Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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'n. -n, h ^/ Descruzó los brazos y exclamó: ¿Quién dijo miedo?

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Descruzó los brazos y exclamó: ¿ Q u i é n d i j o m i e d o ?

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CARAJ- Y CARETA/

Qué infierno ENFERMEDADES DE LAS MUJERES

Qué Sufrimientos Horribles! Palpitaciones y Ahogo en el Corazón, Falta de Aire, Can­

sancios, Sofocaciones, Ahogo en la Garganta, Falta de Sueño, Falta de Apetito, Incomodidades del Estómago, Ven­tosidades en el Vientre, Mareos, Desarreglos, Pesadez, Pun­zadas y Dolores de Cabeza, Dolores en el Pecho, Dolores en la Espalda, Dolores en las Caderas, Punzadas y Dolores en el Vientre, \'ahidos. Temblores, Excitaciones Nerviosas, Os­curecimiento de la Vista, Desmayos, Desvanecimientos, Zumbidos en los Oidos, Vértigos, Ataques Nerviosos, Estre­mecimientos, Escozores Súbitos, Calambres y Debilidad de las Piernas, Sudores Fríos o Abundantes, Escalofríos, Entu­mecimientos, Sensación de Calor en diferentes partes del Cuerpo, Ganas de Llorar sin tener Motivos, Falta de Memoria, Decaimiento de Cuerpo, Falta de Animo para hacer cualquier Trabajo, Frío en los Pies y en las Manos, Manchas en la Piel, Ciertas Comezones, Ciertas Toses, Ataques de Hemorroides, etc. Todo esto puede ser causado por las inflamaciones de ciertos Órganos internos!

Cuando ciertos Órganos están enfermos todo el Organismo de la Mujer se resiente fuertemente!

A veces la pobre enferma piensa que está sufriendo de muchas Enfermedades, sin saber cual es la verdadera causa de todo esto!

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Colahoración literaria nacional y extranjera

El loco manso, por Max Daireaux. Una divinidad femenina indescifrable, por J. Z. Agüero Vera. Galeote fué el libro, por Margot Guezúrága. Notebook, nuevos pape­les postumos del señor de PerogruUo, por Enrique Méndez Calzada. Orgullo, por Arturo Capdevila. La primera biblioteca de la vieja Catamarca, por Rafael Cano. El debuto del comandante Zum Felde, por Félix Lima. De la vida tirturada del gran Beethoven, por Juan de la Coba. El comprador de ideas, por Leopoldo Torre Ríos. Andanzas humorísticas de Sikí, el negro boxeador que murió trágicamente, por Mau­ricio Pefferkorn. El postrer amor del poeta Manuel Paso. El rapto, novelita corta, por Pablo Bourget. En tierras leonesas, por J. Ricardo Nevares. Dos almas de fuego, por Henry Bordeaux.

lecciones fijas Biografías, por J. M. Barria. Agricultura, por Hugo Miatello. Desde Italia, por eli doctor A. Vaccari. La mujer y la casa, por Ivonne. Página infantil. Versos humo­rísticos de actualidad, por Luis García. Los libros. Ganadería, por Guillermo St. J. Petcrs. Comentarios. Páginas médicas. Nuestro jardín familiar medicinal. Dibujos para colorear. Sarrasqueta, moños por Redondo.

ane dad es La gesta de forma, por José Enrique Rodó. La tisis social, por Víctor Hugo. El monte de la virtud, por Fray Benito Jerónimo Feijoo. El precio es económico. Refle­xiones médicas. Pensamientos. Para destruir los parásitos. La isla de los tristes recuerdos. La perla más grande del mundo. Quedan aún en América hombres teme­rarios. Cómo se hace una media de seda. La envidia. Aniversarios del matrimonio, ¿Se puede medir el olor? ¿Podríamos hacer una sola comida? El ocio fecundo. Lo& perros y los soviets. Curioso caso ante un tribunal de Nueva York. Oficio nuevo.

Notas ilustradas con fotografías

Cómo trabaja el Poder Ejecutivo, interesante nota, por Raimundo Bustamantc. El Presidente de la República a bordo del "Rivadavia", amena crónica g;ráfica de actúa-lidad. Notas hispanoamericanas, declaraciones del Embajador Argentino en Madrid, por Félix Paredes. El gran vuelo Madrid-Manila, descripción ilustrativa y detallada del importante raid. Los últimos modelos de París, reproducción de las más recientes creacior^es de la moda. Información gráfica del exterior. Los prisioneros del Zoo, amena historia del pelícano, por C. E. M. El atentado a Mussolini, reconstrucción del hecho, de acuerdo con los telegramas. Tipos de la urbe, pintoresca biografía del Quasimodo de la avenida Alem, por David Uriel. Los desórdenes en los cuadros de la Policía, retratos y antecedentes de los principales alborotadores. Mussolini en Trípoli, interesantes notas sobre el importante viaje. Actualidades de la semana, etc., etc.

E N E L P R Ó X I M O N U M E R O Reportaje hecho a la «eñora Regina Pacini de Alvear por Erneíto E. de la Fuente, ilustrado con fotos especiales y u» amable autógrafo para CARAS y CARETAS. La distinguida dama hace revelaciones sobre «u vida de hogar, que han de ser leídas con verdadero interés. La» tiluetat románfictís del bar, interesante y amena nota sobre las señoritas dé las orquestasi por Santiago Fusler Caetrfsoy.

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'J*-CARAy Y CA.Rhl/\J-

LA vida de cier­tos deportistas es mu verda­

de ra nove la de aventuras. A l g u ­nos, como Cnqui, Carpentier y Démp-sey, han visto rei-lizado un verdade­ro sueño de hadas. Pero, sin duda, po­cas existencias inás agitadas, pintores­cas y h a s t a si se q u i e r e burlescas, que la del famoso boxeador s e n e g a -lés Battling Sikí. Transportado de­masiado repentina­mente de la tierra de África al bule­var parisiense, Sikí aliaba a una fanta­sía de salvaje hu-;norista y mistifi­cador la prodigali­dad señorial de un inconsciente nuevo rico.

Fué una p r e s a fácil para no pocos de los vividores sin escrúpulos que sue­len frecuentar los a l e d a ñ o s de los rings. Ganando en el día una pequeña fortuna, la dilapi­daba a la noche si­guiente en peque­ñas diversiones y combinaciones pue­riles y torpes. Tan pronto infantil, tan pronto colérico y brutal, derrochaba a su paso la risa y el temor, la alegría y el espanto.

Su v e r d a d e r o nojnbre era L u i s Fail. Algo de eti­mología g r i - g a y simbólica había en

este patronímico. Estaba el negro muy ufan» y orgulloso por lo generosa que

con él se había inostrado la naturale­za. Y esta su petulancia fué, preci­

samente, la causa de Ja descalifi­cación de la Federación Fran<$sa

de Box, después de su triunfo sobre el bello carn¡)eón del

mundo.

HUycHSTlCA5

¥Km9L QüE MUJLIO TLAGICAMEJIT^

T e n í a ocurren­cias de humorista de buena ley.

Una tal>erna del f a u b o u r g ¡Vlont-martre. el Chopp del Negro, era el lugar preferido por Siki. Era allí muy conocido. Un dia se presentó llevan­do , bajo el brazo una caja que depo­sitó sobre una me­sa, delante de una muchacha conocida.

— ¿A que no adi­vinas lo que hay aquí escondido ?— dijo el negro.

— N o . . . i D e qué se trata?

— Nada . . . Tie­nes que decírmelo... ¿A que no?

— ¡ Oh !, Sikí. te lo ruego...—insis­tió la dama curiosa.

— N o . . . — Y lue­go, haciendo una transición:—¡ Bue­no I Ya que te em­peñas. . . I Áb re l a tú misma! ,

Levantada la ta­pa, saltó una pe­queña víbora sobre la mesa. Emoción en el café. Las mu­jeres treparon so­bre las sillas lan­zando gritos deses­perados. Y S i k í , riendo á carcaja­das, como siempre, salió del café con ruml)o a la comisa­ria para satisfacer una nueva multa por escándalo.

C*-»*JE>

Esto de las cule­bras era en él ca­r á c t e r ! stico. Las regalaba como sig­no de amistad. Se­

gún él decía, eran animales que atraían la buena suerte. En su residencia de Vanves poseía soberbios ejemplares y, además de bellísimos daneses, una liantera y un asno. Una tarde se le ocurrió atar este asno a la parle trasera de sa auto y llegar con él hasta el bulevar.. Se detuvo en ia ve- ' * reda de an café para tomar

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C A R A X Y CARETAS

c e r v e z a con unos amigos, y en mía de ésas exclamó:

— ¡Mi po­bre asno tiene sed ! 1 Es pre­ciso darle un medio litro I

En vano los amig-os inten­taron d i sua­dirle. Se apro­ximó al ani­mal y le ofre­ció la bebida. El asno vol­vió la cabeza, como r e c h a ­zándole. Sikí, entonces, le abrió la boca a la fuerza y le derramó todo el líquido dentro. Los amigos le reprocharon su brutalidad; Sikí, como un chiquillo, reconoció su crueldad; y, en compensación, tomó al asno, lo hizo trepar a su auto y le llevó a dar un paseo por el bos­que de Boulogne.

Revestido con su uniforme de soldado sene-galés, el mismo que usara en los días de la guerra, y rodeado por una turba de chiquillos, se dedicó a pasear y realizar todo género de fechorías en el bulevar. ^ Como de costunil)re, fué a parar al pues­

to de policía. Alli el auxiliar del comisario in­tentó establecer su identidad.

— Soy Sikí. — I Áh, s í . . . ? i Vaya, deje usted las gracias

para otro momento I . . . Usted no es S ik í . . . Sikí es más alto, más fornido. . . Sikí es un "gentleman" y no anda recorriendo las calles hecho una mascarita. . . S ik í . . .

— Yo soy Sikí—insiste el negro. — Bueno: ¡cuidado! Deje usted las bromi-

tas, pues pueden resultarle ca ras . . . — Pues, s í . . . Yo soy Sikí, quiéralo usted o

no. ¡Soy Sikí! En aquel instante penetró en el despacho u»

.-.¿ente. Reconoció al campeón y exclamó: — i Hola, Sikí! E n t o n c e s ,

v o l v i é n d o s e hacia el auxi-liar,Sikíledijo sencillamente:

—Ya lo ve us ted. . .

Y salió, des­pués de pagar la multa.

Ningún bo­xeador dio a 1 o s managers el trabajo que S i k í . En las vísperas de los matches se es­capaba y no había posibili­dad de ence­rrarle. Eso sí; s e presentaba en el ring a la

llora señalada; pero ¡ en qué estado! Un día debía presentarse en Carcassone con

su manager para un match de exhibición. Se le aguardó hasta último momento. Sikí no aparecía. Se había peleado con el chofer del taxi y había ido a parar al puesto de poli­cía. Porque en esto de conocerlos todos Sikí ha batido en Francia más records que en el ring.

Uno de los puntos más importantes del pro­grama de entrenamiento de los boxeadores es el íooting prolongado y acelerado. Antes de su encuentro con Carpentier, Sikí iba todas las mañana a Búffalo. Allí tomaba una buena can­tidad de afiches destinados a anunciar la pe­lea, y con el paquete bajo el brazo recorría los suburbios parisienses: Montrouge, Bagneux hasta la Croix-de-Bery. Se detenia en to<,Ías las tabernas y les regalaba un cartel a cambio de la consumición.

¡ Singular manera de aprovecharse! Venció, sí; pero el procedimiento no es muy recomen­dable.

Sikí, que había sido hasta estibador en el puer­to de Marsella, en forma asaz grotesca apare­

ció muerto en una calleja de Nueva Y o r k .

P T f T n ¡Extraño des-^ * ^ * ^ tino el de este

negro hunio-ristaysalvajel

I O R K o R N

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Cj\R/\f Y CARETAJ-

Lisr PHini Di!. L A V l t J A

LA coloniza­ción espa­ñola en el

Norte Argenti­no se caracteri­zó por la ten­dencia de los conquistadores a imponer su reli­gión a los natu­rales, unas ve­ces por la fuerza de las armas y otras por cate-quización.

Esta actitud tuvo origen en lo dispuesto por las cédulas rea­les, animadas de un alto espíritu r e l i g i o s o que tendia a la con­versión de los indios a la fe ca­tólica.

En su marcha, la columna colonizadora iba doctrinando a los su­misos y sembrando la semilla de la fe, con actos que impresionaban vivamente la imaginación de los mismos.

Bajo esta influencia religiosa, don F'ernando Mendoza Mate de Luna fundó la ciudad de Ca-tamarca, el S de Julio de 1683, y aunque en ese mismo acto hizo ¡a repartición de los solares a los futuros vecinos, recién doce años más tarde comenzaron a edificar en el sitio que actualmente ocupa.

Todas las personas que asistieron a la funda­ción oficial de la nueva ciudad continuaron habi­tando en sus "casas de campo", sitas en la margen izquierda del río del Valle, boy departamentos de Valle Viejo y Piedra Blanca.

Con.solidada la dominación española, comienzan a introducirse los primeros libros.

El silencio monacal de! Val" j y la enseñanza reli­giosa que se mamaba desde la cuna, produjeron una sobresaturación qtie les hizo caer en el misticisiiio

La ignorancia de ios colonizadores radicados en el valle de Catamarca era tan supina que difícil­mente se encontraba un hombre o mujer que supie­ra firmar, no digo leer y p.scribir...

Cuando alguno poseía dotes tan exceircionales, ainvcrtíase en personaje por gravitación lógica, y escalaba el puesto prominente de cabildante, apar. te que desde parajes distantes acudían a pedirle consejo o bien la redacción de notas para enviar a la patria lejana.

Uno de estos personajes fué e! alférez Manuel Estévcz Cordero, oriundo de 1^ Rioja. que se es­tableció en ei valle de Catamarca, allá i>or el año IWl. Habitaba un rancho sito en San Antonio de Piedra Blanca, distaiit* uno* »iete kilómetros de la ciudad de Catamarca, donde vivía en compañía de su mujer, doña Isabel Nieto Príncipe, de cuyo itia-

trimonio nacieron do» hijos. Cordero hizo st»s estudios oi la Universi­

dad de Córdoba, por l«i wo» de 1670 a 16W,

C A T A M A R C A

antecedente que surge claramen­te al leer el in­ventario de su biblioteca, porque al citar una de las ol)ras, dice: "de mi maestro el F, Cipriano de Calatayud, de la Compañía de Je­sús".

En el "Bos­quejo Históri­co de la Univer­sidad de Córdo­ba", del doctor Juan M. Garro, menciona al P. Cipriano de Ca­latayud c o m o lector (profesor de teología y cánones de la referida ca.sa de estudio.'!, en esc lapso de tiempo).

¿Qué fuerzas extrañas influyeron para hacer­le atendonar la carrera eclesiástica a este hom­bre de vida ejemplar y muchos talentos?

¿Prentendía, acaso, convertirse en asceta y pre­dicar una nueva religión a los naturales entre aquellos agrestes peñascos!'

Algunos vecinos, llenos de intención, porfia­ban que fué sorprendido en circunstancias en qtie se tomaba ciertas libertades con una beldad riojana, una de esas novias románticas de tierra adentro, que cuando despiertan, a la realidad, ys están lejos del hogar paterno...

."vquclla novia era su actual compañera de ais­lamiento, que le admiraba con religioso resi)í lo y cariño.

Poseer una biblioteca en a(|ucllos años, has­ta en los centros urbanos, era más fácil contar­lo que realizarlo; puede colegirse entonces lo que costaría instalarla en e! Norte Argentino.

IJK, precios elevados de los textos impresos hacíalos inaccesibles al bolsillo del pobre; un tomo de 2W páginas, escrito en latín, costaba seis pesos plata. Naturalmente, al trasladarlos a lomo de muía a lejanas regiones, su costo enca­recía enormemente, lo que se efectuaba después de obtener permiso de las autoridades, porque la censura era muy estrecha y ocurría frecuente­mente que cuando no compreiidian la materia que trataba, lo consideraban "peligroso" y lo confiscaban, destinándolo al fuego purificador..

Si alguna obra más o menos libera! llegaba a burlar el control de la censura, el elemento se­glar no tardaba en individualizar a su poseedor, pf-'rque su influencia era omni))Otcnte y penetta-im hasta los acto.» más íntimos de la vida del hogar.

Tal, a gritides rasgos, la vida de un catarnar-queiio en 1695.

En el Archivo Judicial de Catamarca tuve ocasión de leer el inventario de ios libros que tenia en su biblioteca este lite-

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C A R A X Y C A R E T A /

rato, practicado antes de su fallecimiento, ocu­rrido el año del Señor de 1716.

l ^ mención detallada de éstos y concepto f(iie ie merecían, los considero de gran valor histórico, por tratarse de la primera bit)lioteca que se ten­ga memoria existió en Catamarca.

Perfila, además, de modo inconfundible la personalidad de este hombre de letras acicatea­do por las iníjuietudes de su espíritu.

Admiraba a Cicerón, Ovidio y Alciat, respal­dándose en el filósofo y moralista español Juan Ensebio NicremberR, que después de varios si­glos de olvido, comienza en nuestros días a sel "descubierto" y traducidas sus principales obras al francés, igual que las del noble Gra-cián.

Efectivamente, Cordero tenía por lema esta frase de Nieremberg, que aparece en su libro "Obras y días": "En mano nuestra está el vi­vir, pues está el vivir bien; en mano del hom­bre está su precio, pues están sus obras y frutos,"

En sus ratos de ocio. Cordero cultivaba la tie­rra y ordeñaba las vacas, de acuerdo a los prin­cipios sustentados por Virgilio en sus "Églogas", práctica que se aconsejaba a los agricultores en el año 1924. ( 1)

En sus disposiciones testamentarias, declara lo siguiente: "le dejo — a ini hijo — los veinte y seis o veinte y siete cuerpos de libros que no hay otros en el pueblo como ellos, escogidos en­tre muchos que han llegado a mis manos."

Y como esta manifestación la formula a la hora de la muerte un hombre que vivió en olor de santidad, tenemos que reconocer que fué la jjrimera y más completa biblioteca que hubo en Catamarca. Memoria e inventario de los libros que al pre­

sente están en mi poder

"Un libro que contiene nueve libros en un cuerpo que trata cómo se ha de estimar la gra­cia de Dios, el valor y precio que tiene y lo que vale, el autor el padre Juan Ensebio Nieremberg;

"Otro libro que trata del juicio, infierno y muerte y gloria, que por otro nombre, ejerciciv)S de San Ignacio, consideraciones muy buenas y de mucho provecho para salvarse; el autor, Salazar;

"Mas otro libro con seis discursos que trata como nos hemos de salvar, moderno, del Padre l/cpiierdo, es el autor en Roma;

"Otro libro con algunos fragmentos menos, que trata de la oración y espíritu; el autor, el padre Luis,de la Puente;

"Otro libro de remedios -y recetas espirituales, muy bueno, con cincuenta y dos recetas,-el au­tor es . . . ?;

"Otro libro de devociones para cada hora, pa­ra cada día, para cada semana, para cada me»,

para cada año y para toda la vida, se intitula llamado Día Cristiano. El autor es el Con­

fesor del Rey. "Otro libro que trata de guerra y com­

bate espiritual contra el mal espíritu, muy bi eno, que me costó seis pesos,

su autor es don Lorenzo Escupuli, Teatino, Cayetano;

"Otro libro que pertenece para

l.i semana santa, con las cuatro pasiones de ios cuatro evangelios, todas las doce profecías;

"Otro lüiro que trata de la vida de la Virgen María de todo el tiernix) que tr-itó, vivió junta en este mundo con su santísinw hijo, muy bueno, con sus consideraciones y oraciones, el autor se llama Francisco Costero, en latín;

"Otro libro que trata de las obligaciones y oficios de casados, solteros, jueces, maestros, es­tudiantes, reyes, gobernadores, etc;

"Otro libro, catecismo, explicación de la doctrina cristiana, su autor se llama Jerónimo de Ripalda;

"Otro libro, catecismo del Sumo Pontífice Pío Quinto, explicación del I'adre Nuestro, Sacia-nif ntos, doctrinas para curas párrocos, en latín;

"Otro libro de pensamientos cristianos para cada día del mes con indulgencia plenaria con­cedida por su autor para los que quisieren usar de él, que es el Arzobispo de Sevilla, y es de ii i uso y de mi letra;

"Otro libro, oficio menor de la Virgen Matja, Madre Nuestra, su oficio para todo el año, de mi uso;

"Libros de humanidad y de esitudio* son los si­guientes que se reíiereti abajo:

"Arte de Nebrija "Virgilio "Cicerón "Ovidio "Dos cuadernillos de explicaciones de Nebrija. "Libro de filosofía súmulus, autor Cardenal

Toledo; "Libro de Moral, Navarro es el autor; "Otro de moral, Saa, el autor Manuel Saa; "Otro libro que se intitula Flores Morales, e;i

latín, el autor A. Loza Límense; "Fábulas de autores antiguos, filósofos y doc­

tos, su autor Alciat; "Mas otro de latín de letra de mano que tra­

ta de versos y párrafos en latín, ejemplos, epi­gramas y cosas curiosas y de ingenio, de Ini maestro el padre Cipriano de Calatayud;

"Otro libro que intitula Catón Romano y es ajeno, que está en poder de Alejo de Nieva, es de Salcedo;

'Ítem: declaro por mis herederos a mi niuj er doña Isabel Nieto Principe y a mis hijos legí­timos, etc.;

"Y si permaneciere mi hijo José en el estado en que te tengo puesto con la buena intención que Dios Nuestro Señor le ha dado, saliendo ton su intento a este fin, le dejo todos ios veinte y seis o veinte y siete cuerpos de libros que no hay otros en el pueblo como ellos, escogidos en­tre muchos que han llegado a mis manos, para que trabaje en ellos en pro de su alma y salva­ción y honra de Dios Nuestro Señor con l;i santa bendición sujta y mía;

"Y si hiciere lo contrario, que se vendan en almoneda por el precio que valieren, por perso­na que entienda y sepa la materia y sea todo lo precedido de mi mujer, y mí hijo quede sin nada.. ."

Si el lector observa con detención la me­moria antes transcripta, tendrá que con­vencerse que el feo oficio de pedir libros prestados y no devolverlos a su dueño, no es u» mal solamen­te de este siglo, sino de todos los tiempos...

R • c n D I B U J O S • S A 8 • S S O K .< 1 lí E

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^nffimS'i

A LOS ESTREÑIDOS Es un hecho íuera de toda du­da que la persona que sufre de estreñimiento o constipación, no disfruta de buena salud.

La mujer—esa eterna víctima —más aun que el hombre, sufre de estreñimiento, que en realidad no es una enfermedad, sino un estado que prepara el cuerpo a contraer enfermedades.

Pero el hombre también, a causa de preocupaciones, de vida agitada o desarreglada, está frecuentemente expuesto a la constipación.

No descuide su estreñimiento, pero haga las cosas con método. No se purgue usted y esté luego ocho días sin hacer caso al buen funcionamiento del intestino.

Emplee un laxante agradable, suave y seguro tal como la

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que tomada metódicamente, reeducará su intestino. A dosis de una pastilla es laxante, tomando dos es purgante. Puede tomarse a cualquier hora y en cualquier tiempo. No requiere cuidado alguno. Es además un poderoso desinfectante del intestino, merced a la dioxidriftalofenona que contiene.

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Qué agradable es para los ojos deficientes la subs­titución de los cristales correctorts ordinarios por los modernos Cris­tales "Punktal Zeíss" que reprodu­cen sobre la retina imágenes per­fectamente nítidas en todas direc­ciones de la mirada.

El gran campo visual de los Crista­les "Punktal Zeiss" y la libertad que proporcionan a la movilidad de los ojos, suprimen el sentimiento de inferioridad que nace de la insu­ficiencia de los antiguos cristales.

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¿Se puede medir el olor?

HABÉIS tratado alguna vez de medir un olor; podéis decir si un olor es dos veces más fuerte que otro, o medir las infinitas va­

riedades de olores, toda la gama que va desde el olor de las violetas y de las rosas hasta el del asafétida? Hasta que no se midan sus semejan-ras y diferencias no podrá tenerse una ciencia del olor. Si sentís la ambición de descubrir una nueva ciencia, medid el olor.

¿Qué es el olori' ¿Es acaso una emanación de partículas materiales que se pierde en el aire o una forma de vibración parecida al sonido? Si esto se pudiera decidir tendríamos el punto de partida de una nueva investigación; si es una emanación se la podría pesar, y si es una vibra­ción, reflejarla en un espejo. Por supuesto, que no se trata de un espejo de vidrio, pues éste es opaco para el calor radiante. Una lámina de vi­drio trasparente es una excelente pantalla. Pue­de verse el fuego al través de ella; pero intercep­ta el calor. Cuando se trata de reflejarlo en un espejo ordinario, el fuego tiene que atravesar el vidrio para llegar a la superficie pulida que se encuentra por detrás y que devolverse para po­der salir. Si se toma una lámina de tpetal pu­lido — una hoja de estaño puede servir para el caso — o cualquier otro metal que tenga una superficie brillante y luciente, se podrá reflejar el calor en ella con facilidad.

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VANIDAD AUTOMOVILÍSTICA

El automovtttnfa (irarimsannenfe). — {Caramba, amifrn! ¡Qnrf coche m á s f u a v e ! , ¿ n o es c i n t o / N o •e da uno cuenta hasta que ia víctima gr i ta . . .

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Señora: con los ojos vendados

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CARAJ- Y CARET/U"

E I o g a r La primera condición para tjue

las costumbres conserven su pu­reza y su energía, es que la mu­jer no se aparte del lioRar ; que la madre permanezca al pie de la

.cuna; que el jefe de la casa ejer­za su poder tutelar; que la es­posa vea en su marido el guia, •] protector, el escudo, el amiga fiel y fuerte que ella y su prole ne­cesitan ; que el niño se acostum­bre a ios cuidados y ternurns de su madre. Es preciso que en algu­na parle haya un sitio con.sagra-do a sus energías, a sus i>esare« íntimos, casa o suburbio, en don­de toda la familia se considere co­mo en su patria y guarde de ella en el resto de su vida, los graws recuerdos de los que viren y de los que faltan.

Y asi como no hay religión sin templo, no hay familia sin los re cuerdos Íntimos del hogar-

El hijo de la fiera que duer­me en ignorada cuna, a quien los dos seres que debían amarlo y acariciarlo, le hurtan el cuerpo y las miradas, no está armado, ni puede estarlo para las lucha» de ¡a vida.

Un fondo de religión tierno y poderoso, sin fanatismo, nos con­suela sin saberlo, nos aparta de! mal sin esfuerzo y nos conduce suavemente al bien.

El dia de los crueles desenga­ños, cuando creemos que el cora­

zón se desprende a fuerza de su­frir, vienen, como visión encanta­dora, esas mil niñerías que no se pueden contar y nos hacen estre­mecer ; esos llantas, esos besos, esas sonrisas; aqiiell.1 grave y dulce esperanza murmurada con tanta ternura. Esta sí es la fuen­te viva de la moral.

Podemos escribir libros e inven­tar teorías sobre e! deher y los sa­crificios ; pero los verdaderos pro­fesores de moral son la-» madres .-las que aconsejan el bien en voz

baja ¡ las que con una caricia re­compensan la abnegación y el sa­crificio, y que nos dan ejemplo de resignación y de valor; Us que enseñan a los niiios senii-niientos tiernos y las severas le­yes de la honradez. Alli, en ese humilde hogai, en esa comunidad de miseria e inquietudes y cari­cias, se crean los amores verda­deros, se producen las enérgicas resoluciones y se templan los ca­racteres.

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Page 13: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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— Hipólito es grande. — Marcelo es sublime.

— El uno redime. — Y el otro ennoblece.

— No habrá quien los toque. — El Hombre es un santo.

— Marcelo procede con toda hidalguía.

— No puede haber choque. — No puede.

— No puede. — Algunos recuerdan con torpe jactancia

el hecho que a todos nos ha sorprendido. — No tiene importancia lo que ha sucedido.

— Hipólito es grande. — Muy grande.

— ¡Muy grande! — No deben ni en sueños hablar del desbande.

— [Si no hay diferencias! — ¡Si no hay resquemoresl — ¡Si lio hay disidencias!

— iSi en ese partido no existen traidoresl — Los hombres sensatos no abrigan temores. — Total, cuatro Ratos que meten barullo por miedo u orgullo.

— Tota!, un batuque que no vale nada. — 1 A mi me fastidian con tanta pavada! — Marcelo es muy fuerte.

— Muy fuerte. — ¡Muy fuertel

— Ningún descontento negarme podría que tiene energía. — ¡Y tiene una suerte!

— Un tipo, siniestro como una lechuza, no sé qué defectos en él encontraba,

y yo contestaba: . ¿Qué importa si a veces de brazos se cruza?

Valiente y sereno, es bueno con todos. i.,.,„ K . . . « «

- M u y bueno. _ ¡ M u y buetio! — El Hombre es benigno.

— Benigno y prudente. — Y el otro es muy digno. —r Es digno y clemente. — Ante esa pareja

ni el pueblo critica, ni el pueblo se queja. — iQué augurio excelente si el cielo los junta!

— iQué yunta! — iQué yuntal

— El ono es juicioso. — El otro es amable. *—Y el uno es glorioso, — Y el otro, admirable.

— ¿y van a morderse? ¡La gente delira! - N o hay tal desacuerdo. _ , M e n t i r a . ^ , ^ ^ „ , ^ ^ ,

— La gente exagera. — La gente millones de absurdos hilvana. «

— I Valiente zonceral — i Valiente macana!

— Hipólito es hombre de tacto y de tino. — El Hombre es un hombre que todo lo sabe, — Marcelo merece que el pueblo le alabe. - M a r c e l o es muy uno. _^^^^ ^.^^

— Por rara fortuna, son dos semidioses Sin tacha ninguna. — No hay miedo que el uno se rompa la crisma. — No hay miedo que e! otro la crisis provoque. ~ No puede haber cisma.

— No puede haber cisma. — No puede haber choque.

— No puede haber choque.

1

¡Muy finol

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CARAy Y CAULTAJ-

DEBEN SABER r -Que las erupciones cutáneas,

dolores de cabeza, biiiosidad, nervios, mal aliento y mal humor, son causados por los venenos que producen los residuos acumulados en los

, • intestinos y que por des­cuido o falta de hábito, no se eliminan a tiempo.

2"-Que los "íbíl fac i l i tan esa eliminación obrando como laxantes o purgantes según la dosis.

3*-Que los l l i ü no irritan los intestinos, ni causan cólicos

ni retortijones, siendo la sua­vidad con que obran motivo de grandes alabanzas.

4*-Que los Tliil pueden tomar­se a cualquier hora, sin preo­cuparse por las comidas.

5*-Que los Tuil no causan nau­seas ni "repi ten" y que son elaborados con toda escru­pulosidad e higiene, en forma de comprimidos, en blanqui. simas y modernas obleas dispuestos.

6*-Que los médicos recetan y usan los Tltit.

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Page 16: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

C A R A y Y CAREXAX

Pod r i a m o s a c e r u n a o l co m i d a ? A pesar de que algunos casos que

por ahí se nos muestran, los cuales nos indican, con la elocuencia del silencio, que eso del comer dema­siado no reza con todos, se prosigue discutiendo si la humanidad come demasiado y si es factible suprimir una de las dos reuniones que dia­riamente celebramos para criticar el régimen de subsistencias.

Un filósifo de esos que les da por emborronar cuartillas cuando las digestiones se ponen más pesadas que de ordinario, dice a este res­pecto lo siguiente:

En estos tiempos en que la vida está cara y el estómago se entriste­ce de esta carestía, existen una por­ción de reformas que llevar a cabo, las cuales harán que el estómago sea más dichoso y la vida no esté tan cara.

Comemos demasiado. Comemos por el gusto de comer, no por llenar una necesidad; frecuentemente em­pezamos una comida antes que la otra esté digerida. Esta superposi­ción de comidas ataca al bolsillo y es perjudicial a la salud; de aquí provienen la enteritis, el reuma, la neurastenia y otras enfermedades que influyen tanto en la moral de los individuos.

El estómago se puede disciplinar. No es necesario para ello que imi­temos a aquellos individuo» que se meten en un frasco y asi pasan horas y horas contemplando tan sólo

las carnes de los visitantes, sino que comprendamos cómo, poco a poco, a medida que le vayamos res­tando exigencias, el estómago se con­formará con menos y acabará por quedarse en el justo medio que es

CALIDAD O CANTIDAD El propietario úe ua restauran­

te de moda. — Espero que el al­muerzo le haysi agradado, se-Sor . . .

£f estanciero recién Iteg&da, — Si. . . Me ha abierto el ape-

tilD.

necesario esté para no dañar a la humanidad.

En esta época odiosamente cara, I cuánta economía se lograría si se comiese menos I i Qué Iranquilid.id nos quedaría si nos pudiésemos sen­tar menos veces a la mesa I Mi pro­pósito es fundar una liga para co­mer menos y hacer que cada uno tome los alimentos más en armonía con sus necesidades.

Aparte aquellos casos que nece­siten, para realizar su trabajo, de determinadas calorías, los demás nos podemos sentir dichosos haciendo una sola y nutritiva oomidií H'nr!-i. Por la mañana tomaríamos una li­gera colación, cale y inlic \i it ejenjplo, y un poco de pan, e igual­mente haríamos al anochecer.

Hacia las dos de la tarde se to­maría la comida sólídai excelente, proporcionada.... A esta comida seguiría una hora de siesta y, reijo-sadamente, la digestión estaría exen­ta de tomar caminos equivocados.

