Charles Taylor_ Horizontes Ineludibles

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8. Charles Taylor: Horizontes ineludibles* El rasgo general de la vida humana que deseo evocar es el de su carácter fundamentalmente dialógico. Nos convertimos en agentes humanos plenos, capaces de comprendernos a noso- tros mismos, y por ello de definir una identidad, por medio de nuestra adquisición de ricos lenguajes de expresión humana. Para los fines de esta discusión, quiero tomar el «lenguaje» en su más amplio sentido, que abarca no sólo a las palabras, sino también a otros modos de expresión por los que nos definimos a nosotros mismos, incluyendo los «lenguajes» del arte, del gesto, del amor, y similares. Pero a ello nos vemos inducidos en el intercambio con los otros. Nadie adquiere por sí mismo los lenguajes necesarios para la autodennición. Se nos introduce en ellos por medio de los intercambios con los otros que tienen importancia para nosotros, aquellos a los que George Herbert Mead llamaba «los otros significativos». La génesis de la mente humana es en este sentido no «monológica», y no constituye algo que cada cual logre por sí mismo, sino que es dialógica. * Ch. Taylor, «Horizontes ineludibles», en La ética de la autenticidad, trad. de Pablo Carbajosa Pérez, Barcelona, Paidós, 1994, cap. 4, pp. 67-76. Se han suprimido las notas a pie de página. 230

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  • 8. Charles Taylor:

    Horizontes ineludibles*

    El rasgo general de la vida humana que deseo evocar es el de sucarcter fundamentalmente dialgico. Nos convertimos enagentes humanos plenos, capaces de comprendernos a noso-tros mismos, y por ello de definir una identidad, por medio denuestra adquisicin de ricos lenguajes de expresin humana.Para los fines de esta discusin, quiero tomar el lenguaje ensu ms amplio sentido, que abarca no slo a las palabras, sinotambin a otros modos de expresin por los que nos definimosa nosotros mismos, incluyendo los lenguajes del arte, delgesto, del amor, y similares. Pero a ello nos vemos inducidos enel intercambio con los otros. Nadie adquiere por s mismo loslenguajes necesarios para la autodennicin. Se nos introduceen ellos por medio de los intercambios con los otros que tienenimportancia para nosotros, aquellos a los que George HerbertMead llamaba los otros significativos. La gnesis de la mentehumana es en este sentido no monolgica, y no constituyealgo que cada cual logre por s mismo, sino que es dialgica.

    * Ch. Taylor, Horizontes ineludibles, en La tica de la autenticidad, trad. de Pablo Carbajosa Prez, Barcelona, Paids, 1994, cap. 4, pp. 67-76.Se han suprimido las notas a pie de pgina.

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    Adems no se trata slo de algo que acontece en la gnesis y que puede ignorarse posteriormente. No se trata simple-mente de que aprendamos los lenguajes con el dilogo, y po-damos despus usarlos para nuestros propios fines por noso-tros mismos. Con ello se describe en cierta medida nuestra si-tuacin en nuestra cultura. Se espera que desarrollemos enuna medida considerable nuestras propias opiniones, puntosde vista y actitudes hacia las cosas mediante la reflexin soli-taria. Pero no es as como funcionan las cosas en el caso de lascuestiones importantes, como la definicin de nuestra identi-dad. sta queda definida siempre en dilogo, y a veces enlucha, con las identidades que nuestros otros significativosquieren reconocer en nosotros. Y aun cuando damos la es-palda a algunos de estos ltimos -nuestros padres, porejemplo- y desaparecen de nuestras vidas, la conversacincon ellos contina dentro de nosotros todo lo que durannuestras vidas.

    De manera que la aportacin de los otros significativos,aun cuando tiene lugar al comienzo de nuestras vidas, conti-na a lo largo de stas. Algunas personas podran seguirmehasta este punto, y querer sin embargo ceirse a alguna formadel ideal monolgico. Es verdad que no podemos liberarnosnunca por completo de aquellos cuyo amor y atencin nosconfiguraron en lo ms temprano de nuestras vidas, pero de-beramos esforzarnos en definirnos por nosotros mismos loms plenamente posible, llegando a comprender lo mejor quepodamos y a lograr cierto control sobre la influencia ejercidapor nuestros padres, y evitar caer en cualquier forma de de-pendencia posterior de los mismos. Tendremos necesidad derelaciones para realizarnos, pero no para definirnos.

