Caza. Poesía de Jair Cortés

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Libro de poemas del poeta mexicano Jair Cortés, con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2006.

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    Caza mereci el Premio Nacional de Poesa Efran Huerta 2006, otorgado

    por un jurado compuesto por

    Thelma Nava, Baudelio Camarillo y Silvia Pratt

  • 3

    CAZA

  • 4

    CAZA DE FAMILIA

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    Otra vez esta casa vaca

    que es mi cuerpo

    a donde no has de volver.

    Blanca Varela

    Buche, granada, sal, te ped que vinieras,

    te lo ped. Y no me oste. De eso te acuso;

    por ello me juzgas...

    Jaime Reyes

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    TODO empieza con el padre:

    irradian su luz

    los labios del que lo nombra.

    Las habitaciones existen porque l las ocupa. Segn los rasgos de su rostro

    la mesa se dispone. En la ventana su vaho empaa los cristales. Su vista

    penetra la tiniebla con una lanza de claridad, a pesar de su mano casi

    piedra, que golpea con amor e infinita violencia

    el cuerpo entumecido de los hijos.

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    LOS NOMBRES, vienen, parvada,

    oscurecen si la tarde se nubla, gris.

    Antes de esto slo dibujos:

    marchitas hojas, estrellas mancas, rayones en las paredes (en las cavernas o

    edificios, en la roca que testifica el curso del ro, en el autobs solitario de la

    noche), garabatos queriendo decir algo sin poder decirlo, negndose a

    ilustrar con certeras grafas un discurso inteligible en el que figuren

    nuestros pesares.

    Desde la sombra,

    teje su red la soledad, perfecta,

    alrededor de ese Alguien cuya biografa es Algo.

    El Nombre,

    faro de luz negra

    el Nombre.

  • 8

    TODAS LAS PALABRAS que en m resuenan

    hoy se rompen

    y hacen de su cada la ms silenciosa de las cadas

    (paredes que en un sueo sordo se desploman).

    Todas las palabras dichas,

    hoy nos dicen:

    la bondad de Dios

    la hicimos nosotros,

    qu haremos con esa bondad?

    El viento del destino sopla lobo atroz

    y el techo se viene abajo

    miedo que de su misterio se despoja.

  • 9

    CAY EL ANTIFAZ de la Historia:

    La historia no tena cara.

    Mataron ayer al hombre que cambiara la casa desde los cimientos

    al Albail- Candidato

    la casa ahora es la cscara de esa historia.

  • 10

    SIN EL SOL tambin se vive. He vuelto a mi ntimo encierro. Mi hermana la

    tapia y mi hermano el espejo discuten su porcin de penumbra, su secreto

    tesoro. En un juego de cartas deciden apostar lo que ya est perdido.

    Consagro la suma de mis pertenencias a mi lecho vaco.

    Otra vez la vigilia.

    -Quin se desvela en la calle solitaria? -

    Debo preguntar otra vez

    y fingir

    que en medio del insomnio

    he hallado la respuesta.

  • 11

    YO TAMBIN, me dije, yo tambin puedo ser los otros,

    redondear la o y fingir asombro al mirar los puertos;

    puedo pensar, mientras platico, en la punta de la barca,

    y puedo ir ms all, en donde la luz naufraga.

    Yo tambin, me dije,

    yo tambin puedo ser otro y no el desamparo,

    este animal sin iglesia ni rosario.

  • 12

    TODO empieza con el padre?

    y la msica en dnde empieza?

    El agua del ro toca para m,

    improvisa hojas y espuma entre las piedras.

  • 13

    HUBO UN TIEMPO en que la apariencia era lo sagrado de las cosas. Por eso

    nos

    hicimos dao. Lanza en mano, nos buscamos. De casa en casa.

    Mi corazn, fruto agrio por aquellos das, solo, en el gemido de la tiniebla.

    Hubo un tiempo, rase una vez la palabra:

    La mujer que lea las lneas en la palma de la mano

    cambi su rostro por el del agua

    mientras vimos nuestras caras desplomarse,

    piedras que sin remedio

    con la corriente del ro se separan .

  • 14

    TE SUEO desde tu muerte

    en una mala noticia que mi hermano me otorga.

    Tu hora y la ma

    son relojes gemelos.

    Camino y lloro,

    he aqu estas dos verdades,

    lo dems,

    lo que sobra,

    es un soplido

    una lgrima devuelta

    a su inabarcable mar de tristeza.

  • 15

    AHORA EL MAR abandona a la playa

    como alguna vez la playa abandon al mar.

