

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LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 5

Trabajar en el Espíritu

Anunciar la Buena Nueva en pie de igualdad con los pobres

Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Los discípulos y discípulas que Jesús llamó para estar con él e ir de misión, eran pescadores, agricultores, funcionarios públicos o artesanos. Todos eran laicos, padres y madres de familia. Ellos anunciaban el Evan-gelio a través de la familia, pues, como afi rma el mis-mo apóstol Pablo, llevaban consigo a sus esposas (cf. 1 Co 9, 5). La Iglesia comenzó en las casas de familia de personas que trabajaban. Pablo trabajaba en la casa de Áquila y Priscila (cf. Hch 18, 1-3). Era un obrero que tenía que trabajar para sobrevivir.

Hoy, para muchos, el trabajo es una opresión. Casi no per-mite que una persona se dedique al anuncio de la Buena Nueva. Sale de casa a las cinco de la mañana y regresa bien avanzada la noche. El obrero es exprimido hasta los huesos y no le queda tiempo. Para muchos, el trabajo es un cautiverio. El sistema instrumentaliza el trabajo a su favor e impide la liberación de las personas.

El trabajo encierra dentro de sí una ambigüedad. Algu-nos religiosos y religiosas que antes vivían insertos en medio del pueblo, ahora han sido requeridos para traba-jar para la Congregación, para la manutención de la Ins-titución. Otros que viven insertos en medio del pueblo, trabajan para su propio sustento y no pueden participar en todos los momentos de la vida comunitaria. Algunos religiosos y religiosas trabajan y no pueden participar

Encuentro 5

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de los encuentros promovidos por la comunidad, por la diócesis o por la Congregación. El trabajo también puede ser una fuga. Otros pueden huir de la vida comu-nitaria alegando trabajo parroquial. Algunos religiosos y religiosas son profesores universitarios con el riesgo de caer presos en las exigencias de la Institución. Por otro lado, muchos/as creyentes son casados/as, trabajan y, al mismo tiempo, anuncian el evangelio.

1. Comentar: ¿cómo se manifi esta hoy este clamor entre no-sotros/as?

2. Compartir: ¿cómo nos situamos nosotros, religiosos y reli-giosas, frente a este clamor?

3. Recordar: ¿conocemos a alguna religiosa, religioso o co-munidad religiosa que consigue conciliar trabajo y vida comunitaria? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Vamos a escuchar un texto de la carta de Pablo a los miembros de la comunidad de Tesalónica, donde el apóstol da varios consejos sobre cómo vivir en comuni-dad. Uno de los consejos es sobre el trabajo y sobre el sentido del trabajo. A lo largo de la lectura prestemos atención a este mensaje.

Lectura: 1 Tesalonicenses 4, 9-12

Momento de silencio.

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Encuentro 5

1. Lo que el texto dice en sí: ¿cómo revela este texto el alcan-ce evangelizador del trabajo?

2. Lo que el texto dice para nosotros/as: ¿cómo puede ayu-dar este texto a la Vida Religiosa a vivir su presencia profética en el mundo del trabajo?, ¿y cómo debe ser la presencia profética de los/as religiosos/as en el mundo de los sin trabajo?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo nos ayuda esta Palabra a hacer del trabajo un instrumento importante de nuestra presencia profética en el mundo de hoy?

Asumir y celebrarun compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que profundice nuestra presen-cia profética.

2. Presentar peticiones comunitarias. 3. Orar el Salmo 138 (137).

SUBSIDIO

“Día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de ustedes”

(2 Ts 3, 8)

1. La profesión de Jesús y de los apóstolesJesús era carpintero. De los doce apóstoles cinco eran pescadores, uno era funcionario público. Esta condición de vida de trabajadores u obreros muestra que ellos eran de la clase de los pobres. Pablo era un fabricante

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de carpas y misionero itinerante. Los misioneros itine-rantes tenían tres opciones para ganarse la vida: impo-ner un precio, vivir de limosnas, o emplearse como pro-fesor particular (Aristóteles). Las tres opciones tenían en común que ninguna de ellas aceptaba trabajar con las propias manos. “Trabajar con las propias manos” era visto como el trabajo propio de un esclavo. El sueño común de los griegos era este: una vida tranquila de estudio y meditación, sin trabajo manual. Los filósofos y misioneros realizaban este sueño y la comunidad los acogía y los sustentaba de buen ánimo, pues veía en ellos una muestra del sueño de todos.

2. Una nueva puerta para entrar en la vida del puebloLa gran masa urbana estaba constituida por esclavos: eran pobres, trabajaban con sus propias manos. Fue sobretodo en medio de ellos donde surgieron las pri-meras comunidades (cf. 1 Co 1, 26; 2 Co 8, 1-2). Por su condición de vida, un esclavo nunca podía llegar a ser un ciudadano libre. Quien nacía esclavo, ¡nacía en una prisión perpetua! Jamás podría realizar el sueño común de tener, algún día, una vida tranquila sólo de estudio y meditación, donde ya no fuera necesario trabajar con sus propias manos. Más o menos como hoy: la televisión y la propaganda alimentan en todos un sueño que sólo puede ser alcanzado por algunos pocos ricos de la clase media alta. Pues, por su condición de vida, ¡la mayoría del pueblo es prisionero del salario mínimo! Para él, el sueño de la televisión es una ilusión, un sueño irreal.

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Encuentro 5

Presentándose como un misionero que vive del trabajo de sus propias manos, Pablo provoca una ruptura: de-muestra que el evangelio que anuncia no es algo que queda fuera de las posibilidades de los esclavos y tra-bajadores, sino algo que se integra en la vida de ellos. Pablo presenta un nuevo sueño, más realista, diferente del sueño irreal presentado y alimentado por la ideolo-gía dominante de la época.

3. La nueva propuesta para el pueblo pobre de las periferias

Uno de los textos donde Pablo expone su pensamiento es este: “esmérense en vivir con tranquilidad, ocupán-dose en sus asuntos, y trabajando con sus manos, como se lo tenemos ordenado, a fin de que vivan dignamente ante los de fuera, y no necesiten de nadie” (1 Ts 4, 11-12). La frase es de la primera carta a los Tesalonicenses, la más antigua de las cartas de Pablo. Al momento de escribir aquellas líneas, Pablo estaba en Corinto, “tra-bajando con sus propias manos” en el taller de Áquila (Hch 18, 3). Escribe desde aquel taller, presentando su propuesta nueva. En esta recomendación, Pablo expo-ne el nuevo sueño, el nuevo ideal. Es un sueño más realista, más conforme con las posibilidades del pueblo pobre y esclavo que vivía en las periferias de las gran-des ciudades. Era lo contrario de lo que el pensamiento dominante enseñaba. La propuesta de Pablo era subver-siva. Veamos de cerca este sueño de Pablo.

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4. Ocuparse de sus propias cosas“Esmérense en vivir con tranquilidad, ocupándose en sus asuntos” (1 Ts 4, 11). Antes, el pueblo vivía ilusiona-do por un sueño irrealizable, que quedaba fuera de sus posibilidades, “de sus propias cosas”, y que se realizaba sólo en la vida de unos pocos privilegiados. Ahora, debe desviar los ojos de este sueño irreal e irrealizable, y mirar a su propia realidad y condición de vida: debe “ocuparse de sus propias cosas”.

5. Trabajar con sus propias manos“Trabajando con sus manos, como se lo tenemos orde-nado, a fin de que vivan dignamente ante los de fuera” (1 Ts 4, 12). Antes, el trabajo manual era desprecia-do como contrario al sueño de la ideología dominante, como contrario a la “vida digna”. Ahora, el sueño, el ideal, la “vida digna” ya no debe ser buscada en la vida tranquila del intelectual que no trabaja con sus propias manos, sino más bien en la vida misma del pueblo tra-bajador. “Trabajar con sus propias manos”, en lugar de ser señal de esclavitud y un motivo de vergüenza, pasa a ser fuente de “vida digna”, no sólo a los ojos del pue-blo trabajador de las comunidades, sino hasta “ante los de fuera”.

6. Ya no necesitarán de nadaOcupándose así de sus propias cosas y trabajando con sus propias manos, el pueblo “vivirá en paz” y encon-trará el camino para salir de su pobreza y llegar a una situación en qua ya “no necesiten de nada”. Fue tra-

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Encuentro 5

bajando con sus propias manos por su sustento, como Pablo ayudaba al pueblo de las comunidades a percibir que la fuente de la verdadera “vida digna” estaba en su propia condición de trabajadores y esclavos y no en el sueño irreal propagado por la ideología del imperio. Fue a través de su trabajo como medio de vida, como Pablo mostraba concretamente de qué forma el Evangelio po-día y debía ser encarnado en la vida del pueblo pobre de las periferias de las grandes ciudades de su tiempo.

