Carta Sacerdotal D. Alvaro

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  • 8/11/2019 Carta Sacerdotal D. Alvaro

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    Queridsimos: que Jess me guarde a mishijas y a mis hijos!

    Con especial gozo me dirijo de nuevo a to-dos, a cada una, a cada uno, en este tiempo de ac-cin de gracias por la Beatificacin de nuestroPadre, para que elevemos nuestros corazones ala Trinidad Santsima al cumplirse un nuevo ani-versario de la fecha en la que Dios hizo ver alBeato Josemara qu alegra escribirlo! quetambin las mujeres deban formar parte delOpus Dei; y de ese otro 14 de febrero, del queahora celebramos los cincuenta aos, en el quequisocoronar su Obra con la Santa Cruz '.

    Cuanto hagis de palabra o de obra, hacedlo

    todo en nombre del Seor Jess, dando gracias a

    Dios Padre por medio de El 2: dad gracias por

    1. De nuestro Padre,Carta,14-11-1944, n. 19.LColos. III, 17.

    3

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    todo, porque sta es la Voluntad de Dios3. Para unalma que vive de fe, de esperanza y de amor, dargracias a Dios es una necesidad imperiosa. Parati y para m, que hemos recibido la vocacin a laObra, es adems norma de siempre, seal clarade que nos sabemos hijos de Dios, y reconoce-mos, con humildad y alegra, que todo lo que so-mos y poseemos de El procede, y que su Amorpaterno, misericordioso y omnipotente, disponey dispondr siempre todas las cosas para nuestrobien:omniain bonum!

    Durante sus ltimos aos entre nosotros,nuestro Padre nos recordaba con mucha insisten-cia una exhortacin de la Liturgia:ut in gratiarumsemper actione maneamus!Y comentaba:que es-temos siempre en una continua accin de gracias

    a Dios, por todo: por lo que parece bueno y por lo

    que parece malo, por lo dulce y por lo amargo,

    por lo blanco y por lo negro, por lo pequeo y por

    lo grande, por lo poco y por lo mucho, por lo que

    es temporal y por lo que tiene alcance eterno4. Encualquier circunstancia hemos de descubrir, has-ta en lo que resulta ms habitual, los designios

    3.1Thes.V, 18. Cfr.Ephes.V, 20.4. De nuestro Padre, MeditacinTiempo de accin de gracias,

    25-XII-1972.

    4

    amorosos de Dios. Cunto ms al conmemorarestas fechas en que la Providencia divina hairrumpido en la historia de la Iglesia y de la huma-nidad entera con su misericordia inefable!

    No le gustaba sin embargo a nuestro Padrehablar de sucesos extraordinarios. La fundacindel Opus Deinos deca sali sin m; la Sec-cin de mujeres contra mi opinin personal, y la

    Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, querien-

    do yo encontrarla y no encontrndola. Tambin

    durante la Misa. Sin milagreras: providencia

    ordinaria de Dios. Para mes tan milagro que el

    sol salga y se ponga todos los das como que se

    detenga. Y ms milagro es que salga y se ponga

    todos los das, segn una ley impuesta por Dios,que ya conocemos los hombres 5.

    As, por procedimientos tan ordinarios, Je-

    ss, Seor Nuestro, el Padre y el Espritu Santo,

    con la sonrisa amabilsima de la Madre de Dios,

    de la Hija de Dios, de la Esposa de Dios, me han

    hecho ir para adelante siendo lo que soy: un po-

    bre hombre, un borrico que Dios ha querido co-

    ger de sumano:ut iumentum factus sum apudte,

    etego semper tecum (Ps.LXXII,23)6.

    5. De nues tro Padre, Tertulia, 14-11-1960.6. De nuestro Padre, MeditacinLos pasos de Dios, 14-11-

    1964.

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    Providencia ordinaria de trascendencia

    extraordinaria, hijas e hijos mos. Cunto de-

    bemos agradecer el inmenso don que el Seor

    ha otorgado a su Iglesia en estas dos fechas

    fundacionales del Opus Dei, que coinciden sig-

    nificativamente en un mismo da, el 14 de fe-

    brero! Yo le pido a Dios que el aniversario que

    nos disponemos a celebrar grabe ms profun-

    damente en nuestras almas el propsito de ca-

    minar siempre en una constante accin de gra-

    cias a Dios. Gracias por su inmensa bondad y

    por su inmensa gloria. Gracias por habernos

    hecho hijos suyos y corredentores con Cristo.

    Gracias por su Santsima Madre, que es tam-

    bin Madre nuestra. Gracias, Seor, por ha-berte quedado en la Eucarista y por la intimi-

    dad con que podemos tratarte. Gracias por el

    sacerdocio ministerial. Gracias por la Obra,

    que T has querido por amor a tu Iglesia. Gra-

    cias por nuestra llamada, que nos ha descu-

    bierto la ddiva incomparable de la vocacin

    cristiana. Gracias por la Sociedad Sacerdotal

    de la Santa Cruz. Gratias tibi Deus, gratias

    tibi...! Este es el modo propio, positivo y ale-gre, de conducirnos cara a Dios a toda hora en

    el Opus Dei.

    6-

    Grabado en nuestras almas

    2 Desde el 2 de octubre de 1928, nuestro Padrevio con claridad que eran necesarios los sacerdo-tes para la realizacin de la misin que Dios lehaba confiado.En los primeros aos de la laboracept la colaboracin de unos pocos sacerdo-

    tes, que mostraron su deseo de vincularse al

    Opus Dei de alguna manera. Pronto me hizo ver

    el Seor con toda claridad quesiendo buenos,y aun buensimosno eran ellos los llamados acumplir aquella misin 7. Necesitbamos sacer-dotes, que conocieran bien nuestra asctica pe-

    culiar y el modo apostlico de trabajar, que nos

    son propios; que amaran entraablemente elcarcter laical de vuestra vocacin y de vuestra

    labor con las almas; necesitbamos sacerdotes

    que se hubieran alimentado del espritu que

    Dios nos ha dado, que hubieran crecido en la

    Obra. Esos sacerdotes slo pueden proceder de

    las filas de los socios laicos de la Obra 8.

    En los documentos presentados por nues-

    tro Padre al Obispo de Madrid en 1941 para la

    primera aprobacin, se declara que"quienes

    7. De nuestro Padre,Carta,14-11-1944, n. 9.8.1bidem,n.10.

    7

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    hagan estudios eclesisticos y lleguen al sacerdo-

    cio despus de ser socios del Opus Dei, no dejan

    por eso de pertenecer a la Obra"9, y que "cuandoesto tenga lugar, se har la oportuna reglamenta-

    cin de los socios sacerdotes"10. Esas normas noeran algo hipottico, porque ya entonces donJos Mara Hernndez de Garnica, don JosLuis Mzquiz y yo habamos comenzado los es-tudios necesarios para recibir en su da la orde-nacin sacerdotal. Mientras tanto, nuestroFundador buscaba la solucin jurdica que per-mitiera dedicarnos, bajo su inmediata direc-cin, a la atencin sacerdotal de los miembrosde la Obra y de sus apostolados. Qu podamos

    hacer entonces, por nuestra parte, para resol-ver este asunto? No haba, entre las existentes,

    ninguna frmula jurdica que se acomodara como un buen traje, a la medida a las pecu-liaridades de nuestra Obra. Con una confian-

    za total en que el Seor, como siempre, nos da-

    ra lo necesario para hacer su apostolado elapostolado que El quera de nosotros, yo re-

    zaba y haca rezar por esa intencin, conside-

    rando aquellas palabras de la Escritura: para-

    9.Reglamento,art. 3.10.Rgimen,art. 7.

    te viam Domini, rectas facite semitas eius (Xuc./ / / , 4); preparad el camino del Seor, endere-zad sus sendas.

    Y al recordar la promesa divina omnisvallis implebitur (Xuc. ///, 5), todo barrancoser rellenado, pensaba que eso tenamosante nosotros: un barranco, un vaco, una la-

    guna jurdica, muy comprensible, porque el

    ordenamiento cannico no haba podido pre-

    ver el fenmeno pastoral, sin precedentes, que

    presentaba el Opus Dei n.

    Una vez ms se cumpli la promesa de Nues-tro Seor:pedid y se os dar; buscad y hallaris;llamad y se os abrir12. Dios premi la oracin in-tensa y perseverante de nuestro Padre a la quenos unamos sus hijas e hijos, y la luz lleg el14 de febrero de 1943, duran te la celebracin dela Santa Misa. Pasaba el tiempo. Rezbamos.Los que iban a ser ordenados por primera vez

    como sacerdotes de la Obra, estudiaban con

    gran profundidad, poniendo toda su ilusin. Y

    un da, el 14 de febrero de 1943, celebrando yo

    en casa de mis hijasen la calle de Jorge Man-

    11. De nuestro Padre,Carta,14-11-1944, n. 11.12. Luc.XI, 9.

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    rique, despus de la Comunin, la solucinque se buscaba!:Sociedad Sacerdotal de la San-ta Cruz 13.

    Las hermanas vuestras que estuvieron pre-sentes en aquella Misa de nuestro Fundador,recuerdan con detalle que despus de la ac-cin de gracias, el Padre baj a la primeraplant a el chalet no era grande, pe ro tena trespisos y entr en una pequea habitacin quehaba all. Pidi unas cuartillas y pluma. Pen-samos que tendra que hacer alguna nota o es-cribir alguna carta. A los pocos minutos apare-ci de nuevo en el vestbulo visiblemente emo-cionado. Mirad nos dijo sealndonos una

    cuartilla en la que haba dibujado una circunfe-rencia y una cruz inscrita de proporciones es-peciales. Este ser elsello de la Obra. El se-llo, no el escudo: el Opus Dei no tiene escudos.Significa el mundo y, metida en la entraa del

    mundo, la Cruz.

    Como en 1928 y en 1930, se trataba de unaluz sobrenatural, que mostraba esta vez el ca-mino para que el Opus Dei creciera y se desa-

    13. De nuestro Padre,Carta,29-XII-1947/14-II-1966, n. 159.

    10-

    rrollara como un miembro vivo del Cuerpo Ms-tico de Cristo, una porcin del Pueblo de Dios,formada por sacerdotes y laicos mujeres yhombres, en unidad inquebrantable, llamadaa ser fermento de santidad y de unin en la Igle-sia y en el mundo. Ese da, el Seor quiso mos-trar a nuestro Padre incluso el sello de la Obra:hasta estovino/14 , comentaba aos ms tarde.Veo este detalle, y tantos de nuestra historia,como algo semejante a lo que hacen los nota-rios despus de extender un acta: ponen su fir-ma y sello para atestiguar la autenticidad deldocumento. O como San Pablo que, al terminarde dictar algunas de sus epstolas, aada de su

    puo y letra scripsi mea manu 15, para dar fede que todo era suyo. As hizo el Seor con suObra el 14 de febrero de 1943.

    Recordando esta fecha, nuestro Padre escri-ba algunos aos ms tarde:pensad en mi alegraal contemplar la solucin para que mis hijos

    sacerdotes, cuya necesidad tanto se haca sentir,

    pudieran dedicarse de lleno a los apostolados de

    14.Ibidem.15. Phile,19.

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    la Obra 16. Bien grabada en la memoria conservoesa alegra de nuestro Padre cuando, al da si-guiente 15 de febrero, lleg a un hotelito mo-desto de El Escorial, cerca de Madrid, donde nosencontrbamos don Jos Mara, don Jos Luis yyo preparando exmenes de Teologa. Enseguidareconocimos el ruido del coche, que nos resultabatan familiar, porque el hotel se encontraba junto ala carretera, cerca de una encrucijada donde se di-vide en dos tramos, uno que va hacia el monaste-rio de El Escorial y otro hacia la sierra.