De este modo, al disminuir las necesidades, disminuirían también los gastos, y nosotros estaríamos exentos de gastar tanto y de que, con estos gastos, el estóm,n);o nos pusiese en condiciones tales que die­ran como con.secuencia ese cuadro aterrador de las enfermedades y el no menos aterrador que se presen­cia en muchas casas cuando es ne­cesario hacer sumas que restan los mayores entusiasmos.

• • • <>• •

• m ••••

PRESCINDIENDO DE LA LIMPIEZA mecánica que tienen los baños en ge­neral y los calientes en particular, el fin de ellos es abrir lú$ poros para facilitar la respiración. De este modo las materias malas son eliminadas por medio de la piel y es el buen funcio­namiento de la mayor importancia. El Polvo Vasenol Sanitario frotado en la piel produce una mayor circulación de sangre y aumenta inmediatamente la eUminación de (Uchas materias maíaii.

• • • •

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Page 17: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 18: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

E 1 Ocio no es vagancia, ni menos

extravagancia. Ocio es concentra­ción. Concentración es lo opuesto a evaporación. Evaporación es la esclavitud a los w tue r imien to s ex­ternos, momentáneos, de atnbiente. Ya "Cla r ín" señaló que el vulgo acostumbra llamar distraído al hom­bre más atento, esto es. al que está concentrado en si mismo. Y hace muchos años, en una de mis prime­ras obras, con una pequefia variante de la observación de "Clar ín" , escri­bí, viviendo en Inglaterra, que los ingleses pasaban por extravagantes precisamente porque nunca ext rava-gan, antes bien se conducen .itentos a su norma íntima o inclinación, sin cuidarse del efecto que producen, Don Miguel de Unamuno, con ite­ración, característica suya, ha des­arrollado el retruécano—-de palabras y de conceptos—que resulta de in-t ravagar y extravagar . Lo probable es que muchos, esiMntáneamente, hayan percibido las antimonia»* del "distraído", que es a quien nadie ni nada le dis t rao de sus pensamientos, y del "ext ravagante" , qtie es el que no vaga extra de si propio.

Ocio fecundo—concentración : ac­tividad absorbente y tensa. Por en­cargo del duque de Millán pintó Leonardo "La Cena" en el refec­torio de l í Car tuja . No faltaba sino la cabeza de Judas . Pasaron t res meses. Llegaba Leonardo todos los día» al convento; encaramábase al andamio ; contemplaba el fresco por

1 O í e dos o Ires horas cruzado de b razos ; íbase sin dar pincel.ida. Quejóse el prior al duque. Replicó Leonardo: "Asegura el prior que no trabajo en la cabeza de Judas . Tres meses llevo trabajando en ella, sin acer tar lo que quiero. Si yo fuera art ista holgazán y ligero me hubiera con­formado con copiar la cabeza del prior, que la tiene del más redoma­do galopín que en mi vida be visto."

u n o Pensemos en Newton, tumbado al

píe de un árbol, ocioso, reconcentra­do. Cae una manzana, pero no cae al suelo; cae a plomo en el centro insondable del espíritu de Newton como atraída por una gravitación evidente; y Nc.vton " v e " la ley de la gravitación universal. Esto podrá ser una leyenda ;* peto esta leyenda es un símbolo.

Kamón Pérez de Aytüa

DE.SPUES DE LA FIESTA PedrfU» (cumpliendo la» in»trucc.ionc» de »u mamá reterentc» a

la deioedida). — ¡Adiós, «eiSora de Gonzálezl He tenido un lindo rato (y, t ras una pausa) y muchos má» chocolatines de los que esperalía.

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Page 20: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

:...ait.rfav;'.íaaXia«A

CARAJ" Y CARE7AJ"

R ECOSTADO en el sillón, sobre la cubierta del va­

por, don Pedro habla­ba. Desde un buen ra­to ya, el vecino con quien había empezado a conversar después de comer se había ido a acostar, pero don Pedro no lo había no­tado y seguía hablan­do solo. Esto no lo incomodaba mayor­mente ; acostumbrado a la vida de campo, nunca hablaba para los demás, sino para sí mismo, y que no le contestasen le parecía cosa natural. En ti silencio de la noche que el ruido del mar mecía, exclamaba:

— Pues, si, señor; lo que a mi me llama la atención son estas es­trellas que a cada movimien­to del barco parecen caer al

mar como piezas de oro en neg ra alcancía, y, sin embargo, ahí están siempre en el

cielo. Es que yo soy liomhre de dinero y todo lo que tuice i>cnsar en el <iinero

me interesa. "S'o lie hecho mi fortu­na sólito, con nit fraiiajo y {Xirque

EL

L O C O

MANSO

Dios es grande. Lle­gué a Buenos Aires con una mano ade­lante y otra atrás, y aura tengo cuenta en el Banco. Me fui al campo, i Viera el cam-pito donde empecé a traliajar! Un campito pelado como cráneo de hombre político, y que ni era mío. ¡Y aura! ¡Viera! Tengo una estancia magnífi­ca y un rodeo, que ni el patrón de los toros

, en el cielo lo tiene .se­mejante allá en el Pa­raíso. Digo esto porque no hay quien pueda rompetircon mi hacien­da. ¡ Ay, mis vacas I ¡ Qué lindas! Cordi­tas, redonditas, toda» lecheras y que me dan

cuatro mil terneros al

año. Y ahí también tengo a mi esposa, dofla Cleofana, que

no desmerece, tan gorda y tan prolifica como las vacas, y lechera también, pues ella ha criado a mis doce hijos. Estos están en la ciudad y algunos se van a casar. Yo gano y ellos gastan. Pero yo tam­bién quiero gozar de la vida, y este

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CARAX Y CARETAS

año le dije a Cleofana: "Hi­ja, me voy a dar una vuelta por las Uropas." Y ella me dijo: "¿Qué vas a hacer tan lejos, si ni sabes los idio­mas?" "Pues, ,!para qué? Yo no voy a echar discursos; voy a mirar. Además, un libro de cheques es el mejor diccionario. A los pesos los entiende todo el nnnido, ¿no?" Y me fui, y ni me paré en Buenos Aires, porque lo que voy a ver es mejor. Yo soy hombre rico. Voy a apren­der. Y cuando mis hijos vengan con las esposas que han ido a campear en la ciudad, les podré hablar de lo que les interesa. Es cosa de seis meses, y aunque yo no esté, los terneros nace­rán, y los del año pasado se harán novillos y los novillos engordarán.

Don Pedro sacó los cig-arrillos, quiso ofre­cerle uno al vecino, y vio que éste ya no esta­ba. Entonces se levantó y a su vez se fué a acostíir.

Y llegó un día a lo que él llamaba las "Uro­pas". Respiró anchamente el aire de la tierra, y con todo coraje empezó la jira. Fué regando los caminos con el rocío de su fortuna; sem­braba, y recogía asombros. Y lo que más lo asombraba era (¡ue nadie hablase de-las vacas ni se preocupase de la lluvia. Cuando llovía, en vez de alegrarse como es debido, los hombres sacaban paraguas y se ponían tristes. También miraba don Pedro con atciición los campos tan divididos que parecían remcndíulos, y las casaí edificadas tan cerca una de oua, (jue no se sabía dónde empezaba una y dónde concluía la otra, y los monumentos que U- p.nivían muy vie­

jos y arruinados, y .se mciió cu los muscos, y se perdió, y en vez de miiar los cu;\dr<is

bu,scaLa ¡a salida. Y ^c metió en les teatros y se quedii <lf;Iunilir;ido. Pero

lo qu*e más le llamó la atención fué el tropel de las mujeics. En los

j días de primavera se paseaba por los jardines públicos, y a lo largo del camino veía esa infinita planta­

ción de piernas que lo enloquecía. Estuvo mu­cho tiempo antes de poder levantar la vista hasta las caras. Pero poco a poco se fué acos­tumbrando, y miraba a las mujeres, y veía que ninguna se parecía a Cleofana. ¡ Qué rodeo tan raro! Altas, flacas, pintadas, todas de meleni-ta, sin pecho y sin caderas, subidas en dos postes de álamo, y asimismo atrayentes. Y le latía el corazón. Y en las vidrieras veía maniquíes de cera, y pinturas que representaban las mismas mujeres escuálidas y de pescuezo largo, y olvi­dado de la buena gordura, a eso le llamaba belleza y sembraba la plata. Tenía remordi­mientos. Pero un día un amigo, del cual igno­raba el nombre, pero que a veces de noche lo ayudaba a beber, le dijo;

— Pues, amigo, veo que usted se ha civiliza­do ; lo ha conquistado la estética moderna.

Don Pedro se quedó pensando. 1M que lo ha­bía incomodado era el querer cosas nuevas y no saber qué nombre dar a lo que tanto le gastaba. -

— I Ah! — dijo por fin. — ¿ Eso es estética ? — Sí, señor.

,— Pues es una gran cosa. Y a media voz repitió: — A mí lo que me gusta es la estética, esa

estética moderna.

Al año don Pedro volvió a la queren­cia. Cuando Cleuíana .salió a recibirlo, I.T miró. Y dijo;

— i Que gdtda ! i Estás repug­nante de gordura!

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CARA^ Y CARETA/

Y volvió la cabeza. Pero lo que le interesaba no era la mujer;

eran las vacas, y las miró con desprecio. Re­donditas, pesadas, de anchas ancas, le pare­cían feas.

— Eso tiene que cambiar—decía.—No tienen nada de la estética moderna. Yo les he de mos­trar lo que es estética.

Y recordando lo que le había dicho el ami­go ese, cuyo nombre no sabía, de lo que en "las Uropas" hacían las mujeres—usar fajas de goma, comer poco, beber menos, tomar c o c a í n a -resolvió tratar a las vacas. Tres días por sema­na las hacía encerrar en corrales, sin nada que comer, para que tomasen silueta fina. Les hizo afeitar las patas y cortar las astas, y les hizo poner fajas de goma para suprimirles esas ubres repugnantes, esas nalgas enormes, esas panzas tan poco elegantes, y compró un toro de pes­cuezo largo para mejorar la raza.

A algunas las hacía picar con cocaína, otras con morfina, y a otras les daba pildoras de opio, a fin de que los ojos se les pusiesen más lindos.

La parición disminuyó. Las lecheras se secaron; el rodeo enflaquecía. Los vecinos decían: "Don Pedro está clii fiado." Y él lia-blalia siempre de estética moderna.

Pasaban los años y conseguía resultados. Pocos eran ahora los terneros que nacían, pero tenían buena figura. Todo se iba en pescuezo y piernas. Las ubres estaban atro- \ fiadas, las ancas habían desaparecido y

cuando caminaban parecían bailar, — .4tnigo—le "declan los vecinos,—us­

ted va a concluir Ciui la raza. — Deje, lioinbre, si eso es estética

moderna. Usted no puede en­tender. ¿Acaso concluye la

M A X D A I R E A U K

r a z a h u m a n a e n l a s U r o p a s ? — Eso no lo sabemos, pero lo que si sabe­

mos es que sus vacas ya no tienen terne­ros, ni tienen leche, ni tienen carne, y no se venden.

— Porque los compradores no son artis­tas. Las mujeres en las Uropas tampoco tienen esas cosas que ustedes dicen, ni echan cría, y la raza no concluye y encuentran

. compradores. Y, sin embargo, difícil es sa­ber si son hombres o mujeres.

— ¡ Así será! Pero, efectivamente, la raza concluía. Cleo-

fana lloraba, don Pedro se arruinaba, y un dia los hijos, alarmados, llegaron con las esposas que tenían piernas largas, nielenita, ojos grandes y que no usaban ni pecho, ni caderas, ni nada de lo que de manera tan abundante lucia Cleofana.

Y como los hijos le reprochasen lo que había iiecho y mirasen a ese rodeo esquelé­tico, artificial, absurdo como un poema fu­turista, él observó a sus nueras.

— i Si son iguales!—dijo, Y pidió por sus nietos. — No tenemos hijos — dijeron las nueras. Y don Pedro se quedó pensando: "Lo que

tienen es estética, pero no tienen cría. Y mírar.lo alrededor suyo, como enlofjuecido: — i Me habré equivocado ! — gritó. — ¿ Será

cierto que la raza morirá y que la estética esa del diablo concluirá en la nada? ¿Será cier-t o j Y todos mis buenos pesos, ¿los habré em­pleado en vano?

Y como loco, echó a correr por el campo gritando:

— i Eso es estética, es estét ica! . . . Y los hijos se miraron, consolados, por­

que comprendieron que el viejo se había vuelto loco, y cjue de nuevo podrían en­gordar la hacienda, reservando la es­tética moderna para el desarro­llo de la pobre raza humana. . .

o 1 s u 3 O. S r A » f A a w o « . »

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CARAy Y CARETAS

PARA LAS DAMAS QUE ANSIAN CONSERVAR SU BELLEZA

por Charlotte Rouvier

I ^

0>n ox'fleno se cambia

el c u t i s .

L sistema más nioderno para mejorar el cutis, consiste en "quitar, en vez de agre­gar" al c u t i s

malo.. Por medio tle un s u a v e procedi­miento de oxigena­ción, quítase el cú­mulo de materia gas­tada que, adherida fuertemente al ros­tro, ocasiona la flo­jedad, palidez y se­quedad del cutis. La aplicación de cera niercol¡7,ada, durante varias noches, exten­diéndola s o b r e el rostro lo mismo que si fuera cold-cream, produce rápidamente los resultados desea­dos. Al contacto oon el cutis, la cera des­carga oxigeno libre, que destruye total­mente la m a t e r i a muerta, sin afectar los tejidos Sanos . E l i m i n a d a s todas esas a d h e r e n c i a s , queda en seguida al descubierto el cutis lozano y joven que '

toda jiiujer tiene in­mediatamente debajo de la cutícula vieja. 1.^ cera mercolizada, que se encuentra en toda farmacia, es altamente beneficiosa para el cu-t's, al que nunca puede causar daño.

Aparezca usted bolla en todo

lizada en el sentido de la constante renovación del cutis. Por eso es que la reciente aparición de este nuevo polvo de belleza ha venido a inte­resar en alto grado a todas las mujeres que sa­ben apreciar la importancia que tiene el hecho

de mostrarse hermo­sas en todo momen­to. El polvo de belle­za de Dearborn, que se distingue de todos los demás, se expen­de, en sus tres tonos, Blanco, R o s a d o y Rachel, en t o d a s partes,

/ P u e d e colorearso

el rostro sin rouBe?

I NDUDABLEMENTE, un poco decoloren las mejillas, sienta

bien a casi todas las mujeres. Pero el co­lor natural es raro y fácilmente desapare­ce por c u a l q u i e r indisposición o a la menor f a t i g a . El rouge daiía al cutis y además siempre se nota. Si sus mejillas no son naturalmente rosadas, pruebe el efecto que les produ­ce el rubinol en pol­vo: pone en un ros­

tro pálido un delicado toque de color que no puede distinguirse del natural. Es absolutamen­te inofensivo para el cutis. Casi todas las far­macias y perfumerías pueden venderle un poco de rubinol en polvo.

E trio mentó.

s evidente que uno de los factores que más contribuyen al pleno realce de un hermoso rostro femenino lo constituyen

la tersura y la aterciopelada suavidad tlel cu-'^'s. lo que sólo puede lograrse mediante el ci'ipleo de un polvo fino, delicado y que no sea un obstáculo para el libre y nortnal fun­

cionamiento de los poros cutáneos, líl polvo que reúne estas condiciones es el polvo

de belleza de Dearborn, que, además, tiene la inapreciable virtud de inten­

sificar la acción de la cera nierco-

Eficaz remedio contra el vello.

Míí jCH.'vs damas saljen cómo combatir tem­poralmente ese crecimiento del vello que las fefea, pero pocas conocen nn remedio

permanente. Para este propósito, del» usarse porlac puro pulverizado. Compre usted una onza, poco más o menos, eii su botica, y aplíquelo directamente a la parte de pelo qtic le moleste. El objeto de este tratamiento no es solamente la repentina desaparición del vello o pelo superíluo, sino que mata sus raices por completo en un espa­d o de tiempo relativamente corto.

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C A R / W Y C A R E T A S

L g s t o m i Qué prodigiosa transformación

de las palabras mansas, inertes, en el rebaño del estilo vulgar, cuan­do las convoca y las llama el ge­nio del a r t i s ta ! . . . Desde el mo­mento en ffue queréis hacer un arte, un arte plástico y musical, de la expresión, hundís en ella un acicate que subleva todos sus ím­petus rebeldes. La palabra, ser vi­vo y voluntarioso, os mira desde los puntos de la pluma, que la muerde para sujetarla; disputa con vosotros, os obliga a que la afrontéis; tiene una alma y una fisonomía Descubriéndoos en su rebelión todo su contenido intimo, os impone a menudo que le de­volváis la libertad que habéis que­rido, arrebatarla, para que convo­quéis a otra, que llega, huraña y esquiva, al yugo de acero. Y hay veces en que la pelea con esos monstruos minúsculos os exalta y fatiga como una desesperada con­tienda por la fortuna y el honor. Todas las voluptuosidades heroicas caben en esa lucha ignorada. Sentís alternativamente la embriaguez de! vencedor, las ansias del medroso; la exaltación iracunda de! herido. Comprendéis, ante la docilidad de una frase que cae subyugada a vuestros pies, el clamoreo salvaje del triunfo; sabéis cuando la for­ma apenas asida se os escapa, có­mo es que la angustia del desfa­llecimiento invade el corazón; \ i-bra todo vuestro organismo, como

ia tierra estremecida por la vigo­rosa palpitación de la batalla. Co­mo en el campo donde la lucha fué, quedan las señales del fuego que ha pasado en vuestra imagi­nación y en vuestros nervios. De­jáis en las ennegrecidas páginas algo de vuestras entrañas y de vuestra vida; ¿qué vale al lado de esto, la contentadiza esponta­neidad del que no opone a la afluencia de la frase incolora,

J ^ ^ ^ ^ ^ / ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^

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A LA "GALLINA

salí * // wBw JF f^T :

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CIEGA" — ¿Quién será? ¿Quién se­

r á ? . . . I Ya sé! Una chica alta COR las iHuIterax cortas.

inexpresiva, ninguna resistencia propia; ninguna altiva terq jedad a la rebelión de la palabra que se niega a dar de si el alma y el color ?

Porque la lucha del e.stilo no ha de confundirse con la pertinencia fría del retórico que ajusta peno­samente en el mosaico de su co-rección convencional, palabras que no ha humedecido el libio aliento del alma. Eso seria comparar una partida de ajedrez con un com­bate en que corre ia sangre y se disputa un imperio. La lucha del estilo es una epopeya que tiene por campo de acción nuestra natura­leza intima, las más hondas pro­fundidades de nuestro ser. Los poemas de la guerra no os hablan de más soberbias energías, ni de más crueles encarnizamientos, ni ' •! la victoria de más altos y di-

nos júbilos. . . Oh, Iliada for­midable y hermosa ; Iliada del co­razón de los artistas, de cuyos ignorados combates nacen al mun­do la alegría, el entusiasmo y H luz, como del heroísmo y la san­gre de las epopeyas verdaderas! Alguna vez has debido ser escri­ta, para que, narrada por uno de los que te llevaron en sí mismos, durara en ti el testimonio de al­guna de las más conmovedoras emociones humanas. Y tu Homero pudo ser Gustavo Flaubert.

José Enrique Rodó

Pidanse por su nombre:

Exquisito Bombón

DE CHICLE PURO Y MENTA O FRUTAS PROPORCIONAN AL PALADAR FRES­CURA Y PLACER INCOMPARABLES.

L E Ó N é^ B O N A S E G N A

Laoalte, ¡521 - Buenos Aire* UnJán TeW. 38. Muya, 3OT»

^

»n

De suficiente mérito pdra su alteza ei Nene

Doctorea y teñoraa enfermeraa lo han recomendado durante medio aiglo como inauperabie para irritacione», aalpullido» y tantaa otra» enfermedade» c\j» taneai tan frecuentea en el deli­cado cutie de loa níñoa como deaaatroaaa para «u aalud en Iteneral. _ _ _ _ _

mm^n .

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C A R A y Y CARETAJ"

Señora: Una precau­ción indispensable: Cuando mande a su s i rvienta a comprar dulce de membrillo, recomiéndele que pida bien claro

Dulce de Membrillo Especial Noel en latas de 1 kilo

para que el comerciante sepa exac tamente lo que usted desea y le entregue el postre clásico argentino tan famoso por su rico gusto y cuidadosa elaboración al estilo casero, el cual llega a las manos de usted protegido por un envase que le pone a cubierto de los inconvenientes de los dulces que se venden en pedazos.

Pídaselo Vd. a su provee­d o r y f í iese q u e la l a t a lleve impresa esta palabra:

La marca que tiene una fama de 79 años

^ ^ ^H ^m wtm • • ••i ^m na • • • • • • • • H • • • • • • • • • n a n • • • • • •

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N u e s t r o j a r ANÍS COMÚN

Anisum

Linne. Planta oriunda del Áfri­ca, cultivada en España, Italia, Portugal, Argentina, ele. _ Tallo liso; hojas radicales, pecioladas, acoraíonadas, con segmentos par­tido-dentados, cuneiformes; hoja' medianas pennatilobuladas, con ló­bulos cuneiformes o lanceolados hojas superiores hendidas en tres lacinias; frutos pedunculados ova­dos, muy pequeños, separables en dos semillas, diminutamente ater­ciopelados, estriados; de olor aro­mático suave, de sabor un tanto dulce y calefaciente. Los frutos «nás estimados proceden de Malta y de España. P. ai. Frutos, impro­piamente llamados semillas.

Estimulante, carminativo, em­pleado en las flatulencias intesti­nales, cólicos de los niños, dia­rreas crónicas, etc. Es muy usado para hacer grajeas y licores de mesa.

Inlernainente. Infusión. Anises ic gramos (2 1(2 dracmas) ; agua hirviendo, 1000 gramos (32 onzas). Infúndase por espacio de media bora y cuélese.

Polvo, de I a 4 gramos (20 gra­mos a I dracma).

Agua destilada, de 15 a 30 gra­mos ( i |2 a I onza).

Aceite esencial, de 6 a 10 gotas en poción.

C A R A y Y CARETA-/

d i n f a m i l i a r m e d i c i n a l Polios digestivos H. | i papel. D. Un papel dos ve-

Anis 60 centígr. " s por día, en la inapetencia y fli-CulaníW. ' . ' . " .' .' '. 60 „ tuiencias. Hinojo 60 „ n jt • j Corieza de naranja . 1 5 „ Poción anisada Canela 15 „ , . Claviilo 15 „ ^nises 2 gramos Ruibarbo . . 15 '^^"'^ caliente . . . . e s . Azúcar . . . . . . . 60 " Para obtener 125 gramos de iníu-

' ' • • ' ' " sión, añádase; 1 7 ^ Azúcar 8 gramos i f e ^ M. D. Una cucharada, de hora

S t e - ^ MK.. ' " hora, en los cólicos de los niños.

é^\ \ r r ^ r ^ VULGARMENTE TÁRTAGO Ricino o Palma cri«ti (Ricinuí

communi*)

» « ! -t ^e "fflf^ Linneo. Euforbiáceas. El tallo ej _^^-»J ' l iVB' ^ W s ^^ dos a tres metros de alto en Eu­

ropa y mucho más alto en la Amé­rica. Hojas grandes, con siete a

, u ,^^^ \\fij^\ ""^^'e divisiones, de donde le viene * • ^ llf *S,Í el nombre de Palma-Cristi, aserra­

das, lisas; flores separadas pero sobre un mismo pie; flores mascu­linas debajo formando penachos de color amarillo dorado; flores feme­ninas en la parte superior, en pin­celes de color rojo obscuro; fruto

f l l 1 ^ compuesto de tres células espinosas, Jl •*>»' cada una de las cuales tiene ura

// sola semilla. Las hojas se emplean en baños como emolientes ¡ de laí semillas se extrae el aceite de ri-

An(« común ciño.

PHILIP

Lampantes ARGENTA'

U.'ia luz blanqui'óima

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CAR/V/ Y CARETA/

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B I O G R A F Í A S C R O N O L Ó G I C A S DE SERVIDORES ILUSTRES DE LA PATRIA

Es deber de todo ciudadano consagrar un re­cuerdo a todo varé» ilustre. — EL AUTOR.

A B R I L

El 6 El 6 de abril de

1921 murió en Je­sús. María (Cór­doba) , don üa-míán P. Garat, el que había nacido en febrero de 1867 en Entre Ríos. Fué periodista: en 1895 pasó a Tueumán para liacerüe cargo de "El Orden" donde obtuvo un alto concepto, y fué secretario y profesor del Colegio Nacional, líl 12 de octubre de 1897 fué premiado por su canto "A Tucuraán".En 1902 volvió a Entre Ríos y fundó "El Diario", de Concordia. Fué electo diputado, y a la expiración del pe­riodo fué reelecto. En Paraná fun­dó el diario "Las Provincias". Fué ministro de Hacienda, y después, diputado nacional hasta su falleci­miento en la fecha arriba indicada.

El 9

El 7

Carmen

El 7 de abril de 1816 nació en la ciudad de Cata-marea don Pedro Agote. Fueron sus padres don Manuel Agote y doña María de la Encarna­ción Cabás. Envuelto en el movi­miento de Lamadrid, pasó a Chile donde permaneció hasta 1862, que volvió al suelo natal. Elegido dipu­tado nacional en 1863, presentó pro­yectos sobre creación de colegios y caminos carreteros. Fué diputado a la Legislatura de la provincia del 67 al ¿8, y en 1869 fué ministro en el gobierno de don Emilio Castro. Inició la ley de 9 de julio de 1870, empréstito que fué (lara construir el ferrocarril Oeste hasta el pueblo de Lobos, el tranvía en la ciudad de Buenos Aires y el Banco de la Provincia e Hipotecario.

El 8 El 8 de abril de

1912 falleció rii Buenos Aires cl coronel R e m i g i o Gil. Inició su ca­rrera militar en el batallón Palma, que m£Ís tarde fué cl 1' de línea. Hi?i, h campíiña del Parag'uay y asistí'', a la trjma de Corrientes, su priiiier bcclio de .irmas, basta la ren-tliciiiii de Angustura, que terminó la guerra. Asistió a las dos campaña» íle Entre Ríos, provocadas por W-l>ez Jordán; y en la revolución del 74 y dfl 80 íornió co la« filas del jíübicrno. Muchas son sus condeco­raciones. Cumo jefe del 1' de ;ir-tiüería hizo la escuela del deber.

El 9 de abril de 18.SS nació en el Azul, provincia de Buenos Aires, el doctor Enrique Re-' villa. Su tesis, presentada en 1879 a ia Facultad de Medicina, versó so­bre "Memoria de casos de alta gine­cología". El hospital San Roque, hoy Ramos Mcjias, debe mucho a la eficacia de su dirección desde 1883 a 1896 Fué director de la Asistencia Pública y confeccionó un proyecto de creacióa de un sana­torio civil destinado a los empica­dos civiles y militares. Publicó im­portantes trabajos como Saparato-mias e histerestomias. La pronepo-sis y su tratamiento. La neurosis en la historia y otros. Falleció el 26 de julio de 1918.

El 10 - t * ^ .

^^pr' El 10 de abril

áe 1835 nació en Buenos Aires el doctor A n t o n i o Malaver. En 1864 obtuvo el título de doctor. Fué ca­tedrático de procedimientos; asesor de la Suprema Corte y del Poder Ejecutivo de la Nación y miembro consultor de los directorios de casas bancarias. También fué ministro del gobierno del doctor Castro. Sus iniciativas fueron: Asilo de Huér­fanos, Hospital General de Hom­bres, ídem de Mujeres, Casa de Ex­pósitos, Colegio de Huérfanos, Ins­tituto Agrícola, Penitenciaria y Consejo de Educación. Falleció en 1897, dando lagar a sentidas de­mostraciones.

E M l El 11 de abrí!

de 1918 fueron in­humados los restos de! doctor Baido-mero Sonimer. Por .oncurso obtuvo el puesto de pr.ic-, ieante de! hospital San Roque, hoy

liamos Mejia. En i88i^íué prac­ticante mayor de la Casa de Aisla­miento, y tná» tarde, administrador. En 1884 recibió cl titulo de médi­co y en i88g representó a la Repú­blica en el Congreso internacional de üermaíolosfía en Parí» y en la Conferencia áf í'rofilaxis reunida en Bruselas. En (904, en cl Congre­ga Latino Americano, presentó, co­mo rcteSor, un trabajo que llamó la atención de la a-amblca. Fué ínvi-lado por el profesor Ernesto Gau­cher, de la Facultad de Medicina de París, a dictar una elsge de dt:r-inatolügía. por te (jue (ué muy íe-

licitado. Fué a Leipzig para conme­morar el 5 ' aniversario de la Con­ferencia Internacional de la Lepra en Noruega y en Budapest.

El 12 El 12 de abril • • í ' ^ ' i

de 1916 fueron in­humados los res­tos del doctor Leó­nidas Zavalla, fa­llecido el 11. El doctor Zav.-illa re­cibió su título de doctor en derecho en la Facultad de Buenos Aires. Fué en diversas ojKjrtunidades legislador provincial y también diputado nacio­nal, reelecto varias veces. En 1910 fué nombrado vocal de la C.íinara Federal de La Plata y fué su presi­dente ; pero quebrantado su organis­mo por el trabajo, de improviso lo sorprendió la muerte.

El 13 El 1. de .ibril

!e 1849 nació en Córdoba T o b í a s Garzón, F u e r o n sus p.ndres don I. T. Garzón y doña M. Pinero, her­mana del canónigo Pinero que mu­chos años pasó en Buenos Aires. Estudió en el Colegio de Monse-rrat, de Córdoba, pero abandonó sus estudios para dedicarse a la ense­ñanza, y en compañía de su her­mano Ignacio fundó una escuela, que era considerada un modelo de todas las similares, y no podía ser de otro modo, cuando estaban al frente dos hombres competenlisimos e inleligen-tes. Fué periodista y fundó "I^a Opinión" para sostener la candida­tura de Avellaneda a la presidencia. Garzón fué profesor de idioma na­cional en esta capital. Publicó "Dic­cionario de la I^cngua Argentina". La Sociedad Patriótica Española atljudicó en octubre de 1924 en cl certamen literario, un premio a (írirxón por su trabíijo. Garzón pre-par.'iba la Gramática Argcnlina cuan­do falleció.

El 14 El 14 de abril

de 1919 murió en San Luis el doc­tor Juan Dar.ict. El doctor Üaract ftcuiKí vn la provincia de K.<n Luís twiíjs ion puestos públiciis en I.1 magistratura y en el gobierno. fis­cal, juez, ministro y prcsideiife de la Suprema Corte provincial, dipu­tado, senador, ministro de Gobier­no, convencional en la .-i.samblca re­formadora de la Constitución y por último, g<)bernador en el período de 1913 a 1917.

M B

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C A R A ^ Y C A R E T A / — _ ^ _

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Page 30: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

C A R A / Y CARETAJ

No Hay Mal Que Por Bien No Venga

LO QUE NOS ENSEÑÓ UNA E PI D E MÍA

"No debili­tarse". Ese es el principa! se­creto de nues­t ra defensa cuando quere­mos combatir una enferme­dad. En tiem­pos anteriore.s se le daba po­ca importan­

cia a este punto y tratándose, por ejem­plo, de resfriados, catarros, grippe, etc., se abusaba de las preparaciones laxantes a base de quinina. El resultado era un alivio momentáneo seguido por un recrudeci­miento de todos los síntomas, agravados ahora por la descomposición del estóma­go y el atontamiento característico de la quinina.

Las terribles epidemias de influenza y grippe nos enseñaron, primero, que la as­pirina y sus compuestos (especialmente la "Fenaspirina" de la Casa Bayer) cons­tituyen el único remedio verdaderamente eficaz, porque curan sin debilitar ni cau­sarle trastorno alguno al organismo, y se­gundo, que el limón es un admirable au­xiliar curativo. Esto condujo al hallazgo de un nuevo método para cortar los res­friados, los catarros, la grippe, etc., el cual consiste simplemente en tomar, al acostarse, dos tabletas de "Fenaspirina" (la admirable combinación de Aspirina 3' tenacetina que todos buscábamos ansio­samente durante la influenza) y una taza de limonada lo más caliente posible. A! poco rato, empieza uno a sudar copiosa­mente, cesa el dolor de cabeza, desapa­rece el estropeo y se experimenta una sensación de bienestar que conduce a un sueño tranquilo y reparador. A la maña­na siguiente, todos los síntomas han des­aparecido. Si alguno persiste, con una o dos dosis más de "Fenaspirina" tomadas durante el día, el alivio es completo.

Parece que este método fué combinado por un famoso especialista y que se le dio ci nombre de ''Método Bayer" en honor fie la Ca.sa que tan enormes beneficios ha prestado a la humanidad.

CAÑARSE LA VIDA

El maclitrado. — ¿Hac« «l(o ese hombre para vivir?

E! «gente. .— EB un pedidor de propinas. Ei acusado. — No e« cierto. iSoy quinieterot. , .

t i s i s socia 1 El joven pobre encuentra gran dificultad en

ganar su pan; come, y cuando ya lia comido, no le queda más que el divagar y soñar.