    El faro insiste en guiarnos.

    Camino en crculos en este paisaje vaco,

    Trazo.

    Cuatro paredes que fueron una playa, un mar,

    un retrato de familia vislumbrando el amanecer.

    El mar abandona a la playa,

    como alguna vez la playa abandon al mar

    El faro, la playa, el mar?

  • 16

    EL PUNTO es un refugio.

    (Ah vive el aturdido escriba),

    la coma es la ventana de la prosa,

    (entra el aire tibio de agosto y seduce

    tus piernas muslos suaves

    como suaves en tu odo son las vocales)

    El punto es casa aparte.

    Comillas que son candiles

    lmparas de tu lectura.

    Deca el padre de las cosas que la escritura es propiedad.

    Por eso escribo tu voz

    para que me llames desde aqu,

    en esta cacera del habla.

  • 17

    LOS MUROS los hacemos nosotros

    Aqu construyo uno: MURO

    Otro: AMOR

  • 18

    GRITAMOS

    Desgargantados nos ofendemos

    El encuentro de la frase aqu

    en la cara de este minuto que tiembla

    Fuego que escupe fuego

    como una llamarada que se enciende desde la mdula de la brasa

    las palabras arden en tu boca

    (enjambres destinados a la muerte)

    quemndote el aliento

    En nuestro enojo

    somos el resuello que azota los rboles

    estruendo nada ms de mirarnos en el aire turbio

    pulmones agrios escupitajos

    (hocico cerrado es belleza)

  • 19

    CARGAMOS a nuestros abuelos,

    a los padres de sus padres,

    y algn da seremos lastre de los hijos que no tendremos,

    de los hijos que cabalgan

    en la frgil senda de la esperanza.

    El padre nace en los hijos,

    asoma los ojos en sus ojos,

    y humedece la garganta en el pozo eterno de la descendencia.

    As

    los hijos matan al padre ya librados de la noche. Cadver.

    Y la tierra vuelve a su centro.

    Familias: criaderos de alacranes.

    Octavio Paz

  • 20

    ODIOS

  • 21

    Si le soplas a una chispa, se inflama ms todava;

    si escupes sobre ella, se apaga:

    la una cosa y la otra salen de tu boca.

    Eclesistico 28, 21.

    No es humilde aquel que se odia.

    E. M. Cioran

    S, tengo los ojos cerrados a vuestra luz.

    Rimbaud

  • 22

    PRLOGO

    Como un alacrn de agua descendiendo por tu rostro,

    un signo en el muro

    que creciera hasta convertirse en la penumbra

    y el vaticinio de la muerte.

    Como una gota de leche negra

    asomndose por el pezn enmohecido de la roca,

    el odio inicia

    y sobre el mundo se derrama.

  • 23

    EN ESE CIEGO IMPULSO

  • 24

    I

    para Roxana Elvridge-Thomas

    El ojo

    slo est enfermo,

    nublado por un tiempo.

    En el momento en que todo se ilumina,

    deja su ceguera atrs

    e inicia el reconocimiento de su verdugo:

    muere la neblina

    y lo difuso del paisaje.

    As el corazn,

    en ese ciego impulso

    tambin sabe detener el galope

    y entender el brillo de los cuerpos

    an en lo ms oscuro de la entraa.

  • 25

    II

    El momento de la ira es un rayo,

    un estruendo en el puo que golpea la mesa,

    el flujo de las diatribas que rompen los cristales,

    el cicln de la frase y su teora incomprensible.

    La retina se estremece frente a un grito de lumbre.

    En ese punto nico

    el hombre estalla

    y es un ro,

    el salvaje paso de los caballos en estampida.

  • 26

    III

    Ni el manto bordado de la castidad

    ni los lados perfectos del cuadrado

    ni el cuervo en su misterioso vuelo

    ni la locura de los ros al anegar los campos

    ni la cpula bajo el velo del matrimonio

    ni su juego intil de rompecabezas

    ni la risa del nio que juega con el revlver de la inocencia

    No hay nada

    que no pueda ser tocado por la ofensa.

  • 27

    IV

    Es el rencor la cicatriz,

    la herida gana terreno en la memoria

    mientras el olfato percibe un extrao aroma a trigo

    quemado.

    Quin olvida a su verdugo?

    Quin puede olvidar el portentoso aguijn del que nos agrede?

    La parte que tambin se hereda es el resentimiento:

    el leproso levanta la vista,

    y en el ms pleno de los silencios

    renuncia a Dios.