    El Padre subi a nuestras habitaciones visi-blemente contento, me llam y nos explic quequera hablar conmigo. Salimos y, paseando por

    aquellas carreteras, me cont lo que haba suce-dido el da anterior. Adems de la alegra, adver-t que nuestro Padre experimentaba un fuertesentimiento de indignidad, casi dira de vergen-za, al confiarme esta inmensa gracia de Dios.Pero me narr con todo detenimiento, porquedeseaba preparar enseguida los documentosoportunos para que los llevara a Roma, con el finde presentarlos en la Curia y obtener la aproba-

    cin de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

    16. De nuestro Padre,Carta,8-VIII-1956, n. 4.

    12

    Recuerdo que me ense su agenda, en laque haba escrito, inmediatamente despus dela Santa Misa: En la casa de las chicas, en laSta. Misa: "Societas Sacerdotalis Sanctce

    Crucis", y debajo el sello de la Obra, que des-pus haba dibujado tambin en el papel que leentregaron sus hijas: la Cruz en las entraasdel mundo.

    He rogado a las hermanas vuestras que tra-bajan en la imprenta de Villa Sacchetti, que re-produzcan aqu la hoja izquierda de la agenda,con las palabras del Padre y el primer dibujodel sello, que despus fij Ricardo FernndezVallespn, siguiendo las indicaciones de nues-tro Fundador, para que se representara delmodo que ya conocemos. En la pgina derechafiguran nicamente, en caracteres impresos, elda de la semana domingo y el santo que secelebraba: San Valentn; lo dems est en blan-co. Nuestro Fundador guard la agenda en elmueble-fichero de su cuarto, en el Centro deDiego de Len, y fue muy grande su alegracuando aos ms tarde, en 1963, la encontra-

    ron al real izar un arreglo en ese mueble y la en-viaron a Roma. S que os gustar mucho vereste documento, que gracias a Dios conserva-mos como una preciosa reliquia, y que os ayu-

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    dar a hacer oracin cuando os lleguen estas l-neas.

    Muchos de vosotros habris visto cmo segraba un sello en el lacre. Primero se calienta lapasta y despus se marca la figura, haciendo pre-sin con el cuo. De modo parecido ha procedi-do el Seor con nosotros al llamarnos a su Obra.Nos eligi desde antes de la creacin del mundo,nos prepar concedindonos todas las ayudasnecesarias, dispuso mil pequeas circunstanciasen nuestra vida, con inmenso amor, para que unda descubrisemos la vocacin; y entonces,cuando movidos por su gracia respondimos que

    s ecce ego quia vocastime 17 marc definiti-vamente nuestras almas, manifestndonos: teres mo18, a ti te he llamado a ser santo con el es-pritu del Opus Dei, para poner la Cruz en las en-traas del mundo. Vienen a mi memoria la fuer-za y la emocin con que nuestro santo Fundadormeditaba y comentaba esas palabras de la Escri-tura. De sus labios las hemos recogido tantos, yhemos procurado sacar las consecuencias, entre

    otras que la vocacin nos une a Dios con la fuer-

    17.IReg.111,6.18.Isai.XLIII, 1.

    14

    F EBR ERO

    za de su Amor inmutable. Formulemos propsi-tos de no traicionar ese don divino, ni en lo gran-de ni en lo pequeo.

    El sello de la Obra compendia el espritu queDios ha grabado en nuestros corazones. Su funda-mento es el sentido de la filiacin divina, y el qui-cio sobre el que gira, la santificacin del trabajo

    15

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    profesional y de toda la vida ordinaria. Al recibirla vocacin a la Obra, han quedado como impre-sos, ntimamente unidos en nuestras almas losrasgos que representan, dentro de cada una y decada uno, la huella de esas dos caractersticasesenciales de la llamada.Quiero que todos mis hi-

    jos, sacerdotes y seglaresescribi nuestro Fun-dador, grabis firmemente en vuestra cabeza yen vuestro corazn algo que no puede conside-

    rarse en modo alguno como cosa solamente ex-

    terna, sino que es, por el contrario, el quicio y el

    fundamento de nuestra vocacin divina. En todo

    y siempre hemos de tenertanto los sacerdotescomo los seglares alma verdaderamente sacer-

    dotal y mentalidad plenamente laical19.En el espritu del Opus Dei, estos dos rasgos

    se encuentran inseparablemente unidos, comola Cruz en las entraas del mundo. La Cruz nosrecuerda que hemos de identificarnos con Cristopara corredimir con El: por tanto, que el alma deun hijo de Dios, sacerdote o laico, ha de ser, ne-cesariamente, un alma sacerdotal. Y el mundoes para nosotros ellugarde esa identificacin: la

    vida profesional, familiar y social, que todos, lai-cos y sacerdotes conjuntamente, tratamos de

    19. De nuestro Padre,Carta,2-II-1945, n. 1.

    16

    santificar, a travs del ejercicio mismo de las ac-tividades temporales o del sacerdocio ministe-rial, con mentalidad plenamente laical, sin con-fundir lo humano y lo divino pero sin separarlos,como no hay en Cristo confusin ni separacin,sino ntima unin, entre su naturaleza humana yla divina.

    Con alma sacerdotal

    6 Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, es elnico Mediador entre Dios y las criaturas20. No-sotros tambin somos mediadores, peroen Elyen la medida que estemos unidos a El. Aunquesomos pobres instrumentos, polvo de la tierra,hemos sido elevados a participar de la naturale-za divina21, porque Cristo siendo Dios, se hizohombre para que los hombres nos hiciramosdioses 22. Nuestra existencia, toda nuestra con-ducta, debe ser reflejo de esta realidad. Hemosde ser muy humanos y muy de Dios: vivir, real yverdaderamente,en el Cielo y en la tierra, siem-

    pre. No entre el Cielo y la tierra, porque so-

    20. Cfr. ITim.II, 5.21.Cfr.UPetr. 1,4.22. San Atanasio,Contra rlanos,1, 39: PG 26, 91.

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    mos del mundo. En el mundo y en el Paraso a la

    vez (), endiosados, pero sabiendo que somos

    del mundo 2i

    .

    Para adentrarnos en el profundo contenidode estas palabras, que nuestro Padre pronuncipocas semanas antes de su marcha al Cielo, de-bemos considerar que la mediacin de Cristode la que nosotros participamos es unamediacin sacerdotal. Nuestro Seor es el Sumoy Eterno Sacerdote porque se ofreci al Padre enel Sacrificio de la Cruz, para salvarnos. Un mis-terio de amor que no podemos comprender ple-namente, y que hemos de adorar, agradecer ymeditar, porque en ese holocausto se encierra el

    sentido de la vocacin cristiana.Cristo nos ha redimido obedeciendo, es de-

    cir, identificando perfectamente su voluntadhumana con la Voluntad divina, porque ascomo por la desobediencia de un solo hombre

    muchos resultaron pecadores, as tambin por la

    obediencia de uno solo muchos quedaron justifi-

    cados24. Cuntas veces lo repite el Seor!Yo hebajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la

    23. De nuestro Padre, MeditacinConsumados en la unidad,27-111-1975.

    24. Rom. V, 19.

    18

    voluntad de Aquel que me ha enviado25; no busco

    mi voluntad sino la voluntad del que me envi 26;

    mi alimento es hacer la voluntad del que me ha

    enviado y llevar a cabo su obra...27. Su paso por latierra fue una constante identificacin amorosa

    con el querer del Padre, en todos sus pensa-mientos y afectos, en cada una de sus acciones.Por eso fue ntegramente redentora: los aos detrabajo escondido y de familia en Nazaret, lavida pblica... hasta llegar a la Pasin, dondeex-periment por los padecimientos lo que significa

    obedecer28. El Calvario es la consumacin de suobediencia, y por eso San Pablo condensa conprecisin toda la vida del Maestro: se hizo obe-

    diente hasta la muerte y muerte de Cruz29

    . El do-lor y la muerte, que entraron en el mundo por ladesobediencia del pecado, se han transformadoas en medios para obedecer y para amar; lo quems se opone a los deseos de felicidad, se haconvertido en instrumento para alcanzarla; lascadenas de esclavitud, en arma para redimir atodos los hombres.

    25.loann.VI, 38.26.loann.V, 30.27.loann.IV, 34.28.Hebr.V, 8.29.Philip.II, 7.

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    7 Iesus Christus, eo quod maneat in aeternum,sempiternum habet sacerdotium 30. Cunto legustaba a nuestro Padre saborear estas pala-bras de la Escritura! El sacerdocio de Jesucris-to es eterno, porque El permanece para siem-pre. Sentado a la derecha del Padre, conservaen su Humanidad Santsima las heridas de laPasin, y vive eternamente para interceder pornosotros ofreciendo el Sacrificio que realizuna sola vez31.

    Pero el Seor ha querido no slo redimirnos,sino que furamos corredentores. En el Bautis-mo recibimos el don de la filiacin divina, y nosungieron con leo para significar que reciba-

    mos tambin una participacin en el sacerdociode Cristo. Por eso afirma San Agustn que ascomo llamamos a todos cristianos en virtud delnico crisma, as tambin llamamos a todossacerdotesporque son miembrosdel nico Sacer-dote 32. Y nuestro Padre, al recordarnos estarealidad que deseaba grabar profundamente ennosotros, nos sealaba en qu se debe traducir:hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra

    propia existencia, para realizar cada una de

    30.Hebr.VII, 24(Vg).31.1Petr.III, 18. Cfr.Rom.VIII, 34;Hebr.VII, 25.32. San Agustn,De civitate Dei,XX, 10: CCL 48, 720.

    20

    nuestras acciones en espritu de obediencia a la

    voluntad de Dios 33.Todos, en consecuencia, debemos teneralma

    sacertodal, los sacerdotes y los laicos: tambin,ciertamente, las mujeres. Con qu machaconera

    lo deca nuestro Fundador a sus hijas! Hasta el l-timo da de su vida en esta tierra torn a insistiros:vosotras tenis alma sacerdotal34. Sin duda dis-puso Dios que nuestro Padre os lo comentara enla misma maana de su trnsito al Cielo, comotambin fue designio suyo que la Sociedad Sacer-dotal de la Santa Cruz naciera en un Centro vues-tro y en un 14 de febrero. No veis en todas estascircunstancias un signo de la Providencia divina

    para esculpir en vuestros corazones ese rasgo fun-damental de nuestro espritu? Mirad a Mara San-tsima, a quien la Iglesia invoca comoMedianerade todas las gracias.y Madre de los sacerdotes.Con-templadla al pie de la Cruz, plenamente identifi-cada con su Hijo. Qu mayor ejemplo cabe dealma sacerdotal en una mujer?

    8 Elalma sacerdotalconsiste en tener los mis-

    mos sentimientos de Cristo Sacerdote, buscando

    33. 5Cristo que pasa,n. 96.34. De nuestro Padre, Tertulia en Villa delle Rose, 26-VI-

    1975.

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    cumplir en todo momento la Voluntad divina, yofrecer as nuestra vida entera a Dios Padre, enunin con Cristo, para corredimir con El graciasa la accin del Espritu Santo. Es preciso que nosdecidamos a gastar nuestra existencia con estesentido sacerdotal, que ofrezcamos a Dios to-dos los das nuestro ser con todas nuestras accio-nes 35.Todas las obras de los hombres se hacencomo en un altar, y cada uno de vosotros, en esa

    unin de almas contemplativas que es vuestra

    jornada, dice de algn modo su misa, que duraveinticuatro horas, en espera de la misa si-

    guiente, que durar otras veinticuatro horas, y

    as hasta el fin de nuestra vida 36. Cuando se re-

    nueva el Sacrificio del Calvario, Cristo se ofreceen el altar con los miembros de su Cuerpo msti-co37. Ah adquieren nuestras obras valor de eter-nidad. Es el momento sublime en el que el almasacerdotal puede volcarse en mpetu de adora-cin, de accin de gracias, de reparacin y de pe-ticin, y entregarse por entero a Dios Padre enunin con el Sacrificio de Cristo, renovando den-

    35. San Gregorio Nacianceno,Oratio45, 23: PG 36, 655.36. De nuestro Padre, MeditacinSan Jos, Nuestro Padre y

    Seor,19-111-1968.37. Cfr. Conc. Vaticano II, Const.Lumen gentium,nn. 10, 34.

