Cartas de Gramsci a Su Familia

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58 / El Viejo Topo Seleción de cartas a cargo de Matilde Mur Comorera El correo CARTA DE ANTONIO GRAMSCI A JULIA SCHUCHT 6 de marzo de 1924 Mia carissima [Queridísima mía]: Querría besarte los ojos para secar las lágrimas que me parece ver en ellos y sentir yo en los labios, como otras veces que por maldad te he hecho llorar. Nos dañamos, nos atormentamos el uno al otro, porque estamos lejos uno de otro, y no podemos vivir así. Pero tú te desespe- ras demasiado. ¿Por qué? Tantas veces me has prometido que ibas a ser fuerte, y yo te he creído, y todavía creo que eres fuerte, más de lo que te crees: a menudo eres más fuerte que yo, pero yo estoy acostumbrado a la vida solitaria, que he vivido desde la infancia, a esconder mis estados de ánimo tras una máscara de dureza o una sonrisa irónica, y ésa es la diferencia. Eso me ha hecho daño du- rante mucho tiempo: durante mucho tiempo mis relaciones con los demás fueron enormemente complicadas, una multiplicación o una división por siete de todos los sentimientos reales para evitar que los demás entendieran lo que yo sentía realmente. ¿Qué es lo que me ha salvado de convertirme en un pingo almidonado? El instinto de la rebelión, que desde el primer momento se dirigió contra los ricos porque yo, que había conseguido diez en todas las materias de la escuela elemental, no podía seguir estudiando mientras que sí podían ha- cerlo el hijo del carnicero, el del farma- céutico, el del negociante en tejidos. Luego se extendió a todos los ricos que oprimían a los campesinos de Cerdeña, y yo pensaba entonces que había que luchar por la independencia nacional de la región: “¡Al mar los continentales!” ¡Cuántas veces he repetido estas pala- bras! Luego conocí la clase obrera de una ciudad industrial y comprendí lo que realmente significaban las cosas de Marx que había leído antes por curiosidad intelectual. Así que me he apasionado por la vida a través de la lucha de la clase obrera. Pero cuántas veces me he pre- guntado si era posible ligarse a una masa cuando no se había querido a nadie, ni siquiera a la familia, si era posible amar a una colectividad cuando no se había amado profundamente a criaturas hu- manas individuales. ¿No iba a tener eso un reflejo en mi vida de militante, no iba a esterilizar y reducir a puro hecho inte- lectual, a un puro cálculo matemático, mi cualidad de revolucionario? He pen- sado mucho en todo esto, y he vuelto a pensarlo durante esos días porque he pensado mucho en ti, que has entrado en mi vida y me has abierto el amor, me has dado lo que siempre me había falta- do y me hacía a menudo malo y torvo. Te quiero tanto, Yulca, que no me doy cuen- ta de que te hago daño a veces, porque yo mismo estoy insensible. Te he escrito, te he dicho que vinie- ras, porque en tus cartas he visto como una indicación de que tú misma querías venir. También yo he pensado en tu familia: pero ¿no puedes venir por unos meses? ¿Incluso por un período in- determinado te parece imposible o difí- cil dejar a la familia? Qué bueno sería otro paréntesis de vida en común, en la alegría cotidiana, de cada hora, de cada minuto, de quererse y de estar cerca. Me parece ya sentirte la mejilla junto a la mía, y que la mano te acaricia la cabeza, y te dice que te quiero aunque calle la boca. Me ha dado un vahído al leer tu car- En el septuagésimo aniversario de su muerte, reproducimos estas tres cartas de Antonio Gramsci. Las traducciones son de Manuel Sacristán (véase su Antología de Gramsci publicada por Siglo XXI). La primera, fechada el 6 de marzo de 1924 y escrita desde Viena, está dirigida a su compañera Julia Schucht (Yulca). La segunda es una carta a su madre escrita desde la cárcel de San Vittore, en Milán, fechada el 10 de mayo de 1928, antes de ser trasladado a Roma. La tercera carta, del verano de 1936, un año antes de su muerte, está dirigida a su hijo Delio Gramsci. Antonio Gramsci