Asiste gratis a los espectáculos que da Dios: contempla el cielo, el espacio, los astros, las flo­res, ¡os niños, la humanidad entre la que sufre, la creación en la que resplandece. Mira tanto a la humanidad, que llega a verle el alma; mira tanto a la creación que ve a Dios. Mira y conoce que es grande, medita y conoce que es sensible. De! egoísmo del hombre que sufre, pasa a la com-pasión del que piensa. Un admirable sentimiento brota en él: el olvido de sí mismo y piedad para todos. Al pensar en los goces sin número que la naturaleza ofrece y prodiga a las almas abiertas y niega a las cerradas, llega a comprender, millo­nario de la inteligencia, a los millonarios del di-ncra

La miseria de un niño conmueve a una madre. La miseria de un mozo conmueve a una mucha­cha, pero la miseria de un viejo no conmueve a nadie, y es, de todas las infelicidades, la más fria.

En la miseria se crece poco y se tienen tenden­cias al raquitismo.

La nuche, la soledad, la desnudez, la impoten­cia, la ignorancia, ei liambre y la sed son las siete bocas abiertas de la miseria. V Í C T O R M U G O

La visitante. — 1 ^ nena ti«n« lau &íek de la ma­dre f fl sienta» fr ic nartit de usted.

La aeBsu ~ - Bueno, pero es mía la cara, ¿verdad?

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CARAJ' V CARETA/

¿Porqué sus niños no han de ser temosos como estos? 6 Si las caritas de sus hijos no reflejan, como éstas, salud.

alegría y vivacidad, es porque están débiles, Tonifíqu^los con

que combate el Linfatismo. Raquitismo, Colores pálidos. Debilidad general, en todas las edades Se toma con mu­cho agrado como un refresco; puro, con agua o con soda.

f nasco grande S 3 SO „ chico $ 2. — En las farmacias

«iOBATOfti.-l '^^^.f^^,

MAtHACIHTIC*

rucus .^tíí^ '^•^ Á iiGt w r iMO

Page 32: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

C A R A J - Y C A R E T A J -

O

E L M O N T E D E L A V I R T U D

O

El monte excelso de la vir tud está formado al revés de todos los deni.is montes . En los montes maieriales son amenas las faldas, y áspera la c i m a ; así como se va subiendo por ellos, se va disminuyendo la amenidad, y creciendo la aspere­za. El monte de la virtud t iene desabrida la falda, y graciosa la eminencia. El que quiere a r r ibar ­le, a los pr imeros pasos no encuen­t r a sino piedras, espinas y abro­jos ; asi como se va adelantando el curso, se va descubriendo Ja amenidad : hasta que, al fin, en la cumbre no encuentra sino hermo­sas flores, regaladas plantas y cr is ta l inas fuentes.

El pr imer t ránsi to es sumamen­te trabajoso y resbaloso. Ll.mian-le al recién convertido, desde el m a r del mundo, los cantos de las s i r enas : a té r ran le por la p a n e del monte los rugidos de los l eones ; mira con t e rnu ra la l lanura del valle que d e j a ; contempla coo pavor el ceño de la montaña a que asp i ra . Libre de la cárcel del pe­cado, aun lleva en sus pasiones las cadenas cuya pesadumbre cons­pira con la a rdu idad del camino, pa ra hacer ta rdo y congojoso el movimiento. Oye a las espaldas los blandos clamores de los de­leites que le d i c e n : "i Es posible flue nos abandones? ¿ E s posible

que te despidas y ausentes de nos­ot ros para s iempre? ' '

No obstante, camina afligido un poco, tal vez interrus.ipiendo el paso a lgún tropiezo. Y va hallan­do menos áspera la s e n d a , ya ios clamores de las delicias na.-eii me­nos inrpresión, porque se oyen de más l e jos ; adelantando algunos

pasos más, ya se va descubriendo algo llano el c a m i n e ; y aunque una y otra vez recuerda la an l ' gua costumbre, los gozad.is placeres, es tan lánguidament» y con t an ta tibieza, que no hace fuerza al­guna.

Fray Benito Jerónimo Feijóo.

10 B

l)n niño sin dormir, toda una casa sin suefto (conserve al suyo satisfeáo)

N o c u l p e al i n o c e n t e n i ñ o p o r su i n t r a n q u i l i d a d y l l a n t o a p a -r e n t e m e n t i n f u n d a d o s . P r o t é ­j a l o c o n t r a «us t rea a c é r r i m o s eneif í igo* e x t e r i o r e » , h u m e d a d , f r i cc ión e i n f e c c i ó n , q u e lo a t a c a n e n «u d e l i c a d o c u t i s . D e su r e p o s o y t r a n q u i l i d a d d e p e n d e su s a l u d e n g e n e r a l .

mm^n

Dolor ert el p e r í o d o , a b u n d a n t e , d e s a r r e g l a ­d o , m e t r i t i s , f lu jos , e t c . , se t o m a e l

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Depósito general! SCHEID & VALLE Carlos Pellegcini, 844 - Buenos Aires

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giwiHniiicinniiiiiintiiiiniinuiniiiiiiiiMHniiiininniniiiiiiiiiinnniniiniiiniinninninninniiiiininiiMntnrjiíiRiiiiinnHiinniiiiuiiniwiniinnnnmni^

v ^ / \ i D / \ Ir / \JLI1V1/TL I GRANDES ESTABLECIMIENTOS SUDAMERICANOS DE CALZADO Í I B U E N O S A I R E S : § I Corrientes, 838.—Carlos Pellegrini, 78. g Dirigir correspondencia a CORRIENTES, 838

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Page 34: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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C A H A J Y C^KRETAJ"

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JD 1 v-i o m p r a do Id e a s

UE una mañana cuantío acuciió a su mente "ta idea de comprar ideas". La nueva, al surgfir violentamente de su cerebro, hizo estremecer las cuatro paredes de su cabeza. Por lo anormal de esa vibración compren» dio inmediatamente que se encontraba frente a un

"¡eurekal" deslumbrante. Comprar ideas . . . comprar ideas . . . "Comprar y

vender ideas", pensó, de pronto, saliendo de entre las brumas en que lo sumía una claridad tan repentina llega­da a su cerebro. El proyecto, en bruto, lo ofuscaba, lo ponía nervioso; mas, reaccionando, tratando de abarrarse a la serenidad que siempre fuérale habitual, consiguió ponerse cara a cara con sus pensamientos.

Y el hombre pensó: "Si yo hiciera un centro adonde convergiesen todas las ideas de los hombres que tienen ideas y las anulan o no las dejan desarrollar, por falta de ambiente unas veces, por cobardía otras, por mil fac» tores, en fin; si yo fuera como un cerebro del mundo cuya misión sería recibir y entregar para una utilidad práctica toda la producción ideológica, del universo, ¡qué paso tan formidable no daría el progreso!"

Era un hombre extraordinario y no se acobardó fren­te a la magnitud de su proyecto.

Al día siguiente los grandes diarios de la ciudad presentaron avisos a vma página que decían: Compro ideas. Si ha {tensado usted algo que le parezca útil, venga a verme y obtendrá dinero inmediatamente ^or ello.

Toda la ciudad se vio convulsionada frente a aquellos anuncios, y pocas fueron todas las fuerzas policiales para contener la ola hu­mana que se despedasaba frente a la casa del hombre que com­praba ideas.

El triunfo no podía haber sido más absoluto. Todo el mundo pensaba, todo el mundo tenía ideas y el progreso se encauzaría vertiginosamente con aquella colaboración colectiva.

OCO tiempo después, railes y miles de seres desfilaban dia-riarnente por las grandiosas oficinas de un formidable edi­ficio que se levantaba en pleno corazón de la ciudad

ostentando un letrero que decía; Compra y venta ¿e ideas.

Allí acudían pequeños y grandes comercian­tes, pequeños y grandes industriales, li­

teratos, ganaderos, poetas, pintores, arquitecto», médico», oficinistas.

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CARAy Y CARETAJ"

rematadores , es tudiantes , toda la actividad humana tenía mucKo que ver en aquella casa imponente.

Un orden perfecto reinaba en las oficinas grandiosas. Llegaba un comprador de ideas sobre mecánica, e inmediatamente , por me­dio de botones eléctricos, se traía el inmenso casillero que contenía las ideas sobre mecánica; y esto no ocvirría solamente con las diver­sas fases de las actividades Habidas sino también con el "Depar ta­mento de ideas sobre materias desconocidas", que era uno de los más solicitados. ¡Qué disciplina tan admirable!

El país daba desde entonces pasos gigantescos. Las ciudades alcan2aban un vigor sorprendente. El hombre audaz que había teni­do aquel proyecto magno de reunir todas las ideas, contemplaba su obra sintiéndose endiosado.

Corría el oro, los eaificios se hacían cada día más altos y cada día más rápidamente accesibles. Poca t ierra quedaba por poblar y ya el espacio parecía chico para dar campo a tantas ideas como había para poblarlo, utilizarlo, extraer el máximo de su valor.

Todo era progreso, todo se innovaba, se simplificaba y se aumentaba. La divisa progresista obligaba a una vida puramente cerebral y desenfrenada.

Tal era el lema dominante hasta que un día el propietario do la gran casa de compra y venta de ideas prinoífió a notar falta de progreso, precisamente en svi casa, que era la propulsora y la más insaciable. Sí, principió a notar falta de progreso, y como sucedía por primera ve i desde que levantara el edificio, no dejó de preocuparse.

Poco después, con la detención del progreso en svi casa, se inició la disminución de la oferta y la demanda. Esto ya significaba retroceso, y el hombre comenzó a preocuparse ser iamente , muy se­r iamente . Pero lo que más le alarmó fué cuando se encontró frente a pedidos de ideas que, no solanrente no podía atender, sino que nunca se le habían presentado. Eran pedidos extraíros: "Quiero una idea para ser feliz". "Quiero una idea para ser feliz". 'Quiero una idea para ser feliz", decían esos pedidos que empezaron a 11o-verle. Y a poco su edificio se veía invadido todos los días por imponente ola humana que clamaba desesperadamente por una idea para ser fe l iz ' .

Y el corazón principió a dominar por primera vez a aquel hom­bre audaz que Jamás había obrado con ese órgano. Todo el mundo le pedía ideas para ser feliz. ¿Qué había conseguido, entonces, el progreso? ¿Destrui r la felicidad? ¿De qué valía que los edificios fuesen treinta veces más altos que an tes ; de qué valía que toda la t ierra estuviese poblada si nadie era feliz, si todos habían descui­dado su felicidad en el afán de enriquecerse y dar impulso al pro­greso? ¡Si las gentes habían destruido sus nervios y sus sentimien­tos ! ¡Si ya no se rendía culto a ' l a s bellas emociones del espíritu, y todo era una loca embriaguez de progreso, de centuplicación prác­tica, material , agobiadora! ¿Qué fin debe perseguir una vida? ¿Dest ru i rse , acaso? Y al sentirse dominado por el corazón, al sen­

tirse hombre después de haber sido tan sólo un mecanismo durante mucho tiempo, al comprender que él también ne­

cesitaba "una idea para ser feliz" y convencerse de que estaba frente a un imposible, prorrumpió en

llanto como un niño, soñando con campos que ya no existí&n, reconociéndose cul­

pable de haber destrozado a la naturaleza, s u b l i m e y única.

O O 1 d o R o

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CARA./- Y CARtTAJ-

Lo p e r r o s lo s o V1et s Una de las repúblicas soviéticas

ha ordenado la supresión de los perros parque los perros ban sido fien.pre servidores de la burprue-BÍa. Efectivamente muchos honra­dos canes son defensores de !a propiedad. Cuando los lobos ala-can a los rebaños, ellos a dente­lladas, protegen a las candidas ovejas y a los borregos inofensi­vos. Y cuando los ladrones inlen-tan penetrar en una casa para co­meter pecados contra el séptimo mandamiento, los ahuyentan con sus ladridos.

Estos perros, naturalmente, no pueden ser comunistas. Pero hay otros que sí lo son. Nos referi­mos a los callejeros y vagabundos, que viven del merodeo, que no to­leran amos; que, desafiando la­ceros y pedradas de chiquillos, fla­cos, escuálidos y cubiertos de lia-rro, se mantienen años y años en anárquica independencia.

i Por qué los rojos directores de esa República soviética no han completado su revolucionaria me­dida con otra más simbólica aun ?

Bueno que, como los bolchevi­ques verdaderos y convencidos, abominen de los perros burjrueses, que creen a pie juntillas en la pro­piedad individual, y no siguen a Proudhon. Pero rw serán lógicos si no invitan a todos los perros sin dueño, libres y ariscos, habi­tuados a vivir por su cuenta, a

domiciliarse en su territorio y a tárjelas de obrero manual e inle-procurarse e! cotidiano sustento leciual, almacenes del Estado ni sin preocuparse de estadísticas, demás zarandajas.

ESTRATAGEMA — Mosco: dígale a ese caballero que lo llaman por teléfono. El mozo. — No lo he oído Uatnar, señor. — No, pero yo deseo el periódico que está leyendo.

Page 37: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

Un Talismán de Juventud En el "toilet" de todas las damas que cuidan celosamente su aparien­cia juvenil, debe ocupar lugar preferente, un frasco de Agua de Co­lonia "LA CARMELA", preparación sin rival en su género, por sus maravillosas propiedades. Antes era un problema combatir las canas. Sólo podía lograrse a cambio de las molestias y peligros inherentes a la aplicación de las tinturas metálicas. ¡Cuántas cabelleras hermosas, inutilizadas para siempre por esa causa! Hoy, las canas desaparecen de la manera más senciUa y cómoda que puede desearse. Basta una fricción higiénica por las mañanas, apli­cada con sus propias manos, para que su cabello canoso recobre exactamente el color natural, rubio, castaño o moreno. Es inofensiva y de uso muy agradable. Se vende en todas las tiendas, farmacias y perfumerías a $ 8.00 en la capital y a $ 8.50 en el interior. Vd. debe exigir siempre "LA CARMELA" legítima, que se distingue porqge lleva impresa en la estampilla fiscal la firma J. L. Conde & Cía.

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Lila. — Pues me quedarían n u e v e . . .

Curioso caso an te un tribunal de Nueva York

El Supremo Tribunal del estado de Nueva York va a tener que pronunciarse sobre un caso particularmente delicado y que carece de prece­dentes en los anales de la jurisprudencia. Hace algunos años tuvo efecto en los Estados Unidos ui! concurso de índole poco común. Se trataba de elegir una reina de belleza plástica, tomando como arquetipo de hermosura a la Venus de Mito y declarando vencedora a la mujer que más se le pareciese en continente, belleza y proporciones. Las aspirantes a gananciosas se presentaron ante un jurado formado por cinco artistas, con toda la sencillez del atavio que el caso requería. Y fué premiada Dorothy Knap, a quien le fué olor-gado el título halagador de Venus americana. Pero la justicia de este fallo fué puesta en duda por una de las concursantes, miss Hyat t , .|ue recurrió contra él. Esta alega que su talle mide setenta y un centímetros, exactatnente lo que el de la estatua famosa. Y por esta identidad y alguna otra exige dafios y perjuicios a los miem­bros del Jurado, porque han comprometido su reputación artística, pues le ha sido anulado un contrato que tenía firmado con el director del "Ziegfield Follies", de Nueva York, y que sólo sería válido en el caso de que la joven mere­ciera el primer premio en el referido concurso de belleza. Miss Hyat t exige cien mil dólares de indemnización, y se dispone a presentarse ante el Tribunal Supremo en tan sumario apa­rato como lo hizo ante el jurado de cuyo fallo apela.

PINTURA ANTIGUA

—- E» nn busto de mi tatarabuelo. — Y dífano», ¿de qué lado miriba?

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P á g i n a s m é d i c a s

La alimentación vegetal del dispépsico Las sopas sin grasa ocupan un Se oividan mucho ios caldos de purés son muy recomendados a los

lugar de honor en la alimentación cereales cuyos fosfatos, más segu- dispépsicos; frita o con salsa la del dispépsico. Aconsejo corrien- ramente que los de la carne, com- papa es^ al contrar io la máquina teniente la tapioca, la flor de ha- baten la disposición a las neurosis más peligrosa de las fermentacio-r ina de trigo, la sémola, la ceba- y a la anemia , a causa de la inne- " « aceto-butir icas, desast rosas a da, el sagú, preparados con adi- gablc afinidad que poseen sus ele- nues t ros enfermos, ción, al momento de servirlo, de nientos por nuestros glóbulos san- .La har ina de mandioca, consu-una pequeña cantidad de mante - guineos y nuest ras células nervio- '" '" '^ bajo forma de tapioca es ca muy fresca, poniéndole a^ú- sas . El ácido fosfórico de los ce- Pi"y favorable a los dilat.idos, so­car o sal a voluntad. La har ina reales forma y nut re los huesos, .'fl./f;™ „ ' ¿"^ u! 3'^^!^^?L VI' de avena se acomoda muy bien los músculos y los nervios, man-con la yema de huevo y aun con teniendo la irr i tabil idad vital de el jugo de carne y conviene per- ¡os animales como de las plantas y fectamente para el desayuno con formando el más útil elemento mi-o sin aÜción de cacao. Las confi- neral de restauración raciona!. turas , hechas con bizcochos, yemas Las pastas al imenticias, tal lari-de huevo y leche ; los purés de nes, macarrones , fideos, y las se-papas, garbanzos, lentejas, frijol, molas son alimentos muy digesti-cas tañas , alcachofas, etc., comple- vos. Es una de las maneras más tah la serie de las sopas ein aprovechables de consumir los ce-grasa, reales. Pa ra el macarrón , se es- in7r' e s ¡ ' ' 7 a s t a ' ñ d i g e s t a ^ j u e " 'se

Pre f ie ro con mucho, el uso del cogerá el género italiano, evitan- conoce. No es en la cacerola, es tamís fino al empleo de lag har i - do el parmesano, el raspa, la sal- gn la boca donde debe quebrarse, ñas industr iales, cuya acción loni- sa de tomate : un poco de mante- pj sagú puede también servir para est imulante sobre el estómago y ca y de gruyere fresco bastarán confeccionar, apar te de excelen-el intestino es mucho menor. El para preparar lo . El macar rón na- tcs potajes, muy agradables entre-tamís es el ins t rumento más pre- politano hecho con trigo duro es meses. cioso para el dispépsico. Las sopas el mas rico en gluten. En cuan- Los purés de legumbres, divi-sin grasa hechas con legumbres to a los tal lar ines es mejor prc- didos tan f inamente como sea po-frescas (Jul ienne en purées ere- parar los s iempre frescament* con sible y preparados sin grasa dejan ma de lechuga etc.) t iene la ven- una pasta adicionada de yemas de inmensos servicios a los dispép-taja de luchar cont ra la constipa- huevo . Todos estos al imentos son sicos. Las horbáceas. espinaca, le-ción y la plétora sanguínea, lavar ricos en nitrógeno y en fósforo y chuga, romana, amargón, cndivia, los tej idos, e l iminar los ura tes y se digieren con facilidad. salsifí, nabos nuevos, acelga, hi-so-alejar de esta manera los amena- Las sémolas deben siempre co- po, alcachofa, apio, escorsoneta , zadores espectros del br ight ismo y cerse excesivamente con leche o son utilizables por el solo t rabajo de la ar ter is-esclerosis . Además con caldo desengrasado. E n t r e los físico del estómago sin in terven-descongestiona el hígado t r iunfan- o t ros a l imentos amilaseos, figura ción de su quimismo. do de la atonía del intestino. en primera l ínea la papa, cuyos Dr. E. Monln

menticia no le ha adicionado fé­cula. Como el arrow-root , la pata­ta, el plerifolio bulboso, la man­dioca encier ra un principio azuca­rado, muy bien acogido por los dispépsicos nerviosos. Sucede lo mismo con el arroz, sobre lodo ba­jo forma de ar roz con leche, arroz con manzanas o a la empera t r i z ; pero para ser digestivo el arroz debe cocerse a la ital iana y no for-

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Page 42: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Diroecién . . , . , , , , . , . . . . §

Qtutod y Paí» — • ¡

ESCENA CONYUGAL

EIU.-—No s^ dónde puse la cuenta de la modista. El (que está de buen humor ) . —- No la he visto. Ella. — Ya lo comprendo.

Of I C I O n u e v o En Londres se acaba de "inventar" un oficio, Es sólo para los inucbachos lindos. Se trata

de! oficio de "maniquí". Con motivo de una es­pléndida exhibición organizada por modistas y sastres, después de un,desfile de lindas chicas con suñadores trajes, han aparecido varios mucha­chos vestidos con la mayor elegancia.

Frac. . . smoking... sport... Estos señores, fáciles de palabra, sobrios en el

ademán, precisos en el gesto, han explicado a la sorprendida concurrencia las excelencias de las prendas de que eran portadores.

Y han tenido un gran éxito. Sobre todo entre laí señoras.

Estas preciosidades en funciones de maniquí tendrán un gran suceso.

Y contribuirán, sin quererlo, a la aparente unión dt los matrimonios.

— ¿A dónde vas i" — decían ellos antes. — Voy a casa de mi modista... — Entonces, te acompaño. Y ahora también la viceversa. — ¿A dónde vas, Alberto? — ho primero, a casa del sastre... — ¿Quieres que te adompañe? Estos maniquíes masculinos van a hacer mucho

daño. Porque, según las enteradas, ¡son unos soles! Los soles son pchgrosos. Los maridos ingleses,

como es natural, tendrán que cuidar a sus medias naranjas de posibles... insolaciones.

- ^ w S ^ " - ~ — ^ - ^ í -

— Mira. PedrWsi la cabra • • ha eomldo la • ponia de « u m i , jr abera babri qu* liarl* a c m .

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CARAy y CARETA/

E I p o s t r e r a m o r

d e l p o e t a M a n u e l P a s o

(c)

OMO sarcasmo, esta pos-¡rera aventura amorosa (le! poeta español Manuel I'riso es de los más crue­les. Eduardo Zaniacois aljíuna ve/, lo recordó en rueda de amigos y hasta, si no nos equivocamos, llegó a narrarlo en su li-l)ro De mi vida f|ue, va­

yase a saber por qué razones, ha procurado sacar de la venta hace ya bastante tiempo.

Manuel Paso, poeta, autor de un libro sen­timental y muy de su época, llamado Nieblas, perteneció a la g-eneración literaria de Joaquín Dicenta. Ya se le conocía en 1889, y en 1897, cuando Zamacois le encontró en la redacción de la revista Germinal, gozaba de cierto renom­bre gracias a sus poesías llenas de enfermizas languideces y saturadas de un i-enunciamiento morboso y, sobre todo, contagioso.

Físicamente, era un hombre de mediana es­tatura, asegura Zamacois. Kostrilargo y palidu-cho, usaba un bigotillo rubio cjtie no sentaba nial con sus ojos azules y miopes. Enjuto de carnes y cargado de hombros, a todas luces evidenciaba el terrible mal que presto le lleva­ría a la tumb;».

Era Paso, además, amigo e inseparable com­pañero de Joaquín Dicenta, y (¡uien conozca, aunque no sea sino de referencia, el torbellino que fué la existencia de aquel gran bohemio, y;i se hará cargo de lo que para el eticlenque y delicado autor de Nieblas aquello implicaría. Así concluyó el pobre, llegando, en las pos­trimerías de su vida, a cambiar el más pre-, ciado de los tesoros de amor por un simple vaso de vino.

Empero, hasta que murió, Paso tuvo sus admiradores y hasta llegó a poseer una aven­tura postuma que el autor de El otro no ba vacilado en calificar acertadamente de sar-

cástica. La postrera aventura amorosa de Manuel

Paso fué la siguiente: Kn un figón de la calle Siete de Ju­

lio acababan de cenar varios escri­tores, entre ellos, Paso, Zamacois, . Enrique García Alvarez y Ma­

nuel Carretero, hermano de

José María, e! que se ha hecho popular con el pseudónimo de El caballero andas. Ya en la calle, comenzaron las despedidas:

— Adiós, Eduardo, . . — Adiós, Enr ique . . . — Hasta mañana, P a s o . . . El grupo se deshizo en el preciso instante

en que pasal)an por la acera dos damas, una de las cuales, l^rmosa y de ojos verdes, vol­vió la cal)eza, causando extraoi-dinaria im­presión en Manolo Carretero.

Sin poderse contener, la dama inquirió: — ¿ Es usted Manuel Paso ? Canetero, que tenía un carácter alegre y

hromista, aseguró: — El mismo. . . Un servidor. . . — ¿ E! autor de Nieblas? — Ni más, ni menos. . . Y se entabló una conversación que, como

se lo barruntará el lector, no quedó ahí; que Carretero no era lerdo y mucho estaba la da­ma enamorada de su admirado poeta.

Transcurrió algún tiempo. Manuel Paso, el verdadero, fué quemando su pobre vida al bor­de de los vasos de todas las tabernas madri­leñas. En cambio, su sosias, Manolo Carrete­ro, siempre sin darse a conocer, continuó reci­tando versos del autor de Nieblas y disfru­tando del atnor de la engañada, cada vez más apasionada por su poeta.

Hasta que un día jwr todas las tertulias literarias corrió la triste noticia: Manuel Paso se estaba muriendo.

Mientras duró la agonía, todas las tardes una mujer llegaba hasta la puerta del cuarto de Paso, interesándose por la salud del poeta. Di­centa, que a la sazón escribía las primeras escenas de su drama Aurora, solía atenderla, y si alguien inquiría de qué se trátate, concre­tábase a contestar:

— Es esa muchacha que todas las noches viene a preguntar cómo sigue M a n o l o . . .

— ¿Cuál de ellas? — No s é . . . Cualquiera.. . U n a . . . • Así hasta el 22 de enero de 1901 en

que falleció Manuel Paso. Y ese día, en el cementerio, también la vieron los amigos del poeta, triste y angustia­da, llorando al que sólo de nom­bre su amante había sido.

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CARAy Y CARETAJ-

e I a

ÍEorturaíJa

bel Qvan

Peetfjoben

KA vida atormentada por infinitos males mora­les y físicos, una vi 'a por completo desprovista de felicidad, una vida a la que le fué vedada la mayoría de las alegrías comunes a todos los mortales, y sin embargo, dedicada al bien y a la belleza, fué la de Beethoven.

En abundantes volúmenes corre impresa su his­toria ; inspirados poetas y detallistas hombres de ciencia la cantaron y analizaron; curiosos editores han ofrecido al pídjlico la mayoría de sus cartas, hasta las más intimas, pero no estará nunca de más la repetición, siquiera sea en rápido esbozo,

de aquella historia de su existencia ejemplar: ella merece estar pre­sente en todos los espíritus. La biografía de estos grandes de la desgracia y el dolor son lecciones vivas que enseñan a llevar la exis­tencia humana con dignidad. Poco debe importarnos la vida fácil de los hombres felices, puesto que todas ellas naufragan, a la corta o a la larga, en plena calma chicha; no hicieron ni anhelaron hacer gran cosa. El dolor, inherente al afán de alas que atormenta a los espíritus su­periores y escasos, es pereníe torcedor donde las almas se endulzan, como el hierro en la fragua y sobre el yunque.

Fué Beethoven un hombre físicamente feo. Diez de sus amigos han dejado descripta la fealdad de su semblante y lo "desagradable, violen­ta y gesticulante de su risa". Desde joven lo poseyó una "tristeza in­curable", pero no falta quien señale repetidamente "la bondad de su mirada", "sus ojos dulces", el tono "amable y alentador de su pala­bra", hasta que la sordera lo sumió en una desesperada melancolía.

La vida se le hizo triste desde la infancia, desde la cuna, si es que había cuna en la bohardilla donde nació. Fué su padre un tenor borra­cho y sin talento — anota Romain RoUand, — y su madre, una criada, hija de un cocinero y viuda en primeras nupcias de un ayuda de cámara. El padre se empeñó en hacer de él un niño prodigio para explotarlo exhibiéndolo; "a los cuatro años de edad lo sentaba, durante horas enteras, frente a su clave, o lo encerraba con un violín y lo abrumaba de trabajo". "Fué preciso usar de la violencia para que aprendiera la música. A los once años formaba parte de la orquesta de un teatro y a los trece era organista. A los diez y siete años ya car­gaba con la educación de sus hermanos. Su profesión lo obligó a dejar Bonn, lugar de su nacimiento, e irse a vivir en los suburbios de Viena, la "metrópoli musical de Alemania". El año 1796 contaba vein­ticinco años y él mismo se prometía "revelarse al mundo todo entero". Alguien lo señala t a como un hombre orgulloso, "de modales rudos, hablando con un acento marcadamente provinciano". A pesar de ese orgullo, de esa hurañía, de ese provinciahismo chocante «n Viena, Bee­thoven era un muchachón bondadoso. Regalaba sus monedas al primer amigo que las necesitara. "Mi arte — escribía el mismo — debe con­sagrarse al bien de los pobres." Aquel año 96 comenzó a atormentarlo su sordera. Día a día venían debilitándose sus facultades auditivas. Es­perando remediar aquel mal, lo calla y no lo confiesa ni a sus amigos más íntimos. No quiere que nadie sepa que es un músico sordo. "| Qué dirán mis enemigos, cuyo número no es corto! — dirá, años después, a un buen amigo lejano, cuando comienza a resignarse. "Frecuentemente maldigo mi existencia, pero Plutarco me lleva a la resignación. Quiero, si esto es posible, desafiar mi destino; pero hay momentos de mi vida en los cuales soy la más miserable de las criaturas".. . Mientras tanto, trabaja, lentamente, con grandes intervalos de desaliento, y van salien­do de su alma las "Sonatas",' las "Sinfonías", tal cual "Coro patriótico"...

Luego, atraviésase en su camino una coquetuela vulgar, una chiquilla egoísta, una mujercita con loa sesos de un pájaro, pero hermosa: Giulietta Guicciardi, Y surge, para vivir en la inmortalidad, el "Claít) de luna" (op '27) . . .

Giulietta "hizo sufrir cruelmente" a Beethoven, y en noviembre de 1803 casó con un conde cualquiera. El gran sordo estuvo entonces al

torde de! soicídio. "Si no hubiera yo leído en alguna parte — escri-irá afios despué» a un amigo — que el hombre no debe separarse

voluntariamente de la vida por todo el tiempo que aun pueda realizar una buena acción, hace ya mucho tiempo que yo no existiría.. ." Hasta en sus predilecciones políticas fué desgraciado Beethoven. Amaba ios principios republicanos, "era partidario de la libertad sin limitaciones y de la independencia nacional". "Deseaba para Francia el

sufragio universal y confiaba en que Bonaparte lo establecería, echan­do así los cimientos de la felicidad de! género humano." "Se sabe—

dice Koiland— que la "Sinfonía heroica" fué escrita sobre Bonaparte y para él, y que eL primer manuscrito lleva

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V CARA./ Y CARETAJ^

aun el título "Bonaparte". Entretanto, Beethoven tuvo noticias del coroiia-roierito de Napoleón y entró en furor: "i No es más que un hombre ordina­rio! , clamó, y en su indignación hizo pedazos la dedicatoria y escribió este título vengador: "Sinfonía heroica, para celebrar el recuerdo de un gran hombre". Creyó después, ya desaparecida su indignación republicana, '\a? ^^P°''^ó" "O era "'ás que "un Icaro precipitado del cielo", y en 'o21, cuando supo la catástrofe de Santa Elena, dijo: "Hace diecisiete anos que yo escribí la música que conviene a este triste suceso".

I Volvió a amar! Teresa, una deliciosa amiga de la infancia, fué su novia. De esa fugaz felicidad proviene la "Cuarta Sinfonía", la "Sin­fonía en do menor", la "Pastoral", la "Appassionata"... ¡Pobre Bee-inoven I "¡ Tuyo eternamente; mia eternamente; por siempre el uno para el otro!" finalizaba sus epístolas de amor. "Eternamente", pala­bra vana, una de las más vanas que pronuncian los hombres. Teresa y Ludwig no fueron esposos. Se ignoran las causas, pero es lo cierto que 'as promesas de unión se rompieron. Dicen que ella lo amó hasta nio-"•"l,í-^icen que él besaba su retrato hasta el íiltimo año de su vida. . .