    22

    tro de s: "nuestra" Misa, Jess... 38.Amad mucho la Santa Misa,centro y razde

    la vida interior. Participad con la mxima inten-sidad en la Sagrada Liturgia, conscientes de queconstituye la cumbre a la que tiende la activi-

    dad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente dedonde mana toda su fuerza 39. Considerad quela Liturgia es accin de todo el Cuerpo mstico deCristo, Cabeza y miembros, y que los fieles nodeben asistir pasivamente, porque concurren ala ofrenda de la Eucarista 40, en virtud de suparticipacin en el Sacerdocio de Cristo, aunquede manera esencialmente diversa que los minis-tros sagrados. Por eso el ltimo Concilio ha ex-

    presado el deseo de que todos los fieles sean lle-vados a aquella participacin plena, consciente yactiva en las ceremonias litrgicas, que exige lanaturaleza misma de la Liturgia 41, y as trata-mos de encarnarlo, porque no hay nada que sepueda comparar en esta tierra a la unin conCristo en el Sacrificio del altar.

    38.Camino,n. 533.39. Conc. Vaticano II, Const.Sacrosanctum Concilium,n. 10.

    Cfr. Juan Pablo II, CartaVicesimus quintus annus,4-XII-1988, n. 22.

    40. Conc. Vaticano II, Const.Lumen gentium,n. 10.41. Conc. Vaticano II, Const.Sacrosanctum Concilium,n. 14.

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    Preparad cada da la Santa Misa procuran-do encender en vuestros corazones el afn re-dentor que empujaba a exclamar a Cristo: fuegohe venido a traer a la tierra, y qu quiero sino

    que arda? Con un bautismo he de ser bautizado,

    y cmo me siento urgido hasta que se realice!42:un deseo incontenible de consumar el Sacrifi-cio del Calvario, para que el Parclito desciendasobre las almas y las inflame con el fuego de suamor, porque como fruto de la Cruz, se derra-ma sobre la Humanidad el Espritu Santo 43.Pide al Seor que grabe en tu corazn sus mis-mos sentimientos: el afn ardiente de cumplirla Voluntad de Dios, que quiere que todos los

    hombres se salven 44

    , tu sed de almas!, y portanto, tu amor al sacrificio, a la Cruz.

    El Tabor y el Calvario

    Ahora que tanta gente slo pretende or ha-blar de bienestar y no de sacrificio, de rosas y node espinas, es muy necesario que aireemos una

    42.Luc.XII, 49-50.43. 5Cristo que pasa,n. 96.44.1Tim.II, 4.

    24

    advertencia que nuestro Fundador escribi enun antiguo documento. A quienes manifiestansu intencin de pedir la Admisin en el Opus Dei,es importantedecirles con claridad que, al venira laObra, no vanal Tabor: vanalCalvario45.

    Meditad el relato evanglico de la Transfigu-racin del Seor.Maestro: qu bien se est aqu!Hagamos tres tiendas... 46, sugiri San Pedrocuando el Seor mostr a aquellos tres apostlespor unos momentos el esplendor de su divini-dad, en la cima del monte Tabor. An no com-prenda Cefas que era preciso que Cristo pade-ciera por nosotros antes de entrar en su gloria 47,y quenon est discipulus super magistrum 48, no

    est el discpulo por encima del maestro. Des-pus s que lo entendi lo experiment en supropia carne y nos lo transmiti en una de suscartas:Cristo padeci por vosotros, dejndoosejemplo para que sigis sus huellas49.

    Al venir a la Obra no hemos venido al Tabor.Esa felicidad gloriosa nos la conceder Dios en elCielo, si le hemos sido fieles en esta tierra, pero

    45. De nuestro Padre,Instruccin,9-1-1935, n. 283.46.Marc.Di, 5.47. Cfr.Luc.XXIV, 26.48.Matth.X, 24.49.1Petr.11,21.

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    no antes. Tampoco hemos venido a la Obra paradisfrutar de un pobre gozo terreno que se apoyafrgilmente en el xito humano o en el bienestar;y menos todava de una satisfaccin casi animal,como aquella a la que aspiraba ese necio de la

    parbola as lo llama el Seor que se deca:descansa, come, bebe, psalo bien50.

    Jess nos convoca en el Calvario, para queentreguemos la vida en corredencin con El: sialguno quiere venir en pos de m, niegese a s

    mismo, tome su cruzysgame51. Este es el nicocamino para alcanzar la felicidad en el Cielo y enla tierra, puesel que pierda su vida por mpro-mete el Seor,la encontrar52. Qu bien lo ex-

    periment nuestro Padre! Tener la Cruz es en-contrar la felicidad, la alegra. Y la razn loveo con ms claridad que nunca es sta: tenerla Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo,

    y, por eso, ser hijo de Dios (...). Vale la pena cla-

    varse en la Cruz, porque es entrar en la Vida,

    embriagarse en la Vida de Cristo 53.

    El Opus Dei escribi nuestro Padre en sus

    50.Luc.XII, 19.51. Matth.XVI, 24.52.Ibid.,25.53. De nuestro Padre, Meditacin, 28-IV-1963.

    26-

    Apuntes ntimosfomentar una esplndidafloracin de almas enamoradas del sacrificio 54.T y yo hemos de ser frutos de esa cosecha de al-mas sacerdotales que necesita el Seor, porqueEl ensea San Agustn padeci una vez

    como Cabeza nuestra y padece ahora en susmiembros, es decir en nosotros mismos 55. T yyo hemos de seguir las huellas del Seor tan fiel-mente que podamos afirmar, como el Apstol:completo en mi carne lo que falta a la Pasin de

    Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia56.Espritu de sacrificio, de abnegacin! Nece-

    sario para la santidad: cmo no vamos a encon-trar la Cruz en nuestro camino? Imprescindible

    para santificar el trabajo y todos los deberes de lavida ordinaria, que exigen esfuerzo, constancia,orden, reciedumbre. Indispensable en el aposto-lado, para implorar la gracia, como buenos ins-trumentos de Cristo. La fecundidad apostlica sealcanza si rezamos, si nos mortificamos y busca-mos el trato con las personas. Y para extender elfuego de Dios, hay que vencer la comodidad, ladejadez, el lo har ms tarde, llamar des-

    54. De nuestro Padre, 24-VIII-1931, en Apuntes ntimos, n.242.

    55. San Agustn,Enarrationes in Psalmos,61, 4: PL 36, 731.56.Colos.I, 24.

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    pues, se lo dir maana. Nuestro Padre quisoque nos preguntramos en el examen del Crcu-lo:he vivido el espritu de sacrificio en el cum-

    plimiento de los apostolados que por los Directo-

    res se me encomiendan? Cuando la pereza o la

    desgana se insinen, nimo!, pensad que el Se-or os espera y, con buen humor, sabed engaaraese otroque llevamos dentro elhombre vie-

    jo y concluid: pensar en m despus, meocupar de mis cosas maana....

    En pocas palabras, si deseis conocer de ve-ras en qu se nota elalma sacerdotal,os lo resu-mir con nuestro Padre:en no decir nunca bas-ta. No contestar basta al amor, no detener-

    nos ante el sacrificio, como Cristo. Dios no pideel sacrificio por el sacrificio, sino por amor; nosurge a que identifiquemos nuestra voluntad conla suya: si no, de qu sirven las renuncias? Me-

    jor es la obediencia que las vctimas57, puntualizel profeta Samuel al rey Sal, y con toda razncomenta un Padre de la Iglesia se anteponela obediencia a las vctimas, porque por stas sesacrifica la carne ajena, mas por la obediencia se

    inmola la propia voluntad

    58

    .

    57./Sam.XV, 22.58. San Gregorio Magno,Moralia,35, 14: PL 76, 765.

    28

    Lo que busca el Seor es que le demos nues-tro corazn59. Entonces se convierte en un altar60,y el sacrificio se transforma en gustoso y alegre,aunque cueste, porque adquiere sentido y valor,como las gotas de agua que se unen al vino antesde la Consagracin y llegan a fundirse con laSangre de Cristo. Cuando media el amor, com-prendemos que vale la pena entregar la vida porlos dems, sin admitir ese basta, porqueas sevive la vida de Cristo y nos hacemos una misma

    cosa con El61.

    Sacerdocio real

    11 Cristo Sacerdote es tambin Rey del universo.Aunquedemomentono vemos an que todo le estsometido62, en la Cruz ha vencido el pecado y, conla fuerza del Espritu Santo, atrae todas las cosashacia s. Con su Sacerdocio conquista su Reino.Es Rey que gobierna y conduce a las almas al Cie-lo, como el Buen Pastor gua a sus ovejas.

    Escribe un Padre de la Iglesia que la seal

    59. Cfr.Prov.XXIII, 26.60. Cfr. San Gregorio Magno,Moralia,25, 7, 15: PL 76, 328.61.Via Crucis,XTV estacin.62.Hebr.II, 8.

    29

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    de la cruz hace reyes a todos los regenerados enCristo, y la uncin del Espritu Santo los consa-gra sacerdotes 63. Y Santo Toms afirma demodo rotundo: todos los fieles cristianos, encuanto son miembros de Cristo, se llaman sacer-

    dotes y reyes M.El sacerdocio comn que he-mos recibido en el Bautismo esreal,regio65, por-que al ofrecer a Dios lo que somos y tenemos, y alofrecerle todas las actividades humanas noblesrealizadas segn el querer divino, somos reinode Cristo y reinamos con El.

    Como ha enseado el Santo Padre, los felesviven la realeza cristiana, antes que nada, me-diante la lucha espiritual para vencer en s mis-

    mos el reino del pecado66. Qu bien nos lo hacecomprender nuestra vocacin! Estamos en laObra porque hemos querido entregarnos com-pletamente al Seor, con la ayuda de su gracia.En nuestro nimo no puede haber sombras nimedias tintas, porquenadie puede servirados se-ores67: o amor a Cristo y a las almas, o egosmo;

    63. San Len Magno,Sermo4, 1: PL 54, 149.

    64. Santo Toms,De regimine principum,c. 15. Cfr.Apoc.I,6;V, 10; XX, 6.65.IPer. 11,9.66. Juan Pablo II, Exhort. apost.Christifideles laici,30-XII-

    1988, n. 14. Cfr.Rom.VI, 12.67.Matth.Vl, 12.

    30

    o calor o fro. No caben componendas, porque alos tibios afirma la Escritura, los vomitarDios68. Esto, que sabemos muy bien, es precisoque se traduzca en lucha concreta para que Cris-to reine totalmente en nosotros.

    Lucha positiva, porque no se trata slo deevitar el pecado sino de crecer en el amor, ms yms, hasta que todos los pensamientos, afectos eintenciones sean para Dios. Si al examinar tu en-trega, piensas cunto queda an por conquis-tar!, es seal de que vas bien, de que el Seor teconcede sus luces y su gracia para luchar y ven-cer. Por eso nos indicaba nuestro Padre:que es-tis contentos. Yo lo estoy, aunque no lo debiera

    estar mirando mipobre vida. Pero estoy conten-to (...), porque s que vosotros y yo veremos qu

    cosas hay que arrancar, y decididamente las

    arrancaremos; qu cosas hay que quemar, y las

    quemaremos; qu cosas hay que entregar, y las

    entregaremos 69.