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58 / El Viejo Topo

Seleción de cartas a cargo de Matilde Mur Comorera

El correo

CARTA DE ANTONIO GRAMSCI A

JULIA SCHUCHT

6 de marzo de 1924

Mia carissima [Queridísima mía]: Querría besarte los ojos para secar

las lágrimas que me parece ver en ellos ysentir yo en los labios, como otras vecesque por maldad te he hecho llorar. Nosdañamos, nos atormentamos el uno alotro, porque estamos lejos uno de otro, yno podemos vivir así. Pero tú te desespe-ras demasiado. ¿Por qué? Tantas vecesme has prometido que ibas a ser fuerte, yyo te he creído, y todavía creo que eresfuerte, más de lo que te crees: a menudoeres más fuerte que yo, pero yo estoyacostumbrado a la vida solitaria, que hevivido desde la infancia, a esconder misestados de ánimo tras una máscara dedureza o una sonrisa irónica, y ésa es ladiferencia. Eso me ha hecho daño du-

rante mucho tiempo: durante muchotiempo mis relaciones con los demásfueron enormemente complicadas, unamultiplicación o una división por sietede todos los sentimientos reales paraevitar que los demás entendieran lo queyo sentía realmente. ¿Qué es lo que meha salvado de convertirme en un pingoalmidonado? El instinto de la rebelión,que desde el primer momento se dirigiócontra los ricos porque yo, que habíaconseguido diez en todas las materias dela escuela elemental, no podía seguirestudiando mientras que sí podían ha-cerlo el hijo del carnicero, el del farma-céutico, el del negociante en tejidos.Luego se extendió a todos los ricos queoprimían a los campesinos de Cerdeña, yyo pensaba entonces que había queluchar por la independencia nacional dela región: “¡Al mar los continentales!”¡Cuántas veces he repetido estas pala-

bras! Luego conocí la clase obrera de unaciudad industrial y comprendí lo querealmente significaban las cosas de Marxque había leído antes por curiosidadintelectual. Así que me he apasionadopor la vida a través de la lucha de la claseobrera. Pero cuántas veces me he pre-guntado si era posible ligarse a una masacuando no se había querido a nadie, nisiquiera a la familia, si era posible amar auna colectividad cuando no se habíaamado profundamente a criaturas hu-manas individuales. ¿No iba a tener esoun reflejo en mi vida de militante, no ibaa esterilizar y reducir a puro hecho inte-lectual, a un puro cálculo matemático,mi cualidad de revolucionario? He pen-sado mucho en todo esto, y he vuelto apensarlo durante esos días porque hepensado mucho en ti, que has entradoen mi vida y me has abierto el amor, mehas dado lo que siempre me había falta-do y me hacía a menudo malo y torvo. Tequiero tanto, Yulca, que no me doy cuen-ta de que te hago daño a veces, porqueyo mismo estoy insensible.

Te he escrito, te he dicho que vinie-ras, porque en tus cartas he visto comouna indicación de que tú misma queríasvenir. También yo he pensado en tufamilia: pero ¿no puedes venir por unosmeses? ¿Incluso por un período in-determinado te parece imposible o difí-cil dejar a la familia? Qué bueno seríaotro paréntesis de vida en común, en laalegría cotidiana, de cada hora, de cadaminuto, de quererse y de estar cerca. Meparece ya sentirte la mejilla junto a lamía, y que la mano te acaricia la cabeza,y te dice que te quiero aunque calle laboca.

Me ha dado un vahído al leer tu car-

En el septuagésimo aniversario de sumuerte, reproducimos estas tres cartasde Antonio Gramsci. Las traduccionesson de Manuel Sacristán (véase suAntología de Gramsci publicada porSiglo XXI).La primera, fechada el 6 de marzo de1924 y escrita desde Viena, está dirigida a su compañera Julia Schucht(Yulca). La segunda es una carta a sumadre escrita desde la cárcel de SanVittore, en Milán, fechada el 10 demayo de 1928, antes de ser trasladadoa Roma. La tercera carta, del verano de1936, un año antes de su muerte, estádirigida a su hijo Delio Gramsci.

Antonio Gramsci

ta. Ya sabes por qué. Pero tu indicaciónes vaga y yo me consumo, porque que-rría abrazarte y sentir también yo unanueva vida que une las nuestras todavíamás de lo que ya lo están, querido amor.

Recibo ahora muchas cartas de loscamaradas italianos. Quieren que les défe, entusiasmo, voluntad, fuerza. Creenque yo soy una fuente inextinguible, queyo me encuentro en una situación talque todos estos dones no pueden faltar-me, sino que los tengo en cantidad sufi-ciente para hacer de ellos una ampliadistribución. Y ellos están en Italia, en elfoco encendido de la lucha, y están des-moralizados y desorientados. A vecesme da angustia. He recibido una carta deuna camarada rusa que vive en Roma,trabajó con Rosa Luxemburg y conLiebknecht, se salvó del asesinato por

