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SEMINARIO CONCILIAR DE CIUDAD JUÁREZ RASGOS FUNDAMENTALES DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACION DESDE LA EXPERIENCIA DEL ENCUENTRO CON DIOS TESINA TEOLOGICA POR: FRANCISCO ALEJANDRO MURO SALCEDO ASESOR: Pbro. Lic. Guillermo Sías Burciaga 1

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SEMINARIO CONCILIAR DE CIUDAD JUÁREZ

RASGOS FUNDAMENTALES DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACION DESDE LA EXPERIENCIA DEL ENCUENTRO

CON DIOS

TESINA TEOLOGICA

POR: FRANCISCO ALEJANDRO MURO SALCEDO

ASESOR: Pbro. Lic. Guillermo Sías Burciaga

Cd. Juárez, Chih., México

Mayo, 2011

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INTRODUCCIÓN

Ante la experiencia de fe de este grandísimo don que es

el perdón de Dios, antes que todo, sólo puedo iniciar

diciendo: Te doy gracias Padre, por el misterio

insondable de tu amor; ese amor eternamente

misericordioso con el cual siempre nos perdonas. Es tu

amor misericordioso que se hace reconciliación, perdón.

Ese amor que se encarnó, tu Hijo, que se entregó para

salvarnos y dijo «Padre, perdónalos, por que no saben lo

que hacen».

Constantemente al optar por un tema para realizar, un

escrito, una tesis o un trabajo final recurrimos a

aquello que nos de fruto rápido o mejor dicho nos muestre

la practicidad de nuestra investigación, buscamos siempre

responder a la pregunta de para qué me va a servir y

hacemos aun lado todos aquellos planteamientos base que

logran fortalecer los cimientos con los que fue

construida la reflexión. En estos tiempos en que he

buscado trazar o imaginar mi trabajo de reflexión final

teológico he pensado mucho en aquello que para la fe es

fundamental: el encuentro con Dios.

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Este encuentro es la base de todo. Este encuentro me ha

llevado a experimentar y reflexionar sobre el amor

misericordioso de Dios. Habrá muchas formas de hacerlo

pero no tendrán la fuerza, lo vibrante de lo que tiene

descubrir la misericordia de Dios en el sacramento de la

reconciliación; hablar de reconciliación es hablar de un

don gratuito de parte de Dios que se nos ofrece no porque

seamos pecadores sino por que Él es bueno y su

misericordia es eterna y porque nos ama sobre todas las

cosas.

Por ello quiero sumergirme en el misterio insondable de

este sacramento y en el cual no sólo descubrir lo que

lleva al hombre a tomarlo todo (Lc 15) y alejarse de Dios

sino que por encima de esto, descubrir la misericordia de

Dios que otorga el perdón y da la gracia para seguir

caminando, porque la historia o el caminar no terminan en

la falta, en la trasgresión, en el pecado. No termina en

la nada o en la infidelidad. La historia de la persona,

del pueblo siempre tenderá a la búsqueda del perdón y de

la gracia.

La historia de la salvación es salvación, es perdón,

reconciliación, es gracia para seguir caminando por el

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desierto, es un “mañana juntos”. La reconciliación es

gracia para levantarse y seguir caminando…

Para ello he querido ayudarme, sin llegar a un autor

preciso, de la reflexión de la Iglesia en su Tradición,

Magisterio y Sagradas Escrituras; además de algunos otros

autores que directa o indirectamente han escrito sobre

este sacramento, sobre todo, de la misericordia de Dios.

Este trabajo quiere descansar sobre dos pilares: el

primero sería las parábolas de la misericordia que nos

presenta san Lucas en su evangelio (cap. 15) las cuales

son experiencia de esa gracia del perdón; el segundo es

la historia de salvación, desde la creación hasta la

resurrección, que se prolonga hasta nuestros días.

No pretendo desglosar la ritualidad de este sacramento

como si fuera propuesta para una liturgia penitencial;

tampoco pretendo realizar un trabajo de lo que

pastoralmente se deba realizar, aunque no dudo que unos

de sus frutos podría ser la búsqueda de este sacramento y

lo que convenientemente se debe poner en práctica para

ello. Lo que sí quiero realizar es una reflexión

espiritual o teológico-espiritual; que de cuenta de la

experiencia existencial que trae este sacramento como un

lugar privilegiado de encuentro personal con Dios.

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Por ello, haciendo referencia a esto, con mi primer

capitulo quiero desarrollar en un inicio la trasgresión

que realiza el hombre-cristiano por el pecado, es decir,

aquello que hace que el hombre caiga en el pecado, sin

embargo, no pretendo solo eso sino el hecho de

“reconocerse pecador” por lo cual el hombre busca

“levantarse” y volver a Dios para reconciliarse con él,

no por meritos personales sino por la gracia de Dios.

Esto conlleva, reconocerse pecador, la conversión, la

búsqueda del perdón. En un segundo capitulo desarrollar

el tema de la misericordia de Dios que reconcilia en la

presencia viva de su Hijo Jesucristo y por último, un

tercer capitulo que aborde el tema de la Buena Noticia de

la Reconciliación, es decir, la gracia que recibimos y

nos permite seguir caminando como hijos de Dios y

auxiliados por su presencia para no volver a pecar.

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Capitulo I

El misterio del género humano

El hombre manchado por el pecado y su reencuentro con el Padre

En este primer capítulo tengo en bien desarrollar desde

su inicio la trasgresión que realiza el hombre,

ayudándome del testimonio de la caída de Adán teniendo

presente como lo dirá el padre Ladaria que “todo hombre

es Adán”1, sin embargo, no nos quedemos en esta idea, por

lo menos no del todo. Con esta primera parte no pretendo

que el lector experimente esa sensación negativa de lo

que representa el pecado, claro que tendrá que mostrarse

de acuerdo que el hombre es pecador. Mi propósito es que,

una vez conocido el por qué del pecado; descubra lo que

al hombre le ha llevado a “reconocerse pecador” por lo

cual busca “levantarse” y volver a Dios para

reconciliarse con él; no por meritos personales sino por

la gracia de quien lo ha llamado a la vida.