El carácter del gran músico se hizo violento. El genial Goethe lo supo en ocasión inolvidable. El autor de "Fausto" decíale después en carta a un amigo; "Beethoven es, desgraciadamente, una personalidad indomable: sin duda no se equivoca al hallar el mundo detestable; pero no es ése el medio de hacerlo agradable para él y para los demás. Es

if'""'" '^'fcusarlo y compadecerlo porque es sordo". . . oeethoven ha contado la escena. Vale la pena recordarla porque

retrata de cuerpo entero al poeta famoso y al músico solitario, enfer-pjo y orgulloso: "Los reyes y los príncipes — escribía — pueden muy j " hacer profesores y consejeros privados; pueden colmarlos de titu-Jos y (3e condecoraciones; pero no pueden hacer a los grandes hom-Pjes, a los espíritus que se elevan por encima del fango del mundo. . .

cuando están reunidos dos hombres tales como Goethe y como yo, esos señores deben sentir nuestra grandeza. Ayer encontramos, en el

aniino, al regresar, a toda la familia imperial: la vimos de lejos; Goe-e se desprendió de mi brazo para detenerme a la orilla de la carre-''* y me habría gustado decirle que yo querría no dejarle dar un

paso niás. Me hundí entonces el sombrero, me abotoné la levita, y ^ancé , con los brazos a la espalda, por entre los grupos más espesos. principes y cortesanos formaban valla; el príncipe Rodolfo se quitó ' sombrero delante de mí y la emperatriz fué la primera en salu-arme. Los grandes me conocen. Para mi entretenimiento, vi desfilar

^.procesión delante de Goethe, que permanecía a la orilla de! ca-•f""o, profundamente inclinado y con el sombrero en la mano. Se !o eprendí en seguida y no le he perdonado nada . . . "

cat ^^\^^ seguía empeorando. El año 16 estuvo muy enfermo de un atarro inflamatorio; el año 17 su médico le aseguró que era una en-ermedad al pecho, y "durante cl invierno 1817-18 se atormentaba con

tenior de la tisis". Siguieron luego los reumatismos agudos, una ic-cricia en 1821, y una conjuntivitis en 1823. "La sordera había llega-

no * ^^^ completa. Ya no podía tener comunicación con los demás, a du' ^"" ^°^ escrito." En el ensayo general de "Fidelio" su sordera pro-dec* "na escena terrible de la que no pudo olvidarse jamá.s. Dos años

spues, al dirigir la "Sinfonía con coros", "no escuchó nada del tu-uito de toda la sala que lo aclamaba; y no se dio cuenta hasta que

al'* 'k -' " cantantes le tomó de la mano, lo hizo volverse de frente a»"?" ** y pudo ver de pronto a todos los espectadores de pie, de ^"'' í^ombreros y batiendo palmas". Sus éxitos no le sirvieron j , ?^"cho para arreglar su situación económica. Por aquella época Ln ''Vedarse en su casa muchas veces por tener los zapatos rotos. caí ?^*''''*''an los acreedores. En Viena, "durante treinta y cinco años, loa" 'reinta veces de casa". Un sobrino, hijo de su hermano Car-los'ri"i '^''"1"'st"i el profundo amor de sus últimos años y le produjo e] . °.'°i'es más grandes de su vida. Por asegurar su porvenir, durante jii.¡ "^'^'•no de 1826 emprendió un viaje, y lo tumbó en cama un res-

Pleurítico al regresar a Viena. Encargó a 8U sobrino que busca-••^ "n tnédico y cl tarambana olvidó la comisión, acordándose de

o^ ^'*s después. El médico llegó tarde y atendió mal a Beetho-n. Se le desarrolló la hidropesía. Sufrió un ataque de congestión

P imonar, otro de cirrosis atrófica. "Temblando estaba estremecido E?' ?fi j '^ 'or que le desgarraba las entrañas", dice el doctor Wawruch. dii "p« '"*''^° ^^ "827 expiró. "Hemos llegado al fin de la comedia', las t,- P"'"'* hombre, en su lecho de muerte, estaba devorado por as chmches", anota una carta de Girhard von Breuning. Detrás «e su vida dolorosisima dejó una escaía de sonidos inolvida-

be la

C o b a

bles. eternos. Dio a la humanidad cuanto pudo darle • n Belleza; ella no le dio nada, nada más que tortura*.

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CAR/V / Y CARETAJ"

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AKSC XXIX BUENOS AIRES, 17 DE ABRIL DE 1926 N« 1437

^ /% r:^

JOSÉ S. Al.VAKI^Z

PUNnAnoE

Figuras de actualidad

Doctor José P a u l a R o d r i g u e s A l v e s

N u e v o E m b a j a d o r d e l

B r a s i l e n B u e n o s A i r e s

l,;i jiers(}nalidad tiel re|>resenlaiile (¡ue lia iiomliracio <•] Brasil para 'a Argentina es de las (lue se destacan con perfiles singulares en el mundo polilicn y social de Rio. Hijo de un famoso estadista, miembro de una aristocrática familia y diplomático de c.apacid.id j)robada, el dístinííuido embajador ha de ixtner a contribución de nuestro medio sus relavante.-' dotes de inteligencia y caballerosidad, recibiendo, en ju^ta correspon­dencia. Ka dislinción de nuestros circuios oficiales y la estima del mundo

soci.al porteño.

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r \'.\\ r ¡ f ARi i A, / .

E iN O R

^^^l/cAk/l v/{'^/t^/f/¿L/'Jy^^^

A

F C T o D F f V ^ N -> V A N I' I • 1,

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• A li A /- Y f^A Kt I '\f

KMos (|utii(lo presentar a los ojos Ac j j imostros lectores a los niicinhros del \~\ gobierno nacional, desde el Presiden­

te, pasando por los ministerios, se­gún trabajan diarianu-ntc. vale de­cir, frente a las respectivas mesas

donde oficial y habitualmente despatban. l.os deseos del cronista eran saber a número

cierto (pié cantidad de pa|>cles pasan cada día por esos despachos; cuál imcile ser la cifra de

EL CRONISTA HA SORPRENDIDO EN LAS HORAS DE LABOR, EN SUS MESAS DEL DESPACHO OFICIAL. A LOS MIEMBROS

DEL GOBIERNO DE LA NACIÓN.

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E! ministro del Interior, doctor José A. Tanboi ini , en comunicación, desde su

mesa, con la Jefatura de Policía.

firmas en promedio diario; qué número de personas con­curre, y, en definitiva, cuán­tas logran verse y hablar con ris respectivas secretarías He i'.,stado. Tarea un tanto impo­nible de concretar, puesto que cada ramo diversifica de mil maneras sus actividades a to­das las más intensas manifes­taciones de la vida nacional, y mientras el paso de docu­mentos por el departamento de Hacienda refleja cifras ver­daderamente colosales, en Gue­rra y Marina, aun dentro de sus extraordinarias tareas, no cabría parangón. Lo misn.o podría decirse hablando del ministerio del Interior con el de Relaciones Exteriores.

El presidente Alvear es asi­duo y exacto para concurrir a su despacho, entre las trece y trece y media. Su secretaría, que obra

con un control seve­ro y prolijo, le tie­

ne al corriente

El doctor Víctor Molina, ministro de Hscíenda, estud'ando las finanzas en el C-';lre:Yiü de [;r.a enorme mesa frente a

s'.'ya de ministro.

El doctor Emi­lio Mihura, en su e s c r i t o r i o d e l ministerio de Agricultura.

J

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^* almirante Manuel Domecq García, enterándose de los asuntos del día en una mesita colocada en un rincón del

despacho.

Sr e n e r a 1 u s t í n P.

B t o, titular Guerra, an-iu escritorio

ministerial.

de los pedidos de audiencia y despachos de premura. Sus ministros, en perfecta identi­dad con él, no desvían el me­nor detalle que pudiera cau­sar demoras o servicios dila­torios. Es amigo de prestar atención preferente a los asun­tos del más alto interés na­cional, y pasar luego a las mi­nucias del despacho corriente, para dedicar las horas necesa­rias a las audiencias píiblicas, a las de orden político, parla­mentario, protocolar y de cor­tesía. A pesar de eso, le vemos concurrir frecuentemente a ¡as múltiples manifestaciones de la vida argentina, incluso a las exposiciones y actos intelec­tuales, como así conviene lo haga todo jefe de estado, es­timulando el esfuerzo del pen­

samiento y del arte. El jefe del gabinete,

ministro del Interior d o c t o r Tamborini , asiste di.iriamente a las 1,' en pun-

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CARA./ Y C A R h l A j

El ministro de Justicia e Ins­trucción Públi­ca, doctor An­tonio Sagarna,

en el momento de a t c n d er la firma de las ra­mas que abar­ca su cartera.

Un buen consejo. . . del doctor Alvear.

to. Liama al subsecretario Espechc; cambia ideas acerca de las cuestiones del día, ordena, telefonea, firma, concede audiencias, ve al Pre­sidente y hace tarea personal ha.'^ta muy avan­zada la tarde. Algunas mañanas suelí- n^n; nrrir.

Sorprendimos al ministro de Ha<: tor Molina, cuando nos dio audienci;. mente engolfado en un mundo de planillas, fór­mulas, esquemas, papeles de estadística, órde­nes, legajos. Aunque tiene un buen escritorio mi­nisterial, nunca lo usa para su labor; trabaja en un extremo de una larga mesa colocada en el centro del despacho.

Cuando se logra penetrar en el espléndido s?-lón del canciller doctor Gallardo, se ve, casi confundido con la seini-hiz que le rodea, la re posada persona dei cul­to mini.-:- unien­

do la ;. :i algo que nay ^obre la

carpeta de escri­bir, da curso a

R A I M B ü S T A

F O T O S D E B A

ios asunto^ fjuc las Relaciones Exteriores y el Culto moli\.iii i'iilos los días.

KI alniii ante honiccq (iarcía desecha tam­bién el nuil-ble niiníslerial, para di'siiachar sobre nna nu'~ii;i, \ en nn escueto .anoiador persona! Ii(\-a para i la marcha ilr sn cartera.

l-'.n el niini^lriin de (óici ia jioco ])uede verse. La t a n a '-n>a n.. c,'. de pupiln-; lo sabe el país, y se ve m la i¡iHanizacion del líjército.

Los .trrandr^ ahinitoK de Agricultura son lle­vados por ei nnnlslro Mihura en su despacho del Pasco Colón, con tal actividad, que se le ve concurrir mañana y tarde.

Quizás sea el menos lujoso el ministerio de Justicia e L Ptiblica, que le tocó en suerte al doctor Sagarna: pero es de compHcadas preocu­paciones. L! m i n i s t r o asiste a las 14 puntual­mente, y sin mayores , ' despacha.

' para; í í í í ^ ' ^ r ^ es a d i v í s i m o . '* ~ ,. XV

U N D O ^ ? - ^ .

M A N T E

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FESTEJANDO UN CUMPLEAÑOS. - En ain í! <I. lf)(>í. o) i-x Prt-Udonio de la República, doctor Luis Sáenz Peña, cumplió 82 años. El acontecimiento íntimo reunió a sus familiares en el hogar del venerable caballero, sacándose el presente s:rupo, en el que se puede ver al que seis años más tarde ocupó también la

primera magis t ra tura del país, e! doctor Roque Sáenz Peña.

^

DE WEfTROAKCHIVO

?.FX01'«0 / PASADO

DESPEDIDA AFECTUOSA. — Cuando el fundador lie La Plata, doctor Dardo Rocha, fué a Solivia como enviado extraordinario, ss le tr ibutó la cariñosa des­pedida de que da cuenta esta foto, que lleva fecha

de 16 de abril de 1911.

UNA MESA CALIFICADA. — Lo fué la que nues­tro fotógrafo tomó en las elecciones municipales realizadas el último domingo de noviembre de 1909. La forman los doctores Norberto Pinero, Méndez

Frías y Guillermo Udaondo.

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e ^ R . ' V / Y C A R L L A ^

La banda de a bordo ejecuta la Marcha de Ituzaín-gó a la llegada del Presidente de la República.

El pirsidentc AIVÍMT, i-ii com­pañía del ministro de Marina y del comandante del "Ri-

vadavia**.

El Presiaente de la

R e p ú b l i c a

L"^ A hermosa nave argent ina ,

hermana del "Moreno" , se encuentra ya de reRreso, bien

preparada para contribuir a la defensa nacional, Srthianienlemo-dernizado, el "Rivadavia" com­pite ahora con los buques simi­lares . Ancló en Mar del P la ta

el sábado 3 del corriente, re cibiendo el día 5 la visita i'el

pr imer magistrado, docior Marcelo T. de Alvear,

El Primer Míigiatradü pasa re­vista a la tripulación.

Ei Himno Argentino es escuchado con pa­triótica unción.

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^/\^/\f Y c/\u\\/K.r

^a permanencia de la nave °*í ffuerra en Mar del Plata 'trajo a numerosas persona­

lidades.

^ t o r d o del

^ 1 V a d a V 1 a

•1. quien acíinipañaban los mi­nistros de Marina y Guerra -1 comanilante Fliess y la pi;i-

"a mayor de a bordo, mos­traron ;,1 Presidcnle las im¡)or-tanlísinias ri'íorMias real izadas ^ ' . \ ' ' i s ni,n|iiinarias y los ser-• 'H'ids (1|. art i l leria, y otros f.M--•"(•nons técnicos de vital im-Porlancia para la mayor « ic ienc ia del u l t ramo­derno navio.

Aspecto parcial del "Rívadavia" contemplado desde su cubierta. Pueden verse algunas de las modificaciones.

El doctor Alvear recorre del buque.

las dependencias El Presidente cambia impresiones con sus ministros.

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/ •

N O T A S H I : : P A N O A M E R I C A N A S D. ALFONSO X I I I SE PROPONE IR A LA A R G E N T I N A E L A Ñ O P R Ó X I M O

\rv. 'ent ina , '•CT:'

'•u dc-l)ac-}i(. fiíi V r - ' i i l a r . i p i ' l »

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¡•nnnilira ' p ' ' ' ''• [irc'-ia .( la m i i \ ci-^acióii un e i i r a : : : " l a : : i i l : a r .

i!s (!c ia O ' , ] / . ' le U :l<el la C a : ü ! Í c a , q-.K-le í u r ini)i;ic-.la r cc i en t e i n e n i e .

^' I n c ^ d (U- a h ^ t r a e r s c IIIUP^ scK'UTnk'-: — R e i n a , y e s p e j o ' le K"'H-rii ; tnte^ l'".n f l a c t o

(le la in ipds ie i in i ile la C ' ru / , c-t n i i i ( \ ' - i m e l i / a n ' l ' •, t a n exl r a d n l i n a r i a f i g u r a <le mu. ie r ! i a e e iii'-> is.-is a ñ o s , en 11 l í enos . \ ire•^, di le '!<• Nal ie l 1 <ic t ' a s l ü l a euai iUi en la actnal i ( la<l he r epe t i i i t i . í'.l l^onor ^\\\v. se m e lia d i s i i e n s a i l o eonce ' l ie i i i l i ane la C'rnz le -11111 e '- tra la li¡(lal;.ía c o r t e s í a e s p a ñ o l a

Aclareino,- . . L a O n z de I s a b e l la C a t ó l i c a !'- fa>-in i ¡ )ues ta al I ' ^mba jador j ior h a b e r !es t in io i i i ,Ml - SM a m o r a l ' - spaña y el c o n o c i m i e n t o n i c u c - t i o n a b l e iie !a h i s t o r i a p a t r i a . i>ün Carlo,^ s i l e n c i ó e s t e p a r t i c u l a r . p e r o n o s o t r o s n o .

— V eso <|ue ( l i io u s t e d de la au í ;u ' - í a e s p o - a dí-l r e y l ' "ernandfi . . .

— L o j i ensé , m e b r o t ó de l a l m a y del p e n - a m i c n t o , c o m o en \')\^K al s e r m e i m i a i e s t a la hoiirí j ' -a i n s i g n i a .

— S e r e f i r i ó u s t e d a n t e s a s u a s i s t e n c i a a la l'^x-p o s i c i ó n I i i s p a i i u a m e r i c a n a de S e \ i l l a . . .

— Y a u g u r o un é x i t o d e í m i l i v o p a r a e l l a . L a

F É L I X P

c o n - t r u c c i ó n riel p a b e i b í n a r í r r n t i n o . r n n c a r á c t e r p e r m a n e n t e , ase^'ur. 'i mi i c l i a s co^,-is aKi . ' idabIcs : . .e ra un ,i,'i'-iii'ii"Sn palícib ' tn, i l ^ n d e ^e a l o j a r a n l o s e s t u -di.au; es i |ue \(Mií,'an a l',--pañ.a en ' ' t o u r n é e ' ' d e inv 'cs-• !L;acion. e t c . . e le , i'.l c n i í c n r - n de 1M>, i'.--tados I ' - i-d< 'S y de i;i Repi'ibl naa Xrf^eiit iiia liar.á, ip i i zá . i |ue <•-•('•:! r e | i r e - e n t ad.!-- en la !•'. \ p n s i c i ó n 1 MI bis l a s ' - epú-Idica'* a n i e r i c a u , a - . h'.n lia i c e l n n a \ a a c e l e b r a r s e o t r j e \iii(-ici(' 'U a la ' |ue , --ei Miu ¡ M r ' ' c e , <-(MKUi"rirán los eleu'.etUMs n ü f ;ii, r i a i e u r r a n . o no e s t e i ! i"Cpres."n!a-di .s, r u \:\ de S e \ illa Ta l \ e / sea e l lo un e x c e l e n t e v p l a u s d j l e ] ' f e ! e x l o ii;if;i i |ue l^s ijue l l e g u e n .a \ is i i . i r u n a u «ttra e \ p o ^ i c i o ; ¡ , \ Í M i e n a m b a ^ . >• eso i n i c i e a.- i uu,i er,i de t u n s i m , nni>iir taut i s i m a , p o n p ie 1 España i i iereí e - e r de- en i d a m e n t e r e c o r r i d a .

1 • - ! ( - ! !.a luí r . ' c o r n d - .

- - -Meno- (bi i ic i : ! y .A 1 u r i a s , So_\' un e n a m o r a d o d e b . - p a ñ a . Me e uc uen 1 r'i eiil r e u s t e d e s c o m o en mi i-as.a ; leuvío p i n e u t e s en M a d r i d y m e c n u ^ r a t u b } d e ^loder nuan i í e - i ,ir mi s;it isf a c c i ó n ,

- - .\'<PS a b r u m a u s l e d a IMS e s p a ñ o l e s con t a n t a K-^ l a n i e r i a . W , '-abe u ^ t e d alvío del r u m o r (¡ue c i r c u l a a c e r c a del v i a j e d e do, , A l f o n s o X I I V ?

- , O u i ' r u m o r ! . . . Xa da de r u m o r e s . 1-',1 niitn i r c a deidar( ') en la P. \ j )osiciói i ile . \ r l i^ins .\ r}. ;enlinos. i |uc se p r o (tone ir a I,a .\ ruí'Mt iii.a el a ñ o i o j ; . \ u es t r o ])a i - t i e n e d e d o n Al t 'o i i so un altisiiiK) c o n c e p t o , y Jiro íel izo a S. M. u n a ent laada s e n s a c i o n r d y i'on i )-\ edo r . i en la . \ m e r i c a l ' . s p a ñ o l a , en la A m é r i c a ' ]ue a m a m a n t ó a l o s - o b l a d o s a r g e n t i n o s , j u v e n l i u l f u e r t ¿ , a n i m o s a , s en t imen t . a l y c o r a j u d a , la ( |uc l )e lcó p o r b ^ p a ñ . a en los c a m i i o s d e M a r n u H ' o s . la f]Lie o b t u v o de Mi l lá i i A s t r a y . je t 'e d e los LeKÍ*>n'' 'rios, h o y o t r a \ e z m a l h e r i d o , el d i c t a d o de vállenles hermanos -te .-íwrrica.

D o n C a r l o s de b^s t rada p r o s i g u e v e r t i e n d o s u s j u i c i o s con la r a p i d e z del h o m b r e a (jiiien la i n t e b -g e n c i a r i n d e u n t o l a l \ a s , a l b i j e , y en la p r o p i c i a p e ­n u m b r a del e l e g a n t e d c - j i a c h o lo.s m a n e s d e F e r ­n a n d o e Kal je l a v a n z a n . . .

E D K

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. Y o r k . l U T i n a n a .1"1 i m l a M r l i a i l a n i i H a r r y i ' i l c r r , ; i . , ) . . , , jo ;i .•~u . , . t i n u T < ) - í i r i u i i r n ^ f i II t«' D j t • !u I < I \ i n a v i \ i s i m : i v i ic íu- i> tn p o r l a s 1 a l i l j i s . l'<>r f i n , a It 'S ( ¡ n i t i c o a ñ o s l u ' t-<ia<i. s u l i i - r t i i a rH» c o n s j n l i<'i tu p r r s r n t a r i a c í n t i o I s a i l a r i n a . h a c u ' n d n l a ( i f l > i i l a r . -on y i-Jiii »'-xÍt '> m v\ VN' Í T Í U T ( i a r H c l i . I'a.|<i l a < i i r r r r i < n d e l a n i i p r c •;» S < ' h t i l i ( ' r l , <|i'(> p n s f c vn K s t a i i u s r i i n i o s fvrrn «ic c u a t f o c i t ' n t o s

l í ' a l r n s y s a l a s d*- c o n c i i T t o . D c s p u t ' s <!<• t r e s a ñ u s <!,- a c l a n i a r i o n c o n s p c n t i v a y y a f o r m a l I a s u p( r s o n a l i d a i i a r t i s t i c a . i 'üsi"! a l I - ' t l I r l ' a r i s i é n . cun l a

«•('•It'hrr ( i a l i V D c s l y s y s u h e r m a n o H a r r y . P c ^ ^ p n r ^ u n a f o r i a y r á p i d a r a -r r f r a la l l t ' v n p o r t o d o s li>s tea*, t o s d e I n s t a d o s T T i i f l o s c o n - a i r r , i n i l f > l n c o m o u n a h a i l a r Í T i a " f a n i a s i s t a " d*' j i r i n i r r o r d e n . L a d e s a p a r i c i ó n n " v . > l i s e a e i n e s ­p e r a d a d e la " p a r í e n a i r e " uv ie d e i i í a a c o n i p a t r i a r a H a r r y l ' i l e e r a H u e n o s A i r e s , h i z o (.1(1,• }•'.[•:• iv d e r i d i e r a e n i ) o r a s h o r a s s u t o n l r a l o p a t a e^ l a . e n

m o m e n t o s e n <;ue r e c o m a c o n « r a n é x i t o l o s t e a t r o s d<' l - ' r a n c i a e I n g l a ­t e r r a . D e u n t i p o e \ t r a n o y s u ^ e s t Í\ c q u e e s c a p a a t o d a r l a s i f u a -

ción. K l s i e T Ü e e r m e r e c i ó e n s u p a í ^ n a t a l U d e n o n i i n a -<-ión <ie " l a h a i l a r i n a ( i e f u e j i o " .

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<• - M ; X r Y c\\\\\ rA . /

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I'B to r ro do soñalos del ^c iód rnmo de los Ciiatrr) V ionto i i , dosdí' la cvia! so dio la orden de par t ida a los aviadores que i n ten ­tan al)I"ir una nueva ru la mío un i rá por el espacio í* las islas F i l ip inas con

España.

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Madrid, p u n t o inicial de! vuelo, que acompañó a los

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L o

quaís", de m u s e l i n a de seda color limón y a cua­dros verdes. Una rosa ama­

rilla y otra verde for­man el hermoso ramo

"Boncelli", de m u s e l i n a de seda y encaje negro sobre fondo blanco. Co-

Harina negra. Ramo de rosas rojas y rosadas.

n B

Original salida de baile, de seda y encaje. Modelo rico y elegante, que llamó podero­

samente la atención. y •.

Linda toilette de m u s e l i n a , con bordados y aplicaciones de exquisito gusto. Fué extra-

ord ina i i amen tc aplaudida.

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t ^ a r í s , p a r a a r a s y C a r e t a s

de crepé azul marino, bordado en b l a n c o con dibujos estilizados. Mode­

lo original y de muy buen gusto.

la izquierda, v e s t i d o de tarde, en seda color beige. A !a derecha, traje de tar­

en reps beige, con aplicaciones.

U

Traje de soiré y e l e g a n t e capa beige con cuello de topo, graciosamente adornado con

una camelia. V'v'

Espléndido t a p a d o de seda negra con aplicaciones blan­cas. Cuello y bocamangas de

zoi'io plateado.

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CARA, / Y CARKTA./"

Bí tliLATEIRIBA^riRAí CIIA lESlPAÑA

Una de las tradicionales costumbres ingle­sas en las ceremonias nupciales es la de la madrina con su corte de honor, formada por damas y pajes. Grupo obtenido en el enlace

Jones - Cook.

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CARA. / Y CARETA-f

€>IR.TE AMlEIKKCA.'vA.LE M ANBA.

El gran refractor Zeiss, el ma­yor del mundo- Tiene una lon­gitud de 15 metros y es consi­derado como una obra maestra

de la técnica alemana.

Recepción dada por ei Ayuntamiento de Madrid en honor de ios a r t i s tas argentinos y de don Martín Noel. Concurrieron la actriz Memhrives y el

embajador Estrada.

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' ' A R A y í r-APKIA.^

Mezclados a los cisnes del laffO del zoo, los pelícanos, no obs­tante su f e a l d a d caricaturesca, ^

N I se hiere e! pelícano el pe­cho ni da su

sangre a sus hijos, co­mo creía piadosamente el obispo E p i f a n i o , quieTi por esto lo comparaba con Je­sús l l a m á n d o l e el Divino Pelícano. Lo que en verdad ocu­rre es que la hem­bra se golpea la bolsa del pico repleta de pescados para que los pichones torpes y vo­races puedan alcan­zar Sil jjan de cada día. l'',l pelícano (y vatnii;; a lo cierto) vi­ve cu reKÍoiies cáli­das en imnen--as lian-<ladas. i 'ara ])• -car fiirma una especie de media luna. No hay

f - e j

L -

L»?"

V A K O A 14 A C H O C A S

ponen la nota blanca de sus in­maculados p l u m a j e s en medio

del verde del paisaje.

necesidad de añadir que es un pescador formirlable. Ks fácil-nieiile domc^ticable. lililí mees se toma un insoportable r a t e r o , efectos, sin duda, de su pseuda civiliza­ción. Le Rusta tam­bién mendigar y en los muelles del Mar Rojo puede vérse le r o n d a n d o paciente­mente las canas tas que los pescadores de­positan por la maña-ña para enviar al mercado. En suma : su pico exageradamente largo y armado de una bolsa bastante re­gular, le dan un as­pecto ridiculo y poco místico. — C. E. M.

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Cy\R/\.f Y r \ P F T A /

A C T U A L I D A D E S D E L A S E M A N A

b n el H o s p i t a l K a w s o n **»'esidencTa de la ceremonia motivada al ser declaradas inauguradas las obras de reforma llevada» • cabo en el gran nosocomio; acto que presenció el presidente de la Nación, doctor Alvear, su esposa y ot as d-»tin-

iruidar damas; miembros del sobierno, el intendente, profesores y diversas personalidades.

C e n t e n a r i o d e la p r i m e r a c o m u n i ó n d e l V e n e r a b l e D o n B o s c o J-o« d e » nifto* que hicieron su primera comunión en el Oratorio Festivo León XIII, conmemorando aqulella (echa, bajo la dirección del visitador general salesians, Rvdo. Padre José Vespignianl, que a su v e i celebró sus bodas

de oro sacerdotales. Fofetf de BcU V A r r o y o

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C A R A y f CARETAJ-

EL A T E N T A D O M U S S O L I N 1 Momento en que miss Violet Gtbson hace un disparo de revólver contra S. E. Benito Mussolini hiriéndole levemente en !a nariz. Reconstrucción fotográfica realizada de acuerdo

con los detalles transmitidos por el cable.

A h salir del Capitolio el jefe del Gobierno italiano fué víctima de una agresión que, por fortuna, no tuvo graves consecuencias. Inmediatamente después de ocurrir el atentado, ia muchedumbre testimonió a! "duce" una profunda

simpatía y el pesar que le causaba lo sucedido. En las esferas oficiales de Italia y Europa también ha cau.sado el atentado gran sobresalto, habiendo

recibido el señor Mussolini numerosos telegramas de adhesión.

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OLIi EN

TRÍPOLI

-^^^^^pBs^jl^

El " C a v o u r " , la magnífica nave al­mirante de la arma­da italiana, a cuyo bordo el famoso es­tadista ha realizado

el viaje.

El pabellón tri­color que fla­mea al tope del buque de gue­

rra.

"Deseo qu^ al regresar a j los jistri t o s Í*e8-pectivos, más o menos c o n t i ­nentales, cola­boréis en la ta­rea de desper­tar u n a con­ciencia maríti­ma en el pue­blo. Somos me-d i t e r r á n e o s . Sin neces idad de copiar a na­d i e , n u e s t r o destino f u é y será s i e m p r e sobre el m a r . Por la srlorio-sa marina ita­liana; I E j « , eja, alalá!.. .»* (Palabras efe Mussolirti antes de

la partida).

Un aspecto de la ca­pital de Trípoli, que ha tributado un re­cibimiento entusias­ta ai jefe del gobienr-

Bo italiano.

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C A R A ^ Y C A R E T A S

t 'KOcKcaOo Ut. LA N A C I Ó N E! gran puente nacional sobre el rio Dulce, en Santiasro, que, en su tipo, es el más grande en Sud América y viene a resolver

grandes problemas regionaíes-

i P R O F E S I Ó N A L I S M O

FEMENIL Agustina Dalfo, la p r i m e r a mujer que NI la provincia ob­tuvo diploma de constructora.

NOMBRAMIENTO Doctor Amadeo Grandi, de­signado para ocupar la di-r*cción g e n e r a l de Inmi-

graciÓB.

JUDICATURA Ha sido designado vocal de C á m a r a en lo Criminal «I doctor Juan P. Ramos, ex di­rector general de inmigracfóti.

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CA.K/\J Y CAREIAJ^

S A L I E N T E S D E L A S E M A N A

Nuestro gobierno desisrnó al doctor Mario Ruiz de los Llanos para ocu­par el cargo de ministro pienipoten-ciario en el Japón, lra*i!adándo!e de

la legación de Cuba.

CIENTÍFICAS L.a Academia de M e d i c i n a eligió presidente al doctor

Martki M- Torino.

EL PETROLERO " E Z C U R R A "

La nave d e s t i n a d a al t ransporte de petróleo na­cional, c u y a encalladura en Roca Medrano !a puso en serio peligro de nau­

fragar.

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CARA./ Y CARETA/

B a n q u e t e e n h o n o r d e d o n A l b e r t o M. C a n d i o t í Cabecera de la mesa, durante la afectuosa demostración de que se hizo objeto al citado caballero, celebrando la

publicación de su reciente libro y su designación como encargado de negocios argentino en Grecia.

r^ f ~; «Tí| "^íiji, /m '-•

4^

^ %

La C o m u n a «e p o a o i o n a d e un t e r r e n o El intendeota, doctor Noel, con la comitiva que le acsropaSó a lomar posedjn del terreno para prolongar la calle

Parral, como rniultado de activaí gestJMiea d ^ vecindario de Caballito Nnrle,

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C A R A , / y C A R E T A J

F i e s t a d e b e n e f i c e n c i a Grupo de actuantes en la función que, con sumo éxito, se celebró en el Capitel a beneficio de la Cruz Roja

Argentina, brigada de Floresta, y a la cual asistieron distinguidas familias.

A n i v e r s a r i o d e l A h o r r o P o s t a l Personal superior de la Caja Nacional de Ahorro Postal rodeando a su nuevo presidente, doctor D. Taboada, et

día «n que se cumplió el 11<' aniversario de haberse fundado la institución.

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C:AK/\. / Y c7\Khiy\>

t .n nuesvTa C a s a £1 embajador del Brasil en Buenos Aires, don Pedro de Toledo, en el despacho de la dirección de "Caras y Caretas" con nuestro director, señor J. Alonso, durante la visita que hizo en ocasión de su retiro del cargo, y para expresar su agradecimiento a las múltiples atenciones que durante su gestión mereció de este semanario, elogiando a su

vez la gentileza argentina.

Academia de Medicina Ceremonia celebrada por este cuerpo, usando de la palabra el presidente del mismo, dc*ctor Elíseo Cantón, para poner en posesión de la presidencia al vicepresidente, académico dcctor Martín M. Torino; acto que se realizó en

el Salón de Grados de la Facultad de Medicina.

En ei Círculo Argent ino de Autores El distinguido comediógrafo español don Manuel Linares Rivas, con algunos elementos de su compañía, durante

la recepción que le brindó aquel centro por su destacada labor artística. h'otot de ñcll (/ Arrouo.

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?1IIMI l l l l l l l ir I n m I I I I I I i j i i i i i »yi I M

<3<

G a l e o t o I En el hondo misterio de la tarde Que moría en un mar de llamas rojas, nie indicaste el susUrro de las hojas y dijiste en secreto: |Dios te guarde I

u é 1 l i b r o

I Yo sufría al sentirte tan cobarde, tú gozabas sabiendo mis congojas; ¿qué éramos al fin? Dos almas flojas que hacían de sus taras un alarde...

I Cuando llegamos al peñón, amante, abriste el libro pecador del Dante como un gran corazón, sobre una roca. . .

Galeoto fué aquel libro... pues ya nunca leímos m á s . . . Entre tus labios, trunca, la canción infernal murió en mi boca!

I M a r gf O t G u u g

D I B U J O D B B B S A R E S S O R A I K

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CAKAJ- Y CARETA^-

STAMOS e n Valladolid, en la no­che de San J u a n . Un resplandor ro j i zo le­vántase de v e z e n

, cuando e ff' v-y/ ilumina los altos de algún edifi­cio. Bullicio y zam­bombas, y corre el buen vino que gustan los hombres de aque­llas tierras asoleadas.

En la plaza de Vi-üalón, alrededor de un ext raño - monu­mento, el bullicio es aún mayor. Se baila y se canta, y alguna moza garrida, de gar-Ranta potente y seno de diosa, lanza al ai­re el saetazo de una copla que es cgnio el resumen de las mara­villas que atesora el ¡laís del Duero:

Chapiteles, los de Burgos; ¡Vidrieras, las de León; Reloj, el de Benaveníe, y rollo, el de Villalón.

Y así, durante años y años, en torno del sencillo monumento hanse desenvuelto las más variadas escenas de la vida colectiva de estos pueblos his­panos.

Todo. La cita de amor en la noche te­nebrosa y fría, cuan­do cada minuto en­ciende en el alma una angustia o una ilu­sión; la cita de ho­nor, eu que al enemigo se aguarda, alto el embozo y trémulos les labios que han' de ra­jarse en un apostrofe definitivo; los pasos perdidos del ocioso o del que espera no sabe qué él mismo.,. Angustias y sosiego, anhe­los y venturas, dolores y alegrías, año tras año, al pie de este lujoso labrado rollo de Villa­lón, la de Vallaflolid, como en los de Crajeras de Segovia, Casarrubios del Monte, Cebreros, Ocaña y Madridejos hanse allegado.