casualidad o por un inaudito esfuerzo devoluntad y, sin embargo, me escribetambién descorazonada y desilusionada.Y eso que ella no es italiana y no puedetener la justificación del temperamento.Me piden demasiado, esperan demasia-do de mí, y eso me impresiona de unmodo siniestro. La situación del partidoha empeorado mucho durante estos últi-mos meses. Bordiga se ha retirado a suAventino y su actitud había ya paralizadotodo el mecanismo de la vida común delos camaradas. He conseguido llegar atiempo para arrancar a alguno de esasituación; pero ¿bastará? Nunca se me vade la memoria el recuerdo de una escenaocurrida en Turín durante la ocupaciónde las fábricas. El Comité Militar estabadiscutiendo la necesidad, que tal vez sepresentara al día siguiente, de una salidade los obreros armados desde la fábrica.Parecían todos borrachos, y como si fue-ran a llegar a las manos unos contraotros, porque la responsabilidad losaplastaba, los destrozaba hasta la médu-la. Se levantó uno –uno que tenía a susespaldas cinco años de guerra en la avia-ción, y había visto la muerte cien veces–:se tambaleó y estuvo a punto de caerse.Con un enorme esfuerzo nervioso inter-vine, les hice gracia con alguna broma ylos volví a llevar a la normalidad y al tra-bajo útil. Pero hoy no sabría ya hacerlo.En nuestro partido no hay casi más quejóvenes, y la reacción, en vez de consoli-darlo, ha desgastado los nervios y lasvoluntades. Yo mismo, ¿por qué he esta-do enfermo tanto tiempo y por qué meencuentro aún flojo? También a mí lavida, que siempre he sentido colgada deun hilo, se me ha roto de repente al llegara Moscú, precisamente cuando estabaen seguridad y podía estar tranquilo. Hoy

necesitaría ser extremadamente fuerte;pero ¿cómo podría, si me faltas tú queeras tan parte de mí? Ven, Yulca, ven,aunque sea por poco tiempo, aunquesólo sea para que pueda sentirte otra vezcerca de mí y conseguir un impulso parael trabajo más intenso que el que hepodido conseguir hasta ahora. Te besolos ojos mucho rato, para darle fuerza,para disipar todos los nubarrones, paraque seas fuerte, fuerte como puedesserlo, como debes serlo, compañera mía.

Gramsci

Te mando mi dirección “perfecciona-da”:

Floriangasse, 5ª, Tür 20, Stock III.Querría una foto tuya más reciente,

de estos días. Tengo miedo de olvidarte,de no conservar de ti más que la impre-sión que me quedó de la última noche,cuando te dejé, cuando estaba tan ner-vioso y tan antipático porque no sabíaqué decirte. Me habías prometido otrafotografía. Mándamela y anúnciame conella que tú también vendrás.

¿Has corregido las notas de Riaza-nov? ¿Puedes mandármelas? ¿Has en-contrado el librito de Kerienzev sobre laorganización? ¿Podrías hacerme algúnextracto de las mejores páginas escritaspor la muerte de Lenin? Ya ves que te creofuerte, puesto que te pido que trabajespara mí.

CARTA A LA MADRE

Cárcel de San Vittore, Milán, 10-V-1928

Carissima mamma, estoy a punto de sa-lir para Roma. Ahora es seguro. Me hanautorizado esta carta precisamente para

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EL VIEJO TOPO

MERCENARIOSGUERREROS DEL IMPERIO

Daniel Pereyra

Ahora se les suele llamar contratistas, pero eso nocambia en nada el sentido der su oficio: perros dela guerra que se venden al mejor postor.Lo verdaderamente novedoso no es tanto el cam-bio de denominación, como el hecho de que susacciones se realizan en colaboración con los ejér-citos regulares, que los utilizan en labores especí-ficamente militares, y que son contratados porempresas que desarrollan muchas veces otro tipode actividades.Tras la masiva privatización de infraestructuras yservicios, ahora llega la privatización de la guerra.

EL VIEJO TOPO

UTOPÍAS

Francisco Fernández Buey

La reflexión sobre el sentido socio-político de lautopía ha vuelto en los comienzos del siglo XXI.Y ha vuelto de la mano de lo que hoy se llamamovimiento de movimientos. Después de los desastres del siglo XX y de lasdesilusiones y distopías a que eso dio lugar, lafilosofía académica decretó el final de la utopía. Apesar de lo cual, ésta renace como ilusión natu-ral entre aquellos que tienen esperanza y unmundo que ganar. Tal vez se pueda decir que lautopía ha perdido la inocencia con que se formu-ló en los orígenes de la modernidad europea,pero no su vigencia.