1.1 EL HOMBRE VELADO POR EL PECADO

En los primeros capítulos del libro del Génesis se nos

presenta, de una manera puntual y un tanto poética, la

creación de todo cuanto existe, que a su vez es “comienzo

1 Ladaria, Luis F. Teología del pecado original y de la gracia. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2007, p. XIII

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de la historia de la salvación.”2. Estos pasajes,

reflejan el quehacer de Yahvé y su sabiduría infinita

manifestada en la “obra de sus manos”, la cual no ha

surgido por azar, sino por la libre voluntad del Creador

que quiere participar de su ser a toda criatura. En medio

de todo cuanto ha hecho, sólo magnifica a una de ellas y

de la cual se nos hablará en el texto bíblico que era una

creación “muy bien”3; el hombre y toda la humanidad ha

sido creado a imagen de Dios e instituido lugarteniente

del resto de la creación4. Por ello:

No se equivoca el hombre cuando se reconoce superior a las cosas corporales y no se considera sólo una partícula de la naturaleza o un elemento anónimo de la ciudad humana. Pues, en su interioridad, el hombre es superior al universo entero; retorna a esta profunda interioridad cuando vuelve a su corazón, donde Dios, que escruta los corazones, le aguarda y donde él mismo, bajo los ojos de Dios, decide sobre su propio destino. (GS, 2004)5

Estos relatos que nos presentan la creación del hombre

podrían parecer un tanto melosos, no por ello, dejan de

ser importantes y fundamentales en nuestra fe. Estos han

sido fundamento de textos realmente “palpables” en cuanto

a la presencia divina en la creación del género humano;

así, el hombre ha sido formado por mano de Dios en la 2 Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva edición conforme al texto latino oficial. México: Coeditares Católicos de México, 2000, n. 280.3 Cfr. Gn 1,314 Cfr. Sal 8,5-75 Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes. Madrid: BAC, 2004, n. 14.

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intimidad y silencio de un vientre6. A partir de esta

constitución de imagen y semejanza ha recibido el don de

la libertad y con ello puede escuchar la voz de su

creador, entrar en relación con él, amarlo e inclinarse

al bien sin estar coartado.

Esta libertad le viene al hombre de una manera

participada y aun así, esto, no le impide buscar su

perfección como persona.7 Por ello, es en la libertad

divina donde el hombre alcanza su libertad humana y este

a su vez se ve colocado ante la posibilidad de elegir

entre el bien y el mal; entre aceptar la amistad con Dios

o rechazarla. Sabemos, por la Revelación, que el hombre

no dio la respuesta adecuada8. Su libertad se vio

engañada, esclavizada. Creyendo que aquello era bueno no

se permitió escuchar la voz interior de su Creador. No se

equivoca, el Concilio, al afirmar que:

Constituido por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia, levantándose contra Dios e intentando alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios, sino que su necio corazón se oscureció y sirvieron a la criatura en vez de al Creador. (GS, 2004)9

6 Cfr. 2 M 7,22-23.28; Sal 139,13-16; Jb 10,8-12; Jr 1,57Cfr. Congregación para la doctrina de la fe. Instrucción sobre libertad cristiana y liberación. Roma, 19868 Cfr. Gn 3,1-13; 4,6-8; 6,5-8; 11,1-4; Ex 16; 32,1-6;Jc 2,11;3,7.12;4,1; 2Sam 11.9 Concilio Ecuménico Vaticano II… Op. Cit. n. 13

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El hombre dejó que en su corazón reinara la soberbia y la

desobediencia. Buscó suplantar a Dios queriendo decidir

sobre lo que era bueno y lo que no; se creyó

autosuficiente. Esto mismo, lo llevó a deformar su

relación perfecta con Dios a una donde lo consideraba

como su contrario, su rival. “El pecado corrompe en el

hombre la imagen de Dios, trastornándola radicalmente, de

la de un ser perfecto en sí, que da por pura gratuidad, a

la de un ser interesado y necesitado, preocupado de

protegerse contra su criatura”.10

Es así que el hombre tomando todo sobre sí, partió de la

presencia de Dios ocultándose de su mirada y con ello,

trasgredieron la voluntad de Dios y pecaron11.

El ser humano al experimentar el pecado, experimenta esa

insensatez personal. Ha perdido la paz en su corazón al

ir en contra de él mismo; en su conciencia, ha quedado

descentrado y desorientado. Ha tergiversado su camino de

10 De Fiores, Stefano [et al.]. Nuevo Diccionario de Espiritualidad. voz pecador/pecado. 5ª edición. San Pablo: Madrid, p. 1530-.11 Aunque en un inicio, esta reflexión, ayudándose de los primeros capítulos del libro del Génesis, muestra la creación del hombre y posteriormente su pecado; no pretende hacer una teología del pecado original originante, sin embargo, sabemos que de esta caída el hombre se descubre inclinado al mal y aunque no determinado sí tiende a caer en el pecado personal u originado. Este pecado (originante) viene a ser paradigmático y muestra, de cierta forma, lo que todo pecado tiene en su principio. Para interiorizar en este tema ver: Flick, Mauricio y Alszeghy, Zoltan. Antropología Teológica. Salamanca: Ediciones SIGUEME, 2006.

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salvación. Ha cambiado el amor de Dios por el miedo a

Dios.12

De ahí que el hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Además, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente como atado con cadenas… pues el pecado disminuye al hombre mismo impidiéndole la consecución de su propia plenitud. (GS, 2004).13

Llegada la oscuridad al corazón del hombre, creyendo que

hace algo bueno, se deja llevar por su egoísmo y aun

cuando se sabe libre no se da cuenta de su esclavitud al

pecado. Una imagen que se me viene a la mente en este

momento es la de aquel hijo que queriendo ser libre no le

importa darle la espalda a su padre y con ello a su

verdadera casa14, sin embargo, aun cuando él se creía

libre no se daba cuenta de la esclavitud que había

abrazado, no solo por el hecho de haberse dado a un

patrón tiránico sino ya antes de esto se había vuelto

presa de su orgullo y de sus tendencias desordenadas. Es

mas, experimenta el no poder rechazarlo, se siente como

hombre falible.

1.2 EL HOMBRE INCLINADO AL MAL 12 Cfr. Gen 3,1013 Concilio Ecuménico Vaticano II… Op. Cit., n. 1314 Cfr. Lc 15,11-32

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Pablo afirmaba vivir una experiencia contradictoria;

descubre que “no hace lo que quiere, sino lo que

aborrece.”15 Estas palabras que nos ofrece Pablo nos

permiten visualizar el panorama de nuestra realidad, si

bien no en el momento de entregarnos al mal, sí cuando

nos encontramos rostro en tierra.

El hombre constantemente se encuentra en esta lucha de

hacer lo que no quiere y dejar de hacer lo que quiere y

en esta misma lucha encuentra su desconcierto, su

división y su contradicción.

Experimenta la concupiscencia que le ha dejado el pecado.

El hombre pone todo su empeño en volver a amar y hacer el

bien y constantemente se da cuenta que agrede lo más

interno que tiene y hace daño, es decir, aun cuando no lo

desea sigue pecando.

Ya anteriormente trataba de ahondar en el “problema del

mal”16 y descubría que a través del tiempo se ha buscado

dar respuesta o reflexionar sobre este problema.

Descubría que el hombre se encuentra inclinado al mal, no

porque sea malo o busque hacer el mal, sino porque en él

se da este constante estire y afloje.

15 Cfr. Rm 7,1516 Muro Salcedo, Fco. Alejandro. Tesina filosófica, El problema del mal en Paul Ricoeur. Manuscrito no publicado. Ciudad Juárez, 2007.