    Es ste un ideal comn, pero que en mi opinin subestimagravemente el lugar de lo dialgico en la vida humana. Quie-re todava confinarlo tanto como sea posible a la gnesis. Ol-vida cmo puede tranformarse nuestra comprensin de lascosas buenas de la vida por medio de nuestro disfrute en co-

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    mn de las mismas con las personas que amamos, cmo al-gunos bienes se nos hacen accesibles solamente por medio deese disfrute comn. Debido a ello, nos costara un gran es-fuerzo, y probablemente muchas rupturas desgarradoras, im-pedir que formen nuestra identidad aquellos a quienes ama-mos. Consideremos lo que entendemos por identidad. Setrata de quin somos y de dnde venimos. Como talconstituye el trasfondo en el que nuestros gustos y deseos, y opiniones y aspiraciones, cobran sentido. Si algunas de las co-sas a las que doy ms valor me son accesibles slo en relacincon la persona que amo, entonces esa persona se convierte enalgo interior a mi identidad.

    A algunas personas esto podra parecerles una limitacin,de la que uno podra aspirar a liberarse. sta es una forma decomprender el impulso que late en la vida del eremita, o portomar un caso que resulta ms familiar a nuestra cultura, enla del artista solitario. Pero desde otra perspectiva, podra-mos considerar esto incluso como algo que aspira a un ciertotipo de carcter dialgico. En el caso del eremita, el interlocu-tor es Dios. En el caso del artista solitario, la obra misma sedirige a un pblico futuro, acaso todava por crear, gracias a la obra en s. La misma forma de una obra de arte muestra sucarcter de cosa dirigida. Pero sin menoscabo de cmo nossintamos respecto a ello, la formacin y el sostn de nuestraidentidad, en ausencia de un esfuerzo heroico por rompernuesta existencia corriente, siguen siendo dialgicos a lo lar-go de nuestras vidas.

    Quiero indicar ms adelante que este hecho central ha que-dado reconocido en la creciente cultura de la autenticidad.Pero lo que deseo hacer ahora es tomar este rasgo dialgicode nuestra condicin, por una parte, y ciertas exigencias in-herentes al ideal de autenticidad por otra, y mostrar que lasformas ms egocntricas y narcisistas de la cultura contem-pornea son manifiestamente inadecuadas. Ms en particu-lar, quiero mostrar que las formas que optan por la autorrea-

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    zacin sin considerar (a) las exigencias de nuestros lazoscon los dems o (b) las exigencias de cualquier tipo que ema-nan de algo que est ms all o fuera de los deseos o aspira-ciones humanas son contraproducentes, destruyen las con-diciones para realizar la autenticidad misma. Los abordar enorden inverso, para empezar con (b), argumentando a partirde las exigencias de la autenticidad misma como ideal.

    Cuando llegamos a comprender lo que significa definir-nos a nosotros mismos, determinar en qu consiste nuestraoriginalidad, vemos que hemos de tomar como trasfondocierto sentido de lo que es significativo. Definirme significaencontrar lo que resulta significativo en mi diferencia con res-pecto a los dems. Puede que yo sea la nica persona que tie-ne exactamente 3.732 pelos en la cabeza, o que sea exacta-mente de la misma altura que un rbol de la Llanura siberiana;y qu? Si empiezo por decir que me defino por mi capacidadde articular verdades importantes, o tocar el clavicordio me-jor que nadie, o revivir la tradicin de mis antepasados, en-tonces entramos en el terreno de las autodefiniciones recono-cibles.

    La diferencia es evidente. Comprendemos perfectamenteque estas ltimas propiedades tienen una significacin hu-mana o que pueden ser consideradas por la gente de modoque la tengan, en tanto que las primeras no: es decir, no si notienen algo especial que decirnos. Quiz el nmero 3.732 seconsidere sagrado en alguna sociedad; en ese caso tener esenmero de pelos puede considerarse significativo. Pero llega-mos a ello vinculndolo con lo sagrado.