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anunciarte el traslado. Por eso a partir deahora escríbeme a Roma hasta que no teadvierta de otro traslado.

Ayer recibí una certificada de Carlo[Gramsci, su hermano] con fecha 5 demayo. Me escribe que me mandará unafotografía tuya: me alegrará mucho. Aestas horas debe de haberte llegado ya lafotografía de Delio que te mandé certifi-cada hace unos diez días.

Carissima mamma, no querría re-

petirte lo que ya frecuentemente te heescrito para tranquilizarte en cuanto amis condiciones físicas y morales. Paraestar tranquilo yo, querría que tú no teasustaras ni te turbaras demasiado, cual-quiera que sea la condena que me pon-gan. Y que comprendas bien, incluso conel sentimiento, que yo soy un detenidopolítico y seré un condenado político,que no tengo ni tendré nunca que aver-gonzarme de esta situación. Que, en elfondo, la detención y la condena las hequerido yo mismo en cierto modo, por-que nunca he querido abandonar misopiniones, por las cuales estaría dispues-to a dar la vida, y no sólo a estar en la cár-cel. Y que por eso mismo yo no puedoestar sino tranquilo y contento de mímismo. Querida madre, querría abrazar-te muy fuerte para que sintieras cuántote quiero y cómo me gustaría consolartede este disgusto que te doy; pero nopodía hacer otra cosa. La vida es así, muy

dura, los hijos tienen que dar de vez encuando a sus madres grandes dolores siquieren conservar el honor y la dignidadde hombres.Te abrazo tiernamente,

Nino

CARTA A DELIO GRAMSCI

Roma, verano de 1936

Caro Delio,he sabido por mamma Yulka que mi

última carta (¿o acaso también otras?) teha disgustado un poco. ¿Por qué no mehas dicho nada? Cuando haya en miscartas algo que te disguste, es bueno queme lo digas y me expliques tus razones.Yo te quiero mucho y no quiero causarteningún dolor: estoy muy lejos y no pue-do acariciarte, ni ayudarte como querríaa resolver las cuestiones que te nazcanen el cerebro. Tienes que repetirme lapregunta que me dirigiste una vez res-pecto de Chéjov, y a la que yo no he con-testado: no me acuerdo en absoluto. Si túsostenías que Chéjov es un escritor so-cial, tenías razón, pero es una razón queno tiene que enorgullecerte, porque yaAristóteles había dicho que todos loshombres son animales sociales. Supon-go que tú querías decir algo más, a saber,que Chéjov expresaba una determinadasituación social, expresaba algunos as-pectos de la vida de su tiempo, y los ex-presaba de tal modo que se le tiene queconsiderar como escritor “progresivo”.Eso creo yo. A su modo, en las formasdadas por su cultura, Chéjov ha contri-buido a liquidar las clases medias, losintelectuales, los pequeños burgueses,como portadores de la historia rusa y desu porvenir: en la vida real, ellos creíanser los protagonistas de asombrosasinnovaciones milagrosas, y Chéjov les hamostrado cómo eran, mezquinos, globoshinchados con gases pútridos, fuentes

de comicidad y de ridículo. ¿Qué pensa-bas tú? Escríbemelo. Es claro que no sepuede decir de Chéjov todo eso en pocaspalabras. Me dices que el periódico delos pioneros dedicaba antes muchoespacio a Tolstoi y poco o casi nada aGorki. Ahora que ha muerto Gorki y quese siente el dolor de su pérdida, esopuede parecer una injusticia. Pero hayque juzgar con espíritu crítico en cadamomento, y no hay que olvidar que Tols-toi ha sido un escritor “mundial”, uno delos pocos escritores de cualquier paísque llegan a la mayor perfección en elarte, y que ha suscitado y suscita torren-tes de emoción en todo el mundo, inclu-so en traducciones pésimas y en hom-bres y mujeres embrutecidos por el can-sancio y que no tienen cultura elemen-tal: Tolstoi ha sido verdaderamente unportador de civilización y de belleza, ynadie le ha igualado todavía en el mundocontemporáneo: para encontrarle com-pañía hay que pensar en Homero, Es-quilo, Dante, Shakespeare, Goethe, Cer-vantes y muy pocos más. Me alegro portu carta, y aún me alegro más de que teencuentres mejor, de que te subas a lastapias para ver el eclipse, de que vayas abañarte y de los paseos por el bosque, ytambién de que vayas a aprender italia-no. También ponerse fuerte es haceralgo. Caro, te abrazo fuertemente,

Papá

La madre de Gramsci en 1930.

Giulia Schucht con Delio y Giuliano en 1934.