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Si volvemos a los textos veterotestamentarios

descubriremos cómo el corazón del hombre convive con esta

inclinación.17 Esta convivencia no sólo lo lleva a

quebrarse en su interior sino que también afecta en su

relación con Dios ya que el hombre:

de una manera espontánea e instintiva se ve inclinado a buscar la satisfacción inmediata, individual, terrena y temporal, independientemente de toda norma superior; aborrece incondicionadamente la muerte, el dolor y cualquier limitación de su bienestar. Aun cuando quiera cumplir la voluntad de Dios, permanece este dinamismo instintivo, y no puede perseverar en la alianza con Dios, si no es a través de una lucha continua. Todavía le resulta más difícil al hombre someter a Dios sus más profundas intenciones, esto es, la motivación de sus maneras de actuar, de tal forma que Dios, sumo bien, sea siempre el último motivo de sus acciones. (Flick, 2006)18

Usualmente consideramos la concupiscencia con los

problemas o tendencias carnales que experimenta el

hombre, como si eso fuera lo primordial. Es necesario

ampliar nuestro campo y no solo quedarnos con un concepto

peyorativo o material de esta realidad en el hombre.

Convendría situar la concupiscencia como las tendencias

desordenadas que se dan en el hombre y que de una manera

17 Cfr. Gen 6,5; 8,2118 Flick, Mauricio [et al.]. Op. Cit., p. 228.

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particular se manifiestan en el aspecto corporal de su

ser.

No podemos olvidarnos que el hombre en su constitución es

un ser complejo, encerrarlo bajo mismos parámetros sería

entrar en contradicción. Por ello, el hombre sigue

caminando, sigue buscando en medio de su debilidad y

tribulación el camino que lo lleve de regreso a casa,

pero su caminar, de cierta manera, no lo hace solo. La

mirada de su Creador lo sigue y le hace seguir escrutando

en su corazón, como gota de agua constante que hace

hondura en la piedra.

Su corazón aún cuando se halla dividido y lapidado no

descansa, puesto que ha sido creado para Dios y no dejará

de estar inquieto hasta no descansar en su Creador.19

1.3 EL HOMBRE DE FRENTE A SU PECADO

Hasta este momento hemos reflexionado como el hombre ha

perdido la gracia original, envolviéndose en el pecado

que le ha traído como fruto la tendencia al mal. Esta

tendencia, aunque no lo determina, sí lo pone de cerca de

hacer lo que no quiere hacer. En ello, podemos descubrir

una dificultad. El hombre pudiera, constantemente, seguir

dando vueltas sobre el mismo eje de pecado y llegar

19 Cfr. Agustín, San. Confesiones. España: Edicomunicación, s.a., 2001. libro1,n.1

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incluso a vivirlo sin darse cuenta, es decir, perder la

conciencia de que esta pecando y con ello todo lo que

esto implica.

Ya hablábamos antes de cómo Dios, sin romper la libertad

del hombre, se hace presente de una manera sencilla en

ese corazón ensoberbecido por el pecado, que sin embargo,

anhela volver porque tiene hambre de amor.

Esto, hace que el hombre se experimente necesitado de

regresar a casa. Sólo el que se sabe pecador, inicia un

camino de regreso, algo que no es fácil porque las

fragilidades persisten e incluso se vuelven más

insoportables. Por lo tanto, Dios compadecido, tiende la

mano a todos, para que lo encuentre el que lo busca.20

Tal es el caso de nuestro amigo pródigo, que se reconoce

pecador. “Entrando en sí mismo”21 reconoce, después de

haberlo perdido todo, que ha llegado al limite.

Por ello, no hay peor ciego que el que no quiere ver y

peor pecado que el que se olvida. ¿Qué quieres que haga

por ti?, ¿quieres curarte? Preguntas que desconciertan al

escucharlas por boca de Jesús. Pero algo es claro,

solamente reconociéndonos enfermos es como buscaremos la

curación. 20Cfr. Misal Romano. Plegaria Eucarística IV.21 Cfr. Lc 15,17

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Al reconocer nuestra enfermedad no corporal sino

espiritual como lo es el pecado, entonces sí buscaremos

la sanación, sí buscaremos levantarnos y volver, antes

no, antes creíamos seguir haciendo algo bueno, o bien no

aceptábamos la división interior en la que nos

encontrábamos, talves porque nos resultaba mas cómodo o

simplemente no nos importaba.

Este reconocer nuestra necesidad de volver, implica vivir

la búsqueda palpable de dos actitudes:

a) Arrepentimiento

Junto con esto, nos encontramos de cara con el

arrepentimiento, podríamos volver, seguir caminando y

olvidarnos del por qué volvemos. El arrepentimiento nos

sitúa de nuevo ante aquello que consideramos que nos

había alejado de la relación íntima con Dios.

Karl Rahner, nos habla del arrepentimiento como un

sometimiento ante Dios, al decirnos que:

El arrepentimiento es, sin duda, un distanciamiento del hombre con respecto a sí mismo en cuanto pecador y, por ello, no es algo tan fácil de entender como suelen presuponer las definiciones tradicionales del arrepentimiento. En él, en todo caso, el hombre se entrega incondicionalmente al Dios santo con la absoluta confianza de que así se entrega al juicio que brota del amor que tiene la posibilidad real de anular la culpa. Así el hombre puede comprender, por ejemplo, que haya a menudo en su vida

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acontecimientos que, por un lado, puedan ser calificados (de acuerdo con la Escritura, la Tradición y la praxis de la Iglesia) como pecado y, por otro, que dichos acontecimientos no sólo le parezcan como inevitables, sino también muy beneficiosos para él… En estos casos, el hombre sólo puede arrepentirse entregando su existencia, con su mezcla indisoluble de bondad y malicia, al amor misericordioso de Dios, el único que conoce de veras el corazón del hombre. (Ranher, 1983).22

Por lo tanto, el hombre sólo podrá distanciarse de sí

mismo en la medida en que, interiormente, se ha

encontrado con Otro. Esta actitud es progresiva e ira

madurando conforme nos ponemos de frente a Dios.

b) Conversión

Toda toma de conciencia, en este caso, de nuestro pecado

nos debería llevar a tomar una postura concreta. Nos

centramos en aquello que hizo el hijo prodigo

“levantándose volvió a su padre”. Esta actitud de volver

con su padre, de volver el corazón a Dios, la conocemos

como conversión, que nos indica un “cambio de vida; dejar

el comportamiento habitual de antes para emprender otro

nuevo; prescindir de la búsqueda egoísta de uno mismo

para ponerse al servicio del Señor”.23

22 Ranher, Karl. “Misterio de la culpa humana y del perdón divino”. Revista Selecciones de Teología. Vol 22, R.85, (1983):39-5423 De Fiores, Stefano [et al.]. voz conversión, Op. Cit., p. 356.

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Propiamente, el convertirnos implica dejarnos envolver y

llevar por la acción de Dios.