  • 28

    V

    Qu hay en los ojos del que odia?

    Pureza negra?

    Por qu la luna se aparta de su vista?

    Qu hay en los ojos del que odia

    que todo puede ensuciar con la mirada?

  • 29

    ALGO MS VASTO Y TEMPESTUOSO

  • 30

    I

    Cmo pretendes regresar al paraso y fingir que en tus omplatos

    est el recuerdo de tus alas?

    A quin intentas engaar si tu aureola es de sal?

    Cmo deseas que tu pecho se limite a la tranquilidad,

    a la ternura,

    si tu corazn es algo ms vasto y tempestuoso?

  • 31

    II

    En dnde tu bella tranquilidad,

    tu pie certero y amable con la tierra?

    No distinguiste entre el sonido de las campanas y el eco enfurecido del

    insulto,

    ni llevaste en tu discurso el sentido frgil de la mariposa.

    Por qu dejabas que la tarde se expandiera tanto en la duracin de tu

    sueo?

    Por qu el murmullo era tu costumbre de odiar en voz baja?

    Por qu cultivaste el incendio

    si no sabas cmo detener el fuego?

  • 32

    III

    A diario

    en tus dientes

    el minuto reza

    por que llegue la hora violenta.

    Quin acusa y jura tormento en los infiernos?

    Quin promete la verdad eterna?

    Eres un gesto interminable de amargura,

    el quejido que ronda los pasillos del futuro

    como una fiera insomne.

  • 33

    IV

    Piensas en la forma del destierro

    y huyes con la idea hacia la misma idea:

    huir es volver,

    huir es correr contra el espejo.

    Inclinas lento la cabeza

    y nadie te bendice.

    Quin dijo que no odiaras?

  • 34

    V

    La intencin de la lanza reposa en tus ojos,

    ah

    donde el recuerdo del amor

    dej los vestigios de que algn da tuviste

    un latido y un puado de esperanza.

  • 35

    ATRIOS

  • 36

    I

    Alguien superior a nosotros,

    el fuego innombrable,

    eterno,

    nos odia.

    Nos odia al amanecer

    y nos lleva hacia la noche matadero.

    Algo

    o alguien

    est odindonos,

    aqu mismo;

    de lo contrario

    no se explica este sufrimiento.

  • 37

    II

    Piensas en el lago,

    en su orilla,

    y no concibes que una piedra

    pueda alterar su quietud.

    Miras la palma de tu mano

    y una piedra reposa sobre ella:

    esa verdad llegar a ti algn da,

    esa piedra que ah ves y ahora no pesa

    es el juramento de que el mal existe,

    y slo espera,

    y solo es piedra...

  • 38

    III

    El que ama a Dios

    hallar delante la misma paz de aquel que lo odia.

    El que nada tiene

    perder lo mismo que pierde el que lleva al hombro la carga de la virtud.

    El despojado de sus bienes no quiere saber de abundancia,

    porque su pie est en el suelo

    y porque sabe

    que nada que posea el hombre

    podr llamarse riqueza.

  • 39

    IV

    Tuyo es mi odio,

    Tuya es esa lgrima que ahoga desde los ojos hasta los puertos.

    Tuyos son el vientre del volcn

    y el beso de la alabarda en el cuello.

    Tuya ser mi muerte

    cuando yo muera.

  • 40

    V

    Asmate al ro turbio del hubiera

    Mira cmo se aleja la posibilidad

    Al final se quiebra

    Entonces

    Comprendes que nada en el odio

    puede contagiar la sencillez de una lnea recta

  • 41

    EL DESIERTO DE ESTA SED

  • 42

    I

    Quiso en su espejo un rostro ms bello

    y slo encontr la condicin del mapa,

    las rutas que fue sorteando,

    los caminos que err,

    el retorno y la partida.

    En sus ojos se reflejan los ojos de la muerte

    la sequa que deja en tinieblas su vista y lo mirado.

  • 43

    II

    Su poder:

    corona de crtalos

    se arrodilla

    para besar los pies de su efigie omnipotente.

    Habla y hurga en su historia para entenderse

    como un cincel

    para saber del ardor y del escarnio.

    Libre de veneno

    su lengua jur amor,

    la eternidad del latido

    en el corazn de los dioses.

  • 44

    III

    Nadie vence,

    nadie vence en esta guerra,

    no hay contrincante en el abrazo,

    slo dos amantes que se hieren a voces.

    Despus,

    estar solo.

    No hay ms sombra que uno mismo.