    S, hay que arrancar y quemar las reaccionesde soberbia, de pereza, de sensualidad, de amorpropio...; a la vez, en el mismo instante, hay que

    68. Cfr.Apoc.III, 16.69. De nuestro Padre,Carta,24-111-1931, n. 62.

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    luchar para crecer en humildad, en laboriosidad,en las dems virtudes cristianas... y sobre todoen la caridad. Recordad la parbola: cuando unespritu inmundo sale de un hombre, va errantepor lugares ridos en busca de descanso, pero no

    lo encuentra. Entonces dice: volver a mi casa, dedonde sal. Y al llegar la encuentra desocupada,bien barrida y en orden. Entonces va y toma consi-go otros siete espritus peores que l, y entrandohabitan all, con lo que la situacin final de aquelhombre resulta peor que la primera70. No tienesentido pretender que el alma est limpia y a lavez desocupada: no es posible. Por eso, cuandonuestro Padre nos advierte que es precisomorir

    por la mortificacin y la penitencia,inmediata-mente aade:para que Cristo viva en nosotrospor el Amor

    71.Para llenarnos de amor a Dios, conocis muy

    bien el camino: las Normas de nuestro plan devida. Cristo reinar en nuestras almas si las po-nemos en primer lugar, por su amor; de lo con-trario, reinar aquello a lo que hayamos dadopreferencia, y en ltima instancia el amor pro-

    pio. No puedo hablaros aqu de cada Norma en

    70.Matth.XII, 43-45.71.Via Crucis,XTV estacin.

    32

    particular todas son importantes!, pero de-jad que os insista en una que se dirige especial-mente a quitar de nosotros todo lo que se oponeal reinado de Cristo y a revestirnos de El72: laConfesin. Agradeced al Seor el Sacramento de

    la Penitencia, procurad que muchas almas lo re-ciban, y acudid vosotros a esa cita con puntuali-dad y siempre que lo necesitis, tras un exa-men profundo llegando a la raz de las faltas,la contricin y el propsito de enmienda: de esapreparacin que no requiere de ordinario lar-go tiempo depende en buena parte que obten-gamos mucho fruto.

    Extender el Reino de Cristo

    12 Con el mismo empeo con que anhelamosque Cristo reine en nosotros, nos urge tambinque reine en todas las almas y en la sociedad en-tera. Nuestra alma sacerdotal debe albergar eseafn de conquistaque haca exclamar a nuestroPadre: Regnare Christum volumus! Por eso ama-

    mos con todas nuestras fuerzas a la Iglesia, que

    72. Cfr. OKI. XIII, 14.Camino,n. 310.

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    constituye en la tierra el germen y el inicio delReino de Cristo73, la familia de los hijos de Diosreunida en la unidad del Padre y del Hijo y delEspritu Santo 74. Dios nos llam antes de lacreacin del mundo a ser hijos en el Hijo 75, y

    por eso escribe un antiguo autor cristiano, congran belleza y profundidad, que la Iglesia hasido creada antes que el sol y la luna (...): existedesde el principio, y era espiritual como espiri-tual era el Seor Jess, pero se manifest visible-mente en los ltimos tiempos para llevarnos a lasalvacin. Esta Iglesia que era espiritual se hahecho visible en la carne de Cristo 76. La unincon Cristo y la unin con la Iglesia coinciden to-talmente. Extender el Reino de Cristo es atraer,unir a los hombres y mujeres a la Iglesia, paraque haya un solo rebao y un solo pastor77.

    En esta tarea, cada miembro de la Iglesia de-sempea su funcin, y nosotros t y yo lanuestra, maravillosa; una peculiar tarea pastoralque encierra la razn de ser de la Prelatura del

    73. Conc. Vaticano II, Const.Lumen gentium,n. 5.

    74. San Cipriano,De oratione dominica,23: PL 7, 966.75. Conc. Vaticano II, Const.Gaudium etspes,n. 22. Cfr.Ep-hes.I, 5.

    76.Homila de un autor del siglo II,c. 13-14: Funk 1, 160-161.77.Ioann.X,16.

    34

    Opus Dei: difundir la llamada universal a la san-tidad, entre las personas de todos los mbitos dela sociedad, a travs de la santificacin del traba-

    jo profesional y de los deberes familiares y socia-les de la vida ordinaria78. Con esta especfica la-

    bor apostlica llevamos a cabo la misin de laIglesia en el mundo. Es la tarea que Dios nos haencomendado para extender el Reino de Cristo yejercer la participacin en su realeza que hemosrecibido en el Bautismo.SerOpus Dei yhacerelOpus Dei, hijas e hijos mos, es para nosotros elmodo deserIglesia yhacerla Iglesia.

    13 Lo propio de nuestra vocacin es la santifi-

    cacin del trabajo ordinario. Hacemos divinostodos los caminos de la tierra: Yohice el cielo y latie rra ; y te doy este mismo poder, par a que hagasque la tierra se convierta en cielo(San Juan Cri-sstomo, In Genes, hom.j. No hay en la tierrauna labor humana noble que no se pueda divini-

    zar, que no se pueda santificar. No hay ningn

    trabajo que no debamos santificar y hacer santi-

    ficante y santificador, que no pueda estar com-

    78. Cfr. Juan Pablo II, Const. apost. Ut sit,28-XI-1982: AAS75 (1983) p. 423.Codex iurisparticularis Operis Dei,n. 2.

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    prendido en laconsecratio mundi.Esa es la en-traa de la Obra, hijos mos79. La llamada quenos ha dirigido Dios nos exigeir por todos los ca-minos de la tierra, para convertirlos en caminosdel Seor; tomar parte, como ciudadanos co-

    rrientes del mundo, en todas las actividadestemporales, para ser levadura (cfr.Matth.XIII,33) que ha de informar toda la masa (cfr. ICor.V, 6). Pero, con el fin de que sea fecunda nuestralabor apostlica, necesitamos tambin tenermentalidad laical, puesto que, para que sea efi-caz, la levadura tiene que penetrar, que desapa-recer en la masa de la sociedad humana, con na-turalidad

    80.

    Lamentalidad laicalnos mueve a partici-par, con libertad y responsabilidad personales,en las actividades humanas rectas, y a estar en elmundo como pez en el agua, aunque muchas ve-ces el agua no sea limpia: tambin por eso nos hallamado Dios ah, para que la purifiquemos. Lle-vamos muy dentro del alma todos los afanes hu-manos nobles, y nos resulta extraa esa visinespiritualista que tiende a separar ms o menos

    79. De nuestro Padre,Carta,31-V-1954, n. 17.80. De nuestro Padre,Carta,2-II-1945, n. 12.

    36

    radicalmente, en la vida personal y en el aposto-lado, lo divino y lo humano, la bsqueda del Rei-no de Dios y el progreso temporal. Sabemos quehumanamente el trabajo es fuente de progreso,de civilizacin y de bienestar. Y los cristianos te-

    nemos el deber de construir la ciudad temporal81.Pero al mismo tiempo, no compartimos, porqueno es cristiana, esa otra visin chata del humanis-mo filantrpico, laicista, que pretende organizarel mundo prescindiendo de Dios y acaba piso-teando hasta los valores humanos ms funda-mentales.

    La verdadera mentalidad laical de un hijo deDios inseparable del alma sacerdotal, por su

    calidad cristiana, impulsa a trabajar bien, conprofesionalidad, para ofrecer al Seor esa preci-sa tarea con la que se edifica cristianamente lasociedad humana. Nos empuja a descubrir en lasactividades rectas la materia de nuestra santifi-cacin y el campo de nuestro apostolado: un te-rreno aparentemente baldo, que se transformaen frtil por la gracia del Cielo, cuando lo cultiva-mos con los medios que el Seor nos ha seala-

    do: el trato personal de amistad y de confidencia

    81. De nuestro Padre,Carta,31-V-1954, n. 17.

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    clave de la autntica eficacia apostlica, quenos permite contagiar a otras almas el amor aDios que late en las nuestras; y los medios de for-macin especficos de las labores de San Rafael yde San Gabriel, punto focal en el que debe con-

    fluir nuestro esfuerzo. Somos bien conscientesde la importancia capital de toda esta tarea den-tro de la misin de la Iglesia, y con tal convic-cin, cada uno emprende las iniciativas que leparecen ms oportunas para realizarla, dandocuenta en la direccin espiritual. De ah lo querepeta nuestro Padre: libertad, hijos mos, li-bertad, que es la clave de esa mentalidad laical

    que todos tenemos en el Opus Dei82.

    14 El alma sacerdotal que informa nuestra vo-cacin, unida a la mentalidad laical, no nos per-mite quedarnos pasivos o mirar al mundo desdefuera; no se detiene en un falso espritu de vcti-ma la nica Vctima es Cristo, ni se confor-ma con ofrecerse a s misma, sino que, por el ho-locausto del Seor que ha restaurado todas lastareas nobles de este mundo , vibra con el afn deelevar la entera creacin a la Santsima Trinidad,

    82. De nuestro Padre,Carta,29-IX-1957, n. 55.

    38

    empleando las energas de la libertad, en el tra-bajo y en el apostolado, para poner la Cruz deCristo en las entraas del mundo.

    Por eso, hijas e hijos mos, empuje, iniciativa.Dios cuenta con nuestra libertad y responsabili-

    dad personales, con nuestra mentalidad laical.Nos pide que seamos como la sal, que se difundepor todo el alimento y no se queda formando unterrn, un grumo. Nos quiere en todas partes,cada uno en su sitio, para transmitir sabor tonocristiano al ambiente que nos rodea.

    Pensad, pues, en las posibilidades que osofrece vuestra tarea profesional para informarcristianamente la sociedad, y sacadles partido.

    Considerad las oportunidades que como losdems ciudadanos, vuestros iguales tenis deinfluir en la vida pblica, a cualquier nivel, yaprovechadlas. Percataos de la importancia detrabajar en uso de vuestra libertad y con laconsiguiente responsabilidad personal en or-ganismos nacionales e internacionales, desde losque se pueden promover los valores cristianos dela familia, la educacin, la defensa de la vida hu-

    mana, y tantas cuestiones que es preciso orientarsegn la doctrina de la Iglesia. Si vuestra profe-sin est relacionada de algn modo con los me-dios de comunicacin la prensa, la televi-

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    sin..., fijaos en la repercusin apostlica quealcanzarn si, a la vez que cumplen su fin infor-mativo o cultural, llevan la impronta de vuestraunidad de vida.

    Quienes estis realizando estudios universi-

    tarios, al advertir este inmenso panorama de po-ner a Cristo en la entraa de todas las actividadesde los hombres, esforzaos en dar lo mejor de vo-sotros mismos, con la santa ambicin de llegar,por amor a Dios, ms lejos de lo que otros lleganmovidos por ambicin humana, o por un idealnoble pero slo terreno; y tened el afn de acercara Dios a quienes os rodean: a todos, s, pero con lacerteza de que lo necesitan ms aquellos que, por

    haber recibido diez talentos, mayor es su respon-sabilidad y el Seor les pedir ms fruto.