Quien cree que alguna vez podrá tener éxito por sí mismo, no sólo no se libra de su pecados, sino tampoco de esa obstinada voluntad de autoconversión, tan estéril como angustiosa… Por supuesto la colaboración del hombre resulta imprescindible para su conversión. Pero toda ella ha de estar al servicio de la actividad salvadora de Dios. Al alma le corresponde retirar los obstáculos, eliminar ese lastre, ese peso muerto que le impediría dejarse llevar por Dios”. (Cabodevilla, 1999).24

A esta altura, creo que podemos reconocer que Dios sigue

estando más de cerca, por ello, hay que dejarlo actuar y

eso sería la conversión. Obviamente la conversión no es

regresar a algo, sino a Alguien.

Hasta aquí, quisiera concluir con algo que es muy

importante. Aun cuando el hombre ensoberbecido en su

corazón, aun cuando indiscriminadamente va haciendo su

corazón de piedra a causa del pecado que lo constriñe,

Dios, en su silencio misericordioso, sigue ahí, presente

en la ausencia. No es el hombre, por sus fuerzas físicas

o psíquicas el que regresa en un primer momento, es Dios

el que llama y el hombre vuelve a responder. Es este

24 Cabodevilla, José María. El padre del hijo pródigo. Madrid: BAC, 1999.

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maravilloso misterio de amor que nos envuelve y este

misterio es lo que nos atañe en el siguiente capítulo.

Capítulo II

La misericordia reconciliadora de Dios

Más allá de nuestras expectativas; siempre nos precede

Dios en su infinita misericordia. El pecado no es la

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última palabra ni siquiera la primera; más allá de todo

lo que pudiéramos pensar acerca de lo que nos debiéramos

ganar por nuestra iniquidad e incluso aquello que

quisiéramos realizar para retractarnos ya antes de todo

esto la reconciliación o el perdón se nos ofrecen

gratuitamente.

Un pueblo concreto experimentó precisamente este hecho;

una y otra vez Dios seguía siendo fiel a su palabra y a

ese pueblo con el cual había pactado una alianza. Sin

embargo, en su designio de salvación ya había preparado

de antemano la manera de dar plenitud a ese pacto. Por

ello, “el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre

nosotros” (Jn 1,14); por su presencia encarnada vino a

manifestarle al hombre el sentido verdadero de su

creación.

Cristo manifestó el amor verdadero en obras y prodigios,

él mismo era el rostro de Dios que en él es Padre. Este

amor de Dios por los hombres se hizo manifiesto en la

misma cruz de Cristo siendo por ello, redentor de todo el

género humano, devolviéndole así su pronta relación y su

ser de hijo. Pero la cruz no fue la última palabra,

Cristo se levanta victorioso de la muerte y es en la

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resurrección que recibimos la plenitud del amor

misericordioso de parte de nuestro Padre.

2.1 La experiencia vivificante de un Pueblo elegido por

la misericordia de Dios.

Para descubrir la grandeza de este don tenemos que volcar

nuestra mirada a aquél pueblo elegido por Yahvé.25 Quiso

Dios revelarse a los hombres de tal manera, que buscó

manifestarse como el que es26, es decir, aquél que se

manifestaba vivamente en la obra que estaba realizando.

Esta revelación realizada a un pueblo concreto fue dada

en su propia historia, una historia que posteriormente se

convertiría en historia de salvación, ya que hablar de

historia y más de una en la que se manifiesta la

salvación dada por Dios, no significa que sea una

historia maravillosa, ajena a las dificultades o llena de

portentos o en la cual los que participan de ella son

personajes sin tacha.

Este pueblo experimentó en sí mismo la misericordia de

Aquel que es todo misericordioso y la experimentó,

primeramente por gracia o por don de parte de Dios y en

segundo lugar por el hecho de ser un pueblo que

constantemente optaba por alejarse de él.25 Cfr. Ex 19,4-526 Cfr. Ex 3,14

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Por ello, en las páginas veterotestamentarias encontramos

términos que nos hablan tipológicamente de esta

misericordia en actitudes u obras que el mismo pueblo

realiza y que posteriormente se pueden releer desde el

aspecto antropomórfico dado a Dios.

La primera expresión que podemos anotar es la de “hesed”,

este término lo podemos descubrir desde diferentes

actitudes, primeramente nos habla de la “bondad”;

situándola en la relación entre los hombres. Lo

descubrimos no sólo en la benevolencia que mutuamente

puede haber entre dos personas sino que lo podemos elevar

al grado de que entre las personas existe una fidelidad

reciproca por el hecho de un compromiso interior, un

compromiso que puede tildar en lo jurídico. En segundo

lugar, este vocablo nos enriquece al hablarnos de

“gracia” o “amor”; estos términos se verán reflejados en

esa misma fidelidad.

Cuando esta expresión remite a Dios nos sitúa en el

contexto de la alianza hecha con su pueblo. En esta

alianza, don para el pueblo, Dios se ha comprometido a

respetarla, de manera que de cierta forma la descubrimos

como si fuera un pacto jurídico. Desde este punto de

vista, la falta del pueblo a esta alianza daba pie a que

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Dios no se viera obligado a respetar este pacto, sin

embargo, al romperse este pacto jurídico, el término

hesed tornaba a su principal fuente o significado; es así

que este vocablo nos hablará del amor que se da, un amor

que va más allá de la traición, una gracia que es más

fuerte que el pecado.

Un segundo vocablo que podemos encontrar para definir la

misericordia, es el de “rahamim”. Este es totalmente

diferente al de hesed ya que si bien el primero nos

remitía hacia la fidelidad, el compromiso o la

responsabilidad del amor situándolo en caracteres

propiamente masculinos; aquí se nos hablará desde un

matiz maternal, desde el amor que denota una madre por su

hijo, un amor que es totalmente gratuito, que no necesita

de nada a cambio.

Este matiz conlleva a descubrir la presencia de

sentimientos como la ternura, la paciencia y la

comprensión. Sentimientos que producen la disposición de

perdonar. Los cuales atribuidos a Dios manifiestan su

aspecto maternal por el hombre. Un Dios maternal que se

compadece por el hijo de sus entrañas; “¿acaso olvida una

mujer a su niño, sin dolerse del hijo de sus entrañas?

Pues aunque esas personas se olvidasen, yo jamás te

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olvidaría”. (Is 49,15-16). Estas palabras ponen de

manifiesto no sólo la fidelidad de Dios sino además el

amor misericordioso que va más allá del amor de una madre

por el hijo de sus entrañas.

Aunque encontramos otros términos relacionados con la

misericordia de Dios en el AT, estos términos anteriores

son fundamentales ya que nos presentan a un Dios con

cualidades humanas que prioritariamente manifiesta su

amor al hombre.

Además de ellos, encontramos el verbo “hamal” que

significa propiamente “perdonar al enemigo vencido”, este

derrocha piedad y compasión ante aquel que se encuentra

caído; en línea de salvación nos recuerda el hecho del

perdón y de la remisión de la culpa.

Podemos unirlo con el término “hus” que denota piedad y

compasión de una forma afectiva y con el vocablo “emet”

que nos ubica en la fidelidad, pudiéndole unir con el

hesed ya visto.