7. El sustento de los misioneros ambulantes de la época

Pablo reconoce el derecho de recibir un salario (cf. 1 Co 9, 4.6-14). Sin embargo, quiso voluntariamente anun-ciar el Evangelio gratuitamente (cf. 1 Co 9, 18; 2 Co 11, 7). No quiere depender de la comunidad ni ser un peso para ella (cf. 1 Ts 2, 9; 2 Ts 3, 8; 2 Co 11, 9; 12, 13-14; Hch 20, 33-34). Y hace de esto una cuestión de honor, y “un título de gloria” (1 Co 9, 15). Nunca aceptó limosna ni ayuda, a no ser de la comunidad de Filipos (cf. Flp 4, 15-16; 2 Co 11, 9). En lugar de aquellas tres opciones aceptadas por la sociedad, Pablo escoge una cuarta: “trabajar con sus propias manos”. (1 Co 4, 12). ¿Por qué Pablo no hizo como todo el mundo? Pues, como ciudadano u hombre libre, no necesitaba trabajar como esclavo. Como misionero ambulante, podía ser susten-tado por la comunidad. Esta lo aceptaría de buen grado. Sin embargo, él rehusó este derecho (cf. 1 Co 9, 15). Llegamos aquí al punto central de la vida apostólica de Pablo. Pablo rompe con el sueño común de la sociedad

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de aquella época. Rompió con lo que hoy se llama la ideología dominante, y abrió el camino para un nuevo ideal de vida.

8. Anunciaba la Buena Nueva de las once de la ma-ñana hasta las cuatro de la tarde

Taller de zapatero y de fabricante de carpas era un buen lugar de conversación. Los amigos iban a buscarlo allí para conversar. Llegaron a guardar como recuerdo los mandiles que él usaba en el trabajo (cf. Hch 19, 12). En Corinto tuvo la suerte de encontrar a Áquila y Priscila, en cuyo taller consiguió empleo (cf. Hch 18, 3). En Éfeso, no tuvo tanta suerte, pues desde allí escribía a los Corintios: “nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos” (1 Co 4, 12). Todavía en Éfeso, Pablo “enseñaba diariamente en la escuela de un hombre lla-mado Tirano” (Hch 19, 9). Una tradición muy antigua informa que esta enseñanza diaria se daba “entre la quinta y la décima hora” (texto occidental), esto es, entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde. Es decir, ¡durante la hora del almuerzo y del descanso! En las otras horas, desde la mañana temprano hasta altas horas de la noche (cf. 1 Ts 2, 9; 2 Ts 3, 8), ¡tenía que trabajar para poder sobrevivir! Era realmente un traba-jador que anunciaba el Evangelio.

9. El compartir y la vida comunitaria en el campo y en la ciudad

Pablo sabía equilibrar vida comunitaria y vida de traba-jo. Era difícil. Sabía relativizar el dinero. Colocaba el

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Encuentro 5

fruto del trabajo al servicio del bien de la comunidad. Dice en la carta a los Filipenses: “sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la sacie-dad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 12-13). El compartir es diferente en la ciudad y en el campo. En el campo, el trabajo duro hace a todos iguales y la igual-dad se expresa en el trueque de bienes y alimentos: una gallina, una docena de huevos. En la ciudad no existe compartir. En el contexto urbano el medio de intercam-bio es el dinero. Por eso, Pablo pide que las comuni-dades presentes en las grandes ciudades griegas hagan una colecta de dinero para los pobres de Jerusalén (cf. 2 Co 8, 1 - 9, 15).

10. El testimonio de PabloEl trabajo ocupa un lugar central en la vida de Pablo. Fue trabajando con sus propias manos para su susten-to como se volvió un ejemplo vivo y como ayudaba al pueblo de las comunidades a percibir dónde estaba la fuente de la verdadera vida digna (cf. 1 Ts 4, 11-12), a saber, en su propia condición de trabajadores y escla-vos. Fue a través de su trabajo como medio de vida, como Pablo mostraba concretamente de qué forma el Evangelio podía y debía ser encarnado en la vida del pueblo pobre de las periferias de las grandes ciudades de su tiempo. Hoy, tal vez, nos gustaría encontrar en Pablo una actitud más crítica frente al Imperio Roma-no. Pablo no tenía la percepción que hoy tenemos del conflicto social. Ni podemos exigir que la tuviera. Sin

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embargo, el hecho de que llegara a esta nueva manera de encarar el trabajo y la situación de los esclavos en el imperio, revela en él una sensibilidad humana y social muy grande. Si Pablo viviera hoy, con seguridad no es-taría en una función burocrática institucional, ni estaría luchando por su independencia financiera, ni para po-der consumir ni para defenderse, ni para aumentar en sí mismo el individualismo y el consumismo. Estaría, sí, en medio de los conflictos sociales, luchando contra los males provocados por la ideología neoliberal, esforzán-dose por una nueva manera de presentar el Evangelio en los grandes centros urbanos. Sí, ¡estaría luchando por una “nueva evangelización”! Esto es “trabajar en el Espíritu”.

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LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 6

Decidiren el Espíritu

Participación y corresponsabilidad, en la escucha de los clamores del Espíritu

Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Vivimos en una sociedad donde generalmente las de-cisiones son tomadas por los más fuertes, por aquellos que tienen poder. Muchas decisiones son tomadas por pocos y de espalda a las grandes mayorías y a los grupos históricamente excluidos de las decisiones: pobres, ne-gros, indígenas, mujeres, niños/as y ancianas/os.

En la Iglesia estamos llamados/as a vivir la relación de autoridad en el espíritu del Buen Pastor (Puebla) y a evitar los liderazgos de poder soportados en la fuer-za o la infl uencia. Llegar a consensos, comprometien-do a todas las personas en procesos de discernimiento y dinámicas participativas, que envuelvan a todos los miembros de la comunidad, es hoy un clamor en la Vida Religiosa, en nuestras congregaciones.

De igual manera, estamos invitados/as a evitar las de-cisiones tomadas por inercia: siempre se hizo así... ¡entonces sigamos haciéndolo del mismo modo! No es propio de nuestro estilo de vida el decidir pensando solamente en la conservación –del patrimonio, de las obras, de la institución, de la tradición...– y no en los clamores del presente que siempre implican desinstala-ción, inseguridad y riesgo.

La Conferencia de Puebla, al refl exionar sobre la rea-lidad de la Iglesia, presenta la “comunión y participa-

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ción” como ejes fundamentales para comprender y vivir la eclesialidad en todos los niveles y circunstancias.

El Documento de Aparecida, por su parte, nos invita a escuchar este clamor y a discernir las señales de los tiempos a la luz del Espíritu Santo: “Los pueblos de Amé-rica Latina y de El Caribe viven hoy una realidad mar-cada por grandes cambios que afectan profundamente sus vidas. Como discípulos de Jesucristo nos sentimos interpelados a discernir los ‘signos de los tiempos’, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y ‘para que la tengan en plenitud’ (Jn 10, 10)” (DA 33).

El gran desafío que se plantea a la Iglesia y a la Vida Re-ligiosa es el de ayudar a construir el futuro de los pue-blos de América Latina y el Caribe. Futuro que no puede ser fruto de la decisión de pocos, sino resultado de la participación activa de todos (cf. DA 74) y de cada uno a partir de su realidad particular (cf. DA 65). Muchos pasos ya se han dado en este camino (cf. DA 75).

Para nosotros, religiosos y religiosas, se trata de rescatar una manera de tomar decisiones que sea señal profética de escucha atenta a los clamores del Espíritu.

1. Comentar: ¿cómo se manifiesta hoy, entre nosotros, este clamor de comunión y participación en las decisiones?

2. Compartir: ¿cómo practicamos, en lo cotidiano, nosotros,

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religiosos y religiosas, la toma de decisiones de una manera participativa y corresponsable?

3. Recordar: ¿conocemos alguna experiencia de toma de de-cisión que sea señal de escucha a los clamores que el Espí-ritu nos lanza hoy? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Escuchemos un texto de los Hechos de los Apóstoles que nos ayudará a comprender cómo las primeras comuni-dades se dejaban conducir por el Espíritu Santo y toma-ban sus decisiones en responsabilidad común, a partir de diálogos y asambleas participativas.

Lectura: Hechos 15, 1-35

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿cuál es la cuestión confl ictiva de las comunidades que exigía una asamblea y necesita-ba una toma de decisión?, ¿qué personas y comunidades se reunieron para realizar el discernimiento?, ¿cuál fue el resultado y cómo las comunidades fueron integradas en la concretización de la decisión?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿qué pode-mos aprender de esta asamblea participativa para nuestros discernimientos, consensos y decisiones personales, comu-nitarias o eclesiales?

3. Cómo seguir a Jesús: esta práctica de decidir en el Espíritu ¿en qué nos puede ayudar en el seguimiento de Jesús, hoy?