"El concejo, en los días serenos, al pie del rrollo sus sesiones tuvo, y eji stis gradas reposa­

ron, tras la fatiga de la jornada, en él cre­púsculo de oro — dice C. Bernaldo de Qui-

rós, — los hombres de la raza de Castilla, gii. ' ' ' ' .i;n vino

€\\ ííerraá lec.._.,.™, „i píe lie la ímWlíca picota palpííal^a totia la trage= UM k la bíba tiutsaísana

apacible y ciudadana la que bulle al pie de la picota. Hombres de una raza fuerte, de aventureros e impulsi­vos, malhechores y errantes llegaron a aquellas tierras, y en­tonces, no existiendo como hoy tratados de derecho pena! ni doc­tores de esta triste ciencia, la pena tuvo que ser una como re­acción social contra las ofensas a los sen­timientos colectivos, y ciega, vehemente , muchas veces pare­cióse al delito y ten­dió a excederle. Y fué necesario en cada poblado un poste de ejecución para los castigos...

En los campos fué el tronco de los ár­boles; en las ciuda­des, en Valladolid, fué d o n d e , según Quebrado , un pilar sirvió de poste de ejecución, en que "se acostumbraba a po­ner a la vergüenza a las malas mujeres; un pilar cercano a la^ catedral, y, antes de la erección de ésta, colocado en la plaza de Santa María, que subsistió hasta 1841."

Variado era, pues, el uso que de la pi­cota se hacía. Tenía alrededor de su rollo argollas salientes y garfios destinados a colgar los cuerpos o las cabezas de los ajusticiados. Así, en la picota de Villalar,

expuestas estuvieron las cabezas de'Padilla, Bra­vo y Maidonado.

Pero no sólo era la tragedia la que se afe­rraba a! rollo de piedra. Muchas veces lo fué el ridículo y la pública vergüenza. Así lo dispo­nía la "pena de picota" y,-en oportunidades en que el delito era grave, la mano del delincuen­te expuesto a la vergüenza pública clavada era al infamante rollo.

Un cuadro de Goya, quizá del moderno Zii-loaga.

Un aspecto de la vida medioeval que más de una vez se añora en estos tiempos ttioder-nos en que, por lo demás, la prensa, como expresión de la pública opinión, llega a

ser una picota, tan trá-( 'i'-rras. Pero lio c-s sólo la

vida más o meiioS

f. micariJo .HetefS t^^jtt^^^ 3 A T L L E

aquc rra castellana.

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N CARyV/' y CARElAy

o ya por espíritu de codicia, sino

, . por razones de bien entendido altruismo, y velando por la salud tjel prójimo, debe el mé-dico cobrar honorarios aun a sus más íntimos amigos. Es la única for­ma de que se tomen en seno sus diagnósticos y se pongan en práctica sus prescripciones. N a d i e concede mucha importan-'"'a a un diagnóstico gra­tuito, como nadie lee un libro regalado por el pro­pio autor ni se apasiona por una mujer demasia­do fácil.

* . • • • Y cuando le hube informado que, efectiva­mente, aquella comedia era "fort riskué", repa­go la espiritual criatura:

— Entonces... la ve­remos desde el antepalco.

Nos abstenemos de ha­cer muchas cosas censu­rables pensando en el C|ué dirán", y seríamos

perfectos si nos preocu­pásemos un poco del "qué pensarán"

N O T E B O O K N U E V O S P O S T U S E Ñ O R DE

P A P E L E S M O S D E L P E R O G R U L L O

P o

E N R I Q U E C A L Z

M É N D E Z A D A

Cualquier otro individuo, puesto en mi ca­so, sería a estas horas millonario, sólo con ha­ber sabido rebajar.se a tiempo. Pero yo tengo amor propio, soy un hombre de dignidad...

— Es usted insaciable. Ha disfrutado de to­dos los placeres que proporcionan la dignidad y el amor propio, y todavía ambiciona los go­ces de la fortuna... Amigo mío, la vida huma­na no debe ser una crgía. i,

Eugenio Cambaceres, el autor de "Silbidos de un vago", fué un "dandy" y un hombre de mundo: conocía, por consiguiente, a las muje­res. Esto no obstante, no cayó en • la misoginia. Ni siquiera puede afirmarse que fuera excesi­vamente cruel al juzgarlas. Es que las encon­tró, sencillamente, tales como son: infernales y deliciosas, indispensables y repulsivas. Así nos 'o revela, en uno de sus liliros, esta exclama-eíón paternal y horrenda: "¡ Ah, mujeres, muje­res I ¡ Animalitos dañinos I"

. Cuando en el salón del cinematógrafo se hace la 'Uz, interrumpida o termi-'•'Uda la exhibición cómica, ''JS espectadores que han es­tado riendo a mandíbula ba­tiente, guardan su risa, es- ' cpnden su risa, enfundan su lisa, se sorl)en su risa; y •~ pudorosos de su alegría, "-arqueando las cejas, com-. primiendo los labios, aca-•'tiaiido unas barbas imagi-'••"las, se miran unos a "'li'os, como si quisieran de-':ir: "A ver si se van a creer

estos tontos que a tn! me hacen reír estas estupi­deces".

* Hay unos hombres a

quienes se ha hecho fama de ingeniosos, hay unos hombres o/:urrentes o que creen serlo. Son hombres muertos para la vida real, que sólo viven ya para el • anecdotario.

• — Aunque me !o pro­

pusiera, nunca podría amarle - - dijo al señor de Perogrullo aquella adorable mujer, — Tiene usted demasiadas amigas.

— Puedo asegurarle, señora — repuso el filó­sofo — que esas amista­des tienen un carácter totalmente desinteresado, absolutamente espiritual. La frecuentación verbal y amistosa de las mujeres distrae mi espíritu, sin ocasionarme las molestias ni el fatal cansancio de la intimidad amorosa.

— Pero i es tan sutil la barrera que separa la amistad y el amor! Reco­nozca que, en el fondo, ama usted un poquito a todas esas mujeres que

llama sus amigas... — Es posible... Tal vez.. . Sin duda.. . — ¡ Ah, hombre veleidoso 1 Es usted un Bar­

ba Azul. — Exactísimo: soy un Barba Azul de! amor

platónico. *

¿Qué cosa es la Humanidad, después de todo? Un libro idiota traducido a todos los idiomas.

* — í Cómo estás ? — nos pregunta nuestra

amiga, al encontrarnos después de largo tiempo. Pero, evidentemente, no es eso lo que ella nos ha querido decir. Ella ha querido en realidad preguntarnos:

— ¿ Cómo estoy ? *

Algunas ciudades nuestras, despobladas y grarido-tas, con sus anchas calles, con sus playas inmensas y destartaladas, que aun aguardan la correspondien­

te estatua del correspondiente procer, hacen pensar en esos desmesurados trajes hechos que se compran a los mu­chachos en la edad del des­arrollo, y en los que sobra tela por todas partes, porque !a previsión materna ha te­mido que las mangas y !o3 pantalones quedasen cortos. Son ridiculas ciudades de confección.

* — Todo me fastidia — di­

jo Perogrullo el día que cumplió cincuenta años. — Las dos únicas cosas que todavía me distraen algo,

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son cl estudio de la moral y la práctica de la in­moralidad.

• Hay unos hombres que, según el consenso pú­

blico, tienen mucho talento, pero que deben di­simularlo artera y nialiciosanieu'te, porque siem­pre los hemos tenido por unos brutos. Son des­concertantes esos hombres que, por lo visto, tie­nen la hipocresía del talento.

Nos sentimos poseídos de rabia contra ese se­ñor que, en el tren suburbano, ha dejado su som­brero .sobre el único asiento vacante del coche, para indicarnos que, virtualmente, se encuentra sentado, Los tratadistas del Derecho Consuetu­dinario deberían establecer con precisión si se­mejante hábito ha adquirido ya categoría de nor­ma jurídica; si cl sombrero es un apéndice o prolongación de la persona física; si su coloca­ción sobre un asiento mantiene la posesión de Ja cosa; si en el ca.=o supuesto hay posesión o hay simple tenencia; en una palalira, deberían hacer luz en torno a este punto tan abstruso co­mo trascendental.

La acción de comer, que es en el fondo una acción innoble e indecente, conserva todo su an­tiguo prestigio. Todavía, cuando queremos testi­moniar nuestra admiración a un exquisito músi­co o a un exqui.sito poeta lírico, le ofrecemos mía comilona copiosa, lo que suele denominarse "un gran banquete". Yo tengo la esperanza de que con el tiempo, cuando quiera rendirse homenaje a un gran cocinero, se le ofrezca una audición de Debussy o una recitación de.versos de Hallarme.

Somos naturalmente vanos e ingratos. Hace-mes fama de "jetaítores" a ciertos individuos a quienes inculpamos las desgracias que nos so­brevienen; pero cuando nos ocurre alguna cosa

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satisfactoria y agradable, no pensamos que pue­da deberse a la influencia berté-fica de alguna persona investida de! privilegio de irradiar la ventura en torno suyo. Y yo estoy convencido de que esas personas existen: hay hombres y mujeres -— hay, sobre todo, unas dulces muje­res, ungidas con ese don por los dioses, — de quienes parece emanar como un fluido la Bue­na ventura. No sólo hay individuos "jctatto-res": hay el individuo-mascota, hay el "porte-bonheur" humano. Pero los hombres somos na­turalmente vanos y naturalmente ingratos.

* "Voy al teatro por matar el tiempo".,. "Es­

tudié el sánscrito por matar el tiempo"... ¡Ah, *l Tiempo, el terrible enemigo, implacablemen­te odiado, a quien hay que asesinar, no cara a cara, no honradamente, sino a mansalva, por niedio de recursos especiosos, de artimañas co­bardes I ¡Ah, la vida del hombre civilizado, lar­go y fatigoso asesinato del Tiempo 1...

Piensan algunos hombres de espíritu simplis­ta que el éxito m la vida está en relación di­recta con el esfuerzo. Estos hombres fracasan generalmente en la vida, no por haber omitido esfuerzos, sino por haber abu.sado de ellos. El destino es una potencia irritable y caprichosa, enemiga por otra parte de trabajar en socie­dad, como ciertas mujeres arbitrarias y volun­tariosas, que otorgan sus favores, no al merito­rio enamorado que las importuna con su obse­cuencia, sino, "tout simplement", a quien se les an-toja, se complace el Destino en acumular generosa­mente sus dádivas sobre un quídam cualquiera. Y cuando tiene resuelto favorecer a un ser humano con esos dones codiciados eu que el hombre cifra la Felicidad, debe resultarle molesto que el propio favorecido comience por estorbar sus planes.

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CA.RA^ Y CARETA/

| > < M i 5 ^ DESPOJADAS DE BE­LLEZA Y JUVENTUD, ESTAS DOS MUJERES MURIERON C O N S U M Í . DAS POR EL AMOR DE­DOS HOMBRES APUES­TOS. P O D E R O S O S Y

EGÓLATRAS.

i-

ADAME d'Epinal, amante de Francucil y de Grimm, es-criliía cartas de amor ver­daderamente espirituales; madatne de Chatelet, amiga de Voitaire y luego

del marqués de Saint-Lambert, escribiólas eno­josas y sabias; Sofía Arnould, que llegó a ser ia amada del arquitecto Bcllanger, escribió algunas que, bajo una verba admirable, ocultan «na de­liciosa espiritualidad. Empero, nada de eüas diré, prefiriendo detenerme con estas dos amorosas, hermanas en pasión y en dolor: madame de la Popelirtiere y la señorita de Lespinasse.

Ambas son parecidas por haber conocido al ver­dadero amor cuando estaban en los confines de !a juventud. No se ama a los veinte años como a ios treinta, y ambas tenían más de la treinte­na. La edad en estas mujeres revelábase en algo inexplicable, pero que siempre aparece en las

itpploraciones de ternura asi como en la resigna­ción para sobrellevar los sufrimientos. Ya cono­cían la vida; ya conocían el amor en lo que de cautivante tiene para los hombres, »y cómo el co­razón se entrega y cómo también olvida. Tan conmovedora fué la emoción y tan intensa la de­sesperación que experimentaron que bien se hu­biera dicho que habían dejado de ser bellas y deseada». Sin confianza en el porvenif carecieron hasta de la fuerza para defender su frágil feli­cidad. Parece que hasta la misma felicidad fué torturándolas con la amenaza de un prematuro fin.

Madaroe de la Popelinierc había sido cotne-

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C A R A / Y dianta en el teatro Francés: se la llamaba Mimi 'Jcmcourt debido a su parentesco cercano con el •lutor dramático. Monsieur de la Popeliniere. rico > espiritual, la retiró del teatro, la hizo su querida y luego su esposa. Por la gracia que la caracteri-«üa hizo del fastuoso salón de Passy el centro r ' "ifl"'!?" ^^ '* mejor sociedad, cuando se enarao-,0 del hombre más egoísta y más seductor de su ppoca: el mariscal de Richelieu. Esta desgraciada pasión precipitóla a la ruina. El mariscal había arrendado un palacio vecino al suyo: se comuni-\\T\. ^ través de una chimenea cuyo hogar se "aliaba falseado. Esto nos lo dice madame d'Epi-nay en sus Memorias. El esposo descubrió la treta y arrojó del hogar a la malmaridada, que murió aoandonada por todos.

•Para comprender lo que ella sufrió, preciso es conocer a su amante. Ninguna biografía humana an rica en aventuras como la suya. Brilla en la

corte, en las embajadas y en los campos de batalla. ^'^ ""ol militar, en aquellos tiempos de desastres, ' s glorioso. Fontenoy, la defensa de Genova, la ' "'"•npaña de Hanover... En las intrigas cortesa­nas derrocha una lucidez inigualada. Discípulo y amigo de Voltaire, preciase de ser liberal en ideas, lampero, esta vida pública, agitada y brillante, pa-" pc pálida al lado de su existencia galante. Co­mienza a amar a los catorce años; en plena vejez, a los ochenta y cuatro años, cásase por tercera vez y engaña a su esposa como a las precedentes. Ri­val de Don Juan, escoge su.i amadas hasta en las Sradas de los tronos. Nada ni nadie se le resiste.

l a explicación de tales éxitos la tenemos 'en su errea voluntad y en la sequedad de su corazón.

Uu hombre frío, calculador, avaro y generoso a la V5Z, siempre dueño de sí, sin imaginación y hasta "1 'ttipetuosidad, implacable para sufrir moral-

•nente y hasta para presenciar el sufrimiento de los otros, este hombre magnífico y deslumbrante, cruel y voluptuoso, fué el amante de la apasionada madame de la Popeliniere.

¿Cómo las seducía? Este amante elegante y se.-^o, cautivaba los corazones con algunas palabras '•"'as. Se barrunta más fuego interior en aquellos Vie dejan traslucir poco de su interior; y se asig-'la una gran importancia a la más mínima palabra •ynsible que pronuncian. La mayoría de las mu-l'-'res aman la dominación y complácense en some­terse a la fuerza. Luego, en ciertos casos, mézcla-' c la vanidad: se cedían al duque de Richelieu por. 'l'ie era proverbial que nadie le resistía. Lo que 'csulta menos explicable es la fidelidad que le guardaron algunas de sus amadas. ¿Será preciso creer que más encadena el sufrimiento que el amor? Richelieu no debía procurar ningún goce '¡moroso. No vivía sino de su orgullo. Su crueldad Complacíase en las lágrimas que hacía derrochar; practicaba el sadismo y el dolor. Conquistador por amor propio, divulgaba el nombre de sus queridas y las humillaba antes de abandonarlas. Verdadera­mente hay que renunciar a admirar a este hombre afortunado. Su gloria ha sido labrada con inía-""as. Vanidad, perversidad, todo hubo en él.

I rocuremos compararle con Chateaubriand. In­undablemente, éste también fué cruel en su egoís­mo. Mas poblaba de sueños magníficos los cora-'•ones po,seídos por su amor. Brindaba a sus ama­bas hasta la alegría ficticia antes que entenebre­cerles loa espíritus con el dolor. Aquella alma des-6;icantada que fué ia suya, siempre dio la impre­sión de hallarse embriagada por la vida y consu­mida por la llama inextinguible del amor. No, en manera alguna, Chateaubriand, como hombre aino-

CARETA/-roso, jamás puede compararse con Richelieu, hom­bre frío y conquistador por mera vanidad.

Fué en tales manos que cayó la pobre Mimi Dancourt. Sus cartas son un solo y apasionado la­mento. La expresión "mi corazón" aparece insis­tentemente en ellas. Sabe que su amado es incapaz de un gran amor, y tiernamente le dice: "Ámame en la medida de lo que puedas..." Shakespeare ha escrito en alguna de sus obras: "El amor que implora es dulce; el amor que se ofrenda es aún más dulce." Y este amor que se ofrenda, doloroso y triste, con el arrebato de una primera pasión y la melancolía de una postrera, era de una exquisi­ta dulzura...

He aquí un joven oficial, meticuloso, espiritual, hombre mundano a la vez que guerrero. Es el conde de Gjbert; tiene treinta años. . Todas las mujeres en él ponen los ojos. El piensa en su por­venir, prepara un Hnsayo General de Táclico que fué luego harto apreciado por el gran Federico y al que los aficionados al arte militar consultan aún. Busca un matrimonio confortable y útil a su carrera. Es un ambicioso. La señorita Julia deLes-pinasse le encuentra. Es mujer espiritual que no ama sino las cosas sentimentales. Amiga y luego rival de madame du Deffant, ha conocido su salón y en él a los hombres más inteligentes de la época. No obstante, continuaba siendo una alma ardiente y apasionada. ¿Llegó a amar a d'Alembert, que la adoraba? No se sabe... Pero, en todo caso, le ocprrió tal desgracia con el joven hidalgo español, el señor de Mora, y con este conde de Gibert.

Se prenda de Gibert en 1774. Tiene ella cuarenta años y jamás ha sido bella. Empero, de Mora, su an­tiguo amante, regresa de España para casarse, y cae enfermo en Burdeos. El señor de Mora mucre. Se la considera enferma a raíz de golpe tan rudo; perc^ es por el ausente conde de Gibert que ella se tortu-ra. r.,a sensibilidad nerviosa que, según las palabras de Marmontel, destruía su débil organismo, dis­pénsala de toda explicación por tan brusco cambio de ternura.

"Amo para vivir — escribe, — y vivo para amar. Ignoro por qué fatalidad he sido susceptible de una nueva afección r yo misma no acierto a dar con la causa."

El conde de Gibert presto se encarga de vengar al difunto. Presto se harta de la ternura casi ma­ternal de la matrona. Laméntase presto de sus excesos amorosos y le, suplica cómicamente que no le ame tanto. Este hombre joven y poco experto, ídolo de 'muchas mujeres hermosas, ignora la tra­gedia amorosa que se diluye de las embriagadoras cartas de Julia de Lespinasse. En el mismo momen. to en que su amante la abandona para realizar un matrimonio utilitario, ella no tiene sino dulces quejas para su verdugo. El dolor traspasa su alma. Ella ama porque te ^ es preciso amar. Le amará malgrado su desprecio, pese al odio mismo. Ama cual si recién comenzara a amar'. Ama "más allá de las fuerzas de su alma y de su cuerpo". Ben­dice al amor que la hace sentir la vida, y cuando la muerte se presenta para apoderarse de ella, poco después del matrimonio del conde de Gibert, su mano desfalleciente, casi sin fuerzas para empuñar la pluma, escribe estas palabras: "Adiós, amigo mío... Si volviera a la. vida, aun continuaría amándote..."

Olvidemos la belleza y la juventud que faltan a esta amorosa. Olvidemos el tono plañidero de alguna de sus cartas. Recordemos sólo su pasión y su dolor, hermanados el uno por eJ otro, e igua­les en emotividad.

H N R B O R D E V u I M A C A 7 A

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C A R A / Y CARETAJ

Ningún orgullo igual. Ni liaber r imado los más hermosos versos de la t ie r ra ; ni después del afán que nos dio guerra el más inmenso bien Kaber gozado.

Ningún orgullo igual. Ni haber triunfado — Hércules redentor — en toda guerra ; ni, amado como nadie fué en la t ierra, diosa, que no mujer, Kaber amado.

Ningún orgullo así como este orgullo, tan sintple, tan Humano, tan en tero : clarinada triunfal, himno y a r r u l l o . . .

¡En la mañana de «n glorioso estío, a la orilla del mar que tanto quiero, . ir de la mano con el hijo m í o !

•KR-

YILA

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CARAJ' Y CARETAJ"

ACEITE BA11 F R E Í X A S Se CÍA

Cuidado con los aceites que le siguen

Al público y al comerció, en medio de esta confusión

de marcas, tenemos el gusto de recordarles que

EL A C E I T E BAU T I E N E SU CLASE Y SU

PRECIO y que no puede sustituirse con los aceites

que le siguen.

B«. Aires (Oficinas Bmé. Mitre 1411) mes de Abril de 1926.

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C A R A / Y C A R E T A /

De Avellaneda

Animada aspecto que presenfaban !o» alrededores de la {«lesla parroquial, durante las tradicionales fiestas de Semana Santa.

E L P R E C I O E S E C O N Ó M I C O en Europa, y e» internacioiíalmente puestos al fuego de las ametral la-conocida porque se dedica a la ven- doras y rifles.

Los cráneos y esqueletos de los ta d e cue rpos 'humanos a los espe- En vista de que la demanda de Muertos americanos y aliados (jue ciaiistas del mundo entero. esqueletos y cráneos es enorme y cayeron en los campos de F ran - H e r r Werbelow, representante de ? " ! « " . " » " < * ? \ ' ^ « ' " ' . ^ ' ° ^ cia, se están vendiendo actualmen- ,a F a u s en Nueva York, admitió | ^ f ^'/^l^^j^f^^ 'ThlnZ""" de te en Nueva Y o r k a $ ^2 y 75 sin reservas que estaba sorprendido jíi-ancia y se han apoderado de mi-por pieza. de ver que los esqueletos que ac- uarg. , de cadáveres de soldados y

Esta revelación fué hecha por la tualmente se están recibiendo de héroes de la guerra que ahora es-Faus American Ins t rument Com- Alenjania, presentaban todos or if i - tan siendo util izados en los anfi-pany. Esta firma obtiene sus pro- cios de balas y o t ras señales revé- tea t ros y clínicas de las facultades ductos directamente de sus agentes laderas de que habían estado ex- de medicina.

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Page 86: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

NOTA CÓMICA

D K L

Ella. — ¿Si llegara a morir, te volverías a casar?

El. — ¡Jamás de la vida! ¿Vos creéa que soy

un otario?

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De Lanús

Damas y caba-üeros que inte­gran la comi-aíón de vecinos Pro F o m e n t o E s c o l a r , des­pués de la cc-r e m o n i a de inauguración de la Escueía nú­

mero 63 .

A ft p e c t o del salón - t e a t r o Unión Italiana durante el gran {estival a r t í s t i ­co y haile fa­miliar, c o n el cual se inaugu­ró el C e n t r o Recreativo A«-

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Page 88: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

i

aventad Como las flores cultivadas con esmero conservan por más tiempo su frescura y su aroma, así el cutis se mantendrá terso, diáfano, lozano y fragante, si es protegido por el uso de estos exquisitos polvos:

La Hora Deliciosa Polvo de arroz finísimo de fragancia sutil y penetrante.

Polüo Cielito MÍO Semigraseoso, una feliz combina' ción en cuanto a polvo y perfume.

Polvo Graseoso Leichner permanece delicadamente adherido al ros­tro, dándole un aterciopelado encantador.

r:r:L^d^^j^t~^^rH

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C A R A / Y CARETAS

ASmCVLTVCA L O S M A Í C E S H Ú M E D O S

TipQ d« mafz de madurez temprana ir que »e «eca pronto-

Está generalizada ya en todas partes del pais la recolección del maíz, del cereal que, después del trigo, ocupa la mayor extensión cultivada, que, poco o mucho, se encuentra explotado, desde la provincia de Buenos Aires hasta tos territorios y provincias más apartadas del norte, y que por su produc^iw elevada, generalmente, constituye tjno de ios granos que más valorizan el suelo y el más importante por los beneficios que su explotación racional pue<le re­portar al agricultor, especialmente en !a zona clásica de su cultivo, donde estos beneficios se elevan al máximo p o s i b l e , puesto q u e c o n -sienfc el pago de ' - -los arrendamientos más altos ijue st abonan para ce­reales.

Todos los cuids-des, pues, a em­plearse en la reco­lección de este no­ble cereal, t odas las atenciones dili­gentes y meticulo­sas se justifican y se recomiendan de por sí, ya que de su ejecución prolija dependen también en parte tm resultados tiltimos del cultivo, esto es, el monto de !a producción y, más especialmente, su calillad, que es ía f}ue le asigna su valor comercial, y que en los mer­cados de transacciones se condensa en pocas y sin­téticas palabras: "sano, seco y de estación".

Todos los años, según la bonanza de la estación y los resultados de la campaña agrícola, la institución mayor que preside este comercio, la Cámara Gresaíal de Cereales, establece el por ciento máximo de huM*-dad del maíz tolerable o aceptable en las transaccto- ^ . , . „ ; nc9, y este año ha resuello que la graduación para él recibo de este cereal sea de 15 grados de humedad como máximo, sujetándose el más o el menos de este térm>no a las bonificaciones y descuen­tos establecido» por ios re­glamentos.

Hasta ahora, en estos afios pas.'íflos, la práctica y la cos­tumbre habían establecido que ti maíz »e considerara scea si no contenía más de ¡2 por ciento de humedad, fretco, tí contenia de 12 a 14 por ciento, y pasando este térmi­no se consideraba húmedo. Pero es natural y lógico que estos limite» no pueden ser fijos {««nanenlemcnte para todas las zonas del país y para todo» \o& sftos.

Si examittamos, aunque sea soaneramcntc, e! asun­to, veremos, de inmediato, con» mn varfe» y «li«f-siós los factores que intervienen a delenniíar el gra­do de humedad con que este* prwdacto, e! malí, m presenta en eí mercado d« expottacién: h » n a de sti producción, Sa variedad, ia época de «íewbra y e! modo tic cosechar y entrojarlo.

Hrsjipcto a la pr^lncrión, e» (ácM «wnprtnder <)«« ti s maíces cosrclia<'<.>s en !a pro*'iiKÍa de Saiíla Fe, ai iiorle, »on intlsidablcnwnte mi» sec*8 que lo» r e h ­uido» en la provincia d« Bueno» Aire» ái tud, por razón de Sos clima» cálÍdo-»e(» y fr«e»-hfi»«to

H

que caracterizan, respectivamente, a cada zona de las mencionadas.

En cuanto a la variedad a que pertenecen, sabemos que, por ejemplo, al maíz cinario de ocho filas, de marlo delgado, siempre será más seco, naturalmen • te, que el amarillo o el morocho que tenga marlo más grueso; lo mismo podríase decir de las varie­dades precoces que maduran temprano y pronto, en compar.nción de otras tardías.

Sobre la época de siembra es fácil admitir que los maíces sembrados temprano, a fines de agosto, como

tisase en la pro-___ __^^__^ vincia de Santa

"" ~ " ¡ Fe, m a d u r a r á n más pronto y se secarán más rá­pidamente que los de la provincia de Buenos Aires, sembrados en <c-, tubre o más tarde.

y , en fin, el mo­do de cosechar el maíz, que, a ve-cea, se recoge con

lluvia, y la troja en que se guarda tienen una influen­cia preponderante en su conservación, pues las trojas cilindricas, de diámetro excesivo, con escasa ventila­ción y sin tapa o malamente cubiertas, son propicia.í para conservar húmedo el maíz, tanto más si la es­tación es húmeda o lluviosa.

Teniendo en cuenta estas circunstancias, las in.stitu-ciones que presiden y velan el comercio de cereales establecen, como hemos dicho, el máximo grado de hu­medad tolerable para su aceptación; pero aun asi s« repite coa frecuencia el caso de que, por causas na­

turales o culturales, una par­te de la producción maicera del pais se presente húme­da al mercado de venta, mien­tras para ser exportado en buen.1» condiciones de con­servación no debería tener nunca esos máximos grados de humedad tolerados, so pe­na de llegar a destino reca­lentado y ardido.

Para solucionar, pues, este asunto, que deriva de cir-cunstancías « veces inevita­ble», creemos que deben eli-mittarse o atenuarse, en lo posible, las causas origina­rias, que concurren a aumen­tar el gr.ado de humedad del maíz y tiue son principalmen­te de carácter cultural. Son,

poc», los agricultores quienes deben cooperar a este resultado, ctdtivando con preferencia variedades de tnaiz precoces, que inadurea pronto; efectuando la siembra cttaftto más temprano sea posible, dentro de cada zona; cosechando cu¡dado«amente a fin de que el producto no se recoja húmedo o mojado por las lluvias; y «Imacenando las espigas en troja» o gaipo-ncs bien aireado» y que defiendan, por su construcción racional y adecuada, al producto, de ¡a humedad nl-»o«féric«. Teniendo en euenta estas «dverteneias, los «Ifricultore» habré» cooperado a eliminar, en su ma­yor parte, la humedad excesiv* del maiü, »n Irenefício prwpio y del crédito de eslt importante renglón de la yfoduccíén uacion»!.

a (¡up suelen húmedos.

obtener*»

u o M I O

Page 90: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 91: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

De América (F. C. O.)

Grupo tíe alumnos vecinos 4^ eaia localidad que rindieron brotantes exámenes en el Conservatorio Mtttkmi.

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es siempre una injusticia. La eficacia de un remedio se ma- No hay drng.ns amargas para el

nifiesta, sobre todo, entre el mo- Es bueno hacer creer a cada en- enfermo confiado.

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Page 92: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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SeSorlta Zuleroa Turoldo con el aeflor Joaj R i m o M i . — Roaario.

SeSorlta Flor i ta Espll con el seAor Calixto Calarza. América.

SeSoíít.1 Julia M.«iir.c'fii ion nt sí.flur Saturoínü Aftzaliií. ~— Arroye S t t « .

Page 94: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

Esta máquina de escribir porsóio

» - <•,>

'.v.'J'r:.•. w 1

Fotografía de )a máquina

de escribir "GundkaS"

¿Qué es la"Gundka5"? ' Una máquina de escribir perfecta, construida toda de acero, senciila, de una solidez a tocia prueba y de un manejo tan simple que hasta un niño escribe en ella con pocos mi­nutos de práctica. So pueden hacer en ella cartas, facturas, etc. y sacar hasta 4 copias carbónicas. El trabajo que produce es de un acabado exactamente igual al que se obtiene en una máquina de un precio diez veces mayor.

Para orientf<r mejor a todo interesado de la clase de articulo que se trata, continuamos la pu-blicacián de algunas de las muchas cartas que diariamente recibimos en forma esponttnea de los compradores. He aqui algunas:

En nuestro poder su muy atenta feoha 10 del corriente, uléndonoa grato Informarle que he­mos recibido la M á q u i n a de e s c r i b i r " G U N D K A " , la que roarciía períectamcnte. Fi rmado; Maiello y Altierl, P a r e a s Mitlán (Ferrocarril Central Córdoba).

Comunico a usted que recibí la Máquina de es­cribir "GUNDKA", la cual ea de conformidad y merece mi elogio por Pf*r una máquina práctica y de fftcil manejo. Firmado: Paacual Gilardl (hi jo) , Raw.oo (F . C. P . ) .

Saludo a usted muy «tte., y me es irrato manifestarle mi conformidad con la adquisi­ción de la Máquina "GUNDKA" por au prac­tico resultado, su sólida mnstrucciíin y su simple manejo. Firmado: Arcadlo Ruiz, Cal-chaqui, 648, Pueblo Alberdi, Córdoba,

En mi poder su máquina de que es represen­tante , y la que he recibido de conformidad a mi pedido. La bailo ventajoW en todo sentido, íitil, liviana, fuerte y de bajo precio. Se pu#de en ella hacer el mJsmo trabaja qu« con máqui­nas de precios máximos, pues e» de escri tura corriente, clara, y reúne todos los sisnos usua­les. Firmado: Mario García Bravo. Martiliero Público. Federación (Ent re Ríos) .

NUESTRA DOBLE GARANTÍA:

Devolvemos íntegro el importe pagado si dentro de los 5 días de recibida no fuera de su entera satisfacción. Garantizamos su funcionamiento durante un año.

tm eowunlco t>ot Intermedio de la pre»ent« que he recibido a mi entera salisfscctón I» Máqui­na de escribir "GÜNDKA". Firmado; Héctor Travella, Alien ( F . C. S.>. Río í«e»ro.

A! acusar recibo de su muy atenta fech». 8 del corriente, y habiendo recibido ia Máquina de escribir "GUNRKA", tengo el placer de ensayarla escribiendo estas líneas para expre­sarle mi satisfacción por su buen funciona­miento y manejo sencillo. Dándole las mus expresivas (tracias por la prontitud y esmero con que s* ha dienado servirme, salúdalo muy atte. .S. .S. S. Firmado: Pedro Borda, Lavalle Ni' 676, Azul ( F . C. S . ) . Recibí su muy atenta 6 del que rige, asi como también la MAquina de escribir "GTfNDKA" N» 42.414 a que en la misma hace referencia, la que en scRUida fué entregada a «a nuevo duefto. Has ta el momento de escribir la pre­senta es té conforme con sa funcionamiento y muy satisfecho de las característica» do la BiAquina, de «n rcadimi«nto efieai , dentro de BU móilico precio. Le remito junto con la pre­sente el importe para que se sirva enviarme otra Máquina "GUNDKA" a mí consisrnación para un nuevo cliente. F i rmado: Francisco Fernández. San Ambrosio ( F . C. C. A. ) .

D . . .< . :<«a . 1^" '* Cap'*»'- • . . « a Z . - w / n -r r e c i o » : E B «l interior. . . . " 3 4 . . "

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Page 95: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARA/ Y CARETAJ-

D e s d e I t a l i a

J L / o s C j r r a n d e s

C < a s e r o n e s

^ - ^

UEDS ser qtie me eqmvo-J que, pero «i ««güimos a

^ 5 este paso, en el término I 'i^\ de unos cuantos año» Ita-

jAIia se va a transformar _^! en una sola inmensa ciu-' . dad que abarcará desde

) los Alpes al estrecho de I Mesina,

La q«e se Uama fiebre ' de edificadéo, no baja.