Estos términos o palabras ya nos hablaban de esa

misericordia que Dios tiene con su pueblo, un amor que es

muy profundo y no importa cuantas veces ese pueblo sea

infiel a los designios o principios dados por Dios ya que

él está ahí y espera. Sin embargo aun cuando ya la

23

Page 24: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

misericordia se nos presenta de esta forma, estas no son

capaces de contener lo que verdaderamente significaban,

por ello, la necesidad de la Palabra encarnada.

2.2 Cristo: rostro misericordioso del Padre

Un Dios rico en misericordia es el que vino a

manifestarnos Jesucristo que por su misma encarnación ya

nos anunciaba el don del amor porque “tanto amó Dios al

mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16). Al

hacerse uno de nosotros, al dar su vida, Jesús rompe con

toda figura e imagen errónea y nos revela en todo su

esplendor el rostro de Dios: un rostro de ternura, de

amor, de compasión y misericordia; sin duda un rostro de

Padre. Además, por esta misma encarnación manifiesta al

hombre su verdadero ser de hombre.27

En efecto, en Cristo, la figura del hombre vuelve a encontrar su sentido, su unidad, no sólo porque el hombre es querido por Dios, desde toda la eternidad, por amor al Verbo encarnado, sino también porque solamente en su unión con el Verbo redentor puede realizar en sí mismo el hombre la imagen de Dios, convirtiéndose así de nuevo en aquella criatura, por cuya presencia Dios encontró al universo «muy bueno». Esto no significa que Dios, tras haber fallado en su designio primitivo, lo haya cambiado, discurriendo un nuevo e imprevisto camino de salvación que ofrecer a la humanidad. (Flick, 2006).28

27 Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II… Op. Cit., n. 22.28 Flick, Mauricio [et al.]… Op. Cit., p.319-320.

24

Page 25: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

Por ello, Cristo que se alimenta de la voluntad del

Padre,29 se sitúa en medio de un pueblo esclavizado aún

por el pecado e invita a la conversión y a creer en la

Buena Nueva.30 Esto no significa creer en algo abstracto

o lejano sino, por el contrario, es voltear la mirada y

el corazón a Aquel que viene a anunciar con su misma vida

el Reino de Dios.

Jesucristo pasa por en medio de sus conciudadanos

realizando prodigios, optando principalmente por aquellos

que son menos útiles, por eso lo vemos constantemente en

medio de los pobres y marginados, de los huérfanos y

viudas, de las prostitutas y pecadores; lo vemos

realizando curaciones y un sin fin de obras buenas.

En ellas Cristo refleja palpablemente y hace presente a

su Padre en medio de todos los hombres. “Cristo se

convierte sobre todo en signo legible de Dios que es

amor; se hace signo del Padre”. (DM, 1980).31

Jesús es conciente de su misión mesiánica que

fundamentalmente será la implantación del amor en medio

de los hombres a imagen de Dios que es amor, por ello,

Jesús tendrá como un tema principal de toda su

29 Cfr. Jn 4,3430 Cfr. Mt 1,1531 Juan Pablo II. Carta Encíclica “La misericordia divina”. 10ª edición. México: San Pablo 2003, n. 3

25

Page 26: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

predicación, atestiguado por el evangelio de Lucas, la

misma misericordia.

Una de las principales maneras con las cuales nos la

comunica, es por medio de las parábolas. Ya en el

capítulo anterior hablaba de la parábola del hijo prodigo

donde de una manera puntual hacía referencia al mismo

hijo que se marcha, ahora en esta parte quiero recordar

la figura del padre amoroso que sale en busca de su hijo

y sin importar el pasado o alguna palabra por parte de su

hijo lo abraza y busca de nuevo lo mejor para él.

¿Qué idea tenemos de este padre? Talves podrían ser

respuestas encontradas, sin embargo, al releer esta

parábola, el sentimiento nos invade y situamos totalmente

a este padre como al Padre nuestro.

Probablemente esta parábola es la carta principal para

mostrarnos quien verdaderamente es Dios.

A este escrito lucano habría agregarle otra magnifica

enseñanza, aquella parábola de la oveja perdida32 cuyo

amo ha dejado las noventa y nueve y presuroso va a su

encuentro y la pone sobre sus hombros para regresarla a

donde debería estar, ¿no es acaso esto un acto de amor? O

ante aquello perdido, como lo es la dracma33 no se hace 32 Cfr. Lc 15,433 Cfr. Lc 15,8

26

Page 27: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

hasta lo imposible para encontrarla. Pues así como estos

personajes buscan aquello que tanto aman, así es Dios que

tanto ama al hombre que quiso manifestar su ser

misericordioso.

Como olvidarnos del pasaje evangélico donde Jesús se

encuentra con Marta y María;34 la primera de una forma

afanosa en los quehaceres de la casa se olvida de quien

ha llegado a su casa, a su vida; la otra, en cambio,

escoge la mejor parte que nadie le quitará: estar a los

pies del Salvador, contemplarlo cara a cara, escucharlo y

dejarse embeber de su mensaje de amor. Esta segunda

opción nos lleva a descubrir maravillados la grandeza de

un Dios que se ha abajado tomando condición de esclavo,

que se ha hecho semejante a los hombres identificándose

con ellos menos en el pecado.35 Es por eso, que Jesús

llevará este amor hasta el extremo, por que “nadie tienen

mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn

15,13).

2.3 El sacrificio Redentor: el amor desde la Cruz

Jesucristo muestra hasta dónde puede llegar ese amor del

Padre, puesto que él lo experimenta en su propia carne,

hasta el punto de dar la vida por ello. Aquel que quiso

34 Cfr. Lc 10,38-4235 Cf. Fil. 2,6-7; Heb 4,15

27

Page 28: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

asemejarse a los hombres y que además “pasó haciendo el

bien y curando toda clase de dolencias” (Mt 9,35) ahora

tiene que anonadarse aún más para cumplir la voluntad del

Padre. En ello descubrimos ese amor extremo por el

hombre. En el umbral de su sacrificio experimenta

humanamente el sufrimiento y el dolor de la hora que se

acerca. Jesús es contado entre los malhechores, es

condenado, golpeado, ultrajado, humillado. Aun cuando

entra en relación con Aquel a quien ha predicado

mostrando la misericordia gratuita, no se le perdona el

sufrimiento que enfrentará en la cruz ya que “a quien no

conoció el pecado, Dios le hizo pecado por nosotros”

(2Cor 5,21).

En el sufrimiento y sacrificio de la cruz no sólo debemos

ver al Hijo de Dios que entrega su vida para ganarnos la

misericordia sino que además, él mismo se vuelve esa

misericordia, por ello, era necesaria la encarnación para

que en él quedará el hombre redimido.