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Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que profundice nuestro discer-nimiento comunitario a la luz del Espíritu.

2. Presentar peticiones comunitarias.3. Orar Sb 9, 1-18: “Dame, Señor, la Sabiduría”.

SUBSIDIO

Jesús decide su misión en el Espíritu

1. Vivir en comunidad

En la comunidad, siempre hay muchas personas y di-ferentes maneras de pensar. Pero, para ser comuni-

dad, es necesario llegar a consensos. Para conseguirlo, se hace necesario tomar decisiones que comprometan a todas y todos. Esto no es fácil, pues estamos acostum-brados/as a una sociedad donde “¡quien puede manda y quien tiene juicio obedece!”. Es preciso aprender una nueva manera de tomar decisiones. Como discípulos y discípulas de Jesús, es con Él con quien aprendemos esta nueva manera. Jesús nunca decidió nada solo. Siempre buscó comprender cuál era el camino del Reino en el diálogo con el Espíritu y con el Padre, y en sinto-nía con el pueblo. Es en las reacciones de las personas sencillas del pueblo, como la mujer cananea, en donde Jesús descubre la acción del Espíritu que lleva a hacer

Encuentro 6

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la voluntad del Padre (cf. Mt 15, 21-28).

2. Decidiendo a la luz del EspírituEn su camino misionero, después del Bautismo en el Jordán, Jesús acoge del Espíritu su misión (cf. Lc 3, 21-22) y se deja conducir por Él al desierto para discernir el modo de cumplir la voluntad del Padre. Decidir, es decir “sí”, pero también es ser capaz de decir “no”. Como Jesús frente a las tentaciones (cf. Lc 4, 1-13). Empujado por el mismo Espíritu, regresa a Galilea don-de proclama la decisión de Dios sobre el mundo. Deci-sión que él asume como su propia decisión (cf. Lc 4, 14-21). (Cf. CLAR. Seguir a Jesús - Lectura Orante del Nuevo Testamento 2, 2009. Págs. 73 - 84).

3. En sintonía con el PadreEn los momentos importantes de su misión, Jesús se re-tira para conversar con el Padre (cf. Mc 3, 13). En el diá-logo con el Padre, Jesús encuentra su propia voluntad que consiste en “hacer la voluntad del que me ha envia-do” (Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38-39). No siempre este diálogo es tranquilo. Jesús no renuncia a su propio sentir y a su propia voluntad, sino que los expone con toda franqueza y crudeza delante del Padre (cf. Lc 22, 39-46).

4. Escuchar antes de decidirEn el encuentro de Jesús con la mujer cananea (cf. Mt 15, 21-28), vemos que una decisión importante no puede ser tomada sin ponderar antes todas las posibilidades y escuchar todas las voces. Y, en especial, la voz del que

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sufre, en este caso, la mujer extranjera que pide por su hija terriblemente atormentada por un demonio (v. 22). Delante de la interpelación de la mujer y del silencio de Jesús, los discípulos deciden que hay que decirle que se vaya (v. 23). Para dar su respuesta, Jesús escucha la tradición. Esta le dice que no hay que escuchar a la mujer, pues él fue enviado solo para las ovejas perdidas de la casa de Israel (v. 24). Jesús, sin embargo, tiene que oír otra vez la voz de la mujer que insiste para que haga algo por su hija (v. 25). Escuchando de nuevo la tradición, Jesús dice otra vez que no puede hacer nada por la mujer y su hija (v. 26). La voz de la mujer se hace oír otra vez contestando no con la voz de la tradición, sino con la voz del corazón que sufre con el sufrimiento de su hija (v. 27). Y Jesús, después de haber oído la voz de los discípulos, la voz de la tradición y la voz de la mujer, toma en fin su decisión: “Mujer, grande es tu fe; que te suceda como quieres” (v. 28).

5. En el diálogo que construyeEn su relación con sus discípulos, Jesús los reta a tomar decisiones con conocimiento de causa. Ellos tienen que saber cuáles son las consecuencias del seguimiento. Nadie puede dejarse llevar por lo que los otros dicen. Delante de la toma de decisión de algunos discípulos que abandonan el camino del seguimiento porque este se muestra muy duro, Jesús pide que cada uno tome su propia decisión: “¿también ustedes quieren marchar-se?” (cf. Jn 6, 60-67). El diálogo, para ser un camino de decisión en el Espíritu, tiene que ser franco y abierto sin

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ocultar nada. No puede ser un diálogo “arreglado”, en el que sólo se dice lo que el otro quiere escuchar. Tiene que explicitar las dificultades y las tensiones presentes en las personas y en los proyectos. Solo así se construye un camino que propicia una dinámica de discernimiento a la luz del Espíritu.

6. Incluyendo a todos y todasLa convivencia con Jesús transforma a los discípulos y discípulas en misioneros y misioneras que forman una comunidad donde las decisiones son tomadas “en el Es-píritu de Jesús” (cf Hch 16, 7; Flp 1, 19). Es una nueva manera de proceder que no se aprende de la noche a la mañana. La comunidad va ensayando y profundizando este nuevo modo de tomar decisiones. En la primera crisis, en la hora de reconstruir el Nuevo Israel dilace-rado por la salida de Judas, solamente los hombres son incluidos en el proceso de toma de decisión (cf. Hch 1, 21-26). En la segunda crisis, cuando la comunidad per-cibe que es contra el Espíritu de Jesús la discriminación practicada contra la viudas helenistas, toda la comuni-dad es llamada a participara en la elección de los siete (cf. Hch 6, 1-6). Esta práctica de escuchar a todos sin distinción de género, se concretiza en las Iglesias do-mesticas, en donde se practica la toma de decisiones con la participación de todos y todas (cf. Hch 9, 36-43; 16, 11-15). En la Asamblea de Jerusalén, para resolver la tercera crisis de las comunidades cristianas primiti-vas, no se escucha sólo el clamor de la comunidad. Hay un paso más: las voces discordantes son escuchadas y

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sólo se toma una decisión cuando hay consenso (cf. Hch 15, 6-21).

7. Guardando la memoriaLa decisión de la comunidad no se da en el vacío. Para ser fiel al Espíritu, la comunidad debe guardar viva la memoria de Jesús (cf. Hch 1, 21-22). Al recibir el Espí-ritu en Pentecostés, junto con toda la comunidad y la gente venida de todas partes, Pedro, toma la palabra y hace memoria de lo que Jesús hizo: “Israelitas, escu-chen estas palabras: a Jesús, el Nazoreo, hombre acre-ditado por Dios ante ustedes con milagros, prodigios que Dios realizó por medio de él ante ustedes, como ustedes mismos conocen” (Hch 2, 22). Es en el nombre de Jesús (cf. Hch 3, 1-10) en el que Pedro y Juan siguen haciendo las señales que Jesús hacía. La comunidad es continuadora de lo que Jesús anunció y realizó. De hecho, Jesús no lo hizo todo. Más bien dejó su Espíri-tu para que la comunidad siga siendo en el mundo la presencia viva de su memoria: “mucho tengo todavía que decirles, pero ahora ustedes no pueden con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará a la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y les explicará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío, y se lo explicará a ustedes” (Jn 16, 12-14).

8. Mantener lo decidido con ternura y resistenciaUna decisión tomada en el Espíritu, es una decisión que tiene que ver no sólo con los hombres, sino con el mismo

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Dios. Por esto, es una decisión de la cual no es posible alejarse con tanta facilidad. Cuando las comunidades tuvieron que decidir entre abrirse o no al mundo de los gentiles, la decisión fue tomada a la luz del Espíritu: “que hemos, decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponer sobre ustedes más cargas que estas indispen-sables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de las impure-zas” (Hch 15, 28-29). Cuando las comunidades de Gala-cia dan marcha atrás y quieren obligar a la circuncisión a los que provienen del mundo pagano, Pablo recuerda la decisión tomada a la luz del Espíritu y, con ternura y resistencia, les recuerda que no se podría imponer a las personas nada más de lo que se había sido decidido en Jerusalén (Ga 2, 1-10). En la manera de ver de Pablo, lo esencial de la decisión era que “nosotros solo debemos recordarnos de los pobres”, lo que él hacía “con mucha ternura” (Ga 2, 10).

Por otro lado, la decisión tomada en el Espíritu no es una decisión que amarra solamente a la comunidad, sino que llega hasta las entrañas de cada persona. En su misión, Pablo se siente “prisionero del Espíritu”. Ser “prisionero del Espíritu” no es para Pablo un peso, sino el sustento de la propia vida. Cuando es llevado prisio-nero a Jerusalén, él expresa la alegría de ser prisionero del Espíritu: “miren que ahora yo, encadenado en el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá; solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribula-

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ciones. Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que lleve a término mi carrera y el ministe-rio que he recibido del Señor Jesús: dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios” (Hch 20, 22-24).