    Vimos antes, en el segundo captulo, de qu modo la cultu-ra contempornea se desliza hacia un relativismo blando. EUootorga un valor adicional a una presuncin general: las cosasno tienen significacin en s mismas sino porque las personasas lo creen, como si pudieran determinar qu es significativo,bien por decisin propia, bien quiz slo porque as lo pien-san. Esto sera algo disparatado. No podramos decidir sim-

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    plemente que la accin ms significativa consiste en chapotearcon los pies en barro tibio. Sin una explicacin especial, no setratara de una pretensin inteligible (como la de los 3.732 pe-los antes citada). De modo que no sabramos qu sentidoatribuir a alguien que supuestamente pensara que esto es as.Qu podra querer dar a entender alguien que dijera esto?

    Pero si esto tiene sentido slo despus de una explicacin(quiz sea el barro el elemento del espritu del mundo, con elque se entra en contacto gracias a los pies), queda abierto a lacrtica. Qu sucede si la explicacin es falsa, si no tiene xito,o puede ser sustituida por una descripcin ms apropiada?El que tengamos cierta impresin de las cosas nunca puedeconstituir base suficiente para respetar nuestra posicin, por-que nuestra impresin no puede determinar lo que es signifi-cativo. El relativismo blando se autodestruye.

    Las cosas adquieren importancia contra un fondo de inte-ligibilidad. Llamaremos a esto horizonte. Se deduce que unade las cosas que no podemos hacer, si tenemos que definirnossignificativamente, es suprimir o negar los horizontes contralos que las cosas adquieren significacin para nosotros. stees el tipo de paso contraproducente que se da con frecuenciaen nuestra civilizacin subjetivista. Al acentuar la legitimidadde la eleccin entre ciertas opciones, muy a menudo nos en-contramos con que privamos a las opciones de su significa-cin. Existe, por ejemplo, un cierto discurso de justificacinde orientaciones sexuales no convencionales. Hay personasque desean sostener que la monogamia heterosexual no es lanica forma de lograr la realizacin sexual, que quienes se in-clinan por las relaciones homosexuales, por ejemplo, no de-beran tener la impresin de que emprenden un camino se-cundario, menos digno de recorrer. Esto encaja bien en lamoderna comprensin de la autenticidad, con su nocin dediferencia, de originalidad, de aceptacin de la diversidad.Intentar ampliar estas conexiones ms adelante. Pero porms que lo expliquemos, est claro que esta retrica de la di-

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    ferencia, de la diversidad (incluso del multiculturalis-mo), resulta central para la cultura contempornea de la au-tenticidad.

    Pero en algunas de sus formas, este discurso se desliza ha-cia una afirmacin de la eleccin misma. Toda opcin esigualmente valiosa, porque es fruto de la libre eleccin, y es laeleccin la que le confiere valor. El principio subjetivista quesubyace al relativismo dbil se encuentra aqu presente. Aun-que esto niega explcitamente la existencia de un horizonte designificado, por el que algunas cosas valen la pena y otras algomenos, y otras no valen en absoluto la pena, con mucha ante-rioridad a la eleccin. Pero en ese caso la eleccin de la orien-tacin sexual pierde todo significado especial. Se sita en elmismo plano que cualquier otra preferencia, como la que seda en parejas sexuales ms altas o ms bajas, o rubias o more-nas. A nadie se le ocurrira incurrir en juicios discriminatoriosa causa de estas preferencias, pero eso sucede porque todasellas carecen de importancia. En realidad dependen de culessean nuestros sentimientos. Una vez llega a asimilarse a stosla orientacin sexual, que es lo que sucede cuando hacemosde la eleccin la razn justificatoria crucial, la meta primitiva,que consista en afirmar que esta orientacin tiene igual valor, queda sutilmente frustrada. La diferencia as afirmada seconvierte en insignificante.

    Afirmar el valor de la orientacin homosexual ha de hacer-se de manera diferente, ms empricamente se podra decir,teniendo en cuenta la naturaleza real de la experiencia y lavida homo y heterosexual. No se puede asumir simplementea priori, sobre la base de que cualquier cosa que escojamosser correcta.