No olvidemos las palabras del extinto papa Juan Pablo II

que afirma:

No olvidamos ni por un momento que Jesucristo, Hijo de Dios vivo, se ha convertido en nuestra reconciliación ante el Padre. Precisamente Él, solamente Él ha dado satisfacción al amor eterno del Padre, a la paternidad que desde el principio se manifestó en la creación del mundo, en la donación

28

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al hombre de toda la riqueza de la creación, en hacerlo «poco menor que Dios», en cuanto creado «a imagen y semejanza de Dios»; e igualmente ha dado satisfacción a la paternidad de Dios y al amor, en cierto modo rechazado por el hombre con la ruptura de la primera Alianza y de las posteriores que Dios «ha ofrecido en diversas ocasiones a los hombres». La redención del mundo —ese misterio tremendo del amor, en el que la creación es renovada— es en su raíz más profunda «la plenitud de la justicia en un Corazón humano: en el Corazón del Hijo Primogénito, para que pueda hacerse justicia de los corazones de muchos hombres, los cuales, precisamente en el Hijo Primogénito, han sido predestinados desde la eternidad a ser hijos de Dios y llamados a la gracia, llamados al amor. La Cruz sobre el Calvario, por medio de la cual Jesucristo —Hombre, Hijo de María Virgen, hijo putativo de José de Nazaret— «deja» este mundo, es al mismo tiempo una nueva manifestación de la eterna paternidad de Dios, el cual se acerca de nuevo en Él a la humanidad, a todo hombre, dándole el tres veces santo «Espíritu de verdad». (RH, 1979).36

Es el amor lo que hace de la cruz ya no un instrumento de

condena o sufrimiento sino un escenario de redención y de

nueva alianza. Es en la cruz donde sobreabunda la gracia,

ya que Dios sigue siendo fiel a sí mismo, a su promesa y

a su amor por los hombres.

Su amor no retrocedió aun cuando de antiguo era

rechazado, “si «trató como pecado» a Aquel que estaba

absolutamente sin pecado alguno, lo hizo para revelar el

amor que es siempre más grande que todo lo creado, el

amor que es Él mismo, porque «Dios es amor». Y sobre todo

36 Juan Pablo II. Carta encíclica “El Redentor del hombre”. México: Ediciones Paulinas, 1979, n. 9.

29

Page 30: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

el amor es más grande que el pecado, que la debilidad,

que la «vanidad de la creación», más fuerte que la

muerte.”37

Este misterio de la cruz, donde el Hijo crucificado

contempla al Padre y a los hombres es capaz de evidenciar

hasta lo más hondo de nuestra iniquidad, hasta lo más

profundo de nuestra obscuridad. Por ello Cristo muere en

la cruz, las iniquidades del hombre traspasan una y otra

vez el cuerpo del Dios-Hombre. El precio del amor extremo

no solo era la cruz sino la muerte; sin embargo en ella

no encontramos la última palabra, ya que Cristo vence la

cruz y la muerte. En Cristo resucitado la revelación

misericordiosa de Dios llega a su plenitud. Por ello, el

hombre es reconciliado y recreado. El hombre puede

expresar, junto a san Pablo “nuestro hombre viejo fue

crucificado con él, a fin de que fuera destruida nuestra

naturaleza transgresora y dejáramos de ser esclavos del

pecado. Pues el que está muerto queda libre del pecado. Y

si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos

con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de

entre los muertos, ya no vuelve a morir, y que la muerte

carece de poder sobre él” (Fil. 6,6-9). Es el resucitado

37 Ibid., n. 9

30

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que nos concede la gracia y la restauración de la

relación con el Padre.

CAPÍTULO III

LA BUENA NUEVA DE LA RECONCILIACIÓN

Por el gran amor que Dios tiene ha levantado a Cristo de

la muerte. El sufrimiento y el dolor han pasado, ahora

sólo quedan los signos de las heridas recibidas; Cristo

asciende victorioso38 y nos brinda el fruto de su

sacrificio que es la vida de la gracia, de la

reconciliación. Aquello que se había perdido a causa del

38 Aclamación que escuchamos en el Pregón Pascual de la Vigilia Santa.

31

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primer Adán, queda ganado de una vez y para siempre por

Cristo, el segundo Adán.

Jesucristo se aparece a aquellos que le seguían,

diciéndoles “la paz sea con ustedes”; una paz que es

verdadera y constante que jamás se las podrán quitar. Una

paz que desborda de alegría al contemplar al salvador, al

resucitado. Esto ha dado un giro en la vida del hombre,

si antes estaba determinado por el pecado, ahora la vida

de la gracia irrumpe en todo su ser.

Es esa gracia que se le ha sido dada y que lo acompaña

constantemente dándole la fuerza de Dios para seguir

caminando como hijo y auxiliado por su presencia para no

volver al antiguo sufrimiento por el pecado.

Este don que ha recibido, lo encamina a manifestar la

gratitud ante Dios y por ello ante los hombres. De tal

manera que está llamado a perdonar a los demás cómo él ha

sido perdonado.

3.1 El Shalom del Señor

El Señor Resucitó, pero aun sus seguidores seguían

temerosos de lo acontecido, algunos aun en la zozobra y

el desconcierto de la tragedia que desde lejos habían

presenciado. Descubrían en el sufrimiento de la cruz su

32

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misma culpa a causa de sus pecados y sus negaciones. Pero

manifestándose a los suyos les mostró los signos de su

sacrificio en la cruz. Jesús una vez más, purifica su

corazón y les dice “la paz sea con ustedes” (Lc 24,36).

Que momento tan inesperado para sus discípulos, que aun

ante su presencia no podían creer lo que sus ojos

miraban. Poco a poco su corazón se fue llenando de esa

paz que aquel que la profería seguía insistiendo. Con

ello, la alegría de la resurrección empapaba su vida.

La nueva vida, que el hombre empieza a vivir, es obra de la misericordia divina; pero la actividad divina no permanece como extrínseca al hombre, sino que suscita y eleva todo el comportamiento humano, dándole al hombre un corazón nuevo. Pues bien, el devenir del hombre en Cristo, que se realiza por la acción de la misericordia divina, tiene también lugar en dependencia de Cristo, que atrae al hombre hacia sí. (Flick, 2006).39

Jesús sabe de esto, ahora nada es imposible para Dios.

Esto mismo le ha descubierto al hombre. Con mayor

profundidad dice lo que el hombre es ante Dios. “El

designio original de Dios sobre el hombre es la plena

conformación con Jesús.” (Ladaria, 2007).40

Jesús viene ahora a proclamarnos la buena nueva de la

reconciliación con el Padre esa que nos ha ganado por su

39 Flick, Mauricio [et al.]… Op. Cit., p.323.40 Ladaria, Luis F.… Op Cit., p.135.

33

Page 34: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

generosa entrega a la voluntad de Dios. El mismo es esa

Buena Nueva que nos llena de alegría, una alegría

pascual.