En todo esto, Pablo y las comunidades sólo siguen el ejemplo de Jesús que, al sentir que su hora había llega-do, en medio de la perturbación, resistió con ternura y fortaleza (cf. Jn 12, 23-28).

9. Abriéndose a lo nuevoLa memoria de Jesús, sin embargo, no presenta solucio-nes para situaciones nuevas que surgen en la comunidad. Hay nuevos problemas que exigen nuevas respuestas. Para encontrarlas, es necesario tener coraje y apertura para escuchar, en cada decisión, la manifestación de la voluntad de Dios (cf. Hch. 1, 24-25; 6, 6; 15, 8.28). Las antiguas respuestas fueron buenas para su tiempo. Hoy, en un nuevo contexto, en lugar de traer la libera-ción pueden imponer la esclavitud. Como nos muestra lo vivido por la comunidad de Jerusalén, no se puede imponer a los paganos el yugo de la Ley, porque la única condición y camino de salvación es la fe que acoge la libre iniciativa de Dios en Jesucristo (cf. Hch 15, 10-11). También los judío-cristianos debían abandonar ahora el yugo de la Ley judaica que se había vuelto inútil por la presencia del Espíritu del Señor que nos da la libertad para tomar las decisiones necesarias (cf. 2 Co 3, 17).

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10. Animar todo por la Lectura Orante de la PalabraFue a través de la Lectura Orante de la Palabra, par-tiendo de la escucha de la realidad, como los discípulos de Emaús reencontraron la fuerza para volver a Jerusa-lén y anunciar al Resucitado. La experiencia vivida con Jesús en el camino, les abrió los ojos, la inteligencia y hizo arder sus corazones y, al partir el pan, compren-dieron las Escrituras (cf. Lc 24,13-35). ¿Por qué volver a Jerusalén? Porque en Jerusalén, en la comunidad re-construida, el Espíritu se manifestará: “ustedes recibi-rán una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, y de este modo serán mis testigos en Jerusa-lén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8).

Frente a las dificultades que todo camino de fe presen-ta –¡y estas son inevitables!– y frente a las crisis que de ellas nacen, tanto crisis personales como crisis comu-nitarias, la Palabra de Dios se presenta como un ancla y una brújula. A Timoteo, joven líder de la comunidad que aprendió a conocer la Palabra por boca de su abuela Loida y de su madre Eunice (cf. 2 Tm 1, 5), y que aho-ra se encuentra envuelto en las disputas y problemas de la comunidad (cf. 2 Tm 3, 1-13), Pablo recuerda: “Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendis-te, y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación me-diante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir

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y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Tm 3, 14-17).

La Carta a los hebreos recuerda que “pues, viva es la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre el alma y el espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón. No hay cria-tura invisible para ella: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta” (Hb 4, 12-13).

Por ello, “ojalá escuchen hoy su voz” (Sal 95, 7) es un refrán que debe compaginar la vida de todo cristiano y de toda comunidad religiosa para que no se endurez-ca su corazón (cf. Sal 95, 8; Hb 3, 7.15; 4, 7) y pueda seguir escuchando la Palabra de Dios, ya que “muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos úl-timos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hb 1, 1-2) y sigue hablando hoy a través de su Espíritu que nos hace entender su Palabra siempre nueva.

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LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 7

Reconciliar en el Espíritu

“¡Señor, haznos instrumento de tu paz!”

Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

En la época del apóstol Pablo había muchas divisiones dentro de las comunidades. En la comunidad de Corin-to por ejemplo, había los que seguían a Pablo, otros a Apolo, otros a Pedro, otros decían que eran de Cristo (cf. 1 Co 1, 11-13). Pablo habla de los “falsos herma-nos” (2 Co 11, 26; Ga 2, 4). En sus cartas se refl eja el sufrimiento que ellos le causaban. Sufrió más con los de dentro que con los de fuera (cf. 2 Co 9, 26; Rm 9, 1-5). Hoy necesitamos buscar la unidad dentro de la Iglesia, evitando las divisiones que difi cultan la vida en comu-nidad. Hacen difícil la convivencia y ya no hay espacio para la práctica de la reconciliación. ¿Por qué es tan difícil reconciliar?

Dentro de nuestras comunidades religiosas tenemos que luchar por evitar la división. A veces a algunos o algunas les puede parecer más fácil convivir con otros que son de otra comunidad y congregación, y sin embargo pien-san de la misma manera, que con los propios co-her-manos o co-hermanas. En ocasiones cuesta aceptar las propuestas de persona de la propia casa. También, si no estamos atentos y atentas, puede darse la división por causa de la lucha por el poder en la comunidad. Ade-más, en la sociedad, existen tantas divisiones y grupos de personas excluidas y marginadas: refugiados de gue-rra, emigrantes de otros países, exiliados políticos…

Encuentro 7

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¿Por qué es tan difícil reconciliar? Las causas son mu-chas: rivalidades, visión de Iglesia, problemas persona-les. Una de las causas es cuando cada uno piensa que su manera de ver las cosas es la manera correcta y que el otro o la otra está equivocado/a. Por esto condena y no quiere convivir. Algunos rompen con la unidad y fundan sus propias “iglesitas” y grupos. Tenemos que aprender a convivir con lo diferente. Este es el fundamento de la catolicidad y del ecumenismo.

El Documento de Aparecida invita a los cristianos y cris-tianas a ser “constructores de paz” y a la Iglesia a ser “una escuela permanente de verdad y justicia, de per-dón y reconciliación para construir una paz auténtica” (DA 542).

1. Comentar: ¿por qué es tan difícil la reconciliación?2. Compartir: ¿cómo nos situamos nosotros, religiosos y reli-

giosas, frente a este clamor?3. Recordar: ¿conocemos a alguna religiosa, religioso o

comunidad religiosa comprometidos en esta causa de la reconciliación, de la justicia, de la paz y de la ecología? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Vamos a escuchar un texto del evangelio de Juan, don-de se describe cómo Jesús, después de la resurrección, comunicó a los discípulos el don de perdonar y recon-

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Encuentro 7

ciliarse con los hermanos y hermanas. A lo largo de la lectura prestemos atención para descubrir todos los as-pectos del don de la reconciliación que el Espíritu de Jesús nos comunica.

Lectura: Juan 20, 19-23

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿cómo enseña Jesús a reconci-liar en el Espíritu?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿de qué ma-nera podemos vivir la reconciliación en nuestras propias comunidades religiosas?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo puede ayudar esta palabra a la Vida Religiosa para que se vuelva un instrumento de reconciliación?

Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso que profundice nuestro deseo de vivir en la reconciliación.

2. Presentar peticiones espontáneas.

3. Orar el Salmo 85 (84).

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SUBSIDIO

Revelar la ternura, la compasión y la clemencia de Dios

1. Éxodo: Dios de ternura y de reconciliación

Nuestro Dios es un Dios misericordioso. A lo largo del proceso de liberación, Dios se revela al pueblo

como un Dios que es misericordia, compasión y piedad. Un Dios “misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fi delidad, que mantiene su amor por millares de generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación” (Ex 34, 6-7). Vale la pena prestar atención al contraste entre “millares de generaciones” y las cuatro genera-ciones (padres, hijos e hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación). Tendemos a acentuar el castigo y el miedo y a olvidar la misericordia que nos trae la paz. No aceptamos este rostro y no conseguimos vivir esta propuesta. Estamos siempre listos/as para asociar el poder de Dios con el castigo, la venganza y la ley del talión. Sin embargo, lo que la Biblia pide es que seamos como Dios. En nuestras relaciones humanas debemos traducir lo que Dios quiere ser para nosotros/as: mise-ricordia, compasión y piedad. Y esto es bien difícil.

2. Rut: vivir la solidaridad acogiendo las diferenciasEncontramos en el libro de Rut un lindo ejemplo de rela-ciones humanas construidas a partir de la misericordia.

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Encuentro 7

Este libro presenta la convivencia entre dos personas bien diferentes: la suegra Noemí, de origen judaica, y su nuera Rut, de origen moabita. Rut hace un pacto de amistad solidaria con su suegra Noemí. En este pacto, Rut deja de lado hasta sus propias convicciones religio-sas para caminar junto a Noemí. A través del diálogo, de la mutua complicidad y de la reflexión sobre los he-chos, Noemí consigue rescatar su tierra (cf. Rut 4, 9), su pueblo, su descendencia, su pan, gracias a su nuera Rut y su marido Booz (cf. Rut 4, 16). Rut consigue que Noemí se reconcilie con su aldea, y todos en la aldea acaban por acoger bien a Noemí (cf. Rut 4, 14-16).