    En este caso, la afirmacin del valor queda contaminada trassu conexin con otra idea rectora, que antes he mencionado demanera estrechamente entretejida con aqulla, la de libertadautodeterminada. Es en parte responsable del acento puesto enla eleccin como consideracin crucial, y tambin del desliza-

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    miento hacia un blando relativismo. Volver ms tarde sobreello, al hablar de la forma en que la meta de la autenticidad lle-ga a pervertirse. Pero, por el momento, la leccin general es quela autenticidad no puede defenderse con formas que hagandesplomarse los horizontes de significado. Hasta el sentido deque la significacin de mi vida proviene de que se elige -encuyo caso la autenticidad se funda realmente en la libertad au-todeterminada- depende de la comprensin de que, indepen-dientemente de mi voluntad, existe algo noble, valeroso y portanto significativo en la configuracin de mi propia vida. Tene-mos aqu una imagen de cmo son los seres humanos, situadosentre esta opcin de autocreacin y formas ms fciles de esca-bullirse, de dejarse llevar por la corriente, de someterse a lasmasas, y dems, imagen que se toma por verdadera, descubier-ta, no decidida. Los horizontes constituyen algo dado.

    Pero hay ms: este grado mnimo del carcter de lo dado,que sostiene la importancia de la eleccin, no es suficientecomo horizonte, como vimos en el caso del ejemplo de laorientacin sexual. Puede ser importante que mi vida sea elegi-da, tal como afirma John Stuart Mili en Sobre la libertad, pero,a menos que ciertas opciones tengan ms significado que otras,la idea misma de autoeleccin cae en la trivialidad y por lo tan-to en la incoherencia. La autoeleccin como ideal tiene sentidoslo porque ciertas cuestiones son ms significativas que otras.No podra pretender que me elijo a m mismo, y desplegar todoun vocabulario nietzscheano de autoformacin, slo porqueprefiero escoger un filete con patatas en vez de un guiso a lahora de comer. Y qu cuestiones son las significativas no escosa que yo determine. Si fuera yo quien lo decidiera, ningunacuestin sera significativa. Pero en ese caso el ideal mismo dela autoeleccin como idea moral sera imposible.

    De modo que el ideal de la autoeleccin supone que hayotras cuestiones significativas ms all de la eleccin de unomismo. La idea no podra persistir sola, porque requiere unhorizonte de cuestiones de importancia, que ayuda a definir

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    los aspectos en los que la autoformacin es significativa. Si-guiendo a Nietzsche, soy ciertamente un gran filsofo si logrorehacer la tabla de valores. Pero esto significa redefinir los va-lores que ataen a cuestiones importantes, no confeccionar elnuevo men de McDonald's, o la moda en ropa de sport de laprxima temporada.

    El agente que busca significacin a la vida, tratando de de-finirla, dndole un sentido, ha de existir en un horizonte decuestiones importantes. Es esto lo que resulta contraprodu-cente en las formas de la cultura contempornea que se con-centran en la autorrealizacin por oposicin a las exigenciasde la sociedad, o de la naturaleza, que se cierran a la historia y a los lazos de la solidaridad. Estas formas narcisistas y ego-cntricas son desde luego superficiales y trivializadas; sonangostas y chatas, como dice Bloom. Pero esto no sucedeas porque pertenezcan a la cultura de la autenticidad. Ocu-rre, por el contrario, porque huyen de sus estipulaciones. Ce-rrarse a las exigencias que proceden de ms all del yo supo-ne suprimir precisamente las condiciones de significacin y,por tanto, cortejar a la trivializacin. En la medida en que lagente busca en esto un ideal, este autoaprisionarse es autoa-nulador; destruye las condiciones en las que puede realizarse.

    Dicho de otro modo, slo puedo definir mi identidad con-tra el trasfondo de aquellas cosas que tienen importancia.Pero poner entre parntesis a la historia, la naturaleza, la so-ciedad, las exigencias de la solidaridad, todo salvo lo que en-cuentro en m, significara eliminar a todos los candidatosque pugnan por lo que tiene importancia. Slo si existo en unmundo en el que la historia, o las exigencias de la naturaleza,o las necesidades de mi prjimo humano, o los deberes delciudadano, o la llamada de Dios, o alguna otra cosa de este te-nor tiene una importancia que es crucial, puedo yo definiruna identidad para m mismo que no sea trivial. La autentici-dad no es enemiga de las exigencias que emanan de ms alldel yo; presupone esas exigencias.