Así como la alegría que experimenta al encontrar la oveja

y la dracma perdida o como aquella alegría festiva que

envuelve al padre del hijo pródigo que invita a hacer

fiesta o como aquella alegría que experimentan en el

cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y

nueve justos que no necesitan arrepentirse.41

San Agustín afirmaba que todo esto “demuestra que Vos,

Dios mío, os alegráis en nosotros, y en vuestros Ángeles

en cuanto somos santificados por una caridad santa,

porque Vos, considerado solamente en Vos, siempre sois el

mismo sin mudanza ni variedad alguna, que siempre y de un

mismo modo conocéis todas las cosas, aunque ellas no sean

siempre ni de un mismo modo existan.” (San Agustín,

2001).42

Alegraos justos en el Señor, nos dirá insistentemente

Pablo. Esa alegría puesta en el que nos ha salvado nos

llena de una nueva existencia que comúnmente será llamada

gracia, que además también es fruto de la misericordia de

41 Cfr. Lc 15,2442 Agustín, San… Op. Cit., libro 8, n.3

34

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Dios. El hombre que recibe este don no tiene ningún

título que lo haga digno de ella, por ello:

La «gracia» no es sólo la salvación que nos trae Jesús o el nuevo ámbito en que nos encontramos; es también Jesús mismo. «La gracia de Jesucristo», fórmula habitual sobre todo en las despedidas de las cartas paulinas (Cf. Rom 16,20; 1Cor 16,23; 2Cor 13,13; Gál 6,18), puede significar simplemente «la gracia que es Jesucristo». El favor y el amor de Dios a los hombres adquieren en Jesús un rostro concreto. Solamente en relación con Jesús tiene sentido hablar de nuestro «agraciamiento» o de los otros dones que Dios nos otorga”. Pero la gracia no es un don concreto o un favor singular que uno pueda haber recibido, sino el favor de Dios, que abarca todos los dones concretos… (Ladaria, 2007).43

Esta gracia es poder de Dios, que al ser comunicada al

hombre hace que éste sea más fuerte a pesar de la

debilidad; no olvidemos lo acontecido a Pablo que ante la

tempestad de la vida clama insistentemente a Dios y éste

sólo le responde “mi gracia te basta, pues mi fuerza se

realiza en la debilidad.” (2Cor 12,9) Esta gracia

recibida y que permite seguir caminando como hijos de

Dios y auxiliados por su presencia para no volver a caer

en el sufrimiento de la cruz por nuestros pecados.

Esto no es fácil, aún cuando la gracia de Dios obra en

nosotros, constantemente tendremos que levantarnos a

causa de nuestras caídas. Ya que el don recibido no sólo

nos ayuda a salir de nuestras ofensas sino que además 43 Ladaria, Luis F.… Op Cit., p.146

35

Page 36: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

fortalece nuestro entendimiento, la conciencia y el amor

para no volver a caer en ellas.

Es así que caemos en la cuenta de la contemplación, del

estar pidiendo constantemente se renueve en nosotros esa

misma gracia, no porque haya fallado sino porque, de una

u otra forma, nosotros la vamos desapartando o

apropiándonos de ella.

3.2 La perfección del perdón: el hombre llamado a

perdonar

“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros

perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12). Esta

petición que cotidianamente realizamos al rezar la

oración del Padrenuestro nos hablan primeramente del don

del perdón que recibimos de parte de Dios y además ya nos

preparan al don de la gratitud ya que “el perdón que Dios

nos concede y el que nosotros somos invitados a conceder

constituyen una misma y única cosa, en una especie de

reversibilidad mutua.” (Du Charlat, 1998).44

Si por ese mismo amor fuimos perdonados, estamos llamados

a corresponder con el mismo amor del perdón. El hombre no

perdona por sus propias fuerzas sino que en él obra Aquel

mismo que lo ha perdonado. Sin duda, es el misterio del 44 Du Charlat, Régine. La reconciliación, piedra de toque del cristianismo. España, Sal Terrae, p. 91.

36

Page 37: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

perdón el cual nos lleva a una verdadera resurrección que

sólo accedemos a ella por la Resurrección del amado que

gracias a ella toda nuestra impotencia se verá

reestablecida como un don.

Sin embargo, que empresa tan delicada y tan difícil de

realizar, sobretodo cuando las heridas que se han

producido son tan profundas y tan difíciles de llevar

como la de aquel hijo fiel que se queda al lado de su

padre y le ha servido sin desobedecer jamás sus ordenes y

ante la llegada de su hermano pródigo no le importa darle

la espalda, es así que ante esta negativa de perdón, la

ingratitud ante Dios se hace manifiesto.

Según san Agustín, el alma que no pecó fue porque Dios la

preservó de caer, y por lo tanto esa alma es más deudora

que nadie ante Dios.45

a) Dar gratis, lo que recibieron gratis.

Debemos recordar lo sucedido a aquel siervo sin entrañas,

que al haber tenido una deuda grande ante su rey, se

postro a los pies de su señor y suplicaba paciencia para

poder pagar en otro momento; tanto fue la compasión de su

señor que dejándolo ir le perdonó la deuda, sin embargo,

en él no había esa reciprocidad de compasión ya que al

45 Agustín, San… Op. Cit., libro 2, n.7

37

Page 38: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

salir se topó con alguien que le debía una cantidad mucho

menor. Tratándolo sin piedad le exigía el pago debido; su

deudor suplicando ante sus pies pedía también paciencia

para lograr pagar, pero éste no lo quiso escuchar y lo

metió a la cárcel hasta que pagara. Tal fue la tristeza y

desconcierto de quienes observaron tal suceso que

regresando con su rey contaron todo lo que había

sucedido. Embravecido por aquello, mandó llamar a su

siervo y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti

toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú

también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que

yo me compadecí de ti? Y encolerizado su señor, lo

entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le

debía.” (Mt 18,32-33)

¿No es acaso esta la situación del hombre, que suplica el

perdón de su Señor por la deuda tan extrema que ha ido

juntando y cuando se le ha otorgado el perdón de todas

sus deudas, se olvida de ello e ingratamente se olvida de

perdonar a su semejante por una deuda menor?

A la pregunta de Pedro: « Señor ¿cuántas veces tengo que

perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete

veces?» Le respondió Jesús: «No te digo hasta siete

veces, sino hasta setenta veces siete.» (Mt 18,21-22) con

38

Page 39: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

ello solo enseñaba que la capacidad de perdonar es

ilimitada. Estamos llamados a ser hombres de perdón,

hombres que al experimentar el perdón de parte de Dios,

logren perdonar a aquellos que los han ofendido.

b) Perdonar es necesario, olvidar es conveniente46.