3. Jonás: hacerse instrumento de perdón y de re-conciliación

La historia narrada en el libro de Jonás muestra que Dios suscita a profetas que anuncian el perdón y la re-conciliación como camino de comunión con Dios. Jo-nás no acepta ser este instrumento, porque no acepta este rostro misericordioso de Dios. Por eso, huye de su misión. Sin embargo, Dios lo hace regresar, porque nadie debe huir de esta misión. Dios envía a Jonás a Nínive, la gran ciudad. Después de un día de predica-ción de Jonás, toda la ciudad se convierte. Jonás se rebela contra esta conversión, porque quiere castigo y destrucción. No acepta la acción justa y misericordiosa de Dios que se manifiesta en el perdón. Dios interviene entonces para mostrar a Jonás que lo que vale es la paz y la armonía en la convivencia humana, y no el castigo y la destrucción.

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4. Jesús: el rostro misericordioso de DiosJesús vino para revelar el rostro misericordioso de un Padre que busca, antes que todo, la acogida, el perdón y la reconciliación: “no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo” (Jn 12, 47). De esta mane-ra, la práctica de Jesús era mostrar la propuesta de reconciliación total por parte de Dios, gesto que supera todas las crisis, dudas, conflictos y riñas que puedan aparecer a lo largo de la convivencia entre las perso-nas. Por esto mismo, decía Jesús: “si un hermano tuyo tiene algo contra ti, vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda” (Mt 5, 23-24). Jesús confirmó definitivamente lo que ya iba siendo revelado progresivamente a lo largo del proceso de liberación, desde el Éxodo: “Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6).

5. Las parábolas de Jesús sobre la reconciliaciónJesús revela el rostro misericordioso de Dios en muchas de sus parábolas. La principal de ellas es la parábola del hijo perdido (cf. Lc 15, 11-32). En esta parábola, el rostro misericordioso se manifiesta de dos maneras. En primer lugar, en la manera pedagógica con la que el padre deja que el hijo más joven salga, pase por in-numerables dificultades, hasta aprender que es posible regresar. El padre entonces acoge al hijo con los brazos abiertos, realizando todo un ritual de paterna acepta-ción del proceso de maduración del joven. En segundo lugar, el rostro misericordioso se manifiesta en la forma

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Encuentro 7

con la que el padre sale donde el hijo mayor, que se re-húsa a entrar a la fiesta, para convencerlo a celebrar el regreso de su hermano menor. A través de las palabras del padre, Jesús enseña que la reconciliación siempre es motivo de alegría y de fiesta “porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado” (Lc 15, 24).

En otra parábola, en el capítulo donde el evangelio de Mateo reúne las enseñanzas sobre la vida en comuni-dad, Jesús enseña que el perdón debe ser total, gene-roso y recíproco (cf. Mt 18, 21-35). De la misma manera en que sabemos pedir perdón a Dios, debemos saber también perdonar a nuestros hermanos. Con esta pará-bola Jesús explicita con claridad lo que él manda rezar en el Padre Nuestro: “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt 6, 12).

6. Comunidad como muestra de que otra conviven-cia es posible

No existe comunidad cristiana sin perdón y reconcilia-ción. La vida en las primeras comunidades no era nada fácil. Había muchas tensiones, riñas y divisiones (cf. 1 Co 1, 10-13). En la carta que escribe a los Corintios, Pablo transmite muchos consejos y enseñanzas para la superación de riñas y divisiones y para que las personas consigan celebrar y caminar juntas (cf. 1 Co 11, 17-34). No debe haber dentro de la comunidad ni rivalida-des ni envidias que puedan quebrar el testimonio dado

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por la misma comunidad frente a la sociedad. No debe haber entre los cristianos una animosidad similar a la que existe en la sociedad, donde los más capacitados ocupan los mejores lugares y ganan los mejores sala-rios. La comunidad cristiana debe ser una muestra de una convivencia alternativa, marcada por la gratuidad, acogida, compartir y amistad. Una comunidad similar camina contracorriente con relación a la sociedad.

7. Diálogo como camino de unidad y reconciliaciónAsí como aparecen tensiones y divisiones entre las per-sonas, también aparecen tensiones y divisiones entre las comunidades y las iglesias. Un camino que las co-munidades descubrieron para superar y vencer las dife-rencias y las tensiones fue el espacio del diálogo. Surge así la reunión fraterna, el sínodo, el concilio. El libro de los Hechos presenta la Asamblea de Jerusalén como intento de reconciliación entre las iglesias judeo-cris-tianas de Jerusalén y las iglesias de los paganos, fruto del incansable trabajo apostólico de Bernabé y Pablo (cf. Hch 15, 1-21). Los representantes de las iglesias se reunieron en Jerusalén para dialogar sobre el asunto, para que cada una de las partes pudiera hablar, expre-sar su opinión, sus sugerencias y acoger las opiniones diferentes. Al final, todos se dieron la mano y reafirma-ron el trabajo misionero entre los gentiles como señal de la presencia del Espíritu. Se escribió una carta para que todas las comunidades pudieran acoger y practicar dentro de ellas este gesto de fraternidad y reconcilia-ción (cf. Hch 15, 23-29).

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Encuentro 7

8. Todos recibieron el ministerio de perdonar y re-conciliar

Pablo, en su segunda carta a los Corintios, describe la actitud de quien, dentro de la comunidad, debe buscar siempre el camino del perdón y de la reconciliación (cf. 2 Co 5, 14-21). En la carta, define su actividad apostólica como un “ministerio de la reconciliación”. Todos deben ser “embajadores de Cristo”, mensajeros de palabras de reconciliación (cf. 2 Co 5, 19). Para que haya recon-ciliación es necesaria la práctica continua del perdón entre los hermanos y las hermanas de la comunidad. Vivir la reconciliación es poner en práctica el mandato de Jesús. Jesús transmite el poder de perdonar. Este poder de perdonar fue dado a todos: a Pedro (cf. Mt 16, 18), a los apóstoles (cf. Jn 20, 23) y a la comunidad (cf. Mt 18, 18).

9. La reconciliación cósmicaPara Pablo, la reconciliación entre las personas y el mundo debe abrir espacios para la reconciliación total de todas las criaturas con su Creador (cf. 2 Co 5, 19; Rm 11.15). Es la reconciliación cósmica, propuestas en las cartas a los Colosenses (cf. Col 2, 20) y a los Efesios (cf. Ef 1, 9-10). Todo el universo, “en la tierra y en los cielos”, fue reconciliado con Dios a partir del misterio de Cristo. A través de la resurrección, regresamos al paraíso perdido donde todo era paz y armonía (cf. Gn 2, 4-25). Dos citaciones del Nuevo Testamento nos dan una idea de esta reconciliación universal y cósmica: “pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y

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sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mis-mos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo” (Rm 8, 22-23). “Luego (el ángel) me mostró el río de agua de vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza, a una y otra margen del río, hay un árbol de vida, que da fruto doce veces, una vez cada mes; y sus hojas sirven de medicina para los gentiles. Y no ha-brá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. No-che ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos”. Ap 22, 1-5).

10. El test definitivo de la reconciliación: “Pedro, ¿me amas tú?”

Debemos siempre acoger la propuesta de reconcilia-ción presentada por Jesús. No importa lo que hicimos o dejamos de hacer. Podemos concluir estas prácticas de reconciliación recordadas en la Biblia, releyendo el diálogo entre Jesús y Pedro a orillas del Mar de Gali-lea: “Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pe-dro: ‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos’. Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’. Vuelve a decirle por segunda vez: ‘Simón de Juan, ¿me amas?’. Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’. Le dice por tercera vez: ‘Simón de Juan, ¿me

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quieres?’. Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’” (Jn 21, 15-17). A pesar de haberlo negado en la hora más difícil, Jesús no deja de perdonar a Pe-dro e invitarlo a vivir en su amor.

Encuentro 7

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LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 8

No extinguir el Espíritu

“Pero tengo contra ti que has perdido tu amor de antes” (Ap 2,4)

Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

En un congreso de la Vida Religiosa, en los años 90, en Porto Alegre (Brasil) había más de dos mil religiosas y religiosos. Fue lanzada la invitación: “levante la mano quién es miembro de una Congregación que nació de la interpelación del Espíritu proveniente del contacto de la fundadora o del fundador con los pobres de su épo-ca”. Todos/as levantaron las manos. Se lanzó entonces una segunda invitación: “levante la mano quién trabaja y convive hoy con los pobres”. Poca gente levantó la mano. Podríamos hacer ahora una pregunta que no fue hecha en aquella ocasión: “¿por qué se extingue en no-sotros la interpelación del Espíritu que nuestros funda-dores y fundadoras descubrieron en los pobres?”.