^}^¿fWÍ7^4í Y puesto <¡ue babla-•i^^^í'<\¿Oy\'''^^y[i "'"^ °^ fiebre, podríamos

agregar <iue si, por ejem­plo, se aplicara el termómetro a Milán, que pode­mos considerar como uno de lo» sobacog-de la Penín­sula, el instrumento señalaría 40 grados y unos cuantos decimos. Temperatura que, por !o general, preocupa a los sabios y asusta a los profanos.

Entre ios profanos hay quien anda con las manos en tos cabellos y quien se hace ei chistoso y pregunta;

— ¿A qué se debe toda esta edificación.' ¿Cómo «« explica, si en la guerra han perecido millones de hombres ? Deberíamos vivir más holgados, y, en eaai-bio, dia a dia estamos más ajustados... ¿Será que, «1 vista de lo favorable que les resulta ú cambio, los extranjeros vienen a arraigarse aijui y . . . mm embroman a nosotros?

Por lo general nadie se preocupa de estodiar el asunto, ni siquiera de discutirlo. Contesta con ntt I quién sabe!, y se acabó.

Mas no falta quien se revista de cierta gravedad y diga con el aire del que sal» mucho más de lo que aparenta:

— No son problemas que se puedan entarar así no más, sobre tablas. . . Estamos en presencia de un fenómeno serio, ei fenómeno que hemos convenido en ILimar "urbanismo".

El lenguaje doctrinario impresiona siempre f ins­pira respeto; por esto lo» sabio» »o hablan como habla todo el mundo, Y aquello de! "urbafismo" encarrila en seguida al gracioso que tomaba la» <xh aas a broma y lo obliga a pronunciar humildeinc»-te un:

— lAsí ha de ser I . , . — Todo el mundo—insiste el personaje serio—

prefiere vivir en las ciudades.., Los campesinos, enriquecidos con la guerra, quieren trasladarse a los grandes centros, mientra* los de los grandes centro» no sienten ningún atractivo por las periferias.

En realidad, no me parece que ias causas del "urbanismo" se -deban buscar ea el auweala de

población. De toda» manera», «unuBe k páM-ción hubiese aumientado, no mm, c}«rt»j»»«rte,

lo» nacido» d«»de «914 «n addaote quie­nes van en busca de departaineatjtt» y

casitas para alquilar. A lo» di«í o doce «ños de edad nadie esté «« «sndicio»

»e» de tratar con un ducas de e»m, hm <jue contewpton con tcrtm-

n el crecimieotj áe «n «nevo edificio, y no dei«B p»mt

un di« st« ptu^nt (Kw M «t-f «Wwr y « M t ^ r i » ! mt

meten adentro sin hacer caso de los cascotes, la arena, ia cal, de todo lo que puede caerles desde arriba; los que hacen caso omiso del cartelilo "prohibida la entra­da", son los novios, las parejas que ansian un nido.

I Pobres muchachos I . . . Lo tienen todo listo : ajuar, muebles... lo que se dice todo, lY no ix>der tocar la felicidad, por no saber dónde conseguir un hogar! . . . Un suplicio de Tántalo que pone, a las chicis especialmente, en un estado Inmentablc. 1,08 hombres, mal que mal, se arreglan, sin por eso trai­cionar en lo más mínimo la fe juradaí Pero hay ca­sos en que las novias pierden la paciencia.

Por otra parte, 1 cuántas veces se ha visto también, entre las aves de corral, una gallinita andar en basca de la canasta destinada a recibir los huevos, no encontrarla y poner el huevo ahí no más, en cual­quier parte! Con la única diferencia que la gallina avisa de lo ocurrido, mientras las que pierden la paciencia se cuidan muy mucho de dar participación del asunto a terceros.

Pero para mi la falta de habitaciones que ha dado lugar a la fiebre edilieia no reconoce su origen en la otra fiebre, la matrimonial.

La fiebre matrimonial contribuirá en algo; mas la causa verdadera habría que buscarla en el sis­tema de vida de la población en general, que ha mejorado sensiblemente.

Hoy los que trabajan, ganan; quieren vivir como la gente. No se conforman con una inmunda pieza que les sirva de dormitorio y al mismo tiempo de cocina y comedor para ellos y la familia.

Y es natural que las viviendas escaseen, si miles de familias dejan el conventillo para ocupar depar-tamentitos que antes podían permitírselos solamente tos empleados.

Las vivienda» se puiden dividir en dos grandes categorías: la* dotadas de todo el confort moderno, y las otras.

Las dotadas de tixio el confort moderno tienen piexas chicas ricamente empapeladas, calefacción, cuarto de baño, ascensor y . . . alquiler moderno tam­bién, pero nada confortable.

La» otras, en cambio, tienen piezas má» cómodas por lo espaciosa», pero que son susceptibles de «er «mbcllecidk» segáfl el gusto del inquilino. El dueño de casa »e cuidaría muy mucho de cambiar el papel de las paredes, reponer un ladrillo o un azulejo, ha­cer arreglar un catlo de la pileta, Cada uno es muy dueño de mejorar a su gusto el departamento, pero que no »e atreva a exigirle el gasto de un ccntavito al dueño de casa.

Abundan los edificios de cuatro o cinco pisos cotí cuarenta o cincuenta departamentos de cuatro o cinco piezas, cuyo precio varía según la altura sobre el nivel del mar.

Yo vivo en un quinto piso. No puedo quejarme del panorama. Las raras ve­ce» que la atmósfera I0 permite, ad- » miro to» caden,i» de los Aliie», e! Motítc Rosa, la» altura» de CO­MO. .% I Un encanto I , . . Un Mpwticuto que »e ofrece eíi*» o seis vece» al afto, pen». . . r»l« J« pefl».

Ea lo» p r í tne ro» •

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C A R A y Y C A R E T A J -

"TI 1>I o c t o r V

Y SL C C «

A .

(3§^ 'empos me pesaban los ciento veinte escalones que

•^ amontonan entre la planta baja y m! hogar, s¡-j^'ado.. . niuy por encima de las miserias humanas.

ero llegué a acostumbrarme. Y ahora, ¿para qué «luiero ascensor?

Es cierto que aunque lo quisiera no lo conse-«uina, pero cotno le encontré la vuelta a la ascen­sión alpina, ya ni pienso en él. Me compro un par J. diarios y me los leo lentamente. Cada descanso ^^ la escalera lo dedico a las noticias más sensacio-t !^ ' '^°'"^S''tro en ellas toda mi atención «y me lucdo inmóvil.., hasta que me pasa el sofocón Pr<)ducido por la escalera. , . De esta manera llego fresfto, como si recién hu-Jiese puesto pie en el primer peldaño, con asombro "^ todos. A veces les oigo decir; ^ ~- i Mira que es tigre el v ie jo! . . . Me canso yo, ,'"« en comparación soy un nene, y él, como gi 'al cosa.

Los caserones que flanquean las calles niiKinesas, ¡J/^'ertas horas del día son caract»rísticos. Hay que

^ntrar en uno de sus grandes patios interiofcs, para '"ir las escenas que se desarrollan desde las primeras loras de la mañana. Llega el cartero, entrega la co-'•espondencia y la portera la clasifica, muy seria, '.espués de asegurarse en la nariz unos lentes gra-sientos. Luego se coloca en medio del patio y llama '1 voz alta a los que %'ivcn muy arriba:

"~ i Señora Fulana I . . . i Sefiora Fulauaaaa í . , . La señora Fulana no siempre está lista para acu-

"'r en el acto y etitonces los inquilinos que viven *''riba y abajo de ella empiezan con palos y escobas I Solpear el piso y el techo, respectivamente, con

^' objeto de llamarle la atención. La señora, por fin, aparece, se asoma, agradece y

Ecibc im cariñoso reproche de la portera: — Me hace usted desgafiitar... ¿En quién piensa

Usted, señora?'Correspondencia... lA ver si baja la "•«Híistiía I . . . . LJoña Fulana suelta la canastita, que mantiene su­jeta por un largo piolín, que en la mayor parle de Os casos se cnretla y pone a prueba la paciencia de

^po r t e r a . A veces la canasta cae como una flecha y amenaza una» prendas interiores puestas a secar en '^s ventana» de abajo.

— Disculpen... perdonen.,, - ' — Nada, nada . . .

p i-.n el viaje de vuelta la canasta se porta peor aun. «-ngancha camisetas, medias, pañuelos y levanta nial-luiinires y protestas a duras penas calmados por las 'í'íclíiniacione.s de arrepentimiento de la pobre señora

'liic ese d í a . . . no tiene suerte. > M:!.*; tarde regresan los maridos carg.idos de

artículos de verdulería y alm.icén. Siendo las sirvienta» artículo de hijo, el padíe de

f.iniilia. jntes de acudir al empleo, va peí «iti.-iímeiitc a efectuar .sus compras.

i)ii.ui tiftcilcB que los comerciantes poiinsn muy liiui enviar los ar­

tículos a ilmiiiiiüo Sin duda. Y lo hacen mcdiamr ii-> 'tLireo

en el precio. f>' lii pilcamos ION . iim

íl número úc ka :ibas-tec«dore», y los muJ-

tiplicamos también por los días del mes, resulta un gasto demasiado apreciaWe. Por otra parte, tatnbién los comerciantes tienen razón. Harta falta un mu­chacho que no hiciera otra cosa que llevar los pa­quetes al domicilio de la clientela. Lo cual no seria nada si los clientes vivieran en casas servidas por ascensores, pero ¿quién resiste un ejercicio tan vio­lento como el de subir y bajar todo el día centena­res de escalones?

El marido se coloca bajo ¡a ventana y silba coa un pito muy parecido al de los vigilantes. A necea hay dos, tres, cuatro maridos que silban y otras tan­ta» canastas que bajan obedientes desde los último» pisos. Suele ocurrir que un inquilino de mal genio, cansado de ver demasiado a menudo pasar por de­lante de sus ventana» bultos que amenazan la inte­gridad de los vidrios, se deja llevar por un arran-que de furor y corta el piolín de un tijeretazo. Hue­vos, pan, queso, carne, papas, repollos se estre­llan contra el suelo entre las carcajadas de los que no tienen nada que hacer

La d.'Jnmificada pone el grito en el t ielo: — i Anima! I . . . i Salvaje! . . . Me las va a pagar,. ,•

Espere que vuelva mi marido; va a v e r . . . El que cortó el piolín no quiere hacer ver que

le tiene miedo a las amenazas de tina mujer, saca afuera la cabeza todo lo que puede, mira arriba y co«testa agriado:

— i y usted ? . . . Usted no tiene derecho de fa»-' lidiarme con sus canastas llenas, de porquerías, ¿ sabe ?

— ¿Porquerías? ¡Cara de mono! . . . En su vida comió usted lo que comemos nosotros, ¡ muerto de hambre I . . .

— i Lechuza I . . . — No tanto como su mujer . . . — Cuidado con lo que d ice . . . — Y usted observe lo que hace su mujer . . . — ¿Qué puede decir de ella, vieja asquero­

s a ? . . . La vieja asquerrsa. en el colmo de la indi>!¡i.",i-ión,

agarra un recipiente lleno <ir agua y toma la p\in-teria para lav.-iiic la caía al insolente:

•—i Atrévase, si es capaz! . . . — ¡ B a h ! . . . i Le ieiidré micdn a esc escuerzo!. . . — Y ¡ z a s ! . . . -Mlá v-a rí \r.\\&,izo.. . Kl casevón ea-

íá en pleno alboroto; la portera considera oportuno pedir la intervención de l.i autoridad.

Entran solemnemente un vigilanlc y un gr.idua-do de la milicia voluntaria.

Decena» de cabezas que antes balconeaban fostan» do el saiBete se retiran precipifcidameníe.

.— No fallaría más que tuviéramos que ser lla­mados como testigo»!,., Yo no h« visto nada . . . ¡Yo no oí ni j ja labral . . .

Evidentemente, no bast» j»far el ahjsrt» 1er d« un departamento en lugar 4e una pic»a, para «ncr te seguridad d« haber dado un paso adel.-intc c« la» categoríiis sociales. Es preciso taralnén rcfifiarse un jxiquito. ^

Pero e-sfo es lo de metiot, y viene poco a poco. Mien­tras tanto, el mundo mar­cha, I y cómo «archa I

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De Villa Luro (F. C. O.)

Una parte de la selecta concurrencia que ae^Utíó a! te danraníc que a tas familias de sus attoctadot ofreció ei club Nicolás AvcUatieda.

P E N S A M I E N T O S —=- El arte no es perfecto porque

es huaiann. Donde empieza lo per­fecto termina lo humano y comien­za lo absoluto. E¡ arte es la imper­fección depurada y embellecida...

— E) mentiroso, cuando, por mi­lagro, íiice la verdad, niega y oculta en ese momento su verdadero carác­ter. Por eso. el mentiroso, aun sien­do franco, miente siempre.

acuerdo con nuestra época un poco liviana, lo inmoral no está en el hecho sino en la fornia de ejecu­tarlo. Por eso, para muchos, los ar­

pistas de la inmoralidad resultan - Según cierto criterio muy de unos perfectos puritanos.

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Page 98: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 99: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

De Ciudadela (F. C. O.)

Parte d« la numerosa y selecla concurrencia que asistió al festival danzante con el cual se Inauguró el club social Pluí Ultra.

PARA DESTRUIR LOS P A R Á S I T O S

Según M. Lang, veterinario de nueva Celedonia, el aceite de hí­gado de bacalao es un insectici­da incomparable.

Basta frotar con él la piel de rrapatas se desprenden en seguid.-i las vacas o de los caballos, aun que se echa sobre ellas una gota sobre las tniamas llagas en carne de! mismo. En fin, el aceite ver-viva, para resguardar a los atii- tido sobre la superficie de las males de toda picadura. Las mos- charcas destruye mucho mejor que cas, en cuanto tocan el aceite, d petróleo las larvas de mosqui-cacn muertas en el acto; las ga- tos.

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Page 100: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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o sean todas aquellas personas que sufren por su exceso de producción de ácido úrico que no pueden eliminar normalmente, encuentran en las famosas tabletas Sche-ring de Atophan el medicamento que, además de re­gularizar la producción de ácido úrico, disuelve las concreciones ya formadas y las expulsa del organismo por vía renal.

En tal forma las tabletas Schering de Atophan libran al organismo de la causa productora de sus dolencias y constituyen el medicamento ideal para combatir con éxito el Reumatismo, la Gota y los Eczemas.

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Page 101: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARAJ- Y CAREL'V/"

MÜxJI

L A B O R E S I N F A N T I L E S

S u c h e t p a r a g u a n t e s

— ¿Cómo bordaremos este saqui-to para guardar guantes? — inte­rroga Clarita.

— Empezaremos por pasar el di­bujo en tela de aviador — responde la mamá. — Una vez hecho esto, el círculo que rodea a la pequeña Lu­pita y al incorregible Minino debe ser bordado en punto de Bolonia

con amarillo dorado. Lupita, c;uc fs «na pequefia campesina, se delínea a punto de tallo; en amarillo sus ca­bellos, su almidonado delantalcito en azul y sus grandes zapatos en ma­rrón; en cuanto al coqueto Minino, que escucha atentamente el regaño de su querida «mita, e» bordado en punto atrás o punto de tallo en co­lor gris mate, tirando a negro.

— i Qué rápidamente haremo.s es­

ta labor I — palmetea Laurita, muy contenta,

— Esperad un momento ; os falta rodear el saquito de un pequeño encaje de hilo que coseréis cuida­dosamente "a surgete"; poniendo a cada lado del motivo que acabáis de bordar una serie de seis ojillos alargados, cosidos a punto de ojal en tono azul o bien amarillo. Podéis escoger el color que más le guste a una de vosotras; del mismo color que la seda empleada para hacer los ojillos será el listón que pasaréis por ellos y que termina, por cada lado, en un lindo y artístico lazo.

— 1 Ahora sí, mamá, ya hemos teraiínado nuestra labor 1 — vuelve a decir Laurita, imprevisoramcnte.

— ¡ Oh, qué tontuela I ¿ Cómo guardar nuestros guantes en él, si aun no tiene forro? — exclama Margot.

—Se lo pondremos ahora mismo en satén azul o amarillo, según el tono que hayáis escogido para los lazos. . .

— y lo coseremos por el revés, ¿no? — interrumpe Julia, casi or-guUosa.

— Por el revés, si ; aplanchando las costuras; volteándolo después con lo que este lindo saquito que­dará terminado — dice la madre, sonriendo cariñosamcnlc a sus la­boriosa» hijitas.

E N D O

Arroüaáv de verdura a la italia-ua. — Se baten seis huevos mezcla­dos bien, después se le» agrega tres atados de acelgas cocidas y bien pi« caditas, doce pulpas de acelgas san­cochadas, una cucharada de perejil molido, un cuarto kilo de arvejas crudas, 100 gramos de hongos re­mojados y muy picados, sal, pimien­ta, una cucharada de aceite. Mez­clado todo, deposítese en una bolsita de lienzo sin llenarla; en una cace­rola con agua hirviendo, con tal. introdúzcase la bolsita dándole vuel­ta para que el cocimiento »éa unifor­me; a !a hora y laedia retíre»e, déjesela escurrir y cuando esté fría, despójese del lienzo y «irvafie sazo­nada con jugo d« limóa, aceite, «al y pimienta.

Tocino del ewh. — Pri^arari Uo litro de leche, 18 yensai y M kií*

de antear molida. Se puede ser­vir caliente o frió.

Untar bien con almíbar el molde. 0e»puc8 Iwtir bien las yemas con el azúcar y echarlo dentro del molde.

Cocinarlo al baño María hast.t que esté en su punto. Ponerlo des­pués a enfriar en agua y sacarlo del molde con cuidado de que no se abra.

Postre japonés, — La» personas golosas acogerán con entusiasmo es­te postre que se llama japonés, aun­que es posible que jamás se baya hecho en el J.ipón.

Primero se hace un tocino del cie­lo con un vaso de almíbar clariro, al que se incorpora igual canti­dad de yemas de huevo, y despuéi «e mete en el molde al bafio Ma­rta hasta que «e cuaje.

Siinultáncatneiite se hace arro» con leche aromatizado con vainilla j «e traba con una yema de huevo.

Con este arroz se recubre el mol­de por dentro, dándole un espesor de cetjtimctro y medio o más, »l asS lo exigie»e el molde, para que que­de el hueco preciso donde echar el tocino del eiclo, que también se cu­brirá de arroz y m dejará áiet minuto» «I el hor««».

I Ú u n

Page 102: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 103: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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SAN JUSTO— Concurrentes al te danzante or­ganizado por la sociedad Ju­ventud Unida, « beneficio de la caja social.

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LINIERS.—-Llegada a U meta de los cO' rredores de tercera catego­ría en la carre­ra organizada por el club de­portivo A m i -

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Page 104: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARAJ" Y CARETAS

|pBi6yo^l1j|OS iiTríf tri'j buriMOEAiHis

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CARAJ- Y CARETAJ

De Emilio V. Bunge

Comisión de damas y señoritas que tuvo a su cargo el bazar de ventas a beneficio de la Sociedad EspaSoia de Socorros Mutuos durante los feílcjos que se realizaron al inaugurar el edificio social.

LA ISLA 0 E LOS T R I S T E S RECUERDOS

Con la actualidad europea, Cor­fú reanudó su reputación de isla de los conflictos. Quizá» no ha>-a en el mundo un trozo de terreno fle historia más accidentada.

Esta isla, una de las más bor-ta? del archipiélago heleno, ha cambia­do de manos más de veinte veces y ha tenido otros tantos dueño* distintos.

Conocida primitivamente por el

nombre de Corcyra, fueron sus agoas teatro del primer combate naval que figura en los anales de Grecia, unos setccicntO'! años an­tes de Jesucristo. Desde entonces ha figurado en innumerables cri­sis del Oriente próximo y ha sido causa de grandes derramaiuSentos de sangre.

Los piratas de la antigua Uly-ria, romaneSj francos, sicilianos, ingleses, ítaltanos, corsos, turcos y por supuesto griegos, todos lian puesto mano en los asuntos de

la isla, en un tiempo o en otro. La Gran Bretaña la poseyó uno»

cincuenta años, y después pasó al dominio griego, por voluntad de sus habitantes.

LA PERLA MAS GRANDE DEL MUNDO

Ha sido encontrada recientemen­te en California. Es del tamaño de un limón. Pesa 75 quilates y mide una pulgada de largo por tres cuar­tos de pulgada de ancho.

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Page 106: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

C A R A . / Y CARETAJ-

(ÍGARRILLQS PlCCARDO&C'*r*S.A. Libres de todo trust

Page 107: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CAR-^J" Y CARETAJ

Quedan a ú n en América hombres temerarios capaces de repetir las haza­ñas de los explora­dores del siglo XVII

A aventura continúa cobratulo sus preísas en el continente americano. Aun, de vez en cuando, la temeridad de los hombres repite aquella otra que caracterizó a los conquistadores de los siglos XVI y XVII. La misma audacia, el mismo fanático anhelo, idéntica entereza espiritual palpitan en «I coraión de estos aventureros

de boy, héroes ignorados algunas veces, persona­jes realmente novelescos en otras, ni más ni me-nos como acaba de acontecer con uno de los vencíolanos más ilustres, el general de división Osear Blanco Fombona, hermano del crítico Ru­fino y miembro de «na familia americana que viene dando hombres eminentes en cada genera­ción desde hace mucho tiempo.

Los periódicos recién llegados de la América

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CARAJ- Y CARETAJ-

afitillana y de España traen noticias de esta tra-Sedia de la selva para cuya descripción menester Seria la pluma vigorosa y hábil de un Kudyard •l^iplmg; drama fantástico y desgarrador que, pa­ra, mayor anacronismo, se ha desarrollado a pocos pasos de los centros de civilización, evidenciando '•i nnplacable saña qu.; con todo, y pese a todo, suele la naturaleza poner para vengarse del des» pojo que tenaces realizan los hombres en su seno.

t-xpulsado de su patria, Venezuela, radicado esta­os- en la República Dominicana, dedicando todo su esfuerzo y férrea voluntad a la agricultura; pero, w timamente, parece que con fines militares, fué c<-misionado por el gobierno de este país para rea-j'^ar una exploración de la cordillera central de '^ isla. Se trataba de conocer el corazón, hasta aho-^^ '«abordado, de la ingente cordillera, y abrir paso entre los pueblo.4 de Bonao y Constanza, si­tuados en vertientes distintas.

Kl 16 de noviembre del año pasado partieron los ^Xploradores, de la aldea de Bonao, al mando de J^'anco Fombona. Eran treinta liombres y debían "Scer el trayecto a pie por no haber paso para las ^f'balgaduras, y vivir varios días en las cumbres "aladas y desconocidas.

Esa tarde—según refiere un diario de la capital dominicana—un caballero de Bo­nao recibió del jefe de la expedición ' •a carta concebida en los siguien­

tes^ términos: "A la una p. m. hemos acam­

pado en Tirco, al pie de la en­hiesta cordillera centra!, de J'Cinde hemos devuelto las ca-'•'^Igaduras. Y lo hacemos Cfin la misma bizarría con 'We hace cuatro siglos Her-"•ui Cortés quemó las naves, muestras próximas monturas Cíitán en Constanza." , , A! principio todo marchó "'en. El aire era tibio e íntegras estaban la.s fuerzas. Pero a la ter­cera jornada, las penurias hiciéronse e'iornies, Incesantes las lluvias. Los to-'Tentes arrastraban a los exploradores. Cada Paso era un nuevo peligro de muerte. Algunos co-'Henzaron a flaquear. "El animoso capitán—dice el Periódico de donde transcribimos la información,— * on su firmeza y bondad los alienta para seguir adelante."

Al cuarto día ya desfallecen los ánimo». La carta ^^ «lue se servían resulta imperfecta y deficiente. j^e ¡es echa a perder la brújula. Se extravían en '3s montañas desiertas y hostiles. Alguien habla «<; retroceder. No es aquélla una palabra grata a '^s^ oídos de ninguno de los Blanco Fombona.

"Yo no retrocedo—dice el jefe de la expedición. ~~Pero todos los que lo deseen pueden irse. No. necesito sino un peón para seguir adelante. Con-^"e ya saben: quedan en libertad para volver a sus hogares."

Por el niomento, aquellas palabras cortaron to-flos los recelas y temores. Mas presto arreciaron «« sufrimientos. Los víveres se agotaron o se «estruycron debido a la acción^ del tiempo, siem,» pife borrascoso y cruel. Aparecieron las enferme­dades. Comcníartiti a abrirse claros en ¡as filas:

unos con un pretexto y otros con otro, k>s ex­pedicionarios, en uso del permiso concedido,

iban alejándose y retrocediendo. La tioche del 20 de noviemlirc fué la

más terrible, Luego pasaron día y me­dio buscando la bajada de un arro-

yo, sin lograr encontrarla. Siete compañeros más, con la autorización de Blanco Fombona, retroce­dieron. Aquellos hombres, hijos del trópico, no es­taban acostumbrados a semejante naturaleza de cumbres, ventisqueros, hielos, brumas y llovizna helada. Enfermaron física y moralmente.

Las filas clareaban más y más, casi en propor­ción con el crecimiento de las prívacioties y en­fermedades. Se declaró la disentería. El general continuó su avance, ya con pocas personas. El mismo, enfermo, necesitaba descanso; pero sU respuesta a los pocos acompañantes fieles era la misma: "¡ Adelante!"

Incesantes eran las lluvias y terrible el frío. No les quedaba nada que comer y sólo, para resguar­darse, tenían los capotes harto destrozados y mo­jados. Dormían a la intemperie, bajo la lluvia fría e incesante; bebían el agua fangosa de los torren­tes y no comían sino una ración de arroz por día. Siete días llevaba el general sin tomar sino café, pc>rque quería que el poco arroz que les quedaba alcanzara para la alimentación de sus compañeros.

Las patrullas con víveres y gente que se despa­charon desde Constanza no dieron con los perdidos expedicionarios. Toda esperanza de encontrar­

les quedó descartada. El día 27, enfermo y casi agotado, el

general vio que nuevas separacio­nes ocurrían en sus diezmadas fi­

las. Cinco fueron los hombres que le abandonar<m. El 2X. los

(|ue quedaban aún,con lágrimas en los ojos, le suplicaron luc regresara, que se abstuviera de realizar aquel vcrdiidero suicidio. Sólo le rodtalian t! síndico municipal Rafael Hernández, el señor Soto

fjutiérrez y seis hombres más. Pero el desenlace de la trage­

dia era ya inminente. "Poco más o menos a la ; dnic del

día 28 de noviembre—dice uno de los sobrevivientes,—después <ie ha­

ber a.scendido algunos metros sobre la empinada loma, el genera! Fombona, casi

exánime, cae desfallecido, gravemente enfermo. El síndico Del Villar, tn viendo esto, se dispuso a regresar a la población con el propósito de co­municar la gravedad de Fombona y enviarle medi-ciñas. Siguieron al síndico algunos peones, que­dando junto al jefe de la expedición los valientes individuos Solo Gutiérrez. Rafael Utrnáodcr y Nicodemes 'Espino, quitn .'-•e scnli.i enfermo .. Esto quiere decir (|uc, rn ^ez de büj a- de !:i nn.n-taña al moribundo jefe. b.c le al-.aiuU'.p.ó en nirmos de aquellos tres "valientes individuos"—-f,oncluye e! relator.

La noche de ese mismo día 28 falleció Xicode-mes Espino. Como el terreno era empinado, el in­feliz, en las convulsionas de la agonía, rodó al abismo. Para que no corriera la misma suerte el cuerpo de F'ombona se abrió ujía zanja y se le acostó dentro. Ks decir: se le enterro en \ida.

El domingo 29 era tal 'it |.'r:ivfd,t<'. r¡\\e R.it.-.fí Hernández, para urgir lo^ s.-<'.! i..-., dnidió aven­turarse solo en la cordilli.ra... !cr>', p.'r ia n< rb-, sin otro atixilio il ijiral ni niateiidl que i;i- p.ii •! ¡dS del rústico <3ue no le aband'- •' M.II o.,. car Blanco Fomlmna nnnió c •.!<!'• gua, pero firme su la b¡i. , :vi;:¡ él en dar el p.f'O más .¡van?;!'!. . ••'.u OL-jar de murmurar, como todos i.¡.- de :-u raxa; '"j Adelante!"

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De Villa Urquiza y Luis Ma. Saaved

DE LUIS MARÍA SAAVEDRA, — La nueva comMóa de fiestas del club Saavedrau

Ágape de camaradería dado por loa aspirante* de Is compafiia de oficiales de la reserva IS26.

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Page 110: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 112: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

C A R A / Y CARETAJ-

Sólo para recordar

^ los papas que el jabón

tocaba a su conclusión

y que había que comprar,

Seis hermanitos idearon

^el REUTER las iniciales

^obre seis globos iguales

pintar y lo ejecutaron.

Sorprendiendo a sus papas

con la graciosa invención

gritando: "¡Viva el Jabón

que gusta a los niños más!"

Con lo cual huelga decir

que sus papas les compraron

el REUTER y así premiaron

su ingenio para pedir.

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Page 114: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

mm ¡UN BUEN GUIA! . . . if^^^../<r-

"npcrial Toledo, y | hala que hala t, í' a patacón por cuadra, emprende la «sccnsióti de la empinada cuesta que "Conduce a la histórica ciudad.

En el camino le sale ál encuentro un harapiento muchacho que por una pequeña gratificación se ofrece de guia, para enseñarle ¡as calles, calle­jones, plazas, plazuelas y monumen­tos notables de la población.

Aceptados sus servicios, el mncha-cho empieza por hacerle el progra­ma del día.

Guía, — Primero vamos a la Puer­ta del Sol, luego a . . . . .

Sarrasqaeta (que está, muy cansa­do).—Y antes, al mejor cafe que haya en el pueblo.

ÍX CANTÍ MONDO 5CN IhlOPOf^TüMoí EN E5'"£ LOCBl.

«>arrasqueta. — | Mozo I, rápido, i.na ocena de emparedados de jamón, una

l"!?'' de vino de Jerez y un c.iíé con '««-•he, pan y manteca.

uuía. — I y a m í ' o mismo I

Gula. — Esta es la Puerta de! Sol, construida por los moros, entre el siglo X y el XX. Uoljrí el arco y en una bandeja hay dos rabez.ts cor­tadas de doncellas cristianas que &• cen se almorzó un rey moro.

Sarrasqueta. — Vamos a entrar.

Guía. — Cuando los cnií ianos echa­ron a los moros encontraron empa­redado en esta hornacina a un gue­rrero toledano, encerrado dentro de su armadura de acero niquelado. Di­cen que lo conservaban *en lata, pa­ra hacer con él emparedadas para

fál '** — Ahora veremos la gran con'"^* de armas, donde se fabiiciii

" todo primor desde el puñal del n,ii 1 ' "" ' • ' '* espada de don Ber-

' n™- t Hay espaderos nolable» I «arrasqueta. — i También en mi

" " » tenemos sablistas colosales 1

Guta. — Esta es la mezquUa del Sarrasqaeta. —- i Hostelero I i Bare-CiLSto di" la luz. .Siglo X antes de ro! , una i,ian?aml!a con aceitunas se-Tutank,iin6n. Entre con cuidado, qW villanas, pcscadiltas ma!agueñ.is, y está muy a obscuras.

Sarrasqueta. — No veo, no veo de debilidad. Vamos a tomar algo.

«na granadina. Guía. — A mi lo roismo y adenift»

un café " o l e " t"au Isít", escnto en íj"ances).

Hostelíro — j O l í ' ¡Aquí «o »e penmre el cante joadol

Page 115: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARAJ" Y C A R U A /

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Page 117: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

C A R A y Y CARETAJ-

PUS

De Jujuy

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CARA/ Y CARETA/

U n a div in idad f e m e n i n a i n d e s c i f r a b l e

ACHA-ACHACHi, el viejo dios fundador de la me-galitica Huiñaymarka, la eterna, la misteriosa Tiahuanacu? ¿Titi-huirajocha, el dios salido del Titicaca, señor de la isla solar de Titikala y de Koaty* la cuna mítica de la dinastía incásica? ¿ Illa-Tici-Viracocha, el ser supremo, superior a Inti y a Quilla, el que representaba entre los qui­chuas la idea de la divinidad excelsa y a quien se simboüzalm en tas últimas épocas por la placa oval de oro, el huevo brillante, de donde nacieron, en un día de los tiempos, todas las cosas del cielo y de la tierra? ¿Inti, acaso, el sucedáneo de las más viejas divinidades de esta parte de América? ¿ Por ventura, Pachamama, la diosa omnipotente y fecunda que presidió la época del matriarcado?...

He necesitado remontarme a las más lejanas eras de la humanidad, a las concepciones prima­

rias del Ser Supremo, señor del tiempo y de la eternidad, para rastrear la in­terpretación de este pequeño icono, tallado en caliza y traído por manos amigas del altiplano boliviano.

Su estilo, su factura, hablan a las ckras de los primeros días de los pueblos, de la época mitopéyica, que diría Max Müller, y refleja, por lo menos, la supervivencia de su modo de ejecutar juntamente con la idea vaga de los enormes dioses que fueron.

Desde luego, hay que desechar la idea de que se trate de ninguno de los dioses menores o huacas, del tiempo de los incas. Sus figtiras de piedra habían perdido, en cierto modo, el carácter hierático consuetudinario, para reducirse a la reproducción de los rasgos humanos, propias de las razas do­minante y dominadas.