    Errante y con un vaso lleno de agua

    cruzar el desierto de esta sed.

  • 45

    ASUNCIN

  • 46

    I

    Yo no conoc al odio como se conoce al rbol.

    No lo conoc en la raz de la traicin

    ni en el tronco de la furia,

    ni supe de l

    por los frutos de la venganza.

    Yo conoc al odio en el espejo.

  • 47

    II

    Llamo a esta noche con tu nombre,

    para aproximarme al fondo de mi fnebre sueo.

    A esta noche incierta,

    entro con los pies desnudos,

    me hinco,

    y desde el suelo

    elevo mi odio

    elevo mi amor

    y son verdaderos.

  • 48

    III

    Como larga sombra sobre el camino

    dej el cansado cuerpo de mi cuerpo

    y en la fractura del frgil tobillo

    hall la esencia de todo tropiezo.

  • 49

    IV

    La luz

    demuestra que s puede ignorarme,

    sus garras me esquivan.

    Quiere la luz decirme t no existes.

    Su velo pasa rpido.

    Reconozco en las sombras mi legado,

    s de quin soy hijo,

    lo agradezco,

    pero en mi pecho

    una insistencia de agujas me pregunta

    Por qu el odio?

    Mis manos

    ridas

    todo lo secan,

    inevitables

    manchan la semilla.

  • 50

    V

    Hay algo que pregunta este cierzo,

    algo parecido al miedo.

    Y no s responder.

    Y blasfemo.

  • 51

    VI

    De esta manera se muere,

    primero el augurio irascible,

    despus el golpe certero en la frente,

    donde el hombre y Dios

    son Uno?

  • 52

    VII

    Pienso en lo que pude odiar

    y sin embargo am de ti.

    Am de ti ese rizo dcil de tu frase,

    tus ojos en silenciosa estancia distrados por el mar.

    Am de ti la carne,

    esa prisa interna

    que nos hace amar a cualquier precio.

    Pero tambin am de ti

    la forma afilada de la ua en tu caricia,

    am la piedra del pecado

    y la burla de tus gestos.

    Pienso en lo que pude odiar

    Y sin embargo...

  • 53

    VIII

    Mi destino:

    plato vaco,

    la puerta abierta.

    No la vergenza,

    no la culpa

    y no el arrepentimiento que arrastran los muertos hasta la

    tumba.

    Con el filo de la desgracia en la boca

    voy cortando aquello que nombro.

    La navaja es mi palabra

    y me hablo de frente para irme en gajos.

    Sangro la verdad de ser yo el que habla.

    Mi esencia es esta herida que lastima,

    este cortar sin reposo.

  • 54

    IX

    Que nadie pregunte por m.

    Que nadie me llame a su mesa.

    Hoy me odio ms que nunca.

    Que nadie sepa que entre ustedes voy creciendo.

    Hoy me he vuelto el Mismo.

    El hocico del perro,

    colmillos firmes buscando la carne.

    Aprendo sus costumbres,

    su manera de llevar en la mentira lo sagrado.

    Avanzo entre los hombres,

    y sus rostros

    son los rostros de los nios que han sido asustados

    con la leyenda del dios enfurecido que habr de

    castrarlos.

  • 55

    X

    Qu dir del barro?

    Yo provengo del grito,

    del bramido iracundo del trueno.

    Qu dir,

    si yo fui el ltigo,

    la sonrisa del hacha que cort el rbol.

  • 56

    XI

    Ahora s de tu palabra por la ma,

    mrame cantarla como un viejo

    alrededor de cementerios y templos

    como una leyenda que a nadie logra arrancarle el sueo.

    Levant mi furia

    y la derram sobre el mundo,

    fue mi frente

    testigo de la tormenta

    y nunca ped el perdn que se les otorga a los heridos.

    Ahora entiendo que no hay caminos:

    el pie y el paso son una ilusin intil

    que permite que el ojo sea un eje ciego

    entre el suelo y el arco del movimiento.

    No tuve el hombro del hombre

  • 57

    por encima de mi tierra.

    Vencedor y vencido,

    soy un hurfano

    que bajo el yugo de los nombres

    se corta la cabeza.

  • 58

    XII

    Es cierto,

    el nufrago ambiciona el mar entero en sus pulmones

    Quiere morir de agua

    y volver a morir como la ola

    Ser de agua

    lavar su pena

    y su pecado

  • 59

    Quien proviene del amor proviene del odio,

    y el camino entre ambos infiernos no es extenso.