Muchos son los motivos que pueden matar en nosotros la creatividad y extinguir el Espíritu: inmovilismo, aco-modamiento, fl ojera, burocracia, miedo, defensa de las propiedades adquiridas o recibidas a lo largo de los años, necesidad de mantener en funcionamiento la institu-ción. Cultivamos el miedo de equivocarnos y olvidamos cultivar la voluntad de acertar. En esta época nuestra de cambios tan grandes, la creciente inseguridad lleva a las personas a agarrarse a las seguridades del pasado, y provoca el inmovilismo y el fundamentalismo que ma-tan cualquier intento de creatividad. La fi delidad a la letra de las constituciones no puede matar al Espíritu.

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El Documento de Aparecida nos alerta y desafía: “esta firme decisión misionera debe impregnar todas las es-tructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movi-mientos, y de cualquier institución de la Iglesia. Ningu-na comunidad debe excusarse de entrar decididamen-te, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (DA 365). Y más: “La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instaura-ción del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y lai-cas, estamos llamados/as a asumir una actitud de per-manente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiem-pos en los que Dios se manifiesta” (DA 366).

1. Comentar: ¿cómo se manifiesta este clamor hoy entre no-sotros/as?

2. Compartir: ¿por qué se puede extinguir en nosotros/as la interpelación del Espíritu que nuestros fundadores y funda-doras descubrieron en los pobres?

3. Recordar: ¿conocemos alguna experiencia de Vida Reli-giosa que busca recuperar la interpelación original que el Espíritu nos ha hecho a través de los pobres? Contemos.

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Encuentro 8

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Vamos a escuchar un texto de la primera carta de Pablo a los miembros de la comunidad de Tesalónica. El após-tol da varios consejos sobre lo que deben hacer para no extinguir el Espíritu

Lectura: 1 Tesalonicenses 5, 12-28

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: ¿cuáles son los consejos que Pa-blo da para que la comunidad de Tesalónica siga viviendo en el Espíritu?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿cómo pue-de ayudarnos esta Palabra hoy a vivir en el Espíritu que hizo nacer nuestra Congregación?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo nos ayuda esta Palabra a no extinguir en nosotros/as el espíritu profético de la Vida Religiosa?

Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

1. Formular un compromiso de conversión personal y co-munitaria en la transformación de las estructuras caducas que nos impiden evangelizar como nos pide el Documento de Aparecida (cf. DA 365-366).

2. Presentar peticiones espontáneas.

3. Orar el Salmo 58 (57).

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SUBSIDIO

“El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2, 7)

1. El Espíritu que recibimos es el Espíritu de Jesús

El Espíritu que nos fue dado en el bautismo es el Espí-ritu de Jesús. Es este mismo Espíritu el que nos em-

puja a seguir a Jesús, a ser y a hacer hoy lo que él, Je-sús, sería y haría si estuviera aquí en nuestro lugar. Fue lo que aconteció con nuestros fundadores y fundadoras. Ellos y ellas vivieron y cultivaron este Espíritu a par-tir de una radical experiencia de Dios en medio de los pobres, marginados y excluidos de su época. Por ello, nosotros/as hoy debemos vivir en este mismo Espíritu que nos desafía a proseguir en el camino de nuestras fundadoras y fundadores, dentro de la espiritualidad específi ca de cada Congregación.

2. Vivir y cultivar el Espíritu en la vida comunitariaEl Espíritu que recibimos en el bautismo es fruto de una experiencia única y personal. La vivencia de esta fe es obligatoriamente comunitaria. Por ello, un gran desafío es vivir en el Espíritu compartiendo nuestra experiencia personal de Dios con gente que tiene experiencias, vi-vencias e historias diferentes. Pablo percibió esto en su trabajo evangelizador. Por eso, ofrece recomendacio-nes para que la vida comunitaria de los Tesalonicenses no extinga el Espíritu (cf. 1 Ts 5,12-22). Es decir, el más

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Encuentro 8

antiguo documento cristiano, la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses, nos alerta sobre los innumerables peligros en la vida comunitaria que pueden matar al Espíritu que recibimos en el bautismo.

3. El peligro de la institucionalizaciónSon muchas las causas que pueden llevar a extinguir el Espíritu. Una de ellas es la institucionalización. San Francisco comenzó la Orden en 1208. Cuando murió en 1226, había más de 5000 frailes. Señal de que supo presentar un ideal para las personas de su época. Por otro lado, la organización de este gran número de frai-les exigió medidas institucionales. Surge así la eterna tensión entre el carisma original fundante y la nece-saria organización. La acción del Espíritu era visible y palpable en la vida de las fundadoras y de los fundado-res. A medida que la acción del Espíritu se organizaba y se estructuraba, la vivacidad iba disminuyendo. Se paga un tributo a la institucionalización necesaria para poder sobrevivir. Se busca un equilibrio. Sin embargo, con mucha facilidad aparecen desequilibrios dentro de las instituciones.

4. El peligro del ritualismoOtra situación que puede llevar a las personas a extin-guir o sofocar la acción del Espíritu es cuando la expe-riencia religiosa original se vuelve un ritualismo vacío. Vemos en la Biblia que el sacerdocio nació para ser la mediación entre Dios y la humanidad. Su función básica era experimentar, vivir e irradiar la presencia viva de

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Dios en medio del pueblo. Sin embargo, cuando aumen-tó la preocupación por los ritos en el Templo a través de la liturgia oficial, disminuyó la fuerza irradiadora de la presencia de Dios y el sacerdote se transformó en un funcionario de lo sagrado. Lo mismo pasó con la pro-fecía. Muchos profetas se volvieron funcionarios de lo sagrado ejerciendo una función religiosa que legitima-ba las actitudes opresoras de los reyes, supuestamente hechas en nombre del Dios liberador (cf. Jr 5, 30-31; 28, 1-17; Os 4, 5; Mi 3, 5-8). Esta profecía es falsa por-que transmite un ritualismo carente de la experiencia de Dios (cf. Jr 27, 14-15).

5. El peligro del acomodamiento y de la racionali-zación

Otra causa que lleva a extinguir el Espíritu es el aco-modamiento: inmovilismo, flojera, miedo, defensa de las propiedades adquiridas o recibidas a lo largo de los años. Otra causa puede ser el demasiado estudio que estimula la capacidad de raciocinio y lleva a la persona a encontrar mil argumentos para defenderse frente a los cambios y para legitimar los privilegios que se poseen.

6. La lucha por el poderOtra causa que contribuyó en el pasado y sigue contri-buyendo hasta hoy a la extinción del Espíritu, es la lucha por el poder en las comunidades, en las Congregaciones y en la Iglesia. Se invocan motivaciones santas y legí-timas para tomar decisiones y definir rumbos, pero en realidad los motivos invocados esconden la lucha por el

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Encuentro 8

poder. En verdad, en algunos casos, a lo que se teme es una Vida Religiosa profética. Las acusaciones de “mala teología”, alejamiento de la tradición, herejías y otras infidelidades son, en algunas ocasiones, autodefensa de los que tienen el poder.

7. El Espíritu y la vuelta a los orígenesEl Concilio Vaticano II invitó a los/as religiosos/as a vol-ver a los orígenes. Vita Consecrata refuerza esta idea y nos dice que el regreso a los orígenes implica dos cosas para que el Espíritu pueda resucitar: (1) volver al Es-píritu del fundador o de la fundadora y redescubrir el contexto de vida y de pobreza en que él o ella sintió el llamado al seguimiento de Jesús (VC 36-37), y (2) volver a estar cerca de los pobres y percibir la manera como ellos, los pobres, viven su fe en Dios para poder así aco-ger el llamado de Dios que viene de los pobres (VC 63).

8. La opción por los pobresPablo redescubrió al Espíritu en las periferias de Corin-to. Fue la convivencia con los pobres sin poder lo que convirtió el corazón de Pablo y lo ayudó a percibir que la Resurrección pasa por la cruz y que la cruz no tiene lógica ni oratoria. Por un lado, la convivencia con los marginados iluminó para él el significado de la cruz de Jesús. Por otro lado, la cruz de Jesús lo ayudó a percibir la sabiduría de Dios presente en medio de la debilidad e ignorancia de los marginados. Fue la convivencia con este pueblo lo que le hizo comprender el alcance de su crisis de Atenas. Allá, paseando por las plazas, se basó

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en la sabiduría y en la retórica y no obtuvo casi ningún resultado. Aquí, en Corinto, trabajando en el taller de tiendas (cf. Hch 18, 3), conviviendo con los pobres y experimentando sus propias debilidades y limitaciones, descubrió cómo de un pueblo crucificado puede resuci-tar una comunidad llena de vida. Anunció “el Evange-lio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo… Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1 Co 1, 17.23). Fue en la acción pastoral concreta junto al pueblo de las periferias de Corinto donde Pablo apren-dió a vivir radicalmente el Espíritu que había recibido en su bautismo en Damasco.