    15 Dejad que contine, sin buscar un orden, es-cribindoos lo que me pasa por la cabeza y por elcorazn. Para cristianizar la sociedad hay quereforzar los cimientos: la familia. Cunto estishaciendo ya, y cunta tarea nos aguarda! Consi-derad, los que habis sido llamados por el cami-

    no del matrimonio, que con vuestra vocacin de-bis dar mucho ejemplo. Os consta que los hijosson un maravilloso don de Dios y los recibs conalegra, mientras que otros que se niegan a

    portarse como cristianos, o que carecen de for-macin los juzgan una carga y los evitan. Ellosaspiran a menos y vosotros a ms. Pues adelan-te!, acoged sin miedo esa prueba de confianzadel Cielo, que as crece la Iglesia, se propaga el

    Reino de Cristo y surgen en las almas de los hi-jos, por la gracia divina y el clima de amor y desacrificio alegre que se palpa en vuestros hoga-res, tantos afanes de responder plenamente a lavocacin cristiana y tantas decisiones santas queson espejo de vuestra entrega. El nuevoCatecis-mo de la Iglesia Catlicaseala una vez ms loque ha enseado siempre el Magisterio: que lasfamilias numerosas son un signo de la bendicin

    divina y de la generosidad de los padres83

    . Ali-mentad, pues, la ilusin de formar una familianumerosa, si Dios os la enva.

    Y despus, ocupaos de los colegios que pro-movis, junto con otros padres, para que vues-tros hijos y los hijos de los dems, se formen conuna educacin digna de la persona humana ydel cristiano. Es una labor de trascendencia ex-traordinaria. Lo sabis vosotros y lo saben tam-

    bin vamos a decirlo sin eufemismos los

    83.Catecismo de la Iglesia Catlica,n. 2373. Cfr. Concilio Va-ticano II, Const.Gaudium et spes,n. 50.

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    enemigos de la Iglesia. No hay que sorprenderse:es una confirmacin de que vale la pena empear-se en esa labor y extenderla con santa audacia.

    He mencionado el nuevoCatecismo de la Igle-sia Catlicay no quiero seguir adelante sin invita-

    ros a dar muchas gracias a Dios, y tambin al Ro-mano Pontfice Juan Pablo II, por este instrumentoformidable para extender el Reino de Cristo. En es-tos tiempos en que la Iglesia est llamada a unnuevo esfuerzo de evangelizacin 84, la Providen-cia divina ha dispuesto que contsemos con esteCatecismo como norma segura para la enseanzade la fe85. Qu alegra para nosotros, que tenemoscomopasin dominante el afn de dar doctrina!

    Adems de estudiarlo, procurad difundirlo por to-das partes. Dice un Padre de la Iglesia que siendoCristo el sol de justicia, con razn llama a sus disc-pulos luz del mundo; a travs de ellos, como bri-llantes rayos, difunde por el mundo entero la luz desu conocimiento 86. Pongamos, pues, los mediospara que este intenso haz de luz que es el nuevo Ca-tecismo brille en nosotros e ilumine a un gran n-mero de almas.

    84. Juan Pablo II, Const. apost.Fidei depositum ll-X-1992 n 585.1bid.,n. 4. ' ' '

    86. San Cro mado de Aquileia,Tractatus in Evangelium Mat-thcei,5, l:PL 20, 340.

    42

    Con alma sacerdotal y mentalidad laical

    16 Para realizar la misin que Dios nos ha enco-mendado es muy importante comprender que

    as como la libertad adquiere su sentido si vaunida a la aceptacin de los planes del Seor, a laobediencia, as tambin la mentalidad laical pro-pia de nuestro espritu cobra pleno valor slo siest informada por el alma sacerdotal. Vosotrossois la sal de la tierra, dice el Seor. Pero si la salse vuelve inspida con qu se salar?87.

    En los ltimos aos os he hablado frecuente-mente de que desaparecer como la levadura,

    como la sal, no consiste en mimetizarse con elambiente, como los camaleones. Naturalidadsignifica comportarnos como lo que somos, cris-tianos, sin temor a chocar con el entorno cuandoes pagano88. Me urge insistiros en esto, y traerosa la memoria las recomendaciones que hacanlos Apstoles a los primeros cristianos: guar-daos de los dolos!89, no andis como los paganos(...), los cuales, insensibilizados, se entregaron a la

    87.Matth.V,13.88. Cfr.Camino,n. 380.89.1Ioann.V, 22.

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    perversin para obrar con avidez todo gnero deimpurezas90.

    Hoy, hijas e hijos mos, la situacin no sepresenta distinta. Este nuevo paganismo que hacrecido como la cizaa en tantos pases, esta es-

    pecie depaganismo ilustradoque se encubre ydisfraza con paos de ciencia y de libertad, se de-sarma con el ejemplo de vuestra vida coherente.Con naturalidad cristiana, sin ostentaciones, he-mos de cuidar que la templanza, la sobriedad y elespritu de pobreza no se desvirten por las pre-siones del ambiente; y hemos de llevar la visincristiana a una sociedad que, en tantos lugares,se caracteriza por el hedonismo y el materialis-

    mo prctico.Al comenzar este ao, el Papa ha exhortadouna vez ms a contener la avalancha de las nece-sidades artificiales:la moderacin y la sencillez de-ben llegara serlos criterios de nuestra vida cotidia-

    na 91. Los cristianos, por tanto, en lugar de ce-

    der, hemos de reparar y desagraviar al Seor,con alma sacerdotal; en lugar de enfriarnos, en-cendernos y encender a los dems. Con una au-

    90.Ephes.IV, 17-19.91. Juan Pablo II,Mensaje para la celebracin de la jornada

    mundial de la paz,1-1-1993, n. 5.

    44

    tntica vida de oracin, con el cumplimiento fielde las Normas, descubriremos enseguida cual-quier sntoma de aburguesamiento, de falta derectitud, en uno mismo o en los dems, y sabre-mos cortarlo, empleando cuando sea preciso ese

    medio estupendo, con raz evanglica, de la co-rreccin fraterna. As no nos deslizaremos, ninos absorber ese clima de alejamiento de Dios.

    17 Amamos el mundo, pero no lo adoramoscomo a un dolo, ni nos sometemos a sus dicta-dos, sino que deseamos ofrecerlo a Cristo. Elcristiano esun ciudadano de laciudad de loshombres, con el alma llena del deseo de Dios

    92.

    Hemos de pedir al Espritu Santo que inflameese afn dentro de nosotros. No me olvidis que,en medio de la sociedad corrompida en que vi-van los primeros cristianos,la Iglesia creca conel consuelo del Espritu Santo93, y moveos con lacerteza de que ahora como tantas veces insis-ta nuestro queridsimo Padrenon est abbre-viata manus Domini94, no se ha empequeecidoel poder de Dios. El Parclito contina derra-

    92. 5Cristo que pasa,n. 99.93.Acf. IX, 31.94. /s. LIX, 1.

    45

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    mando abundantemente su gracia, y nos conce-der una fecundidad apostlica cada vez mayor,si somos fieles. Por eso afirmaba nuestro santoFundador que estos tiempos, en los que ha pros-perado el mal, son tambin muy buenos: son

    tiempos de gracia, de santidad heroica.Mantened en vuestra alma esa vibracin deamor y de deseos de fidelidad que llevaba a escri-bir a nuestro Fundador:me hace temblar aquel

    pasaje de la segunda epstola a Timoteo, cuandoel Apstol se duele de que Dems escap a Tesal-nica tras los encantos de este mundo... Por unabagatela, y por miedo a las persecuciones, trai-cion la empresa divina un hombre, a quien San

    Pablo cita en otras epstolas entre los santos.Me hace temblar, al conocer mi pequenez; yme lleva a exigirme fidelidad al Seor hasta enlos sucesos que pueden parecer como indiferen-tes, porque, si no me sirven para unirme ms a

    El, no los quiero!95. Hijas e hijos mos, encar-

    nad en vuestra conducta estas palabras. Perma-neced alerta, exigindoos en los detalles de so-briedad, de pobreza, de desprendimiento. No osdejis engaar por el diablo cuando os sugiere

    95.Surco,n. 343.

    46

    que una determinada postura mundana en lasrelaciones profesionales y sociales es manifesta-cin de mentalidad laical.Sed sobrios y vigilad,pues vuestro adversario el diablo, como len ru-

    giente, ronda buscando a quien devorar96.

    Cultivad la valenta de renunciar a cosasbuenas en s mismas, pero que en una determi-nada situacin, aqu y ahora, no os sirven parauniros ms al Seor. Fijaos en que Dios, des-pus de crear a nuestros primeros padres, lesmand que no comieran del fruto de un rboldel Paraso. San Agustn, comentando este pa-saje de la Escritura, explica que no era nocivoaquel rbol por su alimento; pues el que hizo to-

    das las cosas sobremanera buenas, no instituyen el paraso ninguna cosa mala, sino que elmal para el hombre provino de la transgresindel precepto. Pues convena al hombre que se leprohibiera alguna cosa, para que, colocadobajo el Seor Dios, pudiera de este modo, con lavirtud de la obediencia, merecer la posesin desu Seor97.

    Fijemos tambin en nuestra vida, de acuer-

    96.1Petr.V, 8.97. San Agustn,De Genesi ad litteram,8, 6, 12: PL 34, 377.

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    do con quienes dirigen nuestra alma,algn r-bol del que voluntariamente no tomemos sufruto. Ya me entendis lo que digo. El Seor nonos prohibe ningn alimento, ni nada semejan-te. Pero resulta muy saludable que, por Amor,

    sepamos prescindir de satisfacciones lcitas, di-versas en cada uno, de modo que actuemossiempre con el seoro y la libertad de los hijosde Dios, que no estn maniatados por el uso delos bienes terrenos, sino que buscan agradar entodo a su Padre Dios. Obrar as no os aparta delmundo y, en cambio, os permite conservar en elalma el calor y la luz de Cristo para difundirlosa vuestro alrededor.

    Ya San Pablo tuvo que salir al paso de losque queran conducirse mundanamente y se ex-cusaban alegando:todo me es lcito.El Apstolles aclara:s, pero no todo conviene. Todo me eslcito, pero no me dejar dominar por nada98. Yen pocas palabras ensea, con su ejemplo perso-nal, cul debe ser la actitud de un hijo de Diosante los bienes de esta tierra:el mundo est cruci-ficado para m y yo para el mundo ".

    98.1Cor.VI, 12.99.Galat.VI, 14.

    48

    Reino de justicia y de amor

    18 Recientemente, el Romano Pontfice hapuesto de relieve una realidad que todos contem-plamos: en los pases industrializados la gente

    est dominada hoy por el ansia frentica de po-seer bienes materiales (...), y la afanosa bsque-da de bienestar impide ver las necesidades de losdems10. Los dos fenmenos marchan unidos,como ocurre tambin as debe suceder ennuestras vidas con sus contrarios: el despren-dimiento personal y la atencin a las necesida-des del prjimo.

    Se trata de una exigencia de nuestra fe, en la

    que me detengo en estos prrafos. Concretamen-te, como ensea Juan Pablo II, la realeza cristia-;sa participacin en la soberana de Cristo,na

    el Gran Rey se debe manifestar en la entregapara servir, en la justicia y en la caridad, al mis-mo Jess presente en todos sus hermanos, espe-cialmente en los ms pequeos 101; es decir, enlos que con nosotros conviven y en los pobres,

    100. Juan Pablo II,Mensaje para la celebracin de la jornadamundial de la paz,1-1-1993, n. 5.

    101. Juan Pablo II, Exhort. apost.Christiftdeles laici,30-XII-1988, n. 14. Cfr.Matth.25,40.

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    los enfermos y los necesitados en el alma o en elcuerpo, que precisan especial atencin. Esta exi-gencia se ilumina intensamente a la luz de launin entre alma sacerdotal y mentalidad laical,que os estoy comentando.

    Considermoslo detenindonos un momen-to en la parbola del buen samaritano. Repase-mos la escena que describe el Seor:un hombrebajaba de Jerusaln a Jeric y cay en manos de

    unos salteadores que, despus de haberle despo-

    jado, le cubrieron de heridas y se marcharon, de-

    jndolo medio muerto 102. En este hombre pode-mos ver una imagen de Cristo, despojado, mal-tratado y herido injustamente por nuestros pe-cados. El mismo ha querido padecer y nos hamostrado el gran valor redentor que puede al-canzar el sufrimiento ofrecido con alma sacer-dotal. A la vez nos ha enseado que debemosverle en quienes padecen necesidad: tuve ham-bre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis

    de beber... En verdad os digo que cuanto hicisteis

    a uno de estos mis hermanos ms pequeos, a m

    me lo hicisteis103.