Ojeando la iconografía de la época, en busca de un parentesco mítico y de ejecución con nji pequeño dios, sólo lo encuentro entre las figuras de Tiahuanacu y, en especial, con ct ídolo motiolitico de la esquina sudeste del palacio de Kalasasya, denominado «el frailo. Iguales a éste o muy seme­jantes, se encuentran tres más al sur de Akapina, y otro al oeste de Pumapunco.

El asperón en que ful tallado «el fraile» está ya bastante deteriorado; de ahí que se distingati apenas algunos de sus rasgos que me serian particu­larmente interesantes para establecer comparación con mi idolillo, que, no obstante, aun visto a la hn. de estas tan.remotas supervivencias, asume una insospechada importancia documental.

Antes de ccmtinu;ir, ens.Tvaré .su descripción: Lleva en la i);irte sujierior un.i especie de turbante que le en­vuelve la cal.'cza a manera de una ancha franja, ornanientaiia

por ocho triángulos, cuatro mayores con el vértice hacia arriba, aUern-indo con cuatro menores de vér­tice hacia abajo, i'or encima de esta huincha, se ele­

van, rodeándola, ocho rayos: dos al fren­te, dos hacia atrás y dos por cada lado. Forman la cara, tina e.Sfjecie de tan, cuyo

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CJKRAS Y CARETA/

palo transversal figura la frente, y el inferior, la recta y larga nariz. Por bajo del palo superior están los ojos en relieve, grandes y cuadrados. La boca, figurada por un cuadrilátero con una rayita horizontal en la parte me­dia, está hecha también en sobrerrelieve.

.Sin la transición del cuello, principia la caja del cuerpo, donde se dis­tingue ; a) el pecho aplanado, las manos sobre el vientre, sin que se toquen los dedos; b) entre una y otra mano, está la figura de un triángulo con el vértice hacia abajo, el ombligo y otro triángulo con el vértice vuelto hacia arriba; c) una faja igual a la de la cabeza, adornada con triángulos de idéntica disposición, la que envuelve totalmente caderas y cintura. Vienen después las piernas cortas y los pies desgraciadamente deteriorados.

La semejanza con «el fraile» de Kalasasya, es notable. El turbante, la tau de la frente y de la nariz, los ojos y la boca, la posición de las manos, c! cinto envolvente de las caderas, las piernas y los pies, todo es igual. Las diferencias más destacadas estarían en la falta de la aureola de ocho rayos — ¿quién nos asegura que no han sido destruidos éstos por la acción atmosfé­rica en la piedra de Tiahuanacu?; — en que los ojos de éste son más redon­deados; en que mi Ídolo no aprieta nada contra el cuerpo con sus manos abiertas sobre el vientre; y finalmente, en que falta en «el fraile» el adorno de los triángulos en la huincha y en el corto faldellín.

Pero el estilo es exactamente el mismo, al grado de que, a no ser las pequeñas diferencias notadas, dijérase mi pequeño icono una fiel copia del monolito mencionado.

La diferencia más notable está en la substitución de los triángulos, por los moluscos del fraile.

La presencia del triángulo en un ídolo tiene ya su significado clásico. Indica tratarse de una divinidad femenina. Y de este se.xo es indudablemente la figura que estudio. Dejo esto clara y categóricamente establecido. Mi idolülo no es un dios, sino una diosa, vale decir, una fuerza femenina di­vinizada, i Cuál ? . . .

He aquí una respuesta difícil de concretar aún, en el estado de los es­tudios e investigaciones sobre los viejos cultos de América.

Es sabido que al predominio de las fuerzas creadoras, concebidas como principio femenino, corresponde una organización social especial, agrícola, matriarcal y de hetiarismo sagrado. Esta situación asaz rudimentaria había desaparecido ya mucho antes de la Conquista, substituida por el triunfo casi absoluto del dios astral ijiasculino, el sol.

A ese estado anterior a la reforma social y religiosa {)ertenece, pues, la concepción de la divinidad femenina que poseo. No es que las diosas hubierah desaparecido de la teogonia y mitología del imperio incásico, sino que per­dieron su carácter de fuerza primaria y superior. En la región sudamericana, sobre todo, como resabio de una civilización autóctona, agrícola y matriarcal — la diaguita — encontramos a la diosa magna, la Pachamama, pero no nos consta que haya sido representada jamás en forma de huaca. Tampoco lo hemos oído de Mama-Oello.

Y sin embargo, esta figura es femenina, y aunque su factura nos hable de muy remota antigüedad, es la verdad que su estado de conservación casi perfecto nos dice de su fábrica por artistas inmediatamente anteriores a la Conquista. Hicieron una huaca femenina correspondiente a un concepto tra­dicional y lejano, de suerte que creo se trata, en definitiva, de una figura sin alma ni significación bien definidas en la época de su aparición.

Por lo demás, <|ueda el misterio sólo a medio revelar. Falta­ría a la honestidarl qnc me he propuesto en estos apuntes si dijera, siqnicr.i ilubitativaiiiente, a qué diosa corresjxjnde

esta re]))"! , ui, , ,,iii. lis posible que, cun el tiem­po y Con iiutvores elementos de juicio, ensaye una interpretación más acabilda.

J . Z . A g ü e r o V e r a

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Page 125: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARA^ Y CAREIAJ

TIPOS DE LA URBE

Quas imodo en

la recova de la

Avenida Alem

OR qué Quasi-

éste lleva su figura

so en la fealdad del sacristán de "Notre Da­me '? No es tan feo. Y

aunque lo fuera; él no ha podido escoger los designios de su vida ni ha estado en su mano eludir las ca­tástrofes que le hicieron como es. Pero a igual que aquel otro, lleva dentro de su ser una alma buena que se extiende por sus labios, por su palabra, por su corazón, i Quién es ? La humanidad nada gana con saber estos nombres; pero sí, en cam­bio, los seres que saben interpretar el dolor, la valentía, el estoicismo, quieren y del)en estu­diar en estas vidas. Por eso, dejémosle sumido en su respetable nombre de bautismo, y creá­mosle Quasimodo,

Es una figura habitual para ía muchedum­bre que se desborda por la recova de! antiguo Paseo de Julio; Rivadai?ia y Avenida AÍem. Allí, bajo el arco protector, tiene su "boliche" de lustrador, desde hace años, desde que por fatalidad perdió la pierna derecha Iwjo las ruedas de un tranvía y quedó en condiciones de inferioridad para las actividades pujantes. Cubano de origen, iné criado en nuestro me­

dio, y aquí se inició en el couKrcio, viajé, trazó el proyecto de por^'eníf fara lograr

esa dicha que t^os anhelamos. A poco de nacer, un accidente le tronchó la

espina dorsal dejándole como un signo tfe a ten tac ión , A Im

Bajir las arcadas de la recova del v ie jo Paseo de Julio, Quatimodo, el estupendo personaje de Hugo, tiene un

símil (rente al rugido de la magna urbe.

veintidós años, mientras procuraba trepar al tranvía que un hermano suyo guiaba, perdió pie, y las ruedas le seccionaron la pierna que ahora le falta. ¿Qué hacer? Las alhajas ju­veniles acababan de sufrir un golpe casi morUil: pero este muchacho noble, sonriente, trabaja­dor desdeñó la misericordia, afrontó valiente-rfiente la batalla de la subsistencia, y con su cajoncito de lustrabotas, unos cepillos y un banco para el cliente, formó la batería de esa defensa. Con ella lucha. Se sostiene sin car­gosear a la munificencia pública ni privada; sin arrastrar por las calles el espectáailo de sus adversidades, ni despertar la triste conmi­seración del que se sumerge en el remolino de los miserables.

¿Quasimodo? Sí, Poco importa, si en el espíritu vive y se mantiene Incólume la vibración de un fuerte sentimiento de honor, de orgullo varonil, que hace más dipjos a quienes asi saben vencer en las cruentas batallas del des­tino.

D A D u n I

Page 126: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 127: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARA^ Y CARETA/

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COMO SE H A C E UNA ME­DIA DE SEDA

Ya sea de seda natural o vege­ta!, ya se haya dado la tintura antes de la forma o después, la fabrica­ción de una, raedia de seda com­prende las diversas operaciones si­guientes :

Primeramente, el dex'aoado. Se hace por aparatos llamados devana­dores, como las bobinas de madera o de cartón, sobre los cuales se envuelve el hilo de seda.

Después, estas bobinas se llevan

Kivaoiiv la i'ooiuaii Ctub.

a una serie de útiles que tejen el tamaño a lo largo; para ello em­plean «n solo hilo que se fija sobre si mismo, según ei principio del tejido. Una ingeniosa disposición de lo que se llama disminución, hace que vaya disminuyendo el te­jido para que la forma de la pierna se tenga presente y a ella se amolde el tejido.

Cuando los ¡argos se terminan, se la transporta por medio de pun­zones que tejen el alojamiento del pie o suela. Estas son las operacio­nes llamadas de formación del pie,

y la operación de transporte es bi de levantar a contrapelo. Los útiles que construyen la suela tienen tam­bién una disminución que da el per­fil del pie.

Las operaciones finales son la reunión mecánica de los bordes de la superficie del tejido; el ajuste o repaso de las mallas; el examen de la forma que repasa la media y le da su brillantez; el apareado o colocación por pares de Iris me­dias, y el embalaje que las pone en condiciones de llegar a los merca­dos.

SI su DIGESTIÓN ES IRREGULAR

tome Vd, media cacharadita de las de café de Magnesia Bisurada en un poco de agita desptiés de cada comida. Casi la totalidad de las afecciones del estómago van acompañadas de un exceso de acidez del jugo gástrico, ctiyo exceso es la causa de acedías, flatulencias, sensaciones agrias y otras muchas afecciones del estómago. Con rapidez asombrosa la Magnesia Bistirada netitraliza »in dolor los efectos perjudiciales de una acidez excesiva, hace desaparecer ctialquier irritación de! a^ -rato digestivo y aún cura ¡as enfermedades crónicas del «stóniago. La Magnesia Bisurada se halla de venta en rodas las farmacia-». Se garantiza sati-sfacción completa o se devuelve el iiriiKjitc del coste.

¿ESTA Vd. HERNIADO? Si usted egt.4 herniado es seguro que habrá usa­do bragueros y fajas más o menos cómodas, e in­finidad de otros méto­dos para curar la hernia, pero sin resultado; es también muy posible que habrá sido OPERADO

' tina o más veces sin conseguir la cura de-ieada. Por tales moti­vos debe usted desechar esos VIEJOS SISTE­

MAS que ya no «irven para nada. Toda» la» hernia» (quebraduras) se reducen radicalmente reteniéndolas en forma suave y cómoda y endureciendo el tejido muscular al propio tiempo. Este método ha producido cien­tos y ciento» de curaciones de bernias de todas clases y en brevísimo tiempo, y puedo darle ímnejorablea referencia» de personas respeta­ble» y bien conocida», que han tañado con »u aplicación, «ia stifrir ninguna molestia, No importa qite »u hernia sea muy antigua y volsimÍBOsa, E»te método ha sanado hernia» de «4» de 40 afto» y de un tamaño enorme, E»ern»nie »ía demor*, y & vuelta de correo recítíifá gratis un precioso follel» que regalo a todo» lo» hettmdm, «tplicands el método úni­co qtit nectaita para «anar la hernia en el hogar.

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CARAJ" Y CARETAS

De Tandil

Los esposos Grat - Baraicabah rodeados de su numerosa descendencia, en el día que cumpUoron sus cincuenta años áe casados.

LA ENVIDIA

Pecado que todo !o prosti tuye, mal cjue todo lo corrompe, epide­mia que todo lo contagia, peste que todo lo aniquila, vicio que todo la inmoraliza, ru indad que todo lo cmpequefiece, enfermedad que to­do lo mata, es la env id ia ; nada tan miserable, nada tan cobarde, nada tan infernal. El individuo no duerme, no reposa, no disfruta, es el más desventurado de los hom­b r e s ; j amás se sac ia ; no hay di­cha que le alegre, bien que le sa­

tisfaga, éxito que le consuele, es­peranza que le m a n t e n g a ; odia a la h u m a n i d a d ; la felicidad de sus semejantes es para él un tormento üin f in ; las r isas de los dem.is son flechas que le atraviesan su cora­zón de h i e n a ; sólo gozaría si cuan­tos seré» ve sufr ieran y l loraran i t icesantemeote; si pudiera, des t ru i ­r ía todo lo exis tente con su» ojos extraviados, descompuestos y vo­races ; todo se lo t ragar ía con la m i r a d a ; es el más furibundo derao-ledor. Si todos los hombres emplea­ran su vida en maldecir la envidia,

no la inaldecirian nunca lo bastan­te ; causa más vict imas un envidií" so que todos los crimínales.

Por envidia se roban y aniquilMi las naciones, se matan los hermíi-nos .se escarnece al bueno, se vcj^ al honrado, se chupa la sangre a' t rabajador , se insulta al márt i r , se posterga al genio, se olvida al bé" roe, se calumnia al generoso ; p o ' ella se hace todo lo m a l o ; sin sU influjo fal taría muy "JKKO a la bU' manidad para ser feliz.

E. Kiss

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Page 131: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARAJ- Y CARETAJ"

Sociedad

Aspecto que presentaba el grit^n «atún Mariano Moreno durante el (estival y baile que en él realizó la sociedad Vmáa Agraria y CtiHia-al de Palas de Montcrreao y Antas de Ulia.

ANIVERSARIOS DEL MA­TRIMONIO

Hay algo extraordinariamente hermoso y poético en la ceSebra-ción de un aniversario de matri­monio. Despierta sentimientos ador­mecidos y madura antiguas me­morias en «na felicidad palpi­tante. He aquí los aniversario» de

boda que se celebran en la mejor sociedad,

ier. año bodas de papel. 5 '

lO» 1 2 ' «5» 20» 25?

3 0 ' 40»

„ bodas de madera. „ bodas de lata. „ boda» de cuero. „ bodas de cristal. „ bodas de porcelana. „ bodas de pjata. „ bodas de marfil. „ bodas de lana.

45» año bodas de seda. 50» „ bodas de oro. 75» „ bodas de diamante.

Aunque algunas familias celebran todos estos aiiiver.sario9, es gene­ralmente mis de moda desatender todos aquellos que llegan antes del cuarto de siglo.

El primer aniversario que se ce­lebra generalmente es el de las bodas de plata.

|íiiiuiiiiiuiiiinnitiitiinumnuamiiniHunmmHnnnHiiiHiHii[)HiHiiHutaiiiiiiuinu]HiiiiuiiiiniuiiiuHuniHHiuuiiUHiiiiiiiiiu]uniiiiiiiiaii^

Tomé muchos remedios con resultado negativo, | pero curado con la FAJA ERCULEX |

"16 de Julio, Enero 16 de 1926. | Sefjor Doctor Sanden, Garlos Pellegrini 105. Buenos Aires.

Estimado Doctor: Por medio de la presente, agradezco a Vd. la cura de mi enfermedad. Estuve padeciendo por espacio de varios años de dolor de cintura, pierna izquierda y pérdida de semen; tomé para ello muchos remedios con resultado negativo, hasta que rae decidí a comprar­le la F A J A E L É C T R I C A , con la que estoy sano y trabajo perfec­tamente bien. Me despido muy atentamente, S. S. S. i

F i rmado: Ciérnanle Maguregui. I Provincia de Buenos Aires. i

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El cortejo fúnebre «aliendo del Casino de Oficialcí dpi regimiento } 1 de Cal>aUería,

El oiicio de cueriJo presen!' al que asistieron et padre \

p«rrot|i»iaI.

1.a llegada al cementerio. El regimiento I I de Caballería rindió al extinto los honores de ordenanza.

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Page 135: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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nrmas, etc.

Carlos B o n a r á i, o Francisco, o J u a n Carlos B o n a r d i . o Calabró, o José Gu­tiérrez, o Caíí o Car-los Villar (a) El 2o -rrito, con una entra­da por homicidio, 6 por hur to y 5S con­

travenciones.

Juan Carlos Villar, o Enrique Santama­rina, o P á e j , etc. ía ) Eí Zorro Azul o M u n i c i ó n , con dos entradas por hurto, una infracción a la ley -f/O?, una entra­da por lesiones y 80

contravenciones.

Tomás Edmundo Cai­ro, o Francisco Mi-noUí. etc . (a) El Ne­gro Cairo o Trompu­da, con 8 entradas por hurto, una por affretíón, o t r a por atentado con armas, otra por leRÍoncs y 3S contravenciones.

José Santos, o Ro­dríguez u O s e a r Santos (a) El Píbe de los Hoteles, con^ 3 entradas por hur­to, una por asalto y robo y 4S por con­travenciones y acom­pañarse de ladrones

conocidos.

José Grifrcrorio lUana, o Ciayana, o Illán, o Juan Fernández (a) Tocino, con tres en­tradas por lesiones, una por hurto y 45 por contravenciones, por tar armas, andar con ladrones conoci­

dos, etc.

Victorio Ibarrolft, o Ibarra, etc. (a ) Eí Mono, coit 10 entra­das por hurto, dos por violación de do­micilio, u n a p o r a g r e s iÓB, una por atentado a l& auto­ridad^ otra por robo y 53 contravenciones.

l,u¡s García Gonzá-lez, o Dionisio Rodrí-guex, o Luis Rodrí­guez, con tre« entra­das por h u r t o , dos por r o b o , una por disparos de a r m a s de fuego y lesiones y 40 por portación

de armas, etc.

José Berrutti , o Se-rrult i , etc. (a) Man-chadHo, con tres en­tradas p o r h u r t o , t res por violación de d o m i c i lio, dos por robo, dos por aten-fado a la autoridad, «na por lesiones y 17 contravenciones.

Mauricio Bravo Co­ria, o Agust ín Cepe­da (a) Tigre, con cuatro entradas por hur to , una por robo y lesiones, dos por atentado a la autori­dad, una pür lesio­nes y dos por aten­

tado y lesiones.

M a n u e l I g l e s i a s Abalto, o Abolto, o Rogelio Latorre (a) El Gallego, con seis entradas por liurto« «na por robo, otra por hur to y «gresióti y 32 contravencio­nes, por portar ar­

mas, etc.

José Leitaoo, o Juan Fauleiti , o S a b i n o Pcrrone, o José Cay» taño, o R a f a c i o Francisco F e r r a rf, coa ctiatro entradas por hurto» u s a por robo, 4ti* por esta­fa y S6 por contra*

v í^c Iones.

Ernesto Lamármora, o Ernesto Leonardo L a M á r n t o r a , o lEéamtéo L a m a é o Co«ta. coo dos en* traídas p<&r robo» una p&t htirto, otra por desertor y 18 cou-trave»clone«, pisrta¿r

&rn%»9f e t c .

Ramón Día« Arrio-la, o Fernándei , o Felipe Blanco, o Jo -&e Gracia, eic, (a) E! Orienta! © Balur-do, con una entrada por disparo de ar­ma* y lesiones, t res por hurto y 12 con­

travenciones.

José Santos, o Anto­nio RomancIIi, o Jo­sé Rano, o Manuel Palacio, etc. (a) Pe-pinucho, con dos en­tradas por h u r t o , tioa por r<^o, una por estafa y 12 por infracciones, po r t at

armas, etc.

Juan Rui / , o J u a n Cobo, o Aquiles Ca-ravagtia (a) Juani­llo» <¡mi cinco entra» das por h u r t o , u»a por r o b a , atr» p^r tentat iva de hur to y 2& por contraveneto'» hcí, portacíím de ar*

nías, etc .

E d u ñ ' ci .> t' t ( i .'. '. ^Afa4íno Péi^rz, o Se-0u»<^ Lorenzo Pe­rfil ( a ) La Viudita^ «as cinco Mttradks p^^ huriOv tiaa por r í ^ y 44 contra* V « B « i o n e s . poriar «rina« y acompa&ar-

*m da Íiidr«iM4.,

con cíaco entradas por hurto, una por laftiooc», o t r a p o r daño i f i t e n c i o » a t , otra por robo y 21 por coatraveRcfo£(#a, portacMn 4« a n a s * y andar «n corni l"

nía de ladroaaa.

Caí ' . 1 cuatro ('nu.)fia'^ pur hur to , xxna por ro­bo y iealome*, do» por atestadlo cmi ar ­ma y U0Ími«¡*f u»« pmr ndbO( 0trii por étnípar^ é0 arma d»' fuego y 113 cos t ra-

v«mcione«.

ia> Li l^tu. u U 1'ano Pascoal, cu» tr»« ««Iradas por le-«f(me«f una por 41*' paro de a rma de f«#-t o , dos por bar*»* un» por r«ho y IS conírav#ncÍone«, porf­

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Page 136: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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orientación a sus negocios; si los serios problemas que le preocupan no tienen solución aparente para Vd., tonifique su cerebro llevándole el fósforo necesario para restablecer las reservas perdidas por el exceso de labor mental, y su cerebro ampliará sus faculta­des vislumbrando nuevos horizontes. La Fitina (fósforo orgánico a8,imilabk) es el tónico cerebral de los intelectuales, estu-diosos y financistas. Especialidad seria, célebre en el mundo entero, tiene en su haber 25 añcs de continuados triunfos. La Fitina integra fósforo al cerebro aumentando así la lucidez mental en forma sorprendente y devolviendo la energía y actividad al hombre agotaJo mentalmente. Su médico puede dar fe.

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Page 140: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

. /• Y C A R E T A /

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l A R A y Y CARETA-r

cv ' ' O R Í G E N E S DEL P O R I S M A E L

TEATRO" M O Y A

U N grupo de estudiantes está trabajando eg la muy útil tarea de rastrear los orígcne-S de la literatura argentina. Con frecuencia, tes esfuer­

zos de los primeros que roturaron e! campo de las letras—-conste que la metáfora no es nuestra—sue­len quedar en la obscuridad, o lo que es ¡)cor, suelen ser olvidados, con evidente injusticia. En nuestro país, esa injusticia está siendo reparada, gracias a los trabajos a que se ha hecho referencia. Entre los que a la tarea reparadora se dedican, ocupa puesto de distinción el autor de este libro, que ha escrito otros muy interesantes, publicados los unos, por publicarse los demás. Para nuestro gusto actual, no siempre las obras de los precursores resultan aceptables; en la mayor parte de los casos, los méritos literarios no son, como es fácil comprenderlo, superiores; mas esas obras tienen, desde el punto de vista literario, un va­

lor relativo de no pequeña significación, que siempre es justiciero señalar porque corresponde a méritos relevantes en su tiempo. Figura singularmente atra-yente, entre esos precursores literarios, es la de Pedro Echagüe: militar, proscrito, escritor y poeta, de quien en alguna otra oixirtunidad nos hemos ocupado en es­tas breves apuntaciones. El señor Moya tiene muy explicable y cariñosa admiración por ¿'chagüe y su obra literaria, que ha estudiado a fondo, porque reco­noce su importaircia. Los orígenes literarios de los pueblos son tan dignos de consideración como sus antecedentes políticos o sociales; y de ahí el valor de estudios como éste, que ofrecen, además, la ventaja de tornarnos más modestos, pues nos enseñan que antes de nosotros hubo otros que valieron tanto como nosotros o más, dada la diferencia de los tiempos y la diversidad de los ambientes.

"SOLES ROJOS Y LUNAS DE PLATA" POR J U L I Á N D E CHARRAS

E L autor de este libro es, sin duda, uno de los más admirados e n t r e nuestros

5>oetas. Su mtisa es siempre sim­pática, porque siempre le inspira noble, elevada, p.itrióticamente. I.a poesía lírico-épica, tan des­deñada por los cultores de cier-es de las que más hondamente las masas, y ello en mayor

grado cuando, como en el caso del señor Charras, el poeta tiene el verbo grandilocuente, en c! mejor .sentido del término. La visible facilidad con que el distinguido autor hace versos, nada quita a su tncri-lo, pues no es menester que el poeta tenga que vencer grandes dificultades en la factura de sus versos, para que éstos resulten liellos, armonioso», cmocioiwntes.

' - W • .- P)

t . l ^ ( -í lU l . iS I* ii ÍH .IS

llegan al alma de

La patria, sus grandes hijos y sus grandes hechos han sido siempre nobles inspiradores de los poetas que no desdeñan por obra de un intelectualismo mal encaminado las vibraciones del alma de! pueblo, del cual, por lo demás, lodos forman parte, aun los que lio lo quieren. Y todo en las poesías del señor Cha­rras está siempre en armonía con el asunto de sus composiciones y el tono en que canta, como se decía en otros tiempos. Una alma sensible, una imaginación tan rica como exaltada, ideas elevadas y sentimientos nobles, expresado todo ello en versos de magnifica sonoridad, rutilantes de metáforas esplendidas, tales son la» principales características de los versos del señor Charras, que en este libro pueden leer todos los aficionados a la poesía en algunas de sus mani­festaciones más simpáticas.

CANCIONES D E PEREGRINO POR ANTONIO DE LA TORRE

E s lugar común muy soba­do aquello de que los pro­gresos en e! arle de impri­

mir han hecho avansjar bárbara­mente la civilización; cabe, ero-pero, reconocer que en alpino» caso» tenía su í»nveni«»cia el viejo estado de awa», de difi-

tulu.av.j i,.ii,i .'j nijpresión de libros. Ofrecía ello una ventaja nada desdeñable, a !og poeta» sobre todo. Bien sabido es que aun en la obra de los poeta* má» geniaie», como lord Byroa y Víctor Hugo, por ejem­plo, hay mucho que por su calidad ao corresponde s íti gloria; pues bien, «i esoi y otro» poeta» geKÍal« no %t hubiesen visto solicitadoi por k lacüíilad de «lar a la lu« todo lo que escribían, segarawente »u

obra seria más pareja, aunque menos abundante. En esto hemos pensado leyendo los versos de este tan simpático y noblemente inspirado poeta, Sus versos tienen muy bella» condiciones; pero no era absoluta­mente necesario que los reuniese en libro ain previa tarea de selección. No siempre las musas infunden igual inspiración a los poetas, y cuando un poeta es joven, debería poner en práctica el viejo consejo de dejar dormir en el cajón del escritorio algunas siquie­ra de «US poesías, por cierto tiempo, Desigualdad y tnoBotonia, bien que no en grado mortificante, suelen frtistrar la» esperanza» del lector de este libro, en «1 cual, por lo demás, no falSin motivos de intima complacencia. En punto de poesía, y de arte en ge-ner»l, la calidad vale mág que la cantidad, y cuando el p?>ela e» joven, »u mejor aliado es el tiempo.

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CARA7- Y CARETAvT

1 POLÍTICA POR A L F R

CULTURAL'' DO COLMO

E l, doctor Colmo, profesor universitario, es también trabajador infatigable, lln

diciembre de 1924 asistió con la ' leprescntación de nuestro go--, bierno al Congreso Científico

l'anamericano (jiie se reunió en Kima, y en este libro publica la

'|uc lia! la u actuación. Kl doctor Colmo tiene tam­bién nobles ideales americanistas, como tantas veces lo ha patentizado, y ese espíritu .se transparenta en esta obra, que contiene además una amplia introducción a la actuación. Son muchas y variadas las cuestiones que el señor Colmo trata, porque una de las característi­cas más valiosas de este distinguido profesor es ¡a amplitud de los horizontes que pone a todos los a.sun-tos (|uc trata. Su ilustr.ación es vastísima, de modo que puede hablar de cuestiones históricas, sociales, peda­gógicas, políticas, económicas, con caudal tal de cono­cimientos, (pie a las veces no se divisa ya la otra

orilla. En punto de reforma universitaria, el señor , Colmo no figura entre los más avanzados; su fórmu­

la, o mejor dicho, su programa, lo sintetizó en Lima así: "La universidad, con sus facultades y escuelas, es para los estudiantes, pero no es de los estudiantes. Es del país, cuyo óigano, el gobierno, debe realizar al respecto un programa de previsora educaciót! y cultura, que h.aga de las mismas lo que deben ser, centros de estudios, de investigación y de formación de hombres, y no campos de luchas partidistas y satu­radas de pasión y de antagonismo." Entre este pro­grama y el de los reformistas universitarios avanza­dos, hay bastante distancia ; pero solamente la expe­riencia, suficientemente larga y con plena sinceridad apreciada, podría decir quiénes están en lo cierto, qué es lo conveniente. En todo caso, el libro del señor Colmo es importante contribución a la dilucidación de esa y otras cuestiones de grandísimo y permanente interés.

SO M B R A S QUE PASAN" POR JUAN AGUSTÍN GARCÍA

SI(S\BKA^011 i'MW

J UA.N' Agustín García fué uno de los espíritus más finos de la generación que puede

I llamarse anterior a la actual. Su '• preocupación fundamental fue

, _ ••*•„ . •' el estudio del origen de la intc-f ^ ^ ^ ^ « - ' . ' ligencia, de ¡a sensibilidad, de ' ^^K» ^ la ética de los argentinos de su tiempo, j ii.u.i d.iile satisfacción se dedicó a estudiar los papeles coloniales, ito en busca de fechas ni de datos biográficos de personas más o menos insigni­ficantes, .sino en busca de les hoiñbres del tiempo, del alma dé esos hombres que fueron nuestros abuelos. Le placía recordar siempre la profunda frase de Renán : "On est toujours hanté de ses origines", y al buscar los orígenes buscaba, en verdad, las reali­dades actuales. Critico muy inteligente y tan discreto como inteligente, tenia las grandes virtudes de la aristocracia moral y nunca se apartó del camino que ellas le señalaron. Fué quizás un poco pesimista res­pecto a las gentes de sus días; pero su pesimismo

no fué destructor, sino mas bien constructor; y !a esperanza nunca la perdió. En este libro se han reuni­do algunos de sus trabajos más estimables entre los liltimos que escribió, y se ha hecho bien en reunirlos; mas permitan ios editores les manifestemos la con­veniencia de que, cuando den a la e.ítainpa libros como éste, hagan preceder su contenido de unas cuantas páginas en las cuales se diga <|uién fué el autor y la significación que en su obra tiene dicho contenido. Es verdad que habría que pagar algo al escritor que tales íiáginas escribiese; pero ya va siendo tiempo de que las tareas editoriales tengan entre itosotros el carácter que en todas partes han alcanzado. No es precisamente lo mismo editar libros que vender acei­te o jabón. O la profesión editriz, diremos, se digni­fica, o va a acabar mal. Y esto último lo decimos pensando, no ya en ios editores de este libro, que han hecho bien al darlo a luz. sino en los editores en general. Algún día hemos de volver más extensa­mente sobre el tema.

'LA UNIVERSIDAD NUEVA"

i\ \\í\mhi\i \iiv\ POR ALFREDO L PALACIOS

STAMOS nosotros casi segu­ros de que a poco de fun-

' Clonar la primera universi-; J dad, se formó en ella el partido

reformista; y tenemos esa cuasi seguridad porque la experiencia enseña que nada hay que produz­ca tanto descontento como la or-

.iiM/,II 11111 ili lo, establecimientos-docentes. Los des-tüntenlos se hallan así entre los profesores como entre los alumnos, y el llamado factor personal no es des­preciable, en unos y otros. Con todo, esas aspiraciones reforinistas son, en general, útiles, porque permiten dis­cusiones, de las cuales nace la luz, como se dice. En­tre nosotros, la reforma universitaria ha sido durante varios años asunto de grande interés para todos, pues­to que a todos interesa lo que sale de las universida­des. Momentos hubo en que los propósitos de reforma íie tradujeron en anarquía lisa y llana, hasta con heridos y muertos, y más de un observador sereno previo días tristes para-la universidad argentina. Por, suerte, parece que todo ello ha pasado, y ei «omento no puede ser más oportuno para la lectura atenta de libros como este del doctor Palacios, en que ie expone s' ^ lado de la Universidad Nueva, que cuenta con las "Bás entusiastas simpatías del autor, a quien ha segui­

do la jií\entud estudiosa con tanto iespeto como cari­ño. El problema es demasiado amplio para ser tratado' en unas pocas líneas', de manera que debemos limi­tarnos a señalar la «parición de este libro, lleno de optimismo y de esperanzas en los estudiantes nuevos, correspondientes a la Universidad Nueva. Aspecto sim­pático del libro del señor Palatios es el espíritu tan noblemente americanista del autor, paladín esforzado, como se sabe, de la más estrecha unión entre la.s retii'iblicas iberoamericanas. Mas—y la pregunta ocu­rre siempre que se Icen libros inspirados por tal es­píritu — ípor qué C.TOS americanistas no ponen el dedo en la llaga viva que es la causa primordial de la inquietud internacional en la América del Sud ? Mien­tras esa llaga no se cure, será predicar en desierto hablar de la unión, de la fraternidad de estos países. De ahí que aun tratándose de persona de ctaya sin­ceridad tiadie podría dudar, como es el doctor Pala­cios, uno se siente presa de algún escepticismo cuando ve semejante política, que esteriliza todo esfuerio americanista. Sin embargo, nuestros estudiante» no deben dejar de seguir los sano» consejo» del «ulor de este interesantísimo libro, y con «tinca áecídetile ardor deben darse a la noble tare» q«i« ha de tener como resultado hacer un sote corariM f «ft» voluntad pujante y juvenil de nuestra América Ibera.

Page 143: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 144: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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Page 145: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

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CARAJ^ Y CARLTAJ-

fíANADE Cerdos de las razas cruzadas, pro­pios para producir buen tocino.

Casi ocioso me parece destacar el hecho de que soy, y siempre he sido, un sincero paladin en cuanto al uso de pedigree en toda clase de animales; pero a con­dición de ser un pedigree con cua­lidades individuales y mérito so­bresaliente, y sólo en el caso de animales reproductores.