9. Estar abiertos/as a las sorpresas de DiosLos criterios de Dios no son los criterios humanos. Dios no llega a nosotros/as como esperamos o imaginamos. Dios siempre nos sorprende. Aparece en medio de noso-tros/as como un niño indefenso, como un carpintero del campo, como un mesías pobre, montado en un burrito. Un peligro muy grande es absolutizar una determinada imagen de Dios. Con una falsa imagen de Dios hasta podemos llegar a matar en nombre de Dios. Fue lo que aconteció con Pablo. Pablo era un teólogo formado en una buena facultad, la escuela de Gamaliel. Tuvo que cambiar su mirada, dejar de lado la teología que apren-dió en la facultad y acoger una nueva teología transmiti-da por un pescador analfabeta llamado Pedro y anunciar el testimonio de una mujer, María Magdalena, que dijo haber visto a Jesús resucitado. Es adquirir esta nueva

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Encuentro 8

mirada lo que nos permite acoger las sorpresas de Dios. Jesús, al ver cómo los pobres comprendían las cosas del Reino, exultó en el Espíritu y comenzó a rezar: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito” (Mt 11, 25-26). Sólo los niños y los peque-ños tienen ojos abiertos para las sorpresas de Dios.

10. Hacernos discípulos y discípulas desde los pobresGuiados por el Espíritu y a la luz de la experiencia de nues-tros fundadores y fundadoras, los religiosos y religiosas de América Latina y el Caribe también hoy estamos invitados/as a “escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta” (DA 366).

Estamos llamados/as a hacernos de nuevo discípulos y discípulas desde los pobres, que nos sorprenden y enri-quecen con su manera propia de descubrir la presencia amiga de Dios en su propia vida y de vivir en contacto con la Palabra del mismo Dios. Como nos recuerda la Pontificia Comisión Bíblica: “hay que alegrarse de ver que gente humilde y pobre, toma la Biblia en sus manos y puede aportar a su interpretación y actualización una luz más penetrante, desde el punto de vista espiritual y existencial, que la que viene de una ciencia segura de sí misma” (L’interprétation de la Bible dans l’Église. 15.4.1993. I,F: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bolog-na, 1995, p. 1630).

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LECTURA ORANTE DEL NT 3 - ENCUENTRO 9

Amaren el Espíritu

El amor nace de la contemplación de lo que Dios hace, para hacer lo mismo.

Amar lo que Dios ama, como Dios ama, porque Dios ama

Acogida creativa e invocación al Espíritu Santo. Preparación del ambiente con algunos símbolos

apropiados.

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Un clamor de hoy que re-clama una presencia profética

Una joven señora viajaba en el bus con su hijita. Ya casi de noche, al borde del camino polvoriento y destrui-do desfi laba una familia entera, adultos y niños, todos con enormes bultos en los hombros. La niña exclamó: “¡Pobrecitos, cómo sufren!”. La mamá intentó tranqui-lizarla en seguida: “Ellos no sufren. Son pobres, y ¡los pobres están acostumbrados a sufrir!”.

Esta manera de pensar está terriblemente difundida, hasta entre religiosos y religiosas. Está muy difundida entre quien, no pobre, ya ha tranquilizado su concien-cia frente al sufrimiento ajeno. El pobre puede sufrir por un huayco, por una inundación o por un incendio espantoso, sus hijos pueden morirse por el frío o por una enfermedad curable…, pero el pobre no sufrirá tan-to como las otras personas, porque no tiene la misma sensibilidad. ¡El pobre está acostumbrado a sufrir!. Lo que, traducido en palabras más sencillas, quiere decir: el pobre puede seguir sufriendo.

Frente a esta triste constatación, el No. 43 del Instru-mentum Laboris del Sínodo de los Obispos (XII Asam-blea General Ordinaria, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia) nos recuerda lo que escri-bía hace muchos siglos San Agustín: “es fundamental comprender que la plenitud de la Ley, como también de todas las divinas Escrituras, es el amor […] por lo

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tanto, quien cree haber comprendido las Escrituras, o al menos una parte cualquiera de ellas, sin empeñarse a construir, con el entendimiento de las mismas, este doble amor a Dios y al prójimo, demuestra no haber-las aún comprendido (De Doctrina Cristiana, I, 35,39 – 36,40: PL 34,34)”.

El mismo Instrumentum Laboris (No. 39) subraya: “dado que tantas páginas de la Sagrada Escritura no sólo su-gieren, sino que ordenan el respeto de la justicia hacia el prójimo (cf. Dt 24, 14-15; Am 2, 6-7; Jr 22, 13, St 5, 4), habrá fidelidad a la Palabra cuando la primera for-ma de caridad se realice en el respeto de los derechos de la persona humana, en la defensa de los oprimidos y de los que sufren […]. Es necesario dar consolación y esperanza a los pobres del mundo”.

Habían entonces acertado los Obispos reunidos en Apa-recida cuando escribieron: “Por ello, frente a esta for-ma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y el Ca-ribe no sólo el continente de la esperanza, sino también el continente del amor…” (DA 64).

1. Comentar: ¿conoce casos similares de desprecio por la vida y el sufrimiento del pobre?

2. Compartir: ¿cómo nos situamos nosotros, religiosos y religio-sas, frente al desprecio que se tiene hoy por la vida humana?

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3. Recordar: ¿conoce a alguna religiosa, religioso o comuni-dad religiosa comprometidos en una “globalización de la solidaridad”? Contemos.

Un texto para iluminar, meditar y rezar

Las comunidades lucanas tienen que haber pasado por serios problemas de divisiones y exclusiones en su inte-rior. Lucas intenta ayudarlas, recordando una parábola que Jesús contó para responder a la pregunta de un maestro de la ley. Prestemos atención: ¿qué es lo que le preocupa al maestro de la ley?, y ¿qué es lo que le preocupa a Jesús?

Lectura: Lucas 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo? ¿Quién se ha hecho prójimo?

Momento de silencio.

1. Lo que el texto dice en sí: Al comienzo está la pregunta del maestro: “¿quién es mi prójimo?”. Al fi nal, la pregunta de Jesús: “¿quién se ha hecho prójimo?”. ¿Qué diferencia hay entre las dos preguntas?

2. Lo que el texto dice para nosotros y nosotras: ¿cuál es nuestra mirada, cuando nos confrontamos con los “moli-dos y medio muertos” de hoy? ¿Es la mirada del maestro de la Ley o es la mirada de Jesús?

3. Cómo seguir a Jesús: ¿cómo nos ayuda este texto a recu-perar la radicalidad profética del mandamiento del amor?

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Asumir y celebrar un compromiso delante de Dios

Preparar con mucha libertad y creatividad este momen-to, recordando que “Dios no pide oraciones, sino que seamos personas orantes”.

1. Formular un compromiso que nos ayude a tener un papel protagónico en la construcción de la “globalización de la solidaridad”.

2. Presentar peticiones espontáneas. 3. Orar el Salmo 34 (33): “Cuando el pobre grita, Yavéh oye,

y le salva de todas sus angustias”

SUBSIDIO

“¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” - “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10,25)

1. Una pregunta desencadenanteTodo comienza con una pregunta que un teólogo, maes-tro de la Ley, hace a Jesús: “¿Qué debo hacer para te-ner en herencia la vida eterna?” (10, 25). Una pregunta que nos hemos hecho todos: ¿qué debo hacer para ir al cielo?, ¿cómo puedo unirme a Dios y salvarme?

La respuesta de Jesús es sorprendente y coloca desde el principio en la perspectiva correcta: “Un hombre baja-

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ba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos…” (10, 30). Con esta respuesta Jesús establece claramen-te una relación fundamental (10, 27) que ya estaba ex-presada en el mandamiento fundamental: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Dt 6, 5). “Y a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19, 18). (Cf. CLAR. Seguir a Jesús - Lectura Orante del Nuevo Testamento 2, 2009. Págs. 31 - 40).

2. La perspectiva correctaEl maestro de la Ley anda preocupado por la vida de-finitiva. Tal vez esté cansado de que Jesús hable sólo de amor al hombre. Es posible que haya quienes por no querer comprometerse con el prójimo prefieren hablar de la otra vida, de la “vida eterna”, entendida como una droga que aliena de los deberes con la vida presen-te. Jesús, sin embargo, invita a mirar al suelo donde se encuentra el prójimo, cuya situación hay que remediar. Y allí se encuentra la respuesta a la pregunta por la “vida eterna”.

“¿Qué debo hacer para tener en herencia la vida eter-na?”, pregunta el jurista. Pero, para Jesús la pregunta correcta es: “¿qué haces frente al necesitado?”. ¿Qué haces frente al hombre (cualquier hombre: judío o sa-maritano, amigo o enemigo, de tu grupo o de otro gru-po, de tu “línea” o de otra “línea”, de tu iglesia o de otra iglesia…) que en el camino se encuentra “molido

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y medio muerto”? De esto depende tu unión con Dios y tu plenitud de vida. La puerta para llegar a Dios es una sola: el hombre caído a la orilla del camino.