    102.Luc.X, 30.103.Matth.XXV, 35-40.

    50

    19 Sigamos leyendo: por all pasa ron de largo,indiferentes, un sacerdote y despus un levita,pero un samaritano que iba de camino se lleg

    hasta l, y al verle se lleno de compasin. Se acer-

    c, vend sus heridas, echando en ellas aceite y

    vino, y montndole sobre su propia cabalgadura,lo condujo a la posada 104. Detuvo su viaje, cam-bi sus planes, le dedic su tiempo, emple losmedios a su disposicin. Tambin el samaritanoes imagen de Cristo, modelo de alma sacerdotal,porque el dolor no es slo medio de santificacinen quien lo padece, sino en quien se compadecedel que sufre y se sacrifica por atenderle. Jessvino a la tierra para padecer..., y para evitar

    los padecimientos

    tambin los terrenos

    de

    los dems 10\ escribi nuestro Padre.

    Despus, una vez que ha trasladado perso-nalmente el enfermo a la posada, qu hace el sa-maritano?Sacando dos denarios, se los dio al me-sonero y le dijo: cuida de l, y lo que gastes de ms

    te lo dar a mi vuelta106: prosigue su camino, por-que le incumben otros deberes que no puede des-cuidar. No es una disculpa, no es una evasin, no

    104.Luc.X, 33-34.105.Forja, n.1044.106.Luc.X, 35.

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    hara bien si permaneciera ms tiempo: serasentimentalismo, desatendera otras obligacio-nes. La misma caridad que le ha impulsado a de-tenerse, le mueve a continuar su viaje. Es Cristoquien nos ofrece el ejemplo.

    Un cristiano nunca puede cerrar los ojosante la indigencia del prjimo. Ciertamente no lopuede hacer ante la miseria moral de tantos ytantos con el alma maltrecha, peor que el cuerpode aquel malherido. Pero tampoco ante las nece-sidades materiales, porquequien poseyendo bie-nes de este mundo, ve a su hermano necesitado yle cierra el corazn, cmo permanecer en l elamor de Dios?107. El espritu de la Obra nos im-pulsa a buscar constantemente el trato filial conDios, y ese amor dilata las pupilas de nuestrosojos permitindonos reconocer a Cristo en losque sufren, y enciende en nuestros corazones eldeseo de volcarnos en obras de misericordia, si-lenciosamente, sin aparato.

    No slo llevamos muy dentro del alma lasnecesidades materiales del prjimo, sino queprocuramos inculcar este afn en quienes nosrodean, para que no se conduzcan de modo

    107.1Ioann.III, 17.

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    egosta, de espaldas al dolor, a la soledad o a lamiseria. Es algo que est en la entraa del espri-tu de la Obra, hasta el punto de que las visitas alos pobres y enfermos forman parte integrante eimportantsima de la labor de San Rafael. Como

    nuestro Padre, os he animado a multiplicarlas, yahora os insisto de nuevo, aunque me consta queno hago ms que secundar vuestro deseo depracticar esta obra de misericordia, que lo es pordoble motivo: por la atencin a los pobres y en-fermos que atendis, y por la ayuda espiritualque supone para vosotros mismos y para quienesos acompaan en esos momentos, de los que tan-tas veces se sirve el Seor para cambiarnos elco-

    razn de piedrapor uncorazn de carne108

    , capazde amar y de entregarse ms.

    20 El afn de atender y remediar en lo posiblelas necesidades materiales del prjimo, sin des-cuidar las dems obligaciones propias de cadauno, como el buen samaritano, es algo caracte-rstico de la fusin entre alma sacerdotal y men-talidad laical. Lo que Dios nos pide, en primer

    trmino, es que santifiquemos el trabajo profe-

    108. Cfr.Ezech.XI, 19.

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    sional y los deberes ordinarios. En medio de esasactividades, permite que os encontris con la in-digencia y el dolor de otras personas; entonces,seal clara de que realizis vuestras tareas conalma sacerdotal, es que no pasis de largo, indi-

    ferentes; y seal no menos clara es que lo hacissin abandonar los dems deberes que tenis quesantificar.Ahora no sera buenodeca nuestroPadre en 1972que repitierais lo que hice yo,durante tantos aos, con los primeros: ir por loshospitales, para atender a los enfermos, lim-

    piarles, lavarlos. A eso tuve que renunciar por-que no era compatible con esta otra labor que esel trabajo que el Seor me pide ahora. Y voso-tros igual: al elegir santificaros en el lugar don-de el Seor os ha puesto, tenis que prescindirde otras cosas buenas, pero que ya no son vues-tro camino109.

    Dios quiere que permanezcis en vuestro lu-gar. Desde ah, podis realizar estis realizan-do una labor colosal en beneficio de los pobrese indigentes, de los que padecen ignorancia, so-ledad y dolor en tantas ocasiones a causa de lainjusticia de los hombres, porque al buscar la

    109. De nuestro Padre, Tertulia, 21-VI-1972.

    54

    santidad con todas vuestras fuerzas, santifican-do el trabajo profesional y las relaciones familia-res y sociales, contribus a informar la sociedadhumana con el espritu cristianon0 . No me refie-ro slo a quienes ocupis puestos de relieve en

    los ambientes econmicos, polticos y sociales;pienso en todas las hijas y en todos los hijos denuestro Padre que, al convertir en oracin su tra-bajo y su jornada entera quiz tareas sin brillo,como la labor y la vida de la Virgen y de SanJos, estis poniendo al Seor en la cima de lasactividades humanas, y El no lo dudisatraer todas las cosas hacia s, saciando vuestrahambre y sed de justicia111.

    21 Meditemos tambin el final de la parbola.Para ocuparse del herido, el samaritano recurritambin al mesonero. Cmo se hubiera desen-vuelto sin l? Nuestro Padre admiraba la figurade este hombre el dueo de la posada quepas inadvertido, hizo la mayor parte del trabajoy actu profesionalmente. Al contemplar su con-ducta, entended, por una parte, que todos podis

    110. Cfr. Conc. Vaticano II, Const. Lumen gentium,n. 31.Wl.Matth.V, 6.

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    actuar como l, en el ejercicio de vuestro trabajo,porque cualquier tarea profesional ofrece de unmodo ms o menos directo la ocasin de ayudara las personas necesitadas. Ciertamente lo per-mite la tarea de un mdico, de un abogado, o de

    un empresario que no cierra lo ojos ante las ne-cesidades materiales que la ley no le obliga aatender, porque sabe que le obligan la justicia yel amor; pero tambin la de un oficinista, un tra-bajador manual o un agricultor que encuentra elmodo de servir a los dems, quiz en medio degrandes estrecheces personales. Sin olvidarin-sisto de nuevo que el fiel desempeo del oficioprofesional ya es ejercicio de la caridad con laspersonas y con la sociedad.

    Por otra parte, considerad que la preocupa-cin por los pobres y enfermos con el almasacerdotal y la mentalidad laical propias denuestro espritu os ha de impulsar a promovero a participar en labores asistenciales, con lasque se trate de remediar, de modo profesional,esas necesidades humanas y muchas otras. Yahan surgido numerossimas iniciativas de estetipo en todo el mundo fruto de vuestro empe-o apostlico, como respuesta, en los ms di-versos lugares y ambientes, a los problemas deuna sociedad que es preciso hacer ms humana,

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    ms cristiana! Labores de cualificacin profe-sional dirigidas a personas con escasos recur-sos, centros de formacin para campesinos, ac-tividades de promocin de la mujer en zonas ru-rales, dispensarios, escuelas en suburbios de

    grandes ciudades...: un mar sin orillas, comotodo nuestro trabajo apostlico, que redunda enservicio de la colectividad, en las ms variadasformas. Son muchas, s, y yo le pido al Seorque se multipliquen cada vez ms, seguro de queEl bendecir vuestras iniciativas y vuestro es-fuerzo.

    En definitiva, hijas e hijos mos, he queridorecordaros que la santificacin del trabajo pro-

    fesional con las mltiples manifestacionesdel samaritano y del mesonero es el gran me-dio que tenemos para extender el reinado deCristo, y concretamente para vivir esta exigen-cia de su realeza la atencin a las personasnecesitadas en la que el Romano Pontfice nodeja de insistir, despertando las concienciasadormecidas de no pocos cristianos. Una tareaen la que cuenta con nosotros que hemos deser luz y levadura, como nos dijo el da de laBeatificacin de nuestro Padre, exhortndonosa un ilusionado dinamismo apostlico, conparticular atencin hacia los ms pobres y ne-

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    cesitados 112, porque conoce tantas manifesta-ciones de ese servicio que prestan los fieles de laPrelatura en todo el mundo.

    Ministros de Cristo

    22 Me detengo ahora ms en particular con loshijos mos sacerdotes de la Sociedad Sacerdotalde la Santa Cruz, tanto con los que formis partedel presbiterio de la Prelatura, como con los queestis incardinados en las diversas dicesis delmundo entero. Nada os dir de modo exclusivo avosotros, referente alespritude la Obra, porquetodos en el Opus Dei sacerdotes y laicos, hom-bres y mujeres hemos recibido la misma voca-cin yllevamos la misma vida espiritual: no hayexcepciones.Tenemos un solo hogar y un solopucheroU3. Efectivamente, la eleccin divina di-rigida a los sacerdotes, no modifica en nada loespecfico de la llamada al Opus Dei, pero s yprofundamente el modo personal de vivirla.Por eso, me limitar a hablaros de la tarea en laque el Seor os pide que os santifiquis con el es-

    112. Juan Pablo II,Homila,17-V-1992, n. 4.113. De nuestro Padre,Carta,8-VIIM956, n. 10.

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    pritu de la Obra: el ministerio sacerdotal.Los laicos no buscan una santidad menor

    que los sacerdotes, porque todos debemos iden-tificarnos plenamente con Cristo, cada uno en suestado y en sus circunstancias personales. Pero

    al mismo tiempo, se puede afirmar que sobre lossacerdotes cae una especial responsabilidad,pues debemos mostrar nuestra identificacincon el Seor por un nuevo motivo '14: en razn dela tarea que realizamos, que es santa en s mis-ma. Por eso, nuestro Padre, que predic desde1928 la llamada universal a la santidad, puntua-liz en susApuntes ntimos: Los sacerdotes: conqu claridades de luz nueva me hizo sentir el Se-or la necesidad ab-so-lu-ta! de que seamossantos! U5.

    23 Soisministros de Cristo y dispensadores de losmisterios de Dios. Y lo que se pide a los administra-

    dores es que sean fieles 116. Esto es, hijos mossacerdotes, lo que Dios y la Iglesia esperan de no-sotros y lo que tienen derecho a encontrar las al-

    114. Cfr. Conc. Vaticano II, Decr.Presbyterorum Ordinis,n.12.115. De nuestro Padre, 26-111-1932, enApuntes ntimos, n.

    672.116.1Cor.IV, 1-2.