En la producción de carne, ya

se trate de bovinos, ovinos, cerdos o aves, muy a menudo se hace in­dispensable recurrir a la cruia para asegurarnos la obtención de un articulo de la mejor calidad posible y, por lo tanto, el más aceptable,

Miichos lectores de CAHAS Y CASKT.AS saben perfect.imente qv¡t la Aberdecn-Angus y Sííortbom producen una carne de superior calidad, ni demasiado gorda ni de­masiado magra; en otro.s términos; un asado con la gordura distri­buida uniformemente. Por otra parte, las raras Southdown, Hamps-hire y Shropghire cruzadas con la Lit!Co!n p r o d u c e n un excelente cordero y t)orrego, adecuado tan­to para el consumo local como para la exportación. Pero lo que hoy me interesa más es el valor del cerdo cruzado, desde e! pun­to de vista de la producción de un tocino de alta calidad lo <4Uf de ninguna manera significa una capa de diez pulgadas de gordu­ra sobre una carne magra, sino el articulo que goza boy de deman­da popular en todo el mundo.

En una reciente visita a una estancia importante ubicada en el sur de la provincia de Bueno» Ai­res, tuve ocasión de ver el to­cino que se obtuvo de un cerdo que era producto de un cruce en­tre un macho Tamworth y ana hembra Berkshire. La calidad de este tocino se aproximaba mucho a la del famoso tipo Yorkfhire, y el criador tuvo a bien inform^ir me que los animales producidos por el cruce se mantenían bien, que eran de pronta madurer y de bailante peso, mientras que desde el punto de vista de la »ahid da­ban mejore» resultados que los Berkrtiires puros.

Otro cri.idcir me ha confesado qtje le ha dado exceJctite resulta­do el cruce dil macho t^arge Whi-te con la hembra Middle White; y conozco jier^waiitienle cuto» et» (jue se ha logrado buen éxito Con tí cruce directo de las dos r»íss Wancas-

Ba algunas iwrtes de la Cr«n

Bretaña un cruce popular es el de la raza Large White con la Tamworth, y es interesante obser­var <|ue en la expos i c ión de Smithfield, Londres, realizada en el año Í924, el reservado de cam­peón era un cerdo producto de un cruce entre el m,icho Tam­worth y la hembra Berkshire,

En el Reino Unido, en Dina­marca y en Holanda se ha pro­ducido en los últimos tiempos un movimiento en favor del cerdo cruz.ido, para la producción del mejor tocino. Es un hecho que ningún entendido negará, que el cerdo que resulta del cruce de dos buenas razas de animales de san­gre pura es frecuentemente satis­factorio en todo sentido.

Pero sucede en la cria de pe­digree de una misma raza en ara­bos casos que es indispensable ejer­cer mucho cuidado para obtener los mejores resultados posibles. No debe inferirse, empero, de lo dicho, que el criador no puede obtener rrauiíados igualmente sa­tisfactorios, ya se trate de una misma raza o de dos distintas.

La misma regla es aplicable a los dos casos, y la superioridad del cerdo cruzado puede a menu­do ser más aparente que real, en cuanto el hacendado de criterio, cuando se trata del cruce, pone es­pecial empeño en la selección de los padres. No ocurre siempre lo mismo cuando el producto es de cerdos de pedigree de una .sola raza. Puede hat>er alguna rela­ción de sangre muy próxima, o alguna otra particularidad que condene el experimento al fra­caso.

Tratándose de la producción de cerdos cruzado», el criador debe necesariamente emplear dos tipos de sangre afreolutaniente distintos, y siendo buenas las otra» condi­ciones, el resultado no puede me­nos de ser bueno igualmente. Si ocurre lo contrario, entonces pue­de decirse que h« habido algún error en la apreciación respecto a la conveniencia de los tipos em­pleados.

El criador no logra sus deseos en el primer ensayo o tentativa,

animales, no reproducen en todos los casos las características de la raza, y aunque el cri.-idor se es­mere en que los padre» teng.'ui las cualidades deseables, sólo una proporción del producto reflejará esas características. Por otra par­te, aunque es más probable que se transmitan los defectos que l,i? buenas cualidades, se conocen ca­sos en que ha sucedido lo contra­rio,

En los porcinos cruzados se ad-

en lo que atafte a Is producción de cerdos cruzados; pero cabe ob-Mfvar también que h.T8ta en la cria de anímale» de pedigree tío nitmpte el buen éxito corona lo» e«ftter£Os del criador en la pri­mera tentativa

Loa ijorcinos, lo mimio que otros

vierte a menudo un desarrollo ur­iñe y rápido, por la razón que he mos indicado ya, o sea por el es­m e r o que ponen frecuentemente los criadores en la selección de los animales destinados al cruce.

Pero si llevamos más lejos el experimento, es probable que ob­tengamos resultados negativos, pues la experiencia demuestra que sólo puede confiarse en el primer cruce.

Lo más que puede permitirse o, mejor dicho, lo más que cabe ha­cer en este ca.so, es dejar que una hembra cruzada vuelva a un ma­cho de pura sangre. Si se trata de llevar a efecto la cría entre cru­zados, por muy buenos que parez­can, lo más probable es que se coseche el fracaso.

Quizás la mayor ventaja del cruce es que de este modo se pue­de producir el porcino de doble propósito, sin exponerse a muchas molestias. Naturalmente, podría uno llegar a tal resultado recu­rriendo a ciertos tipos de cerdos de pura sangre de una .sola cri.i, pero a menudo estos ensayos ter­minan iKir dar lechones a los que podría aplicarse el calificativo de "media cosa".

Es evidente que existen cerdos que permiten su reproducción de la manera más fiel, pero no pue­de decirse que abunden; y por es­merada que sea la selección, siem­pre habrá ciertos cerdos en cada n.acimiento que csl.nrán lejos de representar el "standard" que se busca. Una re-selección constante y un rechazamiento despiadado de los animales inapropiados para satisfacer las necesidades que se tienen en mira, son condicioné» más esenciales tratándose de por­cinos que de cualesi|uiera otros animales. Y esto es tan aplicaijle a la cria de cerdos cruzados, co­mo s la de pedigree, siempre, por supuesto, que se quieran o!>lei»er fjuenos resultados.

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LO QUE DEBE SABER EL ANUNCIADOR

El que escribe o lee cotidiana­mente un periódico repara con poca frecuencia en la verdadera psi­cología del anuncio, que no de­bía escapar ni al avisador, ni al público.

El psicólogo americano W. D. Scott hace notar que el anuncio busca, frecuentemente, el interés óptico y a este propósito ha re­

alizado una curiosa experiencia: presentó a cincnenta lectores un volumen que contenía cien anun­cios diferentes tomado» de vanos periódicos.

Dichas personas habían de re­correr rápidamente el libro. .M cabo de diez minutos de examen se comprobó que los anuncios de una página entera habían sido distinguidos seis veces y media; los de media página algo menos que tres veces; los de ctjarto de págña, un poco más de una vez,

y los de más pequeña dimensión, de menos de una vez a un sép­timo de vez, según el tamaño.

Yendo más lejos aún, compro­bó que el color de las letras tiene su importancia. Por ejemplo, las letras blancis, aunque sean sobre fondo negro, se destacan clara­mente y saltan a la vista.

De esta experiencia pudo indu­cir que los letreros más visible» son aquéllos que están constitui­dos por frases cortas que no pa­san de treinta letras.

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CARAJ- Y CARETAJ'

E L "S^nSm K™*"!» * ^ ^ éB^^^^B

L automóvil se detuvo. Las últimas

E trepidaciones de la máquina y

luego un profundo silencio. Sólo la intensa claridad de los faros, (¡ue se proyectaba sobre un grupo de pinos, podrí i denunciar la pre­

sencia del hombre. Del pesado auto descendieron un hombre y una mujer, que se detuvieron un instante, escuchando. Los quejidos del viento entre el ramaje y la resaca del mar cercano, contra las rocas, daban un tono trágico al rom­per el silencio. Esa noche de Navidad envol­vía aquel rincón de la costa de Provenza en una atmósfera como de tibia primavera, y con tal transparencia que los viajeros podian distinguir cerca de allí las fantásticas ruinas a las que se debía que esa playa se designara con el nombre de Pompeyana. Todas las per­sonas que han visitado Hyeres conocen el pin­toresco promontorio donde el penúltimo du­que de Luynes hiciera excavaciones, que se interrumpieron con su muerte. Hyeres está a cuatro kilómetros; Tolón, a más de dií z. Caba­nas de madera transformadas en posadas, con cancha de bochas, algunas quintas y chaléis escalonados al borde de la ruta, mantienen du­rante el día una circulación que dura, con ra­ras excepciones, hasta las 8 de la noche.

Ya eran cerca de las IL Pero, como si no estuviesen del todo seguros de la absoluta so­ledad, los propietarios del automóvil conver­saban en voz baja, y después de ordenar al chauffeur que los esperara, penetraron en el bosquecillo que revestía la falda de la colina, es{>ecie de oasis situado entre Hyeres, Tolón y el golfo de Giens. Esta misteriosa llegada, a esa hora y en ese sitio, marcaba la primera etepa de uno de esos siniestros golpes de ma­no, ante los que los seres de alguna e<iucacióti retroceden, y el hombre que caminaba asi, en un camino desierto de Provenza, en esta noche de Navidad del año 1902, llevaba un apellido qtie contrastaba con la aventura en preparación.

Era el marqués de Rourre y descendía di­rectamente de una de las más antiguas fami­lias de la Auvernia. Su compañera te había to­mado un brazo, con gesto de mujer que no quiere dejar escapar un cómplice del que no está segura. Caminaba arrastrándolo. De sa semblante vuelto hacia él y en que la daridad de la luna esculpía sus delicadas facciones, emanaba un apasionado deseo ík sugestión, co­mo si le ordenara con e! negro mirar de sus ojos, con la sonrisa de su» labios trémulos, con la tibieza <k su contacto, ron e! acento 4c ms tentadoras palabras.

—Fíjate cómo todo nos favorece. La no­che es tan clara como el día. Valor, pues; una niedia hora y todo estará hecho. . . Te he pro­metido ser tan buena con el niño, como si fue­ra su madre. No te probaré mejor mi cariño... Porque al fin no soy su madre, y es hijo de ella, su hijo. No i)ensaré en ello, sino en nosotros... Este chico es una arma segura, y no fallará... i Ah, si pudiera ir yo y sacarlo de entre sus manos ! . . . Lo haría, te j u r o . , . . Pero no, no me conoce. Gritaría, resistiría, mientras que contigo. . . Te ha visto no hace un año. Eres su padre. Te seguirá tranquilamente... i Es tan fácil!

—Sí — respondió M. de Rourre, — tan fáci l . . . ¡y cuesta t an to ! . . . ¡ Introducirme co­mo un ladrón, escondiéndome, en una casa donde he sido el amo! Arriesgar que algún sirviente me vea, tener que luchar con él, y quizás verme arrestado ignominiosamente. i Escalar las paredes, forzar puertas! ¿ Y si ella está allí, junto al niño?

—No estará — le interrumpió vivamente ella, — bien lo sabes, puesto que hemos elegi­do la hora a propósito. Estará en la misa del gallo, con todo el mundo. Y aunque la encon­traras, ¿no tienes el sagrado derecho de la na­turaleza!* ¡Al fin, eres su padre! El niño es tuyo. Vienes a buscarlo, nada más. No es el juicio de un tribunal el que puede prevalecer sobre los vínculos de la .sangre. ¿ Por qué te han rehusado al niño? Porque vivías conmigo, porque soy tu querida. Pero cuando la sepa­ración se convierta en divorcio, ¿no seré tu mujer? ¿Si o no?

—Serás mi esjKJsa — dijo, estrechando con más fuerza el brazo que se apoyaba en el su­yo. Guardó silencio unos instantes. Sin duda, la evocación de la tragedia, vivida realmente, removió profundamente sus sentimientos: Su casamiento con una piadosa niña de su nivel social, la señorita Luisa D'Avancón, el naci­miento de su hijo Mauricio, sus primeras in­fidelidades poco antes de ser padre, luego su pa­sión por la que a su lado marchaba en el ca­mino solitario. Los celos de su mujer, discu­siones, sus brutalidades hasta la última escena violenta, ante testigos, que determinó el es­cándalo y el proceso de separación. Por alarde, instaló en su casa a Julia Cordier. Era éste el verdadero nombre de la peligrosa amante, co-nocith en los teatruchos donde trabajaba hasta aquél dia con el pseudónimo de Julieta d'Orsay Esa impúdica pret.ciicia en el destruido nido conyugal había sido ex i^ ' l i por Julia. Des ite d prh-.iT dia habíalo juzguilo como ho:»

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CARAy Y CARtTAJ-

Ijre débil bajo sus aparentes energías y del que con sabia diplomacia obtendría lo que quisie­ra. Pretendió nada menos que ser la señora niarquesa de Rourre. De ahí aquella imposi­ción, destinada a aislar -para siempre al des­graciado marqués de sus antiguas relaciones. No calculó, por creer a de Rourre inniensa-niente rico, que atentaba contra sus esperan­zas forzándolo a comprometerse de ese mo­do. El marqués babía pastado enornieniente en su juventud, seguro de heredar a un tío tíiaterno del que era único pariente. l«is re­velaciones del proceso habían determinado al anciano gentilhombre a cambiar sus disposi­ciones. Legó fortuna y propiedades integra-niente al liijo del indigno esposo y en usufruc­to de la marquesa. Mientras que la de Rou­rre veía esa gran fortuna agregarse a sus rentas hasta la cifra de 150.000 francos anua­les, el amante de Julieta d'Orsay llegaba a la ruina.

Su querida le liabia sacrificado su porve­nir en las t:iblas. ¿ Cómo agradecer ese remm-ciamiento, sino con todos los halagos de toilettes y de lujo? I''rancisco de Rourre había buscado dinero en manos de usureros, en el juego, en la bolsa. Esta expedición misteriosa,, en la noche de Navidad, era el resultado trágico de aquellas operaciones. Eustigado, arrastrado por los consejos de la aventurera, con quien com­partía su destino, el desventurado prejiaraba P1 i'apto de su hijo. Todo estaba listo para el •viaje a Estados Unidos, con el niño. .Se tra­taría entonces de negociar con la madre una restitución, que ella pagaría, con segtn-idad, muy cara.

Horrible ¡noyecto que la estada de la es­posa separada en una quinta aislada en los alrede<iores dé Hyeres favorecía y, sobre todo. Un detalle conocido por el raptor, que pasara allí el primer tiempo ele casado: el antiguo propietario había hecho construir en el i)ai-liie una capilla independiente íle la cas.t lia-"itación. Así, pu^s, con toda probabilidad, co-*"o Julia Conlier cínicamente dijera,, el niño ^lorniiria solo en su cuarto esa noche de Navi­dad. .Sus 5 años no permitirían que su madre le 'nipusiera la fatiga de la misa de media noche. •Pero, ¿cómo no tuvo el padre, a pesar df su degradación, el sentimiento que aumentaba la perfidia de su plan, esa misma seguridad, fun­dada en la <!e\'oción ile su nuijcr y su cuida-^P por la salud del niño? Cuando r(j|iipió el Silencio, ese remordimiento dio su acento a las palabras en las (|ue coutcst.aba a una de las fra-*^s protmnciadas por la insiiujante y funesta *^onsejcra:

—-.Sí — repitió, — serás mi mujer,.. Ella me •'a desafiado, Innnillado, arruinado. Me paga-•• así; no podrá usar el nombie de su hijo sin Compartirlo contigo. Pero sufro . . . tener que esperar , . , obrar a s í . . . Me es insoportal)Ie ^ c ella pueda decir que le he tenido miedo.

Cuando uno se esconde, tiene miedo. . . .—Si crees eso, regresemos — dijo Julia, ha-

" 'endo el gesto de volver sus pasos. Luego,

cruelmente; — No se han olvidado todavía de la pe.'jueña d'Orsay en los varietés. Volveré allí; es muy sencillo...

—No — replicó el apasionado amante. — No me separaré de ti. Nunca, jamás.

La babía estrechado en sus brazos. En la cla­ridad de esa noche riieridional, la voluptuosa be­lleza que lo hechizaba impresinó sus sentidos que vi1)raron en un estremecimiento, sus bocas se unieron con un beso que lo rindió en un fre • ntsi, al fortalecer su primera resolución.

-—lisa fortuna era para mí. Ella me la ha quitado rebajándome a los ojos de mi tí^. Re­cuperaré lo que pueda y como pueda, i Va­mos . . . !

Sin (¡rommciar palabra, reaimdaron la mar-cb.a ; él la llevaba ahora. Los pinos eran cada vez más altos. Proyectaban su sombra en el suelo, perforada por los rayos plateados, con los que la luna espolvoreaba el camino. Los cómplices costearon los cercos; los perros la­draban a su paso. Seguían por sendas perdi­das, seijarando las ramas, .\rbustos aromáti­cos mezclaban sus perfumes con los pinos, y las enredaderas silvestres que crecían en la co­lina donde se había paseado con su joven es­posa, en los primeros tiempos-t.le matrimonio, revivieron en Erancisco recuerdos qué aumen­taban su cólera. \Jn nun-o que daba a un án­gulo del camino, los detuvo.

—lis allí — dijo el marqués. '—Son las 12 y 5 — observó Julia, después de

mirar al claro de luna su reloj de pulsera.—Te espero aquí. Dame un beso, querido, y ten valor; piensa que es por tu amada que afrontas esto. No (juisicra exponerte. ¿Si te confun­dieran con un ladrón, si dispararan contra ti algún tiro?

—Ten confianza -— repuso bruscamente. La hermosa felina acababa de emplear el argu­mento decisivo. Hacer ver e! peligro a un hombre de raza. La tomó estrechamente sobre su corazón y de un salto, apoyando un pie en una gruesa piedra que marcaba el limite de la propiedad, pasó sobre el nuno.

t.'onocía bien esa piedra, él mismo había he­cho rcp.'irar ese ángulo del nniro.

I I

El, parque, en el cetitro del cual se encon­traba el chalet habitado por la marquesa de Rourre, liabía sido como cortado d^l

monte que cubría la colina. Se habían con­servado los pinos y trazado calles en la es­pesura, cuyo encruzamiento desorientaría a cualquier otro visitante. Existían algunos es­calones labrados en la roca, grandes grutas, fuentes y acueductos» El infiel marido cono­cía perfectamente todo ese laberinto. Diez mi­nutos después de sejararse de Julieta, llega­ba a la casa. Dos terrazas de estilo italiano prolongaban a cada lado el único piso, coro­nado por una torre. 1. » geranios trepadores y enredaderas de rosas revestían la fachada de un manto widulante de hojas y flores. Una

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C A R A / Y CARETAS

. . . y d* un «•Ito, apoyando un t>te en una g r t i e t a piedrn. pata ftobr« «I míHtt.

sola parte deJ parque había sido destroncada, allí frente al chalet. Palmeras y yucas cre­cían en el espacio abierto. Esa vegetación africana revelaba la dulzura y la fuerza de un clima a propósito para establecer un asilo de paz, de amor, de felicidad, en la tranquila soleclad y hermosura del lugar. Por entre l>>s flecos de las hojas de los fénixes, se entreveía a SO metros de allí la silueta de la capulí con su campanario gótico. Por entre los rayos d« una ventanilla redomfa se la veía iluminada a través de los vitraux nmlticolores. Francisco de Rourrc se convenció, aai. qoe la previsión se cunijiüa. Se Celebraba la »ITI51.'I a la que acostum­braban a asistir todos los de la quinta. LJO» ladri­dos de un perro atado con cadeoa, <^rca de la

cabana del jardinero, a doscientos metros de la casa, aumentaron cuando el raptor se acercaba, pero como el animal había sido atado precisa­mente ¡mra que los fieles no fueran mordidos y como hacía más de de horas que ladraba des­aforadamente, no llamó la atención a ninguna de las personas dentro de la iglesia. Los dos fali!..os de la mart, lesa habi..n quedado en el chalet, lejos, en el piso bajo. Aunque hubiesen que<iatlo en la habitación donde Francisco pen­saba lleg:ar, no por eso hubiera retrocedido. Eran dos «Kings Charles» que tendrían ahora 2 mm y que lo conocían; además no se detu­vo a suponer probabilidades ni en pro ni en coi.tra.

Bien decidido, se trátate de escalar una de

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C A R A ^ Y CARETA./

las terrazas, la de la derecha^ que daba acceso a! dormitorio de la señora de líourre por una puerta de cristales. Estaba seg'uro; conocía la disposición; el cuarto del niño debía ser h liabitación contigua, que antes fué su dormi­torio. Grandes cántaros de forma provenza!, transformados en floreros, aüneados bajo la terraza, rebosaban macizos de aromos. Subiilo sobre uno de ellos, Francisco se aferró con una mano de los pilares de la l.Jaustrada y con su otra mano empuñó la cornisa. Un esfuerzo más y, aprovecbando los alambres que suje­taban las enredaderas, los troncos mismos, para afirmar sus pies, consi^fuió snljirse al balcón.

Hasta aquí, la dificultad fué sólo mate­rial. Ensangrentarse las manos en un escala­miento, arriesgarse si lo descubren, al ser to­mado por ladrón, a recibir una bala, son sen­saciones que un hombre enérgico afronta fá­cilmente. Pero en el momento en que Fran­cisco de Rourre iba a forzar la portaila, pen­só que realmente podría encontrarse, como le dijera a Julieta con mal disimulada apren­sión, frente a su mujer . . . Su corazón tan tranquilo desde el instante que fraiKjueara la pared del parque, ahora latía golpeando a rom­perle el pecho, mientras forcejeaba para ha­cer saltar los cerrojos de la persiana. Si al­guien hubiera en el cuarto, esos ruidos provo­carían a la rma. . .

No se oía nada en la habitación. Francisco dio un fuerte tirón, introduciendo sus dedos en los intersticios de las tab!illa.s de la persiana. Sintió que ¡a falleba cedía por la presión deses­perada. De mi puñetazo de su mano, que en­volvió con el pañuelo, hizo saltar en pedazos Un vidrio de la puerta. Pudo así abrirla y entró en el cuarto. Vacío, puesto que el estrépito no provocara ni un grito. La brutali­dad de su acción hizo brotar en el que la cometía los peores instintos, como acontece cuando un hombre de cierto rango .se envile­ce con actos que lo avergüenzan ante sí mismo.

El gran señor convertido en salteador ex­perimentó ante el éxito de su abominable de­signio una feroz alegría, sucediéndose casi es-pastTiódicamente a las angustias anteriores. Son-riéndose, pronunció en alta voz palabras que hubieran helado la sangre en las venas del ser que en ese instante se arrod'Haba en la capi­lla.

—i Esta vez, ya está 1 Diciendo así, y a pesar de que los rayos

de luna por la puerta entreabierta ilumi­naban el cuarto, sacó de uno de sus bolsi­llos una lámpara eléctrica y proyectó su haz luminoso, comprimiendo el resorte, descubrien­do un candelabro del que se apresuró a en­cender una de las velas. A pesar suyo, cuando 'a débil llama difundió su luz circular y escu­driñó con su mirada cada lado de la habita­ción, cuya disposición y aspecto eran los mis­mos,, lo reconocía estremeciéndose. I-a esposa abandonada y ultrajada no había cambiado •Wda. Seria natural que su resentimiento la tíeterminara a poner de lado muchas cosas.

testigos harto elocuentes de una unión tan do-lorosa como tan poco duradera. Sin embargo, no. Los muebles permanecían en el mismo lu-,gar y la misma decoración, el mismo lecho, preparado con un solo almohadón para la viu­da. Los mismos cuadros en las paredes. Los mismos. Sin embargo, había uno encima de la liuerta que antes no existia. Francisco de Rou­rre .se aproximó con la luz en la mano, como si no creyese en lo que veía. Era un retrato su­yo el que su .señora colocó en e.se sitio. Ella lo había hecho hacer después de la separación, por alguna fotografía. Se aproximó al escrito­rio. Wrasi fotografías suyas en los marcos de cuero del necesaire que la señora de Rourre llevaba en sus viajes. La forma misma lo con­firmaba.

El asombro del visitante improvisado de es­te asilo por esos extraños detalles fué tan in­tenso que su mano tembiala a punto de obli­garlo a poner el candelero sobre la mesa, i El, que al entrar en la casa estaba persuadido de que su espo.sa le odiaba! ¡ Ella, que se mostrara tan implacable con él en el juicio! ¿Por qué, entonces, esas pruebas indiscutibles de un re­cuerdo que para ser lógico debió traducirse en indulgencia, mientras que fué tan dura­mente reivindicadora del hijo? Estas imáge­nes del marido en tantas reproducciones pa­recían atestiguar que aun lo amaba. ¿O era acá so que ella deseaba que los demás lo creyeran? ¿Pero para qué esa comedia, si así fuera? i Qué razón para mantener una ilusión que su conducta desmentía y después de despreciar tantas ocasiones de acercamiento con quien llevaba el nombre de quien cuidaba celosa­mente: el hijo?

Los jueces acordaron al padre el derecho de visitar a ese niño en épocas determina­das. Fué poco el provecho, pues en cada visi­ta la madre estaba presente. Glacial al recibir­lo, glacial en la despedida, amable sólo cuan­do Mauricio estaV)a entre e l los . . . Y en medio de esa exaltación de pensamientos, como en un vértigo, se presentó ante el espíritu de este hombre paralizado con el exceso de impresión, de sorpresa, una respuesta que emjjezaba a esbozarse ante el porqué.

Surgió sin duda de todos los rincones del cuarto. Esa respuesta iba a precisíirse clara­mente por un simple hecho que conmovió a ese padre, con la vil)ración de todas las fibras de su alma.

Se dijo, como para sacudir la repentina hip­nosis que lo envolvía:

—¡Vamos, ligero! Julia me esí)era. Esa evocación de la querida allí en el dormi­

torio de la esposa era una protesta de «« pre­sente con el pa.sado^^y una repentina turbación siguió al considerar la influencia que dominan, do su voluntad le había sugerido, impulsado, determinado a llevar a cabo el canallesco pro­yecto de chantage.

Tomé nuevamente el candelabro y se dirigió al cuarto de toilette que se comunica!» con el aposento vecino, donde tenia la convicción

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CARA^ Y CARETAJ

. . -en su camlta, re­posaba el i n o c e n t e con lo» ojo» carra-d o i . . .

que su hijo dormía. Un troEO de leño ardía aún en la chimenea del cuarto de vestir fren­te a la que Mauricio había colocado tres ho­ras antes un zapatito para el bondadoso Noel. Al lado de este calzado de niño la madre ha­bía colocado los regalos que ¿irían un dichoso despertar al pequeñuelo. Varios paquetes es­taban allí, misteriosamente en^tieltos y ajarte una gran caja que aparentaba encerrar un ju­guete rnás hermoso a Juzgar por el tamaño. Era el único que tenia una iascripción, que Francisco de Rourre no pado dejar de leer: «J'ara mi hijito Mauricio, de parte de su que­rido papá en viaje.,,»

Ix)S caracteres habían sido trazados en le­tras de imprenta, ¿por quién, sino por la madre, que habla querido disimular su escri­tura? Todo el secreto de la existencia de es­ta mujer desjjraciada se enceiraba en la su­blime ingenuidad de esa mentira, del envío a nombre del marido culpable; per<3 era el padre, el padre que pudiera volver, el papl, de quien el niño debía ignorar el abandono .y que debía conservar el sitio en su tierno corazón. Y em carino era alimentado por la madre, avi-/vado por una heroica y tierna íicción que el regalo de Noel daba minucioso testimonio, co­lijo las fotografías del dormitorio demostraban

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CARAX Y CARET/^y

la perseverancia. El héroe i.r.agínario de ese piadoso romance maternal contemplaba con mirada absorta, con la faz convulsa, ese pre­sente hecho en su nombre. Sus ropas desgarra­das y sus manos ensangrentadas le recorda­ron su situación. Se observó ante el espejo, se vio de pie junto a ese cuadro de familiar in­timidad.

El aposento, d calzado del nene, los obje­tos cuidadosamente acondicionados le dieron la impresión de su crimen.

¡Ahí , ¿qué le importaba la espera de Julia? ¡ Estaba tan lejos, ahora !

¿Realizaría realmente su proyecto de raptar al hijo en el alma del cual la madre cultivaba su recuerdo afectuoso? ¡Raptarlo! ¡Confiárse­lo a esa criatura que no era dueña sino de sus sentidos, de un delirio, de una pasión embria­gadora, pero tan baja, tan mezclada de carnes y de dolor! En esa instante, de bien corta du­ración (pero suceden ciertos ictus morales co­mo los ictus físicos en los cuales la con­vulsión fulsrurante inhibe todas las células de un cerebro en unos segundos), la querida y su vida le horrorizaron y el « n o . . . no» que pronunció con firmeza era bien distinto del «ya está» de cuando l legara. . .

El reloj del cuarto en que se encontraba dio un toque metálico que lo despertó, como de un sueño. Se fijó en la hora. Las doce y media.... La misa que se celebraba en la capilla iba a terminar. . .

¿ Ser sorprendido así y por su mujer ? ¡ Eso, nunca! . . . Cauteloso y rápidamente, en punta de pies, con las manos ante la llama de la vela, se dirigió al cuarto donde había adivinado que reposaba su hijo.

Descubrió la cama, y en la almohada, la ca­beza inocente, los ojos cerrados, la boca entre­abierta, los dorados rizos en desorden. El res­pirar tranquilo de e.se encanto no varió su ritmo cuando se acercó su padre, que inclinán­dose rozó con sus labios la mejilla fresca y sonrosada de la criatura, de su hijo, para quien, gracias a la madre, no había dejado de ser el gran amigo bienhechor y admirado, el protec­tor, el patlre. Luego, apresura­do y tratando de no hacer ruido, siempre caminando con la pun­ta de los pies, cuidando de limi­tar con su mano el espacio de luz, llegó al cuarto de vestir, al dormitorio, a la terraza. AUi .se

detuvo y escuchó. La misa aun no habla terminado, la capilla aun

tenía, la puerta cerrada. Con tanto temor de ser visto como si no se re­

tirara sin haber efectuado el rapto, se suspendió de la balaustrada, se

dejó caer y huyó a través del parque.

SOLO' — exclamó Julia, cuando Francisco pasó sobre el muro y llegó junto a ella. — ¿No encontraste el cuarto? ¿Había al­

guien ? i Pero qué pálido estás! i Cómo tiem­blas! ¡Habla, dime!

—Vamos — dijo de Rourre con voz trému­la, sin responder a la mujer que lo tomó del brazo insistiendo.

—Confiesa la verdad. ¿Te faltó el ánimo? ¿Tuviste miedo? — y lanzó una carcajada es­tridente. — Acaso tu mujer . . .

—Te prohibo hablarme de ella — inte­rrumpió desasiéndose y t o m á n d o l a a su vez, rudamente, provocando un pequeño gri­to. — ¿Entiendes? — repitió. — Te pro­h ibo . . .

Su acento fué tan extraño y su semblante expresó tal ferocidad que Julia guardó silen­cio. ¿Qué había sucedido en esa media hora para que cambiase así ? Por el mismo camino, pero ahora Francisco de Rourre no parecía preocupado en ocultarse, caminaron hacia el automóvil. En el instante en que aparecieron los faros por entre los troncos de los pino's, ella comenzó a decir con voz desafiante.

—Óyeme, volvamos a Marsella. No tengo intención de permanecer en el mediodía. Des­de que el asunto no marchó, regreso a Pa­rís, y nadie, sino tú, tiene la culpa si vuelvo de nuevo al t ea t ro . . .

-—¡ Eh! Harás lo que quieras — respondió de Rourre; — todo me es igual con tal de que nos vayamos de aquí y pronto . . .

Por vez primera la querida sintió que la espo.sa había encontrado el modo de ser más fuerte que ella en ese corazón de hombre, a quien arrastró hasta el borde del crimen. Men­talmente incapaz de explicarse sino con inno­bles razones la causa de ese cambio, que des­truía el plan de chantage largamente acaricia­

do, balbuceal)a entre dientes un ¡ Cobarde! que el padre de Mauricio ni siquiera

oyó. Observaba jwr el vidrio de la ventana del veloz automóvil los

pinos de la colina que se aleja­ban como fantasmas, y en su infinita tristeza vislumbraba una tímida esperanza. Si su

esposa había querido que su hijo lo siguiera queriendo y res­petando, ¿seria para rechazarlo

si volviera? ¿Volver? ¿Tenth-ía algún día valor? Y al mirar a su

conjpañera que lo observalta con el rabillo del ojo (como la fiera

que vigila su presa), comprendió, en un estremecimiento de todo su ser, que la intensidad de su odio era firme, profunda, in­mensa.

B O B O U R

Page 161: Caras y caretas (Buenos Aires). 17-4-1926, n.º 1.437

CARAJ" t CARETAS

— Ha cUuturado el Congreso. __ Alvear no parece el miimo. — E » t á Irigoyen furioso. ¿Se da cuenta? — ¿Y qué j nj^, espera un cataclismo I [No molestéis al coloso t

[hay con eso?

— Y la Casa de Gobierno — Los hombres y las mujeres — Habrá bochinches, peleas •e derrumbará este invierno. no cobrarán sus haberes. y cinchadas y pedreas.

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— Molina, muy descontento, — Noel pasará un mal rato se meterá en un convento. y se quedará más ñato.

— Pretenderá Tamborini parodiar a Mussolini.

— Los concejales, callados, andarán desorientados.

— Va a acabarse el bataclán. — Todo ello es pura parada. I Elstamos sobre un volcán! Aquí no va a pasar nada.

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