3. Una contradicción excluyenteYa sabemos lo que hicieron, o mejor, lo que no hicieron el sacerdote y el levita frente al hombre en el camino.

Oficialmente ellos son los buenos, los hombres de Dios de acuerdo al sistema establecido. Son los piadosos, más aún son los que dictan los comportamientos reli-giosos y sociales aceptables, son los “consagrados”. En su esquema la vida eterna se consigue por medio de la ley, la pureza, el templo, el culto y el sacrificio. Ellos son los poseedores de la vida eterna. Sin embargo, en la perspectiva de la pregunta planteada por Jesús: “¿qué haces frente al necesitado?”, ellos están totalmente desubicados. Hay una contradicción excluyente entre ambas perspectivas.

Jesús se ve obligado a presentar otro modelo. Un samaritano…

4. La provocación de la parábolaPero, ¿qué hace un samaritano en esta parábola?

Su aparición complica la escena y da a la parábola un carácter provocativo y subversivo. A los ojos del teólo-go, maestro de la Ley, el samaritano es un hereje, un perdido, un maldecido por Dios… Si la actuación del sa-

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cerdote y del levita nos resulta desconcertante, la del samaritano nos resulta escandalosa. ¿Puede un “sama-ritano”, un hereje, un diferente, un enemigo, uno de “otra línea”, uno de otra iglesia, “tener en herencia la vida eterna”, ser bueno, mejor que nosotros?

Además, la introducción del samaritano como héroe rompe nuestras expectativas. Ya que no es posible iden-tificarse con el sacerdote y el levita, ¿con quién nos vamos a identificar a partir de ahora? ¿Con el “samari-tano”, con el otro, con el hereje, con el diferente, con el enemigo? Esto choca con nuestros sentimientos y va contra el esquema religioso establecido para la unión con Dios. ¿Nos identificamos con el malherido? Esto im-plica aceptar que quien nos refleja el rostro salvador de Dios sea precisamente alguien que, desde nuestra pers-pectiva, es un enemigo, un hereje y un maldecido por Dios. ¿No será mejor no identificarse con nadie y recha-zar la historia por irreal? Es una tentación recurrente.

5. El mundo al revésEn realidad, con esta parábola, Jesús nos presenta el mundo al revés y nos envuelve en un mundo doblemente distorsionado. Los que deben auxiliar al malherido, no lo hacen. Aquel de quien no se puede y no se debe espe-rar nada, auxilia y salva. El samaritano que no respeta la Ley, cumple lo que está prescrito. El sacerdote y el levita que respetan la Ley, no la cumplen.

Una vez más, la parábola hace saltar los esquemas. La salvación viene de fuera de las fronteras de la ortodo-

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xia. Más aún, acaba con las fronteras. En el Reino de Dios no se separan los de dentro y los de fuera por su categoría religiosa. En la parábola, el samaritano no es el enemigo, sino el auxiliador y salvador. Con esta pa-rábola Jesús pone el mundo boca abajo. Un mundo con gente situada dentro y fuera (tanto en la sociedad como en nuestras Iglesias) ya no es un modelo adecuado para anunciar el Reino de Dios.

Vuelve, entonces, la pregunta: ¿qué hace el samaritano frente al hombre en el camino?

6. Las entrañas del samaritano y las entrañas de DiosEl samaritano a través de una acción concreta, eficaz y progresiva, trata de rehacer lo que deshicieron los asal-tantes. Devuelve la vida al que estaba “molido y medio muerto” en el camino, porque “al verlo, sintió compa-sión”. Literalmente, “se le conmovieron las entrañas”. Como a Dios se le conmovían las entrañas frente a la degradación y deshumanización a la que podía llegar su pueblo (cf. Jr 31, 20). Como a Dios le resulta inso-portable la situación de dolor y humillación, la deshu-manización del hombre, ayer y hoy. Sencillamente, el samaritano hace lo que Dios hace, lo que Dios ha hecho desde siempre. El samaritano hace posible que el amor solidario triunfe en la vida cotidiana, por encima de leyes, normas y verdades que discriminan y excluyen. Esto es lo “milagroso”, esto es lo propio de Dios.

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7. La traición del amorEn fin, el relato pone de manifiesto algo que todos sa-bemos, pero que la vida cotidiana sofoca, escamotea y enmascara permanentemente: ¡no estamos a la altura de las exigencias del amor! La conducta del sacerdote y del levita no tiene nada de extraordinario: su compor-tamiento inhumano es en realidad lo que hace todo el mundo, más aún es lo dictado por la sociedad de ayer y de hoy como normal y como camino de salvación y de vida eterna. En esta perspectiva la reacción de los ser-vidores del templo, escenificada en forma tan incisiva, lleva el sello de lo real. Su reacción a la extrema ne-cesidad de un herido viene a desenmascarar la traición cotidiana que se hace al amor.

8. Amar lo que Dios ama, como Dios ama, y porque Dios ama

La indiferencia de los profesionales del culto y de la Ley revela lo que cada uno de nosotros tendría que re-conocer: que nuestra vida, que nuestra sociedad, que en nuestras iglesias nos hemos olvidado de amar lo que Dios ama, como Dios ama, y porque Dios ama y que todo esto se esconde y se legitima con el cumplimiento de ciertas formas y normas religiosas.

El verdadero problema es que nos hemos olvidado del amor. Y cuando se pierde el amor, se multiplican leyes y normas. Por eso, Jesús, buen pedagogo, nos propone no 10, ni 613 preceptos, sino un solo mandamiento, tan nuevo como antiguo: “les doy un mandamiento nuevo:

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que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tie-nen amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35).

9. El amor nace de la contemplaciónEl amor no puede ser sino respuesta a otro amor. El amor nace de la contemplación. Contemplas lo que Dios hace, para hacer lo mismo. Éste es el sentido profundo del mandamiento del amor.

Ya no es cuestión de separar amor a Dios y amor al pró-jimo. Sólo puedo amar a Dios si amo lo que Él ama, como Él ama y porque Él ama. Y lo que Dios ama es al ser humano. La gran preocupación de Dios es la vida del ser humano. Sus predilectos son los que ven su vida constantemente amenazada.

10. Iglesia samaritana, Vida Religiosa samaritanaDe esta manera, el texto presenta un nuevo rostro de Dios y una nueva mediación, un nuevo camino para ir a su en-cuentro. El acceso a la vida eterna, la ruta para ir a Dios no transita por los caminos del poder, no consiste en el cumplimiento ciego de la ley, en la conservación de una pureza ritual, en la celebración vacía del culto o de la compra de vida con sacrificios que empobrecen y matan la vida del pueblo, sino por el camino del amor solidario. Y esto porque Dios es un Dios-amor, un Dios-vida, un Dios-justicia. Para Dios no es cuestión de leyes, de ritos, de aislamiento conservacionista, de sacrificar la vida; es cues-

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tión de relaciones humanas que den vida al que la necesi-ta. No es aislándonos de los demás como nos acercamos a Dios y nos consagramos a su vida. Este era el esquema de los fariseos, sacerdotes y levitas. Es en el acercamiento, en la inserción, en la relación solidaria donde se vive la consagración a Dios.

Allí está el samaritano, allí están Moisés y los profetas, allí está Jesús de Nazaret, allí está toda la Escritura para ayudarnos a “contemplar” la acción libre y gratui-ta de Dios en favor del pueblo “esclavo y extranjero” en Egipto, en favor de su pueblo rebelde e idólatra, en favor de “los pobres… los que tienen hambre… los que lloran…”, en favor de todos los que siguen “molidos y medio muertos” en el camino.

Aquel mismo amor que ahora se nos pide reproducir y hacer presente en la puntualidad de la necesidad del otro. El huérfano y la viuda, el hambriento y el sedien-to, el encarcelado y el perseguido, el excluido y el cru-cificado siguen siendo “molidos y medio muertos” en nuestra sociedad y expulsados de la posibilidad de vida. Por eso mismo, son confiados al amor, tienen que ser hospedados, acogidos y socorridos como Dios ha hecho desde siempre…

El mandamiento del amor nace de la “contemplación”. Pero, ¡cuidado! No de la contemplación de “cualquier Dios”, sino de “este” Dios que se nos revela en las Escri-turas, en Jesús de Nazaret y en el samaritano. Por eso

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Impresión:CMYK

Impreso en Colombia2009

la parábola se cierra con las palabras de Jesús: “¡vete y haz tú lo mismo!”. Contempla, y haz tú lo mismo.

Y por eso nos recuerdan nuestros Obispos: “Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos in-terpelan a vivir como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25-37)” (DA 26).

¡Ojalá podamos celebrar el Jubileo de la CLAR revita-lizándonos también nosotros, los religiosos y religiosas de América Latina y el Caribe, como “Vida Religiosa samaritana”!

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