Comúnmente, al hablar del verdadero acto de perdonar lo

revestimos del hecho de olvidar de corazón las ofensas

que hemos recibido. Probablemente aquellos hijos, después

de la fiesta, tuvieron que encontrarse de nuevo,

relacionarse de una u otra forma. La parábola no nos dice

que sucedió después, posiblemente llegó el perdón entre

hermanos. Aun así, quizá nuevas ocasiones de conflicto y

dificultad habrían de enfrentar. Por ello, este acto de

perdonar y olvidar implica renunciar a toda contabilidad,

es un acto totalmente nuevo, revestido de una naturaleza

divina. “Perdonar siempre significa que cada vez que se

repite el perdón es como si fuera la primera vez. Porque

lo pasado ya no existe. Porque las ofensas anteriores

fueron todas anuladas y todas han sido borradas del

corazón.” (Cabodevilla, 1999).47

Pero, si bien es posible perdonar, también ¿es posible

olvidar? Tal vez nos resulte imposible olvidar, puesto

46 Cabodevilla, José María… Op. Cit., p.218.47 Cabodevilla, José María… Op. Cit., p.218.

39

Page 40: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

que es difícil lograr un dominio total sobre nuestra

memoria, pero habremos de intentarlo. Más aún, debemos

obrar como si ya hubiéramos olvidado, no se trata de

engañar al perdonado sino de buscar que nuestro amor no

lleve cuentas del mal.48

c) El hombre llamado a ser testigo del perdón.

Demos un paso aun más profundo en el hecho de perdonar.

El perdonar no debe ser un acto de dolor o de tristeza;

sino de una verdadera alegría, ya que nos volvemos

instrumentos de la alegría de Dios, pero ¿cómo dar

testimonio de esa alegría en medio de un mundo hostil y

corrompido, donde existe tanta injusticia, sufrimiento e

iniquidad? Constantemente nos negamos a realizarlo como

aquellos que en tierra extranjera se han negado a cantar

y a tocar sus citaras49. Pero más que nunca esta

negación, probablemente hoy si tenga fundamento, ya que

el hombre tiene más consciencia del dolor causado por

aquellos que maquinan el mal

Son cristianos conscientes, responsables, que han hecho de su fe un mandamiento básico de solidaridad con todos los seres que sufren, los pobres, los marginados, los oprimidos. Pero muchos de ellos, por desgracia, se sienten agobiados bajo esa mole de dolor omnipresente y persistente, un pecado

48 Cfr. 1Cor 13,549 Cfr. Sal 137

40

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estructural que impregna la vida de los individuos y de los pueblos. (Cabodevilla, 1999).50

¿Acaso hemos sido llamados a avergonzarnos de nuestra fe,

a difundir entre nosotros sentimientos de frustración, de

desanimo, de impotencia o desesperación, o nuestro

llamado es para irradiar esperanza y alegría en el perdón

por la victoria obtenida por Cristo Jesús?

Volvamos a la alegría de la resurrección, dicha victoria

no ha desterrado el mal, ni ha hecho que los hombres se

liberen del sufrimiento. Sabemos que el mal seguirá

existiendo hasta el último día. Entonces, ¿hasta que

punto estamos dispuestos ahora a perdonar esos pecados

estructurales, a erradicarlos y ser así hombres-

cristianos de testimonio verdadero ante el perdón que

hemos recibido?

Los cristianos se definen como testigos de Cristo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Si su conducta es coherente con su fe, necesariamente han de manifestar alguna alegría testimonial, publica, cualquiera que sea su expresión, por paradójica que resulte. ¿Qué otra cosa son las bienaventuranzas sino ocho paradojas, ocho formas de felicidad en el dolor? No se han hecho cristianos para ser felices, pero si en su vida no se advierte de algún modo esa felicidad derivada de la Buena Noticia que predican, el cristianismo deja de ser creíble. (Cabodevilla, 1999).51

50 Cabodevilla, José María… Op. Cit., p.29451 Ibíd, p.295

41

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Por ello, en la medida en que valla creciendo en nosotros

la conciencia de lo que hemos recibido por gracia de

Dios, a saber, que Cristo murió y resucitó para llevarnos

a la plenitud de la vida reconciliada; ira creciendo la

capacidad de reciprocidad en el amor y en el perdón con

nuestros semejantes, sobretodo con aquellos que más

sufrimiento, desolación y desesperanza nos han acarreado

al maquinar el mal y así dar testimonio coherente de la

fe profesada en medio de la ciudad atribulada.

CONCLUSIÓN

Hemos llegado al final de esta reflexión, hemos marchado

insistentemente para llegar a una meta, ha sido

fundamental asentar las bases necesarias para realizar

esta empresa que no ha sido fácil y las cuales le dieron

dirección. Aun así, durante el transcurso de su

realización, fue necesario “extirpar y arrasar, destruir

y derrocar, reconstruir y plantar (Jr 1,10); ya que se

tuvieron que hacer cambios de pensamiento, de escritura,

de estructura; los cuales responden fundamentalmente a la

42

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EXPERIENCIA de fe hecha durante el mismo tiempo que fue

plasmada.

Una experiencia que se fue haciendo camino, como aquel

que fue caminado por el pueblo elegido por parte de Dios.

Un camino donde hay durezas y tristezas, hambre y sed,

todo y nada; pero sobretodo un camino donde Dios se hace

presente y acompaña. Un caminar que se va haciendo fe,

que se va haciendo historia de salvación. Un camino que

va haciendo el cristiano para alcanzar la vida eterna.

Desde un inicio se insistía en descubrir la importancia

de una espiritualidad que se hace manifiesto, por decirlo

de una manera, en aquello que impulsa la vida a pensar o

al realizar alguna tarea. Hoy nos fijamos en el tema de

la espiritualidad del sacramento de la Reconciliación,

pero no como un momento ritual que en ocasiones se ve

desgajado de su verdadera base. Sí, de una reconciliación

que se basa en el encuentro con Dios, un encuentro

personal, así como lo expresa Job que sólo conocía de

oídas a Dios y que en un momento de su vida había tenido

un encuentro cara a cara con él y todo había quedado

transformado.

Que grandioso beneficio en el hombre, que en la figura de

Adán, desde su creación fue hecho libre de decidir su

43

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opción de vida y que dejándose llevar por su egoísmo y

soberbia decide alejarse de Dios y sin embargo, el Señor

va preparando su alma y su corazón para que poco a poco

se valla dando cuenta de la importancia de estar de

regreso en su casa. Por ello, Dios quiso ese encuentro

con él hombre para manifestarle su amor y su bondad.

Encontrarnos con Dios en este sacramento es haber

reconocido que primeramente hemos pecado y así hemos

faltado a una obra tan maravillosa de este mismo amor. Y

aun así, siendo tan malos con Dios, él sigue insistiendo

a nuestra puerta, preparando el momento para que viniera

al mundo su unigénito Hijo y realizar las obras

necesarias, es decir, su pasión, muerte y su gloriosa

resurrección para que lo reconociéramos y nos liberara

del pecado, ahora que por nuestras mismas fuerzas no

podíamos hacerlo y así tuviéramos una verdadera vida como

la que de antiguo perdimos por el pecado.

Estos son los momentos que el cristiano debe experimentar

antes que cualquier confesión: reconocerse pecador,

saberse salvado por un Dios que lo ama, que murió y

resucitó por él y que le da la gracia invitándolo a tener

paz y a ya no volver a pecar. Solo así hacemos conciente

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Page 45: Capitulo I - WordPress.com€¦  · Web viewAdemás, el hombre se encuentra hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal, que cada uno se siente

el acto o el sacramento de la reconciliación y podemos ir

creciendo en fe y santidad.

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