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    mas: fidelidad, santidad. Por el Sacramento delOrden, somos instrumentos de la gracia divina deun modo especfico, y las almas se acercan a no-sotros para recibir ese don.Dios Nuestro Seorescribi nuestro Padre a sus hijos sacerdotes

    conoce bien mi debilidad y la vuestra: somos to-dos nosotros hombres corrientes, pero ha queri-do Jesucristo convertirnos en un canal, quehaga llegar las aguas de su misericordia y de su

    Amor a muchas almas. Yoy no los conozco to-dos tengo errores, culpas y equivocaciones

    personales abundantes; a vosotros, os sucederlo mismo. No estamos a la altura de nuestra mi-sin. Pero acudamos a Dios con confianza, pormediacin de nuestra Madre Santa Mara, di-cindole:Domine, miserere mei: sana animammeam, quia peccavi tibi fPs.XL, 5); Seor, tenmisericordia de m: he pecado contra ti, da sa-lud a mi alma. Y el Seor nos har eficaces, lle-nndonos de serenidad y de gracia117. Cultive-mos, pues, a diario la virtud de la humildad y asseremos buenos instrumentos en las manos deDios. No olvidis que la grandeza del sacerdociose realizasobre el fundamento de nuestra flaque-

    117. De nuestro Padre,Carta,8-VIII-1956, n. 1.

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    za: quoniam et ipse circumdatus est infirmitate(Hebr. V, 2), porque tambin el sacerdote estrodeado de miserias

    U8 : no estamos por encimade nadie; ms an, hemos de ponernos por deba-

    jo , po rq ue nu es tr o oficio pr op io consis te en servir

    a todas las almas:Yo estoy en medio de vosotroscomo el que sirve,dice el Seor119.

    24 Hijos mos: unidad de vida. Esta exigenciabrota de la vocacin cristiana que nosotros debe-mos llevar a cabo por un nuevo motivo, puesquienes celebramos los misterios de la Pasindel Seor, hemos de imitar lo que hacemos 12.Todos los cristianospredicaba nuestro Padre

    podemos y debemos ser no yaalter Christus,sinoipse Christus:otros Cristos, el mismo Cristo!Pero en el sacerdote esto se da inmediatamente,deforma sacramentalm. El sacerdote ofrece elSacrificioin persona Christi,que significa algoms profundo que "en nombre" o que "en vez" deCristo.In personaindica la especfica, sacramen-

    118.Ibidem.119.Luc.XXII, 27.120. San Gregorio Magno,Dialogi,IV, 59: PL 77, 428.121. De nuestro Padre, HomilaSacerdote para la eternidad,

    13-IV-1973.

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    tal identificacin con el Sumo y Eterno Sacerdo-te 122. La experiencia nica, inefable, de queCristo obra por medio de nosotros cuando reno-vamos el Sacrificio del Calvario, debe iluminarnuestra entera existencia, impulsndonos a bus-car el endiosamiento en todos los momentos dela jornada: en la conversacin, en la compostura,en la disponibilidad constante para servir, en lasonrisa y en el optimismo, en la contradiccin...En todo, no slo en el altar o en el confesonario,se ha de percibir elbonus odor Christi123, el buenolor de Cristo. Puesto que soisipse Christusal ce-lebrar la Santa Misa, procurad asiros ntimamen-te a El las venticuatro horas del da.

    Sed, en primer lugar, sacerdotes. Despus,

    sacerdotes. Y siempre y en todo,slo sacerdotes124,nos peda nuestro Padre, con la fuerza de quientiene bien experimentado lo que esta vocacinlleva consigo. Comportaos en todos los instantescomo corresponde a un ministro de Cristo. Quese pueda aplicar a vosotros lo que afirmaba unObispo, que durante algn tiempo haba sido

    122. Juan Pablo II, CartaDominica: cena:, 24-11-1980, n.Cfr.Carta a los sacerdotes,8-IV-1979, n. 4.

    123. IICor.II, 15.124. RHF, AVF-0079.

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    confesor de nuestro Fundador, resumiendo laimpresin que le qued grabada de su figura:fue sacerdotesemper et ubique, slo sacerdote,en todo sacerdote, siempre sacerdote 125.

    Qu importancia asume vuestra conducta!

    El sacerdote tiene que serdespertador de los de-seos de santidad en los dems, sobre todo con suejemplo 126. Qu fuerza adquieren vuestras pala-bras y todo vuestro ministerio si tratis de vivirlo que enseis! Y pensad tambin que, para de-sedificar, no es menester que el sacerdote obremal, basta que no vibre, que se aburguese unpoco. Por eso aseguraba nuestro Fundador ta-

    jantemente:el sacerdote tibio, se es el gran ene-migo de las almas127. Acogeos, pues, a la interce-sin de nuestro Padre para lograr que vuestraunidad de vida se vuelva ms compacta. OhDios, que concediste al Beato Josemara, sacer-dote.... No os causa una honda alegra invocar-le con ese ttulo, sacerdote!? Pedid esa integri-dad y buscadla sin permitir quiebras de ningn

    125.Positio super vita et virtutibus Serv Dei Iosephmaria Es-criv de Balaguer. Studium crticum super virtutum he-roicitate,p. 145.

    126. De nuestro Padre,Carta,8-VIII-1956, n. 6.127. De nuestro Padre, 15-IV-1932, enApuntes ntimos, n.

    696.

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    gnero. De este modo, seris canales limpios porlos que fluir sin obstculos la gracia divina, apesar de las miserias personales: porque si lu-chis para uniros a Cristo, los dems percibirnvuestra humildad de corazn.

    Santidad en el ministerio sacerdotal

    25 Todos en el Opus Dei contemplamos ennuestro Fundador el ejemplo que hemos de imi-tar para identificarnos con Cristo en la actividadque cada uno realiza. En el caso de los sacerdo-tes, contamos adems con su ejemplo inmediatoen todo lo que se refiere al ejercicio de nuestroministerio y a la conducta sacerdotal. De esteejemplo quiero hablaros ahora, con la certeza deque sacaris impulso y provecho, no slo voso-tros los sacerdotes, sino todas las hijas y to-dos los hijos de nuestro Padre, al descubrir, traslos aspectos que me dispongo a comentaros, elalma y las virtudes sacerdotales que todos debe-mos imitar.

    La Santa Misa... qu ejemplo constituyepara nosotros la Misa de nuestro Padre! Fue dia-riamente el centro y la raz de su existencia. Cui-daba con esmero la preparacin inmediata, re-

    64

    cogindose en oracin. Me quedara muy cortosi os dijera que celebraba cada Misa con la devo-cin de la primera vez, porque su amor crecims y ms a lo largo de sus das. Me acerco msa la verdad si os confirmo que celebraba como si

    fuera la ltima, como si fuera la nica Misa de susacerdocio. Cuando era todava joven de edadpeda al Seor ayuda paravivirel Santo Sacrifi-cio, con la mayor dignidad y devocin, aun enmomentos de prueba y dificultad, como se des-cubre en una nota de sus apuntes personales fe-chada en 1931: Jess, haz que viva nuestraMisa: que celebre el Santo Sacrificio con la pau-sa, gravedad y compostura de un sacerdote an-ciano: aunque llegue la noche oscura, que no me

    falte la luz cuando soy otro Cristo128.Despus de su marcha al Cielo, cuntos tes-

    timonios nos han llegado de la impresin que de-jaba en quienes asistan a su Misa! Y cmo meconmueve leerlos, al reconocer lo que tan fre-cuentemente, por gracia de Dios, he podido pre-senciar con dicha. Un residente de Ferraz descri-ba con estas palabras la Santa Misa de nuestro

    128. De nuestro Padre, ll-X-1931, enApuntes ntimos, n.317.

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    Fundador en el oratorio de la Residencia: pare-ca como si en esos momentos, todo su espritusobrenatural, toda su fe y su amor, quedasen aldescubierto. Le recuerdo subiendo al altar conuna uncin y dignidad que palpablemente nos

    decan "que se acercaba al Dios que era la alegrade su juventud". Seguamos, siempre impresio-nados, sus medidos y lentos movimientos en elaltar; respiraba el sereno gozo, la profunda devo-cin del sacerdote que adora con los feles y ennombre de ellos, al Dios vivo del Tabernculo.Qu verdaderas resultaban sus palabras cuandonos deca, con el Salmo: "Am el decoro de Tucasa y el lugar donde habita Tu gloria"! Descu-bramos al sacerdote entraado en lo ms hondodel interior del Padre; estaba, propiamente, en loms alto y ms verdadero de su misin, cuandole veamos, revestido de los ornamentos sagra-dos, pronunciar con veneracin las palabras dela Liturgia 129. Otra persona, de la familia delCnsul de Honduras, que asisti a varias Misascelebradas por nuestro Fundador en las circuns-tancias extraordinarias de la guerra, not que el

    129.Positio super vita et virtutibus Servi Dei Iosephmarice Es-criv de Balaguer. Studium criticum super virtutum he-roicitate,p. 139.

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    Padre iba diciendo en voz semialta las oraciones,con una devocin tan grande que nos embargabael nimo a todos, hacindonos sentir muy viva-mente la presencia real de Jesucristo entre noso-tros. Senta el Padre al Seor muy profundamen-

    te, desde dentro: no era ficticio ni espectacular:sobrecoga y nos emocionaba 130. Y, en fin, unestudiante que particip en la Misa de la Ribale-ra, durante el paso de los Pirineos en 1937, ano-t en su cuaderno: nunca he odo Misa comohoy, no s si por las circunstancias o porque elcelebrante es un santo m.

    26 Un sacerdote vale lo que vale su vida euca-

    rstica, sobre todo su Misa, ha escrito el PapaJuan Pablo II 132. La fecundidad de nuestro sa-cerdocio arranca del amor al Sacrificio del Altar.Un amor que se manifiesta en la unin entre obe-diencia y piedad al cumplir las ceremonias litr-gicas establecidas por la Iglesia. No es verdaderala piedad de quien no obedece a nuestra Madrela Iglesia; ni es autntica la obediencia si no estinformada por la piedad filial.

    \30.Ibidem,p.140.131.RHF, T-08246.132. Juan Pablo II,Discurso,16-11-1984.

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    La unin de estas dos virtudes, hijos mossacerdotes, es siempre necesaria, pero las cir-cunstancias actuales la exigen de manera espe-cial. Sabis que las anteriores normas litrgicasdeterminaban con precisin, hasta en detalles

    mnimos, el modo de cumplir cada rbrica; ac-tualmente son mucho ms flexibles, por lo que ladignidad del culto y el bien espiritual de los felesdependen en mayor medida de la piedad y obe-diencia de quienes las cumplen, sobre todo delos ministros sagrados al oficiar la Santa Misa.

    Empeaos, pues, en empapar de piedad laobediencia, como nuestro Padre. Quienes parti-cipaban en esos momentos, advertan algo espe-cial que les sorprenda. Era la misma Misa que lade otros lugares, con las rbricas habituales, perocon unalgodistinto: una piedad, una fe, un amortan fuerte, que transportaban el alma a la grande-za del Sacrificio del Calvario. Imitemos su ejem-plo; pongamos cario en todo lo que se refiere alSacrificio del Altar; cuidemos la preparacin in-mediata con un tiempo de oracin, aunque haya-mos seguido nuestra media hora de meditacinen otro momento; recojmonos en accin de gra-

    cias, procurando que no nos interrumpan; este-mos en los detalles; tratemos con amor los obje-tos de culto: todo ha de estar resplandeciente!;

    68

    no toleremos la desidia, no nos acostumbremos alo que est mal ni lo miremos con indiferencia:dolmonos en el Seor y desagraviemos. Diosnos guarde ha escrito el Papa de un compor-tamiento sin respeto, de una prisa inoportuna, de

    una impaciencia escandalosa

    133

    .Seamos, dentro de la Iglesia, fermento desantidad en aquello que es precisamente la cum-bre y fuente de su vida. Qu alegra tuve al cono-cer lo que afirm pblicamente un anciano Car-denal, que haba sido Prefecto de la Congrega-cin para el Culto Divino, en su homila durantela Misa en accin de gracias por la Beatificacinde nuestro Padre: con su profunda piedad y fielobediencia a las prescripciones de la Iglesia enesta materia la Liturgia, el Beato Josemaraha aportado una significativa contribucin a lacorrecta aplicacin de la renovacin litrgicaquerida por el Concilio Vaticano II 134. Voso-tros, sacerdotes, hijos de la oracin de nuestroPadre, sois ejemplo manifiesto de esa contribu-cin suya al bien de la Iglesia cuando celebriscon uncin el Santo Sacrificio del altar.

    133. Juan Pablo II, CartaDominica; cena;,24-11-1980, n. 11.134.Romana14 (1992) p. 52.

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    27 Paso ahora a referirme a la predicacin. Laspalabras de nuestro Padre, cuando predicaba,calaban profundamente en las almas porque seapreciaba enseguida que nacan de un coraznardientemente enamorado de Dios. Esto lo per-cibamos da a da quienes estbamos a su lado yramos testigos de lo que es una existencia gus-tosamente gastadain conspectu Domini135, en lapresencia del Seor, sin pliegues ni fracturas.Bastaba orle una sola vez para que se quedaragrabada en el alma la impresin indeleble de ha-ber escuchado a un hombre de Dios. Una perso-na que asisti a una meditacin de nuestro Fun-dador en 1937, recordaba as aquel momento,casi cuarenta aos despus: no era una predica-

    cin, se trataba de la oracin personal de un san-to, hecha en voz alta136.

    Lo que sala de sus labios era lo que colmabasu corazn, su misma vida santa, autntica, sin-cera, inmersa en el misterio de Cristo, que con-templaba en su alma con atencin permanente.El Amor se transparentaba en cada una de suspalabras, afirma otro testigo de su predicacin

    135.Ps.XIX (XVIII), 15.136.Positio super vita et virtutibus Serv Dei Iosephmarice Es-

    criv de Balaguer. Studium criticum super virtutum he-roicitate,p. 353.

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    en los aos treinta un sacerdote que aos mstarde fue Obispo: saba captar y transmitir elsentido profundo de las escenas del Evangelioque en sus palabras cobraban toda su actuali-dad: eran una realidad viva ante la que era nece-sario reaccionar. Los que le oan se sentan mo-vidos a hacer actos de amor y desagravio, a for-mular propsitos concretos de mejora de vida.Puede decirse que su palabra sala del corazn yhablaba al corazn137.

    La Sagrada Escritura, profundamente me-ditada, constitua la fibra de su predicacin.En esa trama de oro engarzaba con naturali-dad comentarios de Padres de la Iglesia, quelea y relea, enseanzas del Magisterio y razo-nes de la mejor Teologa: todo esto ayudaba apercibir, con sencillez sorprendente, el brillode la trama, los destellos de luz infinita que en-cierra la Palabra de Dios. La oracin de nues-tro Padre llegaba as a la cabeza, pero no de unmodo terico ni abstracto. Se pona a la alturade quienes le escuchaban, y sintonizaba consus intereses y sus problemas, como resultabaevidente en las ancdotas o ejemplos expresi-

    m.Ibidem,p. 348.

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    vos que intercalaba, siguiendo la pedagoga deNuestro Seor. Ejemplos y citas que sacaba deaqu o de all, porque cuando lea o estudiaba,obraba como sacerdote, pensando en su minis-terio; cuando atenda a cualquier persona, es-cuchaba como sacerdote; y todo lo que acaecaen su alma o a su alrededor lo observaba conmirada sacerdotal y le serva para su ministe-rio. A la hora de predicar volcaba en las almasel tesoro de una vida centrada en Dios, y as,aquellos ratos de oracin no terminaban alconcluir sus consideraciones: caan como unasiembra destinada a producir fruto, en ese mo-mento y despus. En la inteligencia haba que-dado un poso de doctrina como apoyo firme de

    las resoluciones del corazn, que no coincidannecesariamente con el entusiamo, aunque confrecuencia tampoco ste faltara.

    Profundizad en este espritu, imitad a nues-tro Padre. Que se note que sois hijos suyos! Po-ned todos los medios para que vuestra predica-cin sea vibrante de amor a Dios, oracin perso-nal de quien conoce y ama a Jesucristo. Esfor-zaos para ser buenos instrumentos del Maestro,

    mejorando poco a poco lo que sea preciso corre-gir, con el nico afn de ayudar a las almas a en-tablar en su corazn un dilogo con el Seor.

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    Mantened siempre la rectitud de intencin: elafn de comportaros como escribi nuestro Fun-dador en esta temprana nota, una de las prime-ras que conservamos de susApuntes ntimos: la

    predicacin, la predicacin de Cristo Crucifica-do, es la palabra de Dios. Procurarn los so-cios, aunque tengan mucha costumbre de ha-blar en pblico, prepararse lo mejor que pue-dan antes de ejercer tan divino ministerio: sinbuscar jams su lucimiento(Deo omnis gloria!),buscando la salvacin de las almas us.

    28 Paso a hablaros de otrapasin dominantenuestra: la Confesin. Cunto tenemos queamarla! Ms de una vez, el Santo Padre Juan Pa-blo II me ha comentado que en el Opus Dei tene-mos el carisma de la Confesin, una particulargracia de Dios que nos impulsa a procurar quelas almas se acerquen a la Penitencia y, en el casode los sacerdotes, a dedicarse generosamente ala administracin de este sacramento. Hay unarazn profunda para que sea as. El espritu de laObra nos conduce a saborear la paternidad deDios: una paternidad infinitamente misericor-

    138. De nuestro Padre, 9-XII-1930, enApuntes ntimos, n.124.

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    diosa, porque perdonar es caracterstica propiade los padres 139. Acudir con piedad filial al per-dn de Dios forma parte de la entraa de nuestrarelacin con el Seor. Os consta que los actos decontricin suponan para nuestro Padre una de-vocin muy importante, y tambin por eso ama-ba tanto, y nos ense a querer, el Sacramentode la Penitencia, donde se nos ofrece todo el per-dn y la misericordia divinas, porqueno hay me-

    jor acto de arrepentimiento y de desagravio que

    una buena Confesin 140.Como en el altar donde celebra la Eucaris-

    ta y como en cada uno de los Sacramentos, elSacerdote, ministro de la Penitencia, acta in

    persona Christi. Hace presente a Cristo, quien,

    por su medio, realiza el misterio de la remisinde los pecados M1 No os fascina la confianzaque ha depositado Dios en los sacerdotes? Medi-tadlo a diario, como nuestro Padre.El poder delsacerdocio: la Santa Misa, y si fuera una sola

    Misa en la vida!... El pecador yo, perdo-nando a los pecadores. El miserable y feo de

    139. Cfr. Santo Toms,Summa Theologce,I, q.21, a.3, c.140. De nuest ro Padre, MeditacinTiempo de reparar,febre-

    ro 1972.141. Juan Pablo II, Exhort. apost.Reconciliatio et Paznitentia,

    2-XII-1984, n. 29.

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    alma y cuerpo lleno de costurones y de man-chas y remiendos, por su mala vida santifi-cando! Yo... yo!... otro Cristo 142. Son las pala-bras de un santo que, iluminado por la potenteluz de Dios, adverta su indigencia personal,como se nota hasta la ms pequea mota de pol-vo en un cristal limpio atravesado por los rayosdel sol. Si nuestro Padre se reconoce as, qu ex-clamaremos t y yo!

    Afn de purificacin, espritu de reparaciny desagravio, penitencia!, hijos mos sacerdotes .Para guiar a los dems por el camino de la per-feccin cristiana ha escrito el Papa, el minis-tro de la Penitencia debe recorrer en primer lu-gar l mismo este camino 143. Hemos de pedir a

    Dios:lvame ms y ms de mi pecado, y de mi fal-ta purifcame144. Es posible incluso que sintamosel mpetu de rogar, como San Pedro en la ltimaCena:no slo los pies, sino hasta las manosyla ca-beza 145. Ojal pueda respondernos Jess, comoal Apstol:quien se ha baado no necesita lavarse

    142. De nuestro Padre, 17-VII-1934, enApuntes ntimos, n.

    1747.143. Juan Pablo II, Exhort. apost.Reconciliatio et Painitentia,cit.,n. 29.

    144.Ps. LI(L),4 .145.Ioann.XIII, 9.

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    ms que los pies, pues todo l est limpio, y voso-

    tros estis limpios 146. En todo caso, siempre ne-cesitaremos purificarnos, para agradarle y serbuenos instrumentos suyos.

    29 Amad la Confesin como amis la Sant aMisa, con todas vuestras fuerzas. Como com-prenderis, me gustara comentaros muchosaspectos, pero no quiero omitir uno, porque melo grita la responsabilidad de conducirme comoel Buen Pastor. En las circunstancias actuales,defender el confesonario supone defender lasantidad de este sacramento. Qu ms quiereel diablo as os lo digo, sin ambages quetransformar el sacramento del perdn de los

    pecados en ocasin de ofensas a Dios y de infi-delidad!

    Muchos de vosotros recordaris las medidasfuertes que dispuso nuestro Padre para que to-dos, en la Obra, observsemos fielmente lo queentonces prescriba el Derecho Cannico: quelas confesiones de mujeres se atendiesen exclu-sivamente en confesonarios con rejilla. Cono-cis tambin que la nueva legislacin eclesisti-

    ca no prohibe la confesin cara a cara, aunque

    146.Ioann.XIII, 10.

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    establece que en todas las iglesias deben existirconfesonarios con rejilla 147: entre otros motivosporque los fieles tienen derecho a no revelar suidentidad, si no lo desean; y, desde luego, por-que el sacerdote puede utilizarlo para no expo-nerse innecesariamente a peligros para su alma,que es un precepto de ley moral general. Puesbien, me urge recordaros que las providencialesmedidas adoptadas por nuestro Fundador en sumomento, nos servirn siempre de luz paracomprender la enorme importancia que revisteesta materia, y de modo especial ahora, al habercambiado en la normativa cannica el aspecto aque me acabo de referir. El criterio moral queprotegan esas disposiciones aparece claro y de

    validez permanente: las confesiones de mujeresen el confesonario, fuera de los casos de enfer-medad, grave necesidad, etc., que siempre hanestado previstos. Y lo mismo las charlas de di-reccin espiritual. Si excepcionalmente, y nun-ca con continuidad, conviniese recibir a alguna

    fuera del confesonario, habis de dejar tam-

    bin la puerta abierta, procuraris ser breves y

    conservar una especial gravedad. En el trato,

    sin rarezas ni brusquedades, habis de distin-

    147.Cdigo de Derecho Cannico,canon 964.

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    giros, ms que por vuestra amabilidad, por

    vuestro sentido sobrenatural148.

    30 Vuestro celo apostl ico os lleva agastaros ydesgastaros 149 en el servicio de las almas, con

    una intensa labor sacerdotal, por amor a Dios.Trabajad, trabajad mucho, pero siempre conorden. Lo primero son las Normas, y para voso-tros tambin elrezosubrayo lo derezo delOficio Divino. Pero hay que sacar, adems, untiempo para el estudio. Si alguno piensa que nole cabe en su jornada habitual, que pruebe a nodejarlo para ltima hora del da. Pronto com-probar que es sustento vigoroso de la vida in-terior y de la predicacin. En todo caso, debisdedicar algn espacio diario a este menester,porque el estudio personal es un medio indis-pensable para robustecer la formacin perma-nente que la Iglesia desea para sus sacerdotes,como ha vuelto a recordar recientemente el Ro-mano Pontfice 150, y porque nuestro Padre noslo pidi y concret en muchas ocasiones. Copioaqu unas palabras suyas, de una Carta fechada

    148. De nuestro Padre,Carta,8-VIII-1956, n 49149. IICor.XII, 15.150. Cfr. Juan Pablo II, Exhort. apost.Pastores dabo vobis,

    25-111-1992, nn. 72 y 79.

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    en 1956, que se aplican a todos l